Rodilla
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1. Introducción
La cirugía artroscópica se considera uno de los avances más significativos del siglo XX
en el campo de la patología musculoesquelética, junto con la cirugía del reemplazo
articular y la fijación interna. A diferencia de los otros dos, la artroscopia es el enfoque
quirúrgico más mínimamente invasivo.
El término está formado por dos raíces griegas: artro, que significa articulación, y
escopia, que significa ver. La cirugía artroscópica utiliza pequeñas incisiones que
permiten la introducción de una cámara, el artroscopio, e instrumental quirúrgico en
una articulación. La historia del desarrollo de la técnica artroscópica es un ejemplo más
de la ingenuidad y la perseverancia de un grupo de pioneros que supieron sobreponerse
al escepticismo de sus colegas para ayudar a sus pacientes (1-11).
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Figura 1. El Lichtleiter de Philipp
Bozzini, circa 1806.
Figura 2. El cistoscopio de
Desormeaux (1845).
El profesor sueco de medicina interna Hans Christian Jacobaeus, junto con la empresa
Georg Wolf de Berlín, Alemania (Figura 3), desarrolló un laparoscopio para examinar el
interior de las rodillas. Presentó su trabajo en el 41.º Congreso de la Sociedad de Cirugía
Alemana en Berlín. Es él quien primero llamó a este procedimiento "artroscopia", de lo
que hay constancia escrita en el resumen publicado de su presentación en los anales del
congreso. Sin embargo, no había ninguna indicación en su presentación de que utilizase
el instrumento con ninguna intención clínica específica, ya fuese diagnóstica o
terapéutica.
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Figura 3. El laparoscopio de Hans
Christian Jacobaeus. Fue el primer
aparato que se introdujo en una rodilla
con el fin de obtener una visualización
de su interior.
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1926 se basaron en aproximadamente 60 procedimientos artroendoscópicos. Sin
embargo, en 1930, Bircher abandonó la artroendoscopia en favor de la artrografía con
aire, citando una mejor visualización con la utilización de medios de contraste con las
imágenes radiográficas(10)
Con estos primeros aportes a la técnica artroscópica, Takagi y Bircher son considerados
como los "padres de la artroscopia" por muchos historiadores.
4. El desarrollo de la artroscopia
moderna
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En Japón emerge la figura clave en el desarrollo de las técnicas artroscópicas: Masaki
Watanabe (Figura 6), un protegido de Takagi. Se estableció como el "padre de la
artroscopia moderna" mediante el desarrollo de instrumentos endoscópicos
sofisticados, utilizando la electrónica y la óptica, que se hizo popular en Japón en la era
de la posguerra. Tras su servicio en las filas del ejército japonés como oficial de
inteligencia, reanudó su carrera de medicina en la Universidad de Tokio. Decidió seguir
el desarrollo de la artroscopia desde el punto alcanzado por su profesor y mentor, el Dr.
Takagi, que había trabajado anteriormente en los 12 diseños diferentes de artroscopios
ya referidos en su búsqueda de un instrumento útil.
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Figura 8. El Dr. Watanabe realizando
la primera meniscectomía artroscópica
el 4 de mayo de 1962.
En 1964 el Dr. Robert W. Jackson se fue a Tokio con una beca de viaje de la
Universidad de Toronto en Canadá. Su objetivo principal era estudiar las técnicas de
cultivo de tejidos en la Universidad de Tokio. Sin embargo, su mentor en la
investigación de Toronto, el Dr. Ian Macnab, había oído de un documento sobre la
artroscopia de rodilla presentado en la reunión de 1957 de SICOT en España, a cargo de
un cirujano japonés (cuyo nombre no recordaba). Al joven Dr. Jackson le costó bastante
localizar al Dr. Masaki Watanabe en el Hospital Teishin Tokio, porque su trabajo era
prácticamente desconocido incluso en su propio país. Él fue el primer médico
extranjero en visitar a Watanabe y fue recibido calurosamente. Dos veces por semana,
durante varios meses, Jackson asistía a las intervenciones artroscópicas del Dr.
Watanabe, que le enseñaba sin tapujos todos los detalles de la técnica de la artroscopia;
mientras, el Dr. Jackson pasaba muchas horas enseñando inglés al Dr. Watanabe, en las
que pueden considerarse algunas de las clases de inglés mejor pagadas de la historia de
la medicina(5,7,9).
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El Dr. Dick O'Connor era un librepensador que con frecuencia operaba descalzo porque
no había manera fácil de controlar el derrame de solución salina utilizado en casos
artroscópicos y se quejaba de que sus zapatos de cuero se deterioraban al mojarse
repetidamente. Había visitado a Watanabe en 1971 y en 1972 para aprender sobre la
artroscopia. Se dio cuenta de la relevancia de la artroscopia registrando el aumento del
número de médicos que personalmente tenían un menisco desgarrado y le buscaban a
él para realizar el procedimiento artroscópico (llevando él a cabo el primer
procedimiento en los Estados Unidos en 1974)(7). Con la colaboración de la Richard
Wolf Company de Chicago, desarrolló herramientas de corte especiales diseñadas por
un técnico innovador, Chuck Ericksen, para eliminar los fragmentos de menisco
desgarrado. O'Connor y Hiroshi Ikeuchi, el discípulo de Watanabe, popularizaron la
artroscopia para incluir no sólo meniscectomía sino también la reparación meniscal(3).
El Dr. John Joyce III organizó el primer curso de artroscopia en 1972 en la Universidad
de Pennsylvania. Para 1974, el curso se repitió y se fundó la Asociación Internacional de
Artroscopia. En 1982, la Asociación de Artroscopia de América del Norte (AANA) se
estableció para promover la educación y la práctica de la cirugía artroscópica y
actualmente se ha convertido en una de las mayores organizaciones de subespecialidad
en ortopedia.
Las décadas de los ochenta y los noventa anunciaron avances significativos en los
procedimientos artroscópicos y la instrumentación quirúrgica que permitieron a los
cirujanos ortopédicos diversificar los tratamientos de enfermedades y lesiones con
incisiones mínimamente invasivas, disminuyendo las complicaciones, el tiempo de
inactividad y los costos médicos a los pacientes con trastornos musculoesqueléticos. La
artroscopia quirúrgica se convirtió en una modalidad terapéutica relevante y no sólo
una herramienta de diagnóstico. Ya a mediados de la década de los ochenta, los
resultados clínicos mostraron que las técnicas quirúrgicas que utilizaban la artroscopia
eran en realidad superiores en muchos casos a la cirugía abierta convencional.
Hoy en día se puede acceder a través de la artroscopia a casi todas las articulaciones en
el cuerpo humano.
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5. La artroscopia en España
Bibliografía recomendada
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6. Burkhart SS. The arthroscopic surgeon: cowboy and scientist. Presidential
address. Arthroscopy 2003; 19 (6): 678-83.
7. Jackson RW. The introduction of arthroscopy to North America. Clin Orthop
Relat Res 2000 (374): 183-6.
8. Snook GA. The history of sports medicine. Part I. Am J Sports Med 1984; 12 (4):
252-4.
9. Jackson RW. A history of arthroscopy. Arthroscopy 2010; 26 (1): 91-103.
10. Pässler H, Yang Y. The past and the future of arthroscopy. En: Doral M (ed.).
Sports injuries. Heidelberg: Springer-Verlag; 2012. p. 10.
11. Andrews JR, Timmerman LA. Diagnostic and operative arthroscopy. Vol. 1. 1.ª ed.
Saunders; 1997.
12. Burman MS. Arthroscopy or the direct visualization of joints. An eperimental
cadaver study. J Bone Joint Surg 1931; 13 (4).
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1. Introducción
Para realizar una artroscopia y/o tenoscopia necesitaremos pocas cosas en principio,
que luego podremos ir sofisticando y especificando para cada situación o cirugía en
particular.
Básicamente necesitaremos un bisturí con hoja n.º 11 para realizar los portales de
acceso, una aguja Abbocath® o similar para situar el 2.º portal, una fuente de luz con su
cable de adaptación a la óptica, un sistema de irrigación (gravitatorio o por bomba de
irrigación), una óptica, una vaina con trocar romo, un sistema de visualización (monitor
y cámara) y un gancho palpador. Con todos estos materiales podremos acceder al
interior de la articulación. Una vez dentro de la articulación, nos encontraremos con
diferentes lesiones; para poder tratarlas vamos a necesitar pinzas Basket® con sus
diferentes angulaciones y tamaño de pala, un motor para artroscopia para
regularización de los tejidos (shaver o fresado) y un equipo de vaporización o
radiofrecuencia.
Pero, ahora bien, debéis tener presente que existen diferentes tamaños y angulaciones
de visión óptica que dependen de la articulación o tendón a explorar; debemos usar
formas variables de cánulas en diámetro y longitud para los portales de acceso, como así
también en lo que respecta a tamaños y formas de shaver, fresas y
vaporizadores/radiofrecuencia.
1. Una mesa articulada que se pueda adaptar a las diferentes posiciones, sobre todo
para aquellos que realizan artroscopia de hombro en posición "silla de playa".
2. Soportes de estabilización de pacientes o colchón de vacío.
3. Dependiendo de la articulación a tratar en particular, necesitaremos:
Hombro: sistema de tracción y de decoaptación.
Codo: sistema de soporte del brazo para que nos quede el codo en flexión de
90º tanto si posicionamos al paciente en decúbito supino o lateral.
Muñeca: una torre de tracción (Whipple o similar) con un sistema de
contratracción y de "caza muchachas" digital.
Tobillo: variaremos la posición entre decúbito supino para cámara anterior,
pudiendo o no utilizar las cinchas de tracción blanda (Dick Van Dijk), y
decúbito prono cuando trabajemos en cámara posterior.
Rodilla: prensa o soporte lateral según se adapte mejor a nuestra forma de
realizar varo-valgo para abrir la articulación.
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Cadera: una mesa de tracción para abrir la articulación, flexionar, aducir y
abducir la cadera, permitiéndonos además mantener cada una de estas
posiciones fija. Si no disponemos de una mesa específica, podemos valernos
de una mesa ortopédica de tracción estándar.
En cada capítulo, cuando se hable de una articulación en particular, se verá con mayor
detalle la colocación y las protecciones a tener en cuenta en cada posicionamiento del
paciente.
2. Ópticas
Tenemos tres tipos de angulación de visión: 0º, 30º y 70º. Actualmente, para nosotros
serán útiles las ópticas de 30º y 70º.
La de 0º (Figura 1) nos da una visión frontal que, con lo reducido del área donde
trabajamos, no nos será útil; sí lo es para los cirujanos digestivos que tienen un campo
mucho más amplio.
Una pregunta frecuente es: ¿cómo nos orientamos externamente, hacia donde estamos
mirando? La respuesta es sencilla: nos servirá de guía el cable de luz; éste está colocado
en la parte inversa de nuestra visión, o sea, que si está orientado hacia el suelo, la visión
será hacia arriba y, si está orientado hacia el techo, nuestra visión será hacia abajo. Al
rotar la óptica, no la cámara, con el cable de luz nuestro campo de visón se agranda
(Figura 2).
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Figura 2. Rotación de óptica para
ampliar el campo de visión.
3. Fuente de luz
Actualmente, todas las fuentes de luz son de led –hasta hace poco eran de xenón– y el
cable de luz es de fibra óptica, por lo que hay que tener cuidado en su manipulación
tanto a la hora de la intervención quirúrgica, al montarlo y desmontarlo, como en su
preparación en esterilización, ya que si el 50% de las fibras se rompe, la calidad de luz
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ya no será buena.
5. Sistema de irrigación
Podemos colocar los fungibles desde las bolsas de sueros de irrigación al puente/vaina
sirviéndonos de la gravedad para aumentar la presión del líquido y dilatar la cavidad
articular o bien usar las bombas de irrigación existentes con sus diferentes mecanismos
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de control de presión de flujo y aspirado. Hay bombas de irrigación que cuentan con
sistemas de detección de turbulencias y
sistema de limpieza, donde aumentamos
el flujo y no la presión para realizar
lavados momentáneos. Son las llamadas
bombas inteligentes.
6. Cánulas
Figura 8. Cánulas.
7. Pincería
Se han desarrollado nuevas pinzas de sutura con diferentes perfiles para sutura
meniscal, ligamento talo fibular y labrum acetabular (Figura 17).
Las nuevas brocas retrógradas, han facilitado la elaboración de los túneles en las
plastias de LCA y LCP (Figura 18 y Figura 19).
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Figura 19. Broca retrógada cerrada.
Bibliografía recomendada
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1. Introducción
Término acuñado por el Dr. Raúl Puig Adell † para referirse a las condiciones ideales
que deberían cumplirse en un quirófano para la correcta realización del procedimiento
artroscópico. El objetivo es favorecer y simplificar la técnica quirúrgica y se
fundamenta en los siguientes pilares:
Plan de la intervención:
Plan inicial y conocimiento por todo el equipo quirúrgico.
Necesidades desde el punto de vista anestésico.
Plan alternativo en caso de complicaciones.
Disponibilidad de material para los imprevistos.
No hay que olvidar nunca las ventajas de contar con un equipo quirúrgico entrenado y
motivado, con interés por la formación continuada y la actualización de conocimientos y
habilidades en este campo de la cirugía ortopédica.
2.1. Requerimientos
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Acceso visual, rápido y sencillo a la historia clínica del paciente y a sus pruebas
complementarias más relevantes (radiología simple, resonancia magnética,
tomografía axial computarizada –TAC–, etc.).
Espacio suficiente entre la zona a intervenir y el equipo de anestesia, que permita
maniobrar adecuadamente (Figura 1).
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Figura 3. Monitor doble frente al
cirujano. Una opción.
2.2.2. Instrumental
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• Artroscopio: utilizamos sistemáticamente la lente de 4 mm de 30°, con vaina de
artroscopia de alto flujo (5,5 o 6 mm) para permitir una adecuada entrada de líquido
por dicha vaina. En ocasiones, utilizamos la lente de 70º pero, si no está disponible para
los casos en que podría resultar útil, preferimos cambiar de portal la lente de 30º). No
obstante, algunos autores recomiendan la lente de 70º para la reparación del
subescapular, en la cirugía del compartimento posterior de la rodilla y en la artroscopia
de cadera (Figura 6 y Figura 7), Apéndice 1.
• Cámara: existen múltiples marcas en el mercado, con una calidad similar en los
distintos niveles (gama alta o gama media). Depende de cada cirujano y de cada centro
la preferencia por un sistema u otro. Hoy en día, el mínimo se sitúa en cámaras de alta
definición (HD, high definition).
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Un aspecto muy importante y muchas veces poco valorado es el conocimiento de la
existencia de diversas opciones de
conexión entre la consola de la cámara y
otros dispositivos como el monitor o una
capturadora de imágenes y vídeo. Las
conexiones más comunes son las de S-
vídeo, vídeo compuesto y DVI (digital
visual interface), aunque actualmente se
están implantando también las
conexiones HDMI (high definition
multimedia interface).
Existen sistemas que permiten conectarse directamente a la historia clínica del paciente
para guardar la imágenes en ella (si así lo permite el sistema informático del centro) o la
opción, siempre disponible, de almacenamiento en un disco duro portátil o un
pendrive.
• Sistemas de coagulación y
radiofrecuencia (bisturí eléctrico,
vaporizador): dependiendo de la
disponibilidad y de la costumbre del
cirujano, se empleará uno u otro
sistema, habitualmente para resecar o
regularizar tejidos blandos y para
coagular vasos sangrantes (Figura 16).
• Pasadores de sutura:
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Directos: aquellos que nos
permiten atravesar los tejidos y
cazar el cabo de una sutura o
atravesar directamente el tejido
llevando la sutura definitiva
(Figura 19) (Arthro Pierce®,
Penetrator®, Cleverhook®,
Sixtier®, Suture Tram®, Hawkeye
Suture Needle®, EZ Stitch®,
Raven®, Cuff-Sew ®, Expressew®,
Scorpion®, etc.).
Bibliografía recomendada
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1. Introducción
La posición del paciente puede variar dependiendo de las preferencias del cirujano, así
como de la patología a tratar. En opinión de los autores, la forma más práctica de
trabajar es usando una mesa quirúrgica estándar, colocando el paciente en decúbito
supino con los pies en el borde distal de la camilla. Muchos cirujanos prefieren, en
cambio, colocar al paciente en el borde de la camilla con las piernas colgando o utilizar
una prensa para sujetar la extremidad intervenida.
El paciente se coloca en decúbito supino con los pies en el borde de la camilla (Figura 1).
Un tope lateral situado aproximadamente cuatro dedos proximalmente desde el polo
superior de la rótula permitirá estabilizar la pierna del paciente a la vez que dará
suficiente margen para realizar las maniobras de varo-valgo para acceder a los
diferentes compartimentos.
4/9
Figura 8. Portal postero-medial para
artroscopia de rodilla.
Bibliografía recomendada
5/9
10. Kramer DE, Bahk MS, Cascio BM, Cosgarea AJ. Posterior knee arthroscopy:
anatomy, technique, application. J Bone Joint Surg Am 2006; 88 (Suppl. 4): 110-
21.
11. Makridis KG, Wajsfisz A, Agrawal N, Basdekis G, Djian P. Neurovascular
anatomic relationships to arthroscopic posterior and transseptal portals in
different knee positions. Am J Sports Med 2013; 41 (7): 1559-64.
doi:10.1177/0363546513492704.
Galería de figuras
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1. Introducción
2. Anestesia
2.1. General
2.2. Neuroaxial
2.3 Regional
El bloqueo del canal femoral y del canal aductor son los más comúnmente usados en la
artroscopia rodilla. El nervio obturador también proporciona sensibilidad a la rodilla y
debe ser bloqueado para la anestesia completa, pero con un bloqueo femoral de alto
volumen, este nervio suele quedar bloqueado. El bloqueo del compartimiento del psoas
produce un bloqueo del todo el plexo lumbar y se ha utilizado como único anestésico
para una artroscopia de rodilla ambulatoria.
Si se realiza una anestesia general o raquídea como técnica primaria para la artroscopia
de rodilla ambulatoria, se puede asociar un bloqueo de nervio femoral o del canal
aductor para la analgesia postoperatoria.
Un bloqueo del canal aductor es preferible ya que preserva la fuerza del cuádriceps y
capacidad para caminar mejor que el bloqueo del nervio femoral.
Los bloqueos del canal aductor también son efectivos como bloqueo de rescate para
tratar el dolor después de la cirugía.
2.4. Local
El uso de anestesia local puede asociarse a una sedación ligera del paciente y es
especialmente eficaz para procedimientos intraarticulares en régimen ambulatorio y
permite ahorra costes.
2/19
Pacientes colaboradores y que quieren ver el procedimiento y aquellos sin patología
intraarticular extensa (como la sinovitis hipertrófica) son los mejores candidatos para
este tipo de anestesia. Proporciona un menor tiempo de recuperación del anestésico y
buen control del dolor postoperatorio (Tabla 1).
3. Ambiente perioperatorio
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compartimento lateral.
Hoy en día, existen equipos quirúrgicos preparados de artroscopia de rodilla. Deben ser
impermeables, aislar el manguito de isquemia del campo quirúrgico y utilizar un botín
impermeable que se fija con una cinta adhesiva y/o una venda elástica. Las sábanas de
artroscopia generalmente incorporan una bolsa para recoger el líquido que se extravase
a través de los portales.
4. Cirugía
4.1. Instrumentación
5. Artroscopia diagnóstica
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Es recomendable, al menos en los primeros casos, dibujar la anatomía relevante de la
rodilla antes de realizar los portales, incluyendo la rótula, la tuberosidad tibial anterior,
la cabeza del peroné, el tendón rotuliano y la interlínea articular interna y externa. La
interlínea externa suele ser más alta que la interna.
El portal anterolateral (portal de visión) suele ser el portal de entrada y se localiza justo
lateral al tendón rotuliano y un centímetro proximal a la interlínea articular en un
punto blando. Si vamos a realizar una reconstrucción del LCA colocaremos este portal
ligeramente superior para obtener una mejor visión de la inserción tibial del LCA. Se
introduce la cánula de artroscopia con un obturador romo dirigido hacia la escotadura
intercondílea con la rodilla flexionada unos 45º para minimizar el daño al cartílago
durante la introducción del mismo. Una vez que se ha introducido la vaina, se extiende
la rodilla y se desliza la vaina hasta la articulación femoropatelar, donde se sustituye el
artroscopio por la óptica de 30º. Se inicia la irrigación de la rodilla y se comienza la
artroscopia diagnóstica.
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Figura 3. Articulación femoropatelar.
La hiperextensión de rodilla y la
movilidad de la rótula permiten la
exploración de toda la superficie
articular de la rótula. Con la flexión de
rodilla se puede valorar el contacto de la
articulación femoropatelar. Algunos
cirujanos prefieren valorarlo con la
óptica desde el portal superolateral.
Ambos portales se pueden utilizar como
portal de trabajo y de visión
intercambiando los instrumentos.
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Figura 4. Gotiera medial. Definida por
el cóndilo femoral interno y la cápsula
articular interna, es una localización
típica de cuerpos libres.
Acto seguido, se comprueban las superficies condrales del platillo tibial medial y del
cóndilo femoral medial y determinamos el tamaño y la ubicación de la lesión condral.
La exploración del cóndilo femoral interno puede requerir realizar la flexoextensión de
la rodilla para acompañar con la cámara dicho movimiento y explorar toda su superficie
(Figura 5).
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Figura 5. Compartimento femorotibial
medial. Definido por el cóndilo femoral
interno, la meseta tibial interna y el
menisco interno. Una visualización
óptima se consigue con un valgo forzado
de la rodilla.
La realización de la reparación o
resección parcial de los meniscos se
realiza habitualmente desde el portal
anteromedial con diferentes
instrumentos, aunque ocasionalmente
puede ser de ayuda intercambiar
portales para trabajar desde el portal
anterolateral para mejorar el ángulo de
ataque sobre la zona de lesión.
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Figura 6. Escotadura intercondílea. Se
deben explorar los dos ligamentos
cruzados y la inserción meniscal
anterior y posterior de cada menisco. En
la parte anterior se encuentra el
ligamento mucoso que puede dificultar
el paso de la óptica (portal anterolateral)
desde el compartimento medial al
compartimento lateral.
Podemos evaluar el hiato poplíteo en una rodilla con una deficiencia de LCL/esquina
posterolateral en busca de un “drive-through sign” artroscópico, que es un
ensanchamiento excesivo de la línea de la articulación lateral con un estrés de varo.
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Figura 7. Compartimento femorotibial
lateral. Definido por el cóndilo femoral
externo, la meseta tibial externa y el
menisco externo. Se debe realizar un
varo forzado o una postura del 4 con
rotación externa de la cadera.
Se desliza la óptica hacia el canal lateral y se mira hacia arriba para explorar la
existencia de cuerpos libres u osteofitos femorales. En algunas rodillas apretadas, esta
maniobra es difícil de realizar y puede ser mejor reintroducir la óptica en el espacio
suprapatelar y deslizar lateralmente el artroscopio para visualizar la gotiera lateral
(Figura 8).
La creación de estos portales es más fácil y segura con la rodilla flexionada a 90º. Esta
maniobra abre la escotadura intercondílea y aleja las estructuras neurovasculares
posteriores. La localización de estos portales se ayuda de la transiluminación bajando la
intensidad de las luces de quirófano.
5.2.9.3. Central/Transpatelar
6. Cuidados postoperatorios
Bibliografía recomendada
Phillips BB. Arthroscopy of the lower extremity. En: Canale ST, Beaty JH (eds.).
