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Obre El Nticristo: R.P. F R - T C O.P

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R.P. FRAY ROGER -THOMAS CALMEL O.P.

SOBRE EL ANTICRISTO

TRADITIO SPIRITUALIS SACRI ORDINIS PRÆDICATORUM


FR. ROGER -THOMAS CALMEL O.P.

“De l´Antechrist”
ITINERAIRES, N. 145O; MARZO 1967, PP. 144-165

TRADUCCIÓN DE CRISTIAN JACOBO

TRADITIO SPIRITUALIS SACRI ORDINIS PRÆDICATORUM

www.traditio-op.org 1
El Anticristo
por el P. R.-Th. Calmel O.P.

“Al pensar en los tormentos que serán el lote de los


cristianos en tiempos del Anticristo, siento que mi
corazón se estremece de alegría y quisiera que esos
tormentos estuviesen reservados para mí”
Santa Teresa del Niño Jesús, carta a
Sor María del Sagrado Corazón.

Al lector, tal vez picado por este título, no puedo, por supuesto, decir nada sobre
la fecha de la venida del Anticristo. Si será dentro de cien o ciento cincuenta años, o
antes o mucho después, no lo sabemos; y sin duda no hay nadie en la tierra en la
actualidad que sepa cuántos años pasarán antes de que aparezca este misterioso
personaje, el más poderoso de los enemigos de Cristo desde que existen hombres que lo
odian sin razón, odio habuerant me gratis (Jn. XV, 25). Pero este enemigo está derrotado
de antemano. Sin embargo, las incertidumbres sobre la fecha no quitan la certeza sobre
el hecho: vendrá un Anticristo. Más precisamente, Cristo volverá en su gloria para
resucitar a todos los hombres, pronunciar el juicio general, establecer los nuevos cielos
y nueva tierra, llevar a los elegidos a su Paraíso, reducir a la impotencia total, en el
fondo del Infierno, a los demonios y a los condenados. Pero antes de esta parusía del
Señor ocurrirá la apostasía universal y se manifestará el Anticristo. Así lo dicen las
Escrituras. La tradición cristiana siempre ha interpretado esta afirmación 1 en sentido
realista y literal, no metafórico.

¿Cómo procederá el Anticristo? San Pablo nos lo explica en la Segunda Carta a


los Tesalonicenses: “(Cristo no aparecerá antes) que venga la apostasía y hacerse

1
Ver Dictionnaire de Théologie Catholique, palabra Antéchrist [Anticristo]. Estoy de acuerdo con la
concepción, que me parece mejor fundada en la tradición, de un Anticristo personal. Ver III Pars, q. 8,
art. 8. Pero la otra teoría, la de un Anticristo puramente colectivo, puede ser sostenida libremente. —
Además, incluso en la hipótesis de un Anticristo colectivo, nuestras reflexiones no cambian en lo
esencial. Para la interpretación de “lo que lo retiene”, Santo Tomás considera que es la Iglesia romana (in
Thessal. II, cap. 2, lect. 1). San Agustín explica que cuando los malos cristianos y los pseudo-cristianos
(mali et ficti) sean suficientes en número en la Iglesia como para formar un vasto pueblo, entonces
aparecerá el Anticristo. La Ciudad de Dios, XX, 19 (Ficti: se puede pensar en los cristianos aparentes que
forman la pseudo-Iglesia del neo-modernismo). Además, si la conversión del pueblo judío (Rom. IX-XI)
coincide con la gran apostasía o la precede, o quizás incluso la sigue, no me he podido decidir.

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manifiesto el hombre de iniquidad, el hijo de perdición; el adversario, el que se ensalza
sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse él mismo en el templo de
Dios, ostentándose como si fuera Dios… Y ahora ya sabéis qué es lo que (le) detiene
para que su manifestación sea a su debido tiempo. El misterio de la iniquidad ya está
obrando ciertamente, sólo (hay) el que ahora detiene hasta que aparezca de en medio. Y
entonces se hará manifiesto el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su
boca y destruirá con la manifestación de su Parusía; (aquel inicuo) cuya aparición es
obra de Satanás con todo poder y señales y prodigios de mentira, y con toda seducción
de iniquidad para los que han de perderse en retribución de no haber aceptado para su
salvación el amor de la verdad. Y por esto Dios les envía poderes de engaño, a fin de
que crean la mentira, para que sean juzgados todos aquellos incrédulos a la verdad, los
cuales se complacen en la injusticia” (II Tes. II, 3-12).

A partir de este texto, que se completa útilmente con el pasaje de las dos Bestias
del Apocalipsis, podríamos proponer sin temeridad, me parece, la siguiente
interpretación: el Anticristo se extenderá por todo el mundo, o más bien completará la
difusión —puesto que será la época de la gran apostasía—, completará la difusión de un
modo de pensar que no sólo se opone al Evangelio, sino que lo hace poco interesante y
como inaplicable al espíritu. Completará la eliminación de la fe entre los hombres,
porque se encargará de que la verdadera fe ya no tenga ningún significado plausible.
Recordemos la angustiosa pregunta de Nuestro Señor: Cuando el Hijo del Hombre
vuelva, ¿creéis que todavía encontrará la fe sobre la tierra? (Lc. XVIII, 8).

