El Profeta: Khalil Gibrán
El Profeta: Khalil Gibrán
El Profeta: Khalil Gibrán
EL PROFETA
EL PROFETA
Almustafá, el elegido y bienamado, el que era un amanecer en su propio día, había esperado
doce años en la ciudad de Orfalese la vuelta del barco que debía devolverlo a su isla natal.
A los doce años, en el séptimo día de Yeleol, el mes de las cosechas, subió a la colina, más
allá de los muros de la ciudad, y contempló el mar. Y vio su barco llegando con la bruma.
Se abrieron entonces, de par en par las puertas de su corazón y su alegría voló sobre el
océano. Cerró los ojos y oró en los silencios de su alma.
Sin embargo, al descender de la colina, cayó sobre él una profunda tristeza, y pensó así, en
su corazón. Cómo podría partir en paz y sin pena? No, no abandonaré esta ciudad sin una
herida en el alma.
Largos fueron los días de dolor que pasé entre sus muros y largas fueron las noches de
soledad y, quién puede separarse sin pena de su soledad y su dolor?
Demasiados fragmentos de mi espíritu he esparcido por estas calles y son muchos los hijos
de mi anhelo que marchan desnudos entre las colinas. No puedo abandonarlos sin aflicción
y sin pena. No es una túnica la que me quito hoy, sino mi propia piel, que desgarro con mis
propias manos.
El mar, que llama todas las cosas a su seno, me llama y debo embarcarme.
Porque el quedarse, aunque las horas ardan en la noche, es congelarse y cristalizarse y ser
ceñido por un molde. Desearía llevar conmigo todo lo de aquí, pero, cómo lo haré?
Una voz no puede llevarse la lengua y los labios que le dieron alas. Sola debe buscar el éter.
Y sola, sin su nido, volará el águila cruzando el sol. Entonces, cuando llegó al pie de la
colina, miró al mar otra vez y vio a su barco acercándose al puerto y, sobre la proa, los
marineros, los hombres de su propia tierra.
Estoy listo a partir y mis ansias, con las velas desplegadas, esperan el viento.
Respiraré otra vez más este aire calmo, contemplaré otra vez tan sólo hacia atrás,
amorosamente.
Y luego estaré con vosotros, marino entre marinos. Y tú, inmenso mar, madre sin sueño.
Tú que eres la paz y la libertad para el río y el arroyo. Permite un rodeo más a esta
corriente, un murmullo más a esta cañada.
Y luego iré hacia ti, como gota sin límites a un océano sin límites.
Y caminando, vio a lo lejos como hombres abandonaban sus campos y sus viñas y se
encaminaban apresuradamente hacia las puertas de la ciudad.
Y oyó sus voces llamando su nombre y gritando de lugar a lugar, contándose el uno al otro
de la llegada de su barco. Y se dijo a sí mismo:
Y, qué daré a aquel que dejó su arado en la mitad del surco, o a aquel que ha detenido la
rueda de su lagar?
Fluirán mis deseos como una fuente para llenar sus copas?
Será un arpa bajo los dedos del Poderoso o una flauta a través de la cual pase su aliento?
Buscador de silencios soy, qué tesoros he hallado en ellos que pueda ofrecer
confiadamente?
Si es éste mi día de cosecha, en qué campos sembré la semilla y en qué estaciones, sin
memoria?
Si esta es, en verdad, la hora en que levante mi lámpara, no es mi llama la que arderá en
ella.
No nos dejes.
Has sido un mediodía en nuestros crepúsculos y tu juventud nos ha dado motivos para
soñar.
No eres un extraño entre nosotros; no eres un huésped, sino nuestro hijo bienamado.
No dejes que las olas del mar nos separen ahora, ni que los años que has pasado aquí se
conviertan en un recuerdo. Has caminado como un espíritu entre nosotros y tu sombra ha
sido una luz sobre nuestros rostros.
Te hemos amado mucho. Nuestro amor tuvo palabras y con velos ha estado cubierto.
Pero ahora clama en alta voz por ti y ante ti se descubre. Siempre ha sido verdad que el
amor no conoce su hondura hasta la hora de la separación.
Y vinieron otros también a suplicarle. Pero él no les respondió. Inclinó la cabeza y aquellos
que estaban a su lado vieron cómo las lágrimas caían sobre su pecho.
Y salió del santuario una mujer llamada Almitra. Era una profetiza.
Y él la miró con enorme ternura, porque fue la primera que lo buscó y creyó en él cuando
sólo había estado un día en la ciudad.
Profundo es tu anhelo por la tierra de tus recuerdos y por el lugar de tus mayores deseos y
nuestro amor no te atará, ni nuestras necesidades detendrán tu paso.
Pero sí te pedimos que antes de que nos dejes, nos hables y nos des tu verdad.
Y nosotros la daremos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, y así no perecerá.
En tu soledad has velado durante nuestros días y en tu vigilia has sido el llanto y la risa de
nuestro sueño.
Descúbrenos ahora ante nosotros mismos, y dinos todo lo que existe entre el nacimiento y
la muerte, como te ha sido mostrado.
Y él respondió:
Pueblo de Orfalese: de qué puedo yo hablar sino de lo que aún ahora se agita en vuestras
almas?
EL AMOR
Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo
con gran voz:
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada escondida entre ellas os
hiriera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce vuestros sueños, tal como el viento
norte devasta los jardines.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen
bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la
fiesta sagrada de Dios.
Todo esto hará el amor con vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro
corazón y convertiros, por este conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si, en vuestro miedo, buscaréis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es
mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo de primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero
no con todas vuestras lágrimas.
Cuando améis no debéis decir: “Dios está en mi corazón”, más bien: “yo estoy en el
corazón de Dios”.
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá
vuestro curso.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los
labios.
EL MATRIMONIO
Entonces, Almitra habló otra vez: Qué nos diréis sobre el Matrimonio, Maestro?
