Carolina Elizazu - El Acompañamiento en Fin de Vida
Carolina Elizazu - El Acompañamiento en Fin de Vida
Carolina Elizazu - El Acompañamiento en Fin de Vida
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EDITORIAL CCS
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Introducción
CAPÍTULO PRIMERO
2. La «estrategia de acompañamiento»
4. El acompañamiento en geriatría
5. El duelo
CAPÍTULO SEGUNDO
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2.1. La verdad al paciente
CAPÍTULO TERCERO
1. El domicilio familiar
1.1. Ventajas
2. La residencia de ancianos
3. El hospital
5.1. La relajación
5.2. El bíofeedback
5.3. La musicoterapia
5.4. La hipnosis
5.5. La fisioterapia
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5.6. La terapia ocupacional
5.7. La sofrología
CAPÍTULO CUARTO
1.1. El médico
1.2. La enfermera
3.2. El ergoterapeuta
CAPÍTULO QUINTO
1. La familia
2. El voluntariado
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2.5. El voluntariado en el hospital
3. La asistente social
4. El capellán
CAPÍTULO SEXTO
1.3. En el domicilio
2.1. El médico
2.2. La enfermera
2.5. El capellán
Bibliografía
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Expreso mi sincero agradecimiento a todas aquellas personas que con su saber y
experiencia han contribuido a la realización de este libro. Suzanne Choffel, responsable
del voluntariado del hospital Paul Brousse de París; Christine l'Aquitaine y Marie
Quinquis, enfermera y responsable del voluntariado, respectivamente, del Centro Claire
Demeure de Versalles; Simone Verchére, responsable del departamento de voluntarios
del Centro Médico Jeanne Garnier de París y Chantal Lanbére, enfermera coordinadora
del H6tel Dieu de la misma ciudad.
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Las sociedades occidentales han olvidado la muerte. No es,
pues, extraño que la muerte no haya sorprendido tanto al
hombre como en la actualidad.
Pero esto no ocurría en la antigüedad. Djénane Kareh nos describe muy bien la
evolución que la sociedad ha seguido en este sentido y por eso reproducimos a
continuación un extracto de su obra. (1)
«Hasta hace poco, en el medio rural europeo existía el orgullo de haber acompañado
a un enfermo hasta el final de su vida. Este acompañamiento se realizaba de manera
natural con gestos y actitudes que se reproducían a lo largo de las generaciones. Su
misión era asegurar tanto el bienestar corporal como espiritual del enfermo. El papel de
las mujeres era fundamental. Se esforzaban en alimentarle, asearle y reconfortarle pero
sin ánimo alguno de ocultarle la verdad. Aunque lo apoyaban, no dudaban en tratarlo con
dureza en caso necesario. Rezaban y animaban a hacerlo. Hablaban con naturalidad de la
vida y de los acontecimientos cotidianos.
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lecho, hasta el punto de que a finales del siglo XVIII, los médicos que descubrían las
primeras reglas de higiene comenzaron a quejarse del gran número de gente en las
habitaciones.
El instante de la muerte era solemne. Hasta el siglo pasado la agonía era una gran
ceremonia pública presidida por el enfermo. Mientras permaneciera consciente,
tramitaba los asuntos pendientes, repartía su herencia si es que no lo había hecho todavía
y daba sus últimas recomendaciones. Reclamaba la extrema unción y el agua bendita
cuando sentía aproximarse el final. El miedo a la muerte no estaba superado sino
simplemente legitimado. El cura, cuyo rol era fundamental, debía hacer desaparecer los
miedos a base de agua bendita para espantar a los demonios o reconfortar con palabras
tranquilizadoras para calmar el terror a lo desconocido.
Si antes era mucho más simple, había fórmulas y una mayor libertad para expresar
las emociones, hoy la regla consiste en no perder nunca el control de uno mismo. Antes
se iniciaba la conversación de forma casi natural. Hoy, a falta de fórmulas y de ritos
establecidos y en ausencia de convenciones lingüísticas previstas, cada uno debe
inventar frases, crear gestos, actitudes, esperando tal vez la instauración de nuevos ritos
colectivos que faciliten el acercamiento de la muerte. Los tradicionales velatorios
familiares han dejado paso a los tanatorios actuales. Los coches fúnebres se hacen cada
vez más discretos como para no hacernos recordar la brevedad de la existencia. El
término «cáncer» es sustituido en los medios de comunicación por «una enfermedad
11
larga e incurable», para referirse a las personas fallecidas que la han padecido. Aunque
liberalizadas en cuanto a las costumbres, nuestras sociedades son, sin embargo, más
tímidas que antes. (2) La muerte, en lugar de constituir un aspecto de la realidad social,
se convierte en algo desconocido con toda la ansiedad que eso produce. (3)
Nos encontramos así con una evolución de las mentalidades sobre la concepción de
la muerte. «Una muerte bella» era antes la de la persona rodeada de su familia, mientras
que hoy es la muerte súbita, de preferencia durante el sueño. La muerte resulta anónima,
impersonal; el duelo es tabú y desaparece como práctica social más o menos formal.
Incluso el pésame y las expresiones de dolor por la muerte de una persona querida no
son muy bien vistas y quedan relegadas a la intimidad. (4) Los inmensos progresos de la
medicina han provocado la fascinación por la técnica: la reanimación hasta los límites de
la vida. (5) Antes la técnica estaba más o menos ausente del hospital que acogía al
hombre. Se acompañaba bastante bien a los moribundos, pero sólo se sabía hacer eso. A
partir del momento en que el hospital empezó a curar a la gente, olvidó completamente
que tenía también por función acompañar a los moribundos, lo que pareció aterrador y
contrario a su vocación misma. (6)
a)El enfermo sigue siendo un ser humano y, como tal, actor y creador de su propio
camino. Se le considera hasta su fallecimiento como una persona humana, con su
autonomía de juicio, su libertad de expresión, su derecho a relacionarse. (7)
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Acompañar en fin de vida significa ante todo acompañar a los vivos y no a los
moribundos. Hasta que la persona no expira su último suspiro, no solo permanece
en vida sino que debe ser reconocida como viva hasta el final de sus días
respetando lo que es y ha sido, con sus valores, sus creencias, su entorno e
igualmente sus necesidades y deseos. Asimismo, hay que ayudarle a valorizar, dar
sentido y densidad a cada uno de los instantes que le quedan por vivir ayudándole
a hacer proyectos incluso ante el acercamiento de la muerte. (8)
b)En los cuidados paliativos el paciente y la familia son una unidad de tratamiento
porque lo que sucede a uno afecta al otro. La situación de la familia se caracteriza
por la presencia de un gran impacto emocional condicionado a la presencia de
múltiples «temores» o «miedos» que hay que saber reconocer y abordar en la
medida de lo posible. La muerte está siempre presente de forma más o menos
explícita, así como el miedo al sufrimiento de un ser querido, la inseguridad de si
tendrán un fácil acceso al soporte sanitario, la duda de si serán capaces o tendrán
fuerzas para cuidarle, los problemas que pueden aparecer en el momento de la
muerte o si sabrán reconocer que ha muerto, etc. (9)
c)En cuidados paliativos juega un papel importante el lugar donde el enfermo desea
que se lleve a cabo la fase final de la enfermedad y la muerte y siempre se deberá
respetar hasta donde sea posible el lugar elegido por él. Aunque existe el deseo
mayoritario de permanecer y morir en el domicilio, ello no siempre es posible,
debiendo recurrir a soluciones hospitalarias alternativas. Los cuidados paliativos
son útiles y necesarios en todos los sitios. Hay que favorecer el domicilio porque
la presencia familiar y el entorno son factores favorables a la calidad de la vida y
la calidad de los cuidados. Pero también es necesario el hospital para proporcionar
cuidados que no puedan dispensarse en el domicilio, ofrecer un tiempo de
descanso a la familia, un lugar de vida temporal o definitivo, donde el enfermo se
sienta seguro y apoyado personalmente. Lo esencial está en asegurar una
continuidad de cuidados adaptados a las diferentes etapas de la enfermedad.
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d)Los estudios médicos orientados a luchar contra la enfermedad no han dejado
cabida a plantearse la validez o no de proseguir los cuidados curativos. La
importancia otorgada a los cuidados técnicos ha descuidado la calidad humana en
la relación con el enfermo y quienes le rodean.
Pero la renuncia a los cuidados curativos no significa el abandono del enfermo. Los
cuidados paliativos no son una especialidad médica sino una manera de actuar que
reintroduce el concepto de cuidados continuos, cuidados médicos y acompañamiento, es
decir, prolongación del contrato de cuidados y compromiso en la relación de ayuda. En
pacientes con tratamientos largos y complicados la relación habitual médico/paciente no
es suficiente. (10) Necesitan unos cuidados continuos destinados a atenderles durante
todas las fases de la enfermedad, desde el momento del diagnóstico hasta la fase final,
pasando por el control de los síntomas.
Son éstas las premisas que nos van a guiar en el desarrollo de los siguientes
capítulos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
14
(1)KAREH TAGER, Djénane (1999): Vivre la mort. Paris, Éditions du Félin, Philippe
Lebaud.
<http://www.secpal.com/guiacp/index.php>4mayo2OO8.
<http://www.pfizer.es/docs/pdf/salud/0NCOVIDA7.pdf> 14 de noviembre de
2008.
<http://www.pulso.com/urolan_new/urolan/formacion/215.htm> 9 de enero de
2006.
15
No se acompaña a los moribundos sino a los vivos.
• Cuidados paliativos: cuidados que mejoran la calidad de vida de los pacientes y sus
familiares, que se enfrentan a problemas asociados con enfermedades amenazantes para
la vida, a través de la prevención y el alivio del sufrimiento por medio de la
identificación, evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas físicos,
psicológicos, sociales y espirituales.
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• Cuidados en la etapa final: tienen lugar cuando la muerte es inminente, inevitable,
prestando especial atención a los síntomas físicos, psíquicos y necesidades espirituales
de los pacientes y sus familiares. Las medidas de soporte vital sólo pueden conseguir un
breve aplazamiento del momento de la muerte. Esta situación es completamente diversa
de las crisis de especial gravedad que pueden producirse en el curso de una enfermedad
grave. A veces, identificar la situación terminal es relativamente fácil en los procesos
incurables, pero pue de ser prácticamente imposible en enfermedades graves, cuyo
pronóstico no es necesariamente mortal. Para poder hablar con propiedad de estado
terminal ha de tratarse de una enfermedad incurable hoy y ahora con pronóstico infausto
a corto plazo. No es paciente terminal quien se encuentra en una situación grave con
riesgo de muerte a causa de un proceso de naturaleza curable. Ni puede considerarse
paciente en estado terminal al que con una enfermedad incurable y de pronóstico final,
tiene una esperanza de vida razonable superior a seis meses. Tampoco quien está en
estado de coma si todavía no hay evidencia de que sea irreversible. (2)
Los criterios aceptados que definen la fase terminal son los siguientes:
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preventivas de las posibles complicaciones que pudieran ocurrir en el curso de la
enfermedad al ser ésta la única forma de proporcionar calidad de vida a los pacientes. (3)
18
institución o desde el principio del tratamiento en el domicilio. Si la curación no resulta
posible, permanece el consuelo de la gran labor que se puede realizar con el enfermo
controlando su sufrimiento y el de su familia. El control del dolor no es más que una
parte del tratamiento completo de estos enfermos.
El dolor provocado por la enfermedad engendra una situación de crisis que afecta, en
primer lugar, al paciente, pero también al microgrupo social que le rodea, la familia y el
equipo sanitario. Michéle-H. Salamagne habla de la diferencia entre dolor y sufrimiento,
entre «me duele», que es el grito de dolor, y «estoy mal», que requiere tener en cuenta la
globalidad de la persona.
19
factores (Twycross, 1981).
Los fenómenos físicos, pero también los factores psicológicos, pueden exagerar la
percepción del dolor. El enfermo se exaspera cuando plantea preguntas que no obtienen
respuesta, cuando recibe informaciones tan médicas que no puede comprenderlas,
cuando su entorno no cesa de hablar para evitar los silencios o por miedo de sus
preguntas «comprometedoras» o cuando se retira en un «silencio de muerte».
Por último, el sufrimiento añade al dolor físico una dimensión de soledad (C.Jasmin),
pues aunque el enfermo esté acompañado, permanece solo ante su sufrimiento y su
muerte.
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ellos mismos. Dejan entonces mostrar su vulnerabilidad o debilidad y buscan alrededor
de ellos consuelo, afecto, que les reconforten. Los enfermos evocan a menudo su
extrema fatiga, la impotencia, la ausencia de deseos y las ganas de no hacer nada.
Vulnerables y dependientes, sienten el miedo del abandono incluso allá donde se sienten
bien. Este miedo les impide a veces exponer sus críticas por miedo a ser abandonados o
menos queridos después.
2. LA «ESTRATEGIA DE ACOMPAÑAMIENTO»
Según el doctor Comps, no existen enfermos terminales sino pacientes con enfermedades
difíciles de tratar pero en los que siempre existe algo que hacer, fundamentalmente
cuidarlo y controlar sus síntomas. Lo contrario equivaldría a una cierta claudicación en
la asistencia. (7) Como si no hubiera nada más que hacer desde el momento en que se
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conoce la evolución negativa del curso de la enfermedad. ¿Qué hacer pues cuando desde
un punto de vista médico ya no se puede hacer nada por el enfermo? La respuesta está en
intentar ayudar a la persona a vivir mejor ese tiempo que le queda, aliviando
primeramente el dolor que le invade y adoptando lo que se viene llamando una
«estrategia de acompañamiento», (8) expresión que comprende la dimensión espiritual,
psicológica y cultural del acercamiento de la muerte desmedicalizándola así y
permitiendo a cada uno asumir sus responsabilidades en lo que concierne la muerte del
otro: estar con él.
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bello que todavía permanece en ellos («tiene usted una bonita mirada», «está bien
peinado», etc.). Ello les ayuda, a veces, a valorarse un poco más, a no decaer. (10)
Mejorar el bienestar más allá del tratamiento del dolor y de la satisfacción de las
23
necesidades de alimentación
24
antiguos pijamas y batas obligatorios que destituyen a la persona de su personalidad, de
su imagen, incluso de su cuerpo en ese uniforme estereotipado.
Todos estos cuidados tienen un valor relaciona) inestimable. Esta preocupación por
la estética ayuda al paciente a comunicar con su entorno familiar y social en cuanto que
le permite ofrecer una mejor imagen de sí mismo y se siente valorado. Mientras
permanezca la exigencia de gustar sigue existiendo mucha vida. Estas personas no están
todavía preparadas para morir, quieren preservar la imagen de alguien al que todavía se
puede querer. (16)
-Respeto de las convicciones del otro. Si se pueden conocer las convicciones del otro
es importante liberarlo a través del alivio de sus síntomas para que pueda él mismo
ocuparse de lo esencial y, si lo desea, asegurarse de que se ha estado a la escucha
de sus necesidades espirituales y que se han puesto los medios necesarios.
-Respeto del misterio del otro. ¿Quién es? ¿Qué ha sido la persona antes de su
enfermedad?
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-Respeto de la soledad de quien muere. Por mucho que se esté presente junto al
enfermo, llega un momento en que el instante de la muerte escapa al cuidador y,
con ella, el enfermo avanza solo hacia lo desconocido. La creación de este
ambiente depende de las actitudes de los profesionales sanitarios y de las familias,
así como de medidas organizativas que den seguridad y promocionen la
comodidad del enfermo.
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reconocimiento inalienable, es decir, un respeto más allá de las apariencias. Lo que
implícitamente espera el enfermo es ser reconocido y estimado en lo que ha sido y que
perdura detrás de su imagen deformada, incluso dolorosa. Son numerosas las personas
que no han sido nunca valoradas en sus aspectos positivos. Sentirse reconocido como
bueno por otra persona, incluso poco antes de su muerte, alivia y aporta una seguridad
íntima que a veces se ha buscado durante toda una vida. Una confirmación afectiva,
incluso tardía, libera al ser en profundidad, le permite manifestar su «yo», liberar su
facultad de amar.
27
tratamiento, es ser asociado a las decisiones terapéuticas incluso cuando éstas no sean
médicas.
En el apoyo constante, el paciente se muestra cada vez más como es porque no teme
sentirse rechazado o subestimado.
Para afrontar la muerte en las mejores condiciones posibles es necesario tener una
idea suficientemente positiva de la propia existencia. Los enfermos aceptan más
fácilmente llegar al término de su vida cuando piensan que el balance ha sido positivo,
cuando tienen el sentimiento de haber vivido plenamente e intensamente. Pero Cecily
Saunders constata que si el final de la vida provoca el deseo de conseguir lo que se
considera como verdadero y precioso, es te deseo puede crear un sentimiento de
incapacidad para alcanzarlo y, en consecuencia, suscitar sentimientos de amargura,
cólera y ausencia total de sentido, engendrando lo que llama un sufrimiento espiritual.
La búsqueda de sentido
Salvo deterioro mental profundo, parece que se puede todavía crear, avanzar, progresar
de diversas maneras. Una vez aceptada la experiencia de la muerte, se puede conseguir
desprenderse del entorno y conocer una cierta paz, incluso llegar a dar un sentido a la
muerte. La idea de la muerte sitúa al enfermo ante el sentido de su historia personal. Se
cuestiona su finalidad para intentar encontrar un sentido al sufrimiento en un intento de
comprensión de su vida, una relación entre el principio y el final, una utilidad. A través
de este balance, la persona intenta encontrar una unidad y busca identificar y ratificar las
decisiones y las orientaciones fundamentales que han guiado su vida. Es esta ratificación
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lo que da sentido a su vida y seguridad ante la muerte.
El deseo de reconciliación
Para Cecily Saunders permitir a los enfermos confrontarse a la realidad, reconciliarse y
despedirse, es decir, ser ellos mismos, es uno de los desafíos continuos de los
acompañantes. De este modo, para afrontar la muerte de manera tranquila y sereno es
necesario perdonar y ser perdonado y entrar en armonía con la transcendencia, se
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exprese o no de manera religiosa. La búsqueda del perdón es esencial para llegar a la
reconciliación en el seno de las familias, con los allegados pero también consigo mismo.
-El arte: la creatividad humana como expresión de la belleza de los seres y de las
cosas.
-El encuentro entre un hombre y una mujer, un joven y un mayor puede abrir el
camino y una comunión profunda donde cada uno se descubre único pero también
cercano y parecido al otro.
-El culto: el ritual del culto, cualquiera que sea la tradición, significa para los fieles
unidos la apertura al tiempo y a la presencia de Dios. En la adoración compartida
se sienten pertenecer a un mundo que les transciende pero que les da sentido a su
vida actual.
C.Jomoin evoca también el deseo de muchos pacientes de encontrar más allá de ellos
mismos una fuente donde saciarse: «Encontrar una idea, el pensamiento de un autor, la
obra de un músico, la contemplación de una creación artística».
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La necesidad de una continuidad, de un más allá
El enfermo en rebelión busca a menudo un sentido a lo que vive. Parece necesitar situar
su existencia dentro de un conjunto más vasto: familia, grupo, pueblo, humanidad,
naturaleza, cosmos, sentir una continuidad en la defensa de los valores de fraternidad,
justicia, respeto, que proseguirán otros a través de un sindicato, un partido, una iglesia
(Vimort, 1987). Como si su yo con los límites estrechos del cuerpo amenazado de
destrucción, quisiera sentir su pertenencia al mundo y a la historia. Es importante en este
caso unir la experiencia personal del enfermo a la experiencia colectiva, la de la
humanidad, e invitarle a contar sus sueños. Puede significar la necesidad del enfermo de
transmitir un mensaje. Esta necesidad de continuidad se manifiesta también en las
creencias en la reencarnación (Vernette, 1988).
-Con el futuro: el tiempo limitado puede ser vivido como una frustración, una
angustia. Pero puede significar también una apertura a la transcendencia.
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frecuentemente de la familia que solicita la administración de la extrema unción en el
momento en que la proximidad de la muerte de un allegado necesita el signo de una
continuidad, de una trascendencia. Es también la expresión de la fe en la acción concreta
de Dios.
32
En la evolución de la percepción y el conocimiento de su enfermedad, el enfermo se
adaptará como puede y recorrerá de forma más o menos completa las etapas descritas
por E.Kübler-Ross de adaptación a la enfermedad y muerte: negación, enfado,
negociación o pacto, depresión, resignación o aceptación. El conocimiento de estas
etapas puede ayudar al personal médico y de enfermería y a la familia a reconocer las
verdaderas demandas de los enfermos. Las familias atravesarán también estas mismas
etapas y requerirán una especial comprensión si se han detenido en alguna de ellas.
La negación es una estrategia de defensa empleada por quien no tiene los recursos
necesarios para afrontar la muerte inminente. No quiere ver, no quiere saber. Este
sentimiento de «no es posible» expresa, en palabras de Claire Kebers, la lucha entre
nuestra manera de querer ser feliz y la realidad de lo que nos ocurre. Efecto de shock
igualmente para el médico que descubre el mal que deberá revelar a su paciente.
También para los cuidadores que ven el estado del paciente degradarse. Esta primera
etapa es en general breve, pues el enfermo se da cuenta de la importancia de los
tratamientos, de la disminución de sus fuerzas y del cambio de actitud de sus allegados.
Mientras dura, el enfermo tiende a dudar de lo que se le ha anunciado, sobre todo cuando
sus allegados le aconsejan consultar otra opinión «para estar seguro». Busca entonces
informaciones en el diccionario médico, en Internet, incluso en otros médicos de
disciplinas diferentes. Va a cambiar de opinión, recurrir a soluciones que se le aconsejan
de diversas partes. Es una etapa de gran perturbación psicológica en el curso de la cual el
enfermo busca a la persona en quien depositar su confianza para escapar de la muerte.
No obstante, después del rechazo de saber, de la irritación, viene una etapa donde el
realismo y la esperanza luchan abiertamente. El paciente se siente gravemente enfermo.
No duda en hablar de ello y pide tiempo para cumplir una promesa, participar en un acto,
probarse algo a sí mismo una última vez. Los pacientes unen así todas sus fuerzas para
un último esfuerzo. Es la etapa denominada negociación o pacto.
Por último, ante las pérdidas consecutivas a medida que avanza la enfermedad
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(disminución de las fuerzas, degradación de la imagen corporal, dificultades financieras
y relacionales, etc.), el paciente aborda una fase depresiva que tiene dos componentes: la
depresión consecutiva a un cierto número de pérdidas pasadas y actuales sufridas por la
persona en fin de vida y aquella que anticipa la pérdida de la vida. Un aumento de
atención puede ser un remedio a la primera, pero la tristeza de tener que morir es
irremediable. No sirve de nada intentar desviar la atención del paciente. Por el contrario,
permanecer a su lado, crear alrededor de él un ambiente tranquilo, dejarle un espacio
para manifestar su sufrimiento, algunas palabras y mucho silencio, pueden ayudarle a
atravesar este período difícil y alcanzar una cierta serenidad y aceptación.
Hay que retroceder hasta el año 1967, fecha en que Cecily Saunders concibió en
Inglaterra el Saint Christopher's Hospice, institución de acogida de los enfermos de
cáncer principalmente, como protesta al hecho de interesarse poco por los moribundos y
de hacer muy poco también para aliviar sus dolores y sufrimientos. Pudo demostrar la
eficacia de la morfina, que se aplicó para hacer desaparecer ciertos prejuicios referidos a
este medicamento y que desde entonces es cada vez más utilizado para aliviar
eficazmente el dolor.