El sistema de pensamiento del que el Anticristo se hará un terrible promotor, y


para el que utilizará medios de difusión inauditos, no sólo será herético, pues una herejía
como el arrianismo o el protestantismo sigue vinculada a la fe, dejando intacta la noción
del Dios trascendente y de nuestro destino eterno. Entonces ya no se tratará de rechazar
tal o cual artículo del Credo, sino de dejar de lado el Credo en su conjunto, de modo que
los pensamientos y sentimientos del hombre ya no tengan ninguna orientación hacia
nada sobrenatural o incluso religioso. En el sistema de pensamiento del Anticristo, el
Dios Todopoderoso será fundamentalmente evacuado, así como su Hijo consubstancial
Jesucristo Nuestro Señor. Dios se reducirá a no ser más que el hombre, la sociedad
humana, las múltiples transformaciones provocadas por el hombre a través de los
descubrimientos y las técnicas. Es en este sentido que el hombre de pecado se ensalza

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sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse él mismo en el templo de
Dios, ostentándose como si fuera Dios.

Todavía hay algo más. La acción del Anticristo no sólo se caracteriza por la
propagación de una forma de pensar que hace que las almas se resistan a cualquier
disposición religiosa. La ideología, podríamos decir, se encontrará indisolublemente
ligada a un régimen, a un aparato de dominación, a un conjunto de redes sociológicas
que harán que la irreligiosidad fundamental sea casi natural para los hombres, o al
menos muy difícil de evitar; las posibilidades de recuperar la fe en el Señor, de volver a
la Iglesia católica, apostólica y romana, estarán en vías de ser destruidas. En otras
palabras, la irreligión del Anticristo no se presentará sólo como una especie de sistema
filosófico o gnosis que se enseña en las escuelas, impuesta sin que se note en los libros,
la prensa o la televisión. Ciertamente habrá todo eso, y ya es terrible; pero habrá mucho
más. La organización social, el aparato de coacción se combinará de tal manera que la
irreligiosidad impregne la vida como necesariamente, se convierta en una sola cosa con
la vida. Digo como necesariamente, porque estamos seguros de que las puertas del
infierno no prevalecerán. — Como ya escribí antes: el mundo estará poseído por el
demonio porque éste tendrá un poder para engañar que nunca antes había obtenido, no
porque haya llegado a ser capaz de anular los efectos de la Redención; porque habrá
conseguido, en el espíritu de una muchedumbre de bautizados, pervertir las verdades de
la fe y hacérselas olvidar, no porque haya derribado la sede de Pedro, abolido toda
predicación ortodoxa o sacado los ojos a los hombres de buena voluntad que sólo
quieren ver; porque tendrá permiso para hacer daño hasta el extremo, no porque dejará
de estar encadenado por el Cristo victorioso2.

En cualquier caso, es a un aparato sociológico similar al que he esbozado al que


me parecen adecuadas las palabras de San Pablo: cuya aparición (del impío) es obra de
Satanás con todo poder y señales y prodigios de mentira, y con toda seducción de
iniquidad para los que han de perderse en retribución de no haber aceptado para su
salvación el amor de la verdad. Y por esto Dios les envía poderes de engaño, a fin de
que crean la mentira.

Tal vez objetéis que las determinaciones particulares que propongo sobre la
manifestación del Anticristo no están contenidas en la epístola a los Tesalonicenses.

2
“Teología de la Historia”, pág. 112, en el número de septiembre-octubre de 1966 de Itinéraires.

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Esto es cierto. Sin embargo, no parece excesivo extraerlos si, al leer estos misteriosos
versículos, estamos atentos no sólo al texto en sí, sino también a la vida de la Iglesia,
especialmente a las particularidades actuales de su lucha contra el demonio. Para
interpretar una profecía, que trata del desencadenamiento definitivo de las fuerzas del
Infierno, trato de tener en cuenta nuestra experiencia actual de la manera de actuar del
diablo. ¿Y qué nos muestra esta experiencia? Nos muestra que el diablo implementa,
inextricablemente entrelazados, tanto un determinado sistema de pensamiento como un
determinado aparato sociológico. Esto puede verse en las sectas ocultistas y masónicas,
en el neo-modernismo 3 y en el comunismo. Por lo tanto, si el Anticristo personal aún no
ha venido entre nosotros, al menos ya están en marcha las organizaciones colectivas que
le allanan inmediatamente el camino; están funcionando ante nuestros ojos a un nivel
muy amplio. Además, a propósito del comunismo, el Papa Pío XI no dudó en escribir,
hace casi treinta años, haciendo una clara alusión al pasaje de San Pablo sobre el
Anticristo: “Vemos con inmenso dolor, por primera vez en la historia, una revuelta
metódicamente calculada y organizada contra todo lo que es divino (II Tes. II, 4)”.

Después de una declaración tan autorizada es difícil argumentar que nuestro


tiempo es como todos los demás y que no hay nada nuevo bajo el sol. Por el contrario,
debemos reconocer, siguiendo al Vicario de Jesucristo, que, por primera vez en la
historia, el misterio de iniquidad, que había actuado especialmente desde el comienzo
de la era cristiana, ha tomado ahora ciertas formas desconocidas antes de nuestro
tiempo. Observemos, por ejemplo, lo siguiente: las doctrinas heréticas se remontan a los
primeros siglos de la Iglesia, pero la negación públicamente profesada y aplicada de
todo lo divino no comienza sino hasta tiempos recientes; del mismo modo, si la tiranía
es de todos los tiempos, así como el arte de burlar a los dirigentes y dominarlos por
medio de la adulación y el chantaje, queda que el aparato de coacción sociológica por
parte de un grupo dirigente y de las autoridades paralelas es una invención muy
moderna; por último, la intrusión en la Iglesia de Dios de traidores y falsos hermanos
puede haber comenzado en la época de San Pablo ( II Cor. XI, 26), pero la actividad
dentro de la Iglesia de redes clandestinas que la socavan desde adentro y que tienen su
empresa encubierta por las autoridades oficiales, tal actividad diabólica no parece

3
Ver Itinéraires, junio de 1966, La Foi au goût du jour, por PÉRÉGRINUS; A propos de Maurras, por
DUROC. — Ver Itinéraires, julio de 1966, mi nota sobre las Sociedades Secretas.

