Derecho Internacional Mexicano
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INDICE
a) Los predecesores...............................................................................19
d) La reacción antipositivista..................................................................27
La escuela realista..................................................................................27
El jusnaturalismo moderno......................................................................29
a) Las doctrinas......................................................................................30
c) La práctica mexicana.........................................................................34
d) Sumario..............................................................................................34
6.- Las negociaciones Jurídicas Internacionales...........................................36
a) Congresos y conferencias.................................................................36
b) Declaraciones....................................................................................36
c) Renuncias..........................................................................................37
d) Protestas............................................................................................37
e) Los tratados.......................................................................................38
“cláusula calvo.”...................................................................................43
a) La negociación.................................................................................46
d) La conciliación.................................................................................48
e) El arbitraje.......................................................................................48
f) La Jurisdicción Internacional............................................................50
La Jurisdicción y el ajuste de las disputas Internacionales...................51
Internacionales.................................................................................52
INTRODUCCIÓN
El siguiente trabajo de investigación esta basado en conceptos y practicas del orden jurídico del
Derecho Internacional
Esta materia legal Internacional cuya afinidad es de gran importancia en el ámbito político y social,
es usada para la practica de las Relaciones Internacionales en la cual estamos enfocados.
El nombre de esta disciplina “Derecho Internacional”, aunque un tanto imperfecto, se usa desde
que Jeremías Bentham lo empleó en 1789, por no encontrarse un vocablo mejor para designarla.
En castellano se continúa utilizando, junto con el nombre “Derecho Internacional”, la designación
“Derecho de gentes”, rica en connotaciones emocionales, y aunque menos técnica que aquélla,
resulta mas generalizadora.
En esta obra se empleará como sinónima del primero. La palabra “Gentes” significa, desde el siglo
XVI, pueblos organizados políticamente. En otros idiomas, como el inglés, francés e italiano, la
materia tiene igual denominación que el nuestro ( International Law, Droit International, Diritto
Internazionale); pero en alemán (Völkerrecht) la disciplina prosigue llamándose derecho de
gentes.
El Derecho Internacional público puede definirse como el conjunto de normas jurídicas que
regulan las relaciones de los estados ente sí, o más correctamente, el derecho de gentes rige las
relaciones entre los sujetos o personas de la comunidad internacional.
La función del Derecho Internacional público es triple. En primer lugar tiene la de establecer los
derechos y los deberes de los estados en la comunidad internacional. En seguida, debe determinar
las competencias de cada estado, y en tercero ha de reglamentar las organizaciones e instituciones
de carácter internacional.
Puede hablarse de un Derecho Internacional universal, o sea el conjunto de normas, bien pequeño
por cierto, que obliga sin excepción a todos los miembros de la comunidad internacional, en
contraposición a un Derecho Internacional general, término que se aplica a un grupo de reglas que
están vigentes entre un gran número de estados, comprendiendo entre ellos a las grandes
potencias, y a un Derecho Internacional particular, o sean aquéllas normas de carácter contractual
principalmente, que rigen entre dos estados, o entre un pequeño número de ellos. Naturalmente,
esta distinción tiene más bien valor didáctico que científico.
No debe confundirse el Derecho Internacional público con la política Internacional. Muchas de las
relaciones entre los estados no están reguladas todavía por el derecho de gentes, y se deja aún
bastante a la decisión individual de cada estado. Por consecuencia, existe una gran
discrecionalidad y en este campo los miembros de la comunidad tienen legalmente cierta libertad
para proseguir sus fines de acuerdo con las concepciones que parezcan más prudentes a su interés
nacional. De ahí que en no pocas ocasiones se asocien indebidamente los regateos políticos
internacionales de un estado con las normas del derecho de gentes, y por ello la crítica indebida
que se hace a este orden jurídico. Claro que no deben separarse del todo política y Derecho
Internacional. Entre ambos existen relaciones e interacciones, que están pidiendo tratamiento,
pues ellas podrían explicar muchos de los interrogantes del orden legal internacional.
Muy a menudo se confunde el Derecho Internacional público con el Derecho Interno del estado
( constitucional, administrativo, etc.), sobre todo en ocasiones en que no es fácil percibir si el
estado está actuando como miembro de la comunidad o como entidad política cumpliendo sus
propósitos de organización interna. El derecho interno regula relaciones de individuos, de
personas, en el ámbito de un estado y no tiene aplicación exterior.
Es necesario prevenir contra la tendencia de comparar a cada paso el Derecho Internacional con el
interno, pretendiendo reducir aquél a éste. Ambas ramas jurídicas son diferentes en su estructura,
en su técnica jurídica y en su aplicación. Por ello no resulta correcto señalar al Derecho
Internacional deficiencias o lagunas tratando de identificarlo con el Derecho interno en sus
características esenciales.
Debe distinguirse el Derecho Internacional público del Derecho Internacional privado. Este último,
impropiamente llamado así, esta constituido por las normas que los tribunales internos de los
estados aplican cuando surge un conflicto entre los diferentes sistemas jurídicos.
Debiera llamarse más correctamente “Derecho Privado Internacional”. Las normas de éste último
se aplican a los individuos, las del derecho de gentes, a los estados.
La estructura del moderno Derecho Internacional es muy diferente a la del Derecho Internacional
de antes de la guerra de 1939. ya no se ocupa este cuerpo legal sólo de las relaciones políticas
entre las naciones, ahora abarca también el derecho de las organizaciones internacionales y
algunas normas novedosas con respecto al bienestar humano. Ha tomado un aspecto socializado.
Tal parece como si el vocablo “ Internacional” no fuera ya apropiado para designarlo y que fuera
menester irle buscando otro nombre.
Se habla ahora del “Nuevo Orden Jurídico Internacional”, como opuesto o diferente al “Derecho
Internacional clásico”. De acuerdo con sus exponentes, este orden Jurídico nuevo comprendería
desde luego una parte considerable del Derecho Internacional existente en la actualidad, pero con
un incremento de normas nuevas, con un remozamiento de muchas normas antiguas, con una
ampliación del contenido de justicia y ética de las mismas, y con nuevos procesos de formación o
de creación de las reglas, en las que tuvieran participación todos los estados jóvenes y nuevos, y
con mayor observancia del principio de la igualdad de los estados. Puede afirmarse que el proceso
hacia este nuevo orden está en marcha, y que pronto habrá desarrollos importantes.
Del nombre mismo del Derecho Internacional se desprende que solamente puede existir en
relación a comunidades jurídico - políticas independientes. Por ello no resulta correcto sostener
que este orden jurídico pudo existir en la antigüedad. El historicismo de los siglos XVIII y XIX
penetró demasiado en los autores de esta materia, sin embargo, de ahí que se observe una
marcada predisposición de los publicistas de señalar que hubo Derecho Internacional desde los
orígenes de la civilización.
Las rudimentarias instituciones que surgen de manera aislada y fugaz en la historia de los tiempos
antiguos no pueden considerarse, en ningún caso, como integrando un sistema jurídico entre
naciones. Porque mal puede hablarse de un derecho que rige a los estados cuando estos no
existen unos frente a otros.
De esta manera el Derecho Internacional fue posible cuando aparece el estado moderno,
autónomo, autocapaz, en relaciones de igualdad con sus semejantes, fenómeno que tiene lugar
sólo después del renacimiento, y no en época anterior.
