09 Juego Despiadado
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CHRISTINE FEEHAN
JUEGO
DESPIADADO 7º Caminantes Fantasma
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Índice
ARGUMENTO ...................................................................... 4
Símbolo de los Caminantes Fantasma .......................... 5
Lema y credo de los Caminantes Fantasma ................. 7
Capítulo 1 .......................................................................... 9
Capítulo 2 ........................................................................ 25
Capítulo 3 ........................................................................ 41
Capítulo 4 ........................................................................ 58
Capítulo 5 ........................................................................ 74
Capítulo 6 ........................................................................ 89
Capítulo 7 ...................................................................... 105
Capítulo 8 ...................................................................... 121
Capítulo 9 ...................................................................... 136
Capítulo 10 .................................................................... 152
Capítulo 11 .................................................................... 168
Capítulo 12 .................................................................... 184
Capítulo 13 .................................................................... 201
Capítulo 14 .................................................................... 217
Capítulo 15 .................................................................... 233
Capítulo 16 .................................................................... 248
Capítulo 17 .................................................................... 264
Capítulo 18 .................................................................... 279
Capítulo 19 .................................................................... 296
Capítulo 20 .................................................................... 314
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ARGUMENTO
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Significa: sombra
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~LEMA~
Nox noctis est nostri
La noche es nuestra
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~CREDO~
Somos los Caminantes Fantasma, vivimos
en las sombras el mar, la tierra y el aire son
nuestros dominios.
Ningún camarada caído será dejado atrás.
Estamos unidos por la lealtad y el honor.
Somos invisibles a nuestros enemigos
y los destruimos cuando los encontramos.
Creemos en la justicia y protegemos
nuestro país y a aquellos incapaces de
protegerse a sí mismos.
Lo que no se ve, no se oye y no se conoce
son los Caminantes Fantasma.
Hay honor en las sombras y somos
nosotros.
Nos movemos en completo silencio en la
selva o el desierto.
Caminamos entre nuestros enemigos sin
ser vistos y oídos.
Golpeamos sin ningún sonido y nos
dispersamos en el viento antes de que tengan
conocimiento de nuestra existencia.
Reunimos información y esperamos con
paciencia interminable el momento perfecto
para la rápida justicia.
Somos misericordiosos y despiadados.
Somos implacables en nuestra resolución.
Somos los Caminantes Fantasma y la
noche es nuestra.
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Capítulo 1
El solitario coyote trotó a través del desierto en las afueras de la ciudad. Audaz,
olisqueó de cerca la basura esparcida en los límites de la arena. El aire nocturno era
fresco, pero la arena aún estaba caliente por el ardiente sol diurno. Caminó a lo largo
oliendo el suelo, husmeando alrededor de la parte trasera de una larga estructura
hasta que llegó a un callejón. Alguien tosió y una botella se hizo pedazos contra la
pared del edificio. El coyote giró y huyó. Le habían disparado bastantes veces al
acercarse a aquellos edificios en concreto, pero la comida era inusualmente
abundante. Aún así no quería jugársela, no cuando había tantos hombres caminando
alrededor tan tarde en la noche.
Reluctante, el coyote se alejó del banquete, bordeando un montón de rocas y
encorvándose debajo, esperando que las cosas se asentaran un poco más antes de
hacer otro intento. En el lejano desierto, escuchó un ruido apagado como el batir de
grandes alas y volvió la cabeza hacia el cielo, encogiéndose asustado más cerca de la
roca.
El helicóptero llegó rápido y bajo, volando sin luces, y en un silencio
sobrecogedor. Soltaron cuerdas desde las puertas abiertas y cinco hombres
descendieron rápidamente, y en un suave y coordinado movimiento empezaron a
acelerar a través del desierto con una velocidad inaudita. Segundos más tarde el
helicóptero se fue y el coyote se levantó sobre sus patas, listo para correr mientras los
hombres, poco más que sombras, aceleraron hacia él. No hubo sonidos, ni siquiera el
ruido sordo de las botas sobre la arena. El viento llevaba sus olores, y cuando se
aproximaron sus cuerpos fueron más definidos, apareciendo como una única entidad
oscura con diez ojos brillantes.
El coyote dio unos pocos pasos en una dirección y luego, cuando los hombres se
separaron, corriendo a no más de medio metro uno de otro en perfecta armonía, dio
un paso en la otra dirección, se giró con la cola baja y se detuvo, confuso. Los
hombres corrían como el viento, sin apenas vacilar, sin embargo aquellos extraños
ojos brillaron sobre el animal mientras él se acurrucaba, obviamente viéndolo,
aunque estaba en la más oscura de las rocas.
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Javier, encabeza. Sólo un vistazo. ¿Escuchas lo que estoy diciendo? Un vistazo. Nadie
muere aún.
Mack McKenzie, líder del Equipo Tres de los Caminantes Fantasma, envió a su
primer hombre al interior de la zona caliente. La unidad especial de Caminantes
Fantasma que él lideraba no necesitaba radios. Todos ellos eran telépatas.
Me has ofendido, jefe. La risa se volcó en la mente de Mack. ¿Por qué pensarías siquiera
que alguien podría morir?
Mack le envió a Javier una severa mirada de advertencia. Javier podía ver
fácilmente en la oscuridad, incluso cuando elegía no hacerlo. Parecía un muchacho
con sus ojos oscuros y una cara inocente y aniñada, una de sus mayores ventajas.
Siempre lo subestimaba todo el mundo si es que lo veían, nunca en realidad.
La guerra urbana era un arte excepcional. Cada ciudadano en una zona “caliente”
podía ser potencialmente inocente... o un enemigo. Se requerían hombres y mujeres
especiales con nervios de acero para ser capaces de funcionar en tales situaciones de
alto estrés. Su unidad de Caminantes Fantasma estaba compuesta de tales
individuos, todos altamente entrenados y con muy especiales y únicos dones físicos.
Mack y los otros se tumbaron sobre sus vientres, desapareciendo en la arena sólo a
centímetros del primer edificio al borde de la ciudad. Javier Enderman avanzó con
absoluta confianza directo a la estructura y dentro del callejón. Cuando estuvo más
cerca de los edificios su forma sólida simplemente desapareció, mezclándose con lo
que le rodeaba.
Creo que nuestro informante estaba sobre algo. Tenemos una fuerza importante aquí,
Mack, informó Javier. Tiradores en el techo, las escaleras y metidos en el callejón. Veo varios
en las ventanas y edificios del otro lado de la calle. Una gran operación aquí.
¿Puedes encontrar una manera de fusionarte sin tener que matar a nadie? No se supone
que estemos aquí. Entramos, salimos con el paquete y nadie se entera.
Javier suspiró con fuerza.
Sabes, boss, estás difamando mi carácter. Claro que puedo encontrar una forma de
mimetizarme. Sin confianza no puede estar bien.
Las tripas de Mack se tensaron. Javier era un asesino consumado a pesar de su
inocente apariencia juvenil. Estaba altamente cualificado en explosivos y un maníaco
cuando se trataba de ordenadores. Altamente inteligente... seguía a una persona y
ésta era Mack. Normalmente Javier podía encontrar un grupo de adolescentes y
simplemente unirse a ellos, pero los chicos en esta parte de la ciudad era más
probable que cobraran por avisar de los extraños. Se abstuvo de decirle a Javier que
fuera cuidadoso, sabiendo que el hombre no apreciaría su cautela, pero habían
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crecido juntos en las calles. Javier era más que un compañero de equipo... era su
familia, y Mack cuidaba de la familia.
Estos hombres lo habían seguido al infierno, y Mack se sentía responsable de ellos.
Todos pensaron que el realce físico era un programa excitante, uno que les daría las
mejores habilidades para salvar vidas y servir a su país... y quizás habría sido así si
no hubiera estado conducido por un loco que no sólo realzó sus habilidades físicas,
sino que cambió sus ADN, añadiendo los realces animales que él pensaba los
convertiría a todos en súper-soldados.
Estaba Gideon Carpenter, un hombre que sería su salvador en cualquier crisis.
Tenía los ojos de un halcón, podía disparar a las alas de una mosca con manos tan
firmes como una roca. Los protegería desde grandes distancias, y hasta ahora Mack
nunca había sabido que él fallara. Antes de que éste pudiera estar en posición, ellos
necesitaban tener la información y la azotea de su elección despejada.
Ethan Myers yacía sobre su vientre, los ojos fijos en las estructuras de delante, el
cuerpo aerodinámico dispuesto para la escalada. Podía trepar por un edificio como
una araña, despejar la azotea y estar fuera antes de que nadie supiera que había
estado allí. Esperaba, preparado para reaccionar, tan firme como los demás estaban.
Le echó un vistazo al hombre a su derecha. Kane Cannon era el quinto hombre
que formaba su equipo de rescatadores. Kane siempre había estado con él, desde las
calles de Chicago, la universidad, cada clase de entrenamiento en Fuerzas Especiales
disponible para ellos, así como los experimentos de los Caminantes Fantasma y los
entrenamientos de campo adicionales. Kane siempre le había guardado las espaldas
y sabía exactamente qué estaba pensando Mack. Cambió su peso súbitamente,
diciéndole a Mack que estaba listo. Era inestimable, un hombre que literalmente
podía ver a través de las paredes el interior de los edificios. Podía trazar la posición
del enemigo en segundos.
Nuestra informante debería estar en el tercer apartamento, planta de abajo, edificio de la
esquina, envió Mack telepáticamente al equipo. Adelante Kane... asegúrate de que esté
sola. El sargento mayor está seguro de que la información no puede haber sido obtenida por
nadie que no sea otra cosa que un Caminante Fantasma. Esto es una incógnita y podría ser
una trampa.
Kane se elevó con las manos y pies deslizándose suavemente bajo él, en un
movimiento practicado. Corría pegado a la tierra, los músculos calientes y fluidos,
enviándolo a través de la distancia del desierto abierto hasta la entrada del callejón
que Javier había atravesado. Los olores lo bombardearon, orina y alcohol mezclados
con fiambres. Se deslizó en la oscura sombra del callejón e inmediatamente pasó a ser
parte de él. Se movió, manteniéndose en silencio y cuchillo en mano, mientras se
aproximaba a la calle.
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El olor de la muerte era fuerte. Una tenue luz se vertía desde el callejón. Se
agazapó más bajo y cuidadosamente buscó en las sombras más oscuras. Un cuerpo
yacía desplomado contra la base del edificio, en la parte más oscura. Kane se agazapó
a su lado. Todavía llevaba un arma automática en su mano y el cuerpo estaba
caliente. Tenía el cuello roto. Javier había encontrado un enemigo y dispuesto de él
silenciosamente. No había dispositivos de comunicación, lo que quería decir que no
era parte de un destacamento de guardia o Javier se había llevado el dispositivo.
Suspirando, Kane se levantó y caminó hasta el mismo borde del callejón desde
donde pudo escudriñar los edificios a la otra parte de la calle. Mirar a través de un
edificio siempre implicaba un precio. Javier tenía que estar en posición para cubrirle.
Esperó, contando los segundos.
Parecía haber hombres con pistolas en cada portal, patrullaban las azoteas y a lo
largo del balcón de la segunda planta. Había un enorme despliegue, y pocas
personas se atrevían a salir a las calles. Observó en el extremo de la calle más
próximo al desierto a varios adolescentes llevando cuchillos y tratando de parecer
duros. Javier era inconfundible. Se pavoneaba con su fría confianza, mostrándoles
como se hacía y dando consejos. Parecía imposible que pudiera introducirse en un
grupo atento a los extraños, pero Javier siempre se las apañaba… y en campo abierto.
Vía libre, hermano, indicó la tranquila voz de Javier.
Kane no vaciló. Había aprendido a depender de los miembros de su equipo en
cualquier situación peligrosa. Permitió que su mirada barriera a través de los
edificios, buscando su paquete así como el apartamento de su informante. La visión
de rayos X era en realidad sonido. Ondas de radio ultra amplias atravesaban las
paredes para captar imágenes que permitían a Kane “ver” detrás de las paredes de
un edificio. Kane podía generar aquellas ondas, pero requería energía... montones de
energía y enfoque.
Reconoció dos potenciales rehenes, ambos femeninos, en el apartamento de la
segunda planta directamente frente a él. Parecían estar atadas a sillas, a tres metros
dentro de la habitación, espalda contra espalda.
El paquete está en el segundo piso, tercer apartamento de la izquierda. Dos mujeres
exactamente como dijo nuestra informante. Una está caída sobre la silla, posiblemente
inconsciente. La más pequeña está alerta.
Un guardia sentado frente al televisor justo a su izquierda, y más allá de la puerta
y fuera en el vestíbulo un segundo, sentado jugando con una consola portátil.
Pasó la información a todos los miembros del equipo, dibujando para ellos un
mapa preciso en su cabeza.
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No puedo ver la situación de los guardias del tejado, Ethan. Están fuera de mi radio de
visión.
No importa. Éste era Ethan, conciso y al grano.
Kane barrió el pequeño apartamento de la planta baja buscando a su informante.
Necesitaban estar seguros de que ella era legal y esto no era una elaborada trampa
para capturar o matar a miembros del escurridizo equipo de Caminantes Fantasma.
Hizo un par de profundas respiraciones y apretó los ojos con fuerza, consciente de
los temblores que recorrían su cuerpo. Usar la energía psíquica siempre exigía un
precio, pero emitir ondas de sonido y leerlas era particularmente difícil.
Envió ondas de presión directamente hacia el pequeño apartamento. Le había
costado meses de práctica leer las diversas impresiones causadas por las distancias
que las ondas de sonido tenían que viajar. Como un efecto ondulado, el sonido
viajaba en patrones repetitivos permitiendo que los sensores que el doctor Whitney
había creado dentro de su cuerpo detectaran las ondas reflejadas.
Kane pudo ver una mujer sola en el apartamento. Bajita, vestía vaqueros y un top
suelto, se movía con velocidad controlada, metiendo cosas en una pequeña mochila.
Ella está lista para huir. Algo en la forma en que la mujer se movía le resultaba
familiar. El corazón le empezó a latir. El pulso le retumbó en los oídos. No parecía
embarazada. Sospechó que ella estaba embarazada de su hijo antes de la fuga. Fue
imperativo sacarla antes de que Whitney se diera cuenta de que había tenido éxito en
su objetivo.
Escuchó el gemido colectivo de su equipo cuando sintieron la sacudida de
reconocimiento golpeando dentro de él. Todos se quedaron completamente
inmóviles. Pudo saborear la excitación en su boca. Pudo saborear…la. Una vez ella
entrara en el aire… se habría ido como el fantasma que era. Pero el bebé...
Mack rompió la tensión.
¿Kane? Háblame.
Es Rose. Mi Rose. Ella es la informadora, Mack, y está preparándose para huir. Si se aleja
de mí otra vez nunca la encontraré.
Kane no apartó los ojos de la figura que se movía por la casa. Sus movimientos
eran lentos y controlados, sin desperdiciar movimientos, muy eficiente.
Sabe que estamos aquí, Mack. No puedo dejarla alejarse otra vez.
Estamos aquí para recuperar a las rehenes, le recordó Mack. Tomate un respiro, Kane.
No podemos perderla. Gideon está entrando. Ella no lo reconocerá como un Caminante
Fantasma. Sabrá que estamos aquí fuera, pero no sospechará de él.
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casi imposible de ver sin visión nocturna, armonizándose en el lateral del edificio,
trepando como una araña mientras subía en un ángulo imposible sin equipo de
escalada.
Kane aguantó la respiración, escudriñando cuidadosamente el área para que nadie
pudiera pillar a Ethan y sabiendo que Javier estaba haciendo lo mismo. Pareció pasar
toda una vida esperando la confirmación de que lo había hecho. Kane podía oír su
propio corazón latiendo en los oídos. En algún lugar un perro ladró. Alguien tosió y
un hombre maldijo. Estallaron risotadas. Todo mientras él ejercitaba una tremenda
disciplina para evitar mirar al apartamento donde se estaba preparando para huir la
mujer que había estado buscando durante meses.
Un hombre en el tejado. Tiene una botella de tequila y una automática. Gran combinación.
El desagrado de Ethan era obvio.
Más tiempo desperdiciado. Rose habría empacado ya. Ella viajaría ligera. Sólo las
necesidades básicas. Kane saboreó la amargura en su boca, pero sus ojos hicieron un
barrido arriba y debajo de los edificios y a lo largo de la calle. Su primera orden de
prioridad era proteger a Ethan.
Todo despejado. La voz de Ethan estaba calmada. Lanza al Águila.
Gideon corrió rápidamente a través de la arena hasta el borde del edificio y luego
por el callejón. Palmeó a Kane en el hombro, deteniéndose para evaluar las oscuras
calles. Se movían figuras en las puertas de entrada y dos hombres se pararon
brevemente para hablar en voz baja mientras patrullaban. Una pareja de mujeres se
sentaban en un portal observando silenciosamente, y abajo, al final de la calle, cinco
adolescentes reían y se empujaban unos a otros mientras practicaban el lanzamiento
de cuchillo.
Gideon se puso en velocidad borrosa y cruzó la vacía calle hasta el lateral de
edificio. No tenía las ventajas de Ethan, trepar con sólo manos y pies, pero Ethan
había dejado tras él una escalera hecha de estrellas arrojadizas. Gideon se movía
rápido en la oscuridad, su rifle de francotirador sujeto contra la espalda mientras
subía la pared del edificio.
Todos soltaron un suspiro de alivio cuando Gideon estuvo en su sitio.
Simplemente el hombre no fallaba. Todos lo llamaban el Águila por una razón.
Gideon cubriría las calles y ventanas, mientras Ethan y Mack entrarían en el edificio
y sacarían a las prisioneras. Kane los cubriría desde dentro y Javier estaría en la calle.
Todos ellos eran rápidos y letales cuando debían serlo, pero en una situación como
aquella era muy difícil distinguir entre residentes y aquellos que cooperaban con el
enemigo, a menos que llevaran un arma abiertamente.
Tienes vía libre, dijo. Te cubrimos.
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Todo se asentó en Kane. Volvió su atención una vez más al apartamento de Rose,
lo recorrió cuidadosamente, enviando ondas de sonido través del edificio para ver
dentro. Estaba de pie en la puerta delantera y tenía un arma en la mano.
Hizo una respiración profunda para tranquilizarse mientras su cuerpo reaccionaba
a los sensores, procesando las imágenes antes de retroceder por el callejón para
correr alrededor de los edificios para salir al edificio de ella desde el mismo lado de
la calle. Mack se le unió, manteniendo fácilmente el mismo paso.
Te necesitamos en esto, Kane.
Kane le disparó una rápida mirada de impaciencia.
Nunca te dejaré tirado. Dame unos pocos minutos para prepararla para que se una a
nosotros.
Mack asintió y se agazapó en la sombra del edificio.
¿Gideon? En posición. Kane está entrando. Ella está armada.
¡No le dispares! Mack, hijo de puta. Mejor que nadie le dispare.
Había una advertencia en la voz de Kane. Era un hombre peligroso y explosivo,
capaz de una rápida retribución. Habían crecido con él. Lo conocían. Su tono lo decía
todo. Esperaba que se hicieran atrás y le permitieran manejar a Rose, incluso si ella
intentaba matarlo, lo cual, se imaginaba, era totalmente posible.
Kane hizo una profunda inspiración y se movió hacia la ventana abierta a través
de un pequeño patio lateral. Pudo ver por qué Rose había elegido este apartamento.
Tenía rutas alternativas de escape. No cometió el error de acercarse a la ventana.
Rose era una Caminante Fantasma altamente entrenada. Tenía técnicas de
supervivencia. Estaba esperándolo a través de la puerta principal, un representante
de la unidad que había llamado para rescatar a las importantes prisioneras que el
cartel de la droga estaba utilizando como rehenes contra El Presidente. Tardó varios
minutos en notar los pequeños fragmentos de cristal esparcidos en la tierra y las
hojas. Despejó el arma meticulosamente, sabiendo que el sonido del cristal
rompiéndose la alertaría al instante. Como muchos de los Caminantes Fantasma, su
audición estaba realzada tanto como su visión. Su ventana no estaría clavada porque
ella necesitaba una salida rápida, pero la tendría equipada para los visitantes. Se
abría de lado, en lugar de hacia arriba, un tirador de giro en el interior.
Chica lista, musitó en silencio. Sacó un mini cortador laser de su kit de
herramientas y, después de acoplar la copa de succión, cortó cuidadosamente el
cristal. La copa de succión era silenciosa, sacando el círculo de cristal sin ruido. Lo
estiró y lentamente engrasó el pomo para asegurar que continuara en silencio. Sólo
entonces hizo girar el pomo lo suficiente para forzar la ventana. Diminutas piezas de
cristal se aferraron a los bordes del alfeizar mientras la ventana se abría lentamente.
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Kane sonrió. Sí. Su mujer sabía cómo cuidar de sí misma. Estiró la mano a través
de la abertura, evitando el cristal y abriéndola lo bastante ampliamente para
permitirle entrar. Otra vez esperó hasta que encontró el pequeño gatillo
estroboscópico, antes de deslizar cuidadosamente su gran cuerpo a través del hueco.
No fue una hazaña fácil, no con el cristal sobresaliendo.
Y dio un silencioso paso sobre el suelo, protegido por el sonido de lentos y
deliberados pasos llegando desde el camino de acceso a la puerta del apartamento.
Amortiguó su propio paso, moviéndose a través de la sobria habitación para abrir la
puerta principal. Una pequeña mochila estaba en una silla justo a su izquierda,
donde ella podía agarrarla y correr si la persona equivocada cruzaba la puerta. Rose
le daba la espalda. Era más baja de lo que recordaba. Su silueta, desde atrás, no
parecía embarazada. El corazón le dio un golpe sordo ante la idea de que ella podría
haber perdido el bebé.
Vestía vaqueros y una túnica larga encima. El cabello era corto y fresco. Una
tupida gorra de cabello negro medianoche brillante. El recuerdo de sentirlo, suave
como la seda arremolinado en su puño, se deslizó sobre él quitándole la respiración.
Durante un segundo. El verla lo hizo temblar.
Inhaló profundamente en un intento de arrastrar la fragancia de ella
profundamente en sus pulmones. En realidad podía sentir su suave piel deslizándose
contra la suya propia, saborearla en la boca. Rose. Nunca olvidaría la forma en que
ella lo miraba con sus enormes ojos, de un marrón tan oscuro que no había oro que se
reflejara en ellos. Pestañas largas y negras como la noche enmarcaban aquellos ojos
de un profundo color chocolate, y lo había mirado fijamente a los ojos sin inmutarse,
absolviéndolo de toda culpa, pero maldito fuera todo, ella no tuvo elección. Ninguna.
Kane hizo otra inspiración mientras empujaba los recuerdos despiadadamente.
Era un hombre grande, haciéndola parecer pequeña, todo músculos fluidos, la altura
proporcionada con el peso y ni un gramo de grasa. Apareció sobre ella, nada más que
una sombra, los brazos la rodearon desde atrás para sujetar su arma y en un suave
movimiento la lanzó en el roto sofá. Ella intentó darse la vuelta, ir a golpearle en el
empeine, pero los brazos de él eran una jaula de acero, atrapándola. Colocó las
manos sobre su abdomen, y sorprendentemente estaba redonda como una pelota de
baloncesto. El corazón, después de un fuerte salto, recobró un ritmo satisfecho.
—Sss Rose —dijo con suavidad, intentando insuflarle calma. La respiración de ella
era irregular—. Hay un arma apuntada sobre ti. No saques ninguna otra arma. Sólo
quédate quieta. —Bajo la palma de la mano sentía el pequeño vientre redondeado y
un peculiar empujón, como si el bebé lo pateara intentando proteger a su madre. El
puro orgullo y la satisfacción de que ella llevara a su bebé lo sorprendieron un
poco—. Nadie va a herirte. —Y no lo harían, nunca. Llevaba a su bebé, y nada más
importaba, el niño siempre los conectaría.
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Rose se quedó inmóvil. No giró la cabeza, pero continuaba tensa, las manos
agarrando las muñecas de él como para alejarlas de la ligera hinchazón de su vientre.
—¿Kane?
Sintió como la tensión se enroscaba, no rígida y tensa, sino el anillo de una
serpiente a punto de atacar.
—Estoy aquí, cariño. Nadie quiere herirte. Solo sigue inmóvil y arreglaremos esto
sin que nadie salga herido.
—No voy a volver. Él no puede tener a mi bebé.
La declaración fue pronunciada con voz tranquila, pero él la creyó. Rose podría
parecer un pequeño duende oriental, pero tenía una columna de acero. Había
frustrado a Whitney cada vez que había enviado un hombre a preñarla. Había
luchado hasta que ellos temieron que podrían matarla, y era una luchadora
despiadada. Más de un hombre había estado en la enfermería después de un asalto
con ella
—Nuestro bebé —le corrigió él y la certeza de aquello se llevó parte de los nudos
de sus tripas—. ¿Quieres decirme por qué no pareces embarazada? ¿Cómo haces eso?
—No lo hago sin mis propias habilidades. Puedo camuflarme cuando necesito
hacerlo. Os sentí a todos vosotros en el minuto en que estuvisteis cerca. Whitney no
va a tener a mi bebé. Aún no sabe con seguridad que estaba embarazada y lo estoy
manteniendo de esa manera.
Le disparó una fría advertencia desde sus oscuros ojos.
—Whitney no me envió tras de ti. No acepto órdenes de él. Informamos de sus
experimentos y ha pasado a la clandestinidad. He estado buscándote desde que
desapareciste.
Ella había empezado a relajarse, pero se tensó de nuevo con sus palabras.
—Para ayudarte, Rose —le explicó deprisa—. Fui el único que te ayudó a escapar
¿recuerdas? No voy a entregarte al enemigo.
Kane no cometió el error de permitirle alejarse. Sabía que Gideon tenía un rifle de
alto alcance apuntado sobre ella y estaba demasiado alerta, Gideon lo protegería a él
primero. La quería lejos de la ventana, pero eso provocaría que Mack enviara a
Javier. La línea donde estaban hablando era muy frágil y un movimiento equivocado
podía desencadenar un desastre.
—Entonces acabemos de una vez con esto —dijo Rose. Levantó la entrenada
mirada hacia arriba, a través de la ventana, como si retara a los tiradores a matarla—.
Asumo que eres parte del equipo enviado a rescatar a las rehenes. Para que merezcan
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En español en el original.
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boca de Rose. El aliento casi le reventó los pulmones. Él soñaba con ella, noche tras
noche. Pensaba en ella cada minuto de cada día.
Intelectualmente sabía que Whitney había encontrado una forma de aparear una
pareja usando feromonas, y con certeza había hecho a Kane reclamar físicamente a
Rose. No podía estar cerca de ella sin que su cuerpo reaccionara con una permanente
erección de mil demonios. Pero el doctor no había apareado a Rose con él. Ella había
sido forzada a elegir entre tres candidatos diferentes y lo había elegido a él, pero no
tuvo el mismo impulso físico a estar con él que el que él tenía por ella, lo cual
representaba un gran problema para él. Tenía demasiado respeto por ella y
demasiado honor para imponérsele, pero la idea de no volver a verla de nuevo, de
pasar la vida sin ella, lo llevaba a la locura. También sabía que nunca jamás sería
capaz de tolerar a otro hombre en la vida de ella. Y con bastante franqueza... aquello
lo jodía.
—Vale.
Aquel suave consentimiento lo sorprendió. Estudió su cara en un esfuerzo por leer
si ella estaba o no diciendo la verdad.
—Entonces esperarás aquí a que vuelva por ti.
Ella se encogió de hombros.
—No huiré.
Se le estaba escapando algo, simplemente no podía descifrarlo. Su mente ya estaba
moviéndose, su radar se disparó e instintivamente se puso delante de Rose mientras
giraba para encarar la puerta del dormitorio, cuchillo en mano. Rose intentó sacar la
pistola del arnés oculto, pero el hombre que los enfrentaba sacudió la cabeza, una
gran sonrisa en su cara.
—Traviesa, traviesa, señorita Rose. No puedo dejar que le dispare, incluso aunque
Mack piense que es un gran dolor en el culo. Es mi hermano, después de todo.
—En realidad —le corrigió—, planeaba disparate a ti.
La gran sonrisa de Javier se amplió, pero sus ojos eran hielo helado. La fija mirada
enviando penetrantes carámbanos que apuñalaban a través de la mente de Rose.
—Bien entonces, todo está bien. ¿Llevas a mi sobrino?
Él señaló la forma del pequeño balón de baloncesto bajo la túnica suelta.
Las cejas de ella se elevaron. No hizo muecas y no apartó la mirada de él. Mantuvo
la voz baja y burlona, como si no se diera cuenta de que enfrentaba al mayor peligro
de su vida. Kane sabía más. Él sintió el pequeño temblor que corría por el cuerpo de
ella.
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Tienes los mismos ojos. Un color diferente, desde luego, pera ambos podéis parecer muy
espeluznantes.
Era la primera vez que ella usaba el medio más íntimo de la comunicación
telepática. Él sabía que Javier la asustaba y quería atraerla a sus brazos y sujetarla
cerca para consolarla. Le llevó un minuto darse cuenta de que él la asustaba. No lo
estaba demostrando, pero él lo sabía.
—Rose, ninguno de nosotros quiere enviarte de vuelta a Whitney, o perjudicarte
de ninguna manera. Estás a punto de tener el bebé y vas a necesitar ayuda. Quédate
y espéranos aquí.
—Te dije que no huiría.
Ella lo miró directa a los ojos de nuevo. Él no pudo detectar ninguna evasión, pero
aún así... Kane suspiró y se levantó.
—Tengo trabajo que hacer. Volveré a por ti.
Rose asintió. Permaneció sentada en la silla mientras Kane empezaba a
encaminarse al dormitorio, Javier nunca apartó los ojos de ella, incluso mientras
retrocedía hacia el dormitorio, el cuerpo entre ella y Kane.
Deja de intentar intimidarla y vámonos, espetó Kane.
Tu primero. Y estoy sonriendo, disparó Javier bajito.
Como una serpiente, señaló Kane y salió del apartamento de la misma manera que
había entrado. Javier lo siguió a la noche
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Capítulo 2
En el momento en que Kane y Javier se fueron, Rose se cubrió el rostro con las
manos y se permitió un breve momento para temblar sin control. Tuvo que forzar
varias respiraciones profundas para evitar derrumbarse por completo, para no
derramar ridículas y estúpidas lágrimas. Siempre había sido tan temerosa en
comparación con las otras mujeres con las que creció. Ellas no tenían problemas ni
reparos con su entrenamiento. Siempre había sido indecisa, obligándose a no mostrar
miedo cuando a veces había estado aterrorizada… como ahora.
Kane Cannon. Recordaba con vívidos detalles cada momento de su tiempo juntos.
La forma en que olía. Su increíble fuerza. La sensación de la piel de él contra la suya.
Lo había elegido para ser el padre de su hijo porque sabía que no tenía otra opción.
Whitney se había vuelto impaciente con ella, y cuando él supo que era fértil le envió
su elección. Kane Cannon era cruel y peligroso, capaz de una rápida violencia.
Implacable y despiadado si era necesario, pero uno de sus dones psíquicos era la
capacidad de saber cuando alguien le mentía. Kane había sido el primer hombre al
cual no había mentido.
Él encontraba a Whitney y sus experimentos desagradables, y cuando se vio
envuelto en el programa de cría y se dio cuenta de que las mujeres eran
prácticamente prisioneras —que no se habían ofrecido voluntarias, pero habían sido
obligadas al programa— ella supo que todo en él se rebeló. Desde el momento en
que ella le habló supo que él iba a arriesgar su carrera —su propia vida— para
revelar los viles experimentos de Whitney a las autoridades. El tiempo se le había
agotado, y sabía que Whitney estaba determinado a tener, pasara lo que pasara, a su
bebé supersoldado, así que ella eligió a Kane.
Había estado tan asustada y horriblemente triste, queriendo estar su primera vez
con alguien al que amara. Estaba aterrorizada de Kane cuando él había entrado en la
habitación. Sabía que Whitney estaba mirando y escuchando. Si ella no cooperaba
sería atada, y honestamente, no estaba segura de si tenía el coraje de seguir adelante.
Lo primero que Kane hizo fue aplastar la cámara y la grabadora, luego eliminó el
dispositivo de escucha de Whitney y se sentó en el borde de su cama.
~2 5 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Él parecía tan grande. Se alzaba sobre ella con su altura, sus anchos hombros y
manos grandes. Todo en él era intimidante, especialmente sus ojos verdes
penetrantes. Se estremeció sin control, como si aún estuviera encarcelada esperando
que sucediera lo inevitable. El corazón le tronaba en los oídos y palpitaba en su
pecho, pero estaba determinada a por lo menos tener al mejor hombre posible para
ser el padre de su hijo. Kane era un buen hombre, a pesar de que podía ser mortal
cuando fuera necesario. Lo había observado durante semanas antes de tomar su
decisión. Si las circunstancias fueran diferentes sabía que lo habría elegido a él de
todos modos, pero en aquel momento estaba aterrada.
Y entonces la tocó. Exquisitamente suave. No había nada brusco en él cuando le
apartó el pelo de la cara.
—Esto es una mierda, Rose. Encontraré una manera de salir de aquí. No tenemos
que hacer esto.
Su mundo cambió al instante con esas palabras. Fue tan inesperado después de las
bestias que Whitney le había enviado. Todavía tenía moretones del último que había
intentado poseerla. Lo peor de todo, y lo qué Kane no sabía, era que ella lo había
escogido. Lo había mirado desde el patio de ejercicios y había visto las diferencias.
En aquel punto él aún no la conocía, ni que el programa de cría existía. Ella lo había
obligado a intervenir por hacerlo su elección. La vergüenza le duraría toda su vida.
Lo había llevado al horror de su mundo y ahora no tenía otra opción más que la que
ella hizo.
Rose se cubrió el rostro y se meció atrás y adelante. Sabía que él se despreciaba a sí
mismo por dejarla embarazada, por su incapacidad para detener a Whitney antes de
tomarla, pero él no tenía idea de que Whitney nunca lo hubiera considerado para el
emparejamiento si ella no lo hubiera escogido. Kane se sentía culpable, pero ella era
la culpable.
El bebé dio fuertes patadas y ella automáticamente se frotó las palmas de las
manos sobre su vientre hinchado con un movimiento suave. Apenas podía mirar a
Kane de frente, apenas lo miraba a los ojos después de lo que había hecho. Ella sabía
sobre las feromonas, sabía que una vez Whitney los vinculara, Kane no tendría más
remedio que anhelar su cuerpo día tras día. Había visto el efecto sobre otros
hombres. Ellos habían estado dispuestos a matar para llegar a ella. Dispuesto a
forzarla sólo para tenerla. Ella le había hecho eso a Kane, a un hombre con principios
y honor.
Reprimió los recuerdos y se obligó a permanecer de pie. Le había costado tanto
esfuerzo aparentar estar fresca y controlada, pero no tenía que gastar energía
manteniendo las apariencias.
—Tú y yo, bebé —susurró—. Te mantendré a salvo.
~2 6 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
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Christine Feehan Juego Despiadado
pero quería estar tranquilo al respecto. Esta era una misión de “no tomar
prisioneros”, y necesitaban completo silencio.
En movimiento.
Mack era un borrón, nada más que una sombra en su ascenso por el lado del
edificio, recuperando la pequeña escalera de estrellas cuando ascendía, alcanzando la
azotea.
En posición, informó.
Kane y Javier lograron ganar la acera en el exterior del edificio de apartamentos de
dos plantas. Era su responsabilidad velar por que Mack y Ethan tuvieran un camino
despejado hacia el desierto a través de la construcción. Gideon los protegería desde
la azotea y luego volvería a dirigirse a lo largo de los tejados al borde del desierto.
Kane esperó, contando los latidos de su corazón, mientras ruidosas voces
retumbaron a través de la puerta principal de los apartamentos y luego poco a poco
se desvanecieron. Vertió ondas de presión a través de las paredes. La entrada estaba
vacía, pero había un hombre dos tramos de escaleras arriba, apenas apoyado en la
pared.
A la derecha, le dijo Javier.
Javier era más pequeño, una delgada máquina de matar, y su sombra sería menos
perceptible. El centinela sentiría la corriente de aire y alzaría la vista pero ya sería
demasiado tarde. Kane, con cuchillo en una mano, listo para el lanzamiento, abrió la
puerta con la otra. Javier dio una voltereta, llegando a sus pies a un paso escaso de
las escaleras, lanzó el cuchillo a toda velocidad a través del aire para enterrar la hoja
en la garganta del centinela.
Kane se deslizó en el vestíbulo, justo detrás de Javier, permitiéndole al centinela
un breve vislumbre de él, sólo el suficiente para distraerle la atención de la amenaza
real. Cuando Javier arrojó el cuchillo, un segundo guardia surgió desde una
habitación justo a su izquierda. Kane estaba sobre él, con una mano amortiguando el
sonido cuando la otra le asestó el golpe mortal con la hoja. Empujó el cuerpo de
nuevo a la sala y Javier agregó el segundo. Ni se molestó en hacer nada acerca de las
salpicaduras de sangre. Había sangre vieja en el suelo y en las paredes, algunas muy
recientes, como si los apartamentos fueran utilizados para la violencia.
Subiendo, dijo Kane cuando él y Javier comenzaron a subir la escalera, teniendo
cuidado de sentir el sonido de cada paso individual antes de que colocaran sus pies.
Mack, señaló Ethan, y se deslizó por el lado del edificio siguiendo su camino hacia
la ventana, dejando atrás las estrellas que Mack usó. No había cuerdas, y nadie
podría pensar que podía subir o bajar la estructura de dos pisos.
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sombras eran grandes hombres que salían la noche hacia ella. La madre no se movió,
con la cabeza colgando como si no estuviese consciente.
Mack se llevó un dedo a los labios y negó con la cabeza. La niña se congeló. Había
lágrimas nadando en sus ojos. Ethan se acercó a la madre, agachándose a su lado.
Ambos ojos hinchados estaban cerrados. Tenía cortes en la boca y el mentón y
hematomas alrededor de su cuello. Su vestido estaba roto en varios lugares, y había
evidencia de moretones debajo de la ropa.
Ethan juró en voz baja mientras cortaba las cuerdas. Sus manos estaban casi
púrpuras. Estaba descalza, y ambos pies estaban cortados y magullados así como
hinchados.
Estaba en mal estado.
Voy a tener que llevarla.
Esa era una mala noticia. Mack iba a tener que llevar a la niña, y con la mujer, que
también necesita ser llevada, ponía a ambos hombres en una posición más
vulnerable. Pero ellos estaban preparados.
Nos movemos en diez. Anunció Kane con calma.
Roger. Mack cortó para liberar a la niña y la levantó en sus brazos, calmándola en
español.
—Tu tío nos ha enviado para sacarte a ti y a tu madre de aquí. Tenemos que estar
muy quietos.
La niña frunció el ceño y puso su boca junto al oído de Mack.
—¿Qué pasa con mi hermanito?
Mack se puso rígido. Nadie había dicho nada acerca de un hermano.
—¿Dónde está tu hermano, cariño?
—Se lo llevaron.
Tenemos una complicación. Hay otro niño. Un chico.
—¿Qué edad tiene?
Ella amortiguó su tos contra la camisa de él.
—Cinco.
Kane, en el momento en que golpeemos la tierra corriendo, descended con Javier y
encontrad a ese chico.
Javier estaba en la parte superior de la escalera con el cuerpo tendido en el suelo.
Una luz baja iluminaba al final del hall y fundía sombras por el pasillo. Un guardia
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Christine Feehan Juego Despiadado
se sentaba frente a la puerta del tercer apartamento. Tenía la silla inclinada hacia
atrás y las piernas estiradas delante de él. Su arma estaba en el regazo y parecía estar
durmiendo, pero ni Javier ni Kane fueron engañados. Cada pocos segundos
deslizaba con su dedo el gatillo, como acariciando su pistola.
Lo haré.
Espera. El guardia está alerta.
¿Quieres que lo arrastremos dentro?
Javier echó un vistazo a Kane y asintió con la cabeza una sola vez. Relajó su
cuerpo bajo la alfombra raída. Alguien podría salir de su apartamento, y
posiblemente pasar sobre él en su camino hacia las escaleras. Dudaban que alguien
estuviera mostrando su cara con tantos hombres armados en el edificio.
Llama su atención, dijo Kane.
Mack le susurró a la pequeña, y ella asintió con la cabeza una vez. Él la acercó a la
puerta.
—Sé valiente amor.
Ella tragó saliva, cerró los ojos y se presionó apretadamente en Mack.
—Mamá. Mamá, despierta. Date prisa.
Su voz sonaba asustada, muy baja, perfecta para sus necesidades. Mack se colocó a
un lado de la puerta y Ethan fue a la otra. Mack empujó a la niña detrás de su sólido
cuerpo.
La cabeza del guardia se volvió en alerta. Cuando se puso de pie miró
directamente a Kane, el cual estaba presionado contra la pared, profundamente en la
sombra. La silla cayó con un ruido sordo a centímetros de los dedos extendidos de
Javier. Javier nunca se estremeció. Las botas del guardia eran viejas y desgastadas,
delgada en algunos lugares, Javier apenas dio un paso sobre el hombre, se balanceó
alrededor para hacer frente a la puerta con el dedo sobre el gatillo cuando la mano
giró el pomo de la puerta.
Javier salió de manera que Kane se trasladó en posición detrás del hombre. El
guardia pateó la puerta y dio un paso. Kane tiró el cuchillo con una mano y sacudió
el arma con la otra, impidiéndole disparar. Mack se dio la vuelta y cubrió los ojos de
la niña.
—Mantén la cabeza hacia abajo. Permanece apretada contra mí. Te llevaremos a
casa —le susurró—. Tienes que permanecer muy tranquila.
Sacó el chaleco de protección de su mochila y rápidamente la vistió antes de
elevarla. Esperó a que Ethan le pusiera a la mujer inconsciente un chaleco también y
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la levantara hasta sus hombros. Ambos eran vulnerables, trasladando a los rehenes a
territorio enemigo.
Kane bajó el cuerpo del guardia muerto al suelo dentro de la habitación y regresó
a la puerta, mirando arriba y abajo de la sala antes de hacer señas a Javier. Los dos se
movían como fantasmas, Javier desapareciendo por las escaleras mientras Kane
vigilaba el pasillo.
Está despejado aquí, dijo Javier.
¿Qué está sucediendo en la calle, Rose? Exigió Kane.
Quedaros quietos, anunció ella. En movimiento. Tenemos que encontrar a ese niño antes
de que ellos estén sobre nosotros, o lo maten.
No había “nosotros” implicado en la búsqueda del niño, pero Kane no tenía
tiempo para discutir con Rose. Era imperativo encontrar al niño antes de que el
rescate pudiera ser descubierto. Hizo señas a Mack para comenzar a bajar por las
escaleras con Ethan sobre sus talones. Kane bajó detrás de ellos moviéndose en
silencio, con su arma en el puño esta vez. Estaba usando un silenciador, pero aún así,
querían escapar sin alertar a las fuerzas enemigas.
Algo está pasando al final de la calle. Adolescentes están corriendo en todas las direcciones.
Parecen asustados, informó Rose. Salid de allí.
No había ninguna urgencia en su voz pero Kane la sintió, al igual que los demás.
Javier pasó por la primera puerta, y después de barrer visualmente la calle hizo señas
a Mack y Ethan. Corrieron a toda máquina, sombras moviéndose a través de la calle
abierta hacia el desierto.
Trae al pájaro. Nos encontraremos en cuatro minutos, dijo Mack.
Gideon, tienes ocho minutos desde mi señal.
Roger.
Gideon estaba en calma. Mantuvo los ojos en la calle, barriendo los tejados y las
ventanas. Mack y Ethan habían pasado ahora los edificios y corrían duramente a
través del desierto hacia su destino. Su trabajo consistía en regresar a Kane.
Rose, ponte en movimiento, ordenó Kane, aún cuando él comenzó a escudriñar los
edificios. Los asesinos no habrían llevado al niño lejos de su madre y su hermana.
Querrían aprovechar, y un niño de cinco años de edad era perfecto para manipular a
una mujer. Sube al helicóptero.
Rose se deslizó fuera de su apartamento y encogió su mochila. Viajaba ligera. No
había invertido mucho en el bebé, sólo las necesidades básicas, y sabía que no debía
añadir cosas que podrían retrasarla. No subiría al helicóptero sin Kane. Éste podría
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Christine Feehan Juego Despiadado
dar todas las órdenes en el mundo, pero no confiaba en nadie más. Ella se lo debía, y
sabía que él la protegería a ella y al bebé, pero los otros...
Ella había comenzado este lío al llamar al equipo. No había investigado lo
suficiente y descubierto lo del muchacho. Esta omisión era suya. Ahora Kane y el
otro hombre, Javier, iban a ser dejados atrás si no encontraban al niño en ocho
minutos.
Lo tengo. Al final del bloque. En el apartamento de la esquina, está en el cuarto de atrás.
Eso es imposible, incluso para ti, protestó Javier. Él había estado de pie con los
adolescentes en los alrededores del apartamento. Ya ni tenía revueltas las tripas lo
que significaba que los problemas estaban cerca.
¿Recuerdas que algo asustó a aquellos niños de su pequeña fiesta? Uno de ellos fue
arrastrado hacia dentro, y él fue utilizado como un objetivo. Forzaron al niño a apuñalarlo
varias veces. Parece que todos en el interior están teniendo un buen momento salvo los dos
niños.
La voz de Kane era sombría.
Él se movió rápido, bajando la calle hacia el apartamento de la esquina,
permaneciendo en la sombra a lo largo de la acera. Tropezó una vez, la debilidad lo
pilló desprevenido, pero siguió su camino. La visión de los dos muchachos, uno de
cinco, y el otro un adolescente, atrapados en una horrorosa situación le revolvió el
estómago. Le importaba poco que el uso de su talento psíquico agotase su energía.
Corrió por pura adrenalina, acelerando por la calle, Javier iba sobre sus talones.
Se detuvieron bruscamente fuera de la vivienda, uno a cada lado de la puerta.
Si entramos blandiendo las armas podríamos herir al chico, indicó Javier.
Kane juró en voz baja. Cinco hombres. Uno reteniendo al chico. El adolescente está atado
de pie a un poste de alguna clase. Están todos bebiendo.
No era necesario añadir lo último, porque el olor a alcohol estaba impregnando el
aire fuera de la vivienda. Tenían que entrar sin desencadenar un tiroteo. Kane sintió
una punzada de inquietud bajo su espalda y se dio la vuelta en el mismo momento
que Javier.
Rose pasó por delante de ellos y llamó a la puerta antes de que cualquiera pudiera
detenerla. Se veía completamente diferente. Tenía el pelo oscuro y grueso y parecía
arrastrarlo por debajo de la espalda. Parecía muy joven, como una adolescente. No
había pruebas de su embarazo, se veía demasiado delgada.
La puerta se abrió bruscamente desde dentro y un hombre corpulento, desaliñado
y armado hasta los dientes, perdió su expresión enojada y comenzó a sonreír como
un títere macabro. Tenía cicatrices en la cara y un diente de oro.
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tocar al guardia ahora, pero la corta arma automática estaba sobre la pared. Si el
arma cayera, los miembros del cártel sabrían que su presa estaba en la azotea. Cuanto
más tiempo pasara menos probabilidad de que ellos pudieran escapar.
Kane podía escuchar gritos cuando personas inocentes fueron sacadas de sus
apartamentos para permitir buscar en sus casas. La búsqueda puerta por puerta era
ruidosa y fea, los hombres estaban furiosos por haber perdido a sus rehenes. Por
ahora ya debían haber encontrado los cuerpos de sus amigos muertos. Gideon se
había ido como el fantasma que era, bajando desde el techo hasta el borde del
desierto, donde corrió para encontrase con el helicóptero. Kane y Rose estaban solos
con una calle llena de enemigos muy enojados.
El guardia murmuró algo y se dejó caer sobre los talones, pescando sus cigarrillos.
El fusil automático estaba suelto en su regazo mientras encendía un fósforo. Kane
estuvo sobre él al instante, cerrando su brazo alrededor del cuello del centinela, una
mano al dorso de su cabeza. Aplicó presión, rompiendo el cuello con su enorme
fuerza en un solo movimiento. Casi con suavidad, bajó al guardia a la azotea,
aplastando el cigarrillo encendido. Había tenido mucho tiempo mientras avanzaba
poco a poco a través de la azotea para asegurarse de que el centinela estaba solo.
Rose.
Kane la llamó a su lado.
Vamos a salir de aquí.
Ella permaneció en silencio, reuniéndose con él sin dudarlo. La cogió por la
muñeca.
Vamos a tener que bajar. Una vez que estemos de nuevo en el suelo, permaneceremos en las
sombras y nos dirigiremos hacia ese camión al final de la calle. No es el mejor plan, pero es
todo lo que tenemos. Toma tú la delantera.
Ella era menos perceptible de lo que era él. Ellos no buscarían a una mujer.
No había duda en su mente que iba a ser capturado —o muerto. Pero podría
conseguir la seguridad de Rose si solamente hiciese lo que él decía.
Rose dio un paso por delante de él para mirar a la calle. Una multitud de gente
llegaba, algunos llorando, la mayoría silenciosa agarrándose unos a otros
atemorizados.
No te vas a sacrificar por mí.
Nos vamos a discutir sobre esto, Rose. Tú llevas a nuestro hijo. ¿Tienes alguna idea de lo
que te va a pasar si ellos lo capturan? Empieza a descolgarte. Baja y vete a la maldita
camioneta. Sabes como hacer un puente a un automóvil.
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Ella se puso delante de él, obligándolo a bajar la mirada hacia ella para
encontrarse con la suya brillante. Puedo cambiar nuestra apariencia. Esto no durará
mucho tiempo, pero será suficiente para que los dos atravesemos la calle hacia la camioneta.
Demasiado riesgo. Él desestimó su oferta inmediatamente. Ponte en movimiento.
Ella no parpadeó. Siguió mirándolo con los ojos muy abiertos y oscuros, su misma
expresión. La expresión fija.
Maldita sea, Rose. No es el momento para empezar a actuar como una mujer. Mueve tu
culo calle abajo y haz lo que yo te digo. Obviamente los gritos no se transmitían también
al usar la telepatía. La intimidación y el mando absoluto solos no tenían el mismo
efecto, se daba cuenta de su falta total de razonamiento.
Lamentablemente para ti, no tienes ninguna autoridad sobre mí. Lleva tu propio culo a la
calle. No estoy negociando tu vida por la mía cuando sé que podemos salir de aquí. Solamente
porque tú has de dejarme el control a mí unos minutos no puedes correr el riesgo, y eso es una
estupidez.
Kane frunció el ceño, su ceño más negro, más feroz. Todo hombre que conocía se
echaba atrás cuando le lanzaba esa mirada, pero ella se quedó allí, apenas llegándole
al esternón, pareciendo una pequeña muñeca. Juró en voz baja. No tenemos tiempo
para esto.
No lo tenemos. Te sugiero que empieces a moverte.
Ella iba a ser su gran dolor de culo. Realmente no tenían tiempo para discutir, y
era evidente por la mirada obstinada en su cara que iba a permanecer allí hasta que
el infierno se congelara. Uno de ellos tenía que ser razonable.
Maldiciendo, Kane se acercó al lado del edificio, manteniéndose en las zonas más
oscuras, clavando las estrellas profundamente para que ella tuviera una escalada más
fácil. Con cada grieta que él encontraba con los dedos de manos y pies, juraba… y
había un montón de grietas en el antiguo edificio. Había una razón para que los
hombres no entraran en combate con las mujeres. Rose era un buen ejemplo.
Obstinada como el infierno. Ilógica. Completamente irracional. Esta era la última vez
que iba a negarse a escucharlo. Y seguro como el infierno que era la última vez que
iba a entrar en una situación de combate.
Llegó a tierra y se volvió a cogerla por la cintura. De inmediato notó su embarazo.
Por alguna razón, ella no parecía tan grande hasta que él la tocó. Entonces tuvo la
sensación de que había una pelota de playa bajo su camisa. La dejó suavemente y con
un movimiento la situó debajo de su hombro, sosteniéndola sujeta por un momento.
No sabía si quien necesitaba el consuelo era ella o él, pero ella no se movió,
deslizándole el brazo alrededor de su cintura y apoyando la cabeza en su pecho.
Podemos hacer esto, Rose, la tranquilizó. Hazlo y vámonos de aquí.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Rose se irguió con un breve gesto de cabeza. Necesitaré que te agaches un poco.
Encórvate para que parezcas más pequeño y permanece cerca de mí. Solamente sígueme. Nos
llevaré a través de la multitud.
Kane se tragó su protesta. Él le había pedido poner su fe en él más de una vez.
¿Por qué era tan condenadamente duro entregar el control a una mujer? Infiernos.
Había conseguido dejarla embarazada en un lugar donde no tenía otra opción, a
sabiendas de que Whitney le quitaría a ella su bebé y lo utilizaría para sus
experimentos en su búsqueda para crear el súper soldado perfecto. Ella le había dado
su confianza cuando él no la merecía. Él se lo debía. Respirando, asintió con la cabeza
y se encogió con los hombros caídos, moviéndose muy cerca de ella, con un brazo
alrededor de su cintura.
Apuraron el paso en la calle, entre la masa de gente. Rose caminaba vacilante,
como si cada paso fuese difícil. Trató de no darse cuenta de las manchas en su ropa,
pero incluso en la oscuridad podía detectar las salpicaduras de sangre. La
iluminación era mala, pero si alguien la inspeccionara, no podía fallar y no ver las
manchas. Familias aferradas unas a otras, el miedo en sus rostros mientras los
hombres armados registraban sus casas. Él y Rose se movía con lentitud infinita a
través de la multitud. Su corazón latía con fuerza, y evitó los ojos.
A medio camino hacia el camión, Rose se detuvo bruscamente, encorvada, con las
dos manos sobre su vientre hinchado, obviamente jadeando. Si él no supiera que ella
actuaba, se hubiera aterrorizado. Una mujer mayor le murmuró a ella en español,
haciéndole preguntas. Rose respondió con voz jadeante que era demasiado pronto, y
el trabajo era intenso.
La mujer mayor marchó hacia uno de los centinelas del cártel y le susurró. Era
evidente que lo conocía. El hombre parecía molesto y meneó la cabeza dos veces,
pero la mujer mayor persistió.
Deliberadamente te detuviste frente a ella, adivinó Kane.
Ese es su hijo. Ella ha estado proporcionándole información sobre los movimientos de la
policía y soldados. Me aseguré de ser extra amable con ella, trayéndole sus comestibles y
echándole una mano por si acaso necesitaba un aliado.
