Historia de La Teología
Historia de La Teología
Historia de La Teología
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Beinert, W. Diccionario de teología dogmática. Barcelona : Herder, 1989. P.678s
-. S. XI-XII: los cuales se dividen en Monaquismo y escolástica
incipiente. Del monaquismo sus representantes principales son Bernardo
de Claraval y Ricardo de San Víctor. Esta época se caracteriza por hacer
una elaboración de los elementos ascéticos y contemplativos de la
tradición patrística. Y la escolástica incipiente con sus principales
representantes en la figura de Anselmo de Canterbury, Pedro Abelardo y
Pedro Lombardo, que se caracterizó por hacer una “reflexión” sobre el
deposito de la fe desde las razones internas y necesarias (y que conocemos
como “fides quarens intellectum”), es decir, la fe en busca de su
comprensión, cuya definición debemos a San Anselmo de Canterbury,
quien usó con maestría la razón entendida como el espíritu que potencia
la reflexión y el racionamiento, y que trae consigo la aparición del
argumento o “Quaestio”. El medievo se caracterizó por tres elementos
claves que son: El ingreso de Aristóteles a la cultura. Hoy se habla
comúnmente de tres ingresos sucesivos de Aristóteles: 1. las disciplinas
útiles para interpretar los textos y sobretodo la gramática; 2. el modo de
entender los discursos y los racionamientos, es decir, la lógica, la teoría
del conocimiento y la epistemología aristotélica, se interrogaba si la “sacra
doctrina” (así se llamaba la teología), podía o no ser ciencia; 3. Con la
lógica, la metafísica y la ética entran en confrontación con el cristianismo
diversas concepciones del mundo; por este motivo algunas enseñanzas,
como el estudio de las “artes” (disciplina laica), comenzaron a sostener la
no-necesidad de la teología para comprender la realidad (esto es lo que
conocemos como aristotelismo ateo). La nueva modalidad para hacer
teología, se limitaba a explicar los textos sacros sin preocuparse del rigor y
la sistematicidad de la exposición, según el modelo del saber aristotélico,
con argumentaciones deductivas partiendo de las premisas “reveladas”.
Estas premisas reveladas son las conocidas “auctoritates” que puestas en
el discurso teológico eran consideradas, obviamente como verdaderas,
además se concentraban en la reflexión sobre el objeto de la tradición,
olvidando poner sobre los temas las condiciones y principios
hermenéuticos que conducían el discurso: en otros términos, el medioevo
fue poco sensible a la tematización de conceptos claves como la revelación,
la fe, la teología, la tradición.
2
Ibid.
La contrareforma responde con una diferenciación teológica y apologética 3, adquiriendo
con ello la teología un carácter de controversia. En general en los siglos XIV y XV, el
doctor predomina sobre el pastor de almas o el hombre espiritual y con su prestigio es el
que impone el magisterio en la Iglesia. “La oposición entre teología católica y reformada
fue elaborada “categorialmente” por lo que se refiere a cuestiones particulares”, sin
reflexionar en los presupuestos dados por Lutero (presupuestos teológicos del “giro
antropológico”).
La respuesta de la Iglesia fue desarrollada en el Concilio de
Trento pero éste no resolvió los cuestionamientos hechos a la Iglesia.
Lo que Trento hace es afirmar que existen dos órdenes de
conocimiento: la verdad natural (a la que puede llegar la razón) y la
sobrenatural (que la razón no puede alcanzar).
3
Beinert, W. Diccionario de teología dogmática. Barcelona : Herder, 1989. P.678s
en manuales. El lugar teológico en este momento es el Magisterio.
Veamos:
Las mismas normas conciliares indican que hay que asumir luego la
voz de los Padres de la Iglesia y el desarrollo histórico del dogma,
entendido como recorrido necesario para comprender la clarificación del
dato revelado.
