Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Fase 1: Inicio Del Crecimiento Basado en La Exportación-Importación (1880-1900)

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

Fase 1: Inicio del crecimiento basado en la exportación-

importación (1880-1900)

● Desarrollo económico: crecimiento basado en la exportación-importación de


productos alimenticios, materias primas y productos manufacturados con precios
inestables, lo cual consistía que América Latina producía y explotaba e importaba
y consumía, debido a las aptas tierras y del importante flujo inmigratorio.
● Cambio social: el rápido crecimiento de la economía de exportación llevó a la
modernización de las elites, en un crecimiento en el sector comercial y nuevos
grupos profesionales. Debido a que el sector de capital extranjero aceleraron y
agilizaron en la inversión como las líneas del ferrocarril. También la sociedad se
volvió más heterogénea debido a la inmigración. Capacidad de ahorros y leyes de
educación
● Político : en Argentina el Estado oligárquico único liberal seguido de cerca era
proveedor de condiciones básicas para luego ser una sociedad capitalista,
formado por el Partido Autónomo Nacional (PAN), llegó al poder J. A. Roca quien
consolidó el modelo agroexportador y el modelo político basado en el fraude
electoral
Oligárquico: de mayores cargos, los accedidos a los estudios
Liberales: tenían una forma de gobierno que ellos se planteaban.
Surgimiento de la clase media y la llegada de los inmigrantes

Fase 2: Expansión del crecimiento basado en la exportación-


importación (1900-1930)
● Desarrollo económico: expansión de crecimiento basado en la exportación e
importación, ocasionando la urbanización de la sociedad latinoamericana.
● Cambio social: esto provocó dos cambios fundamentales el cual fueron estructura
social:
*Aumento de estrato social
* Alentamiento de la inmigración
* Clase trabajadora
● Político: La democracia cooptada es llenar las vacantes con el voto de las
integrantes del seno democrático.
El E liberal democrático cobijaban el régimen nacionalista y republicano para una
mejora en la distribución de la renta en el modelo agro-exportador.
Surge el primer golpe de estado en 1930.
La transformación de la América Latina contemporánea (década
de 1880-década de 1990)
América Latina ha pasado por una serie de cambios económicos, sociales y políticos de
largo alcance desde finales del siglo XIX. Las economías nacionales se han integrado en
el sistema global, centrado en Europa, Estados Unidos, ha examinado los agolpamientos
y las relaciones sociales, las ciudades han florecido y la política ha sido testigo de
reformas y trastornos, y a veces de estancamiento. Estas variaciones han llevado a una
gran diversidad de experiencias nacionales, por lo que tras este capítulo presentamos
ocho casos prácticos: Argentina, Chile, Brasil, Perú, México, Cuba, el Caribe y
Centroamérica. Como veremos, estos países ilustran la complejidad de la historia
contemporánea latinoamericana. No obstante, como ha habido importantes semejanzas y
diferencias, el propósito de este capítulo es ofrecer un esbozo de los modelos y procesos
del cambio. No refleja la historia de un solo país, sino que presenta un cuadro compuesto
que puede proporcionar una base para entender el contexto en el que se desarrolló cada
uno de ellos. También nos permitirá compararlos y obtener generalizaciones acerca de las
fuerzas históricas que se dieron en todo el continente. Si queremos comprender la
América Latina contemporánea, debe situársela en el contexto de la expansión económica
global, comenzando con la conquista del siglo XVI. Dentro de este sistema, ha ocupado
una posición esencialmente subordinada o «dependiente» y ha seguido unos caminos
económicos moldeados en gran medida por las potencias industriales europeas y
estadounidense. Estos desarrollos económicos han originado transformaciones en el
orden social y la estructura de clase, que, a su vez, han afectado de forma crucial los
cambios políticos. Por ello, comenzamos con un conjunto de relaciones causales
simplificadas: los cambios económicos producen cambios sociales que proporcionan el
contexto para el cambio político. Por esta razón, cada uno de los casos de estudio
presentados en los capítulos siguientes contienen una sección general sobre «el
crecimiento económico y el cambio social», con la excepción de México, donde la
revolución de 1910 ejerció un impacto político tan fuerte sobre la historia del país, que nos
obligó a utilizar un formato diferente.

