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L4 La Conspiración de Acuario

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del prejuicio cultural de que toda organización debe ser burocrática.

Los antropólogos han detectado un paralelismo entre las redes al


servicio de la transformación social y el entramado supranacional de
grandes compañías que está surgiendo. Otro antropólogo, Alvin Wolf,
había expresado la opinión de que esta nueva red económica
trasciende a las naciones-estado. No sin ironía, podría resultar más
útil para eliminar la guerra que todos los esfuerzos directos por
conservar la paz realizados en la historia.

8. Los cuáqueros, o «Sociedad de Amigos», derivan su nombre


de la palabra inglesa quake, sacudir, temblar. Llegaron a América en
el siglo diecisiete, acaudillados por el ex almirante inglés William Penn,
a quien el propio rey habla cedido un territorio en América, la actual
Pennsylvania, "el bosque de Penn" en pago de deudas de la Corona
frente al propio Penn y su familia. Así lo habla solicitado Penn, con la
idea de emigrar allí con toda la comunidad cuáquera y cuantos
hombres libres quisieran acompañarles, con la sola condición de
«practicar su propia religión». La comunidad cuáquera es
esencialmente antijerárquica y muy respetuosa individualmente en lo
espiritual. Sus únicos rituales son las «reuniones de amigos», y su
único principio, el silencio, a la escucha de la manifestación de la «luz
interior», del Espíritu, podríamos decir, en forma de rapto, con
temblores y sacudidas corporales (de aquí el nombre), exclamaciones,
etc. Esta actitud de escucha interior y sus manifestaciones energéticas
son muy similares a las que tienen lugar en algunas de las modernas
psicotécnicas, o «terapias», como bioenergética, meditación dinámica,
etc. (N. del T.)

9. Caucus: nombre que reciben en EE.UU. las asambleas de los


dirigentes y miembros de los partidos políticos, en las que deciden las
tácticas a seguir con vistas a las elecciones. (N. del T.)

VIII. CURARSE A SÍ MISMO

Salud perfecta y despertar son una misma cosa.


THARTANG TULKU

Algo que estábamos disimulando nos había hecho débiles.


Hasta que descubrimos que éramos nosotros mismos.
ROBERT FROST
1 apoyarse
La esperanza de una auténtica transformación social no necesita
en evidencias puramente circunstanciales. Hay un campo de
primerísima importancia, el cuidado de la salud, que ha comenzado ya
a experimentar un cambio drástico. La inminente transformación de la
medicina en un escaparate en que puede verse reflejada la
transformación de todas nuestras restantes instituciones.
Aquí puede observarse lo que sucede cuando los consumidores
comienzan a cuestionar la legitimidad de una institución autoritaria.
Vemos surgir individuos que cuidan por sí mismos de su salud, vemos
transformarse la profesión partiendo de sus primeras figuras, el influjo
de 4os nuevos modelos científicos, y el modo cómo el cambio se
extiende a amplia escala geográfica por obra de las redes
descentralizadas.
Podemos también apreciar aquí la fuerza de una minoría
mentalizada para acelerar el cambio de paradigma, el poder de los
medios de información y de las comunicaciones informales para
modificar la imagen y las expectativas que tenemos con respecto a la
salud, la mayor eficacia del «aikido político» frente al enfrentamiento y
la retórica, la utilización de fuentes de poder antes inexplotadas, el
potencial de las psico-técnicas, y un nuevo aprecio por la intuición, los
lazos humanos y la escucha interior.
La autonomía, tan evidente en los movimientos sociales, está
también golpeando duramente a las viejas concepciones sobre la
medicina. La búsqueda de sí mismo se ha convertido en una
búsqueda de la salud, de la totalidad: en una búsqueda de ese
depósito de sabiduría y salud mental que hasta ahora parecía escapar
del alcance de nuestra conciencia. Si aprendemos a responder al
mensaje oculto en el dolor y en la enfermedad, la necesidad de
adaptación, podemos alcanzar un nuevo nivel de bienestar.
A pesar de su bien ganada fama de conservadurismo, la me-
dicina occidental está experimentando una revitalización sorprendente.
Pacientes y profesionales están comenzando a buscar el contexto de
la enfermedad más allá de los síntomas: en las tensiones, en la
sociedad, en la familia, en la dieta alimenticia, los ciclos biológicos, las
emociones. Así como el surgimiento de un nuevo electorado con unas
líneas definidas provoca una nueva política, así también las nuevas
necesidades de los pacientes pueden hacer cambiar el ejercicio de la
medicina. Los hospitales, en otro tiempo bastiones de una estéril
eficacia, se esfuerzan hoy en día por rodear de un entorno más
humano el nacimiento y el fallecimiento de las personas, y tratan de
flexibilizar más sus reglamentos. Las escuelas de medicina,
agarrotadas en un frío academicismo desde tiempo atrás, están
tratando de atraer a estudiantes más creativos y preocupados por la
gente. Empujados por una auténtica avalancha de investigaciones
sobre la psicología de la enfermedad, quienes en otro tiempo identifi-
caban el ejercicio de la medicina con la separación entre el cuerpo y la
mente, intentan hoy recomponer su unidad por todos los medios.
Nadie podía pensar lo vulnerable que era el antiguo sistema
médico. En unos pocos años, sin que haya habido que disparar un
solo tiro, el concepto de salud holística ha sido reconocido oficialmente
por programas estatales y federales, ha recibido el respaldo de los
políticos, ha sido recomendado y garantizado por las compañías de
seguros, aceptado en cuanto a su terminología (si no siempre en la
práctica) por muchos médicos, y adoptado por los estudiantes de
medicina en general. La gente aspira a una «salud holística», han
surgido multitud de nuevos complejos sanitarios que la ofrecen, y
muchos grupos de médicos buscan personas que sepan exponer sus
principios.

La medicina norteamericana, tras tornarse el pulso a sí misma,


ha proclamado su propia necesidad de reforma, la necesidad de
preocuparse por los valores, la ética y las relaciones humanas. La
mayoría de los médicos, por ejemplo, han adquirido poca o ninguna
preparación para enfrentarse al hecho de la muerte, no sólo para
saber aconsejar a los pacientes y a sus familiares, sino para saber
manejar sus propios sentimientos de miedo y de fracaso.
Cada vez aparecen más artículos sobre el contexto humano de la
medicina en las publicaciones médicas profesionales. Un antiguo
editor del Journal of the American Medical Association describía su
propia manera de recurrir al tacto físico con los pacientes, dándoles
una palmadita en la espalda o un caluroso apretón de manos. Decía
que los médicos modernos saben tal vez escuchar los diferentes
órganos de la gente mejor que los mejores médicos de otros tiempos,
pero éstos sabían escuchar mejor a la gente. «Me sospecho que
nuestra sensibilidad diagnóstica sufrió algún tipo de atrofia el día que
sustituimos la observación subjetiva por los datos objetivos de
laboratorio. » Un editorial de otra publicación médica expresaba su
interés por esa serie de «conocimientos imponderables» que deben
poseer los nuevos doctores: la capacidad de reconocer los aspectos
psicológicos, sociales y espirituales de la enfermedad.
La medicina yo-tú

Parece que hemos atravesado un período de asepsia en la


«ciencia» médica, y que ahora estamos recobrando su lado cordial.
Los mismos médicos hablan y escriben de la dimensión perdida en el
arte de curar. Un editorial aparecido en la revista American Medical
News ponía de relieve la crisis de las relaciones humanas en la
medicina:

"La compasión y la intuición han quedado eliminadas... Los


médicos deben reconocer que la medicina no es su propio campo
acotado, sino que todo el mundo tiene en él un puesto vital... Va a
ser necesaria una gran amplitud de visión por parte de la clase
médica para corregir uno de sus mayores fallos: la sensación que
dan a los pacientes de no corresponder a su amor".

Un artículo publicado en una revista para dentistas citaba a


Teilhard: «El amor es el aspecto interno, emocionalmente aprehensivo
de la afinidad que atrae y une entre sí a los elementos de este
mundo... El amor es, realmente, el autor de la síntesis universal».
En Modern Medicine, un doctor constataba amargamente,
hablando de la omisión de todo contacto manual, que quienes
regentan un bar hacen sentirse mejor a sus clientes, «en tanto que
nosotros los médicos les hacemos sentirse peor». Se ha dejado el
calor y la dulzura para otros terapeutas, muchos de ellos ajenos al
campo de la medicina propiamente tal. «Los médicos se han quedado
reducidos a sus cuestionarios diagnósticos y a sus recetas, con los
que su 'arte" se ha ido haciendo cada vez más automático, científico,
profesionalizado e impersonal. »
Un cirujano hace una aguda descripción de la visita del médico
del Dalai Lama a un hospital norteamericano. El médico tibetano tomó
el pulso a un paciente para efectuar su diagnóstico:

"Durante la media hora siguiente permaneció así, como un


pájaro exótico con sus alas doradas plegadas, suspendido sobre el
paciente, sintiendo bajo sus dedos el pulso de la mujer, acunando
suavemente su mano con la suya. Toda la energía de este hombre
parecía estar concentrada con ese único objeto... Y yo sé que yo
mismo, que he cogido el pulso cientos de miles de veces, no lo he
sentido ni una sola vez".
El tibetano, añade, diagnosticó con toda precisión un tipo
específico de malformación congénita cardíaca sin otra base que
haber cogido el pulso.
William Steiger, jefe del departamento de medicina general de un
hospital de Virginia, definía la empatía, ante un grupo de médicos,
como la relación yo-tú de la que habla Martin Buher, y los exámenes y
pruebas objetivos, por necesarios que sean, como una relación yo-
ello. Steiger citaba la afirmación de Buber de que «todo conocimiento
es una autopsia practicada sobre el cadáver de la realidad viva».
Cuando contamos algo, se nos escapa. «El yo-ello es un monólogo, el
yo-tú es un diálogo. Ambos son complementarios. » Ante la
persistencia de un problema médico, normalmente el médico insiste
en el yo-ello, pidiendo nuevas pruebas de laboratorio, cuando lo que
realmente se necesita en ese momento es una comprensión humana
más profunda, más yo-tú.
«La actitud terapéutica debería ser: "¿De qué forma puedo
ayudar?". Debiéramos ofrecer nuestro auxilio y nuestro calor antes de
prescribir receta alguna. »

2 La crisis de la atención médica

Un cambio tan rápido no habría podido desencadenarse


basándose en tacto ni por efecto de conspiración alguna, de no haber
estado la medicina hundida en la crisis por todos lados: crisis
económica, crisis de resultados, crisis de credibilidad.
A modo de envoltura de papel de plata de un regalo decep-
cionante, la brillante tecnología médica ha conseguido espléndidos
resultados en el tratamiento de determinados problemas agudos,
como es el caso de las vacunas y ciertos procedimientos quirúrgicos
sofisticados, pero su fracaso en el tratamiento de las enfermedades
crónicas y degenerativas ha inducido a los propios médicos y al
público en general a mirar en otras direcciones.
La medicina se ha enajenado nuestra simpatía a causa de lo
elevado de sus costes, que escapan a las posibilidades de todos
cuantos no son ricos o están debidamente asegurados; a causa
también de su especialización, de la frialdad cuantificadora de sus
enfoques, que dejan de lado los aspectos humanos, y a causa de la
desesperación de haber tenido que gastar grandes sumas de dinero
sin haber por ello recobrado la salud.
La atención médica (incluyendo los seguros médicos) es hoy en
día la tercera industria en volumen de negocios en los Estados
Unidos; los costes médicos rondan el 9 por ciento del producto
nacional bruto. Los presupuestos federales dedicados al cuidado de la
salud superan los cincuenta mil millones de dólares. Hay hospitales,
cercanos uno del otro, que duplican innecesariamente equipamientos
costosísimos, los médicos suelen ordenar sin necesidad pruebas de
laboratorio para precaverse de toda posible reclamación judicial por
negligencia en el desempeño de su función («medicina defensiva»).
Incluso una simple consulta supone para cualquier persona con
ingresos medios un gasto considerable. Los costos incontrolados,
especialmente gastos hospitalarios, han hecho legalmente inviable
toda especie de planificación sanitaria en el ámbito nacional.
Incluso aquellos para quienes el costo no representa un pro-
blema, puede ser que no estén comprando otra cosa que fracasos
tecnológicos. Un estudio realizado en Gran Bretaña sobre trescientos
cincuenta pacientes de enfermedades coronarias elegidos al azar, por
ejemplo, llegó a la conclusión de que la tasa de mortalidad de quienes
son internados en unidades de vigilancia intensiva era superior a la de
quienes seguían su convalecencia en su propia casa. Hace poco, un
portavoz federal se refería a la así llamada guerra contra el cáncer,
considerándola como un «Vietnam médico». Ni los miles de millones
gastados, ni las ofensivas tecnológicas han conseguido gran cosa. La
tasa de mortalidad no ha cambiado significativamente en los últimos
veinticinco años en los tipos de cáncer más extendidos, a pesar de los
avances en educación pública, de los nuevos medicamentos, y de las
nuevas técnicas de radioterapia y quirúrgicas más perfeccionadas que
han aparecido. Se estima que no menos de un millón de las
admisiones hospitalarias anuales se deben a algún tipo de reacción a
la medicación, y que las enfermedades debidas a efectos secundarios
de los tratamientos prescritos vienen a suponer un costo
suplementario aproximado de unos ocho mil millones de dólares, que
hay que añadir a la factura sanitaria total del país.
Surgen nuevas y brillantes técnicas quirúrgicas, que son acep-
tadas como si fueran modas intelectuales. Millares de personas se han
sometido a operaciones de empalme de las vías coronarias, antes de
que otros estudios más tardíos demostrasen que la mayoría de los
candidatos obtenían los mismos beneficios de la medicación que de
esa costosa y peligrosa técnica quirúrgica. Donde el sueño tecnológico
muestra más a las claras su patología es en la búsqueda infructuosa
que durante más de cien años hemos estado realizando, con la
esperanza de encontrar un calmante realmente eficaz y no adictivo.
Uno de los principales problemas médicos de nuestra época son
las enfermedades iatrogénicas. Literalmente significa «causadas por el
médico». La enfermedad iatrogénica puede provenir de
complicaciones quirúrgicas, de medicaciones erróneas, o puede surgir
como efecto secundario de otros tratamientos, o a consecuencia del
efecto debilitante que produce la hospitalización.
No hace mucho tiempo, cuando el médico representaba la
cumbre del status social y de la dedicación humanitaria, las madres
hablaban con orgullo de «mi hijo, el doctor». Hoy en día, ¡pobres
médicos! : tienen una probabilidad entre treinta y cien veces mayor
que la población en general de caer en la drogadicción. Tienen
mayores probabilidades de sufrir de enfermedades coronarias. Y
también de convertirse en alcohólicos: según encuestas de
organizaciones profesionales, se estima que un 5 o un 6 por ciento del
total de los médicos está incapacitado, debido a trastornos
emocionales, entre los cuales se incluye el alcoholismo. Asimismo son
demandados judicialmente y se suicidan con mayor frecuencia que la
generalidad.
Una encuesta realizada recientemente por Gallup puso de
manifiesto que el 44 por ciento de la gente no cree que los médicos
tengan «una ética y una honestidad elevadas»; un auténtico golpe
bajo para una profesión que había sido objeto de veneración durante
tanto tiempo. «Golpe asestado a los médicos», rezaban los titulares de
una publicación médica; el artículo señalaba que de quince médicos
que habían concursado a un puesto oficial en 1976, trece habían sido
desechados. Otros médicos comentaban en publicaciones
profesionales que las demandas judiciales por negligencia en el
ejercicio de la profesión médica parecen ser reflejo del desencanto o
la hostilidad sentida por los pacientes, y que los doctores que
mantienen buenas relaciones con sus pacientes son más raramente
llevados a juicio, sean cuales sean los resultados. Una subcomisión
del Senado informaba del creciente desencanto de la gente en general
con respecto al tema de la atención médica:

"El problema de la deshumanización de la atención médica


preocupa cada vez más a los profesionales de la salud... La
medicina está a medio camino entre lo humanitario y lo
tecnológico, pero en las últimas décadas se ha descuidado tanto lo
primero en términos relativos, que la medicina corre peligro de
perder buena parte de su relevancia. El Comité considera como
prioridad sanitaria nacional la necesidad de que el personal
sanitario en todos los niveles sea capaz de dispensar sus cuidados
de un modo humanístico".

Retrospectivamente, y a la luz de descubrimientos científicos


recientes, podemos señalar algunos de los trágicos errores de la
medicina del siglo veinte que, como cabría esperar, son los mismos de
que están plagadas nuestras restantes instituciones sociales. Hemos
sobre estimado los beneficios de la tecnología y la manipulación
externa, y hemos subestimado la importancia de las relaciones
humanas y la complejidad de la naturaleza.

3 El nuevo paradigma de la salud

El nuevo paradigma de la salud y la medicina supone un en-


sanchamiento del antiguo, al incorporar los brillantes avances de la
tecnología, rehabilitando al mismo tiempo antiguas intuiciones sobre la
mente y sobre la relación entre diversos aspectos. El nuevo paradigma
consigue explicar muchos fenómenos hasta ahora enigmáticos. Su
coherencia y su poder de predicción son superiores a los del antiguo
modelo. Añade a la prosa de la ciencia cotidiana el fuego y la poesía
de la ciencia inspirada.
El adjetivo «holístico» cuando se lo emplea con propiedad, indica
un enfoque cualitativamente diferente, basado en el respeto a la
interacción entre la mente, el cuerpo y el entorno. Yendo más allá del
tratamiento alopático de las enfermedades y los síntomas, pretende
corregir la desarmonía subyacente, causa del problema. El enfoque
holístico puede incluir una diversidad de instrumentos y tratamientos
diagnósticos, algunos ortodoxos, otros no. He aquí una comparación
muy simplificada de ambos enfoques:
Puede observarse el paralelismo existente entre las concepcio-
nes del nuevo paradigma y los descubrimientos científicos expuestos
en el capítulo 6: los sistemas dinámicos, la transformación del estrés;
el continuo cuerpo-mente; el nuevo aprecio de los elementos
cualitativos y no sólo de los cuantitativos.

La matriz de la salud

Edward Carpenter condenaba a los teóricos de la medicina de


nuestra época por su tendencia a centrarse exclusivamente sobre la
enfermedad. Deberían intentar, más bien, comprender lo que es la
salud, decía. La salud es una armonía que todo lo gobierna, de un
modo semejante a como la luna gobierna las mareas. Tan imposible
es lograr que un cuerpo sane por medio de puras manipulaciones
externas, como conseguir gobernar el flujo y reflujo de las mareas por
medio de un «sistema organizado de esponjas». El mayor de los
esfuerzos exteriores no consigue realizar «lo que nuestra energía
central sabe hacer con facilidad, y con una gracia infalible y
providencial». El bienestar no puede ser administrado por vía
intravenosa, ni ingerirse a cucharadas de acuerdo con la prescripción
facultativa. El bienestar nace de una matriz: el cuerpo-mente. Es un
reflejo de la armonía somática y psicológica. Como decía un
anatomólogo: «El sanador que reside en nuestro interior es la entidad
más sabia y más complejamente integrada de cuantas existen en el
universo». Hoy en día sabemos que, en un sentido, siempre hay un
médico en casa.
"La salud holística no puede recetarse", decía un médico. Nace
de una actitud: de la aceptación de las incertidumbres de la vida, de la
voluntad de responsabilizarse de los propios hábitos, de la manera de
percibir y manejar las tensiones, de unas relaciones humanas más
satisfactorias, de la sensación de tener un objetivo en la vida.
Una forma de honrar esa matriz invisible de la salud es ir dejando
de sentirnos incómodos frente a ella. A medida que la ciencia amplía
su marco de pensamiento, y va consiguiendo fronteras más vastas, los
viejos enigmas comienzan a encontrar un sentido. Aunque no
sabemos de qué forma las creencias y las expectativas afectan a la
salud, sabemos claramente que es así. Hace doscientos años, la
Academia Francesa expulsó a Mesmer de su seno, declarando que la
hipnosis era un fraude, «solamente imaginación». Y un miembro
contestatario apostillaba: «Si eso es así, ¡qué cosa más maravillosa
debe ser la imaginación!».
Después de haber intentado durante décadas «explicar» un
misterio invocando otro misterio, la ciencia médica se encuentra hoy
insoslayablemente enfrentada al hecho del influjo inevitable y decisivo
que ejercen las expectativas de los pacientes. El «efecto placebo»
abarca hoy en día mucho más que las sustancias inactivas (píldoras
de azúcar, inyecciones de agua salada) administradas a pacientes
particularmente difíciles. La fama del doctor, o del centro médico, la
actitud del equipo hospitalario, el halo de un determinado tratamiento,
cualquiera de estas cosas puede contribuir a la curación, al venir a
colorear positivamente las expectativas del paciente. Hay también un
«efecto nocebo», lo contrario del placebo. Dos tercios de entre los
sujetos a quienes en una experiencia de laboratorio se habla
administrado una sustancia inactiva diciéndoles que les produciría
dolor de cabeza, tuvieron efectivamente dolor de cabeza.
El placebo activa una capacidad permanente de la mente. Como
dijimos más arriba, las investigaciones han demostrado que el alivio
del dolor que proporciona el placebo parece deberse a la liberación
por el cerebro de un analgésico natural. Sin embargo, la mayoría de
los médicos y las enfermeras siguen considerando el placebo como un
truco que funciona en gente cuyos sufrimientos no son «reales»,
malentendido que descansa en un concepto ingenuo de la realidad y
en la ignorancia del papel que juega la mente como creadora de
experiencias.
Las creencias del médico o sanador pueden también influir en la
eficacia del tratamiento. En una serie de experimentos que describe
Jerome Frank, una autoridad en el estudio del efecto placebo, se
administró a diversos pacientes alternativamente un calmante, un
placebo y morfina. Cuándo los doctores creían haber administrado
morfina, ¡el placebo resultó ser dos veces más efectivo que cuando
pensaban haber recetado un calmante suave! En otro estudio
semejante, se administró a una serie de pacientes psicóticos ya un
calmante suave, un tranquilizante anérgico, o bien un placebo. Los
efectos del placebo fueron también mucho mayores cuando los
médicos creían haberles dado el medicamento fuerte que cuando

4
pensaban haberles dado el suave.
Rick Ingrasci, médico y co-fundador de la red Interface en la zona
de Boston, afirma que el efecto placebo representa una prueba
espectacular de que toda curación es en esencia una auto-curación:

"Según nos demuestra nítidamente el efecto placebo, el


cambio de nuestras expectativas y de nuestras convicciones
fundamentales puede afectar profundamente a nuestra experiencia
de la salud y del bienestar. La curación resulta directamente de
percibirnos como una totalidad... al restablecerse nuestra
sensación de estar en una relación equilibrada con el universo, a
través de un cambio de mentalidad, de la transformación sufrida
por nuestras actitudes, valores y creencias".

Ingrasci afirmaba que sus experiencias con los pacientes le


habían convencido de que, una vez liberadas las actitudes mentales
negativas, la curación sucede de forma automática. «Es como si
hubiese una fuerza vital o un principio ordenador dispuesto a
restablecer el estado natural de salud y totalidad, con sólo conseguir
zafamos de la barrera que suponen las expectativas negativas. Si
conseguimos relajamos, aunque sea por poco tiempo, las expectativas
positivas pueden inducir efectos positivos. «Al principio, necesitamos
traspasar las barreras psicológicas, escepticismo, desconfianza,
miedo, que nos impiden incluso intentarlo... Los efectos a largo plazo
pueden revelarse auténticamente transformadores desde el punto de
vista personal y social. »

