Gris Titanio Aislin Leinfill Holaebook
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Aislin
CAPÍTULO 1
—¡Profesor Anderson!
—Perdón. Pensaba en otra cosa —se disculpó girándose para mirar al
chico—. Un café solo doble —pidió con apuro. Suerte que no había nadie
en el puesto de café, los chicos estaban en medio de su primera clase y los
profesores que entraban a segunda hora todavía no habían llegado.
El instituto estaba bastante apartado del centro, pero por suerte alguien
pensó que sería una magnífica idea poner un food truck con café y
bocadillos que se encargaban de que el profesorado no tuviera que depender
de la dudosa calidad de la cafetería.
—¿No te habrás quedado toda la noche corrigiendo exámenes de nuevo?
—quiso saber Amelia entrelazando su brazo con el suyo—. Un café con
leche de soja para mí, por favor —le indicó al chico que enseguida tomó un
vaso de cartón para escribir su nombre.
—No, esta vez no.
—Oh, Matt, ¿No me digas que volviste a dormir en el sofá? —le pidió
ella mirándole con lástima.
—No te lo diré —dijo tratando de no mostrarse tan culpable como
realmente se sentía. Empezaba a estar harto de la situación, pero no era para
tanto.
—¡Mathew! —protestó ella—. No puedes seguir durmiendo allí
mientras tienes tu cama vacía a pocos metros.
—Solo fue esta noche —mintió a pesar de que ambos lo sabían. Ella
estuvo con él en su peor momento, no había nada que no supiera.
Llevaban dando clase en el mismo instituto desde hacía tres años.
Amelia era la subdirectora del colegio, pero su carácter sincero y abierto
hizo que se llevaran muy bien desde el primer día.
—¿Cuántas fueron esta semana?
—Deja de mirarme así —le ordenó poniendo la mano delante de su cara
para que no pudiera seguir clavando los ojos en él.
—¿Cuántas? —insistió ella sin aflojar el interrogatorio.
—Cuatro —reconoció entre dientes.
—¡Matthew! —le gritó ella pegándole en el brazo.
—¿Qué? —le preguntó exasperado—. Cuatro en una semana de siete
días.
—Estamos a viernes, solo ha habido cuatro noches. Eres un desastre —
se lamentó—. Tienes que dejar de hacer eso, cielo. En algún momento
tienes que reunir valor y hacerte con la situación. Acabarás con un trauma.
—No hay ninguna situación. Todo va bien, simplemente me dormí. Le
pasa a mucha gente. ¿Nunca te has dormido en tu sofá? —quiso saber
frunciendo el ceño.
—Matt, tienes que dejar de evitar entrar en tu habitación. Tienes toda tu
ropa en el armario del recibidor y duermes en un sofá en el que no cabría ni
un crío de quince años. Y todo para evitar entrar allí.
Ignoró por completo lo que decía y sacó un billete para pagar los dos
cafés.
—Deja de ignorarme y supéralo de una vez. Abandona tu sofá y vuelve
a usar tu cama —le ordenó señalándolo con el dedo amenazadoramente.
Amelia medía apenas un metro sesenta, tenía unas curvas generosas y un
bonito pelo castaño claro, aunque en momentos como ese conseguía
arreglárselas para parecer imponente.
—Está superado y olvidado —contestó poniendo el gesto en blanco. Se
había especializado en que su cara no expresara nunca lo que pensaba o
sentía.
Ella suspiró hastiada, dándose por vencida. Recogió su café y le dio la
espalda mientras consultaba su móvil como buena adicta a la tecnología.
—Aquí tienes. Quédate el cambio —le ofreció al chico.
—Gracias —le sonrió radiante cogiendo el billete que le tendía—. Y
oye… —le llamó antes de que pudiera alejarse con su café.
Se giró a mirarle desconcertado.
—Si algún día necesitas un lugar para dormir… puedes darme un toque
—le invitó guiñándole un ojo.
Parpadeó dos veces tratando de entender la frase. Abrió y cerró la boca
antes de dejar salir un sonido consternado.
—Tienes mi número en la taza, guapo.
Amelia le salvó de tener que responder arrastrándolo del brazo.
—Es muy atractivo —le dijo guiándole para cruzar la calle.
Emitió un sonido exasperado sin decir nada. Hace unos años le hubiera
devuelto el coqueteo sin dudar, pero ese tiempo ya había pasado. Ahora
descartaba por completo ligar con extraños. Bueno, ligar en general.
—Deberías llamarlo —sugirió Amelia risueña—. Seguro que nos daría
café gratis cada día.
Le soltó un bufido sin decir nada más.
—¿Por qué eres así? Es simpático, todas las mañanas nos saluda muy
contento, nos dibuja una carita sonriente en la taza… es un buen comienzo.
—No ligo con desconocidos, ya lo sabes —le recordó.
—Ni con desconocidos, ni con nadie —repuso dándole otro golpe en el
brazo—. No me extrañaré si un día me dices que vas a hacerte monje. Ya lo
eres.
—Estoy bien solo —repetir algo hasta la extenuación era la mejor
fórmula para terminar creyéndoselo.
—Tengo el amigo más cabezota del mundo —se lamentó ella con
dramatismo atravesando la puerta del instituto.
—Y yo la amiga más melodramática y exagerada. Por eso hacemos tan
buena pareja.
—Matt… —volvió ella.
—¿Señor Anderson? —aliviado vio a su mejor alumna mirarle
expectante.
Se despidió de Amelia con un gesto con la mano para ir hacia la chica.
Adoraba a su amiga, pero estaba cansado de las continuas presiones. Tenía
sus motivos para ser como era y ella sabía perfectamente lo que había
pasado, no debería estar tratando de empujarle hacia cada hombre que se le
acercaba.
Se quedó en el aula durante el descanso largo de media mañana. No
necesitaba más sermones y además tenía trabajo atrasado.
Abrió su fiambrera y sacó el almuerzo que preparó la noche anterior.
Una equilibrada comida sin grasa, sin gluten y llena de nutrientes.
Frunció el ceño mientras comía un trozo de brócoli y leía el último
examen. Ni siquiera necesitó sumar los puntos. No había nada que sumar.
Le dio la vuelta a la hoja para ver quién era el dueño de semejante
desfachatez.
Por supuesto. Niccolo De Luca. ¿Quién más podría ser?
Mordió un tomate Cherry, mientras miraba en su ordenador las notas
pasadas del chico. Empezó con apenas un par de cincos para caer
directamente a los tres y medio. Revisó sus anotaciones sobre los exámenes
del anterior semestre. Por lo menos el crío lo había intentado, pero en esta
ocasión ni siquiera se molestó en escribir el nombre completo, se limitó a
poner su nombre.
Hizo un ruido con la lengua tomando otro bocado de su brócoli. Miró
sus notas de los últimos trabajos. Entregó apenas tres redacciones a
principio de curso y nada desde entonces.
Trató de hablar con él en varias ocasiones, pero el chico era intratable.
El típico gamberro de barrio con una actitud de mierda y rodeado de otros
chicos tan problemáticos como él.
Cuando vio que no había nada que hacer con él, trató de hablar con sus
padres. Nunca respondieron al teléfono a pesar de que dejó varios mensajes
durante meses. Estaba claro que venía de un hogar desestructurado, con
padres ausentes que compensaban su falta de atención con regalos caros. El
chico siempre iba vestido a la moda y con zapatillas de grandes marcas,
estaba claro que iba sobrado de todo excepto de la atención que necesitaba.
Entró en el programa de notas y miró las de sus colegas. Aprobados
escasos y suspensos por pocas décimas. Estaban mejor que las notas de su
asignatura, pero no iba a pasar de curso. Tendría que repetir el ultima año y
por supuesto lo dejaba sin posibilidades de ir a una buena universidad.
Nadie se quejaba de forma especial de la actitud del chico ya que en las
clases solía dedicarse a garabatear en su libreta al final del aula.
Pensativo, frunció el ceño golpeando su fiambrera con el tenedor.
Quedaban apenas cinco meses para que el final de curso, no había
ninguna posibilidad de que aprobara.
Pinchó otro trozo de brócoli con el tenedor y lo hizo girar entre los
dedos, con la vista clavada en el examen.
No había ningún motivo para molestarse en ese crío. Pero aun así… le
encantaba su trabajado, disfrutaba de enseñar y de su asignatura. Sabía que
el chico era un caso perdido, no tenía sentido seguir preocupándose por él.
Apartó su examen y pasó al siguiente.
No fue capaz ni de leer el nombre. Suspiró mientras sacaba el móvil de
su maletín. Buscó en su libreta de alumnos el número correcto y esperó.
Sonó una y otra vez hasta que la línea se cortó.
Iba en contra de su naturaleza abandonar a un alumno, en todos los años
que llevaba siendo profesor nunca lo había hecho. Siempre estaba
disponible para ellos, listo para quedarse a explicarles dudas en sus ratos
libres e incluso ayudándoles a hacer esquemas que les facilitara la
comprensión.
Suspiró negando con la cabeza. Probablemente se estaba preocupando
por nada. No había ninguna forma en que pudiera recuperar toda la materia
de su clase. Mucho menos la de las otras asignaturas.
Autoconvencerse desde luego no era lo suyo. Porque a pesar de sus
pensamientos llamó de nuevo.
«Seguro que ni es su número real». Suspiró escuchando como la línea
sonaba sin respuesta del otro lado.
—¿Quién demonios llama tres veces a un número fijo?
Parpadeó sorprendido y comprobó la pantalla que contaba los segundos.
—¿Perdone? —respondió confundido.
—¿Quién eres y qué quieres? —le interrogó la voz profunda de un
hombre de mala manera.
—Disculpe —contestó horrorizado por la mala educación del sujeto—.
¿Estoy llamando a la casa de la familia De Luca?
—No, esta es la casa de Santa Claus. Está en el taller preparando los
regalos para Navidad, prueba mejor suerte mañana.
Soltó un sonido incrédulo, incapaz de creerse que aquello fuera real. Le
había colgado. Ese maleducado le había colgado el teléfono sin más.
Bueno, ahora entendía mejor por qué el chico era como era, al parecer le
venía de familia. Con un padre así no podía esperar otra cosa.
Cerró con firmeza la libreta de alumnos, dando el asunto por zanjado.
Niccolo De Luca iba a repetir curso y no había nada que hacer.
Profesor Smith,
Le escribo esta misiva para solicitar formalmente una cita con la
intención de discutir sobre la situación académica de mi hermano.
Sin otro particular,
Kane De Luca
—No entiendo nada. ¿Por qué te envía algo tan formal en una hoja de
promoción de cereales?
—Porque es una persona muy maleducada —contestó ahogando la
sonrisa que pugnaba en sus labios. Ese hombre le exasperaba y divertía a
partes iguales. ¿Cómo era posible?
—Espero que aproveches la tutoría para aclarar lo de tu nombre. Va a
pensar que eres idiota, no me puedo permitir que los familiares de los
alumnos piensen que los profesores andamos faltos de neuronas.
—Por supuesto. Ya te expliqué que fue una tontería, solo quería
burlarme.
Notó sus ojos clavándose en su rostro.
—Es raro en ti un comportamiento tan infantil. Pero me gusta, te sentará
bien relajarte un poco. Aunque mejor hazlo conmigo y Pitt este sábado
cuando quedemos. Porque vas a venir a nuestra cena, ¿Verdad?
—Depende. ¿Vas a volver a tratar de emparejarme con algún tío de la
oficina de tu prometido?
Exasperada ella miró al techo.
—Prometí que no lo haría de nuevo. Aunque en mi defensa parecía el
hombre perfecto para ti —se defendió.
—Tenía seis perros grandes en un piso de cuarenta metros cuadrados y
estuvo casado tres veces.
Ella se encogió de hombros, aunque en su cara brillaba el
arrepentimiento.
—Eso lo supe al mismo tiempo que tú. Pero fue mi último intento, lo
prometo. Solo seremos nosotros. ¿Vendrás?
Aceptó con la cabeza sin muchas ganas.
Amelia no parecía muy convencida, pero dejó el tema cuando le pidió
que le contara que hizo el fin de semana.
No fue hasta la noche cuando recuperó la nota de su maletín.
Entró en el fichero de Niccolo y comprobó que no había ningún dato de
contacto más en su ficha, salvo el número de teléfono de su casa.
Sentado en el escritorio de su despacho, cogió un folio de color crema y
pensó en cómo responder.
Por fin seis borradores más tarde, quedó satisfecho con su respuesta.
Fue una semana de trabajo intenso y mucho estrés, así que cuando
Jackson le llamó para ir a un evento en la ciudad dijo qué sí, sin preguntar.
En retrospectiva debió pensarlo mejor, porque la americana y la camisa eran
demasiado formales para ese sitio y no había nada que llevara peor que
sentirse fuera de lugar.
La celebración consistía en una exposición de coches, Dominic había
conseguido entradas debido a que los bomberos tenían que estar presentes
en ese tipo de eventos por si pasaba algo, pero eso no explicaba por qué
Jackson había querido ir, a él no le gustaban esas cosas.
—¿Y si nos vamos? —preguntó a su amigo que miraba alrededor tan
desconcertado como él.
—No podemos irnos, apenas llevamos una hora aquí.
—¿Por qué estamos aquí? Lo nuestro es más ir de cócteles y visitar
museos —dijo mirando alrededor con aprensión. Había demasiada gente
como para que se sintiera cómodo.
—Porque Dominic quiere cambiar su coche y los dos que le gustan están
aquí. Su turno está a punto de terminar, le acompañaremos y después nos
iremos a tomar algo hasta que sea la hora de tu cena en casa de Amelia —le
ofreció esperanzado.
