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Braier. Narcisismo y Lo Irrepresentable

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Psicoanálisis de la estructura narcisista


y de lo irrepresentable1
Eduardo A. Braier2

Introducción

Ciertamente, hoy no analizamos a nuestros pacientes del mismo modo que hace
treinta años. Sucede que el psicoanálisis es una disciplina joven y en progresivo des-
arrollo y que el tiempo no ha pasado en vano; hoy sabemos más, y estoy convencido
de que, al menos en lo que a este aspecto se refiere, contamos con la posibilidad de
analizar mejor que antes.
De algunos de estos cambios he de hablarles, aunque también veremos si lo son o
no, en rigor, de la técnica misma; en suma, si lo que ha cambiado es cómo analizamos
o más bien se trata de qué analizamos.
Por otro lado, los cambios sociales, propios de los nuevos tiempos, ejercen también
influencia sobre la técnica analítica generando transformaciones, entre otras cosas
incrementando nuestra necesidad de investigación y desarrollo teóricos a partir de
los cuadros psicopatológicos que hoy se nos presentan.
Empezaré comentando sucintamente algunas cuestiones acerca de esto último y
que juzgo de interés fundamental, circunscribiéndome a la incidencia de ciertos cam-
bios sociales de efectos perniciosos.

Los cambios sociales y su incidencia en la salud mental de la población

La humanidad ha entrado en el siglo XXI evidenciando una serie de logros suma-


mente beneficiosos, pero también alarmantes crisis, retrocesos y catástrofes de de-
vastadores efectos, cuyas consecuencias últimas aún desconocemos. Se trata de un
problema amplio y complejo, y mi intención no es hablar tanto de ello como de ciertas
necesidades de adecuación de la técnica psicoanalítica contemporánea. Me he inclinado
entonces por abordar, casi diría recortar, sólo un aspecto determinado de la cuestión
social, ya que considero que este posee una particular relevancia en lo que concierne
a la salud mental de la población y viene, además, siendo objeto de mi reflexión desde
hace algunos años.

1. Publicado en Hacer camino con Freud (Eduardo Braier, Buenos Aires, Lugar, 2009, capítulo 6), libro
que fue presentado en la Asociación Psicoanalítica Argentina el 19 de agosto de 2009.
2. eabraier@telefonica.net / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
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En un todo de acuerdo con consideraciones efectuadas por H. Mayer (1997), di-


remos que uno de los efectos más deletéreos de las transformaciones socioculturales
de la era posmoderna es, junto a las crisis y deterioros de diversas instituciones (la
política, la escolar, etc.), la progresiva crisis y disgregación de la familia humana en
tanto continente y transmisora de la cultura. Esto se traduce a menudo en familias
inexistentes o incontinentes, con padres ausentes o que se descalifican entre sí (Mayer,
1997); basta pensar que las enormes exigencias del mundo actual privan considera-
blemente a los niños de la necesaria presencia de sus progenitores.
Las severas deficiencias en las funciones parentales (materna, de sostén; paterna,
interdictora y normativa) alteran gravemente la estructuración psíquica de los hijos,
a menudo verdaderos huérfanos afectivos. Por ello la psicopatología contemporánea,
predominante sobre las neurosis, resulta esencialmente un padecimiento del ser, de
la identidad (déficit identificatorio), de la autoestima, que no es nuevo, pero que
lleva el sello cultural de la época y se caracteriza por su masividad, como en el caso
de las toxicomanías.
Se destacan sobre todo los trastornos narcisistas no psicóticos, entre los que los cua-
dros fronterizos constituyen un verdadero paradigma y a los que se suman diversas
alteraciones narcisistas de la personalidad, depresiones narcisistas severas, adicciones
varias, anorexia-bulimia, afecciones psicosomáticas, etc., “patologías actuales” que
demandan (Green, 1990a, 1990b, 1999) una renovación del compromiso teórico y clí-
nico del psicoanálisis con las mismas.
En apretada síntesis: se trata de cambios socioculturales que afectan a la familia, lo
que deviene en alteraciones de la estructura de la personalidad en la descendencia. Estas,
a su vez, registran fijaciones a niveles narcisistas primitivos, con dificultades para la
simbolización, el acceso al nivel edípico y al ideal del yo.

El desafío que afronta el psicoanálisis

El método psicoanalítico ha sido pergeñado para tratar las neurosis de transferencia