Y él respondió, diciendo:
Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.
Sí; estaréis juntos aún en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacios en
vuestra cercanía.
Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no
hagáis del amor una atadura.
Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas. Llenaos uno al otro
vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.
Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma música.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte.
Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.
LOS NIÑOS
Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió: Háblanos de los niños.
Y él dijo:
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma. Vienen a través vuestro, pero no
vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar, ni siquiera
en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer. Vosotros sois el arco desde el que
vuestros hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para que Su
flecha vaya veloz y lejana. Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue.
Porque así como él ama la flecha que vuela, así también el arco, que es estable.
EL DAR
Y él contestó:
Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?
Y mañana, qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la
arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos a la ciudad santa? Y qué es el miedo sino
la necesidad misma?
No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?
Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su
deseo oculto malogra sus regalos.
Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan
conscientes de la virtud de dar.
A través de las manos de cómo ésos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, Él sonríe
sobre la tierra.
Es bueno dar algo cuando se ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda,
comprendiendo.
Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquél que recibirá es mayor goce que el dar mismo.
Y hay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día.
Decís a menudo: “Daría, pero sólo al que lo mereciera.” Los árboles en vuestro huerto no
dicen así, ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera.
Todo aquél que merece recibir sus días y sus noches, merece, seguramente, de vosotros
todo lo demás.
Y aquél que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestro pequeño
arroyo.
Y cuál será el mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza – no la caridad –
de recibir?
Y quiénes son vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su
orgullo para que así veáis sus merecimientos desnudos y su orgullo sin confusión?
Mirad primero si vosotros mismos merecéis dar y ser un instrumento del dar.
Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras vosotros, que os creéis dadores,
no sois sino testigos.
Y vosotros, los que recibís – y todos vosotros sois de ellos – no asumáis el peso de la
gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.
Porque exagerar vuestra deuda es dudar de su generosidad, que tiene el libre corazón de la
tierra como madre y a Dios como padre.
EL COMER Y EL BEBER
Entonces, un viejo que tenía una posada dijo: Háblanos del comer y del beber.
Y él respondió:
Ojalá pudierais vivir de la fragancia de la tierra y, como planta del aire, ser alimentados por
la luz.
Pero, ya que debéis matar para comer y robar al recién nacido la leche de su madre para
apagar vuestra sed, haced de ello un acto de adoración.
Y haced que vuestra mesa sea un altar en el que lo puro y lo inocente, el buque y la pradera
sean sacrificados a aquello que es más puro y aún inocente que el hombre.
Cuando matéis a un animal, decidle en vuestro corazón: “El mismo poder que te sacrifica,
me sacrifica también; yo seré también destruido.
La misma ley que te entrega en mis manos me entregará a mí en manos más poderosas.
Tu sangre y mi sangre no son otra cosa que la savia que alimenta el árbol del cielo.”
Y, en otoño, cuando reunáis las uvas de vuestras vides para el lagar, decid en vuestro
corazón:
“Yo soy también una vid y mi fruto será llevado al lagar. Y, como vino nuevo será
guardado en vasos eternos.”
Y, en el invierno, cuando sorbáis el vino, que haya en su corazón un canto para cada copa.
Y que haya en ese canto un recuerdo para los días otoñales, y para la vid y para el lagar.
EL TRABAJO
Y él respondió, diciendo:
Cuando trabajáis, sois una flauta a través de cuyo corazón el murmullo de las horas se
convierte en música.
Cuál de vosotros querrá ser una caña silenciosa y muda cuando todo canta al unísono?
Pero yo os digo que, cuando trabajáis, realizáis una parte del más lejano sueño de la tierra,
asignada a vosotros cuando ese sueño fue nacido.
Y amarla, a través del trabajo, es estar muy cerca del más recóndito secreto de la vida.
Pero si, en vuestro dolor, llamáis al nacer una aflicción y al soportar la carne una maldición
escrita en vuestra frente, yo os responderé que nada más que el sudor de vuestra frente
lavará lo que está escrito.
Y cuando trabajáis con amor, os unís con vosotros mismos, y con los otros, y con Dios.
Y qué es trabajar con amor?
Es tejer la tela con hilos extraídos de vuestro corazón como si vuestro amado fuera a usar
esa tela.
Es construir una casa con afecto, como si vuestro amado fuera a habitar en ella.
Es plantar semillas con ternura y cosechar con gozo, como si vuestro amado fuera a gozar
del fruto.
Es infundir en todas las cosas que hacéis el aliento de vuestro propio espíritu.
Y saber que todos los muertos benditos se hallan ante vosotros observando.
He oído a menudo decir, como si fuera en sueños: “El que trabaja en mármol y encuentra la
forma de su propia alma en la piedra es más noble que el que labra la tierra.”
“Aquél que se apodera del arco iris para colocarlo en una tela transformada en la imagen de
un hombre es más que el que hace las sandalias para nuestros pies."
Pero, yo digo, no en sueños, sino en la vigilia del mediodía, que el viento no habla más
dulcemente a los robles gigantes que a la menor de las hojas de la hierba.
Y solamente es grande el que cambia la voz del viento en una canción, hecha más dulce por
su propio amor.
Y si no podéis trabajar con amor, sino solamente con disgusto, es mejor que dejéis vuestra
tarea y os sentéis a la puerta del templo y recibáis limosna de los que trabajan gozosamente.
Porque, si horneáis el pan con indiferencia estáis horneando un pan amargo que no calma
más que a medias el hambre del hombre.
Y si cantáis, aunque fuera como los ángeles, y no amáis el cantar, estáis ensordeciendo los
oídos de los hombres para las voces del día y las voces de la noche.
LA ALEGRÍA Y EL DOLOR.
Y él respondió:
Vuestra alegría es vuestro dolor sin máscara.
Y la misma fuente de donde brota vuestra risa fue muchas veces llenada con vuestras
lágrimas.
