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2024 Teórico 10 El Cerebro Emocional

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Neurofisiología – cátedra 1

Prof. Reg. Adj. a cargo: Nancy China

El cerebro emocional

Primer cuatrimestre de 2024

1
Índice

Preguntas para guiar la lectura……………………………………………………………….página 3


Introducción………………………………………………………………………………….…página 4
Una mirada evolutiva………………………………………………………………………….página 5
Perspectiva histórica. Teoría y circuitos……………………………………………………..página 7
Neuropsicología de la emoción y los sentimientos………………………………………..página 15
Inserciones……………………………………………………………………………………página 23
Bibliografía……………………………………………………………………………………página 26

2
Preguntas para guiar la lectura

A continuación, se plantea una serie de preguntas para dirigir la lectura del presente
material; leelas atentamente. Es posible que no tengas los conocimientos suficientes
para responder algunas (o muchas de ellas). Sin embargo, podés reflexionar sobre
qué se está preguntando y anotar las ideas que te surgen, aunque no constituyan una
respuesta formal.
Activar los conocimientos previos, aunque sean insuficientes, es una parte muy
importante paraaprender nuevos conceptos. ¿Por qué? Porque aprender conceptos
implica asociar nuevas ideas a las ideas preexistentes, estructurarlas y darles una
nueva organización.

1. ¿Qué son las emociones?


2. ¿Cuál es su papel en la superviviencia del organismo?
3. ¿Cómo influyen en la conducta humana?
4. ¿Cómo se relacionan con otros aspectos de la actividad mental, con el
razonamiento y la conciencia, por ejemplo?
5. ¿Podemos controlar nuestras emociones?
6. ¿Qué aportan las neurociencias a la comprensión de las emociones y
sentimientos?

3
Marcelo Rodríguez y Aldo R. Ferreres

El cerebro emocional

Introducción
En los últimos años, se ha avanzado mucho en el conocimiento de los mecanismos neurales
que subyacen a la conducta emocional. En este texto, abordaremos aquellos datos históricos
y actuales que consideramos que ayudan a trazar una perspectiva coherente en el estudio de
las emociones.

¿Qué son las emociones? Emoción y sentimiento


Todos sabemos a qué nos referimos con la palabra emoción. En algún momento, hemos
experimentado (sentido) miedo, placer, tristeza, euforia, furia, asco, exaltación, etc.
Normalmente, las personas no se plantean dudas con respecto a qué son las emociones. En
muchos sentidos, somos expertos, sabemos reconocer una emoción en las personas que nos
rodean y somos sensibles a los intercambios emocionales que establecemos con los otros. Sin
embargo, nuestra intuición no constituye una definición científica. Necesitamos definir los
términos con los que trataremos el problema. Se utiliza la palabra emoción para designar el
conjunto de cambios corporales que se ponen de manifiesto durante un estado emocional
(gestos faciales, frecuencia cardíaca, sudoración, coloración de la piel, postura corporal, etc.).
Pero también se la utiliza para referirse a la percepción consciente del propio estado
emocional, lo que en realidad constituye un fenómeno distinto. Para evitar confusiones, y de
acuerdo con J. LeDoux y A. Damasio, distinguiremos esos dos fenómenos.

Utilizaremos el término emoción para referirnos al conjunto de cambios que ocurren en el


cuerpo y en el cerebro por incitación de un estímulo emocional. Por ejemplo, cuando un animal
se enfrenta a un peligro, se ponen en marcha automática y coordinadamente una serie de
cambios que preparan al organismo para la defensa: el animal se queda inmóvil, orienta sus
sentidos hacia el lugar del que emana el peligro, el corazón y el sistema respiratorio modifican
su actividad (aumentan la frecuencia cardíaca y respiratoria) y se redistribuye la sangre en el
cuerpo (irrigando más a los sistemas que responderán ante la emergencia como el sistema
muscular, mientras se reduce la circulación en los que no participan como el sistema digestivo),
se segregan hormonas que preparan para la acción (que aumentan la disponibilidad de
glucosa, por ejemplo) y también se registran cambios apropiados dentro del sistema nervioso
(reducción de la sensibilidad al dolor, aumento en la velocidad de respuesta, etc.). Si es
necesario, la inmovilidad se transforma en huida o en ataque y se despliega el conjunto de
respuestas motoras características: gestos faciales agresivos, exhibición de dientes y uñas,
erizamiento de los pelos en los mamíferos o del plumaje en las aves, etc. La puesta en marcha
y la coordinación de esta maravillosa maquinaria se produce gracias a la acción de sistemas
neurales específicos seleccionados por la evolución y llamativamente semejantes entre
distintas especies.
4
Todos los cambios corporales inducidos por una emoción específica son registrados por el
sistema nervioso. Percibimos palpitaciones, la opresión y el aleteo nasal que acompañan a la
taquipnea (frecuencia respiratoria aumentada), la tensión muscular, el erizamiento del vello de
la piel, etc. Llamaremos sentimiento a la percepción consciente de los cambios corporales
inducidos por una emoción. Otros autores utilizan otros términos como “experiencia
emocional”, “percepción emocional”, o “emoción consciente”. El denominador común en todas
estas expresiones es la percepción de los cambios corporales por parte de un sujeto
consciente.