y las anomalías del carácter de naturaleza neurótica; el suyo había venido siendo el
circuito edípico y representacional de la represión-retorno de lo reprimido.
Pero a menudo quienes nos consultan hoy no presentan una estructura neurótica;
por tanto, como suele señalar Green, en la cura no desarrollan una neurosis de trans-
ferencia (la que continúa siendo un referente importante y un resorte esencial para
muchos) y no encontramos en ellos la neurosis infantil.
El gran desafío al que hoy nos enfrentamos en la clínica psicoanalítica es a mi cri-
terio el abordaje de trastornos que conciernen más a la estructura narcisista antes que
a la edípica. Son, pues, más los tiempos de Narciso que de Edipo.
Es cierto además que en los últimos cuarenta años los diversos estudios en
torno al tan importante como polisémico concepto de narcisismo han contribuido
a enriquecer considerablemente nuestra comprensión de estos cuadros, los que
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remiten, como antes dije, a un narcisismo primitivo y a una fijación a traumas psí-
quicos precoces.
Las situaciones traumáticas en cuestión, anteriores al advenimiento de la palabra,
carecen por ello de representabilidad en el aparato psíquico y no podrán ser recordadas,
pero en cambio sí repetidas (neurosis de destino, Freud, 1920).
Frontera de la psicopatología y del psicoanálisis en tanto método terapéutico, el
campo de lo irrepresentable −o parcialmente representable−, que interesa vivamente
al movimiento psicoanalítico internacional en el momento actual, tiene en C. y S.
Botella (1997) y en N. Marucco (1999) tres de sus principales adalides. (El tema se
corresponde además, entre otros conceptos, con los significantes de demarcación, en
términos de Rosolato y según su artículo de 1984, así como con el trabajo de lo negativo,
abordado por Green en 1986, y con “lo sabido no pensado”, al que Bollas se refirió en
1987.)
La presencia, acaso predominante de trastornos de esta naturaleza, nos exige una
respuesta terapéutica. Entiendo que ella puede concebirse desde una teoría de la cura
que retoma y trabaja ciertas hipótesis freudianas de gran potencialidad teórica, a las
que se suman renovadoras propuestas, todo lo cual deriva en consecuencias directas
sobre la comprensión clínica y sobre la técnica a ser empleada en estas circunstancias.
No obstante −y hay que decirlo también− para algunos esta problemática, que está
más allá de las palabras, se situaría fuera de la labor analítica, es decir, de los límites
de la analizabilidad.

Estructura narcisista y tercera tópica

Hay dos hipótesis que me parecen de decisiva importancia y que no podemos sos-
layar si queremos comprender debidamente ciertas transformaciones técnicas del psi-
coanálisis contemporáneo. Ellas proponen, desde una metapsicología freudiana, una
nueva mirada de la estructuración y el funcionamiento psíquicos, y son: 1) la presencia
en todo sujeto de una estructura narcisista, coexistente con la edípica, y que puede,
en determinados momentos y circunstancias, tomar el comando del aparato mental
(Marucco, 1999, caps. 1 y 2), como en efecto sucedería en los cuadros que integran
la llamada “patología contemporánea”; y 2) el reconocimiento de que la escisión del
yo, producida por la desmentida (Freud, 1927, 1940a [1938], 1940b [1938]), da lugar
a una tercera tópica freudiana (Marucco, 1978, 1980, 1999, cap. 1; Zukerfeld y R. Z.
de Zukerfeld, 1990, 1999, 2005; Zukerfeld, 1992, 1998), no viéndose dicha escisión li-
mitada a psicóticos y perversos, y siendo en cambio de una presencia generalizada,
que abarca a los llamados seres normales. Esta nueva propuesta está extendiéndose
progresivamente en el mundo psicoanalítico y tiene como precedente la aportada por
el propio Freud (1940b [1938]) acerca de la universalidad de la escisión del yo. De
este modo, es posible distinguir en todo sujeto una estructura neurótica o edípica y
una estructura narcisista.
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En tanto la estructura edípica se caracteriza porque en ella opera un yo que reconoce


la amenaza de castración, rige el ideal del yo e impera la represión, la estructura nar-
cisista responde al narcisismo primario, persistiendo en ella un yo ideal y la desmentida
de la castración. La estructura narcisista es además un área de producción del fenó-
meno del doble y de lo siniestro (Freud, 1919).
El análisis de la estructura narcisista en los pacientes con alteraciones de la misma
nos permitirá adentrarnos en la patología del desamparo (por deficiente libidiniza-
ción del infans) y en la de la intrusión (madre retentiva; permanencia de un vínculo
fusional madre-niño). Mientras Green (1990), por ejemplo, considera especialmente
la primera, Marucco pone en cambio el acento en la segunda, vale decir en el nar-
cisismo parental del que nos habla Freud en su Introducción del narcisismo, “la madre
fálica” y el niño mítico, contando con los aportes de Leclaire de Matan a un niño;
en este último caso, el sujeto no renuncia fácilmente al niño maravilloso del narci-
sismo primario, necesitando desmentir la ruptura de esta ilusión narcisista y evitar
el consiguiente sentimiento de desamparo (como en ocasión del nacimiento de un
hermanito, por ejemplo).
Pero yo quisiera señalar la magnitud de los trastornos narcisistas debidos al desamparo
ocasionado por fallas en el sostén materno, en circunstancias en las que ni siquiera hay
rastros de una previa libidinización del niño como apéndice (falo) de la madre, sino
que, por el contrario, es el desinterés, el abandono, la hostilidad o aun el odio abierto
hacia el hijo lo que prevalece por sobre el amor, sea este último objetivado o al menos
narcisista. A ello suelen sumarse las fallas en la función paterna. En cuanto al interés
evidenciado en este punto en particular he coincidido más con C. y S. Botella (1997,
1999), cuando investigaron traumas psíquicos tempranos ocasionados por carencias
maternas −especialmente en los pacientes borderline− y también con ciertas aportaciones
de Mayer (1997). En mi criterio es de fundamental importancia articular todo esto con
la hipótesis del filicidio atenuado (descuido, maltrato, etc., Rascovsky, 1970).
En cuanto a la coexistencia en el sujeto de una estructura edípica y una narcisista,
resulta particularmente acertada la analogía que realiza Marucco (1999, posfacio),
quien compara dicha coexistencia y la superposición entre ambas con lo que sucede
a propósito del cuadro de Dalí que se halla en el museo de Figueras y en el que aparece
Gala desnuda: si uno se aparta y lo observa a cierta distancia, dicho cuadro se convierte
en el rostro de Abraham Lincoln.

