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Como Identificar La Alienacion Parental

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I.

Introducción

Luego de una ruptura, los problemas de la expareja conflictiva terminan


perjudicando de manera irremediable a su prole, convirtiéndose estos en
armas de una «guerra» donde ninguno de los «combatientes» termina en
realidad ganando. En este proceso, donde los progenitores se disputan la
tenencia exclusiva de sus hijos, se da el llamado síndrome de alienación
parental.

El síndrome de alienación parental es una patología vincular ligada a los


procesos de tenencia exclusiva. Su identificación servirá como un criterio
que deberá tener en cuenta el juez al momento de resolver la controversia.
En lo posible, el juzgador evitará otorgar la tenencia exclusiva al progenitor
que pueda causar un daño en las esferas personal, familiar y social de su
hijo.

II. Contenido

1. Tenencia

1.1. Concepto

La tenencia «es una institución, un elemento componente de la patria


potestad que implica aquel derecho-deber que recae generalmente en uno o
ambos padres, de que el menor de edad permanezca físicamente bajo su
custodia, su tutela y su protección»[1].

El escenario normal es que ambos progenitores la ejerzan, ya que a los dos


corresponden las atribuciones que les confiere la patria potestad. Pero en
determinadas circunstancias ello no es así, lo que implica judicializar su
determinación. De este modo se generan los procesos de tenencia, que se
suelen originar cuando los progenitores han dado por concluida su relación
de convivencia, por lo que ellos o el juez tendrán que decidir quién ejercerá
la tenencia exclusiva y quién el régimen de visitas.

Nuestra legislación promueve la existencia de un acuerdo entre los


progenitores. No obstante, según lo prescrito en el artículo 81 del Código de
los Niños y Adolescentes, si no se puede llegar a un acuerdo o si el acuerdo
adoptado es perjudicial para el niño, niña o adolescente, la facultad para
resolver la pretensión de tenencia exclusiva recaerá en el juez de familia.

Así, el juez deberá tener en cuenta los criterios establecidos en los artículos
81 y siguientes del citado cuerpo legal. Es decir, los referentes al tiempo de
convivencia, a las necesidades del menor de edad según su edad y, en
cualquiera de los supuestos, a quien mejor garantice el derecho de su hijo a
mantener contacto con su progenitor no conviviente. De esta forma el
menor de edad convivirá con uno de sus padres, titular de la tenencia
exclusiva, mientras que el otro, no conviviente, será beneficiado con el
establecimiento de un régimen de visitas. Se produce así el siguiente
escenario: la presencia de una separación de hecho (no convivencia), la
inexistencia de acuerdo entre los progenitores o la existencia de un
convenio perjudicial para el hijo.

Lastimosamente, en este proceso «ya sea porque corresponde a la realidad


o por estrategia, la posición de cada padre no solo se sustenta en la propia
idoneidad para hacerse cargo de la crianza del hijo, sino en la nocividad de
la conducta de la contraparte»[2]. Esta campaña de denigración, de un
progenitor respecto del otro, produce en el hijo una serie de trastornos
psicológicos, los cuales pasan a formar parte de los síntomas
característicos del síndrome de alienación parental.

1.2. El principio del interés superior del niño en los procesos de tenencia

El artículo 3.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño prescribe que
«en todas las medidas concernientes a los niños que tomen las
instituciones públicas o privadas de bienes sociales, los tribunales, las
autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración
primordial a que se entenderá será el interés superior del niño». En lo que
respecta a nuestra legislación nacional, el artículo IX del Código de los
Niños y Adolescentes establece que «en toda medida concerniente al niño y
al adolescente que adopte el Estado a través de los Poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, del Ministerio Público, los Gobiernos Regionales,
Gobiernos Locales y sus demás instituciones, así como en la acción de la
sociedad, se considerará el Principio del Interés del Niño y Adolescente, a
la madre y al anciano en situación de abandono».

Se considera que el interés del menor de edad «tiene un valor jurídico


eminentemente instrumental en la decisión acerca de un derecho aislado o
en conflicto con otros derechos: lo importante y en verdad discutido es
siempre el derecho o derechos en juego, en cuya solución el criterio
determinante es precisamente el del interés del menor»[3]. El principio del
interés superior del niño se constituye como la directriz de todas las
decisiones políticas, sociales y judiciales que se adopten con relación a
los niños, niñas o adolescentes; por ende, el juez se encuentra en la
obligación de tramitar con mayor cautela los procesos en los que están
involucrados sus derechos. En ese sentido, la identificación de todo hecho o
conducta que pueda afectarlos deberá ser prioritaria. De la misma opinión
es Cillero Bruñol, quien sostiene que el interés superior del niño constituye
«un principio que obliga a diversas autoridades e, incluso, instituciones
privadas a estimar tal interés como una consideración primordial para el
ejercicio de sus atribuciones […], los niños tienen derecho a que antes de
tomar una medida respecto de ellos se adopten aquellas que promuevan y
protejan sus derechos y no las que los conculquen»[4].