Tenía que darle crédito, planificó todas las contingencias. Ella estaba proyectando
una ilusión así que él tenía que creer. Rose parecía mejicana, con el pelo más largo y
grueso, y supuso que hacía bien. También parecía harapienta y muy, muy
embarazada. Cada paso era trabajoso. Jadeaba. Parecía como si fuera a dar a luz en
cualquier momento.
El guardia se giró con un oscuro ceño fruncido y un gesto hacia delante. La mujer
mayor le entregó las llaves y señaló un sedán aporreado, diciéndole que tuviera
cuidado.
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Capítulo 3
~4 1 ~
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~4 2 ~
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~4 3 ~
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~4 4 ~
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sus ojos encontraron los de él sin parpadear, incluso desafiante. Se miraron fijamente
el uno al otro.
—No tenemos toda la noche —le recordó él.
—No, no la tenemos. Pero no me voy a mover hasta que no tires ese rastreador.
Me asusta más que Whitney tenga a mi bebé que caer en manos de un cártel de la
droga. Caeré luchando, Kane.
Él apretó los dientes. Joder, era cabezota. Podía decir por el ángulo de la
mandíbula, la barbilla levantada y el resplandor de fuego en sus ojos que no estaba
tirándose un farol. Ella planeaba quedarse justo donde estaba.
—Eres consciente de que a estas personas les gusta cortar cabezas. —Eso debería
volver razonable a cualquier mujer, aún más a una mujer embarazada.
—Los he visto hacerlo. No es un bonito espectáculo —respondió, levantando la
barbilla un poco.
Muy bien. Tal vez las mujeres embarazadas no eran razonables. No era como si él
alguna vez hubiera estado alrededor de una mujer a punto de dar a luz. Podría ser
que estuvieran todas locas. Y el sentido común que él tenía se estaba volatilizando.
Debería haberla puesto sobre sus rodillas y enseñarle una lección, sobre todo después
de que ella tuvo la osadía de sacarle un arma de fuego, pero en cambio quería besarle
aquella pequeña barbilla.
—Rose —usó su tono más lógico y sensato—. Si tiro el rastreador, y algo va mal,
no vamos a tener un paseo tranquilo para salir de aquí.
—Estoy acostumbrada a confiar en mí. No te preocupes, si estás asustado puedo
cuidar de los dos. Sé que te rodearas con ese equipo grande y malo....
Se interrumpió cuando él dio un paso hacia ella, la risa burlona desapareció de sus
ojos. Él notó que una mano había resbalado dentro de su chaqueta, los dedos se
rizaban alrededor de la empuñadura de su cuchillo.
—No me cabrees más de lo que ya lo has hecho —le espetó y arrancó el rastreador
del forro de su camisa. Lanzó su salvavidas al barranco—, va a ser un infierno salir
de aquí.
—¿No hay ninguno dentro de tu cuerpo?
Él la miró con su ceño más negro, y esta vez de verdad estaba a punto de perder
los estribos.
—Tendrás que confiar en mí.
Tuvo la gracia de parecer avergonzada. Rose se giró y caminó hacia la noche, la
cabeza alta, el cuerpo confiado. Se alejaban de cualquier camino que pudiera ver.
~4 5 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Siguió sin comentarios hasta que llegó a la cima de la primera duna. Volviéndose, él
levantó su mano al cielo. Era increíblemente difícil mover el aire cuando había poca
brisa para “empujar”, pero él lo había hecho una o dos veces. Rose había recordado
sus conversaciones en su pequeña prisión.
El viento tiró de los granos de arena, rellenando sus pasos y los lugares donde
habían aterrizado y rodado. Se tomó su tiempo, haciendo un buen trabajo con
aquello. Las huellas de neumáticos fueron emborronadas en algunos lugares, pero
sin duda al mundo le parecería como si ellos hubieran entrado al barranco con el
sedán. Si alguien fuera a recuperar los cuerpos —y estaba seguro de ello— su ardid
sería descubierto, pero sería demasiado tarde.
Volvió la cabeza para mirar a la mujer que llevaba a su bebé. Ella había seguido
caminando, confiando en él para hacer el trabajo. Había cierta satisfacción en ello. No
lo quería, pero lo necesitaba. Forzó las piernas un poco para poder alcanzarla, pero lo
pasos más cortos de ella lo hicieron fácil. De vez en cuando él enviaba aire rozando
sus pistas, sólo para garantizar su seguridad.
Rose anduvo con brío en un primer momento, con la columna vertebral rígida,
pero después del primer kilómetro disminuyó el ritmo, mirando hacia él.
—Siento lo del arma, Kane. No sabía qué más hacer.
Se le retorció el corazón. Maldita fuera de todos modos. Lo estaba enredando en
su red, y estaba en grave peligro de depositar su confianza en la fragilidad femenina
una vez más. Pensó que era mejor no mirar hacia ella. En vez de eso, estudió su
entorno. Ella no estaba en su mejor forma; él podía escuchar su respiración volverse
más pesada. Se detuvo con el pretexto de mirar a su alrededor, pero sabía que ella
necesitaba descansar. Él no hizo comentario sobre su falta de aptitud física, después
de todo estaba embarazada. Pero sin duda incluso las mujeres embarazadas podían
caminar dos kilómetros sin respirar con dificultad.
Ella le lanzó una mirada que no podía fallar en atrapar incluso en la oscuridad sin
su visión nocturna. Respiró dos veces como si estuviera tratando de mantener la
calma cuando él la molestaba.
—Estás gritando tus pensamientos, y con mucha grosería.
Sus cejas se alzaron.
—No soy yo el que respira como un caballo al final de la carrera. ¿No se supone
que las mujeres están en buena forma cuando están embarazadas?
Dejó caer la mano a su cinturón y dio un paso cerca de él, sus dedos se rizaron
alrededor de la muñeca de ella golpeando con un fuerte sonido. Ella hizo una mueca
y lo miró airadamente otra vez.
~4 6 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
—Puede que quiera dispararte pero el ruido podría atraer al cártel. En realidad,
estoy sacando mi GPS para asegurarme que vamos en el camino correcto.
—¿Vas a decirme dónde vamos?
—Hace tiempo conocí a un anciano —dijo ella mientras consultaba su GPS y luego
se volvió ligeramente hacia la derecha para conducirlos directamente al desierto—.
Nos hicimos buenos amigos. Estaba enfermo y no había nadie para ayudarle, así que
lo hice. —Se guardó el GPS y comenzó a caminar de nuevo con paso enérgico—. No
tenía familia y se estaba muriendo de cáncer. Se había mudado a un apartamento
cerca del mío. Hablábamos todo el tiempo, y en el curso de la conversación me habló
de la casa que él y su esposa habían construido en el desierto.
Kane meneó la cabeza, siguiéndola fácilmente. Una sonrisa lenta comenzó en
algún lugar de la boca del estómago. Esta era su mujer… ingeniosa.
—Apenas se puede ver desde el aire y parece pequeña, abandonada, nada más
que un techo viejo yaciendo destrozado entre la tierra y la arena. Es perfecto. He
estado llevando suministros aproximadamente cada tres semanas. No he conseguido
mucho, pero no quise dejar pruebas de que alguien había estado en el lugar.
Él le disparó una rápida sonrisa apreciativa cuando lo miró.
—Voy a tener que tener cuidado contigo. Eres inteligente y siempre estás
pensando, ¿no?
—Tuve que pensar en el bebé, y yo no sabía que él tenía una casa aislada en el
desierto que nadie conocía. ¿He mencionado el buggy?
Sonaba un poco engreída, pero supuso que tenía derecho. Ciertamente se
preocupaba de todo. Caminaron en silencio durante un par de kilómetros y se
detuvo bruscamente, se encorvó un poco con una mano apretando el costado, como
si tuviera una punzada. Su respiración era irregular otra vez. Él esperó en silencio,
notando que no parecía querer que se diera cuenta. Tuvo que dejar de hacer
comentarios sobre su baja condición. Levantó la vista hacia el claro cielo nocturno en
su lugar, fingiendo interés en las estrellas, pero el olor de ella lo envolvió.
Ahora que no estaban corriendo por sus vidas, su cuerpo insistía en reaccionar a
ella. Era físico, se recordó. Ellos habían hablado unos meses atrás, conversando en
voz baja o usando la comunicación telepática más íntima cuando se temía que los
guardias pudieran escuchar e informar a Whitney. Kane había estado impresionado
con su valentía. Lo que más respetaba de ella era que lo trataba como si fuera un ser
humano y no un monstruo inclinado a la violación. Podría haber estado llorando y
gritando, pero ella había cooperado tratando de relajarse, incluso yendo tan lejos
como animándolo a pesar de las circunstancias.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Él se presionó dos dedos en las sienes palpitantes. Cada vez que pensaba en su
primera vez con él, tenía una sensación de malestar en la boca del estómago. Para él
su unión había sido el paraíso, su cuerpo caliente, suave terciopelo, tan fuerte que
pensó que estaba en el cielo. Pero sabía que sin importar cómo fuera de lento y lo
cuidadoso que fue, que la había herido.
Ella se irguió, respirando profundamente.
—Lo siento. Sólo necesito descansar.
Le entregó el agua y observó cuidadosamente para ver que ella se la bebía. Parecía
agotada y las manchas de sangre junto con la arena que quemaba su cara le
molestaban más de lo que debería. Vertió agua en el dobladillo de la camisa para
limpiar suavemente las manchas de su cara. Ella permaneció sin protestar,
permitiéndole limpiarle la cara.
—¿Te duele?
Rose le dedicó una pequeña sonrisa.
—En el gran esquema de cosas, no. Yo he estado pensando en el chico. Lo dejamos
allí sin más para que el cártel lo rebanase y jugase a los dados mientras que lo
interrogaban.
—Javier tiene al chico —la calmó Kane, deslizándole el brazo por los hombros y
arrastrándola cerca de su calor. Tal vez todo era demasiado para alguien tan frágil.
Estaba desorientada y no podía recordar las cosas con claridad.
Ella negó con la cabeza.
—El adolescente. El que ataron. Sentí su pulso, y estaba vivo, pero estaba
inconsciente, tal vez muriendo. Había mucha sangre en el suelo a su alrededor.
Debería haber hecho algo. Sabes que ellos lo matarán.
—Cariño —dijo en voz baja—, no teníamos otra opción. No podíamos llevarlo con
nosotros. Él no nos vio. Esperemos que se den cuenta de eso y lo dejen ir.
—Ellos nunca van a dejarlo ir. —Ella volvió el rostro hacia el cielo.
Rose se veía tan triste que su corazón experimentó un curioso temblor, y le costó
un gran esfuerzo no atraerla a sus brazos. Tuvo que recordarse a sí mismo que lo que
él sentía por ella no tenía nada que ver con la emoción, y ella no sentía nada por él.
Pensó en ella como su mujer. La única mujer. La única. Le pertenecía, y quería
consolarla y protegerla, sostenerla cerca de él y hacer de su mundo un lugar
maravilloso. Estaría horrorizada si supiera cómo se sentía él, no solo horrorizada,
sino asustada. Y si era del todo sincero consigo mismo, podría tener motivos para
tenerle miedo. Planeaba cortejarla.
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Ella caminaba en silencio a su lado, optando por no ver la lógica de sus razones o
responder a sus acusaciones. Bajó la mirada, frunciéndole el ceño a la coronilla de su
cabeza. Era tan testaruda, por sí sola se abría camino directo hacia los problemas. Iba
a tener que ponerle punto final al asunto, y eso era todo. Definitivamente necesitaba
que cuidaran de ella, lo creyera así o no. Satisfecho de no estar siendo puramente
egoísta, caminó ascendiendo la ladera inclinada, notando que la vegetación era más
densa en esa área que en la tierra y arena circundante.
—Estás a punto de caminar sobre el techo.
Se detuvo bruscamente.
—Bromeas.
Ella parecía satisfecha y un poco engreída.
—Sí, está justo allí. Mira a tu alrededor. El lugar es asombroso. Para llegar hasta
aquí debes conocer la localización por GPS. Él siempre tenía cuidado de llegar por
diferentes caminos y de no dejar rastros. Tenía un vehículo todoterreno para cruzar
las dunas, y arrastraba una alfombra detrás para cubrir las huellas de los neumáticos
en la tierra y la arena. Así es como conseguía provisiones. Tenía una camioneta
aparcada en un garaje en el pueblo, justo sobre el límite del desierto. Conducía el
todoterreno a través de la arena y lo dejaba en el garaje mientras iba de compras en la
camioneta.
—Muy astuto. ¿Y nadie nunca lo traicionó?
—Según él, todos los que sabían acerca de su refugio en el desierto están muertos.
—¿Y quién, exactamente, era este santo varón?
—Se llamaba Diego Jiménez.
Kane sintió que algo dentro de él se congelaba.
—¿Y sólo dio la casualidad de que te informó sobre éste lugar?
Diego Jiménez era el líder de un misterioso grupo de rebeldes determinados a
derrocar al gobierno anterior. Lo lograron bombardeando los oleoductos y
gaseoductos. Tenían cierta reputación por matar a la gente del lugar que no estaba de
acuerdo con su política. Jiménez había vivido según la ley de la espada, traicionando
todo aquello en lo que se basaba la humanidad. Tenía una familia numerosa, y Kane
dudaba que estuvieran todos muertos. Era malvado, pura y simplemente, y Rose no
podía haber visto más allá de un viejo moribundo. El zorro pierde la cola pero no las
mañas, y las serpientes siempre se comportan como serpientes.
Echó un vistazo alrededor, usando su visión nocturna. La noche parecía tranquila,
pero lo que había sido un lugar para refugiarse de repente se sentía hostil.
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—Se lo que estás pensando, pero cuidé de él hasta que murió. Me dio la ubicación
y las llaves. Sabía que necesitaría un lugar para pasar desapercibida hasta después de
que naciera el bebé.
Ella gesticuló hacia la tierra y las malezas que cubrían el perfil del techo. Pudo ver
que la baja estructura rectangular de piedra estaba situada entre las dos pendientes
de colinas contiguas. Por la manera en que la casa se había construido, recibiría la luz
natural y las corrientes de aire. Desde el frente, la estructura parecía una ruina medio
sepultada, lo cual, estaba seguro, era la idea. Los arbustos sobre el techo habían sido
plantados y cultivados con cuidado para que se vieran como parte del entorno
natural. Parecía como si la tierra hubiera sido desplazada allí por el viento, también
algo natural. Kane remontó la ladera para inspeccionar el techo. Tuvo que observar
con mucha atención para encontrar las aberturas que permitían la entrada de luz en
las habitaciones subterráneas que estaban por debajo. La estructura entera lucía más
bien como un antiguo puente construido entre las pendientes, sepultado en la
actualidad entre la tierra, los arbustos y las hierbas de tallos altos.
Caminaron bajando por la pendiente hasta la entrada del frente. Las paredes que
quedaban a la vista eran bastante gruesas.
—El vidrio de las ventanas es a prueba de balas —dijo Rose mientras usaba la
llave para abrir la puerta.
La tomó del hombro empujándola no muy gentilmente detrás de él. Ella no
protestó, pero la oyó dar un exagerado suspiro. No le importó. Sabía que ella no veía,
no podía haber visto la maldad en Jiménez, pero él no era tan inocente. No confiaba
en los revolucionarios, ni siquiera en los rebeldes moribundos de ochenta y tantos
años. Era un gesto demasiado generoso el entregar las llaves del refugio del desierto.
Aquí pasaba algo, algo que no entendía y en lo que no confiaba. Y sencillamente no
iba a dejarla entrar en esa casa sin comprobar primero que cada centímetro estuviera
despejado.
Le devolvió el arma y entró. El interior de la casa estaba fresco, sin ser frío. Se
movió fácilmente en la oscuridad, permaneciendo cerca de las paredes mientras se
desplazaba a través del amplio vestíbulo que se abría hacia una espaciosa sala de
estar. El mobiliario era escaso, un sofá y dos sillas, pero parecían ser de buena
hechura y estar en condiciones. Una mesa baja de café despejada de revistas u
objetos. La habitación no tenía ningún cenicero, y el aire parecía limpio.
Advirtió dos entradas abovedadas distintas que llevaban a otras habitaciones y se
dirigió en silencio hacia la más cercana. El suelo era de madera, con alfombras muy
caras tejidas a mano echadas artísticamente frente al sillón y las sillas. La habitación
en la que entró era el único dormitorio. Una amplia cama de dos plazas con un marco
de madera tallada sobresalía del centro de la pared, un gran arcón descansaba al pie
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—Alguien que no quiere que le alcance un disparo. —Sus ojos destellaron las más
interesantes chispitas allí en la oscuridad—. Y si tú te hubieras ocupado del guardia
antes de que disparara su arma, tal vez no hubiéramos tenido que saltar.
—Lo cual hubiera sido capaz de hacer si tú no hubieras interferido. —Como
excusa, era bastante patética y pueril. Ella se las había arreglado para ser de mucha
ayuda, pero esa no era la maldita cuestión. No tenía por qué entrar en combate
estando embarazada—. No te sobra sentido común ¿no es así?
Si las chispas de furia que despedían sus ojos hubieran caído sobre combustible,
estaría metido en un buen lío. Teniendo en cuenta cómo estaban las cosas, extendió la
mano para tomar la pistola de entre sus manos, sólo porque prefería pecar de
prudente, que lamentar.
—La única cosa estúpida que he hecho hasta ahora es elegirte a ti como
compañero. Estoy cansada y necesito tomar una ducha. Apártate de mi camino.
—No hasta que compruebe que la habitación segura y el túnel de salida se
encuentran despejados.
Ella se quedó inmóvil. Su lengua se insinuó entre sus labios, deslizándose sobre el
arco pleno y angelical del labio inferior, y atrayendo la atención de Kane.
—¿Habitación segura? —Ella apartó unos cabellos fuera de su rostro. Le temblaba
la mano. La puso detrás de su espalda.
Definitivamente había reconocido la importancia de lo que le dijo.
—No hay una habitación segura.
—¿Por qué? ¿Porque él te lo habría dicho?
Al diablo con todo ¿iba a creerle a él o a un viejo moribundo que tenía sus propias
prioridades? Todo lo que Kane quería era protegerla... Bueno, está bien, eso era una
jodida mentira. Eso no era todo lo que quería de ella, pero sus intenciones eran
nobles. Maldición, quizás tampoco fueran del todo nobles. Lo tenía hecho un lío.
¿Qué endiablada clase de mujer hacía las cosas que hacía ella?
—Oh, Kane —dijo ella con voz temblorosa.
Pareció como si se desmoronara justo frente a él. Se desplomó en una silla,
apoyando la mano sobre su barriga redondeada, respirando hondo, lenta y
deliberadamente.
—No hay necesidad de hiperventilar —dijo él con tanta delicadeza como le fue
posible—. Estaremos bien. Revisaré la habitación. Toma tu arma, y no me dispares.
Ella le brindó una lánguida sonrisa al tiempo que rodeaba la culata del arma con
los dedos.
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salvo por esa noche, y luego tenían que encontrar algún otro lugar para refugiarse
hasta que pudiera comunicarse con los Caminantes Fantasma. No tenía dudas de que
cuando la porquería gubernamental se hubiera despejado, Mack y el equipo
vendrían a buscarlo. No se detendrían hasta que lo encontraran con vida o
encontraran su cuerpo. No se creerían lo del rastreador en el barranco. Sin ninguna
evidencia de cuerpos entre los restos del coche destrozado, sabrían que Rose y él
habían salido con vida.
Kane examinó las paredes cuidadosamente, en busca de cualquier evidencia de
discrepancia. Con una estructura subterránea, no sería difícil excavar lo bastante
como para acomodar un cuarto oculto. Debía existir una entrada, y una que fuera
bastante fácil de acceder en una emergencia. No estaría situada de forma que
cualquiera que irrumpiera a través de la puerta pudiera verla con facilidad. No
estaría en la pared contra la que se encontraba la cama. Pasó las manos por las dos
paredes restantes. Ninguna se sentía diferente. No pudo encontrar una fisura que
pudiera indicar una puerta. Perplejo, se quedó de pie en el medio de la estancia,
frunciendo el ceño.
No podía equivocarse. Diego Jiménez era muy conocido, y la recompensa que
ofrecían por él había sido pasmosa, en un país donde la pobreza a menudo superaba
el buen juicio. El presidente hubiera enviado todo el ejército a su disposición en busca
del hombre si hubiera sabido de su guarida. De modo que tenía que haber una
puerta trasera. Volvió a estudiar la habitación, consciente de la inquietud de los
movimientos de Rose en la estancia contigua. Tenía que asegurarse de que no había
ningún enemigo ni en la habitación segura, ni esperando en el túnel.
No había ninguna grieta, entonces ¿qué significaba eso? La puerta debía estar ahí,
así que... Dio un paso acercándose a la pared que él hubiera elegido. Estaba situada
en el extremo más lejano de la estancia, que de utilizarse los llevaría más
profundamente bajo tierra, alejándolos de la entrada delantera que estaba sobre el
nivel de la superficie. Pasó los dedos a lo largo de la juntura misma en la esquina de
la habitación. Parecía fundirse de manera impecable, y sin embargo cuando observó
hacia la juntura con el cielo raso, se dio cuenta de que ésta tenía que ser la puerta,
ingeniosamente disimulada. No había ningún mobiliario pesado para tapar nada,
sólo una pared sólida.
Pasó los dedos a lo largo de los bordes, buscando un modo de entrar. Tenía que
ser algo simple. No habría tiempo para una cerradura con combinación. Jiménez
querría tener un acceso rápido. ¿Podría ser tan fácil? Una puerta con resorte que
encajaba ajustadamente pero estaba hecha para facilitar una salida rápida. La familia
no se escondería allí. Ellos escaparían. Podrían levantar una barricada contra la
puerta desde dentro de la habitación segura. No había necesidad de hacerlo así en el
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Ella apretó los dientes, respirando por la boca. Cuando pudo hablar emitió un
sonido estrangulado desde el fondo de la garganta.
—No estoy herida.
Bajó hacia ella una mirada feroz, con una horrible sensación en la boca del
estómago.
—¿Qué demonios te pasa?
—No me pasa nada. A esto se le llama tener contracciones, pedazo de zoquete —le
espetó Rose bruscamente con una mirada asesina, que quizás superaba la suya por
un pelo.
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Capítulo 4
Estudió el cuerpo de Rose con cuidado. No salía de cuentas en otras cuatro o cinco
semanas, ¿correcto? Sabía cuándo se quedó embarazada. Cuando la vio por primera
vez le pareció delgada, pero eso fue una ilusión. Por otro lado, ella nunca había
parecido tan grande como en este momento.
La señal de alerta roja destelló en la cabeza de Kane. Decir a una mujer que estaba
tan grande como un balón de playa no haría que ganara ningún punto. ¿Cómo
describía uno su aspecto? ¿Pelota de baloncesto? ¿Voleibol? Estudió la pequeña cara
furiosa. Sí. Estaba en problemas sin importar lo que dijera. La descripción era
imposible. Necesitaba diplomacia, algo que salía volando por la ventana cuando
estaba cerca de ella y decía palabras como contracciones.
Saltaría de un avión al corazón del territorio enemigo sin vacilar, pero maldición,
que le pidieran que matara a alguien, no que ayudara a nacer a bebés. Ella no le quitó
los ojos de encima y esa expresión ceñuda en la cara exigía una respuesta.
—Manejaste una gran ilusión pareciendo delgada antes, fue difícil recordar que
era una ilusión. —Ahí. Un cumplido. No había pisado barro y se había hundido…
todavía. Ella seguía mirándolo con las manos en las caderas, esperando más. Él
comenzó a sudar. Joder.
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Él cerró los ojos con fuerza y dejó salir un gemido. Equipo de parto. Sólo se añadía
a la lista creciente de palabras prohibidas. Vale. Respiró hondo y exhaló. Alguien
tenía que tomar el control de la situación, y obviamente ella estaba demasiado
agotada para hacerlo. Alguien tenía que ocuparse y ponerle las cosas claras. No había
nadie más.
—Mira, Rose. —Utilizó su tono más calmado y razonable—. Hacer esto ahora sería
ilógico. El bebé no está exactamente listo y estamos demasiado lejos de alguna ayuda.
Piensa en otra cosa. Estás molesta y preocupada, necesitas descansar.
Ella abrió la boca y la cerró dos veces. Lo miró como si le hubieran crecido dos
cabezas.
—Whitney no va a conseguir a este bebé. No conozco a esos hombres con los que
estabas tan deseoso de enviarme. Tengo un plan y no incluye montarse en el
helicóptero. Y no me grites. Estoy en una condición delicada.
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—¿Hay alguna posibilidad de que te hicieras daño en el salto? ¿Que estos dolores
sean algo más?
—Espero que sean las contracciones de Braxton Hicks. A veces una mujer puede
tener falsas contracciones antes de ponerse de parto.
El alivio estalló dentro de él. Por supuesto. Había estado desconcertado durante
un minuto. Braxton Hicks sonaba como algo real.
—Bien entonces. Eso suena bien. Vamos a meterte en la cama para descansar.
Todo este correr de aquí para allá no puede ser bueno para ti. Puedes ir al barranco
de excursión mañana, encontrar el rastreador y... —Se calló, frunciendo el ceño—.
¿Por qué sacudes la cabeza?
Él se negó a permitirle que su mala imitación de una gallina le erizara las plumas.
Estaba por encima de insultos insignificantes. La iba a meter en la cama y dejarla a
salvo. Ella no podía decidirse por el dolor y simplemente se acabaría. Estaba seguro
de ello.
—Ten presente que he matado a un hombre hace pocas horas. Puedo ir al cuarto
de baño sola. Sólo enciende el generador y consígueme algo de agua caliente, por
favor.
Él se dio la vuelta para alejarse, para no sacudirla y meterle algo de sentido. Estaba
intentando ayudarla. ¿No lo entendía? Kane cruzó la cocina a zancadas hasta la
despensa donde había almacenado los exiguos suministros. Mientras registraba la
casa había descubierto el generador. Se agachó para estudiarlo. Funcionaba a gas.
Había cuatro cilindros grandes alimentándolo. Lo encendió, sorprendido de lo
ruidoso que era. Cuando cerró la puerta detrás de él, se dio cuenta de que el cuarto
estaba insonorizado. El generador no podría ser oído fuera del cuarto donde estaba
albergado.
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La ducha se cerró bruscamente mientras vertía dos tazones y los ponía en una
bandeja. La bandeja era intrincada, pintada a mano y costosa. Le dio unos pocos
minutos para que se secara y se metiera en la cama.
—Estoy decente.
Kane se detuvo en el umbral. Parecía pequeña, una muñeca de porcelana con unos
ojos demasiado grandes para su cara. Almendrados, oscuros y misteriosos, ojos en
los que un hombre podía caer y nunca encontrar la salida. Parecía exótica, el pelo
despeinado y todavía húmedo, negro como la medianoche, cayendo en cascada
alrededor de su cara y dándole un aspecto de duendecillo. Podría haber jurado que
las lágrimas le manchaban la cara, pero los ojos eran claros.
—He traído sopa en caso de que hayas cambiado de opinión. ¿Han disminuido los
dolores? —mantuvo valientemente la nota optimista fuera de su tono.
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Rose le dirigió una sonrisa que le dijo que él no sabía de lo que estaba hablando,
pero cogió el tazón de sopa y la cuchara, se hundió en medio de la cama con las
piernas cruzadas y la espalda contra la cabecera, y lo miró fijamente.
—Eso tiene sentido. —El hijo de perra habría sabido que estaría desesperada por
encontrar un santuario para su niño. Jiménez había balanceado la casa como una
zanahoria delante de ella.
—¿Qué crees que significa todo eso? —Ella dio golpecitos a la cama a su lado en
invitación y se movió al lado lejano del colchón para dejarle sitio.
Sentarse con ella en una cama quizás no fuera la mejor de las ideas. No haría
ningún movimiento hacia ella, no mientras estuviera tan embarazada que parecía
que fuera a explotar, pero su cuerpo no tenía el mismo sentido que el cerebro. En el
momento que la veía o la olía, cada célula de su cuerpo se ponía en estado de alerta.
—No quería hacerte sentir incómoda. —Algo que era parcialmente verdad.
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—¿Por qué coño me quitaste la pistola, Rose? Sabías que te estaba ayudando a
escapar. Sabías que iba a entregarme. Arriesgué mi carrera y mi vida para tratar de
sacar a la luz su feo programa.
Ella tomó un par más de cucharadas de sopa, su mirada era abatida, pero la sintió
tensarse como si se preparara para contarle la verdad.
—Tenía miedo. Sabía que confiabas en tu equipo; pude deducirlo por el modo que
trabajabas con ellos, ese compañerismo fácil que sólo viene cuando las personas
dependen unos de otros en situaciones peligrosas. Me dijiste que subiera al
helicóptero, pero tú no ibas a subir conmigo. Me habrías despachado.
—A donde habrías estado a salvo y con atención médica —recordó. Podía decir
que ella encontraba difícil admitir que tuvo miedo.
Ella bajó la cabeza otra vez y él no pudo evitar mirarle la nuca vulnerable. Tuvo el
impulso repentino de inclinarse y rozar ese punto delicado con la boca.
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—Yo te necesitaba a ti, Kane, no a tus amigos. Ellos no son mis amigos. No son
personas en las que confío. He vivido demasiado tiempo en cautividad y he
saboreado la libertad. No permitiré que nuestra hija viva como yo, con Whitney
documentando todos y cada uno de los momentos de mi vida y dictando lo que
puedo y no puedo hacer.
—Comprendo. —Y maldito fuera todo, lo hacía. Había sido entrenada para ser un
soldado, habían experimentado con ella y luego metida a la fuerza en un programa
de cría. Había sido una vida monstruosa, y si hubiera sido él habría hecho cualquier
cosa por ser libre y permanecer así.
—Llegué aquí de manera indirecta. Sabía que tenía que encontrar un lugar seguro
para tener al bebé, y por si acaso, aprendí como tenerlo yo sola.
—Tienes que estar bromeando, Rose, joder —estalló—. Me vas a volver loco. De
verdad. Ambos podríais morir, ¿no lo sabes?
—¿Cómo podría? —se defendió. Sonaba cerca de las lágrimas—. He hecho cuanto
he podido por ella. Mejor ambas muertas que de vuelta con Whitney.
—Sé que lo has hecho. Es sólo que pensar en ti allí sola, tratando de averiguarlo
todo por ti misma cuando yo debería haber estado contigo, me hace querer disparar
a alguien.
—Preferiblemente no a mí.
—No a ti, cariño. Quizá me hagas querer pegarme un tiro, pero nunca te haría
daño.
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Rose estudió la cara de Kane, esa cara con la que había soñado durante ocho
largos meses. Sus esculpidos rasgos masculinos y sus ojos verdes vívidos y agudos le
quitaban el aliento. No podía mirarlo durante demasiado tiempo por temor a que
viera su reacción. Desde la ventana de su celda en el campo de entrenamiento lo
miraba como podría haberlo hecho un acosador. Mirar se había convertido en un
anhelo. Era un hombre fuerte y seguro, definitivamente uno hábil en la profesión que
había escogido. Veía como los otros hombres, fuertes también, retrocedían cuando él
cruzaba el grupo, pero siempre parecía tratar a todos con justicia. Adoraba todo
sobre él, desde los hombros anchos a las líneas fuertes de su cara y su sonrisa
repentina que le paraba el corazón.
Su voz era tan suave que el corazón le dio un vuelco. Sintió al bebé patear en su
interior, un recordatorio fuerte de que siempre tendría una parte de él. La sopa sabía
como ceniza ahora, las semillas de la culpa y vergüenza le arrancaron todo el apetito.
Colocó el tazón en la mesita de noche. Él era un hombre de honor y ella le había
arrebatado su orgullo, lo había forzado a una posición insostenible sin ninguna
salida. Él se aborrecía por haberla dejado embarazada, y por mucho que ella le dijera
que había sido su elección, su decisión, él se negaba a permitir que ella cargara con la
culpa. Estaba esperando pacientemente a que ella contestara su sencilla pregunta
“¿Qué pasa?”, pero la respuesta no era tan sencilla como la pregunta.
—Siento haberte metido en esto, Kane, pero no me arrepiento de que estés aquí
conmigo. Tengo miedo.
Ahí. Lo había admitido en voz alta. A decir verdad, estaba aterrorizada. Estaba tan
cansada y necesitaba desesperadamente descansar, pasar veinticuatro horas sin
temor.
Había estado sola durante tanto tiempo, asustada por ella misma y el bebé.
Levantó la mirada, avergonzada, pero incapaz de mentirle.
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—Te necesito.
Rose adoraba su cara, todas esas líneas duras, la mandíbula fuerte, esos ojos fríos y
claros. No había subterfugios en Kane. No tenía ninguna agenda oculta, no como
había tenido ella. Él no mentía sobre lo que sentía. No ocultaba el hecho de que su
cuerpo la deseaba y estaba incómodo con ello. Dudaba que hubiera muchos hombres
como él en el mundo. Ella no necesitaba a nadie, lo necesitaba a él.
Rose trató de no temblar. Tan pronto como él entró en la habitación donde ella
esperaba al informante, había inhalado y atraído su olor a lo profundo de su cuerpo,
a los pulmones. Había querido retenerlo allí para siempre. Se había sorprendido de
que hubiera sido Kane el que hubiera venido en busca de los rehenes. ¿Podía
enamorarse una mujer de un hombre simplemente observándolo? ¿Mirándolo por
una ventana? Tenía miedo de vivir en un mundo de fantasía, no en la realidad,
porque había estado sola y asustada durante demasiado tiempo. No había nadie más
excepto Kane. ¿A quién más tenía? Las otras mujeres del complejo escaparon y se
habían dispersado a los cuatro vientos, dejando que se enfrentara al nacimiento de su
bebé sola. Quería acurrucarse en él, permanecer en sus brazos donde se sentía a
salvo, donde se sentía como si por fin tuviera un santuario.
Él creía que le había hecho daño cuando tuvieron relaciones sexuales, que ella lo
había escogido como el menor de todos los males, y quizá fuera un poco verdad,
pero él la había hecho sentirse hermosa y especial cuando nadie jamás lo había
hecho. La había hecho sentirse como si tuviera importancia por primera vez en su
vida. Había sido tan amable. Soñó con él casi cada noche, y ahora, estando tan cerca,
la imagen de él cerniéndose sobre ella, su cuerpo alojado en lo profundo de sí misma,
inundó su mente y se negó a marcharse.
—Rose —incitó—. Habla conmigo acerca Jiménez. Creo que es importante. ¿Cómo
encontraste al hombre?
Rose asintió, el corazón empezó a latir con fuerza. Sabía a dónde llevaba esto y no
podía creer que hubiera permitido que la engañaran.
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Rose esperaba que apartara la mano, pero los dedos bajo los suyos se abrieron
para abarcar más. Se relajó un poco, permitiendo que parte de la tensión de su
cuerpo se aliviara.
Estaba asqueada consigo misma. La familia tenía niños. Los niños habrían hablado
con sus amigos acerca de la partida, y los rumores habrían recorrido la calle y el
vecindario como un incendio descontrolado. Así era cómo funcionaba, pero no había
pensado ni una vez en que la familia se había mudado de noche y el anciano se había
mudado al día siguiente. Suspiró en voz alta, haciéndole saber que era consciente de
la metedura de pata.
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Christine Feehan Juego Despiadado
—Tiene que tener algún modo de rastrearte, Rose, y cuando lograste eludir a su
pequeño ejército privado de Caminantes Fantasma psicópatas, pensó que eras lo
bastante digna para participar en uno de sus juegos.
—Aún no lo sé, cariño, pero tiene que ser vía satélite, y la alimentación es
intermitente, lo que explica por qué sigue perdiéndote entre las veces que envía a su
equipo detrás de ti. Y explica por qué, una vez que supo que estabas en este país,
decidió aislarte en un lugar donde podría enviar a un equipo por debajo del radar y
recogerte.
—Creo que no. Creo que esperará hasta que estés vulnerable y débil. Te desea, y
sabe que vas a luchar contra él.
—Si tengo razón. Tiene sentido. Si te tragas la historia de Jiménez y te retiras aquí
para esperar el nacimiento de tu bebé, todo lo que él tiene que hacer es esperar hasta
estar seguro de que has tenido al bebé y enviar sus fuerzas. Estarás débil y
vulnerable. Tendrás miedo de herir al niño y él tendrá toda la ventaja que necesitará
para usar contra ti. Coopera o no verás a tu hijo. Esa es la lógica de Whitney y encaja.
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—La misión era secreta y él no tiene la menor idea de que se mandara a alguien,
mucho menos a mi equipo. Pero al final lo averiguará. Tiene fuentes colocadas en lo
alto de la administración.
—Necesito descansar, Kane. Sólo un día o dos. Con suerte, mi cuerpo volverá a la
normalidad y podré moverme sin arriesgarme a un parto prematuro.
Estaba pidiendo permiso y lo odiaba. Para ella era importante tomar sus propias
decisiones, pero necesitaba la protección de Kane, y si dependía de su fuerza debía
utilizarlo todo, incluso su juicio.
Kane le acarició la coronilla con el mentón. El corazón de Rose saltó por segunda
vez. Contuvo la respiración, esperando, necesitando.
—Creo que descansar puede ser el menor de los dos males. Te quiero en algún
lugar seguro para tener al bebé, Rose, pero el bebé tiene que estar a salvo también.
Correr sin pensar es simplemente insensato. Tomaremos precauciones y te daremos
un día o dos para descansar. Pero quiero averiguar cómo te rastrea.
—Tengo que cepillarme los dientes primero. Pero no te preocupes, una vez que
esté bajo las mantas, me dormiré —aseguró, permitiendo que el primer zarcillo de la
felicidad entrara a hurtadillas.
Rose sabía que estaba dejando caer la guardia y que iba a salir herida, pero ¿tenía
que importar en este momento? Se sentía frágil, llena de agujeros diminutos como si
pedazos de ella se hubieran ido hacía mucho tiempo y la telaraña de grietas veteara
el esqueleto de su cuerpo. Un movimiento equivocado y se rompería. Se ahogaba,
lisa y llanamente. No tenía reservas y estaba con el depósito vacío. Si Kane no la
salvaba iba a caer por última vez, y esta vez no se levantaría.
—Rose.
El corazón hizo un ruido sordo en su pecho. Su voz era tan increíble, un tono sexy
y bajo que resonaba por todo su cuerpo. Él la hacía sentirse diferente, femenina en
vez de un soldado con muerte en las manos. La hacía sentirse como si la vida pudiera
ser vivida con risa y felicidad.
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—Mírame, cariño.
Si lo hacía, tendría el corazón en los ojos. Sus pestañas revolotearon de mala gana.
No iba a llorar otra vez. ¿Qué le pasaba? No había llorado ni una vez hasta que lo vio
de nuevo. No quería parecerse a una trágica reina del drama. Sólo estaba tan cansada
y, si era honesta, tan feliz de verlo.
La yema del pulgar le rozó los labios y la matriz se le contrajo. El bebé se movió.
Se forzó a levantar las pestañas y a mirarle a los ojos. Todo en ella se inmovilizó, se
calmó. Kane, con su cara ruda y sus ojos agudos, la miraba y la veía. Podía decir que
miraba más allá de ella o la ilusión que creaba. Veía sus debilidades y estaba bien
para él. No tenia que ocultarse de él. No tenía que proyectar lo que él quería ver. Por
primera vez en su vida podía ser sólo ella misma delante de otro ser humano.
Ella no había esperado esa pregunta. La boca se le secó. ¿Se lo tenía? No del modo
que él quería dar a entender. Kane, con todas sus feroces habilidades de soldado, era
suave por dentro. Lo había sabido desde el momento en que lo vio. Podía cambiar a
modo batalla en un momento, convertirse en un protector violento, un combatiente,
y ella estaba segura que mataría rápidamente si había que hacerlo, pero era suave
por dentro, donde contaba.
—No... —Tuvo dificultad para mantener el contacto visual cuando eso no era
exactamente la verdad. Él se merecía la verdad y ella se había prometido que se la
daría, sin importar el coste, si se quedaba con ella—. Sí.
Kane se inclinó hacia delante y le rozó la boca con la suya. Ligero como una
pluma. El aliento de esperanza. Le robaba el alma. Su corazón brincó. El estómago
dio un salto mortal. Se mantuvo muy quieta mientras las sensaciones se vertían en
sus venas y se precipitaban a invadir sus células. Ya lo había tomado profundamente
en los pulmones y sabía que nunca sería capaz de expulsarlo otra vez.
~7 0 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Creía en que cumplía sus promesas. Creía en él. Y ese era todo el problema. Ella
era una mujer que había sido traicionada por sus propios padres al nacer, tirada a un
orfanato porque no era varón. El orfanato la traicionó al venderla a Whitney.
Whitney la traicionó educándola como un soldado en vez de como a una niña, y
luego realizando sus experimentos. Al final, había tomado todo de ella, inclusive su
dignidad, forzándola a un programa de cría, reduciendo todos esos años de trabajo y
disciplina a nada de nada. La trató como si sólo su cuerpo importara, no su talento
psíquico ni toda su instrucción. Era inteligente y capaz de luchar como los
Caminantes Fantasma masculinos, pero Whitney le había negado incluso eso. Creer
en alguien era una absoluta locura. Pero estaba Kane.
Kane la dejó allí en la cama y se llevó los tazones vacíos de sopa. Fue difícil salir,
pero la estaba asustando y eso era lo último que quería. Ya estaba lo bastante
estresada y en una condición delicada. Podía coserse sus propias heridas y las de su
equipo. Incluso había llegado a sacarse una bala de la piel una vez o dos, pero este
asunto del bebé lo ponía nervioso. No tenía la menor idea de qué hacer en esa
situación.
Se detuvo en la puerta y miró hacia ella. Parecía tan pequeña, perdida y sola.
Ella era suficiente para romper el corazón de cualquier hombre. Por un momento
deseó ser del tipo héroe, el caballero blanco que cargaba para salvarla, pero era un
hombre torpe en presencia de mujeres y ya había cometido unas pocas pifias. Lavó
los pocos platos y volvió a la despensa para mirar el equipo de partos, por si acaso.
Era un hombre que creía en estar preparado para las emergencias. Tener bebés
caía bajo esa categoría. Al lado del equipo ella había puesto varios libros, y como era
reacio a abrir el contenedor de plástico sellado y mirar el contenido, hojeó los libros.
Los títulos le dijeron mucho acerca de Rose. Planeaba bien las cosas.
~7 1 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Rose podría matar a un hombre con las manos desnudas sin parpadear, pero cambiar
el pañal a un bebé estaba fuera de su reino de experiencia.
Cerró el libro lentamente, la revelación le golpeó con fuerza. Tenía que estar tan
asustada como él ante el nacimiento de su hijo. No tenía más experiencia que él.
Simplemente porque fuera mujer no significaba que comprendiera algo de esto. Ella
nunca había tenido padres para darle una pista. Ninguno de los dos tenía la menor
idea de lo que estaban haciendo, pero por lo menos Rose lo intentaba. Estaba
decidida a que su hijo tuviera la oportunidad en la vida que ella nunca había tenido,
que creciera en una casa con amor.
Kane había crecido en las calles. No sabía más sobre cuidar niños que Rose, pero
tenía una familia. Su equipo era esa familia, todos Caminantes Fantasma, todos
intensamente leales los unos a los otros. Extenderían esa misma lealtad a Rose y su
hijo.
Su hijo. Se hundió en una silla un poco abrumado por la idea. Estuvo buscando a
Rose durante meses porque estaba unido a ella con nudos de deseo, pero
honestamente no había pensado demasiado en lo que significaría que estuviera
verdaderamente embarazada. Su hijo. El hijo de ambos. Habían creado vida. Ambos
tenían ADN que no era enteramente humano y ambos tenían dones psíquicos. ¿Qué
significaría eso para su hijo? Rose no había tenido el beneficio de médicos para el
cuidado prenatal. Se frotó las sienes.
—Sólo vengo a darte las buenas noches —ofreció, manteniendo su tono bajo.
—Me alegro que lo hagas. Quería decirte que estoy contenta de que estés aquí.
Puedes dormir aquí. No es como si no hayamos compartido ya una cama —agregó
ella—. Hay sitio de sobra.
~7 2 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Él no iba a entrar en una cama con ella. ¿En qué estaba pensando ella? Su cuerpo
ya estaba rabiando bastante.
—Creo que es mejor hacer guardia. —Estaba bastante seguro de que no vendrían
hasta la noche siguiente, pero no iba correr ningún riesgo. No iba a dormir y dejarla
vulnerable—. Creo que me pondré al día con mi lectura.
Ella cerró los ojos, acomodándose contra la almohada. Kane atravesó en silencio el
cuarto y le metió el edredón hasta el mentón, sabiendo que estaba utilizando el gesto
como una excusa para tocarla otra vez. La piel era más suave de lo que recordaba, y
el cabello contra la almohada parecía una caída de seda negra azulada. Sus pestañas
eran largas y ligeras, tan negras medianoche como su pelo. Sentía paz cuando la
miraba, lo que teniendo en cuenta el estado de excitación en que ella colocaba a su
cuerpo, era extraño. Todo su ser se calmaba en su presencia.
~7 3 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Capítulo 5
—Piensa en serpientes de sangre fría —se susurró Kane a sí mismo en la cima del
cerro mientras se estiraba sobre el césped segado. Su uniforme de camuflaje le cubría
todo el cuerpo. Podía captar el calor del cuerpo de un enemigo, y había muchos otros
Caminantes Fantasma capaces de hacer lo mismo.
Rose había dormido la mayor parte del día, despertando sólo para comer sopa o
beber agua. Adoraba que estuviera descansando. Parecía tan agotada, y el hecho de
que pudiera dormir significaba que confiaba en él para cuidarla. Era la mejor
sensación del mundo. Yacer a plena vista no lo era.
Diego Jiménez había escogido su escondite con cuidado. El terreno abierto le
ofrecía una vista de cualquiera que viniera hacia él desde cualquier dirección. Se
necesitarían vehículos capaces de moverse rápidamente por la arena para alcanzarlo,
y él vería y oiría a los que vinieran kilómetros antes de que llegaran, pero no había
contado con los Caminantes Fantasma. Kane tenía a los equipos de élite por los que
preocuparse.
Whitney podría haberse escondido, pero tenía miles de millones de dólares a su
disposición y conexiones con la Casa Blanca. Miles de hombres en el ejército habían
tomado parte en las pruebas psíquicas, pero sólo unos pocos estuvieron
psicológicamente cualificados. No obstante, Whitney experimentó con algunos de
estos no completamente cualificados para crear su propio ejército personal. Esos
hombres habían desaparecido del servicio y ahora trabajaban secretamente para
Whitney. Esos eran los hombres que Kane esperaba.
Echó otro cuidadoso vistazo alrededor. Whitney enviaría primero a un explorador,
alguien que se asegurara de que Rose estaba en la residencia y muy embarazada.
¿Estás en posición, cariño? Iba en contra de todo lo masculino y protector en él
exponerla a su enemigo, pero Whitney no iba a tratar de matarla. Dando por sentado
lo que Whitney deseaba, la satisfacción de tener razón, les compraría algo de tiempo.
Rose necesitaba tiempo para descansar y recuperar las fuerzas otra vez.
Estoy bien. Sentada bajo las estrellas, tocando al bebé y leyendo cómo dar el pecho.
~7 4 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Todo el cuerpo de Kane se tensó. Su polla saltó a la vida allí en la arena, llena,
dura y doliendo por la necesidad. Imágenes eróticas invadieron su mente. Tenía los
senos llenos, no demasiado grandes ya que su cuerpo era pequeño, pero eran
hermosos. Había estado haciendo todo lo posible para no mirarlos fijamente y ahora
ella tenía que poner más fantasías en su cabeza. No la necesitaba para que agregara
más cosas a su ya larga y considerable lista.
Si necesitas practicar, házmelo saber. Intentó bromear, pero no se estaba riendo. La
visión de tumbarse a su lado, girarse hacia ella y tomar su seno en la boca,
empujándola más cerca, era casi más de lo que podía soportar.
Bien, no es como si lo hubiera hecho antes.
Él gimió. Su polla dio un tirón y la sangre golpeó por sus venas. ¿Qué demonios
significaba eso? Sonaba como si pudiera necesitar ayuda, y si ese era el caso, él era su
hombre, bastante dispuesto a hacer lo que hiciera falta para que estuviera lista para
su hijo.
¿Qué dice el libro? incluso utilizando la telepatía, su voz sonaba ronca y
estrangulada.
Bien, debería haber leído éste en vez del libro sobre partos. Debería estar preparando mis
pezones. Aparentemente me pueden salir llagas si no lo hago.
Echó otro vistazo largo y cuidadoso alrededor, levantando la cabeza sólo lo
suficiente para que su mirada pudiera abarcar el terreno que rodeaba la casa. Un
hombre debe cuidar de su mujer, dijo, hablando con seriedad. Podría creer que no le
pertenecía, pero en lo que se refería a él, lo hacía. Si necesitaba ocuparse de sus
pechos, él era único hombre que lo haría. ¿Cómo se hace? Quizá debería ser yo el que
leyera el libro.
Quizá...
Eso era peor y juró esta vez. Ella lo dejaba k.o. ¿Estaba leyendo? ¿Especulando?
¿Imaginando? Rompió a sudar. ¿Qué dice el libro sobre mujeres embarazadas y sexo? Ya
que había ido tan lejos como insinuar querer pasar tiempo con sus senos, también
podía ir más lejos.
Hubo la más pequeña de las vacilaciones, diciéndole que estaba un poco nerviosa,
pero respondió con un tono tranquilo e intelectual. Parece que bastante. Aparentemente,
si no hay problemas con el embarazo, una mujer puede tener relaciones sexuales sin
preocuparse.
Él sonrió, inhaló y se reclinó para poder ver el cielo nocturno. Es bueno saberlo.
Bien. Se calló tomando aliento. Ya que hablamos del tema, ¿crees que los hombres
encuentran atractivas a las mujeres embarazadas?
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Christine Feehan Juego Despiadado
Este hombre sí. Por lo menos, matizó, porque nunca había pensado en eso antes, yo te
encuentro atractiva. No creo que haya mirado jamás a una mujer embarazada de una manera
u otra hasta que te vi así.
A lo lejos oyó un sonido amortiguado, como un fuerte sonido lejano de aspas.
Entrando.
¿Estás seguro? Suenas tan tranquilo. Quizá estés equivocado.
No estoy equivocado. ¿Puedes hacer esto, Rose? tenía que saber si se iba a asustar.
Puedo matar a quienquiera que envíen, ningún problema.
Por supuesto que puedo hacer esto. Estoy embarazada, no tengo el cerebro dañado. Mi
condición no cambia mi personalidad.
Kane se frotó el mentón. Estar embarazada podría no haberle cambiado la
personalidad, pero ciertamente la había vuelto un poco irritable. Había cierta
mordacidad en su voz. Se encontró sonriendo como un idiota. Ella tenía la costumbre
de hacerle sentir increíblemente feliz sin ninguna razón. En fin, no era Rose quien era
diferente, sino Kane. Admitió la verdad para sí mismo incluso mientras miraba como
el helicóptero aparecía a lo lejos, sin luces de ruta, posándose sobre la arena a
kilómetro y medio más o menos. No iban a correr ningún riesgo de que Rose los
oyera. Él era el que no quería que Rose se sentara delante de la casa como cebo.
Detestaba que no estuviera a salvo, fuera del alcance de Whitney.
Parece como si te estuviera usando para atraerlos.
El calor inundó su mente. Tranquilidad. Ellos no me quieren muerta. Whitney desea a
nuestro bebé. Quizás traten de cogerme ahora, pero estoy armada y te tengo a ti… mi arma
secreta.
La confianza en su voz lo sacudió por dentro. Estaba sentada en el exterior con
calma, esperando a que el enemigo hiciera un movimiento, dependiendo de él para
mantenerla a ella y su niño seguros. Rose quizás pareciera pequeña y frágil, pero
antes que nada era un soldado, entrenada casi desde su nacimiento. Whitney y su
equipo de asesinos habrían hecho mejor en recordar eso. Whitney no tenía mucho
respeto por las mujeres que había diseñado y había entrenado con el paso de los
años, centrándose en sus debilidades y defectos antes que en verlas como humanas y
tridimensionales. Era un defecto de Whitney, ese ego megalómano empujaba la
realidad a la trastienda.
Los dedos de Kane se apretaron alrededor del rifle. Era realmente culpable de la
misma cosa. Persistía en ver a Rose como alguien necesitado de protección. Lo siento.
No tenía intención de subestimarte, Rose. Tengo gran respeto por tus habilidades. Sentía que
necesitaba decirlo. Estaba avergonzado de su necesidad de protegerla, pero no iba a
marcharse. Si acaso, la necesidad crecía más fuerte.
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Christine Feehan Juego Despiadado
No te disculpes, Kane. Tú me has tratado con más respeto y mejor que cualquier otro
hombre en mi vida. Créeme, te aprecio.
Kane mantenía su mirada en el desierto. Cuatro hombres corriendo en esta dirección.
Se están desplegando, patrón estándar. Todos armados, pero sólo dos llevan equipo extra.
¿Crees que esos dos se van a quedar?
Captó la aprensión en su voz. Sabes que lo harán. Van a esperar e informar a Whitney
cuando tengas al bebé. Puedo eliminarlos y largarnos de aquí si quieres.
Su vacilación le alarmó. No creo que sea una buena idea en este momento, Kane. Tengo
contracciones otra vez. No son tan regulares como las del otro día, pero son más fuertes y
duran más.
Definitivamente estaba asustada. La palabra contracciones le asustaba a muerte.
Tomó aire y encajó el rifle en el hombro, rastreando a cada uno de los hombres a
través de la mira. Había tomado el rifle del arsenal privado de Jiménez, reconociendo
su rifle predilecto de francotirador. Se sentía como un viejo amigo. Lo había
limpiado, desarmado y vuelto a montar, había disparado de prueba varias veces y
repetido toda la operación hasta que sintió el rifle como propio. Después de ver el
Humvee y el sistema CROWS supo que tenía que decirle la verdad. No había
ninguna manera de que Jiménez pudiera haber adquirido ese sistema sin tener un
apoyo importante, y temía saber exactamente quién había sido ese hombre.
Rose, Jiménez dejó un enorme arsenal atrás. Todo material militar, todo tecnología muy
avanzada, eso significa que estaba en la cama con Whitney.
Eso no tiene sentido. Pese a todos sus defectos, Whitney es un patriota. No dejaría armas
en manos de un rebelde.
Kane podía ver al enemigo ahora, ver claramente las caras crueles y veteadas de
rayas oscuras. Vestidos con ropa de camuflaje del desierto, corrían a un ritmo
constante cubriendo la distancia rápidamente.
Se despliegan. Adopta un aspecto ignorante, dulce e inocente.
Es un poco difícil parecer inocente cuando estoy tan grande como una casa.