4
Una presentación de la teología preconciliar y en la época del Concilio se encuentra en G. ANGELLINI, El
desarrollo de la teología católica en el s. XX, en L. PACOMIO-F. ARDUSSO (eds.), Diccionario Teológico
Interdisciplinar, IV, Salamanca 1984, 790-813; R. WINLING, La teología en el s. XX, Salamanca 1987.
5
Cf. H. DENIS, ¿Teología para qué? Los caminos de la Teología en el mundo de Hoy, Bilbao 1981, 58.
teología, a explorar un mundo hasta ahora poco conocido para ella: el
diálogo abierto con las culturas y las ciencias.
10
Cf. K. RAHNER, El pluralismo en Teología y la unidad de la confesión de la Iglesia, en Concilium 49/50
(1969) 427-448; K. LEHMANN, Unidad de confesión y pluralismo teológico, en Communio 3 (1983) 296-320;
C. GEFRÉ, Diversidad de teologías y unidad de fe, en AA. VV. Iniciación a la práctica de la Teología,
Madrid 1984, 123-148; G. VAGAGGINI, Pluralismo Teológico, en G. BARBAGLIO-S. DIANICH, o. c., 1349-
1365.
11
Desde hace ya dos décadas, Metz viene hablando de la gestación de un “policentrismo teológico- eclesial”.
Cf. J. B. METZ, La Teología en el ocaso de la modernidad, en Concilium 191 (1984) 31-39.
12
Cf. J. M. ROVIRA Y BELLOSO, Pluralismo cultural y transmisión de la fe, en Revista Española de Teología
2/3 (1989) 161-184; I. BERTEN, Pour une Thèologie contextuelle, en Lumvie 200 (1990) 63-70; J. DUPUIS,
Méthode Théologique en Théologies locales: adaptation, inculturation,contextualisation, en Seminarium 32
(1992) 61-74.
En la metodología de estas teologías contextuales se comienza a
distinguir entre las “fuentes de la teología” -los clásicos «loci theologici» de
Melchor Cano- y los «lugares teológicos», que ahora son entendidos como
los contextos desde y para los cuales se leen las fuentes.
1. Un acercamiento al s. XXI
3. En los albores del siglo XXI, con los sucesos del “11 de
septiembre” de 2001 en Estados Unidos y del “11 de marzo” de 2004 en
Madrid-España, la violencia en formas suicidas se ha desencadenado de
una forma tal, que ha traído un espiral de violencia al que por ahora no se
16
Cf. FUKUYAMA, F. El fin de la historia y el último hombre. Barcelona, 1992.
17
La globalización para algunos pocos ha significado vida y creatividad, avance y realización, mientras que
para una gran mayoría ha significado exclusión, frustración, muerte y, por último, una profunda
desesperanza. Este dato quizás nos obligue a distinguir entre globalidad y globalización. La globalidad se
refiere más bien al hecho de que el mundo se vuelve cada vez más interaccionado y que las sociedades que
permanecen cerradas a este fenómeno entran en crisis como consecuencia lógica del aislamiento. En cambio
la globalización hace alusión a la ideología económica, política y sociocultural que se coloca a la base.
le ve fin. Se conjugan el uso de grandes poderes técnicos, que producen
sofisticadas armas capaces de destruir grandes masas de población, y la
exasperación de individuos o grupos, que al absolutizar y divinizar algún
valor o causa, usan esas armas, arriesgando suicidamente la propia vida,
por defender sus ideales de grupo, de patria o de religión. Cada hombre es
una posible bomba a estallar. Se ha pasado, así, de un clima de confianza
y seguridad a un régimen de inseguridad y desconfianza que, a su vez, ha
hecho pasar a la defensa, a la llamada “guerra preventiva” y al terror.
Vivimos hoy una situación internacional de violencia, desasosiego e
intranquilidad a nivel personal y social.
a. El fenómeno de la exclusión
18
A algunas de estas crisis, pero desde una perspectiva diversa, se refieren: CASTILLO, CARLOS. Ante los
desafíos del tránsito de época: una iglesia para vivir, en Cuestiones Teológicas y filosóficas 72 (2002) 237-
257; J. MOLTMANN, ¿Qué es teología hoy?, Salamanca 1992.