Mientras más profundo cave el dolor en vuestro corazón, más alegría podréis contener.
No es la misma copa que guarda vuestro vino la misma copa que estuvo fundiéndose en el
horno del alfarero?
Y no es el laúd que apacigua vuestro espíritu la misma madera que fue tallada con
cuchillos?
Cuando estéis tristes, mirad de nuevo en vuestro corazón y veréis que estás llorando, en
verdad, por lo que fue vuestro deleite.
Algunos de vosotros decís: “La alegría es superior al dolor” y otros: “No, el dolor es más
grande”.
Vienen juntos y, cuando uno de ellos se sienta con vosotros a vuestra mesa, recordad que el
otro está durmiendo en vuestro lecho.
En verdad, estáis suspensos, como fiel de balanza, entre vuestra alegría y vuestro dolor.
Cuando el tesoro os levanta para pesar su oro y su plata, es necesario que vuestra alegría o
vuestro dolor suban o bajen.
LAS CASAS
Y él respondió, diciendo:
Levantad con vuestra imaginación una enramada en el bosque antes que una casa dentro de
las murallas de la ciudad.
Porque, así como tendréis huéspedes en vuestro crepúsculo, así el peregrino en vosotros
tenderá siempre hacia la distancia y la soledad.
No es cierto que sueña? Y que, al soñar, deja la ciudad por el bosque o la colina?
Cómo pudiera juntar vuestras casas en mi mano y, como un sembrador, esparcirlas por el
bosque y la pradera!
Los valles serían vuestras calles y los senderos verdes las alamedas y os buscarías el uno al
otro a través de los viñedos, para volver con la fragancia de la tierra en las vestiduras.
En su miedo, vuestros antecesores os pusieron demasiado juntos. Y ese miedo durará aún
un poco. Por un tiempo aún los muros de vuestra ciudad separarán su corazón de vuestros
campos.
Y, decidme, pueblo de Orfalese, qué tenéis en esas casas? Y qué guardáis con puertas y
candados?
Tenéis paz, el quieto empuje que revela vuestro poder? Tenéis remembranzas, los arcos
lucientes que unen las cumbres del espíritu?
Tenéis belleza que guía el corazón desde las casas de madera y piedra hechas, hasta la
montaña sagrada?
O tenéis solamente comodidad y el ansia de comodidad, esa cosa furtiva que entra a una
casa como un huésped y luego se convierte en dueño y después en amo y señor?
Ay! Y termina siendo un domador y, con látigo y garfio juega con vuestros mayores
deseos.
Arrulla vuestro sueño solamente para colocarse al lado de vuestro lecho y escarnecer la
dignidad del cuerpo.
Hace mofa de vuestros sentidos y los echa en el cardal como frágiles vasos.
En verdad os digo que el ansia de comodidad mata la pasión del alma y luego camina
haciendo muecas en el funeral. Pero vosotros, criaturas del espacio, vosotros, inquietos en
la quietud, no seréis atrapados o domados.
No será la cinta brillante que cubre una herida, sino el párpado que protege el ojo.
No plegaréis vuestras alas para poder pasar por sus puertas, ni agacharéis la cabeza para
que no toque su techo, ni temeréis respirar por miedo a que sus paredes se rajen o
derrumben.
No viviréis en tumbas hechas por los muertos para los vivos y, aunque magnificente y
esplendorosa, vuestra casa no se adueñará de vuestro secreto, ni encerará vuestro anhelo.
Porque lo que en vosotros es ilimitado habita en la mansión del cielo, cuya puerta es la
niebla de la mañana y cuyas ventanas son las canciones y los silencios de la noche.
EL VESTIR
Y él respondió, diciendo:
Vuestra ropa esconde mucho de vuestra belleza y, sin embargo, no cubre lo que no es bello.
Cómo pudierais enfrentar al sol y al viento con más de vuestra piel y menos de vuestro
ropaje!
Porque el aliento de la vida está en la luz del sol y la mano de la vida en el viento.
Algunos de vosotros decís: “Es el viento del norte el que ha tejido las ropas que usamos.”
Y no olvidéis que la tierra goza al sentir vuestros pies desnudos y los vientos anhelan jugar
con vuestros cabellos.
EL COMPRAR Y EL VENDER
Y él respondió:
La tierra os entrega sus frutos y vosotros no conoceréis necesidad si sabéis solamente como
llenaros las manos.
Pero, a menos que ese intercambio sea hecho con amor y bondadosa justicia, llevará a
algunos a la codicia y a otros al hambre.
Cuando, en el mercado, vosotros, trabajadores del campo y del mar y de los viñedos,
encontraréis a los tejedores y los alfareros y vendedores de especies, invocad el espíritu
guía de la tierra para que vaya en medio de vosotros y santifique las medidas y para que
pese al valor de acuerdo con el valor.
Y no permitáis que el de las manos estériles, el que quiere venderles sus palabras al precio
de vuestra labor, intervenga en vuestras transacciones.
“Ven con nosotros a los campos o ve con nuestros hermanos a la mar y arroja tu red:
Que la tierra y el mar serán espléndidos para ti como lo son para nosotros.”
Y, si vienen los cantores y los bailarines y los tañidores de caramillo, comprad de sus
dones.
Porque ellos también son cosechadores de frutos e incienso y lo que ellos traen, aunque
hecho de sueño, es ropaje y alimento para vuestro espíritu.
Y, antes de abandonar el mercado, ved que nadie se marche con las manos vacías.
Porque el espíritu señor de la tierra no dormirá en paz sobre los vientos hasta que las
necesidades del último de vosotros sean satisfechas.
EL CRIMEN Y EL CASTIGO
Entonces, uno de los jueces de la ciudad, se adelantó y dijo: Háblanos del Crimen y el
Castigo.
Y él respondió, diciendo:
Que vosotros, solos y sin guarda, cometéis una falta para con los demás y, por lo tanto, con
vosotros mismos.