Él suprimió una risa inesperada. No estaba tan grande como una casa, ni por
asomo. Joder, Rose, desde atrás ni siquiera podría decir que estás embarazada. Sólo tu
barriguita es redonda. Se felicitó por ser sabio y no utilizar la referencia al balón de
playa. Puedes creer que no eres inocente, cariño, pero embarazada o no, eres muy inocente.
¿Qué significa eso?
Significa, dijo, que una vez que tengas a ese bebé, tengo una gran cantidad de cosas que
enseñarte. Antes de que pudiera contestarle y decirle que se fuera al infierno, que no
~7 7 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
planeaba quedarse con él, le dio otro informe. Flanqueándote ahora. Uno rodeando tu
lado izquierdo.
No lo puedo ver todavía.
Los nudos en el intestino de Kane se desenredaron un poco ante la calma de su
voz. La admiraba, simple y llanamente. Estaba boca abajo con el rifle en la mano,
vigilando al enemigo. Ella era un blanco facilísimo. Miró como cada hombre
alcanzaba una posición desde donde pudieran ver un costado de la casa.
Comprobándote ahora, cariño. Se han tirado al suelo. Sigue leyendo el libro. ¿Qué más
dice?
Ay. Esto no es bueno. ¿Sabes la parte donde las mujeres pueden tener relaciones sexuales
siempre que no haya ninguna complicación? No tanto en el último mes. El sexo puede
provocar el parto. Mis sueños se han roto.
Él adoraba la risa en su voz. Su tono burlón le decía que le estaba tomando el pelo,
pero le gustaba que estuviera lo bastante cómoda como para gastarle bromas sobre
sexo. Estaba atado a ella para siempre y nunca encontraría a una mujer con el mismo
atractivo, pero ella no tenía más ataduras con él que el bebé, ciertamente no el sexo.
Se enjugó el mentón en la manga y mantuvo el ojo en la mira.
¿Tus sueños? Repitió. Yo estoy aquí sufriendo, mujer. Cambió de postura lo justo para
mover su cuerpo a una posición más cómoda sobre la arena. Gastar bromas sobre
sexo era peligroso cuando tenían enemigos acercándose, pero comprendía que
simplemente era otra forma de bromear que los soldados usaban a menudo para
aliviar la tensión. Ahora vas y me dices algo así. No tenía problemas con el
compañerismo. Podía con el compañerismo haciendo el pino, pero no cuando ella
ponía imágenes de su cuerpo enredado con el suyo en su cabeza.
Lo siento, no he podido resistirlo. De verdad que el libro dice eso.
Ella dudó y el cuerpo de Kane reaccionó, tensándose con anticipación. De repente
parecía insegura sobre compartir algún dato. Para una mujer tan comunicativa, eso
no pintaba bien. Dime.
Ella suspiró. Creo que el bebé se ha encajado.
El corazón de Kane hizo un ruido sordo. Parpadeó, y el hombre que había estado
vigilando desapareció rápidamente de su línea de visión. Kane apuntó de nuevo, su
enemigo había ido al suelo pero eso no significaba que el bastardo no estuviera en
movimiento. ¿El bebé se ha encajado? repitió, sintiendo como si le hubieran golpeado
en la cabeza con algo realmente duro. ¿Qué demonios significa eso?
Cuando me duché esta tarde, la presión en mis costillas se liberó. Creo que el bebé se movió
a la posición del parto.
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Christine Feehan Juego Despiadado
No he leído el libro, Rose. Buscó en cada centímetro del banco de arena donde el
enemigo había desaparecido tratando de no asustarse, no porque hubiera perdido de
vista al enemigo, sino porque tenía un presentimiento muy malo acerca de bebés que
se encajaban y lo que eso significaba.
Ella vaciló otra vez y esa pequeña vacilación continuó asustándolo. Estudió el
banco de arena. ¿Se habían movido las hojas? No había viento. Ni una brisa. El aire
de la noche había refrescado, pero todavía era caliente. Había estrellas por todas
partes, brillando como diamantes dispersos por el cielo. Era una hermosa noche.
Siempre se asombraba de cómo algo tan feo como el asesinato podía suceder en
lugares tan pacíficos. Esta noche estaba hecha para que un hombre y una mujer se
sentaran tranquilamente para disfrutar de las constelaciones y el uno del otro.
—Te veo —susurró para sí. Vio hierba doblada hacia la casa y vislumbró el
contorno del hombro del enemigo. A tu izquierda, Rose. Se mueve hacia ti. No mires. Si
se acerca demasiado, es hombre muerto.
Comprobó a los otros tres antes de apuntar con el rifle al más cercano a Rose. Los
otros mantuvieron la posición.
No le dispares. La voz de Rose era tensa, incluso tembló un poco. Necesitan pruebas.
Whitney quiere documentarlo todo. Probablemente tratan de conseguir una imagen clara de
mí. Tienes que maniobrar a otra posición.
Ese pequeño temblor en su voz le hizo acariciar el gatillo. Normalmente el hielo
fluía por sus venas cuando esperaba para realizar un disparo mortal, pero esta noche,
con Rose sentada en el exterior rodeada por el enemigo, su mente era un poco difícil
de disciplinar.
Eso son gilipolleces, Rose. Los mataré a todos y nos largaremos de aquí. Tenemos el
Humvee.
Kane. La suave nota en su voz hizo que el corazón de Kane diera un vuelco. Adoro
que quieras protegerme, pero te estoy diciendo que no puedo viajar. No puedo hacerlo. Si
pudiera, te diría adelante, pero es demasiado pronto para que nazca el bebé y creo que mi
cuerpo está tan agotado que no puedo retenerla más tiempo.
Kane se enjugó el sudor de la cara con una mano, vigilando al enemigo más
cercano a Rose. El hombre todavía se movía con cuidado hacia delante. Ahora estaba
a cinco metros de ella.
Kane sabía que Whitney le había “emparejado”. Joder, lo había aceptado aunque
no había sabido exactamente lo que significaba en aquel momento. Por lo que sabía,
tenía algo que ver con feromonas. ¿Significaba eso que siempre se vería sexualmente
atraído por ella? Entonces, si era eso, ¿qué cojones le pasaba que cada célula de su
cuerpo le exigía que sacara a Rose de esta situación?
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Ahora que la había encontrado otra vez, con su hijo creciendo en su interior, ahora
que la había visto dormir y escuchado su suave risa, admirado su valor y respetado
sus capacidades de lucha, temía que el emparejamiento fuera mucho más que sexual.
Si el programa de Whitney había hecho eso o si era sólo que se estaba enamorando
como un tonto de la mujer, no lo sabía, pero le fastidiaba tenerla en peligro.
¿Qué está haciendo?
Sonaba nerviosa, pero trataba de ocultarlo. A Kane se le encogió el corazón.
Quería atraerla a sus brazos y abrazarla. Odio admitirlo, pero tenías razón. Y sólo para
que conste, esta podría ser la única vez que te diga esas palabras, así que atesóralas. Se
figuraba que si bromeaba con ella un poco para aligerar la tensión, les ayudaría a
ambos. Te está grabando desde su escondrijo mientras estás ahí sentada, con un aspecto de lo
más contenta y pagada de ti misma. Whitney adorará eso.
Trato de complacer.
A Kane el estómago se le asentó. Su tono era más fuerte. Aunque algo estaba mal y
quería que todos esos hombres se fueran. ¿Estás bien?
Ella dudó y los nudos volvieron otra vez.
¿Rose? incitó.
Las contracciones son bastante fuertes, Kane.
Kane se frotó la mandíbula. Una vez más la había subestimado. No tenía miedo de
los hombres de Whitney. Probablemente había estado sentada allí, armada hasta los
dientes, esperando que hicieran un movimiento equivocado. Estaba preocupada por
que el bebé viniera demasiado temprano.
Tan pronto como puedas vete dentro sin que parezca que hay ningún problema, entra. Con
suerte se irán más rápido. Dos de ellos planean permanecer atrás, pero no pueden arriesgarse
a que los veas así que tendrán que establecer el campamento a distancia.
¿Cuánto tardarás, Kane?
Había un claro temblor en su voz. Él juró para sí, el impulso de disparar a los
bastardos e ir donde ella casi abrumaba su sentido común. No tardaré mucho, cariño.
Esperaba estar diciendo la verdad. Sabía que dos de los hombres de Whitney
regresarían al helicóptero, probablemente tan pronto como Rose estuviera dentro,
ahora que tenían la confirmación visual para su jefe. Los otros dos establecerían el
campamento inmediatamente, creyendo que estaba sola o quizás uno permanecería
vigilando. Si eso sucedía, Kane iba a tener que volver a la casa utilizando el túnel y
eso significaba un largo paseo a través de la arena sin que lo vieran. La visibilidad en
una noche tan clara era virtualmente de kilómetros. Se arrastraría y Rose estaría
esperando, quizá poniéndose de parto.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Debería simplemente disparar a los bastardos. Habría sido más fácil, Rose.
Ella se rió de la frustración en su voz. Voy a entrar mientras pueda. Estaré bien. Si las
contracciones son verdaderas, se harán más fuertes y más largas.
A través de la mira, Kane la vio recoger la silla plegable y llevarla dentro. Ninguna
luz escapaba de la casa. Una vez que entró y la pequeña luz que había utilizado para
leer desapareció, también lo hizo la casa. Kane permaneció absolutamente inmóvil.
Los hombres estaban en movimiento, uno moviéndose directamente hacia el
escondrijo subterráneo de Jiménez.
Examinó la arena alrededor de la casa y agradeció el cubrir siempre sus huellas
cuando patrullaba en el exterior y se familiarizaba con el terreno.
El más cercano a la casa se unió al segundo hombre. Conferenciaron y gesticularon
hacia los otros dos, quienes echaron a correr hacia el helicóptero que esperaba. Kane
desvió su atención a los dos que se habían quedado atrás. Estos se levantaron y
corrieron directamente hacia él.
—No sé por qué simplemente no nos deja agarrarla —se quejó uno—. Sabes que es
una putada de misión, Fargo. Está cabreado con nosotros porque no hicimos el
trabajo, me gustaría poner mis manos sobre esa pequeña perra y enseñarle una
lección. Whitney ha estado encima de mí desde que ella me rechazó. Y ha estado
sobre ti desde que tu pequeña puta trató de destriparte. —El hombre rió
disimuladamente y luego escupió.
La saliva aterrizó a metro y medio de donde Kane estaba sobre la hierba. Recordó
al que hablaba. Carlson James. Kane había examinado su hoja de servicio en el
momento en que salió del complejo de Whitney. James era un alborotador en cada
unidad a la que era destinado. Había sido declarado muerto en Afganistán dos años
atrás, pero no antes de que se hubiera expedido una orden de arresto por sospechoso
de la violación de una oficial. Kane sabía exactamente por qué Whitney había
escogido a ese hombre para su ejército privado. Necesitaba a alguien despiadado, sin
moral, que no tendría escrúpulos para forzar a una mujer para tener relaciones
sexuales con él. Carlson James encajaba ahí.
¿Por qué se arriesgaba Whitney al enviarlo? No era sólo que el ego de Carlson
estuviera seriamente magullado por el rechazo de Rose, sino que estaba emparejado
con ella también. Kane oyó la rabia que ardía en el interior del hombre cuando
hablaba de Rose. Tenía que comerle vivo saber que otro hombre la había tocado, que
llevaba al bebé de otro hombre. Kane no confiaba del todo en él. Carlson era el tipo
de hombre que se volvería contra Whitney si se presentaran las circunstancias
adecuadas. Era un movimiento estúpido por parte de Whitney.
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quedó satisfecho de que el suelo podría soportar un examen de cerca, abrió la puerta
y entró. Se aseguró de dejar caer la pesada barra metálica a través de la puerta,
encerrándolos dentro y asegurándose de que nadie pudiera entrar a hurtadillas por
ahí. Mañana por la noche colocaría unas pocas trampas alrededor de la casa, a varios
metros y en círculo, que le advertirían si alguien, como Carlson, se acercaba
demasiado. Se deslizó dentro de la casa y dejó salir el aliento, consciente de la tensión
que bullía dentro de él.
Se sentía como una rata atrapada en una trampa. Prefería los lugares abiertos
donde podía maniobrar. Sería de más ayuda para Rose fuera, donde podría eliminar
al enemigo más fácilmente que aquí adentro. Algo hizo clic en su cerebro. Diego
Jiménez se habría sentido igual. ¿Cómo logró relajarse aquí, sabiendo que era
cazado? ¿Había confiado únicamente en el hecho de que su escondite no podía ser
visto fácilmente? Kane no podía creer que Jiménez pensara eso.
Allí tenía que haber un sistema de advertencia. Él y Rose lo habían pasado por
alto. El sistema no podía consistir en luces de movimiento; Jiménez no querría que
nadie que no hubiera localizado la casa fuera alertado por las luces, ni tampoco que
le ayudara durante las horas de luz. Kane se movió por la casa a oscuras hacia el
dormitorio, dándole vueltas en su mente al enigma una y otra vez. Se paró
bruscamente en la puerta, mirando fijamente a la cama vacía. El corazón dejó de latir,
por lo menos lo sintió así. El susto lo enfermó.
Se dio la vuelta con ojos salvajes y frenéticos. ¿Había pasado algo por alto? Sacó el
arma y dio un paso hacia la entrada del túnel, buscando signos de que alguien lo
hubiera utilizado para entrar en la casa.
¡Rose! no había contactado con él telepáticamente. Si estaba en problemas,
seguramente lo habría hecho. Rose, contéstame, maldita sea. Ladró cada palabra,
autoritario. Ordenando. El borde de rudeza más aparente de lo que le habría
gustado, pero trataba de no asustarse.
—Aquí dentro. Necesito tu ayuda.
El corazón de Kane empezó a palpitar otra vez, pero el sabor del temor
permaneció en su boca. La encontró en la cocina, gesticulando hacia él desde una
repisa casi invisible construida al lado de las ventanas. Una única silla de respaldo
duro estaba colocada bajo la repisa.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Preguntó.
Ella le entregó un rifle.
—Mi trabajo. —Se estiró hacia él, respingando cuando el vientre se deslizó por la
repisa.
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Capítulo 6
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—No quiero que el bebé muera, Kane —admitió en voz baja—. ¿Crees que agravé
la situación subiéndome a la silla?
Sus dedos eran tranquilizadores en su nuca. Parecía que cada vez que la tocaba le
traía la calma. Podría enamorarse de él sólo por eso.
—Claro que no. Creo que has estado haciendo lo correcto todo el tiempo y justo
ahora llegamos a la parte buena. Lo haremos, Rose. Tienes que creer en ello.
Lo miró. Lo miró a los ojos, buscando… sí… allí estaba. Este hombre se quedaría
con ella, sin importar lo mal que fueran las cosas. Dejó salir el aliento, relajándose
sólo un poco.
—Creo en ti, Kane.
—Muy bien, preparemos este cuarto. Necesitaremos toallas, agua y especialmente
algo para resguardar del frío al bebé.
—¿Siempre eres tan organizado? —Él cogió la camiseta vieja que ella había usado
para limpiar el suelo y se agachó para terminar el trabajo, lanzándole una pequeña
sonrisa por encima del hombro.
Esa sonrisa hizo que su estómago revolotease. Una sonrisa lenta en respuesta se
formó en su boca.
—De verdad que me alegro de que estés conmigo —dijo ella, y tuvo que volverle
la espalda a esos hermosos ojos. Era demasiado guapo como para mirar alguna vez
de verdad a una mujer como ella… si el doctor no los hubiera emparejado.
Él envolvió una mano alrededor de su pantorrilla desnuda, impidiéndole que se
apartara. Frotó suavemente su pantorrilla, bajando hasta la elegante rosa tatuada que
rodeaba su tobillo y subía por detrás de su pantorrilla.
—¿Qué pasa, Rose? ¿Por qué pareces tan triste? Estamos a punto de tener un bebé.
Ella cerró los ojos brevemente saboreando sus palabras, el sonido de su voz. ¿Qué
hombre reaccionaría así? Lo había atrapado, había tomado su honor y él todavía la
trataba como si ella fuera importante, como si fuera alguien especial para él cuando
debería despreciarla. Abrió la boca para decírselo, pero un dolor creciente la recorrió
de delante hacia atrás, aumentando en fuerza, manteniéndola en su agarre. Dejó caer
una mano sobre el hombro de él para estabilizarse y respiró, tratando de imaginarse
deslizándose sobre una ola.
La mano de Kane en su pantorrilla la ancló y mantuvo centrada mientras ella
respiraba de forma lenta y constante. Cuando la contracción se moderó, inspiró
profundamente, expiró y bajó la mirada hacia el hombre con quien contaba para
llegar hasta el final de esto. Se veía calmado y firme. Su estómago se asentó y su
corazón adoptó un latido rítmico.
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Kane se puso en pie, se inclinó para depositar un beso en su coronilla y salió para
reunir las cosas que necesitarían. ¿Cómo demonios había ocurrido esto? Rose debería
estar a salvo en un hospital. Él no era médico. Podía remendar sus propias heridas de
batalla, ¿pero esto? Sacudió la cabeza. Esta era una de esas situaciones de actuar o
morir y no tenía una verdadera elección. El bebé venía, y dependía de él llevar a Rose
hasta el final de ello.
Cuando ella lo miró con sus asombrosos ojos oscuros y le dijo que creía en él, fue
hombre muerto. Si no había estado envuelto alrededor de su dedo meñique antes,
ciertamente ahora lo estaba. Tenía que encargarse de esto y hacerlo tan poco
traumático como fuera posible… para los dos. Preparó el cuarto lo más rápidamente
posible, trayendo el kit de parto con instrumental aséptico, así como también toallas
y sábanas. Hirvió agua para esterilizarlo tan sólo para estar seguro y luego se puso a
la tarea de hacer una pequeña incubadora.
Rose tuvo dos contracciones fuertes más mientras él estaba construyendo la
pequeña y rústica incubadora, en realidad simplemente era una caja con una manta
protegiendo los lados y el fondo, y una luz suave para mantener la temperatura
constante. Rose paseó por la casa con él durante la mayor parte de la noche,
deteniéndose a respirar cuando llegaban las contracciones. Venían más
frecuentemente y duraban más. Kane comenzó prestar verdadera atención a cuánto
tiempo duraba cada una. Al principio no dijo mucho, tan sólo rodeó su pantorrilla
con los dedos y respiró con ella, pero Rose estaba cansada y las contracciones
alcanzaron un punto donde ya no podía estar de pie. En ocasiones él acariciaba los
pétalos de la rosa de su tobillo, hasta que estuvo familiarizado con cada uno de ellos.
La ayudó a recostarse sobre la cama, donde habían colocado una de las dos
sábanas forradas de plástico del kit de parto y la acomodó en una posición medio
sentada, tratando de imitar los dibujos del libro. Su respiración cambió
significativamente, y después de dos contracciones una casi encima de la otra
obviamente muy fuertes, lo miró con ojos muy abiertos y asustados.
—No sé si puedo seguir haciendo esto, Kane.
Él sabía que le daba vergüenza admitirlo. Rose había permanecido estoica, lo que
él agradecía, pero ahora estaba al borde de pánico.
Kane dejó de lado su propio ataque de nervios y acarició el pelo húmedo sobre el
rostro de ella.
—Recuerda lo que decía el libro, cariño. Debes de estar en transición. Ésta es la
fase más difícil, pero no durará demasiado. Tienes que cambiar tu respiración para
superar las… er...
—Contracciones —replicó ella —. Dilo. Contracciones. No es un ningún taco.
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Definitivamente era la transición. El libro mencionaba que una mujer en esa etapa
en particular podría considerar hacer daño a su hombre. Debería haber registrado la
cama en busca de armas. Asintió y se forzó a decir la palabra.
—Contracciones. Por supuesto. Se me quedó la mente en blanco por un momento.
—Lo siento. —Ella exhaló, abrió bien los ojos, clavando la mirada en la suya.
Él tomó la iniciativa esta vez, respirando con breves “jadeos”. Ella se ajustó a su
respiración sin apartar ni una vez la vista de él. Cuando la contracción hubo
terminado le limpió la cara con una tela fresca.
—Lo estás haciendo muy bien, Rose. Estás muy cerca ahora. —Esperaba no estar
diciendo tonterías y que sus conjeturas fueran correctas. Elevó una oración silenciosa,
y no es que fuera un hombre que rezara a menudo, pero seguramente debería de
servir para algo.
Ella ni una vez gritó o lo maldijo. Respiró con él, mirándolo directamente a los ojos
hasta que algunas veces pensó que podría ahogarse en la intimidad del momento. No
se había dado cuenta de que algo aparte del sexo con una mujer pudiera ser
verdaderamente tan íntimo, pero en realidad se sintió más cerca de ella que nunca.
No podría imaginarse olvidando estos momentos compartidos y supo que, sin
importar el resultado, siempre atesoraría la forma en que compartieron su fe mutua.
Había pensado que sería una ordalía terrible, pero con todo lo mala que era, había
algo crudo y bello en ello.
Ella cerró los ojos y se recostó, parecía como si se hubiera quedado dormida. El
amanecer se arrastraba por la habitación y los débiles rayos de luz iluminaron su
rostro. Parecía exhausta, aunque tranquila. Él frunció el ceño y extendió la mano para
tomarle el pulso. Estaba dormida de verdad. ¿Qué diablos había ocurrido con las
contracciones? Se pasó la mano por la cara, tratando de despejar las telarañas. Se
sentía agotado. Si él estaba cansado, ella tenía que estarlo diez veces más, pero
¿dormirse?
Se dio un masaje en la nuca, tratando de pensar. ¿Dónde diablos había lanzado él
el libro? Tras las largas horas de trabajo no podía recordar dónde lo había puesto. Sé
lógico, Kane, se amonestó a sí mismo. La transición, decía el libro, ¿y después qué?
Después seguía el empuje. Estaban cerca. Inspiró profundamente y se lavó las manos
una vez más antes de ponerse encima guantes estériles. Dispuso muy
cuidadosamente los diferentes elementos del kit, esperando que cuando llegase el
momento, supiera qué hacer.
Por lo que a él concernía, todo lo que importaba era que tanto Rose como el bebé
sobrevivieran. Maldito fueran Whitney y sus juegos. Rose había tenido miedo de
confiar en su equipo, y ahora estaba metida en un escondite, con enemigos
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completamente abrumado por el puro asombro del momento. Crear una vida real a
partir de sus cuerpos le parecía un milagro demasiado grande, ahora que de verdad
veía la prueba de su unión.
Rose le sonrió, enjugando sus propias lágrimas.
—Estoy muy contenta —murmuró—. Estaba preocupada. Llega antes de tiempo y
aún así se ve tan asombroso y perfecto.
—He estado pensando en eso, Rose. Creo que lo único adecuado que podemos
hacer ahora es mantenerlo tan caliente como sea posible y alimentarlo tan a menudo
como quiera comer. ¿Ya está tratando de comer?
—No soy muy buena en esto —admitió ella —. Y no creo que consiga mucho.
Kane rodeó la cama para ayudarla. Cogió al bebé, acunándolo protectoramente,
mientras ella trataba de colocarse en una posición más confortable. El bebé le parecía
ligero como una pluma. Bajó la mirada hacia la cara pequeña y arrugada y su
corazón se expandió, el aliento salía a raudales de sus pulmones. Su hijo. Nunca se
había imaginado sosteniendo a su niño en los brazos.
—Eres un pequeño milagro —murmuró al oído del niño—. Mira esto, Rose. Tiene
uñas. Son tan diminutas que casi no se notan. —Introdujo un dedo en el puño
diminuto para inspeccionar las manitas más detenidamente.
Bajó el rostro hacia Rose y sus miradas se cruzaron. El tiempo pareció detenerse
mientras se sonreían el uno al otro. Se sintió un poco perdido en la felicidad. No era
un estado de ánimo natural para él. Nunca había pensado mucho en ser feliz. Tan
sólo lo era. Tenía una familia, formada en las calles de Chicago, pero aún así era una
familia sólida. Amaba a cada uno de sus hermanos y hermanas y les era tan
ferozmente leal como ellos lo eran con él, pero esto... Rose. El bebé. Algo así podría
hacer a un hombre caer de rodillas. No quería perderla una vez que regresaran al
mundo real, pero no tenía ni idea de cómo hacer que se quedase con él. Sus propios
padres no lo habían querido.
—Es hermoso, ¿verdad? —pregunto Rose, su voz era casi tímida.
—Porque se parece a ti —coincidió Kane—. ¿Estás lo bastante fuerte como para
intentar alimentarlo?
—El libro decía que debería intentarlo de inmediato.
No sonaba demasiado segura. Kane le entregó al bebé y alargó la mano por detrás
de ella para ajustarle las almohadas. Debería haber sido un caballero y haberle dado
un poco de espacio, pero no podía apartar la vista de ella. ¿Había algo más hermoso?
Lo dudaba. Acunaba al bebé contra ella, mirándolo con tal amor en su expresión, que
una vez más Kane sintió el brote de una intensa emoción.
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secreto, y ninguno de nosotros tiene la menor idea de donde está actualmente, lo que
le ganará unos cuantos duros sermones cuando vuelva a casa.
Una lenta sonrisa se arrastró a los ojos de Rose.
—Kane, a veces eres realmente tonto. Eres el más amable, el más bueno de los
hombres que nunca he conocido. No eres en absoluto como crees que eres.
Kane supo que el horror se le mostraba en la cara.
—Rose, no puedes creer eso.
—¿Por qué no? Es la verdad.
—Nada podría estar más lejos de la verdad. Mato personas y eso no me mantiene
despierto por la noche. Si otro hombre tratara de tocarte delante de mí, seguro como
el infierno que no me quedaría allí sonriéndole.
Rose estudió su cara mientras él bajaba la mirada hacia su hijo. Su expresión había
ido del shock y el horror a algo muy cercano a la ternura y el amor.
—No me gustaría que sonrieras si otro hombre me tocara, Kane. ¿Cómo vamos a
llamarle? No tengo nombres familiares que quiera darle.
—¿Alguna idea?
—Creía que cuando naciera pensaría en algo, pero mi mente está en blanco. Puse
un libro de nombres de bebé en la despensa junto con todos los libros de qué-esperar.
—Giró la cabeza sobre la almohada para acercarla. Nunca había estado tan agotada
en su vida. Quería mantenerse despierta y mirarlo con el bebé, pero parecía que no
podía mantener los ojos abiertos—. Estoy cansada, Kane.
—Lo sé, cariño. Deja que acomode al bebé y me asegure que no estás sangrando
demasiado, y entonces te dejaré dormir.
Ella adoraba el sonido de su voz, especialmente cuando la llamaba cariño. Casi
podía creer que eran una pareja normal ilusionados por tener a su primer hijo juntos,
en vez de dos extraños reunidos por un loco.
—Siento que tengas que hacer todo esto.
—No me lo habría perdido por nada del mundo.
Sonaba tan sincero. Esa era uno de las cosas que más adoraba sobre Kane, su
honradez. Decía en serio las cosas cuando hablaba, incluso cuando eran cosas
agradables. A menudo tenía la expresión más entrañable en la cara cuando la miraba,
como si ella le confundiera y no supiera qué hacer con ella exactamente.
—Eres realmente un hombre excepcional, Kane. —No pudo evitar que las palabras
salieran. Él era excepcional.
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traer al chico al mundo en medio del peligro? Apenas podía creer que él y Rose
hubieran creado juntos a este pequeño ser humano.
Deshizo lentamente la manta hacia abajo para mirar la forma diminuta de su hijo.
Había nacido prematuro pero completamente formado, y ya mostraba signos de
fuerza corporal en su forma. Sabía, sin sombra de dudas, que su hijo era uno de los
súper soldados que Whitney trataba de crear. Cuando el niño abrió los ojos
somnolientos y lo miró, había inteligencia ahí. Bien, Kane no tenía experiencia con
niños, mucho menos con recién nacidos, pero su instinto rara vez le mentía y tenía un
fuerte presentimiento acerca del chico.
Suspiró mientras envolvía al niño apretadamente.
—No permitiremos que te ponga las manos encima, hijo —le prometió
suavemente. Colocó muy suavemente la mano sobre la cabeza del bebé—. Tu madre
y yo te queríamos. Sea lo que sea que suceda, queremos que sepas que ambos te
deseábamos.
Sintió la mirada de Rose fija en él y se giró para mirar esos ojos oscuros. Todo
dentro de él se inmovilizó. Ella le sonrió y el estómago de Kane dio un lento salto
mortal.
—Se supone que estás dormida.
—Lo sé.
Fue su tono de voz, suave y somnoliento, casi una caricia, lo que le alcanzó. Ella lo
miraba como si él fuera todo su mundo. Quería serlo, pero sabía que ella no tenía
ninguna experiencia. Un hombre como él, sin un indicio de casa y familia, un hombre
nacido para luchar en las guerras, no tenía derecho a estar con una mujer como Rose.
Quería ser el hombre de su mente, esa fantasía, pero no lo era. Si se comprometía con
él, si se casaba con él, sería para siempre. No se marcharía y tampoco ella. Rose ya
había tenido bastante de ser prisionera. ¿Iba a ser la vida con él otra cosa excepto una
prisión?
No tenía respuestas y se dio la vuelta sacudiendo la cabeza. Llevó la silla a los pies
de la cama y levantó lentamente las sábanas para examinarla. Había un poco de
sangre coagulada que le preocupó un poco, pero no tenía la menor idea de qué hacer.
Ella se había frotado el estómago como el libro decía que hiciera, el masaje ayudaba a
colocar todo en su lugar, pero sus esfuerzos fueron débiles. Cambió la compresa otra
vez y la ayudó a moverse lo suficiente para poder cambiar también la almohadilla
estéril debajo de ella. Trató de ser impersonal en su toque, pero su cuerpo se negaba
a escuchar al cerebro.
En este momento estaba con ella. Podía ayudarla y podía permitirse creer que
tanto Rose como el chico eran suyos. Era un hombre cínico, un hombre que se sentía
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como en casa con un arma en las manos, pero mirarla le hacía soñar con todas cosas.
Quería ser el hombre en su vida, su héroe, el hombre que estuviera con ella. El
hombre al que ella siempre mirara con esa mirada en los ojos.
La cubrió y se levantó, estirándose.
—Rose. No quiero hacerlo a tus espaldas pero tengo que dejar una señal para que
Mack y mi unidad nos encuentren. No podemos luchar contra todos. No puedo
eliminar a los dos que nos vigilan porque eso avisaría a Whitney inmediatamente y
no sabemos cómo te rastrea. ¿Estás segura que te extrajiste el chip rastreador de la
cadera?
Ella asintió sin abrir los ojos. Kane suspiró y comenzó a darse la vuelta, pero de
repente registró la imagen del tobillo.
—Rose, tienes un tatuaje en el tobillo. No lo tenías cuando estuvimos juntos.
¿Cuándo te lo hiciste? —Levantó las mantas para inspeccionar una vez más el trabajo
artístico del tobillo.
El tatuaje era pequeño, una sola rosa roja con el tallo enrollado en torno al tobillo.
Pequeñas espinas adornaban el tallo con tres hojas. Era un tatuaje bonito, pero no
algo que esperara de ella.
—Antes de escapar —su voz era soñolienta— Whitney mandó a un artista de
tatuaje para cada una de nosotras, y nos puso una flor en los tobillos. Mari fue la
única que no consiguió uno; no había regresado todavía. Las otras tienen uno.
Kane cerró los ojos brevemente, maldiciendo para sí. Todas las mujeres que
escaparon estaban huyendo. Whitney tenía un método alternativo para rastrearlos.
En algún momento determinó que cualquiera que escapara podría quitarse el chip de
la cadera así que había ideado una puerta trasera. Algo en la rosa tan detallada atrajo
la atención de Kane, pero no lo había registrado realmente hasta ahora. Los pétalos
de la rosa eran capas y en dos lugares estaban levantados ligeramente. Había
acariciado esos pétalos suaves en medio de la noche y conocía la sensación de ellos
íntimamente.
Whitney había encontrado un modo de tejer una señal en el tatuaje.
Probablemente utilizaba un satélite, lo que explicaba el rastreo inexacto que
dependía de donde estuviera ella. En definitiva, Whitney siempre podría encontrarla.
Examinó los pétalos con cuidado. Los dos más cercanos al centro, ligeramente
elevados, eran los más sospechosos. Cuando pasó el pulgar sobre los pétalos, sintió
diminutos salientes, casi como puntos de escritura braille. ¿Qué había hecho
exactamente Whitney?
Rose se revolvió, alarmada súbitamente.
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—¿Qué hizo? Me gusta mi tatuaje de la rosa. Fue lo único que Whitney hizo jamás
que no me revolvió el estómago. ¿Hay algo mal con el tatuaje?
—Creo que transmite a un satélite. Sólo tengo que averiguar cómo. Ojalá Jaimie o
Javier estuvieran aquí. Ambos son muy buenos con la electrónica.
—Debería haberlo sabido. —Rose sonó asqueada—. ¿Por qué pensé que Whitney
haría algo especial por nosotras?
—Porque tú y las otras necesitabais creer que le importabais como seres humanos.
Whitney fue la única figura paterna que tuviste. Moldeó tu vida. Viviste para su
aprobación. Te crió. Cada niño busca la aprobación y el amor de un padre. Whitney
fue todo lo tuviste.
Rose se giró con cuidado, respingando un poco mientras lo hacía.
—¿Y tú? ¿Tus padres te dieron su aprobación?
—Apenas. —No entró en detalles. ¿Para qué? Había malgastado su juventud en
las calles, en callejones y arrastrándose al sótano de Mack para dormir, su cuerpo
cubierto de moratones de cuando su padre había logrado atraparlo, lo cual era raro.
Se había convertido en un chico grande y malvado. Finalmente su padre le temió. A
su madre simplemente no le importaba. Su única preocupación había sido dónde
conseguir su próxima dosis. Mack era su familia, Mack y los otros.
—Entonces no fueron unos padres muy listos. ¿Cómo voy a quitarme el tatuaje?
Sonaba como si lo lamentara y él podía decir que realmente adoraba el tatuaje y
odiaba prescindir de él. El símbolo representaba lo que ella era.
—Dudo que vayamos a tener que quitar la rosa. Tenemos que resolver cómo evitar
que siga transmitiendo. —Acarició los bultos pequeños y diminutos—. Creo que el
transmisor está aquí, en estos dos pétalos. No sé si está implantado bajo la piel o de
algún modo en la tinta. No soy lo bastante inteligente con este tipo de asuntos.
—¿Tendrás que cortarlo? —Había tanto aprensión como determinación en su voz.
Rose no era una violeta que se encogiera.
—De ninguna manera. Lo sacaremos.
—Si no podemos, tendrás que coger al bebé e irte, Kane.
Una vez más los ojos de Kane se encontraron con los suyos. Hablaba en serio.
Podía leer la resolución absoluta en su expresión. Si para mantener al bebé fuera de
las manos de Whitney tenía que separarse, ella estaba preparada para sacrificar eso
también.
Él sacudió la cabeza.
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—¿Hiciste qué? —Miró al bebé y bajó la voz—. Maldita sea, Rose, no lo hiciste.
Ella levantó el mentón hacia él.
—No iba a condenarte al infierno y no ir contigo.
Kane estudió su expresión desafiante mientras se fundía por dentro. Rose lo había
escogido para engendrar a su niño, pero se negaba a dejarle solo. Había insistido en
compartir su destino. Tenía valor, valor crudo, para condenarse a compartir una vida
con un hombre al que apenas conocía.
—Estás loca, cariño, pero no puedo evitar admirarte por ello.
Se dio la vuelta brevemente, ocultando su expresión antes de girarse bruscamente
y tomar su cara entre las manos para besarla a fondo. Igual de bruscamente la soltó y
se fue.
—Tengo cosas que hacer. Duerme mientras puedas.
Cerró la puerta al dormitorio detrás de él, sintiendo como si por primera vez en su
vida estuviera completo.
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Capítulo 7
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ambos. Tan cariñosa. Tan perfecta. Suave e íntima cuando levantaba la mirada y
compartía esa misma sonrisa con él. Se sentía completo como nunca se había sentido
y como jamás hubiera esperado.
Rose carraspeó y lo miró directamente a los ojos. Kane pudo sentir que su corazón
se aceleraba. Las bromas se habían terminado y ella iba a darle a conocer algo de
mucha importancia para él. Sentía como si todo en su interior se hubiera detenido…
esperando. Necesitaba algo de ella y ni siquiera estaba seguro de lo que era, pero
sabía que este momento podría ser el momento que lo significara todo para él, y no
quería perderse ni el más mínimo matiz.
Rose tragó de nuevo y, sin apartar los ojos de los de él, depositó un beso sobre la
cabeza del bebé.
—No quise aceptar jamás a ningún otro en mi vida —anunció suavemente—. Tú
eres mi elección como compañero en la vida, y eso no va a cambiar porque no
estemos juntos.
Por un momento el rugido en sus oídos casi ahogó su declaración. Su corazón latía
tan fuerte que él se presionó el pecho con la mano. ¿Qué estaba diciendo? ¿Ella
quería estar con él? ¿Incluso ahora cuando podría alejarse de él y de todo el
programa de los Caminantes Fantasma?
—Hice esa elección incluso antes de que vinieras a mi habitación, Kane —
admitió—. Te observé durante semanas y tal vez me obsesioné un poco contigo.
Nunca había visto a nadie como tú antes. Tal vez nuestro tiempo juntos no fue
memorable para ti, pero recuerdo cada pequeño detalle. Recuerdo la forma en que
me tocaste, cómo se sentía tu piel contra la mía, lo cuidadoso que fuiste conmigo.
Oigo el sonido de tu voz por la noche y me conforta. Nunca nada me ha hecho sentir
de la forma en que tú lo hiciste. Si sólo tenía esa noche contigo, era suficiente para mí.
Kane se puso en pie bruscamente y le volvió la espalda, inseguro de poder evitar
la emoción en su expresión. Lo humillaba con su coraje. Era una mujer extraordinaria
y no podía creer que se hubiera atado ella misma a él, especialmente después de una
única noche de sexo. De acuerdo, él había querido que su primera vez se sintiera
como si un hombre la amase por encima de todo. No quiso que se sintiera forzada o
asustada y había hecho todo lo posible para preparar su cuerpo a aceptar el de él,
pero lo primordial había sido que si Rose no le hubiera permitido tener sexo con ella,
entonces Whitney habría enviado a otro hombre en su lugar. Ese hombre, Carlson,
habría usado la fuerza bruta.
—Supongo que tendré que pasar el resto de mi vida demostrándote que tomaste la
decisión correcta. —Si su voz era un poco demasiado ronca, él eligió ignorarlo. No
era un hombre dado a las emociones, y estar en tan cercana proximidad a Rose y al
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bebé le hacía sentirse como si pudiera pasar toda una vida allí mismo en esa casa en
el desierto, incluso conociendo la amenaza que colgaba sobre sus cabezas.
—Kane.
Su nombre fue una caricia que se deslizó en sus entrañas como la jalea. Maldita
sea, las mujeres tenían poder, mucho más de lo que él nunca hubiera considerado.
Rose podría volverlo del revés sólo con el tono de su voz. Se giró un poco a
regañadientes para afrontarla.
—Me habría subido al helicóptero si tú hubieses venido también.
Confianza. Allí estaba. Austera, honesta y entregada cuando él no estaba
enteramente seguro de merecerla. Por qué había sido tan afortunado, no tenía ni
idea, pero ella había tomado un hombre cínico y duro y había creado una especie de
caballero sacándole brillo a su armadura.
—Mantendremos a salvo al bebé, Rose —aseguró.
Si había una cosa que él sabía con toda seguridad, era que Whitney nunca pondría
sus manos sobre el niño o sobre Rose. Whitney tendría que pasar por encima de él
para hacerlo, y Kane tenía un infierno de equipo detrás. Podría no creer en muchas
cosas, pero creía en su unidad.
Cada noche, cuando salía de la casa para tantear el terreno, esparcía señales que
Mack y los demás encontrarían. Le conocían, sabían qué buscar y sabrían que estaba
vivo. Vendrían a por él… a por Rose y su hijo. Enterró la prueba del nacimiento
profundamente en el túnel, donde ningún animal pudiera desenterrarla y revelar a
los centinelas que Rose ya había tenido al bebé.
—Me siento lo bastante fuerte ahora para ayudar más —aseguró ella,
enderezándose un poco para cambiar con cuidado de postura.
Sabía que ella ni siquiera notaba que seguía aún dolorida. Rose estaba decidida a
soportar su propia carga. Poco importaba que ya hubiera cometido el gran error de
juicio de señalar que él era el hombre y que era su trabajo protegerles a ambos. Eso
no había sido muy bien recibido. Buscaba algo más diplomático que decir.
Ella se rió suavemente.
—Parece como fueras a implosionar, Kane.
—Hablar con una mujer es como atravesar un campo de minas —admitió e
inmediatamente se dio cuenta de que la declaración fuera probablemente una de esas
verdades que era mejor no decir.
La risa de Rose resonó de nuevo, esa música que hechizaba sus fantasías. No tenía
ni idea de que un hombre pudiera enamorarse con tanta maldita fuerza de una
mujer. Se inclinó y rodeó el tobillo desnudo de ella con la mano, los dedos
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obviamente consciente de que Carlson empeoraba cuanto más tiempo estaba cerca de
Rose sin tener acceso a ella. ¿Qué significaba eso? ¿Era parte del experimento de
Whitney? ¿Averiguar cuánto tiempo podía estar emparejado un hombre con una
mujer sin volverse loco de necesidad? La necesidad se había convertido en obsesión
para Carlson, y luego en depravada enfermedad.
Kane se enjugó las gotas de sudor de la frente con la manga. Carlson era un
sacrificio para que Whitney pudiera encontrar la respuesta. Kane había estado
obsesionado con encontrar a Rose. ¿También se había vuelto obsesión su necesidad?
Maldito Whitney y su apetito por los juegos de alto riesgo. Le encantaba usar a las
personas como peones humanos. Habiendo sido intimidado en su juventud, no sólo
por sus padres sino por otros niños que no le habían comprendido, había
desarrollado una necesidad por demostrar a todos que era el más listo. Ahora
necesitaba los juegos tanto como necesitaba los experimentos. Los juegos parecían ser
su única fuente de diversión.
—Pensaba que si recogemos a una señorita y la compartimos, manteniéndola
mientras tenemos que esperar, podría ser más fácil para ti, Carlson, eso es todo —
dijo Fargo—. Una vez que tu mujer tenga al crío, Whitney lo cogerá y no tendrás que
preocuparte por tener al mocoso de ese bastardo corriendo de aquí para allá.
—Todavía es el niño de ella —indicó Carlson—. A las mujeres no les gusta que les
quiten a sus hijos. Si la tomo ahora, al menos tendría al niño.
A Kane le sorprendió que Carlson pudiera ser lo bastante compasivo para pensar
en los sentimientos de Rose. Podría ser bruto y egoísta, pero había pensado en lo que
significaría que a Rose le quitaran el niño.
Fargo asintió.
—Sí, pero piensa de ello, Carlson. Si Whitney puede estar ocupado con su
proyecto predilecto, haciendo del niño su súper soldado, entonces tienes la
oportunidad de que os deje a Rose y a ti en paz si tenéis otro niño juntos. Tu niño
tendría más protección.
Carlson tiró otra flecha al montón creciente.
—No había pensado en eso. Y Whitney no va a abandonar hasta que tenga un niño
con el que jugar al médico loco.
Ambos hombres se rieron con fuerza.
—Quizás no sea una idea tan mala si vas y nos consigues una mujer —dijo
Carlson—. Uno de nosotros tiene que permanecer aquí y asegurarse de que no se
largue.
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—Quizá deberías ir tú, darte un pequeño respiro. —Fargo recogió una botella
vacía—. Y mientras estás en ello, reabastece nuestros suministros.
Carlson sacudió la cabeza.
—No puedo hacerlo, Fargo. Va a tener ese bebé cualquier día de éstos. ¿Te das
cuenta de que está sola ahí adentro? ¿Qué sucederá cuándo se ponga de parto?
Podría morir. Permaneceré aquí mismo.
Carlson sonó realmente preocupado por Rose. Kane frunció el entrecejo, sin
querer identificarse con el hombre. Era difícil no pensar en lo que habría sucedido si
Kane hubiera estado en sus zapatos. ¿Habría logrado irse de saber que Rose estaba
con otro hombre? Eso esperaba. Esperaba ser lo bastante hombre para quererla feliz,
y si realmente escogía a otra persona, él respetaría su decisión. El corazón martilleó
en su pecho ante el pensamiento. Peor, todo lo masculino en él se alzó para luchar
contra la idea. Si acaso, ésta era una lección en el caos y la devastación que Whitney
creaba. El hombre arruinaba vidas y nunca pensaba dos veces en ello.
¿Estás bien?
La voz de Rose era suave y vacilante. Habían acordado no utilizar la telepatía con
los soldados tan cerca. Podrían sentir la alteración en las ondas de energía a su
alrededor. Debía haber proyectado molestia para hacer que ella le contactara a pesar
de su edicto.
Mantuvo los ojos en ambos soldados, valorando su nivel de sensibilidad. Fargo se
frotó los ojos y Carlson frunció el entrecejo, pero ninguno parecía sospechar. Kane
había advertido antes que ninguno parecía tener mucho talento psíquico; ahora era
evidente. Se apretó la cabeza contra la palma, jurando entre dientes.
Whitney había solicitado a Kane porque deseaba el nivel de dones psíquicos con
los que Kane había nacido. Sí, Whitney había realzado sus habilidades, pero había
puntuado bastante alto en las pruebas psíquicas. Ninguno de estos hombres podría
tenerlos, o habrían presentido que alguien más aparte de Rose estaba en la casa. Kane
lo habría sabido. Whitney había tomado a los hombres que apenas habían pasado el
programa. La mayoría de ellos también habían suspendido las evaluaciones
mentales.
Whitney no quería emparejarlos con sus preciosas mujeres. Simplemente no tenía
muchas mujeres que pudieran engendrar un súper soldado, pero conocía a las
mujeres por dentro y por fuera. Las había tenido en su laboratorio desde que eran
niñas. Había balanceado a Kane delante de Rose como una zanahoria, sabiendo
exactamente la clase de hombre que le atraería.
¿Y Kane? Joder. Él lo había hecho malditamente fácil. Tenía el complejo de
caballero de armadura deslustrada, incluso sus amigos le decían. Era un rescatador.
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Por supuesto que habría estado de acuerdo en hacer cualquier cosa por Rose, una vez
que hubiera sabido de su situación apremiante. Nunca habría permitido que una
bestia como Carlson la forzara a tener relaciones sexuales con él. También le habían
engañado. Si alguien creía que Whitney no era un verdadero maestro en el estudio
humano, Kane iba a testificar la verdad de ello. Whitney tenía un entendimiento
asombroso, sino psíquico, de la naturaleza de las personas.
Kane. Ahora la voz de Rose tembló. Voy a salir.
Quédate quieta, cielo. Debería haber sabido que le estaba llevando demasiado
tiempo. Rose le apoyaría sin importar el peligro. Sólo los estoy vigilando en busca de
reacciones. Es extraño, ninguno parece sentir la presión que se construye a su alrededor.
Era difícil describir la sensación exacta cuando otro Caminante Fantasma estaba
cerca o usaba la telepatía. La presión en sus mentes crecía rápidamente,
presionándolos en varios grados, dependiendo del nivel de sensibilidad, a veces tan
fuerte como un torno. Era extraño que estos hombres no sintieran su presencia. Cada
noche se había acercado un poco más y aún así, no parecían saber que estaba allí.
Había usado sus habilidades varias veces para mover el aire y eso debería haber
cambiado la presión en sus mentes, pero ninguno lo notó.
Rose era de lo más rápida. Se dio cuenta inmediatamente de las implicaciones.
Kane sintió el impacto del golpe cuando cayó en la cuenta. Pareció sorprendida, tan
conmocionada que por un breve momento su mente se quedó en blanco y luego la
culpa la inundó porque compartieron la misma conclusión acerca de Whitney.
Lo siento, Kane. Jugué justo como él quería, ¿verdad? Te atraje a esto y si no hubiera caído
en su trampa, tú nunca…
¡Para! Para, Rose. Entré en esto con los ojos abiertos. No me arrepiento de nada excepto de
que nuestra primera vez juntos tuvo que ser una pesadilla para ti. Déjalo.
Deseó volver dentro para abrazarla. Rose no tenía preparación para una vida fuera
del ejército, pero había tenido éxito en ocultarse y permanecer un paso por delante de
Whitney durante su embarazo. En todo ese tiempo mientras huía no tuvo nadie que
envolviera sus brazos a su alrededor y la consolara y él habría querido estar con ella.
Empujó una caricia en su voz, lo único que tenía para darle, separados como estaban
por la distancia. No cambiaría nada de lo que tenemos. No miento, Rose. Si no sabes nada
más acerca de mí, sabes eso.
Gracias.
Estaba llorando. Maldito Whitney y sus atroces juegos. Rose merecía ser amada y
si no tenía nada más en su vida, si sólo él podía proporcionarle ese poco, se prometió
que su mundo estaría lleno de amor.
~1 1 7 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Estaré allí en pocos minutos, cariño. No es que él fuera de mucho consuelo para
ella… todavía.
Había crecido en las calles, pero tuvo a Mack y Jaimie y a los otros como una
familia. Se habían juntado, y la madre de Mack los había cuidó como mejor pudo.
Había aprendido la confianza y la lealtad al crecer así. ¿Quién le había enseñado esas
cosas a Rose? Su niñez había sido una de disciplina y deber. Había aprendido a
aguantar, pero estaba decidida a darle a su bebé algo que ella nunca había tenido, un
padre amoroso. Él también estaba decidido a estar justo a su lado.
Fargo recogió la botella vacía y la miró de mal humor.
—Júrame que si voy al pueblo tras nuestra pequeña señorita y algunos
suministros, no te acercarás a la mujer.
Carlson lo fulminó.
—Es mi mujer, no cualquier mujer. Pero no, no voy a joderlo. Trae a alguien que
pueda aguantar. Me gusta duro.
—No es como si fuéramos a devolverla —dijo Fargo—. Lo aguantará de cualquier
forma que queramos dárselo.
Carlson miró su reloj.
—Rose se sentará fuera en otros veinte minutos y después informaremos a
Whitney. Puedes ir cuando se recluya para la noche. Tendrás tiempo de sobra para
conseguir lo que queremos y volver antes de que alguien se entere.
Fargo se levantó, estirándose. Se metió el cuchillo en el cinturón y pateó la botella
vacía.
—Una mujer seguro que acierta a esos coyotes con flechas caseras.
Carlson sonrió burlonamente.
—Cierto, si lucha. Los coyotes chillan si los golpeas en el lugar correcto. Y pueden
tardar mucho tiempo en morir.
—Eres un bastardo tan enfermo, Carlson. Eso es lo que me gusta de ti. —Fargo se
alejó tropezando del campamento.
La sonrisa se desvaneció de la cara de Carlson y miró otra vez hacia la casa oculta
en el desierto… y hacia Rose. A Kane no le gustó la mirada de esa cara, una oscura
promesa de castigo.
Con mucho cuidado, Kane comenzó a volver hacia atrás, arrastrándose sobre el
vientre, sobre el contorno de las laderas, parando cada pocos centímetros para borrar
las huellas con un pequeño empujón de aire. Tuvo que retroceder a una mejor
posición para proteger a Rose mientras se sentaba fuera y exponía su embarazo.
~1 1 8 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
El bebé está inquieto, le envió Rose. Ven adentro. Creo que le duele la barriguita. Tendrás
que pasearlo mientras estoy fuera.
Rose. Puso una advertencia en su voz. No había nada en esta situación que le
gustara. Si iba dentro, ella se sentaría fuera sin su protección. Si no salía, corrían el
riesgo de que los hombres de Whitney creyeran que estaba dando a luz e
irrumpieran. Los padres permiten que sus bebés duerman durante veinte minutos a solas en
sus habitaciones.
Hizo su círculo de todas las noches alrededor de la casa, cuidando de buscar
cualquier signo de que alguien se hubiera acercado a la casa. Una vez que los
hombres se acomodaban para pasar la noche, comprobaba el túnel, sólo para
asegurarse. Esa entrada lo ponía nervioso. Ninguno de los hombres de Whitney se
había acercado a la entrada oculta y dudaba que supieran de su existencia, lo que
significaba que Whitney tampoco.
¿A qué había estado jugando Diego Jiménez con Whitney? Claramente había
comerciado con información para entregar a Rose a Whitney, pero no le había dicho
ni una palabra a Rose sobre las armas, el túnel, ni el Humvee, algo lógico si
realmente estaba tratando de ayudarla. ¿Qué significaba eso exactamente? Tenía que
averiguarlo pronto, porque el tiempo se estaba acabando rápidamente.
No está dormido, Kane. No puedo dejarle.
Kane juró entre dientes e hizo un esfuerzo por calmarse. Maldita sea, Rose. ¿Tienes
alguna idea de lo que podría suceder si Carlson decidiera que quiere visitarte esta noche?
Lo mataría, contestó con calma. No voy a estar más en una jaula y no voy a estar atada.
Estaría muerto en el momento que mostrara la cara.
Ella no iba a ceder en su amenaza. Si él no entraba y vigilaba al bebé, ella
permanecería dentro. ¿Supón que decide acertarte con una flecha desde la distancia y
cogerte mientras estás inconsciente? Eso es lo que haría yo.
Él no es tan listo como tú, y en todo caso, tú irías tras de mí, lo matarías y me llevarías de
vuelta, así que no importa, tienes que venir adentro y cuidar de nuestro hijo.
Ella había lanzado la carta de “nuestro hijo”. ¿Cómo reaccionaba un hombre a eso?
Las mujeres tenían pequeñas maneras solapadas. Él tenía toda la lógica del mundo
de su lado, pero no parecía importar, no cuando ella sabía cómo retorcerlo todo hasta
que no hubiera otra salida excepto la suya.
Kane suspiró y capituló. Entrando. ¿Vas a ganar todas las discusiones? Estaba
bastante seguro que ya le había preguntado eso antes. Quizá dos veces.
Sólo las importantes.
~1 1 9 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Debería haber estado enojado ante el placer femenino de su voz, pero adoraba su
risa y la aceptaría sin importar cómo viniera, incluso si él era la causa de su
diversión.
Resbaló y se deslizó por la última cuesta hacia el camino que llevaba a la puerta.
Cuando se giró para borrar las huellas, divisó a Carlson y Fargo. Estaban encorvados,
corriendo para ponerse en posición antes de que Rose se sentara fuera a la hora
habitual. Ella ya había establecido una pauta y ellos contaban con ello. Eso le hizo
detenerse. Rose era un soldado entrenado. Sabía que era mejor no repetir pautas,
pero ni Carlson ni Fargo habían cuestionado sus movimientos. Había hablado con
ella sobre variar el tiempo que se sentaba fuera, pero ella había sido inexorable en
sentarse fuera a la misma hora cada noche. Algo que no tenía sentido hasta que ella
se lo explicó.