Psicoanálisis de la estructura narcisista y de lo irrepresentable

Desde esta perspectiva, el análisis de los niveles narcisistas, incluso en pacientes psi-
coneuróticos, adquiere en la práctica actual un papel decisivo, lo cual de por sí supone
una transformación y ampliación sustanciales en el desarrollo de todo proceso psi-
coanalítico, con modificaciones ostensibles en la manera de operar respecto del método
psicoanalítico clásico (empezando por el modo de escuchar y comprender el mensaje
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del analizando, que durante demasiado tiempo en los análisis ha sido con cierta fa-
cilidad estigmatizado por el paradigma del Edipo).
Sin embargo, considero que las herramientas técnicas no han cambiado mayor-
mente. Salvo el agregado de algunas variantes, como en su momento significaron
los parámetros aportados por Eissler (1953) −algunos de los cuales, como el apar-
tamiento temporario de la neutralidad con los pacientes fronterizos, fueran reto-
mados por Kernberg (1975, 1978, 1983)−, los recursos técnicos son en esencia los
mismos de siempre, partiendo, de ser posible, de la asociación libre y la atención
flotante; pero esta vez las construcciones (Freud, 1918 [1914], 1937) pasan a un
primer plano en pos de lograr a través de ellas −con la corroboración del analizando,
por medio de distintas respuestas y con su correspondiente sentimiento de convic-
ción− la historización. Me refiero a la recuperación de una historia perdida que no
podrá ser recordada, que está en cambio condenada a ser repetida y que corresponde
a la prehistoria infantil, intentándose así dar cuenta de lo no representable, lo que a
su vez según algunos autores habría caído bajo la represión originaria o primitiva,
mientras para otros como Marucco (1985; 1999, capítulos 2, 3 y 15) configura lo
inconsciente desmentido-escindido; en estas circunstancias las experiencias traumá-
ticas habrían logrado inscribirse en el psiquismo, formando parte de las primeras
huellas mnémicas, no pudiendo en cambio ser articuladas con representaciones de
palabra (Freud, 1920). Estas últimas habrán de ser aportadas por el analista mediante
las citadas construcciones, con el fin de que puedan ser incorporadas a la red repre-
sentacional del analizando y así ayudarlo a que pueda conferirle significado a estas
etapas y situaciones de su existencia. Así el analizando lograría acceder al gobierno
de esos traumas, en el intento de impedir que, en su demoníaca repetición, los mis-
mos sigan marcando su destino.
E. Rappoport de Aisemberg (2008) señala que la convicción que en el paciente puede
seguir a la formulación de una construcción se ve confirmada con, por lo menos, dos
fuentes: “una, la vivencia de la repetición en la transferencia-contratransferencia, que
el analista con sus hipótesis tratará de transformar en una representación; otra, la emer-
gencia de sueños indicadores de la transformación de las huellas traumáticas en un in-
tento de realización de deseo, como señala Freud en 1933 en la Conferencia 29”.
En la interesante propuesta de los Botella (1997, 1999), basada en una particular con-
cepción del trauma precoz, se advierte un componente positivo del mismo, pasible de
representación −la de la “mala madre”− y de ser reproducido (en la transferencia y en
otros sectores de la vida del paciente), en el que se reflejan el sufrimiento, los reclamos,
etc., a raíz de la carencia materna, accediendo como dolor a la conciencia; tras dicho
componente positivo −a la manera del contenido manifiesto y el latente en el sueño−
se oculta uno negativo, irrepresentable y desorganizador del psiquismo, que corresponde
a una ausencia (lo irrepresentable de la propia ausencia en la mirada del objeto). En re-
lación con esta cara negativa del trauma, que según los Botella tampoco se reproduciría
en la transferencia y que tanto desde la metapsicología como desde la técnica es aquello
que más les interesa recalcar, lo que el analista en cambio ha de intentar aportar al ana-
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lizando es una representación significante, construida por el primero, para lo cual este
ha de partir de una escucha regrediente (que estos autores diferencian de la atención flo-
tante y que juzgan necesaria para tratar a los pacientes borderlines, con trastornos nar-
cisistas, que hoy demandan nuestra ayuda), escucha que llevará a una regresión formal
y en vigilia del pensamiento del analista. De tal regresión, de una calidad casi alucinatoria,
podrá −o no− surgir esa representación en el psiquismo del analista. La misma funciona
como una representación-encrucijada que sirve para ligar los diferentes elementos cons-
cientes e inconscientes, una unidad, que podrá consistir en una imagen, visual o acústica,
o en una palabra, que ha de ser incorporada a la labor interpretativa dentro de lo que
los autores proponen llamar una interpretación regrediente y convergente. Mientras la
interpretación clásica es, además de representacional (en tanto alude a una representación
reprimida), disyuntiva, por cuanto separa pasado de presente, objeto original y analista,
la interpretación convergente recibe esta denominación porque procura la unidad y co-
herencia de los elementos. Su formulación al analizando responde a la finalidad de brin-
darle, ante la ausencia de representación, cierta posibilidad de inteligibilidad, figurabilidad
y de organización psíquica, frente al efecto desorganizador y devastador de lo negativo
del trauma. Apunta, pues, a la zona de lo irrepresentable del paciente como un “signi-
