Ceuntos Leyendas Riberalta
Ceuntos Leyendas Riberalta
Ceuntos Leyendas Riberalta
aguacero...
Cuando los chicos volvieron a su choza, —Vamoj mejor por el río, podemoj encontrar algún
encontraron a su padre tumbado boca abajo. lanchón.
—Peligroso. Noj pueden sorprender el patrón o loj
—Güen día, padre. capatacej y noj toman presoj...
El hombre no les contestó, pero inesperadamente —No hombre, daremoj un rodeo pa' llegar a la
recogió todo su cuerpo y lo tiró hacia arriba. Cayó playa.
estruendosamente del catre y comenzó a nadar por
el suelo con desesperación. Así lo hicieron, y al poco rato estuvieron en el río, a
cuya orilla estaba amarrado un lanchón. Treparon
— ¡Loj caimanej...! -gritaba, dando grandes allá y soltaron las amarras. Cuando se disponían a
brazadas. remar, la voz del amo sonó como un disparo sobre
—Sigue delirando. ellos:
—Ta'peor cada día.
—Siquiera el patrón noj lo dejara llevar pal pueblo. — ¡Suelten los remos! Se escapan
—Ni pa'que pensarlo. Teme que se ejcape debiéndome... ¡Ladrones!
debiéndole. — ¡El ladrón ej ujté, que se enriquece con el
— ¡Dejalmao de porra...! trabajo de loj siringueroj!
—Ahora no podemoj dejarlo abandonao. Anda voj —No se llevarán al viejo, es mío. Yo lo contraté por
al trabajo que yo me quedo pa'cuidarlo. mil pesos.
—Ta' bien. Si sucede algo, trepa a la punta de un — ¡Cállese, malvao! Loj hombrej no pueden ser de
árbol y pégame un grito. ujté.
—Ta' güeno. Hajta la güelta.
—Hajta la güelta. No son caballos, ni bueyej pa' que loj compre.
Los dos hermanos se separaron y el sol empezó a —Ademáj, ya pagó de sobra con su trabajo.
volar sobre la selva. Al anochecer, se escuchó un — ¡Y con el de nosotroj...!
grito desgarrado corriendo entre los árboles. —Vámonoj puej...
Era el niño que llamaba a su hermano. El viejo — ¡Vámonoj!
siringuero se moría y en la voz del muchacho — ¡No se irán! -El hombre se prendió a la
temblaba todo el dolor de aquel hogar proletario embarcación con sus brazos velludos, pero los
que la muerte quería destrozar. El hermano mayor muchachos comenzaron a remar y lo arrastraron
llegó, rompiendo monte y se abrazó al cuerpo río adentro. Trató de subir, pero lo empujaron y
agarrotado de su padre. cayó ruidosamente al agua.
—Corre p'ande el patrón y pedile algún remedio. Allí se quedó chapoteando como un energúmeno.
—Allá voy.
— ¡Que el agua le lave la conciencia! ¡Viejo
El niño volvió después de una hora, con la caimán...!
desilusión en el rostro. —y enfilaron hacia el pueblo lejano.
— ¡Hemoj salvao a nuejtro padre...!
—No quiere dar nada. — ¡Y hemoj recobrao la liberta!
— ¡Malvao...! Vámonoj pal pueblo, allá lo hacemoj
curar... Y el sol salió por el horizonte del río,
— ¡Vámonoj! bendiciéndolos con su claridad.
El Cuajojó a los paúros y él campeaba el chaparral, al fin se
encontraron solo en la cañada y resolvieron vivir
para quererse sin miedo y sin reservas.
El Cacique perverso y desalmado "que desde
cuanto ha" se venía soñando, que a Mayauru, en
ausencia de su marido, la acompañaba un hombre
que quería llevársela bien lejos, los descubrió a los
amantes y de rodillas le pidió al Viya el condigno
castigo del delito. Castigo que a ella, a la mópera
romántica de labios pálidos como pétalos
marchitos de las flores del tabaco, le impuso el
Genio de los Bosques, inexorable y justiciero,
convirtiéndola en una ave extraña, agorera,
Cualquiera hubiera dicho que a Mayauru le pesó el inverosímil, el cuajojó nombre que deriva de su
regreso de su novio o que tuvo el presentimiento propio canto que es una lamentación larga, en do
de que llegaría a ser la mujer más desgraciada de la mayor, demandando en vano, dicen los nativos,
tribu; su madre, dos lunas antes de la fecha fijada una injusticia que ya es seguro que no se reparará
para su camatunare, la sorprendió llorando en la jamás.
soledad auspiciadora de la noche, y la luna la vio
pasear su nostalgia increíble a través de los Por eso se escucha, especialmente en el silencio de
cafetales que ya empezaban a florecer. las noches tropicales, aunque también se oye en
uno que otro día de surazo, siempre lejano como si
Nadie, sin embargo, intentó penetrar el secreto de tuviera el propósito deliberado de ocultar la
la mópera pensando que podía ser un hechizo; no identidad de quien lo emite, un lamento lúgubre y
se animaron a inquirir nada y la dejaron llorar sus desolado que pone una nota trágica en los
cuitas hasta la noche en que a la misma hora en plenilunios de primavera y veranos.
que se abren las sucuanas envueltas en su tipoy
suelto y blanco como una telaraña, sus labios Es el reclamo quejumbroso de Mayauru, la mópera
pálidos como los pétalos marchitos de las flores del de labios pálidos como los pétalos marchitos de las
tabaco, hicieron lo posible por cuajar una sonrisa. flores del tabaco, que aún sigue expiando el delito
imperdonado de haber amado mucho.
Los hombres que fueron a desyerbar los platanales
lo encontraron perdido y muy cansado en el
camino de los cañaverales, y cuando, de acuerdo a
las prácticas de la tribu, delante de todos, él contó
su historia, una historia triste y dolorosa como la
vida de un mártir, las móperas lo miraron
conmovidas y las abadesas que no pudieron atajar
una lágrima, fueron las primeras que hablaron por
su causa. Y como en ese entonces, los hombres
respetaban todavía el recóndito sentir de las
mujeres, se quedó Itashi en la tribu que no tardó en
quererlo como a su propio hijo.
En las noches orquestadas por cigarras y grillos
desvelados en el boscaje, la luna fue testigo
impávido de ese amor inmenso. Las palmeras
supieron definitivamente que la protesta de una
promesa infinita estremeció la inocencia del
silencio; porque Mayauru e Itashi que ya se
recordaban mutuamente cuando ella iba por agua
El Jichi lagartos; y cuando después de convencerse que
una escama chispeaba al sol en su cabeza, y de
pensar que sus colmillos podrían servir para
hacerse querer con las mujeres, le disparó una
flecha y otra flecha, hasta que el animal, herido de
muerte, estiró su cuerpo en un espasmo definitivo
y las aguas se tiñeron de sangre, y él no sé por qué
le dio miedo y huyó despavorido por entre los
pastizales más tupidos.