Historia contemporánea de América Latina Fase 1. Inicio del


crecimiento basado en la exportación-importación (1880-1900)
La Revolución Industrial europea fue lo que precipitó el cambio en las economías
decimonónicas latinoamericanas. Como se mostró en el primer capítulo, América Latina
había visto reducirse sus vínculos con la economía mundial tras lograr la independencia
de Portugal y España. Sus terratenientes convirtieron sus posesiones en entidades
autónomas y autosuficientes, en vez de producir bienes para los mercados internos o
exteriores. La minería se había detenido, en parte como resultado de la destrucción
ocasionada por las guerras independentistas. La manufactura era modesta y estaba en su
mayor parte en manos de artesanos dueños de pequeños establecimientos. Sin embargo,
a finales del siglo XIX la industrialización europea empezó a ocasionar una fuerte
demanda de productos alimenticios y materias primas. Los trabajadores ingleses y
europeos, que ahora vivían en las ciudades y trabajaban en fábricas, necesitaban
comprar los alimentos que ya no cultivaban, y los dirigentes de la industria, ávidos por
extender su producción y operaciones, buscaban materia prima, en particular minerales.
Ambos incentivos llevaron a los gobiernos e inversores europeos a buscar fuera, en
África, Asia y, por supuesto, América Latina. Como resultado, los principales países
latinoamericanos pasaron por una sorprendente transformación a finales del siglo XIX,
especialmente desde 1880. Argentina, con sus vastas y fértiles pampas, se convirtió en
un importante productor de bienes agrícolas y ganaderos: lana, trigo y sobre todo carne.
Chile resucitó la producción de cobre, industria que había caído en decadencia tras los
años de la independencia. Brasil se hizo famoso por su producción de café. Cuba cultivó
café, además de azúcar y tabaco. México empezó a exportar una serie de materias
primas, desde el henequén (fibra utilizada para hacer cuerda) y el azúcar, hasta minerales
industriales, en particular cobre y zinc. Centroamérica exportó café y plátanos, mientras
que de Perú salieron azúcar y plata. El desarrollo de estas exportaciones fue acompañado
de la importación de productos manufacturados, casi siempre de Europa. América Latina
compraba textiles, maquinaria, bienes de lujo y otros artículos acabados en una cantidad
relativamente grande, con lo que se dio un intercambio, aunque los precios de las
exportaciones latinoamericanas eran mucho más inestables que los de las europeas. A
medida que progresaba el desarrollo, la inversión de las naciones industriales, en especial
de Inglaterra, fluyó hacia América Latina. Entre 1870 y 1913, el valor de las inversiones
británicas aumentó de 85 millones de libras esterlinas a 757 millones, una multiplicación
casi por nueve en cuatro décadas. Hacia 1913, los inversores británicos poseían
aproximadamente dos tercios del total de la inversión extranjera. Una de sus más firmes
inversiones era la construcción de ferrocarriles, en especial en Argentina, México, Perú y
Brasil. Los inversores británicos, franceses y estadounidenses también pusieron capital en
empresas mineras, sobre todo en México, Chile y Perú, lo que significó que los
latinoamericanos no hubieran de invertir allí, pero también que el control de los sectores
clave de sus economías pasara a manos extranjeras. De este modo, a finales del siglo
xix, se había establecido una forma de crecimiento económico basado en la «exportación-
importación» que estimuló el desarrollo de los sectores de materias primas de las
economías latinoamericanas. El impulso y el capital provinieron en su mayoría del
exterior. Con la adopción de esta alternativa, América Latina tomó un camino comercial de
crecimiento económico «dependiente» de las decisiones y la prosperidad de otras partes
del mundo.) La rápida expansión de sus economías de exportación fue acompañada e
incluso precedida por la victoria de una justificación intelectual para su integración en la
economía mundial. Esta justificación fue (el liberalismo, la fe en el progreso y la creencia
en que llegaría a la economía sólo mediante el juego libre de las fuerzas comerciales y a
la política mediante un gobierno limitado que maximizara la libertad individual. El
liberalismo latinoamericano, al igual que la mayoría de sus ideologías, fue algo importado.
