Constitucion de Un Sujeto
Constitucion de Un Sujeto
Constitucion de Un Sujeto
DESARROLLO Y EL APRENDIZAJE I
CONSTITUCIÓN DE UN SUJETO
En 1895 Freud afirmaba con relación al niño recién nacido que, frente a la tensión,
el cuerpo tiende a la descarga. Se trata, decía, de “una urgencia que se libera
hacia la vertiente de la movilidad” (Freud, 1895). En este intento de liberarse de la
tensión, la primera vía que es recorrida es la que conduce a la alteración interna.
Pero ninguna descarga de esta naturaleza puede eliminar esa urgencia, pues, a
pesar de la alteración interna, los estímulos endógenos persisten (la señal de
hambre) y la tensión se reestablece.
La estimulación, sostenía Freud, sólo puede ser abolida por medio de una
intervención que suspenda transitoriamente el disparo de estímulos desde el
interior del cuerpo y, una intervención de esta índole requiere una alteración en el
mundo exterior, por ejemplo, el aporte de alimento.
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Esta acción, llamada acción específica, en los orígenes no puede ser realizada por
el organismo humano y debe contar con asistencia ajena. Con aquel intento de
eliminar la tensión por medio de la alteración interna, por ejemplo a través del
llanto, el niño llama la atención de otra persona. Naturalmente que este llamado de
atención no es intencional por parte del niño sino una asignación de sentido por
parte del adulto. El bebe grita en un intento de hacer desaparecer la tensión y el
adulto “interpreta”, “significa” lo que al niño le pasa: la tensión se transforma en “el
bebé tiene hambre”, tras lo cual ese adulto (en general la madre), ofrece su pecho.
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Por esa ‘facilitación’, cuando surge el estado de urgencia, se activan también los
dos recuerdos. Cuando reaparece la tensión, el registro de las vivencias de
satisfacción pone en marcha el deseo pues pone al bebé en la búsqueda de
aquello que le da placer, eterna búsqueda de aquel objeto, de una mítica primera
escena, y por lo tanto, por ser mítica, no se reencontrará. Este proceso, decíamos,
tiene importantes implicancias en la constitución subjetiva pues pone en marcha el
deseo (en la eterna búsqueda de lo perdido).
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Llegado este punto es necesario realizar un agregado que nos permita pensar
estos momentos fundantes del sujeto y su relación con la ‘atención’. ¿Cómo se
constituye la atención?
Cabe aclarar que no se trata de buscar culpables sino de poder atender a estos
niños de una manera diferente y pensar en la forma de ayudarlos.
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Para el autor, esa vivencia primaria introduce una marca, huella mnémica que,
ante la reaparición de la necesidad intentará reproducir por la vía de la
alucinación. Esta vivencia mítica permite dar cuenta del sujeto y su deseo. Freud
afirma que toda búsqueda de placer estará ligada al deseo de reencontrar una
satisfacción originaria por siempre perdida. El deseo es el movimiento que
reanima la rememoración de una satisfacción ilusoria, por lo tanto estará siempre
insatisfecho.
La intervención del otro introduce una acción específica que, además de satisfacer
la necesidad, da comienzo a la comunicación del niño con la madre (o cuidador),
es decir, quien introduce un significante: “escuchando un pedido allí donde hay
sólo grito, la madre con su respuesta crea la demanda” (Singeser, 2002),
demanda que es siempre demanda de amor y no de objeto. La demanda es
entonces, algo más que una necesidad (Bianco, 2002). Es el organismo el que
necesita y la madre transforma la necesidad en demanda haciendo cuerpo de ese
organismo.
El sujeto se constituye a partir de la palabra del otro, del otro que también es
deseante, que también fue bebe, que también se encausó en la eterna búsqueda
de esa satisfacción mítica.
