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Teología Pastoral - NG

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TEOLOGÍA PASTORAL

NDC

SUMARIO: I. Fundamentación bíblica de la teología pastoral. II. Historia de la acción


pastoral en la Iglesia. III. Surgimiento y evolución de la teología pastoral: 1. En la teología
católica: 2. En la teología protestante; 3. Evolución actual; 4. Aportaciones últimas. IV. El
carácter propio de la teología pastoral: 1. La reflexión teológica; 2. La acción pastoral
como praxis; 3. Características propias de la acción pastoral. V. Fundamentación
eclesiológica de la acción pastoral. VI. Niveles en la acción pastoral. VII. Los retos de la
teología pastoral hoy. Conclusión: la dimensión crítica de la teología pastoral.

A primera vista, definir la teología pastoral puede parecer difícil, tanto por lo que es en sí
misma como por la evolución que ha tenido desde los comienzos de los estudios teológicos,
y especialmente en los dos últimos siglos. El término pastoral está presente en muchos
aspectos de la vida eclesial y, en consecuencia, desborda el ámbito de la teología. No faltan
los que aplican el término pastoral a un determinado enfoque con que tratan las distintas
materias teológicas; en este caso la teología pastoral no tendría estatuto científico y no sería
considerada como disciplina teológica.

La teología pastoral no ha evolucionado tan claramente como la teología sistemática y la


teología histórica. Sigue luchando para mantener el difícil equilibrio entre teoría y praxis; si
en el pasado predominó el aspecto pragmático de la teología pastoral, en el presente se han
dado pasos significativos para precisar la especificidad de la teología pastoral. Ante este
panorama, urge la definición precisa de lo que entendemos por pastoral. Para que un saber
se constituya como ciencia debe tener muy claros sus objetivos, su finalidad y la metodología
que le es propia.

Desde el primer momento tenemos que decir que el ser y el hacer, lo teórico y lo práctico,
no sólo no se oponen, sino que se implican mutuamente. Toda acción eclesial comporta un
elemento reflexivo que no se puede separar de la acción misma; la reflexión teológica sobre
la acción de la Iglesia es el contenido propio de la teología pastoral. Además, la teología
pastoral emplea la razón práctica como mediación de la reflexión, pues parte de la realidad
existente para llegar a la realidad tal y como debería ser, según la propuesta evangélica. En
este sentido, es teología inductiva y necesita necesariamente de la ayuda de las ciencias
humanas.

I. Fundamentación bíblica de la teología pastoral

El término pastor y pastoreo tiene base bíblica, tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento. Han sido los estudios bíblicos los que han renovado significativamente la vida
de la Iglesia, el quehacer teológico y la enseñanza de la teología. La historia de Israel se
presenta con frecuencia con la imagen del rebaño reunido por Dios como buen pastor1, que
libera al pueblo de la esclavitud y lo conduce a la tierra prometida con reiterados cuidados,
con paciencia y amor (cf Sal 78,52-55; Éx 15,13; Is 40,1). Desde esta misma óptica se
interpreta el regreso del exilio de Babilonia y la restauración del pueblo (cf Zac 10,8-12; Is
49,1-26; Miq 2,12).

La palabra pastor también se aplica a aquellos que deben guiar y proteger al pueblo. La
referencia para valorar el ejercicio del pastoreo es el modo como Dios ha cuidado a su
pueblo. El Mesías esperado se presenta también como el pastor que ha de realizar la
salvación plena y definitiva. Cristo se encuentra con un pueblo dominado, infiel y
desorientado «como ovejas sin pastor» (Mc 6,34; Mt 9,36). El evangelio de Juan presenta a
Jesús como el buen pastor que conoce a su rebaño y que da la vida por sus ovejas (Jn 10,1-
18); por la entrega del pastor los hijos dispersos serán reunidos (l Pe 2,25) y se irá formando
un solo rebaño bajo un solo pastor (Jn 10,16).

a) La praxis pastoral de Jesús recogida en los evangelios es la referencia obligada de la


pastoral de la Iglesia. Jesús de Nazaret aparece como profeta escatológico que anuncia el
reino de Dios2; como profeta es tenido por el pueblo (cf Mc 6,15; Mt 21,11; Lc 7,16; Jn
4,19; 7,40). «Es profeta porque, con una fidelidad absoluta a su misión y con una libertad
sin compromisos, anuncia las exigencias radicales de Dios, con plena lucidez sobre los
acontecimientos individuales y sociales»3. El núcleo de la predicación de Jesús es el anuncio
del reinado de Dios y la llamada apremiante a la conversión para que el tipo de vida que
propone sea posible. Los protagonistas del Reino son los pobres, los excluidos, los oprimidos
y los que padecen (Mt 5,1-11). Jesús manifiesta con sus acciones liberadoras que el Reino
está presente y que acaece por medio de su persona; al mismo tiempo, habla de que el Reino
se realizará plenamente en el futuro, cuando toda injusticia sea superada (Lc 17,26-30; Mt
11,5). El reino de Dios es una denominación teológica de la sociedad alternativa que Jesús
propone a la humanidad4.

Jesús une a los apóstoles a su misión, y después de la resurrección les encomienda la tarea
de apacentar desde el amor y la entrega (Jn 21,15-17). La misma fidelidad que Jesús
ha tenido a la voluntad del Padre es la que los apóstoles deben tener cuando reciben el
mandato misionero. Toda la Iglesia como pueblo de Dios, misterio de comunión y
sacramento de salvación para el mundo, está llamada a continuar la acción de Cristo.

Lo nuclear en la misión de Jesús es el anuncio del Reino como manifestación plena, gratuita
y definitiva de Dios en la historia, que se consumará en la plenitud escatológica. La persona,
la vida y las acciones de Jesús son la mediación necesaria para entender y vivir el Reino. La
muerte y la resurrección de Jesucristo manifiestan el carácter decisivo de la acción salvífica
de Dios, que va más allá de los límites históricos y da al acontecimiento de Jesús de Nazaret
un carácter definitivo y universal (Mt 18,15-20).