Whitney esperaba que olvidase su entrenamiento, que se convirtiera en una
indisciplinada porque era una mujer en el mundo exterior sin nadie que le diera
órdenes. Les había dicho una y otra vez que fallarían fuera de su ambiente. No eran
hombres y necesitaban un comandante. Rose le estaba dando a Whitney lo que
esperaba.
Ella abrió la puerta y mientras los dos centinelas la miraban, él se deslizó dentro.
~1 2 0 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Capítulo 8
Kane comenzó por el saliente bajo la ventana, pensaba arrastrarse encima, pero su
hijo dejó salir un gemido de alarma. Si sus pulmones eran algo a lo que atenerse, el
chico se volvía más fuerte con cada día que pasaba. Kane cambió de dirección y
corrió hacia el dormitorio de atrás. Sebastián estaba en la cuna calefactora para bebés.
Había pateado las mantas y se estaba retorciendo, tenía la cara roja y los ojos
cerrados con fuerza, golpeaba el aire con los puños y pataleaba. Algo dentro de Kane
se suavizó y dejó salir el aliento lentamente.
—¿Qué pasa, pequeño? —Utilizó su voz más tranquilizadora. Muy suavemente
levantó al chico y lo atrajo cerca del pecho, sujetándole la cabecita.
Sebastián era tan pequeño que se sentía increíblemente ligero en sus manos, y
Kane todavía estaba un poco preocupado por si lo hería accidentalmente al
sostenerlo con demasiada fuerza. Cada vez que cogía al chico en sus brazos sentía
esa curiosa conmoción en su corazón. Los recién nacidos tenían sus propias armas,
esa necesidad impotente y dulce, y la piel suave del recién nacido. Apretó a Sebastián
contra sí y caminó de aquí para allá hasta que el chico se calmó.
—Estoy un poco ansioso, hombre, y necesito que te calmes ahora mismo. Tu
madre está ahí fuera expuesta al enemigo y nosotros debemos estar pendientes de
ella.
Su hijo paró bruscamente de agitarse y abrió los ojos de golpe. Se miraron el uno al
otro. Durante un extraño momento, Kane sintió como si mirara a los ojos de un
adulto, inteligentes y despiertos. Kane le sonrió.
—No vamos a permitir que nada le suceda, ¿verdad? —Hablaba con el chico
mientras volvía rápidamente al salón. Movió al bebé al hombro, utilizando una mano
para anclarlo y alcanzó su rifle con la otra.
—No te preocupes, Sebastián. Nadie se va a llevar a tu madre. Es un luchadora y
probablemente podría manejar esto sola, pero vamos a asegurarnos.
~1 2 1 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
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enemigo mientras se movía a seis metros de ella. Kane la estudió. Se frotaba con una
mano el vientre aparentemente embarazado. La otra estaba al lado, fuera de la vista.
—Sebastián, tu madre es una tía imperturbable. —Había orgullo en su voz. No lo
podía evitar. Ella parecía tan pequeña y frágil, con la piel de porcelana y esos ojos
almendrados tan grandes, oscuros como el chocolate fundido. Parecía indefensa—.
Está tan indefensa como yo, chico. Nunca olvides ni le faltes el respeto a sus
habilidades. Tu madre es extraordinaria.
El chico apretó los dedos como si comprendiera cada palabra. ¿Hablaban las
personas con el habla de bebés a los niños o mantenían conversaciones reales? Kane
era la clase de hombre que nunca podría arreglárselas para hablar como los bebés. El
chico tenía que aprender lo antes posible que su vida no era normal y que nunca lo
sería.
—Haremos cuanto podamos para darte una niñez, Sebastián —prometió—. Pero
tendrás que saber cosas que los niños no tendrían que saber. Creo que es lo mejor, ¿y
tú?
Movió la mira para localizar a Fargo. Fargo observaba a Carlson, no a Rose.
Sostenía algo pequeño en la palma. Sin duda, transmitía a Whitney a espaldas de
Carlson. Éste era un peón expiatorio, atrapado entre Whitney y lo que el médico le
había prometido a Fargo. A éste podría no gustarle Whitney e incluso quizá
comprendiera a algún nivel que era probable que estuviera engañándolo a él
también, pero el hombre no podía resistirse a la zanahoria que Whitney balanceaba
delante de él, fuera cual fuese.
—Hay una cantidad enorme de especulación sobre si Whitney tiene o no habilidad
psíquica, Sebastián —reflexionó Kane en voz alta—, y yo apuesto a que sí. Creo que
lee a la gente, si tienen dones y cuáles son sus debilidades. Es por lo que permanece
en el negocio. Es un maestro de la manipulación. Nunca olvides eso y nunca confíes
en nada de lo que diga o haga.
Frotó el mentón en la culta del rifle, frunciendo el entrecejo.
—Y eso nos guía a la principal pregunta. ¿Por qué estuvo aliado con Diego
Jiménez? ¿Qué piensas, hijo? Algo apesta acerca de todo esto. —Le guiñó al niño—. Y
no son tus pañales.
Gracias a Dios que no eran los pañales. Cambiar los pañales se situaba en… bien…
vale, haría cualquier otra cosa alegremente. Afortunadamente, Rose no parecía tener
inconveniente en ello y, sorprendentemente, el chico no apestaba como Kane pensó
que haría.
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¿Qué demonios se suponía que tenía que decir a eso? Tenía que hacer una elección
y era una jodidamente fea. Por supuesto no había elección, pero aún así, tendría a esa
mujer y a lo que le sucediera en su mente todo el tiempo. A menos que... Podría ir de
caza ahora, matar a ambos hombres, y él y Rose podrían huir por su cuenta sin el
apoyo de su unidad.
—¿Crees que el bebé es lo bastante fuerte para huir, Rose?
Ella permaneció silenciosa. Él giró la cabeza para mirarla.
—Sé honesta.
—No lo sé. Es prematuro y muy pequeño. Creo que el hospital lo pondría en una
incubadora. Pero los pulmones funcionan y está comiendo. Parece que ha cogido un
poco de peso. Preferiría darle unos pocos días más, pero si tuviéramos que irnos... —
Se calló—. ¿Por qué?
Él apartó la mirada, se frotó las sienes que le palpitaban y luego le entregó el rifle.
Se lo diría más tarde, cuando tuviera que salir y comprobar si Fargo iba realmente a
tratar de conseguir a una mujer del pueblo. Quizá el hombre sólo hablaba por hablar.
Esperaba que fuera de esos. Rose tomó el rifle en silencio y lo puso a un lado,
tendiendo los brazos hacia el bebé.
—Nunca jamás me asustes de ese modo otra vez, Rose. —Pasó al ataque para
distraerla—. Sabes malditamente bien qué invitación estabas extendiendo a Carlson.
—En todo caso, se encontró enojado con ella. ¿En qué cojones había estado
pensando? Cuanto más pensaba en ello, más enojado se ponía.
—Tu papá es un bebé —bufó Rose, abrazando a Sebastián—. No veo por qué
deberías tener tú toda la diversión, Kane. El hombre no me daba ningún respeto.
Trataba de darle a él el infarto, no a ti.
—Bien, no lo hagas otra vez. —Kane le ofreció su ceño más sombrío, esperando
intimidarla. Había advertido antes que no funcionaba bien con ella, pero ahora que
todas las hormonas del embarazo estaban abandonando su cuerpo, quizás
reconocería que él era un hombre peligroso, uno con el que no se jugaba.
Ella le ofreció una de sus sonrisas misteriosas. Le desconcertaba la manera con que
ella utilizaba esa sonrisa reservada para contestar a sus órdenes.
Se deslizó fuera del saliente y se cernió sobre ella.
—Habrías sido una espía cojonuda. —Cuando la sonrisa de ella se amplió, la
fulminó—. No era un cumplido, Rose.
—¿De verdad? —Ella se rió y lo rodeó, impertérrita por su masa sólida—. Creía
que era un cumplido maravilloso. —Se hundió en una silla y atrajo hábilmente al
niño a su seno.
~1 2 5 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
La erección fue instantánea y dolorosa. Estaba hermosa allí sentada con su suave
piel expuesta y su hijo alimentándose. Él ya no apartaba la mirada y Rose nunca
trataba de ocultarse de él. Sebastián era mucho más fuerte, lo que les hacía felices a
ambos. Había nacido pronto pero mostraba todos los signos de estar sano.
—En unos pocos días debería estar lo bastante fuerte para marcharnos —indicó
Kane.
—Estoy de acuerdo. —Acarició con la nariz la cabeza del pequeño—. Mejora todos
los días.
Él no podía apartar los ojos de ella.
—Eres tan malditamente hermosa, Rose. Las cosas que le haces a mi cuerpo sin ni
siquiera intentarlo son un pecado.
Ella le ofreció esa misma sonrisa misteriosa.
—Esperaba que no tuvieras inconveniente en enseñarme algunas cosas. Aunque
estoy agradecida de poder hacerle cosas a tu cuerpo sin intentarlo, esperaba algo un
poco más concreto y práctico.
Él presionó una mano sobre el corazón.
—Bien. Eso no es justo.
Estaba allí sentada con el bebé en su pecho, mirándolo con esos ojos seductores y
oscuros, y entregaba su declaración con un tono práctico, como si hablara del tiempo.
Tenía la boca de una sirena y las pestañas más largas que jamás hubiera visto en una
mujer. Tenía que saber que estaba poniendo todo tipo de imágenes eróticas en su
cabeza, o quizá no. No había diversión, nada de bromas, sólo su tranquila
declaración de hechos.
—¿Por qué? ¿Estoy haciendo algo malo? —Pareció confusa.
Él bajó la cabeza y la besó, deslizando una mano sobre el seno, sintiendo la piel
suave.
—No, cariño, lo estás haciendo todo bien. Seré más que feliz de mostrarte
cualquier cosa que quieras.
Ella asintió con la cabeza.
—La única manera de aprender es reuniendo conocimientos.
Kane se sobresaltó.
—Qué demonios. —Le frunció el entrecejo, ligeramente ofendido por su enfoque
pragmático—. No soy un proyecto científico, Rose.
~1 2 6 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
—¿De verdad? —Inclinó la cabeza para mirarlo, los ojos oscuros recorrieron su
cuerpo, demorándose durante un largo momento en la dura evidencia de su
excitación—. Prefiero pensar que eres un delicioso proyecto científico.
Quizá la idea de ser un proyecto científico no fuera tan mala después de todo. Le
gustaba el modo en que lo estaba mirando con tanto interés. Sí. Definitivamente
podía manejar ser su proyecto, especialmente si pensaba en él como delicioso.
Todavía estaba acunando el seno en la palma, deslizando el pulgar de aquí para allá
sobre el montículo firme. Sintió el temblor que la atravesó al darse cuenta.
Rose cambió hábilmente al bebé del lado derecho al izquierdo. Él mantuvo la
mano sosteniendo el seno mientras el bebé se prendía a él.
—Hay algo realmente hermoso en una mujer alimentando al bebé de un hombre
—murmuró, agradecido de que ella no le ocultara su cuerpo.
—¿Eso crees? Tenía miedo de que al tener un bebé no me encontraras atractiva.
Parece que los hombres siempre pierden interés en una mujer después de que dé a
luz a un niño.
Él se enderezó, sorprendido.
—¿Por qué pensarías eso?
Pequeñas arrugas de ceño aparecieron alrededor de la boca de Rose. Él tuvo el
loco impulso de besarlas para borrarlas. En vez de eso esperó su respuesta, intrigado
por su pensamiento.
—No es como si supiera algo sobre relaciones, ninguna de nosotras sabe —
admitió Rose—. Leemos periódicos y parece como si todos se divorciaran después de
tener niños. O eso —le miró a los ojos—, o los hombres no pueden ser fieles, en cuyo
caso, no hay razón para molestarse en casarse.
Él se habría reído, pero podía ver que ella no sólo hablaba en serio, sino que
también estaba preocupada. Confiarle a él su futuro era algo difícil cuando Rose
había estado encerrada toda su vida. Sólo había tenido unos meses de libertad.
Necesitaba tranquilidad. Estaba siendo valiente al dar los pasos que estaba dando
para darle a su hijo ambos padres. Él era un extraño para ella.
Kane se agachó al lado de la silla, acariciando el seno con el pulgar una última vez,
arrastrando los dedos sobre la cabeza del bebé antes de enmarcar la cara de Rose con
ambas manos.
—Creo que cualquier relación a largo plazo tendrá baches, Rose, pero mi lealtad
hacia ti será absoluta. No puedo decir cómo es para otros hombres, pero soy de la
mentalidad de un hombre de una sola mujer. Esa mujer eres tú. Todo sobre ti atrae al
~1 2 7 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
hombre que soy. Te encuentro asombrosa. Tener a mi hijo sólo te hace más hermosa
para mí, no menos. Incluso amamantando al bebé eres malditamente atractiva.
Ella le estudió los ojos durante mucho tiempo antes de recompensarlo con una
sonrisa lenta.
—Estás un poco loco, pero me gustas así.
—No siempre será fácil vivir conmigo, Rose. Puedo ser un poco dictador y
sospecho que eso es la última cosa que quieres después de ser una prisionera durante
tantos años. Siempre he sabido lo que quería, y te deseo, pero también quiero que te
sientas como si tuvieras opciones.
Los ojos de Sebastián se habían cerrado. Sólo ocasionalmente mamaba mientras
dormía y Rose lo apartó suavemente y se lo puso sobre el hombro, dándole
golpecitos.
—Creo que debemos leer más en ese libro sobre el embarazo. Sólo llegué a la parte
del nacimiento, no a cuando la madre puede tener relaciones sexuales sin peligro otra
vez, porque comienzo a pensar que ése es un capítulo muy importante.
Kane se inclinó para besarla. Adoraba su sabor y olor. Adoraba su respuesta, el
modo en que abrió la boca para él, se entregó a él, siguiendo tentativamente su
liderazgo, una mezcla de inocencia y tentadora ignorancia. Le acunó la nuca con la
mano, todo ese pelo sedoso se deslizó contra su palma. La boca era cálida, dulce y
adictiva. Podría pasar el resto de su vida besándola.
Deliberadamente dejó que ella se tomara su tiempo para explorar, la lengua se
deslizó suavemente sobre la suya hasta que necesitó más. Profundizó el beso, un
poco más agresivo, incrementando la necesidad de sentir, disfrutando del modo en
que tomaba su mente y cuerpo, le quitaba el aliento y lo intercambiaba por el suyo.
Sus suaves gemidos entrecortados le iban directamente a la ingle. No había forma de
parar, no ahora cuando ella había desencadenado un anhelo que nunca podría ser
saciado lo bastante. La besó una y otra vez hasta que los dos jadearon en busca de
aire.
Levantó la boca unos centímetros, mirando a esos ojos oscuros y conmovedores.
Ella se tocó los labios con la lengua y Kane bajó la mirada, siguiendo el movimiento.
Una gota de leche había escapado de su pezón desnudo y antes de poder detenerse
se inclinó y la lamió. El cuerpo de Rose se estremeció.
—No se siente igual —cuchicheó.
—Eso se supone —dijo él y con la lengua trazó el sendero que la gota había dejado
al resbalar con el seno—. Un poco de anticipación es buena para el alma.
Rose rió suavemente.
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—Esta vez no, Rose. —Se sintió como un santo, tratando de protegerla.
Rose le dio ese pequeño golpecito extraño con la lengua y gimió, enviando una
vibración a través de su polla. Estaba perdido, los fuegos artificiales estallaron. Oyó
su propio gemido áspero mientras el mundo alrededor de él explotaba. Debería
haberle apartado la cabeza, no bajársela, pero el placer fue demasiado intenso para
hacer nada más que seguirlo. Se dio cuenta de que la estaba sosteniendo e
instantáneamente trato de soltarla.
Rose no luchó contra él, pero tosió unas pocas veces antes de recostarse, se limpió
la boca y la parte delantera. Las manos fueron a sostener los senos, ahora llenos y
duros. Respingó un poco como si le dolieran. Parecía satisfecha y muy contenta de sí
misma.
—Pienso que logré hacerlo bien en su mayor parte, por lo menos hasta el final. —
Inspeccionó su cuerpo, haciendo muecas—. ¿Esto es un poco sucio, verdad?
Él no estaba seguro de poder encontrar la voz. Estiró la mano y tocó la pequeña
punta dura de su pezón que ahora goteaba. Se llevó el dedo a la boca y lamió la
gotita.
—Sabes tan dulce, Rose. —Frotó la evidencia restante de su deseo, utilizando la
camisa de ella para limpiarle los senos—. Creo que las cosas se nos fueron un poco
de las manos.
—Tendré que practicar mucho para hacerlo bien.
Kane sacudió la cabeza, su sonrisa brotó. Ella lo hacía feliz, incluso cuando todavía
lo trataba como un proyecto científico.
—Puedes practicar todo lo que quieras, Rose. No me importa. —Su cuerpo todavía
temblaba con el placer asombroso.
—Es bastante excitante saber que puedo excitarte. —Alcanzó el sujetador—. Pero
toda esta actividad hace que me salga la leche y duele. Voy a tomar una ducha
caliente y ver si ayuda.
—Puedo ayudar —ofreció, atemorizado de ofenderla. Ella tenía un aspecto tan
tentador con la leche escapándosele de los senos. Todo lo que tenía que hacer era
cogerse a ellos y aliviar la presión. Todo en ella era sexy, incluso la leche de los senos.
Sintió de nuevo una punzada en su polla cuando no debería poder moverse durante
horas.
Ella se inclinó hacia delante para rozarle el mentón con un beso.
—Creo que eso me volvería más excitada y necesitada, Kane. Te deseo, y mi
cuerpo no está listo todavía. La ducha caliente es tan buena como puede serlo en este
momento.
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toalla de baño grande y luego se secó. Ella siguió su ejemplo a un ritmo mucho más
pausado.
Él ya estaba vestido completamente con el equipo de combate nocturno cuando
ella se secó.
—¿Qué estás haciendo? —Rose frunció el entrecejo, al ver que metía armas en
todos los enganches concebibles y en los bolsillos ocultos—. No parece que te estés
preparando para una cómoda noche.
—Tendré que salir y comprobar a esos dos idiotas. Están planeando secuestrar a
alguna chica del pueblo. Necesito saber si van a llevarlo a cabo. Si Fargo se marcha,
Carlson intentará llegar a ti esta noche, sin que le importe nada más.
Horrorizada, Rose se envolvió en la toalla apretadamente.
—¿Van a hacer qué?
—Ese era el plan. Parece que el alcohol no los mantiene bastante calientes por la
noche. Están aburridos e inquietos, Rose. Ninguno de ellos tiene la disciplina
necesaria para una tarea como ésta. Whitney estudia a los humanos y disfruta
empujándolos a situaciones donde cree que deberían superarse, pero sabe que sus
naturalezas trabajan en contra de ellos.
—Bien, no puedes dejar que cojan a una mujer del pueblo.
Él se quedó silencioso. Ella trató de leer su expresión, pero él no revelaba sus
pensamientos. Rose le puso una mano en el pecho antes de que pudiera salir del
cuarto.
—No puedes permitir que cojan a una mujer de ese pueblo, Kane, prométemelo.
Él levantó la mano y atrapó la de ella.
—Cariño, te dije que nunca te mentiría. No hago promesas que no pueda cumplir.
—Pero... —Rose empezó a protestar, pero Kane se inclinó y capturó su boca.
Chispas diminutas electrificaron la boca de Rose y se precipitaron por su interior,
corriendo por las venas como una droga. El calor se esparció por su cuerpo. Su mente
estaba un poco confusa y cuando le devolvió el beso, envolvió los brazos alrededor
de su cuello.
Kane retrocedió, capturando suavemente sus muñecas.
—Hablaremos de esto cuando sepa más. —Le besó ambas manos y la dejó
marchar—. Vamos a conseguir información y lo discutiremos cuando tengamos que
tomar decisiones.
~1 3 5 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Capítulo 9
—Me dijiste que cuando volvieras con más información íbamos a discutirlo, Kane.
Me dijiste que Fargo se había ido.
Rose se situó directamente enfrente de Kane, negándose a sentirse intimidada por
el gran tamaño y fuerza de él.
Kane dio un paso, cerniéndose sobre ella.
—Nunca esperé que se marchara tan condenadamente pronto. Eso significa que
Carlson estará reuniendo coraje para desafiar a Whitney sin Fargo como fuerza
disuasoria. Si les matara a ambos, estaríamos obligados a marcharnos porque nadie
podría informar a Whitney. Sabrá que están muertos y enviará una fuerza tras
nosotros. Mack todavía no nos ha contactado, y tú misma dijiste que el bebé necesita
más tiempo.
Rose contuvo su furia. En realidad no estaba enfadada con Kane, era sólo la
situación. ¿Es que nunca iba a poder librarse de hombres como Fargo y Carlson?
—Está bien. No vas a ir tras él. En ese caso, tú cuidarás del bebé e iré yo. Porque,
Kane, uno de nosotros ha de hacerlo.
Kane sacudió la cabeza, no había ninguna expresión en su cara. Sus ojos se
volvieron sin vida y fríos, algo que Rose reconoció como un problema.
—He pensado sobre ello. ¿Cómo podría no hacerlo? Fargo encontrará alguna
pobre mujer y la arrastrará...
—La violará —dijo Rose—. Dilo, Kane.
—Maldita sea, sí, pero tú y yo sabemos que Carlson vendrá aquí esta noche. No
puedo dejaros a Sebastián y a ti sin protección. Esta decisión es una putada pero es
mi decisión. Tú y Sebastián vais en primer lugar siempre. He tomado peores
decisiones y he vivido con ellas.
~1 3 6 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
No iba a disculparse por elegirla a ella sobre una extraña. Carlson vendría a por
ella, lo sabía con cada aliento de su cuerpo, y no iba a dejarla a ella y al bebé ante la
enferma y depravada mente de Carlson James.
Rose tomó aliento y lo dejó escapar. No era una decisión fácil para Kane, podía ver
el disgusto en sus ojos. Él asió su mano, evitando que ella hablara.
—He pensado mucho sobre esto antes de hablar contigo, Rose. Carlson vendrá.
Me encargaré de él, y entonces, sólo entonces, iré detrás de Fargo.
—Entiendo por qué porque piensas que es necesario protegernos de Carlson, pero
realmente no lo es, Kane.
¿Cómo podía convencerlo? Era un hombre con mayúsculas. Creía que era asunto
suyo protegerla, y la verdad es que a ella le gustaba esa cualidad. Aunque justo en
este momento era un poco pesado, no lo hacía menos atractivo para ella.
—No quiero que ninguna mujer pase cinco minutos en manos de Fargo. Confío en
que saldrás ahí tú mismo y pararás a ese hombre. ¿De verdad tienes menos fe en mí?
Kane abrió la boca y la cerró, frunciendo el ceño.
Rose sacudió la cabeza, continuando el ataque mientras pudiera.
—No tengo dudas de que puedo proteger a Sebastián. Si Carlson aparece no me
preocupa; esta vez no voy a estar atada e indefensa cuando haga acto de presencia.
Recordó cada momento de sus visitas. Su aliento asqueroso. La mirada enferma de
sus ojos. Sus manos vagando por su cuerpo libremente como si ella fuera de su
propiedad. Nunca había tenido la oportunidad de tener sexo con ella, pero
ciertamente le había dado a probar lo que le daría si tuviera la oportunidad.
Despreciaba a ese hombre.
—Me tocó y quise vomitar. No voy a permitir que ninguna otra mujer pase por eso
si puedo evitarlo. Puedes fruncirme el ceño todo lo que quieras, pero estaremos
perdiendo el tiempo.
Él sacudió la cabeza.
—No puedes ir, Rose. Sabes que no puedes.
—Entonces tienes que ir tú. O tú o yo. Es la única opción.
Él juró.
—Entonces mataré a Carlson ahora, iré después a por Fargo y nos largaremos esta
noche. Tendremos un día de ventaja sobre Whitney.
Rose miró hacia la habitación donde dormía el bebé.
~1 3 7 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
—Whitney puede rastrearnos por mi tatuaje. Enviará a sus hombres tras nosotros,
Kane. Ve a por Fargo, tú puedes hacerlo desaparecer. Si Carlson no hace el intento,
podemos dar a tu unidad otro día para encontrarnos. Carlson tendrá que informar a
Whitney de que Fargo fue al pueblo.
Vio endurecerse su mandíbula. Sus ojos se tornaron tan sombríos y fríos que la
hicieron estremecerse. Había unas profundidades en Kane que ella no conocía
todavía. Parecía inflexible, pero dio un paso hacia ella, envolviéndole la nuca con la
mano y forzándola a dar un paso hacia él. Ella olía a él, esa débil esencia masculina
que era totalmente aire libre y depredadora. Su aroma la envolvió. Su corazón se
saltó un latido y luego volvió a latir. Él bajó la cabeza y tomó posesión de su boca.
El cuerpo de Rose por iniciativa propia se fundió con el de él. Sentía cada arma
impresa en su piel, pero sobre todo, sintió la explosión del calor de su boca a la suya.
Corría fuego por su garganta y entró en su torrente sanguíneo, fusionándola de
dentro hacia fuera. Cuando él levantó la cabeza ella lo miró un poco deslumbrada,
sin saber qué pensar o ni siquiera cómo pensar.
—Ten al bebé listo para marcharnos. Sigue el túnel hasta el final y comprueba el
Humvee en caso de que lo necesites. Empaqueta provisiones y cosas cálidas para
Sebastián. Elige armas que ambos podamos manejar, con tantas rondas de munición
como puedas encontrar para ellas. No olvides el agua.
—¿Qué estás haciendo?
—Lo que sea necesario. Eres un soldado. Imagínatelo.
Se dio la vuelta y la dejó allí, con el corazón latiendo de forma desenfrenada.
No había forma de discutir con él. Ahora lo reconocía. Él había sido maleable y
dulce, pero solo hasta cierto punto. Tenía su propio código de honor, y nadie, ni
siquiera ella, iba a detenerlo cuando creía que llevaba razón. Debería haberlo sabido.
Ella reconocía un hombre peligroso cuando lo veía, y lo había escogido a él en parte
porque era peligroso, sabía que si se alejaba de Whitney, Kane lucharía con hasta su
último aliento para mantenerla a salvo. Ahora que había visto lo que eso suponía, no
podía estar enfadada con él.
Corrió hacia la puerta, deteniéndolo antes de que la abriera.
—Kane.
Él se volvió a mirarla con su penetrante e implacable mirada.
—Ten cuidado. Vuelve con nosotros.
—No te preocupes, cariño.
Kane sonrió brevemente a Rose y salió a la noche, a donde pertenecía. Había
libertad en la oscuridad. Él nació para gobernar la noche. Buscó en el cielo nocturno.
~1 3 8 ~
Christine Feehan Juego Despiadado
Había estrellas por todas partes, podía ver la espesa y rizada cinta de la Vía Láctea.
Los nudos apretados que Rose le había ocasionado cuando hablaba con él se
desataron y todo en él se calmó. Éste era su mundo. Estaba familiarizado con él y se
sentía cómodo. Aquí era a donde pertenecía.
Ahora que había tomado una decisión no había dudas. Rose no podía vivir con las
acciones de Fargo y eso significaba que ambos, Carlson y Fargo, morirían esta noche.
Carlson iría primero, porque no importaba lo buen soldado que fuera Rose, primero
era su mujer, y eso significaba que la protegería le gustara a ella o no. Así era la
mayor parte de su personalidad, y era mejor que Rose entendiera que no iba a
marcharse aunque ella fuera un soldado muy capaz, e incluso brillante. Él nunca la
expondría a sabiendas al peligro, y menos una semana después de haber dado a luz.
Sacudió la cabeza ante las peculiaridades de las mujeres. Nunca entendería a Rose
aunque vivieran juntos un millón de años, y podía ver que ella tenía el mismo
problema de entendimiento con él. ¿Sería así con todas las mujeres y hombres? ¿O
sólo con hombres como él? Podía ser un bastardo de primera si la situación lo
requería. No tenía demasiada experiencia en relaciones. Había evitado enredarse con
nadie hasta que vio a Rose mirarlo a través de la ventana. Se había convertido en su
princesa de la torre, y él era el caballero blanco al rescate.
Kane empezó a correr con el ritmo fácil y rápido que podía mantener durante
horas si lo necesitaba. Ahora estaba familiarizado con el terreno, lo había examinado
tres veces cada veinticuatro horas durante una semana. Conocía cada roca y cada
arbusto. Conocía cada pedazo de hierba de la sierra y cada charco oscuro y rico que
indicaba una fuente de agua subterránea.
Se aproximó al campamento enemigo desde el sur, permaneciendo en la dirección
del viento. Podía ver una tenue luz pero no podía ver la fuente. Se agachó, tanto que
no se distinguía su silueta del horizonte, redujo el ritmo moviéndose con sigilo
mientras acechaba a su presa. Un hedor abrumador a sangre le golpeó mientras
alcanzaba la cima de la ladera con vistas al campamento base.
Carlson y Fargo habían escondido su campamento entre las pendientes,
permitiéndoles encender un fuego cuando querían, así como refugio. A menos que se
ascendiera por su derecha, era imposible ver el sitio. Las botellas vacías estaban
esparcidas por el suelo. No era un campamento de soldados, parecía más bien el de
un par de hombre disfrutando de unas vacaciones.
Grandes gotas de sangre habían dejado un rastro sobre la arena, había marcas
oscuras, obscenas y borrosas que se dirigían hacia la tenue y vacilante luz. Un grito
agónico, animal, imposible de identificar, envió escalofríos por la espalda de Kane.
Había visto hombres torturados, había estado en el extremo receptor una o dos veces
y conocía el sonido. Resonó una risa y el bajo murmullo de una voz.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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ojo al coyote, Kane le disparó atravesándole la nuca. Era un disparo mortal, puro y
simple, y Kane no falló. Disparó al coyote, sacándolo de su miseria, y luego disparó a
los otros dos que estaban colgados, esperando para ser torturados.
Acomodó su cuerpo hacia atrás y se limpió la boca con el dorso de su mano. Se
había encontrado con unos cuantos sádicos en su vida, pero este hombre tenía todas
las marcas de un asesino. Estaba prácticamente bañado en sangre. ¿Lo sabría
Whitney? ¿Habría profundizado en el fondo de Carlson? Si lo hubiera hecho nunca
habría permitido a este hombre tener un niño con Rose. Whitney quería soldados.
Hombres leales a su país. Hombres dispuestos a luchar por una causa, no a matar
indiscriminadamente.
Tuvo que cubrir sus huellas y dejar el cuerpo donde había caído, para que
Whitney no fuera capaz de saber a ciencia cierta quién había matado a su hombre.
Whitney no tendría noticias de ellos hasta la tarde siguiente, y enviaría un equipo a
recoger a Rose.
Kane se encargó de su rifle lo primero, como siempre, y luego esparció arena sobre
sus huellas mientras hacía el camino de vuelta a la ciudad. Una vez fuera del área de
acampada, no se preocupó por sus huellas. Empezó a correr, usando su ritmo
constante que se comía el terreno. Fargo tenía una buena ventaja sobre él y se movía
rápido, queriendo secuestrar a una mujer mientras todavía estuviera oscuro y volver
al campamento antes de que alguien se diera cuenta.
Le preocupaba dejar a Rose y al bebé solos durante tanto tiempo mientras cubría
los kilómetros que había hasta la ciudad. La arena parecía extenderse delante de él
hasta el infinito. Tenía un buen sentido de la orientación, pero sin un GPS o las
estrellas, podría tener alguna dificultad para localizar la ciudad. Esperaba adelantar a
Fargo. Toda su unidad era anormalmente rápida, incluso con el equipo de combate
completo. Muy pocos les podían igualar. Definitivamente tendría que dar con Fargo.
El hecho de que no se topara con el hombre significaba una de dos cosas: Fargo
había tomado una ruta diferente, o uno de sus dones era la velocidad. Whitney había
realzado sus capacidades físicas experimentando con su ADN, algo que nunca fue
parte del contrato original de realce psíquico. ¿Habría hecho lo mismo con sus
soldados, incluso sabiendo que eran defectuosos psicológicamente?
Kane maldijo en voz baja, desviándose para encontrar un trozo oscuro de la más
rica de arena y tierra bajo la que agacharse para pensar. Si Fargo había alcanzado la
ciudad, sería estúpido que lo siguiera. Había demasiados caminos por los que el
hombre podía despistarle en un desierto tan amplio y abierto. Volvió a jurar mientras
retrocedía en busca de signos de que alguien hubiese seguido su ruta al pueblo. Era
el camino más directo, y no podía imaginar ninguna razón por la que Fargo hubiese
tomado cualquier otra.
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kilómetros y permanecer sin ser visto mientras no hubiera ojos en el cielo. Cualquiera
tendría que llegar hasta la cumbre de la ladera, dónde destacaría contra el horizonte.
Incluso tumbado boca abajo le sería difícil evitar ser visto.
Diego Jiménez había planificado su casa y su ruta de escape a conciencia. Había
mostrado la casa y su camión a Rose, pero no las armas, el túnel o el Hummer. ¿Por
qué? La pregunta le fastidiaba. Estaba justo ahí delante. ¿Por qué no revelaría
Jiménez todo sobre su casa si quería que sirviera como ruta de escape para Rose?
Algo no iba bien. Kane sabía que sería mejor que lo descubriera pronto.
Se tumbó sobre el vientre y reptó subiendo cautelosamente hasta lo alto, con
cuidado de no hacer caer nada de tierra por el otro lado de la colina. Levantó la
cabeza lo justo para atisbar hacia abajo por encima de la estrecha pista que conducía
hacia la casa. No podía ver la entrada real al túnel desde ese ángulo, pero no
importaba. Iba buscando compañía.
Acabo de encontrar una carta de Diego dirigida a mí, Kane. Estaba en el casillero donde
almacené las armas sobrantes. Rose sonaba preocupada. Él podía sentir un matiz de
miedo abriéndose camino en su mente.
Léemela. Apremió. Pero hazlo en el asiento del conductor. Tan pronto como te dé el visto
bueno, quiero que salgas a toda pastilla de ahí. Bajaré hacia ti por el lado del conductor.
Se tomó su tiempo, registrando cada centímetro cuadrado de terreno a su
alrededor. Estaba vagamente intranquilo. Algo estaba mal pero no podía señalar el
qué. El radar estaba encendido, pero no podía encontrar ningún signo del enemigo.
Me da las gracias por cuidar de él mientras se estaba muriendo y luego sigue diciendo que
Whitney proporcionó dinero y armas para ayudarle a oponerse al antiguo gobierno porque el
anterior presidente estaba profundamente involucrado con una de las familias de la droga.
Decía que Whitney estaba molesto porque los Estados Unidos estuvieran ayudando al país de
cualquier manera mientras el presidente se mantuvo en el cargo.
Ella se interrumpió y Kane pudo imaginársela frunciendo el ceño mientras le daba
vueltas a la información en su mente. Decía que estaba en deuda con Whitney por toda la
ayuda a lo largo de los años. Cuando el nuevo presidente tomó posesión y le declaró la guerra
a los cárteles, Diego ya no fue necesario, pero sentía que la deuda no había sido totalmente
pagada. Evidentemente, Whitney se sentía igual.
Kane suspiró, su mirada era incansable mientras dividía en cuartos la zona
buscando enemigos. Así que tú fuiste el último pago para Whitney.
Por ahí va la cosa, sí.
Kane podía decir que estaba molesta, tal vez incluso llorando. La envolvió
mentalmente en sus brazos, deseando poder evitarle más traiciones. Whitney quería
que ella se rompiera bajo tanta traición. No había contado con que el cártel
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—¿Está bien Sebastián? —Rose lanzó una mirada por encima de su hombro hacia
el bebé.
El Hummer no era lo más confortable para un paseo, los hacía rebotar por todas
partes mientras ella pasaba sobre rocas y espesos arbustos. Del mismo modo que
Kane podía ver en la oscuridad, igual podía hacerlo ella. No había necesidad de
luces. La pista estaba cubierta por arbustos. Las rocas rodaban ladera abajo a ambos
lados. Ella fue hacia la derecha sobre ellas, aferrando el volante mientras saltaba en
un esfuerzo por escaparse de ella.
—Diego me entregó al cártel. —La voz de Rose era sombría.
—¿Estás segura?
—Está en la carta. Les dijo que Whitney pagaría una fortuna por mí. —Se inclinó
hacia adelante, mirando con atención por la ventanilla—. Aparentemente tiene dos
hijos que han estado en la lista de los buscados por el cártel. A cambio de mí y su
conexión con Whitney, el cártel dejaría en paz a su familia. El plan era exigirle a
Whitney un rescate por mí y el bebé.
Kane juró entre los dientes apretados. No sólo tenían que preocuparse por
Whitney y sus hombres, sino que ahora podrían tener al cártel respirándoles en el
cuello. Esa información ciertamente descartaba que volvieran al pueblo.
—Entiendo que dejó las armas y el Hummer para limpiar su conciencia antes de
morir.
Ella asintió.
—Decía que no podía vivir consigo mismo si al menos no me diera algún tipo de
oportunidad.
—¿Por qué esperó el cártel?
—Creo que estaban ocupados tratando de encontrar a los hombres que robaron a
sus prisioneros. Soy una mujer indefensa, a punto de dar a luz, atrapada en una casa
en el desierto.
Kane entrecerró los ojos.
—Sal de aquí, Rose. Ahora mismo, sube por la ladera. No tengo ni idea de adónde
va a parar esta pista, pero si él tenía algún acuerdo con el cártel, entonces mi
suposición es que, en el momento en que saliste del túnel en el Hummer, ellos lo
supieron y estarán esperando dondequiera que acabe esta pista. No tenemos ni idea
de cuánto tiempo tenemos.
Ella se ya había puesto en marcha hacia la ladera, orientando el Hummer para
subir por la colina arenosa tan rápido como fuera posible. El pesado vehículo no
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tenía problemas para atravesar el terreno inclinado, segar los arbustos y traquetear
sobre las rocas. Coronaron la subida y salieron disparados al desierto abierto.
De inmediato, en la lejana distancia, pudieron ver una línea de luces, punteros
láser partiendo la oscuridad, rebotando locamente mientras varios vehículos se
lanzaban sobre la arena. Las camionetas estaban a varios kilómetros de distancia
pero venían a por ellos. Rose orientó al Hummer para apartarlo de la caravana,
probablemente el cártel, y emprendió una carrera a través del desierto.
—Haz un círculo amplio y vuelve al cañón donde arrojamos el dispositivo
rastreador —recomendó Kane—. Al menos allí tendremos cobertura para
mantenerlos alejados. Tarde o temprano mis chicos vendrán a la fiesta.
Rose asintió y luego se dirigió hacia su izquierda.
—Ése tiene que ser Fargo con la mujer.
Un vehículo solitario daba bandazos a través de la arena, deslizándose de lado a
lado, dando vueltas y escorando cuesta abajo hasta casi calarse como si lo accionaran
desde el otro lado.
—Está borracho, Kane.
—Maldita sea, Rose. —Su corazón se hundió. Ella ya estaba virando para
interceptarlo.
Volvió la mirada hacia la línea de luces que perforaban la oscuridad. Detenerse a
rescatar a una mujer no estaba en su agenda, pero aparentemente estaba en la de
Rose.
—Maldita mujer terca —siseó en voz baja y echó a un lado su rifle.
De bien poco le iba a servir un arma. No podía disparar contra el bastardo y
acabar con todo. Fargo iba conduciendo el vehículo e iba a una velocidad peligrosa.
Si Kane disparaba contra él, el coche volcaría y posiblemente mataría a la víctima del
secuestro. No creía que Rose viera con muy buenos ojos ese resultado. Iba a tener que
asumir realmente el control del camión.
—Ponte detrás de él. A su misma velocidad. —¿Qué jodida utilidad había en
discutir con ella? Tenía un aire de pura determinación en su cara—. Sólo quiero
recordarte que estás poniendo a nuestro hijo en una situación de combate. —No
podía evitar el tono justiciero. No asumiría las culpas después. Ella podía asumir
toda la responsabilidad.
Rose le lanzó una mirada reprobadora. Él sintió como el Hummer retumbaba
mientras ella adquiría más velocidad. A la mujer no le daba miedo la velocidad.
Tuvo que ajustar la dirección varias veces mientras Fargo seguía dando bandazos y
vueltas.
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Rose metió una vez más el Hummer blindado entre Kane y el tirador. Él corrió
hacia la seguridad del vehículo, abriendo de un tirón la puerta y lanzándose adentro.
Rose se apartó de la línea de avance de los faros delanteros, intentando obtener cada
gramo de velocidad que pudiera sacar del vehículo multiuso.
—¿Es grave? —Preguntó Rose.
Kane se inspeccionó el costado. Faltaba un trozo de piel, pero era poco si no
contaba su orgullo. Extendió un vendaje compresivo sobre él.
—Tal vez no buscaba matar y me apartó del vehículo de Fargo a propósito para
poder matar al hombre. ¿Quién demonios lo sabe?
—¿Quién es?
—El tipo de la limpieza de Whitney. Sácanos de este infierno, Rose. El cártel está
pegado a nuestro culo y tenemos otro jugador en el juego. —Le echó una ojeada al
bebé para cerciorarse de que el niño estaba bien.
Sebastián abrió los ojos y volvió la mirada hacia él. Kane le sonrió.
—Eres bueno, hijo, sólo quédate ahí dentro un poco más. Voy a tratar de sacar al
tirador, Rose. En todo caso, el cártel va a estar sobre nosotros en pocos minutos. No
podemos dejarlos atrás. Estamos demasiado lejos del barranco para escondernos, así
que tendré que darles algo en qué pensar.
—No me gusta la idea de te expongas ante el tirador. Ni siquiera sabemos dónde
está. ¿Cómo vas a conseguir localizarlo?
Sus ojos se encontraron en el espejo. Ella sacudió la cabeza.
—No. De ninguna manera. No vas a dejar que te dispare otra vez.
Él le sonrió ampliamente.
—Tenemos las armas para protegernos, Rose, y vamos a necesitar usarlas.
—Mira la camioneta —dijo Rose, señalando la pick up que daba bandazos por el
desierto sin control.
La puerta del lado del conductor se abrió repentinamente y un cuerpo cayó a
tierra, rebotó y luego se quedó inmóvil. La camioneta se desvió a un lado y a otro
antes de que la nueva conductora tomara el control. Hizo girar el camión y se dirigió
de nuevo hacia la fila de luces, ahora mucho más cercana.
Kane abrió la escotilla por encima de su cabeza. El tirador sin duda tendría el ojo
en el objetivo, pero Rose forzó la velocidad del Hummer más allá de ciento cinco y
realineó el pesado vehículo.
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—Cariño, que no queremos acabar con el motor —le advirtió Kane mientras
lanzaba un lenta mirada alrededor. Tenía un arsenal montado en el techo y podía
sentarse dentro seguro y calentito, si supiera dónde estaba el bastardo.
Extendió un brazo hacia atrás y atrapó un casco, alzándolo ligeramente. Una bala
destrozó su parte superior, arrancándoselo de la mano.
—Lo tengo. Está a las tres en punto. En lo alto. En esa ladera. —Rose mantuvo su
rumbo hacia el barranco, como si aún no tuvieran ni idea de la posición del
francotirador—. Y ahora que lo sabes, Kane, esa bala pudo haberte arrancado la
cabeza.
—Vale, ya lo pillo. —Había esperado que el primer disparo del francotirador
hubiera sido un fallo a propósito—. Creo que no tienen ni idea de quién soy, Rose. Es
posible que piensen que soy Carlson sacándote a hurtadillas. Whitney colocó a sus
perros guardianes sobre Carlson y Fargo. Han eliminado a Fargo, así que vienen
detrás de mí.
—Estoy de acuerdo en que eso lo ha hecho el hombre de Whitney. —Exclamó Rose
a su espalda—. Así que si nos conduce hacia el cañón y fuera de alcance, ¿qué
significa eso?
Kane tuvo la inquietante sensación de que sabía lo que significaba. Whitney tenía
un equipo esperándolos. No se molestó en contestar a la pregunta. Rose también
sabía lo que significaba. Por supuesto que Whitney todavía no tenía forma de saber
que Rose había dado a luz a Sebastián. Pensarían que todavía estaba embarazada.
Con el cártel detrás de ellos y el francotirador conduciéndolos en una dirección, Kane
estaba seguro de que Whitney estaba desplegando —o ya había desplegado— más
hombres en la zona de combate.
—El cañón ofrece la única cobertura viable y no podemos correr en esta cosa para
siempre. Tenemos municiones suficientes para darle una buena pelea y puedo
eliminar a una buena parte de los vehículos y hombres del cártel cuando acorten la
distancia. Olvídate de tentarlos para que abran fuego de nuevo. Conduce derecha al
barranco.
—Podríamos estar conduciendo directamente hacia los hombres de Whitney.
Kane se encogió de hombros.
—Entonces tomaremos posiciones allí. Creo que tendremos más de una
oportunidad. De otra manera, todo lo que tienen que hacer es esperar a que nos
quedemos sin gasolina y luego sin agua. Tenemos que pensar en Sebastián, Rose.
Dirígete hacia el cañón.
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Ella asintió y mantuvo el rumbo con el Hummer dando tumbos sobre el desigual
terreno, seguida a lo lejos por una retahíla de luces saltarinas mientras el cártel los
seguía.
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Capítulo 10
El cañón estaba a varios kilómetros a través del campo abierto, pero era su única
cobertura. El Humvee M1165 con blindaje de fragmentación incluía cristales
antibalas de 5 centímetros de espesor. Sólo las puertas pesaban unos buenos ciento
catorce kilos. Junto con el sistema de lo más moderno de CROWS montado en el
techo tenían potencia de fuego y protección, pero poca velocidad.
A Kane le gustaba la idea de permanecer dentro del Hummer ahora que tenían a
la mitad del cártel tras sus culos, así como a un francotirador y observador. Con el
sistema CROWS, la plataforma de armas teledirigida montada encima del vehículo,
un tirador podía sentarse en el vehículo y utilizar el mando, observando la acción a
través de una pantalla de televisión. El sistema tenía la capacidad de hacer zoom,
usar visión nocturna, infrarroja, diurna o sensores de calor, con algunas armas muy
potentes. Si era necesario, y esperaba que no lo fuera, podía desconectarlo y utilizar
el sistema manual.
—Vienen detrás de nosotros —dijo.
Las balas rociaron la parte trasera del Humvee. El primero de los vehículos del
cártel había adelantado a los otros y estaba dentro de la distancia de tiro. A lo lejos
oyeron una explosión enorme y el suelo se sacudió. La explosión pareció provocar
varias detonaciones más pequeñas. Kane vio una larga nube con forma de
champiñón alzándose sobre el desierto en dirección hacia la casa subterránea de
Diego Jiménez.
—¿Qué coño fue eso? —preguntó.
Rose le disparó una mirada furibunda.
—Eso fui yo estando cabreada. Si el cártel, o los hijos de Diego, pensaron que iban
a usar su casa y el túnel, o cualquiera de las armas que consiguió de Whitney, mejor
que piensen en otra cosa.
—Recuérdame que nunca te enfade —dijo él.
—No me traiciones jamás.
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Kane le sonrió.
—Eres tan malditamente sexy, soldado hermosa2, especialmente cuando vuelas
todas esas cosas y me asustas.
Ella frunció los labios e hizo como si lo besara.
—Sólo una advertencia amistosa.
Él se rió en voz alta.
—Sólo para que lo sepas, soy del tipo celoso.
Rose levantó la ceja.
—Buen momento para decírmelo. Pensaba que iba a tener muchos amantes.
Adivino que no.
—Jodidamente mejor que supongas que no.
Un proyectil de calibre pesado bamboleó el Humvee. Rose se agachó y mostró los
dientes, echando fuego por los ojos.
—Comprueba al bebé y luego enséñale a ese idiota una lección de modales.
—Adoro tanto cuando te comportas como un soldado conmigo.
—Deja de coquetear conmigo y haz el trabajo.
—Tú has empezado volando la casa —indicó Kane como un santurrón.
Obedientemente echó una mirada a Sebastián. Los botes del Humvee no parecían
molestarlo, aunque abrió los ojos para mirar a su padre por unas rendijas estrechas y
somnolientas.
—Estamos bien, hijo —tranquilizó Kane—. Mami es una conductora terrible, pero
se está divirtiendo así que lo dejaremos pasar por esta vez.
La boquita de Sebastián se curvó en una sonrisa y cerró los ojos.
Kane se acomodó delante de la pantalla con la mano en la palanca de mando. El
camión más ligero y más maniobrable saltó a la pantalla. Había un hombre en la
parte trasera con una ametralladora. Otro estaba pegado al techo con un
lanzacohetes. Un tercer hombre asomaba por la ventanilla del pasajero con lo que
parecía ser una granada en la mano. El conductor, con una mirada de determinación
en la cara, luchaba con el volante mientras los neumáticos botaban sobre el terreno
áspero.
2
En español en el original.
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—Si tenemos la misma respuesta, Whitney puede haber sabido que eso es lo que
haríamos.
—O adivinó que haríamos lo que hemos hecho —indicó él, riéndose—. Podríamos
jugar a este juego toda la noche.
—Dispara ya —ordenó.
Kane se puso en acción, comprendiendo su intención, pero la boca se le secó.
Conocía las capacidades del vehículo, pero no de la conductora. Planeaba que él
abriera un sendero para ellos y los engañara. El Humvee era demasiado pesado en la
parte superior por las armas montadas allí. No quería que la maldita cosa volcara.
No obstante, hizo varios disparos para volar las rocas y árboles fuera de su camino,
despejando un áspero sendero para ellos.
En vez de tratar de ir directamente abajo, Rose orientó el vehículo para tomar la
pendiente con una leve inclinación. En el momento que Kane se dio cuenta de lo que
ella quería, fue capaz de despejar el camino mucho más fácilmente.
Tres de los vehículos del cártel siguieron al Humvee. Uno de los camiones escogió
el sendero fácil y condujo directamente hacia el campo de minas que los hombres de
Whitney habían colocado. La explosión, aunque no diseñada para destruir, eliminó la
parte de las ruedas. El camión saltó en el aire y cayó de lado. Un hombre salió
volando por la parte trasera y aterrizó con fuerza, no se movió. El que estaba sujeto
en el techo colgaba boca abajo e hizo un pequeño esfuerzo por moverse. El conductor
y el pasajero estaban vivos, chillando sin descanso.
Tres de los hombres de Whitney saltaron con armas automáticas, disparando
indiscriminadamente y cargándose a los cuatro hombres. Instantáneamente, Kane
hizo un zoom de sus posiciones. Con la distancia que tenía con el arma, podía
disparar a su nido sin dificultad. El tercer tirador volvió a disparar desde la
seguridad del escondite, así que Kane cambió su atención sobre él y le envió un par
de presentes. Las explosiones mecieron la tierra y acallaron las armas.
—¡Kane!
La voz de Rose devolvió su atención de vuelta al camino escogido. Giró para
centrar inmediatamente el arma delante de ellos, abriendo con fuego un camino por
la pendiente imposiblemente escarpada. Las rocas y los grandes arbustos cedieron a
los árboles y a la espesa maleza. Ella condujo lentamente, consciente de los vehículos
restantes que los perseguían, aunque tenían tracción en las cuatro ruedas, eran
mucho más ligeros y estaban mal equipados para viajar por una ruta tan difícil. No
sería bueno suavizar el camino con armas de fuego pesadas. Habían optado por la
caída abrupta y tenían que confiar en el vehículo que los llevaba a las profundidades
del cañón.
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balanceando el M2 calibre 50 hasta que tuvo a los dos hombres que despezaban el
riachuelo a la vista. Envió tres series y balanceó el arma para volver a proteger su
flanco mientras uno de los jeeps más ligeros del cártel caía detrás de él.
Vaciló. El jeep atraía el fuego de los hombres de Whitney. El segundo vehículo, un
jeep rojo, huía y avanzaba marcha atrás por la cuesta escarpada. Por un momento
pareció que el jeep rojo lo lograría acelerando, pero luego se atascó, parándose. El
pasajero salió con dificultad, alejándose tanto como pudo del jeep y trepando para
cubrirse, todavía agarrando el rifle. A cámara lenta el jeep volcó, estrellándose contra
el suelo, rodando, acelerando por el ímpetu. A mitad de la cuesta, el conductor yacía
aplastado y roto, su cuerpo extendido sobre un montón de piedras. El jeep golpeó
una roca que sobresalía y salió volando.
Uno de los hombres de Whitney lo golpeó con un cohete en mitad del aire,
convirtiendo el vehículo en una llameante pelota roja anaranjada. La explosión hizo
llover metal y metralla. Detrás de ellos, el jeep del cártel se acercaba con uno de los
hombres medio de pie, agarrado a la barra antivuelco, como si estuviera
considerando saltar al techo del Humvee.
—Claramente es un psicópata —dijo Kane en voz alta.
—¿Has considerado dispararles? —preguntó Rose.
—No, nos proporciona un poco de cobertura.
Las tripas de Kane cayeron en picado, endureciéndose de repente en una serie de
nudos. El vello de los brazos se le erizó.
—Sácanos de aquí, Rose.
—En caso de que no lo hayas notado, eso es lo que trato de hacer. —Lo fulminó
con la mirada.
—No, quiero decir del lecho del riachuelo.
—¿Cómo se supone que voy a hacer eso? No tenemos exactamente muchas
opciones, Kane.
Kane ignoró la mordacidad de su voz. El vello de su nuca hormigueaba, como
hacían los pelos del bigote de un leopardo, una clase de radar, y en este momento,
aunque no se lo podía explicar a ella, sabía que su sistema de alarma le estaba
chillando.
—Hazlo, joder, Rose. No me importa cómo. Sácanos de aquí.
Giraba constantemente, buscando la amenaza. Todo en su interior le instaba a
sacar a Rose y a Sebastián del Humvee.
—¡Ahora, maldita sea!
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Había algo justo adelante, donde el lecho del riachuelo empezaba una curva
amplia y lenta. Esforzó los ojos para tratar de ver, casi levantándose y estirando una
mano instintivamente para proteger a su hijo, pero el sentido de urgencia era tan
fuerte que cubrió al niño y el asiento blindado provisional del coche con su propio
cuerpo.
Bruscamente el Hummer dio bandazos mientras Rose luchaba con el volante,
haciéndolos subir sobre un conjunto imposible de piedras. Kane se balanceó para
mirar detrás de ellos, todavía protegiendo a Sebastián. Incapaz de seguir, el jeep del
cártel continuó unos pocos metros más y de repente desapareció como si nunca
hubiera existido, cayendo a un gran cráter con un sumidero de unos buenos treinta
metros.
