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SK 11 La Liga-Born of Rage

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Página

1
Aviso

Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera


altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y

3
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a
nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los
lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos.

El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado


por aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos
que disfrute de la lectura.
Indice

Sinopsis ................................................................................ 5

4
Born of Rage ......................................................................... 6

The Neighbors ..................................................................... 32

Fire and Ice ......................................................................... 40

Capítulo 1 ......................................................................... 41

Capítulo 2 ......................................................................... 73

Capítulo 3 ......................................................................... 89

Capítulo 4 ....................................................................... 107

Capítulo 5 ....................................................................... 122

Capítulo 6 ....................................................................... 135

Epílogo ........................................................................... 153

Sobre la Autora ................................................................. 155

Próximo Libro .................................................................... 156

Saga The League ............................................................... 157


Sinopsis

La autora #1 más vendida del New York Times, Sherrilyn McQueen


regresa a su serie La Liga: Nemesis Rising en esta novela que también

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presenta la primera historia corta que vendió en 1978, The Neighbors.

Cada vida tiene un precio

Dakari Tievel ha sido marcada para morir por la infame Liga.


Apenas un paso por delante de los asesinos que quieren terminar con
su vida, debe encontrar a la legendaria Eve de la Destrucción. Pero Eve
es mucho más que una cazarecompensas que llama hogar a las
sombras. Ella viene con un equipo interesante de amigos y familiares
que no tienen ningún problema en desafiar a La Liga que gobierna sus
mundos con puño de hierro.

Ahora deben confiar en los aliados más improbables para


mantener a Dakari a salvo, y a sí mismos vivos. Siempre que él no los
traicione.

En un universo donde La Liga es ley: o asesinas o eres asesinado.

Mensaje del foro: La historia de Fire and Ice fue lanzada por primera
vez en 1998, y ya tiene una traducción en la red. Queremos aclarar que,
debido a las modificaciones hechas por la autora en esta nueva edición,
la hemos vuelto a traducir para ustedes. ¡Esperamos disfruten de todas
las historias!
Born of Rage

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La muerte le había arrebatado a toda su familia cuando era solo
una niña, y ahora ese bastardo implacable había regresado, viniendo
tras ella.

Acosándola.

Dakari Tievel podía sentir su aliento fétido en el cuello mientras se


apresuraba a través de las sombras oscuras del callejón vacío de este
abandonado puesto de avanzada, haciendo todo lo posible para eludir a
los odiosos agentes.

Ella se estremeció. No por miedo, ya que había aceptado la


inevitabilidad de la muerte hacía mucho tiempo. Honestamente, estaba
más que lista para estar con su hermano y sus padres nuevamente.
Sería más que bienvenida a esa reunión tan esperada.

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Más bien, sus temblores provenían del frío helado que le había
quitado toda la sensación de la punta de los dedos, mientras buscaba
desesperadamente la dirección que le había dado uno de sus antiguos
guardias.

Estas personas te ayudarán, mi señora. Es lo que hacen.

Dakari ya no estaba segura si creía en los héroes. De ningún tipo.


En esta época, eran escasos. Aquellos que estaban dispuestos a
defender a los demás y arriesgar sus vidas… eran materia de los sueños
de la infancia.

La mayoría estaban demasiado absortos en su propio sufrimiento


para preocuparse por los demás. Había aprendido eso cuando tenía seis
años y la gente de su mundo se había apartado y había permitido que
su familia fuera asesinada sin razón alguna.

Luego abrazaron a su asesino sin molestarse en verlo castigado por


su crueldad y crímenes. Le enfermaba hasta el día de hoy que la gente
pudiera ser tan ciega. Tan mezquina.

Tan insensible.

Pero a nadie le había importado. Nadie se había puesto de pie y


dicho: ¡esto está mal! ¡El culpable debe ser castigado!

En cambio, continuaron con sus vidas, sabiendo que lo que le


habían hecho a ella y a su familia era deplorable. Diciendo que lo
lamentaban. Ese día, ella se sobrepondría. Pero nadie había hablado ni
ayudado. Habían apartado sus miradas por temor a que esa misma
injusticia viniera a ellos con la misma venganza despiadada que usaron
para abatir a su familia sin motivo alguno.

Su insensible apatía era lo que había causado el profundo y oscuro


vacío en su alma que nunca se había curado. Demasiado temprano en
la vida, ella había aprendido la verdad de los demás.

Todos eran egoístas. Solo ocupados en sí mismos.

Las personas solo ayudaban cuando tenían algo que ganar. Ya sea
una sensación cálida y vaga en el vientre o un aplauso de quienes los
rodean.

Nadie ayudaba porque fuera lo correcto. Y eso incluía al guardia

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que le había dado esta dirección. ¿Por qué haría algo sin razón alguna?

Debería haber sido más sensata.

―Soy una tonta por estar aquí.

En su corazón, creía eso. Nadie la había ayudado alguna vez. ¿Por


qué empezarían ahora?

Lo más probable es que se tratara de una dirección fabricada. El


guardia probablemente la había enviado a su muerte. Sólo por joder y
reírse.

Como todos los demás en su vida.

Tortura a la niña. Mírala sufrir. Era lo que a la gente le gustaba


hacer para entretenerse.

Por alguna razón, observar la miseria de los demás parecía


hacerlos sentir mejor acerca de sus propias vidas patéticas.
Especialmente cuando pensaban que la persona perjudicada tenía algo
mejor que ellos o que de alguna manera fueron "bendecidos".

Pero ella nunca había sido bendecida. Dakari había sido maldecida
desde el momento en que nació.

A pesar de su nacimiento "real", había arriesgado su vida para


abandonar su hogar. Había tomado hasta el último crédito a su nombre
para llegar aquí. Apenas había escapado del último asesino que había
sido enviado a matarla. Si estas personas la rechazaban…
No pienses en eso.

En este momento, no podía permitirse que su pánico anulara el


poco coraje que le quedaba.

Respira, Dakaboo. Sólo respira. Estoy aquí contigo. Siempre estaré


contigo. Las lágrimas llenaron sus ojos cuando escuchó la voz de su
hermano en su cabeza, susurrando las palabras reconfortantes que le
había dicho la noche en que habían asesinado a sus padres.

La noche que los había dividido.

Apenas seis, había gritado y pateado, arañando a los soldados


mientras la sacaban brutalmente de los brazos de su hermano. Ese
dolor todavía la asfixiaba. Todavía ardía tanto por dentro que a veces se

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preguntaba cómo había logrado mantenerse cuerda.

Esa noche había sido tan irreal. Tan traumática

Para todo el mundo.

A diferencia de ella, su hermano había visto morir a sus padres.


Había sido testigo de la carnicería de cerca y personal. Luego,
aterrorizado de que él sería el próximo y decidido a salvar la vida de
Dakari, fue a su cama y la envolvió en una manta.

―Tenemos que irnos, Dakari.

Cinco años mayor, Jinx todavía había sido un niño. Sin embargo,
se las arregló para mantenerse fuerte y tranquilo durante el golpe que
había cobrado la vida de todos los que amaba.

Había cubierto su cabeza para evitar que viera los cuerpos o la


sangre, pero los gritos de esa noche quedaron grabados para siempre en
su memoria. Así como el sonido de su latido fuerte y constante mientras
la llevaba a través de su casa a lo que había rezado fuera seguridad.

―Estará todo bien. Estoy aquí. Nunca te dejaré ir. ―Las palabras
susurradas una y otra vez hasta que llegó a la bahía del hangar solo
para descubrir que había sido su propio medio hermano quien había
destrozado sus vidas.

Tobin había estado esperando en el hangar con más soldados, para


impedir la fuga de Jinx.
Un pedazo de mierda codicioso, egoísta y podrido. Malcriado más
que mimado, Tobin no tenía motivos para dañarlos a ellos ni a sus
padres. Había vivido una vida lujosa y despreocupada.

No había sido suficiente.

Había querido todo lo que no era suyo.

Incluso si eso significaba matarlos a todos para tenerlo.

Ahora en este frío puesto de avanzada, Dakari tropezó cuando la


ira y el dolor la invadieron nuevamente. Todavía quería su corazón en
su puño. Hasta el día de hoy, no podía entender por qué la había
salvado cuando no había salvado a nadie más de su ira. No es que
Tobin no hubiera tratado de lavarle el cerebro con sus mentiras y

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excusas. Haciéndole creer que no había visto lo que había visto.

O escuchado la verdad con sus propios oídos.

―Estuve allí para rescatarte, Dakari ¡Eras demasiado joven para


recordarlo! Así no fue como sucedió en absoluto. ¡Te salvé! No Jinx.
Murió con tus padres.

¡Bastardo mentiroso!

Como si alguna vez pudiera olvidar la amabilidad y el cuidado de


su verdadero hermano. Lo que se siente ser realmente amado.

Como si ella no supiera la diferencia entre un héroe y un cobarde.

Y ahora debido a que ella no se le uniría y haría lo que él quería,


Tobin había lanzado a La Liga, que gobernaba todos sus mundos, tras
ella con el peor tipo de órdenes de asesinato imaginable.

La Thrill-Kill1.

No era suficiente matarla. Los asesinos debían destrozarla y hacer


un ejemplo de ella para los demás.

Tal como Tobin había ordenado para su padre y su madre.

Justo como le había hecho a Jinx.

1 Asesinato-Emocionante.
No había justicia en este universo que fuera gobernado por La Liga
y los monstruos que creó que se aprovecharon de todos ellos. Lo sabía
mejor que nadie.

¡Malditos sean por eso!

―Cuidado, amor. ¡Mira hacia dónde vas!

Dakari contuvo un grito cuando esa inesperada voz se entrometió


en sus pensamientos. Hasta que se dio cuenta de que el hombre que
hablaba no era uno de los asesinos que la perseguía.

Él era…

¡Enorme!

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E intimidante. Pero al menos este no estaba tratando de cortarle la
cabeza o apuñalarla.

Entonces, se obligó a sonreírle y actuar de la manera más normal


que pudo, dado su estado casi frenético.

―Es este el ¿Coto de Caza? ―Su guardia le había dicho que fuera a
ese bar lúgubre en el inhóspito puesto de avanzada de Trigange, era
donde sus posibles salvadores solían pasar el rato en sus horas libres.

Si no estaban allí cuando ella llegara, el dueño del lugar sabría


cómo comunicarse con ellos y le ofrecería protección hasta que
pudieran encontrarla.

Aunque por qué estaba poniendo su fe en una posibilidad tan


remota, no tenía idea. Solo eso, hablaba de lo desesperada que se había
vuelto su situación. La confianza era un concepto tan extraño para ella
como lo era bañarse para el hombre calvo y de piel púrpura frente a
ella.

Su mirada se entrecerró con sospecha. Luego, más rápido de lo


que ella podía parpadear, él sacó un blaster y lo apuntó a su cabeza.

Jadeando, ella no tuvo tiempo de reaccionar antes de que él


apretara el gatillo y disparara.

Solo que en lugar de quitarle la cabeza de los hombros, disparó


apenas un centímetro más allá de su mejilla, hacia la oscuridad.
―Malditos asesinos. Como las cucarachas. Ves uno, hay una
docena que no ves. ―Escupiendo en el suelo a sus pies, enfundó su
arma―. ¿Eres el objetivo?

―Yo… ―Dakari dudó en responder ya que la verdad podría hacer


que la mataran. La recompensa por su vida era asombrosa―. Estoy
buscando a Eve Itxara. Me dijeron que ella viene mucho aquí.

Él la ignoró.

―¿Cuánto vale tu vida?

―La tuya, si no te mueves.

Dakari jadeó ante el sonido de una voz profunda y sensual tan

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cerca de su oído que si la mujer hubiera querido hacerle daño, ya
estaría muerta. ¿Cómo se había acercado tanto a ella sin que lo notara?
Todos estos meses de vivir al límite, de estar hipervigilante a cada
sonido y vibración, nadie la había atrapado así.

Nadie.

Excepto esta mujer.

―¿Quién eres tú?

Salió de las sombras con una sonrisa maliciosa y malvada. Alta y


delgada con una exuberante piel oscura, tenía el tipo de constitución
atlética que decía que podía defenderse de cualquiera. Y aunque no
había armas aparentes en el cuerpo de la mujer, Dakari no tenía dudas
de que era letal. Cada parte de su porte decía que estaba preparada
para la batalla y lista para enfrentar cualquier cosa que La Liga o
cualquier otra persona le lanzara.

Eve de la Destrucción era justo lo que a Dakari le había sido


prometido.

Justo lo que necesitaba.

Desde la parte superior de sus largas trenzas Andarion hasta la


parte inferior de sus botas de encaje de tacón alto. ¡Maldición! Lo que
Dakari no daría por parecer tan intimidante y malvada.

El hombre levantó las manos y dio un paso atrás.

―Vamos, Eve. No hay necesidad de ser así.


Ella sonrió.

―No es necesario, pero librar a la galaxia de imbéciles es mi única


forma de entretenimiento, Bailey.

Él corrió tan rápido que Dakari se sorprendió de que no hubiera


dejado un rastro húmedo a su paso.

―Genial.

―Realmente no. La mayoría se refiere a mí como una perra furiosa


y hormonal. ―Eve rodó los hombros, lo que hizo que el cuero de su
chaqueta negra crujiera en protesta―. Personalmente, lo tomo como un
cumplido.

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―Por supuesto que sí.

Dakari contuvo el aliento al darse cuenta de que Eve no estaba


sola. Girándose bruscamente, vio a otra mujer detrás de ella. Una lo
suficientemente similar en apariencia que la marcó como familia. Solo
que esta tenía el cabello largo y negro que estaba recogido de su cara en
una severa cola de caballo. Su piel impecable era mucho más pálida
que la de Eve, pero no era menos malvada y feroz.

La mujer miró por el callejón.

―¿Atendiste a nuestro amigo, Jedi?

―Dah, por supuesto, Jayne. ―La voz masculina retumbó en la


oscuridad como un trueno―. El bastardo está durmiendo la siesta.

Jayne sonrió de lado.

―¿Basura?

―¿Algún otro tipo para su baja especie?

―Buen hombre. ―Eve sacó un par de gafas de sol y se cubrió los


ojos de color cobre con ellas―. Vamos, Dakari Tievel. Necesitamos
hablar.

Aturdida en múltiples niveles, Dakari vio como un hombre


increíblemente alto se les acercaba. Con una cabeza llena de largos,
oscuros y alborotados rizos, era increíblemente guapo. Y su arrogancia
decía que estaba más que consciente de ello. Que probablemente había
conquistado a todas las heterosexuales que alguna vez se cruzaron en
su camino.

Muy musculoso y con suficientes armas deportivas como para ser


un vehículo de asalto, le guiñó un ojo. Luego se volvió hacia Eve.

―Oye, señora jefa. No quiero discutir por lo que estás haciendo,


porque no soy estúpido, pero ¿desde cuándo interferimos con los
contratos de La Liga? Quiero decir… ese era un asesino de La Liga el
que me acabas de hacer aniquilar, ¿verdad? Y la última vez que revisé
esa mierda te matarán en cualquier galaxia, en cualquier lugar, en
cualquier momento.

Jayne se burló de su pregunta.

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―¿Te estás volviendo cobarde, Tweed?

―No. Pero tampoco soy suicida.

Eve arqueó una ceja hacia él.

―Punto justo, dadas algunas de mis acciones más recientes y


proclividad a la bebida imprudente. ―Se rascó la mandíbula―. Sin
embargo, esquivar los puntos de control de La Liga y eludir las leyes es
una cosa. Guerra total contra sus asesinos… me gusta tener las partes
de mi cuerpo donde los dioses querían que estuvieran, ¿sabes? Y
realmente me gusta mi cabeza sobre mis hombros.

Eve cruzó los brazos sobre su pecho.

―Entonces quizás deberíamos salir de la calle y perdernos de vista,


¿eh?

Hablando en otro idioma que Dakari no podía entender, Jedi puso


los ojos en blanco.

Jayne le dio una palmada en la espalda.

―No te burles de mi hermana, pirata. Recuerda, ella muerde.

Él resopló ante su advertencia.

―¿Como si no tuviera las marcas de mordisco en todo mi trasero


para demostrarlo? ―Echó una sonrisa de disgusto sobre el atractivo
cuerpo de la mujer―. ¿Por qué es que me gustas, Jayne?

Levantó las manos para acentuar su ropa resistente.


―Mi atrevido sentido de la moda.

―Más bien, mi grave lesión en la cabeza.

Jayne se echó a reír.

Eve gimió ante su juego.

―Y ambos están a punto de recibir una paliza si no se detienen y


se mueven.

Jedi la saludó.

―Sí, mi patrona y atormentadora.

―¿Estás relacionada con ellos también? ―le preguntó Dakari

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mientras la conducía hacia un transporte.

Con un ceño confuso, Jedi sacudió la cabeza.

―No. ¿Por qué?

Por un lado, no podía imaginar a un hombre de su tamaño


permitiendo que alguien le hablara así a menos que estuvieran
relacionados. En segundo lugar…

―Discutes con ellas como solía hacerlo con mi hermano.

Un aire peculiar se apoderó de Eve antes de que le ofreciera una


sonrisa.

―Puede que no seamos hermanos de sangre, pero somos familia de


todos modos. Es por eso que tolero su enorme trasero y su mala
actitud.

―Sin mencionar, mi mal manejo. ―Él le dirigió una sonrisa


maliciosa antes de apresurarse a tomar el asiento del conductor.

Eve comenzó a discutir, luego pareció rendirse en la pelea mientras


se ataba.

―Bien. Solo llévanos de regreso al Remorseless en una pieza,


Jedidiah.

Tan pronto como ella habló, la luz explotó a su alrededor. Seguido


por un fuerte disparo de un bláster.
Maldiciendo mientras Jayne devolvió el fuego y Jedi saltó del
transporte para ayudar, Eve sacó un blaster de debajo de su chaqueta.

―Pensé que neutralizaste a ese asesino.

Jedi hizo una mueca mientras protegía a Dakari con su cuerpo.

―Aparentemente tenía amigos.

Amigos enojados por la apariencia y el sonido de ello. Tan pronto


como Jedi la sacó del transporte, explotó.

Aterrorizada, Dakari retrocedió cuando la metralla llovió a su


alrededor.

Eve la tomó del brazo y la arrastró hacia otro callejón mientras

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Jedi cubría su retirada.

―¿Cuántos? ―preguntó Jayne.

―Seis. Nueve. Veinte docenas. Demonios, si puedo decirlo.

―¡Sígueme! ―Eve arrojó una granada hacia sus enemigos, luego


corrió por el callejón oscuro con tanta facilidad que Dakari no pudo
comprenderlo, a menos que sus gafas tuvieran algún tipo de infrarrojo.

Después de unos minutos y más disparos, abrió una puerta de un


puntapié y tiró a Dakari a través de ella.

―¿A dónde va?

Jedi resopló.

―Siempre que evite la muerte o la detención, ¿te importa?

―Realmente no.

―Entonces, cállate y sigue. ―Eve la urgió hacia el frente mientras


disparaba una ronda para cubrir la retirada de Jedi y Jayne.

Dakari siguió corriendo hacia adelante, a través del edificio vacío y


descuidado sin otro destino que no sea para evitar la muerte y
cualquier pesadilla que los persiguiera. Pero a diferencia de Eve, no
tuvo gracia al respecto cuando tropezó y cayó contra cosas en la
oscuridad.
Giró a la izquierda y se estrelló contra algo sólido. Realmente sólido
y aún…

El terror la consumió cuando se dio cuenta de que era un hombre.

No. No un hombre.

Un asesino.

Del tipo que estaban haciendo todo lo posible por evitar. ¡Mierda!

Él reaccionó al instante. Agarrando a Dakari antes de que pudiera


pensar en protestar o incluso en gritar, la empujó a un armario, luego
empujó a Eve, Jayne y Jedi encima de ella y la cerró con llave.

En pánico y confundida, esperaba que pelearan o maldijeran. Que

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hicieran algo.

Cualquier cosa.

En cambio, le indicaron que se callara mientras tomaban


posiciones en la pequeña habitación y enfundaban sus armas.
Completamente desconcertada, escuchó los sonidos afuera mientras
sus perseguidores alcanzaban su ubicación.

―¡Maldición! ¿A dónde se fueron?

―Deben haberse desviado antes de venir por aquí. ―La voz del
hombre era tranquila y fuertemente acentuada.

―¡Los vi venir hacia aquí!

―Debes haberte equivocado. He estado aquí todo el tiempo. Nadie


entró antes que tú.

―Pero…

―¿Quieres seguir discutiendo con un Top Ass o quieres encontrar


tu objetivo, agente?

―Lo siento, señor. ―Él se fue corriendo.

Aún más perpleja por todo esto, Dakari frunció el ceño ante la
mirada encantada en el rostro de Eve, especialmente dadas las
siguientes palabras que escucharon que no le restaron importancia a
esa expresión feliz.
―Alto comandante Shadowborne. Edificio uno, despejado. Si los
submarinos se dirigen a esta dirección, los derribaré con prejuicios
extremos.

Si esas eran las intenciones del asesino, ¿por qué estaban Eve y
Jayne sonriendo mientras Jedi sonreía con satisfacción? ¿Por qué
molestarse en ocultarlos cuando tenía la intención de matarlos?

Nada de esto tenía sentido.

¿Por qué sus "protectores" estaban tan cómodos con un asesino de


La Liga parado afuera de la puerta, hablando con sus colegas sobre sus
asesinatos? La Liga no era exactamente conocida por usar soldados o
agentes que no fueran su propio personal militar.

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Acusados de mantener la paz sobre todos los mundos y puestos de
avanzada existentes, eran su propio sistema legal que controlaba a
todos con puño de hierro. Ningún gobierno estaba a salvo de ellos.

Sus asesinos eran jueces y jurados para cualquier persona lo


suficientemente estúpida como para interponerse en su camino,
especialmente cuando alguien, como ella, tenía una orden de ejecución
contra su vida. Entonces, cualquier persona a su alrededor se
consideraba una pérdida aceptable. Ningún asesino podría meterse en
problemas por aniquilar lo que consideraban daño colateral. Estar cerca
de alguien que ellos querían muerto era tu error.

A nadie le importaría.

Ni siquiera había nadie para quejarse.

Ese hombre parado afuera podría hacer lo que quisiera con todos
ellos y nadie sería capaz de detenerlo. Entonces, ¿por qué los demás
estaban tan tranquilos y despreocupados?

Su respuesta llegó unos minutos después cuando la puerta se


abrió y el asesino les chasqueo la lengua en desaprobación.

―Una tarea simple, Evara. ¿Es mucho pedir?

Con los brazos en jarras, Eve caminó seductoramente hacia él.

―Eres bueno para hablar, dada la cantidad de veces que salvé tu


lindo y pequeño trasero. Creo que todavía me debes una.
Contra todas las reglas y protocolos de La Liga, una sonrisa
apareció en su hermoso rostro.

―Siempre, mi amita. ―Tirando de ella contra él, la besó.

Dakari estaba tan aturdida que le llevó un segundo darse cuenta


de que el asesino había expresado su cariño en Euforiano. Querida mía.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que escuchó su lengua
materna que casi la había olvidado.

Junto con el sonido de su acento. Por eso me había parecido tan


familiar.

No es de extrañar que le haya gustado escucharlo. Hizo que su voz


pareciera aún más profunda.

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Más sexy

Y eso explicaba por qué Eve estaba tan atraída por él.

Tan alto y musculoso como Jedi, tenía el cabello largo, rubio


blanquecino. Como el de ella. Solo que el suyo estaba trenzado por la
espalda, al estilo de todos los asesinos de alto rango de La Liga.

Un rango doblemente confirmado por su negro traje de batalla ya


que todos los asesinos de menor rango llevaban uniformes granates.
Ganar uno negro significaba que este hombre había asesinado
personalmente a más de doscientas personas por orden cruel de La
Liga. Y la mitad de esas vidas habrían sido muertes condecoradas, lo
que significa que eran miembros de La Liga u oficiales políticos de alto
rango.

Tacha eso…

Sus ojos se abrieron cuando vio sus mangas a la tenue luz. Cada
una sostenía una línea de dagas coronadas bordadas en rojo sangre. El
mismo cordoncillo rojo sangre que marcaba su cuello. No había
absolutamente ningún error en el rango de este hombre. Era un
comandante asesino de primer rango.

Un alto comandante. El llamado Top Ass.

Y eso fue aterrador más allá de toda razón, ya que menos del uno
por ciento de los asesinos de La Liga eran capaces de conseguir su
rango. Un rango que significaba que personalmente había tomado la
vida de más de quinientos objetivos asignados, con al menos cien de
ellos siendo asesinos completamente entrenados.

Su estómago dio un vuelco ante la sola idea de lo que este hombre


era capaz de hacer.

Llamarlo mortal era quedarse corto. Sin embargo, Eve parecía


perfectamente a gusto con alguien que podía matarlos a todos y dormir
como un bebé.

No es que ella la culpara. El hombre era espectacular. Sus


facciones eran cinceladas y duras. Como si los dioses hubieran querido
un espécimen masculino perfecto para esta máquina de matar de élite.
Como acurrucarse con una lorina rabiosa. Un hermoso gato salvaje que

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podría lamerte la mano un segundo y luego arrancarte el brazo al
siguiente.

En violación directa del protocolo y las reglas de La Liga, Eve le


quitó las gafas de sol opacas de su rostro. Los asesinos las usaban para
que nadie pudiera decir dónde estaban mirando o a quién estaban
apuntando.

Dakari también tuvo la sensación de que debían usarlas para lucir


más intimidantes, porque sin ellas, parecía casi amable y de buen
espíritu.

De hecho, tenía un par de ojos que eran el tono más claro y


vibrante de acero frío…

Ojos que la habían perseguido desde la última vez que los había
mirado.

Siempre te protegeré. No te preocupes, Dakaboo. Te tengo.

―¿Jinx? ―Dakari se atragantó con el nombre cuando se le alojó en


la garganta. Tenía demasiado miedo de decirlo en caso de que estuviera
equivocada y que de alguna manera sus ojos la engañaran a la tenue
luz.

Él asintió.

Un sollozo se rompió cuando se apresuró a abrazar al hermano que


había asumido durante todos estos años que estaba muerto. Al igual
que el resto de su familia.

¿Cómo podría estar vivo?


¿Y un asesino?

―Um, odio romper la reunión familiar, pero aún no estamos libres.

Jinx apretó sus brazos alrededor de ella.

―Tweedle tiene razón. Tenemos que darnos prisa.

Dakari le dio una palmada en el brazo cuando la dejó ir.

―¡Maldita seas! ¿Por qué no me dijiste que estabas vivo? ¿Por qué
me dejaste pensar que estabas muerto durante todos estos años?

Hizo un gesto hacia el uniforme de La Liga que llevaba.

―Te matarían si descubren que sobreviviste. O lo estaría yo.

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Porque a los asesinos no se les permitía ninguna debilidad. Si La
Liga alguna vez se enteraba de algo, se eliminaba instantáneamente.

En caso de que un asesino se vea mutilado o no pueda cumplir su


papel, eran ejecutados. Simple y llano. No había tal cosa como un
asesino retirado.

Retirados para ellos significaba muertos.

A ellos no se les permitía ningun tipo de apego o familia. Ni amigos.

Como agentes de la muerte, sus trabajos eran ser monstruos sin


alma enviados a aterrorizar e intimidar a todos en el universo.

Ella no tenía idea de lo que habían hecho ellos con su hermano


para convertirlo en semejante criatura, y honestamente no quería
saberlo. Había escuchado suficientes historias sobre su brutal
entrenamiento. La mayoría de los asesinos nunca sobrevivían para
llevar uniforme alguno.

Jinx había subido en todos sus rangos…

Eso requirió más que solo suerte. Requería una despiadada


habilidad y una inteligencia increíble.

Sobre todo, le quitó el alma.

Las lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba el nombre en su


uniforme.

―¿Shadowborne?
Él tragó saliva.

―Nunca deshonraría a nuestros padres usando su nombre para lo


que hago. Tibon me envió a mi muerte, pero renací en las sombras
como el monstruo que él solo cree que es.

Eve rio amargamente.

―Sí, si la venganza es una perra y la venganza es dulce, entonces


debo ser la perra más dulce que jamás hayas conocido.

―A la mierda ―dijo Jedi―. La revancha lleva demasiado tiempo.


Prefiero sacarles la mierda yo mismo tan pronto como lo necesiten. Lo
juro, el karma es una perra muy dormida ante la estafa, la mayoría de
las veces.

22
Jayne asintió.

―Sí, tengo una larga lista de nombres que el karma paso por alto.

Dakari entendía muy bien sus sentimientos. A ella le gustaría


poner las manos sobre Tibon en este momento y entregarle su propia
justicia que llevaba décadas de retraso.

Pero ella no quería pensar en él por el momento. Su verdadero


hermano era mucho más importante.

―¿Cómo sobreviviste?

―Pis y veneno, hermanita. ―Él le guiñó un ojo―. Regla uno. Si vas


a hacer un enemigo de alguien que solía amarte y atacarlo en medio de
la noche cuando su guardia está baja, entonces es mejor que te
asegures de que no sobreviva. ―Jinx le acarició el cabello pálido como
solía hacer cuando eran niños.

―No entiendo.

―Eras la única cosa que mantenía vivo a Tobin. Mientras él te


mantuviera a salvo, estaba dispuesto a sentarme y dejar que el karma
lo atrapara. Ahora… ―La besó en la frente y suavemente se la entregó a
Eve―. Sabes qué hacer.

Eve asintió.

―Mantente a salvo, mi sombra.


―No te preocupes. Sé que si hago algo estúpido, me castigarás
enviando a Jed detrás de mí.

Jayne se echó a reír.

Jedi sacudió la cabeza.

―Solo te resulta gracioso porque tu hermana no te hace ir a buscar


a su idiota cuando está haciendo algo profundamente peligroso.

Jinx le dirigió una mirada seca y molesta.

―Oh, por la cantidad de veces que tengo que susurrarme a mí


mismo… no vales la pena la sentencia de muerte.

Jedi se echó a reír.

23
―También te amo, grandote. ―Dando un paso adelante, abrazó a
Jinx.

Dakari no pasó por alto el verdadero afecto que se tenían el uno al


otro. Jinx era tan parte de su variopinta familia como lo era Jedi.

