TP Universitario
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paso de los años darían nombre a una de las instituciones más antiguas y complejas
de la historia: la Universidad. Este nivel estuvo íntimamente ligado a la iglesia hasta
principios del siglo XIX, la mayoría se concentró en la formación del clero y,
secundariamente, a médicos y abogados.
Buchbinder (2005) plantea que las universidades constituyeron el principal espacio de
formación de los profesionales liberales, conformaron el lugar por excelencia de
socialización de las elites políticas y se convirtieron también en una instancia central
para el ascenso social de gran parte de los hijos de inmigrantes que llegaron a la
Argentina desde fines del siglo XIX.
La actual Universidad de Córdoba, primera institución de estudios superiores en
Argentina, fue fundada por los jesuitas, y recibe la denominación de Universidad de
Córdoba del Tucumán en 1623. Se trataba de una institución moldeada en el modelo
medieval. A su vez, en sus comienzos se contemplaban solo dos facultades la de artes
y la de teología, por lo que durante más de un siglo y medio se orientó casi
exclusivamente a la enseñanza de la Teología. Es así que el propósito central de su
fundación consistía en la formación del clero para la diócesis del Tucumán.
A finales del periodo colonial y durante toda primera mitad del siglo XIX operaron
mecanismos de segregación que tendían a limitar el acceso a la universidad y el papel
de esta como instancia para el ascenso social.
La Universidad de Buenos Aires fue fundada dos siglos más tarde, en 1821.
Buchbinder (2005) plantea que, a diferencia de la de Córdoba, esta surgió en el marco
de un proceso de descomposición del modelo de la Universidad escolástica, por lo que
la Teología ocupó un lugar secundario. La UBA se construyó a partir de la
incorporación de un conjunto de escuelas existentes en la ciudad, es por esto que se
podría decir que esta tiene un perfil más “profesionalista”, ya que fue orientada a
resolver problemas concretos que tenía la comunidad de Buenos Aires.
Las dos universidades funcionaron de manera sumamente irregular y precaria durante
toda la primera mitad del siglo XIX. Pero, parafraseando al autor, a pesar del creciente
proceso de deterioro, la institución cumplía y siguió cumpliendo el rol esencial en la
socialización de las elites provinciales.
Desde mediados del siglo XIX las casas de altos estudios experimentaron, lentamente,
diversas transformaciones.
La universidad de Córdoba fue transferida a la jurisdicción nacional en 1854. Fue
nacionalizada y su sostenimiento quedo bajo la responsabilidad del gobierno nacional.
En 1880, luego de la federalización de la ciudad de Buenos Aires, la universidad fue
transferida al Estado Nacional, y comenzaron a discutirse los marcos legales para las
dos casas de estudios que dependían de la Nación.
Podríamos decir que, a pasar a depender del estado nación ambas instituciones, el
estado va a ejercer el monopolio en el nivel universitario.
En este contexto de nacionalización, Buchbinder (2005) plantea que también pasaran
por un proceso de modernización. Ambas tienen tradiciones de formación diferentes,
es decir que el proceso de modernización va a ser diferentes. La universidad de
Córdoba va a ser mucho más resistente que la UBA. Esta última ya venía con ideas
previas ilustradas, por lo que fue mucho más permeable a estas nuevas ideas.
El estudio y la aplicación de las ciencias prácticas, marcaría un camino seguro para el
progreso de la república. Estas ideas se concretaron en un movimiento de apertura de
ambas universidades a las ciencias modernas, que según Martinez Paz (1984)
significo una “completa revelación intelectual y social, una verdadera secularización”,
al incluir las ciencias naturales y físicas en la enseñanza Universitaria.
Cabe aclarar que, aunque este nivel va a ser el primero que pasa por un proceso
modernizador y de debate institucional en los hechos, va a ser el último que va a
establecer su plano legal.
Nicolás Avellaneda, rector de la universidad de buenos aires, presentó un proyecto de
ley que se sancionaría en 1885, la ley 1597 o ley Avellaneda.
En base a sus disposiciones, las casas de altos estudios reformularon sus estatutos.
Las universidades quedaron divididas en facultades que gozaban de un grado alto de
autonomía con respecto a la administración central formada por el rector y el Consejo
Superior. El proyecto de ley constaba solamente de cuatro artículos de carácter muy
general. Tedesco (2003) plantea que la significación esto era otorgar a las
universidades un amplio margen de autonomía para dictar sus propias formas de
funcionamiento.
Lo que se proponía era sobre todo que el estado estuviera resguardando desde el
punto de vista de un socio fundador. Esta tensión es lo que llama autonomía relativa.
La ley establecía una forma parcial de autonomía universitaria, y aunque en forma
limitada, introducía el principio de la elección de las autoridades por parte de la
comunidad universitaria. A su vez, reservaba atribuciones legislativas, financieras y
políticas importantes para el Poder Ejecutivo Nacional. También estableció algunos de
los órganos de gobierno que aun conforman la universidad, tales como la Asamblea
Universitaria y el Consejo Superior.
Esta ley fue la expresión de esa reconfiguración de fuerzas para un sistema educativo
público en expansión, donde la educación se convirtió en uno de los ejes elegidos para
construir a la nación en el Estado oligárquico.