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El Desafio de La Racionalidad Mariano Artigas

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MARIANO ARTIGAS

EL DESAFIO DE LA RACIONALIDAD

INTRODUCCION

El nacimiento y desarrollo de la ciencia experimental a partir del siglo XVII ha estado


frecuentemente acompañado de polémicas filosóficas, y no pocas posturas filosóficas de la época
moderna han sentado, en parte, intentos diversos de solucionar esas polémicas. Sin embargo, sólo en
épocas relativamente recientes ha llegado a constituirse la filosofía de la ciencia como una disciplina
autónoma, que ha dado lugar a la aparición de un nuevo tipo de dedicación profesional.
El comienzo de la moderna filosofía de la ciencia puede situarse en el año 1929, cuando el
Círculo de Viena hizo público su manifiesto programático. La actividad del Círculo se tradujo en
publicaciones y congresos que contribuyeron decisivamente a la consolidación de la filosofía de la
ciencia como disciplina autónoma. Como consecuencia, esta disciplina nació y se desarrolló bajo el
impacto de la filosofía neopositivista.
Son muchos, en la actualidad, los filósofos que cultivan esa especialidad cuyo desarrollo
reciente ha sido considerable. Este desarrollo ha girado básicamente alrededor de unas pocas figuras
que han marcado las pautas fundamentales de los temas y enfoques filosóficos dando lugar a un
amplio movimiento en el cual, a pesar de notables divergencias acerca de problemas específicos, ha
existido durante años una gran unidad en cuanto a las posturas filosóficas de base.
Un rasgo común, admitido generalmente en este movimiento, ha sido la defensa de una
«actitud científica» que representaría, en cierto modo, el paradigma de la «racionalidad» y de la
«objetividad». En un principio, la actitud científica se presentó, en manos de los neopositivistas,
como una superación de la «mentalidad metafísica» que sería simplemente ilegítima. Esta actitud
extrema fue superada posteriormente. Sin embargo, según la perspectiva que llegó a ser
predominante, las ciencias experimentales venían consideradas como el modelo de la actitud
«racional» y «objetiva» para todo conocimiento válido de la realidad.
No es de extrañar, por tanto, que uno de los temas centrales que se han planteado en ese
contexto haya sido precisamente el problema de la «racionalidad», y que buena parte de los esfuerzos
se hayan dirigido a proporcionar explicaciones de la racionalidad propia de las ciencias
experimentales, considerándola como el ideal que debería ser imitado por toda pretensión
cognoscitiva responsable.
Pero, de hecho, las diversas «teorías de la racionalidad» que se han propuesto nunca han
llegado a ser suficientemente convincentes, y siempre han encontrado serias objeciones por parte de
diversos representantes de la moderna filosofía de la ciencia. Al cabo de los años, puede advertirse
que quizá la única postura admitida generalmente en su seno sigue siendo una «actitud científica»
que resulta cada vez más difícil de concretar.
Diversos autores han criticado los condicionamientos cientificistas de la moderna filosofía de
la ciencia, señalando que esos condicionamientos son responsables de la confusión imperante en esa
disciplina. Sin embargo, no parece que se hayan llegado a superar completamente los defectos