Le dio una palmada a Jedi en el brazo.

―Cuida a mis damas.

―Lo haré, Top Ass.

Eve le devolvió las gafas de sol en la mano. Luego lo besó.

―Recuerda tu promesa.

―No te haré llorar.

Pero la forma en que se aferraron el uno al otro trajo lágrimas a los


ojos de Dakari. No podías pasar por alto lo mucho que se amaban.

Malditos sean La Liga y Tobin por mantenerlos separados. La Liga


nunca dejaría ir a Jinx y si alguien se enterara de Eve, los mataría a
ambos.

Para el caso, Jinx sería asesinado si alguna vez supieran que la


había ayudado. Por eso se tomó un momento para escanear fuera de la
puerta y escuchar a los demás.

Cuando comenzó a irse, Dakari lo agarró del brazo.


―¿Te veré de nuevo?

Él cubrió su mano con la suya y sonrió, luego miró a Eve.

―Estoy siempre contigo, Dakaboo, te lo dije. Nadie te hará daño en


mi guardia.

Luego se fue tan rápido y silencioso que ella apenas pudo


procesarlo. Tragado por las sombras por las que se hacía llamar.

―¡Recuerda, Jinx! ―gritó Eve en voz baja―. Cuando pregunté, ¿qué


tan estúpido puedes ser? ¡No significa un desafío personal!

Una risa baja les respondió desde la oscuridad.

―Será mejor que te mantengas a salvo ―gruñó Eve.

24
Con un profundo suspiro, ella le ofreció a Dakari una sonrisa.

―Vamos, princesa. Es hora de encontrar un lugar seguro para


quedarse.

Sí, pero no había tal lugar para ella. Ya no.

―Vendrán tras de mí. Es un contrato de La Liga. No descansarán


hasta que esté muerta.

―Y ese es tu hermano a tu espalda. Se asegurará de que esté


despejada.

Dakari miró en la dirección donde Jinx había desaparecido.

―¿De verdad lo crees?

Eve asintió.

―Tu hermano es igual que yo. ¿Hasta dónde llegaré para proteger
lo que amo? Todo el camino. Llueva el infierno sobre mí y lo devolveré
con interés. Es lo que lo hace tan letal por lo que hace.

―Y mi hermana ―agregó Jayne―. No la llamamos Eve de la Furia


por nada.

Dakari frunció el ceño.

―Pensé que era conocida como Eve de la Destrucción.

Eve sonrió.
―Ambas están equivocadas. Soy Eve de las Sombras.

Jinx hizo una pausa cuando vio a su medio hermano sentado en el


escritorio que una vez perteneció a su padre. Tan pronto como Tobin
mató a los padres de Jinx y lo vendió a La Liga pensando que lo
masacrarían antes de que llegara a la pubertad, Tobin se mudó y
asumió el control como si fuera su derecho.

¿Qué tan desagradable puede ser un hombre? Destruir a los que


nunca lo habían dañado. Aquellos quienes lo había amado y cuidado, le
habían dado todo lo que siempre había querido. Incluso antes de que lo
pidiera.

25
¿Y para qué? ¿Orgullo? ¿Codicia?

¿Estupidez?

¿Celos?

Jinx todavía no entendía lo que había causado que su hermano


explotara y arremetiera contra toda la familia en una ira tan llena de
odio.

Nueve años mayor que Jinx, Tobin se había considerado el asesor y


ayudante clave de su padre. Con mentiras y manipulación sutil, había
aislado a su padre de todos los que lo rodeaban, incluida su propia
esposa, la madre de Jinx.

El peor temor de Tobin había sido que Jinx algún día lo


reemplazaría en el corazón de su padre, o que la madre de Jinx pudiera
romper el hechizo que tenía sobre su padre. Que Jinx y Dakari
pudieran de alguna manera tomar un crédito de su codiciosa y viscosa
palma antes de poder gastar todo el dinero de su padre.

Y, sin embargo, a pesar de su avaricia e insistencia en que era más


inteligente que todos los demás en el universo, incluido su padre, a un
año después de la muerte de su padre, Tobin había llevado a la
bancarrota a su antiguo y próspero imperio. Eso era lo estúpido y
delirante que Tobin había sido sobre sus "habilidades". No fue suficiente
que les mintiera a todos a su alrededor, también se había mentido a sí
mismo. Convencido de que podía dirigir su imperio con la misma
facilidad que su padre.
Ahora Eufora era uno de los distritos más pobres y deteriorados de
los Nueve Mundos. Dependían de préstamos y obras de caridad de otros
gobiernos para funcionar. Y fue un funcionamiento mínimo en eso.

Su padre lloraría al ver el daño que Tobin había causado en su


amado imperio. Tal vez era mejor que estuviera muerto, después de
todo.

Lástima que Tobin no fuera lo suficientemente hombre como para


suicidarse y hacerles un favor a todos.

Como si alguien alguna vez echara de menos un pedazo de mierda


tan inútil.

Pero los cobardes nunca le hicieron ningún favor a nadie, excepto a

26
sí mismos.

Inútil de principio a fin.

La respuesta "brillante" de Tobin para revitalizar lo que había


destruido había sido un matrimonio político para Dakari con un rico
hombre, mayor que su padre. Su forma de salvar su trasero, sin tener
ningún respeto por ella ni por nadie más. Luego, cuando ella se había
negado a ser su peón, Tobin la había golpeado, pensando que al menos
podría tener el dinero de su seguro de vida.

Su segundo error.

Es curioso cómo los fantasmas del pasado siempre volvían a casa


para descansar. Todos somos los arquitectos de nuestra propia
desaparición. La cita favorita de su padre.

Lástima que Tobin no lo hubiera recordado.

Su padre había creado su propia muerte al malcriar a un mocoso y


alabarlo cuando debería haber pateado a Tobin en el culo directo a la
acera. Gereon Tievel nunca debería haber permitido a Tobin pensar o
creer por un instante que era algo que no era. Que en realidad tenía
una sola célula cerebral en funcionamiento en su cabeza.

Ahora…

Jinx pasó junto a la cama donde Tobin tenía a una mujer


encadenada. Desnuda y sola por el momento, yacía con una almohada
en la cara para poder amortiguar los sollozos. Su espalda estaba
cubierta de moretones y huellas de manos despiadadas.
Disgustado por las perversiones de su hermano, quería liberarla,
pero mejor dejarla allí para que nadie pudiera acusarla de la muerte de
su hermano. No es que no fuera justificado.

Aun así, la pobre mujer obviamente había sido castigada lo


suficiente por las manos de Tobin. No necesitaba sufrir debido a su
muerte, que estaba demasiado atrasada.

Silencioso como las sombras por las que se hacía llamar a sí


mismo, Jinx entró sigilosamente en la habitación donde su hermano
estaba sentado solo en su infinita miseria, bebiendo y absorbiendo las
drogas que solían obligar a su padre a sacarlo de la cárcel.

Vestido con una bata de baño que se había puesto sobre su cuerpo

27
desnudo, pero no se había molestado en ponerse el cinturón, Tobin se
veía exactamente como el viejo pedazo de mierda miserable que era. Su
cabello escaso se había vuelto completamente blanco y su rostro
parecía mucho más viejo que sus años.

Ten cuidado con lo que cortejas como tu compañero, hijo mío, porque
algún día lo usarás para que todo el mundo lo vea. El cuerpo se pudre de
adentro hacia afuera, y tus pecados devorarán tu alma. Eventualmente,
esos pecados se encontrarán en la superficie y las líneas en tu rostro
marcarán todo el mal que has hecho. La gente verá y sabrá exactamente
quién y qué eres realmente.

Qué raro que solo hubiera tenido unos escasos once años con su
padre y, sin embargo, recordara tan bien su sabiduría. Mientras tanto,
Tobin había tenido la suerte de tenerlo durante veinte años y parecía
haber olvidado todo.

Quizás el mal hacia a la gente estúpida y ciega.

Ciertamente los hizo retorcerse. Y Jinx no pudo evitar burlarse


mientras Tobin se reía del video que había grabado de sí mismo
abusando de la pobre mujer que estaba en su habitación.

Debería haber hecho esto hace años.

Pero un golpe no autorizado de La Liga contra cualquier objetivo


político podría matarlo.

Por otra parte, respirar siendo esclavo de La Liga podría hacer que
lo maten.
¿De qué servían sus habilidades si no las usaba para sacar la
basura de vez en cuando? Que vengan por él si es necesario.

Deja que su desafío lo redima.

―¿Ya está muerta?

Jinx se congeló cuando se dio cuenta de que Tobin estaba en su


comunicador hablando con alguien.

―Todavía están cazando a la pequeña perra. Lo juro, ella tiene más


vidas que una lorina. ―Esa era la voz de Jessel, la media hermana de
Tobin. Mientras Jinx y Tobin compartían un padre, Jessel y Tobin
compartían una madre.

28
Recordaba a la perra mocosa de su infancia. Con el cabello castaño
rizado y una sonrisa odiosa que hacía que todos quisieran abofetearla a
los diez minutos de conocerla, había nacido resentida.

Por razones que nadie había entendido, la madre de Tobin solía


enviarla a su casa para visitarlos en cualquier oportunidad que podía.
Personalmente, él siempre pensó que era para vengarse de su padre y
su madre.

Seguramente no había mayor infierno que ser forzado a tolerar las


quejas e insultos quejumbrosos e incesantes de Jessel.

Pero como un tonto, su padre lo había permitido. Jinx nunca había


entendido la tolerancia de su padre, y especialmente la de su madre.
Pero entonces Samara Tievel había sido amable hasta el final,
especialmente cuando se trataba de niños. Sus padres habían sentido
lástima por Jessel y Tobin. Los habían considerado inofensivos y habían
querido ayudar. Darles una vida mejor.

¿Cómo les habían pagado su amabilidad?

Tobin los había asesinado delante del único hijo que había amado
a su padre y adorado a su madre.

Ese horrible recuerdo había vivido en el corazón de Jinx todos los


días de su vida y cada pesadilla de su sueño. Fue lo que lo convirtió en
el monstruo que La Liga ansiaba y lo que lo hacía no tener piedad de
nadie.

Soy el infierno que temes. Reza a tu dios para que nunca me liberen.
Esa había sido la promesa que Jinx se había hecho a sí mismo cada
minuto de su entrenamiento en La Liga. Si sobrevivo, pagaré mi deuda
en su totalidad.

Hoy se venció.

―Sí, bueno, La Liga la atrapará, y ella ya no será nuestro


problema. Si bien su seguro no es tan alto como lo hubiera sido el
matrimonio, será suficiente para hacernos felices.

―Bueno. Necesito un nuevo par de zapatos. ―Jessel se echó a reír.

Jinx vio rojo.

Pero redujo su ira.

No se trataba de ira. Era una venganza.

29
Además, Jessel tenía una edad cercana a Dakari. Genéticamente
cerca, también…

El resto podría ser forjado, especialmente por un alto comandante


de La Liga.

Sigue hablando, perra.

Y lo hizo.

Con cada segundo que pasaba, Jinx apretaba más su mano sobre
su antebrazo. Debajo de su manga estaba el tatuaje que se había hecho
hacía mucho tiempo para recordarse que había estado luchando todos
los días de su vida desde que era un niño.

No un sobreviviente.

Un guerrero.

No terminó cuando él perdió. Terminaba cuando él muriera.

Y eso no era hoy. Mientras viviera, pelearía y que los dioses ayuden
a cualquiera que esté frente a él como un oponente.

Tobin desconectó su llamada con su hermana y se puso de pie. Se


volvió y se congeló en el instante en que vio a Jinx en las sombras.

―Espero que tengas buenas noticias.

―Así es.
Tobin dejó escapar un suspiro de alivio.

―¿Está muerta?

Jinx luchó contra su impulso de burlarse. Que patético que Dakari


había sido una niña tan pequeña la última vez que lo vio y, sin
embargo, lo reconoció al instante.

Era la viva imagen de su padre y, sin embargo, este bastardo no


veía el parecido en absoluto.

Tal vez era la bebida o las drogas. Pero Jinx no estaba dispuesto a
ser de ese tipo. Más como si fuera la estupidez de Tobin. O simplemente
falta de respeto por alguien que no sea él mismo.

30
Incluso el padre que había masacrado delante de su hermano de
once años. Porque nadie importaba en el mundo, excepto Tobin y lo que
Tobin quería. Todos los demás eran prescindibles.

―Sabes, Tobin, los Euforianos tienen un viejo dicho. El hacha


olvida lo que recuerda el árbol.

―¿Qué?

Sacudió la cabeza.

―No recuerdas ese, ¿eh? Entonces qué tal, nada bueno sucederá a
quienes rompan sus juramentos. ―Se quitó las gafas de sol de los
ojos―. ¿Recuerdas el juramento que una vez me hiciste?

Tobin palideció cuando finalmente se dio cuenta de con quién


estaba hablando.

―Uh… um…

―Me prometiste que cuidarías de Dakari. Que nada le pasaría.


Mientras mantuviste ese voto, retuve mi espada. ―Jinx sacó su daga
sagrada de La Liga. Cada asesino tenía su única arma de elección.

Su medio de ejecución favorito.

Esta larga y negra daga afilada era la suya.

―¡Se supone que estás muerto! ―Tobin trató de correr, luego


tropezó y cayó.
―Y se suponía que nunca gobernarías el imperio de mi padre. Pero
este es el Universo Ichidian, Tobin. Toda vida tiene un precio.

Lástima que Tobin no valiera nada.

Sin pestañear ni vacilar, Jinx acabó con su hermano tal como le


habían enseñado. Enseñado porque Tobin lo había vendido a La Liga
para ser utilizado como objetivo para que los asesinos practicaran sus
habilidades letales. La idea era alimentarlos manualmente con un niño
para que pudieran aprender a no sentir compasión.

Para matar indiscriminadamente, independientemente de la edad o


el tamaño.

Habían fallado en sus tareas.

31
Él no. Porque esa era la única regla de su especie. No morir.

No soy sobreviviente

Soy un guerrero.

Y esta noche, el árbol derribó el hacha, y Jinx mantuvo su


juramento a su hermana.

Dakari estaría siempre a salvo tan pronto como le hiciera una


visita a Jessel…

La familia lo era todo. Déjalos hacer llover el infierno sobre él si es


necesario. Pero no terminaría bien para ellos si lo intentaran. Porque ya
no era un niño asustado vendido a La Liga para morir. Era una
máquina de matar bien afilada que no tenía compasión por nadie lo
suficientemente tonto como para perseguirlo a él, o al pequeño puñado
de personas que le importaban.

Mi silencio no es debilidad.

Solo significa que la bestia dentro de mí está dormida. No muerta.


The Neighbors
Sherrilyn McQueen

32
―Creo que hay algo mal con nuestros vecinos. ―Jamie se apartó de
la ventana para fruncir el ceño a su madre―. ¿Los has visto?

―Solo cuando los Thompson se mudaron hace unos meses y


Teresa me dio su número.

―Pero no desde entonces, ¿verdad?

Con su largo cabello rubio y brillantes ojos verdes que combinaban


con los suyos, su madre recogió la mochila de su hermana pequeña y la
dejó sobre la mesa cerca de él.

―Teresa dijo que su esposo es un anticuario internacional. Viaja


mucho y tiene horarios extraños cada vez que trabaja desde casa.

33
Jamie se movió para sentarse a la mesa para hacer su tarea.

―Te lo digo, mamá, hay algo realmente extraño en ellos.

―Deja de leer todas esas novelas de terror y mirar esas


espeluznantes películas y programas de televisión. No más Stephen
King. Todo te está volviendo paranoico.

Quizás, pero aun así…

Jamie tuvo un mal presentimiento que no desaparecería. Inquieto,


observó que su madre recogía los juguetes de Matilda y suspiró de
cansancio.

Había sido difícil para todos ellos en los últimos meses desde que
su padre había sido asesinado en un viaje de "negocios".

Cuando Jamie abrió su libro de química, un movimiento afuera


llamó su atención. Frunciendo el ceño, se deslizó de su silla para mirar
más de cerca.

Se quedó boquiabierto al ver a su vecino llevando una bolsa de


formas extrañas de su garaje separado y arrojándola al maletero de su
automóvil… que, ahora que lo pensaba, nunca estaba estacionado en el
garaje.

Tampoco el de Teresa.

Su vecino luchó con el peso y la forma extraña de lo que había en


esa bolsa.

¿Era un cuerpo?
Vamos, amigo. No seas estúpido. No es un cuerpo.

Pero Jamie había visto muchas películas de terror donde movían


cadáveres, y eso era lo que parecía. Ni siquiera se curvaba derecho.

Definitivamente rigor mortis.

―¿James? ¿Qué estás haciendo?

Se apartó para ver a su madre mirándolo.

―Siendo mi ser delirante habitual. ¿Y tú?

―Preguntándome qué me metí durante el embarazo que te causó el


daño cerebral. Deben haber sido esas virutas de pintura con plomo que
ansiaba.

34
―Ja ja. ―Volvió a su tarea, pero mientras trataba de concentrarse
en la química, no podía dejar de pensar en lo que acababa de ver.

La forma en que su vecino había llevado esa bolsa…

Tenía que ser un cuerpo.

Incapaz de concentrarse, se levantó para mirar al exterior otra vez.


En el momento en que lo hizo, vio a la esposa de su vecino, Teresa, con
un enorme cubo blanco que contenía una especie de líquido rojo espeso
que estaba esparciendo por el camino de entrada.

¿Rojo?

¿Agua?

No, hombre. Era demasiado espeso para agua. Parecía sangre. Tal
vez diluido, pero definitivamente es una sustancia similar a la
hemoglobina.

Fue a llamar a su madre, pero en el momento en que abrió la boca,


Teresa levantó la vista y lo vio en la ventana.

Aterrorizado y temblando, rápidamente golpeó el suelo con su


vientre.

¡Oh Dios, me vio!

¿Qué iba a hacer? Sé cómo se ve la sangre. Incluso diluida. Y eso


había sido sangre lo que ella había estado tirando.
Tal vez es una taxidermista.

Sí, claro.

―¿Jamie?

Se estremeció ante la llamada de su hermana. Arrastrándose por el


piso, no se levantó hasta que estuvo en el pasillo.

―¿Qué necesitas, Matty?

Con rizos color miel y ojos azules brillantes, su hermanita lo miró


desde el sofá.

―¿Puedes venir a ayudarme? No puedo poner el televisor en el


canal correcto.

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―Seguro. ―Se acercó a ella para comprobarlo. La batería del
control remoto estaba baja.

Después de cambiarla por ella, regresó a la sala para ponerlo en el


canal de niños que ella prefería, luego se congeló cuando escuchó la
noticia.

―Otro cuerpo fue encontrado cerca de Miller's Pond. Los restos sin
cabeza fueron quemados más allá del reconocimiento. En este
momento, las autoridades están investigando cada pista. Hasta ahora,
están perdidos por este horrible crimen que parece estar relacionado
con un conjunto de seis asesinatos en los últimos cuatro meses.

Jamie estaba congelado en el lugar cuando escuchó esas palabras.

Seis asesinatos.

Cuatro meses.

―¡Dame eso! ―Matilda le quitó el control remoto de la mano y


cambió de canal.

Enfermo del estómago, Jamie se mordió el labio. Ahora que lo


pensaba, esos asesinatos solo habían comenzado después de que los
Thompson se mudaran.

Hace seis meses. Solo unas semanas después de que su padre


fuera asesinado en las afueras de Memphis.

Extraño.
No es nada, tonto. Vuelve a tu química.

Sí, pero ¿y si…?

―¿Jamie?

Se volvió ante el tono iracundo de su madre que generalmente


denotaba un mal hábito que tenía.

―¡Bajé el asiento!

Ella le gruñó.

―No es el asiento del inodoro. Acabo de recibir una llamada de


Teresa. ¿La estás espiando?

36
Bueno, sí, pero no era lo suficientemente tonto como para decirle
la verdad con ese tono de voz.

―No.

Con las manos en las caderas, ella lo fulminó con la mirada.

―¡Más te vale que no! Dijo que va a llamar a la policía y


denunciarte por acoso si lo vuelves a hacer.

―¿Porque estaba mirando por la ventana de mi casa? ¿De verdad?


¿Cuándo se convirtió eso en un crimen?

―No te hagas el listillo conmigo, muchacho. Ahora haz tu tarea.

Gimiendo en voz baja, Jamie volvió a su libro, pero no antes de


llamar a su mejor amigo.

Para cuando terminó su tarea, Ed estaba en la puerta de atrás con


una sonrisa malvada en su carita de nerd. Apenas de metro sesenta, Ed
no era la persona más intimidante del planeta, pero era un oponente
increíble en cualquier equipo de ciencias o matemáticas.

―Entonces, piensas que tus vecinos son raros.

―Shh. ―Jamie miró por encima de su hombro para asegurarse de


que su madre no estuviera allí antes de empujar a Ed a las escaleras de
atrás―. Sí. Hay algo que no está bien. ¿Te sientes con ganas de
husmear?
―Siempre. Es lo que mejor hago… la única vez que mi masa
corporal compacta es útil.

Ignorando su mini-diatriba, Jamie apagó la luz de fondo y se


agachó mientras se dirigía desde el porche a la hierba. Como un
escuadrón de asalto militar, se dirigieron a través de su patio trasero,
hacia el de los Thompson.

A medio camino del garaje de los Thompson, Ed se echó hacia


atrás con el ceño fruncido.

―¿Qué? ―susurró Jamie.

Palideciendo, Ed levantó la mano para que la viera.

37
―Es sangre. ―Él miró a su alrededor―. El suelo está saturado de
ella.

Enfermo del estómago, Jamie levantó las manos para verlas


teñidas de rojo. Justo como las de Ed.

―¿Es humana?

―¿Cómo puedo saber? Sangre es sangre. Y esto definitivamente es


sangre. ―Los ojos de Ed se abrieron enormemente―. ¿Crees que son los
asesinos en serie que buscan los policías?

―No lo sé.

Mordiéndose el labio, Jamie se dirigió hacia el garaje separado para


dos autos en busca de pistas. Tardó varios minutos en desbloquear la
cerradura.

Tan silencioso como una tumba, él y Ed se trasladaron al pequeño


edificio que estaba cubierto de plástico.

Como la guarida de un asesino en serie.

Ed se acercó a él.

―Tenemos que salir de aquí y llamar a la policía.

―No sin alguna evidencia.

―Sí, no, he visto esta película. El niño blanco nerd muere primero.
Me voy de aquí.
Agarró el brazo de Ed mientras sus ojos se acostumbraban a la
oscuridad.

―Espera un minuto.

Jamie fue al banco de trabajo donde alguien había dejado un mapa


de su pequeña ciudad de Mississippi y una caja de tarjetas.

Una caja de tarjeta que contenía licencias de conducir.

¿Qué demonios?

Al abrirla, Jamie vio hombres y mujeres de todo el país. Qué tipo


de…

Sus pensamientos se dispersaron cuando vio la licencia de su

38
padre allí.

¿Por qué tendrían la licencia de su padre?

Confundido y aterrorizado, Jamie volvió a mirar el mapa que tenía


su casa y las de todas las familias de la ciudad marcadas con un
marcador rojo.

―Jamie ―gruñó Ed entre dientes apretados―. Oigo algo.

Cuando emprendieron el viaje de regreso a la ventana, Jamie se


congeló ante la vista de una pared reflejada.

Pasos se acercaban.

Ed corrió hacia la ventana con Jamie un paso detrás de él. Ambos


estaban sudando y temblando cuando salieron del garaje. Pero tan
pronto como sus pies estuvieron en el suelo, los faros iluminaron todo
el patio.

Estaban atrapados.

Si intentaran regresar a la casa de Jamie, los verían con seguridad.

Sin otro curso de acción, Jamie se agachó debajo de la ventana


abierta y escuchó mientras el conductor apagaba el auto y salía. Los
pasos resonaron cuando el conductor entró en el garaje.

―¿Oye, cariño? ―gritó el señor Thompson―. ¿Has estado jugando


en el garaje otra vez?
Las luces se encendieron en la casa un instante antes de que
Teresa caminara la corta distancia hasta el garaje.

―¿Y ahora qué, Bob?

Ed corrió hacia la casa de Jamie mientras Jamie se quedaba.


Levantándose lentamente, se asomó por la ventana para ver a los
Thompson de pie en el centro de su obvia zona de exterminio.

―Alguien ha estado hojeando mi diario. ¿Fuiste tú?

―No. No he estado aquí. ―Se acercó al espejo.

Jamie jadeó ante lo que vio allí.

¡Oh, mierda! ¡Lo sabía!

39
Levantó su teléfono y rápidamente tomó una foto de ella. Luego
hizo lo que Ed había hecho. Corrió por el césped lo más rápido que
pudo. Corrió hacia su casa, cerró la puerta de un portazo y bajó todas
las persianas.

―¡Maaa!

Ed se encontró con él en la sala de estar, donde se aferraba a


Matilda por todo lo que valía.

―Pensé que esas cosas eran mitos inventados por maestros y


padres para asustarnos.

―¿Qué? ―preguntó su madre.

Jamie tragó saliva mientras su madre los miraba como si


estuvieran locos. Con la respiración entrecortada, le tendió el teléfono a
su madre.

―¡Tenemos que llamar a la policía!

―¿Para qué?

―¡Nuestros vecinos, ma! ―Él le mostró la foto de ellos parados


frente al espejo… captando un reflejo―. Son humanos… asesinos ¡Y
están aquí para destruir nuestra colonia!
Fire and Ice

40
Capítulo 1

―Entonces tú eres uno de esos asesinos rudos de La Liga, ¿eh? No


pareces mucho uno para mí.

41
Sin ser molestado por el roedor que acababa de levantarse para
desafiarlo, Adron Quiakides detuvo su bebida a mitad de sus labios. Su
sangre corrió por sus venas como lava mientras estrechaba su mirada
sobre el macho fornido frente a su cabina que apenas calificaba como
humano.

Por otra parte, eso se aplicaba a casi todos.

Especialmente a él.

Con un suspiro cansado, lanzó una mirada aburrida al idiota. El


entrenamiento militar de élite de Adron le permitió medir al bastardo en
un nanosegundo. Vestido de negro sobre negro porque pensó que lo
hacía parecer más duro, la estúpida mierda llevaba una abundancia de
armas a la vista, lo que significaba que no sabía cómo usar ninguna de
ellas correctamente.

Obviamente, esperaba que el simple número disuadiera a


cualquiera de meterse con él.

Amateur de mierda.

Incluso más ofensivo que las armas, su ropa era dos tamaños
demasiado pequeña, para mostrar sus músculos inflados que estaban
fuera de proporción con el resto de él, sin duda por el abuso de
esteroides. Se puso de pie con la cadera ladeada, bramando y
pavoneándose para un grupo de "amigos" con cosas en común, quienes
se reían de su fanfarronería inflada.

Matón. Basura.
Asesino a sueldo demasiado incompetente en su oficio para pagar
sus propias cuentas.

Probablemente vivía de una novia o un novio al que golpeaba cada


vez que su furia inducida por esteroides se volvía más de lo que podía
soportar.

En resumen, no valía la pena el costo de un blaster para eliminarlo


del banco genético. Día de suerte para él porque en el pasado, Adron no
hubiera dudado en realizar ese servicio público.

Entonces, en lugar de molestarse, Adron suspiró y tomó su bebida


de un trago, luego se sirvió otro.

―Tienes tres segundos para evaporarte o voy a rociar tu cerebro

42
sobre toda tu tripulación detrás de ti.

El hombre se rio mientras se burlaba del bastón negro con punta


de plata de Adron que descansaba contra la mesa.

―Eres un lisiado patético. ¿Qué puedes hacer además de


emborracharte y fulminar con la mirada? Me sorprende que incluso
dejen que algo como tú entre aquí con el resto de nosotros. ―Se volvió
hacia sus amigos para poder seguir burlándose de la condición de
Adron―. Ayúdame. Ayúdame. Estoy tan asustado. ¡Por favor, no me
hagas daño, Asesino de La Liga! ―Eso fue un falsete que hizo que Adron
se preguntara qué puerta del ascensor había atrapado los genitales del
hombre―. Mira, estoy llorando como la pequeña perra que violé anoche.

Y eso aplastó su calma al instante, ya que era lo único por lo que


no tenía tolerancia. Con su furia en aumento, Adron sintió que el viejo y
familiar frío se apoderaba de él.

Sin dudarlo, pateó la mesa, derribando al hombre. A pesar de que


su cuerpo gritaba en agonía, protestando contra sus movimientos, se
levantó, tiró de uno de los blasters del cinturón del bastardo y lo apuntó
entre los ojos.

Un disparo.

Una muerte.

Ese era el credo del asesino que le habían enseñado, y fiel a su


entrenamiento y la promesa que le había dado a la estúpida mierda,
envió un pedazo más de alimañas fuera de este plano de existencia.
Lástima que no lo había hecho un día antes de que la basura
encontrara a su última víctima.

Los gritos estallaron cuando varios clientes se agacharon para


cubrirse o corrieron hacia la puerta. Otros simplemente miraron con
curiosidad la muerte. Comportamiento típico de Crona.

A la mierda

Completamente insensible a todo y al glorioso desastre que el


cerebro del hombre había hecho al salpicar sobre sus compañeros,
Adron arrojó el desintegrador al cuerpo del hombre, luego retomó su
asiento con calma y ajustó su abrigo negro a su alrededor.

Edsel, el dueño del club, se adelantó con un profundo suspiro

43
mientras miraba el cadáver astillado. Levantó el bastón del suelo donde
había caído durante el caos y se lo entregó a Adron.

―Preguntaría qué pasó, pero tengo una muy buena idea. Él habló y
tú disparaste. ―Regresó la mesa a su posición anterior―. Por qué
alguien con incluso una sola célula cerebral se te acerca está más allá
de mí. No es que no le telegrafíes a todo el universo que solo estás a un
paso de este lado de la locura… ―Él hizo una mueca y sacudió la
cabeza―. No importa. Otro lado de la locura, buscando a alguien para
matar y aliviar tu aburrimiento. ―Volvió a mirar el cuerpo―. Por otra
parte, no tenía cerebro en absoluto… ahora. Tiro impresionante, por
cierto.

Realmente no. Desde esa distancia, incluso su hermana podría


haber matado.

