Características de La Iglesia Ortodoxa
Características de La Iglesia Ortodoxa
Características de La Iglesia Ortodoxa
EJERCICIO Nro. 2
AUTOR
Ya de plano el autor intenta argumentar erradamente que ni siquiera existe una Teología
Oriental, cuando fue en el Medio Oriente, concretamente en Israel y en las regiones circunvecinas,
donde empezaron las primeras predicaciones y donde por primera vez fueron reconocidos los
discípulos de Cristo como cristianos (Cf. Hech. 11,26). Desconocer que ni siquiera exista una
Teología Oriental es en cierto modo no tomar en cuenta que Jesús, la Virgen, los Apóstoles y
muchos Santos fueron orientales y que fue desde el Oriente que se trasladaron a Roma y no
viceversa. El autor esgrime que ello se debe a que no hay subordinación a la Iglesia Latina Romana
(saca a relucir “extra ecclesiam nulla salus” -fuera de la Iglesia no hay salvación- como si la Iglesia
se redujera a ser única y exclusivamente la Latina Romana) y a muchos de sus dogmas irreflexivos,
impuestos a la fuerza sin el debido consenso de toda la cristiandad (tal es el caso del “filioque”:
para la Iglesia romana el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo; contraviniendo así lo que se
venía sosteniendo en los primeros concilios ecuménicos, que procede sólo del Padre). La Iglesia
latina de Roma muchas veces ha echado mano de métodos no tan cristianos para imponer a la
fuerza su hegemonía. Baste citar, por ejemplo, lo ocurrido con la Iglesia ortodoxa antioquena en la
India, llamada Iglesia Malankar, donde los misioneros portugueses, vinculados con las bayonetas y
la pólvora de los conquistadores, prácticamente obligaron a muchos ortodoxos a ser súbditos del
Papa, creándose así la iglesia India Malabar uniata.
Sin embargo, admite que en cierto sentido se puede hablar de Teología Oriental, lo cual da la
impresión que denotara falsedad, error y oscurantismo, donde la única vía valedera para hacer
teología fuese la escolástica, ese maridaje entre Aristotelismo y Tomismo. Hoy en día muchos de
los esquemas mentales propuestos por Aristóteles y que luego tomará Tomás de Aquino, ya están
desfasados, obsoletos y superados. Por ejemplo, Aristóteles sostenía, contra toda
experimentación, que la tierra era el centro del Universo, lo cual también fue mantenido por Santo
Tomás, malinterpretando del mismo modo textos bíblicos.
Mientras que Weigel enfoca la teología oriental de una manera infamante, odiosa, se observa
en Felmy una postura más respetuosa, más cordial. Karl Rahner sostiene que el cristiano del siglo
XX será un místico o no será nada. En tal sentido, Felmy apunta a que la nueva teología ortodoxa
quiere reflexionar desde la experiencia, en concreto desde la ascética, la liturgia (principalmente la
Eucaristía, pero también los otros Sacramentos), la vida de oración. Ciertamente la Sagrada
Escritura y la tradición de los Padres permea toda la teología ortodoxa, pero su enfoque es más
vivencial que intelectual. Cuando vemos que en Occidente ha prevalecido el intelecto, la razón,
fruto de unas disquisiciones intelectuales que muchas veces parecieran perder el sentido
(recuérdese, por ejemplo, las elucubraciones intelectuales del medioevo con respecto a cuántos
ángeles podían caber en la cabeza de un alfiler); Oriente se enfoca más en el sentimiento y la
experiencia, es por tanto más globalizante, más integrador.
