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Litetatura Siglo XVIII

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Tema 6. El ensayo en el siglo XVIII. 6.1.

El ensayo: rasgos definidores,


modalidades dieciochescas y su evolución. 6.2. La obra de fray Benito Jerónimo Feijoo.
6.3. Gaspar Melchor de Jovellanos: el hombre y la obra. 6.4. José Cadalso: semblanza
biográfica y obra literaria. 6.5. José Cadalso y sus Castas marruecas. 6.6. Un paréntesis
entre los ensayos: José Cadalso y sus Noches lúgubres. 6.7. Josefa Amar y Borbón e
Inés Joyes y Blake.

6.1. Rasgos definidores, modalidades dieciochescas y su evolución

Esquema expositivo a partir de: Álvarez de Miranda, Pedro, “Ensayo”, en Historia


literaria de España en el siglo XVIII, Madrid: CSIC/Trotta, 1996, pp. 285-326.

a) Ensayo. La palabra y el concepto

- Palabra ensayo en el DRAE 2019:

1. m. Acción y efecto de ensayar.


2. m. Escrito en prosa en el cual un autor desarrolla sus ideas sobre un tema
determinado con carácter y estilo personales.
3. m. Género literario al que pertenece el ensayo.
4. m. Operación por la cual se averigua el metal o metales que contiene la mena,
y la proporción en que cada uno está con el peso de ella.
5. m. Análisis de la moneda para descubrir su ley.

- DRAE 1992: 2. m. Escrito, generalmente breve, constituido por


pensamientos del autor sobre un tema, sin el aparato ni la extensión que
requiere un tratado completo sobre la misma materia.

- Esta acepción como género literario se incorpora al DRAE en la edición


de 1869. Y es un término polisémico en español.

- Nacimiento del género literario con los Essais (1580) de Montaigne,


asunto para el que el castellano utilizó la palabra discursos. La palabra
ensayo entra en el idioma español como tal en el siglo XVIII para referirse
a un concepto aún poco definido (aparece en el título de obras que no son
ensayos).
- Para esta asignatura de 2º curso de Filología Hispánica, consideraremos
dentro de este tema todas las obras vinculadas a la “prosa de ideas”, al

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margen de su título. Lógicamente, será uno de los géneros estrella de la
centura.

b) El ensayo y sus formas en el siglo XVIII

b.1. Discurso. Disertación. Oración

- Discurso de discurrir como disertar.


- Discurso escrito (ambigüedad y trasiego con el discurso oral). Embrión de
un ensayo.
- Enorme corpus de textos debido a la proliferación de sociedades e
instituciones con actos públicos y con afán de influir en la sociedad.

- El Teatro crítico universal (1726-1740) de Feijoo son discursos.


- Discurso sobre la Historia de España (1788), Forner.
- Discurso sobre la tortura (1792), Forner.
- Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (1790), de
Josefa Amar y Borbón.
- Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las
ciencias (1797), de Jovellanos.

b.2. Memoria. Memorial. Informe

- Informe sobre la Ley Agraria (1795), de Jovellanos.

b.3. El molde epistolar: la carta

- Molde muy difundido. Complejidad y variedad conceptual: individual o


pública, real o ficticia, ordinaria o literaria, etc. Colaboran también con el
origen de la literatura de ficción.
- Origen clásico (Cicerón, Petrarca, etc.) e influencia extranjera.
- Cartas morales, militares, civiles y literarias de varios autores españoles
(1773). Cartas “reales”.
- La carta como molde literario para describir un viaje: Viaje de España
(1772-1794), de Antonio Ponz.
- Castas familiares (1786-1793) de Juan Andrés a su hermano Carlos, con
abundantes viajes por Italia.

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- Cartas marruecas, que se publicaron por entregas en el Correo de Madrid
a lo largo del año 1789 (y fueron escritas probablemente en 1782). En esta
obra, tomando como pretexto un viaje por España del árabe Gazel, realiza
una crítica profunda y exhaustiva de las costumbres y defectos de la nación
española. Sigue como modelo las Cartas persas (1721) de Montesquieu.
- Cartas planteadas expresamente como prosa de ideas: las Cartas eruditas
y curiosas (1742-1760, 5 vols.) de Feijoo o la Carta histórica sobre el
origen y progresos de las fiestas de toros en España (1776) de Nicolás
Fernández de Moratín.

b.4. Otros géneros afines a la prosa de ideas

- Diálogos, biografías, confesiones, diarios, memorias, libros de viajes,


obras de pensamiento fragmentario (refranes, aforismos, etc.).

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6.2. La obra de fray Benito Jerónimo Feijoo

Benito Jerónimo Feijoo, OSB (1676-1764). Feijoo es quizá el más


grande filósofo de lengua española del siglo XVIII. El Teatro crítico
universal y las Cartas eruditas y curiosas lograron una difusión
insospechada, tanto en España como en América, y fue ya traducido
entonces parcialmente al francés, italiano, inglés y alemán. La época de su
mayor actividad literaria empieza al final de su profesorado, del que se
retira a los sesenta y tres años, después de ejercerlo durante cuarenta
cursos. Contaba ya cincuenta años cuando inició Feijoo la publicación de
ensayos filosóficos sobre todo género de materias, para desengaño de
errores comunes. Ha sido considerado el introductor de este género en
lengua española. Su crítica filosófica, realizada desde el conocimiento del
estado de las ciencias, la técnica y la filosofía de su tiempo, tuvo que
soportar los ataques más virulentos tanto desde la atrevida ignorancia de
arcaicos y pedantes escolares como desde posiciones supuestamente
ilustradas.
Entre 1726 y 1740 publicó los nueve volúmenes del Teatro crítico
universal (el nono, suplemento de los ocho anteriores, refundido en
ediciones posteriores), y entre 1742 y 1760 los cinco volúmenes de Cartas
eruditas (contaba pues 84 años cuando apareció este último volumen),
además de otras obras, sobre todo defensivas frente a los ataques recibidos.
Benito Jerónimo Feijoo Montenegro nació en 1676 en Casdemiro,
provincia de Orense, y en 1690 tomó el hábito de San Benito en el
monasterio de San Julián de Samos. Estudió en los colegios de Lerez
(Pontevedra) y en el monasterio de San Vicente de Salamanca. A partir
de 1709, y durante más de medio siglo, residió en el colegio benedictino de
San Vicente de Oviedo, ciudad en la que desarrolló toda su actividad y en
la que falleció en 1764. Está enterrado en el crucero de la Iglesia de la
Corte, que se abre precisamente sobre la plaza del antiguo convento, que
todavía lleva su nombre.

