Pec-Civilizacion Romana
Pec-Civilizacion Romana
Pec-Civilizacion Romana
El texto es un extracto del historiador latino Tito Livio (Patavium, actual Padua, 64 a.C.-17 d.C.).
Tito Livio pertenecía a una familia acaudalada, aunque no aristocrática que le proporciono una
buena educación clásica, así como conocimientos en retórica y filosofía. De su juventud no
sabemos demasiado, aunque parece ser que asumió la toga viril hacia el 42 a.C. Alrededor del
30.a.C. se trasladó a Roma donde gracias a su amistad con Augusto fue nombrado tutor de
Tiberio Claudio Cesar, el futuro emperador Claudio.
También debido a esta relación con la familia imperial tuvo acceso a los vastos archivos de la
urbe, lo que le permitió llevar a cabo su principal obra “Ab Urbe condita” (“Desde la fundación
de la ciudad”) de la que esta extraído el fragmento que nos ocupa. Este grandioso proyecto, en
el que trabajo desde el 28 d.C. hasta el año en que falleció, recorre la historia de la ciudad de
Roma desde su fundación hasta el año 9 d.C. Contrajo matrimonio en dos ocasiones con los que
tuvo dos hijos y cuatro hijas, de los que solo un hijo y una hija le sobrevivieron, tras la muerte
de Octavio Augusto en el 19 d.C. se retiró a su Padua natal donde paso sus últimos años,
falleciendo en el 17 d.C.
Dado que Tito Livio no desempeño ningún cargo público y apenas hay datos sobre su vida, será
el análisis de su obra y del momento que le tocó vivir el que nos aporte las claves sobre su
personalidad; Parece evidente que poseía simpatías republicanas pese a sus relaciones con la
familia Julia-Claudia, ya que Augusto se refería a él como “Pompeyano” debido a la admiración
con la que trataba en sus obras a las grandes figuras de la antigüedad republicana y a las veladas
críticas sobre la legitimidad del sistema político augusteo. Aun así, sus ideas republicanas no
debieron de ser excesivamente radicales. Gracias a este hecho y a la gran amistad que le unía
con Octavio Augusto pudo publicar su obra con total libertad. Por otra parte, parece ser que fue
una persona conservadora y defensor del “Mos maiorum”.
De carácter introvertido, austero, un tanto arrogante y con unos principios morales muy
tradicionales heredados de su ciudad natal, Padua, que en esos momentos era un importante
bastión del conservadurismo romano.
“Ad Urbe condita.” también conocida como “Historia de Roma desde su fundación.” y a veces,
“Las Décadas.” Es una monumental obra que constaba de 142 libros y que recoge la historia de
Roma desde la fundación de la ciudad por Rómulo y Remo en el 753 a.C. hasta la muerte de
Nerón Claudio Druso, padre del futuro emperador Claudio, en el 9 d.C. La obra se encuentra
dividida en Décadas, grupos de 10 libros, de los que solo se conservan completos 35; El
contenido de los restantes libros lo conocemos, mal y con lagunas, a través de unos resúmenes
llamados “Periochae” redactados por un autor anónimo en el siglo IV d.C. En su obra Tito Livio
tiene una intención didáctica y moralizante ensalzando los valores tradicionales romanos para
corregir la sociedad en la que vive ya que considera que la “Virtus” romana ha ido degradándose
como consecuencia del abandono de las antiguas costumbres y tradiciones.
El Fragmento en cuestión forma parte del capítulo 22 del libro V de “Ad urbe condita” donde
Livio nos narra el reparto del botín que el dictador Marco Furio Camilo decreta tras la derrota
final de la ciudad etrusca de Veyes en el 396 a.C. El tomo V, que abarca 14 años de la historia de
la república, está elaborado temáticamente en torno a dos grandes acontecimientos; El sitio y
la toma de la ciudad de Veyes por los Romanos y el saqueo de Roma por los galos del Caudillo
Breno y su posterior liberación en el 387 a.C. También en ambos casos el protagonista de los
hechos será el mismo; Marco Furio Camilo. El texto pone de relieve la compleja relación que la
cultura romana mantenía con sus deidades por un lado y por otro nos habla de la influencia
etrusca que Roma había recibido durante el gobierno de la monarquía de origen etrusco que
había regido la ciudad desde el 616 a.C. hasta la fundación de la república en el 509 a.C.