Adron extendió su tarjeta para pagar el desastre, pero no habló. No


le gustaba perder el aliento, y Edsel sabía que la tarjeta significaba que
cubriría todos los daños y compraría bebidas para cualquier persona
disgustada por el derramamiento de sangre. Sin mencionar que
seriamente dolía mucho hablar. Entonces, había aprendido a mantener
sus comentarios al mínimo al tratar con otros.

Edsel tomó la tarjeta y siguió quejándose.

Después de unos segundos más de limpiar la sangre, levantó la


tarjeta entre sus dedos.

―Sabes, esta es la única razón por la que tolero tu lamentable


trasero aquí, por cierto, porque siempre haces bien el derramamiento de
sangre, a diferencia de los otros cretinos borrachos quienes entran aquí
peleándose. Aunque por qué cada dos días algún imbécil tiene que
desafiarte, nunca lo entenderé. Estúpidas escorias. Si no pueden decir
que eres letal, son demasiado tontos para vivir. Demonios, considero
que esto es un servicio público. Probablemente tú también lo hagas.

Edsel dio un paso atrás cuando una camarera trajo otra botella de
Fuego Tondarion y la colocó frente a Adron.

Edsel indicó a los clientes que los miraban.

―Adelante, todos. Solo un pequeño malentendido. Los fuegos


artificiales han terminado. Ahora están a salvo. ―Luego agregó en voz
baja―: Siempre y cuando no te metas con un asesino de La Liga

44
enojado. Idiotas.

Ex asesino.

Cómo todo el mundo seguía pasando por alto eso, no tenía idea.

Edsel hizo un gesto para que viniera su seguridad.

―Chicos, limpien esto. No quiero verlo, y sé que nadie más lo


quiere tampoco. ―Luego, más fuerte, volvió a hablar a la multitud―.
Bebidas gratis para cualquier persona que tenga materia cerebral en su
cuerpo o ropa. Perdón por los nervios crispados y las molestias. ¿Qué
puedo decir? Este es un lugar emocionante.

Se giró hacia Adron

—Te preguntaría si tienes una orden de arresto para ese asesinato,


pero no quiero estar tendido junto a él en el suelo. No te preocupes. Si
entran las autoridades, les diré que el asesino corrió hacia la puerta
después del tiroteo. ―Edsel miró a los compinches que aún no se
habían movido ni parpadeado―. Y sé que esos no dirán una palabra.
Dos de ellos se mearon encima.

Adron se burló mientras tomaba otro trago. No huía de nada y de


nadie, razón por la cual estuvo aquí esta noche.

En esta condición rota.

Malditos bastardos. Que todos se pudran en el infierno.

Edsel y los demás se desvanecieron entre la multitud.


Furioso y aún queriendo sangre, Adron entrecerró la mirada hacia
los amigos del muerto que ya no se reían. Con el rostro pálido,
intentaban aceptar lo que había sucedido y la velocidad con la que
Adron había erradicado a su enfermo compatriota. Por la luz en sus
ojos, se dio cuenta de que tenían pensamientos de vengar a su
compañero, pero su sentido común prevaleció, y uno por uno
caminaron hacia el bar para reclamar sus bebidas gratis.

La camarera le lanzó una última mirada aterrorizada. Luego corrió


hacia lo que ella percibía como una distancia segura.

Adron estaba amargamente divertido. Una vez en otra vida, podría


haberla seguido hasta los rincones más lejanos del infinito y matarla
más rápido de lo que ella podía jadear.

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No habría habido ningún lugar donde ella pudiera haberse
escondido que él no la hubiera encontrado.

Pero esos días se habían ido para siempre.

Porque yo era un estúpido imbécil.

No dispuesto a discutir consigo mismo, Adron se sirvió otro trago y


saboreó este un poco más lento que sus predecesores. Sus placeres en
la vida eran mínimos ahora, y consumir cubos llenos del líquido
amarillo-naranja le daba el consuelo que ansiaba su alma maltratada.

Porque esta noche, más que nunca, sus recuerdos dolían.

Echó un vistazo a su enlace, notó la hora universal e hizo una


mueca. Esta misma hora marcó el octavo aniversario de la noche en que
había tomado la decisión "noble" por la que pasaría el resto de su vida
pagando.

Titana tu.

Pero al final, el único que realmente había sido jodido era él.

Adron agarró la botella con fuerza en su mano derecha, incapaz de


creer que había pasado tanto tiempo desde la última vez que caminó sin
una cojera pronunciada. Movido sin dolor. Hablado sin que le doliera la
garganta por el esfuerzo.

Ocho años desde que había experimentado alguna comodidad o


paz en absoluto.
Se había acostado en la cama durante horas tratando de dormir.
Intentando olvidar, y finalmente se dio cuenta de que la única forma de
silenciar sus demonios era ahogarlos con suficiente Fuego Tondarion
que ya debería estar en coma legal.

Dios, ¿por qué sigo alerta y no debajo de la mesa?

Porque Dios lo había abandonado.

Siempre que el bastardo siquiera haya vivido para empezar.

Olvidando el vaso y los modales que su madre le había taladrado,


acercó la gran botella a los labios y dejó que el fuego le bajara por la
garganta devastada.

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―Oye, bebé… ―Una atractiva pelirroja se acercó a él y apoyó una
cadera delgada contra su pierna―. ¿Quieres un poco de compañía?

Él trató de alejarla, pero ella no entendió la indirecta.

Enojado por su insistente estupidez, se aclaró la garganta y se


preparó para el dolor de hablar.

―Tengo compañía ―dijo él, su voz rasposa resonando en sus


oídos―. Yo, yo mismo y yo.

Ella lanzo una mirada muy hambrienta sobre su cuerpo, después


se inclinó más cerca para mostrar sus generosos pechos.

―Pues bien, hay suficiente de mí para hacer a los tres felices.

Había habido un tiempo, una vez, cuando no habría dudado en


llevarla arriba ante esa oferta.

Cuando había tenido suficiente de él para cansarla y dejarla


rogándole piedad.

Pero por otra parte la vida no era nada excepto variable, y por lo
general se alteraba en cuestión de segundos. Lo sabía mejor que nadie,
porque en un solo latido y con una decisión ridículamente estúpida
como la mierda, toda su vida se había ido directamente al infierno. Y lo
arrastró con ella.

Ella se lamió los labios.

―Vamos, guapo, cómprame una bebida.


Adron la miro. No era la primera mujer que le hacía una
proposición esa noche. Y en verdad le desconcertaba que alguna mujer
se tomara la molestia, dada la cruel cicatriz en su rostro. Pero por otra
parte, las mujeres del Golden Crona no eran tan discriminatorias,
especialmente cuando sentían dinero.

Era la prueba viviente de que las mujeres todavía joderían


cualquier cosa.

Incluso un monstruo repugnante y retorcido quien apenas podía


moverse.

―Lo siento. Ninguno de nosotros está interesado.

Ella suspiro dramáticamente.

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―Bueno, si alguno de ustedes cambia de opinión, me lo hacen
saber.

Con una última mirada melancólica hacia él, volvió a la multitud


humana y alienígena que llenaba el bar.

Adron cambió de posición con inquietud en su asiento mientras el


profundo dolor en su hueso pasaba como un relámpago por su pierna
izquierda. Apretando los dientes, expresó un gruñido bajo.

Uno pensaría que la cantidad de calmantes con los que vivía,


especialmente cuando se combinaban con el alcohol que consumía en
tiempo record, reduciría cualquier cantidad de dolor… o lo mataría.

Pero apenas entumecían su tormento físico.

Y no hacían nada con la agonía en su corazón.

―Maldito sea ―gruñó bajo, y después echó la cabeza hacia atrás y


terminó su bebida.

Agarró a una camarera de piel azul que pasaba, levantó la botella


con dos dedos para hacerle saber que quería más.

Mucho más.

Mientras esperaba que volviera, vio a otra mujer dirigiéndose en su


dirección. La feroz mirada encolerizada que le lanzó, la hizo huir en la
dirección opuesta.
Había terminado de jugar. Esta noche, tenía la intención de quedar
completamente enlosado y se compadecía del siguiente estúpido lo
suficientemente tonto como para acercársele.

A menos que vinieran cargados con más alcohol.

Quizás entonces podría perdonarles la vida.

¡Estaban tras ella!

Livia Typpa Vista podía escuchar el sonido de sus pies en el


pavimento detrás de ella. Estaban ganando terreno ahora. No sabía

48
cuánto tiempo más tendría antes de que la capturaran y la arrastraran
de regreso. Pero por otro lado, había vivido toda su vida bajo custodia
protectora. Más rehén que princesa.

Y no se iba a casar con Clypper Thoran en dos semanas. Ni


siquiera si fuera el último hombre del universo.

Harás lo que te dicen y no me cuestionarás. Nunca.

Hizo una mueca ante la imperiosa orden de su padre. Él podría ser


una eminencia, pero ella, no su hermano mayor, había heredado su
terquedad.

Sin importar el costo, ella se negó a casarse con un gobernador


territorial dieciséis años mayor que su padre. La sola idea hizo que su
carne se erizara.

Ya que Clypper había exigido una virgen como novia, ella sabía
una manera de frustrarlos a ambos.

Después de esta noche, ya no sería virgen.

Mañana, su padre la mataría por eso. Pero es mejor morir que


casarse con un anciano cruel con cara de cabra que la manoseaba con
manos frías cada vez que se acercaba a ella. Ese no será mi futuro. Lo
único sobre lo que tenía control era su cuerpo, y a partir de esta noche,
se estaba haciendo cargo de él.

Mientras la lluvia fría caía sobre ella, Livia miro fijamente el cartel
sobre su cabeza. The Golden Crona. Su criada, Krista, le había contado
sobre el club. En el interior, contenía todo tipo de héroes y villanos, y
aunque prefería entregar su virginidad a un héroe, sinceramente no le
importaba. Mientras fuera pasablemente atractivo y gentil, sería lo
suficientemente bueno para pasar la noche.

Reuniendo su coraje, abrió la puerta y se detuvo en seco.

Nunca había visto algo como esto. Un mar de extraterrestres y


humanos bailaban y flotaba a través de la barra humeante que olía a
sudor de muchas especies y a alcohol barato. La música desagradable
era tan fuerte que le latían los oídos.

Un gran macho reptiliano color naranja le frunció el ceño mientras


dudaba en la puerta.

―Dentro o fuera ―gruñó―. Haz una elección rápida. Yo no tengo

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toda la noche y afuera hace frío.

Respiró hondo para fortalecer su coraje.

Eso, y evocó mentalmente una imagen de la gorda papada de


Clypper y sus ojos pequeños y llenos de lujuria. Temblando, entró y
dejó que la puerta se cerrara tras ella.

El hombre reptil le impidió entrar.

―Veinticinco créditos.

¿De qué estaba hablando?

―¿Disculpe?

―Veinticinco créditos. Pagas o te arrojo sobre tu trasero.

Livia arqueó una ceja hacia él. Estaba en la punta de su lengua


ponerlo en su lugar, pero luego recordó que no tenía idea de quién era
ella. Y debía mantenerlo así.

Si alguien supiera que ella era una princesa de Vistan, la enviarían


de regreso al hotel donde se alojaban, y su padre la golpearía solo por
haberse ido sin las escoltas y acompañantes adecuadas. Para el caso, la
golpearía por estar en público vestida como estaba.

Sin mencionar el hecho de que su tiempo era corto. Tenía que


encontrar a un hombre antes de que alguien la echara de menos y
comenzaran una búsqueda. Sacando el dinero que le había robado a su
hermano, pagó la tarifa.
El alienígena puso una marca iridiscente en su mano antes de
permitirle el acceso al bar.

Con el corazón palpitante de miedo, temor y una pizca de emoción,


examinó la gran sala llena de gente.

―Es hora de encontrarlo.

Livia caminó entre la multitud y se estremeció cuando varios


humanos sucios la miraron con interés. Definitivamente no eran
mejores que Clypper.

Entonces, rápidamente modificó su lista de cualidades para incluir


a un hombre que se bañara.

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Un hombre humano alto y oscuro le sonrió, mostrando un par de
dientes negros. De acuerdo, también agregaría uno que supiera cómo
usar un cepillo de dientes.

Cuando cruzó la habitación, vio a un moreno en el bar quien


parecía una perspectiva esperanzadora. Se dirigió hacia él. Pero tan
pronto como se acercó lo suficiente como para ver su rostro claramente,
se congeló.

Era el mensajero personal de su padre.

¡No!

Si supiera maldecir, definitivamente maldeciría su suerte.

Solo no dejes que me vea.

Cayendo de vuelta en la multitud, Livia lo vigilaba mientras trataba


de escanear a los seres a su alrededor en busca de su objetivo.
Seguramente, había alguien aquí que podía…

Una conmoción en la entrada le llamó la atención.

Livia se giró para mirar.

¡No! Entró en pánico al ver a la guardia real de su padre


irrumpiendo en el bar.

Inmediatamente, los soldados vestidos de gris comenzaron a


interrogar a los clientes mientras se extendían para cubrir la mayor
parte del bar que podía.
El miedo la atravesó. Para que toda la banda esté aquí, sombríos,
significaba que Krista había ofrecido voluntariamente su ubicación, y
sin duda su intención también. Gimió ante el mero pensamiento.

Padre me va a matar.

¿Cómo podría Krista traicionarla? Su doncella había sido de gran


ayuda en la planificación y ejecución de su fuga.

Pero por otra parte, por alguna razón desconocida, Krista vivía con
miedo del padre de Livia, y un ceño fruncido de él habría causado que
su doncella contara todo.

Hasta los detalles más valientes.

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Se encogió al pensar en la reacción de su padre. Pero al menos
Krista, a diferencia de ella, se salvaría de su indignación. Krista estaba
protegida por sus leyes. Solo un hombre de su propia familia podía
castigarla, y dado que Krista no tenía un pariente vivo…

Livia no era tan afortunada, y no se sabía qué le haría su padre por


esto.

La castidad era una de las mayores virtudes que cualquier mujer


podía poseer en su mundo. De hecho, a los hombres y a las mujeres se
les permitía mezclarse solo durante las comidas, en las castas
funciones reales, y cuando las parejas casadas realizaban tareas
conyugales. Que una mujer buscara un hombre no relacionado con ella
estaba estrictamente prohibido.

Y era castigado severamente.

En público.

Se sacudió el miedo. Sabía las consecuencias antes de partir. De


cualquier manera, iba a pagar por su indiscreción, y si tenía que pagar,
entonces se aseguraría de completar su misión.

Apretando los dientes, buscó en la habitación un escondite. En la


parte trasera del club había una fila de reservados.

Se dirigió hacia ellos.

Lamentablemente, todos estaban ocupados.

¡Caray!
―Hola, bebé. ―Un hombre de aspecto rudo la detuvo mientras
intentaba pasar a su lado―. ¿Quieres un poco de compañía?

Lo consideró hasta que él extendió la mano y la agarró


bruscamente del brazo. La atrajo hacia él, su mano mordió ferozmente
la carne de su brazo.

―Vamos. ―Le dirigió una sonrisa asquerosa mientras le pasaba la


mano por el cabello mojado―. ¿Qué dices si tú y yo vamos a la parte de
atrás?

Se apartó de él antes de que la lastimara más.

―No, gracias. ―Se volvió y vio a los guardias dirigiéndose hacia ella
mientras pasaban la vista por la multitud.

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Con el corazón palpitante, corrió a la última cabina y se sentó en el
banco vacío antes de que el guardia la viera.

―¿Qué demonios estás haciendo?

Ella desvió la mirada del guardia hacia el hombre que estaba


sentado frente a ella. El aliento de Livia quedó atrapado en su garganta
mientras su mirada se enfocaba en su rostro.

Oh…

Mi…

Era más que aceptable.

De hecho, nunca en su vida había visto a un hombre tan


increíblemente guapo. Sus rasgos eran afilados y aristocráticamente de
estructura ósea ancha. Sus cejas rubias oscuras se arquearon
finamente sobre los ojos azules más penetrantes que jamás había visto.

Vestido todo de negro, tenía el cabello largo, casi blanco recogido


en una ordenada cola. Limpio, afeitado y lavado, era magnífico. Un aire
de refinamiento y poder se aferraba a él.

Pero sus ojos eran fríos mientras la miraba. Cautos. Ellos le


advirtieron que era de naturaleza letal. Y por el endurecimiento de su
mandíbula, podía decir que él no quería compañía.

Tiró de los guantes negros sobre sus manos mientras la miraba


con malicia.
Debería levantarse e irse, especialmente porque tenía una cicatriz
feroz que le cruzaba el pómulo hasta la línea del cabello y luego bajaba
por la mandíbula. Parecía que alguien la había esculpido
intencionalmente allí, lo que le hizo preguntarse qué tipo de hombre
era.

¿Qué había hecho para merecer semejante herida?

Mordiéndose el labio con indecisión, volvió a mirar al guardia que


se dirigía constantemente hacia allí.

¿Qué debería hacer?

Adron arqueó una ceja a la mujer, que aún no lo había dejado.

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Estaba borracho, pero no tanto como para no darse cuenta de que
el ratoncito mojado sentado frente a él no pertenecía a este antro. Podía
oler la inocencia en ella.

Y le revolvió el estómago.

Su cabello castaño oscuro estaba suelto, derramándose sobre sus


delgados hombros en ondas.

Tenía grandes ojos angelicales. Ojos verdes que no tenían un


pasado obsesionándola. Eran completamente inocentes y honestos.

Un escalofrío lo recorrió. ¿Quién en estos tiempos tenía ojos así? ¿Y


qué derecho tenía ella de mirarlo con ellos?

―Me estoy escondiendo de alguien ―confesó―. ¿Te importa?

―Diablos, sí, me importa. ―Hizo un gesto hacia la puerta con su


botella―. Vete.

Livia frunció el ceño al extraño. Su tono enojado la hizo retroceder,


y si no fuera por el hecho de que uno de los guardias estaba
escaneando los reservados, se habría ido.

Piensa en algo. Porque si no lo hacía, estaba hundida.

El guardia se detuvo a dos cabinas y extendió un pequeño marco


decorado que sabía debía contener su retrato real a los alienígenas
sentados en ella.

―¿Has visto a esta mujer?


Con su plan en ruinas, sabía que solo había una manera de
frustrar a su padre. Se levantó de su asiento y se sentó al lado del
desconocido.

Él la miró ceñudo.

Antes de que pudiera decir algo, Livia se inclinó hacia adelante y lo


besó.

Adron se sentó en silencio aturdido mientras ella colocaba sus


labios fuertemente cerrados sobre los de él. Fue el beso más casto que
una mujer no relacionada con él le había dado.

Por la forma en que ella sostuvo su cabeza en sus manos, podía


decir que pensaba que esa era la forma en que se debía dar un beso.

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Pero peor que la inocencia que él había saboreado: no había
besado a una mujer en más de ocho años, y la sensación de esos labios
gruesos y llenos sobre los suyos era más de lo que su mente borracha
podía soportar.

Y su olor…

Dioses, cómo había extrañado el olor dulce e intoxicante de una


mujer. El calor de un cuerpo presionado contra él. La sensación de una
mano gentil en su carne…

Cerrando los ojos, soltó la botella y tomó su rostro con las manos
mientras tomaba el control de la situación.

Livia tembló cuando él abrió los labios y deslizó su lengua en su


boca. Había visto a personas besarse así en obras de teatro y películas,
pero nunca nadie se había atrevido con esa insolencia con ella.

Probó el dulce y fragante alcohol en su lengua, olió el aroma cálido


y limpio de él cuando pasó las manos sobre su espalda y la abrazó tan
suavemente que la hizo temblar.

Su cuerpo ardía por su suave beso. Definitivamente él es el


indicado. Este era el hombre al que le daría su virginidad. Un hombre
con ojos azules atormentados y un toque tierno. Un hombre que la dejó
jadeante y débil, y al mismo tiempo ardiendo y extrañamente poderosa.

En sus brazos, realmente sentía que tenía el control de su vida. De


su cuerpo.
Y le gustó.

Adron nunca había probado nada mejor que su boca. Él sintió su


inexperiencia cuando ella vacilante encontró su lengua con la suya. Su
cuerpo rugió a la vida con un calor olvidado hace mucho tiempo que
exigía más que solo sus labios. El hecho de que ella pudiera despertarlo
a través de su dolor…

Eso en sí mismo fue un milagro.

No, era el cielo, y había vivido en el infierno durante tanto tiempo


que había olvidado su sabor y sensación.

―Disculpe ―dijo un hombre mientras se detenía frente a ellos―. Ha


visto a esta…

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Adron se separó del beso solo el tiempo suficiente para pasarle una
mirada mortal al recién llegado.

―Lárgate o muere.

El miedo parpadeó en los ojos del hombre. Fue una mirada a la


que Adron estaba acostumbrado.

Sin otra palabra, el hombre los dejó.

Adron volvió a sus labios.

Livia gimió mientras profundizaba su beso. Los guardias y su


miedo olvidado, suspiró de placer. Emociones extrañas la atravesaron
cuando enterró sus labios contra su cuello y le envió escalofríos al rojo
vivo. Sus brazos se apretaron alrededor de su cintura mientras sus
senos se hincharon.

¿Qué era este latido profundamente arraigado que sentía?

¿Este dolor insoportable?

Él la dejó mareada y sin aliento. Y ella lo deseaba


desesperadamente.

―¿Me harías el amor?

Adron retrocedió sorprendido. Si hubiera estado sobrio, la habría


alejado, pero había algo en ella que lo llamaba de una manera que
había olvidado por mucho tiempo.
Había pasado una eternidad desde la última vez que se acostó con
una mujer. Años de amarga soledad y dolor.

Y aquí ella se estaba ofreciendo a él.

Aléjala.

Pero por una vez no lo hizo. En cambio, se encontró levantándose


de la cabina y guiándola a través de la multitud.

Livia no sabía a dónde iban, pero se aseguró de que ninguno de los


guardias la viera cuando salieron del bar. En el fondo de su mente,
estaba aterrorizada. No sabía nada sobre este hombre.

Ni siquiera su nombre.

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Nunca en su vida había hecho algo tan compulsivamente tonto. Y
sin embargo, instintivamente sabía que él no la lastimaría. Había dolor
en sus helados ojos azules, pero no crueldad.

Aun así, si no hubiera estado tan desesperada, nunca habría


hecho esto. Ni siquiera por él.

Él mantuvo un brazo posesivo sobre sus hombros. Y caminó


apoyándose pesadamente en un bastón con punta de plata.

Quería preguntarle qué le había pasado en la cara y la pierna, pero


no se atrevió para que no lo reconsiderara, lo que significaría el final
para ella.

La condujo fuera del club, a un transporte.

Después de que entraron, los llevó a un edificio de apartamentos


de alta gama que no estaba tan lejos de su hotel. Al menos eso
facilitaría su regreso a casa una vez que esto hubiera terminado.

Livia se relajó un poco al entrar en el gran vestíbulo. Gracias a los


dioses que no la llevaría a una habitación oscura y sucia en alguna
parte.

Ese había sido su miedo.

Krista la había preparado bien sobre qué esperar. Hasta una


estimación de cuánto tiempo tomaría un hombre antes de dejarla ir.
Tomando una respiración profunda por coraje, Livia supuso que
volvería a su habitación de hotel a medianoche. Habría preguntas, y
eventualmente su padre se enteraría de la verdad.

Dios tenga piedad de ella, entonces.

Pero había tomado su decisión, y una vez que su mente estaba


decidida a algo, eso era todo. No sería influenciada.

Sin decir una palabra el uno al otro, subieron al último piso.

Una vez que abrió, la condujo a un opulento departamento que era


casi del tamaño del ala de su palacio, que era enorme. Y tan pronto
como cerró la puerta, la tomó en sus brazos.

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Esta vez su beso fue feroz. Exigente. Y le robó el aliento cuando la
presionó contra la pared.

Su cabeza nadó ante la poderosa sensación de sus manos vagando


sobre ella.

¿Qué estás haciendo? No puedes seguir con esto. Ni siquiera lo


conoces.

Cállate, conciencia. No tenía tiempo ni paciencia para eso. Esto


tenía que hacerse.

Era su vida, e iba a reclamarla. Nadie le diría qué hacer con su


cuerpo otra vez. Y no permitiría que su primera vez fuera con un
anciano que hacía que su piel se erizara.

Con ese pensamiento en mente, ella comenzó a desabotonar su


camisa.

Adron contuvo el aliento bruscamente al sentir la mano de ella


contra su pecho desnudo. Su toque lo chamuscó. Solo podía recordar
vagamente a alguien que no fueran médicos, enfermeras o terapeutas
tocando su carne.

Para su crédito, ella no se encogió ni hizo comentarios sobre la


multitud de cicatrices que atravesaron su cuerpo. Ni siquiera pareció
notarlos.

Por eso no había estado con una mujer desde aquella noche tan
lejana. No había querido explicar las cicatrices. Contar de dónde venían
y revivir el horror y la agonía de eso.
Tener que enfrentar a su amante a la luz de la madrugada donde
se destacaban contra su piel como faroles nauseabundos. Era
completamente repulsivo, y lo sabía. No necesitaba ver su propio asco
reflejado en los ojos de alguien que lamentaba haberlo tocado.

Tal vez por eso había elegido a una extraña esta noche. No le debía
ninguna explicación. No le debía nada en absoluto.

Nunca quiso ver lástima o repugnancia en el rostro de otra mujer


cuando lo miraba. Si viviera para siempre, nunca olvidaría la visión de
su ex esposa cuando lo vio en el hospital justo después de haber sido
herido.

Dios mío, te convirtieron en un monstruo. ¡Eres repugnante!

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Pero no había nada en sus pálidos ojos verdes excepto curiosidad y
hambre. Ella no parecía juzgarlo de ninguna manera, y él necesitaba
eso más que nada.

Livia se mordió el labio mientras pasaba su mano sobre los


músculos tensos de su estómago y pecho. Nunca antes había visto el
pecho desnudo de un hombre, al menos en ningún otro lugar que no
sea en películas y realidades.

Fascinada por eso, pasó las manos sobre la piel suave y rojiza que
se estiraba sobre los músculos duros y acerados. Como terciopelo sobre
acero. El contraste la sorprendió, y sintió una extraña necesidad de
colocar su boca sobre su piel para saborearla. Sus mejillas se
calentaron ante ese pensamiento.

Qué extremadamente inapropiado…

―Te sientes tan maravilloso ―susurró ella.

Adron se apartó para mirarla. Había una peculiar nota de asombro


en su voz, una leve vacilación en su toque. Y en ese instante, una
sensación de frío temor lo consumió.

Estaba borracho, pero no tan borracho.

―Eres virgen.

Su rostro se puso rojo brillante.

―¡Mierda! ―gruñó mientras se alejaba de ella.


Su pene dolía y le ardía todo el cuerpo. Déjale a él encontrar a la
única virgen que estaba seguro que había puesto un pie adentro de La
Crona Dorada.

Agarrando su bastón, cojeó hasta el bar y sirvió otra bebida. Pero


el alcohol aguado no hizo nada por él excepto enojarlo más.

De repente, ella estaba detrás de él, apoyada contra su espalda


mientras sus delgados brazos rodeaban su cintura.

Él se sacudió por el gesto, por la sensación de sus pequeños senos


contra su columna mientras ella recostaba su cabeza sobre su espalda.
Y en ese momento, él estaba perdido para ella.

Maldita sea al infierno.

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Se puso de puntillas para susurrarle al oído. Su aliento lo quemó y
envió escalofríos sobre todo su cuerpo.

―Quiero que me hagas el amor.

―¿Estás loca? ―Se giró para mirarla.

Ella sacudió su cabeza.

―Quiero deshacerme de mi virginidad. No quiero que me la quiten.

―¿Quién?

Ella bajó la mirada.

―Bien. Si no me quieres, iré a buscar a alguien que sí lo haga.

Una extraña oleada de celos lo picó cuando pensó en alguien más


dentro de ella.

¿Qué te importa?

Y, sin embargo, por alguna razón desconocida y estúpida, lo hacía.


No quería que alguien más tomara lo que ella le había ofrecido. El
pensamiento de otro hombre…

Llamó al asesino en él y lo hizo querer matar a cualquiera que


incluso la mirara.

Atrapó su mano cuando ella se alejó de él.

―¿Cuál es tu nombre?
―Livia.

―Livia —repitió. Le quedaba bien y esos inocentes ojos verde mar


que le lastimaban profundamente―. ¿Por qué te entregarías tan
fácilmente a algo como yo?

Livia hizo una pausa cuando vio el odio hacia sí mismo en sus ojos
helados. Se odiaba a sí mismo. Era tan obvio, y se preguntó por qué.

―Porque pareces agradable.

Él se rió amargamente por su respuesta.

―No soy agradable. No hay nada bueno en mí.

60
Eso no era verdad. Todavía tenía que ser malo con ella. Estaba
lastimado, ella lo sabía. Y lo hacía susceptible.

Pero no lo hacía cruel.

―Tengo que irme ―dijo en voz baja, lamentando que él no fuera el


elegido después de todo―. No hay mucho tiempo antes de que tenga que
regresar, y tengo que ocuparme de esto antes de mañana.

―¿Por qué?

Se mordió el labio al sentir que su rostro se sonrojaba de nuevo.


En la mañana, ella sería inspeccionada por los doctores de Clypper. Si
no encontraba un hombre esta noche, estaría condenada y atada al
altar a las diez de la mañana.

―Solamente lo hago. ―Dejó que su mirada vagara sobre su


exuberante cuerpo. Tenía hombros anchos y una figura delgada y
musculosa. Su cabello blanco contrastaba fuertemente con el negro que
llevaba.

Él era magnifico.

Pero no la deseaba. Que así sea…

Adron vio la firme determinación en sus ojos. Iba a encontrarse


otro hombre con quien dormir. Él lo sabía.

Debería dejarla, y sin embargo…

¿Por qué no yo? ¿No merezco algo después de todo lo que he


pasado?
¿Un pequeño y jodido momento de felicidad?

Desde que perdió su agilidad, evitó a las mujeres. Había tenido


miedo de avergonzarse a sí mismo con su torpeza y dolor. Pero Livia no
tendría a nadie con quien compararlo. No sabría si él apestaba por
completo en la cama.

Adron agarró su bastón. Recordó un momento en el que podría


haberla cargado en brazos y correr con ella a su habitación. Un
momento en el que podría haberle hecho el amor sin problemas durante
horas y haberla dejado rogándole que se quedara.