Sus fuentes principales fueron Francia e Inglaterra. Sin embargo, a diferencia de estos
países; América Latina no había pasado por una industrialización significativa a mediados
del siglo XIX.Por ello, carecía de la estructura social que había madurado el liberalismo
Europa, hecho que sin duda iba a hacer algo diferente al liberalismo latinoamericano. En
la segunda mitad del siglo, la América española y Brasil pasaron por un experimento
abortado de capitalismo estatal. Los trastornos causados por las guerras revolucionarias
francesas habían quebrado el monopolio comercial español en América. La Habana había
sido capturada por los ingleses y sus puertos, abiertos de par en par. El asombroso
aumento del comercio impresionó a todos los observadores. La lógica era ineludible:
puesto que el contrabando se había convertido en un alto porcentaje del comercio total en
toda la América española y portuguesa, ¿por qué no legalizar el comercio libre y obtener
impuestos del incremento en un comercio controlado por el gobierno? Los apologistas del
liberalismo económico citaban sin cortapisas a los teóricos europeos que justificaban el
comercio libre y la división internacional del trabajo como algo «natural» y, sin duda,
óptimo. Toda desviación de sus dictados sería una locura: reducir el comercio y con ello
los ingresos. Es importante considerar que la mayoría de los críticos que atacaban las
instituciones políticas de los gobiernos monárquicos (que consideraban «no liberales») no
discrepaban de la ideología del liberalismo económico. En Brasil, por ejemplo, Tavares
Bastos acusó al gobierno de extinguir la vida política local, pero ensalzó las virtudes del
libre comercio y repitió fielmente las doctrinas europeas del laissez-faire. Se podría decir
que durante la última parte del siglo XIX el liberalismo económico permaneció firme en
América Latina. Los intentos por implantar aranceles proteccionistas fueron rechazados
por los políticos, que sostenían no encontrarse en condiciones, ya fuera por sus recursos
o por su capacidad de hacer tratos, de violar los principios del libre comercio. Los debates
clave acerca de la política económica se restringían en gran medida a las elites, definidas
aquí como ese pequeño estrato (menos del 5 por 100 de la población) con poder y
riqueza para controlar las decisiones políticas y económicas de ámbito local, regional y
nacional. El compromiso de éstas con el liberalismo se veía reforzado por su profunda
preocupación acerca de la supuesta inferioridad racial de sus poblaciones nativas. De
modo implícito aceptaban las teorías racistas al propugnar constantemente fuertes
inmigraciones europeas como solución a su falta de mano de obra cualificada. Preferían
inmigrantes del norte de Europa (aunque en realidad la gran mayoría vino de Portugal,
España e Italia) con la esperanza de que los hábitos de la confianza en uno mismo y la
capacidad emprendedora —sellos distintivos del ideal liberal— se reforzaran en su
continente. Añadido a las dudas racistas, había un sentimiento generalizado de su propia
inferioridad. Hasta la primera guerra mundial, las elites latinoamericanas se solían
describir como poco más que imitadoras de la cultura europea. Muchos dudaban de que
sus países pudieran siquiera lograr una civilización característica. En los países
tropicales, las preocupaciones acerca del determinismo racial se reforzaban con dudas
sobre su clima, del que los teóricos europeos decían constantemente que nunca
sustentaría una civilización superior. Así pues, el determinismo medioambiental reforzaba
el racial y su combinación parecía descalificar a las tierras tropicales como escenario en el
que pudiera realizarse el sueño liberal. Dentro de América Latina, el rápido crecimiento de
las economías de exportación llevó a transformaciones sociales sutiles pero importantes.
La primera de todas y la más valiosas fue la modernización de la elite de clase alta.