Y, por tal falta cometida, debéis llamar a la puerta del bienaventurado, y esperar por un
momento.
Pero vuestro dios personal no habita sólo en vuestro ser; mucho en vosotros aún es hombre,
y mucho en vosotros no es hombre todavía, sino un pigmeo informe que camina dormido
en la niebla, en busca de su propio despertar.
A menudo los he oído hablar de aquel que comete una falta como si no fuera uno de
vosotros, sino un extraño y un intruso en vuestro mundo.
Pero yo os digo que, así como el santo y el justo no pueden elevarse más allá de lo más alto
que existe en cada uno de vosotros.
Así, el débil y el malvado no pueden caer más bajo que lo más bajo que está también en
vosotros.
Y, así como una sola hoja no se vuelve amarilla sino con el silencioso conocimiento del
árbol todo.
Así, el que falta no puede hacerlo sin la voluntad oculta de todos vosotros.
Y, cuando uno de vosotros cae, cae para que los que le siguen no tropiecen en la misma
piedra.
Ay! Y cae por los que le precedieron, por aquellos que, siendo de paso más rápido y seguro,
no removieron, sin embargo, la piedra del camino.
Y esto aún, aunque las palabras pesen duramente sobre vuestros corazones:
Y, aún más a menudo, el condenado es el que lleva la carga del sin culpa.
Porque ellos se hallan juntos ante la faz del sol, así como el hilo blanco y el negro están
tejidos juntos.
Y, cuando el hilo negro se rompe, el tejedor debe examinar toda la tela y examinar también
el telar.
Si alguno de ustedes trajera a juicio a la mujer infiel, haced que pesen también el corazón
de su marido en la balanza y midan su alma con medidas.
Y haced que aquel que azotaría al ofensor mire en el espíritu del ofendido.
Y, vosotros, jueces, que debéis ser justos, qué juicio pronunciaríais sobre aquel que, aunque
honesto en la carne, fuera un ladrón en espíritu?
Y cómo juzgaríais a aquel que es, en acción, un opresor y un falso, pero que es, sin
embargo, también agraviado y ultrajado?
Y vosotros, que pretendéis entender de justicia, cómo podréis hacerlo si no miráis todos los
hechos en la plenitud de la luz?
Sólo así sabréis que el erecto no son sino un solo hombre, de pie en el crepúsculo, entre la
noche de su yo pigmeo y el día de su dios personal.
Y que la coronación del templo no es más alta que la piedra más baja de sus cimientos.
LAS LEYES
Dijo, entonces, un abogado: Pero, qué nos decís de nuestras leyes, entonces, Maestro?
Y él respondió:
Como los niños que juegan a la orilla del océano y levantan, con constancia, torres de arena
y, con risas, las destruyen luego.
Pero, mientras construís vuestras torres, el océano trae más arena a la playa.
Pero, aquellos para los que la vida no es un océano y las leyes no son un castillo de arena.
Sino para quienes la vida es una roca y la ley un cincel con el que la tallarían a su gusto?
Qué del buey que ama a su yugo y juzga al alce y al ciervo del bosque como descarriados y
vagabundos?
Y la vieja serpiente que no puede liberarse de su piel y llama a todos los demás desnudos y
desvergonzados?
Y de aquel que llegó temprano a la fiesta de bodas y, cuando está cansado y harto, se aleja
diciendo que todas las fiestas son inmorales y los concurrentes violadores de la ley?
Qué diré de ellos sino que están también a la luz del sol, pero dando al sol la espalda?
Y qué es el sol para ellos, sino algo que produce sombras? Y qué es el reconocer las leyes,
sino el encorvarse y rastrear sus sombras sobre la tierra?
Pero a vosotros, que camináis mirando al sol, qué imágenes dibujadas en la tierra pueden
conteneros?
Qué ley humana os atará si rompéis vuestro yugo lejos de la puerta de las prisiones de los
hombres?
Pueblo de Orfalese, podéis cubrir el tambor y podéis aflojar las cuerdas de la lira, pero
quién ordenará a la alondra del cielo que no cante?
LA LIBERTAD
Y él respondió:
Así como los esclavos se humillan ante un tirano y lo alaba aun cuando los mata.
Ay! En el jardín del templo y a la sombra de la ciudadela he visto a los más libres de
vosotros usar la libertad como un yugo y un dogal.
Y mi corazón sangró en mi pecho porque sólo podéis ser libres cuando aun el deseo de
perseguir la libertad sea un arnés para vosotros y cuando dejéis hablar de la libertad como
una meta y una realización.
Seréis, en verdad, libres, no cuando vuestros días estén libres de cuidado ni vuestras noches
de necesidad y pena. Sino, más bien, cuando estas cosas rodeen vuestra vida y, sin
embargo, os elevéis sobre ellas desnudos y sin ataduras. Y, cómo os elevaréis más allá de
vuestros días y vuestras noches a menos que rompáis las cadenas que, en el amanecer de
vuestro entendimiento, atasteis alrededor de vuestro mediodía?
En verdad, eso que llamáis libertad es la más fuertes de esas cadenas, a pesar de que sus
eslabones brillen al sol y deslumbren vuestros ojos.
Si es una ley injusta la que deseáis abolir, esa ley fue escrita con vuestra propia mano sobre
vuestra propia frente.
Y, si es un déspota el que queréis destronar, ved primero que su trono, erigido dentro de
vosotros, sea destruido.
Porque, cómo puede un tirano mandar a los libres y a los dignos sino a través de una tiranía
en su propia libertad y una vergüenza en su propio orgullo?
Y si es una pena lo que queréis desechar, esa pena fue escogida por vosotros más que
impuesta a vosotros.
Y si es un miedo el que queréis disipar, la sede de ese miedo está en vuestro corazón y no
en la mano del ser temido. En verdad, todas las cosas se mueven en vosotros como luces y
sombras apareadas.
