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Aristóteles

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ARISTÓTELES Y LA TRADICIÓN ARISTOTÉLICA

Aristóteles fue, junto a Platón, su maestro, un filósofo que ejerció una gran influencia
posterior. No sólo eso, sino que también hubo mucha controversia y acción recíproca entre
ambos, de tal forma que el aristotelismo y el platonismo han ocupado un lugar central durante
mucho tiempo dentro del pensamiento occidental. Para los historiadores de la Historia de la
Ciencia en la Edad Moderna, antes o después, se entrará en contacto con los dos. Y esto
debido a dos cosas, principalmente. Una la grandeza de su pensamiento y otra que se hayan
conservado gran parte de sus escritos. Ni Heráclito, Parménides, Demócrito antes, o Teofrasto
o Epicuro después lograron tanta presencia posterior. Por otro lado, los historiadores del
pensamiento renacentista han opinado muchas veces que el Renacimiento fue básicamente de
predominio del platonismo, en detrimento del aristotelismo, que quedó en segundo orden,
mientras que en la Edad Media fue al revés, dominando Aristóteles y siguiendo Platón.
Ninguna de los dos cosas son ciertas en absoluto. En primer lugar, sí es cierto que hubo una
especie de revolución anti-aristotélica que quiso minar su autoridad ya antes y durante el
Renacimiento. De otro lado, el platonismo renacentista, al que dedicaremos un post aparte,
estaba repleto de antecedente de la Edad Media y su posición e influencia en la Edad Moderna
aún no está totalmente determinada por los filósofos ni por los historiadores. Sí que parece
cierto que la influencia de Aristóteles en el Renacimiento venía directamente de la tradición
originada en la Edad Media, y también es cierto que los platónicos (o neo-platónicos) y sus
contemporáneos vieron en esta fuerza de Aristóteles una suerte de revitalización.

Pero empecemos por el principio, y por cómo fue la transmisión de sus escritos. Al morir
Aristóteles, en el año 322 a.C. deja una obra muy extensa que se puede dividir en dos bloques
bastante diferentes entre sí. Por un lado están los diálogos y escritos de carácter popular,
todos ellos publicados en vida, muy leídos entonces, hasta que se perdieron a finales de la
Antigüedad, en el siglo VI de nuestra Era. El segundo grupo, el que nosotros conocemos mejor
porque ha llegado a nuestros días, es un grupo de cursos basados en sus conferencias
impartidas en la escuela de Atenas. Sin un propósito literario, como los del primer conjunto de
textos, sí que son muy técnicos, con razonamientos extensos y detallados, por la información
que nos aportan y sistemáticos en el orden general. De tal manera que podríamos decir que
forman una vasta enciclopedia de conocimientos filosóficos y científicos. Ya hemos dicho que
esta parte de su obra no fue publicada en vida, permaneciendo siempre en la biblioteca de su
escuela, donde fue leída y estudiada por los alumnos y sucesores. Bueno, también estaba en
otras grandes bibliotecas de consulta, como la de Alejandría. La obra de Aristóteles, tal y como
la conocemos, fue publicada en el siglo I de nuestra Era, aunque no por ello debemos entender
que fuera muy estudiada, cosa que no parece, ya que hasta el siglo II d.C., y fuera del círculo
mencionado, los estudiosos especializados y sus escritos no fueron muy influyentes en el
desarrollo del pensamiento griego antiguo, ni incluso en los primeros pensadores cristianos, no
digamos ya en el estoicismo, la Academia platónica, el epicureísmo o el escepticismo. A la vez,
un grupo de estudiosos, de filósofos aristotélicos de su escuela, estudió , interpretó,
complementó y transmitió su obra y pensamiento, destacando en este sentido a Teofrasto y
Alejandro de Afrodisia. Fue este último, hacia el 200 d.C. su más autorizado comentarista,
quien modificó la doctrina aristotélica original, vertiéndola hacia unos tonos más naturalistas y

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anti platónicos (cosa que no ocurría en el primer grupo de obras), llegando a negar cosas como
la inmortalidad del alma, cuestión en la que Aristóteles permaneció ambiguo.