cientificistas. Esa superación exigiría el planteamiento de unas bases metafísicas que permitan dar
cuenta del sentido realista del conocimiento en general y del conocimiento científico en particular:
sólo desde la perspectiva de una metafísica realista pueden llegar a plantearse adecuadamente los
problemas acerca de la naturaleza y el valor del conocimiento científico.
En nuestro estudio examinamos ocho posiciones en tomo al problema de la racionalidad
científica. Cada apartado está dedicado monográficamente a un autor. Hemos escogido ocho autores
que pueden considerarse especialmente representativos del desarrollo de la moderna filosofía de la
ciencia. Sin duda, podríamos haber incluido algunos otros, pero nuestra selección ha tenido por
objeto proporcionar un panorama que permita advertir la continuidad de los problemas que tratamos
1
Filosofía de la Naturaleza
Unidad I
y que, de este modo, pueda resultar útil para el no especialista y esclarecedor para quien se dedica a
estos temas.
El enfoque es abiertamente crítico. Hay que advertir que nuestra crítica se limita a algunos
enfoques básicos especialmente importantes relacionados con el problema de la racionalidad y que,
por tanto, no se pretende negar el valor de muchos análisis concretos que se encuentran en las obras
de los autores que estudiamos. Convendrá también tener presente que diversos autores dentro de la
moderna filosofía de la ciencia han realizado críticas semejantes a las nuestras: la peculiaridad de
nuestro trabajo es que intenta poner de relieve las implicaciones de un planteamiento metafísico
realista para el correcto enfoque de los problemas que se examinan1.
Para mayor claridad, estudiamos cada una de las posturas en su contexto propio, evitando en
lo posible incluso las citas de otros autores que se han ocupado de los mismos temas: de este modo,
esperamos conseguir una visión coherente de cada postura.
Dado el enfoque de nuestro trabajo, no pretendemos fundamentar ni desarrollar en detalle el
punto de vista de una metafísica realista: esta tarea exigiría un planteamiento propio, diverso del que
aquí nos hemos propuesto. Existen estudios, tanto introductorios como especializados, acerca de la
metafísica realista y de sus implicaciones respecto a la teoría de la ciencia, que pueden resultar útiles
quien se interese por estos temas2 Por nuestra parte, hemos publicado una obra en la que se expone
de modo sistemático nuestra interpretación del conocimiento científico, analizando sus objetivos,
métodos, construcciones, objetividad, verdad y progreso3.
De todos modos, puesto que las alusiones a la metafísica realista son frecuentes y constituyen
una parte importante de nuestras argumentaciones, aludiremos a continuación a algunos puntos que
tienen especial relevancia para poder captar adecuadamente nuestras críticas y sugerencias positivas:
No deberá perderse de vista que se trata solamente de exponer sintéticamente algunos aspectos
concretos que puedan ayudar, sobre todo al lector menos especializado en los temas filosóficos, a
captar el sentido de nuestras argumentaciones posteriores: el desarrollo sistemático de una epistemo-
logía realista es una tarea más compleja, que puede encontrarse en las obras a las que acabamos de
remitir al lector.
Los aspectos que nos interesa subrayar aquí pueden reducirse a cinco afirmaciones, que
presentamos y comentamos a continuación.