Jesús llama personalmente e invita al seguimiento; los que siguen a Jesús forman una
comunidad. Estando con Jesús y en la comunidad que él forma aprenden a actuar como el
Maestro. Jesús llama a Dios Abbá y nos propone una nueva relación con él. «El mensaje
central del Nuevo Testamento es, a la vez, la revelación del corazón paternal de Dios y la
revelación de la exigencia de que vivamos como hermanos: sólo cuando se asumen a la vez
estos dos aspectos, la revelación se hace humanizadora y liberadora; de otro modo podría
ser más bien alienante»5. Las acciones más significativas que Jesús hace son los gestos
sanadores, el perdón de los pecados y las comidas fraternas. De este modo Jesús nos revela
la misericordia entrañable del Padre, nos libera del mal y del pecado, nos devuelve la
esperanza y nos propone unos nuevos valores éticos.

b) Por el Espíritu Santo, la Iglesia que nace en Pentecostés es constituida en cuerpo de Cristo,
y Cristo actúa por medio de ella para hacer presente la salvación en todo tiempo y lugar. Las
primeras comunidades fueron conscientes de que su razón de ser estaba en Jésucristo y en el
evangelio, y de que su misión consistía en el anuncio del kerigma, la enseñanza de los
apóstoles (didajé), la llamada a la conversión, la vida fraterna (koinonía) y la celebración de
la cena del Señor (cf He 2,42-47; 4,32-35). El contexto sociocultural y sociorreligioso hace
que, desde el principio, la acción pastoral sea diferenciada por sus destinatarios y por la
organización de las comunidades (cf He 15,1-33; 17,16-34). La misión encomendada por
Cristo se vive como un itinerario de maduración de la fe e incorporación a la comunidad
cristiana, en el que intervienen los distintos ministerios. La reflexión teológica, el ejercicio
del magisterio y el discernimiento son tres elementos íntimamente relacionados en el ser y
en el hacer de la Iglesia primitiva. Y todo esto en un contexto de problemas internos en las
comunidades, de dificultades en la evangelización del mundo grecorromano y de
persecuciones por parte de los poderes públicos. En la Iglesia primitiva aparecen formas
comunitarias distintas en unidad y comunión; así lo atestiguan las comunidades de Jerusalén,
Antioquía, Corinto, Macedonia, Roma, Galacia, etc.

II. Historia de la acción pastoral en la Iglesia

a) La Iglesia primitiva manifestó un gran dinamismo en sus comienzos; en el inicio del tercer
siglo los cristianos eran un grupo significativo de la población del Imperio romano. En esta
época los cristianos tienen conciencia de que la Iglesia es universal y deben situarse en
relación positiva con la cultura que les toca vivir. El catecumenado y las escuelas de
catequistas fueron los dos grandes soportes de la acción pastoral de la Iglesia en los siglos II
y III6. A finales del siglo III la Iglesia es la fuerza espiritual más significativa en el Imperio
romano. Los laicos tienen gran protagonismo y la diferencia se establece entre creyentes y
no creyentes.

b) De la época patrística (siglos IV-VII) conservamos excelentes catequesis. A modo de


ejemplo, citamos De catechizandis rudibus de san Agustín o las catequesis mistagógicas de
Cirilo de Jerusalén. El ejercicio pastoral de los Padres manifiesta un admirable equilibrio
entre los diferentes elementos: jerarquía y fieles, Iglesia universal e Iglesia local, el obispo
de Roma y los demás obispos, la conversión, los sacramentos, la fe y la presencia secular.
El catecumenado, que duraba una media de tres años, va quedando reducido a la cuaresma,
se empieza a generalizar el bautismo de párvulos y comienza a hacerse la distinción entre
clérigos y laicos, con todas las consecuencias que esto ha tenido en los siglos posteriores.

c) En la época llamada de cristiandad, en la Edad media (siglos VIII-XV), el pueblo


comienza a no entender el latín, aparece una religiosidad más individual y se refuerza el
poder temporal del papado. La Iglesia se va configurando como un elemento estructurante
de la vida social. Los enemigos de la fe son los herejes dentro de la cristiandad y los
musulmanes fuera de ella; en respuesta se organiza la Inquisición y las Cruzadas. El derecho
romano va siendo acogido en el derecho canónico. Desaparece el catecumenado, decae la
catequesis y la predicación; la piedad cristiana se articula en referencia al Cristo sufriente y
lo especulativo va ganando terreno en la reflexión teológica. Dada la situación de hambre,
pestes y precariedades que padece la humanidad, la muerte aparece como elemento
importante en la configuración de la espiritualidad cristiana, tal y como lo manifiestan
las artes del bien morir. Decrece la conciencia comunitaria de los fieles cristianos, aparece
la territorialidad como criterio pastoral y los movimientos evangélicos que tratan de renovar
la vida de la Iglesia.

d) Los siglos XVI y XVII vienen definidos pastoralmente por la influencia de la Reforma y
la Contrarreforma. Lutero defiende una eclesiología fundamentada en la fe personal, la
palabra de Dios y el sacerdocio de los fieles. El concilio de Trento se propone hacer una
revisión de la dogmática y de la pastoral; la visión teológica de Trento influye decisivamente
en el desarrollo de la eclesiología y la pastoral. Trento afirma la transmisión eclesial de la
revelación, la estructura sacramental de la justificación y la constitución jerárquica de la
Iglesia. En consecuencia, se subraya el opus operatum de los sacramentos, se ve con recelo
el que los fieles lean la palabra de Dios, se reforma la liturgia para unificarla y se desarrolla
una espiritualidad cristiana centrada en la presencia real de Cristo en la eucaristía, la
devoción a la santísima Virgen, la misa como sacrificio y la importancia del sacerdocio
jerárquico. Trento inicia una labor importante de formación del clero diocesano, y de
instrucción religiosa de los laicos a través de las catequesis dominicales para adultos.

e) En los siglos XVIII y XIX la Iglesia toma una actitud de separación del mundo y se genera
una pastoral de defensa de la fe, pues se ve con desconfianza a la sociedad. La preocupación
pastoral se orienta hacia la educación moral, el sacramentalismo sin mucha preparación, y
unas formas de piedad individualista. A finales del siglo XIX se dan en Alemania los
primeros intentos de renovación kerigmática, el inicio del catolicismo social y la renovación
litúrgica en la abadía benedictina de Solesmes. Surgen cofradías y asociaciones para
fomentar la vida espiritual de los laicos. La formación de los sacerdotes tiene una orientación
apologética y la Iglesia se estudia en los seminarios en un tratado de derecho público
eclesiástico7.

f) En la primera mitad del siglo XX comienza la renovación de los estudios bíblicos,


litúrgicos y patrísticos. La palabra de Dios empieza a conectarse con las exigencias del
mundo moderno; esto produce una orientación nueva de la pastoral. Con todo, hay
reticencias por parte del magisterio de la Iglesia a todo lo relacionado con la filosofía de la
acción y del sentimiento, el subjetivismo, el vitalismo y el historicismo.