Las raíces del Derecho Internacional se encuentran ciertamente en la alta edad media, pero esta
rama no se manifiesta con sus rasgos peculiares sino hasta el momento en que sobreviene el
desmembramiento del sacro romano imperio y ocurre el descubrimiento de América, con su
cauda de efectos. O sea, desde esa centuria principió a socavarse el principio de la supremacía
universal del Papa y se fue mermando la autoridad imperial dejando el paso a una nueva
organización político jurídica. Pero a la vez, el estado moderno tuvo que suprimir, de su seno,
poderes que le hacían sombra, como eran los derivados del régimen feudal.
Una confirmación adicional se recibe del hecho que antes del siglo XVI no existía ninguna doctrina
del Derecho Internacional.
b) Puede señalarse el siguiente periodo desde el tratado de Westfalia hasta la revolución francesa.
El tratado de Westfalia (1648) marca un hito muy destacado en el progreso de las instituciones
internacionales. Constituyó durante casi un siglo la estructura política internacional del continente
europeo y es el primer síntoma importante de la existencia del Derecho Internacional.
Un poco más avanzada esta etapa surge el tratado de Utretch (1713) que establece un principio
político - internacional de la mayor importancia; “El justo equilibrio del poder”, originado
prácticamente desde Westfalia y que se mantuvo hasta la época de Napoleón.
c) Las guerras napoleónicas, que tanto alteraron la faz del continente y que no trajeron ningún
desarrollo notable del Derecho de gentes, terminaron con un acontecimiento internacional de
gran importancia y que constituye el origen del tercer gran periodo en el desenvolvimiento de este
origen jurídico. Tal suceso fue el congreso de Viena (1815), que a la vez señala el esplendor de la
diplomacia clásica.
El congreso de Viena deja paso a un Derecho Internacional bien estructurado, con casi las
características que le conocemos.
Se establecen por tal congreso nuevas divisiones políticas y se inaugura un sistema de gran
resonancia: la intervención. La santa alianza, que resulta de ahí, fue un pacto de ayuda militar y un
prolegómeno de organización internacional, pues establecía el sistema de la consulta, por medio
de congresos, para actuar defendiendo el principio de la legitimidad monárquica, en contra de los
brotes del liberalismo.
Surge en Viena el llamado “Concierto Europeo” que, fundado en el “equilibrio del poder”, habría
de manejar los destinos del mundo a lo largo del siglo XIX, un hecho es cierto, mala o buena la
organización que surgió del congreso de Viena desde 1815 hasta 1914 no hubo “Guerra mundial”,
y solo hasta 1870 ( o sea cincuenta y cinco años después) ocurrió una contienda importante en el
continente europeo.
d) La guerra mundial (1914 - 1918) significó un gran golpe para el desarrollo del derecho de
gentes, y produjo un desaliento muy marcado respecto de la efectividad de este orden jurídico.
El señorío de la moral internacional que había presidido la comunidad de estados casi desde
Westfalia, fue desplazado, dejando su lugar a un sórdido nacionalismo y a la anarquía. Pero la
reacción no tardo en presentarse, y hubo un tibio renacimiento.
e) Realmente, aunque se estaba gestando desde antes, el gran cambio tuvo lugar a partir de 1945,
pues el Derecho Internacional empezó a ser penetrado por circunstancias que alteraron
profundamente este cuerpo legal. Tal como la presencia de muchos nuevos estados, los avances
tecnológicos contemporáneos y el imperativo de considerar el bienestar de los grupos humanos
como meta básica de la ideología y de la acción política.
Aunque los principios fundamentales han permanecido los mismos, hemos asistido a un
enriquecimiento constante de sus normas y de sus instituciones y a ciertos cambios de concepción
y de tratamiento. Se han universalizado sus dimensiones, al mismo tiempo, han caducado varias
normas e instituciones viejas. Este periodo que estamos viviendo ha constituido una auténtica
etapa de transición constructiva y dinámica.
Se había sostenido por largo tiempo que la doctrina del Derecho Internacional había nacido con el
Holandés Hugo Grocio ( Hugo Van Groot ) ( 1583 - 1645 ), en el siglo XVII. Pero las investigaciones
de Barcia Trelles, de Brown Scott, de Le Fur y de otros destacados tratadistas modernos pusieron
bien claro desde hace unos años que la gloria de haber sido los fundadores de la ciencia del
derecho de gentes corresponde a los llamados juristas - teólogos españoles de los siglos XVI y XVII,
y, particularmente , que el mérito de iniciador indudable toca al fraile dominicano Francisco de
Vitoria ( 1483 - 1546 ).
Es inexplicable que durante tiempo se regateara a estos pensadores su indiscutible virtud de
fundadores, y menos cuando que en los mismos textos de Grocio se encuentra referencia
constante y nutrida a los autores españoles. Seguramente ello es un resabio de la postura
antihispana y anticatólica de siglos anteriores.
El hecho de ser teólogos no les quita valimiento a esos hombres. El concepto de teología, por esas
épocas, era el de ciencia que también estudiaba la conducta humana, y por ello fueron también
juristas en el mejor sentido del término. El monopolio de la cultura, por otra parte, estaba en
manos de los clérigos y fue natural que ellos se aplicasen a examen de los problemas que creaba la
presencia de ese nuevo orden jurídico. Además, la España de esos años irradiaba cultura por todas
partes, y era el centro del pensamiento más selecto.
Todo ello, junto con el renacimiento, los descubrimientos geográficos hispanos y la conquista de
américa, motivó que en ese país viese la luz la teoría jusnaturalista internacional.
Francisco de Vitoria (1492-1546). Haciendo una generalización se puede anticipar aquí que Vitoria
es el creador de la teoría Jusnaturalista internacional, Francisco Suárez, otro de los teólogos -
juristas, es el filósofo sistematizador de ella, y Grocio, por su espíritu metódico y erudito, tuvo que
ser el vulgarizador de esta teoría. Cada uno de éstos tuvo frente a sí un fenómeno peculiar que
influiría en el desarrollo del derecho de gentes.
Fernando Vázquez de Menchaca (1512- 1569). Otro de los genuinos padres de la teoría española
del derecho de gentes es Menchaca, oriundo de Valladolid. Se le menciona como fundador del
principio de la libertad de los mares, aunque como vimos, la originalidad de este tema la tiene
Vitoria. Representativo de este formidable espíritu místico y católico del español, Menchaca
acudió al concilio de Trento, en donde destacara y tal vez su participación no fue pequeña en los
cánones que resultaron de tal concilio que vino a modernizar y a salvar para la prosperidad la
religión católica.
Francisco Suárez (1548 - 1617). “El doctor eximio”, como se le llamó, resulta ser el gran filósofo del
derecho de gentes de la escuela hispana, y, a la vez, el que clausura esa brillante manifestación
intelectual. Natural de Granada, jesuita, dotado de gran capacidad de trabajo, intransigente con
los heréticos, ha sido considerado como el talento más ilustre de la compañía de Jesús. Felipe II lo
nombró profesor de teología en la vetusta universidad de Coimbra , en Portugal, en 1596, en los
tiempos en que España dominaba en toda la península Ibérica. Esta cátedra la desempeño hasta su
muerte.
Alberico Gentili (1552 - 1608). Gracias a la tesis del profesor Holland, catedrático de Oxford, al
tomar en 1874 la cátedra de derecho civil que tuviera en su tiempo Gentili, fue posible saber de
este autor en los tiempos modernos. Es Gentili el primero que separa la teología de la ética.