Obra. Su obra se recoge en colecciones de opúsculos que llamó


discursos (de discurrir como disertar):

Teatro crítico universal o discursos varios en todo género de


materias para desengaño de errores comunes. Ocho volúmenes (118

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discursos), más uno adicional (Suplemento), publicados entre 1726 y
1740. Palabra Teatro en el sentido de “panorama” o “visión general
de conjunto”.

Cartas eruditas y curiosas (166 ensayos, más breves), publicadas


entre 1742 y 1760 en 5 volúmenes.

El pensamiento de Feijoo: aspectos temáticos. Los temas sobre los


que versan estas disertaciones son diversos, pero todos se hallan presididos
por el afán patriótico de acabar con toda superstición y por su empeño en
divulgar las novedades científicas que van a conseguir erradicar los
“errores comunes”.
Líneas temáticas fundamentales: a) sobre supersticiones, creencias
populares y costumbres: crítica frente a creencias, tradiciones y
supersticiones irracionales; b) la cuestión religiosa: depurar e ilustrar la fe
católica; c) la enseñanza: reforma en los temas y en los métodos de
enseñanza; d) sobre la historia de España: depuración de las fuentes
históricas, desconfianza en las gacetas, la cuestión de España; e) sobre
temas político-sociales: críticas a la superioridad de la sangre de los nobles,
condena de la tortura, contra la indiscreción, el duelo y el suicidio, etc.; f)
la situación del estudio de las ciencias en España; g) defensa de las lenguas
clásicas, así como del estudio de las lenguas modernas y su literatura.

Índice de discursos del Teatro crítico universal:

Tomo I

1.- Voz del Pueblo.


2.- Virtud y Vicio.
3.- Humilde y alta fortuna.
4.- La Política más fina.
5.- Medicina.
6.- Régimen para conservar la salud.
7.- Desagravio de la Profesión Literaria.
8.- Astrología Judiciaria y Almanaques.
9.- Eclipses.
10.- Cometas.

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11.- Años climatéricos.
12.- Senectud del Mundo.
13.- Consectario contra filósofos modernos.
14.- Música de los templos.
15.- Paralelo de las lenguas.
16.- Defensa de las mujeres.

Tomo II

1.- Guerras filosóficas.


2.- Historia Natural.
3.- Artes divinatorias.
4.- Profecías supuestas.
5.- Uso de la magia.
6.- Las modas.
7.- Senectud del Mundo.
8.- Sabiduría aparente.
9.- Antipatía de franceses y españoles.
10.- Días críticos.
11.- Peso del aire.
12.- Esfera del fuego.
13.- Del Antiperístasis.
14.- Paradojas físicas.
15.- Mapa intelectual y cotejo de naciones.
Carta defensiva del Doctor Martínez.
Respuesta al Doctor Martínez.
Veritas vindicata.

Tomo III

1.- Saludadores.
2.- Secretos de Naturaleza.
3.- Simpatía, y Antipatía.
4.- Duendes y espíritus familiares.
5.- Vara divinatoria y zahoríes.
6.- Milagros supuestos.
7.- Paradojas matemáticas.

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8.- Piedra filosofal.
9.- Racionalidad de los brutos.
10.- Amor a la Patria y pasión nacional.
11.- Balanza de Astrea, o recta administración de la Justicia.
12.- La ambición en el Solio.
13.- Escepticismo Filosófico.
La verdad vindicada.

Tomo IV

1.- Virtud aparente.


2.- Valor de la nobleza e influjo de la sangre.
3.- Lámparas inextinguibles.
4.- El Médico de sí mismo.
5.- Peregrinaciones sagradas y romerías.
6.- Españoles Americanos.
7.- Mérito y fortuna de Aristóteles.
8.- Reflexiones sobre la Historia.
9.- Transformaciones y transmigraciones mágicas.
10.- Fábulas de las Batuecas y países imaginarios.
11.- Nuevo caso de conciencia.
12.- Resurrección de las Artes, y Apología de los Antiguos.
13.- Glorias de España. I parte.
14.- Glorias de España. II parte.

Tomo V

1.- Regla matemática de la fe humana.


2.- Fisionomía.
3.- Nuevo Arte Fisionómico.
4.- Maquiavelismo de los Antiguos.
5.- Observaciones comunes.
6.- Señales de muerte actual.
7.- El aforismo exterminador.
8.- Divorcio de la Historia y la Fábula.
9.- Nuevas paradojas físicas.
10.- Libros políticos.

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11.- El gran magisterio de la experiencia.
12.- Nuevas propiedades de la luz.
13.- Existencia del vacío.
14.- Intransmutabilidad de los elementos.
15.- Solución del gran Problema histórico sobre la población de la
América, y revoluciones del Globo Terráqueo.
16.- Tradiciones populares.
Disertación sobre la Campana de Velilla.
Reflexiones críticas sobre este asunto.
17.- Nueva precaución contra los artificios de los Alquimistas, y
vindicación del Autor contra una grosera calumnia.