Y, cuando la sombra se desvanece y no existe más, la luz que queda se convierte en sombra
en otra luz.
Y así, vuestra libertad, cuando pierde sus grillos, se convierte ella misma en el grillo de una
libertad mayor.
LA RAZÓN Y LA PASIÓN
Y él respondió diciendo:
Vuestra alma es, a veces, un campo de batalla sobre el que vuestra razón y vuestro juicio
combaten contra vuestra pasión y vuestro apetito.
Desearía poder ser el pacificador de vuestra alma y cambiar la discordia y la rivalidad de
vuestros elementos en unidad y melodía. Pero, cómo lo haré a menos que vosotros mismos
seáis también los pacificadores no, los amigos, de todos vuestros elementos?
Vuestra razón y vuestra pasión son el timón y las velas de vuestra alma viajera.
Si vuestras velas o vuestro timón se rompieran, no podríais más que agitaros e ir a la deriva
o permanecer inmóviles en medio del mar. Porque la razón, gobernando sola, es una fuerza
limitadora y la pasión, desgobernada, es una llama que se quema hasta su propia
destrucción.
Por lo tanto, haced que vuestra alma exalte a vuestra razón a la altura de la pasión, para que
cante.
Y dirigid vuestra pasión con el razonamiento, para que ella pueda vivir a través de su diaria
resurrección y, como el ave fénix, se eleve de sus propias cenizas.
Desearía que consideraseis vuestro propio juicio y vuestro apetitocomo dos queridos
huéspedes.
No honraríais, con seguridad, a uno más que al otro: porque quien es más atento con uno de
ellos pierde el amor y la fe de ambos.
Entre las colinas, cuando os sentéis a la sombra fresca de los álamos, compartiendo la paz y
la serenidad de los campos y praderas distantes, dejad que vuestro corazón diga en silencio:
“Dios descansa en la razón.”
Y, ya que sois un soplo en la esfera de Dios y una hoja en el bosque de Dios, deberíais
descansar en la razón y moveros en la pasión.
EL DOLOR
Y él dijo:
Vuestro dolor es la ruptura de la celda que encierra vuestra comprensión. Así como la
semilla de la fruta debe romperse para que su corazón se muestre al sol, así debéis vosotros
conocer el dolor.
Y, si pudierais mantener vuestro corazón maravillado ante los diarios milagros de la vida,
vuestro dolor no os pareciera menos prodigioso que vuestra alegría.
Y aceptaríais las estaciones de vuestro corazón así como habéis aceptado siempre las
estaciones que pasan sobre vuestros campos.
Mucho de vuestro dolor es elegido por vosotros mismos. Es la porción amarga con la que el
médico que hay dentro de vosotros cura vuestro ser enfermo.
Y el vaso con que brinda, aunque queme vuestros labios, ha sido moldeado de la arcilla que
el Alfarero ha humedecido con sus propias lágrimas sagradas.
EL CONOCIMIENTO
Y él respondió:
Vuestros corazones saben, en silencio, los secretos de los días y de las noches.
Pero vuestros oídos padecen por el sonido del conocimiento de vuestro corazón.
El manantial escondido de vuestra alma necesita brotar y correr murmurando hacia el mar;
No digáis: “He hallado la verdad” sino más bien “He hallado una verdad”.
No digáis: “He encontrado el alma caminando en mi senda.”
EL ENSEÑAR
Y él respondió:
Nadie puede revelarnos más de lo que reposa ya dormido a medias en el alba de nuestro
conocimiento.
El Maestro que camina a la sombra del templo, en medio de sus discípulos, no les da de su
sabiduría, sino, más bien, de su fe y de su afecto.
El astrónomo puede hablaros de su comprensión del espacio, pero no puede daros ese
conocimiento.
El músico puede cantaros el ritmo que existe en todo ámbito, pero no puede daros el oído
que detiene el ritmo ni la voz que le hace eco. Y el que es versado en la ciencia de los
números puede hablarles de las regiones del peso y la medida, pero no puede conduciros a
ellas. Porque la visión de un hombre no presta sus alas a otro hombre.
Y, así como cada uno de vosotros se halla solo ante el conocimiento de Dios, así debe cada
uno de vosotros estar solo en su comprensión de Dios y en su conocimiento de la tierra.
LA AMISTAD
Y él respondió:
Porque vosotros, vais hacia él con vuestro hambre y lo buscáis con sed de paz.
Cuando vuestro amigo os hable francamente, no temáis vuestro propio “no” ni detengáis el
“sí”.
Porque, sin palabras, en amistad, todos los pensamientos, todos los deseos, todas las
esperanzas nacen y se comparten en espontánea alegría.
Porque el amor que no busca más que la aclaración de su propio misterio, no es amor sino
una red lanzada; y solamente lo inútil es cogido.
Y haced que lo mejor de vosotros sea para vuestro amigo. Si él ha de conocer el menguante
de vuestra marea, que conozca también su creciente.
EL HABLAR
Y él respondió:
Habláis cuando cesáis de estar en paz con vuestros pensamientos; y, cuando no podéis
morar más en la soledad de vuestro corazón, vivís en vuestros labios y el sonido es una
diversión y un pasatiempo.
Algunos hay entre vosotros que buscan al hablador por miedo a estar solos.
Y hay quienes hablan y, sin conocimiento ni premeditación, revelan una verdad que no
comprenden ellos mismos.
Cuando encontréis a vuestro amigo en la vera del camino o en el mercado, dejad que el
espíritu en vosotros mueva vuestros labios y dirija vuestra lengua.
Que la voz en vuestra voz hable al oído en su oído. Porque su alma guardará la verdad de
vuestro corazón, como el sabor del vino es recordado, cuando el dolor se olvidó y el vaso
ya no existe.
