RESUMEN CIVIL II - 2º PARCIAL - CONTRATOS Terminado
RESUMEN CIVIL II - 2º PARCIAL - CONTRATOS Terminado
RESUMEN CIVIL II - 2º PARCIAL - CONTRATOS Terminado
TEMA 1 EL CONTRATO.
1. EL CONCEPTO DE CONTRATO.
1.1 Desenvolvimiento histórico de la idea de contrato.
Art. 1254 CC: “el contrato existe desde que una o varias personas consienten en obligarse, respecto de
otra u otras, a dar alguna cosa o prestar algún servicio”.
El tradicional formalismo del Derecho romano clásico, representado inicialmente por la stipulatio, impedía
considerar la materia con el alcance general que hoy otorgamos a la idea de contrato.
o El primero de ellos viene representado, ya en la época del ius commune, por la influencia de
quienes (en términos modernos) denominaríamos canonistas. La influencia de la Iglesia católica
durante los siglos del medievo y la generalización de los textos canónicos arrojó la consecuencia
de que determinadas reglas morales de general aceptación insuflaran un nuevo aire a las
rigideces características del Derecho romano, y acabarán por incorporarse a las legislaciones
propias de la mayor parte de los territorios europeos. Entre tales reglas destacan la idea de la
actuación de buena fe y el principio de respeto de la palabra dada.
o Otra línea de superación del formulismo romano viene representada por la dinámica del Derecho
Mercantil. Los mercaderes, llevados de necesidades concretas, necesitan soltar el mayor lastre
posible de las reglas formales de procedencia romana y contar con mecanismos contractuales
más flexibles para ampliar su ámbito de actuación. Actuando de forma corporativa y una vez
consolidada una jurisdicción propia (los Tribunales de comercio), coinciden con los canonistas en
generalizar la idea de que el consentimiento mutuo constituye la esencia del contrato.
o El tránsito a la Edad Moderna acentúa la consideración de la voluntad individual (y, por tanto, del
consentimiento de ambas partes contratantes) como base del contrato. Juega en ello un papel
decisivo la denominada “escuela de Derecho natural”.
o Trasplantadas dichas ideas al mundo del Derecho, la conclusión es obvia: el contrato como
categoría es manifestación del consentimiento y así pasa al Code Napoleón y al resto de los
Códigos Civiles.
La satisfacción de las necesidades individuales en un mundo en el que todas las riquezas están ya
ocupadas y nadie realiza actividad alguna sin la oportuna contraprestación se consigue, pues, a través de
una cadena sucesiva de intercambios económicos.
Por supuesto no todos estos intercambios son de la misma naturaleza, y no todos pueden calificarse
como contratos: cuando un estudiante se matricula, pese al pago de las tasas académicas, no está
realizando un contrato; igual sucede con un enfermo beneficiario de la seguridad social que acude al
médico asignado. Aunque están accediendo a bienes (la enseñanza, la asistencia médica) que pueden
ser, igualmente, objeto de contrato, en los ejemplos puestos son ofrecidos por esquemas más complejos
y, en definitiva, por la intervención del Estado, que abarata o facilita dichos bienes atendiendo al interés
público o a un cierto tipo de organización social.
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Ahora bien, si es cierto que no todo intercambio de bienes y servicios es un contrato, lo es igualmente que
la mayor parte de tales intercambios constituye la base de lo que los juristas denominan contrato: esto es,
el acuerdo en realizar un determinado intercambio de un bien o servicio cualquiera por otro bien o servicio.
Comúnmente uno de esos bienes es el dinero (medio de intercambio por excelencia), pero puede cerrarse
un contrato cualquiera en el que el dinero no intervenga para nada (ej.: concedo a un constructor la
posibilidad de levantar una casa en un solar de mi propiedad a cambio de que él me otorgue título de
propiedad del ático del edificio que se construya).
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Hay que tener en cuenta otras consideraciones:
1. Las prescripciones legales pueden dotar al acuerdo contractual de un significado y alcance distintos
al establecido por las partes en el clausulado contractual. Así el ordenamiento jurídico despliega
también un papel de carácter positivo en relación con el contrato, incluso contradictorio con la voluntad de
las partes, acreditando que la voluntad de éstas no es omnímoda y todopoderosa.
2. El ordenamiento jurídico constituye precisamente el fundamento último de la relevancia de la voluntad
de las partes, y otorga al contrato una fuerza vinculante y unas posibilidades de actuación de las que
podría carecer técnicamente hablando. La fuerza vinculante de los contratos se encuentra sancionada en
el artículo 1.911 CC, conforme al cual: “las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley
entre las partes contratantes, y deben cumplirse al tenor de los mismos”. Dicho precepto, fundamental en
nuestro sistema, atribuye a las obligaciones “fuerza de ley” en las relaciones entre los contratantes
-Consentimiento CONSENSUALES
1. Elemento determinante en el
-Entrega de la cosa REALES
proceso formativo
-Forma solemne FORMALES
-Liberalidad o
GRATUITOS
altruismo
2. Finalidad perseguida
-Intercambio
económico recíproco y ONEROSOS
equivalente
-Sí TÍPICOS
3. Regulación del tipo contractual
por el Dcho. Positivo
-No ATÍPICOS
-Único INSTANTÁNEOS
-Continuado no
4. Momento o período DURADEROS
periódico
PERFECCIÓN CLASES
compraventa, permuta, arrendamientos,
CONTRATOS CONSENSUALES Mero consentimiento
sociedades, mandato, seguro, fianza
préstamo (mutuo y comodato), depósito y
CONTRATOS REALES Consentimiento + Entrega de una cosa
prenda
Forma_carácter de elemento esencial o
CONTRATOS FORMALES
estructural
- Si bien es cierto que todos los contratos bilaterales son simultáneamente de carácter oneroso,
- Pueden existir contratos unilaterales que no tengan carácter gratuito (donación), sino oneroso: baste
pensar en el préstamo con interés, que convierte un contrato tendencialmente gratuito en oneroso
para el prestatario.
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TEMA 2 LOS ELEMENTOS DEL CONTRATO.
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La manifestación del consentimiento de cada una de las partes puede darse de muy diferentes maneras
(firmando un extenso contrato; levantando la mano para detener un taxi…), pero requiere en todo caso
que el consentimiento se haya formado libre y conscientemente y, además, por persona que tenga
capacidad de obrar o capacidad contractual.
2.1 La capacidad para contratar con anterioridad a la L.O. 1/1996.
Con anterioridad a la Ley Orgánica 1/96 de protección jurídica del menor el art 1.263 del CC
“No pueden prestar consentimiento:
1) Los menores no emancipados.
2) Los locos o dementes y los sordomudos que no sepan escribir”.
a) Los menores no emancipados.
En la redacción original del Código, la barrera entre la capacidad e incapacidad de obrar era nítida: la
mayoría de edad. Sin embargo actualmente, se reconoce que la adquisición de la capacidad de obrar es
gradual y paulatina, especialmente tras la publicación de la Ley 11/81 y la LO 1/1996, que produjo un
incremento de los actos permitidos a menores en diversos ámbitos. (apellidos, emancipación, capacidad
para contratar, etc)
No obstante, dicha capacidad del menor no llega a permitirle con carácter general la válida celebración de
contratos. El menor sigue careciendo de capacidad contractual, pese a no ser técnicamente un
incapaz. El ordenamiento jurídico trata de proteger así al menor declarando inválidos los contratos que el
menor pueda realizar, ante la eventualidad de que la contraparte abuse o se prevalga de la inexperiencia
o ingenuidad del menor.
El contrato celebrado por un menor no es radicalmente nulo, sino SÓLO ANULABLE; al tiempo que el código
veta al mayor de edad de la posibilidad de poder impugnarlo o instar su anulación.
b) Los locos o dementes y los sordomudos que no sepan escribir .
Las personas descritas se encuentran incursas en causa de incapacitación, por la falta de discernimiento
de los primeros y por la imposibilidad de relación o comunicación con otras personas de los segundos.
En la regulación originaria del Código, pródigos o interdictos, se encontraban en la misma situación que
los locos y los sordomudos. Por tanto, una de dos, o el artículo 1.263 incurrió en grave error de olvidar a
aquellos o se trataba de evitar que los locos y sordomudos, aun sin haber sido incapacitados, pudiesen
celebrar válidamente contratos. Parecida disyuntiva se planteaba tras la promulgación de la Ley 13/83 de
reforma del CC en materia de tutela. Conforme a esta ley el alcance de la incapacitación es graduable y,
en cada caso, dependerá de la correspondiente declaración judicial. Por lo que, si la sentencia de
incapacitación de alguna de estas personas (loco o sordomudo) declara legítimo que puedan celebrar
ciertos contratos ¿qué sentido tiene el art 1263?.
c) La cuestión de la incapacidad natural.
Pese a que el art. 1.264.1 (“la incapacidad declarada en el artículo anterior está sujeta a las
modificaciones que la ley determina”), la conclusión más correcta es considerar que el art. 1.263.2 no
trataba de regular la validez de los contratos celebrados por (alguna de) las personas que eran
susceptibles de ser incapacitadas, en el caso de que hubiese recaído sentencia de incapacitación. Es
decir, el campo de aplicación del art. 1.263.2 quedaba circunscrito a la actuación de locos y
sordomudos que, pese a su incapacidad natural para relacionarse con los demás, llegaban a contratar.
Para regular la capacidad contractual de los incapacitados basta y sobran las normas dictadas en materia
de incapacitación y por el consiguiente fallo judicial.
2.2. La reforma del artículo 1.263 por la Ley Orgánica de Protección del Menor.
La LO 1/1996 de Protección Jurídica del Menor, ha introducido una importante reforma en el tratamiento
dispensado por el Código a la capacidad de contratar.
Una de las reformas más polémicas es la del 1.263.2, que ahora dispone “no pueden prestar
consentimiento... 2º) Los incapacitados...”.
Aunque el precepto reformado inhabilite a los incapacitados, genéricamente, para emitir el consentimiento
contractual, la aplicación de las normas generales sobre incapacitación y el carácter gradual de su
alcance (fijado en la correspondiente sentencia) deben primar sobre el tenor literal del nuevo art. 1263.2.
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2.2. La reforma del artículo 1263, por la Ley 26/2015, sobre protección de la infancia y la
adolescencia.
El nuevo artículo 1.263 del CC dispone que no pueden prestar consentimiento:
1º Los menores no emancipados, salvo en aquellos contratos que las leyes les permitan realizar por sí
mismos o con asistencia de sus representantes y los relativos a bienes y servicios de vida corriente
propios de su edad de conformidad con los usos sociales.
2º Los que tienen su capacidad modificada judicialmente, en los términos de la resolución judicial.
La nueva regulación ha incorporado las matizaciones oportunas, para que la capacidad pueda
adaptarse a la situación y circunstancias concretas de los grupos de personas contempladas en el
precepto.
2.4 El autocontrato.
El término autocontrato pretende englobar todos aquellos supuestos en que UNA SOLA PERSONA ASUME LAS
POSICIONES CONTRACTUALES CONTRAPUESTAS, por contar con poderes representativos de otra persona,
sea natural o jurídica, o bien por tener capacidad decisoria sobre dos patrimonios separados.
En el Derecho español no existe una regulación general de la figura del autocontrato. Sin embargo sí
existen algunos preceptos en los que se evidencia la prohibición de celebrar actos jurídicos por los
representantes cuando dicha celebración suponga conflicto de intereses con sus respectivos
representados:
- Se prohíbe comprar a tutores y mandatarios bienes de sus representados.
- Se exige que, cuando los progenitores de hijos no emancipados tengan intereses contrapuestos a éstos,
se nombre judicialmente un defensor de los intereses del menor.
- La prohibición de ser tutores a quienes “tuvieren importantes conflictos de intereses con el menor
incapacitado…”.
- El Código de Comercio expresa que ningún “comisionista (representante) comprará para sí mismo o
para otro lo que se le haya mandado vender, ni venderá lo que se le haya encargado comprar sin licencia
del comitente (representado)”.
Aunque sería razonable concluir que el autocontrato no es admisible en el Derecho español y que debe
ser considerado como ANULABLE EN LOS SUPUESTOS DE REPRESENTACIÓN VOLUNTARIA y NULO DE
PLENO DERECHO en las hipótesis de REPRESENTACIÓN LEGAL, sin embargo la jurisprudencia lo admite en
los casos que no exista conflicto de intereses entre el que realiza el autocontrato y el representado. Por
ejemplo: Si un padre intenta venderse a sí mismo los bienes de su hijo menor a un precio irrisorio no es
admisible, pero si el padre regala una finca a su hijo menor si es admisible. La STS de 10 de junio de
2015 resume lo anterior al considerar jurídicamente ineficaz la autocontratación cuando se da realmente
un conflicto y una contradicción de intereses que haga incompatible la actuación de una persona que obra
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para sí misma y a la vez en representación de otra. Este tipo de contratos está desprovisto de causa lícita,
entrando en el campo del abuso de derecho, que siempre lleva consigo la intención de dañar o perjudicar
a otro.
Según el art. 1.266 CC: “para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre la SUSTANCIA
de la cosa que fuere objeto del contrato o sobre aquellas condiciones de la misma que principalmente
hubiesen dado motivo a celebrarlo. El error sobre la persona sólo invalidará el contrato cuando la
consideración a ella hubiese sido la causa principal del mismo”.
Conforme a ello suele hablarse de error esencial o sustancial y de error sobre la persona.
El error debe recaer sobre la sustancia de la cosa objeto de contrato o
1) ERROR ESENCIAL O SUSTANCIAL.
condiciones de la cosa que hubiesen dado motivo a celebrado. El error sustancial es un error de
CARÁCTER OBJETIVO.
2) ERROR SOBRE LA PERSONA con que se contrata. El error sobre la persona puede tener eficacia invalidante
en relación con todo tipo de contratos siempre que la consideración de la otra parte contratante haya
sido erróneamente valorada de forma excusable y esencial. Aunque en la práctica se aplica de forma
limitadísima, fuera de los contratos intuito personae.
3) ERROR EXCUSABLE. El contratante que incurre en yerro debe acreditar haber ejercitado una diligencia
normal en el conocimiento de los extremos propios del objeto del contrato y que, pese a ello, no ha
logrado superar la falsa representación mental en que ha incurrido.
4) Debe existir un nexo de causalidad entre el error sufrido y la celebración del contrato, de forma que
dicho error es determinante. De no haber existido error, no se habría celebrado el contrato.
3.3 La violencia.
Art. 1.267.1: “Hay violencia cuando para arrancar el consentimiento se emplea una fuerza irresistible”.
Tal fuerza irresistible se dará en todos los casos de violencia física absoluta, en que la voluntad del
contratante es sustituida por la del agente violentador. En tales casos no es que la voluntad o el
consentimiento del contratante se encuentren “viciados”, sencillamente, no hay consentimiento.
3.4 La intimidación. (2 veces)
A- Noción general y requisitos.
La intimidación es otro de los “vicios de la voluntad” o deficiencia del consentimiento que puede comportar
la invalidez del contrato.
Según el art. 1.267.2, consiste en “inspirar a uno de los contratantes el temor racional y fundado de sufrir
un mal inminente y grave en su persona y bienes, o en la persona o bienes de su cónyuge, descendientes
o ascendientes”.
1) La amenaza de que sea objeto una de las partes contratantes ha de ser de tal naturaleza que “inspire
un temor racional y fundado” que le lleve a prestar el consentimiento no deseado. Entre el temor y el
consentimiento debe haber una relación de causalidad, y deberá atenderse la entidad de la amenaza y
su incidencia sobre el atemorizado, atendiendo a la edad, sexo (eliminado actualmente y cuya necesidad
señala Lasarte pues debería ser tenido en cuenta en esta materia) y a la condición de la persona.
2) La amenaza debe consistir en el anuncio de un mal inminente y grave. El mal anunciado tiene que
recaer directamente sobre la persona, sobre los bienes del contratante o sobre los de sus familiares más
cercanos (cónyuge, descendientes o ascendientes), aunque puede resultar discutible que dicho círculo de
personas haya de ser asumido al pie de la letra: la amenaza podría ser sobre un familiar que no pertenece
a ese círculo tan restringido (sobre un hermano, por ejemplo); es más, ni si quiera se habría de requerir
un vínculo familiar (sobrino huérfano que convive con él).
3) Aunque el CC no lo explicite, la amenaza intimidatoria ha de ser injusta y extravagante al Derecho, ya
que si la amenaza se reduce al posible ejercicio de un derecho (ej: proceder a la ejecución hipotecaria) no
se está llevando a cabo intimidación alguna.
B- El temor reverencial. (metus reverentialis)
El último párrafo del art. 1.267 contempla el denominado temor reverencial: “El temor de desagradar a
las personas a quienes se les debe sumisión y respeto no anulará el contrato”.
El temor reverencial no es relevante para el Derecho en tanto no tenga naturaleza intimidatoria; por
tanto, el contrato celebrado será válido y eficaz.
B- El dolo omisivo.
Aunque la doctrina clásica excluía el dolo por omisión, el art. 1.269 CC lo admite. Éste habla de “palabras
o maquinaciones insidiosas” para identificar a la conducta engañosa y tal resultado puede lograrse
mediante una conducta activa u omisiva. Actuar en el tráfico contractual mediante medias palabras o con
reticencia es claro que atenta contra el principio de buena fe, art. 7 CC, y por consiguiente debe ser
operante en el ejercicio de cualquier derecho. El dolo puede consistir en conductas pasivas o reticentes
que, resultando engañosas, induzcan a contratar a quien no hubiera llegado a hacerlo de saber cuanto,
consciente y deliberadamente, le oculta la otra parte.
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4. EL OBJETO DEL CONTRATO.
4.2. Requisitos del objeto del contrato. (2 veces)
Los requisitos del objeto del contrato son tres: licitud, posibilidad y determinación.
A) Licitud.
Según cabe deducir del art. 1.271, tanto las cosas como los servicios han de ser lícitos:
a- respecto de las cosas, el CC excluye del ámbito contractual “las cosas que están fuera del comercio”.
Con dicha expresión se refiere el CC a todas aquellas que, por razones de interés o de orden público,
quedan excluidas del tráfico patrimonial (ej. Venta de órganos, venta de drogas).
b- en relación a los servicios, se excluyen del contrato “todos los servicios que sean contrarios a las
leyes o a las buenas costumbres”.
Es interesante la STS 351/2012 sobre la práctica de los lobby que considera reprobable sus prácticas
cuando no sólo influyen, sino que controlan y vician el proceso de decisión por parte de quien
corresponda.
B) Posibilidad.
El art. 1.272 dispone que “no podrán ser objeto de contrato las cosas o servicios imposibles”. Se refiere a
la posibilidad o imposibilidad física o material de entregar la cosa o ejecutar el servicio que constituya
objeto del contrato (ej: vender la Luna, o comprometerse a volar sin ayuda de nada).
C) Determinación o determinabilidad.