La siguiente fase del aristotelismo nace con el nacimiento de la escuela neoplatónica, en el


siglo III de nuestra Era, y que llegó a dominar el pensamiento griego hasta finales de la
Antigüedad. En este periodo ocurrieron cosas muy importantes, ya que el aristotelismo dejó
de ser una tradición aparte, los neoplatónicos llevaron a cabo una síntesis tanto de él como de
Platón a partes iguales. Los neoplatónicos se apropiaron de su doctrina, de su lógica y de su
filosofía natural en concreto. Incluso algunos de los mejores comentarios de Aristóteles, como
los de Simplicio, fueron hechos por miembros de esta escuela, por no decir que el tratado de
profirió a las Categorías llegó a ser parte integrante de la obra de Aristóteles.

Este hecho, el de la apropiación de Aristóteles por los neoplatónicos (aunque esto también
ayudó a su conservación), marcó para siempre la historia posterior del aristotelismo. Está claro
que cuando se estudia la trayectoria histórica de esta corriente, hay siempre que diferenciar
tres escuelas, o tradiciones. A saber: la bizantina, la árabe y la latina. Aún queda mucho por
hacer sobre la tradición bizantina. Con todo se puede decir que sus escritos fueron allí
conservados y transmitidos por copistas y eruditos en el griego original. Y algunos de los textos
que nos han llegado de algún comentarista suyo nos dicen que su estudio no fue, ni mucho
menos, marginal.. su estudio no estaba separado del de Platón, ni de los poetas griegos
antiguos, ni era opuesto a ellos, aunque sí que estaba muy relacionado con la teología entre la
mayoría de ellos, debiendo de excluir a comentaristas posteriores, ya influenciados por las
corrientes occidentales y latinas. Fue este Aristóteles bizantino, aliado del neoplatonismo y a la
literatura el que llegó desde Grecia a Italia en el siglo XV por algunos exiliados, y el que ejerció
cierta influencia en los estudios sobre Aristóteles posteriores, ya en el Renacimiento.

En cuanto a la influencia árabe, la cosa es bien distinta. Quiero decir que fue más importante,
sobre todos por sus repercusiones posteriores. Debemos de recordar que cuando los árabes
empezaron a traducir los textos griegos, centraron su interés en escritores del campo de las
matemáticas, la astronomía, la medicina, la astrología, la filosofía y la alquimia, dejando de
lado a los poetas oradores e historiadores griegos. Dichas traducciones, como no podía ser de
otra forma, vieron cómo se les añadían comentarios, las propias contribuciones de los árabes.
En cuanto a la filosofía, los árabes dispusieron de toda la obra de Aristóteles, más algunos
comentarios y tratados neoplatónicos. Así fue cómo los árabes recibieron y heredaron a un
Aristóteles neoplatónico, y por tanto, así fue como lo entendieron. Un lastre que nunca fueron
capaces de eliminar totalmente. No obstante, fue entre los árabes donde Aristóteles alcanzó
su mayor influencia, mayor incluso que la que tuvo en la antigüedad griega o entre los
neoplatónicos. También es obvio que los árabes no tuvieron todo el corpus de Platón, ni de los
más destacados neoplatónicos. Así, el volumen de los escritos de Aristóteles, más sus
comentarios y más el material apócrifo superó el del resto del conjunto de la literatura
filosófica griega. Todo el material aristotélico a su disposición, mejor dicho: la solidez de su
contenido, su presentación sistemática y enciclopédica favoreció un estudio minucioso que,
más allá de temáticas como la lógica, retórica, poética, ética y metafísica, permitió que otras
materias pudieran separarse de la filosofía y fueran estudiadas de forma independiente. Como
ocurrió con la economía, la psicología, la física y la historia natural. Todo el corpus aristotélico,
complementado por la medicina y las matemáticas, tomo así una nueva orientación más

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práctica. Incluso la autoridad de Aristóteles pudo verse reforzada desde entonces por Galeno,
fuertemente influido por su filosofía, muy presente en la medicina árabe, sobre todo en un
aspecto concreto, el que algunos pensadores árabes combinaran en su obra la filosofía y la
medicina. Estamos hablando de personajes árabes de la talla de Avicena o Averroes, ambos
comentadores y seguidores de Aristóteles. Tal fue su calidad que Averroes llegó a influir
fuertemente en el pensamiento judío de la Edad Media, a manos de Maimónides, principal
representante del aristotelismo en su tiempo, incluso después de que dicho aristotelismo
desapareciera súbitamente del mundo islámico por razones extra filosóficas, tales como las
religiosas y/o políticas.