Perteneció a una acomodada familia del norte de Italia y tomó el grado de médico en la
universidad de Perugia, cerca de Florencia, pero como era protestante fue perseguido por la rota y
tuvo que emigrar, radicándose finalmente en Inglaterra. Ahí ingresó a la universidad de Oxford,
tomó estudios de derecho civil y fue nombrado profesor de esta materia. Empezaba apenas en
este tiempo a observarse el derecho de gentes o intergentes, como se le llamó, como una parte
del derecho civil.
Gentili fue consultado en su posición de abogado y profesor en algunas materias que desviaron su
interés del derecho civil hacia la nueva rama del derecho de gentes.
Allá en 1584 hubo una conspiración en Inglaterra, la del embajador español Conde de Mendoza,
que intentaba asesinar a Isabel para que volviera al trono María Estuardo. Fracasó la conspiración
por denuncia y los tribunales del Rey, antes de tomar una acción, decidieron consultar y surgió el
dictamen del joven jurista Gentili, que constituye su primera aportación al derecho de gentes,
mencionando ahí que los embajadores tienen cierta inmunidad y que por tanto Mendoza no
podría ser perseguido por los tribunales ingleses, los que resultaban sin jurisdicción, pero al final
de su dictamen recomendaba que fuese deportado ese embajador.
Parece que Gentili tomó afición a los temas internacionales a partir de esa fecha y dos años más
tarde publicó un pequeño ensayo llamado de legationibus, libri tres (1585). Ahí se refiere a la
naturaleza de los embajadores, a las inmunidades y a la manera de nombrarlos y expulsarlos. Es el
primer autor que comenzó a preocuparse por la novísima institución diplomática, que apenas
tenía unos años de instituida con sus caracteres modernos.
No podía escapar Gentili, naturalmente, a la influencia de la época y años más tarde, en 1595,
escribió sobre el derecho de la guerra de jure belli.
Gentilli fue nombrado, con el consentimiento de la corona inglesa, asesor jurídico de la embajada
de España en Londres, y ahí fue consultado sobre materias importantes de la época, en particular
la navegación de los mares, presas marítimas y materias afines, como el corso y la piratería, y en
esa tarea reunió una serie de trabajos que aparecieron publicados después de su muerte, bajo el
título hispanicae advocationis libri duo.
Hugo Grocio (1583 - 1645). Sin duda una de las más grandes figuras del jusnaturalismo laico, que
tuvo una vida patética, el holandés Groot o Grocio, es uno de los que enriquecieron mayormente
la ciencia del derecho de gentes.
Destacó desde muy joven, y pronto realizó aportaciones singulares al Derecho Internacional. A los
veintiún años tuvo oportunidad de intervenir en un sonado asunto, de donde surgió su primera e
importante obra, de jure proedoe. (del derecho de presas), uno de cuyos capítulos, de mare libero,
fue publicado unos años más tarde y ha sido desde entonces la simiente de todo lo que se ha
escrito sobre la libertad de navegación en alta mar.
En general, la importancia de Grocio está en que fue un vulgarizador de la instituciones del
derecho de gentes, y puso al alcance de las personas interesadas los conceptos esenciales de una
ciencia todavía en su cuna.
Christian Wolf (1679 - 1754). Podría ser considerado este autor como el último naturalista, con
características propias muy especiales. Su obra principal es jus gentium metodo cientifica
pertractatum (1749).
a) Los Predecesores
Richard Zouch (1590 - 1660). El eslabón entre la escuela naturalista y la positivista resulta ser
Zouch, inglés que fue, como Gentili, profesor de Derecho Civil de la universidad de Oxford y de la
misma manera que Gentili, hubo de dictaminar sobre los derechos de un diplomático criminal. En
el caso de Zouch, don Pantaleón Sá, hermano del embajador de Portugal en Inglaterra en 1653,
dio muerte a un súbdito británico, y enjuiciado que fue, el tribunal, con apoyo de una opinión de
este autor que resolvía no cabía la excepción de la inmunidad diplomática, lo condenó a muerte.
Cornelius Van Bynkershoek (1673 - 1743). Fue sin duda el autor más distinguido de su época, y uno
de los que más influyeron en la doctrina del derecho marítimo internacional. Desde muy joven
ejerció la judicatura como magistrado del tribunal supremo de la provincia de Zelandia, actividad
que había de proporcionarle claridad de estilo y precisión en la fórmula.
En 1737 publica su obra más importante, questiones juris publici, que contiene la esencia de su
pensamiento sobre el derecho de gentes. Ya puede advertirse en este autor una correcta
identificación entre el jus gentium y el Derecho Internacional.
Las aportaciones de este autor al Derecho Internacional son muy de tomarse en cuenta. El es el
creador, por ejemplo, de la noción del mar territorial. Desarrolla hábilmente el concepto de
neutralidad, que habría de convertirse en clásico. También su manejo de la institución del bloqueo
es muy aceptable. El tema de las presas marítimas también es tratado con eficacia por el maestro
holandés. Sobre los pactos internacionales escribió con lucidez y penetración, refiriéndose con
alguna extensión al difícil punto de la cláusula rebus sic stantibus.
Bynkershoek fue un autor de mucho éxito, por la forma sencilla y clara con que están redactadas
sus obras. Muchas resoluciones internacionales y de la suprema corte de los estados unidos se han
fundado sobre las enseñanzas de este brillante y práctico jurista.
Emerich de Vattel. El suizo Vattel (1714 - 1767) es sin duda una de las más destacadas figuras entre
los autores clásicos, y ofrece la particularidad de enlazar la época antigua con la contemporánea.
Vattel es un liberal contractualista. De ahí que su idea de igualdad de los estados esté fundada
precisamente en la noción del estado de naturaleza, en la que todos los miembros viven juntos y
no reconocen otras leyes que las de la naturaleza misma o las del autor de ella. Empero, al dejar
de lado el concepto Wolfiano de civitas máxima, y al suplantarlo por la idea naturalista de
“sociedad de naciones”, no llena de ninguna manera el hueco que queda con el abandono de la
idea de comunidad. En el sistema de Vattel, cada estado conserva su individualidad independiente,
y este principio habría de conducir a un retroceso en la ciencia del Derecho Internacional.
Puede darse el nombre de “sistemáticos” a los autores posteriores a Vattel, todos ellos
positivistas, que postularon desde fines del siglo XVIII y durante todo el XIX, presentando el orden
jurídico internacional de una manera metódica y hasta cierto punto científica, en grandes síntesis.
El primero de ellos es Moser (1701 - 1785) quién seguramente es el auténtico predecesor del
positivismo del siglo XIX. Moser es partidario de un Derecho Internacional positivo, separado por
completo del derecho natural. Proyectó una teoría de la experiencia pura en Derecho
Internacional.
Tras de Moser figura el profesor Alemán Georg Frederic De Martens (1701 - 1785), profesor de la
universidad de Göttingen. Escribió en francés un libro précis de droit de gens moderne de l
´Europe, en 1789. aquí aparece ya el derecho de gentes como disciplina autónoma.
y XIX
varios factores se reunieron para que el pensamiento positivo internacional se fincara firmemente
desde fines del siglo XVIII y a lo largo de todo el XIX, y padeciera por consecuencia el
jusnaturalismo.