Pero esos días estaban perdidos para siempre para él, y estaba
atrapado dentro de este cuerpo roto.

61
Una noche…

¿Era realmente demasiado pedir?

―Mi habitación esta por allí. ―Agarró una botella de alcohol ligero y
se dirigió por el pasillo.

Livia dudó cuando se dio cuenta de que él la estaba invitando a


unirse a él después de todo.

Emocionada y aterrorizada, lo siguió por el elegante pasillo de


mármol hasta una habitación al final. El dormitorio principal era tan
grande como el suyo. Una cama king-size estaba apoyada contra la
pared del fondo, mirando hacia la ciudad debajo de ellos donde las
luces centelleaban como estrellas caídas.

Puso su botella en la mesita de noche, Luego se trasladó a una


silla junto a la cama. Con sus rasgos severos, se sentó lentamente. El
dolor hizo que su mandíbula se pusiera rígida mientras doblaba la
pierna y se movía para quitarse las botas.

Quería saber qué le había sucedido, pero no se atrevió a preguntar


por miedo a volver a enojarlo.

Entonces, fue hacia él y tomó su pie en su mano.

Él la miró, sus ojos se sobresaltaron cuando ella sacó la bota.

―Sabes, nunca he hecho algo así antes ―susurró.

―Viendo que eres virgen, supongo que no.


Lamiendo sus labios repentinamente secos, le quitó la otra bota.

Adron podía sentir su nerviosismo, su incertidumbre, y quería


calmarla.

―No te lastimaré, Livia. Lo prometo.

Ella sonrió con una sonrisa que le arrancó las tripas. Cómo
deseaba haberla conocido antes de esa fatídica noche. Entonces él
podría haber sido el amante que ella merecía. Habría podido tomarla
toda la noche. Despacio. Seductoramente.

No tenía idea de cómo sería ahora. Pero él trataría de complacerla.


Hacer todo lo posible para asegurarse de que su primera vez sea al
menos un recuerdo decente.

62
Con la entrepierna apretada, se levantó y se movió lentamente
hacia la cama. Se sentó en el borde y apoyó su bastón contra la pared
para poder alcanzarlo por la mañana.

Antes de que él supiera lo que pretendía, ella se sentó en su regazo


y lo besó.

Adron inhaló la dulzura de su aliento mientras le pasaba las


manos por la espalda. Nunca había esperado que una virgen fuera tan
audaz. Y ella aprendía rápido. Ella profundizó su beso y estimuló su
lengua con la de ella.

Oh sí, esto podría ser divertido.

Él desabotonó su camisa para exponer su sujetador de encaje. Ella


gimió cuando él pasó su mano sobre los senos cubiertos de satén y los
apretó suavemente en sus manos. Aghh, cómo había extrañado la forma
en que una mujer se sentía en sus brazos. Estaba casi babeando ante
la idea de probar sus senos.

Livia se sacudió por completo ante el latido extraño entre sus


piernas. Y cuando él soltó el cierre detrás de su espalda y su sujetador
se abrió, se estremeció.

Ningún hombre la había visto desnuda antes, y le tomó todo su


coraje no salir disparada.

Él miró sus pechos desnudos mientras pasaba las manos por los
picos tensos. Trazó lentos círculos ardientes alrededor, enviando
escalofríos por todo su cuerpo.
―Eres tan hermosa ―susurró. Luego bajó la cabeza y se llevó el
pecho a la boca.

Livia contuvo el aliento bruscamente mientras su lengua se


arremolinaba alrededor de su carne, saboreando, lamiendo. Nunca
había sentido algo así. Con cada lamida, su estómago revoloteaba.

Ella se inclinó hacia delante, acunando su cabeza en sus manos.


Su cuerpo estaba en llamas. Él le pasó las manos por la espalda
desnuda, por las caderas, y cuando la acunó entre sus piernas, ella
gimió.

Él la miró con los ojos aturdidos y hambrientos mientras respiraba


irregularmente.

63
La hizo rodar sobre el colchón y cerró las cortinas, luego apagó las
luces con un control que tenía en la mesita de noche. Ella lo escuchó
quitarse el resto de su ropa en la oscuridad, pero no podía ver nada en
absoluto.

Adron ansiaba verla desnuda, pero no quería luz alguna para que
ella viera su cuerpo dañado. Podría cambiar de opinión si se diera
cuenta del monstruo feo que era.

Con su pene caliente y pesado por ella, desabrochó el refuerzo


rígido y picoso de su pierna izquierda y la dejó caer al suelo. Luego, se
quitó el de la mano y el brazo.

Luego, lentamente, con cuidado, le quitó la ropa.

Pasó su mano sobre su piel suave y tibia, deleitándose con sus


murmullos de placer. Nunca había tomado una virgen antes, y el saber
que era su primer amante añadió aún más emoción al momento.

Ningún hombre la había tocado nunca.

Nadie más que él.

Incluso con las alas rotas y cortadas, se disparó ante ese


conocimiento.

Livia gimió cuando él la cubrió con su cuerpo largo y ardiente.


Nunca había sentido nada como toda esa fuerza firme y dura que se
extendió uniformemente contra su carne desnuda.
La besó ferozmente mientras separaba sus muslos con su rodilla.
Luego presionó su muslo contra el centro de su cuerpo, los vellos de su
pierna excitándola íntimamente.

Ella pasó su mano sobre su espalda, sintiendo el terreno rugoso de


cicatrices, músculos y piel.

―Mi nombre es Adron —susurró un segundo antes de trazar el


contorno de su oreja con la lengua.

―Adron —repitió ella, probando las sílabas. Era un nombre fuerte


que le convenía.

La acarició con el muslo, la lengua y las manos. Arqueando su


espalda Livia agradeció su toque. Era tan perversamente erótico sentirlo

64
por todas partes y, sin embargo, no ver nada de él. Era como un sueño
vívido pero surrealista.

Levantando la mano, ella liberó su cabello y lo dejó caer alrededor


de su rostro, luego enterró sus manos en los mechones de seda. Se
inclinó y colocó sus labios en la curva de su brazo donde succionó su
carne.

Adron tragó saliva mientras se retiraba, deseando


desesperadamente ver su rostro. En cambio, levantó la mano para
delinear su contorno. Podía sentir la pequeña hendidura en su barbilla,
imaginar la pequeña cara ovalada abrumada por grandes ojos verdes
que tiraban de un corazón que él creía que estaba muerto.

Ella era impresionante. Y por esta noche, era suya.

Toda suya.

Cerrando los ojos, se movió por su cuerpo. Luego maldijo cuando


una oleada de dolor feroz le atravesó la pierna y la espalda.

Ella se tensó debajo de él.

―¿Qué pasa?

Adron no pudo responder. El dolor en su pierna era tan intenso


que instantáneamente sofocó su deseo.

Se dio la vuelta sobre su espalda y luchó por respirar.

―¿Adron?
La preocupación en su voz lo consumió. Aghh, era un patético
desperdicio de humanidad.

―Mi pierna ―dijo con los dientes apretados―. Necesito los


analgésicos en mi mesita de noche.

―¿Qué pierna?

―Maldita sea, consigue mi medicina.

―¡Qué pierna! ―insistió.

Gimió en voz alta, odiándose a sí mismo por el hecho de que no


podía contenerlo. Pero el dolor era demasiado.

―La izquierda.

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Ella tomó su rodilla en sus manos.

Maldijo mientras más dolor lo atravesaba.

―¡Detente! ―gruñó.

―Relájate… ―Ella masajeó la articulación.

Un calor extraño salió de sus manos, filtrándose profundamente en


su piel. Frunció el ceño cuando el dolor comenzó a disminuir.

Entonces, de repente, desapareció por completo.

Durante un minuto completo permaneció allí, tenso, esperando


que volviera.

No lo hizo.

De hecho, nada le dolía. Ni su pecho, ni su brazo, ni su rodilla.


Nada.

―¿Qué hiciste?

Ella colocó su mano contra su pecho.

―Es solo temporal. Pero por unas horas, no te molestará en


absoluto.

Adron no podía creerlo. Había aprendido a vivir en un estado de


dolor constante e implacable. Agonía física tan severa que no podía
dormir por más de un par de horas a la vez.
Hasta ahora.

La ausencia de eso fue increíble. Su corazón se hinchó de alegría.


Era libre. Incluso si fuera solo temporal, todavía tenía un momento para
recordar cómo había sido antes de que su cuerpo le hubiera sido
cruelmente arrebatado.

Y todo debido a ella.

La tomó en sus brazos y besó sus preciosos labios.

Livia sintió que su corazón latía bajo su mano, y escuchó la risa en


su voz.

―Gracias.

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Ella sonrió. Hasta que bajó por su cuerpo con sus besos. Ella gimió
cuando el feroz placer la atravesó. Sus manos y boca se sintieron
increíbles contra su piel desnuda.

Esto era mucho más de lo que esperaba. Krista le había dicho que
un hombre que no la conociera sería rápido con el acto, luego la dejaría
irse.

Pero Adron se estaba tomando su tiempo. Parecía saborear su


cuerpo.

Era como si realmente le estuviera haciendo el amor. Y ella se


preguntó, si él era tan tierno con un extraño, ¿cuánto más lo sería si
realmente se conocieran? ¿Si realmente se preocupara por ella?

Pero esa noche era todo lo que conocerían. Cuando terminara, ella
se iría, y este momento no sería más que un recuerdo atesorado que
llevaría con ella el resto de su vida, la que probablemente sería muy
corta una vez que su padre descubriera lo que había hecho.

Eso era mañana.

Esta noche, solo estaban los dos.

Y se deleitaría con eso.

Adron se bebió el olor y el sabor de su piel mientras mordisqueaba


la carne desnuda de su cadera. Su sabor era adictivo y su olor…

Podía respirar el dulce aroma floral para siempre.


Sus suaves manos acariciaron su cabello y cuello de una manera
que lo hizo arder. Nunca había pensado tener otra noche como esta.

Una noche sin demonios. Sin recuerdos.

Ella lo envolvió, y él se entregó alegremente a ella.

Era su ángel de la misericordia, librándolo de sus pecados y


tinieblas. Liberándolo de su aislamiento y soledad. Atesoraría este
pacífico momento por el resto de su vida. Lo calentaría y lo
acompañaría cuando su cuerpo volviera a ser detestable.

Con el corazón tierno por ella, separó las piernas y colocó su


cuerpo entre ellas.

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Livia se mordió el labio, esperando que él entrara en ella.

No lo hizo.

En cambio, besó un pequeño camino por su muslo mientras


enterraba su mano en el centro de su cuerpo.

Ella gimió por el placer de su toque. Fue dulce, pura felicidad. Y se


tomó su tiempo rodeándola con los dedos, hurgando, delineando y
acariciando.

―Eso es ―susurró contra su pierna mientras ella se frotaba contra


su mano―. No te avergüences.

Ella debería estarlo, y sin embargo no.

Al menos no hasta que la tomara en su boca.

El éxtasis ciego la desgarró.

―¿Adron? ¿Se supone que debes hacer eso?

Le dio una larga y profunda lamida.

―¿Se siente bien?

―Oh sí.

―Entonces se supone que debo hacerlo. ―Sin otra palabra, volvió a


poner su boca en ella.
Livia se retorció en sus brazos mientras su lengua la atormentaba.
Y cuando deslizó su dedo dentro de ella, pensó que perecería por el
placer.

Krista le había dicho que esperara dolor, pero no había nada


doloroso en su toque. Nada más que el cielo.

Echó la cabeza hacia atrás mientras él hacía girar su dedo dentro


de ella, dando vueltas y vueltas, igualando el ritmo de su lengua.
Asaltada por sensaciones feroces y ardientes, Livia sintió que su cuerpo
temblaba y se sacudía como si tuviera una mente propia.

Su éxtasis aumentó hasta que ya no pudo aguantar más, y justo


cuando estaba lista para rogarle que se detuviera, su cuerpo se

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destrozó.

Ella gritó cuando su liberación fue dura y rápida. Todavía jugaba


con ella. Su dedo y lengua la complacieron hasta que la carne sensible
no pudo soportar su toque por más tiempo.

―Por favor ―gritó―. Por favor, ten piedad de mí.

Adron se rió de su tono y se sorprendió por el sonido extraño. No


podía recordar la última vez que se había reído.

Él se apartó pero mantuvo su dedo dentro de ella por un momento


más. Podía sentir su doncellez todavía intacta. Su cuerpo ardía,
exigiendo que la tomara. Pero no pudo hacer eso. Todavía no habían
hecho ningún daño real.

Una vez que rompiera esa barrera, no habría vuelta atrás. Ni


segundas oportunidades.

Sería como cuando él decidió…

Se estremeció ante el recuerdo. Su vida había sido completamente


arruinada por un acto impulsivo. No dejaría que ella arruinara la suya
de la misma manera.

Ella era amable y gentil. Un corazón puro en un mundo de


corruptos.

Él no estropearía eso. No pudo.


Cerrando los ojos, estaba desconcertado por lo que sentía por ella.
Por el hecho de que fue capaz de retroceder y controlar su cuerpo
traicionero.

Habían pasado años desde que había hecho algo noble. Años desde
que había querido hacer algo noble. Por primera vez desde que había
arruinado su vida, sintió al hombre que había sido.

Y se sintió bien.

Él alcanzó la manta y la cubrió con ella.

Livia hizo una pausa cuando él se acercó a su espalda y la abrazó.


Ella se deleitó con la sensación de sus brazos alrededor de ella, pero él
no parecía estar haciendo ningún movimiento…

69
―¿Adron?

―¿Sí?

―No hemos terminado, ¿verdad?

Él frotó su mejilla contra su hombro.

―Te di tu placer, Livia ¿Qué más quieres?

Se giró para mirarlo, pero en la oscuridad todo lo que podía ver era
el vago contorno de su rostro.

―Pero tú no… ya sabes.

―Lo sé.

―¿Por qué?

―¿No crees que deberías esperar hasta encontrar a alguien que te


importe?

―Me importas tú.

Adron resopló.

―Ni siquiera me conoces.

Ella se giró en sus brazos y extendió la mano para colocarla contra


la cicatriz en su mejilla.
―Tienes razón, no te conozco. Y sin embargo, ya he compartido mi
cuerpo contigo. Quiero que termines.

Se apartó de ella.

―Livia…

―Adron. Si no lo haces, me veré obligada a casarme con un


hombre que desprecio. No quiero que me toque como tú. Por favor,
ayúdame. Si no soy virgen, él rechazará el matrimonio. No me puedo
casar con él. No puedo.

Sus palabras lo atravesaron. Una imagen de Alia pasó por su


mente. Había sido forzado por razones políticas a casarse con ella. Y
ella le había mostrado un significado completamente nuevo a la palabra

70
infierno. Era algo que no le desearía a nadie.

Livia pasó su mano sobre su pecho, bajando sobre su estómago.


Su intestino se contrajo ferozmente con su toque cuando sus uñas
rozaron el vello entre sus piernas hasta que lo sostuvo en la mano.

Su pene se tensó y se hinchó aún más. En ese instante, supo que


estaba perdido.

Y cuando ella lo besó, su mundo entero se deshizo.

Livia no estaba preparada para su reacción. Él gruñó gutural y la


giró, sujetándola contra el colchón.

Él era salvaje e indómito mientras besaba sus labios, luego enterró


su rostro contra su cuello donde lamió y pellizcó su carne, quemándola
por todas partes.

Él se agachó entre ellos, acariciándola hasta que ella perdió toda


razón, toda cordura. Luego extendió sus piernas más amplias. Sintió la
punta de su pene contra su núcleo.

En un dulce gesto, él tomó su mano entre las suyas y la sostuvo


sobre su cabeza. La besó suavemente en los labios, luego se deslizó
profundamente en su interior.

Mientras la llenaba, ella se mordió el labio inferior para no gritar


ante el inesperado dolor que se inmiscuyó en su placer. Era tan grande
que su cuerpo dolió por la sensación extraña de él.

Pero al menos ya estaba hecho.


Ella ya no era virgen.

Adron se mantuvo perfectamente quieto, esperando que su cuerpo


se adaptara al suyo. Lo último que quería era lastimarla, pero por el
feroz apretón que tenía en su mano, sabía lo que estaba ocultando.

También sabía mejor que nadie que una persona no podía sentir
placer y dolor al mismo tiempo.

Y se negó a lastimarla esta noche.

De mala gana, él le soltó la mano y se alzó sobre sus brazos para


mirarla. Estaba acostumbrado a la oscuridad. Tanto es así que él vio
sus ojos fuertemente cerrados.

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―No tengas miedo ―susurró, y luego pasó la mano por su cuerpo
hasta que la tocó entre sus piernas.

Livia suspiró cuando su mano acarició su nudo. El dolor retrocedió


detrás de una oleada de alegría creciente.

―Eso es ―dijo. Luego, lentamente comenzó a balancear sus


caderas contra las de ella.

Livia arqueó la espalda cuando el dolor fue arrastrado por su toque


caliente. Se sentía tan bien dentro de ella, y cada golpe parecía llegar
más profundo mientras ella se aferraba a sus anchos y musculosos
hombros. Nunca había imaginado que pudiera sentirse tan maravilloso.

Adron observó su rostro mientras se entregaba a él. Apretó los


dientes ante la increíble sensación de ella. Estaba tan húmeda y
caliente debajo y alrededor de él. Había olvidado el placer que se sentía
en los brazos de una mujer.

Había olvidado la increíble sensación de alguien que solo lo


sostenía en la oscuridad.

Él se bajó y la tomó en sus brazos, donde acunó su cabeza en sus


manos mientras empujaba contra ella. Su aliento cayó sobre su hombro
desnudo, quemándolo.

Ella giró la cabeza para besarle el cuello mientras le pasaba las


manos por la espalda.

Él gruñó, escaldado por la dicha. Aghhh, déjame morir aquí y


ahora. Antes de que el dolor volviera. Antes de recordar lo inútil que era.
Desesperadamente, no quería que este momento terminara.

Livia envolvió sus piernas alrededor de su delgada cintura. La


abrazó con tanta ternura que la tocó profundamente el corazón. Krista
le había dicho que la usaría sin ningún sentimiento por ella.

Pero no se sentía así.

No por la forma en que la sostenía como si tuviera miedo de dejarla


ir.

Él volvió a sus labios, y ella gimió ante el sabor de su lengua. La


acarició más rápido. Más adentro. Más fuerte.

Ella lo sostuvo cerca mientras su placer comenzaba a crecer

72
nuevamente. Oh Dios, ¿qué había en él que ella se sentía así?

Y esta vez cuando llegó su liberación, él se unió a ella.

Él gruñó gutural mientras le daba un último golpe profundo y se


estremeció en sus brazos.

Adron se derrumbó encima de ella. Completamente agotado, yació


allí, sosteniéndola mientras esperaba volver desde el cielo hacia su
cuerpo. Ahí quedo lo de tener sexo carente de significado. No había
habido absolutamente nada carente sobre lo que acababan de
compartir.

Y lo que más lo aterrorizó fue el hecho de que no quería que ella se


fuera.

No quería volver al vacío de su vida. Había estado solo por tanto


tiempo. Había vivido sin nadie más que sirvientes y familiares.

Pero ella había cambiado eso, y él no quería volver.

―Eso fue increíble. ―Su aliento acarició su oído―. ¿Podemos


hacerlo otra vez?

Él se echó a reír y se sorprendió al sentir que su cuerpo ya se


excitaba.

―Sí, podemos.

De hecho, él no iba a detenerse hasta que ella nuevamente le


suplicara piedad.
Capítulo 2

Adron se despertó lentamente con la sensación más increíble que


había conocido.

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Livia a su lado.

Ella yacía acurrucada en sus brazos, de espaldas a él. No estaba


seguro de a qué hora finalmente se habían quedado dormidos. Todo lo
que sabía era que nunca había experimentado tanta paz. Tanta calidez.

Y no había dolor. Ni físico ni mental.

Regodeándose en el momento, enterró su rostro en su cabello e


inhaló su dulce y fresco aroma mientras apretaba su piel contra la de
ella.

Su cuerpo se agitó de inmediato.

¿Cómo?

Después de la noche que habían compartido, debería estar saciado


para los días venideros y, sin embargo, aquí la estaba ansiando de una
manera que era casi inhumana. No lo entendió.

Se apartó para besarle el hombro, y luego se congeló cuando vio su


piel a la tenue luz de la mañana.

Frunciendo el ceño, pasó la mano sobre su hombro desnudo y las


crueles cicatrices que le dañaban la espalda. Ella había sido golpeada.
Severamente por lo que parece.

¿Era una esclava fugitiva?

Ella suspiró satisfecha y se acurrucó contra él. Adron olvidó las


cicatrices cuando sus nalgas chocaron con su erección.
Él apretó sus brazos alrededor de ella mientras separaba sus
piernas con su muslo. Dios lo ayude, pero él quería más de ella.

Livia se despertó con la sensación de Adron detrás de ella,


llenándola de nuevo.

―Oh, Dios mío ―susurro jadeante mientras él se empujaba


profundamente en su cuerpo. Mordiéndose el labio, ella gimió de
placer―. ¿Nunca te cansas?

―No de ti, no.

Ella sonrió ante eso. Nadie la había hecho sentir tan atesorada. Y
tenía que admitir que una mujer podría acostumbrarse a despertarse
así.

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Cerrando los ojos para saborear sus largos y deliciosos golpes, se
entregó a él.

Ella se vino un instante antes que él.

Livia se dio la vuelta para ver una sonrisa amable en su rostro


mientras la miraba maravillado.

―Gracias, Livia, por todo.

Ella le devolvió la sonrisa.

―Gracias a ti. ―Ella colocó sus labios contra los de él.

Los sentidos de Adron dieron vueltas cuando le tomó la cabeza con


la mano. Definitivamente iba a mantenerla en su cama por el resto del
día.

―Adron, no vas a creer qué… ―La voz de su padre se interrumpió


en el instante en que la puerta de su habitación se abrió. Con la boca
abierta ante ellos entrelazados en la cama, su padre se congeló.

Entonces se desató el infierno.

Livia se zambulló debajo de las sábanas al mismo tiempo que sonó


una maldición fétida.

Adron miró desde ella encogida en su cama a los seis hombres que
rodeaban a su padre. Dos de ellos vestían túnicas reales de Vistan,
marcándolos como un emperador y su heredero. Los otros cuatro
llevaban el uniforme gris oscuro de los guardaespaldas imperiales.
―¡Te dije que era verdad! ―El anciano Vistan le gruñó a su padre.
Sus ojos marrón oscuro estaban llenos de odio mientras inclinaba la
cabeza para mirar al padre de Adron. Con sus dos metros de altura, y
un ex asesino de La Liga, su padre no era el tipo de hombre al que te
dirigías en nada salvo el tono más reverente.

No, a menos que quisieras morir, de todos modos.

Y vio el brillo de advertencia en los ojos de su padre que denotaba


una ira que el emperador Vistan haría bien en temer.

―El informante estaba en lo correcto cuando dijo que su hijo se fue


con ella.

Adron arqueó una ceja ante el desprecio despectivo en la cara del

75
hombre. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que el emperador
Vistan tenía el cabello del mismo color y tonalidad que la mujer
acurrucada en su cama. Y mientras escaneaba al heredero Vistan más
joven, vio una nueva confirmación de quién era realmente Livia.

Mierda.

Se había acostado con una princesa Vistan.

―¡Zorra! ―Su hermano arrojó las mantas y agarró a Livia por la


muñeca.

Adron retiró su mano de ella y lo empujó hacia atrás.

―Ella no hizo nada malo. ―Sin darse cuenta de su desnudez, dejó


la cama y se colocó entre Livia y su familia―. La tocas y te arrancaré el
corazón.

La rabia descendió sobre la cara de su hermano, pero Adron vio el


miedo en los ojos del hombre mientras observaba la altura, la
constitución y las crueles cicatrices de Adron.

Sin embargo, su padre no se dejaba intimidar tan fácilmente.

―Llévensela ―dijo a sus guardias.

Livia bajó la cabeza mientras se envolvía con la sábana. Los


guardias la levantaron de la cama y la llevaron a pararse frente a su
padre.
A Adron le dolía la expresión asustada de su rostro. Y la visión de
sus sábanas manchadas de sangre le dio una fuerte patada en el
estómago. No había duda de lo que habían hecho los dos.

O lo inocente que había sido antes de que él la tocara.

Su padre la examinó con una mirada mordaz.

―La modestia no favorece en una zorra que abre las piernas a un


hombre que conoce en un asqueroso bar.

Antes de que Adron se diera cuenta de lo que estaba haciendo, su


padre arrancó la sábana de su cuerpo. Las lágrimas llenaron sus ojos
mientras trataba desesperadamente de cubrirse con sus manos.

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―Llévenla afuera y golpéala.

La ira lo inundó.

―Maldita sea al infierno. ―Agarró al primer guardia y lo empujó


lejos de Livia

La empujó detrás de él para protegerla y cubrirla. Luego recuperó


la sábana del suelo y la envolvió alrededor de los dos. Livia estaba tan
cerca de su espalda que podía sentirla temblar.

Y eso lo enfureció aún más. ¿Cómo se atreven a arruinar esto y


avergonzarla tanto? ¿Qué tipo de personas eran?

Si su padre quería una pelea, estaba listo para darle una. Nadie la
lastimaría por lo que le había dado. No, a menos que quisieran probarlo
a el primero.

Su padre entrecerró la mirada amenazadoramente, y Adron vio la


expresión en los ojos de su propio padre que advertían de la muerte si el
padre de ella lo atacaba.

―Chico, esto no es asunto tuyo. Ya has hecho suficiente daño. ―Su


padre dio un paso adelante.

Al igual que el padre de Adron. Y Adron sabía que esa mirada


precedía a la muerte y al desmembramiento.

Tenía que hacer algo.

Y en ese momento, supo exactamente qué hacer.


Adron se puso rígido cuando se negó a liberarla para su padre.

―Lo que sea que concierne a mi esposa, me concierne a mí.

Livia se congeló en cuanto las palabras salieron de los labios de


Adron. Anoche, ella no tenía idea de que él era el heredero Andarion.
Pero al emperador Nykyrian Quiakides lo conocía. Habían sido
presentados hace unos días cuando ella y su familia habían llegado
para una reunión y los preparativos nupciales preliminares.

De hecho, fue un negocio con el padre de Adron lo que dio pie al


casamiento en Kirovar para empezar. Su padre había tenido demasiado
miedo de encontrarse con el emperador en sus propios territorios, por lo
que había elegido un terreno "neutral".

77
Aunque qué tan "neutral" era cuando Kirovar era gobernado por el
primo de Nykyrian, Bastien Cabarro, no estaba muy segura.

Ahora que los dos hombres estaban juntos, ella vio las similitudes
entre padre e hijo. Nykyrian tenía el mismo cabello rubio blanquecino,
la misma mandíbula firme y esculpida. También compartieron una
altura y constitución idénticas.

Y un aire letal que era realmente aterrador.

Su padre cambió su mirada fría de Adron a ella.

―¿Es esto cierto? ¿Eres su esposa?

Livia tragó saliva. Si ella decía que sí, la ley Andarion los
reconocería como casados.

―Adron, ―dijo su padre con severidad―. ¿Entiendes lo que estás


haciendo?

Adron se volvió para mirarla. Él inclinó la barbilla hacia arriba con


dedos gentiles hasta que ella miró esos ojos azules helados que estaban
llenos de dolor y tormento.

―Depende completamente de ti. Puedes quedarte aquí conmigo si


quieres.

Asustada por su oferta, ella lo miró fijamente. Nunca había


conocido a un hombre tan honorable. Pudo haberla dejado a la ira de
su padre y, sin embargo, aquí le estaba ofreciendo su santuario. No
había muchos hombres que fueran tan considerados, y trajo lágrimas a
sus ojos el que fuera tan amable.

―¿Estás seguro acerca de esto?

―No. ―La indirecta de una sonrisa se insinuó en los bordes de sus


labios―. Pero por otra parte, nunca he estado seguro de mucho de nada
en mi vida.

Ella miró más allá de él hacia el rostro enojado de su padre y el de


su hermano. Si ella se iba a casa, la golpearían hasta que se
desmayara. Pero si se quedaba…

No tenía idea de cómo sería eso.

78
Lo conocido o lo desconocido.

―Llévensela ―ordenó su padre.

Adron se volvió y se colocó entre ellos.

―Quiakides, dile a tu hijo que se haga a un lado. Está interfiriendo


con los negocios reales de Vistan.

Por primera vez, Livia notó las profundas e inflamadas cicatrices


que cortaban el cuerpo de Adron. Su espalda estaba completamente
cubierta por ellas. Parecía que alguien una vez lo había tasajeado en
pedazos.

Luego su mirada cayó al tatuaje de calavera y daga en su hombro


izquierdo que lo marcaba como un asesino de La Liga.

Ella tembló. No sabía absolutamente nada sobre él.

Nada excepto la amabilidad de su toque. Nada excepto la forma en


que la había hecho sentir cuando la besó. La forma en que la hacía
sentir deseada. Segura.

Y en ese instante, se decidió.

―Lo que me pasa es asunto de mi esposo.

La cara de su padre se volvió de piedra.

―Entonces tus lazos con nuestra casa están cortados. ―Él miró a
su hermano―. Vamos, Prinam.
Las facciones de su hermano se suavizaron un poco antes de darse
cuenta. Sin decir una palabra, siguió a su padre desde la habitación
mientras los guardias caían detrás de ellos.

Nykyrian dio un paso adelante con una luz divertida en sus ojos
verdes.

―Algunas cosas deben correr en nuestra sangre.

Adron frunció el ceño.

―¿A qué te refieres?

―Pregúntale a tu madre un día sobre cómo nos casamos. ―Le


sonrió Livia―. Mientras tanto, bienvenidos a nuestra familia, alteza.

79
El ceño de Adron se profundizó al mirar a su padre con recelo.

―Estás siendo terriblemente comprensivo sobre todo esto. ¿Debería


tener miedo?

Nykyrian se echó a reír.

―Probablemente. Espero que esto signifique que te reincorporarás


al mundo nuevamente. Te hemos extrañado.

Un tic comenzó a palpitar en la mandíbula de Adron.

Livia no estaba segura de cuál era la corriente subterránea entre


padre e hijo, pero había algo justo debajo de la superficie que no
entendía. Alguna historia que aún tenían que resolver.