A lo largo de esta etapa la nueva dinastía introdujo una serie de reformas en todos los ámbitos
incluido el religioso que eran reflejo de lo existente en las ciudades etruscas. Por otro lado, la
península itálica había recibido a su vez la influencia de la civilización griega que a finales del
periodo arcaico (VIII-VI a.C.) había desarrollado toda una red de colonias y asentamientos
comerciales que se extendían desde el Mar negro hasta la península ibérica asentándose
también en Sicilia y el sur de Italia pasándose a denominar “Magna Grecia” a dichos territorios.
Seria desde la fundación eubea de Pitecusa (En la actual Ischia) desde donde los griegos
comenzarían un intenso comercio con los etruscos del continente que iría acompañado de
notables influencias artísticas, culturales (Incluido el alfabeto de origen fenicio) y religiosas.
Debido a esta interacción los etruscos dotaron a sus dioses con apariencia humana a la vez que
se identifican algunas divinidades itálicas con las del panteón olímpico en un claro fenómeno de
sincretismo religioso. Ejemplos de ello son las relaciones Aplum-Apolo, Menerva-Minerva o
Hera-Uni-Juno.
De ahí que la Uni etrusca sea identificada y reconocida por los conquistadores romanos de Veyes
como su propia Juno. Así este bagaje religioso y supersticioso es heredado por la sociedad
romana por lo que tras producirse el saqueo de la ciudad se procede a trasladar la estatua de la
divinidad etrusca a Roma. Este traslado, como nos relata Livio, ira acompañado de numerosos
rituales, siendo los soldados encargados de llevarlo a cabo debidamente seleccionados y
purificados y todo ello en un ambiente de piedad y temor religioso. Otra de las características
de la religiosidad romana de la que nos da cuenta el texto es la comunicación de los dioses con
los mortales pudiendo expresar su voluntad por medio de prodigios (“Prodigia”) y trasmitir sus
mensajes que se expresaban a través de las aruspicinas y sibilas de origen etrusco y que nos
conecta de nuevo con el mundo griego de la profecía y la videncia representado por la pitia del
santuario panhelénico de Delfos.
Así la pregunta que hacen los jóvenes a la diosa para conocer su voluntad y la momentánea
animación de su estatua para responder afirmativamente nos conecta con ese universo religioso
donde la comunicación con las deidades se basa en preguntas oraculares, la interpretación de
fenómenos naturales cargados de simbolismo y portentos o sucesos extraordinarios.
Este respeto religioso y temor reverencial a lo divino (la “Eusebeia” y “Thambo” griegos) se
extendía a las imágenes sagradas y objetos de culto que como en el caso de la estatua de Juno
es traslada a Roma donde Marco Furio Camilo levantara en su honor un templo (“Aedes Iuno
regina”) para albergarla en la colina del Aventino.
El texto se encuentra inserto dentro del enfrentamiento armado que Roma mantuvo contra la
ciudad etrusca de Veyes que abarcaría tres guerras y un siglo de duración (485-396 a.C.). La
prospera y rica ciudad de Veyes, situada al norte de Roma se constituyó en el principal enemigo
de la Republica durante sus primeros años de vida. Esta rivalidad venia ya de antiguo puesto que
durante la etapa monárquica (735-509 a.C.) las relaciones de ambas ciudades habían sido tensas
y difíciles constatándose frecuentes enfrentamientos entre ellas. El origen de esta enemistad
parece haber sido el control de las vías de comunicación que unían Campania con Etruria y cuya
posesión otorgaba el dominio del tráfico comercial de la Italia central. A este hecho se le unía
la reclamación por ambas partes de las salinas existentes en la desembocadura del rio Tíber, así
como el control de la vía salaria que permitía el trasporte de la sal al interior de la península.