En ninguna rama del Derecho se ha observado tanta discusión en cuanto al carácter jurídico de la
misma como en nuestra disciplina. El Derecho Internacional se ha visto obligado a cada momento
a legitimar su calidad jurídica. Y es que la especial naturaleza de este orden jurídico provoca la
necesidad de intentar fundamentar objetivamente su validez para asegurar su existencia. A la vez,
el estudio de la esencia del derecho de gentes como que sirve para volver a plantear los problemas
del derecho general.
Existe un grupo de autores que pudiéramos llamar “intermedios”, los cuales, sin negar la fuerza
obligatoria del Derecho Internacional, sostienen que es un Derecho débil de cierta manera
análogo a aquel que liga a las comunidades primitivas. Implican que se está en presencia de un
Derecho notoriamente deficiente. En buenas palabras, ocupan un lugar de equilibrio entre las
teorías negadoras y las que tratan de fundamentar el Derecho Internacional.
Entre estos publicistas que estiman que el Derecho Internacional es un derecho transicional en un
estado de constante mejoramiento, que tendrá que desembocar por fuerza en un sistema
acabado, en un derecho federal de las naciones, está Oppenheim, el autor Germano-Británico. Al
parejo de oppenheim están Holland, inglés, y Zitelmann y de Louter, Alemanes.
Se había dicho que el positivismo había predominado consistentemente a lo largo del siglo XIX.
Según se ha visto, la escuela positiva se pronuncio en contra del derecho natural, por la separación
radical entre la moral y el derecho, y por la reducción del derecho positivo a la voluntad del
estado. Casi sin cambiar esta postura se ha mantenido hasta nuestros días.
Como las tesis voluntarias por sí solas no dejan lugar a una estructuración satisfactoria del
Derecho Internacional, los autores positivistas han pasado apuros para encontrar una fórmula que
sin obligarlos a ceder, los capacitara al mismo tiempo para fundar el carácter obligatorio del orden
jurídico internacional. Con todo, esas fórmulas compromisorias no han resultado eficaces.
Las normas del Derecho Internacional, según Hatschek, se crean o por legislación paralela entre
varios o todos los estados, o por reglas internas consuetudinarias que después se vuelven reglas
internacionales de conducta. Estas reglas son obligatorias para el estado no como preceptos de
Derecho, sino como reglas sociales o convencionales cuya sanción consiste en mera compulsión
social. Crean, por el efecto inescapable de la reciprocidad, una obligación legal. De tales reglas,
que se convierten en convicción legal, surgen reglas consuetudinarias.
La teoría de la autolimitación. Aunque se dice que fue el gran Von Ihering quién profesó
primeramente esta postura, es sin duda Jellinek quién la lleva a sus extremos más conocidos.
Este ideal, dice este talentoso jurista, sólo puede realizarse por la fuerza, y ésta es la causa por la
cual la subordinación sólo es posible dentro de una comunidad estatal.
Entre estado y estado existen sólo relaciones con fuerza. Como Hegel, afirma que las relaciones
entre los estados es una de entidades independientes que se hacen promesas, pero que al mismo
tiempo están por encima de esas promesas.
Parte Triepel de una distinción en materia de acuerdo de voluntades. Así dice, existe el vertrag, o
sea, un número de voluntades concurrentes hacia el mismo fin.
En el contrato, el contenido de las obligaciones está opuesto directamente, hay un acuerdo entre
dos partes y los intereses son correlativos, aunque diferentes. En la Vereinbarung, voluntad
colectiva o pacto normativo, hay una cooperación de voluntades determinada por una comunidad
de fines.
El contrato común supone un orden jurídico preexistente en tanto que en la Vereinbarung viene a
ser una fusión, un crisol de las voluntades particulares que pueden producir reglas obligatorias a
todas las partes.
La llamada escuela de Viena está representada fundamentalmente por la postura del jefe de ella,
el extraordinario Hans Kelsen, jurista Austriaco, después profesor en la universidad de Colonia,
Alemania, y que falleciera en Estados Unidos en 1973.
Sin duda es Kelsen uno de los juristas y teóricos del estado más brillantes de los últimos tiempos.
El examen del Derecho lo realiza Kelsen partiendo, según él, de un punto de vista impecablemente
científico y por ello su doctrina ha sido llamada, por él mismo, la teoría “ Pura del Derecho”.
La teoría “pura” consiste en eliminar del estudio del Derecho toda consideración psicológica,
sociológica, política, ética y aun religiosa. Quiere estudiar al Derecho pura y simplemente como un
fenómeno abstracto, como un producto de la lógica del pensamiento.
La ciencia—dice Kelsen—tiene que descubrir su objetivo tal cual es, y no prescribir cómo debiera
ser el punto de vista especulativo. Todo lo que no es Derecho viene a afectar el estudio de la
disciplina o tratar de identificar el Derecho con la justicia, que son cosas diferentes.
La teoría del estado - prosigue - se ha visto oscurecida por impurezas. Por ejemplo, si el estado,
como se afirma, es esencialmente potencia, no es porque sea un orden que imponga a los
individuos una cierta conducta. Y si es voluntad, no es más que en un sentido metafórico que se
busca la validez objetiva de ese orden normativo.
La reacción antipositivista
La escuela realista. El holandés Hugo Krabbe, a quién sin duda algo debe la escuela la Viena, es
quizá el primero que indaga el fundamento del Derecho Internacional en un orden superior al
positivo. Dice Krabbe que el derecho es un dominio de normas que se imponen y obligan
espiritualmente, porque el individuo tiene noción y conciencia de que valen y deben valer.
Los actos del estado son legítimos y válidos en la medida que se conforman y adecuan a las
normas del derecho. La fuente del Derecho Internacional, en este autor, no es la soberanía del
estado; no es la voluntad del estado la creadora de la norma jurídica internacional, sino la
conciencia del derecho sentido por los individuos cuyos intereses están afectados por esa norma,
o quienes como miembros del gobierno— funcionarios y jueces - están llamados a velar por esos
intereses.
El Derecho Internacional viene a surgir cuando los pueblos de los diversos estados ensamblan su
sentido de lo justo para incluir también las Relaciones Internacionales. Así, frente a la personalidad
del estado se dirige la soberanía impersonal del derecho, más noble y menos inhumana. Tiene la
teoría de Krabbe un marcado sentido ético.
El estado se caracteriza sólo para la realización del fin común. El mismo grupo de hombres, dice
por otra parte, que participa en la construcción de la norma interna del derecho, participa al
mismo tiempo en la creación de la norma internacional, de manera que no existe diferencia en el
proceso de formación de ambas normas.
Schwarzenberger. Este moderno publicista ha oscilado desde un realismo sociológico más o menos
moderado hacia una tendencia de sobreestimación de la “política internacional”. Sostiene que
puede construirse un sistema de Derecho Internacional por el método inductivo.
Cualesquiera que sean los defectos de la escuela realista, ella ha tenido el mérito de aproximarse
al Derecho Internacional sobria y objetivamente, y el de hacer perder impulso al positivismo
estéril.
En la indagación de las bases fundamentales del Derecho Internacional el “realismo”, a veces toma
perfiles escolásticos y naturalistas, y sólo le faltan algunas notas para coincidir con el reciente
naturalismo. Debe entenderse esta postura como de transición y moderación.
El jusnaturalismo moderno. El renacimiento jusnaturalista, que aparece como una protesta frente
a la concepción nacionalista del estado totalitario, se presenta en diversidad de formas, y como
toda reacción, se exhibe en ocasiones en planos exagerados, con sobra de racionalismo,
pretendiendo formular apriorísticamente todo un sistema de Derecho Internacional. Pero en sus
formas más felices tiende a combinar armoniosamente el derecho positivo con principios
inmanentes, o con juicios de valor.
