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A. Coriat
Ch. Pisani
¿Por qué estudiar entonces el caso Schreber? Freud lo hace por tres razones,
cuya esencia es puramente teórica:
Sin que esto implique repasar los aspectos históricos de ese concepto,
observemos, sin embargo, que el término paranoia ya fue utilizado por los
antiguos griegos para indicar desorden del espíritu , sin que se sepa muy bien qué
significaba esta fórmula. Luego, el término reaparece en Alemania en 1918 para
designar el conjunto de los delirios. Hasta fines del siglo XIX, el concepto está tan
mal definido que se lo emplea para describir casi el 70 por ciento de las patologías
detectadas en los manicomios. Sólo a principios del siglo XX, Kraepelin arroja un
poco de claridad en la definición de paranoia.
¿Quién es Schreber?
Sean cuales fueren los temas del delirio (políticos, religiosos o sexuales),
todos giran alrededor de la persona del propio Schreber y presentan, como
comprobaremos luego, los dos polos clásicos de la paranoia: ideas de prejuicio y
persecución e ideas de sobre valoración personal.
Con todo, algunas veces interviene en la historia del universo a través de los
sueños de los durmientes o para inspirar a los grandes hombres y a los poetas. En
ese caso simplemente hace una reconexión de los nervios de esas personas. Sobre
este movimiento circular se sustenta el orden universal: Dios se despoja de una
parte de sí mismo para crear y recupera luego los nervios (las almas) de los
difuntos.
Todas las intervenciones de Dios, buenas o malas, se llaman milagros . Pero
Dios no es un ser simple; si bien es único, está constituido por dos unidades: un
Dios inferior (Ahriman) y un Dios superior (Ormuzd). El Dios inferior prefiere a los
semitas y el Dios superior a los rubios arios.
Sin embargo, este orden del universo presenta una falla: en determinadas
circunstancias, por una razón no explicada, ocurre que los nervios de un hombre
vivo se encuentran en un estado tal de excitación que atraen los nervios de Dios con
tanta fuerza que éstos no pueden liberarse, de modo que la existencia misma de
Dios se halla comprometida. Éste es un caso por completo extraordinario y hasta
único en la historia de la humanidad y se trata, evidentemente, de la situación del
presidente Schreber.
Así, aparece Dios por entero ocupado en infligir a nuestro hombre las
pruebas más inhumanas, ya sea mediante una acción directa, ya sea por intermedio
del profesor Flechsig, ya sea, por último, a través de todo lo que rodea a Schreber:
animales, objetos y demás entes. Desde entonces, todo lo que ocurra en su vida será
milagro , puesto que toda intervención divina buena o mala es un milagro. Esto
es lo que sucede durante la segunda crisis, que comienza con insomnios y con la
fantasía de ser una mujer que experimenta la cópula. Esta idea indigna, nos dice
Schreber, nunca se habría presentado en mi espíritu sin una intervención exterior .
Seguidamente, se producen otros milagros crujidos en las paredes de su
dormitorio y voces que le hablan. Lo internan nuevamente en la clínica del profesor
Flechsig, agente divino, que hará todo lo que está a su alcance para hundirlo:
Flechsig realiza en Schreber una nueva conexión de nervios y habla dentro de su
cabeza. Según las palabras de Schreber, practicaba con él un asesinato del alma .
Ésta es una expresión de la lengua fundamental , la lengua de Dios, que significa
volverse amo del alma de su prójimo los nervios y obtener gracias a esta alma una vida m{s
larga o cualquier otra ventaja relacionada con la vida del m{s all{ .
Pero no olvidemos que Dios está constituido por los nervios de los difuntos
(el alma de los difuntos). De modo que, al atraer hacia sí los nervios de Dios,
Schreber atrae al propio tiempo las almas de los muertos. Éstas se acumulan en su
cabeza y adquieren la forma de hombrecillos de unos pocos milímetros. Algunas
noches tales hombrecillos se reúnen por millares que pululan en el interior de su
cráneo y hablan todos al mismo tiempo, sin ahorrarle una sola de sus palabras, en
una monstruosa cacofonía.
Al pasear, tiene la sensación de andar, no por una ciudad verdadera, sino por
un decorado de teatro o bien por un vasto cementerio donde hasta llega a ver la
tumba de su esposa. Un día, advierte al pasar un periódico en el que se anuncia su
propia muerte. Schreber descubre en todas esas manifestaciones malas intenciones
en su contra.
Además Dios y el sol están en una estrecha relación. Hasta se puede identificar
a Dios con el sol , escribe Schreber. A veces, Dios se le aparece y le habla con voz
grave; otras, es el sol quien se dirige a él con palabras humanas. En ocasiones, el sol
se transforma, su disco se encoge o se desdobla. En todo caso, Schreber es el único
que puede mirarlo sin bajar la mirada y el sol palidece en su presencia.
Todos estos males que lo aquejan tienen por objeto destruirlo o volverlo
idiota o, al menos, distraer su atención a fin de que Dios pueda introducirse en su
cabeza para recuperar sus rayos e impedirle que se apropie de ellos. Con esa
intención, Dios habrá de ensordecerlo mediante pequeños ruidos que se vuelven
atronadores: cada palabra pronunciada en su presencia, cada paso, cada pitar del
tren, retumba como un golpe violento que provoca un dolor intolerable en el
interior de su cabeza.
Pero, todo es inútil. Porque Dios, al querer destruirlo, va en contra del orden
del universo, pues a los rayos les corresponde crear y no destruir. Y el orden del
universo, más poderoso que el mismo Dios, está del lado de Schreber.