Una vez perfeccionado el contrato, se requiere que la cosa o el servicio que constituyen su objeto queden
determinados. En caso contrario, sería necesario un nuevo pacto o acuerdo de las partes. (con lo que
sería necesario señalar que hasta entonces, no había propiamente un contrato, sino conversaciones
preparatorias). Pero no es necesario que el objeto del contrato quede absolutamente determinado, sino
que basta con que el objeto sea determinable "sin necesidad de nuevo convenio entre los contratantes".
Pej. Vender una bici de tal modelo, hacer endodoncia de las caries que tenga, etc.
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5.2. La causa atípica.
La función socioeconómica de los contratos atípicos que no se encuentra legalmente formulada en un
esquema o modelo contractual predeterminado, sino que es objeto de libre creación por los particulares, la
determinación de la causa atípica habrá de llevarse a cabo caso por caso.
5.3. Causa y motivos: la irrelevancia de los motivos.
La existencia y la validez del contrato no puede quedar supeditada a móviles o razones de carácter
subjetivo que, por principio, son intrascendentes para el Derecho (¿qué más da que yo compre una
maceta para regalársela a mi mujer que por encargo del Decano de la Facultad?).
Los motivos o intenciones concretas de los contratantes no forman parte del acuerdo contractual.
5.4. La causa ilícita del art. 1.275: los motivos ilícitos y la causa en sentido subjetivo.
Según el artículo 1.275, “los contratos sin causa, o con causa ilícita, no producen efecto alguno. Es ilícita
la causa cuando se opone a la ley o a la moral”. ¿es lícito vender un riñón pese a que la causa de la
compraventa (intercambio de cosa por precio)?
La causa no puede entenderse sólo y exclusivamente como objetiva función socioeconómica del tipo
contractual utilizado por las partes. El sentido del artículo 1.275 es permitir que, en su caso, la función
socioeconómica del tipo contractual, abstractamente considerada, no excluya de forma necesaria la
valoración del fin práctico perseguido por las partes. Con lo cual, el artículo 1.275 está dando entrada, en
determinados casos, que los motivos contrarios al ordenamiento puedan originar la ilicitud de la causa
concreta.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia, aun partiendo del carácter objetivo y abstracto de la causa,
acaba defendiendo que los aspectos subjetivos de los contratantes cuando el fin práctico perseguido por
los mismos es contrario a las leyes o a la moral, provocan la nulidad, por ser causa ilícita. Los contratos
que presentan aspectos desviados del sentir común acaban siendo declarados nulos de pleno derecho en
atención a su causa ilícita.
5.5. Contratos causales y contratos abstractos.
Los contratos abstractos son los quePRODUCEN EFECTOS POR LA MERA VOLUNTAD DE LAS PARTES
INDEPENDIENTEMENTE DEL ELEMENTO CAUSAL. Nuestro derecho no los admite y requiere la existencia de la
causa. El art. 1.277 dispone que “aunque la causa no se exprese en el contrato, se presume que existe y
que es lícita mientras el deudor no pruebe lo contrario”. De lo que resulta que:
A) La falta de consideración o expresión de la causa en el contrato es posible, pero el contrato seguirá
siendo causal y no abstracto.
B) El CC presume la existencia y licitud de la causa contractual; presunción que, evidentemente, beneficia
al acreedor de la relación obligatoria.
C) El acreedor no tendrá que probar la licitud y existencia de la causa para reclamar la obligación al
deudor, sino que será éste quien haya de desmontar la presunción legalmente establecida: por ello se
habla de abstracción procesal de la causa.
D) La abstracción procesal de la causa es distinta a la admisibilidad de la categoría de los contratos
abstractos.
Por tanto, en nuestro Derecho no puede hablarse de contratos abstractos, ni si quiera en aquellas
declaraciones de voluntad unilaterales (reconocimiento de deuda, promesa de deuda) que algunas veces
se califican como abstractas.
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TEMA 3 LA FORMA DEL CONTRATO.
1. EL COSENTIMIENTO CONTRACTUAL Y LA FORMA DEL CONTRATO.
En nuestros Códigos rige el llamado PRINCIPIO ESPIRITUALISTA DE CELEBRACIÓN DEL CONTRATO, conforme al
cual, lo que importa es que dos o más personas se pongan de acuerdo en realizar un negocio y no en la
forma en que se plasme dicho acuerdo. Importa el aspecto consensual o espiritual y no los extremos
de carácter formal. En dicho marco de ideas se encuadran estas dos normas del C.C.
1) Art 1.254 “El contrato existe desde que una o varias personas consienten en obligarse... “
2) Art 1.278 “Los contratos serán obligatorios cualquiera que sea la forma en que se hayan celebrado,
siempre que en ellos concurren las condiciones esenciales para su validez”.
Pero aunque la forma no sea un elemento esencial del contrato, el art. 1.278 recalca que, de alguna
forma, las partes han de haber exteriorizado su consentimiento contractual (incluso con un gesto).
Además en asuntos de relativa importancia, es conveniente la forma escrita. Incluso en algunos casos el
legislador establece la conveniencia, o la necesidad de determinar el contenido del contrato o imponer la
forma escrita del contrato.
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3. LA FORMA COMPLEMENTARIA O AD PROBATIONEM. (2 veces)
El principio de libertad de forma (art. 1.278) parece verse contradicho por lo dispuesto en el art. 1.280.
Esta norma contiene una enumeración de supuestos que, según indica su encabezamiento, “deberán
constar en documento público”. En su último párrafo, por otra parte, dispone que “también deberán
hacerse constar por escrito, aunque sea privado, los demás contratos en que la cuantía de las
prestaciones… exceda de 1.500 pesetas” (hoy una cifra ridícula,).
3.1. La constancia en documento público requerida por el art. 1.280.1 del Código Civil.
A- Transmisión de bienes inmuebles y derechos reales inmobiliarios.En principio, bastaría un
contrato privado de venta acompañado de la tradición (entrega de la cosa) en cualquiera de sus formas. El
carácter imperativo del precepto no llega a desvirtuar el principio de libertad de forma del 1278 CC. La
pretensión del CC es que por razones probatorias frente a terceros o por el hecho de que la publicidad del
acto exija su ingreso en un Registro, las partes contratantes quedan obligadas a otorgar el
correspondiente documento público.
B- Los arrendamientos de bienes inmuebles. “por seis o más años, siempre que deban perjudicar a
tercero”. El perjuicio del tercero al que se refiere radica en la vinculación del posible causahabiente del
arrendador, es decir, el nuevo adquirente de la finca habrá de respetar el arrendamiento en el caso de que
haya sido inscrito, por disponerlo así el art. 1.549 en contra de la regla general (venta quita renta). Esta
problemática es extraña a la mayoría de arrendamientos, por estar sometidos a la legislación especial de
“arrendamientos urbanos” o de “arrendamientos rústicos”, ya que estas leyes obligan al adquirente de la
finca arrendada a respetar el arrendamiento previamente celebrado.
C- Las capitulaciones matrimoniales y sus modificaciones. Las capitulaciones matrimoniales son los
convenios celebrados por los cónyuges con la finalidad de organizar el régimen económico de su
matrimonio. El art. 1.280.3, y el art. 1.327 establece el carácter constitutivo o ad solemnitatem de este
requisito. De ser concretamente escritura pública. Es un negocio jurídico de carácter solemne.
D- La cesión de derechos. Cesión, y en su caso, renuncia de diversos derechos y acciones y en
concreto, a los derechos hereditarios y los procedentes de la sociedad conyugal. La repudiación de la
herencia, no en cambio, la aceptación, debe configurarse como un acto solemne. Las demás cesiones
deberán regirse por las reglas generales sobre la transmisión de créditos o derechos y, en términos
generales, en las relaciones inter partes, la cesión debe considerarse válida con independencia de la
forma en que se haya instrumentado.
E- Los poderes. El art. 1.280.5 reitera la exigencia de documento público para otorgar
el poder para CONTRAER MATRIMONIO, EL GENERAL PARA PLEITOS Y LOS ESPECIALES que deban
presentarse en juicio. Supuestos de forma solemne (constitutivos)
el PODER PARA ADMINISTRAR BIENES, y cualquier otro que tenga POR OBJETO UN ACTO REDACTADO o que
deba redactarse en escritura pública, o haya DE PERJUDICAR A TERCERO. No supone requisito constitutivo.
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3.3. El significado propio del art. 1.279.
Dispone el artículo 1.279 que, "Si la ley exigiere el otorgamiento de escritura u otra forma especial para
hacer efectivas las obligaciones propias de un contrato, los contratantes podrán compelerse
recíprocamente a llenar aquella forma desde que hubiese intervenido el consentimiento y demás
requisitos necesarios para su validez".
La INTERPRETACIÓN JURISPRUDENCIAL de este precepto pone de manifiesto:
1) El art 1279 implica el derecho de las partes de poder compelerse a llenar esa la forma escrita,
para ejercitar acción con objeto de obtener la eficacia de la obligación contraída. El art. 1279 no es
modificado, sino complementado por el 1280 CC.
2) Todos los litigios relativos a la forma contractual presuponen aceptar, en términos generales,
que el contrato en cuestión es plena y previamente válido, aún sin haberse observado forma escrita,
pues la falta de escritura pública, no obsta a la eficacia del contrato celebrado por documento privado,
siempre que reúna los requisitos esenciales para su validez.
3) El artículo 1.279 se limita a otorgar a las partes una facultad que pueden ejercer o no. Ello no
significa que una vez verificado el compelimiento por quien tiene potestad de hacerlo, carezca de
obligatoriedad para el compelido.
Queda claro que el juego de los art. 1278, 1279 y 1280 CC, aun en el caso de que la ley requiera una
forma especial (escritura pública, forma escrita) el contrato en principio es válido con anterioridad al
cumplimiento de tal forma. Por tanto, esta no añade ni quita validez al contrato preexistente.
No es extraño que para referirse a la forma documental pública impuesta por el 1280 CC doctrina
y jurisprudencia hablen de forma ad probationem o de forma complementaria. Se reafirma el principio de
libertad de forma, al tiempo que se potencia la consecución del documento público cuando éste interese o
convenga a cualquiera de las partes interesadas (STS 303/2014 de 16 de septiembre, relativo a la
compraventa de una plaza de garaje, en el que el comprador ejercita la acción de resolución por
incumplimiento de la obligación de elevar a escritura pública, y es desestimada por no tener carácter
esencial necesario para la validez o eficacia del contrato).
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4.3. Los contratos consensuales como regla y el papel marginal de los contratos reales.
La mayor parte de los contratos tienen CARÁCTER CONSENSUAL: significa sencillamente que el contrato se
perfecciona por el mero consentimiento contractual, sin importar la forma.
Tienen carácter consensual en nuestro Derecho los contratos de compraventa, permuta, arrendamientos,
sociedad, mandato, seguro, fianza… y en general todos los contratos que no sean calificables como
formales de una parte o reales de otra.
Los CONTRATOS REALES son aquellos en los que para su perfeccionamiento, además del mero
consentimiento, se requiere la entrega de una cosa (préstamos, depósito y prenda). En ellos, según la
doctrina clásica no habría propiamente contrato sin la entrega de la cosa, sino un mero precontrato que
permitiría a las partes instar la ejecución del mismo para llegar al verdadero contrato, previa entrega de la
cosa.
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TEMA 4 LA FORMACIÓN DEL CONTRATO.
2.3. La perfección del contrato entre ausentes: la redacción originaria de los Códigos Civil y de
Comercio. (1 vez)
Cuando los contratantes están llevando a cabo las negociaciones en la distancia y no tienen un medio que
de forma inmediata les permita concluirlas, pueden surgir graves incógnitas en relación con el momento
de perfección del contrato. La DOCTRINA ha ofrecido respuestas muy diversas para determinar cuando el
oferente queda vinculado por la aceptación del ofertado:
A- Teoría de la emisión: Dada la concurrencia del consentimiento de ambas partes contratantes, debe
considerarse perfecto el contrato desde el mismo momento en que el aceptante emite su declaración de
voluntad.
B- Teoría de la expedición o remisión: Bastaría con que el aceptante remitiera al oferente la declaración
de voluntad para que este último quede vinculado contractualmente.
C- Teoría de la recepción: exige que la aceptación llegue al círculo propio de actividad del oferente.
Hasta la Ley 34/2002, el CC optaba por la teoría del conocimiento: esto suponía dejar en manos del
oferente el momento de perfeccionamiento del contrato –ej.: recibe carta con acuse de recibo el día 4 pero
no la abre hasta el día 16-). Pero la doctrina mayoritariamente ha considerando esta conclusión rigurosa
y ha defendido la de la recepción. Habría de bastar que la aceptación llegue al círculo propio de la
actividad del oferente. El TS nunca se ha pronunciado al respecto.
Sin embargo el Código de Comercio (art. 54) se adscribía a la tesis de la expedición o la remisión
como momento perfectivo del contrato, al disponer que “los contratos que se celebren por
correspondencia quedarán perfeccionados desde que se conteste aceptando la propuesta”.
.
2.4. La Ley 34/2002: contratación automática, telemática y electrónica.
La Ley 34/2002 deja inalterado el art. 1.262 CC, que sigue estableciendo que “el consentimiento se
manifiesta por el concurso de la oferta y de la aceptación sobre la cosa y la causa que han de constituir el
contrato”. Es decir, consentimiento, objeto y causa generan o dan vida al contrato. El sistema sigue intacto
en el fondo
Respecto de la perfección del contrato, la disposición adicional cuarta de la citada Ley ha unificado art.
1.262 CC (apartados 2º y 3º) y el art. 54 C.Com: ambos preceptos establecen ahora que, “hallándose en
lugares distintos (…) hay consentimiento desde que el oferente conoce la aceptación o desde que,
habiéndosela remitido el aceptante, no pueda ignorarla sin faltar a la buena fe. El contratos en tal caso, se
presume celebrado en el lugar en que se hizo la oferta. En los contratos celebrados mediante dispositivos
automáticos (ejem. sacar dinero en un cajero) hay consentimiento desde que se manifiesta la aceptación”.
En cuanto a la contratación electrónica, la ley 34/2002 consagra la admisión de dicho tipo de contratación,
pero dejando a salvo en todo caso:
- Que los contratos electrónicos como cualquier otro, serán válidos cuando concurran el
consentimiento, y los demás requisitos necesarios para su validez.
- Que tales contratos se regirán por lo dispuesto en la Ley especial, CC y de Comercio, así como el
resto de normas civiles o mercantiles sobre contratos, en especial de protección de consumidores.
19
2.5. Contratación entre ausentes y ventas a distancia.
La ley 47/2002 que reforma la ley 7/96 de Comercio Minorista (LOCM), establece que “se consideran
ventas a distancia las celebradas sin la presencia física simultánea del comprador y del vendedor, siempre
que su oferta y aceptación se realicen de forma exclusiva a través de una técnica cualquiera de
comunicación a distancia y dentro de un sistema de contratación a distancia organizado por el vendedor”
(art. 38.1 LOCM).
Luego ha de atenderse a la existencia, conjunta, de contratación entre ausentes, de una parte, y, de otra,
de ventas a distancia. Ambas categorías contractuales se encuentran reguladas por los Códigos y la Ley
34/2002 (contratos entre ausentes) y, por otro lado, por la LOCM (las ventas a distancia).
3. EL PRECONTRATO. (2 veces)
Es posible que las partes lleven a cabo la celebración de un contrato preparatorio de un futuro contrato.
Suele denominarse precontrato, promesa de contrato o contrato preliminar.
El CC regula dos supuestos concretos de precontrato:
1. Art. 1.451 “la promesa de vender o comprar, habiendo conformidad en la cosa y en el precio, dará
derecho a los contratantes para reclamar recíprocamente el cumplimiento del contrato”; y
2. Art. 1.862, al disponer que “la promesa de constituir prenda o hipoteca sólo produce acción personal
entre los contratantes…”.
3.1. El precontrato o promesa de contrato.
Doctrinalmente, la idea de precontrato está referida a los acuerdos contractuales cuyo contenido radica
precisamente en la celebración de un futuro contrato.
PROMESA BILATERAL. Las partes se obligan a celebrar un futuro contrato mediante la prestación de
nuevo consentimiento respecto de éste. Por tanto, genera obligaciones para ambas partes.
PROMESA UNILATERAL. Las partes se obligan a celebrar un futuro contrato mediante la manifestación de
una sola de las partes, por entender que la otra se encuentra ya vinculada por el primer contrato. El
precontrato obligaría al promitente frente al promisario, quien, por el contrario, no tendría obligación
alguna de respetar o cumplir el precontrato celebrado.
En realidad, lo que hemos calificado de promesa unilateral no ofrece ninguna dificultad de comprensión, ni
existen razones en contra de su admisibilidad. El art. 1.451 habla de “promesa de comprar o vender…”:
cabe pensar que lo mismo puede tratarse de una “promesa de compra que de una “promesa de venta”.
20
Así pues, una de las partes de la promesa unilateral cuenta a su favor, respectivamente, con la opción de
vender (o no) o de comprar (o no), resolviéndose el precontrato en un verdadero CONTRATO DE OPCIÓN.
Mayores dudas plantea el precontrato cuando se configura como promesa bilateral, pues ni la doctrina ni
la jurisprudencia llega a establecer de forma indiscutible en qué se DIFERENCIA UN PRECONTRATO BILATERAL
Y UN CONTRATO DEFINITIVO. Premisas:
22
TEMA 5 EL CONTENIDO DEL CONTRATO.
1. EL CONTENIDO DEL CONTRATO.
1.1. El contenido y el objeto del contrato.
Se entiende por contenido del contrato al conjunto de derechos y obligaciones generados por el contrato.
Hay que determinar cuál es el cuadro de facultades, prerrogativas y derechos, y, de otra, el conjunto de
cargas, deberes y obligaciones que competen a cada una de las partes contratantes.
Sería entonces más amplio el contenido que el objeto del contrato, identificado éste con las cosas,
derechos o servicios sobre los que recae el acuerdo contractual.
El contenido contractual estaría referido no sólo a las prestaciones contractuales sino también a
cualquiera de los poderes, prerrogativas o derechos de cualquiera de las partes, pues éstos (junto con las
prestaciones propiamente dichas), constituyen parte del entramado contractual.
1.2. La autonomía privada y las reglas contractuales.
El contenido contractual depende en grandísima medida, de la reglamentación autónoma de las partes
contratantes (art. 1.255: “…pueden establecer los pactos, cláusulas o condiciones que tengan por
conveniente, siempre que no sean contrarias a las leyes, a la moral, ni al orden público”). Pero el principio
de autonomía privada no puede desvincularse del conjunto del ordenamiento jurídico. Por ello, las
primeras reglas contractuales a tener en cuenta son las normas imperativas existentes respecto del
contrato celebrado (ya sean generales aplicables a cualquier contrato o de específicas para un
determinado tipo de contrato) . Tales normas imperativas no pueden ser desconocidas ni sustituidas por
acto alguno de autonomía privada (pues son jerárquicamente preminentes).