Debido a estos nuevos incentivos económicos, los latifundistas y propietarios dejaron de
contentarse con realizar operaciones de subsistencia en sus haciendas; en su lugar,
buscaron oportunidades y maximizaron los beneficios, lo cual condujo al surgimiento de
un espíritu empresarial que marcó un cambio significativo en la apariencia y conducta de
los grupos de elite. Los ganaderos de Argentina, los cultivadores de cale de Brasil, los
plantadores de azúcar de Cuba y México, todos buscaban eficiencia y éxito comercial. Ya
no eran una elite semi feudal que vivía parcialmente encerrada, sino que se convirtieron
en empresarios decididos. Surgieron nuevos grupos profesionales o de «servicios» para
desempeñar funciones económicas adicionales. Particularmente importante fue el
crecimiento y cambio habido en el sector comercial. Los comerciantes cumplieron una
función esencial en esta transformación, al igual que en la etapa colonial, pero ahora
muchos eran extranjeros y vincularon las economías latinoamericanas con los mercados
ultramarinos, en particular con Europa. También se contempló una evolución entre los
profesionales, abogados y demás representantes de los grupos extranjeros y nacionales
en sus transacciones comerciales. Los abogados siempre habían sido importantes, pero
durante la fase de exportación-importación asumieron nuevas funciones cruciales al
ayudar a determinar el marco institucional de la nueva era. Estas transformaciones
económicas y sociales también condujeron al cambio político. Al poner tanto en juego, las
elites latinoamericanas —en especial los terratenientes— comenzaron a interesarse por la
política nacional. Ya no se contentaban con permanecer en sus haciendas feudales y
comenzaron a perseguir el poder político. La era del caudillo tradicional estaba llegando a
su fin. Su autoridad política a finales del siglo XIX tomó dos formas básicas. En una
versión, los terratenientes y otras elites económicas tomaron el control del gobierno de
forma directa, como en Argentina y Chile. Querían construir regímenes fuertes y
selectivos, por lo habitual con apoyo militar, y solían proclamar su legitimidad mediante la
adhesión a unas constituciones que se parecían mucho a los modelos europeos y
estadounidense. En Argentina y Chile hubo una tenue competencia entre partidos que
tendían, al menos en esta fase inicial, a representar facciones rivales de la aristocracia.
Pero había mucho acuerdo acerca de los temas políticos básicos y escasa oposición seria
a la cordura de perseguir el crecimiento económico mediante la exportación. La rivalidad
era restringida y la votación solía ser una farsa\Se podría pensar en tales regímenes
como expresiones de la «democracia oligárquica». U a segundo modelo conllevaba la
imposición de dictadores fuertes, a menudo que cargos milita para asegurarla ley y el
orden; de nuevo, en beneficio último de las elites terratenientes. Porfirio Díaz en México,
que tomó el poder en 1876, es el ejemplo más notable, pero el modelo también apareció
en Venezuela, Perú y otros países. En contraste con la democracia oligárquica, donde las
élites ejercían el poder político directo, aquí se trataba de la aplicación indirecta de su
autoridad mediante dictadores que no solían provenir de los estratos más altos de la
sociedad. En cualquier caso, lo importante era la estabilidad y el control social. Se
suprimieron, los grupos disidentes y se contuvo la lucha por el poder dentro de círculos
restringidos. Sin duda, una de las metas básicas de estos regímenes era centralizar el
poder o si era necesario quitándoselo a los caudillos regionales, y crear estados nación
poderosa y dominante. No era fácil lograrlo debido a la fragmentación residual de la
sociedad y a su misma estructura, pero se hicieron progresos en los países más grandes.