La atención: medio de cambiar la matriz de la enfermedad

Los promotores de la salud holística gustan de señalar que la


enfermedad, el malestar, es una falta de armonía, de bienestar.
Claramente, es más importante enseñar a la gente a cambiar la matriz
de sus enfermedades, las tensiones, los conflictos, o las
preocupaciones que las acarrean, que no engañarlos con placebos.
El papel que juega en la curación la alteración de la conciencia
puede que sea el descubrimiento más importante de la ciencia médica
moderna. Consideremos, por ejemplo, la extraordinaria variedad de
enfermedades susceptibles de ser tratadas por medio de biofeedback:
presión sanguínea alta, ataques, úlceras, impotencia, incontinencia de
esfínteres, zumbido de oídos, parálisis consiguientes a ataques,
dolores de cabeza debidos a tensión, artritis, arritmias cardíacas,
hemorroides, diabetes, parálisis cerebral, rechinar de dientes.
La clave está en la atención. Hace varios años, investigaciones
realizadas en el seno de la Fundación Menninger informaban que los
pacientes eran capaces de interrumpir los dolores de cabeza elevando
la temperatura de sus manos. Sugerían la hipótesis de que el volumen
sanguíneo sustraído de la cabeza para aumentar la temperatura de las
manos podría aliviar la congestión arterial origen del dolor. El manejo
de la temperatura por medio de biofeedback se convirtió enseguida en
un método popular de combatir favorablemente la jaqueca. Pero
pronto los dispensadores del biofeedback se apercibieron que algunos
pacientes podían también interrumpir su jaqueca bajando la tem-
peratura de sus manos, o bajándola unas veces y aumentándola otras.
Más que un simple cambio físico, la clave de la salud reside en el
estado mental. A ese estado se le han dado diversos nombres:
"reposo vigilante", «volición pasiva», «dejarse ir deliberado». Como
hielo que se derrite libremente al llegar la primavera, las tensiones
acumuladas parecen fundirse al calor de esta forma paradójica de
atención, restableciendo el flujo natural en el remolino del cuerpo-
mente.
No podemos esquivar el estrés. Las noticias, el ruido, las
tensiones, los embotellamientos, los conflictos personales y la
competitividad vienen a añadirse a las enfermedades relacionadas con
el estrés, que son la plaga del siglo veinte. Pero, ¿es el estrés el
culpable? Tal vez sufrimos de enfermedades como un medio de evitar
el cambio. Nuestra vulnerabilidad frente al estrés parece deberse más
a la interpretación que hacemos de los acontecimientos que a su
propia gravedad. La célebre observación de F. D. Roosevelt, «A lo
único que tenemos que temer es al mismo miedo», se aplica también
al cuerpo-mente. Kenneth Pelletier, psicólogo de la escuela de
medicina de la universidad de California en San Francisco, y que en
los últimos diez años se ha dedicado principalmente a enseñar a la
gente a afrontar el estrés, señala que el cuerpo entiende en sentido
literal, y no puede distinguir entre una amenaza «real» y otra
puramente imaginaria. Las preocupaciones y las expectativas
negativas se traducen en enfermedades físicas, porque el cuerpo se
siente en peligro, aunque la amenaza sólo exista en la imaginación.
Podemos arreglárnoslas de forma natural con el estrés a corto
plazo, debido a la reacción corporal de descanso y renovación,
conocida como reacción parasimpática. Pero el estrés a largo plazo,
resultado de la acumulación sucesiva de circunstancias que tensionan
propia de la vida moderna, se cobra su tributo debido a la falta de
oportunidad para reponerse en medio de la serie consecutiva de
tensiones. Pelletier, en un estudio realizado sobre meditadores en
situación de laboratorio, encontró en éstos la capacidad, no sólo de
producir respuestas altamente integradas, sino de hacer entrar su
propio cuerpo en una fase parasimpática. «Los yoguis han aprendido
a liberarse de esos niveles excesivos de actividad neurofisiológica
autogeneradora de tensiones, por el simple procedimiento de
tranquilizarse a sí mismos. » La mayoría de nosotros sufre de lo que él
llamaba «un ciclo destructivo acumulativo. El secreto consiste en
prestar atención, en revestir de atención la propia vida». Cuando se
presta atención a la tensión en un estado relajado, ésta se transforma.
La meditación, el biofeedback, las técnicas de relajación, correr,
escuchar música..., todas estas cosas pueden facilitar la puesta en
marcha de la fase de recuperación corporal.
Negarse a reconocer las tensiones equivale a pagarlas por
partida doble; no sólo no nos libramos de la alarma, sino que ésta se
instala en nuestro cuerpo. Así lo demostró de forma evidente una
experiencia de laboratorio. La amenaza de una dolorosa descarga
eléctrica inminente produjo respuestas corporales sorprendentemente
distintas en los sujetos, dependiendo de sí habían decidido afrontarla,
o bien evitar pensar en ella. Los que la afrontaban, intentaban
comprender la situación. Dirigían su atención de forma activa al shock
inminente, y deseaban superarlo; pensaban en lo que estaba
sucediendo en el laboratorio, o bien fijaban la atención en sus propios
cuerpos. Por el contrario, quienes deseaban evitarla, echaban mano
de un montón de estrategias para intentar distraerse. Trataban de
pensar en cosas tranquilizadoras, de fuera del laboratorio, o bien se
dedicaban a fantasear. Mientras que quienes afrontaban la descarga
sentían que podían hacer algo para aliviar la tensión de la situación,
aunque no fuera más que prepararse para ella, quienes pretendían
evitarla tendían a sentirse indefensos e intentaban escapar negando la
situación. En los primeros, la actividad muscular aumentaba, lo que
constituye una respuesta fisiológica adecuada. En los segundos, el
ritmo cardíaco era notablemente más rápido, lo que indica que la
tensión reprimida se había remitido a un nivel más patológico.
La negación de la tensión puede conducirnos a la tumba. La
mente no sólo cuenta con estrategias para «emparedar» los conflictos
psicológicos, sino que puede también negar la enfermedad surgida por
haberse negado a reconocer las propias tensiones. El efecto
patológico de ese rechazo a enfrentarse con los hechos se puso de
relieve de forma patente en un estudio sobre el cáncer realizado en la
universidad de Texas. Los pacientes que habían mostrado un mayor
rechazo a responder a preguntas sobre su enfermedad, mostraron una
mayor probabilidad de ofrecer un pronóstico negativo en el
5 seguimiento efectuado dos meses mas tarde.
Los conflictos que no han sido afrontados conscientemente
pueden hacer su aparición como daño físico en formas tan variadas
como personas hay. Una conspiradora de Acuario, que había
trabajado en un establecimiento médico, expresaba su convencimiento
de que a los enfermos no se les debería decir: «Va usted a volver a
ser el de antes».

"Con mucha frecuencia, no quieren volver a ser como eran, ni


seguir haciendo lo que hacían. Mi nuera, que tuvo hace poco un
ataque, confesó que no se había reconocido a sí misma su deseo
de cambiar de vida. De modo que el ataque se encargó de hacerlo
por ella.
Conozco también a un hombre que llevaba un negocio de
coches con un hermano suyo muy perezoso. Cargaba de hecho
con todo el peso del trabajo sin decir una palabra. Cuando le vino
el ataque, su hermano tuvo que encargarse de todo. Más tarde dijo
que estaba contento de haber tenido el ataque".

Si aprendemos a prestar atención a nuestros conflictos internos,


podremos resolverlos de una forma menos drástica para nuestra
salud.

La mente del cuerpo

A medida que avanza la investigación sobre el cerebro, va


resultando más comprensible la conexión entre la mente y la
enfermedad. El cerebro gobierna o influye indirectamente en todas las
funciones corporales: presión sanguínea, ritmo cardíaco, respuesta
inmunológica, hormonas, y todo lo demás. Sus mecanismos están
entrelazados en un sistema de alarma, y dispone de una especie de
genio oscuro, capaz de organizar los desórdenes correspondientes a
la más neurótica de las imaginaciones.
El antiguo dicho, «ponle un nombre a tu veneno», es aplicable a
la semántica y la simbología de la enfermedad. Si nos sentimos
«pinchados» por la gente o dejamos que los demás nos echen su
carga encima, las metáforas pueden volverse muy reales, en forma de
acné o dolores en la espalda. Todos decimos que «se nos ha roto el
corazón» cuando hemos tenido una decepción sentimental; pero hay
investigaciones que han demostrado recientemente la conexión
existente entre las enfermedades de corazón y la soledad afectiva. Se
han hecho investigaciones con animales, en las que se han causado
en ellos enfermedades de corazón estimulando de forma prolongada
una región cerebral asociada con las emociones agudas. Esta región
está además conectada con el sistema inmunológico. De modo que un
«corazón roto» se convierte en una enfermedad coronaria; la necesi-
dad de crecer puede convertirse en un tumor; la ambivalencia, en
dolores que le «parten» a uno la cabeza; la personalidad rígida, en
artritis. Toda metáfora es, potencialmente, una realidad al pie de la
letra.
Toda enfermedad, ya se trate de un cáncer o de esquizofrenia, o
sea simplemente un resfriado, se origina en el cuerpo-mente. Louis
Pasteur reconoció en su lecho de muerte que un médico, adversario
suyo, tenía razón cuando insistía en que lo que causa las
enfermedades no son tanto los gérmenes cuanto la resistencia del
individuo invadido por ellos. «Ese es el terreno», concedía.1 Como
señalaba Lewis Thomas en The Líves of a Cell (Las vidas de la
célula), nuestros cuerpos responden a menudo de forma histérica ante
la presencia de gérmenes inocuos, como si esa intrusión provocase
antiguos recuerdos y reaccionásemos como ante una especie de
propaganda. «De hecho, la mayoría del tiempo estamos a merced de
nuestros propios sistemas defensivos. » La salud consiste en la
capacidad del cuerpo para transformar y dar sentido a toda
información nueva. Si somos flexibles, si somos capaces de
adaptarnos a un medio cambiante sea un virus o una atmósfera
húmeda o pólenes primaverales, podemos soportar un nivel de tensión
elevado.
Una concepción reciente y radical del sistema inmunológico nos
permite comprender la manera cómo nuestro «médico interior»
consigue mantener la salud, o su forma de fracasar en ello. Parece
que el cuerpo tiene su propia manera de «conocer», por medio del
sistema inmunológico, paralela al modo de conocer del cerebro. Este
sistema está ligado al cerebro. La «mente» del sistema inmunológico
posee una imagen dinámica del propio ser y tiene la tendencia a dotar
de sentido a todos los «ruidos» del medio, incluyendo virus y
alergógenos. Si rechaza ciertas sustancias o reacciona violentamente
contra ellas, no es porque sean extrañas, como creía el antiguo
paradigma, sino porque no tienen sentido, porque no pueden ser
encuadradas en el orden del conjunto.
Este sistema inmunológico es muy poderoso y adaptable en su
capacidad de dotar de sentido al entorno, pero como está ligado al
cerebro, es vulnerable a las tensiones psicológicas. Las
investigaciones han demostrado que estados de tensión mental, como
pena o ansiedad, alteran la capacidad del sistema inmunológico. La
razón por la que a veces «pescamos» un virus o tenemos una
«reacción alérgica», es que nuestro sistema inmunológico está
funcionando bajo par.
Las investigaciones realizadas con animales han demostrado que
este sistema posee una memoria sumamente sutil. Si se asocia un
medicamento inocuo a un inmunodepresor es decir, a una droga que
suprime el funcionamiento del sistema inmunológico, el cuerpo
aprende a suprimir su funcionamiento en presencia de sólo el
medicamento inocuo, incluso meses más tarde. Justamente de ese
modo es como asociamos con frecuencia períodos de tensión de
nuestra vida con elementos inocuos del ambiente (como los
alergógenos, por ejemplo, o sucesos que nos recuerdan otros
acontecimientos), causándonos enfermedades crónicas que perduran
mucho tiempo después de haber desaparecido la causa original de la
tensión. El cuerpo «se acuerda» de haber estado enfermo en
presencia de esas señales.
Por supuesto, el cáncer constituye un fracaso del sistema in-
munológico. En muchos momentos de nuestra vida, la mayoría de
nosotros albergamos células malignas que no se convierten en un
cáncer debido a la acción eficaz del sistema inmunológico con
respecto a ellas. Entre los factores psicológicos implicados en el
cáncer, el principal lo constituyen las emociones reprimidas. Un
investigador señalaba que muchas personas que sufren de cáncer
tienen en sus rostros esa inexpresividad característica del famoso
cuadro de Grant Wood, Gótico americano2. Los pacientes que sufren
de cáncer tienen más dificultad para recordar sus sueños que otros
pacientes; tienen también menos cambios matrimoniales
(separaciones o divorcios), menos síntomas de enfermedades que son
típicamente reflejo de conflictos psicológicos (úlceras, jaquecas,
asma)3. Diversos estudios han puesto de relieve que los enfermos de
cáncer tienden a no manifestar sus sentimientos, y la mayoría no han
tenido relaciones estrechas con sus padres. Tienen dificultad para
expresar la cólera. Según otro estudio, son personas conformistas y
controladas, menos autónomos y espontáneos que quienes resultaron
no sufrir de cáncer en pruebas posteriores. Una terapeuta especialista
en el tratamiento de enfermos cancerosos dice de sus pacientes: «Por
lo general, han experimentado un vacío en sus vidas: una desilusión,
expectativas no cumplidas. Es como sí la necesidad de crecimiento se
transformase en una metáfora física».
Las penas, cuando no se manifiestan, pueden acarrear un mal
funcionamiento patológico del sistema inmunológico. De acuerdo con
los resultados de un estudio, la muerte de uno de los esposos se
traduce en un bajo funcionamiento del sistema inmunológico del otro
durante las semanas siguientes. Otro estudio realizado en Boston ha
mostrado que un 60 por ciento de las mujeres que quedan
embarazadas a renglón seguido de haber perdido un bebé anterior,
abortan, lo que se conoce como síndrome de muerte infantil repentina.
El informe aconsejaba que estas mujeres, que han experimentado
semejante pérdida, «deberían esperar hasta que el cuerpo haya
dejado de sentir los efectos de la pena».