• El milagro del alarido. A veces, los rayos aprovechan los momentos en que
Schreber no los vigila (cuando éste duerme, por ejemplo, o cuando mantiene una
conversación para escapar. ‚l instante e infaliblemente, se produce el milagro del
alarido . ‚l dar su alarido Schreber le prueba a Dios que no est{ muerto ni se ha
vuelto idiota (es decir que no ha perdido su espíritu). A veces despierta de un
profundo sueño para dar algunos gritos, a fin de mostrar a su perseguidor que, aun
durmiendo, continúa siendo el amo de la situación. Hay días en que esos alaridos se
suceden uno tras otro por centenares y pueden durar entre cinco y diez minutos, lo
cual estremece dolorosamente su cerebro. Durante esos accesos, los rayos divinos
sobrecogidos de angustia, piden auxilio , y vuelven a fluir dócilmente hada su
cuerpo.
La prueba de que todo esto se hace para humillarme, escribe Schreber, es que
los rayos de Dios me llaman Miss Schreber , o bien me dicen ¡Éste pretende haber
sido presidente del Tribunal y se hace deshonrar! . Pero la maniobra resulta un fracaso,
porque, como las demás, va en contra del orden del universo.
¿Cuál es, pues, el objetivo sagrado por el cual Schreber acepta ser la mujer de
Dios? Se trata de un proyecto de escala universal: la creación de una nueva
humanidad que aparecerá una vez que ésta se haya extinguido. Una nueva raza de
hombres, nacida del espíritu de Schreber.
En 1903, se retira junto con su esposa a una casa que había hecho construir en
Dresde. Pero, cuatro años después, en 1907, regresa al instituto psiquiátrico de
Leipzig donde permanece internado cuatro años hasta el momento de su muerte.
Ningún hombre ha debido soportar pruebas semejantes a las que he sido sometido, escribe
en su libro, en las condiciones que fueron las de mi existencia.
Con todo, Schreber fue un personaje muy curioso. Es lo menos que se puede
decir después de sumergirse en su universo. Es fácil comprender el interés que
continúa suscitando. Ya en 1955, Huntery Macalpine, quienes tradujeron su obra al
inglés, señalaban que era el enfermo más citado en el campo de la psiquiatría.
— dar sentido a una experiencia de derrumbe mental que lo deja ante todo
como aniquilado;
— encontrar un vínculo posible con el otro, cuando tal relación parecía haber
desaparecido.
Cuando Bleuler creía que uno no podía fiarse en ningún caso de las
afirmaciones de los enfermos paranoicos, Freud, por el contrario, sostiene la idea de
que en el delirio puede hallarse una coherencia específica. Éste es uno de los
aspectos en los que Freud operará una ruptura en su enfoque de la psicosis.
A través del caso de Schreber, Freud sostiene un punto de vista teórico: el de
su teoría de la libido. Ya en el debate nosográfico se distancia de Jung y de Bleuler
para mantener el interés de una separación entre el campo de las paranoias y el de
las demencias precoces. No obstante, considera que esta última expresión es
inadecuada y propone el término parafrenia en un sentido particular mezcla de
rasgos paranoides y esquizofrénicos.
de derrumbe mental
Así es como Schreber tiene que vérselas con fenómenos tan extraños que
superan todo límite, escapan al mismo Dios. Se trata de lo inconmensurable, de la
singularidad extrema. Schreber se siente como si se hallara, pues, ante una alteridad
radical y se descubre a sí mismo inaccesible. Para poder volver a dar sentido a sus
experiencias desconocidas y restablecer una temporalidad, se instaurará, entonces,
un sistema delirante que desembocará en una forma de conciliación.
Entre las derivaciones que tuvo el análisis de Freud, vale la pena mencionar,
aunque sólo sea brevemente, el aporte hecho por Jacques Lacan.
Si bien Freud partió de la histeria para descubrir, sólo más tarde, la psicosis y
al principio únicamente como una cuestión teórica, Lacan, por su parte, partió del
hecho clínico de la locura y particularmente de la paranoia, que lo apasionó desde
muy temprano. Desde que presentó su tesis de psiquiatría sobre el caso Aimée, este
interés por la psicosis nunca fue desmentido. El hecho de que haya continuado
haciendo presentaciones de enfermos durante toda su docencia es una prueba de
ello. Pero Lacan elaboró verdaderamente su concepción de la psicosis comentando
muy exhaustivamente el texto de Schreber y el de Freud. El enfoque inicial fue el
mismo de Freud: dar crédito, otorgar valor a la palabra, en este caso al texto mismo
de Schreber. Hacerse, según su propia expresión, secretario del alienado .
Una expresión clave de esta lengua de fondo es asesinato del alma . Una
egresión a la vez esencial e inexplicable. Schreber la utiliza. No sabe a qué
corresponde exactamente, pero está seguro de que él mismo está implicado en esa
acción, que es el blanco de ese asesinato. Se oye a sí mismo pronunciar palabras que
—aunque advierte que son de una importancia capital— no comprende; son
palabras inspiradas.
Lacan reconoce con Freud las dificultades que se presentan cuando uno
pretende aplicar la lógica de la represión a la psicosis. Partiendo particularmente de
la alucinación, Lacan subraya su carácter, bien conocido por los psiquiatras, de
exterioridad. Lo que se presenta en la alucinación es un elemento extraño sin vínculo
ninguno con una representación conocida. En la neurosis, el retomo de lo reprimido
—si bien da lugar a la sorpresa— remite de todos modos a un saber latente,
inconsciente, que permite establecer conexiones; en cambio, en la alucinación
estamos ante el retorno de un elemento nunca inscrito. Un retomo que rompe todas
las conexiones.
CONCLUSIÓN