Suspiró echándose un poco hacia atrás buscando alejarse de dos
hombres corpulentos con pinta de moteros de los sesenta.
—¿Sabes cómo mejoraría esto? —le preguntó Jackson tratando de
animarle.
—¿Marchándonos? —inquirió sin dejar de vigilar alrededor. Ya había
pillado a varios hombres mirándolos mal.
—No está tan mal —opinó su amigo.
Soltó un bufido observándole de reojo.
—El amor te hace portarte como un idiota, tu positividad me da ganas de
vomitar.
Jackson se rio negando con la cabeza.
—¿Os lo estáis pasando bien? —preguntó Dominic apareciendo a su
espalda.
—No —reconoció Jackson mirando a su novio con adoración.
—¡Acabas de decir que no era tan malo! —exclamó indignado.
—Era para animarte. Esto es un asco. La gente de aquí es rara y huele a
sudor, tengo el estómago revuelto —reconoció sin vergüenza poniéndole
ojitos a Dominic, que se rio rodeándole la cintura con los brazos para
atraerlo a un beso suave.
—Dejad que vea los coches que me interesan y nos marchamos. Podréis
elegir el sitio al que vayamos después —les ofreció sin apartar los ojos de
su novio.
—Iremos al local de cócteles de la avenida que tanto odias —le amenazó
mirándole enfadado.
—El de las paredes rosas y los flamencos —le recordó Jackson—. Es lo
mínimo que nos merecemos —le exigió sin dejar de observarle con una
sonrisa.
—Está bien. Será lo que tú quieras… —aceptó Dominic sin protestar
bajando la cabeza para besarle. Apartó la cara evitando presenciar esa
escena de nuevo.
—Sois tan empalagosos que no doy crédito que podáis andar con todo
ese azúcar a vuestro alrededor —los insultó distrayéndose con la gente que
pasaba por allí. Algunos tipos estaban lanzando malas miradas a la pareja,
pero había varios compañeros de Dominic cerca, así que no se preocupó.
—Un hombre me empujó, llevaba un chaleco de cuero de imitación y
camiseta de tirantes. Fue horrible, tenía barba —siguió quejándose Jackson
a su espalda.
—Cosita estirada —susurró Dominic divertido antes de que le llegara de
nuevo el inevitable sonido de sus besos.
—Fue a mí, tú solo estabas a mi lado, reina del drama —le soltó
buscando con la mirada una puerta por la que poder escaparse. Le robaría
las llaves del coche a Dominic y los esperaría fuera.
La saliva se le atascó en la garganta cuando reconoció a alguien a unos
cuantos metros de ellos hablando con varios hombres.
Parpadeó tratando de acomodar la imagen con sus pensamientos.
«Mierda, mierda, mierda».
—Tengo que salir de aquí —les dijo con urgencia, girándose hacia ellos
que seguían enganchados el uno en el otro.
—Oh, vamos —protestó Jackson.
—No, de verdad. Tengo que irme ahora mismo. —Su vista localizó una
puerta de emergencia cerca.
—Ayúdame a salir de aquí, ábreme esa puerta —le pidió a Dominic.
Sabía que los bomberos las usaban para acceder al lugar donde estaban los
servicios de emergencia.
—No puedo hacer eso —le respondió Dominic frunciendo el ceño—.
No eres un agente de servicio, no se permiten civiles ahí.
—Tú no lo entiendes. Tengo que salir ya, tengo que irme ahora mismo
—dijo con urgencia.
Supo que lo había alcanzado sin mirarlo. Un calor suave recorrió su
espalda mientras sentía una presión en la nuca.
—Eres un ser despreciable —le soltó enrabiado a Dominic que se limitó
a mirarlo incrédulo sin entender nada.
—Creía que yo era especial, empiezo a pensar que odias a todo el
mundo por sistema —dijo Kane a su espalda.
—Tierra trágame —musitó mirando a Dominic y Jackson que parecían
desconcertados.
—¿Profesor Smith-Anderson? Sé que eres tú. Es de mala educación dar
la espalda a alguien que se acerca a saludarte —señaló burlón—. Ya nos
hicimos amigos —contestó indignado.
Apretó los labios mirando al techo, negando con la cabeza con
frustración. Llevaba viviendo en ese pueblo media vida y nunca lo había
visto. «¿Por qué me lo encontraba ahora en todas partes?»
Las facciones de Dominic y Jackson cambiaron a un gesto divertido.
—¿Ese es el tipo de la cafetería? —le preguntó Dominic a Jackson en
voz baja—. ¿Al que mintió con su nombre como un niño de tres años en un
berrinche de guardería?
Chasqueó la lengua ante la traición de su amigo.
—Eres un cotilla, Jackson.
—No cuenta si es a su novio a quien le dices las cosas —le protegió
Dominic enseguida.
Entrecerró los ojos observándolos como si fueran bichos de laboratorio.
—Sois dos idiotas y os odio —soltó deseándoles con la mirada una
muerte lenta y dolorosa.
—¿Sabéis que puedo oíros verdad? —les preguntó Kane a su espalda.
—Encantado de volver a verte. —Se adelantó su examigo traidor
tendiéndole la mano—. No pudimos saludarnos el otro día. Soy Jackson, el
amigo idiota y odiado de Matt.
Kane soltó una risotada profunda aceptándole el gesto.
—Kane De Luca. Odiado a secas, no parece haber un motivo
determinado para ello.
Escuchó cómo los tres se reían, mientras Dominic se acercaba para
saludarle también.
—Dominic, novio del amigo odiado y también odiado por derecho
propio la mayor parte del tiempo. Oye espera. —La sorpresa en la voz de
Dominic lo hizo alzar la cabeza—. ¿Eres Kane De Luca? ¿Ese Kane De
Luca?
—¿Eres fan? —le preguntó él de buen humor.
Se giró para poder mirarlos movido por la curiosidad.
Dominic era una persona tranquila y poco impresionable, pero parecía
bastante emocionado para ser él.
—Sí, claro. ¿Quién no? Eres increíble, lo que hiciste en el Daytona el
año pasado fue una locura.
Frunció el ceño sin entender nada, Jackson sin embargo parecía
comprenderlo sin problema a juzgar por su gesto.
—Gracias tío. Creía que no llegaría al final, las últimas dos vueltas
fueron de locos.
—Increíble, pero lo hiciste. Fue todo un espectáculo, una pasada.
—¿Eres deportista? —preguntó sin poder contener su curiosidad.
—Es Kane De Luca —dijo Dominic señalándolo como si eso fuera
respuesta para todo.
Parpadeó entrecerrando los ojos con malicia en su dirección. La semana
que viene haría planes con Jackson para robarle tiempo a Dominic. Decidió
mientras los observaba hablar.
Jackson le agarró la cara y le hizo mirar hacía un lateral donde había un
coche negro y plateado deportivo con luces de neón por todas partes y el
número quince pintado en la puerta delantera.
—¿Eres de los que corren? —preguntó confundido. No sabía nada de
coches.
—Solo cuando me lo piden —le contestó burlón Kane.
Frunció el ceño en su dirección sin molestarse en responder a la broma.
—¿Tú entiendes algo? —inquirió buscando ayuda en Jackson.
—El torneo Daytona. La copa más importante de la NASCAR que es a
lo que al parecer se dedica tu nuevo “amienemigo”. Papá, Mich y Dominic
ven todas las carreras que pueden.
Miró a Jackson desconcertado tratando de hacer memoria.
—¿NASCAR? —repitió la palabra muy perdido.
—¿Nunca habías oído hablar de la NASCAR?
—No. No sabía ni que eso existía —respondió con sinceridad.
—Es imposible que nunca hayas visto una carrera NASCAR en la
televisión. ¿Qué veía tu padre? —preguntó Dominic mirándolo como si
fuera un bicho raro.
Frunció el ceño, bajando la vista al suelo.
—Eso no importa —dijo Jackson saliendo a su rescate—. Yo tampoco lo
sabría si no fuera por vosotros. Mucha gente odia los deportes.
Dominic se encogió de hombros no muy convencido.
—En ese caso, te pondré un poco al día —se ofreció Kane señalando el
coche que casi no era visible por toda la gente que rodeaba el lugar.
—¿Qué? No, ya nos íbamos —respondió alarmado retrocediendo hacia
Jackson que se rio divertido.
—Todavía quiero ir a ver esos modelos de coches, puedes quedarte con
tu amigo —ofreció sonriente.
—No es mi amigo —protestó.
—“Amienemigo” —resolvió Jackson con paciencia.
—Vamos —le dijo Kane agarrándolo del brazo para meterlo entre la
multitud.
Miró alrededor nervioso, mientras se movían en medio de una maraña de
cuerpos. Escuchó varias personas felicitar a Kane.
—Esta es una versión sencilla del modelo con el que compito —le
explicó Kane cuando por fin lo soltó. Estaban del otro lado de la valla,
separados de la multitud, pero eso significaba que mucha gente los
observaba como si fueran una atracción.
Trató de mirar al coche para no tener que ver a todas esas personas.
—No te gusta —adivinó Kane.
Se encogió de hombros tratando de no ser desagradable.
—Es… —Notó el peso de su mirada sobre él, esperando—. Un coche
caro.
Su risa le hizo girar la cabeza, no parecía enfadado.
—Eres un mentiroso terrible, se te nota todo en la cara. ¿Qué piensas de
verdad?
Él suspiró mirándolo de reojo.
—Que probablemente contamine más que veinte coches normales y que
es bastante feo. Parece una actualización del coche de Danny Zuko.
Él lo miró con el gesto en blanco.
—¿Danny y Sandy?
Kane negó con la cabeza.
—¿En serio? ¿Nada? Era una tontería. No le veo sentido a un coche así,
seguro que cuesta miles de dólares y hace lo mismo que todos los demás.
La cara de Kane era la viva imagen de la indignación.
—¡Esa es una de las mentiras más grandes que he oído en toda mi vida!
Estoy profundamente ofendido. No puedes pensar eso de verdad —exclamó
escandalizado.
—Los coches solo sirven para llevarte de un lugar a otro, hace lo mismo
el tuyo que el mío —contestó con sinceridad.
Él lo miró con los ojos muy abiertos.
—Eso… —dijo tomando aire—. Señor, es una ofensa que no puedo
dejar pasar. Vamos —le puso la mano en el hombro y lo guio con rapidez
fuera, sorteando a todas las personas que trataban de llamar su atención.
Estaba tan aliviado de salir de allí que se dejó llevar sin oposición.
—¿A dónde vamos? Mis amigos me están esperando.
—Envíales un mensaje —respondió girando por un pasillo hasta un
ascensor que se activó al pulsar el botón.
Lo miró con el ceño fruncido, todavía no muy convencido.
—¿Cuánto vamos a tardar?
—No te preocupes, estarás en casa para tu leche con galletas —le
respondió burlón.
Lo fulminó con la mirada mientras escribía un rápido mensaje a Jackson.
Matt:
No me esperes, iré directo a casa de Amelia.
Jackson:
Claro que no, te invitamos. ¿Dónde estás para poder
recogerte?
Matt:
Luego te cuento.
—Entonces… ¿El tipo te invita sin más a que veas su coche? —preguntó
Dominic frunciendo el ceño con confusión.
—Creo que quería demostrar su punto, es ese tipo de hombre. Supongo
que creyó que cambiaría de opinión cuando lo viera.
—No es para menos. Yo fliparía —dijo Dominic con un gesto soñador
—. Creo que nos caímos bien. ¿Crees que nos llevaríamos bien?
Jackson sonrió a su novio negando con la cabeza, pero no dijo nada. Se
limitó a observarle con gesto pensativo.
—Creo que es un buen tipo. Seguro de sí mismo, fuerte y sexy —opinó
su amigo.
Dominic dejó de sonreír para mirarle con el ceño fruncido.
—Nadie es más fuerte y sexy que tú —le tranquilizó Jackson sonriendo.
—Y seguro de mí mismo —le apremió Dominic.
—Por supuesto —concedió divertido su novio.
Él asintió satisfecho, pasándole la mano por la espalda atrayéndolo a un
pequeño beso que lo hizo poner los ojos en blanco.
Esperó a que los novios más obvios del mundo pararan antes de volver a
hablar. Era imposible que Mitchell, el hermano de Jackson, no se diera
cuenta de lo que pasaba entre ellos.
—¿Tú también crees que es raro que un hombre se ofrezca a enseñarme
su coche?
—No, ¿Por qué pensaría eso? —preguntó confundido—. A mí me
encanta estar contigo. ¿Por qué no le gustaría a él?
Matt lo miró sorprendido, pero acabó por sonreír. A veces le costaba
recordar que no todo el mundo tenía motivos ocultos para acercarse a él.
—¿Es bueno? —preguntó mirando a Dominic.
—¿Eh?
—Kane —le explicó—. ¿Es buen piloto?
Los ojos de Dominic se abrieron.
—¡De los mejores! Siempre queda entre los veinte primeros puestos y
aunque nunca haya ganado la copa suele estar en la lista de los diez mejores
de la categoría general. Podría ser el mejor —opinó emocionado. Dominic
era bastante fan de los deportes, al contrario que Jackson y él que no le
daban ninguna importancia.
—¿Cómo podía ser mejor? Ganar en una carrera depende del coche. O
corre más que los otros o no —contestó.
Dominic estalló en carcajadas.
—Eso no es verdad. Para ganar se necesitan muchas cosas. De estar
enfocado, del día que tengas, el momento de tu vida, intuición,
conocimiento de tus rivales y sus técnicas… Hay demasiadas variables —le
aseguró.
Matt se mordió el labio inferior, soltándolo enseguida al darse cuenta de
lo que estaba haciendo.
—Si tienes curiosidad podríamos buscarlo en Internet —le ofreció
Jackson.
Negó con la cabeza.