6 El cuerpo como pauta y como proceso

Con el tiempo, nuestros cuerpos acaban convirtiéndose en


autobiografías ambulantes, que van contando a amigos y a extraños
las tensiones mayores y menores que hemos padecido en nuestras
vidas. Algunas alteraciones funcionales sobrevenidas a consecuencia
de accidentes, como por ejemplo una movilidad limitada en un brazo
herido en otro tiempo, entran a formar parte del propio
comportamiento corporal de forma permanente. Nuestra musculatura
es un reflejo no sólo de nuestras antiguas heridas, sino también de
nuestras viejas ansiedades. Actitudes depresivas, de timidez, de
osadía o de estoicismo, adoptadas tempranamente en nuestra vida,
quedan inscritas en nuestros cuerpos como pautas del propio sistema
sensorio motriz.
La rigidez de las pautas corporales contribuye al bloqueo de los
procesos mentales, dando lugar al círculo vicioso de la patología
psicocorporal. No podemos separar lo físico de lo mental, como
tampoco pueden separarse los hechos de la imaginación, ni el
presente del pasado. Así como el cuerpo siente la pena que
experimenta la mente, así también la mente se ve constreñida por el
recuerdo obstinado que el cuerpo guarda de lo que la mente solía
sentir, y así sucesivamente.
Ese ciclo puede interrumpirse por medio del «trabajo corporal»
que realizan en profundidad ciertas terapias (a menudo de forma
dolorosa) por medio de masajes, manipulaciones, movimientos
liberadores u otro tipo de técnicas, que producen cambios en el
sistema neuromuscular, en la percepción de la gravedad, o en la
simetría del cuerpo. Los cambios así introducidos en el cuerpo pueden
afectar de manera profunda a todo el circuito psicocorporal. Ida Rolf,
cuyo método de integración estructural (Rolfing) es una de las técnicas
más conocidas, citaba en sus últimos escritos esta expresión de
Norbert Weiner, creador de la cibernética: «No somos materia
perdurable, sino pautas que se perpetúan a sí mismas».
Así como ciertas psicotécnicas aumentan el flujo energético en el
cerebro, permitiendo la aparición de nuevas pautas o paradigmas en
el mismo, de un modo semejante el trabajo corporal altera el flujo de la
energía por todo el cuerpo, liberándolo de antiguas pautas o «ideas»,
y aumentando su margen de movimiento. La integración estructural, el
método de Alexander, el método de Feldenkrais, la kinesiología
aplicada, la neuroquinestesia, la bioenergética, la terapia reichiana, y
muchas otras técnicas introducen transformaciones en el cuerpo.
La célebre frase de John Donne, «Nadie es una isla», es
verdadera tanto si se aplica a nuestros cuerpos como si se refiere al
hecho de nuestra interdependencia social. La medicina occidental está
comenzando a reconocer con retraso, medio siglo después de haber
podido recoger la advertencia de los físicos, que el cuerpo es un
proceso: un torbellino bioeléctrico, sensible a los iones positivos, a los
rayos cósmicos, a la presencia de huellas minerales mínimas en la
alimentación, y a la electricidad estática, entre otras cosas. La
representación del cuerpo como algo dinámico nos ayuda a encontrar
el sentido de controversias en otro tiempo enigmáticas. Por ejemplo, la
psiquiatría ortomolecular, que trata los desórdenes mentales a base
de fuertes dosis de vitaminas y oligoelementos minerales, se apoya en
el efecto que estas sustancias producen sobre la actividad bioeléctrica
del cerebro. La estimulación eléctrica acelera la curación habitual-
mente lenta de ciertos huesos, posiblemente debido a la creación de
una fluctuación energética lo suficientemente activa como para
producir su regeneración. También se ha podido detectar la presencia
de corriente continua en los puntos de acupuntura. La acupuntura y la
digitopresión, que estimulan puntos determinados de los diversos
meridianos, demuestran la conexión existente incluso entre partes
aparentemente distantes en el cuerpo. Cuanto más evidentes son los
resultados de la acupuntura, tanto mejor podemos comprender por
qué el tratamiento de los síntomas aislados raras veces consigue
aliviar la enfermedad.
Somos campos oscilatorios, situados dentro de otros campos
más amplios. Nuestro cerebro reacciona frente a los ritmos sonoros,
las pulsaciones luminosas, los distintos colores, y frente a mínimos
cambios en la temperatura. Somos incluso influidos biológicamente
por quienes se encuentran a nuestro lado; por ejemplo, se ha
demostrado que las parejas que viven juntas comparten un mismo
ciclo mensual de temperatura. Cuando participamos en una
conversación, aunque no sea más que escuchando, entramos en una
«danza» sutil con la otra persona, compuesta de una serie de
movimientos sincronizados tan mínimos, que sólo pueden detectarse
analizando imagen por imagen una filmación de la misma.
La estimulación ambiental afecta plásticamente al crecimiento y
grado de conexiones del cerebro humano desde sus primeros
períodos críticos hasta el final de sus días, determinando su peso, su
estado de nutrición, y el número de sus células. Incluso en las
personas de edad, el cerebro no pierde físicamente un número
mensurable de células si el ambiente es estimulante.
Si el cuerpo-mente es un proceso, también lo es la enfermedad...
Y asimismo lo es la curación, la integración global, si atendemos a
esos siete millones de glóbulos rojos que desaparecen en un abrir y
cerrar de ojos, cada segundo, de nuestra sangre, para ser
reemplazados en cada instante por otros tantos. Incluso nuestros
huesos se renuevan totalmente cada siete años. Como en la danza de
Shiva, estamos continuamente creando y destruyendo, creando y
destruyendo sin parar.
Wallace Ellerbroek, antiguo cirujano, hoy en día psiquiatra, dice:

"Nosotros los médicos parecemos que sentimos predilección


por otorgar un nombre sustantivo a cada enfermedad (epilepsia,
resfriado, tumor cerebral), pero si estas cosas merecen que les
demos como nombre un sustantivo, es porque, evidentemente, las
consideramos como cosas. Pero si convertimos uno de estos
sustantivos, por ejemplo resfriado, en un verbo, entonces podemos
decir: «Señora, su hijo parece estarse resfriando», lo que tal vez
ayuda a que ambos nos demos cuenta de que toda enfermedad es
un proceso".

Ellerbroek ha tratado con éxito muchas enfermedades por el


procedimiento de enseñar a los pacientes a afrontar y a aceptar el
proceso, prestando atención a su desarrollo. En un experimento muy
conocido, con pacientes de acné crónico, les invitó a reaccionar frente
a la aparición de nuevas erupciones con una atención desprovista de
todo juicio sobre las mismas. Efectivamente, podían mirarse al espejo,
y simplemente decir: «Muy bien, erupción, estás ahí, justo donde te
corresponde estar en este momento». Se les recomendaba aceptar el
acné, en vez de resistirse a él con emociones negativas. Todos los
participantes sufrían de acné desde hacía más de quince años, sin
experimentar alivio. Los resultados de la experiencia fueron
asombrosos. Muchos pacientes quedaron completamente limpios a las
pocas semanas. Algún proceso activo de miedo, de resentimiento, de
rechazo, era lo que había mantenido el acné todo ese tiempo.
La salud y la enfermedad no son cosas que nos suceden sin
más. Son procesos activos, resultado de una armonía o una
desarmonía interior, que están profundamente afectados por nuestros
estados de conciencia, y por nuestra capacidad o incapacidad de
dejarnos fluir al compás de la propia experiencia. El reconocimiento de
que eso es así supone implícitamente una responsabilidad, peto es
también una fuente de oportunidades. Si participamos, aunque sea de
forma inconsciente, en el proceso de la enfermedad, podemos optar
por la salud en vez de seguir dejándonos enfermar.

7 Salud y transformación

Como Pelletier y muchos otros han dicho, toda enfermedad tiene


una virtualidad transformadora, a causa del cambio repentino de
valores, a causa del despertar que puede traer consigo. Si estábamos
ocultándonos algún secreto a nosotros mismos conflictos no
afrontados, deseos reprimidos, la enfermedad puede forzar su
aparición ante la propia conciencia.
Para muchos conspiradores de Acuario, el responsabilizarse del
cuidado de su propia salud ha supuesto un estímulo importante para
acometer su propia transformación. Así como la búsqueda de sí
mismo trae consigo la búsqueda de la salud, ésta puede también
conducir a una mayor autoconciencia. La totalidad es única. La
proliferación de centros y redes de salud holística ha atraído a muchas
personas a implicarse en el movimiento de desarrollo de la conciencia.
Una enfermera decía: «Cuando el curar no es algo distinto de la propia
realidad, se convierte en un estilo de vida. Los estados alterados de
conciencia se convierten en algo familiar, la capacidad telepática
aumenta. Es una aventura».
Una mujer quería tratarse por medio de biofeedback, para ver si
conseguía disminuir su presión intraocular y curarse así del glaucoma.
Se curó efectivamente, pero lo que es más importante, descubrió que
no sólo su vista, sino su vida entera, había estado afectada por sus
estados de conciencia. Un médico, preocupado por las dosis abusivas
de Valium que estaba tomando contra los dolores de cabeza, probó un
tratamiento de biofeedback... que le hizo interesarse por la atención
interior... y luego por la meditación, lo que le llevó a un cambio
decisivo de vida, incluida la práctica de una especialidad médica muy
alejada de la anterior. Un ahogado eminente llegó a convencerse de
que su pérdida progresiva de visión le reportaba indudables ventajas:

“Me sentí llamado a no luchar contra el repentino


debilitamiento de mi vista exterior, sino a cooperar con él, como un
medio de revalorización de mi propio proceso vital. Mirando hacia
atrás a los quince últimos meses, estoy convencido de que habría
sido una gran pérdida para mí el haber podido invertir
inmediatamente el proceso por un milagro, por azar o por un
esfuerzo de voluntad".

Un conspirador burócrata afirmaba haber descubierto la salud


como resultado de la meditación. Tras haber practicado durante varios
años la Meditación Trascendental, pudo vencer fácilmente su hábito
compulsivo de beber, y poco después su tendencia asimismo
compulsiva a comer en exceso. «A una edad en que tendría que estar
ya bajando la pendiente, me siento más sano que hace cinco años, y
cada vez mejor que antes. »
Un psicólogo, propulsor de la medicina holística en todo el país,
se introdujo en este a campo traviesa de un instructor de Tai Chi que
le hizo interesarse por la acupuntura. Actualmente ha conseguido
introducir con éxito ciertos enfoques tomados de medicinas
alternativas en el curriculum de una importante escuela de medicina, y
ha organizado series de conferencias sobre enfoques holísticos para
grupos de estudiantes de medicina. «Si se quieren exponer las
conexiones existentes entre ambos sistemas», decía, «es sumamente
importante emplear el lenguaje apropiado. Si me pongo a hablarles del
yin y el yang, la mayoría de los neurocirujanos dejarían de
escucharme. Entonces les hablo de los sistemas nervioso simpático y
parasimpático. Si queremos conseguir que la gente cambie, es
importante no empujarles ni tirar de ellos, sino simplemente caminar a
su lado. »
Un antiguo activista político, que enseña hoy en día cursos de
biología psicosomática como profesor de una escuela de medicina,
decía: «Esta revolución sostiene que fundamentalmente todos
estamos bien, y que la recuperación de la salud es algo natural. Es
antielitista. La profesionalidad, los diplomas colgados en la pared, está
decayendo en cuanto símbolo de autoridad. El amor es el poder más
irresistible del universo. Cuidados amorosos: eso es en lo que consiste
toda curación».
Una doctora de Nueva York, paralizada por completo por un dolor
de espalda a resultas de un accidente, descubrió que la simple presión
ejercida sobre determinados puntos de acupuntura en su pie, la
aliviaba de su agonía. «Creo que si funcionó mi automasaje fue por la
disponibilidad y la perspectiva que tenía en aquella época, que hizo
que el propio tratamiento reorientara el flujo de la energía. Esta
experiencia me hizo interesarme por aprender más acerca de la
hipnosis, el biofeedback y la meditación. »
Un clérigo que respondió al cuestionario de la Conspiración de
Acuario abrió un centro de salud holística y de meditación tras haber
experimentado alivio de sus dolores crónicos por medio de la
meditación. Una doctora de Nuevo Méjico decía haber empezado a
usar una red espiritualista como medio auxiliar para pacientes que
tardaban en mejorar. Varias personas que respondieron al
cuestionario afirmaban que lo que les había atraído a participar en
diversas psicotécnicas había sido la curiosidad que les suscitó haber
presenciado como profesionales de la medicina diversos fenómenos
de curación.