Rose juró cuando el Humvee se meció de un lado a otro, esforzándose por trepar
sobre los espesos matorrales y la pendiente rocosa.
—No podemos subir recto —dijo—. Intentaré subir poco a poco pero empiezan a
disparar... —Se calló bruscamente cuando la ladera encima de ellos estalló y piedras
y tierra llovieron sobre ellos—. Eso es lo que temía. No podemos volver a ese lecho,
Kane. Nos atraparán.
Kane ya había vuelto a su asiento con la mano en el joystick. Iban a tener que
abrirse camino disparando.
—Sigue moviéndote hacia delante, incluso si es corriendo por el banco.
Ella obedeció.
—Estamos terriblemente cerca de ese sumidero, Kane, y pesamos mucho más.
—Lo sé, cariño. —Centró la pantalla en el fusil de morteros que causaba estragos
por encima de ellos—. Cuando diga adelante, sube unos metros y sigue un rumbo
paralelo.
Disparó al mortero y a su alrededor, disparando ronda tras ronda,
proporcionando cobertura.
—Ahora, Rose. —Siguió disparando, golpeando el área para evitar que
agujerearan la pared de cañón y destruyeran cualquier sendero que pudieran
encontrar para salir de allí o rodear la fortaleza que los hombres de Whitney habían
establecido.
Rose ya los estaba llevando hacia delante traqueteando, el Humvee rodaba sobre
la espesa maleza aplastando la tierra desplazada.
¿Dónde coño estás, Mack? Porque si su equipo no había recibido el mensaje alto y
claro que había dejado para ellos en el desierto, él, Rose y Sebastián iban a tener que
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Christine Feehan Juego Despiadado
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Christine Feehan Juego Despiadado
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artillero les había ayudado despejando el sendero y al mismo tiempo forzando a los
soldados que se acercaban tratando de rodearlos, a que retrocedieran.
Rose embistió a través de los escombros y el humo, volviendo al sendero y
conduciendo directamente hacia el grupo más cercano de soldados vulnerables. Kane
los golpeó con series pesadas, forzándolos a retirarse.
Entramos rápidamente por el este, Kane, avisó Mack. ETA, tres minutos.
Aviso que hay un pájaro en el cielo.
Roger.
—Vienen por el este, tres minutos —repitió en voz alta para Rose—. Casi estamos
allí, cariño.
—¿Cómo demonios van a sacarnos de aquí?
—Treparemos. Directamente hacia arriba, cielo. Los chicos de Whitney no te
dispararán ni a ti ni a Sebastián.
—¿Estás loco? ¿Subiremos al helicóptero por una cuerda con la corriente de las
aspas, francotiradores disparando al azar y un bebé?
Kane le sonrió.
—Suena como una cita divertida, ¿verdad?
Rose sacudió la cabeza pero una pequeña sonrisa de respuesta le curvó la suave
boca.
—Estás realmente loco. Mejor confía en que Whitney nos quiera tanto como crees.
—Mis chicos pueden mantener la paz —dijo Kane con absoluta confianza.
El Humvee trastabilló sobre el terreno agujereado mientras se dirigía tenazmente
hacia el este y la libertad. El primer helicóptero había dado un rodeo y estaba
entrando para otro intento.
¿Esta es una fiesta exclusiva, o puede unirse cualquiera?
La voz de Mack McKinley llenó su mente.
Un segundo helicóptero irrumpió en el cielo nocturno, silencioso y mortal, sin
ninguna luz de posición. Por la puerta abierta, un cohete atravesó como un rayo la
oscuridad, dejando un rastro de vapor, buscando un objetivo.
El helicóptero enemigo trató de maniobrar, pero fue demasiado tarde; el cohete
estaba encima de ellos. El helicóptero explotó, haciendo que llovieran restos y llamas
en todas direcciones.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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Christine Feehan Juego Despiadado
Javier Enderman… bien, sólo miraba a donde quería disparar y eso era tan bueno
como apretar el maldito gatillo.
Rose abrió la pesada puerta del techo y sacó la cabeza con cuidado. Una vez que
agarrara esa cuerda, estaría comprometida. Kane esperó vacilación. Ella no conocía a
los hombres del helicóptero como él, pero no hubo dudas y eso le dijo mucho de ella.
Una vez que se decidía, lo llevaba hasta el fin. Se había puesto unos guantes finos y
atrapó la cuerda, enrollándola en un pie.
Subió tan rápido como pudo. Era fuerte, después de todo era una Caminante
Fantasma, pero era un blanco facilísimo y esperaba que alguien le disparara en
cualquier momento. La corriente de las aspas del helicóptero era infernal. La cuerda
giró un poco y eso dificultó mantener a Sebastián lejos de la amenaza más grande.
También utilizaban un sistema de polea, lo que ayudaba a que la cuerda subiera aún
más rápido.
Estaba a medio camino antes de darse cuenta de que la noche se había quedado
sorprendentemente silenciosa. Nadie en el suelo les disparaba. Ni un solo soldado,
como si se hubiera declarado un alto el fuego y todos lo respetaran. Subió más
rápido, atemorizada de que el silencio fuera la calma antes de la tormenta.
Un hombre la agarró por la cintura y la metió en el helicóptero, arrastrándola al
interior más profundo, sin soltarla hasta que se estabilizó. Sin apenas mirarlo, desató
al bebé tan rápidamente como fue posible, buscando el lugar más seguro y más
protegido que pudiera encontrar. Utilizó el chaleco para construir una barrera a su
alrededor. Fue rápida, sus movimientos eficientes mientras se giraba, soltaba el rifle
automático que llevaba alrededor del cuello por la correa, y daba un paso hacia la
puerta para proporcionar cobertura a Kane.
—Diez en punto a su lado, Gideon —ladró alguien.
Gideon despidió sin vacilar, el disparo resonó en la noche.
—Abajo, Top. Estamos listos.
El estómago se le apretó. Todos iban a disparar a Kane. Estos hombres y ella
tendrían que mantener a los tiradores lejos de él. Se puso el rifle al hombro y miró a
través de la mira. Sólo habían pasado segundos, pero parecía una eternidad.
Sube rápido, Kane. Intentó no mostrar en la mente su temor por él. Te estamos
esperando.
Sólo estoy esperando a que Top me dé vía libre, cariño. Ahí estaré.
Su voz era tranquila, pero ella sabía que lo sería. Muy poco parecía sacudir al
hombre.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Tiene que ser más fácil que ayudar a dar a luz a un bebé, ¿verdad? Se burló él con risa en
su voz.
Los nudos en el estómago de Rose se apretaron con terror. La boca se le secó. Ella
era tan estable como una roca en el combate, nada la perturbaba, pero en el fondo se
sentía nerviosa.
Malditamente cierto.
Subiendo, cielo. Top me ha dado la palabra.
Miró hacia abajo, aunque sabía que no debía, para ver a Kane subir agarrando la
cuerda. Nunca había visto a un hombre subir tan rápidamente. Mano sobre mano,
iba directamente arriba mientras la corriente de las aspas del helicóptero hacía volar
la cuerda en un frenesí giratorio, no era casi tan malo como con su peso más ligero.
La fuerza de Kane estaba más allá de su comprensión y tuvo que forzarse a mirar
fijamente a través de la mira para protegerlo.
Estaba a medio camino del helicóptero cuando dos de ellos junto con ella
empezaron a disparar rápidamente. Marcó a un soldado que levantaba su rifle y
disparó, viéndolo caer. Sonó una lluvia de disparos y el helicóptero dio un tirón.
Jadeó y miró abajo. Kane estaba justo en la entrada, estirándose con una mano
para empujarse dentro. Ella nunca oyó la bala que lo desgarró, pero vio su cuerpo
mecerse hacia atrás, lejos del helicóptero, y lanzándose hacia delante le agarró la
muñeca con ambas manos.
¡No sueltes esa cuerda! Rose puso cada gramo de fuerza que tenía en su voz.
Había sangre por todas partes, por todo él. Era demasiado pesado, muy pesado y
ella no tenía tiempo. Uno de los hombres a su lado se asomó con ella y lo agarró por
debajo de los brazos.
—Disparad a ese jodido bastardo —llegó la orden desde detrás de ella.
—En ello, Top —dijeron dos voces simultáneamente.
Kane estaba inconsciente, pero cuando la bala golpeó el instinto le había hecho
agarrarse a la cuerda, su única cuerda salvavidas, con la mano restante. Tuvieron que
hacer palanca en la mano cerrada. Antes de que el francotirador pudiera disparar
una segunda vez, al menos dos hombres detrás de ella dispararon por encima de su
cabeza.
No tuvo tiempo de identificar al hombre que a su lado evitaba que Kane cayera a
la muerte.
—Mételo. Mételo. No tenemos tiempo. Prepara una transfusión. Vamos. Vamos.
Necesito un kit médico. Abre uno rápido, saca el yodo.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Puso cada gramo de fuerza que tenía en ayudar al hombre que estaba a su lado
metiendo el peso muerto de Kane en el helicóptero. Lo arrastró dentro y lo tumbó,
trepando para arrodillarse a su lado sacó el cuchillo. Cortó sus ropas, exponiendo el
vientre. La bala había desgarrado el abdomen y rebotado por el pecho.
—Métele una aguja antes de que las venas colapsen —dijo con brusquedad, sin
mirar a los hombres de caras serias que la rodeaban. Todo su ser estaba centrado en
salvar a Kane y sólo tenía minutos. Las palmas le ardían, quemaban,
intolerablemente calientes.
—Yodo. Deprisa, viértelo sobre su vientre, mis manos y el cuchillo. —Las tendió e
incluso mientras lo vertían ella cortó la carne de Kane.
Alguien —otra vez no sabía quién ni le importó, se apretó contra su espalda y
colocó una hoja firmemente contra su cuello, una amenaza que uno no debía ignorar,
pero ella lo hizo. Si el bastardo quería matarla, que así fuera, pero ella no iba a perder
unos segundos preciosos tratando de hacerle comprender. No había modo de
explicar cómo había sabido en el momento que colocó las manos sobre Kane que la
arteria estaba desgarrada y que estaba sangrando rápidamente, demasiado
rápidamente.
Todo alrededor de ella se desvaneció hasta que estuvo en ese túnel profundo
donde sólo estaban sus manos respondiendo a las necesidades de un ser humano
críticamente herido. Ya sentía que la energía aumentaba dentro de ella. Las puntas de
los dedos hormigueaban y ardían. Hundió las manos en el cuerpo de Kane,
encontrando infaliblemente la arteria. La agarró entre los dedos, resbaló a causa de
toda la sangre y tuvo que pescarla otra vez. La arteria se sentía como un tallarín, o
peor, un calamar. No era delicada a menos que se permitiera pensar en fallar.
—¿Qué coño estás haciendo? —preguntó una voz.
—No la distraigas.
Ese tenía que ser el sargento mayor de artillería. Podía decirlo por su voz. Sonaba
como si estuviera muy lejos, pero ella era consciente de todo ellos en algún nivel.
Podía oír sonidos. Respiraciones jadeantes. Las aspas del helicóptero. El susurro
mientras uno de los hombres alimentaba plasma a través de una IV, sosteniendo la
vena abierta para la sangre salvadora, si sólo pudiera hacer esto. Sí. Ahí estaba. Oh,
Dios, lo tenía.
Vive, Kane. No nos dejes solos.
Sintió los bordes y los juntó, cerró los ojos y haciendo una inspiración lenta y
profunda envió calor curativo, un calor abrasador atravesó sus venas y salió por los
dedos de las manos. Tuvo que fundir los bordes juntos, pero era un trabajo delicado
evitar que la sangre manara mientras pegaba con calor los bordes cortados.
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Christine Feehan Juego Despiadado
El calor intenso le quitó la respiración, pero aguantó. Por un momento todo fue
oscuridad, y sólo hubo estrellas y una sensación debilitante. El estómago se le
revolvió. Advirtió la sangre por toda su ropa, por las manos en el interior de Kane.
La sangre le llegaba hasta los codos. No podría arreglar el resto del daño hecho a los
órganos, pero tenían una oportunidad de mantenerlo vivo hasta que el cirujano se
encargara, si ella podía aguantar.
—De prisa. Utilízame para la transfusión. Whitney siempre formaba parejas con
sangre compatible. —Ahora era su propia voz la que venía de muy lejos, o quizá de
un agujero muy profundo—. Que tu cirujano se reúna con nosotros. Y por amor de
Dios, deprisa. Tiene que estar preparado para operar dondequiera que aterricemos.
¿Puedes hacer eso?
—El doctor estará allí.
Giró la cabeza cansadamente y se encontró con un par de fríos ojos negros
rodeados por unas pestañas absurdamente largas.
—¿Quién tiene a mi bebé?
—Lo tengo yo, ma’am —dijo otra voz—. Ethan Myers. Usted debe ser Rose.
Ella estaba demasiado cansada para indicar lo obvio o incluso mirar. El cuchillo
desapareció lentamente de su garganta. Sólo entonces sintió la picadura leve. La
amenaza había sido demasiado real. Se las arregló para mirarlo por encima del
hombro. Reconoció al llamado Javier. La muerte le devolvió la mirada. No había
expresión en esa cara.
—Rose —el hombre con los ojos oscuros dijo su nombre suavemente, el hombre al
que se referían como Top—. Javier va a sujetarte por la espalda mientras hacemos
nuestra parte. ¿Puedes aguantar?
—Sí. —Porque no había ninguna otra elección. Ninguna. Si no lo hacía, Kane
estaba muerto.
—Estoy poniendo la aguja. La sentirás. Soy Mack McKinley, por cierto.
—Sólo hazlo. ¿Estás seguro que el bebé está bien?
Ethan contestó:
—Está bien. Parece muy despierto. Sigue girando la cabeza hacia el sonido de tu
voz.
El olor de la sangre le producía nauseas. Se sentía como si se estuviera bañando en
ella. Iba a tener pesadillas durante el resto de su vida, pero era la sangre de Kane y
no iba a perderlo.
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Christine Feehan Juego Despiadado
¿Me oyes? No te perderé. Oyó el pequeño sollozo interno y esperó que no hubiera
perdido el control delante de los otros. Ahora no, no cuando estamos tan cerca. Aguanta,
Kane. Sólo un poco más. Lucha por nosotros. Lucha por mí.
Su cuerpo temblaba mientras el helicóptero se hundía y saltaba, volando
rápidamente sobre el desierto. Podía sentir cómo el calor se drenaba de su cuerpo y
fluía al de Kane. Estaba segura de que estaba sentada recta hasta que de repente
sintió que Javier deslizaba un brazo alrededor de la cintura y la apoyaba con cuidado
contra su pecho. Pensó confusamente que era mucho más fuerte de lo que
aparentaba. A lo lejos, Mack McKinley, el que llamaban Top, estaba ladrando
órdenes por la radio.
Tiritó, el frío se arrastró por sus huesos. Javier le frotó los hombros.
—Sostenlo un poco más. No lo sueltes.
No, no podía dejarlo ir, porque su frágil reparación estallaría, y Kane se
desangraría antes de que pudieran llevarlo al cirujano.
Fue vagamente consciente del helicóptero aterrizando. De los hombres sombríos
que la rodearon, ayudando a levantar a Kane a una camilla y acomodándola con él.
Ella nunca le dejó ir, ni siquiera cuando rodaron a la tienda estéril erigida
apresuradamente y los médicos y las enfermeras le miraron las manos manchadas de
sangre en el interior de Kane.
Los miró con sus máscaras y batas, atemorizada de entregárselo.
—Todo está bien, Rose —dijo Mack suavemente—. Lo tenemos.
El frío la tomó entonces, como siempre hacía cuando utilizaba este talento
particular, deslizándose dentro de ella, congelándola de dentro afuera. Los dientes
comenzaron a castañetear y no pudo mover su cuerpo tenso, como si cada músculo
estuviera completamente congelado.
—Deja que se lo lleven —dijo Mack otra vez—. Ella le está sosteniendo, doctor.
Un par de manos entraron a la vista y Javier levantó a Rose.
—Deja que se vaya —susurró—. Estará a salvo. —Esos ojos oscuros y mortales
saltaron hacia el médico—. ¿Verdad, doctor?
Esas palabras suavemente dichas penetraron en ella y soltó a Kane en manos de
extraños.
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Capítulo 11
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almacén anexo, así como dos al otro lado de la calle. Ya estaban en marcha las
negociaciones para tratar de adquirir el edificio de apartamentos frente a ellos.
Estaban construyendo una fortaleza, un complejo que podrían defender fácilmente,
uno con múltiples rutas de escape: agua, tierra, incluso aire.
Kane abrió los ojos despacio para embeberse de la vista de Rose. Llevaba una de
sus finas camisas con botones por delante. Envolvía completamente su pequeño
cuerpo. Bajo el material blanco podía ver el contorno de uno de los sostenes de
lactancia que Jaimie había comprado para ella. No veía mucho más. Las piernas eran
esbeltas y proporcionadas, los pies iban descalzos. Acababa de salir de la cama y
alimentar al bebé. Tenía el cabello todo despeinado, justo como a él le gustaba.
Le asombraba con cuanta rapidez ella se había convertido en su mundo. Rose y
Sebastián. Sentía paz cada vez que traía al chico al cuarto y se sentaba calladamente
cuidándolo o simplemente meciéndolo para que se durmiera mientras Kane
convalecía.
Su médico, Eric Lambert, un cirujano renombrado por su trabajo en terapia
genética, era generalmente la primera elección cuando se refería a los Caminantes
Fantasma. Salvó la vida de Jesse Calhoun, un miembro del Equipo Dos, y había
venido inmediatamente en su ayuda cuando lo habían llamado. Ahora parecía que
había salvado también a Kane. El hombre venía casi cada día, ladrando órdenes y
examinando a Kane, pero hasta ahora Rose se había negado firmemente a permitir
que se acercara a Sebastián. Kane encontraba su terquedad secretamente divertida.
Definitivamente, Rose tenía aversión al médico, nunca lo dejaba solo con Sebastián
ni con Kane. Era reservada alrededor de Mack y Jaimie, y del resto de su familia,
pero eso estaba bien para Kane. Todo acerca de Rose estaba bien para Kane.
—Buenos días, dormilón —saludó, inclinándose para rozarle la boca con un
beso—. ¿Cómo te sientes esta mañana?
El corazón de Kane revoloteó. El vientre se le tensó. Su pene ya estaba tan duro
como una piedra. Se había ido acostumbrando a la sensación que ella generaba en su
cuerpo, la inundación instantánea de deseo urgente. Encontraba que adoraba esa
ráfaga. Se sentía vivo. Apretó los dedos en torno a su mano y la atrajo a la boca,
mordisqueando por un momento la piel tibia y sedosa.
—Más que bien. Eric me ha autorizado a entrenar, cariño. No me emocioné. Estoy
un poco dolorido, pero es un dolor bueno.
Ella le dirigió su ceño pequeño.
—Bien, creo que lo intimidaste para que te permitiera volver demasiado pronto.
Casi te mueres, Kane.
—Pero no lo hice. Soy duro. ¿Dónde está Sebastián?
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—Acabo de dejarlo para que eche su siesta. Por fin está engordando. El médico
dice que está en buen estado, teniendo en cuenta que nació prematuro. —Sonrió
burlonamente—. Aunque tuvo que adivinarlo desde lejos. No quiero que sostenga a
Sebastián. Lo he atrapado dos veces con una aguja y un tubo, tratando de sacarle
sangre.
Kane sonrió con total satisfacción masculina.
—Por supuesto que está sano, es mi hijo. ¿No es bastante usual que un médico
extraiga la sangre de un paciente?
Rose puso los ojos en blanco mientras se soltaba de su mano.
—Quería darte las gracias, Kane.
—¿Por el hijo perfecto? —Se incorporó, con cuidado de no respingar. Eso no haría
que ella creyera que estaba bien para el entrenamiento. A ella le gustaba mimarlo, no
es que le importara, pero su familia le estaba dando malos momentos a espaldas de
Rose.
—Bien, por supuesto que por él —asintió con seriedad—. Pero, por primera vez en
mi vida que pueda recordar, no me despierto con miedo. Durante los últimos meses
siempre he estado mirando por encima del hombro, sabiendo que Whitney iba un
paso detrás de mí.
—Mientras esté vivo, cielo, estará respirando en nuestros cuellos. Nunca podemos
olvidar que Sebastián está en peligro.
Ella asintió solemnemente.
—A menos que estemos solos y seguros en nuestra casa, no voy a dejarlo solo, ni
siquiera con los otros.
Kane se detuvo en el acto de balancear las piernas sobre el lado de la cama.
—Rose. Puedes confiar en mis chicos y Jaimie. Son mi familia. Te protegerían a ti y
a Sebastián con sus vidas.
Rose giró lejos de él, un movimiento elegante y fluido que siempre captaba su
atención. Estiró la mano y le agarró de la muñeca, tirando para que cayera contra él.
En un movimiento la giró bajo él y le estiró los brazos por encima de la cabeza con las
manos, sujetándola al colchón.
—He visto esa mirada en tu cara, Rose —murmuró y bajó la cabeza para trazar un
reguero de besos desde el mentón a la comisura de la boca—. Bloqueada, negándote
a aceptar a mi familia en tu mundo. —Le rozó los labios con más besos—. Tan
resistente a la idea de buenas personas ayudando con nuestro bebé.
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mano y le levantó las caderas mientras bajaba hacia ella. Sintió el estremecimiento de
satisfacción que atravesó el cuerpo de Rose incluso antes de soplar aire tibio sobre su
montículo.
Dudaba que ella creyera que él ya estaba enamorado de ella, completamente hasta
el final. Que lo estaba ya antes de permitir que Whitney los emparejara, pero podía
demostrárselo. Con su cuerpo rugiendo y su mente llena de un amor absorbente por
ella, la saboreó. El cuerpo de Rose se estremeció y se sacudió con sólo esa pequeña
atención y él era malditamente bueno en los detalles. Se tomó su tiempo, colmándola
de atenciones con su boca y lengua. Los dedos acariciaron profundamente en su
interior y se retiraron.
No pudo evitar mirar el impotente placer que le vidriaba los ojos. Adoraba esa
mirada. Adoraba poder abrumarla tanto como ella lo abrumaba a él. Nunca pensó
que observar el placer de una mujer le daría tanto a él. Sintió cada estremecimiento,
oyó cada gemido y quejido como música. Las caderas saltaron en su mano, el cuerpo
de Rose se retorció. El néctar caliente fluyó y él la devoró íntimamente,
conduciéndola más y más alto hasta que imploró y exigió tirándole del pelo.
No quería parar. Ella le hacía tener más hambre con sus gemidos y súplicas
desesperados. No había sabido cuán poderoso y satisfecho podía sentirse un hombre
cuando su mujer se sacudía impotente debajo de él, jadeando y rogando la liberación.
La envió sobre el borde cuando oyó que el pánico se arrastraba. Incluso mientras el
orgasmo rompía por su cuerpo, no pudo evitar acariciarla suavemente con su lengua
para compartir la experiencia con ella.
Su cuerpo estaba ardiendo y juraba que una taladradora estaba en proceso de
perforarle el centro del cráneo. La sangre le atronaba en los oídos y golpeaba a través
de su polla. La sensación en la ingle había ido de un dolor lánguido a una palpitación
salvaje, pero extrañamente, se encontró muy satisfecho.
Rose yacía debajo de Kane, su cuerpo más grande extendido sobre el de ella. El
cuerpo de Rose temblaba y se estremecía, las sensaciones eran casi más de las que
podía aceptar. Kane podía hacerle eso, hacerle creer que su cuerpo le pertenecía a él.
Parecía saber exactamente qué lugares acariciar, morder o lamer con la lengua para
obtener el máximo resultado. Le acarició el espeso cabello y lo miró a los ojos. Podía
ver adoración allí, más incluso, amor. La humilló, la sacudió. Apenas podía creer que
un hombre como Kane podía sentirse así por ella.
Rose no sabía nada de la vida fuera del complejo militar donde había sido criada,
y nunca había conocido el amor. Tenía miedo de reconocerlo en los ojos de Kane,
pero era difícil pasar por alto la emoción cuando él la tocaba tan tiernamente. Era
difícil no verlo en el modo en que la miraba. Y era imposible pasar por alto el hecho
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Christine Feehan Juego Despiadado
de que había más que lujuria en la manera que le hacía el amor. Este momento había
sido todo suyo.
Las lágrimas ardieron detrás de los ojos. Había jurado que siempre le diría la
verdad, que le permitiría ver cómo se sentía acerca de él, sin importar el coste para su
orgullo, pero sus emociones eran tan fuertes, tan abrumadoras que cerró los ojos,
incapaz de desnudarse. Ya era tan vulnerable a él.
Él la sostuvo mientras las ondas continuaban atravesando su cuerpo, sin pedir
nada para sí mismo, aunque ella podía sentir la necesidad rugiendo por su cuerpo.
Su erección era gruesa y dura, y latía contra su muslo. Él no hizo ningún movimiento
para saciarse y ella supo que no lo haría. La pondría a ella primero. Siempre la ponía
primero. Ella podría no saber mucho sobre relaciones, pero estaba llegando a conocer
al hombre que había escogido para ser el padre de su niño. Él era más que la
integridad que había visto primero. Más incluso que el honor. Él era un hombre entre
hombres. El hombre que, para ella, les sobrepasaba la cabeza y los hombros a los
demás. Estaba empezando a venerarlo rápidamente.
Kane miró a su cara apartada y vio temblar una lágrima en sus largas pestañas. El
corazón le patinó en el pecho. ¿Le había hecho daño incluso sin penetración?
Inclinándose sobre los codos le enmarcó la cara, manteniéndola quieta.
—¿Qué es, cariño? Dime.
Ella abrió los ojos y todo en él se inmovilizó. Había tanta emoción en esa mirada.
—Hazme el amor, Kane. —Susurró Rose, arrastrando sus brazos esbeltos
alrededor de su cuello, sosteniéndolo contra ella—. Por favor, necesito que me hagas
el amor.
—Lo acabo de hacer —dijo, tratando de no gruñir con su cuerpo duro como una
piedra y su cabeza palpitando con truenos.
—¿No me has oído? —Ese pequeño susurro le robó el corazón para siempre. Ella
enterró la cara en su cuello, la boca encontró ese lugar sensible en la unión de
hombro y cuello—. Sabes lo que deseo. A ti dentro de mí.
—No hasta que hablemos con Eric.
—Dije que estaba bien. —Los labios se deslizaron como seda contra la piel, una
tentación, un milagro.
Kane tembló.
—Lo sé, cariño, pero no quiero correr nunca el riesgo de hacerte daño. No otra
vez. Cuando hacemos el amor no tengo inconveniente en calentarme y sudar, o en
ser rudo o suave, pero me importa herirte. Amarte es hacer que no sientas nada
excepto placer. No puedo sacar la maldita prisión de mi cabeza.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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Christine Feehan Juego Despiadado
—El sol se vertía sobre tu cabello y lo volvía de este asombroso color negro
azulado que nunca había visto antes, y el brillo era increíble. Entonces corriste, Rose,
fluyendo a través del campo, subiendo por la pared, dando una voltereta en el aire y
aterrizando, casi todo en un movimiento. Regresaste al grupo de mujeres riendo
como si hubieras disfrutado del vuelo. Y cuando caminabas, joder, mujer, era un
jodido pecado el modo en que te movías, como la bailarina más sexy. Me olvidé de
toda esa valla alta y sobre lo que significaba. Eras el sol.
¿Cómo podría explicarle cómo se sintió? Era un soldado, un hombre dedicado a su
unidad, a su deber. Era bueno en lo que hacía. Le gustaba la ráfaga que conseguía en
situaciones peligrosas y la satisfacción de una misión completada. Nunca había
considerado que había otro lado en él, un hombre hambriento, bajo el frío y la lluvia.
No había conocido eso de sí mismo hasta ese momento. Ella parecía vivir cada
momento, venerando el sol, levantando la cara hacia la lluvia, abriendo la boca para
atrapar las gotitas. Había sido la cosa más sexy en el mundo para él. Había estado
obsesionado con mirarla, aceptando cada oportunidad de proteger ese lado del
complejo para poder verla.
Había sabido que estaba jugando a un juego peligroso. La probabilidad de
conocerla era pequeña, pero había desarrollado una necesidad por verla cada día,
incluso a lo lejos. Pensó que ocultaba su creciente necesidad muy bien, pero
obviamente Whitney lo supo. Rose le preguntó una vez a Kane cuál era su debilidad
y él le contestó honestamente que ella, Rose. Whitney lo había sabido todo el tiempo.
Kane se dio la vuelta y juntó las manos detrás de la cabeza. Rose hizo lo mismo. Se
tumbaron mirándose los dedos de los pies. El pie de ella tenía casi la mitad del
tamaño del suyo y Kane frotó el suyo contra el de ella, meneando los dedos. Rose rió
y él cerró los ojos brevemente, saboreando el sonido. Entrelazó los dedos de la mano
con los de ella y atrajo la mano a la boca para mordisqueárselos.
—Sabía que salías al campo tres veces al día, el gimnasio una vez y a los edificios
de entrenamiento dos veces al día. Intercambié turnos y dobles guardias para poder
estar donde tú estabas. Me sentí como un maldito acosador, pero después de unas
pocas veces, no pude detenerme.
Ella giró la cabeza, sus oscuros ojos almendrados abiertos de par en par y un poco
sorprendidos.
—¿Antes de que Whitney nos emparejara?
Él le mordió el dedo y luego chupó el mordisco.
—Antes.
—¿Estás seguro que no nos emparejó antes de que me vieras? Porque yo estaba
más o menos, lo mejor que podía, haciendo lo mismo que tú.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Su voz era un poco tímida mientras lo admitía ante él, robándole el corazón aún
más.
—Si hay que fiarse de la reacción del cuerpo, diría que no, Rose. Una vez que él
hizo su cosa, cada vez que me acercaba no podía controlarme, y soy bastante
disciplinado en ese departamento. —Miró hacia su pesada erección—. Todavía no
puedo. Afortunadamente, no quiero.
La mirada de Rose acarició su grueso miembro ávidamente.
—Entonces deja que vea qué puedo hacer para ayudar.
—Quiero estar dentro de ti. Sólo me haces anhelarte más.
La cara de Rose se iluminó y él gimió interiormente. Eso había sido algo
equivocado. Ella se sentó con el pelo balanceándose en todas direcciones, sexy como
el infierno. Gimió, sabiendo que estaba perdido. La mujer lo tenía agarrado y lo
estaba envolviendo alrededor de su dedo meñique, lento pero seguro. Él le asió el
dedo y lo mordió, para tratar de decir sin palabras lo que pensaba sobre ese destino
particular.
Ella rió, se inclinó y lo tomó profundamente en el calor de la boca, sin preámbulo,
sacudiéndolo con pura magia erótica. Lo tragó completamente, bajando la cabeza,
sosteniéndolo con fuerza durante un momento, haciendo trabajar la garganta como si
estuvieran tragando y luego, bruscamente, deslizó los labios con cariño por su
miembro, dando golpecitos con la lengua mientras liberaba la sensible punta. Él vio
las estrellas.
Rose se incorporó, rápidamente se montó sobre las caderas y muy lentamente,
centímetro a centímetro, comenzó a tomarlo dentro de su cuerpo.
—Rose —su débil protesta salió estrangulada. Llevó las manos a las caderas, pero
no pudo encontrar la fuerza para levantarla lejos de él. Ella había sumergido la punta
de su miembro en puro fuego. Abrió la boca otra vez, pero no salió nada excepto un
gemido interminable de placer.
—Sí. —Le sonrió burlonamente—. Eso es lo que pensé que dirías.
—Tranquila entonces, cariño. Tenemos que ir despacio.
Ella le sonrió con su sonrisa misteriosa.
—Prometo que seré tranquila contigo.
Ella echó la cabeza hacia atrás y arqueó la espalda, apoyándose detrás con ambas
manos para estabilizarse mientras continuaba bajando sobre él. Debido a que estaba
dando el pecho sus senos eran grandes para su forma, acentuando la estrecha caja de
las costillas y las caderas esbeltas. Parecía tan salvaje y sexy que Kane apenas pudo
recobrar el aliento, mucho menos protestar.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Rose hizo una espiral perezosa con las caderas, mientras el miembro de él la
penetraba más profundo. El movimiento fue exquisito sobre su polla, un agarre lento
como un puño apretado, cerrándose alrededor de él a cámara lenta, atrayendo su
miembro más profundamente en su vagina apretada, caliente y sedosa. La sensación
era diferente a cualquier cosa que hubiera imaginado, una sujeción ardiente que le
robó aliento y mente al mismo tiempo. Oyó su propio latido del corazón y levantó
una mano para presionarla sobre el corazón de ella y que así latiera en su palma.
Ella se meneó otra vez, un círculo doloroso mientras su cuerpo se abría para él,
aceptando su invasión, tomándolo más profundamente en su refugio. Levantó las
caderas un poco y se dejó caer, sentándose hasta la empuñadura. Kane dejó salir el
aliento de los pulmones de golpe, la fricción envió llamas corriendo sin control por
su sistema. Sentía como si toda su piel crepitara con electricidad.
Entrecerró los ojos y miró cada movimiento, cuando ella empezó a montarlo lenta
y sensualmente. Adoraba el movimiento ondulante de su cuerpo, elegante y sinuosa,
los músculos fluían bajo la piel suave. Sus ojos estaban somnolientos, los labios
separados. Acarició la piel sedosa, incapaz de mantener las manos lejos de ella. A ella
no le gustaba que su leche empezara a fluir, pensaba que era sucio, él adoraba la idea
de ella embarazada y dando a luz a su hijo. La evidencia de ello sólo lo inflamaba
más.
Los senos saltaron hacia él, oscilando suavemente, los pezones duros y
puntiagudos. Parecía tan hermosa con la piel ruborizada y los ojos ligeramente
vidriosos. Su miembro se hinchó aún más con la atención. Estaba más profundo que
nunca, empujando por esos pliegues suaves como pétalos, encontrando resistencia
con cada golpe y conduciéndose para encontrarse con su ritmo descendente. Los
músculos se apretaron alrededor de él, reteniéndolo, provocándole un gemido
estrangulado.
—Me vas a volver loco —susurró, sintiéndose en llamas.
Ella tenía una mirada casi soñadora en la cara, concentrándose en cada golpe
rítmico mientras su cuerpo subía y bajaba. Él reunió fuerza en su cuerpo y cuando
ella empezó a bajar se elevó. Rose gritó, echando la cabeza hacia atrás.
La sensación de llenarla, estirarla, su cuerpo sedoso cediendo de mala gana ante el
acero de su miembro, bañando la cabeza ancha y engrosada llena de sensibles
terminaciones nerviosas con su lubricación femenina abrasadora, era una sensación
incomparable. Sabía que estaba demasiado cerca de la adoración, ¿pero qué
demonios le importaba cuando se sentía de ese modo? ¿Cuando ella tenía ese
aspecto?
—Está bien, cariño —la animó. Las manos cayeron sobre sus caderas, instándola a
mantener el ritmo. No quería que parara nunca. Podía sentir cada terminación
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—Estamos juntos en esto. —La voz de Kane era tan tierna, tan suave que ella casi
sintió el sonido como una caricia derramándose sobre la piel—. Y se volverá
peligroso, Rose. Whitney no nos va a permitir aflojar solo porque nos hayamos
encontrado. Si algo sucede, sabes que yo nunca pararé de buscarte. Te encontraría a ti
y a Sebastián. Iría a por vosotros.
Ella estudió su cara. Él no había levantado la voz. Había una fuerza callada en
Kane. Un centro de acero. Él nunca se echaría atrás, nunca se desviaría del camino
escogido. Tembló, agradecida de que ella fuera su camino escogido.
—Lo sé —contestó, sorprendida de que la convicción fuera fuerte en ella.
—Tienes que confiar en mí, sin importar cómo de mal se ponga, Rose. Podemos
hacerlo si estamos juntos. Eso es el punto principal de un emparejamiento.
Deberíamos tener todas las herramientas para derrotar juntos a cualquier cosa y a
cualquiera en una batalla. Él manipuló nuestro ADN y nos realzó tanto psíquica
como físicamente para que encajáramos en toda situación concebible, así que juntos
somos fuertes.
Whitney siempre fue la figura todopoderosa en la vida de Rose. Ella nunca había
imaginado la idea de derrotarlo. Huyó, pero en el fondo de su mente había aceptado
la idea de que al fin se apoderaría de ella otra vez. Quiso hacerlo tan difícil como
fuera posible, y si podía, ocultar al bebé donde Whitney nunca pudiera encontrarlo.
Aceptó incluso que Whitney podría matarla por sus acciones, pero siempre supo que
él era una gran amenaza oscura que finalmente la encontraría.
Ella estiró la mano y se frotó el tatuaje al que había cogido tanto cariño.
Instantáneamente Kane cubrió la mano con la suya.
—¿Le has hablado a Mack o a Javier acerca del satélite?
Asintió inquietamente.
—Javier y Jaimie pasaron algún tiempo mirándolo. No lo he mencionado porque...
bien... —Su voz se apagó. La verdad era que Whitney ya sabía dónde estaba y Kane
había estado inconsciente mucho tiempo. El tatuaje había llegado a ser el menor de
sus problemas.
El médico, del que desconfiaba desde el principio, había realizado una cirugía de
tres horas mientras ella caminaba, casi inconsolable, fuera de la puerta de la sala de
operaciones provisional. Las últimas semanas había estado inmersa en cuidar de
Kane y el bebé, y por una vez en su vida, no se había permitido pensar en nada más,
ni siquiera en la amenaza de Whitney.
Jaimie McKinley, que poseía el edificio, había sido agradable con ella, comprando
ropa y artículos para el bebé, pero nada importaba excepto la recuperación de Kane.
Apenas se había forzado a dormir un poco, atemorizada de que si cerraba los ojos, él
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moriría. Había mantenido a Sebastián con ellos cada minuto, indiferente a que el
médico deseara que descansara o a que todos se habían ofrecido para cuidar al bebé
por ella. En vez de aceptar ayuda, lo había mantenido a su lado.
Jaimie traía comida y los hombres asomaban la cabeza constantemente para
comprobar a Kane, pero trató de ignorarlos, aterrorizada pero decidida. No quería
admitir que no había sido exactamente cooperativa con sus amigos.
Una luz estroboscópica se encendió, destellando en el dormitorio, una señal de
que la puerta principal había sido abierta. Automáticamente se deslizó lejos de Kane
y alcanzó la bata y el arma que mantenía a centímetros de las puntas de los dedos.
—Cariño, nadie tiene el código excepto la familia —dijo Kane—. No puedes
romper los códigos de Jaimie.
—No obstante. —Se arrastró en silencio por el suelo y se paró a un lado de la
puerta con el arma preparada.
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Capítulo 12
—El doctor Lambert está aquí para echarle un vistazo al bebé, Rose —gritó Jaimie
McKinley, llamando a la puerta del salón mientras la abría—. ¿Estás decente?
Rose apretó más fuerte el arma y le echó a Kane una mirada ansiosa.
—¿Por qué tiene que seguir controlándolo? —siseó, indignada—. Es un bebé
normal. Ese hombre actúa como si le fueran a crecer cuernos y cola por la manera en
que insiste todo el tiempo.
—Se buena —dijo Kane, saliendo de la cama—. Sebastián duerme pacíficamente.
—Respingó un poco mientras avanzaba hacia el cuarto de baño—. Ofréceles café. —
Sacó la cabeza por la puerta—. Pero ponte algo de ropa primero. No quiero tener que
matar a nadie.
—Ofréceles café —murmuró Rose para sí y se deslizó en su ropa tan rápido como
pudo. Estaba sucia. El semen le bajaba por los muslos y la leche le goteaba de los
pechos. Corrió a la puerta del cuarto de baño—. No puedo… —Se calló, viendo la
risa en los ojos de Kane. Él se había puesto un par de vaqueros y le sonrió,
burlándose.
—Estás tan horrible. —Bajó la cabeza para depositar un beso en su boca levantada
mientras pasaba por delante—. La ducha es toda tuya.
Ella lanzó una mirada ansiosa al bebé durmiente.
—No quiero que toquen a Sebastián sin mí delante.
Kane parpadeó bajando los párpados para borrar y cubrir su expresión y luego los
subió para encontrarse con sus ojos.
—¿Ya está saliendo la confianza por la ventana?
El remordimiento y la culpa casi la aplastaron, pero no iba a mentir.
—No confío en ellos. Sé que los conoces desde hace mucho, pero yo no. Por favor
se paciente conmigo, Kane.
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—Jaimie es de la familia, una hermana para mí. Iría al infierno por mí, por
nosotros. No conozco bien a Eric, pero siempre ha sido el médico de los Caminantes
Fantasma —dijo Kane—. No espero confianza instantánea de tu parte para los otros,
Rose, pero espero que tengas una mente abierta en lo que se refiere a mi familia.
Asintió, apretando la jamba con los dedos hasta que se pusieron blancos. Odiaba
decepcionarle.
—Lo intentaré. —Era lo mejor que podía hacer. Por ahora no podía soportar que
Sebastián estuviera en manos de extraños sin su presencia.
Se mordió con fuerza el labio, más agitada de lo que se daba cuenta. Dolía saber
que podría estar decepcionándolo, pero no podía permitirse entregar su hijo a
extraños, ni siquiera con Kane mirando. Él no los veía como amenazas, así que sería
fácil que raptaran al bebé. Él no estaba esperando eso.
Kane retrocedió, sus pies descalzos no hicieron ruido sobre el suelo. Ella lo miró
acercarse con el corazón palpitando con fuerza, hasta que se cernió sobre ella. De
cerca, Kane era intimidante, pero sus manos fueron amables cuando le enmarcó la
cara y se inclinó para besarle la boca.
—Sebastián es demasiado importante para correr riesgos. Si en algún momento
temes por su seguridad, quiero que te fíes de tus instintos. Hablo en serio, Rose.
Nunca me molestaré porque estés protegiendo a nuestro hijo.
Ella habría envuelto los brazos alrededor de él y lo habría abrazado con fuerza,
pero todavía le goteaba la leche y estaba hecha un desastre.
—Me esforzaré en conocer a Jaimie —prometió.
—Sé que lo harás. —La confianza en su voz la calmó. Quizá él la conocía mejor
que ella misma.
Kane separó de mala gana las manos de la cara, en vez de acariciarla como estaba
inclinado a hacer. Estaba descubriendo que los visitantes podían ser un autentico
incordio, cuando todo lo que quería hacer era rendir culto al cuerpo de Rose. Y
besarla. Adoraba su boca, ese paraíso suave, tímido y aterciopelado donde podía
perderse durante horas.
Se inclinó sobre la cama del bebé. Jaimie había encontrado una pequeña cuna y el
chico dormía pacíficamente, ignorante de que su madre estaba trastornada por la
compañía. Tocó la mano del bebé, consciente de que Rose lo miraba sin moverse,
esperando a ver si cogía a Sebastián y lo llevaba al otro cuarto. Estaba desnuda
debajo de la bata, no era el mejor atuendo para seguirlo fuera de la sala, pero ella no
hizo ningún movimiento, sólo se mantuvo totalmente inmóvil.
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—Date otra semana —advirtió Eric Lambert—. Casi te mueres, Kane. Deberías
haber muerto. —Echó un vistazo hacia el dormitorio, y como Jaimie, bajó su voz—.
Daría lo que fuera por saber qué hizo ella para salvarte la vida. Deberías haberte
desangrado internamente.
—Pero no lo hice. Y Jaimie, estás montando un jaleo cuando me has visto cada día
durante las dos últimas semanas.
—En su mayor parte en la cama —se defendió—. O con un bastón. Nada que
pueda recordar te ha mantenido jamás en cama. Fue espantoso.
Eso iba a cambiar. Rose podría mantenerlo en la cama, pero se abstuvo de decirlo.
Sólo el pensamiento de ella duchándose en el cuarto de al lado envió una ráfaga de
calor por sus venas.
Kane forzó su mente a alejarse de su mujer.
—Estaba levantado.
—Con aspecto de fantasma.
Kane le sonrió, fingiendo oscilar como un fantasma. Cuando ella puso los ojos en
blanco, dio un paso para permitirles entrar.
—¿Alguno quiere una taza de café?
—Seguro —dijo Lambert.
Kane miró a Jaimie. Ésta se echó a reír.
—Lo haré, ningún problema, y, mientras estoy en ello, me haré una taza de té.
Kane le sonrió e hizo señas con la mano al médico, indicando que se sentara. Toda
la planta era un espacio abierto con el dormitorio y el cuarto de baño, siguiendo el
plano de la casa de Jaimie y Mack, dos pisos arriba. El espacio era agradable, pero
Kane ya había decidido que necesitarían un segundo dormitorio para el bebé.
Cuando lo tuviera construido, estaba seguro de que Sebastián ya estaría preparado
para él.
—Tu hijo nació prematuro y parece estar prosperando —dijo Eric—. Incluso sin la
ayuda de un médico —agregó deliberadamente—. Debe tener genes asombrosos.
Kane no reaccionó, aunque su cuerpo se puso en alerta. Se recordó que Eric era
médico y especializado en terapia genética. Por supuesto que estaría interesado en
Sebastián y en su progreso. ¿Cómo podría evitarlo?
—Fue pequeño cuando nació, pero con Rose alimentándolo siempre que lo
necesitaba comenzó a ganar peso inmediatamente. Lo pusimos en una incubadora
para mantener su temperatura corporal constante.
Eric se puso cómodo con una expresión complacida en la cara.
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Rose se inclinó contra la puerta cerrada del dormitorio, casi doblándose por el
alivio. Gracias.
Kane mantuvo su mirada en el doctor. Es nuestro hijo. Si no estás cómoda con Eric,
encontraremos a un médico con el que estés cómoda. Conozco a alguien que creo que te
gustará.
—¿Cómo sabes si tuve cuidados prenatales o no? Ni siquiera me lo has
preguntado.
Kane se asustó por la hostilidad en la voz de Rose. Admitía que Eric era
inquietante. No tenía el mejor tacto con los enfermos; era cirujano e investigador, no
médico de cabecera, pero repetidas veces había salvado las vidas de muchos
Caminantes Fantasma.
Salvó mi vida, recordó él tan suavemente como pudo. No pretendía comprender a
las mujeres y sus peculiaridades.
¿Lo hizo? Rose permaneció tercamente donde estaba, los brazos cruzados sobre el
pecho, protegiendo la puerta y observando a Eric como si fuera el enemigo.
Kane le disparó una mirada de advertencia y le tendió la mano. Ella vaciló, pero
su expresión se suavizó y cruzó a su lado, tomándole la mano. Los dedos de Kane se
cerraron alrededor de los suyos y la arrastró a la silla a su lado. ¿Ocurrió algo mientras
estuve inconsciente?
—Creo que empezamos mal —dijo Eric, inclinándose hacia Rose—. No siempre
soy la persona más social. Me han dicho muchas veces que debo ser un poco menos
brusco en mi enfoque con las personas. Trabajo en eso.
Sonó rígido y Kane sintió un poco de lástima por él. Eric era un hombre
inteligente, un genio reconocido en su campo si los diarios médicos eran algo por lo
que guiarse, pero tenía una mente de vía única muy enfocada, como la mayoría de
los investigadores. Tenía que ser difícil para un hombre tan orgulloso trabajar con los
Caminantes Fantasma, hombres superiores física y psíquicamente, pero sin el cerebro
agudo y enfocado. Kane también sabía que sería extremadamente mortificante tener
que disculparse por algo.
Lo atrapé tratando de robar la sangre de Sebastián después de que le dijera que no.
Rose levantó el mentón.
—Tengo problemas con el asunto de la confianza, así que adivino que ambos
somos culpables.
No había nada de reticencia en su voz. Sintió orgullo en su pecho, esparciendo el
calor por su cuerpo. Rose no tenía problemas haciendo concesiones, y sonaba sincera,
pero después de que lo que había revelado, sabía que no estaba próxima a permitir a
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—Creo que lo examinaste ayer. ¿Piensas que su condición ha cambiado entre ayer
y hoy? Está durmiendo, y no voy a despertarlo para que le pinches y lo aguijonees
otra vez.
Un destello de ira cruzó la cara de Eric. Lanzó las manos al aire.
—Puedo ver que no serás razonable —se levantó bruscamente con indignación en
la cara—. Regresaré cuando metas algún sentido en ella, Kane.
Se giró y salió a zancadas, cerrando la puerta detrás de él.
—Eso estuvo bien —dijo Kane y tomó otro sorbo del fortificante café. Miró de una
mujer a la otra—. ¿Queréis decirme qué pasa?
—No realmente —contestó Jaimie y le guiñó.
Ambas mujeres se echaron a reír. Kane las fulminó con la mirada.
—Veo cómo va a ser. Las dos estáis planeando aliaros.
Jaimie se encogió de hombros.
—Obviamente nos superáis en número. No tenemos elección.
—Dímelo de todos modos. ¿Y dónde está Mack?
—Mack está explorando el vecindario, buscando algo que quizás amenace a su
sobrino. Se ha vuelto totalmente protector. Un buque de carga entró ayer y todo tipo
de personajes repugnantes han estado frecuentando los bares y tiendas de por aquí.
Conoces a Mack. Él y Javier están fuera reuniendo información.
El sistema de alarma de Kane se encendió. Jaimie era casual en beneficio de Rose.
Sus ojos zafiros se encontraron con su mirada fija, transmitiendo su preocupación. El
corazón de Kane se apretó. Las cosas ciertamente habían cambiado en su vida. Había
sentido una ráfaga de adrenalina al primer signo de peligro. Incluso ansia por ir a su
encuentro, pero ahora tenía mucho que perder. Rose. Sebastián. Quería abrazarlos y
mantenerlos seguros para siempre.
—No estarás listo para la acción en otro par de semanas, soldado —dijo Rose.
Él tuvo que sonreírle. Maldición. Nada se le pasaba.
—¿Cómo de mala es la amenaza, y cuán creíble es?
Jaimie lanzó a Rose una mirada llena de disculpas.
—No quería que te preocuparas, Rose. Has pasado por tanto.
Rose se encogió de hombros.
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—Si estás seguro, Kane. Pero su sangre no puede salir de nuestra casa.
—No tendrá que salir —aseguró Kane—. Paul no trabaja como los otros médicos.
—No puedes hablar jamás de él a nadie —advirtió Jaimie—. Si Eric regresa, no le
puedes decir que Paul examinó al bebé.
—Tenemos que proteger nuestras habilidades. Whitney se llevaría a Sebastián
para estudiarlo —dijo Kane—. También querría a Paul. ¿Comprendes?
Rose se puso en pie de un salto y caminó por el cuarto.
—¿Tú has tenido qué? ¿Cinco años, siete, quizá diez años de experiencia con
Whitney? Yo he tenido toda mi vida. No necesitas decirme cómo es. Todas nos
protegimos mutuamente de él y aprendimos muy rápido a mantener nuestras
habilidades ocultas.
—Lo sé, cariño —calmó Kane—. Es sólo que Paul es... —Se calló, incapaz de
explicarlo.
—Tiene un talento raro —explicó Jaimie—. Le enviarían mucho al campo.
Whitney encontraría un modo. Ahora eres de la familia, Rose. Paul es de la familia,
eso es todo lo que estamos diciendo.
Rose asintió. Kane podía sentir su agitación, aunque no hubiera mucha expresión
en su cara. La idea de que alguien estudiara a su hijo le era aborrecible, pero
intentaba aceptarlo. Sabía que Sebastián necesitaba un médico y que necesitarían
ayuda con él. Lo único que Kane podía imaginar hacer para ayudar a tranquilizar su
mente era presentarla a la familia, un miembro a la vez.
—¿A quién has conocido hasta ahora? —Mantuvo su voz suave.
—Uno al que llaman Gideon y, por supuesto, a Javier, Jaimie y Mack. —Una
sonrisa débil le tocó la boca, pero falló en iluminar sus ojos—. Estaban encima de ti.
—Apostaré a que Mack hizo lo de jurar.
—Deberías haberlo oído —dijo Jaimie, asombrada—. Ha estado aquí cada día.
Unas pocas veces estuviste despierto.
—Debo haber estado drogado. No recuerdo mucho. —Aparte del cálido cuerpo de
Rose acurrucado cerca del suyo. Recordaba sus besos, en la boca y la garganta, sus
suaves murmullos de tranquilidad. Recordó sentirse seguro porque ella estaba allí. A
veces se había despertado con el sonido del llanto de Sebastián, y pudo abrir los ojos
sólo lo bastante para verla moverse por la habitación, cambiándolo y luego
amamantando al bebé, cantándole suavemente. Se había sentido… completo.
Jaimie le sonrió.
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—Cierto. Él es mágico.
Kane gimió.
—Eres mi hermana, Jaimie. No puedes poner esa clase de pensamiento en mi
cabeza.
—Ya veo. Tienes un doble rasero. Está bien para ti y los chicos, pero no para mí.
—Exactamente. Hay reglas, chica. Reglas. Síguelas. —Le tendió la taza—. No me
importaría otro.
La cogió.
—Ni lo pienses, hermano. Estás de reposo por enfermedad, lo que significa que
comes y bebes nutritivamente. Una taza límite.
Él le dirigió un ceño violento.
—No vas a ir de jefe conmigo, Jaimie.
—No —le sonrió dulcemente y le entregó a Rose la taza vacía—, pero Rose sí.
Kane estudió los rasgos de finos huesos de Rose. Allí estaba la misma expresión
decidida que tenía Jaimie, terca como el infierno y tan atractiva que sabía que era
hombre muerto. Siempre que ella tuviera esa mirada sabía que no iba a ganar, así que
mantuvo la boca cerrada. Había otros modos de sortear a su mujer e iba a encontrar
cada uno de ellos.
—A propósito, Rose. He puesto todos tus papeles necesarios en el sistema.
Seguridad social. Certificado de nacimiento. Permiso de armas ocultas. Permiso de
conducir. Todo lo que necesitarás ahí fuera. El certificado de nacimiento del bebé
indica que nació en un hospital militar. Estoy con sus registros allí ahora. Todo
debería llegar por correo pronto. Mack está hablando con el sargento mayor sobre la
compensación por ser del equipo.
—Espera un minuto —dijo Kane—. Te estás moviendo demasiado rápido. ¿Qué
demonios significa eso?
—Soy un soldado, Kane —indicó Rose—. Es para lo que estoy entrenada. Soy
buena en ello, como tú. No me quieres fuera. Si formo parte de este equipo, no
pueden separarnos.
Él sacudió la cabeza.
—Puedes esperar un poco. Ni siquiera lo hemos discutido.
—¿Discutirías esto conmigo? —preguntó Rose quedamente—. ¿Si tu tiempo se
acabara?
—No es lo mismo.
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Ella le sonrió, esa sonrisa serena y dulce que estaba empezando a saber que
significaba algo malo para él.