Entre las dos guerras mundiales se producen cambios importantes alentados por la
revalorización de la Palabra, la conciencia del sentido comunitario de la fe, la participación
del seglar en el apostolado, la preocupación ecuménica, la necesidad de una liturgia más viva
y la renovación de los estudios teológicos desde la Biblia y la cristología. Surge la idea de
parroquia en estado de misión para responder a la descristianización de la clase obrera en las
grandes ciudades, y se da, de este modo, una presencia nueva de los cristianos en lugares
significativos.

g) Segunda mitad del siglo XX. Las grandes y rápidas transformaciones experimentadas a
raíz del Vaticano II, y especialmente en las últimas décadas, han planteado nuevos problemas
y abierto nuevas perspectivas a la pastoral de la Iglesia. Se habla de nueva evangelización,
de nuevas situaciones culturales como nuevos campos de evangelización, de nueva época en
la historia de la humanidad, de nuevos areópagos (entre los que destacan los medios de
comunicación social), etc. Situaciones a las que la pastoral trata de responder fomentando el
diálogo entre la fe y la cultura, la evangelización como inculturación, la adopción de los
nuevos areópagos y los campos culturales tradicionales, la atención al mundo de los
jóvenes... Todo ello es objeto de la reflexión de la Iglesia, destacando, además de los
documentos conciliares, varias encíclicas y exhortaciones apostólicas de los últimos papas y
otros documentos, como la Fieles et ratio (14.9.1998), de Juan Pablo II, y expresamente
sobre el tema que nos ocupa: Para una pastoral de la cultura (23.5.1999), del Consejo
pontificio de la cultura.

III. Surgimiento y evolución de la teología pastoral

El IV concilio de Letrán (1215) estableció la existencia de un magister especializado en


pastoral y en la práctica de la confesión, que completara la docencia del magister de Sagrada
Escritura. Fue Pedro Canisio, en el siglo XVI, el primero que utilizó el término teología
práctica. En 1585, J. Molanus publicó el manual Theologiae practicae compendium. En el
siglo XVII la teología pastoral se había transformado en resolución de casos morales. Como
disciplina, surgió en 1774, por real decreto de María Teresa de Austria, al aprobarse el plan
de reforma de los estudios eclesiásticos formulado por el canonista benedictino Stephan
Rautenstrauch. En España, el primer manual es de 1805; su autor es L. A. Marín y se
titula Instituciones de teología pastoral o Tratado del oficio y obligaciones del párroco. Los
manuales de pastoral buscaban la preparación de buenos pastores para que estos formaran,
a su vez, buenos ciudadanos y cristianos. La orientación de estos manuales era pragmática
(consejos y recetas), y el pastor era considerado como servidor del Estado para tutelar y
educar en los valores sociales vigentes, pues el Estado se constituía en servidor y protector
de la religión.

1. EN LA TEOLOGÍA CATÓLICA. La teología pastoral católica ha pasado por varias


etapas8: comprensión pragmática (siglos XVIII y XIX) como acabamos de exponer;
concepción histórico-salvífica, debido a su inspiración bíblica y kerigmática y por la
consideración del sacerdote como colaborador de Cristo; con todo, le falta la óptica
eclesiológica. La comprensión eclesiológica se debe a A. Graf a mediados del siglo XIX y a
la influencia de la Escuela de Tubinga.

Para A. Graf la teología práctica surge de la reflexión o conciencia que la Iglesia tiene de sí
misma al autoedificarse de cara al futuro. Un discípulo de A. Graf, J. Amberger, vuelve a
clericalizar el enfoque de la teología pastoral, al relacionar esta materia con el derecho
canónico y presentar su objetivo como la adecuada formación del pastor para la recta
administración de su oficio.

2. EN LA TEOLOGÍA PROTESTANTE. La teología protestante ha hecho aportaciones


valiosas al enfoque de la teología pastoral9. Para Lutero la experiencia que viene de la fe en
Cristo crucificado es fundamental para evitar una teología especulativa. El objeto propio de
la teología es la relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios; en este sentido, la
auténtica teología es práctica, pues se centra en la experiencia de la fe y en la predicación de
la palabra de Dios. F. Schleiermacher (1763-1834) presenta la teología como ciencia en
relación con la conducta de la Iglesia, y divide la teología en sistemática, histórica y práctica.
La teología práctica comprende el ministerio de la palabra, el de la liturgia y el de la
administración de la Iglesia según los tres oficios de Cristo profeta, sacerdote y rey. En la
evolución posterior de la teología protestante se subraya que la Iglesia, y cada comunidad
cristiana, es el sujeto y el objeto de la teología pastoral. K. Barth (1886-1968) insiste en que
la finalidad de la teología dogmática es la predicación, pues lo que importa es la
actualización del acon. tecimiento contenido en la revelación10. El pastoralista A. D.
Müller en el posconcilio, y con clara influencia del teólogo P. Tillich, formula la teología
práctica como «el lugar teológico de la justa realización del reino de Dios en la Iglesia y por
la Iglesia en el mundo»11.

3. EVOLUCIÓN ACTUAL. La renovación más reciente de la teología pastoral en el ámbito


católico se debe a C. Noppel, que en 1937 publicó Aedificatio Corporis Christi; su visión es
eclesiológica, y añade una tercera parte a la teología pastoral: la misión, en la que el laico
tiene un lugar importante por el bautismo y la confirmación. F. X. Arnold12 en los años
cuarenta define la teología pastoral como «teología de las acciones eclesiales». P. A.
Liégé13 en Francia tiene el mismo enfoque, al presentar la teología pastoral como la
«reflexión sistemática sobre las diversas mediaciones que la Iglesia realiza para la
edificación del cuerpo de Cristo». La fundamentación cristológica, eclesiológica y de unidad
de misión, sitúa a la teología pastoral en el lugar teológico que le corresponde por su propia
naturaleza.

La renovación de la teología pastoral se sitúa en el marco de la renovación de la teología


realizada por el Vaticano II. Ya en los años anteriores al Concilio se veía la necesidad de
trabajar: una formulación espiritual de la teología (J. González Arintero), una teología
predicable (escuela kerigmática de Innsbruck y J. A. Jungmann), la no separación de la
teología y la liturgia (O. Casel) y la relación entre la teología y las realidades temporales. El
Vaticano II desarrolló estas intuiciones y logros, que hasta entonces eran intentos parciales.
La nueva visión de la teología viene marcada por los siguientes rasgos: la realidad de las
comunidades cristianas como lugar teológico, la reflexión teológica busca la realización de
las comunidades cristianas en el amor y la esperanza escatológica, y la dimensión socio-
política de la fe desde la óptica del Reino. En la etapa pos-conciliar es K. Rahner quien
coordina la elaboración de un manual de teología pastoral subtitulado Teología práctica de
la Iglesia en su presente. Presenta la teología pastoral como una disciplina teológica
autónoma, cuyo objeto es la Iglesia; desarrolla los fundamentos de la acción pastoral desde
una eclesiología existencial, y termina proponiendo criterios para la renovación pastoral. El
manual de teología pastoral (Handbuch der Pastoraltheologie) editado por F. X. Arnold, F.
Klostermaun, K. Rahner, V. Schurr y L. M. Weber, en seis volúmenes, entre 1964 y 1972,
es el primer gran intento para presentar la teología pastoral como saber teológico con rango
universitario. Parte de una eclesiología existencial, pues el estudio teológico de la situación
de la Iglesia aparece como la base de la teología pastoral. El objeto material de la teología
pastoral es la acción teándrica de la Iglesia, es decir, toda la vida de la Iglesia (miembros,
funciones, acciones y estructuras). El objeto formal viene dado por la situación concreta en
que se encuentra la Iglesia, como ámbito donde es posible la historia de salvación sin
polarizaciones ni reduccionismos. El método es deductivo-inductivo y antropológico-
teológico al tiempo. Las carencias de este enfoque han estado en la identificación de lo
cristiano con lo eclesial, y en el poco espacio dado a los datos socio-económicos y socio-
políticos a la hora de hablar de la autorrealización de la Iglesia en el mundo. Con todo, sus
aportaciones han sido enormes y definitivas en el enfoque actual de la teología pastoral.