Comprendió que cuando ya no hay nada que hacer para curar al enfermo, siempre
queda algo que hacer. Cuando la medicina ya no tiene una finalidad curativa, se puede
todavía aliviar los dolores, tratar los síntomas, prestar atención a la angustia, a las
interrogaciones, a las aspiraciones morales y espirituales del paciente.
Comprendió también que sólo un equipo podía aportar una respuesta al sufrimiento.
Los diversos profesionales de la salud (médicos, enfermeras, auxiliares, fisioterapeutas,
dietistas, trabajadores sociales), pero también los capellanes y los voluntarios, fueron
invitados a trabajar de manera interdisciplinar para intercambiar observaciones y
sugerencias y participar juntos en el apoyo psicológico de los pacientes. Descubrieron
así una nueva forma de acercarse al paciente y sus allegados, desde la globalidad de sus
34
necesidades y de sus deseos.
Carl Rogers define la relación de ayuda como una situación en la cual uno de los
participantes busca favorecer en una u otra parte o en las dos una apreciación mayor de
los recursos latentes internos del individuo, así como una mayor posibilidad de expresión
y un mejor uso funcional de estos recursos.
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no «paciente» de su propio proceso de cambio; considerará varias maneras de ver la
realidad, le ayudará a ganar confianza en sí mismo, a comunicarse, a abrirse a los otros y
establecer contactos (familia, amigos, profesionales); es decir, a encontrar un sentido a
su situación de crisis, encontrar una razón de vivir. (21
Hay, pues, una gran diferencia entre centrarse en la persona en sentido global y
centrarse en el problema. Mientras que centrarse en la persona nos llevará a considerar el
impacto subjetivo de la enfermedad en el individuo, centrarse en el problema, en la
enfermedad o en una de sus consecuencias a cualquier nivel nos llevaría a descuidar las
otras dimensiones de la persona y un abordaje global y eficaz de la situación. (23)
36
muy considerable en el mundo anglosajón y años más tarde otros países han querido
inspirarse en su ejemplo para hacer extensible la concepción de los cuidados paliativos.
1.Protestan contra el desinterés de una medicina que no tiene en cuenta los dolores
de la persona en fin de vida. Los cuidados paliativos se basan en una cierta
concepción del final de la vida. En lugar del desinterés que la muerte provoca en
la medicina, ésta se encuentra reintegrada a nivel de los cuidados y de la toma en
consideración global de la persona. Los cuidados paliativos apuestan por una
calidad de vida y el duelo de una cierta cantidad para considerar al enfermo en el
conjunto de sus necesidades.
3.Invitan a reconocer el valor de todo ser humano hasta su muerte sobre todo a la
medicina contemporánea para reintegrar el final de la vida y su acompañamiento
en una visión no técnica como una de las dimensiones constitutivas de su práctica
en la consideración de la persona que sufre.
Principios
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala los principios que deben
caracterizar los cuidados paliativos:
1.Alivian el dolor y los otros síntomas. Los cuidados paliativos se dirigen a alcanzar
y mantener un nivel óptimo de control del dolor y de los síntomas. Ello necesita
un examen en profundidad de cada paciente e implica la exposición detallada de
sus antecedentes, un examen físico y posibles análisis. El tratamiento del dolor
incluye el control de los síntomas físicos y psicológicos por un equipo
interdisciplinar que los reconoce, evalúa y trata adecuadamente. Los principios
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generales del control de síntomas son los siguientes: (25)
c)La estrategia terapéutica que aplicar siempre será mixta, general a la situación
de enfermedad terminal y específica para cada síntoma, que comprende a su
vez medidas farmacológicas y no farmacológicas. Además deben fijarse los
plazos para conseguir los objetivos y contemplar la prevención de nuevos
síntomas o situaciones que puedan aparecer.
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información acerca de lo que le ocurre e intentar predecir sus síntomas
evolutivos, evitando el consiguiente desgaste del paciente, la unidad familiar y
el equipo médico que lo atiende.
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aseguran la vida, pero aceptan la muerte como algo inevitable. Las intervenciones
que se practican no están destinadas a poner fin prematuramente a la vida. Del
mismo modo, los medios tecnológicos que ofrece la medicina moderna no se
utilizan para prolongarla artificialmente. Las técnicas pueden utilizarse a menudo
con el acuerdo del enfermo que mantiene todavía un rol activo y su estatus de
sujeto, pero no para obstinarse de manera indebida, sino para mejorar su bienestar
y preservar la mejor calidad de vida posible hasta el fallecimiento. Cuando la
progresión de la enfermedad conduce de manera natural al final de la vida, los
pacientes deben poder recibir todo el apoyo físico, psicológico y espiritual
necesario.
5.Ofrecen al paciente un apoyo que le permita vivir tan activamente como sea
posible hasta el fallecimiento. Es el paciente quien define sus objetivos y sus
prioridades sin olvidar que pueden cambiar radicalmente a lo largo del tiempo. El
personal debe ser consciente de ello y actuar en consecuencia.
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Pueden también ser útiles al paciente y a la familia a partir del momento en que el
paciente ha alcanzado un estadio avanzado de la enfermedad y ya no se puede
impedir su progresión. Los servicios de cuidados paliativos deben, pues, integrarse
en otros servicios hospitalarios y estructuras de proximidad.
Servicios
Entre los servicios de cuidados paliativos pueden distinguirse los servicios
especializados y los servicios no especializados.
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técnica, o ser totalmente independientes; en este caso es deseable que existan lazos
estrechos con un hospital que disponga de tal infraestructura.
Este modelo ha demostrado ser el más eficaz para controlar los síntomas más
molestos y cubrir las necesidades del paciente, a quien se intenta tratar como un todo con
necesidades físicas y espirituales siempre en relación con su familia. Los pacientes
pueden ser atendidos en régimen interno y ambulatorio. Una vez que mejoren las
condiciones del ingreso o si el paciente lo desea, puede pasar los fines de semana o una
temporada en su domicilio.
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equipos de cuidados en el domicilio tienen misiones y modalidades de funcionamiento
similares a las de los equipos que trabajan en el hospital. Aconsejan e intervienen junto a
los pacientes que viven en el domicilio, en residencia de ancianos o en otra estructura de
acogido en respuesta a la demanda de los cuidadores.
No existe un modelo de cuidados paliativos aplicable a todas las situaciones, pero sus
principios fundamentales, especialmente los referidos a las necesidades específicas de
cada paciente y de su familia, tienen un valor universal. La manera de alcanzar los
objetivos varía de un país a otro e incluso de una región a otra, y difiere también en
función de la personalidad del fundador del servicio, de su historia y de la composición
del equipo.
2.El aumento de los recursos paliativos. Los cuidados paliativos en España han
pasado por tres fases: una fase de sensibilización (1975-1984); otra fase de
institucionalización (1984-1992) donde se organizaron las primeras Unidades de
Cuidados Paliativos y se adoptaron los cuidados paliativos como una filosofía de
cuidados; y una tercera fase de universalización donde se fundaron entre otras la
Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL). En su directorio consta la
43
existencia de 270 programas de cuidados paliativos en marcha, aunque con un
desarrollo muy desigual en las distintas Comunidades Autónomas. En el nivel más
alto, con más de un 50 por ciento de cobertura de los cuidados paliativos, se sitúan
Cataluña, Extremadura, Navarra, Canarias y la Rioja. En un nivel medio, con una
implantación de entre el 30 y el 50 por ciento figuran Castilla y León, Cantabria y
País Vasco. En un estadio inferior, por debajo de un 30 por ciento están
comunidades como Galicia y Valencia. En el año 2000 el Ministerio de Sanidad
hace público el Plan Nacional de Cuidados Paliativos.
7.El fortalecimiento de una nueva forma de trabajo. Con los cuidados paliativos se ha
impulsado el trabajo interdisciplinar, porque las diversas necesidades de los
enfermos en el final de su vida requieren la participación de médicos, enfermeras,
psicólogos, asistentes sociales, fisioterapeutas, voluntariado..., cuya intervención
es esencial no sólo para ofrecer un cuidado paliativo total, sino porque es una de
las formas más importantes para prevenir el agotamiento de los miembros del
equipo.
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desequilibrio en el paciente y en las familias que se puede restaurar con la
creación de un triángulo terapéutico paciente-familia-equipo médico, que reconoce
la potencialidad de la familia y del enfermo como agentes de su propia salud, y les
facilita participar y sentir que tienen un cierto control sobre la atención médica.
Los modelos organizativos de cuidados paliativos en España son los siguientes: (28)
4. EL ACOMPAÑAMIENTO EN GERIATRÍA
45
de las personas mayores, que las van a diferenciar de los grupos de edad más jóvenes:
(29)
5.Problemas socioeconómicos.
• Ala soledad: pérdida de las relaciones interpersonales e incluso del rol que ejercía
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en el seno de la familia. La actuación consistirá en lograr que el paciente esté
acompañado el mayor tiempo posible (importancia del voluntariado).
• Ala pérdida del cuerpo (pérdida de la imagen del cuerpo): hay que evitar que ello
suponga también una pérdida de la integridad y la autoestima manteniendo al paciente
informado de todo lo que ocurra y le vaya a ir sucediendo en su cuerpo.
• A la pérdida de identidad o miedo al rechazo que en este caso puede producirse por
desfiguración, mal olor o cambios muy marcados en la apariencia física. Se debe
conservar la dignidad y el respeto de sí mismo, así como el de los demás. Es posible
reforzar la identidad del paciente a través del contacto con aquellas personas que forman
parte de su vida (familiares y amigos).
El dolor sin sentido es insoportable, pero si es aceptado será dominado. Hay que
explicar su origen, extensión y duración para conseguir que sea lo más tolerado posible.
47
morir. Estas personas reclaman mucha más atención, afección y amor que analgésicos, y
lanzan un grito, una llamada de socorro. El problema de saber reconocer esos dolores tan
subestimados en las personas mayores reside en muchos casos en la dificultad de
manifestar ese sufrimiento cuando se vive solo, se es dependiente y las visitas de los
allegados se hacen cada vez menos frecuentes. (31
-Los efectos indeseables de los fármacos surgen en estos pacientes más fácilmente y
con posologías más bajas.
48
coexisten problemas cardíacos, respiratorios, neumológicos o locomotores. Está
inmunodeprimido, tiene menor resistencia a la infección y presenta, en ocasiones,
severos problemas de comunicación.
Son pocos los pacientes geriátricos no oncológicos que se benefician de los cuidados
paliativos. Esto es debido a que además de que los cuidados paliativos se han
desarrollado fundamentalmente desde la oncología, a que resulta difícil establecer el
concepto de terminalidad por la heterogeneidad de su curso evolutivo y a que los
estadios finales de las enfermedades crónicas son asumidos por diferentes disciplinas.
Aun así, existen razones que justifican la necesidad de los cuidados paliativos en los
pacientes geriátricos no oncológicos con enfermedad terminal al presentar síntomas,
características y necesidades comunes con los pacientes oncológicos: (33)
-El hecho de que sólo un 20 por ciento de las personas mayores de 65 años que
mueren al año en España sean enfermos oncológicos.
-Muchas de estas personas son pacientes ancianos frágiles o mayores de 80 años, que
pueden presentar o tener mayor riesgo de padecer alteración intelectual,
inmovilidad, inestabilidad, incontinencia o iatrogenia.
49
en el cáncer en el que la cifra más comúnmente admitida es de seis meses, aunque
empiezan a barajarse supervivencias de un año como subsidiarias también de atención
paliativa (Doyle D.).
Los principales parámetros que deben considerarse dentro de los factores pronósticos
en el paciente geriátrico son los siguientes: capacidad funcional, mortalidad y lugar de
residencia. (34) Los tres se interrelacionan, pues la capacidad funcional tiene poder
predictivo sobre la mortalidad y sobre el lugar de residencia (domicilio o institución) y
éste indica mal pronóstico por su relación con la discapacidad:
No existe ningún factor que por sí mismo sea determinante del pronóstico en un
paciente anciano con enfermedades crónicas, debiendo considerarse las propias para
cada proceso de base (enfermedad avanzada de un órgano, demencia, etc.) junto a otros
factores generales reconocidos como influyentes en el curso de la enfermedad.
50
En general, dado que la población geriátrica enferma es ampliamente heterogénea,
con patologías de evolución muy diferente que van desde demencias con períodos largos
en fase terminal hasta insuficiencias avanzadas de órganos con cambios clínicos
continuos y bruscos, es necesario diferenciar las enfermedades con el fin de conocer las
necesidades y los factores pronósticos de cada una de ellas. El síndrome de declive
persistente en pacientes geriátricos tras haber establecido una correcta intervención,
ayudará a definir una po blación de pacientes ancianos con alto riesgo de muerte a corto
plazo y por lo tanto, candidatos a unos cuidados paliativos adecuados.
5. EL DUELO
51
Cuando la evolución negativa de la enfermedad desemboca en el fallecimiento, los
familiares y demás allegados del fallecido entran en una etapa denominada proceso de
duelo.
Este trabajo requiere en primer lugar reconocer la pérdida y los cambios que operan
en la persona, lo que no es evidente. Significa pena, sufrimiento y tiempo. El trabajo de
duelo es universal, es una necesidad, una obligación. No realizarlo o diferirlo en el
tiempo se expone a complicaciones, pudiendo manifestarse síntomas u otras formas de
conducta disfuncional (idealización del fallecido, consumo de drogas, abuso de alcohol,
psicofármacos, etc.).
En cuanto al duelo social, para que el trabajo de duelo pueda realizarse es necesario
que los allegados sean reconocidos como «en duelo» (marcados por la muerte del otro).
No hay duelo sin rituales, sin símbolos. En el duelo psicológico, la separación producida
por el fallecimiento representa un shock psicológico sobre el plano afectivo, emocional e
intelectual. En función de las capacidades de cada persona para hacer frente a tal
traumatismo, se habla de duelo normal, complicado o patológico.
52
favorece la asimilación de la muerte cuando ésta se produce y permite planear acciones
prácticas que alivian la sensación de pérdida de control, facilita reparar aspectos
dolorosos de la relación, hacer las paces y despedirse. Cuando la familia puede
acompañar y piensa y siente que ha podido atender a la persona querida con tiempo y
calidad durante el tiempo que ha durado la enfermedad, la elaboración del duelo suele
ser más adaptativa y sana.
53
experimentar sentimientos de culpa. Los recuerdos son cada vez menos dolorosos y se
asume el seguir viviendo. Esta etapa dura generalmente entre meses y uno o dos años.
Los últimos instantes de la vida del paciente son momentos que quedan grabados en
la memoria de los allegados. La calidad del trabajo de duelo dependerá probablemente
de las condiciones en las que se haya desarrollado el fallecimiento, tanto sobre el plano
sintomático como psicológico. (38)
-Ambiente sociofamiliar y tipo de relación con el fallecido, naturaleza del lazo que
unía a la persona en duelo al enfermo: cuanto mayor y más intensa sea la relación
con la persona fallecida, mayor será la respuesta emocional a la pérdida.
54
-«Momento del ciclo vital» en el que se encuentre la familia. La respuesta familiar a
la pérdida no suele ser la misma cuando se trata de la muerte de un hijo de corta
edad, del futuro cónyuge, de un joven adulto, de un progenitor anciano, etc.
55
Los duelos patológicos se relacionan con la patología psiquiátrica. Puede instaurarse
un duelo melancólico, histérico, maníaco y obsesional. La forma más patológica de la
negación es el duelo maníaco. En lugar de deprimirse, el sujeto vive hiperactiva mente,
con alegría y un sentimiento de invulnerabilidad y de poder. Pero esto no acontece más
que en ciertos maníacos-depresivos y el duelo acaba siempre de manera melancólica.
La ayuda que se propone a los dolientes no tiene por objetivo minimizar o atenuar su
sufrimiento, sino ayudarles a aceptarlo, sentirlo y encontrar poco a poco la capacidad de
reconstruir y volver a implicarse en la vida. Existen tres niveles de acompañamiento en
el duelo (Worden, 1999):
a)Un acompañamiento general del duelo. Puede ser asegurado por personal
correctamente formado, incluidos los voluntarios. No se trata de una ayuda
psicológica. Este nivel puede ser útil para quienes no se benefician del apoyo de su
entorno o se sienten lejos de quienes podrían apoyarles.
b)Una ayuda psicológica a las personas en duelo. Esta ayuda debe ser asegurada por
personal suficientemente cualificado que puede depender o no de un servicio
especializado de cuidados paliativos. Es conveniente cuando la desaparición
plantea más problemas a la persona, en razón por ejemplo de otros factores de
estrés o de una incapacidad para hacer frente al duelo.
56
5.1. El rol de la enfermera
57
comunicación entre los distintos miembros de la familia, permitiéndoles expresar sus
temores y angustias hacia lo desconocido y abordar las circunstancias de la muerte y
formular las preguntas materiales que se deriven sin por ello tener que culpabilizarse.
Pero generalmente, son los sanitarios quienes deben formular las preguntas que los
familiares no se atreven a plantear. Ello incita a los sanitarios a entrevistarse con toda o
parte de la familia para que puedan expresar lo que viven e informarles de la
sintomatología encontrada, a fin de hacer un planteamiento general de la situación, e
informar sobre el diagnóstico, pronóstico, los previsibles cambios psicofísicos y
emocionales que va a ir experimentando el paciente, las pautas de actuación ante ellos, el
plan de cuidados, la disponibilidad del equipo, los recursos existentes, la aclaración de
dudas, etc., anticipar las situaciones con las que se puede encontrar en el momento de la
muerte y su burocracia, dotar de mecanismos de actuación con los niños y adolescentes y
proporcionar recursos comunitarios.
58
Esta participación resultará más satisfactoria si los distintos miembros del equipo
pueden ofrecerles un adiestramiento apropiado en técnicas de enfermería, manejo de
medicación, otras actividades diarias de higiene, dieta y ayuda en la preparación de la
muerte con información actualizada sobre los diferentes recursos de bienestar social
disponibles en la comunidad. Se debe huir de la idea de que el cuidado de los enfermos
es cosa de «profesionales» o del cuidador principal exclusivamente. La implicación de
todos los miembros de la fa milla en las tareas del cuidado, incluso si el enfermo está
hospitalizado, proporciona una sensación de «haber cumplido» que es gratificante y
tranquilizadora, evita posibles sentimientos de culpa y facilita reconciliaciones. Las
familias agradecerán que el equipo de atención y el médico les ayuden a mejorar la
comunicación, especialmente para romper la conspiración del silencio, si existe, y se les
involucre, si lo desean, en el cuidado del enfermo, proporcionándoles la ayuda que
puedan necesitar en la etapa final.
• Estimular la comunicación enfermo-familia: cada vez que sea posible hay que
ayudar a los allegados a dialogar con su enfermo sobre la evolución terminal de la
enfermedad. La anticipación de la muerte por el personal es a menudo propicia a una
nueva etapa en el trabajo relaciona¡ con los allegados del paciente. Se pretende como
objetivo facilitar la comunicación de sentimientos para que el enfermo se sienta
acompañado y la familia inicie su duelo anticipado, que le será posteriormente de gran
ayuda. Es conveniente que la familia incorpore la idea de que el tiempo se acaba y lo
tiene que aprovechar para despedirse, para decir o hacer aquello que le gustaría a su
familiar y que no se ha hecho con el fin de evitar consecuencias negativas en el duelo.
Cuando se puede anticipar el duelo ya que la pérdida está anunciada, la familia renuncio
a la ilusión de curación, empieza a elaborar lo inevitable de la muerte y a prepararse
emocionalmente. En estos momentos la familia tiene un papel tan importante como
difícil y ha de poder beneficiarse de un apoyo. Se puede trabajar con ella la separación y
la pérdida así como acompañarla y apoyarla junto al enfermo en su proceso de
despedida, centrándose en los elementos positivos de los recuerdos y transmitiéndole que
hizo algo bueno en la vida, finalizar asuntos inconclusos, hacer cosas que sean valoradas
por el enfermo, hablar de cosas significativas de su vida, etc. Ello da sentido a su vida y
le reconcilia con el pasado. Ver fotografías juntos, la lectura de novelas o libros
religiosos, etc. facilitan la comunicación con el enfermo.
59
• Valorar los cuidados: conviene valorar los cuidados que la familia presta al enfermo
del modo más objetivo posible. Este reconocimiento externo, además de estimular el
cuidado, alivia las inevitables culpas del duelo.
Durante la fase de duelo agudo y temprano se puede preparar a la familia haciéndole ver
la importancia de los siguientes aspectos:
• Estar presente cuando la persona fallece: cuando sea posible es importante que la
familia sea avisada con antelación de la proximidad de la muerte para que esté presente y
pueda acompañar los últimos momentos del enfermo, recoger el último suspiro y tal vez
la última confidencia. En caso de que la familia no haya estado presente, hay que
informar de cómo ocurrió el fallecimiento, dar el pésame, propiciar un ambiente
adecuado para favorecer la intimidad y la expresión de sentimientos y facilitar la visión y
el contacto físico con la persona fallecida siempre que sea posible. La visión del cadáver
facilita el reconocimiento de la pérdida, tarea necesaria en la evolución de un duelo sano.
Es también conveniente que el equipo permanezca en la habitación del paciente con los
miembros de la familia para constatar juntos el carácter apacible de los últimos instantes
y para que también ellos se sientan acompañados. Deben, asimismo, reconocer y realzar
la labor de los familiares y ofrecer de forma sincera disponibilidad y apoyo para la etapa
posterior de duelo.
60
momento del fallecimiento, visiten a la familia y vean el cadáver, porque ellos también
necesitan despedirse.
61
organizan las honras fúnebres. La organización y el respeto de este ritual funerario
(iniciado con el aseo mortuorio) es una de las condiciones indispensables del proceso de
duelo. Ayuda a tomar conciencia de lo ocurrido, supone un fuerte apoyo para el doliente
y el reconocimiento social del sufrimiento.
Por parte del equipo cuidador, también deberán evocarse las circunstancias del
fallecimiento y el recuerdo del fallecido. Aunque en muchos servicios esto no se hace, se
priva al cuidador de un intercambio necesario sobre lo que acaba de vivir. Esta carencia
es a menudo fuente de sufrimientos posteriores.
62
5.2. El rol del trabajador social
Brow (1979) indica que al perder un ser significativo, el individuo queda privado de una
fuente de valor y significado. Para quienes conforman la red informal de cuidados en
torno al paciente, la vida debe continuar, siendo la lucha, la evasión y la aceptación las
respuestas psicológicas al estrés. Negación, ira, depresión y aceptación son las respuestas
normales a toda pérdida. Para sobrellevar con éxito su aflicción, los individuos afectados
deben aceptar su pena y asumir algún cometido de la vida de la persona fallecida.
El trabajador social deberá darles el tiempo adecuado para que vivan las diferentes
etapas de la pérdida procurando conocer los procesos individuales que atraviesan todos
sus integrantes, para satisfacer la demanda de atención de cada uno de ellos y hacerles
ver que disponen de ayuda efectiva. Es necesario que el trabajador social conozca y sepa
identificar las etapas del duelo por las que atraviesan para que ante cualquier problema o
dificultad pueda derivar oportunamente a otro profesional para enfrentar y resolver
adecuadamente la pérdida.
Hablar de todo ello meses después de lo ocurrido puede ayudar porque esto les
facilita reconciliarse con su pérdida. Este «significado» deberá ser compartido por el
trabajador social con el resto del equipo de cuidados paliativos, con el fin de que a través
de su entendimiento, puedan respetarse los tiempos de duelo individuales en la familia y
obtener con ello su mayor participación y colaboración.
