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Castaño Cecilia - La Segunda Brecha Digital

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Cecilia Castaño (dir.

La segunda brecha
digital

Sara Añino, M.a Angustias Bertomeu, Cecilia Castaño,


Ana González, Juan Martín, Milagros Sainz,
M.a Ángeles Sallé, Susana Vázquez

EDICIONES CÁTEDRA
UNTVERSITAT DE VALÉNCIA
INSTITUTO DE LA MUJER
Feminismos
Consejo asesor:

Paloma Alcalá: Profesora de enseñanza media


Montserrat Cabré: Universidad de Cantabria
Cecilia Castaño: Universidad Complutense de Madrid
Giulia Colaizzi: Universitat de Valencia
Ma. Ángeles Durán: CSIC
Isabel Martínez Benlloch: Universitat de Valencia
Mary Nash: Universidad Central de Barcelona
Verena Stolcke: Universidad Autónoma de Barcelona
Amelia Valcárcel: Universidad de Oviedo
Instituto de la Mujer

Dirección y coordinación: Isabel Morant Deusa: Universitat de Valencia

1.a edición, 2008

Diseño de cubierta: aderal

N.I.P.O.: 207-08-044-7
© Sara Añino, M.a Angustias Bertomeu, Cecilia Castaño,
Ana González, Juan Martín, Milagros Sainz,
M.a Ángeles Sallé, Susana Vázquez, 2008
© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2008
Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid
Depósito legal: M. 25.105-2008
I.S.B.N.: 978-84-376-2475-4
Tirada: 1.500 ejemplares
Printed in Spain
Impreso en Anzos, S. L.
Fuenlabrada (Madrid)
Prólogo
C e c il ia C a s t a ñ o

Las revoluciones tecnológicas no


crean nuevas sociedades, pero cambian
los términos en los que se desenvuelven
las relaciones sociales, políticas y econó­
micas.
El tecnofeminismo
J u d y W a jc m a n ,
(Madrid, Cátedra, 2006)

El siglo xx ha sido el siglo de las mujeres en educación,


salud, trabajo, autonomía emocional, pero el siglo xxi ha de
serlo mucho más. Hasta ahora, el objetivo de las mujeres era
hacerse visibles, conseguir cada vez más presencia en todos
los espacios públicos. Ahora ya no es suficiente, porque los
espacios públicos, el mercado de trabajo, la educación, la
ciencia y la investigación, los medios de comunicación, es­
tán constituidos a la medida de los hombres y es necesario
transformarlos aprovechando el nuevo contexto de la socie­
dad de la información (SI) en el que encontramos una abun­
dancia de opciones tecnológicas, organizativas y de relación
social sin precedentes que están disponibles para todas y to­
dos. La tecnología es una fuente clave del poder masculino,
pero es también parte del tejido social, una red que combina
artefactos, gente, organizaciones, significados culturales y co­
nocimientos. Las mujeres han de apropiarse de las herramien­
tas tecnológicas y utilizarlas para transformar la sociedad de
la información en igualdad y para la igualdad.
La cuestión de la posición de las mujeres en relación con
la SI y la desigualdad de género no es reciente, pero el inte­
rés por esta problemática ha crecido considerablemente en
los últimos años. Al principio se abordaba como un proble­
ma de equidad que preocupaba sólo a las feministas, que cri­
ticaban el sesgo masculino y sexista de las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC). Hoy se considera como
un problema de eficiencia, de despilfarro de talento, y cons­
tituye una preocupación de los gobiernos porque la incorpo­
ración masiva de las mujeres al uso de Internet es clave para
el crecimiento económicb, la competitividad y el bienestar
social.
Este libro ofrece una reflexión (fundamentada en datos
estadísticos, análisis cualitativos y análisis de políticas acerca
de la posición de las mujeres en la sociedad de la infor­
mación, las oportunidades y barreras que favorecen o di­
ficultan la superación de las desigualdades de género en
acceso, uso y habilidades y cómo pueden incorporarse a
los ámbitos donde se genera la innovación tecnológica y
se toman las decisiones que marcan el futuro de la huma­
nidad.
El concepto clave en tomo al cual se organiza el libro es
el de la segunda brecha digital. La división digital o brecha
digital (digital divide o digital gap) se definía inicialmente
en relación con la existencia de colectivos de población in­
cluidos y excluidos de la sociedad de la información en fun­
ción de contar o no con acceso a ordenadores e Internet. Pos­
teriormente, a medida que el número de usuarios aumenta
sin cesar, la brecha digital se manifiesta como un fenómeno
más complejo que el acceso a Internet y se aprecia que exis­
ten varias divisiones digitales. La primera es la del acceso al
ordenador y a la conexión a Internet en relación con las ca­
racterísticas sociodemográficas de los individuos (edad, sexo,
estudios, etc.). La segunda brecha digital es la que afecta a los
usos (tanto a la intensidad como a la variedad de usos) y está,
a su vez, determinada por las capacidades y habilidades de
los individuos para utilizar ordenadores e Internet. La im­
portancia de la segunda brecha digital reside en que la barre­
ra más difícil de superar no es la del acceso (provisión de in­
fraestructuras; difúsión de los artefactos; programas de
aprendizaje introductorio), sino la del uso y las habilidades.
Más allá de la cantidad (el número de horas de uso del orde­
nador o Internet), es necesario explorar con detalle la cali­
dad del uso.
La segunda brecha digital afecta especialmente a las mu­
jeres. El número de usuarias de Internet aumenta constante­
mente y lo hace más deprisa que el de hombres usuarios,
aunque se parte de niveles de acceso más bajos. En los Esta­
dos Unidos, así como en algunos países del norte de Europa,
las mujeres igualan a los hombres en acceso a Internet, lo
que parecería indicar que la primera brecha digital está en
vías de superación. No ocurre lo mismo con la segunda bre­
cha digital, la relativa a los usos (intensidad, variedad) y a las
habilidades, donde las mujeres se sitúan en una posición de
clara desventaja frente a los hombres, ya que realizan un uso
más restringido de actividades que requieren, además, me­
nos destreza tecnológica.
La segunda brecha digital de género puede convertirse
en un factor significativo de ulterior marginalización, pues
las TIC son la llave para participar en el mundo global del si­
glo xxi. Si no se consideran desde el principio las cuestiones
de género (división sexual del trabajo, trabajo pagado y no
pagado, multiplicidad de femeninos) la difusión de las TIC
puede generar un retroceso en relación con otros avances
que se han producido en el siglo xx. Por ello, es imprescin­
dible promocionar acciones que permitan la e-inclusión de
las mujeres a través del e-acceso (físico, económico y sim­
bólico) y de las habilidades necesarias (info-habilidades y
e-habilidades). El objetivo es generar un círculo virtuoso gé­
nero-innovación. En otras palabras, aun cuando la tasa de ac­
ceso femenina se incremente hasta aproximarse a los niveles
de acceso masculinos, persisten otro tipo de diferencias, de­
rivadas de la intensidad y del tipo de uso que se hace de In­
ternet.
La tesis de este libro es que el reto de la segunda brecha
digital de género no es un problema de acceso y uso de In­
ternet y tampoco de habilidades informáticas y navegadoras
consideradas de forma aislada. La segunda brecha digital
está relacionada con el dominio masculino de las áreas es­
tratégicas de la educación, la investigación y el empleo rela­
cionadas con las ciencias, las ingenierías y las TIC, así como
con la escasa presencia de mujeres en los puestos de respon­
sabilidad y toma de decisiones en dichas áreas. Para superar la
segunda brecha digital es necesario desarrollar estrategias para
atraer más mujeres a estos ámbitos, así como estrategias orien­
tadas a retenerlas y a asegurar que desarrollan todo su po­
tencial.
Para alcanzar nuestro objetivo, en este libro hacemos
nuestra la afirmación de Nancy Hafldn en su obra Cinderella
or Cyberella de que «sin datos no hay visibilidad; sin visibili­
dad no hay prioridad» (N. Hafkin y S. Huyer, 2006, pág. 50), lo
convertimos en nuestro lema de trabajo y aportamos datos
estadísticos, análisis cualitativos y análisis de políticas que
nos permitan contar con información solvente sobre la pro­
blemática objeto de estudio. El objetivo de los ocho capítu­
los que se ofrecen a continuación es cubrir un hueco en la li­
teratura sobre las divisiones digitales de género y, especial­
mente, la segunda brecha digital.
El primer capítulo se dedica a explicar la importancia de
las divisiones digitales y la diferencias entre la primera y la
segunda brecha digital para, a continuación, abordar el círculo
vicioso de la discriminación de género en relación con la se­
gunda brecha digital.
En el segundo capítulo se presentan los resultados del
análisis de género de los microdatos de la Encuesta TIC Ho­
gares 2006, que incluyen análisis transversales por edad, ni­
vel de estudios y situación laboral acerca de las principales
variables, como las características del acceso a Internet (e-ac-
ceso, e-experiencia, e-intesidad), los usos (e-comunicación,
e-información/ocio, e-administración, e-formación, e-co-
mercio y e-banca), así como las habilidades informáticas y
navegadoras (info-habilidades y e-habilidades). Los análisis
realizados permiten constatar las dimensiones de la primera y
la segunda brecha digital de género y especificar en qué me­
dida los factores sociodemográficos (edad, estudios, situación
laboral) contribuyen a intensificarlas o a reducirlas.
En el tercer capítulo proponemos un indicador compues­
to o sintético del grado de e-inclusión efectiva en la sociedad
de la información, el Sistema de Indicadores de Género y
TIC (SIGTIC), que permite ir más allá de la perspectiva
cuantitativa en el análisis de los datos estadísticos e incorpo­
rar la dimensión cualitativa de las diferencias de género y de
la segunda brecha digital.
El cuarto capítulo se dedica a mostrar la diversidad de
las mujeres en su aproximación a la sociedad de la informa­
ción, a través de técnicas cualitativas de análisis (grupos de
discusión) con diferentes colectivos de mujeres que nos
muestran las oportunidades que les ofrecen las TIC y las ba­
rreras culturales e institucionales que encuentran para la e-
inclusión de género.
El quinto capítulo analiza la trayectoria y el discurso de las
mujeres líderes, que ocupan puestos de responsabilidad y toma
de decisiones en las empresas TIC y nos permite aproximamos
a las culturas empresariales, los prejuicios y los estereotipos
que impiden el avance de las mujeres en estos ámbitos.
El sexto capítulo se dedica al análisis de la segunda bre­
cha digital en el ámbito de la educación y la investigación, y
específicamente a los procesos de construcción y transmi­
sión de los prejuicios y estereotipos que desalientan a las
mujeres para orientar sus estudios y carreras hacia las inge­
nierías y tecnologías de la información, así como a la nece­
sidad de que las mujeres se apropien de la investigación y las
tecnologías para enriquecerlas con sus aportaciones.
El capítulo séptimo analiza de nuevo los estereotipos
sexistas, en este caso, en el ámbito de los juegos de ordena­
dor, y los riesgos que se derivan de sus poderosos efectos so­
bre los niños y niñas y los adolescentes.
Por último, en el capítulo octavo se analiza la dimensión
de género de las políticas de sociedad de la información, así
como la dimensión de sociedad de la información en las polí­
ticas de igualdad de género, tanto de la Unión Europea como
del conjunto de España y las Comunidades Autónomas.
Los trabajos que se presentan en los distintos capítulos
que componen este libro son resultado de dos investigacio­
nes financiadas y desarrolladas en convocatorias competiti­
vas del Plan Avanza Género (Proyecto e-igualdad, PAV-
010000-2006-0032, liderado por Fundación Directa y rea­
lizado en colaboración entre mi equipo de investigación de
la Universidad Complutense de Madrid y la Asociación
e-mujeres; Proyecto Desajuste entre participación y posi­
ción de las mujeres en la investigación y el empleo TIC,
PAV-010000-2007-106, elaborado por el equipo del Progra­
ma de Investigación sobre Género y TIC que dirijo en el In­
ternet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de
Catalunya), así como de los trabajos de investigación que de­
sarrollé como Visiting Scholar durante la primavera de 2007
en el Minda de Gunzbuig Center for European Studies gra­
cias a una beca del Real Colegio Complutense en Harvard
University.
Este y otros trabajos no habrían sido posibles sin la fi­
nanciación del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio
a través de las convocatorias del Plan Avanza Género. Agra­
decemos a la Dirección General para el Desarrollo de la So­
ciedad de la Información la sensibilidad hacia la problemáti­
ca de la igualdad de género y su complicidad con las muje­
res, que demuestra que comparten con tantas de nosotras la
convicción de que la sociedad de la información es una socie­
dad de personas, no de tecnologías, de manera que si cons­
truimos la sociedad de la información sin las mujeres se
construirá sin fundamentos reales.

Madrid, 31 de marzo de 2008


C a p ít u l o p r im e r o

La primera y la segunda brecha digital*


C e c il ia C a s t a ñ o

The so-called digital divide is actually several gaps


in one. There is a technological divide, great gaps in
infrastructure. There is a content divide. There is a
gender divide, with women and girls enjoying less
access to information technology than do men and
boys. This can be true of rich and poor countries alike.
Kofi Annan, Ex Secretario General de la
Organización de las Naciones Unidas,
Declaración ante la Cumbre Mundial sobre
la Sociedad de la Información,
Ginebra, 10 de diciembre de 2003.

* La investigación en la que se sustenta este capítulo la desarrollé


en la primavera-verano de 2007 como Visitíng Scholar en el Minda de
Gunzburg Center for European Studies, gracias a una beca concedida
por el Real Colegio Complutense de Harvard University. Agradezco a
estas dos instituciones su apoyo intelectual, humano y financiero.
En las últimas décadas, la difusión de las tecnologías de
la información y la comunicación (TIC) se ha convertido en
un rasgo esencial de la actividad económica y social en los
países de la OCDE. El uso de los ordenadores e Internet por
parte de la población constituye una de las condiciones que
se consideran indispensables para la adecuación del capital
humano a los requerimientos de la economía del conoci­
miento y contribuye a reforzar las diferencias entre países en
productividad, competitividad económica y bienestar social
(OECD, 2003). Desde este punto de vista, la aparición, o la
persistencia, de divisiones o brechas digitales constituye una
preocupación creciente de los gobiernos y de la sociedad ci­
vil. Desde la Cumbre de Lisboa en el año 2000, los gobier­
nos de los países miembros de la Unión Europea (UE) persi­
guen el objetivo de la inclusión digital como uno de los fac­
tores clave para convertir a la UE en el área más competitiva
del mundo.
La división digital, el hecho de que en los países indus­
trializados todavía existan incluidos y excluidos de la socie­
dad de la información, parece un problema tecnológico por­
que se tiende a considerar la inclusión como un problema de
difusión de las TIC, de aumentar el número de usuarios y los
puntos de acceso. Desde esta perspectiva se piensa, además,
que el problema se resolverá por sí solo: bastaría con poner
ordenadores y conexiones a Internet por todas partes para
que la población se incorpore. En el ámbito de las tecnolo­
gías de la información, sin embargo, la curva de aprendizaje
es lenta al principio, porque sólo lo utilizan los pioneros;
después sigue un periodo de expansión rápida y, finalmente,
otro más lento. La difusión se alcanza cuando el producto es
conocido y la capacidad para usarlo, generalizada. Ocurre,
sin embargo, que en ese periodo de lenta expansión final,
Internet no llega por igual a toda la población, sino que se
mantienen divisiones digitales relacionadas con la edad, el
sexo, el nivel educativo y todas las líneas de exclusión social
que persisten en nuestras prósperas y avanzadas sociedades.
La cuestión es que las brechas digitales, aunque parecen tec­
nológicas, son más bien brechas sociales. La brecha digital
se mezcla con otros factores de exclusión, como la capaci­
dad económica, la disponibilidad de tiempo, los conocimien­
tos, habilidades y experiencia, el bagaje cultural y lingüísti­
co. La inclusión en la SI es mucho más complicada y va más
allá de la difusión de la tecnología o de conseguir el acceso
a un ordenador. Inclusión es interés por usar las TIC y habi­
lidad para usarlas. Y esto tiene lugar a través de un proceso
de aprendizaje social en una compleja interacción entre edu­
cación, trabajo, consumo y ocio. La pregunta es: ¿la brecha
de uso se puede resolver sin resolver las desigualdades? ¿El
uso puede contribuir a reducir las desigualdades?
Cuando observamos que las innovaciones tecnológicas
se difunden primero entre las naciones y los ciudadanos más
ricos tendemos a pensar que, con el tiempo, la mayoría las
adoptará y este proceso de difusión eliminará las diferencias
económicas y sociales. Éste parece ser el caso de la televi­
sión, los teléfonos móviles y otros artefactos fáciles de utili­
zar. Pero no siempre es así ni ocurre con todas las innova­
ciones. Al igual que pasó respecto a la industrialización y
el desarrollo económico, no todos los países ni todos los
ciudadanos se incorporan a las novedades con el mismo rit­
mo e intensidad. Algunos, incluso, nunca llegan a incorpo­
rarse.
La realidad es que las innovaciones tecnológicas no se
difunden de forma regular por el sistema. No todas las em­
presas, ni todos los individuos, se convierten en usuarios y,
menos aún, en usuarios avanzados. Desde la perspectiva so­
cial, si una parte importante de la ciudadanía no adopta las
innovaciones consideradas cruciales, ello puede generar de­
sigualdades económicas y sociales o reforzar otras previa-
mente existentes. Everett Rogers, en su libro Diffusion o f
innovations (2003), define la pauta de distribución de las in­
novaciones como una curva de Bell, en cuyo seno es posible
diferenciar hasta cinco grupos de individuos, a partir de sus
características socioeconómicas y demográficas, así como de
sus actitudes:

— Un primer grupo, minoritario, al que se conoce como


el grupo de los «innovadores», que engloba al con­
junto de personas capaces de tomar iniciativas y correr
riesgos.
— En un segundo grupo, se encuentran aquellos indivi­
duos conocidos como Early Adopters, usuarios tem­
pranos o avanzados, normalmente líderes sociales
con un alto nivel educativo.
— El tercer grupo, Early majority o mayoría avanzada,
más numeroso y caracterizado por la prudencia de
sus integrantes, así como por su amplia red de con­
tactos sociales.
— Un cuarto grupo igualmente numeroso, Late majo­
rity o mayoría retardada, estaría formado por perso­
nas escépticas, tradicionales, con bajo estatus socioeco­
nómico.
1— Finalmente, en el grupo de los retardados se sitúan
aquellas personas que, o bien se mantienen en un ni­
vel muy tradicional, o bien están aisladas en su siste­
ma social. Las primeras tienden a no confiar en las
innovaciones. Las segundas, por el contrario, care­
cen de interacciones sociales que potencien la per­
cepción de beneficios y estimule el uso de la innova­
ción y, por lo tanto, se ven privadas de sus ventajas
de forma permanente.

De la clasificación de Rogers anteriormente expuesta se


deduce que para que el acceso a una innovación sea efectivo
(y continuado), a la posibilidad de acceso debe sumarse el
conocimiento, el interés, así como la aplicabilidad y la utili­
dad de dicha herramienta para el cumplimiento de objetivos
personales. De este modo, el estudio de la brecha digital no
puede limitarse al análisis del acceso a Internet (primera bre­
cha digital), sino que debe dar un paso más e involucrase en
el análisis y la determinación de los usos, su intensidad y las
habilidades para ello (segunda brecha digital).
La literatura y la investigación empírica subrayan los
efectos positivos de saber manejar ordenadores y acceder a
Internet, ya que este hecho está relacionado positivamente
con la capacidad de las personas para relacionarse social­
mente, mejora los resultados escolares, las habilidades mate­
máticas y de lenguaje y favorece el éxito en la búsqueda de
empleo, así como la obtención de salarios más altos (Korup
y Szydlik, 2005; Rogers, 2001). Otros autores, junto a los
efectos positivos, consideran, sin embargo, la tecnología como
una ruta potencial de exclusión social —por ejemplo, de ac­
ceso al trabajo— y afirman que la ausencia de tecnología in­
crementará las desventajas de ciertos grupos sociales (LifF y
Shepherd, 2004). Otros insisten, asimismo, en que la exis­
tencia de divisiones digitales constituye una barrera para el
desarrollo de una sociedad de la información equitativa
(Brynin, 2004). En definitiva, distintos autores coinciden en
que si existen factores que retrasen la adopción de estas in­
novaciones por parte de los ciudadanos, la eficiencia econó­
mica y el bienestar social se verán afectados por esta falta de
adecuación del capital humano.
Aunque la información estadística disponible tiende a
ofrecer básicamente datos sobre el acceso al ordenador e In­
ternet, distintos estudios analizan las diferencias sociales en
el uso de estas tecnologías y las disparidades de género en
las pautas de uso de Internet (Bimber, 2000; DiMaggio y
Hargittai, 2001; DiMaggio et al., 2004; Kennedy, Wellman
y Klement, 2003; Wellman y Haythomwhite, 2002). Más
allá del acceso, lo importante es qué hacemos cuando utili­
zamos el ordenador y accedemos a Internet. Aunque Internet
es un espacio de apariencia casi infinita, que ofrece todo tipo
de contenidos y servicios y lo que haga cada cual es su res­
ponsabilidad, es evidente que todos los usos no son iguales
ni tienen los mismos efectos económicos y sociales. Hay
usos de Internet que tienen una relación más intensa con ac­
tividades relevantes para el crecimiento económico y el bie­
nestar social frente a otros caracterizados por el ocio y el con­
sumo pasivo. Los gobiernos se esfuerzan por ofrecer cada
vez más servicios por Internet como forma de mejorar la co­
municación con los ciudadanos, a la vez que ahorran perso­
nal de atención presencial. Los padres y madres quieren que
sus hijos sean usuarios del ordenador y de Internet, pero se
preocupan de que puedan empeorar su resultado escolar por
dedicar demasiado tiempo a videojuegos o a chatear con sus
colegas de clase. Las mujeres con niños o personas depen­
dientes a su cargo encuentran oportunidades para teletraba-
jar o mejorar su formación. La población inmigrante aprove­
cha los telecentros para mantener una comunicación fluida
con la familia en sus países de origen. Las empresas fomen­
tan el desarrollo de habilidades informáticas y navegadoras
entre sus empleados, pero al mismo tiempo tratan de esta­
blecer barreras para que éstos no dediquen el tiempo de tra­
bajo a jugar o a consultar la prensa deportiva.
Ló anterior induce a considerar que más allá de la can­
tidad (el número de horas de uso del ordenador o Internet)
es necesario explorar con detalle la calidad del uso (Liff y
Shepherd, 2004). Es asimismo importante considerar que
hasta hace pocos años el crecimiento espectacular de Inter­
net ha estado dominado por las fuerzas del mercado, más in­
teresadas en ofrecer contenidos y servicios de consumo que
en atender las necesidades reales y cotidianas de los usuarios
(Rogers, 2001). Los avances en la e-administración y la ofer­
ta creciente de servicios públicos a los ciudadanos a través
de Internet, incluyendo la relación entre administradores y
administrados a través del correo electrónico, constituyen
una inmensa fuente de nuevos usos y prácticas que irán pro­
gresivamente imponiéndose. La navegación irrelevante, el
vagabundeo por la Web, al que muchas personas dedicaban
la mayor parte de su tiempo en Internet, es progresivamente
sustituido por hábitos más activos de creación de contenidos
(crear redes de intereses y apoyo, llevar diarios o blogs, col­
gar vídeos, etc.). Aunque la utilización intensa de videojue­
gos contribuya a mejorar las habilidades manuales con los
mandos de la consola e incluso algunas habilidades de per­
cepción espacial, no es evidente que mejore las habilidades
digitales. Frente a ello, la posibilidad de resolver necesida­
des y problemas de la vida cotidiana es mucho más intere­
sante como perspectiva de desarrollo de los usos de Internet.
Las diferencias en los usos que realizan unos y otros in­
dividuos sin duda están relacionadas con factores como su
edad, su nivel educativo o su situación laboral, entre otros.
En el Observatorio e-Igualdad1 (Castaño et al., 2007) he­
mos comprobado que quienes tienen un nivel de estudios
más bajo y están sin empleo son más proclives a consultar
contenidos de ocio. Las mujeres, trabajadoras o no, tienden
en general a los usos funcionales, a resolver problemas prác­
ticos. Las diferencias de acceso y uso son particularmente
marcadas entre mujeres y hombres.
Pero las diferencias de uso se ven reforzadas por el nivel
de las habilidades informáticas y navegadoras de los indivi­
duos. El problema es que los ordenadores e Internet no sólo
son medios de entretenimiento y consumo. Su utilización
puede crear una ventaja relativa para las personas, las orga­
nizaciones y los países que los utilizan, pero esto requiere
habilidades específicas. Lo que los hace radicalmente dife­

1 El Observatorio e-Igualdad se ha elaborado en el Departamento


de Economía Aplicada V de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociolo­
gía de la Universidad Complutense de Madrid en colaboración con la Fun­
dación Directa y la Asociación E-mujeres, en el marco del Proyecto
E-igiialdad financiado con fondos del Plan Avanza Género en su convoca­
toria competitiva correspondiente al bienio 2006-2007.
rentes de otros medios de comunicación, ocio y consumo pa­
sivo, como la televisión, es que son herramientas muy pode­
rosas para trabajar y aprender, que requieren una cierta ca­
pacidad de memoria y pensamiento abstracto.

2. La p r im e r a y l a seg u n d a b r e c h a d ig ita l

El uso de Internet es un factor de empoderamiento (em-


powermení). Confiere poder a las personas, a los grupos, a
las empresas y emprendedores, a las organizaciones, porque
ofrece una capacidad instantánea de acceder y compartir in­
formación, de organizar y movilizar recursos, tanto humanos
como de otro tipo, de forma mucho más barata y rápida de lo
hasta ahora conocido.
Los gobiernos, como se decía, toman medidas para esti­
mular el uso de Internet por parte de los ciudadanos. Se ocu­
pan de ofrecer programas de aprendizaje y puntos de acceso
público y gratuito para el conjunto de la ciudadanía y, espe­
cialmente, para los colectivos en riesgo de exclusión de la
sociedad de la información (mayores, personas con caren­
cias educativas, habitantes de zonas despobladas) pero tam­
bién para los que pueden mejorar de forma apreciable su
vida cotidiana y sus posibilidades de inserción laboral (per­
sonas con discapacidad). Las mujeres constituyen cada vez
más un objetivo prioritario de estas políticas, no como co­
lectivo, ya que constituyen el 50 por 100 de la población,
sino porque, como se apreciará en los capítulos siguientes,
tanto los datos estadísticos como los análisis cualitativos nos
muestran que la brecha digital de género existe y persiste y,
por otra parte, las mujeres no son todas iguales ni tienen los
mismos gustos, intereses y necesidades, sino que constitu­
yen una realidad diversa.
Para comprender eí problema de la división digital es
esencial entender que la barrera más difícil de superar no
es la del acceso (provisión de infraestructuras; diflisión de
los artefactos; programas de aprendizaje introductorio), sino
la del uso. En otras palabras, las oportunidades que crean es­
tas innovaciones tecnológicas dependen de la utilización que
se haga de ellas y de la forma en que afecten al desarrollo
profesional y a la vida de las personas. Desde esta perspecti­
va, el hecho crucial es la capacidad de cada individuo para
utilizar las innovaciones en fimción de sus necesidades e in­
tereses específicos.
La división digital (digital divide) constituye, por tanto,
un problema social importante que acompaña al proceso de
difüsión de Internet. Rogers (2001) define la división digital
como «la brecha que existe entre individuos que sacan pro­
vecho de Internet y aquellos otros que están en desventaja
relativa respecto a Internet» y lo relaciona con la hipótesis de
la brecha del conocimiento (knowledge divide), es decir, «a me­
dida que aumenta la difusión de los medios de comunicación
de masas en el sistema social, ciertos segmentos de la pobla­
ción con un nivel socioeconómico más elevado, tienden a
apropiarse de la información a una velocidad más rápida que
los del nivel más bajo y de esta manera la brecha entre estos
segmentos tiende a aumentar en lugar de a reducirse» (Ti-
chenor, Donohue y Olien, 1970, citado en Rogers, 2001,
pág. 97).
La división digital, por tanto, es un problema todavía
vivo, activo y cambiante. A pesar del aumento espectacular
del número de ordenadores, de conexiones, de usuarios y
usuarias, no parece que el tamaño de las brechas de edad, es­
tudios o género, se haya reducido en los últimos años. De
esta manera, se puede considerar que la brecha digital es un
moving target (Kaplan, 2005) por la rapidez de la evolución
tecnológica y la emergencia constante de nuevas habilidades
(skills) y nuevas formas de conducta.
La brecha digital es más compleja que el acceso a Inter­
net porque existen varias divisiones digitales. La primera es
la del acceso, que hasta ahora se definía exclusivamente a
partir de la carencia de ordenador y conexión a Internet para
el conjunto de la población (porcentaje de usuarios en re­
lación con la población total). En la actualidad se conside­
ran también las disparidades de acceso en relación con ca­
racterísticas sociodemográficas de los individuos (edad,
sexo, estudios, etc.). La segunda brecha es la que afecta a
los usos (tanto a su intensidad como a su variedad) y está
a su vez relacionada con la capacidad y las habilidades
(skills, abilites) de los individuos para utilizar ordenadores
e Internet. Lo importante es que el acceso no es sólo téc­
nico, sino que es conocimiento y habilidades (knowledge
and skills).
Las divisiones digitales del futuro estarán relacionadas
con las habilidades y la complejidad. Esta complejidad se
manifiesta en varios sentidos:

— La disponibilidad técnica es imprescindible, pero no


es suficiente, porque el acceso es un fenómeno so­
cial. Las características del acceso técnico, sin em­
bargo, son importantes porque de ellas depende la
calidad de la conexión. Esta constituye otra fuente
de brecha digital, la que se establece a partir del an­
cho de banda y la velocidad de las conexiones, entre
quienes disfrutan de conexiones rápidas y capaces
de transmitir grandes volúmenes de información y
quienes, por el contrario, han de conformarse con
sistemas más lentos y de menos capacidad.
— Las condiciones sociales de acceso son especialmen­
te significativas: el lugar de acceso (hogar, puesto de
trabajo, centro de estudios, puntos públicos de acce­
so), la intensidad de uso (frecuencia, número de ho­
ras) y la disposición de un entorno favorable, que es­
timule y ayude a aprender.
— El factor decisivo, sin embargo, son las habilidades
de la persona para utilizar ordenadores e Internet,
para realizar un uso acorde con sus necesidades y de­
seos de estudio, profesionales o privados.
Korup y Szydlik (2005) establecen tres tipos de factores
que influyen en el uso de ordenadores personales e Internet
en el hogar:

— Factores relacionados con el capital humano, como


el nivel de estudios, la especialidad educativa y la
utilización de ordenadores en el puesto de trabajo.
— Factores relacionados con el contexto familiar, como
la renta disponible, la composición del hogar y, muy
importante, la presencia de menores y adolescentes
en él.
— Factores relacionados con el contexto social, entre
ellos el género, la edad (o mejor, la generación a la
que se pertenece), el bagaje cultural o étnico y el lu­
gar de residencia, metropolitano o rural.

En relación con los primeros, es evidente que existe una


relación positiva entre el capital humano de los individuos y
su acceso y uso privado de Internet en el hogar. Distintas
fuentes y autores coinciden en que el acceso a Internet au­
menta con el nivel educativo, tanto para hombres como para
mujeres (Van Welsum y Montaigner, 2007; Merit, 2008;
Brynin, 2006b; Liff y Shepherd, 2004). La brecha de género
se reduce, pero sigue siendo importante, incluso para los ni­
veles educativos superiores, excepto en los países del norte de
Europa. Otra cuestión importante es que el capital humano no
sólo se genera en los estudios, sino que la experiencia en el
empleo constituye una fuente importante de generación del
mismo. El uso del ordenador y de Internet en el puesto de tra­
bajo es clave como primera vía de acceso, pero también desde
el punto de vista de la adquisición de habilidades informáticas
y navegadoras. Las desigualdades de género en los mercados
de trabajo son relevantes en este sentido, y las tasas de empleo
femenino en los países de la OCDE son más bajas que las
masculinas (entre diez y veinticinco puntos porcentuales, de
nuevo con la excepción de los países nórdicos).
En cuanto al contexto familiar, no sólo es importante la
renta del hogar, que sin duda afecta a las posibilidades de po­
seer un ordenador y una conexión a Internet en casa. Tam­
bién es decisiva la presencia de menores de edad, que actúa
como un incentivo para disponer de estas herramientas y uti­
lizarlas. Los resultados de la encuesta de Eurostat (Eurostat
Community Survey on ICT usage in households and by indi­
viduáis) y de otras encuestas como las del Oxford Internet
Institute (Oxford Internet Survey) muestran que esto ocurre
en casi el 75 por 100 de los hogares donde habitan menores,
porque los padres desean que sus hijos aprendan, y quieren,
además, compartir ese proceso con ellos y saber qué hacen
en Internet (Brynin, Raban, y Sofifer, 2004; Demunter, 2005).
El hecho paradójico es que la presencia de menores en el ho­
gar no incrementa el tiempo de uso de Internet por parte de
las mujeres adultas, sino que lo reduce a causa de la falta de
tiempo libre debido a las exigencias de las tareas domésticas
y de cuidados (Liff y Shepherd, 2004).
En cuanto al contexto social, la generación tecnológica a
la que se pertenece es tan relevante como la edad. El entor­
no tecnológico del hogar en el que se creció determina los
hábitos y actitudes de las personas hacia las nuevas tecnolo­
gías. Korupp y Szydlik se refieren a cuatro tipos ideales: la
generación pretecnológica (nacida antes de 1939), la de la
revolución de los electrodomésticos, como el refrigerador
(nacidos entre 1939 y 1948), la de las tecnologías avanzadas,
como la lavadora automática y el lavavajillas (1949-1964), y
la de los ordenadores (nacidos a partir de 1964), con tecnolo­
gías domésticas que incorporaban chips en lavadoras, neve­
ras, teléfonos, etc. La conclusión es que el uso del ordenador
(o cualquier otra tecnología) a edades tempranas ejerce una
enorme influencia sobre las actitudes de los individuos ante
las tecnologías, así como sobre sus habilidades tecnológicas.
El género es un factor clave tanto desde el punto de vis­
ta del acceso técnico como desde otras perspectivas relacio­
nadas con los usos, las habilidades, así como con el impacto
de la utilización de Internet sobre la vida de las y los usua­
rios.
Desde el punto de vista técnico la cuestión clave es dón­
de y por qué medios acceden a Internet las mujeres y los
hombres, si disponen o no de banda ancha y, en definitiva, la
calidad y velocidad de las conexiones.
Desde la perspectiva de los usos consideramos relevan­
tes varias cuestiones que afectan a la segunda brecha digital
en perspectiva de género:
— La experiencia (o e-experiencia en la terminología
que hemos utilizado en el Observatorio e-Igualdad)
medida por el tiempo transcurrido desde que se em­
pezó a utilizar Internet.
— La intensidad de uso (e-intensidad en nuestra termi­
nología) que incorpora, a su vez, varios componentes:
• El momento de la última utilización de Internet.
• La frecuencia de uso de Internet (diaria, semanal,
mensual).
• La duración de la conexión (número de horas cada
vez).
— El tipo de actividades que se llevan a cabo, sean
éstas de información (e-información), comunicación
(e-comunicación), ocio (e-ocio, descargar software,
música, películas) frente a usos más relacionados
con la solución de problemas cotidianos, tanto de ca­
rácter profesional como privado (e-administración,
e-comercio, e-banca).
Desde la perspectiva de las habilidades para utilizar or­
denadores e Internet (info-habilidades y e-habilidades, res­
pectivamente, en la terminología que hemos utilizado en el
Observatorio e-Igualdad) merecen atención varias cuestio­
nes en relación con la segunda brecha digital de género:

— En primer lugar, la diferencia entre las habilidades


percibidas y las habilidades reales u objetivamente
establecidas. Suele ocurrir que las mujeres, que reco­
nocen poseer un menor número de habilidades que
los hombres, tienden a infravalorar sus habilidades
tecnológicas, mientras que los hombres reconocen
un mayor número de habilidades, pero tienden a so-
brevalorarlas.
— En segundo lugar, la importancia del entorno, de las
actitudes de los otros. Es esencial disponer de un am­
biente que apoye la adquisición de info-habilidades y
e-habilidades por parte de las niñas y las mujeres. En
este aspecto influye considerablemente la actitud po­
sitiva de familiares, profesores o amistades, que ayu­
den en el proceso de aprendizaje y no se dejen llevar
por los prejuicios imperantes acerca de la supuesta
tecnofobia femenina.
— Por último, la actitud de las protagonistas, la sensa­
ción de comodidad o incomodidad con los ordena­
dores e Internet, desempeña también un papel impor­
tante. Estas actitudes abarcan una gama que puede ir
desde la fascinación y la dependencia de los ordena­
dores e Internet, más frecuente entre hombres y
adolescentes varones, hasta la inseguridad y el re­
chazo, que se da con más frecuencia entre las mu­
jeres.

Una dimensión esencial es el impacto del uso de Internet


sobre la vida de los y las usuarias, en qué medida han cam­
biado sus costumbres y, especialmente, si esos cambios po­
nen en cuestión o, por el contrario, refuerzan los estereotipos
de género. En la encuesta2 que realizamos a mujeres usua-

2 Encuesta Mujeres y Sociedad de la Información, Instituto de Desa­


rrollo Regional-Instituto Andaluz de la Mujer. En esta investigación se rea­
lizaron entrevistas personales con cuestionario cerrado a doscientas mujeres
entre un total de más de mil mujeres usuarias de Internet residentes en
Andalucía, con más de dos años de experiencia y pertenecientes a las ca­
rías intensivas de Internet, éstas manifestaban que su utiliza­
ción cotidiana tiene una enorme incidencia en las tareas pro­
fesionales (el 58 por 100 de las usuarias encuestadas habían
cambiado la organización de éstas tareas y el 87 por 100
ahorraban tiempo en ellas), mientras que su efecto sobre el
ámbito doméstico se reducía considerablemente (23 por 100
y 39 por 100, respectivamente) y predominaba la percepción
de que no cambian la organización ni ahorran tiempo (Cas­
taño et al, 2007).

3. La m a g n i t u d
d e l a s d if e r e n c ia s d e g é n e r o
EN RELACIÓN CON LA DIVISIÓN DIGITAL

La situación de las mujeres en relación con las TIC y su


posición en la sociedad de la información ofrecen una cara po­
sitiva y otra negativa. La cara positiva de la moneda es que el
número de mujeres usuarias de Internet aumenta sin cesar en
todo el mundo, porque los ordenadores y el acceso a Internet
han adquirido categoría de herramientas domésticas para la
comunicación y la vida cotidiana, junto con los teléfonos mó­
viles. El uso de las TIC puede contribuir a mejorar la posición
de las mujeres en el mercado de trabajo poique, unido a las ha­
bilidades femeninas para la comunicación, así como a sus ni­
veles de educación formal crecientes (más elevados en muchos
casos que los de los hombres) son valores que el mercado de
trabajo demanda y esto contribuye a aumentar la contratación
de mujeres. El teletrabajo y la teleoperación parecen alternati­
vas apropiadas para mujeres que necesitan combinar el em­
pleo con las responsabilidades familiares.

tegorías de empresarias, profesionales y profesoras. Asimismo, se lleva­


ron a cabo entrevistas en profundidad, grupos de discusión y estudios de
caso de otros colectivos como teleoperadoras, teletrabajadoras, empren­
dedoras y empresarias, estudiantes universitarias, ingenieras e informáti­
cas, secretarias de dirección y amas de casa, entre otras.
La otra cara, negativa, de la moneda es que, a pesar del
aumento del número de usuarias, la brecha digital de género
en acceso es todavía amplia (en tomo a diez puntos porcen­
tuales en la mayoría de los países de la UE, como veremos en
el capítulo siguiente, y proporciones similares en la OCDE,
con la excepción de los Estados Unidos y los países del norte
de Europa). Más preocupante resulta el hecho de que las mu­
jeres continúen relegadas a determinadas actividades econó­
micas y ocupaciones, mientras que los hombres dominan las
áreas estratégicas de la educación, la investigación y el empleo
relacionadas con las tecnologías de la información.
Las diferencias de género son también importantes des­
de el punto de vista de los usos. Por ejemplo, referida a la in­
tensidad de uso (a la que se hará amplia referencia en el ca­
pítulo próximo en relación con el caso español) para el con­
junto de la UE, la proporción de usuarios que acceden a
Internet diariamente es del 38 por 100 en el caso de los hom­
bres, frente al 28 por 100 en el de las mujeres (una brecha de
diez puntos), aunque en el tramo de edad entre dieciséis y vein­
ticuatro años el porcentaje masculino asciende al 53 por 100 y
el femenino al 48 por 100 (la brecha se reduce a cinco pun­
tos) (Seybert, 2007).
En cuanto a la gama de usos, tanto los datos de la OCDE
(Van Welsum y Montaigner, 2007) como los que se despren­
den de la Eurostat Comunity Survey muestran que en todos
los países las mujeres puntúan prácticamente igual que los
hombres en los usos relacionados con la comunicación (en­
viar y recibir correos electrónicos), mientras que los hom­
bres superan ampliamente a las mujeres en usos más propia­
mente tecnológicos (en descargas de software las diferencias
entre uno y otro sexo se sitúan entre veinte y treinta puntos
porcentuales, incluso en los países del norte de Europa) y las
mujeres superan a los hombres en actividades de búsqueda
de información sobre familia, educación y cuidados (en sa­
lud, enfermedades y nutrición las diferencias alcanzan entre
cinco y veinte puntos porcentuales).
De nuevo se ha de insistir en que no hay que confundir el
incremento del número de usuarias con la excelencia en el uso,
porque no todos los usuarios son iguales. La OCDE (2006)
distingue entre usuarios y especialistas en TIC, y establece
tres categorías distintas:

1. Especialistas TIC, que tienen la capacidad de crear y


mantener sistemas, por lo cual las TIC constituyen la
parte fundamental de su trabajo.
2. Usuarios avanzados de herramientas de software es­
pecíficas de sectores concretos, aunque las TIC no
constituyen la tarea esencial de su puesto de trabajo,
sino sólo una herramienta.
3. Usuarios básicos, que utilizan de forma competente
las herramientas genéricas necesarias para la socie­
dad de la información, la administración electrónica
o e-gobiemo y la actividad laboral (Word, Excel, Out­
look, Power Point). De nuevo en este caso las TIC
constituyen sólo una herramienta, pero no la tarea
esencial del puesto de trabajo.

Van Welsum y Montaigner (2007) resumen la posición


de las mujeres en relación con estas categorías para el área de
la OCDE:

— El número de mujeres que pueden ser consideradas


como usuarias básicas está aumentando, y lo hace
especialmente en las profesiones que utilizan las TIC
y, particularmente, en las ocupaciones administrati­
vas, en las que para los países de la OCDE las muje­
res representan porcentajes entre el 60 y el 95 por
100, mientras que su presencia en otras ocupaciones
más intensamente relacionadas con las TIC es mu­
cho menor.
— Entre los especialistas TIC, las mujeres no superan
el 25 por 100 en los Estados Unidos, el 20 por 100 en
los países del norte de Europa y en la mayoría de los
países restantes se sitúa en tomo al 10-15 por 100.
— Para el caso de los especialistas TIC, en los Estados
Unidos el porcentaje de mujeres varía entre el 7 por 100
en las categorías más avanzadas (ingenieros infor­
máticos y electrónicos) y el 50 por 100 en las menos
relevantes (como analistas de operaciones, operado­
res y administradores de bases de datos).

Entre los profesionales de la informática, el porcentaje


de mujeres se estanca o decrece, como se comprobará en el
apartado siguiente de este mismo capítulo a partir de datos
de Eurostat.
Estos datos, que sugieren que el de la tecnología es un
mundo masculino, mientras que las mujeres parecen afecta­
das por cierta tecnofobia, se ven confirmados por otro as­
pecto fundamental de la segunda brecha digital, relativo a la
disparidad entre la participación creciente de las mujeres en
los estudios universitarios, la investigación y el empleo y su
presencia estancada o decreciente en estos mismos ámbitos
cuando se trata de informática e ingenierías relacionadas con
las TIC, que se tratarán en un apartado posterior de este mis­
mo capítulo.

4. L a s d if e r e n c ia s d e g é n e r o y l a « d ig it a l l it e r a c y »

Una de las características de las innovaciones que nos


traen los ordenadores e Internet es que requieren habilidades
específicas. El acceso no es suficiente. Esto no es muy dife­
rente a lo que ocurrió en el siglo xv. La imprenta hizo posi­
ble la difusión del saber, permitió almacenar los conoci­
mientos de manera eficiente y facilitó la comunicación entre
los científicos. Pero el acceso al material impreso no era su­
ficiente. Para beneficiarse de todo lo anterior, era necesario
poseer determinadas habilidades (leer, escribir).
Korupp y Szydlik consideran, respecto a la diferencia
entre los teléfonos móviles y los ordenadores que «más que
como una herramienta doméstica ordinaria, un ordenador se
debe considerar como un complejo artefacto multitarea. Com­
parado con los teléfonos móviles, por ejemplo, manejar un
ordenador e Internet requiere habilidades específicas que
van más allá de las aplicaciones en las que basta con apretar
el botón» (Korupp y Szydlik, 2005, pág. 410).
Rogers subraya que Internet es «una innovación caracte­
rizada por un elevado gradó de ventaja relativa (definida
como el grado en que una innovación proporciona benefi­
cios mayores que aquella a la que sustituye). Comparada con
el correo postal, el correo electrónico es más rápido, barato
e instantáneo. Comparada con los libros, u otras fuentes de
información, la Web es un medio más a mano para buscar in­
formación» (Rogers, 2001, pág. 97).
La clave es que los ordenadores e Internet requieren ha­
bilidades específicas si se quieren utilizar como herramien­
tas que generen una ventaja relativa para las personas y las
organizaciones que las utilicen. Pueden ser medios de entre­
tenimiento y consumo, pero lo que las hace radicalmente di­
ferentes, sin embargo, es que son herramientas muy poderosas
para trabajar y aprender, que requieren ciertas capacidades de
memoria y pensamiento abstracto las cuales constituyen la
base de las habilidades de aprendizaje.
Por todo lo anterior, aunque a veces pensemos que In­
ternet está al alcance de cualquiera, la realidad es que,
además de habilidades para leer y escribir (en muchos ca­
sos, en inglés), requiere cierta capacidad para buscar in­
formación, procesarla y utilizarla para alcanzar determi­
nados objetivos. En caso contrario, se convierte en ocio o
consumo pasivo de música, películas o series de televi­
sión de forma gratuita. Todos estos usos son importantes,
pero no es evidente que contribuyan sustancialmente a la
generación de capital humano y social o a la competiti-
vidad.
En todo caso, recordemos que, como señalan Korupp y
Szydlik en su análisis empírico de las causas y tendencias de
la división digital, los beneficios de la digital literacy son
evidentes, ya que está relacionada positivamente con las ha­
bilidades matemáticas y de lenguaje, mejora los resultados es­
colares, estimula la capacidad para relacionarse socialmente y
favorece el éxito en la búsqueda de empleo, así como la ob­
tención de salarios más altos (Korupp y Szydlik, 2005, pági­
na 409).
El elemento clave de la segunda brecha digital está rela­
cionado, por tanto, con la brecha del conocimiento y, más
específicamente, con las info-habilidades y e-habilidades
(digital skills o e-skills) necesarias para vivir y trabajar en
sociedades caracterizadas por la importancia creciente de la
información y el conocimiento, lo que se denomina digital
literacy.
El término digital literacy (en términos literales, alfabe­
tización digital) fue acuñado por Gilster (1997) para definir
la capacidad de las personas para adaptarse a las nuevas tec­
nologías de la información y la comunicación y especial­
mente a Internet. Desde entonces se ha utilizado para definir
todo el conjunto de habilidades técnicas, cognitivas y socia­
les necesarias para desempeñar tareas en entornos digitales.
Otras definiciones más amplias hablan de soltura (fluency),
y se refieren a las capacidades para la adquisición de las des­
trezas prácticas en las tecnologías de la información necesa­
rias para el trabajo y la vida cotidiana (American Associa-
tion of University Women, 2000). El concepto de fluency
implica un cierto conocimiento del hardware y el software
para manejar los equipos y los programas correctamente.
Nos sorprenderemos más adelante de que un porcentaje im­
portante de usuarios y usuarias no posee estos conocimien­
tos, incluidos jóvenes y licenciados universitarios. La alfabe­
tización digital desde la perspectiva de la fluency implica
también habilidades de búsqueda, clasificación, evaluación
y presentación de la información, que están más relaciona­
das con el bagaje educativo y cultural de cada persona que
con los conocimientos de informática o de Internet. Nadie
debería abandonar su centro educativo sin saber buscar, cla­
sificar, evaluar y presentar en soporte digital la información
relativa a su especialidad de estudio o profesional.
El género es una de las variables más relevantes a la hora
de explicar los retrasos en la incorporación al mundo de las
nuevas tecnologías, e indudablemente, al uso de Internet.
Las diferencias de acceso entre hombres y mujeres se dan en
todas las sociedades actuales, tanto en contextos de econo­
mías avanzadas como de economías en desarrollo. La preocu­
pación por las diferencias de género en el uso de ordenadores e
Internet es creciente. Aunque el uso de las tecnologías de la in­
formación y la comunicación se ha convertido en un rasgo
esencial de la actividad social en toda Europa, los hombres
son usuarios más regulares de Internet que las mujeres en to­
dos los países y grupos de edad. Asimismo, muchos más
hombres que mujeres ocupan empleos de informática en la
UE. Los resultados de la explotación de la Encuesta comuni­
taria sobre uso de las TIC en los hogares y por los individuos
(Eurostat, 2006) son preocupantes:
1. Entre los jóvenes (entre dieciséis y veinticuatro años)
es mayor el porcentaje de hombres (67 por 100) que de mu­
jeres (62 por 100) que usan un ordenador diariamente. La di­
ferencia es también significativa entre los chicos (53 por
100) y las chicas (48 por 100) que usan Internet cada día.
En España esas mismas proporciones son del 58 por 100
para hombres y el 56 por 100 para mujeres, respectivamen­
te, en cuanto al acceso al ordenador y el 44 por 100 y el 41
por 100 respecto al uso de Internet diariamente.
2. Si consideramos las habilidades informáticas como
aproximación a la digital literacy o digital Jluency, la situa­
ción es aún más grave. La encuesta considera seis tipos de
habilidades a partir de la autoevaluación de las personas
usuarias que han respondido afirmativamente en el cuestio­
nario acerca de las siguientes tareas: copiar o mover un fi-
G rá fic o 1
Mujeres y hombres (%) que han utilizado
diariamente el ordenador en los últimos tres meses
(Eurostat, UE-25, 2006)

Hombres UE Mujeres España Hombres España

IB 16-24 años § 25-54 años Q 55-74 años

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

chero; cortar y pegar en un documento; utilizar fórmulas


aritméticas básicas (suma, resta, etc.) en una hoja de cálculo;
comprimir ficheros; conectar e instalar nuevos aparatos, como
una impresora, y escribir un programa utilizando un lengua­
je de programación. Se considera que tienen un nivel de ha­
bilidades alto aquellas personas que han mencionado las seis
tareas, frente a las que sólo marcan cuatro (nivel de habilida­
des medio) o sólo dos (nivel de habilidades bajo).
Pues bien, en todos los grupos de edad, la proporción de
mujeres con niveles altos de habilidades informáticas y na­
vegadoras es más pequeña que la de hombres. Destaca de
nuevo que entre los más jóvenes (entre dieciséis y veinticua­
tro años) las diferencias de género se mantienen: sólo el 30
por 100 de las mujeres usuarias tienen un nivel de habilida­
des alto frente al 48 por 100 de los hombres, lo que marca
G rá fic o 2
Mujeres y hombres (%) que han utilizado
diariamente Internet en los últimos tres meses
(Eurostat, UE-25, 2006)

Mujeres UE Hombres UE Mujeres España Hombres España

| 16-24 años £3 25-54 años Q 55-74 años

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

una brecha de dieciocho puntos porcentuales en relación con


dichas habilidades.
En el caso de España, la situación es relativamente me­
jor desde el punto de vista del género, aunque la diferencia es
todavía de trece puntos entre uno y otro sexo: el 48 por 100 de
los hombres, frente a sólo el 35 por 100 de las mujeres, ha
marcado este nivel alto de habilidades informáticas.
3. Finalmente, la proporción de mujeres que trabajan
como profesionales de la informática3 en la UE es muy pe-

3 Se considera como profesionales de la informática a las siguientes


categorías de la International Standard Classification of Occupations
(ISCO) equivalentes a las de la Clasificación Nacional de Ocupaciones
(CNO): 213 —Profesionales de la Informática de nivel superior y 312—
Profesionales técnicos de la Informática.
G r á f ic o 3
Mujeres y hombres usuarios (%) con habilidades
informáticas y navegadoras básicas de alto nivel
(Eurostat, UE-25, 2006)
60 -i

Mujeres UE Hombres UE Mujeres España Hombres España

B 16-24 años 25-54 años Q 55-74 años

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

queña (0,7 por 100) y no ha mejorado entre 2001 y 2006,


mientras que la proporción de hombres aumentó ligeramen­
te desde el 2,3 al 2,6 por 100.
En el caso de España, esas proporciones son del 0,6
por 100 en el caso de las mujeres y el 2 por 100 en el de los
hombres. Desde 2001 la situación de las mujeres no ha me­
jorado, mientras que la de los hombres ha pasado del 1,4 al 2
por 100.
Lo más grave es que no parece que estas diferencias de
género en las profesiones informáticas tiendan a reducirse en
el futuro, ya que son más agudas entre los más jóvenes (me­
nos de cuarenta años) que entre los más maduros. Para el
conjunto de la UE, las diferencias en el porcentaje de profe­
sionales de la informática de uno y otro sexo de más de cua­
renta años se establece entre el 1,8 por 100 del empleo mascu­
lino total y el 0,5 por 100 del femenino total (1,3 puntos por­
centuales de diferencia). Para los menores de cuarenta años, las
diferencias son mucho más amplias: los informáticos represen­
tan el 3,5 por 100 del empleo masculino frente a sólo el 0,8
por 100 del femenino, es decir, 2,7 puntos de diferencia.
G rá fic o 4
Empleos informáticos por sexo y edad
(% del empleo total, Eurostat, UE-25, 2006)
41
3,5
3.5
3-1 2,8

2.5 -
2 -

1.5 -
1- 0,8

0,5 -
0 -
b
Mujeres UE Hombres UE Mujeres España Hombres España

BB¡ < 40 años ■ > 4 0 años

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

En el caso de España las diferencias son también preo­


cupantes entre los más jóvenes, pero más pequeñas. Ello se
debe a que el empleo informático representa porcentajes si­
milares a los europeos tanto entre las mujeres jóvenes como
entre las maduras, mientras que es bastante más bajo entre
los hombres para ambos grupos de edad (2,8 por 100 entre los
más jóvenes y 1 por 100 entre los más maduros).
5. E l c ír c u l o v ic io s o d e l a d is c r im in a c ió n
d e g é n e r o y l a s e g u n d a b r e c h a d ig it a l

La relevancia de la primera división o brecha digital está


relacionada sobre todo con la calidad del acceso a Internet,
pero h disponibilidad técnica y la calidad del acceso son
condición necesaria, aunque no suficiente, para él. Como se
expresaba en un apartado anterior, el acceso a Internet es un
fenómeno social, y las condiciones sociales del acceso son
importantes. Entre ellas, la más relevante es la habilidad para
utilizar las tecnologías, lo que hemos denominado digital li­
teracy o digital fluency, que constituye la línea de corte de
la segunda división digital, relacionada, a su vez, con el ca­
pital humano (educación formal y experiencia laboral), el
contexto familiar (renta, composición y presencia de me­
nores en el hogar) y el contexto social (edad, sexo, genera­
ción, etc.) en el que el género constituye un factor de gran
relevancia.
Las estadísticas muestran que existe una relación positi­
va entre el capital humano de cada persona y su uso privado
del ordenador e Internet. La brecha de género persiste, sin em­
bargo, más allá de los niveles educativos. Hemos visto ante­
riormente cómo entre los jóvenes la brecha de género sólo se
atenúa parcialmente. En el capítulo siguiente de este mismo
libro comprobaremos que el efecto del nivel de estudios
tampoco reduce la brecha de género. En España, por ejem­
plo, entre la población usuaria con estudios superiores (uni­
versitarios y de formación profesional de segundo grado) la
brecha de género entre las personas que utilizan Internet dia­
riamente es de veinte puntos.
El capital humano, se decía más arriba, incorpora tam­
bién la experiencia en el uso de ordenadores e Internet en el
puesto de trabajo, que es un elemento clave como vía de ac­
ceso inicial y determina también en gran medida las pautas
de uso y las habilidades en relación con estas tecnologías.
Las desigualdades de género en el mercado de trabajo son
relevantes desde este punto de vista y se manifiestan de va­
rias formas:

— Por una parte, la tasa de empleo femenina es consi­


derablemente más baja que la masculina. Para el con­
junto de la OCDE, por ejemplo, la tasa de empleo
masculina está por encima del 70 por 100 y la feme­
nina por debajo del 60 por 100 (en España, la tasa de
empleo femenina se sitúa en tomo al 50 por 100 y la
masculina supera el 70 por 100).
— Por otra, el empleo femenino se concentra en activi­
dades menos relevantes desde el punto de vista de la
informatización o el acceso a Internet. En las ocupa­
ciones más relacionadas con la informática, las mu­
jeres representan porcentajes elevados (por encima
del 50 por 100) en las menos cualificadas (operado­
res, administradores de bases de datos) y por debajo
del 10 por 100 en las más cualificadas (ingenieros
informáticos y de telecomunicaciones) (Van Welsum
y Montaigner, 2007).
— Los datos anteriores confirman que las mujeres
con estudios universitarios se adaptan muy bien a
una economía de servicios a través de Internet,
pero encuentran empleos subordinados. Las muje­
res se concentran en empleos de educación y otros
intensivos en conocimiento, pero su presencia es
mayoritaria en los puestos de oficina y muy escasa
en las profesiones de alta tecnología y de Internet.
El 77 por 100 de las tituladas superiores de la UE
se emplea en dichos sectores, frente a sólo el 61
por 100 de los titulados (Wilén, 2006). En general,
su presencia es mayoritaria en los puestos de ofici­
na y muy escasa en las profesiones de alta tecnolo­
gía y de Internet.
Esta problemática preocupa a la literatura y la investiga­
ción, y se relaciona con otros hechos importantes como el
estancamiento, incluso la reducción, del porcentaje de muje­
res que estudian carreras tecnológicas (informática e inge­
nierías). Parece que la tecnología fuera un mundo de hombres,
mientras que las mujeres estarían prisioneras de una cierta tec-
nofobia. Lo que nos muestra la investigación (Spertus, 1991;
AAUW, 2000; Artal et al., 2000; Margolis y Fisher, 2002; Mi­
llar y Jagger, 2001) es que una parte importante del proble­
ma es cultural e institucional, es decir, está relacionado con
los hábitos patriarcales que todavía persisten en la familia y
en la escuela, alimentados por los estereotipos que diaria­
mente muestran los medios de comunicación, que tienden a
identificar feminidad y masculinidad con determinados atri­
butos.
Se educa a los niños para explorar y conquistar el mun­
do, mientras que a las niñas, a pesar de los avances que han ex­
perimentado las sociedades democráticas, se las sigue educan­
do para cuidar de los demás. Las familias tienen expectativas
distintas en relación con los hijos y las hijas, y no estimulan
a las niñas a seguir las carreras de ciencias e ingeniería. Las
propias chicas perciben, por otra parte, las trampas laborales
que las mujeres encuentran en esos empleos y tampoco les
gusta el estereotipo de empollona rara y poco femenina. En
el aula, las expectativas de los profesores también son distin­
tas en relación con uno y otro sexo. La educación científica
se considera más necesaria para los niños y ello crea barre­
ras para las niñas: en clase se les pregunta menos, se espera
menos tiempo a que respondan y se las interrumpe más.
Desde el jardín de infancia, el éxito se considera masculino
y, en el caso de que triunfe una niña, no se la considera cam­
peona o brillante, sino que su buen resultado se achaca a que
ha desempeñado un trabajo muy duro.
Si los niños se sienten más cómodos con los ordenado­
res y los videojuegos (y los prefieren a la televisión) esto no
es algo natural, sino que se les ha ido inculcando desde pe­
queños. En cambio, a las niñas se las educa en la responsa­
bilidad, el cuidado de los demás, una visión más sufrida que
tiende a utilizar las herramientas (en este caso el ordenador
o Internet) para resolver problemas más que para jugar o
para descubrir. Todo esto ocurre en la familia y en la escue­
la a edades tempranas. A pesar de las diferencias en la so­
cialización, la escuela o el hogar, las chicas no necesariamen­
te son poco habilidosas con los ordenadores. La diferencia
más importante es que los chicos se sienten más cómodos con
la tecnología en general, porque tienen más experiencia,
mientras que ellas sienten más ansiedad y miedo al fracaso.
También hay casos de chicos que realizan un uso excesivo,
muchas veces por timidez o falta de capacidad para la co­
municación, lo que les lleva a refugiarse en el ordenador o en
Internet, lo que puede derivar en aislamiento.
Las escuelas de informática e ingeniería hacen esfuerzos
por atraer a más mujeres a sus aulas, pero no llevan a cabo el
cambio cultural necesario para que las chicas se sientan có­
modas en un ambiente tradicionalmente masculino. La cues­
tión clave es ¿cuál es el objetivo de los programas dedicados
a atraer mujeres? ¿Incorporar a las chicas o aumentar el nú­
mero de estudiantes? El cambio cultural que se propone
¿significa que las mujeres han de adaptarse a la cultura pre­
dominante en las escuelas de informática o, por el contrario,
las escuelas están dispuestas a incorporar valores femeninos
(y cada vez asumidos por más hombres) como, por ejemplo,
mayor preocupación por problemas personales, familiares,
sociales y medioambientales?
Las mujeres que se deciden por la carrera científica se
enfrentan al reto de optar entre la identidad femenina (que la
sociedad interpreta como tener una familia y atenderla) o la
identidad científica (el papel social del científico dedicado
totalmente a su carrera) y, en cualquier caso, han de emplear
enormes cantidades de tiempo y dedicación en su actividad
investigadora. Tampoco les sirve de mucho, porque las ca­
rreras científicas son carreras tijeras en las que, a pesar de la
abundancia de mujeres en los niveles iniciales, las diferen­
cias entre hombres y mujeres aumentan a medida que se as­
ciende en la jerarquía. Al llegar a la cúpula, las mujeres sólo
constituyen una minoría: la proporción de mujeres en conse­
jos científicos se sitúa en el 20 por 100 excepto en los países
nórdicos de Europa, donde supera el 40 por 100 (European
Commission, 2006).
Todo lo anterior es resultado, en gran medida, de la es­
casez de modelos de mujeres triunfadoras en las tecnologías
de la información y del desconocimiento de la magnitud de
esta problemática, que alimenta ese círculo vicioso de discri­
minación y segunda brecha digital:

— Como hay pocas mujeres, las que hay no se sienten


cómodas y abandonan los estudios, la investigación
y el empleo TIC en proporciones más elevadas que
sus colegas varones.
— Como hay pocas mujeres, hay pocas candidatas a ocu­
par los puestos de responsabilidad, y las que lo consi­
guen se ven obligadas a moverse en una cultura mas­
culina que las rechaza, y están sometidas a un escruti­
nio tan intenso que puede desalentar a otras mujeres.
— Como hay pocas mujeres en los puestos de responsa­
bilidad y en los escalones inmediatamente anterio­
res, la cultura no cambia y las condiciones de traba­
jo hacen muy difícil la combinación entre vida pro­
fesional y vida privada.
— Las chicas jóvenes perciben esos problemas y no se
atreven a incorporarse a carreras por las que, en otras
condiciones, se sentirían atraídas.

La conciencia acerca de esta realidad es nueva, y a ella


ha contribuido sin duda la ausencia de datos hasta fechas re­
cientes. Sólo en los últimos años de la década de 1990 la UE
reconoció la prioridad de desagregar por sexo las estadísti­
cas relativas al empleo de científicos, investigadores, inge­
nieros, tecnólogos y especialistas en tecnologías de la infor­
mación. Desde entonces, la investigación y los datos de las
instituciones europeas han proporcionado una abundante
evidencia acerca de la disparidad entre la participación y la
posición de las mujeres en la mayoría de los países en las si­
guientes áreas:

— La brecha de género en los estudios de matemáticas


y ciencias, informática e ingeniería, tanto entre los li­
cenciados como en los doctorados.
— La brecha de género en las áreas de investigación re­
lacionadas con la ciencia, las matemáticas y la inge­
niería, particularmente relacionadas con las TIC y la
sociedad de la información.
— La brecha de género en los empleos TIC, que es es­
pecialmente relevante. A pesar de la participación
creciente de las mujeres en las ramas de actividad in­
dustriales y de servicios relacionadas con las TIC, se
encuentran concentradas en tareas subordinadas,
mientras que su presencia es escasa en las áreas más
técnicas de diseño de productos y desarrollo de soft­
ware.

Hoy disponemos de más datos, aunque no siempre sufi­


cientemente desagregados, que nos permiten en la tabla 1
apreciar la situación y las principales tendencias con respec­
to al periodo comprendido entre 1998 y 2005:

— Las mujeres son mayoría (casi 60 por 100) entre los


titulados universitarios (licenciatura y doctorado) y
entre 1998 y 2005 el porcentaje de mujeres creció en
los Estados Unidos y en la UE (en España sólo cre­
ció muy ligeramente, ya que se partía de porcentajes
de presencia muy elevados).
— Por el contrario, la presencia femenina se reduce a
menos de la mitad (21-25 por 100) en las especiali­
dades de informática y a la tercera parte en ingenie­
ría (17-20 por 100) en los tres ámbitos geográficos
mencionados.
— Lo más grave es que a lo largo del periodo conside­
rado, la presencia femenina en informática se redu­
ce. En ingeniería, aunque aumentó en la media de la
UE y en Estados Unidos, sigue situada en porcenta­
jes muy bajos (17 por 100).