No hay muchas normas de derecho imperativo y, una vez respetadas, las partes pueden establecer el
contenido contractual que les parezca más acorde a sus intereses y pretensiones.
La trilogía de términos del art. 1255 CC tiene un significado concreto:
- Clausula o estipulación, sería cada uno de los distintos puntos de los contratos escritos.
- Condición no tiene un significado técnico, como suceso futuro e incierto del que dependa la eficacia
del contrato, sino un mero sentido figurado. Supone una referencia los elementos accidentales del
contrato (condición, término y modo)
Sobre las normas dispositivas (éstas sí muy abundantes) las partes pueden sustituir el mandato de dichas
normas (las pueden “derogar”), por un pacto o regla de carácter autónomo. Pero si las partes no proceden
a tal sustitución, el mandato normativo de las reglas dispositivas pasa a formar parte del contenido
contractual.
2. LA CONDICIÓN. (4 veces)
2.1. Noción general y requisitos.
La celebración de un contrato puede quedar sujeta a condiciones que afectan directamente a la eficacia
del mismo. Tales condiciones son admisibles conforme al principio de autonomía privada y, por tanto,
pueden incorporarse a cualquier contrato por voluntad de las partes. En tales casos se habla de
ELEMENTO ACCIDENTAL del contrato. Una vez conformes las partes en someter el contrato a condición, está
dejar de ser un mero accidente PARA CONVERTIRSE EN EL ELEMENTO ESENCIAL para la propia eficacia del
contrato. Requisitos:
1º- El suceso contemplado como condición tiene que ser posible .
2º- Las condiciones no pueden ser contrarias a las leyes ni a las buenas costumbres .
3º- El acaecimiento (o falta de él) del suceso contemplado como condición no puede depender de la
voluntad de los contratantes. La razón de ello es clara: “la validez y el cumplimiento de los contratos no
pueden dejarse al arbitrio de uno de los contratantes” (art. 1.256). Las personas son libres de contratar,
pero no pueden entender como contrato lo que les venga en gana, y sobre todo, han de respetar que los
contratos, una vez celebrados y perfectos, obligan a las partes.
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2.2. Condición suspensiva y condición resolutoria. (2 veces)
CONDICIÓN SUSPENSIVA. Cuando la EFICACIA DEL CONTRATO DEPENDE DEL ACAECIMIENTO DE LA CONDICIÓN ,
ya que hasta que no se produzca el evento futuro o incierto los efectos propios del contrato se encuentran
“en suspenso”, sin que hayan empezado a generarse.
CONDICIÓN RESOLUTORIA. Si el contrato apenas celebrado genera los efectos propios (p. ej tomo
posesión del terreno, pago al vendedor…) como si no existiera condición, pero EL ACAECIMIENTO DE ÉSTA
SUPONE LA INEFICACIA SOBREVENIDA del contrato.
El acaecimiento de la condición voluntariamente aceptada por las partes puede traer consigo:
- Ora la eficacia del contrato, en el supuesto de condición suspensiva.
- Ora la ineficacia del mismo, en el caso de que sea resolutoria, aunque para ambos tipos de condición la
regla máxima establecida en el código sea la de que el acaecimiento de la condición opera con efecto
retroactivo (art. 1.120 CC), esto es los derechos y obligaciones de las partes se consideran adquiridos y
asumidos, desde el mismo momento de celebración del contrato.
Esta confrontación entre condiciones plantea muchos problemas en la práctica que habrá de solucionar
según las normas de interpretación del contrato, o bien mediante su previsión expresa (los efectos) en el
propio contrato.
2.3. La conditio iuris o condición legal.
“CONDITIO IURIS”. En ciertos casos la LEY SUBORDINA LA EFICACIA DE UN CONTRATO AL ACAECIMIENTO DE UN SUCESO
FUTURO O INCIERTO Y, EN TODO CASO, NO DEPENDIENTE DE LA VOLUNTAD DE LAS PARTES (p.ej.: se exige por ley
autorización especial del CCMM para adquirir inmuebles en Ceuta o Melilla; se requiere que el testador
fallezca para que el testamento tenga eficacia…). Algunos juristas llaman así a esas condiciones, aunque
el Código no las contempla. En realidad no se trata de condiciones propiamente dichas. El CC no
contempla esta categoría.
a) la condición es un elemento accidental o contingente (no necesario) del contrato, mientras que la
denominada conditio iuris constituirá un presupuesto legal y necesario de eficacia del contrato.
b) el cumplimiento de la conditio iuris no tendrá por principio eficacia retroactiva, a diferencia de lo que
ocurre en las relaciones contractuales sometidas a condición.
ELEMENTO EFECTOS
3. EL TÉRMINO O PLAZO.
3.1. Planteamiento.
Término es el momento temporal en que:
o ha de llevarse a cabo el cumplimiento de una obligación determinada (suele ser procedente del
contrato, pero también puede tener naturaleza extracontractual).
En el primer caso, el término opera como elemento accidental del contrato, afectando a su eficacia. En el
segundo, presupuesta la eficacia del contrato, el término o plazo está referido sólo a su ejecución o al
cumplimiento de las obligaciones de las partes.
B/ Término final: día cierto en que los efectos propios del contrato se darán por concluidos.
4. EL MODO.
4.1. Noción y ámbito.
El modo consiste en una carga o en un gravamen añadido en algunas ocasiones a los “actos de
liberalidad”, como la donación y el testamento. El ámbito son los negocios gratuitos, pues según
afirmación clásica e indiscutible, el modo no puede incorporarse a los negocios onerosos. Es un elemento
accidental.
25
5.2. Los contratos atípicos.
Son los contratos que, aun CARECIENDO DE RECONOCIMIENTO LEGAL Y DE REGULACIÓN POSITIVA, reúnen los
requisitos esenciales de la genérica figura contractual.
En base al art. 1.255 la jurisprudencia considera indiscutible el que la libertad contractual derivada de la
iniciativa económica privada conlleva que las personas puedan estructurar libremente figuras
contractuales no consagradas aún legalmente.
Ante la eventualidad de que las figuras atípicas sirvan para burlar prohibiciones legalmente fijadas para
los contratos típicos, doctrina y jurisprudencia insisten en la necesidad de una causa lícita.
La celebración del contrato atípico supone estructurar un modelo contractual que no cuenta con una
regulación supletoria ad hoc, por lo que conviene perfilar muy cuidadosamente las reglas o cláusulas
contractuales de éste, para evitar imprevisiones en la ejecución efectiva del contrato. Este es el problema
fundamental, pues en caso de litigio entre las partes, poco previsoras en el establecimiento del clausulado
contractual, ¿Qué normas se aplicarían supletoriamente?
Según la doctrina:
Teoría de la absorción. Una vez acercado el contrato atípico al esquema contractual típico que le resulta
más próximo, se le aplicarán las normas de éste, por ser el elemento preponderante del contrato atípico.
Teoría de la combinación. Se deberán tener en cuenta, conjuntamente, la regulación supletoria de todos
aquellos modelos contractuales típicos que parcialmente estén presentes en el contrato atípico.
Teoría de la aplicación analógica. Habían de aplicarse las normas propias del contrato típico que
presente mayor identidad de razón y siempre conforme a las reglas internas de la aplicación analógica de
las normas establecidas en el Código Civil.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo atiende a la justicia del caso concreto, sobre la base de
diseccionar lo mejor posible la voluntad de las partes, y atendiendo a la aplicación de las normas
generales de contratación.
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TEMA 6 LA INTERPRETACIÓN E INTEGRACIÓN DEL CONTRATO.
1. INTRODUCCIÓN: INTERPRETACIÓN, CALIFICACIÓN E INTEGRACIÓN DEL CONTRATO.
La ejecución de un contrato no siempre es pacífica, sino que frecuentemente plantea problemas de
carácter interpretativo sobre la significación de las cláusulas del mismo o sobre la voluntad de las partes
contratantes.
La exacta determinación del contenido del contrato y, por tanto, la efectiva ejecución del mismo puede:
a) Excepcionalmente, en casos de contratantes particularmente puntillosos y previsores, hacer
facilísima la interpretación del contrato.
b) Pero en la mayoría de los casos, la interpretación se hace difícil por la insuficiencia del
clausulado contractual, que no suele contener elementos suficientes para prever todas las
consecuencias o incidencias del cumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato e incluso
algunas cláusulas pueden resultar contradictorias con el derecho imperativo.
27
3. Extremos accesorios de carácter complementario o de detalle: la intención de las partes debe
prevalecer sobre los términos contractuales, cualquiera que sea la generalidad de estos (art.
1.283).
4. Para determinar el elemento volitivo (lo querido por las partes) es necesario prestar atención a los
actos constatables realizados por las partes. (art. 1.282). No se excluyen de la interpretación
los actos precontractuales o tratos preliminares (el art.1.282 dice “principalmente” los coetáneos y
posteriores, pero no “solamente”), que serán más espontáneos y desinteresados que los actos
poscontractuales.
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- Que la interpretación realizada no haya permitido averiguar cuál era la voluntad real o querida por
las partes.
5. EL ARTÍCULO 1.289 DEL CÓDIGO CIVIL.
El art. 1.289 es desolador ya que reconoce que puede resultar “absolutamente… imposible resolver las
dudas por las reglas establecidas en los artículos precedentes”. Ante esto, el art. 1.289 obliga a distinguir
según las dudas recaigan sobre:
- “CIRCUNSTANCIAS ACCIDENTALES DEL CONTRATO”: la consecuencia normativa es una manifestación más del
principio de conservación del contrato.
- “EL OBJETO PRINCIPAL DEL CONTRATO” el precepto se pronuncia abiertamente por declarar la nulidad de
un acuerdo cuyo contenido sigue siendo una incógnita.
Es poco frecuente en la práctica contractual esta eventualidad referida en el art. 1.289 y por otra parte, el
art. 1.289 desempeña un papel subsidiario respecto de los precedentes (1.281 a 1.288), como ha
señalado la jurisprudencia.
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TEMA 7 LA EFICACIA DEL CONTRATO.
1. LOS EFECTOS PROPIOS DEL CONTRATO.
Aunque la regla general es que el contrato sólo afecta a las partes contratantes y no a terceros, en el
momento de la codificación se reconoció que el vínculo contractual, sí puede desplegar efectos en
relación con terceros, casi siempre beneficiosos y muy raramente perjudiciales.
1.1. Los efectos inter partes: el principio de la relatividad del contrato.
Art. 1.257.1: “Los contratos SÓLO PRODUCEN EFECTOS ENTRE LAS PARTES QUE LOS OTORGAN Y SUS
HEREDEROS, salvo, en cuanto a éstos, el caso en que los derechos y obligaciones que proceden del
contrato no sean transmisibles, o por su naturaleza, o por pacto, o por disposición de la ley”. Es decir: los
contratos despliegan su eficacia exclusivamente con relación a las partes contratantes y –para el caso de
que cualquiera de éstas haya fallecido- sus herederos, siempre y cuando los derechos y obligaciones
dimanantes del contrato NO TENGAN CARÁCTER DE PERSONALÍSIMOS.
Por otro lado, el art. 1.091 considera al contrato como fuente de las obligaciones: “Las obligaciones que
nacen de los contratos tienen la fuerza de ley entre las partes contratantes y deben cumplirse al tenor de
los mismos”. La fuerza de ley que dicho artículo atribuye al contrato es un vínculo entre las partes
contratantes y la circunstancia de que la eficacia del contrato haya de restringirse al ámbito propio de los
contratantes. Con la expresión de PRINCIPIO DE RELATIVIDAD DEL CONTRATO se trata de poner de
manifiesto que la eficacia del contrato como categoría no tiene alcance general respecto de la
colectividad, sino un alcance limitado a las partes contratantes.
Han de considerarse partes contratantes quienes asumen las obligaciones u ostentan los derechos
derivados de cualquier relación contractual, con independencia de su material y efectiva participación en
la celebración del contrato. Así serán partes quienes por voluntad propia y con consciencia de arrogarse
una determinada posición contractual se consideran titulares de ella, aunque lo celebren a través de
representante o se limiten a asentir un contrato cerrado por un auxiliar suyo o intermediario.
1.2. La posible eficacia del contrato en relación con terceras personas.
La regla general de la relatividad del contrato conoce, sin embargo, quiebras en más de un caso, como
veremos a lo largo de los siguientes epígrafes, sobre todo en relación con los contratos a favor de tercero.
Ocurre así cuando una persona celebra un seguro de vida en favor de su (en el futuro) cónyuge viudo o,
en su defecto, sus hijos; o por ejemplo en los viajes de novios contratados por parientes o allegados, etc.
Los ejemplos podrían ser muchos, pero con los indicados resulta suficiente, ante el riesgo de convertir una
mera posibilidad (la de convertir a un tercero en beneficiario del contrato) en regla general.
2.1. Partes contratantes y beneficiarios.
La existencia de un contrato o de una ESTIPULACIÓN CONTRACTUAL EN FAVOR DE UN TERCERO presupone
que éste, pese a no haber sido parte contratante, es titular de un determinado derecho de crédito que
puede exigir directamente a aquella de las partes contratantes que resulta obligada al cumplimiento. El CC
denomina a ésta última “obligado”; doctrinalmente se le suele denominar “promitente”. A la parte
contratante de la que trae causa el beneficio para el tercero recibe el nombre de “estipulante”.
El beneficiario, en cuanto no es parte contractual, no tiene por qué acreditar capacidad alguna de obrar,
ni si quiera es necesario que sea persona (puede tratarse del nasciturus o del concepturus), pues en todo
caso la gestión de sus intereses podría ser perfectamente atendida por sus representantes legales.
La jurisprudencia del TS ha tenido ocasión de reiterar que el beneficiario debe ser titular del derecho de
crédito y no un mero adiectus solutionis causa o receptor de la prestación. Cabe designar al beneficiario
en el contrato, pero también es posible que se estipule su designación a posteriori.
31
2.2. La aceptación por el beneficiario en relación con la revocación de la estipulación. (1 vez)
El art 1257.2 determina que, el beneficiario del contrato (o de la estipulación) podrá exigir su
cumplimiento siempre que hubiese hecho saber su aceptación al obligado antes de que haya sido aquella
(la estipulación) revocada. La eventual revocación de la estipulación beneficiosa deviene ineficaz: las
partes contratantes quedan obligadas a respetar el contenido contractual beneficioso para el tercero.
De acuerdo con el TS la aceptación debe configurarse como un presupuesto de la consolidación del
derecho del beneficiario. Supone una adhesión elevada por ley a verdadero y propio requisito o conditio
iuis. Mediante la aceptación hecha saber al obligado antes de la revocación, deviene titular de la
prestación
La aceptación cierra el paso a la revocación y hay bastante libertad en la forma de la aceptación (STS:
“expresa o tácita, por palabras o por hechos”) mientras no se haya producido la revocación, pudiendo
deducirse incluso del hecho de que el tercero reclame el cumplimiento del contrato.
32
Si el promitente logra el resultado previsto en el contrato, consiguiendo la vinculación contractual entre
promisario y tercero (sea asumiendo el contrato-base o celebrando uno nuevo), el promitente queda
liberado de la obligación de resultado que sobre él recaía y puede reclamar el precio.
6.2. Presupuestos.
Conforme a la reiterada jurisprudencia del TS, son:
1º Que la otra parte contratante, “CONTRATANTE CEDIDO”, ACCEDA O CONSIENTA la cesión. Hay una relación
triangular entre cedente, cesionario y contratante cedido. El consentimiento entre cedente y cesionario es
obvio, pero el consentimiento del contratante cedido es una exigencia lógica: especialmente si las
prestaciones fueran de hacer o personalísimas. También es necesario respecto de prestaciones ex
contractu, que pudieran ser consideradas fungibles pues nadie está obligado a mantener relaciones
contractuales con una persona diferente a la que celebró el contrato con él. Afirmar lo contrario
constituiría una flagrante conculcación de lo dispuesto en el art. 1256 CC acerca de que el cumplimiento
de los contratos no puede dejarse al arbitrio de uno de los contratantes.
Esto solo puede ser predicable cuando estemos ante una cesión del contrato y no ante cualquier otra
cesión, limitada, de derechos que encuentren su causa en un contrato, pues en esos casos la cesión de
derechos no requiere el consentimiento del deudor cedido, ya que según el 1112 CC dispone que todos
los derechos adquiridos en virtud de obligación son transmisibles con sujeción a las leyes, si no se
hubiese pactado lo contrario.
2- Que se trate de CONTRATOS BILATERALES O SINALAGMÁTICOS (producen obligaciones para ambas partes),
cuyas recíprocas prestaciones no hayan sido total y completamente ejecutadas, pues en tal caso el
designio propio del contrato habrá dejado de tener sentido y no cabrá, por tanto, la cesión.
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TEMA 8 LA INEFICACIA DEL CONTRATO: LA INVALIDEZ.
1. PREMISA SOBRE LA INEFICACIA DEL CONTRATO.
Con ineficacia del contrato se hace referencia a todos aquellos supuestos en que el contrato no llega a
producir los efectos a los que estaba dirigido o deja de producirlos en un momento dado. Dado que
los contratos son para cumplirlos, y que la autonomía privada no es reconocida por el ordenamiento
jurídico para que se juegue con ella celebrando contratos ineficaces, resulta claro que los supuestos de
ineficacia representan para el derecho los “supuestos patológicos”
Pueden integrarse en dos grandes grupos:
A- INVALIDEZ: motivada por la existencia de circunstancias INTRÍNSECAS a cualquiera de los elementos
esenciales del contrato que no resultan admisibles para el ordenamiento jurídico. Dentro de la
invalidez, según la gravedad de tales circunstancias, tendremos:
1- Nulidad o supuestos de contratos nulos.
2- Anulabilidad o supuestos de contratos anulables.
B- INEFICACIA en sentido estricto: son aquellos casos en que ciertos defectos o carencias EXTRÍNSECOS
al contrato, conllevan su falta de efectos. Tales casos serían, el mutuo disenso, el desistimiento unilateral,
la resolución por incumplimiento, la rescisión, la revocación, el acaecimiento de la condición resolutoria, o
la falta de acaecimiento de la condición suspensiva.
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b) Puede ejercitarla cualquier persona interesada en deshacer el contrato nulo. “La jurisprudencia no
excluye a los terceros, si a ellos les puede perjudicar el negocio jurídico que impugnan” (Sent. de
la AP de Valladolid). Es más: en la práctica es más frecuente el ejercicio por terceros, dado que
quien genera la causa de nulidad no está legitimado para impugnar el contrato (por tanto sólo la
parte que sufra una causa de nulidad imputable exclusivamente a la contraparte podrá actuar
judicialmente).
2.4. Consecuencias de la nulidad.
A- En general: la restitución.
Dado que el contrato nulo no produce efectos, las consecuencias de la declaración judicial de nulidad
tienden a dejar las cosas en el statu quo inmediatamente anterior a la celebración del presunto
contrato: lo que técnicamente se denomina restitución.