En Argentina, por ejemplo, triunfó el centralismo con el establecimiento de la ciudad de
Buenos Aires como distrito federal en 1880 (al igual que Washington D.C. está bajo la
jurisdicción directa del gobierno federal en Estados Unidos). En México, la política efectiva
y a menudo despiadada de Porfirio Díaz llevó al aumento del poder nacional a expensas
de las plazas fuertes locales y, en Brasil, el gobierno imperial de Don Pedro II avanzó de
forma significativa hacia el establecimiento de un estado-nación efectivo (pero también
provocó un retroceso regional que contribuyó al derrocamiento del imperio en 1889). La
intención de los centralistas era promover un mayor desarrollo económico mediante el
crecimiento de las líneas de exportación-importación. La estabilidad política se
consideraba algo esencial para .atraer la inversión extranjera que, a su vez, estimularía el
crecimiento económico. Y cuando llegaba la inversión, ayudaba a fortalecer las fuerzas de
la ley y el orden. Los ferrocarriles son un ejemplo: los inversores extranjeros se resistirían
a colocar sus fondos en un país amenazado por el desorden político; pero una vez que se
construían los ferrocarriles, como en el caso de México, se convertían en instrumentos
importantes para consolidar la autoridad central, ya que podían usarse (y lo fueron) para
despachar tropas federales a sofocar levantamientos en casi cualquier parte de la nación.

Fase 2. Expansión del crecimiento basado en la exportación-


importación (1900-1930)
El éxito de esta política se hizo evidente a finales del siglo XIX y comienzos del xx,
cuando las economías latinoamericanas orientadas a la exportación iniciaron periodos de
prosperidad notable. Argentina se volvió tan rica por su economía basada en la carne y el
trigo, que la figura del playboy argentino se convirtió en un distintivo de la sociedad de
moda europea: un joven latino gastador que perseguía con gallardía la elegancia. En
México, aparecieron y se extendieron las plantaciones que producían henequén en
Yucatán y azúcar en las zonas centrales, en especial al sur de la capital; la minería era
también rentable y la naciente industria petrolera comenzaba a convertirse en una
actividad significativa. Seguían creciendo las exportaciones de cobre procedente de Chile,
que también cultivaba algunas frutas y trigo para los mercados internacionales. Las
mejoras tecnológicas llevaron al aumento de la producción azucarera en el Caribe,
especialmente en Cuba, cuando los propietarios estadounidenses aceleraron sus
inversiones en trapiches de azúcar modernos. Brasil vivía de las exportaciones de café y
caucho natural. La United Fruit Company extendió sus inmensas plantaciones de plátanos
en Centroamérica. En todos estos países, la economía monetaria se había vuelto más
sensible a las tendencias de la economía mundial, donde las exportaciones conseguían
divisas para comprar a duras penas las importaciones necesarias. Todo impacto
importante en la economía mundial producía efectos rápidos ^"espectaculares en los
sectores mercantilizados. Aunque la industrialización seguía siendo incipiente, ya había
fábricas en sectores como el textil, artículos de cuero, bebidas, procesamiento de
alimentos y materiales de construcción. Los sectores de servicios más dinámicos eran el
transporte, la burocracia estatal, el comercio y las finanzas. . La consolidación del modelo
de crecimiento por importación-exportación impulsó dos cambios fundamentales en la
estructura social. Uno fue la aparición y el aumento de los estratos sociales medios. Por la
ocupación desempeñada, a ellos pertenecían profesionales, comerciantes, tenderos y
Historia contemporánea de América Latina La transformación de América Latina 59
empresarios pequeños que se beneficiaban de la economía de exportación-importación,
pero que no se encontraban entre los estratos superiores en cuanto a propiedades o
liderazgo. Los portavoces del sector medio solían hallarse en las ciudades, tenían una
educación bastante buena y buscaban un lugar reconocido en su sociedad. El segundo
cambio importante tuvo que ver con la clase trabajadora. Para sustentar la expansión de
las economías de exportación, las elites trataron de importar fuerza de trabajo externa
(como señaló una vez el argentino Juan Bautista Alberdi, «gobernar es poblar»). Como
resultado, en la década de 1880, Argentina comenzó una política dinámica para alentar la
inmigración desde Europa: la marea de llegadas durante las tres décadas siguientes fue
tan grande que, incluso descontando los retornos, ha sido denominada por uno de los
historiadores del país la «era aluvial». Brasil también reclutó inmigrantes, principalmente
para trabajar en los cafetales de Sao Paulo. Los recibidos por Perú y Chile fueron
numerosos, pero muchos menos en términos absolutos y relativos que los de Argentina.