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haberse desplegado con cierta envergadura antes del modernismo, continuado y
agravado por el neo-modernismo.

Así, en el sentido muy general en el que el diablo nunca deja de moverse en el


mundo, podemos decir con el Eclesiastés: nada nuevo bajo el sol. Pero en el sentido
preciso en que el diablo, que no es una mente sumaria y limitada, consigue perfeccionar
sus métodos, hay que decir que hay algo nuevo y peor en el mal que se comete bajo el
sol.

He hablado de las sectas masónicas u ocultas, del neo-modernismo y del


comunismo como fuerzas colectivas que están preparando directamente el advenimiento
del Anticristo, porque estos tres cuerpos, cada uno a su manera, se elevan por encima de
todo lo que es Dios o sagrado y usurpan el lugar de Dios. Estos tres poderes malignos,
que anuncian al Anticristo y que no deben ignorarse mutuamente, que deben tener
puntos de encuentro a pesar de ciertas fricciones, estos poderes del diablo no me
parecen de la misma importancia ni deben ponerse en el mismo plano. El comunismo,
me parece, ocupa un lugar privilegiado por su volumen social. Como dueño de la
inmensa China y de Rusia, habiendo colonizado una gran parte de Europa y Asia,
estableciéndose en África y en América, poseyendo redes en casi todos los Estados y en
casi todos los medios, dispone de una considerable base de maniobra; tiene a su
disposición universidades y diplomacia, ejércitos y finanzas, y formidables medios de
propaganda; en definitiva, todos los recursos que proporciona el dominio sobre dos
vastos imperios. Esto demuestra la extraordinaria contribución que el comunismo puede
hacer a la construcción de una contra-iglesia mundial que llevará a término la gran
apostasía y conducirá inmediatamente al reinado del Anticristo.

Por su volumen social sin parangón, así como por ese genio en el orden del mal
que le pertenece (y que pronto estudiaremos), el comunismo tiene el poder de llevar a su
punto supremo de virulencia los procesos de materialización y descristianización
propios de las sociedades modernas.

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Pero, tal vez digáis, dado que por el momento el Anticristo 4 no es probable que
se interese por nosotros, ya que aún no ha aparecido, ¿es realmente necesario interesarse
por él? Ciertamente no es necesario; y, aunque nos detengamos en este personaje, es
sobre todo Cristo quien debe interesarnos. Especialmente porque Cristo está obviamente
muy por encima del Anticristo y lo domina con todo su poder y santidad como Hijo de
Dios hecho hombre. No cometamos el error de imaginar al Anticristo como una especie
de contraparte simétrica de Jesús, nuestro Señor. No hay simetría posible. Nuestro
Señor Jesucristo es el Verbo de Dios encarnado; su acción es omnipotente, la gracia que
nos ha ganado con su Pasión tiene todo el poder sobre nuestra libertad, reside en lo más
íntimo de nuestro ser, es más interior a nosotros que nosotros mismos, y esta presencia,
plena y santificante, constituye una salvaguarda inexpugnable. “El que come mi carne y
bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él” (Jn. VI, 57).

Nada de eso para el Anticristo. Su poder no será mayor que el de una criatura
humana, que sirve de instrumento a un ángel maldito, el cual, a su vez, no es más que
una criatura, a pesar de ser un espíritu puro. El Anticristo, con todo su prestigio y
artimañas, no podrá apoderarse de una libertad que no consienta en abrirle sus puertas;
no penetrará en el secreto de un corazón que quiere habitar con Dios. E incluso sin
hablar de su acción, es el conocimiento del secreto de los corazones lo que permanecerá
inaccesible para él5. Finalmente, la contra-Iglesia que habrá construido nunca tendrá un
poder de persecución o disgregación lo suficientemente insinuante o fuerte como para
suprimir la verdadera Iglesia, para privarla de su jerarquía regular y de sus sacramentos
efectivos, para vaciarla de su caridad.

Es necesario repetirlo, debido a la inclinación natural de nuestro espíritu


enfermizo a concebir el mal como simétrico del bien y al Anticristo como la contraparte
de Cristo, hay que decir una y otra vez que el Anticristo no se parecerá a Cristo ni desde
el punto de vista del poder, ni desde el punto de vista de la interioridad, ni desde el
punto de vista de la animación que debe comunicar a la anti-sociedad de su invención.

4
Aunque el Anticristo sea colectivo, nuestras observaciones permanecen substancialmente inalteradas. —
La palabra Anticristo se encuentra en I Jn. II, 18-23 y III, 3.
5
El secreto de los corazones está cerrado a los mismos ángeles. Sobre los límites del conocimiento
angélico, ver I Pars, q. 57.