ficante enlazador”, el cual, dice C. Botella (1999), puede ser también “una representación
de lo infantil del analista”, pero lo importante es, prosigue diciendo, “que esa represen-
tación signifique los dos psiquismos”.
Habrá quienes no avalen tal conducta del analista, pensando que estas situaciones
que se presentan en la práctica psicoanalítica actual marcan un límite a nuestras po-
sibilidades de encontrar significados y que debemos aceptarlo, temiendo al mismo
tiempo las consecuencias derivadas del abuso de esta búsqueda de sentido en todo
análisis y de querer obrar per via di porre. Otros −y no son pocos, me parece− estarán,
en cambio, convencidos de que las actuales circunstancias demandan un plus de par-
ticipación del analista para intentar resolver la difícil situación que se suscita y por
ende apoyan este tipo de iniciativas (Marucco, 2007). Para los últimos, de lo que se
trata además es de ponerse en marcha, de movilizar al analizando, quien tal vez podrá
aportar a continuación nuevos datos y entre los dos, analizando y analista, encontrar
un sentido. Se ha de procurar que el primero pueda salir del círculo vicioso de la re-
petición mortífera.
Personalmente, creo que lo que C. y S. Botella propician tiene una sólida consis-
tencia teórica y abre un campo de interés para la teoría y la clínica; con ello, más las
inquietudes terapéuticas que la propuesta conlleva, desde la preocupación por dar
respuesta al padecimiento de personas que, como los casos limítrofes, abundan hoy
en día en los despachos psicoanalíticos, hay suficientes razones para que sean emulados
−sobre todo si quienes lo hacen son personas experimentadas en el oficio− y para
apoyar una tentativa de este tipo, llevada a cabo con la prudencia y los cuidados del
caso. Dentro de un marco cuidadoso y continente para el analizando no me parece
que sea necesariamente un desatino intentar algo así, ni que entrañe mayores peligros
para este último. Ahora bien, la cuestión dependerá quizá mucho también del instru-
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mento psíquico particular que cada analista pueda disponer para realizar esta tan es-
pecial tarea que proponen los Botella (capacidad de ensoñación). Importarán el grado
de empatía que se logre con el analizando, las posibilidades del analista de “regresionar”
y adentrarse lo bastante en su propia mente; si éste posee, además, aparte de la sufi-
ciente “porosidad” psíquica, un estilo adecuado para verbalizar al analizando la re-
presentación emergente y un preciso sentido del timing; el autoanálisis o el re-análisis
del analista será sin duda otro factor de decisiva importancia, tal como lo señala
Marucco (2007), incidiendo asimismo las condiciones temporales y espaciales del en-
cuadre analítico que, obrando sobre la regresión de analizando y analista, podrán fa-
cilitar o por el contrario dificultar la realización del procedimiento. Finalmente, habrá
analistas dotados para este trabajo psíquico (comenzando por los propios Botella,
como es de suponer), mientras que otros no se atreverán a incursionar en él o senci-
llamente no lo conseguirán.
Y algo que creo importante también: la actitud general con que el analista asume
este reto. En este sentido, me parece altamente positivo intentar “nuevos caminos”
(Freud lo hacía y así fue también evolucionando el método psicoanalítico) y tener
una postura esperanzada, pero al mismo tiempo hemos también de evitar crearnos
expectativas desmesuradas acerca de lo que terapéuticamente podamos lograr. Pese
a que el análisis tiene en la obtención de niveles de ligadura uno de sus objetivos más
preciados, creo que no se trata de encontrar el eslabón perdido de la cadena repre-
sentacional y... santo remedio; sería ingenuo pensarlo así. Habrá que ver en cada caso
cómo responde cada paciente. El riesgo es el de quedar atrapados en una concepción
teórica que apueste excesivamente por la figurabilidad, en detrimento de la valoración
de otros recursos terapéuticos dignos de interés (asimismo dependientes del vínculo
analizando-analista, por ejemplo); ello sería tomar la parte por el todo. Si, por el con-
trario, pensamos que en ciertas situaciones y con determinados pacientes podemos
echar mano, en el meollo del trabajo artesanal del análisis y como un recurso más que
sumamos a nuestro arsenal terapéutico, a esta modalidad de participación del analista,
estaremos en condiciones de aceptarla con menos o ningún reparo, persuadidos de
que ésta enriquecerá el campo investigativo-terapéutico de la situación analítica.
Volviendo al problema de la repetición: la presencia del trauma psíquico temprano
puede ser inferida en diversas manifestaciones del analizando, como por ejemplo
dentro de sus relaciones con los demás, de modo especial en el agieren del campo
transferencial y en las actuaciones (en estas patologías se registra una mayor ten-
dencia hacia el pasaje al acto), así como también en los rasgos patológicos −y de-
fensivos− de carácter.
Por lo que vamos viendo, el campo de la transferencia-contratransferencia sigue te-
niendo una importancia central para detectar la repetición, siendo ante ello objeto
de las interpretaciones, que harán que el acto advenga representación; la transferencia,
escenario tanto de la expresión de la estructura edípica como de la narcisista (recor-
demos la escisión del yo como herramienta conceptual), permitirá a través de la re-
petición −especialmente en quien padece un trastorno narcisista− que el analizando
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reviva en algún momento el desvalimiento de aquellos primeros estadios infantiles,