Cuba siguió siendo un caso especial, ya que la importación de esclavos negros africanos
había determinado hacía mucho la composición de su clase trabajadora (esto es igual en
ciertas partes de Brasil, en particular en el noreste, donde las plantaciones de azúcar
prosperaron con el trabajo esclavo). México presenta una excepción interesante a este
modelo. Fue el único entre los países mayores que no buscó una inmigración externa
considerable. Hay una razón obvia para ello: el país continuaba teniendo una gran
población campesina india, por lo que resultaba innecesario importar fuerza laboral. La
aparición de las clases trabajadoras incipientes llevó a la aparición de nuevas
organizaciones, con importantes implicaciones para el futuro. Los trabajadores solían
establecer sociedades de ayuda mutua y, en algunos países, emergieron los sindicatos de
la economía latinoamericana estableció el contexto del activismo obrero. En primer lugar,
como las exportaciones eran cruciales, los trabajadores "He la infraestructura que las
hacían posibles —en especial los ferrocarriles y muelles— tenían una posición vital. Toda
parada laboral suponía una amenaza inmediata para la viabilidad económica del país y,
de ese modo, para su capacidad de importar, En segundo lugar, el estado relativamente
primitivo de la industrialización significó que la mayoría de los trabajadores estuvieran
empleados en firmas muy pequeñas, habitualmente de menos de 25 empleados. Sólo
unas cuantas industrias, como las textiles, se adecuaban a la imagen moderna de
enormes fábricas con técnicas de producción masivas.;, Los sindicatos en cuestión se
solían organizar por oficios y no por industrias. La excepción eran los trabajadores de los
ferrocarriles, las minas y los muelles, que no por coincidencia se hallaban entre los
militantes más activos. De 1914 a 1927 se contempló el surgimiento de la movilización
obrera. Fue el punto, más alto de la influencia anarquista, anarcosindicalista y sindicalista,
cuando las capitales de toda nación importante de América Latina se vieron torpedeadas
por huelgas generales. De repente, pareció que esta región se unía a las confrontaciones
de clase que estremecían a Alemania y Rusia, así como a Estados Unidos y gran parte
del resto de Europa. En estos momentos críticos —protestas masivas, huelgas generales,
intensificación de lazos entre sindicalizados y no sindicalizados—, se puede ver con
claridad la naturaleza de la clase trabajadora, su organización y el modo en que las elites
dominantes deciden responder. Lo que necesitaremos comparar, a medida que se
desarrollen los estudios por países, son las similitudes y las diferencias de los modelos de
interacción entre patronos, trabajadores y políticos, junto con terratenientes, profesionales
y militares. Aunque existen semejanzas en las movilizaciones laborales urbanas durante
la década posterior a la gran protesta que comenzó con el fin de la primera guerra
mundial, hubo sorprendentes diferencias en las respuestas de la elite. En particular,
veremos que el marco legal de las relaciones laborales recibió mucha más atención en
Chile que en Argentina y Brasil. Otro cambió importante durante el periodo de 1900 a
1930 afectó al equilibrio entre los sectores rural y urbano de la sociedad. Se combinaron
la importación del trabajo y la migración campesina para producir el crecimiento a gran
escala de las ciudades. En 1900 Buenos Aires se había establecido como «el París de
Suramérica» y era una ciudad grande y cosmopolita con unos 750.000 habitantes. En
total, casi un cuarto de la población argentina vivía en las ciudades con más de 20.000
habitantes al terminar el siglo; lo mismo ocurría en Cuba. Cerca del 20 por 100 de la
población chilena residía en asentamientos similares, mientras que las cifras
correspondientes a Brasil y México (el último con una población indígena sustancial)
bajaban al 10 por 100. En Centroamérica las cifras también se hallaban por debajo del 10
por 100 y en Perú caía al 6 por 100. El hecho generalizado es que la expansión de las
economías de exportación-importación ocasionó la urbanización de la sociedad
latinoamericana. Sin embargo, debido al origen nacional o étnico, las clases trabajadoras
no consiguieron mucho poder político a comienzos del siglo xx. Los inmigrantes de