A partir del año 485 a.C. se van a ir sucediendo una serie de escaramuzas y enfrentamientos
menores que pronto derivaran en guerra abierta. Tras una primera derrota romana en el año
481 a.C. se irán alternando las victorias y derrotas hasta llegar a la resistencia heroica
protagonizada por la gens Fabia junto con sus clientes y amigos en el rio Cremera (477 a.C.)
durante una acción cuya intención era dominar las rutas de comunicación entre las ciudades de
Veyes y Fidenae y que a semejanza de la acción del rey Espartano en la Termopilas acabo con la
aniquilación total del contingente romano. Tras esta derrota los etruscos consiguieron tomar la
iniciativa militar llegando incluso a poner sitio a Roma y pese al fracaso del asedio se logró forzar
la firma de un tratado de paz muy ventajoso para los etruscos y que establecía una tregua que
duraría cuarenta años. Así en el 474 a.C. finalizaba la primera guerra contra Veyes.
Una segunda guerra estallaría hacia el 438 a.C. momento en el cual los etruscos se encontraban
en una situacion de debilidad provocada por los avances de Hieron de Siracusa quien comienza
a hostigar las costas italianas. El apoyo que Veyes presto a la colonia romana de Fidenae,
deseosa de sacudirse el yugo romano, constituyo el detonante de esta segunda confrontación
siendo también el teatro de operaciones principal. Después de 11 años de hostilidades en los
que se suceden los asedios y las batallas y en los que Roma nombra dos dictadores mientras que
Veyes trata infructuosamente de ganarse el apoyo de las restantes ciudades etruscas, el
conflicto finaliza con la destrucción de Fidenae y la venta de su población como esclavos
concertándose una nueva tregua en el 425 a.C.
A partir del 406 a.C. asistimos a la fase final del enfrentamiento que se prolongará durante 10
años y cuyo catalizador será las reclamaciones romanas acerca de las indemnizaciones de la
anterior guerra que Veyes se negaba a pagar. En el 405 a.C. Roma pone cerco a Veyes que en
una primera etapa fracasa debido a la ayuda que Veyes obtiene de los pueblos cercanos como
faliscos y capenates y la falta de cooperación de los cónsules al frente de los ejércitos romanos.
El nombramiento como dictador de Marco Furio Camilo en el 396 a.C. se tradujo en un segundo
asedio, esta vez exitoso que culminó con la toma y destrucción de la poderosa ciudad etrusca.
Esta victoria, a la vez que se deshacía de un poderoso enemigo histórico, le proporciono a Roma
una posición de fuerza en el Lacio a la vez que ampliaba su territorio mediante la anexión de las
tierras de Veyes y alguno de sus aliados como los capenates, dotando a Roma de un papel
privilegiado dentro de la liga latina de la que formaba parte la joven república.
4. CONCLUSIONES.
La intención que persigue Tito Livio ante todo con su “Ad Urbe condita” es ante todo didáctica y
moralizante y sobre todo imbuida de un fuerte espíritu patriótico. Dadas estas características
que serán constantes y uniformes durante toda la obra, la fidelidad y precisión historiográfica
se situaran en un segundo plano frente a lo mítico y legendario ya que como se ha comentado
es la exaltación patriótica y la regeneración moral de la sociedad romana lo que persigue el
autor. Aun así, podemos comprobar que, pese a este afán propagandístico, a Tito Livio se le ha
reconocido una gran dosis de honestidad en su obra constituyendo este pasaje un ejemplo de
ello cuando el autor cuestiona la veracidad del prodigio obrado por Juno.
Una de las criticas más extendidas a la labor de Tito Livio ha sido su ligereza y un manejo poco
contrastado de las fuentes, sin embargo, hay que entender que Livio no tuvo acceso a las fuentes
originales ni visito los lugares donde trascurría su obra (Factor compresible dada la
monumentalidad espaciotemporal de su trabajo) utilizando fuentes de segunda mano y casi
todas latinas, conociendo otras más fiables, como el historiador Polibio, después de haber
publicado algunos libros.
Por otra parte, Tito Livio se aparta de sus inmediatos predecesores Como Cayo Julio Cesar o Cayo
Salustio Crispo que habían cultivado las monografías mientras que el intenta escribir una gran
historia nacional de Roma, si bien coincide con Salustio en la intención moralista y educativa de
la historia, encontrándose coincidencias con autores aún más antiguos como Tucídides e
Isocrates (Siglos V-IV a.C.).