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Ahora que el Anticristo ha sido colocado en el lugar que le corresponde en
relación con el Verbo Encarnado Redentor, no es inútil mirar de cerca esta figura del
fin, y más particularmente a las organizaciones que están preparando su entrada en
escena. Sabiendo cuál es nuestra posición respecto a esas organizaciones, es más
probable que seamos inmunes y escapemos a sus trampas, ya sean de la masonería, del
neo-modernismo o del comunismo. — Pero veamos más de cerca el comunismo, ya que
parece ser el más avanzado de los tres mecanismos infernales que preparan la gran
apostasía y el advenimiento del Anticristo.

El lector conoce sin duda los trabajos de Jean Madiran sobre el comunismo y los
de Augustin Cochin sobre las sociedades de pensamiento. Augustin Cochin, joven
historiador e iniciador que cayó en el frente del Somme en 1916 como un centurión
evangélico. Pues bien, el gran interés, el inigualable interés, tanto de los estudios de
Cochin como de Madiran es haber realizado un análisis diferencial de lo que podríamos
llamar las sociedades contra-natura6. Han puesto el dedo en la llaga del carácter
específico y completamente nuevo del sistema de gobierno inaugurado por la
Revolución de 1789 y llevado por el comunismo a su punto extremo de horrible
perfección. Otros autores han arrojado luz sobre la psicología del jacobino o del
bolchevique; o han examinado el jacobinismo y el comunismo como doctrina (o, más
exactamente, como ideología) a menudo sin ver la relación exacta entre ideología y
práctica; porque la ideología comunista no ordena la revolución de la manera lógica en
que, por ejemplo, la doctrina cristiana sobre Dios y su Cristo ordena la moral y la vida
cristianas; por el contrario, la ideología está estrictamente supeditada a la práctica,
modificable según los imperativos del éxito de la revolución. — En cualquier caso, si
varios autores han manifestado aspectos importantes e innegables de la Revolución y
del comunismo, nadie hasta ahora, al menos que yo sepa, ha puesto de manifiesto con

6
Augustin COCHIN, Les sociétés de pensée et la démocratie moderne; luego, La Révolution et la libre
pensée (ambos publicados por Plon, París). — Abstraction révolutionnaire et réalisme catholique, folleto
publicado por Desclée de B. en París. — Por último, la notable obra de Antoine DE MEAUX: Augustin
Cochin et la genèse de la Révolution, publicada en 1928 en la colección du Roseau d'Or (Plon édit.) —
MADIRAN especialmente su obra Vieillesse du Monde (Nouv. édit. latines). El presente estudio, como se
verá, le debe mucho.

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tanta perspicacia como Madiran y Cochin el carácter irreductible de la dominación
comunista o revolucionaria, es decir, la existencia y el papel de grupos dirigentes y de
las autoridades paralelas. Estas autoridades, de un tipo especial y no definido
legalmente, saben penetrar en todos los grupos y en el propio funcionamiento del Estado
para orientarlos y doblegarlos a su voluntad. Así, en el régimen comunista pueden
formarse grupos profesionales, pero son penetrados y maniobrados por el grupo
dirigente de una casta única e intocable. Del mismo modo, a los grupos religiosos, a las
diócesis con sus administraciones particulares, a las parroquias, a los seminarios, a las
diversas obras, se les permite siempre existir e incluso a veces actuar apostólicamente,
(pero entonces dentro de límites muy estrechos y bajo una odiosa vigilancia); sin
embargo, las autoridades oficiales van acompañadas, entre bastidores, por otras
autoridades en manos del Partido, de modo que éste impone continuamente su coacción,
mentira y arbitrariedad. En primer lugar, por supuesto, exige que las autoridades
oficiales guarden silencio sobre el grupo clandestino que los dirige más o menos a su
antojo; y dispone de considerables medios de presión para obtener el silencio. Además,
en varios ámbitos ocurre que la autoridad oficial y la clandestina están en las mismas
manos. Como dijo Tito, criado en la élite: «Hay cinco millones de funcionarios en la
URSS y cinco millones de miembros del Partido; son los mismos». Observación que no
siempre es verdadera al pie de la letra, aunque sí la mayoría de las veces; pero que es
absolutamente correcta en su espíritu7.

El aplastamiento, la esclavitud propia del comunismo es, en efecto, el de la


tiranía y el terror; pero es una tiranía como la que puede ejercer un grupo dirigente; un
terror como el que pueden ejercer las autoridades paralelas. Es mucho más difícil
escapar y la solución es casi imposible.

Una sociedad fundada en las relaciones normales de la naturaleza o de la gracia,


como el municipio, la profesión, la patria, la diócesis, —que tiene a la cabeza una
autoridad visible, conocida, jurídicamente establecida y definida—, tal sociedad no es
necesariamente inmune a la arbitrariedad y al abuso, al formalismo y al legalismo; la
historia lo demuestra en abundancia, tanto en el Estado como en la Iglesia, entre los
obispos como entre los príncipes. Al menos una sociedad según la naturaleza (o según
la gracia) es capaz, por su propia esencia, de servir al bien del hombre, así como lleva

7
J. MADIRAN, La Vieillesse du monde, pág. 16.

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en sí misma recursos vitales para ser enmendada cuando se estropea y corrompe,
precisamente porque está ordenada según lo que es el bien del hombre y porque la
autoridad está establecida según la ley, definida jurídicamente. Pero es posible concebir
una anti-sociedad que trabaja constitutivamente para el mal del hombre (aunque llame a
este mal progreso, promoción y paz), es posible concebir una sociedad que no deje casi
ningún recurso a los que ha capturado en sus mallas. Basta con ver al comunismo tal y
como es para convencerse de que esta anti-sociedad, este anti-gobierno, existe y
funciona entre los pueblos.