La restitución ha de tener lugar, en principio, DE FORMA ESPECÍFICA O IN NATURA. No siendo ello posible,
conforme a las reglas generales, procederá la RESTITUCIÓN DEL EQUIVALENTE PECUNIARIO. Así establece el
art. 1.307 que “siempre que el obligado por la declaración de nulidad a la devolución de la cosa no pueda
devolverla por haberse perdido, deberá restituir los frutos percibidos y el valor que tenía la cosa cuando se
perdió, con los intereses desde la misma fecha”.
B- En particular: los supuestos de ilicitud.
La regla restitutoria no se aplica en los supuestos de ilicitud. En tales casos han de aplicarse los arts.
1.305 y 1.306 que determinan diferentes consecuencias según que la ilicitud del objeto y de la causa,
constituya o no, un ilícito penal (un delito o falta tipificado por el CP):
1- En el caso de ILÍCITO PENAL (que sea imputable a ambos contratantes), el art. 1.305 dispone que las
partes, “cuando la nulidad provenga de ser ilícita la causa u objeto del contrato, si el hecho constituye un
delito o falta común a ambos contratantes, carecerán de toda acción entre sí, y se procederá contra
ellos, dándose, además, a las cosas o precio que hubiesen sido materia del contrato la aplicación
prevenida en el CP respecto a los efectos o instrumentos del delito o falta. Esta disposición es aplicable al
caso de que solo uno de las partes cometiese delito o falta. El no culpado podrá reclamar lo que
hubiese dado, y no estará obligado a cumplir lo prometido”.
2- En los supuestos en que se dé “CAUSA TORPE” (objeto “civilmente ilícito), cuando la culpa sea de
ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo que hubiera dado a virtud del contrato, ni reclamar
el cumplimiento de lo que el otro hubiese ofrecido. Cuando sea de un solo contratante, no podrá éste
repetir lo que hubiese dado a virtud del contrato, ni pedir el cumplimiento de lo que se le hubiere ofrecido.
La otra parte sí podrá reclamar lo que hubiera dado, sin obligación de cumplir lo que hubiera ofrecido”.
En STS de 878/2008, la aplicación de la causa torpe ha resultado de particular importancia, pues se
refería al préstamo que los casinos, incumpliendo la normativa vigente, ofrecían a jugadores que habían
agotado su activo líquido disponible, y seguían jugando a crédito. La Sala 1ª del TS se pronuncia
declarando la ilicitud del juego en tal caso, ya sea por ilicitud propiamente dicha o por la existencia de
causa torpe por parte de uno de los contratantes y, por tanto, la imposibilidad para el casino de reclamar
la cantidad prestada con infracción de una norma imperativa.
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11La doctrina jurisprudencial española siempre ha mantenido la regla imperante de utile per innutile non
vitiatur, (la parte valida o útil del contrato no debe verse viciada por la nula). Actualmente, dada la nueva
jurisprudencia europea sobre cláusulas abusivas, la Ley 3/2014, ha redactado nuevamente el art. 88
TRLCU, señalando la subsistencia del contrato pese a las clausulas abusivas.
3. LA ANULABILIDAD DEL CONTRATO.
3.1. Idea general.
Un contrato anulable es aquel que puede ser anulado o, por el contrario, puede seguir produciendo
efectos (incluso frente al Derecho) en caso de que su efectiva anulación no tenga lugar.
La anulabilidad es un supuesto de invalidez de mucha menor gravedad que la nulidad.
3.2. Causas de anulabilidad. (2 veces)
Las razones o causas de anulabilidad pueden identificarse con las siguientes:
a) Todos los vicios del consentimiento: error, violencia (no absoluta), intimidación y dolo.
b) Inexistencia de plena capacidad de obrar en alguno de los contratantes, tal como ocurre en
los siguientes casos:
1. Menores no emancipados. (salvo aquellos que según la Ley pueden celebrar por sí
mismos o con asistencia de representante, y bienes y servicios de la vida corriente
propios de su edad.
2. Personas sometidas a tutela, conforme a la sentencia de incapacitación.
3. Personas sometidas a curatela, conforme al art. 293 CC.
4. Emancipados respecto de los contratos considerados en el art. 323 (para el casado
menor de edad, el art. 324 CC).
c) Inexistencia de consentimiento marital o uxorio (esto es, del otro cónyuge) respecto de los actos o
contratos onerosos realizados por el otro cónyuge, cuando legalmente se requiere el
consentimiento de ambos. (Ley 15/2015, jurisdicción voluntaria)
“Sólo durará cuatro años” (art. 1.301.1). Se trata de un plazo de caducidad. El plazo comenzará a
computarse de forma diversa, según la naturaleza de la causa de la anulabilidad:
1. El punto inicial del cómputo es “la consumación del contrato” (perfección) sólo en los casos de
error o dolo.
2. En las demás causas de anulabilidad, el cómputo inicial queda retrasado a un momento
posterior a la perfección del contrato:
1. El cese o desaparición de la intimidación o violencia.
2. La salida de la tutela en contratos celebrados por menores o incapacitados.
3. La disolución de la sociedad conyugal o del matrimonio (“salvo que hubiese tenido
conocimiento suficiente de dicho contrato” el cónyuge no interviniente), en los casos de
falta de consentimiento del otro cónyuge.
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La coincidencia de efectos entre nulidad y anulabilidad (la restitución entre los contratantes) es
consecuencia del hecho de que la anulación del contrato (y, por tanto, la sentencia judicial que la
establece) tiene carácter retroactivo.
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TEMA 9 LA INEFICACIA EN SENTIDO ESTRICTO.
1. EL MUTUO DISENSO.
El contrato supone un acuerdo de voluntades mediante el cual los contratantes se vinculan. Es razonable
entender, aunque el CC no lo mencione, que los contratantes tienen la POSIBILIDAD DE CELEBRAR UN
NUEVO CONTRATO ENCAMINADO A PRIVAR DE EFECTOS AL PRIMERO. Ese contrato que tiene por objetivo poner
fin al anterior se conoce con el nombre de mutuo disenso. Debe reunir los mismos requisitos generales y
adiciones como, por ejemplo, la forma del contrato inicial. Puede ocurrir que el mutuo disenso no se
plasme en un contrato cuya finalidad única sea extinguir una relación preexistente, sino que vaya implícito
en el nuevo contrato, al ser incompatible con el primero.
Son susceptibles de extinción por mutuo disenso cualesquiera relaciones obligatorias, ya sean
instantáneas o duraderas, ya se hayan comenzado a cumplir o no.
- El dueño de la obra o comitente puede dar orden al contratista para que cese la construcción,
poniéndose fin al contrato. Debe INDEMNIZAR al contratista por los gastos tenidos en la ejecución de lo
hecho y el beneficio que el contratista habría obtenido de concluir la obra.
- El socio de la sociedad civil concluida por tiempo indeterminado puede, por su sola voluntad,
renunciar a la sociedad, poniendo así fin a la relación social, SIN NECESIDAD DE INDEMNIZAR a nadie, salvo
que la renuncia se haya hecho de mala fe.
- El mandante, libremente y por su decisión, puede revocar el mandato, que deja de producir sus efectos
sin que se establezca NINGÚN EFECTO INDEMNIZATORIO.
- El mandatario puede renunciar al mandato, pero debe INDEMNIZAR al mandante, salvo que el
desempeño del mandato cause grave perjuicio al mandatario. El efecto de la renuncia puede verse
demorado, pues debe dar tiempo al mandante para adoptar las oportunas medidas, durante el cual el
mandatario debe continuar con la gestión encomendada.
- El comodante, pactado el comodato por tiempo indeterminado, puede reclamar la DEVOLUCIÓN de la
cosa prestada a su libre voluntad.
- El depositante, se haya o no pactado tiempo de duración del depósito, puede RECLAMAR LA RESTITUCIÓN
de la cosa depositada en cualquier momento y dependiendo de su libre decisión.
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A pesar de todo, conviene recordar que la existencia del derecho de desistimiento requiere una norma que
así lo reconozca y no puede interpretarse como una regla de carácter general y de naturaleza expansiva.
Por ello el 68 TRLU define con carácter general al derecho de desistimiento contractual como la facultad
del consumidor y usuario de dejar sin efecto el contrato celebrado, notificándoselo a la otra parte
contratante en el plazo establecido para el ejercicio de ese derecho, sin necesidad de justificar su decisión
y sin penalización de ninguna clase. Serán nulas de pleno derecho las cláusulas que impongan al
consumidor y usuario una penalización por el ejercicio de su derecho de desistimiento.
No obstante lo anterior, el desistimiento requiere de una norma que así lo reconozca y no puede
interpretarse como una regla de carácter general. Y de naturaleza expansiva.
2.5. Efectos.
El efecto es que SE EXTINGUE LA RELACIÓN OBLIGATORIA, pero sin alcance retroactivo. Al tratarse de una
relación duradera, habrá que proceder normalmente a liquidarla, con la oportuna, en su caso, rendición de
cuentas, reembolsos y restituciones.
En términos generales el desistimiento no tiene un precio, pero EL QUE TIENE LA FACULTAD DE DESISTIR
DEBE MANTENER INDEMNE A LA OTRA PARTE, la cual no debe sufrir perjuicio. Pero el CC en algunos casos de
desistimiento unilateral exige la necesidad de abonar indemnización, como el dueño de la obra. Y también
llama la atención el diferente trato entre mandante y mandatario, ya que el CC sólo exige expresamente
indemnización al segundo.
2.6. Desistimiento unilateral convencional.
No es posible admitir el desistimiento convencional unilateral por chocar contra varios artículos del CC.
Pero hay cauces legales para introducir en el contrato algo similar, como el llamado dinero de
arrepentimiento o multa penitencial, aunque con el importante matiz de que estos condicionan la eficacia
del contrato y el sujeto facultado para desistir, asume la carga de perder o abonar algo.
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ElESTABLECIMIENTO DE LA CLÁUSULA RESOLUTORIA EXPRESA ES UN EJERCICIO EXTRAJUDICIAL ANTICIPADO Y
PREVISOR de la facultad resolutoria legalmente reconocida. Su contenido no puede ser abusivo, por lo que
deberá ajustarse a las circunstancias jurisprudencialmente requeridas para su ejercicio.
3.3. Requisitos de ejercicio de la facultad resolutoria.
Según la jurisprudencia reiterada del TS, el ejercicio de la facultad resolutoria requiere:
1. Que DEMANDANTE HAYA CUMPLIDO SU OBLIGACIÓN O QUE ACREDITE QUE SE ENCUENTRA EN CONDICIONES de
hacerlo. No está legitimado para resolver las obligaciones el contratante que no haya cumplido, o que
haya cumplido sólo en parte. No puede tampoco ejercitarla el demandante que ha realizado actos que
obstaculizan totalmente el cumplimiento de una obligación básica del contrato.
2. Que LA OTRA PARTE NO CUMPLA, aunque su incumplimiento no sea total, sino parcial. Pero el
incumplimiento parcial debe tener la entidad suficiente para impedir la satisfacción económica de las
partes; es decir, que se repute grave o esencial dentro del marco contractual, AFECTANDO A OBLIGACIONES
PRINCIPALES del mismo y no simplemente a las accesorias o secundarias.
3. Que se encuentren ligadas las partes por un CONTRATO BILATERAL, esto es, por una relación
sinalagmática, en la que la prestación de una tenga como causa la prestación de la otra.
4. La OBLIGACIÓN en la que se fundamenta el ejercicio de la facultad resolutoria debe ser EXIGIBLE.
5. Que la FRUSTRACIÓN del contrato dimanante del incumplimiento sea PATENTE o, al menos, ACREDITABLE.
Es indiferente que tal incumplimiento se deba a dolo o a otras circunstancias, que de absoluta, definitiva e
irrevocablemente lo impida, tengan su origen en el incumplidor (pereza, incompetencia, falta de pericia)
o en hechos fortuitos e inevitables para el mismo (incluida la fuerza mayor). La imputabilidad del
incumplimiento tendrá importancia para determinar la indemnización.
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Ante semejante eventualidad, doctrina y jurisprudencia han hablado tradicionalmente de la llamada
CLÁUSULA REBUS SIC STANTIBUS como remedio al desequilibrio patrimonial que la alteración de las
circunstancias contractuales comporta, en el sentido de entender implícito en todo contrato de tracto
sucesivo un pacto en virtud del cual el cumplimiento del mismo se entiende necesario siempre y cuando
las cosas sigan manteniéndose tal y como se encontraban en el momento de la perfección del contrato.
Es decir, en caso de una extraordinaria modificación del entorno contractual habría que concluirse que el
contrato no vincula a las partes o que por lo menos no les obliga más que adecuándolo a las
circunstancias coetáneas.
La ADMISIBILIDAD de este mecanismo se hace con extraordinaria cautela, DE FORMA RESTRICTIVA, por
afectar al principio pacta sunt servanda y a la seguridad jurídica, exigiendo como requisito necesario para
su aplicación la necesidad de cohonestar las exigencias de justicia material en el equilibrio de las
prestaciones con la seguridad del tráfico jurídico.
4.2. La cláusula rebus sic stantibus como supuesto de integración contractual.
La virtualidad propia de la cláusula rebus sic stantibus no se deriva de pacto alguno, ni de voluntad
presunta de las partes ni es una cláusula contractual en el sentido convencional de regla prevista
insertada en el contrato por las partes. Se trata de una APLICACIÓN CONCRETA A LOS CONTRATOS DE
EJECUCIÓN TEMPORALMENTE DIFERIDA DE LAS REGLAS DE INTEGRACIÓN CONTRACTUAL IMPERATIVAMENTE
ESTABLECIDAS POR EL ART. 1.258 CC que, por principio, son indisponibles para la voluntad (presunta,
implícita, tácita o declarada) de las parte
La OBLIGACIÓN DE INDEMNIZAR puede alcanzar al ADQUIRENTE DE MALA FE, pues “el que hubiere
adquirido de mala fe las cosas enajenadas en fraude de acreedores deberá indemnizar a estos de los
daños y perjuicios que la enajenación les hubiere ocasionado, siempre que por cualquier causa le fuere
imposible devolverlas” (art. 1.298).
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TEMA 10 LA DONACIÓN.
1. LA DONACIÓN COMO CONTRATO.
La donación es la TRANSMISIÓN VOLUNTARIA de una cosa o de un conjunto de ellas que hace una persona,
DONANTE, A FAVOR DE OTRA, DONATARIO, SIN RECIBIR NADA COMO CONTRAPRESTACIÓN. El carácter
contractual le viene dado por
1. La exigencia de la ACEPTACIÓN POR PARTE DEL DONATARIO, lo que supone acuerdo de los dos
contratantes, y de otra parte,
2. La SUJECIÓN A LAS DISPOSICIONES GENERALES de los contratos y obligaciones en todo lo que no se halle
determinado en sus normas específicas.
El art. 618 define la donación como “el acto de liberalidad por el cual una persona dispone
gratuitamente de una cosa en favor de otra, que la acepta”.
La donación es también un modo de adquirir, produce efectos reales desde el mismo momento en que ha
tenido lugar su perfección por la aceptación del donatario. Se trata pues de un contrato en virtud del cual
adquiere directamente el dominio.
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EN FAVOR DEL DONANTE se entiende válida, para cualquier caso y circunstancia.
EN FAVOR DE OTRAS PERSONAS, sólo resulta admisible “en los mismos casos y con iguales
limitaciones que determina este Código para las sustituciones testamentarias”.
2.6. Liberalidades de uso.
Son aquellos actos de liberalidad realizados en virtud de CÁNONES DE CONDUCTA SOCIALMENTE SEGUIDOS
por la generalidad de las personas (ej.: regalos de cumpleaños). El propio Código la califica en alguna
ocasión como regalos de costumbre. Por fundamentarse en normas sociales más que un verdadero ánimo
de liberalidad, algunos autores les niegan el carácter de donación. Sin embargo, la opinión mayoritaria
propugna su naturaleza de donación, aunque algunas normas de ésta no les resulten aplicables, por
entenderse precisamente que la adecuación a las normas sociales generalmente asumidas impiden
considerar el posible carácter fraudulento o perjudicial para terceros que siempre planea sobre las
donaciones puras y simples.
- El HIJO MENOR que haya cumplido DIECISÉIS AÑOS para realizar donaciones necesitará el
consentimiento de los padres.
- Los PADRES necesitarán AUTORIZACIÓN JUDICIAL para donar bienes inmuebles u objetos
preciosos y valores mobiliarios pertenecientes a los hijos cuya administración ostenten.
- Los HEREDEROS DEL AUSENTE QUE ES DECLARADO FALLECIDO no podrán disponer a título gratuito
hasta cinco años después de la declaración del fallecimiento.
- El MENOR EMANCIPADO, SIN CONSENTIMIENTO de sus padres o del tutor, no podrá donar bienes
inmuebles y establecimientos mercantiles o industriales u objetos de extraordinario valor.
B) Capacidad para aceptar donaciones:
La amplitud se manifiesta en que incluso el nasciturus puede ser donatario: basta para ello con que la
aceptación de la donación sea realizada por las personas que legítimamente le representen, si se hubiera
verificado ya su nacimiento.
Es decir, cualquier persona, aún sin tener capacidad de obrar o una especial capacidad de obrar, puede
proceder a la aceptación de la donación.
Teniendo “capacidad natural” para entender y querer, pueden emitirse válidamente declaraciones de
voluntad dirigidas a aceptar donaciones. El CC sólo exige capacidad contractual en el caso de que se
trate de donaciones condicionales u onerosas.
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El empobrecimiento del donante puede ser perjudicial para el propio donante, para sus familiares con
derecho a legítima y para sus acreedores. Por ello el CC impone ciertos LÍMITES de carácter objetivo a la
donación:
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4.1 Supervivencia o supervenencia de hijos. (2 veces)
Art. 644: “Toda donación hecha entre vivos, hecha por persona que no tenga hijos ni descendientes, será
revocable por el mero hecho de ocurrir cualquiera de los casos siguientes:
1º. Que el donante tenga, después de la donación hijos, aunque sean póstumos. “SUPERVENIENCIA”
2º. Que resulte vivo el hijo del donante que éste reputaba muerto cuando hizo la donación”.
“SUPERVIVENCIA”
El donante podrá revocar la donación si desea hacerlo, pues la supervenencia o supervivencia NO
ACARREA DE FORMA AUTOMÁTICA LA INEFICACIA DE LA DONACIÓN REALIZADA. El plazo para ejercitar la
correspondiente “acción de revocación” es de 5 años “contados desde que se tuvo noticia del nacimiento
del último hijo o de la existencia del que se creía muerto” El referido plazo es de caducidad, aunque el
precepto hable de prescripción. Dentro de tal plazo, en caso de fallecimiento del donante, la acción de
revocación se transmite a sus hijos y descendientes.
4.2. Incumplimiento de cargas.
El supuesto de revocación por incumplimiento de cargas impuestas por el donante se encuentra
contemplado en el art. 647.1: “La donación será REVOCADA a instancia del donante cuando el donatario
haya dejado de cumplir alguna de las condiciones que el aquel le impuso”.
