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Gris Titanio Aislin Leinfill Holaebook

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Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total

o parcial, sin el permiso de autor. Todos los personajes y situaciones de este


libro son ficticias, cualquier parecido con personas vivas o muertas, lugares
o acontecimientos es pura coincidencia.

Título original: Gris titanio


Aislin Leinfill, Diciembre 2021
Diseño de la portada: Lidia Ramilo y Oliver Vidal
Maquetación: Lidia Ramilo
ASIN: B09MBZ7PB5
Dedicado al amor a primera, segunda o tercera vista.

Porque un flechazo no siempre tiene que significar inmediatez, a veces


necesitas un segundo vistazo para distinguir el hierro del titanio.

Aislin
CAPÍTULO 1

—¡Profesor Anderson!
—Perdón. Pensaba en otra cosa —se disculpó girándose para mirar al
chico—. Un café solo doble —pidió con apuro. Suerte que no había nadie
en el puesto de café, los chicos estaban en medio de su primera clase y los
profesores que entraban a segunda hora todavía no habían llegado.
El instituto estaba bastante apartado del centro, pero por suerte alguien
pensó que sería una magnífica idea poner un food truck con café y
bocadillos que se encargaban de que el profesorado no tuviera que depender
de la dudosa calidad de la cafetería.
—¿No te habrás quedado toda la noche corrigiendo exámenes de nuevo?
—quiso saber Amelia entrelazando su brazo con el suyo—. Un café con
leche de soja para mí, por favor —le indicó al chico que enseguida tomó un
vaso de cartón para escribir su nombre.
—No, esta vez no.
—Oh, Matt, ¿No me digas que volviste a dormir en el sofá? —le pidió
ella mirándole con lástima.
—No te lo diré —dijo tratando de no mostrarse tan culpable como
realmente se sentía. Empezaba a estar harto de la situación, pero no era para
tanto.
—¡Mathew! —protestó ella—. No puedes seguir durmiendo allí
mientras tienes tu cama vacía a pocos metros.
—Solo fue esta noche —mintió a pesar de que ambos lo sabían. Ella
estuvo con él en su peor momento, no había nada que no supiera.
Llevaban dando clase en el mismo instituto desde hacía tres años.
Amelia era la subdirectora del colegio, pero su carácter sincero y abierto
hizo que se llevaran muy bien desde el primer día.
—¿Cuántas fueron esta semana?
—Deja de mirarme así —le ordenó poniendo la mano delante de su cara
para que no pudiera seguir clavando los ojos en él.
—¿Cuántas? —insistió ella sin aflojar el interrogatorio.
—Cuatro —reconoció entre dientes.
—¡Matthew! —le gritó ella pegándole en el brazo.
—¿Qué? —le preguntó exasperado—. Cuatro en una semana de siete
días.
—Estamos a viernes, solo ha habido cuatro noches. Eres un desastre —
se lamentó—. Tienes que dejar de hacer eso, cielo. En algún momento
tienes que reunir valor y hacerte con la situación. Acabarás con un trauma.
—No hay ninguna situación. Todo va bien, simplemente me dormí. Le
pasa a mucha gente. ¿Nunca te has dormido en tu sofá? —quiso saber
frunciendo el ceño.
—Matt, tienes que dejar de evitar entrar en tu habitación. Tienes toda tu
ropa en el armario del recibidor y duermes en un sofá en el que no cabría ni
un crío de quince años. Y todo para evitar entrar allí.
Ignoró por completo lo que decía y sacó un billete para pagar los dos
cafés.
—Deja de ignorarme y supéralo de una vez. Abandona tu sofá y vuelve
a usar tu cama —le ordenó señalándolo con el dedo amenazadoramente.
Amelia medía apenas un metro sesenta, tenía unas curvas generosas y un
bonito pelo castaño claro, aunque en momentos como ese conseguía
arreglárselas para parecer imponente.
—Está superado y olvidado —contestó poniendo el gesto en blanco. Se
había especializado en que su cara no expresara nunca lo que pensaba o
sentía.
Ella suspiró hastiada, dándose por vencida. Recogió su café y le dio la
espalda mientras consultaba su móvil como buena adicta a la tecnología.
—Aquí tienes. Quédate el cambio —le ofreció al chico.
—Gracias —le sonrió radiante cogiendo el billete que le tendía—. Y
oye… —le llamó antes de que pudiera alejarse con su café.
Se giró a mirarle desconcertado.
—Si algún día necesitas un lugar para dormir… puedes darme un toque
—le invitó guiñándole un ojo.
Parpadeó dos veces tratando de entender la frase. Abrió y cerró la boca
antes de dejar salir un sonido consternado.
—Tienes mi número en la taza, guapo.
Amelia le salvó de tener que responder arrastrándolo del brazo.
—Es muy atractivo —le dijo guiándole para cruzar la calle.
Emitió un sonido exasperado sin decir nada. Hace unos años le hubiera
devuelto el coqueteo sin dudar, pero ese tiempo ya había pasado. Ahora
descartaba por completo ligar con extraños. Bueno, ligar en general.
—Deberías llamarlo —sugirió Amelia risueña—. Seguro que nos daría
café gratis cada día.
Le soltó un bufido sin decir nada más.
—¿Por qué eres así? Es simpático, todas las mañanas nos saluda muy
contento, nos dibuja una carita sonriente en la taza… es un buen comienzo.
—No ligo con desconocidos, ya lo sabes —le recordó.
—Ni con desconocidos, ni con nadie —repuso dándole otro golpe en el
brazo—. No me extrañaré si un día me dices que vas a hacerte monje. Ya lo
eres.
—Estoy bien solo —repetir algo hasta la extenuación era la mejor
fórmula para terminar creyéndoselo.
—Tengo el amigo más cabezota del mundo —se lamentó ella con
dramatismo atravesando la puerta del instituto.
—Y yo la amiga más melodramática y exagerada. Por eso hacemos tan
buena pareja.
—Matt… —volvió ella.
—¿Señor Anderson? —aliviado vio a su mejor alumna mirarle
expectante.
Se despidió de Amelia con un gesto con la mano para ir hacia la chica.
Adoraba a su amiga, pero estaba cansado de las continuas presiones. Tenía
sus motivos para ser como era y ella sabía perfectamente lo que había
pasado, no debería estar tratando de empujarle hacia cada hombre que se le
acercaba.
Se quedó en el aula durante el descanso largo de media mañana. No
necesitaba más sermones y además tenía trabajo atrasado.
Abrió su fiambrera y sacó el almuerzo que preparó la noche anterior.
Una equilibrada comida sin grasa, sin gluten y llena de nutrientes.
Frunció el ceño mientras comía un trozo de brócoli y leía el último
examen. Ni siquiera necesitó sumar los puntos. No había nada que sumar.
Le dio la vuelta a la hoja para ver quién era el dueño de semejante
desfachatez.
Por supuesto. Niccolo De Luca. ¿Quién más podría ser?
Mordió un tomate Cherry, mientras miraba en su ordenador las notas
pasadas del chico. Empezó con apenas un par de cincos para caer
directamente a los tres y medio. Revisó sus anotaciones sobre los exámenes
del anterior semestre. Por lo menos el crío lo había intentado, pero en esta
ocasión ni siquiera se molestó en escribir el nombre completo, se limitó a
poner su nombre.
Hizo un ruido con la lengua tomando otro bocado de su brócoli. Miró
sus notas de los últimos trabajos. Entregó apenas tres redacciones a
principio de curso y nada desde entonces.
Trató de hablar con él en varias ocasiones, pero el chico era intratable.
El típico gamberro de barrio con una actitud de mierda y rodeado de otros
chicos tan problemáticos como él.
Cuando vio que no había nada que hacer con él, trató de hablar con sus
padres. Nunca respondieron al teléfono a pesar de que dejó varios mensajes
durante meses. Estaba claro que venía de un hogar desestructurado, con
padres ausentes que compensaban su falta de atención con regalos caros. El
chico siempre iba vestido a la moda y con zapatillas de grandes marcas,
estaba claro que iba sobrado de todo excepto de la atención que necesitaba.
Entró en el programa de notas y miró las de sus colegas. Aprobados
escasos y suspensos por pocas décimas. Estaban mejor que las notas de su
asignatura, pero no iba a pasar de curso. Tendría que repetir el ultima año y
por supuesto lo dejaba sin posibilidades de ir a una buena universidad.
Nadie se quejaba de forma especial de la actitud del chico ya que en las
clases solía dedicarse a garabatear en su libreta al final del aula.
Pensativo, frunció el ceño golpeando su fiambrera con el tenedor.
Quedaban apenas cinco meses para que el final de curso, no había
ninguna posibilidad de que aprobara.
Pinchó otro trozo de brócoli con el tenedor y lo hizo girar entre los
dedos, con la vista clavada en el examen.
No había ningún motivo para molestarse en ese crío. Pero aun así… le
encantaba su trabajado, disfrutaba de enseñar y de su asignatura. Sabía que
el chico era un caso perdido, no tenía sentido seguir preocupándose por él.
Apartó su examen y pasó al siguiente.
No fue capaz ni de leer el nombre. Suspiró mientras sacaba el móvil de
su maletín. Buscó en su libreta de alumnos el número correcto y esperó.
Sonó una y otra vez hasta que la línea se cortó.
Iba en contra de su naturaleza abandonar a un alumno, en todos los años
que llevaba siendo profesor nunca lo había hecho. Siempre estaba
disponible para ellos, listo para quedarse a explicarles dudas en sus ratos
libres e incluso ayudándoles a hacer esquemas que les facilitara la
comprensión.
Suspiró negando con la cabeza. Probablemente se estaba preocupando
por nada. No había ninguna forma en que pudiera recuperar toda la materia
de su clase. Mucho menos la de las otras asignaturas.
Autoconvencerse desde luego no era lo suyo. Porque a pesar de sus
pensamientos llamó de nuevo.
«Seguro que ni es su número real». Suspiró escuchando como la línea
sonaba sin respuesta del otro lado.
—¿Quién demonios llama tres veces a un número fijo?
Parpadeó sorprendido y comprobó la pantalla que contaba los segundos.
—¿Perdone? —respondió confundido.
—¿Quién eres y qué quieres? —le interrogó la voz profunda de un
hombre de mala manera.
—Disculpe —contestó horrorizado por la mala educación del sujeto—.
¿Estoy llamando a la casa de la familia De Luca?
—No, esta es la casa de Santa Claus. Está en el taller preparando los
regalos para Navidad, prueba mejor suerte mañana.
Soltó un sonido incrédulo, incapaz de creerse que aquello fuera real. Le
había colgado. Ese maleducado le había colgado el teléfono sin más.
Bueno, ahora entendía mejor por qué el chico era como era, al parecer le
venía de familia. Con un padre así no podía esperar otra cosa.
Cerró con firmeza la libreta de alumnos, dando el asunto por zanjado.
Niccolo De Luca iba a repetir curso y no había nada que hacer.

Un día de mierda. Uno más para añadir a la colección.


Nada más recoger su café de la mañana un idiota tropezó contra él y se
lo volcó encima. Por suerte siempre llevaba una camiseta de repuesto en el
maletero.
Por desgracia, no fue el único contratiempo del día. Los chicos se
portaron peor en cada una de las clases. Estaban emocionados porque al día
siguiente irían de excursión y por supuesto se comportaban como si ya
estuvieran de día libre. Hablaron sin parar, rieron e hicieron bromas con
cada cosa que dijo. Cuando llegó a la hora de la comida tenía un dolor de
cabeza horrible y solo podía pensar en tomar un analgésico y disfrutar el
almuerzo que había preparado.
Parecía un buen plan salvo por la parte de la comida que estúpidamente
se dejó en casa. Resignado a conformarse con cualquier cosa, entró a la
cafetería, pero el olor a frito y los gritos de los estudiantes solo hicieron que
le doliera más la cabeza. Volvió a su despacho y se quedó en silencio,
esperando a que el calmante consiguiera hacer su efecto.
Para cuando terminó la jornada, el dolor de cabeza había vuelto en todo
su esplendor y estaba de un humor horrible. Agotado se arrastró por el
pasillo para recuperar su coche. La visión de su pequeño vehículo eléctrico
le tranquilizó. Pronto estaría en casa, con un cómodo pijama y una serie
cómica de fondo.
—¡Eh, tú!
Se giró sobresaltado hacia la voz masculina a su espalda.
—¿Niccolo? —preguntó al ver al chico prácticamente siendo arrastrado
por el aparcamiento.
Miró al hombre que lo tenía agarrado del brazo.
Era muy alto y de constitución atlética. Pelo corto de color castaño claro
despeinado, gafas de sol y una barba de varios días. Llevaba una camiseta
de Metálica y un pantalón vaquero oscuro.
Un violento escalofrío le recorrió la espalda de arriba abajo, como un
fino hilo que atravesó su columna y tiró con violencia de su núcleo. Se
removió incómodo tratando de deshacerse de la molesta sensación,
prestando atención a lo que tenía delante.
Niccolo ni siquiera andaba, se dejaba llevar por el hombre tratando de
soltarse sin demasiado empeño a pesar de que sus mejillas ardían en un
violento rojo.
—¡Señor! Voy a tener que pedirle que suelte a ese alumno y se marche,
o tendré que llamar a la policía. —No iba a permitir que nadie tratara mal a
ningún chico en su presencia.
—¿Eres el profesor de historia? —preguntó el hombre deteniéndose
delante de él y soltando por fin a Niccolo.
En vez de responderle, tiró del hombro de su alumno para alejarlo de
aquel salvaje.
—¡Quíteme las manos de encima! —protestó el chico enfadado dándole
un manotazo.
—Háblale bien a tu profesor —le ordenó el hombre con dureza—. ¿Esa
es la educación que te dimos en casa?
—¿En casa? ¿Es usted su padre? —Era imposible era demasiado joven
para tener un hijo de esa edad. «¿Cuántos años tendría? ¿Treinta y cinco?»
—¡Tío! —protestó Niccolo indignado.
—¡Que trates con respeto a tu profesor! —le reclamó el otro enfadado
dándole una colleja—. Soy el hermano mayor de este idiota.
Parpadeó mirándolo. Había un cierto parecido entre ellos ahora que se
fijaba, pero muy ligero o quizá solo eran las gafas de sol y la barba que le
dificultaban distinguirles mejor.
—Estoy confuso. ¿Por qué está usted aquí?
—Porque tú llamaste a nuestra casa ayer —le respondió el hombre
sacándose las gafas para mirarlo con unos ojos de un azul vibrante.
—Espere. ¿Usted es Santa Claus? —preguntó señalándolo con el dedo.
La cara del hombre pasó del enfado a una mueca divertida, al mismo
tiempo que Niccolo preguntaba.
—¿Qué eres qué?
—Digamos que no llamaste en el momento adecuado —le contestó
ignorando a su hermano pequeño.
—Ya —respondió desconcertado. No creía que fuera fruto de un mal
momento a juzgar por su forma de comportarse—. Espere, ¿Cómo supo que
era yo el que llamaba?
El hombre volvió a mirar a su hermano con gesto oscuro.
—No era el único aviso que recibimos en estos días. Había tres de otros
profesores que dejaron mensajes desde el número de la escuela. Supuse que
la llamada también podía tratar sobre eso. Cuando vine me atendió la
subdirectora y reconoció el tuyo —dijo sacando del bolsillo de sus vaqueros
un trozo de periódico con su número apuntado en él.
Desconcertado asintió con la cabeza, refrenando las ganas de recordarle
que podía usar Internet para ver las noticias y no gastar papel. ¿Quién
seguía usando los periódicos?
—Entonces… ¿Ya está al tanto de la situación de su hermano, señor De
Luca?
—Oh, sí. Y por eso estoy aquí. Porque sé muy bien lo que pasa con
Niccolo y voy a ponerle remedio —le aseguró.
—Me temo que eso ya no es posible —le corrigió con amabilidad—. No
sé qué le habrán dicho otros profesores, pero no hay forma de arreglar esto.
Su hermano va a repetir el curso.
—No —respondió el hombre con firmeza—. Eso no va a pasar —dijo
convencido negando con la cabeza.
—Ni siquiera un milagro conseguiría que aprobara. En su último
examen solo puso su nombre, y los anteriores no llegó ni a contestar a dos
preguntas. —No quería meterle en problemas, pero no había mucho más
que hacer.
—¡Eran exámenes muy difíciles! —protestó el chico con fuerza.
Fijó la vista en él, no podía ser tan caradura.
—Era tipo test. Ni siquiera trataste de acertar —le advirtió.
Si las miradas mataran, Niccolo ya estaría muerto y enterrado bajo el
escrutinio del mayor que pareció hacerse aún más grande por la rabia que se
veía en sus facciones.
—¿Sí, eh? No volverá a pasar. Te aseguro que en el próximo examen
contestará todas y cada una de las preguntas. Me encargaré personalmente
de que así sea.
Frunció el ceño mientras lo observaba, parpadeando despacio tratando
de entender lo que estaba pasando.
—Las cosas no funcionan así, señor De Luca. Si su hermano no quiere
estudiar no hay nada que usted pueda hacer. —Le hizo un gesto con la
mano para mandarlo callar cuando lo vio abrir la boca—. Y aunque así
fuera, si de repente se pusiera a estudiar no habría ninguna diferencia. No
podrá aprobar el curso. Ha suspendido todas las asignaturas y apenas
quedan unos meses de clase. Repetirá.
El hombre lo miró fijamente y aunque era la primera vez que se veían,
supo que significaba problemas.
—Tú no lo entiendes. Niccolo va a acabar este año, e ir a una buena
universidad. No hay otro camino posible.
Observó al hombre incrédulo antes de volver su atención al chico que
clavaba la vista en las botas militares de su hermano mayor.
—Con el debido respeto y sin ánimo de ofender —dijo tras aclararse la
garganta—. Eso es imposible. No son solo sus exámenes, son las continuas
faltas de asistencia, su actitud en la asignatura que no ha entregado ni uno
de los trabajos de este curso… no hay forma de que apruebe. Ni con toda la
ayuda del mundo, ni con un milagro.
El hombre dio dos pasos hacia delante, invadiendo su espacio personal
de una manera muy maleducada. Un olor amaderado mezclado con algo
más lo golpeó con fuerza y lo desconcertó por unos segundos.
—¿Estás diciendo que mi hermano no es lo suficiente inteligente como
para pasar tus clases? —preguntó con voz engañosamente tranquila. Sus
ojos brillaron en una clara advertencia.
—¡Por supuesto que no! Nunca diría eso de ninguno de mis alumnos —
respondió escandalizado, pero sin dejarse amedrentar.
—Bien. Porque Niccolo es muy inteligente.
—Lo es, claro que sí. El problema no reside en una falta de capacidades.
Es su actitud —puntualizó.
—Perfecto, justo es la parte que yo puedo y te garantizo que cambiará
hoy mismo. Completará todos los trabajos que no entregó y será un alumno
modelo lo que queda de curso. ¿Cuándo podemos hacer la recuperación?
Movió la cabeza tratando de aclarar sus pensamientos. ¿En qué
momento había accedido a eso?
—¿Quiere uno de todo el curso? Eso sería un examen que englobe diez
exámenes al mismo tiempo —le explicó incapaz de ocultar la incredulidad
de su voz. Niccolo no podría aprobar un examen de esa envergadura.
Él le dedicó un asentimiento.
—Eso es lo que queremos, sí.
Miró al chico que no se había movido.
—No parece que tu hermano esté muy de acuerdo con eso.
—Lo está —le aseguró—. ¿Verdad, Nicco? —su tono de voz helado no
dejaba espacio a contestar otra cosa.
Él asintió con la cabeza.
—No quiero suspender —murmuró en voz muy baja.
—¿Ves? No quiere —respondió como si eso lo solucionara todo—.
Problema arreglado.
—Está bien, supongo —aceptó no muy convencido observando al chico.
Se le hacía raro verle tan sumiso después de haber presenciado muchas de
sus bravuconerías—. Señor De Luca, venga el lunes antes de clase y le
indicaré en qué debe centrarse. Me gustaría aclarar que no voy a hacerle
ningún favor, su abandono de la asignatura es su culpa y no tendrá un trato
preferente si quiere pasar de curso.
—Cuanto antes mejor. ¿Por qué no puede empezar mañana? —quiso
saber el mayor.
—Los de último año tienen una excursión este viernes —respondió
extrañado de que no lo supiera. Los chicos llevaban siglos hablando de eso.
El ceño fruncido del hombre se hizo más profundo.
—Nicco no irá. Vendrá aquí y empezará a estudiar.
—¡Llevo semanas esperando para ir a esa excursión! —protestó el chico
mirando enfadado a su hermano.
—Claro, porque el instituto te tiene muy estresado. Como estás
esforzándote tanto —ironizó con los dientes apretados—. Vendrá aquí
mañana temprano —le aseguró sin dejar de mirar a Niccolo—. Yo mismo le
traeré si hace falta.
—Seguro que eso no es necesario, nos veremos mañana —aceptó
todavía no muy convencido.
Sin más, el hombre puso la mano en el hombro de su hermano y se lo
llevó con la misma rapidez que con la que llegaron.
Parpadeó viéndolos alejarse, su dolor de cabeza se atenuó durante la
surrealista conversación fruto de la sorpresa y el shock, pero volvió con
fuerza en cuento se quedó solo.
Sí. No había duda, era un día de mierda… y por desgracia no parecía
que mañana fuese a ser un día mejor. Suerte que ya estaba acostumbrado a
que todos los días fueran iguales.
CAPÍTULO 2

—Pues a mí me pareció muy sexy. No vas a decirme que no te fijaste en


su cuerpo —le pinchó Amelia sentada en la mesa de su aula a la mañana
siguiente.
—Lo único que comprobé es que ya sé de dónde vienen los problemas
de Niccolo. Al parecer es cosa de familia. Es un hombre con muy poca
educación y modales.
Confusa, ella frunció el ceño.
—No me dio la impresión de que fuera maleducado. Se le ve un hombre
con carácter, decidido y que va a por todas cuando desea algo. Cualidades
que no me importaría apreciar más de cerca —le dijo llena de malicia.
—¿Quieres decir si no tuvieras un novio esperándote en casa? —
preguntó mirándola con una ceja alzada.
Ella rio de nuevo negando con la cabeza sin impresionarse.
—Iría a por él si no estuviera Pitt. Tuve suerte y me quedé con uno que
merecía la pena. Pero… si no existiera mi adorable y perfecto novio… —
canturreó.
—Eres increíble —musitó bebiendo de su taza.
—Lo sé —contestó con alegría.
—No lo decía en el buen sentido.
—Lo sé —se burló risueña.
—Además, es uno de esos tíos. Me trató como si fuera su amigo. Uno no
tutea a nadie sin que se lo permitan. Es irrespetuoso. Me parece un mal
ejemplo, le dijo a su hermano que me hablara con respeto, pero él fue
incapaz de hacerlo.
Amelia se rio negando con la cabeza.
—Eres muy joven para que te traten de usted y menos un hombre de esa
edad. ¡Eres tan estirado, Mattie! —le dijo con cariño pellizcándole la
mejilla.
Le apartó la mano de un manotazo y antes de que pudiera decirle algo la
puerta del aula se abrió de repente.
—¡Buenos días!
El estómago se le encogió en un segundo y se convirtió en una bola
apretada que estalló en el instante siguiente dejándole sin aire.
—Mattie, ¿Estás bien? —preguntó Amelia alarmada bajándose de la
mesa.
Miró como el individuo de la puerta les dedicaba una sonrisa amplia
moviéndose hacia ellos.
—Un poco mareado —reconoció poniéndose en pie para tomar distancia
con el hombre. Fue hasta el lateral de la clase y abrió la ventana.
—Quizá esto pueda ayudar —dijo el recién llegado pasándole a Amelia
uno de los dos vasos de café que llevaba en la mano. Sus ojos azules lo
examinaron como si temiera que fuera a caerse de bruces.
—Ya tengo uno, gracias —dijo carraspeando tratando de aclararse la
garganta—. ¿En qué puedo ayudarle?
El hombre parpadeó antes de sonreír divertido.
—¿Santa, recuerdas? Nos conocimos ayer —le señaló.
Amelia miró a uno y otro como si fuera un partido de tenis, tratando de
entender lo que estaba pasando.
No se parecía en nada al hombre que conoció el día anterior. Su pelo
castaño era mucho más corto que ayer y peinado hacia atrás. No quedaban
nada de la espesa barba ni su aspecto desaliñado.
—¿Al final usaste la app de ligue que te obligué a descargarte? —
preguntó ella emocionada en un siseo para que solo lo escuchase él.
—¡No! —gritó notando como sus mejillas ardían de vergüenza evitando
ver hacia el recién llegado—. ¡Por supuesto que no! —le chistó en voz baja
lanzándole una mirada para pedirle silencio—. El señor es el hermano de
Niccolo De Luca.
—¡Por supuesto! No te había reconocido sin la barba —dijo Amelia
lanzándole una apreciativa mirada.
Observó a su amiga sin dar crédito. Era la subdirectora, debía mostrar
mejores modales y no dejarse arrastrar por los de aquel hombre.
—Comprensible —respondió él sin explicar nada más.
—¿Necesitas algo de mí? —preguntó Amelia después de unos instantes
de silencio mirando al hombre con una gran sonrisa.
—No, todo quedó muy claro, gracias por tu ayuda. Niccolo está
recogiendo sus libros para venir a su clase de historia. —Le dio otro sorbo a
su café y no dijo nada más.
Los tres se quedaron en silencio unos segundos hasta que el ambiente se
volvió incómodo.
—En fin, tengo clases que preparar. Así que os dejo —dijo Amelia
mirando con curiosidad al hombre.
Le hizo un gesto con la mano a modo de despedida.
En cuanto se cerró la puerta, sus ojos azules volvieron a él.
—Iré directo al asunto para no hacerte perder el tiempo.
Contuvo a duras penas las ganas de poner los ojos en blanco, ese hombre
era demasiado brusco.
—Ayer cuando salimos de aquí estuve hablando con Nicco y dice que la
asignatura que más le cuesta es la tuya.
Siguió mirándolo, pero no dijo nada, dudaba mucho de que el único
problema del chico fuera la historia.
—¿Quería preguntarte si le darías clases particulares?
—No hago eso. Si tiene dudas, puede preguntarme en mis horas de
tutoría o en los descansos.
Él frunció el ceño pensativo.
—Dice que necesita ayuda para eso, pensamos que tres veces a la
semana sería suficiente. ¿Seguro que no puedes hacerlo? Te pagaría muy
bien.
Se tensó mirándolo. Por supuesto, el dinero no sería problema. Observó
con detenimiento su ropa, vaqueros oscuros, una camiseta sencilla blanca y
una sobre camisa verde militar. Parecía un conjunto simple, pero había
detalles que le dejaban ver que no lo era en absoluto.
El cinturón de piel marrón, las botas militares a juego e incluso el reloj
de marca.
—No es una cuestión de dinero —respondió con dignidad tratando de no
sonar desagradable. Si en vez de preocuparse tanto de su aspecto se
dedicara a su hermano no precisaría clases extras.
Él le miró sin parpadear.
—Nicco necesita solucionar el problema.
—Lo máximo que puedo hacer es recomendar a algunos de mis mejores
alumnos, quizá estén dispuestos a darle clases.
—Bien —aceptó satisfecho.
Esperó a que se fuera, pero él siguió allí plantado bebiendo su café.
—Necesito los números —le dijo al darse cuenta de que no se estaba
moviendo.
Frunció el ceño observándole.
—Puedo dárselos a su hermano.
—No, yo me ocuparé del asunto por él.
Lo miró en silencio durante unos segundos.
—Él se metió en este problema. Si no es capaz de encargarse de
conseguir unos números de teléfono no tiene buena perspectiva. No puede
hacer todo por él. Debe tomar responsabilidades, pronto será un adulto.
Una sonrisa burlona adornó la cara del hombre. Era espectacular, no se
le ocurría una palabra mejor. Guapo de una forma que te obligaba a mirarle
dos veces para asegurarte de que lo que veías era real. «Ufff». No había
visto nunca un hombre tan atractivo… y peligroso.
—No te caigo bien —adivinó él. Definitivamente parecía divertido.
—No me gustan las personas que se toman confianzas con
desconocidos. Es de mala educación.
Su sonrisa se hizo más amplia.
—Puedes darle los números a Niccolo. No le molestaré más profesor…
«Sinvergüenza». Dejó su apellido en el aire, esperando a que se lo dijera.
Ni siquiera averiguó eso antes de pedirle un favor.
—Smith. Erik Smith. —Al menos le pondría en evidencia delante de su
hermano cuando le preguntara por él o los números de teléfono.
—Es un placer conocerle profesor Smith —dijo con evidente burla en su
tono mientras le hacía un gesto condescendiente con la mano, como si fuera
un crío con una pataleta.
—Señor De Luca —se despidió tentado a decirle que no era un placer en
absoluto.
Él se paró con la mano en el picaporte, mirándole por encima del
hombro.
—Kane. Kane De Luca —respondió burlón antes de salir.
Boquiabierto, solo pudo mirar como se cerraba la puerta.
—Kane De Luca —repitió tratando de imitar su voz—. James Bond de
poca monta. Tienes licencia para desaparecer.
Pero no lo hizo.
Cada día, sin excepción Kane De Luca venía al instituto a traer a su
hermano y a recogerlo. Y en el proceso de vigilar a Niccolo parecía
compatible con divertirse a su costa.
Estaba ahí el día en que llovió y una corriente de aire destrozó su
paraguas dejando que se empapara en cuestión de segundos.
Al día siguiente cuando metió todo el pie en un charco apenas a unos
pasos de su coche.
También dos días después mientras estornudaba y se vertía por encima el
café que acababa de coger en el puesto de fuera.
Y esa tarde memorable en la que salían tan cansado mientras leía la lista
de la compra que se dio un golpe con la puerta de cristal del instituto.
Amelia, que iba con él, se había reído durante cinco minutos enteros.
Ese hombre parecía tener un imán para las desgracias.
Por suerte, hoy salía muy tarde, había pasado muchas horas corrigiendo
trabajos así que no tendría que padecerlo.
Se quitó la americana y la dejó con cuidado en el asiento trasero de su
pequeño coche junto con su bolso.
—¿Cómo le fue a Nicco? —preguntó una voz a su espalda.
Se giró sobresaltado dejando salir un gritito bastante ridículo.
—¿Le asusté profesor Smith? —preguntó Kane sonriéndole apoyado en
una pared cercana.
Se llevó la mano al corazón que todavía latía enloquecido.
—No se acecha a las personas en un parking desierto —declaró
enfadado.
Él sonrió claramente entretenido.
—Lo lamento, profesor Smith —dijo el nombre con un tono que no le
pasó desapercibido. ¿Sabría ya que le mintió? Se removió inquieto mientras
lo veía acercarse apenas unos metros. Le pareció una idea genial en el
momento, pero ahora se arrepentía de haber hecho algo tan infantil como
mentir con su nombre.
—Sé que Niccolo entregó su primer trabajo y solo quería asegurarme
que lo está haciendo bien.
Se sorprendió de comprobar que en realidad le importaba.
—Ha aprobado —respondió reticente. No le gustaba dar ese tipo de
información en medio de un aparcamiento, pero suponía que podía hacer
una excepción por la situación de su alumno.
—Eso no suena muy bien —dijo él frunciendo el ceño.
—Del uno al diez, le pongo un cinco —respondió con sinceridad.
—¿Un cinco? Leí su redacción, se merece por lo menos… —empezó a
protestar.
—Desconozco cuál es su trabajo señor Kane, pero no se me ocurriría
decirle cómo tiene que hacerlo —lo cortó con contundencia.
Él se quedó paralizado unos segundos antes de asentir con un gesto de
cabeza.
—Por supuesto, profesor Smith. Eso sería muy maleducado por mi parte
—comentó en un tono jocoso.
Entrecerró los ojos mirándolo con sospecha por lo rápido que había
cedido.
—¿Puedo preguntarle el motivo de esa nota? Sin ánimo de ofenderle por
supuesto —le aseguró con toda la tranquilidad y respeto que un adulto
podía tener. La frase y el tono perfecto, pero de alguna manera sabía que se
estaba divirtiendo a su costa.
Suspiró cruzándose de brazos.
—Hizo un trabajo completo sí, pero tan superficial como el de un chico
de segundo año. No es adecuado para alguien de último año. Apenas juntó
unos pocos datos que redactó de forma decente. No hay interés detrás de
eso, solo está haciendo lo mínimo. Cumple con su parte y un aprobado justo
es lo que merece un esfuerzo tan pequeño.
Todo gesto de diversión desapareció de su rostro que cambió a una
mueca seria y cerrada.
—Es más de lo que esperaba que hiciera —dijo con sinceridad.
Él le lanzó una mirada de hierro.
—Sigue sin confiar en que Nicco vaya a lograrlo —adivinó Kane.
—Ya dejé claro mi punto cuando nos conocimos, no creo que aporte
nada que lo diga de nuevo —respondió con suavidad. En el fondo le daba
algo de pena, se le veía preocupado por su hermano, pero no entendía por
qué no estuvo más pendiente de él para haber evitado todo ese desastre.
—No. No lo hará —le concedió haciendo un gesto con la cabeza y
marchándose.
—¡Es de mala educación irse sin despedirse! —le gritó antes de pensar
bien lo que estaba haciendo.
Él giró sobre sí mismo andando marcha atrás para poder mirarle.
—¡Edúqueme!—le devolvió a voces abriendo los brazos.
Matt sonrió incrédulo negando con la cabeza. Ese hombre era una
completa pesadilla.
CAPÍTULO 3

Frunció el ceño mientras añadía unas almendras troceadas a su avena. Le


dolía la espalda, el sofá no era lo adecuado para un hombre de su estatura.
Volvió a mirar la cama.
Le encantaba su colchón. Cuando se mudó a ese apartamento tardó dos
semanas en elegirlo. Había recorrido todas las tiendas antes de decirse por
ese. Se dormía tan bien en él y fue tan caro…; pero solo de pensar en
tumbarse en esa cama se le revolvía el estómago.
Lo había intentado más de una vez y la experiencia siempre acababa
mal. Quizá debería deshacerse de él. Suspiró decaído mientras comía de su
bol.
Una parte de él se negaba a hacerlo, sentía que sería una derrota, como
admitir que el daño que le hizo era tan grande que no podía superarlo. La
otra parte, a la que le dolía la espalda desde hacía meses, solo quería dormir
en una cama de verdad.
El sonido de su móvil lo sacó de sus pensamientos.
Sonrió al mirar la pantalla.
—Estoy soñando o me estás llamando por teléfono. —Su sonrisa se
amplió al oír la suave risa de Jackson—. Creía que estabas muy ocupado
con tu novio y ya te habías olvidado de mí.
—Te recuerdo que mis últimas llamadas fueron directamente a tu buzón.
Pareces muy atareado para enviarme un mensaje.
Dejó de sonreír avergonzado.
—Lo siento, Jack. He tenido unas semanas de locura.
—Lo supuse —lo tranquilizó Jackson con su tranquilidad habitual—. Y
por eso te llamo, estoy en Hidden love y hay esa tarta de zanahoria que
tanto te gusta.
—Justo acabo de empezar a desayunar. ¿Podemos quedar más tarde? —
preguntó no muy seguro.
—Te echo de menos. Ven.
—Dame cinco minutos —le pidió sonriendo. La verdad es que él
también extrañaba a su amigo. Cubrió su avena con un plato y la dejó en la
nevera antes de correr a vestirse.
Apenas diez minutos más tarde un sonriente Jackson lo esperaba
escondido en su mesa favorita con un café con leche de soja y un trozo
enorme de tarta.
Jackson lo recibió con un abrazo que le dio una calidez que no sabía que
necesitaba.
—Sí que han sido unas malas semanas, tienes un aspecto horrible —le
dijo él señalándolo de arriba abajo.
—Bueno vivo solo y tengo un trabajo absorbente. No todos tenemos un
novio que se dedica a cuidarte en cuerpo y alma. ¿Dónde está tu mitad? —
preguntó mirando alrededor.
Hacía mucho que la relación de Dominic y Jackson había empezado,
desde entonces era raro ver al uno sin el otro. Le parecía imposible que
Mitchell, el hermano mayor de su amigo todavía no los hubiera descubierto.
No se separaban mucho y cuando estaban juntos era tan obvio que estaban
enamorados que no entendía como no unió los puntos.
La sonrisa de Jackson iluminó su rostro y sus ojos.
—Jugando al baloncesto con los chicos del trabajo.
—¿Eso significa que buscó algo que hacer para no venir a desayunar con
nosotros? —le preguntó solo por reírse de él. Todavía se reía al recordar
cómo conoció al novio de Jackson. No tuvieron la mejor primera impresión
el uno del otro, pero poco a poco habían limado asperezas.
Jackson le lanzó una mirada burlona mientras bebía un sorbo de café.
—Entonces cuéntame. ¿Qué te ha tenido tan ocupado como para no
responder mis llamadas? —inquirió interesado.
—Prepárate, porque voy a hablarte de las peores semanas que un ser
humano pueda vivir —le advirtió antes de empezar a hablar.
Para cuando acabó, Jackson tenía lágrimas en los ojos de reírse tanto.
—No puedes culparlo. Solo está defendiendo a su hermano. Si eso me
hubiera pasado a mí, Mitchell habría perseguido a mi profesor día y noche
por ayudarme —le dijo risueño.
—Hay muchas formas de llevar una situación así. Asediar a un profesor
en el aparcamiento es lo último que yo haría. Podía haber concertado una
reunión con el equipo docente, hacerlo como es debido. Te lo juro, es el
hombre más obstinado, maleducado y atrevido que he conocido nunca —
declaró negando con la cabeza.
—Creo que piensas eso solo porque te pone nervioso —opinó Jackson.
—Eso no es verdad —protestó indignado.
—Eres el hombre más tranquilo y sereno que he conocido nunca —
argumentó él con razón.
—Quieres decir frío.—dijo incómodo apoyando la espalda en el sofá.
Jackson lo miró con tristeza.
—No me refería a eso, eres una persona serena. Te gustan el orden y la
calma. Nunca diría de ti que eres frío. Está claro que ese hombre te saca de
quicio. Tú sueles ignorar ese tipo de cosas, te gusta mantenerte al margen.
Lo miró expectante, era una tontería de conversación, pero le importaba
mucho la opinión que Jackson pudiera tener de él.
—Probablemente te saque de quicio alguien así, pero no pienses más en
ello. Es familia de uno de tus alumnos, no lo volverás a ver. Una mera
anécdota de la que te reirás en unos meses.
—Tienes razón. No sé por qué me frustra tanto este tema.
Jackson le lanzó una mirada que lo hizo girar la cabeza, para no
enfrentarlo.
—Creo que tienes muchas cosas que te crispan en tu vida, por eso te
enfocas en el trabajo y cualquier situación que rompa tu rutina te pone de
mal humor.
—Haces que mi vida suene patética —protestó.
Jackson dejó salir un largo suspiro mientras clavaba su mirada
penetrante.
—No es eso lo que he dicho. Tienes un trabajo que te gusta y en el que
estás bien considerado. Eres un amigo increíble y una buena persona. Solo
estoy preocupado por ti.
—¿Por qué estáis tan empeñados, Amelia y tú, en qué tengo que
superarlo ya? Me tomo el tiempo que necesito, nadie puede decirme cuándo
será eso.
—Tómate todo el que quieras —le apaciguó poniendo su mano sobre la
suya.—. Pero no creo que lo estés superando, no veo que mejores, ni
empeores si te soy sincero. Estás en una especie de limbo, ignorando lo que
sucedió para no tener que hacerle frente. Y me preocupa, no puedes
paralizar tu vida por lo que te pasó.
Tragó saliva mirando a la mesa, se fijó en sus dedos largos bajo la mano
de Jackson.
—Te equivocas. Sé perfectamente lo que pasó, no me quedó otra
alternativa que enfrentar la situación. Lamento no superarlo tan rápido
como os gustaría —dijo enfadado.
Jackson apretó su mano con fuerza.
—Puedes tardar lo que necesites, solo queremos que seas feliz. Somos
tus amigos, estamos preocupados por ti.
Todo el enfado desapareció de su cuerpo.
—Ya lo sé —respondió girando la mano para estrechar la de él.
—Me pasé años enamorado del mismo hombre, sé de lo que hablo. Pero
incluso yo entendí que no podía seguir quieto en la nada. Tuve otros novios,
probé a hacer cosas… solo tenemos una vida Matt. Nadie debería ser capaz
de hacerte tanto daño. No le des más poder sobre ti.
Tomó una bocanada de aire, sintiendo como se estremecía por dentro.
Sabía que Jackson y Amelia tenían razón, pero era tan difícil… si ellos
supieran cómo pasaron las cosas en realidad puede que lo entendieran
mejor, aunque esa historia no estaba dispuesto a compartirla con nadie.
—¿Profesor Smith?
Giró la cabeza, con los ojos muy abierto por la sorpresa.
Kane se acercó a la mesa, dedicándole una sonrisa. Vio el instante
exacto en que sus ojos bajaron de su rostro a las manos agarradas sobre la
mesa.
Se quedó paralizado a pocos pasos, volviendo a mirarle a la cara en
busca de una respuesta.
Enderezó la espalda y alzó la barbilla con orgullo. No era la primera vez
que alguien lo menospreciara por su condición sexual. Hacía mucho que
había aprendido a mantenerse en pie por ello, aunque sintiera que se le
encogía el estómago cada vez que debía hacerlo.
No era justo, nadie tendría que justificarse por ser como era.
Casi seguro que fueron solo unos segundos lo que le llevó procesar lo
que creía estar viendo, pero se recuperó enseguida acercándose a ellos. Ni
rastro en su cara de rechazo o incomodidad.
—¡Profesor Smith! —volvió a llamar mirándole a los ojos de nuevo con
esa actitud tan suya. Como si fuera un juego y se estuviera entreteniendo.
Notó a Jackson observarle fijamente, preguntando sin palabras qué
estaba pasando.
—Lamento interrumpirle en su tiempo libre. Pero me pareció una falta
de educación verle y no acercarme a saludarle.
Apretó los labios para contener la sonrisa, tratando de hacer un gesto de
fingida incredulidad que aprendió de su madre.
—Y ambos sabemos que usted es un ejemplo de educación y buenas
maneras —respondió.
—Lo soy. ¿Verdad que sí? —le devolvió con la mirada llena de
diversión.
Tenía unos ojos preciosos. Era como mirar directamente al cielo en un
día de sol muy despejado. Todo azul y brillo.
Asintió con gesto indulgente.
—Ha sido un placer volver a verle, profesor… Smith —dejó su supuesto
apellido unos segundos en el aire, parecía a punto de reírse. Lo sabía,
seguro—. Aunque ya nos hemos visto tantas veces que se suena raro
seguirle llamándole por el apellido. ¿Puedo llamarle Erik?
Se mordió el interior de la mejilla para no reírse. Era un descarado.
—No sería adecuado. Soy el profesor de su hermano, señor De Luca —
contestó apretando la mano de Jackson para no reírse. Era insufrible.
Él soltó un siseo fingiendo estar herido.
—¡Qué grosero! —lo amonestó indignado.
—¡Kane! El café ya está —le llamó una chica a su espalda. No le dirigió
la mirada, estaba demasiado ocupado observándole a él.
—Diría que fue un placer, pero los dos sabríamos que no estaría siendo
muy sincero.
La sorpresa inundó su cara haciéndole separar los labios, antes de que
una devastadora sonrisa se dibujara en ellos.
—Maleducado de verdad —señaló—. ¡Qué vergüenza profesor Smith!
Estoy escandalizado—. Negó con la cabeza y se marchó sin dejar de
sonreír, recogiendo a una exuberante morena que le esperaba con dos cafés
en la mano.
—¿Qué acaba de pasar?
Se encogió de hombros escondiendo la sonrisa en su taza.
—Te lo dije, Kane De Luca es un hombre insufrible.
Jackson sonrió asintiendo con la cabeza.
—Entre otras muchas cosas —opinó siguiendo con la mirada a la pareja
que ya estaba al otro lado de la calle.
Incapaz de resistirse miró por la ventana. Sus ojos se cruzaron con los de
Kane que le hizo un gesto llevándose los dedos a la sien a modo de
despedida antes de deslizarse en su coche deportivo.
—¿Vas a explicarme por qué cree que te llamas Erik Smith y a que venía
toda esa charla? Llevas una hora quejándote de él, pero no te vi muy
enfadado cuando apareció.
—Porque soy una persona correcta y es el hermano de un alumno —
contestó con rapidez evitando enfrentar su mirada sin saber bien por qué.
—Por supuesto que sí. Pero falta una hora hasta que vuelva Dominic.
Cuéntame la historia sobre tu cambio de nombre.
Suspiró negando con la cabeza.
—Supongo que podemos hablar de eso, aunque no es nada interesante.
—Puede ser —concedió sonriendo de medio lado—. Cuéntamelo de
todas formas.
CAPÍTULO 4

Parpadeó mirando al chico que seguía parado delante de su mesa


esperando una respuesta.
—¿Una nota? —preguntó de nuevo.
Niccolo puso los ojos en blanco tendiéndole el papel por segunda vez.
—No es una bomba. Y mi hermano fue muy claro. No es una nota, es
una carta formal —dijo dejándola caer sobre su mesa.
—Es una hoja doblada. Eso no es una carta.
—Ya —le respondió el chico con aburrimiento—. Ni siquiera es una
página en blanco. Usó una de publicidad de cereales. Él me dijo que le
entregara su nota y me obligó a prometer que diría que era una carta formal.
«Kane De Luca, era un descarado y un maleducado».
—Solo necesito asegurarme de que no va a castigarme por eso. Me estoy
esforzando con su asignatura, no quiero que nada de lo que haga mi
hermano pueda repercutir en mis notas—le explicó incómodo.
—¿Sabe lo que pone ese papel?
Él lo miró con expresión de que creía que estaba loco.
—No. Mi hermano me lo prohibió —respondió como si eso lo explicara
todo.
—Puede irse, gracias señor De Luca.
Le hizo un gesto con la cabeza y le dejó marchar.
Miró el papel sobre su mesa como si fuera una bomba, no imaginaba por
qué le había enviado a su hermano con una nota.
—¿Comes conmigo en la sala de profesores? —le preguntó Amelia
entrando al aula.
Asintió con la cabeza sin dejar de observar el papel.
—¿Qué es eso? —quiso saber ella.
—Una carta. Nota —se corrigió enseguida.
—¿Y por qué la estás mirando?
—Niccolo De Luca acaba de dármela.
—Ohhh ¿Tienes un admirador? —preguntó ella claramente complacida
—. Como subdirectora tengo que decirte que cortes de raíz el capricho de
ese chico. Como amiga me parece encantador y positivo para tu autoestima.
Pero rómpele el corazón o te partiré las piernas —le dijo señalándolo con el
dedo amenazadoramente.
La miró escéptico alzando una ceja.
—Eres una persona muy retorcida —declaró haciéndola reír—. No es de
Niccolo, es de su hermano —dijo removiéndose incómodo en la silla.
—Mmm… eso es mucho más interesante y no acabará con tus huesos en
la cárcel. ¿Y por qué no la lees? Quiero saber qué pone.
La observó sin responder, pero abrió la nota que tal y como le había
advertido tenía el logotipo de unos cereales infantiles.

Profesor Smith,
Le escribo esta misiva para solicitar formalmente una cita con la
intención de discutir sobre la situación académica de mi hermano.
Sin otro particular,
Kane De Luca

—No entiendo nada. ¿Por qué te envía algo tan formal en una hoja de
promoción de cereales?
—Porque es una persona muy maleducada —contestó ahogando la
sonrisa que pugnaba en sus labios. Ese hombre le exasperaba y divertía a
partes iguales. ¿Cómo era posible?
—Espero que aproveches la tutoría para aclarar lo de tu nombre. Va a
pensar que eres idiota, no me puedo permitir que los familiares de los
alumnos piensen que los profesores andamos faltos de neuronas.
—Por supuesto. Ya te expliqué que fue una tontería, solo quería
burlarme.
Notó sus ojos clavándose en su rostro.
—Es raro en ti un comportamiento tan infantil. Pero me gusta, te sentará
bien relajarte un poco. Aunque mejor hazlo conmigo y Pitt este sábado
cuando quedemos. Porque vas a venir a nuestra cena, ¿Verdad?
—Depende. ¿Vas a volver a tratar de emparejarme con algún tío de la
oficina de tu prometido?
Exasperada ella miró al techo.
—Prometí que no lo haría de nuevo. Aunque en mi defensa parecía el
hombre perfecto para ti —se defendió.
—Tenía seis perros grandes en un piso de cuarenta metros cuadrados y
estuvo casado tres veces.
Ella se encogió de hombros, aunque en su cara brillaba el
arrepentimiento.
—Eso lo supe al mismo tiempo que tú. Pero fue mi último intento, lo
prometo. Solo seremos nosotros. ¿Vendrás?
Aceptó con la cabeza sin muchas ganas.
Amelia no parecía muy convencida, pero dejó el tema cuando le pidió
que le contara que hizo el fin de semana.
No fue hasta la noche cuando recuperó la nota de su maletín.
Entró en el fichero de Niccolo y comprobó que no había ningún dato de
contacto más en su ficha, salvo el número de teléfono de su casa.
Sentado en el escritorio de su despacho, cogió un folio de color crema y
pensó en cómo responder.
Por fin seis borradores más tarde, quedó satisfecho con su respuesta.

Estimado señor De Luca,


En respuesta a su cuestionable misiva, le informo que los viernes hay
tutoría de doce de la mañana a dos de tarde. Puede venir en cualquier
momento.
Sin otro particular, un cordial saludo.
Erik Smith
P. D. Esto, es una carta.

Sonrió satisfecho doblando la hoja de papel y metiéndola en un sobre a


juego. Siguió sonriendo mientras preparaba su cena y se tumbaba a dormir
en su sofá.
Iba a darle una lección a ese listillo. Ahora ya sabía de dónde venía la
vena impertinente de su hermano pequeño.
—Podéis marcharos. No olvidéis que el lunes debéis entregar una
redacción completa sobre el tema que hemos trabajado durante esta semana.
Sed pulcros en estilo y vocabulario, si habéis atendido en clase solo
deberéis hacer memoria y asegurar fechas. Disfrutad del fin de semana y si
necesitáis ayuda no dudéis en acudir a mí.
Los chicos se levantaron de sus mesas entre estruendos y risas mientras
iban saliendo del aula.
Echó la cabeza hacia atrás tratando de aflojar la tensión de su cuello. Fue
un día largo, estaba deseando llegar a casa y relajarse con algo de picar,
quizá incluso una copa de vino suave.
Movió la cabeza de derecha a izquierda dejando salir un pequeño sonido
de gusto. Solo dos horas más y luego, descanso absoluto.
Se enderezó para sentarse correctamente y lo primero que vio fue a Kane
De Luca apoyado en el marco de la puerta observándole.
—¿Un día duro, profesor Smith?
Carraspeó mirando a la mesa un segundo para recuperarse de la
sorpresa.
—Trato con más de cien adolescentes cada mañana, todos son duros.
Pase señor De Luca o si lo prefiere podemos ir a la sala de profesores —
ofreció.
—Aquí está bien —aceptó él cerrando la puerta, caminó por la
habitación mirando alrededor con curiosidad—. El instituto no se parece
nada a cuando yo venía.
—¿Usted estudió aquí? —le interrogó mientras él observaba alrededor.
Aprovechó que no le miraba para fijarse más en él, siempre parecía que
sus encuentros eran demasiado rápidos y cuando trataba de recordarlo no
era capaz de centrarse en los detalles.
Recorrió con la mirada sus pantalones vaqueros. Eran de color azul
oscuro, no muy ajustados con un grueso cinturón marrón ciñendo su
cintura. Llevaba una chaqueta de piel y una camiseta sencilla blanca.
Era un hombre con una apariencia imponente. El aire se hacía más
espeso en su presencia, incluso la habitación parecía reducirse mientras él
paseaba entre los pupitres.
Admiró sin reparo sus piernas largas, muslos fuertes y caderas marcadas.
Un intenso sofoco le golpeó el cuerpo mientras daba un vistazo por su
pecho, a su cuello, su barbilla, sus labios, sus ojos… que lo observaban sin
parpadear.
Carraspeó mirando a la mesa y buscando la ficha de Niccolo.
—Solicitó esta tutoría para hablar de su hermano. Supongo que desea
saber cómo han ido sus últimos trabajos y exámenes.
—Eso quiero, sí —respondió. Se sentó directamente sobre la mesa que
estaba enfrente a su escritorio con las piernas separadas.
—Hay sillas —le dijo señalando la clase.
—Tengo las piernas largas —contestó sonriéndole burlón.
De verdad que no tenía modales de ningún tipo. Siempre parecía guardar
una respuesta para todo, era exasperante. Frunció el ceño, pero volvió a sus
fichas.
—¿Cómo le va a Niccolo? Dice que está entregando todo y que no saca
malas notas.
—Eso es un poco exagerado —contestó observando el informe del
chico. En realidad, no tenía que revisarlas, se las sabía de memoria. Había
estado vigilándole muy de cerca.
—Niccolo no me miente —le aseguró.
—Curiosas palabras del hombre que arrastró a su hermano por todo el
aparcamiento porque acababa de enterarse de que suspendería el curso.
Él se encogió de hombros.
—Omite cosas, pero nunca me mentiría de forma directa.
—En muchos casos, cuando se trata de adolescentes, es lo mismo una
cosa que la otra.
—Se parecen, pero no es igual. Mentir es más como engañar
deliberadamente, como no sé…
Tuvo una mala sensación cuando vio sus ojos azules brillando.
—Decir que aprobaste todo o que te llamas de una manera diferente.
Sus mejillas se encendieron con la vergüenza mientras bajaba la cabeza
tratando de esconder su culpabilidad.
—Niccolo ha mejorado mucho —empezó a decir intentando crear una
distracción—. No participa en clase, pero tiene sus tareas al día y está
entregando los trabajos atrasados. Ha pasado sus últimos exámenes, no con
resultados altos, pero están superados.
—Se esforzará más y sacará mejores notas —le prometió.
Lo observó en silencio aliviado de que su desliz estuviera olvidado con
la preocupación por Niccolo.
—Con sinceridad no lo creo.
Levantó la mano pidiéndole silencio cuando vio que iba a hablar para
rebatirle.
—No lo digo por molestarle ni estoy menospreciando a su hermano.
Creo que se está esforzando y que es un milagro lo que ha conseguido. No
se le puede pedir más. He consultado con los demás profesores y en todos
trata de ponerse al día. Donde mejor lo lleva es en matemáticas y ciencias,
tiene algunos problemas serios con idiomas, pero puede que lo consiga. Mi
asignatura es en la que va peor. Aun así, ha hecho un trabajo increíble, es
una lástima que no empezara antes. No tiene malas aptitudes para los
estudios cuando se esfuerza, aunque creo es imposible hacer más de lo que
ya hace.
Él pareció meditar sus palabras durante unos segundos.
—Se rinde con mucha facilidad, profesor. Ya se lo dije, nada es
imposible. Sigue pensando qué va a suspender, ¿Verdad?
Negó con la cabeza antes de encogerse de hombros.
—No lo sé, no creí que sería posible conseguir lo que está haciendo.
Todavía queda mucho que recuperar, aunque todos los profesores coinciden
en que si sigue así es posible que consiga superar algunas.
Él se inclinó hacia atrás.
—¿Qué opciones habría si suspendiera?
—Bueno, todavía sería posible una recuperación en verano de las
asignaturas que le quedaran siempre y cuando sean menos de tres. Con más,
es un suspenso directo —le advirtió.
Asintió con la cabeza con aire distraído.
—Trataremos de que no tenga que ir a recuperación. Si su nota media no
da para entrar a la universidad, ¿Qué se podría hacer?
—Creo que ese tema debería hablarlo con sus padres. ¿Sería posible
concertar una cita con ellos?
—En principio, no, mi madre podría venir si fuera necesario, pero está al
tanto de la situación y prefiere que me ocupe yo.
Evitó poner los ojos en blanco, por supuesto. Los típicos padres que no
tenían tiempo para los hijos y dejaban en manos de los mayores la
educación de los pequeños. Había lidiado con varios de esas situaciones con
anterioridad.
—En ese caso no creo que sea necesario ninguna reunión adicional hasta
por lo menos los exámenes finales. Si me deja un email puedo escribirle
semanalmente los avances de su hermano para evitarle venir a menudo.
Lo miró con una sonrisa ladeada que lo dejó desconcertado.
—¿Hay muchos padres con los que haga eso? —preguntó interesado.
—Algunos sí —aceptó sin dar más detalles.
Él se bajó de la mesa con un movimiento suave.
—Présteme un papel, profesor —le ordenó tendiéndole la mano.
Tragó saliva, pero cubrió el nerviosismo y el temblor de sus dedos
recuperando un bloc de notas del primer cajón de su escritorio. Lo tiró
sobre la mesa para no tener que acercarse.
Él sonrió divertido tomando el papel y un bolígrafo sin pedirle permiso.
Intentó respirar con normalidad mientras lo veía doblarse por la mitad
para escribir.
Olía de maravilla… Ninguna persona debería oler así de bien y no ser
comestible.
Alarmado, abrió los ojos. «¿Cómo?» Se removió en la silla fijando la
mirada en la ventana para no tener que mirarle. «Por el amor de Dios». Era
prácticamente el tutor de un alumno, era impropio tener ese tipo de
pensamientos.
Notó como él se movía así que giró la cabeza y extendió la mano para
recibir el bloc. En su lugar se encontró con sus ojos azules que lo miraban
apenas a unos centímetros.
Trató de apartarse echándose para atrás, pero el respaldo de la silla le
impidió ganar distancia.
—¿Sueles mentir sobre tu nombre? —preguntó sin moverse.
Incómodo negó con la cabeza.
—Fue una chiquillada, me disculpo. No estuvo bien —dijo enseguida.
Sus ojos eran como los de una serpiente, hipnóticos, profundos, extraños
pero capaces de retener tu atención sobre ellos, aunque solo quisieras
escapar.
—Fue divertido —dijo él sin inmutarse—. Mi hermano cubrió tu
mentira durante días, todavía se ríe de mí por ello.
Se sentía pequeño, minúsculo a su lado. Sin embargo su presencia no
resultaba amenazante, sino poderosa y demandante. Era una sensación
curiosa y desconcertante que no le gustó para nada.
—Pues eso está muy mal. Debería haberme descubierto, no está bien
mentir y menos a la familia.
Él sonrió enigmáticamente.
—Profesor… encuentro ese doble rasero bastante censurable. Usted me
mintió, pero ¿Nicco es el malo por no decírmelo?
Negó con la cabeza algo perdido. Él tenía las pestañas cortas y espesas,
su piel tostada parecía relucir con la luz del sol entrando a su espalda,
deslumbrándole si apartaba la vista de su rostro. No recordaba haber
conocido nunca a un hombre tan atractivo.
—Tengo que marcharme —dijo él de repente poniéndose erguido—. Ha
sido un placer, profesor.
—Anderson —completó con dificultad intentando recuperar el control
sobre sí mismo—. Matthew Anderson.
Él le dedicó una sonrisa complacida que lo hizo temblar como una torre
de papel azuzada por el viento.
—Es un placer Matthew. Ya era hora de que nos conociéramos —le
dedicó un gesto alzando un poco la mano y salió del aula dejándolo tan
atontado como si hubiera recibido un golpe.
¿Qué acababa de pasar?
CAPÍTULO 5

Fue una semana de trabajo intenso y mucho estrés, así que cuando
Jackson le llamó para ir a un evento en la ciudad dijo qué sí, sin preguntar.
En retrospectiva debió pensarlo mejor, porque la americana y la camisa eran
demasiado formales para ese sitio y no había nada que llevara peor que
sentirse fuera de lugar.
La celebración consistía en una exposición de coches, Dominic había
conseguido entradas debido a que los bomberos tenían que estar presentes
en ese tipo de eventos por si pasaba algo, pero eso no explicaba por qué
Jackson había querido ir, a él no le gustaban esas cosas.
—¿Y si nos vamos? —preguntó a su amigo que miraba alrededor tan
desconcertado como él.
—No podemos irnos, apenas llevamos una hora aquí.
—¿Por qué estamos aquí? Lo nuestro es más ir de cócteles y visitar
museos —dijo mirando alrededor con aprensión. Había demasiada gente
como para que se sintiera cómodo.
—Porque Dominic quiere cambiar su coche y los dos que le gustan están
aquí. Su turno está a punto de terminar, le acompañaremos y después nos
iremos a tomar algo hasta que sea la hora de tu cena en casa de Amelia —le
ofreció esperanzado.
Suspiró echándose un poco hacia atrás buscando alejarse de dos
hombres corpulentos con pinta de moteros de los sesenta.
—¿Sabes cómo mejoraría esto? —le preguntó Jackson tratando de
animarle.
—¿Marchándonos? —inquirió sin dejar de vigilar alrededor. Ya había
pillado a varios hombres mirándolos mal.
—No está tan mal —opinó su amigo.
Soltó un bufido observándole de reojo.
—El amor te hace portarte como un idiota, tu positividad me da ganas de
vomitar.
Jackson se rio negando con la cabeza.
—¿Os lo estáis pasando bien? —preguntó Dominic apareciendo a su
espalda.
—No —reconoció Jackson mirando a su novio con adoración.
—¡Acabas de decir que no era tan malo! —exclamó indignado.
—Era para animarte. Esto es un asco. La gente de aquí es rara y huele a
sudor, tengo el estómago revuelto —reconoció sin vergüenza poniéndole
ojitos a Dominic, que se rio rodeándole la cintura con los brazos para
atraerlo a un beso suave.
—Dejad que vea los coches que me interesan y nos marchamos. Podréis
elegir el sitio al que vayamos después —les ofreció sin apartar los ojos de
su novio.
—Iremos al local de cócteles de la avenida que tanto odias —le amenazó
mirándole enfadado.
—El de las paredes rosas y los flamencos —le recordó Jackson—. Es lo
mínimo que nos merecemos —le exigió sin dejar de observarle con una
sonrisa.
—Está bien. Será lo que tú quieras… —aceptó Dominic sin protestar
bajando la cabeza para besarle. Apartó la cara evitando presenciar esa
escena de nuevo.
—Sois tan empalagosos que no doy crédito que podáis andar con todo
ese azúcar a vuestro alrededor —los insultó distrayéndose con la gente que
pasaba por allí. Algunos tipos estaban lanzando malas miradas a la pareja,
pero había varios compañeros de Dominic cerca, así que no se preocupó.
—Un hombre me empujó, llevaba un chaleco de cuero de imitación y
camiseta de tirantes. Fue horrible, tenía barba —siguió quejándose Jackson
a su espalda.
—Cosita estirada —susurró Dominic divertido antes de que le llegara de
nuevo el inevitable sonido de sus besos.
—Fue a mí, tú solo estabas a mi lado, reina del drama —le soltó
buscando con la mirada una puerta por la que poder escaparse. Le robaría
las llaves del coche a Dominic y los esperaría fuera.
La saliva se le atascó en la garganta cuando reconoció a alguien a unos
cuantos metros de ellos hablando con varios hombres.
Parpadeó tratando de acomodar la imagen con sus pensamientos.
«Mierda, mierda, mierda».
—Tengo que salir de aquí —les dijo con urgencia, girándose hacia ellos
que seguían enganchados el uno en el otro.
—Oh, vamos —protestó Jackson.
—No, de verdad. Tengo que irme ahora mismo. —Su vista localizó una
puerta de emergencia cerca.
—Ayúdame a salir de aquí, ábreme esa puerta —le pidió a Dominic.
Sabía que los bomberos las usaban para acceder al lugar donde estaban los
servicios de emergencia.
—No puedo hacer eso —le respondió Dominic frunciendo el ceño—.
No eres un agente de servicio, no se permiten civiles ahí.
—Tú no lo entiendes. Tengo que salir ya, tengo que irme ahora mismo
—dijo con urgencia.
Supo que lo había alcanzado sin mirarlo. Un calor suave recorrió su
espalda mientras sentía una presión en la nuca.
—Eres un ser despreciable —le soltó enrabiado a Dominic que se limitó
a mirarlo incrédulo sin entender nada.
—Creía que yo era especial, empiezo a pensar que odias a todo el
mundo por sistema —dijo Kane a su espalda.
—Tierra trágame —musitó mirando a Dominic y Jackson que parecían
desconcertados.
—¿Profesor Smith-Anderson? Sé que eres tú. Es de mala educación dar
la espalda a alguien que se acerca a saludarte —señaló burlón—. Ya nos
hicimos amigos —contestó indignado.
Apretó los labios mirando al techo, negando con la cabeza con
frustración. Llevaba viviendo en ese pueblo media vida y nunca lo había
visto. «¿Por qué me lo encontraba ahora en todas partes?»
Las facciones de Dominic y Jackson cambiaron a un gesto divertido.
—¿Ese es el tipo de la cafetería? —le preguntó Dominic a Jackson en
voz baja—. ¿Al que mintió con su nombre como un niño de tres años en un
berrinche de guardería?
Chasqueó la lengua ante la traición de su amigo.
—Eres un cotilla, Jackson.
—No cuenta si es a su novio a quien le dices las cosas —le protegió
Dominic enseguida.
Entrecerró los ojos observándolos como si fueran bichos de laboratorio.
—Sois dos idiotas y os odio —soltó deseándoles con la mirada una
muerte lenta y dolorosa.
—¿Sabéis que puedo oíros verdad? —les preguntó Kane a su espalda.
—Encantado de volver a verte. —Se adelantó su examigo traidor
tendiéndole la mano—. No pudimos saludarnos el otro día. Soy Jackson, el
amigo idiota y odiado de Matt.
Kane soltó una risotada profunda aceptándole el gesto.
—Kane De Luca. Odiado a secas, no parece haber un motivo
determinado para ello.
Escuchó cómo los tres se reían, mientras Dominic se acercaba para
saludarle también.
—Dominic, novio del amigo odiado y también odiado por derecho
propio la mayor parte del tiempo. Oye espera. —La sorpresa en la voz de
Dominic lo hizo alzar la cabeza—. ¿Eres Kane De Luca? ¿Ese Kane De
Luca?
—¿Eres fan? —le preguntó él de buen humor.
Se giró para poder mirarlos movido por la curiosidad.
Dominic era una persona tranquila y poco impresionable, pero parecía
bastante emocionado para ser él.
—Sí, claro. ¿Quién no? Eres increíble, lo que hiciste en el Daytona el
año pasado fue una locura.
Frunció el ceño sin entender nada, Jackson sin embargo parecía
comprenderlo sin problema a juzgar por su gesto.
—Gracias tío. Creía que no llegaría al final, las últimas dos vueltas
fueron de locos.
—Increíble, pero lo hiciste. Fue todo un espectáculo, una pasada.
—¿Eres deportista? —preguntó sin poder contener su curiosidad.
—Es Kane De Luca —dijo Dominic señalándolo como si eso fuera
respuesta para todo.
Parpadeó entrecerrando los ojos con malicia en su dirección. La semana
que viene haría planes con Jackson para robarle tiempo a Dominic. Decidió
mientras los observaba hablar.
Jackson le agarró la cara y le hizo mirar hacía un lateral donde había un
coche negro y plateado deportivo con luces de neón por todas partes y el
número quince pintado en la puerta delantera.
—¿Eres de los que corren? —preguntó confundido. No sabía nada de
coches.
—Solo cuando me lo piden —le contestó burlón Kane.
Frunció el ceño en su dirección sin molestarse en responder a la broma.
—¿Tú entiendes algo? —inquirió buscando ayuda en Jackson.
—El torneo Daytona. La copa más importante de la NASCAR que es a
lo que al parecer se dedica tu nuevo “amienemigo”. Papá, Mich y Dominic
ven todas las carreras que pueden.
Miró a Jackson desconcertado tratando de hacer memoria.
—¿NASCAR? —repitió la palabra muy perdido.
—¿Nunca habías oído hablar de la NASCAR?
—No. No sabía ni que eso existía —respondió con sinceridad.
—Es imposible que nunca hayas visto una carrera NASCAR en la
televisión. ¿Qué veía tu padre? —preguntó Dominic mirándolo como si
fuera un bicho raro.
Frunció el ceño, bajando la vista al suelo.
—Eso no importa —dijo Jackson saliendo a su rescate—. Yo tampoco lo
sabría si no fuera por vosotros. Mucha gente odia los deportes.
Dominic se encogió de hombros no muy convencido.
—En ese caso, te pondré un poco al día —se ofreció Kane señalando el
coche que casi no era visible por toda la gente que rodeaba el lugar.
—¿Qué? No, ya nos íbamos —respondió alarmado retrocediendo hacia
Jackson que se rio divertido.
—Todavía quiero ir a ver esos modelos de coches, puedes quedarte con
tu amigo —ofreció sonriente.
—No es mi amigo —protestó.
—“Amienemigo” —resolvió Jackson con paciencia.
—Vamos —le dijo Kane agarrándolo del brazo para meterlo entre la
multitud.
Miró alrededor nervioso, mientras se movían en medio de una maraña de
cuerpos. Escuchó varias personas felicitar a Kane.
—Esta es una versión sencilla del modelo con el que compito —le
explicó Kane cuando por fin lo soltó. Estaban del otro lado de la valla,
separados de la multitud, pero eso significaba que mucha gente los
observaba como si fueran una atracción.
Trató de mirar al coche para no tener que ver a todas esas personas.
—No te gusta —adivinó Kane.
Se encogió de hombros tratando de no ser desagradable.
—Es… —Notó el peso de su mirada sobre él, esperando—. Un coche
caro.
Su risa le hizo girar la cabeza, no parecía enfadado.
—Eres un mentiroso terrible, se te nota todo en la cara. ¿Qué piensas de
verdad?
Él suspiró mirándolo de reojo.
—Que probablemente contamine más que veinte coches normales y que
es bastante feo. Parece una actualización del coche de Danny Zuko.
Él lo miró con el gesto en blanco.
—¿Danny y Sandy?
Kane negó con la cabeza.
—¿En serio? ¿Nada? Era una tontería. No le veo sentido a un coche así,
seguro que cuesta miles de dólares y hace lo mismo que todos los demás.
La cara de Kane era la viva imagen de la indignación.
—¡Esa es una de las mentiras más grandes que he oído en toda mi vida!
Estoy profundamente ofendido. No puedes pensar eso de verdad —exclamó
escandalizado.
—Los coches solo sirven para llevarte de un lugar a otro, hace lo mismo
el tuyo que el mío —contestó con sinceridad.
Él lo miró con los ojos muy abiertos.
—Eso… —dijo tomando aire—. Señor, es una ofensa que no puedo
dejar pasar. Vamos —le puso la mano en el hombro y lo guio con rapidez
fuera, sorteando a todas las personas que trataban de llamar su atención.
Estaba tan aliviado de salir de allí que se dejó llevar sin oposición.
—¿A dónde vamos? Mis amigos me están esperando.
—Envíales un mensaje —respondió girando por un pasillo hasta un
ascensor que se activó al pulsar el botón.
Lo miró con el ceño fruncido, todavía no muy convencido.
—¿Cuánto vamos a tardar?
—No te preocupes, estarás en casa para tu leche con galletas —le
respondió burlón.
Lo fulminó con la mirada mientras escribía un rápido mensaje a Jackson.

Matt:
No me esperes, iré directo a casa de Amelia.
Jackson:
Claro que no, te invitamos. ¿Dónde estás para poder
recogerte?
Matt:
Luego te cuento.

—¿Todo bien? —le preguntó Kane mirándole con curiosidad mientras


las puertas se abrían.
Asintió con la cabeza guardando el móvil en el bolsillo de su americana.
—¿Se enfadaron tus amigos porque te vas?
—No les dije que me iba, les conté que estoy secuestrado y que deben
llamar a la policía si no doy señales de vida en una hora.
Kane volvió a reírse a carcajadas. Era un sonido extraño en un hombre
tan masculino.
—Estarás de vuelta para entonces. Lo prometo —le aseguró llevándose
la mano al pecho.
—Más te vale, el prometido de mi mejor amiga es agente de policía y no
descarto que me tengan puesto un chip localizador.
—¿Cómo a un perro?—preguntó él confundido.
—Algo así —reconoció. Por supuesto no era verdad. Pitt era policía,
pero no le había puesto un chip… al menos que él supiera.
—No me extraña —concedió Kane cuando las puertas del ascensor
volvieron a abrirse dejándoles salir al aparcamiento subterráneo—. Eres
muy torpe, te he visto caerte casi sin moverte. No sabía ni que eso fuera
posible.
Iba a defenderse, pero ¿Qué iba a decir? ¿Qué le ponía tan nervioso, que
las manos le temblaban y las piernas dejaban de estar firmes?
—No soy torpe. Solo estaba despistado.
—Ya —respondió desbloqueando su coche. Le puso la mano en la parte
baja de la espalda y le abrió la puerta.
—¿Qué haces? —preguntó boquiabierto.
Él le guio metiéndolo en el asiento del copiloto de su deportivo y para su
absoluta sorpresa se inclinó sobre él apabullándolo con su olor y presencia,
dejándolo paralizado.
Kane levantó la cabeza mirándole a los ojos y el aire desapareció de su
pecho en un segundo.
—Asegurarme de que estás a salvo —le dijo con una mueca divertida
abrochándole el cinturón—. No queremos que tu amigo policía me detenga
si te pasa algo.
CAPÍTULO 6

—¿Esa cara de desaprobación a qué se debe? —le preguntó Kane quince


minutos después mientras se detenía delante de un semáforo.
Tragó saliva sin dejar de mirar el coche, era un vehículo caro, pero no
era la primera vez que iba en uno de ese estilo. Los asientos de piel eran
muy cómodos y los acabados de excelente calidad, a pesar de ello no estaba
impresionado.
—No me gusta este coche —reconoció.
Kane se rio en vez de enfadarse.
—A mí tampoco me gusta el tuyo.
—Mi coche es eléctrico, contribuyo a cuidar el medioambiente.
Él asintió con gesto serio.
—Una empresa loable sin duda, pero prefiero morir a usar en coche con
el que tengo que detenerme cada cuatrocientos kilómetros.
—¿No estás siendo un poco exagerado? —preguntó Matt—. La muerte
solo por parar unos minutos y recargar parece un poco dramático.
—¿Unos minutos? Eso sería solo en el caso de que la gasolinera tenga
carga rápida. Una hora en carga media y muchas horas más si no dispone de
cargador especial. Por no hablar de todas las gasolineras que no dan ese
servicio y las rutas donde ni siquiera hay una en seiscientos kilómetros.
¿Qué harías entonces, en medio de una carretera por la que casi no pasa
gente y sin ningún lugar al que poder acudir?
Tenía su punto, claro que sí, el coche eléctrico tenía algunos
inconvenientes, pero no iba a decirle eso.
—Usaría mi móvil para pedir ayuda —contestó con altanería. Fue
presidente de su club de debate, no se lo pondría fácil.
Kane sonrió con suficiencia.
—Hay muchos puntos sin cobertura en la carretera, millones de ellos en
realidad —le respondió con facilidad—. Estarías solo y abandonado en un
lugar desierto porque cometiste el error de comprarte un coche de juguete.
Entrecerró los ojos mirándolo con malicia.
—Cuando muramos por culpa de los agujeros de la capa de ozono
vuelve a contarme lo de que mi coche es de juguete.
—Mira quién está siendo dramático ahora —se burló Kane.
Detuvo el coche delante de unos enormes portales, acercándose a una
pequeña portería que custodiaba la barra de entrada.
—Buenas tardes, señor De Luca —dijo el vigilante, un hombre de unos
cuarenta años con un poblado bigote.
—Buenas tardes, Charlie. ¿Cómo fue el día? —le preguntó sin prisa.
—Con bastante movimiento, ya han llegado las piezas nuevas y están
todos revolucionados. ¿Necesita un pase de acompañante? —quiso saber
señalándole con la cabeza.
—Sí, por favor.
—¿Nombre? —preguntó el hombre metiéndose de nuevo en la caseta
para ponerse tras el ordenador.
—Matthew Anderson —contestó fulminando a Kane con la mirada
cuando soltó un largo silbido.
—¡Vaya! Mira eso, dijo su nombre a la primera —murmuró
observándole de reojo.
Le dio un golpe en el brazo girando la cabeza para ocultar su sonrisa.
—Gracias, Charlie —dijo Kane recogiendo una tarjeta sujeta a una pinza
—. Póntela donde puedan verla, gastan mucho dinero en que los coches de
sus corredores sean los más rápidos, se vuelven un poco locos con la
seguridad —le advirtió mientras atravesaban la barrera.
—¿Tú corres aquí? —preguntó mirando con curiosidad con los ojos
abiertos el gran circuito que se veía desde la carretera que estaban
recorriendo.
—No, aquí solo probamos los coches. Los creamos desde cero y les
hacemos rodar para asegurarnos de que destrozarán a todos los demás
durante las competiciones.
—¿Contra cuántos coches compites? —quiso saber mirando alrededor.
—Depende de la carrera, lo mínimo son treinta y dos y lo máximo
cuarenta —le explicó de buen humor deteniendo el coche en un gran
aparcamiento al lado de un edificio con el símbolo de Chevrolet decorando
toda la fachada.
—¿Y sueles ganar? —le interrogó saliendo del coche sin dejar de mover
la cabeza hacia los lados. Su madre lo reprendería con fuerza por portarse
como un niño curioso en público, pero no lo podía evitar. No le interesaban
los coches, aunque adoraba saber cosas nuevas.
—A veces.
Matt se giró a mirarle, parecía satisfecho con sus preguntas.
—¿Cuántas carreras hay al año?
—Muchas, aunque depende del torneo en el que compitas —le
respondió señalando con la cabeza al edificio. Saludó con la mano a los
vigilantes de seguridad y la recepcionista de la entrada antes de guiarlo por
un largo pasillo muy luminoso.
—¿En cuál compites tú?
—En la Cup que tiene treinta y seis competiciones, más dos
exhibiciones.
—¿Esa es la competición más grande o la más pequeña? —quiso saber.
Kane se apoyó en la puerta que iba a abrir para mirarle como si estuviera
viendo en la televisión un programa nuevo y no supiera si le gustaba o le
horrorizaba.
—¿Eres siempre tan curioso o te estás riendo de mí?
Frunció el ceño mirándolo indignado, ignorando la punzada de
incomodidad en su estómago y la voz de su madre en su cabeza
recordándole que debía comportarse en público para no ponerse en ridículo.
—No me estoy burlando de ti —respondió fijándose en un punto sobre
su hombro para no tener que mirarle a los ojos. Ni siquiera sabía en qué
momento aceptó estar allí.
—Es la competición más grande, con los coches más potentes. Hay otras
dos, la Xfinity que celebra treinta y dos carreras y la Trucks que solo tiene
veintitrés —le respondió Kane después de unos segundos de un silencio
incómodo—. No te pega ser curioso, creía que ya lo sabrías todo.
Se encogió de hombros siguiéndolo por otro pasillo mucho más
estrecho.
—Soy profesor, no un Dios. Me gusta aprender cosas nuevas —aunque
parecía una frase normal, le supo amarga en la lengua, ensayada y forzada.
Por supuesto que sí, su madre y su padre la habían dicho una y otra vez para
justificar las preguntas irreverentes que por suerte cada vez hizo con menos
frecuencia conforme se dio cuenta de que eran mal recibidas.
—Creía que los profesores dejaban de estudiar en cuanto tenían su papel
de color dorado con el título —dijo burlón.
—El único papel dorado que conozco es el billete de Willy Wonka.
Todos los profesores estudiamos constantemente. Nuevas informaciones,
teorías e incluso formas distintas de impartir clases.
—Espera, eso significa que mi profesor de química me mintió cuando
me dijo que memorizar era la única forma de aprender la tabla periódica.
Sabía que era un mentiroso —dijo falsamente indignado—. Suspendí por
nada.
Trató de contener la sonrisa, sintiéndose más cómodo enseguida.
—No, no te mintió. Hay cosas que es necesario memorizar.
—Oye, ya tenía un culpable para sentirme mejor por mi incapacidad de
aprender ciencias. ¿Qué necesidad había de causarme un nuevo trauma?
—Pudo darte algunas tarjetas para ayudarte a memorizar —respondió
con una sonrisa sabiendo que solo bromeaba.
Kane se giró andando de espaldas.
—¿Ves? Tarjetas de memorizar. Eso fue lo que me faltó.
Sonrió de nuevo viéndolo volverse con rapidez para abrir otra puerta que
dio a un enorme taller lleno de gente y ruidos metálicos.
Se encogió tratando de acostumbrarse al sonido.
—Aquí es donde la magia nace —le aseguró Kane poniendo la mano en
su espalda para hacerlo avanzar.
Miró con aprensión los enormes motores colgados del techo, y los dos
coches subidos a dos gigantescas plataformas donde varios mecánicos
trasteaban sin miedo de morir aplastados.
—¡Kane, hijo! —dijo un hombre con un mono negro y una gorra a juego
acercándose a ellos.
—Hola, Trevor. ¿Cómo vamos? —le preguntó él sonriéndole, pero
mirando al coche.
—Ese cabrón no se deja regular. La válvula sigue metiendo aire. No
superará su marca, chaval. Aun así no hay nada de qué preocuparse, lo
desmontaremos a cero y veré las piezas de una en una —le aseguró
satisfecho tratando de limpiarse con un trapo que ya estaba lleno de grasa.
Matt observó las manos del hombre con aprensión antes de mirar a los
demás y darse cuenta de que todos estaban en las mismas condiciones y que
además no había ninguno de ellos que no le estuvieran mirando.
Trató de no encogerse, no quería ni imaginar lo que esos hombres
podían estar pensando de él.
Se esforzaba mucho en no lucir afeminado, en vestirse de una forma
masculina y varonil que no ayudara a que la gente lo prejuzgara. No parecía
haber conseguido su objetivo a juzgar por las miradas que le dedicaban.
—¿A quién traes? —oyó preguntar al hombre.
—A un amigo —contestó Kane sin dudar.—. Es Matt, el profesor de
Niccolo.
El hombre negó con la cabeza diciendo unas exasperadas palabras en
italiano a las que Kane contestó con fluidez.
Algo en su cerebro hizo cortocircuito. «Madre de…» Quería volver a
escuchar ese sonido, quería grabarse ese acento en la piel y parar el temblor
que lo inundó por entero.
—¿Tratas de que le suban la nota al chaval?
—Tendría que llevarle a las Vegas para conseguir eso —se burló Kane
negando con la cabeza.
—Todos los críos son rebeldes a esa edad, ten paciencia. Es un buen
chico —opinó Trevor con indulgencia.
—Lo sé —reconoció Kane—. Por eso Nicco sigue respirando —dijo
burlón acercándose a él de nuevo para ponerle la mano en la parte baja de la
espalda alejándole de todos los demás.
Matt dejó salir el aire aliviado de poner espacio entre esos desconocidos
y él.
—Voy a enseñarte la cosa más magnífica que ha creado el hombre —le
aseguró abriendo una gran puerta a una habitación completamente oscura
—. Espera aquí.
Giró la cabeza perdido en la oscuridad, mientras le escuchaba andar y
accionar algo que hizo un sonido metálico.
Seis enormes filas de luces se encendieron para que pudiera ver que
estaba en un garaje de grandes dimensiones. El centro de la habitación
estaba ocupada por un coche negro, parecía el mismo modelo que había
visto en la exposición de antes.
Este tenía un enorme grafiti en la parte trasera con las iniciales,
CBKNMDL que supuso estaría relacionado con el mundo de las carreras.
El número quince brillaba en las puertas delanteras. La carrocería era negra,
pero su alerón era de color plata y no tenía puertas.
—Increíble. ¿Verdad? —el tono de la voz de Kane dejaba claro que creía
que era la visión más maravillosa del mundo.
Se acercó con reticencia para mirarlo mejor.
—¿Cómo entras al coche? ¿Hay un compartimento secreto? —preguntó.
Kane se rio reuniéndose con él.
—Por la ventanilla, es más seguro que el coche no tenga puertas, hace la
carrocería más resistente en caso de choques.
Matt tocó con la mano el extraño asiento del piloto.
—¿Qué es esto?
—Es parte del asiento de seguridad. Nos protege el cuello y los hombros
en caso de choque y evita que salgamos disparados por las ventanillas.
Lo miró espantando.
—¿Por qué la palabra choque sale en cada una de tus frases? ¿Soléis
tener accidentes?
Kane le dedicó una sonrisa indulgente.
—Es mejor estar preparados —respondió encogiéndose de hombros.
—Supongo que sí —murmuró observando los anclajes que sujetaban el
parabrisas—. Por eso no tenéis cristales en donde va el piloto, por si os
cortan durante los accidentes —resolvió.
Kane asintió con la cabeza.
—Tenemos una malla que cubre la ventanilla cuando corremos. Sigue
sin gustarte —adivinó.
En vez de responder, observó el interior del coche de nuevo, estaba
prácticamente vacío, no había más asientos que los del piloto
—La NASCAR me parece aterradora —confesó tocando la zona donde
estaría la puerta.
Kane asintió con la cabeza como si acabara de entender el problema.
—Te acostumbras a la velocidad enseguida, no da tanto miedo como
puedas pensar.
—No lo digo por eso —respondió sin mirarle—. Este edificio, la gente
de la entrada, los de seguridad, el taller, estos coches… mucha
responsabilidad para una sola persona, yo no podría dormir por las noches.
La intensidad de su mirada le hizo alzar la vista.
No supo qué significaba y su gesto en blanco no le dio ninguna pista.
Sus mejillas se incendiaron por la vergüenza antes de fijarse en el suelo
para evitar su mirada. Él y su estúpida boca. «¿Cuándo aprendería a estar
callado?»
—Suerte que no eres corredor entonces —le dijo Kane con tranquilidad,
no sonaba enfadado a pesar de su comentario inapropiado.
Asintió con la cabeza, incómodo era su estado de vida permanente,
porque nunca sabía tener la boca cerrada.
—¿Qué es lo que haría que tú no pudieras dormir? —le preguntó Kane
con curiosidad.
Soltó un bufido encogiéndose de hombros. Muchas cosas, demasiadas,
pero no iba a contárselo.
—¿Puedes llevarme de vuelta?
—Claro —aceptó Kane enseguida—. Podemos salir por aquí para ir más
rápido.
Por supuesto, cuanto más rápido mejor. Él también querría deshacerse de
sí mismo si pudiera.
CAPÍTULO 7

—Entonces… ¿El tipo te invita sin más a que veas su coche? —preguntó
Dominic frunciendo el ceño con confusión.
—Creo que quería demostrar su punto, es ese tipo de hombre. Supongo
que creyó que cambiaría de opinión cuando lo viera.
—No es para menos. Yo fliparía —dijo Dominic con un gesto soñador
—. Creo que nos caímos bien. ¿Crees que nos llevaríamos bien?
Jackson sonrió a su novio negando con la cabeza, pero no dijo nada. Se
limitó a observarle con gesto pensativo.
—Creo que es un buen tipo. Seguro de sí mismo, fuerte y sexy —opinó
su amigo.
Dominic dejó de sonreír para mirarle con el ceño fruncido.
—Nadie es más fuerte y sexy que tú —le tranquilizó Jackson sonriendo.
—Y seguro de mí mismo —le apremió Dominic.
—Por supuesto —concedió divertido su novio.
Él asintió satisfecho, pasándole la mano por la espalda atrayéndolo a un
pequeño beso que lo hizo poner los ojos en blanco.
Esperó a que los novios más obvios del mundo pararan antes de volver a
hablar. Era imposible que Mitchell, el hermano de Jackson, no se diera
cuenta de lo que pasaba entre ellos.
—¿Tú también crees que es raro que un hombre se ofrezca a enseñarme
su coche?
—No, ¿Por qué pensaría eso? —preguntó confundido—. A mí me
encanta estar contigo. ¿Por qué no le gustaría a él?
Matt lo miró sorprendido, pero acabó por sonreír. A veces le costaba
recordar que no todo el mundo tenía motivos ocultos para acercarse a él.
—¿Es bueno? —preguntó mirando a Dominic.
—¿Eh?
—Kane —le explicó—. ¿Es buen piloto?
Los ojos de Dominic se abrieron.
—¡De los mejores! Siempre queda entre los veinte primeros puestos y
aunque nunca haya ganado la copa suele estar en la lista de los diez mejores
de la categoría general. Podría ser el mejor —opinó emocionado. Dominic
era bastante fan de los deportes, al contrario que Jackson y él que no le
daban ninguna importancia.
—¿Cómo podía ser mejor? Ganar en una carrera depende del coche. O
corre más que los otros o no —contestó.
Dominic estalló en carcajadas.
—Eso no es verdad. Para ganar se necesitan muchas cosas. De estar
enfocado, del día que tengas, el momento de tu vida, intuición,
conocimiento de tus rivales y sus técnicas… Hay demasiadas variables —le
aseguró.
Matt se mordió el labio inferior, soltándolo enseguida al darse cuenta de
lo que estaba haciendo.
—Si tienes curiosidad podríamos buscarlo en Internet —le ofreció
Jackson.
Negó con la cabeza.
—No me importa tanto en realidad. Solo era curiosidad. Mejor ayúdame
a elegir un regalo para Amelia, me va a matar por no haber ido a su cena —
pidió resignado.
—¿La dejaste plantada? —preguntó Jackson con gesto horrorizado.
Enfadado chasqueó la lengua.
—Lo sabía —adivinó molesto—. Era otra cita a ciegas. ¿Por qué no me
lo dijiste?
—Ya conoces a Amelia. Me obligó a prometerlo —se disculpó Jackson
avergonzado.
—No quiero salir con nadie. Ya os lo he dicho mil veces.
—Lo sé, intenté convencerla de que era una mala idea.
—Estoy harto de que trate de juntarme con hombres. Eso no va a
solucionar nada. Dejad de buscarme pareja —le ordenó.
—Yo solo lo hice una vez —se apresuró en recordarle Jackson—. Le
dije que te enfadarías, pero dice que tiene al chico perfecto. Que tenéis
mucho en común. Es uno de los contables de la oficina de Pitt. Se llama
Tim.
Dominic se rio entre dientes.
—Pitt y Tim. Sé que hay un chiste ahí —bromeó de buen humor.
Matt lo miró frunciendo el ceño.
—Su padre es un párroco protestante y su madre profesora en la
universidad. Vosotros fuisteis a la misma universidad de hecho —le explicó
Jackson con rapidez para aplacarlo.
—Eso no es una excusa. Seguro que es un buen hombre, pero no estoy
interesado en tener pareja ahora mismo.
—No tienes que casarte con él y prometerle amor eterno. Solo es alguien
con quien salir y pasar el rato —opinó Jackson.
La mirada que le lanzó fue tan furiosa, que Jackson levantó las manos en
gesto de paz, dándose por vencido.
«¿Cuándo entenderían que no estaba listo?»

Previsiblemente, Amelia se enfadó por dejarles plantados, pero no más


que él por tratar de prepararle otra cita a ciegas sin su permiso. Prometió
que no volvería a intentarlo, aunque los dos sabían que era mentira. Amelia
no era de las que se rendían con facilidad.
La cena mensual con sus padres llegó de nuevo. Todos los días trece de
cada mes sus padres le hacían un hueco en su apretada agenda para ponerse
al día. Por eso esa mañana se vistió con esmero. Una camisa blanca con
corbata verde claro a juego con sus ojos. Un chaleco gris de punto trenzado
con botones a cada lado. Se puso un pantalón del mismo color y unos
zapatos negros.
Se miró al espejo satisfecho. Su pelo oscuro y sus ojos destacaban con
esos tonos de ropa, el chaleco le hacía aún más alto y delgado de lo que ya
era. Su madre no podría ponerle ninguna pega, era un conjunto masculino y
apropiado.
Recogió su maletín y salió convencido de casa. Estaba perfecto.

—Tienes el pelo muy largo —dijo su madre en cuanto su mayordomo le


hizo pasar al salón. Sus labios fruncidos en esa mueca de disgusto que solo
guardaba para él—. ¿No te molesta? Pareces uno de tus alumnos, no es
adecuado.
Se encogió un poco, pero disimuló dándole su maletín al ama de llaves.
—Gracias, Martha —murmuró en voz baja.
La rechoncha y agradable mujer le sonrió con afabilidad. Ella
probablemente era la única que se alegraba de verle.
—De nada señorito Matt.
—Hijo, ese maletín está desvencijado. ¿Tan mal te pagan en ese instituto
que no puedes permitirte otro?
Suspiró siguiéndolos al comedor, no iba a molestarse en decirles que era
un maletín vintage. Iba a ser una comida muy larga.
Una hora y media tediosa e incómoda. Como siempre. El mundo en el
que habían decidido vivir dependía de lo que los demás opinaban. Y ese fue
el motivo por el que se alejó de su casa y el círculo de sus padres. Era
demasiada presión, siempre que salía de allí se sentía asfixiado y tenso.
Inseguro consigo mismo, dubitativo de cada decisión que había tomado.
—Lo único que quería era volver a casa y tumbarse en la cama. No, en
la cama desde luego que no. Se echaría en el sofá, en silencio y con la
mente en blanco. Bueno eso tampoco, no fuera a darle por pensar en el
desastre que era su vida.
—¿Niccolo? —murmuró al distinguir su figura andando a solas por la
carretera—. ¿De Luca? —preguntó bajando la ventanilla.
El chico se giró sorprendido y con cara de enfado, pero le pareció
distinguir el alivio antes de que se cerrara de nuevo.
—Profesor Anderson —dijo saludándolo con desgana.
—¿Por qué estás andando solo por esta carretera? Está oscuro y es
peligroso.
Él se encogió de hombros jugando con el asa de la mochila.
—Suba. Le llevo a casa —se ofreció. Pensó que se negaría o le pondría
problemas, pero se metió al coche con rapidez. Evitó fruncir el ceño,
aunque le parecía rara su reacción—. Tendrá que guiarme, no sé su
dirección de memoria.
—Es un poco lejos —dijo el chico después de unos segundos.
—No importa —contestó con sinceridad. No podría dormir si le hubiera
dejado ir solo por esa carretera.
No le mentía sobre la distancia. Tuvo que conducir casi treinta minutos
para llegar a la urbanización donde vivía. Era un barrio de clase media, sin
pretensiones y aspecto apacible. Todas las casas tenían las luces de los
porches encendidas y las ventanas abiertas. Parecía un buen sitio, pero
desde luego no era el lugar donde imaginó que viviría.
—Es ahí —le indicó el chico. Paró delante de una casa blanca de dos
plantas—. Gracias por traerme profesor.
—No hay de qué, De Luca.
En la puerta, apareció una mujer con un moño negro despeinado que
bajó las escaleras con rapidez. En cuanto se acercó, sin esperar, sacó fuera a
Niccolo en menos de unos segundos.
—¿Nicco? Gracias a Dios. ¿Dónde estabas? ¿No ibas a venir con Denis?
—Estoy bien mamá. Perdona, mi móvil se quedó sin batería. Lo siento
—dijo el chico con sinceridad.
Matt observó el intercambio sorprendido. No reconocía al adolescente al
que enseñaba, con ese crío que permitió a su madre abrazarle y respondió a
su gesto.
—¿Quién te trajo? —preguntó ella palmeándole las mejillas todavía
comprobando que no hubiera sufrido ningún daño.
—Mi profesor de historia —respondió él señalando el coche.
Salió para saludar a la mujer que ya lo estaba observando.
—Muchas gracias —dijo ella con una sonrisa amplia y sincera—. Este
niño es un desastre, siempre olvida que el móvil no tiene carga ilimitada.
—No se preocupe, no ha sido un problema —le aseguró disculpándolo.
—¿Matt? —preguntó la voz de Kane. Sorprendidos, los tres miraron en
su dirección.
Kane llevaba unos pantalones deportivos azules y una camiseta de
tirantes que mostraba unos brazos tatuados que no había visto antes. Iba
descalzo, aunque eso no le detuvo de bajar para acercarse a ellos.
—¿Conoces al profesor de Nicco? —interrogó su madre desconcertada.
—Sí, hable con él cuando supimos lo de sus notas —le contestó él.
Un grito infantil sonó dentro de la casa.
—Oh, Milos tiene hambre. Quédese a cenar profesor Anderson. Es lo
menos que podemos hacer por traer a Nicco.
—No, por favor. No es necesario. No ha sido nada —le aseguró
alarmado. No podría soportar otra tensa comida familiar.
—Claro que sí. Venga por favor. Quizá pueda decirme por qué mi hijo,
que es muy inteligente, suspende todas las asignaturas —dijo mirando de
reojo a su hijo mediano que apartó la vista avergonzado.
Otro chillido resonó dentro de la casa.
—Kane, haz que venga —le ordenó subiendo las escaleras.
—Hablo enserio. Eso no es necesario. Apenas fueron unos minutos —le
aseguró tratando de pensar una excusa.
Kane hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al asunto,
estaba mirando a Nicco.
—¿Por qué no viniste con Denis? Su madre dijo que volvió hace
cuarenta minutos —interrogó a su hermano que apartó la mirada—. Niccolo
—le advirtió con dureza.
—Denis pasó toda la tarde bebiendo cerveza con unos amigos. No
quería subirme a su coche. Dijo que controlaba, pero…
La cara de Kane pasó de la sospecha a la comprensión.
—Bien hecho. Nada de mezclar alcohol con el coche, pero controla con
el móvil. Podrías haberme llamado y habría ido a recogerte. Iba a salir a
buscarte justo cuando llegaste.
—No me di cuenta. Lo siento, no volverá a pasar —dijo mirándole.
Kane asintió con la cabeza y le dio una palmada en el hombro.
—Ve a lavarte las manos, vamos a cenar.
Él obedeció subiendo las escaleras.
Kane por fin se dio la vuelta, el peso de su mirada fue tan tangible como
un toque mientras lo recorría de arriba abajo.
—Bonito conjunto —señaló burlón—. Una vez vi a alguien que iba
vestido exactamente como tú. Era una imagen de un vendedor de seguros…
de los años sesenta.
—Ya, ya. Festival del humor. Yo también vi a gente con tantos tatuajes
como tú, era un dibujo… de una alfombra. ¿Tienes terror a los espacios
vacíos? —se burló señalando sus musculosos brazos cubiertos de finos
tatuajes negros creando algún tipo de patrón.
—Puede ser —accedió sonriendo entretenido—. Eso explicaría por qué
tengo todo el cuerpo cubierto de tinta. ¿No?
Lo miró boquiabierto, observándole de la cabeza a los pies. Se le hacía
la boca agua, literalmente tuvo que tragar dos veces. Sus abdominales se
marcaban con la camiseta, sus caderas se resaltaban con la cinturilla ancha
del pantalón e incluso sus pies, tan morenos como el resto de su cuerpo
parecían atractivos.
—¿Quieres una foto? —le preguntó con malicia inclinándose hacia él—.
Tengo un montón para elegir.
Se recuperó con rapidez, ignorando el calor intenso de sus mejillas.
—Dame unas cuantas, necesito una diana nueva para jugar a los dardos.
Kane echó la cabeza hacia atrás riéndose a carcajadas.
Tomó aire de repente, sorprendido por la calidez que le invadió por
dentro.
—El gatito tiene uñas —respondió todavía con la sonrisa en los labios.
Su corazón se aceleró con violencia. «¿Qué?»
—Me gusta. Vamos, o mi madre saldrá a buscarnos —le advirtió Kane.
—No quiero… —trató de decir.
—Mi madre es italiana. No puedes esperar venir a su casa y no comer
hasta que sea incómodo —le dijo como única explicación. Le puso la mano
en la espalda y lo obligó a moverse.
—¡Kane! ¿Trajiste al profesor contigo? —preguntó su madre en cuanto
escuchó la puerta.
—Sí mamá, aquí está.
—Profesor Anderson, mamá —le corrigió Niccolo desde algún punto de
la casa.
—Holi —dijo un niño pequeño apareciendo de la nada y agarrándose a
sus piernas.
—Oh… hola —dijo sorprendido mirándolo.
Él levantó la cara sonriéndole. Tendría unos cinco años, los ojos
redondos y azules y un brillante pelo castaño.
—Yo Milos. ¿Y tú? —preguntó con voz suave.
Parpadeó todavía sorprendido.
—Matt, es un placer —dijo tendiéndole la mano por costumbre. Ni
siquiera pensó en que era un niño tan pequeño que no entendería el gesto.
Milos se rio antes de agarrarlo y tirar de él sujetándose de la mano.
—Corre, hay que lavarse las “manitos” para cenar —le advirtió.
Miró a Kane con pánico, pero él sonreía divertido como si estuviera
viendo lo más gracioso del mundo.
Sin saber cómo acabó sentado en la mesa de la familia De Luca, con el
pequeño Milos manchando de salsa tomate su chaleco de doscientos
dólares.
—Siento mucho eso —le disculpó Beatrice, por segunda vez.
—No se preocupe —la mujer era un encanto. Agradable y cálida como
un día de sol. Se había pasado todo el rato ofreciéndole su deliciosa pasta
casera a pesar de que le dijo que acababa de cenar.
—Si me lo deja se lo lavo en un momento —le repitió ella retirando las
tazas de café que les había servido junto con un bizcocho que terminó
mientras cenaban.
—No es nada.—No era verdad, lo llevaría a la tintorería con la
esperanza de que pudieran salvarlo, pero no podía importarle menos.
Milos se había quedado dormido contra su pecho, todavía con su carita
un poco manchada de comida.
Le acarició el pelo mientras escuchaba a Beatrice y Niccolo hablando
cerca de él limpiando los platos.
Alzó la cabeza encontrando a Kane observándolo. Tenía unos ojos
preciosos, una mirada intensa que lo hacía sentirse desnudo por dentro y por
fuera. Como si pudiera ver su interior, dejándole sin un lugar donde
esconderse. Le había costado mucho esfuerzo mantener los ojos fuera de
sus tatuajes, se moría de curiosidad por observarlos y saber cómo eran.
—Démelo, lo llevaré a la cama —dijo Beatrice recogiendo al pequeño
—. De nuevo gracias. Es usted bien recibido cuando le apetezca. Le dejé
comida para que se lleve a casa. Buenas noches.
—Buenas noches. Muchas gracias por todo, estaba delicioso —
agradeció con sinceridad.
Ella sonrió y le dio un ligero apretón en el hombro antes de llevarse el
pequeño.
Niccolo le hizo un gesto con la mano a modo de despedida, dejándolo a
solas con Kane.
Se puso en pie en cuanto el chico desapareció.
—Es tarde, debería irme —se disculpó.
Kane asintió con la cabeza y lo siguió fuera.
La casa De Luca no estaba muy ordenada, tenía pinturas de niños por
todas partes, todavía había una manta mal puesta en el sofá y el olor de la
cena tardía ocupaba el ambiente. A pesar de ello nunca había estado en una
casa tan hogareña.
Se paró delante de su coche a mirar a su silencioso acompañante.
—Vuelve a darle las gracias a tu madre.
Kane frunció el ceño echando un vistazo a la casa antes de acercarse a él
obligándole a retroceder un poco hacia el coche.
—¿Por qué parecías tan sorprendido? —le interrogó.
—¿Cuándo? —le preguntó desconcertado.
—Todo el tiempo —aclaró—. Vi tu cara mientras veías nuestra casa.
—No es lo que piensas.
—¿Y qué crees que estoy pensando?
—No lo sé, pero pareces enfadado —contestó con sinceridad.
—No me gusta que la gente juzgue a mi familia —le dijo retrocediendo
un paso aunque sin dejar de mirarle.
—¡No estaba haciendo eso! —exclamó indignado.
Kane alzó una ceja llamándole mentiroso sin decir palabra.
—Puede que lo hiciera antes de conoceros. Pero ahora me doy cuenta de
que me equivoqué —reconoció.
Kane le miró extrañado, sin entender de qué estaba hablando.
Suspiró dándose por vencido. Fue prejuicioso con su hermano, haciendo
una de las cosas que más odiaba. Juzgar a una persona, familia en este caso,
sin tener toda la información.
—Creía que Niccolo venía de un hogar desestructurado. Va vestido con
ropa cara y zapatillas de marca, pero tiene un claro problema de actitud.
Traté de hablar con vuestros padres desde principio de curso y nunca recibí
respuesta. Así que pensé que eran los típicos que en vez de cuidar a sus
hijos les dan dinero para compensar el no prestarles atención.
La cara de Kane cambió del enfado a la comprensión.
—Sé que no está bien juzgar a la gente, aunque en mi defensa diré que
he tenido casos como el de Niccolo con anterioridad y siempre acerté,
excepto esta vez.
Kane suspiró cruzándose de brazos con gesto pensativo antes de volver a
hablar.
—Mi padre murió hace cinco años —dijo con voz monótona y fría—.
Accidente de coche, un conductor borracho lo atropelló cuando volvía a
casa.
Sus labios se entreabrieron dejando salir el aire.
—Lo siento, no lo sabía. No creo que nadie lo sepa en el instituto —dijo
arrepentido.
—Mi madre descubrió que estaba embarazada casi un mes después de
que él nos dejara —le explicó mirándole a los ojos—. Nicco siempre fue un
buen chico, listo y aplicado en sus estudios, pero perdió el interés cuando él
murió.
Guardó silencio sin saber qué decir.
—Mi madre no contestó tus mensajes porque llega a casa después de
Niccolo y él se encargó de borrarlos. Ella trabaja por las mañanas en una
tienda del pueblo, intenté que lo dejara, pero dice que la ayuda a centrarse y
seguir adelante. Así que tu caso de manual, no lo es. Solo es un niño
tratando de sobrevivir a la muerte de su padre como puede. No le estoy
justificando —aclaró cuando vio que intentaba hablar—. Es solo que cada
persona lleva el dolor como puede, Nicco todavía es joven y no es
consciente de que las oportunidades se acaban.
—Lo siento mucho. De verdad, no tenía ni idea. Hay una psicóloga en la
escuela, quizá podría…
—Lo mandé a terapia dos años enteros. Al final la terapeuta dijo que no
había forma de ayudarlo si no se abría. Nicco asumió que nuestro padre se
fue, lo que le pasa es que ha dejado de estar interesado en lo que le rodea.
—¿Está deprimido? —preguntó haciendo planes a toda velocidad para
poder ayudar al chico.
—No. Es más como si estuviera desconectado. Mi padre era un hombre
increíble, el mejor hombre que he conocido nunca y nos adoraba. Su
pérdida es muy dura, pero para Nicco es peor, la adolescencia ya es una
época bastante complicada sin enfrentarse también a esa perdida. Intento
estar con él todo lo que puedo, aunque es complicado por mi trabajo.
—Es natural, lo entiendo. Lo siento mucho —dijo en voz baja—. Por
Nicco y por todos. Tiene que ser horrible perder a un padre de esa manera.
Él asintió con la cabeza con gesto cerrado sin darle ni una pista de lo que
estaba pensando.
—Kane…
—Es tarde, deberías irte —señaló él.
Se puso recto enseguida, como si le hubieran pinchado en la espalda.
Estaba molestando.
Kane lo miró sorprendido.
—Por supuesto —aceptó andando con rapidez a su puerta—. Buenas
noches.
No le dio tiempo a decir nada más, puso el coche en marcha y se alejó.
Observó por el retrovisor su figura, todavía en la acera e hizo un
esfuerzo para no volver y disculparse. Sabía que no era su culpa que la
familia no le hubiera notificado al instituto el fallecimiento del padre. Aun
así, no pudo evitar sentir esa amargura en el fondo de su estómago de que
había estropeado algo en lo que ni siquiera se atrevía a pensar.
CAPÍTULO 8

Suspiró mientras andaba alicaído por el pasillo con su bolsa de comida.


Quizá esa tarde se colase en la biblioteca para hacerle compañía a
Jackson. No le apetecía estar solo.
—¡Ey, profesor!—escuchó a su espalda.
Se giró en medio del pasillo encontrando a Niccolo corriendo hacia él
desde el laboratorio de química.
Esperó a que se acercara para no importunar las clases.
—¿Ocurre algo De Luca?—le preguntó preocupado en voz baja,
tratando de no llamar la atención. Aún había estudiantes desperdigados por
la zona llegando tarde a sus clases.
Él negó con la cabeza.
—Mi hermano me dio esto para ti —le dijo tendiéndole una hoja de
propaganda nueva y doblada. En esta ocasión era de zumo de naranja y
galletas de chocolate.
—Para usted —le corrigió mirando el papel con aprensión después de
cómo terminaron el día anterior.
Niccolo soltó un pequeño bufido.
—Dijo que hubiera venido en persona de haber podido.
Se aguantó para no preguntar por qué no lo había hecho.
—Pero tuvo que viajar a Phoenix —le dijo como adivinándole el
pensamiento—. Tiene carrera mañana —le explicó al ver que no lo entendía
—. En el ISM Raceway.
—¿Eh?
Una espontánea sonrisa ocupó la cara del chico, cambiando su aspecto
del todo.
—Es el autódromo de Avondale, donde corren los pilotos de NASCAR.
Es parte de las carreras de la NASCAR Cup Series.
—Ahhh —murmuró tratando de unir esa información a la que Kane y
Dominic le habían contado en esos días.
Niccolo siguió sonriendo.
—Mi hermano me dijo que no sabías nada sobre la NASCAR, creía que
bromeaba.
—Digamos que no es mi estilo. Veo que tú si sabes, bueno… es normal
si tu hermano es piloto—dijo apurado por mostrar que no sabía algo delante
de su alumno.
La sonrisa de Niccolo desapareció.
—Mi padre me lo enseñó todo sobre los coches y las competiciones —le
explicó mirando fijamente a la pared—. Siempre veíamos las carreras en
familia, los días de NASCAR comíamos pizzas y me dejaba beber todo el
refresco que quisiera. Cuando Kane empezó a correr me llevaba con ellos a
los entrenamientos y también a las carreras si no tenía clase. Eran buenos
tiempos.
Matt parpadeó enternecido. Al final era poco más que un niño sufriendo
por haber perdido a su padre.
—Suena divertido, ojalá mi padre hubiera hecho eso conmigo —
respondió decidido a no avergonzarle por su confesión—. En su lugar
pasábamos los domingos en el club o el hipódromo.
Las cejas de Niccolo se alzaron con incredulidad.
—¿Montas a caballo?—preguntó mirándolo escéptico.
—Solo por diversión. No me caí nunca del caballo así que lo considero
un éxito —le dijo sonriendo.
Niccolo le devolvió la sonrisa y le tendió de nuevo el papel que en esta
ocasión aceptó sin dudar. El chico le hizo un gesto de despedida con la
mano mientras se alejaba por el pasillo.
Volvió la atención al infame papel.
Esperó a estar dentro del aula con la puerta cerrada para leerlo. Lo único
que contenía la nota era un número de teléfono. El número de Kane. El
móvil de Kane. Se mordió el labio observando el papel.
Con total seguridad se lo daba por si tenía que contarle algo de Niccolo.
«Seguro. ¿No?»
Recordó lo que le había dicho el chico. “Dijo que hubiera venido en
persona de haber podido.”
«¿Qué quiso decir con eso? ¿Querría pedirle que vigilara a su hermano?
¿Qué lo llamará si volvía a haber problemas con él? Sí, seguro que era eso».
A pesar de que ya había llegado a esa conclusión, la nota con el móvil
estaba abierta sobre la mesita de café en su sala. Después de tratar de
dormir, sin conseguir que el sueño lo alcanzara, decidió guardar el número
en su móvil por si perdía el papel.
Ya que lo tenía, quizá sería de mala educación no desearle suerte. Quizá
podía ser una forma de resarcirse por haber metido la pata con su familia.
Comprobó la hora. Dos de la mañana. Kane ya estaría durmiendo y con
todo el jaleo que tendría al día siguiente ni siquiera recordaría que el
profesor de su hermano pequeño le dejó un mensaje.

Matt:
Suerte mañana.

Claro, conciso y sencillo.

Kane:
¿Matt?

Jadeó sorprendido y sin pensar escribió.

Matt:
No.

Dejó el teléfono bocabajo en el sofá y se quedó mirándolo antes de darse


cuenta de lo que acababa de hacer.
«¿Por qué siempre me pongo en ridículo con Kane? ¿Qué me pasa?» Se
consideraba una persona inteligente y racional. No era propio de él ser tan
inmaduro.
Ahogó un gemido horrorizado cuando escuchó un pitido anunciando un
mensaje.
—Que no sea él. Que no sea él —musitó recuperando el móvil y
desbloqueando la pantalla.

Kane:
¿Erik?

La pregunta le arrancó una carcajada.


—Por Dios Matt, contrólate —murmuró avergonzado escribiendo una
respuesta menos denigrante que la anterior.

Matt:
Soy yo, Matt. Perdona, hablaba con otra persona.

Apenas unos segundos después le llegó una respuesta.

Kane:
No estabas hablando con nadie. Te asustaste porque te
respondí al mensaje.

Parpadeó sorprendido porque hubiera acertado.

Kane:
No pensé que fueras a usar mi número.
Notó la decepción golpeándole el estómago. Tenía razón, solo le dio su
teléfono por si pasaba algo a Niccolo. Pensó con rapidez en una excusa que
justificara el atrevimiento, finalmente lo descartó para ser sincero.

Matt:
Quería volver a disculparme por lo que pasó el otro día y desearte
suerte. Niccolo me dijo que ibas a correr mañana. No te molesto más,
buenas noches.

Suspiró deprimido dejando el móvil a su lado mientras se apoyaba en el


respaldo del sofá.
—Soy idiota —murmuró negando con la cabeza.
Su mirada se deslizó a la puerta de su habitación, a su cama
perfectamente hecha. Chasqueó la lengua y volvió a coger la manta para
ponerse cómodo en el sofá.
Su tono de llamada lo dejó congelado agarrando la tela. El nombre de
Kane iluminaba la pantalla.

—¿Sí? —preguntó dubitativo al responder.


“No me molestas. Te di mi número para que lo usaras, aunque no pensé
que lo hicieras”, le dijo Kane con la voz más ronca que de costumbre. “Aún
así, tenía esperanza de que lo utilizaras”.
—¿Querías que te llamara? —inquirió desconcertado.
“Sí”, respondió él más despejado. “Quería disculparme por lo que pasó
ayer”.
Frunció el ceño sin entender.
—¿Por qué me estás pidiendo perdón?
“Por ponerme a la defensiva en mi casa. Pensé mucho en ello cuando te
marchaste. Entiendo que creyeras eso de mi familia”.
—No estuvo bien. De nuevo lo siento —dijo con sinceridad.
Oyó a Kane sonreír y se quedó en silencio conteniendo el aliento
esperando una indicación de lo que estaba oyendo.
“Deja de disculparte, lo entiendo. Habrás dado clases a cientos de chicos
y al final todos respondemos a ciertos grupos en los que se nos puede
clasificar. No me enfadé por lo que dijiste de Niccolo, fue por mi padre”.
Desconcertado, esperó en silencio a que dijera algo más.
“No me gusta hablar de él. De lo que pasó con Niccolo cuando murió”,
añadió Kane más serio.
—No puedo ni imaginarlo. Tuvo que ser una época dura —concedió.
“Lo fue. Aún lo es a veces. Soy el responsable de mi familia
¿Entiendes? Es mi deber que todos estén bien”.
Lo entendía, por supuesto que sí. Y comprendía lo que le decía entre
líneas. Si a Niccolo le iba mal sentía que estaba fallando cuidando de ellos.
—Eres un buen hombre.
La risa de Kane lo estremeció un poco por dentro.
“Encuentro ese tono de sorpresa un tanto ofensivo”.
Esta vez fue él quien se rio. Encogió las piernas y se puso cómodo.
—Bueno la primera vez que te vi creía que eras una especie de salvaje.
Vas progresando.
“Tú también progresas, Erik Smith”.
Los dos se rieron por un buen rato.
—Fue una chiquillada, no sé por qué lo hice. Te aseguro que no voy por
ahí inventándome nombres.
“¿Inventando?”, preguntó de buen humor. “Creía que tenías doble
personalidad”.
—¡Oye! —reclamó a pesar de estar sonriendo. —Nada de eso. Soy
normal, aburrido. Apenas tengo capacidad para lidiar conmigo mismo.
“Eres muchas cosas Matthew Anderson, pero aburrido y normal no son
dos de ellas".
Su corazón se saltó varios latidos mientras miraba a la alfombra tratando
de contener el sonrojo en sus mejillas. Se quedaron de nuevo en silencio,
pero fue cómodo y agradable, relajante incluso.
—Debería dejarte dormir, no quiero que pierdas mañana y me eches la
culpa —dijo en voz baja.
Kane rio con suavidad.
“Si perdiera mañana, que no pasará, no sería por tu causa. Yo soy el
único responsable de lo que hago”.
Abrió los ojos sorprendido cuando le llegó el recuerdo de alguien que no
pensaba así. Alguien que no dudó en echarle la culpa de todo lo que le
sucedía o los errores que cometía. Se removió incómodo alejando esos
pensamientos con rapidez.
—Espero que ganes —dijo con sinceridad.
“¿Eso significa que vas a estar animándome?”, bromeó Kane.
—No. Sigo sin verle el punto a todo eso de correr. —Se rio al escuchar
el sonido indignado que hizo.
“Voy a colgarte el teléfono, pero solo porque estoy ofendido”.
Sonrió negando con la cabeza.
—Buenas noches, señor De Luca.
“Buenas noches, señor Anderson Smith”.
Sonrió pulsando el botón de fin de llamada.
Todavía sonreía cuando se despertó a la mañana siguiente.
CAPÍTULO 9

Si esa mañana, de forma completamente fortuita vio la sección de


deportes del periódico cuando nunca lo había hecho, fue por pura
casualidad. El destino.
Si adelantó su clase de yoga para volver a casa antes de lo habitual, fue
porque no se dio cuenta.
Completa casualidad fue que encendiera la televisión a la hora en que
empezaba la carrera. Pero bueno… ya que estaba… podría ver un poco…
«¿No había nada de malo? ¿No?»
Miró sin entender mientras los comentaristas hablaban de estadísticas y
motores. Observó sorprendido las gradas llenas de gente y se le revolvió el
estómago solo de pensar en que tantas personas estuvieran pendientes de él.
Pero claramente, Kane y él no se parecían en nada. La cámara estaba
enfocando a los pilotos que hablaban con sus equipos o comprobaban sus
coches, de repente Kane apareció en la pantalla.
Contuvo el aliento observándole. Llevaba uno de esos gruesos monos de
protección rojo y negro y bajaba unas escaleras metálicas hacia donde su
coche estaba aparcado.
Saludó a la audiencia con una sonrisa fácil, lleno de energía y
visiblemente complacido. La gente lo recibió como a un gladiador,
aplaudiendo y gritando su nombre.
Apagó la televisión y cerró los ojos. «¿Qué estaba haciendo?» Se estaba
comportando de una manera inmadura y ridícula. Tercamente se levantó del
sofá y fue a su despacho.
Eso era la suyo, corregir exámenes y preparar sus clases. Las carreras,
los coches y los hombres claramente heterosexuales, no.
Su resolución duró hasta que terminó con todo el papeleo atrasado.
Sonrió al ver los dos últimos trabajos de Niccolo. Estaban lejos de ser
perfectos, pero había esfuerzo y dedicación.
Volvió al sofá y encendió de nuevo la televisión, la carrera continuaba.
Se quedó mirando desconcertado como los coches iban a velocidades
imposibles por el circuito cerrado. «¿Cuánto tiempo duraba eso?»
«¿Qué tendría de especial correr una y otra vez por la misma carretera?»
La NASCAR se le hacía algo inquietante. Era como ver a un hámster
corriendo en su rueda sin ir a ningún sitio. Pero de nuevo sus gustos no
parecían estar en sintonía con la mayoría. Cada vez que la cámara enfocaba
las gradas la gente se veía emocionada. Entrecerró los ojos al ver que todos
llevaban auriculares. ¿Qué clase de competición era esa?
Frustrado siguió mirando la pantalla, no entendía ese deporte. Sus ojos
fueron al coche de Kane. Todos los coches eran de colores estridentes,
probablemente para verse bien en la carretera, pero el de Kane llamaba la
atención por el color negro casi en su totalidad.
Cogió el móvil, sin apartar los ojos de la pantalla y envió un mensaje a
Jackson.

Matt:
¿Cuánto dura una carrera de NASCAR?

La respuesta llegó en apenas unos segundos.

Jackson:
¿Estás viendo a tu “amienemigo”?

Frunció el ceño, mientras le contestaba.

Matt:
Era solo por curiosidad.
Ni un segundo más tarde aparecieron más palabras en su pantalla.

Jackson:
Yaaaaa. Pues sin curiosidad te digo que lo mínimo son tres
horas.

No se molestó en poner nada más. Se mordió el labio al mirar las


pancartas entre el público con el nombre de Kane.
Un nuevo pitido de su teléfono llamó su atención.

Jackson:
Dominic dice que la carrera lleva casi cuatro horas, está a punto
de terminar. Y aunque no tengas curiosidad te digo que tu
“amienemigo” va a quedar en cuarta posición.

Matt:
¿Y eso es…?

Escribió con rapidez esperando alguna indicación.


Cuarto no parecía un puesto importante. Sus padres se volvían locos
cuando sus notas no eran perfectas, no quería ni imaginar lo que pensarían
si quedara en cuarto lugar en algo.

Jackson:
Eso es bueno. Dominic dice que es muy buena marca. Y que el año
promete. Aunque no tengo ni idea de lo que significa.
Sonrió al ver los emoticonos que le envió, pero no le devolvió el
mensaje.
Apagó la televisión y fue a darse una ducha. Basta. A él no le
interesaban ni los deportes, ni los coches, ni los hombres. Tenía una carrera
que adoraba y en la que centrarse. Era más que suficiente para él. E incluso
aunque no lo fuera… no iba a volver a dejar que nadie tuviera ningún poder
sobre él.

KANE

—¡Chico! —exclamó Trevor sorprendido al verle entrar al comedor del


hotel. —Sabía que Dios algún día me demostraría su poder. ¡Miracolo!
Estás despierto antes de medio día y no estás borracho.
Kane soltó un bufido negando con la cabeza.
—No seas exagerado, Ter. Son las once de la mañana, y no es que me
levante borracho después de la competición. Es que no me acuesto hasta
desayunar.
Trevor se rio observándole coger una taza grande que rellenó de café.
—No me tengas en vilo. ¿A qué debo este honor?
Le lanzó una mirada que pretendía amedrentarlo, aunque solo consiguió
una sonrisa. La sonrisa de Trevor vaciló un tanto.
—¿No estarás dándole vueltas a la carrera? Te lo he dicho muchas veces.
Pon la cabeza en el asfalto antes y durante. Olvídalo todo al salir y empieza
de cero para la siguiente. Enfócate en la meta, no la carretera a tu espalda.
—No es eso. Solo me acosté temprano y ya estoy despierto. Nada más.
Trevor le dedicó una mirada sospechosa.
—¿Va todo bien en casa? ¿Está bien tu madre?
Alzó la mano pidiéndole calma.
—Todos bien. Niccolo se está esforzando en sus estudios y mamá y
Milos están bien. Solo quiero regresar a casa. Es todo.
Él hizo un gesto, pero admitió su palabra volviendo al periódico que
estaba leyendo. Sacó su móvil y miró los mensajes. Niccolo le había
enviado una foto de Milos cubierto de cereales. Sonrió mientras le
contestaba. El pequeño Milos podía ser una pesadilla a veces.
Envió un mensaje a su madre, confirmando la hora del vuelo.
Tardaría aún en marcharse de Phoenix. Lo normal era que el equipo
viajara a última hora de la tarde. Sobre todo porque solían tardar medio día
en recuperarse de la fiesta nocturna.
Al salir de la conversación, vio el nombre de Matt y entró al chat para
releer lo que escribieron la noche anterior a la carrera.
Sonrió al ver que estaba en línea y sin pensar le mandó un mensaje.

Kane:
¿Viste la carrera ayer?
Matt:
Estuve corrigiendo exámenes.
Kane:
Yo estaba ocupado corriendo contra treinta seis coches.
Matt:
Entretenido, seguro.

Sonrió dejando el café.

Kane:
¿Entretenido? La NASCAR es el entretenimiento rey.
Matt:
Nunca he estado tan contento de ser antimonárquico como
ahora mismo.

Estalló en risas incapaz de contenerse.


Trevor lo miró extrañado, pero no dijo nada.

Kane:
¿Hay algo que te guste de verdad? Empiezo a creer que odias
todo solo por diversión, como pasatiempo. No te gustan los
coches, ni los deportes, tampoco la monarquía y odias el
reciclaje de papel.

La respuesta no tardó ni cinco segundos.

Matt:
No odio el reciclaje de papel. ¿De dónde sacas eso? Apoyo
cualquier iniciativa para ayudar al medioambiente.

Casi podía escuchar el tono indignado e imaginar sus ojos verdes muy
abiertos con la acusación haciéndolos brillar.

Kane:
Profesor, tienes una memoria un poco confusa. Después de ver
tu coche imaginé que apreciarías mis eco cartas. ¿Qué hay
más respetuoso con el medioambiente que enviarte una carta
reciclando un papel?

Estaba sonriendo tanto que le dolía la mandíbula, pero pagaría por ver su
cara cuando leyera el mensaje.

Matt:
El reciclaje no es eso. Y no eran cartas, eran notas.
Rio viendo los puntos que le avisaban de que estaba escribiendo.
Apostaba lo que fuera a que le esperaba toda una explicación así que
decidió contraatacar.

Kane:
Yo no respondo a las normas de los demás. Solo los falsos
ecologistas ponen normas. Todo lo que sea ayudar al
medioambiente debería ser apreciado como lo que es. Un
sacrificio por un bien mayor.

Apenas fue capaz de contener la risa mientras esperaba su respuesta.

Matt:
No soy un falso ecologista, tú sí. ¿Sabes que comprar papel
reciclado es una buena manera de contribuir al medioambiente
y escribir cartas de verdad?
Kane:
Profesor, ¿Estás apoyando el consumismo? Qué decepción.
Falso ecologista, consumista y además lleno de prejuicios. ¡Qué
vergüenza! Apuesto a que cuando nadie te mira no separas el
plástico del papel. Me lo imagino… y se me pone la piel de
gallina. No dormiré esta noche por tu culpa. Estarás contento,
cuanta crueldad. Tuve una carrera muy importante, estoy
exhausto y necesito descansar. Mucho ecologismo y poca
humanidad.

Empezó a reírse a carcajadas y no fue capaz de parar al ver que solo le


enviaba tres puntos suspensivos.
Matt:
Siempre separo el plástico. Siempre.

Dejó de reírse cuando vio a Trevor observándole con una ceja alzada.
Carraspeó aclarándose la garganta y volvió a su café guardando el móvil en
su bolsillo.
Quedaban apenas unas horas para regresar a casa, pero parecía una
eternidad.

—Ya no hace falta que me traigas al instituto. Me estoy portando bien —


le aseguró Nicco cuando lo llevó a clase a la mañana siguiente.
—Ya lo sé, Nicco —lo tranquilizó mirando el edificio. —¿Qué
asignatura tienes ahora?
—Mates.
—¿Sabes si tu profesor está ocupado?
Niccolo lo miró fijamente.
—No sé el horario del profesor Anderson. No soy un acosador.
—Ni yo tampoco —murmuró distraído sacando el móvil para enviarle
un mensaje a Matt.

Kane:
¿Estás ocupado?

Golpeó el volante con los dedos mientras esperaba una respuesta sin
dejar de mirar la pantalla.
—¿Qué? —preguntó al notar que Nicco lo observaba. —Llegas tarde.
—Estás hablando con mi profesor para hacerle un interrogatorio sobre
mí. Sé que no lo hice bien, pero estoy esforzándome mucho. No tienes que
estar todo el día encima de mí.
Negó con la cabeza pasándole una mano por el pelo, desordenándoselo.
—No es por ti. Tranquilo, confío en ti.
La tensión de los hombros de Nicco pareció relajarse un poco.
—¿Y entonces a qué vienen tantas notas y que le envíes mensajes? —
quiso saber Nicco.
Miró a su hermano extrañado, pero el nuevo pitido en su teléfono llamó
su atención.

Matt:
De compras, tengo algo que hacer este fin de semana.

Kane:
Espero que todo lo que compres sea reciclado o de comercio
justo o solo me quedará refugiarme en la bebida.

Sonrió sabiendo que la respuesta no tardaría en llegar.

Matt:
Asno, simio.

Rio mientras escribía.

Kane:
Que vocabulario. Apuesto a que algo tan refinado solo puede
aprenderse en el último año de carrera, profesor.
Matt:
Enseño historia, no filología. Y no eran insultos, nombraba
animales al azar. Pero bueno, si te das por aludido… tú sabrás
por qué.

Se rio guardando el móvil. Le encantaba la mente rápida de Matt.


Nicco lo miraba desconcertado.
—¿Estás hablando con mi profesor?
—Sí. ¿Qué pasa? —preguntó.
—No sé. Es raro —dijo él despacio.
Sonrió negando con la cabeza.
—Aunque sea tu profesor, es una persona normal. No tiene nada de
extraño.
Nicco alzó las cejas haciendo un gesto, pero asintió antes de salir del
coche.
—Si tú lo dices, hermano —le contestó a modo de despedida.
Lo miró alejarse unos segundos descartando el tema sin más.
Tenían casi la misma edad. «¿Qué había de raro que se cayeran bien?»
Se consideraba una persona sociable y con facilidad para tratar con casi
cualquiera. «¿Por qué no habría de llevarse bien con Matt?»
Sonrió al pensar en él. Sospechaba que era lo que iba a hacer el fin de
semana… quizá debería ir de compras también.
CAPÍTULO 10

Sonrió con educación antes de girarse hacia Jackson.


—No te he agradecido lo suficiente por acompañarme a estas cosas.
Gracias Jack —murmuró algo agobiado.
—Pagaste cien dólares por entrada. No me des las gracias, somos cuatro
—le dijo sonriendo mientras Mich, Natalie y Dominic volvían de la barra.
Matt se rio negando con la cabeza.
—Es una subasta benéfica. Todo el dinero de las entradas va para la
recaudación de la causa. Es parte de la aportación.
—¿Y cuál es la causa elegida? —preguntó Dominic dándole una copa de
champán a Jackson que se lo agradeció con una sonrisa.
—Están recaudando dinero para el banco de alimentos.
Dominic hizo un gesto sorprendido.
—Tienes que dejar que te paguemos las entradas Matt. Es demasiado —
contestó Mich.
—Por supuesto que no. Es mi contribución a la causa. No suelo pujar.
—¿Por qué? ¿Qué tipo de cosas subastan?
—Viajes, bonos de spa, cenas y comidas, ese estilo de actividades. Las
subastas más importantes se quedan las mejores cosas. El mes que viene
hay una cena benéfica para el hospital infantil de la ciudad, ahí habrá cosas
como subir en globo por un día o un viaje en yate.
—¡Todo eso suena genial! —exclamó Natalie mirando a Mitchell
ilusionada. —Contribuyes a una buena causa y además consigues algo
genial.
Su novio asintió dándole la razón.
—¿Y por qué no te gustan pujar por eso? —siguió preguntando Natalie.
—Por principios. Odia todo lo que hay en el mundo.
—¡Mierda! ¡Kane De Luca! —dijo Mitchel mirando detrás de él.
Se giró para enfrentarlo sin creerse que de verdad estuviera allí.
Kane sonreía ampliamente mirándole con gesto burlón. Abrió la boca,
pero la cerró de inmediato.
«¡Por Dios! Ningún hombre tenía derecho a estar así de guapo».
Su traje negro parecía hecho a medida, sencillo y sin adornos, pero
abrazaba su cuerpo resaltando sus hombros y sus muslos fuertes. No se
molestó en llevar corbata, por supuesto que no. Tenía desabrochado el
cuello de su camisa blanca, dejando abiertos los tres primeros botones.
Tragó saliva viendo apenas unos centímetros de un tatuaje con líneas negras
acariciando la piel de su clavícula.
Kane dio un paso más, inclinándose sobre él. Su aroma lo golpeó de una
forma casi física.
—¿Algo qué decir, profesor? —le susurró al oído.
Levantó la cara para mirarlo a los ojos, su azul brillando como un día de
sol radiante, quemándolo todo a su paso.
Su cuerpo pareció fundirse en la nada, recomponiéndose en pequeñas
llamaradas que lo hicieron temblar y alejarse con el corazón desbocado.
—No me avergüences. —Oyó decir a Jackson en la lejanía mientras él
se esforzaba por recomponerse.
—¿Me firmas un autógrafo? —preguntó Mich.
—Mitchel, por favor —pidió Jackson horrorizado—. Es amigo de Matt,
no lo acoses.
—No hay problema. No me importa —le tranquilizó Kane que todavía
sonaba demasiado cerca de él.
—Si no te importa. ¿Podrías firmarme uno a mí y otro para John?
—¡Dominic! Tú tampoco. Estáis llamando la atención. Dejarle tranquilo
—les ordenó Jackson.
—De verdad que no me importa. ¿Quién es John? ¿Tu hermano? —
quiso saber Kane, quien no parecía nada apurado por el descarado acoso de
los dos hombres.
—No tengo hermanos. John es mi… —Miró a tiempo de ver a Jackson
pellizcando el costado de Dominic—. Padre adoptivo. Es el padre de
Mitchell y Jackson —acabó por decir.
Matt distinguió la cara de desconcierto de Kane y entendió lo que estaba
pensando. Jackson le miró con un gesto de pánico. Cuando se conocieron
ellos iban como pareja, Kane no sabría que su relación era un secreto.
—Kane —dijo acercándose y agarrándolo del brazo para apartarlo del
grupo.
—¿Tú también quieres un autógrafo? —le preguntó sonriéndole burlón.
Alejó su mano como si quemara.
—No puedes decir nada de Jackson y Dominic.
Él lo miró desconcertado.
—¿Por qué no?
—Porque Mitchel es su hermano y no sabe que ellos están saliendo.
Dominic es su mejor amigo —le explicó mirando de soslayo como los dos
amigos comparaban sus autógrafos con la emoción de un niño.
—¿Por qué me da que hay toda una historia detrás de eso? —inquirió
mirándolos también.
—Algo así. Pero no voy a explicártelo, no es asunto tuyo —dijo arisco.
Kane sonrió como la mañana de Navidad.
—Mala elección de palabras. Ahora quiero saberlo. Si quieres que
guarde tu secreto tendrás que decírmelo.
Matt lo miró indignado.
—Eso es chantaje —siseó en voz baja para no llamar la atención de los
demás.
—Que exagerado. Eso es curiosidad. Pregúntale a tu amigo si puedes
contármelo. Si dice que sí, me lo cuentas todo. Si se niega respetaré su
decisión.
—Va a decir que no —le advirtió con superioridad.
—Ya veremos —le dijo sonriendo haciéndole un gesto para volver con
los demás.
Kane tenía una personalidad magnética. Se integró al grupo con
facilidad, como si llevara entre ellos todo el tiempo y no dudó en buscar al
organizador, quien al parecer lo había invitado, para que lo cambiaran de
sitio y poder sentarse en la silla que sobraba en su mesa.
—¿Cuándo empieza la puja? —preguntó Natalie mirando al escenario
vacío mientras tomaban el postre.
—Estás en ella —le respondió señalando el pequeño libro que estaba en
el centro de la mesa—. Es una puja silenciosa. Ahí tienes la lista de lo que
se ofrece. Si vas a hacer una oferta, coges uno de los papeles que hay dentro
y escribes una cifra con el número de la lista. La puja más alta se lo lleva.
Natalie se apresuró a coger el libro y mostrárselo a Jackson que se
inclinó para mirar también.
Se sobresaltó al notar una mano en su brazo.
—¿Vas a pujar por algo? —le preguntó Kane.
—No, creo que no.
—Deberías. Se rumorea por ahí que la última puja, es realmente
interesante —le dijo guiñándole un ojo.
—Una vuelta en coche con el piloto de NASCAR, Kane De Luca —leyó
Mitchel emocionado.
Miró a Kane alzando una ceja.
—¿Se puede ser más narcisista que tú? —le interrogó incrédulo.
Él le dedicó una sonrisa amplia.
—Estoy ayudando a una causa justa de la forma que puedo —contestó
burlón.
—Que altruista —murmuró solo para que Kane lo oyera.
Él sonrió divertido. Tomando un sorbo de champán.
—Creo que voy a pujar por eso. Me encantaría dar una vuelta en un
coche de NASCAR —dijo Dominic emocionado. Mitchel asintió con la
cabeza
—Busca otra cosa. No necesitáis pujar por eso. Puedo daros una vuelta
cuando queráis —le ofreció.
Los ojos de Dominic y Mitchel se abrieron al máximo.
—¿De verdad?
Kane se rio asintiendo con la cabeza.
—Matt tiene mi número. Pídeselo y buscamos un momento que nos
venga bien a los tres.
Emocionados, Dominic y Mitchel chocaron la mano.
—Por favor… —murmuró Jackson negando con la cabeza—. No es
necesario, Kane. Gracias, los chicos no quieren molestarte.
—No me importa. No es ninguna molestia. Está bien —Kane tranquilizó
a Jackson cuando vio que iba a decirle algo más—. No es la primera vez
que llevamos a algún fan o amigo a venir. Ven tú también y contrólalos si
quieres. Todos estáis invitados.
Jackson y Natalie sonrieron agradecidos.
—Será lo mejor. O no se marcharan nunca —dijo Natalie.
—Podrían encadenarse a tu coche o algo parecido —aseguró Jackson.
Kane sonrió negando con la cabeza. Estaba claro que Dominic y Mich
hacían un gran esfuerzo para contener su emoción, pero Kane no parecía
afectado, ni burlón. Se le veía contento.
Su personalidad era de esas que tanta envidia le daba. Tenía facilidad
para tratar con la gente y caía bien sin esforzarse. Era abierto y se
desenvolvía sin problema entre desconocidos. Llamaba la atención de
forma natural y dominaba la conversación sin esfuerzo. Parecía cómodo en
todo momento y hacía que todos los que estaban cerca le prestaran atención.
Eran ese tipo persona que tenía un magnetismo especial, como una luz
brillante que atraía a las polillas sin darse cuenta.

“Estás haciendo un escándalo por nada. Por eso no le caes bien a nadie,
eres exagerado hasta lo ridículo. Yo no puedo controlar que las personas se
fijen en mí. No tengo la culpa de que tú no destaques. Deberías sentirte
afortunado de estar conmigo. Deja de avergonzarme y límpiate esas
lágrimas. Tenemos invitados.”

El mundo pareció estremecerse bajo sus pies con el recuerdo. Tragó


saliva mirando la copa de vino vacía. Probablemente se había pasado un
poco con el alcohol.
Apretó los labios tratando de olvidar el recuerdo, esforzándose en
contenerse.

Por supuesto hizo lo que él le pidió. A pesar de estar nervioso y sentirse


ridículo se lavó la cara, y sirvió la cena como si no pasara nada. Mientras el
embotellamiento en el que se había forzado a vivir, cubría la sensación de
que todos sabían lo que estaba pasando. Que todos, en aquella cena de
“amigos”, estaban al tanto de que le daba de comer a la mujer que llevaba
meses acostándose con su hombre.

La mano de Jackson se apoyó en su brazo sobresaltándole.


—¿Estás bien? —le preguntó en voz baja.
Asintió con la cabeza forzando una sonrisa.
—Creo que me pasé un poco con el vino. Voy a refrescarme la cara —se
disculpó antes de levantarse de la mesa lo más discretamente posible.
Cada paso que daba su estómago parecía retorcerse más.
—Matt, ¿Qué pasa? —la suave mano de Jackson lo hizo girarse. Su cara
se transformó en una mueca de preocupación al mirarle de frente.
—Bebí demasiado, solo es eso —le aseguró. Creía que su voz sonaba
fuerte y segura, pero su actuación no pareció convencerle.
—Está bien —aceptó sin discutir—. Voy a llevarte a casa. Vamos.
—No hace falta. Seguro que se me pasa, además te estás divirtiendo. No
merece la pena que los dos nos perdamos la cena. Tomaré un taxi, no voy a
conducir después de beber.
Jackson buscó su mirada por unos segundos.
—Nos vamos —dijo en voz baja.
No supo por qué, pero los ojos se le llenaron de lágrimas.
Él le sonrió agarrándole de la mano para guiarlo fuera del comedor del
hotel por un lateral para pasar desapercibidos.
Lo metió en un taxi, sin hacerle preguntas, respetando su silencio. Creyó
que iban a su casa, pero el coche les dejó en el edificio de Jackson.
—Está más cerca del hotel —le explicó todavía con sus manos unidas.
Subieron a su apartamento en silencio, aunque el frío que sentía por
dentro parecía calarle cada vez más.
—Ven, vamos a ponerte cómodo —le ofreció Jackson en cuanto
entraron.
Lo siguió por el pasillo hasta su habitación. Todo estaba ordenado y
pulcro como siempre, pero distinguió sin problemas cosas y ropa de
Dominic en la habitación.
Se dejó caer en la cama, agotado.
—Tenemos la misma talla. Esto debería irte bien —le dijo poniendo una
sudadera gruesa y un pantalón de chándal a su lado.
—¿Viene hoy a dormir Dominic? —preguntó en voz baja.
—Ya le envié un mensaje diciéndole que no te encontrabas bien y que se
fuera a su casa —le respondió.
Alarmado, levantó la cabeza con rapidez para verle.
—No puedes decirle eso. Vas a meterte en un lío con él.
Jackson lo miró a los ojos, quedándose paralizado.
—Matt, no va a pasarme nada. Dominic no va a enfadarse conmigo por
ayudar a un amigo.
—Ya lo sé. Claro, Dominic es… un buen hombre. Perdona, está claro
que bebí mucho más de lo que pensaba —murmuró alarmado clavando la
vista en el suelo.
Jackson lo obligó a levantar la cabeza poniéndose en medio de sus
piernas, y haciéndole mirarle a los ojos.
—Es el vino. Me comporto como un idiota cuando bebo un poco de
más. Perdona —musitó.
Jackson negó con la cabeza con gesto de pena.
Lo rodeó con los brazos y lo estrechó con fuerza, apoyando la barbilla
en su pelo.
—No tienes que disculparte por nada. No hiciste nada mal —le dijo con
seguridad en voz baja.
Matt le rodeó la cintura con los brazos y se permitió refugiarse en el
abrazo, cerró los ojos con fuerza y repitió las palabras en su cabeza como
un mantra. «Nada de todo aquello fue culpa mía».
CAPÍTULO 11

Se despertó cuando escuchó una puerta cerrarse.


Adormilado, abrió los ojos. Jackson dormía profundamente a su lado.
Pero si él estaba allí, ¿Quién estaba en el pasillo?
Dominic. Dominic iba a encontrarlo durmiendo en la misma cama que
Jackson. Miró a la puerta aterrado, mientras esta se abría.
Cerró los ojos y se tapó con la sabana preparándose para lo peor.
Reproches, gritos y…
Escuchó a un adormilado Jackson hacer un quejido de molestia.
—Buenos días, Cosita adorable —susurró Dominic muy cerca de él.
Un murmullo de Jackson se acompañó de un movimiento alejándose de
él para acercarse a su novio.
—Buenos días, Dom.
El sonido de besos lo dejó desconcertado.
—Te extrañé en la cama. Siempre duermo mejor cuando estás conmigo,
Cosita.
Jackson se rio con suavidad, haciendo un murmullo con la garganta
seguido de más besos.
—¿Cómo está Matt? ¿Se encuentra mejor?
«¿De verdad no iba a enfadarse por encontrarlos juntos en la cama?» Ni
siquiera sonaba molesto, de hecho, parecía preocupado.
—Sí, no suele beber mucho. Le sentó mal la mezcla de vino y champán.
—Pobre. Aunque nos divertimos mucho, creo que todos nos pasamos
con la bebida.
—¿Os fuisteis muy tarde?
—Nos quedamos una hora más. Mitchell consiguió la puja por una cena
degustación en un restaurante muy famoso, es para seis. Así que tenemos
otra salida pronto todos juntos.
—Suena genial. Conseguiste un autógrafo, así que ya tienes tu regalo de
la noche.
—Tú eres mi regalo de la noche y de todas las noches.
Jackson se rio tirando de él para otro beso.
—Mentiroso.
—Pero como ya sé que a ti te tengo… estoy muy feliz por conseguir el
autógrafo de Kane De Luca y lo que es mejor. Voy a subirme a su coche —
dijo emocionado.
—Me alegro mucho por ti, sé que te hizo ilusión. Papá va a volverse
loco cuando vea su autógrafo.
—Lo sé. ¿Soy o no soy el mejor yerno del mundo?
La risa de Jackson le hizo sonreír. Se les veía tan felices.
—Lo eres —concedió con cariño besándole.
—Por eso os estoy molestando. Ayer cogimos un taxi a la vuelta. Así
que esta mañana fui a recoger mi coche para llevarle a tu padre su
autógrafo. Pero quería verte antes, pasé por Hidden love y os traje el
desayuno. Elegí algo muy sano para Matt, luego pensé que estaba de resaca
y se merecía un buen pedazo de tarta.
—Gracias, amor. Eres el mejor.
—Lo dejé todo en la cocina. ¿Os lo traigo antes de irme? —le ofreció
aprovechando para robarle otro beso.
—Sí, por favor —pidió Jackson.
Dominic salió de nuevo al pasillo mientras su novio se sentaba contra el
cabecero de la cama.
—Aquí tienes, Cosita —anunció Dominic volviendo al cuarto.
—Gracias —dijo Jackson ayudándole a colocar la bandeja en la mesilla
—. Te quiero.
Dominic rio con suavidad, inclinándose sobre él.
—Y yo a ti. Le doy un beso a tus padres de tu parte.
—Sí, por favor.
—Recuerdas que teníamos barbacoa con los chicos de la estación.
¿Verdad?
—Por supuesto. Estaré brillante y perfecto para ti y tus amigos —
bromeó Jackson de buen humor.
Dominic se rio en voz baja, todavía tratando de no despertarle.
—Siempre estás perfecto para mí.
Jackson lo atrajo a un nuevo beso.
—Conduce con cuidado —le despidió.
Esperó a que la puerta de entrada se cerrara para dejar de fingir que
estaba dormido.
Jackson no pareció sorprenderse. Le sonrió y le pasó el café.
Se sentó imitando su postura antes de aceptarlo.
—Jackson yo…
Él alzó la mano pidiéndole silencio.
—No tenemos que hablar de ello si tú no quieres —le ofreció con su
generosidad habitual.
Asintió con la cabeza muy agradecido, esa fue una de las cosas que más
le gustó de Jackson cuando lo conoció. Siempre iba directo al grano, pero
respetaba los espacios y los tiempos de cada persona sin presionar en
absoluto.
—Dominic no parecía enfadado —murmuró jugando con la taza.
—¿Por qué debería enfadarse? —preguntó Jackson con amabilidad.
Se mantuvo en silencio unos segundos.
—Mucha gente desconfiaría de su pareja si desaparece y luego le
encuentra en la cama con otra persona.
Jackson asintió dándole la razón, se puso cómodo girándose para mirarle
bien.
—Pues si fueras un desconocido probablemente tendría una reacción
diferente. ¿Qué malicia podría ver en compartir cama contigo? Somos
buenos amigos y él lo sabe.
Frunció el ceño mirando fijamente la taza.
—Podría ser mentira. Podrías estarle engañando. Esas cosas pasan todo
el tiempo.
—Cierto. Las personas mienten todo el tiempo —concedió—. Dominic
sabe que estoy enamorado de él. Lo más importante, me conoce. Soy fiel
con mi familia, con mis amigos y por supuesto con mi novio. Aunque
Dominic me encontrara en una situación comprometida primero tendría que
pedirme explicaciones y ahí es donde entra en juego la confianza. Sabemos
lo que sentimos el uno por el otro y cómo es nuestra relación. No hay
espacio para nadie más entre nosotros.
Lo observó fijamente y después bebió tratando de ganar tiempo.
Jackson le pasó su porción de tarta con un tenedor, sin añadir nada más.
—Jackson… —murmuró al coger su pedazo.
—¿Sí?
—Él no fue bueno conmigo. —No dijo su nombre. Jackson ni siquiera lo
había conocido, pero vio cómo se quedó después de su ruptura y por el
gesto serio que ocupó su cara, supo que entendió.
—Lo sé.
Pinchó la tarta y la deshizo, pero no se la comió. Jackson seguía
observándolo, aunque no le preguntó nada más.
—Noel —tragó saliva al decir su nombre. Se había esforzado
muchísimo en no pensar en él, nombrarle se sentía como tentar a la mala
suerte—, se parece mucho a Kane… y a Dominic.
—¿En qué se parece? —preguntó Jackson con expresión tranquila.
—Son personas sociables, se desenvuelven bien incluso entre
desconocidos. Tienen carisma y caen bien a todo el mundo. Parecen
perfectos… los amigos perfectos, los novios perfectos, el vecino perfecto…
pero —tomó una respiración profunda antes de seguir—, no lo son.
Los ojos dorados de Jackson brillaron con un enfado que no dejó
traspasar a su rostro. Se mantuvo en silencio, esperando.
—Empieza como si nada, ni siquiera te das cuenta. Siempre hace planes
nuevos cuando vas a ver a tus amigos, habla mal de ellos y te presiona para
irte temprano. Sus amigos son mejores que los tuyos o eso te hace pensar.
Cuando te percatas de lo que está pasando, estás rodeado de desconocidos y
tus amigos ya no te devuelven las llamadas. En ese momento no te importa,
porque estás enamorado.
—Eso no es amor —le dijo Jackson con suavidad a pesar del tono tenso
en su voz.
Asintió con la cabeza aplastando otro pedacito de tarta.
—Ahora lo sé —lo tranquilizó tomando otra bocanada de aire—. La
relación iba demasiado rápido. Se vino a vivir conmigo a los dos meses de
conocernos, decía que no se le daban bien las cosas de casa así que yo me
encargaba de cocinar y tener todo en orden. Su trabajo era mucho más
importante que el mío, era abogado penalista, especializado en asesinatos.
Jackson entrecerró los ojos con sospecha, probablemente sorprendido
por toda la información que le estaba dando.
—Decía que su trabajo era muy estresante y me lo creí. Parece mucho
más importante defender a una persona que dar clases en un instituto… o
eso era lo que él me decía cuando me trataba mal. A veces gritaba porque la
comida no le gustaba, el vino no estaba lo suficiente frío, o no tenía
planchada la camisa que quería llevar al día siguiente.
Jackson se enderezó, su cuerpo se tensó sin quitarle los ojos de encima.
—¿Te pegaba? —preguntó horrorizado.
Negó con la cabeza, tratando de contener las lágrimas.
—Nunca me golpeó. No lo necesitaba. Me hizo sentirme tan pequeño y
tan inútil… —Apretó los labios para no echarse a llorar—. Todos me
repetían la suerte que tenía, lo afortunado que era. Incluso mis padres lo
aprobaban a pesar de que ellos nunca aceptaron del todo que yo fuera gay…
Al final te lo crees. No todos pueden estar equivocados. ¿No?
Jackson negó con la cabeza, estaba más pálido que cuando se había
despertado.
—Empiezas a cambiar. Cambias la comida que te gusta, dejas de beber
alcohol porque no le gusta que lo hagas, te pones la ropa que él considera
adecuada, caminas siempre un paso por detrás, dejando que brille…
tratando de no llamar la atención. Sonríes cuando lo elogian y te dicen que
es el hombre que todos querrían tener. Le besas cuando él decide que quiere
besarte y cedes a acostarte con él, aunque no tengas ganas. Haces cualquier
cosa para que sea feliz, para que no haya gritos, para que toda esa rabia sin
fin que parece llevar dentro, se calme.
—Dios mío, Matt —murmuró Jackson horrorizado.
Se encogió de hombros limpiándose las lágrimas que caían por sus
mejillas.
—Daba igual lo que hiciera. Él nunca parecía contento y mis continuas
“torpezas” lo enfadaban tanto que cada vez que discutíamos se marchaba de
casa. Pasaba las noches fuera y cuando volvía decía que estaba dispuesto a
darme otra oportunidad…
Jackson le quitó el tenedor de la mano poniéndolo de vuelta en la
bandeja.
—Dejó de insistir en que lo acompañara con sus amigos. Yo lo prefería,
podía quedarme tranquilo por unas horas. Pero cada vez que coincidía con
ellos en eventos de su despacho de abogados todos me miraban con burla.
Parecían compartir un chiste privado que yo no conocía. —Volvió a pasarse
las manos por sus mejillas húmedas mirando al techo, tratando de ahogar el
sollozo que pugnaba en su garganta.
»Noel empezó a hacerse más descuidado. O puede que no.
Probablemente no le importaba lo suficiente para disimular. Cualquier cosa
desataba una discusión horrible que acababa con él saliendo por la puerta y
volviendo a la mañana siguiente. Empezó a recibir llamadas a todas horas,
mensajes a medianoche.
—Te engañaba —dijo Jackson que ya conocía esa parte.
Asintió con la cabeza despacio.
—Una de mis antiguas amigas me vio en la joyería, estaba comprándole
un regalo para su cumpleaños. Uno que él mismo eligió. Ella me contó que
había visto a Noel varias veces saliendo acompañado de un hotel en el
centro. Incluso me hizo una descripción de la chica.
Jackson lo miró desconcertado, por supuesto no sabía nada de eso.
—Yo la acusé de mentir. Conocía a todos sus amigos y no había ninguna
chica con esas características. Entonces ganó un caso muy importante y me
dijo que debíamos organizar una cena de celebración.
—¡No se atrevió! —soltó Jackson enfadado.
Asintió de nuevo, repitiéndose mentalmente lo idiota que había sido.
—Melani. Una compañera de su despacho. Supe quién era en cuanto le
abrí la puerta de mi casa. Ella me miró igual que él, como si no fuera nada.
Me enfrenté a él, le acusé de estar engañándome, le amenacé con dejarle,
pero no lo hice. Me dijo que estaba paranoico, que me imaginaba cosas y
me acusó de querer ridiculizarle.
—Que hijo de puta —dijo Jackson son rabia.
—Fui el perfecto anfitrión, me pasé la noche sirviéndoles la cena
mientras todos se reían a mis espaldas, todos sabían quién era ella y lo que
él me estaba haciendo. —Movió la cabeza limpiándose las lágrimas—. A
los pocos días suspendieron las clases por una fuga de agua y volví a casa
antes… el resto de la historia ya la conoces.
—¿Cómo rompiste con él? —preguntó con delicadeza.
Su risa se mezcló con llanto mientras se dejaba caer contra el cabecero
ahogándose un poco.
—Aún no lo tengo muy claro. Cuando vi los restos de lo que comieron
todavía en mi cocina, una botella de mi antiguo vino favorito abierta en la
sala —tomó aire para tranquilizarse—, fui directo a la habitación, había
tanto ruido que ni siquiera notaron que estaba allí. Saqué el móvil y los
grabé e hice fotos. Y cuando estuve seguro de que tenía pruebas suficientes
bajé al coche y esperé a que ella se fuera. Creo que estaba en shock. Me
quedé toda la noche allí, pensando. Y él no me llamó ni una sola vez.
Desaparezco un día entero y no se preocupó.
Miró al techo, tomando una respiración profunda.
—Me tomé el día libre y por la tarde le envié un mensaje. Le dije que se
fuera de mi casa, que enviaría a la policía si se negaba a marcharse.
—Pero no se fue —vaticinó Jackson.
Asintió con la cabeza intentando dejar de temblar.
—Lo hizo. Su carrera estaba despegando, no se arriesgaría a un
escándalo —dijo lleno de dolor—. Ni siquiera me respondió, ni quiso saber
el motivo. Tampoco me llamaron nuestros supuestos amigos para
preguntarme si estaba bien o qué había pasado. Fue como si nunca hubiera
existido. Como si viviera en una realidad paralela durante un año y medio.
De repente volví al mundo real con las heridas de una guerra en la que
nunca quise luchar.
Jackson lo miró incrédulo.
—¿Se fue sin más?
—Ya tenía lo que quería. Durante el año y medio que estuvimos juntos
me hice cargo de sus deudas. Le gustaba vivir bien, mejor de lo que su
sueldo podía proporcionarle. Y antes de marcharse vació la cuenta que
compartíamos. Unos veinte mil dólares. Por suerte yo todavía tenía cuentas
de las que él no sabía nada. Incluso cargó los muebles de su casa nueva a
una tarjeta de crédito que yo le di. Hasta le ayudé a prosperar en su trabajo.
Su jefe era amigo de golf de papá, sugirió que podía ascenderlo y lo hizo —
dijo con una mueca amarga—. Con el tiempo entendí que nunca fue gay.
Vio a alguien débil y se aprovechó.
—No me lo puedo creer —musitó Jackson—. ¿Lo denunciaste? ¿Por lo
que te hizo? ¿Por el dinero?
Negó con la cabeza, ahogado en lágrimas.
—No puedo pasar por eso. ¿Qué diría la gente si supiera como dejé que
me humillara? Que permití que me redujera a nada. Mis padres no podrían
ni salir a la calle. Ya conoces a mis padres, el mundo en el que viven, el
escándalo les seguiría para siempre.
—Eres su hijo —alegó Jackson—. Ningún padre consentiría que su hijo
pasara por eso. Estoy seguro de que te animarían a denunciarle.
Miró a Jackson con pena, con las lágrimas arrasando su cara.
—No lo harían. —Era verdad y dolía como un hierro ardiente
atravesándole el corazón—. Ni siquiera sé por qué te estoy contando esto.
No quería que nadie lo supiera —reconoció destrozado.
Jackson tiró de él, abrazándolo con fuerza contra él. Lo rodeó con sus
brazos como si fuera un escudo.
—Porque sabes que soy tu amigo y que puedes confiar en mí —le dijo al
oído—. Eres tan fuerte, Matt. Tan fuerte —musitó solo para él—. Siento
mucho que tuvieras que pasar por todo eso. No fue tu culpa.
Matt jadeó sorprendido al notar las lágrimas de Jackson en su piel,
estaba llorando. ¿Por él?
—Vamos a arreglar todo este desastre. Le aseguró acariciándole la
espalda.
Soltó una carcajada que sonó más histérica de lo que se esperaba.
—Ya me dirás cómo. Ni siquiera soy capaz de dormir en mi cama. Cada
vez que me tumbo allí los puedo ver juntos, recuerdo todo lo que pasó en
esa casa. Soy un desastre, ni siquiera sé por qué sigo allí.
—No lo eres. No te preocupes. Estamos contigo —dijo convencido.
Matt no podía creerle, pero dejó que Jackson lo calmara y se aferró a la
idea de que de alguna manera contarle todo eso a alguien tenía que servir de
algo. Si no para hacerle sentir mejor, al menos para saber que aquello
existió de verdad, que alguien sabía por lo que había pasado.
No se lo dijo en voz alta, tenía la garganta cerrada y era incapaz de
hablar, pero Jackson nunca sabría lo que significó para él ver su reacción.
Comprobar que no había perdido el juicio y que todo lo que pasó con Noel
fue tan malo como recordaba.
Su cuerpo se aflojó y fue apenas consciente de que la oscuridad ocupaba
su mente. No tuvo miedo, sabía que su amigo cuidaría bien de él.
CAPÍTULO 12

—¿Mudarme?
Jackson asintió con la cabeza sonriéndole.
Cuando se despertó de nuevo, Jackson le había dejado algunas de sus
cosas sobre la cama. Le dijo que se duchara y en cuanto lo hizo lo obligó a
salir de su casa.
No le apetecía mucho, aunque reconoció que le sentó bien caminar y ver
gente. El trozo gigante de tarta y el café doble también fueron de ayuda.
—Sí. Creo que deberías marcharte de ahí.
—No puedo hacer eso —se negó mirándolo como si estuviera loco.
—Claro que puedes. Si estás de alquiler y no es posible cancelarlo,
podríamos subarrendarlo. Si es tu casa, podemos arrendarla para pagar tu
nuevo apartamento o venderla.
—No voy a…
—Matt —le interrumpió Jackson—. Está claro que conseguiste
recomponerte, pero no acabas de borrarle de tu vida y es normal. Pasaste
mucho tiempo viviendo cosas horribles en esa casa, no puedes dormir en tu
propia cama. Tienes que hacer borrón y cuenta nueva. Por favor, piénsalo
por un momento. ¿De verdad eres feliz viviendo en esa casa?
Se preparó para decirle que sí, pero no fue capaz. Si era sincero consigo
mismo hacía mucho que no se sentía cómodo allí.
Jackson le dedicó una sonrisa alentadora.
—Supongo que no. Estoy de alquiler, pero creo que no habrá mucho
problema en romper el contrato.
—Bien, buscaremos un nuevo lugar para ti. Una de mis compañeras
tiene un amigo que es agente inmobiliario. Lo trajo a una fiesta de Navidad,
es amable y paciente, estoy seguro de que puede ayudarnos.
Asintió con la cabeza todavía no muy convencido.
—No hay nada malo por ver alguna casa. ¿No?
Jackson le dedicó una sonrisa gigante.
—Puedo acompañarte a las visitas si quieres —se ofreció.
—¿Seguro que no será una molestia? —quiso asegurarse.
—¿Bromeas? Me encantan los programas de decoración y reformas —
dijo sonriendo—. He pensado que quizá podrías quedarte en mi casa
mientras te buscamos algo.
—De ninguna manera —negó horrorizado.
Jackson soltó un resoplido.
—¿Por qué no? —quiso saber.
—Porque soy un hombre adulto y tengo mi propia casa. No voy a vivir
contigo y con tu novio —protestó.
—Primero, Dominic no vive conmigo. Segundo, los amigos hacen cosas
por sus amigos y llevo queriendo que vengas conmigo a casa desde que nos
conocemos. Siempre estás cansado y te duele la espalda. No puedes seguir
durmiendo en el sofá.
Trató de hablar, pero él volvió a interrumpirle.
—Tengo la habitación de invitados vacía. Puedes quedarte allí, te
prometo que a Dominic le parecerá bien.
Miró con desconfianza a su amigo.
—¿Haces esto porque sientes pena por mí? —preguntó incómodo.
Jackson emitió un ruido indignado.
—No. Claro que no, soy tu amigo. Quiero apoyarte, estar contigo para
que te desahogues, proporcionarte un lugar seguro, ayudarte a que te
levantes y sigas tu camino —le dijo con franqueza—. Es lo que hacen los
amigos, lo que hace la familia —le aseguró poniendo la mano sobre la suya.
Bajó la mirada a la mesa. Era abrumador sentir que alguien conocía su
secreto más profundo y seguía allí, pensando bien de él, ayudándole y
preocupándose por él sin pedirle nada a cambio.
—Me dejarás pagarte un alquiler —dijo apretando su mano.
Jackson sonrió radiante devolviéndole el apretón.
—Ni de broma. Pero puedes hacer la compra y te dejaré el inmenso
honor de limpiar los platos. Lo odio.
Se rio negando con la cabeza.
—No le cuentes esto a Amelia, ni a nadie. Supongo que mi presencia en
tu casa necesita una explicación así que puedes contárselo a Dominic.
Él negó con la cabeza sin perder la sonrisa.
—No le contaré nada. Le diré que necesitas un amigo y no pedirá
ninguna explicación. Mi novio es una de las personas más generosas y con
mejor corazón que conozco —aseguró radiante.
El sonrojo ocupó sus mejillas.
—Lamento haber dicho que Dominic me recordaba a… —tragó saliva,
pero se obligó a decirlo—, Noel. Sé que no tienen nada que ver.
Jackson asintió con la cabeza.
—Sé que lo sabes, pero entiendo a qué te refieres. No todos los hombres
que son sociables son así. Mira a mi hermano, es una de las personas más
amistosas del mundo y no creo que haya gritado en toda su vida.
Asintió con la cabeza, dándole la razón.
—Sé que no lo vas a hacer. Pero me gustaría que le denunciaras. —
Agarró su mano cuando trató de alejarse como acto reflejo—. Soy tu amigo
y me encantaría ver a ese cabrón pagando y que cualquier mujer u hombre
que se acercara a él supiera que es un vividor. Hay que ser muy patético
para usar a otra persona como método de conseguir un trabajo mejor. Eso
demuestra una personalidad insegura, alguien que sabe que por sí mismo
nunca lograría nada.
Parpadeó varias veces mirando su gesto de enfado, mientras sus palabras
calaban en él.
—Nunca lo había pensado de esa manera —reconoció.
—Está muy claro para mí. Un hombre débil que necesita endeudarse en
una llamada desesperada por atención y aparentar una imagen de sí mismo
mejor de la que es. Un ser triste y patético que, para sentirse superior, tiene
que hundir a los demás. Alguien que se tiene tan poco respeto que hipoteca
su cuerpo a cambio de dinero. Eso tiene un nombre, pero mis padres
educaron a una persona decente y no voy ni a pronunciarlo.
El tono de desprecio evidente y altanería le hizo sonreír sin darse cuenta.
—Haces que suene como un hombrecillo triste.
—Porque lo es —le aseguró Jackson—. Además de asqueroso y un
monstruo. Apuesto a que es feo.
—Lamento decirte que es un hombre atractivo.
Jackson puso los ojos en blanco.
—Por fuera. ¿Y eso qué? El físico no lo es todo y él tiene que estar
podrido por dentro.
Su sonrisa se hizo más amplia sin poder evitarlo.
—Dice el hombre que sale con el bombero más guapo del mundo.
Jackson estalló en risas.
—Cierto, pero mi hombre es hermoso por fuera e impresionante por
dentro.
Matt se rio a carcajadas, incapaz de contenerse.
Ese día lluvioso se había vuelto cálido y brillante.

No fue cosa de un día.


Jackson no mintió cuando dijo que no tendría que dar explicaciones a
Dominic, quien aceptó sin parpadear que ahora se quedara en casa de su
novio. Nunca preguntó si pasaba algo con su apartamento o presionó para
que se fuera pronto.
Todo lo contrario, les traía la cena cuando salía del trabajo, se sentaba
con ellos a ver programas de reformas en la televisión, que él mismo le
había regalado a Jackson. Si se quedaba a pasar la noche, les dejaba café
para los dos y siempre estaba dispuesto a acompañarlos a las visitas.
La verdad es que vivir con Jackson era fácil y entretenido. Cocinaba
como un profesional, era un conversador divertido y tenía una paciencia
casi infinita. Lo seguía apartamento tras apartamento sin protestar,
señalando problemas y posibles ventajas como si fuera para él.
Amelia se sumó a la búsqueda con entusiasmo, si pensó que era raro que
buscara casa de un día para otro desde luego no lo demostró. Parecía feliz y
se apuntaba a tantas citas como podía para acompañarle.
Sus días estaban llenos de gente en constante movimiento. Mitchell
venía a comer un día a la semana y siempre tenía historias interesantes que
contar sobre sus casos. Natalie lo invitó a acompañarles a sus citas de spa
con Jackson, que consistía en sentarse en el sofá a ver series mientras se
hacían mascarillas y bebían margaritas. Amelia consiguió convencerlo para
ayudarle con preparativos de su boda. Y Dominic lo arrastró a su noche de
dardos con Mitchell mientras Jackson iba a su club de lectura.
Se dejaba llevar de un lado a otro y por primera vez en mucho tiempo no
sintió que las cosas iban mal o que era un desastre.
No es que ellos no fueran sus amigos antes, porque desde que conoció a
Jackson todos lo admitieron en el grupo sin problemas, era que hasta ese
momento no se dio cuenta de lo afortunado que era y de cuantas buenas
personas tenía en su vida.

KANE

—Hola, figlio. ¿Tienes hambre? —le preguntó su madre cuando volvió a


casa del gimnasio.
Asintió con la cabeza, dejando la mochila de deporte en la habitación de
la colada. Milos se acercó corriendo, alzando los brazos. Lo levantó en peso
apoyándolo en la cadera.
—Bentornato a casa, fratello —lo saludó Milos con dificultad.
Rio pasándole la mano por suave pelo castaño claro.
—Bene, piccolo —le felicitó besando su mejilla.
Él hizo un sonido de alegría aferrándose a su cuello.
—Veo que las clases de italiano van avanzando —le dijo a su madre al
volver a la cocina.
Ella sonrió orgullosa.
—¿Verdad que sí? —No fue idea de su madre. En realidad, fue su padre
quien insistió en que sus hijos debían hablar el idioma de sus antepasados.
Todos los veranos los enviaba con su familia a Italia, para practicar y
conocer sus origines. Nunca se dio cuenta de lo importante que era hasta
que lo perdió. Entonces se quedó con su madre a cargo de los dos y
entendió lo que su padre quería. Les proporcionó un pedazo de él, les dio
una base sobre la que asentarse y recuerdos que no olvidarían jamás. Por
eso su madre y él habían insistido en mantener la tradición cuando su padre
faltó. Era una manera más de continuar su legado. De aprender a conocerle,
aunque ya no estuviera.
Niccolo entró en la cocina, mientras contestaba un mensaje.
—Nicco, el móvil —le recordó. Su madre no permitía el teléfono
cuando estaban comiendo, le gustaba que dedicaran ese tiempo a hablar.
—Ya va. Estaba cambiando la cita con mi tutora. Tiene que ir al dentista.
—¿Tutora, eh? —lo molestó.
La chica venía tres días a la semana a casa y no hacía falta ser un genio
para ver que a su hermano le gustaba, por mucho que lo negara.
—Eres idiota —le insultó con las mejillas coloradas.
—¡Esa boca! —exclamaron Milos y su madre al mismo tiempo.
Se rio negando con la cabeza. Los hermanos pequeños, eran geniales
para pasar el rato.
—Oye Nicco —le preguntó después de comer, mientras su madre
acostaba a Milos para su siesta.
Él levantó la cabeza mirándole.
—¿Qué tal te están yendo las clases de historia?
—Bien, ya te lo dije. Estoy aprobando todo —le recordó con paciencia.
Frunció el ceño mientras se tomaba otro sorbo de café.
—Anderson dice que lo estoy haciendo bien. Incluso me ha dejado unos
esquemas para redactar mejor —añadió.
Así que Matt seguía en la ciudad. Llevaba semanas ignorando sus
mensajes y era un desplante tan descarado que creyó que se había ido de
vacaciones. Quizá se había pasado al seguirle a la gala.
Siempre participaba en los actos de beneficencia, pero no solía acudir. Si
esta vez lo hizo fue porque sabía que estaría allí. Le pareció buena idea en
el momento, aunque visto su extraño comportamiento puede que ir a la cena
y sentarse a su mesa fuera demasiado.
Tuvo dos competiciones que lo mantuvieron alejado de casa, pero tenía
una semana libre hasta la siguiente y pensaba solucionar ese problema.
No era que no supiera soportar su rechazo, es que por algún motivo que
no obedecía a razones, le molestaba. Fue a la cena benéfica para pasar el
rato y divertirse un poco. Creyó que todo iba bien, sus amigos eran fans de
la NASCAR y muy agradables. Sin que se diera cuenta, Matt y Jackson
desaparecieron y con ellos los mensajes se detuvieron. Matt simplemente
desapareció en la nada.
Por suerte, estaba de nuevo en casa y encontraría la forma de solucionar
el enigma.
CAPÍTULO 13

—Profesor Anderson-Smith.
Giró sobre sí mismo al reconocer su voz.
—Hola —lo saludó con nerviosismo. Él le había enviado varios
mensajes que dejó sin responder a propósito.
Kane adelantó a las demás personas que estaban haciendo cola detrás de
él. Tragó saliva cuando lo vio acercarse. Gafas de sol ocultando sus ojos
azules, una camiseta verde militar y con unos pantalones vaqueros con
chaqueta a juego.
—¿Dónde andas metido? —preguntó al llegar a su lado, sacándose las
gafas—. No te veo cuando dejo a Nicco y no contestas mis mensajes. No
me había sentido tan rechazado en toda mi vida —le acusó con una sonrisa
que le hicieron temblar las piernas.
Las dos chicas que esperaban delante de él, emitieron un sonido
emocionado. Probablemente creyendo lo que no era.
Carraspeó intentando calmarse.
—Estaba ocupado, estoy buscando casa —le respondió mirando de reojo
las tres personas que iban delante de él.
Los ojos de Kane se abrieron con sorpresa, pero una sonrisa apareció en
su cara.
—¿Eso significa que no pasabas de mí? —preguntó.
—¿Por qué haría eso? ¿Acaso tengo doce años? —mintió tratando de
ignorar el calor de sus mejillas.
Avanzó un poco más en la fila. Ya solo quedaban dos para que pudiera
marcharse.
—No lo sé. He pensado que a lo mejor me pasé de la raya sentándome
con tus amigos, quizá me metí donde no me llamaban y estuviste incómodo.
Lo siento si fue el caso, no era mi intención.
El corazón le dio un vuelco. «¿Acaba de disculparse?»
—No hiciste nada malo. De hecho, estuviste… encantador.
Kane alzó una ceja dedicándole un gesto incrédulo a pesar de la sonrisa
que ocupó sus labios.
—Para lo odioso que los dos sabemos que puedes llegar a ser. —
Terminó sonriendo al verle fruncir el ceño.
—¿Cuándo me he portado mal contigo?
Suspiró negando con la cabeza.
—Son tantas veces que no creo tener tiempo suficiente para enumerarlas
todas —bromeó sonriendo al ver que se reía.
Se miraron a los ojos sonriéndose mutuamente. Kane tenía una facilidad
extraña para hacerle sentir cómodo y raro al mismo tiempo.
—Siguiente —le llamó la chica que atendía el mostrador—. ¿Hola?
Se giró sorprendido, ya era su turno.
—Una ensalada de quinoa, por favor —le respondió apurado sacando la
tarjeta para pagar—. Y un zumo de zanahoria y naranja. ¿Quieres algo? —
le ofreció.
—No. Solo entré porque te vi al pasar. Iba a comer, acabo de salir de una
reunión con uno de los patrocinadores.
—Aquí hay comida —le recordó señalando las vitrinas llenas de comida
saludable.
—Eso no es comida —rebatió en voz baja para que nadie le escuchara
—. Vamos a otro sitio. Te invito.
Abrió los ojos por la sorpresa.
—No, gracias. Solo quería coger algo y tomármelo al aire libre, en el
parque —le explicó aceptando la tarjeta que le devolvía la chica, junto con
una bolsa de papel con su comida.
Kane asintió con la cabeza.
—Que buena idea. Vamos, conozco un sitio al que podemos ir. Está en
plena naturaleza y tiene unas vistas increíbles. Ven, cogeremos comida de
verdad para mí —decidió poniéndole la mano en la espalda llevándole
fuera.
—Mi almuerzo no tiene nada de malo —protestó dejándose arrastrar. Se
removió bajo su toque, tratando de ignorar la forma en que su cuerpo
respondía su contacto.
—Claro que no —le dio la razón Kane poniendo los ojos en blanco
mientras salía del local.
—Mi coche está ahí —dijo cuando vio que se dirigían a su coche.
Kane le hizo un sonido indignado.
—¿Y contaminar llevando dos coches?
—El mío es eléctrico —le recordó—. No se pueden ni comparar.
Kane le abrió la puerta del copiloto y aprovechó para mirarlo a los ojos.
—¿Estás insinuando que es mejor llevar dos coches a usar uno? —
preguntó como si estuviera escandalizado.
—Por supuesto es mejor usar uno solo, pero entre las dos elecciones
deberíamos elegir el mío que casi no contamina —argumentó sonriendo
burlón.
Kane lo miró como si estuviera loco.
—Te lo dije. Primero muerto a renunciar a mi coche.
Rio negando con la cabeza mientras entraba.
—Ya me abrocho yo el cinturón —le aseguró con rapidez recordando la
otra vez que fue con él.
Kane se rio cerrando la puerta para irse al otro lado.
—Dame un segundo —le dijo sacando su móvil, escribió con rapidez y
volvió a guardarlo.
—Cuéntame, ¿Por qué te mudas?
Se encogió de hombros.
—Necesito un cambio de aires —se limitó a contestar.
—¿Y qué estás buscando? —inquirió.
—No me importa si es una casa o un apartamento —confesó poniéndose
cómodo en el asiento—. Quiero un lugar con mucha luz natural, dos
habitaciones, un despacho y un salón grande.
Kane soltó un silbido largo.
—Poca cosa. Casi nada.
Sonrió con nerviosismo.
—Ya sé, parece mucho espacio para una sola persona —dijo creyendo
que le había criticado—. Es que siempre he vivido en sitios así. Con mucho
espacio.
—No hay porqué disculparse —le aseguró él—. Si te lo puedes permitir
y te gusta, no hay problema. Dame un segundo, ahora vuelvo.
Detuvo el coche en la acera y fue directo a un pequeño local.
Su móvil sonó indicando que tenía un mensaje.

Jackson:
¿Qué tal el apartamento? ¿Te gustó?
Matt:
No mucho. El despacho era muy pequeño, aunque el salón era
espectacular. Podría hacer obras, pero preferiría evitarlo.
Jackson:
Encontraremos algo que te guste. Solo llevamos buscando un
par de semanas. Si te quedaste a comer en el centro puedes
venir a la biblioteca. Ya tomé mi almuerzo, pero te haré
compañía.
Matt:
Voy a comer al aire libre. Me vendrá bien despejarme.
Jackson:
Que envidia. ¿Vas al parque o te quedas en la alameda? Dom
salió a hacer ejercicio, si te quedas por ahí lo verás con los
chicos de la estación. Son muy graciosos cuando corren juntos,
cantan canciones.

Rio imaginando la escena. Le encantaría ver eso.

Matt:
No sé dónde voy a comer en realidad. Me encontré con
Kane y vamos a comer juntos, dice que conoce un buen lugar.
Jackson:
¿Kane, Kane?
Matt:
No conozco otro.

Se mordió el labio inferior mientras esperaba la respuesta.

Jackson:
Disfruta la comida, luego me cuentas.

—Listo, podemos irnos —anunció Kane abriendo la puerta—. ¿Quieres


dejar tus cosas en el maletero y ponerte cómodo? Vamos un poco lejos —le
advirtió sonriendo.
Lo miró inseguro, tenía los ojos de un azul imposible. Claro y profundo,
interminable como el cielo azul que tenía detrás. Y esa sonrisa…
—Claro —aceptó algo atolondrado. Salió del coche para quitarse la
chaqueta y poner su maletín y su almuerzo junto a la suya.
Miró sin disimular los tatuajes que quedaron a la vista sin la cazadora.
—¿Muy informal? ¿Vulgar? —adivinó Kane burlón al ver como recorría
su piel tintada, poniéndose las gafas mientras entraba al coche.
Carraspeó negando con la cabeza.
—Muy tú—se limitó a contestar, volviendo a su lugar.
—Hay unas gafas extras en la guantera, cógelas si quieres —le invitó de
buen humor.
Encendió la radio, música R&B inundó el coche.
—¿Nada de rock o música alternativa? —preguntó abriendo la guantera
para encontrar unas gafas muy parecidas a las suyas. —Casi estoy
decepcionado.—dijo en broma.
Kane se rio mientras tomaba un desvío.
—No creas que lo sabes todo de mí. Puede que te sorprendan un par de
cosas —respondió sonriente.
Se puso las gafas prestadas para evitar al sol que les daba de frente.
—Créeme, me tienes totalmente sorprendido.
La sonrisa de Kane se hizo más amplia, aunque no le respondió nada.
No sabía cómo sería de piloto, pero Kane era un conductor increíble. El
coche parecía una extensión de sí mismo, respondía a cada mínimo gesto de
sus manos.
Los músculos de sus brazos se marcaban al tomar las curvas más
pronunciadas, el cambio de marchas parecía desaparecer bajo sus largos
dedos, incluso el motor del coche ronroneaba con suavidad, sin acelerones,
sin cambios bruscos, obedeciendo sin oposición los deseos de su dueño.
Hasta ese día no sabía que la conducción podía ser sexy, pero lo era y
mucho.
Se encaminaron por una carretera a las afueras, que cada vez tenía
menos edificios y más color verde.
Kane bajó la capota del coche para que les diera el aire fresco de la
montaña. Fue liberador y divertido, se sorprendió al darse cuenta de que era
incapaz de dejar de sonreír.
Tenía buen gusto para la música y a pesar de conducir en silencio
durante una hora, apenas le parecieron minutos cuando deslizó el coche
entre unos árboles.
—Sabes que la carretera se acabó hace un par de metros. ¿Verdad?
—No, solo quiero comprobar si el coche sabe nadar. Cruza los dedos.
Se rio negando con la cabeza.
—Mira eso —dijo señalando delante, aunque era imposible no verlo.
Era impresionante, el paisaje de montaña ocupaba gran parte de la vista
y al fondo se veía la ciudad y la playa.
—Es precioso —dijo sin apartar la mirada.
—¿Mejor que el parque? —le preguntó divertido.
—Mil veces mejor —reconoció sonriendo.
—Vamos a por la comida. Me muero de hambre —sugirió Kane
quitándose las gafas y dejándolas de forma descuidada en el asiento para ir
al maletero. Sacó las dos bolsas junto a su chaqueta vaquera y caminó hacia
una pequeña zona, un poco más libre de maleza.
Le siguió sin dejar de observar todo alrededor.
—No sabía que existía este lugar. —Se quedó parado mirando a Kane ya
sentado, había puesto su chaqueta en el suelo, estirada—. ¿Eso es por mí?
Kane levantó la cara para mirarle.
—No querrás estropear esa ropa —dijo señalando sus pantalones grises
de tela y su jersey blanco.
—¿Y qué hay de la tuya? —le preguntó alzando una ceja.
Sus ojos brillaron llenos de malicia, una sonrisa amplia dibujándose en
su boca.
—Estoy acostumbrado a ensuciarme.
Las mejillas se le encendieron por la vergüenza apartando la vista de él.
—Por los coches —aclaró Kane regocijado de su obvia incomodidad—.
Grasa, tubo de escape… esa clase de cosas.
—Ya —dijo empujándole del hombro, tratando de amedrentarle con la
mirada. A pesar de ello se sentó sobre su chaqueta—. Seguro.
Kane rio entre dientes, pero no le dijo nada más.
Cogió su comida de la bolsa y dejó el batido a su lado con cuidado.
—¿Qué vas a tomar tú? —preguntó con curiosidad.
—Dirás qué vamos a comer —puntualizó Kane sacando dos envases.
—Ya tengo mi ensalada —protestó aunque se quedó mirando con
curiosidad, tratando de adivinar qué era.
—Lo sé. Seguro que sí. Pero he pensado que quizá podrías probar algo
nuevo.
Miró con atención la bolsa donde ponía el nombre del restaurante.
—¿Italiano? Ya tomé comida italiana antes. Es muy común —se burló.
Kane se inclinó hasta quedar a un suspiro de tu cara.
—Si me dices que la comida italiana se limita a la pizza, voy a
enfadarme muchísimo —le advirtió entrecerrando los ojos.
—No me atrevería. —Sonrió sin poder evitarlo, bajando la vista a la
comida para no tener que mirarlo.
—Bien voy a enseñarte por qué la comida italiana es la mejor del
mundo. Como pediste una ensalada en el otro local, elegí nuestra propia
versión, que es la buena —puntualizó pasándole el plato.
Sonrió burlón al ver la ensalada caprese.
—¿Tengo que estar impresionando por un poco de queso fresco, tomate
y lechuga que ya he comido muchas veces antes?
Kane alzó una ceja mirándole con soberbia.
—Un hombre como tú debería saber disfrutar de un plato tan perfecto —
dijo Kane convencido.
—¿No estás siendo un poco pretencioso?
—No —negó con la cabeza satisfecho señalando la comida—. Tomates
y albahaca fresca de la mejor calidad. Mozzarella fior di latte y un aceite de
oliva virgen. Probablemente el plato más sencillo que se pueda preparar, tan
delicioso que no se puede superar con nada. ¿Sabes por qué?
Curioso negó con la cabeza. Ignorando el estremecimiento que le
causaba escuchar su acento.
—Porque la perfección no necesita adornos.
Se rio incrédulo, tomando una respiración profunda.
—Hubiera imaginado una metáfora de coches. Me la voy a comer solo
por ese discurso. Deberías darle clases a Niccolo sobre argumentación, eres
mucho mejor que él.
—Nicco ya sabe que esa ensalada es la mejor del mundo —dijo como si
fuera obvio.
—¿Vas a tomar lo mismo que yo?—preguntó con curiosidad.
—No. Piadina.—le enseñó su comida. Una especie de tortitas rellenas
dobladas por la mitad, como si fuera un burrito.
—¿Qué es eso?—quiso saber.
—Uno de mis platos favoritos. Masa hecha a mano, con jamón, queso
Stracchino y rúcula.
Miró la comida con curiosidad.
—Viajé a Roma dos veces, nunca vi esto —le confesó.
Kane se rio de buen humor.
—Eso es porque los turistas, solo comen platos de turistas —le dijo
burlón.
Empujó con suavidad su hombro contra el suyo.
—Te doy un poco de mi plato perfecto, si me das un poco de…
¿“Piadilia”?
Kane ser rio a carcajadas.
—Piadina —repitió con su maravilloso acento—. Dilo.
Negó con la cabeza mirando sus labios, carnosos. Lo que daría por
probar esos labios.
—Piadina —insistió Kane riéndose.
—Piadina —pronunció sin aliento.
Kane le dedicó una mirada satisfecha.
—Podemos compartir. Es la mejor parte de comer en compañía.
Matt se quedó mirando como repartía el contenido entre los dos envases.
Si de él dependiera, la comida no sería lo único que compartiría con él.
CAPÍTULO 14

—Entonces… ¿Qué tal la comida? —preguntó Jackson en cuanto salió


de la ducha.
El corazón le dio un vuelvo que trató de disimular aceptando el cóctel
margarita que Natalie le pasó.
Se puso cómodo en el sofá pensando en qué contarles. Miró las caras de
los dos, que lo observaban expectantes. Natalie ya llevaba puesta una
diadema de peluche con orejas de conejo rosa y un pijama a juego. Jackson
una camiseta que dejaba ver su hombro desnudo, claramente varias tallas
más grandes de lo que necesitaba. Y que a juzgar por el logo de los
bomberos le había robado a su novio. Al igual que ella, llevaba puesta una
diadema negra con orejas de gato.
Había un par de orejas de oso panda para él, pero no se las puso. Todavía
le daba un poco de reparo, sentía demasiada vergüenza con ese tipo de
cosas, aunque ellos estaban adorables.
Desde que se dio cuenta de que era gay había tratado con ahínco de
cuidar una apariencia masculina para no avergonzar más a sus padres.
Todavía recordaba la cara de su madre al entrar a su cuarto con dieciocho
años y lo vio con unos pantalones cortos ajustados.
Ese episodio implicó una larga charla con su padre sobre cómo debía
vestirse un hombre y una exhaustiva revisión de armario por parte de su
madre que terminó con gran parte de su vestuario.
—Bien. Me llevó a una especie de mirador natural. Se veía todo el
pueblo, era un lugar precioso —dijo bebiendo un sorbo.
—¿Quedaste con él? —preguntó Natalie con curiosidad.
—No, nos encontramos por casualidad y cuando le dije que iba a comer
en el parque me invitó a acompañarle. Paramos a por algo de comer para él
y nos fuimos.
—Que amable —opinó Natalie—. Me cae muy bien, a todos en realidad.
Es un hombre muy interesante y divertido.
Asintió con la cabeza, dándole la razón.
Jackson lo miraba fijamente, como tratando de descifrar lo que estaba
pensando.
—El tiempo te pasa volando con una persona así. El día de la cena
benéfica ni nos dimos cuenta de que eran las cuatro de la mañana —siguió
Natalie tomando algunos sobrecitos con diferentes mascarillas.
—Sí, la verdad es que se me pasó la tarde enseguida —admitió.
Jackson alzó una ceja.
—¿Estuvisteis juntos desde que hablamos hasta ahora? —quiso saber.
Asintió con la cabeza dándole otro pequeño sorbo a su bebida.
—¿Y qué te contó? A nosotros nos estuvo hablando del mundo
NASCAR y me pareció muy interesante, se nota que le gusta mucho su
trabajo.
—No hablamos de la NASCAR, sabe que no me van mucho esas cosas
—contestó con sinceridad.
—Oh. ¿Y de qué hablasteis entonces? —preguntó ella con curiosidad.
—No sé, cosas normales —dijo encogiéndose de hombros—. Comida
italiana, porque pasó a comprarnos algo típico de allí. De su familia, sus
viajes de verano en Italia, música, películas… cosas normales.
Natalie y Jackson clavaron los ojos en él.
—¿Qué? —quiso saber incómodo por su escrutinio—. Es la típica
conversación de cuando conoces a alguien nuevo —argumentó viendo que
ninguno de los dos decía nada.
—Ya —dijeron los dos al unísono.
—No es raro —se defendió.
—Por supuesto que no —le tranquilizó Jackson—. ¿Elegimos
mascarillas? Creo que quiero una de aloe vera. Necesito hidratación —
sugirió tratando de suavizar el ambiente.
—Yo voy a usar una de algodón, quiero suavizar —dijo ella risueña
siguiéndole—. ¿Qué eliges Matt? —le preguntó ofreciéndole sobres.
Él no la miró, estaba ocupado viendo a su amigo.
Jackson suspiró dejando la mascarilla.
—No parece una conversación típica ni un comportamiento… no sé —lo
miró muy serio—, no quiero que sufras —le dijo preocupado.
—¿De qué hablas? ¿Por qué iba a hacerme daño tener un amigo?
Jackson clavó sus ojos en los suyos.
—No lo sé. Es que… —Guardó silencio buscando las palabras
adecuadas.
—Parece que Kane te gusta. No solo como un amigo —explicó Natalie
con cautela.
El corazón se le aceleró en pánico.
—No. Claro que no. Kane es un amigo, solo eso. Ni siquiera somos
amigos de verdad —contestó con rapidez—. Conocidos más bien.
Jackson y Natalie intercambiaron una mirada.
—Vi como lo mirabas en la fiesta el otro día. No te lo dije antes porque
creía que solo estabas apreciando a un hombre atractivo. Es guapo,
encantador y divertido. Yo también lo miré y tengo a Dominic.
—Es que es muy guapo, llama la atención —coincidió Natalie—. Más
de la mitad de las mujeres de la cena le echaron un buen vistazo. Incluso
varias le pasaron un par de teléfonos cuando estábamos en el postre.
—Es obvio que es atractivo. Habría que estar ciego para no verlo —dijo
mirando al suelo.
Jackson volvió a suspirar. Los dos se quedaron en silencio sin decirle
nada.
—Te gusta —afirmó Jackson sin dudar.
—No es verdad —negó enseguida levantando la cabeza mirándole
enfadado—. Solo por ser gay no tiene que gustarme cualquier hombre
guapo con el que me relaciono.
Jackson puso los ojos en blanco.
—No me digas tonterías. No estoy diciendo eso, conoces muchos
hombres heterosexuales, tratas con ellos a diario y nunca te había visto
comportarte de la manera en que lo haces con él —opinó su amigo sin
dejarse amedrentar.
—No me porto de ninguna forma especial —se defendió.
Natalie abrió los ojos poniendo una mueca incrédula.
—No lo hago —insistió con menos energía—. ¿Tanto se me nota? —
reconoció en voz baja.
—Oh, cielo —dijo Natalie poniendo la mano en su rodilla—. No es nada
malo. Es solo que…
La observó expectante, esperando una respuesta.
Ella le dedicó una mirada de disculpa.
—No es gay —dijo con cuidado—. Es demasiado… ¿Heterosexual? —
terminó mirando a su futuro cuñado interrogante.
—No sé si es posible ser muy heterosexual —opinó Jackson—. Pero
desde luego no está interesado en los hombres.
—Nosotros conocemos a hombres que no son gais y a pesar de ello
salen con hombres que sí lo son —contestó enseguida lanzándole a Jackson
una mirada elocuente.
Jackson negó con la cabeza.
—¿Hablas de Dominic? —preguntó Natalie observándolo fijamente.
Miró a Jackson con pánico sin saber qué decir.
—Todo el mundo lo sabe menos Mitchell —se adelantó ella haciendo un
gesto con la mano para quitarle importancia.
—Lo mío y lo de Dominic no se parece en nada —aseguró su amigo sin
inmutarse, era obvio que ya estaba al tanto de que Natalie lo sabía—.
Nosotros siempre tuvimos una conexión especial. Le gusté desde el primer
momento.
Lo miró escéptico, pero aún así escucho con atención.
—A Dominic no le atraen los hombres, y no supo identificarlo. Pero esa
energía que siempre existió entre nosotros es la misma que tenemos ahora.
Si yo hubiera tratado de acercarme a él de otra manera antes, llevaríamos
años juntos —dijo sin dudarlo.
Decía la verdad, o lo que él creía que era verdad. Él nunca los vio como
amigos, cuando los conoció ya estaban enredados el uno en el otro.
—Me di cuenta de que existía algo especial entre ellos cuando los
conocí. Tienen química —opinó Natalie.
A regañadientes se admitió a sí mismo que él también lo había
percibido.
—¿No te da miedo que te deje por una mujer? —preguntó con
curiosidad.
Jackson negó con la cabeza enseguida.
—No. Dominic me demuestra cada día lo que siente por mí. Lo conozco
desde hace años y nunca trató a nadie como a mí. Si me deja no será por
una mujer. Será que ya no está enamorado de mí.
Le miró con admiración, era increíble su seguridad.
—No creo que pase, si lo pensara no saldría con él. Lo nuestro es para
siempre. —La voz de Jackson era tranquila y sosegada.
—¿Y si no lo es? —preguntó incapaz de contenerse.
Jackson clavó en él sus ojos dorados.
—Si no lo es, me quedaré con el corazón roto, pero la seguridad de saber
que viví un gran amor. Da lo mismo cuanto dure, él siempre será mi primer
amor, mi único amor de verdad. Prefiero disfrutarlo y vivirlo a no haberme
arriesgado. Pasé años soñándolo, anhelándolo y sufrí mucho por ello, por
no saber si eso que sentía era real o no. Ahora lo sé y sé que si terminamos
no será el mismo tipo de dolor. Es mejor un mal final, que una historia
inacabada.
Tragó saliva, las palabras de Jackson clavándose como agujas, llegando
a su fondo. Se tomó el resto de su bebida de golpe.
Lo que dijo tenía sentido. Su vida fue un infierno mientras vivió con
Noel, el final, aunque doloroso fue mejor que lo que tenía entonces. Incluso
ahora con su casa, mantenerse allí no le dejaba avanzar.
Asintió con la cabeza, abstraído en sus pensamientos. Un final era mejor
que no saber. Mejor que las preguntas y la frustración.
—Kane me gusta. Me gusta mucho —reconoció.
Jackson lo miró muy serio.
—Por supuesto que te gusta —concedió sentándose más cerca de él en el
sofá.
Buscó sus ojos, pidiéndole casi disculpas con la mirada.
—Kane es heterosexual. No te ve de esa manera, ni se fijará en ti de una
forma que no sea amistosa —dijo Jackson con suavidad—. Está claro de
que le caes bien y eso es genial porque es un tipo estupendo. Si tu cabeza se
confunde y te haces falsas ilusiones vas a sufrir. No crees castillos en el
aire, aférrate al suelo con ambas manos —le aconsejó. No había intención
de hacerle daño, Jackson conocía su historia y le estaba pidiendo que no se
expusiera a sufrir de nuevo—. Deja de verle si es necesario, o trata de salir
a conocer gente.
—No soy de los que va a un bar a conseguir sexo —protestó.
—Nadie está diciendo eso. Solo intenta hacer amigos, como el tipo del
puesto de café que siempre trata de ligar contigo cada mañana.
Matt lo miró boquiabierto.
—¿Cómo sabes tú eso?
—Amelia, claro. Prométeme que tendrás cuidado con Kane.
—Lo haré. Sé que nunca podría fijarse en mí, solo estoy deslumbrado
por su físico y su personalidad que me desquicia, me hace reír… —Suspiró
dándose cuenta de lo que acababa de decir—. Y me encanta —reconoció
mirándolos—. El primer hombre en el que me fijo después de tanto tiempo
y es literalmente, imposible de conseguir. Típico de mí.
—Está bien —decidió Natalie poniéndose en pie de un salto y dando una
palmada—. Elige una mascarilla, yo haré más margaritas, hablaremos de lo
genial que es estar soltero y lo horrible que es Kane De Luca.
—Los dos estáis felizmente emparejados —le recordó divertido.
Ella alzó un dedo pidiéndole silencio.
—Primera ventaja de estar soltera. No tener que preocuparte por
depilarte cada vez que sales con tu chico por si toca una noche de pasión.
—Amén hermana —añadió Jackson chocando la mano con la suya.
—¿Tú también? —preguntó incrédulo.
Él le guiñó un ojo, asintiendo con la cabeza.
—Segunda ventaja. No tener que fijarte en qué ropa interior usas —
añadió Jackson yendo a la cocina para ayudar a Natalie.
—Esa es buena —dijo ella metiendo hielo en vaso de la batidora—. Nos
gastamos un montón de dinero en eso.
Matt se rio incrédulo acercándose a ellos.
—Y lo poco que se fijan en ella a la hora de la verdad —siguió Natalie
indignada.
—Eso sin contar cuando te la arruinan. No puedo ni contabilizar cuánto
dinero perdí con eso. —Jackson le pasó limón a Natalie que se había
quedado mirándole fijamente, igual que él.
—¿Dominic te rompe la ropa interior? —quiso saber ella tratando de no
romper en carcajadas.
Las mejillas de Jackson se tiñeron de un rojo intenso.
—No… —Se encogió de hombros sonriendo avergonzado—. Solo
cuando es de encaje.
CAPÍTULO 15

Kane

—Milos, amore. Ve con tu hermano —dijo su madre pasándole al


pequeño.
Kane dejó su café y se apresuró en tomar al niño en brazos.
—¿Mala noche? —preguntó mirándola con preocupación.
Ella hizo un gesto sin darle importancia.
Milos se subió a sus rodillas feliz y con la energía al máximo, sin dar
señales todavía de falta de sueño.
—Holiiii —dijo extendiendo la última letra.
—Hola, enano —lo saludó besándolo en la frente.
Milos se rio apretando la mejilla contra la suya. Le besó otra vez
ganándose nuevas risas.
Sonrió incapaz de contenerse, adoraba la risa de su hermanito.
—¿Por qué no te tomas el día libre? Me llevaré a Milos para dejarte
descansar.
Ella le sonrió agradecida. Le pasó la mano por el pelo como cuando era
un niño y le besó la cabeza.
—Gracias, eso sería de mucha ayuda.
Kane pasó la mano por su cintura tirando de ella para un abrazo.
—Despreocúpate, me lo llevaré todo el día. Descansa, vuelve a dormirte
y disfruta de un día tranquilo. Te lo mereces —dijo separándose para poder
mirarla a los ojos.
Estaba permanentemente preocupado por ella. Ojalá le dejara ampararla
más, era la eterna lucha con ella. Insistió en comprarle una casa más grande,
alguien que la ayudara con las tareas domésticas y con Milos, pero su
madre era una persona orgullosa y aunque sabía que podía permitírselo se
negaba a aceptar ese tipo de ayuda.
Ella lo sonrió, con los ojos llenos de ese amor incondicional que solo
tiene una madre.
—Gracias, figlio —le agradeció besándolo de nuevo en la frente—.
Recuerda coger las cosas de Milos.
Tenía que estar cansada porque dejó su taza de café y volvió a subir a su
cuarto.
Escribió un mensaje a Nicco para decirle que comerían fuera y que le
llamara cuando terminara.
Los sábados su hermano iba a jugar al fútbol con algunos chicos del
barrio. Solía volver tarde así que tenía unas cuantas horas por delante para
entretenerse con Milos.
—¿Qué quieres hacer, ragazzo cattivo?
Milos lo miró con sus ojos azules muy abiertos.
—¿Cattivo? —repitió con curiosidad.
—Cattivo significa travieso.—le enseñó.
Milos dibujó una “O” perfecta con sus labios antes de sonreír.
—¡Cattivo! —gritó lleno de felicidad.
Se rio incapaz de contenerse. Estaba claro que aún tenía mucho que
aprender de ambos idiomas.

MATT

—¡¡Maaaatt!! —el chillido apenas le avisó a tiempo de girarse y que sus


piernas fueran apresadas por dos pequeñas manos.
—¡Milos! —saludó mirando al niño que reía encantado. Levantó la
cabeza buscando a su madre, pero solo encontró a Kane con una mochila.
Kane le dedicó una sonrisa, aunque su gesto se transformó en uno serio
mientras se ponía en cuclillas para estar a la altura de su hermano.
—No te puedes soltar de mi mano —le dijo con firmeza al pequeño. No
está bien, hay muchos desconocidos en el parque.
Milos giró al cabeza observando al adulto con los ojos muy abiertos, en
una copia casi exacta a la que Niccolo solía hacer en clases.
—Pero es Matt —protestó señalándolo con su dedo—. No es un
desconocido.
—No está bien —insistió Kane—. No lo hagas más. Espera a que
estemos más cerca de él, pero no vuelvas a apartarte de mí o de quien te
esté cuidando.
El pequeño asintió con la cabeza con energía varias veces.
Kane sonrió al niño pasándole la mano por el pelo antes de enderezarse.
—¿Estás haciendo de niñero? —preguntó.
—Mamá necesitaba descansar, así que Milos y yo hemos pasado todo el
día juntos.
—“Fimos” a un día de chicos —le aclaró Milos asintiendo con la cabeza
con solemnidad.
—Estamos teniendo un día de chicos. “Fimos” no existe, es fuimos —le
corrigió por costumbre.
—“Fimos”, sí —insistió el niño muy serio—. “Fimos” yo y Kane.
Sonrió incapaz de contenerse.
—Fuimos, Kane y yo —le instruyó con paciencia.
—¿A dónde “fimiste” con Kane? —preguntó confundido.
Kane y él se echaron a reír.
—Va al logopeda para mejorar su dicción —le aclaró Kane—. Pero si
está muy emocionado se le olvida.
—Es normal, hay muchas cosas emocionantes con las que distraerse —
le defendió Matt ganándose otra sonrisa radiante del pequeño.
—¿Vienes a jugar con nosotros? —pidió Milos agarrándole la mano—.
Ven. Te dejaré usar la pala primero —prometió.
Sin saber que contestar miró a Kane, pero él se encogió de hombros
dejando que decidiera por sí mismo.
—Te ofreció su pala y no permite que nadie la use. Yo tomaría su oferta,
tienes que gustarle mucho.
Dejó que el niño lo llevara hasta el parque. Delante de un banco estaban
sus juguetes todavía esparcidos por la arena.
—Ven —le dijo el pequeño sentándose en la arena, señalando el lugar
vacío a su lado.
—No hagas que se siente ahí, Milos. Va a mancharse la ropa —le dijo
Kane ocupando el banco.
—Tienes una especie de obsesión un poco rara con mi ropa. Puedo
sentarme en el suelo —le aseguró ocupando el lugar al lado del pequeño.
—Pero vas a mancharte. Tu ropa es delicada, ya te estropeó el chaleco
cuando cenaste con nosotros —le recordó.
—Solo es tela, si se mancha la limpio —le aseguró obviando que no
pudo recuperar el chaleco y tuvo que tirarlo—. No es la primera vez que
alguien me ensucia.
Por la cara de Kane pasó una expresión extraña que desapareció en
segundos.
—¿Estamos impidiendo que vayas a algún sitio? —preguntó Kane
mientras sonreía al ver como Milos le cedía su preciada pala.
—No, volvía a casa de visitar a una amiga —le respondió cavando un
poco en la arena para llenar el cubo.
Kane frunció el ceño, confuso.
—Creía que vivías a las afueras y por eso encontraste a Nicco.
—Estoy viviendo con Jackson mientras busco una casa nueva.
—¿Le pasó algo a la tuya? Cambiamos toda la fontanería el verano
pasado, puedo recomendarte a alguien.
Por supuesto que iba a preguntarle eso, era un poco raro que viviera con
Jackson.
—No, la casa está bien. Lo que pasa es que el casero va a llevar visitas
para alquilárselo a otra gente y no quería estar por medio —mintió
incómodo.
Kane lo aceptó sin dudar.
—¿Y cómo vas con eso? ¿Ya conseguiste algún sitio?
—No. Nada que me guste como para quedarme. Aunque mi agente
inmobiliario dice que encontrará una, está seguro de que tiene un arma
secreta con la que podría dejarme satisfecho. Tengo que verle ahora, por eso
volvía a casa. Para coger mi chaqueta y el coche.
Kane frunció el ceño.
—¿Satisfecho? —repitió Kane como si la palabra fuera nueva.
—Sí, Jay dice que rogaré por ella —Dio la vuelta al cubo y devolvió la
pala a Milos que se puso a darle la forma que quería.
Kane se atragantó con violencia. Cogió una botella de agua de la
mochila y dio un sorbo.
—¿Estás bien? —le preguntó preocupado.
—¿No es muy tarde para ir a ver una casa?—interrogó.
—Un poco, se suponía que debía ir por la mañana con Jackson, pero Jay
dijo que el momento perfecto para la visita sería de noche.
—Por supuesto que lo dijo —murmuró Kane—. ¿Va Dominic con
vosotros?
—No. Iré solo, Jackson y Dominic tienen una cita esta noche —
respondió sonriendo al pequeño que le pasó un rastrillo amarillo—. Jay
parecía muy emocionado cuando se lo conté, creo que tiene muchas
esperanzas en esta casa.
—Apuesto a que no es lo único en lo que tiene esperanza —dijo con
desprecio.
Miró a Kane sin entender a qué se refería. Milos le tiró de la mano para
pedirle que hiciera un camino al castillo.
—¿Qué planes tienes para estos días libres? —le preguntó Kane
cambiando de tema—. Nicco dijo que no tenía clases hasta dentro de cuatro
días.
—No tengo ningún plan. Supongo que iré a casa de mis padres. —No
pudo evitar que su voz sonara desanimada, pero esas semanas en que sus
padres estuvieron de viaje se había sentido muy aliviado de no tener que
verlos.
—Nosotros también lo pasaremos en familia —dijo Kane sonriendo al
ver a Milos sacar la lengua mientras creaba los agujeros que imitaran las
ventanas del pequeño castillo.
—¿Te gustan las fiestas? —quiso saber.
—¿A quién no? —respondió Kane—. Son días para estar en familia,
comer y ver deportes. Mi día perfecto.
Matt se rio negando con la cabeza.
—Eres piloto profesional. ¿Tu día perfecto no debería ser ganar una
carrera? —quiso saber.
—Claro que sí. Pero hay que conformarse con soñar en pequeño y dejar
que la vida te sorprenda —le contestó de buen humor.
Matt no le dijo nada, aunque pensó en que su vida era todo lo contrario.
Exigencias y planes perfectamente medidos.
—Voy a dejar a Milos en casa. Llevamos todo el día de paseo para
cansarlo y toca bañarle pronto. Así que estaré libre —le dijo Kane
mirándolo a los ojos.
Le devolvió la mirada sin entender.
—Puedo acompañarte a ver esa casa tan increíble —le aclaró al ver que
no lo había entendido.
Matt le dedicó una mirada escéptica.
—¿Un hombre como tú no tiene nada mejor que hacer un sábado por la
noche que ir a visitar una casa?
—Misma pregunta —le devolvió Kane sonriendo—. ¿No tienes ningún
chico al que ver esta noche?
A pesar de que no había malicia en su tono, se removió inquieto.
No estaba cómodo hablando de su sexualidad en voz alta, pero a pesar
de ello decidió no evadir el tema.
—No sabía si estabas al tanto —dijo evitando mirarle.
—¿De qué? ¿De qué eres gay? —preguntó claramente sorprendido—.
Te vi con Jackson en la cafetería, los heteros no solemos cogernos de las
manos.
—¿Y… eso no te hace sentir incómodo? —preguntó fingiendo que no le
importaba la respuesta.
—No, no es como si fuerais una especie en peligro de extinción —
bromeó—. Uno de mis agentes es gay, la logopeda de Milos está casada con
una chica, fotógrafos, maquilladores. El hijo mayor de Trevor, mi mecánico
principal, también es gay. No me importan esas cosas —le aseguró.
Matt lo miró antes de bajar la cabeza.
—¿Qué? ¿Creías que iba a portarme como un imbécil por eso?
—No, es solo que… en tu trabajo… no creo que esté muy bien visto los
de mi gremio —trató de bromear.
Kane se rio a carcajadas negando con la cabeza.
—Hay de todo, pero la NASCAR es como… ya sabes. Muy americano
—se limitó a decir.
El corazón de Matt latió desenfrenado. «¿Acaso le estaba diciendo
algo?»
—Muy… viril —terminó Kane—. No significa que por ser gay no seas
masculino. No quiero ofenderte —aclaró con rapidez—. Mientras estés en
el equipo no hay ningún problema, pero no encontrarás un piloto
abiertamente gay. Le retirarían los patrocinios, el público se le echaría
encima en su mayoría y sus compañeros se lo harían pasar mal.
El corazón de Matt se hundió en su estómago.
—Por estadística es probable que alguno de tus compañeros sea gay —
dijo incapaz de contenerse.
Odiaba cuando sus padres le hacían avergonzarse por sentirse atraído
por los hombres. Como si él hubiera elegido ser gay solo para molestarles.
—Eso seguro —concedió Kane—. También deportistas, cantantes… es
una opción sexual como otra cualquiera. No te hace ni mejor ni peor.
Parecía tan seguro y sincero que no pudo evitar contestarle.
—¿Podrías grabar eso y enviárselo a mis padres?
Kane parecía sorprendido.
—¿Tus padres no lo aceptan?
Matt bajó la cabeza al suelo deseando que se lo tragara la tierra.
—Olvida lo que dije, no sé por qué te conté eso —le pidió sin mirarle.
—No importa. Yo te hablé de mi padre, tú puedes hablarme de los tuyos
—le aseguró con tranquilidad.
Levantó la cabeza para mirarle, tenía una pequeña sonrisa en los labios.
—No es que no lo acepten —terminó por decir dándose por vencido.
Kane le había contado muchas cosas de su familia, suponía que era mejor
aclararlo para no dejar que se hiciera falsas ideas—. Saben que soy gay. Lo
que pasa es que… —Buscó las palabras con dificultad. Nunca se atrevió a
preguntarles a sus padres qué tenían en contra porque temía escuchar una
respuesta que los alejara de él para siempre.
Kane alzó una ceja pidiéndole que continuara.
—Preferirían que no lo fuera. Creen que es… —Tragó saliva cada vez
más incómodo—. Demasiado llamativo, supongo —dijo inseguro.
El ceño fruncido de Kane le dijo que probablemente no se estuviera
explicando del todo bien.
—Tú eres demasiado llamativo, gay o hetero. Eso no cambia nada —
desdeñó Kane como si fuera una idea ridícula.
—No lo soy —se defendió.
Kane le dedicó una mirada escéptica, como si estuviera siendo difícil a
propósito.
—Claro que sí. Destacas, nos han mirado todas y cada una de las
personas que pasaron por nuestro lado —declaró con rotundidad.
—¿Destaco? —repitió incrédulo—. Estás diciendo que parezco
extravagante. Elijo mi ropa con mucho cuidado para que nadie me mire
mal.
Supo que cometió un error al ver el gesto de Kane. Una mezcla extraña
de incredulidad y desagrado.
—Nadie puede opinar sobre qué te pones. Deberías vestirte como
quieres, no como deseen los demás. Tú eres quien debe sentirse orgulloso
de ti mismo, la gente puede darte su opinión, pero eres tú el que toma la
decisión —le dijo Kane muy serio.
—Sonó peor de lo que pretendía decir. Me refiero a que pongo cuidado
para no llamar la atención sobre mi sexualidad.
De no ser por lo nervioso que estaba, se hubiera reído al ver la cara de
Kane.
—¿Quieres decir que tratas de no parecer afeminado? No me lo pareces.
Asintió con la cabeza trazando arabescos en la arena.
—No es que me guste vestirme de una forma determinada, simplemente
no uso ropa con mucho ornamento o colores… conflictivos. Rosa, violeta,
colores pastel. Ya sabes… colores suaves. Adornos, ropa ajustada… Ese
tipo de cosas.
Kane lo miró con intensidad.
—¿Y quieres usarlas?
—No —contestó con rapidez—. Bueno puede que tenga alguna prenda
de color conflictivo que no me haya atrevido a usar —reconoció con una
sonrisa tímida—. Pero lo de los adornos y eso… no es lo mío.
Kane le sonrió de vuelta.
—¿Por qué no dejo a Milos mientras vas a casa y te pones algo de tu
colección prohibida? Ahora tengo curiosidad y si no lo haces no podré
dormir esta noche con la duda —trató de persuadirle sonriendo.
Matt sonrió de vuelta, ignorando las señales de alarma en su cabeza.
CAPÍTULO 16

Kane

—¿A dónde vas tan elegante? —preguntó Nicco apoyándose en el


marco de la puerta.
—Voy a salir —respondió abriendo el armario para ver sus camisas.
Sacó una y se la puso mirándose al espejo.
Nicco entró y se sentó en la cama observándolo. Lo ignoró a favor de
elegir dos camisas para compararlas.
—¡Mamma, vieni! —gritó Nicco sin dejar de mirar.
—¿Qué pasa? —le preguntó al llegar.
—Kane, se está arreglando para salir —le anunció Nicco.
Ella hizo un sonido indeterminado observándolo también.
—¿Tienes alguna reunión de negocios? —quiso saber ella mientras
elegía una camisa gris.
—¿Es demasiado? —preguntó girándose para que pudieran verle.
Beatrice lo observó de arriba abajo.
—Depende a dónde vayas. Si es una reunión de negocios, no —le
respondió.
—No son negocios. Voy a cenar por ahí. —Miró en otra sección del
armario buscando una camiseta.
Nicco y su madre hicieron un ruido similar con la garganta. De sus tres
hijos, Niccolo era el que más se parecía a ella.
—¿Y necesitas buscar una ropa en concreto para ir a cenar? —quiso
saber Beatrice.
—No quiero llamar la atención.
—Mio figlio, eres muy apuesto. Cualquier cosa estará bien para una cena
con tus amigos —contestó ella sentándose en la cama al lado de su hijo
mediano.
—No es una cena de amigos, voy a un buen restaurante —le aclaró
distraído.
El silencio se hizo en la habitación, pero estaba demasiado ocupado
eligiendo dos camisetas como para darse cuenta.
—¿Verde o gris oscuro? —preguntó girándose a mirarlos.
Los dos lo observaban sin parpadear.
—Gris. Te resalta los ojos —contestó ella.
Le sonrió deshaciéndose de la camiseta rechazada y poniéndose la otra.
Se miró al espejo con cuidado antes de coger una americana negra
sencilla que quedaría informal con las botas militares del mismo color.
Se inclinó para mirar bien su cara en el espejo, se duchó y afeito de
pasada, quedó en recoger a Matt en veinte minutos y ya habían pasado
quince. Estaba seguro de que era un hombre puntual y no apreciaría que
llegase tarde.
Abrió una de sus cajoneras y miró varias cajas hasta encontrar un reloj
que le gustara.
—¿Con quién dijiste que ibas a cenar? —le interrogó su madre sin
quitarle los ojos de encima.
Cogió el móvil y la cartera de la cómoda y se giró para lanzarles una
sonrisa.
—No lo dije. Os quiero, dormir bien —se despidió mientras salía.

MATT

Tal y como le había prometido Kane apareció veinte minutos después.


Abrió la puerta del copiloto y lo saludó con una sonrisa.
—¿Dónde está la ropa escandalosa que se me prometió?
Matt le sonrió cohibido.
—Nunca dije que fuera escandalosa. Dije conflictiva —respondió—. Va
debajo del abrigo.
—Tomo nota, pero que sepas que había cierta expectativa aquí. Tienes
que cumplir —bromeó poniéndose en marcha —¿Hacia dónde vamos?
Matt sacó el móvil y comprobó las indicaciones.
—Creo que no está muy lejos. Dice que es en el bulevar, al final de la
calle que corta a la derecha.
—Entendido. ¿Qué te apetece cenar? —preguntó.
—No lo sé. Podemos ir a donde tú quieras.
—Siempre y cuando tengan ensalada en la carta —adivinó Kane de buen
humor.
—Puedo comer de todo. Eres deportista, estoy seguro de que llevarás
algún tipo de dieta estricta.
—No tanto. Mucho ejercicio y proteína. Pero soy afortunado, tengo un
metabolismo rápido. ¿Tú haces deporte? —quiso saber.
—Poco ejercicio de esfuerzo. Corro un poco en la cinta y voy a yoga dos
veces a la semana.
—¿Yoga? —preguntó sorprendido.
—Soy profesor, paso muchas horas sentado o encorvado. Me ayuda a
estirar los músculos y mantenerme flexible.
Kane asintió con la cabeza con una sonrisa en los labios.
—¿Vas a burlarte?
—No, ¿Por qué piensas eso? —pregunto Kane sin entender.
—No lo sé. Creía que ibas a decir algo como que el yoga no es un
deporte.
—Eso es una tontería. Es un ejercicio más que válido. Ayuda a aumentar
fuerza, resistencia y flexibilidad. Incluso a mejorar la capacidad pulmonar y
es bueno para relajarse —contestó convencido.
Le sonrió, sorprendido.
—No es algo que yo haría porque no es mi estilo. No tengo paciencia
para eso. Prefiero el trabajo explosivo, pesas, correr, ese tipo de cosas. Para
mí, el ejercicio no está completo si no termino cansado y empapado en
sudor.
Por su mente pasó una imagen muy vívida de otro tipo de actividades en
las que Kane podía acabar cansado y sudado, pero supuso que no era buena
idea decirlo en voz alta.
—Creo que es ahí —le interrumpió Kane aparcando delante de la única
casa que tenía las luces delanteras encendidas.
—Sí, ese es el coche de Jay —respondió mirando por la ventanilla a la
construcción—. Es una casa muy bonita —murmuró.
La puerta de la entrada se abrió y Jayden salió con los brazos abiertos.
—Bienvenido a tu casa —le saludó sonriendo con alegría.
Matt salió del coche para acercarse a él.
—Creía que hoy venías solo —dijo confundido.
—Cambio de planes —contestó Kane poniéndose a su lado.
—Espera. Tú eres Kane De Luca. —Le miró buscando una respuesta.
—Jayden Brown, este es…
Notó a Kane observarle con socarronería, esperando a ver que decía.
—Mi amigo, el señor Kane De Luca —terminó con resignación.
La sonrisa altanera de Kane se amplió pasándole el brazo sobre los
hombros.
—Ese soy yo, el amigo de Matthew Anderson —contestó burlón.
Le dio un codazo sin remordimiento.
—Soy muy fan de la NASCAR —le aseguró con sus ojos verdes
brillando de ilusión—. Eres increíble, lo del sábado fue una locura, el del
Chevrolet te robó la carrera, tendrían que amonestarlo.
Kane sonrió tendiéndole la mano.
—Siempre es divertido conocer a un fan. McCannan es un buen
contrincante —le aseguró apoyándose en su costado mientras hablaba.
Matt se sorprendió por el calor que emitía su cuerpo y por lo cerca que
estaban. Lo sentía sólido y firme contra el suyo, el olor de su perfume lo
envolvió como una suave caricia.
—¿Vamos a ver la casa? —preguntó interrumpiendo la charla sobre
coches.
—Oh, claro, perdona —dijo Jayden enseguida—. Estoy seguro de que
esta es tu casa perfecta, cumple todos tus requisitos y alguno más. Eso sí,
también tiene un pequeño inconveniente que te contaré al final —le explicó
abriéndoles la puerta.
Recorrieron toda la casa los tres juntos.
—Dejé lo mejor para el final, por eso te dije que era preferible que
vinieras de noche. Esta es la habitación principal —anunció Jayden.
—¿Puerta doble? Creía que sería un salón —dijo Kane igual de
sorprendido que él.
Jayden le sonrió negando con la cabeza.
—Ábrelas tú, Matt —le pidió con misterio.
Obedeció sin entender a que venía tanta ceremonia, pero se enamoró en
cuanto abrió las puertas.
La habitación era enorme, en colores blancos y tostados, con unas
preciosas y gigantescas ventanas francesas que ocupaban todo el frente de
la habitación y permitía ver la luna sin problemas. Se asomó con curiosidad
hasta ver de dónde venían las lucecitas de la ventana.
—Son las luces del patio trasero. A la dueña anterior le gustaba celebrar
cenas ahí durante el verano.
—El balcón es enorme —murmuró encantado abriendo el ventanal.
—Puedes poner ahí el mueble que quieras. Tienes mucho espacio y
como solo da al patio interior es muy discreto. Nadie puede verte en la
habitación. Tienes también tu propio baño con una ducha doble —le dijo
mostrándole una puerta en el lateral.
Lo siguió para mirar dentro, también era de buen tamaño y mármol
blanco.
—No le he encontrado ningún problema a esta casa, ¿Cuál es la pega?
—preguntó al salir de vuelta a la habitación donde le esperaban los dos
hombres.
—Que no es de alquiler —le dijo Jayden—. Me atreví a enseñártela
porque no me pareciste cerrado a una compra. Los dueños están dispuestos
a rebajar el precio si se realiza una compra rápida, se van a vivir al
extranjero.
—Me la quedo —le interrumpió.
Jay parpadeó sorprendido.
—La casa cuesta… —volvió a intentar.
—Envíame la documentación en cuanto esté lista —le apremió
sonriendo como si no pasara nada.
—Está bien. Pero debes saber que los dueños quieren que se pague un
contrato para asegurarse de que es una compra real y no vas a echarte atrás.
Si finalmente no la compras se quedarán el dinero.
—Lo tendrás el lunes a primera hora, en cuanto tú me digas —le aseguró
—. Me gustaría mudarme lo antes posible.
—Si quieres solicitar una hipoteca puedo ayudarte con el papeleo —se
ofreció.
—Eres muy amable, no es necesario. Gracias.
—Genial —dijo visiblemente confuso—. Pues te enviaré la
documentación mañana, aunque sea domingo. Así el lunes puedes ponerte
con ello.
—Hiciste un trabajo increíble, la casa es maravillosa. Muchas gracias —
le agradeció con sinceridad.
Kane no dijo nada durante el intercambio, ni tampoco cuando iban de
camino a su cena.
—Y… ¿A dónde vamos a ir? —preguntó tratando de romper el
ambiente tenso.
—A un restaurante —le contestó distraído.
Matt notó como su estómago se apretaba. Probablemente no fue buena
idea llevarle con él, aunque en honor a la verdad, no pensó que la casa fuera
a gustarle tanto.
Después de Noel se prometió a sí mismo que se cuidaría mucho de no
mostrar el dinero que tenía, comprarse una casa de una forma tan repentina
era una gran declaración.
Noel era muy astuto y cuando se conocieron tuvo cuidado de no
aparentar demasiado. Siempre se encargaba de dejarle caer los nombres de
lugares de moda a los que quería ir, las vacaciones con las que soñaba y le
mostraba los trajes o joyas que le gustaría tener. Era un pozo sin fondo, pero
le dio todo lo que quería sin reparar en gastos.
Creyó que lo estaba mimando, que era una forma de demostrarle el amor
y Noel se encargó de hacerle sentir que cuanto más le daba, más le amaba.
Negó con la cabeza con asco mirando por la ventanilla.
La mano de Kane en su pierna lo hizo salir de sus nefastos recuerdos.
—Matt —le llamó—. ¿Erik? ¿Eres tú de nuevo? —le preguntó.
Le dedicó una sonrisa tensa.
—No tengo doble personalidad. Solo me distraje un segundo —mintió.
—Seguro que sí —aceptó Kane aunque por su cara supo que no lo creía
—. Te preguntaba si hay algo que quieras cenar en especial.
—Podemos dejarlo si quieres. No tenemos que hacer esto.
Kane le dedicó una mirada sorprendida.
—¿De qué hablas?
—No sé —dijo inseguro—. Estás raro desde que me compré la casa. —
Tomó una bocanada de aire para relajarse.
—No estoy raro. Solo me preguntaba a dónde podía llevarte para
impresionarte.
Matt lo observó sin dar crédito.
—¿Quieres impresionarme? —preguntó con una pequeña sonrisa.
Kane aprovechó un semáforo en rojo para girarse a mirarle.
—Soy piloto, me paso gran parte de mi vida viajando y cuando no estoy
en los circuitos, tengo reuniones o entrenamientos. Y aun así, tú —le señaló
acusadoramente con el dedo. Pero lo único que pudo hacer fue sonreír
mientras esperaba—, señor profesor de instituto, eres cien veces más
complicado de encontrar que yo. Así que, para un día que no me evitas o te
escondes… Quiero llevarte a un sitio tan bueno que haga que la próxima
vez que te envíe un mensaje, contestes corriendo por si es otra invitación a
cenar.
Rio incapaz de contenerse, Kane volvió a poner el coche en marcha.
—Te prometo que cualquier sitio estará bien para mí —le aseguró—. Ya
te lo dije, no me importa a donde vayamos.
—¿Contestarás la próxima vez que te llame o te envié un mensaje? —
preguntó
—Estoy seguro de que si cojo tu móvil ahora mismo habrá cientos de
números que responderían en cuanto llamaras.
Kane aparcó el coche y le dirigió una sonrisa maliciosa.
—¿Ves? Difícil. Muy difícil de conseguir tu atención. Hagamos una cosa
—le propuso con los ojos brillando con intensidad. Sacó su móvil de la
americana y se inclinó para guardarlo en la guantera—. Esta noche somos
solo tú y yo. Ni admiradoras —dijo sin dejar de sonreír. Le cogió el móvil
que llevaba agarrado en la mano y lo puso con el suyo—. Ni admiradores.
¿Te parece bien?
Lo miró anonadado. Noel no se separaba de su teléfono, de hecho, nunca
le dejó ni acercarse a él o a su ordenador.
—Me parece perfecto —aceptó.
Kane le guiñó un ojo.
—Vamos, veamos cuánta gente podemos escandalizar con esa ropa tan
llamativa.
Nadie se escandalizó por su jersey rosa. Era de cachemir, suave y con un
trenzado muy delicado.
Kane no parecía disgustado o avergonzado. Sonrió al ver el jersey
asegurándole que le quedaba muy bien.
Le llevó a un restaurante elegante, pequeño y discreto. Con un servicio
excelente y una comida maravillosa. El tiempo con Kane era algo relativo,
era temprano cuando llegaron al restaurante, pero de repente los camareros
ya estaban recogiendo.
Kane se encargó de la cuenta rechazando con un gesto su intento de
pagar en cuanto lo vio tratar de conseguir su cartera.
Tampoco dejaron de hablar cuando lo llevó de vuelta a casa. Kane era un
conversador maravilloso, tenía mucha gracia contando las cosas y no se
aburría de responder todas las preguntas que le hizo. Su curiosidad parecía
resultarle cómica, algo que era refrescante cuando siempre le habían
reprendido por ello.
Pararon delante del apartamento, pero Kane no hizo ningún ademán de
querer marcharse. Apagó el coche y continuó la historia que le estaba
contando.
—¿De dónde viene esa luz? —le preguntó Kane todavía riéndose de una
anécdota que compartió de una de sus clases.
Giró la cabeza para tratar de ver por la ventanilla que estaba empañada.
—Creo que está amaneciendo —dijo sorprendido.
—¿En serio? —preguntó Kane incrédulo.
—Juraría que sí. —Consultó la hora en su reloj—. Son las siete de la
mañana —murmuró mirándole con los ojos muy abiertos.
—Creo que nunca había pasado la noche hablando en un coche —dijo
Kane desconcertando.
—Yo tampoco, es que soy muy entretenido —bromeó todavía sin acabar
de creerse que llevaran ahí parados toda la noche.
—Es verdad, lo eres —le aseguró Kane sin dejar de sonreír—. Salimos
del restaurante a las tres de la mañana, así que llevamos aquí más de cuatro
horas. No puedo creer lo rápido que pasó el tiempo.
—Tengo que irme —se disculpó recuperando el móvil de la guantera.
Por suerte no había ningún mensaje de Jackson. Seguro que llegaron de
madrugada y creyeron que estaba en su habitación.
—Por supuesto —aceptó Kane—. Es tarde.—Aún así se recostó en el
asiento mirando en su dirección.
Sonrió aguantando su escrutinio.
—Deberías poner el aire acondicionado. Por los cristales —le aconsejó
señalando el panel de control del coche.
Kane sonrió y apenas se estiró para pulsar un botón que no hizo ningún
ruido.
—Así que… dígame profesor Anderson —le pidió sin apartar los ojos
de los suyos—. Del uno al diez. ¿Qué nota le pones a esta noche?
Sonrió tan ampliamente que le dolió la mandíbula.
—Mmm. —Miró al techo un segundo como si se lo estuviera pensando
—. Notable —decidió riendo al ver su cara indignada.
—¿Notable? Me tienes manía —protestó.
—¿Qué nota se daría usted señor De Luca? —interrogó divertido.
—Matrícula de honor —contestó Kane sin dudar. —Buena comida,
charla y compañía. Solo falta el sexo.
Matt abrió los ojos con sorpresa.
—Pero los dos sabemos que no soy tu tipo —le picó sonriendo con
malicia—. No estaría a la altura.
—Más bien yo no soy el tuyo —contestó siguiéndole la broma tratando
de disimular su nerviosismo.
Kane le guiñó un ojo con descaro.
—Supongo que tendremos que dejarlo en un diez. Por incompatibilidad
—rectificó divertido.
Volvió a observarle como si quisiera ver a través de él. Tocó su mejilla
con suavidad usando el dedo índice.
—Es muy fácil avergonzarte. Siempre te pones colorado.
—Y tú no lo haces nunca —respondió apretando la espalda contra el
asiento.
—Es que soy italiano —anunció orgulloso.
Estalló en risas en cuanto escuchó su pobre excusa.
—Apuesto que usas esa respuesta muchas veces —adivinó.
Convencido, él asintió con la cabeza.
—¿Me enfado porque pierdo una carrera? Pasión italiana. ¿Grito cuándo
animo a los compañeros como si no hubiera un mañana? Soy italiano. ¿Me
niego a comer una hamburguesa? Lo mío es la pasta, sería una ofensa a mi
patria. ¿Destaco por mi elegancia y belleza? Es que tengo sangre italiana.
Da igual lo que sea, encaja siempre.
Matt se sostuvo el estómago entre carcajadas.
—¿Y quién tiene la culpa de que seas tan presumido y creído?
Él le sonrió con sus ojos azules brillando como piedras preciosas.
—Italiano —vocalizó despacio.
Abrió la puerta entre risas y salió a la calle.
—Gracias por esta noche, me lo pasé muy bien —le dijo con sinceridad.
—Yo también. Hace mucho que no me divertía tanto —le contestó Kane
observándole.
Miró sus ojos antes de bajar a sus labios. Por un segundo, soñó que era
una cita real, que había pasado toda la noche con un hombre embriagador y
que esa sensación de vértigo era el principio de algo a lo que no se atrevía a
ponerle nombre.
Heterosexual. Se recordó.
—Buenas noches, Kane. Días —se corrigió despidiéndose.
Atravesó la puerta principal del edificio recordándose que era
afortunado. Tenía un amigo maravilloso y generoso. Se lo repitió mientras
subía en el ascensor y cuando metía la llave en la puerta del apartamento.
Una mano lo agarró del codo desde atrás y tiró de él con fuerza.
El perfume de Kane saturó sus sentidos, antes de que su boca cayera
sobre sus labios. Se quedó rígido, con la mente en blanco.
No podía ser, era imposible.
La lengua de Kane recorrió el contorno de sus labios como un
relámpago y presionó su centro buscando entrar en su boca. Su mano
derecha se enredó en su pelo, haciendo que inclinara la cabeza y sin más, se
dio por vencido.
Kane aprovechó para profundizarlo, empujándose entre sus labios y
buscando el contacto de su lengua contra la suya.
No desconocía si Kane había besado a un hombre alguna vez, pero
desde luego sabía cómo besar a uno.
Su cerebro cortocircuitó cuando sus lenguas se enredaron y su cuerpo
duro le presionó contra la puerta a su espalda.
Ciego y perdido, se aferró con fuerza a su camiseta fundiendo su lengua
en la suya, buscándole.
Kane emitió un sonido bajo y roto con la garganta, que hizo que su piel
se erizara. Rompió el beso, pero no se alejó, apoyó la frente en la suya con
los ojos cerrados.
—¿Qué haces? —preguntó en un susurro.
Él no le respondió. Puso la mano bajo su barbilla y le alzó la cabeza,
dejando un par de besos en sus labios, pasando despacio la lengua sobre su
labio inferior como si no pudiera resistirse.
Y sin más, desapareció.
Abrió los ojos encontrándose con el pasillo vacío. Afianzó los pies en el
suelo, tratando de detener el temblor de sus piernas. «¿Kane acababa de
besarlo?»
CAPÍTULO 17

Cuando era pequeño, desarrolló una extraña manía. Si el ama de llaves


le daba un dulce que sabía que no debía tomar, corría a su habitación y se
escondía para comer. Era su secreto, lo que le hacía sonreír durante días,
una ilusión en una vida llena de exigencias, de perfección en un niño que
solo quería jugar.
Lo había olvidado por completo. Esa emoción en el fondo del estómago,
como burbujas estallando por saber qué estaba haciendo una travesura. Esos
recuerdos volvieron a él en cuanto cerró la puerta del apartamento.
Kane lo había besado y era exactamente igual que tomarse ese dulce que
no debía. No lo necesitaba, sabía que estaba mal y que si alguien lo
descubría los dos estarían en problemas.
Así que hizo lo mismo que hacía de niño, guardó silencio y calló su
pequeño pecado.
No se lo contó a Jackson, tampoco a Amelia y por supuesto a ninguno
de los chicos. Lo guardó en su interior y lo revivió en su cabeza una y otra
vez cada vez que estaba a solas en su cuarto.
Millones de preguntas se agolpaban en su mente, planificó lo que le diría
cuando volvieran a verse. Escribió decenas de mensajes en el móvil que
nunca envió y finalmente llegó el lunes.
Y se le olvidó todo en cuanto lo vio esa mañana al traer a Nicco. Sus
ojos chocaron a través del cristal del retrovisor, como si pudieran
atravesarle. Le pareció que iba a salir para hablar con él, pero obviamente
se equivocó porque no volvió a verle en toda la semana.
Perdió el paso apenas un segundo. Mucha gente tenía sexo cada día de
su vida con desconocidos, él podría besarse con uno que conocía y no armar
un escándalo.
Seguro que Kane tenía una mujer diferente cada día de la semana. El
estómago se le retorció al pensar en eso. No era un pensamiento que
quisiera mantener en su cabeza.
Definitivamente no. Tampoco quería darle vueltas al motivo que hacía
que Kane no le enviara mensajes ni tratara de llamarlo. Sabía que estaría
buscando la manera de rechazarlo de forma educada.
Se recordó que no fue culpa suya, no fue él quien le obligó a perseguirle
y robarle un beso.
Sabía de sobra que besar a un hombre no era lo mismo que ser gay,
tampoco significaba que estuviera interesado en él, podía ser una señal de
que… no tenía ni idea de que llevó a Kane a hacer eso, pero respetó su
desaparición y lo asumió como lo que era. Una retirada a tiempo.
Consideraba a Kane un amigo, así que le daría espacio para enfriar el
tema antes de intentar hablar con él. Era una buena persona, no le haría
daño si podía evitarlo, así que sabía que ese trato de silencio se debía a que
estaría buscando una salida amable.
Se enfocó en cosas que podía controlar, como la compra de su nueva
casa.
A finales de semana ya tenía los papeles en su mano y una cantidad
considerable de dinero menos. Solo debía dar esa clase y luego iría a su
nueva casa para ver si los pintores habían acabado con las paredes.
—¿De Luca? ¿Todo bien? —preguntó sonriendo al chico que le
devolvió la sonrisa.
—Sin problemas, no se trata de mí. El tonto de mi hermano me envía
con otra de sus cartas —dijo exasperado abriendo su mochila—. Por lo
menos va mejorando —bromeó tendiéndole un sobre grande y largo.
Lo aceptó, tratando de controlar el temblor de su mano.
—¿Corre este fin de semana? —preguntó esperando no estar
equivocado. Kane no sería tan miserable como para desaparecer sin darle
cara.
—Sí. La carrera es cerca, vamos a ir todos a verle —le contó muy
animado—. Luego estará de circuito durante varias semanas, irá de un
estado a otro. Se fue el martes por la noche y ayer llegó esto a casa por
mensajería urgente.
—Deséale suerte de mi parte. —Supo que dijo algo equivocado cuando
vio la cara extrañada de Nicco.
—¿Nicco, hay algún problema? —quiso saber.
—No, nada. Buenas tardes profesor —se despidió haciéndole un gesto
con la mano pero todavía manteniendo esa expresión desconcertada en su
cara.
Dejó salir el aire despacio, mirando el sobre. Tomó asiento y lo abrió sin
imaginar qué podía ser tan urgente que no pudiera escribírselo por mensaje.
El sobre contenía cinco entradas en primera fila para la carrera y una de
sus notas típicas con papel de promociones del supermercado.
Abrió la nota con cuidado. Apenas unas frases de su puño y letra.

Espero verte animando desde la primera fila.


Kane
P.D: Sé que tenemos que hablar. Quizá podríamos hacerlo después de
la carrera.

«¿Kane quería que fuera a verle? ¿Al circuito? ¿Por qué no podían tratar
el tema por teléfono, donde Kane no le viera la cara?»
Su corazón latió con fuerza y se permitió tener esperanza. Quizá las
cosas pudieran salirle bien esta vez. ¿No?
A lo mejor Kane se dio cuenta de que lo que había entre ellos era más de
una amistad y se tomó todos esos días en aclarar sus ideas.
Su cabeza imaginó una escena donde llegaba a verle y Kane le esperaba
para declararle su amor. Soltó un gemido avergonzado mientras dejaba caer
la cabeza sobre su escritorio.
«¿De verdad era aún tan idiota? ¿Cuántas veces más iba a apostar su
corazón?»

Los chicos se pusieron locos de contentos cuando les dio las entradas.
Dominic y Mich empezaron a gritar haciendo planes para poder marcharse
esa misma noche y pasar el fin de semana entero en las carreras.
—Reservaré habitaciones ahora mismo. Será un infierno conseguirlas
con tan poca antelación, pero nos las arreglaremos. Una doble y una triple
—dijo Mich buscando en el móvil frenéticamente.
—Dos dobles —le corrigió desde el sofá—. Yo no voy.
Los ojos de Jackson se clavaron en él al instante.
—¿No vas a ir a la carrera? —preguntó Dominic sin dar crédito—. Es tu
amigo, por eso nos regala las entradas. Tienes que ir.
—No me van mucho los deportes y no entiendo nada de NASCAR.
Además, tengo acumulados un montón de exámenes por todo el tema de la
casa y ya había quedado con los de la mudanza para llevarme parte de mis
cosas. Los pintores terminaron ya con mi habitación.
Sabía que todas eran razones legítimas, que nadie podría dudar de sus
argumentos, pero Natalie y Jackson no se dejaron engañar.
—Entonces nos quedaremos contigo—dijo Dominic enseguida—. Para
ayudarte con la casa nueva. Habrá mucho que hacer y no puedes con todo tú
solo.
Le sonrió con dulzura. Dominic era un encanto, no le extrañaba que
Jackson estuviera tan enamorado de él.
—No es necesario, sé lo mucho que os gusta la NASCAR. Disfrutadlo y
animarle por mí —los tranquilizó. No permitiría que se quedaran sin eso
por su culpa.
—Si no vas a venir… ¿Podrías darme tu entrada? —preguntó Dominic
esperanzado.
—Claro, no hay problema —le aseguró sonriendo.
—¿Quieres llevar a tu jefe? —inquirió Mitchell.
Dominic negó con la cabeza con una sonrisa radiante.
—A tu padre —confesó satisfecho.
Mitchell abrió los ojos al máximo.
—¡Es una idea buenísima! ¿Por qué no se me ocurrió a mí? Vamos a
llamarle —decidió sacando el móvil.
Natalie y Jackson le hicieron un gesto con la cabeza hacia la cocina.
Sabía que habría preguntas, así que estaba preparado para responder sin
desvelar su pequeño secreto. Todavía quería mantenerlo para él solo un
poco más.
—¿Algo que quieras compartir con la clase? —le preguntó Jackson
cruzándose de brazos.
—No pasa nada malo —trató de calmarlos—. Kane me envió las
entradas por su hermano, pero estoy poniendo en práctica tu consejo.
Natalie le miró asintiendo con la cabeza.
—No me gusta la idea de dejarte solo con toda la mudanza —le dijo ella
con el ceño fruncido.
—No te preocupes, voy a mandar traer los muebles grandes para que los
monten. Todavía quedarán toneladas de trabajo después de eso —le
respondió con sinceridad.
Jackson seguía observándole con desconfianza.
—¿Seguro que no hay nada más? —le preguntó sin apartar los ojos de
él.
—Hay algo más, pero no quiero compartirlo con nadie —reconoció
vigilando su expresión para ver como se lo tomaba—. Mira, tú tenías razón.
Kane es hetero y pase lo que pase seguirá siéndolo. Nada cambiará eso. Ni
la química, ni las charlas, ni que vaya a animarlo a una carrera. No es para
mí. —Eran las palabras correctas, las que sabía que tenía que decir, pero le
escocieron en la garganta como si se hubiera bebido un vaso de Bourbon
malo.
Los ojos de Jackson le decían que sabía que había toda una historia
detrás.
—He pasado por mucho y ahora sé lo que no quiero. No necesito a un
hombre que dude de su sexualidad, que me tenga escondido o que me use
para satisfacer su curiosidad. Estoy seguro de que quiero un hombre bueno
y sincero que me trate como yo a él. Ni mejor, ni peor, ser iguales para todo.
Quiero un compañero de vida, alguien con quien compartir todo y empezar
un proyecto de vida en común.
—Todos queremos eso —le respondió Natalie con una pequeña sonrisa
de ánimo.
—Lo sé. Por eso necesito dejar toda esta confusión atrás. Kane no puede
ser esa persona. No encajo en su mundo, ni él en el mío. Se acabó —le
sorprendió su firmeza, aunque no sabía a quién estaba tratando de
convencer. Si a sus amigos o a sí mismo.
—Algo tuvo que pasar para que cambies de opinión con tanta rapidez —
adivinó Jackson.
—No importa el motivo. Ahora lo sé. Kane estará fuera unas semanas,
aprovecharé para que las cosas se calmen y establecer límites.
Jackson asintió con la cabeza despacio.
—Es lo mejor para ti —le aseguró con pena.
—Lo sé.—Era sincero en eso, sabía que lo mejor era poner todo el
espacio entre Kane y él que pudiera—. Deberíais volver con los chicos.
Tenéis mucho que preparar, si queréis llegar a tiempo y están tan
emocionados que son capaces de reservar hotel en otro estado —los animó.
Se quedó mirando por la ventana mientras los escuchaba hablar.
No se atrevió a dejar que ningún hombre se acercara a él después de
Noel. Kane era el primero en atravesar esa barrera que tuvo que imponer
para salvaguardar lo poco que quedó de él tras todo aquel desastre.
Hizo lo correcto. No quería escuchar lo que tenía que decir, sabía qué
diría. No creía que fuera justo desequilibrarlo antes de una carrera
importante con algo que ya estaba tratando de olvidar. Serían amigos,
seguro. Pero lo mejor sería dejar que las cosas se calmaran entre ellos
mientras Kane estaba fuera. Con suerte, ambos olvidarían el tema.

Cumplió su propósito.
Amelia y Pitt vinieron a ayudar a poner etiquetas en todos los muebles
que quería llevarse, supervisar a los operarios durante el montaje y a tratar
de hacer el menor desastre posible en la casa nueva cuando los colocaron en
su lugar definitivo.
Mudarse siempre era un motivo de estrés, pero en esta ocasión todo lo
que podía sentir era la emoción de un nuevo comienzo.
Era una casa muy grande para una sola persona, pero se enamoró de ella
y de lo que pareció susurrarle en cuanto atravesó la puerta.
La promesa de una familia propia, niños corriendo por el patio trasero,
cenas en la enorme cocina, café para dos en el porche…
Se enfocó en su futuro, en poner los primeros pasos de la vida que
quería y dejar atrás ideas imposibles con personas que no le convenían… ya
había tenido mucho de eso. Era el momento de cambiar las reglas.
CAPÍTULO 18

Kane

—No puede volver a suceder —dijo Connor viendo la repetición de la


carrera del fin de semana pasado.
Kane no se molestó en responderle a su agente. Se dedicaba a ganar
dinero, no sabía la impotencia que sintió cuando su coche chocó contra la
valla y quedó imposibilitado para seguir corriendo. Después de conseguir el
último lugar en la carrera, le había podido la frustración al verse impedido
para mejorar su posición.
Durante esa semana su vídeo al salir del coche averiado, pegándole
patadas a las ruedas se había extendido por Internet. No fue un ataque de
furia como la gente pensaba, era la impotencia de perder de nuevo.
—Tienes mucha publicidad en los próximos meses, no podemos
permitirnos mala prensa —siguió diciendo Connor.
Kane apretó los dientes sin responder. Llevaba dos semanas tenso y
estresado, no quería decirle algo de lo que fuera a arrepentirse. Sabía que
estaba tratando de cuidar de su imagen, aunque ahora mismo sus
recordatorios solo sirvieran para enfadarlo más.
—Ve a tomar el aire, Connor —ordenó Trevor cortando sus quejas.
El hombre lo miró con un mal gesto estrechando los ojos, pero obedeció
al ver que no iba a intervenir en su favor.
El mecánico se acercó a él, que estaba sentado sobre una caja viendo al
equipo poniendo su coche a punto. Aceptó con un asentimiento la cerveza
que le puso en la mano.
—No estás centrado. —No era una pregunta, sabía que era así.
Miró la botella sin decirle nada. No tenía excusa y no iba a mentirle.
Trevor estaba en su equipo desde el principio, su padre le eligió. Y cuando
ya no estuvo para darle consejos, Trevor ocupó su lugar.
—Sabes cómo va esto, tu padre te enseñó el funcionamiento —le
recordó sin alterarse.
Notó un pinchazo en el estómago al pensar en lo decepcionado que
estaría su padre si supiera que estaba descentrado en el trabajo por algo de
su vida personal.
—Competir en la NASCAR es peligroso, una mala curva, un descuido y
se acaba para siempre. Tu familia ya ha perdido demasiado. No pueden
perder a nadie más—dijo con dureza.
Aferró con fuerza el cristal frío entre sus dedos.
—Tienes que solucionar tu mierda. Arregla tu porquería y vuelve a la
pista o no lo hagas. No para volver a hacer lo que hiciste el fin de semana
pasado.
—Si no corro mañana, joderé la temporada. No habrá una oportunidad
real de ganar —le recordó.
—Si tienes tres malas carreras seguidas, puede que no haya una
temporada. Eres bueno en la pista, de los mejores. Pero no le pones
corazón.
—Quiero ganar más que nada —protestó sin entender por qué le decía
eso.
Trevor movió la cabeza con expresión decepcionada.
—Tus ganas están enterradas en el cementerio junto a tu padre —dijo
con brutal sinceridad—. Tu corazón, está siempre con tu familia. Enterrado
en las preocupaciones de ayudar a criar a tus hermanos y cuidar de tu
madre.
—¡Son mi familia, por supuesto que lo hago! Solo me tienen a mí —
protestó indignado.
—No te lo estoy recriminando, hiciste lo que hay que hacer —se
apresuró en responder—. Te estoy diciendo la verdad. Perdiste las ganas
durante mucho tiempo, pero este año parecías centrado de nuevo y nosotros
confiamos en ti. Todo el equipo cree en ti, aunque sabíamos que estos años
ganar no era tu prioridad. Hasta ahora, hemos mantenido la confianza en
que un día lo consiguieras. Pero las últimas carreras no hablan de ti, no es
así como compites. Es la primera vez que no tienes ganas de estar en el
asfalto.
Kane miró al suelo, avergonzado. Era la verdad. Odiaba escucharlo, pero
era cierto.
—Si no vas a esforzarte por ganar, busca a alguien que te sustituya. Nos
hemos esforzado por esto, estamos luchando por ello. Tu equipo ha estado
trabajando veinticuatro horas para solucionar los problemas de rendimiento,
se merecen a alguien que quiera pelear —lo amonestó con dureza.
—Quiero ganar. Sabes que quiero —dijo con sinceridad levantando la
cabeza.
Trevor le devolvió la mirada, evaluándolo.
—Pues aclara tu mente. Entra en la pista con un único objetivo, ser el
primero en atravesar esa meta.
Tragó saliva. Confiaba en Trevor y sabía que en sus palabras no había
maldad y ganas de hacerle daño. Trevor era como de la familia, tenía que
estar más perdido de lo que pensaba si él consideraba necesario ponerlo en
su lugar.
—¿Y si no puedo? —no estaba seguro de poder vaciar su cabeza en ese
momento.
Trevor le palmeó la espalda.
—Competiste tras la muerte de tu padre. Vomitaste antes y después de la
carrera. Nada de lo que te esté pasando, puede ser peor que eso.
Kane lo miró alejarse sin responder. Nada que él supiera.
Se preguntó por un segundo que opinaría Trevor si le contaba que
llevaba semanas con la cabeza en casa, pero que no tenía nada que ver con
su familia. Sino con un beso robado a un hombre que ahora no quería saber
nada de él.
Tampoco es que supiera que iba a decirle. Ese beso… lo tenía todo el día
en la mente, volvía a él cuando menos se lo esperaba. Quizá también influía
el que Matt no hubiera aceptado su invitación, dejándole claro que no le
había dado ningún tipo de importancia a lo que pasó entre ellos.
Por supuesto que no, era un hombre atractivo, educado y elegante.
Tendría una fila de hombres tratando de impresionarlo.
Suspiró bebiendo otro sorbo de su cerveza.
Tampoco es como si él fuera una buena opción, tenía un trabajo
peligroso, se pasaba todo el día fuera de casa y no estaba dispuesto a
alejarse de su familia.
Milos todavía era pequeño y Nicco, aunque era un buen chico,
necesitaba apoyo constante. Su madre era todavía joven, pero quería estar
allí para ella, cuidarla y mantenerse a su lado.
Además, Matt era gay, abiertamente gay y en cuanto a él… solo sabía
que no podía dejar de pensar en Matt desde el día en que lo conoció. Nunca
se había fascinado tanto con nadie.
Al principio creyó que era porque le caía bien, le gustaba avergonzarlo y
disfrutar en primer plano de su mente rápida y boca aún más rápida. Pero
cuando lo vio salir del coche después de una noche increíble supo que le
faltaba algo más.
Nunca se había pasado la noche hablando con nadie hasta el punto de no
darse cuenta de que estaba amaneciendo, jamás había tenido esa sensación
de querer saberlo todo, de necesitar juntar las piezas de una persona para
conocerla en profundidad.
Se pasó la mano por el pelo. Todavía no acababa de entender que tenía
de especial Matt, nunca había dudado de su sexualidad antes, ni se sintió
atraído por un hombre hasta ahora.
¡Per I´amor di Dio! Si hasta quiso impresionarlo llevándolo a uno de los
mejores restaurantes que conocía. No se había molestado con ninguna de
las mujeres que pasaron por su vida.
No tenía relaciones largas, pero si algunas conocidas con las que solía
quedar cuando iba a competir en sus ciudades.
Amigas como Sharon que no dejaba de llamarle para salir a cenar esta
noche.
Suspiró agobiado. Trevor tenía razón, tenía que centrarse. Dejar de
pensar en hombres adorables de ojos verdes y sonrisa fácil.
Pasar la noche con Sharon podía ser un buen comienzo.

MATT

Frunció el ceño revolviendo su comida.


—O arruiné nuestra cena y eres muy educado para quejarte, o soy más
aburrido de lo que pensaba —le dijo Jackson.
Puso los ojos en blanco negando con la cabeza.
—No eres aburrido y la cena está deliciosa. Gracias.
Jackson chasqueó la lengua, mirándole.
—Olvida la comida, ¿Por qué estás tan raro? —preguntó preocupado.
—Todo va bien. Los chicos se portan bien, la casa está casi lista y mis
padres fueron bastante amables conmigo en la comida de esta semana —
enumeró sonriendo.
Jackson no se dejó engañar.
—Pero…
Dejó el tenedor dándose por vencido.
—Pero no dejo de pensar en algo que me dijo Nicco ayer —le confesó.
Llevaba días dándole vueltas, quizá si se lo contaba a Jackson podría decirle
que era una tontería y que se olvidara de todo.
Jackson removió su arroz con el tenedor.
—¿Y qué te dijo? —quiso saber.
—Dice que Kane ha perdido las dos últimas carreras y que si pierde este
fin de semana todas las opciones para quedar bien en la clasificación
estarán arruinadas.
Su amigo dejó el tenedor apoyándose en el respaldo de la silla.
—Dominic me lo dijo. Dice que no está concentrado. Que en
condiciones normales nunca habría dejado que le cerraran en la curva que
lo hizo chocar.
Miró a su amigo a los ojos, pero volvió a fijar la atención en la mesa.
Inseguro de si debía decir lo que le pasaba por la cabeza.
—¿Chocar? ¿Tuvo un accidente? Niccolo no me dijo nada. ¿Está bien?
¿Fue grave? —preguntó después de unos segundos con ansiedad.
—No fue serio, lanzó el coche contra una de las vallas de seguridad —le
calmó—. Salió del coche por sí mismo.
Asintió con la cabeza llevándose la mano al pecho, tratando de
tranquilizarse.
—Parecía decepcionado —siguió diciendo Jackson.
—Normal —concedió—. No pudo seguir corriendo.
—No me refería a eso. Parecía muy decepcionado cuando vio que no
estabas.
Frunció el ceño desconcertado.
—¿Fue a veros? —preguntó sorprendido por no haber escuchado esa
conversación tres semanas antes. Sospechaba que Jackson era el causante
de eso, ya que los chicos le contaron cosas, pero no hablaron mucho de
Kane.
—Sí, dejó que los chicos se subieran al coche después de la carrera.
—Es muy amable por su parte —dijo en voz baja.
Jackson asintió con la cabeza aceptándolo.
—Mucho. Me preguntó por ti, no parecía muy convencido de que fuera
por la casa —le comentó mirándolo fijamente.
—Ya —murmuró pasándose la mano por la nuca, sin saber qué decir.
Jackson suspiró apoyando los codos en la mesa para verle mejor,
observándolo con atención.
—Puede que estuviera equivocado —dijo lentamente.
—¿Sobre qué? —preguntó desconcertado.
—Sobre Kane y tú. No acabo de entender lo que está pasando entre
vosotros y creo que en mi afán de protegerte, me he metido donde no me
corresponde —explicó muy serio.
—Sé que te preocupas por mí y no me darías un mal consejo a propósito
—le tranquilizó confundido.
—Nunca lo haría —le aseguró—. Soy tu amigo y te quiero. Por eso creo
que cometí un error al sugerirte que te alejaras de Kane —reconoció
Jackson.
—¿Un error? —preguntó dubitativo.
Jackson asintió con la cabeza suspirando.
—Yo me enamoré de Dominic cuando aún no sabía ni lo que era el amor
y la intervención de Mitchell consiguió que no luchara por él. No fue a
propósito y lo hizo pensando en protegerme, pero perdimos mucho tiempo
y sufrí tratando de olvidarle. Y ahora, yo te estoy haciendo lo mismo a ti.
—¿Me estás diciendo que crees que Kane podría estar interesado en mí?
—preguntó en un hilo de voz.
—No —respondió enseguida—. Te estoy diciendo que no tenía derecho
a asegurarte que no tenías ninguna oportunidad con él. No lo conozco lo
suficiente y aunque lo hiciera no puedo saber qué siente por ti.
Miró a Jackson fijamente. No entendía a dónde quería ir.
—Hubiera peleado por Dominic, si no hubiera sido por la intervención
de mi hermano —le explicó—. Creo que eres muy valiente enamorándote
de nuevo después de lo que te pasó, yo no tenía derecho a quitarte eso.
Perdóname, la única excusa que tengo es que trataba de evitar que te
hicieran daño —se disculpó con sinceridad.
—Ya lo sé. Nunca pensé que tuvieras mala intención —le aseguró
negando con la cabeza.
—Sé que lo sabes. Y por eso te digo que me mandes a paseo. Si tú crees
que tienes que intentarlo con Kane, adelante.
Matt lo miró sin entender nada. Hacía diez minutos estaban cenando tan
tranquilos. ¿Cómo llegaron a eso?
—Eres consciente de que probablemente mis sentimientos sean
unilaterales y Kane me rechace. ¿No? —preguntó mordiéndose el labio
inferior.
Él asintió con la cabeza suspirando.
—Probablemente. Pero estaré aquí esperándote para consolarte y buscar
en Internet fotos donde salga horrible —trató de animarle.
Matt se rio incapaz de contener los nervios.
—Kane me besó el sábado cuando saliste a cenar con Dominic —
reconoció notando sus mejillas encenderse.
Jackson sonrió de medio lado con expresión burlona.
—Me lo imaginaba. ¿Y cómo fue? ¿Mejor de lo que te imaginabas o
normal? —le interrogó.
Tomó aire pensando.
—¿Crees que aún haya entradas para la carrera de mañana? —preguntó
en su lugar.
Jackson lo miró sorprendido.
—Eso sí que no me lo esperaba —murmuró incrédulo.
—¿Él que? —le interrogó.
—Eres un romántico de manual. De esas personas de grandes gestos
románticos y música de fondo —se burló.
Matt se rio negando con la cabeza.
—Es solo que… —no fue capaz de seguir porque todo sonaba ridículo.
«¿Qué iba a decir? ¿Qué necesitaba hablar con él en persona? ¿Qué tenía
que verle?»
—Llamaré a Natalie —resolvió Jackson sin esperar una respuesta.
—Son las diez de la noche. No puedes molestarla para contarle esto —
protestó escandalizado.
—¿Bromeas? Vamos a preparar un viaje de última hora para que visites
por sorpresa a tu hombre. Créeme, me arrancará los ojos si no la llamo,
estará emocionada. Ve por el portátil, hay mucho que hacer —le instruyó.
—No es mi hombre —protestó aún inseguro.
—Puede que pronto lo sea.
Jackson no mentía cuando dijo que Natalie estaría emocionada. Le hizo
casi todo el trabajo, consiguió saber que Kane corría el domingo en el
autódromo de Sonoma, en California. Buscar un vuelo a esas alturas era una
locura, pero hicieron que funcionara cogiendo un vuelo a Los Ángeles y
desde allí otro que le llevaría cerca de Sonoma.
Los hoteles próximos al circuito estaban completos, por lo que eligieron
un hotel en el centro de la ciudad, donde al menos podría pasar los nervios
visitando algunos lugares.
Todas las entradas estaban vendidas, pero eso no lo desanimó,
probablemente no alcanzaría a ver a Kane en las carreras. Era mejor
enviarle un mensaje al llegar allí y quedar en un lugar discreto cuando
terminara la carrera. Por nada del mundo quería distraerle en un día tan
importante.
Kane le dijo que los aficionados no le molestaban mucho en casa, pero
le contó que durante los circuitos el público podía ser un infierno.
—Esto es una locura. ¿Verdad? —les preguntó ya en la puerta de
embarque del aeropuerto a las cuatro de la mañana.
Natalie se rio. A pesar de ayudarle a preparar todo su viaje, insistieron
en llevarle al aeropuerto para despedirle.
—No, eres un idiota enamorado. Todos hacemos tonterías —le consoló
abrazándolo.
Él sonrió separándose de ella y aceptando el abrazo de Jackson.
—No sé qué voy a decirle. Ni siquiera sé por qué voy.
Su amigo se rio dándole otro pequeño apretón.
—Sí lo sabes —dijo con cariño mirándole a la cara—. Algo se te
ocurrirá, no te preocupes por eso.
—Va a pensar que estoy loco —adivinó cada vez más inseguro.
—Claro que no. Y si lo piensa que le den, es el gesto más bonito que he
visto —le tranquilizó Jackson.
La primera llamada para su vuelo sonó en megafonía, pero no se movió.
—¿Y si me rompe el corazón?
Natalie sonrió abrazándose a su cuñado.
—El corazón no es algo que pertenezca a una sola persona. Puede que él
te rechace y aun así no será el fin del mundo. Volverás a casa con tus
amigos, que dijeron un enorme sí cuando apareciste en nuestras vidas.
Se estremeció por dentro, emocionado. Era lo que siempre había
querido, amor incondicional y sincero.
Se abrazó a los dos, tratando de ocultar las lágrimas.
—Os quiero muchísimo. Muchas gracias —murmuró para los dos que lo
abrazaron con la misma fuerza.
—Y nosotros a ti —respondieron ambos sin aflojar el agarre.
La llamada a su vuelo sonó de nuevo.
—Corre. Llegó la hora —le ordenó Jackson.
Recogió su maleta de mano y volvió a mirarlos.
—Contárselo a los chicos, no quiero que les guardéis secretos por mí —
dijo con seguridad.
Ellos asintieron con la cabeza sonriendo.
—Buen viaje, Matt —le deseó Jackson—. Mantente en contacto.
Dominic tiene amigos en todas partes, si no sabemos nada de ti en una
horas, movilizaré a todos los bomberos de Sonoma —le amenazó.
Sonrió mientras se alejaba.
Puede que no lo estuviera apostando todo. Tenía mucho que ganar, sí.
Pero ya no tenía tanto que perder.
CAPÍTULO 19

La peor parte de hacer un gesto romántico es que no se corresponde para


nada con lo que los libros y las películas te enseñan.
No había música épica de fondo, solo el latido de su corazón que parecía
algo enloquecido y el estrés de coger dos aviones en fin de semana. Barullo,
niños y ese aire sucio que tienen los vuelos.
Para cuando consiguió llegar a Sonoma, estaba agotado, con ganas de
una ducha urgente y desesperado por algo de comida.
El hotel que le eligió Natalie era precioso. Pequeño y elegante, en el
lateral de una de las calles principales de la ciudad. Su habitación era
amplia y la cama gigantesca parecía estarle llamando.
Se obligó a deshacer la maleta antes de darse una ducha caliente.
Si aquello fuera una película romántica saldría corriendo a buscar a
Kane, pero como no lo era se deslizó entre las blancas sabanas, puso la
alarma y dejó que el sueño le alcanzara después de pasarse la noche sin
dormir.
Casi dos horas más tarde, salió del hotel sintiéndose mejor. Todavía ni
había empezado la carrera así que le quedaba mucho tiempo libre hasta que
Kane estuviera desocupado.
Era temprano para comer, pero podría hacer un desayuno un poco más
fuerte de lo que solía tomar.
Se sentó en la terraza de una cafetería mirando a la gente pasar.
—Aquí tiene su desayuno —le ofreció la camarera dejándole la comida
—. Tostadas francesas con jarabe de arce y frutas de temporada, capuchino
y un bollito de canela.
—Todo tiene una pinta increíble —le agradeció con sinceridad.
—Sabe aún mejor —le aseguró sonriendo.
Sacó el móvil y le hizo una foto a su desayuno tardío para subirla a las
redes sociales. No solía subir muchas porque tenía una vida monótona, pero
siempre aprovechaba los viajes para compartirlos con sus diecisiete
seguidores.
Sonrió al ver las respuestas de los chicos, una serie de emojis que no
sabía bien cómo interpretar.
Mientras se tomaba las tostadas, le llegó un mensaje nuevo. Desbloqueó
la pantalla y se atragantó con la comida al ver quién era.

Kane:
¿Estás en Sonoma?

Bebió un poco más de café mientras intentaba respirar de nuevo.

Matt:
No.

Soltó un quejido en cuanto pulso el botón. ¿Por qué era así de idiota?

Kane:
Hay un cartel detrás de ti, esa cafetería está en Sonoma, Erik
Smith.

Sonrió como un idiota, abandonado del todo su comida para responder.

Matt:
Estoy aquí. Pero hablaremos después, te queda una hora para
empezar la carrera.
Kane:
Ven. Me vendría bien una cara amiga.
Matt miró la pantalla mordiéndose el labio, inseguro.

Kane:
Enviaré un coche a buscarte. Ven, por favor.

Tomó aire mientras escribía.

Matt:
Como quieras, no quiero desconcentrarte.
Kane:
No te muevas de ahí.

Fue como si Kane lo tuviera todo preparado, apenas le dio tiempo a


pagar el desayuno cuando un coche aparcó delante de la mesa donde aún
quedaban los restos de su comida.
—¿Matt Anderson? —preguntó el hombre bajando la ventanilla.
—Sí —respondió nervioso viendo el logotipo de la empresa de
transporte privado.
—Cuando quiera podemos marcharnos —le aseguró.
Se apresuró en meterse en el asiento trasero, todavía confuso. El coche
se puso en marcha tomando velocidad con rapidez.
—¿Sabe a dónde tiene que dirigirse? —inquirió en pánico al darse
cuenta de que no tenía una dirección que darle.
—Sí, señor. Ganaré cien dólares más si le llevo lo más pronto posible —
le aseguró de buen humor.
Asintió con la cabeza, algo atontado. Abrió el chat que tenía con Jackson
y le escribió un mensaje rápido.
Matt:
Kane envió un coche a buscarme.
Jackson:
¿Cómo pasó eso?
Matt:
No lo sé. Dijo que vio mi foto y ahora estoy de camino al
circuito. Dijo que le vendría bien una cara amiga.
Jackson:
Esta carrera es muy importante. No hables con él de nada que
pueda quitar la atención en el torneo.

Asintió con la cabeza, aunque él no podía verle.

Matt:
Lo sé. Pidió un amigo y puedo hacer eso. Quiero que gane, sé
lo mucho que lo desea.
Jackson:
Pues ya sabes, deja los modales en casa y déjate la garganta
en gritar desde las gradas. No escuchará nada porque el sonido
es atronador, pero estoy seguro de que sentirá tu energía.

Sonrió al leer su mensaje.

Matt:
Puedo hacer eso por él.

Se sorprendió al escuchar abrirse la puerta a su lado.


—¿Matt? —le dijo un chico con un mono de tela muy parecido al
ignífugo que Kane le había enseñado.
—Yo. Sí —contestó desconcertado.
—Soy Gio. El chico para todo de equipo —se presentó acelerado—.
Toma —dijo pasándole una camiseta negra.
La estiró para ver de qué se trataba.
Equipo De Luca. Debajo tenía grabadas en su coche las iniciales de cada
miembro de su familia, CBKNMDL en color blanco. Por delante ponía el
número de Kane.
—Tenemos prisa —le apremió el chico.
—Sí —aceptó poniéndose la camiseta sobre el jersey que llevaba.
—Y esto —añadió colgándole una identificación de su cuello—. Vamos.
—Se apartó para que pudiera salir del coche y le hizo una señal para que le
siguiera.
Apenas había unas pocas personas delante de las gigantescas puertas que
daban al recinto, aunque solo pudo echarles un vistazo.
Gio lo hizo entrar por una entrada lateral vigilada por dos guardias de
seguridad que comprobaron sus identificaciones al pasar.
—¿Falta mucho para que empiece la carrera? —preguntó tratando de
seguirle el ritmo al chico.
—Veinte minutos. Kane debería salir en cinco minutos al circuito para
saludar al público —respondió abriéndole otra puerta donde había más
seguridad.
Estos le hicieron un gesto con la cabeza al chico deseándole suerte al
equipo.
Corrieron unos cuantos metros antes de llegar a la siguiente puerta.
—Es aquí —anunció al abrir.
Parpadeó asustado al percibir todos los gritos en la lejanía y las voces de
los mecánicos que corrían de un sitio a otro.
—Matt. —Los brazos de Kane lo rodearon de improviso, encerrándolo
en un abrazo mientras lo empujaban dentro de la puerta por la que había
entrado dejándolos solos en aquel estrecho pasillo.
Respondió al abrazo a ciegas, aferrándose a su espalda mientras el alivio
le inundara. Se encontraba muy fuera de su zona de confort, pero ahora
sabía que ese era el lugar exacto en el que debía estar.
Aspiró su aroma que calmó del todo los nervios que sentía desde que
decidió subirse al avión.
Abrió los ojos enfadado consigo mismo, no estaba allí para que Kane le
tranquilizara. Estaba allí porque él necesitaba apoyo.
—¡Cuatro minutos! —anunció alguien a través de la puerta.
Trató de separarse, pero Kane no lo dejó ir. Su corazón sufrió por él,
parecía que sí necesitaba a alguien.
—Dame un segundo —le pidió al oído.
Se estremeció al sentir su aliento acariciándole el cuello.
—¡Tres minutos para salir Kane! —llamó una voz distinta.
—Así que… es mi primera carrera de NASCAR —le dijo en voz baja.
Quería ayudar y hacer que se sintiera mejor.
Kane bajó la cabeza, apoyando la cara en su cuello. Notó la sonrisa
sobre su piel, aunque no dijo nada.
—He cogido dos vuelos para venir hasta aquí, así que puedes olvidarte
del aterrador público que habrá ahí afuera y de todo lo que hay en juego.
Concéntrate en darme un espectáculo que me haga querer repetir.
La risa de Kane llegó a sus oídos y lo hizo sonreír, satisfecho de haber
conseguido distraerlo.
—Es verdad, tu primera competición de NASCAR —dijo alzando la
cabeza para poder mirarlo.
No pudo evitar fijarse en las ojeras bajo sus ojos azules. No quería ni
imaginar la presión que debía sentir con el equipo a su espalda y la presión
de que todos esperaran que lo hicieran bien.
Le gustaría decirle que no importaba el resultado, que daba igual
mientras se divirtiera, parte de ello era verdad, pero sabía que no sería
realista.
Asintió con la cabeza sin apartar los ojos de los suyos.
—¿Me espías en las redes sociales? —interrogó con curiosidad.
Kane estalló en risas al escuchar la inapropiada pregunta.
—¡Dos minutos! —gritó Trevor del otro lado.
—¡Corre! —lo apremió alarmado.
Él seguía allí parado, observándole como si no tuviera nada mejor que
hacer.
—Sí, te espío. Desde el primer día, aunque no hubo mucho que ver hasta
hoy —le confesó.
—¿Y por qué lo estabas mirando entonces? —preguntó con curiosidad
—. Sabías que no habría nada nuevo.
—Puede que estuviera esperando alguna señal —le dijo mirándole a los
ojos.
Tragó saliva con el corazón acelerado.
—Entonces estoy feliz de haber puesto esa foto —decidió dedicándole
una pequeña sonrisa.
—¡Kane! —gritaron varias personas a la vez.
—Vamos. Te mereces que tu bautizo en la NASCAR sea algo
memorable —dijo de buen humor.
—Pues ya sabes. Gana la carrera para mí y no lo olvidaré en la vida —
bromeó sonriendo.
Sus ojos brillaron con fuerza mientras abría la puerta y salía a donde
estaba todo el equipo.
—¡En marcha! —dijo Kane con energía al reunirse con los chicos.
Fuera había un verdadero caos, pero Kane se fue hacia ellos sin dudar.
—Quédate con Gio —le pidió mientras el chico aparecía para darle una
gorra y unas gafas de sol—. Cualquier cosa que necesites se la pides a él —
le instruyó.
Sonrió nervioso, sabiendo que había un montón de gente alrededor.
Cogió unos auriculares muy grandes de color negro. Pulsó unos botones
y se los puso al cuello.
—No te los quites, hay muchísimo ruido en la pista, puede incluso
hacerte daño en los oídos. Escucharás lo que pasa durante la carrera y como
Trevor se cree que lo sabe todo —le dijo guiñándole un ojo al hombre, que
se rio al escucharle.
Asintió con la cabeza, incómodo ante la mirada de los demás.
—No te quites la gorra, ni las gafas. Hará un calor infernal. Te haré un
examen al final, profe. Más te vale que estés atento —le advirtió guiñándole
un ojo.
Trevor se acercó para pasarle el casco ajeno al intercambio.
—¿Vamos a enseñarles cómo se hace o qué? —le preguntó el hombre.
Kane le dedicó una sonrisa prepotente.
—Vamos a darles una lección —respondió con chulería.
Todos volvieron a reír mientras atravesaban las puertas dobles.
Fue como entrar en un mundo extraño. Había miles de personas en las
gradas y todas gritaban fuera de control.
Observó alarmado alrededor, pero todo el equipo sonreía y saludaba a la
gente con la mano. Siguió a Gio sin saber si estaba bien, aunque como
nadie le dijo lo contrario suponía que era lo que debía hacer.
Miró impactado la zona de salidas. Había un montón de equipos
alrededor de los coches de los pilotos.
Todos hablando y gritando entre sí. Sintió una punzada de pena cuando
llegaron a la posición desde la que saldría su coche. Kane lo tenía muy
complicado, lo sabía. Aunque aún parecía más duro al darse cuenta de las
dimensiones del circuito y toda la gente con la que competía.
Observó sorprendido cómo se metía en el coche con rapidez entrando
por la ventanilla. Sus ojos se cruzaron con los suyos. Sonrió aguantando su
mirada y alzó la mano para demostrarle que cruzaba los dedos.
—Ven por aquí —le indicó Gio.
Siguió al chico alejándose de la zona de los coches, aunque miraba a su
espalda cada poco.
—Ven, iremos a la caseta del equipo. Puedes quedarte con los demás —
le explicó con amabilidad.
Miró desconcertado la especie de carpa donde había varios monitores y
más gente con las camisetas de Kane entre ellos.
—¡Señora De Luca! —saludó sorprendido al ver a toda la familia de
Kane sentados en unos bancos también con las camisetas.
—¿Profesor? —inquirió Niccolo sorprendido.
Milos salió disparado de los brazos de su madre, para agarrarse a sus
piernas.
—¡Holiii! —le saludó con su carita iluminada por una sonrisa.
Sonrió al pequeño tomándolo en brazos.
—Holi —le devolvió con cariño.
—¿Vienes a animar a Kane? —preguntó emocionada Beatrice.
Desconcertado, asintió con la cabeza por encontrarlos allí.
—Creí que le vendría bien los ánimos —contestó sin mucha seguridad.
Ella sonrió radiante señalando el sitio a su derecha.
—Nosotros también vinimos por eso —le confió en cuanto estuvo a su
lado—. No solemos venir a carreras tan lejos, pero con las semanas que ha
tenido… —Negó con la cabeza preocupada—. Necesitaba tener a sus seres
queridos cerca.
Se removió incómodo. «¿Le estaría diciendo que no pintaba nada allí?»
Tendría razón en decírselo, la verdad. No tenía ningún derecho.
—¿Es tu primera vez en una carrera en directo? —quiso saber ella sin
dejar de observarlo, ni dejarle responder.
Niccolo soltó un bufido a su lado.
—No sabe nada de NASCAR. Será su primera carrera en general —
respondió por él.
—¿De verdad? —preguntó boquiabierta—. ¿Cómo es posible? Kane no
habla de otra cosa.
Miró al suelo sin saber qué responder. Kane hablaba mucho de su
trabajo y mil temas más, pero su favorito siempre era su familia.
—Ahora me alegro aún más de haber venido. Te lo enseñaremos todo —
le aseguró Beatrice sonriéndole con calidez.
Le sonrió de vuelta notando como la tensión se deshacía.
Todos estaban allí por Kane, para apoyarlo. Ahora solo quedaba confiar
en él.
CAPÍTULO 20

Sonrió como un idiota mirando la estancia.


Había muchísimo ruido a su alrededor, tanto que se refugió con Milos a
un lado del restaurante. Al pequeño tampoco le gustaba el barullo, así que
se instaló en su regazo para dibujar.
Trató de que Milos comiera un poco más de pollo, pero le quitó el
tenedor y se lo dio a él.
—Pequeño tramposo —murmuró masticando y revolviéndole el pelo.
Beatrice se rio a su lado, los había encontrado al poco de instalarse en la
improvisada zona de entretenimiento.
La mujer apenas se separó de él durante la carrera, trató de explicarle
todo, y la verdad es que consiguió que las horas le pasaran con facilidad.
Tenía un carácter afable y amistoso que le facilitó la experiencia.
Niccolo también fue muy agradable y lo hizo reír enseñándole los motes
que la familia y el equipo les había puesto a los otros pilotos.
Fue tan amable y dedicado que en uno de los muchos descansos que
tomaron, fue con Gio para buscar pizza de pepperoni que sabía era la
favorita de Nicco por Kane. Mereció la pena la caminata por la sonrisa
radiante que le dedicó cuando se la pasó junto a un vaso gigantesco de
refresco.
—¡Mangiare! O sarai sempre piccolo —le dijo Milos muy serio.
—¿Qué? —preguntó desconcertado al ver como se reían los demás.
Kane se dejó caer a su lado en el banco, con una sonrisa cansada. Le
revolvió el pelo a su hermano y le pellizcó la mejilla haciéndole reír.
—Milos te dice que comas, o siempre serás pequeño —le tradujo.
Matt se río mirando al niño con falsa indignación.
—Ya soy mayor. No puedo crecer más —protestó.
Milos frunció el ceño concentrado observándole para luego mirar a su
hermano mayor.
Se inclinó para hablar solo con Kane, aunque lo hizo en voz alta.
—¡É molto piccolo! —dijo como si fuera un secreto.
Todos a su alrededor volvieron a reírse.
—Tienes razón —aceptó Kane. —Matt es muy pequeñito. Seguro que de
niño no comía lo suficiente.
Se unió a las risas al ver la cara seria del pequeño, que satisfecho siguió
coloreando su dibujo.
—Estoy hambriento. Pásame algo de comer, por favor —le pidió a su
madre.
Matt tragó saliva al notar como su muslo presionaba contra el suyo.
Apenas le vio después de que terminara la carrera. Su agente y el equipo
lo habían envuelto en medio de la celebración, y luego tuvo que dar
entrevistas y hacerse fotos. La última vez que le vio, dos horas atrás,
llevaba el mono de competición, pero ahora tenía el pelo húmedo y unos
vaqueros con una camiseta blanca. El aroma del gel de ducha se mezclaba
con el suyo y que lo llamaban como si estuviera hipnotizado, quería
consumir ese olor y extenderlo por su cuerpo.
—Estoy emocionada —dijo Beatrice llenándole el plato hasta arriba—.
Sabía que lo lograrías. ¿Qué dicen ahora esos comentaristas idiotas? “De
Luca está de capa caída”—se burló al recordar lo que dijo uno de los
comentaristas al principio de la carrera—. Mis hijos son triunfadores, no se
han caído en su vida.
Kane se rio aceptando el plato.
—Salvo esa vez que Niccolo se te cayó al suelo —bromeó de buen
humor.
—Eso no es verdad —protestó enseguida Nicco.
—Sí, lo es —le respondió sonriente el mayor.
—Pues tú te caíste cien veces más —rebatió enfadado.
—¡Nicco! —le amonestó su madre mirándole con los ojos muy abiertos
—. No digas mentiras, te quedarás ciego.
Matt se atragantó con el agua que estaba bebiendo. Kane le dio un par de
palmadas entre las risas de todos los demás.
—No le reñiste a Kane cuando dijo que me caí al suelo —protestó
enfurruñado el adolescente.
—Porque es verdad —contestó como si nada.
—¡Mamá! —exclamó indignado.
—Solo fue una vez, un segundo —se defendió ella enseguida—. Y había
una manta debajo, ni siquiera lloraste —le aseguró para tranquilizarlo.
Kane miró a su hermano burlón, quien entrecerró los ojos en su
dirección antes de lanzarle un pedazo de pan a la cara.
Matt volvió a reírse viendo cómo se desarrollaba la pelea. No sabía qué
tenía esa familia, pero le encantaban. Lo hacían sentirse cálido y a gusto,
como una mantita suave y gruesa en una noche fría de invierno.
La mano de Kane se posó en la mitad de su espalda.
—¿Todo bien? —le preguntó buscando sus ojos.
Matt sostuvo su mirada con intensidad. No sabía ni cómo definir ese día,
inesperado, raro, estresante, emocionante y sobre todo feliz.
—Muy bien —respondió en voz baja.
Kane le sonrió ampliamente, mirando a sus labios antes de aclararse la
garganta y volver a su plato.
La cena parecía no acabar nunca, Milos hacía bastante que se había
dormido en el regazo de su madre. Niccolo hablaba con Gio y alguno de los
miembros más jóvenes del equipo. La mesa que en principio era tranquila,
estaba ahora llena de gente que parecían dispuestos a dejar que el sol
saliera.
Kane seguía sentado a su lado, hablando sin parar. Su mano no paraba
de tocarle la espalda cada vez que le explicaba una broma privada del grupo
o le preguntaba si quería algo más.
Y cada una de esas veces el corazón le daba un vuelco, acababa de
romper una racha que estuvo a punto de costarle la temporada, ganó la
carrera y en medio de toda la celebración no dejaba de preocuparse por él.
—Es hora de continuar con la tradición —anunció Trevor que seguido
de algunos de los otros chicos llevaban unas botellas en la mano.
Miró a Kane en busca de una explicación, él sonrió mientras les ponían
delante un chupito de color amarillo.
—Es limoncello —le dijo poniendo la mano en su cintura para hablarle
al oído—. Es un licor italiano. Mi padre celebraba mis victorias con eso —
dijo con un brillo en los ojos.
—Hasta el fondo. ¿Sí? Para que dé suerte —le instruyó Beatrice.
Asintió con la cabeza alzando el chupito con todos los demás.
—Por Carlo —dijo Trevor mirando a la familia—. El hombre más bueno
que he conocido y el peor jugador de cartas que ha existido.
Todos rieron a carcajadas.
—¡Por Carlo! —dijeron a coro los demás.
Tomó su chupito esperando algo fuerte y agresivo, sin embargo, un
sabor suave y dulce le inundó la lengua.
Miró alrededor como rellenaban más chupitos, pero negó con la cabeza
fijándose en Niccolo que estaba solo en una esquina, sus hombros caídos y
su expresión en blanco. Carlo tuvo que ser un hombre increíble, todos
hablaban bien de él y pese al tiempo transcurrido se esforzaban por
mantener vivo su recuerdo.
Cogió una botella y fue directo hasta él.
Nicco lo miró a los ojos, pero no respondió.
—¿Sabes? Tu hermano me contó algo que puede que no sepas —le
comentó con suavidad.
Él le miró con curiosidad.
—Tu padre le dio su primera… ¿Cómo era? ¿“Bira”? —dijo titubeante
la palabra cerveza en italiano.
Nicco sonrió divertido, por lo que supuso que su pronunciación fue un
desastre, aunque merecía la pena por verle sonreír.
—Birra —le corrigió Nicco pronunciándolo de una forma totalmente
diferente.
—Eso que dijiste —cedió con las mejillas coloradas—. Cuando tenía
diecisiete años.
Él asintió con la cabeza.
—Lo sé, Kane me lo contó y me llevó a beber la primera el día de mi
cumpleaños —recordó con una pequeña sonrisa.
—Lo que, seguro que no te dijo, es que odió el sabor de la cerveza. Y
estuvo un año entero sin beberse otra —añadió sonriendo.
Nicco se rio con incredulidad.
—¿De verdad?
Convencido, asintió con la cabeza. Kane se lo había contado el día que
fueron a comer a la montaña.
—Cuando se enteró tu padre, le dijo que no era hijo suyo, aunque se le
pasó al descubrir que prefería el sabor del vino —le confesó—. Siempre
que fuera vino italiano, por supuesto.
Niccolo se rio con fuerza, probablemente recordando a su padre.
—Papá era así con todo. Hasta la ropa tenía que ser italiana, Kane dijo
que así conoció a Trevor. Buscando un mecánico italiano al que pudiera
confiarle su coche, que por supuesto también era de Italia —le explicó
sonriendo.
—Creo que deberíamos hacer honor a su memoria. ¿Crees que aprobaría
este limoncello? —quiso saber.
—Seguro, nuestra familia lo envía de Italia. No es esas porquerías que
venden como sucedáneos —le aseguró Nicco.
Llenó los dos chupitos y le pasó uno.
Nicco miró fijamente la bebida.
—Le echo mucho de menos —confesó en voz muy baja—. ¿Qué sentido
tiene seguir haciendo lo mismo que él, si ya no está para verlo?
Le pasó el brazo por los hombros dándole un pequeño apretón.
—Creo que al hacer este tipo de cosas parte de él está contigo, es como
decirle que aprendiste algo que para ti es importante y continuas su legado.
Es una especie de lazo, que él te puso y al que sigues unido. Creo que es
bonito, si olvidas lo que te enseñó, el lazo se vuelve quebradizo, pero si lo
fortaleces… se vuelve irrompible.
Nicco lo miró sorprendido.
—Creo que tienes mucha suerte de que tu madre y tu hermano se aferren
a su recuerdo y te regalen eso. Será duro para ellos, tienen que quererte
mucho para esforzarse tanto.
Los ojos de Nicco se humedecieron a pesar de dedicarle una débil
sonrisa.
—Y yo a ellos —le confesó con la voz un poco inestable.
Le sonrió dándole otro pequeño apretón y señaló con la cabeza los
chupitos que aún sostenían.
Tomó una bocanada de aire y dijo en voz alta.
—¡Por Carlo!
Todos se giraron en su dirección, aunque Nicco solo tenía ojos para su
madre y su hermano.
—El mejor padre del mundo. No pasa un día sin que te echemos de
menos.
Beatrice lo miró con ternura y Kane asintió con una sonrisa triste.
—¡Por Carlo! —les acompañó el equipo.
—Creo que podría tomarme una botella de esto yo solo y no sentiría
mucho. Es suave —le dijo a Nicco saboreando el licor.
Nicco rio negando con la cabeza.
—Papá lo hizo una vez, acabó bailando en el patio en calzoncillos. No te
lo recomiendo.
Se rieron juntos mientras Nicco le explicaba la anécdota, pero giró la
cabeza al sentir que alguien lo observaba.
Kane. Se estremeció bajo su escrutinio. Su mirada prometía que el día
no había acabado todavía. Esperaba que esa noche pudieran aclararlo de
una vez por todas.
CAPÍTULO 21

—Despiértame mañana —le pidió Kane a su madre en el vestíbulo de su


hotel donde celebraron su victoria.
—Volverás tarde, podemos coger un taxi al aeropuerto solos —protestó
ella acariciando el pelo de Milos que dormía en brazos de Niccolo.
—No importa. Quiero despediros —insistió atrapándola en un abrazo.
Ella sonrió apretándolo.
—No abraces a tu madre en público —le amonestó a pesar de que Kane
era muy afectuoso con su familia—. ¿Qué pensará tu equipo?
Kane se rio besándola con fuerza en la mejilla.
—Que soy un tipo con suerte. Ya están acostumbrados.
Beatrice sonrió girándose a mirarle.
—Matt, tienes que venir a cenar a casa —le recordó.
Sonrió mirando a la mujer, le caía francamente bien.
—Iré —aceptó con sinceridad.
Ella sonrió atrapándolo en un abrazo.
—Ah, ¿Él sí puede abrazarte? —preguntó Kane indignado.
—Míralo. Es encantador —le aseguró sonriendo—. No entiendo cómo
puedes tener un amigo así.
Kane sonrió a su madre mientras le rodeaba la espalda con un brazo.
—Nos vemos por la mañana —dijo guiándolo fuera del hotel donde el
equipo estaba subido a un autobús.
Al parecer todavía había noche para rato. Kane se sentó con él sin dejar
de hablar con los chicos hasta un club privado donde le pusieron una
pulsera de papel brillante para entrar.
—¿Nunca habías ido a una discoteca? —preguntó Gio divertido al ver
cómo miraba todo.
—Claro que sí. Solo que no es mucho mi ambiente —reconoció.
—No te preocupes. Es un lugar discreto, el sitio perfecto para desfasar
—le aseguró palmeándole la espalda.
Alarmado, abrió mucho los ojos.
Kane lo salvó rodeándole con un brazo pegándole a su costado.
—Tranquilo —le dijo al oído—. Te tengo, nos quedaremos una hora y
desapareceremos. Ni se darán cuenta —le prometió.
Asintió dejando que le llevaran a un reservado, reconoció algunos chicos
de los equipos que estuvieron cerca de la carpa de Kane. Todos se saludaron
mientras el alcohol corría por la mesa como si fuera agua.
Apenas aguantó veinte minutos antes de escabullirse buscando un lugar
menos concurrido. Algo un poco complicado en un local a reventar de
gente.
—¿Necesitas un minuto? —le preguntó una voz ronca cerca de él.
Levantó la cabeza alarmado para encontrar a un hombre muy alto y
musculoso mirándole con una sonrisa divertida.
—Hay mucho ruido —concedió alzando la voz.
Él asintió con la cabeza haciéndole un gesto para que lo siguiera.
Atravesaron la pista hasta una esquina donde había mucha menos gente
y el volumen de la música sonaba más bajo.
—¿Eres fan de la NASCAR? —preguntó el tipo apoyándose en la pared.
—¿Qué? ¿Yo? No —contestó riendo.
Su improvisado salvador alzó una ceja señalando su camiseta.
Bajó la mirada dándose cuenta de que todavía llevaba la del equipo.
—Ya… sí. Eso. ¿Cómo decías que te llamabas? —le preguntó tratando
de disimular la vergüenza.
Él negó con la cabeza, todavía con una sonrisa en los labios.
—No lo dije. Owen —le dijo tendiéndole la mano.
—Matt. Es un placer —aceptó.
Él se rio sin soltársela, como si le hiciera gracia su reacción.
—¿A qué te dedicas Matt? —preguntó aún cogido de su mano.
—Soy profesor —respondió mirando a sus manos unidas—. ¿Me la
devuelves?
Él sonrió y lo dejó ir.
—No pareces de por aquí —contestó Owen.
—No lo soy, vine para… —Divertido, él alzó una ceja como si esperara
que reconociera algo—. Por asuntos personales.
Owen volvió a reírse, cada vez más entretenido.
—¿Puedo invitarte a una copa?
—Hoy ya bebí una cerveza y dos chupitos. Ya he tenido suficiente —se
disculpó.
—No queremos pasarnos de eso. Es demasiado —ironizó Owen sin
dejar de sonreír—. Entonces una copa no —resolvió—. ¿Puedo invitarte a
otro lugar más tranquilo?
Matt lo miró sorprendido. «¿Más tranquilo? Pero…»
—¡Oh, Dios mío! ¿Estás coqueteando conmigo? —preguntó incrédulo.
Owen sonrió asintiendo con la cabeza.
—Ese era el plan —respondió—. ¿Qué me dices? Podríamos hablar
mejor en un lugar más privado —trató de engatusarlo.
—Viene conmigo —la voz de Kane llegó y un segundo después su brazo
le rodeaba posesivamente la cintura.
Los ojos del hombre se abrieron con sorpresa, pero no dejó de sonreír.
—¿Sí? Me parecía que estaba solo cuando lo encontré —señaló con la
barbilla hacia la pista.
—No lo está —dijo Kane mirándolo fijamente—. ¿Nos vamos?
Desconcertado, asintió con la cabeza sin entender toda la animosidad
que había entre ellos.
—Hasta la vista, McCannan —se despidió Kane guiándolo por el mar de
cuerpos que se movía en la pista.
Abrió los ojos al reconocer el nombre.
—¿McCannan? ¿Cómo el McCannan que quedó en segunda posición en
la carrera de hoy? Tu madre lo odia, no le cuentes que fui amable con él —
pidió horrorizado.
—¿Por qué te separaste del grupo? —preguntó Kane.
—Había mucho ruido y mucha gente. Lo siento, solo quería un poco de
espacio —dijo arrepentido.
—La próxima vez habla conmigo. Pídeme lo que necesites —lo apremió
sin aflojar el agarre a su alrededor.
—No quería apartarte de tu gente. Buscaba la salida y él apareció de la
nada —le explicó mirando a su espalda donde McCannan todavía los
observaba con diversión.
—Ven a mí —le pidió al oído—. Pídeme lo que quieras, pero no te vayas
así. Creía que iba a darme un infarto al no encontrarte.
Matt dejó de andar para mirarlo con el corazón en la garganta.
—No digas esas cosas —murmuró.
Kane lo observó con desconcierto.
—¿Qué? —preguntó bajando la cabeza para poder escucharle mejor.
Matt se acercó a él y los brazos de Kane lo rodearon sin dudar.
—No me digas esas cosas —le repitió al oído.
Vio con asombro cómo se le erizaba la piel. Exhaló contra su cuello
dejando que Kane los apartaba del tumulto, hasta detrás de una escalera.
El ritmo cadencioso de la música le envolvió mientras se perdía en sus
ojos. Las palabras se agolparon en su garganta, pero fue incapaz de
pronunciar ni una sola, se aferró a su espalda en busca de un apoyo.
Las manos de Kane bajaron justo hasta la delicada curva al final de su
espalda, encajando allí como si lo hubiera hecho cientos de veces antes.
Soltó un pequeño gemido apretándose contra él. El cuerpo de Kane era
impresionante, duro y fuerte. Apenas se llevaban unos pocos centímetros de
diferencia, pero eran suficientes para tener que levantar la cabeza si quería
mirarle a los ojos y le encantaba, le hacía sentirse delicado.
Sus dedos se le clavaron ligeramente en la piel, como si estuviera
tratando de contenerse.
—Estamos en un sitio público —le recordó esforzándose en mantener la
mente fría.
Él bajó la cabeza acercando su cara a la suya.
—Kane —le advirtió tragando saliva con dificultad—. La mitad de tu
equipo está aquí, cualquiera podría vernos.
En vez de responder, él le presionó contra una pared cercana.
Encerrándole con su cuerpo y bloqueando su vista de los demás.
Puso la mano sobre su pecho tratando de alejarle sin resultado. Kane
bajó la cabeza y asaltó su boca volando todos sus pensamientos coherentes.
Sus lenguas se enredaron la una en la otra con violencia, sus dientes rozaron
sus labios sensibles, la sombra de su barba raspando la delicada piel de su
cara. Era un beso tan abrumador como el hombre que lo estaba besando.
Un profundo gemido salió de su garganta mientras lo agarraba de la
camisa y tiraba de él tratando de acercarle. Kane metió una pierna entre las
suyas y descargó todo el peso de su cuerpo en él. Su lengua saqueó su boca,
con tanta seguridad y contundencia que Matt sentía la cabeza dándole
vueltas.
Se dejó besar aferrándose a su cuerpo con la mente en blanco, emitiendo
pequeños ruidos de placer que jamás había hecho.
Nunca le habían besado así, de esa forma tan posesiva y cruda. Como si
se contuviera para no tomar más, como si lo deseara todo y apenas estuviera
recibiendo una pequeña parte de lo que necesitaba.
La erección de Kane presionó en su estómago y las rodillas se le
aflojaron mientras se apretaba contra él. Sus manos lo agarraron de la
cintura clavándolo a la pared, manteniéndolo en su lugar sin dejar de
besarle.
Los aplausos alrededor lo hicieron reaccionar. Rompieron el beso con
dificultad, Kane se mantuvo en su lugar echando un vistazo por encima de
su hombro.
—No es por nosotros —le dijo volviendo a mirarle—. Hay dos chicas
bailando en la pista. Están en una despedida de soltera.
Asintió tratando de calmarse, cosa que sería más fácil sin no tuviera el
cuerpo de Kane pegado al suyo.
—Deberíamos salir de aquí —musitó mirando alrededor por si alguien
los estaba observando. Nadie parecía prestarles atención, pero a pesar de
ello, estaba incómodo.
Le puso la mano en la espalda y le guio hasta donde los demás seguían
bebiendo, aunque ahora había un montón de chicas con ellos. Se despidió
con un gesto de cabeza y lo llevó fuera del local.
El autobús estaba en el mismo lateral de antes. El conductor abrió la
puerta en cuanto Kane le tocó la ventanilla.
—Vamos de vuelta al hotel. Luego puedes volver a por los demás —le
dijo al hombre que asintió poniéndose en marcha.
—Tendremos que dar un rodeo, hubo un accidente hace veinte minutos y
cortaron las calles principales.
—Sin problema. No hay prisa. Algo de música estaría bien —le aseguró
desatando las cortinas que separaban de la cabina dejándolos a solas.
Tragó saliva, se había sentado en el primer asiento al lado de la puerta.
Kane negó con la cabeza lamiéndose los labios.
Él imitó su gesto incapaz de dejar de mirarle. Observó sin protestar
como le cogía la mano y se la llevaba a los labios. Su cuerpo se estremeció
con fuerza cuando besó la palma de su mano para luego dejarle un mordisco
sobre ella. Sujetó su muñeca con suavidad y tiró de él haciendo que se
levantara.
El interior estaba a oscuras, solo ligeros fogonazos de luz al pasar por
locales y farolas.
El cuerpo de Kane se pegó a su espalda, sus brazos rodeando su cintura
para mantenerlo cerca de él.
—Me gusta verte con mi camiseta —le dijo al oído.
Las piernas de Matt se volvieron temblorosas.
—¿Sí? —preguntó sin aliento.
La boca de Kane encontró su cuello, rozando la piel con sus dientes.
Sus piernas fallaron, pero Kane lo sostuvo. Se sentó en la última fila y lo
hizo ponerse de lado en su regazo. Apenas le dio tiempo a sorprenderse
cuando su boca volvió a estar sobre la suya.
Le echó los brazos al cuello perdiéndose en el beso. La lengua de Kane
era demandante, hacía con su boca lo que quería y no se paraba a pedir
permiso ni a permitir concesiones.
Sus manos se colaron bajo la camiseta acariciando su espalda.
Matt se echó hacia atrás sorprendido. Sus ojos azules lanzaban destellos
iluminados por fogonazos de luz. Tocó su barbilla con suavidad antes de
pasarle la mano por el pelo, Kane se inclinó para rozar su cuello con la
nariz.
—Hueles tan bien —murmuró sobre su piel.
Lo hizo alzar la cabeza para mirarse a los ojos.
—¿Sabes dónde te estás metiendo? —le preguntó en voz baja.
—¿Y tú?—le devolvió lamiendo despacio su labio inferior para volver a
tomar su boca.
Matt se dejó llevar, dando por válido su vago intento de que entrara en
razón.
Entrelazó los dedos en su pelo para atraerlo y obligarle a profundizar el
beso. Pero no tenía que preocuparse, Kane parecía decidido a devorarlo por
completo.
Sus besos lo hacían enloquecer. Los hombres solían besarlo como un
medio para alcanzar un fin, pero Kane disfrutaba de ello. Parecía más que
satisfecho lamiendo sus labios y devorando su boca para sacarle sonidos
que no sabía ni qué podía hacer.
Sus manos curiosas recorrían la piel bajo su camiseta con confianza,
como si conociera su camino. Jadeó incapaz de contenerse al sentir su mano
paseando por encima de sus pezones.
—Mmm… —jadeó Kane tocándolos de nuevo—. Eres tan sensible —
murmuró fascinado sin dejar de observarle.
Se aferró a él tratando de meter aire en los pulmones sin conseguir nada.
Bajó la cabeza y tomó su boca en un beso explosivo lleno de necesidad.
Se movió lo justo como para sentarse a horcajadas sobre él, sin dejar de
besarlo. Kane le cedió el control, sus manos grandes y fuertes bajaron con
rapidez a su culo apretándoselo con fuerza.
El sonido ronco que hizo Kane desde el fondo de su pecho le erizó la
piel, haciendo estragos sobre el poco autocontrol que le quedaba.
Las manos de Kane se aferraron con fuerza de sus caderas empujándole
hacia delante, sentándolo sobre su necesitada erección.
Se separó de él jadeando, sus dedos aferrándose a su pelo con fuerza,
algo que pudiera usar como ancla y lo ayudara a calmarse.
No funcionó, fue todavía peor. Sus ojos azules le llamaban, le pedían,
rogaban por más… y él estaba tan desesperado por darle.
Bajó la mano por su pecho con rapidez separándose un poco para
conseguir espacio, abriendo su cinturón con dedos ansiosos. Kane gimió
directamente en su boca, empujando las caderas hacia delante. Desabrochó
el botón de sus vaqueros, bajó su cremallera y coló la mano dentro de su
ropa interior.
Jadeó en su boca en un sonido impropio cuando sus dedos rodearon su
erección.
Kane rompió el beso pegando la frente a la suya, mirando hacia abajo.
Donde su mano ya se movía sobre su erección. Soltó un siseo con la mirada
encendida, como si la visión fuera demasiado y al mismo tiempo no fuera
suficiente.
Ni siquiera lo pensó, cayó de rodillas al suelo y se lo llevó a la boca.
Su mente colapsó cuando sintió su ardiente intimidad contra la humedad
de su lengua. El sonido que salió de la garganta de Kane fue más animal
que humano.
Su erección palpitó como un hierro ardiente sobre su lengua,
obligándole a cerrar los ojos y gemir en respuesta.
Se retiró con rapidez, dejando que la saliva mojara su miembro
hinchado. Chupó con fuerza la punta antes de bajar con la lengua
recorriendo las venas de su tronco.
Con manos temblorosas subió por sus muslos a su estómago duro,
acariciándolo y retirando la camiseta hacia atrás, deseando tener tanto de él
como pudiera.
Cerró los ojos y relajó la garganta tomando un poco más de él. Lo quería
todo, cada pequeña parte de Kane debía ser suya, esa necesidad que le
espoleaba las entrañas tenía que calmarse de alguna forma.
Kane enredó su mano en su pelo, haciendo fuerza sin tirar. Acompañó
sus movimientos y empezó al alzar las caderas tratando de llegar tan
profundamente como podía en su boca.
—Joder… mierda… prezioso… continua così , più forte…
Soltó un gemido mientras se hundía más en sus rodillas y lo tomaba todo
lo profundo que le permitía su garganta, tragando alrededor de él.
Kane siseó soltándole el pelo para poner las manos sobre sus propios
muslos clavando los dedos en su piel tratando de contenerse. Entrelazó sus
dedos con los suyos y los miró a los ojos, dejándolo salir de su boca
despacio. Quería que se dejara ir, hacerle sentir bien, no tenía que
contenerse con él.
Rodeó su punta en círculos con la lengua, presionándola contra la
hendidura de su glande.
Los ojos de Kane prometían consumirlo en cualquier momento,
incendiándolo en deseo como si lo hubiera rociado con gasolina.
Apretó sus dedos con fuerza y dejó que se hundiera en su garganta
disfrutando cada milímetro que se deslizaba en su interior. No podía esperar
a tenerle dentro, se moría por sentirlo de esa forma.
Kane pareció pensar lo mismo, porque rompió el agarre y lo sujetó del
pelo con firmeza. Lo hizo retirarse hasta casi la mitad y empezó a empujar
contra su boca. Tomándola como sabía que deseaba hacer con él.
Gimió sin control, relajándose en el movimiento de sus caderas,
disfrutando de notar como entraba y salía de su boca. Dejó que su necesidad
se hiciera cargo, moviéndose con él en perfecta sincronía mientras el
autobús vibraba debajo de ellos, avanzando.
Nada importaba, ni siquiera la remota posibilidad de que el autobús se
parara delante de alguien o que el conductor abriera las cortinas y pudiera
verles.
Quería tanto eso… sentirse así de deseado, necesitar tanto a alguien que
quisiera fundirse con él.
Lo notó palpitar contra su lengua al tiempo que Kane lo soltaba para
dejarlo ir, pero bajó con sus caderas persiguiendo sus movimientos,
tomándolo una última vez mientras se corría en su garganta.
Se movió sobre su sensibilizada erección, lamiendo con suavidad la
punta un poco triste de que se hubiera terminado.
La visión que le esperaba cuando alzó la cabeza fue tan buena como lo
que acababan de hacer.
Kane estaba desmadejado en el asiento, la camiseta subida mostrando su
abdomen y sus pezones duros. Su respiración era errática… y sus ojos…
Dios, quería vivir para siempre en esa mirada llena de adoración. Sonrió
con timidez, colocándolo de nuevo en su ropa interior.
Kane ni siquiera esperó a que terminara de abrocharle el pantalón, tiró
de él separando las piernas para levantarlo del suelo y devolverlo a su
regazo besándolo con tanta intensidad que sintió temblar al autobús.
—Casi estamos —les llegó entonces la voz del conductor.
Lo miró asustado, separándose de él como si quemara, sentándose de un
salto en el asiento de al lado.
—¿Crees que sepa lo que estábamos haciendo? —su voz sonó ronca y
un poco destrozada, pero la mirada que le dedicó Kane hizo que mereciera
la pena.
Sus mejillas se encendieron con vergüenza al pensar en lo que habían
hecho.
Kane lo tomó de la barbilla para mirarle a la cara.
—No lo sabe —le aseguró en voz baja.
Sonrió inseguro.
Kane le devolvió una sonrisa ladeada, se inclinó sobre él y mordió con
suavidad su labio inferior, lamiéndolo después.
—No te preocupes por él. Con el sonido de la música y la carretera no
habrá escuchado nada —lo tranquilizó.
Asintió con la cabeza, tocándose las rodillas que estaban un poco
magulladas.
Kane miró el hueco delante del asiento y luego a él.
—Te lo dije, soy flexible. Clases de yoga —le recordó.
—Nunca dejes las clases —pidió agachándose para robarle un beso
mientras el autobús se detenía del todo.
Kane se puso en pie primero mirando por la ventana para asegurarse de
que no hubiera fans alrededor.
—Despejado —anunció sonriendo.
Asintió con la cabeza siguiéndolo fuera.
Su hotel estaba lejos, lo mejor sería despedirse de él. O también podía
subir con Kane a su habitación. Los dedos de Kane presionaron contra la
parte baja de su espalda, guiándolo hacia el hotel, estaba claro que todavía
no había acabado por él y no podía estar más de acuerdo con esa decisión.
—¡Kane! —gritó Niccolo saliendo por la puerta del hotel como una
exhalación.
—¿Qué pasa? —preguntó él alarmado al ver la cara desencajada de su
hermano.
—Milos está enfermo —le dijo Nicco con rapidez—. Tiene fiebre y no
deja de vomitar.
Kane ni siquiera esperó a escuchar nada más, corrió al hotel sin mirar
atrás.
CAPÍTULO 22

KANE

Lo que pasó esa noche era el motivo principal por el que no tenía
relaciones.
En un momento estaba con Matt listo para invitarlo a subir a su
habitación y de repente su vida era un caos.
No se arrepentía, la familia lo era todo para él, pero a veces como esa
noche… era más duro.
Nunca había sentido nada parecido como lo que sentía al besar a Matt.
El pequeño beso que le robó en la puerta de su apartamento no fue nada
comparado con lo que vivió esa noche.
Había algo en Matt totalmente distinto a nadie que hubiera conocido. Se
consideraba un hombre apasionado, pero con Matt era diferente. Despertaba
sus instintos más profundos y lo hacía querer ser egoísta. No estaba en su
naturaleza desear cosas para sí mismo, ni desatender a sus hermanos,
aunque la promesa de esa noche con Matt, hizo que lamentara no poder
aceptar su invitación.
Si cerraba los ojos aún podía sentir sus labios recorriendo su erección, su
garganta apretándole en calor, su expresión embelesada mientras se corría
en su boca. Se volvía loco por probarlo de nuevo, por tomarlo de todas las
formas posibles, saber a que sabía su piel y como sonaba cuando se
deshiciera a su alrededor…
Por supuesto, olvidó lo que quería para centrarse en Milos.
Pasó la noche con su madre en el hospital. Por suerte no tenía nada
grave, de hecho, ni siquiera era la primera vez que se enfermaba sin motivo
aparente. En su familia había varias cosas que compartían, a todos les
gustaba la NASCAR, veían dibujos animados los domingos por la mañana
y tenían un miedo atroz a la muerte.
Siempre que alguno de ellos tosía o estornudaba compartían esa mirada
asustada, después de morir su padre nada les aterraba más que perder a otro
miembro de la familia.
Despertaron a Trevor antes de salir al hospital para que se quedara con
Nicco. Así que le sorprendió bastante verle en la recepción del hotel.
—Trevor. ¿Qué haces aquí? ¿Y Nicco? —preguntó en voz baja para no
molestar a Milos que se acurrucaba dormido en sus brazos.
—No te preocupes, él está tranquilo. Sube —le dijo mientras firmaba
algo en el mostrador.
Su madre le frunció el ceño con desconcierto. Nicco era el que más se
asustaba de todos cuando pasaba algo así.
—Vamos, quiero que vea que Milos está bien —lo apremió llevándolo al
ascensor.
—Quizá esté dormido —sugirió no muy convencido mientras su madre
buscaba la llave.
—Sabes que no lo estará, probablemente este enfermándose de
preocupación —le contestó su madre completamente agotada.
Al abrir la puerta vieron a Niccolo durmiendo en la cama. Matt estaba
sentado contra el cabecero, consultando su móvil.
—Hola —saludó en voz baja al verlos entrar—. ¿Cómo está Milos? —
preguntó enseguida.
—¿Te quedaste a cuidar de Nicco? —quiso saber su madre igual de
sorprendida que él.
Matt salió de la cama con cuidado para no despertarlo.
—Estaba muy asustado —dijo en voz baja—. Creo que está un poco
más tranquilo y he conseguido que se duerma, pero estoy seguro de que se
encontrará mejor cuando os vea.
Kane miró a Matt sin dar crédito. No solo no se marchó a su hotel, sino
que cuidó de Nicco cuando no había nadie que pudiera hacerlo, igual que en
el restaurante.
Matt puso la mano sobre la espalda de Milos y observó su cara con los
labios fruncidos.
—¿Está bien? —quiso saber.
—Son cosas de niños —respondió su madre que parecía igual de
conmocionada que él. Era una mujer orgullosa, no estaba acostumbrada a
recibir ayuda y menos de gente que no era cercana a ellos—. A veces les
sube la fiebre al crecer. Somos un poco exagerados cuando se trata de
nuestra salud —se disculpó.
—Nunca está de más ser precavidos —contestó Matt sin inmutarse.
Dejó un beso en la cabeza del pequeño antes de sonreírles—. Estaréis
cansados. ¿Por qué no os ducháis y os ponéis cómodos? Pediré el desayuno
y vigilaré a los niños mientras os refrescáis.
—Eso sería maravilloso. Gracias, cielo —respondió su madre
acercándose a él para tocarle el brazo.
La sonrisa de Matt iluminó la habitación haciéndole un gesto para que
fuera tranquila.
—Ponlo al lado de Nicco. Se tranquilizará cuando le vea —le sugirió
señalando la cama.
Obedeció mientras su madre cogía algo de ropa y desaparecía en el
baño. Matt cubrió a Milos con la manta justo cuando él abrió un poco los
ojos, todavía adormilado.
—Holi —le dijo Matt en voz baja.
Milos le dedicó una sonrisa cansada.
—Sigue durmiendo, peque —le ordenó tocándole el pelo. Apenas en un
parpadeo Milos estaba dormido de nuevo.
Se quedó de pie mirando a sus hermanos dormir, no había nada más
importante que ellos. Nada estaba por encima de la familia, pero ese
adorable y fascinante hombre, lo hacía sentirse como si ya fuera suyo.
Encajaba con ellos a la perfección. No tenía ningún sentido.
—Ve a ducharte —le sugirió Matt sonriendo—. Habrá comida para ti
cuando vuelvas, necesitas descansar. Trevor dice que tienes una entrevista
esta tarde —le recordó.
Él asintió con la cabeza todavía incapaz de encontrar su voz.
—¿Estás bien? —preguntó Matt preocupado acercándose a él—. No te
estarás enfermando tú también —le puso la mano en la frente con el ceño
fruncido.
Kane sonrió incapaz de evitarlo.
—No tienes fiebre —murmuró aliviado—. Será el cansancio.
Se inclinó incapaz de resistirse y besó suavemente sus labios.
Matt suspiró respondiéndole al beso, sus dedos le acariciaron la
mandíbula transmitiéndole mucha calma.
—Eres… —No encontró una palabra adecuada. Algo que quisiera decir
gracias por quedarte, por estar aquí, por aparecer en mi vida.
—Ve a ducharte, necesitas comer algo —le interrumpió Matt en voz baja
acariciándole la mejilla.
Asintió con la cabeza y le robó otro beso antes de marcharse a su
habitación.
Cuando volvió, Matt había montado un desayuno improvisado. Su
madre estaba sentada en el sofá con Matt, Nicco en el suelo cerca de ella y
una buena cantidad de comida apretujada en la mesita auxiliar.
Se sentó en el sillón libre, revolviendo el pelo de Nicco que no protestó
a pesar de ser su costumbre.
—¿Ya llamaste a Connor para cambiar nuestro vuelo? —le preguntó su
madre mientras Matt le pasaba un café.
—No, lo llamaré antes de dormir un poco —contestó ahogando un
bostezo—. Saldremos todos juntos mañana.
—No lo hagas. Matt puede cambiar su billete para ayudarme con Milos
y las maletas —le comentó ella untando mermelada en su tostada.
—¿Tú también te vas hoy? —interrogó mirándolo.
—Iba a marcharme mañana muy temprano. Solo vine para… —se
interrumpió un segundo—, la carrera —mintió—. Pero puedo irme con
ellos.
Kane disimuló la sonrisa bebiendo.
—No hace falta que cambies tus planes. Yo puedo ayudar —protestó
Nicco.
—¿Tú me has visto? —le preguntó Matt al chico—. Necesitaremos a
alguien fuerte para llevar bolsas, solo seré apoyo logístico —le aseguró.
Nicco le sonrió con simpatía, asintiendo con la cabeza convencido.
Su madre intercambió una mirada con Matt que le sonrió.
—En realidad podría ir yo sola con los dos —le calmó Beatrice—. Pero
estoy un poco cansada y me vendría bien la ayuda. Es un vuelo tedioso y
puede que Milos esté incómodo. Tenemos que tomar dos aviones —le
recordó mirándole.
Notó la culpabilidad escarbando en su interior.
—Mamá… —empezó a decir.
—Yo estaré con ellos. No te preocupes por nada —se adelantó Matt—.
No es ninguna molestia, de verdad.
Le observó intercambiando una mirada. Sabía lo importante que eran
para él y estaba seguro de que Matt se ofrecía de forma sincera a
acompañarlos, solo para que se quedara tranquilo y no se preocupara. Saber
eso, hizo que todo se le removiera por dentro.
—Está bien —aceptó reticente.
Su madre sonrió con satisfacción dándole una palmadita en el brazo a
Matt. Estaba claro que ya lo habían hablado antes.
Desayunaron en una conversación cómoda entre bostezos hasta que
finalmente se despidieron para ir a descansar.
Esperó a llegar al ascensor para volver a tocarlo. Apoyó su cabeza en la
suya sintiéndose mucho más cansado a cada paso que daba, rodeándole con
el brazo.
—Puedes dormir en mi habitación si quieres —le ofreció pulsando el
botón del ascensor. Ojalá aceptara porque le encantaría tenerlo en su cama,
aunque fuera para dormir.
—No, volveré al hotel, tengo que hacer la maleta. —A pesar de su
respuesta se apretó contra su costado. Había descubierto enseguida que
Matt era una persona muy táctil y cariñosa. Él no se consideraba mimoso
con las chicas con las que pasaba la noche, pero le salía natural tocar a Matt
a cada oportunidad que tenía.
Entraron al ascensor que estaba vacío, aprovechando para apoyarle en la
pared de metal, rodearle la cintura y besarle por fin. No fue un beso fogoso,
no fue pasional. Fue la necesidad de tener un poco más de él.
Matt rompió el beso riéndose.
—Estás más dormido que despierto.
—Puede ser —aceptó sonriendo cada vez más cansado—. Pero si te
robo un beso tendré algo en lo que pensar cuando esté solo en mi cama.
Matt parpadeó sorprendido antes de que sus mejillas se encendieran por
la vergüenza.
Sonrió y le dejó otro pequeño beso en los labios mientras se abrían las
puertas del ascensor.
—Descansa —le pidió Matt saliendo al vestíbulo, dejándole una
pequeña caricia en la mandíbula que le hizo cerrar los ojos con anhelo.
Se quedó mirándolo marcharse con una sonrisa en los labios y el sabor
de su adictiva boca en la lengua. Pulsó el botón para volver a su habitación,
incapaz de borrar la sonrisa de su cara a pesar del cansancio.
—Kane. ¿Podemos empezar? —le preguntó Connor esa misma tarde.
Miró el móvil sonriendo pidiéndole un minuto con un gesto. Tenía la
última entrevista antes de pasar una semana de vuelta en casa y no podía
tener más ganas de regresar.
Volvió a mirar la foto que le había enviado Niccolo.
Matt sentado en una cafetería del aeropuerto con Milos en su regazo con
la cara llena de nata y una taza en la mano.
Su madre decidió no ir a despedirse para que pudiera descansar, así que
cuando se despertó se encontró solo en la ciudad y con los cuatro volando
en el que sería su primer avión del día.
Tanto Matt como su madre le enviaron mensajes deseándole buena
suerte en la entrevista, pero estaba decepcionado, necesitaba más.
Entró en el chat con Matt y escribió.

Kane:
¿Quién ganó la pelea Milos o la nata?

Su respuesta llegó de inmediato.

Matt:
Es la piscina personal de Milos. Está entrenando para las
olimpiadas. Lleva la competición en la sangre.

Sonrió como un idiota mientras preparaba una contestación.

Kane:
Por supuesto que la lleva. Por cierto, olvidaste algo aquí, te lo
daré en cuanto regrese.
Matt:
¿Me dejé algo en la habitación de tu madre?
Kane:
Olvidaste darme un beso de despedida. Me hace falta.

La sonrisa en su cara era tan amplia que le dolía al ver como aparecían y
desaparecían los puntos de la conversación. Se apuntó un tanto por dejarlo
desconcertado.

Matt:
Eres insufrible.

Estalló en risas al leerlo.

Matt:
Cuando vuelvas te daré todos los que quieras.

Se lamió el labio inferior como si pudiera recuperar su sabor de esa


manera.

Kane:
Te arrepentirás de esa promesa.

Matt le envió un emoji de una carita avergonzada como respuesta.


—Kane, ¿Empezamos? —le preguntó alguien de la producción.
—Sí, por supuesto —aceptó guardando el móvil—. Cuanto antes
terminemos mejor, quiero volver a casa pronto.
CAPÍTULO 23

Guardó los últimos exámenes corregidos en una carpeta y fue hasta el


archivador para clasificarlos.
Estiró el cuello tratando de aliviar la tensión.
Llevaba horas con el papeleo, pero por lo menos había terminado y
volvía a estar al día. Le quedaba una última hora de clase antes de poder
pasarse por el supermercado a comprar hielo.
Jackson y Natalie habían adelantado su noche especial solo para que
pudiera contarles más detalles sobre su fin de semana.
Volvió a sentarse en su silla y sacó el móvil. Sin notificaciones.
Se mordió el labio abriendo sus mensajes con Kane, no le había enviado
nada desde ayer por la tarde. ¿Se estaría arrepintiendo de lo que pasó entre
ellos?
—¿Esperas noticias importantes? —preguntó una voz socarrona.
Levantó la cabeza enseguida.
Kane le sonreía apoyado en el quicio de la puerta. Enfundado en unos
pantalones vaqueros ajustados y una camiseta que enfatizaba su cuerpo
atlético.
Tragó saliva buscando su voz, conteniendo las ganas de levantarse e ir
hacia él.
—No —contestó carraspeando para aclarar la voz—. Consultaba el
tiempo —mintió orgulloso de su autocontrol.
Kane alzó las cejas con falsa sorpresa entrando en el aula, como si fuera
el dueño del instituto. Cerró la puerta a su espalda y avanzó casualmente
hasta él, sentándose en la esquina de su mesa.
—No me digas. ¿Y qué tiempo hará mañana? —preguntó como si
estuviera interesado.
Matt miró su cuerpo de arriba abajo sin disimular. Era injusto que fuera
tan atractivo. Su mirada se paró en sus muslos, fuertes, duros, anchos…
—¡Profesor Anderson! —exclamó Kane indignado—. Espero que no me
esté mirando de una forma indebida —le reclamó.
Negó con la cabeza, pero no dijo nada.
Kane sonrió. Una sonrisa lenta y altiva que le quitó el aliento.
—No me estás mirando así. ¿Verdad? —le preguntó inclinándose hacia
él.
Dejó salir el aire de golpe. Era un hombre tan atractivo… esa mandíbula,
esos ojos brillantes pidiéndole cosas a las que no se atrevía a poner
nombre… esos labios que se sentían tan bien contra los suyos.
—Profesor Anderson —volvió a llamarle—. ¿Erik? —preguntó
sonriendo divertido, tratando de conseguir una reacción.
Él soltó una risita sin poder contenerse.
La sonrisa de Kane se amplió, tiró de él para obligarle a levantarse.
Abrió las piernas para ponerle en medio, jadeando sorprendido cuando sus
manos se apoyaron en sus caderas.
—Vengo a darte algo. ¿Recuerdas? —la voz de Kane era baja y
ligeramente ronca ahora e hizo verdaderos estragos en su cuerpo. Levantó
las manos para apoyarlas en su pecho, en busca de estabilizarse.
—Aquí no. Estoy en mis horas de trabajo —le recordó haciendo un
enorme esfuerzo por contenerse.
Kane asintió con la cabeza, pero sus manos se entrelazaron en su espalda
acercándolo aún más a él.
Matt se lamió los labios tratando de contenerse. Su olor, el calor de su
cuerpo… uff… no tenía tanta fuerza de voluntad.
—No hay nadie aquí —señaló Kane en tono conspiratorio.
—El timbre sonará en cualquier momento —dijo tratando de mantener
la calma.
—Solo uno pequeño. Rápido. No tardaremos ni dos segundos —le
persuadió.
Otra risita abandonó sus labios sin poder contenerse.
—Eso no suena tan prometedor como crees, si lo piensas bien —se burló
pasando las manos por su pecho.
Kane sonrió divertido.
—Eso es porque estás pensando en otro tipo de actividades —le
respondió mientras sus manos recorrían sus caderas.
Bajó los ojos a su pecho sintiendo como sus mejillas se encendían por la
vergüenza.
Los labios de Kane rozaron su oreja para susurrarle al oído.
—No te preocupes. Ahí tardaré tanto que acabarás desesperado porque
te deje terminar —le aseguró.
Los dedos de Matt se clavaron en la tela de su camiseta, tratando de
controlar sin mucho éxito el intenso temblor que le sacudió el cuerpo. Solo
de pensar en Kane y él en la cama… la respiración se le entrecortó.
Le dio un pequeño empujón sin fuerzas intentando separarse, pero Kane
aprovechó para besar su cuello con suavidad y jugó con sus dientes sobre su
piel templada que subía de temperatura a toda velocidad.
—Kane… —trató de protestar.
Él hizo un ruido con la garganta mientras sus manos iban a la parte baja
de su espalda y le apretaban contra él. Su lengua recorrió el lugar donde el
pulso latía desenfrenado para luego chupar con fuerza.
—Oh, Dios… —jadeó tratando de respirar con normalidad.
Las manos de Kane bajaron a su culo, apretándoselo.
Gimió agarrándose a él para no caerse al suelo.
—Kane —trató de hacerlo entrar en razón. Tenían que parar. ¿Y si
alguien decidía abrir la puerta?
—Dime dolcezza —susurró contra su piel.
Todo su cuerpo convulsionó como si le hubiera alcanzado un rayo.
—¿Qué significa eso? —preguntó en un hilo de voz metiendo los dedos
entre su pelo para acercarlo más.
—¿Mmm? —Kane besaba su mandíbula minuciosamente como si se
hubiera propuesto que cada milímetro de piel estuviera bajo sus labios.
—Dolcezza —repitió sin aliento—. ¿Qué es?
Kane se rio sobre su piel, haciéndole estremecer. Levantó la cabeza y lo
miró a los ojos fijamente con esa sonrisa que lo tenía atormentando en
sueños.
Él sostuvo su cara con ambas manos sin dejar de mirarle a los ojos que
brillaban con ternura. Sus pulgares acariciaron su mandíbula con suavidad,
como si fuera algo delicado y frágil. La emoción llenó su pecho, como una
luz que deslumbra en la oscuridad y te marca el camino.
Supo en ese momento que estaba a salvo, que sucediera lo que sucediera
entre ellos, Kane siempre sería alguien importante en su vida. El hombre
que lo despertó de un largo letargo y le hizo querer pelear para seguir
adelante. Alguien que le hizo sentirse tan cómodo que sabía que podía
exponerse sin miedo a que usara sus debilidades contra él.
Kane era un hombre noble, entregado y con un corazón enorme. No le
mentiría, no le faltaría al respeto. Estaba seguro.
—Dime dulzura —le repitió Kane en voz baja usando su idioma.
La sonrisa afloró en sus labios, mientras se perdía en sus ojos.
Kane tiró de él para besarlo. Se derritió contra su cuerpo, ofreciéndole su
boca con docilidad. Perdiéndose en la maravillosa sensación de sentirse
deseado y querido. Era muy pronto para ponerle nombre a lo que había
entre ellos, pero quisiera o no, era imposible no emocionarse y tener
expectativa. Sabía que Kane no era gay, pero en su forma de comportarse
no le demostraba que tuviera ningún tipo de duda.
El timbre anunció el cambió de hora sobresaltándolos y haciendo que se
separaran.
Kane soltó un quejido apoyando su frente en la suya.
—¿Paso a recogerte esta noche? —preguntó robándole un beso. Se
levantó de la mesa al escuchar el sonido de los alumnos por el pasillo.
—Sí —contestó ansioso.
Kane le dedicó una sonrisa que prometía una noche excitante.
—No —se corrigió enseguida.
Él le miró desconcertado.
—¿No? —inquirió Kane.
—Es que… —Tomó una bocanada de aire para sincerarse esperando que
no se enfadara—. Esta noche es nuestra noche especial.
Kane alzó una ceja, preguntándole con la mirada.
—Jackson, Natalie y yo tenemos una especie de tradición reciente.
Quedamos para ver cosas en la tele y beber margaritas entre otras cosas.
Mis amigos son muy importante para mí, no quiero quitarme tiempo con
ellos —No lo volvería a hacer. No alejaría a sus amistades por ningún
hombre.
Kane le sonrió asintiendo con la cabeza.
—Lo entiendo. Hay que cuidar de los buenos amigos. Yo tengo noche de
bolos con los míos cuando estoy aquí. Es nuestro día sagrado.
Matt sonrió aliviado porque le entendiera en vez de reclamarle o
montarle una pelea.
—¿Qué te parece si quedamos cada uno con nuestros amigos y nos
vemos mañana por la noche? —sugirió Kane.
Sonrió radiante.
—Me encantaría —aceptó feliz. Nada le hizo prevenir esa mañana que
tendría esa maravillosa sorpresa.
—¿Ya estás instalado en tu nuevo hogar o paso a recogerte a casa de
Jackson?
—Todavía con Jackson. Aún falta un poco para que estrene la mía —
contestó mirando a la puerta que se abrió dejando entrar a su última clase de
la mañana.
—Gracias por su tiempo profesor Anderson. Ha sido de mucha ayuda —
dijo en voz alta señalando a los chicos.
Matt hizo un esfuerzo por no reírse.
—De nada señor De Luca. Estoy aquí para lo que necesite —dijo con
formalidad.
Kane se mordió los labios haciendo un gesto con la cabeza. Como
diciéndole que iba a pagar caro esas palabras.
Niccolo entró mirando extrañado a su hermano mayor que le guiñó un
ojo y le ofreció el puño. Él respondió chocándoselo, pero con una expresión
desconcertada.
—Vamos chicos, abrimos el libro por la página ciento setenta y dos —
dijo en voz alta cuando su móvil vibró contra la madera de la mesa.
Lo cogió haciéndole un gesto al último alumno para cerrar la puerta.

Kane:
No podré dejar de pensar en todo el día en qué clase de cosas
podrías enseñarme.

Metió el móvil de vuelta en su maletín como si quemara.


Cuando levantó la cabeza encontró la mirada de Niccolo clavada en él
con un gesto de sospecha.
Carraspeó cogiendo su libro de texto, esforzándose por guardar la calma.
No había forma de que Nicco supiera lo que pasaba entre ellos. Todo estaba
bajo control.
Jackson y Natalie chillaban en el sofá con sus margaritas y sus orejitas
de peluche. Y por primera vez él se puso las suyas. Incluso le pareció que
estaba guapo cuando se miró al espejo con sus orejitas de panda y su pijama
de algodón orgánico negro.
—Eso es super sexy —dijo Natalie emocionada cuando les contó lo que
había pasado en la discoteca.
—Y muy arriesgado. Tenéis suerte de que nadie os hiciera una foto o un
vídeo. Es una persona pública —opinó Jackson.
—Pensé lo mismo, pero estábamos contra una pared. Para que alguien
nos viera tendría que estar pegado a nosotros.
Los dos soltaron grititos emocionados.
El timbre sonó mientras él se reía.
—Nuestra comida mexicana acaba de llegar. Ve pensando en cómo
contarme los detalles jugosos de lo que pasó contra esa pared —le advirtió
Jackson cogiendo dinero del mueble de la entrada.
—Ni de broma. Cuando tú cuentes detalles de Dominic yo te hablaré de
Kane —contestó burlón.
—Si te contara cosas de lo que me hace mi hombre en la cama… —se
regodeó Jackson mirándolos mientras Natalie se desternillaba de risa—.
Tendría que matarte —terminó abriendo la puerta.
Los dos se ahogaron de la risa.
—Fuertes declaraciones —escucharon la voz de Kane.
Matt observó a Natalie, quien le devolvió una mirada desconcertada.
—Sabes cómo hacer que un hombre se sienta inseguro —siguió diciendo
Kane en la puerta.
—Matt, ven aquí para que pueda abrir un agujero en la tierra y
esconderme —se lamentó Jackson alejándose de la puerta como si ardiera.
Natalie seguía riéndose sin control en el sofá.
Se acercó con rapidez sin saber a qué había venido.
—¿Ha pasado algo? —preguntó preocupado—. ¿Está bien Milos?
Kane sonrió con diversión negando con la cabeza. Levantó la mano y le
dio un tirón con suavidad de la oreja de peluche.
Matt soltó un gemido lastimero.
—Esto es… —trató de explicar avergonzado. Ni siquiera se dio cuenta
de que llevaba la estúpida diadema.
—Te queda bien —le dijo divertido—. Adorable. Como tú.
Matt sonrió jugando con las mangas de su pijama.
Jackson y Natalie soltaron un “Ohhhh” a coro.
—No bebáis más margaritas —les ordenó haciéndolos reír.
Kane también se rio divertido.
—No te entretengo, se nota que lo estáis pasando bien —le aseguró—.
Solo venía a por una cosa muy importante y me voy. Si no, no iba a poder
concentrarme.
Lo miró desconcertado, sin entender de qué le hablaba, pero Kane
solucionó enseguida el misterio.
Pasó su musculoso brazo alrededor de su cintura y lo atrajo hacia su
cuerpo para poder asaltar su boca.
Los gritos y aplausos de Natalie y Jackson quedaron apagados cuando la
lengua de Kane chocó con la suya. Respondió al beso deslumbrado,
echándole los brazos al cuello y perdiéndose en esa boca ardiente en menos
de un segundo. Debería ser vergonzoso lo rápido que cedió a sus deseos,
pero llevaba toda la tarde pensando en él y no podía estar más feliz con su
visita.
—Ahora sí, ya me voy —le dijo Kane terminando el beso.
Lo miró sin entender. «¿Solo había venido para robarle un beso?» Sonrió
radiante dándole un pequeño beso en los labios, apoyando la espalda en el
marco de la puerta para asegurarse de que aguantaría de pie.
—¡Puedes quedarte si nos das más espectáculo! —gritó Natalie desde el
interior. Jackson aplaudió apoyando la moción.
—¿Cuántos margaritas llevan? —preguntó Kane mirando por encima de
su hombro.
—Dos. Pero no comimos nada —explicó riéndose.
—Puedo ir a buscaros algo antes de marcharme —le ofreció.
Sonrió poniéndose de puntillas para besarlo.
—Gracias por ofrecerte. Aunque no hace falta, nuestra comida llegará en
cualquier momento.
Kane asintió con la cabeza separándose de su cuerpo.
—Limítales las copas hasta entonces —sugirió de buen humor—. Luego
te enviaré un mensaje para asegurarme de que seguís respirando —se
despidió—. Ciao, dolcezza.
Matt suspiró viéndolo entrar al ascensor, de verdad que ese acento iba a
matarlo. Bueno su acento y ese hombre maravilloso que por un milagro del
destino parecía querer estar cerca de él.
—¡Matt y Kane se van a casar! —cantaron sus amigos desde el sofá.
Se giró a mirarlos, los dos estaban abrazados riéndose y cantando, con la
jarra de margaritas vacía sobre la mesa. Los miró con incredulidad.
—¡Kane y Matt se cogen las manos, se esconden bajo un árbol, se
quieren besar!
Parpadeó viéndolos interpretando la canción infantil y un improvisado
baile que parecía más un rito de apareamiento de simios que cualquier otra
cosa.
Suspiró negando con la cabeza.
—El resto de la noche beberéis agua. Sin hielo, limón, ni gas.
CAPÍTULO 24

No pudieron quedar al día siguiente. Kane tuvo que ir a la ciudad para


una sesión de fotos que promocionaba una marca de coche. Así que hizo
planes con los chicos y se contentó con hablar con él por mensajes.
Tampoco pudieron quedar en los dos días siguientes. Uno por trabajo y
otro porque la madre de Kane había hecho planes con unos amigos y no
quería cancelárselos, al parecer no era común que ella saliera.
No estaba enfadado, sabía que el trabajo de Kane era absorbente y que
su familia era el número uno de sus prioridades. Le gustaba que lo fuera,
que no fuera egoísta como para solo pensar en él, que fuera generoso como
para postergar lo que él quería y favorecer a su familia.
Por eso cuando pensó en que estaría solo con Milos se le ocurrió que
podría hacerle algo de compañía.
Miró la casa todavía sintiéndose inseguro, sentado en el asiento de su
coche. Tomó una bocanada de aire sin saber si se había excedido, pero
cambió de opinión al recordar los mensajes que se enviaron durante esos
días. Kane se alegraría de verle, seguro que sí.
Reunió todo el valor que tenía para salir del coche recogiendo la bolsa
de comida que había comprado en el supermercado. Subió las escaleras
sintiéndose un poco menos seguro y pulsó el timbre sin saber qué iba a
encontrarse del otro lado.
Kane apareció en el quicio con un sonriente Milos en los brazos.
Llevaba puesta una camiseta blanca y un pantalón de deporte azul oscuro.
Todo su pelo estaba revuelto, probablemente obra del pequeño que tenía
una de sus manos hundida en el cabello de su hermano.
—¡Matt! —lo saludó sonriendo con una sorpresa evidente en la cara.
—¡Holi! —chilló Milos tendiéndole los brazos para que le cogiera.
—¿Eso es para nosotros? —preguntó Kane señalando la bolsa tratando
de que el niño no se abalanzara sobre él.
—Pensé que estarías un poco ocupado con Milos como para preparar la
cena, así que vine a echarte una mano —explicó algo inseguro.
Kane sonrió dejando que sus ojos fueran de los suyos a su boca.
—Muchas gracias por pensar en nosotros. Iba a pedir algo, pero seguro
que tu comida es mucho mejor. Pasa por favor —le invitó apartándose y
cogiendo la bolsa, con la otra mano le pasó a Milos que se abrazó a su
cuello soltando una risita.
—Como pesas —se quejó al niño que se rio apretando su mejilla contra
la suya—. ¿Has crecido en estos pocos días?
—Voy a ser tan alto como Kane —declaró convencido.
—Profesor Anderson —dijo una voz femenina.
Miró al salón donde Niccolo y Erica parecían estar estudiando.
—Buenas tardes, señorita Summers —saludó con afabilidad a la chica.
Era su alumna favorita y a juzgar por las notas de Nicco ella era la causante
de que sus trabajos hubieran mejorado.
Nicco le dedicó un saludo, pero no dijo nada más.
—Debería haber llamado antes —se disculpó en voz baja al seguir a
Kane a la cocina.
—Está bien. Erica viene dos veces por semana. No te preocupes —le
respondió quitándole importancia—. No tienes que cocinar, podríamos
pedir algo —sugirió sonriendo al ver como Milos seguía tratando de
conseguir su atención.
—Por supuesto que no. Voy a cocinar y Milos va a ayudarme. ¿Verdad
que sí?
Sus ojos más claros que los de su hermano se abrieron con ilusión.
—¡Sí, sí! Yo ayudo —gritó Milos emocionado.
Kane le dedicó una mirada preocupada.
—Milos es como un cachorrito. Tirará todo lo que esté a su alcance —le
advirtió.
Sonrió seguro de sí mismo.
—Confía en mí. Doy clase a cientos de adolescentes, un niño pequeño
no es un desafío. Además, vengo preparado para él —le tranquilizó—.
Búscame un bol que Milos pueda usar, mejor de plástico. —Puso a Milos
sentado en la encimera al lado del grifo.
Él aplaudió contento mirándole con atención a la espera de recibir
instrucciones.
No muy convencido, Kane le pasó un bol de plástico de uno de los
muebles.
—Ayuda a Milos a lavarse las manos. Pásame un cuchillo, una tabla y
déjanos espacio —pidió mientras vaciaba la bolsa.
—Sí, mi general —aceptó riéndose y empujándole con un golpe de
cadera.
Sonrió cogiendo una lechuga entera. Le cortó la parte de abajo y la puso
delante de Milos.
—Tienes que quitar las hojas de una en una. Y partirla en trocitos
pequeños —le explicó.
Sus ojos redondos lo observaban con toda la atención.
—Hazlo bien, o la ensalada no estará buena —le advirtió.
Él asintió varias veces con la cabeza.
—Lo voy a hacer muy bien —prometió muy serio.
—Sé que lo harás. Pide ayuda si lo necesitas —le aconsejó acariciándole
la mejilla.
Milos sonrió y empezó con su tarea. Lo miró unos segundos con
diversión, cortaba las hojas con mucho cuidado y las dejaba en el bol con
una pequeña risita emocionada.
—Muy listo —le felicitó Kane poniendo las manos en su cintura y
apoyando la barbilla en su hombro para ver qué comida había—. ¿Y qué va
a preparar el chef?
Él se rio nervioso, no era seguro hacer eso con Nicco en la habitación de
al lado sin una puerta cerrada en medio.
—No se me da muy bien cocinar, me defiendo y las recetas que hago me
salen decentes. Pero no esperes gran cosa —respondió con sinceridad—.
Jackson es el cocinero de la familia. Cocina como un profesional.
—Hablando de Jackson. Nunca me contaste su historia y el motivo por
el que su hermano no sabe nada de su relación —dijo apartándose para
ponerse delante de Milos, pero sin dejar de mirarle.
—Es que ya te habrás dado cuenta de que Mich es un poco
sobreprotector con Jackson —empezó mientras limpiaba el pescado bajo el
grifo.
—Como cualquier buen hermano —contestó haciéndole sonreír. Sacó
una bandeja de un armario y se lo pasó. Agarró los cuatro limones que
estaban al lado de los tomates y empezó a lavar la verdura.
—Jackson sabía que era gay y su familia también estaba al tanto. Al
parecer se enamoró de Dominic nada más verlo. Y todos en su casa se
dieron cuenta, pero Dominic no lo era —puso la lubina sobre la bandeja y
cogió el cuchillo para cortar unas rodajas de limón.
La cara de Kane fue de absoluta sorpresa.
—¿Dominic no es gay? —preguntó.
—No, nunca hubo ningún hombre antes de Jackson, ni una duda sobre
su sexualidad —le aclaró sonriendo al notar su desconcierto.
—¿Y cómo acabaron juntos? —quiso saber.
—No es una historia amable. Jackson estuvo años enamorado de
Dominic, conviviendo con él sin que pasara nada —contestó.
—No parece algo muy divertido. Tuvo que ser difícil —opinó Kane
frunciendo el ceño. Sonrió a Milos pasándole una hoja de lechuga que se le
había caído.
—Lo fue. El caso es que Dominic también se enamoró de él al
conocerle. El problema es que como no se sentía atraído por los hombres,
no supo la forma adecuada de manejar esa atracción. Se comportaba con él,
como lo haría con una chica en la que estuviera interesado —miró alrededor
buscando un trapo, pero no pasó un segundo antes de que Kane se lo
pusiera en la mano.
Sonrió en agradecimiento echando un vistazo a Milos que todavía no
tenía ni la mitad de la lechuga lista, pero seguía muy concentrado en su
tarea.
Kane le pasó un cuchillo limpio señalándole el frasco de mantequilla.
—Mich que vivía con él en la universidad, se dio cuenta de que había
algo raro entre ellos y le contó a Dominic que creía que Jackson podía
sentir cosas por él. Le pidió que no le diera esperanzas y que lo rechazara si
en algún momento movía ficha —le explicó.
—Y Jackson lo hizo —adivinó Kane que le escuchaba con toda la
atención mientras limpiaba las zanahorias.
Negó con la cabeza, dejando un puñado de espárragos frescos a su lado
para que también lo lavase.
—No. El destino le jugó una mala pasada y escuchó toda la
conversación entre ellos. Se sintió avergonzado y por la respuesta que dio
Dominic creyó que nunca sentiría nada parecido por él. Dominic era su
primer amor, el primer chico por el que sentía cosas.
—Tuvo que ser duro —respondió haciendo un gesto de solidaridad—.
¿Era muy joven?
—Era un adolescente cuando le conoció. Esa conversación la escuchó en
su último año de instituto. Intentó encontrar a alguien más, chicos que
tuvieran claro lo que querían y lo trataran como él soñaba. Consiguió
interesarse por algunos —dijo poniendo las zanahorias a un lado de la
bandeja junto al pescado.
—No suena muy emocionante —opinó Kane cogiendo otra tabla y un
cuchillo para cortar tomates.
—No lo fue. Jackson nunca llegaba a enamorarse de ellos de verdad.
Convivía con Dominic durante las fiestas, compartían momentos
importantes de sus vidas… es imposible olvidar a tu gran amor si lo ves
constantemente. —Empujó con suavidad su cadera contra la suya para
encender el horno.
Agarró una rodaja de tomate y se la puso delante a Milos que se lo
comió y le dedicó una sonrisa.
—¿Me estás diciendo que se pasó años así? ¿Aguantando eso? —
inquirió sorprendido.
—Hasta el año pasado que las cosas cambiaron por completo —le
respondió con sinceridad. Jackson le dijo que no había problema en que
supiera la historia.
—¿Y qué fue lo que hizo que todo cambiara? —preguntó con curiosidad
—. Si llevaban tantos años así tuvo que pasar algo.
Sonrió mientras negaba con la cabeza y sacaba unas pocas nueces de la
bolsa.
—Ellos dicen que las cosas se avivaron cuando empezaron a pasar
mucho tiempo juntos —le contestó. Notó la mirada de Kane sobre él,
aunque siguió abriendo los frutos secos.
—Pero tú no crees eso —adivinó con gesto de curiosidad.
—No. Tú los has visto juntos, tienen chispa, química… como quieras
llamarlo. Creo que los dos estaban… no sé… destinados —dijo con aire
soñador.
La risa de Kane lo hizo mirar en su dirección.
—¿Hablas de amor eterno y esas cosas? —preguntó girándose para verle
bien.
Sus mejillas se encendieron, pero se negó a avergonzarse. No volvería a
renunciar a lo que quería para amoldarse a los gustos de nadie.
—Supongo. Creo que el tipo de conexión que ellos tienen es una especie
de milagro. La forma en que se entienden sin palabras, el amor con el que
se miran, la manera en que no pueden evitar buscarse… es magia —opinó
con sinceridad—. Tienen mucha suerte de haberse encontrado en un mundo
tan grande y ser valientes como para querer arriesgarse.
—A veces no es cuestión de riesgo —dijo Kane después de unos
segundos—. Puede que quieras, pero no dispongas de lo necesario… por
mucho que lo desees.
Matt lo miró con el corazón acelerado.
—Si el amor es fuerte, lo demás se soluciona —respondió observándolo
con cautela.
Kane sonrió burlón.
—Eres una persona muy inteligente para un pensamiento tan infantil.
¿No?
—No lo creo. Solo porque algo sea difícil y haya problemas no significa
que no merezca la pena. Me gusta pensar que si encuentro a alguien con
quien quiera compartir mi vida y crear una familia, sabremos apoyarnos
mutuamente y encontrar la forma de salir adelante juntos. ¿Puede ser
ingenuo? Supongo, pero no me conformaré con menos que eso.
Kane ya no sonreía, solo lo miraba fijamente.
—¿Quieres tener una familia? ¿Hijos? —preguntó con el gesto en
blanco para no dejar que viera lo que pensaba.
—Es mi sueño —reconoció apartando la mirada. Sabía que con toda
probabilidad estaba aniquilando cualquier oportunidad que tuviera con él—.
Una casa llena de niños corriendo y jugando. Ruido, gente en la casa, olor a
comida en el ambiente… es lo que siempre he querido —le aseguró.
—¡Jugar! ¡Sííí! —aplaudió Milos con la boca llena de tomate todavía
troceando la lechuga.
Kane ni siquiera parpadeó, siguió mirándolo.
—Las familias grandes son lo mejor —dijo en tono neutro—. Pero
también suponen un gran nivel de generosidad, ceder y en ocasiones hacer
grandes sacrificios.
—No es verdad. La sangre no te obliga a nada, ni hace que te quieran de
forma innata —dijo con cierta amargura. Si eso fuera verdad, sus padres y
él estarían unidos. Sin embargo, pasar tiempo con él nunca fue su prioridad,
ni siquiera de niño.
Kane agarró el cuchillo con fuerza y volvió a cortar tomates sin decir
nada.
—Por eso mismo admiro lo que haces por tu familia —le dijo sacando la
mostaza y el aceite—. Quedarte en casa, ayudar con tus hermanos, tratar de
mantener vivo el recuerdo de tu padre… Me parece que hay que tener una
forma de querer única y un corazón enorme.
Kane lo miró sorprendido.
—Fue una decisión fácil —contestó con voz seria pasándole un bol
pequeño y una batidora.
—Seguro que sí —le concedió—. Pero imagino que no será algo
sencillo de mantener. Eres un hombre exitoso. Lo sencillo sería vivir tu
vida, en su lugar, decidiste modificarla para adaptarte y cuidar de ellos. Es
de las cosas que más me gustan de ti.
Pareció quedarse petrificado mientras hablaba, aunque la sonrisa
terminó por aflorar en su cara.
—¿Qué otras cosas te gustan? —quiso saber con la mirada llena de
malicia.
Matt se rio tratando de ocultar el furioso sonrojo de sus mejillas,
cogiendo lechuga para ayudar a Milos.
—¡Es mío! —protestó Milo.
—¿Me dejas ayudarte? —preguntó sonriéndole.
—Estabas con la salsa —le recordó Kane divertido.
—Cállate —murmuró golpeando la cadera contra la suya.
La mano de Kane rodeó la cintura tirando de él.
Alzó la cara para mirarle a los ojos, sorprendido de que hiciera un
movimiento tan cerca de sus hermanos.
—Al final no hablamos de nada cuando viniste a verme —le dijo en voz
baja.
—Creo que esta es una de las pocas veces en que hablar podría
enturbiarlo todo. Me parece que quiero seguir moviéndome en esta escala
de grises y disfrutar de lo que sea esto —reconoció bajando la vista a su
pecho para no mirarle a la cara.
Kane apretó ligeramente su agarre.
—Está bien. Pero por poco tiempo, me gusta saber exactamente dónde
me estoy moviendo —replicó.
Le dio un pequeño golpe en el pecho haciendo un ruido exasperado.
—Se supone que algunos hombres prefieren no poner nombre a las
cosas —se quejó.
Kane se rio bajando la cabeza para hablarle al oído.
—Italiano —murmuró burlón.
Estalló en risas alejándose de él.
—Eres imposible.
Milos se rio llamando su atención. Sus mejillas estaban llenas de
manchas de tomate y semillas. Por supuesto, el plato donde antes había
rodajas de tomate ya estaba vacío.
—¡Milos! —exclamó Kane indignado—. Esa era la cena —protestó.
El niño le dedicó una sonrisa angelical y le tendió una hoja de lechuga.
Kane miró a su hermano boquiabierto.
Matt suspiró con resignación negando con la cabeza.
—Italiano.
CAPÍTULO 25

—¿Estoy guapo? —preguntó en voz alta.


Dominic se asomó por la puerta de su habitación.
—No, Matt. Estás horrible, me dan ganas de vomitar al verte —dijo muy
serio Dominic.
Lo miró horrorizado a través del espejo.
Dominic se encogió de hombros mientras se reía a carcajadas.
—Preguntaste lo mismo cinco veces, creía que si te decía que no,
conseguiría alguna reacción diferente a las anteriores.
Le dio un golpe en el brazo al pasar delante de él para ir a buscar a
Jackson.
—Estás guapísimo —admitió a su amigo al verle.
Jackson sonrió cogiendo una bufanda de cachemira blanca.
—Ya lo sabía, gracias —le contestó haciéndole reír—. Ojalá pudiera ir
en esmoquin todo el día. Sienta de fábula.
Dominic lo rodeó con los brazos dejándole un beso en la sien y
diciéndole algo al oído que hizo a Jackson sonrojarse.
Apartó la mirada para no inmiscuirse en su momento de pareja sintiendo
una punzada de celos. Ojalá tuviera eso algún día.
Su móvil sonó con un mensaje. Sonrió ante el nombre que aparecía en la
pantalla.

Kane:
Listo para una elegante y educada noche de frivolidad.

Sonrió negando con la cabeza.


—Kane ya llegó a la subasta benéfica —les informó.
—Tu chico es puntual —apreció Jackson pasándole el abrigo—. Eso es
sexy.
—¿Verdad que sí? —le devolvió sonriendo burlón ante la cara
desconcertada de Dominic.
—¿Ser esclavo del reloj es sexy? —quiso saber.
Matt escondió la sonrisa abrochándose lo botones de su abrigo.
—Mucho. Prueba a llegar a tiempo alguna vez. Verás como te recibo —
le sugirió Jackson abriendo la puerta para que todos pudieran salir.
Jackson le guiñó un ojo con diversión al pasar por delante, compartiendo
la broma.
Dominic bajó en el ascensor pensativo, rodeando con el brazo a su novio
que parecía feliz de haberle dejado sin palabras.
—Mira quién sabe sobre ser sexy —dijo Jackson en voz baja y tono
jocoso al abrir la puerta del edificio.
Kane estaba apoyado en el coche, esperándole enfundando en un
esmoquin que se le ajustaba como una segunda piel. Sus piernas se sintieron
un poco menos firmes cuando sus ojos se encontraron con los suyos y le
dedicó una sonrisa que le quitó el aliento.
—Juraría que no hablamos nada sobre ir juntos —comentó en voz alta
sonriéndole. Le había echado tanto de menos.
—Decidí jugármela —respondió moviéndose para saludarlos—. ¿Qué
tal chicos? —saludó a los demás.
—Buenas noches —le contestó Jackson sonriendo.
Dominic y Kane se saludaron con un golpe en el brazo.
—¿No vienen Mich y Natalie? —preguntó desconcertado mirando
alrededor como si esperara que aparecieran de la nada en cualquier
momento.
—Los encontraremos allí. Mich salió tarde del trabajo —le explicó
Dominic.
—Vamos bien de tiempo, pero suele ser un lío aparcar por toda la gente
que acude. Deberíamos ir saliendo —sugirió sonriéndole a Kane que no
dejaba de mirarle.
—Por supuesto —aceptó Kane moviéndose para abrirle la puerta del
copiloto.
Jackson sonrió al observarles.
—Vamos, Dom —dijo llevándose a su novio que los miraba
sorprendido.
—Bonito traje —comentó Kane recorriéndole con la mirada de arriba
abajo ya sin disimulo.
Sonrió quedándose cara a cara con él.
—Lo sé. Es que es italiano —respondió sonriendo incapaz de dejar de
hacerlo.
Kane soltó una risotada claramente divertido.
—Más no, por favor. Milos lo usa para todo desde que viniste a casa. Mi
madre trató de hacer que se comiera las verduras y dijo que no. Porque era
italiano.
Estalló en risas al imaginarse la escena.
—Es el más listo de todos los De Luca. Está aprendiendo pronto, eso es
todo —se sentó en el asiento y dejó que Kane le cerrara la puerta. No era la
primera vez que hacía eso, pero hoy parecía tener un significado distinto.
Sobre todo, después de pasar la noche con él y sus hermanos. Cenaron
los cuatro juntos mientras Niccolo le contaba historias vergonzosas de
Kane. Después de recoger la cocina entre todos vieron una película hasta
que llegó la madre de los chicos.
Fue un sueño estar prácticamente acurrucado en el sofá con Kane y
Milos sentados contra él, y Nicco preparando palomitas para todos. Se
sintió hogareño y tan perfecto que lo tuvo flotando durante días.
Kane viajó a Minessota esa semana para una sesión con los diez mejores
pilotos de la clasificación y llegó esa mañana con la promesa de
acompañarle a la cena. Pasaron toda la semana intercambiándose mensajes
y llamándose por la noche para hablar de cómo les fue el día.
Todavía no había hablado sobre lo que pasaba entre ellos, pero algo le
decía que esa noche sería definitiva, especial. Y por supuesto se preparó en
consecuencia.
El día de su noche de chicas, pasó a la tarde de chicas y fueron de
compras. Eligió con cuidado su esmoquin e incluso la ropa interior a
insistencia de sus amigos.
Se había preparado con Jackson meticulosamente, el pelo tenía un
aspecto descuidado que tardaron más de media hora en conseguir, los
gemelos y el reloj combinaban a la perfección y su piel brillaba con el
tratamiento hidratante que Natalie les puso esa misma mañana.
Estaba un poco nervioso porque imaginaba que sus padres también
asistirían a la cena. Sabía por experiencia que estarían en una mesa situada
al lado opuesto de la de ellos y que no se molestarían ni en acercarse a
saludar, de todas formas, estaba un poco inquieto.
En cuanto Kane estuvo sentado en su lugar, se inclinó para poder
besarle.
Aceptó el beso ansioso. No pudieron hacer nada delante de los chicos el
otro día, por lo que le sorprendió que se conformara con un beso suave y
superficial.
—Más tarde —le prometió Kane, rozando sus labios contra los suyos—.
Si empiezo no podré parar y me hablaste lo suficiente de esa cena como
para saber que te disgustarías mucho si no fuéramos. Así que deja de hacer
mohines… u olvidaré mis buenas intenciones y buscaré un lugar donde
esconderme contigo.
Sus mejillas se encendieron mientras negaba con la cabeza.
—Primero cena benéfica —repitió tratando de calmar los latidos de su
corazón.
Kane le dio un último beso, lanzándole una mirada que le hizo agradecer
estar sentado.
—¿Vas a ser uno de los atractivos de la subasta? —preguntó para
distraerse y calmar su cuerpo necesitado.
—Esta vez no. Vengo en representación de una de las marcas que me
patrocinan.
—¿Y los chicos? ¿Nicco salió de fiesta? —le preguntó con curiosidad.
—No, se quedó en casa —dijo con una sonrisita divertida que no le pasó
desapercibida.
—¿Por qué es gracioso eso? —quiso saber desconcertado.
—Porque Nicco no suele desaprovechar un viernes por la noche en casa.
Sin embargo, lleva un par de semanas quedándose en casa, delante del
ordenador —le explicó.
—Ah. Seguro que está jugando videojuegos —adivinó.
—No —le contradijo Kane con una amplia sonrisa—. En videollamada
con su tutora, aunque no creo que lo que hablan a la una de la mañana esté
relacionado con sus clases.
Matt abrió los ojos por la sorpresa.
—¿De verdad? No me los imagino juntos.
Kane le lanzó una mirada de soslayo.
—Hay parejas más insólitas que esa —opinó él con razón.
Lo miró con una sonrisita nerviosa.
—Supongo —concedió pensando en cómo los percibiría la gente a ellos
cuando llegaran juntos—. ¿Estarás bien yendo al evento conmigo? No
quiero meterte en problemas con tu trabajo.
—¿Por qué iba a ser un problema que lleguemos juntos? No voy a
bajarme del coche gritando que estaré contando los minutos para que acabe
y quedarme a solas contigo —bromeó Kane sin apartar la mirada de la
carretera.
—¿Eso es lo que vas a estar pensando durante la cena?
—Puede que me pase por la cabeza —dijo Kane sonriendo.
Matt sonrió mirando por la ventanilla.
—¿Conoces a mucha gente allí? —quiso saber.
—Alguna. Casi todos amigos de mis padres, pero nuestra mesa será la
misma que la última vez. Ya los conoces a todos —lo tranquilizó.
—¿Ellos van a estar ahí? Tus padres —explicó al ver su gesto
desconcertado.
—Sí. Puede que los veamos —contestó reticente. Su familia era todo lo
contrario a la de Kane.
—No te llevas muy bien con ellos, ¿No? —preguntó Kane con suavidad.
Suspiró pensando con rapidez qué debía decir.
—No es que nos llevemos mal —le aclaró—. Es que… no sé. No es
fácil de entender.
—Pruébame. Te aseguro que detrás de este aspecto sexy hay un cerebro
—le tentó haciéndolo reír.
—No es que discutamos o tengamos problemas, supongo que solo
somos… diferentes —explicó inseguro.
—Seguro que no sois tan distintos, al fin y al cabo ellos te criaron —
opinó Kane conciliador.
—Ya… —miró por la ventana negando con la cabeza—. Cuando conocí
a Nicco pensé que era un caso de abandono. De esos padres que usan el
dinero para fingir que cuidan de sus hijos. Nicco tenía cosas de marca, pero
nadie que viniera a hablar de sus notas.
—Sabes que eso no es así —respondió Kane enseguida.
—Ahora lo sé. Creía que era eso, tuve varios casos así antes y Nicco me
parecía uno más de ellos. El primer caso que conocí fue el mío —reconoció
incómodo. Nunca la había contado eso a nadie, pero Kane le dio acceso a su
familia y a su mundo sin cuestionarse nada y sentía que él debía hacer lo
mismo.
Kane se quedó en silencio, dándole espacio para añadir algo más o
dejarlo y darle una salida al tema.
—Mis padres tienen una buena posición económica. Una parte por
herencia y otra porque trabajan mucho. Mi padre dirige una empresa de
transporte internacional. Mi madre es directora de una empresa de
cosmética natural, enfocada en mujeres maduras.
—Trabajos demandantes, sin duda —opinó Kane con voz neutra.
—Mi madre se quedó embarazada por sorpresa, no quería tener hijos
todavía. Hicieron un plan elaborado sobre cuándo pasaría, pero me adelanté
tres años a su previsión.
—¿Tenía previsto cuándo quedarse embarazada?
—Sí, ella es así. Todas las decisiones de su vida giran alrededor del
trabajo. Iba a preparar a una suplente y luego quedarse embarazada. A pesar
del contratiempo decidió seguir adelante. Trabajó hasta el mismo día del
parto, rompió aguas en medio de una reunión.
Las cejas de Kane se elevaron.
—Una adicta al trabajo.
—Y tanto. Terminó la reunión y luego se fue al hospital. —Negó con la
cabeza, viendo las manos fuertes y seguras de Kane sobre el volante—. Se
reincorporó al trabajo al mes de tenerme.
Kane le lanzó una mirada incrédula.
—¿Había guardería en su oficina para poder tenerte cerca? —le
preguntó.
—No. Contrató una niñera —dijo sin inmutarse.
Kane se quedó obviamente sorprendido.
—¿Y cuándo estaba contigo?
—No lo sé. No tengo recuerdos de ella, aunque sí de mi niñera y las
personas de servicio doméstico. A partir de los tres años, mi educación se
volcó en un sin fin de tutores y profesores. Por las mañanas iba al colegio,
por las tardes siempre tenía actividades extraescolares. Iba a clases de
hípica los sábados y al club los domingos.
Kane frunció el ceño, aunque no dijo nada.
—Sé que parezco un niño mimado. Me proporcionaron una excelente
educación, los mejores colegios, una buena universidad, pero nunca tuve la
atención de mis padres. No venían a verme a los festivales, no me ayudaban
con los deberes, no tenían tiempo para comer conmigo o hablar…
Kane se removió en su asiento, como si se estuviera conteniendo.
—Aún así las cosas mejoraron, ¿No? Me dijiste hace poco que ibas a
comer a su casa, así que algo cambió.
Se mordió los labios, pensando en cómo responder.
—No fue por mí —reconoció con obvia tensión en la voz—. Hace algún
tiempo tuve un… novio.—La palabra le escoció en la lengua, sintiéndola
incorrecta. No quería manchar a Kane con el recuerdo de Noel. Solo de
pensar en él, sentía como se le encogía el estómago—. Insistió en
conocerlos y se llevaron muy bien, tanto que empezaron a invitarnos una
vez al mes. Esa costumbre se mantuvo cuando él se fue.
El silencio se prolongó varios minutos, pesado y extraño como nunca
antes.
—Parece un buen tipo, si logró uniros un poco.
—No lo era —contestó con rapidez incapaz de soportar que Kane lo
defendiera—. No lo fue —se odió a sí mismo por haber permitido que el
tema llegara hasta allí.
Kane giró la cabeza unos segundos para mirarle, claramente
sorprendido.
—¿Estuvisteis juntos mucho tiempo? —preguntó.
—Más del que debería haber estado —contestó en voz baja.
—¿Era tu primer novio? —inquirió aprovechando un semáforo para
mirarle a la cara. Podía ver las preguntas en su mirada, pero su gesto era
cauteloso, como si intuyera que era algo delicado.
—Hubo algunos hombres antes, aunque él fue el primero y el único que
les presenté —reconoció con el estómago revuelto.
Kane pareció darse cuenta de que algo iba mal porque su mano fue
directamente a su rodilla, dándole un ligero apretón.
—Perdona, no debería haber preguntado —se disculpó con sinceridad.
—No pasa nada —le tranquilizó aliviado de alejarse de sus antiguas
pesadillas. —Mi familia es un tema delicado. Sé cuáles son tus valores y lo
importante que es para ti el concepto de familia y las tradiciones. Por
desgracia yo no tuve eso.
Kane apretó con suavidad su agarre.
—No voy a pensar mal de ti por nada. Soy un hombre de familia, pero
sé que mucha gente no tiene eso. Perdona de nuevo, no quería arruinar el
ambiente.
Puso la mano sobre la suya, calmando un poco la inquietud.
—No pasa nada. Está bien —le tranquilizó.
Kane le dedicó una sonrisa mientras volvían a ponerse en marcha.
Jackson y los chicos les esperaban en la entrada donde estaban los
aparcacoches. Salió a reunirse con los demás, pero Kane insistió en aparcar
el coche para diversión de todos.
—¿Estás bien? —le preguntó en voz baja al volver poniendo la mano en
su espalda.
—Sí —le aseguró levantando un poco la cabeza para que pudiera
mirarle a los ojos.
—¿Seguro? —insistió sin romper el contacto visual.
—Lo prometo —dijo sonriendo.
Kane pareció convencido porque le guiñó un ojo y lo guio más cerca de
los demás.
—¿Listos para divertirse? —preguntó Mich emocionado—. Está va a ser
una noche épica, lo presiento.
CAPÍTULO 26

Sin duda, era una noche maravillosa.


Los pusieron en una mesa bastante discreta, algo con lo que estaba
seguro, que Kane tenía que ver. Kane era increíble, le apartó la silla para
que se sentara haciéndolo reír y se ajustó con esa desquiciante facilidad
innata. Bromeó con todos y los puso al día de cosas de la competición
mientras les preguntaba por sus vidas.
Le encantaba su forma de ser. Que, en vez de enfocar la conversación en
él, quisiera saber más de ellos. Le volvía loco que, pese a estar rodeados de
gente, su mano estuviera constantemente tocándole la pierna o la espalda
sin preocuparse por nada. No era obvio, no era ni siquiera un toque sexual.
Aun así, cada vez que lo tocaba su corazón parecía saltar en su pecho.
Sonrió durante la puja con ternura mientras le veía pelear por unas
deportivas firmadas por algún jugador famoso. Sabía de sobra que esas
zapatillas eran para Niccolo.
Mientras la música empezaba a sonar animando el evento aprovechó
para ir al baño. Al salir encontró a Kane apoyado en la pared de enfrente.
—¿Qué haces ahí parado? —preguntó extrañado.
—Te vigilo —respondió sin inmutarse.
—¿Por qué? —quiso saber.
—Porque la última vez que estuvimos juntos en una celebración y dijiste
que ibas al baño desapareciste y no supe nada de ti durante mucho tiempo
—le recordó mirándolo con intensidad, como si tratara de evaluar si iba a
salir corriendo.
—Eso no es del todo exacto —contestó echando un vistazo a ambos
lados antes de acercarse un poco a él.
—Lo recuerdo muy bien. Fue exactamente lo que pasó —contestó Kane
sin apartar sus ojos de los suyos.
—La última celebración en la que estuvimos juntos. Si la memoria no
me falla —le dijo con el mismo tono condescendiente que usaba para sus
alumnos más tercos—. Fue cuando ganaste tu carrera.
Kane asintió con la cabeza con una amplia sonrisa.
—Fue un día brutal —concedió satisfecho.
Volvió a echar un vistazo para comprobar que no había nadie.
—Muy bueno, sin duda. Y si te esfuerzas un poco recordarás que por la
noche fuimos a celebrar. Podría incluso asegurar que fue todo lo contrario a
huir —acarició los botones de su camisa blanca, dejando que las puntas de
sus dedos los acariciaran—. Estábamos muy cerca en aquella discoteca.
Las manos de Kane fueron a sus caderas, tirando de él.
—¿Así? —le preguntó mirándolo a los ojos.
Matt negó con la cabeza, mordiéndose los labios mientras observaba su
boca y el aire parecía no ser suficiente para dejarle respirar con normalidad.
Kane le dedicó una lenta y devastadora sonrisa. Lo hizo moverse unos
pocos pasos, alejándolo de la puerta para medio esconderse detrás de una
columna. Invirtió las posiciones, apoyándolo en la pared.
—Tienes mala memoria. Antes de estar así de cerca… —le reclamó
pegándose más a él—. Te escapaste con mi rival.
Matt abrió la boca por la indignación.
—No me escapé —replicó—. Necesitaba espacio y ni siquiera sabía que
era tu rival —se defendió enfurruñado.
Kane rio entre dientes.
—Eres bonito cuando te enfadas —murmuró bajando la cabeza—. Tus
ojos verdes brillan como una piedra preciosa iluminada por el sol.
Dejó salir una pequeña risa que fue más un suspiro. Deseaba tanto un
beso, sentir su boca, su sabor…
—Puede vernos cualquiera —le recordó tratando de calmarse.
—Déjalos que miren… y aprendan —musitó rozando los labios con los
suyos.
—Kane… —le advirtió casi sin voz.
—Dime, dolcezza —sus dientes atraparon su labio inferior tirando
apenas de él. Su cuerpo se desmadejó contra la pared, dejando que le
mantuviera erguido.
—Hay gente que nos conoce aquí —alegó. Aunque supuso que no
significaba nada cuando le echó los brazos al cuello y alzó la cabeza
buscando un beso.
Las manos de Kane se aferraron a sus caderas mientras aceptaba su
invitación. En cuanto sus lenguas se rozaron supo que estaba perdido. No
era el primer hombre que lo besaba, pero había algo en su forma de besar
que era diferente, que lo hacía sentirse como si fuera el beso definitivo.
Sus besos eran rápidos y apasionados, devastadores y tenían ese matiz…
esa prisa de fondo, casi… urgente.
Su mente volaba muchos metros por encima de él, o eso fue lo que se
dijo cuando Kane se separó y sus piernas fallaron.
Sus manos estuvieron enseguida sobre su cuerpo, manteniéndolo a
salvo.
—¿Te parece si decimos adiós a los chicos? —le preguntó en voz baja.
Matt miró sus ojos, perdido en un mundo entero de necesidad y anhelo.
Sus manos se sujetaron a sus antebrazos, dividido entre acercarle de nuevo
o alejarse para recomponerse.
Kane sonrió como si supiera exactamente lo que estaba pensando.
—Pórtate bien —pidió en un gemido bajo contra sus labios—. Estoy
tratando de ser bueno para ti. No quiero avergonzarte.
Su cabeza se despejó enseguida ante la posibilidad de que alguien los
viera y causaran un pequeño revuelo.
—Te invitaría a tomar una copa en mi casa, pero los dos sabemos que
eso no es posible. Y la tuya todavía no está terminada… así que me tomé la
libertad de buscar una habitación en un hotel cercano —le dijo Kane
sonriendo con un brillo esperanzador en su mirada.
—¿Un hotel? —repitió como si fuera la primera vez que escuchaba esa
palabra.
—Hoy hace mucho frío para pasar la noche hablando en mi coche —
explicó Kane incapaz de dejar de sonreír.
Eso sí le arrancó una sonrisa.
—¿Buscaste una habitación de hotel para hablar? —preguntó divertido.
—Hablar y tomar una copa. Dejé una botella de limoncello en el minibar
—le confesó guiñándole un ojo.
Matt se rio disfrutando de cómo la risa le estremecía el cuerpo entero.
Unos pocos meses atrás la perspectiva de quedarse a solas con un hombre le
hubiera revuelto el estómago, pero lo que sentía en ese momento eran unas
ganas terribles de que salir de ahí y escaparse con él.
—Sin expectativas —le aseguró Kane con seriedad—. No tiene que
pasar nada. Solo te quería para mí por unas cuantas horas. Sin hermanos,
sin madre, sin amigos… solo nosotros. Podemos ver una película, hablar,
beber en silencio… lo que quieras.
Sonrió mordiéndose los labios mientras observaba su cara. En algunos
momentos estaba seguro de que Kane fue hecho para él, como si supiera lo
que necesitaba de forma innata y se lo ofreciera con facilidad.
Agarró su brazo y lo atrajo hacia él para robarle un beso.
—Vamos a despedirnos. Estoy deseando probar el limoncello de nuevo
—mintió sonriendo.
Kane se rio poniendo la mano en su espalda para guiarlo de vuelta a la
mesa. La gente ya estaba bailando en la pista y aunque era todo muy
comedido había más movimiento que antes.
Ocuparon sus sitios de nuevo y captó las sonrisitas burlonas de sus
amigos.
—Bebe un poco de agua fría —le sugirió Jackson sentado a su lado—.
Tienes los labios hinchados.—se burló.
Espantado, abrió mucho los ojos y bebió un poco de agua.
—Siguen igual —le informó su amigo riéndose—. Pero ha merecido la
pena por ver tu cara. Supongo que ya os marcháis.—adivinó.
—Creo que sí. Vamos a pasar el rato —le informó para que no se
preocupara.
—Puedes quedarte en casa. Mich se va a dormir con Natalie, podemos
quedarnos en su apartamento —le ofreció enseguida.
Sonrió avergonzado negando con la cabeza.
—Kane tiene una habitación en un hotel —le confesó bajando la voz
todo lo que pudo.
Jackson le dio una palmada en el brazo.
—Diviértete. Te lo mereces. Pero te aviso de que moveremos la noche
de chicas de nuevo. Vamos a querer detalles —bromeó.
Negó con la cabeza empujándole de vuelta.
—No pasará, yo no hablo de eso.
—Matthew, querido —escuchó a su espalda.
—¿Mamá? —preguntó alzando la cabeza.
Por supuesto su madre iba elegantemente vestida y con unas joyas tan
grandes que parecían falsas.
—Ven, Matthew —lo llamó mirando con atención a cada uno de sus
amigos. Su ceño se frunció tanto que marcó un enorme surco en su frente,
aunque nada cambió en su expresión hermética—. Quiero que saludes a
alguien.
—Por supuesto —dijo levantándose de la mesa con torpeza. Lanzó a
Jackson una mirada de disculpa, sabiendo que de todos, era el que más
podía entender lo que estaba pasando.
Jackson le hizo un gesto con la mano quitándole importancia a la mala
educación de su madre quien ni se molestó en reconocer su presencia.
—Estás horrible —murmuró ella con desaprobación cuando se alejaron
de ellos—. Arréglate, ¿No tienes un peine en tu casa?
Matt se pasó las manos por el pelo con rapidez, probablemente Kane
había hecho un desastre cuando se besaron. No se atrevió ni a mirar a la
mesa, odiaba lo nervioso que se ponía con sus padres. Se ajustó la pajarita y
comprobó que la chaqueta seguía bien abrochada.
—¿Dónde se metió tu padre? —preguntó ella buscándolo alrededor de
toda la gente que iba de un lado para otro—. Acabo de verles hace un
segundo —murmuró distraída.
—En realidad ya me iba —dijo sin fuerza, pero orgulloso de al menos
tratar de presentar batalla.
—Lo harás cuando saludes. Él ha preguntado por ti, se sentó en nuestra
mesa esta noche y es tu oportunidad —le contestó ella sin dejar de observar
la multitud.
Miró incrédulo a su madre. «¿Otra vez estaba tratando de usar sus
influencias para que enseñara en un instituto privado?»
—Mamá, no voy a pedir un traslado. Me encantaba el instituto donde
enseño —le recordó con paciencia.
Ella lo miró desconcertada antes de hacer el mismo gesto de hastío que
le dedicaba de niño cuando le pedía que jugara con él.
—No seas ridículo. Ya hace mucho que me di cuenta de que eso no
pasaría. Si no vas a tener una carrera exitosa al menos tendrás una vida
adecuada… dentro de lo que permiten… tus gustos —comentó frunciendo
el ceño como si la molestase estar teniendo esa conversación.
La miró incrédulo. «¿Por qué tenía que hacer siempre eso?»
—Mis gustos no tienen nada de malo —contestó sin poder evitarlo.
Ella le observó incrédula, sorprendida sin duda de que le estuviera
replicando.
—Sí lo tienen, si quieres llegar a un lugar en la sociedad. No importa. Es
tu oportunidad de al menos conseguir un hombre adecuado.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
—¿De quién estás hablando? —preguntó haciendo un vergonzoso gallo
con su voz.
Su madre le miró como si no diera crédito a su propia estupidez.
—De Noel. Cenó con nosotros con la esperanza de verte y retomar el
contacto. Quiere hablar contigo.
Todo su mundo se tambaleó bajó sus pies.
«Noel. Noel estaba allí. Le estaba buscando».
—No vayas a hacer una escena con tus sensiblerías —le advirtió su
madre alarmada al ver su cara desencajada—. Noel es lo mejor que te pasó
en la vida, no seas tan estúpido de volver a arruinarlo. Muchos hombres son
infieles, pero pocos vuelven. Aprovecha tu oportunidad.
Matt la miró y tuvo la sensación de que era realmente la primera vez que
lo hacía.
A lo largo de los años sus padres le habían hecho daño de muchas
maneras. Con sus comentarios, con la forma de juzgarle, de ignorar su
sufrimiento… esto era diferente. En ese momento se dio cuenta de que la
sangre no significaba nada, no había nada que le uniera a esas dos personas,
no existía ningún tipo de unión entre ellos. Ninguna relación y por mucho
que le doliera admitirlo, tampoco cariño.
Puede que nunca les contase a sus padres lo que pasó entre ellos, pero
vieron cómo se quedó, el daño que le hizo y a pesar de ello querían que se
acercara a él. Diciéndole que era lo mejor, que ese ser horrible, cruel y
despreciable era lo único a lo que podía aspirar. Lo que se merecía…
Quizá aguantó tanto tiempo con Noel porque no era el primero en
maltratarle. Aspiró una bocanada de aire, mareado. Todos y cada uno de los
finos hilos que había tratado de tejer alrededor de sus padres se deshicieron
en la nada.
—Ahí está tu padre —anunció ella con alegría sacudiendo la mano.
Se empujó hacia delante, esquivando a la gente al pasar. Clavó los dedos
en el brazo de Jackson haciendo que se tirara encima la copa que bebía.
Él lo miró con sus ojos dorados muy abiertos.
—¿Qué pasa? —preguntó poniendo la mano sobre la suya asustado.
Tragó saliva con dificultad y obligó a su garganta a cooperar.
—Está aquí —dijo presionando más los dedos en su brazo.
Jackson le miró sin entender nada. Los demás los observaban igual de
desconcertados.
—¿Quién?
—Él está aquí —soltó las palabras como una bomba que dejó solo
estragos a su paso en su interior. Tenía que salir, tenía que irse.
Jackson se levantó de la silla como un resorte.
—Hay que marcharse —decidió enseguida. Sus ojos abiertos por el
pánico, sabiendo lo que suponía verle y enfrentarlo.
—¿Qué está pasando? —preguntó Kane tocándole el brazo al acercarse.
Se alejó de él como si quemara, poniendo a Jackson en medio.
Kane lo miró paralizado. Todos parecieron quedarse quietos por unos
segundos.
Agarró la chaqueta del traje de Jackson tirando de él.
—Sácame de aquí. Por favor, Jackson —suplicó con los ojos llenos de
lágrimas.
Eso pareció despertarle. Jackson se giró, le agarró de la mano y tiró de él
para salir.
—Matthew. ¡Aquí estás! —lo saludó su padre cortándoles el paso del
otro lado de la mesa.
Retrocedió al ver a Noel con él. Jackson, hizo lo mismo manteniéndose
ligeramente delante. Como si con esa distancia pudiera protegerle de lo que
estaba pasando.
—Acércate a saludar —pidió su madre fulminándolo con la mirada.
No podía hablar, aunque su vida dependiera de ello no podría pronunciar
ni una maldita palabra.
Cada célula de su cuerpo estaba ocupada observándole. Su sonrisa fácil
que sabía que era falsa, su pose confiada, su gesto indolente… su estómago
empezó a girar, amenazando con hacerlo vomitar.
La mano de Jackson le apretó tanto sus dedos que le hizo daño, pero lo
devolvió al presente.
Los ojos fríos de Noel lo recorrieron de arriba abajo haciéndolo sentir
desnudo y vulnerable.
—Mathew, me alegro de verte. —Su tono cuidadosamente elegido,
afable, tranquilo… fingido.
«Esa voz». Se tambaleó un poco sobre sus pies, pero de nuevo el agarre
de Jackson lo mantuvo firme.
—Mathew, querido —dijo su madre tratando de controlar su mal genio
—. Contesta a Noel que ha sido tan amable de venir a saludarte.
Se llevó la mano a la boca para contener el vómito que peleaba por subir
por su garganta.
—¿Estás borracho? —siseó su madre furiosa, tratando de rodear la
mesa.
—Imogen. —La sujetó Noel sin apartar la vista de él en ningún
momento—. Es una fiesta, todos hemos bebido. No le juzguemos por no
saber cuándo parar.
Se encogió, ahí estaba la pulla envuelta en azúcar para no notar el dolor.
Su manera de darle la vuelta a todo y dejarlo en mal lugar.
—Tienes razón —respondió ella fulminándolo con la mirada—. Eres tan
bueno no señalando sus fallos. Quizá podáis quedar en un momento en el
que Matthew esté más sereno —sugirió admirando a Noel con una gran
sonrisa.
—Creo que es una magnífica idea. Nadie quiere hacer un escándalo que
pueda avergonzar a todos —aceptó Noel mirándolo con ese brillo malicioso
que ya había aprendido a las malas a reconocer. Estaba enfadándose porque
las cosas no sucedían como él quería.
Le recordaba que sus padres estaban allí y a lo que se exponía si se
negaba a aceptar la cita.
Jackson por supuesto también captó la indirecta. Su cuerpo fino y
delgado se enderezó como una barra de acero.
—Mañana pasaré a buscarte. Te sacaré a comer, para recordar viejos
tiempos —anunció Noel con contundencia.
—No es un perro para que lo saques a ningún sitio —dijo Jackson de
mala manera.
Había que reconocerlo, Jackson engañaba. No era físicamente
imponente, ni fuerte, pero no se inmutó ante la mirada amedrentadora que
Noel le dio. Observándolo como si no fuera nada y no valiera ni un segundo
de su valioso tiempo.
Jackson levantó la cabeza mirándolo de igual a igual, retándolo.
Dominic se movió poniéndose cerca de él. Su cara seria, mientras
observaba a los otros tres.
—¿Jack? —preguntó en voz baja a su novio que no reconoció su
presencia.
Mich también se puso a su lado con el ceño fruncido y una expresión
totalmente impropia de él. Estaba enfadado.
Los ojos de Noel viajaron hasta sus manos que seguían unidas. Soltó un
sonido despectivo.
—Ya entiendo —dijo negando con la cabeza con desaprobación—. Creo
que ha habido un malentendido —pronunció Noel mirando a sus padres.
—¿Malentendido? —repitió su madre que parecía nerviosa al ver que
algunas personas ya los estaban observando sin disimulo.
—Vine esta noche con la esperanza de volver a lo de antes…; pero está
claro que las malas costumbres no se pierden. Tu hijo ya tiene nueva pareja,
de momento al menos —les informó negando con la cabeza—. No creo que
le dure mucho, no te molestes ni en conocerlo.
—Cuidado —siseó Jackson con rabia—. Vigila lo que dices de él, ni lo
mires.
Matt tiró de su mano hacia atrás. Conocía a Noel, no era tan obvio a no
ser que se enfadara y no quería a Jackson cerca de eso.
La sonrisa de Noel se extendió en una mueca de asco.
Dominic se cuadró, su cuerpo no tenía nada que ver con el de Jackson,
era fuerte y físicamente casi un muro de grueso, no era alguien que se
pudiera ignorar.
—Esto es tan típico de ti, Matthew —declaró Noel negando con la
cabeza con desaprobación—. ¿Ahora te mezclas con pandilleros? Puedes
aspirar a mucho más.
—¿Alguien como tú? —preguntó Jackson casi temblando de
indignación—. He visto contenedores de basura con más nivel que tú.
Sus padres jadearon indignados, pero la sonrisa de Noel apenas flaqueó
unos segundos. Mala señal.
—Jackson, por favor. Vámonos —suplicó tirando de su mano—. Solo
vámonos. No importa.
—Sí, mejor vete —sugirió Noel haciéndole un gesto vago con la mano
—. Diviértete lo que puedas, te aseguro que durará poco tiempo. El exterior
es llamativo, el interior no es nada que merezca la pena.
Se encogió ante el insulto, aunque apenas tuvo tiempo de procesarlo.
—¡Cabrón!
Jackson soltó su mano y se precipitó hacia delante. Usó la silla a modo
de trampolín para saltar a la mesa en dos pasos y lanzarse sobre Noel como
si fuera un especialista de lucha libre.
Parpadeó tratando de entender lo que pasaba a su alrededor.
De repente, Natalie lo estaba empujando hacia atrás alejándolo de los
problemas. Jackson libraba una pelea contra Noel rodando por el suelo,
Mich trataba de llegar hasta su hermano y Dominic se enfrentaba con dos
tipos de seguridad que intentaban agarrar a su novio. Kane saltó a la pelea
tratando de alejar a los refuerzos que llegaron a detener la pelea.
Todo parecía pasar a cámara lenta, la gente rodeándolos con gestos
horrorizados, señalándolos sin disimulo, su madre desmayada en brazos de
su padre y al menos una docena de móviles grabándolo todo.
Deseó perder la conciencia. No hubo suerte.
CAPÍTULO 27

Los agentes de policía llegaron rápido y pararon la pelea, aunque


necesitaron dos de ellos para separar a Jackson de Noel.
La ambulancia se había llevado a su madre que no despertaba, aunque
estaba seguro de que solo fingía tratando de huir de una forma que ella
consideraba digna.
Hicieron salir a todos para llevarlos a comisaría, pero dudaron al
reconocer a Dominic entre los alborotadores. Noel, por supuesto lo vio
como una oportunidad y les aseguró que no era más que un desacuerdo
avivado por el alcohol.
—Quiero presentar cargos—insistió Jackson con la cabeza bien alta.
Obstinado, a pesar de su mejilla roja y su ojo hinchado. Su cara demostraba
una determinación férrea. Conocía a su amigo y sabía que su sentido de la
justicia no podía soportar que Noel volviera a salirse con la suya.
—Tú me agrediste —siseó Noel acercándose. Desde luego indemne no
era la palabra que usaría. Tenía la nariz roja y sangre en la barbilla, un labio
partido y un feo moretón que se estaba formando en su mejilla.
Dominic se cruzó en su camino, lanzándole una mirada viciosa que
prometía sangre si daba un paso más.
Él también había recibido su parte, igual que Mitchell y Kane que
estaban a su lado. Natalie le acarició la espalda tratando de calmar el
temblor incontrolable que lo recorría entero.
Sus amigos seguían allí, se metieron en una pelea sin saber el motivo
solo para defenderlos. Siguiendo a ese pequeño gran hombre que era
Jackson. Esa persona increíble que no aguantó presenciar cómo lo
humillaban y perdió los papeles atacando a su agresor.
—Soy abogado, te destrozaré en un juicio —le amenazó Noel mientras
dos agentes se ponían entre ellos para tratar de apaciguar la situación.
—¡Mi hermano es abogado, pedazo de mierda! ¡Barrerá el suelo
contigo! —le gritó Jackson fuera de sí tratando de ir hacia él.
Matt lo observó incrédulo. La fe con la que hablaba de Mich, la
seguridad de que su hermano mayor lo seguiría era algo asombroso de ver.
Tenía que ser increíble crecer sabiendo que nunca estarías solo, que podías
emprender las guerras que quisieras y detrás habría gente secundándote.
—Controla a tu chico —le ordenó el oficial a Dominic que lo rodeó con
más fuerza de la cintura para detenerlo.
Miró a Dominic hablándole al oído tratando de calmarlo. Tenía mucha
suerte, encontró un hombre maravilloso que lo adoraba y se enfrentaría a
los que fuera por él.
Vio a los tres volverse a los agentes y discutir señalando a Noel que
trataba de rebatirlos. Kane se acercó a Dominic hablándole al oído antes de
insultar al tipo, dando un amenazador paso hacia él. No parecía tan fuerte
con ellos delante, respondiendo sin miedo y haciéndole frente.
Su estómago se contrajo al observar su rostro malherido. No era nadie
especial, no era mejor que él… todavía le asustaba acercarse, pero el pánico
parecía mermar. ¿Cómo no hacerlo cuando estaba tan protegido?
—¿Estás bien? —preguntó Jackson al acercarse con los demás.
Asintió algo atontado.
—¿Qué va a pasar ahora? —quiso saber mirando a Mich.
—Nada. Ese idiota no va a presentar cargos si nosotros no lo hacemos
—respondió todavía observando a Noel con el ceño fruncido.
—No va a irse sin más. Yo lo haré, presentaré cargos —dijo Jackson.
—¿Estás bien? —quiso saber Kane. Puso la mano con cuidado en su
brazo, como si temiera que le rechazara de nuevo.
Miró su mano, grande y fuerte sobre él, tocándole con cuidado,
manteniendo el espacio para no abrumarlo. Ahora le parecía imposible que
en algún momento hubiera comparado a Kane con Noel. No podían ser más
distintos.
—¡Matt! —le llamó Jackson, preocupado al ver que no le respondía
ignorando a Mich que insistía en que no era posible denunciarlo porque fue
él quien empezó la pelea.
—Lo siento muchísimo, Jack. Yo… —trató de disculparse.
—No —le ordenó Jackson con dureza—. No te atrevas a disculparte.
Se acercó a él a zancadas y le agarró la cara para obligarle a mirarle a los
ojos.
—No es tu culpa. Nunca lo fue —le dijo en voz baja—. Perdí la cabeza,
me puso enfermo la forma en que te hablaba, su manera de menospreciarte.
No iba a dejar que te hiciera eso de nuevo. —Cerró los ojos un segundo
como si el pensamiento fuera demasiado.
Los suyos también se llenaron de lágrimas. Jackson estaba hecho una
pena, no era un buen luchador, pero desde luego sabía presentar batalla.
—Chicos, todo en orden. Podéis marcharos —les anunció uno de los
agentes acercándose.
Tomó una bocanada de aire y cerró los ojos.
—Quiero presentar cargos —repitió en voz alta haciendo que todos le
prestaran atención. Miró a Noel que estaba a punto de subirse a su coche—.
Por extorsión, robo y maltrato.

Siempre pensó que si algún día decía esas palabras en voz alta el mundo
se acabaría. Sabía que no era verdad por supuesto, que muchas personas
pasaban por ello. En su mente, sacar sus peores pesadillas y miedo para
exponerlo donde todo el mundo pudiera verlos…
Pero nadie se rio, ni se burló. Se sentó en una sala de la comisaría, con
Mich y Natalie a su lado como sus abogados y los demás a poca distancia
de él. El agente fue amable y tuvo paciencia cuando no era capaz de
responder.
Hubo momentos duros, en que las palabras le fallaron y la vergüenza le
impedía hablar. Mich estuvo ahí, guiándolo y haciéndole preguntas más
sencillas para ayudarle a darle sentido a su relato.
Casi tres horas más tarde, le dejaron marchar sin ninguna seguridad
sobre lo que pasaría. Explicándole que el maltrato de ese tipo era el más
difícil de comprobar. Mich prometió en su nombre que le entregarían la
documentación del banco para probar que sus cuentas fueron saqueadas
después de romper su relación. Ni siquiera le preguntó, dio por sentada su
versión de la historia sin concesiones.
Su móvil había empezado a sonar cuando iban a la comisaría. Lo
silenció sabiendo perfectamente de quién se trataba. Sus padres querrían
una explicación, llamarle la atención por todo el escándalo para hacer que
se sintiera culpable.
Ese libro ya estaba cerrado. No iba a volver a eso, no de nuevo.
Dejó que los abrazos de Jackson lo calmaran. Escuchó con atención a
Dominic cuando le dijo que no tenía nada de qué avergonzarse. Agradeció a
Natalie por todo el apoyo, recibiendo un abrazo tan fuerte que le arrancó un
gemido de protesta. Mich lo tranquilizó asegurándole que iba a pagar por lo
que le había hecho. Dándole su palabra con tanta intensidad que no pudo
hacer otra cosa que creerle.
Kane le esperaba un poco alejado de los demás. Tenía su abrigo en las
manos.
—¿Podéis darme un segundo? —preguntó.
Se acercó a Kane como un condenado a muerte. Sabiendo que eran sus
últimos pasos.
Se detuvo a un par de centímetros de él, usando la poca fuerza que le
quedaba para mirarle a los ojos. Estaba tan serio que se encogió por dentro.
Abrió los brazos y los dejó caer a sus costados sin gracia.
—Perdona por meterte en líos con tu agente —se disculpó. Había
escuchado a Kane responder las continuas llamadas de Connor y no parecía
una charla agradable.
Él negó con la cabeza sin decir nada, sin cambiar su gesto, solo
observándolo.
—Supongo que nuestra escapada queda cancelada —murmuró con pena
bajando la vista al suelo. Kane no contestó, lo que interpretó como un sí.
Alargó la mano para recuperar su abrigo.
—Gracias por quedarte —musitó—. Lamento haber causado problemas.
Kane mantuvo el agarre sobre la tela sin dejarla ir. Levantó la cabeza sin
entender qué pasaba.

KANE

Algo dentro de él se rompió cuando vio sus ojos verdes mirándole llenos
de tristeza, sus hombros caídos y su actitud derrotada.
Lo atrapó en un abrazo pegándole a él, tratando de fundirse con su
cuerpo, deseando con todas sus fuerzas que pudiera vivir en su piel.
Donde mantenerle a salvo y nadie pudiera herirle de ninguna forma, ni
llegar hasta a él. ¿Cómo pudo alguien hacerle tanto daño? ¿Acaso no veían
como era Matt? Era generoso, dedicado, inteligente y tan sensible. ¿Quién
podría tratarlo mal a propósito?
No recordaba sentirse más impotente que durante las tres horas en las
que escuchó su historia. Todo el puzle que formaba a Matt tuvo sentido
después de esa noche.
Cosas de las que se había percatado, aunque no le parecían lógicas. Su
timidez, lo reticente que era a cualquier tipo de avance, la desconfianza, que
le preocuparan cosas tan superficiales como el color de su ropa.
Una parte de él estaba devastada, no sabía qué hacer, ni la manera
correcta de gestionar toda la rabia e impotencia.
Ni siquiera entendió bien cómo acabaron en medio de una pelea
callejera dentro de una subasta benéfica. No supo ni qué decirle a Connor
cuando llamó hecho una furia diciendo que había fotos de la pelea por todas
partes.
Matt se estremeció entre sus brazos. Lo sintió tan frágil y vulnerable que
por primera vez desde que muriera su padre, tuvo ganas de llorar.
—¿Te quedas conmigo? —le preguntó al oído, deseando que dijera que
sí porque iba a volverse loco si no lo tenía cerca para asegurarse de que
estaba bien.
—¿Quieres ir al hotel? —inquirió confundido.
—No, al hotel no. —Dejó un beso en su frente estrechándolo entre sus
brazos—. Ven conmigo.—Estaba dispuesto a rogar, a hacer lo que fuera
para llevárselo.
Matt asintió apretando los brazos a su alrededor.
Dejó salir el aire con alivio. Le hizo un gesto a Jackson para indicarle
que se marchaba.
Él asintió con la cabeza. “Cuídalo.” Vocalizó sin pronunciar ni una
palabra.
Les dedicó a todos una sonrisa y lo guio hacia su coche. Le abrió la
puerta y le puso el cinturón, preocupándose cuando le vio apoyar la cabeza
en el asiento y cerrar los ojos.
Antes de que encendiera el coche Matt ya estaba dormido. Condujo en
piloto automático, eran las cuatro de la mañana y casi no circulaban coches
por las carreteras. Repasaba en su mente todo lo que había pasado. Con esa
sensación acuciante de querer escapar con él y protegerlo prácticamente
ardiendo en sus venas.
—Matt —murmuró sacudiéndolo con suavidad.
Sus ojos verdes se abrieron cansados y somnolientos, buscando su voz.
Notó como se sobresaltaba en un segundo al no saber dónde estaba y cómo
se relajaba inmediatamente al reconocerle.
Le ayudó a salir del coche, sosteniéndole con un brazo para subir las
escaleras. Matt se apoyó en su costado, dejando caer la cabeza en su
hombro más dormido que despierto. Atravesaron la sala que parecía una
zona de guerra, esquivando juguetes y apagando la lamparita al lado del
sofá.
Subieron las escaleras despacio hasta su cuarto, cerrando la puerta para
alejarles de todo.
—¿Dónde estamos? —preguntó Matt frotándose los ojos.
Sonrió pasándole la mano por el pelo.
—¿Quieres ponerte cómodo? —le ofreció yendo a la cajonera y
cogiendo algo de ropa.
—¿Puedo darme una ducha?
—Claro. Ven —le invitó abriendo la puerta de su baño—. Usa lo que
necesites, hay de todo en ese armario.
Matt cogió la ropa y le dedicó una pequeña sonrisa que no era para nada
a la que le tenía acostumbrado.
—Gracias.
Sonrió como respuesta observándole como desaparecía en su baño. Se
quedó un segundo en la puerta, para tomar una respiración profunda. Cogió
algo de ropa y salió al baño de abajo.
No tardó más que un par de minutos, pero cuando volvió Matt ya estaba
sentado a los pies de su cama. Parecía aún más cansado que antes y tan
vulnerable que su corazón se le encogió en el pecho.
Su ropa le quedaba varias tallas más grandes, las puntas de sus pies
descalzos eran lo único que se veía debajo del dobladillo de su pantalón de
chándal.
—No sabía dónde estabas —le dijo Matt en un susurro tratando de
ocultar un bostezo.
—Estás agotado. Vamos a dormir —ofreció tendiéndole la mano en
cuanto cerro la puerta.
Matt asintió, con los ojos ya medio cerrados.
Abrió la cama con cuidado y lo hizo meterse entre las sábanas,
apresurándose a hacer lo mismo por el otro lado después de apagar la
lámpara.
Matt se giró para poder mirarle, parecía tranquilo.
—Ven —le pidió en un susurro.
Se acercó manteniendo una pequeña distancia que Matt se encargó de
reducir apoyando la cabeza en su hombro.
Tomó otra respiración profunda tratando de relajar su cuerpo. El silencio
y la oscuridad se extendieron entre ellos, pero no fue incómodo. Resultó
reconfortante no recibir más estímulos y que su mente se relajara al fin. No
había ningún ruido, a varias casas de distancia podía escuchar al perro de
algún vecino ladrando y la luz de luna se colaba a través de las cortinas
entreabiertas.
—Supongo que tendrás muchas preguntas. —Su voz sonaba ahogada
contra su camiseta.
—No —contestó con sinceridad—. No tienes que explicarme más.
Matt soltó el aliento de repente, calentando la tela. Ninguno de los dos
añadió nada más por un buen rato.
—Ojalá esta noche nunca hubiera pasado —musitó con tristeza.
Guardó silencio sintiéndose impotente, sin saber qué decirle. No quería
ni pensar lo que tenía que ser volver a ver a un tipo que le hizo todas esas
cosas.
—Me lo pasé muy bien esta semana —reconoció—. Fue divertido
buscar un traje, ponernos guapos… hacer planes para la fiesta…
Estaba tan desanimado que no pudo evitar mover el brazo y atraerlo
contra él.
—Era muy feliz antes de la cena —reconoció alicaído—. Me pasé toda
la noche, emocionado… pensando en qué sucedería después. Contando los
minutos.
—No eras el único —confesó acariciando su espalda con suavidad—.
Nada de todo esto es culpa tuya.
—Lo sé… Racionalmente lo sé. Odio permitir que aún me afecte tanto,
que contaminara algo que era tan… mío.
Kane se obligó a calmarse. Quería encontrar a ese cabrón y hacerle
pagar multiplicado el sufrimiento que le causó.
—Solo tardó un segundo en destruirlo todo.
—Eso no es verdad —le aseguró—. Hoy se descubrió lo que hizo y va a
pagar por ello. No va a quedar impune.
Matt alzó la cabeza para mirarle. Incluso en la oscuridad sus ojos verdes
eran algo precioso de admirar.
—¿Eso significa que no vas a desaparecer?
—No —dijo con firmeza.
Él apoyó una mano en su pecho para verle mejor. Su gesto tan abierto y
transparente, sus ojos llenos de una tímida esperanza.
—No te culparía. Ya tienes bastantes cosas de las que ocuparte. No
quiero agobiarte con mis problemas.
Negó con la cabeza acariciando su mejilla con los dedos, dedicándole
una sonrisa.
—Da la casualidad de que los problemas se me dan muy bien. Y no
suelo agobiarme con facilidad. Diría que soy tu hombre. Problema es mi
segundo nombre.
Matt apoyó la mejilla en su mano, lanzándole una mirada insegura.
—Tu segundo nombre es Leonardo. Como tú abuelo —le corrigió
sorprendiéndole—. Me lo contó tu madre.
Soltó un quejido lastimero.
—No volveré a dejarte cerca de ella —prometió.
Matt le dedicó una sonrisa antes de apoyar la mejilla en su pecho.
—Kane Leonardo De Luca —pronunció con un suspiró relajándose
contra su cuerpo.
Le acarició el pelo con suavidad, deslizando sus dedos entre sus cabellos
sedosos.
—¿Tú tienes segundo nombre? —inquirió.
—Winston —confesó en medio de un bostezo.
—Así que tu nombre de verdad es Matthew Winston Anderson.
—Sí, pero es un nombre ridículo. No lo uso nunca —dijo con
sinceridad, acurrucándose ya a punto de dormirse.
—Es que tienes un nombre muy largo. ¿Quién tiene como nombre
completo Matthew Winston Erik Smith Anderson? Es muy presuntuoso —
opinó burlón.
Matt soltó una risa suave y un suspiro ante de quedarse en silencio.
Su centro se volvió cálido, una intensa sensación de orgullo
reconfortándole por dentro al conseguir que se sintiera mejor, al lograr que
estuviera lo suficientemente cómodo con él como para dormirse sobre su
cuerpo.
Observó su rostro con detenimiento. Sus pestañas rozando sus mejillas,
su mandíbula con líneas mucho más redondas que las suyas, sus labios
delineados y suaves.
Haría lo que fuera para borrar el dolor que había visto en su cara, la
angustia distorsionando su voz. Dejó un beso en su frente sin parar de
acariciar su espalda.
Una parte de él todavía esperaba sentir pánico. No era gay, nunca tuvo
dudas sobre su sexualidad. Y por extraño que sonase, seguía sin tenerlas.
Sabía que Matt era un hombre, pero eso no le impedía sentir las cosas que
él le despertaba y desearle con una intensidad nueva.
Sabía perfectamente lo que supondría para él mostrarse al mundo con un
hombre a su lado. Su trabajo no era muy progresista, confiaba en que sus
amigos y familia lo entenderían, aunque les costase. Un piloto de NASCAR
no podía correr durante muchos años, era un desgaste físico brutal y aunque
tuvo suerte al no tener demasiados accidentes, no le quedaban tantos años
antes de empezar a pensar en retirarse.
Podría tratar de llevarlo en secreto, claro. No tenía un nivel de fama que
supusiera extremar el cuidado, salvo cuando había eventos o en ciudades
populares. Por suerte, podía estar en casa sin llamar casi la atención.
Elegir a Matt sería un problema, por muchos motivos, pero viéndolo
dormido sobre su pecho sabía que no había marcha atrás. Hacía mucho que
se dio cuenta de que Matt era diferente.
Hubo mujeres en su vida que captaron su atención, pero no le
despertaron esa necesidad de tener, de dar, de cuidar.
Matt frotó su mejilla contra su pecho, coló una pierna entre las suyas e
hizo un pequeño ruidito de gusto. Acarició su pelo con suavidad,
relajándose contra la cama.
Por eso lo trajo a su casa, aquel fue su refugio cuando su mundo se
destruyó y el punto de partida cuando necesitó empezar de nuevo.
En esas cuatro paredes vivían las personas que más quería, todo su
universo y Matt, ya pertenecía a él. Lo sentía tan suyo que sabía que solo
podría avanzar, acarrearía con todas las consecuencias que le traería esa
decisión.
CAPÍTULO 28

Un golpecito suave.
Arrugó la nariz tratando de encogerse para esconderse.
Otro golpecito en la punta de la nariz y una risita.
Hizo un sonido quejumbroso tratando de alejarse de la molestia que
trataba de sacarle de su plácido sueño.
Notó como la cama se hundía y de nuevo alguien le tocó la nariz.
Parpadeó tratando de saber qué estaba pasando. Milos sonreía a gatas
sobre la cama con un pijama de gatitos.
—¡Holi! —chilló contento.
—Milos —murmuró mirando alrededor buscando a Kane.
Los recuerdos de la noche pasada volvieron a su mente. «¿Kane le trajo
a su casa? ¿Qué iban a decirle a su familia? ¿Cómo disimularían su
presencia? Quizá podría recoger su ropa y salir a hurtadillas».
—Mamá dijo que era hora del desayuno y que tenía que “despeltarte” —
dijo Milos animado.
—Despertarte —le corrigió por inercia—. ¿Tu madre te mandó a
buscarme? —preguntó preocupado observándole.
—Sí, mamá dice que luego podremos jugar —le aseguró sin notar lo
raro que era que estuviera en la cama de su hermano.
Por supuesto que no notaba nada raro, era un niño. Pero Nicco tenía
edad suficiente para entender lo que pasaba o al menos sospecharlo.
—¡Vamos! —lo apremió bajándose de la cama.
Todavía inseguro, Matt salió de la cama y le siguió por el pasillo.
Dejando que Milos le guiara, sosteniéndole de la mano y dándole opciones
de actividades para después.
Por las escaleras empezó a escuchar voces, pero desaparecieron en
cuanto percibieron la voz del niño.
Kane estaba sentado en la mesa de la cocina, desayunando enfrente a su
madre.
—Milos, ¿Por qué despertaste a Matt? —preguntó Kane mirando como
escalaba por su silla para desayunar.
—Mamá dijo que podríamos jugar después de desayunar —respondió
como si eso lo solucionara todo.
—Pero no te dije que lo hicieras levantarse de la cama —le reprendió su
madre—. Deja que te traiga unas zapatillas, vas a coger frío descalzo —le
dijo mirando sus pies desnudos antes de levantarse y salir de la habitación.
—Ni siquiera pensé en eso —reconoció Kane estirando la mano para
que se acercara.
Matt echó un vistazo nervioso a la puerta por la que salió Beatrice, pero
agarró su mano de todas maneras.
—¿Cómo estás? —preguntó mirándole a los ojos.
—Preocupado por cómo explicar mi presencia a tu madre —confesó.
Kane negó con la cabeza tirando de él para que se acercara a su silla.
—No tienes que fingir nada, ni explicar nada. Le conté la verdad, no
tenemos secretos —le aseguró pasándole una mano por la cintura.
Echó un vistazo a Milos que estaba ocupado mezclando su leche con
cereales.
—¿La verdad? ¿A qué verdad te refieres? —preguntó con los ojos muy
abiertos.
—Sobre nosotros. No tienes que mentir.
—Tú ni siquiera eres… —dijo abriendo y cerrando la boca tratando de
explicarse—. No eres como yo. ¿Por qué ibas a hacer eso?
Kane lo miró muy serio, acariciando su mano con pequeños círculos de
su pulgar.
—Te lo dije. No voy a desaparecer.
—Me lo dijiste —concedió despacio.
Kane le dedicó una mirada suave.
—No me creíste —adivinó.
Avergonzado, bajó la cabeza al suelo.
—No es una charla que quiera tener delante de tu hermano pequeño.
Kane aceptó con la cabeza.
—Empiezo a pensar que tienes un problema con eso de hablar.
Soltó una risita nerviosa.
—¿Por qué crees que me hice profesor de historia? Las palabras nunca
fueron la mío.
Kane le sonrió asintiendo con la cabeza.
—No te preocupes dolcezza. Hablaré por los dos —prometió.
Matt se rio, pero su risa desapareció al ver a Beatrice paralizada en la
puerta.
Soltó la mano de Kane y bajó la cabeza.
—No te preocupes por mí. Todavía me estoy haciendo a la idea —le dijo
ella recobrando la compostura.
—Lo siento mucho —se disculpó.
Ella sonrió, aunque con cierta tensión.
—No tienes motivos para disculparte —le aseguró dándole unas
zapatillas y haciéndole un gesto para que se sentara a la mesa—. Mi hijo
siempre fue un niño de ideas fijas. Cuando tenía siete años, se empeñó en
que saltaría del pico más alto de la montaña directamente al mar. Era algo
que hacían los chicos más mayores del pueblo, allá en Italia.
Ella cogió una taza de café y se la rellenó junto con un plato con
bizcocho.
—Su padre y yo tratamos de evitarlo, sus tíos, sus primos… todos lo
vigilábamos constantemente para que no lo hiciera —dijo negando con la
cabeza.
—Lo hizo —adivinó.
—Oh, claro que sí. —Se rio mirando a su hijo de reojo como si hubiera
pasado hoy mismo—. Estábamos durmiendo cuando escuchamos abrirse la
puerta de la habitación. Volvió a casa a las seis de la mañana, chorreando
agua por toda la casa de mi prima y la sonrisa más brillante que te puedas
imaginar.
Kane sonrió con las mejillas un poco rosadas.
—¿Por qué fuiste a la habitación de tus padres después de desobedecer?
—preguntó incrédulo.
—Sabía que iba a recibir un castigo y la fiesta del pueblo era a la
semana siguiente. Prefería que me castigaran ya y seguir con mi vida.
Se rio con incredulidad.
—Eso es muy práctico por tu parte —comentó poniendo la mano sobre
su brazo.
—Puede que Niccolo te haya dado una impresión errónea por sus
engaños con los estudios, pero no mentimos. No entre nosotros. Si hacemos
algo mal acarreamos con las consecuencias. Si mi hijo heterosexual me
despierta esta mañana para contarme que está enamorado de un hombre…
me hago a la idea y continuo adelante. No es lo que esperas con la edad que
tiene, pero te aseguro que no es el fin del mundo —lo tranquilizó.
—¡Mamá! —protestó Kane—. ¿Qué te dije?
—¿Enamorado? —repitió atragantándose con la palabra.
Ella sonrió ocultándose detrás de su taza.
—Este bizcocho está muy bueno —comentó con rapidez para disimular.
Beatrice le dedicó una mirada indignada.
—No es bizcocho. Es torta da colazione —le corrigió muy seria en un
italiano que pese a sonar precioso no tenía nada que ver con el acento de su
hijo.
Miró a Kane en busca de ayuda.
—Es muy parecido al bizcocho —le aclaró.
—¿Y en qué se diferencian? —quiso saber.
Su madre y Kane intercambiaron una mirada antes de decir a coro.
—En que es italiano.
Se rio a carcajadas.
—Empiezo a entender a quién te pareces —comentó a Kane que le
sonrió rellenando su taza mientras su móvil sonaba—. Es Connor, por la
pelea de anoche. Tengo que responder.
Salió a la sala con el café y el móvil.
Matt tomó una respiración profunda mirando de reojo a la mujer.
—Calma. Todo está bien —le aseguró ella sonriéndole con gesto
conciliador.
—Siento mucho lo de la pelea, eso también es culpa mía —dijo de
forma atropellada.
—Kane es un adulto y no suele meterse en líos. Si lo hizo, sus motivos
tendría —respondió Beatrice.
Matt miró a la mesa mientras pensaba.
—No quiero perjudicar a Kane ni a vosotros. ¿Qué pasará si la gente
sabe de nosotros? —preguntó preocupado.
—Cielo, Kane no hace nada sin pensarlo antes. Tiene la cabeza muy
bien puesta, no daría un paso como este si no estuviera preparado para las
consecuencias. Habrá gente que se enfade, que lo menosprecie por su
elección. No importa. No conocemos a esas personas, no son familia, no
son amigos y no importa, que digan lo que quieran.
Matt la observó sorprendido por la seguridad y calma que demostraba.
—Habrá un juicio. Si la prensa se entera… —trató de explicarme.
—¿Por la pelea? —preguntó ella confundida.
—Supongo que también. Pero no solo por eso —explicó algo nervioso.
Beatrice lo miró fijamente, atravesándole con su mirada, fuerte y pesada.
—¿Por qué te preocupas tanto? —quiso saber—. Lidiaremos con lo que
sea. No será para tanto, el mundo avanza.
Matt negó con la cabeza, sin saber cómo explicarle que si la prensa
escarbaba saldría su denuncia contra Noel.
—Milos, ve con tu hermano. Pon los dibujos amore —le ordenó
poniendo al pequeño en el suelo que corrió por la cocina—. Cierra la puerta
—ordenó a su hijo.
Sus ojos volvieron a él.
—¿Hay algo que quieras contarme? No tienes que hacerlo si no quieres.
Años guardando el secreto y ahora no parecía poder parar. No fue
similar a cuando se lo dijo a Jackson, o a la policía.
La cara de Beatrice se transformó a medida que le contaba cosas,
situaciones y momentos que no le había dicho a nadie. No la conocía bien,
aun así, confió. No basándose en el raciocinio sino en el corazón que
parecía desangrarse con cada palabra.
Confió en ella sin más, porque su instinto le dijo que lo hiciera y porque
era la madre de Kane. Y si quería quedarse cerca de él quería ser sincero y
que supiera dónde se estaban metiendo. Ella se sentó a su lado, con su mano
en la espalda, calmándole y dándole fuerzas.
Beatrice escuchó atentamente su historia y cuando no tuvo más que
añadir, sus brazos lo rodearon llenos de cariño y fue ella la que habló en su
oído, con palabras de consuelo y aliento.
—Ya hablé con… —Kane se quedó congelado en la puerta—. Matt,
¿Estás bien? —preguntó preocupado llegando a su lado.
—No, no lo está —contestó Beatrice por él—. Pero lo estará —le
prometió mirándole a los ojos con una dulce sonrisa que consiguió hacerle
sentir mejor.
Kane le hizo un gesto que supo interpretar a la primera. “¿Se lo
contaste?”
Asintió con la cabeza.
—Habrá que moverse —decidió Beatrice poniéndose en pie para ir a por
una nueva cafetera—. Deberéis ser discretos al menos hasta que el juicio se
celebre. No por ti, sino por Matt. Hay que protegerlo. No tienes una fama
como para que se pongan en la puerta de casa a seguirnos, pero algún
periodista sin noticias podría querer usarlo. Es profesor, tampoco es la clase
de información que le conviene. Cuéntale a Connor todo sobre la denuncia
para que esté avisado por si se filtra la noticia.
Kane asintió con la cabeza.
—Iba a pedirle permiso a Matt para hacerlo —explicó pasando un brazo
por su espalda al sentarse a su lado.
—Hazlo, si eso ayuda me parece bien —aceptó.
—¿Tus padres están al tanto de la situación? ¿Saben lo que pasó?
Matt se encogió un poco, negando con la cabeza.
—Sus padres no serán de ayuda en nada —le aseguró Kane apretándolo
contra él.
Beatrice se paralizó, un músculo en su mejilla palpitando.
—No te preocupes, lidiaremos con esto —dijo ella con la misma calma
que había demostrado desde que bajó esas escaleras.
—Yo no quiero…
—No vayas a decir molestar. Porque no lo haces. Esta familia es así, si
entras todos tus problemas son los nuestros.
Parpadeó despacio reprimiendo una sonrisa.
—Eso suena un poco mafioso.
Kane y Beatrice se rieron.
—Lo es. Pero no pienses mal, esta familia tiene su propio bagaje.
Tendrás las manos llenas con todos nosotros también.
Matt miró a Kane. Él le sonrió levantando una ceja.
—Estás a tiempo de salir corriendo —le ofreció.
Rio negando con la cabeza.
—Me quedo.
—Contaba con ello —contestó Beatrice—. Y tú, sube a despertar a
Niccolo. Será mejor que le cuentes todo esto antes de que baje y encuentre a
tu novio aquí.
Matt soltó una risita avergonzada al escucharla.
—Supongo que es tu novio —dijo Beatrice.
—Otra vez te me estás adelantando, mamá —protestó apretando los
dientes.
Ella le pegó con un trapo en el pecho.
—En esta casa hacemos las cosas bien. No fue lo que tu padre y yo te
enseñamos. Dijiste que nunca traerías a nadie a casa, salvo que fuera serio.
—Es algo serio —se defendió Kane enfurruñado—. Pero hubiera
preferido preguntárselo.
Ella chasqueó la lengua con gesto hastiado.
—Las buenas personas no abundan, mio figlio. Encontraste a una, pues
asegúrate de que se queda contigo —le riñó—. Tu padre y yo solo
necesitamos una semana para saber que queríamos casarnos.
—Mamma, non trattarmi come un bambino —protestó Kane.
—Siempre serás mi niño. Puedo tratarte como quiera si creo que te estás
portando como un tonto, soy tu madre —le contestó ella—. Ve a despertar a
tu hermano.
Kane la miró antes de fijarse en él, inseguro sobre si debía marcharse y
dejarlos solos de nuevo.
—Deja de mirarle con ojos de cachorro. Seguirá aquí cuando vuelvas —
le espantó Beatrice moviendo la mano para echarlo.
Matt se rio al ver como obedecía a su madre a regañadientes.
—Sabes manejarlos —admiró sonriendo.
Ella le guiñó un ojo.
—Tú también aprenderás.
—¿Es verdad que supiste que querías casarte con tu marido a la semana
de conocerle? —preguntó con curiosidad.
Beatrice sonrió con nostalgia.
—Sí, cuando es el indicado lo sabes. No tiene lógica, ni explicación,
pero es como un nudo en el estómago que te tira hacia adentro y te corta la
respiración. Ambos lo supimos y nos casamos a los tres meses. Aguantamos
tanto solo porque mi padre nos amenazó con retirarnos la palabra si nos
fugábamos para casarnos —bromeó pasándole otra porción del postre.
—¿Queríais fugaros? —quiso saber con curiosidad.
Ella asintió con la cabeza removiendo su café.
—Es que antes las cosas no eran como ahora. No podías pasar el fin de
semana con tu novio, ni vivir juntos. La única forma de estar todo el día
juntos era casándose. Nosotros sabíamos que éramos el uno para el otro. No
había motivo por el que esperar, queríamos estar toda la vida juntos y el
tiempo separados nos parecía eterno. —Su voz tomó un matiz de tristeza.
Puso la mano sobre la suya tratando de consolarla.
—Lo siento mucho —dijo en voz baja.
Ella negó con la cabeza reponiéndose.
—Pues no lo sientas. No cambiaría ni una sola de las decisiones que he
tomado. Me han dado al amor de mi vida y tres hijos maravillosos. Acabó
pronto… sí. Pero el destino es así, decide qué te da y qué te quita. Por eso
hay que disfrutar cada momento… porque nunca sabrás cuándo es el último
segundo.
CAPÍTULO 29

El timbre anunció el fin de su clase. Después de un fin de semana


intenso fue un alivio volver a su rutina y perderse en la monotonía.
—Señor De Luca. Permítame un segundo —dijo en voz alta mirando al
chico que había pasado toda la clase con la vista clavada obstinadamente en
su libro.
Nicco frunció el ceño, pero metió sus cosas en la mochila y esperó a que
salieran los demás.
Matt suspiró observando al chico.
Sospechaba que no se había tomado muy bien la noticia. Ni siquiera
bajó a desayunar con ellos, se excusó diciendo que iba a jugar un partido de
baloncesto y para cuando él se marchó a las siete de la tarde, todavía no
había vuelto.
—De modo que… —murmuró acercándose—. No soy tu persona
favorita ahora mismo.
Nicco se encogió de hombros.
—Nunca fuiste mi favorito, de manera que no hay mucha pérdida —le
respondió.
—Ya… sé que esto es un poco raro porque eres mi alumno…
—Mi hermano ya me dio la charla. No se lo contaré a nadie de la
escuela, ni les diré que eres gay. Aunque todo el mundo ya lo sabe, no
comprendo a qué viene tanto misterio.
—El equipo directivo está al tanto de mi orientación, nunca lo he
ocultado. No es algo que anuncie, pero no es una sorpresa para nadie. Esta
mañana avisé al director de mi relación con Kane. Será otro profesor quien
corrija tus exámenes a partir de ahora.
Nicco lo miró, aunque no dijo nada.
—Sé que no te parece bien y lo entiendo. Puedes hablar con sinceridad.
No se lo contaré a tu hermano.
—Kane ya sabe lo que pienso. Él no es así, no consigo entender qué
pudiste hacer para volverlo…
—¿Gay? —trató de ayudar.
Nicco pareció avergonzarse al escucharlo decir la palabra, aun así apretó
la mandíbula con gesto de enfado.
—Tu hermano no es gay.
Él le miró incrédulo.
—Pues se está follando a un hombre. Esa es mi definición de ser gay.
—Ese lenguaje, por favor —le pidió haciendo un gesto para pedirle
calma.
Niccolo soltó un resoplido cruzándose de brazos.
—Sé que puede sonar complicado. Pero acostarse con un hombre o salir
con uno no te hace gay. Kane es heterosexual, le gustan las mujeres.
—Pero tú le gustas más —dijo como si fuera un insulto.
—Espero que sí —contestó con sinceridad—. Porque él me gusta mucho
—confesó tratando de calmarle.
Eso pareció molestarle aún más.
—No entiendo qué tienes de especial. Sabes cuantas charlas me ha dado
mi hermano sobre no pelearme, ni meterme en líos. Y ahora todo el mundo
tiene videos de Kane pegándose en una subasta benéfica, él no se porta de
esa manera. Hace cosas raras por tu culpa.
Bajó la cabeza con arrepentimiento.
—Tienes razón, eso fue culpa mía —reconoció.
Quedó con Kane y Beatrice en que por el momento no le contarían a
Nicco nada de su historia con Noel. No querían poner algo así en la mente
de alguien tan joven.
—Pero te prometo que mi relación con Kane no cambiará nada. Lo del
domingo fue algo especial, no dormiré en vuestra casa, ni pasaré allí el día.
Podrás estar tranquilo sin que yo esté por medio. No te preocupes, no te
importunaré en tu casa. No sería justo para ti, es tu espacio.
En vez de calmarse, Nicco lo miró herido como si le hubiera hecho daño
a propósito. Se levantó de la silla y se marchó a zancadas hasta la puerta.
—¿Sabes lo que no es justo? Que un profesor se meta en tu vida y acabe
llevándose a tu hermano. Al principio vendréis a comer de vez en cuando,
luego se mudará contigo y después ya no pasaréis ni la Navidad con
nosotros. Es injusto que aparezcas en nuestras vidas y te lleves a mi
hermano también. —El portazo que dio le hizo estremecerse con fuerza.
—También —repitió en voz baja.
Sintió alivio al entender lo que estaba pasando. Puede que su enfado no
se debiera a que fuera un hombre. Quizá solo era un niño aterrado por
perder de nuevo a un miembro de su familia.
Recogió sus cosas y fue al aparcamiento, tratando de pensar cómo podía
solucionar esa situación.
Al atravesar la verja con el coche vio a Nicco sentado en la acera al final
de la calle.
Aparcó a un lado y fue a sentarse con él. Nicco no dijo nada durante un
buen rato, ni reconoció su presencia.
—Quiero que mi hermano sea feliz. Pero si eso supone marcharse de
casa y empezar una nueva vida contigo entonces me opondré y haré todo lo
que se me ocurra para que no estéis juntos. Sé que eso no habla bien de mí,
que soy una mala persona, pero no me importa. Quiero que mi hermano se
quede conmigo —dijo en voz baja.
Su corazón se estrujó ante su tono roto y herido.
—Eso no te convierte en una mala persona. Lo entiendo, de verdad que
lo hago. Y créeme cuando te digo que eso no va a pasar. Tu hermano
moriría antes de alejarse de vosotros. Y yo tampoco le pediría que lo
hiciera.
—Dices eso, pero acabarás queriendo que se quede contigo y hacer
cosas solos —protestó sin creerle.
—Eso pasará, quiero decir… somos… ya sabes.
Nicco hizo una mueca burlona.
—Novios. Puedes decirlo, no voy a ponerme a gritar ni ninguna mierda
de esas.
Sonrió asintiendo con la cabeza.
—Querremos estar solos, pero también podemos hacer cosas con
vosotros. O podrías quedarte solo con tu hermano. No tengo por qué
molestarte, ni quiero entrar a la fuerza. Estaría feliz de pasar tiempo con
vosotros, pero entendería que necesitarais espacio para haceros a la
situación.
Nicco lo miró a los ojos, observándolo con cuidado. Soltó un suspiro,
haciendo una mueca.
—No te creo —respondió con sinceridad—. Querrás a Kane solo para ti
y nos abandonará por ti.
Comprensivo asintió con la cabeza.
—Es normal que desconfíes. Espero poder demostrarte que estás
equivocado.
Nicco no dijo nada más, solo se encogió de hombros como si no le
importara, aunque los dos supieran que sí lo hacía.
Un coche plateado se detuvo delante de los dos. Sonrió al reconocer el
coche que Kane usaba cuando llevaba a Milos.
—¿Qué hacéis sentados en medio de la calle? —preguntó Kane bajando
la ventanilla mientras el conocido y emocionado saludo del pequeño de la
casa sonaba dentro del coche.
—Hablábamos mal de ti —contestó saludando a Milos que movía su
mano desde la ventanilla de detrás.
—Espero que fuera una charla corta —trató de amedrentarlos
frunciéndoles el ceño.
—Llevamos dos horas y apenas empezamos —le mintió sonriendo al ver
su gesto cuando miraba a Niccolo.
—Milos y yo fuimos al médico. Le tocaba una vacuna —informó
señalando al niño que se levantó la manga para mostrarles la tirita con
dibujos de animales que le pusieron en el brazo.—. Suele darle fiebre así
que hoy nos tomaremos la tarde libre. ¿Vienes con nosotros? Vamos a ver
una película de dibujos.
Matt sonrió asintiendo con la cabeza.
—Suena genial —le aseguró.
—Deja el coche y sube. Luego lo recogemos —le hablaba a él, pero
miraba a su hermano—. Niccolo, ¿Todo bien?
El chico se levantó de la acera y fue hacia la parte trasera para sentarse
con su hermano pequeño.
—¿Me dejas a mí detrás? Quiero ir con Milos —le pidió sabiendo que
siempre iba delante con Kane.
Nicco lo miró con desconfianza, aunque le hizo caso.
Kane sonrió intercambiando una mirada que lo decía todo.
—¿Cómo está el pequeño de la casa? —le preguntó al niño al sentarse a
su lado.
Milos hizo un gemido lastimero echándole los brazos al cuello buscando
un abrazo como si estuviera enfermo a pesar de que no había dejado de
sonreír en todo momento.
—Cuentista —se burló Kane que los miraba por el retrovisor.
Matt se rio, aunque siguió haciéndole mimos durante todo el camino.
Cuando llegaron a la casa Beatrice no estaba, pero había dejado
chocolate caliente para Milos. Al parecer fue la promesa con que le
sobornaron para que accediera a ir al médico.
Se sentaron los cuatro juntos en el sofá con la película y el chocolate.
Niccolo se tumbó en uno de los sofás, estirándose para estar cómodo.
Dejaron a Milos en el suelo, entre juguetes mientras se tomaba su taza.
Kane tiró de él para que se sentara a su lado en el sofá.
Al principio estaba algo tenso, pero Kane lo rodeó con un brazo
atrayéndolo a su costado sin dejar de mirar la televisión.
Milos perdió el interés en sus juguetes en cuanto terminó su chocolate y
se subió al sofá para ponerse en el regazo de Kane, haciéndose un adorable
ovillo.
A media película se trasladó a su regazo, tirando la manta que estaba
doblada en una esquina para ponérsela encima. Pasó los dedos entre sus
suaves cabellos mirando su rostro infantil, relajado y confiado durmiendo
en su regazo.
—Te envié mensajes esta mañana, nunca contestaste —le dijo Kane en
voz baja.
—Lo tengo apagado —respondió con sinceridad.
—Matt. —El tono de advertencia de Kane fue obvio, pero no estaba
dispuesto a ceder en eso—. No puedes seguir evitando a tus padres.
Dejó de mirar a Milos para alzar la cabeza y enfrentarse a él.
—Todavía no puedo, ni quiero —confesó en voz baja.
Kane lo observó, aunque no añadió nada, esperando.
—Cuando coja esa llamada habrá reproches, me culparán de todo —
suspiró apretándose más contra su costado—. Será la última vez que hable
con ellos.
—A lo mejor… —trató de animarlo Kane.
—No. Lo que pasó en la subasta es el punto final.
Kane asintió con la cabeza con pesar, le besó en la sien y apretó el brazo
a su alrededor como si pudiera protegerlo del daño que pudiera sufrir.
Su mirada chocó contra la de Niccolo, que los miraba fijamente desde el
sofá. Le dedicó una sonrisa que él no respondió, aunque si volvió a mirar la
película.
«Paciencia». Se dijo a sí mismo. Le demostraría a Nicco que su llegada
a la familia no tenía que ser algo malo. Toda la vida había querido una
familia a la que poder querer y cuidar. Ahora que tenía la posibilidad, no iba
a rendirse solo porque hubiera problemas.

Miró la pila de cajas que lo rodeaban y suspiró.


Llevaba toda la semana desempaquetando y parecían no terminarse
nunca. Por lo menos podía adelantar algo de trabajo al quedarse a dormir
allí esa noche.
Su primera noche en casa.
Ni siquiera tenía una cama de verdad hasta finales de semana. No le
importaba, estaba feliz con usar el colchón en el suelo durante unos días.
Jackson insistió en que se quedara un poco más, pero tenía tantas ganas de
empezar a vivir allí, que no podía esperar.
El timbre lo sobresaltó, haciendo que se llevara la mano al pecho.
Todavía no se había acostumbrado a los sonidos de su nueva casa.
Se preguntó si por un milagro sería el transportista que llevaba dos días
esperando para traerle por fin su nuevo sofá.
—Hola, prezioso —le saludó Kane al abrir.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sonriendo y tirando de él para besarle.
Kane lo abrazó de la cintura, tomando su boca en un beso ansioso.
—¿Así es como saludas a tu novio después de estar toda la semana
fuera? —le preguntó besándolo de nuevo.
Sonrió pasándole los brazos por el cuello.
—Felicidades, la carrera del sábado fue una pelea continua y estuviste
increíble.
Los ojos azules de Kane brillaron mientras sus manos bajaban a su culo
apretándole contra él.
—Mmm… me pone cardiaco que hables de carreras —murmuró contra
sus labios—. Suenan a palabras que diría Dominic. ¿Viste la carrera con los
chicos?
Se rio besándole de nuevo.
—¡Holi! —escucharon a su espalda.
Matt se separó de él rápidamente, mirando a su espalda.
—Hola a todos —saludó sorprendido al ver a Beatrice con una bandeja
en la mano y a Niccolo con Milos entre sus brazos.
—Venimos a ayudar —anunció Beatrice subiendo las escaleras hasta
pararse a su lado.
—¿Ayudar? —preguntó confundido.
—A colocar la casa nueva —contestó sonriente—. Traje lasaña, para no
tener que preocuparnos por la comida. —Entró en la casa observando
alrededor con curiosidad.
Niccolo le hizo un gesto con la cabeza, dejando a Milos en el suelo que
entró corriendo para conocer el lugar.
—Mi madre se ofreció —le dijo Kane encogiéndose de hombros—. No
se le puede decir que no.
—¡Ya estamos aquí! —gritó Mitchell saliendo de su coche.
Matt miró a Kane que sonrió con cara de culpabilidad señalando a
Jackson que ya subía las escaleras con Natalie y Dominic.
—Tampoco se le puede negar nada a él —comentó Kane señalando con
la cabeza a Jackson.
Sonrió mirando a sus amigos que entraron directamente saludando y
presentándose a los demás.
Jackson sonrió pasando delante de ellos.
—Espero que ya haya llegado la cafetera porque hemos traído bollos
para la pausa del café.
—Acabáis de llegar —le respondió con una sonrisa.
—¿Y qué?—contestó Jackson levantando la bolsa de papel—.
Necesitaremos coger fuerzas.
Kane le rodeó por la cintura abrazándole por detrás llevándolo dentro de
la casa que estaba llena de ruido.
—No sé si avanzaremos mucho, pero el día ya promete —le dijo
conspirador al oído.
En realidad adelantaron bastante, aunque no le habría importado si no
hubieran guardado ni un solo plato. Le encantó tenerlos a todos alrededor,
hablando, conociéndose, bromeando y riendo.
Cuando se marcharon, después de pedir pizzas para todos, la sonrisa no
desaparecía de su cara.
—Me encanta ese baño —comentó Kane poniéndose una camiseta de
tirantes y pasándose la mano por su pelo húmedo—. Es una ducha muy
cómoda y no me importaría probar esa bañera.
Sonrió con pereza bostezando. Estaba cómodo tumbado en su colchón,
la ducha había hecho maravillas sobre sus músculos tensos.
—Cuando quieras —respondió sonriendo.
Kane sonrió tumbándose a su lado. Apoyó la cabeza en su codo y lo
observó con atención.
—Fue un día divertido. ¿Verdad?
Matt sonrió girándose para mirarle.
—Fue genial tenerlos a todos aquí —le aseguró.
Kane le dedicó una sonrisa, claramente complacido. Extendió la mano
tirándole de la cintura para acercarlo a su cuerpo.
Matt le acarició el brazo de arriba abajo, recorriendo sus tatuajes con las
puntas de los dedos.
—Explícame bajo qué contexto acabaste trayendo ropa a mi casa —
pidió sonriendo.
Kane le sonrió con malicia.
—Fiesta de pijamas —contestó.
Matt se rio negando con la cabeza.
—Para que fuera una fiesta de pijamas, tendría que haberte invitado.
—No necesito invitación —aseguró colando el pulgar bajo su camiseta
para acariciar el hueso de su cadera.
—¿No? —preguntó sonriendo.
Kane negó con la cabeza, se inclinó dejando un beso en su mandíbula.
Suspiró de gusto, acariciándole el hombro.
—¿No quieres que me quede aquí? —preguntó mordiendo su cuello.
Se estremeció de arriba abajo tratando de acercarse más a él.
Kane se aferró de su cintura, moviéndole para pegar sus cuerpos.
Matt emitió un sonido ansioso.
—Te eché de menos esta semana —confesó sofocado.
—¿Solo esta? —preguntó Kane con malicia, empujando sus caderas con
suavidad contra las suyas.
—Es que tuve mucho tiempo libre —mintió.
—¿Eso quiere decir que únicamente te acuerdas de mí cuando tienes
tiempo? —inquirió Kane dándole una palmada en el culo.
—Es que no eres tan importante —bromeó sin aliento. Se dejó caer
hacia atrás, agarrando a Kane de los hombros para arrastrarle con él.
Kane se puso sobre él, cubriéndole con su cuerpo.
—Pues algo tengo que estar haciendo mal. Quizá debería esforzarme
más —sugirió presionándose contra él.
Su lengua le corrió el cuello hasta la clavícula, dejando un chupetón
sobre su piel.
—Deberías —admitió separando las piernas.
—Mmm… creo que alguien está ansioso. —Mordió su cuello, metiendo
la mano bajo su camiseta para acariciar su piel desnuda.
Matt gimió cuando sus dedos rozaron sus pezones. Y lo atrajo a un beso
ansioso y necesitado. Dios, podría pasarse todo el día besando a ese
hombre. Se derritió bajo su lengua demandante y su boca ardiente. No se
separó hasta que la falta de aire le obligó a ello.
—Yo… yo… —murmuró moviendo las caderas, buscando su cuerpo—.
Yo no…
Kane puso la mano sobre la cama para usarla de apoyo empujándose
contra él, apenas un par de movimientos que lo hicieron gemir y mecerse en
su cuerpo con necesidad.
—¿Tú no? ¿Otra vez tú señor Smith? —preguntó con malicia tirando
con suavidad de uno de sus pezones.
—Sí… no… —jadeó sin aliento.
—¿Sí o no? —le presionó cubriendo su erección sobre la fina tela de su
pijama—. Dime Erik. ¿Qué necesitas?
Tiró de su pelo con un gemido enfadado.
Kane se rio empujándose de nuevo contra él.
—¿Quieres que diga tu nombre, prezioso? —preguntó con malicia,
quitándole la parte de arriba y ocupándose también de la suya—. Ven aquí,
amore.
Abrió las piernas haciéndole espacio, rodeando sus caderas con ellas
para tratar de acercarle más.
—Ese maldito acento —musitó con un gemido pasando la mano por su
espalda y atrayéndole a otro beso abrasador.
Kane se empujó sobre él, buscando su cuerpo. Frotando las caderas
dejando que su erección presionara la suya en busca de alivio.
Sujetó sus piernas agarrándole para hacer presión. Clavando las rodillas
en la cama empujándose como si estuviera penetrándole.
Dejó salir un largo gemido sujetándose a sus hombros, siguiendo sus
movimientos mientras su cuerpo ardía por él.
—Te necesito tanto —murmuró incapaz de contenerse.
Kane gimió mordiendo su hombro desnudo. Sus manos bajando por su
cuerpo para enganchar los dedos en la cinturilla de su pantalón.
—¿Puedo? —preguntó sobre la piel de su pecho.
—Sí, por favor —jadeó alzando las caderas para quitárselos.
Kane se puso de rodillas en el colchón retirándolos y observando su
cuerpo, completamente desnudo. Gimió recorriendo su anatomía,
lamiéndose los labios y lanzándole una mirada tan intensa que le hizo entrar
en calor.
Matt lo agarró del brazo atrayéndolo sobre su cuerpo, alzando la cabeza
para que Kane pudiera tomar sus labios. Se besaron una y otra vez hasta que
se les durmieron y su piel ardía mientras sus manos parecían incapaces de
dejar de tocarse.
Kane meció sus caderas contra las suyas y él respondió sujetándose a sus
costados para sentirlo más, chocando su cuerpo colmado de necesidad.
—¿Estás seguro? —preguntó Kane dejando un beso sobre sus labios,
acariciando su cuello con la nariz incapaz de dejar de tocarle—. Me prometí
a mí mismo que no pasaría esto si dormía aquí. Puedo esperar, no me
importa.
Matt sonrió sin aliento agarrándole el pantalón tirando de él hacia abajo.
—Menos mal que yo me prometí todo lo contrario —respondió
mordiendo su labio inferior excitado.
Kane no se hizo de rogar, retiró la molesta prenda y volvió a tumbarse
sobre él. Las manos de Matt bajaron por su cuerpo agarrándose a su espalda
para crear más presión empujándose contra él con necesidad.
—Joder, sí —murmuró Kane moviéndose sin control. Perdido en la
sensación de sus erecciones apretándose entre sus cuerpos.
Ciego de deseo, Matt buscó su boca necesitado por tener todo lo que
pudiera de él.
—Tócame… —susurró Matt aferrándose con las dos manos a su espalda
—. Por favor. Kane… por favor.
—Joder… dime que hay lubricante y condones en algún sitio de esta
casa —pidió con voz rota.
Matt soltó una risa que sonó como un gemido.
—En la mesilla, primer cajón —jadeó.
Kane siguió presionándose contra él, sujetándose de su cintura.
—Muy lejos —protestó lamiendo su pezón con ansiedad—. Que le den.
Matt se retorció, agarrándole su cabeza para mantenerlo en su lugar.
—Si quieres darme, vamos a necesitarlo —murmuró cuando sus dientes
mordisquearon su pezón.
Kane se movió al otro, dándole el mismo tratamiento.
—Sí, quiero —admitió lamiendo la tierna cresta.
—Kane… —protestó metiendo su mano entre su cuerpo para agarrar su
erección. Gimió roto de deseo al acariciar con el pulgar la punta de su
miembro y notar la cálida humedad que lo mojaba.
Tiró de su pelo con la otra mano para besar a Kane y hacerle entender lo
necesitado que estaba. Lo acarició de arriba abajo sin dejar de besarle,
recorriendo su extensión con rapidez.
Kane le dio un mordisco en medio de un pecho arrancándole un siseo.
Bajó por su cuerpo alejando sus manos para hacerse espacio y capturó la
punta de su erección con sus labios.
Matt soltó un largo gemido incapaz de contenerse.
—Te mataré si no coges ya el lubricante y te encargas de mí —murmuró
moviendo las caderas para responder a los movimientos de Kane haciendo
que lo tomara más profundamente en la garganta.
—Tranquilo, amore. Estoy al mando —prometió separándose de él para
estirarse y abrir el cajón.
—Más te vale —dijo removiéndose y acariciando su pecho. No tenía
suficiente de él, quería sentirlo deshacerse en su cuerpo, perderse en su piel
y hundirse en él—. No puedo esperar ni un segundo más.
Kane sonrió dedicándole una mirada ardiente, vertiendo lubricante en
sus dedos.
—¿Vas a separar las piernas para mí?
Gimió incapaz de contenerse, obedeciendo sin dudarlo.
Él acarició su entrada con la punta de su dedo, dejando que se
acostumbrara a la sensación mientras iba entrando en su interior.
—Hace mucho que no hago esto —confesó echando la cabeza hacia
atrás.
—No te preocupes, amore. Cuidaré de ti. Lo prometo —le susurró
dejando un beso en su cadera para dibujar un camino hasta su erección
volviendo a tomarlo en su boca.
Matt gimió perdiéndose en sus caricias. La otra mano de Kane recorría
su abdomen y su pecho, como si no pudiera tener las manos quietas. Sonrió
cerrando los ojos, no recordaba haberse sentido tan deseado, ni tan
amado… era una sensación adictiva.
—Ven aquí —murmuró tirando de él—. Ven conmigo —suplicó
buscando su boca a ciegas.
Kane le dio lo que quería, puso otro dedo en él mientras consumía su
boca como si fuera oxígeno y se estuviera ahogando.
Tomó el condón a ciegas y se lo puso, aprovechando para acariciar su
rígida erección.
—¿Impaciente? —jadeó Kane contra sus labios.
—Mucho —confesó sin vergüenza—. Estoy a tres segundos de morir, si
no te tengo dentro —se quejó.
Kane mordió su labio inferior con tanta fuerza que le hizo sisear. Retiró
los tres dedos que ya tenía dentro de él y agarró el lubricante para
extenderlo sobre su erección poniéndose entre sus piernas.
Matt se mordió el labio, observándole con fascinación. Era todo un
espectáculo ver sus tatuajes brillando sobre su piel, sus músculos
tonificados, sus ojos oscurecidos de deseo… ese maravilloso hombre era
suyo, todo suyo y el simple pensamiento lo hacía enloquecer.
Kane alineó su erección contra su entrada, jadeando cuando la punta
atravesó el estrecho anillo de músculos.
Matt levantó las caderas, con un suspiro. Le encantaba la forma de Kane
de tratarle, como si fuera algo hermoso, único.
—Eres lo más bonito que he contemplado —susurró deslizándose en su
interior con infinito cuidado.
Matt jadeó al sentir como su miembro se abría paso en su ardiente
interior. Dejó salir un largo gemido cuando por fin lo tuvo dentro. Puso las
manos sobre su abdomen y tomó un par de respiraciones para relajarse.
—¿Estás bien? —preguntó Kane sin moverse todavía.
Asintió con la cabeza cerrando los ojos, agarrándole el brazo para tirar
de él.
Kane su puso sobre él, con cuidado. Su mirada buscando la suya, antes
de dibujar una sensual sonrisa en sus labios.
Le devolvió la sonrisa levantando la cabeza para pedir un beso. Esperaba
algo explosivo, pero Kane le besó despacio, tortuosamente lento,
recreándose y alargando el momento.
—Puedes moverte.
—¿Seguro? —presionó Kane retirando sus caderas apenas unos
centímetros.
Matt puso las manos en su pecho, gimiendo al sentir como se deslizaba
en él. Retrocedió con rapidez hasta la mitad y se empujó de nuevo en su
interior, arrebatándole el aire.
Kane se rio divertido.
—Tú mandas, amore. Siempre.
Agarró sus caderas y se empujó contra él, tratando de contenerse.
Moviéndose con suavidad dejando que se acostumbrase a su tamaño.
—Joder… —musitó Kane apoyando la cabeza contra su pecho—. Me
aprietas tanto que casi no puedo ni moverme —dijo acariciando los muslos
antes de retroceder y volver a entrar en su interior.
Matt recorrió su cuerpo con las manos, sus caderas respondiendo a sus
movimientos, entregándose a él sin concesiones. Envolvió los brazos a su
alrededor, deseando fundirse con él.
Kane le dio una embestida más profunda haciendo que su miembro
rozara su próstata. Gimió rodeando sus caderas con sus piernas para
conseguir tenerle más adentro.
—Hazlo, puedo aguantarlo —le aseguró jadeando.
Los ojos de Kane brillaron llenos de malicia.
La sonrisa se extendió por su cara, se mordió el labio inferior antes de
chuparlo, la mirada de Kane pendiente de cada uno de sus movimientos.
—No soy de cristal.
Kane embistió presionando su próstata una y otra vez. Su espalda se
levantó del colchón fuera de control. Agarró sus caderas con fuerza y
empezó a empujarse con mayor rapidez.
Matt gemía con desesperación, clavándole los dedos en su musculosa
espalda asaltando su boca como si fuera su último segundo en la tierra.
Estaba embriagado por su olor, el sabor de sus besos y sus jadeos que lo
hacían enloquecer.
—Kane… —gimió ahogándose por la falta de aire.
Kane tomó su boca en un beso posesivo sin parar de moverse,
machacando su próstata sin control. Matt rompió el beso gritando su
nombre mientras se dejaba ir en un orgasmo demoledor.
Sintió a Kane moviéndose sobre él en medio del éxtasis que parecía no
terminar nunca.
El peso de su cuerpo lo hizo volver en sí. Todavía atontado, besó su
frente y sus labios.
Kane emitió un sonido ronco con la garganta, aún en su interior, tratando
de recuperar el aliento.
Matt acarició sus brazos y su espalda, recorriendo su piel con las puntas
de los dedos.
—Me gustas así. Tembloroso y aturdido por mí. Cálido y suave contra
mi cuerpo —murmuró Kane dejando un beso en su hombro.
Sonrió pasándole la mano por el pelo.
—A mí no me entusiasma que me aplastes. Pero puedo aguantarme —
respondió en su oído.
Kane se rio haciéndole sonreír.
—Tan sacrificado —se burló mordiendo su hombro—. ¿Una ducha?
—Mejor un baño —ofreció besándole en los labios.
—Me gusta como piensas.
Matt sonrió robándole un beso.
—Es que es pensamiento italiano.
CAPÍTULO 30

Kane

Cinco meses después.

—Tenía que haber ido con él —murmuró paseándose por la sala como
un animal enjaulado.
—Cálmate —le ordenó su madre sentada en la mesa de la cocina.
—No. Tú no viste a esa gente, me necesita —dijo comprobando el móvil
de nuevo.
—Hijo por favor, siéntate. Cuando Matt te llame podrás ir con él. Te dijo
que necesitaba hacer esto solo, debes respetar su decisión —trató de
tranquilizarle.
—Ya lo sé —murmuró dejándose caer en la silla—. Pero es que lleva
toda la semana sin dormir, asustado por ir a esa reunión.
—Entonces lo mejor es que hicieran un trato —le recordó ella con toda
la razón.
—Sigo pensando que es injusto que ese cabrón se vaya sin más —
protestó enfadado.
—No se va sin más. Le quedarán antecedentes, no podrá volver a
acercarse a Matt ni tener ningún tipo de contacto con él y tendrá que
devolverle todo el dinero más la sanción. Es un buen trato, Mich lo dijo. Si
no fuera por el dinero que le robó las cosas serían más difíciles. Es muy
complicado demostrar el maltrato psicológico —le recordó.
Kane se pasó la mano por la cara con angustia.
—Ya lo sé, aún así me gustaría destrozar a ese cabrón —reconoció
negando con la cabeza.
Su madre le pasó la mano por el pelo para calmarlo.
—Lo sé, figlio. A mí también. Matt está cansado, necesita seguir su
camino y no puede hacerlo arrastrando esto.
Kane se apoyó en su toque dejando que le reconfortara.
—¿Sigues llorando por tu novio? —preguntó Niccolo entrando a la
cocina.
—Nicco —le cortó su madre—. Hoy no —le advirtió.
Él frunció el ceño, pero no dijo nada al verle a la cara. Fue a la nevera y
sacó un refresco. Su hermano todavía veía a Matt como si fuera el Grinch y
amenazara con robar la Navidad. La paciencia de Matt estaba derritiendo el
hielo de su hermanito, aunque a él le gustaba fingir que todavía seguía
molesto.
Nicco no entendía que sucedía realmente, pero sabía que era malo. Solía
quedarse para intentar averiguar algo, aunque no se atrevía a preguntar
directamente.
—Si no me llama en veinte minutos, iré al despacho de abogados —
decidió centrándose en su madre.
—No, no lo harás —le corrigió ella lanzándole una mala mirada—. No
vamos a meternos en líos, Matt y su abogado dijeron que era mejor. Matt
quiere terminar con esto ya, respetemos su decisión y esperemos a que
llame. Ha sido una suerte que en estos cinco meses nadie de la prensa se
haya enterado y que podamos terminar con esto tan pronto.
—Lo sé, joder —musitó pasándose la mano por la nuca—. Va a
estallarme el corazón, necesito saber. Yo también quiero acabar con esto.
Necesito dejar de mirar a todas partes cuando viene a verme a una carrera.
—¿Vas a anunciar que es tu novio? —preguntó Nicco sorprendido—.
Todo el mundo que conocemos lo sabe, pero el público se enfadará. ¿Por
qué tienen que saberlo?
Miró a su hermano fijamente.
—Porque le quiero. Nicco estoy siendo paciente contigo, pero quiero a
Matt. Le amo, con todo lo que supone. Quiero poder ir agarrados de la
mano si me apetece. Abrazarlo sin preocuparme. Quiero poder decir que
estoy feliz por el hombre con el que comparto mi vida. No es suficiente con
que lo sepan nuestros conocidos o el equipo. Lo quiero todo, quiero
ofrecerle a Matt el mundo entero.
Nicco boqueó incapaz de encontrar palabras.
—Lo harás —le prometió su madre mirándole con una sonrisa y los ojos
humedecidos—. Ya lo haces —le aseguró.
—Gracias por entender algo que en principio no parecía tener sentido.
Sabía que eras una madre increíble, pero la forma en que te lo tomaste…
como lo tratas y lo cuidas, significa mucho para mí. —No añadió más.
Sabía que, de nuevo, entendía de qué le hablaba.
De que Matt fuera a cenar a casa varias veces a la semana, aunque él no
estuviera allí. Que Milos pasara horas con Matt, que contara con él en
Navidad, que lo consolara cuando la relación con sus padres desapareció…
no había palabras para agradecerle que extendiera su amor incondicional a
su pareja.
Ella hizo un gesto quitándole importancia.
—Adoro a ese hombre. Incluso antes de saber que era tu novio —dijo
sonriendo y pellizcándole la mejilla—. Una madre quiere que sus hijos sean
buenas personas y alcancen la felicidad. Da igual quien vaya de tu mano,
hombre o mujer. Me tomaste por sorpresa. ¡Dios, sí! Pero veo lo feliz que
eres desde que lo tienes en tu vida y eso es todo lo que necesito. Todo lo
que tu familia necesita para aceptarle. —Miró a Niccolo que bajó la cabeza
avergonzado.
—Ojalá Nicco pensara así en vez de odiar a Matt sin motivo.
—No le odio —protestó el chico incómodo.
—¿No? Haces un excelente trabajo desconcertándonos a todos —
comentó mirando a su hermano disfrutando de observar sus mejillas
poniéndose rojas.
—Claro que no. Solo está siendo terco como cualquier De Luca. La
semana pasada fue a casa de Matt para cortar el césped de la entrada —le
contó su madre sonriendo.
—No me digas —comentó haciéndose el sorprendido. Por supuesto que
Matt se lo había dicho.
—Fui porque me paga —contestó Niccolo enseguida.
—No es verdad. Se lo pregunté a Matt —se burló su madre—. Además,
te fuiste por la mañana y te quedaste a comer, no volviste hasta el
anochecer.
Alzó las cejas mirando a su hermano cuya cara estaba del todo roja.
—Solo porque compró un nuevo videojuego —protestó otra vez—.
Quería probarlo.
Intercambió una mirada con su madre que sonrió negando con la cabeza.
—Sabes que Matt no juega videojuegos. Lo compró solo para ti.
Niccolo se pasó la mano por el pelo encogiéndose de hombros.
—Ya.
—Y que tiene tus refrescos favoritos en su nevera solo para cuando
vienes, a pesar de que le horrorizan ese tipo de bebidas. O tus patatas
favoritas en el armario.
—Ya —murmuró de nuevo dándole un fugaz vistazo.
—Nos encanta que vengáis a casa, Milos tiene millones de cosas allí.
Una habitación que usa y que sabe que es suya. Tú tienes otra —le recordó.
Matt insistió en ello. Milos le adoraba y le gustaba tanto pasar tiempo
con él que Matt fue preparando un cuarto para dormir la siesta y tener sus
juguetes. Luego pidió quedarse algún fin de semana, ocupando cada vez
más espacio en la casa.
Como Nicco también empezó a visitarle, preparó otra de las
habitaciones con la esperanza de que acompañara a Milos alguna vez, pero
todavía no había pasado. Todavía no se había mudado con Matt, pero le
gustaba pensar que cuando lo hiciera, ellos verían que tenían dos casas en
vez de una.
El timbre de la puerta hizo que todos alzaran la cabeza.
Se movió en apenas unos pocos segundos saliendo de la cocina y
recorriendo el recibidor.
—Grazie a Dio —murmuró cuando abrió la puerta y Matt se empujó
directamente a sus brazos—. ¿Estás bien? —preguntó con ansiedad tocando
cada parte de él que estaba a su alcance—. ¿Te hizo algo? ¿Se atrevió a
hablarte?
Matt apretó las manos alrededor de su espalda, presionando la cara
contra su cuello.
—Mitchell y Natalie no dejarían que eso pasara —le tranquilizó
retirándose para poder mirarle a la cara.
Kane le acarició los pómulos con los dedos. Sus ojeras eran oscuras,
pronunciadas y sus ojos estaban enrojecidos.
Lo besó en los labios una y otra vez, subiendo por sus mejillas hasta su
frente mientras le estrechaba entre sus brazos, donde estaba seguro y a
salvo.
—Dijiste que me ibas a llamar para recogerte —le recordó todavía sin
separarse.
—Quería calmarme un poco antes de verte —confesó con voz cansada
—. Ya está, su abogado aceptó todas las cláusulas. Se terminó.
Lo apretó con más fuerza, besando su sien.
—Eres muy valiente, estoy muy orgulloso de ti por hacerle frente —
murmuró en su oído.
Matt se estremeció entre sus brazos, relajándose contra él, escuchando
con atención sus palabras.
—¿Estás bien cielo? —preguntó su madre asomándose al pasillo.
Matt se separó para recibir otro abrazo. Ella le habló en voz tan baja que
solo él la escuchó, fuera lo que fuera, lo hizo sonreír así que estaba bien
para él.
—¿Tienes hambre? Apuesto a que no has comido nada —dijo ella.
—Tenía miedo a vomitar de los nervios —le respondió Matt con
sinceridad.
—Te prepararé algo ahora mismo y luego irás directo a la ducha.
Pasaremos toda la tarde en el sofá, haré chocolate y te sentirás mejor —le
prometió.
Matt sonrió con dulzura mirándola, la atrajo a otro abrazo que ella se
apresuró en devolver.
—Eso suena genial —respondió al separarse.
—¿Dónde está Milos? —preguntó extrañado mirando alrededor. En
cuanto escuchaba la voz de Matt solía salir corriendo.
—En la sala, estará viendo alguna película. Ve a buscarlo —le animó su
madre.
Nicco saludó con la mano a Matt. Él le sonrió pasándole la mano por el
brazo, ocultó su diversión al comprobar que Nicco no se apartaba. «¡Oh, sí!,
Matt se lo estaba ganando».
Entró a la cocina en busca de una taza de café.
—Su café está con el chocolate. Mamá siempre tiene un frasco para él
—dijo Nicco a su espalda.
—Gracias a que Nicco se fijó en la marca que usa en su casa —añadió
ella.
Ahogó la sonrisa preparando el café.
—¿No está todo muy silencioso? —preguntó su madre mientras hacía
algo de picar a su lado.
—Iré a ver —se ofreció Nicco saliendo a buscar a los demás. Volvió en
apenas un minuto—. Tenéis que venir a ver esto —les dijo sonriendo.
Intercambiaron una mirada extrañada antes de seguirlo.
Nicco los llamó desde el marco de la puerta con el móvil en la mano.
Matt dormía profundamente en el sofá, Milos estaba tumbado a su lado
acariciándole la frente y la nariz como hacían ellos para ayudarle a dormir.
—Shhh —les chistó Milos—. È addormentato.
—Te dije que llevaba toda la semana sin dormir —musitó a su madre
que sonrió negando con la cabeza.
—Dejémosle descansar un rato. Nicco, envía esa foto al chat de la
familia. Todos querremos una copia.
Los escuchó irse, pero continuó mirándolos. Matt cambió su vida por
completo, cubrió un hueco en su familia que parecía imposible de llenar. No
usurpándolo, sino tomando el espacio poco a poco de forma natural,
ocupando tanto como ellos le ofrecían.
Le llenó de una ilusión de vivir que no sabía que había perdido,
iluminando cada uno de los aspectos de su vida con su carácter picajoso y
generoso. Todavía había mañanas en que se despertaba y se preguntaba
cómo podía tener tanta suerte. Que en medio de un mundo de gente,
consiguió a ese maravilloso hombre.
Se acercó al sofá, incapaz de seguir lejos de él.
—Shhh. —Volvió a advertirle Milos.
Le sonrió dándole un beso en la coronilla al pequeño, para dejar otro en
la frente de Matt.
—Lo queremos mucho. ¿Verdad? —le preguntó Milos sonriendo
contento acurrucándose en el costado de Matt.
—Muchísimo.
EPÍLOGO

Un año después.

La emoción del circuito resonaba incluso con los auriculares, podía


sentir los gritos y el zumbido de los coches sacudiéndole todo el cuerpo.
—¡Última vuelta! —La voz de Trevor resonó en sus oídos—. No puedes
aflojar. Te juegas el título, chaval, aguanta.
—Va a hacer algo —respondió Kane—. McCannan no se va a rendir.
Aunque no lo hubiera dicho, todos sabían que era así. El ganador de esa
última competición ganaba el título, llevaban todo el año el uno detrás del
otro. Luchando por ese podio que casi podían rozar con las puntas de los
dedos.
Era un desgaste físico y psicológico, se notaba en su voz que sonaba
ronca por el cansancio.
Toda la familia había acudido hoy al circuito con las camisetas del
equipo, animando y gritando como nunca. Beatrice se sentaba con la madre
de Jackson, Natalie y Amelia vigilando a Milos que se colgaba de la
barandilla de la grada con Nicco y Pitt a su lado. Dominic, Jackson y Mich
estaban entre los mecánicos, parecían tan nerviosos que podrían saltar al
asfalto en cualquier momento.
Solo él se quedó en la zona de control con Trevor.
—Vamos chico. ¡Aguanta! —le ordenó con firmeza el mecánico—.
Llevas deseando esto años, no te rajes ahora.
Matt contuvo el aliento cuando los dos coches corrieron por una curva
muy cerrada y McCannan le tomó la delantera. Todo el público rugió en
protesta, mientras la maldición de Kane resonaba en los auriculares.
—Concéntrate chico —ordenó Trevor—. Todavía queda la última
vuelta.
Los ojos del hombre encontraron los suyos, asintiendo con la cabeza.
Cubrió el micrófono para hablarle.
—Sabe lo que hay que hacer. No necesita guía. Necesita corazón para
ganar esto.
Le dio a un botón haciéndole una señal afirmativa.
—No eres de los que se rinden, así que más te vale que no estés
pensando en dejarte ganar por McCannan —le amenazó mirando en una de
las pantallas como corría el coche.
La risa cansada de Kane le hizo sonreír.
—¿Dónde quedó todo eso de anoche? —preguntó animándose—. Eso de
que daba igual el resultado, porque amo lo que hago. —No le importaba
que el equipo estuviera oyendo. Eran parte de la familia de Kane.
—Eso era antes de ver que estás a punto de ganar —le devolvió.
En el monitor, el coche de McCannan tomó unos metros más de
delantera.
—No importa si ganas o pierdes —dijo más serio—. Nada va a cambiar
sea cual sea el resultado. Nicco y Milos seguirán pasando casi todo el
tiempo en nuestra casa, tu madre continuará preparándonos la comida cada
domingo, nuestros amigos nos volverán locos con sus ocurrencias y esta
noche iremos a ese concierto que tanto deseas. Nuestra vida no cambiará,
amore. Pero esto no es por nosotros, esto es para ti. Te has dejado la piel
este año, has competido como nunca, te mereces ganar.
Kane no contestó, su coche aminoró la distancia con McCannan en la
siguiente curva. Trevor contuvo el aliento a su lado.
—Además, si ganas hoy, tendremos dos motivos de celebración —siguió
diciendo.
—¿Cuál es el otro? —preguntó Kane con la tensión reflejándose en su
voz.
—¿Sabes esa lucha eterna que tienes con tu madre para que deje que le
compres una casa?
—No te creo. —La sonrisa en la voz de Kane era obvia aunque no
estuviera mirando la pantalla.
—Me lo dijo en el hotel. Hay una casa en la misma calle que la nuestra.
Dijo que no sería horrible echarle un vistazo. Y traduciendo el idioma De
Luca al de las personas normales eso es un… sí, podéis comprarme una
casa.
Le escuchó maldecir en italiano con felicidad.
—Lo juro por Dios, consigues cosas imposibles.
—Que puedo decir. Eres un tipo afortunado, tienes suerte de tenerme en
tu vida —bromeó.
—La tengo, prezioso —le aseguró enfilando la siguiente curva. La
última.
—Demuéstramelo —le pidió en un arrebato—. Gana para mí. Por
nosotros. Sé que puedes hacerlo, confío en ti.
Miró el monitor, Kane estaba cerrando la curva, aprovechando que su
coche era más ligero, acorralándolo contra la pared para hacerlo perder
velocidad.
El equipo se colgó de las barandillas viendo el principio de la curva,
pero él continuó observando la pantalla. Con la mirada fija en el hombre
que le cambió la vida hacía ya dos años, aquella lejana tarde cuando Kane
arrastraba a su hermano por el aparcamiento.
Muchas cosas habían cambiado desde entonces.
Nicco acababa de aprobar el primer año de universidad. Ingeniería
mecánica, resultó ser lo suficiente interesante para obtener su atención.
Milos seguía estando lleno de energía y los volvía locos con su nuevo
pasatiempo. Aunque puede que eso fuera totalmente culpa suya por
regalarle un piano de juguete.
Beatrice había hecho algunos nuevos amigos y salía a comer o cenar
cada poco tiempo. Sospechaba que el dueño de la panadería que abrió al
lado de su trabajo tenía mucho que ver, pero solo había compartido sus
dudas con Nicco.
Su primer viaje para conocer la casa de su familia en Italia los acercó
mucho. Fueron cuatro semanas maravillosas y ese mismo verano todos
volverían allí de nuevo.
Antes de reincorporarse al trabajo habría tiempo para un viaje de ellos
dos solos. Sus vidas eran un maravilloso barullo de amigos, trabajo y
familia, aunque no lo cambiaría por nada. Era feliz y tenía mucho más de lo
que jamás hubiera imaginado.
—¡Dai che ce la fai[1]! —gritó viendo como salía de la curva con muy
poca distancia de su competidor.
Volvió tan enamorado de Italia que nada más regresar de vacaciones se
apuntó a clases particulares de italiano. Todavía no se sentía muy seguro
usándolo, pero merecía la pena porque a Kane le encantaba escucharlo.
Contuvo la respiración cuando McCannan acortó la distancia casi
rozándole.
Kane tuvo que dar un volantazo para evitar que lo golpeara desde atrás.
—Te quiero tanto —murmuró sonriendo al ver su coche pasar delante de
él sin la ayuda del monitor.
Dos segundos después Kane atravesaba la meta.
Hubo un parpadeo de indecisión antes de que todo el mundo se pusiera a
gritar. Miró al cielo riendo, llevándose las manos a la cara. Se quitó los
cascos y fue hasta el límite de la pista corriendo, a tiempo de ver a Kane
saliendo por la ventanilla del coche en el área designada para parar.
Saludó al público levantando los brazos en alto, observó con orgullo
cómo se daba la mano con McCannan antes de quitarse el casco e ir hacia el
equipo que lo recibió en medio de gritos de júbilo y un abrazo grupal.
Había cámaras haciéndoles fotos y grabando, a pesar de eso, en cuanto
le miró supo que no iba a detenerse. Sonrió asintiendo mientras salía de la
zona del equipo para ir a su encuentro. Kane lo alzó en brazos por encima
de su cabeza.
—Lo conseguí, prezioso —dijo Kane en voz alta dejándolo resbalar por
su cuerpo—. Te quiero —murmuró agarrándole de las mejillas.
Sonrió levantando la cabeza y echándole los brazos al cuello,
permitiendo que le diera un beso.
El mundo giró mientras se besaban y con seguridad no sería el mismo
cuando dejaran de hacerlo. No importaba, se enfrentaría a lo que fuera por
él. Porque su amor era fuerte, resistente… como el titanio.
AGRADECIMIENTOS

En este libro más que nunca gracias a todos los que me quieren y apoyan
sin importar lo que haga.

Gracias a mi consorte.

Como siempre, sin ti estaría perdida. Eres mi corazón, mi inspiración y mi


soporte.
SOBRE LA AUTORA

Aislin Leinfill a cautivado a miles de lectores a lo largo de sus 10 años


publicando en plataformas de lectura, recopilando más de 5 millones de
visitas en Wattpad, la plataforma narrativa más famosa en el mundo.
Lectora ávida de casi todos los géneros, tiene debilidad por las historias de
amor inesperadas y los mundos fantásticos, pero un buen romance
contemporáneo será su placer culpable.

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