Esta clase de sociedad no se basa en absoluto sobre las relaciones naturales 8:


comuna, profesión, patria; ni siquiera sobre una quimera devoradora como la libertad y
el progreso divinizados de los revolucionarios del siglo XVIII. El fundamento de esta
sociedad monstruosa es la aberración radical del materialismo dialéctico y la
transmutación de la humanidad por este materialismo. Fundada en un principio tan
perverso, la anti-sociedad comunista está invenciblemente volcada a establecer un
régimen, un sistema de dominación, que es lo más contra-natura posible. La tiranía
clásica, es decir, la voluntad de una sola persona que domina al margen de toda ley, por
muy opresiva y ruinosa que fuera, seguiría siendo insuficiente para el mal, precisamente
porque las víctimas tendrían que tratar con una persona real, individual, más o menos
accesible y, por lo tanto, flexible. Mejor, sin duda, para que la autoridad se corresponda
con una sociedad invertida, mejor es la tiranía de las redes clandestinas y las autoridades
paralelas. Uno se da cuenta entonces de esa perversión intrínseca denunciada por el
Papa Pío XI, que está en las fibras de la sociedad comunista. Entonces lo que queda de la
sociedad sana, de la organización natural, está por definición y sin respiro, carcomido,
corroído, envenenado por las autoridades paralelas.

8
Releer en L'Homme face au totalitarisme moderne (Congrès Sion, 1964) ed. C. L. C., 49, calle des
Renaudes, París: la Comunicación de Jean Madiran, pág. 16: “Tomo la sociedad del pensamiento en su
estado puro, es decir, una sociedad construida arbitrariamente por el pensamiento, en reacción, o más
exactamente en revolución contra las sociedades naturales. Las sociedades de pensamiento son sociedades
construidas al margen de las relaciones jerárquicas normales y legalmente definidas. — Las sociedades
dadas o construidas según la naturaleza son sociedades de relaciones familiares, profesionales, de
vecindad, nacionales, etc., y jerarquizadas, es decir, son autoridades legalmente definidas, mientras que
las sociedades de pensamiento, desde el principio, se sitúan fuera de estas relaciones normales, naturales,
jerarquizadas, y por eso dan lugar a lo que se ha llamado el sistema de jerarquías paralelas. Las
jerarquías paralelas son jerarquías que no se basan en la naturaleza ni en la gracia y que no están definidas
jurídicamente… Cuando hablamos de jerarquías fuera de las categorías legales estamos equiparándolas
con tiranías, porque la tiranía se puede definir: una autoridad y una jerarquía fuera de cualquier definición
jurídica”.

www.traditio-op.org 10
Pienso aquí en las reflexiones de Josef Pieper 9 sobre la globalización de un
poder perverso como precursor del Anticristo10, y me inclino mucho a creer que no se
trata de un poder clásico, aunque sea una terrible tiranía, sino de un poder de tipo
revolucionario y comunista. Cuando llegue a la etapa de la globalización, el sistema del
grupo dirigente y de las autoridades paralelas será prodigiosamente eficaz para sofocar a
las almas y subvertir a la Iglesia. Es sin duda a través de este sistema de dominación,
que finalmente se habrá convertido en global, que se harán los preparativos más
inmediatos para la venida del Anticristo.

Lo que quiero recordar sobre todo es ésto: toda sociedad cuyo ideal es
revolucionario, es decir, que lleva en sí el odio al ser y, por lo tanto, el odio a las
jerarquías naturales y, en primer lugar, a la soberanía de Dios, toda sociedad de esta
índole tiende con todo su peso a neutralizar y desvirtuar la autoridad legítima; y la
mejor manera de conseguirlo es establecer autoridades contra-natura: un grupo
dirigente, grupos de presión ocultos, autoridades y policías paralelos.

Con estas consideraciones no quiero sugerir que el comunismo se haya


establecido de forma deductiva, como si se tratara de un proceso a priori; como si los
iniciadores bolcheviques se hubieran dicho a sí mismos, de repente: para la sociedad
que queremos establecer, y a la que el materialismo dialéctico es consubstancial, el tipo
de gobierno apropiado será el grupo dirigente; por lo tanto, lo estableceremos. De la
misma manera, no me imagino que los revolucionarios de finales del siglo XVIII hayan
razonado más o menos así: ya que queremos hacer nacer una nueva Francia, que rompa
con la superstición eclesiástica y con las autoridades naturales y tradicionales, vamos a
inventar el régimen de las sociedades de pensamiento y de los clubes, por ser el más
adecuado para hacer que una vieja nación cristiana se aleje de Jesucristo y de lo mejor
de su pasado. En la realidad histórica las cosas son más complejas; van por ensayo y
error, no tienen el rigor deductivo del discurso. Sólo la explicación deductiva que se

9
La fin des temps (traducido del alemán por Claire Champollion) publicado por Desclée de B. en París,
en 1953.
10
Es oportuno señalar sobre este tema la impactante visión de BERNANOS —. “Sabrás lo que es una
cierta paz —ni siquiera la que vislumbró Lenin, agonizando en su catre de tijera, en el fondo de su
horrible buhardilla del Kremlin, con un ojo abierto y el otro cerrado—, sino la que imagina, tal vez en
este momento, algún pequeño limpiabotas yanqui mientras hace crujir sus cacahuetes con azúcar, un
chiquillo con cara de rata, medio sajón, medio judío, con quién sabe qué del antepasado negro en lo más
profundo de su esencia furiosa, el futuro rey del acero, del caucho, del petróleo, el fiduciario de los
fideicomisos, el futuro amo de un planeta estandarizado, este Dios que el universo espera, el Dios de un
universo sin Dios” (G. BERNANOS, La Grande Peur des bien-pensants, pág. 454, publicado por Grasset
en París, 1931).