El juez, como representante del Poder Judicial y, por ende, del Estado,
deberá evaluar el otorgamiento de la tenencia exclusiva atendiendo al
principio del interés superior del niño; lo que implica que será concedida al
progenitor que salvaguarde, en mejor medida, los derechos de su hijo a la
comunicación y a mantener contacto con su progenitor no conviviente. Ello
se desprende del artículo 81 del Código de Niños y Adolescentes, el cual
prescribe que el juez de familia deberá resolver el proceso de tenencia
«salvaguardando en todo el momento el interés superior del niño, niña o
adolescente».

2. El síndrome de alienación parental

2.1. Concepto

En 1985, el psiquiatra estadounidense Richard Gardner, quien había


participado como perito en numerosos juicios de tenencia, creó la teoría
del síndrome de alienación parental para referirse a lo que describe como
un desorden psicológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e
injuria a uno de sus progenitores. Bien lo definen Bouza y Pedrosa cuando
refieren que el síndrome «se define por el hecho que un padre ejercer la
tenencia y obstruye o impide el vínculo del hijo con el otro padre y construye
una relación abusiva en la cual, paradójicamente, la víctima infantil es el
verdugo»[5].

Por su lado, Aguilar Cuenca considera que la referida dolencia es un


«trastorno caracterizado por el conjunto de síntomas que resultan del
proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos,
mediante distintas estrategias, con objeto de impedir, obstaculizar o destruir
sus vínculos con el otro progenitor, hasta hacerla contradictoria con lo que
debería esperarse de su condición»[6]. Así, existirá un progenitor alienante o
programador (ejerce la tenencia de su hijo), un hijo alienado o programado
(principal víctima del proceso de alienación causado por el progenitor con
quien convive) y un progenitor no conviviente o alienado (es el que recibe
los ataques constantes del hijo alienado).

2.2. Elementos para la determinación y síntomas primarios

Richard Gardner consideró que se podía identificar la existencia del


síndrome de alienación parental cuando se evidenciaban, de forma total o
parcial, ocho comportamientos o síntomas observables:
a) La campaña de denigración

Implica que el progenitor alienante de manera reiterada transmita al hijo


alienado conceptos falsos y negativos sobre su progenitor no conviviente.

La campaña de denigración se da «cuando el impedimento estuvo instalado


por periodos extensos de tiempo porque el lapso de separación es el
ingrediente indispensable que otorga la suficiente motivación, dado las
emociones de abandono y el dolo que significan, para originar el rencor del
niño hacia el padre no conviviente»[7].

El progenitor alienante se aprovecha de la desinformación de su hijo


respecto de la verdadera situación familiar que está viviendo, generándole el
sentimiento de no ser querido como antes; por lo que el menor de edad
piensa que no tiene valor para el progenitor alienado.

b) La falta de ambivalencia

Este síntoma consiste en que el niño ve, por el proceso de distorsión de la


realidad vía inducción, que uno de los padres es totalmente «bueno y
perfecto», es decir el padre conviviente. Mientras que el otro padre es
percibido como totalmente «malo»[8].

El hijo alienado no puede evaluar de manera realista la conducta de ambos


progenitores; debido a que si llega a aceptar que su progenitor no
conviviente también puede ser «bueno», sentiría que está traicionando a su
progenitor alienante.

c) Racionalizaciones frívolas, débiles o absurdas para el desprecio hacia el


progenitor

«El niño da motivos absurdos para la denigración pero con la condición


necesaria de que el padre conviviente confirme estas racionalizaciones
como válidas»[9].
El menor de edad no puede sustentar adecuadamente su conducta de
desprecio. De esa forma, todo lo que piensa y expresa es una reproducción
fidedigna de los calificativos denigrantes que, previamente, ha elaborado el
progenitor alienante.

d) El fenómeno del pensador independiente

Este síntoma «tiene la función de proteger al padre que adoctrina por medio
de la negación de sus propias expresiones, de su propia influencia por parte
del hijo adoctrinado y “mostrar” que las genera independientemente»[10].

El progenitor programador trata de demostrar que no ha influenciado en la


forma como piensa su hijo; por lo que a lo largo del proceso de tenencia
tratará de acreditar ello. Así, procederá a ofrecer diversos medios
probatorios que, a su criterio, justifican la conducta del menor alienado.

e) Ausencia de culpa o aun crueldad o explotación del progenitor alienado

«El niño no expresa culpa, ni muestra miedo de insultar al padre no


conviviente. Pueden expresar que este fue malo con ellos, o inclusive que
les pegaba, pero contradictoriamente insultarlo abiertamente sin recelo ni
temor alguno»[11].

Asimismo, los hijos alienados se sienten seguros de sus alegaciones,


debido a que poseen el respaldo de su progenitor alienante, quien en vez de
corregirlos, lo que hace es «premiar» dicha conducta.

f) La presencia de escenarios imprecisos, borrosos

Se refiere «a que los dicho del niño son inconsistentes en cuanto a


precisiones de contenido de lugar y espacio»[12].
Es decir, los hijos programados no pueden detallar las razones por las que
no desean ver al progenitor alienado, repitiendo, la mayoría de las veces, las
mismas frases denigrantes.

g) Apoyo reflexivo al progenitor alienador en el conflicto parental

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