La teología de la liberación ha hecho aportaciones muy valiosas a la teología pastoral al


recuperar la dimensión política de la fe, la perspectiva del pobre, la relación entre fe
comprometida y reflexión teológica, y la centralidad de la caridad en la vida cristiana. El
resultado es una nueva hermenéutica y «una nueva manera de hacer teología»14. «Partimos
de un presupuesto: la teología que no es práctica, que no parte de la praxis para encaminarse
a ella de un modo próximo o remoto es irrelevante. Por el contrario, toda teología
básicamente referida a la praxis transformadora de la realidad será, a nuestro entender,
teología pastoral o teología práctica. La teología de la liberación, por ejemplo, es hoy
básicamente teología práctica fundamental»15

J. Sobrino formula el quehacer teológico desde la categoría intellectus amoris como


«reacción de la misericordia ante los pobres, a partir de una determinada precomprensión
subjetiva (la opción por los pobres) y un determinado lugar objetivo (el mundo de los
pobres)». Al incorporar a la reflexión teológica la categoría de praxis aparece con nitidez
algo inherente a la fe cristiana: el cristianismo no sólo interpreta la existencia, sino que es
«esencialmente una renovación de la existencia»16. J. B. Libanio relaciona teología y praxis
al hablar de la realidad eclesial de América latina: «La teología de la liberación tiene una
intención práctica que se manifiesta a través de tres relaciones con la praxis: es teología en
la praxis, al estar el teólogo comprometido con la causa de liberación de los pobres; es
teología para la praxis, al afrontar las mediaciones políticas de una acción transformadora de
la realidad; y es teología por la praxis en la medida en que la misma praxis tiene una
dimensión de juicio, dentro de la naturaleza de la teología»17.

4. APORTACIONES ÚLTIMAS. En 1974 se celebra en Viena el congreso de teólogos


dedicados a la teología pastoral. A partir de este encuentro, comienza a designarse en el
ámbito católico a la teología pastoral con la expresión teología práctica. Las corrientes
actuales acentúan enfoques distintos y complementarios sobre planteamientos básicos
comunes18. H. Schuster hace una teología pastoral desde la referencia a Jesús de Nazaret, y
la praxis de los cristianos en relación a la praxis de Jesús como el lugar propio de la teología
pastoral. R. Zerfass expone el modelo de teología pastoral desde la categoría de la acción y
las ciencias de la acción (psicología, sociología, economía, pedagogía, política y ciencias de
la comunicación humana). Se parte de la praxis para terminar en la praxis; entre uno y otro
momento se da la confrontación entre lo que existe y la praxis evangélica ideal. S. Hitner
propone conjuntar los diferentes campos de la praxis pastoral en las dimensiones que llama
organización (reunir y formar comunidad), comunicación del evangelio en las diferentes
acciones eclesiales y pastoreo (como servicio comunitario a las necesidades humanas). K.
W. Dahn introduce en la década de los setenta la teoría funcional aplicada a la acción
eclesial, y desde ahí reformula la teología pastoral. La realidad social no ha estado muy
presente en la reflexión teológica; más aún, ha sido un elemento incómodo, tanto para el
pensamiento teológico como para la acción pastoral. Dahn subraya la implicación de la
Iglesia en grupos y obras sociales y lo que la Iglesia podría hacer en este campo. La Iglesia
aporta a la sociedad sistemas de interpretación y de valoración, así como ayuda en momentos
significativos de la existencia de las personas y de los grupos. Recientemente el Consejo
pontificio de la cultura ha publicado el ya mencionado documento Para una pastoral de la
cultura, en el que, después de hacer algunas reflexiones sobre los retos que las nuevas
situaciones culturales plantean a la pastoral de la Iglesia, ofrece algunas propuestas concretas
para diversas situaciones de la realidad actual. En España, C. Floristán, profesor de Pastoral
de la Universidad pontificia de Salamanca y en el Instituto superior de pastoral, ha enfocado
la teología pastoral como teología práctica desde una doble perspectiva: una formulación de
la praxis de la Iglesia y una praxis de la reflexión teológica. El análisis de la praxis de la
Iglesia y de las comunidades cristianas se hace con los instrumentos propios de las ciencias
socio-psicológicas, la iluminación desde las aportaciones de la exégesis histórica y la
hermenéutica bíblica pastoral; de lo anterior sale un saber teológico-práctico «que es
interpretación actualizante del pasado y modelo operacional para la praxis actual»19. En
1968, C. Floristán y M. Useros publicaron Teología de la acción pastoral y en 1983 C.
Floristán y J. J. Tamayo coordinaron la obra Conceptos fundamentales de pastoral, en la que
39 especialistas comentan 82 conceptos de teología y de pastoral. F. J. Calvo y R. Prat i Pons
también han trabajado con profundidad y creatividad el tema de la teología pastoral. En 1995
J. A. Ramos publica en la serie de Manuales de teología (BAC) el texto de Teología
pastoral; su orientación corresponde al enfoque eclesiológico de la pastoral y a las
coordenadas teológicas del Vaticano II; podría haber incorporado más las aportaciones de la
teología de la praxis y del método propio de la teología práctica.