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ofrece después nos permite comprender mejor la naturaleza del encadenamiento de las
contingencias históricas. — En cualquier caso, quisiéramos, con estas breves
consideraciones, haber dejado claro que la negación del fundamento natural de la
sociedad, cuando se lleva a cierto extremo diabólico, tiende a engendrar, y de hecho lo
hace, una jerarquía de mentiras para una sociedad invertida: los clubes para la
Revolución y, para el Comunismo, el Partido y el grupo dirigente.

Uno de los puntos más destacados de la Divini Redemptoris es explicar el éxito y


progreso del comunismo; el documento papal lo explica sobre todo por la mentira, por
una fuerza sin igual en la propaganda de la mentira. Ahora bien, si buscamos el foco
secreto de esta fuerza sin parangón, nos vemos abocados a descubrir las nuevas técnicas
de dominación: grupo dirigente, autoridades paralelas y clandestinas.

Es difícil negar que estas nuevas técnicas de coacción han comenzado a


introducirse en la Santa Iglesia. Como ha señalado un escritor con gran perspicacia 11:
“el carácter extraño de la crisis que atraviesa actualmente la fe cristiana reside en la
dificultad de arrojar luz sobre ella. ¿Por qué? Porque el sistema actual de la herejía, o
para ser más precisos, de la apostasía, o del «ateísmo cristiano», es inseparable de un
aparato sociológico que consigue permanecer casi invisible. Si no hubiera en los
despachos… de los cargos eclesiásticos importantes autoridades paralelas y
clandestinas sólidamente incrustadas, prácticamente intocables, lo suficientemente
poderosas como para hacerse temer y obedecer”, ¿cómo se explicaría satisfactoriamente
el progreso del teilhardismo, el éxito de las interpretaciones distorsionadoras del
Vaticano II, e incluso el auge de esa vil literatura que representa una especie de
erotismo católico?

Por su parte, el P. Louis Coache señalaba la similitud de procedimientos entre el


neo-modernismo y el comunismo. “Encontramos mezclados allí, (en ambos) los

11
PEREGRINUS, en Itinéraires, junio de 1966.

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objetivos revelados y los fines secretos. Los objetivos revelados (en el neo-modernismo)
son: ir a los hombres, hacer comprender la liturgia… facilitar la práctica religiosa…
hacer la unidad y propagar la paz. Los fines secretos corresponden a una voluntad
satánica, la voluntad de separar a las Iglesias de Roma, de secularizar las instituciones
sagradas, de poner al hombre y en última instancia a Satanás en el lugar de Dios. —
Sólo Satanás y algunos de sus secuaces conocen los fines secretos. Todos sus
trabajadores, militantes de la Acción Católica, capellanes, párrocos y vicarios, de buena
fe y con ardor, trabajan por estos fines secretos, creyendo sinceramente que trabajan por
una ortodoxia mejor… Una de las técnicas de lavado de cerebro más populares y
seguras es la revisión de la vida. La revisión de la vida corresponde a las sesiones de
adoctrinamiento en los países comunistas”12.

A estos diagnósticos condenatorios no parece que se haya ofrecido hasta ahora


ningún desmentido capaz de convencer. Y, sin duda, no es por el hecho de que un mal
tan grave, de naturaleza típicamente revolucionaria y comunista, haya penetrado en la
propia Iglesia por lo que vamos a dudar de las promesas del Salvador. Estamos seguros
de que la Iglesia está hecha de tal manera que se defenderá victoriosamente incluso
contra este nuevo mal. El hecho es que la era del Anticristo debe estar sensiblemente
cerca. Más aún, hay que decir y mantener que, en cierto sentido, esta proximidad, esta
preparación es como nada. Más que eso, es la propia realización la que, en cierto
sentido, será como nada; digo como nada en el sentido de que no hay ninguna medida
común, como ya he explicado, entre el Cristo y el Anticristo. Por eso el título de
“victorioso” no es un atributo del diablo, sino sólo del Señor. Aunque la distorsión de la
fe aumentara, aunque el sistema de dominación por infiltración se extendiera, tenemos
la firme esperanza de que el Señor dará a los que quieran permanecer fieles la
inteligencia y la fuerza para resistir y perseverar; sin embargo, no hay que hacerse
ilusiones sobre el precio a pagar, que puede ser la vida misma.