8 La Conspiración de Acuario en la medicina

La nueva forma de pensar sobre la salud y la enfermedad, con su


mensaje de esperanza y su carga de responsabilidad, es ampliamente
divulgada por la Conspiración de Acuario. Ejemplo de ello fue la
convención celebrada en Washington en 1978 con el título «Salud
holística y planificación pública», organizada conjuntamente por
diversas instituciones gubernamentales y asociaciones privadas.
Había representantes del ministerio de Salud, Educación y Bienestar,
y del equipo de la Casa Blanca. También enviaron representantes
diversas compañías de seguros, organizaciones privadas de
planificación sanitaria, y varias fundaciones: en muchos casos,
acudieron en persona los máximos dirigentes de las mismas. En el
estrado había también políticos, médicos, psicólogos, curanderos
tradicionales, maestros espirituales, investigadores, futurólogos,
sociólogos, y especialistas en planificación de la salud. La intervención
inicial corrió a cargo del cirujano general adjunto; otros
conferenciantes principales fueron Jerome Frank sobre el efecto
placebo, el parlamentario californiano John Vasconcellos, el maestro
de meditación Jack Schwarz, y Buckminster Fuller sobre ecología
humana.
Los temas abarcaban la planificación de la salud pública, la
creación de centros de salud holística, la práctica de técnicas curativas
interculturales, la teoría holográfica sobre la mente y la realidad, yoga,
música y conciencia, acupuntura y digitopuntura, técnicas budistas de
meditación, medicina electrónica, métodos alternativos de alum-
bramiento, trabajo corporal, biofeedback, imaginación dirigida,
homeopatía, alimentación... y «la imagen cambiante del hombre».
Lo completo del programa es característico del nuevo paradigma,
que considera a muchos sistemas de curación no tradicionales como
complementarios de la medicina occidental. Sepamos o no cómo
funcionan, lo cierto es que podemos sacar provecho de ellos, de un
modo semejante al uso que hace la medicina convencional de la
aspirina, de la digitalina o del electroshock, sin saber a ciencia cierta
por qué son eficaces.
La primera vez que un grupo de científicos y médicos amigos
entre sí se reunieron para afirmar públicamente su interés por las
realidades espirituales y los enfoques alternativos sobre la salud fue
en 1970. El programa de ámbito exclusivamente interno del De Anza
College en Cupertino, California, fue adoptado por la compañía aérea
Lockheed. Seis meses más tarde, se celebraba en la Universidad de
California de Los Ángeles (UCLA) y en la de Stanford dos fines de
semana gemelos con un reparto semejante, que subrayaron el papel
de la mente de la enfermedad y hablaron de «nuevas» terapias:
meditación, visualización, biofeedback, acupuntura, hipnosis, curación
psíquica, y métodos populares de curación. En pocos años, se han
representado multitud de variaciones sobre este tema, que empareja
lo científico con lo espiritual, en los recintos de la mayor parte de las
universidades del país, incluyendo a Yale, Harvard, universidad de
Nueva York, Instituto Tecnológico de Nueva York, todas las facultades
del complejo universitario de California, y las universidades de
Massachusetts, Miami, Michigan e Illinois. Las fundaciones
Rockefeller, Ford y Kellogg subvencionaron programas destinados a
explorar la interacción entre la mente y la salud.
En un simposium celebrado en Tucson en el mes de octubre de
1975, Roy Menninger, de la Clínica Menninger, dijo: «Las ideas
tradicionales sobre la medicina y el nuevo concepto del hombre están
celebrando una carrera de choques». Otros conferenciantes
expresaron su previsión de posibles enfrentamientos y resistencias en
el campo de las reformas del sistema sanitario.
Pero incluso entonces, en esa misma conferencia de Tucson,
hubo ya signos de distensión. Tal fue el caso de Malcolm Todd. Todd,
presidente a la sazón de la conservadora AMA (American Medical
Association), pasó revista en un tono un tanto defensivo a las
maravillas tecnológicas de la medicina moderna. Su ponencia no fue
precisamente del agrado de la concurrencia, pero todo el mundo
estuvo de acuerdo en admitir que su deseo de participar desde el
estrado al lado de los representantes de la inortodoxia fue significativo.
Menos de un año después, en una intervención en un programa de
amplitud semejante celebrado en San Diego, Todd respaldó la idea de
una «medicina humanística» que se ocupa del «cuerpo-mente».
Nueve meses más tarde, ante un auditorio compuesto exclusivamente
por médicos, en Houston, urgió la necesidad de adoptar una actitud
activa en la integración de estos enfoques holísticos dentro del
sistema. Usados, con prudencia, decía, son una promesa estimulante
de rejuvenecimiento para la medicina occidental. «Su gama se
extiende desde el biofeedback y la psicología de la conciencia hasta
los fenómenos paranormales, la curación psíquica... »
La conspiración ha comprendido que, en vez de derribar a gritos
a sus adversarios potenciales, es mejor escucharles. Y también
proporcionarles una experiencia directa de ese otro contexto más
amplio. En 1975 y 1976, Rick Carlson, un ahogado especializado en
temas sanitarios, organizó en Airliehouse, Virginia, cerca de
Washington, junto con otros, una pequeña serie de conferencias para
dar a conocer a funcionarios gubernamentales y a sus consejeros la
fuerza de las ideas holísticas y de la medicina alternativa4. Los
asistentes tuvieron ocasión de probar el biofeedback, la meditación,
visualización, relajación, y otras psicotécnicas. Estos encuentros
fueron subvencionados desde la sombra por la organización Blue
Cross-Blue Shield5.
En 1976, «los Blues», la Fundación Rockefeller y la universidad
de California-San Francisco, patrocinaron un encuentro celebrado en
el Hotel Waldorf-Astoria de Nueva York, en el que doscientos
supremos responsables de la Administración pública pudieron
asomarse a los diversos enfoques alternativos sobre la salud, en los
que se subrayaba la importancia del «médico interior» presente en
cada uno de nosotros. Dos meses más tarde, tuvo lugar otro
encuentro semejante, patrocinado esta vez además por el Instituto de
Medicina.
Los conspiradores se movían por todo el país en circuitos,
predicando, no ya un dogma, sino una nueva perspectiva; lanzando
aquí un programa educativo, un proyecto piloto allá, divulgando y
dando a conocer los trabajos de otros miembros de la red, y creando
nuevos lazos de conexión. Unos trabajaban desde dentro, tratando de
cambiar sus propias organizaciones profesionales locales o estatales.
Otros procuraban sensibilizar a las fundaciones privadas y a la prensa
sobre las posibilidades del nuevo y más amplio paradigma. Las
estrategias que conseguían mayores éxitos eran la persuasión suave
y la experiencia directa. El granjearse las simpatías de responsables
influyentes de la Administración también se reveló como un medio
efectivo de sacudir el statu quo. Por ejemplo, algunas conferencias
servían a un doble propósito: ilustrar a los participantes a cambio de
su cuota de asistencia, y atraer a una alianza plena a conferenciantes

9
sólo parcialmente comprometidos.
Reuniones de todo tipo han seguido proliferando por todo el
territorio nacional, como una promesa, una letanía, o un manifiesto en
medio de una sociedad fracturada, con mayor rapidez de lo que
requeriría poder contar su número: simposiums y conferencias,
talleres y seminarios, retiros, ferias y festivales, exposiciones
gigantescas. Entre otras: Caminos de curación, La curación en Oriente
y en Occidente, Nueva muestra de la medicina bicentenaria de toda
América, Campamento y Feria anual de las artes curativas, Expo-
Salud, Expo-Nueva Era, Feria del Mañana, Nueva Física y Nueva
Medicina, Terapias relacionadas con la meditación, Ecología humana,
Energía humana, Terreno común, Feria del Cuerpo, La mente todo lo
puede, Todo está en la mente, Retiro sobre salud holística,
Universidad de la vida holística, Celebración de la Salud, Nuevas
perspectivas en Medicina, Nuevas orientaciones para la Medicina
americana, El médico del futuro, Centro de Salud del futuro,
Perspectivas culturales en torno a la curación, Curación en los nativos
americanos, Recursos naturales en favor de la salud, El yo y el
cuerpo, Cuerpo-Mente-Espíritu, Tensión sin trastornos, El estrés y la
psicología del cáncer, Biofeedback y medicina conductista,
Reunificación del Cuerpo-Mente y psicoterapia, La salud total china
del cuerpo y la mente, Nuevas dimensiones de la atención sanitaria,
Toque de salud, Un asunto holístico.
Y en cuanto a organizaciones: el Centro de Medicina Integral, el
Instituto de Medicina Humanística, la Asociación de Salud Holística, y
numerosos «centros de salud holística» y «clínicas de salud holística».
La conspiración admite la fuerza de los números y, naturalmente,
la fuerza de la cooperación, pero no la de la centralización.
Una tentativa de unificar en un solo cuerpo a los practicantes de
la salud holistica, en 1977, se estrelló contra una fuerte resistencia.
Pese a sus poderosas alianzas y coaliciones de alcance nacional, el
movimiento está firmemente decidido a seguir siendo un movimiento
de base descentralizado6.
Las redes de salud holística son SPINs, ejemplo típico de los
grupos autosuficientes y policéntricos descritos en el capítulo 7.
Muchas de las antiguas asociaciones profesionales han organizado
reuniones y comités sobre lemas relativos a la medicina alternativa, y
en todas sus reuniones nacionales figuran talleres y comisiones
dedicados a estos aspectos: estados alterados de conciencia,
acupuntura, hipnosis, meditación, biofeedback. El slogan cuerpo-
mente-espíritu que preside estas sesiones tiene un lugar, como motivo
revolucionario, paralelo al de «libertad-igualdad-fraternidad». Un buen
número de centros, reuniones y redes de salud holística han brotado
también en el seno de las diferentes iglesias o de fundaciones
asociadas a las distintas confesiones religiosas.
Un folleto afirmaba: «En esta época, la medicina holística es más
bien un "campo popular" que un campo institucional; depende de un
sistema de comunicaciones que enlaza de manera informal a la
globalidad de la red... Como en muchas de las disciplinas que están
surgiendo, esa red informal es el campo de la salud holística». Así
como, según vimos, el nuevo colectivo era la nueva política, así
también las redes de salud son el nuevo paradigma del bienestar:
vivos ejemplos de un camino mejor.
La conspiración reconoce también la importancia que tiene la
semántica para tender un puente entre lo viejo y lo nuevo. Por
ejemplo, un proyecto decisivo de estudio sobre los métodos de
curación no convencionales consiguió ser aprobado por los hospitales
implicados con el título «El toque terapéutico», que resultaba menos
esotérico que el de «La imposición de manos». Otro investigador
solicitó una beca para llevar a cabo un estudio sobre «La psicobiología
de la salud». La propuesta fue rechazada. Consciente de que las
instituciones subvencionadoras sienten mayor inclinación por la
patología que por el bienestar, presentó su propuesta con un nuevo
título: «La psicobiología de la enfermedad». Y esta vez fue aceptada
sin demora.
En el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), hacia 1977,
funcionaban «grupos esotéricos», que se reunían semanalmente para
discutir de manera informal acerca de temas como curaciones
chamánicas, meditación, diagnóstico por el aura. Un grupo de trabajo
de California, patrocinado por el NIMH, compiló un libro basándose en
artículos encargados expresamente en relación con las medicinas
alternativas, con el propósito de conferir legitimidad a sus
presupuestos. El estudio de los cambios psicocorporales producidos
por las psico-técnicas fue apoyado por medio de subvenciones
federales. El NIMH contrató asimismo la preparación de una
bibliografía anotada sobre la medicina holística. En la convocatoria
publicada al efecto, la institución definía elocuentemente la necesidad:

"En las dos últimas décadas muchos médicos y profesionales


de la salud mental han empezado a descubrir las limitaciones del
paradigma y la práctica de la medicina alopática occidental... El
acento puesto sobre la patología y la enfermedad mas que en la
prevención, el carácter destructivo de muchos remedios
farmacéuticos y quirúrgicos, la excesiva separación entre los
problemas físicos y los emocionales, la presuposición de una
fundamental asimetría en la relación entre el médico todopoderoso
y el paciente sumiso... han empujado a doctores e investigadores a
buscar respuestas en otras tradiciones y métodos.
Esta búsqueda ha conducido a muchos de ellos a indagar en
tradiciones en las que el cuerpo y la mente son considerados como
una unidad, y en las que la labor terapéutica está orientada a
ayudar a los procesos naturales de curación. Algunos han volcado
su interés en formas de medicina tradicional, como acupuntura,
homeopatía, herboristería, meditación, curación psíquica; otros, en
técnicas nuevas, como imaginación dirigida y biofeedback".

«La guerra ha terminado», decía en 1978 Norman Cousins, editor


del Saturday Review. «Contamos con aliados por ahí fuera: un montón
de médicos que piensan igual que nosotros, pero están necesitados
de ánimo. » Cousins tenía buenas razones para saber de la existencia
de esos «aliados por ahí fuera». En el New England Journal of
Medicine había relatado su propia recuperación espectacular de una
enfermedad crítica tras haber acudido a un tratamiento no ortodoxo, a
la vista de la impotencia de la medicina convencional. Él mismo
recomendaba su propio tratamiento: un maratón de películas de los
Hermanos Marx y antiguas filmaciones del tipo «cámara invisible»,
junto con dosis masivas intravenosas de vitamina C. Lo que parecía
ser una enfermedad celular fatal, se reabsorbió completamente.
La reacción producida por su artículo fue increíble. Diecisiete
revistas médicas solicitaron su reimpresión, treinta y cuatro escuelas
de medicina lo incluyeron entre su material curricular, y Cousins fue
invitado a pronunciar una conferencia en muchas otras escuelas de
medicina por todo el país. Más de tres mil médicos de diversos países
le dirigieron cartas admirativas y entusiastas. Más tarde, en 1978,
Cousins pasó a formar parte del profesorado de la escuela de
medicina de la universidad de California de Los Angeles (UCLA).