Campbell’s operative orthopaedics. 11th ed. Philadelphia: Mosby Elsevier; 2008.
pp. 2811-93.
Mital MA, Karlin LI. Diagnostic arthroscopy in sports injuries. Orthop Clin North
Am 1980; 11 (4): 771-85.
Kim SJ, Choe WS. Arthroscopic findings of the synovial plicae of the knee.
Arthroscopy 1997; 13 (1): 33-41.
Carson RW. Arthroscopic meniscectomy. Orthop Clin North Am 1979; 10: 619-27.
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Ryu RKN, Jina AJ. Arthroscopic treatment of meniscal cysts. Arhroscopy 1993; 9:
591-5.
Vandermeer RD, Cunningham FK. Arthroscopic treatment of the discoid lateral
meniscus: results of long-term follow-up. Arthroscopy 1989: 12: 74-6.
Lubowitz JH, Rossi MJ, Baker BS, Guttmann D. Arthroscopic visualization of the
posterior compartments of the knee. Arthroscopy 2004; 20: 675-80.
Kim SH, Lee SH, Kim KI, Yang JW. Diagnostic accuracy of sequential arthroscopic
approach for ramp lesions of the posterior horn of the medial meniscus in anterior
cruciate ligament – deficient knee. Arthroscopy 2018: 34(5): 1582-1589.
Barroso-Rosa S, James D, Matthews BD. Is knee arthroscopy under local
anaesthetic a patient-friendly technique? A prospective controlled trial. Eur J
Orthop Surg Traumatol. 2016; 26(6): 633-8.
Encinas-Ullán CA, Rodríguez-Merchán EC. Isolated medial collateral ligament
tears: An update on management. EFORT Open Rev. 2018 Jul 2;3(7):398-407.
Encinas-Ullán CA, Rodríguez-Merchán EC. Arthroscopic treatment of total knee
arthroplasty complications. EFORT Open Rev (aceptado para su publicación).
Galería de vídeos
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1. Introducción
En 1986 Small (4) informó sobre una encuesta a cirujanos de la AANA sobre
complicaciones en artroscopia en rodilla y otras articulaciones, recogiendo datos de
395.566 artroscopias, de las que 375.069 fueron de rodilla; se detallaron 2.215
complicaciones, con una tasa general del 0,56%, 2,4% en reparaciones meniscales y
1,8% en reconstrucción-reparación del LCA; la mayor tasa de complicaciones
correspondió a la capsulorrafia con grapa en el hombro y fue del 5,3%, siendo la tasa
para la cirugía del espacio subacromial del 0,76%.
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mayor riesgo para padecer complicaciones: edad mayor de 50 años y tiempo de
isquemia superior a 60 minutos; en esta serie, la experiencia del cirujano no demostró
correlación con la incidencia de complicaciones.
Bohensky et al.(7) presentaron un estudio retrospectivo en 2013 tras haber revisado las
complicaciones presentes en 180.717 artroscopias electivas realizadas en 123 centros de
la región de Victoria (Australia) e informaron un total de 6,4 complicaciones por 1.000
artroscopias (0,64%), siendo las más frecuentes la trombosis venosa profunda (TVP)
con un 0,32%, derrame y sinovitis en un 0,09%, tromboembolismo pulmonar (TEP) en
un 0,08% y el hemartros con un 0,07%.
1. Complicaciones preoperatorias.
2. Complicaciones intraoperatorias. Generales de toda cirugía artroscópica o
específicas y propias de cada técnica.
3. Complicaciones postoperatorias.
2/18
2. Complicaciones preoperatorias
3. Complicaciones intraoperatorias
3/18
3.1. Relacionadas con el equipamiento quirúrgico
4/18
Figura 2. El cirujano controla el valgo
en cirugía del menisco interno.
5/18
Instrumental quirúrgico. Son inversamente proporcionales a la habilidad y
preparación del cirujano. Casi cualquier tipo de instrumental puede romperse
dentro de las articulaciones durante una artroscopia: bisturí, el propio
artroscopio, pinzas, gancho palpador, brocas, etc. Incluso Lanny L. Johnson
diseñó un instrumental específico para recuperar material metálico en una
articulación, lo llamó el golden retriever, y consistía en un instrumento tubular
magnético y con aspiración(14). En el momento de producirse la rotura, debe
interrumpirse el flujo de entrada y salida de líquidos y, manteniendo un claro
campo de visión, extraer el fragmento con un grasper. En ocasiones, puede ser
necesario el intensificador de imágenes. En caso de fragmentos pequeños en
zonas de difícil acceso, es preferible en ocasiones dejarlos en su lugar para evitar
mayores lesiones en el intento de extracción(13) (Figura 4).
6/18
Figura 5. Incisiones y referencias
anatómicas dibujadas en la rodilla antes
de una cirugía del ligamento cruzado
anterior.
7/18
Lesiones neurológicas. Rodeo,
Forster y Weiland(13,15) informaron
4 mecanismos de posible lesión
neurológica en una artroscopia de
rodilla: daño directo, síndrome
compartimental por extravasación
de fluido, daño por el torniquete y
disfunción neurológica por
síndrome de distrofia simpático-
refleja (SDSR). Es una
complicación afortunadamente
poco frecuente, 0,06% en la serie
inicial de Small(4), el nervio safeno
fue el más frecuentemente
implicado en un 42%; en el estudio
de DeLee(3) la incidencia fue del
0,05%. El nervio safeno puede resultar lesionado al practicar un portal
posteromedial o en una reparación del cuerno posterior del menisco interno; en
caso de duda, puede disecarse o mostrarse por transiluminación; la rama
infrapatelar puede verse afectada en una cirugía del LCA, más frecuentemente en
abordajes longitudinales que transversales; en ocasiones se ha considerado como
una lesión inevitable y aceptable de la cirugía de reparación meniscal (13), dada su
variable anatomía. La lesión del nervio ciático poplíteo externo (CPE) es, sin
embargo, potencialmente muy invalidante, por lo que debe siempre ser prevenida
y evitada; este nervio puede lesionarse durante el establecimiento de un portal
posterolateral o en la reparación de lesiones del cuerno posterior del menisco
externo, por lo que debemos mantenernos siempre en la zona de seguridad
delimitada por la cintilla iliotibial y el tendón del músculo bíceps femoral en el
establecimiento de los portales; aunque más infrecuentemente, el nervio CPE
puede dañarse de dentro a fuera durante una meniscectomía externa(16); para
evitarlo, debemos trabajar en esta zona con la rodilla en flexión para alejar el
nervio de la zona de trabajo y realizar siempre movimientos suaves y controlados
del instrumental evitando perforar la cápsula articular (Figura 8).
8/18
Figura 8. Abordaje anterointerno en
tibia proximal durante la cirugía del
ligamento cruzado anterior. Posibilidad
de lesionar la rama infrapatelar del
nervio safeno.
9/18
Figura 9. Sutura meniscal fuera
dentro. La dirección posterior de los
instrumentos de sutura puede dañar
estructuras neurovasculares del hueco
poplíteo.
10/18
Figura 11. Menisco interno
aparentemente normal. La palpación
cuidadosa y sistemática revela rotura
longitudinal. Arriba: rotura completa.
Abajo: rotura incompleta cara inferior.
Incompleta identificación de la
lesión meniscal. Resecar menos
menisco del necesario. No
quedarnos contentos sin ver todo
el menisco y explorarlo con el
gancho. Puede llevar a un mal
resultado y precisar nueva cirugía
para remediar el error. No dudar en intercambiar los portales de visión y de
trabajo.
Daño al cartílago articular durante la entrada o durante la meniscectomía.
Resecar más menisco del necesario por error técnico o falta de visualización. No
dudar en intercambiar los portales de visión y de trabajo.
Rotura de instrumental. Más frecuente en meniscectomías externas.
Mala selección del paciente para sutura meniscal . Contraindicación relativa, edad
mayor de 40 años, paciente incapaz de seguir el protocolo postoperatorio.
Reparar lesiones degenerativas, en la zona avascular, complejas o en rodillas
inestables: están condenadas al fracaso.
Sobretratar roturas meniscales. Roturas menores de 1 cm y de espesor parcial
generalmente cicatrizarán sin intervención; roturas estables y periféricas pueden
ser tratadas mediante abrasión (especialmente del menisco externo posteriores al
hiato del poplíteo).
Lesiones neurovasculares indicadas más arriba.
La técnica incorrecta de sutura, la elección inadecuada del patrón de sutura, la
inadecuada tensión de los hilos o incorrecta posición de la rodilla (las suturas
mediales deben tensarse en flexión de 20º y las laterales en 90º) o la incorrecta o
insuficiente preparación previa de la rotura para ser suturada son factores que
pueden llevar a la falta de curación o a la rerrotura meniscal.
La cirugía muy precoz tras la lesión puede llevar a la artrofibrosis con mayor
frecuencia. Realizarla demasiado tarde puede hacer que se hayan producido
lesiones condrales y meniscales que empeorarán el pronóstico y la inestabilidad.
Lesiones en la zona donante de la plastia ligamentosa : fracturas de rótula,
lesiones del nervio safeno, rotura de la plastia en la extracción (tendón rotuliano o
tendones de la pata de ganso).
11/18
Tunelización muy anterior del túnel tibial: pérdida o bloqueo de extensión.
Túnel tibial muy posterior: resultará muy vertical con insuficiente control
rotacional e impingement del LCP.
Túnel femoral muy anterior: pérdida de flexión e impingement de la plastia que
puede resultar en fracaso precoz.
Túnel femoral muy posterior: rotura de la pared posterior que puede
comprometer la fijación del injerto si pasa inadvertida. Puede provocar el
aflojamiento de sistemas de fijación y que se pierdan en el hueco poplíteo.
Túnel femoral muy vertical: escasa estabilidad rotacional que puede llevar al
fracaso de la cirugía.
La fijación de la plastia en excesiva flexión puede conducir a una pérdida de
extensión y a dolor femoropatelar.
Excesiva trocleoplastia: dolor secundario por deterioro del cartílago articular y
disfunción femoropatelar (Figura 12).
3.2.3. Complicaciones de la liberación del alerón rotuliano externo (21) (Figura 13)
Figura 13. Sección alerón rotuliano externo. Arriba: evitar quemar la grasa subcutánea
y la piel. Abajo: vaporizador y, al fondo, las fibras musculares del vasto externo.
12/18
Es una de las cirugías donde la
correcta indicación y detección del
problema exacto que afecta a la
función femoropatelar es
imprescindible, ya que un fallo
puede llevar a consecuencias de
muy difícil solución. Se trata de
una técnica indicada aisladamente
en la hiperpresión patelar externa
y no en casos de inestabilidad
femoropatelar.
La falta de diagnóstico de lesiones
condrales de la faceta interna
puede llevar a transferir el dolor a
la zona interna de la articulación.
El insuficiente diagnóstico de la
artrosis llevará a la persistencia de
los síntomas. La no detección de
una hipermovilidad o un
malalineamiento puede llevar a
una inestabilidad patelar medial o
a que los síntomas persistan.
La excesiva sección del alerón (no
seccionar el tendón del vasto
externo) puede llevar a debilidad
muscular.
La insuficiente sección del alerón
externo (no llegar a las fibras
musculares proximalmente y al
ligamento patelo-tibial
distalmente) puede conducir a la
persistencia de la clínica.
La falta de coagulación de la arteria geniculada superoexterna puede provocar un
importante hemartros.
Existe un riesgo de “pasarse” en la resección con el instrumental térmico de
resección (electrobisturí o radiofrecuencia) y provocar quemaduras en la dermis o
en la piel de dentro afuera.
4. Complicaciones postoperatorias
4.1. Dolor
El control del dolor postoperatorio es muy importante para elevar la motivación del
paciente en las fases iniciales de la rehabilitación postoperatoria. Existen multitud de
tratamientos: antiinflamatiorios no esteroideos (AINE), analgésicos, anestésicos locales
13/18
intraarticulares, opiáceos, crioterapia, opiáceos intratecales o bloqueos regionales (“3 en
1”, miofascial, etc.).
4.2. Hemartros
4.4. Infección
15/18
utilidad y la analítica de rutina es normal. El manejo de esta patología es difícil y pasa
por aliviar el dolor y permitir así la rehabilitación (AINE, fisio, bloqueos nerviosos,
bloqueos simpáticos…).
Más frecuente tras cirugías del LCA, consiste en una pérdida de movilidad de la rodilla
con significativa reducción de la movilidad de la patela tras una cirugía o traumatismo
en la rodilla. Clínicamente los pacientes presentan rodilla en flexo, derrame, edema,
dolor, debilidad muscular, claudicación, atrofia de cuádriceps y crepitación
femoropatelar. Radiológicamente un 16% presenta patela infera y osteopenia por
desuso en la articulación femoropatelar. El tratamiento es muy difícil. Es clave detectar
si la fibrosis es supra- o infrapatelar. El cese de la fisioterapia agresiva, con
manipulaciones suaves, AINE y, ocasionalmente, corticosteroides sistémicos, puede ir
mejorando el proceso, aunque en ocasiones es necesaria la corrección quirúrgica
liberando adherencias intraarticulares e incluso con osteotomías de la tuberosidad tibial
anterior.
5. Conclusiones
Bibliografía recomendada
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La posición habitual del paciente para una meniscectomía es en decúbito supino bajo
anestesia raquídea o general. Habitualmente, se realiza el procedimiento con isquemia
de la extremidad, aunque no es imprescindible. Es necesario colocar un tope lateral
unos 7-10 cm por encima del margen superior de la rótula y debe permitir la flexión de
la rodilla y facilitar la maniobra de valgo forzado para poder acceder al compartimento
medial (Figura 1 y Figura 2).
2. Portales artroscópicos
La meniscectomía artroscópica se
realiza habitualmente utilizando dos
portales:
1/10
Portal anterolateral: se localiza de
forma aproximada en la
intersección localizada 1 cm
proximal de la línea articular y 1
cm lateral al margen lateral de la
rótula. Es el primero que debemos
crear y nos permitirá realizar el
recorrido artroscópico de la
articulación (Figura 4).
Portal anteromedial: su
localización puede variar
levemente dependiendo del tipo y
la localización de la lesión
meniscal. El control artroscópico
desde el portal anterolateral
evitará lesionar el cuerno anterior
del menisco interno o el cartílago
con la entrada de la hoja de bisturí
(Figura 5, Figura 6 y Figura 7).
2/10
las estructuras puede ser variable, es imprescindible identificarlas todas y muy
aconsejable hacerlo con la misma
secuencia para evitar errores (Vídeo 1).
Vídeo 1.
Aunque existen diversas clasificaciones descritas, desde un punto de vista práctico las
podemos dividir en:
Figura 11. Rotura degenerativa del cuerno posterior del menisco interno.
Vídeo 2.
5/10
Actuar sobre el menisco con perpendicularidad. Para ello, vamos a tener que
utilizar los portales medial y lateral de forma alternativa tanto para la colocación
de la cámara como para la introducción del instrumental. Eso nos va a permitir la
visualización de la resección desde diferente perspectiva y también poder recortar
menisco de forma más cómoda y eficiente. Así pues, para poder actuar sobre el
cuerno anterior y el cuerpo del menisco interno deberemos introducir el
instrumental desde el portal anteroexterno mientras observamos con la cámara
desde el portal medial. En cambio, para poder acceder con comodidad al cuerno
posterior, el portal medial va a ser el más adecuado para el instrumental y el
lateral lo utilizaremos para la
cámara.
Correcto balanceado de la lesión
meniscal. Para evitar una
alteración excesiva de la mecánica
meniscal, es importante que la
meniscectomía esté bien
equilibrada. Deben evitarse por
tanto grandes resecciones del
cuerno posterior que no vayan
acompañadas de un cierto grado
de resección del cuerpo y cuerno
anterior meniscales. Eso significa
que para realizar una correcta
meniscectomía parcial, deberemos
sacrificar una parte de tejido sano.
Importancia del ayudante. El
ayudante quirúrgico va a tener un
papel importante para poder
realizar el procedimiento de forma
correcta y sin causar ninguna
lesión condral en el
compartimento interno. Su papel
va a ser de máxima importancia
para conseguir un correcto acceso
al cuerno posterior, sobre todo en
las rodillas más “cerradas” en las
que resulte dificultoso abrir el
compartimento medial con la
maniobra de valgo forzado. En
estos casos, el ayudante deberá
fijar con firmeza el muslo para que
el cirujano pueda conseguir un
valgo suficiente y acceder al cuerno posterior con suficientes garantías (Figura 13).
Cuando, a pesar de eso, no sea posible acceder a la parte posterior, se puede
6/10
mejorar el acceso liberando las fibras profundas del ligamento lateral interno
realizando una técnica de tipo pie-crusting con una aguja intramuscular a nivel
inframeniscal y mediante control artroscópico (Figura 14).
Vídeo 3.
El motor artroscópico va a ser muy útil para poder regularizar el menisco y aspirar los
fragmentos que se han resecado. Debemos ser cuidadosos con el grosor y la agresividad
del cabezal que vamos a utilizar. En ocasiones, sobre todo cuando la meniscectomía se
va a asociar a la reconstrucción del ligamento cruzado anterior, se utiliza el mismo
cabezal que para el ligamento, que en ocasiones supera los 5 mm de grosor. Estos
cabezales suelen ser muy agresivos para la regularización del menisco y se aconseja
tener una cierta experiencia para utilizarlos, ya que se puede dañar con mayor facilidad
el cartílago femoral o tibial del compartimento interno. El cabezal ideal para una
correcta meniscectomía no debería superar los 5 mm de grosor y tampoco es
imprescindible que sea con dientes, aunque eso va a depender también de la
experiencia y las preferencias del cirujano.
5.3. Radiofrecuencia
Para realizar de forma correcta una meniscectomía externa suelen ser suficientes los
portales anteromedial y anterolateral. Cuando se ha confirmado el diagnóstico de lesión
meniscal externa es cuando vamos a crear el acceso anteromedial. En este caso, el portal
deberá ser más medial y alto que para la meniscectomía medial. Eso va a evitar que la
espina tibial anterior dificulte el acceso directo del instrumental al compartimento
externo de la rodilla.
En este caso, debemos aplicar también los dos principios básicos ya mencionados:
atacar el menisco con perpendicularidad y obtener un correcto balanceo del menisco (7).
Así pues, la secuencia de actuación va a ser la misma que para el menisco interno
(Vídeo 4).
Vídeo 4.
1. Identificación y clasificación de la
lesión. La palpación con el gancho
desde el portal anteromedial va a
permitir clasificar la lesión y
diseñar el tipo de resección que
vamos a realizar. En este caso, el
acceso al cuerno anterior y cuerpo
del menisco externo va a resultar
más cómodo desde el portal
anteromedial, mientras que para el cuerno posterior utilizaremos el acceso
anteroexterno.
2. Meniscectomía parcial. Debemos tener presentes sus peculiaridades anatómicas y,
en concreto, la ausencia de anclaje capsular del menisco externo en la zona del
hiato poplíteo. Este condicionante anatómico nos va a obligar a ser muy
cuidadosos con el grado de resección meniscal que realizaremos en esa zona. Uno
de los errores más frecuentes cuando se realiza una meniscectomía parcial
externa es un exceso de resección al nivel del cuerpo meniscal dejando una gran
cantidad de cuerno anterior y posterior. Dejar un puente meniscal excesivamente
estrecho nos puede conducir a su rotura y, por tanto, a separar tanto anatómica
como funcionalmente el menisco en dos mitades. Eso nos obligaría a realizar una
meniscectomía prácticamente completa. Así pues, para realizar un correcto
balanceo de la meniscectomía deberemos sacrificar tejido sano y recortar la
misma proporción de cuerno anterior y posterior. De esta forma, la repercusión
sobre la biomecánica meniscal será menor.
La radiofrecuencia, al igual que para el menisco interno, puede ser de utilidad para
contribuir a la regularización del menisco y también como estímulo a la cicatrización.
Bibliografía recomendada
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pnfartroscopia.com/cursos/cod/0203/contenidos/01/08/01
1. Introducción
Nada ha cambiado tanto en los últimos años en artroscopia como la cirugía meniscal.
En los años setenta, la resección casi completa del menisco era la norma a seguir (Take
it out, take it all out. Even if it is not torn, take it out, frase famosa de Smillie(1), pionero
en la cirugía meniscal). La creciente literatura a favor de la reparación meniscal en
cuanto a los resultados funcionales a medio y largo plazo, así como el riesgo de
desarrollar artrosis precoz tras la meniscectomía(2) ha propiciado un avance hacia la
reparación, preservación y reemplazo del menisco. Aun así, la meniscectomía parcial
sigue siendo el tratamiento más utilizado para una rotura meniscal, a pesar de la
literatura a favor de la reparación del menisco dado los mejores resultados funcionales a
medio-largo plazo y menor riesgo de desarrollar artrosis precoz(2).
Evidentemente, para poder reparar un menisco existen numerosos factores que puedan
influir como la edad, tipo de actividad, tipo y cronicidad de la lesión meniscal, lesiones
concomitantes (por ejemplo rotura de LCA) y el potencial de cicatrización
(vascularización). A veces es una decisión conjunta con el paciente apoyada en la
experiencia del cirujano.
Pero, ¿por qué es mejor reparar un menisco? La respuesta ya existía en los años
cuarenta cuando Fairbank publicó su artículo sobre la progresión de la artrosis después
de una meniscectomía abierta(3). Múltiples estudios posteriores describen el efecto
perjudicial en el tiempo de la meniscectomía sobre el cartílago subyacente, efectos que
dependen también de varios factores como la edad del paciente, actividad física,
cantidad de resección meniscal, localización de la lesión, eje de la extremidad afecta,
entre otros(4-7) . Por otra parte, los meniscos participan en la propiocepción y nutrición
del cartílago hialino(8,9) y además actúan (el menisco interno) como estabilizadores
secundarios de la rodilla(10,11), sobre todo cuando existe una rotura de LCA.
A pesar de que la primera reparación meniscal fue descrita por Annandale a finales de
siglo XIX(12), fue en los años ochenta cuando realmente se empezó a popularizar la
técnica de reparación artroscópica del menisco.
2. Evaluación de la lesión
2/17
Figura 3. Lesión inestable del menisco
interno. Observen el desplazamiento del
fragmento meniscal cuando se moviliza
con el ganchito palpador.
3.1. Desbridamiento
En el caso de una rotura tipo asa de cubo, se debe evaluar la reductibilidad. Una lesión
antigua puede desarrollar una contracción plástica, lo que puede conllevar una luxación
nuevamente tras la reducción. En este caso, las fuerzas de tensión son muy importantes
y pueden comprometer la fijación, independientemente del dispositivo implantado, y
disminuir la posibilidad de curación.
Para desgarros grandes en asa de cubo, pasar el gancho palpador a través de un portal
Gillquist (transtendinoso) permite sujetar el segmento interno en la posición correcta.
Entonces, la rotura se puede fijar adecuadamente.
3.4. Fijación
Horizontales
Ciertos estudios describen una mejor resistencia a las fuerzas de cizallamiento que las
suturas verticales(24). No existen diferencias entre los resultados clínicos con este tipo
de sutura frente a las verticales.
Oblicuas
Cuerno posterior
4/17
Cuerpo
Lesiones que se reparan en su mayoría con suturas tipo “fuera-dentro”. Las que están
situadas en la union cuerpo/cuerno posterior se pueden coser con implantes “todo-
dentro”, utilizando el portal contralateral. Recientemente se ha reactualizado el uso de
suturas “dentro-fuera”, utilizando cánulas especificas.
Cuerno anterior
Manejo muy similar a las lesiones del cuerpo, aunque la visualización y abordaje de la
lesión suele ser más dificultoso.
