Ficha Unidad 4
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Ficha Unidad 4
Ficha de Cátedra
Psicología Evolutiva de las Adolescencias y Juventudes
(Cátedra B)
Subjetividad(es) Adolescentes:
Desorganizar para organizar
Autoras:
Mulatero, María Luz DNI: 39.931.378
Villarreal, Maria Jimena DNI: 30.126.561
Introducción:
Por lo tanto, es de suma importancia comprender no sólo los procesos biológicos que
suceden en el crecimiento de les sujetes adolescentes, sino también los trabajos psíquicos que
los atraviesan.
Respecto a ello, la cátedra expone en el programa que: “Si bien existen diversas teorías
que explican el desarrollo, se hará una breve introducción de las líneas teóricas más
significativas y los modelos de investigación e intervenciones actuales que adhieren a esta
perspectiva, en el marco de la legislación vigente (Ley 26061 de Protección Integral de los
Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, Ley Nacional 26150 de Educación Sexual
Integral y la Ley 26657 del Derecho a la Protección de la Salud Mental) se hace
imprescindible brindar a les estudiantes una perspectiva interdisciplinaria e intersectorial en
terrenos diferentes (salud, educación y género, entre otros).”
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social y cultural para luego poder integrar las propuestas de les autores post freudianos que se
proponen en esta ficha.
Desarrollo conceptual:
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Rascovan (2013), señalan que el contexto actual capitalista, con tecnologías avanzadas y
desigualdades más profundas, generan dificultades cada vez más insondables en cuanto a la
subjetivación, entendiendo por ello “a la acción de dar sentido, de significar y poner una
marca de origen (firmar) un proceso de metabolización”. Asimismo, Rascovan (2013) sostiene
que la clave de dicho proceso de construcción subjetiva, está en “el plus de los sujetos, los
grupos y las comunidades, es decir, puede darse creativamente para buscar en sus vidas otros
horizontes que los instituidos socialmente por los poderes hegemónicos”.
Por lo tanto, la subjetividad puede pensarse como una configuración que se organiza
desde la alteridad/otredad, sin sustancializarse, como indica Rascovan (2013). A partir de esto,
Efron (1998) afirma que “la subjetividad adolescente se considera como la forma de existencia
de los sujetos. El concepto de subjetividad se va armando en el entrecruzamiento de saberes y
disciplinas (...), pensado como lo no dado, no lo estático, como en proceso de estructuración
y de construcción”. En este sentido, la subjetividad se estructura a partir de una mirada
heterogénea, donde prevalecen colectivos sociales y escenarios que operan de forma
simultánea e interrelacionadamente (Efron, 1998). Por su parte, Grassi (2013) plantea que “la
subjetividad demanda encontrar nuevos ordenamientos, des-ordenar las relaciones del cuerpo
infantil con la propia historia (...), replantear las identificaciones infantiles enraizadas en lo
somático y en lo familiar”.
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Constitución del psiquismo
El contacto provoca placer, pero al mismo tiempo, despierta la excitación sexual que
reclama más placer. A partir de esto, el autor denomina como placer previo al monto de placer
generado por la estimulación adecuada de las zonas erógenas, el cual incrementa la tensión y,
a su vez, requiere de energía motriz para llevar a cabo el acto sexual. El placer final constituye
el máximo placer de satisfacción por su intensidad, es provocado por la descarga y permite la
supresión temporaria de la tensión de la libido. Entonces, el placer previo corresponde a la
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pulsión sexual infantil y, el placer final depende de condiciones instaladas en la pubertad:
“la nueva función de las zonas erógenas es posibilitar, por medio del placer previo que ellas
ganan como en la vida infantil, la producción del placer de satisfacción mayor” (Freud, 1905).
Freud (1905) establece que la primera satisfacción sexual está relacionada a la función
de nutrición, pues la pulsión sexual posee un objeto fuera del propio cuerpo: el pecho materno.
Cuando el niño pudo formar una representación global de la persona a quien le pertenecía el
órgano que le proporcionaba satisfacción, lo perdió. En ese momento, la pulsión sexual pasa
a ser autoerótica, y luego de atravesar el período de latencia, se restablece la relación
originaria.
En relación a la constitución psíquica de les sujetes, Palazzini (2006) afirma que “lo
puberal indica un anclaje biológico, pero a su vez, crea el acontecimiento adolescente de
estructuración y reestructuración psíquica como trabajo elaborativo de ese tiempo”, es por
ello, que las adolescencias deben ser comprendidas en y con el contexto que las atraviesa.