19
Cf. JUAN PABLO II. Exhortación apostólica Ecclesia in America n. 20; CONSEJO EPISCOPAL
LATINOAMERICANO. Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe. Reflexiones del
CELAM 1999-2003, Santafé de Bogotá, 20-21.
Gracias a ese capitalismo especulativo, cada día mueren en el
mundo cien mil personas, -once niños por minuto-, según los datos
presentados en la “cumbre contra la pobreza”, realizada en vísperas de la
59 asamblea general de la ONU el mes de septiembre del año pasado. Y lo
más escandaloso de todo es que, según la FAO, la agricultura mundial
está en capacidad de alimentar doce mil millones de personas, es decir, el
doble de la actual población mundial del planeta . Por esta razón se afirmó,
en la misma cumbre a la que acabamos de aludir, que la pobreza es
actualmente el arma más destructiva de las armas de destrucción masiva.
Hoy se ha llegado a hablar, incluso, en términos de “genocidio del
hambre”, y se dice que lo único que hay realmente globalizado en el
mundo es la miseria20.
b. El problema ecológico
c. La crisis cultural
21
Cf. Novo Millennio Ineunte. n. 51; también, Ecclesia in America. n. 25. Este mismo documento, en el
numeral 56, califica la destrucción de la naturaleza como uno de “los pecados que claman al cielo”.
22
Piénsese, por ejemplo, en las tremendas consecuencias y daños que para el ecosistema supone la tala de
bosques, para el cultivo de la mata de Coca, y las fumigaciones, subsiguientes, que se hacen para erradicarla
en algunos de los países de América Latina.
A lo anterior hay que agregar que gracias al fenómeno urbano actual
es posible encontrar hoy en nuestras ciudades la convivencia de personas
provenientes de las más variadas tradiciones culturales, que interactúan y
mutuamente se influyen, en una verdadera fusión y mestizaje cultural.
Parecería que este fuera el modelo social del futuro23.
d. La crisis religiosa
e. La crisis de la subjetividad
26
Esta labor la asigna el Papa Juan Pablo II a la Iglesia. Cf. JUAN PABLO II. Exhortación apostólica Ecclesia
in America n. 55.
27
Cf. H. KÚNG, A la búsqueda de un ethos básico universal de las grandes religiones, en Concilium 228
(1990) 289-309; ver, también, J. MOLTMANN, Derechos del hombre, derechos de la humanidad y derechos
de la naturaleza, en Concilium 228 (1990) 312-329.
28
Cf. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Globalización y Nueva evangelización en América Latinaa y
el Caribe. Reflexiones del CELAM 1999-2003, Bogotá, 2003, 22.
La presencia activa de la Iglesia y de la reflexión teológica en todas
estas realidades supone, por un lado, una teología de la Solidaridad, como
el fruto más maduro de la comunión vivida eclesialmente -comunión para
la solidaridad- y, por otro, una teología y una pastoral alimentadas por la
esperanza y generadora de esperanza29.
29
Sobre este tema, pero directamente con relación a la Iglesia en América Latina y el Caribe, ver: CONSEJO
EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Globalización y Nueva evangelización en América Latinaa y el Caribe.
Reflexiones del CELAM 1999-2003, Bogotá, 2003, 187-188; 220.
30
A esas personas, se les ha llegado a llamar en algunas partes, indignamente, bajo el apelativo de
“desechables”.
31
La expresión es del Papa Juan Pablo II. Cf. JUAN PABLO II. Carta apostólica Novo Millennio Ineunte. n.
50.
