La Construccion Bonta
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Bontá María Isabel. La formación docente en debate.
Academia Nacional de Educación
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Hoy nos encontramos frente a una enorme y variada producción científica que enfoca
desde diversas perspectivas la naturaleza de la escuela, sus funciones antropológico-
culturales, los contenidos que transmite, los agentes institucionales que intervienen para
conducir a los alumnos a la apropiación de los valores, conocimientos y habilidades que la
sociedad legitima a través del currículum y otras cuestiones significativas que
generalmente superan la capacidad personal de asimilar y procesar.
Estamos también participando de una circunstancia histórica especial: en muchos países
se están encarando procesos de reforma que procuran redefinir los dispositivos que
regulan el sistema educativo de manera integral. En este replanteo tienen fuerte
incidencia las líneas que proponen los organismos internacionales, que influyen sobre las
decisiones políticas de los gobiernos, y estos - por su parte - definen tiempos políticos
para generar cambios que son distintos de los que requieren los equipos técnicos y
profesionales, las estructuras burocráticas y la realidad educativa misma. Como decía
Gimeno Sacristán, «Mientras unos estudian la educación, otros deciden y otros la
realizan».
Este complejo contexto no es el mejor para gestar reformas genuinas, que son las que se
necesitan para asegurar el ingreso, la permanencia y el egreso de los alumnos en
condiciones de equidad, sean cuales fueran sus puntos de partida, por lo menos en el
periodo de educación obligatoria. Por eso, se hace imprescindible realizar un esfuerzo de
reflexión e imaginación para proponer alternativas de acción que constituyan reales
aportes frente a los problemas.
En estas Jornadas tendremos la ocasión de intercambiar puntos de vista sobre un vasto
espectro de temas en torno de la formación profesional del educador.
Sabernos que la docencia es considerada actualmente una semiprofesión: sus saberes de
base, las condiciones del sistema en el que se inserta y su ejercicio son sumamente
inestables y están fuertemente influidos por la realidad socio - histórica. No forman un
corpus unívoco y relativamente permanente, que confiera autonomía al desempeño de la
función. Popkewitz señaló tres contextos condicionantes: las prácticas cotidianas de la
escuela, el colectivo profesional que define los modelos de comportamientos esperados, y
el sociocultural que elige los valores y selecciona los contenidos a transmitir.
Tales condicionantes serán limitaciones en tanto se imponga su dimensión
obstaculizadora y se exprese en recortes a la autonomía, sujeción a normas externas y
falta de participación en las decisiones que afectan la función docente. Pero también
pueden ser la ocasión para que el docente advierta que su práctica está
multicontextualizada e interprete lo que esto significa para él: la enseñanza no se reduce
a lo que ocurre en el aula y las fuertes presiones que recibe deben estar más distribuidas,
no debe hacerse cargo como único responsable de las múltiples exigencias que se
plantean a la escolarización en la actual cultura del conocimiento (entendido como fuente
del desarrollo competitivo de las naciones).
El discurso político actual «hiperresponsabiliza» al docente, formulando modelos ideales
sobre su capacidad de producir cambios. Es como si volviéramos al viejo optimismo
pedagógico, pero ahora de la mano de discursos que enmascaran las condiciones reales
de la práctica y la situación laboral efectiva que el docente soporta.
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Quisiera ahora realizar algunas consideraciones sobre el saber pedagógico que forma
parte de la profesionalidad docente y finalizar haciendo un recorte específico: el
significado de ese saber en los docentes universitarios que cumplen su función sin haber
recibido formación pedagógica durante su carrera de grado profesional.
Sin entrar en consideraciones teóricas demasiado complejas, creo que el saber, como
sustantivo, tiene una connotación que lo distingue del conocimiento: expresa una síntesis
de estudio y experiencia que siempre se manifiesta en la acción. El saber no es
potencialidad o disponibilidad; se actualiza en la realización y en situaciones concretas.
Puede afirmarse que es un saber hacer que implica básicamente saber cómo y por qué
hacer. La segunda connotación resignifica a la primera porque destaca al componente
ético del saber pedagógico. La intervención pedagógica, en tanto influencia ejercida sobre
un ser en formación, joven o adulto, pero siempre capaz de aprender reconstruyendo su
experiencia - como dijo Dewey - , comporta el compromiso moral de conducir ese proceso
hacia los valores morales más altos a que se pueda aspirar.
La enseñanza, doblemente condicionada por las particularidades personales y los
mandatos sociales, se define como una forma de actuación estratégica que comienza por
comprender la distancia que media entre la realidad y las finalidades educativas que se
persiguen, con el objetivo final de reducir esa distancia. Dice Contreras Domingo:
Desde ese compromiso (práctico) orientado tanto por la emancipación individual de los
educandos, como por la justicia social y la emancipación colectiva, se concibe en forma
más plena la enseñanza como estrategia.
En este punto se encuentran el saber hacer y el saber ser, que aparece como su
fundamento. Pero debemos reconocer que esta interrelación configura un proceso, es una
trama que se va construyendo como historicidad en la vida personal, no está exenta de
conflictos, dudas, confusión, avances y retrocesos en la búsqueda de un saber hacer y
saber ser cada vez más profundo, más abarcador.
Numerosas investigaciones han mostrado que, en el proceso de profundización del saber
pedagógico, las instancias de formación docente inicial tienen bajo impacto,
probablemente porque perdura aún un modelo descontextualizado que no refleja las
condiciones del trabajo docente real La articulación teoría-práctica es baja, no solo por lo
señalado, sino también porque suele introducir al estudiante en un discurso
«megateórico» de difícil comprensión. No olvidemos que la Pedagogía, aunque se
propone ser la teoría y la reflexión sobre la práctica educativa, es también discurso:
práctica hablada, con códigos propios que pueden ser difíciles de desentrañar y que, para
muchos, pueden ser discursos vacíos, sin referente real.
Para aspirar al saber hacer y saber ser, los institutos de formación deben articular una
estrategia que vincule la teoría con la acción, que permita mirar lo real con otros ojos,
hacer nuevas lecturas. Se trata de armar un bricolage - como dice Beillerot - a través del
cual el alumno aprenda conceptualizaciones teóricas sobre el campo del saber al que se
incorporará y sobre la intervención pedagógica que realizará, al tiempo que se nutra de
investigaciones que lo ayuden a abordar problemas que se dan en situaciones concretas.
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Estas cuestiones también podrían ser analizadas a la luz del concepto de saber
pedagógico y de profesionalidad docente que he venido esbozando hasta aquí.
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