10 Claves para Educar
10 Claves para Educar
10 Claves para Educar
Desde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.
Podemos aprovechar las costumbres cotidianas -como saludar, comportarnos en la mesa, respetar
las normas al conducir- para que adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen
responsabilidades.
De nada sirve sermonearle siempre con la misma historia si sus padres no hacen lo que le piden.
Las palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos
mejor y expresar todo aquello que sentimos. Por eso, incluso durante el embarazo, hay que hablar al
bebé.
Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin prisas, contarle cuentos y
también dejar que él sea quien nos los cuente.
¿Has probado a hacerle una pregunta que empiece con «Qué piensas tú sobre...»? Así le
demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá querido y escuchado.
La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos
experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física
y emocionalmente, pero con límites.
La sobreprotección a veces nos protege a los padres de ciertos miedos, pero no a nuestro hijo. Si cada
vez que se cae o se da un golpe, por pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarle, estaremos
animándole a la queja y acostumbrándole al consuelo continuo. Tenemos que dejarles correr riesgos.
5. No comparar ni descalificar
Hay que eliminar frases como «aprende de tu hermano», «¿Cuándo vas a llegar a ser tan
responsable como tu prima?» o «eres tan quejica como ese niño del parque».
No conviene generalizar y debemos prescindir de expresiones como «siempre estás pegando a tu
hermana» o «nunca haces caso».
Seguro que hace muchas cosas bien, aunque últimamente se esté comportando como un verdadero
«trasto». Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera.
Frases como «tú puedes nadar igual de bien que tu hermano, inténtalo. Ya lo verás» transforman
su malestar en una sonrisa y le animan a conseguir sus metas.
Puede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo, algo muy frecuente a
determinadas edades, puede dejar de ser una fuente de angustia tremenda y convertirse, simplemente,
en una fase dura pero pasajera. Frases como «no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo», pueden
ayudarnos a relativizar los «problemas» y, por tanto, conseguir que nos sintamos mejor y actuemos más
tranquilos.
Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo actuar, siempre podemos consultarlo
con un profesional. No tenemos nada que perder.
Tenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que seamos malos padres. Lo importante es
reconocer los errores y utilizarlos como fuente de aprendizaje.
Una frase sencilla como «perdona cariño, refuerza su buen comportamiento y nos ayuda a sentirnos
bien.
Está comprobado que los refuerzos positivos gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más
eficaces a la hora de educar que los castigos. Por eso siempre debemos darle apoyo afectivo y dejar
que sea él el que, según su capacidad, resuelva los problemas.
Los niños son muy sensibles y los calificativos como «tonto» o «malo» les hacen mucho daño y
pueden afectar de modo negativo a la valoración que tienen de ellos mismos.
Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentirse valiosos y queridos. Si le
premiamos con caricias, abrazos o palabras como «guapo» o «listo», estamos construyendo una buena
autoestima.
Tan importante como rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.
Aunque siempre conviene fomentar un clima de cercanía y confianza, eso no significa que debamos
ser sus mejores amigos.
Mientras que entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos
situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencia, protección
pero también nuestras normas.
Buscar su aprobación continua para todo puede ser un arma de doble filo, ya que la amistad
también es admiración y confianza y le resultará muy difícil confiar en nosotros si no sabemos
imponernos.
Un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.