sintiéndose abandonado por el analista; asimismo, en su compulsión demoníaca a re-
petir “más allá del principio de placer”, el analizando podrá provocar que los demás,
incluido el propio analista, lo rechacen o abandonen; o abandonará antes, defensiva-
mente, al analista para evitar ser −o sentirse− abandonado por él. Nos dice Freud en
1920: “Se repiten injurias narcisistas […] los enfermos repiten en la transferencia todas
estas ocasiones indeseadas y estas situaciones afectivas dolorosas, reanimándolas con
gran habilidad. Se afanan por interrumpir la cura incompleta, saben procurarse de
nuevo la impresión del desaire, fuerzan al médico a dirigirle palabras duras”.
A partir de la transferencia narcisista, por imperio de la cual el analista es colocado
en el lugar del ideal del yo o del yo ideal, tendremos oportunidad de analizar también la
patología de los ideales (sobre la cual el pensamiento de Kohut ha abierto rumbos), la
simbiosis con el objeto-yo ideal y las fantasías megalómanas del narcisismo primitivo;
habrá, en este último caso, para que el analizando pueda empezar a vivir una existencia
propia y en términos de Leclaire (1975), que ayudar a “matar al niño”, narcisista y mara-
villoso (elocuente metáfora, aunque no suene muy agradable a nuestros oídos; propongo
alguna otra, como por ejemplo −se me ocurre− la de “destronar a Su Majestad el Niño”).
En resumidas cuentas, además de la repetición edípica (neurosis de transferencia),
hallamos en la transferencia analítica una repetición de la prehistoria edípica (neurosis
de destino). Sin embargo, fácilmente tendemos aún a pensar que el paciente o es Edipo
o es Narciso… y nos responde Marucco (1999, cap. 12): “ocurre que no es tan simple.
El paciente es Edipo y es Narciso” [la bastardilla es mía].
Dentro de este contexto conviene recordar algunas reflexiones de Nacht (1966),
quien advertía acerca de los riesgos de poner el analista un excesivo empeño en man-
tener una actitud neutral en el caso de pacientes “fuertemente traumatizados durante
el período preedípico por circunstancias objetivamente crueles”. Recomendaba en
cambio una actitud gratificadora, de “entrega auténtica” −pero exenta de gratificaciones
concretas−, entrega sin la cual los pacientes, señalaba Nacht, no podrán renunciar a
“destruirse y destruir todo lo que los rodea”.
A las palabras que nombran esta historia, traumática y sin palabras (construcciones),
las más de las veces −siempre con la ayuda de la contratransferencia y autoanálisis me-
diante− las acaba poniendo el analista (la labor que efectúan a tales efectos los Botella
es una clara muestra de ello). Por eso hay quienes señalan que el analista ha de asumir
en estos tratamientos un papel más activo que en el psicoanálisis clásico. El psicoanálisis
de lo irrepresentable requiere, en suma, de un imaginativo trabajo de figuración por
parte del analista. No en vano nos dice Green (1998-1999) al respecto: “El proceso
analítico con estos pacientes es posible a condición de que el analista esté dispuesto
a poner su propia capacidad elaborativa, imaginativa, figurativa, al servicio del mismo”.
Con la reelaboración se intenta otorgar representabilidad a lo irrepresentable, po-
sibilitar la discriminación entre pasado y presente y frenar la demoníaca compulsión
de repetición de la prehistoria del Edipo, sin duda una de las resistencias más refrac-
tarias, condicionada por la fijación al trauma. La reelaboración implica la neutralización
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de los efectos desorganizantes del trauma y la integración de lo traumático al −como


decía Freud− “comercio asociativo”.
Y dicho sea de paso: el trabajo elaborativo continúa siendo el que mejor identifica
al proceso psicoanalítico, el que permite aspirar al cambio psíquico estructural, a la
profunda reestructuración metapsicológica que pretendemos acontezca en el anali-
zando; por lo tanto, aún cuando esta elaboración demande “tiempo y trabajo” (Freud,
1914a), necesarios para el vencimiento de las resistencias, y que por lo mismo genere
cuestionamientos y descontentos en la posmodernidad, regida por un ritmo vertigi-
noso, nuestra posición, nuestra insobornable posición como psicoanalistas será la de
mantenernos fieles a la premisa de respetarla como condición esencial para el logro
de los fines terapéuticos del método psicoanalítico.
A todo esto deberá añadirse un miramiento por a) la acción desidentificatoria que
la labor psicoanalítica ha de traer aparejada, en lo que atañe a aquellas identificaciones
patógenas, especialmente las estructurantes, que suelen operar como prótesis ante el
déficit de identificaciones normogénicas (García Badaracco, 1985) y que han dado
lugar a rasgos patológicos del carácter (Braier, 1989a)3, y b) la reestructuración iden-
tificatoria del analizando (Braier, 1989b), tratándose a menudo de ayudar a construir
un yo antes que de corregir sus alteraciones.

