Lectura 5.2023
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KANTIANA
Onora O'Neill
1. Introducción
Immanuel Kant (1724-1804) fue uno de los filósofos europeos más im-
portantes desde la antigüedad; muchos dirían simplemente que es el más
importante. Llevó una vida extraordinariamente tranquila en la alejada ciudad
prusiana de Kónigsberg (hoy Kalingrado en la URSS), y publicó una serie de
obras importantes en sus últimos años. Sus escritos sobre ética se caracterizan
por un incondicional compromiso con la libertad humana, con la dignidad del
hombre y con la concepción de que la obligación moral no deriva ni de Dios, ni
de las autoridades y comunidades humanas ni de las preferencias o deseos de
los agentes humanos, sino de la razón.
Sus escritos son difíciles y sistemáticos; para comprenderlos puede ser de
utilidad distinguir tres cosas. En primer lugar está la ética de Kant, articulada
por sus escritos de las décadas de 1780 y 1790. En segundo lugar está la
«ética de Kant», una presentación (considerablemente desfavorable) de la ética
de Kant formulada por sus primeros e influyentes críticos y que a menudo
todavía se atribuye a Kant. Esta posición ha tenido una vida propia en los
debates actuales. En tercer lugar está la «ética kantiana», un término mucho
más amplio que engloba tanto la ética de Kant como la «ética de Kant» y que
también se utiliza como denominación (principalmente encomiosa) de una serie
de posiciones éticas contemporáneas que reclaman la herencia de la ética de
Kant, pero que se separan de Kant en muchos sentidos.
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254 ¿Cómo debo vivir?
6. La «ética de Kant»
Muchas otras críticas de la ética de Kant resurgen tan a menudo que han
cobrado vida independiente como elementos de la «ética de Kant». Algunos
afirman que estas críticas no son de aplicación a la ética de Kant, y otros que
son razones decisivas para rechazar la posición de Kant.
1) Formalismo. La acusación más común contra la ética de Kant consiste
en decir que el imperativo categórico está vacío, es trivial o puramente formal y
no identifica principios de deber. Esta acusación la han formulado Hegel, J.S.
Mili y muchos otros autores contemporáneos. Según la concepción de Kant, la
exigencia de máximas universalizables equivale a la exigencia de que nuestros
principios fundamentales puedan ser adoptados por todos. Esta condición
puede parecer carente de lugar: ¿acaso no puede prescribirse por un principio
universal cualquier descripción de acto bien formada? ¿Son universalizables
principios como el de «roba cuando puedas» o «mata cuando puedas hacerlo
sin riesgo»? Esta reducción al absurdo de la universalizabilidad se consigue
sustituyendo el imperativo categórico de Kant por un principio diferente. La
fórmula de la ley universal exige no sólo que formulemos un principio universal
que incorpore una descripción
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del acto válida para un acto determinado. Exige que la máxima, o principio
fundamental, de un agente sea tal que éste pueda «quererla como ley uni-
versal». La prueba exige comprometerse con las consecuencias normales y
predictibles de principios a los que se compromete el agente así como a los
estándares normales de la racionalidad instrumental. Cuando las máximas no
son universalizables ello es normalmente porque el compromiso con las
consecuencias de su adopción universal sería incompatible con el compromiso
con los medios para obrar según ellas (por ejemplo, no podemos com-
prometernos tanto a los resultados de la promesa en falso universal y a
mantener los medios para prometer, por lo tanto para prometer en falso). La
concepción kantiana de la universalizabilidad difiere de principios afines (el
prescriptivismo universal, la Regla de Oro) en dos aspectos importantes. En
primer lugar, no alude a lo que se desea o prefiere, y ni siquiera a lo que se
desea o prefiere que se haga de manera universal. En segundo lugar es un
procedimiento sólo para escoger las máximas que deben rechazarse para que
los principios fundamentales de una vida o sociedad sean universalizables.