Aun así, el rostro de su padre era amable y no la juzgó nada


cuando miró hacia ella. Honestamente parecía contento de tenerla con
su hijo.

―Sabes, tendrás que llevar a tu esposa al palacio para conocer al


resto de tus rebeldes hermanos.

―¿Y mamá?

Él inclinó la cabeza.

Algo extraño parpadeó en las facciones de Adron. Algo que Livia no


pudo definir, pero parecía que Adron quería evitar a su madre.

―¿Cuándo?
―Esta noche. Estamos todos aquí.

Adron curvó su labio como si preferiría ser destripado.

―¿Jayce estará allí?

―Él es tu hermano.

El odio estalló en los ojos de Adron.

―Él es tu hijo. Dejó de ser mi hermano el día que se negó a


respetar el Código de La Liga.

Nykyrian suspiró, luego miró a Livia con simpatía en sus ojos.

―Espero que sepas en qué te has metido.

80
Lo malo era que no lo hacía.

―Que los dos tengan un buen día. Tengo un incidente


internacional que debo evitar por esto. Y un primo con quien
disculparme. ―Nykyrian fue hacia la puerta―. Dios me ayude ―dijo en
voz baja antes de irse―. Que comience el soborno.

Ahora que estaban solos, la realidad de lo que había hecho se


derrumbó sobre ella.

Estaba casada.

Con un completo desconocido.

―Bueno, no es esto interesante. ―Adron se volvió para mirarla―.


No sé sobre ti, pero cuando fui a la Crona Dorada anoche, nunca tuve la
intención de encontrar un cónyuge.

Ella rio.

―Ya que estaba allí para evitar uno, puedo decir honestamente que
nunca se me pasó por la mente.

Él ahuecó su rostro en sus manos y le sonrió con una cálida


sonrisa con hoyuelos. Y cuando la besó, ella se estremeció ante la
ternura de sus labios.

―Sabes tan bien. ―Él mordisqueó la comisura de su boca―. Podría


besarte para siempre.

El deseo la apuñaló ante sus palabras.


―No eres tan malo en esa manera letal de, te-mataré-si-me-miras-
mal.

Él se echó a reír, luego la tomó en sus brazos.

Livia jadeó ante la inesperada sensación de sus fuertes brazos


rodeándola. Pero cuando llegó a la cama, se tambaleó.

Agonía le contorsionó el rostro cuando la soltó y cayó de rodillas.

―¿Adron? ―Ella se arrodilló a su lado. Pudo decir por su cara que


le dolía demasiado para hablar―. Aquí, acuéstate en el suelo.

Livia lo ayudó a acostarse, luego tomó su rodilla en su mano. Ella


hizo todo lo posible para convocar sus poderes, pero se negaron a venir.

81
¡No!

Adron se llevó la mano a la cabeza como si algo vil se estuviera


hundiendo en su cerebro. Él se retorció en la miseria, y a ella le dolía no
poder ayudarlo.

Con el corazón palpitante, corrió a la mesita de noche.

―El inyector ―gruñó desde el suelo―. Hay una botella en el cajón.

Livia los encontró y se los llevó.

Colocó la botella en el inyector, luego la sostuvo contra su


estómago y apretó el gatillo. El sudor empapaba su cuerpo mientras se
sacudía por completo. Ella solo podía imaginar cuán lastimado tendría
que estar.

Sin saber qué más hacer por él, lo cubrió con la manta y luego
sostuvo su cabeza en su regazo. Pasó las manos por su cabello húmedo,
tratando de darle todo el consuelo que pudiera.

Adron trató de no luchar contra el dolor. Le dolía menos cuando lo


hacía, y sin embargo lo atravesó con una furia tan tortuosa que lo dejó
débil. Agotado.

¡Maldición! El breve aplazamiento solo hizo que doliera aún más


cuando regresó.

Miró a Livia mientras pasaba su mano por su cabello y lo


abrazaba. Nunca antes había permitido a nadie cerca de él cuando
estaba así. No cuando tenía otra opción al respecto, de todos modos.
Pero había algo en ella que calmaba su espíritu andrajoso.

Mejor aún, no veía desprecio ni piedad en su rostro. Una calma


pacífica lo miraba desde sus ojos verdes, como si eso fuera lo que ella
quisiera dejar con él.

Después de unos minutos, su dolor disminuyó lo suficiente como


para poder moverse nuevamente.

Se sentó lentamente, con cuidado, pero se sentía como si cada


músculo de su cuerpo hubiera sido destrozado. Comenzó a ponerse de
pie.

Ella se movió para ayudarlo.

82
―No lo hagas ―dijo con más rencor de lo que pretendía―. Puedo
levantarme solo.

Ella tomó su tono enojado con calma.

―¿Puedo traerte algo?

―Una botella de alcohol. ―Lentamente regresó a la cama para


poder acostarse.

―Adron, es de mañana. ¿No deberías comer algo?

Le lanzó una mirada fulminante que nunca había fallado en enviar


a sus enemigos corriendo a cubrirse.

―Dame algo de beber.

Ella se vistió, Luego regresó unos minutos más tarde con un vaso
de leche.

Podría haberla golpeado por esa mierda. Era algo que su madre o
hermana habrían hecho para enojarlo.

―¡Maldición, Livia! No soy un niño.

―Entonces deja de actuar como uno.

Antes de que pudiera responder, sonó el timbre de la puerta.

Ella se mordió el labio.

―¿Debo responder?
―Me importa un comino lo que hagas siempre y cuando me dejes
en paz.

Livia suspiró ante su tono hostil mientras se movía ligeramente en


la cama, luego hizo una mueca.

Dejándolo solo, fue a la puerta y la abrió para encontrar a una


morena alta y atractiva, apenas vestida. La blusa roja y corta estaba
baja, y la ajustada falda de cuero negro habría hecho que los padres de
Livia se desmayaran.

La mujer se quitó las gafas de sol de modo que Livia pudo ver sus
iris rojos y las pupilas blancas que marcaban a la mujer como una
Andarion de sangre pura.

83
―Debes ser Livia. ―Ella sonrió alegremente, mostrándole los
colmillos―. Soy Zarina. ―dijo su nombre como si Livia debería
reconocerlo.

Ella alzó una ceja ante la rara extraña.

Riendo, se explicó.

―Soy la hermana pequeña de Adron. Paka acaba de contarme


sobre el matrimonio, y tuve que venir a conocerte y asegurarme de que
a mi paka no se le aflojó una rueda y empezado a alucinar o algo así.

Insegura de qué hacer con su hermana poco convencional, Livia la


dejó entrar.

―Eres muy, muy linda. ―Entró y dejó caer su bolso en el sofá de


Adron―. Pero no te habría vinculado con su tipo.

¿Estaba tratando de ser ofensiva?

―¿Disculpa?

―Adron siempre tuvo una afición por las costosas zorras con la
inteligencia de un retrolavado. Parece que en realidad tienes un cerebro
y un alma.

Livia frunció el ceño.

―¿Debería estar ofendida?

Zarina se echó a reír.


―Por favor, no. Me enorgullezco de ser socialmente inepta. Pero las
únicas personas que ofendo intencionalmente son mi manada de
hermanos. Y hablando de eso, ¿dónde está el Gran Enojado? Paka dijo
que en realidad estaba levantado y caminando sin su bastón. Eso tengo
que verlo.

Antes de que Livia pudiera responder, un fuerte estruendo sonó en


el dormitorio. Corrió hacia Adron con Zarina un paso detrás de ella.

Tan pronto como entraron en la habitación, lo vio inclinado con


una mano apoyada contra la mesita de noche. Ella jadeó al ver sangre
cubriéndolo, la cama y el piso. Y cada vez que tosía, salía más sangre.

―Oh Dios. ―Zarina sacó su enlace del bolsillo.

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Aterrorizada, Livia fue a ver a su esposo.

Abrió la boca para hablar pero solo tosió más sangre. Con todo su
cuerpo temblando, cayó de espaldas contra la cama, donde se retorció
en agonía.

Cuando ella trató de tocarlo, él la apartó.

Zarina se unió a ella en la cama.

―Una unidad de paramédicos está en camino.

Livia miró fijamente a Adron. Ella vio el tormento y la vergüenza en


sus ojos. Él estaba apenado. Pero por su vida, no podía imaginar por
qué.

Entonces cayó en la cuenta. Él, un orgulloso asesino de La Liga,


estaba desnudo e indefenso frente a su hermanita. Si todo lo demás no
fuera lo suficientemente malo…

Él tenía esa indignidad para sufrir.

Ella miró a Zarina.

―¿Puedes darnos un minuto a solas?

Zarina dudó antes de asentir.

―Iré a llamar a nuestros padres y hacerles saber. ―Ella salió de la


habitación y cerró la puerta.

Adron la miró con el ceño fruncido.


―¿Qué estás haciendo?

―Te estoy limpiando.

Ella vio la ira y el alivio en sus ojos antes de que él dejara de


luchar contra ella. Ella pensó que la ira era por él mismo porque
necesitaba ayuda para limpiarse, y el alivio por el hecho de que no sería
transportado desnudo.

Algo que fue confirmado por el débil y tímido: “Gracias”,, que


susurró él una vez que ella lo tuvo vestido.

Acababa de entregarle otra toalla limpia para mantener la sangre


fuera de su ropa cuando llegaron los paramédicos. Zarina se unió a ella
mientras se movían a una esquina para darles espacio.

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Insertaron un tubo por la garganta de Adron y le dieron otra
inyección mientras comenzaban una inyección intravenosa. Él yacía
allí, y su tranquila aceptación por sus acciones le dijo que estaba
acostumbrado a cosas como esta.

Querido Señor, ¿qué le había pasado?

¿Y qué causó este episodio? ¿Podría ser por lo que habían hecho?
¿Podría matarlo tener sexo con él?

El pensamiento la horrorizó.

Cuando la camilla de aire la pasó, Adron le dirigió una mirada


cansada y tímida, luego la apartó.

Zarina le pasó el brazo por los hombros.

―Vamos. Te llevaré al hospital.

Livia la siguió hasta un transporte y entró.

―¿Qué le sucedió para causar todas esas cicatrices?

Zarina hizo una mueca como si el recuerdo fuera demasiado


doloroso para siquiera contemplarlo.

―Hace ocho años, Adron era el asesino de La Liga que fue asignado
para terminar con Kyr Omaindon.
Livia conocía bien el nombre. La crueldad sedienta de sangre de
Kyr era materia de pesadillas. Había trazado un rastro de violación y
matanza de dos años a través del sector Brimen.

Zarina se pasó una mano elegante por el cabello.

―Cuando Adron entró en la casa de Kyr para ejecutarlo, Kyr agarró


a uno de sus sirvientes y se encerró en su estudio. La mujer estaba
embarazada, y Adron se culpó a sí mismo por permitir que la agarrara.

Livia recordó ese famoso enfrentamiento. Había habido días de


cobertura informativa. Y terminó cuando uno de los asesinos de La Liga
permitió que le esposasen las manos a la espalda y luego lo cambiaron
por la mujer embarazada.

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Ahora sabía el nombre y la cara de ese asesino.

Peor aún, conocía su toque gentil.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos mientras intentaba


imaginar el coraje que le había costado a Adron estar atado indefenso y
ser entregado a un monstruo para salvar a una extraña que ni siquiera
conocía.

Zarina condujo a través de los sectores atestado que se


desdibujaban en el exterior.

―Kyr decidió hacer un ejemplo de Adron. Quería asegurarse de que


La Liga lo pensara dos veces antes de enviar a otro asesino tras él.
Entonces, torturó a Adron por más de una semana. Lo buscaron por
todas partes pero no encontraron nada. Sin rastro de ninguno de ellos.

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Zarina. Enojada, se la


quitó.

―Fueron los doce días más largos de mi vida. Toda mi familia


buscó en todos los lugares que se nos ocurrieron, usamos todos los
recursos que teníamos. Finalmente, mi hermano Jayce lo encontró
apenas vivo dentro de un contenedor de basura. Quedaba tan poco de
Adron que Jayce apenas lo reconoció como un ser humano, sin
mencionar su propio hermano.

Livia se secó las lágrimas mientras se imaginaba cómo debía haber


sido para Jayce encontrar a su hermano en tal condición, tratar de
obtener ayuda, sin saber si viviría o no. Ni que decir del dolor que
sintieron los demás, especialmente el propio Adron.

―Si Jayce lo salvó, ¿por qué Adron lo odia tanto?

―Porque, de acuerdo con el Código de La Liga, cuando un asesino


encuentra a otro que ha sido mutilado o desfigurado permanentemente,
se supone que debe terminar con él. La idea es morir con honor y
dignidad.

Livia se aclaró la garganta mientras se entristecía por su esposo y


su familia.

―Jayce no pudo hacerlo.

87
―No, no pudo. Los dos eran demasiado cercanos. Más, Jayce
nunca hubiera podido enfrentarnos al resto de nosotros si lo hubiera
matado o dejado morir. No cuando todo lo que queríamos era tenerlo en
casa, sano y salvo.

Zarina suspiró melancólicamente.

—Ojalá pudieras haber visto a Adron antes de que lo destrozaran.


Era otra cosa. ―Le dio una sonrisa triste―. Siempre estaba correteando
por ahí, bromeando, riendo. Ahora hay días en que ni siquiera puede
salir de su cama por el dolor. Y ni siquiera puedo recordar la última vez
que lo vi sonreír, ni que decir riendo abiertamente. Ya no creo que sea
capaz de hacerlo.

Livia recordó haber visto a ese juguetón Adron anoche cuando le


había hecho el amor. Y él tenía una hermosa risa, si tan solo hubiera
sabido lo rara que era.

―¿Qué le pasó a Kyr?

La cara de Zarina se tensó.

―Mi padre y mis tíos lo destrozaron. Literalmente. La suya fue una


muerte que solo le desearía a él y a nadie más. Probablemente haya
algún pobre de ingeniería que todavía está encontrando trozos de él en
la alcantarilla donde lo dejaron.

Livia nunca había tolerado la violencia de ningún tipo, pero


después de ver a Adron y el dolor constante en el que vivía, entendió
sus acciones. Incluso como pacifista, habría hecho un daño grave a
cualquiera que lastimara así a su hijo.
Ahora, solo quería mejorarlo para él.

Si tan solo supiera cómo…

Pero una cosa era seguro, ella no lo iba a dejar así. Solo.
Atormentado. Aislado. Le debía demasiado para eso. Le había dado una
nueva vida libre de restricciones excesivas y castigos severos.

Se le hizo un nudo en la garganta al darse cuenta de que, por


primera vez en toda su vida, estaba fuera del mundo sin estar cubierta
de pies a cabeza, sin guardias que la miraban con el ceño fruncido y
ningún viejo chaperón advirtiéndole que no hablara ni tocara nada.

Era libre porque Adron la había defendido por ningún otro motivo
más que porque él era un ser humano decente. Tal hombre merecía

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felicidad y amor.

De alguna manera, lo haría reír de nuevo. Incluso si eso la matara.


Capítulo 3

Adron se quitó la máscara de oxígeno del rostro.

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Su médico le dirigió una mirada molesta.

―¿Podrías dejar eso? Lo necesitas.

―No puedo respirar con eso.

―Apenas puedes respirar, punto. ―Theo volvió a colocar la máscara


de oxígeno en su lugar.

Adron entrecerró los ojos al hombre, pero como de costumbre, a


Theo no le importó. En los últimos ocho años, su batalla de voluntades
se había vuelto legendaria con el personal del hospital.

Theo se pasó una mano por el negro y canoso cabello mientras le


fruncía el ceño.

―No puedo creer que incluso intentaras tener sexo en tu condición.


¿En qué estabas pensando?

Que su esposa tenía el mejor culo que había visto…

Adron se quitó la máscara.

―No soy un maldito eunuco.

―No, no lo eres. Pero esa es la única parte de ti que no fue cortada


y que aún funciona de la manera que Dios lo pretendió. ―Theo volvió a
poner la máscara en su lugar―. Necesitas recordar que eres un hombre
cuyos órganos internos apenas funcionan. Su funcionalidad es mínima
en el mejor de los casos, y cualquier presión sobre ellos puede matarte.
¿Cuántas veces tengo que decirte que no puedes presionar tu
abdomen?
―Bueno, si tengo que morir, prefiero salir con una buena
explosión.

Theo curvó su labio.

―No eres gracioso.

Su garganta se apretó, Adron cerró los ojos. Una imagen de Livia


pasó por su mente, y la maldijo.

Theo revisó su IV.

―Si usaras el refuerzo de tu pecho como se…

―Da calor y me irrita. Ni siquiera puedo moverme con eso.

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Suspirando, Theo dejó a un lado su historia médica electrónica.

―Te guste o no, Adron, una mala caída y podrías romper algo y
matarte. Tu cuerpo es tan frágil como una flor de roshuna.

Sí, había algo con lo que un asesino realmente quería compararse.


Él, el más malo de los malos, el hombre que una vez había hecho a la
peor escoria del universo mearse de miedo, era ahora una maldita flor
delicada.

Desearía estar muerto.

Adron se quitó la máscara de nuevo.

―No me importa. No voy a usar esa monstruosidad. Me hace ver


como un bicho raro. ―Lo que era, pero por los dioses, no tenía intención
de dejar que todos supieran cuán dañado estaba realmente.

Le quedaba algo de orgullo.

Theo puso los ojos en blanco.

―Un día, esa terquedad te va a matar.

Sí, pero obviamente no lo suficientemente pronto.

Más bruscamente que antes, Theo reemplazó la máscara.

―Por cierto, hay una razón por la que no te doy medicamentos para
adormecer completamente tu dolor. Necesitas sentirlo para conocer las
limitaciones de tu dañado cuerpo. Dile a tu esposa que fue un buen
pensamiento, pero en el futuro es mejor que no dejes que te ayude. No,
a menos que quieras convertirte en mi invitado permanente aquí en el
Hotel Infierno. Ahora mantén esa maldita máscara en su lugar o te
sujetaré las manos.

En un último acto de desafío, Adron hizo un gesto obsceno.

Dejando escapar un suspiro de repugnancia suprema, el buen


doctor se alejó.

Theo se detuvo en la puerta y se volvió para mirarlo.

―Y la próxima vez que quieras tener relaciones sexuales, será


mejor que encuentres alguna forma de hacerlo sin ejercer presión sobre
tu pecho o abdomen. No estoy bromeando, Adron. Te haces esto una
vez más y te castigaré por eso.

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―Hola, hermano mayor.

Adron abrió los ojos para ver a Zarina asomada hacia la


habitación. Intentó esbozar una sonrisa para ella, pero no pudo. El
dolor era demasiado en este momento. Sin mencionar que ella no podría
verlo de todos modos por la máscara que cubría su rostro.

Aun así, se alegró de verla. No importa lo mal que se sintiera,


Zarina y su extraño sentido del humor siempre podrían hacerlo sentir
mejor.

―Theo el Malo dijo que estaba bien verte. ¿Cómo te sientes?


―Zarina dio un paso vacilante dentro de su habitación, y fue entonces
cuando vio a Livia detrás de ella y todos los pensamientos se
dispersaron.

Su esposa tenía su largo cabello castaño trenzado por la espalda.


El traje pantalón azul conservador hacía que su piel pálida brillara, y
esos grandes ojos de ciervo tenían tanta ternura que anheló estar
completo.

Poder amarla como se merecía…

Adron apretó los dientes cuando una ola de deseo lo atravesó. No


podía soportar verla, sabiendo que ella le pertenecía y, sin embargo,
nunca podría volver a tenerla.

Fue el golpe más cruel de todos.

Ni siquiera soy un hombre.


Apartó la cabeza de ellas para que no le recordara en qué
abominación se había convertido. No recordaría al hombre que podría
haberle hecho el amor toda la noche sin cansarse.

Ahora…

Bajó la mirada hacia su brazo desnudo y lleno de cicatrices que lo


asqueaba. La carne retorcida. La piel arrugada… ¿cómo podría Livia no
estar asqueada por él? Incluso él se odiaba a sí mismo.

―Sal y déjame en paz.

―¿Adron?

El sonido de la suave voz de Livia se apoderó de él como una suave

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caricia, y lo atravesó como la glicerina sobre el vidrio. Dioses, ¡no era
justo!

Ella se adelantó, y cuando él sintió su toque en su cicatrizado


brazo…

Olvida el dolor de sus heridas. No eran nada en comparación con el


daño mental que el toque causaba.

―¡Aléjate de mí! ―Él empujó a Livia y miró a su hermana mientras


sus monitores sonaban―. Llévala a un abogado y divórcianos. ¡Ahora!
Lo digo en serio, Rina. No te atrevas a ignorarme.

Theo entró corriendo con dos enfermeras detrás de él.

―Fuera ―le espetó a las mujeres―. Te dije que no lo molestaras.

Livia sintió que se le hinchaban las lágrimas al ver al médico


obligando a Adron a acostarse y al sonido de Adron maldiciéndolos a
todos.

Con la garganta apretada, miró a Zarina

―¿Qué hice?

―No eres tú, cariño. ―Zarina la abrazó a su costado cuando


salieron de la habitación y se dirigieron por el pasillo―. Adron te está
culpando por lo que hizo Alia.

―¿Alia?

―Su primera esposa.


Livia tropezó ante las noticias. ¿Estaba casado antes? Por favor, no
permitas que siga casado. Había una pregunta que ni siquiera había
pensado hacer.

Ella asintió.

―Sí. Y ella era una tremenda perra. Hasta el día de hoy, me


encantaría arrancarle el corazón frío y dárselo. Como ella era la
heredera Wurish, su padre había negociado un matrimonio entre ellos
cuando ambos eran adolescentes. Alia había aceptado solo porque
quería un marido trofeo, y como el comisionado más joven en la historia
de La Liga y el siguiente en la fila para heredar el imperio de mi padre,
Adron era un candidato elegido para ella.

93
»Pero en realidad nunca se llevaron bien. Ella era demasiado
egoísta y perra. Creo que la mitad de las misiones que tomó fueron para
escapar de tener que estar cerca de ella. Pasó tanto tiempo fuera de
casa que era todo menos un extraño para nosotros. Luego tres semanas
después de que Adron había sido encontrado, mientras aún luchaba
por su vida, mi matarra, paka y yo estábamos en su habitación del
hospital, tratando de darle razones para superar el dolor. De repente,
Alia apareció con papeles de divorcio. Se los entregó y le dijo que era
demasiado joven para ser la niñera de un lisiado.

El horror por él la llenó cuando le dirigió a Zarina una mirada


incrédula.

―¿Cómo pudo hacer tal cosa?

―No tengo idea, pero si vivo una eternidad, nunca olvidaré la


mirada en el rostro de Adron. Vi algo dentro de él morir ese día. Pero,
sinceramente, entre tú y yo, creo que es lo mejor que le pudo haber
pasado. No la necesitaba en su vida, y fue una buena despedida para la
basura autocomplaciente. Solo desearía que la perra hubiera tenido un
mejor momento.

Zarina se detuvo y la miró con dureza.

―Y hablando de tiempo… ¿vamos a la oficina de un abogado?

Livia se mordió el labio con indecisión. Adron había pasado por


tanto que se preguntó si él todavía estaba mentalmente sano. Sus
cicatrices físicas las conocía. Eran las que no podía ver lo que la
asustaba.
Ella buscó la verdad en los ojos de Zarina.

―Dime, ¿es psicótico o abusivo?

―No. Pero está enojado y extremadamente amargado. Nunca fue el


tipo de persona que dependiera de nadie para nada. Lo humilla cada
vez que tiene que pedir algo, y ahora mismo necesita ayuda para hacer
incluso las cosas más simples.

Ella podía entender eso. Nunca le había gustado ser dependiente


tampoco. Y si lo que había visto era lo peor de él, definitivamente podría
soportarlo.

―Entonces llévame a casa.

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Zarina sonrió.

―Sabía que me gustabas por una razón.

En los próximos días, Livia pasó todo el tiempo que pudo


aprendiendo sobre Adron mientras esperaba que él volviera a casa.

Los hermanos gemelos de Zarina y Adron, Taryn y Tiernan, fueron


tremendas fuentes de información. Y esa tarde, le habían proporcionado
una caja llena de archivos e imágenes.

Sentada sola en su sala audiovisual, cargó sus viejos archivos para


mirar.

El primero fue de Adron con un hombre alto y moreno. Parecían


tener alrededor de veinte años, con el hombre moreno un poco más
joven. El largo cabello rubio de Adron estaba suelto, cayendo sobre sus
hombros mientras los dos jugaban un complicado juego de mesa
electrónico.

Dios, pero apenas reconoció a su apuesto esposo. Su rostro


intacto, sus ojos brillaban como fuego azul mientras tamborileaba
impacientemente sobre la mesa.

―Vamos, Devyn, muévete ya. Eres como ver hielo congelado.


Mantén este ritmo y mis nietos podrán terminar el juego por ti.

―Cierra el puto pico, Adron, estoy pensando.


―Sí, puedo ver el humo saliendo de tus oídos. ¿Qué? ¿Te quitas un
engranaje o algo tratando de pensar? ¿Quieres que llame a Vik para que
tome tu turno por ti?

Devyn le hizo un gesto obsceno.

Antes de que Devyn pudiera hacer o decir cualquier otra cosa, el


agua se derramó sobre los dos, empapándolos por completo y
cortocircuitando el tablero.

Adron extendió las manos mientras su expresión se oscurecía de


ira.

―¿Qué demonios?

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Los hombres levantaron la vista para ver a una joven Zarina con
una manguera, inclinada sobre la pared mientras se reía de ellos.

La mirada de Adron se entrecerró peligrosamente.

―Oh, Reen… vas a morir. Penosamente.

Soltando la manguera, Zarina gritó y corrió, pero Adron la alcanzó


en el momento en que rodeó la cerca.

―¡Tráela, Adron! ―Livia reconoció la voz como la de Tiernan o la de


Taryn. Uno de los gemelos debe haber sido el que los filmó―. ¡Haz que
pague!

Adron colgó a Zarina sobre su hombro mientras él corría por el


patio con ella.

Zarina golpeó su espalda mojada mientras intentaba retorcerse


fuera de su agarre.

―¡Se lo diré a paka si no me dejas ir! Bájame, acosador


subdesarrollado.

Se detuvo frente a una piscina enterrada

―Lo tienes. ―La lanzó sobre su hombro, directamente al agua.

Zarina apareció farfullando y tosiendo.

―¡Oh, ya está bueno! ¡Devyn! ¡Ayuda a tu prima bebé! Necesito a


mi vengador.
Devyn vino corriendo. Su cabello oscuro estaba cortado y sus ojos
brillaban con picardía. Agarró a Adron por la cintura, y los dos cayeron
en la piscina.

Adron rompió la superficie del agua, riendo.

Devyn lo agarró por detrás y lo sumergió mientras Zarina golpeaba


su cabeza.

―¡No! ―gritó Kiara la madre de Adron, mientras corría hacia la


piscina. Tenía los ojos muy abiertos por el miedo y su hermoso rostro
era severo. Parecía que estaba a punto de llorar―. No jueguen así. Ya lo
saben. Uno de ustedes podría salir lastimado.

Adron empujó a Devyn hacia atrás antes de quitarse el cabello de

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los ojos.

―Mata, está bien.

Kiara sacudió la cabeza, haciendo que su larga trenza de caoba se


derramara sobre su hombro.

―No, no está. No podría vivir si perdiera a uno de ustedes, y ambos


saben lo que Shahara haría si los viera a ti y a Devyn peleando en el
fondo de la piscina. Ahora salgan de allí, todos, y dejen de jugar.

Sometidos, los tres salieron de la piscina.

Sometidos, eso era, hasta que Devyn se coló sigilosamente detrás


de Adron y le bajó los pantalones cortos.

Livia se quedó boquiabierta al ver a Adron completamente


desnudo.

Así que, su esposo nunca había usado ropa interior… sonrió al


saberlo.

Maldiciendo, Adron se subió los pantalones y corrió tras su primo.

―¡Adron! ―gritó Kiara, pero la risa en su voz eliminó la severidad


de su tono―. No le hagas daño.

―No voy a lastimarlo, mata. Voy a matarlo.

―¡Tía Kiara, ayuda! ―Devyn volvió corriendo y puso a Kiara entre


ellos. No es que fuera una gran pared, ya que ni siquiera llegaba a sus
hombros.
―Adron —dijo ella bruscamente―. Tocas un cabello de su cabeza y
su madre te desollará vivo. Tú lo sabes. Y no hay nada que yo pueda
hacer para detenerla.

Adron hizo una pausa mientras miraba a Devyn.

―Muy bien. Tienes que dormir en algún momento.

―Sí, pero tengo un guardaespaldas mecánico que no lo hace.


―Devyn soltó una risa burlona antes de sacar la lengua.

Adron lanzó un gesto obsceno.

―Eres un asco, pequeño bastardo.

Kiara lo fulminó con la mirada.

97
―Adron, te enseñé mejores modales.

Devyn continuó torturándolo.

Livia se rio de su juego amoroso, y mientras miraba más archivos,


se dio cuenta de que Zarina tenía razón. Adron había sido un alma
amable y amante de la diversión que se tomaba muy poco en serio.

De alguna manera, iba a encontrar a ese hombre y devolverlo al


mundo.

Pasó un mes completo y tres cirugías más antes de que Theo


Zonvarri finalmente permitiera que Adron saliera del hospital. Todo lo
que quería hacer era irse a casa y quedarse solo. No quería ver más
piedad en el rostro surcado de lágrimas de su madre. Ver la culpa en
los ojos de su padre por el hecho de que no había nada que él pudiera
hacer.

Solo quería paz solitaria lejos de todos. Una agradable niebla


inducida por el alcohol…

Su hermano, Tiernan, se movió para ayudarlo desde el transporte.


Adron frunció el ceño y lo hizo retroceder.

―Dios, deberías embotellar esa mirada. Conozco ejércitos que


pagarían una fortuna por tener algo tan tóxico en su arsenal.
Rechinando los dientes Adron salió a pesar de que la tensión lo
hizo sudar.

―¿Por qué sigues aquí?

―Paka quería que me asegurara de que llegaras a casa a salvo.

―Estoy en casa. Ahora vete.

Tiernan se burló.