Por último , la lectura de la obra de Tito Livio, en este caso el libro V, es interesante desde el
punto de vista del lector, puesto que nos aporta una abundante cantidad de detalles a lo largo
de la narración, si bien a veces pueden parecer excesivos, por otra parte se percibe en la obra el
afán propagandístico del que hemos hablado, pero por lo general, a pesar de la distancia que
separa al autor del publico actual como nosotros, su estructura bien ordenada y sin demasiadas
regresiones permite disfrutar de un texto que cuenta con dos milenios de existencia.
,
II. COMENTARIO DE UNA IMAGEN.
Mosaico de los actores de Pompeya Casa del Poeta Trágico (VI 8, 3-5) (Actualmente en
el Museo Archeologico Nazionale- Napoli)
Nos hallamos ante el conocido como Mosaico de los actores proveniente de la “domus”
pompeyana conocida como “Casa del Poeta trágico” y que en la actualidad se conserva en el
Museo arqueológico nacional de Napoles. Esta edificación que sigue la planimetría de una típica
domus imperial toma su nombre del mosaico que nos ocupa y se ha datado cronológicamente a
finales del siglo I a.C. Esta datación nos remite a los inicios del régimen imperial que entre los
siglos I a.C. al I d.C. iba a sustituir el antiguo estado republicano por un sistema político
personalista encarnado en la figura del “Princeps”. Este nuevo régimen, dotado de algunas
características de las antiguas monarquías helenísticas pero que a la vez mantenía una
apariencia de legalidad republicana, confería al “Princeps” una capacidad de decisión política
que le permitía controlar las tres grandes bases del estado republicano como eran el senado, el
pueblo y el ejército, convirtiendo de facto al “Princeps” en un monarca excepto en el nombre.
Iniciado en cierta media por Cayo Julio Cesar, pero cuyo verdadero artífice fue Cayo Octavio
augusto, su sobrino y sucesor al frente de la facción política que encabezaba (“Popularis”) este
sistema político pronto se convertirá en hereditario a cuya cabeza se sucederán una serie de
dinastías como la Julia-Claudia, que lo inaugura o la Flavia que hacia mediados del siglo I d.C. la
remplaza. Durante esta etapa Roma experimentará un crecimiento territorial, económico y
cultural que constituirá la edad de oro de la civilización romana para finalizar en el siglo III d.C.
cuando se abre un periodo de decadencia.
En cuanto a la localización geográfica de la imagen, esta se encontró como se ha comentado con
anterioridad en la ciudad romana de Pompeya, radicada en la bahía de Nápoles, y que remonta
sus orígenes a una fundación osca datada hacia el siglo VI a.C.
En el siguiente siglo la ciudad fue absorbida por la confederación samnita que dominaba la fértil
región de la Campania participando en la guerra itálica a principios del siglo I a.C.
Tras el conflicto, la ciudad fue incorporada a los dominios romanos con la categoría de
“municipum” transformándose en un importante punto de paso de mercancías que llegaban vía
marítima y eran enviadas a Roma o hacia el sur de Italia siguiendo la vía Apia.
La erupción del cercano volcán del Vesubio en el año 79 d.C. según registra el historiador latino
Plinio, el Joven destruyo la ciudad cubriéndola de una capa de cenizas volcánicas lo que ha
permitido que la ciudad se conservase a lo largo del tiempo con una gran integridad,
encontrándose gran número de villas vacacionales y “Domi” que han aportado abundante
información sobre los hogares romanos llegando a tomar el apelativo de “pompeyanas” el estilo
arquitectónico de las “domus “del periodo tardo-republicano y los inicios de época alto-imperial.
Junto a estas villas se han identificado numerosas estructuras urbanas como mercados
(“Macellum”), tabernas y restaurantes (“Thermopolia y cauponae”), Foros, basílicas, templos y
teatros que asimismo se han conservado en un magnifico estado.
Por último, temáticamente, el mosaico nos habla del mundo de los “Ludi scaenici” y del teatro
romano que se retrotrae, como en el caso griego, a antiguas ceremonias festivas y religiosas que
producen manifestaciones artísticas como los “Cantica Fescenina” y posteriormente las
“Atellanae” de origen osco que junto con la herencia etrusca recibida evolucionaran a partir del
siglo III a.C. al entrar en contacto con la influencia cultural de la “Magna Grecia” para configurar
el teatro romano clásico. Pese a que el género teatral tuvo menor seguimiento que otros
espectáculos como los juegos gladiatorios o las carreras de cuadrigas formo parte de las
actividades de las principales festividades romanas desde época republicana, prefiriendo la
plebe romana la comedia y el mimo mientras que la tragedia era frecuentada por las capas más
pudientes y cultas.