63
En la primera entrevista, cuando la familia acaba de conocer el pronóstico de la
enfermedad o la noticia de su incurabilidad, se le debe dar tiempo para aclarar su
confusión. Normalmente, las familias se encuentran cansadas por la intensidad de las
emociones que han compartido y necesitan tiempo para recuperar la calma y el control.
Pueden también surgir dificultades en la comunicación debido al caos generado en la red
normal de interacción, propiciado por el aislamiento social que genera el dolor personal
y grupa) de los miembros de una familia.
Dependiendo de cómo fuera la relación con el fallecido y de los distintos roles que
desempeñara, la adaptación de la familia a la nueva situación significará cosas distintas.
La realización de esta tarea lleva consigo muchos cambios a los cuales deben enfrentarse
la persona y la familia; cambios en las actividades cotidianas, horarios, tal vez en el nivel
económico, pero, sobre todo, cambio en los roles que a partir de ahora deberán
desempeñar. Ello puede convertirse en un proceso largo y a menudo bastante difícil, que
involucra a cada uno de sus integrantes y a la familia en su unidad, por lo que la red de
apoyo social debe actuar, por un lado, prestando apoyo y recursos externos y, por otro,
protegiendo y dando el tiempo necesario a la familia para que pueda nuevamente
reorganizarse.
64
superar la pérdida a través de diferentes acciones:
2.Mantener una actitud de interés y buena voluntad para acompañar a los dolientes.
Es importante que el trabajador social sea capaz de facilitar la aceptación de la
pérdida y la expresión de pesar, ya que a veces esta asistencia no puede obtenerse
de otras fuentes. La plena experiencia de la pérdida y el dolor emocional es el
único camino por el que se puede poner fin a esa experiencia. Sobran las frases
hechas. Si no se sabe qué decir, es mejor no decir nada. (40) Todo deseo natural y
espontáneo de consolar hablando de «tiempos mejores» por venir a costa de
enfrentar el dolor presente, sólo entorpece el progreso del trabajo de duelo. Lo que
sí se les puede brindar es un sentido de estabilidad, continuidad y confianza en un
mundo que carece para ellos de significado y propósito. Sólo de este modo es
posible que pueda comunicarse y aceptarse alguna forma de consuelo.
3.Hacer ver a la familia que el trabajador social no sólo estará dispuesto y preparado
para escuchar, sino también para participar con estímulos que ayudarán a que el
doliente relate la historia más completa del difunto y de su vida juntos. Este
ejercicio tiene por objetivo ayudar a los dolientes a describir cómo fue su vida
antes de la pérdida y clarificar la diferencia entre la situación pasada y la presente.
Los fallecidos no se olvidan, sino que se ubican en el pasado, mientras que su
recuerdo se incorpora a la realidad del presente. Por medio de la elaboración
adecuada del duelo es posible situar a los difuntos en una perspectiva histórica y
emocional.
65
despacho de la asistente social puede así convertirse en un lugar privilegiado para evocar
el recuerdo del difunto en un clima de confianza.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
66
2006.
(10)RICHARD, Marie-Sylvie, o. c.
(11)SEBAG-LANOÉ, Renée, o. c.
(13)ABIVEN, Maurice (1990): Pour une mort plus humaine. Paris, InterÉditions.
(16)SALAMAGNE, Michéle-H., o. c.
(17)RICHARD, Marie-Sylvie, o. c.
(19)LEDOGAR, Denis (2005): Seul l'amour fracasse les tombeaux. Paris, Presses de la
Renaissance.
(20)SALAMAGNE, Michéle-H., o. c.
67
(21)GABILONDO, Sonia, «Comunicación en la terminalidad. Morir en una residencia»,
en ASTUDILLO, Wilson, o. c.
<http://www.pulso.com/urolan_new/urolan /formacion/215.htm>9en.2006.
(31)QUENEAU, Patrice, o. c.
(32)IRIARTE, Lina, o. c.
68
(33)NAVARRO, R.Geriatría: «El anciano en situación clínica terminal».
(37)FAURÉ, Cristophe (1998): Vivre auprés d'un proche trés malade. Paris, Albin
Michel.
(38)DEYMIER, Valérie, o. c.
69
Algunos consideran que un ser humano pierde su estatus
de persona cuando está privado de sus medios de
comunicación y de sus capacidades intelectuales.
Marie-Sylvie Richard
70
En nuestro caso, se tratará de que el médico (emisor) transmita al paciente (receptor)
una información acerca de su enfermedad (mensaje), empleando tanto el componente
verbal como no verbal de la comunicación (canal de comunicación). Ello podrá ocurrir
en el contexto hospitalario o domiciliario del paciente.
1.En el modelo paternalista, el enfermo es un ser frágil e inmaduro al que hay que
guiar. El médico objetiva los valores y decide.
71
Por el contrario, el médico está bien identificado en su función y estructurado en una
posición de saber y de poder. La medicalización del morir no hace más que acrecentar su
capacidad de reaccionar sobre la duración y la calidad del final de la vida. A través de
sus actos terapéuticos, el médico modifica el morir del otro. Incluso la forma de
relacionarse muestra la posición de inferioridad del enfermo acostado frente al médico
de pie.
72
deseos y problemas. La expresión misma del problema ayuda al paciente a profundizar
en la realidad de su dificultad y permite explorar todo lo que gravita alrededor.
Esta escucha se podrá extender al entorno, ya que muchas aspiraciones que mueven
al paciente se han elaborado en interacción con sus allegados. Antes de concluir la
entrevista, se debe hacer la síntesis de lo que se ha dicho y/o decidido, recordar las
acciones emprendidas y los proyectos previstos a corto plazo. Se debe también decidir si
hay que prever otro tiempo de encuentro y planificarlo llegado el caso. Una entrevista
dura como máximo 45 minutos. La enfermedad y el cansancio asociado exigen un
esfuerzo tanto para hablar como para escuchar, lo que limita la expresión del enfermo y
la comprensión del profesional.
Las dificultades para implantar un nuevo modelo fundamentado en una práctica más
dialogante, más igualitaria, no sólo se encuentran por parte de los profesionales educados
en el modelo paternalista, sino que también surgen de la falta de arraigo en nuestra
sociedad de la autonomía personal como virtud cívica. Por eso es frecuente comprobar la
extrañeza e incluso sorprender una cierta mirada desconfiada en el enfermo a quien se le
ofrece la posibilidad de escoger o se le pide su parecer. Su actitud puede ir desde
cuestionar la competencia profesional de quien necesita consultar a un pagano antes de
actuar, hasta la de quien cree que no le corresponde opinar, bien porque no lo ha hecho
nunca, bien porque no se considera capacitado, o sencillamente porque cree que no tiene
derecho a hacerlo. (5) Otros pueden optar por un cambio de modelo según las
circunstancias cambiantes en la evolución de la enfermedad.
73
sobrellevar su enfermedad. Cuando alguien decide pedir ayuda, se convierte en paciente
y eso lleva consigo una importante carga de ansiedad, dolor, vulnerabilidad y
sufrimiento.
Pero aun así, incluso los médicos más experimentados, formados en su mayoría en el
modelo paternalista, tienen miedo de su saber, de revelar un diagnóstico que va a
trastornar la vida de aquellos que se han dirigido a él con confianza.
74
medicina y un estilo de vida en nuestra sociedad consagran tanto tiempo a las
condiciones de salud que se ha extendido la convicción de que el individuo dispone del
derecho absoluto a ser curado y que detrás de toda imposibilidad de curación se
encuentra forzosamente un culpable: el médico.
Pero existen situaciones en las que el médico es sincero cuando dice «no sé». A
menudo se le piden certezas cuando no tiene más que hipótesis. Si no se le presiona
exigiendo respuestas que no tiene, se sentirá comprometido y querrá proporcionar las
informaciones más fiables posibles. Por el contrario, si se siente presionado por las
familias que juzgan sus respuestas insuficientes, se sentirá amenazado por la duda que
recae sobre sus competencias pudiendo llegar a crearse situaciones conflictivas entre
ambas partes.
Existe, sin embargo, un caso donde el «no sé» es justo y apropiado: se trata de la
cuestión del pronóstico exacto de la enfermedad. Es algo que no se puede saber con
certeza y además puede provocar una gran ansiedad. Hay que procurar dar respuestas
generales y matizar sucesivamente ante las nuevas demandas del enfermo que puedan
75
surgir.
El médico tiene que ser consciente de la necesidad para unir lo humano a lo médico
de descentrarse no de su saber sino del poder que rodea la competencia y crea la
distancia entre médicos y pacientes, médicos y familias; distancia que suscita numerosas
quejas.
76
Aunque la comunicación sea difícil entre médico-paciente a causa del estrés
provocado por la angustia de la enfermedad, existe el interés mutuo de compartir
sinceramente el diagnóstico. Proporcionar una adecuada información hace
imprescindible que el profesional tenga en su relación con el enfermo un claro talante de
honestidad y rectitud que no es compatible con el engaño y que no se justifica por la
gravedad de la situación del enfermo (mentira piadosa). (13)
El contrato tácito que nace de un tal intercambio, es lo que se llama una alianza
terapéutica o, lo que es lo mismo, una colaboración conjunta para erradicar el mal. Sobre
esta base resulta más fácil explicar cualquier tratamiento o examen complementario. El
paciente tiene algo que decir. Posee un cierto control de lo que le ocurre, ya que
comprende el fundamento de las decisiones médicas.
Los pacientes reciben abundante información relacionada con la salud a través de los
medios de comunicación (escritos y audiovisuales) y la buscan cada vez más y de forma
más activa en el personal de enfermería, los grupos y organizaciones de pacientes e
Internet. Esto hace aumentar sus conocimientos y puede ayudar a tomar decisiones mejor
fundadas sobre su salud y reclamar mayor calidad en los servicios que reciben, así como
el mejor tratamiento posible para sus necesidades individuales. Pero asimismo, este
mayor acceso por parte de pacientes y consumidores a la información sobre temas de
salud no está exento de riesgos: desde cuestionar excesivamente los conocimientos o los
consejos de su médico (lo que puede dificultar la relación médico-paciente) hasta la
generación de expectativas excesivas en tecnologías de escasa efectividad o
disponibilidad remota. (14)
77
La información revela el estatus que el entorno y los sanitarios reconocen al enfermo.
Según sea la calidad de la misma y el tipo de relación que se instaura, el enfermo
constata la manera en que es considerado y el estatus que se le otorga. O bien a) se le
considera como un sujeto colaborador o bien b) se le trata de manera protectora.
Por regla general, los pacientes piden una información honesta, precisa,
comprensible y coherente en relación a su enfermedad y sus implicaciones. Pero no es
extraño que los profesionales de la salud y las familias sientan la necesidad de mentir a
los pacientes con el fin de que no pierdan la esperanza. Aunque proviene de buenas
intenciones, esta estrategia puede producir grandes dificultades a medida que avanza la
enfermedad. La forma de anunciar las malas noticias y la manera en que los pacientes se
sientan respaldados, aceptados y comprendidos tendrá un impacto determinante sobre su
facultad de hacer frente a la nueva situación. (17)
78
A medio plazo la información bien estructurada disminuye el estrés psicológico,
reduce la intensidad de los síntomas, facilita el conocimiento y manejo de los sucesos
futuros y ayuda a plantear objetivos más realistas con respecto a la enfermedad. (19) Se
trata, por tanto, de conseguir una buena información que tenga primordialmente una
finalidad terapéutica. No es cuestión únicamente de informar por informar. (20)
Asimismo, una familia que puede acceder fácilmente a la información de lo que está
sucediendo es más eficaz con el enfermo y crea menos problemas en la relación con
médicos y enfermeras. (21) Por esta razón, es necesario que los profesionales no sólo
sean competentes para diagnosticar y tratar, sino que aprendan a dar y obtener una
información objetiva que respete los valores de los pacientes y que les permita afrontar
situaciones adversas, que sepan persuadir y negociar ante conflictos y actuar como se
debe ante los sentimientos de pérdida.
El aislamiento es aún más trágico para algunos enfermos que parecen estar bien
rodeados pero que en realidad son víctimas de una desinformación en cuanto al
diagnóstico de su enfermedad. El enfermo que a pesar del ocultamiento adquiere
conciencia de la muerte, ha de vivir su experiencia en solitario sin posibilidad de
intercambiar sus sentimientos con los que le rodean y privado de poder ser director,
guionista y actor de su propia muerte. (23) Ciertas familias suplican al equipo sanitario
no decir nada al enfermo con la intención de protegerlo y ahorrarle el sufrimiento de la
perspectiva de la muerte. Al mismo tiempo, los sanitarios desean instaurar una relación
basada en un clima de verdad para estar disponibles a sus preguntas. Si la mentira se
instala, el enfermo debe hacer frente a dos crisis en lugar de una: la gravedad de su
estado y la traición de la confianza de aquellos que le rodean (Paul-Cavallier). Parece,
pues, significativo respetar el principio de congruencia. Se trata de la necesidad de que
exista una gran armonía entre las diversas fuentes de información (médico, enfermera,
familia, etc.).
79
las ventajas de que el enfermo sea el protagonista de su enfermedad y dejar claro a la
familia que se van a respetar los deseos del enfermo acerca del conocimiento o no de su
enfermedad. Las influencias culturales pueden jugar un rol en este proceso en la medida
en que ciertos pacientes no querrán estar completamente informados y dejarán más a su
entorno decidir en su lugar. (24)
En los países anglosajones hay una mayor tendencia a informar a los pacientes de su
situación que en nuestro entorno cultural, donde se tiende más a informar a la familia
que al paciente.
•puede desmoralizar,
•puede deprimir,
80
fallecimiento cercano, parece deseable comunicar al enfermo la proximidad de la
muerte para que éste pueda realizarse también en el último acto de la vida.
•todas las personas tienen derecho a saber y a decidir libremente, actuar y mantener
el control de aquello que todavía pueden dominar,
•ayuda a compartir,
81
2.1. La verdad al paciente
82
estado de ánimo del paciente, el médico tiene que saber sondear cuál es la receptividad
del paciente y sus necesidades en lo referente a la cantidad y calidad de la información.
Mark Siegler identifica seis factores que influyen en la actitud del médico en esta
aproximación o exploración de las expectativas del paciente en cuanto a la información:
•La capacidad del paciente para tomar decisiones racionales respecto a su asistencia.
Su capacidad puede verse alterada bajo el impacto inicial de la enfermedad.
•La coherencia entre las opciones del paciente y su escala de valores. Tiene que
comprobarse hasta qué punto las decisiones del paciente responden a convicciones
sólidas o están motivadas por valores ajenos a su persona.
•La edad puede resultar un factor clave si tenemos en cuenta que las expectativas de
vida de una persona de edad avanzada y las de una joven no son las mismas.
•El tipo de enfermedad y las posibilidades de una supervivencia más o menos larga
también influyen en el uso de la información.
•Las convicciones morales del propio médico y su actitud ante la vida y, sobre todo,
ante la muerte también resultan muy relevantes. Difícilmente podrá informar sobre
un proceso irreversible quien siente horror ante la idea de la propia muerte o quien
convierte la prolongación de la vida biológica en un valor supremo al que
subordina su actuación profesional.
•El contexto en el que se toman las decisiones. No es lo mismo cuando las decisiones
se toman en el domicilio del paciente o en la consulta del médico, que cuando se
toman en el hospital, donde muchas veces el trabajo en equipo contribuye a que se
diluyan las responsabilidades individuales.
83
una muerte apacible; alguna forma de inmortalidad; que sus seres queridos podrán
resolver sus problemas en su ausencia. (30) Al contrario, la esperanza tiende a disminuir
si el paciente está aislado por una conspiración de silencio; se dice que no hay nada que
pueda hacerse; el dolor y otros síntomas no son aliviados y se ignoran; el paciente se
siente solo y no es apoyado. (31)
•La comprensión que tiene el enfermo de su situación. Hay enfermos que niegan
tener cualquier tipo de información y hay otros que no la han entendido o que
quieren escuchar la versión del médico para compararla con la anterior. Este es el
momento adecuado para ayudar al paciente a interpretar la información que le han
dado y para favorecer la posibilidad de que pregunte para clarificar sus dudas.
•El tipo de lenguaje del enfermo. Es importante valorar cómo se expresa el enfermo,
qué palabras utiliza para referirse a su enfermedad y cuá les evita mencionar. El
profesional puede servirse de ello para facilitar el proceso de la información.
84
3. Introducir progresivamente la información partiendo de lo que el enfermo sabe ya,
respetando su ritmo y utilizando un lenguaje comprensible. Nunca se dará toda la
información en la primera entrevista. Se trata de un proceso gradual en el que se irá
evaluando lo que el paciente entiende, en el que se respetarán los silencios y en el que se
mantendrá siempre una esperanza real. Se ayudará también al enfermo y a la familia a
asimilar cualquier información desagradable que se haya proporcionado.
4. Estar preparado para acoger las emociones que van a surgir sabiendo escuchar y
canalizar las emociones del enfermo. Es conveniente identificar las preocupaciones del
paciente e identificar los recursos que dispone.
Aún así la información de una mala noticia no está exenta de fallos, principalmente
debido a: (34)
•la ansiedad normal del paciente que limita su capacidad de comprensión y retención,
85
Los cambios que favorecerían la recepción de los mensajes así como su retención y
comprensión serían:
86
complicar posteriormente la relación del enfermo con su entorno. Los otros miembros
del equipo cuidador necesitan saber igualmente lo que ha sido dicho. (35)
Primero:
Segundo:
87
-Ayuda a promover la autonomía personal en la toma de decisiones.
-Sirve de base al diálogo sobre el proceso de enfermedad que hace más cálida la
relación sanitario-paciente.
Elementos básicos del consentimiento informado. Para que la decisión del paciente
sea considerada autónoma, debe cumplir las siguientes condiciones:
Voluntariedad
El consentimiento debe ser libre y sin coacciones internas o externas. Las amenazas más
o menos verbalizadas, la negación de alternativas al tratamiento o la presentación de las
alternativas de manera sesgada suponen una coacción que invalida formalmente el
consentimiento. El enfermo puede recibir coacciones tanto del equipo asistencial como
de su entorno. El personal deberá distinguir entre la persuasión, aceptable por el
razonamiento que conlleva, y coacción, inaceptable en cuanto a su presión.
88
Elemento informativo y consensual
La cantidad de información que debe ofrecerse debe ser la suficiente para que el paciente
tome una decisión responsable. Debe incluir de manera clara, veraz y sencilla los
posibles beneficios que podrán obtenerse del tratamiento, así como los posibles riesgos o
efectos secundarios derivados y las alternativas existentes. Asimismo, debe existir una
actitud honesta por parte del personal que atiende al enfermo. Sólo de esta forma se
responde de la mejor manera posible a sus necesidades y se respeta su personalidad en
toda su complejidad.
Con tal motivo, y según hemos señalado, la actitud más adaptada del médico parece
ser lo que el doctor Abiven denomina una actitud abierta. Desde el primer contacto con
el médico, el paciente percibe que toda demanda de su parte recibirá una respuesta
verdadera y sincera, que no se le mentirá. A partir de este momento es el enfermo quien
planteará las preguntas en el momento que lo juzgue oportuno y necesario. Maurice
Abiven utilizará en 1976 la expresión «dejar al enfermo venir a su verdad»; es decir,
dejar al enfermo evolucionar progresivamente hacia la información que necesita, su
verdad, respondiendo sinceramente, con atención y delicadeza a las preguntas que
plantea en el momento que él ha elegido para plantearlas. Tal vez no haya que decir todo
al enfermo, sino instaurar una relación de confianza y de autenticidad a medida que se
desarrollan los acontecimientos y sus interrogaciones.
Algunos enfermos quieren saber para luchar mejor. Otros necesitan que se les diga la
verdad y se les transmita esperanza al mismo tiempo. Hay quienes quieren que se les
informe periódicamente para seguir dirigiendo su vida pero también quienes prefieren no
ser informados ni necesitan el mismo grado de información, no quieren exponer su
vulnerabilidad o se encuentran en una fase de negación. Si estos enfermos prefieren
permanecer en la negación hasta su muerte, no hay que considerar este rechazo como un
fracaso de los cuidados paliativos. Su objetivo es adaptarse a cada uno de los pacientes y
respetar la etapa en la que se encuentren sabiendo prepararse para acoger un posible
cambio de actitud, mostrándose disponible y a la escucha. Dar demasiado temprano una
información que no se pide puede ser muy perjudicial. Contrariamente, rechazarla en el
momento en que es solicitada puede generar una gran angustia. Hay que saber descifrar
89
una demanda que no siempre se formula de modo claro y preciso. Este es el problema
más difícil de resolver y ya hemos visto cómo la posición del médico, en razón de sus
miedos, no resulta fácil.
-La voluntad indudable y clara del enfermo de no ser informado delegando la toma
de decisiones en otra persona, ya sea un familiar o un médico elegido por el
paciente.
Se evitará comunicar esta verdad sólo cuando consta que el otro será incapaz de
soportarla. El derecho a la verdad desaparece cuando ésta sumerja al enfermo en la
desesperación fatalista y en el anulamiento del ser personal, cuando la verdad sólo pueda
ser concebida como una condena a muerte sin razón y sin sentido. El deber de comunicar
la verdad desaparece cuando se sabe con certeza que sólo causará dolor y sufrimiento.
(39)
-Por la corta expectativa de vida de estos enfermos, suele haber un tiempo limitado
para realizar el proceso de información y averiguar los deseos de estos pacientes.
90
urgencia en las que hay que tomar decisiones con gran rapidez. Las cotas de
incertidumbre son mayores que en otras fases de la vida, lo que requiere una dosis
especial de sensibilidad y flexibilidad por parte del equipo, que debe tener en
cuenta en la toma de decisiones el criterio de la persona enferma y su escala de
valores.
-Se establece un intenso vínculo con el equipo y una notable dependencia del mismo.
91
únicamente con los oídos sino también con la mirada receptiva, con el contacto corporal
acogedor, con la proximidad física adecuada, con la atención al lenguaje no verbal del
paciente, con la lectura cautelosa de sus silencios. Oír es un acto pasivo, automático,
mientras que escuchar implica una atención despierta, activa, que formula preguntas y
sugiere respuestas; escuchar permite conocer las necesidades del enfermo y aquello que
le resulta importante, lo cual muchas veces no se corresponde con lo que se presupone.
(41)
92
distancia entre lo que siente interiormente y lo que manifiesta exteriormente. La persona
auténtica en la relación de ayuda con el enfermo, siente profundamente, es consciente de
lo que siente y es dueña de la comunicación externa de lo que siente, no aprovechando la
relación de ayuda como lugar para expresar libremente todo tipo de sentimientos, sino
aquello que favorezca la profundización en la relación y el progreso del ayudado hacia
un mayor dominio y superación de su problemática. (44) Por eso es muy importante un
aprendizaje, una puesta a punto del lenguaje emocional del cui dador en correspondencia
con la comunicación no verbal del paciente. Esta autenticidad requiere un largo trabajo
personal del ayudante para adquirir la máxima armonía entre lo que siente, lo que piensa
y lo que expresa.
Es, pues, imprescindible conocer los propios sentimientos para ser capaz de localizar
aquellos que van a surgir en el paciente. Esta toma de conciencia de los sentimientos
vividos es una etapa indispensable que condiciona en gran parte la comunicación con el
otro. (46)
93
psicológicamente más fuertes, más en acorde con lo que el médico o los
cuidadores les proponen.