Viñeta clínica

A través de un breve relato acerca de un paciente, al que ya me he referido en otra


oportunidad, pretendo ilustrar algunos aspectos del tratamiento de los trastornos nar-
cisistas no psicóticos, que se encuentran “más allá del principio de placer”, de la psi-
coneurosis y de la representación, pero, según creo, afortunadamente, no están más
allá del psicoanálisis.
Analicé a Jorge en Buenos Aires durante un par de años. Acudió a la consulta por-
que tenía graves desavenencias con su esposa, a la que engañaba con diferentes mujeres;
temía acabar destruyendo la relación con ella, tal como le había sucedido con sus pa-
rejas anteriores (neurosis de destino).
Jorge evidenció durante el análisis tendencias maníacas, psicopáticas y perversas
que se traducían en frecuentes actuaciones. Además consumía cocaína los fines de
semana. Era lo que podría considerarse una persona de acción y transgresora (desmen-
tida de la castración; predominio del yo ideal).
Pertenecía a una familia de la alta burguesía porteña. Su padre era un profesional
destacado, excesivamente consagrado al trabajo y a la vida social, que había delegado
en su esposa el cuidado de los hijos.

3. En el capítulo 4 del libro de mi autoría antes mencionado (Braier, 2009) me he referido a identificaciones
primarias pasivas y tanáticas, de efectos sumamente perniciosos sobre el psiquismo del sujeto, que también
he citado en el capítulo 5 del mismo volumen.
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El paciente valoraba que yo le resultara una persona cálida. Esta parecía ser una
condición indispensable para la marcha del tratamiento y se relacionaba con sus pro-
fundas −aunque negadas− carencias afectivas respecto de las figuras parentales. En
efecto, su madre frisaba los cuarenta años cuando él nació. Era el hijo menor de una
prole numerosa y todo hacía pensar que no fue deseado. Por otra parte, sabía que su
madre se había sometido a un aborto provocado poco antes de que él naciera y que
junto a un hermano suyo eran los únicos a los que no les había dado el pecho (al pa-
recer, no tendría suficiente leche).
Tras la idealización de las figuras de ambos progenitores, Jorge intentaba ocultar
su desamparo. Su crianza fue confiada a un ama de llaves, a quien recordaría siempre
con gran devoción.
Fui construyendo la hipótesis de que, atenuadas por los cuidados del ama de llaves,
habría experimentado tempranas y graves heridas narcisistas en relación con el des-
amparo padecido, lo cual reforzaría además el vínculo con uno de sus hermanos, al
que se sentía afectivamente muy próximo y con el que intentaría desmentir y com-
pensar dicho desamparo. Estaba claro que aún se esforzaba por desmentir esta parte
de la historia. Insistía en que había vivido “una infancia feliz”.
La construcción se formularía aproximadamente del siguiente modo: “Tal vez usted
se sintió tempranamente desamparado respecto de su madre y también de su padre.
Entonces, además de Amparo,4 halló refugio en la relación con su hermano, con el
que se hicieron inseparables. Al menos se tenían el uno al otro, y él se fue convirtiendo
en el ser más amado por usted en su vida”.
Su arrogancia como rasgo caracteropático, así como otros rasgos, sobre todo ma-
níacos, que lo llevaban con facilidad a protagonizar actuaciones de diversos tipos, se
evidenciaron en relación con probables traumas tempranos, obrando como defensas
frente a estos (Freud, 1939 [1934-1938]). El consumo de cocaína tenía la misma secreta
finalidad. Jorge no recordaba haberse deprimido jamás…
Las injurias narcisistas se repetían en la relación transferencial. Entonces Jorge “me
abandonaba” con frecuencia no asistiendo a las sesiones (alegaba razones laborales),
para así no sentirse abandonado por mí. (Al igual que en el rasgo de carácter, lo que se
repite, tanto en la transferencia analítica como en las extraanalíticas, no es sólo el trauma
sino toda una estructura psíquica, en la que en este caso priman defensas primitivas que
son esgrimidas para no volver a pasar por la vivencia de desamparo;5 aquí Jorge repro-
ducía desde una posición activa lo sufrido pasivamente en su temprana infancia.)
El trauma temprano no alcanzaría representabilidad (como no fuera en el sentido
teatral de representación escénica). Sin embargo, a cierta altura del tratamiento Jorge
aportó un sueño cuyo contenido manifiesto, a manera de un recuerdo encubridor,

4. El ama de llaves. No se llamaba así, desde luego, pero su verdadero nombre encajaba también cu-
riosamente con la situación de carencia afectiva del paciente.
5. He tratado esta cuestión en el capítulo 2 de Hacer camino con Freud (Braier, 2009). Véase allí: IX.
Repetición estructural: éllica, yoica y superyoica.
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parecía dar testimonio de aquello que hasta entonces no habría podido ser recordado
ni simbolizado:

Una mujer apoyaba sus senos en el rostro de Jorge. Durante el sueño él se sentía
sumamente conmovido, experimentando “una especie de nostalgia”, pero no sabía de
quién o por qué, sentimiento que en definitiva no podía explicarse ni traducir sufi-
cientemente en palabras.