En la sociedad romana el oficio de actor fue desempeñado por profesionales exclusivamente
masculinos que sin embargo sufrían de una pésima consideración social debido a la gran
cantidad de esclavos y libertos que solían trabajar en el mundo teatral, esta opinión negativa se
extendía en ocasiones a los escritores de dramas y comedias, padeciendo una serie de
restricciones legales además de la sociales hasta el punto de que incluso el termino “histrion”
palabra de origen etrusco con que se los denominaba siempre tuvo un sentido despectivo. Sin
embargo, durante el Principado, sobre todo durante el siglo II a.C., los actores de mayor éxito
fueron los pantomimos de la “familia Caesaris”, quienes llegaron a recibir honores municipales
e inscripciones honorificas en lugares públicos.
Acompañando ese ensayo de baile encontramos un musico disfrazado de mujer y adornado con
una guirnalda que parece interpretar una melodía en la doble flauta (“Aulos o Tibia”).
Instrumento que también es indicativo del carácter satírico de la escena al estar asociado con el
culto dionisiaco.
En el lado derecho de la composición podemos apreciar un tercer actor vistiéndose para la
representación con la ayuda de un esclavo o sirviente. Por último, sobre mesas y taburetes se
disponen mascaras silenicas y trágicas preparadas para su uso en la escena.
Por una parte, la escena nos suministra información sobre el vestuario utilizado por los actores,
ya se ha comentado la indumentaria tanto pieles como mascaras que usan dos de los actores
que los caracteriza como sátiros dionisiacos y nos revela que estamos ante la representación de
una obra de carácter satírico, con toda seguridad un drama satírico; Un género teatral que
combinaría la tragedia con componentes cómicos. Así mismo, la presencia de máscaras de tipo
trágico confirmaría también esta hipótesis de que nos encontramos ante una obra de este
género. además, estas mascaras nos revela detalles particulares sobre el atrezo y vestuario
utilizado por los actores en las representaciones teatrales, morfológicamente se aprecia el gran
tamaño de las máscaras, utilizándola los actores a modo de yelmos que los hacia más visibles al
público gracias a su tamaño. También las considerables dimensiones de los orificios practicados
en ojos y boca facilitaban la percepción y comunicación del actor.
Las máscaras están moldeadas para asemejarse al personaje que se interpreta advirtiéndose
que las máscaras femeninas aparecen pintadas de blanco mientras que las masculinas en tonos
oscuros. (Este detalle nos habla de la antigua tradición de la división cromática en el arte antiguo
según el sexo que se aprecia ya en la cultura cretense y anteriormente en la egipcia). En lo que
respecta al uso de las máscaras, parece ser que a diferencia de la cultura griega en Roma su uso
fue más reducido, sustituyéndose por pelucas y maquillaje que determinaban la edad, sexo y
condición del personaje representado sobre todo en las representaciones de mimo y cómicas.
A este respecto otro de los datos que ofrece el mosaico es la presencia de un musico, el cual
aparece travestido con ropajes y maquillaje femenino. Esta circunstancia confirma el carácter
exclusivamente masculino del mundo teatral, donde los papeles femeninos (Excepto en las
farsas y el mimo) son representados por hombres y jóvenes caracterizados como mujeres y
elegidos según el “Canon de Policleto”. Así mismo nos habla de la importante presencia de la
música y de la danza en el mundo del espectáculo y en la vida cultural romana.
El mosaico nos muestra también la composición de una típica compañía teatral o “Grex
Scaneicus” que como el caso que nos ocupa reducía su número a tres actores para la
representación de comedias y tragedias según el numero canónico establecido por Sófocles en
el siglo V a.C.
Sin embargo, en el mundo romano se incrementó el número de actores participantes en las
funciones incluyéndose además figurantes y comparsas. Cabría la posibilidad de que el anciano
que parece ser el director de la compañía (Dominus grecis o un choregus”) pudiese acaso
participar en la inminente función.