12
Le Monde et la vie, junio de 1966, artículo del P. COACHE sobre la nueva religión.

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La maldad propia y reservada al comunismo me parece realmente difícil de
entender. Por mucho que uno intente concebir una sociedad perversa, no nos formamos
espontáneamente la idea de una sociedad comunista (anti-sociedad). Uno piensa
inmediatamente, por ejemplo, en la tiranía de algún Nabucodonosor, útilmente ayudado
por una banda de fanáticos; o en esos regímenes persecutorios de los que nos da cuenta
la historia, desde Diocleciano hasta la gran Isabel y el reyezuelo salvaje de Uganda.
Pero con todas estas representaciones aún estamos lejos del comunismo. Porque no se
trata simplemente de una variante del tipo de regímenes inicuos anteriormente
conocidos. Es otra cosa, a pesar de una serie de similitudes externas. Y, a menos que
seamos muy cuidadosos, no nos damos cuenta de que en realidad es otra cosa, algo
incomparablemente peor. En su caso, los medios de persecución religiosa, por ejemplo,
no son sólo la denuncia, la tortura y la deportación. Ciertamente, estos horribles
métodos se utilizan en abundancia, pero son exigidos por el nuevo principio de las
autoridades paralelas y, por ese mismo hecho, están envueltos en una asfixiante
atmósfera de mentiras. Las autoridades paralelas trabajan para hacer creer a todos los
cristianos, y al propio mártir, que rechazar el comunismo es traicionar a la Iglesia. Esta
perfección en la mentira es difícil de percibir. Es algo que no viene fácilmente al
espíritu.

Intentad, en cambio, hablar de este tipo de persecución a mentes jóvenes,


sencillas y rectas. Les habláis de los interminables interrogatorios, de las agonías de las
cárceles y de los campos de exterminio, en una palabra, de lo que ya se vio —pero de
forma menos atroz— en las persecuciones de los primeros siglos o de la Reforma. Hasta
ahí vuestro joven público os sigue muy bien. Pero si tratáis de ir más allá, de explicarles
lo que caracteriza a la persecución comunista, de hacerles comprender los
procedimientos de presión por parte de las autoridades paralelas, sentís que ya no os
siguen; es demasiado contra-natura; no comprenden este procedimiento diabólico que
hace inseparable la mentira más negra de la crueldad más feroz; es, sin duda, la
invención más espantosa del infierno.

En otro ámbito, los medios utilizados en los países comunistas para dominar la
agricultura, la industria, el comercio y la universidad no consisten sólo en un control
acosador, en un gran desarrollo de la policía, en una publicidad obsesiva, en la
necesidad de avales y certificados para todo y para nada. Es todo esto, pero está
controlado por el Partido, por un grupo dirigente intocable que tiene todas las

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apariencias de ser la representación legítima de los países, que tiene el poder de
silenciar a todos los que protesten contra esta impostura.

Ahora bien, si el comunismo ha producido de alguna manera este sistema de


dominación es porque es un materialismo, y como él mismo proclama, un materialismo
“dialéctico”. Esto significa que, desde su punto de vista, no sólo el ser humano se
reduce a la materia, sino que una de las leyes de la materia, la oposición y la
destrucción, se sostiene como ley fundamental de la sociedad humana. Por eso es
importante exasperar las contradicciones y divisiones en el seno de los grupos sociales,
suscitarlas si es necesario, para que la sociedad, en virtud de esta “dialéctica”, acabe
generando un tipo de hombre que ya no tendría nada que ver con la verdad de su ser, su
condición de naturaleza primordialmente espiritual, creado por Dios, herido en Adán,
redimido por Jesucristo, destinado a la paz y armonía por medio de la fidelidad a una
ley objetiva y trascendente. Este materialismo, de tipo “dialéctico” como se
autodenomina, está tan lejos como puede estarlo de ser el reflejo de una mente bien
hecha. Hace falta, creo, un cierto esfuerzo para estar de acuerdo en que el comunismo es
precisamente eso: un materialismo absolutamente contra-natura. Y este materialismo
contra-natura requiere, como hemos dicho antes, un régimen intrínsecamente anti-
natural.

Para llegar a ver al comunismo tal cual es, en su perversidad intrínseca y su


novedad en la perversidad, me parece que los cristianos, que cada uno de nosotros,
necesita creer más en el amor de Dios. Porque es en la medida en que nuestra fe en el
amor de Dios está viva y se fortalece con los dones del Espíritu Santo que logramos
comprender el pecado y las organizaciones sociales del mismo. Si creemos
profundamente que quien fue clavado en la cruz el Viernes Santo es el mismo Hijo de
Dios; si nuestra fe en la Eucaristía, en la Iglesia indefectible se hace penetrante y
luminosa por la acción del Espíritu Santo, seremos capaces de ver en el comunismo un
castigo y una prueba y de discernir mejor su verdadera naturaleza. Ya no tendremos que

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engañarnos sobre su radical perversidad ni subestimarla, porque habremos comprendido
vitalmente que el Señor puede pedir a su Iglesia pruebas de amor muy fuertes y nuevas;
en este caso la lucha contra un mal monstruoso, desconocido en épocas anteriores. Si la
realidad de la agresión comunista es ignorada con demasiada frecuencia por los
cristianos, es porque, al no creer suficientemente en el amor de Dios, no creen que
pueda castigarnos hasta el punto de enviarnos tan temibles azotes, que pueda honrarnos
hasta el punto de lanzarnos a tan duras batallas. Además, los cristianos no creen
suficientemente que la Virgen Inmaculada esté interesada en las batallas supremas de la
Iglesia y que interceda por su victoria.