Ta b l a 1
Porcentaje de mujeres entre los titulados universitarios
1998-2005

Todos los estudios Informática Ingeniería

1998 2005 1998 2005 1998 2005

España 57,6 58,0 26,5 21,4 19,2 19,9


UE-25 54,7 58,8 25,5 21,1 13,4 17,0
USA 55,9 58,0 31,8 25,6 15,1 17,5

Nota: Datos homogeneizados de acuerdo con la CINE (Clasificación In­


ternacional de Educación, o ISCED, según las siglas en inglés) e incluye
licenciatura y doctorado.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

En cuanto a la presencia femenina en la investigación


TIC, con datos de Eurostat correspondientes a 2003, si el
porcentaje de mujeres entre el total de investigadores en el ám­
bito público representa el 35 por 100 en los institutos de inves­
tigación y el 34 por 100 en las universidades (en España son 44
por 100 y 38 por 100, respectivamente), en las especialidades de
ingeniería y tecnología se reduce al 22 por 100 y el 21 por 100,
respectivamente (en España son 39 y 33 por 100) (European
Commission, 2006).
En cuanto al empleo TIC, ya se han comentado en el
apartado anterior los datos que muestran que, aunque las
mujeres de hoy son universitarias en mayor proporción que
los hombres y utilizan Internet, encuentran empleos subordi­
nados y se concentran en actividades de educación e intensi­
vas en conocimiento, pero poco intensivas en TIC. En estos
sectores persisten barreras culturales e institucionales a la
entrada y permanencia de las mujeres, y esas barreras se han
transferido a las profesiones de Internet.
En los sectores de la investigación y los empleos TIC, la
división sexual tradicional del trabajo se ve reforzada por un
mecanismo de flexibilidad perverso. Los horarios son mu­
cho más complejos que en otras actividades porque se traba­
ja por proyectos y objetivos y se pasa por fases continuadas
de exceso (casi atiborramiento) de trabajo. Anteriormente, es­
tas condiciones sólo afectaban a directivos y ejecutivos, pero
en la actualidad afectan a una gran mayoría de profesionales
y otros empleados de niveles medios. Con la reducción de
las jerarquías, o downsizing, propia de los sectores TIC, las
responsabilidades se reparten en dirección descendente de la
línea jerárquica, y se generalizan y extienden a los puestos
intermedios y de profesionales universitarios. Esto empeora
las condiciones para las mujeres que tienen responsabilida­
des familiares o que simplemente aspiran a tener una vida
privada razonable, ya que han de optar entre trabajar a tiem­
po parcial, renunciar a puestos creativos y de responsabili­
dad o abandonar el mercado de trabajo del sector.
La paradoja es que el enorme potencial de las mujeres
como fUente de talento para las TIC no puede hacerse efec­
tivo por las razones expuestas en el párrafo anterior y por
otras tanto o más preocupantes. El elevado porcentaje de
mujeres con niveles educativos de profesionales y técnicos
podría indicar que, comparadas con sus colegas masculinos,
las mujeres con estudios universitarios pueden estar ocupan­
do puestos que minusvaloran sus cualificaciones (European
Commission, 2004). Esta apreciación se sustenta en que se
observan tendencias contrapuestas respecto al nivel educati­
vo de los profesionales varones y mujeres. Es decir, los hom­
bres son a menudo capaces de alcanzar puestos profesiona­
les sin necesidad de poseer las credenciales educativas re­
queridas. Las mujeres, por el contrario, aunque dispongan
de las credenciales educativas, no ocupan puestos adecua­
dos a su nivel de formación. Los ejemplos típicos son el
experto en informática que no tiene educación universitaria
o superior, frente a la secretaria que es licenciada en cien­
cias sociales.
Estas mismas tendencias contrapuestas se comprobaron
para el caso español al analizar los perfiles masculinos y fe­
meninos de entrada al empleo. Con datos de la Encuesta de
población activa para al año 2001, dos tercios de las mujeres
que encontraron un empleo en dicho año (procedentes de si­
tuaciones tanto de inactividad como de desempleo o de otros
empleos un año antes) tenían estudios secundarios o supe­
riores, pero fueron contratadas en empleos de cualificación
y responsabilidad media-baja. Por el contrario, sólo un tercio
de los hombres que encontraron un empleo tenía estudios se­
cundarios o superiores, pero fueron contratados en puestos
de responsabilidad y calificación media-alta en una propor­
ción muy superior a sus credenciales educativas. Esto ocu­
rría tanto en el conjunto del empleo como en cada una de las
regiones españolas, a pesar de las diferencias en las especia-
lizaciones productivas y en las características de sus respec­
tivos mercados de trabajo (Castaño et al., 2002).
La conclusión que se extrae de los datos anteriores es
preocupante: la estrategia femenina de adquirir credenciales
educativas obtiene resultados decepcionantes. Los ingenie­
ros informáticos y los consultores de alto nivel, los creado­
res de software y muchos otros trabajadores del conocimien­
to relacionados con las TIC, son mayoritariamente hombres.
Los trabajadores de proceso de datos y de servicios masivos
ofrecidos a través de las TIC, como la teleoperación, los de
administración y secretaría, son mujeres.
Desde la Comisión Europea se insiste en que las mujeres
son la principal fuente para incrementar el número de cientí-
fíeos, investigadores y especialistas en estas áreas (Merit, 2008),
así como en la necesidad de desarrollar políticas orientadas
a atraer y retener el talento femenino hacia los estudios, la
investigación y el empleo relacionados con las TIC. Para que
ello sea posible es imprescindible superar las distintas bre­
chas digitales en acceso, en usos, en habilidades, y cambiar
la cultura imperante en los estudios, la investigación, los sec­
tores, empresas y empleo TIC, para hacerla más favorable a
la inclusión de las mujeres, con el fin de romper con el círcu­
lo vicioso de la segunda brecha digital que se alimenta de
la escasa presencia y participación de las mujeres en dichos
ámbitos

6 . C o n c l u s io n e s

Vivimos en sociedades caracterizadas por la difusión


masiva de las tecnologías de la información y la comunica­
ción, en sociedades de la información. En este contexto, el
acceso y uso de ordenadores e Internet y especialmente las
e-habilidades (e-skills, digital literacy) se convierten en es­
tratégicas para los ciudadanos y para el conjunto del sistema,
ya que contribuyen a mejorar el bienestar social y la compe-
titividad.
El debate sobre las barreras de acceso a la sociedad de la
información y la existencia de brechas digitales de género
ocupa un lugar relevante en la literatura académica. Muchas
de las cuestiones planteadas están por resolver, tanto desde el
punto de vista práctico (los niveles efectivos de brecha digital
continúan siendo preocupantes) como teórico (los motivos por
los cuales las mujeres se sitúan en posiciones de clara desven­
taja tecnológica), y requieren de análisis más profundos.
La primera brecha digital, que se refiere a las diferencias
de acceso de hombres y mujeres a Internet, tiene un claro
componente generacional y educativo. Cabría, por tanto, es­
perar que la diferencia en los niveles de acceso a Internet en­
tre hombres y mujeres desaparezca con el tiempo. El pano­
rama no es tan optimista, sin embargo, cuando hombres y
mujeres se convierten en usuarios de la red. Observamos que
la brecha de usos no se resuelve sin resolver otras desigual­
dades, porque las diferencias vuelven a aparecer en términos
del uso que se hace de esta herramienta. Las mujeres, de
nuevo, se encuentran situadas en una posición de clara des­
ventaja frente a los hombres, y realizan un uso restringido de
actividades que requieren, además, poca destreza tecnológi­
ca. Los hombres, por el contrario, realizan una gama de ac­
tividades variada, que requiere un nivel medio de habilida­
des tanto para el ocio como para los usos más tecnológicos.
Con frecuencia se piensa que la solución es estimular a
las mujeres a que aumenten sus credenciales educativas,
como si la acumulación de títulos fuera la llave para la igual­
dad. Pero la estrategia de adquirir más educación formal tie­
ne resultados decepcionantes. Los ingenieros y consultores
de alto nivel en el campo de la informática, los creadores de
software, son mayoritariamente hombres. Los trabajadores
manuales y los que prestan los servicios masivos son mujeres.
En la Unión Europea, las mujeres representan dos tercios del
empleo intensivo en educación, pero sólo una cuarta parte de
los empleos de alta tecnología. El uso de Internet no contribu­
ye a reducir las diferencias de género. A pesar de los avances
en el número de usuarias, los prejuicios patriarcales se trans­
fieren a los nuevos entornos de educación y trabajo.
El reto al que nos enfrentamos no consiste en que las
mujeres empiecen a comportarse como los hombres. El reto
de la segunda brecha digital no es un reto de acceso y uso de
Internet y tampoco es un reto de habilidades consideradas de
forma aislada. El objetivo es hacer posible que las mujeres
utilicen las tecnologías al mismo nivel y con la misma des­
treza que los hombres, que ocupen puestos similares a ellos
como diseñadoras de sistemas, gestoras de redes o consulto­
ras informáticas. Para ello, es necesario desarrollar un estra­
tegia doble, dirigida, por una parte, a aumentar el flujo de
mujeres a los estudios, investigación y empleos TIC, y, por
otra, a reducir el flujo de salida de mujeres de esos mismos
ámbitos. La cuestión es cómo atraer más mujeres a estas ac­
tividades y cómo retenerlas y asegurar que alcanzan todo su
potencial. Los obstáculos son importantes porque, aunque se
comprueba que las mujeres avanzan como usuarias de TIC,
no están en la generación de estas tecnologías e incluso he­
mos confirmado que retroceden como profesionales y estu­
diantes. Los hombres dominan las áreas estratégicas relacio­
nadas con la ciencia, la ingeniería y las TIC porque persisten
distintas formas de discriminación en el acceso a los estu­
dios, la investigación, los empleos y las empresas TIC.

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C a p ít u l o 2

La brecha digital de género:


acceso, uso y habilidades*
C e c il ia C a s t a ñ o ,
Ju a n M a r t ín
y Su sa n a V ázq uez

1. In t r o d u c c ió n : l a s o c ie d a d d e l a in f o r m a c ió n
Y LA BRECHA DIGITAL DE GÉNERO
EN PERSPECTIVA EUROPEA

Desde la Cumbre de Lisboa en el año 2000, la Unión Eu­


ropea (UE) se propuso poner en marcha una «Sociedad de la
Información para todos» y desarrollar estrategias de lucha con­
tra la «exclusión digital». Los gobiernos europeos, conscientes
de la necesidad de que el conjunto de la población se incorpo­

* Cecilia Castaño es Catedrática de Economía Aplicada de la Uni­


versidad Complutense de Madrid (UCM); Juan Martín es Profesor Ayu­
dante Doctor del Departamento de Economía Aplicada V de la UCM;
Susana Vázquez es Investigadora Doctora en el Departamento de Eco­
nomía Aplicada V de la UCM.
re al uso de Internet, se preocupan porque muchas personas
mayores no se incorporen y queden excluidas. Se realizan es­
fuerzos, asimismo, orientados a las personas con discapaci­
dad, que, efectivamente, pueden resolver muchos de sus pro­
blemas cotidianos gracias a las TIC y mejorar sus posibilida­
des de inserción laboral. La atención a estos colectivos es sin
duda importante. Pero mucho más lo es que en España, y en
el conjunto de la UE, las mujeres, que constituyen la mitad de
la población (y, por tanto, no son un «colectivo en riesgo de
exclusión») utilicen Internet en proporciones que todavía se
sitúan en tomo a 10 puntos por detrás de los hombres. La
brecha digital de género existe en la UE y en España, y para
abordarla es importante medirla, ya que, como se insistía en
el capítulo anterior, haciendo nuestra y ampliando la afirma­
ción de Nancy Hafkin, sin datos no hay visibilidad, sin visibi­
lidad no hay credibilidad y sin credibilidad no hay prioridad.
Sabemos que la brecha digital de género existe y es im­
portante medirla; además, podemos hacerlo. El Instituto Na­
cional de Estadística publica anualmente desde 2002 una
Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de la infor­
mación y la comunicación en los hogares españoles (TIC-H),
con metodología Eurostat, en la que los datos relativos a ac­
ceso, frecuencia, tiempo de uso, tareas realizadas, compra
por Internet, etc., se pueden desagregar por sexo.
¿Qué tamaño tiene la brecha digital de género? Toman­
do como indicador el número de usuarios de Internet en Euro­
pa, se constata que a pesar de la tendencia general hacia el
progresivo incremento del número de personas usuarias, las
mujeres europeas se encuentran diez puntos por debajo de la
media masculina. Más aún, esa brecha digital de género no
sólo no disminuye, sino que, en los últimos años, continúa
ampliándose (un punto porcentual entre 2003 y 2007 en la
UE de quince Estados miembros o UE-15) como conse­
cuencia de la combinación de la inicial posición de desven­
taja femenina, con un crecimiento más intensivo del número
de usuarios varones (Tabla 1).
Ta b l a 1
Personas que usan deforma regular Internet por países,
periodo y sexo (1)

2003 2007 2007-2003 (*)

Hom. Muj. M-H Hom. Muj. M-H Hom. Muj. M-H

Finlandia 60 56 -4 77 73 -4 17 17 0
Suecia 74 64 -1 0 79 72 -7 5 8 3
Dinamarca 68 60 -8 79 74 -5 11 14 3
Noruega 73 59 -1 4 83 78 -5 10 19 9
Alemania 70 58 -1 2 15 14 -1
Reino Unido 50 43 -7 70 61 -9 20 18 -2

Eurozona 39 29 -1 0 57 46 -11 18 17 -1
UE-15 (15 países) 42 33 -9 60 50 -1 0 18 17 -1
UE-27 (27 países) 55 47 -8 15 16 1

Irlanda 26 23 -3 54 47 -7 28 24 -A
España 33 26 -7 49 40 -9 16 14 -2
Portugal 39 30 -9 12 7 -5
Italia 30 20 -1 0 39- 28 -11 9 8 -1

Notas: (1) Porcentaje de individuos de dieciséis a setenta y cuatro años


que acceden a Internet al menos una vez a la semana (en los últimos tres
meses); (*) Para Alemania, UE-27 y Portugal: 2007-2004.
Fuente: Observatorio e-igualdad (Universidad Complutense), explota­
ción propia a partir de datos de Eurostat.

Sobre esa tendencia general de conjunto, es posible dis­


tinguir la situación de los países del norte de Europa de los
más meridionales. En los primeros, la proporción de personas
usuarias de Internet es muy superior a las medias europeas.
Las tasas de desventaja femenina son menores, así mismo, en
el caso de los países escandinavos (estos países son los únicos
que registran un mayor crecimiento relativo de e-usuarias que
de e-usuarios entre 2003 y 2007) aunque no en Alemania y
en el Reino Unido. Por su parte, los países del sur —más Ir­
landa— tienden a presentar unos índices de uso de Internet
inferiores a la media europea, a la vez que mayores —y cre­
cientes— niveles de desigualdad entre mujeres y hombres.
España no es una excepción dentro de estos patrones ge­
nerales. Junto con el menor uso de Internet por parte de la po­
blación española (49 por 100 de los hombres y 40 por 100 de
las mujeres en 2007), tanto en comparación con la media de la
UE-15 (con 60 por 100 de los hombres y 50 por 100 de las
mujeres), como con la de la UE-27 (55 por 100 y 47 por 100,
respectivamente), en España la brecha digital de género se ha
incrementado en dos puntos entre 2003 y 2007, y oscila entre
los siete puntos porcentuales de desventaja femenina en 2003
y los nueve puntos de 2007.
De acuerdo con los datos de la Encuesta TIC-H 2007
(INE), el 60,5 por 100 de los hombres españoles afirma ha­
ber utilizado Internet en alguna ocasión, mientras que en el
caso de las mujeres, la proporción se reduce en seis puntos
porcentuales (hasta el 54,1 por 100). Esta situación se repite
en el caso de otras tecnologías como el ordenador, el teléfo­
no móvil o el comercio electrónico. La diferencia más signi­
ficativa a favor de los hombres se encuentra en el uso del co­
mercio electrónico y la menor en el uso del teléfono móvil,
la tecnología más utilizada y difundida entre toda la pobla­
ción y, especialmente, entre las mujeres (Gráfico 1).
Los datos del Eurobarómetro de 2001 ya eran significa­
tivos de cómo las mujeres europeas utilizan las tecnologías
de la información (excepto el teléfono móvil) en menor me­
dida que los hombres desde cualquiera de los parámetros que
se observen, tanto el ordenador en el hogar o el trabajo como
Internet en uno u otro lugar y, aunque aumenta el porcentaje de
usuarios de uno y otro sexo, las diferencias se mantienen.
La literatura sobre la brecha digital de género (Bonder, 2002;
Castaño y Torre, 2007; Castaño, 2005; Hafkin y Taggart, 2001;
Margolis y Fisher, 2002; Millar y Jagger, 2001) atribuye su
existencia a dos tipos de causas: por una parte, las relaciona­
das con la posición de las mujeres en el mercado de trabajo;
por otra, problemas culturales e institucionales.
G r á f ic o 1
Porcentaje de personas que utilizan teléfono móvil,
ordenador, Internet y comercio electrónico

Móvil

Ordenador

Internet

Compra
por Internet

BU Mujeres | Hombres

Fuente: Encuesta TIC-H 2007, primer semestre (INE).

Desde el punto de vista de la posición laboral y social de


las mujeres, se aportan argumentos de relevancia. Por una
parte, las mujeres están menos incorporadas al empleo que
los hombres, y este hecho tiene gran incidencia porque toda­
vía hoy el lugar donde más personas se inician en la utiliza­
ción de Internet es el puesto de trabajo o de estudio, aunque
cada vez se use más en el hogar. Cuentan, asimismo, con
menos medios económicos que los hombres, porque sus sa­
larios son más bajos y ocupan empleos peores. Las mujeres
tienen menos tiempo para dedicarse a navegar por Internet,
debido a la doble jomada, profesional y de tareas domésticas
y de cuidados, que la sociedad les asigna.
En cuanto a los problemas culturales e institucionales, se
hacen visibles al comprobar que, tal vez por las razones refe­
ridas en el párrafo anterior, las mujeres perciben una menor
utilidad de Internet que los hombres. La preocupación surge
de la constatación de que si en todas partes aumenta el nú­
mero de mujeres usuarias de Internet, esto se debe a que el
ordenador se ha convertido en un electrodoméstico más
para la comunicación y la vida cotidiana, pero los hombres
siguen dominando los ámbitos estratégicos de la educa­
ción, la investigación y el empleo relacionados con las nue­
vas tecnologías. Desde esta perspectiva, es esencial no con­
fundir la difusión de las tecnologías, es decir, el aumento del
número de usuarias y de los puntos de acceso, con la inclusión
efectiva de las mujeres en la sociedad de la información. No es
lo mismo ser una usuaria elemental, primaria, avanzada o crea­
dora. Las mujeres están avanzando como usuarias elementales
y primarias, pero no están en la generación de las tecnologías.
Retroceden, incluso, como profesionales o estudiantes tanto en
la UE como en los Estados Unidos, poique las chicas jóvenes
y las mujeres participan en las carreras TIC en número decre­
ciente. En España, como comprobaremos en otros capítulos de
este libro, su participación es muy baja y tiende a estancarse o
a aumentar demasiado lentamente. Esto se atribuye a que per­
sisten formas de discriminación relacionadas tanto con la capa­
cidad y competencia necesaria para las TIC como con el acce­
so a los estudios, la industria y las empresas relacionadas con
la generación de tecnologías. En consecuencia, parece que la
brecha de género también se manifiesta en otros ámbitos rela­
cionados con las tecnologías de la información.

2. B reves p r e c is io n e s m e t o d o l ó g ic a s

Como ya se ha dicho, la herramienta estadística para es­


timar el tamaño y las características de la brecha digital de
género en España la constituye, por el momento, la Encues­
ta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y
comunicación en los hogares (TIC-H), elaborada por el INE
con metodología Eurostat. En este capítulo se analizan los
datos referidos al primer semestre del año 2006, y se recogen
y sintetizan las explotaciones de esta misma fuente realiza­
das por los autores desde el Observatorio e-igualdad de la Uni­
versidad Complutense (Departamento de Economía Aplica­
da y Facultad de Ciencias Políticas y Sociología).
El empleo de esta fuente ha revelado, junto con su alta
potencialidad para aportar información estadística de utili­
dad, la existencia de algunos problemas que suponen una li­
mitación en el acceso a una mejor información y, sobre todo,
impiden describir y explicar determinados aspectos esencia­
les de la situación de la sociedad de la información (SI) en
nuestro país y su impacto sobre mujeres y hombres. Así, por
ejemplo, no se ofrecen datos suficientes sobre el contexto de
las personas y de los hogares que permitan explicar el por­
qué de las diferencias y desigualdades de género, más allá de
constatarlas. Se ofrece más información a este respecto en el
Anexo Metodológico de este capítulo.
La explotación exhaustiva de los microdatos de la en­
cuesta ha permitido llevar a cabo un análisis con un nivel de
desagregación máximo y un nivel de confianza suficiente,
gracias al cual se han alcanzado resultados que permiten es­
tablecer explicaciones novedosas y, a la vez, rigurosas sobre
el fenómeno de las TIC, la situación de la SI en España y su
impacto sobre mujeres y hombres. Resultados y explicacio­
nes que se ofrecen en las páginas que siguen.
A lo largo de este capítulo se emplean algunos conceptos
y categorías que se explicarán en cada caso —si bien ya han
sido definidas en el capítulo anterior—, pero conviene presen­
tarlos aquí de manera agrupada y previa a su aparición en el
texto. En la Tabla 2 se sintetizan dichas categorías, que consti­
tuyen los epígrafes y la columna vertebral del análisis de la
brecha digital de género, tanto desde una perspectiva cuantita­
tiva como cualitativa, que se lleva a cabo en estas páginas.
T a b la 2
Definición de conceptos1

Concepto Definición

Info-habilidades Habilidades informáticas


E-acceso Acceso a Internet
E-experiencia Experiencia en el uso de Internet
E-habilidades Habilidades relativas a Internet
E-intensidad Intensidad de uso de Internet
E-comunicación Servicios on line con fines de comunicación
E-información/ocio Servicios de información u ocio on line
E-administración Servicios de las Administraciones Públicas on line
E-formación Servicios de formación on line
E-comercio Compraventa de bienes y servicios on line
E-banca Servicios financieros on line

3. La SI e n E sp a ñ a : r a d i o g r a f í a
d e s d e l a p e r s p e c t iv a d e g é n e r o

El análisis de las diferencias de género en la sociedad de


la información en España lo hemos centrado en el acceso a
y el uso de Internet, atendiendo a condicionantes individua­
les como son, además del sexo, la edad, el nivel de estudios
o la situación laboral (empleado/no empleado). Para ello, he­
mos distinguido cuatro bloques temáticos. En primer lugar,
se consideran dos elementos previos y, en gran medida, con­
dicionantes para la utilización de Internet —aunque ya no im­
prescindibles, dado que la tecnología móvil ha roto esas limi­
taciones—, como son la dotación tecnológica de los hogares
(noción de infraestructura tecnológica) y la utilización del or­
denador (como herramienta fuertemente asociada a Internet).
El bloque o apartado segundo incluye una primera descrip­
ción cuantitativa de la difusión de Internet entre la pobla-

1 Salvo referencia expresa, la fuente de las tablas y los gráficos de


este capítulo es C. Castaño et al. (2007).
ción, así como de los elementos que caracterizan el acceso a
ella, mientras que el tercero, de carácter más cualitativo, se
centra en los distintos usos de Internet que hacen usuarias y
usuarios. El capítulo se cierra con una aproximación especí­
fica al caso de las personas de nacionalidad no española en
su relación con las TIC.

3.1. Elementos «previos»: infraestructura tecnológica


y utilización del ordenador

3.1.1. La intensidad tecnológica de los hogares españoles

Para analizar el grado de intensidad tecnológica (IT) de


los hogares españoles de manera sintética, se han construido
cuatro nuevas variables representativas del grado de intensi­
dad TIC de los hogares en los que residen los encuestados,
de las cuales, la que corresponde al número 1 es la de menor
intensidad y, al número 4, la de mayor, y son indicativas de
una posición TIC más tradicional hasta una más avanzada,
en fünción de la siguiente dotación tecnológica:

— Hogares tipo 1, de baja intensidad tecnológica o tra­


dicionales: los que disponen de un equipamiento mí­
nimo, con al menos uno de los siguientes aparatos:
televisión, radio, vídeo, equipo hi-fi o teléfono fijo.
— Hogares tipo 2 o de intensidad tecnológica media:
aquellos hogares que, además de la dotación del tipo 1,
cuentan con teléfono móvil o reproductor de DVD.
— Hogares tipo 3 o de intensidad tecnológica alta:
aquellos hogares que, además de la dotación del tipo 2,
disponen de alguno de los siguientes elementos: ser­
vicios avanzados de televisión (antena parabólica, te­
levisión por cable, televisión digital terrestre), orde­
nador de sobremesa o conexión a Internet conven­
cional.
— Hogares tipo 4, de intensidad tecnológica muy alta o
avanzados: aquellos hogares que, además de la dota­
ción del tipo 3, cuentan con algún otro tipo de orde­
nador (portátil, PDA) o con conexión a Internet de
alta velocidad.

Los resultados obtenidos ponen de manifiesto la existencia


de dos líneas de fractura (Gráfico 2). La primera fractura tec­
nológica es la que separa a los hogares tipo 1 y 2, de los tipo 3
y 4, y viene a revelar que, si bien más del 90 por 100 de las vi­
viendas españolas cuenta con alguna o varias de las tecnolo­
gías más tradicionales arriba mencionadas, su número descien­
de significativamente (62,3 por 100) al considerar también la
posesión de ordenador y/o la posibilidad de acceder a Internet.
La segunda fractura —la más importante de cara a la po­
tencialidad de la incorporación y desarrollo de las TIC en

G rá fic o 2
Clasificación de los hogares españoles
según su intensidad TIC

Tradicionales

IT media 90,2

ITalta : : <f-' ■ * ‘ 62,7

Avanzados

i--------- 1--------- 1--------- 1--------- 1--------- 1--------- 1--------- 1--------- r


0% 10% 20% 30% 40% 50% 60% 70% 80% 90% 100%
España— se observa entre los hogares de intensidad tecno­
lógica más avanzada (tipo 4, que disponen de ordenador por­
tátil o PDA y/o conexión a Internet de alta velocidad) que
sólo representan el 32,9 por 100.
Como cabría esperar, y muestran los datos de la Tabla 3,
si bien más de la mitad de la población que vive en hogares
tipo 1 y tipo 2 ha utilizado el ordenador en alguna ocasión,
entre los residentes en hogares más tecnológicos, la propor­
ción es muy superior, y llega en el caso de los hogares tipo 4
hasta más del 80 por 100 de las mujeres y prácticamente
el 90 por 100 de los varones.
El lugar y el modo de acceso a Internet también difiere
significativamente entre los ocupantes de uno u otro tipo de
viviendas. Los usuarios y usuarias que se conectan desde el
domicilio y desde el centro de trabajo viven en los hogares
más tecnológicos (tipo 4), mientras que la población más
proclive a recurrir a cibercafés y centros públicos vive en ho­
gares tipo 1, tipo 2 y tipo 3.
Al analizar cómo se sitúan en este escenario mujeres y
hombres se observa que, como era de esperar, cuanto más
tecnológico es el hogar mayor es la proporción de intemau-
tas. Pero también tienden a aumentar las diferencias entre
hombres y mujeres. Así, por ejemplo, entre las mujeres resi­
dentes en hogares tecnológicamente tradicionales (tipo 1), la
proporción de quienes han hecho uso de Internet en alguna
ocasión apenas supera el 45 por 100 del total. Esta situación
se presenta además asociada con otros factores socioeconómi­
cos, como la situación laboral. Mientras que el 77,9 por 100 de
los hombres y el 58,6 por 100 de las mujeres que viven en
hogares con un nivel tecnológico avanzado (tipo 4) tienen
empleo, en los hogares menos tecnológicos (tipo 1) encon­
tramos mayores porcentajes de personas sin empleo.
Si se atiende a otros factores del contexto (hábitat, tipo
de hogar y presencia de menores en la vivienda), los datos
muestran, en primer lugar, una dicotomía entre el hábitat
(definido en fünción de la densidad de población) y el tipo
Ta b l a 3
Intensidad TIC de los hogares españoles:
principales resultados

Tradicionales IT Media IT alta Avanzados

Muj. Hom. Muj. Hom. Muj. Hom. Muj. Hom.

Ha utilizado
el ordenador 54 62 60 66 70 77 82 89
alguna vez (%)

Ha utilizado
Internet 46 54 50 58 61 70 76 86
alguna vez (%)

Lugar de acceso Mayor uso de cibercafés <-> Mayor uso de vivienda


a Internet y centros públicos y/o centro de trabajo

Empleo Menor nivel de empleo <-> Mayor nivel de empleo

Tipo de hábitat Menor densidad <-> Mayor densidad


de población de población

Tipo de hogar Mayor presencia de Mayor presencia de


hogares unipersonales hogares multipersonales

Menores de edad Hogares sin menores Presencia de menores


en el hogar

de hogar. En las áreas con una alta densidad de población


hay una mayor concentración de hogares tecnológicamente
avanzados: más de la mitad de la población que vive en ese
tipo de áreas lo hace en hogares tipo 4, es decir, en hogares
tecnológicamente avanzados. Por el contrario, entre la pobla­
ción que vive en áreas escasamente pobladas hay una mayor
presencia de hogares de carácter tradicional o de intensidad
tecnológica media.
Vemos, por otra parte, que los hogares en los que convi­
ve un mayor número de personas suelen ser más avanzados
tecnológicamente. De hecho, el 76,7 por 100 de las mujeres
y el 76,8 por 100 de los hombres que vive en hogares avan­
zados desde el punto de vista tecnológico (tipo 4) lo hace en
hogares de tipo multipersonal. Este patrón podría estar a su
vez relacionado con el número de menores que viven en el
hogar, ya que en aquellos hogares en los que hay menores es
más probable que se cuente con equipamientos tecnológicos.
Así, el 76,7 por 100 de las mujeres que viven en hogares con
cuatro y más menores de dieciséis años lo hacen en hogares
tecnológicamente avanzados, probablemente debido a las de­
mandas asociadas a la presencia de niños y adolescentes, que
actúan como «disparadores de necesidad».

3.1.2. La utilización del ordenador

Si consideramos que el uso del ordenador supone una con­


dición para el acceso a Internet, se comprueba que las mujeres
presentan cinco puntos de desventaja en relación con los hom­
bres a ese respecto: el ordenador personal ha sido utilizado al
menos en una ocasión por el 63 por 100 de los hombres y el 58
por 100 de las mujeres residentes en España (Gráfico 3).
La presencia masculina es siete puntos superior entre los
usuarios habituales (el 88,5 por 100 de ellos lo ha utilizado
en el último mes, frente al 81,6 por 100 de las mujeres), fren­
te a la mayor presencia femenina en las categorías de menor
frecuencia de uso, propias de usuarias esporádicas. Más aún,
entre las usuarias habituales, las mujeres también utilizan el
ordenador un menor número de veces por semana, y llega a
ser su desventaja de ocho puntos respecto a los hombres en
el caso de quienes lo usan cinco o más días por semana.
Para explicar esta situación comprobamos la influencia
de los factores sociodemográficos de los individuos, como
son la edad, el nivel de estudios y la situación laboral.
En primer lugar, constatamos que la edad es un factor
determinante para la utilización del ordenador, en general y
también desde una perspectiva de género. La pertenencia a
G rá fic o 3
Porcentaje de personas que han utilizado
el ordenador alguna vez (a), última utilización (b)
y frecuencia de uso en el último trimestre (c)

(a) Alguna vez

(b) En el último
mes

(c) Diariamente, al
menos cinco días
a la semana

(c) Todas las


semanas, no
diariamente

¡3 Mujeres H Hombres

una u otra generación tecnológica marca claras diferencias.


El ordenador es una herramienta utilizada por la casi totali­
dad de las personas más jóvenes (en tomo al 85 por 100 en­
tre los dieciséis y los treinta y cuatro años), mientras que la
proporción de usuarios va decreciendo conforme se incre­
menta su edad. Por el contrario, las diferencias por sexo
crecen con el paso de los años, desde una situación inicial
de práctica igualdad en la proporción de chicas y chicos
usuarios de ordenador (incluso con ligeras ventajas a favor
de las mujeres más jóvenes), a la aparición de diferencias
notables a partir de los cuarenta y cinco años de edad. El
patrón descrito se reproduce, aunque de manera aún más
acentuada, al considerar la frecuencia de utilización del or­
denador: a mayor edad, menor frecuencia de uso y mayores di­
ferencias entre mujeres y hombres, en detrimento de aquéllas.
En sentido contrario a la edad opera el nivel de estudios.
Como es lógico, conforme éste aumenta, también tiende a
hacerlo la proporción de personas que usan el ordenador y la
frecuencia con la que lo hacen. A partir de la segunda etapa
de secundaria, casi todos —mujeres y hombres— han utili­
zado el ordenador en alguna ocasión y durante el último
mes. Las diferencias entre mujeres y hombres tienden tam­
bién a reducirse conforme aumenta el nivel formativo, si
bien persiste la desventaja femenina, especialmente en el tra­
mo de utilización más frecuente (en el último mes).
Por último, la situación laboral influye claramente. Tener
empleo contribuye a la utilización del ordenador, si bien esta
circunstancia afecta más a las mujeres que a los hombres: la
proporción de quienes han usado alguna vez el ordenador es
treinta y cinco puntos superior entre las mujeres que tienen un
empleo que entre las que no lo tienen (la diferencia es de vein­
ticuatro puntos en el caso de los hombres). La importancia de la
situación laboral en este contexto se corrobora al observar que
entre la población empleada, el porcentaje de mujeres usuarias
de ordenador es superior al de los hombres (77 por 100 y 70
por 100, respectivamente; frente a un 42 por 100 de usuarias y
un 46 por 100 de usuarios entre la población no ocupada). La ten­
dencia se repite respecto a la frecuencia de uso del ordenador.
En cuanto a la adquisición de conocimientos relacio­
nados con la utilización del ordenador (que denominamos
info-habilidades) los datos muestran que la principal vía de
aprendizaje es el recurso a otras personas (68,7 por 100 de
las mujeres y 73 por 100 de los hombres), seguida de la uti­
lización de libros o manuales (49,8 por 100 de las mujeres
y 62,3 por 100 de los hombres). La tercera fuente son los
cursos no organizados por la empresa en el caso de las mu­
jeres (40,4 por 100) y, en el de los hombres, el aprendizaje
reglado (31,6 por 100), que ocupa el cuarto lugar por orden
de importancia entre las mujeres (Gráfico 4).
G rá fic o 4
Adquisición de info-habilidades (%)

Aprendizaje gracias
a otras personas

Aprendizaje autodidacta
con libros o manuales

Cursos no organizados
por la empresa

Aprendizaje reglado

Cursos organizados
por la empresa

De otra forma

Las mujeres realizan en menor medida que los hombres


cursos organizados por la empresa —lo que resulta lógico,
dado que su tasa de empleo es más baja—. Recurren tam­
bién en menor medida que los hombres a otras personas
(amistades, familiares, etc.) para adquirir tales conocimientos,
así como a estudiar por su cuenta con libros o manuales. La
adquisición de conocimientos informáticos mediante el apren­
dizaje reglado (colegio, instituto, universidad) es la fórmula
más habitual entre las generaciones más jóvenes —cuyo per­
fil corresponde al de personas de entre dieciséis y treinta y
cuatro años, entre las que todavía se sitúa un porcentaje im­
portante de jóvenes sin empleo y/o con menor nivel formativo
porque aún no han abandonado el sistema educativo.
La aplicación práctica de las info-habilidades adquiridas
se puede apreciar mediante las tareas informáticas realiza­
das. En la Encuesta T1C-H se consideran seis tipos, desde, las
más frecuentes (por ser las más fáciles) a las menos frecuen­
tes (que requieren conocimientos más avanzados): copiar o
mover ficheros o carpetas, usar cortar y pegar en un docu­
mento, emplear fórmulas aritméticas simples en una hoja de
cálculo, comprimir ficheros, conectar o instalar dispositivos
y programar. En algunas de ellas, existen diferencias signi­
ficativas entre sexos. Éste es el caso (Gráfico 5) de tareas
como conectar o instalar dispositivos (módem, impresora),
donde la diferencia es de veinte puntos porcentuales a favor
de los hombres), o las propias de perfiles de usuarios más
avanzados como comprimir ficheros (doce puntos y medio
G r á f ic o 5
Tareas relacionadas con info-habilidades, por sexo (%)

Copiar o mover ficheros


o carpetas

Usar cortar y pegar


en un documento

Usar fórmulas aritméticas


simples en hoja de cálculo

Comprimir ficheros

Conectar o instalar dispositivos


(módem, impresora)

Escribir un programa usando


un lenguaje de programación
puntos de diferencia a favor de ellos) o escribir un programa
usando un lenguaje de programación, que sólo afirman ha­
berlas realizado un 22,7 por 100 de usuarios y un 14,2 por 100
de usuarias.
La variable edad disminuye la frecuencia de las tareas
más complicadas y aumenta las diferencias entre mujeres y
hombres. Así, la práctica totalidad de usuarias de dieciséis a
treinta y cuatro años copian o mueven ficheros o carpetas
(el 89,7 por 100) y usan cortar y pegar en un documento
(el 88 por 100). A partir de esa edad, las diferencias entre
sexos aumentan, en detrimento de las mujeres.
Se detectan diferencias más intensas entre la población
que carece de empleo, lo cual vuelve a poner sobre la mesa
no sólo la persistencia de la desventaja femenina en las tareas
y el uso de habilidades TIC —en especial en las de carácter
más avanzado—, sino también y sobre todo su vinculación
con las condiciones socioeconómicas de buena parte de las
mujeres (Tabla 4).
Con frecuencia se afirma que la brecha digital es un pro­
blema de educación y formación. Sería esperable, por tanto,
que el aumento del nivel de estudios redujese las diferencias
en e-habilidades. Observamos, por el contrario, que las dife­
rencias por sexo en la realización de las tareas informáticas
más avanzadas no se reducen conforme aumenta el nivel de
estudios. El hecho es que las mujeres con estudios superio­
res mantienen una diferencia en tomo a veinte puntos por­
centuales respecto a los hombres en tareas como instalar dis­
positivos o escribir programas. Esa carencia de info-habilida-
des indicaría la necesidad de mirar más allá de las respectivas
condiciones socioeconómicas. Las diferencias en las espe-
cializaciones educativas de mujeres y hombres, y particular­
mente la menor presencia femenina en disciplinas superiores
de carácter técnico, podrían contribuir a ofrecer una explica­
ción. Desafortunadamente, la Encuesta TIC-H no indaga so­
bre las disciplinas educativas (ciencias, humanidades, etc.)
de las personas usuarias.
Ta b l a 4
Tareas relacionadas con info-habilidades, por situación laboral y nivel de estudios (%)

Situación laboral Estudios terminados

Con Sin Diferencia 1.a etapa 2.a etapa FP Grado


Primaria Universit.
empleo empleo con-sin Secundaria Secundaria Superior

Copiar o mover ficheros o carpetas 84,8 79,1 5,7 61,7 72,9 83,5 87,3 92,2
Usar cortar y pegar en un documento 82,6 74,1 8,5 53,8 66,2 79,8 85,0 92,5
Usar fórmulas aritméticas simples 55,7 41,3 14,4 22,5 34,5 51,6 57,6 64,1
Vi
£<L> en una hoja de cálculo
Comprimir ficheros 55,0 43,6 11,4 27,2 36,5 51,2 57,7 63,2
i Conectar o instalar dispositivos 52,8 44,6 8,2 28,7 36,8 50,0 54,0 62,0
como un módem o una impresora
Escribir un programa usando 14,9 13,2 1,7 6,6 11,9 13,5 16,8 17,5
un lenguaje de programación

Copiar o mover ficheros o carpetas 84,9 83,5 1,4 65,5 76,7 87,4 87,2 95,0
Usar cortar y pegar en un documento 81,3 82,5 -1 ,2 59,2 70,7 85,0 85,0 95,0
Usar fórmulas aritméticas simples 58,5 55,8 2,7 28,2 38,9 60,9 65,6 79,7
S en una hoja de cálculo
Comprimir ficheros 63,9 60,1 3,8 36,0 50,0 66,5 68,4 79,2
8 Conectar o instalar dispositivos 70,7 64,7 6,0 42,5 57,9 73,5 74,5 83,6
como un módem o una impresora
Escribir un programa usando 22,3 24,3 -2 ,0 9,6 13,1 24,1 30,3 31,0
un lenguaje de programación
3.2. Internet en España: crecimiento cuantitativo
de los usuarios/as y de la brecha digital de género

En este apartado se analiza de manera pormenorizada el


acceso a Internet en nuestro país por parte de mujeres y hom­
bres. Se comienza por presentar dicho acceso (e-acceso)
considerado de forma global y atendiendo a características
personales como la edad, el nivel de estudios o la situación
laboral, para, a continuación, analizar los lugares desde los
que se accede a la red. Posteriormente, se analizan aspectos
concretos de dicho acceso, como son el tiempo desde el que
se viene produciendo (e-experiencia), las habilidades tecno­
lógicas relativas a Internet que poseen usuarias y usuarios
(e-habilidades), su forma de adquisición y la intensidad con
que unas y otros usan Internet (e-intensidad).

3.2.1. Ele-acceso

En el acceso a Internet existe una relación directamente


proporcional entre edad y tamaño de la brecha digital de gé­
nero. De hecho, sólo entre la población joven (de dieciséis a
treinta y cuatro años) se detecta una ligera ventaja en la pro­
porción de mujeres intemautas sobre la de hombres —una
tendencia que, por otra parte, se produce en la mayoría de los
países de la OCDE2—, mientras que la desventaja femenina
se manifiesta de manera evidente —y creciente— en las res­
tantes franjas de edad (Gráfico 6).
El conocimiento y la educación, reflejados en el nivel de
estudios, son factores clave a la hora de explicar la brecha di­
gital de género. La tendencia general es que a mayor nivel de
estudios, menor es la diferencia entre hombres y mujeres.
G r á f ic o 6
Población que ha utilizado Internet alguna vez,
por edad y sexo (%)

16 a 34

35 a 44

45 a 54

55 a 64

65 a 74

Así, mientras que más de un 90 por 100 de la población con


estudios universitarios afirma haber usado Internet alguna
vez, con una diferencia de casi tres puntos a favor de los
hombres (Tabla 5), la gran mayoría de quienes tienen nivel
de estudios primarios y de primera etapa de secundaria no lo
han hecho, y aquí la desventaja para las mujeres es sustan­
cialmente mayor (de siete y nueve puntos, respectivamente).
Sólo entre quienes tienen nivel de estudios de FP de gra­
do superior, el porcentaje de mujeres que han utilizado algu­
na vez Internet es mayor que el porcentaje de hombres, cir­
cunstancia que podría estar relacionada con la diferente es-
pecialización profesional de alumnas (especialidades de
administración y gestión) y alumnos (especialidades orienta­
das a oficios manuales y directos) de esa categoría formati-
va, aunque en este momento —dada la insuficiente informa-
Ta b l a 5
Población que ha utilizado Internet alguna vez,
por nivel de estudios y situación laboral (%)

Mujeres Hombres Diferencia M-H

Nivel de estudios terminados


• Primaria 11,0 18,1 -7,1
• l .a etapa Secundaria 38,6 47,5 -8 ,9
• 2 . a etapa Secundaria 71,5 76,7 -5,2
• FP Grado Superior 80,2 77,4 2,8
• Universitaria 90,0 92,7 -2,7

Situación laboral
• Con empleo 68,4 62,6 5,8
• Sin empleo 33,5 39,6 -6,1
• Diferencia con-sin empleo 34,9 23,0 11,9

ción que la Encuesta TIC-H ofrece al respecto— no esta­


mos en disposición de poder aventurar una explicación
fehaciente.
Un comportamiento similar se dibuja en el caso del em­
pleo. La vía primordial de acceso a Internet para mujeres y
hombres es el empleo. Las personas que tienen empleo ac­
ceden en mayor medida a Internet, pero la situación laboral
parece influir más entre las mujeres que entre los hombres3.
Al igual que hemos observado en el caso del ordenador, la
diferencia en el acceso a Internet es mayor entre las mujeres
según tengan o no empleo (34,8 puntos porcentuales) que
entre los hombres (23 puntos). Es más, entre la población
usuaria de Internet, hay un porcentaje mayor de mujeres ocu­
padas que de hombres ocupados.
En cuanto al lugar de conexión a Internet, en España el
más frecuente es la vivienda (sobre todo el domicilio pro­
pio), seguido del centro de trabajo y los lugares de acceso
público (centro de estudios, cibercafés, instituciones, etc.).

3 Esta correlación se analiza en profundidad más adelante.


Las usuarias acceden a la red en menor medida que los usua­
rios tanto desde el hogar como desde el centro de trabajo.
Son, sin embargo, más proclives que ellos a utilizar los cen­
tros de estudios y los centros públicos (Gráfico 7).

G rá fic o 7
Lugar de acceso a Internet (último trimestre) (%)

Su vivienda

Otra vivienda
(de familiares, conocidos/as...)

Centro de trabajo

Centro de estudios

Centro público
(biblioteca, ayuntamiento)

Cibercafé o similar

Otros lugares

Mujeres | Hombres

Entre la población joven (de dieciséis a treinta y cuatro


años), el acceso desde el centro de estudios es —obviamen­
te— más habitual que en otros tramos de edad, si bien con
una tendencia ligeramente superior entre las chicas (23,5
por 100 frente a 22,4 por 100), mientras que los chicos
acuden en mayor medida al cibercafé (19 por 100 ellos, 14
por 100 ellas). Por su parte, las personas de cuarenta y cinco
a cincuenta y cuatro años se conectan desde el lugar de
trabajo con más frecuencia que otros grupos. Así mismo, si
bien el domicilio es el lugar desde donde más mujeres y hom­
bres—de cualquier nivel de estudios— acceden a Internet,
el centro de trabajo se convierte en el segundo lugar de ac­
ceso entre la población con estudios medios y universitarios,
mientras que en el resto de niveles formativos, el segundo lu­
gar lo ocupan otras viviendas.
Al tomar en consideración la situación laboral de la po­
blación usuaria, la impresión anterior resulta matizada. Así,
observamos que el acceso a Internet desde el centro de tra­
bajo es mayor entre las usuarias ocupadas que entre los usua­
rios ocupados, mientras que éstos acceden en mayor medida
desde el propio domicilio (Gráfico 8).

G r á f ic o 8
Lugar de acceso a Internet (último trimestre)
de las personas con empleo (%)

Vivienda Otra Centro Centro Centro Cibercafé Otro


vivienda de de público lugar
trabajo estudios
Esta mayor disposición de las mujeres empleadas a ac­
ceder a Internet desde el centro de trabajo está probablemen­
te relacionada con el reparto tradicional de tareas domésti­
cas, que privilegia el tiempo disponible de los hombres en el
hogar en detrimento del de las mujeres.

3.2.2. La e-experiencia

El análisis de la e-experiencia, entendida como el tiem­


po que se viene accediendo a, o usando Internet, revela que
esta herramienta está considerablemente asentada entre la
población usuaria actual, al tiempo que las barreras aparecen
en mayor medida respecto a quienes no están e-incorpora-
dos. Así, en el caso de la mayoría de intemautas (mujeres y
hombres) la e-experiencia más frecuente es superior a cinco
años (caso del 47,7 por 100 de hombres y del 40,5 por 100
de mujeres) (Gráfico 9).
G r á f ic o 9
Desde cuándo usa Internet (e-experiencia) (%)

< 1 año Más 1 Más 3 >5 años < 1 año Más 1 Más 3 >5 años
menos 3 menos 6 menos 3 menos 6
No obstante, es precisamente esta categoría de personas
e-veteranas (más de cinco años de antigüedad) la única en la
que los hombres aventajan a las mujeres, y, por el contrario,
es más reciente la incorporación de éstas a Internet. Es más,
al considerar la e-experiencia desde la variable edad (Tabla 6),
se observa un claro flujo de e-incorporaciones femeninas
más reciente pero más intenso, sobre todo en las cohortes
en las que la brecha digital de género era tradicionalmente
superior. Entre la población más joven, que desarrolla un
uso más intensivo, las diferencias son menores. Todo lo an­
terior debería contribuir a paliar esa situación de desventaja
femenina.

Ta b la 6
Diferencia mujeres-hombres en e-experiencia
por edad (%)

Tramos de edad
E-experiencia
16 a 34 35 a 44 45 a 54 55 a 64 65 a 74 Total

Menos de 1 año -0 ,9 4,8 1,8 8,9 2,9 1,3


Más de 1 año y menos de 3 2.9 7,2 5,2 4,6 1,7 4,1
Más de 3 años y menos de 5 1.9 2,5 0,8 1,0 -9 ,0 1,8
Más de 5 años -3 ,9 -14,5 -7 ,7 -14,5 4,4 -7 ,2

Otras variables clave en el terreno de la e-experiencia


son el nivel de estudios y la situación laboral (Tabla 7).
Así, a mayor nivel de estudios, mayor experiencia en el
uso de Internet, aun cuando las mujeres continúan por de­
trás de los hombres en todos los niveles educativos. A su
vez, los ocupados tienen mayor experiencia en el uso de
Internet, en cuyo caso, las diferencias de experiencia en­
tre las mujeres empleadas y no empleadas son mayores
que entre los hombres, de lo que de nuevo se deducen ma­
yores barreras de e-incorporación para las mujeres que
carecen de empleo.
Ta b l a 7
E-experiencia superior a cinco años,
por nivel de estudios y situación laboral (%)

Mujeres Hombres Diferencia M-H

N iv e l d e e s tu d io s te r m in a d o s
• Primaria 17,6 19,7 -2,1
• 1.a etapa Secundaria 24,1 33,7 -9 ,6
• 2.a etapa Secundaria 39,9 46,1 -6,2
• FP Grado Superior 39,6 46,1 -6 ,5
• Universitaria 54,3 69,3 -15,0

S itu a c ió n la b o r a l
• Con empleo 43,9 48,9 -5 ,0
• Sin empleo 34,5 43,2 -8 ,7
• Total 40,5 47,7 -7 ,2

3.2.3. Lase-habilidades

El concepto e-habilidades hace alusión no sólo a cono­


cimientos informáticos, sino también a otros mucho más
amplios relacionados con las TIC. De entre todos ellos, la En­
cuesta TIC-H dél INE ofrece información concreta sobre ha­
bilidades en la utilización del ordenador personal —o info-
habilidades, ya examinadas— y de Internet. El análisis que
se realiza a continuación diferencia, por una parte, la adqui­
sición de tales e-habilidades y, por otra, su aplicación prácti­
ca por las usuarias y usuarios de Internet.
En el conjunto de la población considerada, la adquisi­
ción de e-habilidades se realiza recurriendo a la ayuda de
otras personas, en primer lugar, y, en segundo, a la utiliza­
ción de libros o manuales (Gráfico 10). No obstante, una ob­
servación detallada permite detectar algunas diferencias in­
teresantes en el comportamiento de mujeres y hombres.
Mientras que el aprendizaje con libros o manuales es más
frecuente entre los hombres (11,8 puntos más), las mujeres
adquieren e-habilidades en mayor medida que éstos a partir
de cursos. Las que en mayor porcentaje han aprendido por su
cuenta, son las que tienen menos de cuarenta y cinco años,
mayor nivel de estudios y están empleadas.
G r á f i c o 10
Forma de adquisición de conocimientos de Internet (%)

Aprendió
de otras personas

Estudió por su cuenta


con libros o manuales

Cursos no organizados
por la empresa

Aprendizaje reglado

Cursos organizados
por la empresa

De otra forma

BU Mujeres | Hombres

Entre las personas más jóvenes es más frecuente la ad­


quisición de e-habilidades dentro del sistema educativo re­
glado (en el que aún está inmersa una buena parte de ese co­
lectivo), mientras que en los grupos de más edad (que tal vez
no tuvieron la oportunidad de adquirir e-habilidades durante
su paso por instituciones educativas o que ahora buscan me­
jorar sus conocimientos) es más frecuente el recurso a cursos
de formación no reglada organizados por empresas o institu­
ciones. Esta última opción tiene mayor incidencia entre las
mujeres que entre los hombres, sobre todo a partir de los
treinta y cinco años de edad, lo cual señala la importancia de
los cursos desarrollados desde organismos públicos para la
e-incorporación femenina. Los hombres maduros, sin em­
bargo, parecen optar en mayor medida por libros o manuales
para su «reciclaje tecnológico».
A mayor nivel de estudios, mayor es la relevancia de la
utilización de libros y manuales para aprender, en detrimen­
to del recurso a otras personas, si bien aquél es más frecuen­
te entre los hombres de todos los niveles educativos en com­
paración con las mujeres, con una diferencia media de casi
doce puntos porcentuales.
Teniendo en cuenta la situación laboral, como cabría es­
perar, el aprendizaje de e-habilidades mediante cursos orga­
nizados por la empresa es más frecuente entre las personas
con empleo que entre las que no lo tienen, y se da más entre
las mujeres que entre los hombres (el 19,5 por 100 de muje­
res frente al 17,1 por 100 de hombres). También es más ha­
bitual el aprendizaje autodidacta entre las mujeres ocupadas
que entre las no ocupadas (51,6 frente al 46,3 por 100), y
esta diferencia es menor entre los hombres (62 por 100 de
ocupados frente al 59,1 por 100 de no ocupados).
La adquisición de e-habilidades que se ha descrito en
este apartado muestra que las mayores barreras para la e-ca-
pacitación se presentan en determinados grupos de mujeres,
como las desempleadas, las de mayor edad y menor nivel
educativo. Esto sirve para alertar de la especial importancia
que en esos supuestos adquiere la oferta de cursos formati-
vos por parte de las entidades públicas para todas las edades.
Atendiendo ahora a la aplicación de esas e-habilidades
por parte de usuarias y usuarios, mediante las tareas realiza­
das en Internet, observamos (Gráfico 11) que los usos tec­
nológicos más sencillos y habituales son los más extendidos
y en los que aparecen menos diferencias por sexo. Así suce­
de, sobre todo, con el uso de buscadores de información y,
en menor medida, con el envío de correo electrónico con ar­
chivos adjuntos. Otras tareas algo más complejas, como par­
ticipar en redes sociales (foros, chats, etc.) o compartir fi­
cheros peer to peer son menos frecuentes y presentan mayo­
res diferencias entre usuarias y usuarios (nueve puntos en el
primer caso y trece en el segundo). Finalmente, las tareas
menos frecuentes son la creación de páginas web (que re­
quiere más conocimientos) y la realización de llamadas tele­
fónicas a través de Internet (que aparece como escasamente
popular por el momento).

G r á f i c o 11
Tareas realizadas
por la población usuaria de Internet (%)

Utilizar buscadores
de información

Enviar correo-e
con ficheros adjuntos

Chats, grupos de
noticias, foros

Llamadas telefónicas
por Internet

Compartir ficheros

Crear páginas web

ESO Mujeres | Hombres

Como se puede apreciar en el Gráfico 12, la participa­


ción en chats, grupos de noticias y foros y el intercambio de
ficheros es mucho más frecuente entre chicas y, sobre todo,
Mujeres

Hombres

♦ Utilizar buscadores de información


-A------ Chais, grupos de noticias, foros
-*------ Compartir ficheros
-m------ Enviar correo-e con ficheros adjuntos
-#------ Llamadas telefónicas por Internet
-•------ Crear páginas web
chicos jóvenes, que entre personas de otras edades. Asimis­
mo, la creación de páginas web es más frecuente entre los
chicos jóvenes que entre los de más de treinta y cinco años
(y sobre todo, de más de cuarenta y cinco).
La variable nivel de estudios parece incidir sobre los
usos que la población hace de Internet. Conforme éste au­
menta, también lo hace la proporción de quienes utilizan
buscadores de información y, sobre todo, de quienes envían
correos electrónicos con ficheros adjuntos (Gráfico 13).
En el caso de los usos más lúdicos de la red, como parti­
cipar en chais y foros o el intercambio de ficheros, se obser­
van diferencias notables por sexo. A partir de la educación
secundaria, declina el porcentaje de mujeres que desarrollan
usos lúdicos. Entre los hombres, por el contrario, aumenta el
porcentaje de quienes participan en chais, foros y grupos
de noticias, si bien disminuye el de quienes intercambian fi­
cheros.
En el uso de buscadores de información, no hay diferen­
cias significativas por sexo entre la población con mayor ni­
vel de estudios, mientras que éstas aumentan según disminu­
ye el nivel de estudios.
En el resto de las tareas, las diferencias por sexo tienden a
ampliarse a medida que las personas tienen mayor nivel de es­
tudios, especialmente en relación con los usos más lúdicos.
La situación laboral condiciona claramente el tipo de ta­
reas que se realizan, y marca una divisoria entre los usos aso­
ciados al trabajo y aquellos otros más vinculados con el ocio.
En general, las personas usuarias sin empleo presentan ma­
yores niveles de utilización que las ocupadas en casi todos
los apartados, y es especialmente acusada la diferencia en el
caso de servicios vinculados de manera directa con el ocio y
el tiempo libre (participación en chais, foros, etc., e inter­
cambio de ficheros). Por el contrario, las personas usuarias
con empleo utilizan en mayor medida que las que no tienen
empleo buscadores de información y, sobre todo, el envío de
correo con ficheros adjuntos (Tabla 8).
Mujeres

Secundaria Secundaria

Hombres

Secundaria Secundaria

-♦------ Utilizar buscadores de información


-a------ Chais, grupos de noticias, foros
-*------ Compartir ficheros
-■------ Enviar correo-e con ficheros adjuntos
-*------ Llamadas telefónicas por Internet
-•------ Crear páginas web
Situación laboral
Diferencia
con-sin
Con Sin
empleo
empleo empleo

Utilizar buscadores de información 95.5 94,0 1,5


Enviar correo-e con ficheros adjuntos 68.6 63,2 5,4
Mujeres

C h a t s , grupos de noticias, foros 25,5 38,9 -13,4


Llamadas telefónicas por Internet 8,3 7,8 0,5
Compartir ficheros 21,1 29,6 -8,5
Crear páginas web 8,8 9,2 -0 ,4

Utilizar buscadores de información 95.3 95,0 0,3


Enviar correo-e con ficheros adjuntos 70.1 70,9 -0,8
Hombres

C h a t s , grupos de noticias, foros 36.5 49.5 -13,0


Llamadas telefónicas por Internet 11.6 11.5 0,1
Compartir ficheros 34.2 47.5 -13,3
Crear páginas web 13.4 15.5 -2,1

3.2.4. La e-intensidad
Más relevante aún resulta el análisis de la frecuencia real
de utilización de Internet, pues refleja el grado de intensidad
de uso, o e-intensidad. Esta dimensión —que resulta clave en
la delimitación de la segunda brecha digital— permite com­
probar en qué medida se trata de usuarias y usuarios habitua­
les o, por el contrario, de personas que recurren a la red de for­
ma esporádica u ocasional. Para ello, consideramos la situa­
ción respecto a las tres variables siguientes: última utilización
de Internet, frecuencia aproximada de uso en los últimos tres
meses y número aproximado de horas de conexión.
1) Última utilización de Internet
La mayoría de la población intemauta utilizó Internet
por última vez en el último mes, lo cual refuerza la idea de
que están realmente incorporados. Si bien es cierto que,
mientras que los hombres aventajan a las mujeres en esa ca­
tegoría de usuarios recientes, hay mayor presencia relativa
de mujeres en las otras categorías, indicativas de una menor
e-intensidad. El alto porcentaje de personas conectadas en el
último mes se mantiene en todos los tramos de edad, aunque
las proporciones siempre son mayores entre los hombres
(Tabla 9). Por otra parte, mientras que las diferencias entre
jóvenes de uno y otro sexo que utilizaron Internet por última
vez el último mes son poco significativas (1,6 puntos por­
centuales favorables a éstos), se agudizan con la edad, y al­
canzan su máxima expresión (diecinueve puntos porcentua­
les) en el tramo de cincuenta y cinco a sesenta y cuatro años.

Ta b l a 9
Población que ha utilizado Internet en el último mes,
total, por edad, nivel de estudios y situación laboral (%)

Mujeres Hombres Diferencia M-H

Total 83,1 88,3 -5 ,2

T ram os d e e d a d
• 16 a 34 86,0 87,6 -1 ,6
• 35 a 44 81,6 89,2 -7 ,6
• 45 a 54 79,6 90,0 -10,4
• 55 a 64 69,1 88,0 -18,9
• 65 a 74 68,3 82,9 -14,6

N iv e l d e e s tu d io s te r m in a d o s
• Primaria 70,0 77,7 -7 ,7
• 1.a etapa Secundaria 74,0 80,5 -6,5
• 2.a etapa Secundaria 81,6 89,0 -7 ,4
• FP Grado Superior 83,4 89,4 -6 ,0
• Universitaria 91,6 96,3 -4 ,7

S itu a c ió n la b o r a l
• Con empleo 85,7 88,2
• Sin empleo 78,6 88,8
• Diferencia con-sin empleo 7,1 -0 ,6
A mayor nivel de estudios, mayor es el porcentaje de
quienes han utilizado Internet en el último mes, al tiempo
que se reducen las diferencias por sexo. Esta situación al­
canza su máxima expresión entre el grupo con estudios uni­
versitarios terminados.
Por su parte, la situación laboral indica que, si bien ape­
nas hay diferencias entre los hombres usuarios empleados y
sin empleo (el 88,2 por 100 y 88,8 por 100 de ellos, respec­
tivamente, utilizó Internet en el último mes), el acceso a In­
ternet por parte de las mujeres usuarias con empleo es más
frecuente (85,7 por 100) que entre las que no tienen empleo
(78,6 por 100), una diferencia de 7,1 puntos porcentuales.
En paralelo, se registra una mayor concentración de usuarias
sin empleo en los tramos de uso de Internet menos habitual
(entre más de un mes y más de un año). Las diferencias por
sexo disminuyen considerablemente entre las personas que
tienen empleo, mientras que se eleva hasta los 10,2 puntos
porcentuales entre la población usuaria sin empleo. Esto re­
fuerza la importancia del trabajo remunerado como vía de
incorporación y acceso a Internet por parte de las mujeres.

2) Frecuencia de uso en los últimos tres meses


(frecuencia semanal)

Al considerar periodos de utilización más reducidos —y,


por tanto, de mayor e-intensidad— como es la frecuencia se­
manal, observamos que el 56,7 por 100 de los hombres
usuarios de Internet lo emplea diariamente (al menos cinco
días por semana), frente a sólo un 45 por 100 de mujeres
usuarias que acceden a la red con tal asiduidad (Gráfico 14).
Esta importante diferencia de casi doce puntos entre mu­
jeres y hombres que utilizan Internet con frecuencia diaria se
reduce relativamente entre las usuarias más jóvenes, de forma
congruente con los efectos ya comprobados de la edad sobre
el acceso a y el uso de Internet. Sin embargo, y contrariamen­
te a lo que era de esperar, la elevación del nivel educativo
G r á f i c o 14
Frecuencia de uso de Internet (último trimestre)

Diariamente, al menos
cinco días por semana

Todas las semanas,


pero no diariamente

Al menos una vez al mes,


pero no todas las semanas

No todos los meses

El Mujeres | Hombres

—y, en particular, la posesión de estudios universitarios, cate­


goría en que se hace una utilización de Internet más intensi­
va— no reduce las diferencias de género en e-intensidad.
Aunque los porcentajes más altos de quienes usan Internet
diariamente se encuentran entre la población con estudios uni­
versitarios, las mujeres usuarias con estudios universitarios re­
ducen su frecuencia semanal de uso veinte puntos respecto a
sus homólogos varones (73,2 por 100 de los hombres y 53,2
por 100 de las mujeres) (Tabla 10). Es decir, es precisamente
este sector de la población de mayor nivel formativo y mayor
intensidad de uso de Internet, aquel en el que las diferencias
de género se agudizan. Esta situación podría estar relacionada
con las diferencias —ya apuntadas al hablar de las info-habi-
lidades— en la especialización formativa de tituladas y titula­
dos, derivadas de la feminización de determinadas disciplinas
no técnicas, frente a las técnicas, que suelen presentar una ma­
yor proporción de hombres entre el alumnado y un uso más
habitual e intensivo de las TIC y de Internet. Puede estar rela­
cionado, así mismo, con el tipo de empleos que desempeñen.
Una vez más hemos de lamentar que la Encuesta TIC-H no
proporcione información sobre especialidades formativas y
ocupación por ramas de actividad de las personas usuarias, lo
cual impide avanzar por ahora en este análisis.
Ta b l a 10
Diferencia mujeres-hombres en la frecuencia
de uso de Internet, por nivel de estudios (%)

Estudios terminados
Frecuencia
de uso FP
de Internet Primaria 1.a etapa 2.a etapa Grado Universit.
Secundaria Secundaria Superior

Diariamente,
al menos cinco -7,5 -8,5 -14,2 -5 ,9 -20,0
días a la semana

Todas las
semanas, 4,1 -0 ,4 5,8 -2 ,7 12,3
no diariamente

Al menos una vez


al mes, no todas 6,7 5,7 4,0 6,3 5,6
las semanas

No todos
-3 ,4 3,1 4,4 2,3 2,0
los meses

Respecto a la situación laboral, las usuarias ocupadas


utilizan diariamente Internet en mayor medida que las que
no tienen empleo (47 por 100 frente a 41 por 100), mientras
que esta diferencia es mínima en el caso de los hombres. Se
comprueba de nuevo, por tanto, la importancia de la situa­
ción laboral, y que el empleo influye en la amplitud de los
contrastes de género en cuanto a la e-intensidad.
En virtud de todo ello, es posible concluir que las mujeres
que han utilizado Internet están realmente e-incorporadas, pues
se conectaron de forma mayoritaria en el mes anterior a la rea­
lización de la encuesta. Lo hacen, sin embargo, con un nivel de
intensidad considerablemente inferior al de los hombres, ya
que acceden con menor frecuencia. En todo caso, la frecuencia
tiende a ser superior en el caso de las usuarias más jóvenes (en­
tre dieciséis y treinta y cuatro años), con estudios superiores y
que están empleadas.
3) Número aproximado de horas de conexión
La menor intensidad de uso femenina se confirma al com­
probar que las mujeres usuarias tienden a conectarse durante
menos horas que los hombres. En efecto, el tiempo aproxima­
do de conexión (medido en número de horas dedicadas en la
última semana) presenta una clara segmentación de perfiles en
función del sexo (Gráfico 15). Los hombres predominan en las
dos categorías de mayor número de horas de conexión sema­
nal: sobre todo tn«re cinco y veinte horas y, en menor medida,
más de veinte horas. Con las usuarias ocurre justo lo contrario:
su proporción es superior en los tramos de menor intensidad de
uso: entre una y cinco horas semanales (que es el tramo más
G r á f ic o 15
Horas de conexión a Internet en la última semana
(usuarias/os frecuentes)

1 hora o menos

Más de 1 hora
y hasta 5

Más de 5 horas
y hasta 20

Más de 20 horas
frecuente de uso tanto para unas como para otros) y, en menor
medida, una hora o menos.
Profundizando en el análisis, la frecuencia de uso está,
de nuevo, relacionada, para ambos sexos, pero de manera
más aguda para las mujeres, de forma directamente propor­
cional con el nivel de estudios y el empleo, e inversamente
proporcional con la edad (Tabla 11). La intensidad de uso de
la red aumenta conforme lo hace el nivel educativo. No obs­
tante, las diferencias por sexo tienden a presentar un patrón
peculiar, pues la diferencia desfavorable a las mujeres es ma­
yor en los tramos de mayor e-intensidad (entre cinco y vein­
te horas semanales y más de veinte horas), y ello se agrava
precisamente en los grupos de mayor nivel formativo.
La situación laboral también influye en la intensidad de
uso de Internet, pero afecta de manera diferente a uno y otro
sexo. Esto se aprecia de manera más clara en el tramo de ma­
yor tiempo de conexión (más de veinte horas semanales), en el
cual la proporción de mujeres ocupadas es el doble que de de­
socupadas (10 por 100 frente a 5 por 100), lo que muestra una
relación mucho más intensa entre empleo y uso de Internet
que en el caso de los hombres (con 14 por 100 de ocupados
(12 por 100 de no ocupados). En el caso de la edad, como ya
sabemos, la situación es la contraria: para ambos sexos, la
e-intensidad tiende a disminuir conforme aumenta aquélla.

3.3. Los usos de Internet: hacia una interpretación


cualitativa de la e-incorporación

Más allá de lo presentado hasta el momento, y que po­


dríamos calificar como una perspectiva cuantitativa del e-ac-
ceso (número de usuarios, frecuencia, lugar, etc.), analizamos
ahora los usos que mujeres y hombres hacen de Internet, en
función del tipo de servicio proporcionado: comunicación,
información y ocio, relación con las Administraciones Públi­
cas, formación, comercio y banca o financieros. Resulta así,
Ta b l a 11
Tiempo de uso de Internet (en la última semana), por edad, nivel de estudios
y situación laboral (%)

Mujeres Hombres

Más de Más de Más de Más de


1 hora Más de 1 hora Más de
1 hora y 5 horas y 1 hora y 5 horas y
o menos 20 horas o menos 20 horas
hasta 5 hasta 20 hasta 5 hasta 20

T ram os d e e d a d
• 16 a 34 18,4 45,3 26,7 9,4 13,3 40,9 30,2 15,3
• 35 a 44 27,4 44,7 19,7 7,9 14,6 43,2 28,9 13,2
• 45 a 54 29,5 46,9 17,2 5,9 20,2 41,0 26,1 12,1
• 55 a 64 42,0 42,1 13,2 2,2 19,3 47,0 25,1 8,0
• 65 a 74 30,4 51,9 9,4 8,2 20,6 43,3 29,7 6,4

N iv e l d e e s tu d io s te r m in a d o s
• Primaria 29,6 52,0 16,2 2,2 24,1 47,3 20,9 6,3
• 1.a etapa Secundaria 27,1 49,4 17,7 5,3 18,7 46,0 25,2 10,0
• 2.a etapa Secundaria 21,6 44,5 26,2 7,4 14,2 41,2 31,5 13,0
• FP Grado Superior 23,5 42,4 26,1 7,7 15,5 39,6 30,0 14,6
• Universitaria 21,1 44,5 23,3 11,0 12,1 40,2 29,9 17,3

S itu a c ió n la b o r a l
• Con empleo 22,9 43,1 23,8 10,1 15,2 42,3 28,3 14,0
• Sin empleo 22,6 49,8 22,2 4,9 15,3 40,6 31,4 12,4
por ejemplo, que mientras los hombres usan más servicios
con mayor contenido de ocio (como juegos, música o prensa)
o más sofisticados (operaciones bancadas o crear páginas
web), entre las mujeres usuarias son más frecuentes los usos
relacionados con el bienestar social, como salud y formación.