―¿Por qué querría hacer eso? Quiero decir, maldición, Dios no lo


quiera, debería estar cerca de alguien a quien realmente le gusto. Es
mucho más divertido estar aquí contigo insultando mi virilidad y
cuestionando mi linaje cada cinco segundos.

98
Ignorándolo, Adron se dirigió a su edificio de apartamentos, a los
ascensores, e hizo todo lo posible por no recordar quién había estado
con él la última vez que había cruzado este vestíbulo.

Livia

Su nombre y su rostro aún lo perseguían. Y a pesar de sí mismo,


se preguntó dónde estaría ella. Cómo estaba.

―No me importa.

Tiernan entró en el ascensor a su lado.

―¿Qué fue eso?

―Nada.

Adron no habló hasta que estuvo de vuelta a su departamento.


Cojeó hasta el bar y buscó algo de beber. Pero no había nada allí.
Obviamente, su familia había hecho otra visita para limpiar su casa
mientras él no estaba.

―Maldita sea, ¿cuál de ustedes hizo esto?

―Yo lo hice.

Se congeló ante el sonido de la voz de Livia detrás de él. Ese tono


dulce lo atravesó como un cristal dentado.

Preparándose, se volvió para mirarla. Pero todos los refuerzos en el


mundo no podían prepararlo para la vista de ella parada allí, vestida de
blanco y luciendo como un ángel precioso. Su cabello oscuro estaba
recogido, con mechones cayendo sobre su rostro y hombros. La luz del
día brilló a través de los hilos, haciéndolos brillar.

Pero eso no era nada comparado con esos grandes ojos que lo
chamuscaron. Los labios de arco de Cupido que lo obligaron a recordar
lo dulce que habían sido. Cada parte de su cuerpo cobró vida cuando
su pene se endureció. Y todo lo que quería era sentir sus manos y boca
sobre su piel desnuda.

No estoy bromeando, Adron. Te haces esto una vez más y te


castigaré. Lástima que Theo no haya cumplido con esa amenaza.
Porque todo lo que quería era probar a su esposa, y era lo único que no
podía tener.

Lívido por ese hecho, él le gruñó.

99
―¿Qué estás haciendo aquí?

―Vivo aquí.

―Al demonio que lo haces. ―Se volvió hacia su hermano―. La


quiero fuera de aquí. Ahora.

Tiernan levantó las manos en señal de rendición.

―Según tus propias palabras, ella es tu esposa. No hay nada que


pueda hacer.

―Tiernan ―dijo en advertencia.

―Adron ―respondió él.

Livia avanzó y, por todas las apariencias, no parecía ni un poco


sacudida por su ira.

―Gracias por traerlo a casa, Tiernan. Creo que puedo manejarlo


desde aquí.

Tiernan arqueó una ceja dudosa.

―No sé si me siento bien dejándote a su merced. Puede sacar


sangre con esa lengua.

―Estoy acostumbrada a que la gente me insulte. ―Dirigió una


mirada significativa a Adron―. Además de no ser deseada. Te lo
prometo, no hay nada que Adron pueda decir que me haga llorar.

Y en ese momento Adron se sintió bajo. Nunca había querido


lastimarla.

Dándose la vuelta, se dirigió a la habitación.

Livia se despidió de Tiernan, quien salió de su departamento, y


luego siguió a Adron. A pesar de sus valientes palabras, estaba
aterrorizada. Aunque era su esposo, era un extraño para ella en
muchos sentidos.

Pero por otra parte, también estaba acostumbrada a vivir con


miedo. Al menos Adron no la golpearía.

Esperaba.

Cuando entró en el dormitorio, lo encontró acostado en la cama,

100
completamente vestido, con el brazo sobre los ojos. Su cuerpo largo y
delgado era un festín que hizo que su corazón se acelerara. Era extraño
lo letal y poderoso que era mientras se relajaba. Pero aún más aterrador
era lo mucho que lo había extrañado. Su presencia llenaba la
habitación y agregaba…

Ella no podía definirlo. A pesar de que habían estado juntos solo


una noche, se sintió conectada con él. Y lo había extrañado más de lo
que nunca había extrañado a nadie.

Ahora que él estaba aquí, quería hacerlo feliz de nuevo.

―¿Tienes hambre?

―No.

―Bien, entonces…

―Quiero estar solo.

Ella suspiró con tristeza ante su tono mordaz. ¿Cómo podría


alcanzar al Adron que ella había visto en sus archivos? ¿El Adron que
había sido tan tierno y amable con ella?

¿Era incluso posible?

No te rindas con él… eso fue lo que su madre le había dicho ayer
cuando Kiara la llamó para decirle que Adron volvería a casa. Sé que es
difícil estar cerca de él, pero es un buen hombre, y a pesar de lo que dice,
significas algo para él. No se habría casado contigo a menos que lo
hicieras. Así que, por su bien, ayúdalo a encontrar una razón para vivir.
Quiero ver a mi bebé sonreír de nuevo. Sólo una vez.
¿Cómo podía negarle a su madre una solicitud tan simple? Solo
que hoy, esa solicitud no parecía tan fácil como lo había sido ayer.

Hoy parecía imposible.

Pero había prometido intentarlo, y así lo haría.

―Me parece que has pasado demasiado tiempo solo. Quizás un


poco de tiempo con…

―Maldición, ¿por qué sigues aquí? ―La fulminó con la mirada con
tanto odio que le escoció―. ¿Por qué no hiciste lo que te dije?

Respiró hondo y contó con paciencia mientras se recordaba que


tenía mucho dolor. No tuvo la intención de decir eso.

101
¿Y si lo hacía?

No. Ella se negó a creer que él la odiaría después de haberla


protegido. Entonces, respondió con la simple verdad.

―Porque no tengo otro lugar a donde ir. Mi padre me ha repudiado


por completo por nuestro matrimonio. Si me voy a casa, me arrestará y
golpeará públicamente.

Adron hizo una mueca al darse cuenta del alcance del daño que le
había hecho. ¿Cómo pudo haber sido tan estúpido y egoísta? ¿Y para
qué? ¿Una noche de sexo que casi lo había matado?

¿Qué tipo de vida podría darle él? No podía hacer nada. Era inútil y
débil.

Patético.

Y ella merecía algo mejor que él. Una vida que no incluía limpiar su
culo lisiado.

―Si se trata de dinero…

Su expresión decía que la había insultado hasta el fondo de su


alma.

―No quiero tu dinero.

―¿Entonces qué quieres?

Su mirada inocente lo atravesó.


―A ti.

Sacudió la cabeza lentamente.

―Debes estar trastornada.

―¿Por qué? ¿Porque quiero estar contigo?

―Sí. En caso de que no lo hayas notado, no soy precisamente


agradable de tener cerca. Demonios, ni siquiera quiero estar cerca de mí
la mayoría de los días.

Ella se movió para sentarse en la cama junto a él. Tan cerca que
ansiaba tomarla en sus brazos, pero se negó a hacerlo. No le haría eso a
ninguno de ellos.

102
No sería justo o correcto.

Ella apartó un mechón de cabello de su rostro, las puntas de sus


dedos le quemaron la piel cuando la tocó.

―Sabes, mientras estábamos haciendo el amor, sentí una conexión


contigo. ¿Tú también lo sentiste?

―No ―mintió.

Ella le chasqueo la lengua en desaprobación con una luz en los


ojos que lo hizo sentir como un cabrón por no decirle lo que realmente
sentía por ella.

―No te creo. Fuiste demasiado tierno. Me abrazaste fuerte. Puede


que sea inocente, pero no soy estúpida. Sé que los hombres no tratan a
las mujeres de esa manera.

Él le dirigió una mirada graciosa.

―¿Y cómo sabes eso?

―Zarina me lo dijo.

Él le hizo una mueca.

―Oh, cielos. ¿Discutiste sobre sexo con mi hermanita?

―Sí. Ella fue muy informativa.

Su estómago se retorció al pensar en Zarina teniendo algún tipo de


conocimiento carnal.
―Puedo imaginarlo.

―También hablé con tu madre y ella dijo…

Se encogió de dolor y, por una vez, no fue por sus heridas.

―Ay, Dios, Livia. ¡Eso es aún peor! ¿Por qué hablarías con mi mata
sobre sexo conmigo?

―No tenía a nadie más a quien preguntar.

Él dejó escapar bocanadas de aliento agravado sobre lo que ella


había hecho. ¿Cómo pudo? ¿No tenía vergüenza alguna?

―Podrías haberlo buscado en línea como todos los demás.

103
―Lo intenté, pero todo lo que obtuve fue pornografía y mientras
fue… bueno, fue algo asqueroso y poco informativo. Solo un montón de
resoplidos, gemidos y partes del cuerpo. Entonces, pensé que tu madre
y tu hermana podrían tener algunas ideas para compartir. Después de
todo, tu madre tuvo cinco hijos y…

―¡Detente! Ni siquiera quiero pensar en mi mata teniendo sexo con


mi paka. Sé con certeza que ella fue inseminada artificialmente, y él
nunca la tocó. Graspa Zamir me lo dijo y le creo.

―Eso no es lo que ella dice.

Él gimió.

―¿No tengo suficiente dolor como para que me tortures con esta
mierda encima? ¿Qué te he hecho para que quieras matarme?

―¿Por qué estás siendo tan bebé por esto? Soy yo la que se
mantuvo enclaustrada.

―Porque mi mata y hermana son seres sagrados, inmaculadas por


las manos de un hombre, y si me dices algo diferente, especialmente en
lo que concierne a Zarina, lo juro por Dios, me pongo el uniforme de
asesino y destripo a cualquier bastardo que la toque.

Livia apretó los labios para evitar reírse de él cuando era obvio,
hablaba en serio. Aun así, le gustaba burlarse de esa forma de él. Y en
el fondo, sospechaba que él no estaría tan molesto como estaba
actuando.

Decidiendo darle un poco de alivio, ella cambió de tema.


―Entonces, ¿vamos a sentarnos aquí todo el día?

Todo el humor huyó de su rostro.

―No. Te vas a ir.

―Me iré cuando lo hagas tú.

Adron le gruñó.

―¿Tienes idea de cuánto dolor tengo? Duele respirar. Sobre todo


duele hablar, así que si no te importa, me gustaría quedarme aquí en
silencio.

Ella suspiró ante la ira y la amargura en su voz que parecía ser

104
una parte permanente de su vida. Lo que había hecho por esa mujer y
su hijo había sido más que decente y heroico, y no quería que perdiera
de vista el sacrificio que había hecho.

Por la felicidad de alguien más.

Él era un héroe y ella solo quería verlo sonreír.

Sólo una vez.

―Bien. ―Se deslizó de la cama y sacó un pequeño marco de fotos


de su mesita de noche―. Quería mostrarte esto. Vino por mensajería
mientras estabas en el hospital.

Adron frunció el ceño cuando ella le entregó el marco en blanco y


lo encendió. Estática parpadeó hasta que apareció la imagen de una
frágil mujer morena y una pequeña niña rubia.

Las dos le estaban sonriendo y saludando.

Livia observó su cara estoica mientras su corazón se llenaba de


calidez por lo que les había dado. Fue suficiente para llevar lágrimas a
sus ojos.

―Hola, comandante. ―La mujer levantó a la niña y le besó la


mejilla―. En el aniversario de lo que hiciste, solo quería agradecerte.
Esta es mi hija, Dalycia. No sé si me recuerdas o no, pero soy la mujer
que salvaste de ese psicópata, y esta es la hija que tuve seis semanas
después. Saluda, Dalycia.

―Hola, comandante. ―La niña saludó y sonrió con esa inocencia


que solo venía con la infancia―. Gracias por salvar a mi mami y a mí.
―Desdobló una imagen dibujada a mano de un hombre, una mujer y
una niña tomados de la mano en un parche de flores con un arcoíris
encima―. Dibujé esto para decirte gracias. ¿Ves? —señaló al hombre—,
ese eres tú quien nos está salvando, y todos estamos felices porque
estamos vivos y el hombre malo no lo está.

Livia observó cómo la agonía le cruzaba el rostro mientras la mujer


y la niña seguían hablando con él.

De repente, gruñó indignado y arrojó el marco contra la pared,


rompiéndolo en mil pedazos.

―¡Adron! ―espetó ella, perdiendo la paciencia con él.

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Luego se volvió hacia ella con un gruñido cruel antes de soltar una
maldición tan asquerosa que ella se sonrojó.

―¿Qué? ¿Pensaste que mostrarme esa mierda haría que todo esto
estuviera bien? ¿Creías que las miraría, luego lloraría y diría cuán
agradecido estoy de que vivan mientras estoy atrapado así?

Hizo un gesto hacia las cicatrices que cortaban su cuerpo y le


retorcían la pierna.

—¿Qué pasa con los niños que yo quería tener, Livia? Ni siquiera
puedo tener relaciones sexuales sin pasar un mes en el hospital o morir
por eso. ―Maldijo de nuevo―. Todo lo que quiero son cinco putos
segundos en los que no estoy tratando de respirar a través de la miseria
absoluta. Cinco segundos donde puedo moverme y que no me duela la
médula de mis huesos.

El amargo tormento en sus ojos la abrasó.

—Solo tengo treinta y cinco años y todo lo que tengo para esperar
es un futuro donde me desintegraré lenta y dolorosamente en un
inválido que ni siquiera puede limpiarse el culo. ¿De verdad crees que
estoy de acuerdo con depender de ti o de alguien más? Era un asesino,
y ahora tengo menos movilidad que un hombre marchito de cien años.
No soy más que un pedazo de mierda sin valor que debería haber
muerto esa noche. Y que ellas me digan lo agradecidas que están no
hace que esto esté bien conmigo. Nunca lo hará.

Sus palabras trajeron lágrimas a sus ojos. Estúpidamente pensó


que lo haría sentir mejor saber cuánto había significado su sacrificio
para los que había salvado.
Pero ella estaba equivocada. Nada lo haría sentir nunca mejor.

―Lo siento ―susurró―. Sólo estaba tratando de ayudar. Pero no


dejarás que nadie te ayude, ¿verdad? Prefieres revolcarte en la
autocompasión. Bien. Entiendo. No te molestaré más. ―Con el corazón
roto por él, se volvió con tanta dignidad como pudo y lo dejó.

Livia no dejó de caminar hasta que llegó a la sala de estar.


Deseando una respuesta que no llegaría, se hizo un ovillo en el sofá y se
mordió el labio para contener las lágrimas.

No lloraría.

Pero por dentro, sangró por él. Dolida por lo que había sido una
vez.

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Incluso ahora podía verlo reír y jugar con su hermana y sus
hermanos.

Cómo deseaba haberlo conocido entonces.

De repente, sintió una mano sobre su cabeza. Levantando la


mirada, encontró a Adron parado al lado del sofá. Su frente estaba
húmeda de sudor, y vio la blancura de sus labios mientras él luchaba
con su dolor mientras se apoyaba pesadamente en su bastón.

―Lo siento ―dijo, su voz tensa―. Sé que solo estabas tratando de


ayudar. Pero pasé el punto de ayuda hace mucho tiempo. ―Él cambió
su peso e hizo una mueca―. Mira, sé sobre tu gente y tus costumbres, y
sé que fuiste criada dentro de una jaula. Lo último que necesitas es
cargar con un hombre que apenas puede caminar. ¿Por qué no vas y
consigues tu propio lugar y vives? Estaré encantado de ponerte en todas
mis cuentas. Nunca carecerás de nada.

Fue una oferta generosa que hizo. Pero ella no podía aceptarlo.

―No puedo hacer eso.

―¿Por qué no?

―Porque te amo.
Capítulo 4

Adron no podría haber estado más aturdido si Livia hubiera

107
estirado el brazo y lo hubiera abofeteado.

―Ni siquiera me conoces.

―Sí, lo hago. Intentas ocultar lo que eres, pero lo veo. Brilla a


través de tu amargura con un brillo que ni siquiera tú puedes extinguir.

Él la miró ceñudo.

―¿Y qué soy yo?

―Eres amable y decente. Tienes un buen corazón.

Él resopló ante su ingenuidad infantil.

―No tengo corazón en absoluto. Lo que tengo es un sustituto


mecánico que bombea sangre a través de un cuerpo roto y la mitad del
tiempo funciona mal.

Ella se levantó del sofá.

Adron se estremeció cuando lo tocó. Dios, cómo quería besarla.

No, quería deslizarse profundamente dentro de ella hasta que se


perdiera. Hasta que olvidara todo, salvo la paz que había encontrado allí
esa noche que habían pasado juntos. ¿Era demasiado pedir?

Ella lo tomó de la mano y lo llevó a su sala audiovisual.

―Zarina dijo que a veces es doloroso para ti sentarte, así que pensé
en hacerte algunas modificaciones.

Se quedó mirando el nuevo sofá. Era dos veces más grande que el
anterior y parecía más una cama pequeña. Había apilado almohadas
por todas partes. Almohadas femeninas que parecían fuera de lugar con
sus tonos oscuros y masculinos.

Reteniendo un comentario desagradable sobre eso, Adron se sentó


y se apoyó contra las almohadas, asombrado de lo bien que se sentía.

Hasta que Livia se sentó a su lado. Su cuerpo reaccionó


instantáneamente a su cercanía.

―Me estás matando.

―No quiero matarte. ―Ella se inclinó hacia delante y capturó sus


labios.

Cerrando los ojos, saboreó su sabor. Durante el último mes había

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hecho poco, salvo soñar con su beso. Soñar con tocarla de nuevo.

Ella pasó las manos sobre su cuerpo, haciéndolo arder aún más.

Y cuando ella tocó su pene a través de sus pantalones, él maldijo.

―Livia, para. No puedo hacerte el amor.

Ella le sonrió pacientemente.

―Está bien. Yo te haré el amor a ti.

Él frunció el ceño cuando ella comenzó a desabotonarse la camisa.

Adron abrió la boca para protestar, pero luego bajó la cabeza hacia
su cuello. Él contuvo el aliento cuando su lengua suavemente acarició
su piel. Y mientras ella mordisqueaba y lamía su carne, le desabotonó
los pantalones, deslizó su mano hacia abajo y tomó su hinchado pene
en su mano.

Con la cabeza ligera, no podía hablar mientras ella lo acariciaba.


No se pudo moverse. Todo lo que pudo hacer fue sentir que ella le hacía
el amor…

Él tembló cuando ella abrió un camino abrasador por su pecho con


su boca. Despacio, con cuidado. Su toque lo quemó y fue mucho más
profundo que su piel.

Tocó su alma.
Con los ojos cerrados, la observó mientras ella lamía y
mordisqueaba la carne de su estómago, y cuando ella lo llevó a su boca,
pensó que moriría del placer.

Su cabello oscuro se desplegó en su regazo cuando él enterró su


mano en sus suaves rizos y la observó estimularlo.

Adron apretó los dientes cuando su lengua y boca lo masajearon


desde la base hasta la punta. Ella era implacable en su degustación.

Nunca había sentido algo así. Sus acciones fueron tan


desinteresadas, tan amables.

¿Por qué a ella le importaría?

109
¿Por qué haría esto por él?

Te amo.

Sus sinceras palabras lo desgarraron. Ninguna mujer le había


dicho eso antes.

Solo ella.

Y por su vida, no podía entender qué sobre él podría encontrar


adorable. O incluso tolerable, sin mencionar deseable.

La mujer estaba loca.

Pero ella lo tocó en un nivel que desafiaba la explicación. Un nivel


que nunca antes había conocido. Echó la cabeza hacia atrás contra las
almohadas y gruñó mientras se liberaba en su boca.

Aun así, ella no se apartó. No hasta que estuviera completamente


débil y agotado.

Con la respiración entrecortada, la miró asombrado.

―No puedo creer que hayas hecho eso por mí.

―Te lo dije, Adron, te amo. Haría cualquier cosa para hacerte feliz.

―Entonces bésame.

Lo hizo.

Livia gimió cuando le pasó la mano por debajo de la camisa y le


apretó suavemente el pecho. Apoyando los brazos a cada lado de él, se
colocó cuidadosamente a horcajadas mientras se aseguraba de no
ejercer presión sobre su pecho o abdomen. Las advertencias de Theo
habían sido explícitas, y ella nunca haría nada para lastimarlo.

Adron ahuecó su cabeza con una mano mientras la rodeaba con la


otra y le soltó el sujetador.

―Me encanta cómo te sientes en mis brazos ―susurró contra sus


labios―. Me encanta cómo te ves cuando tienes las mejillas sonrojadas y
los ojos brillantes.

Él deslizó su mano hacia abajo sobre sus senos, hacia su estómago


y hacia donde ella lo anhelaba.

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―Y me encanta cómo te ves cuando te vienes por mí. ―Él le dedicó
una tierna sonrisa―. Me haces sentir como un hombre otra vez, Livia.
Tú me completas.

Desvergonzadamente, ella se frotó contra él. Y cuando se vino,


gritó.

Adron le sonrió y la abrazó.

Pasaron el resto del día acostados desnudos en los brazos del otro,
acariciando, mimando, y simplemente hablando de absolutamente nada
importante.

Fue el mejor día de la vida de Adron, y la mantuvo despierta hasta


altas horas de la madrugada por miedo a que terminara.

Ese día fue seguido por tres días más de felicidad.

Adron estaba constantemente asombrado por la mujer que el


destino había arrojado milagrosamente a su vida. Ella era divertida,
inteligente y tan increíblemente generosa que lo cortaba por dentro. Le
dolía pensar en ella pasando el resto de su vida vivaz atada a él
mientras lentamente decaía.

―Hola.

Levantó la vista del libro que estaba leyendo para verla parada en
la puerta. Su cabello todavía estaba húmedo por el baño y sus ojos
brillaban con picardía.

―Hola ―dijo vacilante. No se sabía qué podría significar esa


mirada. Si había aprendido algo sobre ella, era esperar lo inesperado.
Ella caminó lentamente hacia la cama.

―¿Te gustaría salir un poco hoy?

Sí, lo hacía. Más de lo que ella alguna vez sabría. Pero tenía
demasiado dolor. Incluso sostener el lector electrónico en su mano, que
pesaba solo unos pocos gramos, era difícil para él.

―No puedo.

―Vamos, Adron. Me dijiste que tu terapeuta dijo que necesitabas


más ejercicio.

―Sí, pero no hoy. Mi pierna está muy rígida. ¿Por qué no llamas a
Zarina?

111
―Porque prefiero estar contigo.

La mujer era la tonta más grande que había conocido.

Ella se sentó a su lado en la cama.

―Aquí. ―Ella colocó sus manos sobre su rodilla.

Adron se tensó cuando el calor de sus manos se filtró en su pierna.


Después de unos segundos, todo el dolor desapareció y su rodilla se
sintió como antes de que Kyr lo destrozara.

―¿Cómo haces eso?

―Mi madre me enseñó. Ella proviene de una larga línea de grandes


sanadores. ―Le masajeó suavemente la rodilla y la pierna, lo que hizo
que otra parte de él se hinchara y le doliera―. Desearía poder llevarte
con ella. Ella podría curarte en un instante.

―¿De verdad?

Ella lo miró con recelo.

―¿No me crees?

―Digamos que tengo una fuerte dosis de escepticismo. Tengo tres


amigos que son Trisani, y ni siquiera pudieron repararme.

―¿De verdad?

Él asintió.
―Ni siquiera Nero o Trajen, y son los Trisani más poderosos de los
que he oído hablar. O incluso mi tío, para el caso. Estuvieron enfermos
durante días después de intentar repararme. Después de eso, dejé de
creer en cualquier cosa.

Ella puso los ojos en blanco.

―¿Te sientes mejor ahora?

―Sí.

―Entonces únete a mí. Me encantaría tener el placer de ti esta


tarde.

¿Cómo podría decirle que no a eso? Además, odiaba estar en casa

112
todo el tiempo. Por eso había instalado las persianas pesadas sobre sus
ventanas: no quería ver la belleza de lo que no podía disfrutar. Mirar
afuera en días hermosos no era más que una tortura que le recordaba
la frecuencia con la que trotaba y jugaba sin pensar en un momento en
el que ya no podría hacerlo.

Él salió de la cama pero no fue muy lejos antes de que ella lo


detuviera.

―Todavía tienes que usar tu bastón. No quiero que vuelvas al


hospital.

Él gruñó cuando ella se lo entregó.

―Odio esta cosa.

―Lo sé. ―Ella envolvió sus brazos alrededor de los suyos y lo llevó
afuera por primera vez desde que había regresado del hospital.

Parpadeó contra la brillante luz del sol que era dura contra los ojos
que no estaban acostumbrados a estar en ella.

―¿Entonces a dónde vamos?

Ella llamó a un transporte.

―Quiero ir al parque.

―¿Por qué?

Ella se inclinó hacia adelante con picardía.


―Porque, y sé que este es un concepto nuevo para ti, en realidad
podríamos divertirnos. ¿Puedes imaginarlo? Incluso puedes sonreír, y el
mundo podría llegar a su fin.

Él tocó su mejilla y observó la forma en que sus ojos brillaban con


vida.

―Nunca he permitido que nadie me hable como tú.

―Eso fue lo que dijo Zarina anoche. Ella también dijo que estaba
sorprendida de que todavía estuviera respirando.

Él se rio de ella cuando el transporte se detuvo. Eso era cierto.


Como asesino, había tenido una mecha notoriamente corta en su

113
temperamento. Pero por alguna razón, él toleraba sus suaves burlas.

Ella se deslizó primero en el transporte, y él tardó un poco más en


entrar. Mientras él ajustaba el bastón, ella escribió la dirección en el
monitor. Su sonrisa lo calentó cuando el auto despegó y ella le tomó la
mano.

Dioses, su mano era tan pequeña en comparación con la suya. Tan


frágil. Sin embargo, ella se mantuvo firme contra él cuando nadie más
lo haría. Su temperamento no la asustaba.

Nada lo hizo. Y eso lo sorprendió más.

Una vez que llegaron al parque, permitió que Livia lo guiara hacia
el gran estanque donde niños y adultos pescaban, nadaban y saltaban
olas. No había estado aquí en al menos una década. Pero en el pasado,
él, Jayce y Devyn habían pasado muchas horas mirando mujeres y
jugando al lanzamiento aquí cada vez que venían a visitar a sus primos.

Por eso había elegido vivir en Kirovar después de lo sucedido, en


lugar de quedarse en los imperios de su padre. Estaba lo
suficientemente cerca de su familia para evitar que le gritaran y, sin
embargo, lo suficientemente lejos como para que no se meterse con él
todos los días.

Aquí, donde gobernaban su tío Bastien y su tía Ember, ellos lo


vigilaban para que su madre y su padre no se preocuparan. Sin
embargo, tenía suficiente libertad de su empalagosa familia como para
poder respirar más allá de su sobreprotectora asfixia.
Este era el único lugar donde sentía que tenía libertad real desde la
noche en que había cambiado su vida por la de un extraño.

Livia se detuvo al lado de una estación de alquiler.

―¿Quieres probar un bote de remos?

Se burló de la mera idea.

―Estoy demasiado viejo para un bote de remos.

―Tienes treinta y cinco años, Adron. No un anciano por cualquier


extensión de la imaginación.

―Soy demasiado viejo para un bote de remos ―reiteró con más

114
veneno del que pretendía―. E incluso si no fuera así, no podría
pedalear, de todos modos. ―Lo cual era por lo que estaba tan enojado.
No quería otro recordatorio de lo lisiado que estaba.

―Yo lo haré.

Él curvó su labio.

―No estoy indefenso.

Ella lo fulminó con la mirada cuando el color corrió por sus


mejillas.

―Eso lo sé. Está bien dejar que otros te ayuden de vez en cuando,
Adron. ¿Por qué le tienes tanto miedo?

Apretó los dientes y miró hacia otro lado.

Ella tomó su barbilla en su mano y giró su cabeza de vuelta para


que él encontrara su mirada inquisitiva.

―Respóndeme.

La ira nubló su visión mientras la agonía se enroscaba dentro de


él, y vio su futuro con una claridad que lo enfermó.

―¿Quieres saber de qué tengo miedo? Temo cada mañana, cuando


me despierto, que ese será el día en que ya no pueda moverme por mí
mismo. Sé que se acerca. Es solo cuestión de tiempo hasta que no tenga
otra opción, excepto que alguien más me vista, me alimente. Cambia mi
pañal. Y no lo soporto.
―Entonces, ¿por qué no te suicidas? ¿Por qué sigues aquí?

Antes de que pudiera detenerse, la verdad se derramó.

―Porque cada vez que pienso en hacer eso, puedo escuchar a mi


familia orar por mí mientras estaba en el hospital. Oigo a mi mata
llorar, a mi paka rogar que no me muera. ―Tragó―. Nunca podría
lastimarlos intencionalmente de esa manera. Los devastaría a ambos, y
aunque soy un patético imbécil, no soy tan egoísta.

El amor en sus ojos lo quemó.

―Eres el hombre más fuerte que he conocido.

―El tonto más débil, quieres decir.

115
Ella sacudió la cabeza y le dedicó una tierna sonrisa.

―Ven, esposo. Nos divertiremos incluso si te mata. ―Se detuvo en


el quiosco y alquiló un bote de remos, luego lo condujo a él.

De mala gana, entró y dejó que ella los llevara al centro del
estanque donde podía sentir el sol calentando su piel pálida. Aghhh,
debo verme horrible. Había vivido tanto tiempo adentro que su piel no
tenía el tono que solía tener.

Ella levantó la vista y sonrió.

―Es un día hermoso, ¿no?

Adron se echó hacia atrás y miró al cielo para ver qué le hacía tan
feliz. El azul claro estaba cubierto de suaves nubes blancas, y el calor
del sol se sentía bien en su piel. Ella tenía razón, era exquisito.

―Está bien.

Ella resopló hacia él.

―Eres tan pesimista.

A pesar de sí mismo, Adron pasó una mano por su brazo desnudo


que quedó expuesto por su túnica sin mangas. Tocó la débil cicatriz en
su hombro y frunció el ceño. La mayor parte de su espalda y caderas
estaban cubiertas de cicatrices de látigo, y cada vez que las veía, quería
la garganta de quien la había lastimado.

―¿Quién te pegó?
Una pizca de tristeza brilló en su rostro y lamentó haber
contaminado su felicidad. Ella se recuperó rápidamente mientras
colgaba una mano en el agua.

―Mi padre.

―¿Por qué?

Ella se inclinó hacia delante y susurró como si le transmitiera un


gran secreto.

