Cómo Afecta El Uso de Las Redes Sociales A Los Adolescentes
Cómo Afecta El Uso de Las Redes Sociales A Los Adolescentes
Cómo Afecta El Uso de Las Redes Sociales A Los Adolescentes
Los expertos dicen que los niños están creciendo con más ansiedad y menor autoestima.
Rachel Ehmke
A muchos padres les preocupa cómo la exposición a la tecnología podría afectar a los niños pequeños desde el punto de
vistadel desarrollo. Sabemos que nuestros niños en edad preescolar están adquiriendo nuevas habilidades sociales y
cognitivas a un ritmo impresionante, y no queremos que horas pegados a un dispositivo electrónico les impida esto. Pero
laadolescencia es un período igualmente importante y de rápido desarrollo, y muy pocos de nosotros estamos prestando
atención a cómo el uso de la tecnología de nuestros adolescentes (que es mucho más intenso e íntimo que el de un niño de
3 años que juega con el teléfono de su papá) los está afectando. De hecho, a los expertos les preocupa que las redes
sociales y los mensajes de texto, que se han vuelto tan esenciales para la vida adolescente, estén promoviendo la ansiedad
y disminuyendo la autoestima.
Las personas jóvenes reportan que podría haber una buena razón para preocuparse. En una encuesta llevada a cabo por
la Royal Society of Public Health (página en inglés), se preguntó a jóvenes entre 14 y 24 años en Gran Bretaña, de qué
manera las plataformas de las redes sociales tenían un impacto en su salud y bienestar. Los resultados de la encuesta
encontraron que Snapchat, Facebook, Twitter e Instagram aumentaban los sentimientos de depresión, ansiedad, mala
imagen corporal y soledad.
Comunicación indirecta
Los adolescentes son expertos en mantenerse ocupados en las horas después de la escuela y hasta mucho tiempo después
de la hora de ir a dormir. Cuando no están haciendo su tarea (y cuando la hacen) están en línea y en sus teléfonos,
enviando mensajes de texto, compartiendo, troleando, desplazándose por la pantalla, lo que sea.
Por supuesto, antes de que todos tuvieran una cuenta de Instagram, los adolescentes también se mantenían ocupados, pero
era más probable que hablaran por teléfono o en persona cuando salían al centro comercial. Aunque pudo haber parecido
una gran cantidad de reuniones sin sentido, lo que estaban haciendo era experimentar, probar habilidades, tener éxito y
fracasar en cientos de pequeñas interacciones en tiempo real, que los niños de hoy se están perdiendo. Por su parte, los
adolescentes modernos están aprendiendo a comunicarse mayormente mientras miran una pantalla, no a otra persona.
“Como especie estamos muy en sintonía con la lectura de señales sociales”, dice Catherine Steiner-Adair, EdD, psicóloga
clínica y autora de The Big Disconnect (página en inglés). “No hay duda de que los niños están perdiendo habilidades
sociales muy importantes. De alguna manera, enviar mensajes de texto y comunicarse en línea no es que provoque una
discapacidad del aprendizaje no verbal, pero sí coloca a todos en un contexto de discapacidad no verbal, donde el lenguaje
corporal, la expresión facial e incluso los tipos más pequeños de reacciones verbales se vuelven invisibles”.
Ciertamente, hablar de forma indirecta crea una barrera para una comunicación clara, pero eso no es todo. Aprender cómo
hacer amigos es una parte importante del crecimiento, y la amistad requiere, en cierta medida, asumir riesgos.
Esto es cierto para hacer un nuevo amigo y también es cierto para mantener amistades. Cuando hay problemas que hay
que enfrentar, grandes o pequeños, se requiere valentía para ser honesto acerca de lo que sentimos, y luego escuchar lo
que la otra persona tiene que decir. Aprender a cruzar efectivamente estos puentes es parte de lo que hace que la amistad
sea divertida, emocionante y también aterradora. “Parte de la autoestima saludable es saber cómo decir lo que pensamos y
sentimos, incluso cuando no estamos de acuerdo con otras personas, o si se siente como algo emocionalmente arriesgado”,
señala la Dra. Steiner-Adair.
Pero cuando la amistad se desarrolla en línea y a través de textos, los niños hacen esto en un contexto que está despojado
de muchos de los aspectos más personales y a veces intimidantes de la comunicación. Es más fácil mantener la guardia
alta cuando estás enviando mensajes de texto, por lo que hay menos en juego. No estás escuchando o viendo el efecto que
tus palabras están causando en la otra persona. Debido a que la conversación no está sucediendo en tiempo real, cada una
de las partes se puede tomar más tiempo para considerar una respuesta. No es de extrañar que los niños digan que llamar a
alguien por teléfono es “demasiado intenso”: requiere una comunicación más directa, y si no se está acostumbrado a eso,
puede dar miedo.