-salir del aislamiento aunque siempre quede una parte de soledad inalienable.
•Tener un respeto real y profundo por su manera de ver, sentir, creer, vivir sus
94
creencias, sus filosofías, sus prioridades.
95
•Existencia de muchos motivos de distracción en el entorno.
Para subsanar tales deficiencias, hay que desarrollar una serie de actitudes que
ayudan a escuchar mejor: (55)
•Tener el deseo de no ser el único que hable. Dejar hablar a los demás debe ser la
primera actitud que desarrollar. Al atender a un enfermo, se iniciará la
conversación con palabras positivas como, por ejemplo «es bueno volver a verle,
evitando hacer preguntas que puedan evocar una respuesta negativo, del tipo
«¿cómo está usted?».
•Tener consideración y amabilidad hacia las personas con quienes uno habla y
demostrarlo. Tener un respeto real y profundo por su manera de ver, sentir, creer,
vivir.
•Voluntad de hacer que la escucha se torne porte activa del proceso de comunicación.
Hacerse responsable al menos del 51 por ciento del proceso completo de la
comunicación. Es importante escuchar activamente y tratar de hallar motivos de
interés en cualquier tema que inicie la persona que habla, poner empeño en
atender, evitar distracciones y coger notas, mantener abierta y flexible la mente
durante todo el tiempo y dar al que habla la sensación de que se está interesado y
disfrutando con lo que dice. Al no interrumpir al paciente, se le da tiempo para
ordenar sus ideas, expresar sus temores y/o sentimientos, los cuales emergen de
forma incontrolada, descargar su emotividad acumulada como consecuencia de la
frustración «en cascada», que supone el padecimiento y/o tratamiento de una
enfermedad grave.
•Hay que poner especial énfasis en escuchar con objetividad, no evaluar ni juzgar,
concentrarse en el rostro del paciente intercambiando miradas profundas y
sostenidas, exhibir un lenguaje corporal adecuado (junto al enfermo o sentado en
la cama; nunca de pie o con los brazos cruzados, postura que indicaría pasividad,
96
indiferencia, prisas, etc.), clarificar lo que dice el interlocutor, inclinarse
ligeramente hacia adelante y asentir con la cabeza.
•Estar dispuesto a oír a la otra persona en sus propios términos. Los mensajes que
merecen atención no siempre se presentan bien y de modo agradable, por lo que se
debe intentar entenderlos.
•Ser comprensivo con las circunstancias del interlocutor. Usar palabras con carácter
positivo para dar malas noticias y no hacer perder nunca la esperanza.
Tal como dice una enfermera, lo que un enfermo en fin de vida desea con mayor
intensidad es que se escuchen sus necesidades, sus miedos, lo no dicho, lo inconsciente.
Desea una presencia silenciosa, una presencia que simbolice la seguridad, el
acompañamiento, la vida, la continuidad. Cuanto más transparente sea esta presencia, el
97
otro tendrá más espacio para expresarse, para ser, transformarse y evolucionar sobre su
propio camino.
Pero no sólo el paciente, también la familia debe poder beneficiarse de una escucha
adaptada a sus necesidades durante la cual podrá expresar su vivencia y beneficiarse de
la experiencia de los cuidadores que sabrán descubrir su potencial y ayudarle a aplicarlo.
•Información: se debe saber en todo momento lo que se tiene que decir e informar
(un procedimiento, una técnica, su evolución, etc.). Además, es muy importante
añadir información «sensorial» relativa a las molestias que le puede ocasionar una
técnica o un medicamento. La información se ajustará siempre a las necesidades
psicosociales del paciente; se tendrá en cuenta, por tanto, su individualidad.
•Preguntas abiertas: facilita la expresión libre del paciente acerca de sus sentimientos
y/o temores. Lo importante no está en la pregunta sino en dar al enfermo la
oportunidad de «evaluar» sus emociones y posibilitar con esta técnica una
auténtica «catarsis emocional». También permite al paciente ayudarle a buscar
soluciones a los problemas, conflictos emocionales, etc. Es una técnica que pone a
prueba la «capacidad de escucha» del médico.
98
3. LA COMUNICACIÓN NO VERBAL (CANAL DE COMUNICACIÓN)
La comunicación con una persona en fin de vida es siempre difícil, por lo cual, si se
quiere establecer una relación de ayuda, es necesario adoptar una actitud de escucha
permanente, descifrar las palabras y la actitud de la persona y utilizar un lenguaje
adaptado que tenga en cuenta el estado del enfermo, pero igualmente sus necesidades y
sus costumbres psicosociales. (57)
99
En estas circunstancias, el lenguaje ocupa un rol importante pero tal vez no esencial.
Las palabras son importantes pero pueden a veces ahogar un mensaje profundo. Si se
emplean muchas, incluso demasiadas, no es para luchar contra las angustias del enfermo
sino contra las nuestras. Una presencia silenciosa y una vigilancia atenta de las
necesidades de la persona, de su lenguaje corporal, son en ocasiones más eficaces que
muchas palabras. (58)
100
canales de comunicación tienen una gran importancia en el paciente dado la situación de
«dependencia emocional» en la que se encuentra que hace que tienda a fijarse más en el
modo en que el profesional se presenta, en términos de conducta afectiva. Las personas
enfermas se sienten débiles e incapaces no sólo física sino también psíquicamente; por
ello, hay que procurar «conectar» con el enfermo teniendo en cuenta estos dos canales de
comunicación. Para ello es necesario que el médico y/o la enfermera abandonen
provisionalmente su jerarquía de valores y su propio sistema de referencia y se «pongan
en el lugar del otro» para comprenderle a partir de su sistema de referencia y su historia
vital.
•buscar su mirada,
101
a) La fisionomía general
-el vestido: el tipo de ropa que utiliza y el color de la misma, el uso o no de corbata,
los zapatos, etc.;
-las joyas;
-Los rasgos del rostro: ojos, nariz, tamaño de la boca, características de los labios.
-El análisis de la mirada: con una cierta experiencia a través de la mirada, se pueden
discernir sentimientos profundos: confianza, deseo de comunicación, enfado,
ganas de vivir, ansiedad, miedo, depresión. La intensidad del intercambio de
miradas permitirá saber si se trata de alguien que no tiene ganas de comunicar,
bien por miedo de lo que se le puede decir, bien porque no se será su interlocutor.
La mirada constituye un nexo de unión entre el médico y el paciente, ya que aquél
no puede infundir seguridad y confianza si no es capaz de «mirarle» fijamente. El
paciente por, su parte, percibe también su actitud (compasión, resistencia, etc.).
-La voz: las variaciones en el timbre, intensidad, énfasis... pueden dar a conocer el
estado emocional del cuidador y mostrar confusión, triste za, temor, fatiga y dolor.
Hay que esforzarse en encontrar el volumen de voz adecuado, pues tan negativo es
el muy alto como el muy bajo. (61) Se aconseja que sea moderado con objeto de
que transmita tranquilidad y favorezca la relación interpersonal. A través de la
102
voz, el personal sanitario transmite, casi imperceptiblemente, a los pacientes
expectativas positivas o negativas. (62)
• La expresión facial y los gestos: la característica general de las personas que las
hace ser percibidas como afectuosas o agradables es su sonrisa y más aún en los
hombres, ya que éstos tienden a sonreír menos que las mujeres. Conviene tener una
expresión facial que esté en consonancia con lo que se siente. (63)
Pero además del rostro todo el cuerpo manifiesta sentimientos que ayudan o
producen rechazo a la comunicación. Hay personas que mueven mucho las manos al
hablar y otras que, en cambio, no se mueven, retienen y cruzan sus manos y brazos de
forma rígida mostrando un aire pasivo o defensivo. Ello a veces puede denotar falta de
seguridad en uno mismo.
La persona temerosa e insegura tiene una mayor necesidad de contacto cercano que
aquella que está fuerte e independiente. Su rol aumenta a medida que el estado general
del paciente empeora. El enfermo lo buscará y el cuidador se esforzará en ofrecérselo. La
forma de mirar a alguien o darle la mano es de particular importancia cuando resulta
difícil hablar o el paciente utiliza un lenguaje diferente como es el caso de los sordos o
103
demenciados o aquellos que poseen un lenguaje ininteligible, como consecuencia de una
parálisis, un cáncer de lengua o laringe, etc. (64)
Los pacientes en fin de vida se encuentran aislados, no sólo en el plano psíquico sino
también en el plano físico. Sus amigos y las personas en general, incluso sus familias, los
abandonan, no les tocan (por ese respeto al moribundo, a la muerte o por ignorancia). Su
beso en la mejilla se convierte en el beso en la frente y en el «adiós» desde la puerta. El
personal sanitario en sus visitas se coloca al pie de la cama, pero el paciente agradece de
vez en cuando un apretón de manos o un silencio compartido. (65)
También hay que insistir sobre el rol terapéutico del masaje en algunos enfermos. El
masaje es el conjunto de manipulaciones que se practican sobre una parte del cuerpo a
fin de modificar el estado de sus tejidos. El masaje es una técnica elaborada que necesita
un conocimiento y una práctica profundizada por parte de los masajistas-fisioterapeutas.
(66)
Por la calidad del tacto, la mano permite establecer una relación y una comunicación
en el sentido de que no se dirige únicamente a una patología, sino a todo un individuo.
El masaje permite:
-Acercarse al enfermo con el fin de conocerlo mejor para comprenderlo mejor (quién
es, de dónde viene, qué provoca sus sufrimientos, etc.).
Al margen del aspecto técnico del masaje que proviene de la competencia del
104
masajista, el aspecto relaciona) que propone puede ser utilizado por cualquier miembro
del personal médico deseoso de comunicarse con otra persona y, en particular, con las
personas mayores. No se hablará entonces de masaje sino de tacto, caricia, abrazo... o
simplemente de contacto, de relación. Será el masaje-placer a la búsqueda de un mayor
bienestar, de una relajación y de una comunicación.
El paciente aprecia que se le mire a los ojos, especialmente cuando está hablando
porque denota preocupación e interés por lo que está diciendo. Pero hay personas que
tienen gran dificultad para mantener la mirada cuando hablan con alguien. Se sienten
molestas, nerviosas y menos seguras de sí mismas haciendo que el paciente también se
sienta incómodo. En tales casos, si resulta difícil mirar a los ojos de la otra persona se
puede mirar a la barbilla, la boca o las mejillas, lo que hará que se sienta menos nerviosa
al dirigirse al interlocutor.
105
-manos tranquilas,
106
entonces cuando el silencio queda como el único testimonio de la solidaridad ante la
impotencia, cuando la figura del médico adquiere su verdadera dimensión. Desprovisto
de la eficacia técnica, de la palabra que ya no tiene sentido, sólo permanece el valor de
su presencia, como la esencia perenne de su profesión. (70) El silencio es una forma
poderosa de comunicación, si bien apenas se utiliza en los cuidados de salud. (71)
i) La imagen del entrevistador: al no disponer de una base técnica que aporte datos
sobre el entrevistador, la opinión del paciente se basa en primera instancia en su imagen.
Se configura a partir de varios elementos: (75)
107
algunos detalles personales suele ser muy valorado.
Positivos-negativos
108
(78)
-Que se olvida al sujeto como elemento activo: se imponen los propios tiempos,
espacios y formas de comunicación. En muchas ocasiones, se escogen
intermediarios como si el enfermo no pudiera entender.
Hay, sin embargo, pequeñas «cosas» que pueden incentivar los mecanismos de la
comunicación en el seno del hospital: (81)
109
dudar tampoco en establecer contactos regulares con todo el personal hospitalario. Cada
uno puede ser útil desde su función.
Un medio de evitar esto es acordar una cita, poniéndose de acuerdo ambas partes
sobre el día y la hora precisos. Resulta igualmente útil definir claramente el tiempo que
se dispone desde el principio de la entrevista. Si no es posible pedir hora, se evitarán las
entrevistas apresuradas, sobre todo si se necesitan informaciones importantes.
110
Ello impide abordar los problemas desde los primeros minutos y reflexionar u obtener
informaciones.
Según el doctor Buckman, estos son los temas principales que resumen lo que se
espera de una entrevista con el médico:
2.Se desea información sobre el estado psicológico del enfermo, sobre sus
necesidades y sobre lo que se puede hacer por él.
3.Se desea pedir alguna cosa para el enfermo (una consulta especializada, una
entrevista psicológica, etc.).
4.Se desea obtener ayuda para uno mismo (un apoyo domiciliario, un encuentro con
el psicólogo, psiquiatra o la asistente social, etc.).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
111
(1)ASTUDILLO, Wilson y MENDINUETA, Carmen: «Importancia de la comunicacion
en la terminalidad», en ASTUDILLO, Wilson, MURUAMENDIARAZ, Amagoia y
ARRIETA, Carlota (1998): La comunicacion en la terminalidad. San Sebastián,
Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos.
<http://www.coe.int/T/F/coh% E9sion_sociale/sant%E9/Recommand...> 24 de
junio de 2005.
(7)MORLANS, Márius, o. c.
112
2006.
(11)MORLANS, Márius, o. c.
(22)ABIVEN, Maurice (1990): Pour une mort plus humaine. Paris, InterÉditions.
113
(25)CABODEVILLA, losu, o. c.
(26)MORLANS, Márius, o. c.
(27)CABODEVILLA, losu, o. c.
(29)QUENEAU, Patrice, o. c.
(32)CABODEVILLA, losu, o. c.
(37)MORLANS, Márius, o. c.
114
(39)CABODEVILLA, losu, o.c.
<http://www.psicologia-online.com/ monografias/5/comunicacion_eficaz.shtml>
14 de septiembre de 2007.
(41)FLÓREZ LOZANO, J. A, o. c.
115
(51)BERMEJO HIGUERA, José Carlos, o. c.
(52)FLÓREZ LOZANO, J. A, o. c.
(53)FLÓREZ LOZANO, J. A, o. c.
(57)LEDOGAR, Denis (2005): Seul l'amour fracasse les tombeaux. Paris, Presses de la
Renaissance.
(61)ASTUDILLO, Wilson, o. c.
(63)ASTUDILLO, Wilson, o. c.
116
(65)GABILONDO, Sonia, ibíd.
(67)ASTUDILLO, Wilson, o. c.
(69)MORLANS, Márius, o. c.
(70)ASTUDILLO, Wilson, o. c.
(71)ASTUDILLO, Wilson, o. c.
(74)GABILONDO, Sonia, o. c.
(80)FAURÉ, Christophe (1998): Viere auprés d'un proche trés malade. Paris, Albin
Michel. (81) FAURÉ, Christophe, ibíd.
117
En un acompañamiento humano de los moribundos, lo que
debe contar no es simplemente mantener a la persona con
vida, sino en la vida.
Oskar Mittag
1. EL DOMICILIO FAMILIAR
Vicente Madoz habla del domicilio como opción no sólo posible sino deseable y
aconsejable, pues aporta innegables beneficios y contribuye a un claro enriquecimiento
tanto de quien muere como de quienes le suceden. En su opinión es necesario preparar la
«muerte en casa» desde el inicio de la enfermedad y antes de que se alcance el estadio
terminal de la misma.
118
«Morir en casa» es una opción activa, positiva, que no se improvisa. Tanto el
enfermo como sus familiares y sanitarios deben ir preparándose para la «muerte natural»
desde una profunda sensibilización y mentalización, así como desde una toma de
decisiones y opciones bien definidas y decididas. Tienen que ser austeros en el uso de los
recursos técnicos y sanitarios sin renunciar a nada válido, pero sin caer en la fiebre del
experimentalismo ni dejarse llevar por la paralización del pánico.
1.1. Ventajas
Morir en casa, rodeado de los seres y enseres queridos, puede resultar de gran alivio ante
la certeza de un final cercano siempre que ésta reúna unas ciertas condiciones sanitarias
y de hábitat. Morir en casa representa ciertas ventajas para el paciente, la familia, los
profesionales y el sistema.
El paciente
•En el hogar, el enfermo no vive ni la separación de su familia ni de las personas que
están cerca, ni tampoco se ve necesitado de la asistencia de personal sanitario que
cambia continuamente. El trato es personalizado e individualizado. (1) El hogar
facilita que el paciente pueda seguir marcando su propio ritmo de vida y tomando
decisiones cotidianas relacionadas con sus necesidades físicas, psicológicas y
espirituales. Es fundamental mantener y apoyar la autonomía del enfermo durante
todo el tiempo que sea posible. Eso contribuye a sostener el sentimiento de valía
durante el tiempo en que pueda realizar tales cosas. Cuando no le sea posible, él
mismo podrá designar su traspaso sin renunciar a su participación activa
testimonial. Los planes y proyectos familiares siguen siendo tan suyos como de los
demás. Y en el entorno familiar organizado en función de sus costumbres, a las
personas mayores les resulta más fácil orientarse y mantenerse espiritual y
psíquicamente sanas. (2) Alejar al enfermo en fin de vida de su domicilio supone
«romperle sus esquemas» y precipitarlo en la desorientación y el desconcierto, sin
referencias en las que ubicarse.
119
La familia
•La asistencia directa y cotidiana del enfermo produce satisfacción por el sentimiento
de utilidad que genera y ayuda, en consecuencia, a evitar sentimientos de
culpabilidad. En casa hay mucho más tiempo y espacio para enfrentarse con la
muerte y para expresar los sentimientos de dolor, cólera y amor. La privacidad del
entorno doméstico hace posible configurar individualmente el momento de la
muerte y preparar la llegada definitiva con mucho más tiempo y sosiego de lo que
suele ser posible en el hospital. (5)
•Existe una mayor facilidad de movimiento tanto para el paciente como para la
familia, sin horarios de visitas, sin restricciones.
Los profesionales
•Cuidar a un enfermo en su globalidad, en su casa, ayudar a hacer emerger las
potencialidades de las relaciones familiares son seguramente las principales
motivaciones cotidianas de los cuidadores en el domicilio. (7)
El sistema
•Se utilizan mejor los recursos sanitarios, lo cual mejora la satisfacción de los
pacientes a la vez que racionaliza los costes. (8) Estos costes podrían conocer un
descenso sensible gracias a la utilización de medios más flexibles que permitieran
asegurar una cobertura tan satisfactoria y menos costosa de las necesidades de los
enfermos, no justificándose en numerosos casos la utilización de estructuras
rígidas y sofisticadas. (9)
120
•El interés humanitario de mantener al enfermo lo más cerca posible de su medio
habitual de vida (domicilio o estructura intermediaria) suscita, por otra parte, un
interés creciente entre los profesionales y los usuarios del sistema de salud. La
hospitalización es a menudo sentida como una verdadera ruptura y conlleva en
numerosos casos un traumatismo grave para el enfermo y su familia; debería
intervenir únicamente cuando las fórmulas de salud más simples se constaten
inoperantes.
No obstante, si el domicilio puede parecer el lugar ideal para vivir los últimos
momentos como ocurría en el modo de vida tribal o rural y en la familia extensa,
ello resulta cada vez más difícil en la actualidad.
ElEl paciente se puede sentir una «carga» para su familia. Puede también ocurrir que
el enfermo quiera ahorrar trabajo a su familia o que piense que ésta no sabrá o no
podrá ocuparse de él. Hay además pacientes que necesitan el hospital para morir.
121
Enfermos y familias que aunque estén bien rodeados, soportan mal el hecho de
permanecer en el domicilio no sintiéndose bien. Necesitan el entorno hospitalario
y la presencia de profesionales que por su estatus transmiten confianza.
Únicamente, el hospital, en razón de su instrumental, puede procurar al paciente
cuyo estado general se agrava una cierta calidad de vida. El hospital ofrece
seguridad y protección y contribuye así al alivio del paciente y de sus allegados.
•El paciente mantiene la esperanza de un tratamiento y piensa que eso sólo resulta
posible en el hospital. Si un elevado porcentaje de gente fa llece actualmente en el
hospital, no es solamente porque la sociedad actual abandone a sus enfermos, sino
porque, en general, el que vive no quiere morir e incluso en caso de situaciones
incurables, el hospital sigue siendo todavía ese lugar de esperanza que muy a
menudo consigue salvar. (11
•No hay nadie que quiera asumir la asistencia o bien el entorno social y familiar del
paciente resulta inadecuado. Existen situaciones en las que no hay acuerdo sobre
quién y cómo se debe cuidar al enfermo y, por tanto, pueden resultar difíciles los
cuidados domiciliarios y familiares.
•Problemática familiar latente que dificulta el adecuado cuidado del paciente y crea
un ambiente poco idóneo para una muerte apacible. Un ambiente familiar
estresante puede agravar algunos de los síntomas asociados a la patología de base,
ya que en algunas ocasiones los cuidados por parte de la familia se prestan por
obligación y con el tiempo estos cuidados se abandonan y el paciente termina
ingresado en un hospital.
•La responsabilidad que los familiares asumen al decidir mantener a su ser querido
122
en casa es mayor que si lo derivan a otro recurso asistencial y si ello implica un
cuidado intenso e intensivo, puede resultar agotador.
•Claudicación familiar.
NoNo hay apoyo suficiente por parte del médico de familia y/o alguna enfermera.
123
•Soporte inadecuado a la familia.
•Las vivendas son cada vez más pequeñas, la familia se reduce o las mujeres trabajan
fuera del hogar.
a)El enfermo en fin de vida sabe que en un tiempo previsible morirá de una afección
incurable y tiene el deseo de morir en su casa. Únicamente la conciencia
compartida de la muerte inminente, hace posible que todos los afectados por la
situación renuncien a las medidas que tal vez podrían alargar la vida y que sólo
pueden aplicarse en el medio hospitalario. (12)
124
ello no significa que no pueda desistir cuando las circunstancias lo exijan. (13) La
persona no debe estar totalmente aislada y el entorno familiar o amistoso debe ser
cooperante, aceptar la idea de una muerte en el domicilio y adherir
preferentemente a este proyecto. Si los recursos financieros son suficientes y la
persona lo desea, se puede paliar la ausencia del entorno con la presencia de un
cuidador de enfermos.
c)Debe existir confianza en el equipo que se va a ocupar del enfermo. Esta confianza
será directamente proporcional al trabajo preparatorio del servicio hospitalario (en
caso de que la patología haya necesitado una hospitalización) o al trabajo anterior
del equipo domiciliario.
f)Deben utilizarse todos los recursos disponibles de la ayuda a domicilio sin esperar
el agotamiento del entorno (cama medicalizada, cuidados de enfermería, ayuda
doméstica, comida a domicilio, voluntariado, etc.).
125
La atención domiciliaria se refiere a la asistencia y los cuidados sanitarios y sociales
prestados en el propio domicilio del individuo cuando éste, por padecer un proceso
agudo o crónico, no tiene la capacidad o independencia suficientes para acudir al centro
de salud.
La atención domiciliaria es una actividad propia de todos los miembros del equipo de
atención primaria, principalmente de los médicos, los profesionales de enfermería y los
trabajadores sociales.
126
1. Generales
2. Dirigidos al paciente
127
•Coordinar los tratamientos con el equipo de atención primaria: se trata el plan de
cuidados y terapias con el médico y la enfermera de zona y éstos contactan con el
equipo de atención domiciliaria ante cualquier alteración en el plan o ante
cualquier duda que no puedan solucionar. Es importante aclarar con el equipo de
atención primaria cuáles son los tratamientos útiles y cuáles no, para evitar al
enfermo una sobrecarga de fármacos innecesaria. También es importante la
unificación de criterios en cuanto a la información transmitida al paciente y a la
familia, sobre todo para no angustiarles a causa de la comunicación de
informaciones diferentes o contradictorias.