—No me importa tanto en realidad. Solo era curiosidad. Mejor ayúdame
a elegir un regalo para Amelia, me va a matar por no haber ido a su cena —
pidió resignado.
—¿La dejaste plantada? —preguntó Jackson con gesto horrorizado.
Enfadado chasqueó la lengua.
—Lo sabía —adivinó molesto—. Era otra cita a ciegas. ¿Por qué no me
lo dijiste?
—Ya conoces a Amelia. Me obligó a prometerlo —se disculpó Jackson
avergonzado.
—No quiero salir con nadie. Ya os lo he dicho mil veces.
—Lo sé, intenté convencerla de que era una mala idea.
—Estoy harto de que trate de juntarme con hombres. Eso no va a
solucionar nada. Dejad de buscarme pareja —le ordenó.
—Yo solo lo hice una vez —se apresuró en recordarle Jackson—. Le
dije que te enfadarías, pero dice que tiene al chico perfecto. Que tenéis
mucho en común. Es uno de los contables de la oficina de Pitt. Se llama
Tim.
Dominic se rio entre dientes.
—Pitt y Tim. Sé que hay un chiste ahí —bromeó de buen humor.
Matt lo miró frunciendo el ceño.
—Su padre es un párroco protestante y su madre profesora en la
universidad. Vosotros fuisteis a la misma universidad de hecho —le explicó
Jackson con rapidez para aplacarlo.
—Eso no es una excusa. Seguro que es un buen hombre, pero no estoy
interesado en tener pareja ahora mismo.
—No tienes que casarte con él y prometerle amor eterno. Solo es alguien
con quien salir y pasar el rato —opinó Jackson.
La mirada que le lanzó fue tan furiosa, que Jackson levantó las manos en
gesto de paz, dándose por vencido.
«¿Cuándo entenderían que no estaba listo?»
Matt:
Suerte mañana.
Kane:
¿Matt?
Matt:
No.
Kane:
¿Erik?
Matt:
Soy yo, Matt. Perdona, hablaba con otra persona.
Kane:
No estabas hablando con nadie. Te asustaste porque te
respondí al mensaje.
Kane:
No pensé que fueras a usar mi número.
Notó la decepción golpeándole el estómago. Tenía razón, solo le dio su
teléfono por si pasaba algo a Niccolo. Pensó con rapidez en una excusa que
justificara el atrevimiento, finalmente lo descartó para ser sincero.
Matt:
Quería volver a disculparme por lo que pasó el otro día y desearte
suerte. Niccolo me dijo que ibas a correr mañana. No te molesto más,
buenas noches.
Matt:
¿Cuánto dura una carrera de NASCAR?
Jackson:
¿Estás viendo a tu “amienemigo”?
Matt:
Era solo por curiosidad.
Ni un segundo más tarde aparecieron más palabras en su pantalla.
Jackson:
Yaaaaa. Pues sin curiosidad te digo que lo mínimo son tres
horas.
Jackson:
Dominic dice que la carrera lleva casi cuatro horas, está a punto
de terminar. Y aunque no tengas curiosidad te digo que tu
“amienemigo” va a quedar en cuarta posición.
Matt:
¿Y eso es…?
Jackson:
Eso es bueno. Dominic dice que es muy buena marca. Y que el año
promete. Aunque no tengo ni idea de lo que significa.
Sonrió al ver los emoticonos que le envió, pero no le devolvió el
mensaje.
Apagó la televisión y fue a darse una ducha. Basta. A él no le
interesaban ni los deportes, ni los coches, ni los hombres. Tenía una carrera
que adoraba y en la que centrarse. Era más que suficiente para él. E incluso
aunque no lo fuera… no iba a volver a dejar que nadie tuviera ningún poder
sobre él.
KANE
Kane:
¿Viste la carrera ayer?
Matt:
Estuve corrigiendo exámenes.
Kane:
Yo estaba ocupado corriendo contra treinta seis coches.
Matt:
Entretenido, seguro.
Kane:
¿Entretenido? La NASCAR es el entretenimiento rey.
Matt:
Nunca he estado tan contento de ser antimonárquico como
ahora mismo.
Kane:
¿Hay algo que te guste de verdad? Empiezo a creer que odias
todo solo por diversión, como pasatiempo. No te gustan los
coches, ni los deportes, tampoco la monarquía y odias el
reciclaje de papel.
Matt:
No odio el reciclaje de papel. ¿De dónde sacas eso? Apoyo
cualquier iniciativa para ayudar al medioambiente.
Casi podía escuchar el tono indignado e imaginar sus ojos verdes muy
abiertos con la acusación haciéndolos brillar.
Kane:
Profesor, tienes una memoria un poco confusa. Después de ver
tu coche imaginé que apreciarías mis eco cartas. ¿Qué hay
más respetuoso con el medioambiente que enviarte una carta
reciclando un papel?
Estaba sonriendo tanto que le dolía la mandíbula, pero pagaría por ver su
cara cuando leyera el mensaje.
Matt:
El reciclaje no es eso. Y no eran cartas, eran notas.
Rio viendo los puntos que le avisaban de que estaba escribiendo.
Apostaba lo que fuera a que le esperaba toda una explicación así que
decidió contraatacar.
Kane:
Yo no respondo a las normas de los demás. Solo los falsos
ecologistas ponen normas. Todo lo que sea ayudar al
medioambiente debería ser apreciado como lo que es. Un
sacrificio por un bien mayor.
Matt:
No soy un falso ecologista, tú sí. ¿Sabes que comprar papel
reciclado es una buena manera de contribuir al medioambiente
y escribir cartas de verdad?
Kane:
Profesor, ¿Estás apoyando el consumismo? Qué decepción.
Falso ecologista, consumista y además lleno de prejuicios. ¡Qué
vergüenza! Apuesto a que cuando nadie te mira no separas el
plástico del papel. Me lo imagino… y se me pone la piel de
gallina. No dormiré esta noche por tu culpa. Estarás contento,
cuanta crueldad. Tuve una carrera muy importante, estoy
exhausto y necesito descansar. Mucho ecologismo y poca
humanidad.
Dejó de reírse cuando vio a Trevor observándole con una ceja alzada.
Carraspeó aclarándose la garganta y volvió a su café guardando el móvil en
su bolsillo.
Quedaban apenas unas horas para regresar a casa, pero parecía una
eternidad.
Kane:
¿Estás ocupado?
Golpeó el volante con los dedos mientras esperaba una respuesta sin
dejar de mirar la pantalla.
—¿Qué? —preguntó al notar que Nicco lo observaba. —Llegas tarde.
—Estás hablando con mi profesor para hacerle un interrogatorio sobre
mí. Sé que no lo hice bien, pero estoy esforzándome mucho. No tienes que
estar todo el día encima de mí.
Negó con la cabeza pasándole una mano por el pelo, desordenándoselo.
—No es por ti. Tranquilo, confío en ti.
La tensión de los hombros de Nicco pareció relajarse un poco.
—¿Y entonces a qué vienen tantas notas y que le envíes mensajes? —
quiso saber Nicco.
Miró a su hermano extrañado, pero el nuevo pitido en su teléfono llamó
su atención.
Matt:
De compras, tengo algo que hacer este fin de semana.
Kane:
Espero que todo lo que compres sea reciclado o de comercio
justo o solo me quedará refugiarme en la bebida.
Matt:
Asno, simio.
Kane:
Que vocabulario. Apuesto a que algo tan refinado solo puede
aprenderse en el último año de carrera, profesor.
Matt:
Enseño historia, no filología. Y no eran insultos, nombraba
animales al azar. Pero bueno, si te das por aludido… tú sabrás
por qué.
“Estás haciendo un escándalo por nada. Por eso no le caes bien a nadie,
eres exagerado hasta lo ridículo. Yo no puedo controlar que las personas se
fijen en mí. No tengo la culpa de que tú no destaques. Deberías sentirte
afortunado de estar conmigo. Deja de avergonzarme y límpiate esas
lágrimas. Tenemos invitados.”
—¿Mudarme?
Jackson asintió con la cabeza sonriéndole.
Cuando se despertó de nuevo, Jackson le había dejado algunas de sus
cosas sobre la cama. Le dijo que se duchara y en cuanto lo hizo lo obligó a
salir de su casa.
No le apetecía mucho, aunque reconoció que le sentó bien caminar y ver
gente. El trozo gigante de tarta y el café doble también fueron de ayuda.
—Sí. Creo que deberías marcharte de ahí.
—No puedo hacer eso —se negó mirándolo como si estuviera loco.
—Claro que puedes. Si estás de alquiler y no es posible cancelarlo,
podríamos subarrendarlo. Si es tu casa, podemos arrendarla para pagar tu
nuevo apartamento o venderla.
—No voy a…
—Matt —le interrumpió Jackson—. Está claro que conseguiste
recomponerte, pero no acabas de borrarle de tu vida y es normal. Pasaste
mucho tiempo viviendo cosas horribles en esa casa, no puedes dormir en tu
propia cama. Tienes que hacer borrón y cuenta nueva. Por favor, piénsalo
por un momento. ¿De verdad eres feliz viviendo en esa casa?
Se preparó para decirle que sí, pero no fue capaz. Si era sincero consigo
mismo hacía mucho que no se sentía cómodo allí.
Jackson le dedicó una sonrisa alentadora.
—Supongo que no. Estoy de alquiler, pero creo que no habrá mucho
problema en romper el contrato.
—Bien, buscaremos un nuevo lugar para ti. Una de mis compañeras
tiene un amigo que es agente inmobiliario. Lo trajo a una fiesta de Navidad,
es amable y paciente, estoy seguro de que puede ayudarnos.
Asintió con la cabeza todavía no muy convencido.
—No hay nada malo por ver alguna casa. ¿No?
Jackson le dedicó una sonrisa gigante.
—Puedo acompañarte a las visitas si quieres —se ofreció.
—¿Seguro que no será una molestia? —quiso asegurarse.
—¿Bromeas? Me encantan los programas de decoración y reformas —
dijo sonriendo—. He pensado que quizá podrías quedarte en mi casa
mientras te buscamos algo.
—De ninguna manera —negó horrorizado.
Jackson soltó un resoplido.
—¿Por qué no? —quiso saber.
—Porque soy un hombre adulto y tengo mi propia casa. No voy a vivir
contigo y con tu novio —protestó.
—Primero, Dominic no vive conmigo. Segundo, los amigos hacen cosas
por sus amigos y llevo queriendo que vengas conmigo a casa desde que nos
conocemos. Siempre estás cansado y te duele la espalda. No puedes seguir
durmiendo en el sofá.
Trató de hablar, pero él volvió a interrumpirle.
—Tengo la habitación de invitados vacía. Puedes quedarte allí, te
prometo que a Dominic le parecerá bien.
Miró con desconfianza a su amigo.
—¿Haces esto porque sientes pena por mí? —preguntó incómodo.
Jackson emitió un ruido indignado.
—No. Claro que no, soy tu amigo. Quiero apoyarte, estar contigo para
que te desahogues, proporcionarte un lugar seguro, ayudarte a que te
levantes y sigas tu camino —le dijo con franqueza—. Es lo que hacen los
amigos, lo que hace la familia —le aseguró poniendo la mano sobre la suya.
Bajó la mirada a la mesa. Era abrumador sentir que alguien conocía su
secreto más profundo y seguía allí, pensando bien de él, ayudándole y
preocupándose por él sin pedirle nada a cambio.
—Me dejarás pagarte un alquiler —dijo apretando su mano.
Jackson sonrió radiante devolviéndole el apretón.
—Ni de broma. Pero puedes hacer la compra y te dejaré el inmenso
honor de limpiar los platos. Lo odio.
Se rio negando con la cabeza.
—No le cuentes esto a Amelia, ni a nadie. Supongo que mi presencia en
tu casa necesita una explicación así que puedes contárselo a Dominic.
Él negó con la cabeza sin perder la sonrisa.
—No le contaré nada. Le diré que necesitas un amigo y no pedirá
ninguna explicación. Mi novio es una de las personas más generosas y con
mejor corazón que conozco —aseguró radiante.
El sonrojo ocupó sus mejillas.
—Lamento haber dicho que Dominic me recordaba a… —tragó saliva,
pero se obligó a decirlo—, Noel. Sé que no tienen nada que ver.
Jackson asintió con la cabeza.
—Sé que lo sabes, pero entiendo a qué te refieres. No todos los hombres
que son sociables son así. Mira a mi hermano, es una de las personas más
amistosas del mundo y no creo que haya gritado en toda su vida.
Asintió con la cabeza, dándole la razón.
—Sé que no lo vas a hacer. Pero me gustaría que le denunciaras. —
Agarró su mano cuando trató de alejarse como acto reflejo—. Soy tu amigo
y me encantaría ver a ese cabrón pagando y que cualquier mujer u hombre
que se acercara a él supiera que es un vividor. Hay que ser muy patético
para usar a otra persona como método de conseguir un trabajo mejor. Eso
demuestra una personalidad insegura, alguien que sabe que por sí mismo
nunca lograría nada.
Parpadeó varias veces mirando su gesto de enfado, mientras sus palabras
calaban en él.
—Nunca lo había pensado de esa manera —reconoció.
—Está muy claro para mí. Un hombre débil que necesita endeudarse en
una llamada desesperada por atención y aparentar una imagen de sí mismo
mejor de la que es. Un ser triste y patético que, para sentirse superior, tiene
que hundir a los demás. Alguien que se tiene tan poco respeto que hipoteca
su cuerpo a cambio de dinero. Eso tiene un nombre, pero mis padres
educaron a una persona decente y no voy ni a pronunciarlo.
El tono de desprecio evidente y altanería le hizo sonreír sin darse cuenta.
—Haces que suene como un hombrecillo triste.