3.3.1. E-comunicación4

La mayoría de los usuarios de Internet dispone de una di­


rección de correo electrónico: 79,4 por 100 de los usuarios
y 75,5 por 100 de las usuarias. Al analizar la incidencia de las
condiciones personales sobre esta variable (Gráfico 16), obser­
vamos que la edad es un factor importante y con efectos de gé­
nero, ya que a medida que aumenta, lo hacen también las dife­
rencias entre usuarios y usuarias. El 80 por 100 de la población
usuaria de dieciséis a treinta y cuatro años dispone de dirección
de correo electrónico, y se sitúa así por encima de la media an­
tes mencionada, sin que existan diferencias significativas por
sexo. A partir de ahí, los índices se van recortando, pero de ma­
nera más acusada entre las mujeres, para las que la diferencia
máxima llega a quince puntos en el tramo de más edad.
La tendencia contraria se observa con respecto al nivel
de estudios: cuanto más elevado es éste, más personas dis­
ponen de dirección de correo electrónico. Sin embargo, las
distancias entre sexos no se atenúan al incrementarse el nivel
formativo, ya que las mayores diferencias entre mujeres y
hombres se registran tanto en la segunda etapa de secundaria
(con ocho puntos porcentuales a favor de los hombres) como
en la de estudios universitarios (con siete puntos). Estas di-

4 La comunicación por Internet es una forma tan novedosa de inte-


rrelación que plantea dudas sobre si se trata puramente de comunicación
o más bien de intercambio. La dialéctica tradicional de la comunicación, con
las categorías inmediatas de emisor-receptor, se modifica a veces, como
en los casos de compartir archivos peer to peer, en favor de la de la acu­
mulación.
G r á f ic o 16
Población que dispone de dirección
de correo electrónico

Por edad (%)

Por nivel de estudios (%)

Secundaría Secundaria

-■------ Mujeres
------ Hombres
ferencias entre el nivel de estudios de uno y otro sexo reque­
rirían disponer de más datos para abordar su explicación, ta­
les como la especialidad de conocimiento de los estudios
cursados. Lamentablemente, la Encuesta TIC-H no recoge
esa categoría.
En cuanto a la incidencia de la situación laboral, se ob­
servan ligeras diferencias entre usuarias y usuarios. Entre las
mujeres usuarias, el porcentaje de empleadas con dirección
de correo electrónico (76 por 100) sobrepasa ligeramente al
de las no empleadas (74,6 por 100), pero en el caso de los
hombres usuarios sucede al contrario, con un 81,5 por 100
de no ocupados que sí tiene dirección de correo (frente al 79
por 100 de ocupados). Se percibe así —una vez más— que
para las mujeres la situación laboral es clave desde el punto
de vista de la incorporación a Internet, mientras que en el
caso de los hombres tiene escasa importancia.
Si pasamos a considerar el tipo de servicio de Internet
más utilizado recientemente —en los tres meses anteriores a

G r á f i c o 17a
Usuarios/as de Internet que emplean servicios
de comunicación (%)

Correo electrónico

Chats

Teléfono

Mensajes a móviles
G r á fic o 17b
Usuarios/as de Internet que emplean servicios
de comunicación, por edad (%)
Mujeres

Hombres

-♦------ Correo electrónico


-■------ Chais, foros
------ Teléfono por Internet
-*------ Mensajes a móviles
la realización de la encuesta— para establecer comunicación
con otras personas (Gráfico 17a), observamos un claro con­
traste entre el uso del correo electrónico, altamente popula­
rizado entre la población usuaria de la red (más de tres de
cada cuatro personas encuestadas afirma haberlo usado), y
la comunicación telefónica (telefonear vía Internet, estable­
cer videoconferencias y mandar mensajes a móviles), que
tiene un carácter poco importante (el 15 por 100 del total).
Chats, conversaciones o foros, se sitúan en un término inter­
medio, pues habían participado en alguno de ellos en tomo a
un tercio de los intemautas, más los hombres que las muje­
res (con casi ocho puntos de diferencia).
En la explicación de esa distribución, la incidencia del
género se combina con la de la edad. En la cohorte de po­
blación más joven, entre dieciséis y treinta y cuatro años, el
uso del correo electrónico es incluso mayor entre las usua­
rias que entre los usuarios, pero a partir de esa edad, la tasa
femenina de utilización desciende de manera claramente
más acusada que la masculina (Gráfico 17b). También se ob­
serva que la participación en chats y foros de discusión se en­
cuentra más arraigada —en términos relativos— entre la po­
blación más joven, y decae considerablemente su utilización
a partir de los treinta y cinco años de edad, de nuevo de ma­
nera más intensa entre las mujeres.
Lo anterior anima a preguntarse qué cambia en la vida
de las mujeres a partir de esa edad que no cambia en la de los
hombres. Lamentablemente, hay que volver a advertir que
carecemos de los datos necesarios para ir más allá del plan­
teamiento de esta cuestión.

3.3.2. E-información/ocio

Los servicios de información y ocio más utilizados se re­


lacionan con la búsqueda de información sobre bienes y ser­
vicios (una descripción de tipo muy genérico que podríamos
identificar con el concepto «navegar»), con escasas diferen­
cias entre mujeres y hombres, aunque favorables a éstos. La
brecha digital de género se aprecia, sin embargo, en matices
cualitativos.
Mientras que las actividades de mayor predominio mascu­
lino tienen un contenido más intenso en ocio (consultar me­
dios de comunicación, jugar, descargar música), el único tipo
de uso con predominio femenino (y claro: ocho puntos por­
centuales de diferencia) es el relacionado con temas de sa­
lud, un ámbito de interés en Internet típicamente femenino
(Gráfico 18a).
La edad condiciona el uso de Internet en el terreno de la
información y del ocio, de tal manera que es más intenso en­
tre las personas más jóvenes para todos los usos, excepto
para los servicios de salud y las reservas de turismo (Gráfi­
co 18b). Esta última utilización destaca entre las usuarias y

G r á f i c o 18a
Uso de servicios de información/ocio (%)

Buscar información
sobre bienes
y servicios

Reservas de turismo

Medios de
comunicación

Ocio (descargar o
utilizar juegos,
música, etc.)

Trámites o búsqueda
de información
sobre salud
G r á fic o 18b
Uso de servicios de informüción/ocio,
distribución por edad (%)
Mujeres
lOO-i------------------------------------------------------------------
90-

10-
0 -I--------------------- 1--------------------- 1--------------------- 1---------------------1-----------------
16 a 34 35 a 44 45 a 54 55a64 65a74

Hombres

■4------ Buscar información sobre bienes y servicios


-■------ Reservas de turismo
------ Medios de comunicación
-*------ Ocio
-•------ Trámites o información sobre salud
usuarios de cincuenta y cinco a sesenta y cuatro años de edad,
mientras que las consultas sobre salud se incrementan entre los
treinta y cinco y los cuarenta y cuatro años, sobre todo entre las
mujeres. Los usos lúdicos, como navegar, consultar medios de
comunicación y especialmente el ocio, tienden a decaer de for­
ma clara a partir de los treinta y cinco años de edad y con ma­
yor intensidad entre las mujeres usuarias. Las variables nivel de
estudios y empleo parecen ser clave a la hora de explicar los di­
ferentes usos que realizan mujeres y hombres.
Quienes han finalizado estudios universitarios optan por
buscar información, consultar medios de comunicación, ha­
cer reservas de turismo y realizar trámites relacionados con
la salud; por el contrario, las personas con sólo estudios obli­
gatorios lo usan sobre todo para actividades de ocio.
Algo similar ocurre cuando se examina el empleo. Tan­
to usuarios como usuarias ocupados optan mayoritariamente
por usar Internet para buscar información sobre bienes y ser­
vicios, realizar reservas de turismo y trámites de salud; las
personas sin empleo, por el contrario, son más proclives a
consultar medios de comunicación y contenidos de ocio.
Podríamos concluir, por tanto, que la población usuaria
con empleo y elevado nivel de estudios tiende a consultar en
Internet un tipo de información diferente de quienes tienen
menor nivel de estudios y se encuentran sin empleo (más
proclives a consultar contenidos de ocio).
Cabe destacar la tendencia masculina a la navegación
con fines lúdicos, mientras que entre las mujeres suele ir
vinculada a aspectos más prácticos. Si centramos el análisis
en las consultas sobre temas de salud, el ámbito de mayor
predominio femenino, observamos que las visitas a este tipo
de páginas web tienden a crecer conforme lo hace el nivel de
estudios, al tiempo que lás diferencias entre uno y otro sexo
se van recortando. Es en los niveles de formación más bajos,
donde el interés de los hombres por estas cuestiones es cla­
ramente menor que el de las mujeres (entre once y doce pun­
tos porcentuales) (Tabla 12).
Ta b l a 12
Diferencia entre mujeres y hombres en la utilización
de servicios de información y ocio,
por nivel de estudios terminados (puntos porcentuales)

Nivel de estudios
Servicio
FP
utilizado 1.a etapa 2.a etapa
Primaria Grado Universit. Total
Secund. Secund. Superior

Buscar
información
sobre bienes
-6 ,6 0,3 -7 ,4 -u -4 ,8 -3 ,7
y servicios

Reservas
2,0 2,5 -7,3 -3 ,8 -3 ,8 -1 ,4
de turismo

Medios de
0,1 -9,5 -14,3 -16,6 -1 7 ,0 -12,5
comunicación

Ocio -0 ,9 -12,3 -9 ,0 -10,9 -1 3 ,0 -11,5

Trámites o
información 11,5 11,9 5,5 0,7 6,7 7,8
sobre salud
*

3.3.3. E-administración

Como es bien sabido, Internet se ha constituido en he­


rramienta fundamental para la relación de las Administra­
ciones Públicas con la ciudadanía, si bien se comprueba que
su práctica es aún considerablemente reducida entre la po­
blación intemauta española. La tarea realizada con mayor fre­
cuencia es la consulta de páginas web de la Administración
(lo que han hecho en tomo a la mitad de las personas en-
cuestadas), mientras que la relación o gestión directa que su­
pone la descarga y/o el envío de formularios es mucho me­
nos frecuente (Gráfico 19).
G r á f i c o 19
Utilización de Internet para relacionarse
con las Administraciones Públicas (%)

[53 Mujeres | Hombres

En cuanto a la finalidad concreta de las gestiones5, las


relacionadas con la declaración de impuestos destacan de
manera clara sobre las demás, con un predominio masculino
de diez puntos de diferencia sobre las mujeres (Gráfico 20).
Un segundo escalón en frecuencia de utilización lo com­
ponen las consultas sobre la oferta de empleo de las agencias
públicas, los beneficios sociales, la matriculación en estu­
dios oficiales, los servicios públicos relacionados con la sa­
lud y el acceso a bibliotecas públicas.
Entre las mujeres, es más frecuente que entre los hombres
utilizar Internet para tratar con la Administración asuntos rela­
cionados con el trabajo (oficinas de empleo), la matriculación

5 U tilización de Internet para hacer la declaración de la renta, infor­


m ación relativa al trabajo ofrecido por las oficin as de em pleo, b en eficio s
sociales (ayudas de hijos/as, becas, prestación por desem pleo), docu­
m entos personales (carné de conducir, pasaporte, etc.), certificados (R e­
gistro Civil incluido), matriculación para estudios (universitarios u otros),
em padronamiento, declaraciones y denuncias a la policía, servicios rela­
cionados con la salud y acceso a bibliotecas públicas.
de estudios universitarios, beneficios sociales, salud y biblio­
tecas. En todos ellos, las usuarias aventajan a los usuarios (con
diferencias entre los tres y los siete puntos porcentuales).
Proporciones similares de utilización (apenas superiores
al 10 por 100 de la población usuaria) se registran en las ges­
tiones relacionadas con la documentación personal o la ob­
tención de certificados oficiales, y en ambos casos, propor­
cionalmente, son más los hombres que las utilizan que las
mujeres. Por último, los servicios menos utilizados, tanto por
unas como por otros, son los relativos al empadronamiento y
las declaraciones y denuncias a la policía.

G rá fic o 20
Servicios de las Administraciones Públicas
utilizados (%)

Declaración de la renta

Trabajo de oficinas de empleo

Beneficios sociales

Documentos personales

Certificados

Matriculación estudios univ. u otros

Empadronamiento

Declaraciones y denuncias a la policía

Servicios relacionados con la salud

Bibliotecas públicas
La situación laboral incide en este capítulo más que la
edad o el nivel formativo. Las personas usuarias ocupadas
tienden a hacer un mayor uso de Internet para gestionar trá­
mites con la Administración, en particular para la declara­
ción de la renta. Quienes carecen de empleo tienden a uti­
lizar Internet en mayor medida que las personas empleadas
para cuestiones relacionadas precisamente con dicha situa­
ción y con su superación (acceso a ofertas de las oficinas
de empleo, mejora de su cualificación mediante la matri-
culación en estudios oficiales o el acceso a bibliotecas pú­
blicas, consulta de información sobre posibles beneficios
sociales). Esta tendencia es más acusada en el caso de las
usuarias sin empleo que en el de los usuarios en igual si­
tuación.

3.3.4. E-formación

Los servicios educativos y formativos a través de Inter­


net constituyen un ámbito con predominio claro de las muje­
res sobre los hombres, aun cuando se trata de usos a los que
recurre una proporción relativamente reducida de intemau-
tas (entre un 5 y un 10 por 100 de casos). Así, hay una ma­
yor predisposición por parte de las intemautas a usar Internet
para incorporarse a todos los tipos de cursos recogidos por la
Encuesta TIC-H, ya sean de educación reglada, dirigidos a
la búsqueda de empleo o de otro tipo. Esta mayor utiliza­
ción de la e-formación por parte de las mujeres se concen­
tra en la franja de menor edad (de dieciséis a treinta y cua­
tro años), destacando la proporción de cursos de formación
reglada y orientados a la búsqueda de empleo. A partir de los
treinta y cinco años, las diferencias entre mujeres y hombres
tienden a difuminarse (Gráfico 21a).
La relación entre el nivel de estudios y el uso de Internet
con fines formativos es clara, en la medida en que éste tiende a
aumentar conforme lo hace aquél. Las personas que hacen un
Mujeres

Hombres
Mujeres

Primaria 1.a etapa v 2.a etapa FPGS Universit.


Secundaria Secundaria

Hombres

Secundaria Secundaria
Mujeres
20 i
18-
16-
14-
12-

Con empleo Sin empleo

Hombres

Con empleo Sin empleo


mayor uso de la e-formación son las que poseen educación uni­
versitaria (Gráfico 21b). Se podría hablar aquí de un círculo vi­
cioso, ya que los mayores conocimientos con que se suele
contar en los niveles educativos superiores —entre los que se
pueden encontrar los tecnológicos— hacen más accesibles
la e-formación y, al mismo tiempo, la e-formación contribu­
ye a aumentar los conocimientos y habilidades de quienes la
utilizan.
Sea cual sea su nivel de estudios, las mujeres hacen un
mayor uso de la e-formación que los hombres, salvo en el
caso de la población con nivel de estudios medios, esto es,
que han finalizado la segunda etapa de secundaria (hombres,
9 por 100, y mujeres, 8,6 por 100).
La situación laboral también influye en el terreno de la
e-formación, dado que la población usuaria sin empleo recu­
rre a estos servicios en mayor medida que la empleada: en
concreto, a los cursos que pueden contribuir a solucionar esa
situación, como son los de educación reglada y los orienta­
dos a la búsqueda de empleo. El denominado «otros cursos»
(que puede dar cobertura a una gran diversidad de oferta for-
mativa) es, sin embargo, más habitual entre las personas usua­
rias con empleo (Gráfico 21c).

3.3.5. E-comercio y e-banca

A diferencia de lo que sucede con la formación y la sa­


lud, los usos de Internet referidos a transacciones electróni­
cas, ya sean reales o financieras (compraventa de bienes y ser­
vicios y banca electrónica), son terreno de predominio clara­
mente masculino (Gráfico 22).
Varios son los factores explicativos que se pueden mane­
jar aquí. Podría aducirse que estos servicios o usos son un
campo en el que los hombres parecen desenvolverse tradi­
cionalmente mejor. Sin embargo, un análisis pormenorizado
ofrece interesantes consideraciones.
G r á f i c o 22
Uso de servicios de Internet: banca electrónica
y compraventa de bienes y servicios (%)

Banca electrónica

Ventas de bienes y servicios

Compras de bienes y servicios

3.3.5.1. E-comercio

El análisis del e-comercio se ha realizado a partir de los


datos relativos a cuatro cuestiones básicas, a saber: 1) si se
ha comprado alguna vez por Internet; 2) momento de la últi­
ma compra; 3) tipo de compra realizada (productos y servi­
cios comprados en los tres últimos meses); 4) motivos para
comprar por Internet.
1) Compra por Internet
Como acabamos de comprobar, el porcentaje de usuarios
y usuarias que realizan transacciones por Internet no se puede
considerar elevado (sólo el 23 por 100 de las internautas y
el 30 por 100 de los internautas). El nivel de estudios y la edad
son dos variables clave para el uso del e-comercio, tanto entre
hombres como entre mujeres (Gráfico 23). Los mayores por­
centajes de compra por Internet se dan entre la población con
formación universitaria (42 por 100 en el caso de las usuarias
y 55 por 100 en el de los usuarios). El comercio electrónico es
más habitual entre las personas jóvenes —y sobre todo entre
los treinta y cinco y los cuarenta y cuatro años—, si bien las
G ráfico 23
Porcentaje de personas que compran por Internet

Por nivel de estudios (%)

Secundaría Secundaría

I i I i
16 a 34 35 a 44 4 5 a5 4 5 5 a6 4 6 5a74

■4------- Mujeres
-■------ Hombres
diferencias entre cohortes no son demasiado grandes hasta los
sesenta y cuatro años, razón que podría llevamos a afirmar
que quienes se encuentran incorporados al e-comercio lo es­
tán prácticamente a cualquier edad. Esta situación es más cla­
ra en el caso de los hombres, mientras que las mujeres presen­
tan una mayor tendencia a disminuir la utilización del comer­
cio electrónico a partir de los cuarenta y cinco años. En
cualquier caso, la desventaja femenina en este terreno es evi­
dente en todas las franjas de edad, oscilando entre los diez y
los dieciséis puntos porcentuales.
También se detecta la influencia —muy superior para las
mujeres que para los hombres— de la situación laboral so­
bre el e-comercio. Si la pauta general es que éste es más ha­
bitual entre las personas ocupadas que entre las desocupa­
das, las diferencias de género en este caso son muy acusa­
das. No sólo la distancia entre quienes realizan o no compras
por Internet es mayor entre las mujeres con y sin empleo
(quince puntos de diferencia) que entre los hombres en igual
situación (seis puntos), sino que incluso los hombres sin em­
pleo recurren más al e-comercio que las mujeres empleadas.
Por el contrario, las mujeres sin empleo son claramente aje­
nas a este servicio que ofrece Internet.
2) Momento de la última compra
Los datos relativos a cuándo se realizó la última compra a
través de Internet corroboran que se trata de un servicio no
muy habitual entre la población intemauta. Aproximadamen­
te una de cada tres personas que ha comprado alguna vez en
Internet lo hizo en el último mes, mientras que más del 40
por 100 no lo ha hecho en los últimos tres meses, lo que indi­
ca un uso más bien esporádico. La incidencia de la edad sobre
la frecuencia de compra por Internet es negativa en el caso de
las mujeres, si bien no ocurre lo mismo entre los hombres. Si se
analiza el caso de quienes han comprado en el último mes, se
observa que las usuarias presentan una relación inversamente
proporcional entre la edad y la frecuencia de compra a partir de
los cincuenta y cinco años de edad, al contrario de lo que suce-
G r á f i c o 24
Ultima compra por Internet realizada en el último mes,
por tramos de edad (%)

------- ♦------- Mujeres


------- ■------ Hombres

de con los e-compradores masculinos, cuyo hábito de compra


tiende a crecer conforme lo hace su edad (Gráfico 24).
La relación del nivel de estudios con la frecuencia de la
compra es más acusada en el caso de los hombres que en el de
las mujeres, las cuales presentan una distribución menos pola­
rizada. En el caso de los usuarios, la proporción de quienes
compraron en el último mes se incrementa en veinticuatro
puntos entre el nivel formativo más bajo y el más alto, mien­
tras que entre las usuarias, esa diferencia es de catorce puntos.
3) Tipo de compra realizada6
Con respecto al tipo de productos y servicios adquiridos
por Internet, observamos que los más comprados son viajes
o alojamiento de vacaciones, seguidos de entradas de espec­
táculos, a considerable distancia de los restantes (Gráfico 25).
Por sexo, las mujeres compraron en mayor medida que los

6 Productos y servicios comprados en los tres últimos meses.


hombres precisamente esos dos tipos de servicios, además
de productos del hogar (comida, menaje) y ropa o material de­
portivo. Por su parte, los hombres compraron en mayor medi­
da que las mujeres productos audiovisuales (vídeos, música) y
relacionados con la informática y/o la electrónica (libros, revis­
tas o material de aprendizaje electrónico, software, videojue­
gos, material informático y electrónico), así como productos
financieros (acciones, valores, seguros, etc.). La participación
en loterías o apuestas tiene un carácter residual.

G r á f i c o 25
Productos y servicios comprados por Internet
(multirrespuesta) (%)

Productos del hogar

Vídeos o música

Libros, revistas o material


de aprendizaje electrónico

Ropa o material deportivo

Software de ordenador
incluidos videojuegos

Material informático

Equipamiento electrónico
incluidas cámaras
Acciones o valores, seguros
u otros servicios financieros

Viajes o alojamiento de vacaciones

Entradas de espectáculos

Loterías o apuestas

Otros productos o servicios


Ta b l a 13
Productos y servicios más comprados por Internet,
por edad, nivel de estudios y situación laboral

Mujeres Hombres

Tramos de edad

16-34 • Viajes. • Viajes.


• Entradas a espectáculos. • Entradas a espectáculos.
• Productos de hogar. • Software, material
• Ropa o material deportivo. informático y electrónico.
• Libros, revistas. • Libros, revistas.
• Ropa y material deportivo.
• Vídeos o música.

35-64 • Viajes. • Viajes.


• Entradas a espectáculos. • Entradas a espectáculos.
• Productos de hogar. • Software y material
• Libros, revistas. informático.
• Libros, revistas.

65 y más • Productos de hogar. • Viajes.


• Ropa y material deportivo. • Entradas a espectáculos.
• Software y material
informático.
• Productos de hogar.

Nivel de estudios

Obligatorios • Ropa y material deportivo. • Viajes.


• Productos de hogar. • Ropa y material deportivo.
• Software y material
informático.

Medios • Viajes. • Viajes.


• Entradas a espectáculos. • Entradas a espectáculos.
• Libros, revistas. • Software y material
informático.
• Vídeos o música.

Universitarios • Viajes. • Viajes.


• Entradas a espectáculos. • Entradas a espectáculos.
• Libros, revistas. • Libros, revistas.
• Productos de hogar. • Material informático
y electrónico.
Mujeres Hombres

Situación laboral

Con empleo • Viajes. • Viajes.


• Entradas a espectáculos. • Entradas a espectáculos.
• Libros, revistas. • Libros, revistas.
• Productos de hogar. • Software, material
informático y electrónico

Sin empleo • Viajes. • Viajes.


• Entradas a espectáculos. • Entradas a espectáculos.
• Ropa y material deportivo. • Material informático.
• Ropa y material deportivo.
• Libros, revistas.

Más allá de la adquisición de viajes, alojamientos y en­


tradas a espectáculos, que son los usos mayoritarios en todos
los tramos de edad, tanto entre mujeres —excepto las de más
de sesenta y cuatro años— como entre hombres, el análisis
del e-comercio en función de las características sociodemo-
gráficas de la población muestra varios elementos coinci­
dentes, tal como recogemos en la Tabla 13.
Las mujeres, con independencia de la edad o el nivel de
estudios, adquieren productos del hogar, con excepción de
las no ocupadas. Los hombres, por el contrario, con inde­
pendencia de la edad o el nivel de estudios, adquieren soft­
ware y material informático, y en ningún caso productos del
hogar (a excepción de los escasos compradores de sesenta y
cinco y más años de edad).
4) Motivos para comprar por Internet
El principal argumento de quienes no compran por In­
ternet es que prefieren acudir a un establecimiento o tienda.
El segundo argumento más señalado es la preocupación por
la seguridad, seguido de la privacidad y de la ausencia de ne­
cesidad de recurrir a Internet para tal fin. Todos los motivos
anteriores son señalados en mayor medida por las mujeres
que por los hombres. Menor importancia se otorga al mal
G r á f ic o 2 6
Motivos de no haber realizado compras por Internet
en el último año (multirrespuesta) (%)

Prefiere comprar
en una tienda

Le preocupa
la seguridad

Le preocupa
la privacidad

No ha tenido
la necesidad

Cree que no
funciona bien

Otros motivos

BH Mujeres H Hombres

funcionamiento del e-comercio como razón para no utilizar­


lo, y éste es el único motivo expresado algo más por los hom­
bres que por las mujeres internautas (Gráfico 26).
El apego a las formas tradicionales de comercio presen­
cial es más acusado entre las personas de más edad y, de he­
cho, este argumento tiende a crecer conforme aquélla lo
hace. En el extremo contrario se sitúa el funcionamiento in­
satisfactorio del e-comercio, que es señalado de manera más
intensa por los internautas más jóvenes, mientras que este
motivo tiende a decrecer conforme aumenta la edad. Las
cuestiones relativas a la seguridad, la privacidad o la falta de
necesidad se sitúan en valores estables (en tomo al 50-70
por 100 de menciones) a lo largo de las distintas edades.
3.3.5.2. E-banca

Al comienzo de este apartado de e-comercio y e-banca, se


comprobó que los hombres usan la banca electrónica en mayor
medida que las mujeres, en concreto, el 36 por 100 de los in-
temautas frente al 26,6 por 100 de las intemautas. Al analizar
esta situación con detenimiento, se comprueba que la utiliza­
ción de la banca electrónica presenta cierta tendencia a aumen­
tar conforme lo hace la edad de la población usuaria (Gráfi­
co 27a). Esta tendencia es más acusada en el caso de los hom­
bres que en el de las mujeres y, de hecho, explica que las dife­
rencias entre ambos aumenten de forma clara y progresiva con
la edad. Entre la población más joven (de dieciséis a treinta y
cuatro años);'hay menos diferencias en el uso de e-banca entre
mujeres y hombres (3,7 puntos), para incrementarse significati­
vamente a partir de esa edad, hasta situarse en tomo a los quin­
ce puntos porcentuales (catorce puntos entre treinta y cinco y
cuarenta y cuatro años, edades en las que se alcanza el máximo
grado de utilización tanto por mujeres como por hombres; die­
cisiete puntos entre cincuenta y cinco y sesenta y cuatro años).
También conforme aumenta el nivel de estudios, aumen­
ta el uso de la e-banca tanto en hombres como en mujeres,
pero también de nuevo se incrementan las diferencias entre
unos y otras (Gráfico 27b). Si en los niveles más bajos (edu­
cación primaria y primera etapa de secundaria) se quedan en
seis puntos, en el grupo con estudios universitarios —preci­
samente el colectivo que utiliza este servicio en mayor pro­
porción— esa diferencia supera los dieciséis puntos porcen­
tuales (55,2 por 100 hombres y 39 por 100 mujeres).
Finalmente, el empleo constituye otro factor clave para
el uso de la banca por Internet, tanto porque es mucho más
habitual entre las personas ocupadas que entre las no ocupa­
das, como porque polariza la diferencia entre mujeres y hom­
bres (Gráfico 27c). Efectivamente, entre las personas sin em-
G r á f ic o 27b
Utilización de la banca electrónica,
por nivel de estudios (%)

Primaria 1.a etapa 2.a etapa FPGS Universit.


Secundaria Secundaria

----- ♦------- Mujeres


----- ■------ Hombres
-------♦------ Mujeres
-------■------ Hombres

pleo las operaciones de e-banca son realizadas por el 20 por 100


de los usuarios y el 16 por 100 de las usuarias (cuatro pun­
tos de diferencia), mientras que entre quienes cuentan con un
empleo, los porcentajes se incrementan hasta prácticamente
el doble, con un 40,1 por 100 de los intemautas ocupados
que hace e-banca frente a un 32,1 por 100 de ocupadas (aquí
se dobla también la desventaja de las mujeres, con ocho pun­
tos de diferencia). '
Como conclusión a este apartado de comercio y banca
electrónicos, podemos apuntar que de la información maneja­
da se deriva que el conjunto de variables que inciden sobre
ellos es amplio. La educación resulta determinante para su uso,
pero en los niveles formativos superiores, las mujeres hacen
menos e-comercio y e-banca que los hombres. Las mujeres jó­
venes compran más, pero se trata de un colectivo con menos
capacidad adquisitiva. El empleo es otro elemento clave, y la
tasa de ocupación femenina es más baja que la masculina.
Todo ello apuntaría, en definitiva, hacia la vinculación de la
mayor presencia masculina en este tipo de actividades con su
también mejor situación en el terreno laboral y social, de lo que
se deriva un mayor dominio de funciones asociadas con ellos,
como las económicas, ahora económico-tecnológicas.

3.4. Mujeres de nacionalidad no española y las TIC

En ocasiones se presenta o describe a las personas de


otras nacionalidades que residen España como un grupo
homogéneo, sin reparar siquiera en las importantes dife­
rencias existentes entre mujeres y hombres. En el caso con­
creto de su relación con las TIC, las mujeres extranjeras
constituyen un colectivo de gran importancia, no sólo por
su número, sino, sobre todo, porque hacen una utilización
mayor y a veces más intensiva de éstas, en particular de In­
ternet.
Comencemos por señalar que en cuanto al acceso al or­
denador e Internet, las mujeres extranjeras han hecho uso de
ambas tecnologías en mayor medida que las españolas, mien­
tras que en el caso de los hombres, sucede justo al contrario
(Tabla 14). Como consecuencia, entre la población extranje-
T a b l a 14
Población que ha utilizado alguna vez el ordenador
e Internet, por nacionalidad (%)

Nacionalidad
Diferencia
esp.-extr.
Española Extranjera

Ordenador Mujeres 57,9 60,6 -2 ,7


Hombres 63,3 61,1 2,2
Diferencia M-H -5 ,4 -0,5 -4 ,9

Internet Mujeres 49,4 54,6 -5 ,2


Hombres 55,9 54,3 1,6
Diferencia M-H -6,5 0,3 -6 ,8
ra las diferencias entre mujeres y hombres son considerable­
mente más reducidas (0,5 puntos de desventaja femenina en
el caso del ordenador y 0,3 de ventaja en el acceso a Inter­
net) que entre la población española (5,4 puntos y 6,5 puntos
de desventaja femenina, respectivamente).
Si entramos de lleno en el terreno de Internet, compro­
bamos (Tabla 15) que las mujeres extranjeras tienen una ma­
yor e-experiencia que las españolas (tres puntos en el tramo
de más de cinco años de experiencia) y que las diferencias en
este capítulo respecto de los hombres son menores (casi
un 50 por 100 inferiores).

T a b l a 15
E-experiencia, por nacionalidad (%)

Nacionalidad
Desde cuándo Diferencia
usa Internet esp.-extr.
Española Extranjera

Mujeres Menos de 1 año 9,2 9,2 0,0


Más de 1 año y menos de 3 21,5 27,5 -6 ,0
Más de 3 y menos de 5 29,0 19,8 9,2
Más de 5 años 40,3 43,5 -3 ,2

Hombres Menos de 1 año 7,7 11,4 -3,7


Más de 1 año y menos de 3 17,6 19,5 -1 ,9
Más de 3 y menos de 5 27,0 21,8 5,2
Más de 5 años 47,8 47,4 0,4

Diferencia M-H: Más de 5 años -7,5 -3 ,9 -3 ,6

No obstante, los datos sobre la e-intensidad (Tabla 16)


matizan la información anterior. Si bien la gran mayoría de
la población usuaria, tanto española como extranjera, ha uti­
lizado Internet en el último mes, las usuarias extranjeras pre­
sentan una desventaja clara en esta categoría con respecto a
las mujeres españolas y a los hombres extranjeros (de ocho
puntos y diez puntos, respectivamente). Además, las mujeres
extranjeras presentan una propensión más baja a conectarse
a Internet a diario (40 por 100), y aquí son superadas tanto
por las mujeres españolas como por los hombres extranjeros,
y registran diecisiete puntos de diferencia con respecto a los
hombres españoles. No obstante, entre quienes hacen un uso
más intensivo de Internet —superior a veinte horas semana­
les—, las mujeres extranjeras aventajan a las españolas
(15 por 100, frente a 8 por 100).
T a b l a 16
E-intensidad, por nacionalidad (%)

Nacionalidad
Diferencia
esp.-extr.
Española Extranjera

U tiliz a c ió n e n e l ú ltim o m e s
• Mujeres 83,6 75,7 7,9
• Hombres 88,5 85,7 2,8
• Diferencia M-H - 4 ,9 -10,0 5,1

F r e c u e n c ia d e u so d ia r ia
o a l m e n o s 5 d ía s a la s e m a n a
• Mujeres 45,2 40,3 4,9
• Hombres 57,3 44,9 12,4
• Diferencia M-H -12,1 -4 ,6 -7 ,5

T ie m p o a p r o x im a d o d e u so
d e m á s d e 2 0 h o ra s p o r sem an a
• Mujeres 8,0 15,0 -7 ,0
• Hombres 13,9 10,3 3,6
• Diferencia M-H -5 ,9 4,7 -1 0 ,6

También el lugar desde el que se accede a Internet in­


fluye en la intensidad y en el uso que se hace de ella. En
ese sentido, si bien la vivienda —propia o no— es el prin­
cipal lugar de acceso a Internet para usuarias y usuarios
(Tabla 17), lo es menos para las personas extranjeras (es­
pecialmente para los hombres). Las diferencias son más
acusadas en el acceso desde el centro de trabajo (donde la
proporción de españoles —y sobre todo de españolas—
prácticamente dobla a la de extranjeros) y desde los ci-
bercafés y locutorios (donde sucede justo al contrario: es
el segundo lugar más utilizado por las personas extranje­
ras, que se conectan desde ahí casi cuatro veces más que
las españolas).

T a b l a 17
Lugar de uso de Internet, por nacionalidad (%)

Nacionalidad
Diferencia
esp.-extr.
Española Extranjera

Mujeres Su vivienda 66,0 58,5 7,5


Otra vivienda 29,4 31,2 -1 ,8
Centro de trabajo 44,8 24,8 20,0
Centro de estudios 16,2 12,2 4,0
Centro público 12,2 11,6 0,6
Cibercafé o similar 8,6 35,7 -27,1
Otro lugar 2,2 7,5 -5 ,3

Hombres Su vivienda 71,1 53,6 17,5


Otra vivienda 29,8 23,7 6,1
Centro de trabajo 49,0 29,6 19,4
Centro de estudios 13,7 7,2 6,5
Centro público 10,7 19,5 -8 ,8
Cibercafé o similar 11,4 43,7 -32,3
Otro lugar 2,6 3,2 -0 ,6

En definitiva, podemos afirmar que las mujeres extran­


jeras están incorporadas a las TIC en mayor grado que las
españolas y que la brecha de género, aun existiendo, es
más reducida que entre estas últimas. No obstante, por lo
general, la mayoría de ellas hace un uso de Internet algo
más esporádico y menos intensivo, excepto entre quienes
se conectan durante más de veinte horas semanales. Ade­
más, las diferencias en cuanto a especialización laboral y
dotación tecnológica de los hogares presentan una inciden­
cia clara sobre el lugar desde el que españoles y extranjeros
acceden a Internet.
El análisis que se ha realizado en estas páginas, nos per­
mite concluir que el impacto de la difusión de las TIC sobre las
mujeres presenta importantes diferencias con respecto a sus
homólogos masculinos. Aun cuando las mujeres no consti­
tuyen un grupo homogéneo, es patente que tales diferencias
de género responden a motivos y factores que van mucho
más allá de la diversidad de cada colectivo, y que están di­
rectamente conectadas con las condiciones en las que la
construcción de la sociedad de la información y el conoci­
miento está teniendo lugar. Se hace, por tanto, inevitable ha­
blar de brecha digital de género, de aquella que impide que
la mujer se incorpore y participe en la SI en igualdad de con­
diciones y que, por tanto, constituye una barrera para lograr
la igualdad de oportunidades. Una brecha que presenta di­
versos niveles.
En primer lugar, la brecha digital de género es una bre­
cha de acceso a las TIC. Aunque el volumen de población
usuaria de Internet ha aumentado de forma considerable en
los últimos años, tanto en Europa como en España, el por­
centaje de mujeres intemautas está todavía muy por detrás
del de los hombres y, lo que es más grave, estas diferencias,
en lugar de acortarse, se estancan o se amplían.
Además, la incorporación femenina a Internet es menos
intensiva (con menor frecuencia y por menos tiempo) que la
de los hombres. Esta situación estaría relacionada con la me­
nor disponibilidad de tiempo libre de las mujeres, una tasa
más baja de incorporación al mercado laboral y al empleo, o
su ubicación en entornos profesionales menos informatiza­
dos. Todo lo cual conlleva mayores dificultades para el acce­
so y el uso de ordenadores e Internet.
Sobre la menor incorporación de las mujeres al ciberespa-
cio inciden también otros factores, entre los que destacan unos
niveles más bajos de e-formación. De hecho, se ha detectado
que la brecha digital de género también es una brecha defor­
mación (alfabetización digital y capacidades). El acceso a las
TIC no queda garantizado por una mayor disponibilidad de
ordenadores, sino que también es necesario poseer capacida­
des que permitan hacer uso de ellas y aprovechar sus poten­
cialidades. Es precisamente en este terreno, el de las habilida­
des, donde aparece la segunda brecha digital de género —que
mostrará sus consecuencias en los usos de las TIC.
Además de tecnología, son necesarios el conocimiento y
el interés. Un paso esencial sería la alfabetización digital en
las escuelas, aunque también es clave la formación tecnoló­
gica de las mujeres que ya están en el mercado de trabajo, así
como las campañas de formación digital dirigidas a los co­
lectivos de mujeres con más dificultades de acceso (amas de
casa o mayores). No se trata sólo de acceder a la red, sino de
poder rentabilizar al máximo los recursos que ofrece. Como
consecuencia, la adquisición de conocimientos TIC implica
esfuerzos de capacitación que supondrían no sólo una e-for-
mación «elemental», sino también la adquisición de habilida­
des que permitan a las mujeres usar las tecnologías con fluidez
y soltura. Existen además diferencias significativas en los usos
que mujeres y hombres hacen de las TIC, por lo que, en tercer
lugar, se puede señalar que la brecha digital de género es una
brecha de usos, especialmente patente en el caso de aquéllos
como el comercio o la banca electrónicos o los más vinculados
al consumo y al ocio, todos ellos mucho más empleados por
los hombres que por las mujeres, frente al mayor uso que éstas
hacen de servicios relacionados con el bienestar social, como
formación, empleo e información sobre temas de salud. Estas
diferencias en los usos (a su vez, conectadas con las de acce­
so, formación y habilidades) implican importantes diferencias
cualitativas, que delimitan la existencia de la mencionada se­
gunda brecha digital de género.
Segunda brecha digital que, además de ser indicativa de
la desigualdad social existente, se constituye en barrera para
la plena y efectiva incorporación de las mujeres a la SI, y
pone de manifiesto la necesidad de impulsar mejoras, tanto
en la formación y en la adquisición de capacidades tecnoló­
gicas de las propias mujeres, como en la oferta de conteni­
dos de la red (dirigida, por ahora, fundamentalmente a un
público masculino), de tal manera que motiven, en términos
de acceso y uso, tanto a hombres como a mujeres. Son pre­
cisamente las brechas digitales de género señaladas sobre las
que han de llevarse a cabo las principales iniciativas, en las que
deben involucrarse todos los agentes implicados en la SI, y
muy especialmente los entes públicos.
Reducir, y en última instancia eliminar, la brecha digital
de género será indudablemente beneficioso tanto para las
propias mujeres como para el sector TIC y la sociedad en su
conjunto. Se hace necesario también continuar profundizan­
do, a través de la investigación, tanto en los factores deter­
minantes de la inclusión digital de las mujeres como en los
obstáculos que para ello encuentran. Es fundamental, por úl­
timo, que la perspectiva de género esté presente en las po­
líticas de SI, y, a su vez, que la SI lo esté en las políticas de
género. Todo ello con objeto de que la sociedad de la in­
formación responda a las necesidades y expectativas de las
mujeres, y haga que se sientan ciudadanas activas en el cibe-
respacio y que se constituyan en protagonistas de pleno de­
recho (inclusión real frente a inclusión formal) de la SI del
siglo XXI.

B ib l io g r a f ía

B onder, G., Las nuevas tecnologías de la información y las mu­


jeres: reflexiones necesarias, Santiago de Chile, Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), División
Mujer y Desarrollo, Serie Mujer y desarrollo, núm. 39, 2002,
http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/6/10626/lcll742e.pdf
[fecha de consulta: mayo de 2008].
C ast a ñ o , C., Las mujeres y las tecnologías de la información: In­
ternet y la trama de nuestra vida, Madrid, Alianza, 2005.
C ast a ñ o , C.; M artín , J. y V á zq u e z , S., «La “e-inclusión” y el
bienestar social: una perspectiva de género», Revista de Eco­
nomía Industrial, núm. 367, Retos y oportunidades para el
sistema productivo español, 2008, págs. 139-152. Disponible
en http://www.mityc.es [fecha de consulta: mayo de 2008].
C ast a ñ o , C. y T orre , M., «Diferencias de género en el acceso y
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Español de Sociología, Barcelona, Federación Española de
Sociología, 2007.
C ast a ñ o , C. et al, Observatorio e-igualdad. Informefinal, 2007,
disponible en http://www.e-igualdad.net [fecha de consulta:
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H afk in , N., «Women, gender and ICT statistics and indicators»,
en N. Hafkin, y S. Huyer (eds.), Cinderella or Cyberella?: em-
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Kumarian Press, 2006, págs. 51-69.
H a f k in , N. y H u y e r , S. (eds.), Cinderella or Cyberella?: empo-
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H a fk in , N. y T a g g a r t, N., Gender, Information technology and
developing countries: an analytical study, s. 1., Office of Wo­
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Development, 2001.
M arg o lis , J. y F isher , A., UnlocHng the clubhouse: women in
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M il l a r , J. y Ja g g e r , N., Women in ITEC courses and career:
final report, Birmingham, University of Sussex, 2001.
OCDE, ICTs andgender, DSTI/ICCP/IE(2006) 9/Final, París, OCDE,
2007, http://www.0ecd.0rg/data0ecd/l 6/33/38332121 .pdf
[fecha de consulta: mayo de 2008].

A nexo m e t o d o l ó g ic o

Trabajar con la Encuesta TIC-H del INE ha puesto de mani­


fiesto la existencia de aspectos metodológicos susceptibles de ser
mejorados. Las tablas contenidas en la página web del INE, que
constituyen la referencia fundamental sobre esta encuesta y la vía
de acceso más inmediata a ella, presentan algunos problemas
como:
a) Limitaciones en los datos desagregados por sexo: la varia­
ble sexo sólo se ofrece cruzada con determinadas variables, y ésa
es selección muy limitada para nuestro análisis. Es más, general­
mente, recogen porcentajes horizontales desagregados por sexo en
relación con distintas variables; sin embargo, no sólo no presenta
información relativa a la concentración de hombres y mujeres en
cada categoría, sino que además no ofrece datos absolutos. Todos
estos aspectos limitan las posibilidades de análisis y de hacer
comparaciones.
b) Respuestas no recodificadas en variables importantes: es
el caso de respuestas del tipo «otros motivos», que pueden agru­
par una diversidad de respuestas cuyo significado concreto se
pierde y que a veces afectan a porcentajes significativos de la
muestra (incluso superiores al 10 por 100 del total).
c) Dificultad para presentar comparaciones a lo largo del
tiempo: pueden presentarse fotos de la situación, pero no la se­
cuencia, ya que la disponibilidad de datos es menor conforme nos
alejamos en el tiempo.
Estas dificultades hicieron aconsejable, en el curso de la in­
vestigación que dio origen a la presente publicación, ir más allá de
la utilización directa de las tablas elaboradas por el INE, por lo
que se optó por acceder a todos los datos de la Encuesta TIC-H y
no solamente a los presentados en su página web. Para ello, se des­
cargaron los «microdatos» de la encuesta correspondientes al pri­
mer trimestre de 2006, y se transformó el fichero ASCII original
en otro en SPSS, con el fin de poder operar con los datos. Poste­
riormente contrastamos la base de datos así obtenida con los re­
sultados ofrecidos por el INE en su página web, lo que nos llevó a
detectar una nueva serie de problemas:
a) El INE presenta sus elaboraciones con datos extrapolados
al total nacional y, como consecuencia, se detectan ciertos desa­
justes con respecto a nuestra base de datos, cuya población conti­
nuaba siendo la de los casos de la encuesta.
b) En ocasiones, el INE presenta o bien cifras absolutas o
bien porcentajes, por lo que se pierde mucha información, y es di­
fícil establecer comparaciones con nuestra base de datos.
c) Como ya se ha dicho, la variable sexo aparece cruzada con
otras variables en muy pocas ocasiones. Este hecho dificulta com­
paraciones con los microdatos.
Para superar estas otras dificultades, poder contrastar los da­
tos de nuestra base con los presentados en la web del INE y, en úl­
timo término, asegurar la fiabilidad de los datos que manejamos,
confirmamos con el INE que la diferencia entre ambas elabora­
ciones era consecuencia del proceso de extrapolación que se rea­
liza al total de la población nacional. Ello implica un importante
riesgo de incurrir en errores al emplear la nueva base de datos, so­
bre todo al profundizar en los cruces y desagregaciones de datos,
debido a la inevitable pérdida progresiva de casos. Como conse­
cuencia, procedemos a aplicar los correspondientes factores de
elevación muestral, uno para los individuos y otro para los hoga­
res, para obtener así una nueva base correctamente ponderada. Ha
sido mediante la explotación y el análisis de esta última como se
han obtenido los resultados mostrados en este capítulo.
C a p ít u l o 3

Sistema de Indicadores de Género y TIC (SIGTIC):


hacia la descripción de la e-inclusión
Ju a n M a r t ín

1. In t r o d u c c ió n

Como ya se ha indicado, esta publicación deriva de los


resultados alcanzados en el marco del Proyecto e-igualdad,
el cual tiene entre sus objetivos —en particular para el Ob­
servatorio desarrollado por el equipo de la UCM— contri­
buir a mejorar el sistema de información disponible sobre
TIC y género, mediante el desarrollo de indicadores especí­
ficos más adecuados, que permitan superar las actuales limi­
taciones1de los datos a la hora de reflejar y explicar la situa­
ción de la sociedad de la información (SI) y las tecnologías
en nuestro país desde una perspectiva de género.

1Que han sido puestas de manifiesto en el capítulo anterior.


La necesidad de contar con indicadores más complejos
en este campo se sustenta sobre la evidencia de que sólo a
partir de un conocimiento exhaustivo de la situación, será
posible evaluar la relación de mujeres y hombres con las TIC
y por qué éstas les afectan de manera diferente. Contar con
información adecuada es un prerrequisito para construir una
sociedad de la información en igualdad: «sin datos no hay
visibilidad»2.
Ningún indicador por sí solo puede revelar todos los as­
pectos relativos a la desigualdad de género en la SI. Tampo­
co la reiteración de varios de ellos. Limitar el análisis a una
enumeración de las diferencias existentes entre mujeres y
hombres en cuanto al acceso e incluso el uso de las TIC arro­
ja una visión muy limitada de la situación. Una manera de
superar tales dificultades es desarrollar y emplear indicado­
res compuestos, capaces de medir de una forma agregada el
impacto comparativo de la SI sobre mujeres y hombres. Con
esa finalidad hemos desarrollado el Sistema de Indicadores
de Género y TIC (SIGTIC) que se presenta en este capítulo.
En el caso concreto de nuestro país, la fuente de informa­
ción de referencia es la Encuesta sobre equipamiento y uso
de tecnologías de información y comunicación en los hoga­
res (TIC-H), del INE. En ella se ofrecen datos a partir de los
cuales se puede describir la situación de la SI en España y la
posición que respecto a ella y las TIC ocupan mujeres y hom­
bres, desde una perspectiva fundamentalmente cuantitativa
que no permite apreciar en su totalidad las implicaciones que
de ella se derivan. El resultado es la minusvaloración del al­
cance de la brecha digital de género.
Como se ha expuesto en el capítulo anterior, existe una
situación de desventaja femenina respecto a los hombres en
el terreno de las TIC, que se comprueba en la práctica totali­
dad de los aspectos analizados. No obstante, las diferencias

2Hafkin, 2006, pág. 51.


entre uno y otro sexo pueden dar la impresión de consistir en
márgenes relativamente reducidos e incluso aleatorios, cuan­
do no de que la tendencia en el tiempo es hacia su reducción
o final desaparición. Nada más lejos de la realidad. Esa fal­
sa impresión se deriva de tratar a las distintas variables de la
encuesta como una sucesión de datos de consecuencias más
o menos similares. La consideración aislada de las variables
limita el análisis a las diferencias de acceso y uso de mujeres
y hombres, lo que ofrece una visión muy limitada de la si­
tuación que no refleja el grado de desigualdad de género
existente en la SI.
Se hace imprescindible analizar de manera comparada y
global los efectos de la SI sobre las mujeres y los hombres.
Para ello, es necesario diferenciar tales variables en función de
su desigual naturaleza y, por tanto, del impacto sobre la situa­
ción de desigualdad de género y su virtual superación. Lo cual
supone transformar esas variables en indicadores capaces de
contener información no sólo de tipo cuantitativo, sino también
cualitativo, en función de su diferente alcance, lo que, a su vez,
ha de corresponderse con una valoración también desigual3.

2. M e t o d o l o g ía

Nuestro objetivo es construir un indicador compuesto o


sintético de la e-inclusión o su reverso, la desigualdad de gé­
nero en la SI. El método que hemos empleado se basa en la
asignación de valores diferentes a cada una de las categorías
de las variables consideradas de la Encuesta TIC-H. Ello su­
pone otorgar una puntuación diferente y consecutiva a cada
una de las posibles respuestas a las preguntas planteadas en
la encuesta que se ha seleccionado.

3 Otros desarrollos en este sentido se pueden encontrar en Caprile,


2004; Eurostat, 2005; International Telecommunication Union, 2006;
Orbicom, 2005, y SIBIS, 2003.
El resultado es la obtención, no ya de una sucesión de
casos distribuidos entre categorías similares, sino de un
conjunto de variables ponderadas en función de valoracio­
nes de carácter cualitativo. Al mismo tiempo, se logra obte­
ner una presentación sintética de esas variables antes com­
puestas por varias categorías, en definitiva, disponer de una
calificación definida o puntuación para cada concepto ana­
lizado.
En el desarrollo de esta metodología, nos hemos encon­
trado con dos tipos de variables4, a las que ha habido que
prestar un tratamiento diferenciado:

— Por una parte, aquellas que ya en sí mismas presen­


tan una estratificación de categorías (o respuestas)
que contienen de manera implícita una valoración
diferente entre opciones, a partir de la cual asignar
valores (puntuaciones) de manera consecutiva. Son
variables que podemos denominar ordinales. En ellas
la aplicación de ponderaciones se puede realizar de
forma directa. Es el caso de la info-habilidad, la e-ex-
periencia, la e-habilidad, la e-intensidad o la frecuen­
cia del e-comercio.
— Por otra parte, aquellas en las que no es posible ha­
cer una asignación directa de diferencias de valor
entre opciones, por tratarse de respuestas en las
que se recoge un número acumulado de menciones
entre las que no hay diferencias cualitativas o son
difícilmente atribuibles. Es el caso de algunos de
los usos de Internet, tales como los servicios de
e-comunicación, de e-información/ocio, de e-ad-
ministración o del tipo de productos adquiridos

4 La definición y descripción de estas variables se incluye en la Ta­


bla 1. Parauna información más detallada, puede consultarse en el capí­
tulo 2 de este libro.
mediante el e-comercio. Estas variables cardinales
requieren un tratamiento previo a su ponderación,
consistente en recodificarlas en función de la acu­
mulación progresiva de menciones. La hipótesis que
utilizamos aquí es la de que una mayor proporción
de menciones es indicativa de una mayor diversi­
dad de utilización, lo que, a su vez, requiere una
valoración más alta.

Una vez homologados ambos tipos de variables para su


tratamiento cualitativo, se procede a asignar valores a las dis­
tintas categorías, de mayor a menor. Hay que advertir que los
valores asignados no son representativos de estimaciones
empíricas, sino el medio de conseguir una cuantificación di­
ferenciada de acuerdo con la hipótesis de su alcance desi­
gual.
La base de cálculo son los porcentajes de casos válidos
en los que se distribuyen las respuestas de usuarias y usua­
rios de las TIC aportados por la Encuesta TIC-H. Se trata,
por tanto, de individuos que afirman haber utilizado la
tecnología en cuestión (el ordenador o Internet), no del to­
tal de la población de España. Trabajar con población usuaria
implica ya de entrada un acercamiento hacia el terreno de
la segunda brecha digital de género, determinada no sólo
por las diferencias en el acceso a las TIC, sino respecto de
su utilización.
La multiplicación de esos porcentajes por los respectivos
valores asignados ofrece unos coeficientes para cada catego­
ría de la variable dada. La suma de los coeficientes arroja un
valor final o puntuación que —en virtud de la hipótesis aquí
planteada— es una valoración sintética del concepto conte­
nido en cada variable y expresión de la posición relativa de
mujeres y hombres al respecto.
En la Tabla 1 se recogen las variables consideradas. Y en
la Tabla 2 se ofrece un ejemplo típico de cómo han sido ope­
radas.
Ta b l a 1
Variables SIGTIC5
Concepto Definición Variables Valores

E-experiencia Experiencia en el uso Desde cuándo usa 1a4


de Internet Internet

Info-habilidades Habilidades Tipo de tareas 1 a3


informáticas realizadas relacionadas
con el ordenador

E-habilidades Habilidades relativas Tipo de tareas 1a6


a Internet realizadas relacionadas
con Internet

E-intensidad Intensidad de uso Última utilización (1 a 4) x 1


de Internet de Internet

Frecuencia de uso de (1 a 4) x.2


Internet

Tiempo aproximado (1 a 4) >{c 3


de uso de Internet

E-comunicación Diversidad de Número de servicios 1 a4


servicios de utilizados
comunicación
utilizados

E-información/ Diversidad de Número de servicios 1a5


ocio servicios de utilizados
información
u ocio utilizados

E-administración Diversidad de Número de servicios 1 a4


servicios de la utilizados
Administración
utilizados

E-comercio Intensidad de uso Última utilización 1 a4


del e-comercio
Número de productos 1 a4
adquiridos

5 La fuente de las tablas y gráficos de este capítulo es C. Castaño


et al, 2007.
Ta b l a 2
E-experiencia

Respuestas Diferencia
Coeficientes
válidas (%) M-H
E-experiencia Valor
Muj. Homb. Muj. Homb. Puntos %

Menos de 1 año 9,2 7,9 1 9,2 7,9


Más de 1 año y menos de 3 21,8 17,7 2 43,7 35,4
Más de 3 y menos de 5 28,4 26,7 3 85,3 80,0
Más de 5 años 40,5 47,7 4 162,0 191,0

Total 100 100 300,2 314,3 -14,1 95,5

3. H a c ia l a d e s c r ip c ió n d e l a e - in c l u s ió n

3.1. E-experiencia

Comenzando por la experiencia en el uso de Internet, o


e-experiencia, de las cuatro categorías establecidas por la
Encuesta TIC-H para medir el tiempo que hace que se viene
utilizando esta tecnología (que abarcan desde más de cinco
años a menos de uno), hemos asignado valores consecutivos
desde el uno al cuatro, de tal manera que resulta sobrepon-
derada la posesión de una mayor experiencia.
Precisamente es la categoría de mayor antigüedad de
utilización aquella en la que la diferencia entre mujeres y
hombres, a favor de éstos, es más acusada, mientras que la
proporción de usuarias es mayor que la de usuarios en to­
das las restantes, que a su vez tienen una valoración más
reducida.
Como resultado de ese proceso de ponderación diferen­
ciada y agregación, la puntuación obtenida para las mujeres
y hombres que han utilizado la red en alguna ocasión es
de 300 y 314 puntos, respectivamente. En términos relativos
—de ellas respecto de ellos— esa diferente puntuación su-
pone una diferencia de 4,5 puntos porcentuales de desventa­
ja de las mujeres respecto a los hombres en cuanto a la e-ex-
periencia.
G r á f ic o 1
E-experiencia

3.2. Info-habilidades y e-habilidades

En el terreno de las habilidades TIC, la situación de des­


ventaja femenina es aún mayor. En el caso de las relaciona­
das con la utilización del ordenador o info-habilidades, la
brecha es de casi veinte puntos porcentuales, y es más acu­
sada en cuanto a las habilidades relativas al uso de Internet,
o e-habilidades, donde la puntuación obtenida por las usua­
rias sólo alcanza el 78,8 por 100 de la de los usuarios.
Para el cálculo de las info-habilidades, hemos agrupado
las tareas informáticas realizadas en tres categorías de acuer­
do con su respectivo grado de intensidad tecnológica, y les
hemos asignado valores distintos en función de ese mismo
criterio, tal y como se describe a continuación:
— Info-habilidades básicas: copiar o mover ficheros o
carpetas; usar cortar y pegar en un documento; usar
fórmulas aritméticas simples en una hoja de cálculo.
Valor: 1.
— Info-habilidades intermedias: comprimir ficheros; co­
nectar o instalar dispositivos como un módem o una
impresora. Valor: 2.
— Info-habilidades avanzadas: escribir un programa usan­
do un lenguaje de programación. Valor: 3.

Como se aprecia en el Gráfico 2, las puntuaciones así


obtenidas son de 455 puntos para las usuarias de ordenador
y de 557 para los usuarios, es decir, que las info-habilidades
de ellas se sitúan en el 82 por 100 de las de ellos.

G r á f ic o 2
Info-habilidades

En el caso de las e-habilidades, no se ha realizado una


agrupación previa de categorías, ya que resulta más aventu­
rado establecer los límites de clasificación entre ellas. Sí ha
sido posible asignar valores distintos de manera consecutiva
en función del progresivo incremento de conocimiento o ha­
bilidad tecnológica que implican, y se obtiene así una grada­
ción sencilla de seis categorías con valores del uno al seis:

— Utilizar buscadores de información. Valor: 1.


— Enviar correo-e con ficheros adjuntos. Valor: 2.
— Participar en chats, grupos de noticias, foros. Valor: 3.
— Realizar llamadas telefónicas por Internet. Valor: 4.
— Compartir ficheros. Valor: 5.
— Crear páginas web. Valor: 6.
G r á f ic o 3
E-habilidades
700

600

500

400

300

200 -

100 -

Como se ha advertido, en este caso la desventaja feme­


nina (veintiún puntos porcentuales) es aún mayor —aunque
similar— que en el de las info-habilidades.
3.3. E-intensidad

Para el análisis de la intensidad de uso de Internet, o


e-intensidad, se consideran tres variables cuyos resultados se
combinan, a su vez, en fruición de la mayor o menor valora­
ción relativa que se les otorga según la valoración cualitativa
de su significatividad sobre dicha intensidad de uso. Se trata
del momento de última utilización de Internet, la frecuencia
semanal de uso y el tiempo aproximado de uso, medido en
número de horas de conexión.
Primero se calculan sus respectivos coeficientes y puntuacio­
nes, y se asignan valores de acuerdo con la siguiente estructura:

Ta b l a 3
E-intensidad: variables

Variable Categoría Valor

Última utilización En el último mes 4


Más de 1 mes-menos de 3 3
Más de 3 meses-menos de un 1 año 2
Más de 1 año 1

Frecuencia de uso Diariamente-5 días por semana 4


Todas las semanas pero no diariamente 3
Al menos una vez al mes-no todas las semanas 2
No todos los meses 1

Tiempo de uso Más de 20 horas 4


Entre 5 y 20 horas 3
Entre 1 y 5 horas 2
1 hora o menos 1

Como se puede comprobar en los gráficos que siguen, la


diferencia en detrimento de las mujeres tiende a aumentar des­
de la primera a la última de estas tres variables consideradas: es
de apenas tres puntos en cuanto al momento de última utiliza­
ción de Internet, de seis puntos para la frecuencia semanal y de
diez puntos en el caso del número de horas empleadas.
376,8
M/H: 97,3 %

350

n
300-

250-
■I
200-

150 -

100- ü
Última utilización

400-
M/H: 93,8 %

350-
317,4

300-

250-

200-

150-

Frecuencia de uso
Tiempo de uso

Para el cálculo agregado de la e-intensidad a partir de


esas tres variables, se combinan sus resultados, y se les asig­
nan, a su vez, valores de forma consecutiva: momento de últi­
ma utilización (valor 1), frecuencia semanal de uso (valor 2)
y tiempo aproximado de uso (valor máximo de 3 puntos).
Como resultado, la valoración de la e-intensidad en su
conjunto indica la existencia de una diferencia de siete pun­
tos porcentuales entre usuarias y usuarios, por supuesto, en
contra de las mujeres (Gráfico 5).

3.4. Los usos de Internet: e-comunicación,


e-información/ocio y e-administración
En el análisis de los usos que se hacen de Internet (e-co-
municación, e-información/ocio y e-administración), y ante
las ya aludidas dificultades para establecer diferencias cuali­
tativas entre unos usos y otros, se ha optado por atender al
número de servicios utilizados como indicador del grado de
diversificación de su utilización. Lo cual podría, por exten-
sión, entenderse como indicativo del grado de penetración
de Internet como vía de acceso a tales servidos.
El procedimiento seguido —que qued£ recogido en la
Tabla 4— ha consistido, en primer lugar, en la agrupación de
los casos en categorías diferenciadas, en función de la acu­
mulación de menciones que presentan, para, a continuación,
asignarles valores de manera consecutiva.
Los resultados así obtenidos muestran que las diferen­
cias entre usuarias y usuarios en cuanto al uso que hacen de
Internet son menos acusadas que en el caso de las condicio­
nes de acceso anteriormente expuestas. No obstante, tam­
bién aquí se mantienen las ventajas de los usuarios sobre las
usuarias, con unos márgenes que oscilan entre los cinco pun­
tos de diferencia a favor de los hombres en el caso de la
utilización de servicios de información y ocio —los más
asociados con el tiempo libre y el consumo— y la práctica
igualdad en los trámites con las Administraciones Públicas
(Gráficos 6 a 8).
T a b la 4
Usos de Internet

Variable/Categoría Valor

E-comunicación: número de servicios utilizados 1 1


2 2
3 3
4 4

E-información/ocio: número de servicios utilizados 1 1


2 2
3 3
4 4
5 5

E-administración: número de servicios utilizados 1 1


2 2
3 3
4 om ás 4

G r á f ic o 6
E-comunicación
G rá fic o 8
E-Administración
180
M/H: 99,9 %
170

160

150

140

130

120

110

100
3.5. E-comercio

En el caso concreto del comercio por Internet, hemos em­


pleado dos variables de características diferentes, como son el
momento en que se realizó la última compra y el tipo —o me­
jor dicho, la cantidad— de productos adquiridos, para llegar
a una valoración final agregada del e-comercio.
En el primer caso, se trata de una variable de tipo ordi­
nal, con una diferenciación clara entre categorías en función
del tiempo transcurrido desde la última adquisición, de lo
que se deduce que a menor tiempo transcurrido, mayor valo­
ración asignada.
En el segundo, volvemos a encontramos con una varia­
ble cardinal en la que es especialmente arriesgado establecer
diferencias de valor entre productos adquiridos. Por esa ra­
zón empleamos de nuevo el método seguido en los otros
usos de Internet anteriormente descritos y que se basa en el
número acumulado de menciones —en este caso, número de
productos comprados— como indicador del grado de diver­
sidad o penetración.
De esta manera, puede comprobarse que, mientras que
apenas existe diferencia entre las mujeres y los hombres
que han realizado e-comercio en cuanto al moménto de la
última compra, sí que se detecta una importante diferencia
de catorce puntos porcentuales en detrimento de las usua­
rias al considerar el número de productos adquiridos, esto
es, el grado de diversificación del comercio por Internet
(Gráfico 9).
Combinando ambas variables mediante la suma de sus
respectivas puntuaciones, podemos establecer una valora­
ción conjunta del e-comercio en nuestro país desde una pers­
pectiva de género, según la cual las mujeres se encuentran
casi siete puntos por debajo de los hombres en este terreno
(Gráfico 10).
G rá fic o 9
E-comercio: momento de la última compra
y productos adquiridos

Cantidad de productos
550 -

500 -

450-

400-

350-

300-

250-

200-

150 -

100 -

4. C o n c l u sio n e s

A tenor de los datos mostrados, podemos afirmar que


vuelve a ponerse de manifiesto la existencia de una situación
de desventaja de las mujeres respecto de los hombres en el
campo de las TIC y, de manera concreta, en el acceso y uso
de Internet, que —como se detalla en la Tabla 5— se refleja
en la totalidad de las variables analizadas.
Y lo que es más importante, que no se trata sólo de una
desventaja cuantitativa, determinada por la proporción de
personas que acceden a las TIC, sino también de una des­
ventaja cualitativa que afecta de manera decisiva a quienes
ya están incorporados a estas tecnologías y que marca una
situación de desigualdad, de desigualdad de género.
Las implicaciones de dicha situación son, por tanto, más
significativas de lo que en primera instancia reflejan los da­
tos que se emplean habitualmente.
Ta b l a 5
Resumen de resultados

Puntuación
Concepto
Mujeres Hombres M/H

E-experiencia 300 314 95,5 %


Info-habilidades 455 557 81,7%
E-habilidades 526 668 78,8 %
E-intensidad 1652 1775 93,1 %
E-comunicación 162 169 95,6 %
E-información/ocio 268 284 94,6 %
E-administración 174 174 99,9 %
E-comercio 469 502 93,4 %

Total e-inclusión 4006 4443 90,2 %

Para confirmarlo, sería posible —llevando la aplicación


de la metodología SIGTIC hasta sus últimas consecuencias—
llegar a otorgar una valoración o calificación final a la situa­
ción de mujeres y hombres en relación con las TIC en Espa­
ña6, expresión de su nivel de inclusión. Como se aprecia en la
Tabla 5 y en el Gráfico 11, existen diez puntos porcentuales de
desigualdad en el grado de e-incljisión, esto es, en el grado
de incorporación efectiva a Internet de mujeres y hombres.
Se confirma de esta manera no sólo la existencia de la
brecha digital de género, sino la presencia, sustanciada en el
diferente grado de e-inclusión de mujeres y hombres, de una
segunda brecha digital, de alcance muy superior.
Igualmente, se reafirma la importancia y la necesidad de
contar con estadísticas adecuadas, capaces de aportar infor­
mación veraz con la que describir la desigual situación de
mujeres y hombres en la SI y sus repercusiones. Ello supone
incidir en los esfuerzos por disponer de más y mejores fiien-

6 Centrada en las variables consideradas en este capítulo, y, por tan­


to, limitada a ellas.
tes de datos y por la elaboración de indicadores capaces de pro­
porcionar toda la información que de ellos puede extraerse.
La meta, conviene no olvidarlo, no es otra que construir
una SI en igualdad, lo cual, en definitiva, revertirá en una so­
ciedad más eficiente y, sobre todo, más justa.

B ib l io g r a f ía

M. (ed.), «Measuring progress towards the knowledge-


C a p r ile ,
based society, quality of working life and gender equality», en
From welfare to knowfare: a European appmach to employment
and gender mainstreaming in the Knowledge Based Society, in­
forme núm. 3, diciembre de 2004, http://www.bifrost.is/wellk-
now/Files/Skra_0006771.pdf[fecha de consulta: mayo de 2008].
C a s t a ñ o , C ., M a r t í n , J. y V á z q u e z , S., «La «e-inclusión» y
el bienestar social: una perspectiva de género», Revista
de Econom ía Industrial, núm. 367, Retos y oportunidades
para el sistema productivo español, 2008, págs. 139-152.
Disponible en http:/www.mityc.es [fecha de consulta: mayo
de 2008].
C a s t a ñ o , C . et al., Observatorio e-igualdad. Informe final, 2007,
disponible en http://www.e-igualdad.net [fecha de consulta:
mayo de 2008],
E u r o s t a t , «ICT skills measurement in Eurostat’s Information
Society Statistics», ponencia presentada en el congreso Know-
ledge economy: challenges fo r measurement, Luxemburgo,
8-9 de diciembre de 2005.
H a f k i n , N., «Women, gender and ICT statistics and indicators»,
en N. Hafkin y S. Huyer (eds.), Cinderella or Cyberella?: em-
powering women in the knowledge society, Bloomfield (CT),
Kumarian Press, 2006, págs. 51-69.
I n t e r n a t i o n a l T e l e c o m m u n i c a t i o n U n i o n , World Information
Society Report 2006, Ginebra, IT U , 2006.
S c i a d a s , G ., G u i g u i é r e , P. y A d a r n , L. (eds.), From the digital
divide to digital opportunities: measuring infostates fo r deve-
lopment, Quebec, Orbicom International Secretariat, 2005.
S ib is C o n s o r t i u m , New eEurope Indicator Handbook, Statistical
Indicators Benchmarking the Information Society, WP 6, no­
viembre de 2003, http://www.sibis-eu.org/files/SIBIS_Indica-
tor_Handbook.pdf [fecha de consulta: mayo de 2008].
C a p ít u l o 4

Su s a n a V á zq u e z
y Sa r a A ñ in o

1. In t r o d u c c i ó n

La brecha digital de género no se reduce, sino que tien­


de a estancarse. Aumenta el número de personas usuarias
pero hay menos mujeres que hombres, y, además, ellas se
conectan a la red con menos frecuencia y durante menos
tiempo. Sin embargo, las oportunidades de acceso (que im­
plican tecnología, información y conocimiento), así como el
control que las mujeres tienen sobre las nuevas tecnologías,
varían en función del colectivo de usuarias en el que centre­
mos nuestra atención.
Las mujeres forman un colectivo heterogéneo. No todas
tienen las mismas necesidades, experiencias e intereses. Sus
realidades son diferentes con respecto a los hombres, pero
también entre sí. La diversidad es la seña de identidad en los
colectivos de hombres y de mujeres, y por eso las estrategias
son plurales y variadas. El análisis de los testimonios de di­
versos perfiles de usuarias pretende huir de simplificaciones
y de explicaciones deterministas que vinculan a las mujeres
a roles estereotipadamente femeninos, al tiempo que permi­
te tomar conciencia de una amplia gama de matices respec­
to a la relación de las mujeres con las nuevas tecnologías.