Identifica los principios no universalizables para descubrir las limitaciones
colaterales a los principios más específicos que puedan adoptar los agentes.
Estas limitaciones colaterales nos permiten identificar principios de obligación
más específicos pero todavía indeterminados (para una diferente concepción de
la universalizabilidad véase el artículo 40, «El prescriptivismo universal»).
2) Rigorismo. Esta es la crítica de que la ética de Kant, lejos de estar
vacía y ser formalista, conduce a normas rígidamente insensibles, y por ello
no se pueden tener en cuenta las diferencias entre los casos. Sin embargo,
los principios universales no tienen que exigir un trato uniforme; en reali
dad imponen un trato diferenciado. Principios como «la imposición debe
ser proporcional a la capacidad de pagar» o «el castigo debe ser proporcio
nado al delito» tienen un alcance universal pero exigen un trato diferen
ciado. Incluso principios que no impongan específicamente un trato dife
renciado serán indeterminados, por lo que dejan lugar a una aplicación
diferenciada.
3) Abstracción. Quienes aceptan que los argumentos de Kant identifi
can algunos principios del deber, pero no imponen una uniformidad rígida,
a menudo presentan una versión adicional de la acusación de formalismo.
Dicen que Kant identifica los principios éticos, pero que estos principios
son «demasiado abstractos» para orientar la acción, y por ello que su teoría
no sirve como guía de la acción. Los principios del deber de Kant son cier
tamente abstractos, y Kant no proporciona un conjunto de instrucciones
detallado para seguirlo. No ofrece un algoritmo moral del tipo de los que
podría proporcionar el utilitarismo si tuviésemos una información sufi
ciente sobre todas las opciones. Kant subraya que la aplicación de princi-
La ética kantiana 263
pios a casos supone juicio y deliberación. También afirma que los principios son
y deben ser abstractos: son limitaciones colaterales (no algoritmos) y sólo
pueden guiar (no tomar) las decisiones. La vida moral es cuestión de encontrar
formas de actuar que satisfagan todas las obligaciones y no violen las
prohibiciones morales. No existe un procedimiento automático para identificar
estas acciones, o todas estas acciones. Sin embargo, para la práctica moral
empezamos por asegurarnos de que los actos específicos que tenemos
pensados no son incompatibles con los actos de conformidad con las máximas
del deber.
4) Fundamentos de obligación contradictorios. Esta crítica señala que
la ética de Kant identifica un conjunto de principios que pueden entrar en
conflicto. Las exigencias de fidelidad y de ayuda, por ejemplo, pueden cho
car. Esta crítica vale tanto para la ética de Kant como para cualquier ética
de principios. Dado que la teoría no contempla las «negociaciones» entre
diferentes obligaciones, carece de un procedimiento de rutina para resolver
los conflictos. Por otra parte, como la teoría no es más que un conjunto de
limitaciones colaterales a la acción, la exigencia central consiste en hallar
una acción que satisfaga todas las limitaciones. Sólo cuando no puede ha
llarse semejante acción se plantea el problema de los fundamentos múltiples
de la obligación. Kant no dice nada muy esclarecedor sobre estos casos; la
acusación planteada por los defensores de la ética de la virtud (por ejemplo,
Bernard Williams, Martha Nussbaum) de que no dice lo suficiente sobre
los casos en que inevitablemente ha de violarse o abandonarse un compro
miso moral, es pertinente.
5) Lugar de las inclinaciones. En la literatura secundaria se ha presen
tado un grupo de críticas serias de la psicología moral de Kant. En particu
lar se dice que Kant exige que actuemos «motivados por el deber» y no por
inclinación, lo que le lleva a afirmar que la acción que gozamos no puede
ser moralmente valiosa. Esta severa interpretación, quizás sugerida por vez
primera por Schiller, supone numerosas cuestiones difíciles. Por obrar
«motivado por el deber», Kant quiere decir sólo que obremos de acuerdo
con la máxima del deber y que experimentemos la sensación de «respeto
por la ley». Este respeto es una respuesta y no la fuente del valor moral. Es
compatible con que la acción concuerde con nuestras inclinaciones natura
les y sea objeto de disfrute. De acuerdo con una interpretación, el conflicto
aparente entre deber e inclinación sólo es de orden epistemológico; no po
demos saber con seguridad que obramos sólo por deber si falta la inclina
ción. Según otras interpretaciones, la cuestión es más profunda, y conduce
a la más grave acusación de que Kant no puede explicar la mala acción.