-Placa Campana.
Nos encontramos ante la llamada “Placa Campana” datada a finales del siglo I d.C. y conservada en el “Museo
Nazionalle romano delle Terme” de Roma. La pieza nos muestra una función teatral en la que se representa el
“Astyanax” del poeta trágico latino Lucio Accio (170-86 a.C.). En el centro de la pieza se representa la arquitectura de
un teatro romano pudiéndose apreciar las tres puertas típicas (La “Regia” en el centro y las dos “Hospitalia” laterales),
frente a ellas encontramos dos actores caracterizados como Andrómaca y Ulises mientras que junto a ellos hay dos
personajes que bien podrían desarrollar la función de coro. Apreciamos claramente que los actores visten al estilo
griego con máscaras y ropa adecuado y calzan los altos calzados trágicos o “corturnos”.
Otra muestra del mundo del teatro en el arte romano lo podemos encontrar en un mosaico hallado en la llamada
“Casa del Fauno” de Pompeya datada hacia el siglo II a.C. Este mosaico que se haya conservado en el Museo
arqueológico nacional de Nápoles representa una máscara teatral sobre un fondo de frutas, flores y otros motivos
vegetales.
-Fresco y mosaico de los músicos ambulantes.
Interesante es el caso de las siguientes imágenes, ya que muestran la misma composición temática, pero usando
diferentes técnicas. Mientras que la pintura proviene de la ciudad campana de Estabia situada en las cercanías de
Pompeya, el mosaico se encontró en la llamada “Casa de Cicerón” en la misma Pompeya siendo el mosaico más
antiguo que el fresco ya que la inscripción que contiene “Dioscouridis Samios epoise” (Realizado por Dioscorides de
Samos) nos permite datarlo hacia el 100 a.C. llegando a postularse una hipótesis que aventura que ambas
representaciones serian réplicas de un original del siglo III a.C. El mosaico que se aloja en el Museo arqueológico
nacional de Nápoles, muestra un grupo de cuatro personajes que usan las máscaras de tres personajes de la nueva
comedia: El musico de tímpano se cubre con la máscara de “parásitos”, el personaje que toca los platillos
representa al adulador “Kolax” mientras que justo detrás de él, se encuentra un musico que toca la doble flauta o la
“Diamitros etairia”, por último, junto a al flautista apreciamos un niño o un enano sin mascara que se dispone a
tocar una especie de cuerno. Se ha planteado la hipótesis de que la escena formaría parte de la representación de
una comedia de Menandro titulada “Theophorumene”, La Mujer poseída.
El último ejemplo de imágenes del mundo del teatro en el arte seria esta cratera del siglo IV a.C. y que se conserva
en el Museo gregoriano etrusco de la Ciudad del Vaticano. En este vaso denominado de la farsa fliácica, antecede y
pudo servir de referencia para las representaciones del “Anfitrión” de T.Maccius Plauto y en ella podemos ver a la
riada clásica de actores caracterizados como Mercurio, Júpiter y la bella Alcmena a la que el dios se dispone a
visitar, los artistas llevan máscaras y trajes cómicos para la ocasión.
BIBLIOGRAFIA.
-CABRERO PIQUERO, JAVIER y FERNANDEZ URIEL, PILAR.: “Historia Antigua II. El mundo clásico.
Historia de Roma.” Madrid, UNED editorial, 2014.
-FERNANDEZ URIEL, PILAR y MAÑAS ROMERO, IRENE.: “La Civilización Romana”. Madrid, UNED
Editorial, 2013.
-MORENO, AGUSTIN.: “Los datos geográficos en la obra de Tito Livio, un estado de la cuestión.”
Santa Rosa (Argentina). Revista CIRCE de clásicos y modernos N.º XVI/2012. pp 15-29.
-PLAUTO (T. Maccius Plautus).: “Comedias I”. Madrid, Ediciones Catedra, 1993. (Edición y
traducción de José Román Bravo).
-TITO LIVIO.: “Historia de Roma desde su fundación (“Ad urbe condita”), libros IV-VII”.
Barcelona, Ed. Biblioteca clásica Gredos, 1994. (Edición, notas y traducción de José Antonio
Villar Vidal).
OTROS RECURSOS.