―Prepárate. Sé que vas a tener dificultades para creer esto, pero


tiendo a no hacer lo que otras personas quieren que haga.

Sonriendo ante su tono grave, le pasó la mano por el cabello.

116
―Creo que me gusta eso de ti.

―Eso no fue lo que me dijiste ayer.

―Ayer fui estúpido, y probablemente volveré a ser estúpido más


tarde hoy y mañana… y probablemente muchas más veces en el futuro.

―Entonces es bueno que te ignore.

Él se rio, algo que no había podido hacer en mucho tiempo. Lo cual


era otra razón para que él estuviera agradecido con ella.

Livia observó la forma en que Adron se recostó sobre los codos


mientras la miraba. Su camisa blanca estaba tensa sobre los músculos
de su estómago y pecho. Sus anchos hombros se echaron hacia atrás,
sus bíceps se flexionaron con la promesa de una fuerza y un poder
atados mientras el viento provocaba su cola blanca y rubia.

Dios, era guapo incluso con la cicatriz en la mejilla. ¿Qué tan


devastador puede ser un hombre?

Y no era solo su aspecto. Había un aire regio que se aferraba a él.


Uno que estaba en desacuerdo con el soldado que alguna vez había
sido. Le costó mucho conciliar esas dos partes de su pasado.

―Dime algo… ―Detuvo su pedaleo―. ¿Por qué había un heredero


real en La Liga?

Se rascó la barbilla antes de responder.

―Yo no era el heredero cuando me alisté.


Eso la sorprendió

―¿No?

―No. Mi hermana mayor era la primera en la línea… al menos para


los Triosan. Y los Andarion consideran que el servicio militar es parte de
su cultura. Entonces para ellos, tenía que servir de todos modos. Ya sea
en sus fuerzas armadas o en La Liga. ―La expresión de dolor en su
rostro era profunda y más que la que usaba cuando su cuerpo lo
lastimaba.

―¿Qué le pasó a tu hermana?

Él hizo una mueca.

117
―Ella y nuestro paka pelearon por la elección de prometido de
Thia. En un ataque de ira, salió del palacio y desapareció. Todos hemos
estado tratando de encontrarla durante años, pero no hemos tenido
noticias de ella. No sabemos si se casó con él, murió o… algo peor.

―Lo siento mucho, Adron.

Él no habló mientras desviaba la mirada, pero su dolor se extendió


hacia ella y la hizo lamentar haber preguntado.

Ahora todo tenía sentido para ella. Esa era la verdadera razón por
la que no se había suicidado a pesar de que realmente no quería vivir.
Su familia ya había perdido un hijo, y él había visto su dolor de primera
mano.

Lo había sentido él mismo.

―Debes extrañarla.

―Todo el tiempo. Solía echar pulso conmigo y patearme el trasero


cada vez que entraba en su habitación.

Ella sonrió ante el tono burlón en su voz.

Un tic comenzó a palpitar en su mandíbula.

―Ella era la mejor confidente que tuve cuando era niño. Podría
decirle cualquier cosa y saber que nunca llegaría a los oídos de mis
padres. Sin importar en cuánta mierda me metía, Thia siempre estuvo
ahí para mí.

Ella extendió el brazo y tomó su mano entre las suyas.


―Dime algo, Adron. Algo que nunca has compartido con nadie
más. Ni siquiera con Thia.

Él le acarició los dedos con el pulgar y esperó tanto tiempo para


responder que al principio ella pensó que se estaba negando.
Finalmente, él le dirigió una sonrisa tímida.

―Yo fui quien pegó a Zarina al inodoro cuando tenía siete años.

Livia se echó a reír.

―Hablaba en serio.

―Yo también. Tenía la intención de atrapar a Jayce, pero ella corrió


como loca hacia la habitación y se topó con eso antes que él. El pobre

118
Taryn terminó culpado por ello.

―¿Y nunca confesaste?

Su expresión era de horror absoluto.

―Si alguna vez hubieras visto a mi paka realmente enojado,


sabrías la respuesta a eso. Tenía solo quince años, y Zarina era una
niña pequeña que no iría al baño durante meses sin que alguien le
hiciera pruebas del asiento por ella.

»Mi paka era un gigante para mí en ese entonces. Sin mencionar el


hecho de que nunca sabias cuándo su entrenamiento de asesino iba a
patear y anular todos los instintos paternos, no es que lo haya hecho,
pero siempre hubo ese miedo en esos tiempos en que él podría
romperse mentalmente y romper a uno de nosotros a la mitad. Dada su
ira por eso, no había forma en el infierno de que confesara.

―Entonces, ¿qué le pasó a Taryn?

―Se le restringió el juego de pelota durante toda la temporada de


verano.

Livia frunció el ceño.

―Ese no parece un castigo tan malo. ¿Por qué temías reconocerlo?

―Porque sabía que mi paka me castigaría el doble de severamente


ya que no solo lo hice, sino que dejé que alguien más pagara por ello. Mi
paka cree firmemente en la justicia. ―Le apretó la mano―. Fue una cosa
cobarde, lo sé, y pasé todo el verano quedándome en casa con Taryn
tratando de compensarlo.

―¿Sabía que fuiste tú quien lo hizo?

Sacudió la cabeza.

―No. Como dije, solo Thia y Devyn mantuvieron mis confidencias, e


incluso entonces, no les confié ese. Siempre ha sido mi secreto
culpable.

Y ahora también era de ella.

La hacía sentir cálida por dentro que él hubiera confiado en ella


con eso.

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Su agarre se apretó sobre su mano.

―¿Y qué hay de ti? ¿De quién estabas huyendo en La Crona


Dorada?

Su rostro se encendió cuando él le trajo un recuerdo que ella había


hecho todo lo posible para enterrar.

―Fue horrible. Mi padre me iba a casar con Clypper Thoran.

Él se quedó boquiabierto.

―¿El gobernador Giradonal?

―Sí.

Adron frunció el ceño mientras la miraba.

―Dios mío, ¿él tiene qué? ¿Ciento cincuenta?

―Ochenta y dos.

Él se estremeció.

―¿Tu padre te iba a casar con un hombre de ochenta y dos años?

Ella asintió, agradecida de que él compartiera la misma


repugnancia que ella había tenido por el evento.

―Él quiere un acuerdo comercial con ellos, y Clypper quería una


esposa virginal.

Soltó un suspiro largo y audible.


―No es de extrañar que no te importara quedarte atrapada
conmigo. De una forma u otra, estabas destinada a terminar como la
niñera de un hombre.

Entonces perdió los estribos con él.

―Sabes, estoy cansada de tu autocompasión. En lugar de pensar


en todas las cosas que ya no tienes, deberías concentrarte en lo que
tienes.

―¿Y qué es eso?

―Una familia que te ama. Todos ellos. Y aunque tu cuerpo está


dañado, al menos tu mente no lo está.

120
―Sí, bueno, atrapado en un cuerpo inválido resulta ser mi peor
pesadilla.

Livia lo fulminó con la mirada.

―Prefiero estar lisiada que sin cerebro. Mi peor temor es terminar


como un vegetal, atrapada en un cuerpo entero y sano. Así que, desde
donde estoy sentada, no tienes nada de qué quejarte.

Su ceño se profundizó.

―¿Por qué temerías algo así?

―Vi a mi abuela morir de esa manera. Fue terrible. Estuvo en coma


en una cama de hospital, enganchada a monitores y máquinas durante
casi un año antes de que finalmente la dejaran morir. A pesar de que
ella les había dicho a todos que no quería vivir con esa indignidad, que
quería ser libre para morir. Nadie escuchó.

―¿Por qué hicieron eso?

―Porque no podían dejarla ir. ―Su mirada se intensificó―. Si tu


mente se hubiera ido, Adron, no podrías estar aquí conmigo ahora. No
podrías ver el cielo sobre nosotros, escuchar a los niños reír ni nada
más. Estarías atrapado en la fría y horrible oscuridad sin nada.

Adron se estremeció cuando su mente conjuró una imagen perfecta


del horror que ella describió.

―Está bien. ―Era demasiado horrible incluso para él


contemplarlo―. Hiciste un buen punto. ―Obviamente había pensado
mucho en esto―. Tienes razón, soy un bastardo autocompasivo. Pero
me esforzaré por serlo un poco menos.

―¿Promesa?

―Mientras estés conmigo, sí.

―Bien, porque no tengo intención de dejarte.

Adron frunció el ceño ante su elección de palabras. No es que él


dudara de ella, era solo que el destino tenía una forma de abatir las
mejores intenciones, y una premonición extraña pasó por su mente.

Era una de ella muriendo, y eso era lo único que aún podía
asustarlo.

121
Capítulo 5

Pasaron las semanas mientras Adron intentaba cumplir su


palabra. Algunos días fue más fácil que otros. Y hoy fue

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particularmente difícil.

―Vamos, Adron ―dijo su terapeuta mientras ella aumentaba el


peso de su pierna―. Puedes levantarlo.

Apretando los dientes contra el dolor, odiaba el tono


condescendiente que Sheena siempre usaba cuando hacía ejercicio.
Como una madre persuadiendo a un niño pequeño para que coma sus
verduras.

―Eso es. Lo estás haciendo bien. Buen chico.

―Vete al infierno ―gruñó.

―¡Adron! ―Livia le espetó cuando se adelantó para pararse a su


lado―. ¡Compórtate!

Adron curvó su labio. Esta era la primera vez que le permitía ir con
él a su terapia en el hospital. Y si ella mantenía ese tono, sería el
último.

Sheena le sonrió de buen humor.

―Todo está bien. Me lo dice mucho. He aprendido a ignorarlo.

Livia extendió la mano y tomó su mano entre las suyas. El corazón


de Adron latía con fuerza por la suavidad de su toque.

Dioses, se había acostumbrado tanto a ella. Se había vuelto


dependiente de tenerla con él… y eso lo aterrorizó más que cualquier
otra cosa.
¿Qué haría si la perdiera alguna vez?

Ella entrecerró los ojos hacia él.

―Pórtate bien.

―Sí, ma’am. ―Sosteniendo su mano sobre su corazón, él asintió. Y


luego levantó la pierna a pesar de que sentía que estaba destrozando
todos los músculos que tenía.

La sonrisa de Sheena se ensanchó.

―Mira, sabía que podías hacerlo.

Él la ignoró.

123
Se trasladó a la siguiente máquina.

―Muy bien, intentemos algunos estiramientos ahora.

Adron soltó a Livia y se sentó lentamente. Pero apenas se enderezó,


sintió el familiar ardor en su pecho. Dos segundos después, su nariz
comenzó a sangrar y tosió sangre.

―Maldita sea ―gruñó cuando Sheena agarró una toalla y se la


entregó. Se recostó mientras Sheena llamaba a Theo.

Sin una sola palabra, Livia le apartó el cabello de la frente húmeda.


La ternura de su toque y mirada lo quemó. Y lo hizo anhelar aún más
una forma de amarla como ella merecía ser amada.

―¿Estás bien?

Se llevó la toalla a la nariz y la boca.

―Acabo de dañar otro órgano interno. Quién sabe cuál. Ya que


todos están bastante licuados, podría ser…

Su voz se apagó cuando Theo entró con una camilla y tres


ayudantes.

Theo sacudió la cabeza.

―Sabes, Adron, si quieres pasar la noche conmigo, hay formas más


fáciles de hacerlo. Podrías simplemente pedirlo.

No le divirtió la alegría de Theo cuando los ayudantes lo recogieron


y lo colocaron en la camilla.
―Quiero ir a casa.

―Quizás mañana. ―Theo puso una máscara de oxígeno en su


rostro.

Adron la apartó.

Livia se la volvió a poner.

Adron se encontró con su mirada.

―Llamaré a tus padres. ―Sosteniendo su mano, ella caminó a su


lado mientras los camilleros lo empujaban por los pasillos demasiado
familiares.

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Cuando llegaron a la sala de exploración, Adron la soltó a
regañadientes.

El corazón de Livia se puso pesado mientras veía las puertas


cerrarse detrás de él. Cómo deseaba tener los poderes curativos de su
madre. Su madre podría sanarlo de nuevo.

Entonces, ¿tú podrías?

Es cierto, pero si lo hiciera, lo perdería para siempre. Era algo que


no podía hacer sin importar qué, porque al final, ella era demasiado
egoísta para curarlo si eso significaba perderlo.

Él está en constante dolor…

Y eso rompía su corazón, pero no tanto como lo haría si él viviera


toda una vida sin ella.

Adron yacía en la cama, escuchando los monitores zumbar y pitar.


Era una miseria absoluta estar atrapado en este lugar frío y estéril.

Solo.

No había nada que odiara más que los hospitales. Peor aún, Livia
lo había dejado hacía poco más de una hora para hacer un recado que
juró que no podía esperar.

Disgustado, vio sus signos vitales parpadear en la pantalla. Miraba


el monitor, pero no había nada encendido. Aghhh, el tiempo se movía
muy lentamente cuando no había nada que hacer. Su padre estaba en
una reunión. Su madre se fue con su hermana.

Nadie sabía dónde estaban sus hermanos, y aquí estaba él. Había
estado lo suficientemente desesperado como para enviar mensajes de
texto a sus primos.

Demasiado ocupados para tomarse un minuto y visitarlo.

Porque tenían vidas.

Deja de sentir pena por ti mismo.

Eso fue más fácil decirlo que hacerlo cuando no había nada más
que hacer. Y durante los últimos ocho años, esto había constituido la

125
mayor parte de su vida.

―Maldición, ¿qué le hiciste?

Adron frunció el ceño al escuchar una de las voces de los gemelos.


Miró hacia la puerta y vio que Taryn y Tiernan entraban con Livia.
Todos tenían los brazos llenos de bolsas y cajas.

―No hice nada. ―Ella dejó sus maletas en el suelo, luego golpeó a
Taryn, cuyo cabello era más largo, juguetonamente en su brazo―. Y me
prometiste que te comportarías.

Tiernan se echó a reír mientras colocaba su caja en la silla al lado


de la cama.

―Como si eso fuera a pasar.

El ceño de Adron se profundizó.

―¿Qué están haciendo ustedes?

Sus hermanos señalaron a Livia.

―Ella lo hizo ―dijeron al unísono.

―¿Hizo qué?

Ella respondió abriendo la caja en las manos de Tiernan.

―Ustedes dos acomoden esto mientras yo trabajo en la otra caja.


Adron resopló cuando lo ignoraron, hasta que se dio cuenta de lo
que estaban haciendo. Estaban convirtiendo su habitación de hospital
en algo que se parecía a un hotel.

Tiernan colgó cortinas oscuras mientras Taryn encendía una luz de


lectura al lado de la cama. Livia le entregó su lector.

Incapaz de hablar más allá del nudo en su garganta sobre su


consideración, la atrajo hacia él para poder besarla.

―Puf, gente, por favor. Estamos aquí. ¿Les importa? ¿No podrían
ser más cariñosos hasta que nos vayamos?

―Sí ―estuvo de acuerdo Taryn―. Tengo que hacer un envío esta

126
noche y no puedo darme el lujo de quedar ciego porque mi hermano
mayor toquetee a su esposa frente a mí. ―Se estremeció―. Me recuerda
cuando Jayce era un adolescente y lo sorprendí saliendo de la ducha.
Todavía tengo violentos flashbacks.

Tiernan resopló.

―Por favor. Eso podría soportarlo. Intenta sorprender a Thia en el


inodoro. Juro que traté de hacer que Nero y Jullien borraran mis
recuerdos de eso.

Taryn arqueó una ceja.

―¿Por qué no lo hicieron?

―Jullien se negó diciendo que con su suerte me haría más daño


cerebral y paka lo mataría.

Taryn se echó a reír.

―Eso suena como Basha Dagger.

Dándole una sonrisa irritada, Tiernan continuó.

―Nerón lo intentó. En lugar de borrar eso, deshizo tres semanas de


clase de química. Estuve malditamente cerca de reprobar por eso.

Tiernan se rio más fuerte mientras se bajaba caer en la silla.

―Conociendo a Nero, probablemente lo hizo a propósito.

Los ojos de Livia estaban brillantes.


―¿Son siempre tan entretenidos cuando están juntos?

―Depende.

―¿De?

―Si están conspirando o no contra ti. Taryn es como una herida en


la cabeza. Solo es divertido cuando le sucede a alguien más. Y
Tiernan… Creo que ahora hay un huracán permanente en Chrinon VI
que lleva su nombre.

Ella se echó a reír.

Los gemelos se pusieron sobrios.

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Taryn le dirigió una mirada incrédula.

―Gracias, Liv.

―¿Por qué?

Tiernan respondió por él.

―Por hacer que Adron sea humano otra vez. Ha pasado un largo
tiempo.

―Jódete, Tier. ―Pero Adron también tuvo que darle crédito. Había
pasado demasiado tiempo desde que había bromeado con su familia o
con alguien más así.

―Sí, hermano, ¿desde cuándo Adron era siquiera humano? Más


como una subespecie supurante de algún tipo. Ya sabes. Como un
grano en el culo de un jabalí.

Adron arrojó una almohada a Taryn, quien la atrapó y se echó a


reír.

―Mejor alégrate de que esté atado.

Taryn le arrojó la almohada de vuelta.

Rebotó de su cabeza. Adron siseó y se echó hacia atrás como si


sintiera dolor.

Los tres corrieron a su lado.

Taryn lo alcanzó primero.


―¿Tengo que llamar a una enfermera?

Adron se rio de ellos mientras lo rodeaban con terror en sus ojos.

―Todos ustedes son tan crédulos.

Tiernan dejó escapar un sonido de asco extremo.

―Bastardo. Pensé que estabas realmente herido.

Taryn levantó la almohada y lo golpeó con ella.

―Te odio.

Adron le arrebató la almohada de las manos.

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―Tú también apestas. ―Mientras trataba de ponerla de nuevo
detrás de él, Livia la tomó de sus manos y lo colocó donde quería.

―Todos ustedes son terribles. Lamento que tu pobre madre tenga


que arbitrarlos a todos. Es una maravilla que le quede algo de cordura.

Taryn sonrió.

―Personalmente, no estoy seguro de que lo haga.

Repentinamente exhausto por la actividad, Adron se echó hacia


atrás y observó cómo arreglaban su cuarto juntos. Cuando terminaron,
sus hermanos se fueron, y Livia acercó la nueva silla acolchada a su
cama.

―¿Necesitas algo más?

Él le sonrió cálidamente.

―Sí. No te vayas.

―Estoy justo aquí.

Y allí se quedó durante toda la semana que fue sentenciado a su


infierno. A pesar de que era egoísta de su parte, a él le encantó, y su
presencia allí hizo que el tiempo volara como nunca antes.

Una vez que terminó y estuvieron de vuelta en su apartamento, la


llevó a la cama y no salió, salvo para atender las necesidades básicas
como comida y bebida.
Livia se despertó lentamente. Ella abrió los ojos y se encontró
acostada en la cama, envuelta en los brazos de su esposo.

Adron todavía estaba dormido, pero aun así, la sujetaba con fuerza
como si temiera que ella desapareciera.

Sonriendo, ella levantó su mano y le besó los nudillos con


cicatrices.

Entonces oyó a alguien en la habitación exterior. Al principio,


supuso que era la señora de la limpieza que venía dos veces por
semana, hasta que escuchó que uno de los gemelos llamaba a Adron.

―Oye, amigo. ―Abrió la puerta de golpe―. Necesito… ―Tiernan los

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miró echados desnudos en la cama y se dio la vuelta para darles la
espalda―. Lo siento, Livia. Supuse que a las tres de la tarde los dos
estarían despiertos.

Adron frotó su mejilla contra su hombro mientras despertaba.

―Necesito aprender a bloquear la puerta de mi habitación.

Ella rio.

Tiernan hizo un sonido de agitación.

―Voy a salir aquí y esperar hasta que ustedes dos se vistan.

Adron pasó su mano sobre su cabello, y ella sintió su erección


contra su cadera.

―¿Por qué no sigues caminando hasta llegar al otro lado de la


puerta principal?

―Ja ja. ―Tiernan se detuvo en la puerta y se volvió hacia ellos―.


Por cierto, tu esposa tiene un gran cuerpo.

El calor explotó en su rostro cuando Tiernan cerró la puerta.

Adron le frunció el ceño severamente.

―Di la palabra y lo mataré por ti.

Ella sonrió.

―Está bien. Si hicieras eso, Taryn lo extrañaría.


―Apenas. Probablemente se derrumbaría en agradecimiento. Ya
sabes, cuando eran bebés, Tiernan solía empujar a Taryn y quitarle su
botella, y luego se la bebía.

―No, no lo hizo. Tiernan es demasiado dulce para hacer algo tan


malo.

Él se burló.

―No dejes que el comportamiento cortés y amable de Tiernan te


engañe. Es tan letal como Taryn, y golpea el doble de fuerte. Tómalo de
alguien con experiencia de primera mano. La única diferencia es que, a
diferencia de Taryn y su atuendo pirata, Tiernan estará de traje cuando
te corte la garganta. Nadie espera que un embajador vaya tras tu culo,

130
pero créeme, Tiernan no es un pacifista. Lo enfrentaría a cualquier
asesino que La Liga haya entrenado… incluyéndome en mi mejor
momento.

Todavía le costaba creer eso. Había un aura sobre Taryn que decía
que podría ser cruel si se le provocaba. Pero Tiernan… era como un
hermano adorable que nunca perdía la paciencia con nadie.

Con un gemido bajo, Adron se dio la vuelta lentamente y tomó su


inyector y medicina en la mesita de noche.

Livia se encogió cuando se dio un disparo en el estómago. Cómo


deseaba que no tuviera que hacer eso cada pocas horas. Pero era eso o
su cuerpo encerrado con tanto dolor que no podía moverse en absoluto.

Desafortunadamente, tendría que hacerlo por el resto de su vida.

Sus rasgos tensos por el esfuerzo, dejó la cama y se vistió. Cada


pocos minutos, tenía que hacer una pausa y esperar a que pasara el
dolor antes de poder volver a vestirse. Ella quería ofrecerle ayuda, pero
él no lo apreciaría.

Esa había sido la primera lección que había aprendido con él.

Cuando terminó, su frente estaba húmeda por el sudor de la


tensión. Él la miró tímidamente antes de agarrar su bastón y salir de la
habitación.

Mientras él iba a hablar con su hermano, ella se dirigió al baño a


darse una ducha.
Se tomó su tiempo, dejando que el agua caliente cayera en cascada
sobre su piel, hasta que sintió que alguien la miraba bañarse. Dándose
la vuelta, vio a Adron apoyado contra la pared, mirándola fijamente.

Ella dejó caer la esponja en su mano.

―Me asustaste.

―Lo siento, no quise hacerlo. Solo deseaba poder unirme a ti.

Le sorprendió lo cómoda que se había sentido a su alrededor


cuando estaba desnuda. Su desnudez había dejado de molestarle hace
mucho tiempo. Como lo hizo el suyo. De hecho, ella había aprendido
cada inmersión y curva de su carne rojiza. Cada cicatriz

131
Miró hacia la bañera a unos metros de distancia donde él se
bañaba.

―¿Quieres que te acompañe?

Él sonrió.

―Sí.

Livia cerró la ducha, luego puso la bañera a llenar. Adron entró


primero, luego la jaló encima de él.

―Cuidado ―advirtió cuando una ola de pánico la atravesó―. No


quiero lastimarte.

―Nunca podrías lastimarme. ―Reclamó sus labios con los suyos.

Livia gimió. Oh, pero ella nunca se cansaría de sus besos. Su


toque.

Adron se apartó para mirarla con asombro. Sus labios estaban


hinchados por su beso y sus mejillas rojas por barba insipiente. Pasó su
mano sobre su piel devastada, odiando haberla irritado.

―Lamento eso. ―Agarró su navaja de afeitar en el cubículo en la


pared sobre su cabeza.

Ella se sentó a su lado, mirándolo afeitarse con el ceño fruncido.

―¿No sería más fácil con un espejo?

―Probablemente.
―Entonces, ¿por qué no usas uno?

Hizo una pausa y apartó la vista de ella cuando se le hizo un nudo


en el estómago.

―No me gusta mirar en los espejos, y estoy seguro de que no quiero


hacerlo a primera hora de la mañana. ―Ya era bastante malo ver su
cara destrozada accidentalmente. Lo último que quería hacer era
mirarla a propósito.

Ella tomó la navaja de su mano y, para su sorpresa, le afeitó el


lado mutilado de la cara.

―Eres increíblemente guapo.

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Adron la miró dubitativo.

―Cuando era más joven, era realmente vanidoso al respecto.


Zarina solía burlarse de mí porque miraba tanto mi reflejo que un día el
Dagger Ixur iba a venir a robarme la cara. ―Bajó la mirada al suelo―.
Supongo que ella estuvo en lo cierto. Él hizo.

―¿Dagger Ixur?

―Hombre del saco Andarion.

Livia se burló de él mientras le enjuagaba el jabón de la cara.

―Creo que eres magnifico.

―Creo que estás loca.

Ella sacudió la cabeza cuando comenzó a afeitarle la otra mejilla.

―Sabes, hay un lado positivo en todo lo que has sufrido.

―¿Y eso es?

Ella dudó como si reuniera sus pensamientos.

―Dime sinceramente, Adron. Si Kyr no te hubiera marcado, ¿me


hubieras llevado a casa esa noche en La Crona Dorada? ¿Me habrías
mirado dos veces?

Adron abrió la boca para negarlo, pero no pudo. Ella tenía razón.
Ella era hermosa para él ahora, una parte vital de su vida. Pero no era
el tipo de mujer que él había perseguido cuando estaba soltero. Como
Zarina había dicho, había sido un vano imbécil. Aunque Livia era bonita
y dulce, ella no era una de las perras altas y elegantes que le atraían. El
tipo de mujer que sabía cómo provocar y atormentar a un chico con su
aspecto y cuerpo.

La verdad era que, por hermosa que fuera, él nunca la habría


mirado dos veces antes de que Kyr lo hubiera lisiado.

Ese pensamiento lo cortó hasta su alma. ¿Cómo pudo haber sido


tan estúpido como para no mirar más profundo que la superficie?

Y ella merecía a alguien mucho mejor que él.

―Desearía poder estar completo para ti… desearía poder abrazarte

133
y bailar contigo, tomarte en mis brazos y hacerte el amor como yo
quiero.

―Y estoy agradecida de tenerte en absoluto. No es tu cuerpo o tu


rostro lo que amo, Adron. Es tu corazón, tu alma y tu mente.

Él tembló ante sus palabras, luego la atrajo hacia él y la besó. Ella


se movió cuidadosamente sobre su regazo.

Adron mordisqueó sus labios cuando la sintió deslizar su mano


sobre sus hombros, bajando por sus brazos.

Ella levantó las caderas, luego se empaló en él. Gimieron


simultáneamente.

Apoyando las manos en el borde de la bañera, lo montó despacio y


con suavidad, dejándolo ciego por el placer de su cuerpo que lo
rodeaba. Y por primera vez, estaba agradecido con Kyr. Agradecido de
que el bastardo le hubiera abierto los ojos…

Agradecido de haber encontrado a su Livia.

Dios lo ayude si algo le pasa a ella. Era lo único que él nunca


podría perder. Lo único que realmente podría destruirlo.

Con la garganta apretada, la observó mientras ella llegaba al


clímax en sus brazos. El placer en su rostro lo atravesó. Y cuando sintió
que su cuerpo se tensaba a su alrededor, se entregó a su propia
liberación.

Livia comenzó a colapsar contra su pecho, luego apenas se contuvo


antes de lastimarlo. Ella le sonrió, pero vio la agitación en sus ojos,
sintió que se ponía rígido por su acción. Siempre le lastimaba cuando se
daba cuenta de la fragilidad de su cuerpo.

Daría cualquier cosa por quitar esa mirada de él para siempre.

¿Darías tu vida?

Esa era la pregunta que la perseguía todos los días. Y lo que más
la asustó fue que la respuesta comenzaba a ser sí. Ella preferiría que él
tuviera su felicidad antes que ella.

―Te amo ―susurró.

Como de costumbre, no dijo nada mientras salía de ella.

134
Livia suspiro. Ella no había querido herir sus sentimientos. Pero
fue demasiado tarde. Estaba cerrándose de nuevo con ella.
Capítulo 6

Cuando se vistieron, era casi la hora de la cena.

135
―¿Quieres salir a comer?

La pregunta de Adron la sorprendió. Era muy diferente a él ser


voluntario para salir. Normalmente, ella tenía que sacarlo mientras él
amenazaba y protestaba en cada paso del camino.

Ella quería ir a comer, pero a él le había ido muy bien con su dolor
hoy. Había tomado solo la mitad de su dosis normal de medicamento.
Lo último que quería era poner a prueba su fuerza y hacer que le
doliera de nuevo. Y salir con ella siempre lo ponía tenso. No le gustaba
la forma en que la gente miraba su rostro o su bastón.

Pero fue amable de su parte ofrecerlo.

―No, está bien.

La miró con escepticismo y usó sus palabras contra ella.

―Vamos, no puedes pasar tu vida encerrada en este apartamento.


El aire fresco será bueno para ti.

―¿Estás seguro de que te sientes a la altura?

―¿Sinceramente? Odio estar atrapado aquí todo el tiempo. Nunca


antes fui una persona hogareña.

―Sí, pero sé cuánto odias estar en público.

Él se encogió de hombros.
―He aprendido a gustarme salir contigo. La gente no me molesta
tanto como solía hacerlo. Y de todos modos no los veo realmente
cuando estoy contigo. Prefiero mirarte a ti que a nadie más.

¿Cómo podía decirle que no a eso?

―Bien. ―Se levantó y se puso los zapatos mientras Adron agarró su


abrigo y se lo sostuvo.

No llegaron muy lejos, solo unos pocos sectores hasta un


pintoresco restaurante que había descubierto con Zarina, su madre y
su primo, Brand Cabarro, hace unas semanas.

Adron se sentó a su lado con el brazo sobre el respaldo de su silla

136
mientras esperaban su comida. Por alguna razón, le gustaba retorcer
un mechón de su cabello alrededor de su dedo índice. Ni siquiera
estaba segura de si él se daba cuenta de cuánto lo hacía… si es que
sabía que lo hacía. Pero cada vez que ella estaba cerca de él, él jugaba
con su cabello.

Y siempre la calentaba.