Las notas capitales de este movimiento son: conexión estrecha entre derecho y moral; empleo del
método experimental, para evitar el racionalismo abstracto, y la afirmación de que el derecho
positivo viene a determinar y a precisar al derecho natural, en otras palabras, sostener que existe
una síntesis forzosa entre el derecho natural y el positivo.
Las reflexiones que surgen después de esta excursión por la doctrina internacionalista y
contemporánea llevan a la conclusión de que en el fondo de todas las tesis existe un grado de
verdad, y que mucho auxiliaría el progreso de la ciencia del Derecho Internacional si la doctrina
cooperase y unos bandos y otros no se guardasen tan ostensible hostilidad.
Nada hay que impida la conjugación armoniosa de los métodos analítico, jusnaturalista y
sociológico, en servicio de un desarrollo sano de nuestra disciplina. Es necesaria una urgente
reconciliación de la doctrina para garantizar la supervivencia del derecho de gentes.
a) Las doctrinas
En esta cuestión de las llamadas “relaciones” entre el derecho interno y el internacional surge de
nuevo el drama de las doctrinas conflictivas, y ello resulta natural porque en el campo de la
aplicación o de la efectividad del derecho de gentes en el ámbito interno del estado vuelven a
plantearse todos los problemas de la validez y de la naturaleza y esencia del orden jurídico
internacional.
Parece que el problema ha sido trasladado de un campo a otro solamente. En realidad, el debate
se reduce a una cuestión práctica, la relativa al valor que debe darse, en el interior del estado, a las
normas del Derecho Internacional, sean tratados, sean reglas consuetudinarias, sean sentencias
internacionales.
Teoría monista interna. Sostiene esta posición que no hay más derecho que el derecho del estado.
Jellinek (supra) es el exponente de mayor valía en este grupo. También Wenzel ( Juristiche
Grundprobleme ) es de los corifeos.
Para ellos, el Derecho Internacional es sólo un aspecto del derecho estatal. Es el conjunto de
normas que el estado emplea para conducir sus relaciones con los demás pueblos, y para
diferenciarlo, podría ser llamado “Derecho estatal externo”. Aún éste debe subordinarse, en caso
de conflicto, al derecho interno. Debe privar siempre el último.
Teoría Dualista. Mejor fortuna tuvo la tesis dualista. Triepel es el iniciador de ella, al ocuparse de la
Vereinbarung (supra). Mantiene esta teoría que el Derecho Internacional y el Derecho Interno son
dos ordenamientos jurídicos absolutamente separados, entre los cuáles falta toda relación
sistemática. Las fuentes de ambos derechos son enteramente diferentes: una es la voluntad
común de los estados ( Vereinbarung); la otra es la legislación interna.
Kelsen, Kunz, Verdross, Scelle, Lauterpacht, etc. En sus aspectos más radicales ( Scelle, el primitivo
Kelsen) niega la posibilidad jurídica de un derecho interno que se oponga al internacional.
Resultaría nulo.
Consistentemente se afirma que la práctica de los estados, por lo menos hasta el fin del siglo
pasado, se orientaba hacia un monismo nacionalista, esto es, a considerar que el Derecho
Internacional es sólo derecho del estado y que vale en tanto éste lo reconoce. Pero un examen
detenido revela: a) Que al actuar los países no se guiaban por la consideración de comparar al
Derecho Internacional con el Derecho Interno; b) Que la jurisprudencia no se propuso, en lo
general, establecer la diferencia entre un orden y otro, sino sólo resolver una cuestión específica
planteada, y que, por lo mismo la materia resulta sólo incidentalmente tratada, y c) En última
instancia, se advierte el reconocimiento implícito de que el orden jurídico internacional es de
envergadura superior, o de que existe monismo, esto es, un sistema que comprende dos ordenes
jurídicos interconectados de manera íntima.
La jurisprudencia interna. Son los países sajones, Inglaterra y los Estados Unidos, desde hace
mucho tiempo, los que han aportado mayores luces jurisprudenciales a esta cuestión. Desde un
principio priva la regla International Law is a part of the law of the land . ( El Derecho Internacional
es parte del derecho del país).
La jurisprudencia internacional. Para los tribunales internacionales existe sólo la supremacía del
derecho de gentes, y el derecho interno no puede abrogarlo ni limitarlo.
El articulo 26, por otra parte, textualmente dice: “Los tratados diplomáticos regularmente
ratificados y publicados tienen fuerza de ley, aún en el caso de que fueran contrarios a las leyes
internas francesas y sin que haya necesidad para asegurar su aplicación, de otras disposiciones
legislativas, de aquéllas que fueren necesarias para asegurar su ratificación”. La constitución de
1958 ( articulo 55) va más lejos, ya que ella confiere al tratado “publicado” una autoridad superior
a la de las leyes.
República Occidental Alemana. Había ya en este país un claro antecedente, el artículo 4º- de la
constitución de Weimar ( “Las normas reconocidas del Derecho Internacional deben ser
consideradas como partes integrantes del derecho federal alemán”) y por ello no es de extrañar
que se reiterara el principio aun con mayor fuerza.
El articulo 25 de la constitución del 8 de mayo de 1949, indica: “Las normas generales del Derecho
Internacional constituyen parte integrante del derecho federal. Tiene preeminencia sobre las leyes
y crean derechos y deberes inmediatos para los habitantes del territorio federal”.
República Democrática Alemana ( oriental ). Aun cuando parezca extraño, también este pueblo
tiene consignado en su ordenamiento constitucional una disposición similar a las que hemos
señalado. “El poder estatal y todos los ciudadanos deben sujetarse a las normas universalmente
reconocidas del Derecho Internacional.
El poder estatal tiene la obligación de mantener y garantizar relaciones amigables con todos los
pueblos. Ningún ciudadano puede participar en acciones de guerra que tengan como objeto la
agresión de un pueblo”. Articulo 5º- de la constitución del 19 de Marzo de 1949.
Suiza. La adecuación del ordenamiento suizo al orden jurídico internacional, en particular a los
tratados, es automática. Las normas generalmente reconocidas del Derecho Internacional son
consideradas parte integrante del derecho federal y los tratados dan origen a normas internas que
no son derogables por una ley.
España. La técnica observada en la redacción del articulo 7º- de la constitución española de 1931,
pone de manifiesto que quienes incluyeron esta norma conocían bien su tarea. Ella disponía: “El
estado español acatará las normas universales del Derecho Internacional, incorporándolas a su
derecho positivo”.
Italia. Con una técnica diferente, pero apuntando a los mismos objetivos, la constitución italiana
del 27 de Diciembre de 1947 provee en su artículo 10: “El ordenamiento jurídico italiano se
conformará a las normas generalmente reconocidas del Derecho Internacional”.
Irlanda. “Irlanda acepta los principios generalmente reconocidos del Derecho Internacional como
sus reglas de conducta en las relaciones con otros estados”. Constitución del 29 de Diciembre de
1937, artículo 29, núm.3
Ecuador. Aunque no tan explícita como muchas de las arriba citadas, la constitución del ecuador
dispone: “Art. 5º- La república del ecuador respeta las reglas del Derecho Internacional y proclama
el principio de la cooperación y de la buena vecindad hacia los otros estados y la solución de las
controversias internacionales por medio de métodos jurídicos”. 31 de Diciembre de 1946.
c) La práctica mexicana
la primera constitución política de México en 1824, hubo de copiar, en razón del gran prestigio
que alcanzó pronto ese país, y en no poca parte por la propaganda e inducción del mismo, a la
constitución de los Estados Unidos de 1787.
