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Salmo 147

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+ Jerusalén, beneficiaria

principal de los favores divinos,


está obligada, de modo
especial, a alabar a Yahvé.
+ Ha fortalecido las cerraduras
y aldabas que cierran sus
puertas, ha llenado sus plaza de
niños, ha hecho que todo el país
tenga paz perfecta y
prosperidad.
+ Ha dado a conocer de nuevo
su palabra, su ley a su pueblo,
permitiéndole así cumplir sus
deseos divinos de agradarle.
1. CON ISRAEL
Este salmo, en el texto hebreo, es la segunda parte del salmo 146 y continuación del
mismo tema: Himno de alabanza a Dios Señor de todo y cuya bondad se manifiesta
en toda clase de beneficios. Para los pueblos rurales de otros tiempos, la "ciudad",
rodeada de murallas y protegida por sólidas puertas, era el símbolo de la seguridad.
Para los pueblos flagelados por el hambre, el "pan" en abundancia es símbolo de la
felicidad y de la vida. Pero Israel no olvida nunca que el mayor beneficio es el
maravilloso don de la "Ley", de la "alianza" de Dios con su pueblo: ningún otro pueblo
fue tratado de igual manera, ningún otro pueblo conoció sus voluntades.
2. CON JESÚS
El salmo 147 dice que Dios "envía su palabra a la tierra... y que su Verbo la recorre...".
Se trata de una "palabra" casi personificada, que tiende a ser distinta de quien la
profiere. El autor del salmo no podía pensar en una tal perspectiva, pero nosotros no
podemos olvidar las palabras de San Juan: "El Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros" (Juan 1,14). Sí, Jesús fue la mejor "expresión" de Dios. Sus hechos, sus
gestos, sus palabras, nos hablan mejor de Dios que todos los estudios que se han
hecho sobre El. El es "verdaderamente la Palabra" de Dios en el mundo.

3. CON NUESTRO TIEMPO


¿Por qué no volver a los mismos temas para agradecer a Dios de todo lo bueno que
hay en nuestras vidas cotidianas? Gracias, Señor, por la casa que me protege...
Gracias, Señor, por la comida y el alimento que no falta... Gracias, Señor, por la
libertad y la paz que tenemos...
Glorifica al Señor,
Jerusalén; alaba a tu
Dios, Sión: que ha
reforzado los
cerrojos de tus
puertas, y ha
bendecido a tus
hijos dentro de tí;
ha puesto paz en tus
fronteras, te sacia
con flor de harina.
El envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza;
Hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así, ni les dió a conocer sus mandatos.
«El Señor envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas, y con el frío congela las
aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren».

La dulce nieve habla el silencio en el paisaje de invierno. Gracia blanca del cielo para cubrir la
tierra. El descanso del invierno para frenar la carrera de la vida. Y la promesa de agua para los
campos helados cuando la nieve se derrita con los primeros fervores de la primavera. Gracias
por la nieve, Señor.
Tu poder está escondido, Señor, en los tiernos copos que se posan suaves sobre los árboles y
la tierra. No hay ningún ruido, ni presión, ni violencia; y, sin embargo, todo cede ante la mano
invisible del maestro pintor. Imagen de tu acción, Señor, suave y poderosa cuando se encarga
del corazón del hombre.
Tu poder es universal, Señor. Nada en toda la tierra se escapa a tu influencia. Todo el paisaje
es blanco. Llegas a las altas montañas y a los valles escondidos; cubres las ciudades cerradas
y los campos abiertos. Te presentas ante el sabio y ante el ignorante; amas al santo y al
pecador. Tu gracia lo cubre todo.

Señor del hielo y la nieve, Señor de la naturaleza que es tu creación y mi casa: me regocijo al
verte actuar sobre la tierra y recibo con alegría a los mensajeros atmosféricos que me llegan
desde el cielo para confirmarme tu ayuda y recordarme tu amor.
Oh Dios todopoderoso, dueño de la naturaleza y
señor de la historia, tú que tienes poder para poner
paz en nuestras fronteras y poder para mandar la
nieve, el hielo, el frío y la escarcha, concede la paz a
tus hijos y sácialos con la flor de harina, para que se
sientan seguros y esperanzados y vivan, con mayor
entrega, consagrados a tu alabanza. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.

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