Tomo VI

1.- Paradojas Políticas y Morales.


2.- Apología de algunos personajes famosos en la Historia.
3.- Fábula del establecimiento de la Inquisición en Portugal.
4.- Hallazgo de especies perdidas.
5.- Consectario del discurso antecedente, sobre la producción de nuevas
especies.
6.- Maravillas de naturaleza.
7.- Sátiros, Tritones, y Nereidas.
8.- Examen Filosófico de un peregrino suceso de estos tiempos.
9.- Impunidad de la mentira.
10.- Chistes de N.
711.- Razón del gusto.
12.- El no sé qué.
13.- El error universal.

Tomo VII

1.- Lo máximo en lo mínimo.


2.- Peregrinaciones de la naturaleza.
3.- Color etiópico.
4.- Las dos Etiopías y sitio del Paraíso.
5.- Venida del Anti-Cristo y fin del mundo.
6.- Purgatorio de San Patricio.

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7.- Cuevas de Salamanca y Toledo, y Mágica de España.
8.- Toro de san Marcos.
9.- La cuaresma salutífera.
10.- Verdadera y falsa urbanidad.
11.- De lo que conviene quitar en las súmulas.
12.- De lo que conviene quitar y poner en la Lógica y Metafísica.
13.- De lo que sobra y falta en la física.
14.- De lo que sobra y falta en la enseñanza de la Medicina.
15.- Causas del amor.
16.- Remedios del amor.

Tomo VIII

1.- Abusos de las disputas verbales.


2.- Desenredo de sofismas.
3.- Dictado de las aulas.
4.- Argumentos de autoridad.
5.- Fábulas gacetales.
6.- Demoníacos.
7.- Corruptibilidad de los cielos.
8.- Examen Filosófico de un suceso peregrino de estos tiempos.
9.- Patria del Rayo.
10.- Paradojas médicas.
11.- Importancia de la ciencia física para lo moral.
12.- Honra y provecho de la Agricultura.
13.- La ociosidad desterrada y la malicia socorrida.

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6.3. Gaspar Melchor de Jovellanos

Semblanza biográfica. Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)


es uno de los españoles más eminentes de nuestra historia civil. Para
Menéndez Pelayo es “el alma más hermosa que España tiene en la
modernidad”. Nació en 1744 en Gijón. Provenía de una familia de origen
noble pero poco adinerada. Cursó los primeros estudios en su ciudad natal
y se trasladó a Oviedo para estudiar Filosofía. Se graduó de bachiller en
cánones en Ávila en 1764. Después fue alumno del Colegio de San
Ildefonso en Alcalá de Henares durante dos años, cuando estudiar en dicho
colegio mayor era casi una garantía de ascenso a los más altos destinos.
Jovellanos se inclinó inicialmente por la carrera eclesiástica, pero por
consejo familiar se decidió finalmente por la judicatura. Fue nombrado
alcalde del Crimen en la Audiencia de Sevilla. De dicha época datan sus
obras más puramente literarias. Desde 1778 hasta 1790 fue nombrado
alcalde de Casa y Corte, y residió por tanto en Madrid. Este periodo
estuvo marcado por el impulso reformista del reinado de Carlos III, una
etapa de participación activa en numerosos organismos, como la Academia
de la Lengua, de la Historia, la de San Fernando, la de Cánones y la de
Derecho, así como en la Sociedad Económica o la Real Junta de Comercio,
Moneda y Minas, lo que lo convirtió en una figura destacada de su tiempo.
Tras la muerte de Carlos III (1788), se produjo un considerable
cambio en la situación política del país, que afectó a los círculos ilustrados.
A finales de 1797 Jovellanos fue nombrado ministro de Gracia y Justicia,
pero su visión reformista de los problemas legislativos se enfrentó con las
nuevas orientaciones políticas, por lo cual fue destituido al cabo de unos
pocos meses. La persecución contra los ilustrados desencadenada en
1800 provocó su arresto en 1801, en que fue encarcelado en el castillo de
Bellver, en Mallorca, hasta el motín de Aranjuez (1808). Tras ser puesto en
libertad, prosiguió su labor política como miembro de la Junta Central
hasta 1810. De regreso a Gijón falleció en el asturiano puerto de Vega el 29
de noviembre de 1811. Las Cortes de Cádiz lo proclamaron “Benemérito
de la patria en grado eminente y heroico”.

Breve panorama de su producción. La amplia obra escrita por


Jovellanos suele dividirse entre sus creaciones literarias y sus trabajos
didácticos y doctrinales.

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Su producción literaria se desarrolló a través de los cauces de la
poesía (estudiada en el tema 4), y en la que alcanzó cierto éxito, y a través
de la composición de varias piezas teatrales: una tragedia neoclásica, El
Pelayo, y el drama El delincuente honrado (1774), con un fondo social y
una intención moral porque plantea una crítica a la costumbre del duelo.
En cuanto a su obra doctrinal, Jovellanos fue el representante más
genuino de la Ilustración española, fue un hombre culto, de espíritu
renovador, que se caracterizó siempre por un hondo patriotismo y una gran
preocupación por los distintos problemas de España, lo que le llevó a
reflexionar sobre la reforma de las instituciones y costumbres vigentes. Su
visión fue tan penetrante que muchos de sus análisis siguen teniendo
validez, como las ideas expuestas en su Memoria para el arreglo de la
policía de espectáculos (1790), su Informe sobre el expediente de la ley
agraria (1794), en la que propugna una valiente reforma de la propiedad
agrícola, o la Memoria del castillo de Bellver (1802).

