Comprensión Lectora 2
Comprensión Lectora 2
Comprensión Lectora 2
Nombre:
Curso: 4M
Fecha:
Unidad 2: “Construyendo interpretaciones literarias colaborativas”
OA 2: Proponer distintas interpretaciones para una obra literaria, a partir de un criterio de análisis.
Contenido: Guía de comprensión lectora e interpretación literaria.
Texto 1:
The Carbon Trust, una organización independiente, ha publicado recientemente un informe en el que cuantificaba en 55
gramos de CO2 el impacto de una hora de vídeo en streaming (por ejemplo, Netflix o YouTube).
Una noticia así puede provocar desconcierto: ¿es eso mucho?, ¿hay que sentirse mal por ello? Al fin y al cabo, algunos
lectores sabrán que un vehículo de combustión emite unos 100 gramos de CO2 por cada kilómetro recorrido. En ese
sentido, mi conciencia puede estar tranquila por meterme un atracón de series, ¿no? Y, además, ¿qué tiene que ver el
CO2 con Netflix?
Noticias de este tipo sería mejor tratarlas desde una perspectiva más general. No es correcto focalizar el problema en un
servicio en concreto. Y es que la mayoría de los usuarios no son conscientes de la cantidad de energía que requiere el
funcionamiento de todos los servicios y aplicaciones digitales que forman ya una parte indispensable de nuestro día a día.
La mayoría de estos servicios corren en el cloud (la nube). Esta es una entidad abstracta y difusa para muchos, pero con
un consumo energético bien real y escalofriante.
No solo generamos huella de carbono cuando vemos vídeos en streaming. Pongamos otro ejemplo. Cuando usamos
Google Maps en nuestro teléfono para llegar a un sitio determinado, para encontrar un restaurante o cualquier otro
punto de interés, en realidad estamos haciendo dos cosas. En primer lugar, orientarnos. Es evidente. En segundo lugar,
estamos compartiendo con Google nuestra ubicación.
Google Maps incorpora una aplicación denominada Traffic, que nos permite saber en tiempo real el estado del tráfico de
las carreteras y calles. Para obtener esta información, Google recopila continuamente la ubicación de todos los
dispositivos que en ese instante tienen instalado Google Maps. De esta forma, puede conocer a qué velocidad se están
moviendo los usuarios que están transitando por una determinada vía.
Tras eliminar datos erráticos o que aportan información dudosa, y tras calcular que la velocidad de la mayoría de los
usuarios en las proximidades de esa vía es muy baja, Google puede determinar que probablemente hay un atasco.
¿Inteligente, no?
Para cumplir solo esa función, Google está constantemente recogiendo información de usuarios de todo el planeta, en
cada calle, en cada carretera (según ellos mismos, cubren 1000 millones de kilómetros en 220 países). Pero Google no
solo informa al usuario del estado del tráfico en tiempo real, sino que es capaz de predecir con sorprendente exactitud a
qué hora va a llegar a su destino. Para ello, no solo utiliza la información disponible en el instante actual, sino que realiza
estimaciones mediante potentes algoritmos de inteligencia artificial que son capaces de adivinar cómo estará cada vía en
los próximos minutos. ¿Y cómo aprende una inteligencia artificial? Básicamente, a partir de la información del pasado.
Google lleva más de 10 años almacenando datos de todas las carreteras del mundo.
Es difícil imaginar la ingente cantidad de datos que hay que transferir y almacenar y la potencia de computación necesaria
para realizar una acción como la que acabamos de describir a escala global. Detrás de esta hercúlea tarea está el cloud,
una tecnología que nos podríamos imaginar como una enorme flota de vehículos de alquiler, donde cada empresa de
servicios (desde Spotify hasta Wallapop) alquila los recursos que utiliza en cada momento.
Pero la nube no es una entidad etérea. La nube se traduce en el plano material en los centros de datos, aquellas
instalaciones que alojan los dispositivos de procesado, almacenamiento y comunicación.
Existen multitud de centros de datos en diferentes lugares y de todas las escalas imaginables. En los últimos años, han
aparecido centros de datos de dimensiones descomunales (los llamados hyperscale data centers). Estamos hablando de
grandes naves —o quizás algo más parecido a macrogranjas— con kilómetros de pasillos que albergan decenas de miles
de procesadores y unidades de almacenamiento.
Los centros de datos son la columna vertebral del mundo digitalizado moderno. Más allá de las plataformas de ocio o del
comercio electrónico, los servicios en la nube se han vuelto esenciales para otros sectores industriales, como los sistemas
de fabricación distribuida, la logística, las finanzas y muchos otros.
No hay un único culpable. Es un problema a escala global: detrás de cada aplicación en nuestro smartphone (o teléfono
inteligente), de cada sitio web que visitamos y de cada servicio que opera discretamente en la nube, existen centros de
datos encargados de procesar la colosal cantidad de información que se genera en nuestra vida digital.