—Me conoces. Y eso añade protección para Sebastián. Sirvo a nuestro país
exactamente como Whitney quiso. Soy muy capaz de educar a nuestro hijo como
soldado, o como cualquier cosa que él desee. Sabe que enseñaré a Sebastián todo lo
que sé, como tú y todos los miembros de este equipo harán, y él es más que capaz de
dejarnos solos para ver como lo hace Sebastián bajo la tutela de un equipo completo.
Kane le enseñó los dientes gruñendo. Odiaba que sonara razonable. Su sueño de la
mujercita sentada en casa esperándolo estaba a punto de romperse.
—Hablaremos de esto antes de que te comprometas.
Ella arqueó una ceja.
—¿Significa eso que hablarás hasta que esté de acuerdo contigo?
—Por lo menos dame la oportunidad de persuadirte. Jaimie no sale en misiones, y
contribuye. —Se aferraba a un clavo ardiendo y lo sabía.
—Jaimie tiene un conjunto muy específico de habilidades que yo no tengo. Mis
habilidades son todas de campo, Kane. Allí seré una ventaja para ti, no sentándome
aquí en casa.
Jaimie se inclinó y lo besó en la mandíbula.
—Creo que esta es mi señal de que me vaya. Mack bajará más tarde con Paul y te
dirá todo lo que ha averiguado.
Kane miró a las dos mujeres caminar juntas hacia la puerta. Quería que fueran
amigas, pero no que conspiraran contra sus deseos. Había visto a Rose luchando. Era
valiente y no dudaba, tan buena o mejor que cualquier soldado con el que hubiera
trabajado, pero ¿no quería quedarse en casa y ser una madre? ¿Qué estaba mal con
eso? Su madre no había querido quedarse en casa tampoco. ¿Qué demonios estaba
mal con las mujeres estos días? ¿No comprendían que alguien debía quedarse en casa
con los niños, manteniendo a la familia unida? ¿Cenando juntos? ¿Hacer todas las
cosas familiares que había imaginado pero que nunca había tenido?
Rose cerró la pesada puerta y se giró para reclinarse, mirándolo con seriedad.
Vivían en un almacén restaurado, un enorme edificio con grandes puertas, y
apoyada contra ellas parecía más pequeña que nunca. Era difícil imaginársela en
combate, pero la había visto y también era malditamente competente, con nervios de
acero como para que él fingiera que no lo era.
—Maldita sea, Rose. —Se apretó los repentinamente doloridos ojos con los dedos.
Ni siquiera había notado que la cabeza le palpitaba y que las tripas le dolían
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muchísimo. Quizá sólo estaba cansado—. Al menos deberías haber esperado para
discutirlo conmigo.
Sintió el peso de su mirada y la miró él. Era imposible leer la expresión de su cara.
Sin romper el contacto visual se apartó de la puerta y caminó hacia él. Sus pies
descalzos, pequeños y delicados como el resto de ella, no hacían ruido en el suelo
mientras se dirigía hacia él. Era lo bastante bajita como para que con él sentado se
miraran casi directamente a los ojos.
—Tienes razón, Kane, debería haberlo hecho. Somos un equipo y debería haberte
dado esa cortesía.
—No quiero ser un equipo. Quiero que seas mi esposa. Mía. Enteramente mía. No
parte de este gran equipo, un soldado. Deseo a la mujer.
Ella sonrió y muy suavemente le apartó el pelo que le caía sobre la frente, su toque
fue tierno.
—Tienes tanto a la mujer como al soldado, Kane. No se separan.
—Maldita sea, lo sé. —Lo sabía. Lo hacía—. Es sólo que... —Se calló, sintiéndose
malditamente estúpido. No era un chico pequeño ni un adolescente. Había crecido y
se había vuelto duro, y quizá ese era el problema. No quería eso para su hijo. Sacudió
la cabeza y apartó la mirada de ella—. Estoy cansado, Rose. Creo que me acostaré un
rato.
—Mírame, Kane —ordenó suavemente.
Él lo hizo, dejándose caer en esos grandes ojos insondables, ojos de chocolate
fundido que tiraban de él cada vez que caía en ellos.
—Dime. Quiero saber.
Se pasó una mano por el pelo, traicionando una agitación cuando, con cualquier
otro, hubiera permanecido absolutamente estoico.
—Yo, es que siempre había tenido esta idea, esta fantasía, sobre volver a casa con
mi esposa, a cenar, a ella que me esperaba. Que fuera la madre de mis hijos. Es
estúpido, lo sé, pero cuando consideré la posibilidad de una familia, fue… no nuestro
hijo siendo abandonado para que se defendiera por sí mismo.
Ella le enmarcó la cara con las manos.
—Ni siquiera sé qué es una familia, Kane. Tuve a mis “hermanas” cuando era
joven, pero incluso entonces a menudo nos mantenían separadas y éramos utilizadas
unas contra otras. Estoy aprendiendo a ir hacia adelante y cuento contigo para
ayudarme. Lo haré lo mejor que pueda con Sebastián. Lo querré y lo protegeré, pero
francamente, yo nunca he preparado una comida en mi vida. Tendrás que abandonar
tu sueño de la esposa que te espera con la cena.
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Capítulo 13
A Rose le gustó Paul Mangan de inmediato. Parecía muy joven con sus pecas y su
mirada abierta e inocente. Era más que evidente que era de ascendencia irlandesa.
Parecía un poco torpe y se ruborizaba cada vez que la miraba furtivamente. Era alto
y esbelto, con manos finas y delicadas. No podía imaginarlo como un soldado, y
menos entrando en combate. Aunque Javier Enderman parecía ser joven y fácilmente
podía pasar por un adolescente poseía una fuerza de acero, y si se miraba dentro de
sus ojos no había forma de no sentir un escalofrío bajar por la columna vertebral.
Había un asesino en esos ojos fríos, planos y muy duros. Pero Paul… Era totalmente
diferente. No aparentaba pertenecer al Cuerpo de Marines, y mucho menos tener el
entrenamiento de las Fuerzas Especiales necesario para convertirse en un Caminante
Fantasma.
No lo subestimes, Rose —la previno Kane mientras entraba en la habitación.
No podía imaginar que Paul pudiera cuidar de la salud de su niño. Él apenas la
había mirado, pero en el momento en el que Kane entró en la habitación, pareció
completamente distinto. Rose frunció el ceño al mirar al chico, no, al hombre. Era un
hombre definitivamente. Su rostro cambió muy sutilmente, lo que le indicó que parte
de lo que había visto era una ilusión. Ella lo sabía todo sobre las ilusiones; podía
cambiar su apariencia de forma sutil o incluso descaradamente si lo necesitaba. Paul
obviamente tenía esa misma habilidad en un menor grado, pero ¿por qué él
necesitaba hacerlo allí, en la seguridad de la casa de Kane?
Lo estudió mientras estrechaba la mano de Kane y se volvía hacia ella para ser
presentado, casi inclinándose y más colorado que nunca.
—Encantado de conocerla, señora.
¿Puede siquiera disparar un arma?
Evitó cuidadosamente mirar a Kane, temerosa de echarse a reír.
—Encantada de conocerte también. Creo que podrías ser capaz examinar a
Sebastián y decirnos si está realmente sano sin que su sangre salga de nuestro hogar.
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Su padre es el Sargento Mayor Theodore Griffen. Creció disparando armas de fuego. Dudo
que la carrera militar sea lo suyo, es un caballero, probablemente se parece más a su madre que
a su padre, pero tiene un increíble y codiciado talento psíquico. Whitney nos mataría
alegremente a ambos para poner sus manos sobre Paul. Nadie conoce a Paul fuera de nuestro
grupo.
—Puedo intentarlo, por supuesto. Kane, necesitas descansar más. No estás
completamente curado.
Frunció el ceño, sus ojos casi brillantes mientras miraba el tórax y el abdomen de
Kane, viendo claramente a través de la piel, profundamente dentro de sus órganos
dañados.
Háblame de él.
Rose encontró a Paul fascinante. Su mirada era afilada y concentrada; su
comportamiento había cambiado por completo. Había líneas de tensión alrededor de
su boca y de sus cejas, y de repente podía ver la rápida inteligencia que había dejado
pasar antes.
Evidentemente es un genio, como Jaimie. Se graduó en el instituto a los trece años, y tiene
múltiples doctorados en química, matemáticas, y cosas así que no puedo recordar. Tiene tres
licenciaturas en otras materias. Su madre es Shiobhan Mangan, hija de embajadores y la
actual embajadora de Irlanda. Ella mantuvo su apellido y se lo dieron a Paul porque cuando
estaba casada, el Sargento Mayor tenía unos cuantos enemigos.
Rose estudió el rostro el Paul.
No pertenece a los militares. Tiene demasiada empatía para matar, Kane. No debería estar
rodeado de violencia.
No, ellos lo dejaron con nosotros para protegerlo de Whitney. Su habilidad psíquica es...
sorprendente. Pero no le subestimes; Paul hace su trabajo cuando es necesario.
—¿Quién hizo esta cirugía? —dijo Paul con tono excitado.
Rose se tensó. No había forma de que él supiera cómo. De ninguna manera. Sólo
por si acaso se alejó de los dos hombres, poniendo una pequeña distancia entre ellos.
—Eric Lambert —dijo Kane.
Paul sacudió la cabeza con impaciencia, haciendo caso omiso, preguntó
rápidamente:
—No, la anterior a la del doctor. ¿Quién estaba en el campo contigo? ¿Quién
trabajó sobre ti en el campo?
Kane sacudió sus hombros.
—Lo siento Paul, fue alguien del equipo. Estaba fuera de mí.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Miró a Rose.
—¿Lo recuerdas?
Ella evitó sus ojos. Se había prometido que nunca le mentiría, y si estuvieran
solos...
—Yo sí —Javier se movió desde las sombras.
Rose saltó. Casi se había olvidado de él. Se había mimetizado, perfectamente
quieto, hasta ser parte de la pared que lo había envuelto. Su mirada se movió sobre
ella en abierta especulación, y algo más. Si le había hecho algún daño a Kane… ella se
estremeció ante la promesa oscura. Era muy buena en amenazas asesinas, y a pesar
de todas las habilidades del resto del equipo, Javier era en verdad el más peligroso —
e impredecible— de todos ellos. Sus instintos leales y protectores debían estar fuera
de la gráfica cuando le hicieron la prueba.
—¿Qué sucede Paul? —continuó Javier.
—Es un trabajo brillante. Debería haberse desangrado, pero alguien reparó la
arteria, aunque no puedo ver cómo.
Paul estrechó sus ojos, acercándose a Kane y prácticamente se le echó encima para
mirar con atención desde el abdomen al cuello.
—Definitivamente aquí había una herida, la arteria fue empalmada de alguna
forma.
La mirada oscura desapareció de los ojos de Javier, y le dirigió una sonrisa a Rose.
—¿Salvaste a tu hombre, verdad? ¿Qué fue exactamente lo que hiciste?
Paul apartó la camiseta de Kane.
—Corte limpio, aquí es donde iba…
Se detuvo cuando las palabras de Javier penetraron. Parpadeó rápidamente como
si volviera de recorrer una larga distancia, despacio, se volvió hacia Rose con
admiración.
—¿Tú hiciste esto? ¿Cómo? Tienes que decirme cómo lo hiciste —la excitación le
hacía temblar la voz—. Sabes que le salvaste la vida, podría haberse desangrado en
cuestión de minutos.
Kane debió sentir su reticencia porque alargó su mano para tomar la de ella,
rozando sus nudillos con las yemas de los pulgares. Este pequeño gesto la confortó,
ella encogió los hombros intentado parecer indiferente. Ellos creían que sabían
protegerse de Whitney, pero ella había estado bajo el escrutinio de las cámaras y
micrófonos casi toda su vida. Sabía lo que era vivir bajo un microscopio. Se había
vuelto obvio a una edad muy temprana, que cada una de las chicas con las que
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Christine Feehan Juego Despiadado
Whitney experimentaba tenían que esconder de él tantas habilidades como les fuera
posible.
Ella creía que tendría la oportunidad de aprender a confiar despacio, sólo con
Kane. No había contado con su familia. El equipo, con la excepción de Paul, había
crecido unido, y Kane confiaba en todos ellos. Él esperaba lo mismo de ella. El pánico
se cernía sobre Rose. Apenas podía respirar.
Puedes hacerlo, cielo. No tienes que responder preguntas. Esta es tu casa. No hay
expectativas.
Su voz la acarició. Ella se obligó a levantar la cabeza y miró dentro de los ojos de
él. Podía vivir allí. La forma en la que él la miraba, como si ella fuera su mundo
entero era una experiencia potente y embriagadora en la que no confiaba totalmente.
Pero quería confiar en él. Quería que lo suyo funcionara. Cuando se decidía a hacer
algo se entregaba al cien por ciento. No iba a acobardarse ahora.
—Rose, por favor —la voz de Paul temblaba de excitación—. Este trabajo es el
mejor que he visto nunca, y en serio, lo más cercano al que yo puedo hacer. Nunca he
conocido a alguien como yo.
Ella escuchó la soledad, la idea de que pudiera ser un monstruo de la naturaleza.
Todos ellos luchaban con el hecho de ser «diferentes». Siempre lo harían. Podía ver lo
aislado que se había sentido Paul al crecer. Su padre era un gran hombre, un hombre
disciplinado que entendía la violencia. Paul era justo lo contrario, un sanador de
nacimiento con una tremenda empatía con los que le rodeaban. Su padre
probablemente había intentado entenderlo, pero ¿cómo podía? El chico era sensible y
la idea de matar tenía que ser detestable para él.
De alguna manera, incluso entre los Caminantes Fantasma, Paul seguía solo. No
era soldado por elección. Era demasiado empático para matar. Era un sanador, un
poeta, un hombre cuya alma pedía a gritos gentileza, y ahora estaba rodeado por
unos hombres extremadamente violentos. Ella podía ver que tanto Kane como Javier
eran muy protectores con él pero no le comprendían.
—¿Cómo? Tienes que decírmelo.
Aunque ella podía hacer cosas extraordinarias, no era tan empática. Era una buena
soldado y lo sabía. Paul parecía un poco perdido. Ella pasó la mirada de él hacia
Javier y Kane. Esos hombres habían aceptado al chico en su mundo, en su familia. Le
habían ofrecido su lealtad y completa aceptación, que era obviamente lo que
necesitaba. Él se lo devolvería multiplicado por diez.
Si es más fácil, Rose, puedo llevar a Javier a la otra habitación.
Ella tomó aliento y sacudió la cabeza. De repente, descubría que quería ser parte
de ellos también. Quería esa misma aceptación. Y si ella se convertía en uno de ellos,
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como había hecho Paul, Javier le daría la misma lealtad que les ofrecía a los
miembros de su familia. Ella quería su respeto y protección para ella y Sebastián. Era
difícil dejar de lado sus miedos, y tenía bastantes, pero siempre había creído que
podía enfrentarlos.
—Soy capaz de visualizar en mi cabeza qué ocurre en el cuerpo de alguien en
circunstancias extremas. —Se mordió el labio inferior, intentando encontrar las
palabras que describiesen cómo se manifestaba el talento—. Siento calor en la yema
de los dedos primero, y después en las palmas. A veces mis manos se calientan tanto
que siento como si fueran a arder.
Paul asintió.
—Con los nervios de punta, y el calor comienza a correr por tus brazos.
La mirada de Rose saltó sobre él. Lo entendía. Realmente comprendía la
manifestación. Se sonrieron.
—La primera vez que ocurrió tenía siete años y una de las chicas, Thorn, dejó de
respirar. Todas la queríamos mucho. Estaba aterrorizada. Todas lo estábamos.
Whitney acababa de dejar la habitación, y Thorn de repente cayó al suelo. Le había
desafiado y él había usado descargas eléctricas sobre ella. Corrí hacia ella, y mis
palmas ardían. Yo sabía que tenía que…
—Tocarla. Poner tus palmas sobre ella —la interrumpió Paul.
Rose olvidó a todos los demás presentes en la habitación. Asintió, su corazón latía
con fuerza.
—Fue el instinto más que otra cosa, una vez que la toqué pude ver que su corazón
no latía. Se había detenido Pude verlo en mi cabeza.
—Y como respuesta, sentiste la corriente eléctrica necesaria para reanimarla —dijo
Paul— corriendo por tu cuerpo. Es como si nuestros cuerpos proporcionaran de
alguna manera lo que le falta a los heridos o enfermos. Siempre me he referido a eso
como curación psíquica.
—¿Cómo funciona?
—No lo sé. He intentado estudiar qué me ocurre cuando ayudo a un herido. Cada
respuesta es diferente. Veo al paciente en colores. ¿Es lo que te sucede a ti?
Ella sacudió la cabeza.
—No exactamente. Cuando pongo mis manos en su piel, veo dentro de sus
cuerpos, no a través de mis ojos, sino en mi cabeza, como si piel con piel pudiera
absorberlo dentro de mí.
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movió una pestaña. Siguió trabajando rápidamente. Tenía tu sangre por todas partes
y nos gritaba órdenes a todos. Al final hicimos lo que decía. Es una tía fría.
—Debería golpearte hasta que fueras pulpa sangrienta por amenazarla —dijo
Kane—, pero no serviría de nada. Lo harías otra vez.
—Nunca he visto nada igual, Kane —contestó Javier con seriedad, recostándose
contra el fregadero con la taza de café en la mano—. De verdad, se movió tan
rápidamente, ningún esfuerzo malgastado, te cortó directamente delante de nosotros,
sin ninguna vacilación, ni siquiera cuando la amenacé. Es una mujer muy
excepcional… y peligrosa.
La mirada de Kane voló a Javier.
—La admiras.
—Jodidamente cierto. Me recuerda un poco a Rhianna.
Javier raramente mencionaba a Rhianna Bonds. Había crecido con ellos en las
calles de Chicago, la única otra chica de su «familia».
—¿De verdad? —Kane no estaba completamente seguro de que le hiciera feliz que
Javier pensara eso. Aunque nunca lo admitiría, Javier estaba loco por Rhianna, de un
modo raro y posesivo. Kane no quería que Javier mirara a Rose así.
Javier asintió.
—Rhianna no parece tener un factor de miedo, aparte de cuando se refiere a mí,
mientras Rose sí lucha contra el temor, pero las dos son muy peligrosas.
—Y a ti te gustan las mujeres peligrosas.
Javier se encogió de hombros.
—Me intrigan. Ese borde con el que te enfrentas. Puede besarte o clavarte un
cuchillo. Nunca sabes con qué te despertarás.
Kane se echó a reír.
—Bien, ella me empujó un arma en las tripas —admitió—. Estaba muy seria. Ahí
fue cuando abandoné mi localizador.
—Mack se cabreó por eso, Kane. Fue bueno que casi murieras, porque te habría
matado él mismo. —Javier tomó un sorbo lento de café, saboreando la mezcla, antes
de inspeccionar a Kane por encima de la taza humeante—. Nos asustaste a todos,
hermano.
Kane oyó la sinceridad en la voz de Javier. El hombre raramente mostraba
emoción; aunque todos sabían que sentía profundamente, lo enterraba igual de
profundo.
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anterior presidente. Eso hizo a Jiménez muy impopular con todos los cárteles, pero
con la familia López en particular. Aparentemente se concentraron en la familia de
Jiménez, y cuando se encontró muriendo de cáncer y con Whitney dispuesto a hacer
cualquier cosa por recuperar a Rose, pensó que había encontrado un modo de librar a
su familia del cártel.
Kane se pasó los dedos por el pelo y resopló de furia, señal segura para aquellos
que lo conocían de que estaba enojado.
—Rose cuidó al anciano en sus últimos días, pero él la vendió al cártel, cambiando
su vida por las de sus hijos. Le dijo a los del cártel dónde estaba y lo que valía para
Whitney. Sabían su identidad, sabían que estaba involucrada con las muertes de los
miembros del cártel enviados para atraparla. Maldito Jiménez. Si no estuviera ya
muerto, lo mataría yo mismo.
El sonido de una risa suave y femenina susurró dentro de su cabeza. Levantó la
mirada y se encontró con los ojos sonrientes de Rose. El estómago hizo su famoso
salto y su cuerpo se revolvió atento. Le llevó un momento darse cuenta de que su risa
era sólo para él y la intimidad del momento lo sacudió.
Ella se separó de la pared.
—Era una conclusión natural, Kane. Sabía que me culparían. Tenían mi nombre y
perdieron a muchos hombres. Generalmente buscan venganza; así es como
mantienen a todos atemorizados. Tienen que culpar a alguien por todas esas
muertes, y yo soy todo lo que tienen. Era una zona de guerra. No hay rastro de ti allí.
Los hombres de Whitney probablemente limpiaron sus cuerpos, así que, ¿qué
explicación queda? Tenían que encontrarme y conseguir sus respuestas. —Se encogió
de hombros—. Lo habrías averiguado si no hubieras estado inconsciente y
convaleciente durante tanto tiempo.
—Podrías habérmelo dicho —indicó Mack.
Ella se quedó inmóvil por un momento, los ojos oscuros buscaron su cara.
—Sí. Debería. Lo siento. Sabía que no iba a desaparecer y al estar con todos
vosotros os he puesto en peligro también. Debería haber dicho algo.
Mack asintió, aceptando su disculpa.
—Jaimie es muy buena oyendo amenazas en las charlas. Monitoriza todo, y hace
tres semanas nos dimos cuenta de que el jefe del cártel de López había contactado
con una de las bandas afiliadas a ellos aquí, y tu nombre surgió.
—Y no me lo mencionaste.
La expresión de Mack no cambió mientras asentía brevemente.
—Es verdad. Quizás debería haber dicho algo.
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Había estado tan sola, me sentía tan vulnerable, allí en un país extranjero sin ningún
conocimiento verdadero de cómo vivir día a día sin estar en un complejo militar. Me acerqué a
las personas mayores para utilizar sus conocimientos y porque eran mucho menos
amenazantes. Apenas puedo creer que esa anciana dulce naciera en el cártel.
—Lo hizo —reconoció ella en voz alta. Miró a Kane, queriendo disculparse,
necesitando que entendiera.
He traído otro enemigo a vuestra puerta. No es como si ellos no tuvieran ya demasiado en
contra. Lo siento mucho, Kane. Estaba tan asustada cuando se acercó el parto.
Kane se levantó, no con su habitual gracia fluida pero se las arreglaba sin un
bastón y fue hacia ella, le envolvió el brazo alrededor de la cintura. Ella se acercó a él,
casi fundiéndose en su piel, deslizándose debajo de su hombro como si sólo, por un
momento, necesitara su fuerza.
—Lo siento —dijo en voz alta a Mack—. Fue estúpido por mi parte confiar en
alguno de ellos. Parecía tan inofensiva y yo estaba a punto de dar a luz. Puedo
marcharme…
—No seas ridícula. Esta es tu casa —dijo con brusquedad Mack, la impaciencia
cruzó su cara—. No huimos y seguro que no lanzamos a los miembros de nuestra
familia a los lobos.
—Ellos matan a todos. Perseguirán a Jaimie.
Javier se había deslizado de vuelta a las sombras; ahora se revolvió, atrayendo su
atención, sobresaltándola. Kane la sintió saltar. Él estaba acostumbrado a que Javier
desapareciera, que se desvaneciera en cualquier cosa sólida que hubiera detrás de él,
pero Rose frunció el ceño.
—Deja de hacer eso. Voy a tener un infarto.
Él le dirigió una pequeña sonrisa impenitente.
—Necesito practicar. No te preocupes por Jaimie, Rose. Puede manejarse y nos
tiene a nosotros. Nadie va a llegar donde Jaimie.
Kane sintió que un temblor la atravesaba y apretó el brazo a su alrededor. Javier
está de nuestro lado, Rose. Moriría por Jaimie, y por ti y Sebastián. Más importante, mataría
por ti. Es un buen hombre. Vive bajo un código estricto. Es un hombre de honor.
Lo creo, Kane, pero también creo que nunca sería una buena idea contrariarlo… o
traicionarlo.
Era una buena jueza de carácter, no había ninguna duda. Le frotó las costillas con
dedos suaves, calmándola, mientras él devolvía su atención al asunto del cártel.
—¿Saben que está con nosotros?
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—Por supuesto que no. No tienen la menor idea. Whitney seguro que no va a
entregársela. Es más, conseguiremos un flujo de sus hombres rondando por ahí para
ayudar a protegerla… o cogerla si tienen la oportunidad. Enturbiarán las cosas por
nosotros —se quejó Mack.
—¿Entonces por qué estás preocupado?
—Tienen su foto. Ha estado circulando y tienen cazarrecompensas buscándola.
Han puesto un precio considerable a su cabeza.
Kane aceptó el golpe sin estremecerse. Encontró la mano de Rose con la suya,
entrelazando los dedos con los de ella para tranquilizarla silenciosamente.
—¿Qué vamos a hacer, Mack? —Conocía a Mack. Ya tenía un plan en marcha.
La sonrisa de Mack fue de todo menos agradable.
—Somos expertos en guerra urbana; ellos son expertos en matar a gente
desarmada y aterrorizada. Tenemos armas tan buenas o mejores que ellos. Si son lo
bastante estúpidos para venir tras nosotros, van a conseguir una lucha que no se
esperan.
—No comprendo lo que significa —dijo Rose.
—Significa —explicó Kane—, que si te encuentran aquí, si algún cazador de
recompensas te encuentra aquí, les devolveremos la pelea.
—Y les daremos por el culo —añadió Javier—. Si perdona mi lenguaje, señora.
—No podéis invadir un país extranjero —dijo Rose—. Causaría un incidente
internacional. Cada Caminante Fantasma podría tener problemas.
Mack se encogió de hombros.
—Tendrían que agarrarnos primero, hermanita, y eso no va a pasar. Somos
fantasmas, ¿recuerdas?
—¿Les has enviado el mensaje, Top? —preguntó Kane.
—Todavía no. Aunque lo entregaremos, personalmente sí y cuando sea necesario.
Kane frunció el entrecejo y sacudió la cabeza, enderezando el cuerpo.
—Nadie va a hacer mi trabajo. Entregaré el mensaje yo mismo.
Rose apretó los dedos alrededor de los suyos y dio un paso delante de él, como si
pudiera bloquear físicamente su cuerpo del daño.
—Nadie entregará ningún mensaje. Ellos no tienen ningún indicio de dónde estoy.
No saben nada sobre vosotros o lo que hacéis. Si vais arrojando el guante, revolveréis
el nido de avispas. Ahora mismo están buscando a una mujer embarazada que vale
mucho dinero para un billonario loco. No saben nada de vosotros. No saben de
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Whitney, el hombre que suministró armas y Humvees a los rebeldes. Creen que él
mató a toda su gente tratando de atraparme.
Hubo un pequeño silencio.
—Probablemente tiene razón, Top —dijo Kane—. El cártel tiene que pensar que los
hombres de Whitney les dispararon.
—De hecho, lo hicieron —indicó Rose—. Nosotros sólo fuimos responsables de un
par de ellos, y recuerda, creen que yo era un rehén.
—¿En la calle se dice que la maten?
—Viva o muerta —la voz de Mack fue seria—. Preferiblemente viva, pero tomarán
lo que puedan conseguir. Hay más dinero si la entregan viva.
—Planean tentar a Whitney con ella —dijo Javier—. Mostrándole que se vengarán.
—Lo importante para mí es —dijo Kane— que dijeron viva o muerta. Eso es
inaceptable.
—No puedes entrar en guerra con el cártel —dijo Rose.
Los tres hombres se sonrieron mutuamente y no había nada agradable en esas
sonrisas.
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Capítulo 14
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grande es ese edificio de allí. —Indicó un almacén de tres pisos que había sido
restaurado en apartamentos—. Hasta ahora, no hemos podido comprarlo. Las
personas vienen y van todo el tiempo. Sería bastante fácil para un enemigo infiltrarse
y establecerse allí. Cualquiera de los apartamentos delanteros está enfrente de
nuestra casa. Gideon se está construyendo su casa en la última planta del edificio
próximo y Paul tiene su casa debajo de él. El centro de entrenamiento estará en el
primero.
—Mantenéis a Paul en el piso de en medio para protegerlo —reflexionó en voz
alta.
Kane se encogió de hombros.
—La verdad es que estamos atentos a él, pero no te equivoques Rose, Paul puede
manejar cualquier arma. Atravesó el mismo entrenamiento que nosotros, como
Jaimie. Ella puede trabajar en el campo, igual que Paul, pero ninguno está hecho para
eso. El asunto es que un enemigo subestimaría a Paul. Tiene valor y lealtad, y
resistiría. Le tendría a mi espalda siempre.
—No obstante lo proteges. Todos lo hacéis.
Él le dirigió una ancha sonrisa.
—Sí. Lo hacemos.
Paul era especial y todos lo reconocían. Su intelecto, sus poderes de observación y
su talento psíquico increíble le habían ganado una consideración, pero era su corazón
el que finalmente los había ganado.
—Tenemos suerte de tenerlo en el equipo.
—Entonces vuestro plan es tener vuestras casas en estos edificios, con cada
hombre en un piso.
—Dominaríamos toda esta calle. El agua a un lado sería una ventaja y una ruta de
escape, pero también tenemos escapes subterráneos. Una vez que aseguremos los
edificios, conectaremos los túneles.
—¿Qué hay de la policía local? ¿Cómo vais a tener un complejo militar en San
Francisco?
—Jaimie es experta en atravesar el papeleo, y por supuesto, estamos más que
dispuestos a ayudar a la policía local de cualquier manera que podamos. Saben que
somos militares, pero éstas son nuestras casas. Este es nuestro vecindario. Desde que
estamos aquí el crimen ha bajado apreciablemente, no sólo aquí sino en un radio de
siete manzanas alrededor. Conocemos a cada propietario de tienda, a cada
propietario de bar. Nos preocupamos por mantener la buena voluntad. Ya hemos
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—Suena intrigante —murmuró contra sus labios. Depositó besos por toda su
boca—. Mejor que disfrutes de ello porque una vez que me dejes levantarme, tendré
que vengarme, solo por el bien de todas las mujeres del mundo.
Él se estranguló, la risa brotó. El día era brumoso y un poco ventoso, pero en ese
momento el sol pareció estallar sobre él. Había algo acerca de ella que le hacía
sentirse bien. Su pequeña estatura, una muñequita asiática de porcelana con ojos
chocolate oscuro con el cabello salvaje y brillante derramándose alrededor de su cara,
estaba reñido con su centro duro. Le hacía querer ser su héroe, el hombre del que
dependiera cuando todo a su alrededor se derrumbara, pero probablemente, iba a ser
al revés.
Le enmarcó la cara con las manos, manos que eran tan grandes en comparación
con ella. Él era dos veces más grande que ella y fácilmente dos veces más pesado,
pero en sus pequeñas manos estaba perdido, completamente perdido. Y quería
estarlo. En algún lugar en medio de huir del cártel y de luchar contra Whitney,
ayudar a dar a luz a su bebé y tumbarse junto a su suave cuerpo en mitad de la
noche, se había entregado a ella en corazón y alma.
—Estoy enamorado de ti, Rose —dijo, mirando esos hermosos ojos oscuros. Sintió
como si estuviera cayendo en un pozo oscuro, caliente e insondable.
La risa se desvaneció de sus ojos y ella parpadeó como si los ojos le quemaran.
—No tienes que decirme eso, Kane.
—No digo lo que no quiero decir, Rose.
Ella respiró hondo y parpadeó. Esta vez él pudo ver lágrimas brillando en las
puntas de sus pestañas.
—Cariño. —Se inclinó para besar las lágrimas de los ojos—. Eso es bueno, no
malo. Hemos comprometido nuestras vidas el uno al otro. Amarte es bueno.
—¿Es real? —Su voz tembló. Un susurro. Quizá una súplica. O negación.
—¿Me estás preguntando si es algo con lo que puedes contar? Porque si eso es lo
que te preocupa, Rose, la manera que me siento acerca de ti no va a desaparecer.
Estoy enamorado de ti. Nunca lo he pensado, mucho menos se lo he dicho a otra
mujer. Emparejarse es lujuria física, no amor. Whitney no puede manipular la
emoción, sólo nuestros cuerpos. Lo que siento por ti es real, Rose. Es sobre ti y la
persona que eres.
Ella buscó en su cara, un estudio largo y lento. Permaneció muy quieto, dejando
que viera la verdad en sus ojos. Lo sacudía hasta su mismo centro. Su fuerza y valor.
Su determinación. Había venido a él, se había comprometido con él, a una vida
juntos para proteger a su hijo. Había pedido a Whitney que la emparejara a él,
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—Suficientes lecciones por un día. Sé que te estás poniendo más fuerte, Kane, pero
no queremos pasarnos de la raya. Volvamos dentro.
Él apenas podía mirarla a los ojos. Ella podía creer que no sabía lo que era el amor,
pero él podía verlo brillando en su mirada. Había felicidad, y él se las había
arreglado, de algún modo, para ponerla dentro de ella.
Avanzaron hacia la puerta del techo, dirigiéndose al hueco de la escalera. Habían
estado subiendo los tres pisos al tejado cada día durante la semana pasada para
reforzar a Kane, y para permitir que Rose se familiarizara con el vecindario y darle
tanta información como fuera posible acerca de la guerra urbana. Ella absorbía
información a un ritmo rápido y cuando iban al campo de tiro insonorizado del
segundo piso, siempre ponía las balas exactamente donde apuntaba. Kane estaba
seguro de que sería una ventaja para su equipo.
De alguna manera, se añadiría a la protección contra Whitney. Si Rose servía en el
Equipo Tres de Caminantes Fantasma, el hombre, tan fanático como era acerca de su
país, se sentiría como si ella estuviera utilizando su entrenamiento y podría estar más
inclinado a dejarla en paz.
—¿Quieres que coja al bebé? —preguntó Rose mientras pasaban por el tercer piso
donde vivían Jaimie y Mack.
Él miró a su cara levantada y ansiosa y le dio un ceño feroz. Cualquier otro
miembro de su equipo habría retrocedido instantáneamente. Ella seguía dándole esa
mirada preocupada que las mujeres parecían portar alrededor de los hombres
cuando estos estaban a punto de protestar.
—Estoy perfectamente bien. Nuestro hijo no pesa mucho y no estoy enfermo,
Rose.
Rose estudió su cara furiosa. No indicó que estaba respirando con algo de
dificultad y que pequeñas gotas de sudor le cubrían la frente. Se estaba
sobrepasando, empujándose para volver a estar en forma. Kane no era el tipo de
hombre que deseara mucha simpatía. Ya había empezado a trabajar fuera otra vez, y
esta misma mañana ella se había despertado cuando él se estaba levantando para ir a
correr.
—No estás perfectamente bien. Eres terco más allá de toda esperanza —corrigió.
Él le guiñó un ojo y continuó por el siguiente tramo de escaleras. El estómago de
Rose revoloteó, y presionó la mano con fuerza contra él. Desde el momento que
había posado los ojos sobre él se había sentido atraída, y al verlo con los otros, el
respeto excepcional, la manera competente con que se comportaba, se había visto
interesada, pero eso no era nada comparado con lo que sentía ahora que había
pasado tiempo con él.
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poco a poco. Tintadas y con antibalas, no tenían barras. Era feliz, sinceramente feliz,
pero aún así no podía dejar de tener miedo de que nada de eso fuera real. Whitney
las había engañado tantas veces que no se atrevía a creer.
—¿Qué es, Rose? —preguntó Kane.
Debería haber sabido que él advertiría su retirada repentina. Advertía los más
pequeños detalles sobre todo.
—A veces me siento como si contuviera la respiración. —Esperó, deseando que él
entendiera, aterrorizada de que lo hiciera y se enfadara con ella por no creer.
Kane estaba callado. Lo sintió detrás de ella. Sólo allí, sin decir ni hacer nada. ¿Lo
había herido? Probablemente. ¿Cómo podía no hacerlo cuando todavía tenía miedo
de que Whitney hubiera encontrado otro modo de atormentarla? Sería la última
traición y Whitney era capaz de tan elaborada trampa.
Se giró y alzó la mirada hacia él. Alto, de hombros anchos, mandíbula fuerte,
pecho ancho, pero sostenía a su hijo tan suavemente, y sus ojos la miraban con
compasión.
—Si contienes la respiración demasiado tiempo, cariño, te volverás azul. Ve con
Jaimie. Ninguno de nosotros ha permitido jamás que Jaimie fuera a cualquier sitio sin
unos pocos de los chicos como su sombra… —Él sacudió la cabeza antes de que ella
pudiera protestar—. Salimos en parejas o con una sombra. Todos tenemos enemigos,
y ninguno de nosotros tiene un indicio de lo que Whitney podría hacer a
continuación. Aparte de eso, hay una facción que desea muertos a todos los
Caminantes. Tienen amigos poderosos. Si tienes que demostrarte que no eres una
prisionera, entonces lo manejaremos.
—¿Me dejarías andar ahí fuera por mí misma? —Sus ojos se encontraron con los
suyos. Sabría si le estaba mintiendo.
—No. Correr un riesgo con tu vida está más allá de mi capacidad para darte lo que
deseas. Seré tu sombra. Rose, ninguno de nosotros es completamente libre en esta
vida. Somos peligrosos para otros y para nuestro propio gobierno; mientras utilizan
nuestros servicios, nos mantienen controlados de cerca. Nos temen. Nuestra única
oportunidad es vivir como si estuviéramos en territorio enemigo y tenemos que
vigilarnos las espaldas mutuamente. Es eso o vivir huyendo.
Ella buscó consuelo en su rostro. Quería esta vida, lo quería a él. Quería creer en el
cuento de hadas. Cuando le decía que era preciosa, quería creer que quería decir eso.
Cuando le dijo que la amaba, robó su corazón y su alma. Siempre había encarado la
vida con valor. Era un soldado, un soldado endurecido, pero esto era diferente. Las
emociones la envolvían. Se suponía que los soldados no tenían emociones, y ahora no
podía separar lo que sentía.
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emparejara, y pude ver lo complacido que estaba. Le di otra arma para usar contra
mí, pero no me importó. No quería que sufrieras sin que yo sufriera. En ese momento
sentí que era justo y asumí compromisos.
Sus ojos encontraron los de él.
—Él lo supo antes que yo.
—¿Qué supo?
—Que me había enamorado de ti.
—Rose —su voz envió un millón de pájaros a volar en su estómago—. Que se joda
Whitney y lo que cree que sabe. Confiaste en mí para hacer un bebé. Confiaste en mí
para liberar a nuestro niño y libraros a los dos de problemas. Puedes confiar en mí
con el corazón. Dios sabe que te he dado el mío completamente y si te vas te lo
llevarás contigo.
Ella permaneció frente a su amado rostro, todas esas líneas profundamente
grabadas, sus preciosos ojos verdes que podían clavarse como flechas. Podía
destrozarla tan fácilmente, era verdad, pero si tenía que sufrir, mejor con él. Al final,
le estaba ofreciendo un refugio, amor, un hogar. Él era todo lo que necesitaba si tenía
el valor de aceptar que podía amarla. Kane le estaba dando todo, abierta y
honestamente. Podía ver la verdad en sus ojos. ¿Era tan estúpida como para creer lo
que Whitney le había enseñado en vez de a Kane? Rose negó con la cabeza.
—Lo siento, durante un minuto perdí la cabeza.
Él se inclinó hacia delante para darle un tierno beso en los labios.
—Estás perdonada.
Sebastián protestó, retorciéndose, con un pequeño llanto de disgusto al cambiar de
posición.
Kane rió suavemente.
—No me culpes, tu madre es única haciéndose un lío. Es bella e inteligente, muy
bien, pero estoy empezando a pensar que quizá tiene pequeños lapsos
ocasionalmente mientras se regeneran las células de su cerebro.
—No le digas eso a nuestro hijo —dijo Rose, desesperada por suprimir la risa que
brotaba. El alivio por la reacción de Kane ante su estupidez la había superado.
Quería llorar y reír al mismo tiempo. En vez de eso fue práctica y tomó a Sebastián
de los brazos de él—. Está claro, el niño necesita comer. Voy a tener una pequeña
charla con él mientras lo alimento.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Se situó tan cerca que ella cayó en la tentación y alargó la mano para acariciar el
frente de sus vaqueros en una larga caricia.
Él no se movió pero se situó entre sus manos, permitiendo que la fricción se
incrementara.
Ella puso los ojos en blanco.
—Frótese, soldado.
Ella incrementó la presión en el frente de sus vaqueros, obteniendo otro gemido
de él.
Las luces estroboscópicas se apagaron al mismo tiempo que el portero zumbó en
la puerta delantera.
Kane se relajó.
—Esto apesta.
Rose sonrió serenamente y acunó a Sebastián. Había hecho un buen trabajo al
volver las tornas contra él. Jugar juntos era importante. Tanto como confiar. Había
muchas cosas que tenía que aprender sobre las relaciones. La camaradería entre
Kane, Mack y Jaimie era la misma que ella compartía con las mujeres con las que se
había criado. Ellos compartían confianza, un vínculo irrompible, incluso con otros
miembros del equipo. Ella quería ser parte de eso. Cuando caminara por la calle para
ir de compras o para ver una película, algo que siempre había soñado hacer, se
sentiría segura sabiendo que estaban velando por ella.
Frotó la cabeza de Sebastián, notando que su pelo estaba creciendo fuerte y rápido.
Parecía más fuerte que nunca. Había leído en el libro del bebé cómo se suponía que
debía avanzar de una semana a otra, y él parecía tanto física como mentalmente por
delante de donde debía estar. Era evidente que reconocía a sus padres e incluso al
equipo a pesar de estar apartado de ellos. Raramente hacía un ruido cuando había
otros alrededor. Rose tenía que vigilar de cerca las señales cuando él podía tener
hambre o necesitaba que le cambiaran el pañal.
Él permanecía inquietantemente silencioso cuando había extraños. El doctor y el
fisioterapeuta así como el repartidor provocaban que se quedara completamente
quieto, y permanecía sin pestañear hasta que desaparecían de su línea de visión.
Alzaba la cabeza con facilidad mucho antes de lo que el libro decía que debía hacerlo,
y se empujaba con los brazos hacia arriba usando sus manos con coordinación.
—Porque eres tan inteligente, Sebastián —susurró ella.
Por dentro, se sentía un poco temerosa. Si Whitney tuviera algún indicio de que
Sebastián estaba semanas por delante de donde debía estar en su desarrollo, estaba
segura de que enviaría un ejército detrás del niño.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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—Quizá podría aplazar las compras hasta mañana para que puedas arreglar
nuestra escolta a tiempo. Así, nadie tendrá que luchar o interrumpir cualquier plan
que haya hecho —lo miró de soslayo sugestivamente—. Creo que una discusión está
en el orden del día definitivamente cuando regreses. Voy a dormir a Sebastián para
entonces. Ahora voy a jugar con él, le gusta estar en el suelo.
—Se dio la vuelta el otro día.
Ella no tuvo corazón para decirle que había visto a Sebastián hacer ese truco en
particular unas cuantas veces. Era anormalmente fuerte. Planeaba mencionárselo a
Paul la próxima vez que lo viera. No había duda de que Sebastián había heredado el
ADN especial de sus padres.
—Es genial, ¿no? —Le respondió—. No te excedas, Kane. De verdad, haz justo lo
que el fisioterapeuta diga que es seguro.
Le lanzó un beso y cerró la puerta tras él. Ella podía oír su risa desapareciendo
mientras se abrochaba el sujetador, se lo ponía en su sitio y abotonaba su camisa
antes de levantar a Sebastián hasta el hombro y le frotaba la espalda hasta que
eructara.
Le encantaba cómo olía, tan limpio y fresco con el aroma de su padre en él.
—¿Te apetece jugar, hijo?
Mientras cantaba extendió una gruesa alfombra que Kane le había traído con ese
propósito. Tenía más juguetes de los que ningún niño podía tener porque el equipo
estaba constantemente trayéndole regalos.
Se estiró en el suelo, acostada sobre su estómago cerca de él. Sebastián
inmediatamente se elevó como si estuviera haciendo flexiones con las rodillas. Él
mantenía la cabeza alta y miraba alrededor de la habitación antes de mirarla, casi
pidiendo su aprobación.
—Eso es un niño. Extiende. ¿A que se siente bien? Tus brazos se están poniendo
muy fuertes, Sebastián. Ahora empuja con las piernas.
Ella le dio la vuelta y tomó sus piernas, cantando en voz baja mientras imitaba que
daba patadas y caminaba en el aire.
Sebastián se rió y le susurró. Adoraba sus ojos brillantes y su respuesta
instantánea.
Raramente lloraba, mirándolos a ella y a Kane con sus ojos inteligentes. Ella se
inclinó para besar su pie.
—Eres un bebé muy feliz —le dijo.
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Capítulo 15
—Sigue —dijo con brusquedad John Baily, su cara era una máscara seria.
Kane se enjugó el sudor de la frente desde donde goteaba para picarle en los ojos.
Miró a Eric. El médico estaba inclinado contra la pared mirando fijamente al espacio,
sin poner atención al terapeuta que lo atormentaba. Todo dolía. Apenas podía
respirar y no estaba completamente seguro de poder seguir. ¿Era ese el punto?
¿Estaban tratando de rematarlo ahora que todavía estaba débil?
Ignoró a Baily y atravesó a zancadas el cuarto para agarrar una toalla.
Gideon se inclinó contra la pared para mirarlo con ojos preocupados.
—Dile que se vaya al infierno —sugirió—. Es un sádico.
—Ni siquiera he estado trabajando diez minutos —dijo Kane, ligeramente
avergonzado—. Me tiene subiendo por la cuerda una y otra vez y mi intestino no lo
puede aceptar todavía.
—Este es un entrenamiento de gilipolleces y lo sabes —dijo Gideon—. Creo que
Eric se durmió o estaría encima de ese tipo.
Las luces empezaron destellar a través del cuarto de entrenamiento.
Gideon giró y corrió hacia la puerta, con Kane en sus talones. La alarma silenciosa
tenía que haber sido provocada por uno del equipo; nadie más la conocía.
Dos Fantasmas saliendo de casa de Kane. Los dos llevan un paquete precioso. La voz de
Javier llenó sus mentes. Tranquila. Fría. Letal.
Gideon interrumpió y subió las escalera de dos en dos escalones a la vez. Podía ser
de más utilidad desde el tejado. Sería sus ojos y no fallaría si tenía un disparo.
Kane podía oír su sangre rugiendo en los oídos. No tenían que decirle cuales eran
esos dos paquetes. ¿Cómo coño habían entrado sin disparar la alarma? Mack se
encontró con él en la escalera y le tiró un arma. Sabía que los otros miembros del
equipo estarían saliendo a la calle, al tejado, y que estarían listos para moverse si su
presa lograba de algún modo atravesar el acoso de los miembros del equipo.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Dos hombres de Whitney salieron del almacén, corriendo hacia el SUV que
esperaba. Era oscuro con las ventanillas tintadas y debería haber estado en marcha.
En vez de eso, los cuatro neumáticos estaban cortados y el motor estaba apagado. El
hombre con el bebé abrió la puerta del pasajero, miró dentro para ver al conductor
desplomado sobre el volante, la garganta una masa de sangre. Jurando, cerró la
puerta y los dos hombres echaron a correr hacia los muelles.
Los tengo a la vista, informó Ethan. Estaba en el tejado del segundo edificio, ya
haciendo su barrido en busca de enemigos. Se dirigen a los muelles. Vislumbró a
Gideon corriendo por el techo del almacén hacia el lado del océano. Un movimiento
en el tejado del edificio al otro lado de la calle le provocó un escalofrío. ¡Gideon, abajo!
¡Abajo!
Gideon se tiró al suelo mientras una bala se clavaba en la ventilación de la casa,
fallando su cabeza por unos escasos centímetros.
Maldición, Gideon. ¿Estás herido? No tengo disparo. No puedo disparar. ¿Lucas? Otra
vez era Ethan. Puta niebla.
Él no había oído el disparo, pero no le cabía duda que uno de los francotiradores
de Whitney había ganado el tejado del edificio de apartamentos, donde eran más
vulnerables. No era un disparo largo y un silenciador podía ser usado fácilmente sin
miedo a perder puntería.
Dispara a ese bastardo, Ethan, dijo con brusquedad Gideon, manteniéndose abajo.
No podía evitarlo, atrapado como estaba.
Lo tengo, anunció Lucas Atherton con calma. El sonido del disparo cortó la niebla a
la deriva. Eliminado.
Los tres hombres en el tejado de los edificios treparon para convertirse en los ojos
para el equipo que se extendía como lobos cazando en el suelo. Las personas
caminaban por las calle, moviéndose por el mercado de pescado en el lado más
alejado de los muelles y los trabajadores descargaban la carga. El tráfico se movía
lentamente, y el mundo parecía inconsciente del drama que tenía lugar en la calle.
Javier, en un monopatín, se dejó caer en posición a unos pocos metros de los
hombres que huían. Parecía cualquier otro adolescente que estuviera en la calle
divirtiéndose, deslizándose entre los peatones con facilidad. Había divisado al SUV
esperando delante del almacén y había echado un vistazo más de cerca antes de
deshacerse del conductor.
Kane y Mack salieron del almacén y corrieron juntos, zigzagueando entre los
peatones, tejiendo entre los peatones, acelerando. Una bala rompió el cristal de una
pequeña librería, enviando fragmentos por el aire y haciendo que llovieran sobre la
acera y la calle. Varias personas chillaron y empezaron a correr.
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Gira a la izquierda, Top, por el callejón. Saldrás delante de ellos. Javier está más cerca de
ellos y Brian los flanquea por la izquierda. Gideon estaba tan tranquilo como siempre.
Jacob se acerca por la derecha, informó Lucas.
Elimina al tirador, dijo con brusquedad Mack.
Hecho, Top, dijo Ethan mientras disparaba. El tirador estaba en un apartamento en
el tercer piso, quinta ventana. Ethan disparó a través de la ventana, viendo como su
bala acertaba al objetivo. Abajo. Barriendo ahora. Paul y Marc están justo detrás de ti, Top,
añadió Gideon.
Paul Mangan y Marc Lands eran los mejores médicos que tenían en su equipo. Si
Rose o el niño estaban heridos, estarían con ellos para salvarlos rápidamente.
Rodeaban al enemigo, encerrándolos rápidamente.
Javier, encárgate del que tiene al bebé y sácalo de aquí.
En ello, la voz de Javier nunca cambiaba.
Empujó con fuerza con el pie, aumentando la velocidad de su monopatín. Había
permitido que los hombres de Whitney le vieran cuando se acercaron corriendo,
desechándolo como un chico pasando el tiempo con sus amigos, intentando nuevos
trucos. Los había estudiado con cuidado, sabía que eran hábiles y peligrosos. Se
concentró en el que sostenía a Sebastián en alguna clase de mochila, dejando ambos
brazos libres para llevar la semiautomática. El truco no era intentar dispararles sino
asegurarse de que su enemigo nunca viera a la muerte acercándose.
Sabía que podían oír el monopatín acercándose por detrás de ellos, pero sonaba
como cualquier otro adolescente, y ya le habían valorado y desechado como
amenaza. Rose está inconsciente. No puedo decir qué le han hecho, advirtió a Paul.
¿El bebé? Kane sonó desapasionado, completamente desconectado y remoto, pero
había ecos de muerte en su voz.
Tiene pulmones, informó Javier, una breve insinuación de diversión en su voz.
En unos pocos segundos los dos hombres estarían en los muelles en medio de una
multitud. Suavemente, Javier se empujó otra vez, agachándose, surfeando sobre el
agujereado callejón, alzándose sobre el enemigo que sostenía a Sebastián. Pasó
barriendo, el cuchillo brilló cortando la garganta con una mano mientras rasgaba la
mochila que sostenía al niño con la otra.
El hombre borbotó, ambas manos volaron a su garganta. Javier giró bruscamente
mientras se disparaba fuera del callejón a la multitud de personas, dirigiéndose al
mercado donde las filas de puestos y mesas le darían cobertura. Pasó a Kane y Mack
y fue derecho hacia Paul y Marc. Empujó el bulto a manos de Paul y se desvió,
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Christine Feehan Juego Despiadado
fingiendo zigzaguear entre los puestos para darle al hombre de Whitney un mejor
objetivo.
Javier hizo la transferencia antes de que el enemigo cayera, una caída ralentizada,
primero sobre las rodillas, agarrándose la garganta, la sangre salpicando sus manos y
luego boca abajo, la cabeza golpeó las tablillas de madera del muelle.
Tengo el paquete, anunció Paul mientras hacía un giro brusco y comenzaba a volver
rápidamente hacia el almacén, utilizando la espesa niebla como cobertura para los
francotiradores de los tejados.
Te tengo cubierto, aseguró Gideon. Los otros dos miembros de su equipo sobre los
tejados circundantes, Ethan y Lucas, proporcionarían cobertura a los miembros que
convergían sobre el suelo.
Paso ligero, ordenó Mack, no sabemos a cuántos más han enviado.
El bebé dejó de llorar en el momento que estuvo en manos de Paul, como si
supiera que el silencio era primordial para la seguridad ahora que su equipo le
llevaba a través de las líneas enemigas de vuelta a casa.
El hombre con Rose tirada sobre el hombro se paró, mirando con horror a su
compañero. Girando ligeramente en círculo, cambió de dirección, corriendo hacia el
final del muelle. Los dedos de niebla se habían reunido, volviéndola gris y espesa. El
sonido de las botas sobre el muelle de madera era alto y misterioso saliendo de la
oscuridad.
Si tienes un disparo, hazlo, dijo Mack. Jacob, ¿estás sobre él?
Roger, Top. Tiene compañía. Un barco rápido acelerando.
Mantenlos lejos del muelle, ordenó Mack.
Inmediatamente un bombardeo de fuego desde los tejados evitó que el barco se
acerara al muelle. Viró lejos y aceleró mar adentro. Una vez más, el hombre con Rose
cambió de dirección, corriendo esta vez por el muelle al paseo marítimo. El barco
giró a lo lejos, aparentemente en comunicación con el hombre que sostenía a Rose.
Kane no ponía atención a nada excepto a Rose. Se concentró en el sendero a su
mente. Siempre había sido fácil comunicarse con ella, pero quizás ella había estado
estirándose hacia él como él había hecho hacia ella. Ahora tanteó a ciegas, confiando
en sus instintos mientras corría. Se negaba a permitir que el temor entrara. La
emoción no le haría ningún bien. Tenía que mantener la mente despejada y confiar
en su equipo. Todos ellos estaban en acción. Javier había descubierto el SUV y leído
correctamente la situación, poniendo sobre aviso al equipo, y ellos trabajaban juntos
suavemente, como lo habían hecho durante años.
Ven a mí, cariño. Abre los ojos, pero no te muevas. Sólo abre la mente a la mía.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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para mantenerlos en la superficie. El buzo tendría la ventaja debajo del agua. Utilizó
su fuerza para doblar la hoja del cuchillo hacia el cuerpo del buzo, haciendo palanca
contra el brazo. Tenía que confiar a Brian Hutton y a Mack el amor de su vida.