—Porque lo es —le aseguró Jackson—. Además de asqueroso y un
monstruo. Apuesto a que es feo.
—Lamento decirte que es un hombre atractivo.
Jackson puso los ojos en blanco.
—Por fuera. ¿Y eso qué? El físico no lo es todo y él tiene que estar
podrido por dentro.
Su sonrisa se hizo más amplia sin poder evitarlo.
—Dice el hombre que sale con el bombero más guapo del mundo.
Jackson estalló en risas.
—Cierto, pero mi hombre es hermoso por fuera e impresionante por
dentro.
Matt se rio a carcajadas, incapaz de contenerse.
Ese día lluvioso se había vuelto cálido y brillante.
KANE
—Profesor Anderson-Smith.
Giró sobre sí mismo al reconocer su voz.
—Hola —lo saludó con nerviosismo. Él le había enviado varios
mensajes que dejó sin responder a propósito.
Kane adelantó a las demás personas que estaban haciendo cola detrás de
él. Tragó saliva cuando lo vio acercarse. Gafas de sol ocultando sus ojos
azules, una camiseta verde militar y con unos pantalones vaqueros con
chaqueta a juego.
—¿Dónde andas metido? —preguntó al llegar a su lado, sacándose las
gafas—. No te veo cuando dejo a Nicco y no contestas mis mensajes. No
me había sentido tan rechazado en toda mi vida —le acusó con una sonrisa
que le hicieron temblar las piernas.
Las dos chicas que esperaban delante de él, emitieron un sonido
emocionado. Probablemente creyendo lo que no era.
Carraspeó intentando calmarse.
—Estaba ocupado, estoy buscando casa —le respondió mirando de reojo
las tres personas que iban delante de él.
Los ojos de Kane se abrieron con sorpresa, pero una sonrisa apareció en
su cara.
—¿Eso significa que no pasabas de mí? —preguntó.
—¿Por qué haría eso? ¿Acaso tengo doce años? —mintió tratando de
ignorar el calor de sus mejillas.
Avanzó un poco más en la fila. Ya solo quedaban dos para que pudiera
marcharse.
—No lo sé. He pensado que a lo mejor me pasé de la raya sentándome
con tus amigos, quizá me metí donde no me llamaban y estuviste incómodo.
Lo siento si fue el caso, no era mi intención.
El corazón le dio un vuelco. «¿Acaba de disculparse?»
—No hiciste nada malo. De hecho, estuviste… encantador.
Kane alzó una ceja dedicándole un gesto incrédulo a pesar de la sonrisa
que ocupó sus labios.
—Para lo odioso que los dos sabemos que puedes llegar a ser. —
Terminó sonriendo al verle fruncir el ceño.
—¿Cuándo me he portado mal contigo?
Suspiró negando con la cabeza.
—Son tantas veces que no creo tener tiempo suficiente para enumerarlas
todas —bromeó sonriendo al ver que se reía.
Se miraron a los ojos sonriéndose mutuamente. Kane tenía una facilidad
extraña para hacerle sentir cómodo y raro al mismo tiempo.
—Siguiente —le llamó la chica que atendía el mostrador—. ¿Hola?
Se giró sorprendido, ya era su turno.
—Una ensalada de quinoa, por favor —le respondió apurado sacando la
tarjeta para pagar—. Y un zumo de zanahoria y naranja. ¿Quieres algo? —
le ofreció.
—No. Solo entré porque te vi al pasar. Iba a comer, acabo de salir de una
reunión con uno de los patrocinadores.
—Aquí hay comida —le recordó señalando las vitrinas llenas de comida
saludable.
—Eso no es comida —rebatió en voz baja para que nadie le escuchara
—. Vamos a otro sitio. Te invito.
Abrió los ojos por la sorpresa.
—No, gracias. Solo quería coger algo y tomármelo al aire libre, en el
parque —le explicó aceptando la tarjeta que le devolvía la chica, junto con
una bolsa de papel con su comida.
Kane asintió con la cabeza.
—Que buena idea. Vamos, conozco un sitio al que podemos ir. Está en
plena naturaleza y tiene unas vistas increíbles. Ven, cogeremos comida de
verdad para mí —decidió poniéndole la mano en la espalda llevándole
fuera.
—Mi almuerzo no tiene nada de malo —protestó dejándose arrastrar. Se
removió bajo su toque, tratando de ignorar la forma en que su cuerpo
respondía su contacto.
—Claro que no —le dio la razón Kane poniendo los ojos en blanco
mientras salía del local.
—Mi coche está ahí —dijo cuando vio que se dirigían a su coche.
Kane le hizo un sonido indignado.
—¿Y contaminar llevando dos coches?
—El mío es eléctrico —le recordó—. No se pueden ni comparar.
Kane le abrió la puerta del copiloto y aprovechó para mirarlo a los ojos.
—¿Estás insinuando que es mejor llevar dos coches a usar uno? —
preguntó como si estuviera escandalizado.
—Por supuesto es mejor usar uno solo, pero entre las dos elecciones
deberíamos elegir el mío que casi no contamina —argumentó sonriendo
burlón.
Kane lo miró como si estuviera loco.
—Te lo dije. Primero muerto a renunciar a mi coche.
Rio negando con la cabeza mientras entraba.
—Ya me abrocho yo el cinturón —le aseguró con rapidez recordando la
otra vez que fue con él.
Kane se rio cerrando la puerta para irse al otro lado.
—Dame un segundo —le dijo sacando su móvil, escribió con rapidez y
volvió a guardarlo.
—Cuéntame, ¿Por qué te mudas?
Se encogió de hombros.
—Necesito un cambio de aires —se limitó a contestar.
—¿Y qué estás buscando? —inquirió.
—No me importa si es una casa o un apartamento —confesó poniéndose
cómodo en el asiento—. Quiero un lugar con mucha luz natural, dos
habitaciones, un despacho y un salón grande.
Kane soltó un silbido largo.
—Poca cosa. Casi nada.
Sonrió con nerviosismo.
—Ya sé, parece mucho espacio para una sola persona —dijo creyendo
que le había criticado—. Es que siempre he vivido en sitios así. Con mucho
espacio.
—No hay porqué disculparse —le aseguró él—. Si te lo puedes permitir
y te gusta, no hay problema. Dame un segundo, ahora vuelvo.
Detuvo el coche en la acera y fue directo a un pequeño local.
Su móvil sonó indicando que tenía un mensaje.
Jackson:
¿Qué tal el apartamento? ¿Te gustó?
Matt:
No mucho. El despacho era muy pequeño, aunque el salón era
espectacular. Podría hacer obras, pero preferiría evitarlo.
Jackson:
Encontraremos algo que te guste. Solo llevamos buscando un
par de semanas. Si te quedaste a comer en el centro puedes
venir a la biblioteca. Ya tomé mi almuerzo, pero te haré
compañía.
Matt:
Voy a comer al aire libre. Me vendrá bien despejarme.
Jackson:
Que envidia. ¿Vas al parque o te quedas en la alameda? Dom
salió a hacer ejercicio, si te quedas por ahí lo verás con los
chicos de la estación. Son muy graciosos cuando corren juntos,
cantan canciones.
Matt:
No sé dónde voy a comer en realidad. Me encontré con
Kane y vamos a comer juntos, dice que conoce un buen lugar.
Jackson:
¿Kane, Kane?
Matt:
No conozco otro.
Jackson:
Disfruta la comida, luego me cuentas.
Kane
MATT
Kane
MATT
«¿Kane quería que fuera a verle? ¿Al circuito? ¿Por qué no podían tratar
el tema por teléfono, donde Kane no le viera la cara?»
Su corazón latió con fuerza y se permitió tener esperanza. Quizá las
cosas pudieran salirle bien esta vez. ¿No?
A lo mejor Kane se dio cuenta de que lo que había entre ellos era más de
una amistad y se tomó todos esos días en aclarar sus ideas.
Su cabeza imaginó una escena donde llegaba a verle y Kane le esperaba
para declararle su amor. Soltó un gemido avergonzado mientras dejaba caer
la cabeza sobre su escritorio.
«¿De verdad era aún tan idiota? ¿Cuántas veces más iba a apostar su
corazón?»
Los chicos se pusieron locos de contentos cuando les dio las entradas.
Dominic y Mich empezaron a gritar haciendo planes para poder marcharse
esa misma noche y pasar el fin de semana entero en las carreras.
—Reservaré habitaciones ahora mismo. Será un infierno conseguirlas
con tan poca antelación, pero nos las arreglaremos. Una doble y una triple
—dijo Mich buscando en el móvil frenéticamente.
—Dos dobles —le corrigió desde el sofá—. Yo no voy.
Los ojos de Jackson se clavaron en él al instante.
—¿No vas a ir a la carrera? —preguntó Dominic sin dar crédito—. Es tu
amigo, por eso nos regala las entradas. Tienes que ir.
—No me van mucho los deportes y no entiendo nada de NASCAR.
Además, tengo acumulados un montón de exámenes por todo el tema de la
casa y ya había quedado con los de la mudanza para llevarme parte de mis
cosas. Los pintores terminaron ya con mi habitación.
Sabía que todas eran razones legítimas, que nadie podría dudar de sus
argumentos, pero Natalie y Jackson no se dejaron engañar.
—Entonces nos quedaremos contigo—dijo Dominic enseguida—. Para
ayudarte con la casa nueva. Habrá mucho que hacer y no puedes con todo tú
solo.
Le sonrió con dulzura. Dominic era un encanto, no le extrañaba que
Jackson estuviera tan enamorado de él.
—No es necesario, sé lo mucho que os gusta la NASCAR. Disfrutadlo y
animarle por mí —los tranquilizó. No permitiría que se quedaran sin eso
por su culpa.
—Si no vas a venir… ¿Podrías darme tu entrada? —preguntó Dominic
esperanzado.
—Claro, no hay problema —le aseguró sonriendo.
—¿Quieres llevar a tu jefe? —inquirió Mitchell.
Dominic negó con la cabeza con una sonrisa radiante.
—A tu padre —confesó satisfecho.
Mitchell abrió los ojos al máximo.
—¡Es una idea buenísima! ¿Por qué no se me ocurrió a mí? Vamos a
llamarle —decidió sacando el móvil.
Natalie y Jackson le hicieron un gesto con la cabeza hacia la cocina.
Sabía que habría preguntas, así que estaba preparado para responder sin
desvelar su pequeño secreto. Todavía quería mantenerlo para él solo un
poco más.
—¿Algo que quieras compartir con la clase? —le preguntó Jackson
cruzándose de brazos.
—No pasa nada malo —trató de calmarlos—. Kane me envió las
entradas por su hermano, pero estoy poniendo en práctica tu consejo.
Natalie le miró asintiendo con la cabeza.
—No me gusta la idea de dejarte solo con toda la mudanza —le dijo ella
con el ceño fruncido.
—No te preocupes, voy a mandar traer los muebles grandes para que los
monten. Todavía quedarán toneladas de trabajo después de eso —le
respondió con sinceridad.
Jackson seguía observándole con desconfianza.
—¿Seguro que no hay nada más? —le preguntó sin apartar los ojos de
él.
—Hay algo más, pero no quiero compartirlo con nadie —reconoció
vigilando su expresión para ver como se lo tomaba—. Mira, tú tenías razón.
Kane es hetero y pase lo que pase seguirá siéndolo. Nada cambiará eso. Ni
la química, ni las charlas, ni que vaya a animarlo a una carrera. No es para
mí. —Eran las palabras correctas, las que sabía que tenía que decir, pero le
escocieron en la garganta como si se hubiera bebido un vaso de Bourbon
malo.
Los ojos de Jackson le decían que sabía que había toda una historia
detrás.
—He pasado por mucho y ahora sé lo que no quiero. No necesito a un
hombre que dude de su sexualidad, que me tenga escondido o que me use
para satisfacer su curiosidad. Estoy seguro de que quiero un hombre bueno
y sincero que me trate como yo a él. Ni mejor, ni peor, ser iguales para todo.
Quiero un compañero de vida, alguien con quien compartir todo y empezar
un proyecto de vida en común.
—Todos queremos eso —le respondió Natalie con una pequeña sonrisa
de ánimo.
—Lo sé. Por eso necesito dejar toda esta confusión atrás. Kane no puede
ser esa persona. No encajo en su mundo, ni él en el mío. Se acabó —le
sorprendió su firmeza, aunque no sabía a quién estaba tratando de
convencer. Si a sus amigos o a sí mismo.
—Algo tuvo que pasar para que cambies de opinión con tanta rapidez —
adivinó Jackson.
—No importa el motivo. Ahora lo sé. Kane estará fuera unas semanas,
aprovecharé para que las cosas se calmen y establecer límites.
Jackson asintió con la cabeza despacio.
—Es lo mejor para ti —le aseguró con pena.
—Lo sé.—Era sincero en eso, sabía que lo mejor era poner todo el
espacio entre Kane y él que pudiera—. Deberíais volver con los chicos.
Tenéis mucho que preparar, si queréis llegar a tiempo y están tan
emocionados que son capaces de reservar hotel en otro estado —los animó.
Se quedó mirando por la ventana mientras los escuchaba hablar.
No se atrevió a dejar que ningún hombre se acercara a él después de
Noel. Kane era el primero en atravesar esa barrera que tuvo que imponer
para salvaguardar lo poco que quedó de él tras todo aquel desastre.
Hizo lo correcto. No quería escuchar lo que tenía que decir, sabía qué
diría. No creía que fuera justo desequilibrarlo antes de una carrera
importante con algo que ya estaba tratando de olvidar. Serían amigos,
seguro. Pero lo mejor sería dejar que las cosas se calmaran entre ellos
mientras Kane estaba fuera. Con suerte, ambos olvidarían el tema.