IV. El carácter propio de la teología pastoral

1. LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA. LO primero en la vida de la Iglesia, de cada comunidad


cristiana y de cada creyente, son las intervenciones de Dios en la historia, especialmente a
través de Jesucristo. El Resucitado sigue actuando en el mundo por la acción del Espíritu a
través de la Iglesia, sacramento de Cristo para la salvación de todos. La reflexión sobre estos
acontecimientos y sus manifestaciones es el objeto propio de la teología. En sentido propio,
la teología nos ayuda a comprender mejor y a adentrarnos más plenamente en aquello que
creemos por la fe; la teología debe llevarnos a lo que constituye lo nuclear de la fe: la
contemplación del Misterio y su realización aquí y ahora20. Por lo mismo, la reflexión
teológica no se puede alejar de la Palabra revelada, de la celebración litúrgica y de los signos
de los tiempos. La teología lleva necesariamente a la pastoral, y la caridad pastoral impulsa
la mejor reflexión teológica; más aún, la reflexión teológica necesita en sí misma talante
pastoral. Están tan íntimamente relacionadas teología y pastoral, que H. Denis llegó a decir
que «la teología es la función que realiza en la Iglesia la maduración de la labor pastoral»21.

A la comprensión de la teología práctica como teología de las acciones eclesiales (palabra,


liturgia y caridad) le faltaba una referencia más explícita a la transformación de la realidad
desde el horizonte escatológico del Reino; y esta visión supone el discernimiento de los
signos de los tiempos en un contexto geográfico, social y político concreto. La humanización
del mundo sólo es posible si la historia y la sociedad se analizan desde los excluidos y
despojados de sus derechos más elementales como personas. Al situar la opción preferencial
por los pobres en la misma reflexión teológica, se ve con más claridad la relación entre la
inteligencia de la fe y la praxis histórica de la fe. Los pobres aparecen como los destinatarios
del evangelio, los hijos queridos de la Iglesia y los interlocutores de la teología, para que
sean los protagonistas de la transformación histórica de la realidad. Hablamos de una
liberación integral que comprende los aspectos económicos, humanos y espirituales. De este
modo la teología es praxis de liberación intraeclesial, pastoral y política. Según J. Audinet
la teología práctica tiene como objetivo «dar cuenta de la fe y del Dios que ella confiesa en
el contexto de las prácticas sociales y culturales contemporáneas»22, ya que «el anuncio del
evangelio en las diversas culturas, aunque exige de cada destinatario la adhesión a la fe, no
les impide conservar una identidad cultural propia, favoreciendo el progreso de lo que en
ella hay de implícito hacia su plena explicación de la verdad» (FR 71).

2. LA ACCIÓN PASTORAL COMO PRAXIS. Ya Aristóteles entendía la praxis


como actividad inmanente al ser humano; mientras que la poiesis (arte o técnica) era el
producto de una acción transitiva. K. Marx fue quien dio a la praxis el rango de categoría
nuclear en el conocimiento humano, al definirla como criterio de verdad y elemento de
cambio revolucionario; para Marx todo es en y por la praxis.

En la comprensión actual, cuando hablamos de praxis decimos que hay un componente, la


acción, para señalar la interacción de las personas entre sí y con el mundo, y otro
componente, la teoría, para significar la cosmovisión y los símbolos con los que se interpreta
la realidad y se actúa ante ella. Uno y otro elemento se implican mutuamente. J. Habermas,
de la escuela de Frankfurt, ha elaborado su «teoría crítica de la sociedad» como
«autoconciencia de una praxis»23. Según J. Comblin la praxis consiste en «una actuación
única, eapaz de mover en un solo proceso la totalidad del hombre y del mundo. La praxis
sería el acto del hombre total produciendo efectos totales, en todas las áreas al mismo
tiempo»24.

Los cristianos hemos configurado nuestra fe como memoria y memorial de la pascua de


Cristo; la Iglesia se constituye como comunidad que anuncia el evangelio de Jesucristo, que
celebra su vida entregada en obediencia al Padre para la salvación de los hermanos, y que se
compromete, desde el amor y la esperanza escatológica, en la construcción del Reino. Para
los evangelistas, y especialmente para san Juan, la verdad sobre Dios y sobre el hombre es
Jesucristo como realización del proyecto salvador del Padre. La praxis de Jesús en referencia
al Padre y su amor gratuito, incondicional y universal a los hermanos constituye el contenido
fundamental de la fe cristiana.

La acción pastoral pretende actualizar la praxis de Jesús a través de las mediaciones


eclesiales y de los cristianos. La teología pastoral se podría definir como la teoría que ilumina
la praxis de las comunidades cristianas; según W. Pannenberg, «la referencia (de la teología)
a la praxis de la vida no constituye sólo una disciplina teológica particular, sino que abarca
a toda la teología en su totalidad» 25. Este enfoque del quehacer teológico hace que «la opción
del teólogo como creyente (su Pides qua) exige de él hoy día el compromiso decidido por la
justicia en el mundo, por la liberación de los oprimidos» 26. En consecuencia, la presencia
encamada y transformadora de los cristianos debe ser convergente con todos los que trabajan
por la liberación humana integral y, desde ahí, aportar lo propio de la visión cristiana.

3. CARACTERÍSTICAS PROPIAS DE LA ACCIÓN PASTORAL. a) La acción pastoral


actualiza la praxis de Jesús. La praxis de Jesús se desarrolló como cumplimiento del proyecto
salvador del Dios del Reino, desde la solidaridad con los enfermos, pobres, pequeños,
excluidos y pecadores. La acción pastoral se sitúa entre la cristología y la escatología, y trata
de realizar en cada lugar y momento histórico la salvación cristiana. A esto se llama
actualización teándrica de la praxis de Jesús, o principio humano-divino de la acción
pastoral.

b) La acción pastoral tiene como horizonte el Reino. El Reino es don que parte de la
iniciativa de Dios, y llamada personal a la conversión. Acoger el Reino es acoger al mismo
Cristo para tener sus mismos sentimientos (cf Flp 2,5-11), criterios, actitudes y
comportamientos27. Las comunidades cristianas tienen la misma pretensión que tuvo Jesús
de Nazaret: hacer que la realidad que vivimos se parezca más al estilo de vida del evangelio.
Para que el cristiano pueda continuar la obra de Cristo necesita que Cristo actúe en él; por
consiguiente, la oración va inexorablemente unida a la acción. La acción pastoral debe tener
los mismos elementos que la práctica mesiánica de Jesús: el anuncio profético (martyría), el
compromiso liberador (diakonía), la celebración (leiturgia) y la fraternidad (koinonía).

c) La acción pastoral corresponde a la Iglesia. Es toda la Iglesia la que, animada por el


Espíritu Santo, proclama la resurrección de Cristo, anuncia la buena noticia a los pobres, se
renueva a sí misma desde la comunión trinitaria y con los hermanos, y trata de construir el
Reino. La Iglesia como pueblo de Dios y sacramento de salvación, es para el Reino, en el
que los pobres, enfermos y pecadores son los preferidos. A cada comunidad cristiana le
corresponde vivir encamada, discernir los signos de los tiempos y, de una manera
corresponsable, llevar adelante todas las acciones que le son propias, en permanente
reciprocidad de las unas con las otras y evitando polarizaciones o reduccionismos.