1
Los científicos también se han lamentado. en ocasiones, de la minusvaloración a que queda sometida la verdad
científica en algunas interpretaciones que analizamos en nuestro trabajo. «En un ensayo publicado en Nature en 1987,
dos físicos se quejaban de que el escepticismo público hacia la ciencia no dejase de crecer. Atribuían esta corrosiva
tendencia a cuatro filósofos que habían atacado las ideas tradicionales de verdad y progreso científico: Karl R. Popper,
que propuso que las teorías nunca pueden ser probadas, sino tan sólo falsadas; lmre Lakatos, que sostenía que los
científicos se niegan a aceptar pruebas que vayan contra sus teorías; Thomas S. Kuhn que arguye que la ciencia es una
actividad más política que racional, y Paul K. Feyerabend. Distinguían a Feyerabend llamándolo “el peor de la Ciencia
en este momento'»: J. Horgan. «Paul Karl Feyerabend: El peor enemigo de la ciencia», Investigación y Ciencia. n.º 201
(junio 1993). p. 36.
2
Pueden consultarse, por ejemplo. los siguientes: R. Verneaux. Epistemología General o crítica del conocimiento.
Herder. Barcelona 1971; C. Cardona. Metafísica de la opción intelectual. 2.° ed .. Rialp. Madrid 1973; J. Pieper, El
descubrimiento de la realidad. Rialp. Madrid 1974; J.J. Sanguinetti. La filosofía de la ciencia según Sanlo Tomás, Eunsa,
Pamplona 1977: S.L.laki. The Road of Science and the Ways to God, The University of Chicago Press. Chicago 1978; A.
Llano, Gnoseología, Eunsa. Pamplona 1983; E. Forment, Filosofía del ser. PPU. Barcelona 1988 y Lecciones de
Metafísica. Rialp. Madrid 1992.
3
Se trata de: M. Artigas. Filosofía de la ciencia experimental, 2° ed., Eunsa, Pamplona 1992. Otros aspectos
relacionados con los temas que aquí se tratan se encuentran en: E. Agazzi-M. Artigas-G. Radnitzky, «La fiabilidad de la
ciencia". Investigación y Ciencia. nº 122 (noviembre 1986), pp. 66-74; M. Artigas, «Objectivité et fiabilité dans les
sciences", en: E. Agazzi (ed.). L' objectivité dans les dijférentes sciences, Editions Universitaires, Fribourg (Suisse) 1988,
pp. 41-54; M. Artigas, «Three Levels of Interaction between Science and Philosophy", en: C. Dilworth (ed.).
Intelligibility in Science. Rodopi, Amsterdam 1992, pp. 123-144. En el apartado dedicado a Popper se citan otros estudios
que hemos dedicado a este autor.
2
Filosofía de la Naturaleza
Unidad I
1) Existen en la naturaleza un orden interno y unas estructuras reales, que puedan ser captados por el
conocimiento humano
Esta afirmación implica que la naturaleza posee una organización peculiar, centrada en torno
a pautas4. Y también implica el valor realista del conocimiento humano, que puede captar la
estructura de la realidad.
El realismo del conocimiento es un punto de partida, no una conclusión. Es un dato básico
constatable pero no demostrable. Si se pone en duda el sentido básico realista del conocimiento
humano, nunca podrá llegar a demostrarse: la demostración de que conocemos la realidad es
imposible si no se admite de algún modo que conocemos algunos aspectos verdaderos de la realidad,
con lo que nunca podrá darse una demostración estricta del realismo del conocimiento.
Esto no significa que el realismo deba aceptarse ciegamente. Por el contrario, puede
mostrarse que es la postura que corresponde a la estructura del conocimiento humano en su correcto
funcionamiento, puede además ser defendido frente a las posibles objeciones, y puede mostrarse que
su negación conducirá inevitablemente a alguna forma de escepticismo teórico o práctico claramente
insostenible.
El desarrollo sistemático de las afirmaciones precedentes da lugar a una teoría metafísica de
la naturaleza y del conocimiento. La pretensión de fundamentar el valor del conocimiento sobre unas
bases diferentes, sin aceptar un realismo básico como punto de partida, fácilmente conduce a teorías
filosóficas que, cuando son desarrolladas coherentemente, llevan a posturas pragmatistas.
Por otra parte, es interesante advertir que la existencia de un orden interno en la naturaleza,
aunque pueda parecer obvia, encuentra frecuentemente una cierta oposición por parte de quienes no
admiren la existencia de un Dios creador de ese orden, ya que la reflexión sobre el orden de la
naturaleza fácilmente remite a Dios. La metafísica realista, desarrollada coherentemente, conduce a
la existencia de Dios como Causa primera del ser, y uno de los caminos que conducen a esa Causa es
precisamente la existencia del orden natural.

