45 Ce Sec3 1967 02 10
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CONSEJO DE ESTADO
SECCIÓN TERCERA
Bogotá, D. E., diez (10) de febrero de mil novecientos sesenta y siete (1967)
Por su parte, el doctor Gonzalo Vargas Rubiano, como apoderado del De-
partamento de Boyacá para impugnar el auto apelado, razonó así:
Es bien sabido que el Estado no ha sido, ni podía serlo, indiferente al hecho del
consumo popular de bebidas alcohólicas. Y que precisamente una de las
características de la llamada campaña antialcohólica ha consistido en prohibir,
como ilícita, la iniciativa particular en la producción de licores fermentados y
destilados, ya que el ánimo de lucro que informa aquélla, podía poner en mayor
peligro aún la salud y bienestar de la colectividad. Entonces el Estado, mínima de
males, ha tomado para sí tal producción. Y de esta suerte, de acuerdo con la
Constitución, se ha creado un moponolio de tal actividad, en virtud de leyes y
como arbitrio rentístico (artículos 31, incisos 39 y 39, inciso 39, de la Carta).
Monopolio que la Nación ha cedido a los departamentos (Art. 76, numeral 79,
ibídem), por diversas leyes a partir de la Ley 8º de 1909 sobre descentralización
administrativa.
Ahora bien: unos y otros, es decir ya sean los que celebra la administración
nacional o la departamental o municipal, se sujetan en principio, a las mismas
formalidades en su celebración. Todos están sometidos a la revisión del
contencioso administrativo y éste sigue las mismas reglas en su examen y deci-
sión (Art. 259, C. C. A.). La cláusula de caducidad es una de tales formalidades y
su presencia es una de las características del contrato administrativo que sirve de
criterio para distinguirlo. Esta cláusula es de las que el derecho administrativo
califica de cláusulas exorbitantes del derecho común, es decir, aquellas que según
la jurisprudencia del Consejo de Estado Francés, tienen por efecto conferir a las
partes derechos u obligaciones extraños, por su naturaleza, a los que son
susceptibles de ser libremente consentidos por cualquiera en el cuadro de las
leyes civiles y comerciales. (Sentencia, febrero 26 de 1958, Caso Compagnie de
Mines de Falése Gambie).
Por esta razón, en cuanto a su régimen jurídico, pueden dividirse en dos clases los
contratos de la administración en Colombia: los contratos del Estado que tengan
por objeto la construcción de obras públicas, la prestación de servicios o la
explotación de un bien del Estado, y los contratos que no versen sobre estas
materias. Los primeros están sometidos al derecho civil, salvo respecto a su
terminación, que puede ser declarada unilateralmente por la administración; los
segundos están sometidos íntegramente al régimen del Código Civil, es decir, son
iguales a los contratos de los particulares.