2 . M e t o d o l o g ía

Con el fin de profundizar en las oportunidades y retos


que la sociedad de la información plantea a las mujeres, en
el Observatorio e-igualdad1realizamos un análisis de su pre­
sencia, usos, aptitudes y actitudes en relación con las tecno­
logías que considera la diversidad de las mujeres. Para ello,
se organizaron seis grupos de discusión (focus groups), es
decir, entrevistas colectivas semiestructuradas, realizadas
en grupos de entre seis y nueve participantes. Esta técnica,
de acuerdo con guías previamente diseñadas y a través del
análisis de los discursos, nos permitió hacer acopio de una
valiosa información para investigar similitudes y diferen­
cias en las actitudes y opiniones de las mujeres, así como la
magnitud del impacto que las TIC están produciendo en la
sociedad.
Los criterios para elegir a la población objetivo (target
population) se realizaron teniendo en cuenta la necesidad de
incluir, de forma representativa, al heterogéneo colectivo de
mujeres que viven en áreas urbanas. Para ello, se selecciona­
ron diversos perfiles de usuarias: estudiantes universitarias,
profesoras de secundaria, teletrabajadoras, emprendedoras y
empresarias, e ingenieras e informáticas. Además de estos
cinco grupos, se formó un grupo de discusión heterogéneo,

1 Más detalles en C. Castaño et al, Observatorio e-igualdad. Infor­


mefinal, 2007. Disponible en http://www.e-igualdad.net/.
compuesto por hombres de perfiles similares a los mencio­
nados anteriormente. La selección de estos diferentes perfi­
les de usuarias, así como del grupo de control de usuarios,
nos permite aproximamos tanto a la naturaleza de las bre­
chas digitales de género como a los retos y oportunidades
que la sociedad de la información supone para las mujeres
desde la perspectiva de su diversidad.
En el apartado siguiente presentamos una relación sinté­
tica de los distintos perfiles de usuarias TIC que analizamos
desde el Observatorio e-igualdad, con objeto de ofrecer una
visión comparada y directa de sus principales peculiarida­
des. Para ello, además de una serie de datos sociodemográfi-
cos de los colectivos considerados, hemos creado una tipolo­
gía de usuarias tomando como referente la experiencia, las
habilidades y los usos respecto a las nuevas tecnologías, en
función de cuatro categorías: usuarias elementales, básicas,
avanzadas y especialistas. Esta clasificación se ha realizado
sobre la base de las tres categorías de usuarios que establece
la OCDE (básicos, avanzados y especialistas)2. No obstante,
y con objeto de adaptarla a la realidad y diversidad del co­
lectivo de mujeres entrevistadas, hemos considerado necesa­
rio añadir una cuarta categoría (previa a las anteriores). La
nueva categoría de usuarias elementales nos permite referir­
nos a aquellas mujeres que hacen uso de algunas herramien­
tas genéricas (por ejemplo, los entornos de software más usua­
les, tipo Microsoft Office u otros similares), pero carecen de
e-habilidades básicas (por ejemplo, pueden escribir en Word
pero apenas conocen las posibilidades del programa y de los
distintos menús interactivos).
Este capítulo incluye, además, un análisis que gira en tor­
no a dos ejes fundamentales: las actitudes y las opiniones de
las mujeres usuarias, por un lado, y el impacto de las nuevas

2 Mas información en OECD, ICTs and Gender, 2007. Disponible


en http://www.oecd.org/dataoecd/16/33/38332121.pdf.
tecnologías y las tendencias de cambio que se apuntan en la
relación entre las TIC, la sociedad de la información y la
igualdad de género, por otro. De las actitudes y opiniones nos
interesa explorar las posturas de las mujeres respecto a las
nuevas tecnologías, en concreto, su grado de dependencia y
satisfacción, así como las ventajas y los riesgos que perciben
respecto a su uso. Tras investigar las diferencias de género en
el acceso, uso y habilidades respecto a las tecnologías, anali­
zamos el impacto de las TIC y las tendencias de cambio. Para
ello, exploramos el efecto de las nuevas tecnologías en la vida
profesional y personal de las mujeres; en concreto, examina­
mos su influencia sobre las posibilidades de conciliación de
la vida profesional y de la vida privada, así como respecto a la
autonomía personal de las mujeres. Indagamos por último en
los cambios generados por las nuevas tecnologías en el ámbi­
to laboral, en particular en sus actitudes frente a formas emer­
gentes de flexibilidad laboral, como el teletrabajo, así como en
la relación entre la sociedad de la información y el empodera-
miento de las mujeres en el sector TIC.

3. P e r f il e s d e m u j e r e s u s u a r ia s d e TIC

3.1. Estudiantes universitarias

Las estudiantes universitarias que participaron en nues­


tra investigación tienen edades comprendidas entre los die­
ciocho y los veinticuatro años, cursan estudios universitarios
de primer o segundo ciclo en diversas especialidades, algu­
nas compatibilizan estudios y trabajo remunerado (tres de
ocho), pero ninguna de ellas tiene menores a su cargo.
La mayoría está altamente familiarizada con las nuevas
tecnologías, en gran medida porque han crecido con un or­
denador en el hogar. Como consecuencia, y pese a su poca
edad, tienen una e-experiencia media relativamente alta (en
tomo a los diez años).
Las estudiantes universitarias utilizan las TIC diaria­
mente, entre dos y cinco horas, en relación con sus intere­
ses académicos y de búsqueda de empleo. A diferencia de
investigaciones previas que detectaban una cierta actitud
pasiva de las estudiantes universitarias respecto a las TIC
(Castaño, 2003 y 2005), hoy conciben Internet cada vez
más como un medio de ocio, de comunicación y de bús­
queda de la información que les interesa. Puesto que perte­
necen a una generación que ha crecido con estas tecnologías,
suelen, en términos generales, tener destreza en el manejo
de las TIC, y, como consecuencia, entre este grupo de mu­
jeres jóvenes predominan los perfiles de usuaria básica y
avanzada.

3.2. Profesoras de secundaria

El perfil sociodemográfico correspondiente a las muje­


res dedicadas a la docencia en Institutos de Educación Secun­
daria (IES) que participaron en nuestra investigación es el de
usuarias con edades comprendidas entre los treinta y los cin­
cuenta y cinco años, con estudios universitarios y especializa-
ción profesional tanto en áreas técnicas como sociales, la ma­
yoría sin menores a su caigo (sólo dos de ellas tienen hijos).
Debido probablemente a cuestiones generacionales, su
e-experiencia media es menor que la de las estudiantes
universitarias, ya que oscila entre cuatro y diez años. Las
profesoras de secundaria disponen de tecnologías de la in­
formación y comunicación en su entorno laboral, como he­
rramienta fundamental para desempeñar su trabajo, pero
cuando consideramos su nivel de conocimiento de las TIC,
el perfil predominante es el de usuarias elementales. La ex­
plicación la encontramos al advertir que, si bien estas usua­
rias hacen uso de herramientas de naturaleza genérica y de
determinados programas que necesitan para el desempeño
de su trabajo (por ejemplo, para hacer presentaciones, buscar
o mostrar información, redactar documentos o controlar la
asistencia del alumnado), carecen de las habilidades básicas
que les permitirían extraer mayor partido de las TIC. Es más,
a diferencia de las profesoras universitarias (Castaño, 2003
y 2005), este grupo de mujeres usuarias, de acuerdo con el
análisis de sus discursos, apenas utiliza el ordenador e Inter­
net en su hogar o para cuestiones personales.

3.3. Teletrabajadoras

Un perfil interesante de usuaria de nuevas tecnologías


corresponde a las mujeres teletrabajadoras, con edades com­
prendidas entre los veinticinco y los cuarenta y cinco años,
profesionales independientes, con estudios universitarios o
FP de grado superior, en áreas de conocimiento diversas.
Sus modalidades de empleo y las situaciones profesionales
son también heterogéneas y, mientras que algunas trabajan
en su hogar de forma autónoma, otras lo hacen por cuenta
ajena. A excepción de tres de ellas, las participantes no te­
nían menores a su cargo.
La mayoría tienen una experiencia en tomo a diez años y
hacen un uso diario del ordenador e Internet, por motivos
profesionales y en tanto herramienta básica de comunica­
ción y búsqueda de información. En el grupo de teletrabaja­
doras se detecta cierta diversidad de perfiles, si bien predo­
mina el de usuaria básica o avanzada, ya que, además de ma­
nifestar interés por las nuevas tecnologías, no sólo manejan
herramientas avanzadas del software genérico, sino también
programas de Iíitemet específicamente vinculados a los sec­
tores en los que trabajan. Unido a las múltiples info-habili­
dades y e-habilidades que han desarrollado, conocen y desa­
rrollan distintas utilidades respecto al teléfono móvil (por
ejemplo, bluetooth, cámara de fotos o agenda), que les resul­
tan especialmente beneficiosas en su actividad profesional
cotidiana.
3.4. Emprendedoras y empresarios

Profesionales independientes con edades comprendidas


entre veinticinco y cincuenta y cinco años, con estudios uni­
versitarios, diplomatura o licenciatura, e incluso estudios de
posgrado o doctorado, tanto en especialidades técnicas como
sociales. Su iniciativa les ha permitido establecer un negocio
propio en ámbitos que van desde el sanitario, la consultoría
y la investigación social a la informática, la logística o la ar­
tesanía. La mayoría no tiene menores dependientes a su car­
go (sólo una de ellas tiene un hijo).
Su experiencia media en el uso del ordenador e Internet
oscila entre ocho y quince años, pero es su edad y la genera­
ción a la que pertenecen lo que marca su experiencia con las
TIC, y, por tanto, explica las diferencias en usos y habilida­
des entre unas y otras. En términos generales, este grupo de
emprendedoras y empresarias hace un uso intensivo de las
tecnologías en el desempeño de su trabajo, ya que son una
herramienta de trabajo diaria indispensable. Si bien todas se
encuentran familiarizadas con estas tecnologías y manejan
con soltura los programas de su ámbito laboral, usan las TIC
en menor medida para cuestiones personales y como herra­
mienta de comunicación y ocio. En consecuencia, a excep­
ción de una de ellas, que se puede considerar usuaria avan­
zada, el resto de las integrantes de este grupo presenta un ni­
vel de info-habilidades y e-conocimiento propio de usuarias
básicas, pues tienen la capacidad para usar las herramientas
genéricas (tipo Office) que se necesitan para participar en la
sociedad de información, el e-gobiemo y la vida profesional,
pero no van más allá.
3 .5 . Ingenieras e informáticas
Representan al grupo de mujeres jóvenes, entre treinta y
treinta y cinco años, procedentes de ingenierías técnicas o
superiores y de informática, si bien alguna de ellas también
posee formación adicional de posgrado. Trabajan como in­
genieras o informáticas en empresas nacionales, multinacio­
nales o bancos. La mayoría de ellas no tiene menores a su
cargo (sólo dos los tienen).
Pertenecen a una generación en la que aparecen conside­
rables diferencias respecto a la familiaridad en el uso de las
TIC. De esta manera, mientras que algunas de ellas han cre­
cido con las nuevas tecnologías, otras no han tenido ordena­
dor en el hogar hasta que comenzaron sus estudios universi­
tarios. En consecuencia, su info-experiencia varía entre seis
y veinte años, si bien la mayoría afirma haberse iniciado en
Internet desde el momento de la eclosión de esta herramien­
ta para usos privados. Estas mujeres usan las TIC a diario de
manera intensiva en y para su trabajo. El tiempo que dedican
al uso privado varía, aunque todas usan las nuevas tecnolo­
gías desde sus hogares para cuestiones relacionadas con la
búsqueda de información, ocio (sobre todo viajes y espec­
táculos) y la comunicación con otras personas. El perfil de
las ingenieras e informáticas es de usuarias avanzadas o es­
pecialistas, ya que, además de utilizar las tecnologías como
herramienta indispensable para el desempeño de su trabajo,
manejan también software avanzado y están capacitadas para
desarrollar, operar y mantener sistemas TIC.

4 . A c t it u d e s y o p in io n e s d e l a s m u j e r e s u s u a r ia s
RESPECTO A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

La mayoría de las mujeres entrevistadas comparten una


alta motivación y valoración de las oportunidades que ofre­
cen las nuevas tecnologías. Esta motivación está condiciona­
da en gran medida por el hecho de disponer de las habilida­
des y soltura suficientes como para que la experiencia sea
grata. Al analizar los discursos respecto a esta cuestión, ob­
servamos similitudes y diferencias, así como la importancia
de los disparadores de necesidad (mecanismos impulsores
que incentivan el acceso, uso y disfrute de las tecnologías)
entre los diversos colectivos de usuarias.
Para la mayoría de las mujeres participantes en los gru­
pos de discusión, los principales disparadores de necesidad
han sido los estudios y el empleo. Para las más jóvenes, las
estudiantes universitarias y las informáticas e ingenieras, los
juegos han constituido una vía para aproximarse e iniciarse
en las tecnologías desde la infancia. A diferencia de las in­
vestigaciones anteriores, en las que se adivinaba una actitud
pasiva entre las estudiantes universitarias hacia las nuevas
tecnologías (Castaño, 2003 y 2005), las mujeres que han parti­
cipado en nuestro grupo se muestran altamente motivadas.
La mayoría ha crecido con las TIC, por lo que se ha familia­
rizado rápidamente y ha aprendido a servirse de ellas. Todo
ello a pesar de una cierta tecnofobia detectada entre sus re­
ferentes, las profesoras de secundaria, y, como consecuen­
cia, de una formación informática y navegadora recibida en
el colegio y en el instituto poco satisfactoria.
El entorno familiar, apoyo y referencia básico, es el que
más ha favorecido y motivado el aprendizaje de las estudian­
tes. La libertad para explorar y la actitud de la familia para es­
timular el manejo de las tecnologías, enseñar y reconocer las
habilidades aprendidas, se constituyen como elementos im­
pulsores para las estudiantes universitarias. En este sentido,
estas usuarias comparten con las informáticas e ingenieras el
gusto por adentrarse en el mundo de las nuevas tecnologías,
sin que la posibilidad de que se generen imprevistos o proble­
mas al trastear sea un elemento desmotivador. Ambos grupos
consideran las equivocaciones como parte del proceso de
aprendizaje, y muestran una actitud aventurera que en cierta
medida se asemeja a la de los hombres entrevistados.
La excepción son las profesoras de secundaria, que ge­
neralmente han desarrollado su trabajo haciendo un uso muy
elemental del ordenador y de Internet. Ha sido el contacto y
las necesidades generadas por el alumnado lo que ha impul­
sado su aproximación a las nuevas tecnologías. Entre ellas
predomina, sin embargo, una actitud de recelo y malestar al
percibir que las tecnologías y los sistemas implantados en
los IES no se adecúan a sus necesidades cotidianas. En este
sentido, y en tanto el profesorado se constituye como un
grupo estratégico, que desempeña un papel fundamental en
la educación y sirve como modelo de referencia, la tensa re­
lación de las profesoras de secundaria con las TIC requeri­
ría el desarrollo de un estudio de caso en profundidad sobre
este colectivo, especialmente desde el punto de vista de la
transmisión de estereotipos negativos acerca de las tecno­
logías.
La tecnofobia es el miedo irracional y exagerado a la
tecnología. En el imaginario colectivo existe una visión idí­
lica de la relación entre hombre y máquina (la tecnofilia
masculina). De forma paralela, se atribuye a las mujeres una
especie de resistencia patológica, consciente o inconsciente,
a la cibercultura dominante (la tecnofobia femenina). Pero
las generalizaciones conducen a errores y simplifican la rea­
lidad. Prueba de ello es que el mito de la supuesta tecnofo­
bia femenina, o cierta computofobia, sólo se alimenta de los
discursos y experiencias de las docentes entrevistadas.
Estas usuarias, con edades comprendidas entre los trein­
ta y los cincuenta y cinco años, reconocen su resistencia a las
tecnologías (bien porque no les resultan atractivas o porque
no saben cómo lidiar con ellas). Algunas llegan a describir
esta relación en términos de enemistad, al percibirlas cómo
una amenaza, lo que conlleva en muchos casos la pérdida de
autoestima y el rechazo de la cultura tecnológica. Otras, por
su parte, manifiestan que las nuevas tecnologías parecen te­
ner algo en su contra, y advierten que se sienten forzadas a
doblegarse ante esta especie de imposición. A pesar de que
es sólo una minoría de mujeres la que muestra una actitud
claramente anti-tecnológica, los mecanismos culturales y los
estereotipos y prejuicios sexistas se generalizan a todas las
mujeres. Esto influye en los patrones educativos y puede
conllevar, en algunos casos, la autoexclusión de las mujeres
de la sociedad hipertecnificada en la que vivimos.
Los hombres, situados en el polo opuesto al de las profe­
soras de secundaria, usan las TIC con una finalidad tanto prác­
tica como lúdica. Ellos muestran un extraordinario interés e in­
cluso proclaman una cierta fascinación por las tecnologías y su
funcionamiento. Puede decirse que son usuarios entusiastas del
ordenador y de Internet, y no esconden que para ellos las tec­
nologías son la puerta a un mundo lleno de posibilidades.
Las jóvenes estudiantes universitarias y las informáticas
e ingenieras son, por tanto, las usuarias que muestran mayor
interés por el funcionamiento de las tecnologías, al tiempo
que despliegan una soltura considerable en su manejo dentro
de sus respectivos niveles de conocimientos. Sin embargo, y
a pesar de responder al perfil de usuarias avanzadas y, en al­
gunos casos, especialistas, no llegan a manifestar el mismo
grado de fascinación por las TIC que los hombres entrevis­
tados. Por todo ello, la evolución de las actitudes y aptitudes
de estos colectivos en el futuro, en concreto entre las estu­
diantes universitarias, constituye todavía una incógnita.
Los tres puntos de vista más representativos manifesta­
dos por las mujeres entrevistadas respecto a las nuevas tec­
nologías se pueden sintetizar de la siguiente forma. En pri­
mer lugar, una actitud subraya la importancia de las tecnolo­
gías en cuanto que valiosas herramientas de trabajo y de ocio.
A ello se suma, entre las usuarias y usuarios que se encuadran
en esta categoría, un gusto manifiesto por trastear o explo­
rar su funcionamiento y posibilidades. Esta es la actitud
predominante entre los hombres entrevistados, así como
entre las estudiantes universitarias y las ingenieras e infor­
máticas, ambas usuarias más avanzadas que otros colecti­
vos de mujeres.
Una segunda perspectiva considera que las nuevas tec­
nologías de la comunicación y de la información son una he­
rramienta de trabajo esencial e imprescindible en la sociedad
actual. Este punto de vista es mayoritariamente defendido
por el grupo de teletrabajadoras y de emprendedoras y em­
presarias, usuarias básicas que aprovechan las ventajas que
ofrecen las TIC para desarrollar, en beneficio propio, multi­
tud de tareas cotidianas y profesionales.
En tercer lugar, emerge una actitud de desconfianza ha­
cia las TIC y, por tanto, de escasa motivación respecto a su
uso. Esta postura es predominante entre las profesoras de
secundaria, usuarias elementales que, además de escasas
info y e-habilidades, muestran un cierto recelo hacia las tecno­
logías.

5. G r a d o d e s a t is f a c c ió n y d e p e n d e n c i a
DE LAS TECNOLOGÍAS

Las diferencias de género en las aptitudes y actitudes


respecto a las nuevas tecnologías son percibidas tanto por
hombres como mujeres. Teniendo en cuenta la diversidad de
los colectivos de mujeres participantes en los grupos de dis­
cusión, podemos señalar también diferencias respecto a su
grado de satisfacción y dependencia.
Las teletrabajadoras, las ingenieras y las informáticas,
así como las emprendedoras y las empresarias entrevistadas,
afirman que en sus circunstancias actuales no podrían pres­
cindir de las TIC. Estas usuarias muestran su preferencia por
Internet y el ordenador en el ámbito laboral, y por el teléfo­
no móvil en su vida personal, si bien muestran un alto grado
de satisfacción con las posibilidades que ofrecen estas tec­
nologías.
Asimismo, a la mitad del grupo de estudiantes universi­
tarias le cuesta imaginar su vida sin TIC, pues han crecido
con ellas, mientras que la otra mitad señala que tendría que
hacer un esfuerzo para acostumbrarse en el caso de que tu­
viera que prescindir de éstas. Para este grupo de mujeres jó­
venes el teléfono móvil ocupa un lugar prioritario, y mani­
fiestan su gusto por entablar largas conversaciones a través
de esta herramienta. Por el contrario, los hombres entrevista­
dos, que manifiestan un cierto «enganche» con las TIC, se­
ñalan que si bien no podrían prescindir de Internet y del or­
denador, sí podrían hacerlo del teléfono móvil.
El único grupo que no tendría problemas para imaginar
su vida sin tecnologías es el de las profesoras de secundaria.
Gran parte de las profesoras entrevistadas pertenecen a ge­
neraciones que han crecido y se han desarrollado profesio­
nalmente al margen de las nuevas tecnologías. A diferencia
de otras mujeres, ni se han familiarizado con las TIC desde
su infancia ni consideran que las tecnologías sean un sopor­
te fundamental para el desempeño de su trabajo. Por tanto,
su falta de satisfacción puede estar vinculada no sólo a que
perciben riesgos derivados de las TIC, sino también al esca­
so uso que hacen de ellas; este último aspecto se deriva pro­
bablemente de una tradición educativa que vincula la tecno­
logía con los hombres y desalienta a las mujeres. De hecho,
ellas mismas atribuyen las diferencias de género en el uso de
las TIC a la educación diferente que han tenido las mujeres.
Así, la ausencia de familiaridad con las tecnologías, unida al
consiguiente menor desarrollo de e-habilidades, genera desa­
pego, al tiempo que dificultades para disfrutar de las venta­
jas de las TIC, lo que en última instancia puede reforzar la
desmotivación.
En términos generales, la satisfacción con el uso de las
nuevas tecnologías tiende a ser alta en todos los grupos, sal­
vo entre las profesoras de secundaria. Predomina una alta es­
tima de las ventajas que éstas ofrecen aunque, como vere­
mos más adelante, la satisfacción depende de factores como
las condiciones laborales, la valoración del tiempo de las
mujeres y la demanda de disponibilidad procedente de su
entorno.
Respecto a las desventajas, riesgos e inconvenientes que
unas mujeres y otras perciben en relación con las nuevas tec­
nologías, comenzamos explorando el discurso de las profe­
soras de secundaria. Si bien hemos tratado de integrar de for­
ma coherente los testimonios más relevantes de los diversos
colectivos de mujeres, los de este grupo, el que más riesgos
e inconvenientes destaca al hablar de las nuevas tecnologías,
nos sirve como referencia para sintetizar los aspectos negati­
vos que se asocian a las TIC.
Las profesoras de secundaria señalan, en primer lugar,
que en los centros educativos se ha producido un aumento de
control sobre el profesorado con la implantación de ciertos
sistemas. De acuerdo con su testimonio, estas tecnologías,
lejos de facilito1y agilizar el trabajo, tienden a hacerlo más
arduo y espinoso. Así, por ejemplo, una incidencia técnica o
un virus puede a menudo suponer la paralización o la pérdi­
da de un día de trabajo completo.
Existe también una cierta preocupación, tanto por parte
de las docentes como dejámayoría de informantes de los di­
versos grupos de discusión, por el riesgo de que las TIC
afecten negativamente a las relaciones personales. Algunas
mujeres señalan, incluso, que pueden llegar a sustituir las re­
laciones cara a cara por las relaciones virtuales. Las estu­
diantes universitarias manifiestan un cierto temor ante los
riesgos que conllevaría de deshumanización de las relacio­
nes. Para justificar su argumentación describen situaciones
reales de acoso escolar a través del chat, así como cierta ten­
dencia al abuso de las tecnologías por parte del alumnado, lo
que a menudo les conduce a un individualismo excesivo y al
aislamiento social.
Asimismo, y debido fundamentalmente a la naturaleza de
su trabajo, las profesoras de secundaria señalan un cierto dete-
rioro del lenguaje entre el alumnado, consecuencia del uso de
ciertas tecnologías (por ejemplo, el envío de mensajes de tex­
to a través de los teléfonos móviles, o sms). Al mismo tiempo,
subrayan su preocupación ante la abundancia de información
en la red, lo que supone una pérdida de tiempo en filtrar datos
y dificultades a la hora de discernir las fuentes fiables de las
que no lo son. Este problema se agudiza entre el alumnado de­
bido a su falta de criterio para filtrar la información (info-in-
toxicación) y a su exceso de credibilidad respecto a Internet.
Al hablar de los riesgos digitales, la mayoría de las inte­
grantes de los grupos de discusión también mencionan que
resulta fácil, especialmente para los y las menores, acceder a
información potencialmente dañina (por ejemplo, pornogra­
fía y contenidos violentos). A esta crítica se une la inquietud
por otros riesgos a los que se enfrentan las y los internautas
(por ejemplo, los fraudes y los timos). Como consecuencia, y
principalmente entre las informáticas e ingenieras, se aboga
por una urgente regulación de los contenidos en la red. Aun­
que no parece sencillo ofrecer una propuesta que elimine los
problemas que genera Internet sin renunciar a sus ventajas.
La mayoría de las y los informantes señalan la exigencia
social de permanente disponibilidad que implican algunas
tecnologías (por ejemplo, el teléfono móvil), especialmente
los integrantes del grupo de hombres. También se señalan las
dificultades para poner límites al propio trabajo.
Se advierte del potencial adictivo de las nuevas tecnolo­
gías, una inquietud manifestada principalmente por empren­
dedoras y empresarias. Emerge, por tanto, una conciencia cre­
ciente respecto a la aparición de nuevas adicciones, tanto a
Internet, al teléfono móvil, a los chats, como al reforzamien­
to de otras tradicionales (como la ludopatía o la adicción a
las compras).
Si bien es cierto que las profesoras de secundaria tienen
mayor capacidad que otros grupos para conocer los proble­
mas que están surgiendo en el uso de las TIC entre la juven­
tud, sus recelos parecen ir incluso más allá de las situaciones
que están percibiendo y viviendo en las aulas. Así, algunas
consideran que las tecnologías y, en concreto, Internet, su
«columna vertebral», pueden amenazar la supervivencia de
otro tipo de ocio como el cine, el teatro y ciertos espectácu­
los que pueden ver peligrar su íuturo debido a las frecuentes
descargas de música y cine en la red.

7. La b r e c h a d ig it a l d e g é n e r o :
¿U N A CUESTIÓN DE OPORTUNIDADES?

Una vez constatada la brecha digital de género desde el


punto de vista del acceso, observamos que también existen
diferencias importantes entre hombres y mujeres desde el
punto de vista de los usos. Respecto al teléfono móvil, por
ejemplo, predomina la opinión, ratificada por los datos del
capítulo 2, de que las mujeres lo utilizan en mayor medida
que los hombres para conversar y relacionarse con fines lú­
dicos y de ocio, mientras que los hombres tienden a hacer un
uso más práctico, con carácter profesional y menos intenso.
Asimismo, y si bien entre las generaciones más jóvenes se
aprecian menos diferencias, se observa la tendencia contra­
ria respecto a Internet, Frente a usos más prácticos de las
mujeres, se asocia a los hombres con un uso más intensivo y
lúdico, relacionado con el ocio y el consumo (Castaño, Mar­
tín y Vázquez, 2008). La pregunta que nos planteamos es:
¿a qué se deben estas diferencias? ¿Son consecuencia de una
divergencia de actitudes y aptitudes o es una cuestión de di­
ferencia de oportunidades?
Los usos que hacen las jóvenes estudiantes universitarias
y las informáticas e ingenieras incluyen tanto cuestiones
prácticas como lúdicas. De hecho, las estudiantes señalan
una cierta evolución en su relación con las TIC, al reorientar
un uso puramente lúdico de estas tecnologías hacia otros
vinculados a cuestiones prácticas (desarrollo de tareas esco­
lares) y relaciónales (comunicarse con otras personas). La
mayoría de las estudiantes universitarias no percibe grandes
diferencias de habilidades entre chicas y chicos de su gene­
ración, aunque sí en las que les preceden.
Algunos hombres consideran, asimismo, que las diferen­
cias se deben más a la edad y a la forma de vida que al género.
Entre los hombres que perciben diferencias de uso entre uno y
otro sexo predominan tanto los argumentos que apuntan al ma­
yor interés y destreza de los hombres respecto a las tecnolo­
gías como los que mencionan el uso de la red de naturaleza
más pragmática que tienden a hacer las mujeres. Pero, si bien
señalan la diferencia de roles entre hombres y mujeres, matizan
que hay mujeres, sobre todo en las generaciones jóvenes, que
también muestran gran interés y destreza con las TIC.
La mayoría de las informantes coinciden, sin embargo, en
que los usos que hacen las mujeres son todavía eminentemen­
te prácticos y vinculados al desarrollo de tareas relacionadas
con su profesión o estudios, la comunicación, la búsqueda de
información, la lectura de prensa o la compra de viajes y es­
pectáculos. Subrayan su menor disponibilidad de tiempo para
dedicar a las nuevas tecnologías (debido a que tienden a asumir
la mayor parte del trabajo doméstico y las responsabilidades
familiares). Este es uno de los factores que influyen, en opinión
de las mujeres entrevistadas, en el desigual acceso y uso de las
TIC por razón de sexo. Pero además de la asignación de roles
de género señalan que son las diferentes oportunidades que tie­
nen unos y otras (asociadas a cuestiones históricas, socio-edu-
cativas o laborales) lo que marca las diferencias.
Varios son, por tanto, los motivos a los que se atribuyen las
diferencias de género con respecto a las tecnologías. En primer
lugar, los factores socio-educativos e históricos y la incorpora­
ción tardía de la mujer al empleo. Tradicionalmente se ha esti­
mulado a los hombres a utilizar la tecnología y se les ha trans­
mitido más confianza en las máquinas, sin que la educación
haya motivado a las mujeres de la misma manera. Los hom­
bres, asimismo, han tenido más acceso a las TIC a través del
empleo, mientras que la incorporación masiva de las mujeres
es más reciente. Estas barreras culturales así como la estructu­
ra de oportunidades contribuyen a un menor acceso y uso de
las nuevas tecnologías por parte de las mujeres con respecto a
los hombres y, por tanto, a reforzar la brecha digital de género.
Señalan también, en segundo lugar, factores individuales
propios de las mujeres. A excepción de las más jóvenes, ma­
nifiestan que las mujeres suelen tener menor interés por las
tecnologías que los hombres. La mayoría de las informantes
que sostienen este argumento lo vinculan a factores socio-edu-
cativos, como que las mujeres tienden a delegar en los hom­
bres las tareas relacionadas con las tecnologías o, al menos,
las más sofisticadas.
En tercer lugar, una minoría atribuye a factores biológi­
cos la brecha digital de género. Los estereotipos sociales de­
sempeñan aquí un papel crucial, ya que la creencia de que
las mujeres no son buenas en ciencias y tecnología se suele
atribuir a limitaciones biológicas del sexo femenino. Este gru­
po de informantes apela, por tanto, al mito de la mayor inte­
ligencia verbal y disponibilidad hacia las relaciones huma­
nas de las mujeres, frente a la mayor habilidad tecnológica
de los hombres para explicar las diferencias.
Frente a este argumento de naturaleza esencialista, algu­
nas informantes del grupo de profesoras de secundaria pre­
sentan explicaciones relacionadas con el diseño de las pro­
pias tecnologías. La innovación tecnológica no lleva necesa­
riamente aparejada la superación de las desigualdades. Las
tecnologías no son neutrales en materia de género, y la ma­
yoría de los contenidos de Internet están pensados para hom­
bres, lo que excluye a muchas mujeres. Como consecuencia,
persiste el dominio masculino sobre un ciberespacio a cuyos
parámetros, diseñados y configurados a imagen y semejanza
de los hombres, se espera que se adapten las mujeres (con­
virtiéndose en meras usuarias pasivas).
Por último, se señalan factores económicos. El acceso a
las nuevas tecnologías está indiscutiblemente ligado a una
cierta capacidad adquisitiva. Hombres y mujeres han disfru­
tado tradicionalmente de niveles diferentes de acceso a los
recursos financieros y al control sobre ellos, tanto en la esfe­
ra pública como en la privada. En tanto en cuanto los hom­
bres suelen tener más poder adquisitivo y recursos económi­
cos que las mujeres, tienen más facilidades de consumo y
apropiación de las TIC.

8 . Im p a c t o de las T IC y t e n d e n c ia s d e c a m b io

De acuerdo con Bonder (2002), las visiones más opti­


mistas sobre las nuevas tecnologías subrayan su potencial
para estimular la participación, la transparencia y la movili­
zación y les adjudican unas virtudes democratizadoras y eman­
cipadoras. Frente a lo anterior, visiones más pesimistas po­
nen el énfasis en los peligros de potenciar la sociedad de
consumo, el desempleo, el control social de la vida privada,
la homogeneización cultural, la discriminación y la aliena­
ción. Es cierto que, a pesar de la difusión de Internet, sólo
determinados colectivos de mujeres tienen acceso a esta he­
rramienta y disfrutan de todas las ventajas que ofrece. Que­
da por ver hasta qué punto las nuevas tecnologías ayudan a
mejorar las oportunidades laborales de las mujeres o facili­
tan la conciliación profesional y la autonomía personal. En
el siguiente apartado tratamos de aproximamos a estas cues­
tiones, así como a los retos y oportunidades que ofrecen las
TIC en términos de empoderamiento femenino.

8.1. ¿Facilitan las TIC la conciliación de la vida familiar


y profesional? Autonomía personal, disponibilidad
y usos del tiempo

Los hombres entrevistados describen una relación com­


pleja entre nuevas tecnologías y conciliación, si bien señalan
que el resultado final es más bien una cuestión de autodisci­
plina, de saber poner límites y del valor que se otorgue al tra­
bajo. Ellos manifiestan gran autonomía personal respecto al
uso de su tiempo, una visión que difiere cuando la comparan
con las mujeres de su entorno. Las tecnologías pueden tener
efectos contradictorios en la vida personal y laboral de ellas,
y al mismo tiempo que les permiten estar en casa con sus hi­
jos [sic], también pueden conducirlas a una especie de escla­
vización, pues la empresa les exige estar disponibles siempre
que lo requiera y, además, apenas disponen de tiempo de
ocio propio.
Respecto a la cuestión de si las TIC facilitan la concilia­
ción de la vida laboral y personal, observamos dos puntos de
vista claramente diferentes. Un primer grupo de mujeres
considera que las nuevas tecnologías facilitan la conciliación,
en tanto en cuanto agilizan el desarrollo de determinadas ta­
reas, al tiempo que permiten ahorrar tiempo (por ejemplo,
en desplazamientos o trámites) y organizar la agenda en fun­
ción de las propias necesidades.
Un segundo grupo de informantes argumenta que las
nuevas tecnologías generan efectos contradictorios sobre el
empleo y la conciliación en los términos siguientes. Si bien
consideran que las TIC permiten agilizar determinadas ta­
reas y ahorrar tiempo, reconocen que a veces implican nue­
vas tareas y, a menudo, generan sobrecarga de trabajo. No
sólo porque se difuminan las fronteras entre la esfera pri­
vada y la laboral^sino también porque contribuyen a alar­
gar la jomada (por autoexigencias de la persona o por exi­
gencias de la empresa). Si la jomada laboral se extiende
demasiado o si se tienen dificultades para poner límites
a las demandas de la empresa o de la familia, las TIC pue­
den afectar a la vida personal y limitar el tiempo de ocio
personal.
Se apunta también que la difusión de las nuevas tecnolo­
gías puede conllevar el riesgo de confinamiento de las muje­
res en el hogar. Esto supondría, empleando la expresión de la
socióloga M.aÁngeles Durán, volver a recluirlas «de puertas
adentro». Como consecuencia, las nuevas tecnologías ayu­
darán o, por el contrario, dificultarán la conciliación en frui­
ción de las condiciones laborales, así como de factores rela­
cionados con la autonomía personal, la disponibilidad y los
usos del tiempo.
La autodisciplina, la capacidad para aprovechar los mo­
mentos de mayor productividad o el reparto del trabajo do­
méstico entre los diferentes miembros del hogar son, por
tanto, factores que determinan la capacidad personal para or­
ganizar el tiempo propio y beneficiarse de las nuevas tecno­
logías. Respecto a esta cuestión, la mayoría de los hombres
se describen como autónomos y dueños de su tiempo, y ma­
nifiestan separar claramente su vida familiar y profesional
(aunque obvian cualquier referencia al desempeño del traba­
jo doméstico o de las responsabilidades familiares). En con­
secuencia, señalan que hacen un uso de las TIC adecuado a
sus necesidades (con la excepción de uno de ellos, que ma­
nifiesta estar enganchado al móvil), al tiempo que atribuyen
la dependencia respecto a las tecnologías al mal uso (que ob­
servan, sobre todo, entre los jóvenes) y a las excesivas de­
mandas sociales.
En el discurso de las mujeres entrevistadas, por el con­
trario, la cuestión del trabajo doméstico y la dedicación a las
relaciones personales está mucho más presente. En muchos
casos, su tiempo está ligado a la disponibilidad para otros
(familia, empresa o amistades) más que para ellas mismas.
De hecho, mientras que la mayoría de los hombres entrevis­
tados indica que desconecta el móvil cuando lo desea, entre
las mujeres (con la excepción de las profesoras de secunda­
ria) es más corriente que exista malestar ante la posibilidad
de no estar disponible cuando alguna persona requiera su
atención.
Entre las estudiantes universitarias, las informáticas e in­
genieras, las teletrabajadoras, y las emprendedoras y empre-
sarias entrevistadas, existen diferencias entre quienes mani­
fiestan hacer un uso de las TIC adecuado a sus necesidades
y quienes consideran que no resulta tan fácil poner limites a
las demandas ajenas (de la empresa o de otras personas).
A diferencia de éstas, las profesoras de secundaria entrevis­
tadas, que apenas utilizan las nuevas tecnologías, no se sien­
ten obligadas a estar disponibles permanentemente, por lo
que tampoco muestran una gran dependencia de ellas. Las
posibilidades de conciliación personal y profesional de unas
y otras, en función de la naturaleza de su trabajo y de sus ac­
titudes y aptitudes respecto a las tecnologías, son a todas lu­
ces divergentes. Como consecuencia de lo anterior, además
de trabajar para aproximar la tecnología a las mujeres y de­
sarrollar empatias (por ejemplo, adaptando los contenidos y
usos de las TIC a sus necesidades y demandas actuales), no
debemos olvidar que la relación de las mujeres con las tec­
nologías está supeditada a su autonomía, a la organización
de su tiempo y a las posibilidades de conciliación familiar y
laboral.

8.2. El teletrabajo

La organización del trabajo ha sufrido importantes trans­


formaciones como consecuencia de la implantación de las
nuevas tecnologías. Éstas permiten trabajar desde cualquier
lugar y, en principio, pueden facilitar el equilibrio entre la
vida laboral y la familiar, todo un reto para empresas cada
vez más conscientes del valor del capital humano y la diver­
sidad de los recursos humanos. Las TIC, en la medida en que
permiten flexibilizar el entorno de trabajo y adoptar nuevos
modelos de interacción, pueden constituir una herramienta
fundamental en el camino hacia la igualdad. La dificultad
radica en que el desarrollo de modelos flexibles, como el te­
letrabajo, está ligado a la cultura organizativa de las empre­
sas e instituciones, que, como veremos en el capítulo si­
guiente, está basada en el presentismo y en un profúndo gre­
garismo.
Entre los efectos positivos y cuantificables del teletraba­
jo pueden señalarse el ahorro de costes para la empresa, la
reducción de la contaminación, un mayor equilibrio entre el
trabajador o trabajadora y su entorno familiar, la incorpora­
ción al trabajo de colectivos de difícil inserción laboral, así
como la mejor optimización del tiempo. Pero ¿cuál es la opi­
nión de las informantes sobre el teletrabajo? ¿Lo consideran
como una panacea, solución a los problemas de conciliación
de la vida familiar y laboral, o, por el contrario, lo perciben
como un arma de doble filo para las mujeres?
Respecto a los cambios que han generado las nuevas tec­
nologías de la información en el empleo, el grupo de empren­
dedoras y empresarias subraya la extensión de un modelo de
desarrollo demasiado centrado en el trabajo y que infravalora
el papel de las relaciones personales. Por un lado, valoran al­
tamente las ventajas de las TIC para el desarrollo de sus nego­
cios. Consideran que las nuevas tecnologías han supuesto un
gran avance, en tanto en cuanto herramienta fundamental e in­
dispensable para el desarrollo de sus respectivas profesiones,
y subrayan que han transformado radicalmente su forma de
trabajar (al facilitar, por ejemplo, la autonomía para el desa­
rrollo de determinadas tareas desde un lugar remoto o la posi­
bilidad de atender a clientes desde ventanas virtuales).
Las emprendedoras y empresarias entrevistadas obser­
van, por otro lado, efectos contradictorios de las TIC con
respecto al empleo, y destacan la tendencia a la precariza-
ción de las condiciones laborales y la pérdida de capacidad
de trabajadores y trabajadoras para defender sus derechos en
un contexto de aislamiento e individualización de las rela­
ciones laborales. Añaden, además, determinadas incidencias
que suponen en ocasiones una duplicidad de trabajo (por
ejemplo, al preparar alternativas para un posible bloqueo de
lo que se había preparado), al tiempo que fomentan un mo­
delo que deja poco espacio para familia y amistades.
La mayoría de las informantes de los distintos grupos
expresan cierta inquietud e incluso malestar respecto al tele­
trabajo. Lo perciben como un arma de doble filo. Varias in­
formantes del grupo más cercano a esta realidad, el de las te­
letrabajadoras, al igual que se ha observado en otros estudios
previos (Castaño, 2003), muestran satisfacción hacia esta mo­
dalidad de trabajo. Señalan que las nuevas tecnologías facili­
tan la organización del tiempo en función de las propias ne­
cesidades y posibilitan trabajar desde casa evitando despla­
zamientos, por lo que mejoran la calidad de vida. No todas,
sin embargo, subrayan sus bondades, sino que más bien lo
presentan como una trampa, al ser una modalidad de empleo
que se ofrece como medida de conciliación casi en exclusi­
va a mujeres. En consecuencia, el trabajo doméstico y de
cuidados sigue atribuyéndose a éstas.
La mayoría de las informantes del grupo de informáticas
e ingenieras sostiene también que la posibilidad de continuar
el trabajo desde el hogar se puede convertir en un arma de
doble filo, ya que facilita demandas abusivas por parte de la
empresa, al tiempo que dificulta desconectar de las respon­
sabilidades laborales durante el tiempo de ocio. El teletraba­
jo, apuntan, comparte la devaluación que tiene el trabajo do­
méstico, pues al ser realizado desde el hogar no recibe el
mismo reconocimiento social que el empleo presencial en
las organizaciones.
Las teletrabajadoras entrevistadas, conscientes de esta
falta de valoración, señalan otros inconvenientes entre los
que podemos destacar: las dificultades para poner fin a la
jomada laboral; eiriesgo de confinamiento de las mujeres en
el hogar; su ausencia de los espacios donde se maneja infor­
mación importante para la promoción o el mantenimiento
del puesto de trabajo, y las reducciones del salario que en
ocasiones conlleva. Sin embargo, las nuevas tecnologías es­
tán teniendo un papel protagonista a la hora de buscar solu­
ciones de conciliación en las empresas, aunque siempre te­
niendo en cuenta las particularidades de cada sector. Consi­
deran, por tanto, las teletrabajadoras que esta modalidad de
empleo podría beneficiar a las mujeres si se ofreciera como
medida de conciliación para uno y otro sexo (y no sólo para
las mujeres). Consideran, asimismo, que facilitaría el empleo
autónomo a aquellas que no encuentran trabajo dentro del
mercado laboral asalariado.
El teletrabajo y el horario flexible como herramientas que
facilitan la flexibilidad de tiempo y espacio tienen efectos dife­
rentes sobre empresas y personas empleadas. La clave radica
en la evolución de la gestión y la organización del trabajo hacia
modelos comprensivos que eviten el aislamiento y favorezcan
la interacción y la mejora de las condiciones laborales.

8.3. Las TIC y el empoderamiento de las mujeres

Respecto a la relación entre la sociedad de la informa­


ción y el empoderamiento de las mujeres, en cuyo análisis se
profiindizará en el capítulo siguiente, existe el peligro de que
se produzca un trasladado de los roles habituales de género
al campo de las nuevas tecnologías. Las mujeres todavía no
se han aproximado de forma masiva a las tecnologías, no
existen muchas especialistas en estas áreas de conocimiento
y les cuesta alcanzar puestos de dirección.
La mayoría de las informáticas e ingenieras entrevistadas,
el grupo que tiene un contacto más directo con la realidad de
la situación de las mujeres en el sector TIC, ponen de relieve
tanto su presencia minoritaria, especialmente en puestos di­
rectivos, como su diferente estatus profesional, generalmente
más vinculado a la atención al cliente y menos al desarrollo de
software y a la creación de contenidos. Ante esta observación,
el grupo ofrece dos tipos de explicaciones. Por un lado, atri­
buyen la escasa presencia de mujeres en puestos directivos a la
discriminación sexista (sostenida por la mayoría). Así, inde­
pendientemente de sus méritos, rendimiento y horas de dedi­
cación al puesto de trabajo, sugieren que las mujeres encuen­
tran más obstáculos que los hombres. Estas dificultades, argu­
mentan, aumentan cuando tienen hijos (o mayores) a su cargo,
debido a la falta de ayudas e infraestructuras necesarias para
facilitar la conciliación. Como consecuencia de lo anterior,
aun en el caso de que las mujeres puedan conciliar la vida pri­
vada y la profesional, la discriminación (directa o indirecta, de
naturaleza sutil o explícita), dificulta que logren sus aspiracio­
nes profesionales y puedan competir en igualdad de oportuni­
dades con sus homólogos masculinos.
Por otro lado, algunas explicaciones atribuyen la desi­
gualdad a decisiones de las propias mujeres, ya sea porque
éstas suelen optar por carreras vinculadas a humanidades y
ciencias sociales o debido a su mayor dedicación a la vida
privada y la maternidad. En el sector TIC prima una cultura
del presentismo basada en largas jomadas —aunque resulten
menos productivas— y en estereotipos de género. Se asume
que las mujeres dan prioridad a la maternidad, a las relacio­
nes y a la vida privada. Por esa razón, el empresariado tiende
a contratar preferentemente a hombres, presuponiendo que
suelen mostrar más interés y disponibilidad para el empleo.
Este argumento vincula además la conciliación de ambas es­
feras a la presión social que se ejerce sobre las mujeres (ade­
más de la que ellas ejercen sobre sí mismas). Las mujeres han
de ser superwoman, o, lo que es lo mismo, buenas profesio­
nales y mejores madres, lo que a menudo conlleva fhistracio-
nes al producirse el choque entre las expectativas y las posi­
bilidades de realización (Vázquez, 2007). Según esta postura,
si una mujer quiere ser directiva, puede hacerlo siempre que
renuncie a su vida privada o a parte de ella.
Este punto de vista es contestado por la mayoría de las
informantes, que consideran que es posible conciliar la esfe­
ra personal y la profesional. Atribuyen las dificultades para
la conciliación a la discriminación y a una cultura organi­
zativa que premia las largas jomadas en lugar de la organiza­
ción del tiempo de trabajo en función de objetivos y resulta­
dos. De hecho, la mayoría de la ingenieras e informáticas en­
trevistadas describen casos de discriminación hacia mujeres
que, independientemente de sus aptitudes y actitudes, han
dejado de ser promocionadas con el argumento de que van a
ser madres o, en el caso de que ya lo fuesen, de que van a dar
prioridad a la maternidad frente al empleo.

9. C o n c l u s i o n e s

¿Cómo es posible que hoy en día se generalice el acceso a


Internet y a las TIC, mientras que la brecha digital de género
no sólo persiste, sino que, además, se diversifica? ¿Se debe
esto a la menor incorporación de las mujeres al mercado labo­
ral? ¿A que están en entornos menos informatizados? ¿Es
consecuencia de que disponen de menos recursos financieros
para hacer frente a los costes de equipamiento, acceso y alfa­
betización tecnológica? ¿Tienen las mujeres un problema de
actitud y de falta de motivación por las nuevas tecnologías, o
el principal obstáculo con el que se encuentran es superar las
dificultades que conlleva conciliar vida familiar y profesio­
nal? Como se ha señalado, no hay respuestas universales y es
en los testimonios y discursos de los diferentes colectivos de
mujeres entrevistadas donde encontramos algunas claves.
Resulta evidente que el volumen de población usuaria ha
aumentado de forma considerable en los últimos años. Pero
este aumento se ha producido fundamentalmente entre las ge­
neraciones jóvenes, donde las diferencias entre unas y otros
son menores. La alfabetización digital y la formación tecnoló­
gica, tanto en la escuela como en el ámbito familiar o en el
contexto laboral, han permitido que las jóvenes estudiantes
universitarias, al igual que las ingenieras e informáticas, se
adentren sin miedo en el mundo de las nuevas tecnologías. Es­
tas mujeres, que responden al perfil de usuarias avanzadas,
además de hacer un uso intensivo y caracterizado por una gran
fluidez, se interesan por la tecnología en sí misma y por cono­
cer su funcionamiento. Ellas disponen de las actitudes y apti­
tudes necesarias para moverse con soltura en un mundo que
hasta ahora se consideraba ajeno a las mujeres.
En el polo opuesto encontramos a las profesoras de se­
cundaria. Este grupo de mujeres, que responden al perfil de
usuarias elementales, mantiene un discurso que nos permite
constatar que la tecnología no es suficiente. El conocimien­
to, el interés y la adaptación de las TIC a las necesidades de
las mujeres también son necesarios. Las aptitudes y actitu­
des digitales condicionan la relación con las tecnologías. De
esta manera, mientras que estudiantes, informáticas e inge­
nieras consideran que las tecnologías facilitan la vida, ya que
se pueden usar en función de las propias necesidades, las
profesoras de secundaria las perciben como generadoras de
control y de exigencias abusivas.
La actitud ante nuevas formas de empleo, como el tele­
trabajo, revela una vez más matices diversos. Para algunas
informantes puede contribuir a mejorar la calidad de vida,
favorecer la creación de redes y aumentar las oportunidades
de participación social. Por el contrario, una visión menos
optimista subraya que las nuevas tecnologías han intensifi­
cado la carga laboral, además de ampliar la jomada y el con­
trol por parte de las empresas. Se constituyen en nuevos
«guetos» para las mujeres. De esta forma, se pone de mani­
fiesto que, si bien las tecnologías pueden contribuir a mejo­
rar la calidad de vida de las mujeres, también pueden con­
vertirse en un elemento de desigualdad.
La realidad muestra que persisten barreras que inhiben y
dificultan el uso de las nuevas tecnologías por parte de las
mujeres, así como su acceso a puestos de poder y responsa­
bilidad en las cúpulas directivas de las grandes empresas del
sector TIC. Todas las informantes coinciden en que son los
roles de género y las diferentes oportunidades que tienen
unos y otras (asociadas a factores históricos, socio-educati­
vos, laborales o culturales) lo que marca las diferencias res­
pecto a las nuevas tecnologías.
Los discursos de las mujeres usuarias señalan que la brecha
digital de género es, en primer lugar, consecuencia de su desi­
gual acceso a la educación y formación. La tardía incorpora­
ción de las mujeres al mercado laboral, en concreto a aquellos
sectores más informatizados, es también un obstáculo impor­
tante. Las mujeres carecerían, por tanto, de esos disparadores
de necesidad que las empujarían a adquirir habilidades tecnoló­
gicas para desempeñar sus empleos. Como consecuencia de su
menor incorporación al mercado de trabajo y de las diferencias
salariales, afirman, las mujeres también disponen de menos re­
cursos financieros que los hombres, lo que dificulta su plena
participación en el ciberespacio. Asimismo, la mayoría se en­
frenta diariamente a una doble jomada, por lo que su disponibi­
lidad de tiempo y su autonomía personal son menores que las
de sus homólogos masculinos. Estas desventajas se relacionan,
además, con los patrones de socialización en tanto en cuanto re­
fuerzan imágenes que adjudican a las mujeres una actitud pasi­
va frente a las tecnologías, las representan como poco hábiles y,
en resumen, refuerzan el mito de la tecnofobia femenina.
La sociedad de la información entraña nuevos retos, al
tiempo que ofrece la oportunidad de construir una igualdad
real entre hombres y mujeres. Las TIC no son neutrales res­
pecto al género. El ciberespacio está dominado y controlado
por hombres, y da poca cabida a los intereses y deseos de las
mujeres. Se apunta en el Plan estratégico de igualdad de opor­
tunidades (2008-2011) que es esencial «el acceso en igualdad
al núcleo de la práctica científica y tecnológica, para remode-
larla, añadiendo la perspectiva y las necesidades de las muje­
res» (pág. 50). Es, por tanto, necesario transformar la realidad
virtual en la que nos encontramos y abrir nuevos horizontes
que permitan que las mujeres aporten su propia mirada
No es posible dar la espalda a las mujeres. En primer lugar
para evitar que su tradicional exclusión de la vida política, eco­
nómica, social y cultural se transfiera al ciberespacio. En se­
gundo lugar, porque las diferencias se pueden agravar con el
paso del tiempo, y las brechas digitales pueden ahondarse. Por
último, porque no podemos permitimos desperdiciar el talento
femenino. Para ello, es necesario dar respuesta a sus demandas
y expectativas. Las mujeres no pueden ser usuarias pasivas,
sino que deben emerger como generadoras activas y creadoras.
Las mujeres deben integrarse como agentes de cambio y ser
verdaderas protagonistas en la sociedad hipertecnificada.

B ib l io g r a f ía

B onder, G., Las nuevas tecnologías de la información y las mu­


jeres: reflexiones necesarias, Santiago de Chile, Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), División
Mujer y Desarrollo, Serie Mujer y desarrollo, núm. 39, 2002,
http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/6/10626/lcl 1742e.pdf
[fecha de consulta: mayo de 2008].
C a st a ñ o , C. (dir.), Las mujeres andaluzas y la sociedad de la in­
formación, Sevilla, Instituto Andaluz de la Mujer, 2003.
— Las mujeres y las tecnologías de la información: Internet y la
trama de nuestra vida, Madrid, Alianza, 2005.
C ast a ñ o , C., M artín , J. y V ázq uez , S., «La “e-inclusión” y el
bienestar social: una perspectiva de género», Revista de Eco­
nomía Industrial, núm. 367, Retos y oportunidades para el
sistema productivo español, 2008, págs. 139-152. Disponible
en http://www.mityc.es [fecha de consulta: mayo de 2008].
C ast a ñ o , C. et al., Observatorio e-igualdad. Informefinal, 2007,
disponible en http://www.e-igualdad.net [fecha de consulta:
mayo de 2008].
M inisterio d e T r abajo y A s u n t o s S o c ia l e s , Plan estratégi­
co de igualdad de oportunidades (2008-2011), 2007, http://
www.mtas.es/igualdad/PlanEstrategico.pdf [fecha de consul­
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OCDE, ICTs and gender, DSTI/ICCP/IE(2006) 9/Final, Pa­
rís, OCDE, 2007, http://www.oecd.org/dataoecd/16/33/
38332121.pdf [fecha de consulta: mayo de 2008].
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Science, Technology and Industry, Committee for Information,
Computer and Communication Policy, 29 de marzo de 2007.
V ázq u e z , S., «Mujeres jóvenes: retos y oportunidades», Crite­
rios Res Publica Fulget: Revista de Pensamiento Político y
Social, 8,2007, págs. 121-146.
C a p ít u l o 5

El discurso de las mujeres líderes


Su sa n a V ázq uez

1. In t r o d u c c ió n

La creatividad y el talento son factores que las empresas


manifiestan tener muy en cuenta en la selección y promo­
ción del personal. Investigaciones previas han constatado
que las empresas en cuya cúpula directiva y consejos de ad­
ministración participan hombres y mujeres mejoran su fun­
cionamiento, ya que no sólo se cuenta con diversidad de pun­
tos de vista, sino que ello estimula la creatividad y la innova­
ción empresarial (Robinson y Dechant, 1997; Tyson, 2003).
Así mismo, se aprecia una correlación estadística entre
presencia femenina y mejora de la rentabilidad económica/
financiera de la empresa (Adler, 2001; Cárter et al., 2003;
Catalyst, 2004; Redondo y Jimeno, 2005). La estrategia pare­
ce ser, por tanto, aumentar, tanto cuantitativa como cualitati­
vamente, la participación de las mujeres, en cuanto factor de
cambio e impulsor del sector TIC. Pero la presencia de las
mujeres en la toma de decisiones es minoritaria, tanto en los
consejos de administración como en los puestos de alta di­
rección de las empresas punteras del sector tecnológico.
El peso económico del sector de las nuevas tecnologías
es evidente. Los datos más recientes de la Comisión Europea
revelan que el sector de las empresas tecnológicas represen­
ta el 5,3 por 100 del PIB y un 4 por 100 de los puestos de tra­
bajo (Comisión Europea, 2007). La proporción de mujeres
que trabajan en empresas del sector TIC es, sin embargo,
variable, y oscila entre el 6 por 100 de Luxemburgo y el 41
por 100 de Lituania1. En España, el peso de las mujeres en el
sector de las tecnologías de la información constituye el 34,5
por 100, una cifra que se aproxima a la que representan las
mujeres en el conjunto de los sectores de la economía (IFEMA
e Infoempleo, 2008).
Al igual que en el resto de los ámbitos profesionales,
persiste la denominada segregación horizontal en todos los
niveles jerárquicos, de forma que las mujeres directivas es­
tán más representadas en las áreas de calidad, auditoría y or­
ganización y recursos humanos, pero son menos numerosas
en áreas de informática, servicios generales y producción:

Existen diferencias significativas entre mujeres y hom­


bres en cuanto al empleo relacionado con las TIC, pues
las mujeres tienden a tener bajas tasas de empleo en ocu­
paciones especializadas (por ejemplo ingenieras de siste­
mas, especialistas en tecnologías de la información), y
entre las usuarias intensivas de las TIC cuentan con una
mayor representación las secretarias y mujeres ocupadas
en tareas de oficina que las que tienen ocupaciones pro­
fesionales (OCDE, 2007, pág. 41).

1 Más detalles en «La participación profesional de la mujer y las


TIC: un gran potencial por aprovechar», IP/07/305, Bruselas, 8 de
marzo de 2007. Disponible en http://europa.eu/rapid/pressReleases
Action.do?reference=IP/07/305&format=PDF&aged=0&language=ES
&guiLanguage=en.
Se calcula que en el futuro habrá escasez de mano de
obra con cualificaciones TIC: unas trescientas mil personas
en 2010. Esto podría suponer una gran oportunidad para las
mujeres. Sin embargo, un estudio de la OCDE (2007) revela
que la proporción de mujeres diplomadas en TIC ha dismi­
nuido en Europa (en informática, por ejemplo, se ha pasado
de un 25 por 100 en el año 1998 a un 22 por 100 en 2006) y
advierte de la brecha de género en el acceso a empleos cua­
lificados en el sector. Asimismo, en un momento de aumen­
to de la demanda de profesionales en el sector TIC, la Comi­
sión Europea ha alertado sobre el interés decreciente de las
mujeres hacia este tipo de carreras2. Una tendencia que no
contribuirá a que aumente (ni cuantitativa ni cualitativamen­
te) la presencia de las mujeres en empresas TIC.
Es también creciente la preocupación por la escasez de mu­
jeres en puestos de responsabilidad directiva en el sector. El nú­
mero de mujeres que ocupa puestos de responsabilidad directi­
va es todavía muy bajo y, como muestra la Tabla 1, tiende a dis­
minuir a medida que aumenta la categoría profesional.
Ta b l a 1
Mujeres directivas en empresas del sector TIC

Hombres Mujeres

Directivos TIC 87,8 % 12,2 %


Mandos TIC 75,2 % 24,8 %
Técnicos TIC 85,6 % 14,4 %

Fuente: Observatorio Salarial de ICSA Recursos Humanos, 2007.

2 Para frenar esta falta de interés la Comisión ha organizado una se­


rie de shadowing days, jomadas que consisten en grupos de seis mujeres
estudiantes que se reúnen durante un día con una mujer con una trayec­
toria de éxito en el sector de las TIC, con objeto de conocer la verdadera
naturaleza de las carreras tecnológicas. Más detalles en http://ec.euro-
pa.eu/information_society/activities/itgirls/index_en.htm. (2008).
Pero ¿están las mujeres mejor o peor situadas que en
otros sectores? Hace una década, y de acuerdo con los datos
de la Organización Internacional del Trabajo, la presencia de
las mujeres en los puestos de responsabilidad no superaba
el 3 por 100 (OIT, 1998). En el año 2006, datos elaborados
por el Instituto de la Mujer a partir de los aportados por la
Comisión Nacional del Mercado de Valores muestran que en
España sólo hay un 2,8 por 100 de mujeres en la presidencia
de las empresas del IBEX 35. La escasa representación de las
mujeres es incluso más llamativa en el caso de las vicepresi­
dencias y de los puestos en los consejos de administración,
ocupados por el 2,4 y el 3,6 por 100 de mujeres respectiva­
mente3. En empresas fuera del IBEX-35 aumentan los por­
centajes de mujeres directivas: el 18,9 por 100 en empresas
con más de diez trabajadores y el 27,1 por 100 en empre­
sas con menos de diez empleados. Estos datos no son demasia­
do halagüeños, pero confirman que los valores medios de las
empresas españolas están ligeramente por encima de las empre­
sas del sector TIC, donde sólo uno de cada diez puestos directi­
vos es ocupado por una mujer (IFEMA e Infoempleo, 2008).
Las mujeres encuentran todavía barreras que les impiden
romper el techo de cristal. Conocer la realidad a la que se en­
frenta la generación de mujeres que ocupan puestos directi­
vos en las empresas tecnológicas es el primer paso para pro­
mover la igualdad en el sector, y, para ello, hemos analizado
los discursos, las experiencias y las estrategias de estas mu­
jeres que ocupan puestos de liderazgo en empresas TIC.

2. A s p e c t o s m e t o d o l ó g ic o s

A partir de la revisión de fuentes documentales y datos


estadísticos de referencia, en el Observatorio e-igualdad di­

3 Mas detalles en Instituto de la Mujer, Mujeres en la presidencia


y en los consejos de administración de las empresas del IBEX-35,
http://www.mtas.es/mujer/mujeres/cifras/tablas/W779.XLS (2007).
señamos los ejes temáticos que han vertebrado las entrevis­
tas en profundidad con directivos y directivas de empresas
tecnológicas. Los guiones fueron adaptados a cada entrevis­
ta con el fin de extraer el máximo partido de los discursos y
experiencias respectivos; pero en todas ellas nos aproxima­
mos al perfil de las directivas, a las barreras (visibles o invi­
sibles) que frenan el acceso de mujeres con capacidad y mo­
tivación a las estructuras de decisión de las empresas TIC,
así como a las medidas de igualdad de oportunidades.
La muestra de informantes se diseñó a partir de la iden­
tificación de personas clave en puestos directivos de em­
presas del sector. Entendemos por puestos directivos aque­
llos cargos ejecutivos en organizaciones o empresas del
sector de producción de bienes o servicios TIC, cuyas ta­
reas impliquen la toma de decisiones y la coordinación de
un equipo de trabajo. El término alude en primer lugar al
nivel de alta dirección (nivel de presidencia), aunque tam­
bién se consideraron los mandos inmediatamente inferio­
res en la jerarquía (por ejemplo, el nivel directivo de Re­
cursos Humanos). Se consideró que no era imprescindible
que estas personas ocupasen la presidencia o vicepresiden­
cia (aunque en algunos casos sea así) de sus respectivas
compañías. Sin embargo, a la hora de hacer la selección se
ha tenido en cuenta su responsabilidad directiva en la em­
presa (pública o privada), factores de prestigio y estatus, así
como de responsabilidad funcional y salario.
La captación de los informantes fue el siguiente paso y,
para ello, contactamos con las personas que conformaban
nuestra muestra siguiendo un protocolo (carta o correo
electrónico y contacto telefónico). Entre mayo y noviembre
de 2007 se realizaron nueve entrevistas a siete mujeres y dos
hombres que ocupan puestos directivos en empresas punte­
ras del sector TIC:

— Una compañía internacional de servicios de tecnolo­


gías de la información.
— Una consultaría de gestión líder en m anagem ent
Consulting, integración de sistemas y tecnología y
outsourcing.
— Una empresa constituida como un mercado de su­
bastas online.
— Una multinacional de telecomunicaciones.
— Una compañía española líder en tecnologías de la in­
formación y sistemas de defensa.
— Una empresa líder mundial en el sector de online
dating.
— Una asociación de empresas TIC.
— Una multinacional que fabrica y comercializa herra­
mientas, programas y servicios informáticos.
— Una consejera independiente en empresas TIC.

Tras hacer las transcripciones correspondientes, procedi­


mos al análisis tomando como referencia temática la misma
estructura del guión aplicado.

3. E l p e r f il d e l a s d ir e c t iv a s

En consonancia con estudios anteriores (Círculo de


Progreso, 2005), los testimonios de las directivas y directi­
vos entrevistados apuntan a una evolución profesional bas­
tante heterogénea, con múltiples cambios de trayectoria y
un desarrollo discontinuo. La mayoría ha trabajado en dis­
tintas empresas, puestos y sectores, tanto en España como
en el extranjero. En consecuencia, poseen una vasta forma­
ción y amplias destrezas y competencias, además de una
gran capacidad de iniciativa. El siguiente testimonio lo
ejemplifica:

Estuve un tiempo en esta empresa de capital riesgo,


y unos compañeros míos del máster estaban fundando
una empresa que hace subastas por Internet. Es un mo-
délo como eBay, de subastas online, pero para el mer­
cado hispano. Y buscaban una persona que montara la
operación en España, y yo me lancé a la aventura...
¡y montamos la empresa en España! La verdad es que
era una época muy loca, había muchas empresas en
este sector. Fue una experiencia muy enriquecedora
porque tampoco había profesionales, había poca gente
que supiese de negocios digitales porque estaban emer­
giendo. Cualquier persona, entre comillas, con ganas
de hacerlo y poca aversión al riesgo, podía hacerlo.
Aprendí muchísimo (OI1).

El sector de las nuevas tecnologías, que emerge y se


desarrolla en el marco de la sociedad de la información,
está marcado por el crecimiento rápido y el cambio conti­
nuo. Muy acordes con está dinámica de cambio, los dis­
cursos de las directivas entrevistadas también revelan ca­
pacidad de adaptación. Ellas no tienen miedo a dar un giro
a su profesión. El desarrollo profesional está condiciona­
do en gran medida por el entorno familiar y las circuns­
tancias personales, que pueden favorecer o dificultar el
salto a un puesto directivo. El siguiente testimonio así lo
muestra:

Yo estaba recién casada en ese momento, no tenía hi­


jos y llevaba trabajando como técnico en diferentes mate­
rias. Yo qué sé, podría llevar seis años, y pensé que era el
momento y además yo tenía ganas, es lógico (015).

Sus trayectorias profesionales no se estructuran en tomo


a metas previamente definidas, sino, más bien, siguen un hilo
conductor, una pasión que se manifiesta a través de una do­
ble dimensión: el elemento vocacional y la capacidad de sa­
crificio. Estudios anteriores ya han empleado la terminolo­
gía religiosa y han aludido a la pasión en cuanto elemento
conductor de la experiencia vital de las mujeres directivas
(Rogg, 2002; Zawadzka, 2003; Vázquez, 2006). Una prime­
ra dimensión de esta metáfora, sugerida en bastantes ocasio­
nes por parte de las propias entrevistadas, implica que el tra­
bajo que desempeñan constituye per se una pasión. Aluden
no sólo a un elemento vocacional, sino también a aspectos
gratificantes del trabajo, aquellos que determinan que lo que
hacen «les compense» y les resulte satisfactorio (casi como
un hobby). Su trabajo es para ellas una auténtica pasión y en­
tre los aspectos motivadores, que hacen de su pasión una vo­
cación, podemos señalar:

1. Trabajar en un sector cuyas empresas y estructuras se


caracterizan por el cambio y la transformación con­
tinua.
2. La dimensión humana del puesto, trabajar en equipo
y ser testigos activos de su evolución (ver cómo el
equipo crece y aprende, bajo su atenta mirada y su­
pervisión, combinando el coaching y la libertad de
acción).
3. Trabajar y luchar para ayudar a promocionar la carre­
ra profesional de «los de abajo» (equipo de trabajo),
así como para no defraudar la confianza que «los de
arriba» han puesto en ellas.
4. La naturaleza del trabajo que desempeñan (por lo que
se consideran afortunadas, con «suerte»), lo que les
hace sentir una especie de pasión que se presenta a
veces en tomo a la idea de «misión». Es decir, una ta­
rea que, además de resultar apasionante, tiene un sen­
tido último (por ejemplo, la posibilidad de cambiar la
vida de las personas).