2) En el conocimiento humano, es posible alcanzar la certeza en la posesión de la verdad


La verdad pertenece al plano objetivo: las cosas son como son, independientemente de que se
las conozca o no por parte del hombre. La certeza, en cambio, se encuentra en el plano subjetivo, ya
que consiste en la seguridad con que se afirma algo como verdadero. Se trata de dos planos
diferentes: es posible estar subjetivamente seguros de algo objetivamente falso, y es posible dudar de
algo objetivamente verdadero. El problema es cómo justificar la legitimidad de la certeza, o sea, qué
garantías existen de que podamos estar seguros de la verdad de nuestras afirmaciones
En último término, la certeza legítima se basa en la evidencia. Existen diversos tipos de
evidencia y, desde luego, no siempre será posible llegar a una evidencia suficiente como para
alcanzar la certeza.
Pero es posible llegar a la certeza legítima en muchos casos. Esto no es sino un aspecto del
realismo del conocimiento humano, expuesto en el punto anterior, y cuyo desarrollo requeriría
también estudios más detenidos.
En no pocas ocasiones, y debido a un prejuicio racionalista injustificado según el cual sólo
podría admitirse como conocimiento cierto aquel del cual pudieran proporcionarse demostraciones
lógicas estrictas, llega a afirmarse que todo conocimiento acerca de hechos es conjetural. En efecto,
si se identifica la certeza con la posibilidad de demostrabilidad lógica, es patente que en la
experiencia humana de los hechos no podría darse nunca certeza, puesto que nos encontramos o bien
con hechos contingentes (que podrían ser de otro modo), o bien con hechos necesarios, pero de los
cuales tenemos un conocimiento parcial y fragmentario (por lo que no captamos completamente su
necesidad).
4
Se encuentra un estudio sistemático de este aspecto fundamental de la naturaleza, así como de sus implicaciones,
en: M. Artigas, La inteligibilidad de la naturaleza, Eunsa, Pamplona 1992.
3
Filosofía de la Naturaleza
Unidad I
El prejuicio racionalista surge cuando se pretende que el conocimiento humano debiera ser
omnicomprensivo y perfecto; al comprobar que de hecho no lo es, la conclusión escéptica es
inevitable si se sigue aceptando la caracterización racionalista del conocimiento humano.
Puede afirmarse, por el contrario, que el conocimiento humano suele ser parcial y
aproximativo, pero que no por ello es siempre conjetural: es posible alcanzar la certeza acerca de
determinados aspectos de la realidad, aun a sabiendas de que nuestro conocimiento es parcial (no hay
que identificar «parcial» con «erróneo» o «conjetural»).
Muchas posturas epistemológicas están condicionadas por interpretaciones inadecuadas de
este punto, como veremos, y por ello acaban afirmando que la «verdad» es un ideal regulativo del
conocimiento que no puede alcanzarse en concreto (o, al menos, que no puede saberse si se ha
alcanzado), o acaban prescindiendo totalmente de la utilización del concepto mismo de «verdad».
Con frecuencia, se sigue hablando de la «verdad» pero de modo confuso y poco satisfactorio, lo cual
es lógico si se admite el planteamiento racionalista, pero se pretende compaginarlo con la afirmación
del sentido realista del conocimiento.
3) Las ciencias experimentales consiguen conocimientos verdaderos
La actividad científica busca y consigue un conocimiento verdadero de la realidad. Si esto no
se admite, las ciencias experimentales quedan reducidas a un plano instrumental: no serían más que
un «preámbulo de la técnica», o sea, un conjunto de instrumentos o herramientas conceptuales útiles
para conseguir un mejor dominio e la realidad.
Puede objetarse que, aunque la intención realista de la ciencia sea evidente, de hecho, los
métodos de las ciencias experimentales son sumamente complejos e impedirían que se alcance un
conocimiento verdadero de la realidad: la construcción de los conceptos científicos, los formalismos
matemáticos, las técnicas experimentales, y la complejidad de las aplicaciones prácticas de la
ciencia, aparecen como obstáculos para hablar del sentido realista de la ciencia experimental.
Pero hay que tener en cuenta que no pocas afirmaciones científicas se refieren claramente a la
realidad: así, las que se refieren a la existencia de entidades antes desconocidas, o de propiedades
reales de los cuerpos, o de relaciones entre esas propiedades. Las «leyes experimentales» científicas
suelen tener una referencia real directa. Ciertamente, el valor realista de muchas afirmaciones
científicas ha de ser valorado teniendo en cuenta las condiciones mencionadas anteriormente. Habrá
que distinguir afirmaciones con un sentido realista inmediato, otras puramente instrumentales, y
entre ambas se dará una amplia gama de afirmaciones cuyo sentido realista será parcial y diverso
según los casos.
Frecuentemente, la epistemología se centra en los grandes sistemas teóricos axiomatizados de
la ciencia, y con ello se crea un nuevo obstáculo para hablar del sentido realista del conocimiento
científico. Hay que advertir al respecto que los sistemas científicos tienen una función «heurística»
(permiten llegar a nuevos enunciados) y otra de «economía del pensamiento» (permiten manejar de
modo mucho más sencillo los conocimientos ya adquiridos). Pero la sistematización no es un fin en
sí misma, sino una ayuda para conseguir los objetivos de la ciencia experimental (conocimiento de la
naturaleza sometido a control experimental). Por tanto, aunque los grandes sistemas científicos
tengan una importancia innegable, ha de tenerse en cuenta que en un mismo sistema pueden
encontrarse yuxapuestas afirmaciones claramente realistas (por ejemplo: leyes experimentales), otras
puramente instrumentales y otras con un carácter intermedio.
En nuestro estudio afirmamos que determinadas posturas epistemológicas afirman el sentido
realista de la ciencia, pero adoptan posturas que, de hecho, si se desarrollan de modo coherente, son
incompatibles con el realismo. Esto suele suceder debido a los motivos recién mencionados: si se
pone demasiado énfasis en las peculiaridades de los métodos científicos, se llega fácilmente a ese
tipo de dificultades.