Argentina y Brasil no tenían derecho a votar si no Habían conseguido la naturalización,
por lo que los políticos podían permitirse no tenerlos en cuenta. En México, los
trabajadores de origen campesino tenían pocas posibilidades de influir en la dictadura de
Porfirio Díaz. Y en Cuba, por supuesto, la historia de la esclavitud había dejado su
doloroso legado. Esto significó, al menos a breve plazo, que las elites latinoamericanas,
mientras promovían la expansión orientada a la exportación, pudieran contar con una
fuerza laboral que respondía sin que existiera una amenaza efectiva de participación
política (aunque las huelgas habían resultado preocupantes). Desde entonces hasta los
años veinte o treinta a algunos les pareció contar con lo mejor de ambos mundos. YA
como resultado, las elites de varios países permitieron una reforma política Me posibilitó a
los miembros y representantes de los sectores medios acercarse al poder. La idea era
conseguir la lealtad de los sectores medios para fortalecer de este modo la estructura de
control y poder de la 60 Historia contemporánea de América Latina La transformación de
América Latina 61 elite. Por consiguiente, el inicio del siglo XX fue un periodo de reforma
política en Argentina, una ley electoral de 1912 abrió el sufragio a grandes sectores de
población y permitió al partido de la clase media, el denominado Partido Radical,
conseguir la presidencia en 1916. En Chile, los cambios comenzaron en realidad a partir
de 1890 y supusieron la imposición del gobierno parlamentario sobre el sistema
presidencialista anterior. En Brasil, la caída de la monarquía en 1889 inauguró un periodo
de política electoral limitada. Cuba, tras conseguir la independencia de España en 1898
(y. como muchos dirían, cederla después a Estados Unidos), siguió siendo un caso
especial. E incluso para México, donde estalló una revolución a gran escala en 1910, es
válida la generalización: el objetivo original del movimiento revolucionario no era
transformar la sociedad mexicana, sino solamente conseguir el acceso al sistema político
de los segmentos excluidos de la clase media^ Los movimientos reformistas produjeron a
menudo una «democracia cooptada», en la que la participación efectiva se extendía de la
clase alta a la media y seguía excluyendo a la más baja. Tales transformaciones solían
reflejar los intentos de las elites socioeconómicas gobernantes por cooptar a los sectores
medios en apoyo del sistema, aunque a veces tuvieron consecuencias imprevistas, como
en el caso de México, donde los acontecimientos trascendieron hasta ocasionar una
revolución completa. Los objetivos de la mayoría fueron limitados. Un efecto colateral
significativo fue la creación de un cuadro de políticos profesionales en varios países. Los
partidos políticos crearon carreras para | los hombres (las mujeres latinoamericanas ni
siquiera tuvieron voto hasta / 1929) que pudieran dedicar toda su vida adulta a conseguir
el poder político. Muy a menudo solían representar los intereses de la aristocracia
reinante, pero además formaban un grupo social separado e identificable. Como actores
prominentes de la escena política civil, también se convirtieron en blancos del desdén y la
ira del estamento militar. En la mayor parte de los países latinoamericanos, la fórmula
reformista funcionó bastante bien, al menos para las elites. La demanda europea de
materias primas durante la primera guerra mundial varios años después condujo a una
prosperidad continuada y sostenida. El modelo de crecimiento basado en la exportación-
importación parecía ofrecer medios funcionales y provechosos para la integración de
América Latina en el sistema global del capitalismo. Las adaptaciones políticas parecían
asegurar la hegemonía a largo plazo de las elites nacionales. | En realidad, pronto se
descubrió que el liberalismo —tanto político como económico— tenía deficiencias. Su
fracaso ilustra el fenómeno tan conocido en toda la América Latina contemporánea: el
préstamo cultural desafortunado o «alienación», según lo han descrito los nacionalistas de
tiempos recientes. Al copiar las instituciones legales y las frases filosóficas del liberalismo
clásico, los latinoamericanos descubrieron que su realidad no se prestaba a la simple
aplicación del dogmatismo No supieron entender que, en su origen, el liberalismo europeo