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La constitución del sujeto implica pensar diferentes movimientos por los que debe
pasar el sujeto psíquico en estructuración, tareas que lo llevarán a desprenderse
de la madre y constituir una estructura singular que le permita ubicarse en el
mundo en tanto sujeto (Bleichmar, 1984). En estos movimientos es importante la
función de los otros. Y observemos que decimos la ‘función’ del otro. No es la
persona lo que cuenta sino la función que cumple. En esta tarea resulta primordial
la función materna y también la paterna. La función materna consiste en sostener
al pequeño, física y metafóricamente y debe ser sostenida por la función paterna,
que debe cuidar de la constitución de esa díada.
La madre es el primer espejo donde el bebé se mira y se identifica con eso que ve,
es a partir del cuerpo de la madre que podrá unificarse simbólica y físicamente.
Beatriz Janin afirma: “en la conjunción de esa representación que los otros le
devuelven y la ligazón que él va estableciendo entre las diferentes zonas de su
cuerpo, se va armando una idea de sí mismo” (Janin, 2004). La madre lo contiene,
lo acuna, lo acaricia, otorgándole seguridad, respondiendo a sus necesidades,
marcando los límites de su cuerpito, garantizando su vida.
Con relación a estos movimientos constituyentes del sujeto retomamos dos mitos
que permiten dar cuenta de ellos. Mitos en tanto permiten responder a preguntas,
preguntas acerca del ser y el tener, y en este sentido nos referimos al mito de
Narciso y de Edipo respectivamente.
Primer tiempo: el bebé constituye un todo con la madre, el sujeto está en el Otro,
“es” el otro. Se trata de una continuidad sin fisuras, dice Rodulfo, entre el infans y
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la madre, donde la caricia cumple una función subjetivante, el cuerpo del bebé se
debe delinear, armar, organizar psíquicamente y en esta tarea se conjugan las
ligazones que él va haciendo de su propio cuerpo, las caricias, la mirada.
Segundo tiempo: el pequeño infans empieza a verse como otro. Sostenido en los
brazos de la madre interrogará su mirada para saber qué debe ver allí
(identificación narcisista), qué debe SER. El deseo de la madre se juega en el ser
de este niño. La función materna deber ofrecer un lugar, el bebe debe encontrar
eso que debe ser, la madre debe otorgarle ser: es lindo, es querido, fue esperado,
será ingeniero, será como su abuelo, tiene los ojos de su hermano mayor, etc.,
etc., etc. ... “el adulto puede devolverle al niño una imagen de sí como el elegido,
el maravilloso, el hijo soñado, pero también la de un terremoto, un desastre, el
culpable de todas las desgracias”...(Janin, 2004)
Tercer tiempo: Este tiempo se inicia alrededor del octavo mes. El niño se angustia
frente a un extraño. Spitz llamaba a este momento ‘la angustia del octavo mes’ y
afirmaba tenía su origen en la ausencia de la madre. Rodulfo sostiene que de lo
que se trata es de la introducción de la categoría de extraño, es el reconocimiento
del otro como extraño lo que da cuenta de sí mismo como extraño: la diferencia
Yo-no Yo, sujeto-objeto. El niño debe inscribir que la madre no es él.
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Un segundo gran movimiento psíquico se desarrolla durante el Complejo de Edipo.
Este mito viene a responder a la pregunta acerca del tener.
Segundo tiempo: aparece con más fuerza el padre, privando a la madre y al niño.
Priva al niño del objeto de su deseo y a la madre del objeto fálico (el niño que la
completa). Se trata de un padre privador que remite a la madre a una ley, y para el
niño, el objeto de su deseo es poseído por ese otro a cuya ley la madre remite.
1º) el pasaje del SER al TENER, de ser el poseedor del deseo del otro, a tener
algo con lo que pueda desear y ser deseado;
2º) el padre aparece ahora como permisivo y donador, este padre no ES la ley
sino quien la transmite y se somete también a ella; y
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El complejo de Edipo implica una articulación que se produce entre el deseo y la
ley. Por lo tanto, el heredero del Complejo de Edipo es el SUPER YO, esto implica
la interiorización de normas e ideales. El logro de esta interiorización le permitirá
luego acatar consignas dadas por otros, aceptar las normas de las instituciones,
dirigir la atención hacia donde el otro-autoridad exige (Janin, 2004).