Resumen de Quiebra
Resumen de Quiebra
Resumen de Quiebra
I.-) La oficiosidad:
En los procesos falenciales el impulso del procedimiento está a cargo del tribunal intervinientes, el cual actúa
de oficio, aun sin petición de los interesados (es por esta razón que se entiende que aquí no rige el principio
dispositivo).
Si bien el artículo 274 de la ley 24522 (de aquí en adelante, “LCQ”) establece de forma expresa que el juez
tiene la dirección del proceso, puede dictar todas las medidas de impulso de la causa y de investigación que
resulten necesarias, éste no tiene la posibilidad de declarar abierto de oficio un proceso falencial, debido a que
es un procedimiento de carácter voluntario que debe ser iniciado por las partes que se encuentran legitimadas.
II.-) La universalidad:
Los procesos falenciales son juicios de carácter universal, en la medida en que comprometen la totalidad del
patrimonio del deudor, salvo las exclusiones establecidas por la ley de bienes determinados (artículo 1,
párrafo 2°, LCQ).
En virtud del resguardo de los títulos o créditos de causa anterior a la apertura del concurso preventivo de
quiebra, el concursado se ve inhibido a realizar actos a título gratuito o que importen alterar la situación de los
acreedores por causa o título anterior a la presentación (conforme el artículo 16, LCQ).
En particular, debe requerir la autorización judicial previa para la realización de los siguientes actos:
La autorización se tramita con audiencia del síndico y del comité de control. Para su otorgamiento el juez ha
de ponderar la conveniencia para la continuación de las actividades del concursado y la protección de los
intereses de los acreedores.
Por último, en primera medida, dicho patrimonio es administrado por el mismo concursado bajo la
vigilancia del síndico (artículo 15, LCQ), a excepción contravenga lo establecido en los artículo 16
de la LCQ, cuando oculte bienes, omita las informaciones que el juez o el síndico le requieran,
incurra en falsedad en las que produzca o realice algún acto en perjuicio evidente para los
acreedores, el juez puede separarlo de la administración por auto fundado y designar
reemplazante. Esta resolución es apelable al solo efecto devolutivo, por el deudor.
Asimismo, de acuerdo con las circunstancias del caso, el juez puede limitar la medida a la
designación de un coadministrador, un veedor o un interventor controlador, con las
facultades que disponga. La providencia es apelable en las condiciones indicadas en el
segundo párrafo.
III.-) La colectividad:
Por otra parte, todos los acreedores son llamados a participar en el proceso, que tiene la
particularidad de producir un efecto especial respecto de las relaciones jurídicas, ya que
quienes se encuentren en condiciones de reclamar un crédito o una obligación al deudor y
que, hasta el momento de apertura del proceso falencial, se consideraban acreedores de
éste, se convierte, por la apertura del proceso, solo en pretensos acreedores, quienes
deberán concurrir y participar en el proceso colectivo, con el objeto de revalidar sus títulos
para obtener un pronunciamiento que los coloque nuevamente en su status de acreedores,
debiendo atenerse a las consecuencias y normas que rigen este proceso particular.
IV.-) La igualdad:
Este proceso consiste en un modo de distribución de pérdidas entre los acreedores, quienes
deberán soportarlas, equitativamente, a prorrata, y en proporción a sus créditos.
Este régimen de igualdad o, más precisamente, de trato igualitario en la distribución de
las pérdidas, en realidad, afecta solo a aquellos acreedores que no tienen un privilegio. De
este modo, comprendemos que esta “igualdad” no puede ser tomada aritméticamente, sino
que estamos frente a una igualdad relativa variable a numerosos factores.
De este modo, con la sentencia del concurso preventivo, el concursado, aunque mantiene la
facultad de administrar y disponer sus bienes, se encuentra restringido y limitado respecto
de éstos, ya que dicha administración queda sujeta a la vigilancia del síndico, y se le prohíbe
realizar un sinnúmero de actos, así como otros se le permiten solo bajo un régimen de
expresa autorización judicial.
En el caso de declaración de quiebra, el fallido queda privado de todo poder sobre sus
bienes, de donde la ley menciona en forma clara el régimen de desapoderamiento y los
bienes desapoderados, con las exclusiones de determinados bienes que la ley enumera en
forma expresa.
La doctrina, por su parte, en este punto ha adoptado tres teorías diferentes, según diversos
autores:
I.III.-) Ocultación o ausencia del deudor o de los administradores de la sociedad, en su caso, sin dejar
representante con facultades y medios suficientes para cumplir sus obligaciones.
I.IV.-) Clausura de la sede de la administración o del establecimiento donde el deudor desarrolle su actividad.
Aquí se requiere que se determine la existencia de sujetos pasivos del proceso concursal, o sea, un deudor.
Resulta ser que es la misma legislación nacional la que determina quienes pueden poseer dicho carácter:
II.I.-) Personas humanas (artículo 2, LCQ). Dicha aptitud que poseen las personas incapaces e inhabilitadas,
mediante una solicitud efectuada por sus representantes legales y ratificada, por el juez que corresponda,
dentro de los treinta días desde la presentación (artículo 7, LCQ).
II.II.-) Personas jurídicas privadas (artículo 2, LCQ). De este modo, se encuentran conformadas por las
sociedades –incluso aquellas que se encuentran en liquidación (artículo 5, LCQ)-, las asociaciones civiles, las
simples asociaciones, las fundaciones, las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas, las
mutuales, las cooperativas, los consorcios de propiedad horizontal y las comunidades indígenas en el país
(artículo 148, CCyCN).
No pueden ser sometidas a este tipo de proceso las personas jurídicas públicas, tales como: El Estado
nacional, las Provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los municipios, las entidades autárquicas, los
Estados extranjeros y a la Iglesia Católica (artículo 146, CCyCN).
Contrariamente, si pueden ser sometidas a concurso aquellas sociedades en las cuales el Estado nacional,
provincial o municipal sea parte, cualquiera sea el porcentaje de su participación.
II.III.-) El patrimonio del fallecido, mientras se mantenga separado del patrimonio de sus sucesores (artículo
2, LCQ). Cualquiera de los herederos puede solicitar el concurso preventivo en relación al patrimonio del
fallecido. La petición debe ser ratificada por los demás heredero, dentro de los treinta días (artículo 8, LCQ).