La técnica consiste en pasar las suturas con unas agujas largas especiales a través de las
cánulas de dentro a fuera de la articulación. Una vez que se pasan todas las suturas, las
agujas se quitan y las suturas se tensan y se atan secuencialmente sobre la cápsula
(Figura 7).
6/17
Figura 8. Dibujo esquemático de la
reparación de una lesión tipo “asa de
cubo”.
Son lesiones generalmente traumáticas que van desde la parte articular del menisco
hacia la periferia. Pueden ser completas o incompletas. Son consideradas como lesiones
inestables y cuando son completas el efecto de la lesión no tratada en el tiempo es
similar a una meniscectomia total(25). En estos casos se recomienda la reparación,
difícil de realizar, mediante 2 puntos perpendiculares a la lesión o en X (Figura 9 y
Figura 10). La augmentación mediante un coágulo de fibirina podría ser útil en estos
casos.
Figura 11. Dibujo esquemático de una reparación tipo “ sandwich” de una lesión
7/17
horizontal.
4. Postoperatorio
5. Conclusión
Hoy en día las técnicas de reparación meniscal están bien establecidas y permiten
abordar roturas de ubicaciones y complejidades variables. No existe solamente uno sino
varios tipos de lesiones que son reparables y, en consecuencia, no solo uno, sino varios
métodos de reparación. Por eso, el cirujano debe conocer todas las técnicas presentadas
con sus diferentes indicaciones.
9/17
Con una indicación correcta y una técnica quirúrgica exquisita, los resultados
funcionales son excelentes a medio y largo plazo(32) y evitan los cambios degenerativos a
largo plazo(33,34).
Bibliografía recomendada
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1. El menisco. Introducción
2/16
también pueden encontrarse dentro de la masa de tejido meniscal actuando como
"fibras de unión" y resistiendo a la división longitudinal de los haces de colágeno
circunferenciales(9).
Dos ligamentos meniscofemorales - Humphrey que pasa por delante del ligamento
cruzado posterior (LCP) y Wrisberg posterior al LCP – son conocidos por conectar el
cuerno posterior del menisco lateral con la cara lateral del cóndilo medial del femur. Los
ligamentos meniscofemorales contribuyen en un 28% a la resistencia de fuerza total
para prevenir un cajón posterior a 90° de flexión en una rodilla intacta, y hasta el 94%
en una rodilla con un LCP deficiente(11). Estos datos demuestran la relevancia funcional
de estos ligamentos y sugieren la importancia de su preservación y/o reparación.
El manejo del dolor después de una meniscectomía parcial no está bien estandarizado.
Cuando se considera el tratamiento quirúrgico, la reconstrucción del menisco es una de
las opciones: con un aloinjerto del menisco(12), con un sustituto del menisco a base de
colágeno como el CMI (Menaflex®, ReGen Biologics, Franklin Lakes, NJ, USA) (13) o con
el andamio meniscal de poliuretano Actifit® (Orteq Sport Medicine, Londres, Reino
Unido)(14). Los requisitos previos para la implantación de un sustituto de menisco son
un borde de menisco intacto con cuernos anteriores y posteriores en una rodilla estable
o bien estabilizada, así como bien alineada. El daño del cartílago debe ser mínimo.
3/16
Los implantes meniscales se empezaron a utilizar en la década de los 90. En la
actualidad dos implantes meniscales están aprobados para uso clínico, el CMI® (Ivy
Sports Medicine, LLC, Alemania) fabricado con colágeno bovino y el Actifit® (Orteq
Ltd, Reino Unido) fabricado con poliuretano (Figura 2). El primero de ellos cuenta con
más experiencia clínica(15). Ambos están diseñados para tratar lesiones meniscales
parciales, irreparables, mediales o laterales. Los implantes, con forma de menisco,
permiten una invasión progresiva de celularidad procedente del tejido sinovial
circundante para finalmente transformarse en un tejido pseudo meniscal (meniscus-
like) al tiempo que el implante original se reabsorbe.
4/16
meniscal sintético está diseñado para rellenar un defecto meniscal parcial. No está
indicado en el caso de una meniscectomía total. Por el contrario, el aloinjerto tiene
como objetivo la sustitución tras una pérdida meniscal completa.
Para la correcta implantación de un sustituto meniscal, los autores aconsejan seguir los
pasos que se detallan a continuación: 1) Revisión artroscópica, 2) Preparación del
defecto meniscal, 3) Medición del defecto, preparación del lecho y tallado del implante,
4) Introducción y fijación del implante meniscal in situ y 5) cuidados postoperatorios
(capítulo siguiente).
Para poder fijar un implante meniscal con garantía, es necesario que persistan un resto
suficiente de las astas meniscales anterior y posterior correctamente ancladas en su
inserción anatómica (Figura 3 y Figura 4). Es también imprescindible la presencia de
un remanente suficiente del muro periférico en toda la longitud del cuerpo meniscal
(Figura 5). Estos dos aspectos son muy relevantes dado que contrariamente a lo que
sucede con un trasplante meniscal alogénico, el implante meniscal pretende construir
un composite con el resto de menisco original y para ello, se deberá fijar a éste con
suturas. En este sentido, la calidad del tejido meniscal restante es también importante,
ya que una excesiva degeneración del mismo puede comprometer la solidez de la
fijación. Si el defecto meniscal no cumple estos requisitos la actitud más prudente es no
colocar el implante y plantear la utilización de técnicas alternativas para defectos
completos, como el trasplante meniscal con aloinjerto.
5/16
Figura 3. Imagen artroscópica del
remanente del cuerno posterior del
menisco interno. Nótese la indemnidad
de la raíz.
6/16
Cuerpo meniscal. La preparación del cuerpo meniscal exige la resección
(meniscectomía) de todo resto meniscal
inestable, aunque manteniendo integro
el muro periférico, en toda su longitud,
que deberá estar en íntimo contacto con
el implante. Esta meniscectomía parcial
se puede hacer con instrumental
motorizado para resección meniscal o,
alternativamente, mediante el uso del
emisor de radiofrecuencia o trefinación
de alta frecuencia (TAF). Esta última
técnica permite, no solo una
regularización más económica de tejido
meniscal, sino que también sirve como
estímulo potencial para el proceso de
invasión y regeneración tisular del
implante. Como se ha demostrado
recientemente, la aplicación de TAF en
la unión meniscosinovial promueve la
formación de un pannus fibrovascular
que invade transitoriamente el implante
aportando factores quimiotácticos,
celularidad y vasos sanguíneos.
7/16
Figura 7. Esquema de la preparación
del corte anterior en un defecto del
menisco interno de mayor tamaño. En
esta ocasión, el abordaje desde el portal
contralateral obtiene un ángulo de corte
más abierto.
8/16
Fijación al muro meniscal. La sutura se inicia en la parte más posterior, emplazando
puntos cada 10 mm aproximadamente. Como ya se ha comentado, el marcaje previo del
implante puede resultar de utilidad en este momento. En cuanto al tipo y orientación de
los puntos de sutura, debe priorizarse el
correcto posicionamiento del implante y
se pueden utilizar tanto puntos
verticales como horizontales para
asegurar una buena estabilidad final.
2.3. Resultados
La conclusión más importante y por otra parte unánime en la literatura publicada hasta
la fecha es que la sustitución de la pérdida meniscal con implantes sintéticos provee un
alivio significativo del dolor y una mejoría funcional sistemáticamente, siendo
considerado además un procedimiento seguro y con pocas complicaciones (Vídeo 2 y
Vídeo 3).
La serie más larga de resultados clínicos del implante Actifit ® ha sido un estudio
multicéntrico que incluyó 52 pacientes(16). En esa investigación, los autores observaron
una mejoría clínica y funcional en todos los test funcionales evaluados (el del
International Knee Documentation Committee –IKDC–, el Knee Injury and
Osteoarthritis Outcome Score –KOOS– o el de Lysholm) así como un considerable
descenso en la percepción de dolor en pacientes con al menos 24 meses de seguimiento.
Aunque en esta serie se evidenció una tasa de reoperaciones del orden del 17,3%, otras
series obtuvieron resultados clínicos similares(17) pero el agregado de que no
9/16
encontraron reacciones adversas ni necesidad de reoperaciones atribuibles al implante.
Gelber et al.(18) vieron que el aspecto de
resonancia magnética de un implante
meniscal de poliuretano es peor en
rodillas con defectos de cartílago
avanzado aunque sin repercutir en los
resultados clínicos después de un
seguimiento mínimo de dos años. En
otro estudio(19), el mismo grupo
evidenció que los pacientes con rodillas
genu varo sintomáticas que se trataron
con osteotomías tibiales altas en cuña abierta, la meniscectomía mejoró más en el
seguimiento a corto plazo en la mayoría de las puntuaciones funcionales evaluadas que
los pacientes tratados de forma concomitante con implante Actifit® medial. Sin
embargo, no hubo diferencias en cuanto a la satisfacción del paciente con el
procedimiento. Por ello, sobre la base de los resultados funcionales a corto plazo de este
estudio, no se proporcionaron datos para respaldar la sustitución de menisco medial
con un implante de poliuretano cuando se realiza una osteotomía tibial alta de cuña
abierta.
El postoperatorio para todo tipo de reparación meniscal puede ser muy parecido, tanto
para suturas meniscales como para implantes. Sin duda, se deberá considerar la
estabilidad conseguida durante el acto quirúrgico a la hora ser más o menos
conservadores y/o agresivos durante las primeras semanas postoperatorias, pues la
complejidad de cada tipo de lesión meniscal puede ser muy variable. En este sentido,
también puede estar determinado en función de otros actos quirúrgicos añadidos que
pueden condicionar el timing postoperatorio (reparación condral o ligamentosa, por
ejemplo).
Así pues, si hablamos de una reparación meniscal aislada, se utiliza un vendaje de tipo
Robert-Jones en el postoperatorio inmediato (3-4 días). Posteriormente, se puede
autorizar movilidad continua pasiva, hasta un máximo de 60 grados durante las
primeras 3 semanas para progresar a 90º alrededor de la cuarta. Entre el primer y
segundo mes se debe alcanzar el rango completo de movilidad sin restricción.
10/16
Durante las primeras tres semanas se inicia carga propioceptiva asistida con bastones
ingleses y férula en extensión completa. Entre la 3.ª y 6.ª semanas se aumenta la carga
de forma progresiva a tolerancia, para alcanzar la carga total sobre la 8.ª semana.
4. Conclusiones
Las técnicas de reparación meniscal son factibles y exitosas en alrededor del 75%
de los casos cuando se usan con una correcta indicación.
Los implantes meniscales sintéticos son una opción de tratamiento en pacientes
jóvenes con lesiones en que no está indicada la sutura o que esta ha fracasado y el
paciente presenta una meniscectomía parcial sintomática.
La sustitución de la pérdida meniscal con implantes sintéticos provee un alivio
significativo del dolor y una mejoría funcional sistemáticamente, siendo
considerado además un procedimiento seguro y con pocas complicaciones.
El proceso de rehabilitación tras una cirugía de sustitución meniscal es similar al
de una sutura o trasplante meniscal y difiere en términos de balance articular y
carga de peso al de un proceso por meniscectomía simple.
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1. Introducción
2. Anatomía
La rodilla contiene 2 meniscos, uno medial y más grande, de unas medidas aproximadas
entre 40 y 45 mm de longitud, y uno lateral de entre 32 y 35 mm. La mayor anchura del
lateral y el hecho de que el platillo tibial externo es más pequeño que el medial hacen
que el menisco lateral cubra el 75-93% de la superficie cartilaginosa lateral, mientras el
interno llega sólo al 51-74% del medial(2).
1/22
3. Fisiopatología
Desde la comunicación del primer trasplante meniscal en 1984 por Milachowski, se han
realizado múltiples trabajos sobre la utilidad y la mejora de rodillas que han sido objeto
de sustitución por aloinjerto de menisco(13-16). La facilidad de cicatrización de estos
injertos en el lecho capsular y su viabilidad han sido evaluadas en diferentes trabajos
con muy buenos resultados(16,17), observando un buen anclaje en la zona roja
vascularizada meniscal de la cápsula. Aunque este trasplante puede ser realizado
mediante técnicas abiertas o artroscópicas, es cierto que el uso de cirugías poco
invasivas permite una menor morbilidad, sin lesiones en ligamentos colaterales y una
rehabilitación más confortable para el paciente(16,17).
Los resultados han demostrado una mejora muy significativa en los estudios de revisión
de esta cirugía en términos de control del dolor, función y reactivación de las
actividades de vida diaria, laborales y deportivas(27).
4. Cirugía
En los casos en los que el paciente presenta patología concomitante, como alteraciones
del eje, lesiones condrales localizadas o inestabilidad, la corrección de dichas
alteraciones en el momento del trasplante ha demostrado buenos resultados en la
literatura(27). El objetivo final del trasplante meniscal es mejorar la sintomatología del
paciente y en última instancia tratar de evitar la aparición o progresión de la artrosis de
rodilla en pacientes con deficiencia meniscal.
Tabla 1. Indicaciones y
contraindicaciones del trasplante
meniscal.
Los tejidos llegan al hospital en arcones con hielo seco a una temperatura de unos –4
°C. Anteriormente han sido almacenados a una temperatura de –80 °C en cámaras
frigoríficas especiales para tal fin donde pueden conservarse hasta un periodo de varios
años. Aproximadamente 6 horas antes de la cirugía, se extrae el tejido y se deja
descongelar a temperatura ambiente, sin usar ningún mecanismo hipertérmico como
3/22
agua caliente o similares que acelere el proceso de descongelado.
4/22
Figura 2. Aloinjerto de menisco
externo aislado del taco óseo, marcando
las partes extremas. CA: cuerno
anterior; CP: cuerno posterior.
Figura 4. Representación de la
ubicación y el posicionamiento del
menisco externo sobre el platillo tibial.
Es esencial que en el posicionamiento no
se produzcan zonas de tensión que
provoquen posibles roturas o faltas de
asentamiento del injerto.
Para la introducción del injerto, el primer paso es realizar 2 túneles para poder anclar
los 2 cuernos del menisco. Se utiliza una guía tibial simple de ligamento cruzado que se
ubica en la parte posterior de la meseta en la zona anatómica donde se inserta
originalmente el menisco interno o externo y se tuneliza la tibia con una broca de 4,5
mm. Se pasa una sutura con una aguja con ojal que nos servirá de sutura de transporte
en un tiempo posterior a la hora de introducir el cuerno meniscal en el túnel y se repite
el proceso para el cuerno anterior ubicando en este caso la guía tibial en la zona donde
se ancla el cuerno anterior meniscal. Si el trasplante es un menisco interno, la
localización de los túneles a nivel articular será detrás del tubérculo tibial medial y justo
6/22
delante de la inserción tibial del ligamento cruzado posterior. El cuerno anterior se
posicionará entre la inserción del ligamento cruzado anterior y el ligamento
intermeniscal.
La entrada externa de la guía tibial se situará en la cara lateral de la tibia para los
trasplantes de menisco interno y en la cara medial para el menisco externo. De esta
forma, las direcciones de tracción son favorables a que se mantengan anclados ambos
cuernos meniscales (Figura 6).
Antes de la introducción del injerto, se aplican 2 agujas espinales del n.º 18 en el ángulo
posteromedial (para menisco interno) o posterolateral (para menisco externo) de fuera
de la piel hacia dentro de la articulación. Las 2 agujas se colocarán una sobre otra con 5
mm de separación, estando la inferior justo sobre el platillo tibial y la segunda a 5 mm
por encima (Figura 7 y Figura 8). A través de estas agujas se pasa una sutura de tipo
PDS (polidioxanona) del n.º 1 retirándose dichas agujas. Esta PDS se utiliza de la
misma forma que las suturas de los túneles, a modo de transportador, y se rescata por el
mismo portal que los otros dos. Se enlaza esta PDS al punto colocado en el injerto en el
7/22
ángulo posteromedial o posterolateral, dependiendo si es interno o externo. A diferencia
de los cuernos, en los que se dispone de una sola sutura, en este caso se dispone de 2
suturas, de forma que se tiene que diferenciar cuál de las suturas es la superior y cuál es
la inferior para enlazarlas a las partes del ángulo del injerto superior e inferior.
Figura 10. Colocación del injerto en su lecho, donde se puede observar la tracción de la
sutura del ángulo posterolate.
Una vez comprobado que no existen zonas de exceso de tensión, se rescatan desde la
piel los diferentes puntos del cuerpo y el cuerno anterior hacia fuera de la cápsula. Para
ello, se utiliza como localizador una aguja intramuscular que se pasa desde piel a la
zona donde se asienta el menisco (Figura 11 y Figura 12) y se calcula el punto por donde
se rescatarán las suturas. Una vez localizado el punto de anclaje, se realiza una incisión
en piel y se atraviesa la cápsula con una pinza artroscópica de tipo Arthro-Pierce®
(S&N, Andover, MA, EE. UU.), que rescatará de forma aislada los 2 cabos de cada
sutura (Figura 13).
Figura 11. Ubicación de una aguja pasando por encima del menisco localizando el
rescate del cabo superior.
8/22
Figura 12. Ubicación de una aguja a la
altura de la base meniscal.
9/22
Figura 16. Aspecto intraarticular de los
cabos rescatados hacia el exterior;
obsérvese la perfecta adaptación del
menisco trasplantado a la cápsula
articular.
El uso de unas férulas de yeso deja la rodilla inmovilizada y favorece una pronta
disminución del edema postoperatorio. Pero ello no impide que el paciente inicie su
proceso de rehabilitación mediante ejercicios de tonificación isométricos de cuádriceps
y deambulación con apoyo parcial de la extremidad operada y asistido con 2 muletas.
10/22
El proceso de rehabilitación se expone
en la Tabla 2, pero es importante
remarcar que dicho proceso y la
readaptación de estos pacientes debe
seguir las consignas de evitar el dolor, el
derrame y ganar la flexibilidad y la
potencia muscular de una forma
progresiva. De lo contrario,
obtendremos una rodilla en permanente
fase inflamatoria que enlentecerá el
proceso rehabilitador.
5. Resultados
11/22
recomendar con seguridad la vuelta a la competición en deportes de mayor
intensidad(40).
6. Complicaciones
7. Conclusiones
Los resultados de esta cirugía son muy buenos teniendo en cuenta la complejidad de los
casos y el hecho de tratarse de un trasplante tisular, pero es hasta la fecha actual un
tipo de cirugía minoritaria que debe emplearse solamente en casos con clínica de dolor
en pacientes previamente meniscectomizados y con un eje correcto femorotibial (ver
Indicaciones).
12/22
condroprotector, permite volver a actividad deportiva intensa (alto impacto) y si existen
diferencias clínicas entre las diferentes técnicas, en especial entre las técnicas de
fijación de los cuernos con o sin taco óseo.
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Galería de vídeos
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Indice | Curso PNFA
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1. Introducción
En publicaciones recientes, Smigielski (2015) (3), Mochizuki (2014)(4) y Siebold (2015) (5)
demuestran la configuración plana del LCA, ofreciendo una perspectiva distinta de
dicha estructura, con posibles repercusiones y consecuencias en la reconstrucción del
LCA.
La lesión del LCA es común en el ámbito de la población físicamente activa (< 30 años),
estimándose su incidencia en más de 250.000 casos/año en los Estados Unidos, siendo
reconstruidos alrededor de 107.000 cada año(6). Se espera, en los próximos años, que
dicha tasa aumente, debido a la participación creciente en actividades deportivas de
exigencia de niños y adolescentes, y, al mismo tiempo, en adultos, por la capacidad de
éstos de prolongar las mismas a edades cada vez más tardías.
Su descripción data de hace casi 2.000 años por Claudio Galeno de Pérgamo (8).
Fue Stark (9) en 1850 el primero en comunicar una lesión del LCA en 2 pacientes.
A pesar de intentos iniciales de reparación quirúrgica, que datan de principios del siglo
XX, su tratamiento quirúrgico rutinario no comienza a ser corriente hasta el
florecimiento de la sports medicine como disciplina médica en los años setenta (6), al ser
considerado por los pioneros de la cirugía del LCA como un elemento de especial
relevancia para mantener la estabilidad de la rodilla en actividades de giro y “pivotaje”.
1/28
aunque, sin embargo, la literatura no ha constatado una relación causal definitiva en
aquellas rodillas con LCA deficiente, no tratadas.
Hey Groves en 1915(13) fue el primero en realizar una reconstrucción del LCA con fascia
lata. Desde entonces, han sido numerosas las técnicas propuestas para reparar o
reconstruir el LCA. Inicialmente, el desarrollo de procedimientos extraarticulares, para
el tratamiento de la inestabilidad rotatoria AM, obtuvo resultados desfavorables, dando
paso a técnicas intraarticulares. Keneth Jones (14) fue el primero en describir, en 1970, el
uso del ⅓ central del tendón rotuliano y Zarins(15), en 1986, la utilización de tendones
isquiotibiales (ISQT).
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Figura 1. Imagen que muestra la
configuración bifasciculada del
ligamento cruzado anterior (LCA) en
feto y cadáver. AM: anteromedial; PL:
posterolateral.
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triangular. Ésta presenta una anchura de 11 mm (rango: 8-12 mm) y un diámetro
anteroposterior de 17 mm (rango: 14-21 mm), con un área total de superficie de
inserción de 136 ± 33 mm2(18,19), siendo un 120% mayor que la femoral.
En las cercanías de su inserción tibial, el LCA proyecta una cantidad variable de fibras
expandiéndose por debajo del ligamento transverso intermeniscal y algunas de ellas
pueden enlazar tanto con la inserción del cuerno anterior o posterior del menisco
lateral. La inserción tibial es algo más ancha y más fuerte que la femoral(18,19). La
longitud del LCA varía entre los 22 y los 41 mm (media de 32 mm) y su anchura de 7 a
12 mm(6). Se posiciona lateralmente a la línea media y ocupa el 66% del aspecto lateral
de la escotadura en una visualización anterior de la articulación, con la rodilla
flexionada.
El LCA no es un solo cordón, isométrico, sino más bien una colección de fascículos
individuales (más de 1.000 fibras) que se despliegan en abanico en un área amplia. Con
el propósito de profundizar en la microanatomía fascicular del LCA , definida como una
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estructura jerárquica de fibras de colágeno agrupadas en fascículos de 0,25 a 3 mm de
diámetro, y en la función del LCA, Amis y Dawkins(6) en 1991 diferencian, en un estudio
realizado sobre 27 rodillas cadavéricas, la presencia de 3 fascículos funcionales: AM, PL
e intermedio, aunque en ocasiones sean difíciles de identificar, con un patrón general de
comportamiento de los mismos no isométrico, durante la flexión/extensión, en el que
los cambios principales son la elongación del fascículo AM y el acortamiento del PL en
flexión, sin determinar cambios significativos con la rotación tibial. Igualmente,
observan que el fascículo PL se tensa en extensión y el AM lo hace en flexión.
Recientes estudios anatómicos apoyan y detallan una configuración plana, tanto de sus
inserciones en el fémur y la tibia, como del cuerpo del LCA.
5/28
Figura 5. Fibras directas e indirectas
(flechas blancas) en la inserción del
ligamento cruzado anterior (LCA).
1.2. Biomecánica
Estudios in vitro muestran que durante la flexión y extensión pasiva, mientras que el
fascículo AM se tensa en flexión (entre 20 y 90°) y se relaja moderadamente en
extensión, el fascículo PL se tensa en extensión y se relaja en flexión, siendo el
dominante entre 0 y 20° de flexión(21).
Son numerosas y variopintas las teorías que tratan de explicar la rotura del LCA; sin
embargo, sus causas no están, todavía, bien definidas(26).
