Litetatura Siglo XVIII
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margen de su título. Lógicamente, será uno de los géneros estrella de la
centura.
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- Cartas marruecas, que se publicaron por entregas en el Correo de Madrid
a lo largo del año 1789 (y fueron escritas probablemente en 1782). En esta
obra, tomando como pretexto un viaje por España del árabe Gazel, realiza
una crítica profunda y exhaustiva de las costumbres y defectos de la nación
española. Sigue como modelo las Cartas persas (1721) de Montesquieu.
- Cartas planteadas expresamente como prosa de ideas: las Cartas eruditas
y curiosas (1742-1760, 5 vols.) de Feijoo o la Carta histórica sobre el
origen y progresos de las fiestas de toros en España (1776) de Nicolás
Fernández de Moratín.
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6.2. La obra de fray Benito Jerónimo Feijoo
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discursos), más uno adicional (Suplemento), publicados entre 1726 y
1740. Palabra Teatro en el sentido de “panorama” o “visión general
de conjunto”.
Tomo I
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11.- Años climatéricos.
12.- Senectud del Mundo.
13.- Consectario contra filósofos modernos.
14.- Música de los templos.
15.- Paralelo de las lenguas.
16.- Defensa de las mujeres.
Tomo II
Tomo III
1.- Saludadores.
2.- Secretos de Naturaleza.
3.- Simpatía, y Antipatía.
4.- Duendes y espíritus familiares.
5.- Vara divinatoria y zahoríes.
6.- Milagros supuestos.
7.- Paradojas matemáticas.
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8.- Piedra filosofal.
9.- Racionalidad de los brutos.
10.- Amor a la Patria y pasión nacional.
11.- Balanza de Astrea, o recta administración de la Justicia.
12.- La ambición en el Solio.
13.- Escepticismo Filosófico.
La verdad vindicada.
Tomo IV
Tomo V
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11.- El gran magisterio de la experiencia.
12.- Nuevas propiedades de la luz.
13.- Existencia del vacío.
14.- Intransmutabilidad de los elementos.
15.- Solución del gran Problema histórico sobre la población de la
América, y revoluciones del Globo Terráqueo.
16.- Tradiciones populares.
Disertación sobre la Campana de Velilla.
Reflexiones críticas sobre este asunto.
17.- Nueva precaución contra los artificios de los Alquimistas, y
vindicación del Autor contra una grosera calumnia.
Tomo VI
Tomo VII
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7.- Cuevas de Salamanca y Toledo, y Mágica de España.
8.- Toro de san Marcos.
9.- La cuaresma salutífera.
10.- Verdadera y falsa urbanidad.
11.- De lo que conviene quitar en las súmulas.
12.- De lo que conviene quitar y poner en la Lógica y Metafísica.
13.- De lo que sobra y falta en la física.
14.- De lo que sobra y falta en la enseñanza de la Medicina.
15.- Causas del amor.
16.- Remedios del amor.
Tomo VIII
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6.3. Gaspar Melchor de Jovellanos
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Su producción literaria se desarrolló a través de los cauces de la
poesía (estudiada en el tema 4), y en la que alcanzó cierto éxito, y a través
de la composición de varias piezas teatrales: una tragedia neoclásica, El
Pelayo, y el drama El delincuente honrado (1774), con un fondo social y
una intención moral porque plantea una crítica a la costumbre del duelo.
En cuanto a su obra doctrinal, Jovellanos fue el representante más
genuino de la Ilustración española, fue un hombre culto, de espíritu
renovador, que se caracterizó siempre por un hondo patriotismo y una gran
preocupación por los distintos problemas de España, lo que le llevó a
reflexionar sobre la reforma de las instituciones y costumbres vigentes. Su
visión fue tan penetrante que muchos de sus análisis siguen teniendo
validez, como las ideas expuestas en su Memoria para el arreglo de la
policía de espectáculos (1790), su Informe sobre el expediente de la ley
agraria (1794), en la que propugna una valiente reforma de la propiedad
agrícola, o la Memoria del castillo de Bellver (1802).
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6.4. José Cadalso: semblanza biográfica y obra literaria
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Villacís, siendo su chischiveo temporal, y tomando contacto con el
poderoso conde de Aranda.
Escándalo y leyenda. Para gran escándalo de la nobleza, circuló por
Madrid un libelo titulado Calendario manual y guía de forasteros en
Chipre (1768), parodia de la Guía común de forasteros, donde se
satirizaban las costumbres amorosas típicas de la sociedad dieciochesca.