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6.4. José Cadalso: semblanza biográfica y obra literaria

(a) José Cadalso y Vázquez (Cádiz, 1741-Gibraltar, 1782)

Orfandad y cosmopolitismo. José Cadalso nació en Cádiz, el 8 de


octubre de 1741. Su madre murió a consecuencia del parto, y su padre,
ausente por negocios en América, tardó casi trece años en conocer a su
hijo. De su educación se encargó un tío jesuita, el padre Mateo Vázquez: él
fue quien le envió a estudiar primero a Francia, de donde pasó a Inglaterra
siguiendo a su padre, quien, tras visitarlo en París, se había instalado en
Londres. También viajó por Italia, Alemania y después de un año de
estancia en París, pasando por Flandes, regresó a España.
Primera juventud. Por orden de su padre ingresó a los dieciséis años
en el Seminario de Nobles de Madrid, según cuenta, «con todo el
desenfreno de un francés y toda la aspereza de un inglés», ya que su padre
quería corregir en él sus malas costumbres y prepararle para un empleo fijo
en la administración; como el joven Cadalso detestaba este destino, fingió
sentir inclinación por ser jesuita, sabedor de que su padre odiaba a la
Compañía de Jesús, y le sacó de allí. Después intentó persuadir a su padre
de que lo que le gustaba era la carrera militar, lo que tampoco placía a su
padre; se valió de estos tormentos para que su padre le devolviera a
Europa y, entre los dieciocho y los veinte años vivió de nuevo en París y
en Londres, hasta que le llegó la noticia de la muerte de su padre en
Copenhague en 1761.
Ejército. Al fallecer su padre tuvo que regresar a España para hacerse
cargo del exiguo patrimonio familiar. En 1762 se alistó en el regimiento de
caballería de Borbón, participando en la campaña de Portugal, donde tuvo
un violento duelo a espada con un marqués, antiguo condiscípulo, llamado
Fernando Velaz de Medrano Bracamonte. En 1764 compró su ascenso a
capitán. En marzo de 1766 vive en Madrid y sigue con interés el motín de
Esquilache. En ese mismo año obtuvo el hábito de caballero de la Orden de
Santiago. Por otra parte, había entablado amistad con un compañero militar
de su regimiento de caballería, el coronel Manuel María de Aguirre,
también escritor y de similares ideas ilustradas. Trasladado su regimiento a
Madrid, Cadalso se enamoró de la hija del consejero Felipe de Codallos,
con la que estuvo a punto de casarse. Entró luego en la camarilla de la
frívola Marquesa de Escalona, María Cayetana Fernández de Miranda

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Villacís, siendo su chischiveo temporal, y tomando contacto con el
poderoso conde de Aranda.
Escándalo y leyenda. Para gran escándalo de la nobleza, circuló por
Madrid un libelo titulado Calendario manual y guía de forasteros en
Chipre (1768), parodia de la Guía común de forasteros, donde se
satirizaban las costumbres amorosas típicas de la sociedad dieciochesca.
El público, confiesa el mismo Cadalso, «me hizo el honor de atribuírmelo,
diciendo que era muy chistoso». Como consecuencia de ello, tuvo que salir
desterrado de Madrid a Zaragoza, donde permaneció hasta 1770. Fue allí
donde empezó a dedicarse con intensidad a la poesía. Pasados los seis
meses del destierro, regresó a Madrid, donde vivió una apasionada relación
amorosa con la actriz María Ignacia Ibáñez, que ha dado lugar a toda una
leyenda de marcado sabor romántico: la joven muerte por fiebres tifoideas
con apenas veinticinco años, el 22 de abril de 1771, y Cadalso, desesperado
ante tan repentina muerte, intentó (según la leyenda) desenterrar a su
amada para darle el último adiós (episodio que quedó narrado en su obra
Noches lúgubres). También le dedicó poemas en los que la actriz aparece
aludida bajo el nombre de Filis.
Círculos literarios. La muerte de su amada sumió a Cadalso en una
profunda depresión que intentaron distraer sus amistades y contactos en los
salones y círculos literarios madrileños, sobre todo la activa tertulia de la
Fonda de San Sebastián, de la que eran asiduos sus amigos Nicolás
Fernández de Moratín y Tomás de Iriarte. Poco después se trasladó a
Salamanca donde muy pronto convirtió su depresión en materiales
poéticos, dramáticos e incluso filosóficos. En la ciudad del Tormes y
durante su breve estancia (1773-1774), Cadalso se convirtió en el epicentro
de un círculo de admiradores y amigos, entre ellos fray Diego González,
Juan Pablo Forner, León de Arroyal y dos jóvenes poetas, el salmantino
José Iglesias de la Casa y el extremeño, estudiante en la Universidad de
Salamanca, Juan Meléndez Valdés. El influjo que ejerció Cadalso sobre
todos ellos fue enorme. También allí dio término a las Cartas marruecas,
una novela epistolar que es en realidad una colección de ensayos sobre la
situación material, social, cultural y moral de España.
Vida militar y fallecimiento. En 1777 fue ascendido a comandante de
escuadrón. Dos años más tarde participó en el asedio de Gibraltar (que
duraría hasta 1783) y fue ascendido a coronel en 1781. Poco tiempo le
quedaba: José Cadalso murió el 26 de febrero de 1782, tras recibir el

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impacto en la sien de un casco de metralla o granada. Tenía sólo cuarenta
años y apenas hacía un mes que le había sido conferido el grado de coronel.
Su tumba se encuentra en la Iglesia Parroquial Santa María La Coronada en
la Ciudad de San Roque, frente a La línea de la Concepción y frente a
Gibraltar.