2. LA RESIDENCIA DE ANCIANOS
Entre el domicilio y las instituciones hospitalarias, las personas mayores pueden integrar
una estructura residencial.
El doctor Ignacio Pérez de Mendiguren resume del modo siguiente la situación que
actualmente se vive en las residencias de ancianos. (18)
Las residencias están evolucionando en estos últimos años desde su papel anterior de
centro cerrado, benéfico, de acogida, hasta convertirse en un importante recurso
sociosanitario, abierto e incorporado al entorno, en el que la atención integral y
sistemática de los residentes y de sus familias se convierte en el objetivo principal del
trabajo de equipo.
128
El objetivo principal de trabajo en las residencias de ancianos consiste en asistir de
manera integral. Ello supone identificar todas aquellas variables que influyen en el
bienestar y la calidad de vida de los residentes (aspectos físicos, mentales, psicológicos,
emocionales, sociofamiliares, ambientales, relacionales, espirituales), con la certeza de la
relación sistemática y bidireccional que existe entre estas variables y los residentes y
entre las variables entre sí.
129
Según el autor, muchos de los síntomas que presentan los ancianos incluidos en
programas de cuidados paliativos pueden ser, y de hecho, son, reversibles con
intervenciones proporcionadas y adecuadas, apreciándose con relativa frecuencia el
hábito de tratar paliativamente todos los síntomas que puedan presentar, desistiendo de
mejorar e incluso revertir situaciones subsidiarias de ello, sólo por el hecho de catalogar
al anciano como paliativo o terminal. Recalca por ello la importancia de la atención
individualizada al anciano en cuidados paliativos, huyendo de la protocolización de
enfermedades terminales y de la aplicación de determinadas soluciones en función de la
enfermedad que se padezca.
130
terminal, frente a otras situaciones de mucha mayor prevalencia como son las demencias
y/u otras patologías crónicas de origen cerebrovascular, cardíaca, metabólica e incluso
situaciones derivadas del proceso normal de envejecimiento.
En principio, uno de los objetivos principales de todas las residencias debe ser
convertirse en un auténtico hogar para los residentes, en el cual la posibilidad de
contacto con otros compañeros posibilite el fomento de nuevas relaciones, con el
consiguiente reforzamiento de la base de apoyo social de cada uno en particular y del
grupo residencial en conjunto. Sin embargo, existen situaciones habituales en las
residencias de ancianos que pueden ser origen de conflicto entre los residentes y que
pueden suponer un importante obstáculo a la integración en la vida residencial, como
pueden ser la necesidad de compartir espacios (habitación, salas, servicios, comedores,
etc.), la masificación, la convivencia con otros residentes enfermos y dependientes, etc.
Como consecuencia, las residencias deben tratar de promover por un lado los aspectos
positivos de dichas relaciones sin que, por otro lado, se vea resentida la intimidad y
autonomía de cada residente.
131
mismos residentes, con la consiguiente merma en las relaciones más habitualmente
deseadas y cualitativamente mejor valoradas.
132
3. EL HOSPITAL
Hasta bien avanzado el siglo xx eran las familias las que acogían y cuidaban a los
enfermos. El hospital como institución de caridad en manos de las órdenes religiosas,
sólo acogía a los más pobres, los que no tenían familia o que nadie quería. Era poco
frecuente que un enfermo de una clase acomodada consultara o ingresara en el hospital.
Sin embargo, en las últimas décadas muchas familias han ido renunciando a hacerse
cargo de su atención y han transferido esta responsabilidad al hospital. De hecho se
estima que en España el 80 por ciento de los fallecimientos se producen en este medio.
133
El hospital en la actualidad se ha convertido en un lugar de esperanza de curación
incluso en el caso de las enfermedades más graves. Cumple una función terapéutica que
antes no tenía. El hospital como institución de caridad que antaño acogía gratuitamente a
las personas sin recursos, enfermos y moribundos, se ha convertido en un lugar dotado
de una altísima tecnología, capaz de aportar respuestas médicas adecuadas a un gran
número de personas enfermas. Pero a pesar de su compleja tecnología, los hospitales no
están organizados ni tienen personal capacitado para ofrecer una atención efectiva al
paciente moribundo y a su familia y, en consecuencia, asumir el reto de cuidar
adecuadamente a esos enfermos hasta el momento de su muerte. (19)
134
correspondientes, sino también las psicológicas y las sociales.
Unido a ello, Geneviéve Laroque explica que a partir del momento en que el hospital
adquiere conciencia de que no puede conseguir siempre sus prodigios, dos reflexiones se
imponen:
•La segunda reflexión consiste en decir que ya que el hospital ha olvidado que no es
solamente un lugar de reparación sino también el único lugar donde soportar lo
insoportable, hace falta volverle a dar los medios para que vuelva a serlo. Los
hospitales diseñados arquitectónica y funcionalmente para satisfacer la mecánica
interna de la institución y la conveniencia del personal, fueron concebidos en su
día con el único objetivo de restablecer la salud y, a pesar de su compleja
tecnología, no tienen una estructura ni un personal sanitario con la formación
específica para asumir el reto de cuidar adecuadamente a esos enfermos hasta el
momento de su muerte.
135
horas y en el momento del fallecimiento es difícil y la organización de un rito funerario
resulta prácticamente imposible. Esta perspectiva supone evidentemente una concepción
nueva de los roles profesionales, una concepción donde el interés del enfermo prima
sobre el funcionamiento de un sistema basado en el gigantismo, la estricta división de las
tareas, la jerarquía de los roles, la desconfianza en relación al enfermo y su familia, la
ignorancia de la situación real de los internos y de las enfermeras, la fascinación por los
exámenes de laboratorio, las estadísticas y las nuevas tecnologías.
Frente a las estructuras hospitalarias clásicas, las unidades de cuidados paliativos (UCP)
son servicios especializados que funcionan dentro de los hospitales generales o asociadas
a ellos para aceptar a los pacientes: (24)
136
representación del abandono terapéutico. Se suele asociar cuidados paliativos con el cese
de todo tratamiento que no sea de los llamados de confort. Esta descripción corresponde
a los cuidados terminales que se aplican en los últimos diez o quince días de la vida del
paciente en los que se presta especial atención a los síntomas físicos, psíquicos y
necesidades espirituales de los pacientes y sus familiares. (25)
Pero la práctica de los cuidados paliativos es más amplia. Comprende el cuidado total
de los pacientes cuya enfermedad no responde al tratamiento activo con finalidad
curativa. Abarca las actuaciones que mejoran la calidad de vida de aquellos pacientes y
sus familiares que se enfrentan a problemas asociados con enfermedades amenazantes
para la vida, a través de la prevención y el alivio del sufrimiento por medio de la
identificación temprana con evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas físicos,
psicológicos, sociales y espirituales en aquellos enfermos en los que no se suministran
tratamientos oncológicos específicos. Pueden proseguirse o instituirse ciertos
tratamientos e incluso realizarse exámenes complementarios si pueden resultar
beneficiosos para el enfermo y si aportan más datos al médico en vistas a adoptar una
decisión (por ejemplo, interrumpir un tratamiento).
137
El ingreso en una unidad de cuidados paliativos va acompañado de sentimientos de
culpabilidad, tristeza, desesperanza y de numerosas inquietudes por parte de la familia.
La culpabilidad que se deriva del traslado a una institución proviene fundamentalmente
de la tensión que sienten las familias entre el deseo de poderío y hacer todo lo posible
para impedir la muerte y el sentimiento de impotencia ligado a los límites (agotamiento,
evolución de la enfermedad). (29) El ingreso significa que la muerte está cercana y
destruye la esperanza de los familiares. Su falta de preparación al cambio produce mucha
agresividad.
138
ser muy personalizada a fin de restituir a la persona enferma su verdadera identidad. (31)
El ingreso del enfermo en la unidad se define como la entrada y acogida del paciente
por el personal de enfermería. Sus objetivos se dirigen a: a) proporcionar seguridad al
paciente, confort y adaptación al medio hospitalario y el sentimiento de sentirse bien
acogido; b) suministrar la información precisa para cubrir sus necesidades y obtener a su
vez la información que se necesita para poder administrarle unos cuidados integrales.
Desde la llegada del paciente a la unidad, todos los intervinientes en el cuidado del
enfermo pueden ser convocados para entrevistarse con el enfermo y su familia. Las
primeras entrevistas se centran en el enfermo en su globalidad y no solamente en su
enfermedad; se interesan, igualmente, por su familia, abordando todas las facetas de lo
vivido. Se pregunta a la persona lo que espera de la unidad y se le precisa lo que se le
puede aportar: calmar sus dolores, procurarle un cierto bienestar en un lugar donde podrá
vivir con su familia, tal vez recuperar un cierto grado de independencia e incluso salir.
Pero el concepto de calidad de vida es difuso y variable, ya que cada persona tiene un
concepto particular de lo que considera «buena» o «mala» calidad de vida. La calidad de
vida es un concepto multidimensional que cubre aspectos subjetivos y objetivos y que
tiene mucho que ver con la satisfacción vital, la salud y la capacidad funcional, sobre
todo con la «salud percibida» y la capacidad funcional entendida como autonomía. (32)
Por este motivo, es muy importante que los profesionales conozcan lo mejor posible el
concepto de «calidad de vida» que tiene cada enfermo. Sólo desde el respeto de ese
sentimiento se le podrá ayudar a conseguirlo.
139
en su vida. Las estampas o rosarios indican sus creencias. El neceser de una mujer
muestra la imagen que la persona desea dar de ella misma, aspecto fundamental a tener
en cuenta a la hora de realizar el aseo. Estos detalles tienen una importancia
considerable, ya que ofrecen a los cuidadores la posibilidad de conocer más íntimamente
al paciente y respetarlo en sus deseos más profundos.
Las unidades de cuidados paliativos son un lugar de vida que si no tratan de hacer
olvidar a los enfermos su condición de enfermos, sí que intentan al menos mantenerlos
en vida lo mejor y lo más tarde posible. La cuestión médica está fundada sobre la
aproximación global del enfermo que engloba las actividades de todos los cuidadores: el
acompañamiento relacional, los cuidados de bienestar, el tratamiento médico somático y
el control del dolor.
En las unidades de cuidados paliativos, los valores y las prioridades cambian: lo que
era percibido como secundario puede ahora ser muy importante y viceversa. No se
preocupan solamente de los problemas orgánicos que plantea la enfermedad, sino que
intentan indagar sobre todo lo que puede justificar atención y ayuda. (33) Se pasa de una
actitud de lucha contra la enfermedad a una actitud de asistencia y apoyo a la persona.
140
continuación.
Parece deseable que estas unidades se integren en los centros hospitalarios para que
puedan beneficiarse de toda la infraestructura del hospital general.
La habitación
•suelo recubierto de moqueta (en general está prohibida a causa de los microbios
pero su prohibición no tiene razón de ser en este estadio de la vida),
•sábanas de color,
•decoración floral,
141
•posibilidad para la familia de comer con el enfermo,
Para satisfacer las necesidades de estos pacientes, las unidades de cuidados paliativos
procurarán organizarse de la siguiente manera: (34)
•sala polivalente para las reuniones del equipo o de éste con la familia, etc.
El anciano en las UCP puede beneficiarse de todos y cada uno de los cambios
organizativos descritos anteriormente, pero aparte, va a necesitar unas modificaciones
específicas del ambiente en función de sus características, en relación con sus
alteraciones sensoriales, cognitivas, trastornos de la marcha y pérdida de funcionalidad
que le motivan un alto riesgo de iatrogenia con inmovilidad, caídas y desorientación
(cuadros confusionales agudos producidos simplemente por el propio ingreso
hospitalario). Por ello, es útil que las UCP incorporen las indicaciones tradicionales de
seguridad de todas las unidades de geriatría:
-Camas con regulación de alturas, así como sillas geriátricas móviles que faciliten el
desplazamiento por la unidad y fuera de ésta.
142
que facilitan un cierto grado de privacidad a las personas que lo deseen. Es también
conveniente instalar una cocina independiente del office de servicio.
Igualmente, hay que prever un entorno con sillones, moqueta, plantas, cuadros,
música.
-Sistema de baño y ducha que permita bañar o duchar a los enfermos sin necesidad
de dejar la camilla.
Es decir, los ritmos del personal se fijan en relación a los de la persona hospitalizada.
Esta flexibilidad en los cuidados, en oposición a la rigidez de los hospitales ordinarios,
permite que el enfermo pueda encontrar el tiempo de trabajar si puede, distraerse,
participar en la vida de la colectividad. Pero dado que otras personas pueden expresar
también otras demandas, el personal debe estar disponible preservando sus capacidades
de intervención y su disponibilidad. Hace falta pues atención, delicadeza, una aptitud
para adaptarse e intentar responder a las expectativas de la persona enferma, pero
igualmente para negociar. El ritmo del día procede de un intercambio, de una
negociación entre el enfermo y el cuidador, discerniendo entre lo que la persona no
desea hacer y lo que no puede realizar.
Además de responder a las necesidades globales del enfermo en fin de vida, las
unidades de cuidados paliativos juegan también un rol de investigación, de
sensibilización, de formación de los cuidadores de cara a los problemas que surgen al
final de la vida.
143
Uno de los objetivos de la tarea de acompañar al enfermo en fin de vida es
proporcionarle el mayor bienestar posible liberándolo de sus síntomas más molestos.
A tal fin existen diferentes métodos que promueven la comodidad del paciente,
aunque ello no significa que se empleen de manera exhaustiva en todos los hospitales y
unidades de cuidados paliativos. Debido a la escasez de personal especializado en
algunas estructuras, pueden adoptar ciertos principios pero sin que se pueda hablar por
ello de métodos en sentido estricto.
5.1. La relajación
Para conseguir éxito con este tratamiento es necesario que el médico explique
adecuadamente al paciente el mecanismo por el cual un pensamiento reiterativo puede
influir sobre el dolor a través de la ansiedad que contribuye a mantener, para que una vez
que el enfermo se dé cuenta, lo suspenda y procure adquirir un nuevo esquema mental y
una actitud más positiva ante la vida, que sea más favorable para el organismo en su
conjunto, así como para que tome conciencia agradable del cuerpo no doloroso y
disminuya la amplificación del dolor.
Los métodos de relajación son diversos y pueden ser de interés en el caso del
enfermo crónico: relajación muscular, meditación y relajación con ayuda mecánica del
biofeedback entre otros. Su objetivo es aprender a liberar en poco tiempo la tensión de
los músculos.
144
Durante la relajación se produce un estado mental de apertura y serenidad que
proporciona seguridad, autoaceptación y dominio de la voluntad y mayor confianza del
enfermo en sí mismo, que permite mejorar la actitud de la persona ante la vida y su
enfermedad. La relajación puede también ser útil para los miembros de su familia y los
cuidadores.
5.2. El biofeedback
5.3. La musicoterapia
La música es un método no farmacológico que puede ser empleado para tratar el dolor y
mejorar el bienestar de los pacientes. En el ambiente médico, el terapeuta utiliza las
experiencias musicales y las relaciones que se desarrollan a través de ellas para
influenciar en el estado emocional, mental o físico del paciente, antes, durante o después
del tratamiento médico y para ayudar a los pacientes a que se ajusten a su enfermedad,
tratamiento y/o recuperación. (37)
145
Objetivos generales:
-fortalecer la autoestima,
Objetivos específicos:
-aliviar los temores y las ansiedades,
146
Fases durante el proceso terapéutico en la musicoterapia
-Recopilación de datos sobre el paciente: acerca del sujeto enfermo que hablen de su
diagnóstico y pronóstico, características de la enfermedad que está padeciendo,
medicamentos que se le suministran, etc. El musicoterapeuta deberá también
recopilar información sobre las etapas que el individuo ha atravesado y está
atravesando en el proceso de adaptación a la nueva situación. Se interesará
también por la dinámica y roles familiares en el que está inserto, los cuidadores y
auxiliares que participan en su cuidado, los tratamientos que recibe, la situación
económica en la que se encuentra la familia y demás datos que permitan ofrecer
un conocimiento completo del individuo considerándolo en su individualidad y
subjetividad una unidad biopsicosocial al que se intenta ayudar para facilitarle una
mejor calidad de vida.
147
músicas grabadas y elegidos en función de la identidad sonora del paciente. La
musicoterapia activa está dirigida a aquellos pacientes que aún tienen posibilidades de
movilidad, de participación en la actividad musical. También es posible combinar la
musicoterapia activa y la pasiva; en ambas, se considerará tanto la recopilación de datos
sobre el paciente como la ficha musicoterapéutica, la cual se podrá completar con la
información que el paciente aporte o en la imposibilidad de hacerlo, el informador podrá
ser algún miembro de la familia o cuidador.
5.4. La hipnosis
Una sesión de hipnosis debe desarrollarse después de una entrevista preparatoria que
además de precisar el diagnóstico, disipará las aprehensiones y las ideas falsas que el
paciente pueda tener con respecto a este método.
5.5. La fisioterapia
148
El fisioterapeuta contribuye eficazmente a los cuidados paliativos, elaborando
programas realistas para el paciente con carácter preventivo, restaurativo, de soporte y
paliativos.
Es una ciencia que cura o alivia a los enfermos a través de la ocupación de su tiempo
libre en una tarea que les sirva de entretenimiento y mejore su autoestima. Intenta
enseñar determinadas actividades con las que se pueda ocupar mejor el tiempo para
vencer el aburrimiento y el hastío que tienen connotaciones negativas (ansiedad,
irritación) y agravan la enfermedad. Se emplea, por lo general, como complemento de la
fisioterapia para intentar conservar la capacidad funcional del paciente tanto como sea
posible y mejorar su calidad de vida. En la elección de los ejercicios se tienen en cuenta
las preferencias del paciente y las posibilidades de integración en los progresos de la
vida diaria. (40) Las dificultades del paciente pueden superarse mediante actividades
cortas que estimulen al enfermo evitando la pérdida de las adquisiciones funcionales al
pasar a una situación real.
149
-entrenamiento en el uso de diversos equipos,
-conservación de la energía,
-actividades grupales,
-terapia de recuerdos.
150
actividades cotidianas para ejercitar de forma efectiva las posibilidades de autonomía
existentes (marcha y desplazamientos, aseo, vestido).
151
contra la pérdida de iniciativa, la ausencia de expresión, el retraimiento.
5.7. La sofrología
El sofrólogo adopta una actitud positiva, de escucha abierta y atenta ante las
manifestaciones de su paciente o alumno, tanto por medio de su lenguaje como su
expresión corporal, evitando la interferencia de sus propios prejuicios, ideas o
interpretaciones (actitud fenomenológica).
152
su pasado, presente y futuro. Así, puede guiar a la persona hacia una existencia
armónica, serena y saludable.
153
•prevención ante la aparición de enfermedades de origen psicosomático.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(1)MITTAG, Oskar (1996): Asistencia práctica para enfermos terminales. Consejos para
la familia y para la hospitalización. Barcelona, Editorial Herder.
(5)MITTAG, Oskar, o. c.
(8)LAVANDERO, Carolina, o. c.
(9)BARRAU, Annick (1993): Humaniserla mort; Est-ce ainsi que les hommes meurent?
Paris, Éditions I'Harmattan.
154
<http://www.enfermeriaconexion.com/%20paliativosl5.htm> 16 de noviembre de
2005.
(12)MITTAG, Oskar, o. c.
(13)MITTAG, Oskar, o. c.
(14)GOMAS, Jean-Marie, o. c.
(17)ENFERMERIACONEXION, o. c.
(21)ABIVEN, Maurice (1990): Pour une mort plus humaine. Paris, InterÉditions.
(23)MITTAG, Oskar, o. c.
155
Los cuidados paliativos en el anciano. San Sebastián, Sociedad Vasca de Cuidados
Paliativos. Diputación Foral de Guipúzcoa. Departamento de Servicios Sociales.
(29)RICHARD, Marie-Sylvie, o. c.
(33)ABIVEN, Maurice, o. c.
156
(35)ASTUDILLO, Wilson, MENDINUETA, Carmen y ASTUDILLO, Edgar, o. c.
<http://www.alaia-duelo.com/grupoduelo.htm>9jun.2006.
157
La necesidad de relación y acompañamiento se hace mayor
cuando uno se siente más débil, cuando se experimenta en
su condición de fragilidad.
Inés Becerra
158
El equipo cuidador forma una unidad. Engloba a los médicos, las enfermeras, las
auxiliares de enfermería, el personal de servicio, el psicólogo o psiquiatra y el
ergoterapeuta, sin olvidar la familia, el voluntariado y el personal religioso.
¿Cuál es entonces el papel del médico en una unidad de cuidados paliativos? ¿Debe
mantenerse en su rol terapéutico de prescriptor o, por el contrario, debe implicarse en
responsabilidades que sobrepasen las propias del ejercicio hospitalario?
1.1. El médico
Los cuidados paliativos constituyen tal vez una de las pocas ocasiones donde el
médico puede hablar con el paciente. En otro contexto, se intercambian a menudo
comentarios sin trascendencia, mientras que en este período se dicen y se hacen cosas
que tienen una autenticidad y un valor infinitos. Esta capacidad relacional del médico
debe inscribirse en la complejidad de los lazos conscientes e inconscientes constituidos
alrededor de la persona enferma. La percepción de este campo relaciona) se enriquecerá
con la experiencia de los otros actores. A través de este diálogo pluridisciplinar,
paciente, entorno y cuidador podrán construir un espacio de vida respetuoso de la
persona enferma, del límite de cada uno de los actores y ajustado a los límites impuestos
por la realidad.
Esta reflexión acerca del límite constituye una cuestión importante en medicina. Los
159
cuidadores que trabajan en cuidados paliativos están constantemente enfrentados a los
problemas de límite: límite del saber médico, de los tratamientos, de su función, del
sufrimiento aceptado, de la capacidad de escuchar, del tiempo, etc. Frente a ello, son
posibles varias actitudes. Rechazar el límite, reforzar los medios terapéuticos, controlar
todos los síntomas, buscar la perfección del cuidado o, por el contrario, interiorizar el
límite impuesto y construir un espacio donde cada actor pueda restringirse a su
identidad. En cuidados paliativos más que prolongar los límites desplazando los
objetivos del cuidado, se trata de proponer al paciente un espacio donde su relación con
el límite pueda elaborarse de modo diferente:
160
también un objetivo de cuidados.
f) Debe también interrogarse sobre la relación que el médico mantiene con su propia
personalidad. La relación con la persona enferma le conducirá hacia sus afectos, la
singularidad de su historia personal, la dimensión consciente e inconsciente de su
subjetividad. Estará constantemente solicitado a fin de interpretar un síntoma, un dolor,
una angustia, un sufrimiento. La escucha del entorno le hará abrirse a las historias
familiares y adaptarse cada vez que el equipo señale que la tensión de la familia va en
aumento. En cuidados paliativos, el médico no puede limitarse a un trabajo de
objetivación o de escucha de una palabra racional desprovista de interpretación. El
médico no puede escapar de su propia subjetividad, pero tendrá cuidado de que ello no
impida la subjetividad del paciente.