“Art. 161—cada uno de los estados tiene obligación...II ) de cuidar y hacer cuidar la constitución y
leyes generales de la unión y los tratados hechos o que en adelante se hicieren por la autoridad
suprema de la federación con alguna potencia extranjera.”
d) Sumario
De lo que se ha explicado sobre esta materia se pueden deducir algunas conclusiones generales.
a) Una norma posterior deroga al tratado a que se refiere, porque se presume que el cuerpo
legislativo tuvo a su alcance los datos necesarios para formular su determinación. La
responsabilidad internacional que sugiere recae en el ejecutivo;
c) Un tratado posterior deroga las leyes precedentes que se le opongan, pero vale la pena aclarar
que no se trata de una auténtica abrogación, sino que ocurre que en los casos de aplicación
concreta y específica del pacto se prefiere en ese momento la norma del tratado a la norma
interna, pero la ley permanece incólume en todos los demás casos;
d) Los tribunales de los países han observado, en lo general, cierta reverencia a los tratados y han
procurado encontrar siempre la interpretación más favorable al pacto en los casos en que aparece
alguna pugna con el derecho local;
f) La norma interna que entre en conflicto con el Derecho Internacional, sea consuetudinario, sea
convencional, no tiene validez en un tribunal internacional.
El comentario que resulta de todo lo anterior es, primero, que no existe esa dramática oposición
entre reglas internas y derecho de gentes, como nos lo habían hecho creer los tratadistas, y
segundo, que los estados actúan en lo general conforme a un monismo moderado.
a) Congresos y conferencias.
A veces, no hay distinción entre ambos términos, sobre todo, en el pasado. Pero es posible
establecer actualmente una pequeña diferencia. Los congresos se orientan hoy día hacia materias
técnicas, o tecno-jurídicas, y acusan, por otra parte, muchas veces un marcado carácter privado,
no oficial.
Las conferencias más bien son reuniones formales de representantes debidamente autorizados
para el propósito de discutir materias internacionales de interés común para ver llegar a una
solución con respecto a ellas.
b) Declaraciones
Por declaración, en el campo internacional, se han entendido cuatro diferentes cosas. En una
primera acepción significa la parte declarativa de un tratado, también llamada proemio. En su
segundo significado, una declaración equivale a una manifestación de política o de una conducta
que se piensa seguir en lo futuro por una nación o por varias de consuno. Y en este sentido la carta
del atlántico, de Agosto 14 de 1941, es una declaración.
Por cuanto al tercer aspecto del vocablo, ha habido tratados que indebidamente han sido
llamados declaraciones, como la declaración de París, de 1856, sobre derecho marítimo, que es,
en realidad, una convención multilateral.
Finalmente, la declaración significa una manifestación unilateral que produce efectos jurídicos y
estas últimas son las que propiamente deben considerarse como negociaciones jurídicas
internacionales. Por ejemplo, el reconocimiento, el anuncio del bloqueo, etc., se traducen de
modo inmediato, con respecto a terceros estados, en normas jurídicas internacionales.
c) Renuncias
La renuncia puede ser expresa o tácita. Ejemplo de la última es el caso de un territorio que pasa a
ser ocupado por otra nación, la cual hace a la primera una manifestación de ello y esta no se
opone ni protesta. Se entiende que ha existido renuncia implícita.
La renuncia expresa puede ocurrir por ejemplo cuando un estado renuncia a una reclamación a la
que tiene derecho para evitar una fricción o para llegar a un acuerdo con el estado contra el cual
tiene la reclamación. Produce, por consecuencia, la renuncia, normas jurídicas en beneficio de
otras naciones, pero debe ser aclarado que ella vale sólo en los limites precisos en que se
manifiesta como efectivamente deseada.
d) Protestas
e) Los tratados
Los tratados son por excelencia la manifestación más objetiva de la vida de relación de los
miembros de la comunidad internacional. Pueden definirse, en sentido amplio, como los acuerdos
entre dos o más estados soberanos para crear, para modificar o para extinguir una relación
jurídica entre ellos.
Los tratados han recibido nombres muy diversos, y ello ha contribuido a crear algo de confusión
en torno a estos instrumentos internacionales, pero una explicación de cada uno de estos
nombres revela que su substratum es un acuerdo internacional de voluntades.
Elementos de los tratados. Tradicionalmente se sostiene que los tratados deben poseer ciertos
elementos y tener presentes ciertas cualidades para que tengan la validez debida. Se habla
comúnmente de la capacidad, del consentimiento, del objeto y de la causa.
Digamos, por lo que se refiere a la capacidad de las partes, que el jus tractati es un atributo propio
de la soberanía. Sólo los estados soberanos pueden concertar tratados.
En lo que corresponde al consentimiento, éste debe ser expresado por los órganos de
representación competentes del estado. El jus representationis está contenido normalmente en el
derecho interno de los estados, y sólo en épocas de alteración o anormales, esta representación
se ejerce de hecho.
En México, el artículo 89, fracción X, de la constitución política otorga esa facultad al presidente de
la república y naturalmente, delega esa facultad en los plenipotenciarios que al efecto él señale.
Esta disposición dice:
El 22 de Mayo de 1969 fue aprobada en Viena, por 79 estados, la convención sobre el derecho de
los tratados (documento de las naciones unidas a/conf. 39/27). Cerca de 40 países han suscrito
esta convención, la cual ha entrado en vigor el 20 de Enero de 1980, al computarse las 35
ratificaciones necesarias.
Tiene tal importancia el instrumento, que merece algunos comentarios. El tratado de Viena no
deroga todo el cuerpo de normas consuetudinarias establecidas: sólo se ha consolidado ahí una
parte del derecho de los pactos. Al entrar en vigor se confrontará la situación peculiar de que
seguirán por un tiempo unas reglas al lado de otras: las que emergen del tratado y las general y
tradicionalmente aceptadas.
No es necesario que la convención de Viena se adopte por todos los países, pues basta que sea
aceptada por ejemplo, por las dos terceras partes de la comunidad internacional para que pueda
ser considerada como expresión oficial del derecho existente o del derecho deseable sobre el
tema.
Desde oto punto de vista, la circunstancia que se adoptará la convención por la gran mayoría de
los estados no significa que ahí se va a congelar el derecho. La interpretación y la aplicación
posteriores de ella traerán a su vez nuevas reglas, o provocarán la creación paralela de normas
consuetudinarias. Tal como ocurrió con las convenciones de Ginebra en 1958 sobre el derecho del
mar.
La convención de Viena sobre los tratados debe mirarse como un intento muy serio para
regularizar definitivamente las cuestiones que se relacionan con los problemas de la fuerza
obligatoria, de los efectos, de la interpretación y de las posibilidades de modificar legalmente o
terminar lícitamente las obligaciones contenidas en los pactos. Quizá pueda enderezarse la crítica
de que es demasiado casuista, pero lo requiere así la necesidad de prever cualquier conflicto sobre
estos instrumentos internacionales.
Una de las ventajas de la convención de Viena es que los países débiles están en mejor situación
de exigir obligaciones a las naciones poderosas, pues quedan ellas debidamente especificadas en
este instrumento.