Por su parte, Grassi (2013) plantea que el hallazgo de objeto implica creatividad, pues
no es algo previsto, implica la actividad que hace aparecer un objeto exterior a sí, no conocido,
un objeto que “aún no es” en el universo de las representaciones psíquicas. De esta forma, se
puede diferenciar “lo que está investido por el niño y la familia de lo que deviene nuevo y que
está in-vistiendo como obra propia, por fuera del cuerpo y lo familiar”. Es decir que, la
creación de un “espacio exterior al propio cuerpo” y un “espacio extrafamiliar” posibilitan el
hallazgo de objeto (Grassi, 2013).
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Los procesos psíquicos que se van incorporando desde el nacimiento -narcisismo
primario-, se van registrando en el cuerpo y generando la noción de cuerpo propio, aclara Grassi
(2013). En tal sentido, dicho autor -Grassi (2013)- establece que “la imagen del cuerpo que el
niño se hace de sí, lleva las marcas del vínculo con su madre, sus sustitutos, sus
acompañantes”, por eso, en los primeros años de la infancia las operaciones de identidad e
identidad de género toman una primera forma de organización. En la pubertad se “de-construye
y reconstruye la imagen infantil de sí mismo para volver a construir una (nueva) identidad y
una identidad de género”, generando así, una Imagen Inconsciente del Cuerpo y es sobre éstas
donde se producen “las transformaciones que este segundo espejo de la pubertad, repite y
difiere” (Grassi, 2013).
Entretiempo puberal-adolescente
Siguiendo los aportes de Grassi (2013), “lo puberal - adolescente es ese entretiempo
de trabajos específicos, es un lugar de transformación e inscripción del cuerpo pre-genital y
de objeto familiar en objeto de deseo no-familiar”. El autor explica que el fin de la infancia
conlleva una pérdida, pero, a la vez, implica una transformación, donde los referentes
simbólicos de la identidad atraviesan procesos de resignificación e historización. Dicha
transformación supone una “identidad diferenciada de lo infantil, de lo conocido y parental,
con rasgos originarios, en donde el deseo genital esté ligado a un objeto no familiar”
Se sabe que las identificaciones no sólo tienen en cuenta el advenimiento del sujeto,
también se transmite la historia de las generaciones anteriores, por ello Palazzini (2006) señala
la paradoja de constitución y alienación, en donde el sujeto deberá atravesar por el trabajo de
desidentificación, es decir que el adolescente deberá re-construir su pasado mediante el trabajo
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de historización, el cual funcionará como garantía de certidumbre identificatoria y posibilitará
la integración y la continuidad.
Por su parte, Grassi (2013) señala que “el Yo encuentra apoyaturas para su
reformulación en tres direcciones: 1. Un cuerpo desarrollado maduro para las relaciones
sexuales y la procreación; 2. La creación de un espacio de exterioridad a lo familiar, y 3. la
creación de un espacio intergeneracional con proyección al futuro”, todo ello contribuye a
construir la autonomía necesaria en esta etapa vital. La pubertad entonces, en términos del autor
es una “oportunidad para el despegue con la pregunta sobre la identidad cuando hay toma de
distancia de lo familiar: ¿quién soy? ¿Quién soy en el cuerpo genital?”
Para construir una respuesta posible es fundamental, como propone Grassi (2013): la
espera. Espera que, aunque supone sufrimiento, también propicia reflexión e interrogación
sobre la certeza que porta el sujeto. Es decir, la finalidad de dicha espera debe ser en pos del
bienestar del niño, niña o adolescente, como así también, de su familia y vínculos. Lo cual
implica, el descentramiento de la mirada adulta sobre los procesos de subjetivación y sexuación
de les adolescentes y jóvenes. En torno a ello, Palazzini (2006) sostiene que en la pubertad
“todo cambia: junto a la transformación del cuerpo, también se produce la del psiquismo (...)
hay un múltiple anudamiento que la constituye -cuerpo, cultura y psiquismo- y se halla
atravesada por el sentido de espera y preparación, para el cambio”.