Cumplió su propósito.
Amelia y Pitt vinieron a ayudar a poner etiquetas en todos los muebles
que quería llevarse, supervisar a los operarios durante el montaje y a tratar
de hacer el menor desastre posible en la casa nueva cuando los colocaron en
su lugar definitivo.
Mudarse siempre era un motivo de estrés, pero en esta ocasión todo lo
que podía sentir era la emoción de un nuevo comienzo.
Era una casa muy grande para una sola persona, pero se enamoró de ella
y de lo que pareció susurrarle en cuanto atravesó la puerta.
La promesa de una familia propia, niños corriendo por el patio trasero,
cenas en la enorme cocina, café para dos en el porche…
Se enfocó en su futuro, en poner los primeros pasos de la vida que
quería y dejar atrás ideas imposibles con personas que no le convenían… ya
había tenido mucho de eso. Era el momento de cambiar las reglas.
CAPÍTULO 18
Kane
MATT
Kane:
¿Estás en Sonoma?
Matt:
No.
Soltó un quejido en cuanto pulso el botón. ¿Por qué era así de idiota?
Kane:
Hay un cartel detrás de ti, esa cafetería está en Sonoma, Erik
Smith.
Matt:
Estoy aquí. Pero hablaremos después, te queda una hora para
empezar la carrera.
Kane:
Ven. Me vendría bien una cara amiga.
Matt miró la pantalla mordiéndose el labio, inseguro.
Kane:
Enviaré un coche a buscarte. Ven, por favor.
Matt:
Como quieras, no quiero desconcentrarte.
Kane:
No te muevas de ahí.
Matt:
Lo sé. Pidió un amigo y puedo hacer eso. Quiero que gane, sé
lo mucho que lo desea.
Jackson:
Pues ya sabes, deja los modales en casa y déjate la garganta
en gritar desde las gradas. No escuchará nada porque el sonido
es atronador, pero estoy seguro de que sentirá tu energía.
Matt:
Puedo hacer eso por él.
KANE
Lo que pasó esa noche era el motivo principal por el que no tenía
relaciones.
En un momento estaba con Matt listo para invitarlo a subir a su
habitación y de repente su vida era un caos.
No se arrepentía, la familia lo era todo para él, pero a veces como esa
noche… era más duro.
Nunca había sentido nada parecido como lo que sentía al besar a Matt.
El pequeño beso que le robó en la puerta de su apartamento no fue nada
comparado con lo que vivió esa noche.
Había algo en Matt totalmente distinto a nadie que hubiera conocido. Se
consideraba un hombre apasionado, pero con Matt era diferente. Despertaba
sus instintos más profundos y lo hacía querer ser egoísta. No estaba en su
naturaleza desear cosas para sí mismo, ni desatender a sus hermanos,
aunque la promesa de esa noche con Matt, hizo que lamentara no poder
aceptar su invitación.
Si cerraba los ojos aún podía sentir sus labios recorriendo su erección, su
garganta apretándole en calor, su expresión embelesada mientras se corría
en su boca. Se volvía loco por probarlo de nuevo, por tomarlo de todas las
formas posibles, saber a que sabía su piel y como sonaba cuando se
deshiciera a su alrededor…
Por supuesto, olvidó lo que quería para centrarse en Milos.
Pasó la noche con su madre en el hospital. Por suerte no tenía nada
grave, de hecho, ni siquiera era la primera vez que se enfermaba sin motivo
aparente. En su familia había varias cosas que compartían, a todos les
gustaba la NASCAR, veían dibujos animados los domingos por la mañana
y tenían un miedo atroz a la muerte.
Siempre que alguno de ellos tosía o estornudaba compartían esa mirada
asustada, después de morir su padre nada les aterraba más que perder a otro
miembro de la familia.
Despertaron a Trevor antes de salir al hospital para que se quedara con
Nicco. Así que le sorprendió bastante verle en la recepción del hotel.
—Trevor. ¿Qué haces aquí? ¿Y Nicco? —preguntó en voz baja para no
molestar a Milos que se acurrucaba dormido en sus brazos.
—No te preocupes, él está tranquilo. Sube —le dijo mientras firmaba
algo en el mostrador.
Su madre le frunció el ceño con desconcierto. Nicco era el que más se
asustaba de todos cuando pasaba algo así.
—Vamos, quiero que vea que Milos está bien —lo apremió llevándolo al
ascensor.
—Quizá esté dormido —sugirió no muy convencido mientras su madre
buscaba la llave.
—Sabes que no lo estará, probablemente este enfermándose de
preocupación —le contestó su madre completamente agotada.
Al abrir la puerta vieron a Niccolo durmiendo en la cama. Matt estaba
sentado contra el cabecero, consultando su móvil.
—Hola —saludó en voz baja al verlos entrar—. ¿Cómo está Milos? —
preguntó enseguida.
—¿Te quedaste a cuidar de Nicco? —quiso saber su madre igual de
sorprendida que él.
Matt salió de la cama con cuidado para no despertarlo.
—Estaba muy asustado —dijo en voz baja—. Creo que está un poco
más tranquilo y he conseguido que se duerma, pero estoy seguro de que se
encontrará mejor cuando os vea.
Kane miró a Matt sin dar crédito. No solo no se marchó a su hotel, sino
que cuidó de Nicco cuando no había nadie que pudiera hacerlo, igual que en
el restaurante.
Matt puso la mano sobre la espalda de Milos y observó su cara con los
labios fruncidos.
—¿Está bien? —quiso saber.
—Son cosas de niños —respondió su madre que parecía igual de
conmocionada que él. Era una mujer orgullosa, no estaba acostumbrada a
recibir ayuda y menos de gente que no era cercana a ellos—. A veces les
sube la fiebre al crecer. Somos un poco exagerados cuando se trata de
nuestra salud —se disculpó.
—Nunca está de más ser precavidos —contestó Matt sin inmutarse.
Dejó un beso en la cabeza del pequeño antes de sonreírles—. Estaréis
cansados. ¿Por qué no os ducháis y os ponéis cómodos? Pediré el desayuno
y vigilaré a los niños mientras os refrescáis.
—Eso sería maravilloso. Gracias, cielo —respondió su madre
acercándose a él para tocarle el brazo.
La sonrisa de Matt iluminó la habitación haciéndole un gesto para que
fuera tranquila.
—Ponlo al lado de Nicco. Se tranquilizará cuando le vea —le sugirió
señalando la cama.
Obedeció mientras su madre cogía algo de ropa y desaparecía en el
baño. Matt cubrió a Milos con la manta justo cuando él abrió un poco los
ojos, todavía adormilado.
—Holi —le dijo Matt en voz baja.
Milos le dedicó una sonrisa cansada.
—Sigue durmiendo, peque —le ordenó tocándole el pelo. Apenas en un
parpadeo Milos estaba dormido de nuevo.
Se quedó de pie mirando a sus hermanos dormir, no había nada más
importante que ellos. Nada estaba por encima de la familia, pero ese
adorable y fascinante hombre, lo hacía sentirse como si ya fuera suyo.
Encajaba con ellos a la perfección. No tenía ningún sentido.
—Ve a ducharte —le sugirió Matt sonriendo—. Habrá comida para ti
cuando vuelvas, necesitas descansar. Trevor dice que tienes una entrevista
esta tarde —le recordó.
Él asintió con la cabeza todavía incapaz de encontrar su voz.
—¿Estás bien? —preguntó Matt preocupado acercándose a él—. No te
estarás enfermando tú también —le puso la mano en la frente con el ceño
fruncido.
Kane sonrió incapaz de evitarlo.
—No tienes fiebre —murmuró aliviado—. Será el cansancio.
Se inclinó incapaz de resistirse y besó suavemente sus labios.
Matt suspiró respondiéndole al beso, sus dedos le acariciaron la
mandíbula transmitiéndole mucha calma.
—Eres… —No encontró una palabra adecuada. Algo que quisiera decir
gracias por quedarte, por estar aquí, por aparecer en mi vida.
—Ve a ducharte, necesitas comer algo —le interrumpió Matt en voz baja
acariciándole la mejilla.
Asintió con la cabeza y le robó otro beso antes de marcharse a su
habitación.
Cuando volvió, Matt había montado un desayuno improvisado. Su
madre estaba sentada en el sofá con Matt, Nicco en el suelo cerca de ella y
una buena cantidad de comida apretujada en la mesita auxiliar.
Se sentó en el sillón libre, revolviendo el pelo de Nicco que no protestó
a pesar de ser su costumbre.
—¿Ya llamaste a Connor para cambiar nuestro vuelo? —le preguntó su
madre mientras Matt le pasaba un café.
—No, lo llamaré antes de dormir un poco —contestó ahogando un
bostezo—. Saldremos todos juntos mañana.
—No lo hagas. Matt puede cambiar su billete para ayudarme con Milos
y las maletas —le comentó ella untando mermelada en su tostada.
—¿Tú también te vas hoy? —interrogó mirándolo.
—Iba a marcharme mañana muy temprano. Solo vine para… —se
interrumpió un segundo—, la carrera —mintió—. Pero puedo irme con
ellos.
Kane disimuló la sonrisa bebiendo.
—No hace falta que cambies tus planes. Yo puedo ayudar —protestó
Nicco.
—¿Tú me has visto? —le preguntó Matt al chico—. Necesitaremos a
alguien fuerte para llevar bolsas, solo seré apoyo logístico —le aseguró.
Nicco le sonrió con simpatía, asintiendo con la cabeza convencido.
Su madre intercambió una mirada con Matt que le sonrió.
—En realidad podría ir yo sola con los dos —le calmó Beatrice—. Pero
estoy un poco cansada y me vendría bien la ayuda. Es un vuelo tedioso y
puede que Milos esté incómodo. Tenemos que tomar dos aviones —le
recordó mirándole.
Notó la culpabilidad escarbando en su interior.
—Mamá… —empezó a decir.
—Yo estaré con ellos. No te preocupes por nada —se adelantó Matt—.
No es ninguna molestia, de verdad.
Le observó intercambiando una mirada. Sabía lo importante que eran
para él y estaba seguro de que Matt se ofrecía de forma sincera a
acompañarlos, solo para que se quedara tranquilo y no se preocupara. Saber
eso, hizo que todo se le removiera por dentro.
—Está bien —aceptó reticente.
Su madre sonrió con satisfacción dándole una palmadita en el brazo a
Matt. Estaba claro que ya lo habían hablado antes.
Desayunaron en una conversación cómoda entre bostezos hasta que
finalmente se despidieron para ir a descansar.
Esperó a llegar al ascensor para volver a tocarlo. Apoyó su cabeza en la
suya sintiéndose mucho más cansado a cada paso que daba, rodeándole con
el brazo.
—Puedes dormir en mi habitación si quieres —le ofreció pulsando el
botón del ascensor. Ojalá aceptara porque le encantaría tenerlo en su cama,
aunque fuera para dormir.
—No, volveré al hotel, tengo que hacer la maleta. —A pesar de su
respuesta se apretó contra su costado. Había descubierto enseguida que
Matt era una persona muy táctil y cariñosa. Él no se consideraba mimoso
con las chicas con las que pasaba la noche, pero le salía natural tocar a Matt
a cada oportunidad que tenía.
Entraron al ascensor que estaba vacío, aprovechando para apoyarle en la
pared de metal, rodearle la cintura y besarle por fin. No fue un beso fogoso,
no fue pasional. Fue la necesidad de tener un poco más de él.
Matt rompió el beso riéndose.
—Estás más dormido que despierto.
—Puede ser —aceptó sonriendo cada vez más cansado—. Pero si te
robo un beso tendré algo en lo que pensar cuando esté solo en mi cama.
Matt parpadeó sorprendido antes de que sus mejillas se encendieran por
la vergüenza.
Sonrió y le dejó otro pequeño beso en los labios mientras se abrían las
puertas del ascensor.
—Descansa —le pidió Matt saliendo al vestíbulo, dejándole una
pequeña caricia en la mandíbula que le hizo cerrar los ojos con anhelo.
Se quedó mirándolo marcharse con una sonrisa en los labios y el sabor
de su adictiva boca en la lengua. Pulsó el botón para volver a su habitación,
incapaz de borrar la sonrisa de su cara a pesar del cansancio.
—Kane. ¿Podemos empezar? —le preguntó Connor esa misma tarde.
Miró el móvil sonriendo pidiéndole un minuto con un gesto. Tenía la
última entrevista antes de pasar una semana de vuelta en casa y no podía
tener más ganas de regresar.
Volvió a mirar la foto que le había enviado Niccolo.
Matt sentado en una cafetería del aeropuerto con Milos en su regazo con
la cara llena de nata y una taza en la mano.
Su madre decidió no ir a despedirse para que pudiera descansar, así que
cuando se despertó se encontró solo en la ciudad y con los cuatro volando
en el que sería su primer avión del día.
Tanto Matt como su madre le enviaron mensajes deseándole buena
suerte en la entrevista, pero estaba decepcionado, necesitaba más.
Entró en el chat con Matt y escribió.
Kane:
¿Quién ganó la pelea Milos o la nata?
Matt:
Es la piscina personal de Milos. Está entrenando para las
olimpiadas. Lleva la competición en la sangre.
Kane:
Por supuesto que la lleva. Por cierto, olvidaste algo aquí, te lo
daré en cuanto regrese.
Matt:
¿Me dejé algo en la habitación de tu madre?
Kane:
Olvidaste darme un beso de despedida. Me hace falta.
La sonrisa en su cara era tan amplia que le dolía al ver como aparecían y
desaparecían los puntos de la conversación. Se apuntó un tanto por dejarlo
desconcertado.
Matt:
Eres insufrible.
Matt:
Cuando vuelvas te daré todos los que quieras.