(b) Obra literaria de José Cadalso

Obra lírica
Ocios de mi juventud. El conjunto de las composiciones líricas que
escribió durante su destierro aragonés forman el libro Ocios de mi juventud
(1781). Son poesías que pertenecen a los distintos géneros típicos del
momento: anacreónticas, pastoriles, amatorias, filosóficas y satíricas. Los
modelos abarcan desde Anacreonte y Ovidio hasta Tasso y Garcilaso. Los
Ocios se reditaron en 1782 y 1786 y en estas nuevas ediciones fueron
apareciendo más poemas inéditos del autor.

Obra dramática
Tragedia desaparecida: La Numancia o La Numantina. Tragedia
sobre la resistencia de los habitantes de esta localidad (situada en la actual
provincia de Soria), que después del prolongado asedio realizado por las
tropas de Roma en el verano del año 133 a. C., prefirieron suicidarse antes
que rendirse y ha pasado a la historia como ejemplo de resistencia,
acuñándose en la expresión «resistencia numantina».
Solaya o los circasianos fue presentada a la censura en noviembre de
1770, pero no obtuvo la necesaria aprobación. La tragedia se sitúa en un
escenario exótico, Circasia, región de la Rusia meridional, y se atiene a las
reglas neoclásicas para la tragedia. El príncipe tártaro Selín, que ha llegado
a Circasia para cobrar un tributo de doncellas, se enamora de Solaya,
perteneciente a una de las familias principales.
Don Sancho García fue estrenada de forma privada en el palacio del
conde de Aranda en 1771. Responde también al tipo de tragedia neoclásica,
en cinco actos, sometida a la regla de las tres unidades y en endecasílabos
pareados. Doña Ava, condesa viuda de Castilla, está enamorada de
Almanzor, rey moro de Córdoba, y por contentar a su amante intenta
envenenar a su hijo Sancho García: al final es la condesa quien bebe el
veneno preparado para su hijo.

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Obras en prosa
En torno a 1768 entregó un manuscrito al conde de Aranda con una
novela que hemos perdido. Era de carácter utópico, como podemos
suponer por el título: Observaciones de un oficial holandés en el recién
descubierto reino de Feliztá.
Defensa de la nación española contra la «Carta Persiana LXXVIII»
de Montesquieu, que tiene como subtítulo: Notas a la carta persiana que
escribió el presidente de Montesquieu en agravio de la religión, valor,
ciencia y nobleza de los españoles. Es una de sus primeras obras, aunque es
de cronología incierta: debió de ser redactada entre finales de 1768 y
comienzos de 1771.
Los eruditos a la violeta (1772). Esta obra supone una sátira breve y
ligera contra un tipo de educación entonces frecuente: la erudición
meramente superficial. El contenido y estructura quedan claramente
reflejados en el subtítulo: Curso completo de todas las ciencias, dividido en
siete lecciones para los siete días de la semana, publicado en obsequio de
los que pretenden saber mucho estudiando poco. El título alude a uno de
los perfumes, el de la violeta, preferidos por los jóvenes a la moda. La obra
tuvo un éxito inmediato y el título acabó haciéndose proverbial. El
Suplemento (1772) consiste en una serie de traducciones poéticas con
comentarios, destinadas a ilustrar las lecciones del martes, cinco cartas de
exalumnos del curso y una breve noticia sobre los orígenes y la
composición de la obra. El buen militar a la violeta es una continuación
póstuma, aplicada a la profesión militar.
Las Noches lúgubres, aparecidas en el Correo de Madrid entre 1789
y 1790.
Las Cartas marruecas, que vieron la luz por vez primera, por
entregas y en el mismo diario, a lo largo del año 1789, probablemente
publicadas por su amigo Manuel de Aguirre, quien también colaboraba en
este diario. En esta obra, tomando como pretexto un viaje por España del
árabe Gazel, realiza una crítica profunda y exhaustiva de las costumbres y
defectos nacionales (a la vez que defiende el sentido reformador del
despotismo ilustrado). El modelo que sigue es el de las Cartas persas
(1721) del barón de Montesquieu.

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6.5. José Cadalso y sus Castas marruecas

Notas de clase a partir de la presentación del texto de Cartas marruecas por parte del
académico Pedro Álvarez de Miranda, con motivo de la sesión de «Cómicos de la
Lengua» de la RAE dedicada a las «Cartas marruecas» en 2014:
https://www.rae.es/noticia/comicos-de-la-lengua-cartas-marruecas

Cadalso las tenía ya escritas [las Cartas marruecas] en 1773, y


albergó la vaga intención de publicarlas, pero, cuando murió en 1782, las
Cartas marruecas seguían inéditas, y aparecerían póstumamente, primero
en entregas sucesivas, en un periódico que se llamaba el Correo de Madrid
o de los ciegos, y finalmente en forma de libro en 1793, en la imprenta de
Sancha. Las versiones, sin embargo, más fiables de que disponemos hoy
son copias manuscritas (que al parecer circularon en cierta abundancia), y
en ellas se basan las ediciones modernas.
El autor se acoge aquí a un modelo literario que estuvo muy en
boga en la Europa del tiempo. El artificio consiste en enhebrar una serie
de cartas que se dicen escritas por diversos corresponsales, entre los
cuales hay al menos uno que, por pertenecer a una cultura exótica, tiene
una visión distanciada del mundo europeo. Se establece así un interesante
juego perspectivístico, pues el extranjero proyecta una mirada nueva, en
cierto modo ingenua, sobre la sociedad que nos rodea, de modo que cosas
que nos parecen absolutamente naturales adquieren otro carácter al ser
contempladas por ojos que las consideran tan extrañas como a nosotros nos
lo parecerían las de un país culturalmente alejado del nuestro. El
relativismo resultante no es sino una clara invitación a la tolerancia.
El modelo más evidente, aunque no único, está, como es obvio, en
las Cartas persas (1721) de Montesquieu. Y, como en el caso de estas, no
es fácil el encuadramiento genérico de las Cartas marruecas. Se ha dicho
que son una especie de novela epistolar, pero hay que reconocer que el
componente narrativo, en las de Cadalso, es muy débil. Por el tono y la
intención cabe adscribirlas al ensayismo, un ensayismo de inspiración
moral y de enfoque decididamente costumbrista. La carta es ciertamente
molde conocido de la novela, del subgénero novela epistolar. Pero también
lo es del ensayo.
La obra tiene un mínimo marco ficticio en que se utiliza el consabido
recurso del manuscrito encontrado. En una “Introducción” y en una