EL TIEMPO
Y él respondió:
Ajustaríais vuestra conducta y aún dirigiríais la ruta de vuestro espíritu de acuerdo con las
horas y las estaciones. Del tiempo haríais una corriente a cuya orilla os sentaríais a
observarla rodar.
Y sabed que el ayer es sólo la memoria del hoy y el mañana es el ensueño del hoy.
Y que aquello que canta y medita en vosotros mora aún en los límites de aquel primer
momento que esparció las estrellas en el espacio.
Y, a pesar de ello, quién no siente ese mismo amor, aunque sin límites, rodeado en el centro
de su ser y no moviéndose sino de un pensamiento de amor a otro pensamiento de amor, ni
de un acto de amor a otro acto de amor? Y no es el tiempo, como es el amor, indivisible y
sin etapas?
Pero si, en vuestro pensamiento, debéis medir el tiempo en estaciones; que cada estación
encierre todas las otras estaciones.
LO BUENO Y LO MALO
Y él respondió:
Puedo hablar de lo bueno en vosotros, no de lo malo. Porque, qué es lo malo, sino lo bueno
torturado por su propia hambre y su propia sed?
En verdad, cuando lo bueno está hambriento, busca alimento aún en cavernas obscuras y,
cuando está sediento, bebe hasta de las aguas muertas.
Sois buenos cuando sois uno con vosotros mismos. Sin embargo; cuando no lo sois, no sois
malos.
Porque una causa desunida no es un antro de ladrones; es sólo una casa desunida.
Y un barco sin timón puede vagar sin rumbo entre islotes peligrosos y no hundirse hasta el
fondo.
Sois buenos cuando os esforzáis en dar de vosotros mismos. Sin embargo, no sois malos
cuando buscáis ganar para vosotros.
Porque, cuando lucháis por obtener, no sois más que una raíz que se prende a la tierra y
succiona su seno.
Seguramente la fruta no puede decir a la raíz: “Sé como yo, madura y plena y dando
siempre de tu abundancia”.
Porque para la fruta el dar es una necesidad, como el recibir es una necesidad para la raíz.
Sin embargo, no sois malos cuando dormís mientras vuestra lengua titubea sin propósito.
Sois buenos cuando camináis hacia vuestra meta firmemente y con pasos audaces.
No sois, empero, malos cuando vais hacia ella cojeando. Aquellos que cojean no
retroceden.
Pero vosotros que sois fuertes y veloces, cuidado de no cojear delante del lisiado,
imaginando que eso es bondad.
Es una lástima que los ciervos no puedan enseñar velocidad a las tortugas.
En vuestro anhelo por vuestro yo gigante reposa vuestra grandeza y ese anhelo se encuentra
en todos vosotros. Pero en algunos de vosotros esa ansia es un torrente que corre con fuerza
hacia el mar llevando los secretos de las colinas y las canciones de los bosques.
Pero no dejemos que el que mucho anhela le diga al que anhela poco: “Por qué eres tan
lento y te detienes tanto?” Porque el que es verdaderamente bueno no pregunta al desnudo:
“Dónde están tus vestidos?”, ni al desamparado: “Qué ha ocurrido con tu casa?”
LA ORACION
Y él respondió:
Y si es para vuestra paz que volcáis vuestra obscuridad en el espacio, es también para
vuestro deleite el derramar el amanecer de vuestro corazón.
Y, si no podéis sino llorar cuando vuestra alma os llama a la oración, ella os enjugará una
vez y otra aún llorando hasta que encontréis la risa.
Cuando oráis, os eleváis para hallar en lo alto a los que en ese mismo momento están
orando y a quienes no encontraríais sino en la oración.
Por lo tanto, que vuestra visita a ese invisible templo no sea más que éxtasis y dulce
comunión.
Porque, si entrarais al templo solamente a pedir, no recibiréis.
Dios no oye vuestras palabras sino cuando Él Mismo las pronuncia a través de vuestros
labios.
Pero vosotros, nacido de las montañas, los bosques y los mares, podéis hallar su plegaria en
vuestro corazón.
“Nuestro Señor, que eres nuestro ser alado, es Tu voluntad la que quiere en nosotros.
Es Tu impulso el que, en nosotros, cambia nuestras noches, que son Tuyas, en días, que son
Tuyos también.
No podemos pedirte nada porque Tú conoces nuestras necesidades antes de que nazcan en
nuestro ser:
EL PLACER
Entonces, un ermitaño que visitaba la ciudad anualmente, se adelantó y dijo: Háblanos del
placer.
Y él respondió, diciendo:
Y yo desearía que la cantarais con plenitud de corazón, pero no que perdierais el corazón en
el canto.
Algunos jóvenes entre vosotros buscan el placer como si lo fuese todo y son juzgados por
ello y censurados.
Yo no los juzgaría ni censuraría. Los dejaría buscarlo. Porque encontrarán el placer pero no
lo encontrarán solo; siete son sus hermanas y la peor de ellas es más hermosa que el placer.
No habéis oído del hombre que escarbaba la tierra buscando raíces y encontró un tesoro?
Y algunos mayores entre vosotros recuerdan los placeres con arrepentimiento, como faltas
cometidas en embriaguez. Pero el arrepentimiento es el nublarse de la mente y no su
castigo.
Deberían ellos recordar sus placeres con gratitud, como lo harían de la cosecha de un
verano.
Y algunos hay, entre vosotros, que no son ni jóvenes para buscar, ni viejos para recordar.
Y, en su miedo a buscar y recordar, huyen de todos los placeres para no olvidar el espíritu u
ofenderlo.
Y, así, ellos también encuentran un tesoro, escarbando con manos temblorosas para buscar
raíces.
Y molestan al viento vuestro fuego o vuestro humo? Creéis que es el espíritu un estanque
quieto que podéis enturbiar con un bastón?
A menudo, al negaros placer, no hacéis otra cosa que guardaros el deseo en los recesos de
vuestro ser.