―No lo creo.

Adron se puso rígido ante la desconocida voz grave.

Livia giró la cabeza para ver a un hombre que se parecía tan


increíblemente a su esposo que sabía que él debía ser el esquivo
hermano, Jayce, el único miembro de la familia de Adron que aún no
conocía.

Los ojos verdes de Jayce eran cálidos y amigables mientras se


detenía junto a su silla. Su largo cabello rubio estaba trenzado por la
espalda, y vestía un uniforme negro de calle de asesino de La Liga. Algo
tan oscuro que parecía absorber la luz. Las dagas rojo oscuro estaban
grabadas en las mangas, y cada una estaba coronada por una corona
que lo marcaba como el más letal de su clase. Un asesino de mando de
primer orden.

De no ser por sus ojos juguetones, habría sido aterrador de


conocer. Sin embargo, suavizaron sus rasgos y lo hicieron parecer casi
humano.

Sonriendo, le tendió una mano enguantada.


―Debes ser Livia. Es genial conocerte finalmente. Mis padres te
tienen en un pedestal.

Antes de que ella pudiera moverse o hablar, Adron apartó su brazo.

―No eres bienvenido aquí. ¿Por qué no te escabulles por el agujero


por el que te arrastraste?

Jayce curvó su labio.

―Oh, eso es realmente original y maduro. ¿Por qué no me llamas


señor Pantalones Apestosos mientras estás en eso?

―Jódete.

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La mandíbula de Jayce se contrajo. Para su crédito, mantuvo la
calma y respiró hondo antes de volver a hablar.

―Mira, ¿no podemos dejar atrás el pasado y volver a ser hermanos?

La respuesta de Adron fue tan cruda que envió calor sobre su


rostro.

Jayce se sonrojó con su ira.

―Bien, sumérgete en tu autocompasión, imbécil repugnante.

Se giró para irse.

―Así es ―gruñó Adron―, dame la espalda, cobarde. En eso siempre


fuiste el mejor.

Jayce se dio la vuelta y agarró a Adron de su silla.

Livia jadeó mientras se puso de pie para detenerlos.

―Tienes que soltarlo.

Jayce la ignoró.

―Nunca me llames cobarde. Tú, de todos los hombres, sabes que


esas son palabras para pelea.

Pero Adron no retrocedió, y el odio en sus ojos era abrasador.

―¿Por qué no? Es verdad, ¿no es así? Te atreves a usar un


uniforme de La Liga, sin embargo, traicionaste tu juramento a ellos y
traicionaste tu juramento a mí. No eres más que un cobarde justiciero.
Después de eso, todo sucedió en un borrón.

Jayce gritó, luego balanceó el brazo.

Adron se agachó y le dio a Jayce un golpe asombroso contra la


mandíbula.

Entrenado y perfeccionado como asesino, Jayce actuó por puro


instinto cuando le devolvió el golpe con uno de los suyos. Un puño
directo al corazón de Adron. Era tan feroz que habría debilitado a un
hombre sano.

En Adron…

Livia escuchó el horrible sonido de huesos rompiéndose. La fuerza

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del golpe hizo que Adron volviera a la mesa.

Antes de tocar el suelo, Livia sabía que estaba gravemente herido.

―Oh, Dios, Adron. ―Jadeó Jayce mientras se arrodillaba a su


lado―. Lo siento mucho. No quise hacerlo. Fue por reflejo. Oh, Dios, lo
siento.

Adron no pudo responder.

Livia observó, horrorizada por la palidez de la cara de Adron


mientras su aliento se sacudía libremente en su pecho. Nunca había
visto el pánico en los ojos de Adron, pero ahora lo veía, y eso la
asustaba sobre todo.

Jayce pidió una unidad paramédica, pero ya era demasiado tarde.


La respiración de Adron se hizo cada vez más superficial por el latido
del corazón. Comenzó a toser sangre.

Livia ahuecó su rostro en sus manos.

Adron le tocó el brazo y trató de memorizar sus rasgos antes de


morir. Nunca debería haber provocado a Jayce. Su hermano siempre
había tenido un desencadenante en su temperamento.

Tal como él.

Pero ahora ya era demasiado tarde. Jayce finalmente había hecho


lo que se suponía que debía hacer cuando lo encontró tirado en el
contenedor.

Lo había matado.
Adron extendió el brazo y colocó una mano en la mejilla suave y
cremosa de Livia. Su ángel de la misericordia. En un momento en que
había querido morir, ella sola le había dado una razón para vivir.

No quería dejarla. No podía soportar la idea de no tenerla con él.

Pero no estaba destinado a ser.

Su rostro desapareció de su vista, y luego todo se volvió negro.

―¡No! ―gritó Livia cuando su mano cayó de su rostro y él se relajó


en sus brazos―. ¡No te atrevas a dejarme!

Pero fue demasiado tarde. Su piel ya se estaba decolorando.

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Jayce lo dejó en el suelo y se preparó para resucitarlo.

―¡Maldición! ―El grito agonizante la atravesó cuando Jayce se dio


cuenta de que no podía darle RCP. El cuerpo de Adron no podía
soportarlo.

En ese instante, Livia hizo lo único que sabía hacer. Se extendió


profundamente en su interior y convocó todo el poder que poseía. No le
importaba lo que le costara. No podría vivir sin Adron. Y si eso
significaba su propia vida, que así fuera.

Casi al instante, sus manos estaban calientes. Más caliente que


nunca antes. Las colocó contra el pecho de Adron y deseó que su fuerza
de vida entrara en él.

Jayce se protegió los ojos mientras un halo naranja increíblemente


brillante rodeaba el cuerpo de Adron.

Adron se despertó sobresaltado. Al principio, pensó que estaba


muerto. No había dolor en ninguna parte de él.

Su cuerpo se sentía extraño. Diferente.

Se sintió completo.

Entonces se dio cuenta de que Jayce le tocaba la cara y de un


extraño peso en el pecho.

―¿Adron? ―Jayce jadeó con incredulidad.


Mirando hacia abajo, Adron se dio cuenta de que el peso sobre su
pecho era Livia.

Con el corazón palpitante, se sentó derecho con una agilidad que


no había poseído en ocho años.

Y en ese instante, supo lo que había hecho. Ella lo había curado.

De nuevo.

Cuando la tomó en sus brazos, vio su mano cubierta de sangre y


frunció el ceño con incredulidad. Sus cicatrices habían desaparecido
por completo.

Ni siquiera quedaron las cicatrices en sus nudillos. ¿Qué había

140
hecho ella?

―¿Livia? ―La sostuvo contra él.

Ella no respondió. Era como si estuviera…

Muerta.

Adron inclinó la cabeza y vio la palidez fantasmal de su rostro.

―¿Livia? ―Lo intentó de nuevo, sacudiéndola suavemente.

Ella no respondió.

Jayce trató de ayudar, pero lo empujó hacia atrás. No quería que


nadie la tocara.

―¿Livia? Por favor háblame. Por favor.

Los paramédicos entraron, y él a regañadientes la soltó a su


cuidado.

Más aterrorizado que nunca en su vida, los siguió fuera del


restaurante y a la unidad que los llevaría al hospital y subió al interior.

Indefenso, fue con ellos, viéndolos trabajar en ella para mantenerla


con vida y luego fue echado cuando la metieron al hospital y se negaron
a dejarlo pasar por las puertas donde la llevaron.

Por primera vez en años, Adron se sentó en la sala de espera


antiséptica mientras Theo atendía a Livia. Finalmente entendió algo de
lo que sus padres habían sentido mientras esperaban noticias de sus
múltiples operaciones.

El miedo y la incertidumbre lo destrozaron. Y él y Livia se habían


conocido poco tiempo.

¿Cuánto peor debe haber sido esto para sus padres?

¿Sus hermanos?

―¿Adron?

Levantó la vista cuando sus padres se unieron a él. Los ojos de su


madre se llenaron de lágrimas cuando tomó su rostro en sus manos y
tocó su mejilla intacta.

141
―¿Qué le pasó a tu cicatriz?

Jayce, que los había seguido por separado al hospital y se había


quedado como un fantasma en un rincón mientras esperaba en silencio,
respondió.

―Livia lo curó. No sé cómo lo hizo, pero en un minuto estaba


prácticamente muerto y al siguiente estaba perfectamente bien.

Su padre frunció el ceño.

―¿Qué dijo el doctor sobre ti?

Adron se apartó del toque de su madre.

―Quiere hacerme pruebas más tarde. ―Pero no le importaba un


comino.

Livia era todo lo que importaba.

Su madre asintió.

―¿Llamaste a sus padres?

El pecho de Adron se apretó al recordarlo.

―Lo intenté. Su padre me dijo que ya no le concernía y que no le


importaba lo que le sucediera.

El asco contorsionó el bello rostro de su madre.

―¿Cómo podría?
Adron se encogió de hombros. Realmente no quería hablar en este
momento. Por otra parte, Livia era la única persona con la que le
gustaba hablar, punto.

Por favor no te mueras…

El dolor ante la idea de estar solo otra vez era todo en lo que podía
concentrarse. Todo lo demás era insignificante.

Tal vez eso fue egoísta, pero parecía incorrecto que alguien tan
precioso y generoso como ella muriera así.

Salvar a un imbécil como él.

No estaría bien.

142
Su padre sonrió cuando pasó una mirada de Adron a Jayce.

―Es bueno verlos a los dos en la misma habitación sin


derramamiento de sangre.

Adron intercambió una mirada cautelosa y avergonzada con Jayce.


Todo fue culpa suya. Si hubiera dejado en paz a Jayce, nada de esto
habría sucedido.

Yo la maté…

Jayce se alejó.

Sus padres fueron a buscar algo de beber.

Una vez que estuvieron solos, Jayce finalmente se acercó a él.

―Lamento mucho todo esto.

Adron lo fulminó con la mirada, queriendo reiniciar la pelea ahora


que podía defenderse y darle a Jayce la paliza que él de verdad merecía.
Estaba cansado de las excusas de su hermano.

―Si me hubieras matado cuando se suponía que debías hacerlo,


nada de esto habría sucedido.

Jayce curvó su labio mientras sus ojos ardían en una ira fría y
dura.

―Dime honestamente, ¿podrías haberme matado si me hubieras


encontrado medio muerto e indefenso?
―En lugar de verte sufrir lo que yo, sí.

Toda la cara de Jayce quedó en blanco.

―Entonces eres un mejor asesino que yo. Porque yo nunca hubiera


podido vivir conmigo mismo si hubiera matado a mi propio hermano a
quien amo más que a mi vida.

―¿Adron?

Se giró cuando Theo se unió a ellos.

Theo vaciló frente a él.

―Esto es raro, ¿no? No estoy acostumbrado a tener conversaciones

143
contigo mientras estás vestido y erguido.

―No eres divertido.

Theo pareció arrepentido.

―Lo siento, son los nervios. ―Se aclaró la garganta y una sensación
de temor se apoderó de Adron.

Theo estaba evitando algo malo.

―¿Bien? ―le incitó.

―Está firmemente en coma. Lo que sea que ella hizo, le causó


mucho daño neurológico. Honestamente, nunca he visto algo así. Es
como si ella hubiera quemado parte de su cerebro.

Como su abuela…

Adron se ahogó en un sollozo al pensar en ella tendida indefensa


en la oscuridad.

Sola.

Era su peor miedo.

¿Por qué lo había hecho ella?

Por ti, imbécil…

Porque ella me ama.

Oh dioses, no podía respirar por la agonía en su corazón. Quería


gritar ante la injusticia. Quería despotricar contra todos y a todo.
Él también quería odiar a Jayce por esto.

Pero al final, sabía que el único culpable era él mismo, y eso dolía
más que nada.

Era culpa suya y no tenía a nadie a quien culpar.

Dirigió una mirada feroz a Theo.

―¿Ella saldrá de eso?

―Honestamente… lo dudo. Hay mucho daño. Solo está viva en este


momento debido a las máquinas. ―Theo le dirigió una mirada dura y
fría―. Mi opinión profesional es que debemos apagar todo y dejar que la
naturaleza siga su curso.

144
Adron cayó contra la pared cuando su corazón se hizo añicos en
mil pedazos. Sintió las lágrimas en sus ojos, sintió la amarga e
inflamada miseria que lo abrumaba.

No podía dejarla ir.

No después de todo lo que ella había hecho por él. Todo lo que ella
había llegado a significar para su mundo entero.

Pero por otra parte, no podía dejarla vivir cuando sabía que ella no
querría hacerlo. Era muy cruel.

Y todo lo que sintió fue una agonía desolada tan profunda, tan
onda, que ponía en ridículo el dolor con el que había aprendido a vivir a
lo largo de los años.

Agarró a Theo por la camisa.

―No te atrevas a dejarla morir. ¿Me escuchas?

Theo parecía horrorizado.

―Todo lo que tenemos es el caparazón de su cuerpo, Adron. Su


mente ya se ha ido.

―Solo la mitad, ¿verdad?

―Bueno… sí. Supongo. Honestamente, no lo sabemos. Nunca he


visto algo así.
―Entonces, hay una posibilidad. ―Y media oportunidad era mejor
que ninguna―. Mantén su corazón latiendo hasta que regrese.

―Lo haré lo mejor que pueda.

Y él también lo haría.

Liberando a Theo, Adron salió corriendo del hospital con una


fuerza y agilidad que no había conocido en años. Livia tenía una
oportunidad de sobrevivir, y sin importar qué, él se la iba a dar.

Incluso si eso lo mataba.

Sin otro pensamiento, corrió hacia el caza de Jayce y lo lanzó.

145
Lo que estaba a punto de hacer era ilegal y más tonto que la
mierda.

Menos mal que no tengo cerebro.

Ese siempre había sido su único defecto en la vida. Lo único que


sus padres habían criticado en su contra. Había sido lo que lo había
llevado a La Liga contra todas sus advertencias y amenazas.

¡Ningún hijo mío se va a unir a esa mierda! ¡Empecé una guerra


para derribarla! ¿Por qué demonios quieres ser parte de eso?

Adron nunca olvidaría la pelea que él y su padre tuvieron cuando


le dijo que se había alistado intencionalmente.

―Es muy tarde, paka. Empiezo a entrenar mañana.

Había sido la única vez en su vida cuando realmente temía que su


padre pudiera matarlo.

―¿Has perdido la puta cabeza?

Pero era todo lo que siempre había querido. Desde que tenía
memoria, había escuchado las historias sobre su padre, Nemesis. Uno
de los mejores asesinos jamás entrenados por La Liga.

Sobre sus tíos Jinx, Drake, Thraix y Saf, y sus tías Shahara, Maris,
Sumi, Jayne y Eve.

Asesinos tan increíblemente hábiles que sus leyendas fueron


contadas y recontadas a través de los Sistemas Unidos.
Todo lo que siempre había querido hacer era hacerlos sentir
orgullosos. Agregar su propio nombre a su heroica lista.

Juntos, habían derribado la antigua Liga y derrocado su dominio


absoluto. La organización a la que se había unido no se parecía en nada
a la que había entrenado a su padre y sus tíos cuando el hermano de la
tía Maris, Kyr Zemin, había sido el comandante principal.

Arrogantemente miró a su padre a los ojos y sonrió.

―Estaré bien, paka.

Y cuando había pasado esos días siendo torturado y destrozado


por un Kyr diferente, todo en lo que podía pensar era en lo acertado que

146
había sido su padre. Que debería haber escuchado.

No estaba preparado para lo que le esperaba. A diferencia de los


miembros mayores de su familia, había estado protegido y felizmente
ignorante de cuán crueles y enfermos podían ser los llamados seres
conscientes.

Si bien su entrenamiento en La Liga había sido duro, no se parecía


en nada a cómo habían entrenado asesinos durante la época de su
padre.

Se estremeció ante las historias que había escuchado de sus tíos,


Jinx y Bastien, que habían sido vendidos a La Liga para ser utilizados
como objetivos para que los asesinos cazaran y mataran. Mientras
Bastien había sido un hombre adulto, un oficial militar entrenado en el
momento en que la Liga lo había marcado como un Ravin, Jinx había
sido un niño.

Un niño asustado

Quien había sobrevivido contra viento y marea.

Debido a las habilidades que había demostrado, La Liga le había


perdonado la vida y lo había entrenado. Pero Adron conocía las
cicatrices que tenía su tío.

Dentro y fuera.

¡Maldita sea, Adron! ¡Esa cabeza dura tuya será tu muerte!


Había ignorado las enojadas palabras de su padre esa noche.
Sobre todo porque las había escuchado tanto al crecer que eran una
broma.

Al final, habían sido proféticas.

―Retírese, comandante. Tenemos un equipo en el lugar. Tenemos…

Adron había sacado el auricular para que no pudiera escuchar a


su CO. Como el tonto que su padre siempre lo había acusado de ser,
entró en contra de las órdenes y se ofreció a cambiar de lugar con una
mujer que no conocía.

Porque quería ser un héroe.

147
¿Qué es lo peor que puede pasar?

Como había pasado toda su vida rodeado de asesinos feroces que


habían peleado y entrenado con él, se creía invencible. Había sido
entrenado por Talyn Batur, el Martillo de Hierro, y Fain Hauk. Dos de
los luchadores del Ring más respetados y exitosos en la historia
Andarion. Los registros de Talyn seguían intactos.

¿Qué podría hacerle un criminal de segunda categoría?

La arrogancia juvenil…

Olvidó que incluso el poderoso War Hauk, Talyn Batur, había


perdido una pierna en la batalla.

―Pero no voy a perder a Livia ―susurró. Lo que sea necesario, tenía


que asegurarse de que esta vez, no se equivocara. Porque no era solo su
vida lo que estaba arriesgando.

Era la de ella.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―El padre de Livia exigió en el


momento en que Adron se abrió paso en la sala del trono donde tenían
la corte.

Sin darse cuenta de la habitación llena de hombres que lo miraban


boquiabiertos, Adron se acercó a su suegro.

―Tengo que ver a la madre de Livia. ¡Ahora!


―Está prohibido.

Eso no fue lo suficientemente bueno.

―Me importa una mierda. Livia se está muriendo, y su madre es la


única que puede salvarla.

La cara de su padre era estoica. Parecía completamente inmune a


las noticias.

―Si ella muere, que así sea. Esa es la voluntad de Dios. Ella nos ha
deshonrado con su desobediencia. Les dije que esta casa había cortado
todo lazo con ella para siempre. Sus asuntos son tu problema, no
nuestros.

148
―Necesito ver a su madre. ―Adron se dirigió hacia la puerta lateral.

―¡Guardias! ―gritó su padre―. Retírenlo de inmediato.

Adron derribó a los guardias hasta que pidieron refuerzos.


Seriamente superado en número, luchó lo mejor que pudo, pero
finalmente lo agarraron y lo arrastraron de nuevo frente a su padre.

―No puedes dejarla morir. ―Adron luchó contra la sujeción.

La presunción en el rostro de su padre le disgustó.

―Si hubieras querido que ella viviera, tú nunca debería haberla


avergonzado.

―¡Maldito seas!

―Sáquenlo de este planeta.

Contra su voluntad, Adron fue echado del trono, pero mientras


luchaba contra los guardias, vio a una criada adolescente que lo miraba
desde las sombras con preocupación y lástima en su rostro.

Adron se encontró con su mirada asustada y esperó que pudiera


transmitir un mensaje.

―Dile a su madre que Livia la necesita. Por favor…

―¡Krista! ―espetó el padre de Livia―. Sal de aquí. ¡Ahora!

La niña se escapó y los guardias lo echaron del palacio.


Adron golpeó la puerta cerrada con el puño cuando más guardias
vinieron a escoltarlo de regreso a la nave de su hermano. Él bramó de
rabia.

―¡Juro que, si ella muere, los veré a todos en sus tumbas!

Pero nadie lo escuchó, o si lo hicieron, no les importó.

Derrotado, se dio la vuelta y regresó para pasar tanto tiempo con


Livia como pudo antes de que la muerte se la robara por completo.

Adron se detuvo en la puerta de la habitación del hospital mientras

149
escuchaba el familiar sonido de los monitores. Solo que esta vez, no
estaban conectados a él.

Sabía por experiencia propia que Livia podía escucharlos. Sabía lo


que se sentía al estar allí, incapaz de comunicarse. Solo y asustado.

Cómo quería gritar ante la injusticia de todo.

Con la garganta apretada, cruzó la habitación y se sentó en la


cama junto a ella.

―Hola, querida ―susurró, tomando su mano fría en la suya.


Ahuecó su rostro con su otra mano y se inclinó sobre ella para rozar
sus labios contra su fría mejilla—. Por favor, abre los ojos, Livia
―susurró mientras las lágrimas lo cegaban―. Abre los ojos y mira lo que
hiciste. En realidad estoy sentado aquí sin hacer muecas. No hay dolor
en absoluto. Pero ya lo sabes, ¿no?

Adron delineó el contorno de su mandíbula. Y luego hizo algo que


no había hecho en mucho, mucho tiempo.

Rezó.

Rezó y anheló sentir sus dulces brazos envolviéndolo. Escuchar el


precioso sonido de su voz diciendo su nombre. Sólo una vez más.

¿Por qué no abría los ojos y lo miraba?

Pasaron horas mientras Adron se quedó con ella, hablando más de


lo que había hablado antes.
Sentado a su lado, sostuvo su mano contra su corazón y deseó que
despertara.

―No sé por qué te quedaste conmigo. Dios sabe que no valía la


pena. Pero ya no quiero que me dejes solo. Te necesito, Livia. No puedo
vivir sin ti en mi vida. No puedo… no soy tan fuerte. Por favor abre los
ojos y mírame. Por favor.

―Ella puede oírte, ¿sabes?

Adron se tensó ante la voz detrás de él que se entrometió en sus


últimas y preciosas horas con su esposa. Suponiendo que fuera una
enfermera, no se molestó en mirar.

150
―Lo sé.

―¿Vas a desconectarla?

Se ahogó ante la idea. Y por primera vez, entendió exactamente


cómo se había sentido Jayce cuando lo sacó del contenedor.

Dios, había sido tan tonto al odiar a su hermano por amarlo.

Con la garganta apretada, estaba cegado por las lágrimas.

―No puedo dejarla ir. No mientras haya una oportunidad.

―Es lo que ella quiere.

―Lo sé. ―Lo sabía de una manera que nadie más podría. Él había
estado allí.

La enfermera se adelantó y le puso una mano suave sobre el


hombro.

―Ella quiere que te diga que está contigo. Y que valías la pena. Te
ama más que a su vida.

Frunciendo el ceño, levantó la vista y vio a una pequeña mujer con


una capa que ocultaba por completo su identidad.

―¿Quién eres tú?

Bajó la capucha para exponer rasgos angelicales familiares. La


reconoció en un instante. Ella era la madre de Livia.
Y vio los ojos verde plateado de una raza que era más mito que
realidad.

―¿Eres Trisani?

Ella asintió.

Adron se quedó boquiabierto con el conocimiento. Los Trisani eran


legendarios por sus habilidades psíquicas. Tan legendarios que una vez
habían sido cazados casi hasta la extinción. Los que habían sobrevivido
habían sido muy cuidadosos de mantenerse ocultos de las grandes
poblaciones donde podrían ser esclavizados o asesinados por aquellos
que querían o temían sus poderes.

151
Su tío, Jullien, había sido salvado por uno de ellos, Trajen.

Se acercó a Livia y le quitó la vía intravenosa de su brazo. Luego,


lentamente, pieza por pieza, quitó los monitores.

―Es hora de despertar, pequeña flor ―susurró. Puso una mano


gentil en la frente de Livia.

Atónito, Adron observó cómo los ojos de Livia se abrieron.

―¿Mada? ―susurró.

Su madre sonrió y luego la besó en la frente. Pasó una mano sobre


el cuerpo de Livia.

Adron se sintió débil de alivio cuando la alegría lo atravesó.

¡Livia estaba viva!

Su madre tomó su mano y la de Livia y las sostuvo unidas entre


las suyas. El corazón de Adron latía con la calidez de un toque que creía
perdido para siempre.

Livia miró de él a su madre.

―Has hecho que Krista me enviara a La Crona Dorada ¿no?

Su madre asintió y sonrió.

―No sabía quién estaría allí, pero sabía que tu destino te estaba
esperando. ―Ella miró a Adron―. Y para responder a tu pregunta no
formulada, comandante, sí, es permanente. Livia te curó por completo,
pero… ―Dirigió una mirada aguda a su hija―. Tú ya no podrás invocar
tus poderes. Tu mitad humana no es lo suficientemente fuerte para
ellos.

―Lo sé, pero no podía dejarlo morir.

―Entendido. Pero nunca lo vuelvas a hacer. ―Levantó su


capucha―. Ahora tengo que regresar antes de que me echen en falta.
―Se detuvo en la puerta y se volvió―. Por cierto, es un niño.

Adron frunció el ceño.

―¿Qué es un niño?

―El bebé que ella lleva. Enhorabuena, comandante. En siete meses


serás padre.

152
Epílogo

Un año después

153
Livia se detuvo en la puerta mientras veía a Adron darle a su
pequeño hijo su comida de las tres de la mañana. Apoyado contra las
almohadas, Adron se sentó en la cama, usando nada más que una
sábana sobre su regazo modestamente mientras sostenía la botella y
miraba con adoración a Jayce Devyn Quiakides… llamado así por el tío
que había sido clave para reunirlos, y por el mejor amigo de Adron
desde la infancia.

Adron apoyó la mejilla contra la parte superior de la cabeza calva


del bebé y lo abrazó.

―Te tengo, chiquito ―susurró―. Sí, lo hago.

J.D. pateó y arrulló.

Ella rio.

Él pareció como si ella lo hubiera sorprendido.

―No sabía que estabas de vuelta.

―Puedo decirlo. ―Se movió para sentarse a su lado. Luego se apoyó


contra la pierna levantada de Adron para mirar al hermoso bebé que
yacía sobre su pecho sin cicatrices.

J.D. le sonrió mientras él envolvía su pequeña mano alrededor de


su dedo.

Adron pasó una mano amorosa por el cabello suave y despeinado


de Livia. Gracias a ella, había recorrido un largo camino desde el
amargo alcohólico que había encontrado arrojando bebidas en la parte
trasera de La Crona Dorada.

Había encontrado a un hombre roto y sangrante, y lo había curado


nuevamente. No solo en el cuerpo, sino en su corazón. Lo había reunido
con su familia y con su alma.

Durante el último año, la había visto madurar con su bebé y había


tomado su mano mientras ella luchaba por traer a J.D. al mundo.

La vida había dado un giro en un segundo. Siempre lo había


sabido, pero en una noche lluviosa y fría en la trastienda de un sucio
bar de mala muerte, su vida había dado un giro brusco hacia el cielo.

154
La redención nunca estaba donde esperabas encontrarla. Y él, un
cínico amargado, la había encontrado en los brazos de una inocente
ingenua.

Livia frunció el ceño cuando captó la intensidad de su mirada.

―¿Qué estás pensando?

Trazó el contorno de sus labios con la punta de su dedo.

―Estoy pensando en lo contento que estoy de haberme cambiado


por esa mujer. Cuan contento estoy de que mi hermano no pudiera
matarme. Pero, sobre todo, creo que estoy malditamente agradecido de
que hayas visto algo en mí que valiera la pena salvar.

Se inclinó hacia delante y la besó suavemente en los labios.

―Gracias por mi hijo, Livia, y por mi vida. Te amo. Siempre lo haré.

Fin
Sobre la Autora
Sherrilyn Kenyon es una de las más
famosas escritoras dentro del género del
Romance Paranormal. Sus libros

155
aparecen en la lista de los más vendidos
del New York Times, Publishers Weekly, y
USA Today. Desde hace dos años, ha
reclamado el puesto número 1 de las
listas del New York Times en doce
ocasiones. Esta extraordinaria escritora
sigue encabezando las listas en el género
de novelas que ella escribe. Con más de
23 millones de copias de sus libros y con
impresión en más de 30 países, su serie
corriente incluye: Los Cazadores oscuros,
La Liga, Señores de Avalon, Agencia B.A.D y las Crónicas de Nick.
Desde 2004, ha colocado más de 50 novelas en la lista del New York
Times.

Es la voz más preeminente en la ficción paranormal, con más de


veinte años de publicaciones, Kenyon no sólo ayudó a promover, si no
también a definir la tendencia de la corriente paranormal romántica que
ha cautivado el mundo.

Además debemos recalcar que dos de sus series han sido llevadas a
las viñetas. Marvel Comics ha publicado los cómics basados en la serie
"Señores de Avalon" (Lords of Avalon) la cual guioniza la misma
Sherrilyn y "Chronicles of Nick" es una aclamado manga. Su vida es
muy representativa para muchos "MENYONS" así se hacen llamar sus
fans.
Proximo Libro
Jayne Erixour cree que ella sabe todo
sobre el universo. Como cazadora de
recompensas y asesina, ha visto los peores

156
restos de la humanidad y todas las especies
sensibles que han escupido de un reino
infernal. Para ella, no hay ninguna verdad
fuera del retroceso de su desintegrador y su
resolución de no permitir que nadie se
acerque demasiado.

Hadrian Scalera huye de los mismos


asesinos brutales que asesinaron a todos los
miembros de su familia, tanto de nacimiento
como de crianza. No tiene refugio ni a nadie a
quien llamar amigo, ya que significará el final de ellos. No espera piedad
de nadie, hasta el día en que un asesino duda en apretar el gatillo.

El código de un asesino es simple: matar o ser asesinado. Sin presas,


no hay paga. Toda vida tiene un precio.

Si Jayne no cumple con su contrato y mata a Hadrian, ella será el


próximo objetivo en el menú de la Liga. Pero a medida que los viejos
enemigos vuelven a cazarlos a ambos, aprenden rápidamente que
ninguno sobrevivirá a menos que puedan aprender a confiar el uno en
el otro. Sin embargo, las cosas nunca son tan simples y la
supervivencia significa que solo uno de ellos puede quedar en pie.
Saga The League

1.- Born of Night

157
2.- Born of Fire

3.- Born of Ice

3.5.- Fire & Ice

4.- Born of Shadows

5.- Born of Silence

6.- Cloak & Silence

7.- Born of Fury

8.- Born of Defiance

9.- Born of Betrayal

10.- Born of Legend

11.- Born of Vengeance

11.5.- Born of Rage

12.- Born of Blood

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