d) La acción pastoral de la Iglesia es una pastoral de conjunto. Partimos de la afirmación de


que el diálogo de la Iglesia con el mundo debe estar en el corazón de la vida eclesial. La
teología de la misión ha ayudado mucho a que la Iglesia analice y renueve su presencia y
estructuras pastorales. La expresión pastoral de conjunto significa: análisis de la realidad
social, conjunción de proyectos, medios y agentes, y la Iglesia diocesana como unidad
pastoral. Con este planteamiento se pretende dar respuesta a dos cuestiones básicas: cómo
evangelizar al mundo de hoy, y cómo ser más eficaces. Este planteamiento que surge en los
años anteriores al Vaticano II es recogido al comienzo de la constitución Gaudium et
spes con estas palabras: «El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias del hombre de
nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y
esperanza, lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente
humano que no tenga resonancia en su corazón. La comunidad que ellos forman está
compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu Santo en su
peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido, para proponérselo a todos, el mensaje
de la salvación. De ahí la experiencia vital que le hace sentirse, y serlo en realidad,
íntimamente solidaria con la humanidad y con su historia» (GS 1).

e) La acción pastoral tiene una perspectiva vocacional. Dios llama a la vida y a encontrar en
la existencia las llamadas concretas que van definiendo la vocación personal que el Padre da
a cada uno de sus hijos. Lo vocacional es una dimensión esencial y constitutiva de la pastoral,
pues esta es un servicio a cada creyente y comunidad para que descubra el proyecto de vida
al que Dios le llama a través de las necesidades del mundo y de la Iglesia. La perspectiva
vocacional invita al creyente a ponerse en actitud de disponibilidad ante la propuesta de
Dios, y le ayuda al discernimiento vocacional según el modo de discernir de Jesús de
Nazaret. Esta propuesta tiene dos consecuencias: la pastoral general debe apuntar hacia las
opciones vocacionales, y la pastoral vocacional debe enriquecerse con todas las dimensiones
de la pastoral. Los itinerarios vocacionales no pueden ser otros que las dimensiones de la fe:
la comunión eclesial, la oración y la liturgia, el anuncio testimonial del evangelio y el
servicio de la caridad. Estos itinerarios —como piden los últimos documentos del magisterio
pastoral sobre vocaciones28— necesitan comunidades (lugares-signo) donde se vive la vida
como vocación y grupos catecumenales (lugares pedagógicos) en los que se puede madurar
la vocación a través de la siembra, el acompañamiento, la educación, la formación y el
discernimiento.

V. Fundamentación eclesiológica de la acción pastoral

Al repasar la historia de la acción pastoral de la Iglesia hemos vista cómo la manera de


entenderse la Iglesia a sí misma y la manera de situarse en el mundo condicionan la pastoral
que realiza. El Vaticano II en su conjunto fue una reflexión sobre la identidad de la Iglesia y
su presencia dialogante, misionera, samaritana y evangelizadora. La fundamentación
eclesiológica de la teología pastoral dota a esta en sí misma, y a la metodología que le es
propia, de una base teológica. La acción pastoral tiene tres referencias básicas: Cristo, el
Reino y la humanidad29; a ellas se ha referido constantemente la teología pastoral en la etapa
posconciliar30. La razón de ser de esta eclesiología está en las realidades que la constituyen,
desde las que reflexiona y a las que sirve al entender a la Iglesia como «sacramento de
salvación para el mundo». Del mismo modo, la acción pastoral busca a Cristo, al Reino y a
la humanidad para ser fiel al evangelio que la origina.

La encíclica Ecclesiam suam, de Pablo VI, recupera el Christus totus de san Agustín al
considerar dentro del misterio de Cristo el misterio de la Iglesia. La constitución
dogmática Lumen gentium entiende a la Iglesia desde el misterio de la plenitud de Cristo,
que comprende la encarnación, la pascua, pentecostés y la escatología. Es, por consiguiente,
más en el terreno del obrar que en el del ser donde hay que situar el paralelismo entre Cristo
y la Iglesia. La Iglesia está llamada a continuar en el mundo la mediación salvífica de la
humanidad del que es su Señor. Precisamente porque es su Señor, nunca puede ser
identificada con él y siempre tiene que existir la distancia que, junto con el cuerpo de Cristo,
está iluminada por la imagen de «espera» (cf LG 6). Para poder continuar esta mediación, es
lógico que la estructura teándrica de Cristo sea de alguna manera reproducida por el ser de
la Iglesia31. El Espíritu Santo es el que asegura, al tiempo, la unión y la distinción entre Cristo
y la Iglesia; en consecuencia, la acción pastoral de la Iglesia viene de Cristo, y él es su
referencia.

La Iglesia expresa sacramentalmente la salvación definitiva realizada por Jesucristo y que se


manifestará plenamente en el Reino escatológico. La Iglesia no es el Reino, pero sirve al
Reino y avanza hacia él. Por eso, la Iglesia también es presentada como pueblo de Dios en
marcha con la humanidad hacia el encuentro con el Padre. Al no identificarse la Iglesia con
el Reino, esta tiene que estar muy atenta para dialogar y colaborar con otras realidades
humanas que significan y realizan, a su modo, el Reino. «El Reino se muestra así como
elemento purificador en la eclesiología, evitando dos posibles errores: una excesiva fusión
de los elementos humano-divinos componentes de su esencia, que conduciría a una
divinización de la Iglesia, y una exagerada desconexión entre ellos, que la consideraría mera
organización o comunidad humana»32. Con este planteamiento se subraya la responsabilidad
de toda la Iglesia, según la vocación de sus miembros en la misión evangelizadora. La Iglesia
anuncia el Reino, lo acoge en la vida de comunión, lo celebra en la liturgia y lo construye
por la presencia y el compromiso. La fidelidad a Cristo es fidelidad al Reino, y la comunidad
eclesial debe estar permanentemente edificándose desde el origen que la constituye y la meta
hacia la que se encamina.