Para aquellos que trabajan con una computadora, es un buen ejercicio revisar el historial del navegador en los últimos
días: verán que han visitado cientos de sitios de Internet.
Para todos los demás, piensen por un momento en las aplicaciones que han utilizado en las últimas horas (acceso al
banco, comprobar el tiempo, pedir un Uber); piensen también en las redes sociales (TikTok, Instagram, Facebook,
Twitter), o en la simple comunicación (WhatsApp, Telegram).
Toda nuestra actividad gira ya alrededor de los datos, infinidad de datos que deben ser procesados y almacenados en la
nube, es decir, por esos grandes centros repletos de procesadores y dispositivos de almacenamiento. Esta frenética
actividad digital centrada en los datos no parece tener límite en un futuro próximo.
Los centros de datos son instalaciones que consumen una enorme cantidad de energía. A nivel global, la energía
necesaria para abastecer sus nodos de computación e instalaciones se estimó en unos 205 TWh en 2018. Para
contextualizar, este valor supone aproximadamente el 1 % del consumo mundial de electricidad (22.848 TWh en 2019,
según la IEA), el equivalente a la demanda total de un país de tamaño medio como España (249 TWh en 2019).
Hay que destacar que las empresas que dominan el mercado mundial de la nube —entre ellas, Google, Amazon y
Microsoft— afirman estar fuertemente comprometidas con la reducción de su impacto. Hay quien puede dudar de la
sinceridad de estas afirmaciones, pero es innegable que los centros de datos modernos son mucho más sostenibles que
las generaciones anteriores, en parte debido al uso de procesadores mucho más eficientes, pero también a la mejora en
los sistemas de refrigeración y otros avances.
Pero en este artículo nos gustaría también centrarnos en la otra parte de la ecuación: en los usuarios.
No existe a corto plazo una solución para mitigar el impacto de las tecnologías digitales. Lo que sí podemos plantear es
hacer un uso responsable. Podemos empezar por poner consciencia en nuestra relación con todas las aplicaciones
digitales. ¿Están a nuestro servicio? ¿O somos nosotros los que estamos a su servicio?
Estas aplicaciones están específicamente diseñadas para incrementar el tiempo que pasamos en ellas, mientras
recolectan nuestros datos con los que después hacen su negocio.
Antes de dejar que Netflix reproduzca sin preguntarnos el siguiente capítulo de la serie que estemos viendo, pensemos si
realmente eso es lo que queremos hacer, teniendo en cuenta el impacto en nuestras propias vidas y en el medio
ambiente.
Borja Martínez Huerta y otros, “La huella de carbono de nuestra vida digital”. The Conversation España (22 de marzo de 2022)
(fragmento adaptado).
1. ¿Qué opción representa la idea principal del párrafo que empieza con las palabras “No hay un único culpable”?
A) Las aplicaciones de los teléfonos inteligentes son las tecnologías digitales que generan más datos.
B) Los sitios web que visitamos frecuentemente comparten nuestra información con los centros de datos.
C) Nuestra vida digital genera grandes cantidades de datos, que deben ser procesados por centros de datos.
D) Para procesar la cantidad colosal de información de los smartphones, se requieren centros globales de datos.
Nuestra misión: “Formar hombres y mujeres Cristianos, Nobles y Capaces ”
A) crítica.
B) objetiva.
C) reflexiva.
D) científica.
3. ¿Cuál es el tema del párrafo que inicia con las palabras “Existen multitud de centros de datos”?
4. Según el texto, cuando usamos Google Maps para llegar a un sitio determinado, no solo nos orientamos, sino
que también
5. ¿Cuál de los siguientes enunciados presenta la idea principal del párrafo que empieza con las palabras “Hay que
destacar que las empresas que dominan”?
6. Para los autores, ¿cuál es la “columna vertebral” del mundo digitalizado moderno?
8. Los autores buscan que el público lector se sienta partícipe tanto del problema planteado en el texto como de
su posible solución. ¿Qué tono usan para lograr este fin?
A) Fatalista
B) Metafórico
C) Anecdótico
D) Conversacional
9. En el texto, los autores invitan a los usuarios de las tecnologías digitales a hacer un uso responsable de ellas,
empezando por
El trabajo es la fuente de casi toda la miseria en el mundo. Casi todos los males que puedas mencionar provienen
del trabajo, o de vivir en un mundo diseñado para el trabajo. Para dejar de sufrir, tenemos que dejar de trabajar.