La siguiente fase del Aristotelismo nos sitúa en la Edad Media latina occidental. Aquí
encontramos aspectos nuevos y bien distintos de los anteriores. Sobre todo el hecho de que
tuvo su base en la antigüedad romana, no la griega. Ya sabemos que los romanos, aunque con
repercusiones de los modelos griegos (sobre todo en una poesía y retórica muy distinguida), y
capaces de dejar una contribución original muy importante, la de la jurisprudencia, no fueron
capaces de desarrollar un sistema filosófico propio, menos aún una tradición significativa. Si
bien tenían buenas escuelas de retórica, ninguna de filosofía como la de Atenas o la de
Alejandría. Entre las fuentes griegas de la literatura romana, Aristóteles no ocupó un lugar
superior al de los platónicos, estoicos o epicúreos. Ni Lucrecio, Séneca, San Agustín, incluso ni
Cicerón parecen darle importancia o conocerlo. Tan sólo hay una excepción romana: Boecio,
que tradujo, al menos dos obras lógicas de Aristóteles: las Categorías y el De la interpretación.

En la temprana Edad Media del occidente latino hubo una gran separación de la tradición
griega, limitándose a las fuentes de la latina, más pobre en cuestiones filosóficas, como hemos
dicho antes. La erudición de entonces se centraba en los centros monásticos y catedralicios de
entonces. Estaba limitada a la enciclopedia elemental de las siete artes liberales (gramática,
retórica, dialéctica, aritmética, geometría, astronomía y música). Este esquema, que llega
hasta el siglo XIII tuvo a la gramática como materia principal. La filosofía (o la lógica elemental)
era representada por la dialéctica y se basaba toda ella en los tratados aristotélicos traducidos
por Boecio.

Pero todo esto cambió hacia la segunda mitad del siglo XI, culminando en el siglo XIII, debido,
sobre todo, a un espectacular aumento de los estudios filosóficos, teológicos y científicos. Se
amplió el volumen de conocimientos de forma incesante, sobrepasando los límites que
marcaban las siete artes liberales. Se tradujo del árabe y del griego obras de filosofía, ciencias y
pseudo ciencias. Este material nunca antes había estado en latín y, por ello mismo, fue
susceptible de alterar y estimular el pensamiento occidental. Destacan entre las traducciones
el neoplatónico Proclo, pero, sobre todo, se tradujo al latín casi la totalidad de la obra de
Aristóteles, traducciones que llegaron muy ocas de originales griegos y las más de los árabes
(Avicena y Averroes). Si bien fueron traducidas en su mayoría del original, la elección de los
temas traducidos refleja claramente que llegaron de la tradición árabe. A la vez surgieron
nuevas instituciones académicas, como las universidades, diferenciadas de las escuelas
anteriores sobre todo por sus planes de estudio, los libros de texto y los métodos de
enseñanza. Es muy importante hablar del nuevo método de enseñanza, basado en dos partes:
la lectura y la posterior disputatio. Esto originó dos tipos de literatura nueva y erudita en la
Edad Media: El comentario y el debate. Con todo, la temática de la instrucción universitaria,

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asentada ya en la Universidad de París en el siglo XIII, se centraba en cuatro facultades:
teología, leyes, medicina y artes (o filosofía). La enseñanza de la teología se basaba en la Biblia
y en las Sententiae de Pedro Lombardo; la de leyes en el Corpus Iuris de Justiniano y en el
Decretum de Graciano. En cuanto a la medicina y a la filosofía, se basaban en recientes
traducciones del griego y del árabe (Aristóteles, Averroes y otros comentaristas). Es así como,
por primera vez, la filosofía tuvo una enseñanza separada e independiente. Su contenido
principal fueron la lógica y la historia natural, siendo optativas la ética y la metafísica. Ya en el
siglo XIII las obras de Aristóteles fueron plenamente aceptadas en las universidades como base
de enseñanza filosófica. Ello fue debido a dos causas: al ejemplo dado por los árabes, pero más
aún, a su carácter sistemático (del que carecerá Platón) y enciclopédico. De todas formas, hay
que decir que Aristóteles no era Aristóteles en sí en este tiempo, sino que sus textos eran el
punto de partida para los comentarios y los debates, era un marco de referencia. El
aristotelismo de la baja Edad Media fue más un material de origen que un conjunto de ideas.,
más una terminología que facilitaba las definiciones y la exposición de los problemas, y por
tanto, un método para examinar dichos problemas. Lo que más destaca ahora es la existencia
de una inmensa variedad de opiniones e interpretaciones para muchos pasajes del filósofo, así
como soluciones varias a los problemas más debatidos. Es importante, no obstante, decir que
estos problemas procedían más de las preocupaciones filosóficas medievales que del propio
Aristóteles. También hay que decir que esta vasta literatura filosófica, por su complejidad, crea
problemas a los historiadores del pensamiento, que, a fecha de hoy, siguen tratando de
distinguir claramente entre filosofía y teología, cosa que vemos cuando usan términos como
tomismo, escotismo, averroísmo, occamismo y por la tendencia constante a enfocar la
atención en Santo Tomás de Aquino.