La otra cara de lá pasión está marcada por el dolor y el


sufrimiento, así com<j) por los sacrificios que se han visto,
y aún hoy en día se ven, obligadas a hacer. Las renuncias,
tanto en el ámbito personal como profesional (por ejem­
plo, tiempo de ocio o renuncias en términos de responsa­
bilidad o remuneración), llevan incluso a algunas de ellas
a cuestionarse hasta qué punto merece o no la pena lo que
hacen:

Mi sensación es que llega un momento en que no hay


dinero que lo pague. A mí ya no me compensa el dinero.
Lo que necesito es más tiempo y más equilibrio personal.
Es decir, hay veces que el sacrificio es demasiado (013).

Los siguientes elementos conforman, a modo de resu­


men, la dimensión más dolorosa de su pasión:

1. Los compromisos asumidos implican «pagar un pre­


cio», que generalmente se traduce en renuncias fami­
liares y escaso tiempo de ocio para dedicar a cuestio­
nes personales (facetas también consideradas muy
importantes).
2. En algún momento, hay que hacer sacrificios
también en el ámbito profesional, al dar prioridad
a su bienestar personal y dejar de lado la «lucha
sin cuartel» que implica un puesto de responsabi­
lidad.
3. La lucha encarnizada, a la que a veces hay que en­
frentarse en un puesto de estas características (com-
petitividad), así como la dedicación. Es decir, el ele­
vado número de horas que tienen que dedicar para
poder sacar adelante su tarea y lograr los objetivos
propuestos.
4. La necesidad de estar físicamente en la empresa, de­
bido a la naturaleza del puesto y a las culturas empre­
sariales (en lo relativo, por ejemplo, a los horarios en
los que se fijan las reuniones). En consecuencia, mu­
chas se sienten «víctimas de los horarios».
5. Las altas demandas y expectativas, unidas al ritmo
trepidante de trabajo (horario, viajes, etc.) hacen que
algunas señalen las consecuencias que supone tanto
sacrificio (por ejemplo, una gran carga de estrés).
6. Entre los elementos más costosos destacan también
el sacrificio personal, agravado por el sentimiento de
soledad y la ausencia de modelos positivos que seguir
(role models). Esto se ve acrecentado también por la
escasa tendencia a asociarse con otras mujeres que se
encuentran en la misma situación.

En la mayoría de las entrevistas se alude a la mentoría


institucional (ocasionalmente mencionan los programas de
coaching implantados en sus propias empresas). Reconocen
también el papel de los mentores, esas personas que «apa­
drinan» o «amadrinan» durante el curso del desarrollo pro­
fesional y en el acceso a los puestos de dirección. Destaca,
sin embargo, que los directivos entrevistados niegan haber
tenido mentores propiamente dichos, aunque hablan de di­
versos referentes, mientras que las mujeres reconocen que
en ocasiones su mentor y su jefe han sido la misma persona,
y lo presentan como un elemento potenciador del desarrollo
profesional. Este testimonio lo ejemplifica:

Mi jefa ha sabido muy bien cuáles son mis motiva­


ciones. Ha sido muy consciente de lo que me motiva o
lo que no me motiva porque al trabajar cinco años jun­
tas nos conocemos muy bien. Obviamente, ha sido el
motor. Es ella quien me propuso el puesto y es agrada­
ble saber que tiene confianza. En ese momento pensé
que ella tenía más confianza en mí que yo misma,
porque tienes esta duda existencial cuando vas a coger
más responsabilidad. Los mentores, normalmente, no
son tus jefes directos. Normalmente es bueno tener un
mentor fuera. Yo también tuve mentores fuera. Creo que
es muy útil, más bien para algo más preciso, igual no
hablar todos los meses, o más bien por si tienes dudas
sobre propuestas diferentes igual es interesante. A mí
me gusta también tener otro tipo de opinión, de alguien
que opina algo diferente, porque al mentor lo puedes
elegir, al jefe no (014).
El estilo directivo de las mujeres entrevistadas se identi­
fica claramente con los modelos de liderazgo transformador,
que alcanzan sus objetivos a través del convencimiento, y
generan confianza en los equipos (cooperación, trabajo en
equipo, atención a las cuestiones personales) y en la idea de
misión del líder (en este caso, la mujer directiva). Esto mar­
ca un agudo contraste con los modelos tradicionales de lide­
razgo transaccional, basados en la recompensa y el castigo
individuales y el seguimiento estricto de las órdenes emana­
das de la dirección.
Destacan la consagración a su trabajo y la ambición,
aunque entreverada con la contradicción de dedicarse a dos
pasiones: la empresa y la familia. Así mismo, insisten en la
solidez profesional, ser competentes más que competitivas,
como requisito para desenvolverse en el complicado mundo
de la alta dirección. En la Tabla 2 se presentan los rasgos
más característicos del perfil de las mujeres directivas de las
empresas tecnológicas:
T a b la 2
Perfil de las mujeres directivas
en empresas del sector TIC

• Tienen gran ambición y están consagradas a su trabajo y a su familia.


• Hacen muchos sacrificios, principalmente en el ámbito personal.
• Optan por ser competentes más que competitivas.
• N o tienen sentimiento de culpa por sus renuncias; su visión es pragmática.
• Reconocen la falta de modelos positivos a seguir (role model).
• Hablan de una cierta soledad.
• N o tienen un espíritu gregario ni asociacionista («después del trabajo...»).
• N o siempre tienen «padrinos» y casi nunca «madrinas».
• Su estilo directivo se define fundamentalmente en tomo a:
— El trabajo en equipo.
— La cooperación más que la competitividad.
— La «dirección de puertas abiertas» (atención al mundo emocional y las
cuestiones personales).
— Persuasión para estimular y seducir a los equipos.
— Defienden el discurso de la igualdad (aunque diferencian entre desi­
gualdad y discriminación).
El discurso predominante tiende a hacer invisibles los
problemas de discriminación por razón de género. Resulta
evidente que estas mujeres han superado barreras personales
y han roto el techo de cristal para ocupar puestos directivos
de máxima responsabilidad en empresas punteras del sector
de las TIC. Una de las entrevistadas señala: «En España está
esa idea [de discriminación] pero hay una directiva en Google,
en eBay, en IBM, en Yahoo, en Match... Yo creo que hay mu­
chos ejemplos» (015).
Este hito, que no puede ignorarse, las lleva a rechazar
que exista discriminación. No niegan que pueda existir cier­
ta desigualdad debido a actitudes (discriminación implícita)
y prejuicios respecto a las mujeres, pero sólo una de las di­
rectivas entrevistadas, muy concienciada respecto a las cues­
tiones de igualdad en la cultura organizativa de su empresa,
reconoció que a menudo son objeto de conductas discrimi­
natorias fuertemente ancladas en la sociedad. Así lo muestra
el siguiente testimonio:
Yo creo que existe la desigualdad y existe además mu­
cha pseudomisogmia no reconocida y encubierta. Los tópi­
cos estos de que si yo me cabreo dicen que es que a ésta lo
que le hace falta es un buen tal... ¿eh? Mientras que si se
cabrea un señor dicen: «!Uf, es que fíjate que energía tie­
ne!»... Eso existe y eso es muy complicado de cambiar por­
que eso es un tema muy ancestral (012).
A pesar de que las mujeres son minoría en los puestos
directivos del sector TIC y de que no constituyen una verda­
dera «masa crítica», la mayoría considera que se desarrollan
profesionalmente en un contexto igualitario. En consecuen­
cia, la explicación más frecuente ante la constatación de la
diferente representación de mujeres y hombres en los pues-
tos directivos es la falta de efectivos femeninos. Una cues­
tión que, consideran, se resolverá automáticamente «con el
paso del tiempo». Pero esta respuesta resulta algo ingenua,
ya que al denominado efecto temporal se unen otros tres fac­
tores: personales, familiares y organizativos.

4.1. Las barreras personales o autoimpuestas

Las mujeres, pocas, que han optado por el mundo de las


tecnologías se han encontrado con obstáculos relacionados
con el techo de cristal y esto ha dificultado que ocupen pues­
tos de poder y responsabilidad en las cúpulas directivas de
las grandes empresas del sector. Tradicionalmente, además,
se ha educado a las niñas para cuidar a los demás y, en con­
secuencia, no se las ha estimulado a emprender carreras tec­
nológicas o ingenierías. La educación y los estereotipos, uni­
dos a la falta de referentes, determinan que en ocasiones
sean las propias mujeres las que se autoimpongan barreras y
limiten sus posibilidades.
Los testimonios de los hombres y mujeres entrevistados
advierten del peso del proceso de socialización, así como de
la naturaleza de la educación recibida en el seno de la fami­
lia, obstáculos a los que todavía se enfrentan las mujeres en
su desarrollo profesional. La mayoría de las directivas pone
el énfasis en lo que se denomina la cronología de la incorpo­
ración de la mujer (factores históricos) y en la escasez de
role models. El siguiente testimonio así lo manifiesta:
También está tipificado el hecho de que no existan
demasiados referentes, que dificulta que las mujeres
avancen. Muchos dicen que es imposible, pero ¿por qué es
imposible? Porque sinceramente no hemos visto a nues­
tro alrededor muchas mujeres que lo hayan conseguido.
Entonces, en la medida en que vayamos siendo más las
mujeres que estamos en los puestos de responsabilidad y
que tengamos hijos, y que seamos gente normal y huma­
na, y que no seamos tampoco necesariamente ricas de fa­
milia, ese tipo de atributos; yo creo que en la medida en
que esto se normalice y se vayan viendo, eso también fo­
mentará esa mayor dedicación o esa mayor vocación, por
la carrera directiva dentro de la empresa (018).

Existe la opinión de que los obstáculos están desapare­


ciendo y de que son las propias mujeres las que los imaginan
o se los imponen a sí mismas. La mayoría de las directivas,
no obstante, confirma que por ser mujeres se enfrentan a dis­
yuntivas respecto a sus compromisos profesionales y perso­
nales. El siguiente testimonio es un ejemplo de este tipo de
discurso:

Lo que sí es cierto es que cuando llegas a los pues­


tos más altos, ahí ya no sabemos qué pasa. Yo creo que,
probablemente, algunas no han tenido más remedio que
apearse y decir: «pues mira, yo no puedo estar a las sie­
te o a las ocho de la noche en una reunión». Entones, no
es que no sepamos o no podamos, es que algunas tienen
que decidir... Yo creo que hay muchas, y muy buenas,
pero hay un problema que les impide saltar, y yo creo
que el problema es que llega un momento en que no
pueden comprometerse hasta donde quieren, o tienen
que decidir (013).

Las mujeres directivas se enfrentan, por otra parte, a


actitudes de rechazo tanto por parte de mujeres como de
hombres. Esto ocurre porque se apartan del modelo de ac­
ción que se espera de ellas y ratifican sus propias priorida­
des personales o profesionales (por ejemplo, aceptar el per­
miso de maternidad en un momento de posible promoción
o, por el contrario, no hacerlo, lo que supone dejar al me­
nor a cargo de otras personas). Las consecuencias son es­
trés, soledad y contradicciones.
La mayoría señala que se ven avocadas a sacrificar
ciertos aspectos personales, debido a la demanda de tiempo
y responsabilidad que implica el desempeño de este tipo de
puestos. Reconocen, al mismo tiempo, que en determinados
momentos han tenido que renunciar a un desarrollo profe­
sional pleno debido a los compromisos y exigencias familia­
res. Si las mujeres hacen malabarismos para conciliar, los
hombres directivos se sitúan en el polo opuesto: encuentran
menos obstáculos y, a pesar de admitir haber realizado cier­
tos sacrificios en el ámbito personal, afirman «pagar gusto­
samente el precio» (019). En resumen, a los directivos en­
trevistados el trabajo les compensa cualquier otro tipo de
renuncias.
Por último, los testimonios también señalan que deter­
minados atributos se perciben de forma diferente al aso­
ciarse a hombres o a mujeres. El ejemplo de la ambición es
clásico. Cuando se asocia con los hombres tiene general­
mente connotaciones positivas, pero cuando se atribuye a
las mujeres suele ocurrir lo contrario. La ambición se pre­
senta, por tanto, como una cualidad problemática para las
mujeres. Una de las directivas señala, al referirse a mujeres
con grandes dosis de ambición: «Entre las mujeres hay mu­
cho cinismo... en la vida también hay opciones personales,
seas hombre o seas mujer, y tú no puedes pretender tener
cuatro hijos, jomada reducida y llegar a ser presidente. No
puede ser» (012).
Así, y a pesar de que se ha apuntado que si las muje­
res no alcanzan puestos directivos es por su falta de ambi­
ción, esta directiva subraya que el problema es el contra­
rio. De acuerdo con este discurso, las mujeres son dema­
siado ambiciosas y tienen demasiadas expectativas, tanto
en el ámbito personal como en el profesional, y por eso no
pueden llegar en la misma medida que los hombres. En
definitiva, para las mujeres es imposible tenerlo todo. Ca­
bría preguntarse: ¿se ven condicionadas las mujeres por­
que tienen demasiadas expectativas o porque la sociedad
espera demasiado de ellas? ¿Por qué los hombres pueden
tenerlo todo?
4.2. Las barreras familiares:
la corresponsabilidad para la conciliación

Los modelos familiares y las formas de convivencia


han experimentado numerosos cambios en la última década.
Pero España es todavía un país donde, a pesar de la relativa
flexibilización de los roles de género asignados a uno y otro
sexo, la conciliación es una preocupación casi exclusiva de
las mujeres. Prueba de ello es que encontrar el equilibrio
para conciliar vida personal y profesional es todavía una ilu­
sión4.
Estudios previos han señalado que la apreciación del
problema de la conciliación difiere en función de las carac­
terísticas demográficas y la posición social de los sujetos im­
plicados (Instituto de la Mujer, 2007). El que las tareas do­
mésticas sean asignadas casi automáticamente a las mujeres
determina que los directivos entrevistados se enfrenten a me­
nos problemas de conciliación que sus homologas femeni­
nas. No obstante, las directivas tampoco reconocen tener
(o haber tenido) grandes dificultades a la hora de conciliar
vida personal y profesional. Esto es posiblemente debido a
su estatus socioeconómico, que permite contratar ayuda ex­
terna para llevar a cabo las tareas del hogar, el cuidado de los
hijos, etc.
A medida que profundizamos en el análisis de sus dis­
cursos detectamos, sin embargo, una serie de patrones de

4 La conciliación constituye un problema para el 46 por 100 de la


población, una apreciación mayor entre las mujeres que entre los hom­
bres (51 por 100 y 40,6 por 100, respectivamente), que además asciende
al 55 por 100 entre las mujeres ocupadas. Mas detalles en GPI Consul­
tores, Estudio sobre la conciliación de la vidafamiliar y la vida laboral:
situación actual, necesidades y demandas, Madrid, Instituto de la Mujer,
2005.
comportamiento ante la disyuntiva ámbito productivo/ámbi­
to reproductivo, que merecen ser señalados. En primer lu­
gar, las directivas se enfrentan a la permanente búsqueda de
equilibrio. Ambas facetas son complementarias e igualmen­
te importantes para ellas. No están dispuestas a dejar su vida
privada a las puertas de las empresas, y afirman que es ne­
cesario tomar conciencia de que no se puede vivir para tra­
bajar. Son conscientes de que hay vida más allá del trabajo y
tratan de enfrentarse a posibles sentimientos de culpabilidad
de la forma más pragmática posible. En consecuencia, reco­
nocen que tratan de disfrutar de lo que hacen en cada mo­
mento, en el trabajo y en casa, sin pensar en que podrían es­
tar haciendo algo diferente.
Pero alcanzar ese equilibrio no es tarea fácil, y no todas
las directivas entrevistadas lo consiguen. Entre algunas mu­
jeres aparecen sentimientos de culpa y arrepentimiento, prin­
cipalmente por haber renunciado a facetas de la vida personal
y familiar a favor del desarrollo profesional. El siguiente tes­
timonio así lo manifiesta:
Yo he renunciado a tener más tiempo libre. Pero no
he renunciado a las relaciones de pareja que he podido te­
ner. He podido llevar en la mochila parte del estrés que
venía de aquí, una carga de estrés ¡que me gustaría poder
trabajar menos! Yo cuando no quedo después de salir de
trabajar me pongo como objetivo llegar a casa a las nue­
ve para verme un telediario ¡y ni siquiera consigo eso! No
sé, mi padre falleció el año pasado... y he tenido mis arre­
pentimientos. Tenía que haberme cogido días de vacacio­
nes y haber estado ahí, a su lado. Entonces eso es lo que
no compensa. Y ahora yo también tengo una edad en la
que ya acaricio la posibilidad de poderme prejubilar. No
me imagino trabajando a este ritmo hasta los sesenta y
cinco años. No creo que lo aguante. Viajo mucho. No, no
creo que lo aguante (013).
La mayoría reconoce, en segundo lugar, la importancia
del «factor pareja» para gestionar el «factor tiempo». Estu­
dios anteriores han subrayado el papel de los aspectos socio-
familiares en el desarrollo y posterior éxito profesional de mu­
chas mujeres (Husu, 2001; Bagilhole, 2006; Vázquez, 2006).
El matrimonio, se ha dicho: «Es una de las empresas vitales
en la cual, casi generalizadamente, los varones profesionales
obtienen grandes beneficios» (García de León, 2002, 169).
Sin embargo, las mujeres entrevistadas también obtienen gran
apoyo, sea de su marido o de su pareja. Como consecuencia,
además de vocación y pasión por su profesión, reparan en
los beneficios de tener una pareja comprensiva que facilite
el desempeño del puesto ocupado y los problemas de ges­
tión del tiempo, que a menudo se traducen en tener que dedi­
car más horas al trabajo en detrimento de su vida personal y
familiar.
En tercer lugar, advierten de las repercusiones negativas
que para las mujeres puede tener, en términos de carrera y de
desarrollo profesional, el estar un tiempo «fuera del merca­
do» por necesidades de conciliación. El siguiente testimonio
lo ejemplifica:

Hay que construir un currículo y no puedes darle tér­


mino porque tengas hijos. Igual durante un tiempo pue­
des pedir un sabático de un año, pero si tú quieres seguir
trabajando no creo que sea bueno estar fuera del mercado
más de dos años. Yo estuve durante el MBA, que vamos
era estar fuera del mercado pero estando también, y sí que
lo ves porque el sector sigue creciendo, sigue cambiando,
tú ya no estás y no sabes cuáles son las últimas tenden­
cias. Yo creo que eso es importante, no hacer ese tiempo
demasiado largo (OI4).

Las mujeres han entrado más en lo público que los hom­


bres en lo doméstico. Como consecuencia, las directivas de­
ben estar consagradas tanto a su trabajo como a su familia
(función multitarea). Son ellas las que, a través de mayores
o menores sacrificios personales y/o profesionales, se ven
obligadas a resolver las tensiones que genera la necesidad de
conciliación. Así, las entrevistadas afirman que son ellas las
que aplican las políticas de conciliación y «mientras que los
hombres promocionan, las mujeres conciban» (015).
Advierten, en consecuencia, de la necesidad de apostar
por políticas avanzadas y basadas en una idea de concilia­
ción que no esté exclusivamente dirigida a las mujeres. Las
políticas deben ayudar a las personas (hombres y mujeres), a
las familias y a la sociedad en general. Tanto los directivos
como las directivas afirman que España todavía se encuen­
tra a la cola de los países europeos en materia de concilia­
ción, y defienden la necesidad de poner en marcha políticas,
o medidas de acción positiva, tomando como referencia los
países del norte de Europa (en busca de las denominadas
best practices). El siguiente testimonio resume esta percep­
ción:

Yo creo que incentivar positivamente la conciliación,


y, en concreto, la flexibilidad en el trabajo, es una magní­
fica noticia. Lo que pasa es que eso debería formar parte
de un programa más amplio. Yo creo que en España, por
ejemplo, tenemos las relaciones laborales más inflexibles
del mundo civilizado; no tenemos part-time y no tenemos
oportunidades para que la gente organice su vida y su tra­
bajo de manera adecuada. En ese sentido nos dan mil lec­
ciones los países del norte de Europa, que han sido capa­
ces de combinar dos cosas maravillosas, progresismo,
una palabra que no me gusta, y libertad. En España tene­
mos la libertad justita y somos muy progresistas, a la an­
tigua usanza (017).

Tanto el gobierno (el rol del Estado) como las empresas


del sector tecnológico tienen, por tanto, un papel crucial a la
hora de ayudar a las mujeres a afrontar su doble lealtad: el
trabajo y la familia. Es más, es necesario facilitar la corres­
ponsabilidad para la conciliación de hombres y mujeres, y
así promover la igualdad de género. En el apartado 5 nos
aproximaremos a los avances que, desde el punto de vista de
nuestros informantes, se están haciendo desde las empresas
y analizaremos también su opinión sobre la recién implanta­
da Ley de Igualdad.

4.3. Las barreras organizativas

4.3.1. Las redes informales de poder

Internet, al igual que otras tecnologías, constituye un nue­


vo canal de comunicación que puede contribuir a expandir y
explotar redes de contactos. La mayoría señala la importancia
de los contactos personales y de las redes sociales en el desa­
rrollo y la promoción profesional. Sin embargo, la necesidad
de buscar apoyos y de cultivar contactos puede llegar a ser un
obstáculo para el desarrollo profesional de las mujeres.
La mayoría de los testimonios señalan que tanto la homo-
sociabilidad como la naturaleza de la cultura organizativa y
empresarial constituyen factores clave a la hora de entender la
desigual representación de hombres y mujeres en puestos di­
rectivos de empresas tecnológicas. La noción de homosocia-
bilidad, acuñada por Kanter (1977), expresa la avidez de los
hombres por establecer relaciones entre sí (excluyendo a las
mujeres), al sentirse más cómodos entre pares. La homosocia-
bilidad y, por ende, las poderosas redes informales masculinas
que contribuye a generar, perpetúan (generación tras genera­
ción) la selección y promoción de los oíd boys, y definen el
modelo de progresión profesional (de marcado carácter mas­
culino). El siguiente testimonio así lo manifiesta:

Lo que no se explica es lo que pasa en posiciones me­


dias porque hace mucho tiempo que hay muchas mujeres
¡y además tienen los mejores expedientes! Así que no hay
ninguna razón para que todavía seamos tan reticentes.
¡Pero bueno, es la cultura! Yo creo que el hecho de que
sean hombres los que eligen marca las pautas de elección
claramente, buscan una imagen parecida a la suya, y con
un planteamiento de vida parecido al suyo (015).

Los beneficios de cultivar contactos y redes de apoyo (for­


males e informales) son innegables. Pero hombres y mujeres
no tienen las mismas posibilidades de disfrutar de los favores
que éstas generan. Las dificultades que afrontan las mujeres
para poner en marcha esta estrategia están generalmente rela­
cionadas con problemas de conciliación. Ellas no disponen
del tiempo que estas prácticas requieren. Además, las directi­
vas tampoco sienten interés por involucrarse en ese tipo de
prácticas. De hecho, los testimonios traslucen un manifiesto
rechazo al «politiqueo», al tiempo que optan por una cultura
organizativa limpia (basada en aspectos explícitos y forma­
les). Así, las mujeres no se benefician de las redes informales
de poder en la misma medida que sus homólogos masculinos
(Lipman-Blumen, 1976), bien porque son excluidas o porque
se autoexcluyen, por falta de tiempo o falta de interés. Esto tie­
ne, sin duda, consecuencias en términos de desarrollo profe­
sional: una menor dedicación al trabajo «informal» puede in­
fluir en la percepción del grado de compromiso y exigencia
profesional atribuido a hombres y mujeres, debido al peso que
se otorga a las horas que se pasa en la oficina y en reuniones,
y no al trabajo realizado o a los resultados obtenidos.

4.3.2. La cultura del presentismo

Respecto a la naturaleza de la cultura empresarial, las in­


formantes señalan contradicciones respecto a los nuevos mode­
los de gestión. Con frecuencia, las cargas familiares se per­
ciben como una amenaza potencial para el rendimiento la­
boral. Los informantes señalan que las largas jomadas
laborales son propias de la función directiva, a lo que se une
que todavía es una práctica común en el sector convocar reu­
niones en un horario que dificulta la conciliación.
Para hacer frente a lo anterior, en algunas empresas del
sector TIC se está impulsando un modelo organizativo basa­
do en la confianza y materializado a través de la gestión por
objetivos y la flexibilidad de horarios. No se valora tanto la
presencia física, es decir, pasar muchas horas en la oficina
(al menos de forma institucional) y se promueve la flexibili­
dad laboral (especialmente a través del uso de ordenadores
portátiles, Internet y teléfonos móviles). El objetivo es supe­
rar las dificultades impuestas por la «cultura del presentis-
mo» que todavía reina en la mayoría de las empresas5.
Pero la mayoría insiste en que lo que actualmente existe es
sólo una «conciencia» emergente que lucha por transformar
una cultura organizativa tremendamente peijudicial para las
mujeres. Es más, el concepto de flexibilidad requerido por la
empresa puede traducirse en dificultades para la conciliación,
ya que implica disponibilidad para prolongarjomadas, realizar
viajes o cambiar de residencia. Asimismo, a pesar de que se ha­
bla de flexibilidad (que debería ser sinónimo de mayor produc­
tividad y de menor absentismo)6, las empresas todavía premian
al último que se va, al que posterga la vuelta a casa.
Las directivas señalan que lo que se prima son los resul­
tados, «dan igual las horas, lo que importa es el trabajo he­
cho». Pero no ignoran que trabajan en organizaciones crea­
das a «imagen y semejanza» de los hombres, donde se re­
compensa la disponibilidad, la visibilidad y el «calentar la
silla». El siguiente testimonio lo explica muy claramente:

Si la pregunta que me quieres hacer es si aquí se pre­


mia el estar, yo te digo que la respuesta es que sí. La res­

5 España es uno de los países europeos conjomadas laborales más lar­


gas y productividad más baja. Más detalles en Plan estratégico de Igual­
dad de Oportunidades (2008-2011). Disponible en http://www.mtas.es/
igualdad/PlanEstrategico.pdf.
6 El País, 30 de septiembre de 2007, Gestión y formación, «Hartos
de “calentar” la silla», pág. 36.
puesta es clara. Yo creo que si estás es mejor que si no es­
tás. Si estás más rato y te ven más tiempo es mejor que si
no. Es decir, la disponibilidad, el ser percibido como ab­
solutamente disponible, o muy disponible, yo creo que
eso es importantísimo... [¿Y cree que eso puede ser per­
judicial para las mujeres?] Sí, sí, lo es de hecho, ¡claro que
es pequdicial, absolutamente perjudicial! Los hombres se
dedican más a estar en la empresa, muchas veces porque
no quieren estar en la casa, muchas veces porque tienen
ideas culturales de sus antepasados, por los motivos que
sea, y eso se premia; porque como el que premia es un
hombre, entonces valora a su imagen y semejanza, busca
gente similar, entonces eso se premia, ¡es hasta humano,
si quieres! (015).

Las nuevas tecnologías implican nuevas formas de orga­


nización y trabajo. Todos los informantes coinciden en seña­
lar que el hecho de que muchos servicios se lleven a cabo en
red y que emeija «las empresa red» va a facilitar las cosas
para las mujeres, ya que, además de disfrutar de mayor flexi­
bilidad horaria, no habrá, en teoría, diferencia entre trabajar
desde el despacho o desde casa. Sin embargo, quedarse más
horas en la oficina, asistir a reuniones convocadas en horario
tarde-noche (a partir de las 19 horas) en la mayoría de los ca­
sos no es una opción. Hay momentos en que es necesario es­
tar en casa (fundamentalmente debido a las necesidades de
conciliación) y otros en que es ineludible estar en la oficina.
De esta forma, uno de los problemas que emerge es la falta
de oficialidad de las medidas de conciliación, cuya puesta en
marcha se deja generalmente al arbitrio de los gestores. Esto
puede producir importantes perjuicios para las mujeres, al
ser ellas las que hacen un mayor uso de fórmulas como la re­
ducción de jomada, principalmente en empresas que todavía
no parecen estar preparadas para premiar o promocionar a
empleados que «no están».
Como ya se ha apuntado, algunas de las directivas entre­
vistadas se sienten «víctimas de los horarios» establecidos y
otras señalan que la flexibilidad es un arma de doble filo: al
no estar en la oficina se cuestiona su profesionalidad, al tiem­
po que «se pierden la película» (el politiqueo organizado de
acuerdo con la jomada de los hombres) y los beneficios que
genera la creación de redes. En este sentido, apunta el si­
guiente testimonio:

No es que se valore la visibilidad, el problema es que


si no estás, te pierdes la película. Aquí se trabaja mucho
por objetivos. Entonces, si tú cumples tus objetivos y das
lo máximo que puedas dar, no hay ningún problema con
tus horarios. El problema es que luego, por otro lado, se
siguen poniendo reuniones a las siete de la tarde, y si tú
no estás a las siete de la tarde, te pierdes la película. Se si­
guen haciendo comidas de dos horas y media, y si tú no
estás dos horas y media comiendo, te pierdes parte de la
película. Ése es el problema. Entonces, no es que nadie te
pida que estés, es que si no estás te estás bajando del bar­
co. Por eso, hay que tomar la decisión, o estoy en estas co­
midas eternas y estoy en la gestión política. Hay una ges­
tión de relaciones, que son muy importantes en cualquier
empresa. Creo que son importantísimas, y más en una em­
presa con tanto hombre. Entonces, hay que optar (013).

El compromiso con la empresa sigue vinculándose con


las horas de permanencia en el puesto de trabajo, por lo que
el desarrollo de modelos flexibles de trabajo, y, en concreto,
la opción del teletrabajo, no está exento de dificultades. Se
plantea la necesidad de un cambio de mentalidad (control de
resultados del trabajo), de compleja aceptación debido a la
vigente cultura de la visibilidad y al papel de las redes infor­
males de poder en la promoción profesional. El testimonio
de un directivo expresa las contradicciones que rodean el te­
letrabajo:

La idea es desarrollar imas nuevas formas de traba­


jo. Por ejemplo, hay un porcentaje de personas que se su­
pone que no tienen que tener su puesto de trabajo per­
manente en la empresa y se va a potenciar el teletrabajo,
y, por lo tanto, hay un grupo o unas áreas donde hay me­
sas de trabajo que no son de nadie, son del primero que
llega. ¡Pues está sobrando lugar! Porque no todo el mun­
do se anima a hacer eso, o mejor dicho, se animan menos
de lo que se esperaba. Posiblemente porque hace poco
tiempo que ha empezado, pero también yo creo que, en
el fondo, la gente no acaba de estar convencida de que si
no le ve el jefe le van a considerar que está trabajando.
Yo creo que con el teletrabajo pasa como con la video­
conferencia, resuelve muchas cosas pero no todas; y es
necesario siempre un porcentaje de actividad presencial
y de contacto porque no sólo se resuelven las cosas en la
mesa, sino que tomando un café también se resuelven.
En ese sentido, nos falta mucho por hacer en las empre­
sas, ya que es más fácil controlar la presencia que con­
trolar la calidad del trabajo, pero por ahí habrá que ir
avanzando (019).

Los modelos de flexibilidad laboral deben enfocarse, por


tanto, como opción dirigida igualmente a hombres y muje­
res. Lo contrario puede tener consecuencias nefastas para las
segundas. Asimismo, las informantes señalan las dificulta­
des que emergen a la hora de delimitar los horarios cuando
se desempeña el trabajo en casa. Esta dificultad, que también
sufren los y las workaholics, podría asociarse al hecho de
que para muchos la profesión es, como hemos visto, una pa­
sión (en el sentido de vocación y hobby). En consecuencia,
no siempre es fácil marcarse límites y diferenciar claramen­
te el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio. A modo de resu­
men, y de acuerdo con los testimonios, podemos decir que es
la pasión de las mujeres directivas, en la doble dimensión de
vocación y sacrificio, lo que les permite llegar y mantenerse.
Así, ellas pueden, pero con dificultad.
5. L a l e g i s l a c i ó n a fa v o r d e l a ig u a ld a d
de género: ¿ s o n l a s e m p r e s a s t e c n o l ó g ic a s
un r e f e r e n t e d e ig u a l d a d ?

España está haciendo progresos importantes en materia


de igualdad de género en los últimos años. La Ley Orgánica
para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres (LOIEMH)
pretende la igualdad en todos los ámbitos de la vida social,
económica, cultural y política a través de la exigencia de pla­
nes de igualdad en las empresas, de permisos de paternidad
exclusivos, así como acciones positivas y de transversalidad
(LOIEMH, 2007). La Cámara Nacional del Mercado de Va­
lores (CNMV) ha elaborado, asimismo, un Código de reco­
mendaciones de buen gobierno de las sociedades cotizadas
en el que se incluyen propuestas sobre diversidad de género
por motivos ético-políticos y de eficiencia (aprovechamien­
to del potencial y del talento) (CNMV, 2006; Conthe, 2007).
Pero la evaluación que las directivas y los directivos entre­
vistados hacen de la recién estrenada Ley de Igualdad y del
sistema de cuotas está llena de matices. De hecho, los testi­
monios no son unánimes, y puede hablarse de dos posturas en
cierto modo contrapuestas. Un primer discurso expresa reti­
cencias y rechazo bien de aspectos concretos de la ley que po­
drían ser mejorados o de su totalidad, debido a los «efectos
perniciosos» que puede tener en una sociedad «felizmente
desigual». Se considera que lo ideal sería no tener que re­
gular, y existe un rechazo manifiesto respecto a las medi­
das de discriminación positiva: las cuotas, incluso en las can­
didaturas, «atenían contra la igualdad» (OI7). Otro discurso,
más sensible desde una perspectiva de la diversidad de géne­
ro, reconoce la necesidad de esta ley para promover el cambio.
Además de apoyar la ley, se reconoce la funcionalidad y la ne­
cesidad de las cuotas femeninas como medida transitoria para
lograr la igualdad entre hombres y mujeres.
Atendiendo a los testimonios de los directivos y directi­
vas entrevistados encontramos, a grandes rasgos, tres puntos
de vista diferenciados respecto a las cuotas femeninas:

1. Un discurso minoritario que mantiene que las cuotas


son fimcionalmente admisibles y, en términos gene­
rales, no sólo buenas, sino necesarias para lograr la
igualdad entre hombres y mujeres.
2. Otro discurso, defendido por la mayoría, que está a
favor de las cuotas, pero sólo con carácter transitorio
o únicamente en las candidaturas.
3. Un tercer discurso minoritario que rechaza las medi­
das de discriminación positiva al apreciar que las cuotas
femeninas son más peijudiciales que beneficiosas para
las mujeres porque provocan que se cuestione que ha­
yan alcanzado su puesto por méritos propios y por
valía personal. Además, las cuotas se consideran in­
necesarias al tiempo que discriminatorias.

Algunos testimonios contrarios a la ley y a las cuotas en­


fatizan el principio corporativo. Señalan que la competitivi-
dad empresarial se produce cuando se gestiona de manera
eficaz el talento de la plantilla, independientemente de su
sexo. Y subrayan que en las empresas del sector TIC no se
discrimina, ya que se apuesta por la competencia y la ido­
neidad, y no por el género. Pero ¿qué ocurre realmente en el
seno de las empresas del sector? ¿Son las empresas tecnoló­
gicas un referente de igualdad?
Como hemos visto, las mujeres se incorporan paulatina­
mente al sector de las nuevas tecnologías. No obstante, toda­
vía son minoría en puestos directivos y están lejos de lograr
la igualdad en ámbitos como el de la conciliación o las con­
diciones salariales. Resulta evidente que existe discrimina­
ción de género en las retribuciones por el desempeño de una
misma categoría profesional y nivel de responsabilidad. Si
bien la totalidad de las mujeres entrevistadas para nuestra in­
vestigación afirma sentirse satisfecha con sus retribuciones,
el reciente informe ICSA, Estudio sobre la retribución de la
mujer directiva en España, advierte de que la diferencia sa­
larial media en España es del 16,5 por 100 entre mujeres y
hombres directivos. En el sector TIC las diferencias entre hom­
bres y mujeres directivas disminuyen al 8,5 por 100. El 24
por 100 de las cien profesionales entrevistadas por ICSA se
declara «muy o bastante satisfecha» con su sueldo, mientras
que el 69 por 100 considera que no se ajusta al trabajo que
desarrolla (ETSEEI e ICSA, 2007).
Todos nuestros informantes señalan que sus respectivas
empresas son de alguna forma pioneras en materia de igual­
dad. Manifiestan que se están implantando medidas novedo­
sas, como hemos visto fundamentalmente en materia de flexi­
bilidad, y perciben que son el espejo en el que empresas de
otros sectores pueden mirarse. En este sentido, debemos
subrayar la excepcional labor que está llevando a cabo una
de estas empresas punteras del sector tecnológico, dentro
del IBEX-35, en materia de igualdad de género. Esta mul­
tinacional, anticipándose a la ley promovida por el gobierno,
ha implantado su propio Plan de igualdad de oportunida­
des 2007-2010. Además, ha puesto en marcha programas
pioneros para promover de forma sistemática la mentaliza-
ción de los empleados en materia de igualdad; ha impulsado
cambios en la cultura organizativa (tradicionalmente mascu­
lina) a través de conferencias y foros con empleados; ha pre­
miado la flexibilización y las conductas no discriminatorias,
mediante la regulación de conductas no deseadas como el
acoso sexual o el mobbing; ha estimulado iniciativas desde
el Departamento de Selección para atraer mujeres; y, entre
otras medidas, ha apoyado publicaciones periódicas respec­
to a avances en materia de igualdad.
El esfuerzo de esta empresa, que no parece encontrar re­
ticencias a la hora de implantar los programas, constituye un
ejemplo, tanto dentro como fuera del sector, que ni puede ni
debe ser ignorado. Pero los informantes saben que todavía
queda un largo camino que recorrer, por ejemplo, en materia
de sensibilización, flexibilidad real, ayudas o guarderías. Es
más, admiten que las empresas tecnológicas no pueden dejar
escapar el tren de la igualdad entre hombres y mujeres, ya
que esto supondría una pérdida de talento que las empresas
no se pueden permitir. Así, la cuestión que más preocupa en
la actualidad, más allá de las barreras educacionales y lega­
les, es evitar la infrautilización del talento. En el Plan estra­
tégico de Igualdad de Oportunidades (2008-2011) del go­
bierno se expresa de manera clara y concisa:

La participación económica de las mujeres es esen­


cial, no sólo por razones de equidad e igualdad, sino por
cuestiones estratégicas. Los países que no utilizan el ta­
lento de la mitad de su población realizan una asignación
de recursos poco eficiente, crecen menos y ponen en ries­
go su competitividad [...] Es preciso lograr que la compe-
titividad económica sea sostenible socialmente, de mane­
ra que el incremento de la productividad y la mejora de
las expectativas y el empleo sean compatibles con la vida
privada de las personas y con el mantenimiento, en de­
finitiva, del modelo social y el modo de vida europeos
(pág. 22).

No es posible, por tanto, ignorar la situación de desi­


gualdad de la que parten hombres y mujeres. Es más, se hace
necesario promover un entorno que facilite la igualdad de
oportunidades para hombres y mujeres, no sólo para aprove­
char el talento de más de la mitad de la población, sino tam­
bién por un argumento de equidad social.
En este sentido, las directivas entrevistadas son cons­
cientes de la necesidad de autolimitar las exigencias profe­
sionales y personales, y de asumir que toda elección conlleva
renuncias y no está exenta de costes. Reconocen que es ne­
cesario hacer esfuerzos, y los hacen, para no plegarse a una
cultura organizativa pensada por y para hombres. La conclu­
sión fundamental que se puede extraer de sus discursos es:
hay que estar dentro para cambiar las cosas y hay que cam­
biarlas desde dentro.

6. C o n c l u s i o n e s

Las mujeres se incorporan paulatinamente al sector de


las nuevas tecnologías. No obstante, los discursos, experien­
cias y estrategias de las directivas entrevistadas revelan que
todavía se enfrentan a barreras (visibles o invisibles) que fre­
nan su acceso a puestos de liderazgo en empresas punteras
del sector de las TIC.
Las trayectorias profesionales de las directivas entrevis­
tadas se caracterizan por una gran capacidad de iniciativa y
de adaptación, aunque están condicionadas por el entorno
familiar y las circunstancias personales. Su estilo directivo
se define en tomo al trabajo en equipo, la seducción, la coo­
peración y la «dirección de puertas abiertas». El hilo con­
ductor de su desarrollo profesional está marcado por la pa­
sión, una metáfora que alude en primer lugar a un elemento
vocacional y a los aspectos gratificantes del trabajo que de­
sempeñan y, en segundo lugar, a la capacidad de sacrificio y
a las renuncias personales y profesionales que se ven obliga­
das a realizar. Muchas veces sienten una cierta soledad, pero
son mujeres competentes y ambiciosas, consagradas tanto a
su trabajo como a su familia.
Su discurso tiende a hacer invisibles los problemas de
discriminación por razón de género, aunque no niegan que
exista cierta desigualdad debido a factores personales, fami­
liares y organizativos. Ellas ratifican sus prioridades perso­
nales o profesionales, pero el peso del proceso de socializa­
ción hace que se enfrenten a actitudes de rechazo debido a
prejuicios fuertemente instalados en la sociedad. En conse­
cuencia, admiten que tienen que hacer frente a disyuntivas
respecto a sus compromisos profesionales y personales, lo
que implica estrés y renuncias.
A diferencia de sus homólogos masculinos, ellas no pa­
recen poder tenerlo todo. Coinciden en que su marido o
pareja es un factor impulsor en el desarrollo profesional,
principalmente a la hora de facilitarles la gestión del tiempo.
Pero, a pesar de que hacen malabarismos para conciliar, no
siempre encuentran el equilibrio entre vida personal y profe­
sional, por lo que en ocasiones aparecen sentimientos de cul­
pa y arrepentimiento. Señalan, por tanto, la necesidad de
promover, por parte del gobierno y de las empresas del sec­
tor tecnológico, políticas de conciliación dirigidas a perso­
nas, hombres y mujeres.
Al tiempo que reconocen su escaso espíritu gregario, ad­
vierten de la importancia de las redes de apoyo y de los con­
tactos en el desarrollo profesional. No obstante, la cultura
organizativa y empresarial, dominada por las poderosas re­
des de poder masculinas, dificulta su desarrollo profesional.
Se coopta a los hombres, mientras que las mujeres son ex­
cluidas (o se autoexcluyen) de los favores que genera este
tipo de prácticas informales.
Señalan también contradicciones en los nuevos modelos
de gestión empresarial. La cultura del presentismo todavía
está fuertemente instalada a pesar de que se esté impulsando
un modelo organizativo basado en la confianza, en la gestión
por objetivos y en la flexibilidad horaria. En consecuencia,
las directivas entrevistadas todavía se sienten «víctimas» de
los horarios y de unos modelos de flexibilidad (laboral y ho­
raria) que carecen de la oficialidad necesaria. Se plantea la
necesidad de promover un cambio de mentalidad respecto a
la cultura de la visibilidad en las empresas, y de adaptar es­
tas nuevas fórmulas organizativas tanto a hombres como a
mujeres.
Respecto a la legislación a favor de la igualdad de géne­
ro, los testimonios muestran dos posturas diferenciadas. Fren­
te a un discurso que se manifiesta contrario a la regulación y
rechaza las medidas de discriminación positiva, otro discur­
so reconoce la necesidad de esta ley y de las cuotas femeni-
ñas para promover la igualdad real entre hombres y mujeres.
Nuestras informantes señalan que sus respectivas empresas
son de alguna forma pioneras en materia de igualdad. Re­
conocen, sin embargo, que todavía queda un largo camino
que recorrer y que no pueden dejar escapar el tren de la
igualdad (por una cuestión de equidad social y para evitar la
pérdida de talento). Su papel en este sentido es transformar,
desde dentro, una cultura organizativa pensada por y para
hombres.
El empuje actual de las mujeres, unido a que los hom­
bres puedan estar «echando el freno», se debe a que nos en­
contramos ante un modelo de igualdad todavía emergente.
El futuro es percibido con esperanza e incluso con ilusión y
sin contiendas dialécticas. Pero es fundamental que las em­
presas tecnológicas continúen avanzando en materia de co­
rresponsabilidad para la conciliación. Para ello, además de
mirar al norte de Europa, donde encontramos países mucho
más avanzados y ejemplares en esta materia, deben aplicar la
actual Ley de Igualdad y promover al mismo tiempo cam­
bios en la cultura organizativa que permitan adaptarse a sus
realidades diferentes. El desequilibrio de género actual no es
ni sostenible ni admisible. Las mujeres deben tener garanti­
zada su participación en todas las esferas y fases de adop­
ción de decisiones, ya que esto beneficiará a las propias mu­
jeres y a la sociedad en su conjunto. Las empresas que triun­
fen serán las que tengan el mejor capital humano y recluten
y promocionen a personas desde una perspectiva de igualdad
de género.

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C a p ít u l o 6

La segunda brecha digital:


educación e investigación
M il a g r o s S a in z y A n a G o n z á l e z

1. In t r o d u c c ió n

La participación de las mujeres en las diversas esferas


relacionadas con la tecnología es menor que la de los hom­
bres. La literatura que ha abordado este tema en nuestro país
utiliza el término «estudios tradicionalmente femeninos» y
«estudios tradicionalmente masculinos» para hacer alusión a
aquellos estudios donde los hombres y las mujeres no alcan­
zan respectivamente un 3 0 por 1 0 0 de participación (López-
Sáez, 19 9 5 ; Elejiabeitia y López-Sáez, 2 0 0 3 ). La metáfora
de la cañería que gotea se utiliza para referirse al potencial
de mujeres que se pierde a lo largo de las etapas de forma­
ción y promoción en sus carreras profesionales. En este ca­
pítulo se hará un recorrido por la situación de las mujeres en
los estudios relacionados con la tecnología, que comprenden
los niveles de secundaria y de educación superior. En un se­
gundo momento, se abordará el papel desempeñado por las
mujeres en las primeras etapas de formación en las áreas tec­
nológicas, así como en sus posteriores carreras investigado­
ras dentro de ese mismo ámbito de conocimiento.
Comenzaremos haciendo un análisis de la elección de
estudios en la educación secundaria, así como de la situación
de las mujeres en los estudios de Bachillerato y de Forma­
ción Profesional (FP) de grado medio. En segundo término,
realizaremos un recorrido por los factores socioculturales y
psicosociales que explican la menor propensión de las muje­
res a elegir los estudios técnicos. Continuaremos, en tercer
lugar, describiendo algunas de las implicaciones de lo ante­
rior sobre la futura trayectoria académica y profesional de las
mujeres. En cuarto lugar, atenderemos a la posición que ocu­
pa España en relación con los países europeos en cuanto a la
presencia de las mujeres en los niveles de estudios superio­
res y su contribución al sistema educativo. Dada la impor­
tancia de los estudios de doctorado, abordaremos en quinto
lugar diversos aspectos relacionados con el número de ma­
trículas, graduados y becas de formación para la investiga­
ción. En sexto y último lugar, nos referiremos a la fase pos­
terior de desarrollo de las carreras profesionales de las mu­
jeres en la investigación científica y tecnológica.

2. La ELECCIÓN DE ESTUDIOS
e n l a e d u c a c ió n s e c u n d a r ia

La etapa de la educación secundaria resulta especialmen­


te importante por tratarse de un momento en el que se toman
decisiones cruciales sobre el futuro académico y profesio­
nal, decisiones que condicionan la trayectoria vital de cual­
quier individuo. Los autores que han estudiado este tema han
recurrido a estudiantes con edades comprendidas entre los
doce y los dieciocho años, es decir, edades en las que realizan
estudios de primer curso de la ESO, Bachillerato y módulos
de FP. A los dieciséis años se produce la culminación de los
estudios obligatorios de la educación secundaria (4.° de la
ESO), y las alternativas que tienen los estudiantes de conti­
nuar su formación son dos: el Bachillerato y la FP. De esta for­
ma, los alumnos que desean realizar estudios universitarios eli­
gen entre una de las cuatro modalidades de Bachillerato que el
sistema educativo les ofrece: Artes, Humanidades y Ciencias
Sociales, Ciencias de la Naturaleza y de la Salud o Tecnología.
Por otra parte, aquellos alumnos que prefieren continuar
estudios no universitarios eligen entre los diferentes módu­
los de FP de grado medio. Sin embargo, y a pesar de la im­
portancia de la FP en la profimdización de las diferencias de
género en la elección de trayectorias académicas de los ado­
lescentes en secundaria de nuestro país, muchos estudios
han dejado de lado el análisis de la etapa relativa a la FP, por
no estar directamente relacionada con los estudios universi­
tarios (Elejiabeitia y López-Sáez, 2003).

2.1. La participación femenina en los estudios


de secundaria

Los datos sobre los índices de presencia femenina en la


educación secundaria muestran cómo los roles de género y
la elección de trayectorias académicas están íntimamente re­
lacionados. Según fuentes del Ministerio de Educación y
Ciencia (MEC, 2008), durante el curso académico 2005-2006,
el porcentaje de chicas en los estudios de primaria y de la
ESO es inferior al de sus compañeros (48,5 por 100). Este
panorama cambia en los estudios de Bachillerato y de For­
mación Profesional, donde el porcentaje de presencia de chi­
cas es, en términos globales, mayor que el de los chicos
(54,7 por 100 y 51,3 por 100, respectivamente).
A partir de la elección de modalidad en Bachillerato se
producen una serie de diferencias entre los chicos y las chi­
cas, pues —tal y como se puede observar en la Tabla 1— la
presencia de chicas en los estudios de tecnología (3,8 por 100)
es muy pequeña si la comparamos con el porcentaje de chi­
cas matriculadas en las modalidades de Humanidades y
Ciencias Sociales (55 por 100).

Ta b l a 1
Distribución porcentual por sexo de alumnos
de Bachillerato por modalidad de estudios
(curso académico 2003-2004)

Modalidad Chicos Chicas Total

Artes 3,1 4,9 4,1


Humanidades y Ciencias Sociales 37,5 55,0 47,2
Ciencias de la Naturaleza y de la Salud 41,8 36,3 38,8
Tecnología 17,6 3,8 9,9

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del MEC (2005a).

Por otra parte, y conforme se ilustra en la Tabla 2, se


puede observar que las chicas tienen un índice de partici­
pación inferior al de los chicos (45,9 por 100) en los mó­
dulos de FP de grado medio. Las chicas son, sin embar­
go, mayoría en los módulos relativos a imagen personal
(97,3 por 100), servicios socioculturales y de la comunidad
(92,3 por 100), sanidad (90 por 100) y administración (75,1
por 100). A su vez, las chicas son minoría en los módulos
relacionados con mantenimiento de vehículos autopropulsa­
dos (1,6 por 100), electricidad y electrónica (2,2 por 100),
fabricación mecánica (2,3 por 100) e informática (14,7
por 100).
Por último, cabe señalar que las chicas tienen mayor pre­
sencia en los estudios universitarios, pues constituyen un 54
por 100 del total de los estudiantes matriculados en universi­
dades de nuestro país. Sin embargo, su presencia es menor
en las modalidades científicas y tecnológicas y mayor en las
carreras de Humanidades y Ciencias Sociales.
Ta b l a 2
Distribución porcentual de las chicas en algunos de los estudios
de grado medio de FP (curso académico 2005-2006)

Módulo Mujeres

Artes Gráficas 37,7


Administración 75,1
Comercio y Marketing 71,3
Comunicación, Imagen y Sonido 50,6
Electricidad y Electrónica 2,2
Fabricación Mecánica 2,3
Hostelería y Turismo 45,4
Imagen Personal 97,3
Sanidad 90,0
Informática 14,7
Servicios Socioculturales y de la Comunidad 92,3
Mantenimiento de Vehículos Autopropulsados 1,6

Total 45,9

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del MEC (2008).

2.2. Factores que podrían explicar la escasa propensión


de las chicas a matricularse
en estudios relacionados con la tecnología

Según hemos podido comprobar con los datos anterior­


mente reseñados, las chicas eligen modalidades técnicas en
menor medida que los chicos. Entre los factores que expli­
carían por qué las chicas no se matriculan en estudios y ca­
rreras técnicas, podemos aludir a un conjunto de factores de
tipo sociocultural y psicosocial. Para la delimitación de di­
chos aspectos nos hemos basado principalmente en el mode­
lo de elección de logro de Eccles y colaboradores (Eccles, 1983;
Eccles, Barber y Jozefowicz, 1999), así como en otros mo­
delos teóricos que complementan y amplían diversos aspec­
tos de dicho modelo (véase la Figura 1).
F igu ra 1
Modelo de predicción de estudios técnicos,
inspirado en Eccles, Barbery Jozefowicz (1999)

Fuente: Sainz, 2006.

2.2.1. Factores socioculturales

Entre los factores socioculturales que pueden explicar la


menor propensión de las chicas para elegir carreras técnicas,
cabe destacar los siguientes: la existencia de roles de género
y de estereotipos en tomo a qué es la tecnología y quién tie­
ne que estar en la tecnología; la influencia de variables con­
texto-estructurales y el impacto de los agentes de socializa­
ción en la determinación de qué estudios elegir. Estos factores
se retroalimentan unos con otros y conforman un entramado
multidimensional y complejo, que condiciona la elección de
estudios y de itinerarios académicos.

2.2.1.1. Roles de género y estereotipos de género


en tomo a la tecnología

Los roles de género hacen alusión a un conjunto de expec­


tativas socialmente compartidas sobre cómo deben comportarse
las personas que ocupan determinada posición o sobre los
miembros de un determinado grupo social, según éstos sean
hombres o mujeres. Para la teoría del rol social (Eagly, 1987),
las diferencias de género en la conducta son el resultado de la di­
visión social del trabajo y de la consiguiente distribución de los
roles de género entre los hombres y las mujeres. De este modo,
las mujeres se muestran más proclives que los hombres a asumir
los roles de cuidado del hogar y de los hijos, mientras que los
hombres asumen roles relacionados con ganar dinero y con ser
el proveedor primario de la familia. Dichos roles de género se
materializan en un conjunto de creencias estereotípicas o de es­
quemas mentales sobre cómo deben ser y cómo deben actuar los
hombres y las mujeres en los diferentes ámbitos de la vida.
Desde pequeños aprendemos y asumimos dichos roles
de género y los desarrollamos a partir de actividades (como
los juegos y videojuegos) claramente diferenciadas por sexo.
Los anuncios y las campañas de publicidad en época navide­
ña son un ejemplo de cómo los juegos y juguetes son pre­
sentados de forma distinta, según se dirijan a niños o a niñas.
De esta forma, los niños utilizan legos, coches de carreras,
trenes, futbolines o videojuegos que integran los aspectos
anteriormente referidos de los roles. Las niñas, por el con­
trario, juegan con muñecas o con juegos o videojuegos
orientados al cuidado de los demás, de su propia imagen per­
sonal (maquillaje, peluquería) o del hogar (Martin, 1999).
Los estereotipos tienen un carácter automático, del que
muchas veces no somos conscientes, y sirven para reducir la
complejidad del mundo que nos rodea y para agilizar el pro­
ceso de toma de decisiones. Las mujeres son percibidas con
atributos relacionados con dulzura, sociabililidad, emotivi­
dad y tendencia a expresar emociones, es decir, se les atribu­
yen rasgos expresivo-comunales. Por el contrario, a los hom­
bres se les atribuyen características agéntico-instrumentales
que hacen alusión a su capacidad para ser asertivos, agresi­
vos, racionales y tendentes al logro (Eagly y Steffen, 1984).
Según estos rasgos estereotípicos, tendemos a pensar que las
mujeres están menos cualificadas que los hombres para los
estudios y profesiones relacionadas con la tecnología. Preva­
lece la imagen arquetípica de una mujer ejerciendo de enfer­
mera, en lugar de ingeniera o informática; por el contrario,
existe la imagen de un hombre ingeniero o informático, en
lugar de la de un hombre enfermero. Todo este conjunto de
creencias contribuye a perpetuar los estereotipos existentes
en tomo al papel de la mujer en nuestra sociedad.
Los estereotipos de género aglutinan, además, una serie
de expectativas procedentes de la observación de lo que la
gente hace (la norma descriptiva) y de lo que se espera que
la gente debería hacer (la norma prescriptiva). A través de
esos estereotipos se describe el prototipo de hombre y de
mujer en diferentes contextos, sobre la base de rasgos que
hacen alusión a su capacidad cognitiva, su personalidad, sus
habilidades, sus roles y su disposición emocional e incluso
su apariencia física. Las normas prescriptivas, por su parte,
sirven para delimitar cómo se espera que hombres y muje­
res se comporten y para sancionar socialmente a aquellos
individuos que no actúan conforme a dichas normas. Tildar
a las mujeres que estudian informática o ingeniería de «mari­
macho» o «poco femeninas» sería una forma de sanción
social activada ante la incongruencia entre el rol de género
femenino y el hecho de que una mujer estudie una carrera
tradicionalmente masculina.
En este sentido, se ha comprobado cómo algunos estu­
diantes de secundaria de uno y otro sexo asignan mayorita-
riamente rasgos masculinos a las profesiones relacionadas
con la tecnología y la informática (Sainz, 2006). Para estos
estudiantes, los informáticos son personas solitarias y grises,
extrañas —freakies—, que se aíslan del resto del mundo y
que prefieren estar en contacto con las máquinas en lugar de
con las personas (Castaño, 2005; Margolis y Fisher, 2002).
Por otra parte, estos mismos estudiantes perciben que son
personas inteligentes, creativas y con un cierto estatus social.
Es decir, se utilizan rasgos instrumentales, no agénticos, para
definir al prototipo de persona que trabaja en el mundo de la
informática o de la tecnología. Se alude, además, a la falta de
habilidades sociales de este tipo de profesiones, lo cual de­
nota que no se las asocia con rasgos expresivo-comunales
definitorios del rol de género femenino.
Para Hannover y Kessels (2004), los estudiantes tienen
una imagen del estudiante «tipo» matriculado en ciertos cur­
sos y estudios (tales como las matemáticas o las ciencias). En
este sentido, cuanto menos encaje la imagen que los estu­
diantes tienen de sí mismos con la imagen que tienen del tí­
pico estudiante matriculado en este tipo de estudios, menor
es la probabilidad de que elijan esos cursos. Así, si la imagen
que se tiene del estudiante prototípico de tecnología (por
ejemplo, la de un chico que, además, es inteligente, un crack
en matemáticas y tecnología y al que le gustan mucho los ca­
charros) no coincide con la imagen que una chica tiene de sí
misma (como de una persona dulce, expresiva emocional­
mente y a la que le gusta el trato con otras personas) difícil­
mente va a elegir tecnología. Se ha utilizado este tipo de ar­
gumentos para explicar el importante descenso de estudian­
tes que se matriculan en estudios técnicos y científicos en las
universidades de Alemania.
Por otra parte, la amenaza del estereotipo constituye un
mecanismo de gran influencia sobre las actitudes y compor­
tamientos que las mujeres muestran respecto a áreas consi­
deradas tradicionalmente como masculinas (Steele, 1997).
Dicha amenaza surge de los estereotipos vigentes en tomo a
distintos grupos minoritarios —tales como las mujeres ma­
triculadas en ámbitos técnicos, donde su presencia es esca­
sa— y hace alusión a que los estereotipos existentes en tor­
no a las mujeres en contextos tradicionalmente masculinos
son una barrera para su avance. El hecho de que existan
ideas estereotipadas sobre la supuesta falta de capacidad de
las mujeres para la tecnología hace que dichos estereotipos
se conviertan en una amenaza para ellas y contribuye a que
acaben actuando de forma que dichos estereotipos se confir­
men. Es decir, la mera «presión» de esas expectativas en tor­
no a la falta de capacidad de las mujeres para la tecnología
conlleva que las mujeres terminen obteniendo un rendimiento
acorde con ellas y muy por debajo de su verdadero potencial.

2.2.1.2 Influencia de variables contexto-estructurales


en la elección de estudios

Estudios metaanalíticos muestran que las diferencias de


género en la elección de trayectorias académicas y profesio­
nales se ven moduladas por la influencia de una serie de fac­
tores contexto-estructurales, tales como la clase social o el
estatus socioeconómico, la procedencia urbana o rural, la
raza o el grupo étnico (Hyde, Fennema y Lamon, 1990). Así
por ejemplo, se ha demostrado que las estudiantes de raza
negra eligen en menor medida estudios relacionados con las
TIC que las de raza blanca y que sus compañeros, sean de
raza blanca o negra (Zarrett y Malanchuk, 2005; Zarrett
et al, 2006).
Los estereotipos de género se hacen más notables en en­
tornos donde la presencia de mujeres constituye la excep­
ción más que la regla (Deaux y Major, 1987). De esta for­
ma, una mujer que estudia informática o telecomunicacio­
nes se hace más visible en una facultad politécnica que una
mujer que estudia enfermería en la escuela de enfermería,
donde el número de mujeres es dominante. Para Guimond y
Roussell (2001), la decisión de matricularse en estudios vin­
culados a las matemáticas o las ciencias es menos frecuente
en el caso de las mujeres debido a la predominancia del es­
tereotipo masculino en esos ámbitos. Cuando el estereotipo
de que los hombres son mejores que las mujeres para las ma­
temáticas y las ciencias se hace patente, ello condiciona en
gran medida la manera en que hombres y mujeres evalúan su
propia habilidad respecto a esos dominios, tras un proceso
de comparación intragupal. De esta manera, cuando las chi­
cas estén en un contexto en el que el estereotipo de las mate­
máticas y las ciencias sea preponderante, se valorarán a sí
mismas por debajo de los chicos. Sin embargo, cuando estén
en un contexto en el que predomine el estereotipo de que las
mujeres son mejores para las humanidades que los hombres,
se valorarán a sí mismas por encima de los hombres.
Todo ello parece activar una serie de actitudes y de com­
portamientos por parte de las propias chicas, sus profesores
y demás compañeros, que contribuye a la reproducción de
algunos roles de género en ese contexto. En este sentido,
muchas chicas ingenieras o informáticas terminan eligiendo
especialidades que —dentro de este ámbito— están más próxi­
mas al rol de género femenino. Este argumento serviría para
explicar por qué las estudiantes de informática eligen en ma­
yor medida la especialidad de gestión que la especialidad de
sistemas, que posee más componentes técnicos (Sainz, López-
Sáez y Lisbona, 2004).

2.2.1.3. Influencia del entorno social sobre la elección


de estudios

La disímil elección de trayectorias académicas por parte


de hombres y mujeres se explica a partir de un proceso de so­
cialización distinto para hombres y para mujeres (Eccles, 1983;
Eccles et al., 2000). Los agentes de socialización desempeñan
un papel fundamental en la perpetuación de los estereotipos de
género (Leaper y Friedman, 2007). La familia, los profesores,
los orientadores académicos y el contexto social más inmedia­
to delimitan, de una forma más o menos consciente, cuál es el
patrón de conducta adecuado para hombres y mujeres.

2.2.1.4. Entorno familiar

La transmisión de expectativas y valores de los padres y


las personas del entorno, distintas para los chicos y para las
chicas, explica la menor presencia de mujeres en estudios
técnicos. Los padres consideran, por lo general, menos nece­
saria la autorrealización profesional de las mujeres en áreas
tecnológicas, y no conciben la presencia femenina en entor­
nos que no sean tradicionales. Perciben, además, que sus hi­
jas tienen menos talento que sus hijos para asignaturas rela­
cionadas con la tecnología. Por ello, desalientan a las chicas
para que sigan trayectorias académicas y profesionales con­
trarias a los estereotipos, pues ello estaría reñido con la fe­
minidad de las mujeres y con la posible formación de una fa­
milia (Bandura, 1999). De este modo, las creencias y los es­
tereotipos que manejan los padres en relación con sus hijos e
hijas tienen un efecto importante sobre las expectativas y las
metas a las que los hijos aspiran (Eccles et al, 2000). Ello in­
fluye sobre la forma en que los padres interaccionan con sus
hijos en actividades académicas o de ocio y tiempo libre. Que
los padres participen con mayor asiduidad con sus hijos que
con sus hijas en actividades de ocio y tiempo libre relaciona­
das con las habilidades mecánicas, la ciencia y la tecnología,
ejerce un enorme impacto sobre la elección de la futura ca­
rrera (Eccles, Barber y Jozefowicz, 1999). Afortunadamente,
no todos los padres fomentan esa visión estereotipada de la
vida, sino que muchos promueven una educación igualitaria
entre sus hijos. En este sentido, Updegrafif, McHale y Crou-
ter (1996) demostraron que las hijas de padres con educación
igualitaria obtenían rendimientos más altos que las chicas de
padres tradicionales en asignaturas de secundaria, especial­
mente en matemáticas y ciencias.

2.2.1.5. Entorno escolar

En el colegio, los profesores y los orientadores académi­


cos ejercen una influencia considerable sobre las elecciones
académicas de los niños y los adolescentes. Ellos participan
en la consolidación de estereotipos de género existentes y en
la activación de las creencias o profecías que se autocum-
plen, de forma que las expectativas de los profesores sobre
sus alumnos se convierten en realidad. Algunos autores se­
ñalan que muchos orientadores académicos desalientan a las
chicas para que se matriculen en cursos y carreras contrarias
a los estereotipos de género (Hackett, 1999). Por consiguien­
te, la influencia negativa de los profesores y asesores acadé­
micos, la orientación masculina del currículo de la tecnolo­
gía, el escaso número de profesoras que sirvan de modelo de
referencia a estudiantes más jóvenes, así como las políticas
escolares a la hora de asignar estudiantes a cursos avanzados
en esas materias, son argumentos utilizados para explicar la
segregación de las mujeres en las carreras tecnológicas y
científicas dentro del entorno escolar (Ayalon, 2003).

2.2.1.6. Amigos y medios de comunicación de masas

Durante la adolescencia, los chicos y las chicas luchan por


alcanzar una identidad acorde con los roles de género, pues
ello les va a facilitar ser aceptados socialmente por otros ado­
lescentes de la misma edad y por otras personas de su entorno.
Los amigos y el grupo de pares constituyen el principal punto
de referencia para los adolescentes. La opinión y la actitud del
grupo cobran especial relevancia en el comportamiento de los
adolescentes y desempeña un papel importante en la elección
de actividades de ocio y tiempo libre, así como en la opción
por itinerarios y actividades académicas.
Los medios de comunicación constituyen, asimismo, una
poderosa y sutil herramienta de transmisión de roles y este­
reotipos de género. La exposición a la información ofrecida
por los medios de comunicación enfatiza los aspectos más
patentes y generalizables de los estereotipos de género, y
confirma las actitudes en tomo a ellos. En las campañas pu­
blicitarias, en las películas y en los programas de televisión
no se suele presentar a las mujeres manejando la tecnología
ni ocupando puestos destacados dentro del ámbito tecno­
lógico. Estudios experimentales demuestran que los partici­
pantes expuestos a información estereotipada tienen puntua­
ciones más elevadas en las escalas de sexismo que los parti­
cipantes expuestos a información neutra y contraria a los
estereotipos (Ward y Caruthers, 2001).