Kane:
Te arrepentirás de esa promesa.
Kane:
No podré dejar de pensar en todo el día en qué clase de cosas
podrías enseñarme.
Kane:
Listo para una elegante y educada noche de frivolidad.
Siempre pensó que si algún día decía esas palabras en voz alta el mundo
se acabaría. Sabía que no era verdad por supuesto, que muchas personas
pasaban por ello. En su mente, sacar sus peores pesadillas y miedo para
exponerlo donde todo el mundo pudiera verlos…
Pero nadie se rio, ni se burló. Se sentó en una sala de la comisaría, con
Mich y Natalie a su lado como sus abogados y los demás a poca distancia
de él. El agente fue amable y tuvo paciencia cuando no era capaz de
responder.
Hubo momentos duros, en que las palabras le fallaron y la vergüenza le
impedía hablar. Mich estuvo ahí, guiándolo y haciéndole preguntas más
sencillas para ayudarle a darle sentido a su relato.
Casi tres horas más tarde, le dejaron marchar sin ninguna seguridad
sobre lo que pasaría. Explicándole que el maltrato de ese tipo era el más
difícil de comprobar. Mich prometió en su nombre que le entregarían la
documentación del banco para probar que sus cuentas fueron saqueadas
después de romper su relación. Ni siquiera le preguntó, dio por sentada su
versión de la historia sin concesiones.
Su móvil había empezado a sonar cuando iban a la comisaría. Lo
silenció sabiendo perfectamente de quién se trataba. Sus padres querrían
una explicación, llamarle la atención por todo el escándalo para hacer que
se sintiera culpable.
Ese libro ya estaba cerrado. No iba a volver a eso, no de nuevo.
Dejó que los abrazos de Jackson lo calmaran. Escuchó con atención a
Dominic cuando le dijo que no tenía nada de qué avergonzarse. Agradeció a
Natalie por todo el apoyo, recibiendo un abrazo tan fuerte que le arrancó un
gemido de protesta. Mich lo tranquilizó asegurándole que iba a pagar por lo
que le había hecho. Dándole su palabra con tanta intensidad que no pudo
hacer otra cosa que creerle.
Kane le esperaba un poco alejado de los demás. Tenía su abrigo en las
manos.
—¿Podéis darme un segundo? —preguntó.
Se acercó a Kane como un condenado a muerte. Sabiendo que eran sus
últimos pasos.
Se detuvo a un par de centímetros de él, usando la poca fuerza que le
quedaba para mirarle a los ojos. Estaba tan serio que se encogió por dentro.
Abrió los brazos y los dejó caer a sus costados sin gracia.
—Perdona por meterte en líos con tu agente —se disculpó. Había
escuchado a Kane responder las continuas llamadas de Connor y no parecía
una charla agradable.
Él negó con la cabeza sin decir nada, sin cambiar su gesto, solo
observándolo.
—Supongo que nuestra escapada queda cancelada —murmuró con pena
bajando la vista al suelo. Kane no contestó, lo que interpretó como un sí.
Alargó la mano para recuperar su abrigo.
—Gracias por quedarte —musitó—. Lamento haber causado problemas.
Kane mantuvo el agarre sobre la tela sin dejarla ir. Levantó la cabeza sin
entender qué pasaba.
KANE
Algo dentro de él se rompió cuando vio sus ojos verdes mirándole llenos
de tristeza, sus hombros caídos y su actitud derrotada.
Lo atrapó en un abrazo pegándole a él, tratando de fundirse con su
cuerpo, deseando con todas sus fuerzas que pudiera vivir en su piel.
Donde mantenerle a salvo y nadie pudiera herirle de ninguna forma, ni
llegar hasta a él. ¿Cómo pudo alguien hacerle tanto daño? ¿Acaso no veían
como era Matt? Era generoso, dedicado, inteligente y tan sensible. ¿Quién
podría tratarlo mal a propósito?
No recordaba sentirse más impotente que durante las tres horas en las
que escuchó su historia. Todo el puzle que formaba a Matt tuvo sentido
después de esa noche.
Cosas de las que se había percatado, aunque no le parecían lógicas. Su
timidez, lo reticente que era a cualquier tipo de avance, la desconfianza, que
le preocuparan cosas tan superficiales como el color de su ropa.
Una parte de él estaba devastada, no sabía qué hacer, ni la manera
correcta de gestionar toda la rabia e impotencia.
Ni siquiera entendió bien cómo acabaron en medio de una pelea
callejera dentro de una subasta benéfica. No supo ni qué decirle a Connor
cuando llamó hecho una furia diciendo que había fotos de la pelea por todas
partes.
Matt se estremeció entre sus brazos. Lo sintió tan frágil y vulnerable que
por primera vez desde que muriera su padre, tuvo ganas de llorar.
—¿Te quedas conmigo? —le preguntó al oído, deseando que dijera que
sí porque iba a volverse loco si no lo tenía cerca para asegurarse de que
estaba bien.
—¿Quieres ir al hotel? —inquirió confundido.
—No, al hotel no. —Dejó un beso en su frente estrechándolo entre sus
brazos—. Ven conmigo.—Estaba dispuesto a rogar, a hacer lo que fuera
para llevárselo.
Matt asintió apretando los brazos a su alrededor.
Dejó salir el aire con alivio. Le hizo un gesto a Jackson para indicarle
que se marchaba.
Él asintió con la cabeza. “Cuídalo.” Vocalizó sin pronunciar ni una
palabra.
Les dedicó a todos una sonrisa y lo guio hacia su coche. Le abrió la
puerta y le puso el cinturón, preocupándose cuando le vio apoyar la cabeza
en el asiento y cerrar los ojos.
Antes de que encendiera el coche Matt ya estaba dormido. Condujo en
piloto automático, eran las cuatro de la mañana y casi no circulaban coches
por las carreteras. Repasaba en su mente todo lo que había pasado. Con esa
sensación acuciante de querer escapar con él y protegerlo prácticamente
ardiendo en sus venas.
—Matt —murmuró sacudiéndolo con suavidad.
Sus ojos verdes se abrieron cansados y somnolientos, buscando su voz.
Notó como se sobresaltaba en un segundo al no saber dónde estaba y cómo
se relajaba inmediatamente al reconocerle.
Le ayudó a salir del coche, sosteniéndole con un brazo para subir las
escaleras. Matt se apoyó en su costado, dejando caer la cabeza en su
hombro más dormido que despierto. Atravesaron la sala que parecía una
zona de guerra, esquivando juguetes y apagando la lamparita al lado del
sofá.
Subieron las escaleras despacio hasta su cuarto, cerrando la puerta para
alejarles de todo.
—¿Dónde estamos? —preguntó Matt frotándose los ojos.
Sonrió pasándole la mano por el pelo.
—¿Quieres ponerte cómodo? —le ofreció yendo a la cajonera y
cogiendo algo de ropa.
—¿Puedo darme una ducha?
—Claro. Ven —le invitó abriendo la puerta de su baño—. Usa lo que
necesites, hay de todo en ese armario.
Matt cogió la ropa y le dedicó una pequeña sonrisa que no era para nada
a la que le tenía acostumbrado.
—Gracias.
Sonrió como respuesta observándole como desaparecía en su baño. Se
quedó un segundo en la puerta, para tomar una respiración profunda. Cogió
algo de ropa y salió al baño de abajo.
No tardó más que un par de minutos, pero cuando volvió Matt ya estaba
sentado a los pies de su cama. Parecía aún más cansado que antes y tan
vulnerable que su corazón se le encogió en el pecho.
Su ropa le quedaba varias tallas más grandes, las puntas de sus pies
descalzos eran lo único que se veía debajo del dobladillo de su pantalón de
chándal.
—No sabía dónde estabas —le dijo Matt en un susurro tratando de
ocultar un bostezo.
—Estás agotado. Vamos a dormir —ofreció tendiéndole la mano en
cuanto cerro la puerta.
Matt asintió, con los ojos ya medio cerrados.
Abrió la cama con cuidado y lo hizo meterse entre las sábanas,
apresurándose a hacer lo mismo por el otro lado después de apagar la
lámpara.
Matt se giró para poder mirarle, parecía tranquilo.
—Ven —le pidió en un susurro.
Se acercó manteniendo una pequeña distancia que Matt se encargó de
reducir apoyando la cabeza en su hombro.
Tomó otra respiración profunda tratando de relajar su cuerpo. El silencio
y la oscuridad se extendieron entre ellos, pero no fue incómodo. Resultó
reconfortante no recibir más estímulos y que su mente se relajara al fin. No
había ningún ruido, a varias casas de distancia podía escuchar al perro de
algún vecino ladrando y la luz de luna se colaba a través de las cortinas
entreabiertas.
—Supongo que tendrás muchas preguntas. —Su voz sonaba ahogada
contra su camiseta.
—No —contestó con sinceridad—. No tienes que explicarme más.
Matt soltó el aliento de repente, calentando la tela. Ninguno de los dos
añadió nada más por un buen rato.
—Ojalá esta noche nunca hubiera pasado —musitó con tristeza.
Guardó silencio sintiéndose impotente, sin saber qué decirle. No quería
ni pensar lo que tenía que ser volver a ver a un tipo que le hizo todas esas
cosas.
—Me lo pasé muy bien esta semana —reconoció—. Fue divertido
buscar un traje, ponernos guapos… hacer planes para la fiesta…
Estaba tan desanimado que no pudo evitar mover el brazo y atraerlo
contra él.
—Era muy feliz antes de la cena —reconoció alicaído—. Me pasé toda
la noche, emocionado… pensando en qué sucedería después. Contando los
minutos.
—No eras el único —confesó acariciando su espalda con suavidad—.
Nada de todo esto es culpa tuya.
—Lo sé… Racionalmente lo sé. Odio permitir que aún me afecte tanto,
que contaminara algo que era tan… mío.
Kane se obligó a calmarse. Quería encontrar a ese cabrón y hacerle
pagar multiplicado el sufrimiento que le causó.
—Solo tardó un segundo en destruirlo todo.
—Eso no es verdad —le aseguró—. Hoy se descubrió lo que hizo y va a
pagar por ello. No va a quedar impune.
Matt alzó la cabeza para mirarle. Incluso en la oscuridad sus ojos verdes
eran algo precioso de admirar.
—¿Eso significa que no vas a desaparecer?
—No —dijo con firmeza.
Él apoyó una mano en su pecho para verle mejor. Su gesto tan abierto y
transparente, sus ojos llenos de una tímida esperanza.
—No te culparía. Ya tienes bastantes cosas de las que ocuparte. No
quiero agobiarte con mis problemas.
Negó con la cabeza acariciando su mejilla con los dedos, dedicándole
una sonrisa.
—Da la casualidad de que los problemas se me dan muy bien. Y no
suelo agobiarme con facilidad. Diría que soy tu hombre. Problema es mi
segundo nombre.
Matt apoyó la mejilla en su mano, lanzándole una mirada insegura.
—Tu segundo nombre es Leonardo. Como tú abuelo —le corrigió
sorprendiéndole—. Me lo contó tu madre.
Soltó un quejido lastimero.
—No volveré a dejarte cerca de ella —prometió.
Matt le dedicó una sonrisa antes de apoyar la mejilla en su pecho.
—Kane Leonardo De Luca —pronunció con un suspiró relajándose
contra su cuerpo.
Le acarició el pelo con suavidad, deslizando sus dedos entre sus cabellos
sedosos.
—¿Tú tienes segundo nombre? —inquirió.
—Winston —confesó en medio de un bostezo.
—Así que tu nombre de verdad es Matthew Winston Anderson.
—Sí, pero es un nombre ridículo. No lo uso nunca —dijo con
sinceridad, acurrucándose ya a punto de dormirse.
—Es que tienes un nombre muy largo. ¿Quién tiene como nombre
completo Matthew Winston Erik Smith Anderson? Es muy presuntuoso —
opinó burlón.
Matt soltó una risa suave y un suspiro ante de quedarse en silencio.
Su centro se volvió cálido, una intensa sensación de orgullo
reconfortándole por dentro al conseguir que se sintiera mejor, al lograr que
estuviera lo suficientemente cómodo con él como para dormirse sobre su
cuerpo.
Observó su rostro con detenimiento. Sus pestañas rozando sus mejillas,
su mandíbula con líneas mucho más redondas que las suyas, sus labios
delineados y suaves.
Haría lo que fuera para borrar el dolor que había visto en su cara, la
angustia distorsionando su voz. Dejó un beso en su frente sin parar de
acariciar su espalda.
Una parte de él todavía esperaba sentir pánico. No era gay, nunca tuvo
dudas sobre su sexualidad. Y por extraño que sonase, seguía sin tenerlas.
Sabía que Matt era un hombre, pero eso no le impedía sentir las cosas que
él le despertaba y desearle con una intensidad nueva.
Sabía perfectamente lo que supondría para él mostrarse al mundo con un
hombre a su lado. Su trabajo no era muy progresista, confiaba en que sus
amigos y familia lo entenderían, aunque les costase. Un piloto de NASCAR
no podía correr durante muchos años, era un desgaste físico brutal y aunque
tuvo suerte al no tener demasiados accidentes, no le quedaban tantos años
antes de empezar a pensar en retirarse.
Podría tratar de llevarlo en secreto, claro. No tenía un nivel de fama que
supusiera extremar el cuidado, salvo cuando había eventos o en ciudades
populares. Por suerte, podía estar en casa sin llamar casi la atención.
Elegir a Matt sería un problema, por muchos motivos, pero viéndolo
dormido sobre su pecho sabía que no había marcha atrás. Hacía mucho que
se dio cuenta de que Matt era diferente.
Hubo mujeres en su vida que captaron su atención, pero no le
despertaron esa necesidad de tener, de dar, de cuidar.