Si los niños no practican lo suficiente cómo relacionarse con otras personas y cómo satisfacer sus necesidades en persona
y en tiempo real, muchos de ellos se convertirán en adultos con ansiedad acerca del principal medio de comunicación de
nuestra especie: hablar. Y por supuesto, las negociaciones sociales solo se vuelven más riesgosas a medida que las
personas crecen y comienzan a experimentar las relaciones románticas y laborales.
El otro gran peligro que proviene de que los niños se comuniquen más de forma indirecta es que se ha vuelto más fácil ser
cruel. “Los niños envían todo tipo de mensajes que ni de broma pensarían en decirle a nadie en la cara”, dice Donna
Wick, EdD, psicóloga clínica y del desarrollo. Ella señala que esto parece ser especialmente cierto en el caso de las niñas,
a quienes generalmente no les gusta estar en desacuerdo con sus amigas en la “vida real”.
“Uno espera enseñarles que pueden estar en desacuerdo sin poner en peligro la relación, pero lo que las redes sociales les
están enseñando a hacer es estar en desacuerdo de maneras más extremas y que sí ponen en peligro la relación. Es
exactamente lo que uno no quiere que suceda”, dice ella.
La Dra. Steiner-Adair concuerda con que las niñas corren un riesgo particular. “Las niñas socializan más para compararse
con otras personas, en particular con otras niñas, para desarrollar sus identidades, lo que las hace más vulnerables a las
desventajas de todo esto”. Ella advierte que a menudo la falta de una autoestima sólida es la culpable. “Olvidamos que la
agresión relacional proviene de la inseguridad y de sentirse mal consigo mismo, y de querer menospreciar a otras personas
para sentirse mejor”.
La aceptación entre sus iguales es importante para los adolescentes, y muchos de ellos se preocupan por su imagen tanto
como un político que se postula para un cargo, y para ellos puede sentirse así de serio. Agregue a eso el hecho de que los
niños de hoy obtienen datos reales de encuestas sobre cuánto les gustan a las personas o sobre su apariencia, a través de
cosas como los “me gusta”. Es suficiente para hacer voltear la cabeza a cualquiera. ¿Quién no querría verse “mejor” si
puede? Entonces los niños pueden pasar horas recortando sus identidades en línea, tratando de proyectar una imagen
idealizada. Las adolescentes clasifican centenares de fotos, con una tremenda angustia sobre cuáles publicar en línea. Los
adolescentes varones compiten por la atención tratando de superar a los demás, traspasando los límites tanto como pueden
en la ya desinhibida atmósfera en línea. Hacen pandillas unos contra otros.
Los adolescentes siempre han estado haciendo esto, pero con el advenimiento de las redes sociales se enfrentan a más
oportunidades y más trampas que nunca. Cuando los niños revisan las publicaciones en las redes sociales y ven qué bien
lucen todos, solo aumenta la presión. Estamos acostumbrados a preocuparnos por los ideales poco prácticos que los
modelos de revistas retocados digitalmente le dan a nuestros hijos, pero ¿qué sucede cuando el niño de la casa de junto
también está retocado? Aún más confuso, ¿qué pasa cuando nuestro propio perfil no representa realmente a la persona que
sentimos que somos en nuestro interior?
“La adolescencia, y en particular al inicio de los veinte, son los años en los que eres muy consciente de los contrastes
entre quién pareces ser y quién crees que eres”, dice la Dra. Wick. “Es similar al ‘síndrome del impostor’ en psicología. A
medida que crecemos y adquirimos mayor dominio, empezamos a darnos cuenta de que en realidad somos buenos en
algunas cosas, y luego sentimos que esa brecha, con suerte, se estrecha. ¡Pero imagine que su miedo más profundo y
oscuro es que usted no sea tan bueno como parece, y luego imagine que necesita verse perfectamente bien todo el tiempo!
Es agotador”.
Como explica la Dra. Steiner-Adair, “la autoestima proviene de la consolidación de lo que somos”. Cuantas más
identidades tengamos, y cuanto más tiempo nos hagamos pasar por alguien que no somos, más difícil será sentirse bien
acerca de nosotros mismos.
“Independientemente de lo que pensemos sobre las ‘relaciones’ que se tienen, y en algunos casos, que comienzan en las
redes sociales, los niños nunca obtienen un descanso de ellas”, señala la Dra. Wick. “Y eso, en sí mismo, puede producir
ansiedad. Todos necesitan un respiro de las demandas de intimidad y conexión, tiempo a solas para reorganizarse,
reponerse o simplemente relajarse. Cuando no se tiene eso, es fácil convertirse en alguien emocionalmente agotado y en
terreno fértil para que la ansiedad se reproduzca”.