10 Una profesión en transformación

Cousins tuvo también una intervención en 1977 en la convención


de la Asociación Americana de Estudiantes de Medicina (AMSA) en
Atlanta. El tema de la convención, «Roles alternativos en torno a la
salud: una nueva definición de la medicina», dejaba ver de forma cada
vez más clara el cambio de paradigma que se estaba operando en las
escuelas de medicina. Estudiantes y profesores habían comenzado a
formar por todo el país grupos informales de discusión sobre la
conciencia y los enfoques médicos holísticos. Este tipo de grupos se
reunía de forma regular en escuelas médicas como las de la
universidad de California de Los Angeles (UCLA), la universidad de
Texas en Galveston, la de Baylor en Houston, y la de John Hopkins en
Baltimore.
Del grupo de John Hopkins surgió Goldenseal (Sello de oro), una
red de ámbito nacional; uno de sus fundadores era entonces
vicepresidente de la AMSA. En su primer ano de existencia, sus dos
miembros fundadores pasaron a formar una comunidad de doscientos
cincuenta. La revista New Physician, órgano oficial de la AMSA,
dedicó en 1977 un número entero a prácticas de medicina alternativa,
y mantiene regularmente un apartado relativo a medicina humanística.
Laurel Cappa, presidente de la AMSA en 1976, habló en una
convención de médicos del interés de los estudiantes por la medicina
familiar y por métodos no tradicionales como la meditación y la
psicología de la Gestalt. Los estudiantes de medicina aseguraban
querer aparecer como compañeros a sus pacientes, y no como figuras
revestidas de autoridad.
En 1978, Doug Outcalt, último presidente anterior de la AMSA,
fue invitado a dar una conferencia en Denver ante la asamblea
fundacional de una nueva organización médica: la Asociación Médica
Holística Americana. En su conferencia, urgió a los presentes la
necesidad de servir de modelos a aquellos estudiantes que estaban
buscando un enfoque de la atención sanitaria más humanista y más
abierto. Según dijo, los estudiantes de medicina podían dividirse en
tres clases: los tradicionistas, contentos de seguir practicando la
medicina tal como lo habían hecho sus padres; los acomodaticios, que
no aprueban el sistema, pero son incapaces de imaginar que pueda
cambiar; y los buscadores, que se interesan de forma activa en todas
las vías alternativas. «Ustedes pueden ayudarnos», les decía Outcalt.
«Infíltrense en las comisiones de admisión y en las encargadas de
organizar el curriculum. Métanse como profesores en las escuelas de
medicina. »
La conspiración y la crisis están cambiando realmente a las
escuelas de medicina. Muchos de los que respondieron al cuestionario
de la Conspiración de Acuario son profesores en esas escuelas, que
no se limitan a ofrecer a sus estudiantes un testimonio de un
paradigma más generoso, sino que organizan también continuamente
programas médicos educativos para doctores en ejercicio. (Muchos
Estados exigen que los médicos actualicen su formación con un
mínimo de horas de asistencia a cursos de reciclaje durante el año.)
En Sacramento, el comité legislativo sobre asuntos médicos del
parlamento californiano estaba debatiendo acerca de la procedencia
de los cambios introducidos en los curriculum de las escuelas
médicas. Un conspirador psicólogo, amigo del presidente del comité,
se presentó a sí mismo diciendo: «Yo represento a todas las personas
del Estado de California que no son médicos». Y a continuación, hizo
una serie de recomendaciones sobre la necesidad de humanizar la
formación de los futuros doctores. Ante la protesta de los decanos de
las escuelas de medicina de que los cambios sugeridos serían difíciles
y complicados, respondió con suavidad: «Estoy de acuerdo,
probablemente toda innovación es demasiado difícil para nuestras
escuelas de medicina». Los decanos recogieron velas enseguida:
Bien, tal vez no fuera tan difícil.
Pero por encima y más allá del impulso consciente de la
Conspiración de Acuario, la implosión de conocimientos y el fracaso
de la «medicina racional» son vectores inexorables de cambio.
La vida no ha sido fácil para la mayoría de los médicos que se
han visto sorprendidos por el cambio de paradigma. Se encuentran
entre dos generaciones, ni lo suficientemente jóvenes como para
adentrarse con facilidad en las nuevas concepciones, ni lo
suficientemente viejos como para poder morir envueltos en el sueño
tecnológico, protegidos por su aura de doctores. Muchos profesionales
del campo de la salud han estado desempeñando por todo el país el
tipo de «liderazgo transformador» descrito por James MacGregor
Burns (ver capitulo 7). De algún modo, están intentando romper su
propio acondicionamiento cultural, pues la formación médica
occidental no es sino una estrecha subcultura, «la áspera tradición de
Galeno», como la llamaba un antropólogo especializado en temas de
medicina.
El ideal holístico no es del todo nuevo. En un ensayo titulado «La
necesidad de un nuevo modelo médico», publicado en la prestigiosa
revista Science, George Engel señalaba que este enfoque ya se habla
intentado en la escuela médica de John Hopkins antes de 1920. Un
médico, Arnold Hutschnecker, hada una vigorosa defensa de la
medicina psicosomática en su libro The Will to live (La voluntad de
vivir) publicado en 1950. La preocupación del médico por la
enfermedad y la preocupación del psicoanalista por la mente
requerían una síntesis, pues la verdad no es monopolio de ninguna
rama de la medicina. «Ambos puntos de vista tienen que encontrarse
y fundirse, y su fusión se dará, más profundamente que en los demás,
en los médicos de medicina general. »
Lo que Hutschnecker no podía prever era la rápida desaparición
de los médicos de medicina general. En 1950, casi el noventa por
ciento de los que terminaban sus estudios en las escuelas de
medicina se dedicaban a ejercer como médicos de cabecera. Hacia
1970 ese número había bajado a menos de un 10 por ciento. No sólo
mente y cuerpo se consideraban como campos separados, sino que
cada parte del cuerpo se había convertido en un campo de
especialización.
La especialización era el resultado comprensible, y tal vez
inevitable, de la confianza depositada por las escuelas de medicina en
el Test de admisión a las Facultades de medicina (MCAT:
Medical College Admissions Test). Según Harrison Gough, un
psicólogo de la universidad de California en Berkeley que se ha
dedicado a estudiar a los estudiantes de medicina desde 1951, este
test ha configurado a toda una generación de médicos nortea-
mericanos, al haber determinado la selección de estudiantes con un
temperamento determinado. Como se exigían altas puntuaciones para
la admisión, el test eliminaba a muchos sujetos «prácticos y buenos
trabajadores», en favor de quienes presentaban una fuerte orientación
académica. Estos individuos, de tipología escolar, tendían a dedicarse
a la investigación o a especialidades como radiología o anestesiología.
«La confianza en el test ha producido una generación de doctores
poco inclinados a hablar con sus pacientes de las causas posibles de
que les duela el estómago. »
Gough descubrió que a lo largo de los años los estudiantes de
medicina más creativos eran los que más probabilidades tenían de
abandonar la carrera. «No es que no sirvieran para médicos. Lo que
pasa es que no podían tolerar la cadena de trabajos forzados que
suponía la densa y rígida estructuración de los programas de las
escuelas de medicina. » Especialmente en los últimos años, muchos
de los mejores médicos en potencia ni siquiera tenían opción de llegar
a abandonar los estudios. Una competencia de intensidad creciente
para cubrir un número de plazas relativamente escaso significaba la
exigencia de unas puntuaciones medias espectaculares como
requisito previo de admisión. El calor humano, la intuición y la
imaginación son justamente las características con mayores
probabilidades de exclusión cuando el interés se centra en los niveles
escolares y en las puntuaciones obtenidas en los tests. Realmente, las
escuelas de medicina estaban cerrando sus puertas al hemisferio

11
derecho del cerebro. No había cupo alguno para la creatividad.
En abril de 1977, cerca de treinta mil aspirantes fueron sometidos
a un MCAT radicalmente distinto, que debía discriminar las solicitudes
de entrada en las escuelas de medicina para el curso 1978-79. Por su
misma naturaleza, el nuevo test venía a suavizar la aguda tendencia
competitiva que hasta entonces había resultado favorable a los mejor
capacitados en el campo de las ciencias. El nuevo test hacía posible
también el acceso a los mejor dotados en campos no científicos. Más
aún, tomaba en cuenta características nunca antes exigidas, como la
capacidad de síntesis, la habilidad para descubrir pautas, para hacer
extrapolaciones, y para dejar de lado los datos irrelevantes. Pocas
eran las preguntas a las que podía responderse de forma precisa y es-
cueta.
El nuevo MCAT era el primer test de admisión a las facultades de
medicina realmente nuevo desde 1946. La Asociación Americana de
Facultades de Medicina, que había invertido un millón de dólares en el
encargo del nuevo test, ha empezado a tomar activamente en
consideración diferentes estrategias para evaluar las diversas
especies de rasgos humanos susceptibles de integrar la figura de un
buen médico. «Todo el mundo está de acuerdo en lo importante que
son los rasgos no considerados por las pruebas cognitivas: de una
importancia tal vez más crucial que los conocimientos de medicina del
candidato. »
Las facultades médicas están asimismo evaluando el impacto del
curriculum como tal en la personalidad del estudiante. Un antiguo
decano de la escuela médica de Harvard señalaba que «hay menos
libertad intelectual en la carrera médica que en casi cualquier otra
forma de educación para el ejercicio profesional en este país».
Howard Hiatt, decano de la Escuela de Salud Pública de Harvard,
urgía la necesidad de ampliar la educación médica, que se había
mantenido durante demasiado tiempo «aislada de la riqueza de la
corriente general universitaria».
Al requerir conocimientos científicos equivalentes a solamente el
primer año de carrera, se espera que el nuevo test suponga un
estímulo a los estudiantes que desean cursar medicina para que opten
por una formación humanística. De hecho, hay una tendencia pequeña
pero significativa en las escuelas de medicina a fomentar las
solicitudes de quienes sobresalen en el campo de las letras. En la
universidad McMaster de Hamilton, Ontario, los estudiantes de
medicina que comienzan están divididos en partes aproximadamente
iguales en razón de su procedencia del campo de las ciencias o del de
humanidades.
Los estudiantes de medicina están comenzando a exigir (e
incluso a organizar) cursos sobre nutrición, medicina psicosomática,
biofeedback, acupuntura, y otras alternativas no tradicionales.
En una conferencia pronunciada ante profesores y alumnos de la
escuela médica de la universidad de California en San Francisco, un
interno, Scott May, proclamó la necesidad de respetar y cultivar los
aspectos femeninos. Ofreció toda una lista de ejemplos que
testificaban una orientación exageradamente masculina: la presión
ejercida por las escuelas médicas sobre los estudiantes hasta el punto
de hacerles ignorar el estado de agotamiento de sus propios cuerpos,
la «objetivación» del paciente que priva al doctor de la necesidad de
comprender sus propios sentimientos, la falta de sentido compasivo, el
número de suicidios, de crisis de abatimiento y de abuso de drogas
registrado entre los doctores. «Valoren, en vez de denigrarlos, a
aquellos estudiantes que den muestras de una mayor sensibilidad y de
estar más en contacto con sus propios sentimientos y con los de sus
pacientes. Búsquenlos desde el comité de admisiones. » Y a sus
compañeros de clase, les decía: «No os olvidéis de vuestro corazón...
».
Un estudiante de medicina de Yale, Tom Ferguson, ha
conseguido un gran éxito en el lanzamiento de una revista, Medical
Self Care (El cuidado médico de sí mismo), que contiene artículos
sobre nutrición, psicología, ejercicio, psico-técnicas, hierbas, drogas, y
otras alternativas. Ferguson ha comenzado también a impartir un
programa de educación de adultos, y afirma: «Tal como está
establecido hoy en día el curriculum de las escuelas de medicina,
quienes se han interesado por la medicina por razones puramente
humanísticas deben atravesar una serie de situaciones que les
mantienen apartados de todo contacto con los pacientes durante dos,
tres o incluso cuatro años». Para conseguir un contacto humano, una
serie de estudiantes de la escuela de medicina de la universidad de
Louisville, que se sentían frustrados, decidieron abrir su propia clínica
privada gratuita.
Los médicos más jóvenes se sienten solidarios de los profesio-
nales de la salud, aunque no sean médicos. Muestra típica de ello, es
esta carta dirigida al editor del American Medical News, en protesta
por un artículo que había tachado de charlatanes a los quiroprácticos.
El estudiante decía: «Trabajemos con los quiroprácticos». La vieja
preocupación por el poder (quién es el experto, quién tiene la
autoridad) está desapareciendo. En un buen número de programas
médicos innovadores, los psicólogos tienen tanta importancia como
los doctores en medicina. En California se está impartiendo a título
experimental un doctorado en salud mental, que consta de una mezcla
de cursos de psiquiatría, psicología y asistencia social. Las antiguas
distinciones jerárquicas también están cayendo: los psiquiatras piden
consejos a los psicólogos, los ortopedas a los quiroprácticos, los
oftalmólogos a los optómetras. Enfermeras, comadronas, consultores
familiares, consultores laicos, clérigos, curanderos, terapeutas
corporales, físicos, ingenieros médicos..., todos tienen un lugar en la
medicina holística. Como decía un anatomólogo de la escuela de
medicina de California, «todos tenemos una parte de verdad. Nadie la
tiene entera». Hiatt, de la universidad de Harvard, afirmaba:

"Han pasado los días en que el médico era el único personaje


central en el campo de la salud. Por hábiles que puedan ser los
médicos. - - tenemos necesidad de los demás profesionales
implicados en el sistema, porque la atención médica, por bien
dispensada que esté, no es la única solución a la mayor parte de
los problemas de salud con que nos tropezamos".

Según Hiatt, el tema está necesitado de una contribución desde


el campo del Derecho y de la Economía, como también de las ciencias
biológicas y matemáticas, de la administración pública, de la empresa,
el periodismo, la ética y la educación7.