El público, confiesa el mismo Cadalso, «me hizo el honor de atribuírmelo,
diciendo que era muy chistoso». Como consecuencia de ello, tuvo que salir
desterrado de Madrid a Zaragoza, donde permaneció hasta 1770. Fue allí
donde empezó a dedicarse con intensidad a la poesía. Pasados los seis
meses del destierro, regresó a Madrid, donde vivió una apasionada relación
amorosa con la actriz María Ignacia Ibáñez, que ha dado lugar a toda una
leyenda de marcado sabor romántico: la joven muerte por fiebres tifoideas
con apenas veinticinco años, el 22 de abril de 1771, y Cadalso, desesperado
ante tan repentina muerte, intentó (según la leyenda) desenterrar a su
amada para darle el último adiós (episodio que quedó narrado en su obra
Noches lúgubres). También le dedicó poemas en los que la actriz aparece
aludida bajo el nombre de Filis.
Círculos literarios. La muerte de su amada sumió a Cadalso en una
profunda depresión que intentaron distraer sus amistades y contactos en los
salones y círculos literarios madrileños, sobre todo la activa tertulia de la
Fonda de San Sebastián, de la que eran asiduos sus amigos Nicolás
Fernández de Moratín y Tomás de Iriarte. Poco después se trasladó a
Salamanca donde muy pronto convirtió su depresión en materiales
poéticos, dramáticos e incluso filosóficos. En la ciudad del Tormes y
durante su breve estancia (1773-1774), Cadalso se convirtió en el epicentro
de un círculo de admiradores y amigos, entre ellos fray Diego González,
Juan Pablo Forner, León de Arroyal y dos jóvenes poetas, el salmantino
José Iglesias de la Casa y el extremeño, estudiante en la Universidad de
Salamanca, Juan Meléndez Valdés. El influjo que ejerció Cadalso sobre
todos ellos fue enorme. También allí dio término a las Cartas marruecas,
una novela epistolar que es en realidad una colección de ensayos sobre la
situación material, social, cultural y moral de España.
Vida militar y fallecimiento. En 1777 fue ascendido a comandante de
escuadrón. Dos años más tarde participó en el asedio de Gibraltar (que
duraría hasta 1783) y fue ascendido a coronel en 1781. Poco tiempo le
quedaba: José Cadalso murió el 26 de febrero de 1782, tras recibir el
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impacto en la sien de un casco de metralla o granada. Tenía sólo cuarenta
años y apenas hacía un mes que le había sido conferido el grado de coronel.
Su tumba se encuentra en la Iglesia Parroquial Santa María La Coronada en
la Ciudad de San Roque, frente a La línea de la Concepción y frente a
Gibraltar.
Obra lírica
Ocios de mi juventud. El conjunto de las composiciones líricas que
escribió durante su destierro aragonés forman el libro Ocios de mi juventud
(1781). Son poesías que pertenecen a los distintos géneros típicos del
momento: anacreónticas, pastoriles, amatorias, filosóficas y satíricas. Los
modelos abarcan desde Anacreonte y Ovidio hasta Tasso y Garcilaso. Los
Ocios se reditaron en 1782 y 1786 y en estas nuevas ediciones fueron
apareciendo más poemas inéditos del autor.
Obra dramática
Tragedia desaparecida: La Numancia o La Numantina. Tragedia
sobre la resistencia de los habitantes de esta localidad (situada en la actual
provincia de Soria), que después del prolongado asedio realizado por las
tropas de Roma en el verano del año 133 a. C., prefirieron suicidarse antes
que rendirse y ha pasado a la historia como ejemplo de resistencia,
acuñándose en la expresión «resistencia numantina».
Solaya o los circasianos fue presentada a la censura en noviembre de
1770, pero no obtuvo la necesaria aprobación. La tragedia se sitúa en un
escenario exótico, Circasia, región de la Rusia meridional, y se atiene a las
reglas neoclásicas para la tragedia. El príncipe tártaro Selín, que ha llegado
a Circasia para cobrar un tributo de doncellas, se enamora de Solaya,
perteneciente a una de las familias principales.
Don Sancho García fue estrenada de forma privada en el palacio del
conde de Aranda en 1771. Responde también al tipo de tragedia neoclásica,
en cinco actos, sometida a la regla de las tres unidades y en endecasílabos
pareados. Doña Ava, condesa viuda de Castilla, está enamorada de
Almanzor, rey moro de Córdoba, y por contentar a su amante intenta
envenenar a su hijo Sancho García: al final es la condesa quien bebe el
veneno preparado para su hijo.