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“Nota” final oímos la voz de –digámoslo así – un narrador que es más bien
un mero intermediario, el editor o transcriptor de las cartas. Nos dice que la
suerte quiso que, por fallecimiento de un conocido suyo, cayese en sus
manos un conjunto de cartas escritas “por un moro llamado Gazel Ben-
Aly” a un amigo y mentor suyo, anciano, llamado Ben-Beley, “sobre los
usos y costumbres de los españoles antiguos y modernos”. El tercer
interlocutor, además de esos dos marroquíes, es Nuño Núñez, un español
con el que el moro Gazel ha trabado profunda amistad. A continuación,
comienza el intercambio epistolar y con él el juego dialéctico de
perspectivas. A veces, como veremos, el juego se complica porque, dentro
de las cartas que Gazel escribe a su compatriota el sabio Ben-Beley, se
insertan largos parlamentos de Nuño. En cuanto al asunto, es –leemos – el
“más delicado que hay en el mundo”: la crítica de una nación.
Gazel ha venido a España acompañando a un embajador de
Marruecos, y, terminado el viaje oficial, ha podido quedarse en el país, con
idea de viajar por todas sus provincias, vestido como un español para
pasar inadvertido; viajar con utilidad, dice, lo que implica observar
debidamente las costumbres. La península, dividida durante mucho tiempo
en diferentes reinos, ha tenido siempre variedad de trajes, usos, leyes,
idiomas... “Un andaluz en nada se parece a un vizcaíno”, escribe Gazel con
frase de sorprendente actualidad; “un catalán es totalmente distinto de un
gallego”, o un valenciano de un montañés, etcétera.
Curiosamente, las Cartas marruecas están inspiradas en un hecho
real. En 1766, un embajador del sultán de Marruecos llamado precisamente
Sidi Ahmed el Gazel, cruzó en son de paz el estrecho, desembarcó en
Algeciras y emprendió viaje a Madrid para entrevistarse con Carlos III. Iba
acompañado de una comitiva muy vistosa que despertó, lógicamente, gran
expectación entre las gentes de las localidades por las que pasó, lo que tuvo
reflejo en la prensa de la época. Esta noticia, sin duda, inspiró a nuestro
autor.
Uno de los intereses recurrentes de Cadalso en las Cartas marruecas
es, como enseguida vamos a ver, el de la lengua española. Tiene, por lo
pronto, una viva conciencia de su evolución. “En España –dice –, como en
todas partes, el lenguaje se muda al mismo paso que las costumbres”. Los
nuevos usos traen consigo palabras nuevas. Así, en una de las cartas que
vamos a oír escucharemos la voz de una joven elegante, obsesionada por
las modas, que escribe a una amiga una carta absolutamente insustancial en

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la que explica cómo es una jornada cualquiera de su vida. La comicidad
reside no solo en la inanidad vital de esta jovencita burguesa, sino sobre
todo en que su discurso está salpicado de restallantes galicismos léxicos y
sintácticos que hacen del personaje una perfecta petimetra, por decirlo con
otro neologismo de la época que le cuadra a la perfección y que es, por
cierto, también un galicismo. La estampa que nos deja Cadalso es, como
vamos a comprobar, la de ese nuevo tipo de mujer urbana y desenvuelta
que tan admirablemente estudió Carmen Martín Gaite en su libro Usos
amorosos del dieciocho en España.
Esa revolución de las costumbres, y del lenguaje, afecta sin embargo
solo a una minoría de la corte, no a la vida profunda del país, a la España
de lo que Unamuno llamará la intrahistoria. Así –también lo oiremos – por
cada petimetre que cambia de moda a instancias de su peluquero hay cien
mil españoles que no han reformado un ápice su traje antiguo. Tradición y
modernidad. He ahí uno de los temas que recorren las Cartas marruecas.
[…]
Naturalmente, cuando el autor, por boca de Gazel, dice que los
españoles han echado a perder su lengua, que humillan el idioma de sus
padres, está exagerando. Hay en él una nostalgia de esplendores pasados
que es muy del momento, una gran admiración por los escritores del
siglo XVI, al que ya entonces empieza a llamarse el Siglo de Oro. Los que
están destrozando la lengua española, dice Cadalso, son los malos
traductores.
Durante bastante tiempo se dio una imagen absolutamente
desenfocada de los hombres de la Ilustración española, que los presentaba
como unos afrancesados miméticos que rompían con la tradición nacional.
Nada hay más falso. Cadalso, he dicho, es un espíritu cosmopolita, sí, pero
también profundamente español. Acabamos de oírle decir a sus
contemporáneos que vuelvan los ojos a los buenos autores de un pasado
glorioso, que no los sustituyan por malas traducciones de la literatura
extranjera. Aun así, se habrá notado que hace una excepción con los libros
científicos. Para los libros de física y matemáticas sí que nos hacen falta las
traducciones. Una vez más, Cadalso combina españolismo y europeísmo,
tradición y progreso. Ni es un reaccionario ni es un seguidor frívolo de
cualesquiera novedades. Aplica en todo, como también le hemos oído decir
en la Introducción, el principio del justo medio.

