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Reflexion para Padres

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Lean Papitos no les cuesta nada y medítenlo, es por el bien de tu hijo.

1. Demuéstrale lo mucho que le quieres.

Todos los padres quieren a sus hijos pero ¿se lo demuestran cada día?, ¿les dicen que ellos son lo
más importante que tienen, lo mejor que les ha pasado en la vida? No es suficiente con atender cada
una de sus necesidades: acudir a consolarle siempre que llore, preocuparse por su sueño, por su
alimentación; los cariños y los mimos también son imprescindibles. Está demostrado; los padres que
no escatiman besos y caricias tienen hijos más felices que se muestran cariñosos con los demás y son
más pacientes con sus compañeros de juegos. Hacerles ver que nuestro amor es incondicional y que
no está supeditado a las circunstancias, sus acciones o su manera de comportarse será vital también
para el futuro. Sólo quien recibe amor es capaz de transmitirlo. No se van a malcriar porque reciban
muchos mimos. Eso no implica que dejen de respetarse las normas de convivencia.

2. Mantén un buen clima familiar. Para los niños, sus padres son el punto de referencia que les
proporciona seguridad y confianza. Aunque sean pequeños, perciben enseguida un ambiente tenso o
violento. Es mejor evitar discusiones en su presencia, pero cuando sean inevitables, hay que
explicarles, en la medida que puedan comprenderlo, qué es lo que sucede. Si nos callamos, podrían
pensar que ellos tienen la culpa.Si presencian frecuentes disputas entre sus padres, pueden asumir
que la violencia es una fórmula válida para resolver las discrepancias.

3. Educa en la confianza y el diálogo. Para que se sientan queridos y respetados, es imprescindible


fomentar el diálogo. Una explicación adecuada a su edad, con actitud abierta y conciliadora, puede
hacer milagros. Y, por supuesto, ¡nada de amenazas! Tampoco debemos prometerles nada que luego
no podamos cumplir; se sentirían engañados y su confianza en nosotros se vería seriamente dañada.
Si, por ejemplo, nos ha surgido un problema y no podemos ir con ellos al cine, tal como les habíamos
prometido, tendremos que aplazarlo, pero nunca anular esa promesa.

4. Debes predicar con el ejemplo. Existen muchos modos de decirles a nuestros hijos lo que deben
o no deben hacer, pero, sin duda, ninguno tan eficaz como poner en práctica aquello que se predica.
Es un proceso a largo plazo, porque los niños necesitan tiempo para comprender y asimilar cada
actuación nuestra, pero dará excelentes resultados. No olvidemos que ellos nos observan
constantemente y "toman nota". No está de más que, de vez en cuando, reflexionemos sobre nuestras
reacciones y el modo de encarar los problemas.Los niños imitan los comportamientos de sus mayores,
tanto los positivos como los negativos, por eso, delante de ellos, hay que poner especial cuidado en lo
que se dice y cómo se dice.

5. Comparte con ellos el máximo de tiempo. Hablar con ellos, contestar sus preguntas, enseñarles
cosas nuevas, contarles cuentos, compartir sus juegos... es una excelente manera de acercarse a
nuestros hijos y ayudarles a desarrollar sus capacidades. Cuanto más pequeño sea el crío, más fácil
resulta establecer con él unas relaciones de amistad y confianza que sienten las bases de un futuro
entendimiento óptimo. Por eso, tenemos que reservarles un huequecito diario, exclusivamente
dedicado a ellos; sin duda, será tan gratificante para nuestros hijos como para nosotros. A ellos les da
seguridad saber que siempre pueden contar con nosotros. Si a diario queda poco tiempo disponible,
habrá que aprovechar al máximo los fines de semana.
6. Acepta a tu hijo tal y como es. Cada crío posee una personalidad propia que hay que aprender a
respetar. A veces los padres se sienten defraudados porque su hijo no parece mostrar esas
cualidades que ellos ansiaban ver reflejadas en él; entonces se ponen nerviosos y experimentan una
cierta sensación de rechazo, que llega a ser muy frustrante para todos. Pero el niño debe ser aceptado
y querido tal y como es, sin tratar de cambiar sus aptitudes.No hay que crear demasiadas expectativas
con respecto a los hijos ni hacer planes de futuro. Nuestros deseos no tienen por qué coincidir con sus
preferencias.

7. Enséñale a valorar y respetar lo que le rodea. Un niño es lo suficientemente inteligente como


para asimilar a la perfección los hábitos que le enseñan sus padres. No es preciso mantener un
ambiente de disciplina exagerada, sino una buena dosis de constancia y naturalidad. Si se le enseña a
respetar las pequeñas cosas -ese jarrón de porcelana que podría romper y hacerse daño con él, por
ejemplo-, irá aprendiendo a respetar su entorno y a las personas que le rodean. Muchos niños tienen
tantos juguetes que acaban por no valorar ninguno. A menudo son los propios padres quienes, como
respuesta a las carencias que ellos tuvieron, fomentan esa cultura de la abundancia. Lo ideal sería
que poseyeran sólo aquellos juguetes con los que sean capaces de jugar y mantener cierto interés.
Guardar algunos juguetes para más adelante puede ser una buena medida para que no se vea
desbordado y aprenda a valorarlos.

8. Los castigos no le sirven para nada. Los niños suelen recordar muy bien los castigos, pero
olvidan qué hicieron para "merecerlos". Aunque estas pequeñas penalizaciones estén adecuadas a su
edad, si se convierten en técnica educativa habitual, nuestros hijos pueden volverse increíblemente
imaginativos. Disfrazarán sus actos negativos y tratarán de ocultarlos. Podemos ofrecerles una
conducta aceptable con otras alternativas.

9. Prohíbele menos, elógiale más. Para un crío es tremendamente estimulante saber que sus padres
son conscientes de sus progresos y que además se sienten orgullosos de él. No hay que escatimar
piropos cuando el caso lo requiera, sino decirle que lo está haciendo muy bien y que siga por ese
camino. Reconocer y alabar es mucho mejor que lo que se suele hacer habitualmente: intervenir sólo
para regañar. Siempre mencionamos sus pequeñas trastadas de cada día. ¿Por qué no hacemos lo
contrario? Si, con un gesto cariñoso o un ratito de atención resaltamos todo lo positivo que nuestros
hijos hayan realizado, obtendremos mejores resultados.

10. No pierdas nunca la paciencia. Difícil, pero no imposible, Por más que parezcan estar
desafiándote con sus gestos, sus palabras o sus negativas, nuestro objetivo prioritario ha de ser no
perder jamás los estribos. En esos momentos, el daño que podemos hacerles es muy grande.
Decirles: "No te aguanto"; "Qué tonto eres"; "Por qué no habrás salido como tu hermano" merman
terriblemente su autoestima. Al igual que sucede con los adultos, los niños están muy interesados en
conocer su nivel de competencia personal, y una descalificación que provenga de los mayores echa
por tierra su autoconfianza. Contar hasta diez, salir de la habitación..., cualquier técnica es válida
antes de reaccionar con agresividad ante una de sus trastadas.En caso de que se nos escape un
insulto o una frase descalificadora, debemos pedirles perdón de inmediato. Reconocer nuestros
errores también es positivo para ellos. 

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