El CC no establece la duración de la acción por incumplimiento de cargas, ni si cabe su transmisión a los
herederos o legitimarios del donante en caso de fallecimiento de éste. JURISPRUDENCIALMENTE se ha
propugnado de forma reiterada que la acción es transmisible a los herederos. El silencio respecto del
plazo, por vía de analogía, para las acciones rescisorias es de 4 años.
4.3. Ingratitud del donatario.
La denominada “ingratitud del donatario”, de acuerdo con el CC, se producirá en los supuestos en que
1. El donatario cometiera algún delito contra la persona, el honor, o bienes del donante;
2. Se le impute algún delito de los que dan lugar a procedimientos de oficio o acusación pública, a
menos que se hubiese cometido contra el propio donatario, o
3. Le niegue indebidamente alimentos (art. 648).
Si bien se trata de supuestos tasados, la literalidad de los casos descritos pueden ser objeto de
interpretación
La acción de revocación tiene un PLAZO DE PRESCRIPCIÓN DE “UN AÑO, contado desde que el donante tuvo
conocimiento del hecho y posibilidad de ejercitar la acción”. Debe ser ejercitada por el propio donante,
no siendo transmisible a los herederos si éste pudiendo hacerlo, no la hubiese ejercitado.
4.4. Efectos de la revocación.
La revocación de la donación comporta la RESTITUCIÓN al donante DE LOS BIENES DONADOS, O DEL VALOR
que éstos tenían AL TIEMPO DE LA DONACIÓN si hubiesen sido enajenados, quedando a salvo los derechos
de terceros adquirentes de buena fe.
5. LA REVERSIÓN DE LA DONACIÓN.
Ya vimos el art. 641: “podrá establecerse válidamente la reversión A FAVOR DE SÓLO EL DONADOR PARA
CUALQUIER CASO Y CIRCUNSTANCIAS, pero no a favor de otras personas sino en los mismos casos y con
iguales limitaciones que determina este Código para las sustituciones testamentarias”. En el fondo, al
establecer la reversión, se está realizando una donación condicional. Al limitar la reversión en favor del
donante pretende el CC favorecer el tráfico económico e impedir vinculaciones imperecederas de los
bienes.
En opinión de Lasarte, esta pretensión se ve debilitada en los supuestos de que el donante sea una
persona jurídica, pues en tal caso las condiciones impuestas pueden posponerse indefinidamente en el
tiempo.
6. LA REDUCCIÓN DE LAS DONACIONES INOFICIOSAS.
DONACIONES INOFICIOSAS: las que superen el valor de lo que el donante (o donatario) pueda dar (o
recibir) por testamento. Estas son perjudiciales para los legitimarios o herederos del donante. Por
consiguiente, para determinar el carácter inoficioso de cualquier donación es preciso que se abra la
sucesión del donante a causa de su fallecimiento
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TEMA 11 EL CONTRATO DE COMPRAVENTA.
1. LA COMPRAVENTA: IDEAS GENERALES.
1.1. Nociones y caracteres.
Conforme el art.1.445 CC: “por el contrato de compraventa uno de los contratantes se OBLIGA A
ENTREGAR una cosa determinada y el OTRO A PAGAR por ella un precio cierto, en dinero o signo que lo
represente”.
La compraventa es:
- Contrato consensual, que se perfecciona por el mero consentimiento. La entrega de la cosa y el
pago del precio corresponden a la fase de ejecución del contrato.
- Contrato bilateral por producir obligaciones recíprocas para las dos partes contratantes: la
entrega de la cosa y el pago del precio.
- Contrato oneroso, por suponer una equivalencia entre las prestaciones de las partes. Al hablar
de equivalencia no es necesaria una equivalencia objetiva, es decir la adecuación real entre el
bien y el precio correspondiente, basta con la llamada equivalencia subjetiva.
- Contrato conmutativo al estar determinado el intercambio de prestaciones desde el momento de
su perfección; pero puede ser aleatorio en ciertos casos, como sucede cuando se trate de "cosas
futuras" a riesgo del comprador.
- Contrato traslativo de dominio, ya que sirve de título para la transmisión de la propiedad. No
está reñido con el llamado pacto de reserva de dominio. Consiste dicho pacto en la estipulación
expresa según la cual no se producirá la transmisión de la propiedad de la cosa vendida hasta
que no se produzca el pago íntegro del precio convenido.
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2. EL OBJETO DE LA COMPRAVENTA
La compraventa supone la obligación por parte del vendedor de entregar una cosa determinada a cambio
de un precio en dinero o signo que lo represente, que deberá ser pagado por el comprador. Por lo tanto el
objeto de la compraventa es doble: la cosa a entregar y el precio a pagar.
2.1. Las cosas.
A) En general. Las cosas pueden ser corporales e incorporales o derechos; muebles e inmuebles;
presentes y futuras; pero, en cualquier caso, han de reunir una triple condición:
1- Que sean de comercio lícito.
2- Que tengan existencia real o posible: no es imprescindible que la cosa exista en el momento de la
celebración del contrato si se prevé la posibilidad de su existencia en la fase de ejecución. Si la cosa se
ha perdido el contrato queda sin efecto, a no ser que ya se haya perfeccionado la compraventa, en cuyo
caso corre a cuenta del comprador.
Si la cosa no tiene existencia real al contratar, pero previsiblemente la llegará a tener, la compraventa
puede revestir dos modalidades distintas:
a/ Compraventa de cosa esperada. En tal caso, la compraventa reviste los CARACTERES DE
CONMUTATIVA Y CONDICIONAL, ya que las partes subordinan la eficacia del contrato a la existencia
de la cosa. Si la cosa no llega a existir, no hay obligación por parte del vendedor de entregar cosa
alguna, ni el comprador ha de pagar el precio (ej: Se vende la cosecha del año que viene).
b/ Compraventa de esperanza. Si los contratantes celebran la compraventa a todo evento, es
decir, que el comprador pague el precio aunque la cosa objeto del contrato no llegue a existir, se
tratará de un contrato aleatorio. El vendedor se limitará a hacer lo posible para la existencia de la
cosa, y el comprador está obligado a pagar lo pactado. (Se vende la cosecha, sea buena o no
haya cosecha).
3) Que la cosa haya sido objeto de determinación o sea susceptible de ello.
B) La venta de cosa ajena. No es necesario que el bien objeto de la compraventa forme parte del
patrimonio del vendedor en el momento de celebración de la compraventa, pues la traslación del dominio
se alcanza con la ejecución del contrato. Por lo cual, cuando el contrato no es de ejecución simultánea,
sino que la misma se pospone, el vendedor estará obligado a adquirir el bien vendido para poder
transmitir el dominio, cuando se ejecute. Aunque el CC guarda silencio sobre la venta de cosa ajena la
jurisprudencia lo admite.
2.2. El precio en la compraventa. (4 veces)
A) Requisitos: El precio es el otro elemento objetivo de la compraventa y consiste en la suma de dinero
que el comprador se obliga a entregar al vendedor a cambio de la cosa. Requisitos:
1) PRECIO VERDADERO O REAL. El precio es la prestación a cargo del comprador, de tal modo que:
- si no existiera estaríamos ante un contrato simulado de compraventa,
- podría ser donación si cumple los requisitos.
- su ausencia o licitud provocaría la declaración de inexistencia de la compraventa.
2) PRECIO CIERTO O DETERMINADO. No es necesario precisarlo cuantitativamente en el momento de la
celebración, sino que basta que
- pueda determinarse sin necesidad de un nuevo convenio, ya sea con referencia a otra cosa
cierta,
- se determine por el que tuviera la cosa en determinado día, bolsa o mercado, o
- se deje su señalamiento al arbitrio de un tercero.
3) PRECIO CONSISTENTE EN DINERO o signo que lo represente. El precio debe consistir en dinero o signo que lo
represente (cheque, pagarés, letras, etc).
- Si el precio no consiste en dinero sería un supuesto de permuta.
- SI CONSISTE EN DINERO Y ALGUNA OTRA COSA, se atiende a la intención de las partes
(compraventa o permuta) y subsidiariamente a la proporcionalidad entre el dinero y las cosas
4) ¿PRECIO JUSTO? Para el CC la compraventa no supone una estricta equivalencia objetiva entre el valor
de la cosa y el precio pactado. El CC no exige que sea justo, aunque el precio irrisorio se equipara al
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precio simulado. Especial relevancia tiene el precio fijado por disposiciones administrativas o “precio
legal”, de modo que si el convenido es superior, el contrato será nulo parcialmente, teniéndose el exceso
por no puesto, aunque el contrato seguirá surtiendo efectos.
B) El pacto de arras. Como sabemos, en la celebración del contrato de compraventa es sumamente
frecuente el establecimiento de un pacto de arras.
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1) Venta de inmueble por unidad de medida con cabida inferior a la señalada en el contrato: el art.
1.469.2 establece que el vendedor se encuentra obligado a “entregar al comprador, si éste lo
exige, todo cuanto se haya expresado en el contrato; pero si esto no fuere posible, podrá el
comprador optar por una rebaja proporcional del precio o la rescisión del contrato, siempre que en
este último caso no baje de la décima parte de la cabida la disminución de la que se le atribuyera
al inmueble”.
2) Venta de inmueble por unidad de medida con cabida superior a la señalada en el contrato: el
art. 1.470 establece que “el comprador tendrá la obligación de pagar el exceso de precio si la
mayor cabida o número no pasa de la vigésima parte de los señalados en el mismo contrato; pero,
si excedieren de dicha vigésima parte, el comprador podrá optar entre satisfacer el mayor valor del
inmueble o desistir del contrato”.
3)Venta por unidades de medida y problemas de calidad: la falta de correspondencia entre el precio
pagado y el bien comprado no sólo se puede deber a criterios cuantitativos, sino también a criterios
cualitativos, al regular el art. 1.469.3 el “defecto de calidad” del inmueble vendido, supuesto para el cual
resulta también de aplicación el art. 1.469.2.
4)Venta de inmueble hecha a precio alzado: el art. 1.471.1 dispone, aunque resulte mayor o menor cabida
de la expresada en el contrato, que no tendrá lugar el aumento o la disminución del precio convenido, por
haber sido éste fijado alzadamente y “no a razón de un tanto por unidad de medida o número”. El mismo
criterio rige cuando se compraron dos o más fincas por un solo precio (art. 1.471.2 primera parte). Si se
expresaron los linderos y cabida o número, el art. 1.471.2 establece la obligación a cargo del vendedor de
entregar todo lo que se comprenda en los linderos, con independencia de la cabida y, de no ser posible, el
citado precepto se limita a establecer una rebaja en el precio proporcional al defecto de cabida, salvo que
el contrato quede anulado por no conformarse el comprador con que se deje de entregar lo que estipuló.
Es decir, el criterio a seguir es lo comprendido en los linderos y no la cabida.
5) Plazo de ejercicio de las acciones: si bien el CC establece un plazo de prescripción de seis meses, la
jurisprudencia otorga a dicho plazo carácter de caducidad en los supuestos en los que el comprador opte
por la rescisión o anulación del contrato, en cuanto se trata del ejercicio de un derecho potestativo.
3.5. La contaminación acústica en los inmuebles como vicio oculto: la Ley 37/2003 y el Real
Decreto 314/2006.
La Ley del Ruido ha considerado oportuno recurrir al saneamiento por vicios ocultos en relación con la
contaminación acústica de los inmuebles, provocada por el incumplimiento de las normas técnicas
relativas al debido aislamiento de las construcciones.
La Ley del Ruido dispuso que el Código Técnico de la Edificación deberá incluir un sistema de verificación
acústica de las edificaciones y que el incumplimiento de los objetivos de calidad acústica en los espacios
interiores, puede dar lugar a la obligación del vendedor de responder del saneamiento por vicios ocultos.
Por tanto, como regla general el pago del precio aplazado no genera intereses, aunque en la práctica es
frecuentísimo pactar lo contrario.
Podrá suspender el pago del precio hasta que el vendedor haya hecho cesar la perturbación o el peligro,
a no ser que
se haya estipulado que,
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no obstante, el comprador
estará obligado a verificar
el pago
afiance la devolución o
del precio en su caso
Este precepto trata de proteger al comprador en caso de que éste tema fundadamente perder tanto la
cosa como el precio abonado o que reste por abonar. Su CARÁCTER DISPOSITIVO permite entender que si
no hay pacto expreso en tal sentido, el comprador cuenta con dicha facultad.
El comprador en caso de sentirse fundadamente perturbado en su adquisición y habiendo decidido
suspender el pago, deberá comunicarlo fehacientemente al vendedor.
4.3. El pago de los gastos complementarios.
Además del pago del precio y posibles intereses por aplazamiento, el comprador deberá abonar los
gastos necesarios y útiles hechos en la cosa vendida desde la perfección hasta la consumación del
contrato, así como los gastos de transporte o traslación de la cosa vendida, salvo existencia de pacto
en contrario. Y en el caso de BIENES INMUEBLES los gastos de expedición de la primera copia de la
escritura y las demás posteriores a la venta, salvo pacto en contra. Los gastos arancelarios
correspondientes al asiento de presentación de la escritura de compraventa (arancel núm. 1) y la
inscripción del derecho adquirido mediante contrato de compraventa (arancel núm. 2) salvo pacto en
contrario, deben ser de cuenta del comprador.
2. Pago de intereses por aplazamiento 2. Si la cosa vendida y entregada produce fruto o renta.
Gastos de transporte
SALVO PACTO EN
3. Pago de gastos complementarios Gastos de expedición de la primera copia de la escritura y CONTRARIO
BIENES las demás
INMUEBLES posteriores
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Destaca en este artículo:
No prevé acción para el comprador defraudado. Se entiende, por tanto, que podrá solicitar la
correspondiente indemnización de conformidad con las reglas generales o, en su caso, acudir a la
vía penal (interponiendo la correspondiente querella por estafa).
El art. 1473 ha de entenderse sobre la base de existencia de buena fe por parte del adquirente
que finalmente es declarado propietario. La jurisprudencia ha resaltado que la buena fe del
comprador es un requisito indispensable y no merece protección quien colaboró en la maniobra o
cuando menos la conoció.
Por buena fe, debe entenderse la ignorancia o el desconocimiento por parte del comprador de que
la cosa comprada había sido objeto de venta anteriormente. Es un supuesto de buena fe en
sentido subjetivo y una circunstancia de hecho que puede ser apreciada por los tribunales, incluso
frente al comprador que haya logrado inscribir en el Registro de la Propiedad a su nombre.
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7.1. El retracto convencional.
A) Concepto y función histórica.
El Código Civil denomina en el art. 1507 retracto convencional a una venta con pacto de retro o una venta
en garantía. Tendrá lugar cuando el vendedor se reserve el derecho de recuperar la cosa vendida,
siempre que se hubiese pactado y se cumpla con lo dispuesto en el 1518. Es decir , que el vendedor no
podrá hacer uno del derecho de retracto, sin reembolsar al comprador el precio de la venta más losgastos
del contrato y cualquier otro pago legítimo hecho para la venta y los gastos necesarios y útiles hechos en
la cosa vendida.
El retracto convencional es una modalidad especial de compraventa que conlleva un pacto
complementario en cuya virtud el vendedor puede recomprar, dentro de un plazo temporal determinado en
el propio contrato de compraventa y pagando todo lo señalado anteriormente, la cosa vendida. Esta figura
tenía como objeto tradicionalmente encubrir préstamos usurarios.
Hoy en día esta figura esta desuso, pero antiguamente era muy usada como tapadera para camuflar
préstamos usurarios.
B) Régimen jurídico básico.
Los aspectos fundamentales son:
1) Si el vendedor no abona los distintos conceptos del art 1518 o cualesquiera otros pactados “el
comprador adquirirá irrevocablemente el dominio de la cosa vendida”.
2) Como regla general de carácter imperativo, el plazo máximo de duración del retracto
convencional es
a. 10 años y
b. 4 años si las partes no han establecido plazo
Cómputo: ambos plazos han de computarse a partir de la fecha del contrato y son de caducidad.
3) Si el vendedor no ejercita el retracto en tiempo, la posición del comprador deviene irrevocable.
4) El art. 1.510 pretende otorgar eficacia erga omnes al pacto de retroventa. Pero en realidad,
semejante efecto sólo se alcanzará cuando el pacto de retro relativo a bienes inmuebles se
inscriba en el Registro de la Propiedad.
7.2. Compraventa a prueba y compraventa ad gustum.
Art. 1.453 La venta a prueba depende de la comprobación de las características de la cosa vendida
por el comprador; mientras que la venta ad gustum parece depender en exclusiva del propio gusto o
agrado del comprador.
En la VENTA HECHA A CALIDAD DE ENSAYO O PRUEBA, la compraventa está perfeccionada, aunque
ha de comprobarse (suele suceder en las ventas de maquinaria) si la cosa objeto de la com-
praventa reúne las cualidades necesarias a fin de prestar el servicio para el que se compró. La
comprobación es objetiva, no quedando al libre arbitrio del comprador.
En las VENTAS AD GUSTUM sí se deja al libre arbitrio del comprador la aceptación de la cosa
comprada, de forma tal que bastaría su mera manifestación de desagrado en relación con la cosa
para que se entienda ineficaz el contrato.
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a) Se puede aplicar tanto cuando hay entrega de la cosa como cuando aún no se entregó.
b) Si hay otros compradores, el 1º puede adjudicarse la cosa, si iguala las ofertas de los otros.
c) Para explicar teóricamente la figura se ha recurrido a la venta bajo condición suspensiva o a la venta
bajo condición resolutoria.
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15/2010, de 5 de julio, ya comentada en el primer parcial.
- En materia de contratos a distancia y para la adaptación de la Ley a diversas Directivas comunitarias,
por la Ley 47/2002, de 19 de diciembre, así como por la Ley 1/2010, de 1 de marzo, para adaptarla a la
Directiva 2006/123/CE, relativa a los servicios en el mercado interior.
8. EL CONTRATO DE PERMUTA.
8.1. Concepto y caracteres.
Art. 1.538 La permuta es el intercambio de cosa por cosa: “es el contrato por el cual cada uno de los
contratantes se obliga a dar una cosa para recibir otra”.
De lo dicho se infieren sus características básicas en cuanto tipo contractual:
a) Es un CONTRATO CONSENSUAL: se entiende celebrado desde el momento en que las partes se han
obligado a transmitirse las respectivas cosas objeto del contrato.
b) Es un CONTRATO BILATERAL: genera obligaciones para ambas partes contratantes.
c) Es un CONTRATO ONEROSO: la prestación de cada parte es la causa de la contraprestación.
d) Es un CONTRATO TRASLATIVO del dominio: su consumación (mediante la entrega de las cosas) supone la
transmisión de la propiedad de lo permutado.