12 Maneras de vivir, de morir, de curar

Todo lo importante ya ha sido descubierto, decía un sabio. Lo


único que hace falta es volverlo a descubrir. El interés actual en torno
a la curación es una especie de recuerdo colectivo, una vuelta a las
antiguas comadres y a los viejos galenos. Hipócrates, que tanta
importancia daba a los factores mentales y ambientales, podía
habernos prevenido contra las consecuencias de la especialización
médica.
Los descubrimientos científicos que han puesto de relieve la
riqueza y la complejidad de la naturaleza revelan la pobreza de
nuestra forma ordinaria de considerar la salud, especialmente nuestro
empeño por intervenir desde el exterior, de manera forzada e
irrespetuosa, en sistemas cuyo equilibrio interno es tan delicado que
sólo admiten corrección de parte del «médico interior». Así como las
reformas exteriores sólo ejercen un efecto limitado sobre el cuerpo
político, de igual forma los tratamientos externos son insuficientes para
curar el cuerpo si el espíritu está en conflicto.
En muchos casos se están volviendo a adoptar métodos tradi-
cionales, no tanto por nostalgia, cuanto por reconocer que los métodos
«modernos» han sido una aberración, al intentar imponer algún tipo de
orden estúpido a una naturaleza mucho más ordenada de cuanto
podamos imaginar. Por ejemplo, el siglo veinte nos ha traído la
alimentación infantil por biberones cada cuatro horas, ha ajustado los
partos y las cesáreas a las conveniencias de los médicos y los
hospitales, ha confinado el nacimiento y la muerte a recintos aislados,
estériles, desprovistos de todo consuelo humano.
En un parto moderno típico, se saca al niño, drogado, de su
madre, asimismo drogada, se le somete a un shock de luces brillantes
y ruidos estruendosos, se le envuelve en tiras, se le empaqueta, y se
le coloca en una caja de plástico. Su padre puede contemplarlo a
través de un cristal, sus hermanos ni eso. Y sin embargo, hoy en día
se sabe que entre madre e hijo se crea un «lazo» físico y emocional
decisivo, con tal de darles tiempo suficiente después del
alumbramiento: parece que el contacto visual y táctil, la sonrisa y el
amamantamiento producen un efecto a largo plazo sobre su mutua
relación y el desarrollo posterior del niño. Prácticas tomadas de otras
culturas, y viejas costumbres propias resucitadas, nos descubren los
sorprendentes beneficios que se derivan del comportamiento
«natural» con el recién nacido: los tiernos abrazos de la madre, el
jugueteo del padre, la leche materna que contiene sustancias de
importancia crucial para el desarrollo, la voz humana que
desencadena en el niño toda suerte de micromovimientos.
La importancia de esa vinculación ha podido ser cuantificada en
numerosos estudios interculturales, que han demostrado la existencia
de fuertes correlaciones entre ese lazo y la sensibilidad ulterior de la
madre, el cociente intelectual a largo plazo del hijo y la menor
incidencia de abuso o descuido por parte de la madre. Parece que
existe también una vinculación paterna. En Suecia, los padres a
quienes se les permitió estar en contacto con sus bebés en el hospital,
continuaban teniendo con ellos un contacto mucho mayor tres meses
más tarde. Otros estudios a largo plazo han demostrado una
capacidad social muy superior en los hijos de padres que se ocuparon
de ellos y los cuidaron en su primera infancia.
Al principio, la profesión médica no prestó el menor interés al
establecimiento de esos lazos. Cuando se decidió a capitular, lo hizo
de forma repentina e inesperada. En 1978, la AMA (American Medical
Association) hizo público su respaldo a los enfoques obstétricos que
toman en consideración la importancia de la vinculación madre-hijo.
Obviamente, los hospitales modernos no fueron diseñados
pensando en rodear los nacimientos de un entorno familiar, lo que ha
dado lugar a una enorme oleada de nacimientos en casa en los
últimos años. Al principio, la profesión médica contemplaba con
alarma esta tendencia, pero lo que supuso un auténtico shock para
ella fue la constatación de que ello traía consigo un mayor coeficiente
de seguridad. Después de haber estudiado casi mil doscientos casos
de nacimientos en familia, el Ministerio de Salud del Estado de
California encontró que este tipo de alumbramientos era más seguro
que la media estatal en cualquier forma de cómputo (es decir, incluso
excluyendo a las madres que, por ofrecer mayores riesgos, habían
sido atendidas necesariamente en hospitales). En los partos
hospitalarios se registraron más del doble de fallecimientos entre los
recién nacidos, y en presencia de complicaciones, ¡las comadronas
sobrepasaron en eficiencia a los propios médicos! (Por ejemplo, las
técnicas empleadas por las comadronas reducían los desgarros a un 5
por ciento de los casos, mientras que en los partos asistidos por
médicos el porcentaje se elevó al 40 por ciento.)
A la vista de la actitud de rebelión de los potenciales usuarios de
sus servicios, un número creciente de hospitales se ha aprestado a
hacer la competencia, intentando convertir el departamento de
obstetricia en un «hogar lejos del hogar», dotándole de un entorno
humano con la ventaja de tener acceso a todo tipo de instalaciones de
emergencia. En el New Life Center del Hospital Familiar de
Milwaukee, y en los Centros de Nacimiento Alternativo del Hospital
General de San Francisco y del Hospital Presbiteriano de Hollywood,
los padres, junto con sus demás hijos, viven en apartamentos de
aspecto hogareño, en los que pueden escuchar música, visitarse unos
a otros durante los dolores del parto, y comer juntos.
Muchos hospitales han adoptado el método de alumbramiento
del obstetra francés Frederic Leboyer. El niño viene al mundo en un
entorno silencioso, debidamente iluminado, donde es acogido y
masajeado con suavidad, metiéndosele enseguida en un baño
caliente. Un médico del Centro médico presbiteriano de San Lucas en
Chicago señalaba la «sonrisa casi universal» que aparece cuando el
bebe se estira. Un médico de Florida lo describía a sus colegas,
diciendo: «No es un procedimiento, sino una concepción». Leboyer ha
descrito su descubrimiento gradual de la conciencia y la inteligencia
del recién nacido, fenómeno contra el que había sido prevenido a lo
largo de su formación médica. «Es toda una persona, plenamente
consciente, merecedora de respeto. » Una investigación francesa ha
estudiado ciento veinte bebes nacidos con el método Leboyer, todos
ellos hijos de madres de la clase trabajadora, que no sabían nada
acerca del método, a su llegada al hospital para dar a luz. Estos bebés
obtuvieron mejores puntuaciones que la media de los restantes en las
escalas de psicomotricidad, tenían mejores digestiones, anduvieron
antes, y, sorprendentemente, tenían mayores probabilidades de
resultar ambidextros.
Leboyer participó en la conferencia que tuvo lugar en Los
Angeles en 1978 y que tenía como fin organizar una fundación, Our
Ultimáte Investment, dedicada al «nacimiento consciente», y
patrocinada por Laura Huxley, viuda de Aldous Huxley. El fuerte
convencimiento acerca de los aspectos espirituales y psicológicos del
parto, la atención infantil y la vinculación madre-hijo ha conducido a la
creación de una red, que lleva el nombre de NAPSAC (National
Association of Parents and Professionals for Safe Alternatives in
Childbirth). El interés por el tema, extendido por todo el país, ha
inspirado la organización de conferencias, seminarios, libros y redes
informales de mutua ayuda. Y ha favorecido también en gran medida
el aumento del apoyo ofrecido a los métodos naturales reconocidos de
asistencia en torno al nacimiento, como el método Lamaze y la Liga de
la Leche, red de mutua ayuda para mujeres que desean amamantar a
sus hijos.
Una mujer de las que respondieron al cuestionario de la
Conspiración de Acuario describía el nacimiento de su hijo como «una
experiencia altamente psicodélica sin drogas, una experiencia
cumbre». Su esposo, que actuó de comadrón, consideraba también el
nacimiento como uno de los momentos cumbres de su vida, y se
sentía «haber nacido como padre». La madre aseguraba sentirse
agradecida a todas las mujeres que la habían precedido «pariendo a
sus hijos a su manera, y luchando por sacar el nacimiento del campo
de la medicina para devolverlo a los padres y a los hijos, que es a

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quienes pertenece».
Y si el número de padres progresistas que reclaman que el
nacimiento tenga lugar en su casa o en un entorno similar al
doméstico no deja de crecer, también muchas personas que se
encuentran al borde de la muerte desean morir en sus casas o buscan
para ello alguna de las pocas instituciones u hospicios disponibles,
concebidos como centros humanos de atención a los moribundos
según el modelo del hospital de St. Christopher's en Londres. Los
defensores de este movimiento institucional lo describen como «una
concepción, más que un lugar específico, exactamente como se dijo
del método Leboyer, considerado como tal más que como una técnica
específica. «El movimiento hospicial», decía un informe publicado en
la revista Science, relativo a un encuentro de dos días de duración
celebrado por los Institutos Nacionales de Salud en torno al tema de
los hospicios "lejos de constituir un fenómeno aislado y especializado,
proporciona un modelo para replantear sobre nuevas bases todo el
sistema de atención a la salud."
«En último término, lo que determina la cuestión del derecho a
morir, es el concepto que se tiene de la vida, no el concepto de la
muerte», apunta Hans Jonas, profesor de filosofía en la Nueva
Escuela de Investigación Social. «La responsabilidad de la medicina
se extiende a la totalidad de la vida. Y su deber es proteger la llama de
la vida mientras arde, pero no, conservar las ascuas del rescoldo.
Menos aún, consiste en infligir sufrimientos y en acumular
indignidades. » En muchos Estados cabe hoy en día rechazar la
tecnología para retrasar la muerte, tubos, respiración artificial, etc., en
nombre del «derecho a morir».8
El proyecto Shanti de Berkeley emplea consejeros profesionales
y voluntarios para atender amorosamente a los moribundos y a sus
familiares. En el Centro de Curación Actitudinal de Tiburón, en
California, el psiquiatra Gerald Jampolsky supervisa a un grupo de
niños amenazados de muerte por enfermedades como leucemia.
Semanalmente, se reúnen en las casas de unos y otros para compartir
sus temores, para meditar juntos, y para aportar pensamientos
positivos de curación a los que, de entre ellos, se encuentran en crisis.
El centro, gracias a una subvención concedida por la compañía Pacific
Bell, ha podido crear una red telefónica de mutua ayuda, de modo que
los niños de todo el país pueden hablar entre sí y comunicarse sus
experiencias comunes en relación con las enfermedades peligrosas
que padecen o han padecido.
De todas las profecías que nuestra cultura se encarga de cumplir,
la presuposición de que el cumplir años equivale, a partir de un cierto
punto, a entrar en la cuesta abajo y a comenzar a flaquear de la salud,
es la más mortífera. Aunque las investigaciones han demostrado que
hay muchas formas de llegar a una edad avanzada, nosotros nos
sentimos predispuestos a la senilidad y a la muerte. Retiramos a las
personas de edad de todo trabajo significativo: a los ancianos ricos se
les atrae a ghettos soleados y sin niños, y los ancianos pobres son
abandonados a su suerte en vecindarios que sus propias familias
dejaron tiempo atrás. Incluso los enfermos que pueden andar son con
frecuencia internados en casas de salud.
Pero ha llegado la revolución. No se trata sólo de una minoría de
ancianos que se expresa con canciones diciendo: «No, no iremos»,
sino de una generación joven que, simpatizando con su causa, es
probable que milite con más fuerza en su favor. Las ideas de Maggie
Kuhn, de las Panteras Grises, son características de las concepciones
del Centro Radical con respecto a las personas de edad:

"No es preciso que midamos nuestras fuerzas contra los


jóvenes. No queremos ser adversarios. Si no que juntos, junto con
vosotros, jóvenes, queremos conspirar. Necesitamos un cambio
social radical, un programa nuevo. Un programa semejante incluiría
una política de alojamientos que permitiera la integración de las
diversas edades, y pondría fin al retiro obligatorio.
Juntos podríamos diseñar centros de salud holística, plantear
cambios y desafíos que muestren el camino de una amplia
transformación institucional.
Estamos experimentando una nueva forma de humanidad y el
poder de nuestra energía corporativa para cambiar la sociedad.
Me entristece contemplar que quienes están en mi misma
situación dirigen todos sus esfuerzos a conseguir algún trato
ventajoso, como una reducción de impuestos. Los tratos de favor
son Novocama. Alivian el dolor, pero no resuelven el problema.
Podemos formar una coalición. Y podemos experimentar.
Aquellos de nosotros que somos viejos podemos permitirnos vivir
peligrosamente. Tenemos poco que perder".

Kuhn anima a sus colegas a asistir a cursos universitarios, a


enrolarse en actividades autorrealizadoras, y a acometer iniciativas
imaginativas. Un grupo de Panteras Grises compró conjuntamente
varias casas antiguas en una ciudad, para renovarlas, o bien para
ocuparlas o alquilarías.
El programa nacional SAGE, Senior Actualizations and Growth
Explorations (Exploraciones para la actualización y crecimiento de los
ancianos) combina terapias espirituales y corporales: acupuntura,
meditación, Tai Chi, música, e incluso oportunidades de intercambio.
La Asociación Nacional de Gerontología Humanista, de reciente
creación, reúne a profesionales interesados en fomentar enfoques
alternativos del envejecimiento. A las reuniones del Phoenix Club,
fundado por Jerome Ellison, pueden asistir personas de todas las
edades. Las actividades y el apoyo mutuo pretenden hacer de la
segunda mitad de la vida una aventura creativa y espiritual.
Como podía predecirse, han surgido también nuevas maneras de
enfocar el tratamiento de los desórdenes mentales. La ciencia médica
no se siente tan segura ya de la eficacia de sus métodos
convencionales, ni siquiera de sus principales medicamentos
tranquilizantes. Los nuevos medicamentos han aumentado
grandemente el número de pacientes hospitalizados capaces de
volver a funcionar en el mundo ordinario cotidiano, pero han hecho
poco por atajar la disonancia interna que ayudó a desencadenar la
psicosis.
La psiquiatría de Occidente está comenzando a sentir respeto
por las ideas de ciertas sociedades que consideran la locura como un
intento de hacer surgir una nueva visión de las cosas. Una psicosis
aguda podría ser una especie de estrategia eruptiva para resolver un
conflicto, un proceso natural posiblemente valioso, en vez de un
síntoma que deba ser erradicado con la mayor rapidez. El aislamiento
en un lugar seguro y la comprensión resultan a veces más efectivos
que el potente medicamento, de efectos puramente transitorios, que
generalmente se administra a los pacientes psicóticos. En un estudio
realizado en California, los jóvenes esquizofrénicos que no fueron
medicados se recobraron de sus psicosis agudas dos semanas más
tarde que aquellos a quienes se administró Thorazine, pero tuvieron
que ser reingresados con mucha menor frecuencia a lo largo del año
siguiente.
Psiquiatría significa literalmente «medicina del alma». No es
probable que pueda curarse un alma rota con grandes dosis de
tranquilizantes; más bien, lo que hacen es interrumpir las pautas
cerebrales de desasosiego y conflicto, al alterar más aún la química
perturbada del cerebro. Si recordamos que el cerebro tiene capacidad
para negar o para transformar el conflicto, podemos entender la
observación de Menninger, cuando dice que muchas personas que se
recuperan de su locura se ponen «mejor que bien». Han alcanzado un
nuevo nivel de integración; es otro ejemplo de cómo el estrés puede