Felmy señala que hubo momentos en los que la teología ortodoxa no estuvo totalmente
marcada por la experiencia. Fue la época de la denominada teología de escuela, no obstante esta
forma de reflexión nunca fue tan acentuadamente racional como la teología escolástica y menos
como la nueva teología de inspiración más bien protestante, en donde se racionaliza tanto el
Misterio de la Fe que termina oscureciéndolo. Aunque hay que matizar que no toda la teología
romana fue netamente escolástica, también hubo momentos en los que la experiencia mística
influyó en la reflexión teológica de Occidente. Cabe mencionar en tal sentido a Santa Catalina de
Siena, Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Incluso el mismo paradigma de la teología
escolástica, Santo Tomás de Aquino, tuvo una experiencia tan profunda de Dios al final de su vida
que se narra que estuvo a punto de botar sus escritos. Hoy en día Occidente muestra un enorme
abanico de opciones que van desde las posturas más conservadoras hasta las más liberales; en
consecuencia no se puede hablar de una teología romana sino de muchas, con sus claroscuros
correspondientes. La teología ortodoxa muestra mayor unidad, mayor integración. Sus temas
apuntan a la purificación, la iluminación y la deificación, recuerdan más aquella frase de San Pablo:
“Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gál. 2,20).
Víctor Codina continúa en la misma temática que Felmy, reafirmando que en Oriente hay la
unidad entre teología y espiritualidad, teología y vida, teología y mística; siendo esta última la cima
de la teología. Es interesante cuando señala que, al enfocar la teología catafática (vía positiva) -
dominadora del pensamiento Occidental- ella está cargada de conceptos los cuales generan ídolos.
No sé si estaré errado al decir, por ejemplo, que percibo que el Papado Romano degeneró en eso,
pues al Papa se le llevaba en la silla gestatoria como si fuera un Faraón, en medio de enormes
plumas de avestruz, había que arrodillarse ante él (costumbre que no se ha suprimido del todo).
Se creó todo un dogma de la infalibilidad pontificia bajo el Papado de Pío IX, casi endiosando al
Romano Pontífice, cuando por la historia de la Iglesia Romana se puede ver que hubo hasta 3
Papas al mismo tiempo (el Papado de Avignon), e inclusive se estudia que un Papa llegó a ocupar
la sede romana a la edad de 12 años (Benedicto IX), en cuyo Papado reinó la depravación y la
anarquía. Esa idolatría llegó a su culmen con la figura de Juan Pablo II, el Papa más mediático de la
historia. La Iglesia Romana afirma rotundamente que Pedro fue el primer Papa, pero el pescador
de Galilea no aceptaba que nadie se le arrodillara (Cf. Hech. 10,25-26), cosa muy contraria a sus
supuestos sucesores.
Codina señala que por obra del Bautismo renace la razón y ella puede servirse de cualquier
filosofía y ciencia, las cuales son a su vez iluminadas y trascendidas por la fe. A la teología se entra
por la conversión de la inteligencia, no es tanto fruto de elucubraciones abstractas ni
disquisiciones sin sentido. La vía teológica ortodoxa es la apofática (vía negativa), en la cual a Dios
sólo se le capta por el silencio y la abnegación. Esta teología tiende a la adoración, a la unión
Divina, a la purificación, en fin, a Dios se le alcanza por la senda del Amor. El método ortodoxo es
colegial, comunitario, ligado a la vida y a la experiencia espiritual.
CONCLUSIÓN.
Weigel intenta argumentar, erradamente, que no existe teología oriental, cuando toda la
reflexión teológica que se ha suscitado tanto en Oriente como en Occidente tienen como punto de
partida al Oriente Medio. Concede que en cierto modo exista, casi como dando una dispensa, pero
que es imperfecta pues no está vinculada a la “plenitud de la verdad” de la Iglesia Católica
Romana. En contraposición, Felmy apunta a que la teología ortodoxa parte de la vivencia
espiritual, de la experiencia, en concreto de la liturgia, la vida de oración y la ascética. Y Codina
sostiene que la teología occidental es catafática, llena de conceptos y disquisiciones que muchas
veces pueden conducir a la idolatría. Mientras que la teología ortodoxa es apofática, a Dios se le
llega por la vía del Amor, de la contemplación, del sentimiento, de la abnegación. El método
ortodoxo es comunitario.