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Por lo demás, no olvidemos que la avalancha de galicismos que se
ridiculiza en la hermana de Nuño es un recurso satírico, y por tanto
forzado. Nunca se encuentran en los textos del XVIII adjetivos como
pitoyable por lamentable, veritable por verdadero, o ensayar una prenda de
vestir por probársela […]. Cadalso, por vía humorística, se está alineando
con un tipo de reacción muy común […] contra las novedades lingüísticas
venidas de fuera. En el XVIII el caballo de batalla eran los galicismos, del
mismo modo que hoy lo son los anglicismos, por cuya abundancia invasora
muchos se llevan las manos a la cabeza. Vistas con perspectiva histórica,
las cosas son mucho menos aparatosas y dramáticas: la lengua es sabia, y a
la larga sabe quedarse con lo que verdaderamente necesita de las
aportaciones foráneas, descartando lo demás, lo a la postre superfluo.
[…]
Para conocer bien España, naturalmente, Nuño le ha recomendado a
Gazel que lea la novela de Cervantes. El viajero marroquí lo ha hecho, y
sospecha que en esa novela hay, por debajo de la superficie jocosa, un
significado profundo. ¿Es que Cadalso está anticipando la interpretación
romántica del Quijote? Un hispanista recientemente desaparecido, el
profesor Sebold, miembro correspondiente de la Academia Española, decía
que Cadalso era el primer romántico europeo de España. Más bien es
que en el XVIII mismo están en germen muchas de las percepciones
que caracterizarán al romanticismo.
La débil ficción novelesca se retoma al final de la obra. El recurso
mismo del manuscrito encontrado es también, por cierto, una reminiscencia
cervantina. Volvemos a oír al transcriptor o editor de las cartas, quien
asegura que había muchas más que las que ha copiado, pero con tan mala
letra que resultaban ilegibles. Su contenido podía adivinarse por un índice y
por algunos fragmentos, y se nos resume en un apretado final. “Tal es el
mundo y tal los hombres –termina – que pocas veces podemos ver sus
obras completas”. La imagen que aquí podemos trasladar de las Cartas
marruecas de Cadalso es, forzosamente, aún más incompleta. Pero acaso
los mueva a ustedes a desear leerlas o releerlas.

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6.6. José Cadalso y sus Noches lúgubres

Noches lúgubres fue publicada por entregas en El correo de Madrid


o de los ciegos, entre diciembre de 1789 y enero de 1790. Nigel
Glendinning (1961) dio a conocer una copia manuscrita fechada en torno a
1775, existente en el Museo Británico (hoy British Library). Hay
numerosas ediciones en el siglo XIX.

Fuentes directas. Estructura de tres «noches», en tres actos


dialogados, inspirada, posiblemente, en los Pensamientos nocturnos de
Edward Young (1683-1765): un poema dividido en nueve partes o
«noches», a lo largo de las cuales se muestra la fragilidad del ser humano
frente a la desolación de la muerte. Se inscribe dentro de los poemas «de
cementerio», un estilo en el que abundan las referencias a la muerte,
características propias del romanticismo y la literatura gótica. Cuando José
Cadalso fue por primera vez a Inglaterra, hacía apenas diez años que
Young había ido publicando con notable éxito, entre 1742 y 1745, sus
nueve Night Thoughts. Todo parece indicar que el nombre del personaje
Lorenzo fue tomado de la obra de Young, donde este mismo nombre
designa también al amigo a quien el poeta dirige sus reflexiones.

Detonante: La leyenda de María Ignacia Ibáñez, fallecida el 22 de


abril de 1771 con 25 años.

Fuentes indirectas e influencia. El hispanista Nigel Glendinning


relaciona las Noches lúgubres con una leyenda folclórica universal que
tuvo su versión española en la leyenda de La difunta pleiteada, base de un
drama, con ese mismo título, atribuido a Lope de Vega. Narraba la historia
de una mujer que, después de sepultada, recobra la vida, y luego se
disputan su amor dos o más hombres que se creen con derecho a ella.

Género literario y estilo. Difícil clasificación genérica: ¿tres noches


o actos dialogados, prosa poética? Obsérvense los efectos rítmicos de la
prosa: encontramos en el texto algunos endecasílabos y abundantes series
de unidades rítmicas, repeticiones y estructuras paralelísticas.

Argumento

Noche primera: Tediato, el personaje principal, ha quedado con


Lorenzo, sepulturero, para desenterrar un cadáver. Finalmente, no les da

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tiempo, entre otras cosas porque Tediado expone su opinión sobre multitud
de cuestiones: la maternidad, la paternidad, la amistad, etc. Lorenzo se
pregunta de quién será la tumba, ocasión que aprovecha el autor para hacer
una crítica del general del mundo. Al final, consiguen al menos abrir la
tumba y regodearse en su putrefacción. Tediato declara su intención de
llevarse el cadáver de su amada para yacer con él y posteriormente
suicidarse haciendo arder la casa.

Noche segunda: Tediato se dispone a acudir a la cita con Lorenzo,


con quien ha quedado para terminar el trabajo, pero se ve envuelto en un
altercado y es detenido por «la justicia» y llevado a la cárcel, donde se le
acusa de asesinato y se da por cierto su ajusticiamiento, idea que a Tediato
le agrada y en la que se regodea. Finalmente se aclara el malentendido y
Tediato es puesto en libertad, así que corre en busca de Lorenzo. Se
encuentra primero con el hijo de Lorenzo, que cuenta a Tediato las
calamidades por las que pasa la familia: miseria, hermanos enfermos y
muertos, madre muerta, abuelo muerto. El niño conduce a Tediado con
Lorenzo, al que aconseja enterrarse vivo con sus familiares muertos.
Quedan para el día siguiente, porque esta noche también ha tenido tiempo
de desenterrar el cadáver.