En este caso la tarea eclesial no es ya sólo la de sugerir, animar,
indicar, o la de pretender quitar el sufrimiento asistencialmente sin
acercarse al dolor de toda esa gente. Aquí la tarea adquiere una
connotación especial, tanto para la Iglesia como para la teología: hacer la
experiencia de una solidaridad real y efectiva, nacida de sentir en las
entrañas el dolor de los excluidos, experiencia que lleva a meterse en estas
situaciones y con esas personas de una manera directa, para “remediar”
en ellos lo humano que esté desfigurado, realizando con los mismos una
pastoral “inclusiva”, que combate toda forma de exclusión social,
económica, y hasta religiosa. En este último aspecto, si la tarea de hacer
la comunión con todos y entre todos exige que de ella no se excluya a
nadie y que todos se sientan como en su casa, entonces, quedan todavía
algunas cuestiones pendientes para repensar teológicamente en nuestra
práctica pastoral, y aún sacramental, de la que muchos, por muy diversas
razones, se ven hoy de hecho excluidos.
Sobre este tema es interesante ver: LAGUNA, JOSÉ. ¿de la liberación a la inclusión? Qué teología para el 4 o
32
34
Cf. Documento de Santo Domingo n. 248; Mensaje del Papa Juan Pablo II a los indígenas nn 1-6.
35
Cf. Documento de Santo Domingo n. 249; Mensaje del Papa Juan Pablo II a los afroamericanos nn. 1-5.
36
Cf. Documento de Santo Domingo n. 36 y 53.
37
Cf. Documento de Santo Domingo nn. 256-261
38
Cf. Documento de Santo Domingo nn. 252-253.
Ante este hecho es posible plantear la posibilidad de una teología
propiamente indígena y afroamericana. Teología que reivindica el derecho
de estos pueblos a decir su palabra y a participar en el discurso eclesial, a
la vez que se puede tornar en instrumento importante para fortalecer su
identidad y defender su causa39.
Nueva Evangelización de América Latina, Auxiliar n. 8, Santafé de Bogotá 1992; ver también J. VÉLEZ, La
cultura como mediación para evangelizar la no-creencia en América Latina, Bogotá 1989).
45
A este respecto, ver los planteamientos de A. ROBLES, Postmodernidad y teología de la liberación, en
“Senderos” n. 44 (1993) 43-68. Aportan nuevas pistas para le reflexión de la vivencia cristiana y de la
teología frente a la modernidad y la postmodernidad en A. L: J. C. SCANNONE, La religión en la América
Latina del tercer milenio. Hacia una utopía realizable, en “Stromata” 51 (1995) 75-88; A. GALEANO,
Desafíos de la postmodernidad a la teología en América Latina, en “Teología y Vida” 36 (1995) 291-306; V.
CODINA, Fe latinoamericana y desencanto occidental, en AA. VV., Cambio social y pensamiento cristiano
en América Latina, Madrid 1993, 271-296; P. TRIGO, El futuro de la teología de la liberación, en AA. VV.,
Cambio social y pensamiento cristiano en América Latina, 297-317; J. F. GÓMEZ, ¿Tiene futuro la
postmodernidad?. Algunas perspectivas para América Latina, en “Efemérides Mexicana” 10 (1993) 305-
330. Este último autor propone acoger desde América Latina y el Caribe la propuesta de la postmodernidad
en los que él considera sus valores: cuestionar el eurocentrismo clásico, el llamado a atender a lo lúdico y
estético, y el intento de diálogo con la modernidad, revisando en este último aspecto cuestiones tales como el
papel de la ciencia y la técnica en la tarea de respetar las culturas y el medio ambiente, buscar el cómo de la
modernización de nuestros pueblos y el papel y el valor de la razón. También considera importante acoger el
reto del ecumenismo a nivel teológico. Agrega, que se deben rechazar de la postmodernidad, por las
implicaciones negativas para nuestros pueblos, el nihilismo, el relativismo, la fragmentación y el
individualismo que destruye el sujeto comunitario.
Todo el esfuerzo eclesial latinoamericano y caribeño por elaborar
una teología inculturada en cada una de las culturas propias del
Continente nos coloca, también, como reclamo de la misma
postmodernidad, ante el reto de una teología, que teniendo como
característica central la preocupación por nuestros pueblos y sus
culturas, sepa hacerse, a su vez, profundamente laical, plural y
ecuménica.
Bibliografía.
49
Cf. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. o. c., 183-184.