Cuento Autoestima
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de-los-ninos/
dediquéis a cantar"...
marchara.
canto.
cantos alegres que duró tan sólo unos minutos: los que
CUENTO DE PANDORA
Al principio de los tiempos, un titán llamado Prometeo entregó a los hombres el
regalo del fuego. El dios Zeus estaba furioso con el titán por no haber pedido su
permiso primero y con los humanos por aceptar el regalo, por lo que ideó un plan
para castigar a todos.
Le ordenó a Hefesto que creara una mujer hermosa a quien llamó Pandora.
Afrodita le imprimió el don de la belleza, Hermes le dio astucia, Atenea le enseñó
diversas artes y Hera le hizo el regalo que cambiaría la historia de los hombres por
siempre: la curiosidad. Luego, Zeus ordenó a Hermes llevar a la hermosa mujer a
la Tierra.
Antes de emprender su camino a la Tierra, Zeus obsequió a Pandora una caja de
oro con incrustaciones de piedras preciosas atada con cuerdas doradas y le
advirtió que bajo ninguna circunstancia debía abrirla.
Hermes guio a Pandora desde el Monte Olimpo y se la presentó al hermano de
Prometeo, Epimeteo. Los dos se casaron y vivieron felices, pero Pandora no podía
olvidar la caja prohibida. Todo el día pensaba en lo que podía haber adentro.
Anhelaba abrir la caja, pero siempre volvía a atar los cordones dorados y devolvía
la caja a su estante.
Sin embargo, la curiosidad de Pandora se apoderó de ella; tomó la caja y tiró de
los cordones desatando los nudos. Para su sorpresa, cuando levantó la pesada
tapa, un enjambre de adversidades estalló desde la caja: la enfermedad, la
envidia, la vanidad, el engaño y otros males volaron fuera de la caja en forma de
polillas. Pero entre todos ellos, voló una hermosa libélula trazando estelas de color
ante los ojos sorprendidos de Pandora.
A pesar de que Pandora había liberado el dolor y sufrimiento en el mundo,
también había permitido que la esperanza los siguiera.
Y es la esperanza lo que permite a la humanidad seguir adelante a pesar de las
adversidades.
El niño y los clavos - Cuento sobre los berrinches
infantiles
Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio
una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase
un clavo en la cerca de detrás de la casa.
El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así
con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar
su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo
dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había
conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.
Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día
que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca.
Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había
sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano,
hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:
- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca,
pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. ¡Jamás será la
misma!
Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado
y mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no
importa tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física
es igual que una herida verbal.
Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a
quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan,
comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para
recibirte.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron
que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado.
¿Te ha gustado este cuento? ¿Y a ti tu hijo? ¿Te has fijado en cómo ha sido su
reacción al principio del relato y al final? Su cara, su expresión y sus gestos te
puedan ayudar a hacerte una idea, pero si quieres descubrir si tu pequeño
entendió el verdadero significado del cuento del niño de los clavos, ¡tenemos una
propuesta que hacerte!
2. Buscar en el diccionario
Con el uso de internet, muchas veces nos olvidamos de coger el diccionario que
aún conservamos en la librería del salón y buscar palabras que no entendemos.
¿Y si aprovechamos la lectura de este cuento para animar al niño a que realice
esta actividad? ¡Será una manera divertida, lúdica y educativa de asegurarnos de
que comprenden bien todas las palabras que han escuchado!