2.2.2. Factores psicosociales

2.2.2.1. Percepción de competencia y expectativas


de éxito respecto a las matemáticas y la informática

En la adolescencia, muchas chicas —incluso teniendo


calificaciones y un rendimiento académico similar a sus com­
pañeros en matemáticas o tecnología— se sienten menos
competentes que ellos en estos dominios. La percepción de
competencia está muy ligada a la construcción del autocon-
cepto, de forma que cuanto más positiva es la percepción
que se tiene de la propia habilidad o capacidad en cualquier
dominio (matemáticas, literatura o informática), mejor es el
concepto que se tiene de uno mismo en ese dominio. Por este
motivo, si las chicas perciben que son menos hábiles para las
matemáticas, la informática o la tecnología en general, peor
será el concepto que tengan de sí mismas en las asignaturas
ligadas a esos dominios.
Ello parece estar muy relacionado con la socialización
ejercida por los padres, quienes desde edades tempranas
desalientan a las chicas para que cursen carreras y estudios
relacionados con las matemáticas y la tecnología y, por el
contrario, animan a sus hijos varones para que las sigan.
Los padres, asimismo, refiierzan más las capacidades de
sus hijos varones para las matemáticas y otras asignaturas
cuantitativas, mientras que fomentan las capacidades de
sus hijas para las asignaturas más ligadas al rol de género
femenino, tales como la lengua, los idiomas o la música.
Esto provoca que las chicas perciban que tienen un nivel de
competencia para las matemáticas y la tecnología menor
que los chicos, lo cual se traduce en un concepto peor de sí
mismas y en unas pobres expectativas de éxito en esas
asignaturas (Bandura, 1999).
Se sabe que las carreras técnicas requieren un alto nivel
de competencia en matemáticas, físicas, dibujo técnico o in­
formática. Numerosos estudios muestran que el hecho de
que las mujeres perciban una menor competencia en mate­
máticas que los chicos influye en la menor tendencia de las
chicas a elegir carreras técnicas o actividades de ocio y tiem­
po libre relacionadas con las matemáticas (Bandura, 1999;
Eccles, 1983; Hannover y Kessels, 2004).
Nuevas líneas de investigación vinculan la percepción de
la habilidad respecto al ordenador y la informática con la
elección de estudios técnicos y sitúan al autoconcepto de ha­
bilidad hacia el ordenador y la informática como un impor­
tante predictor de la elección de dichos estudios (Sainz, 2006;
Zarrett y Malanchuk, 2005; Zarret et al., 2006). Estudios
empíricos apuntan a que las mujeres tienen un peor concep­
to de su habilidad respecto al ordenador y la informática
que sus compañeros (Hargittai y Shafer, 2006; Sainz, 2006;
Zarrett y Malanchuk, 2005; Zarrett et al., 2006). Esta peor
percepción de la competencia de las mujeres con respecto al
ordenador y la informática tiene un efecto directo sobre la
actitud que se muestra hacia el ordenador, así como sobre el
tipo de uso que se hace de éste y de la informática en gene­
ral (Hargittai y Schafer, 2006). Por último, se ha demostrado
que el autoconcepto de habilidad respecto al ordenador y la
informática desempeña un papel mediador entre las actitu­
des hacia estas herramientas y la elección de estudios técni­
cos (Sainz, 2006). Este aspecto mediador minimiza en gran
medida el efecto predictor de las actitudes y de otras varia­
bles que también puedan estar influyendo en la decisión de
iniciar o no estudios técnicos.

22.2.2. Actitudes hacia la tecnología

El ordenador constituye un ejemplo de herramienta tec­


nológica hacia la que las mujeres muestran una actitud más
negativa que los hombres (Dickháuser y Stiensmeier-Pelster,
2003; Ruiz-Ben, 2002; Shashaani, 1994). En este sentido, se
ha comprobado que las chicas adolescentes utilizan el orde­
nador con menor frecuencia que los hombres; se sienten me­
nos atraídas emocionalmente hacia él que sus compañeros
varones y, por último, muestran menos interés que los chicos
por algunos aspectos relacionados con la tecnología (Sainz,
2006). Esto no significa que las mujeres no utilicen el orde­
nador, sino que cuando lo hacen lo usan para fines más ins­
trumentales y menos lúdicos que sus compañeros (Castaño
et al, 2007; Sainz, 2006).
Una de las posibles causas de esa actitud negativa está
relacionada con el hecho de que algunas mujeres muestran
mayor ansiedad hacia la tecnología que los hombres
(Dickháuser y Stiensmeier-Pelster, 2002). En algunos casos
llegan incluso a situaciones en las que se sienten indefensas
ante las dificultades y las frustraciones asociadas a la tecno­
logía. Dominar la tecnología se sitúa en un continuo en el
que las habilidades tecnológicas sirven para solucionar pro­
blemas de diversa índole y, por ello, es fundamental tener
una actitud positiva hacia las distintas herramientas relacio­
nadas con ellas.

2.2.2.3. Motivaciones e intereses académicos


y profesionales

Las motivaciones e intereses profesionales distintos de los


hombres y las mujeres giran en tomo a los roles de género
(Eagly, 1987; Eagly y Steffen, 1984; Eccles, Barber y Jozefo-
wicz, 1999). Durante la adolescencia, las diferencias en las
preferencias académicas de chicos y chicas empiezan a hacer­
se notables. Mientras las chicas muestran más interés por la
lengua y la literatura, los chicos prefieren las matemáticas y
la informática (Sainz, 2006). Ello confirma que las chicas se
sienten más motivadas para cursar estudios e itinerarios aca­
démicos congruentes con los roles de género femeninos
(Eccles, Barber y Jozefowicz, 1999; López-Sáez, Lisbona y
Sainz, 2004). En este sentido, los chicos prefieren profesiones
relacionadas con el logro, mientras que las chicas prefieren
aquellas a partir de las cuales puedan potenciar la dimensión
social tradicionalmente vinculada a las mujeres.
Para Eccles y su grupo de investigación, las personas to­
man decisiones racionales sobre su futuro académico y pro­
fesional, de forma que las elecciones finales dependen del
valor que se asigne a los diferentes estudios y las consiguientes
profesiones (Eccles, Barber y Jozefowicz, 1999; Wigfield y
Eccles, 2000). El valor que se asigna a los estudios depende
de cuánto se disfruta con las tareas y las asignaturas relacio­
nadas con ellos —la motivación intrínseca—; de la impor­
tancia que dichos estudios tienen para esas personas; de la
utilidad que se les atribuye para conseguir metas personales
y profesionales, tanto a corto como a largo plazo —la moti­
vación extrínseca—; y de los costes que conlleva embarcar­
se en dichos estudios, en términos de tiempo y esfuerzo. Se­
gún estos investigadores, hombres y mujeres no asignan el
mismo valor a las mismas tareas ni a las mismas activida­
des. Así, por ejemplo, los hombres suelen percibir las cla­
ses de tecnología, las matemáticas y la informática como
más útiles para su futuro académico y profesional que las
mujeres.
Algunas evidencias empíricas señalan, por otra parte,
que las mujeres atribuyen sus éxitos en matemáticas o en
tecnología a causas externas, mientras que los hombres atri­
buyen dichos éxitos a causas internas (Dickháuser y Stiens-
meier-Pelster, 2002). Es decir, las mujeres no atribuyen su
éxito con la tecnología a que tengan habilidades para ella o a
que sean buenas en esas áreas, sino al fruto de su esfuerzo o
de la suerte.

3. I m p l ic a c io n e s s o b r e l a f u t u r a t r a y e c t o r ia
a c a d é m ic a y p r o f e s io n a l d e l a s m u j e r e s

Todos los factores que hemos señalado con anterioridad


ejercen un impacto negativo sobre la elección de carreras
técnicas por parte de las mujeres. Ello contribuye a que mu­
chas chicas desechen la tecnología como alternativa acadé­
mica y profesional porque no se adecúa al rol de género fe­
menino y al papel que se supone debe desempeñar la mujer
en nuestra sociedad. De esta forma, las chicas optan por ele­
gir trayectorias académicas y profesionales congruentes con
los roles de género femeninos, tales como la psicología, la
educación o la enfermería. En estas profesiones se supone
que las mujeres pueden desarrollar las capacidades vincula­
das al rol de género femenino, tales como la sensibilidad, la
ayuda y el contacto con los demás. Suelen ser trayectorias
profesionales conformistas con las convenciones sociales.
Ello, a su vez, implica que las necesidades de las mujeres es­
tén infravaloradas en los ámbitos técnicos, y que no se tenga
en cuenta el potencial femenino en el diseño y el desarrollo
de la tecnología.
Si aplicáramos la teoría de congruencia de rol de Eagly
y Karau (2002) a las mujeres que cursan estudios tradicio­
nalmente masculinos o que trabajan en esos ámbitos, veríamos
que existe una incongruencia entre el rol de género femenino
asignado a las mujeres y el rol profesional que se supone de­
sempeñarán esas mujeres en ámbitos tradicionalmente mas­
culinos. Esta incongruencia produce la activación de ciertos
estereotipos por parte de las personas del entorno, que con­
ducen a reacciones negativas hacia esas mujeres cuyo com­
portamiento no se adecúa al rol social que tradicionalmente
se les viene asignando. Según esto, la conducta de las muje­
res será devaluada y considerada menos valiosa que la de sus
compañeros, pues se percibe un desfase entre las caracterís­
ticas comunales que se presupone que deben desarrollar las
mujeres —para así ser congruentes con su rol de género de
sensibilidad o sociabilidad— y las características agéntico-
instrumentales propias del ámbito de una carrera típica de
hombres, de agresividad y orientación hacia el logro.
Las chicas anticipan las dificultades con las que se encon­
trarán en su vida profesional si eligen una carrera técnica y
son conscientes de los requisitos que tendrían que cumplir
para consolidarse profesionalmente en el ámbito técnico. Per­
ciben que los estudios técnicos requieren muchas horas de de­
dicación profesional y de renuncia a la vida personal, mientras
que las carreras relacionadas con las Ciencias Sociales y las
Humanidades son percibidas como más susceptibles de ser
compatibles con la vida privada (Sainz, López-Sáez y Lisbo-
na, 2004). Todo ello conlleva que las chicas elijan trayectorias
académicas y profesionales supuestamente compatibles con
su vida personal (Cinamon y Rich, 2002; Sainz, 2006). Sin
embargo, y como contrapartida, las carreras que terminan eli­
giendo las chicas conllevan altas dosis de competencia (al tra­
tarse de profesiones muy masificadas) y, por supuesto, llevan
asociadas peores condiciones laborales (Brynin, 2006).
Algunos estudios han demostrado que la consecución del
equilibrio familia-trabajo es más difícil para las mujeres que
para los hombres (Cinamon y Rich, 2002; Osea y López-
Sáez, 1996). Se cree que las mujeres deben dar prioridad a las
responsabilidades familiares sobre las profesionales. Por este
motivo, muchas de ellas se oponen a iniciar trayectorias profe­
sionales que compliquen su vida y les quiten tiempo para dis­
frutar de su familia y del tiempo libre. Los trabajos y profe­
siones ligadas a las carreras técnicas y la informática conlle­
van jomadas laborales inestimables en términos de esfuerzo y
dedicación, lo cual hace que estas profesiones sean difíciles de
compatibilizar con la vida privada. La maternidad pone, ade­
más, en una situación de desequilibrio permanente a las muje­
res que quieren ser madres y profesionales a la vez, máxime si
quieren alcanzar puestos de responsabilidad. El hecho de que
muchas mujeres estudiantes perciban que tendrán que invertir
y esforzarse más que los hombres en esos ámbitos para con­
seguir lo mismo, puede servir de argumento para explicar por
qué hay menos mujeres en carreras científicas y técnicas.
Dado que las profesiones técnicas suelen estar vinculadas
a puestos de responsabilidad y de liderazgo, las mujeres que
no deciden orientarse profesionalmente a estas profesiones
tienen menos posibilidades de acceder a dichos puestos en el
ámbito laboral. El techo de cristal podría ser una consecuen­
cia de lo anterior, pues a pesar de que hay menos mujeres en
carreras técnicas, su presencia es todavía menor en los puestos
que entrañan responsabilidad y toma de decisiones. Eagly y
Karau (2002) tratan de dar una explicación, a partir de su teo­
ría de la congruencia de rol, a algunos de los condicionantes
a los que se enfrentan las mujeres en puestos de liderazgo. En
este sentido, se ha contrastado empíricamente el hecho de que
los hombres que despuntan en un ámbito femenino obtienen
ventajas de ello; sin embargo, cuando las mujeres despuntan
en un ámbito tradicionalmente masculino, esto genera una
gran desventaja para ellas (Fassinger, 2001). Las mujeres
que triunfan en ámbitos tradicionalmente masculinos afrontan
más dificultades y esfuerzos para alcanzar los mismos objeti­
vos que sus compañeros, así como para demostrar que están
igualmente capacitadas que ellos para ocupar el mismo pues­
to de trabajo.
La escasez de mujeres en ámbitos técnicos provoca, por
otra parte, la falta de modelos femeninos que sirvan de refe­
rencia para que otras chicas más jóvenes puedan barajar la po­
sibilidad de tener más contacto con la tecnología o de elegir
estudios y profesiones relacionados con ella. La ausencia de
modelos positivos de mujeres en carreras técnicas, que pue­
dan servir como referencia a otras mujeres a la hora de elegir
una trayectoria académica y profesional, parece ser una de las
barreras más importantes para que las más jóvenes elijan este
tipo de carreras. Por este motivo, es fundamental que se ex­
ponga a las mujeres desde muy temprana edad a roles femeni­
nos que compensen la ausencia de mujeres en contextos téc­
nicos. A este respecto, existen programas pioneros desarrolla­
dos por algunas universidades para incentivar el interés de las
estudiantes de secundaria hacia carreras tecnológicas. Dentro
de estos programas, cabe destacar los de la Universidad de Car-
negie Mellon en Estados Unidos, la Universidad Politécnica de
Cataluña y la Politécnica de Berlín (Maigolis y Fisher, 2002;
Instituí Catalá de les Dones, 2003; Greusing, 2006).
Por último, otra de las posibles consecuencias negativas de
la falta de mujeres en puestos de liderazgo y responsabilidad en
ámbitos técnicos reside en la dificultad para que las mujeres
puedan asumir el papel de mentoras de hombres y mujeres más
jóvenes. El mentorazgo es esencial a la hora de garantizar la ex­
celencia profesional y el intercambio de experiencias y conoci­
mientos entre la persona mentora y la que recibe el mentorazgo.

4 . R e p r e s e n t a c ió n f e m e n in a
EN LOS ESTUDIOS SUPERIORES

El número de mujeres que optan por ramas de estudios


relacionadas con la ciencia y la tecnología ha aumentado en
los últimos años, y ello se refleja en la participación femeni­
na universitaria en el mercado laboral (OCDE, 2006). Pero
aunque la tendencia ha ido mejorando, aún existe una im­
portante brecha respecto a los hombres en determinadas ra­
mas del conocimiento y niveles educativos. De modo que, en
algunas áreas de conocimiento, las mujeres siguen siendo
minoritarias, como también en ciertos niveles educativos o
de la carrera profesional.
La FP de grado superior ha sido impulsada en los últi­
mos años, y ha mejorado tanto la variedad de estudios como la
calidad de la enseñanza ofrecida. Quizá por ello ha experi­
mentado un crecimiento sostenido en el periodo 2001-2005,
tal como se desprende de la información proporcionada por
el Instituto Nacional de Estadística. En ese periodo, las chi­
cas que estudiaron cursos de FP de grado superior han pasa­
do a constituir la mitad de todo el alumnado matriculado.
Pero las mujeres no están distribuidas en todas las especiali­
dades por igual. Son mayoritarias en las profesiones tradi­
cionalmente feminizadas como administración, comercio y
marketing, imagen personal, industrias alimentarias, hoste­
lería y turismo, sanidad, servicios socioculturales y a la co­
munidad, textil, confección y piel, pero también en otras me­
nos esperadas, como química. En las especialidades relativas
a electricidad y electrónica la presencia de la mujer en el cur­
so 2005-2006 supuso un porcentaje del 6,7 por 100 y en los
de informática un 20 por 100 (MEC, 2008).
España se sitúa, junto a Dinamarca, Islandia y Nueva Ze­
landa, entre los países que mantienen una mayor brecha de
género en los estudios superiores (OCDE, 2007). Por el con­
trario, Eslovenia ocupa un puesto equiparable, mientras que
en Corea, Suiza y Turquía la diferencia resultante entre los
hombres y las mujeres matriculados en este nivel educativo
se salda a favor de la población femenina.
En la siguiente tabla (Tabla 3) puede verse el porcentaje
de mujeres universitarias en las diferentes ramas del conoci­
miento, de la cual se desprende la desigual participación de
las mujeres en cada una de ellas.
Ta b l a 3
Distribución porcentual de mujeres por modalidad
de estudios universitarios (curso 2004-2005)

Modalidad Mujeres

Ciencias Sociales y Jurídicas 62,6


Humanidades 64,4
Técnicas 27,1
Ciencias Experimentales 59,3
Ciencias de la Salud 73,5

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del MEC (2005b).

El informe PISA ha construido un índice de motivación


instrumental en matemáticas a partir de la percepción subjeti­
va de los estudiantes de quince años. La media para los países
de la OCDE muestra que las chicas tienen una percepción de
las matemáticas más negativa que los chicos. Encontramos
esa misma tendencia entre los chicos y chicas españoles. De
los resultados de dicho índice en la población española se des­
prende, sin embargo, que la respuesta de las chicas españolas
es algo más favorable que la mostrada por la media de las chi­
cas de la OCDE (2007). Otro aspecto positivo, que las chicas
seguramente desconocen, es que sus cualificaciones en mate­
máticas e informática en los niveles de doctorado se sitúan
dentro de la media de la OCDE, y que incluso las superan en
las ramas de ciencias de la salud y de la vida, física y agricul­
tura y en las ingenierías. Estos resultados son equiparables a
otros estudios empíricos sobre el caso de la informática en Es­
paña, donde se establece que las mujeres tienen mejores resul­
tados académicos que los hombres (Sanz, 2008).
Los estudios de doctorado1 suponen un paso más en la
consecución de niveles académicos, puesto que conducen a

1 Utilizaremos indistintamente los términos «estudios de tercer ci­


clo», «de doctorado» o «nivel terciario» a lo largo de este apartado.
la obtención del máximo grado académico que puede alcan­
zarse en cualquier sistema educativo. El número de doctores
de un país también refleja, desde un punto de vista global, el
grado de formación del capital humano de la región, lo cual
está ligado con las posibilidades de crecimiento económico.
Diversos autores (Becker, 1964; Nelson y Phelps, 1966;
De la Fuente y Rocha, 1996; Krueger y Lindahl, 2001; Weller,
2003) han puesto de manifiesto que las personas con un
mayor nivel de estudios tienen más posibilidades de obte­
ner un empleo y a tiempo completo (Merit, 2007). Alcan­
zar un nivel de estudios superior es especialmente impor­
tante para las mujeres, que presentan tasas de empleo más
bajas que sus compañeros varones, por lo que cada factor
añadido proporciona nuevas oportunidades de superar su
situación de vulnerabilidad en el mercado laboral. En este
sentido, las españolas con estudios terciarios consiguen au­
mentar su tasa de empleo en más de diez puntos respecto a
las mujeres que sólo poseen estudios secundarios, y se si­
túan casi treinta puntos por encima de las que poseen gra­
dos educativos inferiores, según datos de la OCDE (2007).
Si observamos el logro educativo de las mujeres en los
países de la OCDE, la población femenina presenta una
menor probabilidad de alcanzar las mismas cotas educati­
vas que los hombres. Las mujeres tienen una menor pre­
sencia conforme se asciende por las diversas etapas del
sistema educativo, tal y como después sucederá en los es­
calones de su carrera profesional. Por tanto, aunque las
mujeres están actualmente bien representadas en la base
de la pirámide del sistema educativo, donde incluso supe­
ran a los hombres (OCDE, 2007), en los escalones su­
periores y en los estudios de doctorado están menos re­
presentadas.
Este fenómeno se denomina «efecto tijera» debido al perfil
trazado por las líneas de tendencia, ascendente en el caso de
los hombres y descendente en el caso de las mujeres, cuan­
do se representan los porcentajes de ambos grupos en cada
nivel del sistema educativo y de la carrera profesional poste­
rior (véase el Gráfico 1). Aunque el número de mujeres su­
pera al de hombres en los niveles de estudios secundarios y
universitarios, la proporción entre sexos va igualándose en
los estudios de doctorado, y desciende a medida que se con­
sideran las diversas etapas de promoción en las carreras in­
vestigadoras, incluidas las primeras etapas de formación de
las mismas. Así pues, en los puestos de mayor relevancia ha­
brá un escaso número de mujeres, mientras que el de varo­
nes será mucho mayor. Es precisamente a partir de esa dis­
tancia entre hombres y mujeres en las posiciones más elevadas
de la carrera profesional desde donde se estima la dimensión de
la brecha de género.

G r á fic o 1
Distribución de hombres y mujeres
en diferentes niveles educativos superiores para el año 2005

-------♦------ Hombre-España
-------■------ Mujer-España
-------*------ Hombre-UE
-------*------ Mujer-UE

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.


Los indicadores educativos básicos del último quinquenio
muestran una evolución positiva de la población europea en la
consecución de logros educativos, lo que contribuye a una
mayor cualificación de la población (Merit, 2007). El número
de graduados de tercer ciclo en la Unión Europea (UE-27) ex­
perimentó un incremento del 33,4 por 100 en 2005 (si se toma
como referencia el volumen de graduados en el año 2000, se­
gún datos de Eurostat sobre educación). En España, la ten­
dencia fue similar, aunque tuvo una evolución más moderada
(el crecimiento fue tan sólo de un 10 por 100, e incluso en los
dos últimos años del periodo observado crece con menor in­
tensidad respecto al año 2000 y decrece respecto al año 2003).
El incremento de la tasa de alumnos de tercer ciclo suele aso­
ciarse a cambios legislativos en los sistemas educativos y al
aumento del esfuerzo de los estudiantes para enfrentarse a un
mercado laboral cada vez más competitivo.
En el año 2005, según datos de Eurostat, las mujeres re­
presentaban el 58 por 100 de los graduados en tercer ciclo
universitario tanto en España como en el conjunto de los
países europeos. Además, la proporción de población feme­
nina graduada en estudios de tercer ciclo se ha mantenido
prácticamente estable durante el último quinquenio, por lo
que podemos decir que las mujeres están suficientemente re­
presentadas en este nivel de estudios y competencias. Esto
pone de manifiesto la evolución positiva que ha experimen­
tado la población femenina respecto a su formación y, en ge­
neral, la relación positiva existente entre la obtención de cré­
ditos educativos superiores y la oportunidad de que las mu­
jeres puedan ocupar nuevos espacios en el mercado laboral.
El problema no es solamente una cuestión de justicia social,
sino también de aprovechamiento de los recursos humanos y
de la diversidad que aportan hombres y mujeres. Algunas or­
ganizaciones se toman más sensibles hacia la igualdad de
oportunidades como resultado de la búsqueda de la excelen­
cia de los candidatos independientemente de su sexo (Addis,
2004; OCDE, 2006).
La distribución de las mujeres, sin embargo, no es ho­
mogénea en todas las áreas de conocimiento. En el año 2005,
para el conjunto de la Unión Europea (UE-27), el porcenta­
je de mujeres graduadas en ciencias, matemáticas e informá­
tica alcanzó sólo el 39,17 por 100 y en las ingenierías fue la
mitad, el 18,32 por 100. Las cifras para España son simila­
res. En ese mismo año, las mujeres representaron el 35,98
por 100 de los graduados en el área de ciencias, matemáticas
e informática, y el 19,87 por 100 en las ingenierías. Estos da­
tos muestran que las mujeres se distribuyen desigualmente
entre unas ramas y otras, puesto que están menos represen­
tadas en las áreas tecnológicas que en las de humanidades y
ciencias sociales. Aunque esto sólo es cierto si nos referimos
a las grandes ramas del conocimiento, porque dentro de ellas,
cada especialidad parece atraer de manera diferente a hom­
bres y mujeres, tal como se verá más adelante.
La decisión de realizar estudios terciarios y completarlos
se considera, tanto por parte de la OCDE como de la UNESCO,
un indicador del grado de ajuste existente entre el sistema
universitario y las expectativas del mercado laboral acerca
de sus egresados (OCDE, 2007). No obstante, las tasas de
abandono de esta etapa educativa no pueden compararse con
las de otros niveles educativos obligatorios o de perfil clara­
mente profesional. La tasa de abandonos en los diecinueve
países de la OCDE para los que hay datos disponibles alcan­
za el 30 por 100, y en el ámbito europeo (UE-27) algo más
del 40 por 100 de las personas que han obtenido el grado de
doctor son mujeres. Ocurre, sin embargo, que el porcentaje
de mujeres en las carreras científico-técnicas es más bajo
que en otros campos del conocimiento.

5. S it u a c ió n d e l a s m u j e r e s e n l a s e t a p a s in ic ia l e s
d e f o r m a c ió n p a r a l a in v e s t ig a c ió n

El porcentaje de doctores mujeres en 2005 en España es


del 46,7 por 100, cifra que supera incluso a la media europea
(42,5 por 100) y Japón (26,2 por 100). Los datos referidos a
las carreras técnicas no arrojan una realidad tan positiva para
la población femenina. En informática representaron una cuar­
ta parte de los doctores, y en las ingenierías un porcentaje
algo menor, del 22 por 100. Pero los porcentajes varían en
cada especialidad: casi la mitad de los doctores del área de
ciencias, matemáticas e informática son mujeres, pero al ob­
servar cada especialidad, la mayoría de las mujeres están
presentes en las ramas de ciencias de la vida y de físicas,
pero no en matemáticas, estadística e informática. Esto con­
firma que las mujeres se sienten más atraídas por unas espe­
cialidades que por otras, a pesar de formar parte todas ellas
de la misma área científico-tecnológica.
El tipo de desigualdad a la que se enfrentan las mujeres
no se genera en las estructuras formales de las instituciones
sociales o educativas, sino que, por el contrario, se produce de
forma sutil, lo que llega a invisibilizarla (Comisión Europea,
2004). Ninguna normativa impide hoy que las mujeres acce­
dan a unas profesiones u otras. Son estereotipos, valores y
culturas de trabajo los que pueden estar impidiendo el acce­
so de las mujeres a ciertas áreas de conocimiento y espacios
sociales. Varios trabajos han intentado esclarecer estos moti­
vos, y se han centrado en las redes sociales que presiden el
entorno de las mujeres y las relaciones que establecen con
sus tutores y compañeros varones (Fox, 2000; Conefrey,
2000; Rosser y Zieseniss, 2000; Grimmer y Róhl, 2005;
Gupta, 2007).
Algunos de los obstáculos detectados por estos estudios
están relacionados con la asimetría de las relaciones con pro­
fesores, tutores y compañeros, debido al hecho de que aún
no se considera habitual la presencia de las mujeres en las
aulas y espacios de trabajo de las áreas tecnológicas. Y, cuando
se produce un incremento significativo de mujeres, en los
casos en que no se ha impuesto una normalización de la si­
tuación, la percepción de desigualdad por parte de las chicas
las lleva a agruparse y, a veces, a autoexcluirse y segregarse
de sus compañeros masculinos —véase Gupta (2007) para el
caso especialmente vulnerable de las mujeres indias. Las mu­
jeres sienten que su situación minoritaria y excepcional hace
que todos se forjen demasiadas expectativas sobre ellas. In­
cluso si éstas son positivas, el hecho de convertirse en el foco
de atención provoca sentimientos de excesiva responsabili­
dad y presión. Para explicar la menor presencia de las muje­
res en las carreras universitarias tecnológicas se han sugeri­
do también rasgos de personalidad diferentes entre uno y
otro sexo, referidos a la mayor tendencia de cooperación de
las mujeres (rasgos expresivo-comunales), y de competición
de los chicos (rasgos agéntico-instrumentales), lo cual está
relacionado con las culturas de trabajo que encaman hom­
bres y mujeres en las organizaciones.
La disolución de las microdesigualdades soportadas por
las mujeres en las carreras técnicas debe apoyarse en la ac­
ción decidida de las instituciones para impulsar el acceso de
la población femenina a los estudios donde están subrepre-
sentadas. Sin el incremento del número de mujeres en estas
carreras profesionales será imposible aumentar su propor­
ción en puestos de responsabilidad, la posibilidad de la pro­
moción de modelos positivos para las más jóvenes o la trans­
formación de las culturas organizativas. Pero, como veremos
más adelante, pensar que este cambio tendrá lugar como un
proceso de evolución natural de transformación social no es
una hipótesis sostenible.
En las etapas iniciales de la formación postuniversitaria,
los países potencian el incremento de las políticas de recur­
sos humanos a través de becas y contratos. En España, en
particular, se lleva a cabo a través de un complejo sistema en
el que destaca la actividad de la administración central, que ha
puesto en marcha una gran variedad de programas dirigidos
a cubrir diversos objetivos y etapas de formación. Se preten­
de no sólo favorecer la formación predoctoral (entre otras,
las becas de Formación del Personal Investigador y de Forma­
ción del Personal Universitario), sino también la atracción de
científicos españoles formados en el extranjero (como las
becas Ramón y Cajal), la incorporación de técnicos y docto­
res a las empresas (los contratos de incorporación de tecnó-
logos y doctores Torres Quevedo), el apoyo a jóvenes doc­
tores (becas Juan de la Cierva), la incorporación de investi­
gadores al sistema de ciencia y tecnología (programa 13P) o
diversas becas de apoyo a la movilidad de investigadores y
docentes.
El peso de las becas de formación entre la población fe­
menina no es tan grande como cabría esperar. A pesar de que
el número de mujeres en las etapas de formación de docto­
rado suponía casi la mitad de los graduados en estudios de
tercer ciclo en 2005, como mencionamos antes, las benefi­
ciadas por las becas de formación predoctorales alcanzaron
el 21 por 100. Incluso algo menos que en el año 2004, cuan­
do una de cada cuatro becarios era mujer. Conforme subi­
mos por la escala de formación, vemos cómo disminuye la
presencia de la mujer. Así, las becas posdoctorales en el
año 2005 representaron el 17 por 100 para las mujeres y
en 2004 el 12 por 100.
La Dirección General de Investigación del Ministerio de
Educación y Ciencia nos proporciona la información nece­
saria para conocer el grado de representación de la pobla­
ción femenina en las distintas áreas del conocimiento. En el
año 2004, como puede apreciarse en el Gráfico 2, las muje­
res fueron mayoritarias en las ramas de biomedicina y fisio­
logía (donde incluso doblan a los hombres con una razón
del 2,292), el área de ciencia y tecnología de los alimentos
(1,97), en biología molecular, celular y genética (1,48), bio­
logía vegetal, animal y ecología (1,05), filología y filosofía
(1,07) e historia y arte (1,03).

2 Las cifras que aparecen entre paréntesis representan las razones entre
mujeres y hombres, de donde se extrae que la proporción de mujeres es ma­
yor que la de hombres para resultados superiores a la unidad y, si éstos son
inferiores a la unidad, que la proporción es favorable a los hombres.
G r á f ic o 2
Distribución del personal investigador en formación
por áreas de conocimiento y género, 2004

Filología y filosofía

Historia y arte

Ciencias sociales, economía,


psicología y derecho
Física, matemáticas
y ciencias del espacio
Tecnologías de la información
y comunicación

Ingenierías

Diseño y producción,
tecnología industrial
Transportes y
telecomunicaciones

Química y tecnología química

Biotecnología

Biología molecular,
celular y genética
Biología vegetal
y animal, ecología
Ciencia y técnica
de los materiales
Ciencia y técnica
de los alimentos
Recursos naturales,
agricultura y ganadería
Biomedicina, fisiología,
medicina y farmacia

Otras

Mujeres Hombres

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos proporcionados por la


Subdirección General de Coordinación del Plan Nacional de I + D + I,
Secretaría General de Política Científica y Tecnológica, Dirección Gene­
ral de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia, tomados de
González et al., 2007.
El porcentaje de éxito sobre las solicitudes de becas de
formación, desagregado por sexo, proporciona una estima­
ción de la desigualdad entre hombres y mujeres. El indica­
dor se construye a partir del número de solicitudes y conce­
siones de cada grupo, y de la comparación posterior de am­
bos grupos entre sí. Según esta medida, el porcentaje de
éxito de las mujeres en las etapas predoctorales es más alto
en las ramas de ingeniería civil y arquitectura (16,5 pun­
tos frente a 4,6), ingeniería mecánica, naval y aeronáutica
(8,5 frente a 4,6), ciencias del espacio (5,6 frente a 3,1), in­
geniería eléctrica, electrónica, informática y automática (9,2
frente a 6,7), física y matemáticas (4,6 frente a 2,7), energía
(5,5 frente a 2,7), ciencias de los materiales (4,3 frente a 3,2),
psicología y ciencias de la educación (9 frente a 7,6) y, fi­
nalmente, tecnologías de la información y de las comunica­
ciones (4,8 frente a 3,2). Este porcentaje de éxito no impide
que sigan teniendo una presencia menor que los hombres en
esas áreas. Prueba, igualmente, la potencialidad de las muje­
res en las ramas técnicas, pues el currículum es un factor
central en la concesión de las becas en todos los programas
de formación.
Sus tasas de éxito en la etapa de formación posdoctoral
son aún más bajas, y se da la particularidad de que son altas
en áreas distintas de las de la etapa predoctoral. En las etapas
posdoctorales, las mujeres presentan tasas de éxito en cien­
cias sociales y humanas (5,5 frente al 2,6) y filología y filo­
sofía (5,9 frente a 3,4). En ingeniería civil y arquitectura,
ciencias físicas y del espacio, ciencias de los materiales, psi­
cología y ciencias de la educación, antes positivas para las
mujeres, el porcentaje de éxito es mayor para los hombres.
Incluso, en las ingenierías eléctrica, electrónica, informática
y automática o en las áreas de tecnologías de la información
y de las comunicaciones no hay presencia femenina. Dentro
de las especialidades técnicas, las mujeres consiguen mejo­
res resultados en las ingenierías mecánica, naval y aeronáu­
tica, y en matemáticas.
¿Cuál es la razón de que en puestos de mayor nivel de la
carrera investigadora la participación de las mujeres dismi­
nuya? Sin duda se debe al efecto de las preferencias de las
mujeres, relacionadas con los estereotipos y valores asocia­
dos a las profesiones, como hemos visto en apartados ante­
riores de este mismo capítulo, que calan tanto en las estruc­
turas sociales como en las elecciones personales.

6. L a p r e s e n c i a fe m e n in a e n e l á m b ito
d e l a in v e s t ig a c ió n e n c ie n c ia y t e c n o l o g ía

Los datos anteriores nos permiten sintetizar ya algunos


rasgos de la situación de la población femenina en el ámbito
de la investigación en ciencia y tecnología. En primer lugar,
verificamos la brecha existente entre hombres y mujeres,
mayor en las posiciones más elevadas de la carrera profesio­
nal, tal como sucede en las diversas etapas de formación. En
segundo lugar, las mujeres están menos representadas en las
áreas de ciencia y tecnología, especialmente en las vincula­
das con las tecnologías de la información, la informática y la
electrónica, centrales para el desarrollo de la sociedad del
conocimiento. En tercer lugar, podemos añadir que la edad y
la fase del ciclo vital son variables de influencia en la si­
tuación de la población femenina. Encontramos un buen
número de mujeres en la base de la pirámide que, sin em­
bargo, va disminuyendo conforme se asciende por la esca­
la profesional.
Merit (2008) ha señalado que las mujeres jóvenes dis­
frutan de una tasa de empleo más elevada en ciencia y tec­
nología que las de mayor edad. Las mujeres españolas de
veinticinco a treinta y cuatro años disfrutarían de hasta ocho
puntos por encima de las mujeres europeas (UE-27) y, por el
contrario, las de cuarenta y cinco a sesenta y cinco años es­
taría por debajo de la media europea (29,7 por 100 frente
a 37,8 por 100). Como corolario de lo anterior, hay que aña­
dir que la situación de la mujer mejora conforme aumentan
sus credenciales educativas, como ya pusimos de manifiesto
en el apartado 4 (OCDE, 2007; Merit, 2008).
La hipótesis optimista haría valer que el aumento signi­
ficativo del número de mujeres en la base de la pirámide per­
mitiría más adelante un crecimiento de éstas en las posicio­
nes más elevadas. Sin embargo, los datos no parecen avalar
esta explicación. No se corresponde, por ejemplo, con el bajo
porcentaje de mujeres halladas en los estudios de formación
profesional de grado superior en las áreas de tecnologías de
la información y la comunicación, que supone algo menos
de la cuarta parte del total de los estudiantes. Tampoco la
avala el hecho de que muy pocas mujeres accedan a puestos
de responsabilidad, tras perder a la gran mayoría de las mu­
jeres en los estadios inferiores de la carrera profesional. Esta
pérdida incesante de personas ha hecho que a este fenómeno
se le denomine «la tubería que gotea».
Respecto a la situación de las mujeres en la investiga­
ción, otro dato que se debe tener en cuenta es que la propor­
ción de mujeres investigadoras es más baja que la de muje­
res con empleo en casi todos los países de Europa, excepto
en España, Letonia y Portugal (Gótzfried, 2004). Esta im­
portancia de las ocupaciones relacionadas con la investiga­
ción en nuestro país debería ser un acicate para impulsar, en
mayor medida, la educación universitaria superior y el acce­
so y la promoción de las mujeres a estos empleos cruciales
para el futuro de las sociedades contemporáneas.
Los empleos ocupados por mujeres en la investigación
suelen concentrarse en mayor medida en el sector público.
Impulsar la participación del sector privado en la investiga­
ción, para generar un mayor número de puestos de trabajo en
ciencia y tecnología es, precisamente, uno de los mayores re­
tos de la política científica española. Los datos de Eurostat
para 2004 muestran que el 64,5 por 100 de las investigado­
ras españolas pertenecen a los sistemas de educación supe­
rior, frente al 59,3 por 100 que trabajan en el mismo sector
en Europa (UE-25). En cambio, sólo el 17,3 por 100 de las
mujeres investigadoras trabajan en el sector empresarial en
España, frente al 25,2 por 100 de sus homologas europeas.
La mayor presencia de las mujeres en estas instituciones
se ve favorecida por el hecho de que las condiciones de ac­
ceso y promoción están establecidas de antemano. La cultu­
ra organizativa permite a las mujeres permanecer, aunque
sea en categorías menos relevantes que los hombres, en
puestos cualificados y ajustados a su nivel de formación. Pa­
rece que la competencia y el riesgo propios de los ámbitos
profesionales privados desaniman a las mujeres, convenci­
das de las dificultades para conciliar sus carreras profesiona­
les con su vida privada. Aunque Fox y Stephan (2001) han
ofrecido otra explicación relacionada con la devaluación de
las carreras profesionales. Según estas autoras, cuando las
profesiones son exitosas en la industria o en el gobierno son
los hombres los que ocupan esas posiciones, y dejan vacan­
tes los empleos de la academia para que sean ocupados por
las mujeres.
A pesar de que las universidades parecen un espacio pro­
clive a acoger a las mujeres, su rigidez institucional y la fal­
ta de adaptación a la diversidad dificultan la promoción de
las mujeres en la organización. Los valores de neutralidad y
objetividad de la comunidad científica suponen en la actua­
lidad una espesa cortina que impide adoptar cambios en fa­
vor de la excelencia. Podremos verificar a continuación al­
gunos de estos efectos negativos y el desequilibrio entre hom­
bres y mujeres.
La Tabla 4 muestra el porcentaje de mujeres en las dife­
rentes categorías de funcionarios en las instituciones públi­
cas de investigación. Los datos reflejan una menor presencia
femenina conforme se consideran los puestos más elevados
de la escala: las mujeres ocupan un 13,7 por 100 en la cate­
goría catedrático de universidad y un 15,1 por 100 en la de
profesor de investigación, que son los niveles superiores de
ambas escalas profesionales.
Ta b l a 4
Porcentaje del personalfuncionario en la universidad
y en el CSIC distribuidos según escala profesional, 2005

Universidad Total Mujeres CSIC Total Mujeres

Catedrático de Profesor de
8.619 13,7% 471 15,1%
universidad investigación

Catedrático de Investigador
2.498 32,9% 590 30,8%
escuela científico

Titular de
27.511 35,9%
universidad

Titular de escuela 11.562 40,8% Científico titular 1.300 38,9%

Fuente: Los datos del CSIC corresponden a García de Cortázar et al.,


2006; los de la Universidad a las estadísticas publicadas por el Consejo
de Coordinación Universitario (MEC, 2005b).

Las desigualdades de género en la esfera de la investiga­


ción han constituido un campo de estudio sugerente y fructí­
fero. Algunos informes (Comisión Europea, 2004; OCDE,
2006) han constatado la menor presencia de mujeres en los
puestos de mayor relevancia. Desde la sociología de la cien­
cia se ha abordado la concentración desigual del mérito entre
los investigadores, estudiada tanto desde una perspectiva ca­
rente de la consideración de género (Merton, 1968), como des­
de otra centrada en esa variable (Rossiter, 1993). La primera,
denominada «efecto Mateo», establece la tendencia a la acu­
mulación de méritos por parte de los autores más relevantes; la
segunda, conocida como «efecto Matilda», habla de los casos
documentados donde los logros de las investigadoras han sido
atribuidos a sus compañeros masculinos o subestimados.
Estos trabajos dieron paso a otros, referidos al acceso di­
ferencial a los recursos de la ciencia. Es conocido el artículo
de Wenneras y Wold (1997) que se centraba en el sistema de
financiación sueco, y mostraba la menor probabilidad de ob­
tención de financiación por parte de los proyectos liderados
por mujeres. Los análisis relacionados con la identificación
cuantitativa de las tasas de éxito de hombres y mujeres cu­
bren un amplio panorama de temas y metodologías, desde la
consecución de un puesto laboral a la obtención de una beca
de formación, la financiación de proyectos o el porcentaje de
publicación y el índice de impacto del trabajo científico.
La investigación mide su excelencia a través de indica­
dores cuantitativos relativos al número de citas que se hace
de los artículos y revistas donde publica la comunidad cien­
tífica. La desagregación por sexo es muy difícil, puesto que
la costumbre de utilizar iniciales hace imposible distinguir
las publicaciones realizadas por mujeres. Con el objetivo de
medir esta productividad en hombres y mujeres, se han lle­
vado a cabo algunos estudios centrados en instituciones cien­
tíficas concretas, y se ha intentado identificar caso por caso las
contribuciones realizadas por hombres y mujeres (Palom-
ba, 2004; Bordons y Mauleón, 2006; González, 2006). Estas
investigaciones empíricas muestran la relevancia explicativa
de las variables área de conocimiento y categoría profesional
de los sujetos. El género, en cambio, no es una variable pre-
dictiva del nivel de producción científica alcanzado por los
científicos, y tampoco lo es de la relevancia de sus publica­
ciones atendiendo al factor de impacto de las revistas.
Puesto que el mérito es el mecanismo de acceso al siste­
ma universitario y éste se cumple en el caso de las mujeres,
¿cuál es la base del desajuste entre la producción científica y
la posición de las mujeres en la academia? Para responder a
esta pregunta se han aportado distintos argumentos relacio­
nados con la desigualdad de trato, las situaciones diferentes
que deben afrontar hombres y mujeres, los estilos de trabajo
y las características intrínsecas de las organizaciones.
Addis (2004) plantea la dificultad de las mujeres para es­
tablecer redes influyentes o para acceder a las redes de exce­
lencia donde, dada la masculinización de la ciencia, predo­
minan los hombres. Esto es especialmente relevante, puesto
que la ciencia se organiza a través de grupos de interés o es­
cuelas académicas. Por tanto, la pertenencia a estas redes y
la coincidencia de intereses (líneas de investigación y meto­
dologías similares) permite ocupar un puesto reconocido den­
tro del grupo de pares. Sostener opiniones diferentes, un en­
foque distinto o intereses científicos divergentes de los de la
corriente dominante implica enfrentarse a mayores dificulta­
des a la hora de obtener el reconocimiento de la comunidad
científica (Máhlck, 2001).
Debido a la mayor dificultad de encontrar mujeres en es­
tas posiciones es, a su vez, más difícil contar con ellas para
que formen parte de comités de selección, evaluación o pues­
tos de liderazgo que permitan el cambio a través de posicio­
nes de influencia ocupadas por las mujeres. El problema
tiende a repetirse y convertirse en un círculo vicioso cuya re­
solución únicamente podrá venir de la mano de la introduc­
ción de acciones en favor de la diversidad y claramente po­
sitivas hacia la mujer.

7. C o n c l u s i o n e s

Como hemos podido constatar, la desigualdad en los es­


tudios y las carreras profesionales persiste a pesar de los
cambios positivos que han experimentado las mujeres, en es­
pecial en cuanto a la adquisición de credenciales educativas
relacionadas con los estudios técnicos. Además, conforme
se asciende en los niveles educativos y profesionales, el peso
de las mujeres decrece.
La existencia de una serie de obstáculos socioculturales
y psicosociales explica la baja propensión de las mujeres a
elegir profesiones técnicas. Los estereotipos y roles sociales in­
fluyen en la demarcación de prototipos profesionales mascu­
linos y femeninos que afectan tanto a personas como a ins­
tituciones. Los agentes sociales se encargan de transmitir y
reforzar dichos roles estereotípicos. Este es uno de los oríge­
nes que da lugar a un proceso de autopercepción negativa
por parte de algunas chicas hacia la tecnología, que se tradu­
ce en su falta de interés por lo tecnológico y en desechar las
carreras científico-técnicas, frente a otras opciones de estu­
dio. Todo ello tiene una serie de implicaciones negativas para
el avance de las mujeres en el ámbito de la tecnología desde
las primeras etapas educativas. Además, sugiere la necesi­
dad de desarrollar más programas dirigidos a fomentar el in­
terés de las chicas por la tecnología, así como evaluar su im­
pacto sobre la posterior carrera profesional.
Como hemos podido comprobar, la brecha de género no
se reduce únicamente al acceso a los estudios técnicos, sino
también a la promoción de las mujeres dentro de las profe­
siones científico-técnicas. Un ejemplo de ello es la disminu­
ción del número de mujeres en los niveles de mayor formación
universitaria en estos ámbitos, incluso a pesar de su buen
rendimiento académico. Por tanto, el aumento de la base de
la pirámide no es suficiente, aunque sí una condición nece­
saria, para equilibrar el número de hombres y mujeres en los
puestos de mayor relevancia dentro de las carreras tecnoló­
gicas. La escasez de mujeres en puestos de responsabilidad
se traduce en una menor presencia de mujeres en comités
científicos, redes académicas y profesionales, así como en
órganos de decisión. Esto dificulta la aparición de modelos
positivos para otras mujeres, así como la adopción de la
perspectiva de género en la toma de decisiones.
Asumir el reto de incorporar a las mujeres en ocupacio­
nes de ciencia y tecnología permite añadir diversidad a los
planteamientos tradicionales y favorece la excelencia a tra­
vés de la búsqueda de talento. Este hecho va incluso más
allá de la pretensión de fomentar la igualdad de oportunida­
des, redunda en el beneficio de las instituciones y en el enri­
quecimiento mutuo de las mujeres y de la tecnología. En este
sentido, el punto de vista de la mujer supone un valor añadi­
do al contenido, diseño y desarrollo de herramientas tecno­
lógicas.
La importancia concedida por las investigaciones empíri­
cas a que las mujeres alcancen una mayor participación en los
estudios y profesiones técnicas no debe entenderse como
un simple interés de aumentar la cantidad de mujeres en este
ámbito. No es el número de mujeres lo que importa, sino el
hecho de que todas las mujeres que se sientan inclinadas a se­
guir trayectorias técnicas puedan hacerlo sin ningún tipo de
obstáculo real ni percibido. La eliminación de barreras socia­
les y creencias erróneas en tomo a la tecnología y las mujeres,
junto a la aplicación de medidas de promoción del talento sin
criterios sexistas contribuye, sin lugar a dudas, a la consecu­
ción de una mayor igualdad de oportunidades.

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C a p ít u l o 7

Claves no sexistas para el desarrollo de software


M.a A n g u s t ia s B ertom eu

1. In t r o d u c c ió n

El impacto que la rápida difusión de las nuevas tecnolo­


gías de la información y de la comunicación está teniendo
sobre la economía, la cultura y la propia sociedad transforma
los modos y prácticas de la ciudadanía, las empresas y las
administraciones y está permitiendo la prestación de una se­
rie de servicios digitales sobre las redes de comunicación elec­
trónicas que cambian los hábitos lúdicos. Los modelos de ne­
gocio de las empresas especializadas han encontrado en In­
ternet un lugar privilegiado de difusión.
Las administraciones públicas se encuentran ante el reto
y la exigencia de configurar Internet como un espacio de li­
bertad y seguridad, mediante el desarrollo de medidas que
hagan compatibles el derecho a la libertad de expresión con
la defensa de los intereses de los más débiles y con el respe­
to a los derechos civiles.
Las empresas del sector TIC enfocan el problema desde el
punto de vista del mercado, pero comparten la responsabilidad
sobre el tipo de modelos y patrones de comportamiento que se
ofrecen a lajuventud y a la infancia. Actualmente, la mayoría de
los juegos basan sus guiones en actuaciones violentas y en el
uso de la fuerza sobre el enemigo o los grupos más débiles.
La responsabilidad social corporativa de las empresas
debe orientar el desarrollo de estos perfiles hacia un modelo
de juegos y contenidos que respete los derechos.
El ocio debe basarse en situaciones de entretenimiento y
diversión, y es discutible que deban incluir en su diseño con­
diciones didácticas, pues este requisito podría ceñirse a las
aplicaciones educativas o pensadas para los primeros tramos
de edad, en los que las capacidades básicas se aprenden ju­
gando. Pero también en estos desarrollos de software se pre­
sentan situaciones sexistas o de discriminación hacia las ni­
ñas, que suelen ocupar perfiles secundarios, pasivos y repre­
sentar roles tradicionales femeninos, que, por otro lado, ya
no responden al papel actual de las mujeres y las niñas.
Este capítulo resume la parte del proyecto E-igualdad,
construyendo la sociedad de la información para y con las
mujeres dedicada a ofrecer claves no sexistas para el desa­
rrollo del software, que analiza el fenómeno de los videojue­
gos y ofrece información, documentación y recursos gráfi­
cos a los agentes promotores. El trabajo se centra en el aná­
lisis de juegos en Internet, la mayoría de las veces de acceso
fácil y gratuito, aunque los modelos, las propuestas gráficas
y los métodos de juego son comunes para los juegos en red
y los soportes de venta en comercios. El análisis gira en tor­
no a la violencia física y simbólica ejercida sobre niñas y
mujeres en los videojuegos, siempre relegadas a papeles se­
cundarios, decorativos o de meros objetos sexuales para sa­
tisfacer al protagonista. Cuando aparecen como figuras pro­
tagonistas suelen asumir modelos belicistas, masculinizados
o de sugerentes guerreras llenas de erotismo, como se apre­
cia a lo largo del informe.
Los videojuegos se benefician de la implantación de las
TIC en los hogares, centros educativos y recreativos, salones
de juego, etc. Esta presencia accesible a la infancia y a los jó­
venes tiene ventajas, como el disfrute de las posibilidades
gráficas y estéticas del ocio digital, el desarrollo de habilida­
des cognitivas y la rapidez de reflejos. Tiene también incon­
venientes, que dependen del uso que se haga de ellos. Pue­
den favorecer el aislamiento, las conductas agresivas o la
imitación de modelos negativos; pueden favorecer que se les
dedique excesivo tiempo o la adicción a determinados tipos
de juego; por último, como veremos, los contenidos de algu­
nos productos son preocupantes.
Las tecnologías son fuente de conocimiento y riqueza
que ofrecen grandes oportunidades y recursos para toda la
población, pero es importante estar alerta sobre las diferen­
cias de acceso, combatir las brechas digitales entre países,
niveles de riqueza y también la brecha de género. Esta bre­
cha se suma, como ocurre con todas las desigualdades que
afectan a las mujeres, a la del país en el que nacen y a la de
su renta per capita.
Las consecuencias de los videojuegos en la infancia y laju­
ventud no están contrastadas, pues no se puede establecer cla­
ramente una relación directa con la mejora de habilidades, ya
que los aprendizajes positivos no son resultado exclusivo de los
videojuegos, sino que también se adquieren con otras activida­
des lúdicas, educativas y sociales. Tampoco se les puede rela­
cionar directamente con las consecuencias más negativas, pues
no está demostrada la transferencia de las conductas agresivas
e individualistas desde los juegos a la vida personal.
Es innegable, sin embargo, que el carácter de los mode­
los para la juventud y la infancia es una de las variables que
más influye en su formación. La repercusión de los persona­
jes de los juegos, presentados como héroes violentos y mu­
jeres dependientes o víctimas, es enorme; sus actuaciones y
valores tienen una importante aceptación por parte de estos
grupos de población.
La investigación educativa y social ha despertado la alar­
ma sobre los videojuegos, el tipo de modelos éticos que trans­
miten y cómo puede afectar a la infancia y a la juventud.
A los chicos, porque el patrón es siempre violento y
cruel; a las chicas, porque aparecen como objetos o víctimas,
y, en ambos casos, porque llevan a asumir modelos de com­
portamiento que reproducen patrones ajenos, la mayoría de
las veces militaristas, en situaciones extremas, contra todo
código ético de respeto, con todo tipo de armamento y recur­
sos bélicos. El resultado es siempre la muerte gratuita como
consecuencia de una violencia extrema ejercida por los per­
sonajes que aparecen en el juego. Estas situaciones se pue­
den encontrar fácilmente en Internet dentro de espacios de
descarga gratuita y en muchas de las páginas web de juegos
gratuitos dirigidas a adolescentes.

2. R a z o n e s d e l c r e c im ie n t o d e l o s v id e o j u e g o s

La creciente demanda de videojuegos está alimentada por


su presencia en distintas plataformas y soportes: los videojue­
gos comerciales, los juegos de libre descaiga desde páginas de
Internet, las campañas publicitarias que refuerzan la venta
de su producto con juegos on line, y también por las revistas
especializadas en videojuegos o parajóvenes, que en la actua­
lidad están presentes en todos los quioscos de prensa.
Al principio, los videojuegos eran un producto restringi­
do a espacios comerciales reducidos, con poca tirada de edi­
ción, de difícil localización, y que normalmente se adquirían
en tiendas especializadas y con precios altos. Esto los redu­
cía a un público adulto y menos numeroso. Pero desde hace
unos años, el desarrollo de la informática y el consiguiente
abaratamiento de los equipos han supuesto la generalización
de los ordenadores personales en los hogares, con lo que se
ha dado un salto importante en el número de personas usua­
rias potenciales.
El incremento del número de hogares conectados a In­
ternet ha supuesto otro salto cualitativo en la extensión de
los videojuegos, que ha dado paso al aumento de los juegos
on line. Las conexiones de banda ancha (ADSL, cable ópti­
co, satélite o sistema eléctrico) han facilitado la descarga de
copias de los juegos a través de páginas web que los ofrecen
como reclamo publicitario.
Estas circunstancias han cambiado por completo el mer­
cado, y han afectado al sistema de producción y a la filoso­
fía misma del producto. Por una parte, las grandes empresas
cinematográficas, conscientes del negocio que generan los
juegos, los han incluido entre sus productos, y es ya habitual
que antes del estreno de una película destinada al público in­
fantil y juvenil, se venda el videojuego con los personajes y
la historia de la película. En 1994 tuvo lugar el primer gran
éxito de un videojuego ligado al estreno de una película in­
fantil: el juego de El rey león dio más beneficios a la pro­
ductora que los ingresos de taquilla de la película.
El éxito de esta iniciativa abrió un mercado nuevo para
los videojuegos porque la industria del cine abre otro frente
dirigido a la infancia, un público de cuatro a diez años, que,
gracias a la insistencia de la publicidad, se convierte en con­
sumidor de primer nivel. Así, de los juegos infantiles se pasa
a los de adulto con facilidad, los cuales exigen poseer des­
trezas suficientes para saber manejar las pantallas y las difi­
cultades de un videojuego más sofisticado.
El mercado oficial se ajusta a una clasificación de los
juegos, según la peligrosidad de los contenidos, que hace
constar en el etiquetado del juego. Los puntos de venta están
obligados a advertirlo y a colocarlos en determinados luga­
res según su clasificación.
Pero cuando alguien se conecta a Internet y entra con
toda facilidad a través de un buscador en una página de jue­
gos, se puede descargar todo lo que encuentre sin superar un
filtro de edad, ni registro de usuario, ni cifrado de conteni­
dos. Es decir, se diluyen todos los mecanismos de clasifica­
ción por edades o contenidos y se tiene vía libre para partici­
par en juegos on Une o para la descarga en el ordenador del
juego completo. Hasta hace un año, la presencia de enlaces di­
rectos a pornografía era constante en las páginas web infanti­
les y juveniles de ocio o de apuntes escolares, pero la presión
social en contra de esta situación los ha desplazado. Ahora se
han recolocado en las páginas clasificadas para «adultos»,
pero sigue siendo muy fácil porque basta con entrar en un bus­
cador, pedir juegos para adultos, juegos eróticos o pomo, y rá­
pidamente nos aparecen múltiples pantallas de acceso.
La dinámica de renovación constante de los contenidos
de Internet y la estructura en red de las páginas nos sitúa ante
miles de posibilidades reales de navegar por la red entre jue­
gos gratis de todo tipo. El equipo que ha realizado nuestro
estudio de campo ha constatado que en todas estas páginas
se trata a las mujeres de forma sistemática desde dos puntos
de vista: bien como objetos al servicio del jugador (como
mercancía de placer y en entornos de violencia extrema) bien
con perfiles supuestamente «femeninos» de belleza, tomas
amorosas, chicas fashion o en situaciones de juego relativas
al cuidado (enfermeras, mamás, cocineras, etc.), que repro­
ducen los arquetipos sociales más conservadores presenta­
dos en entornos gráficos de colores pastel.
El panorama se completa con la implantación de las con­
solas en el mercado español, que a pesar de haber bajado su
precio siguen siendo muy caras, pero también constituyen el
objeto más deseado y demandado en las campañas de Navi­
dad, comuniones, premios de fin de curso, etc. A esta gran
oferta comercial hay que añadir el uso extendido entre los jó­
venes y adolescentes de los teléfonos móviles multimedia,
que han supuesto un desarrollo importantísimo de software
específico para este utensilio, que empezó siendo de comu­
nicación y se está convirtiendo en un recurso de ocio elec­
trónico. La red está llena de páginas de las que descargarse
juegos, fotos, sintonías o emoticones y en la mayoría de ellas
también se ofrecen juegos pomo.
En la actualidad, la mayoría de los niños, niñas y jóvenes
tienen habilidades informáticas y manuales muy desarrolla­
das, conocen los diferentes soportes y cómo manejarlos sin
manifestar desconocimiento, rechazo o miedo a usar las má­
quinas. Muy al contrario, son usuarios óptimos de ocio elec­
trónico.

3. L a v i o l e n c i a e x tr e m a e n l o s v id e o ju e g o s

La tecnología tiene una valoración social positiva y to­


dos los nuevos desarrollos tecnológicos ocupan los esca­
parates y espacios publicitarios de mayor prestigio. Bajo
este paraguas se cobija todo tipo de productos dirigidos a
potenciar el consumo de tecnología lúdica entre los niños
y jóvenes, que son el público diana y los mejores consu­
midores.
Los contenidos de los videojuegos son, por tanto, de una
importancia extrema, máxime cuando ya es evidente la difi­
cultad de imponer controles o filtros de acceso. Lamentable­
mente, la extensión del producto no va unida a la calidad en
los contenidos. Mientras que hay un desarrollo espectacular
de las interfaces gráficas, que recrean escenarios en 3 D de
gran realismo, en los contenidos se ha producido una gene­
ralización de actitudes violentas, racistas, xenófobas y sexis­
tas, con bandas callejeras que escenifican todos los rituales
violentos de una guerrilla urbana. Se puede afirmar que la
inclusión de todos los elementos de xenofobia y sexismo tie­
ne el único objetivo de enlazar un pobre argumento lineal de
buenos y malos, sin matices, sin legalidad, sin justicia. Los
personajes imponen su ley por la fuerza.
El análisis de los contenidos de los videojuegos se ha
elaborado a partir de los grandes ejes que definen sus pará­
metros. Se han estudiado las situaciones que se presentan
ante el usuario/a del juego, los objetivos, las estrategias
que debe adoptar el jugador/a, los recursos que deben cono­
cer para superar las dificultades y, por último, los perfiles
masculinos y femeninos más usuales en estos productos.

3.1. Las situaciones de juego planteadas

Junto a los contenidos, es necesario analizar la metodo­


logía, la estrategia y los recursos de los juegos, que suelen
marcar una pauta de agresividad absoluta. En el estudio pre­
sentado por los profesores E. Diez Gutiérrez, E. Terrón Ba-
ñuelos y J. Rojo Fernández (2001)1, se explica cómo los jue­
gos analizados en su estudio

[...] exhiben altos niveles de dureza, de exaltación del


vencedor, de menosprecio del derrotado, a través de ellos
se aprende a entender que la forma más adecuada, si no la
única, de resolver los conflictos es a través de la violencia.
Podemos engañar, mentir; podemos asesinar a otros seres
humanos y se nos dan premios por ello (más vidas, más
energía, más tiempo, etc.); y cuantos más asesinemos
más se nos condecorará [...] (Diez, Terrón y Rojo, 2001,2).

En todo caso, la violencia en sí misma es el objetivo del


juego; ejercerla tiene premio, ganar. No ser violento o muy
violento es una mala posición de juego, conduce a perder la
partida. La gratificación por ser lo más destructivo posible
es la victoria. Con pantallas sencillas o muy sofisticadas el
mecanismo del juego casi siempre es el mismo, ser el más
rápido matando.

[...] Nunca tiene consecuencias para quien juega, no


hay normas para frenar la agresión. Suelen presentar una

1 Violencia y videojuegos, trabajo presentado en el I Congreso Inter­


nacional sobre Ética en los Contenidos de los Medios de Comunicación
e Internet, Granada, 15,16 y 17 de octubre de 2001, http://www.unesco-
andalucia.org.
justicia paralela a la legal mente establecida, que como
van aprendiendo y asumiendo progresivamente es la que
realmente es «eficaz», puesto que la legal siempre fracasa
y «no sirve de nada» [...] (Diez, Terrón y Rojo, 2001,4).

Es habitual partir de la deslegitimación de la ley y, para


ello, sirve como ejemplo la carátula del juego The Punisher.
El eslogan advierte de que la ley no funciona, por lo que hay
que crear una propia. Así, invita al jugador a convelí irse en
el castigador, para destruir al enemigo sin ninguna traba legal
o moral. Los modelos masculinos siempre repiten el prototipo
del guerrero adaptado a distintos escenarios y situaciones, pero
con el mismo esquema violento y androcéntrico.

3.2. Los objetivos de los juegos

La mayoría de los productos carecen de argumento y no de­


sarrollan ninguna historia. Los personajes tienen perfiles linea­
les, con objetivos sencillos y de acciones básicas. Están obliga­
dos a resolver situaciones elementales de agresión-respuesta,
que se repiten bajo una supuesta amenaza, ante la que hay que
actuar rápidamente sin tiempo para valorar otras opciones.
El protagonista, es decir, el jugador o jugadora, debe res­
ponder a la agresión sin preguntarse los motivos que lo mue­
ven, pues no hay tiempo para pensar. El ataque o la defensa
se convierten en la única opción de juego en sustitución de
un espacio para la reflexión y el criterio personal.

3.3. Las estrategias de los videojuegos

En casi todos los productos se juega con la muerte y la


agresión a otras personas, unida a la velocidad y al uso de tram­
pas que quienjuega debe evitar, para hacer caer en ellas al ene­
migo. Se trata, en general, de demostrar quién es más rápido
pegando, quién mata a quién, y al final del juego nada impor­
ta, pues al pulsar Iniciarjuego, vuelve a presentarse la pantalla
con los mismos personajes preparados para el nuevo combate.
La relación establecida con la violencia y la muerte es
ficticia pero directa. Todas las personas jugadoras saben que
es un juego sin consecuencias, pero va habituando a quien
juega a desenvolverse en situaciones muy agresivas y san­
grientas, de las que además es protagonista, pues este tipo de
juegos exige la identificación con el personaje y actuar a tra­
vés de él. Estas conductas reiteradas van formando parte del
entorno del ocio personal y es cada vez más difícil separar el
juego de la realidad.
La violencia entre la juventud se ha convertido en un
problema emergente en nuestra sociedad. Es un fenómeno
complejo, producido por causas múltiples de raíz cultural y
social. Se manifiesta en espacios deportivos, lúdicos, domés­
ticos y educativos. La violencia escolar está creciendo en las
aulas, afecta a toda la comunidad educativa, al alumnado, al
profesorado, a padres y madres. La comunidad escolar so­
porta el fenómeno, pero la escuela es un reflejo de la socie­
dad, y a ella llegan todos los actores con su propio bagaje de
valores y actitudes.
La aparición progresiva de casos graves de violencia es­
colar en los medios de comunicación ha aumentado la preo­
cupación por este problema y el interés por la búsqueda de
fórmulas de encuentro entre los agentes sociales y los escola­
res que contribuyan a rebajar los brotes violentos y estudien
sus causas para poder abordarlos desde la perspectiva de la
prevención. En esta línea, podemos consultar el informe pre­
sentado por el Defensor del Pueblo (2000-2006)2 que se refie­
re a la violencia entre el alumnado y con el profesorado.

2 Defensor del Pueblo, Violencia escolar: el maltrato entre iguales


en la Educación Secundaria Obligatoria 1999-2006, 2007, http://www.
defensordelpueblo.es/documentacion/informesmonograficos/Violencia
Escolar2006.pdf.
La situación creada en las aulas hay que analizarla desde
múltiples perspectivas y no sólo desde la óptica escolar.
Como se pone de manifiesto en el estudio consultado, hay
que analizar las claves sociales en las que viven cotidiana­
mente los adolescentes y los niños:

[...] son receptores y consumidores de una violencia


presente en la actualidad a través de los medios de comu­
nicación, el deporte, el ocio, y algunos productos cultura­
les especialmente el cine y la televisión como una cons­
tante apología de la violencia. Estas muestras de violen­
cia se convierten en modelos y valores para algunos sectores
de la juventud que puede reproducir en sus comporta­
mientos y pautas de relación [...] (Defensor del Pueblo,
2000-2006,2).

En este contexto social hay que situar la trascendencia de


los videojuegos, sus contenidos y la influencia que pueden
tener sobre los jugadores y jugadoras. En los videojuegos es­
tudiados están claramente delimitados los valores y códigos
de conducta, tal como explicaba el estudio citado más arriba so­
bre la violencia en los videojuegos (Diez, Terrón y Rojo, 2001).
El código ético se reduce a que el éxito es mato para ganar,
y el fiacaso es morir o perder; el bien o los buenos somos no­
sotros y el mal o los malos son ellos, los diferentes a noso­
tros; lo justo es la venganza, que yo mate, para que yo gane;
lo injusto es que yo pierda.

[...] No hay «grises», ni matices, ni argumentos, ni


circunstancias, ni explicaciones. Esto supone una visión
maniquea de la realidad. Un universo en donde la única
alternativa es matar o ser matado, comer o ser comido,
ganar o perder. En esta visión paranoide de la realidad, el
otro diferente a mí es siempre un enemigo que debe ser
eliminado [...] (Diez, Terrón y Rojo, 2001, 8).
3.4. Los recursos que se ofrecen aljugador
para mejorar su nivel

Los estudios realizados muestran que en los juegos ana­


lizados se suprime prácticamente el lenguaje oral, o se redu­
ce a la emisión de órdenes o claves técnicas, y es sustituido
por las imágenes de relatos planos, que implican una res­
puesta mecánica. No hay pensamiento ni tiempo para la re­
flexión ni análisis de las situaciones o toma de decisiones ra­
zonada. La acción es el valor esencial del juego.
Cuando el entorno de ocio se mueve en estos parámetros
de conseguir el éxito sin esfuerzo y sin normas, con una gra­
tificación inmediata, empiezan los problemas. Es difícil
aceptar que en la vida real las cosas no funcionan así, que es
necesario mantener el trabajo y el esfuerzo constante para
conseguir los objetivos; que hay metas a largo plazo sin gra­
tificaciones inmediatas. Si algo no se consigue inmediata­
mente «es un aburrimiento». Las metas a largo plazo dejan
de tener sentido en un contexto donde todo sucede fugaz­
mente y sin apenas esfuerzo.

3.5. Análisis de los perfiles masculinos

En este tipo de videojuegos se ofrece una idea distorsio­


nada de los modelos masculinos. Bajo una aparente diversi­
dad de personajes, siempre se representa un arquetipo común
que homogeneiza los personajes y los eleva a categoría uni­
versal. Una generalización en la que los valores que les dan
vida son el honor, el valor, el poder, la venganza, la fuerza, el
orgullo y el desprecio por lo ajeno. Un luchador invencible de­
dicado a mostrar su fuerza convertida en el valor absoluto.
Un soldado indestructible de un ejército universal autori­
zado a realizar todas las acciones que considere necesarias
para imponer su ley, su paz. Las consecuencias de sus accio­
nes sobre los otros no tienen un valor negativo, sus ataques
están justificados por el tamaño de la amenaza.
Un guerrero poderoso avalado por el peso de la historia
y una cosmogonía basada en la guerra, las batallas y la do­
minación bélica de unos pueblos sobre otros. Presentan un
desprecio absoluto del enemigo y de su mundo, que justifica
su destrucción.