4
Filosofía de la Naturaleza
Unidad I
Un desarrollo más detenido de los problemas relacionados con el sentido realista de la ciencia
exigiría el análisis detallado de los problemas cuyo enfoque y solución quedan aquí esbozados
simplemente.
4) Existe continuidad entre el conocimiento científico y el conocimiento ordinario
El cientificismo, interpretando equivocadamente el éxito de la ciencia, la considera como
paradigma de todo conocimiento válido. El «conocimiento ordinario» quedaría entonces reducido a
la condición de un primer estadio que es superado con el progreso de la ciencia. En el mejor de los
casos, se llega a admitir que existe entre ambos tipos de conocimiento una continuidad, pero
afirmando que en la ciencia se da de un modo perfeccionado el proceso del conocimiento ordinario,
de tal manera que éste ha de ser siempre valorado en función de la ciencia.
Afirmamos ahora que la ciencia supone siempre el valor propio del conocimiento ordinario y
se apoya en él.
El conocimiento ordinario no es sólo un punto de partida para la ciencia (desde luego, lo es).
Además, el empalme de la ciencia con la realidad se efectúa mediante conceptos del conocimiento
ordinario. Más aún: los cánones de validez del conocimiento científico no son esencialmente
diferentes de los del ordinario; la evidencia, la observación, la abstracción, la inducción, la inferencia
deductiva, etc., se dan básicamente del mismo modo en ambos casos, aunque haya que tener en
cuenta las peculiaridades de los métodos científicos a las que hemos aludido anteriormente.
Todo ello hace ver con mayor fuerza todavía que, para valorar el conocimiento científico, es
importante disponer de una teoría del conocimiento en general construida sobre una adecuada base
metafísica. Si se deja de lado este aspecto imprescindible, será imposible caracterizar correctamente
la naturaleza del conocimiento científico. y la teoría de la ciencia se verá abocada a dificultades
insuperables. Esto sucede, en diversos grados, en las posturas que examinaremos.
Podría objetarse que el desarrollo de la ciencia modifica las imágenes de la realidad «pre-
científicas», lo que vendría a probar que la ciencia posee una superioridad sobre el conocimiento
ordinario. Pero hay que tener en cuenta que las modificaciones introducidas por la ciencia se refieren
a aspectos de la realidad acerca de los cuales el conocimiento ordinario se encuentra con limitaciones
obvias, pero no afectan a los aspectos sobre los que existe una evidencia suficiente. Por tanto, una
teoría del conocimiento humano se revela imprescindible para abordar con suficientes garantías la
filosofía de la ciencia.
Uno de los aspectos más importantes de la teoría del conocimiento que conviene resaltar es la
continuidad entre el conocimiento sensible y el intelectual, lo cual implica un enfoque adecuado de
los problemas de la abstracción y de la inducción. Precisamente, la moderna filosofía de la ciencia
adolece por lo general de serias lagunas al respecto, lo que motiva múltiples dificultades. La
inducción es frecuentemente concebida como simple inducción por enumeración; entonces, su
justificación es imposible, por lo que suele concluirse erróneamente que la inducción no desempeña
papel alguno en el conocimiento científico; la consecuencia de ello es que el sentido realista de la
ciencia queda en suspenso, ya que todo conocimiento de la realidad se apoya de algún modo en una
inducción por la cual se pasa de los datos sensibles concretos al conocimiento de las propiedades
generales.
No es aventurado afirmar que una buena parte de la moderna filosofía de la ciencia parte de
unos planteamientos de tipo racionalista y empirista en los que se establece una separación tal entre
el conocimiento sensible y el intelectual, que se hace imposible sostener coherentemente el valor
realista del conocimiento científico.
5) La ciencia supone una metafísica realista
La actividad científica tiene un sentido claramente realista: sin una referencia a un orden real
extra-mental que se intenta conocer, la ciencia no tendría ningún sentido ni podría existir. Así, toda
actividad científica es realista al menos implícitamente.