8.2. La remisión a las reglas de la compraventa.
La regulación de la permuta por nuestro CC es muy escasa ya que es un contrato propio de sociedades
primitivas, en las que al no existir el dinero se imponía la necesidad del trueque. Por ello, el CC, tras
describir el contrato se limita a regular dos aspectos de la permuta; la permuta de cosa ajena y la
pérdida de la cosa permutada por evicción, estableciendo para todos los demás extremos que “la
permuta se regirá por las disposiciones concernientes a la compraventa”
8.3. La permuta de cosa ajena.
Art. 1539 Cuando en un contrato de permuta, uno de los contratantes recibe la cosa objeto de
permuta, pero le consta y puede acreditar que no era propiedad del que se la dio, está legitimado para no
cumplir con su obligación derivada de la celebración de la permuta y cumplirá con devolver la que recibió.
Se entenderá, por tanto, que el contrato de permuta queda así resuelto.
8.4. La evicción en la permuta.
Art. 1.540 al contrario que en el supuesto anterior, en este caso la permuta se ha consumado por
parte de ambos contratantes. El permutante que ha recibido la cosa ajena sólo podrá accionar contra la
otra parte si es objeto de evicción (no sería de aplicación el 1539). Y podrá optar entre:
o RECUPERAR la cosa que él entregó.
Sólo podrá ejercitar este derecho mientras la cosa siga en poder del otro permutante, y
sin perjuicio de los derechos que hayan sido adquiridos por el tercero de buena fe.
No está excluida la correspondiente indemnización de daños y perjuicios si efectivamente
se han causado (como ocurrirá en la generalidad de los casos, a pesar de que el CC no
lo disponga).
o RECLAMAR la indemnización de daños y perjuicios.
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3.2. Obligaciones del arrendatario.
El arrendatario está obligado a:
1. Pagar el precio del arrendamiento en los términos convenidos.
2. Usar la cosa arrendada conforme al uso pactado, y, en defecto de pacto, del que se deduzca de su
naturaleza, tolerando las reparaciones urgentes que haga el arrendador.
3. Poner en conocimiento del arrendador toda usurpación o novedad dañosa y la necesidad de
reparaciones.
4. Responder del deterioro de la cosa, a no ser que pruebe que fue ocasionado sin culpa.
5. Devolver la cosa, al concluir el arrendamiento, tal como la recibió, presumiéndose que la recibió en
buen estado.
4. EXTINCIÓN DEL ARRENDAMIENTO.
4.1. Causas de extinción.
Son causas de extinción del arrendamiento:
1. El cumplimiento del tiempo previsto para el contrato, sin necesidad de requerimiento. Ahora bien, si
al terminar el período temporal concertado el arrendatario continúa disfrutando de la cosa durante quince
días, se entiende que hay TÁCITA RECONDUCCIÓN (es decir, nuevo contrato de arrendamiento) por el tiempo
expresado por el CC con respecto a las fincas rústicas o respecto a las fincas urbanas, salvo que haya
habido requerimiento previo.
2. La pérdida de la cosa arrendada, equiparándose a ella la imposibilidad de goce de la cosa.
3. El incumplimiento de una de las partes.
4. Extinción del derecho del arrendador (así, por ejemplo, el arrendamiento otorgado por el usufructuario
se resuelve al extinguirse el usufructo).
4.2. El desahucio.
Es la facultad que tiene el arrendador, como consecuencia de algunas causas de extinción del contrato
de arrendamiento de bienes inmuebles, para proceder judicialmente contra el arrendatario a fin de
expulsarlo de la finca. Estas CAUSAS son las siguientes:
1. Haber expirado el término de duración del arrendamiento.
2. Falta de pago del precio convenido.
3. Infracción de cualquiera de las condiciones estipuladas en el contrato.
4. Destinar la cosa arrendada a usos o servicios no pactados que la hagan desmerecer.
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TEMA 14 LOS ARRENDAMIENTOS URBANOS
2. LOS ARRENDAMIENTOS DE VIVIENDA.
El título II tiene carácter imperativo, por lo que cualesquiera condiciones o estipulaciones contractuales
que resulten perjudiciales para el arrendatario respecto de la regulación legalmente establecida son nulas.
Sin embargo, las disposiciones de carácter imperativo no son muchas.
2.1. La duración del contrato en la LAU 1994 (1 vez)
La LAU dispone que “la duración del arrendamiento será libremente pactada por las partes”, prorrogable
a cinco años, mediante el sistema de prórroga potestativa para el arrendatario.
La prórroga anual durante el quinquenio inicial sólo podrá ser excluida de forma expresa, y debe
constar en el contrato que la duración quinquenal no puede entrar en juego en atención a la
necesidad del arrendador de ocupar por sí o para sí mismo (o para cualquiera de sus hijos), como
vivienda permanente, el inmueble objeto de arrendamiento. En caso de efectiva extinción del contrato
por tal causa, la propia norma establece sanciones para el arrendador verdaderamente disuasorias de
actuaciones fraudulentas o faltas de seriedad.
Concluido el período quinquenal sin que ninguna de las partes haya notificado su voluntad de no
renovarlo, permite la continuidad contractual, de año en año, por un nuevo período trienal.
El nuevo texto legal descarta la existencia de SUBROGACIONES INTER VIVOS en el sentido del TR-LAU.
La cesión del contrato o el subarriendo requieren el consentimiento, expresado por escrito, del arrenda dor
conforme a las reglas generales en materia de contratación.
El efecto de la SUBROGACIÓN MORTIS CAUSA queda limitado al período contractual restante.
En el caso de crisis matrimonial: “el cónyuge no arrendatario podrá continuar en el uso de la vivienda
arrendada...”, -
+de vivienda, potestativa para el arrendatario, pero obligatoria para la parte arrendadora, como ya hemos
visto, introduciendo un nuevo apartado 3 en el art. 9 de la LAU, del siguiente tenor:
2.2.- LA MODIFICACIÓN INTRODUCIDA POR LA LEY 19/2009
En el segundo mandato presidencial del Sr. Rodríguez Zapatero, la Ley 19/2009, de 23 de noviembre, de
medidas de fomento y agilización procesal del alquiler y de la eficiencia energética de los edificios (BOE
de 24 de noviembre), a la que ya hemos aludido, introdujo una modificación de importancia en relación
con la prórroga obligatoria, estableciendo un nuevo apartado 3 en el artículo 9 de la LAU, que restringía el
significado de la prórroga quinquenal potestativa para la parte arrendataria, atendiendo a los hipotéticos, a
la par que legítimos, intereses de la “familia arrendadora” ampliando la exclusión de la prórroga en
beneficio también de los familiares de primer grado (padres o hijos de la parte arrendadora, por tanto) y,
en caso de crisis conyugal, también del cónyuge.
Respondió tan modificación a una propuesta del Grupo Parlamentario catalán, en principio llena de buen
sentido pero que posiblemente perdiera fuelle en la tramitación parlamentaria de la Ley que, por cierto,
carece de eficacia retroactiva alguna. Combinando tal dato con la necesidad de constancia expresa en el
contrato, fácil es colegir que sólo resultó aplicable a los contratos celebrados con posterioridad a su
entrada en vigor, acaecida el día de Navidad de 2009. Probablemente, sin embargo, una vez adoptada la
decisión de modificar la Ley 29/1194 en este aspecto, hubiera sido preferible considerarla aplicable
incluso a los contratos celebrados bajo su imperio con anterioridad a la promulgación de la Ley 19/2009.
Ademas según el artículo 13, con independencia de la duración convenida por las partes arrendatario
podrá desistir del contrato siempre que cumpla con las condiciones siguientes:
1/ que hayan transcurrido seis meses del contrato
2/ que comunique el desistimiento con una antelación mínima de treinta días.
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3.1 La renta en la ley 29/1994
Las normas relativas a la renta se encontraban comprendidas en el capítulo tercero del Título II (arts. 17 a
20). Salvo la radical prohibición de exigencia del pago anticipado de más de una mensualidad de renta
(art. 17.2), el Proyecto de ley consistía en una regulación de carácter dispositivo y, por tanto, de aplicación
supletoria en defecto de reglas convencionales establecidas por las partes.
Dicha regulación, además, se asentaba en la práctica contractual seguida en la materia, si se exceptúa lo
establecido en el artículo 20 respecto de la posible repercusión al arrendatario de tributos y otras cargas.
La discusión parlamentaria quizá trajo consigo la incorporación de una buena norma imperativa sobre la
que, brevemente, me gustaría llamar la atención.
Aunque con ciertas dudas, para el Proyecto la posible actualización de la renta mediante el índice general
nacional del IPC consistía en una previsión normativa de carácter supletorio que, en consecuencia, las
partes habrían podido sustituir por cualquier otro sistema de actualización. En el texto definitivo de la Ley
29/1994, la cuestión resultó indiscutible: el índice nacional general del IPC constituye el tope máximo de
revalorización anual de la renta, pues, como establece el encabezamiento de la norma, “durante los cinco
primeros años de duración del contrato la renta sólo podrá ser actualizada…”. El fundamento de
semejante regla de ius cogens (Norma que no admite acuerdo en contrario), establecida indudablemente
en favor de los arrendatarios, radicaba en evitar que el incremento de rentas libremente pactado pudiera
convertirse en un factor inflacionista de evidente trascendencia general. En tal sentido, la regla legal era
razonable y merecedora de plácemes, pues sometía, de forma simultánea, al arrendador y al arrendatario,
a un parámetro económico de futuro que, en todo caso, reequilibraba sus respectivas prestaciones y al
mismo tiempo resultaba indiscutible.
4.3 Recapitulaciones
Hablando en términos generales, en las materias objeto de esta rúbrica, el texto legal de 1994 es
sustancialmente idéntico al articulado del proyecto de ley; de otra parte, las modificaciones introducidas
por la Ley 4/2013 no han alterado las normas arrendaticias fundamentales de manera sustancial.
De manera tal que a todos los textos articulados aquí considerados, por tanto, podrá imputárseles por los
idólatras del casuismo una excesiva concisión y brevedad. Es cierto: la vigente LAU, antes y después de
la Ley 4/2013, regula sólo los aspectos de contenido contractual que ha considerado indispensables en
evitación de litigios innecesarios. Para todos los demás extremos que las partes estimen de interés, son
plenamente libres para establecer un clausurado contractual prolijo y detallado, en dependencia de las
circunstancias del caso concreto. Además, recuérdese la eficacia supletoria de las reglas del Código Civil
(art. 4.2 LAU), cuyo contenido normativo ha de tenerse más presente a partir de la derogación del Texto
Refundido de 1964.
64
CC, como acción general de resolución a causa del incumplimiento por cualquiera de las partes de cual-
quiera de las obligaciones que le competan.
El art. 28 cita como causa específica de extinción la pérdida de la finca y la declaración de ruina.
6. LOS RESTANTES ARRENDAMIENTOS URBANOS.
Los arrendamientos para USO DISTINTO DEL DE VIVIENDA se rigen por :
- la voluntad de las partes, y
- en su defecto por el titulo III de la LAU y
- supletoriamente por el Código Civil.
El art. 30 remite para estos arrendamientos a las siguientes normas de los arrendamientos de vivienda.-
Art. 21: imposición al arrendador de la realización de las obras necesarias o de conservación.
- Art. 22: obligación para el arrendatario de soportar las obras de mejora.
- Art. 23: prohibición “obras modificativas del inmueble” sin consentimiento escrito del arrendador.
- Art. 26: posibilidad de suspensión del contrato (o de desistimiento del arrendatario) en caso de obras de
conservación o acordadas por autoridad competente.
- Art. 19: facultad del arrendador de elevar la renta por mejoras.
El Art 35 que trata sobre las causas de resolución remite a algunos de los supuestos del art. 27.2.
E incluso sin remitir a normas del arrendamiento de vivienda, ciertos preceptos del título III tienen
carácter imperativo:
- El art. 35 indica que “el arrendador podrá resolver de pleno derecho el contrato” en los casos de cesión o
subarriendo de carácter clandestino.
- El art. 34 regula la llamada “indemnización por clientela” que Parece tratarse de una norma imperativa
“... dará al arrendatario derecho a una indemnización a cargo del arrendador...”
- El art. 31: “Lo dispuesto en el art. 25 de la presente ley (derechos de tanteo y retracto) será de aplicación
a los arrendamientos que regula este título”.
- La subrogación mortis causa del art. 33: si fallece el arrendatario, y en local se ejerce una actividad
empresarial o profesional, el heredero o legatario que continúe el ejercicio de la actividad podrá subrogar-
se en los derechos y obligaciones del arrendatario hasta la extinción del contrato.
Finalmente, el mandato de que “el adquirente de la finca arrendada quedará subrogado en los derechos y
obligaciones del arrendador, salvo que concurran en el adquirente los requisitos del art 34 de la Ley
Hipotecaria”, aparenta ser una norma de ius cogens (imperativa).
Pero, pese a la apariencia, el Título III tiene carácter supletorio, sin que ninguna de las normas que lo
integran pueda considerase imperativa., sino dispositivas para las partes.
7. EL REGISTRO RELATIVO A LOS IMPAGOS DE RENTAS
El art. 3 de la Ley 4/2013 crea el Registro de sentencias firmes de impagos de rentas de alquiler, dictadas
en los procedimientos de desahucio por impagos de rentas.
8. REFERENCIA A LA POTENCIACION DEL MERCADO DE ALQUILER
Constatado el raquitismo del mercado de alquiler en España, la Ley 4/2013 únicamente incrementa la
autonomía privada en materia de alquiler. La mayoría de las medidas propuestas por los distintos
gobiernos no han obtenido resultados claros de inversión de la tendencia, ni han supuesto un incremento
del mercado del alquiler. De nada sirvieron las medidas, en particular el SPA, que en 2008 había
generado un déficit de 20 millones de euros, x2 cuando Rajoy lo disolvió en marzo del 2012.
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TEMA 17 EL MANDATO.
1. EL CONTRATO DE MANDATO. ( 2 veces)
1 Concepto.
Art 1.709 CC: “por el contrato de mandato se obliga una persona (mandatario) a prestar algún servicio o
a hacer alguna cosa por cuenta o encargo de otra (mandante)”.
Distinción de otros contratos como el de arrendamiento de obras y de servicios. Bajo el sistema romano
era fácil, pues el mandato era gratuito. En cambio hoy hay que atender a la naturaleza de las prestaciones
a que arrendatario o mandatario se obligan, ya que, aunque puede ser retribuido, sigue siendo
tendencialmente gratuito.
Así en el ARRENDAMIENTO DE OBRA O DE SERVICIOS el arrendatario se obliga a ejecutar por sí mismo una
actividad de carácter material en beneficio del arrendador, mientras que el mandatario, se obliga a
gestionar los intereses del mandante a través de la realización de actos jurídicos cuyo contenido
acabará recayendo en la esfera jurídica del mandante.
2. CLASES DE MANDATO.
2.1 Mandato simple y mandato representativo (2 veces)
A) Mandato simple: mandatario puede actuar en su propio nombre, (sin revelar que gestiona
intereses ajenos) aunque por cuenta, interés y encargo del mandante. NO SE PRODUCIRÍA
VINCULACIÓN ENTRE MANDANTE Y TERCEROS, los cuales tendrían acciones exclusivamente contra el
mandatario, sin perjuicio de las que deriven de la relación de mandato propiamente dicha entre
mandante y mandatario.
B) Mandato representativo: El mandatario actúa “en nombre” del mandante, siendo parte en los
contratos o actos jurídicos que, gestionando sus intereses, celebra el mandatario con terceros: el
mandante es quien adquiere los derechos y asume las obligaciones que se derivan de esos actos
o contratos debiendo cumplir todas las obligaciones que el mandatario haya contraído dentro de
los límites del mandato.
Hay que entender que las figuras de mandato y poder de representación no coinciden, aunque se
las considera tradicionalmente unidas. Puede existir mandato sin que se haya otorgado poder de
representación (mandato simple, no representativo), mandato con representación
(representativo), en cuyo caso vincula directamente el mandatario al mandante, y por ultimo, el
poder de representación puede no implicar una relación de mandato.
2.2. Tipos de mandato conforme a la extensión de las facultades conferidas.
A) Mandato general o especial: considerando el número de asuntos o negocios del mandante
que puede gestionar el mandatario, el mandato puede ser general o especial.
Según el art. 1.712, el
- MANDATO GENERAL “comprende todos los negocios del mandante”; mientras que el
- MANDATO ESPECIAL, sólo “uno o más negocios determinados”.
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B) Mandato concebido en términos generales y mandato expreso: Según el art. 1.713, el
- MANDATO CONCEBIDO EN TÉRMINOS GENERALES comprende los actos de administración (distinto de
m. general); mientras que se necesita el denominado mandato expreso
- MANDATO EXPRESO. Necesario para transigir, enajenar, hipotecar o ejecutar cualquier acto de
riguroso dominio. Para realizar los actos más importantes de gestión de los intereses del
mandante, identificados por el CC con los actos de disposición, no cabe admitir el mandato tácito,
en cuanto tales actos son atinentes a terceros y, por consiguiente, necesitan estar expresamente
autorizados por el mandante, siendo insuficiente el mandato concedido en términos generales.
Por lo dicho, tanto el mandato general (para todos los asuntos del mandante) como el mandato especial
(para uno o varios asuntos del mandante) pueden conferirse en términos generales.
A) Debe anticipar las cantidades necesarias para la ejecución del mandato, si el mandatario las pidiere. Si
éste las hubiere anticipado, las reembolsará, aunque el negocio no haya salido bien, con tal que esté
exento de culpa el mandatario.
B) Está obligado a indemnizar los daños y perjuicios ocasionados al mandatario por el cumplimiento del
mandato, siempre que el mandatario no haya incurrido en culpa o imprudencia en su gestión.
D) En el caso de pluralidad de mandantes, esto es, cuando dos o más personas hayan nombrado
mandatario para un negocio común, quedan obligadas solidariamente frente a él.
E) Cuando se trata de un mandato con poder de representación, el mandante debe cumplir todas
las obligaciones que el mandatario haya contraído dentro de los límites del mandato; en lo que el
mandatario se haya excedido, no queda obligado el mandante sino cuando lo ratifica expresa o
tácitamente.
Los efectos de la eventual ratificación de los actos realizados por iniciativa propia del mandatario,
sea expresa o tácita, extiende sus efectos al momento de la asunción de la obligación por el
representante, pero no podrá tener eficacia retroactiva cuando perjudique los derechos adquiridos
por terceros antes de su ratificación.
3.2. Derechos y obligaciones del mandatario.
A) Obligaciones: (2 veces)
Las obligaciones fundamentales del mandatario son las siguientes:
1. Debe ejecutar el mandato según las instrucciones del mandante e informarle de su gestión.
En caso de falta de instrucciones, el mandatario debe actuar como un buen padre de familia.
2. Rendir cuentas de sus operaciones al mandante y abonarle cuanto haya recibido en virtud del
mandato.
3. Resarcir los daños y perjuicios que, por su gestión o por la falta de ella, haya causado al
mandante, ya sean debidos a actuación dolosa o culposa.
4. Si un mandante ha nombrado más de un mandatario, se excluye la responsabilidad solidaria
si no se ha expresado.