Asoció a la mujer con su madre.


¿Nostalgia del pecho materno? Freud (1940a [1938]) nos dice que la mayor nostalgia
que puede tener un niño es la del pecho que no tuvo. El sueño enmascara aquí con cierto
éxito la situación traumática (Garma, 1940, 1970), embelleciendo y encubriendo el vacío,
mientras es el pecho el que se apoya en el rostro −adulto− de Jorge y no al revés.
No podría descartar en este acceso a la figuración onírica que se registra en el pa-
ciente una incidencia de la palabra oída del analista, perteneciente a mis interpreta-
ciones o construcciones, aportando representaciones a la situación traumática básica
de desamparo. Además, algo de lo que he transcripto renglones atrás que nos recuerda
E. Rappoport de Aisemberg acerca de la validez de la construcción del analista, podría
estar presente en este sueño, soñado después de la misma, como probable indicio de
que fuera acertada.

Algunas conclusiones

En síntesis, el psicoanálisis actual excede, por necesidades clínicas ante los pacientes
de hoy y también por su desarrollo interno, el encuadre de la relación que caracteriza
el tratamiento de las neurosis de transferencia. Nos encontramos con pacientes que
a menudo no desarrollan una neurosis de transferencia, su aparato mental se expresa
en parte fuera de la representación, las angustias predominantes son de intrusión,
vacío o aniquilación, en lugar de la de castración y entre las defensas la desmentida
ocupa un lugar de importancia primordial, tanto o mayor que la represión.
Otro mundo, otro psicoanálisis.
Señala con acierto María Elena Sammartino (2006): “La cura psicoanalítica deja
de estar exclusivamente centrada en la tarea de levantar la represión y de acceder
a las representaciones inconscientes (neurosis) para incluir el trabajo de creación
de representaciones, es decir, de transformación del ello pulsional en representa-
ciones aptas para sentir, pensar y soñar. En ciertos pacientes (fronterizos, psico-
somáticos, actuadores, etc.), la función de representar ocupa un lugar central dentro
del trabajo psicoanalítico”.
Cabe pensar que los trastornos narcisistas, que se hallan “más allá del principio de
placer”, de la psiconeurosis y de la representación, afortunadamente, no están más
allá del psicoanálisis.
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Resumen

Uno de los efectos más deletéreos de las transformaciones sociales en la era posmoderna
es la progresiva crisis y disgregación de la familia humana. Las severas deficiencias en las fun-
ciones parentales (materna, de sostén; paterna, interdictora y normativa) afectan gravemente
la estructuración psíquica de los hijos. Por ello, la psicopatología contemporánea, predominante
sobre las neurosis, resulta una patología del ser, que quizá no sea nueva, pero que lleva el sello
cultural de la época. Trátase sobre todo de trastornos narcisistas no psicóticos: borderline, al-
teraciones narcisistas de la personalidad, adicciones, psicosomatosis, etcétera.
El método psicoanalítico ha sido pergeñado principalmente para las neurosis de transferencia
y las anomalías del carácter de naturaleza neurótica. El suyo ha venido siendo el circuito edípico
y representacional de la represión-retorno de lo reprimido. El gran desafío actual es el abordaje
de los trastornos antes citados, que conciernen a la estructura narcisista antes que a la edípica
y que, desde una metapsicología freudiana, remiten al narcisismo primitivo y a una fijación a
traumas psíquicos precoces; hay una compulsión de repetición “más allá del principio de placer”,
de situaciones dolorosas, humillantes, injuriosas y/o de abandono filicida, tributaria de la pul-
sión de muerte (Freud, 1920). Tales situaciones traumáticas, anteriores al advenimiento de la
palabra, carecen de representabilidad y no podrán ser recordadas, pero en cambio sí repetidas
(neurosis de destino).
El análisis de estos niveles narcisistas –incluso en pacientes psiconeuróticos– adquiere en
el psicoanálisis de hoy una importancia fundamental y no debería ser soslayado, lo cual supone
una transformación sustancial en el desarrollo de todo proceso psicoanalítico. Sin embargo,
las herramientas técnicas no han cambiado, son en esencia las mismas del psicoanálisis tradi-
cional, pero esta vez las construcciones (Freud, 1937) pasan a un primer plano en pos de lograr
la historización y de dar cuenta de lo inconsciente desmentido-escindido, mientras el campo de
la transferencia-contratransferencia sigue siendo esencial para detectar la repetición. A ellos
deberá sumarse la acción desidentificatoria (en cuanto a las identificaciones patógenas) y una
reestructuración identificatoria en el analizando, debiéndose a menudo ayudar a construir un
yo antes que de corregir sus alteraciones.
Se incluye una viñeta clínica.

