Lección 3. Los Principios Constitucionales Sobre El Tributo
Lección 3. Los Principios Constitucionales Sobre El Tributo
Lección 3. Los Principios Constitucionales Sobre El Tributo
En el apartado primero:
En cuanto al primero, debemos subrayar que el artículo 31CE es, antes que nada, la
norma que sirve de fundamento al deber de contribuir. Lo que la doctrina francesa
llama principio de la necesidad del tributo. Este deber de contribuir, establecido de
manera precisa en la Constitución, es el que sirve de fundamento a la imposición,
según lo entiende la doctrina moderna, que ha superado concepciones propias de
otras épocas que buscaban este fundamento en la supremacía misma del Estado.
Empleando las palabras del Tribunal Constitucional, podemos establecer la conexión
entre este fundamento y el principio de capacidad económica, entendido como
«exigencia lógica que obliga a buscar la riqueza donde la riqueza se encuentra» (STC
27/1981).
En segundo lugar, el principio de capacidad económica funciona como determinación
negativa, como límite para el legislador en la configuración de los tributos. El legislador
no puede establecer tributos si no es tomando como presupuestos circunstancias que
sean reveladoras de capacidad económica. Un tributo que se aplicara sobre una
circunstancia que no fuera reveladora de capacidad económica sería anticonstitucio-
nal.
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PRINCIPIO DE IGUALDAD
El principio de igualdad constituye un valor, no sólo del sistema tributario, sino del
conjunto del ordenamiento. La CE lo proclama en su artículo 1 junto a la libertad, la
justicia y el pluralismo político, desarrollándolo posteriormente en varias direcciones: no
solamente la igualdad formal ante la Ley (art. 14 CE) , sino también la igualdad sustan-
cial y el deber de los poderes públicos de promover las condiciones para hacerla
efectiva, junto con la libertad (art. 9 CE).
El sentido general de la doctrina del T.C sobre l principio de igualdad puede resumirse del
siguiente modo: “el principio de igualdad se opone a la discriminación en el tratamiento de
situaciones que pueden considerarse iguales. Lo cual no impide que la ley establezca un
trato desigual que se funde en criterios objetivos y suficiente mente razonables”.
Esta regla general puede ser descompuesta en una serie de máximas específicas, que
enumeramos a continuación:
1) Para que pueda emitirse el juicio de igualdad es necesario que los términos de
comparación sean homogéneos. Ejemplo tributación conjunta en IRPF cuando era
obligatoria .
2) No toda discriminación o desigualdad de trato es contraria a la constitución sino sólo
aquella carente de justificación objetiva y razonable. Así, la STC 76/ 1990 ha estimado
que no es contrario a la Constitución el precepto que establece que el tipo de interés a
satisfacer en los pagos de la Administración a los contribuyentes sea el legal, mientras
que el correspondiente en los pagos a la Administración sea el interés legal más un 25
por 100: «La clave de la diferenciación normativa se halla en evitar el grave perjuicio
que para la Hacienda supondría que grupos enteros de contribuyentes dejaran en masa
de pagar tempestivamente sus cuotas tributarias.
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3) Para que la desigualdad de trato sea admisible no basta con que el fin perseguido por
la misma sea legítimo y razonable, sino que, además, es indispensable que ese distinto
trato se mantenga dentro de los límites de la proporcionalidad, evitando resultados
especialmente gravosos o desmedidos.
PRINCIPIO DE GENERALIDAD
PRINCIPIO DE PROGRESIVIDAD
CONCEPTO.
El principio de legalidad tributaria se encuentra establecido en el artículo 31.3 CE, que,
como hemos visto, requiere que las “prestaciones personales o patrimoniales sean
establecidas con arreglo a la ley”.
Dicho principio es recalcado, con relación expresa a los tributos, por el artículo 133.1
CE, que dice que “el poder tributario del Estado se ejercerá mediante Ley”, y en el
artículo: 33.3 CE, en relación a los beneficios fiscales en los tributos del Estado.
FUNDAMENTO
1) Exigencia de democracia o representación. Tradicionalmente se ha identificado en
este principio la exigencia de autoimposición o consentimiento del impuesto a través
de la representación de los contribuyentes.( El Parlamento)
Según Pérez Royo, el principio de legalidad debe ser visto también -e incluso de ma-
nera prevalente o principal-como una institución al servicio de un interés colectivo: el
de asegurar la democracia en el procedimiento de imposición o establecimiento de las
vías de reparto de la carga tributaria. Lo que ha querido el constituyente es que el
juicio sobre el reparto de la carga tributaria sea establecido por el órgano que mejor
asegura la composición de intereses contrapuestos en el mencionado reparto.
Un refuerzo de esta forma de ver el principio de legalidad lo ofrece la propia CE, al
recalcar que dicho principio se aplica a las exenciones o beneficios fiscales.
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EFECTOS.-
Pero más allá de los tributos, incluidos aquellos «impropios» a que nos acabamos de
referir, cabría entender que la intervención del legislativo es requerida incluso en
relación con ciertos supuestos como las tarifas de contratos de adhesión relativos a
servicios públicos esenciales, incluso cuando éstos sean prestados en régimen de
Derecho Privado y por entidades no públicas.
B.-La segunda de las cuestiones que, como hemos dicho, es necesario abordar, en
relación al contenido del principio de legalidad tributaria, es la concerniente a los
elementos de la disciplina del tributo (o de la prestación) que requieren la intervención
del Legislativo.