Asimismo, el médico puede ser un animador del equipo del que se espera la
capacidad de reconstituir lo que puede dar una unidad, un sentido después de múltiples
traumatismos cotidianos. (4)
Los médicos pueden también jugar el rol de moderadores, de referente en el seno del
equipo debido a su posición más distante respecto a las enfermeras. Viven menos el
traumatismo de la exposición, del compromiso. De cierto modo, son más distantes
aunque su presencia al lado de los enfermos y de sus familias sea bien real.
1.2. La enfermera
Los cuidados de enfermería paliativos son cuidados activos centrados sobre el paciente y
su entorno. Proporcionan un acompañamiento cotidiano en unión con el proyecto
definido entre todos los actores. (5)
161
más cerca están de los enfermos y de sus familias. (6)
Para trabajar como enfermera en cuidados paliativos es necesario cumplir una serie
de requisitos, poseer determinadas cualidades humanas y estar capacitada para el
ejercicio de sus competencias, que le permitirán llevar a cabo un cierto número de
misiones. (8)
Requisitos
•Comprometerse voluntariamente.
162
sensibilidad humana y con visión positiva del mismo. Significa acogida y
comprensión de la persona justamente en la situación en la que se encuentra y con
sus comportamientos. Supone no escaparse con racionalizaciones o abstracciones,
sino centrarse en la persona que comunica sus sufrimientos, centrarse en el
significado que para ella tiene cuanto le acontece. (10)
•Actitud positiva. Ver lo bueno de las personas, cosas y situaciones, y mostrar una
buena disposición de ánimo.
•Alegría. Vivir rodeado de aflicción, dolor, miedo y penas ante un final cercano no
permite al enfermo expresar deseos vitalistas. Por ello, es importante que la alegría
del personal pueda contribuir de alguna manera a devolver el interés por ese
sentimiento gozoso de vivir.
163
forzosamente las mismas emociones. Ello facilita la creación de un espacio de
diálogo y una relación basada en la confianza.
La empatía permite a la enfermera estar cerca sin por ello derivar hacia la
simpatía, consciente de la existencia de dos historias de vida bien distintas en este
encuentro. En la simpatía uno se identifica, se implica emocionalmente, se hace
suyo el problema del otro, lo que impide ayudarle a progresar hacia una mejor
percepción, una mejor adaptación a su situación.
•Fortaleza. Fuerza y vigor para defender los criterios con argumentos, los cuidados
con razonamientos. Fuerza y vigor para protestar ante situaciones de pasividad o
mala praxis.
•Sensibilidad. Propensión natural para captar del entorno todos los mensajes y
aportarles respuesta y atención. Capacidad para sentir con el otro los contrastes
diarios del trabajo desde los más nobles a los más míseros.
164
•Tacto. Tacto como sentido para percibir, para recoger información. Tacto para tocar
como medio de acercamiento o contacto. Tacto como habilidad para hablar u obrar
en situaciones delicadas.
Competencias
•Experiencia en cuidados en personas en fin de vida.
Misiones
•Aconsejar y educar a la familia y al paciente sobre la medicación y la dieta a seguir,
la higiene y los cambios posturales que efectuar, ayudándoles a prevenir y
sobrellevar los momentos de crisis.
•Privilegiar el alivio de los síntomas (el dolor ante todo) en colaboración con el
equipo pluridisciplinar (médico, fisioterapeuta, auxiliar de enfermería, voluntario,
etc.).
165
proyecto de cuidados hasta su muerte.
•Misiones en partenariado
•Misiones de formación
166
-Participar en los congresos y organizaciones de cuidados paliativos.
Todos los cuidadores que trabajan en cuidados paliativos están motivados, han elegido
esta orientación y han seguido una formación. Marie de Hennezel señala dos grandes
motivaciones que incitan a los sanitarios a trabajar en el dominio de los cuidados
paliativos:
b)Lanzar un desafío; el desafío de hacer todo lo que queda por hacer cuando se cree
que ya no hay nada más que hacer es lo que va a movilizar toda la habilidad, la
imaginación y el saber hacer de los cuidadores. Éstos tienen además, frente al
sufrimiento de la muerte y al sentimiento de impotencia que engendra, un cierto
número de puntos fuertes: el hecho de considerar la muerte no como un fracaso
sino como un acontecimiento por vivir; hacer un trabajo que han elegido y para el
cual se sienten motivados; tener una visión de las cosas, unos valores personales
susceptibles de dar un sentido a su trabajo; la conciencia de lanzarse un desafío
demostrando que se puede trabajar de otra manera.
Pero a pesar de estas motivaciones, los cuidadores sufren. La tarea de acompañar está
constituida de inmensas alegrías, de grandezas interiores, pero la inquietud, el peligro, la
amenaza de lo imprevisible permanecen constantes. Como señala una enfermera, el
trabajo de acompañamiento es muy arduo. Los sentimientos de impotencia y de
ineficacia, lo desconocido, lo imprevisible, la ausencia de respuestas; es decir, el ser
testigo del sufrimiento, de la pena, de la enfermedad, de la muerte, de los duelos
repetidos, invade lo cotidiano.
167
menudo atrapados en contradicciones dolorosas, entre la ideología médica en fracaso y
su sentido humano. Se sienten ansiosos, susceptibles, culpables y agresivos, «paralizados
en un estado de depresión ascendiente», tal como describe a los cuidadores que sufren.
Ello a menudo puede ser fuente de estrés en la enfermera. Una persona está estresada
cuando debe hacer frente a situaciones que implican exigencias que le resultan difíciles
de satisfacer, ya sea por falta de capacidad, por falta de preparación o por ser excesivas
tales exigencias. (11) Existen dos tipos de estrés posibles de cara a la muerte, el negativo
y el positivo. El estrés negativo puede ser:
Más allá de este nivel se puede añadir otro tipo de sufrimiento ligado a una
relativa desposesión en su capacidad de cuidar. Se trata de los desacuerdos
terapéuticos sentidos tanto por parte de los cuidadores como de los pacientes en
168
relación a un exceso terapéutico, falta de consideración de los fenómenos
dolorosos, peticiones de muerte.
•La falta de preparación para resolver los problemas médicos y espirituales de los
pacientes. La impotencia de aliviar el dolor del otro puede culpabilizar al sanitario.
La falta de formación psicológica de los superiores puede también ser un factor de
dificultad en los cuidadores, sobre todo si éstos están formados en la escucha y el
acompañamiento. Puede generar distancia entre ambas partes y problemas de
rivalidad.
Institucional
Representado sobre todo por las condiciones materiales del ejercicio profesional:
•Medios de trabajo insuficientes, tanto materiales como de personal y de tiempo. Las
enfermeras evocan a menudo la falta de tiempo. La importante carga de trabajo en
el ejercicio clínico encierra con frecuencia a la enfermera en los cuidados técnicos
en detrimento de los cuidados relacionales. Las instituciones reconocen la
importancia de la relación de ayuda, pero los equipos no están suficientemente
dotados de personal para aportar el apoyo que necesitan las personas gravemente
enfermas.
169
de respetar la presencia de un allegado. Evidentemente el cuidador no puede asumir
todas las tareas que exigen los cuidados de los enfermos y la presencia de sus allegados.
Por ello, la preocupación de disponer de tiempo va unida a la preocupación de delegar
ciertas prioridades (voluntariado).
•Existencia de conflictos con algún miembro del equipo, emisión de juicios de valor
ante acciones aparentemente inadecuadas de otro compañero, sin fundamento
suficiente sobre el hecho en sí y sobre su intención.
170
mayores, seniles o dementes.
Intrapersonal
•Debido al elevado idealismo de la enfermero. El sufrimiento personal del Debido
cuidador se encuentra a veces reforzado por una doble imagen profesional: la
obediencia y la insensibilidad. Numerosas enfermeras han sido formados en la
estricto obediencia creyendo muy poco en una posible autonomía profesional. A
ello se une la necesaria resistencia al sufrimiento del otro interpretado como
debilidad o insuficiencia. Se asiste a lo que se podría llamar un círculo del
sufrimiento personal: (12) nacido de la percepción personal del cuidador, el
sufrimiento se convierte todavía en más personal al reconocer sus propios límites e
incluso enjuiciar sus propias capacidades y valores profesionales. Este sufrimiento
personal del cuidador puede convertirse en un sufrimiento moral, es decir, un
sufrimiento ligado a la experiencia de una relativa incapacidad ética para percibir
lo que es justo, oportuno hacer o no en el encuentro con la persona que sufre.
•Otro tipo de sufrimiento se debe a las exigencias respecto a los cuidadores: poder,
éxito, rechazo al fracaso. Ello produce una importante fuente de sufrimiento entre
un imaginario social que parece indicar la «inexistencia» de la muerte y el hecho
de que la sociedad haga descansar todo su «peso práctico» sobre los cuidadores. A
ello se unen la importancia de las pérdidas personales en el pasado y los duelos
mal solucionados o en curso de resolución que constituyen factores de agravación
del estrés. Una dificultad reciente en la propia existencia del cuidador (enfermedad
personal o de un allegado, pérdida de un ser querido) puede hacerle
momentáneamente vulnerable ante el sufrimiento del otro y producirle un
sentimiento de fracaso. En tales casos, conscientes de lo que se vive en el plano
personal, se puede aprender a anticipar las emociones y evitar aumentar el
desamparo delegando en un compañero.
El burnout
La interiorización permanente de estos traumatismos, el pudor de expresarlos, la
ausencia de ritos y de diálogo o simplemente la importancia de duelos sucesivos acaban
agotando los recursos psicológicos de los sanitarios y pueden producir un estado de
sufrimiento extremo que se traduce en la usura profesional (burnout). El Síndrome de
Desgaste Profesional o burnout cuya característica esencial es el agotamiento emocional
y escepticismo se manifiesta entre los profesionales en el ejercicio de su actividad
171
laboral, cuando ésta se realiza en el campo de los servicios humanos o en las
denominadas profesiones de ayuda (salud, enseñanza, etc.). (13) Sus componentes
esenciales son además del agotamiento emocional, la despersonalización y los
sentimientos de inadecuación profesional.
Por último, el profesional puede sentir que las demandas laborales exceden a su
capacidad, originando una tendencia a la autoevaluación negativa y a la insatisfacción
con sus logros profesionales (sentimientos de inadecuación profesional).
172
-La autoimagen del médico como individuo poderoso cuyo ideal es salvar la vida.
Situarse ante un enfermo en fin de vida le envía a la propia angustia de la muerte,
a la propia mortalidad. La muerte de un enfermo es vivida como un fracaso, su
propio fracaso.
-La desproporción entre los pequeños problemas que hay que resolver en la vida
profesional cotidiana, pero de los que hay que ocuparse rápidamente, y la
preocupación permanente por el enfermo produce un malestar físico y moral.
173
Para combatir el estrés, el apoyo de los sanitarios puede organizarse sobre dos
planos: el institucional y el personal. (16)
El apoyo institucional
a) Comunicación. Con el aumento del volumen y de la pluralidad de conocimientos, la
práctica médica se ha modificado considerablemente estos últimos años. Ya no suele ser
el médico el único interviniente en el cuidado del enfermo. En la mayoría de los casos es
ayudado no sólo por otros médicos, sino también por equipos de enfermeras y auxiliares
y profesionales paramédicos. Asimismo, profesionales de salud de disciplinas diferentes
y trabajando en estructuras distintas pueden ocuparse de un mismo paciente.
-Los hospitales y clínicas deben poseer lugares apropiados para las entrevistas
privadas con los pacientes y sus familias.
-Los profesionales de salud deben consagrar cada semana una parte de su tiempo a
reunirse con los pacientes y sus familias y con los otros profesionales de salud.
174
elaboración de un proyecto de cuidados, a la discusión de las decisiones que se
deben tomar.
•Una reunión de «duelo» semanal para hablar por última vez de las personas que han
fallecido la semana precedente. Esta reunión ofrece a los cuidadores o a los
voluntarios que lo deseen la posibilidad de expresar lo que han vivido en el
acompañamiento de los enfermos.
Estas reuniones, que tienen como misión ayudar a los cuidadores, mejoran
igualmente la calidad de los cuidados que se ofrecen a los enfermos.
En los grupos de palabra cada uno puede expresarse libremente sin miedo a ser
juzgado o ser considerado un mal cuidador. Pero de ninguna manera estos grupos son un
lugar de psicoterapia donde se analizan las problemáticas individuales. Su finalidad
consiste en hacer que los acontecimientos profesionales difíciles no se transformen en
problemas personales. Los grupos de palabra permiten el aprendizaje de los límites de
cada uno y de la distancia justa en la proximidad relacional, encontrar las respuestas que
le van a permitir hallar o desarrollar su potencial relacional, su competencia profesional,
su apertura a la vida. Asimismo, y supervisados por un psicoterapeuta, estos grupos
permiten a los cuidadores reunidos periódicamente «gestionar» mejor sus sufrimientos y
encontrar la buena distancia en la proximidad relacional para no dejarse sumergir por el
sufrimiento ni por las tensiones de los otros.
175
encontrados, los fundamentos y objetivos esenciales del grupo de palabra responden a
una cierta constancia de las necesidades manifestadas: (19)
Para conseguir una colaboración fructífera entre «psy» y no «psy» tanto en lo que se
176
refiere al paciente como a la relación en el seno de un grupo de palabra, se debe
reconocer y respetar las competencias, cualidades y atribuciones de todos. Crear un
clima de confianza y una cierta complicidad con los otros intervinientes sin el temor a
ser analizado, permite al «psy» integrarse en la historia del equipo pluridisciplinar,
ofreciendo la distancia y el apoyo necesarios.
177
por ejemplo), voluntad de trabajo en equipo y escucha mutua, motivación para
comprometerse en un proyecto común en el que el paciente sea el centro de atención,
respeto del trabajo de cada uno, conocimiento de uno mismo y cuestionamiento personal.
(22)
Deben precisarse claramente las tareas y límites de cada uno. Cada profesional aporta
su competencia específica y ha de tener en cuenta lo aprendido en el contacto con los
otros. Cada responsable ha de establecer un marco de funcionamiento preciso que deje la
menor cabida posible a la improvisación. Hay que esforzarse en prever y anticipar las
situaciones. Cada uno tiene que sentirse solidario de acuerdo con la filosofía que anima
al equipo e ir en el mismo sentido.
El éxito del trabajo en equipo se basa en la dimensión humana que apartándose del
individualismo, el egocentrismo y la competitividad presenta un nuevo modelo de
comportamiento caracterizado por la comprensión, la generosidad y la colaboración por
encima de uno mismo. Se debe aprender a dialogar juntos, aceptar las opiniones y
conocimientos del otro para ponerlos en común y enriquecerlos mutuamente, aceptar que
cada uno pueda expresar su vivencia sin que sea considerado como un reproche, una
crítica. Hay que esforzarse en comprender el punto de vista del otro, sobre todo en caso
de divergencia en lo que concierne la estrategia terapéutica más adaptada.
e) Evaluación del trabajo en equipo según los criterios definidos para garantizar unos
cuidados de calidad a la persona enferma. Mejorando la evaluación de las situaciones
que pueden presentarse (dolor, otros síntomas desagradables, sufrimiento psicológico,
178
etc.), se quiere evitar caer en el encarnizamiento y en el abandono del enfermo.
Existe también el apoyo de los otros miembros del equipo o apoyo interrelacional
como estímulo recíproco entre los cuidadores.
El apoyo personal
El sanitario debe cuidarse y estar atento a su calidad de vida. Según la definición de la
enfermera como primer instrumento de cuidados (Hildegarde Peplau), sería erróneo
separar lo personal de lo profesional. Se trata pues de:
b)Por otro lado se acepta como necesario mantener una cierta distancia con la
179
persona para poder analizar objetivamente la situación por la que atraviesa y, de
esta manera, realizar una intervención más adecuada atendiendo a sus necesidades,
tanto manifiestas como latentes. El pro fesional debe saber hasta qué punto puede
implicarse en una relación emocional con el paciente sin riesgo de sufrir un duelo
patológico u otras alteraciones, como el «quemamiento». Ante el dolor y el
sufrimiento hay que evitar dos posiciones: (23)
-Blindarse y mantener a distancia las quejas de los enfermos hasta escucharlas como
un murmullo habitual, lo que es propio de la indiferencia organizada. El cuidador
profesional responde a la demanda que se le formula. Es riguroso y eficaz y se
implica poco o nada afectivamente con el fin de autoprotegerse.
-Ahogarse con el que sufre en una relación fusiona). El cuidador fusiona) se encierra
en lo afectivo y el rol protector. El enfermo y él no forman más que una persona,
son indisociables. El médico se considera indispensable, el enfermo es sentido
como «su» enfermo.
Aunque lo más adecuado sea buscar un punto de equilibrio entre estas dos
tendencias, no resulta fácil. El establecimiento de una serie de normas en el servicio
puede ayudar a conseguirlo: (25)
180
publicaciones y que aún no tienen una base sólida para su aprobación e indicación
y que crean inconscientemente una mala conciencia si no se utilizan.
Uno de los aspectos importantes del apoyo «personal» de los cuidadores se refiere a
sus motivaciones y al hecho de que hayan elegido este tipo de trabajo. El hecho de vivir
«pérdidas» o «rupturas» que les han hecho sensibles a la cuestión del duelo, haber vivido
personalmente una muerte con repercusiones negativas, el hecho de que ellos mismos
hayan podido morir, constituyen experiencias que han influido en un cambio de actitud y
de manera de actuar de los cuidadores. A causa de estas experiencias han desarrollado
una mayor sensibilidad al dolor de los otros y un deseo de ayudarles, así como una cierta
fuerza interior.
Otro elemento de apoyo es el valor que cada cuidador atribuye a su trabajo, el sentido
que le otorga, el reconocimiento que recibe de parte de los enfermos y de las familias.
(26) La valoración del esfuerzo y la dedicación por parte del enfermo satisface el deseo
de reconocimiento y si no previene, contribuye al menos a disminuir el riesgo de
quemarse al sentirse útil ayudando a los demás.
Pese a todo, a pesar del sufrimiento, las frustraciones y los límites de su trabajo, los
cuidadores reconocen que les gusta y les aporta mucho. Es ante todo la noción de
intercambio alrededor del enfermo lo que constituye la clave del trabajo en cuidados
paliativos. Si se da mucho se recibe también mucho y la calidad de los intercambios, de
las relaciones, es de tal naturaleza que cada uno tiene el sentimiento de alcanzar «lo
181
profundo de lo humano». (28)
3. OTROS INTERVINIENTES
Sin embargo, esta función no puede restringirse al dominio habitual del psiquiatra o
del psicólogo. Por una parte, las peticiones de psicoterapias convencionales son
excepcionales en las unidades de cuidados paliativos; por otra, los diagnósticos y los
tratamientos propuestos por el «psy» en respuesta a las manifestaciones depresivas,
ansiosas, confusionales o a los dolores mal controlados son útiles, y ponen de manifiesto
que los cuidados paliativos requieren sólidas competencias, pero no resumen la
originalidad del proceder del «psy» en el seno de un equipo pluridisciplinar. En un
182
servicio de medicina, su visión se aleja de lo que ha podido experimentar en sus
actividades psiquiátricas o psicoanalíticas. Su actuación debe dirigirse hacia dos metas:
Acompañar psicológicamente el morir como proceso (como crisis que puede concluir
en una transformación) exige: (32)
183
-Identificar los mecanismos de defensa inconscientes, respetarlos y ajustarse,
apreciar y tener en cuenta la necesidad de mantenimiento, incluso de restauración
de la estima, así como la necesidad de buscar un sentido a lo vivido. Existen
situaciones donde la culpabilidad, la degradación física, la rebelión y el
sentimiento de injusticia son tales, que la estima propia está profundamente
afectada. La insatisfacción puede generar un sentimiento de inutilidad, ineficacia,
pero en realidad no es así. Una ayuda psicológica, a menudo puntual, puede
ayudar al enfermo a hacer el duelo de lo inacabado, abrirse a sus recursos
interiores, buscar un sentido a su experiencia y percibirse de otro modo. A un
enfermo en rebelión se le debe invitar a hablar de sus deseos, de lo que le hubiera
gustado hacer y no ha podido o no ha tenido tiempo de hacer. Después de las
primeras reticencias del tipo «Ipara qué!», la expresión del deseo conlleva toda
una dinámica, se abre sobre otras perspectivas.
El cuidador que propone este apoyo específico al enfermo debe tratar de desmitificar
el carácter insólito e «intrusivo» del «psy» a través de un contacto previo que intente
abrirle a esta visión. El primer contacto, poco acostumbrado el enfermo a tal relación,
184
resulta a menudo difícil y laborioso si el «psy» no consigue instaurar una relación
cordial, acogedora y empática.
El apoyo psicológico puede ser solicitado por el enfermo o por un miembro del
equipo; puede concretizarse en una entrevista única, puntual, que sirva para apreciar la
importancia de los factores inconscientes que bloquean la evolución psíquica y
comunicarlos después al equipo cuidador.
185
le proporcionan. La presencia de un psicólogo en el equipo, una vez disipadas las
posibles reticencias del primer momento, es percibida por las familias como la
posibilidad de tener recurso a una persona disponible y competente para levantar los
obstáculos a la comunicación, aligerar el peso de las culpabilidades o preparar el trabajo
de duelo.
Cuando la diferencia entre los sentimientos vividos por el enfermo y los vividos por
su familia es muy importante, el psicólogo intenta entrevistarse con la familia, a fin de
intentar reajustar su actitud con respecto al enfermo. Por ejemplo, cuando el enfermo
está lúcido y su familia continúa manteniendo una esperanza que ya no tiene; o al
contrario, cuando el enfermo necesita todavía esperanza, vida, afección compartida y la
familia piensa ya en su muerte, vive un duelo anticipado y comienza a hablar en pasado.
La finalidad de la entrevista no es hacer sentir a la familia que ha fracasado, sino
concienciarla de esa diferencia y ver con ella si es posible reducirla.
Este tipo de entrevista es tanto más delicada en cuanto que se trata de respetar los
mecanismos de defensa que son la negación o el duelo anticipado, ayudando a aquellos
que los utilizan para protegerse de un gran sufrimiento, a ser conscientes de ello. Es
desde esta perspectiva que se puede invitar a un allegado con problemas de
comunicación con el enfermo, a participar en la entrevista que el psicólogo mantiene con
este último.
186
trata de distinguir entre lo que el equipo necesita conocer respecto a un paciente para
incrementar su bienestar y lo que debe ser respetado como parte de su intimidad.
Después de la escucha, el respeto de la confidencia es la mayor preocupación del
psicólogo.
187
paliativos. (33)
3.2. El ergoterapeuta
188
condiciones y que le sean asegurados el bienestar, la actividad y la posibilidad de
relacionarse hasta el final. (37)
189
y las auxiliares. El baño ofrece la oportunidad de evaluar a la persona en una situación
concreta, pero también de intercambiar, de tejer una relación, de proponer un tiempo de
distracción y de relajación. Es una actividad en sí misma, a veces la única que puede
proponerse, un soporte a la relación.
Si los pacientes y aquellos que les acompañan salen de la habitación, constatan que la
sala de ergoterapia es un lugar de encuentro. Los pacientes observan cómo unos afrontan
la enfermedad y cómo otros se degradan. Encontrarse con aquellos que parecen más
afectados que uno mismo produce efectos diversos. Para algunos puede ser difícil
soportar el hecho de constatar la enfermedad y sus consecuencias. Constituye una fuente
de angustia y despierta el miedo del parecido. Algunos huyen y vuelven a su habitación.
Para otros, es la ocasión de caminar en relación a su propia enfermedad y descubrir su
libertad o movilizar sus energías para permanecer vivos y activos. El ergoterapeuta
acompaña a los pacientes a través de esas diferentes tomas de conciencia.