3.6. Análisis de los perfiles femeninos

Los perfiles femeninos se pueden estudiar desde distin­


tos puntos de vista: por el tipo de contenidos que plantean,
por el papel que las mujeres tienen asignado en los juegos o
por el tipo de juego que analicemos. Pero siempre tienen en
común un perfil de figuras secundarias, como adorno del
paisaje, complemento del protagonista masculino o víctimas
de la violencia. La red está llena de productos de pornogra­
fía basados en el uso del cuerpo de las mujeres como mero
objeto. El soporte videojuego es sólo un recurso técnico más
para «jugar» con el cuerpo femenino como un objeto al ser­
vicio del placer del jugador. Aunque a estos videojuegos se
les denomina «juegos» y se les encuentra en los localiza­
dores de Internet clasificados como tales, en realidad no lo
son, pues no tienen estructura ni objetivos de juego, sino
que suelen ser simples animaciones de pornografía. Los in­
cluimos en este estudio porque están presentes en todas las
páginas de juegos gratuitos a las que se accede fácilmente
en Internet.
Las mujeres que se presentan en los juegos están «cosi-
ficadas», se las sitúa en el mismo plano que los objetos de
poder masculinos, como coches, motos, etc. En la mayor parte
de los videojuegos, lo femenino es asimilado a debilidad, a
cobardía, conformismo y sumisión. Se lo sitúa en entornos
de lujo o posiciones de sometimiento y dominación mascu­
lina. O en posturas de carga erótica evidente, que dejan ver
cuál es su papel en la representación del juego.
En otros juegos dirigidos directamente a los adultos, pero
de acceso libre a jóvenes y niños, la representación de las mu­
jeres deja fuera las sutilezas y el cuerpo femenino se ofrece
abiertamente como objeto sexual para todo tipo de fantasías
sexuales relacionadas con la dominación. Este tipo de juegos
está al alcance de cualquiera, pues aunque advierten de la du­
reza de su contenido o marcan requisitos de edad mínima para
su utilización, esto es sólo un aviso informativo, porque en rea­
lidad carecen de código de entrada o filtro de seguridad.
Otra forma de representar a las mujeres en los juegos es
como parte del paisaje, semidesnudas y en actitudes agresi­
vas, meros objetos, un elemento decorativo más del entorno.
Pueden ser parte del decorado en el que los protagonistas
masculinos desarrollan la acción. Es habitual que no tengan
los rasgos de la cara trabajados, sino sólo los elementos bási­
cos, ni suelen mirar directamente al jugador, pues son parte
de la escenografía, y sólo actúan de acompañantes.
La distorsión del cuerpo femenino también se ve refor­
zada en el mundo de los videojuegos con el éxito del estilo
Manga y Hentai, dibujos asiáticos que actualmente están
muy de moda. Como afirma el estudio de Amnistía Interna­
cional (2004):

[...] La imagen de la mujer que aquí aparece es la de


una eterna adolescente —nunca envejecen—, con ojos
enormes que ocupan casi toda su cara3y otros rasgos dis­
tintivos de este mundo: «es ya característica habitual que
las chicas protagonistas luzcan estupendas delanteras,
ropa ceñida, faldas cortas y que adopten posturas y vivan
situaciones bastante eróticas». La representación de la
imagen femenina tiene un alto contenido sexual, pero

3 Cosa curiosa en una civilización — la japonesa, en donde tienen su


origen— en la que predominan los semblantes con ojos oblicuos.
éste nunca suele hacerse explícito. Esto no ocurre en
las producciones occidentales, que suelen ocupar las
portadas con imágenes próximas a la pornografía [...]
(Amnistía Internacional, 2004, 25).

Estos cambios ocultan poderosas razones comerciales.


Los editores pretenden convertir a las niñas y a las jóvenes
enjugadoras habituales, conseguir que se vean reflejadas en
los personajes femeninos con situaciones más estimulantes
de juego sobre las que poder hacer la transferencia de roles o
identificarse con el personaje.
Como advierte el informe de Amnistía Internacional
(2004), este nuevo tipo de personaje, de rasgos andróginos y
comportamiento agresivo, no aporta, salvo por su propia
presencia, nada nuevo. Reproducen los esquemas de com­
portamiento de los héroes masculinos adornados por la du­
reza, el afán de venganza, el desprecio, el orgullo, etc. La
violencia y la fuerza como argumento pero, eso sí, vestidas
de mujer, o más bien, semidesnudas, con trajes escasísimos
de tela. Los hombres en situaciones similares siempre van
completamente vestidos, con corazas o trajes especiales de­
mostrativos de fuerza, con su jerarquía reforzada por el ar­
mamento situado en primer plano. Una imagen seductora,
que puede parecer inocente, pero que el jugador sabe que es­
conde una mujer muy peligrosa, termina reproduciendo to­
dos los tópicos misóginos sobre las mujeres.
La presión de las asociaciones de mujeres y los organis­
mos de igualdad en la denuncia del tratamiento discrimina­
torio de los videojuegos para con las mujeres ha alertado a
algunos editores sobre la necesidad de incluir a las mujeres
en los juegos con otro papel más positivo y con perfiles más
activos. La presión social sobre la problemática de la igual­
dad entre hombres y mujeres, unida a la necesidad comercial
de captar a las niñas como jugadoras, ha originado un nue­
vo estilo de juegos dirigido a las niñas que reproduce los tópi­
cos sobre «lo femenino». Surgen losjuegos rosas.
«La industria de videojuegos continúa defraudando
a las mujeres al no producir contenido adecuado para
ellas.» Es la opinión de David Gardner, jefe de operacio­
nes de los estudios mundiales de Electronic Arts (EA),
una de las principales empresas productoras de juegos de
vídeo. Si se corrige esta tendencia, dice el ejecutivo, «la in­
dustria podría agregar a sus bolsillos miles de millones de
dólares en ventas» (BBC Mundo, 23 de agosto de 2006)4.

El principal problema al que se enfrenta la industria, se­


gún los expertos, es que el contenido que produce para las
mujeres no es atractivo en sí mismo. Los gigantes como
Sony han producido consolas dirigidas a ellas, pero hasta
ahora ese tipo de videojuegos no ha logrado tener éxito. En
la actualidad sólo cuatro de los once estudios que desarrollan
videojuegos en el mundo están dirigidos por mujeres. La in­
versión en nuevo talento creativo femenino es vital, como
afirma Pep Sánchez, director de la revista española de video­
juegos MeriStation en la misma entrevista de BBC Mundo.

4. Lara C r o f t , e l nuevo m odelo

El prototipo del nuevo personaje femenino protagonista


de los guiones de videojuegos es Lara Croft. Por primera vez
aparecía una mujer representando el personaje central del
juego en Tomb Raider (1996). En palabras de Hugh Falk,
que realizó una reseña de este juego en la página web espe­
cializada en juegos GameCenter.com, de CNET: «caminas
como una mujer pero disparas como un hombre»5.

4 «¿Y los videojuegos para mujeres?», BBC Mundo, 23 de agos­


to de 2006, http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/business/newsid_5274000/
5274248.stm.
5 Hugh Falk, citado en Sarah Ellis, «Semi-Automatic Chick», The
Declamtion Online, 27 de enero de 2000, http://www.the-declaration.com/
2000/0l_27/features/croft.shtml.
La imagen de Lara Croft representa un sexismo más so­
fisticado, ya que el uso constante de la violencia refleja los
usos simbólicos y los arquetipos masculinos. Si unimos
en una misma escena estos dos componentes visuales que
interaccionan (cuerpo femenino dominador, pero que puede
ser sometido), tenemos como resultado una fantasía mascu­
lina tradicional.
El tratamiento de los modelos femeninos en los video­
juegos tiene un gran impacto entre las niñas y jóvenes, que
ven en estos personajes una forma de competir en igualdad
con los chicos, al compartir los recursos de fuerza, de violen­
cia y los códigos de comportamiento. Es decir, para triunfar
hay que asumir los valores (negativos) tradicionales masculi­
nos, sin dejar hueco para pensarse a sí mismas como iguales
en derechos, pero diferentes en respuestas y valores, lo cual
implica a los chicos y chicas en un binomio injusto y obliga­
do de sometimiento y dominación.
David Gardner, el dirigente de la compañía líder Elec­
tronics Arts (EA), comentaba en el 4.° Festival Anual de En­
tretenimiento Interactivo (Edimburgo, 2006) la lamentable
situación del mundo del videojuego para las mujeres. Según
investigaciones de EA, los juegos son usados por más de
un 90 por 100 de los hombres, frente a un 40 por 100 de las
mujeres. Se argumenta esta diferencia sobre la base de que no
existen juegos apetecibles para el sexo femenino. Según este
directivo, «las niñas no quieren “consolas rosas” ni juegos en
los que Paris Hilton o Britney Spears van de compras y se ma­
quillan». Uno de los juegos más populares entre las mujeres es
The Sims, producido por EA, un juego basado en las emocio­
nes donde los porcentajes cambian radicalmente: lo juega un 70
por 100 de las mujeres frente a un 25 por 100 de hombres.
En uno de los discursos principales, Gardner se refirió a
la necesidad de reclutar más mujeres en el negocio para co­
nectarse mejor con las niñas: «Es un segmento del mercado
que ha sido masivamente descuidado y pasado por alto», y
dijo que urgiría a otros ejecutivos a contratar más mujeres.
«No queremos ser en exclusividad el estereotipo de adoles­
cente hombre» dijo, y agregó que la filosofía de la empresa
es «no hacer productos para niñas, sino hacer productos que
sean más integradores socialmente».
Las empresas son cada vez más conscientes de que las
jugadoras tienden a rechazar los juegos de destrucción indis­
criminada y prefieren juegos de «simulación» que les per­
miten crear sus propios mundos, y donde el juego en sí mis­
mo es más importante que ganar o contar cadáveres.
Pero no cabe duda de que a las mujeres también les gus­
tan los videojuegos, y se demuestra con la existencia de
eventos como la Women ’s Game Conference6 y los clanes de
chicas en las competiciones internacionales como la Elec­
tronic Sports World Cup1 (ESWC) o la asociación Women in
Games%que trabaja para promover la inclusión de la mujer
en la industria del videojuego y organizaron el congreso La
mujer en los juegos 2006, celebrado en el Reino Unido en
julio de 2006.

5. L a v io l e n c ia c o n t r a l a s m u je r e s
EN LOS VIDEOJUEGOS

A lo largo de este capítulo observamos que la violencia


contra las mujeres siempre está presente en el mundo de los
videojuegos. En unos casos está relacionada con su partici­
pación secundaria y pasiva o como mero objeto de propie­
dad del protagonista, pues la desvalorización del personaje
por el hecho en sí mismo de ser mujer ya implica ejercer un
tipo de violencia. En otros casos, son víctimas colaterales
de batallas, guerras, peleas callejeras, etc. Hay juegos como
Drive by2 en los que puntúa menos matar a una anciana en

6 Véase http://www.womeningames.com.
7 Véase http://www.eswc.com.
8 Véase http://www.womeningamesintemational.org.
un tiroteo en la calle que acertarle a un gato, pues la anciana
se desplaza más lentamente que el gato.
Otras veces, la asimilación del modelo masculino gene­
ra guerreras implacables, llenas de armamento, pero casi
desnudas, donde tan importante es mostrar sus cuerpos idea­
lizados, llenos de connotaciones eróticas más o menos evi­
dentes, como una mezcla de dulzura y fiereza que regala sus
sonrisas a través de las armas, otro de los tópicos que se vier­
ten sobre las mujeres según el imaginario de los guionistas y
dibujantes. Esta visión manipulada de las mujeres también
es violencia.
Existe, todavía, otro tipo de espacios de descarga gra­
tuita de Internet en los que la violencia sobre las mujeres es
el objetivo directo del producto, sin otro tipo de elementos
de juego ni componentes que distraigan al jugador. La pan­
talla suele mostrar un primer plano de una mujer en foto o
dibujo a la que se le pueden aplicar todo tipo de agresiones.
La gratificación del juego está en medir, respecto a otro ju­
gador o en diferentes partidas, la rapidez o la fuerza de la
agresión, en muchos casos hasta conseguir la muerte de la mu­
jer. Estos juegos incluyen contadores de tiempo o de fuerza
para medir la habilidad/brutalidad del jugador. Para com­
pletar la sensación de realidad, las agresiones se ven refor­
zadas por un audio con los gemidos o gritos de la mujer
agredida.
El mercado de los videojuegos comerciales es una in­
dustria tan importante que está provocando la renovación del
parque informático de los hogares, debido a que sus requisi­
tos técnicos de altas prestaciones exigen tarjetas gráficas, re­
productores de audio y capacidades de memoria cada vez
mayores.
La edición de nuevos títulos es constante y las demos de
promoción se pueden consultar en la red con facilidad. Po­
demos asegurar que la mayoría de los productos reproducen
los tópicos y arquetipos que se denuncian en nuestro trabajo
y en los citados Con la violencia hacia las mujeres no se jue­
ga, de Amnistía Internacional, el elaborado por la Asocia­
ción Aragonesa de Jugadores de Azar en Rehabilitación
(AZAJER), Salud mental y emocional de los jóvenes, el ar­
tículo Violencia y videojuegos, o el estudio elaborado por
el Instituto Nacional de la Juventud (INJUVE) Jóvenes y vi­
deojuegos.
Cada uno de estos informes hace un análisis exhaustivo
de los videojuegos y su uso por tiempos, franjas de edad y
sexo. También se han analizado por tipos de juegos y sopor­
tes comerciales o de divulgación, y sus repercusiones en la
infancia y en la juventud en cuanto a la asimilación de mo­
delos, aislamiento social, y ofrecen datos valiosísimos de la
magnitud del fenómeno que supone la implantación en los
hogares y en los hábitos lúdicos del nuevo ocio electrónico.
En Estados Unidos también se han realizado estudios so­
bre la violencia en los videojuegos y sus repercusiones en la
juventud. Citamos el estudio publicado en el Journal o f the
American Medical Association, realizado por investigadores
de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard.
En dicho estudio, tras analizar ochenta y un videojuegos ap­
tos para niños de trece o más años escogidos aleatoriamente,
se observó que en el 98 por 100 de los casos aparecían conte­
nidos violentos, sangre en el 42 por 100, temas sexuales en
el 27 por 100, palabrotas en el 27 por 100, bromas insultantes
en el 7 por 100 y drogas en el 15 por 100. También se obser­
vó que en el 90 por 100 de estas historias el jugador necesita­
ba herir para continuar el juego, y en el 69 por 100 de las oca­
siones el objetivo era matar. En un 48 por 100 de los juegos no
aparecía ningún tipo de icono o etiqueta sobre su contenido.

6. M a r c o n o r m a t iv o

Es necesario llamar la atención sobre las obligaciones


que el Estado español tiene contraídas como parte de los tra­
tados internacionales firmados en el seno de Naciones Uni­
das. En concreto, hay dos tratados ratificados por España
que son especialmente significativos para la protección de
los derechos humanos en el mercado de videojuegos: la Con­
vención sobre los Derechos del Niño y la Convención sobre
la Eliminación de todas las Formas de Discriminación con­
tra la Mujer.
El principal avance es el nuevo código de autorregula­
ción de la industria europea del videojuego, el Código PEGI
(Pan-European Game Information). El sistema PEGI fue ini­
ciado en 2001 y gestionado por la Federación Europea de
Software Interactivo (ISFE). El Instituto Holandés de Clasi­
ficación de Medios Audiovisuales (NICAM) es el adminis­
trador de la ISFE, así como el responsable de la implementación
práctica del sistema PEGI y el Consejo de Estándares de Vídeo
(VSC) es el agente del NICAM en el Reino Unido. Con motivo
de la presidencia española de la Unión Europea en el primer se­
mestre de 2002 se produjo un importante impulso en el desarro­
llo del código PEGI, y se creó un grupo de trabajo europeo com­
puesto por representantes de la industria, gubernamentales y de
directivas de clasificación. Fue presentado en España por la Aso­
ciación Española de Distribuidores y Editores de Software de
Entretenimiento (ADESE) y por el Ministerio de Sanidad y
Consumo. Es válido hoy en dieciséis países: los quince comuni­
tarios con anterioridad a la ampliación a veinticinco (menos Ale­
mania), más Noruega y Suiza. En Estados Unidos, un sistema
muy parecido a éste lleva en funcionamiento desde 1994.
Las normas que contiene el Código PEGI establecen una
clasificación por edades para videojuegos y la obligación de
incluir iconos descriptivos de su contenido para que los con­
sumidores, padres y educadores conozcan qué se esconde
detrás de cada videojuego. Se aplican al etiquetado de pro­
ductos de software interactivo (videojuegos, juegos de orde­
nador, artículos de educación, referencia en CD-ROM, inde­
pendientemente de su formato o método de distribución), así
como a la publicidad y promoción de los mismos por cual­
quier medio. Pero los códigos de autorregulación no son de
obligado cumplimiento y no parecen suficientes para con­
fiar en el control de estos productos, pues el mercado se rige
por criterios comerciales. Por ello, las instituciones y los go­
biernos deben hacer un esfuerzo en su legislación y un se­
guimiento de la aplicación de las leyes para velar por el res­
peto a los derechos de la ciudadanía.

7. C o n c l u s io n e s

El patrón androcéntrico sustenta una ideología belicista


y de dominación sobre el más débil y, especialmente, de dis­
criminación sobre las mujeres. La socialización de todos los
agentes implicados en la cadena de los videojuegos (produc­
tores, guionistas, desarrolladores, publicistas) dentro de es­
tos parámetros culturales contribuye a que se conciban unos
productos fieles a su imaginario masculino, que responden a
lo que desde la representación social serían los deseos, las
fantasías y las aficiones de los varones.
El análisis realizado en este capítulo muestra la utilización
simplista de modelos masculinos y femeninos estereotipados.
El resultado es un producto pensado para el mercado masculi­
no, que reproduce abiertamente los mensajes y las imágenes
misóginas y machistas de ideología explícitamente sexista. Se
da uniformidad a los comportamientos masculinos, y se atra­
pa en este modelo a los chicos que juegan y se deja fUera a las
chicas que desean jugar pero no pueden sentirse cómodas ni
representadas en estos esquemas de juego.
El paradigma del éxito es lo masculino, pero los chicos
están sometidos a seguir un modelo simplista de valores y
comportamientos. No pueden expresar sentimientos, sensi­
bilidad. Ser duros es un valor, deben ser dominadores, y todo
es legítimo para obtener la victoria.
Las chicas están en el lado de la sumisión, de lo secun­
dario, de lo decorativo, como mercancía sexual. Para ser pro­
tagonistas deben adaptarse a los criterios de competitividad
y asumir los valores de los hombres, los modelos masculini-
zados del éxito. Se niega la posibilidad de que haya otro es­
quema en el que establecer las relaciones en el juego, ni con
los demás. No existe un modelo que traslade valores, actitu­
des o comportamientos de las mujeres.
La mayoría de los videojuegos analizados están impreg­
nados de estereotipos machistas. Se ofrece una visión lineal,
marcada por el sexismo, el racismo y la importancia exage­
rada de la moda, donde la agresividad es el sistema óptimo
de alcanzar las metas. Los valores y la estructura mental que
impregnan muchos de los videojuegos analizados incitan al
sexismo y a la violencia.
Es evidente la necesidad de desarrollar un software inclu­
sivo para niñas, que, al mismo tiempo, ofrezca modelos posi­
tivos a los niños, para que chicos y chicas compartan juegos y
valores.
La ausencia de modelos no sexistas en las aulas de in­
formática y en los materiales didácticos de tecnología, junto
al software comercial y didáctico instalado en las aulas, son
algunos de los factores que explican el distanciamiento de
las niñas y jóvenes. Si añadimos el freno que supone para las
niñas y mujeres el acceso simbólico a los espacios informá­
ticos, nos encontramos con el caldo de cultivo de la tecnofo-
bia, o el menor interés por los ámbitos tecnológicos.
Es necesario ofrecer al alumnado de todas las etapas educa­
tivas espacios de acceso que no estén marcados por el dominio
invasivo de los alumnos varones, con software que se aproxime
a sus necesidades y formas de hacer reales. Con modelos de
comportamiento abiertos, que desarrollen acciones que permi­
tan pensar, argumentar y resolver situaciones razonando las res­
puestas. Con perfiles y personajes no violentos. Proporcionando
espacios web, aplicaciones o juegos basados en el respeto de las
normas de convivencia, de los derechos humanos y que favo­
rezcan el aprendizaje de modelos éticos y valores de igualdad.
Los productos digitales educativos siguen en general los
patrones tradicionales de reparto de roles masculinos y fe­
meninos, como todavía sucede con muchos libros de texto
escolares. Los contenidos se deben diseñar de forma que no
se orienten sólo a las mujeres, sino a uno y otro sexo. Que
eviten transmitir mensajes o imágenes exclusivamente feme­
ninas y muestren, por el contrario, a hombres que se corres-
ponsabilizan y asumen el reparto de tareas.
Para desarrollar un software inclusivo, no discriminato­
rio, sugerimos:

— Elaborar materiales y aplicaciones de software di­


señados desde la perspectiva de género, y evitar los
estereotipos sexistas y violentos, con un lenguaje
facilitador y no excluyente, para alcanzar las capa­
cidades necesarias para utilizar las TIC con apren­
dizajes contextualizados y que potencien sus habi­
lidades.
— Hacer visibles modelos positivos de mujeres en el
sector TIC como investigadoras, profesoras, directi­
vas o diseñadoras de contenidos, para contrarrestar
los estereotipos masculinos preexistentes.
— Diseñar materiales ajustados a los distintos niveles
de conocimiento, segmentados por objetivos para al­
canzar los aprendizajes primarios, avanzados, o de
diseño. Es decir, propuestas didácticas destinadas a
favorecer que el alumnado, niños y niñas, chicos y
chicas, alcance el grado de fluidez tecnológica.
— Incorporar al diseño auricular de las carreras y estu­
dios tecnológicos materias sobre la función social de
la tecnología, la equidad social y de género, y facili­
tar el cambio cultural, en las universidades, centros
de estudio e investigación y laboratorios de I + D re­
lacionados con las TIC.
— Ampliar el ámbito de referencia de los estudios de
informática y nuevas tecnologías y relacionarlo con
la solución de problemas sociales y no sólo tecnoló­
gicos.
— Fomentar la presencia de mujeres en los espacios
de diseño, producción y toma de decisiones de las
empresas que desarrollan software de ocio y educa­
tivo.
— Diseñar sistemas amigables de relación con las TIC
(hardware, software, periféricos, contenidos e idio­
ma) que faciliten la utilización de los contenidos y
sean adaptables a las necesidades particulares y el ni­
vel cultural de cada persona o colectivo.

En resumen, enriquecer la cultura y los valores imperan­


tes en los contenidos. Se trata de ir más allá de lo que los
hombres identifican de forma exclusiva con lo femenino
(cuidados a otros, belleza, cocina, moda, revistas del cora­
zón) y desarrollar valores de ética democrática, igualdad, co­
operación y corresponsabilidad entre uno y otro sexo.

B ib l io g r a f ía

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C a p ít u l o 8

Las políticas de sociedad de la información


en igualdad y para la igualdad1
M.a Á n g e l e s Sallé

1. I n t r o d u c c i ó n

Los países avanzados están entrando en un nuevo para­


digma productivo que es la sociedad de la información. Si en
la sociedad industrial la riqueza la generaban las «materias
primas», hoy el bien más preciado es el capital intelectual.
Las Tecnologías de la Información y las Telecomunica­
ciones (TIC) desempeñan un papel clave en la sociedad de la
información, pues son el instrumento que ha hecho posible
la evolución hacia ella.
La sociedad de la información ha derivado en profundas
transformaciones en todos los ámbitos: en la esfera produc­

1 Este capítulo constituye una síntesis del estudio realizado en el


marco del Proyecto e-igualdad, cofinanciado por el Ministerio de Indus­
tria, Turismo y Comercio dentro del Plan Avanza.
tiva, en las relaciones comerciales, en el entorno laboral, en
la formación y el aprendizaje, en el ocio y la cultura, en los
usos y costumbres sociales, etc. Transformaciones que pue­
den traducirse en grandes oportunidades, pero también exis­
te el riesgo de una fractura social entre las personas que ma­
nejan y gestionan esa información, y aquellas que no la po­
seen o no pueden acceder a ella.
En este nuevo contexto, puede afirmarse que el impulso
de la sociedad de la información ha venido también de la
mano de los gobiernos y las políticas, pues un mayor o me­
nor avance en este sentido es lo que marca un menor o ma­
yor desarrollo y posicionamiento competitivo de los países y
regiones.
Desde hace décadas, por tanto, por el ámbito internacio­
nal, europeo, estatal, regional y local, se debaten y se dise­
ñan estrategias encaminadas a fomentar e impulsar la socie­
dad de la información entre todos los sectores: entre la ciu­
dadanía, las empresas y las administraciones públicas.
Fruto de estas estrategias es el cada vez mayor número
de ciudadanos y ciudadanas que han incorporado el uso de
las TIC en sus quehaceres diarios. Las estadísticas en todos
los países no paran de arrojar datos en los que los niveles de
penetración de las TIC van en aumento, de manera exponen­
cial en los más desarrollados.
No obstante, este acceso y uso de las TIC no es genera­
lizado entre el conjunto de la ciudadanía. Determinados co­
lectivos (mayores, personas con niveles educativos inferio­
res, residentes en entornos rurales, etc.) corren el peligro de
quedarse al margen de los avances y oportunidades que ofre­
ce la sociedad de la información. Y, con carácter general, las
mujeres en el conjunto de estos colectivos.
Para evitar esta fractura social, desde los organismos inter­
nacionales, supranacionales y estatales se vienen promoviendo
estrategias de e-inclusión, políticas encaminadas a asegurar el
acceso a las TIC de todos los colectivos sociales y a reducir la
denominada «brecha digital»; y, dentro de ella, la reducción de
la «brecha de género» —dado que las mujeres constituyen más
del 50 por 100 de la población— se ha convertido en una de las
líneas adoptadas en materia de e-inclusión.
Así, en la Unión Europea, España y sus regiones, la pre­
ocupación por incorporar y fomentar el uso de las TIC entre
las mujeres es progresivamente más recurrente.
Pero ¿cómo se está traduciendo desde el punto de vista
político y estratégico esta preocupación?, ¿qué medidas con­
cretas se están impulsando al respecto?

2. E l c o n t e x t o e u r o p e o : g é n e r o y s o c ie d a d
DE LA INFORMACIÓN EN LA UE

2.1. Los orígenes de la Estrategia de Lisboa


y la Iniciativa e-Europe

Uno de los objetivos de la Unión Europea, desde hace


más de una década, es que las empresas, las administracio­
nes públicas y la ciudadanía europea desempeñen un papel
destacado en el desarrollo de la sociedad de la información
y participen activamente en ella.
La centralidad que el impulso de la sociedad de la infor­
mación toma en la agenda europea ha quedado reflejada en
la denominada «Estrategia de Lisboa», que parte de la cum­
bre celebrada en marzo de 2000, donde los jefes de gobierno
de la UE acordaron un nuevo objetivo estratégico para la
Unión Europea: convertirla en la economía más competitiva
del mundo antes de 2010.
Un año antes, en 1999, la Comisión Europea ya había
puesto en marcha la iniciativa «e-Europe: una sociedad de la
información para todos» y creado el Grupo de Alto Nivel so­
bre el Empleo y la Dimensión Social en la Sociedad de la In­
formación (ESDIS).
En el seno de este grupo el Consejo lanza la resolución
«sobre el empleo y la dimensión social de la sociedad de la
información», en la que se recoge, explícitamente, que los
Estados miembros habrán de promover la aplicación de un
enfoque de igualdad entre hombres y mujeres en la utiliza­
ción de los medios de la sociedad de la información en las
escuelas y en todos los niveles de la enseñanza y la forma­
ción.
Pero, como se decía, la centralidad que adquiere la so­
ciedad de la información como núcleo de la política econó­
mica y de empleo comunitaria se produce con motivo de la
Cumbre de Lisboa del año 2000. Ese mismo año se celebran
otros Consejos Europeos (Niza, Santa María de Feria).
En ellos se subraya la importancia de impulsar la socie­
dad de la información como medio para aumentar la compe-
titividad económica y la cohesión social, y se vincula, en esa
dimensión social, las TIC con la educación y la formación
permanente, junto con la flexibilidad laboral y las nuevas
formas de organización del trabajo. En paralelo, dichos Con­
sejos acogieron favorablemente el fortalecimiento, la coordi­
nación y el seguimiento de la igualdad entre mujeres y hom­
bres y la integración de este objetivo en la Unión Europea.
Sin embargo, ambos objetivos, sociedad de la información e
igualdad, no acabaron de imbricarse en términos de estrate­
gia política.
Es en el Consejo de Feria donde se lanza la estrategia
«e-Europe 2002», que recoge las conclusiones y los acuer­
dos adoptados en la Cumbre de Lisboa. Las acciones se
agruparon en tomo a tres objetivos: una Internet más rápida,
barata y segura; invertir en las personas y en la formación; y
estimular el uso de Internet. Esta nueva iniciativa considera,
por primera vez, la lucha contra la «exclusión digital», pero
se centra en las personas con discapacidad.
En el marco de «e-Europe 2002», el Consejo publica la
resolución relativa a la integración social mediante las tec­
nologías electrónicas, en la que se insta a los Estados miem­
bros a aprovechar el potencial de la sociedad de la informa­
ción a favor de las personas desfavorecidas, a suprimir los
obstáculos para su utilización y a fomentar las asociaciones
de todas las partes interesadas, y pone énfasis en las dimen­
siones regional y local. En este último punto habla de incor­
porar un planteamiento de igualdad de sexos en las políticas
de integración tecnológica, y presta particular atención en que
aumente el número de mujeres que aprovechan las posibilida­
des de empleo y formación en la sociedad de la información.
Así, sociedad de la información y género aparecen vin­
culadas a través de medidas para el fomento y la mejora del
empleo de las mujeres.
Dos años después, en el Consejo Europeo de Sevilla, se
acuerda un nuevo plan de acción, «e-Europe 2005», estruc­
turado en cinco líneas de acción. La inclusión digital repre­
senta uno de los temas horizontales comunes, pero se tradu­
ce, una vez más, en términos de accesibilidad web para per­
sonas con discapacidad.
En las diversas comunicaciones que se publican enton­
ces en tomo a las líneas de acción (e-govemment; e-lear-
ning; e-health; etc.), se expresa la necesidad de garantizar el
acceso de todos a la sociedad de la información —principal­
mente mediante la capacitación en el uso de TIC— pero no
se visibilizan, en ningún caso, las situaciones particulares de
los diversos colectivos de mujeres.
En paralelo a estas líneas y documentos estratégicos, el
Grupo de Alto Nivel ESDIS continúa su labor con la elabo­
ración de informes y propuestas. Uno de los documentos de
trabajo que elabora es «Construyendo la sociedad del cono­
cimiento: interacciones entre capital social y humano». Su
tercer apartado, «Capital social y humano como conductor
del empleo y la cohesión social», reserva un espacio especí­
fico a la «dimensión de género», en el que reconoce las bre­
chas existentes en materia de uso de ordenadores e Internet,
entre el alumnado de estudios relacionados con las TIC, en
las condiciones de trabajo en este sector (poco atractivas
para las mujeres) y en los factores culturales que median en
la utilización de herramientas tecnológicas.
De este documento de trabajo derivan otros que van a
tratar en profundidad las cuestiones de género en el ámbito
de la sociedad de la información:
— La resolución del Consejo sobre el capital social y
humano. Formación del capital social y humano en
la sociedad del conocimiento: aprendizaje, trabajo,
cohesión social e igualdad entre hombres y mujeres.
— El informe del Parlamento Europeo sobre las muje­
res en la nueva sociedad de la información.
— La resolución del Consejo sobre acceso y participación
igualitarios de hombres y mujeres en la sociedad del
conocimiento para el crecimiento y la innovación.
Por primera vez, estos documentos abordan, de manera
global, la situación de las mujeres frente a la sociedad de la
información, el modo en que se ha incorporado la perspecti­
va de género en las políticas europeas y las medidas que ha­
brían de ser impulsadas.
En relación con la situación de hombres y mujeres se se­
ñala el menor acceso de las mujeres a Internet y las diferencias
en el uso que unos y otras hacen de ella También se pone en
evidencia el desequilibrio en la participación de hombres y
mujeres en la educación y sectores relacionados con las TIC.
En términos de políticas, se manifiesta que existe una tenden­
cia a considerar neutras, desde el punto de vista del género, las
estrategias de sociedad de la información, y que las mujeres
apenas participan en la planificación y toma de decisiones.
Para paliar esta situación, los tres documentos instan a la
Comisión, a los Estados miembros y los interlocutores so­
ciales a que desarrollen medidas encaminadas a:
— Incluir a las mujeres en todos los sectores TIC.
— Fomentar la participación de las chicas en la educa­
ción superior en ámbitos tecnológicos y técnicos.
— Aumentar la participación y la presencia de las mu­
jeres en todos los niveles educativos en este ámbito.
— Impulsar la formación en TIC, principalmente entre
las mujeres con mayor riesgo de exclusión digital
(mayores, desempleadas, migrantes, minorías étni­
cas, con discapacidad, etc.).
— Aprovechar el potencial que ofrecen las TIC para la
creación de nuevas oportunidades de empleo, espe­
cialmente a través del teletrabajo y de programas de
educación y formación a distancia.
— Promover el uso de las TIC como instrumento eficaz
en la distribución de la información y en la protec­
ción y el apoyo contra la violencia de género.
— Sensibilizar e informar a fin de ofrecer a las mujeres
y al entorno imágenes de mujeres que ejercen activi­
dades no tradicionales, en particular, actividades re­
lacionadas con las TIC.
— Integrar la perspectiva de género en el conjunto de las
políticas mediante la recolección de datos sistemáticos
sobre las diferencias estructurales en el sector de las
TIC (desglosados por sexo), la consideración de la ne­
cesidad de realizar evaluaciones de impacto de género
y el intento de aumentar la participación de las mujeres
en los procesos de planificación y toma de decisiones.

Asimismo, durante los días 5 y 6 de mayo de ese año 2003,


tiene lugar la Conferencia Europea sobre «Género y socie­
dad de la información» en Atenas.
Pese a las numerosas propuestas emanadas de todos es­
tos documentos, pocas llegan a trascender a las políticas y lí­
neas estratégicas comunitarias.

2.2. La revisión de la Estrategia de Lisboa

Con la revisión de la Estrategia de Lisboa en 2005, la


Comisión publica la comunicación «Retos para la sociedad
de la información europea con posterioridad a 2005», en la
que se afirma que «la UE no está aprovechando todas las po­
sibilidades ofrecidas por las TIC en el contexto de la conse­
cución de los objetivos de Lisboa».
Era necesario afrontar nuevos retos, entre los que ocupa
un lugar destacado la e-inclusión, enfocada a asegurar a to­
das las personas el mismo acceso a las TIC y la misma dis­
ponibilidad a un precio asequible.
La e-inclusión se define con un doble sentido: por una
parte, se trata de garantizar la igualdad de acceso y partici­
pación de todos en la sociedad de la información; y, por otra,
tiene por objeto la aplicación de sistemas con el fin de per­
mitir a las personas con minusvalías y a los ancianos desem­
peñar un papel pleno en la sociedad y aumentar su autono­
mía. Las situaciones específicas de las mujeres en la socie­
dad de la información no se mencionan expresamente entre
los nuevos retos.
Frente a ello, es una vez más el Grupo de Alto Nivel
ESDIS, a través de la publicación del documento «e-Inclu-
sion revisited: the local dimensión of the information so­
ciety», el que hace un análisis de género de la situación, y re­
conoce que la brecha de género en el uso de Internet en el
ámbito comunitario había disminuido, pero que era necesa­
rio prestar atención a determinados colectivos de mujeres,
como las de edad avanzada, las jubiladas o las mujeres que
viven en áreas rurales.

2.3. La estrategia «Í2010: la sociedad de la información


y los medios de comunicación al servicio
del crecimiento y el empleo»

La revisión de la Estrategia de Lisboa da lugar a «Í2010:


la sociedad de la información y los medios de comunicación
al servicio del crecimiento y el empleo».
Con Í2010 la Comisión aborda de manera integrada la
sociedad de la información y las políticas audiovisuales en
la UE. Su propósito es coordinar la acción de los Estados
miembros para facilitar la convergencia digital y afrontar
los desafíos vinculados a la sociedad de la información.
En esta estrategia, la Comisión propone tres prioridades
políticas:

— Objetivo 1: un espacio único europeo de la informa­


ción que ofrezca comunicaciones de banda ancha
asequibles y seguras, contenidos ricos y diversifica­
dos y servicios digitales.
— Objetivo 2: rendimiento de carácter mundial en la
investigación y la innovación en el ámbito de las
TIC, para acercar a Europa a sus principales com­
petidores.
— Objetivo 3: una sociedad de la información que sea
incluyente, ofrezca servicios públicos de gran cali­
dad y promueva la calidad de vida.

Para este último objetivo, de carácter social, la iniciativa


Í2010 prevé el desarrollo de las siguientes actividades:

— Publicar unas orientaciones políticas sobre accesibili­


dad y cobertura de la banda ancha (e-accesibilidad).
— Adoptar un plan de acción sobre administración
electrónica y orientaciones estratégicas sobre los ser­
vicios públicos basados en las TIC. El plan de acción
sobre administración electrónica recoge, entre sus
cinco prioridades, la lucha contra la brecha digital,
de manera que toda la población, incluidas las capas
sociales desfavorecidas, disfruten de la administra­
ción electrónica.
— Establecer tres «iniciativas insignia» sobre el tema
de las TIC y la calidad de vida: las necesidades de
una sociedad que envejece, el transporte seguro y
limpio, y la diversidad cultural.
— Proponer una iniciativa europea sobre inclusión digital.
En relación con esta última línea, el 11 de junio de 2006
tiene lugar la Conferencia Ministerial en Riga «TIC para una
sociedad inclusiva». La Declaración de Riga establece
para 2010 una serie de objetivos en relación con el uso y la
disponibilidad de Internet, la alfabetización digital y la acce­
sibilidad de las TIC. En concreto, y en relación con el uso de
Internet, se marca como objetivo para el año 2010 reducir a
la mitad la distancia en este uso entre la población media de
la UE y las mujeres.
A raíz de esta Conferencia, el 29 de noviembre de 2007
se presenta la iniciativa sobre e-inclusión, en la que se reco­
noce que, pese a las valiosas aportaciones, el avance sigue
siendo muy limitado en materia de e-inclusión y es posible
que no lleguen a cumplirse la mayoría de los objetivos de
Riga. Para salvar estas limitaciones, la iniciativa sobre e-in­
clusión propone:

a) Una campaña de inclusión digital, titulada «Inclusión


digital, únete a ella», cuya misión será aumentar du­
rante el año 2008 el nivel de concienciación y los es­
fuerzos de coordinación, y que concluirá con la cele­
bración de una Conferencia Ministerial para mostrar
los avances realizados y reforzar los compromisos.
b) Un marco estratégico de acción que permita aplicar
la Declaración Ministerial de Riga por medio de:
1. la lucha contra las desigualdades existentes en ma­
teria de banda ancha, accesibilidad y competencia
para crear así las condiciones necesarias para que
todo el mundo pueda participar en la sociedad de
la información;
2. el impulso de la participación efectiva de los gru­
pos en riesgo de exclusión y la mejora de su cali­
dad de vida;
3. la integración de las distintas medidas de inclu­
sión digital para maximizar su impacto y la dura­
ción de éste.
Aunque la iniciativa reconoce explícitamente que peli­
gra la consecución de objetivos en materia de «brecha digi­
tal de género» para 2010, en el desarrollo de sus líneas de ac­
tuación de cara a los próximos años no se hace una alusión
concreta a cómo superar este hecho.
Seguidamente, los días 2 y 3 de diciembre, se celebra un
debate ministerial sobre políticas de e-inclusión en Lisboa,
en el que se vuelve a insistir en las dificultades y retos de
este objetivo y se proponen medidas en línea con la iniciati­
va de e-inclusión. Entre las conclusiones del debate no se
mencionan específicamente los temas de género.
Al mismo tiempo, y como estipula la iniciativa Í2010, se
van publicando informes anuales sobre ella, y se celebran diver­
sas reuniones del Grupo de Alto Nivel Í2010 (un total de cinco
hasta finales de 2007). El último informe, i2010: informe anual
sobre la sociedad de la información 2007, considera que se está
avanzando en la integración de las TIC dentro de las políticas de
los Estados miembros. En materia de inclusión, el informe re­
coge las actuaciones que la Comisión deberá poner en marcha
durante 2007 y 2008, pero en ellas tampoco se hace alusión a
medidas específicas en relación con la igualdad.

2.4. La hoja de ruta para la igualdad 2006-2010

Por su parte, en lo referente a las políticas de igualdad de


género en el ámbito comunitario, el documento que marca
las intervenciones es el «Plan de trabajo para la igualdad de
oportunidades entre las mujeres y los hombres 2006-2010»,
elaborado por la Comisión, que establece seis áreas de ac­
tuación de la UE a favor de la igualdad de género, a saber:

— Área 1: conseguir la misma independencia económi­


ca para las mujeres y los hombres.
— Área 2: conciliar la actividad laboral con la vida pri­
vada y familiar.
— Área 3: promover la representación paritaria de las
mujeres y los hombres en la toma de decisiones.
— Área 4: erradicar la violencia de género y la trata de
seres humanos.
— Área 5: eliminar los estereotipos sexistas de la so­
ciedad.
— Área 6: promover la igualdad de género fuera de la
UE.

El área 3 considera el objetivo de aumentar la presencia


de las mujeres en la ciencia y la tecnología y recoge, entre
otras medidas, la de controlar y fomentar la inclusión de la
perspectiva de género en la política europea de investiga­
ción:

— en el Séptimo Programa Marco;


— en el programa «Educación y formación 2010», me­
diante el fomento del acceso de las mujeres a carre­
ras científicas y técnicas con arreglo al objetivo eu­
ropeo de restablecer el equilibrio de géneros en este
campo, y la elaboración de una guía europea de me­
jores prácticas en cuestiones de género relacionadas
con las TIC,
— y en la aplicación del futuro programa «Ciudada­
nos con Europa», para incluir la igualdad de géne­
ro en el campo de la ciudadanía activa como uno de
los temas prioritarios, mediante la movilización de
las redes existentes.

Las alusiones que recoge este Plan de trabajo están


más enfocadas, en todo caso, a mejorar la posición de las
mujeres en el campo de la ciencia y la investigación, y, en
menor grado, en el de las TIC y la sociedad de la informa­
ción.
3. L a s p o l ít ic a s d e s o c ie d a d d e la in f o r m a c ió n
y género en E spa ñ a

3.1. Los antecedentes: INFO XXI y España, es

En España, varias han sido las estrategias puestas en


marcha por los distintos gobiernos para impulsar la sociedad
de la información, siguiendo las líneas y propuestas dictadas
por la Unión Europea.
Una de la más recientes llevó el nombre de Programa
INFO XXI: la sociedad de la información para todos. Fue
presentada en 2001 pero, un año después, se reconoció que
no se había conseguido el éxito esperado, al haber invertido
menos del 50 por 100 del presupuesto anual.
Para dotar de un cambio de rumbo a las estrategias de
sociedad de la información se convocó una comisión de ex­
pertos, presidida por Juan Soto Serrano («Comisión Soto»),
que, en abril de 2003, presentó sus conclusiones.
A partir de ellas, del análisis estratégico de la situación
y de la experiencia acumulada en anteriores programas, el
gobierno elaboró «España.es: programa de actuaciones
para el desarrollo de la sociedad de la información en Es­
paña».
Este Programa se centró en un doble frente simultáneo:
por un lado, favorecer la demanda de conexión de la pobla­
ción a las nuevas tecnologías y, por otro, mejorar la oferta de
infraestructuras, contenidos y servicios que incentivaran di­
cha conexión. Para abordar estos dos objetivos el Programa
se estructuró en seis áreas de actuación:

— Actuaciones de carácter transversal: administra-


ción.es, educación.es, pymes.es.
— Actuaciones de carácter horizontal: navega.es, con-
tenidos.es, comunicación.es.
Asimismo, en el año 2000 se creó «Red.es», una empre­
sa pública cuyos objetivos fueron, y continúan siendo, los de
mantener y gestionar el sistema de «dominio.es», analizar la
sociedad de la información a través de un Observatorio,
ofrecer asesoría a la Administración y apoyar en la ejecución
de los programas y proyectos al Estado.
En la evolución de estos planes no se visibilizó la situa­
ción de las mujeres ni se previeron actuaciones concretas en
el ámbito de la igualdad.

3.2. La nueva estrategia: Plan Avanza

En 2004 se pone en marcha el Plan Ingenio 2010, un


compromiso que pretende involucrar al Estado, las empre­
sas, las universidades y otros organismos públicos de inves­
tigación en un esfuerzo decidido por alcanzar el nivel que
corresponde a España por su peso económico y político en
Europa.
El Plan Ingenio 2010 forma parte de la estrategia de I +
D + 1 (Eje 4) del Programa Nacional de Reformas de Espa­
ña y se asienta en tres programas:

— Programa Cénit (Consorcios Estratégicos Naciona­


les de Investigación Técnica).
— Programa Consolider, cuya finalidad es conseguir la
excelencia investigadora mediante el aumento de la
cooperación entre investigadores y la formación de
grandes grupos de investigación.
— Plan Avanza, dirigido al desarrollo de la sociedad de
la información en España.

Como complemento a los primeros resultados obtenidos


con el Plan Ingenio 2010, en diciembre de 2006 se aprueba
la Estrategia Nacional de Ciencia y Tecnología (ENCYT),
en la que se establecen los objetivos, indicadores y líneas ge­
nerales de actuación en materia I + D + I. La ENCYT, junto
con el Plan Ingenio 2010, han sentado las bases para la ela­
boración del VI Plan Nacional de Investigación Científica,
Desarrollo e Innovación Tecnología 2008-2011 (I + D + 1).
Este Plan es el mecanismo para establecer los objetivos
y prioridades de la política de investigación e innovación a
medio plazo, así como para diseñar los instrumentos que ga­
ranticen su consecución. Dentro de él, el Plan Avanza se ubi­
ca como una de las acciones estratégicas para alcanzar la
convergencia con la UE en materia de sociedad de la infor­
mación.
Así, el «Plan Avanza: plan 2006-2010 para el desarrollo
de la sociedad de la información y de convergencia con Euro­
pa y entre Comunidades Autónomas y Ciudades Autóno­
mas», se estructura en cinco áreas de actuación:

— Ciudadanía Digital, dirigida a hacer partícipe a la ciu­


dadanía de las ventajas de utilizar Internet y las TIC.
Las medidas previstas se enfocan a garantizar la in­
clusión de toda la población, al facilitar el acceso y di­
fundir servicios de utilidad de las nuevas tecnologías
para mejorar la calidad de vida, la información y la
participación del ciudadano en su comunidad.
— Economía Digital, que incide en las medidas para
impulsar el desarrollo del sector TIC y en la adop­
ción de las tecnologías por parte de las pymes.
— Educación Digital, para incorporar las TIC en el pro­
ceso educativo y de formación en general mediante
la integración de todos los agentes que en él parti­
cipan.
— Servicios Públicos Digitales, con medidas que per­
mitan mejorar los servicios prestados por las Admi­
nistraciones Públicas, para aumentar la calidad de
vida de la ciudadanía y la eficiencia de las empresas.
— Contexto Digital, para garantizar una infraestructura
de banda ancha segura, la identidad digital y la dis­
ponibilidad de una oferta de contenidos adecuados
en red, como catalizadores imprescindibles para el
desarrollo de la sociedad de la información.

En la línea de «Ciudadanía Digital», por primera vez un


plan estratégico de sociedad de la información en España
tiene en cuenta la incorporación de las mujeres:

De forma particular, en los instrumentos concretos


de ejecución de las medidas se introducirán previsiones
dirigidas a la incorporación de las mujeres a la Sociedad
de la Información y a evitar la discriminación por razón
de sexo, y un seguimiento de los indicadores de ejecución
para, en su caso, adoptar medidas tendentes a disminuir
la brecha digital de la mujer (Resumen ejecutivo Plan
Avanza: objetivos y medidas por áreas de actuación).

Este compromiso se ha traducido en un doble objetivo:

— Garantizar la igualdad de género en la sociedad de la


información.
— Utilizar las TIC como herramienta para fomentar la
igualdad de género en la sociedad.

El instrumento fundamental que se ha puesto al servicio


de estos objetivos son las distintas órdenes de bases y con­
vocatorias anuales de ayudas que se han ido lanzando en el
área de «Ciudadanía Digital».
Entre estas convocatorias se encuentra una concreta de
género («Proyectos y acciones sobre igualdad de género en
la sociedad de la información») que, desde el año 2006, está
financiando proyectos a entidades públicas locales y a enti­
dades privadas sin ánimo de lucro referidos a:

— Programas de difusión para extender el uso de Inter­


net y las nuevas tecnologías.
— Formación y sensibilización sobre el uso eficiente de
las TIC.
— Creación de redes sociales y empresariales, que per­
mitan compartir experiencias.
— Estudios y diagnósticos sobre igualdad de género en
relación con las TIC.
— Dotación de equipamiento informático.

Así, entre 2006 y 2007 se han puesto en marcha cincuen­


ta y siete proyectos, y se han movilizado un total de 12 millo­
nes de euros. Se trata de proyectos de distinta naturaleza que
abordan actuaciones como: estudios y análisis sobre la brecha
digital de género; celebración de congresos y seminarios so­
bre esta temática; incorporación de TIC entre las asociaciones
de mujeres; apoyo y servicios para redes de mujeres empren­
dedoras, empresarias y directivas; incorporación de las muje­
res del medio rural a la sociedad de la información; actuacio­
nes en el ámbito de la violencia de género, etc.
Transversalmente, el resto de las convocatorias del Plan
Avanza han ido incorporando progresivamente el principio
de igualdad de género en forma de criterio de valoración
para la selección de los proyectos.
En el año 2006 fueron un total de tres convocatorias (di-
namización, inclusión de las personas con discapacidad y per­
sonas mayores, y FORINTEL) las que establecieron algún cri­
terio de igualdad en la selección de los proyectos. En 2007
también se incluyeron criterios de igualdad en la valoración de
proyectos dentro de las convocatorias de formación general en
telecomunicaciones y tecnologías; creación, desarrollo y po­
tenciación de centros de referencia, y contenidos digitales.
Para el año 2008, según se recoge en las bases regulado­
ras de las distintas convocatorias, la integración de medidas
específicas que fomenten la igualdad de género vuelve a ser
tenida en cuenta como criterio de selección de los proyec­
tos dentro de las convocatorias de «Ciudadanía Digital» y
«Contenidos».
En el caso del resto de convocatorias del Plan Avanza
—y de todas aquellas que emanen de este Ministerio—, el
«Plan integrado de ayudas del Ministerio de Industria, Turis­
mo y Comercio para el año 2008», en su artículo 3, prevé la
integración progresiva de este aspecto en cumplimiento de
lo establecido en la Ley para la Igualdad Efectiva de Muje­
res y Hombres, al incluir como criterio de valoración la inte­
gración de medidas específicas que fomenten la igualdad
de género.

3.3. El Plan y la Ley de Igualdad

Sinérgicamente, en las políticas de igualdad impulsadas


por el gobierno también se encuentran referencias encami­
nadas a generar una sociedad de la información más inclusi­
va desde el punto de vista del género.
El «Plan estratégico de igualdad de oportunidades
(2008-2011)» recoge, dentro de sus principios rectores, el de
la innovación científica y tecnológica. A partir de ahí, apare­
cen alusiones concretas a las tecnologías y a la sociedad de
la información, entre ellas, a la incorporación del principio
de igualdad dentro del Plan Avanza:

— Poner en marcha un plan de acción para la igualdad


de oportunidades entre mujeres y hombres en la SI,
en el marco del Plan Avanza.
— Ofrecer programas de formación en habilidades TIC,
orientados a los intereses personales y profesionales
de los distintos colectivos de mujeres.
— Integrar la visión de las mujeres en los procesos de
diseño, producción y gestión de ámbitos científicos.
— Potenciar la presencia de las mujeres en Internet, me­
diante la promoción de portales, páginas y contenidos
que recojan sus intereses y necesidades y atiendan a
su diversidad.
— Incrementar la participación de mujeres en los estu­
dios y carreras científicas y tecnológicas, tanto de ni­
vel medio como universitario, como estudiantes y
como profesoras e investigadoras en todos los nive­
les de responsabilidad.

Asimismo, en el ámbito de la igualdad y la sociedad de


la información, un paso decisivo en este terreno lo ha mar­
cado la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de Mujeres y
Hombres, ya que considera la incorporación de pautas favo­
recedoras de la igualdad en una amplia variedad de políticas,
entre ellas, las de sociedad de la información.
Dentro del «Título II: Políticas públicas para la igual­
dad», el artículo 28 de la citada ley está dedicado íntegra­
mente a la sociedad de la información:

1. Todos losprogramas públicos de desarrollo de la Socie­


dad de la Información incorporarán la efectiva conside­
ración delprincipio de igualdad de oportunidades entre
mujeres y hombres en su diseño y ejecución.
2. El Gobierno promoverá la plena incorporación de las
mujeres en la Sociedad de la Información mediante el
desarrollo de programas específicos, en especial, en
materia de acceso y formación en tecnologías de la in­
formación y de las comunicaciones, contemplando las
de colectivos de riesgo de exclusión y del ámbito rural.
3. El Gobierno promoverá los contenidos creados por
mujeres en el ámbito de la Sociedad de la Información.
4. En los proyectos del ámbito de las tecnologías de la
información y la comunicación sufragados total o
parcialmente con dinero público, se garantizará que
su lenguaje y contenidos sean no sexistas.

Por su parte, el artículo 30, dedicado al desarrollo rural,


incluye que los poderes públicos fomentarán la igualdad de
oportunidades en el acceso a las TIC mediante el uso de po­
líticas y actividades dirigidas a la mujer rural, y la aplicación
de soluciones alternativas tecnológicas allá donde la exten­
sión de estas tecnologías no sea posible.
En las disposiciones adicionales, por último, se prevé que
la Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2007 consti­
tuya un fondo especial en materia de sociedad de la informa­
ción e igualdad, dotado de tres millones de euros anuales para
los ejercicios 2007, 2008 y 2009. Es con caigo a este fondo
donde se enmarca la convocatoria del Plan Avanza de conce­
sión de ayudas para la realización de actuaciones que impulsen
la igualdad de género en la sociedad de la información.
En el plano estratégico y normativo de la igualdad en el
ámbito estatal parece existir, por tanto, una plena consideración
de las cuestiones relativas a la sociedad de la información.

4. E l c o n t e x t o a u t o n ó m ic o :
ig u a l d a d y s o c ie d a d d e l a in f o r m a c ió n
en las C o m u n id a d e s A u t ó n o m a s

4.1. La incorporación de la igualdad


en los planes estratégicos de sociedad
de la información en el ámbito regional

Los gobiernos autonómicos están impulsando firmemente


el desarrollo de la sociedad de la información en sus regio­
nes, con un papel activo en el diseño y puesta en marcha de
planes estratégicos, acciones y medidas encaminadas a este
objetivo.
Hoy todas las Comunidades Autónomas poseen su pro­
pio plan estratégico en materia de sociedad de la informa­
ción. Complementariamente, en muchas de ellas se cuenta
también con entidades públicas y privadas —la mayoría, fun­
daciones— creadas específicamente para el fomento del uso
de las TIC en los territorios y con observatorios de sociedad de
la información.
Ta b la 1
Planes estratégicos, entidades impulsoras
y observatorios de SI en las Comunidades Autónomas

Comunidad Planes Entidades Observatorios


Autónoma estratégicos de impulso SI

Andalucía Plan Andalucía Sociedad Consejería de


de la Información Innovación,
(2007-2010) Ciencia y
Empresa

Aragón Plan director para el Departamento Observatorio


desarrollo de la sociedad de Ciencia, Aragonés de la
de la información en la Tecnología y Sociedad de
Comunidad Autónoma Universidad la Información
de Aragón (2004-2007)

Asturias e-Asturias 2007 Fundación Observatorio de


CTIC-Centro la Sociedad de la
Tecnológico de Información del
la Información y Principado de
la Comunicación Asturias

Baleares Plan director sectorial Fundación IBIT- Observatorio


de telecomunicaciones Fundación de las Balear de
Islas Baleares Sociedad de la
para la Innovación Información
Tecnológica (OBSI)

Canarias Plan para el desarrollo Instituto Observatorio


de la sociedad de la Tecnológico de Canario de las
información en Canarias Canarias (ITC) Telecomunica­
(PDSIC) (2000-2006) ciones y la
Sociedad de
la Información

Cantabria Plan estratégico para EMCANTA Observatorio de


la sociedad de la la Sociedad de la
información de Cantabria Información de
(2002-2006) Cantabria (OSCI)

Castilla- Plan estratégico de Fundación


La Mancha telecomunicaciones y ínsula Barataría
sociedad de la
información (2006-2010)
Comunidad Planes Entidades Observatorios
Autónoma estratégicos de impulso SI

Castilla Estrategia regional Consejería Observatorio de


y León para la sociedad digital de Fomento Sociedad de la
del conocimiento Información en
(2007-2013) Castilla y León
(ORSI)

Cataluña Plan director de Fundación i2Cat Observatorio de


infraestructuras de la Sociedad de
telecomunicaciones la Información
(PDTI) (2005-2008). (OBSI)
Plan director de
servicios y contenidos
(PDSIC) (2005-2008)

Comunidad Estrategia para consolidar Fundación Centro de


Valenciana las telecomunicaciones OVSI-Oficina Investigación
avanzadas y la sociedad Valenciana para CEVALSI
tecnológica y del la Sociedad de la
conocimiento en la Información
Comunidad Valenciana
(AVANTTC) (2004-2010)

Extremadura Plan director estratégico FUNDECYT- Observatorio


para el desarrollo Fundación para Extremeño de
de la sociedad de el Desarrollo de Sociedad de
la información la Ciencia y la la Información
en Extremadura Tecnología
en Extremadura

Galicia Plan estratégico gallego Consejería Observatorio


de sociedad de la de Innovación Gallego de
información (PEGSI) e Industria- Sociedad de
(2007-2010) Dirección General la Información
de Promoción
Industrial y
Sociedad de la
Información

La Rioja larioja.es FUNDARCO- Observatorio


Agencia del Riojano para la
Conocimiento y Sociedad de
la Tecnología la Información
del Gobierno (ORSI)
de La Rioja
Comunidad Planes Entidades Observatorios
Autónoma estratégicos de impulso SI

Comunidad Madrid Comunidad Dirección


de Madrid Digital: I Plan para General de
el desarrollo de la Innovación
sociedad digital y del Tecnológica
conocimiento de la
Comunidad de Madrid

Región Región de Murcia SI: Fundación Observatorio de


de Murcia III Plan para el desarrollo Integra: Sociedad de
de la sociedad de la Integración de la Información
información en la Región recursos y nuevas en la Región
de Murcia (2008-2010) tecnologías para de Murcia
la modernización
de la Región de
Murcia

Navarra II Plan de actuación Dirección Observatorio de


para la promoción General para la Sociedad de
de la sociedad de la la Sociedad de la Información
información y las la Información en Navarra
telecomunicaciones
de la Comunidad Foral
de Navarra (2005-2007)

País Vasco Euskadi en la sociedad Departamento


de la información de Industria,
Turismo y
Comercio

Tras realizar un análisis de los planes mencionados cabe


indicar que, en términos generales, el tipo de actuaciones que
se consideran en casi todos ellos se dirigen a:
— Dotar de infraestructuras y medios tecnológicos a
los territorios, principalmente a aquellas zonas con
mayores dificultades de acceso (entornos rurales).
— Fomentar la e-Administración o Administración Digi­
tal, es decir, potenciar las TIC para acercar la Admi­
nistración Pública a la ciudadanía y a las empresas,
mediante la facilitación de la realización de trámites
administrativos y la introducción de las TIC en
campos como la salud, la educación, el sistema ju­
dicial, el empleo, la cultura, etc.
— Acercar las tecnologías a las empresas y fortalecer
el sector TIC. Estas acciones están orientadas al te­
jido empresarial en sus distintos niveles para fomen­
tar su integración como parte esencial de la socie­
dad del conocimiento (adaptación tecnológica de
las pymes, mejora de la competitividad en el sector
TIC, etc.).
— Facilitar el acceso y la utilización de las TIC a la ciu­
dadanía, mediante la puesta en marcha de diversas
iniciativas: alfabetización o inclusión digital (accio­
nes para acercar de manera personalizada la cultura
de la sociedad de la información a todos los colecti­
vos de la ciudadanía, con especial atención a aque­
llos con dificultades de acceso a las TIC: mayores,
personas con discapacidad, amas de casa, personas
residentes en ámbitos rurales, etc.); líneas de sub­
vención para la adquisición de equipos informáticos
y conexiones a Internet, cuyo público destinatario
son las familias y los hogares; apertura de centros de
acceso público a Internet (telecentros, cibertecas, etc.);
o actuaciones para propiciar la «participación digi­
tal», mediante el fomento de la creación de nuevos
espacios de participación ciudadana a través de ca­
nales on Une o la introducción de las TIC en las aso­
ciaciones y entidades sin ánimo de lucro (ayudas
para la creación de sus páginas web, sistemas de co­
municación on Une, etc.).
— Generar contenidos digitales de carácter regional so­
bre la cultura, la lengua, el turismo o el patrimonio
cultural y natural de los distintos territorios.

Dentro de dichos planes la consideración de la perspec­


tiva de género es aún débil. Casi ninguno de ellos recoge en­
tre sus objetivos estratégicos o generales el principio de igual­
dad de oportunidades entre mujeres y hombres, a excepción
de los planes de la Comunidad Valenciana, Galicia y Casti­
lla y León, en los que esta cuestión se aborda como un reto
para el desarrollo de la sociedad de la información en estas
regiones.
En otros planes regionales, si bien la igualdad de género
no se refleja explícitamente entre los objetivos y ejes estraté­
gicos, sí se tiene en cuenta en la descripción de las actuacio­
nes contenidas en ellos desde una perspectiva global, como
puede ser el ejemplo de la línea de actuación «Mujer, piensa
en TI...C» del Plan e-Asturias 2007.
Sin embargo, la forma más recurrente de hacer alusión
a las mujeres en el contexto de la sociedad de la informa­
ción es a través de su ubicación entre los colectivos en ries­
go de exclusión digital (mayores, personas con discapacidad,
inmigrantes, etc.) y mediante la puesta en marcha de ac­
tuaciones de alfabetización digital: la gran mayoría de los
planes establecen cursos de formación para la utilización
de las herramientas TIC dirigidos a mujeres. Estos cursos
suelen poseer una duración de entre diez y veinte horas,
normalmente son impartidos en los telecentros o ciberte-
cas, y sus contenidos están enfocados a la formación inicial
en el uso de programas ofimáticos (Word, Excel, Power
Point, etc.) o la navegación por Internet. Este es el caso de
planes como el de Andalucía, Aragón, Cataluña, Navarra o
País Vasco.
Otro tipo de cursos de formación que se introducen en
los planes, dirigidos a mujeres, se destinan a mejorar su po­
sición en el empleo, al intentar adaptar sus competencias a
los cambios requeridos por los nuevos entornos económicos
y sociales. Un ejemplo se encuentra en la Comunidad de
Madrid, donde se desarrollan cursos de formación en TIC en
el ámbito de la Formación Ocupacional.
Otras iniciativas, pero más escasas, se dirigen a la bús­
queda de fórmulas alternativas de organización del trabajo
mediante el uso las TIC (teletrabajo) o la puesta en marcha
de sistemas de alerta de malos tratos a mujeres (brazaletes
electrónicos).
La incorporación de la igualdad en los planes y estrate­
gias autonómicas, en definitiva, cuando se da, está vincula­
da, una vez más, a la inclusión digital —o el «acceso de la
sociedad de la información para todos»— , y su tratamiento
desaparece completamente en los ejes que tienen que ver
con las infraestructuras, la e-administración, las empresas y
pymes, etc. Si bien éstos son ámbitos cuyas actuaciones be­
nefician tanto a hombres como mujeres, también se hace ne­
cesario procurar y vigilar que esos beneficios sean disfruta­
dos de igual manera por unos y por otras. Cuestión que en
los planes no se establece ni se considera, al menos de forma
explícita y por ahora.
Por otra parte, también cabe mencionar que muchas de
las Comunidades Autónomas poseen observatorios des­
tinados a medir los avances en materia de sociedad de la
información en las regiones. Cuando estos observatorios
no existen, suelen ser los propios Institutos de Estadísti­
ca los que se encargan de hacer seguimiento de los indi­
cadores.
Lo más común, ya sea en los observatorios o en los Insti­
tutos de Estadística, es aplicar los mismos indicadores utili­
zados por el INE en la Encuesta sobre el uso de TIC y co­
mercio electrónico en las empresas y en la Encuesta sobre
equipamiento y uso de tecnologías de información y comuni­
cación en los hogares. Las técnicas de recogida de datos se
aplican siguiendo la metodología INE pero se amplían las
muestras en las Comunidades Autónomas correspondientes.
El resultado es que en el ámbito autonómico se ofrecen indi­
cadores básicos de uso de las TIC en las empresas y en los
hogares, donde el único dato desagregado por sexo suele ser
el porcentaje de utilización de ordenadores y de Internet.
No obstante, algunas Comunidades Autónomas destacan
por la elaboración de estudios e informes propios en los que
se alcanza algún grado más de profundidad: Andalucía ela­
bora anualmente el «Barómetro i@landalus», en Canarias se
posee un «Sistema de Indicadores de la Sociedad de la In­
formación (SISIC)», la Comunidad Valenciana publica pe­
riódicamente los «Infobarómetros», etc. En otras, esta infor­
mación se complementa con estudios de seguimiento y eva­
luación de la ejecución de los planes estratégicos, como es
el caso del estudio que realiza Aragón sobre los «Lugares
de acceso público a Internet en Aragón» o el que desarro­
lla La Rioja sobre las cibertecas. La desagregación de los
indicadores por sexo, en todo caso, no es demasiado gene­
ralizada.
Se puede destacar, en este sentido, el estudio realizado
en Castilla y León sobre «La inclusión en la sociedad digi­
tal y del conocimiento», el de «Mujeres y nuevas tecnolo­
gías en la Comunidad Valenciana» y los «Infobarómetros
sociales de género» de esta última Comunidad, como ma­
terial que aborda, desde una perspectiva de género, la si­
tuación de hombres y mujeres en la sociedad de la infor­
mación. También debe mencionarse el «Plan estratégico
de Galicia», que prevé indicadores de seguimiento como el
«número de empresas dirigidas por mujeres con portal
web corporativo».