5. Cuando el mandatario obra en su propio nombre, queda obligado directamente con la
persona con quien contrató, sin perjuicio de las acciones entre mandante y mandatario.
B) Derechos y facultades: (2 veces)
1. El MANDATARIO PODRÁ EJERCITAR EL DERECHO DE RETENCIÓN sobre las cosas objeto del mandato, hasta
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que el mandante le rembolse lo anticipado o proceda a la indemnización de daños y perjuicios, en caso
de que se hubiesen producido por el cumplimiento del mandato. En el supuesto de mandato oneroso, el
impago de la retribución pactada otorgará igualmente esta facultad por aplicación analógica.
2. El MANDATARIO CUENTA CON LA FACULTAD DE NOMBRAR SUSTITUTO, desligándose de su relación con el
mandante, si éste autorizó la sustitución:
- El mandatario no quedará exento de responsabilidad si nombra sustituto si el mandante ni lo
autorizó ni lo prohibió.
- Responde el mandatario en el caso de que el mandante haya prohibido la sustitución, pues
supone un grave quebrantamiento de la confianza depositada en atención a sus personales
cualidades. Lo hecho por el sustituto en contra de la prohibición será anulable, siendo susceptible
de ratificación
- Si el mandante ha autorizado genéricamente la sustitución (sin designación de persona), el
mandatario sólo responderá de la actuación éste cuando sea “notoriamente incapaz o in-
solvente”.
4. LA MEDIACIÓN O CORRETAJE.
La actividad de intermediación o de mediación entre personas que desean llevar a cabo una negociación
determinada es conocida desde antiguo y bastante frecuente. La figura del corredor, sea de trigo o de
ganado, ha sido una verdadera institución en la vida rural y también en la actualidad es frecuente en el
ámbito de los llamados “agentes de la propiedad inmobiliaria” (API). Hoy día se sigue hablando de esta
figura como contrato atípico, aunque figure aprobada la Ley sobre el contrato de Agencia.
El CORRETAJE es un contrato que tiene por objeto vincular al mediador o corredor en la realización de
los actos necesarios para la conclusión o celebración de un determinado contrato (comprar una vivienda o
vender una partida de ganado) celebrado por quien con él contrata, a quien denominaremos principal o
cliente, o incluso celebrado por el propio mediador, en función de nuncio o intermediario.
El Mandato, sea este representativo o no, se diferencia del corretaje, en que en el mandato el
mandatario es el que celebra el contrato con el tercero, mientras que el corredor o mediador, se limita a
poner en contacto a su cliente con otra persona interesada en el acto o contrato.
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Se distingue del contrato de servicios, pues el corredor asume una obligación de resultado y carece de
derecho a retribución alguna si no se llega a celebrar efectivamente el contrato de referencia.
Se distingue del contrato de obra, ya que aunque el corredor asume también una obligación de
resultado, éste no se obliga a la conclusión del contrato de interés para el cliente, pues difícilmente puede
asumir como “obra propia” la existencia de un tercero que contrate. El corredor no se encuentra obligado
en sentido estricto a garantizar la consecución del interés perseguido por su cliente o principal por lo que
se dice que el corretaje tiene naturaleza unilateral. Sólo el cliente quedaría obligado a pagar el premio,
retribución u honorarios del mediador, mientras que el corredor no tiene obligación alguna que atender o
conducta que desplegar y la eventual realización del resultado para él sólo funciona como fundamento o
estímulo para reclamar honorarios.
Generalmente, el corredor sirve de mediador entre dos clientes suyos o, en definitiva, entre dos
personas que, viendo cumplidos sus respectivos deseos a través de la actividad del corredor, celebrarán
el oportuno contrato y, en consecuencia, cada uno de ellos habrá de satisfacer por separado la
correspondiente comisión al corredor.
Por último la mediación o corretaje inmobiliario sigue siendo práctica habitual, incluso cuando se pacta a
través de agencia inmobiliario, siendo considerado un contrato atípico no sometido a la Ley 12/1992 del
contrato de agencia.
5..-LA LEY 5/2012 DE 6 DE JULIO DE MEDIACIÓN EN ASUNTOS CIVILES Y MERCANTILES
Conforme a la Ley 5/2012, se puede definir la mediación como aquel medio de solución de controversias,
cualquiera que sea su denominación, en que dos o más partes intentan voluntariamente alcanzar por sí
mismas un acuerdo con la intervención de un mediador. Esta ley extiende la aplicación de la mediación
civil y mercantil al ámbito del derecho privado, para su aplicación a toda clase de conflictos. No se aplica a
la mediación penal, con las admones públicas, mediación laboral, ni en materia de consumo.
Los caracteres de la mediación legalmente contempladas son:
- Voluntariedad: pues nadie está obligado a mantenerse en el procedimiento de mediación ni a
llegar a acuerdos.
- Igualdad de las partes e imparcialidad de los mediadores: se garantizará que las partes
intervengan en igualdad de oportunidades.
- Neutralidad: el mediador no podrá imponer, ni sugerir a las partes ninguna decisión.
- Confidencialidad: esta obligación se extiende al mediador, a las instituciones de mediación, y a las
partes intervinientes.
El mediador que puede ser uno solo o varios, ayuda a encontrar una solución dialogada, y
voluntariamente querida por las partes, y ha de tener una formación general que le permita desempeñar
esa tarea y sobre todo ofrecer garantía inequívoca a las partes.
Son instituciones de mediación las entidades públicas o privadas, españolas o extranjeras, y las
corporaciones de derecho público que tengan entre sus fines el impulso de la mediación.
El comienzo de la mediación suspende la prescripción o la caducidad de acciones. La suspensión se
prolongará hasta que finalice la mediación, ya sea mediante acuerdo, o por otra de las causas previstas
en la Ley.
Terminado el procedimiento de mediación se levantará un acta final por las partes y el mediador, que
reflejará los acuerdos alcanzados o la razón de la terminación. Este tendrá carácter vinculante y las partes
podrán instar su elevación a escritura pública al objeto de configurar su acuerdo como un título ejecutivo.
Contra lo convenido solo podrá ejercitarse la acción de nulidad por las causas que invalidan los contratos.
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TEMA 18 EL PRÉSTAMO.
1. LOS CONTRATOS DE PRÉSTAMO.
Art. 1.740 CC el contrato de préstamo consiste en la entrega a una de las partes de alguna cosa, y
según sea su naturaleza distingue entre:
1. COMODATO (o préstamo de uso). Cuando entrega cosa no fungible para que la use durante un
tiempo y después la devuelva.
2. PRÉSTAMO (de consumo o mutuo). Cuando entrega dinero u otra cosa fungible, con condición de
devolver otro tanto de la misma especie y calidad.
Ambas formas de préstamo tienen:
EN COMÚN que la obligación principal del prestatario es devolver lo prestado.
SE DISTINGUEN en que en el
o Comodato se trasmite el uso, debiendo devolverse la misma cosa prestada.
o Mutuo el prestamista trasmite la propiedad del objeto y el prestatario debe restituir su
equivalente económico o tantudem.
El PRÉSTAMO es un contrato real, ya que se perfecciona por la entrega de la cosa, y unilateral, al
producir sólo obligaciones para una de las partes, el prestatario, que es quien recibe de la otra parte
(prestamista) la cosa objeto de préstamo.
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Aunque para el CC el contrato de préstamo es gratuito, pues, según el art. 1.755, “no se deberán
intereses sino cuando expresamente se hubiesen pactado”. Y en la misma línea el art. 314 del Código de
Comercio “los préstamos no devengarán interés si no se hubieren pactado por escrito”.
Así pues, el carácter retribuido del mutuo parece requerir, respectiva y literalmente, pacto expreso o pacto
escrito, aunque la jurisprudencia admite la prueba del pacto por otros medios
3.2. Reglas particulares sobre capacidad.
Con carácter general, basta que prestamista y prestatario tengan capacidad para contratar.
Como EXCEPCIONES esta la del menor emancipado que tiene prohibido tomar dinero a préstamo o la del
tutor que con respecto al patrimonio del pupilo tiene prohibido dar o tomar dinero a préstamo sin
autorización judicial.
3.3. La obligación de restitución.
En el mutuo, A DIFERENCIA DEL COMODATO, se transfiere la propiedad de la cosa prestada al mutuatario,
estando éste obligado únicamente a devolver el género. Pero ¿qué es lo que se ha de devolver? Aquí hay
que distinguir entre el préstamo de dinero y el de las demás cosas fungibles.
1º PRÉSTAMO DE DINERO, se tiene en cuenta el “valor” nominal, pues la devolución ha de hacerse en la
moneda de curso legal;
2º PRÉSTAMO DEMÁS COSAS FUNGIBLES, se atiende a la identidad de “materia” y el deudor debe una
cantidad igual a la recibida y de la misma especie y calidad, “aunque sufra alteración en el precio”.
72
TEMA 19. EL DEPÓSITO.
1. INTRODUCCIÓN: CLASES DE DEPÓSITO.
El Código Civil regula la figura genérica del depósito englobando distintas y muy diversas modalidades del
mismo. Resalta de entrada que el depósito puede constituirse judicial o extrajudicialmente. A su vez,
deben tenerse en cuenta a las distintas variantes del depósito extrajudicial: el depósito voluntario, el
depósito necesario o miserable, y lo que el Proyecto de 1851 denominaba “secuestro convencional”, que
actualmente se regula en sede del depósito voluntario.
La diversidad de variantes explica que el CC no establezca “definición legal” alguna del depósito y
tampoco insista en el carácter contractual del depósito, pues algunas de sus variantes carecen de tal
carácter. El art 1.758 pone el acento en la finalidad básica de la figura del depósito, la obligación de
guarda o custodia y consiguiente restitución, una vez puesto de manifiesto el presupuesto de que
previamente se haya producido la entrega de la cosa objeto de depósito.
2. EL DEPÓSITO VOLUNTARIO.
2.1. Concepto y presupuestos. (2 veces)
1. Concepto y presupuesto El depósito es un contrato en virtud del cual una persona (depositante o
deponente) entrega una COSA MUEBLE a otra (depositario), para que ésta la guarde y se la restituya
cuando aquélla se la reclame. Sus requisitos son:
1º La finalidad principal y autónoma del contrato es la obligación de guarda y custodia. Esta
obligación es provisional, ya que el bien depositado debe ser restituido cuando lo pida el
depositante. El depositario no puede usar la cosa sin permiso del depositante.
2º El objeto de la obligación de custodia debe ser una cosa ajena (no perteneciente al
depositario). Aunque no implica que sea exigible la titularidad dominical en el depositante.
3º El objeto del depósito ha de recaer sobre un bien mueble y corporal, incluidos los títulos
valores que puedan ser objeto de aprehensión para su custodia. Aunque en el llamado depósito
judicial pueden ser bienes inmuebles.
2. Características del contrato.
1. Gratuidad y unilateralidad del contrato: salvo que se pacte una retribución (no tiene que ser
expresa, puede surgir según las circunstancias y usos) “el depósito es un contrato gratuito” y
unilateral. Si se pacta retribución pasaría a ser bilateral. Para considerar la existencia de
retribución no es necesario pacto expreso, sino que puede surgir atendiendo a las circunstancias y
los usos. En opinión de la doctrina mayoritaria, la retribución supone una agravación de la
responsabilidad del depositario ex art. 1726 (el mandatario es responsable no solamente del dolo,
sino también de la culpa, que deberá estimarse con más o menos rigor por los Tribunales según el
mandato haya sido o no retribuido)
2. Carácter real: Se exige la entrega de la cosa para el nacimiento del contrato de depósito. La
doctrina contemporánea suele poner de relieve el carácter consensual del contrato al destacar, no
se puede negar la validez a un contrato concluido obligatoriamente por la voluntad de las partes,
antes e independientemente de la entrega.
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b) Puede darse el caso, contemplado por el art. 1.773, que el depositante pierda,
después de hacer el depósito (sobrevenidamente), su capacidad para contratar. La regla
establecida para tal supuesto es similar a la establecida en el art. 1.764: no puede
restituirse la cosa objeto de depósito sino a los que tengan la administración de los bienes
y derechos del depositante que ha devenido incapaz.
B) Falta de capacidad en el depositario.
1- El artículo 1.765 contempla la FALTA DE CAPACIDAD EN EL MOMENTO DE LA CONSTITUCIÓN
del depósito. En tal caso, siendo válido el contrato (si bien susceptible de anulación), el
depositante tiene frente al depositario la facultad de ejercitar la acción de restitución. En
caso de que tal restitución no fuera posible, por haber salido la cosa del patrimonio del
depositario, el depositante sólo puede solicitar el abono de la cantidad en que se
hubiera enriquecido el depositario con la cosa o con el precio (acción que prescribe a los
5 años Ley 42/2015 de reforma de la LEC).
2- La incapacidad sobrevenida en el depositario no está regulada en el CC, lo que no
impide la exigencia de la diligencia debida en la conservación de la cosa a los
representantes legales.
3.2. Pluralidad de los sujetos.
El CC contempla expresamente el supuesto de pluralidad de deponentes, mientras que no regula el caso
en que sean varios los depositarios.
A) Constitución conjunta del depósito (pluralidad de depositantes).
Art. 1.772 en caso de pluralidad de depositantes que:
SI NO FUEREN SOLIDARIOS Y LA COSA ADMITIERE DIVISIÓN , cada uno de ellos podrá pedir su
parte.
CUANDO HAYA SOLIDARIDAD, O LA COSA NO ADMITA DIVISIÓN, regirá lo dispuesto en los arts.
1.141 y 1.142 de este Código”.
Dos conclusiones:
1ª La equiparación entre INDIVISIBILIDAD Y SOLIDARIDAD, Y APLICACIÓN DE LAS NORMAS DE
LA SOLIDARIDAD en los supuestos de indivisión, de tal manera que no son posibles los
supuestos de depósito indivisible mancomunado.
2ª EQUIPARACIÓN ENTRE MANCOMUNIDAD Y DIVISIBILIDAD. El depositante sólo puede pedir su
parte.
B) Pluralidad de depositarios.
No dice nada el CC, por lo que se aplican las REGLAS GENERALES EN MATERIA DE OBLIGACIONES,
debiendo tener en cuenta si existen usos negociales y la voluntad de las partes.
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B) La obligación de RESTITUCIÓN. La cosa depositada debe ser restituida al depositante, o a sus
causahabientes, o a la persona que hubiere sido designada en el contrato con todos sus frutos,
productos y accesiones. En el caso de deposito en dinero, salvo pacto en contrario, el depositario
será deudor de los intereses de las cantidades que haya aplicado a usos propios o de las que no
haya restituido una vez extinguido el depósito y tras haber constituido en mora. Esta obligación es
transmisible a los herederos del depositario.
C) MOMENTO TEMPORAL de la restitución. La restitución debe producirse cuando el deponente
la reclame, sin necesidad de justa causa y con independencia de plazo contractual alguno.
D) El LUGAR de la restitución. Es el que se designe al hacer el contrato. Si no se ha designado
lugar para la entrega, se realizará donde se halle la cosa, aunque sea lugar distinto a donde se
depositó. Los gastos de transporte corren a cargo del depositante, en cuanto redunda en su propio
beneficio. Esta regulación se separa del criterio del art. 1171 CC
E) PÉRDIDA DE LA COSA Y SUBROGACIÓN REAL . Se presume la culpa del depositario, pues la
cosa se haya en su poder. SI SE PIERDE POR FUERZA MAYOR, Y EL DEPOSITARIO RECIBE COMO
REPARACIÓN OTRA en su lugar, está obligado a entregar ésta al depositante. La reposición de la
cosa puede obtenerse por cualesquiera vías de indemnización de conformidad con las reglas
generales de las obligaciones.
Según la doctrina los gastos rembolsables son los gastos de conservación y no los gastos útiles o
mejoras que pueda haber afrontado el depositario. Los gastos reembolsables se encuentran previstos
legalmente para el depósito gratuito; por consiguiente, no deben acumularse a la retribución en el caso de
que ésta haya sido pactada.
El art. 1.780 dispone que “el depositario puede retener en prenda la cosa depositada hasta el completo
pago de lo que se le deba por razón del depósito”. Constituye un supuesto más del derecho de retención
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8. SECUESTRO CONVENCIONAL Y JUDICIAL.
El denominado secuestro no tiene por finalidad en sí misma considerada la custodia o guarda de la cosa
depositada, sino que dicha guarda es sencillamente un MEDIO PARA EVITAR LA SUSTRACCIÓN o distracción
del objeto custodiado en tanto no se resuelva la litis existente; por ello la restitución no se realiza al
deponente sino al vencedor de dicha litis.
De este modo, A DIFERENCIA del contrato de depósito verdadero y propio, el secuestro puede recaer tanto
sobre bienes muebles como inmuebles (art. 1.786 CC).
En lo que atañe a inmuebles, no se cumple una verdadera función de custodia, ni siquiera de verdadera
garantía de terceros, pues ésta se posibilita mediante su inscripción en el Registro de la Propiedad. En
definitiva, el secuestro sobre inmuebles obedece a una función de administración de la finca.
8.1. El secuestro convencional.
El secuestro convencional se contempla en sede de depósito voluntario (art. 1.763: “También puede
realizarse el depósito por dos o más personas, que se crean con derecho a la cosa depositada, en un ter-
cero, que hará la entrega en su caso a la que corresponda”).
8.2. El depósito judicial.
Según el art. 1785 “El depósito judicial o secuestro tiene lugar cuando se decreta el embargo o el
aseguramiento de bienes litigiosos”
Se exige del depositario la responsabilidad propia de un buen padre de familia, no pudiendo quedar libre
de su encargo “hasta que se termine la controversia que lo motivó, a no ser que el Juez lo ordenare por
consentir en ello todos los interesados o por otra causa legítima” (art. 1.787).
La restitución no ha de hacerse necesariamente al deponente: LEC-2000 “El depositario judicial estará
obligado a conservar los bienes con la debida diligencia a disposición del Juzgado, a exhibirlos en las
condiciones que el Juzgado le indique y a entregarlos a la persona que el tribunal designe”.
Los CONTRATOS DE PARKING O APARCAMIENTO , se caracterizan por ser de breve duración, realizarse
en aparcamientos abiertos al público y, en todo caso, mediante precio “determinado en función del
tiempo de estacionamiento” (por horas o fracciones horarias).
Junto con este contrato continúa existiendo el CONTRATO DE GARAJE en el que el precio no resulte
determinado precisamente por el tiempo de estacionamiento efectivo, aunque la duración del contrato
(no del tiempo de estacionamiento) sea fijada por fracciones temporales (años, meses, incluso días u
horas determinadas).
Por lo tanto A PARTIR DE LA LEY 40/02 hay dos tipos de contrato; el contrato típico de aparcamiento,
regulado por la citada ley, y el contrato atípico de garaje, no contemplado por dicha ley.
Antes de la ley 40/02 que lo ha tipificado como autónomo, la doctrina consideraba el aparcamiento de
vehículos como un contrato más cercano al depósito que al arrendamiento.