Tercera noche: Tediato y Lorenzo se declaman dramáticamente sus


mutuas desdichas. La obra acaba abruptamente justo cuando se disponen a
culminar la profanación.

En ediciones posteriores, se incluye el final de la tercera noche e


incluso una cuarta que no figura en el manuscrito londinense y ya no fueron
escritas por Cadalso.

Sebold, Russell P., Cadalso: el primer romántico «europeo» de España, Madrid: Gredos, 1974.

De cara al comentario de texto, véase la presentación de clase los ejes temáticos de la obra.

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6.7. Josefa Amar y Borbón e Inés Joyes y Blake

(a) Josefa Amar y Borbón (Zaragoza, 1749 - 1833)

Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres por Josefa Amar
y Borbón, Madrid: Benito Cano, 1790. Antología de algunas citas sobre las
condiciones positivas y negativas de una mujer en la época.

CONDICIONES POSITIVAS. La mujer debe ser...

Discreta

a. Requiere suma madurez y discreción.


b. Por lo tocante a las muchachas, sería sumamente ventajoso que no se
separasen de sus madres hasta tomar estado, si tienen la debida discreción para
educarlas por sí mismas.
c. Como la natural propensión de las niñas, aún antes de saber hablar, es a que las
engalanen y adornen, puede ser muy importante observar con discreción estos
documentos.

Prudente

a. La suya [obligación] es distribuir con prudente economía esos mismos


intereses [del marido], cuidar de los hijos, de la casa y familia.
b. ¿Pero qué conexión tienen estas reglas prudentes con el desorden de variar
todos los días de modas y de querer seguirlas todas, haya o no para ello?

Modesta, moderada

a. No se dice que se haya de vestir ahora como vestían nuestras abuelas: al


contrario, es razón acomodarse al uso, si éste no desdice de la modestia, porque
el presentarse de otra manera es hacerse ridícula entre las gentes.

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b. La moderación es prenda muy recomendable, y casi compañera de la modestia.
Esta moderación se ha de guardar en todo, en los vestidos, en las diversiones, en
los gastos.
c. Que aprendan a adornarse con moderación y con juicio; que vistan conforme a
su clase, y aun con cierta magnificencia que concilia el respeto de las demás
gentes, huyendo de toda afectación ridícula.

Decente

a. Siempre parece bien comer con limpieza y decencia.


b. Porque no es reprehensible el adorno cuando está arreglado a la decencia, a la
clase de las personas y a las circunstancias en que se hallan.
c. Nadie contradice que vistan conforme a su clase, y que en todo lo demás se
porten como pide la decencia de su estado.

Compuesta

a. ¿Pero qué gusto tendrá un marido de ver a su mujer tan desaseada unas veces,
aunque otras la vea muy compuesta?
b. No hay deseo más insaciable que el de las galas y compostura, si no se sujeta a
los principios.
c. Que no se haga parecer triste y desaliñada la modestia, sino que se ha de
atemperar a las circunstancias.

CONDICIONES NEGATIVAS. La mujer no debe ser...

Parlera

a. Es menester corregir la demasiada locuacidad: porque una mujer necia y


parlera por más bienes otros que tenga es intolerable negocio, dice el Mtro. León
en La perfecta casada

Bachillera

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a. No hay cosa más fastidiosa que oír a un muchacho replicar y maestrear delante
de las gentes.
b. El pedantismo y la afectación de ciencia parece mal casi siempre, hasta en los
hombres sabios; ¿qué será en las mujeres? Es razón que se instruyan para su
propia utilidad, y para hacer su trato más agradable; pero todo esto se puede
componer sin rebosar erudición.

Gastadora

a. Y a todas sin que haya en ello excepción, les está bien y les pertenece á cada
una en su manera el no ser perdidas y gastadoras, y el ser hacendosas y
acrecentadoras de sus haciendas.

Petimetra

a. Casi todas las mujeres cuidan lo primero de su buen parecer, y miran con
indiferencia las demás prendas. Esto puede atribuirse en gran parte a la
educación; porque no se les enseña desde niñas sino a adornarse, y ven a sus
madres y amigas que dedican a esto mismo su principal atención. Los elogios
que oyen recaen comúnmente en ser bonitas y petimetras.
b. No siendo pues las gracias personales las únicas que establecen la verdadera
felicidad, ya porque no todas las tienen, ni pueden adquirirlas, y ya más
principalmente porque aún tenidas es muy pasajera su duración y brillantez.

Descarada

a. El saber presentarse en las concurrencias con las formalidades debidas,


huyendo igualmente de los dos extremos, o del descaro, que es impropio de las
mujeres, o del demasiado encogimiento, que se equivoca con la tontería.

Rústica

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a. Para que el manejo de los brazos sea airoso, no rústico ni grosero; para
que en todas las posturas se guarde el decoro y propiedad correspondiente.

(b) Inés Joyes y Blake

Inés Joyes y Blake (1731 - 1808). Traductora y escritora. Fue


conocida en el ámbito de las letras gracias a su traducción de la novela
Rasselas, Príncipe de Abisinia, de Samuel Johnson.
En la edición de esta obra, como apéndice, incluye un texto propio
titulado Apología de las mujeres, que viene a ser uno de los primeros
ensayos feministas de la historia de España.

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