Los pacientes pueden acudir con sus familiares o amigos. La sala de ergoterapia es
190
un lugar donde se intercambian experiencias entre los pacientes, o entre pacientes y
familias, o con los voluntarios y los cuidadores, creándose lazos importantes. Así se
sienten menos solos y se apoyan mutuamente. Se interesan por los enfermos y se visitan
a veces. El ergoterapeuta participa en la resocialización y la sala representa, para
aquellos que la frecuentan, un lugar de apoyo importante. Puede ocurrir también que la
familia siga acudiendo asiduamente aunque el paciente ya no lo haga. Las demás
familias de enfermos juegan un rol importante en cuanto que proporcionan apoyo
recíproco a sus miembros.
Relacionarse y hacer
La actividad no es un fin en sí mismo sino un soporte a la relación. A través de la obra
realizada, se tejen lazos entre pacientes o con las familias, con el er goterapeuta o los
voluntarios. En la sala de ergoterapia se permite hacer algo, pero también no hacer nada,
porque acudir es ya un acto en sí.
Entre las actividades que se pueden realizar, algunos prefieren los juegos de cartas o
el scrabble, las damas..., con la familia o con otros pacientes o voluntarios. Otros
191
prefieren pintar o fabricar algún objeto, ya sea para ellos, para decorar la sala de
ergoterapia o para ofrecérselo a alguien. Las realizaciones deben ser sencillas, efectuarse
en un lapsus corto de tiempo, con instrumentos fáciles de manipular y sin peligro y su
resultado debe ser bonito. No hay que olvidar que a menudo hay que hacer frente a un
cansancio generalizado, una capacidad visual y de atención limitada, una memoria
deficiente y una manipulación en fuerza y precisión restringida.
El objeto fabricado tiene mucho valor. Es el último objeto fabricado por la persona,
su última obra y a veces incluso la primera. Este objeto quedará como un recuerdo de la
persona; a través de él, el paciente deja una huella. Puede jugar el rol de objeto
transicional (Winnicott, 1971) que ayuda a la separación.
Por último, la actividad juega un rol en la dinámica de grupo de los pacientes y de las
familias. Un paciente activo es dinamizador para aquellos que le admiran, le animan, le
aconsejan, le ayudan e incluso acaban deseando también hacer algo.
Acoger a la familia
192
La ergoterapia está dirigida al hombre enfermo en su globalidad, pero también incluye la
familia. A un estadio avanzado de la enfermedad, la familia debe ser considerada como
«objeto» de cuidados al mismo tiempo que debe tener un lugar activo específico cerca
del enfermo, asociado al equipo.
La sala de ergoterapia es un lugar importante para las familias. Pueden adoptar cierta
distancia en relación al enfermo y a su enfermedad, reunirse con otras personas, hablar
y/o llorar, expresar sus esperanzas o sus sufrimientos y angustias y crear alguna cosa. La
sala de ergoterapia desdramatiza la imagen del final de la vida y de la muerte, tiene una
función relajadora para la familia que, al igual que el paciente, tiene que afrontar la
enfermedad y la muerte.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
193
ASTUDILLO, Wilson, GARCÍA DE ACILU, Arantza, MENDINUETA, Carmen y
ARRIETA, Carlota (1999): Estrategias para la atención integral en la terminalidad.
San Sebastián, Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos, 2a ed.
(2)DEYMIER, Valérie (2001): Soins palliatifs en équipe: le róle infirmier. Paris, Institut
UPSA de la douleur.
(7)JOUTEAU-NEVES, Chantal, o. c.
(8)JOUTEAU-NEVES, Chantal, o. c.
<http://www.secpal.com/revista/resumen_ponencias/ resumen_ponenc...> 17 de
febrero de 2005.
194
(14)ASTUDILLO, Wilson y MENDINUETA, Carmen: «El síndrome del agotamiento
en los cuidados paliativos», en ASTUDILLO, Wilson, MENDINUETA, Carmen y
ASTUDILLO, Edgar (1997): Cuidados del enfermo en fase terminal y atención a su
familia. Pamplona, EUNSA, 3a ed. corregida y aumentada.
(16)ABIVEN, Maurice (1990): Pour une mort plus humaine. Paris. InterÉditions.
<http://www.coe.int/T/F/coh% E9sion_sociale/sant%E9/Recommand...> 24 de
noviembre de 2005.
(22)ABIVEN, Maurice, o. c.
(25)ABIVEN, Maurice, o. c.
195
(26)GALINDO MENÉNDEZ, A., o. c.
(28)JOUTEAU-NEVES, o. c.
(32)ABIVEN, Maurice, o. c.
(33)ABIVEN, Maurice, o. c.
(34)RUSNIEWSKI, Martine, o. c.
(35)RUSZNIEWSKI, Martine, o. c.
(36)QUENEAU, Patrice, o. c.
196
Cómo muere la gente es algo que permanece en la mente
de aquellos que continúan viviendo.
Cecily Saunders
1. LA FAMILIA
197
experimenten cierta sensación de abandono. En la fase vital de una enfermedad es
de suma importancia aclarar que el alivio sintomático, el apoyo emocional y el
soporte social son medidas encaminados al cuidado y a la mejora del enfermo y
que todo ello constituye la esencia de unos cuidados continuos.
198
-Personalidad y circunstancias personales del enfermo. -
La familia es el núcleo fundamental del apoyo al enfermo que adquiere una especial
relevancia en la atención domiciliaria. La actitud de la familia repercute sobre el enfermo
y, como señala C.M.Parker, es a menudo la capacidad que posee la familia para
adaptarse a esta prueba, lo que indicará si hay que intentar dejar al enfermo en el
domicilio o ingresarlo en el hospital. Cuando el enfermo permanece en el domicilio, la
designación del cuidador primario para asumir su cuidado recae principalmente como
antaño sobre las mujeres, ya sea la esposa, la hija o la nuera. El cuidador familiar
proporciona un cuidado de calidad al enfermo, tanto desde un punto de vista psicológico
como físico, y socialmente tiene un contenido económico, ya que resulta menos oneroso
para el sistema asistencial. (4)
-que la carga producida por la enfermedad no sea de tal naturaleza, que le resulte
insoportable física o emocionalmente.
Además, el cuidador familiar deberá enfrentarse a nuevos retos que irán surgiendo en
el transcurso de la enfermedad: (6)
199
-Aceptar apoyos para cuidarle.
Sin embargo, cuando las necesidades y requerimientos cada vez más apremiantes del
enfermo y el propio proyecto vital del cuidador entran en conflicto, la situación entre
ambas partes puede deteriorarse. Para que esto no ocurra y que la relación de ayuda y
acompañamiento sea durable, es necesario que el cuidador principal pueda (al menos en
alguna medida) ver realizado su propio proyecto de vida. Es importante que el cuidador
principal siga dedicándose a sus actividades sociales y de ocio para que conserve su
identidad propia y se reduzca el desgaste emocional consecuencia del sobreesfuerzo. La
implicación de otros familiares o recursos sociales y servicios de apoyo de la comunidad,
a veces desconocidos por los propios familiares, ayudan en el adiestramiento de los
cuidados y la cobertura de tareas que permitan espacios libres y propios. La relación con
el enfermo no puede basarse en una negación del cuidador, pues esto podría despertar
sentimientos de rechazo hacia aquél. (7)
200
específicos. Necesita recibir instrucciones claras y precisas del equipo sanitario
respecto a la medicación, horarios, pautas, tratamientos posturales y otros recursos
(prevención de escaras, irritaciones de la piel, cambio de pañales, etc.). Una
familia colaboradora y bien formada en los cuidados básicos contribuirá de
manera efectiva en la consecución del bienestar del enfermo. (9)
•Cargas morales
•Su trabajo se realiza la mayoría de las veces en solitario y sin el apoyo de los
profesionales implicados.
201
Para combatir estas situaciones de estrés, es posible intervenir a diferentes niveles:
•Cargas financieras
202
conlleva en los claudicantes, y los sentimientos del enfermo que en muchos casos se
sentirá la causa de la desestructuración familiar, además de estar inadecuadamente
atendido. (13) La última etapa de la vida se convierte en un drama para todos y se
traduce en el abandono del paciente. (14)
Desde el mismo momento en que la familia toma conciencia de que uno de sus
miembros va a morir en un plazo más o menos breve, surgen una serie de miedos:
-Al sufrimiento del paciente y especialmente a que tenga una agonía dolorosa.
203
fácilmente. Pueden tener el sentimiento de tener una excesiva responsabilidad, pueden
surgir viejas rivalidades y celos y reducirse o incluso desaparecer la comunicación entre
los diferentes actores. En estos casos una adecuada organización familiar puede prevenir
la claudicación del cuidador primario o de cualquier otro miembro de la familia,
pudiendo evitarse los sentimientos de culpa derivados de la incapacidad de cuidar al
enfermo hasta el final.
Como factores sociales que inciden en una posible claudicación familiar, debemos
reseñar: (16)
-Relación-comunicación familiar.
-Habilidades sociales.
204
-Aislamiento social o una red social insuficiente.
Establecer una buena relación con el paciente y sus familiares basada en la confianza
aumenta el cumplimiento del tratamiento y el mejor control sintomático. La calidad de
vida puede mejorar no sólo cuando «objetivamente» se hace sentir mejor a los pacientes,
205
sino cuando éstos sienten que se está tratando de ayudarles y se da soporte a su familia.
(19)
2. EL VOLUNTARIADO
-Reconocer y valorar a las personas más allá del deterioro físico y psíquico.
-Permitirles vivir según sus deseos y en la medida de lo posible, en relación con los
otros hasta su muerte.
Para cumplir su misión, los voluntarios cuentan con su presencia atenta, su escucha y
tiempo. Proponen un nuevo espacio para la relación y están disponibles a lo inesperado
206
del encuentro sin tareas concretas que desarrollar. Su intervención no debe percibirse
únicamente en detalles espectaculares. Paliar, aliviar, puede hacerse a través de la
afectividad y de hecho esta presencia va a hacer que el voluntario sea acogido por el
paciente y su familia, porque acompaña gratuitamente, sin condiciones. Percibe las
necesidades e intenta darles respuesta lo mejor posible. Ello no es programable de
antemano, sino realizable en el presente, y descansa sobre una escucha atenta, la
intuición y una gran libertad interior. «Vosotros los voluntarios sois el lazo de unión
entre los cuidadores y nosotros», dicen los pacientes.
•Un servicio directo al paciente y a su familia que puede tener cuatro variables:
•Consultores sanitarios.
207
implica comprometerse de manera seria y continua. Su integración se hará mejor si el
voluntario es deseado por el conjunto del equipo. Las necesidades y expectativas se
definirán claramente en acuerdo con el responsable de voluntarios.
Las personas enfermas y las familias se quejan de que la enfermedad y sus cuidados
invaden lo cotidiano; no piensan más que en la enfermedad, toda su vida gira alrededor
de ella. Las relaciones de amistad disminuyen y, sin embargo, cada miembro del grupo
familiar, a menudo desbordado e incapaz de acompañar con serenidad, necesita más que
nunca sentirse acompañado. Requieren muchas veces, junto al propio enfermo, un
soporte emotivo externo para aliviar las dificultades que se generan a causa del dolor, la
frustración, la impotencia. (27) La escucha de los voluntarios desdramatiza a menudo las
situaciones difíciles y desculpabiliza. Comparte el dolor y las alegrías y puede también
servir de relevo a los familiares que necesiten descansar.
2. Los enfermos y las familias necesitan que se les escuche lo vivido durante la
enfermedad, los momentos felices y dolorosos. El voluntario aporta esta escucha atenta
que ayuda a los familiares a adaptarse a la nueva situación que están viviendo.
208
mostrar que el enfermo sigue vivo. A través de su atención a los detalles cotidianos,
anima a los allegados a centrarse en el presente. Es un buen medio para ellos de
prepararse para la separación. La calidad de los últimos momentos vividos juntos juega
un rol determinante en el proceso de duelo.
5. El rol del voluntario es también hacer sentir a la familia que en equipo, con los
sanitarios, en el domicilio o en el hospital, se realizará lo necesario para garantizar la
continuidad del acompañamiento, que es para algunas asociaciones como para
numerosos profesionales una preocupación prioritaria. La familia se siente atendida y
tiene la tranquilidad de que su pariente no va a quedarse solo si por cualquier motivo no
puede estar presente.
209
•Un clima de confianza en el que la persona enferma pueda expresarse con total
libertad, pues va a ser el clima de confianza el que va a dotar de un carácter
especial a esa relación íntima. Al acompañar durante un tiempo a esa persona, se
le hace sentirse más persona que paciente, se siente más segura y atendida, más a
gusto, escuchada y comprendida, se le otorga sus señas de identidad. Lo más
importante no van a ser las acciones que se realicen ni las necesidades que se
cubran, sino el encuentro que va a producirse entre el enfermo y la persona
voluntaria y que ambos denominan «relación de ayuda».
-Después de haber vivido un duelo, la persona tiene ganas de transmitir a otras lo que
ella misma ha recibido (experiencia positiva) o, por el contrario, desea evitar al
210
otro el desarraigo y la soledad que él ha padecido (experiencia negativa).
-La jubilación: los hijos fuera de casa procuran más tiempo libre. Se conjuga a
menudo el miedo al vacío y el deseo de abrirse a los otros.
-El deseo de ayudar, escuchar, comprender y tal vez buscar un sentido al acercarse a
estas personas que se creen más cerca de la verdad, puesto que se acercan al final
de su vida.
211
esperar de un voluntario, quien a su vez conocerá por escrito los deberes específicos, los
límites de la ayuda proporcionada y las posibles situaciones difíciles de resolver. (35)
Entre los requisitos necesarios para poder ser voluntario figuran: (36)
•El equilibrio, una conducta estable y la madurez que lo haga capaz de afrontar
presiones externas fuertes, como por ejemplo mantenerse ante una situación de
dolor extremo.
•La responsabilidad ante la causa del otro como si de ello dependiera su propia
realización personal. Capacidad de ponerse en el lugar del otro, comprender su
problema, su sufrimiento y el que se desencadena en su entorno familiar.
•El calor humano: expresar, más allá de las palabras, acogida y amor hacia la persona
que se atiende. La ternura es otro de los sentimientos al cual los enfermos y su
familia conceden mucha importancia.
•La paciencia: ser capaz de ir al ritmo del otro teniendo en cuenta que no se pueden
arreglar inmediatamente todos los problemas y situaciones injustas.
•La constancia: no decaer ante la primera dificultad. Considerar las dificultades como
oportunidades de crecimiento. La constancia ofrece seguridad al paciente y
212
permite asegurar la continuidad de las tareas que se emprenden.
•La capacidad de trabajar en equipo, es decir, admitir que el otro puede realizar su
trabajo tan bien e incluso mejor o retomarlo donde lo han dejado los otros sin por
ello frustrarse.
ElEl interés por la formación. Escuchar sin angustiarse, ya que la angustia del otro
reclama una formación, una reflexión, un trabajo interior. Se trata de una
formación que permite la confrontación consigo mismo frente a la vida y la
muerte.
•La disponibilidad hacia los pacientes y sus familias no sólo en el tiempo sino
también disponibilidad interior, capacidad de adaptarse al momento presente, dejar
de lado sus propias preocupaciones para acoger el pensamiento y el deseo del otro,
el deseo de responder a las necesidades del momento.
213
•La edad mínima de 18 años.
-reflexionar con los otros sobre preguntas éticas que se plantean a partir de su
experiencia,
Dificultades
Pero por muy bonito que sea el proyecto de acompañamiento del voluntario, no hay que
idealizar su realización. Muchas dificultades persisten: (39)
214
•El cansancio, los conflictos entre personas obligan a repensar sin cese el proyecto y
a reajustar los comportamientos.
215
2.4. El voluntariado en el domicilio
216
-Apoyo a la familia para que ésta pueda continuar con sus actividades o cuidado de
niños, ancianos o minusválidos que puedan quedar solos y desasistidos.
•Entretenimiento y ocio.
•Gestión del servicio de biblioteca, prestando libros a aquellos enfermos cuyo estado
de salud no requiera todavía demasiados esfuerzos para leer; de lo contrario, será
el voluntario quien lo haga en su lugar.
•Facilitar o posibilitar la relación del paciente con otros enfermos o personas del
exterior que puedan animarlo y ayudarlo en la enfermedad.
217
3. LA ASISTENTE SOCIAL
En cuidados paliativos resulta muy vasto tener en cuenta a los pacientes y su familia y
cubre tantos dominios sanitarios y sociales como puede haber demandas.
Ante las dificultades engendradas por una enfermedad grave, la asistente social
proporciona respuestas apropiadas a las demandas, trabaja sobre la prevención de la
marginación o la exclusión situándose en la intersección de las políticas sociales y de las
personas enfermas. Tiene una función de mediación entre el paciente y su familia, el
equipo cuidador y la sociedad, las instituciones.
218
A menudo el camino ha sido largo y fastidioso en el curso de las estancias
hospitalarias, durante las cuales ha habido que soportar todos los trastornos cotidianos
causados por la enfermedad y el miedo al futuro. La familia que sufre necesita ser
escuchada e informada y la experiencia muestra que su sufrimiento es indisociable del
que vive el enfermo que sufre la pérdida de su independencia y de sus roles sociales y
familiares, de su ambición y de sus responsabilidades, de sus proyectos y de la alteración
de su imagen corporal.
Informar bien
Muchos autores coinciden en que uno de los temas que puede facilitar o entorpecer la
adaptación a la enfermedad es la comunicación. El trabajador social debe facilitar la
discusión constructiva de ansiedades y preguntas específicas (de orden social, familiar,
profesional, médico) con el objetivo final de ayudar a los familiares a poder manejar, por
su cuenta y de forma positiva, la fase terminal en vez de considerarse víctimas de un
destino cruel. Un trabajador social nunca pue de hacer esta labor por el paciente, pero sí
que puede contribuir a reducir un problema que generalmente va a asociarse con la
comunicación, el aislamiento de los miembros, la redistribución de los roles y la
confusión personal.
219
Mediar en el equipo interdisciplinar y garantizar la confidencialidad
Con el fin de ayudar a comprender el contexto familiar, la asistente social está en
posesión de numerosas informaciones sobre las familias y transmite algunas de ellas al
equipo para intentar ayudar al enfermo y a su entorno. ¿Pero hasta dónde puede llegar en
la intimidad de las familias? ¿Qué es del orden de la información necesaria para la
comprensión y qué es del orden de la curiosidad o de la indiscreción?
Suscitar proyectos
La asistente social emprende lo necesario para responder a las necesidades de las
personas que recibe. Suscitar proyectos para el tiempo que queda por vivir es mantener
al enfermo hasta el final en el mundo de los vivos. Ello forma parte del apoyo para vivir
al ritmo de la enfermedad (remisión, recaída, fase terminal); significa reconfortar a la
familia que puede vivir cada día una relación humana y afectiva. Esto resulta posible
dejando cabida al futuro, incluso a corto plazo: «¿Qué le gustaría hacer hoy? ¿Tendría
ganas de qué?..., celebrar el cumpleaños de... asistir al bautizo de... volver a casa en
Navidad... ir de vacaciones... ir al restaurante... celebrar los 18 años de mi hijo...».
220
•el relevo del cuidador en el domicilio, las solidaridades de vecindario, las ayudas y
el acompañamiento de los voluntarios,
4. EL CAPELLÁN (43)
Todos los miembros de un equipo tienen que saber reconocer en cada paciente estas
221
manifestaciones de la espiritualidad, evaluar sus necesidades, aconsejar, escuchar
confidencias, darle soporte emocional y espiritual, promover una comunicación abierta,
etc. El apoyo se traduce de diferentes maneras y concierne a todo el equipo.
Pero aunque todos los miembros del equipo tengan una actitud abierta a la realidad
espiritual y manifiesten su apoyo dentro del área que les compete, es el capellán el
experto en temas espirituales. Como tal, debe ser considerado por el resto del equipo
porque tiene un papel que es propiamente suyo y lo aborda de modo diferente a sus
compañeros. (44)
222
sacramentos. La evaluación de las necesidades espirituales del paciente no es cuestión de
un instante. Se requiere una presencia continuada para hacerse cargo de la situación o
momento espiritual de un paciente, que de hecho es compleja y cambiante a medida que
avanza la enfermedad. Se requiere también flexibilidad para ir respondiendo a las
necesidades que plantee y adaptación a los tiempos que el paciente marca. (46)
El capellán debe mostrarse accesible y cercano. Es conveniente que lleve bato blanca
porque sirve para expresar la condición de miembro del equipo. (47)
223
religiosos y humanos con el fin de que encuentre la fuerza moral y espiritual
necesaria que le permita asumir la prueba de su enfer medad, los cuidados que
necesita, sus consecuencias y, en el contexto que nos ocupa, situarse de manera
plenamente humana (o al menos lo mejor posible) frente a la muerte. El sacerdote
sabe estar presente sin forzar, respetando siempre la conciencia del enfermo. El
deseo del sacerdote es ayudarle en los problemas interiores que surien en los
últimos momentos de la vida de una persona, pero sin tratar de orientarla en una
dirección determinada. Es el enfermo quien va experimentando su propio proceso
espiritual. Junto a él, el sacerdote sabe tratar esos temas y es capaz de ayudar,
sugerir, orientar, facilitar, dar lo que necesita. Esta labor requiere una presencia
continuada.
•Visitar a los enfermos hospitalizados a fin de disipar los malentendidos que recaen
sobre la función de capellán. Después de estos contactos humanos previos y
esenciales podrán ser formuladas por el enfermo, pero igualmente por su familia,
demandas con carácter más religioso: entrevistas, comunión, sacramento de los
enfermos. Conviene que la actitud del capellán sea siempre activa y no debería
esperar a ser avisado por otro miembro del equipo para visitar a un enfermo.
Todos pueden facilitar la tarea del capellán sugiriendo su visita o hablando con el
paciente.
224
•Tras el fallecimiento, celebrar una ceremonia religiosa personalizada y adaptada a
las convicciones religiosas del difunto, su familia y amigos. Se intentará entonces,
a través de un trabajo de memoria sobre el difunto, favorecer una integración
personal y colectiva del dolor y de la muerte ligada a la desaparición de ese
miembro de la familia o amigo.
•cortesía y amabilidad,
•prudencia y discreción,
•disponibilidad y prontitud,
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(2)GÓMEZ en SÁNCHEZ, Ana Ma, DÍAZ, Iván y DONNAY, Olga: «La familia como
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(24)BECERRA, Inés, o. c.
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(27)GRIMAUD, Chantal, o. c.
(29)ABIVEN, Maurice, o. c.
(30)SANTISTEBAN, Íñigo, o. c.
(33)ASTUDILLO, Wilson, o. c.
(36)BECERRA, Inés, o. c.
228
(42)DELBECQUE, Henri (1993): Les soins palliatifs et l'accompagnement. Paris,
Ministére des Affaires Sociales.
(43)GARMENDIA, Carol, o. c.
<http://www.bioetica.com.mx/index.php?option=articles&task=viewa...> 9 de
junio de 2005.
(48)BURDIN, Léon, o. c.
229
El factor más importante que fundamenta la demanda de
entrenamiento en cuidados paliativos es la existencia de
una gran población de pacientes en creciente expansión,
que mueren con sufrimiento no aliviado.