Más del 75% de las lesiones del LCA se produce ante situaciones de no contacto o
indirectas (sin contacto directo en la rodilla lesionada) (27); en su mayor parte,
relacionadas con el deporte. En éstas, se describen 2 distintos mecanismos:
7/28
Figura 7. Mecanismo lesional indirecto
del ligamento cruzado anterior (LCA):
una combinación de valgo y traslación
tibial anterior durante una maniobra de
recorte.
En su mayor parte, intervienen los mismos mecanismos que en las roturas completas
del LCA, aunque las principales diferencias residen en la magnitud y dirección de la
fuerza lesional, que involucra sólo a una porción del LCA y no a su totalidad. Las
roturas del fascículo AM se piensa que están causadas por traumas de alta velocidad
para la rodilla y con fuerzas aplicadas en dirección anterior. Por el contrario, las del
fascículo PL están con frecuencia asociadas a traumatismos de baja velocidad con un
componente rotacional.
2. Diagnóstico
Generalmente, la lesión del LCA tiene lugar durante la participación en una actividad
deportiva, laboral o cualquier otra, que implique caída de altura u otras, tras
deceleración y giro.
Suelen sentir con frecuencia un pop audible y en su mayoría son incapaces de continuar
la actividad o evento deportivo. Además, típicamente, durante las 6 horas siguientes,
aparece un derrame hemático. La presencia de estos hechos hace que la probabilidad de
(30) 8/28
rotura del LCA se estime en un 70%(30).
El dolor y el edema, aparte de los provocados en los episodios de fallos, suelen estar
ausentes en la laxitud aislada del LCA. Si aparecen, hay que sospechar lesión meniscal y
degeneración asociada del cartílago, al igual que si hay bloqueo de la rodilla hay que
pensar en desgarro meniscal.
El criterio básico para el diagnóstico clínico de una rodilla con LCA deficiente es la
traslación tibial anterior anormal. Para ello, disponemos de tres test (Vídeo 1):
2. Test del cajón anterior. Tiene ciertas limitaciones, como la incapacidad del paciente
para flexionar 90° una rodilla inflamada y dolorida. También la anatomía ósea y los
cuernos posteriores meniscales pueden interferir en el test. Se realiza con el paciente en
9/28
supino, la tibia en rotación neutra y flexión de rodilla a 90°.
Su sensibilidad oscila del 84 al 98,4%, con una especificidad > 98% en el paciente bajo
anestesia, mientras que sin ella se han descrito valores del 35%(31).
Se han detallado, en rodillas LCA incompetentes, otros test para evaluar, además de la
inestabilidad anterior, la rotatoria:
• Jerk test. Consiste en sostener la tibia en rotación interna y la rodilla en flexión de 45°;
la rodilla es extendida mientras se ejerce una fuerza en valgo y hacia anterior de la tibia.
Esta combinación produce la subluxación anterior del platillo tibial externo. Cuando la
rodilla se acerca a la extensión, se reduce con un clunk palpable.
• Losse test (32). Similar al jerk test, se inicia con la rodilla en flexión de 45°, con la
diferencia de sostener la tibia en rotación externa. Conforme la rodilla se acerca a la
extensión, la tibia se rota internamente y un clunk nuevamente es percibido.
Fractura de Segond (Figura 8), descrita como una avulsión de la cápsula lateral o,
como se define actualmente, de la inserción tibial del ligamento anterolateral
(LAL) y que se observa en alrededor del 9% de los pacientes con lesión del
LCA(33).
Una telemetría en carga de miembros inferiores sería de gran utilidad para evaluar la
alineación de la pierna y detectar deformidades en el plano coronal, en pacientes con
insuficiencia crónica del LCA, siendo la deformidad en varo el hallazgo más común.
11/28
La tomografía axial computarizada (TAC) 3D ( Figura 2) proporciona referencias
anatómicas de relevancia clínica, como
la cresta del residente y la cresta lateral
bifurcada, pudiendo ser útil de cara a la
planificación quirúrgica de la
reconstrucción del LCA(35).
El LCA normal se visualiza como una banda continua bien definida, de baja intensidad
de señal, que surge desde la cara medial del CFL hasta su inserción tibial en las
imágenes sagitales. Alteraciones en la morfología de dicho patrón son indicativas de
rotura.
Alrededor del 50% de las lesiones agudas del LCA se asocia a lesiones meniscales,
condrales o de otros ligamentos(37), que incluso se incrementa en situaciones de
insuficiencia crónica del LCA(10,11). La dificultad reside en discernir cuáles se originan al
mismo tiempo de la rotura del LCA y cuáles con el paso del tiempo, debido a la laxitud
patológica que provoca dicha rotura.
• Lesiones condrales. Michalitsis et al. documentan una incidencia del 49% de las
lesiones del cartílago articular en rodillas con LCA deficiente, resaltando que su
frecuencia y severidad aumentan con el transcurrir del tiempo, desde que se produce la
lesión ligamentosa(40). Macroscópicamente se presentan como áreas de
“reblandecimiento” condral, fracturas condrales únicas o múltiples, flaps condrales o
lesiones por impactación, y se ubican con más frecuencia en el CFL, cuando de asocian
a roturas agudas del LCA(41).
• Edemas óseos. El edema óseo es un hallazgo habitual en las RMN cuando se asocian
lesiones del LCA. Se ha advertido la presencia de lesiones subcondrales o edema óseo en
más del 80% de los pacientes que sufren una rotura aguda del LCA(42).
El patrón típico afecta al cóndilo femoral lateral (CFL) y al platillo tibial lateral (PTL)
(Figura 10), reflejando el mecanismo lesional tras una rotura del LCA, en el que, el
platillo lateral se subluxa con más frecuencia, lateralmente, causando un impacto del
borde anterolateral del fémur y del borde posterolateral de la tibia(42).
Se clasifican en 3 tipos:
La decisión del momento óptimo para la reconstrucción quirúrgica sigue siendo, aun
hoy en día, motivo de controversia. Se ha debatido tanto la fecha más temprana para
realizar la cirugía con seguridad, como hasta cuándo demorarla sin aumentar el riesgo
de lesiones secundarias de rodilla (condrales y meniscales).
Por otra parte, Kwok et al., en un metaanálisis, concluyen que realizando una técnica
quirúrgica moderna y un programa de rehabilitación acelerado no existe riesgo alguno
de déficit en el balance articular, incluso si la cirugía se lleva a cabo dentro de la
primera semana tras la lesión(44) .
3. Injertos
No existe, actualmente, el injerto ideal o gold standard para la reconstrucción del LCA.
Cada uno presenta ventajas y desventajas, por lo que un punto crucial reside en la
elección individualizada según la experiencia del cirujano, el tipo de lesión, la
disponibilidad de injertos y las necesidades y deseos del paciente: inestabilidad aislada
o multiligamentaria, edad, nivel de actividad…
Tras descartar los injertos sintéticos (LAD, Gore-Tex®…), por la alta tasa de
complicaciones posquirúrgicas, para la reconstrucción del LCA, los injertos de elección
son:
14/28
b. Aloinjertos: tibial posterior (TP), Aquiles, tibial anterior (TA), HTH y peroneo
largo (PL).
La duda gira en torno a qué autoinjerto elegir, HTH vs. ISQT, o a la elección entre
autoinjerto vs. aloinjerto.
Las ventajas del autoinjerto son: mayor estabilidad, menor tasa de revisión, menor tasa
de infección, menor coste, sin riesgo de transmisiones de enfermedades infecciosas ni
reacciones inmunes, incorporación más rápida del injerto y una recuperación más
precoz para actividades plenas. Por otra parte, las ventajas del aloinjerto son una
recuperación postoperatoria más rápida, menor dolor postoperatorio, ausencia de
morbilidad en la zona donante, una mayor variedad de tallas y formas disponibles y una
mejor cosmesis(45).
15/28
Figura 11. Tendón Gracilis (sup.) y
semitendinoso (inf.) con sus dos
vínculas.
En ocasiones, es necesario triplicar uno o ambos tendones, por el escaso grosor de los
mismos, para alcanzar así el diámetro adecuado para el relleno de los túneles óseos, ya
que la tasa de fallo de la reconstrucción es mayor cuando la plastia tiene un diámetro
menor de 7 mm.
16/28
• Tendón patelar (HTH): en su extracción, se obtienen bloques óseos de la patela y de la
TT, preferentemente de forma trapezoidal. Entre sus inconvenientes se describe un
riesgo aumentado del dolor anterior de rodilla, tendinitis rotuliana, fracturas de rótula,
fracturas de estrés de tibia, lesión del cartílago articular de la patela e hipoestesia en la
cara AL de la rodilla. Por otra parte, no se ha demostrado la pérdida de la potencia QT
en pacientes de elevada exigencia física que siguen un programa intenso de
rehabilitación(45).
Para su extracción, se procede a través de una incisión corta longitudinal, desde el polo
inferior patelar hasta la TT, y, dependiendo del grosor del tendón, delimitamos un
injerto de 8-10 mm con bisturí, en la zona medial, lateral o central del tendón. A
continuación, con una sierra se extrae el bloque óseo tibial de 15-20 mm, previo
brocado de un orificio de 2 mm en su ⅓ distal. Si la longitud del tendón es ≥ 75 mm,
podría obviarse la extracción del bloque óseo patelar, cuya obtención es similar a la ya
descrita, minimizando así la morbilidad de la zona donante.
• Tendón QT: su uso, aunque menos extendido como opción primaria, ha reportado
excelentes resultados en la literatura(45,46). Entre sus desventajas están una exigencia
técnica mayor en su obtención y una cicatriz menos estética, pero por otra parte es un
injerto muy versátil en anchura, grosor y longitud, que además puede usarse con o sin
bloque óseo.
En la actualidad, la resistencia de la
mayoría de los sistemas disponibles
sobrepasa los 450 N del umbral
fisiológico de carga del LCA sano.
2. Implantes para injertos de partes blandas (Figura 14): no hay consenso sobre el
mejor implante a utilizar.
Los sistemas de suspensión, ajustables o fijos, son los más utilizados y parecen ofrecer
las mejores propiedades mecánicas en el lado femoral. Como ejemplos, disponemos en
el mercado de TightRope® (Arthrex), Endobutton ® (Smith&Nephew), XO Button®
(ConMed), ToggleLoc® (Biomet), etc. Se les ha atribuido, debido a la distancia entre la
fijación extracortical y la inserción nativa del LCA, la creación de un efecto bungee o de
cuerda elástica y de un efecto windshield-wiper o limpiaparabrisas, generando una
dilatación de los túneles óseos, aunque sigue siendo controvertido. El primero es una
deformación elástica longitudinal del injerto, mientras que el segundo es la expresión
de la movilidad sagital intratunel del injerto(48).
4. Técnica quirúrgica
Un factor importante, aun más si el túnel femoral se prevé realizarlo transportal, es una
flexión de rodilla sin restricciones. Para ello, el paciente se coloca en decúbito supino,
sobre una mesa quirúrgica estándar, con el torniquete ubicado en la parte superior del
muslo. Un poste en la parte inferior de la mesa permite estabilizar la rodilla con flexión
de 90° (Figura 15) y, además, la posibilidad de hiperflexionar 120°, para evitar que la
20/28
salida del pin guía femoral lesione al nervio peroneo y estructuras neurovasculares
posteriores. Otros dos soportes en el lateral de la mesa ayudan a estabilizar el muslo y a
realizar un estrés en valgo, para abrir el compartimento medial.
(13) 22/28
revisiones del LCA(13). Entre sus desventajas, destaca la posibilidad de lesionar el
cuerno anterior del menisco interno al realizar el portal o el cóndilo femoral interno al
introducir la broca. También la hiperflexión reduce el campo de visión y la facilidad en
el manejo del instrumental.
4.3.1. Anterógrado/Retrógrado
23/28
Figura 19. Ligamento anterolateral.
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1.1. Introducción
Se ha puesto de manifiesto que la fisis femoral distal y la fisis tibial proximal tienen una
participación en el crecimiento total de la extremidad del 70% y 60%
respectivamente(4).
1/36
Se ha puesto de manifiesto la importante asociación entre el retraso en la cirugía y la
aparición de otras lesiones(7) intraarticulares (cartílago, meniscos), estando publicado
que el riesgo de una lesión secundaria de meniscos encuentra su pico a las 12 semanas
de la lesión con tratamiento conservador(6). En aquellos pacientes tratados con una
demora mayor de 21 semanas desde la lesión se encontró un incremento de las lesiones
meniscales y condrales, estando relacionada la lesión condral con la presencia de
patología meniscal en el compartimento dañado(8). En pacientes menores de 17 años las
posibilidades de lesión meniscal interna fueron el doble cuando la cirugía se retraso
entre 5 y 12 meses y esta posibilidad se cuadriplicó cuando se sobrepasaron los 12
meses(9).
Las ventajas de retrasar la cirugía son una mayor y mejor maduración esquelética y
psicológica del paciente, que aumenta el rango de opciones quirúrgicas. Al retrasar la
cirugía se consigue una mayor madurez esquelética, con menor tiempo de crecimiento
restante que conlleva un menor riesgo de alteraciones del crecimiento asociada a la
cirugía.
Las principales secuelas asociadas a la cirugía son las que se derivan de la lesión de las
fisis de crecimiento. Puede producirse una dismetría de miembros. o alteraciones más
graves, como son las que implican una alteración del eje: recurvatum de rodilla por
cierre precoz de región anterior de fisis tibial, valgo por cierre precoz de la porción
externa de fisis femoral y/o tibial.
1.3. Tratamiento
2/36
La realización de los túneles óseos a estas edades deberá seguir ciertas premisas. El
túnel transfisario tibial deberá realizarse levemente medial a la tuberosidad tibial
anterior (evitándola), más distal que en pacientes adultos y con una importante
apertura del ángulo de ataque de la guía específica, para evitar el daño sobre la
tuberosidad tibial anterior y minimizar la lesión sobre la fisis de la tibia proximal. Se
debe evitar la realización de un túnel excesivamente lateral, proximal o con escaso
ángulo de ataque(15,16).
Una vez confirmado el diagnóstico, en base a la edad ósea, tras la valoración de la fisis
en la radiografía simple y con el conocimiento del estadio de Tanner, se planificará la
ligamentoplastia. Existen diferentes opciones de tratamiento quirúrgico, en base a la
edad del paciente: técnicas a través de la epífisis sin ningún contacto con la fisis,
denominadas técnicas transepifisarias o extrafisarias, donde o no se realiza túnel
femoral o todo el túnel se realiza dentro de la epifisis(23,24) y técnicas que tunelizan a
través de la fisis o placa fisaria y que son denominadas técnicas transfisarias. Dentro de
las técnicas transfisarias podemos distinguir: transfiarias totales cuando atraviesan
ambas físises (femoral y tibial) y transfisarias parciales cuando sólo atraviesan una de
ellas (habitualmente la tibial).
3/36
Las técnicas se realizan con la pierna colgando libre a 90º de flexión al borde de la
camilla, bajo isquemia del miembro y con soporte lateral que permita la flexión de la
rodilla. Se utilizan los portales estándar anterolateral y anteromedial.
Se realiza con técnica de fuera adentro (mediante técnica de doble incisión). Bajo visión
artroscópica directa localizamos el punto de inicio del túnel femoral que posteriormente
verificamos bajo control radiológico. A continuación, colocamos una guía específica
(similar a la del LCP) (Figura 1) y se broca el túnel con técnica fuera-dentro: primero se
perfora con una aguja-guía de Kirschner y tras comprobar la localización (Figura 2) sin
pasar por la fisis se broca hasta obtener el diámetro que requiera la plastia (evitando
túnel mayores de 7 mm). El punto de entrada lateral debe ser distal a la fisis, cercano al
epicóndilo femoral. En la actualidad existe la posibilidad de fresado retrogrado de la
cual los autores no tienen experiencia, pero puede ser considerado de máxima utilidad.
Una vez completado el túnel femoral se mantiene en su interior una hilo-guía que
utilizaremos posteriormente para pasar el injerto.
Una vez realizados ambos túneles recuperamos el hilo de tracción desde el punto de
entrada tibial y pasamos la plastia primero por el túnel tibial y posteriormente por el
femoral, bajo control artroscópico (Figura 3). Para la fijación de la plastia utilizamos
sistemas de suspensión cortical o tornillos interferenciales bioreabsorvibles. Para la
fijación tibial utilizamos tornillos transfixiantes (si bien también se pueden utilizar
4/36
tornillos bioreabsorvibles). La rodilla se debe mantener en extensión de 10-20º cuando
tensemos la plastia y realicemos la
fijación definitiva de la misma.
5/36
En este caso, la fijación femoral se realizará mediante la ayuda del intensificador de
imágenes para asegurar el “salto” de la fisis femoral. La plastia se fija con una grapa de
osteotomía sobre la metafisis del fémur o mediante un sistema de tornillo “en poste”
con hilo de sutura no reabsorbible o, en caso de que la longitud de la plastia lo permita,
mediante un tornillo con arandela del que colgara el bucle de los tendones (Figura 4).
6/36
Figura 5. Técnica transfisaria parcial –
es decir, se atraviesa la fisis o placa
fisaria de uno de los dos huesos–. El
túnel femoral es transepifisario o
extrafisario en el espesor de la epífisis y
el tibial transfisario al realizarse a través
de la fisis.
7/36
Definiremos como total a la técnica en que en ambos huesos se realiza la tunelización a
través de la placa fisaria (Figura 6). En estos casos, la técnica será muy similar a la que
habitualmente realizamos cuando se trata de pacientes adultos o en pacientes próximos
al cierre fisario.
En los grupos estadio III de Tanner (varones entre 13 y 16 años y mujeres entre 12 y 14)
o estadio IV de Tanner aconsejamos las técnicas transfisarias parciales o totales en base
a su edad (a más edad, menor riesgo con técnica transfisaria total) con las
recomendaciones técnicas señaladas anteriormente. Son situaciones con menor
posibilidad de crecimiento óseo, por lo que realizamos idéntica técnica femoral y técnica
transfisaria tibial, en cercanía a la línea media evitando la tuberosidad tibial anterior y
en una disposición distal a la fisis tibial y “mas vertical” para así crear un túnel los mas
circunferencial posible y evitar una elipse en el fresado. Esto permite evitar
comprometer la fisis en la zona de la tuberosidad tibial anterior. La fijación la
realizamos mediante tornillo reabsorbible corto en ambas localizaciones.
1.4. Conclusiones
2.1. Introducción
El factor que más influye a la hora de obtener un mejor o peor resultado en lo que a
estabilidad articular se refiere tras realizar ligamentoplastia de ligamento cruzado
anterior (LCA), es el correcto posicionamiento y orientación de la plastia, la cual vendrá
determinada por el punto de entrada y salida tanto en el fémur como en la tibia(25).
9/36
Los errores en el posicionamiento del túnel femoral son más críticos que en el túnel
tibial, ya que una mala colocación del mismo hace la plastia no mantenga una adecuada
tensión en todo el balance articular.
El conservar el fascículos del LCA viable hace que se preserven los mecanorreceptores
del fascículo no afectado(29) que permitirán incrementar la estabilidad articular y tienen
mayor potencial curativo al mantener el aporte vascular del fascículo intacto, facilitando
así mismo el acoplamiento de la plastia sobre el fascículo íntegro de manera que actúen
sinérgicamente.
Del mismo modo la reconstrucción monofascicular permite realizar túneles de menor
diámetro consiguiendo conservar así mayor cantidad de hueso, haciendo una posible
futura cirugía de revisión más asequible.
Las reconstrucciones parciales del LCA son técnicamente más exigentes. A nivel de la
vertiente tibial la localización del punto de inserción del fascículo PL por detrás del
fascículo AM es compleja; del mismo modo en el área femoral la inserción del fascículo
AM está más profunda y por detrás del fascículo PL en el espacio intercondíleo (Figura
8).
10/36
Figura 8. Zonas de inserción de
fascículo posterolateral (PL) íntegro con
plastia del fascículo anteromedial (AM).
2.2. Tratamiento
Una vez confirmamos la presencia de rotura parcial y hemos decidido que vamos a
emplear una técnica monofascicular, pasamos a extraer la plastia.
11/36
El fascículo PL está localizado en una línea imaginaria dibujada verticalmente desde el
punto de contacto femorotibial con la rodilla a 90º de flexión, a una distancia de 5-8
mm del borde del cartílago articular (Figura 9). En este caso a través del portal
anterolateral introducimos la guía específica para, mediante técnica fuera-dentro y tras
localizar la huella del fascículo PL, introducir la aguja que saldrá en el lugar
considerado como óptimo, para posteriormente realizar fresado progresivo del túnel
femoral.
La inclinación de la aguja guía para posteriormente labrar el canal tibial es de 45º para
ambos túneles; sin embargo, en el plano axial la dirección tiene una inclinación de 20º
para el fascículo AM y 45º para el fascículo PL.
Una vez que estamos seguros de la correcta dirección del canal tibial se realiza fresado
progresivo hasta conseguir el diámetro que corresponda a la plastia obtenida.
Cuando ya hemos preparado la plastia y se han hecho los túneles femoral y tibial se
realiza el paso de la misma en dirección distal-proximal para después fijar el
componente femoral y tibial según técnica deseada (tornillo interferencial, Endobutton,
Tightrope,…)
El portal anteromedial sería empleado como portal de trabajo a través del cual se
introduciría la guía de aguja de nitinol para marcar el correcto trayecto del canal
femoral y posteriormente mediante el uso de fresas también flexibles, realizar el fresado
del canal femoral en posición anatómica.
Las técnicas fuera-dentro para la reconstrucción del túnel femoral están cada vez más
en auge ya que hay una serie de estudios que concluyen que son la mejor manera para
replicar la correcta localización anatómica de la inserción femoral del fascículo del LCA
nativo(34).
La punta de la guía del sistema FlipCutter se sitúa a nivel de la huella del LCA nativo; si
la huella no está conservada habrá que utilizar las referencias anatómicas habituales
13/36
como son la cresta intercondílea lateral y la cresta lateral bifurcada para realizar una
localización anatómica del túnel femoral.
En primer lugar se introduce la aguja guía para asegurar la correcta localización del
túnel femoral y después mediante el sistema FlipCutter se realiza retrobrocado del canal
femoral. A través del canal femoral introducimos hilo de sutura que se extrae a través
del canal tibial para posteriormente realizar el paso de la plastia.
Mediante esta técnica se puede realizar el túnel femoral trabajando con la rodilla a 90º
de flexión sin forzar la hiperflexión de la misma.
Los dos principales problemas para llegar a unas conclusiones sólidas son que no
siempre una reconstrucción bifascicular es sinónimo de anatómica y que los datos
aportados en los estudios disponibles suelen ser insuficientes(42).Un reciente estudio
retrospectivo sobre 60.000 pacientes no ha demostrado una disminución de la tasa de
revisión para el doble fascículo con respecto al fascículo simple(43). Este mismo
estudio(43) encontró menor tasa de fallo de plastia en la reconstrucción con doble
fascículo para un subgrupo, hallazgo que no se ha demostrado en la mayoría de
estudios(44,45).
Desde el punto de vista del coste-efectividad, si bien el coste directo inicial es mayor en
la técnica del doble fascículo por el mayor tiempo quirúrgico y por requerir más
implantes, el coste-efectividad global no difiere entre las técnicas SB y DB(46) .