Esto no significa que tenemos que dejar de hacer cosas. Significa crear una nueva forma de vivir basada en el
juego; en otras palabras, una convivencia lúdica, comensalismo, o tal vez incluso arte. El juego no es sólo el de los
niños, con todo y lo valioso que éste es. Pido una aventura colectiva en alegría generalizada y exhuberancia
libremente interdependiente. El juego no es pasivo. Sin duda necesitamos mucho más tiempo para la simple
pereza y vagancia que el que tenemos ahora, sin importar los ingresos y ocupaciones, pero, una vez recobrados
de la fatiga inducida por el trabajo, casi todos nosotros queremos actuar. El Oblomovismo y el Estajanovismo son
dos lados de la misma moneda despreciada.
La vida lúdica es totalmente incompatible con la realidad existente. Peor para la “realidad”, ese pozo gravitatorio
que absorbe la vitalidad de lo poco en la vida que aún la distingue de la simple supervivencia. Curiosamente – o
quizás no – todas las viejas ideologías son conservadoras porque creen en el trabajo. Algunas de ellas, como el
Marxismo y la mayoría de las ramas del anarquismo, creen en el trabajo aún más fieramente porque no creen en
casi ninguna otra cosa.
Los liberales dicen que deberíamos acabar con la discriminación en los empleos. Yo digo que deberíamos acabar
con los empleos. Los conservadores apoyan leyes del derecho-a-trabajar. Siguiendo al yerno descarriado de Karl
Marx, Paul Lafargue, yo apoyo el derecho a ser flojo. Los izquierdistas favorecen el empleo total. Como los
surrealistas – excepto que yo no bromeo – favorezco el desempleo total. Los Troskistas agitan por una revolución
permanente. Yo agito por un festejo permanente. Pero si todos los ideólogos defienden el trabajo (y lo hacen) – y
no sólo porque planean hacer que otras personas hagan el suyo – son extrañamente renuentes a admitirlo.
Hablan interminablemente acerca de salarios, horas, condiciones de trabajo, explotación, productividad,
rentabilidad. Hablarán alegremente sobre todo menos del trabajo en sí mismo. Estos expertos que se ofrecen a
pensar por nosotros raramente comparten sus ideas sobre el trabajo, pese a su importancia en nuestras vidas.
Discuten entre ellos sobre los detalles. Los sindicatos y los patronos concuerdan en que deberíamos vender el
tiempo de nuestras vidas a cambio de la supervivencia, aunque regatean por el precio. Los Marxistas piensan que
deberíamos ser mandados por burócratas. Los anarco-capitalistas piensan que deberíamos ser mandados por
empresarios. A las feministas no les importa cuál sea la forma de mandar, mientras sean mujeres las que manden.
Es claro que estos ideo-locos tienen serias diferencias acerca de cómo dividir el botín del poder. También es claro
que ninguno de ellos tiene objeción alguna al poder en sí mismo, y todos ellos desean mantenernos trabajando.
Debes estar preguntándote si bromeo o hablo en serio. Pues bromeo y hablo en serio. Ser lúdico no es ser
ridículo. El juego no tiene que ser frívolo, aunque la frivolidad no es trivialidad: con frecuencia debemos tomar en
serio la frivolidad. Deseo que la vida sea un juego – pero un juego con apuestas altas. Quiero jugar para ganar.
La alternativa a trabajar no es el ocio solamente. Ser lúdico no es ser estático. Aunque valoro el placer de la
pereza, nunca es más satisfactoria que cuando sirve de intermedio entre otros placeres y pasatiempos. Tampoco
promuevo esa válvula de seguridad disciplinada y gerenciada llamada “tiempo libre”; nada de eso. El tiempo libre
es no trabajar por el bien del trabajo. El tiempo libre es tiempo gastado en recobrarse del trabajo, y en el
frenético pero inútil intento de olvidarse del trabajo. Mucha gente regresa de sus vacaciones tan agotada que
desean volver al trabajo para descansar. La diferencia principal entre el tiempo libre y el trabajo es que al menos
te pagan por tu alienación y agotamiento.
1. “Deseo que la vida sea un juego – pero un juego con apuestas altas. Quiero jugar para ganar.”
Considerando la totalidad del texto, ¿cuál de las siguientes alternativas define mejor lo que quiso decir el
autor en la cita?
3. En el último párrafo, ¿cuál de las siguientes citas resume de mejor manera la conclusión del texto en
general?
A) “El tiempo libre es tiempo gastado en recobrarse del trabajo, y en el frenético pero inútil intento de
olvidarse del trabajo”.
B) “La diferencia principal entre el tiempo libre y el trabajo es que al menos te pagan por tu alienación y
agotamiento”.
C) “La alternativa a trabajar no es el ocio solamente. Ser lúdico no es ser estático.”
D) “Tampoco promuevo esa válvula de seguridad disciplinada y gerenciada llamada tiempo libre.”
4. Según el tercer párrafo, ¿cuál de las siguientes alternativas describe mejor el concepto de “juego” para el
autor?
II. Luego de leer ambos textos, reflexione y analice. Escriba una interpretación breve en el siguiente espacio que luego
será compartida con el resto del curso.