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Sobre El Sentido de La Vida

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Me habéis pedido que os escriba un texto acerca del sentido de la vida, y qué mejor sitio para

hacerlo que la biblioteca del instituto. Rodeado de libros, de algunos de los cuales he extraído
muchas de las ideas que voy a transmitir en esta disertación, pero también evidentemente de mi
experiencia vital y de re exiones personales habré tomado las ideas que voy a trasladar a este
texto. Pero no os preocupéis, seré breve.

En primer lugar, tengo que decir que estoy de acuerdo con muchos de vosotros y de vosotras en
que la vida no tiene sentido y que solamente nosotros podemos darle un sentido. Y que en gran
parte esta es nuestra tarea en esta vida, darle sentido a la misma. Podría comenzar, como los
existencialistas, a rmando que somos seres arrojados a este mundo, y que de lo único que no
somos libres es de dejar de ser libres, siendo conscientes asimismo de la limitación de nuestra
existencia.

A rmaría también con otra importante corriente losó ca del siglo XX, la hermenéutica, que para
determinar qué hacer en primer lugar hay que tener en cuenta lo que otros han hecho antes que
nosotros, pues nosotros no hemos nacido de la nada y de la nada nada surge. De algún modo
deberíamos interpretar otras existencias, la vida de otras personas que de una u otra manera
pueden servirnos de inspiración. No para imitarlas servilmente, sino para mostrarnos caminos,
vías, modos de vida que podríamos seguir. El sentido que otros han dado a sus vidas puede
servirnos como guía para las nuestras.

Evidentemente ahora lo importante sería elegir correctamente a esas personas que puedan
servirnos de modelo, y no solo eso, sino también saber elegir qué aspectos de ellas son imitables
y cuáles no. Muchas veces se a rma para justi car el propio comportamiento de un modo un
tanto ingenuo que tal o cual escritor o gran hombre o mujer eran alcohólicos, truhanes… bueno,
pues quizás no es precisamente eso lo que debas copiar de ellos/as

Seguiría con Ortega y Gasset, otro lósofo del siglo XX, que defendía la necesidad de plantear un
proyecto vital. Cada vida, si quiere vivirse con autenticidad, debe seguir un proyecto que cada
uno tiene que proponerse a sí mismo o a sí misma. Este proyecto vital es individual y propio de
cada cual. Ortega de ende que solo una minoría es capaz de no seguir a la masa (hacer lo mismo
que hacen los demás) y seguir su propio camino. Yo no comparto el elitismo de Ortega, pero
estoy de acuerdo con él en la di cultad de plantearse la vida individualmente, en ser el a uno
mismo, en saber seguir el propio camino y en no sucumbir a la comodidad de hacer lo que hace
la mayoría.

Pero a la hora de dar sentido y contenido al proyecto de vida propio, podemos acudir a una
antigua distinción que divide los tipos de ética en dos: aquellas que a rman que la nalidad del
ser humano es la felicidad (Aristóteles, epicúreos, estoicos, etc) y quienes de enden como Kant
que uno más que aspirar a ser feliz debería aspirar a ser digno de ser feliz. Quizás una vía
superadora de ambas pueda ser un vitalismo inspirado en Nietzsche al que hayamos incorporado
la responsabilidad de ser para los demás, de encontrar la realización individual en el trabajo
colectivo en la cooperación y el compromiso social. Algo que no tiene por qué estar reñido con
un hedonismo individualista sano y responsable.

En conclusión, el sentido de la vida es creación nuestra. Somos seres nitos que habitamos un
mundo complejo y diverso en el que se nos dan multitud de oportunidades y de di cultades. No
hay una respuesta, sino múltiples y variadas. Saber escoger una que nos proporcione una vida
plena no es fácil y forma parte del desafío de vivir. Pero no podemos pensar que se trata de una
empresa meramente individual; somos, como diría Ortega, nosotros y nuestras circunstancias y
no podemos pensar en nuestra existencia aislados de los demás.

Es la hora, salgo de la biblioteca y me voy a clase a leeros esto.

Eduardo Cuenca Echevarría

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