Como primera respuesta a esta cuestión, podemos decir que el principio de legalidad
cubre la regulación de los elementos esenciales del tributo. Por establecimiento de la
prestación hay que entender, no simplemente su creación, sino también la
determinación de sus elementos esenciales. Así lo ha señalado repetidamente el TC
(SSTC 37/ 1981, 6/ 1983, 179/ 1985, 19/1987).
Ahora bien, ¿cuáles son estos elementos esenciales o configuradores del tributo? De
manera sintética, podemos responder diciendo que deben entenderse comprendidos,
en todo caso, los elementos determinantes de la identidad (o identificación) de la
prestación, así como los relativos a su entidad (o cuantificación). La Ley debe regular en
qué supuestos se origina el deber de pagar un tributo (hecho imponible), quién está
obligado a pagarlo (sujetos pasivos) , cuánto hay que pagar (base, tipo, cuota) .
Por otro lado, aunque la CE no lo diga expresamente, hay que entender que será
igualmente necesaria una Ley (del Parlamento autonómico correspondiente) en el caso de
exenciones de tributos autonómicos, así como en el caso de los tributos locales.
Otra cuestión importante que es necesario aclarar el alcance del principio de Legalidad:
su valor como “ Reserva de Ley”.
En relación a esta cuestión, la doctrina suele distinguir, al tratar de manera general la
institución de la reserva de ley en la Constitución, entre Reserva absoluta y Reserva
relativa.
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RESERVA ABSOLUTA . En este supuesto, la Ley debe llevar a cabo de manera acabada la
completa regulación de la materia a ella reservada, sin dejar espacio para la
integración de su disciplina por otra fuente distinta.
En el caso de la reserva del artículo 31.3 CE, del principio de legalidad tributaria,
¿estamos ante una reserva absoluta o relativa? La generalidad de doctrina y el propio
TC entienden que se trata de una reserva meramente relativa. El fundamento para esta
conclusión se encuentra en primer lugar en la propia letra del precepto, que no habla
de establecimiento por ley, sino « con arreglo a la Ley». Pero, además de esto, hay que
decir, como argumento principal, que las razones que hemos citado como fundamento
del principio de legalidad tributaria resultan, en general, suficientemente respetadas
con el esquema de articulación normativa propio de la reserva relativa.
El Primero es el relativo a que en los casos en que la propia ley contempla que su
normativa sea completada por una fuente secundaria, la ley debe prever con
suficiente determinación los límites dentro de los cuales ha de moverse la fuente
secundaria, de manera que el tributo pueda decirse establecido «con arreglo a la ley».
No son admisibles las habilitaciones «en blanco», sino que la intervención del
reglamento ha de producirse «en términos de subordinación, desarrollo y
complementariedad».
Generalmente, lo que se remite a la fuente secundaria es la decisión sobre aplicar o no
un tributo previamente regulado en la Ley o bien el establecimiento o modificación de su
cuantía. En este caso, dicha cuantía debe estar predeterminada dentro de límites
precisos susceptibles de ser controlados. (Esta predeterminación puede hacerse por
ejemplo con el señalamiento de cuantías máximas y mínimas expresas).
El Decreto-ley es un acto del Gobierno con fuerza de ley, un sucedáneo, podríamos decir,
de la ley, que puede ser utilizado «en casos de extraordinaria y urgente necesidad» y
sujeto a la ratificación del Congreso, al que se someten para «debate y voto de
totalidad» dentro del plazo de treinta días desde la promulgación .Durante ese plazo
«las Cortes podrán tramitarlos como Proyectos de Ley por el procedimiento de urgen
cia» .
Aunque la letra del texto constitucional indica que el voto de ratificación puede ser
sustituido por la tramitación como proyecto de ley dentro del plazo de treinta días, la
práctica ha sido la de acompañar la votación de ratificación de otra votación sobre la
decisión de tramitación posterior como proyecto de ley, pero sin sujeción de esta
tramitación al plazo indicado.
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En resumen, pese a que no cabe rechazar el concurso del Decreto-ley para la regulación
de la materia tributaria, en la práctica, la prohibición de que afecte al núcleo esencial
de los derechos y deberes del Título I de la Constitución reduce considerablemente su
virtualidad, ya que no podrá alterar esencialmente el deber de contribuir al
sostenimiento de los gastos públicos y, por tanto, tampoco los elementos
configuradores del tributo, lo que alcanza a su establecimiento o creación.
Una interpretación literalista del término «afectar» conllevaría la expulsión del decreto ley
del ámbito jurídico-tributario; tesis maximalista que, como hemos apuntado más arriba,
fue desechada por el Tribunal Constitucional en sus primeras sentencias. Sin embargo, la
relación umbilical existente entre el principio de legalidad y la materia tributaria, y su
excepcional derogación por la legislación de urgencia emanada del Poder Ejecutivo,
supuso la inicial identificación, o asimilación, del ámbito material excluido, con la reserva
material de ley tributaria. Nótese que el art. 133.1 CE proclama que la potestad originaria
para establecer tributos corresponde al Estado mediante ley, que bien podía entenderse
como ley en sentido formal, y que el art. 31.3 CE, ubicado sistemáticamente en el título I,
prevé que solo podrán establecerse prestaciones patrimoniales de carácter público con
arreglo a la ley. Ciertamente, no se trataría de una reserva absoluta de ley, repelente de
cualquier género de normación reglamentaria, pero sí de una reserva relativa que cubriría
la creación ex novo del tributo, y la determinación de los elementos esenciales o
configuradores de la obligación tributaria.
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Esta doctrina ha sido seguida por la STC 73/2017, de 8 de junio de 2017, al declarar la
inconstitucionalidad de la llamada declaración tributaria especial (la mal llamada
amnistía fiscal).
FIN LECCIÓN