Como conclusión podemos destacar que hay cierta consistencia de resultados en favor
de la técnica del doble fascículo(41,48,49,51) en cuanto a mejor estabilidad objetiva,
especialmente en cuanto a mejoría de la estabilidad rotacional. La relevancia clínica y
de satisfacción subjetiva del paciente de esta mejoría objetiva de la estabilidad no está
tan claramente establecida, si bien ciertos estudios también han apuntado en esta
dirección(41,52,53). Los estudios más recientes, con mayores muestras, mejor calidad
metodológica y mayor número de pacientes, en su mayoría no han encontrado
diferencias funcionales, de fallo de plastia o progresión a la artrosis entre las dos
técnicas(43–45,54) .
15/36
femoral, distinguiendo y localizando adecuadamente las zonas de inserción de cada uno
de los fascículos(35,39).
Mediante una incisión oblicua en la región medial proximal de la tibia sobre la pata de
ganso se localizan los tendones recto interno y semitendinoso, que se extraen según
técnica habitual. Utilizaremos el tendón de menor diámetro (recto interno) para la
16/36
reconstrucción del fascículo posterolateral y el de mayor diámetro (isquiotibial) para la
reconstrucción del fascículo anteromedial. Cada tendón se doblará sobre sí mismo para
obtener el diámetro deseado: 6-7 mm para fascículo PL y 7-9 mm para fascículo AM. Es
muy importante mantener una separación suficiente de los túneles femorales, con una
dirección divergente y un puente óseo de separación entre ambos túneles de no menos
de 2 mm, para evitar la comunicación de ambos túneles.
Para el fascículo PL utilizaremos una guía fuera dentro diseñada a tal efecto.
Cambiamos el portal de trabajo a PL, con portal de visión AM. Introducimos la guía
para brocado del túnel PL por el portal anterolateral y situamos la esfera del extremo de
la guía sobre el túnel del fascículo AM. A continuación situamos la zona externa de la
guía en los tres planos del espacio, a unos 2 centímetros del epicóndilo lateral del
fémur. Este segundo túnel debe situarse anterior y horizontal con respecto al túnel del
fascículo anteromedial. Perforamos con una aguja desde la cortical femoral externa a
través de la guía. Bajo control artroscópico se debe visualizar que el extremo de la aguja
perfore la cortical medial del cóndilo femoral en adecuada posición, sobre el centro de
la huella anatómica del fascículo PL. A continuación, con técnica fuera-dentro,
brocamos un túnel completo del diámetro necesario según el tamaño de la plastia
obtenida.
17/36
Para el brocado del túnel del fascículo PL también se puede realizar el brocado directo
dentro-fuera con aguja bajo visión directa, con técnica similar a la descrita para la
realización del túnel AM. Otra posibilidad es optar por un brocado con guía fuera
dentro utilizando brocas de brocado inverso.
Una vez completados los túneles femorales se procede a realizar el túnel tibial. Para el
brocado del túnel tibial utilizamos el portal anterolateral como portal de visión y el
anteromedial como portal de trabajo. En primer lugar, debemos visualizar y valorar la
huella tibial del LCA. En los casos en los que el muñón proximal sea evidente, esta
localización será más sencilla. Las referencias anatómicas, principalmente las espinas
tibiales y el cuerno anterior del menisco interno, también nos ayudan en su localización.
Con un vaporizador, marcaremos la inserción del LCA en su huella anatómica. Esta
huella tibial debe ser de al menos 14 mm para permitir la realización de una técnica
bifascicular, pues huellas más pequeñas no permiten el paso adecuado de la plastia y
pueden condicionar un mayor riego de atrapamiento de la misma en el surco
intercondíleo.
Bajo visión artroscópica directa se introducen desde los orificios de los túneles
femorales dos suturas que se recuperan a través del túnel tibial. En primer lugar,
mediante tracción de la sutura, se pasa la plastia del fascículo PL a través del túnel
correspondiente y se fija en su túnel femoral mediante un tornillo interferencial. A
continuación se pasa el fascículo AM por ambos túneles y se fija en fémur mediante un
dispositivo de suspensión cortical. Tras el paso de los dos fascículos el fascículo AM
18/36
debe quedar anterior al PL en su salida por el túnel tibial. Manteniendo la tensión sobre
las plastias se realizan 15-20 ciclos de flexión y extensión completa de la rodilla para
permitir una adecuada adaptación de las plastias dentro de los túneles óseos. Por
último, con la rodilla en 30º de flexión y rotación neutra, se realiza la fijación tibial de
las plastias mediante un tornillo interferencial.
3.4. Postoperatorio
Durante las primeras dos semanas se permite la carga parcial del miembro, con férula
semirrígida de protección, en extensión. Se inician ejercicios de flexo-extensión activa
asistida, entre 0 y 30º la primera semana y 0-60º a partir de la segunda semana. A
partir de la tercera semana se retira la férula y se permite rango de flexo-extensión libre
con ejercicios de cadena cerrada para potenciación muscular. La reincorporación a la
actividad deportiva ligera evitando ejercicios que impliquen giro se autoriza sobre los 3
meses, con reincorporación completa a la actividad deportiva entre los 5 y 6 meses,
condicionada principalmente por la recuperación de la fuerza muscular del miembro.
3.6. Conclusiones
La evidencia disponible no ha
demostrado una superioridad clínica de las técnicas bifasciculares frente a las
monofasciculares, por lo que no se puede recomendar su uso rutinario: una técnica
monofascicular con adeacuada reproducción de las huellas anatómicas aporta buenos
resultados(54) y el factor más importante para un buen resultado es la adecuada
reproducción de las huellas anatómicas del LCA, independientemente del uso de
técnicas monofasciculares o bifasciculares(54).
19/36
Vídeo 2. Se aprecia el pasaje de la
plastia a través de los túneles tibial y
femoral, siendo en el tramo
intraarticular de forma tetrafascicular y
saliendo a través del orificio femoral el
tendón del gracilis para hacer el tiempo
extraarticular.
4.1. Introducción
De esta manera tendremos una plastia tetrafascicular que restituirá el LCA nativo, y
aparte una prolongación del tendón RI que emplearemos para configurar el refuerzo
anterolateral.
21/36
Figura 11. Incisión quirúrgicas tras
realizar reconstrucción de LCA y LAL
con autoinjerto procedente de tendones
RI y ST. Rodilla Izquierda.
Para realizar la fijación distal en la tibia del LAL, en primer lugar, realizamos el pase de
la plastia por debajo de la cintilla iliotibial para fijarlo en la región anterolateral
proximal de la tibia, entre el tubérculo de Gerdy y la cabeza del peroné (Figura 13 y
Figura 14).
5. Complicaciones de la reconstrucción
del LCA
23/36
Es difícil establecer el porcentaje exacto
de complicaciones que aparecen tras
esté procedimiento, dado que en un alto
porcentaje de los casos la lesión del LCA
no aparece de forma aislada, tan solo el
37,3%(60) son reconstrucciones de este
tipo. Podríamos decir que no todas las
inestabilidades de rodilla son iguales y
por lo tanto las complicaciones varian.
En el articulo de Lymans et al.(60) en el
que estudio 70.547 reconstrucciones del
LCA durante los años 1997 al 2009
observó una incidencia de reingreso
durante los primeros 90 días tras la
cirugía del 2,3% que durante el primer
año aumentaba hasta el 6,5%.
Fractura de la rótula . Son pocos los casos descritos de fractura de la rótula durante la
extracción del injerto. Esta complicación puede evitarse sin profundizar los cortes más
de 8 mm y con una orientación de la sierra de corte de 45º en el plano sagital con
respecto al plano perpendicular de la rótula.
Podemos considerar la lesión de este nervio como la más común de las complicaciones
derivadas de la reconstrucción del LCA, llegando a tener una incidencia de hasta el
77%(62). Por ello es básico conocer su anatomía y de esta forma minimizar el riesgo de
lesión.
El nervio safeno interno es una rama sensitiva terminal del nervio femoral. Únicamente
sensitivo, se divide, a nivel del cóndilo femoral interno, en dos ramas. Una rama
infrapatelar que se dirige anterior para recoger la sensibilidad de la parte anteriomedial
de la rodilla (Figura 15). Otra rama, el propio nervio safeno, que se dirige distalmente
por la región medial de la rodilla detrás del sartorio y en íntima relación con el músculo
recto interno para posteriormente hacerse subcutáneo y descender hacia el pie junto
con la vena safena por la cara interna de la pierna.
Es una de las complicaciones más frecuentes con una incidencia que varía desde el 3%
hasta el 47%. La etiología de este dolor es muy variada desde lesiones patelo-femorales
previas hasta contracturas en flexión, debilidad del cuádriceps y sobrecarga del tendón
rotuliano durante la rehabilitación.
5.2.2. Hemartros
5.2.3. Infección
26/36
Tabla 2. Criterios MSIS
(Musculoskeletal Infection Society) de
infección. Debe estar presente uno de
los dos criterios mayores o cuatro de los
seis criterios menores.
El riesgo de desarrollar una trombosis venosa durante los primeros 90 días tras la
reconstrucción del LCA es relativamente bajo. Graskill et al.(69) publicaron una
incidencia de 0,53% en un estudios sobre 15.767 pacientes. La edad por encima de 35
años, el sexo femenino, un indice de masa corporal superior a 25, el hábito tabáquico, y
el uso de anticonceptivos orales pueden estar relacionados con un mayor riesgo de
padecer TVP(70).
5.2.5. Estabilidad
Lesiones asociadas. Se estima que más de un 15% (73) de los fallos en las plastias de
reconstrucción son debidos a errores en el diagnóstico de lesiones asociadas. Las
inestabilidad que probablemente más pase por el alto es la posterolateral, se estiman
que la incidencia de esta inestabilidad en paciente con déficit cronico del LCA es del 10-
15%.
27/36
Fallo en la elección del tipo de plastia. No parece que exista una relación entre el tipo de
plastia empleada para reconstrucción y la aparición de inestabilidad(73).
5.2.6. Artrofibrosis
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36/36
Indice | Curso PNFA
pnfartroscopia.com/cursos/cod/0203/contenidos/01/13/01
1. Introducción
Johnson y Fu (1) establecieron que “debería considerarse un fallo clínico toda rodilla
intervenida por rotura del ligamento cruzado anterior (LCA) que presente una
inestabilidad recurrente o que, aun siendo estable, presente dolor o rigidez, con un
rango de movimiento entre 10° y 120°”. Por su parte, Alford et al.(2) establecen que una
diferencia lado a lado de + 3 mm (medida con el artrómetro KT-1000®, MEDmetric,
San Diego, California) o un desplazamiento absoluto de más de 10 mm tiene una
sensibilidad del 99% para la rotura del LCA.
La tasa de buenos y excelentes resultados en la cirugía del LCA primario está entre el 75
y el 90%(3); la extrapolación de estos resultados implica que hay alrededor de un 10-
15% de fallos susceptibles de cirugía de revisión y, aunque la lesión repetida por
traumatismo es frecuente, varios autores(4) citan los errores técnicos como causa de
más del 70% de las reconstrucciones fallidas. La identificación de la causa de la
rerrotura, la selección del injerto, los sistemas de fijación y la recolocación de los
túneles son algunos de los muchos detalles a cuidar en la cirugía de recambio del LCA .
El objetivo de este capítulo es centrarse en la técnica quirúrgica del recambio del LCA
repasando los detalles pre-, intra- y postoperatorios que llevan al éxito de esta
intervención; asimismo, se describen de forma resumida las causas más frecuentes de
rerrotura del LCA, las diversas opciones quirúrgicas en cirugía de revisión del LCA y se
realiza una breve descripción de las complicaciones más frecuentes y las técnicas de
rehabilitación más actuales.
2. Planificación preoperatoria
1/22
Tabla 1. Historia clínica (datos
relevantes).
Dentro de la planificación
preoperatoria, un punto muy
importante es identificar las causas que
llevaron a la rotura de la plastia del LCA
y, por tanto, a una inestabilidad
recurrente; en ocasiones, los defectos
técnicos de la cirugía primaria son
evidentes, el obviar lesiones asociadas o
factores de riesgo de fracaso en el
paciente puede ser otra causa, mientras
que en otras simplemente existe un
nuevo antecedente traumático que
justifican la rerrotura, pero a menudo
no existe una causa claramente
identificada, por lo que hemos de ser cuidadosos en el análisis de estos pacientes para
identificar dichas causas y corregirlas si es preciso.
La Tabla 2 resume las causas más frecuentes de fracaso de la cirugía primaria del LCA .
3/22
Figura 1. Imagen intraoperatoria que
muestra la situación idónea anatómica
del túnel femoral, dejando
aproximadamente 2-3 mm tanto de
pared posterior como en la región
inferior al túnel.
Siguiendo los mismos trabajos anatómicos antes referidos de Smigielski y Siebold (7,12)
que describen la inserción del LCA como en forma de C, a lo largo del borde lateral de la
espina tibial medial y anterior a la raíz del menisco externo, nuestra recomendación
actual coloca el túnel tibial ligeramente excéntrico, anterior y medial, a 5 mm del centro
de la huella en la tibia del LCA (Figura 2).
4/22
Figura 2. Salida de la aguja guía para el
túnel tibial ligeramente excéntrico,
anterior y medial, a 5 mm del centro de
la huella en la tibia del ligamento
cruzado anterior.
5/22
Tabla 3. Fallos habituales en la colocación de los túneles y su consecuencia sobre la
tensión de la plastia.
Si los túneles están bien posicionados otra posible causa de fallo es la presencia de
lesiones asociadas que puede afectar a estabilizadores secundarios de la rodilla. Un 15%
de los fracasos de la plastia de LCA se deben a alguna lesión ligamentosa concomitante
no tratada. Hasta un 20% de los casos de lesión del LCA asocian lesión del ligamento
lateral interno, que cura generalmente con tratamiento no quirúrgico pero que si deja
cierta inestabilidad residual en valgo puede contribuir al fracaso de la plastia(15). En las
roturas crónicas del LCA, podemos encontrar una laxitud posterolateral hasta en el 15%
de los casos. Ni las técnicas mono ni bifasciculares pueden restaurar la cinemática de la
rodilla en presencia de lesión del ligamento colateral lateral(16).
En este apartado cada vez se presta más atención a la lesión del llamado ligamento
anterolateral (LAL), un engrosamiento de la cápsula anterolateral responsable de la
imagen radiográfica de la fractura de Segond(15). La lesión de esta estructura podría ser
la responsable de la inestabilidad rotacional persistente según algunos estudios
anatómicos (Vídeo 1).
Por último, debemos tener en cuenta como factor influyente en el fracaso de la plastia
previa una posible malalineación ósea, tanto en el plano sagital como en el plano
coronal. Las rodillas varas deben ser estudiadas cuidadosamente para determinar la
presencia de un lateral thrust o movimiento de “vaivén” lateral durante la marcha,
algunos autores defienden la realización de una osteotomía tibial valguizante en estos
6/22
casos; a esta corrección coronal se puede asociar un discreto efecto de disminución de
la pendiente tibial con el fin de compensar la traslación anterior por la deficiencia de
LCA y esto en los casos más leves o de menor demanda pues ser suficiente y hacer
innecesaria la reconstrucción con plastia. Al hilo de este concepto, en el plano coronal,
en los últimos años se ha hablado mucho de la influencia de la caída tibial posterior
(posterior tibial slope, PTS) sobre el riesgo de lesión del LCA. Algunos autores
defienden la osteotomía correctora para deflexionar el extremo proximal de la tibia si el
PTS es superior a 12º (Normal entre 5º y 9º) en los casos de revisión de
ligamentoplastia de LCA(19) (Figura 4).
3. Técnica quirúrgica
7/22
interferencial para no empujar la plastia contra la zona más débil de nuestro túnel.
Pensar a priori en una técnica en 2 tiempos también es una opción aceptable en casos
de túneles bien situados con diámetro de más de 18-20 mm.
Figura 5. Comprobación de la
integridad del túnel tibial en cirugía de
revisión del ligamento cruzado anterior.
9/22
escopeta.
La técnica anatómica mediante portal anteromedial (AMP) es idónea para evitar los
túneles antiguos, sobre todo si la cirugía primaria fue hecha mediante técnica
transtibial (Figura 6). Un portal accesorio pararrotuliano anteromedial o AMP debe
crearse bien inferior, justo por encima del cuerno anterior del menisco medial y lo más
pegado al cóndilo femoral interno (CFI), teniendo cuidado, eso sí, de no dañarlo en el
momento de la introducción de la broca; hoy en día existen agujas guías y brocas
flexibles que, utilizadas junto con una guía femoral curva, minimizan esta complicación,
como también existe la posibilidad de utilizar hemibrocas especiales que permiten
pasar con menos peligro de erosión del CFI su parte más plana.
10/22
Figura 7. Imagen radiológica
postoperatoria tras ligamento cruzado
anterior donde se muestra la fijación
femoral con dispositivo en suspensión
apoyado en la cortical externa y fijación
tibial mediante tornillo interferencial
Bio.
La visualización periódica a través del túnel tibial nos permitirá conocer la situación
exacta de la antigua plastia, su túnel y si lo estamos invadiendo. Cuando es necesaria la
retirada de material previo como los tornillos interferenciales, resulta imprescindible a
menudo tener el destornillador adecuado, escoger el portal previo desde el cual se
introdujo y flexionar la rodilla imitando el momento implantación. Si no se puede
extraer un tornillo interferencial previo, se puede brocar sobre ellos directamente,
siempre y cuando sean biorreabsorbibles. Si se han usado grapas, es recomendable
tener el extractor apropiado y tener en cuenta que, a pesar de ser dispositivos de menor
tamaño, en general pueden dar lugar a una pérdida de masa ósea importante al
retirarlas si están fuertemente integradas.
Aunque no existe una medida específica que contraindique la cirugía en un solo tiempo,
en caso de túneles muy ensanchados, fístulas de líquido sinovial a través del túnel o de
plastias artificiales con intensa sinovitis, si pensamos que puede quedar comprometida
la fijación en la cirugía del recambio, éste lo haremos en 2 tiempos, colocando injerto
óseo en los túneles antiguos en primer lugar y, al cabo de 3-4 meses, realizando el
segundo tiempo quirúrgico de reconstrucción del LCA; el fenómeno de expansión de los
túneles óseos ocurre con mayor frecuencia con el uso de plastias de isquiotibiales,
aloinjerto de Aquiles e implantes sintéticos (actualmente no permitidos), provocado en
parte por el efecto denominado “parabrisas” dentro del túnel cuando éste no se ajusta
perfectamente a la plastia; este efecto se minimiza utilizando tornillos interferenciales
11/22
que bloqueen la plastia lo más cerca posible de su salida a la articulación. Otra situación
que nos puede obligar al recambio en 2 tiempos es la rigidez, una falta de movilidad
mayor de 5° en extensión y de 20° en flexión, así como una infección activa.
12/22
Figura 8. Imagen intraoperatoria en el
momento de la inserción de una plastia
tetrafascicular trenzada con
isquiotibiales, según técnica descrita por
Samitier en Journal of Arthroscopy
Techniques, acoplada a un dispositivo
en suspensión deslizante.
Una vez fijado el injerto en el fémur, se deben realizar varios ciclos de flexoextensión de
la rodilla para preinstalar el injerto antes de la fijación, lo cual hace que se reduzca la
elongación del injerto después de fijado y permite comprobar que el injerto no tenga
ningún movimiento en la salida tibial, es decir, que se halla en posición isométrica.
Antes de la fijación tibial, probaremos la tensión del injerto con el gancho bajo control
artroscópico y la sensación debe ser la misma o parecida a la que tenemos con un LCA
normal.
13/22
En cuanto a las técnicas de doble fascículo, el papel dinámico de los fascículos
anteromedial y posterolateral en la estabilidad a diferentes ángulos de flexión no está
claro. El fascículo anteromedial tiene una tensión constante desde la extensión
completa hasta los 90° de flexión, mientras que el fascículo posterolateral disminuye su
tensión con ángulos mayores de flexión(4).
Puesto que el LCA tiene 2 fascículos principales, algunos estudios biomecánicos han
demostrado que el LCA no se comporta de forma completamente isométrica en todo el
rango de flexoextensión, pero parece lógico, y algunos estudios así lo han demostrado,
enfatizar la necesidad de limitar los cambios de longitud intraarticular de la plastia a
menos de 3 mm durante la movilización de la rodilla para no comprometer la fijación
durante la rehabilitación.
14/22
Vídeo 1. Revisión del ligamento
cruzado anterior (LCA) utilizando una
plastia hueso-tendón-hueso (HTH).
Reconstrucción del ligamento
anterolateral.
Otras posibles indicaciones (30) de asociar reconstrucción del LAL son: práctica de
deportes con movimientos de pivotaje o deportistas de alto nivel, laxitud ligamentosa y
fractura de Segond, roturas crónicas del LCA, edad menor de 25 años, y signo del surco
en cóndilo femoral externo.
Ante una rotura del LCA, se deben explorar y examinar las pruebas complementarias de
todos los elementos estabilizadores pasivos de la rodilla tanto en la consulta como en
quirófano, bajo anestesia. Las lesiones asociadas pueden comprometer el futuro de la
plastia por inestabilidad residual; estructuras como el ligamento lateral interno (LLI), el
ligamento lateral externo (LLE) y el ángulo posteroexterno (APE), el LCP y la cápsula
posterior e incluso meniscectomías, en especial del cuerno posterior del menisco
interno, pueden alterar la cinemática de la rodilla y, por tanto, aumentar las
solicitaciones sobre el LCA. Más del 15% de los fracasos de la cirugía del LCA es debido
a la falta diagnóstica de algún tipo de lesión ligamentosa, meniscal o cartilaginosa
asociada en el momento de la cirugía(10) (Figura 9).
15/22
Figura 9. Reconstrucción de LCA
artroscópica mediante semitendonoso-
recto interno autólogo (flecha roja) +
reconstrucción abierta de Ligamento
Lateral Interno (LLI), porciones
profunda y superficial (flechas verdes) +
Ligamento Popliteo oblicuo (POL)
(flechas amarillas).
La lesión asociada del LCP y el LCA no es frecuente, pero puede inducirnos a error en la
toma de decisiones; tradicionalmente, se ha optado por reconstruir en primer lugar el
LCP, de rehabilitación más lenta y centrada en el cuádriceps (opuesto a la rehabilitación
del LCA), devolviendo así la tibia a su posición anterior para, en un segundo tiempo
quirúrgico, reconstruir el LCA. La tendencia más actual es intentar resolver la
inestabilidad de ambos ligamentos en un solo tiempo quirúrgico. Si por error se fijara
en primer lugar el LCA sin tratar el LCP y dejando la rodilla en una situación de cajón
posterior, ésta será una causa de fracaso previsible del LCA.
4. Complicaciones
4.1. Infección
Las infecciones deben ser clasificadas en la categoría de fallo biológico, pues aunque los
factores técnicos durante la intervención o en el postoperatorio pueden influir, la
infección es rara en esta cirugía, apenas un 0,5%, aunque puede ser devastadora. La
persistencia de signos clínicos como la fiebre por encima de 38°-39°, unos parámetros
analíticos elevados (leucocitosis, aumento de la proteína C reactiva –PCR– y la
velocidad de sedimentación globular –VSG–), dolor en fondo de saco subcuadricipital y
16/22
derrame de características inflamatorias o infecciosas deben plantear la necesidad de
irrigar la articulación abundantemente de inmediato y desbridarla mediante lavado
artroscópico, asociando terapia con antibióticos de amplio espectro, de forma empírica,
a la espera de los cultivos.
17/22
fibroso neoformado, resecando las posibles lesiones de cíclope y, si existe pinzamiento,
puede ser necesaria la trocleoplastia para, a continuación, realizar una manipulación
suave de la rodilla forzando progresivamente el déficit existente.