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TEMA 20 LOS CONTRATOS ALEATORIOS.
3. EL CONTRATO DE RENTA VITALICIA.
3.1. Introducción.
Son varias las fórmulas para constituir la relación jurídica de renta vitalicia (resolución judicial, testamento
etc, no obstante nuestro Código Civil parte del origen contractual en su Art. 1.802 CC: “El contrato
aleatorio de renta vitalicia obliga al deudor a pagar una pensión o rédito anual durante la vida de una o
más personas determinadas por un capital en bienes muebles o inmuebles, cuyo dominio se le transfiere
desde luego con la carga de la pensión”.
La FINALIDAD ECONÓMICA de esta figura reside, en proporcionar al perceptor un ingreso fijo periódico
a los efectos de subsistencia, aunque también puede perseguir favorecer a una determinada persona.
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TEMA 22 EL CONVENIO ARBITRAL.
1.INTRODUCCIÓN.
1.1 Regulación normativa.
1.2 El carácter contractual del arbitraje.
Tradicionalmente se ha considerado que en todo arbitraje subyace un acuerdo de naturaleza contractual
entre las partes interesadas en la resolución de un determinado conflicto.
La generalidad de los procesalistas niegan la naturaleza contractual o privada del arbitraje, recalcando
que se trata de una institución de Derecho Público, y en definitiva un apartado del Derecho procesal
propiamente dicho.
En dicha línea con la LEC-2000, muchos han señalado que dicha ley refuerza tal carácter dada la
frecuente y recurrente asimilación que el articulado realiza entre arbitraje y proceso.
No obstante, el Tribunal Supremo ha destacado que en la génesis del arbitraje son absolutamente
determinantes la autonomía privada y las reglas de actuación de los árbitros previstas por las partes en el
momento de celebración del acuerdo, contrato o convenio. Esta jurisprudencia ha sido ratificada por el
Tribunal Constitucional, que parte de la base de considerar que el arbitraje ha de derivar necesariamente
de un sometimiento enteramente libre y voluntario consentido por las partes del contrato, incompatible con
cualquier condicionamiento de índole legal o ajeno a la voluntad de las partes.
Así lo hace la propia Ley 60/2003 haciendo tales referencias en su exposición de motivos.
2. EL CONVENIO ARBITRAL.
2.1. Concepto.
La Ley evita hablar en su articulado de “contrato de arbitraje”, utilizando en exclusiva la expresión
“convenio arbitral”. El convenio arbitral constituye un ACUERDO DE VOLUNTADES DE NATURALEZA
CONTRACTUAL cuyo objeto radica en someter cuestiones litigiosas a la decisión de uno o varios árbitros.
Dicho acuerdo de voluntades “podrá adoptar la forma de cláusula incorporada a un contrato o de
acuerdo independiente” y “deberá expresar la voluntad de las partes de someter a arbitraje todas o
algunas de las controversias que hayan surgido o puedan surgir respecto de una determinada relación
jurídica, contractual o no contractual”.
2.2. Tipos de arbitraje. (1 vez)
El arbitraje puede ser a elección de las partes, de Derecho o en equidad.
Arbitraje de Derecho es el que ha de ser resuelto y fundamentado atendiendo al conjunto de normas
jurídicas aplicables al caso debatido. Los árbitros deben ser especialistas en Derecho, pues la decisión
arbitral ha de ser motivada. Anteriormente se pedía que fuesen abogados en ejercicio, pero actualmente
es suficiente con que sean juristas.
Arbitraje en equidad, es en el que los árbitros actúan “según su saber y entender”, resolviendo, pues, la
cuestión litigiosa atendiendo a la justicia material del caso concreto planteado sin necesidad de
fundamentar su decisión en norma jurídica alguna.
A partir de la Ley 60/2003, a diferencia de lo que ocurría con anterioridad, el arbitraje se considera de
derecho como regla general “los árbitros sólo decidirán en equidad si las partes les han autorizado
expresamente para ello” (art. 34.1).
2.3. Forma de celebración.
Aunque en leyes anteriores se exigía escritura pública hoy hay libertad de forma, pudiendo incluirse como
una cláusula en el contrato, fax, etc.
2.4. Contenido. (2 veces)
El CONTENIDO MÍNIMO del contrato arbitral para que se pueda considerar válido y vinculante es:
1. Voluntad de las partes de someterse al arbitraje.
2. Determinación de la “relación jurídica” (sea contractual o extracontractual) de la que, en su caso,
resulten las controversias o cuestiones litigiosas a resolver.
Existiendo tales elementos, las partes han de entenderse sujetas al arbitraje, aunque no existan en el
convenio normas ad hoc para la designación de los árbitros o reglas relativas al procedimiento arbitral,
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pues si las partes no hubieren pactado nada sobre estos extremos, se aplicarían las reglas dispositivas
establecidas en la Ley 60/2003 en relación al nombramiento, aceptación, recusación y responsabilidad
de los árbitros y la sustantación del procedimiento arbitral.
4. LOS ÁRBITROS.
Han de ser “personas naturales que se hallen en el pleno ejercicio de sus derechos civiles, siempre
que no se lo impida la legislación a la que puedan estar sometidos en el ejercicio de su profesión ” En
caso de tratarse de ARBITRAJE DE DERECHO es requisito complementario que sean juristas.
El COLEGIO ARBITRAL se compone comúnmente por tres personas, designadas o propuestas una por cada
una de las partes y la tercera por consenso o acuerdo de ambas. Sin embargo, la exigencia legal al
respecto es únicamente que el número de árbitros debe ser impar; por tanto, cabe designar un árbitro
único o un colegio arbitral más amplio que el anteriormente considerado. La Ley 60/2003 establece que “a
falta de acuerdo, se designará un solo árbitro”.
Junto a la designación directa por las partes del árbitro o de los árbitros, caben otros procedimientos de
designación, contemplados igualmente por la Ley. El art. 14 establece en efecto que “las partes podrán
encomendar la administración del arbitraje y la designación de árbitros a:
a) Corporaciones de derecho público que puedan desempeñar funciones arbitrales, según sus normas
reguladoras, y en particular el Tribunal de Defensa de la Competencia.
b) Asociaciones y entidades sin ánimo de lucro en cuyos estatutos se prevean funciones arbitrales”.
Los árbitros, una vez aceptado el cargo, dentro del plazo de quince días, gozan de amplias facultades en
relación con el procedimiento arbitral y quedan únicamente obligados “a cumplir fielmente su encargo
(dictar el correspondiente laudo), incurriendo, si no lo hicieren, en responsabilidad por los daños y
perjuicios que causen por mala fe, temeridad o dolo”, pudiendo el perjudicado entablar acción directa
contra la institución a la que se haya encomendado el arbitraje.
Salvo algunos arbitrajes, regulados en “leyes especiales” el arbitraje es retribuido. Los árbitros “podrán
exigir a las partes las provisiones de fondos necesarios para atender a los honorarios y gastos de los
árbitros y a los que puedan producirse en la administración del arbitraje”.
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Una vez CONCLUIDO EL PROCEDIMIENTO ARBITRAL, los árbitros ponen fin a la controversia sometida a su
conocimiento mediante una decisión que se denomina LAUDO. Es una resolución que, una vez firme, tiene
el mismo valor y eficacia que una sentencia, produciendo por tanto “EFECTOS DE COSA JUZGADA”, de
manera que “frente a él sólo cabrá solicitar la revisión conforme a lo establecido en la Ley de
Enjuiciamiento Civil para las sentencias firmes”.
El laudo, al igual que las sentencias, debe dictarse por escrito, EXPRESANDO las circunstancias personales
de los árbitros y de las partes, la fecha y el lugar en que se dicta, la cuestión sometida a arbitraje, una
sucinta relación de las pruebas practicadas, las alegaciones de las partes y, finalmente, la decisión
arbitral, determinando la Ley que, como regla, el laudo deberá ser motivado. Además, el laudo debe
pronunciarse sobre las costas del arbitraje y los demás gastos originados en el procedimiento arbitral.
El laudo debe ser NOTIFICADO a las partes mediante entrega a cada una de ellas de un ejemplar firmado
por los árbitros, pudiendo también ser protocolizado notarialmente si así lo solicita y a su costa cualquiera
de las partes.
El PLAZO para adoptar el fallo arbitral, en principio, será fijado por las propias partes que se someten a
arbitraje y no son extraños en la práctica los supuestos en los que el plazo considerado es
extraordinariamente breve, aunque cabe también (en litigios de extraordinaria complejidad) señalar plazos
de una relativa extensión. Si las partes no hayan señalado plazo alguno, la Ley fija con carácter
supletorio el de seis meses, pudiendo prorrogarlo los árbitros por un plazo no superior a dos meses
mediante decisión motivada.
En cualquier caso el plazo tiene carácter preclusivo, salvo que antes de haber expirado las partes
concedieran a los árbitros una prórroga, y por tanto, su transcurso sin haberse dictado el laudo, determina
“la terminación de las actuaciones arbitrales y el cese de los árbitros”.
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5.2. La ejecución del laudo.
Una vez dictado el fallo contenido en el laudo puede ser ejecutado por las partes de forma voluntaria y
sin intervención de autoridad jurisdiccional alguna.
En caso de DISCREPANCIA O DE RESISTENCIA al cumplimiento de lo ordenado en el laudo, si fuere necesario
acudir a la ejecución forzosa, las partes podrán obtenerla del Juez de Primera Instancia del lugar en
que aquél hubiere sido dictado. Con la entrada en vigor de la LEC-2000 en materia de ejecución del laudo
han de entenderse aplicables los trámites establecidos para la ejecución de sentencias.
En cuanto a la posibilidad de la EJECUCIÓN EN ESPAÑA DE LOS LAUDOS ARBITRALES EXTRANJEROS a través de
exequátur, estos se rigen por el Convenio sobre reconocimiento y ejecución de sentencias arbitrales
extranjeras de Nueva York de 1958 y sustanciándose conforme al procedimiento procesal civil
establecido en el art. 523 Lec-2000. (Exequátur: Autorización para que se cumpla una sentencia en un
país distinto del que la dictó).
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TEMA 23 LA FIANZA.
1. EL CONTRATO DE FIANZA.
1.1. Ideas generales: fianza subsidiaria y fianza solidaria.
La fianza es la GARANTÍA PERSONAL que se constituye al asumir un tercero el compromiso de responder
del cumplimiento de una obligación, si no la cumple el deudor principal, extendiendo la responsabilidad
a su propio patrimonio. En tal sentido, expresa el art. 1.822.1 CC que “por la fianza se obliga uno a pagar
o cumplir por un tercero, en el caso de no hacerlo éste”.
La fianza tiene CARÁCTER SUBSIDIARIO: el fiador sólo habrá de afrontar el pago de la obligación afianzada
en caso de que el deudor principal no haya hecho frente a ella. El acreedor deberá perseguir los bienes
propios del deudor principal antes de proceder contra el fiador.
Aunque el propio Código reconoce la posibilidad de que deudor principal y fiador queden obligados al
pago de forma solidaria. En tal caso, el acreedor, llegado el momento de cobro de la deuda, puede
reclamarla a cualquiera de ellos (deudor y fiador). En este caso se habla de FIANZA SOLIDARIA, siendo en la
práctica más común la fianza solidaria que la subsidiaria.
1.2. Relación de fianza y contrato de fianza.
El contrato de fianza, es el acuerdo contractual celebrado entre fiador y acreedor, en cuya virtud aquél
asume la obligación de asegurar el cumplimiento de la obligación del deudor principal, cuyo
conocimiento y consentimiento no son necesarios para la validez del acuerdo.
El contrato de fianza no está sometido a regla especial alguna en relación con la forma, ni tampoco
respecto de la capacidad de las partes, pues basta la capacidad general para obligarse.
La obligación garantizada puede consistir lo mismo en una obligación presente que en una deuda futura,
cuyo importe no sea aún conocido (“no se podrá reclamar hasta que la deuda sea líquida”).
El contrato de fianza, no resulta significativo en cuanto a las consecuencias de la relación triangular
existente entre deudor principal, fiador y acreedor.
1.3. Características del contrato de fianza. (3 veces)
A) Es un contrato de CARÁCTER ACCESORIO, ya que se celebra en función de una obligación
principal válida, cuyo cumplimiento garantiza. El límite máximo de la responsabilidad del fiador
viene marcado por la obligación afianzada.
B) Es CONSENSUAL, ya que se perfecciona por el mero consentimiento. “La fianza no se presume:
debe ser expresa y no puede extenderse a más de lo convenido en ella.
C) Puede ser GRATUITA u ONEROSA, aunque lo normal es que sea gratuita. Será onerosa cuando el
fiador reciba una contraprestación a cambio de afianzar la obligación ajena.
En el caso de que la fianza sea de carácter gratuito, estaremos ante un contrato
unilateral, ya que sólo nacen obligaciones a cargo del fiador y a favor del acreedor, por lo
que es suficiente que intervengan en el contrato de fianza estos dos últimos.
Es bilateral si el fiador recibe retribución.
D) Se suele considerar un CONTRATO ABSTRACTO y no causal, al ser la causa o relación por la que
alguien se obliga a pagar por otro independiente de la relación que surge entre acreedor y fiador,
de una parte, y de otra, de la relación existente entre el deudor y el acreedor.
2. CLASES DE FIANZA.
2.1. Fianza convencional, legal y judicial.
Atendiendo a su origen, la fianza puede ser convencional, legal y judicial.
Es CONVENCIONAL cuando surge de un contrato de fianza convenido espontáneamente entre fiador y
acreedor o exigido al deudor por el acreedor, quien celebrara finalmente el oportuno contrato con el fiador.
Es LEGAL O JUDICIAL cuando, por disposición de la ley o del Juez, una persona ha de garantizar el
cumplimiento de una determinada obligación mediante la intervención de un fiador. La disposición legal o
la providencia judicial que establezca la necesidad de afianzar o garantizar el cumplimiento de una
determinada obligación no genera por sí misma relación de fianza alguna, que sólo nacerá cuando otra
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persona (distinta a la obligada legal o judicialmente) asuma la posición de fiador.
En muchos casos, aunque en el lenguaje legislativo o en el forense se utilice el término “fianza”, realmente
no se trata del aseguramiento de una obligación por persona distinta al obligado, sino de entrega de
ciertas cantidades de dinero en función de garantía que, en general, desempeñan el papel de garantía
pignoraticia (así, la llamada “fianza arrendaticia” o la fianza depositada para conseguir la libertad
provisional en procesos penales; etc.).
2.2. Fianza simple y subfianza. (1 vez)
Atendiendo el CARÁCTER Y NATURALEZA de la obligación garantizada, se distingue entre la fianza simple y
doble o subfianza.
O FIANZA SIMPLE. Garantiza la obligación principal;
o FIANZA DOBLE O SUBFIANZA. Garantiza una fianza anterior, es decir, la obligación del fiador.
La existencia de subfianza supone, pues, que existe un fiador principal y un fiador secundario o
complementario, es decir, “un fiador del fiador”. En la práctica es raro acudir a semejante
mecanismo, pues normalmente el acreedor preferirá imponer el esquema de la fianza solidaria antes
que el procedimiento de “fianza sucesiva”.
Aunque parece que la carga de la prueba corresponde al deudor, Art. 1.832: “para que el fiador pueda
aprovecharse del beneficio de la excusión debe oponerlo al acreedor luego que éste le requiera para el
pago, y señalarle bienes del deudor realizables dentro del territorio español que sean suficientes para
cubrir el importe de la deuda”.
4.2. La exclusión del beneficio de excusión.
La subsidiariedad que caracteriza la posición del fiador desaparece en todos aquellos casos en los que no
entra en juego el beneficio de excusión, pues en tales supuestos el acreedor puede dirigirse directamente
contra el fiador.
La excusión no procede en los siguientes casos:
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1. Cuando el fiador haya renunciado a ella expresamente.
2. Cuando se haya obligado solidariamente con el deudor (fianza solidaria).
3. En caso de quiebra o concurso del deudor.
4. Cuando el deudor no pueda ser demandado judicialmente dentro de España.
4.3. El beneficio de división en el caso de cofianza.
El beneficio de división consiste en que, “siendo varios los fiadores de un mismo deudor y por una misma
deuda, la obligación a responder de ella se divide entre todos” (art. 1.837.1), constituyéndose, pues, la
obligación de los fiadores con el CARÁCTER DE MANCOMUNADA. Por lo que, “el acreedor no puede
reclamar a cada fiador sino la parte que le corresponda satisfacer, a menos que se haya estipulado
expresamente la solidaridad”.
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6. LAS RELACIONES DE LOS COFIADORES ENTRE SÍ. (1 vez)
Cuando son DOS O MÁS LOS FIADORES DE UN MISMO DEUDOR Y DE UNA MISMA DEUDA juega respecto de ellos
el llamado BENEFICIO DE DIVISIÓN. Por tanto, cada uno de ellos responderá de “la parte que le corres-
ponda satisfacer” (art. 1.837.1).
Pero puede ocurrir, aunque es infrecuente, que pese a existir esta obligación mancomunada, uno de los
fiadores satisfaga el importe integro de la deuda. En este “el que de ellos la haya pagado podrá reclamar a
cada uno de los otros la parte que proporcionalmente le corresponda satisfacer”.
Si alguno de los fiadores que no ha realizado el pago fuera insolvente, dispone el art. 1.844.2 que “la
parte de éste recaerá sobre todos en la misma proporción”, es decir, en lo “que proporcionalmente le
corresponda satisfacer”.
Los demás cofiadores, a los que se reclama su parte en la satisfacción del crédito, podrán oponerle al
cofiador que pagó las mismas excepciones que hubieran podido oponer al acreedor.
7. LA FIANZA SOLIDARIA.
La fianza solidaria se caracteriza por la INEXISTENCIA DEL BENEFICIO DE EXCUSIÓN alguno en favor del
fiador. Por lo que el acreedor puede reclamar el cumplimiento de la obligación tanto al deudor como
al fiador o fiadores solidarios.
Debido a que el articulo 1822.2 dice “si el fiador se obligare solidariamente con el deudor principal, se
observará lo dispuesto en la sección cuarta, capitulo 3º, titulo 1º de este libro” el cual comprende los art
1137 al 1148 y es titulado “de las obligaciones mancomunadas o solidarias”. Esto ha suscitado la
cuestión de si la fianza solidaria es una subespecie de las obligaciones solidarias o por el contrario es una
subespecie de fianza. Doctrinalmente se entiende que se aplican las reglas de las obligaciones
solidarias hasta el momento del pago, mientras que una vez que el fiador ha pagado se aplican las
reglas propias de la fianza.
A la relación externa entre acreedor y fiador les serían de aplicación los art. 1137 y ss, y a la relación
interna entre deudor y fiador los art. 1838 y ss.
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2. Los FIADORES, aunque sean solidarios, quedan LIBRES DE SU OBLIGACIÓN SIEMPRE QUE, por algún hecho
del acreedor, NO QUEDEN SUBROGADOS en los derechos, hipotecas y privilegios del mismo.
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