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Obras en prosa
En torno a 1768 entregó un manuscrito al conde de Aranda con una
novela que hemos perdido. Era de carácter utópico, como podemos
suponer por el título: Observaciones de un oficial holandés en el recién
descubierto reino de Feliztá.
Defensa de la nación española contra la «Carta Persiana LXXVIII»
de Montesquieu, que tiene como subtítulo: Notas a la carta persiana que
escribió el presidente de Montesquieu en agravio de la religión, valor,
ciencia y nobleza de los españoles. Es una de sus primeras obras, aunque es
de cronología incierta: debió de ser redactada entre finales de 1768 y
comienzos de 1771.
Los eruditos a la violeta (1772). Esta obra supone una sátira breve y
ligera contra un tipo de educación entonces frecuente: la erudición
meramente superficial. El contenido y estructura quedan claramente
reflejados en el subtítulo: Curso completo de todas las ciencias, dividido en
siete lecciones para los siete días de la semana, publicado en obsequio de
los que pretenden saber mucho estudiando poco. El título alude a uno de
los perfumes, el de la violeta, preferidos por los jóvenes a la moda. La obra
tuvo un éxito inmediato y el título acabó haciéndose proverbial. El
Suplemento (1772) consiste en una serie de traducciones poéticas con
comentarios, destinadas a ilustrar las lecciones del martes, cinco cartas de
exalumnos del curso y una breve noticia sobre los orígenes y la
composición de la obra. El buen militar a la violeta es una continuación
póstuma, aplicada a la profesión militar.
Las Noches lúgubres, aparecidas en el Correo de Madrid entre 1789
y 1790.
Las Cartas marruecas, que vieron la luz por vez primera, por
entregas y en el mismo diario, a lo largo del año 1789, probablemente
publicadas por su amigo Manuel de Aguirre, quien también colaboraba en
este diario. En esta obra, tomando como pretexto un viaje por España del
árabe Gazel, realiza una crítica profunda y exhaustiva de las costumbres y
defectos nacionales (a la vez que defiende el sentido reformador del
despotismo ilustrado). El modelo que sigue es el de las Cartas persas
(1721) del barón de Montesquieu.
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6.5. José Cadalso y sus Castas marruecas
Notas de clase a partir de la presentación del texto de Cartas marruecas por parte del
académico Pedro Álvarez de Miranda, con motivo de la sesión de «Cómicos de la
Lengua» de la RAE dedicada a las «Cartas marruecas» en 2014:
https://www.rae.es/noticia/comicos-de-la-lengua-cartas-marruecas
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“Nota” final oímos la voz de –digámoslo así – un narrador que es más bien
un mero intermediario, el editor o transcriptor de las cartas. Nos dice que la
suerte quiso que, por fallecimiento de un conocido suyo, cayese en sus
manos un conjunto de cartas escritas “por un moro llamado Gazel Ben-
Aly” a un amigo y mentor suyo, anciano, llamado Ben-Beley, “sobre los
usos y costumbres de los españoles antiguos y modernos”. El tercer
interlocutor, además de esos dos marroquíes, es Nuño Núñez, un español
con el que el moro Gazel ha trabado profunda amistad. A continuación,
comienza el intercambio epistolar y con él el juego dialéctico de
perspectivas. A veces, como veremos, el juego se complica porque, dentro
de las cartas que Gazel escribe a su compatriota el sabio Ben-Beley, se
insertan largos parlamentos de Nuño. En cuanto al asunto, es –leemos – el
“más delicado que hay en el mundo”: la crítica de una nación.
Gazel ha venido a España acompañando a un embajador de
Marruecos, y, terminado el viaje oficial, ha podido quedarse en el país, con
idea de viajar por todas sus provincias, vestido como un español para
pasar inadvertido; viajar con utilidad, dice, lo que implica observar
debidamente las costumbres. La península, dividida durante mucho tiempo
en diferentes reinos, ha tenido siempre variedad de trajes, usos, leyes,
idiomas... “Un andaluz en nada se parece a un vizcaíno”, escribe Gazel con
frase de sorprendente actualidad; “un catalán es totalmente distinto de un
gallego”, o un valenciano de un montañés, etcétera.