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conducir a una evolución individual.
Algunas comunidades organizan retiros, para que las personas
que sufren tensiones puedan encontrar descanso y ayuda antes de
que sus conflictos traspasen los limites que pueden soportar. Algunos
de estos retiros se ocupan incluso de perturbaciones psicóticas.
Diabasis House en San Francisco y Crossing Place en Washington
son instituciones residenciales que han demostrado su eficacia incluso
con pacientes psicóticos agudos, y cuestan mucho menos que los
hospitales psiquiátricos.
El miedo frente a los comportamientos creativos y los estados
místicos ~s decir, frente al lado intuitivo de la experiencia humana- ha
conducido a innumerables cazas de brujas a lo largo de toda la
historia. El psiquiatra R. D. Laing culpa de ello a la ambivalencia de la
sociedad respecto de las necesidades interiores, y a su unánime
rechazo frente a toda aspiración espiritual, escollo en que han
naufragado tantos artistas y místicos a lo largo de la historia. Hoy en
día, un número creciente de antiguos enfermos mentales está uniendo
sus fuerzas para oponerse a lo que consideran un tratamiento
insensible de la enfermedad mental, y para promover una mayor
confianza en terapias tan poco intervencionistas como el biofeedback,
la meditación, la nutrición y el aislamiento, en lugar de acudir a los
medicamentos o al electroshock. Una de estas redes es la Asociación
de Alternativas Psiquiátricas del Área de la Bahía. Muchos psiquiatras
están interesados en las terapias alternativas.
Hay también un interés creciente por los sistemas tradicionales y
populares de curación. Médicos, enfermeras, psicólogos y
antropólogos están asomándose a prácticas chamánicas (técnicas
nativas de curación) de diversas culturas: chinas, nativas de América,
tibetanas, africanas, japonesas. Las compañías de seguros
reembolsan hoy día a los esquimales de Alaska el importe de sus
visitas a sus propios chamanes, y a los Navajos de Arizona, las visitas
a sus curanderos. Los chamanes ayudan al enfermo a buscar el
sentido de su enfermedad en su entorno familiar o comunitario. Los
sistemas tradicionales de sanación consideran la enfermedad como
una perturbación de la armonía del individuo con los demás y con la
naturaleza.
La medicina popular de Brasil, conocida a veces como cura,
puede ser un anticipo de la síntesis que se está operando en algunas
partes del mundo. La cura es una mezcla de medicina occidental,
sanación espiritual, herboristería, homeopatía, y tradiciones curativas
africanas y amerindias. Se cree que alrededor de sesenta millones de
brasileños participan de la cura, pero ese número está creciendo
rápidamente con nuevos usuarios provenientes de las clases medias y
bien educadas. La cura comprende el cuerpo, las emociones y el
alma. Hay un gran respeto por la «ascendencia moral» del sanador,
pero también por los conocimientos del médico adquiridos a lo largo
de su formación. La cura da importancia a todo lo que es eficaz para
curar, y proporciona un grupo de apoyo a los que acuden a ella.

El poder curativo

«Estoy convencido de que el poder curativo es algo real», afirmó


Jerome Frank en Nueva York en una conferencia sobre sistemas de
medicina alternativa. Pero a continuación expresó sus dudas de que
en un futuro próximo pudiera ser apreciado con claridad suficiente
como para conseguir plena aceptación por parte de los científicos
occidentales.
Hoy en día contamos, no obstante, con una rejilla científica
explicativa que permite entender la existencia de una resonancia
curativa entre las personas. El teorema de Bell, las teorías holo-
gráficas de Bohm y Pribram, y otras hipótesis radicales proporcionan
un modelo para poder comprender la conexión entre las personas. La
imagen del cuerpo como un campo reactivo de energía, predominante
en la filosofía oriental, coincide con la evidencia de que los meridianos
de la acupuntura son reales y de que los chakras de la tradición
budista pueden también tener un fundamento real. Dolores Krieger,
profesora de enfermería en la universidad de Nueva York, ha
demostrado elegantemente la producción de cambios en los valores
de la hemoglobina en pacientes sometidos a una especie de
«scanning» curativo, en el que los que lo practican no tocan siquiera el
cuerpo, pero intentan sentir los cambios de sensaciones inducidas por
él, calor, frío, cosquilleo, según pasean sus manos por encima de
regiones del cuerpo determinadas.
Hay también otros fenómenos que evidencian la realidad del
poder curativo: la presencia de frecuencias cerebrales inhabituales en
las personas que intentan sanar a otros con su poder, cambios
enzimáticos, cambios electroencefalográficos en el «sanando», la
remisión inexplicable de tumores en ciertos casos, y otros ejemplos
atestiguados de curaciones más rápidas de lo normal. Los médicos
sienten gran interés en estos fenómenos. El método de Krieger, por
ejemplo, ha sido dado a conocer a miles de personas por todo el país
a través de talleres de un día de duración sobre el «toque
terapéutico», especialmente a enfermeras, y la propia Krieger ha sido
invitada por varios hospitales de Nueva York para enseñar el método a
todos sus equipos de enfermería. Muchos doctores también utilizan
hoy métodos parecidos. Sanadores no ortodoxos, como Rolling
Thunder, Olga Worrall, Paul Solomon y Jack Schwarz, han
pronunciado conferencias en diversas escuelas de medicina y han
dirigido talleres para médicos y estudiantes de medicina.
Aunque la sanación psíquica pueda resultar ser un valioso
auxiliar de la medicina en el futuro, no es probable que llegue a
convertirse en una forma de tratamiento principal, por una razón muy
sencilla. El «sanador» se comporta de una forma muy similar al doctor,
esto es haciendo algo al paciente. Los sanadores chamánicos, los
curanderos de Sudamérica, por ejemplo, advierten a sus clientes que
ellos pueden influir sobre los síntomas, pero que lo que no pueden es
cambiar el proceso interno causante de la enfermedad. Los síntomas
pueden desaparecer por un tiempo, pero lo más frecuente es que no
se haya cambiado la matriz más profunda de la enfermedad.
Solamente la persona misma puede curarse desde dentro.
Sin embargo, el estado mental que requiere la sanación es
específicamente beneficioso para el sanador, y también para la
relación entre terapeuta y paciente. Un científico británico ha
observado una configuración específica de los ritmos cerebrales en la
mayoría de los sanadores espirituales estudiados por él. (En Inglaterra
hay miles de sanadores con licencia, permitiéndoseles trabajar en los
hospitales.) Un médico, conectado al aparato detector de ondas
cerebrales, no conseguía en su ansiedad reproducir esa pauta
característica. Finalmente, el investigador le sugirió con simpatía:
«Imagínese que está tratando a un paciente. Pero no tiene medicinas,
ni equipo. No puede ofrecerle nada, salvo su compasión». Al punto, la
frecuencia cerebral del médico adquirió la pauta característica del
«estado curativo».
Rober Swearingen, un ortopedista de Colorado, cuenta haberse
encontrado un día en una sala de urgencia con un paciente que sufría
intensos dolores por haberse dislocado un hombro. El resto del equipo
clínico estaba atendiendo un caso aún más urgente, de modo que ni
siquiera podía llamar a una enfermera para poderle administrar algún
tranquilizante o algún analgésico.
"En ese momento, me sentí abrumado por una sensación de
impotencia y de dependencia con respecto a la tecnología. Parte
para entretener al paciente, parte para calmarme a mí mismo,
comencé a sugerirle que se relajara. De pronto, sentí cómo el
hombro se aflojaba, y con la colaboración del paciente, pude
volverlo a su lugar sin causarle dolor y sin necesidad de ningún
calmante".

Esta experiencia cambió toda su carrera, no sólo porque a partir


de entonces pudo enseñar a todo el mundo la práctica de este
procedimiento indoloro, sino también por haber descubierto la
importancia crucial del factor humano en la medicina. También
descubrió que podía entablar una relación no verbal con sus
pacientes, una especie de «escucha» que le permitía diagnosticar por
intuición con mucha mayor precisión de lo que habla alcanzado con

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toda su tecnología.
Un famoso psicólogo hizo en una ocasión, privadamente, la
observación de que el biofeedback es la última forma de placebo, un
paso intermedio para médicos y pacientes demasiado apoyados aún
en la tecnología «dura», y que aún no se han dado cuenta de que todo
sucede en el interior de un cerebro «blando», que se desvanece en un
torbellino de partículas cuando se le examina más de cerca. «Todo
está en la imaginación», dijo. Podemos conseguir las cosas tal como
las imaginamos y deseamos.
En el siglo dieciséis, Paracelso decía de los médicos de su
tiempo que «conocen sólo una pequeña porción del poder de la
voluntad». Por otra parte, a otro nivel, todos sabemos que uno puede
morir si tiene «partido» el corazón, que el estado de tristeza
prolongada en una mujer puede afectar al hijo que lleva en su seno, y
que las personas de edad no se vuelven seniles si mantienen vivo el
interés por la vida.
Seguramente, el día de mañana los historiadores se asombrarán
de la herejía que cometimos en las últimas décadas, al dejar de lado el
espíritu, en nuestro esfuerzo por curar el cuerpo. Hoy en día, al
recobrar la salud, nos reencontramos a nosotros mismos.

1. No hay que subestimar el papel de la predisposición genética o


de ciertas influencias exteriores, tales como el fumar. La enfermedad o
la salud se originan en un medio. El hecho que un conflicto no resuelto
o un cambio se traduzcan en enfermedad viene influido en parte por la
vulnerabilidad genética, que nos inclina hacia desórdenes específicos.
Quien tiene una historia familiar con una elevada incidencia de casos
de alergia, diabetes, esquizofrenia o enfermedades cardiacas, es más
probable que experimente este tipo de desórdenes, en caso de estrés,
que cáncer, pongamos por caso.

2. Grant Wood (1892-1942): pintor americano, de Iowa, uno de


los principales exponentes del regionalismo del Midwest. Antiguo
artesano y vidriero, quedó fascinado en Alemania por la obra de los
primitivos flamencos, Memling, Holbein y Durero. En 1930 causó
sensación en Chicago con la exposición de su obra "American Gothic"
que representa a un predicador y su hija, sobre un fondo
arquitectónico neogótico, con una apariencia de realismo flamenco
absolutamente inhabitual en el arte americano. (N. del T.)
3. En la mayor parte de estos estudios, el diagnóstico de cada
paciente viene precedido por el estudio de su personalidad. Aquellos
en quienes más tarde se confirma la aparición del cáncer se comparan
después con quienes ofrecieron características negativas en sus tests.
Algunos estudios han hecho un largo seguimiento, continuado durante
décadas, de algunos grupos, para intentar determinar si quienes
finalmente desarrollaron un cáncer tenían características de
personalidad distintivas, o tensiones vitales semejantes.

4. De hecho, las reuniones de Airliehouse habían venido


precedidas por un «taller de potencial humano» de diez días de
duración, celebrado en Londres en mayor de 1975, en el que varios
conferenciantes, Moshe Feldenkrais, Rick Carlson, Fritjof Capra,
Werner Erhard y otros habían intercambiado ideas sobre el potencial
de cambio social latente en el tema «Fronteras de la medicina y de la
ciencia».

5. Blue Cross-Blue ShieId (Cruz Azul-Escudo Azul): nombres de


las dos asociaciones de seguridad médica privada más conocidas en
los EE.UU. (N. del T.)

6. Todo campo abierto e impreciso como es la "salud holística",


ofrece abundantes oportunidades para el fraude y las promesas
excesivas. Una de las reglas fundamentales consiste en asegurarse
de que los procedimientos no ortodoxos se usan únicamente como
complemento de otros tratamientos convencionales comprobados, en
vez de exponer a los sujetos a riesgos innecesarios. Los eventuales
usuarios de estas técnicas deben precaverse de quienes las practican
haciendo promesas no garantizadas o cobrando por ello honorarios
exorbitantes.
En ocasiones se ha reclamado una especie de licencia para
poder ejercer estas técnicas, pero los debates sobre el tema, por lo
general han llegado a esta conclusión: la medicina holística es una
perspectiva no es una disciplina ni una especialidad. Y ni siquiera se
puede saber con seguridad qué es lo que funciona. Como decía
Marshall McLuhan en una ocasión: "El misticismo es la ciencia del
mañana; hoy no hacemos más que soñarla". No siempre es fácil
definir la línea que divide el nuevo paradigma por loco que parezca, de
lo que solo es pura charlatanería.

7. A fines de 1979, en respuesta a la presión ejercida por el


gobierno y a varios procedimientos judiciales entablados contra ella, la
AMA (American Medical Association) comenzó a difundir un nuevo
código deontológico que admitía la colaboración de los médicos con
otros profesionales de la salud Los psicólogos desafiaban también
ante los tribunales a los colectivos de médicos y compañías de
seguros, reclamando su derecho a cobrar como profesionales de la
atención sanitaria.

8. Otro indicador del cambio que se está operando en medicina


hace veinte arios, sólo el 10 por ciento de los médicos encuestados
eran partidarios de decir a sus pacientes que tengan cáncer, mientras
que una reciente investigación ha encontrado que un 97 por ciento
están a favor de decírselo.

IX. APRENDER A APRENDER

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