5
Filosofía de la Naturaleza
Unidad I
Puede suceder, desde luego, que quien trabaja en la ciencia no piense explícitamente en el
sentido realista de su actividad, pero ese sentido siempre se encontrará implícitamente presente en su
trabajo.
Hay que distinguir la actividad científica real, de las interpretaciones filosóficas que los
científicos o los filósofos pueden hacer de los resultados de esa actividad o de sus métodos. No es
raro, en efecto, que científicos o filósofos defiendan interpretaciones de la ciencia que son
incompatibles con su sentido realista: tales interpretaciones filosóficas no deben confundirse con los
resultados válidos alcanzados por la actividad científica.
El hecho de que la actividad científica suponga el realismo no significa que el científico como
tal deba admitir explícitamente todo el desarrollo de una metafísica realista. Lo más frecuente será
que el científico se dedique a su tarea sin pensar expresamente en consideraciones filosóficas,
aunque, de hecho, su actividad suponga implícitamente unas bases realistas. Las ciencias
experimentales no son temáticamente filosóficas, aunque contengan ineludiblemente supuestos
filosóficos realistas. Pero el análisis de la naturaleza y valor de la ciencia -la «filosofía de la ciencia»
habrá de contar necesariamente con una base metafísica realista si quiere plantear los problemas
filosóficos con un mínimo de garantías.
Por otra parte, hay que distinguir el trabajo científico ordinario, en el que se trabaja sobre
unas bases admitidas comúnmente, de las fases creadoras verdaderamente de la actividad científica,
en las que llegan a proponerse nuevas concepciones acerca de determinados aspectos de la realidad.
La creatividad científica implica nuevas visiones de la realidad que no tendrían sentido fuera de un
contexto realista.
Estos cinco aspectos de una teoría realista del conocimiento ayudarán a comprender el
alcance de nuestras críticas y sugerencias. Pero su desarrollo sistemático nos llevaría fuera del
objetivo que nos hemos propuesto. Por ese motivo, hemos preferido limitar nuestras reflexiones
filosóficas a los aspectos más básicos, evitando análisis que complicarían excesivamente el
desarrollo de nuestro objetivo y restarían claridad a la exposición.
Una base metafísica realista no garantiza sin más que los enfoques concretos de la filosofía de
la ciencia sean correctos, pero constituye una base imprescindible para que los problemas se puedan
plantear correctamente. Por tanto, cuando insistimos en la necesidad de una metafísica realista, no
hacemos más que señalar la dirección básica que debería seguir un enfoque epistemológico adecu-
ado. El desarrollo sistemático de una filosofía de la ciencia orientada en esa dirección supera los
límites del presente trabajo, pero se encuentra en otros trabajos a los que ya hemos aludido5

5
Especialmente en nuestra Filosofia de la ciencia experimental, cit. Nota 3
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Filosofía de la Naturaleza
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