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Los trabajos psíquicos
Según Palazzini (2006), “el jugar a ser otro será con otros y estará atravesado por
ideales, pensamientos, ilusiones como propiedad de un Yo que empieza a construir su propio
proyecto identificatorio”. “Entre repetición de lo viejo e inscripción de lo nuevo, lo puberal-
adolescente demanda un proceso identificatorio que se debate entre principio de permanencia
y principio de cambio” (Aulagnier, 1991; citado en Grassi, 2013). La autora agrega “sostener
y desplegar este proyecto requiere de soportes vinculares exogámicos que comprendan la
libidinización del encuentro con otros”.
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En relación a lo anterior, les adolescentes y jóvenes se encuentran atravesades por la
construcción de la identidad, identidad de género y sexuación; en este sentido, Grassi (2013)
establece que en la actualidad se ha producido un pensamiento fijo entre sexo y género,
privilegiando así al paradigma biologicista, el cual deriva como una consecuencia natural y
directa a “la identidad de género del sexo portado”; postura que corresponde al discurso
hegemónico que responde a estereotipos y roles de género.
A partir de esto, los trabajos psíquicos propuestos por Palazzini (2006) -la
reorganización identificadora, la construcción del afuera y el trabajo de sustitución
generacional, - implican “un segundo tiempo en la organización del psiquismo, tiempo que
promueve una construcción subjetiva en el sentido de aquello que remite al atravesamiento
histórico-social y abre el espacio exterior en donde se vuelcan los pensamientos y las
producciones de un sujeto”.
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nuevos espacios y objetos, donde la amistad se constituirá en la estructura vincular,
estableciéndose así un proceso identificatorio social.
Así mismo, Lerner (2018) plantea que “los grupos de pares instauran lo novedoso en
los sujetos adolescentes”, pues elaboran un mundo compartido a través de nuevos espacios y
tiempos y, además, promueven contención afectiva, pertenencia y autonomía, lo que permitirá
la búsqueda de independencia. ya que “funcionan como redes que sostienen el tránsito
adolescente”.
Por otro lado, Grassi (2013) expone que “el reacomodamiento que la adolescencia
impone al psiquismo, también implica un trabajo de simbolización que corresponde a un nuevo
emplazamiento generacional”, lo que, a su vez, habilita “un nuevo registro de la
temporalidad: construirse un pasado posibilitará proyectar un futuro” (Grassi, 2013). Trilnik
de Merea (2006) afirma que “la confrontación generacional es estructurante” y permite que
el adolescente pueda “armar su propio proyecto de vida y de realización personal”.
Por su parte, Lerner (2018) afirma que la rebeldía y el desafío de los adolescentes se
exterioriza hacia el mundo de los adultos, reclamando atención, estableciendo diferencias,
confirmando límites, “buscando una genuina visibilidad frente a ese otro generacional, base
sobre la que luego algunos proyectarán su identidad como adultos”. A su vez, Trilnik de
Merea (2006) expone que “la necesidad que tienen los adolescentes de encontrar nuevos
parámetros identificatorios y romper ataduras con los estilos relacionales previos (...), puede
generar fuerzas de oposición, de incomprensión y de intolerancia en los padres, que los lleva
a ver a esta etapa adolescente como una afrenta a los modelos y pautas familiares y sociales
establecidos”. Entonces, el proceso de transición adolescente resulta una “contradicción
entre el sentimiento narcisista y el sentimiento de no “ser nadie”, lo que suscita impotencia de
no ser comprendido y desesperación mientras existe la perentoriedad de la pérdida objetal”.
(Trilnik de Merea, 2006).
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Finalizando, Trilnik de Merea (2006) señala que “la conflictiva edípica se reactualiza
en esta etapa (...), pero también, en la generación de los padres, pues el Edipo interjuega en
las distintas etapas de las relaciones familiares”, es decir que “los padres deben renunciar al
deseo sexual sobre sus hijos adolescentes y el que debieron ejercer, en su adolescencia, frente
a sus propios padres”. En este marco, los jóvenes comienzan a ver a sus padres no sólo en sus
roles respectivos, sino también como hombre y mujer, con todas sus fantasías, deseos,
conflictos y temores y, su vez, los padres también verán a sus hijos como hombre y mujer que
deben lograr la exogamia, eligiendo a otro hombre o mujer. “Esta facultad del adolescente de
´pensar´ a otro dependiendo de él, instala en la subjetividad la posibilidad de ser padre o
madre (...), lo cual le permite salirse del lugar ´único´ de hijo y tener la vivencia de reconocer
a los padres, con sus fallas y sus aciertos, sus carencias, sus posibilidades, su presencia y su
ausencia” (Trilnik de Merea, 2006).
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Referencias
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