Matt frotó su mejilla contra su pecho, coló una pierna entre las suyas e
hizo un pequeño ruidito de gusto. Acarició su pelo con suavidad,
relajándose contra la cama.
Por eso lo trajo a su casa, aquel fue su refugio cuando su mundo se
destruyó y el punto de partida cuando necesitó empezar de nuevo.
En esas cuatro paredes vivían las personas que más quería, todo su
universo y Matt, ya pertenecía a él. Lo sentía tan suyo que sabía que solo
podría avanzar, acarrearía con todas las consecuencias que le traería esa
decisión.
CAPÍTULO 28
Un golpecito suave.
Arrugó la nariz tratando de encogerse para esconderse.
Otro golpecito en la punta de la nariz y una risita.
Hizo un sonido quejumbroso tratando de alejarse de la molestia que
trataba de sacarle de su plácido sueño.
Notó como la cama se hundía y de nuevo alguien le tocó la nariz.
Parpadeó tratando de saber qué estaba pasando. Milos sonreía a gatas
sobre la cama con un pijama de gatitos.
—¡Holi! —chilló contento.
—Milos —murmuró mirando alrededor buscando a Kane.
Los recuerdos de la noche pasada volvieron a su mente. «¿Kane le trajo
a su casa? ¿Qué iban a decirle a su familia? ¿Cómo disimularían su
presencia? Quizá podría recoger su ropa y salir a hurtadillas».
—Mamá dijo que era hora del desayuno y que tenía que “despeltarte” —
dijo Milos animado.
—Despertarte —le corrigió por inercia—. ¿Tu madre te mandó a
buscarme? —preguntó preocupado observándole.
—Sí, mamá dice que luego podremos jugar —le aseguró sin notar lo
raro que era que estuviera en la cama de su hermano.
Por supuesto que no notaba nada raro, era un niño. Pero Nicco tenía
edad suficiente para entender lo que pasaba o al menos sospecharlo.
—¡Vamos! —lo apremió bajándose de la cama.
Todavía inseguro, Matt salió de la cama y le siguió por el pasillo.
Dejando que Milos le guiara, sosteniéndole de la mano y dándole opciones
de actividades para después.
Por las escaleras empezó a escuchar voces, pero desaparecieron en
cuanto percibieron la voz del niño.
Kane estaba sentado en la mesa de la cocina, desayunando enfrente a su
madre.
—Milos, ¿Por qué despertaste a Matt? —preguntó Kane mirando como
escalaba por su silla para desayunar.
—Mamá dijo que podríamos jugar después de desayunar —respondió
como si eso lo solucionara todo.
—Pero no te dije que lo hicieras levantarse de la cama —le reprendió su
madre—. Deja que te traiga unas zapatillas, vas a coger frío descalzo —le
dijo mirando sus pies desnudos antes de levantarse y salir de la habitación.
—Ni siquiera pensé en eso —reconoció Kane estirando la mano para
que se acercara.
Matt echó un vistazo nervioso a la puerta por la que salió Beatrice, pero
agarró su mano de todas maneras.
—¿Cómo estás? —preguntó mirándole a los ojos.
—Preocupado por cómo explicar mi presencia a tu madre —confesó.
Kane negó con la cabeza tirando de él para que se acercara a su silla.
—No tienes que fingir nada, ni explicar nada. Le conté la verdad, no
tenemos secretos —le aseguró pasándole una mano por la cintura.
Echó un vistazo a Milos que estaba ocupado mezclando su leche con
cereales.
—¿La verdad? ¿A qué verdad te refieres? —preguntó con los ojos muy
abiertos.
—Sobre nosotros. No tienes que mentir.
—Tú ni siquiera eres… —dijo abriendo y cerrando la boca tratando de
explicarse—. No eres como yo. ¿Por qué ibas a hacer eso?
Kane lo miró muy serio, acariciando su mano con pequeños círculos de
su pulgar.
—Te lo dije. No voy a desaparecer.
—Me lo dijiste —concedió despacio.
Kane le dedicó una mirada suave.
—No me creíste —adivinó.
Avergonzado, bajó la cabeza al suelo.
—No es una charla que quiera tener delante de tu hermano pequeño.
Kane aceptó con la cabeza.
—Empiezo a pensar que tienes un problema con eso de hablar.
Soltó una risita nerviosa.
—¿Por qué crees que me hice profesor de historia? Las palabras nunca
fueron la mío.
Kane le sonrió asintiendo con la cabeza.
—No te preocupes dolcezza. Hablaré por los dos —prometió.
Matt se rio, pero su risa desapareció al ver a Beatrice paralizada en la
puerta.
Soltó la mano de Kane y bajó la cabeza.
—No te preocupes por mí. Todavía me estoy haciendo a la idea —le dijo
ella recobrando la compostura.
—Lo siento mucho —se disculpó.
Ella sonrió, aunque con cierta tensión.
—No tienes motivos para disculparte —le aseguró dándole unas
zapatillas y haciéndole un gesto para que se sentara a la mesa—. Mi hijo
siempre fue un niño de ideas fijas. Cuando tenía siete años, se empeñó en
que saltaría del pico más alto de la montaña directamente al mar. Era algo
que hacían los chicos más mayores del pueblo, allá en Italia.
Ella cogió una taza de café y se la rellenó junto con un plato con
bizcocho.
—Su padre y yo tratamos de evitarlo, sus tíos, sus primos… todos lo
vigilábamos constantemente para que no lo hiciera —dijo negando con la
cabeza.
—Lo hizo —adivinó.
—Oh, claro que sí. —Se rio mirando a su hijo de reojo como si hubiera
pasado hoy mismo—. Estábamos durmiendo cuando escuchamos abrirse la
puerta de la habitación. Volvió a casa a las seis de la mañana, chorreando
agua por toda la casa de mi prima y la sonrisa más brillante que te puedas
imaginar.
Kane sonrió con las mejillas un poco rosadas.
—¿Por qué fuiste a la habitación de tus padres después de desobedecer?
—preguntó incrédulo.
—Sabía que iba a recibir un castigo y la fiesta del pueblo era a la
semana siguiente. Prefería que me castigaran ya y seguir con mi vida.
Se rio con incredulidad.
—Eso es muy práctico por tu parte —comentó poniendo la mano sobre
su brazo.
—Puede que Niccolo te haya dado una impresión errónea por sus
engaños con los estudios, pero no mentimos. No entre nosotros. Si hacemos
algo mal acarreamos con las consecuencias. Si mi hijo heterosexual me
despierta esta mañana para contarme que está enamorado de un hombre…
me hago a la idea y continuo adelante. No es lo que esperas con la edad que
tiene, pero te aseguro que no es el fin del mundo —lo tranquilizó.
—¡Mamá! —protestó Kane—. ¿Qué te dije?
—¿Enamorado? —repitió atragantándose con la palabra.
Ella sonrió ocultándose detrás de su taza.
—Este bizcocho está muy bueno —comentó con rapidez para disimular.
Beatrice le dedicó una mirada indignada.
—No es bizcocho. Es torta da colazione —le corrigió muy seria en un
italiano que pese a sonar precioso no tenía nada que ver con el acento de su
hijo.
Miró a Kane en busca de ayuda.
—Es muy parecido al bizcocho —le aclaró.
—¿Y en qué se diferencian? —quiso saber.
Su madre y Kane intercambiaron una mirada antes de decir a coro.
—En que es italiano.
Se rio a carcajadas.
—Empiezo a entender a quién te pareces —comentó a Kane que le
sonrió rellenando su taza mientras su móvil sonaba—. Es Connor, por la
pelea de anoche. Tengo que responder.
Salió a la sala con el café y el móvil.
Matt tomó una respiración profunda mirando de reojo a la mujer.
—Calma. Todo está bien —le aseguró ella sonriéndole con gesto
conciliador.
—Siento mucho lo de la pelea, eso también es culpa mía —dijo de
forma atropellada.
—Kane es un adulto y no suele meterse en líos. Si lo hizo, sus motivos
tendría —respondió Beatrice.
Matt miró a la mesa mientras pensaba.
—No quiero perjudicar a Kane ni a vosotros. ¿Qué pasará si la gente
sabe de nosotros? —preguntó preocupado.
—Cielo, Kane no hace nada sin pensarlo antes. Tiene la cabeza muy
bien puesta, no daría un paso como este si no estuviera preparado para las
consecuencias. Habrá gente que se enfade, que lo menosprecie por su
elección. No importa. No conocemos a esas personas, no son familia, no
son amigos y no importa, que digan lo que quieran.
Matt la observó sorprendido por la seguridad y calma que demostraba.
—Habrá un juicio. Si la prensa se entera… —trató de explicarme.
—¿Por la pelea? —preguntó ella confundida.
—Supongo que también. Pero no solo por eso —explicó algo nervioso.
Beatrice lo miró fijamente, atravesándole con su mirada, fuerte y pesada.
—¿Por qué te preocupas tanto? —quiso saber—. Lidiaremos con lo que
sea. No será para tanto, el mundo avanza.
Matt negó con la cabeza, sin saber cómo explicarle que si la prensa
escarbaba saldría su denuncia contra Noel.
—Milos, ve con tu hermano. Pon los dibujos amore —le ordenó
poniendo al pequeño en el suelo que corrió por la cocina—. Cierra la puerta
—ordenó a su hijo.
Sus ojos volvieron a él.
—¿Hay algo que quieras contarme? No tienes que hacerlo si no quieres.
Años guardando el secreto y ahora no parecía poder parar. No fue
similar a cuando se lo dijo a Jackson, o a la policía.
La cara de Beatrice se transformó a medida que le contaba cosas,
situaciones y momentos que no le había dicho a nadie. No la conocía bien,
aun así, confió. No basándose en el raciocinio sino en el corazón que
parecía desangrarse con cada palabra.
Confió en ella sin más, porque su instinto le dijo que lo hiciera y porque
era la madre de Kane. Y si quería quedarse cerca de él quería ser sincero y
que supiera dónde se estaban metiendo. Ella se sentó a su lado, con su mano
en la espalda, calmándole y dándole fuerzas.
Beatrice escuchó atentamente su historia y cuando no tuvo más que
añadir, sus brazos lo rodearon llenos de cariño y fue ella la que habló en su
oído, con palabras de consuelo y aliento.
—Ya hablé con… —Kane se quedó congelado en la puerta—. Matt,
¿Estás bien? —preguntó preocupado llegando a su lado.
—No, no lo está —contestó Beatrice por él—. Pero lo estará —le
prometió mirándole a los ojos con una dulce sonrisa que consiguió hacerle
sentir mejor.
Kane le hizo un gesto que supo interpretar a la primera. “¿Se lo
contaste?”
Asintió con la cabeza.
—Habrá que moverse —decidió Beatrice poniéndose en pie para ir a por
una nueva cafetera—. Deberéis ser discretos al menos hasta que el juicio se
celebre. No por ti, sino por Matt. Hay que protegerlo. No tienes una fama
como para que se pongan en la puerta de casa a seguirnos, pero algún
periodista sin noticias podría querer usarlo. Es profesor, tampoco es la clase
de información que le conviene. Cuéntale a Connor todo sobre la denuncia
para que esté avisado por si se filtra la noticia.
Kane asintió con la cabeza.
—Iba a pedirle permiso a Matt para hacerlo —explicó pasando un brazo
por su espalda al sentarse a su lado.
—Hazlo, si eso ayuda me parece bien —aceptó.
—¿Tus padres están al tanto de la situación? ¿Saben lo que pasó?
Matt se encogió un poco, negando con la cabeza.
—Sus padres no serán de ayuda en nada —le aseguró Kane apretándolo
contra él.
Beatrice se paralizó, un músculo en su mejilla palpitando.
—No te preocupes, lidiaremos con esto —dijo ella con la misma calma
que había demostrado desde que bajó esas escaleras.
—Yo no quiero…
—No vayas a decir molestar. Porque no lo haces. Esta familia es así, si
entras todos tus problemas son los nuestros.
Parpadeó despacio reprimiendo una sonrisa.
—Eso suena un poco mafioso.
Kane y Beatrice se rieron.
—Lo es. Pero no pienses mal, esta familia tiene su propio bagaje.
Tendrás las manos llenas con todos nosotros también.
Matt miró a Kane. Él le sonrió levantando una ceja.
—Estás a tiempo de salir corriendo —le ofreció.
Rio negando con la cabeza.
—Me quedo.
—Contaba con ello —contestó Beatrice—. Y tú, sube a despertar a
Niccolo. Será mejor que le cuentes todo esto antes de que baje y encuentre a
tu novio aquí.
Matt soltó una risita avergonzada al escucharla.
—Supongo que es tu novio —dijo Beatrice.
—Otra vez te me estás adelantando, mamá —protestó apretando los
dientes.
Ella le pegó con un trapo en el pecho.
—En esta casa hacemos las cosas bien. No fue lo que tu padre y yo te
enseñamos. Dijiste que nunca traerías a nadie a casa, salvo que fuera serio.
—Es algo serio —se defendió Kane enfurruñado—. Pero hubiera
preferido preguntárselo.
Ella chasqueó la lengua con gesto hastiado.
—Las buenas personas no abundan, mio figlio. Encontraste a una, pues
asegúrate de que se queda contigo —le riñó—. Tu padre y yo solo
necesitamos una semana para saber que queríamos casarnos.
—Mamma, non trattarmi come un bambino —protestó Kane.
—Siempre serás mi niño. Puedo tratarte como quiera si creo que te estás
portando como un tonto, soy tu madre —le contestó ella—. Ve a despertar a
tu hermano.
Kane la miró antes de fijarse en él, inseguro sobre si debía marcharse y
dejarlos solos de nuevo.
—Deja de mirarle con ojos de cachorro. Seguirá aquí cuando vuelvas —
le espantó Beatrice moviendo la mano para echarlo.
Matt se rio al ver como obedecía a su madre a regañadientes.
—Sabes manejarlos —admiró sonriendo.
Ella le guiñó un ojo.
—Tú también aprenderás.
—¿Es verdad que supiste que querías casarte con tu marido a la semana
de conocerle? —preguntó con curiosidad.
Beatrice sonrió con nostalgia.
—Sí, cuando es el indicado lo sabes. No tiene lógica, ni explicación,
pero es como un nudo en el estómago que te tira hacia adentro y te corta la
respiración. Ambos lo supimos y nos casamos a los tres meses. Aguantamos
tanto solo porque mi padre nos amenazó con retirarnos la palabra si nos
fugábamos para casarnos —bromeó pasándole otra porción del postre.
—¿Queríais fugaros? —quiso saber con curiosidad.
Ella asintió con la cabeza removiendo su café.
—Es que antes las cosas no eran como ahora. No podías pasar el fin de
semana con tu novio, ni vivir juntos. La única forma de estar todo el día
juntos era casándose. Nosotros sabíamos que éramos el uno para el otro. No
había motivo por el que esperar, queríamos estar toda la vida juntos y el
tiempo separados nos parecía eterno. —Su voz tomó un matiz de tristeza.
Puso la mano sobre la suya tratando de consolarla.
—Lo siento mucho —dijo en voz baja.
Ella negó con la cabeza reponiéndose.
—Pues no lo sientas. No cambiaría ni una sola de las decisiones que he
tomado. Me han dado al amor de mi vida y tres hijos maravillosos. Acabó
pronto… sí. Pero el destino es así, decide qué te da y qué te quita. Por eso
hay que disfrutar cada momento… porque nunca sabrás cuándo es el último
segundo.
CAPÍTULO 29
Kane
—Tenía que haber ido con él —murmuró paseándose por la sala como
un animal enjaulado.
—Cálmate —le ordenó su madre sentada en la mesa de la cocina.
—No. Tú no viste a esa gente, me necesita —dijo comprobando el móvil
de nuevo.
—Hijo por favor, siéntate. Cuando Matt te llame podrás ir con él. Te dijo
que necesitaba hacer esto solo, debes respetar su decisión —trató de
tranquilizarle.
—Ya lo sé —murmuró dejándose caer en la silla—. Pero es que lleva
toda la semana sin dormir, asustado por ir a esa reunión.
—Entonces lo mejor es que hicieran un trato —le recordó ella con toda
la razón.
—Sigo pensando que es injusto que ese cabrón se vaya sin más —
protestó enfadado.
—No se va sin más. Le quedarán antecedentes, no podrá volver a
acercarse a Matt ni tener ningún tipo de contacto con él y tendrá que
devolverle todo el dinero más la sanción. Es un buen trato, Mich lo dijo. Si
no fuera por el dinero que le robó las cosas serían más difíciles. Es muy
complicado demostrar el maltrato psicológico —le recordó.
Kane se pasó la mano por la cara con angustia.
—Ya lo sé, aún así me gustaría destrozar a ese cabrón —reconoció
negando con la cabeza.
Su madre le pasó la mano por el pelo para calmarlo.
—Lo sé, figlio. A mí también. Matt está cansado, necesita seguir su
camino y no puede hacerlo arrastrando esto.
Kane se apoyó en su toque dejando que le reconfortara.
—¿Sigues llorando por tu novio? —preguntó Niccolo entrando a la
cocina.
—Nicco —le cortó su madre—. Hoy no —le advirtió.
Él frunció el ceño, pero no dijo nada al verle a la cara. Fue a la nevera y
sacó un refresco. Su hermano todavía veía a Matt como si fuera el Grinch y
amenazara con robar la Navidad. La paciencia de Matt estaba derritiendo el
hielo de su hermanito, aunque a él le gustaba fingir que todavía seguía
molesto.
Nicco no entendía que sucedía realmente, pero sabía que era malo. Solía
quedarse para intentar averiguar algo, aunque no se atrevía a preguntar
directamente.
—Si no me llama en veinte minutos, iré al despacho de abogados —
decidió centrándose en su madre.
—No, no lo harás —le corrigió ella lanzándole una mala mirada—. No
vamos a meternos en líos, Matt y su abogado dijeron que era mejor. Matt
quiere terminar con esto ya, respetemos su decisión y esperemos a que
llame. Ha sido una suerte que en estos cinco meses nadie de la prensa se
haya enterado y que podamos terminar con esto tan pronto.
—Lo sé, joder —musitó pasándose la mano por la nuca—. Va a
estallarme el corazón, necesito saber. Yo también quiero acabar con esto.
Necesito dejar de mirar a todas partes cuando viene a verme a una carrera.
—¿Vas a anunciar que es tu novio? —preguntó Nicco sorprendido—.
Todo el mundo que conocemos lo sabe, pero el público se enfadará. ¿Por
qué tienen que saberlo?
Miró a su hermano fijamente.
—Porque le quiero. Nicco estoy siendo paciente contigo, pero quiero a
Matt. Le amo, con todo lo que supone. Quiero poder ir agarrados de la
mano si me apetece. Abrazarlo sin preocuparme. Quiero poder decir que
estoy feliz por el hombre con el que comparto mi vida. No es suficiente con
que lo sepan nuestros conocidos o el equipo. Lo quiero todo, quiero
ofrecerle a Matt el mundo entero.
Nicco boqueó incapaz de encontrar palabras.
—Lo harás —le prometió su madre mirándole con una sonrisa y los ojos
humedecidos—. Ya lo haces —le aseguró.
—Gracias por entender algo que en principio no parecía tener sentido.
Sabía que eras una madre increíble, pero la forma en que te lo tomaste…
como lo tratas y lo cuidas, significa mucho para mí. —No añadió más.
Sabía que, de nuevo, entendía de qué le hablaba.
De que Matt fuera a cenar a casa varias veces a la semana, aunque él no
estuviera allí. Que Milos pasara horas con Matt, que contara con él en
Navidad, que lo consolara cuando la relación con sus padres desapareció…
no había palabras para agradecerle que extendiera su amor incondicional a
su pareja.
Ella hizo un gesto quitándole importancia.
—Adoro a ese hombre. Incluso antes de saber que era tu novio —dijo
sonriendo y pellizcándole la mejilla—. Una madre quiere que sus hijos sean
buenas personas y alcancen la felicidad. Da igual quien vaya de tu mano,
hombre o mujer. Me tomaste por sorpresa. ¡Dios, sí! Pero veo lo feliz que
eres desde que lo tienes en tu vida y eso es todo lo que necesito. Todo lo
que tu familia necesita para aceptarle. —Miró a Niccolo que bajó la cabeza
avergonzado.
—Ojalá Nicco pensara así en vez de odiar a Matt sin motivo.
—No le odio —protestó el chico incómodo.
—¿No? Haces un excelente trabajo desconcertándonos a todos —
comentó mirando a su hermano disfrutando de observar sus mejillas
poniéndose rojas.
—Claro que no. Solo está siendo terco como cualquier De Luca. La
semana pasada fue a casa de Matt para cortar el césped de la entrada —le
contó su madre sonriendo.
—No me digas —comentó haciéndose el sorprendido. Por supuesto que
Matt se lo había dicho.
—Fui porque me paga —contestó Niccolo enseguida.
—No es verdad. Se lo pregunté a Matt —se burló su madre—. Además,
te fuiste por la mañana y te quedaste a comer, no volviste hasta el
anochecer.
Alzó las cejas mirando a su hermano cuya cara estaba del todo roja.
—Solo porque compró un nuevo videojuego —protestó otra vez—.
Quería probarlo.
Intercambió una mirada con su madre que sonrió negando con la cabeza.
—Sabes que Matt no juega videojuegos. Lo compró solo para ti.
Niccolo se pasó la mano por el pelo encogiéndose de hombros.
—Ya.
—Y que tiene tus refrescos favoritos en su nevera solo para cuando
vienes, a pesar de que le horrorizan ese tipo de bebidas. O tus patatas
favoritas en el armario.
—Ya —murmuró de nuevo dándole un fugaz vistazo.
—Nos encanta que vengáis a casa, Milos tiene millones de cosas allí.
Una habitación que usa y que sabe que es suya. Tú tienes otra —le recordó.
Matt insistió en ello. Milos le adoraba y le gustaba tanto pasar tiempo
con él que Matt fue preparando un cuarto para dormir la siesta y tener sus
juguetes. Luego pidió quedarse algún fin de semana, ocupando cada vez
más espacio en la casa.
Como Nicco también empezó a visitarle, preparó otra de las
habitaciones con la esperanza de que acompañara a Milos alguna vez, pero
todavía no había pasado. Todavía no se había mudado con Matt, pero le
gustaba pensar que cuando lo hiciera, ellos verían que tenían dos casas en
vez de una.
El timbre de la puerta hizo que todos alzaran la cabeza.
Se movió en apenas unos pocos segundos saliendo de la cocina y
recorriendo el recibidor.
—Grazie a Dio —murmuró cuando abrió la puerta y Matt se empujó
directamente a sus brazos—. ¿Estás bien? —preguntó con ansiedad tocando
cada parte de él que estaba a su alcance—. ¿Te hizo algo? ¿Se atrevió a
hablarte?
Matt apretó las manos alrededor de su espalda, presionando la cara
contra su cuello.
—Mitchell y Natalie no dejarían que eso pasara —le tranquilizó
retirándose para poder mirarle a la cara.
Kane le acarició los pómulos con los dedos. Sus ojeras eran oscuras,
pronunciadas y sus ojos estaban enrojecidos.
Lo besó en los labios una y otra vez, subiendo por sus mejillas hasta su
frente mientras le estrechaba entre sus brazos, donde estaba seguro y a
salvo.
—Dijiste que me ibas a llamar para recogerte —le recordó todavía sin
separarse.
—Quería calmarme un poco antes de verte —confesó con voz cansada
—. Ya está, su abogado aceptó todas las cláusulas. Se terminó.
Lo apretó con más fuerza, besando su sien.
—Eres muy valiente, estoy muy orgulloso de ti por hacerle frente —
murmuró en su oído.
Matt se estremeció entre sus brazos, relajándose contra él, escuchando
con atención sus palabras.
—¿Estás bien cielo? —preguntó su madre asomándose al pasillo.
Matt se separó para recibir otro abrazo. Ella le habló en voz tan baja que
solo él la escuchó, fuera lo que fuera, lo hizo sonreír así que estaba bien
para él.
—¿Tienes hambre? Apuesto a que no has comido nada —dijo ella.
—Tenía miedo a vomitar de los nervios —le respondió Matt con
sinceridad.
—Te prepararé algo ahora mismo y luego irás directo a la ducha.
Pasaremos toda la tarde en el sofá, haré chocolate y te sentirás mejor —le
prometió.
Matt sonrió con dulzura mirándola, la atrajo a otro abrazo que ella se
apresuró en devolver.
—Eso suena genial —respondió al separarse.
—¿Dónde está Milos? —preguntó extrañado mirando alrededor. En
cuanto escuchaba la voz de Matt solía salir corriendo.
—En la sala, estará viendo alguna película. Ve a buscarlo —le animó su
madre.
Nicco saludó con la mano a Matt. Él le sonrió pasándole la mano por el
brazo, ocultó su diversión al comprobar que Nicco no se apartaba. «¡Oh, sí!,
Matt se lo estaba ganando».
Entró a la cocina en busca de una taza de café.
—Su café está con el chocolate. Mamá siempre tiene un frasco para él
—dijo Nicco a su espalda.
—Gracias a que Nicco se fijó en la marca que usa en su casa —añadió
ella.
Ahogó la sonrisa preparando el café.
—¿No está todo muy silencioso? —preguntó su madre mientras hacía
algo de picar a su lado.
—Iré a ver —se ofreció Nicco saliendo a buscar a los demás. Volvió en
apenas un minuto—. Tenéis que venir a ver esto —les dijo sonriendo.
Intercambiaron una mirada extrañada antes de seguirlo.
Nicco los llamó desde el marco de la puerta con el móvil en la mano.
Matt dormía profundamente en el sofá, Milos estaba tumbado a su lado
acariciándole la frente y la nariz como hacían ellos para ayudarle a dormir.
—Shhh —les chistó Milos—. È addormentato.
—Te dije que llevaba toda la semana sin dormir —musitó a su madre
que sonrió negando con la cabeza.
—Dejémosle descansar un rato. Nicco, envía esa foto al chat de la
familia. Todos querremos una copia.
Los escuchó irse, pero continuó mirándolos. Matt cambió su vida por
completo, cubrió un hueco en su familia que parecía imposible de llenar. No
usurpándolo, sino tomando el espacio poco a poco de forma natural,
ocupando tanto como ellos le ofrecían.
Le llenó de una ilusión de vivir que no sabía que había perdido,
iluminando cada uno de los aspectos de su vida con su carácter picajoso y
generoso. Todavía había mañanas en que se despertaba y se preguntaba
cómo podía tener tanta suerte. Que en medio de un mundo de gente,
consiguió a ese maravilloso hombre.
Se acercó al sofá, incapaz de seguir lejos de él.
—Shhh. —Volvió a advertirle Milos.
Le sonrió dándole un beso en la coronilla al pequeño, para dejar otro en
la frente de Matt.
—Lo queremos mucho. ¿Verdad? —le preguntó Milos sonriendo
contento acurrucándose en el costado de Matt.
—Muchísimo.
EPÍLOGO
Un año después.
En este libro más que nunca gracias a todos los que me quieren y apoyan
sin importar lo que haga.
Gracias a mi consorte.
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