6) Falta de explicación de la mala acción. Esta acusación es que Kant
sólo contempla la acción libre que es totalmente autónoma —es decir, que
se hace de acuerdo con un principio que satisface la limitación de que todos
264 ¿Cómo debo vivir?
los demás puedan hacer igualmente— y la acción que refleja sólo deseos
naturales e inclinaciones. De ahí que no puede explicar la acción libre e im-
putable pero mala. Está claro que Kant piensa que puede ofrecer una expli-
cación de la mala acción, pues con frecuencia ofrece ejemplos de malas ac-
ciones imputables. Probablemente esta acusación refleja una falta de
separación entre la tesis de que los agentes libres deben ser capaces de actuar
de manera autónoma (en el sentido rousseauniano o kantiano que vincula la
autonomía con la moralidad) con la tesis de que los agentes libres siempre
obran de manera autónoma. La imputabilidad exige la capacidad de obrar
autónomamente, pero esta capacidad puede no ejercitarse siempre. Los malos
actos realmente no son autónomos, pero son elegidos en vez de determinados
de forma mecánica por nuestros deseos o inclinaciones.
7. La ética kantiana
mentos más kantianos, y la ética de Kant. Otros que utilizan la denominación «kantiano»
en ética tienen una relación con Kant aún más libre —por ejemplo, muchos de ellos no
ofrecen concepción alguna de las virtudes, o incluso niegan que sea posible semejante
concepción; muchos consideran que lo fundamental son los derechos más que las
obligaciones; casi todos se basan en un teoría de la acción basada en la preferencia y en
una concepción instrumental de la racionalidad, todo lo cual es incompatible con la ética
de Kant.
8. El legado kantiano
La ética de Kant sigue siendo el intento paradigmático y más influyente por afirmar
principios morales universales sin referencia a las preferencias o a un marco teológico. La
esperanza de identificar principios universales, tan patente en las concepciones de la
justicia y en el movimiento de derechos humanos, se ve constantemente desafiada por la
insistencia comunita-rista e historicista en que no podemos apelar a algo que vaya más
allá del discurso y de las tradiciones de sociedades particulares, y por la insistencia de los
utilitaristas en que los principios derivan de preferencias. Para quienes no consideran
convincente ninguno de estos caminos, el eslogan neo-kantiano de «vuelta a Kant» sigue
siendo un desafío que deben analizar o refutar.
Bibliografía
Obras de Kant
Groundwork of the Metaphysic of Moráis; trad. H. J. Patón, como The Moral Law (Londres:
Hutchinson, 1953). Trad. esp.: Fundamentación de la metafísica de las costumbres,
ed. de M. G.a Morente, Madrid, Espasa-Calpe, 1971.
Critique of Practical Reason; trad. L. W. Beck (Indianapolis: Bobbs-Merrill, 1977). Trad.
esp.: Crítica de la Razón Práctica, trad. de M. G.a Morente, Madrid, Espasa-Calpe,
1975.
Religión Within the Limits of Reason Alone; trad. T. M. Greene y H. H. Hudson (Nueva
York: Harper and Row, 1960). Trad. esp.: La Religión dentro de los límites de la mera
razón, Madrid, Alianza Editorial, 1969.
The Metaphysic of Moráis. Trad. esp.: La metafísica de las costumbres, Madrid, Tec-nos,
1989.
Filosofía de la Historia, México, FCE, 1978.