DESCRIPTORES: FUNCIóN / FAMILIA / ESTRUCTURA PSíQUICA / TRASTORNO / NARCISISMO / TRAUMA


PRECOZ / HISTORIZACIóN

Summary
Psychoanalysis of the Narcisistic Structure and the Unrepresentable

One of the most deleterious effects of social transformations in the postmodern era is the
progressive crisis and disintegration of the human family. The severe deficiencies in parental
functions (maternal –epitomizing support–; paternal –prohibition and the establishment of
norms–) seriously affect the children’s psychic organization. For this reason, contemporary
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psychopathology, which prevails over neurosis, turns out to be a pathology of being, which
may not be new, but which carries the cultural seal of the times. It deals essentially with non
psychotic narcissistic disorders: borderline, narcissistic disturbances of the personality,
addictions, psychosomatosis, and so on.
The psychoanalytic method has been designed mainly to deal with transference neurosis
and character anomalies of neurotic nature. Its characteristic has been the oedipal and
representational circuit of repression-return of the repressed. The great challenge at present is
how to approach the afore-mentioned disorders, which have to do with narcissistic
organization over oedipal organization and which, from the Freudian metapsychology point
of view, refer to primitive narcissism and to a fixation to early psychic traumas; there is a
compulsion to repeat “beyond the pleasure principle” painful, humiliating, offensive situations
and/or filicidal abandonment which pay tribute to the death instinct (Freud, 1920). Such
traumatic situations, previous to the acquisition of language, lack representability and cannot
be recalled, yet can be repeated (fate neurosis).
The analysis of these narcissistic levels –even in psychoneurotic patients– acquires in
psychoanalysis today a fundamental importance and should not be evaded, and this
represents a substantial transformation in the development of all psychoanalytic processes.
However, the technical tools have not changed, they are essentially the same as those of
traditional psychoanalysis, although now the constructions (Freud, 1937) come to the fore
pursuing historicization and an explanation of the disavowed-split off unconscious, while the
field of transference-countertransferece remains essential in order to detect the repetition. And
to these should be added the disidentificatory action (concerning pathogenic identifications)
and an identificatory reorganization in the analysand, with the aim of helping to construct an
ego before correcting the disturbances.
A clinical vignette is presented.

KEYWORDS: FUNCTION / FAMILY / PSYCHICAL STRUCTURE / DISORDER / NARCISSISM / EARLY TRAUMA /


HISTORICAL RECONSTRUCTION

Resumo
Psicanálise da estrutura narcisista e do irrepresentável

Um dos efeitos mais deletérios das transformações sociais na era pós-moderna é a


progressiva  crise e desagregação da família humana. As graves deficiências nas funções
parentais (materna, de apoio; paterna, interditora e normativa) afetam gravemente a
estruturação psíquica dos filhos. Por isso a psicopatologia contemporânea, predominante sobre
as neuroses, resulta uma patologia do ser, que talvez não seja nova, mas que traz o selo cultural
da época. Trata-se, sobretudo de transtornos narcisistas não psicóticos: borderline, alterações
narcisistas da personalidade, adições, psicossomatoses, etc.
O método psicanalítico tem sido idealizado principalmente para as neuroses de
transferência e as anomalias do caráter de natureza neurótica. O suyo vem sendo o circuito
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edípico e representacional da repressão-retorno do reprimido. O grande desafio atual é a


abordagem dos transtornos citados acima, que dizem respeito à estrutura narcisista antes que
à edípica e que, desde uma metapsicologia freudiana, remetem ao narcisismo primitivo e a
uma fixação de traumas psíquicos precoces; há uma compulsão de repetição “que vai além do
princípio de prazer”, de situações doloridas, humilhantes, injuriosas e/ou de abandono filicida,
tributária da pulsão de morte (Freud, 1920). Tais situações traumáticas, anteriores ao advir
da palavra, carecem de representabilidade e não poderão ser recordadas, mas sim repetidas
(neurose de destino).
A análise destes níveis narcisistas –inclusive em pacientes psiconeuróticos- adquire na
psicanálise atual uma importância fundamental e que não deveria ser ignorada, o qual
pressupõe uma transformação substancial no desenvolvimento de todo processo psicanalítico.
Entretanto, as ferramentas técnicas não mudaram, são essencialmente as mesmas da
psicanálise tradicional, mas esta vez as construções (Freud, 1937) passam a um primeiro plano
a fim de conseguir a historização e de dar conta do inconsciente desmentido-escindido,
enquanto que o campo da transferência-contratransferência continua sendo essencial para
detectar a repetição. A estes deverá ser acrescentada a ação desidentificatória (quanto às
identificações patógenas) e uma reestruturação identificatória no analisando, devendo-se,
constantemente, ajudar a construir um ego antes que corrigir as suas alterações.
Incluí-se uma vinheta clínica.

PALAVRAS-CHAVES: FUNçãO / FAMíLIA / ESTRUTURA PSíQUICA / TRASTORNO / NARCISISMO /


TRAUMA PRECOSE / HISTORIZAçãO

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