Es cierto que los filósofos medievales de los siglos XIII y XIV examinaron pormenorizadamente
muchos problemas, sobre todo dentro de la lógica y la física), ofreciendo a su vez muchas
soluciones a los mismos. También es cierto que fue Santo Tomás de Aquino quien más avanzó
en este terreno de entre los suyos, al intentar reconciliar y combinar una teología cristiana con
la filosofía aristotélica, éxito que tuvo una buena base en su claridad expositiva. En su contra
hemos de decir que, en su época no tuvo una autoridad monopolista, ni mucho menos. Incluso
algunos de sus pensamientos fueron condenados, su obra pertenece, a fin de cuentas, más a la
teología que a la filosofía, y tuvo mucha competencia fuera de los dominicos (donde sí alcanzó
muy pronto la autoridad), como Duns Scoto y Guillermo de Occam.

Averroísmo es lo más ambiguo que nos podemos encontrar, y lo más polémico también.
Generalmente ha sido aplicado por los historiadores a una rama del aristotelismo medieval,
pero, como dice Kristeller, “si por averroísmo entendemos el empleo de los comentarios de
Averroes acerca de Aristóteles, todo seguidor medieval de Aristóteles era averroísta,
incluyendo a Tomás de Aquino”. Digo esto porque el uso de etiquetas, tan familiar en el
mundo anglosajón, ha de ser usado con muchísima cautela.

En cualquier caso, a finales del siglo XIV, Aristóteles era ya el “señor de los que saben”. Y, en
contra de muchos estudios, la tradición aristotélica (nada nace de un día para otro, ni tampoco
desaparece así), aunque sufridora de varios ataques y a alguna transformación, que veremos
en su lugar, siguió con fuerza y vigor hasta finales del siglo XVI (más tarde en la Alquimia), por

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no decir el siglo XVII. La Historiografía a dado, en ocasiones, más importancia y han ofrecido su
total simpatía a los oponentes renacentistas del aristotelismo, craso error!

Por mucho que se empeñen, los progresos de la lógica y de la filosofía natural que se observan
desde fines del siglo XIV y hasta el siglo XVI, tienen como base el aristotelismo, en concreto, las
escuelas occamistas de París y Oxford; eso por no decir que la base de las enseñanzas de
filosofía seguía siendo aristotélica-. Se siguió usando su terminología, su método, estudiaron
sus problemas, comentaron y debatieron a Aristóteles. Con todo aún no sabemos exactamente
la amplitud de la presencia de la tradición aristotélica en la literatura filosófica del
Renacimiento. Se ve en París, en Lovaina hasta bien entrado el siglo XVI; y, en alianza con la
teología católica, en Coimbra, Alcalá y Salamanca hasta muy avanzado el siglo XVII, bajo el hoy
conocido como neoescolasticismo español, cuyo principal representante fue Francisco Suárez,
cuya obra más conocida (Que nada se sabe) da título a este blog. No podemos olvidarnos de
Alemania, donde el aristotelismo se mostró muy fuerte en las universidades en el siglo XV y
después de la Reforma, a pesar del rechazo de Lutero al escolasticismo y gracias a Melanchton.
Eso hizo que filósofos posteriores de la talla de Bacon, Descartes, Spinoza o Leibniz, lejanos al
escolasticismo, no puedan evitar mostrar en sus argumentos, doctrinas y terminología huellas
de la tradición aristotélica, por mucho que pese a algunos.+

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