El convenio de los tratados tienen incrustados una serie de elementos básicos y modernos de las
Relaciones Internacionales. El primero de ellos es el de la igualdad de las partes: todos los estados
son iguales en el tratado ( artículo 6 ). Otro es el rechazo definitivo de la fuerza o de la amenaza
para conseguir un pacto; el tratado es nulo ab initio ( artículo 52 ). Uno más es la admisión de la
cláusula rebus sic stantibus ( artículo 62 ). Un principio básico se enuncia en el artículo 64, o sea
que si surge una norma perentoria de Derecho Internacional general ( jus cogens ), el tratado
anterior que éste en conflicto con esa norma es nulo y queda extinguido.
En realidad, Triepel es quien echa las bases para el tratamiento moderno de este principio, desde
los albores del siglo XX. Anziolotti , en 1902, con una excelente monografía, encamina la materia
sobre fundamentos doctrinarios aceptables. Pero hubieron de pasar algunos años antes de que se
asentara el criterio de que un estado resulta responsable por daño causado a otro miembro de la
comunidad internacional.
La otra teoría es la presentada por Anziolotti, o sea la teoría del riesgo o de la responsabilidad
objetiva. Reposa en una idea de garantía, en la cual la noción subjetiva de falta no juega papel
alguno. En este sistema, la responsabilidad es producto de una relación de casualidad entre la
actividad del estado y el hecho contrario al Derecho Internacional.
Debe tomarse en cuenta siempre que denegación de justicia implica por fuerza una referencia a
actos de tribunales, de órganos encargados de administrar justicia. Ahora bien, no todos los
tribunales de un estado pueden técnicamente cometer una denegación de justicia.
La regla de que un extranjero debe de intentar todos los remedios internos del estado antes de
quejarse de una injuria recibida por ese estado tiene su fundamento en la más antigua práctica de
las naciones, constante y reiterada, en la doctrina internacional de todos los países y en la
jurisprudencia de los tribunales internacionales.
La interposición diplomática degeneró pronto en abusos, y creó una situación intolerable. Los
extranjeros residentes en los países de menor desarrollo, en lugar de ocurrir a las leyes y
tribunales locales para cualquier reclamación, preferían utilizar el conducto diplomático, que les
garantizaba un régimen de privilegio con respecto a los nativos, y rehusaban arrogantemente
sujetarse a las disposiciones internas.
Las protestas en contra de esta viciosa e ilegal práctica no tardaron en hacerse sentir en donde
quiera. Mas no había en América por esos tiempos iusinternacionalistas que pudiesen crear una
doctrina competente que viniera a contrarrestar la nociva costumbre de la interposición. Ni
tampoco se podía romper definitivamente con las naciones poderosas, pues era necesario el
capital de sus inversionistas para lograr un adelanto de los estados americanos.
Surgieron entonces fórmulas que sin conducir a una ruptura buscaban reducir a términos legales la
conducta de los extranjeros y limitar al mismo tiempo las constantes y molestas representaciones
de los agentes diplomáticos.
Tales fórmulas reciben el nombre genérico de “cláusula calvo”. Ellas emergen de la doctrina de
aquel destacado publicista argentino Carlos Calvo, que al ocuparse de la intervención, muy en
boga en su tiempo, encuentra algunas formas de ella que carecen de fundamento ético o legal.
INTERNACIONALES.
Desde tiempos de Vattel se había sostenido que ciertas disputas internacionales “importantes” no
eran susceptibles de arreglo pacífico, ni adecuadas para ser sometidas a la decisión de terceras
partes. Esta idea fue desarrollándose, hasta que a fines del siglo XIX, cuando principiaron a surgir
los modernos medios de arreglo de las controversias entre estados, surgió la teoría sostenida
hasta nuestros días, de la separación entre las llamadas “disputas políticas” internacionales, o sea,
no susceptibles de arreglarse por medios legales, y las “disputas jurídicas”, o sea aquellas que
pueden resolverse por procedimientos de arreglo también jurídicos.
El término “arreglo pacífico de las disputas internacionales”, que es generalmente empleado por
los tratadistas, surgió de la convención de ese nombre, en la conferencia de paz de La Haya, en
1899, imbuyéndose fuertemente en el lenguaje internacional. Veamos ahora, en particular, cada
uno de los procedimientos de ajuste de las diferencias internacionales:
a) La negociación
El arreglo directo, de estado a estado, por las vías diplomáticas comunes, de los conflictos que
surgen entre ellos es la forma mejor utilizada para terminar las controversias. A este medio se le
conoce con el nombre de negociación.
En muchos pactos de soluciones pacíficas se especifica que deben agotarse las negociaciones
diplomáticas, antes de recurrirse al arreglo judicial o al arbitraje obligatorio. La carta de las
naciones unidas, en su artículo 33, en relación con el 37, señala que antes de someter una
controversia al consejo de seguridad se intentará arreglarla primeramente por negociación.
Cuando la negociación ha fracasado, o bien, cuando los estados no recurren a ella, un tercer
estado puede procurar un arreglo entre las partes, interponiendo sus buenos oficios o mediando
en la disputa. Según sea el caso. Ambos métodos de solución parecen confundirse.
Los buenos oficios ocurren cuando un país exhorta a las naciones contendientes a recurrir a la
negociación entre ellos. La mediación se da conduciendo esas mismas negociaciones.
Los buenos oficios son espontáneos, en tanto que la mediación deriva de una pacto internacional
que concede autoridad al estado mediador para intervenir en esa forma. Explicado en otra forma,
en los buenos oficios, el estado tercero ha de apaciguar un tanto la exaltación de las partes y
establecer una atmósfera conveniente para buscar un arreglo. En la mediación, el tercer país hace
propuestas positivas en un esfuerzo para ayudar a las partes contendientes a llegar a un arreglo.
La mediación colectiva ha probado ser un eficaz instrumento para arreglar una controversia. Por
ejemplo, el caso de la guerra del Chaco, en la cual mediaron las naciones americanas
representadas en la conferencia de Buenos Aires de 1936.
La mediación colectiva está prevista en la carta de las naciones unidas ( artículos 34 y 35) y en la
carta de la organización de estados americanos.
El ejemplo más destacado de estos cuerpos lo constituye el caso del incidente del Dogger Bank , en
1904. cuando la flota rusa del báltico se dirigía a encontrar su fatal destino a oriente, en la guerra
Ruso-Japonesa, encontró en su camino, cerca de las islas británicas, en el llamado Banco Dogger,
una flotilla de barcos pesqueros ingleses que fueron lamentablemente confundidos con barcos de
guerra Nipones, y sujetados al fuego de la artillería naval rusa.
El asunto se iba deteriorando, pues la Gran Bretaña no ocultaba sus simpatías por el Japón. Pero
los buenos oficios de Francia, primero, que condujeron a la formación de una comisión de
investigación, y el éxito que ésta tuvo proporcionando los datos que determinaron la
responsabilidad de Rusia, con la subsecuente aceptación de ésta, eliminaron el conflicto. El buen
resultado de esa comisión llevó a crear comisiones de investigación con carácter permanente, en
la conferencia de la Haya en 1907.
d) La conciliación.
La conciliación es un proceso instituido por las partes mismas para el evento de que se presente
una controversia. Es un paso más allá de las comisiones de investigación, pues los conciliadores no
sólo investigan los hechos conductivos a la disputa, sino que sugieren alguna solución viable. El
dictamen de las comisiones de conciliación obliga a las partes.