Y, para la flor, una abeja es un mensajero de amor, y para ambos, abejas y flor, el dar y el
recibir placer son una necesidad y un éxtasis.
Pueblo de Orfalese, sed en vuestros placeres como las abejas y las flores.
LA BELLEZA
Y él respondió:
Dónde buscaréis la belleza y cómo haréis para encontrarla a menos que ella misma sea
vuestro camino y vuestro guía? Y como hablaréis de ella, a menos que ella misma teja
vuestro hablar?
Camina entre nosotros como una madre joven, casi avergonzada de su propia gloria.”
Como una tempestad sacude la tierra bajo nuestros pies y el cielo sobre nosotros.”
El cansado y rendido dice: “La belleza es hecha de blandos murmullos. Habló en nuestro
espíritu.
Su voz se rinde ante nuestros silencios como una débil luz que se estremece de miedo a las
sombras.”
Pero el inquieto dice: “La hemos oído dar voces entre las montañas.
Y con sus voces, se oyó rodar de cascos y batir de alas y rugir de leones.”
Durante la noche, los serenos de la ciudad dicen: “La belleza vendrá del este, con el alba.”
Y al mediodía, los trabajadores y los viajeros dicen: “La hemos visto inclinarse sobre la
tierra desde las ventanas del atardecer.”
En el invierno, dice el que se halla entre la nieve: “Vendrá con la primavera, saltando sobre
las colinas.”
Y, en el calor del verano, los cosechadores dicen: “La vimos danzando con las hojas de
otoño y tenía un torbellino de nieve en su pelo.”
Sino, más bien, una imagen que veis cerrando los ojos y una canción que oís tapándoos los
oídos.
No es la savia que corre bajo la rugosa corteza, ni el ala prendida a una garra.
Sino, más bien, un jardín eternamente en flor y una bandada de ángeles en vuelo
eternamente.
LA RELIGIÓN
Y él respondió:
Acaso he hablado hoy de otra cosa?
No son todos los actos y todas las reflexiones, religión? Y aun aquello que no es acto ni
pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las
manos pican la piedra o atienden el telar?
Quién puede desplegar sus horas ante sí mismo diciendo: “Esto es para Dios y esto es para
mí; esto para mi alma y esto para mi cuerpo?”
Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona.
El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor estaría desnudo.
Y aquel que define su conducta por medio de normas, apresará su pájaro cantor en una
jaula.
Y aquel para el que la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, no
ha visitado aún la mansión de su espíritu cuyas ventanas se extienden desde el alba hasta el
alba.
Cada vez que en él entréis, lleváis con vosotros todo lo que tenéis.
Las cosas que habéis hecho por gusto o por necesidad. Porque en recuerdos, no podéis
elevaros por encima de vuestras obras ni caer más bajo que vuestros fracasos.
Porque, en la adoración, no podéis volar más alto que sus esperanzas ni humillaros más
bajo que su desesperación.
Mirad más bien alrededor de vosotros y lo veréis jugando con vuestros hijos.
Y mirad hacia el espacio; lo veréis caminando en la nube, desplegando sus brazos en el
rayo y descendiendo en la lluvia. Lo veréis sonriendo en las flores y elevándose luego para
agitar sus manos en los árboles.
LA MUERTE
Y él respondió:
El mochuelo, cuyos ojos atados a la noche son ciegos en el día, no pueden descubrir el
misterio de la luz. Si, en verdad, queréis contemplar el espíritu de la muerte, abrid de par en
par vuestro corazón en el cuerpo de la vida.
Porque la vida y la muerte son una, así como el río y el mar son uno también.
Y, como las semillas soñando bajo la nieve, vuestro corazón sueña con la primavera.
Confiad en los sueños, porque en ellos, el camino hacia la eternidad está escondido.
Vuestro miedo a la muerte no es más que el temblor del pastor cuando está en pie ante el
rey, cuya mano va a posarse sobre él como un honor.
No está, acaso, contento el pastor, bajo su miedo de llevar la marca del rey?
Y, qué es dejar de respirar, sino liberar el aliento de sus inquietos vaivenes para que pueda
elevarse y expandirse y, ya sin trabas, buscar a Dios?
Sólo cuando bebáis el río del silencio cantaréis de verdad. Y, cuando hayáis alcanzado la
cima de la montaña, es cuando comenzaréis a ascender.
Y era ya la noche.
Y Almitra, la profetisa, dijo: Sea bendecido este día y este lugar y tu espíritu que ha
hablado.
Y él respondió, Fui yo el que habló? No fui también uno de los que escucharon?
Descendió, entonces, las gradas del Templo, y todo el pueblo lo siguió. Y él llegó a su
barco y se irguió sobre el puente.
Pueblo de Orfalese: el viento me obliga a dejaros. No tengo la prisa del viento, pero debo
irme.
Somos la semilla de una planta tenaz y es en nuestra madurez y plenitud de corazón que
somos dados al viento y esparcidos por doquier.
Breves fueran mis días entre vosotros y aún más breves las palabras que he dicho.
Pero, si mi voz se hace débil en vuestros oídos y mi amor se desvanece en vuestra memoria,
entonces, volveré.
Si algo de lo que he dicho es verdad, esa verdad se revelará en una voz más clara y en
palabras más cercanas a vuestros pensamientos.
Y si este día no es la realización plena de vuestras necesidades y mi amor, que sea una
promesa hasta que otro día llegue.
Las necesidades del hombre cambian, pero no su amor, ni su deseo de que este amor
satisfaga sus necesidades.
La niebla que se aleja en el alba, dejando solamente el rocío sobre los campos, se eleva y se
hace nube para caer después en lluvia.
Y vino a mi silencio el reír de vuestros niños en torrentes y los anhelos de vuestra juventud
en ríos.
Y, cuando llegaron a los más profundo de mi ser, los torrentes y los ríos no cesaron de
cantar.
Pero algo más dulce aún que las risas y más grande que los anhelos llegó a mí.