De igual modo, es sorprendentemente fácil sentirse solo en medio de toda esa hiperconexión. Por un lado, ahora los niños
saben con certeza deprimente cuándo son ignorados. Todos tenemos teléfonos y todos respondemos a las cosas con
bastante rapidez, de modo que cuando esperas una respuesta que no llega, el silencio puede ser ensordecedor. El
tratamiento silencioso puede ser un insulto estratégico o simplemente el desafortunado efecto secundario de una relación
adolescente en línea que comienza intensamente, pero luego se desvanece.
“En los tiempos antiguos, cuando un niño iba a romper contigo tenía que tener una conversación contigo. O al menos
tenía que llamar “, dice la Dra. Wick. “En estos días, podría desaparecer de tu pantalla, y tú podrías nunca llegar a tener la
conversación sobre… ¿qué hice?”. Con frecuencia los niños se quedan imaginando lo peor de sí mismos.
Pero incluso cuando la conversación no se rompe, estar en constante estado de alerta puede provocar ansiedad. Podemos
sentir que estamos siendo dejados de lado y nosotros mismos hacer de lado a los demás, y nuestra necesidad humana de
comunicarnos también se delega de manera efectiva de ese modo.
Ambas expertas entrevistadas para este artículo coincidieron en que lo mejor que pueden hacer los padres para minimizar
los riesgos asociados con la tecnología es reducir primero su propio consumo. Depende de los padres dar un buen ejemplo
de cómo luce el uso saludable de la computadora. La mayoría de nosotros revisamos con mucha frecuencia nuestros
teléfonos o nuestro correo electrónico, ya sea por interés real o por el hábito nervioso. Los niños deberían estar
acostumbrados a ver nuestras caras, no nuestras cabezas inclinadas sobre una pantalla. Establezca zonas libres de
tecnología en la casa y horas sin tecnología, en las que nadie usa el teléfono, incluidos mamá y papá. “No cruce la puerta
al llegar a casa después del trabajo en medio de una conversación”, aconseja la Dra. Steiner-Adair. “No cruce la puerta al
llegar del trabajo, diga un ‘hola’ rápidamente y luego ‘simplemente comience a revisar su correo electrónico’. Por la
mañana, levántese media hora antes que sus hijos y revise su correo electrónico en ese momento. Présteles toda su
atención hasta que salgan por la puerta. Y ninguno de ustedes debería usar sus teléfonos de camino hacia o desde la
escuela, porque ese es un momento importante para conversar”.
Limitar la cantidad de tiempo que usted pasa conectado a las computadoras no solo proporciona un contrapunto saludable
para el mundo obsesionado con la tecnología, sino que también fortalece el vínculo entre padres e hijos y hace que los
niños se sientan más seguros. Los niños necesitan saber que usted está disponible para ayudarlos con sus problemas,
hablar sobre su día o para darles una perspectiva realista.
“Son los mini momentos de desconexión, cuando los padres están demasiado concentrados en sus propios dispositivos y
pantallas, que diluyen la relación entre padres e hijos”, advierte la Dra. Steiner-Adair. Y cuando los niños empiecen a
acudir a Internet en busca de ayuda o para procesar lo que les ocurra durante el día, es posible que no le guste lo que
sucede. “La tecnología puede brindarle a sus hijos más información que usted y no tiene sus valores”, señala la Dra.
Steiner-Adair. “No será sensible a la personalidad de su hijo y no responderá a sus preguntas de una manera apropiada
para su etapa de desarrollo”.
Además, la Dra. Wick aconseja retrasar la edad del primer uso tanto como sea posible. “Utilizo aquí el mismo consejo que
uso cuando hablo de niños y alcohol: trate de llegar lo más lejos posible sin nada”. Si su hijo está en Facebook, la Dra.
Wick dice que usted debe hacerse amigo de su hijo y monitorear su página. Pero aconseja no revisar mensajes de texto a
menos que haya motivos de preocupación. “Si tiene una razón para estar preocupado, entonces está bien, pero debe ser
una buena razón”. Veo padres que simplemente espían a sus hijos. Los padres deben comenzar por confiar en sus hijos.
No darle a su hijo el beneficio de la duda es increíblemente perjudicial para la relación. Ellos tienen que sentir que sus
padres piensan que ellos son buenos niños”.
Fuera de los servicios en línea, el mejor consejo para ayudar a los niños a desarrollar una autoestima saludable es que se
involucren en algo que les interese. Puede ser deportes o música, o desarmar computadoras o ser voluntario, cualquier
cosa que despierte interés y les brinde seguridad. Cuando los niños aprenden a sentirse bien acerca de lo que pueden
hacer, en lugar de cómo se ven y de lo que poseen, son más felices y están mejor preparados para el éxito en la vida real.
Que la mayoría de estas actividades incluyan también pasar tiempo interactuando con sus compañeros cara a cara es solo
el merengue sobre el pastel.