Curiosamente, las Cartas marruecas están inspiradas en un hecho
real. En 1766, un embajador del sultán de Marruecos llamado precisamente
Sidi Ahmed el Gazel, cruzó en son de paz el estrecho, desembarcó en
Algeciras y emprendió viaje a Madrid para entrevistarse con Carlos III. Iba
acompañado de una comitiva muy vistosa que despertó, lógicamente, gran
expectación entre las gentes de las localidades por las que pasó, lo que tuvo
reflejo en la prensa de la época. Esta noticia, sin duda, inspiró a nuestro
autor.
Uno de los intereses recurrentes de Cadalso en las Cartas marruecas
es, como enseguida vamos a ver, el de la lengua española. Tiene, por lo
pronto, una viva conciencia de su evolución. “En España –dice –, como en
todas partes, el lenguaje se muda al mismo paso que las costumbres”. Los
nuevos usos traen consigo palabras nuevas. Así, en una de las cartas que
vamos a oír escucharemos la voz de una joven elegante, obsesionada por
las modas, que escribe a una amiga una carta absolutamente insustancial en
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la que explica cómo es una jornada cualquiera de su vida. La comicidad
reside no solo en la inanidad vital de esta jovencita burguesa, sino sobre
todo en que su discurso está salpicado de restallantes galicismos léxicos y
sintácticos que hacen del personaje una perfecta petimetra, por decirlo con
otro neologismo de la época que le cuadra a la perfección y que es, por
cierto, también un galicismo. La estampa que nos deja Cadalso es, como
vamos a comprobar, la de ese nuevo tipo de mujer urbana y desenvuelta
que tan admirablemente estudió Carmen Martín Gaite en su libro Usos
amorosos del dieciocho en España.
Esa revolución de las costumbres, y del lenguaje, afecta sin embargo
solo a una minoría de la corte, no a la vida profunda del país, a la España
de lo que Unamuno llamará la intrahistoria. Así –también lo oiremos – por
cada petimetre que cambia de moda a instancias de su peluquero hay cien
mil españoles que no han reformado un ápice su traje antiguo. Tradición y
modernidad. He ahí uno de los temas que recorren las Cartas marruecas.
[…]
Naturalmente, cuando el autor, por boca de Gazel, dice que los
españoles han echado a perder su lengua, que humillan el idioma de sus
padres, está exagerando. Hay en él una nostalgia de esplendores pasados
que es muy del momento, una gran admiración por los escritores del
siglo XVI, al que ya entonces empieza a llamarse el Siglo de Oro. Los que
están destrozando la lengua española, dice Cadalso, son los malos
traductores.
Durante bastante tiempo se dio una imagen absolutamente
desenfocada de los hombres de la Ilustración española, que los presentaba
como unos afrancesados miméticos que rompían con la tradición nacional.
Nada hay más falso. Cadalso, he dicho, es un espíritu cosmopolita, sí, pero
también profundamente español. Acabamos de oírle decir a sus
contemporáneos que vuelvan los ojos a los buenos autores de un pasado
glorioso, que no los sustituyan por malas traducciones de la literatura
extranjera. Aun así, se habrá notado que hace una excepción con los libros
científicos. Para los libros de física y matemáticas sí que nos hacen falta las
traducciones. Una vez más, Cadalso combina españolismo y europeísmo,
tradición y progreso. Ni es un reaccionario ni es un seguidor frívolo de
cualesquiera novedades. Aplica en todo, como también le hemos oído decir
en la Introducción, el principio del justo medio.
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Por lo demás, no olvidemos que la avalancha de galicismos que se
ridiculiza en la hermana de Nuño es un recurso satírico, y por tanto
forzado. Nunca se encuentran en los textos del XVIII adjetivos como
pitoyable por lamentable, veritable por verdadero, o ensayar una prenda de
vestir por probársela […]. Cadalso, por vía humorística, se está alineando
con un tipo de reacción muy común […] contra las novedades lingüísticas
venidas de fuera. En el XVIII el caballo de batalla eran los galicismos, del
mismo modo que hoy lo son los anglicismos, por cuya abundancia invasora
muchos se llevan las manos a la cabeza. Vistas con perspectiva histórica,
las cosas son mucho menos aparatosas y dramáticas: la lengua es sabia, y a
la larga sabe quedarse con lo que verdaderamente necesita de las
aportaciones foráneas, descartando lo demás, lo a la postre superfluo.