En ocasiones, la rigidez es tal que la plastia se hace innecesaria y puede resultar incluso
aconsejable la resección de la misma para eliminar las presiones sobre el cartílago
articular y permitir mayor rango de movilidad.
Muchos de los problemas del aparato extensor se pueden prevenir mediante una técnica
quirúrgica cuidadosa y precisa, así como con un protocolo de rehabilitación adecuado
que incida en la recuperación del trofismo muscular del cuádriceps, principal
responsable de los desequilibrios a nivel del aparato extensor.
Uno de los objetivos primordiales de la cirugía del LCA es la prevención del desgaste de
la rodilla mediante la estabilización de la misma. El desarrollo de la artrosis también
puede ser el resultado de lesiones previas o bien del traumatismo inicial que podría
haber causado lesiones de cartílago, menisco, edema óseo o bone bruises de la literatura
en inglés, o de otros ligamentos de la rodilla.
18/22
Se considera un fallo biológico cuando una rodilla con una plastia de LCA, autóloga o
aloinjerto, no teniendo ningún error técnico quirúrgico ni traumatismo posterior, se
vuelve inestable. Es conocido que cualquier injerto autólogo o aloinjerto una vez
implantado sufre unos procesos biológicos, como necrosis del injerto, revascularización,
repoblación celular, aposición de fibras colágenas y remodelación, un proceso que se
conoce como ligamentización. El retraso de revascularización del injerto, por una
tensión excesiva, una inadecuada inmovilización postoperatoria, una infección o la
reacción inmune, origina un retraso de la integración del injerto (26). Durante la fase de
ligamentización, la plastia es particularmente sensible, exigiendo cuando se utilizan
aloinjertos una rehabilitación algo más cuidadosa y lenta. También, como se ha visto en
modelos de animales, la integración de las plastias tendinosas es más lenta que con
plastias que incorporan hueso, aunque no se ha demostrado clínicamente(36) (Figura 10
y Figura 11). Algunos estudios han postulado que las plastias mixtas de alo- y
autoinjerto podrían estar relacionadas con una peor integración y mayor tasa de
fracaso, sin embargo, esto no ha podido demostrarse hasta la fecha.
19/22
tras una revisión fue del 11%, de estas reintervenciones las más frecuentes fueron
debidas a actuaciones sobre el menisco
27%, seguidas de nuevas
reconstrucciones del LCA 19%,
procedimientos sobre el cartílago 17%,
retiradas de material 11 y
artrolisis/sinovectomía en un 9%.
5. Rehabilitación
Existen protocolos que marcan las pautas para el retorno a las actividades restringidas o
al deporte cuando se cumple que el paciente posee(38):
6. Conclusiones
Agradecimientos
Al Dr. Ramón Cugat Bertomeu; muchas de las ideas y técnicas reflejadas en este
capítulo son fruto de sus enseñanzas de toda una vida dedicada a la Cirugía
Artroscópica de Rodilla.
Bibliografía recomendada
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23/22
Indice | Curso PNFA
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1. Recuerdo anatómico
El ligamento cruzado posterior (LCP) es una estructura muy resistente, con un límite de
rotura que varía entre 739 y 1.627 N(1), lo que representa una resistencia superior a la
del ligamento cruzado anterior (LCA) de especímenes de edad similar. El LCP es el
elemento principal que limita el desplazamiento posterior de la tibia , representando
aproximadamente el 90% de la resistencia a lo largo del arco de movimiento de la
rodilla, aunque a medida que la rodilla se aproxima a la extensión, otras estructuras que
contribuyen a la estabilidad se hacen protagonistas, lo que puede explicar que algunas
roturas aisladas produzcan una sintomatología poco marcada y bien tolerada por los
pacientes (2).
Las fibras del LCP se pueden dividir en 2 fascículos principales, el anterolateral (FAL),
que es el más voluminoso, y el posteromedial (FPM), aunque para algunos autores esta
división es demasiado simple y consideran que el LCP muestra un comportamiento de
solapamiento entre sus fibras, o –en caso de dividirlo en fascículos– una estructura
compleja con 3 o 4 fascículos diferenciados. Aunque estos fascículos están separados a
nivel del fémur, su inserción tibial es mucho menos diferenciada. El FAL se inserta
principalmente en el techo de la escotadura intercondílea y tiene un área de inserción
que es prácticamente el doble que la del FPM: unos 115 mm2. El FPM lo hace sobre todo
en la pared medial de la escotadura, de manera algo más proximal que el FAL. El FAL
tiene una sección mayor y es más resistente que el FPM(3).
De acuerdo con los estudios biomecánicos(4), el FPM está tenso en extensión completa
de la rodilla, por lo que parece resistir la hiperextensión y se relaja durante la flexión
intermedia, para volver a tensarse en flexión máxima, resistiendo así el desplazamiento
en cajón posterior. El FAL está relajado cuando la rodilla está en extensión (lo que
vemos en los estudios de resonancia magnética –RM–, dándole el característico aspecto
curvado), para tensarse al flexionar la rodilla.
A medida que nuestro conocimiento de las lesiones del LCP va aumentando, también lo
1/18
hace la exigencia en el diagnóstico: hace unos años, era suficiente con determinar si el
ligamento posterior estaba roto o no; hoy en día, sabemos que es crucial no sólo
deslindar aquellas roturas parciales (o de grado 1) de las totales, sino también
determinar si existen lesiones acompañantes que obliguen a una reparación simultánea,
para evitar los fracasos de las plastias del LCP(7).
La historia clínica puede dar información muy importante sobre el mecanismo de lesión
y –por lo tanto– las posibles lesiones asociadas. En el ámbito deportivo, un mecanismo
típico es el traumatismo sobre la cara anterior de la región proximal de la pierna del
portero de fútbol en la salida, al chocar contra el delantero mientras se mantiene en
posición flexionada, casi fetal, para proteger el balón; otro es el impacto directo sobre la
tuberosidad tibial anterior contra el suelo, en una caída con el pie en flexión plantar.
Este mecanismo suele producir una rotura del FAL, ya que el FPM se tensa en
extensión, pero está relajado en esta posición de flexión intermedia. Por contra, el FPM
será el primero en romperse en las lesiones por hiperextensión.
En los accidentes de tráfico, los mecanismos posibles son múltiples, pero es frecuente
entre los motoristas, al golpear contra un objeto fijo o un vehículo con la cara anterior
de la región proximal de la pierna, o por el impacto contra el salpicadero en los
automovilistas. En las roturas aisladas, los pacientes suelen presentar un derrame
moderado, con una discreta limitación de la extensión de la rodilla, y referir el dolor a la
región poplítea. A diferencia de lo que ocurre en las lesiones crónicas del LCA, los
pacientes con una rotura crónica del LCP suelen referir más dolor que inestabilidad. En
las lesiones agudas del LCP, y especialmente si se asocian a las de estructuras periféricas
(o si se sospecha una luxación de rodilla autorreducida), es fundamental realizar un
examen neurovascular que descarte lesiones en la arteria poplítea o en el nervio ciático
poplíteo externo. Si existe cualquier duda sobre una posible afectación vascular, está
indicada la realización de una arteriografía, de la misma manera que si los pulsos
distales están presentes pero son progresivamente más débiles, por el riesgo de que
exista una lesión en la íntima arterial, o si el índice braquiosural es inferior a 0,8
comparado con el del lado sano (8).
Muchas veces, la lesión del LCP se diagnostica por simple inspección, al apreciar la
caída tibial posterior con la rodilla en flexión. El signo más fiable para diagnosticar una
rotura del LCP es el cajón posterior (Figura 1, Vídeo 1), que debe realizarse con el pie en
posición neutra, en rotación interna y en rotación externa. Bergfeld describió un curso
clínico más benigno, con menor limitación funcional, en aquellos pacientes en los que el
cajón posterior se reduce significativamente en rotación interna(9).
2/18
Figura 1. Cajón posterior 3+.
El test del resalte dinámico posterior fue descrito por Shelbourne et al.(10) en 1989 y se
trata de una prueba muy fiable pero que se realiza pocas veces. Se lleva a cabo
flexionando la cadera del lado afectado hasta los 90º y extendiendo pasivamente a
continuación la rodilla. Al irse extendiendo, el efecto combinado de la gravedad y de la
tensión de los isquiotibiales genera una subluxación posterior de la tibia que está
sometida a tensión por lo que, al reducirse y aproximarse la rodilla a extensión (Vídeo
2), se produce un resalte visible y habitualmente audible que no suele ser doloroso.
3/18
fuerza valguizante a la rodilla. Mientras se lleva la rodilla a extensión, el examinador
palpa el reborse subluxado del plato tibial externo, que se reducirá bruscamente al ir
llevando la rodilla a extensión.
El test del dial se realiza en supino o en prono (11) con las rodillas flexionadas 30º y 90º.
En ambos casos, se mantienen las rodillas juntas y se realiza una rotación externa
forzada de las tibias aplicando la fuerza desde los pies. Si existe una diferencia superior
a 10º, el test se considera positivo y, aunque la medición angular sea difícil, la regla
simpe es que “si puedes verlo, es que existe”. Si el test es positivo sólo a 30º, la lesión
predominante es de las estructuras posterolaterales, y si es positivo a 90º, la lesión será
del ligamento cruzado posterior; lógicamente, si el test es positivo en ambas posiciones,
tendremos que presumir que existe una lesión combinas posterior-posterolateral.
En general, hoy en día la mayor parte de las veces se confirma la presencia de una
rotura del LCP por medio de un estudio de RM (Figura 2), que muestra una fiabilidad
superior al 96%(14), aunque en lesiones crónicas –sobre todo con afectación parcial–
puede no ser tan precisa, por lo que la exploración física sigue siendo absolutamente
fundamental para el diagnóstico correcto.
4/18
Figura 2. A: resonancia magnética
(RM) que muestra la ausencia de
visualización del ligamento cruzado
posterior (LCP) en una lesión completa
del mismo; B: imagen de RM de la
plastia de sustitución del LCP (realizada
con tendones de la pata de ganso
autólogos) en el mismo caso.
3. Historia natural
4. Tratamiento quirúrgico
4.1. Indicaciones
5/18
Actualmente, las indicaciones quirúrgicas para las roturas del LCP incluyen a aquellas
lesiones combinadas en las que el LCP esté afectado, las laxitudes sintomáticas de
grado 2 y 3, y las fracturas por arrancamiento, aunque la evolución de las técnicas
quirúrgicas y el conocimiento de la historia natural de estas lesiones podría modificarlas
en el futuro (8). En la planificación de la cirugía deben tenerse en cuenta el tipo de injerto
que se va a emplear, si la reconstrucción se hará con 1 o 2 fascículos, si se va a utilizar
una técnica transtibial o una fijación inlay, y si es necesario resolver alguna
inestabilidad asociada a la del LCP o realizar una osteotomía para aumentar la
pendiente tibial (Figura 3).
Figura 3. A: radiografía
anteroposterior de una osteotomía de
apertura tibial anterior,
anti-recurvatum, para compensar un
recurvatum excesivo en un paciente con
fracaso de plastia del ligamento cruzado
posterior (LCP); B: radiografía lateral de
una osteotomía de apertura tibial
anterior, anti-recurvatum, para
compensar un recurvatum excesivo en
un paciente con fracaso de plastia del
LCP.
La mayor parte de los estudios publicados usando un solo fascículo muestran unos
resultados en los que se restaura la estabilidad de la rodilla en el cajón posterior
(medida como un desplazamiento de 5 mm o menos con KT-1000 a 90° de flexión) de
alrededor de un 75%, con independencia del tipo de injerto empleado(19-21), lo cual,
unido a la evidencia biomecánica que demuestra que las técnicas “isométricas” no
logran un control satisfactorio del cajón posterior, ha hecho que –en los últimos años y
aunque todavía no exista una evidencia clínica clara a su favor– se haya producido una
tendencia a utilizar técnicas con doble túnel femoral. Al comparar rodillas operadas de
(22) 6/18
roturas del LCP con especímenes intactos, Wijdicks et al.(22) encontraron una laxitud
residual de 4,8 mm a 90° de flexión para las reconstrucciones con un único fascículo,
mientras que las reconstruidas con técnica bifascicular tenían un incremento de tan
sólo 0,6 mm.
Desde la vía AI, y con la óptica en AE, se desbridan los restos del LCP, tratando de
mantener los ligamentos meniscofemorales que pudiesen permanecer íntegros y
delimitar (incluso con electrobisturí o vaporizador) los márgenes de la zona de inserción
femoral original, que muchas veces es fácilmente identificable. Sea con una
reconstrucción uni- o bifascicular, los túneles deben encontrarse dentro de la zona de
inserción nativa del LCP.
8/18
Figura 5. Cánula de trabajo introducida
desde el portal posterointerno de una
rodilla derecha, visto con la óptica en el
portal anterointerno modificado.
9/18
Figura 7. Reconstrucción del ligamento
cruzado posterior con doble fascículo en
una luxación de rodilla (con
reconstrucción simultánea del ligamento
cruzado anterior) empleando sistema de
fijación cortical de suspensión de tipo
Endobutton®.
10/18
ayuda la posición de la inserción del cuerno posterior del menisco interno, visto desde
el portal PI, pero es obligatorio tener una visión clara de la zona de inserción del LCP
antes de realizar ningún tipo de perforación. Manteniendo la óptica en PI, se introduce
por el portal AI la guía tibial y se labra el túnel óseo, comprobando primero la posición
de la aguja guía y, después, asegurándonos de que no progresa si es empujada por la
broca, para lo cual se puede emplear una cucharilla o un instrumento de los disponibles
en los instrumentales específicos de las distintas casas comerciales (Figura 10).
Al realizar los túneles femorales ciegos, nos resulta más sencillo introducir los injertos
desde tibial. Si usamos un doble fascículo, primero introduciremos el FPM y luego el
FAL, para permitir un paso más sencillo y que un fascículo no obstruya la visión del
otro. Se puede pasar fácilmente (con ayuda de 2 pinzas de fragmentos de artroscopia)
una sutura desde el portal AI al interior de la rodilla, para recogerla desde la apertura
articular del túnel tibial, para exteriorizarla en la cara anterior de la tibia. En este
momento, se anuda sobre las suturas guía de los Endobutton ® o del taco óseo de la
plastia si es unifascicular (en cuyo caso, debe ser de unos 20 mm tan sólo, para permitir
el giro intraarticular) y, tirando de ella, se sacan las suturas por el portal AI, o
directamente, a través del túnel femoral. Para que este paso sea sencillo, debemos darle
a las suturas guía una longitud suficiente (generalmente, deben tener al menos 25 cm
una vez dobladas).
12/18
Figura 12. Modificación del ángulo de
tracción de las suturas guía que salen del
túnel tibial en una reconstrucción del
ligamento cruzado posterior con el
instrumento específico de la casa Karl
Storz, introducido desde el portal
posterointerno.
Las ventajas teóricas del abordaje con una fijación inlay tibial son el hecho de que
elimina el riesgo de error al labrar el túnel tibial, interiorizándolo; que permite utilizar
injertos de gran calibre, al evitar el engorroso paso de la plastia a través del túnel, o el
tener que emplear un diámetro muy grande de túnel tibial; que no existe el riesgo de
que la plastia se deslice por una fijación inicial insuficiente; que no existe un “ángulo
asesino”; y que proporciona una opción idónea para casos de revisión, con
independencia de que se haya producido una dilatación del túnel tibial. Sin embargo,
presenta también inconvenientes, que hacen que no sea la técnica más utilizada: sobre
todo, la incomodidad del posicionamiento en decúbito lateral para realizar el abordaje
posterior o la necesidad de cambiar al paciente de posición intraoperatoriamente.
14/18
Las roturas del LCP en niños son, al igual que en los adultos, mucho menos frecuentes
que las roturas del LCA. De hecho, la mayor parte de las publicaciones se refieren a
casos aislados y hay muy pocas series con varios casos(33) en los que se han descrito
tanto tratamientos conservadores como quirúrgicos. En general, el tratamiento
quirúrgico ha mostrado buenos resultados, tanto desde el punto de vista de dolor como
de función, sin que se hayan notificado alteraciones significativas del crecimiento, a
pesar de que la mayor parte de las técnicas quirúrgicas empleadas violan al menos una
de las dos fisis fértiles en estos pacientes(34).
En los niños, parece que son más frecuentes las lesiones por avulsión preferentemente
en el lado femoral, que podrían tratarse por medio de reinserciones por vía abierta o
artroscópica. La reconstrucción con auto o aloinjerto, incluso empleando el tendón del
semitendinoso materno en fresco si el niño es muy pequeño(35) de las lesiones
completas del cuerpo del LCP, parece dar buenos resultados, permitiendo un nivel de
actividad física notable, aunque se desconoce la evolución a largo plazo de estas
rodillas.
6. Manejo postoperatorio
Uno de los puntos críticos en el manejo postoperatorio de los pacientes operados de una
rotura del LCP es evitar la caída posterior de la tibia, que parece ser uno de los factores
condicionantes de la tendencia a perder estabilidad progresivamente, a pesar de
obtener una correcta sensación intraoperatoria. Recientemente, han aparecido en el
mercado varias órtesis posquirúrgicas específicas para combatir este problema, con
ayuda de un soporte colocado en la zona de la pantorrilla y que ejerce una presión hacia
adelante sobre la pierna, con el fin de permitir la movilidad del paciente y la rodilla,
reduciendo el estrés inicial sobre la plastia (MEDI-LCP). Nosotros hemos tenido la
oportunidad de emplearlas desde hace varios años y –aunque tienen algún problema,
como la conveniencia de colocar al paciente también una media de compresión, por el
riesgo potencial de trombosis venosa profunda (TVP) que supone la compresión de la
pantorrilla por el soporte– los resultados son extremadamente satisfactorios (Figura
15), mejorando la estabilidad final que conseguimos, de manera constante.
15/18
Figura 15. Resultado de la plastia del
ligamento cruzado posterior con
tendones de la pata de ganso,
respetando los restos previos y evitando
la caída posterior de la tibia con órtesis
específica.
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18/18
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1. Introducción
El dolor en la cara anterior de la rodilla (DAR) es una entidad muy frecuente en nuestro
medio. Boling et al.(1) han encontrado una prevalencia del 15% en mujeres y del 12% en
hombres. Además, estos mismos autores han observado una incidencia anual de 33 por
1.000 en mujeres y 15 por 1.000 en varones, siendo la incidencia en mujeres 2,23 veces
más alta que en varones. Estos datos se basan en un estudio realizado en una población
militar. En la población general no tenemos datos fiables en estos momentos. Sin
embargo, a pesar de su alta incidencia y prevalencia, su patogénesis todavía no está
totalmente aclarada. Clásicamente, se han descrito 2 teorías para dar explicación al
DAR. Una, mecanicista, se basa en la mala alineación femoropatelar, mientras que otra,
más compleja, invoca una alteración en la homeostasis de la rodilla (2). Este capítulo
pretende exponer el conocimiento actual sobre el DAR y las posibilidades terapéuticas
existentes.
Una segunda entidad que afecta con frecuencia a la AFP es la inestabilidad o luxación
recidivante de la rótula. La etiología y los factores predisponentes de esta entidad están
mucho más claros que en el caso del DAR. En el plano terapéutico, especialmente en los
últimos años, se ha impuesto lo que se conoce como tratamiento “a la carta”, dirigido a
corregir las diferentes alteraciones anatómicas que favorecen la inestabilidad. A
continuación, se expondrá el algoritmo diagnóstico, con el protocolo radiológico preciso
para poder planificar una cirugía destinada a corregir los factores predisponentes.
Por último, se abordará una tercera entidad menos frecuente, la artrosis femoropatelar
aislada. Se trata de un problema menos estudiado y conocido, predominante en el sexo
femenino, que comparte factores de riesgo con las 2 patologías anteriores y que debe
tener un abordaje terapéutico específico que se expondrá a continuación. De alguna
manera, se puede considerar que hay cierta linealidad entre las 3 grandes entidades
incluidas en este capítulo.
2. Estudio clínico
Es importante tener en cuenta que, aunque pueda tener problemas específicos, la AFP
forma parte de la rodilla y, por tanto, sus problemas pueden presentarse acompañados
de otras patologías de esta articulación. Este hecho obliga a hacer una evaluación global
1/14
de la rodilla, identificando cuidadosamente los puntos exactos de dolor, descartando
inestabilidad ligamentosa, comprobando la integridad meniscal, etc. Así, como en
cualquier problema de la rodilla, la exploración de la articulación contralateral
asintomática debe ser el primer paso, con el fin de objetivar la normalidad.
El DAR puede iniciarse con una historia de sobreuso, un inicio insidioso que puede
relacionarse con la realización de una nueva actividad o un aumento de una actividad
habitual. A veces, el inicio se relaciona con un episodio traumático, pero a menudo es
difícil establecer el origen o momento en que el DAR aparece. Los pacientes refieren
imposibilidad para estar sentados largos periodos de tiempo “signo de la butaca de
cine”, dolor al subir y/o bajar escaleras (más común al bajar escaleras o pendientes) o la
imposibilidad de arrodillarse o ponerse en cuclillas. Muchas veces el dolor es bilateral y
el paciente puede presentar dificultad para localizar de forma exacta el punto o lugar
exacto de su localización.
3/14
Figura 2. Episodio de luxación de
rótula.
3. Estudio radiológico
5/14
Figura 3. Displasia troclear de tipo D.
Se exponen diferentes mediciones
anatómicas.
6/14
Figura 4. Báscula rotuliana.
4.1. No operatorio
7/14
Una alteración funcional de la alineación de la extremidad , como es el valgo dinámico
de la rodilla, puede encontrarse entre las causas subyacente de DAR. Este valgo se
puede producir por una disminución de la fuerza de los abductores de la cadera o por
un pie hiperpronado. La mala alineación funcional se puede producir también por una
alteración en los balances musculares del cuádriceps, de los isquiotibiales o de la banda
iliotibial.
No existe el mismo grado de evidencia para defender el uso común de rodillera para el
centraje rotuliano o del taping. Estas técnicas están basadas en la teórica malposición
de la rótula en la tróclea femoral que conduce a un “encarrilamiento” anómalo de la
misma durante la flexión de la rodilla. Aunque hay estudios que muestran buenos
resultados iniciales, su eficacia a largo plazo no está comprobada(11).
Respecto a las alteraciones del pie, ha quedado demostrado que la eversión del retropié
está relacionada con la aparición de DAR. El efecto de la posición dinámica en valgo
repercute en la rodilla de una forma similar a la que producía la alteración de la
musculatura de la cadera. Johnston et al. demostraron que el uso durante 2 semanas de
una ortesis hecha a medida para contrarrestar la pronación del retropié mejoraba el
cuadro de DAR(12). Aunque estas ortesis podrían ser una alternativa terapéutica válida
para pacientes con alteraciones del retropié que presenten este cuadro, no existe
evidencia sólida sobre qué subgrupos de pacientes se podrían beneficiar más de este
tratamiento.
4.2. Quirúrgico
8/14
A mediados de la década de los setenta se popularizó la liberación de la aleta rotuliana
lateral, primero por vía abierta y luego mediante artroscopia. Sin embargo, tal como
indica una encuesta realizada a expertos en este campo, su uso de forma aislada es más
que discutible(13), debido a su baja tasa de éxito y a las potenciales complicaciones,
como es la inestabilidad rotuliana medial iatrogénica(14). La liberación de la aleta
rotuliana lateral está indicada en los raros casos en los que se objetive un retináculo
lateral excesivamente tenso y retraído y, siempre, después del fracaso de un tratamiento
conservador apropiado. Ahora bien, se debe enfatizar en que los malos resultados de la
liberación de la aleta rotuliana son principalmente secundarios a una mala indicación o
a una técnica quirúrgica incorrecta (Figura 6).