La Iglesia está en el mundo, es para la humanidad y sus estructuras y mediaciones también


son humanas. La tarea de la comunidad eclesial es significar el Reino y hacerlo posible en
cada tiempo y lugar histórico; por lo mismo, la Iglesia es lugar e instrumento del Reino y
servidora de la humanidad. Para poder realizar adecuadamente su misión, la Iglesia necesita
encarnarse culturalmente y generar cultura (cf FR 71). «La Iglesia debe segregar cultura, y
el creyente está llamado a dialogar con la cultura. La impregnación de la cultura por la fe es
un punto de conexión importante para el anuncio cristiano. La diferencia entre la
comprensión cristiana del hombre y el mundo y las antropologías y cosmovisiones
dominantes es grave. El reducidísimo número de intelectuales cristianos es preocupante. Los
que entre nosotros generan cultura son casi todos increyentes, pos-creyentes o para-
creyentes. La presencia de cristianos confesantes en el seno de las llamadas minorías
cognitivas es harto escasa y apenas perceptible»33. La fe cristiana es respuesta a los deseos
profundos de la persona; por lo mismo, la tarea de la Iglesia está en mostrar a Cristo como
la respuesta para que sea palpable cómo «la causa de Dios es la causa del hombre» 34, pues
Jesús revela plenamente al Padre. «Querer deslindar el misterio del hombre del de Cristo,
del de Dios y del de la Iglesia, es tarea imposible para el que tiene fe. Todos se implican y
solamente es posible la comprensión de cada uno de ellos desde la complejidad de
todos» 35. La Iglesia, misterio de comunión, se empeña en la comunión humana como
realización y anticipo del futuro de la humanidad: vivir en el amor y en la casa del Padre
como hermanos.

VI. Niveles en la acción pastoral

El término pastoral lo podemos usar con tres acepciones distintas, que responden a diferentes
niveles de la acción pastoral36.

a) La pastoral fundamental. Reflexiona sobre la acción, considerada en sí misma: qué hace


la Iglesia como tal y cómo se expresa lo que es la Iglesia en las acciones concretas que
realiza. «La teoría inmanente a la actuación creyente y eclesial puede ser objeto de reflexión
científica; con ello nos encontramos en medio de la disciplina teológica de la teología
práctica. Desarrolla así una teoría teológica de la praxis cristiana y eclesial, tal como llega
de la historia, se realiza hoy y continúa hacia el futuro»37. En la base de esta reflexión está
la eclesiología; no significa que la pastoral sea consecuencia de la eclesiología, sino que una
y otra están interrelacionadas.

Antes de tratar las acciones pastorales en las diferentes situaciones, hay que tratar los
elementos constitutivos de la acción eclesial: la línea de continuidad con la misión de Jesús
de Nazaret, la referencia al Reino y la inserción de la acción eclesial en el contexto
sociocultural. De este tratamiento surgen los criterios que orientan la acción pastoral: la
acción pastoral como acción divino-humana; la acción pastoral expresa y busca la comunión
de Dios con los hombres y de estos entre sí, en constante revisión bajo la acción del Espíritu
Santo; la acción pastoral se realiza entre la situación eclesial y la plenitud del Reino; emplea
la lectura de los signos de los tiempos; busca la salvación de todos los hombres desde la
opción por los más pobres; sirve a la autocomunicación de Dios, que es Palabra viva y eficaz;
acoge de forma crítica las expectativas, valores y aspiraciones humanas, y propicia la
comunión trinitaria.

b) La pastoral especial. Se refiere a la realización histórica de la acción eclesial en las


acciones y estructuras pastorales: el proceso de evangelización (etapa misionera, etapa
catecumenal y etapa pastoral), la pastoral de la comunión y de las estructuras comunitarias,
la pastoral del servicio, la pastoral de la palabra y la pastoral litúrgica. Desde la realidad
pastoral existente se proyecta una acción nueva para que la Iglesia responda en mayor
medida en su ser y misión.

c) La pastoral aplicada. Su lugar está en el día a día de la vida eclesial, y es la puesta en


práctica de los planteamientos y la reflexión anterior por parte de los responsables de
desarrollar los proyectos pastorales. Responde al qué, cuándo, cómo, por qué, para qué, con
qué medios, etc. La reflexión pastoral fundamenta el acierto y la creatividad de los agentes
de pastoral en la animación pastoral del día a día de las comunidades, y según ámbitos,
edades y situaciones específicas. Los actos pastorales deben ser evaluados con criterios
teológicos, pues la teología –huyendo tanto de lo abstracto como de lo pragmático–debe
ayudar a mejorar las tareas personales concretas.

VII. Los retos de la teología pastoral hoy

El contexto social, cultural y económico después de la crisis del Estado de bienestar,


condiciona el perfil del cristiano, la presencia de la Iglesia y su labor pastoral. Estamos en
un mundo dominado por la mentalidad neoliberal, en una sociedad globalizada por los
intereses económicos del gran capital y en una cultura con pocas referencias antropológicas
y con evidentes contradicciones éticas. «Una nueva cultura pluralista y compleja tiende a
producir jóvenes con una identidad imperfecta y frágil con la consiguiente indecisión crónica
frente a la opción vocacional. Muchos jóvenes ni siquiera conocen la gramática elemental de
la existencia; son nómadas; circulan sin pararse a nivel geográfico, afectivo, cultural,
religioso; van tanteando. En medio de la gran cantidad de informaciones, pero faltos de
formación, aparecen distraídos, con pocas referencias y pocos modelos. Por esto tienen
miedo de su porvenir, experimentan desasosiego ante compromisos definitivos y se
preguntan acerca de su existencia. Si por una parte buscan, a toda costa, autonomía e
independencia, por otra, como refugio, tienden a ser dependientes del ambiente socio-
cultural y a conseguir la gratificación inmediata de los sentidos: de aquello que "me va"; de
lo que "me hace sentirme bien" en un mundo afectivo hecho a medida»38.

Ante estos retos, la acción pastoral de la Iglesia, en fidelidad a Dios y al hombre actual, debe
tener en cuenta las siguientes opciones: «la civilización del amor» (o la «cultura de la
solidaridad») como horizonte, la opción por los más pobres como punto de partida, la vida
fraterna como alternativa al individualismo, el testimonio evangélico en la situación de
indiferencia religiosa y la praxis de la esperanza frente al vaciamiento del sentido de la vida.
Esta presencia eclesial requiere cristianos convertidos y comunidades maduras, es decir, que
vivan la fe vocacionalmente. «La pastoral vocacional se presenta como la categoría
unificadora de la pastoral en general, como el destino natural de todo trabajo pastoral, el
punto de llegada de las varias dimensiones, como una especie de elemento de verificación
de la pastoral auténtica... Por consiguiente, la pastoral vocacional está y debe estar en
relación con todas las demás dimensiones, por ejemplo con la familiar y la educativa, con la
litúrgica y la sacramental, con la catequesis y el camino de fe en el catecumenado, con los
diversos grupos de animación y formación cristiana (no sólo con los adolescentes y los
jóvenes, sino también con los padres, con los novios, con los enfermos y con los ancianos)
y con los movimientos (desde el movimiento por la vida a las varias iniciativas de solidaridad
social)»39.