El hombre inmenso del que sois apenas las células y los nervios.
Aquel en cuyo canto todo vuestro cantar no es más que un latido sordo.
Porque, qué distancias puede alcanzar el amor que no estén en esa esfera inmensurable?
Se os ha dicho que, como una cadena, sois tan fuertes como vuestro más débil eslabón.
Eso es sólo una verdad a medias. Sois también tan fuertes como vuestro eslabón más fuerte.
Mediros por vuestra más pequeña acción es como calcular el poder del océano por la
fragilidad de su espuma.
Juzgaros por vuestras fallas es como culpar a las estaciones por su inconstancia.
Y, aunque barcos pesados esperan la marea en vuestras playas, como el océano, no podéis
apurar vuestras mareas.
No penséis que yo os hablo así para que os digáis el uno al otro: “Nos alabó. No ha visto
más que lo bueno que hay en nosotros.”
Vuestros pensamientos y mis palabras son ondas de una memoria sellada que guarda el
registro de nuestros ayeres.
Y de los antiguos días, cuando la tierra no nos conoció ni se conoció ella misma.
Estas montañas y llanuras son una cuna y un peldaño. Cada vez que paséis cerca del campo,
donde dejasteis a vuestros antecesores reposando, mirad bien y os veréis vosotros mismos y
veréis a vuestros hijos danzando de la mano. En verdad, os divertís a menudo sin saberlo.
Otros han venido a quienes, por doradas promesas hechas a vuestra fe, habéis dado riquezas
y poder y gloria.
Menos que una promesa os he dado yo y, sin embargo, has sido más generosos conmigo.
Me habéis dado la sed más profunda para mi vida futura. No hay seguramente para un
hombre regalo más grande que aquel que hace de todos sus anhelos unos sedientos labios y
de toda su vida una fontana fresca.
Que, cada vez que voy a la fuente a beber, encuentro el agua viviente sedienta ella misma;
Y aunque he comido bayas entre las colinas, cuando hubierais querido sentarme a vuestra
mesa.
No fue acaso vuestro cuidado amante de mis días y mis noches el que hizo la comida dulce
a mi boca y ciñó con visiones mi sueño?
Yo os bendigo aún más por esto. Vosotros dais mucho y no sabéis qué dais.
Verdaderamente, la bondad que se mira a sí misma en un espejo se convierte en piedra.
Y una buena acción que se llama a ella misma con nombres tiernos se transforma en
pariente de una maldición. Y algunos de vosotros me habéis llamado solitario y embriagado
en mi propio aislamiento.
Y habéis dicho: “Se consulta con los árboles del bosque, pero no con los hombres.
Se sienta, solitario en las cumbres de los montes y mira vuestra ciudad a sus pies.”
Cómo podría haberos visto, sino desde una gran altura o una gran distancia?
“Extranjero, amante de cumbres inalcanzables, por qué habitáis entre las cimas, donde las
águilas hacen sus nidos?
Desciende y calma tu hambre con nuestro pan y apaga tu sed con nuestro vino.”
Pero, si su soledad hubiera sido más profunda, hubieran sabido que lo que yo buscaba era el
secreto de vuestra alegría y vuestro dolor.
Y que cazaba solamente lo más grande de vuestro ser, que camina por el cielo.
Porque muchas de mis flechas dejaron mi arco solamente para buscar mi propio pecho.
Porque cuando mis alas se extendían al sol, su sombra sobre la tierra fue una tortuga.
Porque yo he puesto mi dedo a menudo en mi propia herida para poder creer más en
vosotros y conoceros mejor. Y es con esa fe y ese conocimiento que os digo:
Aquello que en vosotros habita sobre las montañas y pasea con el viento.
No es esa cosa que se arrastra bajo el sol buscando calor o excava agujeros en la
obscuridad, buscando refugio.
Aquello que parece más débil y turbado en vosotros es lo más fuerte y lo más determinado.
No es vuestro aliento el que ha erigido y endurecido la estructura de vuestros huesos?
Y no es un sueño, que ninguno de vosotros recuerda haber soñado, el que edificó vuestra
ciudad e hizo todo lo que en ella hay?
Si pudierais ver las mareas de ese aliento, dejaríais de ver todo lo demás.
El velo que nubla vuestros ojos será levantado por las manos que lo hilaron.
Y la arcilla que llena vuestros oídos será horadada por aquellos dedos que la amasaron.
Y veréis.
Y oiréis.
Estas cosas dichas, miró a su alrededor y vio al piloto de su barco de pie ante el timón y
mirando, ora a las henchidas velas, ora a la distancia.
Y dijo:
El viento sopla y las velas están inquietas. Aun el timón solicita una ruta.
Y esos mis marineros, que han oído el coro del inmenso mar, tienen que oírme
pacientemente.
Estoy presto.
La corriente ha llegado al mar y, una vez más, la gran madre aprieta a su hijo contra su
pecho.
Adiós, pueblo de Orfalese.
Se está cerrando sobre nosotros como un nenúfar se cierra sobre su propio mañana.
Habéis cantado para mí en mi soledad, y yo, de vuestras ansias, he edificado una torre en el
cielo.
Pero ahora nuestro sueño se ha ido y ya no es la aurora. El mediodía está sobre nosotros y
nuestra somnolencia se ha cambiado en día pleno, y debemos separarnos.
Sí, en el crepúsculo del recuerdo, nos encontráramos una vez más hablaremos juntos de
nuevo y me cantaréis una canción más honda.
Diciendo así, hizo una seña a los hombres de mar e, inmediatamente, ellos levaron anclas,
soltaron las amarras y se movieron hacia el este.
Sólo Almitra estaba silenciosa, siguiendo al barco con los ojos hasta que se desvaneció en
la niebla.
Y, cuando toda la gente se dispersó, ella todavía estaba sola sobre el muro que da al mar,
recordando en su corazón lo que él dijera:
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