Si hay una alteración evidente, desde el punto de vista clínico, del encarrilamiento
femoropatelar, el primer paso será su corrección y sólo después de haberla corregido,
procederemos a la reconstrucción del LPFM. La corrección del recorrido femoropatelar
sólo se puede conseguir con técnicas como la osteotomía del tubérculo tibial o la
trocleoplastia. La realineación distal, mediante osteotomía de la TTA, está indicada
cuando el valor de la TA-GT es superior a 20 mm y/o cuando la altura de la rótula es
superior a 1,2, tomando como referencia el índice de Caton-Deschamps. Si sólo se
requiere corregir la altura de la rótula, la simple osteotomía de distalización de la TTA
es suficiente. En cambio, si es necesario realizar una medialización, la osteotomía de
deslizamiento transversal descrita por Elmslie-Trillat es la más indicada. Sin embargo,
la indicación de la osteotomía basándose en estos valores absolutos, sin tener en cuenta
nada más, es más que discutible por la falta de evidencia científica.
Otros gestos quirúrgicos sobre partes blandas, como son la trasposición del vasto
medial oblicuo (realineación proximal de tipo Insall), antaño muy utilizado, se han
abandonado prácticamente en favor de la más anatómica reconstrucción del LPFM.
Otras técnicas actuales con buenos resultados en casos bien seleccionados son la
facetectomía lateral parcial(26) y la osteotomía coronal de adelgazamiento de la
rótula (27).
11/14
Además, se podrían combinar modificaciones de la altura de la patela y de la
lateralización de la TTA, con objeto de restaurar la mecánica más ventajosa para el
aparato extensor (Figura 7).
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Indice | Curso PNFA
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1. Introducción
El espectro de la enfermedad cartilaginosa es muy amplio: desde defectos locales (en los
cuales puede ser razonable emplear una técnica de reparación o reconstrucción del
cartílago) a la enfermedad degenerativa articular difusa, o la que conocemos como
artrosis (pacientes candidatos, en el caso de la rodilla, a técnicas como la osteotomía
aislada, la prótesis unicompartimental o la prótesis total de rodilla en casos de desgaste
tricompartimental).
Las lesiones cartilaginosas pueden tener como mecanismo lesional un trauma agudo,
ser derivado de cargas/movimientos repetitivos o de causa desconocida (como la
osteocondritis disecante o la artropatía primaria).
El cartílago es una estructura avascular sin vasos o terminaciones nerviosas, razón por
la cual se piensa que “el cartílago no duele”, sin embargo, se piensa que la afectación del
hueso subcondral es la que provoca el dolor, derrame articular y limitación funcional y
puede llegar a requerir una solución quirúrgica para resolver los síntomas del paciente,
e intentar prevenir una futura degeneración articular. Así mismo la capacidad de auto-
reparación de las lesiones del cartílago articular es muy limitada precisamente por ser
un tejido avascular, con baja actividad mitótica y pocas células especializadas,
realizándose mediante transformación en un tejido fibroso (fibrocartílago), que es de
menor calidad que el original, muchas veces incapaz de soportar las solicitaciones a las
que se ven sometidas las articulaciones de carga conllevando a corto o medio plazo a
una degeneración articular precoz.
Así factores de riesgo para reparación cartilaginosa que aumentan el riesgo de fracaso
son: edad mayor de 30 años; obesidad (IMC mayor de 30), fumadores, sedentarismo,
artritis inflamatoria, meniscopatía, instabilidad ligamentosa, mala alineación rotuliana,
alteraciones del eje de la rodilla, múltiples defectos cartilaginosos, mayor tiempo de
espera desde los síntomas hasta la cirugía(1-5). La localización de la lesión también
influye en el tratamiento y en los resultados. Así, las lesiones en el cóndilo femoral
medial ofrecen mejores resultados que las del cóndilo lateral o el tratamiento con
microfracturas ofrece mejores resultados en los cóndilos femorales que en la rótula o en
los platillos tibiales(6,7).
2/13
Tabla 1. Principales tratamientos de las lesiones osteocondrales según el tamaño de la
lesión.
Se han descrito numerosas técnicas para la reparación del tejido cartilaginoso dañado.
Las principales técnicas descritas son el desbridamiento artroscópico (condroplastia),
técnicas de estimulación de la médula ósea (microfractura y nanofractura); injertos
osteocondrales autólogos (mosaicoplastia), técnicas de trasplante de condrocitos ACI y
MACI; aloinjertos osteocondrales (OCA) y terapias biológicas (Plasma Rico en
Plaquetas PRP, células mesenquimales) asociadas a matrices estabilizadoras
(membranas de colágeno, gel de fibrina y otros) que como se ha comentado están en
plena fase expansiva y de desarrollo a la espera de evaluar resultados a largo plazo y de
múltiples fuentes; será importante con respecto a las nuevas técnicas comparar sus
resultados con técnicas convencionales de las que se hablará a continuación en este
capítulo.
3/13
Tabla 2. Clasificación de Outerbridge
para las lesiones condrales(8).
Sin embargo, la reparación se realiza con tejido fibroso o fibrocartílago, con abundante
colágeno tipo I(10) , en vez del tipo II hialino maduro, por lo que no es rara una
degeneración posterior del tejido y deterioro de los resultados clínicos con el tiempo(11).
Por otro lado, es una técnica poco invasiva que produce fibrocartílago, y que ha
demostrado buenos resultados en la literatura a corto y medio plazo en pacientes
jóvenes sintomáticos. Sin embargo, también ha sido criticada por el daño producido a
nivel del hueso subcondral provocando la formación de edema y ocasionalmente quistes
subcondrales y formación de osteofitos.
Otra crítica de la técnica original es que parte del sangrado crea un coágulo pero la
mayor parte posiblemente desaparece con el lavado artroscópico o el líquido sinovial,
por esta razón algunos autores preconizan el uso de membranas de colágeno(13) o
matrices con polímeros naturales como la fibrina o el chitosan para evitar la pérdida del
4/13
coágulo tras la cirugía; sobre este último se ha demostrado que produce una reparación
con más tejido y de mayor calidad, a los 5 años, comparado con la microfractura
aislada (14).
Consiste en extraer uno o varios cilindros de una zona de no carga (zona medial o lateral
de la tróclea femoral) e impactarlos individualmente con un diámetro entre 4 y 10 mm a
presión, con instrumental específico, de forma perpendicular a la superficie articular(16)
(Figura 2).
(18) 5/13
cartílago entre la zona donante y receptora (18). El porcentaje de resultados excelentes y
buenos es mayor cuando se utiliza en los cóndilos en comparación con los platillos
tibiales o la rótula (19) (Figura 3).
Los aloinjertos osteocondrales frescos, más conocido como técnica “Fresh OCA”
(Osteochondral Allograft), son procedentes de donantes fallecidos, con la ventaja de su
adaptabilidad a la forma articular, pues se pueden diseñar injertos para cualquier
tamaño y curvatura de lesión, además de obtenerlo de zonas de carga y de una zona
anatómica idéntica a la lesión y con una forma, tamaño, profundidad y una curvatura
idénticas, sin limitación de tamaño y sin morbilidad para el receptor como ocurre en la
mosaicoplastia. Poseen también la ventaja de aportar cartílago hialino de forma
inmediata y una integración rápida y favorable hueso-hueso además de que requiere un
solo tiempo quirúrgico (diferencia respeto al ACI/MACI). El inconveniente es que debe
conservarse fresco en suero a 4º un máximo de 15 a 28 días después de su extracción;
los aloinjertos que poseen cartílago criopreservado a -80º tienen una matriz con pocas
células viables, lo que repercute en la recuperación de la morfología cartilaginosa y por
tanto no son adecuados para esta técnica. También hay riesgo de reacciones
inmunológicas y transmisión de enfermedades. La técnica quirúrgica requiere
artrotomía y la reincorporación deportiva es larga, a menudo de 9 a 12 meses, sobre
todo cuando hay otras lesiones asociadas, pero menor que el ACI/MACI. Otro
inconveniente mayor es que depende de la disponibilidad de donantes e injertos, lo que
también encarece el procedimiento(23). Se pueden realizar en defectos osteocondrales
de localizaciones más raras como la tróclea femoral o la rótula, siendo más difícil el
acceso por ejemplo a la superficie de la meseta tibial(23) (Vídeo 3).
7/13
Vídeo 3. Vídeo que muestra la
realización de un trasplante
osteocondral fresco de cóndilo femoral
externo en un paciente con defecto
osteocondral masivo secundario a
osteonecrosis por un tratamiento con
corticoides.
4. Conclusión y futuro
8/13
El futuro de la reparación del cartílago debe basarse en un diagnóstico certero, con
técnicas de imagen más precisas que permitan efectuar diagnósticos precoces de las
lesiones y evaluar la evolución de los tratamientos.
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Galería de vídeos
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1. Introducción
Cuando la flexión no alcanza los 125º pueden aparecer dificultades para bajar escaleras,
así como para ponerse en cuclillas. En esta situación es más probable que los pacientes
se quejen de dolor, debilidad cuadricipital, fatiga y una mala valoración subjetiva de
resultados en el caso de cirugías previas.
2. Definición
La rigidez de rodilla se define como la pérdida de flexión y/o de extensión que supone
una diferencia respecto a la movilidad considerada como "normal", a la de la rodilla
contralateral, o a la de la misma rodilla antes haber sido intervenida (sobre todo cuando
esta movilidad postoperatoria no satisface las expectativas del paciente). De esta forma,
una extensión máxima de 0º podría considerarse patológica (si tomamos como
referencia la hiperextensión habitual de 5º) o normal (si es simétrica a la de extremidad
contralateral).
En la comparación con los valores de referencia, algunos autores (2) definen la rigidez
por la pérdida de 10º de extensión o una flexión menor de 125º, mientras que para otros
el límite está en la pérdida de tan sólo 5º de extensión(3). Cuando esta comparación se
2/30
hace con la movilidad de la extremidad contralateral, el International Knee
Documentation Committee (IKDC)(4) clasifica la extensión como normal cuando una
diferencia menor de 3º, casi normal con diferencias entre los 3º y los 5º, anormal por
encima de los 6º y gravemente anormal cuando es superior a los 10º. Para Shelbourne
et al.(5), sin embargo, cualquier asimetría sintomática respecto a la rodilla contralateral
debe considerarse rigidez de rodilla.
3. Incidencia
Un estudio realizado por Jackson et al.(8) encontró una incidencia de rigidez del 6% tras
la reconstrucción del LCA, y otro estudio demostró que aumenta de forma importante
(hasta el 30-57%) en el caso de reconstrucciones multiligamentosas tras luxaciones de
rodilla(9) (Figura 3).
4. Etiopatogenia
Tres de las citocinas importantes en este proceso son el factor de crecimiento derivado
de las plaquetas (PDGF), el factor de crecimiento transformante beta (TGF-β) y el factor
3/30
de crecimiento endotelial (VEGF), y se han encontrado altos niveles de las mismas en la
grasa de Hoffa tras cirugía reconstructiva del LCA, así como en pacientes con procesos
fibróticos en otros órganos (riñón, hígado y pulmón) y en algunas enfermedades
asociadas a la proliferación del tejido conectivo, como la esclerodermia y la fibrosis
pulmonar. En el caso de la artrofibrosis, se ha relacionado con los alelos del HLA Cw* y
DQB1(10) .
Por otro lado, también está descrita la pérdida de movilidad de la rodilla sin el
antecedente de un traumatismo o cirugía previos, a causa de una capsulitis adhesiva
similar a la que aparece en la articulación del hombro(11).
5. Clasificación
6. Anatomía patológica
4/30
La artrofibrosis se caracteriza por la presencia de tejido cicatricial y fibrótico
intraarticular, pudiendo localizarse en el fondo de saco suprapatelar, ambas gotieras, el
intervalo anterior de la rodilla y la cápsula posterior.
7. Exploración física
8. Pruebas de imagen
5/30
Figura 4. Imagen de corte sagital de
resonancia magnética donde se aprecia
la presencia de una lesión en cíclope
anterior a la plastia de ligamento
cruzado anterior.
9. Factores de riesgo
La edad puede ser otro factor de riesgo, siendo la rigidez más frecuente en los pacientes
más mayores. En aquellos casos en los que se ha excluido una causa concreta que
justifique la aparición de artrofibrosis ésta puede ser considerada como “primaria”
(existe una predisposición genética para la fibrosis).
A día de hoy sigue todavía abierto el debate sobre la posible relación entre la demora
desde la rotura del LCA hasta la cirugía y una mayor incidencia de rigidez
postoperatoria. Los estudios de Shelbourne et al.(17) y Mohtadi et al.(18) detectaron por
primera vez esta asociación, recomendando una demora de al menos 2-3 semanas (e
6/30
incluso hasta 6) desde la lesión hasta la reconstrucción, aunque también debe
considerarse que con un retraso excesivo aumenta el riesgo de roturas meniscales y
lesiones condrales(19).
Existe controversia al respecto, y se ha descrito una mayor tasa de rigidez, fibrosis del
intervalo anterior y retracción patelar con el uso del autoinjerto HTH de tendón
rotuliano(3).
7/30
9.1.5. Lesión en cíclope
10. Tratamiento
10.1. Indicación
Una pérdida de 10°-15° de extensión necesita ser tratada, debido a las repercusiones
funcionales de perder la extensión terminal. En el caso de pacientes deportistas o de
alta demanda funcional puede ser necesario el tratamiento con grados menores de
rigidez.
10.2. No quirúrgico
(15,34) 10/30
una adecuada liberación artroscópica previa(15,34). Aunque la manipulación puede ser
beneficiosa en pérdidas leves de flexión(34), la mayoría de los casos de rigidez de rodilla
responden mejor al tratamiento quirúrgico.
10.3. Quirúrgico
10.3.1. Artroscópico
Es recomendable sistematizar la
exploración y liberación artroscópica de
la artrofibrosis de rodilla, para no obviar
ninguna zona patológica. Para ello
Kim(37) describe una secuencia de 5
pasos que facilita la cirugía:
Tras la liberación del fondo de saco suprapatelar, se reestablecen las dos correderas
laterales de la articulación, eliminando las bridas y tejidos cicatriciales que pudieran
encontrarse (Figura 10).
12/30
Figura 10. Bridas cicatriciales cerrando
la gotiera lateral.
Los pacientes con fibrosis del intervalo anterior tienen molestias y limitación para la
extensión de la rodilla y la movilidad patelar, y un test de Hoffa positivo. Este test se
realiza presionando con los pulgares sobre la grasa de Hoffa a ambos lados del tendón
rotuliano mientras se extiende completamente la rodilla, y es positivo en caso de
aparecer dolor (38).
Las lesiones en cíclope suelen ser evidentes al explorar la escotadura, apareciendo como
un nódulo indurado en posición anterior a la plastia del LCA. Deben resecarse de forma
completa, pero con precaución para no dañar la propia plastia (Vídeo 2).
15/30
Figura 15. Localización del portal posterolateral. Véase la relación con el tendón del
bíceps crural y la cintilla iliotibial.
16/30
sinoviotomo (orientado siempre hacia anterior por seguridad). Otros autores, sin
embargo, defienden extender la
liberación a la cápsula posterolateral(41)
e incluso de forma completa a toda la
cápsula posterior(42), ya que la
liberación selectiva de la cápsula
posteromedial podría dar lugar a
alteraciones rotacionales. Los resultados
publicados son buenos con reducciones
del flexo desde 14,7° a 0,7° en un
estudio(31) y desde 34° a 3° en otro (41).
17/30
Dependiendo del grado de resección necesaria, la agresividad del tratamiento realizado
y las opciones de rehabilitación domiciliaria, los pacientes pueden ser dados de alta o
ingresados para recibir tratamiento rehabilitador hospitalario. En este último caso, la
colocación de un catéter epidural es muy agradecida por el paciente, al igual que la
administración de corticoides por vía intravenosa y crioterapia local para reducir la
respuesta inflamatoria.
11. Resultados
Los resultados publicados son buenos en su mayoría, con una clara mejoría del rango de
movimiento, déficits residuales de extensión aceptables y una baja tasa de
complicaciones. En el caso concreto del tratamiento de la lesión en cíclope, estos
resultados son excelentes(46) .
Cuando se combinan causas intra- y extrarticulares los resultados son peores, tanto
para las liberaciones artroscópicas como para las técnicas abiertas.
12. Conclusiones
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Galería de vídeos
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1. Introducción
La artritis séptica de rodilla es una entidad poco frecuente pero con graves
consecuencias para la articulación. Esta entidad puede desarrollarse en una rodilla tras
un procedimiento quirúrgico o sin que haya habido una agresión quirúrgica previa. En
este capítulo nos centraremos en las artritis infecciosas de rodilla tras un procedimiento
artroscópico; más en concreto, tras una ligamentoplastia. El porcentaje de infecciones
tras una artroscopia simple es muy pequeño y la mayoría de los conceptos que aquí se
transmiten pueden ser aplicados en infecciones tras artroscopia simple.
El primer concepto a tener claro es que la aparición de esta complicación debe ser
identificada con máxima celeridad con la finalidad de minimizar los daños que pueda
causar sobre los tejidos articulares. En las últimas décadas las reparaciones
ligamentosas en la rodilla por vía artroscópica se han generalizado, de manera que, en
números absolutos, el volumen de infecciones articulares tras este procedimiento no es
desdeñable. Por esto, se hace necesario conocer la historia natural de esta complicación,
reconocerla rápidamente y tener claros los pasos terapéuticos a seguir. También es
importante conocer los parámetros a tener en cuenta en el postoperatorio, que nos
darán información sobre la correcta o incorrecta evolución de la infección. Además,
describiremos una propuesta de protocolo de actuación frente a una sospecha de artritis
séptica tras una cirugía de reconstrucción ligamentosa artroscópica de rodilla.
Las infecciones que afectan al tejido óseo o cartilaginoso son un desafío para el cirujano
ortopédico. En otros tejidos osteoarticulares, la tasa de éxito frente a esta complicación
es muy alta, pero esto no ocurre igual en estos 2 tejidos. Para que una infección tenga
lugar, se precisa que un número suficiente de gérmenes penetren en la articulación (por
extensión, traumatismo, cirugía o por vía hematógena) y que no sean eliminados por el
sistema inmunológico. A pesar de haber investigado en profundidad la fisiopatología y
el tratamiento de las artritis sépticas agudas, la morbimortalidad es todavía
significativa. Incluso con el uso de antibióticos de última generación y una técnica
quirúrgica minuciosa para solventar esta complicación, las consecuencias que pueden
desarrollar pueden ser nefastas para el futuro de la articulación (1).
3. Etiopatología
1/14
Lo primero, hay que considerar que cualquier proceso quirúrgico es un riesgo en sí
mismo a la hora de sufrir una infección. La violación de una articulación mediante un
proceso artroscópico minimiza el riesgo de infección respecto a un procedimiento
abierto, pero este riesgo no es nulo. Hay ciertas entidades que pueden aumentar el
riesgo de infección: un sistema inmunitario inmaduro, neoplasias, alcoholismo,
diabetes mellitus o enfermedades autoinmunes, entre muchas otras. Por todo ello, es
importante, como en cualquier otro campo de la medicina, conocer los antecedentes
médico-quirúrgicos y la situación del paciente antes de indicar cualquier procedimiento
de este tipo. Por todo lo anterior, podemos agrupar los factores de riesgo en:
dependientes del paciente o dependientes del propio procedimiento . Los primeros
estarían en relación con el estado nutricional e inmunitario del paciente y los segundos
con la preparación de la piel, el ambiente de quirófano y la profilaxis antibiótica
correcta, si la cirugía lo precisa.
2/14
desde el inicio de los síntomas y el inicio del tratamiento es capital a la hora de mejorar
el pronóstico de esta entidad. Esto es aplicable a cualquier artritis séptica, ya sea
secundaria a un procedimiento artroscópico o no.
3/14
Otra controversia radica en la importancia de los cultivos que se realizan a los
aloinjertos antes de ser implantados. Parece demostrado que un resultado positivo de
estos cultivos no aumenta el riesgo de infección clínica(17). Sin embargo, según los
resultados de diferentes series, la realización de un proceso quirúrgico adicional en el
momento de la reconstrucción del LCA o haber recibido una cirugía previa en la misma
rodilla sí que se ha demostrado que aumenta este riesgo de infección (8,10). El uso de
drenajes o los diferentes tipos de fijación de la plastia también se ha sugerido que
podrían tener relación con el riesgo de infección.
4. Profilaxis
Nuestro grupo publicó un primer trabajo donde analizábamos nuestra tasa de infección
tras una reconstrucción de LCA. Esta tasa fue del 1,8% en una serie inicial de
810 pacientes(4). Esta tasa estaba situada en el rango alto de la normalidad, por lo que
decidimos aplicar este procedimiento durante la preparación de la plastia. A partir de
este momento, nuestra tasa de infección descendió drásticamente hasta prácticamente
haber eliminado estas infecciones(22).
4/14
5. Diagnóstico
5.1. Clínico
Cuando tengamos una mínima sospecha de que esta complicación puede estar
ocurriendo, deberíamos realizar una artrocentesis de la rodilla. Este líquido debe ser
enviado a cultivar, pero es importante obtener una muestra para analizar la bioquímica
del líquido, ya que los resultados de ésta serán inmediatos y nos harán decidir si iniciar
o no un tratamiento. Por último, la tinción de Gram también debe solicitarse, puesto
que nos daría unos resultados también inmediatos. Por tanto, podríamos definir el
orden de tubos a rellenar según el líquido articular obtenido en la artrocentesis. Este
orden sería: bioquímica, cultivos aerobios, cultivos anaerobios y, en último lugar,
tinción Gram. En este momento también deberíamos tomar una muestra sanguínea
donde se incluiría recuento de serie blanca y reactantes de fase aguda (proteína C
reactiva –PCR– y velocidad de sedimentación globular –VSG–).
5.2. Analítico
Por tanto, ante una sospecha clínica, realizamos inmediatamente una analítica y un
aspirado articular. Si el Gram es positivo, realizamos el diagnóstico de infección y
tratamos como tal. Sin embargo, la sensibilidad del Gram es inferior al 50%, por lo que
un resultado negativo en absoluto descarta la infección. Es mucho más fiable el
resultado de la bioquímica. De entrada, un aspecto turbio del líquido nos sugiere
infección y un aspecto purulento del mismo es prácticamente diagnóstico. Un
porcentaje de polimorfonucleares superior al 90% es casi diagnóstico de infección
articular. Un aumento del recuento de células de la serie blanca o una disminución de
los niveles de glucosa en líquido articular también lo sugieren(23). Otros parámetros
como la procalcitonina también nos podrían ayudar con el diagnóstico, aunque su
sensibilidad no sea superior a los ya mencionados.
5/14
definir un líquido como infeccioso con una sensibilidad del 86% y una especificidad del
92%. También realizan cultivos de líquido articular y tinciones de Gram. El cultivo
presenta una sensibilidad ligeramente superior al 80% y la tinción inferior al 50%.
En aquellos casos en los que se ha excluido una causa concreta que justifique la
aparición de artrofibrosis, ésta puede ser considerada como “primaria”.
6/14
Tabla 1. Parámetros diagnósticos de
artritis séptica de rodilla tras una
reconstrucción del ligamento cruzado
anterior (LCA). Un parámetro
diagnóstico o al menos 2 con alta
sospecha son necesarios para establecer
el diagnóstico de artritis séptica de
rodilla tras reconstrucción del LCA.
