Marco Conceptual y Metodológico
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2.1. El Territorio como Espacio Estratégico para el Desarrollo Rural Sostenible Las acciones del Desarrollo Rural Sostenible en América Latina continúan
evolucionando hacia una nueva forma de mirar y actuar sobre los problemas en el espacio rural. Históricamente, los programas desarrollados por los
gobiernos, en general, no han convergido hacia la dotación de un paquete mínimo y complementario de activos básicos, tanto públicos como privados,
que permitan que los hogares se aprovechen plenamente de las nuevas oportunidades y sepan reaccionar adecuadamente frente a los nuevos retos.
Esta falta de convergencia no se debe solo a la falta de conocimientos de las reales necesidades de la población rural y los modos de reaccionar frente
a la pobreza persistente; permanecen la baja dotación de recursos y los problemas de coordinación interdisciplinaria e interinstitucional, sino también,
a que los esfuerzos de focalización están en directa contraposición con los verdaderos intereses locales. Es evidente que la pobreza rural es resistente
a las políticas convencionales y sectoriales diseñadas para disminuirla o eliminarla. Ese conjunto de factores conforma las causas de la desigualdad en
la región. Además, debe ser puesta en el contexto de una continua emigración hacia zonas urbanas. La intervención bajo el enfoque territorial, ha ido
desarrollándose, tanto como una oportunidad de construir de manera endógena, participativa y consensuada entre todos los actores involucrados (el
Estado y las organizaciones de la sociedad civil), como una alternativa de articulación e integración entre las demandas de la población y la oferta del
poder público en la promoción del desarrollo rural sostenible. Se entiende que el desarrollo sostenible depende cada vez menos de la
capacidad del Estado y cada vez más de su poder de estimular el surgimiento de un movimiento de emprendedorismo y protagonismo de las fuerzas
locales. El cambio de un enfoque sectorial a uno territorial no implica necesariamente un nuevo instrumental de políticas; pero sí plantea la necesidad
de operar cambios significativos en las estrategias de gestión y aplicación de tales instrumentos. (SEPÚLVEDA et al, 2002) 4 Guía para la formulación y
gestión de planes de desarrollo rural sostenible Estamos caminando hacia nuevas relaciones entre los actores sociales locales y el Estado, desde la
organización local y de la constitución de un pacto de cohesión social que acarree contratos de desarrollo de las potencialidades locales y no más
a la mera transferencia de recursos para acciones desvinculadas de las características e identidades del territorio (CARVALHO, 2007). En este sentido,
complementa ECHEVERRI (2009): “Adoptar un abordaje territorial como referencia para una estrategia de apoyo al desarrollo rural se justifica por, al
menos, cuatro aspectos: Lo rural es más que lo agrícola. Más que un sector económico, lo que define las áreas rurales son sus características espaciales
cuando, comparadas con los áreas urbanas presentan una menor densidad y un mayor peso de los factores naturales. La escala municipal es
restringida. Para la planeación y la organización de los esfuerzos de promoción del desarrollo. La escala estadual es excesivamente amplia para dar
cuenta de la heterogeneidad y de las especificaciones locales que deben ser movilizadas para estas iniciativas. La necesaria descentralización. Las
políticas públicas, como una articulación de competencias y atribuciones de los espacios y actores en los diferentes niveles territoriales. El territorio es
la unidad que mejor dimensiona los lazos de proximidad entre las personas, grupos sociales e instituciones que pueden ser movilizadas y convertidas
en eje para el establecimiento de iniciativas orientadas al desarrollo.” Vale destacar que el territorio no es solo un espacio físico-geográfico, sino una
construcción social, un conjunto de relaciones histórico-culturales, económicas, geoambientales e institucionales que dan origen y, al mismo tiempo,
expresan una identidad, un sentimiento de pertenencia y un propósito compartido por actores sociales, cuya comprensión depende la viabilidad de
muchas de las estrategias de desarrollo. En la Estrategia Centroamericana de Desarrollo Rural Territorial se anota: “El territorio es un espacio socio-
geográfico construido cultural e históricamente por la interacción entre los seres humanos y de éstos con la Naturaleza en su conjunto. El territorio
constituye un sistema complejo y dinámico, con múltiples dimensiones entrelazadas, incluyendo la ambiental, económica, político-institucional, social
y cultural. Sobre la base de las condiciones biofísicas locales, transformadas por la acción humana, se crean ámbitos territoriales, enmarcados por
factores socio-económicos, relaciones sociales e identidades colectivas. Los territorios cambian y se desarrollan por los procesos dinámicos de
satisfacción de las necesidades de los seres que viven en ellos, como también de grupos humanos en otros lugares. Las comunidades que conforman el
territorio utilizan su base de recursos naturales para establecer sus formas de producción, consumo e intercambio, sus estrategias económicas y sus
modos de vida, que expresan Un abordaje participativo con enfoque territorial prácticas, principios y valores regulados por determinados sistemas de
organización social y político-institucional. El territorio está asociado a un sentido de identidad y pertenencia, producto de su historia. Su organización
se sustenta en una trama de tejidos sociales que permite a la población del territorio manejar situaciones de incertidumbre, solucionar problemas
comunes, construir un proyecto de futuro y lograr aspiraciones compartidas.” (CAC, 2010) Según esto, la territorialidad es la manifestación de las
formas de ocupación, uso, permanencia y control del territorio, una relación construida históricamente, y en consecuencia, engendra dinámicas
sociales, económicas, políticas, culturas particulares, manifestaciones existentes, preexistentes, o hasta extrañas al territorio. En este sentido, la
territorialidad es quien moldea, construye, controla, y usa territorios en los tiempos actuales. Con estas acepciones de territorio y territorialidad, se
inicia el proceso de planificación participativa del desarrollo rural sostenible teniendo por estrategia descentralizar y articular las políticas públicas,
posibilitando un nuevo sentido de gobernanza, de modo que puedan ser gestionadas y controladas socialmente.