Empujó a Rose, el barco y la lucha entre Jacob y el otro buzo fuera de su cerebro y
puso la mente y el cuerpo en permanecer vivo.
El buzo cedió un poco y con la enorme presión que utilizaba, la retirada repentina
de resistencia lo envió hacia delante. El buzo dio un salto mortal hacia atrás, y los dos
fueron debajo del agua, Kane detrás de él. Se pegó a la espalda del buzo con el brazo
alrededor del cuello, apretando en un agarre mortal. Era muy difícil retorcer el cuello
bajo el agua con la fuerza suficiente para romperlo, pero aplicó suficiente presión con
tanta rapidez y fuerza que el buzo comenzó a perder el conocimiento. Sin la
resistencia de la lucha, pudo conseguir palanca y romperle el cuello.
El cuchillo cayó de la mano del buzo y Kane se zambulló tras él. Mientras emergía
a la espesa niebla, buscó a Rose y Brian; oyó el sonido de un barco que se echaba
encima de él.
No tenemos toda la noche, Jacob. El barco se te acerca y los chicos no tienen un disparo
decente para mantenerlos lejos de ti, informó Mack al miembro del equipo que habían
apodado “Tiburón”.
Dame un par de minutos, Top. Jacob cortó la manga de aire, arrastrando al primer
buzo bajo el agua. Estoy un poco ocupado actualmente.
La onda los arrolló, empujándolos hacia los pilares. El buzo luchó, tratando de
arrancarse a Jacob, pero éste lo agarró. Rodaron juntos una y otra vez, raspando el
lecho del océano, Jacob sostenía al buzo despiadadamente. Por mucho que el buzo se
retorciera o girara, Jacob era tenaz como un pitbull, negándose a soltarlo.
Lucharon, revolviendo las capas de arena fina y el sedimento marino del lecho,
añadiéndolo a la oscuridad del agua. El buzo comenzó a asustarse, luchando en serio
ahora, tratando de sacar su cuchillo de donde estaba atado a la pierna. Jacob nunca le
permitió escapar de su puño de hierro. Los bajó al lecho mismo, envolviendo con
calma las piernas alrededor de él como un pulpo, los muslos lo bastante fuertes para
sujetarlo. Era simplemente cuestión de quién podía contener la respiración más
tiempo y Jacob había sido realzado físicamente para permanecer bajo el agua durante
largos períodos de tiempo.
La lucha del buzo cobró nueva urgencia y luego comenzó a debilitarse. Finalmente
su cuerpo se tensó mientras jadeaba en busca de aire, atrayendo agua a sus
pulmones. Jacob esperó un minuto más hasta que estuvo seguro que el otro hombre
se había ahogado. Encima de su cabeza vio un propulsor mientras el barco cruzaba la
superficie.
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Brian Hutton se zambulló repetidas veces en el lugar donde Rose había rodado
hacia bajo con las olas. ¿Dónde está, Top? No puedo encontrarla.
A tu derecha, Brian. Un metro. Puedes estirar la mano y tocarla. Sácale la cara del agua.
Mack sonó un poco tenso pero estable como una roca. Si Top decía que estaba allí,
entonces no importaba que la niebla fuera tan espesa y la arremetida de las olas le
condujera hacia los pilares, ella estaba al alcance. Estiró ambos brazos ciegamente y
luego buscó debajo de la superficie siempre variable, ignorando el sonido del barco
que se acercaba. Estaba en posición vulnerable, consciente de que en cualquier
momento un disparo podría acertarle. Esperaba que si no podía ver a los ocupantes
del barco, ellos no pudieran verle a él.
Los dedos rozaron un brazo y lo agarró, arrastrando a Rose hacia él, le dio la
vuelta para asegurarse de que todavía estaba viva. Ella tosió y escupió agua, pero no
abrió los ojos, moviendo la cabeza de un lado a otro y luchando débilmente.
—Te tengo, Rose —la tranquilizó. Parecía drogada, incapaz de luchar por salir del
agarre de la droga.
Se inclinó sobre ella para tratar de hacer contacto visual, y una bala que vino de
dirección desconocida le golpeó con fuerza en lo alto del hombro. Al principio no
sintió nada pero luego el agudo aguijonazo y el entumecimiento abrasador se
extendieron por su brazo y pecho hasta que apenas pudo respirar, como si el hielo
encerrara la parte superior de su cuerpo, congelándolo.
Me acerco. A tu derecha.
Mack y Marc habían improvisado una polea y arneses sobre el muelle. Lanzaron la
cuerda tan cerca de él como pudieron. Brian luchó contra la fuerza de las olas que
chocaban contra él mientras el poder del océano trataba de arrancarle a Rose de los
brazos. Las botas lo empujaban hacia abajo, añadiéndose a la dificultad. En el agua
fría su cuerpo empezó a tiritar, una mala señal, pero peor si se detenía. No podía
permitirse el adormecerse, no antes de sacarla del agua. Intentó no pensar en Kane ni
en Jacob y en cuánto tiempo habían estado en el agua. No podía entender por qué el
brazo izquierdo se negaba a obedecer sus órdenes.
Los arneses estaban a centímetros de él, pero parecía un kilómetro. Calculó la
siguiente ola, pateó con fuerza y logró engancharlo con las puntas de los dedos, lo
atrajo y lo aseguró alrededor de Rose. Por dos veces el agua les saltó por encima, y él
subió ahogándose y tosiendo. Los pulmones se sentían helados y sus movimientos
eran lentos. No tenía ni idea del paso del tiempo o de cuánto tiempo llevaba en el
agua con las poderosas olas golpeándolo.
Rose parecía casi azul, pero respiraba, aunque sentía el corazón algo lento. Quizá
era simplemente su corazón el que iba lento. El agua les golpeaba a ambos y era
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dio cuenta de que el enemigo había preparado por lo menos tres salidas diferentes.
Whitney quería a Sebastián y a Rose y se había esforzado mucho por conseguirlos.
Emergió al lado del barco en absoluto silencio. El motor andaba al ralentí mientras
esperaban, mirando a través de la niebla para tratar de encontrar a sus buzos y a
Rose. La densa niebla era perfecta para ocultarlos de los tiradores sobre el tejado pero
hacía casi imposible que vieran lo que sucedía en el agua.
Kane pudo oír a dos hombres cuchicheando, las palabras algo amortiguadas por el
sonido del agua golpeando contra los pilares.
—¿Ves algo, Randy?
Kane escuchó con cuidado, trazando la ubicación exacta del hablador del barco.
Ajustó su propia posición para alinearse con el hombre.
—Estaban aquí mismo —respondió Randy, casi siseando.
Por su voz, Kane supo que Randy estaba hacia la popa del barco y en posición
sentada. Tomó aire y se puso en movimiento, agarrándose el costado del barco con
ambas manos y empujando su cuerpo en un salto mortal hacia atrás, las rodillas al
pecho hasta que estuvo encima del costado del barco. Mientras el enemigo se ponía
en pie y se tambaleaba hacia él, Kane estiró las piernas, golpeando a su adversario en
la barriga. Kane era un hombre grande muy musculoso y su fuerza era enorme. La
adrenalina que le recorría se añadió al impacto. Su enemigo fue derribado sobre el
costado del barco, cayendo hacia atrás al agua.
Kane aterrizó con fuerza y rodó hacia Randy. El barco se meció locamente,
inclinándose bruscamente, desequilibrando a Randy mientras disparaba su
automática, agujereando el costado del barco. Kane le golpeó con fuerza bajo la
barbilla mientras se empujaba hacia arriba, poniendo su considerable peso en el
golpe, y luego se giró para clavarle el codo en la mandíbula. Randy se adhirió al
arma con fuerza, el dedo pegado al gatillo.
El sonido del arma escupiendo balas era ensordecedor dentro de la manta de
niebla. Kane atrapó la muñeca de Randy, se acercó un paso para evitar que el hombre
girara el arma hacia él. Golpeó el hombro de Randy con la muñeca, forzando su
cuerpo a que retrocediera y cayera. Randy cayó y mientras lo hacía, Kane le arrancó
el arma, girándola hacia su enemigo. Las balas crearon una cremallera encarnada por
el pecho del hombre hasta la garganta.
La lucha había durado segundos, pero el agotamiento golpeaba junto con el
temblor que señalaba que su cuerpo estaba demasiado frío. Tenían que terminar esto
pronto. Miró al agua, buscando al hombre que había lanzado por la borda. Pudo
distinguir el contorno de dos hombres luchando justo bajo la superficie. Reconoció a
Jacob y bajó el arma, echando una mirada alrededor en busca de algo que le diera
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hay un par de vaqueros tuyos, que te dejaste cuando estuviste con nosotros mientras
construías tu casa. Mira en el armario de ropa. Resolver esto va a llevar un rato.
Marc sacó la cabeza de la tienda, las manos cubiertas con guantes manchados de
sangre en el aire.
—¿Donde coño está Eric? Fue a conseguir otro conjunto de instrumentos. Necesito
ayuda aquí dentro. No pudo monitorizarlo y operar.
Desapareció de vuelta en la tienda.
Baja aquí, Paul. Mack envió la orden instantáneamente.
—Sube, Kane. Protege a Rose y Sebastián. No te fíes de nadie. —Miró su reloj—.
Eric se marchó corriendo hace unos minutos para conseguir otro kit de cirugía de su
coche. Pensé que era extraño que no pidiera que fuera a buscarlo unos de nosotros
pero me figuré que él podría encontrarlo más rápido.
Kane se dio la vuelta y subió las escaleras corriendo mientras Paul las bajaba.
—Eso es lo que me molesta —dijo Jaimie—. Mira, Mack. Mira la cinta. Eric
atraviesa la puerta primero y el terapeuta le sigue. Mira lo que hace Eric. —Congeló
la cinta—. Mira sus ojos. Se detiene justo ahí y su mirada se mueve hacia abajo y
hacia la cerradura justo cuando el terapeuta desliza su herramienta. Eric lo sabía. Eric
tiene que estar trabajando con Whitney.
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Capítulo 16
—Hijo de puta —Mack se inclinó para estudiar la cinta. Todo el tiempo habían
estado mirando la cerradura y al terapeuta, sin prestar realmente atención al cirujano
que había operado en algún momento u otro a muchos de los Caminantes Fantasma,
incluso salvando sus vidas. No podía imaginar cómo había notado Jaimie el leve giro
que Eric hizo y el cambio en sus ojos mientras miraba abajo a la cerradura.
Especialmente con la cirugía de Brian a medias a sólo unos pocos metros de
distancia.
—Él lo sabía, Mack. —Repitió Jaimie y paró las filmaciones del interior de la
segunda planta y después las de la calle.
Podían ver a Eric salir a toda prisa de la carpa quirúrgica, llamar a Mack y luego
correr tras la tienda, fuera de la vista. Puso un pie en las escaleras dirigiéndose arriba
donde Paul cuidaba de Rose y Sebastián, sacudió la cabeza y se dio la vuelta
rápidamente para tomar las escaleras, yendo hacia la planta baja. Claramente había
considerado hacer otro intento con el bebé. Después bajó maldiciendo las escaleras y
salió por la puerta, sin entrar en ningún momento en la casa de Kane. Las cámaras de
la calle lo captaron saltando al interior de su coche, el móvil fuera y hablando rápido
mientras aceleraba para irse.
—Haz correr la voz a los otros equipos —ordenó Mack a Jaimie—. No hace falta
que diga el daño que puede hacernos. Todos con los que ha mantenido contacto
pueden estar comprometidos. Aconsejo barridos en búsqueda de errores y
reprogramar la seguridad de cualquier parte a la que haya accedido. Haz saber a Jack
y a Ken que sus casas tienen posibles múltiples agujeros. ¿Ha tenido acceso a tu
equipo informático?
Jaimie negó con la cabeza.
—Nadie más que Javier toca mis ordenadores. Y él no es tan bueno como yo en
cuanto a seguridad. Bueno… okey… quizás no.
Mack juró por lo bajo y se paseó arriba y abajo.
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—Paul ha dicho que no andes todavía, Rose. Dijo que una vez que pudieras
levantarte, quería que bebieras agua. Mucha agua. Pero ha dicho que estarías
inestable un rato.
—Tengo que conseguir sacarme esto del cuerpo. Me siento horrible.
—Lo sé, cariño, estarás desorientada un tiempo.
Ella le frunció el ceño, agarrando firmemente la manta a su alrededor.
—Kane, no llevo puesta ninguna ropa. Ninguna. —Parecía muy perpleja, la
mirada saltando de él a Jaimie.
—Tuve que desvestirte —explicó Jaimie suavemente—. Estabas empapada y
congelada. Te envolvimos en la manta y pusimos bolsas de agua caliente alrededor
de ti para aumentar la temperatura de tu cuerpo.
Rose sacudió la cabeza y se levantó, arrastrando la manta con ella.
—¿Sebastián? ¿Dónde está Sebastián?
Las tripas de Kane se encogieron. Se lo había dicho tres veces. Parecía que
olvidaba cosas una y otra vez. Le cogió la cara entre las manos y examinó sus ojos.
—Cariño, no estaríamos aquí de pie charlando si alguien se hubiera llevado a
nuestro hijo. Está durmiendo plácidamente en la habitación. Lo traería para que lo
vieras, pero no quiero despertarlo y que tenga que comer. La droga que te dieron no
está aún fuera de tu cuerpo.
Ella frunció el ceño y se tocó el cuello.
—No pude impedir que se llevaran a Sebastián.
—Javier los encontró, y el equipo se puso en acción. Tendremos pronto una
reunión para discutir qué fue bien y qué fue mal para que podamos mejorar el
tiempo de respuesta y el control de daños.
Jaimie se sentó sobre el brazo del sofá.
—Ningún civil resultó herido y además evitamos que los hombres de Whitney se
os llevaran a ti y a Sebastián, eso es siempre lo principal en situaciones urbanas.
Kane rozó con su boca los labios de Rose.
—Vamos a estar todos bien, cielo. El equipo no fallará. Tuvimos una baja. Brian
está ahora en cirugía, pero Paul y Marc están con él, y ya sabes lo mandón que es
Mack. No dejará que Brian se nos escape.
—Quiero darme una ducha. —Rose se estremecía mientras se frotaba los brazos
arriba y abajo—. Me pica por todos lados.
—Puedo poner una silla en la ducha —ofreció Jaimie—. No deberías de intentar
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laboratorio de Whitney.
—Lo siento tanto —susurró de nuevo, sacudiendo la cabeza. ¿Cómo podría ser
perdonada? Kane la había llevado a su casa y le había ofrecido una vida con él. Ella
lo quería, pero no había querido realmente al resto de ellos. No sabía cómo actuar
con ellos, qué hacer o qué pensar. Se sentía como una intrusa, y aún así habían
arriesgado sus vidas por su hijo—. Dime qué sucedió. Todo. Lo que cada una de las
personas tuvo que hacer para recuperar a Sebastián…
—Y a ti —dijo Kane en voz baja.
Ella tiritaba continuamente, incapaz de frenar la reacción de su cuerpo a las
secuelas de la droga, o quizás del tiempo pasado en la fría agua del mar. Podía oler a
pescado en su pelo y piel. Arrebujándose más en la manta, asintió.
—Y para hacerme regresar. Dime.
Escuchó en silencio el sonido tranquilo de la voz de Kane mientras le contaba con
detalle el rescate y en lo que cada miembro del equipo había contribuido.
—Si Javier no hubiera descubierto el SUV, se podrían haber escapado con él.
—Puede que hubiera llevado más tiempo, pero os habríamos encontrado a ti y a
Sebastián, Rose —dijo Kane—. Teníamos el microchip de Sebastián, y Whitney no es
el único que puede seguir la pista vía satélite.
Ella sintió una ola de puro pánico.
—Mi tatuaje. Javier y Jaimie se deshicieron de él.
—Lo desactivaron. No es lo mismo.
Ahora sus dientes castañeteaban, pero no le importaba. Estaba aterrorizada.
—Si conoce un modo de activarlo, Whitney lo hará.
Él negó con la cabeza.
—Pondré a Jaimie y a Javier contra cualquiera que Whitney tenga en electrónica.
Jaimie está calculando cómo se las arreglaron para llamar a la puerta, pero mi
suposición es que el doctor tuvo algo que ver.
Ella sintió como el color anegaba su cara. Una vez más no había confiado en los
miembros de su equipo.
Nuestro equipo, la corrigió él.
—Nuestra familia. Somos una unidad, Rose. Tú, yo, Sebastián y nuestra familia.
Tenemos que pensar de este modo, creer en ello. Tiene que ser nuestra máxima.
Nadie por separado será capaz de combatir a Whitney. Como un equipo, una familia,
somos más fuertes de lo que él pueda imaginarse.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Él tenía razón. Cuando ella estuvo en los barracones, si Whitney separaba a todas
las chicas era mucho más difícil combatirle, pero juntas tenían la suficiente fuerza y
talento psíquico para controlarlo.
—He crecido con cada uno de los hombres y mujeres de este equipo excepto con
Paul. Has conocido a Paul. No es un infiltrado. Su talento es increíble, y todos
velamos por él, especialmente Javier.
El aliento se le cortó en la garganta. Sabía que Paul no era una amenaza. Era
demasiado honesto, se le notaba demasiado bueno, aunque no como si no pudiera
luchar si se veía obligado a ello. Pero Javier… Él la asustaba, aunque había sido
Javier quien en última instancia fue el guardián de Sebastián. Vio la mirada de su
cara cuando se pasó a ver al niño. Siempre se refería a sí mismo como el tío Javier, y
se avergonzaba en secreto.
Rose sacudió la cabeza.
—Lo siento —repitió ella—. No confié en ellos. No quise que me gustaran ni
concederles una oportunidad.
—Rose. —La voz era una caricia aterciopelada, acariciando su piel—. ¿Qué
esperabas? Nunca has estado alrededor de un hombre que no estuviera reteniéndote
prisionera o torturándote. ¿Pensabas que sería fácil? Todos nosotros hemos tenido
que ganar tu respeto y tu confianza. Nunca es automático, no cuando otra vida
depende de la nuestra.
—Pero tú confías en ellos. Debería de haber…
La levantó con manta y todo, tirando de su cuerpo tembloroso contra él. Y ella se
lo permitió, quería fundirse en él para conseguir todo ese masculino calor y fuerza.
Se permitió ser frágil y vulnerable, ya lo era… a él. Se permitió abrirse a él. Él estaba
tan profundamente en su interior que nunca se lo sacaría, ni aunque quisiera.
—¿Por qué deberías de confiar en alguien que no conoces? ¿Especialmente con tu
hijo? Cada miembro de mi familia se extrañaría y horrorizaría si los hubieras
aceptado fácilmente. Quieren que tú, tanto como lo quiero yo, seas desconfiada con
los extraños. —Él le masajeó los hombros, y luego deslizó sus manos bajando por su
espalda, acercándosela más—. Mira a Eric. Ha sido el doctor que hemos escogido
para todos los equipos, y todavía ninguno nos habíamos dado cuenta de que era un
enemigo.
Se recostó contra él, cobijándose en sus brazos, en la fuerza de su cuerpo. Él era
como un roble enorme, sólido e inquebrantable, un centinela con el que podía
siempre contar.
—Estás inquieto con él alrededor —dijo Rose—. Ésa es una de las razones por las
que tengo problemas con él. No me gusta que esté tan interesado en el ADN.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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Por supuesto que lo estaba. No podía estar de pie apropiadamente sólo una
semana atrás. No podía hacer un entrenamiento completo, pero aún así había corrido
por las calles, zambullido en el océano y luchado contra el enemigo en el agua fría
mientras las olas lo zarandeaban… para salvarla.
Rose le puso una mano en el pecho y empujó con fuerza. Kane sintió la presión
constante y se sorprendió, como siempre, de que una forma tan pequeña pudiera ser
tan fuerte. No lo habría desequilibrado, aunque estuviera agotado, pero parecía tan
hermosa y tan decidida que no pudo evitar ceder ante ella. Esa mirada de pura
firmeza reemplazó la culpa en sus ojos y él aceptaría eso cualquier día en vez de su
sentimiento de culpabilidad por algo que ella no pudo controlar.
—Quédate justo allí y descansa. Cuando salga de la ducha haré té.
El corazón de Kane tropezó y sin pensar su mano serpenteó para agarrarla de la
muñeca cuando se giró alejándose. Tiró. La manta resbaló antes de que ella pudiera
pararla y casi perdió el equilibrio. La agarró por la cintura con ambas manos y la
levantó hasta su regazo, frente a él, para que se acomodara sobre las caderas,
cabalgándolo. Podía sentir su calor ardiendo a través de la tela de los vaqueros,
apretando sobre su polla ansiosa.
Ella se meneó y todo el cuerpo de Kane pareció estallar en llamas. Le pasó las
manos de manera posesiva por su espalda. Por muchas veces que la tuviera, ella le
parecía tan frágil, tal milagro. La piel, incluso ahora oliendo a mar, era suave por
todos esos músculos exquisitamente firmes.
—Déjame tomar una ducha, Kane —susurró, acariciándole el cuello con la nariz,
los brazos en torno a su cuello, su cuerpo asentado sobre el suyo.
La sangre lo golpeó por las venas, atronó en el corazón y rugió en los oídos, todo
en reacción a la percepción de que no había resistencia en Rose. En el momento que
la tocaba su cuerpo encajaba en el suyo, hecho para él. Se entregaba a él enteramente,
rindiéndose a él. El corazón se le contrajo. Nunca había pensado tener una mujer
propia y ciertamente no una mujer como Rose que lo deseaba con la misma fiebre
que él tenía por ella.
—Estoy llena de sal y huelo a pescado.
Él rió. Este podría haber sido el peor día de su vida, pero aquí estaba, su hijo
durmiendo pacíficamente en el otro cuarto, su mujer desnuda y sumisa en sus
brazos. Mordió ese lugar dulce entre el cuello y el hombro y la sintió estremecerse de
necesidad.
—Me importa una mierda como huelas, nena —le aseguró—. Sólo necesito estos
vaqueros abiertos. Muévete un poco. —Dejó caer las manos a los botones, levantando
las caderas sólo lo bastante para deslizar el ofensivo tejido por las caderas.
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Christine Feehan Juego Despiadado
El alivio fue tremendo. En el momento que saltó libre, su polla ansiosa se encontró
con el calor ardiente y húmedo de Rose.
—Eres el cielo para mí, Rose. Mi santuario.
Con las manos en la cintura la levantó, posicionando su cuerpo sobre él hasta que
la engrosada cabeza estuvo empujando dentro del calor del cuerpo de Rose. El hecho
de que ella ya estuviera húmeda, exactamente tan ansiosa como él, le asombraba.
Muy lentamente le bajó el cuerpo sobre el suyo. El calor lo atrapó, lo rodeó, toda esa
pulsante energía. Se introdujo entre los pliegues suaves y calientes, el fuego dulce lo
engulló. Ella echó la cabeza atrás arqueando la espalda, tragando convulsivamente
mientras los senos empujaban contra el pecho de él. Sus pezones se sentían como dos
puntas de llamas, enviando un rayo de fuego directo a la ingle.
Él adoraba la expresión de su cara mientras se empalaba lentamente en su polla.
Había tantas maneras de tomarla que estaba ansioso por explorarlas, pero quería
esto, esa mirada sexy, necesitada, que ninguna mujer podría falsificar jamás, los ojos
semicerrados, los labios separados, la respiración acelerada y el rubor. Adoraba
especialmente el modo en que sus ojos chocolate se fundían en un brillo centelleante.
Su polla penetró profundamente hasta la empuñadura. Inhaló, sintiendo el aire
entrar de los pulmones de ella a los suyos. No podía cerrar los ojos para saborear las
sensaciones que se vertían sobre él, no y mirarla a la cara también, y anhelaba la vista
de ella, tan sexy, tan femenina, disfrutando de su cuerpo con la misma hambre
desesperada que él tenía por ella. Necesitaba verla, viva y a salvo. De algún modo ella
se había convertido en su mundo en un espacio muy corto de tiempo, la necesidad de
ella, no sólo su cuerpo sino de Rose misma, se había convertido en primordial para
su felicidad.
Trazó las formas femeninas con las manos, venerándola, acariciando con los dedos
las costillas, subiendo para ahuecar los senos mientras ella lo cabalgaba con un ritmo
pausado diseñado para volverle lentamente loco. Amaba a esta mujer de modos que
nunca había imaginado posibles. Había entrado a hurtadillas en su interior esa
primera vez que había compartido su cama. El valor en ella había estado más allá de
su comprensión. Se enamoró con fuerza y supo entonces que ninguna otra mujer
llegaría a él de la misma manera que ella había hecho. Su respeto y admiración por
ella sólo habían crecido desde su primer encuentro. Le entregó el corazón para que lo
guardara cuando ni siquiera había sabido completamente lo que hacía y ahora era
más que feliz por haberlo hecho.
La dejó establecer el ritmo. Dejó que le usara para ahuyentar el terror de su casi
pérdida. Él quería ahuyentar cada demonio, cada temor… por ella. Devolver el brillo
a sus ojos, devolverle la fe en sí misma. Lo estaba matando con las lentas espirales
que le gustaba utilizar, un baile de fuego, con su capa sedosa de pelo derramándose
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en torno a su cara y esos ojos oscuros que le mostraban lo perdida que estaba en el
placer.
Podría mirar por siempre cómo las emociones le cruzaban la cara. Deslizó las
manos sobre su cuerpo, memorizando cada centímetro hasta que se acomodaron en
las caderas. Flexionó los dedos, disfrutando de la fricción apretada y caliente que le
agarraba, de la necesidad que aumentaba hasta que lo atravesó de repente, hasta que
no pudo soportar el ritmo lento y perezoso otro segundo.
—Agárrate, nena —susurró suavemente.
Ella estiró la mano y le tocó la cara, mirándolo con sus ojos almendrados.
—Eres mío —susurró.
Esa mirada ardiente, el roce de los dedos contra la cara y la posesión en su voz le
deshicieron.
—Maldita sea, Rose, a veces me matas —espetó entre los dientes apretados. Era
maldecir o gritar cuando ella lo volvía del revés como hacía.
Le agarró de las caderas con fuerza y comenzó a empujar en ella, introduciéndose
más y más profundo, llenándola, estirándola, haciéndola subir más y más. Sintió que
las paredes sedosas que le rodeaban lo agarraban con fuerza y se contraían,
convulsionaron y sufrieron espasmos mientras las poderosas olas la atrapaban como
un tsunami. El orgasmo la sacudió, latiendo alrededor de su polla con un calor al rojo
vivo, hasta que no pudo contenerse y saltó sobre el borde con ella.
Rose se desplomó contra él, jadeando en busca de aire. Kane le atrapó la nuca con
la palma y la instó a enterrar la cara contra su cuello mientras ambos luchaban por
recobrar el control de sus respiraciones.
—Te amo, Rose —le dijo, las palabras fueron arrancadas de algún lugar en lo
profundo de él—. Creo que necesitamos una cama. Jamás podré hacerte el amor
apropiadamente si no encontramos una buena cama.
Ella sonrió contra su hombro.
—¿Um, Kane? Tenemos una cama perfectamente buena. Sólo que no puedes
esperar lo suficiente para utilizarla.
—Siempre te estás levantando para alimentar al bebé y yo tengo que ir a buscarte
y entonces… bien... las cosas suceden naturalmente. —La besó en el salvaje pelo—.
¿Te sientes mejor?
La risa de ella fue contagiosa y algo amortiguada contra el hombro. Trazó un
sendero de besos sobre los duros músculos del pecho.
—Estás tan loco. ¿Es esto lo que haremos cada vez que esté trastornada?
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Ella bufó.
—Te has caído de culo —repitió—. Mi caballero grande, fuerte y blanco se ha
caído sobre su culo. No puedes seguir el ritmo.
Él le sonrió. Feliz.
—Puedo seguir el ritmo. Ven aquí y arrodíllate justo aquí. —Abrió las piernas para
ella en invitación—. Tienes un aspecto jodidamente sexy.
Ella puso los ojos en blanco, pero curvó la boca en una sonrisa.
—Estoy segura que sí, toda sudorosa con leche bajando de mis pechos. Estás loco,
Kane, pero creo que yo estoy loca por ti. —Se dio la vuelta bruscamente y le dejó.
Él se permitió deslizarse por la silla hasta que la cabeza descansó en el respaldo,
totalmente agotado, vagando entre el sueño y la vigilia.
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Capítulo 17
Rose apretó los brazos alrededor de Sebastián mientras seguía a Kane bajando la
escalera hasta el primer piso. El equipo entero se había reunido en absoluto silencio.
Javier y Ethan se pusieron de cuclillas entre la escalera y la puerta que accedía a la
escalera de incendios exterior, examinando las paredes y barandillas en un esfuerzo
por encontrar todo lo que Eric había dejado. Ethan alzó la vista cuando bajaron la
escalera y les señaló que guardasen silencio.
¿Está vivo Brian? Kane preguntó.
Paul y Marc le salvaron, Mack contestó a la pregunta.
Rose se sorprendió de ser capaz de oír la voz del sargento mayor de artillería en su
mente. Ella y Kane tenían una conexión fuerte, algo que creía que había provocado
que Whitney los aparease juntos. Podía iniciar la telepatía, pero nunca había sido
fuerte y, a diferencia de Mack o Kane, nunca podía haber sostenido un puente para
un equipo entero.
Estará en baja forma una temporada. Jaimie va a cuidar de él hasta que podamos conseguir
una enfermera en la que podamos confiar. Podríamos usar a Rhianna en este momento.
Javier se enderezó para permitir que ellos lo adelantasen.
Sebastián miró solemnemente al hombre y luego de repente sonrió, inclinándose
hacia él. El movimiento fue inesperado y lo suficientemente fuerte para que Rose
tuviese que agarrarlo con un pequeño grito ahogado. Su corazón saltó. No había
duda de que su hijo quería que Javier lo cogiese en brazos. Tenía que consolarse con
el hecho de que Sebastián ya había demostrado que podía sentir y reconocer a un
enemigo.
Ella tragó con fuerza e hizo su primera tentativa para aceptar a la familia de Kane
como la suya propia. Sebastián quiere que tú lo cojas.
La sonrisa de Javier parpadeó durante un momento en sus ojos y luego se
desvaneció. Él tendió los brazos hacia el niño. Top, haz que Gideon lo intente. No puedo
encontrar nada y quiero sostener a mi sobrino. Es hora de que nos conozcamos.
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conciencia en sus ojos, que Rose tembló cuando lo cogió. Echó un vistazo a Kane,
preocupada. El bebé tenía sólo un par de meses y ya recogía las señales de todos los
adultos a su alrededor, reconociendo el peligro mucho antes de lo que debería.
¿Qué tipo de infancia va a tener? Había desesperación en su voz y el miedo se
arrastraba bajo su piel. ¿No hay ningún modo de que nuestro hijo tenga alguna clase de
vida normal?
Kane le acarició el pelo y luego estiró las manos para tomar al bebé. Él estará
seguro, feliz y preparado, Rose. Es primordial para nosotros construir una nueva normalidad
para él.
Él reconoció la diferencia en Javier y ya es consciente de los cambios en todos nosotros.
Quiso gritarles a todos ellos. No quería eso para su hijo. Quería que su pequeño
muchacho fuese libre de jugar y reírse con otros, no viviendo la clase de vida que ella
había tenido… la formación de una vida en guerra desde que fue capaz de caminar.
—Esta es nuestra vida —dijo Kane en voz alta—. Esta es su vida. Tendrá un patio
y tendrá una infancia feliz. Sólo que sabrá desde pequeño que, como nosotros, como
su familia, él es diferente y que tiene que vivir de manera diferente. Eso no significa
peor, Rose, significa diferente.
Asintiendo con la cabeza, ella tragó el asfixiante nudo de su garganta,
parpadeando rápido para deshacerse del brillo de las lágrimas delante de los otros
miembros de equipo.
Javier tocó a la cabeza de Sebastián con una mano suave.
—Él estará seguro, Rose, y será muy amado. Veremos sus necesidades, todos
nosotros. Ayudaremos a proporcionarle todo lo que necesite. Nos lo dices y es tuyo.
Ella miró a su alrededor en el círculo de caras. Todos asintieron con la cabeza. Un
poco de la tensión se alivió. No pudo menos que sonreír. Incluso mientras la
tranquilizaban deslizaban las armas dentro de la ropa, preparándose para la batalla.
Parecía que había una armería en cada piso, por supuesto escondida, pero bien
abastecida de cualquier arma que pudiesen necesitar. Sabía que estaban armados por
todas partes fuera de la casa y probablemente también en el interior.
—¿Estás bien? —Preguntó Kane.
Todos la miraban, esperando su respuesta. No, comprendió, no para acabar con
ello, sino porque de verdad se preocupaban y estaban listos para hacer todo lo que
fuese para hacer que estuviera cómoda con su futuro. Respiró hondo, no queriendo
faltarles al respeto con una respuesta fácil. ¿Estaba bien ella? Probablemente todavía
no, pero empezaba a creer. Podría ver el genuino afecto que todos ellos se daban los
unos a los otros. Más que eso, podría ver que la misma intensa lealtad que le había
atraído de Kane, estaba en cada uno de ellos.
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dudo que sea tu hombre. En el tercer piso se han alquilado recientemente ambos
apartamentos de cara a nuestro edificio. Charles Laudry y Tisha Phillips en el 334 y
Seely Thompson…— Su voz se quebró, alzando la vista hacia Mack.
—¿Qué pasa?
Jaimie movió la cabeza.
—Un alias, definitivamente no es Whitney. Rhianna lo usa cuando me envía
emails personales. Siempre son codificados, un programa que escribí para usarlo
entre nosotras. Ningún ordenador va a penetrarlo fácilmente.
—Entonces Rhee ya está de vuelta —dijo Kane.
Rose vio el alivio en la cara de Kane y el afecto en su voz, pero no hizo preguntas.
Mack transmitía ya la información que Jaimie le había dado sobre los otros
arrendatarios a su equipo.
—No podemos destruir la cámara o quitar las de tu casa, Rose —dijo Mack—,
hasta que vayamos tras Whitney. Podría ser nuestra mejor oportunidad con él.
Quédate aquí con Sebastián, fuera de la vista tras la tienda.
Rose asintió con la cabeza y alzó la vista hacia Kane. Quería ir, pero aún no se
había entrenado con ellos. Sabía que sólo entorpecería su camino.
—Buena caza.
Usa caminos alternativos para abandonar el edificio. Si Whitney nos descubre
marchándonos en masa, le indicará que estamos sobre él. Justo ahora se está sintiendo muy
superior porque no hemos encontrado su cámara. Me dirijo a la tienda como para chequear a
Brian. Desde allí saldré de su vista y te encontraré fuera. Permanece a cubierto. Kane y Javier,
tomad los cuartos del segundo piso y yo tomaré el tercer piso con Lucas. ¿Gideon, puedes ver
a través de las ventanas?
Hago todo lo posible, Top. Hay alguien moviéndose en tres de los apartamentos que
tenemos enfrente, en los pisos tercero y segundo.
Kane tomó la cara de Rose entre sus manos y la besó profundamente allí mismo
delante de todos. Los ojos de Rose se abrieron de par en par sobresaltados y Kane le
sonrió antes de posar suavemente un beso en la cabeza de Sebastián.
—Que sepan lo loco que estoy por ti —susurró fuertemente en su oído, mirando
su rubor con creciente satisfacción.
Le encantaba aquella mirada ligeramente perpleja e inquieta que tenía Rose
cuando él era afectuoso en público.
No tengo ni idea de qué hacer cuando haces demostraciones públicas.
Demostraciones machistas, corrigió él. Ese soy yo golpeando mi pecho y reclamándote.
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Ella lo miró con ceño fruncido y estuvo tentado de besar de nuevo su boca de
ensueño.
Entonces ¿hasta cuándo vas a mantener esa actitud?
—Para siempre, corazón. Para siempre. Y eso es la puta verdad, Rose —dijo y se
dio la vuelta repentinamente para destapar la puerta de escape situada cerca del
grupo de ordenadores donde Jaimie siempre tenía una salida rápida de ser necesario.
La apertura reveló una entrada muy estrecha con un tobogán incorporado que lo
bajó directamente al lado del embarcadero del almacén. Empujó la puerta para salir
al callejón delante del embarcadero.
El viento llegó del océano, y los dedos de la niebla se estiraron avariciosos hacia
los edificios. Las sábanas de la niebla llegaron rápidamente, un velo grueso difícil de
penetrar. La cobertura ayudaría a los miembros del equipo cuando se desplegaran y
entrasen en el edificio a través de la calle por varias entradas diferentes. Ethan y
Gideon, los observadores en las azoteas, sin embargo tendrían un cronometraje
mucho más complicado.
Kane, Gideon ve movimiento en tres de los apartamentos. ¿Estás en posición de ver en el
interior?
Dame tres minutos, Top. Estoy yendo hacia la esquina. Javier, necesitaremos a tus
muchachos.
Lo copio. Ya están en camino. Alguien les informó sobre el SUV aparcado en la calle con
las llaves todavía puestas.
Kane se quedó cerca de la pared, su ropa se mezclaba con las paredes del almacén
mientras giraba en la esquina. Eran tres pasos hasta el hueco sombreado. Siempre
habían aprovechado que un apartamento estuviese libre para estudiar las
vulnerabilidades de sus propios almacenes, encontrando cada punto ciego de las
ventanas y marcándolos para un futuro uso.
Las negociaciones para adquirir el bloque de pisos hasta ahora habían resultado
ser casi imposibles. La corporación que poseía el edificio rechazaba rotundamente
vender. Jaimie revisaba tras las capas de burocracia en un esfuerzo por encontrar
quién poseía realmente la corporación. El hecho que el edificio hubiese sido vendido
recientemente en silencio, sin avisar, y que los gerentes de la propiedad estaban
siendo deliberadamente evasivos, había levantado las sospechas de que Whitney u
otro enemigo había comprado el edificio.
Kane esperó en el hueco, oyendo el grupo de muchachos que subían por el pasaje
peatonal, hablando tonterías en voz alta. Se empujaban los unos a los otros, saltando
sobre una boca de incendios y lanzando varias piedras a una señal de stop. El sonido,
más parecido a una ráfaga de tiros, era fuerte a pesar de la manta de niebla.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Comprobando el tercer piso. Apartamento 334. Kane elevó la mirada hasta el último
piso. Las paredes se apartaron, dejando expuestos a los inquilinos. Una mujer
permanecía en una cama inmóvil, su cabeza se inclinaba en un ángulo raro. El
hombre estaba al lado de las ventanas en el cuarto delantero, contemplando la calle y
el caos que los muchachos causaron cuando se alejaron del SUV. El varón miró hacia
el dormitorio, pareció decir algo y luego caminó hacia la cocina para abrir la nevera y
sacar una botella. No puedo descartarlo. Un hombre moviéndose. Mujer en el dormitorio, en
la cama.
Comprueba la azotea otra vez, Gideon.
Lo copio, Top. Gideon obedeció.
Cambiando de posición, dijo Kane.
Siempre se necesitaban unos momentos para reponerse de la utilización de su don.
Sintió su cuerpo débil e inestable, el estómago se le revolvió. Dejó caer la cabeza para
aspirar tanto aire como pudo para contrarrestar el mareo. Sólo se necesitaron unos
segundos, pero se le acababa el tiempo.
Tenía que atravesar rápidamente la calle mientras todavía tuviese la cobertura de
los muchachos. Se deslizó por la entrada y, abrazando las sombras lo mejor que
pudo, tiró su gorra hacia bajo, bajó los hombros y cambió el paso. Parecía más bajo y
más delgado de lo que era sólo cambiando su postura y el modo en que andaba.
Apresurándose, cruzó por el paso de cebra, enviando vistazos nerviosos y furtivos a
los muchachos, sin alzar ni una vez la vista.
La azotea está despejada, Top, informó Gideon.
Javier ya estaba dentro y dos de ellos subían al segundo piso. Mack y Lucas habían
entrado por detrás y estaban ya aterrizando en el tercer piso. Kane hizo señas a Javier
y entraron en el vestíbulo, con las armas desenfundadas y listas y los sentidos
llameando para encontrar cualquier enemigo. Se movían en silencio, aproximándose
primero al apartamento 224.
Gideon, ¿tienes los ojos en nuestro hombre? preguntó Kane.
No se ha movido. Ni un cambio de posición.
Kane asintió con la cabeza a Javier. Javier se arrodilló y rápidamente trabajó en la
cerradura. Abrió la puerta con facilidad. No había ninguna cadena echada y helados
dedos se deslizaron hacia abajo por la columna de Kane.
Dentro. Sabía que Gideon tomaría el tiro si era necesario, pero había algo más, un
poco de conciencia que mantuvo la adrenalina pulsando repetidamente por su
sistema. Casi podía oler la presencia de Whitney.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Él hizo señas otra vez y Javier se agachó para cubrirle mientras Kane pasaba por la
puerta y caminaba hacia la izquierda, barriendo el cuarto. El hombre de la silla no se
movió, no volvió su cabeza. Era posible que no hubiera oído su entrada, pero cuando
Javier se movió para despajar los otros pequeños cuartos, el inquilino del piso
permaneció extrañamente quieto.
Kane se deslizó tras él, con el dedo en el gatillo, pero aun así el hombre no se
movió. Kane pudo ver por qué cuando se acercó a un lado. Eric Lambert se sentaba
grotescamente repantigado en la silla, con la bebida cerca de la mano, la garganta
abierta, la camisa empapada de sangre.
Hombre caído, Top. Whitney estuvo aquí.
Kane podía oler el tabaco de pipa, la mezcla especial de Whitney. La bilis le
alcanzó la garganta y la contuvo. Recordó ese olor espantoso cuando vino de
aparearse con Rose. El hombre se había asegurado de que Kane y Rose se habían
apareado. Kane había arruinado sus cámaras, así que había venido para verlo por sí
mismo. Kane nunca había detestado a un ser humano más de lo que lo hacía a
aquella pobre excusa de hombre. Lo habría matado ahí mismo si no hubiera estado
encerrado en una jaula. La única cosa que podía hacer era cubrir el cuerpo de Rose
con el suyo, protegiéndola de la mirada satisfecha de un monstruo. Se habían mirado
el uno al otro a través de las barras. Whitney había visto allí la resolución, sabía que
Kane lo quería muerto. Él simplemente, arrogantemente, había sacado la pipa de
entre sus dientes y asentido con la cabeza antes de alejarse. Como si hubiesen estado
juntos en algún pacto infernal.
—Te dejó una nota.
Kane la había visto. Aquel papel salpicado de sangre colocado con cuidado
claramente al lado del doctor muerto. Blasfemando por lo bajo, Kane alejó el sobre a
su nombre de la mano del muerto.
Top, Whitney estuvo aquí. Eric Lambert está muerto. No ha podido marcharse hace mucho.
El olor del tabaco le ponía enfermo. De mala gana Kane abrió el sobre.
Así que finalmente has ganado nuestro pequeño juego, Kane. Tu recompensa es este bloque
de apartamentos. He firmado el traspaso a tu nombre. En efecto eres digno de conservar al
muchacho. Eric Lambert te engañó como me engañó a mí. Si hubiese conseguido la sangre de
tu hijo, se la habría dado a tu enemigo, un grupo dedicado a borrar a cada Caminante
Fantasma del planeta y perder años de mi trabajo. Le impediste hacerlo con tu vigilancia. Te
alabo. Te perseguirán, a todos vosotros, pero tienes la inteligencia y la formación para
impedirles tener éxito en destruiros. Te felicito por tu triunfo. Me gustaría conseguir a Rose
de vuelta. Hizo un trabajo magnífico teniendo al niño. Debes mantenerme informado de su
progreso. Rose puede ser pesada con su rebeldía, pero su genética es inestimable. Si te cansas
de ella, dímelo y te haré un trato adicional.
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Kane casi aplastó la nota en su mano. ¿Cansarse de ella? Como si Rose tuviese
poco valor más allá del parto de un hijo. ¿Despreciaba y aborrecía tanto Whitney a
las mujeres? Seguramente disfrutaba de verlas sufrir. Había disfrutado de ver a Rose
siendo obligada a aceptar a un hombre.
—Maldito seas, Whitney —refunfuñó en voz alta. Miró el último párrafo.
Advertí a McKinley sobre Javier Enderman, pero rehusó escuchar. Enderman es un
psicópata. Si todos vosotros seguís confiando en él, será vuestra perdición. Mátalo ahora,
antes de que os destruya a todos. Nunca debería haberlo realzado, pero su lealtad e instintos
protectores me engañaron al creer que podría ser útil. No lo es. Parece que no soy infalible. He
elegido el mejor, el absolutamente mejor fondo genético que pude encontrar para mi misión.
Arráncalo de modo que él no lo envenene. Tiene una debilidad que os hará caer a todos abajo.
Él puede ser comprado…
Javier estaba viendo sobre el hombro de Kane, leyendo la carta. Miró a Kane con
ojos fríos e inexpresivos y se encogió de hombros.
—Tiene razón, ya lo sabes. Realmente tengo una debilidad.
Kane negó con la cabeza.
—No dejes que te aleje.
—No es la primera vez que me han llamado psicópata.
—No dejes que te aleje —repitió Kane—. No te rompas. Te he conocido desde que
eras un niño, Javier, y no eres ningún psicópata —sabía que habían llamado a Javier
esto en más de una ocasión. Había dolido, lo confesase Javier o no. Procuró no
parecer demasiado comprensivo—. Todos tenemos una debilidad. La mía es Rose y
ahora el niño. Whitney nos perfiló a cada uno de nosotros y lo que él percibe como
nuestras debilidades son realmente nuestras fuerzas. Él nunca ha entendido la
lealtad. Trata de separarnos, porque cree que nos hacemos débiles los unos a los
otros. Está solo y cree que es mayor y más fuerte que todos nosotros. No entiende y
nunca va a entender que juntos somos irrompibles.
—Que lo jodan. Me importa un bledo lo que ese monstruo me llama.
—Rhianna está de vuelta, Javier. —Si Javier tenía una debilidad, una cosa que
podía hacerle perder el agua helada que corría por sus venas, era Rhianna.
Algo peligroso se movió tras aquellos ojos oscuros.
—¿Cuándo?
—Sólo lo oí. Tiene un apartamento en este edificio.
Javier movió la cabeza y se apartó.
—Necesitaremos un limpiador aquí.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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Capítulo 18
Rhianna Bonds no era para nada como Rose esperaba. Era increíblemente
hermosa, en absoluto la marimacho que todos decían tácitamente que era. De altura
media quizá, pero no había nada más de mediocre en ella. Aturdía con sus grandes
ojos imposiblemente azules y el pelo negro rizado y espeso. Había tanto pelo que su
trenza era tan gruesa como sus proporcionados brazos. No era convencionalmente
delgada, pero tenía una figura que uno no podía ignorar, caderas con curvas, senos
redondeados y una cintura muy pequeña.
Fue abrazada, besada y saludada como una hermana perdida hacía mucho
tiempo. Rose advirtió que Javier había desaparecido. Rhianna no preguntó dónde
estaba. Tomó a Sebastián en brazos y lo miró con tanto amor en los ojos que Rose
quiso llorar. Esta era una mujer que sentía profundamente. Otra vez, Rose había
esperado que fuera como Javier, una mujer fría, la versión femenina del hombre.
Pero irradiaba calor. Era la clase de mujer que entraría en una habitación y la
advertirían instantáneamente. No era material de espía; era demasiado llamativa.
Rose averiguó del modo difícil que Rhianna no era sólo su aspecto. El
entrenamiento empezó casi en seguida, y Rhianna fue una gran parte de él. Fue duro
e inexorable. Rose averiguó rápidamente que no había manera razonable de entrenar
y cuidar a Sebastián con las horas a las que le daba el pecho. En vez de dejarlo por
completo, queriendo el mejor comienzo para él, optó para sacarse la leche. Era una
pesadilla, pero mejor que la alternativa de no entrenar. Necesitaba llegar a ser parte
del equipo, los necesitaba para saber lo que podía hacer, y que era buena. Y lo era. El
asunto militar era algo que había hecho desde que era niña, y no había nada
demasiado rudo, peligroso o difícil para ella. Tenía disciplina y sentido del deber.
Descubrió que Rhianna también.
A veces, Jaimie se sentaba y miraba, alimentando a Sebastián con su biberón
mientras ellos se entrenaban en técnicas urbanas, la única cosa en la que Rose no
había entrenado. Cada hombre tuvo su turno para trabajar con ella. A menudo se
dividían en equipos más pequeños y se enfrentaban unos contra otros. El trabajo era
satisfactorio y por la noche, tenía a Kane.
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No, definitivamente no estaba feliz. Rose suspiró. La había oído, no era sordo,
pero lo repitió de buena gana, sabiendo que se lo pedía en beneficio de los miembros
del equipo que no lo habían oído.
—Las tres queremos ir de compras. Quizá al mercado y a un par de boutiques. No
lejos, Kane, sólo unas manzanas más abajo.
—Si realmente insistes en ir, entonces nosotros tenemos que ir con vosotras. –
Fulminó a Jaimie y Rhianna, como si tuvieran la culpa de que ella quisiera salir—.
Jaimie sabe que no sale sin escolta.
Rose se abstuvo de poner los ojos en blanco.
—No tengo dos años, Kane. Quiero ir de compras. No es como si Whitney fuera a
tener un equipo ahí fuera otra vez. Ha estado tranquilo. Le creo cuando te dijo que
“ganaste” el juego. No va a venir detrás de mí, especialmente después de perder a
tantos de sus hombres.
—Bien, iremos.
—Tienes que quedarte aquí y cuidar de Sebastián, así yo no me preocuparé por él
—se opuso Rose.
Algo peligroso parpadeó en las profundidades de los ojos de Kane.
—Paul puede cuidarlo. ¿Bien, Paul? —Su tono sugirió que Paul diera la respuesta
correcta.
—Ningún problema —dijo Paul instantáneamente, ignorando el modo en que las
tres mujeres lo fulminaron con la mirada.
—Esa no es la cuestión —dijo Jaimie—. Queremos hacer cosas de chicas. Hemos
estado encerradas con hombres lo suficiente. Necesitamos tiempo de chicas.
—No me gusta ni un poco —se quejó Kane—. ¿Por qué esta necesidad repentina
de unirse?
Jaimie se rió.
—Te estás convirtiendo en uno de esos machos muy molestos, como Mack. No
quieres ser como Mack, ¿verdad?
—¡Oye! —Objetó Mack—. Creo que está mostrando sentido común. Vosotras tres
deberíais estar encerradas en algún lugar.
—Una celda acolchada —sugirió Gideon para sí.
Jaimie lo fulminó con la mirada.
—No estás ayudando a la causa.
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Rose advirtió que Rhianna no decía ni una palabra. Mantenía los ojos en la cara de
Javier. Él estaba en las sombras como de costumbre, apenas a la vista. Su cara era una
máscara tallada, inescrutable. No dijo nada de nada, pero los dedos daban golpecitos
en el muslo y el movimiento era hipnótico, como si toda su emoción reprimida
estuviera controlada sólo por esos golpecitos rítmicos.
Rose podía sentir el calor abrasador que emanaba de los ojos penetrantes de Kane.
Suspiró y levantó la mano.
—Me doy cuenta de que todos vosotros sólo estáis tratando de protegernos, pero
tenemos que poder vivir nuestras vidas. No he salido de aquí en seis semanas. Eso es
mucho tiempo. Sí, he estado activa, pero mientras que disfruto de la compañía, me
gustaría experimentar la libertad. He sido una prisionera toda mi vida y caminar por
un mercado es un regalo asombroso para mí.
Mantuvo su mirada fija en Kane. Al fin y al cabo, su opinión era todo lo que le
importaba. Él sacudió la cabeza y ella pudo ver temor allí… y determinación.
—Maldita sea, Rose. Si algo te sucede… —Se calló y se giró alejándose, pero no
antes de que ella viera la explosión de emoción que le cruzó la cara.
—Nada sucederá. —Javier se enderezó bruscamente.
—Maldita sea —dijo Kane otra vez sin mirarla—. Gideon, tú y Ethan tenéis los
tejados. Permaneced dentro del mercado. Las podemos cubrir fácilmente allí.
—Me gustaría entrar en la pequeña boutique y mirar ropa. Está dos manzanas
abajo —insistió Rose—. Kane, tengo que sentir que puedo respirar.
Kane cerró los ojos brevemente y pasó el brazo alrededor de ella, acercándola a él.
—Lo sé, Rose. No quiero que te sientas como si fueras una prisionera aquí. No
sabía que te estabas sintiendo así. Jaimie sale, sí, pero ella no tiene puesto un precio
sobre su cabeza.
—Ha estado tranquilo durante semanas. Jaimie lo ha dicho —indicó Rose—. Tiene
toda la información entrando a raudales. Han dejado de hablar sobre mí.
Odiaba la tensión entre ellos. La sonrisa fácil de Kane se había ido y le había
hundido los dedos en las caderas como si pudiera atarlos juntos a través del puro
contacto físico. Ella intentó no apartarse, atemorizada de que él creyera que no era
feliz. Lo era. Adoraba su vida con él, todo, pero tenía que dar el siguiente paso y salir
al mundo. Si ella no podía, ¿entonces cómo podría Sebastián?
Kane sacudió la cabeza otra vez. Rose colocó la palma sobre su pecho,
directamente sobre su corazón, que latía desenfrenadamente. Alzó la mirada,
deseando que él la mirara a los ojos y viera que lo amaba más allá de todo. Esto no
era sobre su vida juntos, sino sobre necesidades. La necesidad de caminar entre una
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multitud, o entrar a una tienda y comprar su propia ropa, cosas que nunca había
podido hacer. Quería esas cosas para ella misma. Quizá estaba siendo avariciosa,
pero era importante que él comprendiera.
—Sabes que el equipo tiene que ir con vosotras.
—Alrededor de nosotras. No con nosotras —corrigió Rose—. Somos soldados
entrenados, Kane. Los civiles no nos harán daño.
—Son lo peor porque no lo esperas —corrigió Kane—. Debería estar contigo, Rose,
cerca, la primera vez.
Ella suspiró.
—Si eso es lo que necesitas hacer, Kane.
—Por amor de Dios, Kane —siseó Javier—. Tiene a Rhianna con ella. ¿Qué coño le
va a pasar con Rhee a su lado todo el tiempo?
Rhianna pareció más sorprendida que nadie. Su mirada saltó a la cara de Javier,
pero fue imposible leer su expresión. Él nunca la miraba.
—No pensé en eso —admitió Kane. Parecía arrepentido, pasándose la mano por el
pelo—. Lo siento, Rhee. Sé que puedes cuidar de ella.
Rose suprimió el impulso de pisotear el suelo. Rhianna obviamente se había
ganado su respeto fuera, en el campo; ella no.