6. Tratamiento
6.1. Médico
No está claro tampoco el tiempo que se debe administrar el tratamiento antibiótico , así
como el tiempo que se debe mantener el tratamiento antimicrobiano por vía e.v. La
mayoría de los autores coinciden en el mantenimiento del tratamiento un mínimo de
6 semanas y, de éstas, 2 o 3 semanas por vía e.v. Sin embargo, creemos que este
tratamiento debería estar basado en el microorganismo aislado, su sensibilidad y la
evolución clínica y analítica tras el lavado artroscópico(32). De esta manera,
dependiendo de la evolución postoperatoria, el tiempo e.v. se podría acortar o alargar.
6.2. Quirúrgico
Wang et al.(20) reportan una serie con 21 casos de infección tras una reconstrucción del
LCA. Algunas de éstas fueron tratadas conservadoramente por falta de experiencia,
según reconoce el autor. En aquellos pacientes tratados conservadoramente, la fiebre
tardó 9,2 días en descender y el tratamiento antibiótico se mantuvo durante 27,7 días.
En aquellos tratados quirúrgicamente, la fiebre duró 1,5 días y el tratamiento
antibiótico se mantuvo 19 días. Éste sería el estudio más cercano a un comparativo en
un mismo centro.
7. Resultados funcionales
Con respecto al KT-1000, diferentes series (4,31) muestran un diferencial medio con la
rodilla contralateral inferior a 3 mm. Parece ser que, si se consigue mantener la plastia,
la laxitud resultante no varía mucho de aquellos pacientes que no han sufrido una
infección articular. La razón puede ser que cierta artrofibrosis residual junto con una
depleción del colágeno y de los glucosaminoglicanos produzcan un aumento de la
rigidez de la rodilla que reduzca la potencial inestabilidad residual. Es interesante la
serie presentada por Shub et al.(34), en la que reportan 4 casos de infección con un
seguimiento de casi 18 años. Estos pacientes presentaban unos resultados funcionales y
radiológicos inferiores a las reconstrucciones no complicadas, aunque ninguno de estos
4 pacientes requirió nuevas cirugías.
El uso de tendón rotuliano como injerto se ha visto que presenta más cambios
degenerativos tras una infección que los observados con los isquiotibiales(8,25). Se han
presentado además otros factores que contribuyen a la aparición de cambios
degenerativos tras una infección posterior a una reconstrucción del LCA, como pueden
ser: Staphylococcus aureus como agente causal, 2 o más desbridamientos y el uso de
aloinjertos(32).
8. Conclusiones
10/14
8. Si los parámetros analíticos no mejoran en 48-72 horas, un nuevo lavado
artroscópico debería considerarse. Si la plastia es viable, debería mantenerse.
9. El tratamiento antibiótico e.v. debería mantenerse hasta que los parámetros
clínicos y analíticos tiendan a normalizarse. El tratamiento por vía oral se debería
mantener al menos 6 semanas.
10. La función obtenida tras esta complicación es muy variable según las series
publicadas. Parece que se puede conseguir una correcta funcionalidad de la
rodilla, aunque es difícil recobrar las actividades atléticas previas de forma
completa.
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14/14
Indice | Curso PNFA
pnfartroscopia.com/cursos/cod/0203/contenidos/01/19/01
1. Introducción
1/21
Si se consigue comprender la importancia de la interacción entre las estructuras de la
rodilla antes mencionadas y la función de la rodilla, es fácil reconocer que la
reconstrucción de todos los elementos dañados en esta articulación será crucial para
que el cirujano consiga su objetivo de restaurar la función de la rodilla y prevenir la
degeneración hacia patologías como la artrosis. Por ejemplo, tanto la actividad física
intensa (una característica común compartida por los deportes de élite) como la
ausencia de reparación quirúrgica (principalmente en las lesiones del ligamento cruzado
anterior que hace que la articulación de la rodilla actúe como una estructura excéntrica)
pueden dar como un posible resultado una artrosis degenerativa de la articulación (2).
La membrana sinovial es un tejido blando que reviste los espacios de las articulaciones,
de las bursas y las vainas de los tendones. Está formada por 2 capas, la íntima interna,
que tiene un grosor de 20 a 40 mm en sección transversal, y la subíntima o capa
exterior, que puede llegar a tener 5 mm.
Las células de la capa íntima son las responsables de secretar líquido sinovial,
proporcionando lubricación y nutrición al cartílago articular. La composición de este
líquido depende de le membrana sinovial, la cual actúa como una membrana
semipermeable que controla el tráfico de moléculas(7). Gran parte de la lubricación del
líquido sinovial se debe al ácido hialurónico (AH) producido por los sinoviocitos de
tipo B, y proporciona viscosidad al líquido sinovial debido a su alto peso molecular.
Además del AH, la lubricina también juega un papel importante en la lubricación
articular y reduce la deposición patológica de proteínas y pequeñas moléculas como
citocinas sobre la superficie del cartílago articular que difunden fácilmente en el líquido
sinovial.
3/21
En la valoración artroscópica de los casos de sinovitis inflamatoria, se puede observar
una gran proliferación de las vellosidades, apareciendo en gran número con aspecto
hipertrófico e hiperémico (fenómeno de hipervascularización), deformadas e insufladas.
A veces se evidencian depósitos de fibrina, formando puentes entre las vellosidades o
aglutinándose con los desechos de éstas, con aspecto en grano de arroz. Otro rasgo
macroscópico relevante es el pannus sinovial, el cual se describe como un tejido sinovial
adherido al cartílago hialino, a los meniscos, a los ligamentos o al hueso.
Se han publicado diversos estudios que intentan distinguir los hallazgos entre
espondiloartropatías seronegativas y artritis reumatoide. Los primeros presentan vasos
tortuosos, distorsionados y con un patrón en bucle; los segundos, muestran vasos rectos
con ramificaciones(8,9).
Entre los hallazgos que podemos encontrar en otras etiologías de sinovitis tenemos:
Mecánica: ligero aumento del número de vellosidades, con un mayor espesor, más
altas, con pérdida de transparencia y pérdida de visión del eje vascular. Una
característica importante que diferencia el proceso artrósico es que dichos
hallazgos predominan en zonas de carga por conflicto articular mecánico
(meniscopatía o condropatía), a diferencia de la sinovitis inflamatoria, donde la
erosión del cartílago o sinovitis quedan lejos de una zona de carga.
Microcristalina: depósitos tofáceos de cristales de gota o condrocalcinosis en la
membrana sinovial, los meniscos o el cartílago. Cabe destacar que se debe
conservar la muestra en alcohol y no en formol, para evitar su disolución.
Infecciosa: aparecen depósitos de fibrina y adhesiones, con membrana sinovial
friable, sangrante y necrótica, además de cartílago deslustrado.
Por cuerpo extraño: partículas de origen vegetal, animal, mineral o sintético
pueden producir sinovitis local y granulomas con células gigantes.
4/21
(SVNPD) y localizada o focal (SVNPL o SVNPF). Aunque a menudo se describen como
2 entidades diferentes, posiblemente sean los extremos del espectro de una misma
patología.
5/21
Figura 1. Sinovitis villonodular pigmentada focal (SNVPF). A: zona de la membrana
sinovial afectada por la SNVPF presentándose en su característica forma lobular; B: la
resonancia magnética es un método muy valioso para el diagnóstico de esta patología,
donde se observa masa nodular bien definida (flecha).
La condromatosis sinovial es
típicamente de carácter monoarticular y,
aunque puede aparecer en cualquier
articulación, afecta sobre todo a las
grandes articulaciones, siendo la rodilla
la localización más frecuente (70%),
seguida de la cadera. Puede afectar a
cualquier edad pero la mayoría de los
casos se presentan entre los 30 y los
50 años de vida y con mayor incidencia
entre los varones.
7/21
Su etiología es desconocida, aunque se ha asociado a mutaciones cromosómicas (p21.3
y 12q13) que afectarían a las proteínas. El inicio suele ser insidioso y generalmente no se
asocia a un traumatismo previo, aunque sí que se han descrito casos relacionados con
un antecedente traumático.
Los síntomas principales están relacionados con el efecto mecánico que ejercen los
cuerpos libres sobre la superficie articular, dando lugar a la aparición progresiva de
dolor, derrame, rigidez articular y bloqueos o pseudobloqueos de la articulación afecta.
El estudio radiológico puede variar desde ser completamente normal (en el caso de
nódulos cartilaginosos no calcificados), hasta evidenciar la presencia de múltiples
cuerpos libres calcificados que suelen corresponder a un estadio avanzado de la
enfermedad. Estos cuerpos libres pueden presentarse junto con cambios degenerativos
secundarios ocasionales.
Los estudios de RM muestran lesiones con señal heterogénea alta en secuencias T2, con
zonas de vacío de señal que reflejan la calcificación u osificación. La RM permite un
diagnóstico más precoz así como evaluar el grado de afectación articular.
10/21
Figura 6. Quiste poplíteo. El quiste
poplíteo puede cursar con tumefacción y
dolor y en la exploración se palpa una
masa en la región medial de la fosa
poplítea.
El quiste suele ser diagnosticado de manera casual en pruebas de imagen, sobre todo de
RM, solicitadas para el estudio de la rodilla ante la sospecha de patología intraarticular,
en pacientes sin clínica característica en el hueco poplíteo. Es la prueba estándar de
diagnóstico, en la que se visualiza el contenido líquido del quiste en secuencias T2. El
uso de contraste endovenoso permite el diagnóstico diferencial con otras lesiones
quísticas y con tumores de partes blandas de la región posterior de la rodilla (Figura 7).
En quistes infectados o con contenido hemorrágico en su interior, se puede ver un
aumento de señal dentro del quiste en las secuencias T1. Un quiste poplíteo roto se
presenta como un edema disperso sobre los tejidos adyacentes y entre los planos
fasciales, dando señal de alta intensidad en las secuencias T2 con saturación grasa(24).
11/21
quiste mediante control ecográfico es fácil de realizar, pudiendo además infiltrar un
corticoide, aunque suele asociarse a una alta tasa de recidiva. En el contexto de
patología intraarticular, el manejo estándar de dicha patología se acompaña muchas
veces de una mejoría clínica global. Un tratamiento efectivo mediante infiltraciones
intraarticulares de corticoides, AH o plasma rico en plaquetas (PRP) puede
acompañarse de mejoría e incluso disminución o desaparición del quiste poplíteo.
Puede ocurrir lo mismo en aquellos casos en los que la patología intraarticular requiera
de un abordaje quirúrgico.
12/21
Figura 8. Posicionamiento para abordaje endoscópico fuera-dentro. Con paciente en
decúbito prono y marcadas las estructuras neurovasculares y los límites del quiste con
evaluación ecográfica (A), se infiltra el quiste con suero fisiológico y se establece un
primer portal de visión con un artroscopio de pequeñas articulaciones de 30° (B).
Tras la infiltración del quiste con suero fisiológico, se establece un primer portal de
visión, siendo de gran utilidad un artroscopio de pequeñas articulaciones de 30°
(2,7 mm), y con visión directa se establece el segundo portal. Se realiza un
desbridamiento de los posibles tabiques y del contenido del quiste para continuar con la
sinovectomía cuidadosa y completa del propio quiste manteniendo siempre las
referencias del gastrocnemio medial y del semimembranoso (Figura 9). Es aconsejable
dejar un drenaje de tipo redón de 10 Ch que puede ser retirado en las primeras
24 horas. El paciente usará un vendaje ligeramente compresivo para evitar hematomas
y, tras la retirada de los puntos, podrá incorporarse a un programa de rehabilitación de
rodilla estándar.
Figura 9. Abordaje endoscópico fuera-dentro. Con visión directa del interior del quiste
(A), se establece el segundo portal (B) y se continúa con la sinovectomía del quiste
manteniendo la referencia del gastrocnemio medial.
13/21
Figura 10. Posicionamiento del
paciente para la sinovectomía
artroscópica. Es recomendable una
colocación alta del manguito y del cepo.
La extremidad contralateral sobre la
pernera facilita el trabajo en el
compartimento posteromedial.
14/21
Figura 11. Exploración artroscópica.
Una vez marcados los portales
anteriores convencionales (A), se accede
al fondo de saco suprarrotuliano (B). Es
importante tener especial cuidado en la
exploración del receso medial (C) y del
receso lateral que se extiende hasta el
hiato poplíteo (D).
Figura 13. Establecimiento del portal posterointerno. Con ayuda de una aguja se
comprueba la dirección de entrada del portal (A). Una vez comprobada la correcta
dirección, se incide con el bisturí hasta el plano capsular (B) y se establece el portal
colocando una cánula de artroscopia (C).
16/21
Figura 14. Acceso al compartimento posteroexterno. Con la cámara de visión en el
portal anterolateral (A), el acceso se realiza deslizándose por debajo de la cara externa
del ligamento cruzado anterior y por encima del cuerno posterior del menisco externo,
siguiendo una dirección desde medial hasta lateral, estableciendo el portal
posteroexterno (B y C).
La flexión forzada de rodilla permite acceder a los recesos más superiores de ambos
compartimentos posteriores.
5.4. Sinovectomía
17/21
conseguirse una escisión completa de la membrana sinovial, ordenada y meticulosa.
Finalmente, se coloca un drenaje aspirativo durante al menos 24 horas, que evacúe el
hemartros postoperatorio.
18/21
Figura 16. Toma de biopsias. Al inicio
de la sinovectomía se toman biopsias en
cada uno de los compartimentos de
trabajo, con una pinza de tipo Basket o
una pinza de cuerpos libres.
7. Conclusiones
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21/21
Indice | Curso PNFA
pnfartroscopia.com/cursos/cod/0203/contenidos/01/20/01
1.1. Introducción
1.2. Estudio
2.1. Introducción
2.2. Estudio
(2) 1/12
Kazukiho et al.(2) presentan el caso de un hombre de 79 años con fractura periprotésica
de fémur sobre una PTR posteroestabilizada, describen como realizar la osteosíntesis
con clavo retrógrado asistido por artroscopia, definiendo el punto de entrada y sin dañar
el polietileno en la inserción del clavo.
Incluso para prótesis con preservación del cruzado, PTR posteroestabilizadas con cajón
abierto, la detección del punto de entrada ideal del clavo no puede ser detectado
correctamente con fluoroscopia, debido a la superposición de los cóndilos femorales.
3.1. Introducción
3.2. Estudio
4.1. Estudio
5.1. Estudio
Ze et al.(5) presenta el caso de un paciente con sintomatología de clunk patelar entre los
70º y 90º de flexión en comparación con el clunk patelar clásico que ocurre entre los
30º y 40º. Postulan que su paciente presentaba una combinación de clunk patelar más
atrapamiento sinovial. El manejo artroscópico de esta condición consiste en la
4/12
extirpación del nódulo fibroso, el tejido cicatrizal sinovial suprapatelar y en este caso,
una plica lateral.
6.1. Introducción
6.2. Estudio
7.1. Estudio
Song et al.(7) en su artículo del 2017, comparan los efectos clínicos del desbridamiento
artroscópico versus desbridamiento abierto para el control y tratamiento de la infección
sobre PTR. Los pacientes del grupo artroscópico, se les realizó artroscopia de rodilla con
eliminación de tejido necrótico y colocación de un sistema cerrado de irrigación y
drenaje durante 3 o 5 (hasta la salida de líquido claro) más tratamiento antibiótico
intravenoso durante 2 o 3 semanas.
6/12
8. Artrodesis de rodilla con técnica Ilizarov asistida por artroscopia
8.1. Introducción
A modo de curiosidad, se presenta un artículo que muestra una opción para realizar
una artrodesis de rodilla asistida por artroscopia en aquellos pacientes que, debido a
múltiples intervenciones o traumatismos muy severos, precisen una artrodesis de
rodilla y las partes blandas no sean de la calidad adecuada para realizar una artrodesis
abierta.
8.2. Estudio
Bibliografía recomendada
7/12
5. Teo EY, Ang CL, Sathappan SS. A variant of patellar clunk syndrome after
bilateral total knee arthroplasty: clinical manifestations and arthroscopic images.
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6. Claassen L, Ettinger S, Pastor MF, Budde S, Windhagen H, Floerkemeier T. The
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7. Song HB, Chen J, Liux LH, Zhou ZH, Wang JF, Gu HJ. Clinical analysis on
arthroscopic debridement for the treatment of early infection after total knee
replacement (abstract). Zhongguo Gu Shang. 2017;30(4):318-21.
8. Waszczykowski M, Niedzielski K, Radek M, Fabis J. Arthroscopic-assisted
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literature review. Medicine (Baltimore). 2016;95(3):e2540.
Galería de figuras
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Indice | Curso PNFA
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1. Introducción
Aunque existe una gran variedad de fracturas que pueden afectar la articulación de la
rodilla, las de meseta tibial son las más frecuentes. Suponen un 1% del total de fracturas
y su tratamiento representa un auténtico reto para el cirujano ortopédico (1). Los
principales objetivos del tratamiento quirúrgico son la reducción anatómica de la
fractura, el restablecimiento del eje de la extremidad, la estabilización ligamentosa, la
movilidad precoz y el tratamiento de las lesiones asociadas de partes blandas, tanto
intra- como extraarticulares. El tratamiento clásico establecido para el manejo de estas
lesiones es la reducción abierta y la fijación interna. No obstante, la utilización de la
técnica artroscópica ha demostrado ser de gran utilidad, fundamentalmente por tratarse
de una técnica poco invasiva que permite controlar la reducción de la fractura con una
mínima agresión y diagnosticar de forma exacta todas las lesiones intraarticulares
asociadas y resolverlas en muchos casos en el mismo acto quirúrgico. No obstante, el
principal inconveniente de la técnica reside en la larga curva de aprendizaje que
requiere. Debemos tener presente que la artroscopia en los pacientes que han sufrido
una fractura articular de la rodilla va a ser más compleja que una artroscopia
convencional. Asimismo, la reducción anatómica será uno de los factores pronósticos
importantes para la supervivencia del cartílago(2).
2. Indicaciones
3. Técnica quirúrgica
Para poder realizar la intervención con éxito, va a ser muy importante el correcto
posicionamiento del paciente en la mesa de quirófano. En este tipo de cirugía todos los
detalles son de vital importancia para poder trabajar cómodamente. Después de la
anestesia regional, que es la más habitual en estos casos, colocaremos al paciente con la
extremidad fracturada a 90° de flexión. El manguito de isquemia debe situarse lo más
proximal y bien adaptado posible para evitar que durante la intervención se afloje o se
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desplace hacia la rodilla. Es aconsejable vendarlo para mejorar su fijación. Si es posible
y la longitud del fémur es suficiente, debemos colocar el soporte de la rodilla de forma
que nos permita una cierta hiperflexión de la misma, ya que esto puede facilitar en
ocasiones las maniobras de reducción durante la intervención (Figura 1).
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La correcta colocación de todo el aparataje en el quirófano va a facilitar el trabajo de la
enfermera circulante y el de todo el equipo quirúrgico durante la cirugía. No nos debe
importar invertir el tiempo que sea necesario, con ello ganaremos en rapidez y
comodidad durante la intervención.
El arco del aparato suele colocarse con entrada desde la extremidad opuesta,
posicionada con máxima flexión y abducción. Eso permite de forma rápida la entrada y
salida del aparato por parte del técnico, así como realizar las proyecciones
anteroposterior y de perfil. El monitor puede colocarse en el lado opuesto al arco, de
forma que el cirujano pueda ver cómodamente tanto el monitor radiológico como el de
la torre de artroscopia.
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Figura 4. Estudio radiológico básico
anteroposterior y de perfil de una
fractura de meseta tibial.
Vídeo 1. La reconstrucción
tridimensional de la fractura puede ser
útil para planificar la osteosíntesis.
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Vídeo 2. Visión habitual después del
lavado articular. Presencia de
abundantes coágulos de fibrina que
dificultan la identificación de la fractura
y las partes blandas.
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Figura 6. Fractura de meseta tibial
externa en un paciente varón de 55 años.
Imágenes radiológicas pre- y
postoperatorias. Durante la artroscopia,
el menisco externo indemne se utilizó
como referencia para la reducción de la
fractura.
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ofrece mejores resultados y no interfiere la osteosíntesis convencional con placas(11)
(Vídeo 6). No diagnosticar ni tratar esta lesión en el momento inicial puede conducir a
una inestabilidad de la rodilla en el futuro. Además, la pseudoartrosis y o el ascenso
residual del fragmento pueden conducir también a una posible limitación de la
extensión de la rodilla (Figura 9). Cuando la lesión se produce a nivel proximal, en el
tercio medio del LCA o bien con asociación a una lesión del LCP, lo más razonable
probablemente será documentar la lesión, resolver la fractura y dejar para un segundo
tiempo la estabilización ligamentosa de la rodilla si se considera indicado.
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Para la correcta reducción y fijación de la fractura utilizaremos el/los abordajes que nos
permitan acceder al foco con mayor comodidad y con la menor morbilidad posible. No
es el objetivo de este capítulo definir en
qué tipo de fracturas es recomendable
utilizar un doble abordaje y en cuáles
uno simple. Asimismo, tampoco
entraremos en detalles en cuanto al tipo
de osteosíntesis más adecuada. No
obstante, existen algunas fracturas
prioritariamente de meseta tibial
externa de tipo I a III de Schatzker en
las que se puede planificar una síntesis
percutánea con tornillos canulados. En
estos casos, el abordaje sólo será
necesario para permitir la reducción de
la fractura y el control de la misma se
hará de forma artroscópica y
radiológica. Para ello, el acceso más
sencillo suele ser realizando una
incisión cutánea de unos 2 cm en la cara
anteroexterna de la tibia proximal.
Después de localizar la cortical,
realizaremos una pequeña ventana ósea
a través de la cual podremos introducir
diversos impactadores óseos de
esponjosa (Figura 11). Con ellos y con
ayuda de la artroscopia tendremos la
capacidad de ascender y reducir los
fragmentos óseos. En los casos en los que tengamos que localizar una zona muy
concreta, puede ser de utilidad la guía tibial del instrumental de reconstrucción del
LCA.
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Figura 11. Creación de una ventana perióstica a través de la que introduciremos un
impactador óseo para reducir la fractura.
En ocasiones, para ayudar a la correcta colocación de los tornillos resulta útil introducir
una aguja espinal intraarticular en la dirección en la que queramos colocar el tornillo.
La dirección de esta aguja nos servirá de guía para la colocación de la aguja guía de
Kirschner del tornillo canulado (Figura 12). En fracturas más complejas, la mayor
dificultad suele residir en el grado de conminución y el defecto óseo creado por la
impactación del hueso esponjoso. Cuanto mayor sea el tamaño de los fragmentos, más
sencilla será su reducción y fijación. En los casos en que la combinación de ambos
factores provoque un defecto al nivel de la superficie articular y tengamos un defecto de
la superficie condral, el aporte de injerto puede realizarse incluso a través del portal
artroscópico anterointerno (Vídeo 7).
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Figura 12. La colocación de una aguja
espinal intraarticular puede ser útil para
orientar la colocación del tornillo
canulado perpendicular al trazo de la
fractura.
3.5. Resultados
3.6. Complicaciones
3.6.2. Intraoperatorias
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Figura 14. Rotura intraarticular de una
hoja de bisturí en una fractura de
meseta tibial.
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Figura 15. Rigidez postraumática 3
meses después de una fractura de
meseta tibial. Imágenes artroscópicas
pre- y postartrolisis del fondo de saco
subcuadricipital y del compartimento
anterior.
Bibliografía recomendada
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12. Rasmussen PS. Impairment of knee joint stability as an indication for surgical
treatment. J Bone Joint Surg Am 1973; 55: 1331-50.
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Galería de figuras
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