• Dimensión Social: debe sentar las bases para establecer procesos que promuevan equidad social (de género, etaria y etnia), a través del acceso a los
servicios básicos de salud, educación e infra-estructura básica (habitación, energía eléctrica, caminos viales, entre otros), así como la creación de
condiciones para la participación efectiva de los ciudadanos en las estructuras del poder. viviente como activo del desarrollo, de manera que se adopte
el principio de sustentabilidad y se enfatice el principio de gestión integrada de los recursos naturales. La dimensión ambiental se incorpora en todas
las decisiones y prioridades de inversión, no sólo como una medida preventiva, sino también en propuestas innovadoras tales como servicios
ambientales, la recuperación de áreas degradadas, protección de manantiales, el establecimiento de corredores ecológicos, cobertura vegetal de
laderas y áreas de reserva y de preservación. De igual forma, se debe incorporar de forma permanente el manejo de residuos sólidos y líquidos de
todos los procesos productivos.
• Político-institucional: por una parte, incluye las organizaciones administrativas locales y su relación con el sistema nacional (municipios, organismos
locales del Estado, agencias locales de empresas nacionales, etc.); por otra, debe incluir las organizaciones deliberativas locales en donde juegan un
papel fundamental los legislativos municipales, Juntas Locales, etc., por donde también pasan las decisiones. En ese sentido, incorpora el concepto de
gobernabilidad, la promoción de la conquista y el ejercicio de la ciudadanía. Es el sustento para establecer una nueva plataforma institucional,
considerando las relaciones sociales y los conflictos internos existentes, que permita la construcción de políticas territoriales negociadas. Figura 1 - Las
dimensiones del desarrollo sostenible.
Un abordaje participativo con enfoque territorial En la práctica, la aplicación de este concepto se relaciona con el ambiente de la acción en el territorio
donde aún se manifiesta la Cultura, que, juntamente con las dimensiones del desarrollo sostenible, deben operar de forma holística, sistémica e
integrada. Para que esto ocurra, es necesario que el enfoque dado a la intervención propuesta tenga una perspectiva de totalidad, o sea, no
segmentada o sectorial. Según la UNESCO (2005)2, la cultura “es el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que
caracterizan una sociedad o grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano,
los sistemas de valores, creencias y tradiciones”. La cultura engloba valores, principios, referencias, símbolos, significados, construidos históricamente
y capaces de definir la identidad de un pueblo o grupo social otorgándole un sentido de pertenencia. Así, se origina e identifica diversas formas de
apropiación del territorio. Como está demostrado en la Figura 2, el equilibrio ideal para el desarrollo sostenible, considerando el trípode de la
sostenibilidad, se dará en la intersección de las tres dimensiones, sin embargo, las relaciones entre éstas pueden presentar tensiones y conflictos
(trade-off), de modo que, en determinadas condiciones estructurales del modelo de desarrollo, los logros en una de las dimensiones o la realidad del
territorio, pueden llevar, por el contrario, a fracasar en otras. Una fuerte inclinación hacia dos de ellas puede resultar en pérdidas a una tercera.
(BUARQUE 2002).
No será posible siempre el equilibrio entre las dimensiones a causa de las externalidades del sistema. Una fuerte presencia de la extrema pobreza en el
territorio puede hacer que no sea posible tener acciones ambientales ideales, o que no se realicen propuestas que lleven a una inclinación de la
intersección con sesgo mayor para los aspectos de la equidad social, el dinamismo de la economía y para generar ingresos y bienestar de las familias.
2 UNESCO (2005). Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales. París: UNESCO
Figura 2 – Las dimensiones del desarrollo sostenible y sus