fue la ideología de una clase social en alza, cuyo poder económico emergente le
proporcionó los medios para llevarla a la práctica ¿Significa esto algo más que América
Latina carecía de una clase me3!á importante? Sólo en parte. Resulta más fundamental el
hecho de que había seguido siendo una economía agraria cuyo sector exportador se
correspondía, en la mayoría de los países, con un enorme sector de subsistencia. El
liberalismo tuvo fortuna sólo porque, desde 1850, un pequeño pero creciente sector de la
sociedad pensó que éste consideraba diferentes sus intereses de los propios de los
sectores tradicionales, v De forma específica, todos los profesionales —abogados,
médicos, militares de carrera, funcionarios civiles y comerciantes— constituían un interés
urbano. Absorbieron con rapidez las ideas liberales europeas sin conseguir el poder
económico relativo de sus semejantes en Francia e Inglaterra. Así, aunque no hubieran
considerado que sus intereses económicos eran antagónicos de los del sector agrario
tradicional, se hubieran hallado en una posición débil. Pero a menudo no fue así. Sus
vidas solían estar ligadas al sector agrario aunque vivieran en las ciudades. Los ingresos
de sus clientes, usuarios y patronos dependían en gran medida de la agricultura
comercial. A su vez, la prosperidad de esta agricultura dependía del comercio exterior. En
este punto, el liberalismo económico ponía en un callejón sin salida a los liberales
latinoamericanos. Como creían en sus principios abstractos y se daban buena cuenta de
su patente debilidad frente a sus principales acreedores y socios de intercambios —
Estados Unidos e Inglaterra—, no podían pensar en un camino que pasara por soluciones
económicas no liberales. Además, lo último les habría resultado caro en sus personas a
corto plazo. Por ejemplo, los aranceles proteccionistas para la industria sin duda habrían
cargado a los consumidores urbanos con bienes más caros y de peor calidad. La
protección también habría hecho peligrar los beneficios de los comerciantes dedicados a
la exportación-importación, que eran un poderoso grupo de presión. Así pues, los liberales
fueron renuentes a apoyar la industrialización, que por sí sola podría haber aumentado su
número lo suficiente como para otorgarles el poder político, que quizá habría hecho
posible la realización de los ideales políticos liberales. El liberalismo económico y el
político se sesgaban de otro modo más. Las ideas no liberales en economía tales como
los aranceles proteccionistas y los controles sobre las inversiones extranjeras a menudo
se asociaban en la práctica con ideas políticas antiliberales. Así, la conexión se estableció
con facilidad: la desviación de los principios económicos liberales significaba un gobierno
autoritario, por lo que se la tenía en poco aprecio. Un argumento más utilizado contra los
que abogaban por la heterodoxia económica (es decir, por medidas no liberales) era difícil
de rebatir desde la política. Ante cualquier propuesta de apoyo gubernamental a la
industria nacional, sus oponentes lanzaban la acusación, a menudo con buenos
resultados, de que un pequeño grupo de inversores egoístas querían beneficiarse a
expensas del público. Además, los empresarios locales casi siempre carecían de fondos y
62 Historia contemporánea de América Latina La transformación de América Latina 63
experiencia. Como en el resto del mundo en vías de desarrollo, se enfrentaban a la
competencia formidable de los bienes importados desde las economías industrializadas.
Sin protección ni subsidios tenían pocas esperanzas. A los liberales latinoamericanos
también los debilitaba otra razón. Se trataba de su incertidumbre acerca de una premisa
subyacente en el liberalismo: la fe en la racionalidad y el carácter emprendedor de los
individuos del país. En Brasil, por ejemplo, los políticos se habían pasado años
justificando la esclavitud sobre la base de que era un mal necesario para su economía
tropical agraria. Sólo podían hacer ese trabajo los esclavos africanos. Ahora el argumento
volvía para perseguir a los liberales. El legado de la esclavitud era una fuerza laboral que
quedaba muy lejos del mundo racional concebido por Bentham y Mili. El acontecimiento
que transformó esta atmósfera fue el derrumbamiento espectacular de la economía
capitalista mundial en 1929 y 1930.

También podría gustarte