[…]
Para conocer bien España, naturalmente, Nuño le ha recomendado a
Gazel que lea la novela de Cervantes. El viajero marroquí lo ha hecho, y
sospecha que en esa novela hay, por debajo de la superficie jocosa, un
significado profundo. ¿Es que Cadalso está anticipando la interpretación
romántica del Quijote? Un hispanista recientemente desaparecido, el
profesor Sebold, miembro correspondiente de la Academia Española, decía
que Cadalso era el primer romántico europeo de España. Más bien es
que en el XVIII mismo están en germen muchas de las percepciones
que caracterizarán al romanticismo.
La débil ficción novelesca se retoma al final de la obra. El recurso
mismo del manuscrito encontrado es también, por cierto, una reminiscencia
cervantina. Volvemos a oír al transcriptor o editor de las cartas, quien
asegura que había muchas más que las que ha copiado, pero con tan mala
letra que resultaban ilegibles. Su contenido podía adivinarse por un índice y
por algunos fragmentos, y se nos resume en un apretado final. “Tal es el
mundo y tal los hombres –termina – que pocas veces podemos ver sus
obras completas”. La imagen que aquí podemos trasladar de las Cartas
marruecas de Cadalso es, forzosamente, aún más incompleta. Pero acaso
los mueva a ustedes a desear leerlas o releerlas.
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6.6. José Cadalso y sus Noches lúgubres
Argumento
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tiempo, entre otras cosas porque Tediado expone su opinión sobre multitud
de cuestiones: la maternidad, la paternidad, la amistad, etc. Lorenzo se
pregunta de quién será la tumba, ocasión que aprovecha el autor para hacer
una crítica del general del mundo. Al final, consiguen al menos abrir la
tumba y regodearse en su putrefacción. Tediato declara su intención de
llevarse el cadáver de su amada para yacer con él y posteriormente
suicidarse haciendo arder la casa.
Sebold, Russell P., Cadalso: el primer romántico «europeo» de España, Madrid: Gredos, 1974.
De cara al comentario de texto, véase la presentación de clase los ejes temáticos de la obra.
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6.7. Josefa Amar y Borbón e Inés Joyes y Blake
Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres por Josefa Amar
y Borbón, Madrid: Benito Cano, 1790. Antología de algunas citas sobre las
condiciones positivas y negativas de una mujer en la época.
Discreta
Prudente
Modesta, moderada
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b. La moderación es prenda muy recomendable, y casi compañera de la modestia.
Esta moderación se ha de guardar en todo, en los vestidos, en las diversiones, en
los gastos.
c. Que aprendan a adornarse con moderación y con juicio; que vistan conforme a
su clase, y aun con cierta magnificencia que concilia el respeto de las demás
gentes, huyendo de toda afectación ridícula.
Decente
Compuesta
a. ¿Pero qué gusto tendrá un marido de ver a su mujer tan desaseada unas veces,
aunque otras la vea muy compuesta?
b. No hay deseo más insaciable que el de las galas y compostura, si no se sujeta a
los principios.
c. Que no se haga parecer triste y desaliñada la modestia, sino que se ha de
atemperar a las circunstancias.
Parlera
Bachillera
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a. No hay cosa más fastidiosa que oír a un muchacho replicar y maestrear delante
de las gentes.
b. El pedantismo y la afectación de ciencia parece mal casi siempre, hasta en los
hombres sabios; ¿qué será en las mujeres? Es razón que se instruyan para su
propia utilidad, y para hacer su trato más agradable; pero todo esto se puede
componer sin rebosar erudición.
Gastadora
a. Y a todas sin que haya en ello excepción, les está bien y les pertenece á cada
una en su manera el no ser perdidas y gastadoras, y el ser hacendosas y
acrecentadoras de sus haciendas.
Petimetra
a. Casi todas las mujeres cuidan lo primero de su buen parecer, y miran con
indiferencia las demás prendas. Esto puede atribuirse en gran parte a la
educación; porque no se les enseña desde niñas sino a adornarse, y ven a sus
madres y amigas que dedican a esto mismo su principal atención. Los elogios
que oyen recaen comúnmente en ser bonitas y petimetras.
b. No siendo pues las gracias personales las únicas que establecen la verdadera
felicidad, ya porque no todas las tienen, ni pueden adquirirlas, y ya más
principalmente porque aún tenidas es muy pasajera su duración y brillantez.
Descarada
Rústica
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a. Para que el manejo de los brazos sea airoso, no rústico ni grosero; para
que en todas las posturas se guarde el decoro y propiedad correspondiente.
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