—Estaremos bien, Kane. Las tres podemos patear cualquier culo si tenemos que
hacerlo, y con Gideon y Ethan en los tejados, no puede suceder nada.
—Estaré en la calle. Lucas también —indicó Javier, parte de la tensión de su voz se
alivió—. Lucas puede mezclarse. Es una especie de fantasma ahí fuera.
—Así es como tenemos que vivir, ¿verdad? —preguntó Rose.
—Estamos acostumbrados a ello —dijo Jaimie—. Así han sido nuestras vidas
desde que éramos pequeños, Rose. Vivíamos prácticamente en las calles gran parte
del tiempo y tuvimos que cuidarnos mutuamente. Se acaba por sentir normal
después de un tiempo.
—Y correcto —dijo Rhianna. Miró otra vez a Javier y luego apartó la mirada—.
Estar solo no es divertido cuando sabes que no tienes a nadie a tu espalda. Cuidar
unos de otros es lo que la familia hace, y somos una familia muy unida.
Rose echó una mirada por el cuarto a todas las caras. Ellas no eran sus hermanas,
las mujeres con las que había crecido, pero le ofrecían una casa. Un hogar verdadero.
Se encontró sonriendo.
—Creo que puedo vivir sabiendo que siempre estoy rodeada por personas
dispuestas a ayudarme. Espero que sepáis que haría lo mismo por vosotros.
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Miró a Kane directamente a los ojos cuando lo dijo. Él seguía pensando que era
una florecita frágil que necesitaba protección.
Lo sé, nena. Es sólo que te has convertido en mi mundo. Cuando un hombre no ha tenido
nada, y encuentra a una mujer que posee su corazón, es malditamente difícil no encerrarla
lejos de cualquier peligro.
Pero lo sabes hacer mejor.
La lógica no entra en esto, negó.
—Vete entonces, Rose. Pero Rhianna, no te apartes de su lado. Ni por un puto
minuto.
Javier se revolvió, atrayendo la atención, pero se aplacó cuando Rose sacudió la
cabeza.
—Eso no es justo, Kane, y lo sabes. Rhianna no es menos que yo. Nos cuidaremos
mutuamente.
Rhianna se echó a reír.
—Vamos al mercado, Kane, no a una zona de guerra. Somos profesionales
altamente entrenadas. Ellos son narcotraficantes. Cielos. ¿Es que habéis perdido el
juicio? Vamos, Rose. Salgamos de aquí.
Gideon y Ethan fueron corriendo a la escalera hacia los tejados. Lucas dejó la
habitación. Rose puso a Sebastián en brazos de Kane.
—Puedes hacer esto, Kane. A veces tendré que vigilarlo yo mientras tú estás fuera
sin mí. Tienes que estar cómodo sabiendo que el equipo me cuidará, así como te
cuidan a ti.
—Maldita sea, Rose.
Ella rió.
—Pareces estar pegado a esa frase.
Él la agarró por la barbilla y la besó con fuerza, la besó hasta que el corazón de
Rose latió sin control y las rodillas se le debilitaron.
—Regresa a nosotros —exigió—. Y para tu información, es una gilipollez
relegarme a niñero cuando tú te estás poniendo en la línea.
Ella levantó una ceja.
—Para tú información, no se les llama niñero cuando es tu propio hijo. Sebastián
corre más riesgo que yo.
—Creo que no, Rose, ya no. Pienso que Whitney cree que le gané en su juego
evitando que os cogiera. Pero te quiere de vuelta.
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Kane sabía que era la pura verdad. Rhianna había crecido en la calle, una vida
dura y brutal, era una superviviente. Creció arañando y luchando entre las peores
clases de criminales siendo niña. Su cuerpo era una máquina de matar, y su mente
fría y brillante. Todos la subestimaban de la misma manera que lo hacían con Javier.
Tenía cierto aspecto y la juzgaban por las apariencias. Nadie pensaría jamás que
podía ser mortal. Generalmente era el último pensamiento que tenían antes de morir.
Kane mantuvo a Rose a la vista, paseando calle abajo detrás de ella. Ella se detuvo
y él vio como su cara se iluminaba. Echó la cabeza atrás y respiró hondo. ¿Había
estado manteniéndola prisionera? Probablemente se había sentido de ese modo. No
la había encerrado deliberadamente lejos del mundo. Brillaba el sol, y el pelo
resplandecía de un negro casi azul bajo el brillo. Adoraba el modo en que se movía,
fluía como seda sobre cemento.
Dispersaos un poco. La voz de Mack lo devolvió a la realidad. Se estaba perdiendo
en la maravilla de Rose, en la manera que absorbía el aire libre y su libertad. Abrió
los brazos otra vez, como si abrazara el mundo.
Debería haber visto cuánto necesitaba esto, confió a Mack.
La risa flotó hacia él, girando cabezas alrededor de ellos. Su cuerpo se tensó. Las
tres mujeres atraían mucha atención. Entrecerró los ojos y el estómago se le asentó.
Adoraba mirarla divertirse, pero ese no era su trabajo. Mantenerla a salvo era todo lo
que importaba. Su atención tenía que estar en la multitud, en sus alrededores, no en
Rose, por mucho que le habría gustado verla experimentar la libertad de divertirse
con amigas.
Rose le dio un codazo a Jaimie.
—¿Cuándo llegas al punto de no estar súper consciente del equipo que nos rodea?
—Honestamente —dijo Jaimie—, generalmente sólo hay un par de ellos en la
multitud y uno en el tejado. Ha sido así desde que éramos niños. Mack y Kane nunca
quisieron que camináramos por un parque sin escolta. Vivíamos en un vecindario
bastante duro.
Rhianna asintió.
—Era agradable saber en aquellos tiempos que alguien se preocupaba por
cuidarnos. Jaimie tenía una madre, pero trabajaba todo el tiempo. Pasábamos mucho
tiempo solos.
—¿Cómo es tener una madre? —preguntó Rose—. Nunca tuve una.
Rhianna se encogió de hombros.
—Jaimie tendría que contestar a eso. Yo tampoco tuve. —Movió la mirada por la
multitud, los ojos buscando una cara conocida.
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—Mi madre era maravillosa —dijo Jaimie—. Una mejor amiga cuando yo era
joven. Crecí demasiado rápido para ella. A veces me sentía como si fuera una
desilusión terrible, aunque en mi corazón sabía que no lo era. Fue sólo que nunca
hice la mayoría de las cosas sobre las que las madres piensan.
Rose rió.
—No sé lo que piensan las madres. Yo pienso a qué velocidad puedo desarmar un
arma y volver a montarla. Un legado agradable que traspasar a mi hijo.
—Tu hijo lo necesitará —indicó Rhianna—. Enseñarle supervivencia es lo mejor
que puedes hacer por él, Rose. No permitas que el resto del mundo te diga algo
distinto.
Rose le sonrió.
—Gracias, Rhianna, eso es agradable. Me las estoy arreglando sobre la marcha en
lo que se refiere a esta cosa de ser madre.
—Es guapo —dijo Rhianna—. Nunca había cogido a un bebé antes. Fue muy
diferente de como pensaba que sería. —Les envió a las otras dos mujeres una sonrisa
retorcida—. Nunca sostuve tampoco una muñeca. ¿Y vosotras?
Rose se echó a reír otra vez.
—¿Puedes imaginarte a Whitney dándonos muñecas? Joder, no. Le conociste. No
entendería por qué una chica querría una muñeca. Aprendimos combate cuerpo a
cuerpo, no a jugar con juguetes.
—No mucha preparación para su programa de cría —dijo Jaimie—. ¿Qué pensó
que ibais a hacer una vez que tuvierais bebés?
—Creo que planeaba quitárnoslos y dárselos a profesionales que criarían al
soldado final bajo su guía —dijo Rose.
—Alguien debe poner una bala en la cabeza de ese hombre —comentó Rhianna.
Rose adoraba la sensación de vida latiendo alrededor de ellas en el mercado.
Identificó la mitad de una docena de idiomas mientras se movían entre la multitud.
El lugar estaba vivo con risas. Dos vendedores discutían de política. Un marido y su
esposa examinaban artículos sosteniéndolos en las manos. Los niños corrían entre las
filas y los padres los perseguían.
—¿No es asombroso? —preguntó Rose.
Rhianna le sonrió.
—Realmente adoras esto, ¿verdad?
—Sí. Es maravilloso. Gente real.
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—Son reales, bien. ¿Ves a ese hombre de allí? ¿El que holgazanea con aspecto sexy
con gafas de sol y vaqueros apretados?
—Muy sexy —estuvo de acuerdo Rose.
—Busca chicas. Chicas jóvenes sin ningún lugar al que ir, que se mueren por
atención, tienen hambre y miedo. Es un halcón, Rose, y puede localizar una a un
kilómetro. El que está allí, delante de la fila con todas esas joyas chillonas para atraer
a los niños es un narcotraficante. Ese hombre de allí golpea a su esposa y esos dos
chicos roban en tiendas, aunque llevan zapatos que cuestan cientos de dólares el par.
—¡Rhianna! —Jaimie le frunció el ceño.
—Es lo que veo. Lo siento, Rose. No debería habértelos señalado. Sólo porque yo
tenga una visión del mundo, no debería poner esas imágenes en tu cabeza.
—Sí deberías. ¿Cómo enseñaré a Sebastián si no puedo decirle qué peligros
buscar? —se opuso Rose—. ¿Cómo demonios has aprendido a reconocer esa clase de
cosas?
—Experiencia dura —la voz de Rhianna fue estrictamente neutral.
Rose oyó la advertencia. Rhianna no quería hablar de su pasado. Echó una mirada
a su cara y permaneció en silencio.
Jaimie puso la mano suavemente sobre el brazo de Rhianna.
—Rose estuvo en un programa de cría, Rhee. Ha sido forzada a hacer cosas y ver
cosas a las que ninguna de nosotras se ha tenido que enfrentar jamás.
Rhianna le dirigió una sonrisa a Jaimie.
—A veces soy una resentida. Sabes, el complejo ay-de-mi-yo-soy-una-mártir.
Ignórame.
—Es agradable saber que eres humana. Cuando entrenamos, juro que eres una
máquina.
La sonrisa de Rhianna se hizo más ancha.
—Si alguno de nosotros es una máquina, Rose, eres tú. Diste a luz a un bebé y
corres en círculos a nuestro alrededor.
Era la primera vez que alguno de ellos le había dicho un cumplido así. Kane le
decía siempre que era hermosa, pero nadie había mencionado sus habilidades en el
campo. Sin importar lo duramente que lo hubiera intentado, cuánto hubiera
abrazado las cosas que le enseñaban, a cuanta velocidad aprendiera, o cuántas veces
acertara al objetivo sin fallar, nadie lo había comentado. Trató de no dejar que el
rubor que sentía asomara a su cara. Estas mujeres y los miembros del equipo de Kane
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veían sus vidas de manera práctica. No ofrecían cumplidos; daban por hecho que si
entrenabas y trabajabas con ellos, eras de la élite.
Se encontró sonriendo. La habían aceptado no sólo en su familia sino como un
miembro de su escuadra. Debería haberlo sabido. Nunca le habían dicho que había
hecho un buen trabajo, nunca la habían alabado. Si tenía éxito o sobresalía en algo,
pasaba a la siguiente tarea. A veces sentía que ser soldado lo tenía metido hasta los
huesos, que era el legado que Whitney quería para su hijo. Era quien era, lo que era y
nunca sería nada diferente… Pero Sebastián iba a tener elección, si podía dársela.
—¡Oye! —Jaimie puso el brazo alrededor del cuello de Rose—. Deja de pensar
tanto. Estamos fuera divirtiéndonos. Quiero ir a esa nueva boutique buenísima calle
abajo. No puedo creer que viva junto a ella. Tiene las botas más sexys de todos los
tiempos.
—¿De todos los tiempos? —Las cejas de Rhianna se dispararon hacia arriba—.
Tengo que ver eso. He estado por todo el mundo y visité cada zapatería que pude
encontrar por el camino. Esta tienda tiene muchos competidores.
—Adoro las botas que me enviaste desde Milán —Jaimie dejó caer el brazo y
caminó delante de Rose, dándose la vuelta y andando hacia atrás para poder mirarla
mientras hablaba—. Rhianna y yo adoramos las botas.
—Tiene emergencias de botas —explicó Rhianna—. De vez en cuando recibo un
SOS frenético de ella, y dondequiera que estoy, salgo y le encuentro un par de botas
súperbonitas.
Rose rió.
—Llevo botas de combate.
Jaimie puso los ojos en blanco y se pegó a su costado. Rhianna la encerró por el
otro lado.
—Lo hemos notado —dijo Jaimie—. De ahí la boutique de botas. De verdad, Rose,
nos necesitas. Vamos a mostrarte el código verdadero por el que todas las mujeres
deben vivir.
—¿Un par de botas? —preguntó Rose con escepticismo.
Rhianna y Jaimie se miraron la una a la otra y luego se echaron a reír, sacudiendo
las cabezas.
—No sólo un par de botas —corrigió Jaimie—. Las botas. Botas sexys.
Rose frunció el entrecejo.
—No comprendo.
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Javier nos advirtió hace tiempo que tenían una buena base cerca de aquí. Tiene sentido que
sus mujeres compren aquí. Contestó Jaimie mientras la campana tintineaba, señalando
que no estaban solas.
Rose siguió dándoles la espalda, mientras Rhianna y Jaimie se giraban
ligeramente, observando a las recién llegadas. Ambas chicas eran jóvenes, al
principio de la veintena, cabello oscuro y rizado, gafas de sol encima de la cabeza.
Hablaban bajito, pero las tres mujeres estaban realzadas y podían oír el intercambio
de susurros. Evidentemente una estaba segura que su novio dormía con otra mujer y
quería que su amiga, Imelda, preguntara por ahí. Ignoraron a Rose, Rhianna y Jaimie
completamente.
Creo que están más interesadas en lo que sus novios hacen que en nosotras, dijo Jaimie.
Podríamos ir a la tienda de lencería, sugirió Rose, ciñéndose a la telepatía. ¿Está lejos?
Unas pocas manzanas, tres más abajo, contestó Jaimie.
Sobre mi cadáver, dijo Kane con brusquedad. No estamos preparados todavía. Compra
tus botas y sal de ahí.
Rhianna suspiró. ¿Has notado que ciertas personas son aguafiestas?
Rose se rió en voz alta. No pudo evitarlo. Kane siempre iba a ser Kane. Su idea de
seguridad era cualquier lugar cerca de él. Estiró la mano hacia las botas verdes,
adorando la sensación de ellas. Una de las recién llegadas se estiró a por ellas al
mismo tiempo. Rose sonrió y las soltó.
—Adelante. Son hermosas.
La sonrisa de la chica fue breve, pero las llevó a la dependienta para pedir su talla.
Rhianna ya se estaba probando las botas rojas y Jaimie había escogido un par marrón
chocolate. Rose vagó por la tienda, mirándolo todo, un poco sorprendida por los
precios y por la altura de los tacones.
—¿Realmente puede alguien andar con estas cosas?
Se giró, levantándolas en el aire.
Jaimie se rió.
—Rhianna puede —dijo.
—¿De verdad? —preguntó Rose, dándose la vuelta. Rhianna sonrió mientras se
quitaba las botas rojas—. ¿Sin tropezar?
—Pan comido.
—Mira Irma —dijo Imelda, mientras atravesaba la tienda, presumiendo con las
botas verdes.
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Capítulo 19
El helicóptero descendió sobre el desierto, volando sin luces. Había poco sonido,
sólo el murmullo amortiguado de las aspas mientras se movían rápidamente,
permaneciendo debajo del radar para cernirse sobre el borde de una aldea remota. El
pueblo se extendía delante de ellos, una colección de casas de adobe que se esparcían
en granjas aisladas al borde de una colina. Sobre esta, había una casa grade y
elaborada, dos pisos rodeados por torres y vallas, vigilando a los residentes de la
aldea. Una brillante piscina azul parecía invitadora desde el aire.
El arreglo recordó a Kane a un señor feudal que miraba a sus súbditos desde
arriba. Miró a los hombres y a Rhianna, que estaban poniendo sus vidas en peligro
por su mujer. Por él. Por su hijo. Había vivido con estos hombres en la espalda.
Siempre podía contar con ellos. ¿Qué tenía el hombre de la mansión? Dinero. Poder.
Como Whitney, compraban la lealtad. Gobernaban con el temor.
Mack gesticuló al piloto, y el helicóptero se ladeó y se detuvo bruscamente. El
equipo se colocó en posición mientras caían las cuerdas. Bajaron rápidamente,
corriendo en cuanto golpearon el suelo, con todo el equipo de combate. El equipo al
completo. Jaimie se había quedado atrás con Sebastián, Marc y Brian, el almacén
cerrado bajo seguridad completa. Los otros nueve miembros de su equipo corrieron
en formación hacia el piso franco donde estaban esperando sus tres contactos,
miembros del equipo Cuatro de Caminantes Fantasma, del Cuerpo de Élite de
Rescate Paracaidista de la Fuerza Aérea. Con ellos le daban a Mack una docena, más
que suficientes para hacer el trabajo. Esta era una misión personal y requeriría que
fueran los fantasmas que eran. La noche les pertenecía a ellos y César López estaba a
punto de averiguarlo.
Mack levantó el puño cerrado, y los nueve miembros de su equipo se quedaron
quietos, hundiéndose en el suelo, desapareciendo en las sombras de los edificios. Un
silbido bajo vino de la izquierda. Mack señaló dos dedos, y Javier se deslizó en el
callejón, su cuerpo desapareció en las sombras más oscuras junto a la pared. Se
movió en completo silencio, una parte de la noche, su trabajo era conseguir sentir a
sus contactos. Kane se deslizó detrás de él, posicionándose en la otra pared para
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cubrirlo. Gideon ya subía al edificio, a lo alto, su visión nocturna le permitía ver sin
gafas, cubriendo a Javier desde su atalaya.
Camioneta grande. Desvencijada. Pintura cayéndose. Conductor detrás del volante. Un
hombre de pie al lado de la puerta trasera. Uno acercándose a ti, Javier. Dos Rovers dos
manzanas abajo, ambos armados. Parecen militares, informó Gideon.
López posee al ejército situado cerca de su fortaleza. También a la policía, recordó Mack.
Considéralos enemigos.
Roger, admitió Gideon.
Mack les quería dentro y fuera de la aldea sin ser vistos ni oídos. Los dos militares
representaban más desafío que los de la camioneta. Si los hombres con quienes se
iban a encontrar eran enemigos, no había duda de que acabarían muertos en las
calles.
Javier dio el mismo silbido bajo y cuando el hombre se giró hacia él; la poca luz de
la diminuta luna creciente se derramó sobre él. Joe Spagnola. Javier susurró la
identidad a los otros.
Kane sintió que los nudos de su estómago se soltaban. Joe Spagnola era un
Caminante Fantasma conocido. Había protegido a Jaimie durante meses antes de que
el equipo regresara a San Francisco. Permaneció sin moverse, cubriendo al hombre
de la parte trasera de la camioneta. Era un extraño, pero las probabilidades parecían
mejores que nunca.
Hubo una conversación en susurros entre Javier y Joe antes de que Joe llevara a
Javier alrededor de la camioneta para presentarle al hombre que protegía la parte
trasera. Javier mantuvo su cuerpo lejos de ambos hombres, dejando un disparo claro
para Kane. Kane no estaba preocupado. Joe y su amigo necesitaban tener cuidado
alrededor de Javier. Podía matarlos a ambos en un instante, estallando sin
advertencia. Aún así, nunca apartó su mirada de los dos hombres. Le siguió otra
breve conversación y el segundo hombre subió al camión para abrir la puerta grande.
Malichai Fortunes, Mack. Es un tipo duro pero es auténtico, informó Javier. Es miembro
del Equipo Cuatro.
Kane relajó su cuerpo. Atento, Gideon.
Estoy con el conductor.
Este era el momento más peligroso de todos. Javier tenía que subir a la parte
trasera de la furgoneta e inspeccionar el interior para asegurarse de que no era una
trampa. Irían en esa camioneta a la casa franca tan cerca como fuera posible de la
villa. La mayor parte de la gente de este pueblo eran empleados directamente por
López o su sustento dependía de su buena voluntad. Su equipo no encontraría
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hubieran olvidado en el suelo, la botella vacía de tequila a centímetros del que tenía
los pantalones subidos.
Rhianna era meticulosa. No había duda de que ambos hombres creerían que se
habían divertido mucho. La droga en sus sistemas les causaría un violento dolor de
cabeza, simulando una resaca.
Lucas, estamos bien. Confirmó Rhianna mientras se enderezaba.
Rose se sorprendió de que Lucas hubiera entrado en el callejón detrás de ellas y
fuera parte de las sombras. Ella ni lo había visto ni oído.
Rhianna le sonrió.
—Yo tampoco lo vi. Es un fantasma. Todos los somos.
Rose sonrió a Lucas.
—Eres bueno.
Él pareció un poco avergonzado por el cumplido. Todo despejado, Mack.
Los tres retrocedieron por la calle manteniéndose fuera de la vista, conscientes de
que Javier estaba en la zona caliente. Subió a la camioneta y miró dentro, una imagen
general, dejándose expuesto mientras lo hacía. Cuando giró dando la señal de bien,
su mirada buscó y encontró a Rhianna en la oscuridad. Ella inclinó el mentón, pero
no rompió la zancada.
Javier rodeó la parte delantera de la camioneta, acercándose al conductor por
detrás. El hombre salió con cuidado de la camioneta, las manos a la vista. Hubo un
pequeño intercambio.
Estamos bien, Top. Wyatt Fontenot. Conozco a su hermano, Gator.
No sabía que era un Caminante Fantasma.
Tiene la marca y Joe responde por ambos.
La marca, según había acabado por averiguar Rose, controlando la urgencia de
rascarse el picor de los nuevos tatuajes, era simplemente los símbolos utilizados por
los Caminantes Fantasma. Un triángulo con tres símbolos distintos dentro, que
significaban: caballeros de las sombras protegen contra las fuerzas del mal,
utilizando el poder psíquico, el valor y el honor. Ella también tenía, como cada
miembro de los equipos especiales, el lema de los Caminantes Fantasma en latín: La
noche es nuestra. La tinta era una especial que sólo podía ser vista por aquellos que
tenían visión nocturna, algo que tenía cada Caminante Fantasma verdadero.
Vamos. Gideon, permanece atento.
Te tengo cubierto, Top.
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de ahí dentro. Desde allí controlan la potencia de fuego, a los guardias y pueden
verlo todo. Las cámaras están dispersas por toda la propiedad.
Mack se giró para mirar a su equipo.
—Entonces tomaremos esa sala de mando lo primero. La cerramos y todo irá más
suavemente. Javier y Lucas, ése es vuestro trabajo. Entrad por el túnel y meteos en la
casa. No podéis tropezar con ninguno de los sensores de la casa. Entrad en ese cuarto
y eliminadlos sin que os vean si es posible. No quiero a nadie muerto, Javier.
Javier le sonrió.
—Me estropeas la diversión, Top, pero si quieres bebés durmientes, los tendrás.
Mack lo observó con seriedad durante otro latido del corazón o dos antes de
volverse hacia los planos esparcidos ante él.
—Tiene patrullas regulares por la valla —continuó Joe con la información—.
Perros. Siete, muy violentos. Los mantiene hambrientos y no les gustan los extraños.
Cuando sus nietos están en la residencia, los encierra excepto por la noche, y luego
vagan sueltos por los terrenos. Las patrullas permanecen seguras dentro de la doble
valla. Los perros han sido entrenados para dejarlos en paz.
—Controla a los perros, Kane —ordenó Mack—. Tendrás que hacerlo incluso
mientras eliminas a tu guardia asignado.
La lucha urbana significaba contacto interminable con cánidos. Era una necesidad
que uno de sus miembros pudiera controlar a los animales, y Kane se sentía
afortunado de tener ese don. Asintió.
—Ningún problema. Puedo controlar animales y hacer otras tareas
simultáneamente. —Lo había hecho bastantes veces para asegurarse.
—¿Cuántos guardias? —preguntó Mack.
—En cualquier momento tiene veinte patrullas rotando con un guardia en cada
torre.
—Ethan, toma las torres —dijo Mack—. Tienes ocho para cubrir, así que tendrás
que ser rápido.
Ethan, que podía subir directamente por el costado de cualquier edificio como una
araña, asintió, seguro de poder eliminar a los ocho guardias rápidamente sin que lo
detectaran. Había una larga distancia entre cada torre, pero podía correr como el
viento cuando era necesario. Siempre que Kane controlara la reacción de los perros,
estaba seguro de no tener problemas.
—Mantiene diez guardias patrullando la línea de la valla con diez en los
barracones —añadió Malichai—. El número es siempre el mismo.
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Christine Feehan Juego Despiadado
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Christine Feehan Juego Despiadado
Rhianna inclinó el mentón, sin mirar a Mack pero manteniendo sus grandes ojos
líquidos sobre Javier.
—No tengo problema con ello. Top.
Javier no hizo más que mirarla.
—Mejor que no tengas problemas con ello.
Mack concentró su atención otra vez en los planos, ignorando el pequeño
intercambio. Rose echó una mirada al círculo de caras. Ninguno del equipo de Javier
parecía preocupado. No podía decirse lo mismo de los hombres del equipo de rescate
paracaidista. Parecían inquietos. Ignoró la carne de gallina y se inclinó hacia delante
para estudiar los planos.
—El resto de soldados están alojados aquí en este edificio. —Joe empujó el primer
plano a un lado y colocó encima el segundo—. Dos pisos, y tienen un túnel de escape
que conecta con el túnel de la casa principal que lleva a esta salida de aquí. —Otra
vez apartó el plano para sacar un mapa meticulosamente dibujado a mano.
—Entonces nos tenemos que deshacer también de estos guardias antes de entrar
en la casa.
Joe asintió.
—Los túneles no están protegidos. Hemos ido por el de la casa principal así como
por el que va al cuartel. Las puertas no están cerradas ni protegidas tampoco. López
ha sido un poco descuidado con su seguridad. Se ha acostumbrado a que todos
teman su represalia, incluso el gobierno. El túnel de la casa principal sale a la sala de
mandos. Esta sala es antibalas. Cuando atraveséis la puerta de la sala, seréis
vulnerables. Los hombres de dentro están armados hasta los dientes y no se
dormirán.
Javier se encogió de hombros como si los hombres armados hasta los dientes no
fueran de ninguna importancia.
—Sin matar, Javier, tienes que entrar y eliminarlos sin que te vean o sepan que
algo va mal —dijo Mack—. Es esencial para el plan.
—No te preocupes, Top —dijo Javier y le guiñó el ojo a Lucas. Lucas le sonrió en
respuesta.
A Rose le recordaban dos chicos traviesos jugando un juego que sabían que estaba
prohibido pero al que querían jugar de todos modos.
—Habéis escogido un momento jodido para ir tras López —dijo Joe—. Este fin de
semana era la gran reunión familiar…
Kane le sonrió.
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Christine Feehan Juego Despiadado
—Lo sabemos. Pensamos que era el momento perfecto para devolverles la visita.
Malichai sacudió la cabeza.
—Estáis todos un poco locos. Tienen una enorme familia. En este momento, en la
casa están presentes sus dos hermanos y sus esposas junto con niños y
guardaespaldas. Un abuelo. Las dos hijas de César, sus maridos e hijos; y su hijo con
su esposa e hija. Todos tienen guardaespaldas personales. Están implicados en el
negocio familiar. No paséis por alto a su esposa, que parece dulce pero os volaría tan
rápidamente como él para mantener su posición.
—Con eso es con lo que contábamos —dijo Kane—. Una barrida limpia.
—Esperabais esto. —Declaró Joe.
—Tenemos oídos en el cártel y sabíamos que estaba teniendo lugar una reunión
familiar —admitió Mack.
Malichai se balanceó.
—¿Tienes alguien dentro?
—Trabaja por su cuenta, sólo por información. Nada grande. —Mack lo despidió.
—Durante tres años hemos tratado de penetrar en el círculo interior —explicó
Joe—. Se están volviendo más violentos. Al principio las guerras eran unos contra
otros con pocos civiles atrapados en el fuego cruzado, pero desde que el presidente les
declaró la guerra, López ha perseguido a la policía, al ejército y recientemente a
figuras políticas. Cuerpos decapitados tirados en las calles, matanzas en comisarías,
secuestros y ahora coches bombas. Es la guerra —declaró—. Podríamos utilizar una
poca ayuda.
Mack le frunció el entrecejo.
—Creía que tu unidad trataba con actividad terrorista.
Joe no respondió y Mack le sonrió.
—Ya veo. Pasando armas a nuestros pequeños amigos felices con las bombas.
—Como dije, podríamos utilizar la ayuda.
—Una cosa a la vez. Hacemos estoy y luego hablaremos —decretó Mack.
Malichai y Joe intercambiaron una larga mirada frustrada.
—Si lo conseguís.
Mack le sonrió.
—Lo haremos. Tengo plena confianza en mi equipo.
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Rose miró de los papeles desperdigados sobre la mesa a Rhianna y a los hombres
que la rodeaban. Había muchas variables y según su experiencia, cuantas más
variables, menos oportunidad de éxito, pero todos parecían seguros. Eran un equipo
unido y confiaban mucho el uno en el otro. Whitney habría dicho que eso era su
debilidad. Pensó que estaba equivocado. Pensó que su dependencia y la creencia
mutua era su verdadera fuerza.
—Haremos esto en seis fases —dijo Mack—. Fase uno, Kane toma el control de los
perros. Fase dos, Javier y Lucas toman la sala de mandos. Fase tres, Ethan elimina a
los guardias de las torres. Fase cuatro, eliminamos a los diez guardias de la valla.
Fase cinco, los guardias del cuartel. Tenemos que completar cada fase para llegar a la
casa principal. Si alguna falla, abortamos y regresamos a casa. Quiero que todos
volvamos a casa.
Su equipo le dirigió una breve sonrisa sin humor en reconocimiento de la orden.
—Javier y Lucas —dijo Mack, mirando su reloj—, preparaos. Haremos esto por
orden. Tened cuidado. Me cabrearé de verdad si algo os sucede a cualquiera de
vosotros. Esperad hasta que consigáis luz verde de Kane y luego adentro.
Javier y Lucas se sonrieron el uno al otro.
—Tenemos el mensaje, Top —dijo Javier con un pequeño saludo. Él y Lucas
dejaron el cuarto sin más discusión.
—Kane, avanza a la valla y mantén a esos perros calmados.
—En ello, Top.
La mano de Kane rozó la cara de Rose brevemente mientras se alejaba. Ella sintió
el impacto hasta los dedos de los pies. Por un momento sus ojos se encontraron. El
corazón de ella se estremeció en el pecho. Lo amaba con todo su ser. Cada célula.
Cada aliento. Ten cuidado.
Tú también, cariño. Sabes que no lo haré sin ti.
Se alejó corriendo. Sintió la mirada de Rhianna sobre ella, pero no levantó la
mirada, necesitaba componerse. Era importante apartar toda la emoción y hacer el
trabajo. No podía pensar en Kane yendo a meterse en una situación peligrosa, o que
si algo les sucediera a alguno de ellos, Sebastián se quedaría sin un padre. Por lo
menos sabía que Jaimie cuidaría de él y el equipo lo protegería. Empujó todo eso a
un lado y tomó su lugar afuera, esperando la luz verde de Kane.
Kane era imposible de detectar en la oscuridad. Como Javier y Lucas, desapareció,
un mero fantasma en la noche, deslizándose fácilmente y en silencio de una sombra a
la siguiente. Un perro se apresuró a la valla, y un guardia giró hacia ella y miró fuera.
El perro se calmó, gimoteando un poco y dando vueltas en círculos antes de
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Javier hizo el signo de pulgares arriba pero esperó otros tres minutos antes de
cortar el gas al cuarto. Abrieron la puerta con cuidado. Un cuerpo yacía en el suelo a
sólo unos centímetros de una docena de pantallas. Un arsenal decoraba una pared,
todo tipo de arma que podría necesitarse para defender la fortaleza de López. Un
segundo hombre estaba desplomado sobre su silla, metido contra la pared. No
tocaron a ninguno de los hombres cuando se inclinaron sobre el escritorio para
escudriñar las pantallas.
Fase dos completada. Estamos en el control, informó Javier.
Mack miró a Ethan. Tu turno. Esos guardias están atentos. No te pueden ver o los
guardias de la torres bajarán.
En ello, Top.
Ethan se arrastró sobre el vientre por el césped. Esta sería la espera más larga.
Tenía que escalar ocho torres y uno por uno, eliminar a los guardias de las torres sin
que lo detectaran. Las torres eran rectas y lisas sin ningún asidero para dedos de
manos o pies, así que ni siquiera Gideon podría ayudar y él era el segundo experto
en trepar.
Ethan escapó de la cobertura y empezó el lento viaje a la torre más cercana. Se
arrastró a través de la tierra y el césped, a plena vista mezclándose, como hacían
todos los Caminantes Fantasma, con el terreno. La torre era recta y flexionó los
dedos, se deshizo de sus zapatos especiales para usar los pies también. Top
necesitaba rapidez, así que utilizaría ambos. Tenía pelos microscópicos en las manos
y pies, y cada uno de esos pelos individuales tenía pelos más pequeños, o setules,
cada con una punta triangular. A causa de los cientos de puntos de contacto, los
setules le permitían trepar por casi cualquier superficie sin temor a caerse. Podía
soportar 170 veces su propio peso.
Subió rápidamente y en silencio, entró en la torre y se cernió por dentro hasta que
el guardia se inclinó hacia su taza de café. Se dejó caer, insertando el dardo
rápidamente y recuperándolo casi con un movimiento. Fiel a su palabra, fue rápido y
eficiente; cambiando de ataque cuando era necesario, pero abriéndose camino de
torre en torre sin que lo descubrieran. El último guardia levantaba unos prismáticos
para mirar a la torre enfrente de él, consciente de que no podía ver a ninguno de los
otros guardias. Estaba alcanzando la radio cuando Ethan le lanzó el dardo, colgando
del borde con sólo una mano.
Fase tres completada.
Mack echó una mirada a su equipo.
—Hagámoslo. Sabéis a donde ir. Poneos en posición y hacédmelo saber. No
podemos fastidiar esto. Tenemos que hacer el trabajo.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Su equipo le dirigió miradas que le dijeron que estaban preparados para el trabajo
y se fundieron en la noche, abriéndose camino por la cuesta para tumbarse fuera de
la valla, en el espacio asignado a los guardias que patrullaban. Rhianna y Mack se
posicionaron entre los dos guardias de ronda a los que se suponía que tenían que
derribar.
Mack esperaba pacientemente a que los que estaban más lejos les dieran la palabra
de que estaban en posición. La fase cuatro era muy peligrosa. Un fallo y podrían muy
bien irse a casa. Todo dependía del secreto completo, un ataque simultáneo.
Orquestar tal proeza era casi imposible, a menos que tuvieras a los hombres y
mujeres en la unidad que él tenía. Tenía fe en ellos. Miró a su izquierda donde
Rhianna esperaba. La teletransportación era difícil bajo la mejor de las circunstancias.
Ella tendría que disparar su dardo y enviarse a la próxima estación, preparada para
disparar otra vez. No podía haber ninguna advertencia.
En posición, Top. Uno por uno, su equipo informó hasta que estuvo seguro que
estaban listos.
Mack miró su reloj. En mi marca. Tres, dos, uno...
Estalló en acción, disparando a su guardia en la nuca y teletransportándose
instantáneamente a la segunda estación. El desgarramiento de sus huesos fue
increíble, casi como la fuerza de la gravedad en un jet. Hubo una fracción de segundo
de desorientación, como si su cuerpo no estuviera exactamente allí, pero el dedo en el
disparador estaba estable y disparó antes de que el primer cuerpo golpeara el suelo.
Los guardias se desplomaron por toda la propiedad. Se arrastró hacia delante para
recuperar el dardo, todo el tiempo luchando contra la oscuridad que amenazaba con
engullirlo y contra la bilis que le subía por la garganta, protestando por la hazaña
desorientadora.
El primer dardo de Rhianna entró con suavidad. Se preparó inmediatamente para
la angustia que le retorció el cuerpo, como si estuviera siendo despedazado, mientras
se teletransportaba a la próxima sección de valla. Luchando por respirar cuando el
aire había dejado los pulmones en una ráfaga, disparó el dardo mientras el soldado
estaba todavía borroso. Él cayó de rodillas, los ojos abiertos de par en par,
levantando una mano como si fuera a aplastar una abeja. Ella sintió su propio cuerpo
desplomarse y cayó con el sabor de la sangre en la boca.
Respira. Estás conteniendo la respiración.
Rhianna maldijo en silencio. Tenía que ser Javier en la sala de mandos, capaz de
verla destrozada como un pez fuera del agua sobre el suelo, jadeando en busca de
aire. Tendría que haber sabido que la estaría vigilando. Clavó las manos en la tierra y
se propulsó hacia adelante para recuperar el dardo. Todavía tenía que volver donde
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el primer guardia y quitar esa evidencia también. Trató de ponerse de pie, pero no
había manera de conseguir aire. Cayó otra vez.
Rose. Ve con Rhianna, ordenó Javier.
Rose recuperó el dardo y miró a su derecha. Rhianna era una fuerza a ser tenida
en cuenta. No podía imaginarse que la mujer necesitara ayuda con nada, pero corrió
a través del espacio abierto sin cuestionar la orden. Rhianna ya había recuperado el
dardo del segundo guardia. Le goteaba sangre por la comisura de la boca. Señaló
hacia el guardia caído en la sección de valla un poco más abajo. Rose vio que el
hombre había caído en el centro entre las dos vallas.
No vaciló, saltando para agarrarse a la tela metálica justo debajo del alambre con
púas. Retorciendo su cuerpo al revés, se propulsó con las manos. Libre del alambre
con púas, saltó en medio de las dos vallas, aterrizando de pie al lado del cuerpo.
Recuperando el dardo, estiró la mano para coger la identificación del hombre, como
todos los demás habían hecho. Recuerdos para darle a César López. Mandó recado
de que ella y Rhianna habían completado sus tareas. Cuando todos se hubieron
registrado, Mack dio la señal de continuar.
Fase cuatro completada. Tenemos luz verde.
Rose tuvo que repetir el proceso que había utilizado para entrar entre las vallas,
saltando y agarrándose a la parte superior de la valla justo debajo del alambre con
púas, y girando una vez más para empujarse en el aire como un cohete para evitar las
púas puntiagudas y aterrizar al otro lado. De uno en uno los otros miembros de su
equipo despejaron la valla, descendiendo sobre el cuartel para la siguiente fase. Rose
esperó a Rhianna. La otra mujer tropezó con sus pies, osciló por un momento y luego
su cuerpo fue recto.
Puro instinto. Rose lo sabía. El talento psíquico podría tomar un peaje tremendo
en todos. La teletransportación era un asunto desagradable. En el combate, un
soldado echaba mano de todo y nunca, jamás, fallaba a su equipo. Rhianna estuvo en
pie y sobre la valla limpiándose la sangre de la boca con el brazo. Le sonrió a Rose.
Las dos corrieron hacia los cuarteles, uniéndose el resto del equipo que ya convergía
en el edificio.
Javier y Lucas en la sala de mandos eran sus ojos y oídos, utilizando las cámaras
de seguridad establecidas en el cuartel contra los guardias.
Dos levantados jugando a cartas en el primer cuarto a vuestra izquierda. Tenéis tres en la
sala de billar delante de vosotros, el pasillo sin salida a la sala de billar. Uno en la cocina a la
derecha de la sala de billar. Cuatro en sus literas.
Todos ellos habían estudiado la disposición del cuartel, pero con la voz de Javier
susurrando en sus mentes, los mapas eran aún más claros. Tenían que entrar sin ser
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vistos en cada cuarto y gasear o clavarles un dardo a los ocupantes. Si usaban los
dardos, tenían que ser recuperados. Cada guardia tendría que abandonar su
identificación, para que César López se la devolviera. Este era un asalto psicológico
más que uno físico. Planeaban destruir completamente a César López. El plan era
arriesgado y requería un cronometraje preciso, algo que López, y que cualquiera,
creería imposible. Eran fantasmas entrando en su fortaleza personal, sobrepasando a
cada guardia, en su casa. Él nunca se sentiría seguro otra vez. Con el tiempo se
cuestionaría y perdería la confianza en los que protegían a su familia. Golpearían en
su mente e inculcarían un puro terror en su corazón. César López comprendería que
era vulnerable, que toda su familia era vulnerable.
Rose estaba especialmente agradecida porque Kane no la tratara de forma distinta
a como trataba a los otros miembros del equipo. No se cernía sobre ella, no la
protegía como había temido que pudiera hacer. Si acaso, todos cuidaban de cerca a
Paul. Hacía su parte, manejando cada fase de la tarea como los otros, pero advirtió
que los miembros del equipo parecían cuidar de él un poco más que de cualquier
otro. Se encontró haciendo lo mismo. Notó que Rhianna también. Si cualquiera le
hubiera preguntado por qué, no habría podido explicarlo exactamente, pero él
parecía fuera de lugar en el ambiente, demasiado sensible para esta clase del trabajo.
Rose y Jacob liberaron el gas en el cuarto donde los cuatro guardias dormían en
literas. Kane, Gideon y Rhianna se encargaron de los tres de la sala de billar. Mack y
Paul les lanzaron dardos a los dos hombres que jugaban a cartas y Ethan hizo lo
mismo con el que estaba en la cocina.
Fase cinco completa, informó Mack. Entrando en la casa para la fase final.
Javier estudió cada habitación. La mayor parte de los ocupantes estaban
durmiendo. Los guardaespaldas sentados fuera de las habitaciones de César y su
hijo. No había cámaras en el dormitorio de César, pero todos los otros dormitorios
tenían vigilancia. Sus dos hijas todavía estaban visitando juntas el invernadero
mientras sus maridos dormían en los dormitorios. Dos de los jóvenes habían ido a la
cocina para conseguir algún bocado, mientras un tercero estaba sentado en la guarida
de César y miraba pornografía. Un guardia estaba fuera del invernadero, pero nadie
había seguido a las jóvenes. Javier retransmitió la información a su equipo.
Rose tenía un trabajo. Kane era su sombra a través del laberinto de vestíbulos,
subiendo por la escalera al dormitorio principal. Los otros miembros del equipo
estaban asignados a cuartos específicos y familias. Tenía que creer que harían sus
trabajos, uno por uno, poniendo a cada miembro de la casa a dormir y reuniendo
alguna clase de evidencia para mostrársela a López. Kane levantó la mano y ella se
detuvo en lo alto de la ancha escalera. La casa estaba a oscuras excepto por unas
pocas luces débiles. Les permitía utilizar las sombras, deslizándose de una a otra en
completo silencio.
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—Creo que antes de que se vuelva todo macho conmigo, podría considerar que no
ha mirado el estado de su esposa.
La mirada de él voló rápidamente hacia su esposa de cuarenta años. No podía
girar la cabeza, pero podía ver el contorno de ella a su lado.
—Duerme profundamente. Quiero que piense realmente en esta situación en la
que se encuentra, señor López, porque si no lo hace, van a sucederle algunas cosas
muy malas, a usted y a todas y cada una de las personas que ama.
La puerta se abrió y unas sombras oscuras revolotearon dentro y fuera de la
habitación, dejando caer identificaciones en la cama entre sus piernas. Las
identificaciones que llovieron sobre él eran las de sus guardias, su hijo, sus hijas, sus
esposos y finalmente algo tomado de cada niño que se suponía que estaba seguro en
su casa.
Rose se inclinó más.
—Como puede ver, podríamos haber matado a cada hombre, mujer y niño en esta
casa, en su propiedad. A todos. Usted no nos conoce, López, pero nosotros lo
conocemos y sabemos dónde viven todos. Nadie más sabe que estamos aquí excepto
usted. Todos creerán que han estado durmiendo. Puede contarles lo que quiera
cuando les devuelva las identificaciones que les hemos confiscado como prueba de
que les podríamos haber matado. Cancele el contrato sobre mí. Váyase y finja que no
existo. Usted y yo no tendremos más problemas. Si no lo hace, mis amigos y yo
regresaremos, y créame cuando le digo que no quiere nada de nosotros. Ni ahora. Ni
nunca.
Permitió que el cuchillo se deslizara contra la piel. Él se quedó sin aliento y se
tensó, el temor se arrastró a sus ojos, su cuerpo se convirtió en una estremecedora
masa de jalea. Podía ver las sombras de hombres moviéndose en su cuarto, pero
nunca podría identificarlos. Habían invadido su santuario interior y habían
demostrado que podían matarlos a todos. Tragó con dificultad y asintió con la
cabeza.
—No me decepcione, López. No se vuelva estúpido. Incluso si su gente me
encontrara y me matara, mi gente le quitaría todo y a todos los que le importan. Y
luego le matarían. Son fantasmas. Nunca los verá llegar y entonces será demasiado
tarde. ¿Tenemos un acuerdo? —Mantuvo su voz muy tranquila, muy suave. Casi
amable.
Los ojos casi estaban blancos ahora, el terror aumentando. Su cuerpo había
estallado en sudor. Toda la arrogancia se había desvanecido mientras se enfrentaba a
su propia mortalidad. No había modo de rebatir nada de lo que ella dijera. La prueba
estaba desperdigada por toda su cama.
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Christine Feehan Juego Despiadado
Asintió otra vez, esta vez lo bastante vigorosamente para que el cuchillo le cortara
la piel si Rose no hubiera tenido cuidado.
—Se da cuenta de que tendremos que ponerle a dormir como a los otros —dijo,
casi como si hablara con un niño—. Sólo en caso de que trate de convencerse de que
ha tenido una pesadilla, le pondré la mitad de la dosis. Se despertará primero y verá
toda la prueba yaciendo en su cama. Puede caminar por la casa y ver a los guardias, a
sus hijos y a sus nietos durmiendo pacíficamente. Y me puede dar las gracias, López.
Sólo tendré compasión de ellos esta vez. Míreme a los ojos para que sepa que le digo
la verdad. Algo, cualquier cosa que me suceda, y todos ellos están muertos.
La creyó; lo podía ver en su cara. Ella presionó la aguja en su cuello y lo observó
mirarla mientras la droga le dominaba.
Fase seis completada. Regresemos a casa, informó a Mack.
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Capítulo 20
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Kane la acercó a sus brazos mientras la música disminuía hasta un ritmo dulce y
ensoñador, de manera que ella descansó la mejilla contra su pecho y se dejó derretir
sobre él. Bailaron pasando los parques donde Jack y Briony Norton habían situado a
sus gemelos. Los dos niños, Jeremiah Ken y Noah Jack seguían la acción con ojos
interesados, de vez en cuando giraban la cabeza el uno hacia el otro en una
comunicación silenciosa.
Aquello era lo extraño sobre los bebés, decidió Rose, la forma en que parecían tan
completamente absortos el uno en el otro, como si se estuvieran comunicando en
silencio. Daniel Ryland Millar, el hijo de Ryland y Lily, estaba también allí, un fuerte
muchacho con los ojos de su madre y los rasgos autoritarios de su padre. Sebastián
yacía sobre el estómago observando a los otros bebés con seriedad, y todos ellos
parecían muy interesados los unos en los otros.
—Kane, no crees… que a su edad, los bebés ya puedan ser telepáticos y
comunicarse unos con otros ¿verdad? —murmuró Rose especulativamente contra su
pecho.
En aquel momento, los cuatro niños volvieron las cabezas hacia ella, como si la
hubieran oído, los ojos brillantes e interesados. La respiración se le atascó en la
garganta.
—Kane, creo que pueden oírme y entenderme.
Él giró la cabeza para estudiar la expresión de la cara de cada uno de los bebés.
Cada uno de los niños estaba mirándolos atentamente. No había duda de que sus
miradas eran más inteligentes que vagas, pero todavía no conocía el proceso de
desarrollo con bebés. Miró atentamente a las madres de cada niño. Briony estaba
susurrando a su esposo, Jack Norton, mientras Kane deslizaba a Rose pasándolos.
Ambos padres se volvieron a mirar a sus gemelos con la misma especulación que
ellos estaban sintiendo, y luego a los otros dos niños. Ken y Mari Norton siguieron
inmediatamente su ejemplo cuando habían estado abrazándose en una esquina, lo
que significaba que Jack o Briony los habían alertado sobre la diferencia en los bebés.
—Eso lleva a razonar que todos ellos serán telépatas fuertes, Rose —dijo Kane con
suavidad, atrayéndola contra su corazón.
Sus pasos la dirigieron fácilmente alrededor de la pista de baile, de manera que se
sintió como si fuera flotando. Sintió que podía hacer cualquier cosa cuando estaba
con él. Los intrincados pasos eran fáciles bajo su firme dirección.
—Jack y Ken, así como Ryland y yo, somos todos telépatas naturales. Briony y
Mari probablemente también. Lily lo es. Y tú también tienes talento.
—No tan fuerte —denegó ella—. No puedo acceder a tu talento.
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—Sin embargo, entenderás que nuestros niños van a ser muy hábiles y fuertes en
esa área. No te preocupes por ellos, Rose. Todos en esta habitación lucharán por esos
niños. Los amamos, los guiaremos y proveeremos de cada cosa que necesiten para
crecer fuertes y sanos. Sabrán que son amados. Si no otra cosa, los niños que Whitney
estaba intentando crear podrían ser su perdición. Es seguro que han heredado fuertes
genes de lealtad, hacia nosotros y hacia otros. La forma en que los equipos trabajan
solo lo reforzará. Todos nosotros puntuamos alto en el área de la protección, así que
mi suposición es que ellos también lo harán. Esto va a funcionar, Rose.
Rose se acurrucó más cerca, acariciándole la garganta con la nariz y el corazón
contrayéndosele. La habitación estaba llena de tantos Caminantes Fantasma, que la
hacían sentir como si ella no fuera tan diferente de la gente normal. Su niño crecería
con ellos, con todos aquellos hombres y mujeres que entenderían si él, y los otros
niños nacidos, eran telépatas fuertes.
—Soy tan feliz —murmuró mientras bailaban mas allá de Ryland y Lily.
Lily captó su susurrada confesión, y asintió con la cabeza, lanzándole una sonrisa
radiante.
—Eres tan increíblemente hermosa, Rose —dijo Kane, atrayéndola más cerca—.
Nunca olvidaré la manera en que te vi caminando hacia mí. Nunca pensé que tendría
una mujer como tú en mi vida. Está todo grabado en mi cabeza. Y ahora, la forma en
que las luces se derraman sobre tu cabello, la manera en que brilla esa seda, negro
casi azul. El mundo desaparece cuando te estoy sujetando. —Deslizó un beso sobre
su coronilla.
—Me haces sentir como una princesa, Kane —admitió ella—. En mis sueños más
salvajes, nunca podría haber imaginado este momento.
La detuvo en las sombras y encontró su boca casi a ciegas, volcando su amor en
ella. Un temblor recorrió el cuerpo femenino. El amor era una emoción tan
abrumadora. Apenas podía pensar bien cuando estaba besando a Kane, de manera
que cedió, envolviendo los brazos alrededor del cuello de él y atrayéndolo más cerca,
entregándose a él.
Le había dado todo lo que ella podía haber querido para el día de su boda. La
habitación se había transformado en un sorprendente mundo brillante de risas y
camaradería. Definitivamente había magia impregnando el aire, rodeándola. Cada
vez que él la besaba o le sonreía, el corazón le aleteaba y su cuerpo reaccionaba. El
tiempo se detuvo mientras hablaban con los miembros de varios equipos de
Caminantes Fantasma, en tanto ella renovaba sus relaciones con las mujeres que
habían compartido los primeros años de su infancia.
Lágrimas de felicidad y de recuerdos provocaban carcajadas, y mientras, Kane
estaba allí. Sus brazos la sujetaban. Su sonrisa la hacía sentir como si todo en el
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gritó, y no pudo recordar haber hecho tal cosa alguna vez, pero no pudo contener el
sonido. Los brazos de él se deslizaron bajo sus caderas, sujetándola para evitar que
cayera, bajándola hasta el suelo rígido.
Él se elevó sobre ella, desnudándose rápidamente, casi arrancó los botones de su
camisa, no tan suavemente como lo había hecho con ella, contestando a su gran
preocupación que un esposo no encontrara salvajemente atractiva a la esposa que
acababa de dar a luz.
Kane se las arregló para quitarse las ropas en un tiempo récord, sintiéndose casi
desesperado por estar dentro de ella. Se sentía como si hubiera esperado toda una
vida por este momento… más bien como hacía cada vez que la tomaba, lo que era tan
frecuente como podía. Arrastró sus piernas sexys y cubiertas de seda alrededor de él,
llevándolas sobre sus brazos, de manera que pudiera hacer palanca y llegar más
profundo en su pulsante centro.
La sensación era exquisita. Seda caliente y viva sujetándolo, abrazándolo
estrechamente, apretándolo y acariciándolo. Cada vez que entraba en ella se
sorprendía de la necesidad que aumentaba tan rápidamente en él. Deseaba horas
dentro de tan ajustado cielo. Una oscura lujuria cruzó su cara e hizo que los dedos se
le flexionaran una vez más, antes de empezar a hundirse dentro de ella una y otra
vez, fuerte y rápido, un hombre desesperado. Los gritos entrecortados de ella lo
incitaban, su aspecto sexy y aturdido, la caída de sus pechos sobre las medias copas
lo excitaban al máximo. Nadie era más sexy para él… nadie lo sería nunca.
Las sensaciones rompían a través de él con cada duro empujón. Trató de
detenerse, sujetándole las caderas, sintiendo sus músculos tensarse a su alrededor,
enviando ráfagas de fuego desde la ingle por todo su cuerpo. Gruñó, intentando
detenerla. Necesitaba más tiempo con ella. Siempre más tiempo. Los gritos
entusiasmados de ella sólo alimentaban su excitación, enviándolo fuera de control.
Rose hundió las uñas en la espalda de Kane. Su verga se sentía como un acero que
la atravesaba y escaldaba los pliegues aterciopelados. Apenas podía mantener la
respiración, apenas se sostenía mientras la habitación giraba a su alrededor y sólo
existía el cuerpo de él pulsando dentro de ella, enviando fuego corriendo por ella a
sus venas, a su vientre, girando por sus piernas de manera que ella cerró los tobillos,
tacones altos y todo, tras su espalda, meciéndose con él, empujando para encontrar
cada oleada.
Ella no tuvo ninguna advertencia, ninguna tensión en su cuerpo, sólo la súbita
explosión de una ola salvaje y solitaria, alta y larga, que la hizo saltar por el borde de
un precipicio con el cuerpo girando fuera de control. No pudo gritar, apenas respirar,
sólo pudo sujetarse mientras se rompía en añicos bajo él.
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Fin
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