Propuesta para Disminuir El Hambre en México
Propuesta para Disminuir El Hambre en México
Propuesta para Disminuir El Hambre en México
educativo, para promover el valor de los alimentos locales, como productivo, para fomentar el
cultivo de plantas alimenticias tradicionales de las milpas y los huertos.
Sí es posible enfrentar la malnutrición, y para hacerlo México cuenta con un gran acervo de
recursos propios, de diversidad y riqueza invaluables, pero muchos de ellos han sido soslayados y
son invisibles para los tomadores de decisiones y, lo que es peor, algunos están en peligro de
perderse para siempre. Me refiero, por supuesto, a todos los alimentos de origen vegetal y animal
conocidos y empleados por los pueblos indígenas y las comunidades campesinas de nuestro país.
Una verdadera cruzada contra el hambre debe buscar un aumento sustentable de la producción y
el desarrollo de mercados para productos locales en cada región, con una perspectiva de
garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria, cuidando y mejorando las semillas en manos de
sus legítimos dueños, los campesinos. La bióloga con más de 15 años trabajando en proyectos
productivos y de conservación de recursos en la región señaló que se han enlistado 82 productos
alimentarios, desde diversas variedades de maíz, frijoles, verduras y frutas.
“El mayor problema que se presenta en las comunidades y que está en el origen de la desnutrición
es, por un lado, el proceso de desvalorización de los productos locales, el pensar que los quelites,
los frijoles y otros alimentos locales ‘son comida de pobres’, y por el otro, que los productos
procesados que se anuncian en los medios, desde refrescos a sopas instantáneas, son una buena
opción y que reflejan prestigio”, señaló Catarina Illsley.
Un estudio realizado en 2012 por Gabriela Martínez de la UNAM, en comunidades nahuas del
municipio de Ahuacuotzingo, Guerrero, enlistó 82 productos alimentarios cultivados y
recolectados localmente.
Este sistema alimentario local incluye al menos 7 variedades de maíz (blanco, amarillo, negro,
pinto, colorado, morado y mejorado o híbrido), 9 de frijol (criollo colorado, negro, apalete y
pataxte, entre otras), 21 verduras (calabazas tamalayota, huizayota, pipiana y pachayota;
cuatomate; nanacate; chiltepín; rábanos; nopales; jitomate; col; chayote; ejotes…), 30 frutas
(ciruelas, ilanas, nanches, guanábanas, aguacate criollo, cajeles, moraditos, huicones, guamúchil,
mangos, nísperos, zapote blanco, cocos, toronjas, limas, limón, mandarina, papaya, melón, tuna,
tamarindo, mamey, guayaba y otras), al menos 4 flores comestibles y 6 hierbas de olor.
Entre las verduras se encuentran por supuesto los quelites, nombre genérico para una amplia
gama de plantas que no son cultivadas sino propiciadas y recolectadas en las milpas, los solares, el
monte y las veredas, todas ellas riquísimas en vitaminas, minerales, proteínas y antioxidantes
según estudios de la UNAM y el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición.
En las mesas de estas comunidades nunca faltan los frescos pápalos, las pipitzas y los guajes,
principalmente, ni el cilantro y el yepaquelite.
Para los guisos, las ensaladas y los caldos están el chipile, el huauzontle, la escobita, el tepalcax, el
copaquelite, el guaquelite, el topalquelite, el tlalahuacate, la verdolaga…
El yepaquelite, uno de los pocos quelites que se dan en árbol, es una leguminosa con un altísimo
contenido de proteínas: 39% del peso de la planta seca y preparada. Se come también en caldo,
tamales, quesadillas y albóndigas.
Claro, hay muchas otras investigaciones que muestran la diversidad específica del sistema
alimentario de cada región y de cada uno de los 60 grupos étnicos que habitan el territorio
nacional.
Una de las causas principales es que muchos de los alimentos tradicionales de alto valor
nutricional están culturalmente devaluados, son considerados “comida de pobre” incluso en las
propias comunidades.
En cambio, beber refrescos y consumir productos industrializados que se adquieren en las tiendas
son factores de prestigio porque reflejan capacidad de compra y adecuación a lo socialmente visto
como “moderno”.
En este giro cultural, PepsiCo y Nestlé, como muchas otras transnacionales alimentarias, han
jugado un papel central mediante las omnipresentes y permanentes campañas publicitarias de sus
mercancías. El dinero que ingresa por las remesas y los programas de gobierno, como
Oportunidades, es empleado en su mayor parte para comprar alimentos industrializados.
El estudio realizado por Gabriela Martínez indica también que 48% de los alimentos consumidos
por las familias provienen de fuera de la comunidad, lo cual es alarmante pues los ingresos de
estas familias son escasos.
Los principales alimentos foráneos son el azúcar, el jitomate saladette, el chile serrano, el pollo de
granja, la sopa de pasta, la leche, el arroz, los refrescos y jugos artificiales, el pan y las sopas
Maruchan, que van desplazando a los nutritivos alimentos locales.
Conclusión