Terapéutica Auditiva
Terapéutica Auditiva
Terapéutica Auditiva
Función auditiva
El hombre es un ser altamente dependiente de sus sentidos. A través de ellos
recibe las impresiones que integran su experiencia, y así construye su mundo de
percepciones y conceptos, su memoria, imaginación, pensamiento y razón (Myklebust,
1975).
Dentro del espectro sonoro de las distintas especies, hay una franja en la cual el
oído es más sensible, y corresponde a las frecuencias emitidas por los individuos de su
misma especie. El oído tiene, entonces, como finalidad, detectar los sonidos del medio
ambiente y la comunicación humana (Vergara, 1996). La falta de un sentido reduce y
limita el mundo de la experiencia, priva al organismo de una serie de elementos con los
que trabaja la inteligencia, y a causa de esta laguna en la experiencia integral, se
imponen una serie de consecuencias en la ponderación y el equilibrio de todo el
proceso psicológico (Myklebust, 1975).
La percepción de los estímulos sonoros inicia en la etapa prenatal e implica la
constante modificación del sistema auditivo que tiene como base la plasticidad
neuronal.
La predisposición genética-anatómica-fisiológica al aprendizaje no basta para el
desarrollo, sino que debe existir una exposición constante a estímulos ambientales y el
período crítico para aprovechar dicha estimulación es limitado.
➔ HABILITACIÓN
Entendemos a la habilitación auditiva como el proceso que el terapeuta debe
realizar para instalar la función auditiva en un niño que no la tiene. En estos
casos, el niño no ha tenido la posibilidad de desarrollar la capacidad auditiva, por
lo tanto, la intervención debe enfocarse en instalar esta función desde cero,
desde las habilidades auditivas más básicas (detección del sonido, localización)
hasta las más complejas (discriminación, figura-fondo, cierre auditivo).
➔ REHABILITACIÓN
Hablamos de rehabilitación auditiva cuando debemos intervenir sobre una
función auditiva que venía desarrollándose de forma normal y esta se ve
interrumpida por la aparición de la hipoacusia. La intervención en estos casos se
centrará en aprovechar al máximo los restos auditivos y en recuperar las
capacidades auditivas previamente aprendidas, deberemos reforzar sobre las
habilidades que se han visto más afectadas, teniendo en cuenta hasta qué nivel
de desarrollo auditivo había alcanzado el niño hasta el momento de aparición de
la pérdida auditiva.
-Pérdida auditiva poslocutiva: cuando finaliza la etapa anterior. No hay total acuerdo
en torno a la duración de esta etapa (a partir de los 5 años).
Es difícil medir las consecuencias de la falta de audición en un niño que ha
escuchado normalmente y que ha adquirido lenguaje pero la incorporación de
vocabulario nuevo se verá dificultada. Si el niño no recupera el circuito de
realimentación auditiva rápidamente, perderá paulatinamente las características
prosódicas del habla, aunque pueden recuperarse una vez encendido el implante.
En estos niños el período de tratamiento es muy breve. Consiste en un trabajo
de acomodación entre los patrones auditivos que recibe con el implante y lo que tiene
registrado en su memoria como sonidos del habla. Este proceso de acomodación, si se
realiza en un lapso de un año, prácticamente el niño no puede definir la diferencia entre
su escucha previa al implante y con el mismo.
Si pasa mayor tiempo entre el período de deprivación y el restablecimiento de
la audición, ha decodificado los mensajes a través de lectura labial y ha carecido de
realimentación auditiva, el proceso de rehabilitación será más difícil pero con
excelentes resultados ya que tuvo audición normal durante los períodos críticos
para el desarrollo del lenguaje.
Programas de rehabilitación
Meclenburg, Dowell y Jenison (1986), han desarrollado las actividades en torno a cinco
etapas:
1. Detección: presencia y ausencia de sonido. Es importante en la terapia iniciar
con sonidos que sean familiares para el paciente, iremos progresando
realizando reducciones paulatinas de la intensidad, luego reduciremos la
duración del estímulo y, por último, aumentaremos la dificultad realizando
variaciones de frecuencia.
2. Discriminación: diferenciar si dos ítems son o no iguales, aunque no se
entiendan. Es la capacidad humana de catalogar los estímulos sonoros como
Terapéutica Auditiva - Masera, Ma. Bernarda
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iguales o diferentes. En la terapia comenzaremos con estímulos que sean
radicalmente opuestos y progresaremos de a poco hasta llegar a diferencias
contrastes mínimos.
3. Identificación: reconocimiento auditivo de un estímulo sonoro entre distintas
alternativas. En la terapia lo que buscamos es que el paciente logre identificar
información lingüística relevante en el medio de un ambiente lleno de sonidos
de distinta naturaleza.
4. Reconocimiento: reconocer un ítem verbal presentado de forma abierta, con o
sin apoyo de un contexto (con una clave contextual sería, por ejemplo: repetir la
frase que oye o contestar ante una pregunta o una orden).
5. Comprensión: situaciones interactivas. Esta última etapa permite la
construcción del significado de las palabras y la decodificación de mensajes; es
decir que el paciente debe ser capaz de reconocer un ítem verbal sin ayuda y de
participar en una conversación.
Se puede ampliar luego la rehabilitación a contextos acústicos más difíciles (cinta
grabada y teléfono).
El nivel donde se inicia la rehabilitación, el tiempo dedicado a cada una de estas fases y
el nivel alcanzado al final varían lógicamente con los sujetos, de la misma forma que es
preciso, como en cualquier programa de intervención en lenguaje, adaptar los
contenido al nivel cultural y a los intereses sociales de cada paciente.
Niños más grandes: cuando los niños ya comienzan a moverse por sí solos, las
distancias de escucha empiezan a agrandarse. La familia deberá trabajar para mantener
consistencia en la recepción auditiva. Al igual que con los niños pequeños, es necesario
controlar los ruidos molestos del ambiente tanto como sea posible. Otra opción que se
puede utilizar para mejorar la acústica de las habitaciones es cambiar los materiales del
piso: se pueden colocar alfombras o algún material que sirva como absorbente de
aquellos sonidos que dificultan la comunicación efectiva; de esta forma se reducirían los
ruidos de los zapatos al caminar, y de los juguetes al caer al piso, por ejemplo.
En la escuela: las aulas de las escuelas son lugares muy ruidosos. Estos suelen
tener techos altos, ventanas grandes y paredes duras, lo cual resulta en una pobre
calidad acústica. Todo esto sumado a un gran grupo de niños conversando genera una
gran dificultad a la hora de escuchar, y por lo tanto, a la hora de aprender.