Este método de arreglo emerge de los llamados “tratados Bryan”, o de cooling off. Por virtud de
estos pactos, que se suscribieron alrededor de 1914 entre los Estados Unidos y varios países de la
América latina, las partes comprometían a no recurrir a medios hostiles sino hasta que se hubiera
hecho público el informe de la comisión de conciliación.
El pacto de Locarno de 1925, que proveía un sistema de medios de arreglo, los incluía, y el acta
general de Ginebra, de 1928, otro de los grandes esfuerzos para presentar en forma compresiva
varios medios de solución al mismo tiempo, también contenía referencia a las comisiones
conciliatorias. En el tratado de soluciones pacíficas, o el pacto de Bogotá de 1948, se dio también
mucha importancia al procedimiento de la conciliación.
e) El arbitraje.
El arbitraje es un método por el cual las partes en una disputa convienen en someter sus
diferencias a un tercero, o a un tribunal constituido especialmente para tal fin, con el objeto de
que sea resuelto conforme a las normas que las partes especifiquen, usualmente normas de
Derecho Internacional, y con el entendimiento de que la decisión ha de ser aceptada por los
contendientes como arreglo final.
Consiste, pues, el arbitraje, en el ajuste de las controversias internacionales, por métodos y reglas
legales, por árbitros escogidos por las partes contendientes. Se diferencia de la mediación en que
el árbitro debe pronunciar una resolución en una cuestión de derecho, en tanto que el mediador
propone un compromiso, o recomienda lo que mejor se debe hacer, no lo más justo.
Puede especularse que la inclinación hacia este medio de solución nos vino de los Estados Unidos.
La afición de este gran país al arbitraje data de su independencia.
En el arbitraje de 1872, México fue condenado en el célebre caso del fondo piadoso de las
Californias, en una adjudicación dudosa, que no convence a un jurista imparcial. Sin embargo,
correspondió a México el honor de ser el primer país que sometiera un asunto a la corte
permanente de arbitraje, fundada en 1899, y que fue, como vimos antes, un aspecto del caso del
fondo piadoso, que se falló en 1902, y el laudo resultó adverso por entero a la república. La
condena fue pagar, a perpetuidad, determinada suma. Fue necesaria una negociación posterior,
en 1967, para que esa obligación quedara terminada.
Ningún escarmiento causó todo esto, y en cuanto hubo una nueva oportunidad, la de sujetar al
ajuste la cuestión de la isla de la pasión o de Clipperton, en 1909, nuevamente se recurrió a ese
medio, frente a Francia.
El arbitraje tomó muchísimo tiempo, y el laudo se produjo sólo hasta 1931, y el árbitro único, el
Rey Víctor Manuel de Italia, resolvió otorgar el islote a la nación francesa, sin que el laudo sea
conveniente.
El arbitraje del banco mundial. Debe de hacerse referencia a un nuevo intento para revitalizar al
arbitraje internacional y utilizarlo en campos nuevos, tal como las disputas que puedan surgir
entre inversionistas privados extranjeros y los gobiernos donde se efectúa la inversión.
El banco internacional para la reconstrucción y el desarrollo (banco mundial) ideó crear un centro
para el ajuste de las controversias que ocurren entre el inversionista y el estado huésped, con la
mira de flexibilizar los procedimientos y de mejorar el clima de la inversión en los países en
desarrollo.
El arbitraje debe funcionar ahí con normas de Derecho Internacional que sean aplicables. El
tribunal posee muchas facultades. La sentencia puede ser anulable, y sujeta a revisión, mas no
apelable.
La convención tiene actualmente sesenta y cinco miembros, entre países occidentales, veintiocho
naciones africanas, y una que otra asiática y de Oceanía (diez). Las repúblicas latinoamericanas se
han negado sistemáticamente a suscribir la convención ( con excepción de Trinidad y Tobago y
Jamaica ), pues entre otras cosas la consideran contraria a la cláusula y la doctrina calvo, y a la
soberanía nacional.
f) La jurisdicción internacional.
En este concepto de jurisdicción internacional quedan incluidos por costumbre los tribunales de
justicia, que sólo se diferencian de los tribunales arbitrales, como pudo observarse antes, por el
carácter formal y orgánico de aquellos comparado con las características de flexibilidad e
improvisación de los otros.
La jurisdicción y el ajuste de las disputas internacionales. El papel del tribunal en el arreglo de las
controversias internacionales tiene que ser bastante limitado, como es limitado el Derecho
Internacional existente. Por otra parte, no todos los conflictos entre estados permiten una
solución satisfactoria o definitiva a través de la operación de técnicas judiciales.
En el campo del derecho de gentes el tribunal juega un importante papel de productor de normas
jurídicas, pues en ausencia de órganos codificadores o legisladores las normas de esta rama han de
crearse, entre otras, por la acción de los organismos judiciales, que clarifican y determinan las
reglas internacionales. Pero esta asunción de funciones que son esencialmente de naturaleza
legislativa han conspirado poderosamente para que el tribunal sea visto con gran recelo por las
grandes potencias, que podrían tropezarse con una norma expedida por el cuerpo judicial que
socave los principios tradicionales de su política, fundada en reglas que sólo tales estados
reconocen.
La acción del tribunal, desde otro punto de vista, no puede ir más allá de los asuntos que le
sometan. Las disputas de carácter más serio no llegan nunca a caer bajo su imperio. Pero aun así,
frente a tan graves limitaciones, la jurisdicción se erige en forma muy interesante para preservar la
paz y lograr un clima favorable para la resolución de las diferencias en ambiente de respeto al
derecho.
g) La solución de controversias por las organizaciones internacionales.
Uno de los propósitos obvios de las organizaciones internacionales, sean generales, sean
regionales, es el de ajustar las disputas entre sus miembros mediante la acción y procedimiento de
la propia organización. Desde el pacto de la sociedad de naciones (artículo 3,4) quedó expresado
que cualquier disputa o solución que pudiera amenazar la paz internacional sería un asunto de
preocupación para todos los miembros de la comunidad internacional organizada, y no solamente
cuestión de los estados afectados. También se consignó que esas disputas o situaciones debían
arreglarse por medios pacíficos.
Estos principios pasaron después a la carta de las naciones unidas como objetivo primario de ésta
última organización (artículo 2 (3) ).
El órgano de que se trate puede proceder a discutir si el asunto merece examinarse, o bien, si se
ordena una información previa, o si debe clarificarse el aspecto legal del asunto, o si ha de
designarse una comisión que se aboque al conocimiento directo de la situación, o si procede que
la materia sean tratada en el seno de la asamblea, o, en fin, tomar alguna medida más o menos
apropiada.
El arreglo de controversias por los organismos regionales. Los partidarios de la tesis de que deben
existir, además de los de naciones unidas, procedimientos regionales de ajuste de diferencias,
exponen a favor de este sistema algunos argumentos. Así se sostiene que los estados situados en
una región geográfica poseen un conocimiento mejor de las causas y peculiaridades de los
problemas internacionales de cualquier país extraño a ella; están en situación, por tanto, de
proponer los términos más apropiados para que se resuelva una controversia.
La localización de una desavenencia los pone a buen recaudo de que ella se convierta en una cosa
global, e impide los enfrentamientos entre los actores principales de la comunidad universal.
Existe además, economía de recursos, pues se libera a la organización general, a la ONU, de
complejas cargas con las que físicamente no puede ya, se contrarrestan, empero, estas ventajas
con no pocos inconvenientes.
BIBLIOGRAFÍA: