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Documento de Apoyo - Taxonomía de Las Emociones

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Tabla de contenido

1 Emociones: una taxonomía para el Desarrollo Emocional ....................... 2


1.1 Taxonomía de las emociones ................................................................... 6
1.1.1 Dimensión 1: Alarma ................................................................................ 9
1.1.2 Dimensión 2: Ánimo ................................................................................. 9
1.1.3 Dimensión 3: Afecto ............................................................................... 10
1.1.4 Dimensión 4: Autoconcepto .................................................................... 11
1.2 Técnicas de desarrollo emocional .......................................................... 11
2 Referencias ............................................................................................ 16
1 Emociones: una taxonomía para el Desarrollo Emocional

La emoción es la fuerza impulsora más poderosa del comportamiento humano. Es


una corriente de energía electroquímica que recorre las células de nuestro cuerpo
preparándolo para la acción (Valderrama, 2009).

Según el DRAE, la emoción es una alteración del ánimo intensa y pasajera,


agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. El término
emoción proviene del latín emovere que significa poner en movimiento. Las
emociones implican una predisposición a actuar en determinado sentido.

La emocionalidad es un proceso psicológico de importancia vital para el organismo.


Las emociones son nuestra brújula interna. Son reacciones psicofisiológicas a los
acontecimientos internos o externos significativos para el organismo. Labrador
(2011) destaca tres funciones principales:

• Adaptativa: la emoción es el principal sistema de evolución y adaptación a


las condiciones ambientales del que dispone el ser humano. Prepara al
organismo para la acción: ataque, huida, cuidado de la prole…
• Social: las emociones nos sirven para comunicar el propio estado de ánimo
a los congéneres, predecir e influir en su comportamiento.
• Motivacional: las emociones facilitan las conductas motivadas para alcanzar
una meta.

Conviene diferenciar entre emociones (breves, intensas y desencadenadas por un


acontecimiento concreto) y estados de ánimo (duraderos, por lo general menos

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intensos y más vagos, no ligados a un evento preciso). Lo que llamamos
sentimientos son las etiquetas o representaciones mentales de los cambios
fisiológicos que experimentamos mediante las emociones.

Durante siglos, nuestra arrogancia nos hizo creer que éramos seres completamente
racionales. “Pienso, luego existo”. Hoy en día ya tenemos la explicación de
nuestras conductas incoherentes y de nuestros arrebatos. Como descubrió
Ledoux, la información procedente de los sentidos llega antes al sistema límbico (la
amígdala) que a la corteza, siendo responsable de nuestras reacciones
automáticas, que sólo instantes después podemos controlar, moderar o confirmar
(Valderrama, 2009).

Este descubrimiento del circuito rápido que procesa las emociones viene a validar
la teoría de William James, pionero de la psicología científica. En su artículo de
1884, “Qué es la emoción”, sostenía que las emociones son las sensaciones
corporales que siguen directamente la percepción del hecho desencadenante. En
contra del sentido común que nos dice que huimos de un oso porque nos da miedo,
James decía que tenemos miedo porque huimos del oso. "No lloramos porque
estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos." Efectivamente se ha
demostrado que, guiado por la amígdala cerebral, nuestro organismo reacciona a la
amenaza antes de que esta llegue a la conciencia en la corteza del lóbulo frontal, a
través de un camino más largo.

Las emociones cumplen un papel adaptativo para nuestra supervivencia y


bienestar, incluidas las emociones negativas. Estas nos informan de las amenazas
que pueden poner en peligro nuestra integridad física o psíquica, permitiéndonos

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reaccionar para ponernos a salvo. En un instante, estrechan nuestro repertorio de
pensamientos y acciones a aquellos que favorecieron la supervivencia de nuestros
ancestros (Frederickson, 2003).

Al generar esta focalización en la amenaza, las emociones negativas también


limitan nuestra percepción y estrechan el campo de las soluciones que vemos.
Cuando no se utilizan estrategias de afrontamiento adecuadas, las emociones
negativas pueden derivar en estados de ánimo (ansiedad, depresión, resentimiento)
nocivos para la salud física y mental.

Respecto al papel adaptativo de las emociones positivas, Barbara Frederickson


(2003) propone su teoría de ampliación- construcción, según la cual, las emociones
positivas expanden el estado mental del individuo, ayudando a construir recursos
personales duraderos. Son recursos intelectuales, físicos, sociales y psicológicos
que se traducen en mayores probabilidades de supervivencia y éxito reproductivo.
Por ejemplo, la alegría y diversión que conlleva el juego en niños y adultos les lleva
a desarrollar coordinación, fuerza y salud cardiovascular. Las estrategias de juego
desarrollan habilidades para resolver problemas. La camaradería fortalece los lazos
sociales que pueden proporcionar un apoyo crucial en algún momento en el futuro.
Las actividades lúdicas también construyen recursos psicológicos como
resiliencia, optimismo y orientación a resultados.

Los experimentos realizados por Alice Isen (1987) durante veinte años
demostraron que cuando las personas sienten emociones positivas, su
pensamiento se vuelve más creativo, flexible y abierto a la información. La

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ampliación del foco de atención y la flexibilidad mental que producen las emociones
positivas pueden conducir al descubrimiento de nuevas ideas.

Además de conducir a estados mentales creativos, las emociones positivas


impulsan a actuar para superar las dificultades y salir fortalecidos. Favorecen el
crecimiento personal, ampliando nuestros recursos y nuestra capacidad de acción.

Las personas que experimentan más emociones positivas en su vida tienen mejor
salud y una mayor esperanza de vida. En el Estudio de las Monjas, los
investigadores analizaron el contenido emocional de las autobiografías que habían
escrito al profesar cuando jóvenes. Las monjas que expresaron más emociones
positivas vivieron diez años más que aquéllas que expresaron menos. Este aumento
de la esperanza de vida es considerablemente mayor que la ganancia lograda por
quienes dejan de fumar (Danner, Snowdon & Frieser, 2001).

Las emociones positivas tienen un efecto de “deshacer” las repercusiones


cardiovasculares de las emociones negativas. Esto sugiere que pueden reducir el
daño fisiológico en el sistema cardiovascular sostenido por las emociones negativas
(Fredrickson, 2003).

“Lamentablemente” las emociones negativas tienden a durar más que las


positivas, por la ley de la asimetría hedónica. Las emociones responden a los
cambios, de modo que tendemos a habituarnos a los estímulos con la repetición.
Pero el dolor persiste en el tiempo, si persisten las condiciones adversas, pues las
emociones existen para advertir de las situaciones que requieren una respuesta. El

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placer no tiene tanto valor para la supervivencia, por lo que desaparece con la
satisfacción continua (Fritja, 1988).

1.1 Taxonomía de las emociones

Los psicólogos Salovey y Mayer acuñaron el término inteligencia emocional y la


definieron como “la habilidad para percibir, valorar, comprender, regular y expresar
emociones, con el fin de promover el crecimiento emocional e intelectual” (Salovey
& Mayer, 1990).

Daniel Goleman popularizó el concepto definiéndola como “la capacidad de


reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar
bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones” (Goleman, 1998).

En ambas definiciones de inteligencia emocional vemos que el primer paso es


reconocer las emociones, tomar conciencia de ellas y discernir su significado.
“Cuanto mayor sea la precisión con que monitoricemos nuestras alteraciones
emocionales, más rápidamente podremos recuperarnos de sus efectos
perturbadores. La claridad emocional nos capacita para controlar nuestros estados
de ánimo negativos” (Goleman, 1998).

Paul Ekman, psicólogo pionero en el estudio de las emociones y su expresión facial,


encontró que el ser humano tiene un repertorio de emociones básicas que pueden
reconocerse en todas las culturas del mundo, en línea con la hipótesis de Darwin
de su origen biológico. Cada emoción dispara una serie de estados fisiológicos que
nos predisponen para responder de una determinada manera de acuerdo con la

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situación. Inicialmente identificó seis emociones primarias universales que codificó
mediante microexpresiones de los músculos faciales: ira, miedo, alegría, sorpresa,
tristeza y asco (Ekman, 1992). Posteriormente añadió otra lista de emociones
secundarias que se derivan de las primeras a través de la maduración y procesos
sociales: culpa, vergüenza, orgullo, celos, desprecio, alivio, etc.

Según Fredrickson, las taxonomías científicas de emociones básicas suelen


identificar una emoción positiva por cada tres o cuatro emociones negativas. Esto
puede deberse a la falta de diferenciación en la expresión facial de las emociones
positivas. Todas ellas comparten la sonrisa de Duchenne, con los extremos de los
labios levantados y los músculos alrededor de los ojos contraídos. También parece
haber una indiferenciación en las respuestas autonómicas (Fredrickson, 2003).

La complejidad y riqueza de matices del mundo emocional dificulta la existencia de


un modelo universalmente aceptado de clasificación de emociones (Valderrama,
2015). La taxonomía que propongo a continuación pretende tener utilidad de cara
al desarrollo emocional.

Se compone de 4 dimensiones emocionales distribuidas en dos polos, negativo y


positivo.

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Figura 1. El Arco Iris emocional (Valderrama, 2015)

Las emociones del polo negativo se perciben como desagradables, se relacionan


con la frustración de objetivos, una amenaza o pérdida y orientan al organismo hacia
la aversión y la evitación. Requieren la movilización de energías para afrontar la
situación en el momento. Las emociones positivas se perciben como agradables, se
relacionan con el logro de una meta y orientan al organismo a la aproximación.

La línea del desarrollo emocional va de izquierda a derecha de la figura. Siendo


cierto que las emociones negativas tienen un significado vital para informarnos de
necesidades insatisfechas de nuestro organismo, quedarnos en ellas no nos reporta
utilidad, sino que afecta negativamente a nuestro bienestar psíquico y físico, así
como a nuestras relaciones y nuestra capacidad de acción. En el polo positivo están
aquellas emociones que hemos de cultivar para disfrutar de una vida saludable,
unas relaciones interpersonales positivas y una mentalidad constructiva y creativa.

Cada dimensión incluye dos o tres variantes emocionales con matices de


significado.

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1.1.1 Dimensión 1: Alarma

Relacionada con la protección frente a las amenazas a las que se enfrenta la


persona.

El desarrollo emocional (individual, de equipo o de clima organizacional) consiste


en pasar del miedo a la confianza y de la preocupación a la esperanza.

1.1.2 Dimensión 2: Ánimo

Relacionada con el grado de dolor o placer que obtiene la persona de los


acontecimientos de su entorno físico y social.

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El desarrollo emocional consiste en pasar de la tristeza a la alegría y de la
resignación al entusiasmo.

1.1.3 Dimensión 3: Afecto

Relacionada con las preferencias en las relaciones y el valor que se confiere a los
demás.

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El desarrollo emocional consiste en pasar de la ira a la compasión, del odio
al amor y de la envidia a la gratitud.

1.1.4 Dimensión 4: Autoconcepto

Relacionada con la satisfacción que siente la persona consigo misma.

El desarrollo emocional consiste en pasar de la culpa a la autoestima y de la


vergüenza al orgullo.

1.2 Técnicas de desarrollo emocional

Al igual que la indefensión aprendida y otras emociones negativas pueden llevar en


una espiral descendente hasta la depresión, cultivar emociones positivas puede
desencadenar espirales ascendentes que favorecen el crecimiento y florecimiento
de las personas, grupos y comunidades. La transformación de la comunidad se hace

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posible gracias a que la emoción positiva de cada persona puede resonar a través
de otros, creando cadenas de eventos mutuamente reforzantes (Fredrickson, 2003).

El Arco Iris Emocional (Valderrama, 2015) es una taxonomía que facilita clasificar y
desarrollar nuevas herramientas científicamente probadas para ayudar a las
personas y los grupos a florecer y desplegar su potencial.

La regulación emocional comprende los intentos de influir en el tipo de emoción que


experimentan las personas, cuándo se experimentan estas emociones y cómo se
expresan. Los procesos de regulación de las emociones pueden ser conscientes o
inconscientes y orientarse a disminuir las emociones negativas o activar las
positivas (Gross, 1998).

Hay técnicas válidas para transformar en positivas las emociones negativas en las
cuatro dimensiones. Una fundamental es a través de la reformulación cognitiva,
descubriendo el significado positivo de las circunstancias actuales, mediante la
búsqueda de beneficios dentro de la adversidad.

También la resolución de problemas puede aplicarse de forma transversal para


buscar soluciones a las situaciones que están generando emociones negativas.

En el caso de la dimensión de Alarma, es muy importante reconocer y aceptar el


miedo o la preocupación (ansiedad). La evitación experiencial es un proceso que
implica evaluaciones negativas excesivas de los pensamientos y sentimientos no
deseados, una falta de voluntad de experimentarlos y esfuerzos deliberados para
controlarlos o escapar de ellos. Es un mecanismo fundamental en el desarrollo y

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mantenimiento de trastornos psicológicos e interfiere con la capacidad de vivir de
acuerdo con los propios valores (Hayes, 1994).

Numerosos estudios han encontrado que las estrategias centradas en evitar las
emociones negativas aumentan el malestar psicológico. La supresión emocional
disminuye con éxito las conductas emocionales negativas, pero también tiene
consecuencias adversas como el aumento de la activación fisiológica, la atenuación
de las experiencias emocionales positivas y la creación de vínculos sociales más
débiles con los compañeros de interacción (Gross, 2002).

La Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes et al, 1999) propone estrategias


de abordaje dirigidas a aceptar y validar las respuestas emocionales a las
situaciones, tal como ejercicios experienciales, la exposición y la activación
conductual guiada por valores, con el fin de ayudar a los clientes a seguir adelante
con sus vidas en la dirección de los valores elegidos.

Según Roberto Aguado, la reestructuración cognitiva es una metodología útil para


el 65 % de los sujetos con trastornos emocio- nales, pero no ayuda al 35 % a
conseguir un cambio terapéutico, por lo que es necesario trabajar con memorias
emocionales que impiden dicha reestructuración, interviniendo directamente en
la emoción para cambiar estas memorias y generar un programa emocional
incompatible o antídoto al anterior (Aguado, 2014).

Este planteamiento es coherente con el de Joseph Wolpe, que estableció el


Principio de la Inhibición Recíproca, por el cual la ansiedad puede inhibirse
suscitando una emoción o respuesta incompatible. Muchas de las técnicas actuales

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se basan en la desensibilización sistemática, el método psicoterapéutico que
desarrolló, basado en la aproximación sucesiva de la persona a situaciones que le
producen malestar y que están limitando su vida, mediante visualización y/o en vivo
(Wolpe, 1958).

Tugade y Fredrickson han hecho una revisión de las técnicas eficaces para la
creación o el mantenimiento de las experiencias emocionales positivas. Incluyen la
técnica de saborear para disfrutar de eventos positivos antes de que ocurran (fase
anticipatoria), estar plenamente presente en la experiencia actual (fase de
compromiso), y evocar el recuerdo de pensamientos, imágenes y sensaciones
positivas para infundir el presente con más placer (fase de reminiscencia). La
sinergia entre las estrategias deliberadas y las técnicas más automáticas de
regulación, como el contagio emocional, favorecen la resiliencia (Tugade &
Fredrickson, 2004).

Lo dicho hasta aquí puede aplicarse también a la dimensión de Ánimo. La


reestructuración cognitiva, la resolución de problemas, la activación conductual, el
saboreo y el cultivo de relaciones positivas, son técnicas muy eficaces para
transformar la tristeza en alegría y salir de estados depresivos.

En cuanto a las dimensiones de Afecto y Autoconcepto, cada vez hay más


evidencias que avalan la efectividad de las técnicas de meditación o mindfulness
para desarrollar la compasión, el amor hacia los demás y hacia uno mismo
(Fredrickson et al, 2008). Las investigaciones del neuropsicólogo Richard Davidson
con monjes tibetanos demuestran los efectos positivos de la “meditación de la

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compasión y el amor benevolente” para disminuir el egoísmo y aumentar la empatía
y el altruismo (Davidson, 1913).

La mente del que medita llega a vivir gradualmente dentro de los sentimientos del
amor universal y la compasión. En occidente conocemos las prácticas de meditación
como “mindfulness” (conciencia plena). Se ha demostrado científicamente que la
práctica regular reduce el estrés, mejora el bienestar psicológico, estimula la
creatividad, el optimismo y las emociones positivas como el amor incondicional
(Valderrama, 2015).

Las prácticas de gratitud han mostrado su eficacia para adquirir un mayor bienestar
físico, psicológico y social (Emmons, 2008). También se ha demostrado que el
uso de las fortalezas psicológicas conduce a menos estrés, mayor autoestima,
vitalidad y afecto positivo (Wood et al, 2011).

En definitiva, pensamos que el modelo Arco Iris emocional puede ser una taxonomía
que ayude a clasificar y desarrollar las técnicas clásicas y emergentes para el cultivo
de emociones positivas y el desarrollo emocional.

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