A pesar de la importancia que los cuidados paliativos han ido adquiriendo en la práctica
médica, la falta de formación sigue siendo una de las lagunas que queda por cubrir en la
atención al enfermo.
Existen también otras razones que hacen necesaria la preparación y educación del
equipo terapéutico en cuidados paliativos:
230
más frecuentes pasaron a ser de origen cardiovascular y neoplásico y aumentaron los
procesos degenerativos. En la actualidad, se asiste además a un envejecimiento
progresivo de la población. Este conjunto de circunstancias ha hecho que aumente el
número de enfermos crónicos, es decir, de personas con patologías cuya curación resulta
prácticamente inalcanzable.
231
afecciones de los ancianos se derivan de procesos degenerativos, irreversibles e
incurables que no pueden resolverse. No obstante, muchas de las enfermedades que se
encuentran en los ancianos pueden encontrarse también en adultos que no son mayores,
son dolencias susceptibles de ser tratadas y corregidas. Por otro lado, existen síndromes
específicos del anciano, como las caídas, la incontinencia de esfínteres, los trastornos del
comportamiento, el síndrome de inmovilidad o las demencias. La ausencia de geriatras o
de profesionales con formación en geriatría en los diferentes niveles sanitarios
(hospitales y ambulatorios) constituye una contradicción cuando gran parte de los
usuarios de la sanidad son ancianos. (2)
232
Por estos motivos principalmente, se afirma la necesidad de garantizar una buena y
adecuada formación a todos los profesionales que aceptan invertir su energía y su tiempo
en el acompañamiento de las personas en fin de vida.
Como venimos insistiendo, los cuidados paliativos deben ser accesibles a todos los
pacientes allá donde se encuentren. Un paciente en la consulta de un centro hospitalario,
en atención primaria o en otra estructura, debe tener la certeza de que recibirá cuidados
paliativos conforme a sus necesidades. Así pues, todos los profesionales sociosanitarios
están concernidos por los cuidados paliativos, ya que están confrontados a los límites de
la medicina curativa. Es de su responsabilidad familiarizarse con sus principios de base.
Para alcanzar este objetivo, los cuidados paliativos deben incluirse en el currículo de las
formaciones médicas y de las profesiones asociadas.
Con el desarrollo progresivo de los cuidados paliativos son cada vez más frecuentes
las propuestas de formación dirigidas al personal sanitario que necesita ampliar sus
conocimientos para adquirir un mayor nivel de competencia.
233
otros intervinientes. (5)
234
paliativos, trabajarán en interdisciplinariedad para concretizar, junto a los otros
cuidadores, las particularidades del trabajo paliativo integrándolo a la noción de
cuidados continuos.
1.3. En el domicilio
Los progresos efectuados durante estos últimos años en los dominios de la medicina
paliativa, de los cuidados y del acercamiento tanto psicológico como espiritual permiten
mejorar de manera concreta la calidad de vida de los pacientes gravemente enfermos,
cualquiera que sea el lugar en el que se encuentren. Pero hace falta que los cuidados
relativos a los tratamientos y a los cuidados específicos sean conocidos por los
profesionales de la salud. Se trata, pues, de favorecer la adquisición de conocimientos y
competencias por medio de un sistema de formación en cuidados paliativos estructurado,
coordinado y eficaz. (7)
235
enfermos y en el equipo es diferente y complementario, pero también porque la tipología
y el número de enfermos a los cuales deben hacer frente no es el mismo. (8) Por eso es
necesario prever niveles de formación adaptados a quienes van a cuidar a pacientes en
situación paliativa: por una parte, en función de las necesidades de estos últimos y, por
otra, según el lugar en el que se encuentren. En numerosos países han sido definidos tres
niveles de educación:
•Un nivel de base destinado a todos los profesionales de salud. Es indispensable que
todos los profesionales de la salud se sensibilicen a los cuidados paliativos durante
su formación de base y que cada categoría profesional reciba un saber específico a
su función para permitirle cumplir mejor su rol en la práctica.
•Un nivel avanzado concebido para aquellos que quieren convertirse en especialistas
de los cuidados paliativos. Los profesionales que ejercen su actividad en una
unidad de cuidados paliativos deberán beneficiarse de una formación especializada
con el fin de poder adquirir un nivel de conocimientos y de competencias
actualizados que les permitan contribuir activamente en tareas de enseñanza y de
investigación (unidad intrahospitalaria, unidad móvil intrahospitalaria, institución
de cuidados paliativos, equipo móvil de cuidados paliativos a domicilio).
236
promoción proponiendo formaciones que reagrupen a todos los actores, lo cual implica
la elaboración de un programa y de un discurso admitido y comprensible por todos, pero
en ningún caso opuesto a las formaciones por categorías socioprofesionales. (10)
Un texto médico ya no tiene vigencia alguna después de cinco años o incluso menos.
Los médicos, aun los que tienen una especialidad muy restringida, manejan gran
cantidad de información y muy cambiante. Pero no sólo los médicos sino todo el equipo,
incluido el voluntariado, debe preocuparse por la formación permanente. Esta debe
inscribirse en un programa elaborado conjuntamente y en el que se incluyen los temas
que abordar (aspecto físico, psicológico, social, ético y espiritual del paciente), las
modalidades de enseñanza (cursos o ejercicios o talleres interactivos), la frecuencia de
los encuentros, el lugar de cada uno en la formación y la implicación de todos si es
posible.
Como referencia, puede proponerse una lista de temas común para estos tres niveles
de formación: (12)
237
c)Concepto de calidad de vida.
1.1.Los síntomas
d)Situaciones de urgencia.
1.2.La comunicación
238
c)Anuncio de las malas noticias, autenticidad, clima de verdad.
239
g)Nociones jurídicas.
Para cada dominio los temas pueden comprender una parte común a las profesiones
médica y de enfermería (temas interdisciplinares) y una parte específica a cada profesión
(temas monodisciplinares).
240
2.1. El médico
Según el doctor Marcos Gómez Sancho, son varios los motivos que hacen que el médico
no preste suficiente atención a los enfermos en situación terminal:
-La Universidad no enseña lo que hay que hacer con un enfermo incurable. Los
estudios médicos carecen del contenido necesario para afrontar la muerte y tratar
con los moribundos. Muy pocas facultades de medicina han previsto una
enseñanza sobre esta fase de la vida, pues de modo general privilegian los
aspectos técnicos a expensas de la dimensión humana. En la Universidad se
adquieren los conocimientos técnicos necesarios para hacer frente a las
enfermedades orgánicas pero se inculca un distanciamiento humano con respecto
al enfermo, lo que conduce a una relación terapéutica fría y deshumanizada. Por
esta razón, no se puede culpabilizar siempre a los médicos, ya que carecen de
recursos para hacer frente a las muchísimas demandas de atención que va a
formular el paciente. Los profesionales sanitarios son cada día más hábiles en el
manejo de aparatos y en la utilización de técnicas complejas, pero a menudo se
sienten desprovistos y desarmados de cara a la angustia y la soledad del
241
moribundo e incapaces de establecer una relación de ayuda.
242
éticos), contexto familiar y social (aspectos comunitarios). (17)
•Recalcar que la muerte es una parte de la vida, que no significa una deRecalcar rrota
de la medicina. Solamente cuando el médico sea capaz de aceptar la muerte como
algo natural y antes o después inevitable, se dedicará a cuidar al enfermo hasta el
final y sin sensación de fracaso.
Son varios los principios que debe retener el médico de familia en su formación para
ser más eficaz en la terminalidad: (20)
243
esperanza es ahora vivir sin dolor y aliviado de otros síntomas.
4.Diagnosticar siempre antes de poner un tratamiento. Hay que buscar las causas de
los síntomas encontrados para evitar aumentar el sufrimiento de los pacientes.
5.Conocer los fármacos que se usan y saber usarlos bien. Es la piedra angular de la
medicina paliativa, así como las interacciones que se presenten y prevenir los
efectos secundarios que puedan aparecer.
6.Usar siempre que sea posible medicamentos que cubran a la vez varios síntomas.
8.No todo lo que duele debe ser tratado con analgésicos. Hay que estar atentos a
posibles causas emocionales cuando el dolor se resiste a tratamientos analgésicos
bien pautados. El aburrimiento, la desesperanza, los temores, etc. disminuyen el
umbral del dolor. La morfina no alivia el dolor existencial.
244
11. «No se puede hacer nada más». Siempre hay algo que se puede hacer tan sencillo
y reconfortante como es visitar al enfermo, darle la mano, reevaluar el tratamiento,
reconfortarle con la palabra y con el compromiso profesional de que se está a su
disposición. Hay que ayudar a la familia a que también se plantee «¿qué más
puede querer?», «¿qué le puede faltar?», «¿qué le puede preocupar?»... para
desterrar esta frase tan a menudo utilizada y cambiar así de mentalidad.
Ser buen médico no tiene nada que ver con anatomía, cirugía o con recetar los
medicamentos correctos. El mejor servicio que un médico puede prestar a un enfermo es
ser una persona amable, atenta, cariñosa y sensible. (21)
1.2. El dolor
245
medicamentosos), principios formulados por la OMS, farmacología de los
antálgicos, tratamientos con los opioides, diagnóstico y tratamientos de la
toxicidad de los opioides.
246
(médicos, consultores, hospitalarios, servicios de urgencia, etc.).
2.2. La enfermera
Se olvida que la presencia y la escucha del enfermo es aún más importante que los
cuidados técnicos y a un cierto estadio donde la palabra ya no es posible, el rol de la
comunicación no verbal es fundamental.
1.2. El dolor
247
d)Ventajas e inconvenientes de las diferentes vías de administración de los
antálgicos.
248
no sólo al servicio de la ciencia y de la investigación.
•Formarse para adquirir las competencias plurales que exigen las dos profesiones.
Es importante también que los médicos conozcan la cultura de las enfermeras y del
personal paramédico. Las enfermeras y las auxiliares de enfermenferme ría, que conocen
mejor que nadie las necesidades, las demandas y los deseos de los enfermos, tienen un
saber y una mirada diferentes que deben compartir con los médicos. Están más cercanas
al enfermo, lo conocen mejor y ofrecen una presencia maternal que resulta más
importante en el estadio terminal que la mera competencia técnica.
Otro de los profesionales que por su cercanía al enfermo realiza una labor de asistencia
al paciente en fin de vida es la auxiliar de enfermería. Los contenidos que debe
contemplar su formación pueden ser los siguientes: (24)
1. Fundamentos terapéuticos
Técnicas terapéuticas:
249
-quimioterapia,
-radioterapia,
•Dolor.
-sistema neuropsicológico,
-sistema digestivo,
-sistema respiratorio,
-sistema genitourinario.
3. Urgencias oncológicas
250
•Centros de atención primaria.
•Atención domiciliaria.
•Atención especializada.
•Proceso de duelo.
•Síndrome de burnout.
Si los voluntarios forman parte integrante del equipo de atención al paciente en fin de
vida, la formación de los mismos para colaborar activamente en los objetivos propuestos
por el equipo es tan importante como la concebida para los profesionales.
•Calidad de vida.
•Relación de ayuda.
251
•Problemas psicológicos y emocionales del enfermo en la terminal ¡dad.
•El cáncer. Tipos más comunes y problemas que plantea el enfermo El con
cáncer.
•El sida.
•El duelo.
•La alimentación.
252
•¿Cuál ha sido mi comportamiento: huida, retraimiento, agresividad, emoción,
inhibición?
Aceptar este momento de evaluación personal y estar abierto a las preguntas que
puedan surgir es valorar la actividad del voluntario y reconocerla plenamente. Es
también querer dar un sentido al resultado obtenido. Constituye, asimismo, la manera en
que uno se responsabiliza de la necesidad de reconocimiento en lugar de esperar que
venga de los otros.
253
de gran valor y le hace sentirse útil. Para otros, no es viable el hecho de que una nueva
persona vaya al encuentro del enfermo. La ausencia de prácticas tampoco parece ser una
dificultad para el aprendizaje de los nuevos voluntarios en la medida en que éstos sean
seguidos de cerca por los responsables de la asociación (contacto telefónico, encuentro o
informe escrito del acompañamiento después de cada visita).
-Abrir la formación a todas las categorías profesionales que la demanden y para las
cuales puede dar otra calidad y otra dimensión a las tareas (asistentes domésticas).
-Reflexionar sobre la propia vida, sobre la relación con la muerte y el sufrimiento sin
la componente del trabajo terapéutico.
254
-Sensibilizar a los futuros voluntarios de la importancia que juegan los lugares de
expansión y permitirles encontrar aquellos que le son propios.
2.5. El capellán
Un capellán puede desempeñar su función con todo tipo de pacientes, no sólo con los
pacientes de su propia religión ni sólo con los creyentes. Pero necesita una preparación
específica que no todo sacerdote tiene por el mero hecho de serlo. La preparación
específica de un capellán se obtiene de la propia formación sacerdotal, de la contribución
de los capellanes expertos, de la propia experiencia y también del estudio de diversos
aspectos relacionados con la enfermedad.
Los temas para la formación de capellanes en cuidados paliativos pueden ser los
siguientes: (27)
-Acompañamiento espiritual.
-Experiencias pastorales.
-Sacramentos de enfermos.
Cualquiera que sea su función, tanto en el domicilio como en el hospital, todos los
255
intervinientes en el acompañamiento de enfermos en su fase final de la vida deben
sensibilizarse y formarse en cuidados paliativos:
-En la orientación de los estudios y centros de interés de los psicólogos que deberán
adquirir una situación mejor reconocida en las instituciones.
256
3. OBJETIVOS, PRINCIPIOS PEDAGÓGICOS Y METODOLOGÍA
257
componentes físicos, emocionales, sociales y espirituales.
-Enfatizar que todas las intervenciones deben centrarse sobre las necesidades del
paciente.
a) Un grupo de trabajo teórico en el marco del cual se tratan preguntas teóricas. Este
grupo debe permitir a los cuidadores adquirir un lenguaje común, reflexionar sobre los
mecanismos de defensa, la negación y las actitudes compensatorias del equipo.
258
ayudarlo sin acentuar su dependencia o su debilidad, ofreciéndole un contacto que
procure seguridad y sobre la base del cual encontrará su propio camino. El objetivo no es
aprender una técnica suplementaria sino adquirir una mayor conciencia de lo «que se
es», una mejora de la estima propia y de la confianza en sí, el desarrollo de una mayor
seguridad interior. Algunos sanitarios y voluntarios buscan de forma conjunta mejorar su
«calidad de ser» en un clima de confianza. Viven una libertad de expresión afectiva que
les permite ser más auténticos en el contacto con los enfermos. Estos grupos están de
alguna manera relacionados con el trabajo de casos e incluyen la manera de:
259
-Organizando el tiempo de trabajo.
260
enfermo, además de saber y saber hacer, o poseer conocimientos y destrezas para poner
en práctica los conocimientos teóricos, deberá trabajar sobre sí mismo e interiorizar las
actitudes que le permitan «saber ser, saber estar», es decir, las disposiciones interiores al
servicio de las cuales estarán los conocimientos teóricos y las habilidades prácticas. (37)
Lo importante está en saber «ser» con la persona que va a morir y saber «estar» a su lado
para ayudarle a vivir su muerte y no abandonarlo.
-La formación está centrada sobre la persona en formación, sus necesidades, sus
intereses, sus competencias y sus valores propios.
Según Gustavo G.De Simone, se pueden definir cinco funciones del formador que
exigen diferentes niveles de experiencia y capacitación:
261
1.Informante. Esta función implica la designación y transferencia de conocimientos
para lo cual se proponen recursos que faciliten el aprendizaje de los profesionales
a fin de alcanzar objetivos que deberán ser cuidadosamente ajustados de acuerdo
con las características de la institución, las exigencias del currículo, los estilos de
aprendizaje y el contexto cotidiano del trabajador (profesión, servicio donde se
desempeña). Las preguntas centrales que han de ser consideradas por el formador
informante son «¿qué?» y «¿cómo?» enseñar con habilidad de diseño para ajustar
los objetivos del programa.
3.Supervisor. El formador que cumple esta función debe ser capaz de facilitar la
integración del aprendizaje en el trabajo clínico de cada profesional. Esto implica
muchas veces favorecer una integración secuencia¡, desde la global (por ejemplo,
adquirir la habilidad de anunciar malas noticias), hasta la personal de cada persona
(por ejemplo, integrar esa habilidad en el contexto de un servicio en el cual los
demás profesionales ocultan las malas noticias o abiertamente rechazan su
comunicación con el paciente o su familia).
262
profesional.
Puntos fuertes:
Puntos fuertes:
263
situaciones. Se apoya en la planificación sistemática y el desarrollo de teorías e ideas
para resolver los problemas.
Puntos fuertes:
-Planificación sistemática.
Puntos fuertes:
La implementación de los principios del modelo médico indica que el dolor puede
ser evaluado, tratado y, en la mayoría de los casos, aliviado y controlado. La respuesta al
dolor está fuera del individuo y descansa principalmente en los conocimientos,
habilidades e intervenciones de otra persona con el objetivo de aliviarlo y conducir al
individuo al estado previo de dolor.
264
Sin embargo, aunque existen aspectos del sufrimiento, como el dolor, que pueden ser
controlados por medio de intervenciones externas, persisten otras formas de sufrimiento
a pesar de los múltiples esfuerzos realizados por los cuidadores y por el propio
individuo. Un ejemplo de ello es el duelo. Las intervenciones farmacológicas u otras
poco modifican la intensidad de la angustia y además no alivian.
265
Una vez que se manejan estos tipos de preguntas iniciales, el formador podrá añadir
más habilidades y complejizar su modo de enseñanza con métodos más efectivos.
Chequear es un acto pasivo que sigue atentamente la discusión pero no impone nada.
Dirigir implica intervenir para hacer que la discusión se oriente en una dirección
determinada. Ambas funciones son necesarias en beneficio de un mayor provecho de la
sesión educativa. Sin embargo, si el moderador se excede en su función directiva, el
efecto interactivo se altera y producirá enfrentamientos de poder más o menos
manifiestos o alguna forma de autoritarismo. Si, por el contrario, se excede en una
actitud pasiva, el riesgo mayor está en dirigirse hacia objetivos completamente diferentes
a los pautados.
-establecer el problema,
266
-revisar,
-analizar,
-sacar conclusiones,
-redefinir el problema.
El juego de roles puede tener más efectos educativos que la propia realidad. Permite
revisar y analizar con aplicación de las conclusiones después de la experiencia. Facilita
la aplicación de los diferentes estilos de aprendizaje y la exploración de los logros
alcanzados por el formador en una atmósfera que le resulte segura. En el uso del juego
de roles:
267
protagonista principal. Esta técnica de simulación de situaciones puede ser además
utilizada como un instrumento diagnóstico, por ejemplo para observar o analizar
por qué están ocurriendo ciertos efec tos, o para investigar el efecto de ciertas
situaciones sobre los aspectos comunicacionales. También puede tener como
objetivo hallar caminos mejores para enfrentarse a una situación específica.
268
•Hoja del paciente. Es un modo especial de caso de estudio que combina el estudio
en un momento determinado de la evolución con el análisis de otros momentos
evolutivos del caso. Puede requerir simulación o juegos de rol. Una vez que se
presenta el caso y se describe el plan de tratamiento, se avanza a otra fase ulterior
de la evolución sugiriendo a los estudiantes que propongan el nuevo plan de
actuación. La hoja del paciente genera gran interacción en el grupo y se facilita
con el ejerci cio del juego de roles para avanzar en los diferentes momentos. Puede
incluso simularse una evolución diferente a la real para desafiar la flexibilidad del
alumno en la búsqueda de respuestas apropiadas a circunstancias específicas.
•Diario de reflexión. Los estudiantes son estimulados para que anoten al final de cada
día/semana aquello que han observado, aprendido, encontrado difícil, etc. Puede
solicitarse la confección de un diario sobre aspectos específicos.
•Conferencias. Para que el formador prepare una conferencia o clase se expone como
guía orientadora:
-estructurar la exposición,
269
puestos en funcionamiento y trabajar de la manera más adecuada posible para
satisfacción de los enfermos, sus familias y los profesionales que trabajan con ellos (Plan
Nacional de Cuidados Paliativos, 2000).
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Libros para analizar y mejorarla forma de vida en la sociedad actual. Formato 14 x 20
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El enfoque interno
Técnicas para el camino interior
Ramiro J.Álvarez.
Técnicas fácilmente utilizables para acceder al propio interior: Técnicas del enfoque
corporal, la transformación esencial, la meditación y el diario de autorreflexión.
284
Guía práctica de salud mental
Cómo conseguir una vida más satisfactoria utilizando la fantasía
Alfonso López Caballero.
Manual de gimnasia mental estructurado en 51 imágenes orientadas a lograr la felicidad.
Emociones inteligentes
Lecciones y prácticas creativas de inteligencia emocional
Alfonso Barreto.
Aspectos básicos de la Inteligencia Emocional y prácticas creativas para la toma de
conciencia y el mejoramiento personal.
285
autoestima individualmente y en grupos.
286
Índice
Introducción 9
EL ACOMPAÑAMIENTO EN FIN DE VIDA 15
1. Diferencia entre dolor y sufrimiento 18
2. La «estrategia de acompañamiento» 21
2.2. Dimensión psicológica y espiritual 25
3. El acompañamiento y los cuidados paliativos 31
3.1. La relación de ayuda 35
3.2. Los cuidados paliativos 36
3.3. Los cuidados paliativos en España 43
4. El acompañamiento en geriatría 45
5. El duelo 51
5.1. El rol de la enfermera 56
5.2. El rol del trabajador social 62
EL PROCESO DE COMUNICACIÓN EN EL
69
ACOMPAÑAMIENTO DEL ENFERMO
1. La relación médico-paciente (emisor-receptor) 71
2. La transmisión de la información (mensaje) 76
2.1. La verdad al paciente 81
2.2. El consentimiento informado 85
2.3. La escucha activa 90
3. La comunicación no verbal (canal de comunicación) 99
3.1. Elementos de la comunicación no verbal 101
4. La comunicación en el entorno hospitalario (contexto) 107
LOS LUGARES DEL ACOMPAÑAMIENTO 117
1. El domicilio familiar 118
1.1. Ventajas 119
1.2. Factores que limitan el mantenimiento en el domicilio 121
1.3. Condiciones para el mantenimiento o el retorno al domicilio 124
1.4. La atención domiciliaria 125
287
2. La residencia de ancianos 128
3. El hospital 132
4. Las unidades de cuidados paliativos 136
5. Métodos no farmacológicos que promueven el bienestar del
143
paciente en fin de vida
5.1. La relajación 144
5.3. La musicoterapia 145
5.4. La hipnosis 147
5.5. La fisioterapia 148
5.7. La sofrología 151
LOS INTERVINIENTES EN EL ACOMPAÑAMIENTO 1: EL
MÉDICO, LA ENFERMERA, EL PSICÓLOGO Y EL 157
PSIQUIATRA, EL
1. El personal médico y sanitario 158
1.1. El médico 159
1.2. La enfermera 161
2. El síndrome del agotamiento en los cuidados paliativos 166
3. Otros i ntervi n ientes 181
3.2. El ergoterapeuta 188
LOS INTERVINIENTES EN EL ACOMPAÑAMIENTO 2: LA
FAMILIA, EL VOLUNTARIADO, LA ASISTENTE SOCIAL, EL 196
,CAP
1. La familia 197
1.1. La claudicación familiar 202
2. El voluntariado 205
2.1. El rol de los voluntarios 206
2.2. El voluntario con los enfermos y sus familias 207
288