Creer en el amor de Dios nos dará la fuerza no sólo para tener una visión clara
del mal que es nuestra prueba (y castigo) sino para combatirlo con las armas adecuadas.
¿Qué armas?

La respuesta de la encíclica Divini Redemptoris puede resumirse así: las armas


de la santidad realista. No sólo la oración y el ayuno, sino la restauración de la moral
cristiana privada y pública. En la vida privada: desprendimiento de los bienes terrestres,
confianza en la Providencia, fidelidad a las leyes del matrimonio, reconocimiento
efectivo de la primacía de la contemplación y del estado de consagración a Dios. En la
vida pública: gran cuidado de no dejarse llevar por el comunismo, rechazo a la
colaboración, perseverancia en la denuncia de su malignidad; pero también
organización profesional, rechazo del estatismo, aceptación por parte del Estado de la
“jurisdicción de la Iglesia sobre la ciudad”.

¿Cuántos laicos (y clérigos), al releer el programa de defensa, elementalmente


cristiano, preconizado con corazón paternal por el Papa Pío XI, llegarán a preguntarse:
pero en la práctica, qué queda a nuestro alcance? Enterrados como estamos en las
innumerables redes del estatismo, moviéndonos en un entorno sobresaturado de
laicismo y neo-modernismo, en un clima de apatía y lujuria, ¿cómo podemos aplicar el
programa pontificio? Pues bien, llegar hasta donde podamos en los ámbitos, por
pequeños que sean, que nos queden; agruparnos y ayudarnos en pequeñas comunidades
naturales; comunidades lo más claramente cristianas posible, que acepten un cierto
alejamiento del mundo como ley esencial de la existencia y del apostolado; y,
finalmente, perseverar en la oración, para que las alas de nuestra esperanza no se

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rompan ni se plieguen nunca. En vano se tienden redes bajo los pies de los que tienen
alas13, y los que tienen alas son los que rezan.

R.-Th. Calmel, O.P.

P.D. — Si es cierto, como he sugerido más arriba, que, con la intromisión de los
masones, neo-modernismo y comunismo hemos entrado en la fase de preparación
inmediata de la gran apostasía —sin prejuzgar la duración de esta fase—, ¿cómo
concebir, en este caso, la posibilidad de esa “primavera cristiana” que, me parece, han
hecho posible el mensaje de Fátima y los discursos de Pío XII y San Pío X 14? Para
degradarse y caer finalmente en la gran apostasía, ¿no debe prolongarse esta primavera
cristiana a lo largo de varios siglos? Y si la apostasía ha retrocedido tanto, ¿tenemos
derecho a sugerir que hemos entrado en la fase de su preparación inmediata? ¿No sería
mejor simplemente estar de acuerdo en que estamos atravesando una época difícil, ni
mejor ni peor que otras, análoga por ejemplo a las crisis del arrianismo o de la
Reforma? — No lo creo, y he explicado la falta de puntos en común entre las herejías
clásicas, por un lado, y el neo-modernismo, las sectas ocultas y el comunismo, por otro.
En cuanto a la larga demora que sería necesaria entre la posible o probable primavera
cristiana y el desencadenamiento de la gran apostasía, he aquí lo que yo sugeriría: la
historia de la Iglesia parece mostrar que basta un tiempo muy breve para que una
extraordinaria renovación de la fe y del fervor, una primavera cristiana, sea barrida y
sumergida por alguna poderosa herejía que se desencadena con la brusquedad de un
tornado. Así, la paz de la Iglesia y el gran movimiento de conversión que la acompañó
se produjo en el año 313 y, sin embargo, fue unos años más tarde, en el 325, cuando se
tuvo que convocar el Concilio Ecuménico de Nicea para contrarrestar la devastación
relámpago del arrianismo. A partir de este ejemplo no parece precipitado suponer un
período muy corto entre la primavera cristiana y la gran apostasía.

13
Prov. I, 17.
14
Ver el discurso de San Pío X, del 29 de noviembre de 1911, que anuncia una renovación de la misión
cristiana de Francia (Actas de Pío X, publicadas por La Bonne Presse en París, volumen VII; o página 17
de Destin de la France, por E. ROBERT, Librairie du Carmel, 27, rue Madame, París 6e).

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Y sin duda lo importante es vivir en el presente, en la presencia del Señor, dueño
de los acontecimientos y de los hombres, sin preocuparnos demasiado por el futuro. El
hecho es que, si Dios nos creó capaces de conjeturar, no fue en vano. Y la idea de que
no es en absoluto improbable que hayamos entrado ahora en la fase de preparación
inmediata para la gran apostasía debe, obviamente, desarrollar en nosotros la
disposición de vigilar y orar, de desconfiar de los falsos profetas y de sus
organizaciones colectivas, de ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas;
prudentes como serpientes porque tenemos experiencia de nuestra debilidad interior, de
la facilidad con que nuestra naturaleza se escapa y se extravía, de la astucia y violencia
de la contra-Iglesia; — sencillos como palomas, porque estamos más seguros de la
omnipotencia de la gracia que de la debilidad de nuestra libertad; y porque los prestigios
y presiones de Satanás y de sus secuaces, con su aparato de dominación por autoridades
paralelas y redes clandestinas, son en verdad como nada frente a la cruz de Cristo y a la
intervención de Nuestra Señora —auxilio de los cristianos y madre de la Iglesia—.

R.-Th. C.
o
Itinéraires, n. 145 ; marzo 1967, pp. 144-165

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