Conclusión: la dimensión crítica de la teología pastoral

El lugar específico de la teología pastoral son los estudios teológicos, y debe ser elaborada
con el método propio de las ciencias teológicas. Se trata de una disciplina con caracteres
universales y de rango universitario. El objeto que le es propio es la acción de la Iglesia,
tanto en sí misma como en las estructuras y acciones pastorales concretas. Pretende la
autorrealización de la Iglesia y el cumplimiento de la misión recibida de Jesucristo.
Metodológicamente se sirve de las ciencias humanas para conocer la situación eclesial,
valorarla, y desde ahí diseñar una nueva situación y las orientaciones básicas para la acción.
«En este sentido podemos decir que la teología pastoral tiene una dimensión crítica, ya que
tiene una tarea de delimitación de objetivos, tareas, actitudes, prioridades y sistemas
organizativos eclesiales. Por su naturaleza no es una crítica subjetiva e idealista sino una
crítica reconstructora de la imagen eclesial auténtica; es decir, busca el marco teológico
desde el cual discernir lo que hacemos, y habla de las condiciones de la acción de la Iglesia
y de su imagen real, de cara a ayudar en la elaboración de su desarrollo»40.

NOTAS: 1. X. LÉON-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona


199316, 651-654. – 2. CH. PERROT, Jesús y la historia, Cristiandad, Madrid 1982, 141.
– 3. CH. DUQUOC, Jesús hombre libre, Sígueme, Salamanca 19908, 45. — 4. J.
MATEOS, Nuevo Testamento, Madrid 1987, 1338. — 5. J. VIVES, Si oyeras su voz...
Exploración cristiana del misterio de Dios, Sal Terrae, Santander 1988,
154.— 6 C. FLORISTÁN, Para comprender el catecumenado, Verbo Divino, Estella
1989, c. 6. — 7. Y. CONGAR, Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Instituto de
estudios políticos, Madrid 1973'. – 8. C. FLORISTÁN, Teología práctica, Sígueme,
Salamanca 1991, 151-171. -9 Ib, 113-116.—10 V.SCHURR, Teología pastoral en el siglo
XX, en H. VORGRIMLER-R. VANDER GUCHT (eds.), La teología en el siglo XX, III,
Católica, Madrid 1974, 323-324. — 11. Nota 21 en C. FLORISTÁN, Teología práctica,
o.c., 116. — 12. F. X. ARNOLD, ¿Qué es la teología pastoral?, en Palabra de salvación
como palabra al tiempo, Verbo Divino, Estella 1966, 36. — 13 P. A. LIÉGÉ, El misterio
de la Iglesia, en AA.VV., Iniciación teológica III, Herder, Barcelona 1961, 253-313.
— 14 G. GUTIÉRREZ, Teología de la liberación. Perspectivas, Sígueme, Salamanca
199014, 38; cf X. MIGUÉLEZ, La teología de la liberación y su método, Herder,
Barcelona 1976; M. MIDALI, Teologia pastorale e pratica. Camino storico di una
riflessione.fondante e scientifica, Roma 1985, 313. -15 C. FLORISTÁN, Teología
práctica, o.c., 161. –16 SCHILLEBEECKX, Interpretación de la fe, Sígueme,
Salamanca 1973, 991. – 17. J. B. LIBANIO, Teología de la liberación. Guía didáctica
para su estudio, Sal Terrae, Santander 1989, 88. – 18. F. J. CALVO, Teología
pastoral, en C. FLORISTÁN-J. J. TAMAYo (eds.), Conceptos fundamentales de
pastoral, Cristiandad, Madrid 1983, 725-727. -19 lb, 727. – 20. H. U. VON
BALTHASAR, Acción y contemplación, en Ensayos teológicos 1, Madrid 1964, 291-
306. – 21. H. DENIS, La vertiente pastoral del estudio de la teología, Seminarios 15
(1961). –22. J. AUDINET, ¿Qué es una teología práctica?, en B. LAURET-F.
REFOULÉ (eds.), Iniciación a la práctica de la teología V, Madrid 1986, 191. – 23. J.
HABERMAS, Teoría y praxis, Buenos Aires 1966; Conocimiento e interés, Taurus,
Madrid 1982. – 24 J. COMBLIN, De la acción cristiana, Vísperas 7 (1973) 22. – 25. W.
PANNENBERG, Teoría de la ciencia y teología, Cristiandad, Madrid 1981, 431. – 26 J.
ALFARO, Problemática actual del método teológico en Europa, en E. RUIZ
MALDONADO, Liberación y cautiverios. Debates en torno al método de la teología en
América latina, México 1975, 428. — 27. C. FLORISTÁN, Acción pastoral, en
FLORISTÁN C.-TAMAYO J. J., o.c., 21-35. – 28. OBRA PONTIFICIA PARA LAS
VOCACIONES, Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Documento final, 1998,
Cuadernos Confer 9, partes 3' y 4'. — 29 J. A. RAMOS GUERREIRA, Cristo, Reino y
Mundo, tres referencias obligadas para la acción pastoral de la
Iglesia, Salmanticensis 37 (1990) 177-200. Cf la bibliografía citada en este artículo. —
30 A. ANTÓN, Eclesiología posconciliar: esperanza, resultados y perspectivas para el

futuro, en R. LATOURELLE (ed.), Vaticano II. Balance y perspectiva, Sígueme,


Salamanca 1989, 275-294. – 31 J. A. RAMOS GUERREIRA, Teología pastoral, BAC,
Madrid 1995, 87. —32. J. J. HERNÁNDEZ, La nueva creación. Teología de la Iglesia
del Señor, Sígueme, Salamanca 1976, 135. – 33. Congreso Evangelización y hombre de
hoy, Edice, Madrid 1986, 178. -34 J. L. RUIZ DE LA PEÑA, El último sentido, Marova,
Madrid 1980, 106. — 35. J. A. RAMOS GUERREIRA, Teología pastoral, o.e, 96. – 36.
lb, 9-14. — 37. P. M. ZULEHNER, Teología práctica, en P. EICHER, Diccionario de
conceptos teológicos II, Herder, Barcelona 1990, 530. — 38. OBRA PONTIFICIA
PARA LAS VOCACIONES, o.c., 20-21. – 39. Ib, 81. — 40 R. PRAT I PONS, Compartir
la alegría de fe. Sugerencias para una teología pastoral, Sígueme, Salamanca 1988, 48.

BIBL.: AA.VV., Teología y praxis pastoral (VIII Semana nacional de teología de la


Sociedad argentina de teología), Buenos Aires 1988; BERSTEIN R. J., Praxis y
acción, Alianza, Madrid 1979; BOFF C., Teología de lo político. Sus
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liberación, San Pablo, Madrid 1988; FLORISTÁN C.-USEROS M., Teología de la
acción pastoral, Madrid 1968; FORTE B., La teología como compañía, memoria y
profecía, Sígueme, Salamanca 1990; GROM B., Metodi per l'insegnamento della
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