4.2. La sociedad de la información en las políticas


de igualdad de las Comunidades Autónomas

Del mismo modo que ocurre con la sociedad de la infor­


mación, las políticas de igualdad están presentes en todas las
Comunidades Autónomas a través de planes concretos en
esta materia. Las instituciones encargadas de su coordina­
ción e impulso suelen ser los Institutos de la Mujer (organis­
mos autónomos dependientes de cada gobierno) y las Con­
sejerías o Direcciones Generales de la Mujer.
Ta b l a 2
Entidades y planes de igualdad
en las Comunidades Autónomas

Comunidad Entidades Planes


Autónoma de igualdad de igualdad

Andalucía Consejería para la Igualdad


y Bienestar Social-Instituto
Andaluz de la Mujer

Aragón Instituto Aragonés de III Plan de acción positiva


la Mujer para las mujeres en Aragón
(2001-2004)

Asturias Instituto Asturiano de IV Plan de acción positiva


la Mujer para las mujeres del Principado
de Asturias 2001-2005)

Baleares Institut Balear de la Dona III Plan de actuación para la


igualdad de oportunidades
entre hombres y mujeres de
las Islas Baleares (2002-2005)

Canarias Instituto Canario de la Mujer ID Plan canario de igualdad de


oportunidades entre mujeres
y hombres (2003-2006)

Cantabria Dirección General de la Mujer III Plan de igualdad de


del Gobierno de Cantabria oportunidades entre mujeres
y hombres de Cantabria
(2003-2006)

Castilla- Instituto de la Mujer IV Plan de igualdad de


La Mancha de Castilla-La Mancha oportunidades entre hombres
y mujeres de Castilla-
La Mancha (2004-2008)

Castilla Dirección General de la Mujer IV Plan integral de igualdad de


y León de Castilla y León oportunidades entre mujeres y
hombres de la Comunidad de
Castilla y León (2007-2011)

Cataluña Instituí Catalá de les Dones V Plan de acción y desarrollo


de las políticas de la mujer
en Cataluña (2005-2007)
Comunidad Entidades Planes
Autónoma de igualdad de igualdad

Ceuta Centro Asesor de la Mujer I Plan de igualdad


de oportunidades
de la Ciudad Autónoma
de Ceuta (2005-2008)

Comunidad Dirección General de la Mujer Plan de igualdad de


Valenciana de la Generalitat Valenciana oportunidades entre hombres
y mujeres (2006-2009)

Extremadura Consejería de Igualdad y III Plan para la igualdad de


Empleo-Instituto de la Mujer oportunidades de las mujeres
de Extremadura de Extremadura (2006-2009)

Galicia Servizio Galego de Igualdade V Plan de igualdad de


oportunidades de las mujeres
gallegas (2007-2010)

La Rioja Área de la Mujer III Plan integral de la mujer


del Gobierno de La Rioja (2006-2009)

Comunidad Dirección General de la Mujer IV Plan de igualdad de


de Madrid de la Comunidad de Madrid oportunidades de mujeres y
hombres de la Comunidad
de Madrid (2002-2005)

Región Instituto de la Mujer de III Plan de igualdad de


de Murcia la Región de Murcia oportunidades entre hombres
y mujeres (2004-2005)

Melilla Viceconsejería de la Mujer I Plan de igualdad de


oportunidades entre hombres
y mujeres de la Ciudad
Autónoma de Melilla
(2001-2004)

Navarra Instituto Navarro I Plan de igualdad de


para la Igualdad oportunidades entre hombres
y mujeres de la Comunidad
Foral de Navarra (2006-2010)

País Vasco Emakunde-Instituto Vasco IV Plan de acción positiva para


de la Mujer para las mujeres en la Comunidad
Atónoma de Euskadi
Estos planes se estructuran en ejes de intervención que,
a grandes rasgos, cubren ámbitos como los siguientes:

— Educación: incorporación de la coeducación en la


práctica docente, formación y sensibilización en gé­
nero al profesorado, elaboración de materiales edu­
cativos en igualdad, introducción de la igualdad en el
currículum escolar, orientación escolar y universita­
ria no sexista, acceso de las mujeres a especialidades
formativas en las que se encuentran infrarrepresenta-
das, incorporación de la perspectiva de género en la
formación de personas adultas, etc.
— Empleo: realización de estudios sobre la situación en
el mercado laboral de hombres y mujeres, mejora de
la empleabilidad de las mujeres, fomento del autoem-
pleo, programas de formación permanente, profesio­
nal y ocupacional, etc.
— Salud: estudios sobre enfermedades «femeninas»,
actuaciones de prevención, atención a la salud sexual
y reproductiva, sensibilización en género de profe­
sionales sanitarios, investigación de enfermedades
que afectan a las mujeres, etc.
— Conciliación: actuaciones para el fomento de la co­
rresponsabilidad, puesta a disposición de servicios
de cuidado de personas dependientes, experimenta­
ción de nuevas fórmulas de organización del trabajo
que faciliten la conciliación, etc.
— Inclusión social: medidas para la inserción social y la­
boral de colectivos de mujeres en riesgo de exclusión
social (inmigrantes, minorías étnicas, mujeres con dis­
capacidad, mujeres que ejercen la prostitución, etc.).
— Medios de comunicación: utilización de una imagen
no sexista de las mujeres en los medios de comuni­
cación, lanzamiento de valores de igualdad, utiliza­
ción de lenguajes inclusivos, campañas y premios de
igualdad, etc.
— Violencia de género: sistemas de prevención de ma­
los tratos, formación de agentes públicos, campañas
de sensibilización, coordinación de servicios y de la
intervención pública en este campo, etc.
— Cultura, ocio y deporte: visibilización del papel de
las mujeres en este terreno, fomento de la práctica
del deporte entre las mujeres, promoción de las mu­
jeres en la cultura, actividades de ocio y tiempo libre
específicas para mujeres, etc.
— Mujeres rurales: análisis de la situación de las muje­
res del entorno rural, apoyo a la generación de em­
presas, acceso a la información, visibilización de su
contribución al desarrollo endógeno, participación en
los espacios y poderes locales, etc.
— Participación social y toma de decisiones: medidas
para la presencia de mujeres en los espacios de toma
de decisiones, apoyo al movimiento asociativo, ge­
neración de canales para la participación social, etc.
— Medio ambiente, urbanismo y vivienda: participa­
ción de las mujeres en la planificación de políticas
en estos campos, políticas medioambientales y urba­
nísticas con perspectiva de género, impulso del papel
de las mujeres en el medio ambiente, sistemas de
transporte adaptados a sus necesidades, etc.
— Cooperación al desarrollo: colaboración con las ONG’s
de cooperación al desarrollo, sensibilización para la ayu­
da a países en vías de desarrollo, convenios de colabora­
ción con otros países para el fomento de la igualdad, etc.
— Políticas de igualdad en la administración: planes
para la incorporación del principio de igualdad en las
administraciones, coordinación y seguimiento de po­
líticas de igualdad, impulso de la igualdad en terce­
ras entidades (ayuntamientos, asociaciones), etc.

Dentro de estos planes se reservan medidas relacionadas


con la sociedad de la información, aunque normalmente no
ocupan un lugar central en los ejes u objetivos estratégicos.
Hay que mencionar, no obstante, el plan de igualdad de opor­
tunidades de la Comunidad Valenciana o el de Extremadura,
donde sí se recoge el acceso de las mujeres a las nuevas tec­
nologías como parte de los objetivos clave con acciones es­
pecíficas en este campo.
Cuando las medidas de sociedad de la información no
ocupan un eje o un área específica de los planes, suelen vin­
cularse, principalmente, a los ejes dedicados al empleo o a las
mujeres del medio rural. La integración de la sociedad de la
información se traduce, de este modo, como una herramienta
indispensable para la mejora del empleo de las mujeres o del
posicionamiento de las que habitan en zonas no urbanas.
En concreto, el acceso y la utilización de las TIC en el
plano de la formación y el empleo aparecen en los planes de
igualdad de Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla
y León, Ceuta, Comunidad Valenciana, Galicia y La Rioja.
La relación entre mujeres de ámbito rural y las TIC se
da, por su parte, en los planes de Aragón, Asturias, Castilla
y León, Cataluña, Galicia, La Rioja y Navarra.
La mención de la sociedad de la información y las tec­
nologías también es frecuente, aunque en menor medida, en
las áreas de educación y, dentro de ella, en los objetivos y
medidas destinadas a la formación de mujeres adultas. En
este terreno, consideran las TIC los planes de Aragón, Astu­
rias, Baleares, Galicia o la Región de Murcia.
Otras áreas en las que aparecen las TIC, pero en mucho
menor grado, son la participación sociopolítica (caso de
Aragón y Canarias, donde se mencionan para fortalecer el
asociacionismo de mujeres) y el desarrollo empresarial (en
Aragón y Castilla-La Mancha se recoge el uso de las TIC
para impulsar la creación de empresas por parte de mujeres).
La cultura, la calidad de vida, el medio ambiente, los me­
dios de comunicación, etc., son ámbitos en los que se mencio­
nan el uso de las tecnologías de la información, pero en muy
pocos casos (Galicia, Castilla-La Mancha).
Al margen de los planes de igualdad, o en el marco de las
actuaciones que tienen programadas, las distintas entidades
responsables de las políticas de igualdad en el ámbito auto­
nómico están poniendo en marcha una gran cantidad de pro­
yectos que utilizan, como medio y fin, las herramientas tec­
nológicas de la información y la comunicación.
Las más numerosas son aquellas cuyo objetivo es la al­
fabetización tecnológica de las mujeres, a través de cursos
en programas ofimáticos e Internet, como, por ejemplo, el
proyecto «ENREDADAS en la Red» del Principado de As­
turias o el programa «Conectad@s» de la Junta de Castilla y
León. Otro ejemplo puede encontrarse en los talleres que de­
sarrolla la iniciativa «Espacio propio», de la Dirección Ge­
neral de la Mujer de Cantabria que, entre otras materias for-
mativas, considera el acercamiento de las mujeres a las tec­
nologías.
En el contexto de los programas de creación de empre­
sas y asesoramiento empresarial también se encuentran por­
tales dedicados a las empresarias, con información de interés
sobre los procesos de creación y consolidación empresarial,
y con canales de asesoramiento on line a través de Internet.
Ejemplo de ello son el programa «Soy empresaria», de la Di­
rección General de la Mujer de Cantabria, o el portal «done-
sempresaries.cat» del Instituí Catalá de les Dones.
Otra muestra de iniciativas se ubica en el ámbito del fo­
mento y el apoyo al asociacionismo de las mujeres, en el
que se desarrollan medidas para incorporar las TIC en la ac­
tividad habitual de estas asociaciones. Así, por ejemplo, los
Institutos de la Mujer de Andalucía y Castilla-La Mancha
poseen líneas de subvención específicas para la adquisición
de equipamiento informático por parte de las asociaciones
de mujeres.
En Castilla y León, Extremadura y la Región de Murcia,
las entidades dedicadas a la igualdad participan en la puesta
en marcha de portales con servicios de información y aseso­
ramiento en la búsqueda de empleo: «Red Mujer Empleo»
de Castilla y León; portal AGILFEM de Extremadura; o la
«Red regional de centros de empleo para mujeres y jóvenes»
de la Región de Murcia.
El liderazgo y empoderamiento de las mujeres también
es otra materia que se está apoyando con el uso de las tecno­
logías. Así, la Dirección General de la Mujer de la Comuni­
dad de Madrid promueve el programa «Lidera», que lleva
asociado un portal en Internet en el que se pueden encontrar
recursos para el desarrollo de una carrera, del liderazgo y el
crecimiento profesional de las mujeres.
Asimismo, en el plano de la conciliación de la vida per­
sonal y profesional también la Dirección General de la Mu­
jer de la Comunidad de Madrid posee otro portal «Empresas
y conciliación» que ofrece múltiples recursos: derechos y
prestaciones, preguntas más frecuentes, conciliación y nego­
ciación colectiva, conciliación y empresa, publicaciones, ob­
servatorio, etc.
Deben destacarse otras iniciativas, apoyadas en el uso
de las TIC, dirigidas a incorporar el principio de igualdad
en la actividad de las administraciones. Es el caso, por
ejemplo, de la «Unidad de igualdad de género» en Andalu­
cía que, a través de su página web, ofrece infinidad de re­
cursos a las entidades, públicas y privadas, de Andalucía,
para apoyar procesos de transversalidad (mainstreaming)
de género; o la Ley de Igualdad en las Islas Baleares (Ley
12/2006 de 20 de septiembre para la Mujer) que dedica su
capítulo IV a la «Igualdad en la sociedad de la informa­
ción», en el que establece medidas normativas para fomen­
tar el acceso de las mujeres a las TIC, y campañas de in­
formación o participación de las mujeres en los sectores
tecnológicos.
Finalmente, respecto a la recogida y análisis de datos so­
bre la posición de las mujeres en la sociedad de la informa­
ción, son pocas las entidades responsables de igualdad que
los tienen en cuenta. Si bien en casi todas ellas se realizan es­
tudios acerca de la realidad de los hombres y las mujeres en
diversos campos, sólo la Dirección de General de la Mujer
de Castilla y León —junto con la Dirección General de Es­
tadística de esta Comunidad—, el Instituto de Estadística de
Navarra y Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer, poseen ci­
fras sobre sociedad de la información y género.
En definitiva, hoy son muchas las iniciativas que desde
los organismos de igualdad en el ámbito autonómico se es­
tán impulsando para mejorar la posición de las mujeres en la
sociedad de la información. Sin embargo, se trata de proyec­
tos y programas que, en pocas ocasiones, responden a una
estrategia global de TIC y género, circunstancia que respon­
de a las propias estrategias seguidas en los planes de igual­
dad en los que la sociedad de la información no se sitúa, con
carácter general y por el momento, entre los objetivos y lí­
neas clave.
No obstante, este conjunto de iniciativas, aunque aisla­
das, pueden suponer un «caldo de cultivo» para el apren­
dizaje de buenas prácticas que ayuden a construir verda­
deros planes estratégicos de sociedad de la información y
género.
Mención aparte merecen las iniciativas puestas en mar­
cha en el ámbito local, que serán objeto de posteriores análi­
sis pero que, en todo caso, puede avanzarse que son tan nu­
merosas como diversas y siguen una línea temática bastante
similar a lo hasta aquí apuntado.

5. C o n c l u s i o n e s y r e c o m e n d a c io n e s

A lo largo de este capítulo ha podido apreciarse cómo la


incorporación de la igualdad en las políticas de sociedad de
la información y de la sociedad de la información en las po­
líticas de igualdad ha ido progresando pero sin terminar de
adquirir el carácter estratégico e integral que ambas cuestio­
nes deberían poseer, dada su relevancia para el desarrollo y
el enriquecimiento político, económico y social.
En el contexto europeo, como se ha visto, 2003 fue un
año prolijo en la elaboración de documentación, propuestas
e informes en la materia, pero con una escasa repercusión en
el diseño de políticas posteriores: a pesar de que se recono­
ció la falta de integración de la perspectiva de género en el
marco de las políticas comunitarias, la iniciativa Í2010 con­
tinúa sin dotar de un carácter central a la igualdad de oportu­
nidades entre mujeres y hombres dentro de sus líneas de ac­
ción. Se espera, no obstante, que en el seno de la iniciativa de
e-Inclusión aprobada en 2007 y dentro del Grupo de Alto
Nivel Í2010 se continúen los esfuerzos en el lanzamiento de
medidas dirigidas a superar la brecha digital de género.
En paralelo, la «hoja de ruta» de la igualdad en el ámbi­
to europeo parece poner más el acento en la investigación y
la ciencia que en el ámbito específico de las TIC y la socie­
dad de la información.
Queda pendiente, no obstante, el análisis y el segui­
miento de la intervención de los fondos estructurales (en
especial, del Fondo Social Europeo y del FEDER), que en
su implantación a lo largo del periodo 2007-2013 incluirá,
sin duda, numerosas medidas de apoyo a las políticas pú­
blicas que se llevan a cabo en este campo dentro de nues­
tro país.
Por su parte, en el ámbito estatal, el Plan Avanza y la Ley
de Igualdad marcan un antes y un después en la vinculación de
las políticas de igualdad y la sociedad de la información. Por
primera vez, un plan de sociedad de la información recono­
ce la incorporación de la perspectiva de género como un reto
en un doble sentido: a) garantizar la igualdad de oportunida­
des en la sociedad de la información; y b) utilizar las TIC
como herramienta para fomentar la igualdad. Se considera,
por tanto, el género y la sociedad de la información como
medio y como fin en sí mismo.
Esta «declaración de intenciones» del gobierno se ve re­
flejada en la ya comentada convocatoria para la realización
de proyectos de impulso del género en la sociedad de la in­
formación y en la apertura en ella de contenidos que inciden
en temas clave para promover la igualdad (observatorios,
servicios digitales avanzados, etc.). En cambio, la «transver­
salidad» pierde fuerza cuando se analiza el resto de las con­
vocatorias que emanan del Plan Avanza (empresa, administra­
ción, etc.), si bien el plan integrado de ayudas del Ministerio
de Industria, Turismo y Comercio para 2008 ha previsto ya
la incorporación progresiva de criterios de igualdad en todas
las convocatorias, lo cual constituye una señal muy positiva
que apunta en la buena dirección.
La Ley de Igualdad, por su parte, habla de «transversa­
lidad», pero pone el acento en la alfabetización, las TIC
como canal de avance de las mujeres del medio rural o el
desarrollo de contenidos digitales para la igualdad. La vi­
sión, en este sentido, implica un avance sustancial, pero
debería ser más abarcadora en el futuro. Hecho sobre el
que parece que se ha progresado en el «Plan estratégico de
igualdad de oportunidades (2008-2011)», aprobado con
posterioridad a la Ley, y que incluye un enfoque algo más
integral.
En el ámbito regional se constatan también importantes
progresos pero, en líneas generales, sigue faltando todavía
el enfoque estratégico. En los planes de sociedad de la in­
formación la consideración de objetivos explícitos de igual­
dad es más la excepción que la norma, aunque empiezan a
diseñarse algunos programas en los que se ven indicios de
mainstreaming de género. En términos prácticos, las medi­
das para fomentar la igualdad en la sociedad de la informa­
ción se traducen, cuando lo hacen, básicamente en actua­
ciones de alfabetización tecnológica. Dentro de los planes
de igualdad, tecnologías y mujeres del entorno rural suelen
ir de la mano, y empieza a dejarse notar cierto avance en el
desarrollo de contenidos dirigidos a otros colectivos (em­
presarias, emprendedoras) o en la puesta a disposición de
nuevos servicios para la igualdad (empleo, conciliación,
redes, etc.). Pero lo cierto es que la sociedad de la informa­
ción tampoco posee un carácter estratégico en los planes de
igualdad.
Pese a ello, son muchas las iniciativas que se están po­
niendo en marcha que, de forma individual, están alcanzan­
do logros para la construcción de una sociedad de la infor­
mación más igualitaria. Iniciativas que hay que dar a cono­
cer, transferir a otros ámbitos y colocar con fuerza en las
agendas institucionales como experiencias probadas que han
de mantenerse y proyectar.
Pero, aun así, queda un largo camino por recorrer. No
sólo se trata de tener en cuenta «las distintas situaciones y
necesidades de hombres y mujeres» en el diseño de cual­
quier política, sino también de abordar éstas desde enfoques
más innovadores e integrales, reconocer a las mujeres como
sujetos activos de la sociedad de la información y partir de la
base de que los esfuerzos tienen que orientarse sistemática­
mente en una doble dirección:

— la igualdad en la sociedad de la información, lo que


significa continuar la línea del fomento del acceso y
de las capacidades para que las mujeres no se queden
fuera de este entorno crucial, y
— una sociedad de la información para la igualdad, que
supone, más allá de lo anterior, convertir la red en
una palanca de impulso de la participación activa de
las mujeres en la vida social, económica, política,
científica y cultural y en un recurso estratégico para
reducir las desigualdades de género en todos estos
campos.

El enfoque de género debería formar parte del diseño, la


ejecución y la evaluación de cualquier iniciativa en materia
de sociedad de la información, lo que conlleva:

— El desarrollo previo de estudios temáticos que ayu­


den a profundizar en las causas de la «brecha digi-
tal» de género, y que tengan en cuenta a los diver­
sos colectivos de usuarias, pero también a las que
acceden en menor medida. Buscar los factores de
utilidad y necesidad que pueden encontrar en el uso
de las TIC; los medios, canales y espacios más pro­
picios para su acceso; los contenidos y e-servicios
que esperan encontrar y a los que más acceden; y
los modos de aprendizaje y tipo de usos que hacen
de las herramientas tecnológicas, todos ellos son
ejemplos de información que habría que conocer
para el diseño de iniciativas más adaptadas a las
necesidades reales.
La realización de evaluaciones de pertinencia e im­
pacto en el diseño de cualquier medida o actuación
pública, que considere cómo ésta va a afectar a hom­
bres y mujeres y en qué grado contribuye a reducir o
a aumentar la brecha digital. Hay que dar un salto en
la concepción de las políticas públicas de sociedad
de la información y tecnología como «neutras» des­
de el punto de vista de la igualdad.
La definición de indicadores de seguimiento y eva­
luación que den cuenta de la eficacia de las actua­
ciones desde el punto de vista de la igualdad. Ac­
tualmente, son escasísimas las evaluaciones de los
planes de sociedad de la información y, cuando exis­
ten, no ofrecen información sobre los distintos resul­
tados obtenidos con hombres y mujeres beneficia­
rios.
La participación de las mujeres en los espacios de
decisión en los que se diseñan y fraguan las políti­
cas e intervenciones públicas. No se pueden hacer
«políticas para las mujeres sin las mujeres» y son
ellas quienes, necesariamente, han de liderar este
proceso y estar presentes en las esferas del «po­
den), desde donde se impulsa el cambio de valores
y perspectivas.
— La comunicación permanente de valores y mensajes
de «igualdad» en los espacios de la sociedad de la in­
formación. El cambio hacia la igualdad es, en defini­
tiva, cambio cultural y ello requiere incidir plenamen­
te en los esquemas de pensamiento, en los estereo­
tipos y roles sociales que mujeres y hombres tienen
asignados, por lo que las estrategias de comunicación
(entre los y las decisoras políticas, entre los y las pro­
ductoras de software y contenidos, entre los y las di-
namizadoras y entre la ciudadanía en general, inclui­
das las propias beneficiarías) desempeñan un papel
fundamental.
— La creación de redes y comunidades de intercambio
de experiencias y buenas prácticas, a fin de retroali-
mentar las intervenciones puestas en marcha, lo que
fomentará su visibilidad y mejorará su calidad y su
grado de pertinencia e innovación.

En las políticas de igualdad, donde estos principios ya


están integrados, la sociedad de la información habría de ad­
quirir un carácter más transversal en el conjunto de los obje­
tivos y líneas de trabajo. Las TIC pueden servir de herra­
mienta de apoyo a la igualdad y al empleo, a la conciliación,
a la salud, al ocio, a la cultura, a la participación, a la lucha
contra la violencia de género, etc., y hay que explotar todo su
potencial. Y son las políticas de igualdad las que han de ser­
vir de catalizador y ejemplo a las políticas de sociedad de la
información.
Como se apuntaba, por tanto, se requieren enfoques más
estratégicos, innovadores e integrales que consideren, al me­
nos, los siguientes ejes de trabajo:
Ejes de trabajo Objetivos
Aumentar Reducir la brecha digital de género facilitando el acceso a
el acceso las TIC de las mujeres que se encuentran al margen de la
sociedad de la información — o están incorporadas a ella
de manera insuficiente lo que requiere de intervencio­
nes dirigidas a:
• Identificar los intereses y utilidades de las TIC para estas
mujeres, mediante la realización de estudios específicos
que tengan en cuenta la diversidad de perfiles, expectati­
vas y situaciones de las mujeres potcncialmente usuarias
o susceptibles de mejorar sus actuales usos (amas de casa,
mayores, emprendedoras, empresarias, educadoras, mu­
jeres del medio rural, inmigrantes, etc.).
• Lanzar campañas de información/sensibilización dirigidas a
los distintos colectivos de mujeres, que tengan en cuenta sus
diversos intereses y motivaciones para el uso de las TIC.
• Formar en el uso básico de las TIC, con soportes y s o f t­
w a r e «antitecnofóbicos» y con el apoyo y acompaña­
miento de dinamizadores/mediadores adecuados según
el perfil de las mujeres (dinamizadores de los telecen­
tros a mujeres rurales; apoyo «intergeneracional» nie­
tos/abuelos, hijos/madres para mayores/amas de casa;
consultores para empresarias, etc.).
• Poner a disposición espacios de conexión que las mujeres
sientan como «propios» (que rompan, por ejemplo, las
barreras «simbólicas» de acceso que se dan en muchos ci-
bercentros), así como una red de mediadores y mediadoras
de apoyo y equipos para su plena disposición (que eviten el
«monopolio» en el uso, por ejemplo, que a veces se da en
los hogares por parte de los hijos y las parejas).
• Reducir los costes de equipamiento y acceso a Internet,
así como el de las actualizaciones de ambos, mediante el
establecimiento, por ejemplo, de líneas de ayuda especí­
ficas para las mujeres y «asesores/asesoras tecnológi­
cas» en la adquisición de terminales.
• Abrir espacios de intercambio entre las mujeres que se
inician en el uso de las TIC para compartir experiencias
en su proceso de aprendizaje, con foros o cuentas de co­
rreo compartidas.
Mejorar Diseñar y elaborar nuevos contenidos y servicios digitales
y ampliar dirigidos a:
los contenidos • Mejorar las condiciones de vida de las mujeres, sus défi­
cits de tiempo, la corresponsabilidad y la conciliación,
sus canales de información y participación, su educación
y empleabilidad, sus empresas y asociaciones, su salud y
seguridad, etc. («Internet de proximidad»).
Ejes de trabajo Objetivos

• Hacer de la red un espacio para la igualdad, con infor­


mación, mensajes y herramientas que contribuyan al
lanzamiento, la sensibilización y la formación en nuevos
valores más igualitarios y al liderazgo y el empodera-
miento de las mujeres en todos los ámbitos. Importante
es, en este sentido, velar por que en los contenidos de
toda la red las mujeres aparezcan como sujetos de los
contenidos, y no como meros objetos.
• Propiciar la creación de comunidades de mujeres en la
red destinadas a proyectar sus intereses y a hacer escu­
char su voz en la sociedad, así como promover la consti­
tución de comunidades de hombres y mujeres a favor de
la igualdad.

Mejorar y Acercar a las mujeres ya iniciadas en las TIC a usos más


ampliar los usos avanzados, mediante servicios web, asesoramiento y for­
mación/teleformación que supere el uso básico (procesa­
miento de textos, hojas de cálculo, navegación por Inter­
net) hacia técnicas de programación, producción de conte­
nidos, usos ofimáticos avanzados, búsqueda de informa­
ción de valor en Internet, gestión de redes económicas y
sociales, etc.

Aumentar la Aumentar la presencia de las mujeres en el sector TIC pri­


presencia en los vado, como analistas de sistemas, diseñadoras, producto­
sectores TIC ras, programadoras, etc., mediante la orientación profesio­
nal desde la escuela hacia estos sectores, la visibilización
de modelos de mujeres de éxito en ellos, la creación de in­
centivos a empresas del sector para la promoción de muje­
res, el desarrollo de planes de carrera para mujeres, etc.
Aumentar la presencia de las mujeres en los espacios de
poder y toma de decisiones públicas en el ámbito de las
TIC y la sociedad de la información, mediante el fomen­
to de la creación de redes de mujeres que ejerzan presión
en estos espacios, la promoción de las mujeres en el sec­
tor público, la instauración de medidas de acción positi­
va, etc.

Denunciar el Vigilar y denunciar, mediante la creación de figuras específi­


sexismo en cas, los contenidos sexistas y denigrantes de la condición hu­
el s o f tw a r e mana que proliferan en la red y en el sector de los video­
y en la red juegos, en particular, en aquellos que van dirigidos al pú­
blico infantil y juvenil.
En definitiva, las políticas públicas son hoy,'sin duda, la
clave para avanzar hacia una ciudadanía digital que incluya
plenamente —como objeto y sujeto— a la mitad de la pobla­
ción del mundo, de Europa y de nuestro país, y deben asumir
el reto de lograr que Internet represente una herramienta de­
cisiva para construir un concepto de ciudadanía plenamente
inclusivo, que recoja tanto la necesidad humana de inter­
dependencia como la aspiración —igualmente humana— de
acrecentar los niveles de libertad y autonomía de quienes con­
tinúan siendo ampliamente deficitarias de ambas.
Se debe tender hacia una red que ayude verdaderamente
a conciliar todas las dimensiones de la vida mediante la pro­
moción del desarrollo de una potente «Internet de proximi­
dad» comprometida en aportar soluciones en materia de edu­
cación, empleo, salud, cuidado de las personas, gestión de
los tiempos, derechos, etc. En este ámbito se ha trabajado
poco aún y creemos que ello es esencial para integrar en la
plena ciudadanía a esa mitad de la población (las mujeres)
en la que ha recaído estructuralmente la invisible —pero im­
periosa— función del cuidado.
Por otra parte, desde un compromiso con el progreso hu­
mano, necesitamos también poner límites claros a la libertad
que genera daño social, lo cual requiere un debate mucho
más profundo que el que hemos mantenido hasta ahora so­
bre la legalidad y la ética aplicada al mundo de Internet
cuando se trata, como en este caso, de la vulneración de los
derechos de las mujeres y de la construcción de un orden
simbólico que no favorece precisamente su igualdad y digni­
dad, todavía más en el horizonte de las nuevas generaciones.
Por último, es esencial profundizar crecientemente en
los «cómos»; esto es, en las estrategias que se requieren para
dar un nuevo salto en el fomento activo de la ciudadanía di­
gital con las mujeres, a cuyo efecto ha de tenerse en cuenta:

a) de qué conocimiento adicional necesitamos disponer so­


bre las diferentes demandas y usos que hacen las mu­
jeres de la red, a fin de ir afinando y segmentando las
estrategias;
b) cuáles son las medidas más eficaces (capacidades,
contenidos, servicios, sistemas de mediación, líneas
de comunicación, modelos de liderazgo, etc., inclui­
da la evaluación de las puestas en marcha) para im­
pulsar la plena integración digital de los sectores so­
ciales que no están o que apenas participan de los be­
neficios de la red (debido a su edad, sexo, origen,
nivel cultural, territorio, etc.); y
c) cómo podemos incentivar Internet para promover prác­
ticas y valores de ciudadanía democrática en todos los
terrenos de la vida: la escuela, el trabajo, la empresa, la
ciudad, la política, la cooperación al desarrollo y el ac­
tivismo social en cualquiera de sus facetas.

Las políticas públicas muestran ya una cierta acumula­


ción de experiencia que nos permite extraer claves y leccio­
nes sobre todo ello. Y, a partir del esfuerzo realizado, es aho­
ra mucho lo que se puede y queda por hacer.

B ib l io g r a f ía

Documentos de la Unión Europea


(ordenados cronológicamente)
Comunicación, de 8 de diciembre de 1999, relativa a una iniciati­
va de la Comisión para el Consejo Europeo extraordinario de
Lisboa de 23 y 24 de marzo de 2000: «eEurope: una sociedad
de la información para todos» [COM (1999) 687].
Resolución del Consejo y de los representantes de los Gobiernos
de los Estados Miembros, reunidos en el seno del Consejo
e 17 de diciembre de 1999 sobre el empleo y la dimensión so­
cial de la sociedad de la información [2000/C 8/01].
Comunicación de la Comisión, de 13 de marzo de 2001: «eEu­
rope 2002: impacto y prioridades», Consejo Europeo de
Estocolmo, 23 y 24 de marzo de 2001 [COM (2001) 140
final].
Resolución del Consejo, de 8 de octubre de 2001, relativa a la in­
tegración social mediante las tecnologías electrónicas y al
aprovechamiento de las oportunidades de integración social
que brinda la sociedad de la información [2001/C 292/C].
Resolución del Consejo, de 15 de julio de 2003, sobre el capital
social y humano: «Formación del capital social y humano
en la sociedad del conocimiento: aprendizaje, trabajo, cohe­
sión social e igualdad entre mujeres y hombres» [2003/C
175/02].
Resolución del Consejo, de 27 de noviembre de 2003, sobre acce­
so y participación igualitarios de hombres y mujeres en la so­
ciedad del conocimiento para el crecimiento y la innovación
[2003/C 317/03],
Documento de trabajo de la Comisión, de 28 de mayo de 2003:
«Building the knowledge society: social and human capital
interactions» [SEC (2003)].
Informe, de 15 de julio de 2003, sobre las mujeres en la nueva
sociedad de la información [2003/2047 (INI), final A5-
0279/2003],
Comunicación de la Comisión, de 19 de noviembre de 2004, al
Consejo, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y So­
cial Europeo y al Comité de las Regiones: «Retos para la so­
ciedad de la información europea con posterioridad a 2005»
[COM (2004) 757],
Documento de trabajo de la Comisión: «elnclusion revisited: the
local dimensión of the information society» [SEC (2005)].
Comunicación de la Comisión, de 1 de junio de 2005, al Consejo,
al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social Euro­
peo y al Comité de las Regiones: «i2010: una sociedad de la
información europea para el crecimiento y el empleo» [COM
(2005) 229 final].
Comunicación de la Comisión, de 25 de abril de 2006: «Plan de
acción sobre administración electrónica Í2010: acelerar la ad­
ministración electrónica en Europa en beneficio de todos»
[COM (2006) 173 final].
Comunicación de la Comisión al Consejo, al Parlamento Eu­
ropeo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de
las Regiones: «Plan de trabajo para la igualdad entre las mu­
jeres y los hombres, 2006-2010» [COM (2006) 92 final].
Comunicación de la Comisión al Consejo, al Parlamento Europeo, al
Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Re­
giones: «Í2010: informe anual sobre la sociedad de la infor­
mación 2007» [CC)M(2007) 146 final].
Comunicación de la Comisión al Consejo, al Parlamento Eu­
ropeo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de
las Regiones: «Iniciativa europea Í2010 para la inclusión digi­
tal: participar en la sociedad de la información» [COM (2007)
694 final].
Debate ministerial sobre política de e-inclusión, Lisboa, 2-3 de di­
ciembre de 2007.

Documentos de carácter estatal


(ordenados cronológicamente)
Resolución de 2 de marzo de 2006, de la Secretaría de Estado de
Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, por
la que se realiza la convocatoria 1/2006 de subvenciones del
Programa de Formación en Telecomunicaciones (Programa
Forintel) para desarrollar acciones integrales de formación
(BOE núm. 55, de 6 de marzo).
Resolución de 19 de julio de 2006, de la Secretaría de Estado de
Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, por
la que se efectúa la convocatoria 2006, para concesión de ayu­
das para la realización de actuaciones dirigidas a la inclusión
de las personas con discapacidad y personas mayores en la so­
ciedad de la información en el marco del Plan Avanza (BOE
núm. 177, de 26 de julio).
Resolución de 20 de septiembre de 2006, de la Secretaría de Esta­
do de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Informa­
ción, por la que se efectúa la convocatoria 2006, para conce­
sión de ayudas para la realización de actuaciones de dinami-
zación dirigidas a potenciar la incorporación de ciudadanos y
administraciones públicas a la sociedad de la información en
el marco del Plan Avanza (BOE núm. 232, de 28 de sep­
tiembre).
Ley orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de
mujeres y hombres (BOE núm. 71, de 23 de marzo).
Resolución de 30 de marzo de 2007, de la Secretaría de Estado de
Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, por
la que se realiza la convocatoria 1/2007, de ayudas para la
realización de proyectos y actuaciones de formación en tele­
comunicaciones y tecnologías de la información en el marco
del Plan Avanza (Programa Avanza Formación) y de los pro­
gramas operativos del Fondo Social Europeo (BOE núm. 81,
de 4 de abril).
Resolución de 11 de mayo de 2007, de la Secretaría de Estado de
Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, por
la que se efectúa la convocatoria 2007, de concesión de ayu­
das para la realización de actuaciones sobre contenidos digita­
les en el marco del Plan Avanza. (BOE núm. 118, de 17 de
mayo).
Resolución de 13 de septiembre de 2007, de la Secretaría de Esta­
do de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Informa­
ción, por la que se efectúa la convocatoria 2007, de concesión
de ayudas para la realización de actuaciones sobre centros del
conocimiento y contenidos en el marco del Plan Avanza (BOE
núm. 226, de 20 de septiembre).
Plan de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres
(2008-2011), del Instituto de la Mujer, Ministerio de Trabajo
y Asuntos Sociales, diciembre de 2007.
Orden ITC/435/2008, de 19 de febrero, por la que se aprueba el
plan anual integrado de ayudas del Ministerio de Industria,
Turismo y Comercio para el año 2008 y se establecen las me­
didas dirigidas a mejorar su tramitación (BOE núm. 46, de 22
de febrero).
Orden ITC/464/2008, de 20 de febrero, por la que se regulan las
bases, el régimen de ayudas y gestión de la Acción Estratégi­
ca de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información den­
tro del Plan de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación
Tecnológica, 2008-2011 (BOE núm. 49, de 28 de febrero).
Conclusiones y propuestas

Vivimos en sociedades caracterizadas por la difusión


masiva de las tecnologías de la información y la comunica­
ción, en sociedades de la información. El uso de Internet es
un factor de empoderamiento (empowerment) que confiere
poder a las personas, a los grupos, a las empresas y empren­
dedores, a las organizaciones, porque ofrece una capacidad
inmediata de acceder y compartir información, de organizar
y movilizar recursos humanos y de otro tipo, de forma mu­
cho más barata y rápida de lo hasta ahora conocido. En este
contexto, el acceso y el uso de ordenadores e Internet se con­
vierten en factores estratégicos para el bienestar social y la
competitividad.
En nuestras sociedades todavía existen incluidos y ex­
cluidos de la sociedad de la información. La división digital
es la brecha que existe entre individuos que sacan provecho
de Internet y aquellos otros que están en desventaja relativa
respecto a internet. La división digital parece un problema
tecnológico, de difusión de las TIC y de aumento del número
de usuarios y puntos de acceso, pero es un problema social.
La brecha digital se mezcla con otros factores de exclusión,
como la edad, el género, el nivel educativo, la capacidad eco­
nómica, la disponibilidad de tiempo y todas las líneas de ex­
clusión social que persisten en nuestras prósperas y avanza­
das sociedades. El género es uno de los elementos claves de
la brecha digital.
La brecha digital es más compleja que el acceso a Inter­
net porque existen varias divisiones digitales. La primera es
la del acceso al ordenador y la conexión a Internet en rela­
ción con las características sociodemográficas de los indivi­
duos (edad, sexo, estudios, etc.). La segunda brecha digital
es la que afecta a los usos (tanto a la intensidad como a la va­
riedad de usos), y está, a su vez, determinada por las capaci­
dades y habilidades de los individuos para utilizar ordenado­
res e Internet.
Para comprender el problema de la división digital es
esencial entender que la barrera más difícil de superar no es
la del acceso (provisión de infraestructuras, difusión de los
artefactos, programas de aprendizaje introductorio), sino la
del uso. Más allá de la cantidad (el número de horas de uso
del ordenador o Internet), es necesario explorar con detalle
la calidad del uso. Las diferencias en los usos que hacen
unos y otros individuos sin duda estol relacionadas con fac­
tores como su edad, su nivel educativo o su situación laboral,
entre otros. Pero las diferencias de uso se ven reforzadas por
el nivel de habilidades informáticas y navegadoras de cada
persona.
La problemática de las barreras de acceso a la sociedad de
la información y la existencia de brechas digitales de género
ocupa un lugar relevante en la literatura académica y en las
agendas políticas. Muchas de las cuestiones planteadas están
por resolver, tanto desde un punto de vista práctico (los nive­
les efectivos de brecha digital continúan siendo preocupantes),
como teórico (los motivos por los cuales las mujeres se sitúan
en posiciones de clara desventaja tecnológica), y requieren de
análisis más profundos. Como insiste Nancy Hafkin (2006)
cuando cita el «Programa de la Naciones Unidas para el desa­
rrollo económico» (UNDP): «Sin datos, no hay visibilidad;
sin visibilidad, no hay prioridad.» Podemos añadir que, sin da­
tos, no hay credibilidad, y es difícil convencer a los actores po­
líticos, sociales y económicos de la necesidad de trabajar acti­
vamente para superar la brecha digital de género. Las mujeres
no son un colectivo, son el 50 por 100 de la población y, ade­
más, no son todas iguales, sino que ofrecen una enorme ri­
queza y diversidad de intereses que hace necesario abordar el
análisis de la primera y la segunda brecha digital con herra­
mientas cuantitativas y cualitativas.
Respecto al acceso y los usos de Internet, tanto en España
como en la Unión Europea o en los restantes países de la
OCDE, el número de mujeres usuarias aumenta tanto o más
que el de hombres y unos y otros utilizan de forma similar
esta herramienta para la comunicación (correo electrónico,
chats, etc.). Los hombres, sin embargo, se decantan por usos
más tecnológicos (descamar software, música, películas) y las
mujeres por otros másfuncionales (educación, salud, servicios
públicos). Sería, sin embargo, un error confundir el aumento del
número de usuarias con la desaparición de la brecha digital.
Con datos de la Unión Europea de veinticinco Estados miem­
bros hemos comprobado la importancia de las diferencias de
género respecto a las habilidades (digital litemcy) incluso entre
las personas más jóvenes (entre dieciséis y veinticuatro años).
En el análisis que hemos realizado para el caso español
con datos de la Encuesta TIC-H correspondientes al año 2006,
se comprueba que el impacto de la difusión de las TIC pre­
senta importantes diferencias entre mujeres y hombres. Esas
diferencias se manifiestan en la desigualdad en el acceso, la
intensidad de uso y el tipo de utilización de Internet. Dife­
rencias que marcan el perfil de la primera brecha digital de
género, aquella que impide que las mujeres se incorporen y
participen en la sociedad de la información en igualdad de
condiciones y que, por tanto, constituye una barrera para lo­
grar la igualdad de oportunidades. La brecha digital de gé­
nero es una brecha de formación (alfabetización digital y ca­
pacidades) y también de usos, especialmente patente en el
caso de los empleados de forma más intensa por los hom­
bres que por las mujeres (como el comercio o la banca
electrónicos y otros más vinculados al consumo y al ocio),
frente al mayor uso que éstas hacen de servicios relaciona­
dos con el bienestar social (como formación, empleo e in­
formación sobre temas de salud, educación, servicios so­
ciales, etc.). Estas distintas pautas de uso (conectadas con
las diferencias de acceso, formación y habilidades) impli­
can, a su vez, importantes efectos cualitativos, que delimi­
tan la existencia de la mencionada segunda brecha digital
de género.
Para obtener un conocimiento lo más preciso posible de
la brecha digital de género es necesario contar con indicado­
res más complejos que los utilizados habitualmente. Desde
el Observatorio e-igualdad, hemos propuesto el Sistema de
Indicadores de Género y TIC (SIGTIC), que permite apre­
ciar con nitidez que la situación de desventaja de las mujeres
respecto de los hombres en el acceso y uso de Internet no
sólo es una desventaja cuantitativa, determinada por la pro­
porción de personas que acceden, sino que, sobre todo, se
trata de una desventaja cualitativa que afecta de manera de­
cisiva a quienes ya están incorporados a las TIC. Ello ha per­
mitido corroborar la magnitud y la profundidad de la segun­
da brecha digital de género, sustanciada en el diferente gra­
do de e-inclusión, esto es, en el grado de incorporación efectiva
a Internet, de mujeres y hombres.
La difusión de las TIC ha permitido que en los últimos
años las generaciones de mujeres jóvenes se adentren sin
miedo en el mundo de las nuevas tecnologías. Pero hay gru­
pos de mujeres que todavía no poseen las actitudes y aptitu­
des necesarias para sentirse cómodas en el ciberespacio. El
análisis cualitativo a través de grupos de discusión nos ha
permitido comprobar que los roles de género tradicionales y
las diferencias en las oportunidades, asociadas a factores
socio-educativos, laborales o culturales, inhiben y dificultan
el uso de las nuevas tecnologías por parte de muchas muje­
res, y marca diferencias entre unas y otras. De esta manera,
mientras las estudiantes universitarias, las informáticas o las
ingenieras perciben que las nuevas tecnologías y las nuevas
formas de empleo, como el teletrabajo, facilitan su vida co­
tidiana y aumentan las oportunidades de participación so­
cial, otros colectivos de mujeres se sienten menos implica­
das y rechazan las tecnologías por el control que perciben
sobre sus vidas y por las exigencias que borran las fronteras
entre la profesión y la vida privada, porque intensifican la
carga de trabajo y amplían la jomada laboral.
Afortunadamente, en nuestro país contamos con un cier­
to número de mujeres que han alcanzado puestos de máximo
liderazgo y responsabilidad en empresas TIC y, a través de
entrevistas en profundidad, hemos analizado sus trayectorias
profesionales, marcadas por la pasión en su doble dimensión
de vocación y sacrificio. Son mujeres consagradas tanto a su
trabajo como a su familia, y no renuncian a ninguna de estas
dos facetas. Aunque hacen malabarismos para conciliar su
vida profesional con la privada, no siempre encuentran el
equilibrio. Es la pasión lo que les permite llegar y mantener­
se, aunque con renuncias y dificultades. Sus discursos son
positivos y, si bien no niegan que exista cierta desigualdad
de género debido a factores personales, familiares y organi­
zativos, les cuesta reconocer la existencia de problemas de
discriminación por este motivo. Con frecuencia encuentran
actitudes de rechazo debido a los prejuicios y estereotipos de
género y reconocen que la cultura organizativa y empresa­
rial, dominada por poderosas redes de poder masculinas, di­
ficulta su desarrollo profesional. Señalan que los nuevos
modelos de gestión empresarial flexible no están suficiente­
mente implantados, por lo que se sienten «víctimas» de los
horarios y de la cultura del presentismo. Sus discursos, ex­
periencias y estrategias revelan que las mujeres todavía se
enfrentan a barreras (visibles o invisibles) que frenan su ac­
ceso a puestos de liderazgo. Reconocen que sus respectivas
empresas son pioneras en materia de conciliación e igualdad
de género, aunque saben que todavía queda un largo camino
por recorrer.
Contamos con ejemplos excelentes de mujeres líderes,
pero no es suficiente, porque necesitamos muchas más. Las
barreras de acceso a estos puestos, las condiciones en las que
se desarrollan desaniman a muchas candidatas potenciales.
Como hemos constatado, la desigualdad de género en los es­
tudios y las carreras profesionales TIC persiste a pesar de
que las mujeres han aumentado sus credenciales educativas
relacionadas con los estudios técnicos. Además, conforme se
asciende en los niveles educativos y profesionales, el peso de
las mujeres decrece.
Hemos comprobado que la brecha de género no se limi­
ta únicamente al acceso a los estudios técnicos, sino también
a la promoción de las mujeres dentro de las profesiones cien­
tífico-técnicas, a su presencia en los puestos de mayor rele­
vancia en las carreras tecnológicas, en los comités científi­
cos, redes académicas y profesionales, así como en los órga­
nos de decisión. Esto dificulta la emergencia de modelos
positivos para otras mujeres, así como la adopción de la
perspectiva de género en la orientación de la investigación.
Para paliar esta situación, se requiere el diseño de programas
de intervención orientados al cambio de actitud por parte de
los individuos y al cambio también de las culturas organiza­
tivas.
Un conjunto de obstáculos socioculturales y psicosocia-
les explica la baja propensión de las mujeres a elegir profe­
siones técnicas. Los estereotipos y roles sociales influyen en
la demarcación de prototipos profesionales masculinos y fe­
meninos, que afectan tanto a personas como a instituciones.
Los agentes sociales se encargan de transmitir y reforzar di­
chos roles estereotípicos. Esto determina un proceso de au-
topercepción negativa hacia la tecnología por parte de algu­
nas chicas, que se traduce en su falta de interés por lo tecno­
lógico y en un rechazo de las carreras científico-técnicas,
frente a otras opciones de estudio.
Los roles y estereotipos que refuerzan la actitud negativa
de las chicas hacia las tecnologías se aprecian de forma evi­
dente en los juegos en Internet, la mayoría de las veces de ac­
ceso fácil y gratuito. Sus contenidos constituyen un buen
ejemplo de la violencia física y simbólica ejercida sobre las
niñas y mujeres, siempre relegadas a papeles secundarios, de­
corativos o de meros objetos sexuales para satisfacer al prota­
gonista, o que, en otros casos, representan roles tradicionales
femeninos que ya no responden al papel de las mujeres y las
niñas de hoy.
La investigación educativa y social ha despertado la
alarma sobre los videojuegos, el tipo de modelos éticos que
transmiten y sus efectos nocivos sobre la infancia y la ju­
ventud. En el caso de los chicos, porque el patrón es siem­
pre violento y cruel; en el de las chicas, porque aparecen
como objetos o víctimas, y en ambos casos porque asumen
modelos de comportamiento que reproducen patrones aje­
nos a ellas, la mayoría de las veces militaristas, en situacio­
nes extremas, contra todo código ético de respeto, con todo
tipo de armamento y recursos bélicos. El resultado es siem­
pre la muerte gratuita como consecuencia de la suma vio­
lencia ejercida por los personajes que aparecen en el juego.
En el otro extremo del sexismo, se desarrollan juegos para
niñas consistentes en ser mamás o estar guapas para los
hombres. Las administraciones públicas, y también las em­
presas, son responsables de que los contenidos de los juegos
eviten transmitir mensajes o imágenes masculinas o feme­
ninas que refuercen los peores estereotipos de género.
La sociedad de la información entraña nuevos retos pero
también ofrece la oportunidad de contribuir a la igualdad
efectiva entre hombres y mujeres. Es cierto que las tecnolo­
gías pueden contribuir a mejorar la calidad de vida, pero las
TIC no son neutrales respecto al género, por lo que pueden
convertirse en un elemento de desigualdad. Es, por tanto, ne­
cesario que en el ciberespacio no se reproduzca la tradicio­
nal exclusión (política, económica, social y cultural) de las
mujeres, al tiempo que se impulsa una sociedad tecnológica
en la que las mujeres sean verdaderas protagonistas.
Es esencial que la perspectiva de género esté presente en
las políticas de sociedad de la información y, a su vez, que la
sociedad de la información lo esté en las políticas de género,
todo ello con objeto de que ésta responda a las necesidades
y expectativas de las mujeres, y haga que se sientan ciudada­
nas activas en el ciberespacio y que se constituyan en prota­
gonistas de pleno derecho (inclusión real frente a inclusión
formal) de la sociedad de la información y del conocimiento
del siglo xxi.
Un recorrido por las políticas europeas, estatales y auto­
nómicas sobre sociedad de la información e igualdad nos
muestra, de una parte, la carencia de un marco global de gé­
nero en la agenda comunitaria, que se acompaña, en cambio,
de un importante número de iniciativas financiadas por dife­
rentes instrumentos financieros de la UE. En contraste con
lo anterior, en el caso de España se aprecia una firme apues­
ta de los poderes públicos por situar la igualdad como eje de
la agenda digital —incluyendo la integración de este objeti­
vo en la Ley de Igualdad y la apertura de una línea específi­
ca dentro del Plan Avanza— pero, a su vez, se constata la di­
ficultad práctica para incorporarla de un modo transversal en
el conjunto de intervenciones que impulsan la sociedad de la
información. Por último, las Comunidades Autónomas des­
tacan por el desarrollo de acciones cuyo propósito es acercar
a las mujeres (sobre todo del ámbito rural) al uso de las TIC,
pero la igualdad está escasamente arraigada en sus estrate­
gias generales.
Desde esta emergente, rica y dispersa experiencia hay
que construir ahora una visión de conjunto que, por un lado,
le otorgue la prioridad estratégica y financiera que este obje­
tivo merece dentro de las políticas públicas; que, por otro,
amplíe su horizonte hacia el doble objetivo de combatir la
brecha digital de género y de construir una red que contribu­
ya a crear más igualdad, y, por último, que potencie el li­
derazgo de las mujeres como arquitectas de esta nueva so­
ciedad.
Se hace necesario continuar profundizando, a través de
la investigación, tanto en los factores determinantes de la in­
clusión digital de las mujeres como en los obstáculos que
para ella encuentran. El SIGTIC ha confirmado la necesidad
de contar con estadísticas que aporten más información del
contexto, que permitan no sólo mostrar la desigual situación
de mujeres y hombres en la SI, sino también explicar las
causas de la persistencia de esa desigualdad y sus repercusio­
nes. La meta, se recordaba más arriba, no es otra que construir
una sociedad de la información en igualdad.
La segunda brecha digital, la brecha de los usos y habili­
dades, pero también de los estudios, la investigación y los
empleos TIC, además de reflejar la desigualdad social exis­
tente, se constituye en barrera para la plena y efectiva incor­
poración de las mujeres a la sociedad de la información y
pone de manifiesto la necesidad de impulsar mejoras que va­
yan más allá de ofrecer una mayor disponibilidad de ordena­
dores y de generar capacidades que permitan aprovechar to­
das las potencialidades de las TIC e Internet. Implica políti­
cas decididas de inclusión de las mujeres y de la perspectiva
de género en los estudios y carreras, en la investigación y los
empleos TIC.
Uno de los retos que se han de asumir es el de incorpo­
rar a las mujeres a las ocupaciones de ciencia y tecnología,
lo que permite añadir diversidad a los planteamientos tradi­
cionales y favorece la excelencia a través de un mejor apro­
vechamiento del talento. Este hecho, más allá de la preten­
sión de fomentar la igualdad de oportunidades, redunda en
beneficio de las instituciones y del enriquecimiento mutuo
de las mujeres y de la tecnología. En este sentido, el punto de
vista de la mujer supone un valor añadido al contenido, al di­
seño y al desarrollo de herramientas tecnológicas.
La importancia que la investigación empírica concede al
hecho de que las mujeres alcancen una mayor participación
en los estudios y profesiones técnicas no debe entenderse
como un simple interés de aumentar la cantidad de mujeres
en estos ámbitos. No es el número de mujeres lo que impor­
ta, sino el hecho de que todas las mujeres que se sientan in­
clinadas a seguir trayectorias técnicas puedan hacerlo sin
ningún tipo de obstáculo real ni percibido. La eliminación de
barreras sociales y de creencias erróneas en tomo a la tecno­
logía y las mujeres, junto a la aplicación de medidas de pro­
moción del talento que excluyan los criterios sexistas, con­
tribuirá, sin lugar a dudas, a la consecución de una mayor
igualdad de oportunidades.
Para alcanzar estos objetivos se requiere el diseño de
programas de intervención orientados a cambiar las actitu­
des de los individuos y las culturas organizativas. En lo que
se refiere a las intervenciones individuales, podría citarse el
desarrollo de programas dirigidos a mejorar el concepto que
las chicas tienen de sí mismas respecto a las tecnologías y el
apoyo de iniciativas orientadas a la incentivación de mujeres
en carreras técnicas universitarias. En el ámbito institucio­
nal, podemos mencionar la adopción por parte de las organi­
zaciones de una perspectiva de género en los procesos de se­
lección de los candidatos y de promoción profesional, que
favorezcan las políticas de conciliación de la vida laboral y
privada. Las medidas no se agotan aquí, sino que abarcan
otros aspectos y niveles del fenómeno relacionados entre sí,
como, por ejemplo, el apoyo de la mentoría, que necesita de
la complicidad de las mujeres para liderarlo.
Al mismo tiempo, debe impulsarse un cambio de menta­
lidad respecto a la cultura empresarial y organizativa, adap­
tar las nuevas fórmulas a las necesidades de hombres y mu­
jeres. Se plantea, por tanto, la necesidad de promover, por
parte del gobierno y de las empresas del sector tecnológico,
políticas de conciliación dirigidas a mujeres y hombres. Esto
puede hacerse a través de medidas e iniciativas específicas
orientadas a racionalizar los horarios y a optar por jomadas
que permitan aprovechar mejor el tiempo, al diferenciar el
tiempo de trabajo del tiempo de ocio, y a aumentar la satis­
facción de las personas al fomentar horarios más adecuados
a sus exigencias. Otras medidas orientadas a promover la
igualdad entre hombres y mujeres son las encaminadas a fo­
mentar la mentoría entre las mujeres directivas, la creación
de redes de apoyo y a hacer visibles historias de éxito que sir­
van como modelos para otras mujeres (role models). Las nue­
vas tecnologías pueden, y deben, desempeñar un papel cru­
cial a la hora de buscar alternativas y así contribuir a promo­
ver la presencia paritaria de mujeres en puestos de poder y
responsabilidad directiva.
Las administraciones públicas, y también las empresas,
han de hacer frente al reto y a la exigencia de configurar In­
ternet como un espacio de libertad y seguridad, mediante el
desarrollo de medidas que hagan compatibles el derecho a la
libertad de expresión con la defensa de los intereses de los
más débiles y con el respeto a los derechos civiles. Los con­
tenidos de los juegos y del software educativo deben diseñar­
se de forma que no se orienten sólo a los hombres o a las mu­
jeres, sino a uno y otro sexo, que eviten transmitir mensajes o
imágenes exclusivamente masculinas o femeninas y mues­
tren, por el contrario, a hombres que se corresponsabilizan y
asumen el reparto de tareas, junto a mujeres protagonistas de
las historias, actuando ambos bajo un código ético de respeto
a los valores democráticos. Las empresas del sector TIC se
ven a sí mismas desde el punto de vista del mercado y se es­
cudan en que eso es lo que se demanda, pero comparten la
responsabilidad sobre el tipo de modelos y patrones de com­
portamiento que se ofrecen a la juventud y a la infancia.
Internet es tan compleja e infinita como la propia vida
que discurre por ella y es imposible encerrar en una frase
todo lo que representa. Pero si hubiera que hacerlo, la mejor
definición sería que se trata de una herramienta que tiene el
mágico poder de exacerbar todo lo bueno y todo lo malo que
contiene el mundo: su sabiduría y su solidaridad, su miseria
y su crueldad, su luz y su sombra. Por eso, como en las pelí­
culas de superhéroes (y heroínas...), dependemos de qué ma­
nos manejen ese inmenso caudal de información e interco­
nexión humana a fin de situarlo, en mayor o menor medida,
como motor de bienestar y progreso social: motor de la
igualdad y de los derechos, de la participación ciudadana y
de la corresponsabilidad doméstica, del desarrollo local y del
enriquecimiento propiciado por la diversidad, de la consoli­
dación de las pequeñas empresas y de la lucha contra la po­
breza, de la sostenibilidad ambiental y de la cooperación al
desarrollo.
Necesitamos muchas más mujeres al frente de esos pro­
cesos, y también contenidos de todo tipo (informativos, for­
mativos, redes, servicios) que sirvan para romper las injustas
asimetrías de tiempo y de poder que siguen existiendo entre
hombres y mujeres, verdadero epicentro de las desigualda­
des. Eso es lo que entendemos como una red para la igual­
dad y, si se suma la potencia de Internet al compromiso de
las instituciones, hoy es más posible que nunca alcanzar este
reto.
Autores

Sara Añino ViUalva es licenciada en Sociología, con DEA


en «El género en las ciencias sociales» (Universidad Com­
plutense de Madrid), y formadora en cuestiones relativas a la
igualdad de oportunidades. Ha participado en proyectos como
en el Observatorio e-igualdad y en el estudio Las mujeres
andaluzas y la sociedad de la información (Instituto Anda­
luz de la Mujer, 2003), así como en otros relacionados con
las mujeres gitanas. Asimismo, es autora de diversos artícu­
los y materiales didácticos.

M.a Angustias Bertomeu Martínez es licenciada en Geogra­


fía e Historia, directora de la empresa de comunicación digital Ar-
tefinal Studio. Fundadora y coordinadora del portal www.e-leu-
sis.net. Ha desarrollado proyectos de formación digital como
Cordobesas enredadas (Diputación de Córdoba, 2000-2002) y
Ponte el chip (Instituto Andaluz de la Mujer, 2003-2004). Entre
sus publicaciones recientes destacan Las TIC al servicio de las
políticas municipales de igualdad, Madrid, Fundación Jaime
Vera, 2007, y Sociedad de la información enfemenino, Madrid,
Instituto de la Mujer, 2008. Entre las publicaciones multimedia
destacan El voto femenino en España, Alicante, Caja de
Ahorros del Mediterráneo, 2006; María Zambrano, la vida en
la palabra, Sevilla, Instituto Andaluz de la Mujer, 2005; Diario
de una ausencia, Barcelona, Universitat Oberta de Catalunya,
2005, y Mujeres a ciencia cierta, Sevilla, Instituto Andaluz de
la Mujer, 2004.

Cecilia Castaño Collado es catedrática de Economía Apli­


cada de la Universidad Complutense, directora del Observa­
torio e-igualdad y directora del Programa de Investigación
Genere i TIC en la Universitat Oberta de Catalunya. Investi­
gadora Visitante en el Massachusetts Institute of Technology
(1985-1986), en la Universidad de California en Berkeley
(1987) y en Harvard University (2007). Entre sus publicacio­
nes recientes destacan Las mujeres y las tecnologías de la in­
formación: Internet y la trama de nuestra vida, Madrid, Alian­
za, 2005, y Andaluzas en la sociedad de la información, Sevi­
lla, Instituto Andaluz de la Mujer, 2003.

Ana M.a González Ramos es investigadora posdoctoral del


Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat
Oberta de Catalunya. Es licenciada en Sociología por la Uni­
versidad de Granada y doctora por la Universidad de Cádiz,
en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa.
Ha sido profesora en las Universidades de Cádiz y La Lagu­
na. Ha dirigido y participado en diversos proyectos naciona­
les y regionales, fruto de los cuales ha publicado artículos y
capítulos de libros dentro de la especialidad de ciencia y tec­
nología, recursos humanos en el sistema de ciencia y tecno­
logía y la progresión en las carreras investigadoras.

Juan Martín Fernández es profesor ayudante doctor de


Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Ma­
drid. Miembro de diferentes equipos de investigación del
campo de las ciencias sociales, entre ellos el Grupo de In­
vestigación Complutense Empleo, Género y Regímenes de
Cohesión Social (EGECO) y el Observatorio e-igualdad. Ha
realizado estancias de investigación en las Universidades
de Manchester y Toulouse-Le Mirail (en esta última como
miembro de Research and Training NetWork Women in
European Universities, financiado por el V Programa Marco
de la Comisión Europea). Es autor de diversas publicaciones.

Milagros Sainz Ibáñez es doctora en Psicología Social por


la Universidad Nacional de Educación a Distancia e investi­
gadora posdoctoral en el Programa Genere i TIC del Internet
Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Cata­
lunya. Su tesis doctoral, con mención de doctor europeo, ha
sido galardonada recientemente con el Primer Premio Injuve
de Tesis Doctorales. Es autora de diversas publicaciones (al­
gunas de ellas todavía en prensa), resultado de su tesis doc­
toral y de su participación en varios proyectos de investiga­
ción. Ha realizado diversas estancias en la Technische Uni-
versitát de Berlín y la Universidad de Stanford de California.

M.a Ángeles Sallé Alonso es presidenta de Fundación Di­


recta y socia-directora de ENRED Consultores, desde donde
promueve y coordina proyectos para que la igualdad se haga
posible en ámbitos como el empleo, el desarrollo socioeco­
nómico, la sociedad del conocimiento y los movimientos
migratorios. Ha sido responsable del Área de Empleo del
Instituto de la Mujer, asesora del gabinete de la ministra de
Asuntos Sociales, responsable del lanzamiento y coordina­
ción nacional en España de la Iniciativa Comunitaria NOW
y de la Red Europea IRIS, directora del Consorcio de Desa­
rrollo «Salamanca Emprende» y directora de Promoción y
Asistencia Técnica de la Fundación para la Formación Con­
tinua, entre otros. El capítulo que suscribe esta autora ha sido
elaborado en colaboración con el equipo que coordina desde
Fundación Directa.

Susana Vázquez Cupeiro es doctora en Sociología (Uni­


versidad de Londres) y especialista en estudios de género
(Trinity College, Dublín). Ha colaborado en el proyecto
European Research and Training NetWork «Women in
European Universities», financiado por la Comisión Europea
(V Programa Marco), y ha desarrollado su investigación en
Royal Holloway-Universidad de Londres (Reino Unido) y
en la Universidad de Toulouse-Le Mirail (Francia). Ha coor­
dinado el área de I + D + 1 en el Colegio de Politólogos y So­
ciólogos de Madrid. Actualmente es colaboradora docente
en Saint Louis University (Madrid Campus) y forma parte
del equipo de investigación del Observatorio e-igualdad de
la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universi­
dad Complutense. Es autora de diversas publicaciones.
índice

P r ó l o g o ............................................................................................. 7

C a pítu lo prim ero . La primera y la segunda brecha digi­


tal, Cecilia Castaño.................................................. 15
1. La importancia de la división digital...................... 16
2. La primera y la segunda brecha digital .................. 22
3. La magnitud de las diferencias de género enrelación
con la división digital ........................................... 29
4. Las diferencias de género y la digital literacy......... 32
5. El círculo vicioso de la discriminación de género y
la segunda brecha digital...................................... 40
6. Conclusiones....................................................... 49
Bibliografía.............................................................. 51

C apítulo 2. La brecha digital de género: acceso, uso y ha­


bilidades, Cecilia Castaño, Juan Martín y Susana Vázquez 55
1. Introducción: la sociedad de la información y la bre­
cha digital de género en perspectiva europea .......... 55
2. Breves precisiones metodológicas ......................... 60
3. La SI en España: radiografía desde la perspectiva de
género ................................................................. 62
3.1. Elementos «previos»: infraestructura tecnológica
y utilización del ordenador................................ 63
3.2. Internet en España: crecimiento cuantitativo de
los usuarios/as y de la brecha digital de género.. 74
3.3. Los usos de Internet: hacia una interpretación cua­
litativa de la e-incorporación............................. 94
3.4. Mujeres de nacionalidad no española y las TIC ... 123
4. Conclusiones.............................................................. 127
Bibliografía..................................................................... 129
Anexo metodológico....................................................... 130

C apítulo 3. Sistema de Indicadores de Género y TIC


(SIGTIC): hacia la descripción de la e-inclusión, Juan
Martín ............................................................................. 133
1. Introducción.............................................................. 133
2. M etodología.............................................................. 135
3. Hacia la descripción de la e-inclusión ...................... 139
3.1. E-experiencia...................................................... 139
3.2. Info-habilidades y e-habilidades ....................... 140
3.3. E-intensidad........................................................ 143
3.4. Los usos de Internet: e-comunicación, e-infor-
mación/ocio y e-administración........................ 145
3.5. E-comercio......................................................... 149
4. Conclusiones.............................................................. 151
Bibliografía..................................................................... 153

C ap ítu lo 4. La diversidad de las mujeres ante Internet, Su­


sana Vázquez y Sara Añino ............................................ 155
1. Introducción.............................................................. 155
2. Metodología............................................................... 156
3. Perfiles de mujeres usuarias de TIC ......................... 158
3.1. Estudiantes universitarias.................................. 158
3.2. Profesoras de secundaria................................... 159
3.3. Teletrabajadoras................................................. 160
3.4. Emprendedoras y empresarias .......................... 161
3.5. Ingenieras e informáticas.................................. 162
4. Actitudes y opiniones de las mujeres usuarias respecto
a las nuevas tecnologías............................................ 162
5. Grado de satisfacción y dependencia de las tecnologías 166
6. Riesgos e inconvenientes relacionados con las T IC .... 168
7. La brecha digital de género: ¿una cuestión de opor­
tunidades? .................................................................. 170
8. Impacto de las TIC y tendencias de cam bio............. 173
8.1. ¿Facilitan las TIC la conciliación de la vida fami­
liar y profesional? Autonomía personal, dispo­
nibilidad y usos del tiempo ............................... 173
8.2. El teletrabajo ...................................................... 176
8.3. Las TIC y el empoderamiento de las mujeres ... 179
9. Conclusiones.............................................................. 181
Bibliografía..................................................................... 184

C apítulo 5. El discurso de las mujeres líderes, Susana


Vázquez ........................................................................... 185
1. Introducción............................................................... 185
2. Aspectos metodológicos............................................ 188
3. El perfil de las directivas........................................... 190
4. Las apariencias y la realidad...................................... 196
4.1. Las barreras personales o autoimpuestas.......... 197
4.2. Las barreras familiares: la corresponsabilidad
para la conciliación............................................ 200
4.3. Las barreras organizativas................................. 204
5. La legislación a favor de la igualdad de género: ¿son
las empresas tecnológicas un referente de igualdad? ... 210
6. Conclusiones.............................................................. 214
Bibliografía...................................................................... 216

Capítulo 6. La segunda brecha digital: educación e inves­


tigación, Milagros Sainz y Ana González ..................... 221
1. Introducción............................................................... 221
2. La elección de estudios en la educación secundaria 222
2.1. La participación femenina en los estudios de se­
cundaria .............................................................. 223
2.2. Factores que podrían explicar la escasa propen­
sión de las chicas a matricularse en estudios rela­
cionados con la tecnología................................ 225
3. Implicaciones sobre la futura trayectoria académica
y profesional de las mujeres ...................................... 238
4. Representación femenina en los estudios superiores 241
5. Situación de las mujeres en las etapas iniciales de
formación para la investigación................................ 247
6. La presencia femenina en el ámbito de la investigación
en ciencia y tecnología .............................................. 253
7. Conclusiones.............................................................. 258
Bibliografía..................................................................... 260

Capítulo 7. Claves no sexistas para el desarrollo de soft­


ware, M.“Angustias Bertomeu ...................................... 267
1. Introducción............................................................... 267
2. Razones del crecimiento de los videojuegos............ 270
3. La violencia extrema en los videojuegos ................. 273
3.1. Las situaciones de juego planteadas................. 274
3.2. Los objetivos de los ju e g o s ............................... 275
3.3. Las estrategias de los videojuegos.................... 275
3.4. Los recursos que se ofrecen al jugador para mejo­
rar su n iv el.......................................................... 278
3.5. Análisis de los perfiles m asculinos................... 278
3.6. Análisis de los perfiles femeninos .................... 279
4. Lara Croft, el nuevo m odelo..................................... 282
5. La violencia contra las mujeres en los videojuegos .. 284
6. Marco normativo........................................................ 286
7. Conclusiones.............................................................. 288
Bibliografía..................................................................... 291

Capítulo 8. Las políticas de sociedad de la información en


igualdad y para la igualdad, M. “Ángeles Sallé .............. 295
1. Introducción............................................................... 295
2. El contexto europeo: género y sociedad de la infor­
mación en la U E ......................................................... 297
2.1. Los orígenes de la Estrategia de Lisboa y la ini­
ciativa e-Europe................................................. 297
2.2. La revisión de la Estrategia de Lisboa.............. 301
2.3. La estrategia «Í2010: la sociedad de la informa­
ción y los medios de comunicación al servicio
del crecimiento y el em pleo»............................ 302
2.4. La hoja de ruta para la igualdad 2006-2010 .... 305
3. Las políticas de sociedad de la información y género
en E spaña................................................................... 307
3.1. Los antecedentes: INFO XXI y España.es ....... 307
3.2. La nueva estrategia: Plan A vanza..................... 308
3.3. El Plan y la Ley de Igualdad.............................. 312
4. El contexto autonómico: igualdad y sociedad de la
información en las Comunidades Autónomas.......... 314
4.1. La incorporación de la igualdad en los planes es­
tratégicos de sociedad de la información en el
ámbito regional.................................................. 314
4.2. La sociedad de la información en las políticas
de igualdad de las Comunidades Autónomas ... 321
5. Conclusiones y recomendaciones............................. 329
Bibliografía...................................................................... 338

C o n c l u s io n e s y p r o p u e s t a s ........................................................... 343

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