La distinción de estos dos fenómenos es relevante para comprender los mecanismos que
subyacen a las emociones y sentimientos, evita confusiones que trabaron su estudio en el
pasado y permite precisar la metodología de investigación. Los cambios corporales, por
ejemplo, pueden medirse de manera experimental en hombres y animales (frecuencia
cardíaca, temperatura y sudoración de la piel, presencia de un gesto facial, etc.), mientras que
el sentimiento sólo puede ser reportado por un animal que posea consciencia y lenguaje.

¿Emoción o emociones?
Otra distinción importante señalada por LeDoux es que no existe una facultad psicológica
llamada “emoción” ni tampoco un único sistema cerebral de la emoción. La palabra emoción
es una etiqueta adecuada para el capítulo de un libro pero no se corresponde con funciones
reales. Sucede lo mismo que con el procesamiento sensorial, no existe una facultad llamada
“percepción”, vemos a través del sistema visual y oímos a través del sistema auditivo, que
tienen mecanismos cerebrales diferentes. Las diferentes emociones están controladas por
sistemas neurales diferentes. Los mecanismos para detectar y generar respuestas apropiadas
ante el peligro son distintos de los que se utilizan para procrear o para conseguir alimento.
Consecuentemente, las sensaciones (y sentimientos) que resultan de la actividad de esos
sistemas (miedo, placer sexual, saciedad) no tienen el mismo origen. No existe un mecanismo
emocional, sino varios, cada uno con una función diferente. De allí que la búsqueda de un
área, órgano o sistema emocional único en el cerebro es un objetivo mal concebido.

Una mirada evolutiva


El enfoque evolutivo es sumamente revelador para el estudio de las emociones. Los
mecanismos que generan conductas emocionales se observan a lo largo de casi todos los
niveles de la historia evolutiva animal. Desde los gusanos hasta el homo sapiens necesitan
alimento, cobijo, protegerse de los peligros y procrear. Una lista de las conductas adaptativas
esenciales para la supervivencia sería prácticamente una lista de emociones básicas. En esta
perspectiva, las emociones son funciones biológicas del sistema nervioso y se basan en
mecanismos neurales que controlan las interacciones con el entorno, sobre todo aquellas
conductas encargadas de asegurar la supervivencia.

Además, entre los vertebrados (peces, reptiles, aves y mamíferos) los mecanismos neurales
que subyacen a las conductas de miedo, alimentación y sexual son muy similares. Animales
diferentes pueden actuar de manera muy similar ante circunstancias parecidas. Y aun cuando
exteriormente las conductas parezcan muy diferentes, puede existir una equivalencia funcional

5
que las relacione: un ave escapa volando, una roedor corriendo y un pez nadando. Aunque las
conductas (volar, nadar, correr) sean muy diferentes, todas tienen la función de apartar al
organismo de un peligro. Esta constancia y equivalencia funcional fue lo que llevó a Darwin a
postular que ciertas emociones humanas tienen su origen en nuestros antepasados animales.
La evolución parece conservar ciertos mecanismos básicos que resultaron útiles para la
supervivencia del organismo.

La estructura básica del equipamiento de la conducta emocional humana se asemeja a la de


otras especies, pero ha sufrido modificaciones en el curso de la evolución que favorecen la
consecución de los mismos fines con medios mucho más diversos. Para John Bowlby (teórico
del psicoanálisis citado por LeDoux), la forma primitiva no se sustituye, se modifica, se
desarrolla, pero sigue determinando la pauta global. La conducta instintiva en el hombre
procede de algunos prototipos que son comunes a otras especies animales.

¿Cómo pudieron conservarse los aspectos funcionalmente esenciales del equipamiento


emocional en todas las especies de vertebrados, sobre todo si se tiene en cuenta que muchas
veces la conducta se manifiesta de un modo tan diferente? Lo que parece haber sido
conservado por la evolución es el mecanismo cerebral que controla la función. Pueden
diferenciarse los dispositivos que detectan al predador (de hecho, cada especie tiene
diferentes predadores y es sensible a diferentes peligros) y ciertamente, los dispositivos de
respuesta motora. Pero la evolución ha conservado los aspectos sustanciales del mecanismo
cerebral, el mecanismo que conecta la detección de un peligro con los dispositivos que ponen
en marcha la respuesta adecuada.

La estructura neural de las “unidades emocionales”


Desde el punto de vista neurobiológico, cada unidad emocional puede concebirse como: 1) un
conjunto coherente de datos de entrada, 2) un sistema de evaluación y 3) un conjunto
coherente de datos de salida. El mecanismo de evaluación fue seleccionado por la evolución
para detectar los datos de entrada relevantes para la activación de la respuesta. Estos
“estímulos desencadenantes naturales” son los que los etólogos llamaron “estímulos señal” y
coinciden en gran parte con los que Pavlov llamó “estímulos incondicionados”. Son
reconocidos de manera automática, sin aprendizaje previo. Una rata reacciona
inmediatamente ante la presencia de un gato, incluso la primera vez que lo ve. La evolución
ha programado al cerebro de la presa para que ciertos rasgos del predador (su apariencia,
olor, movimientos, sonidos) sean evaluados automáticamente como fuente de peligro. El
mecanismo de evaluación puede modificarse por aprendizaje. Los estímulos que se asocian
con los estímulos naturales, como ser el sitio en que tuvo lugar el encuentro con el predador,
la huida de otros animales, etc., pueden, luego de una o más experiencias, desencadenar la
respuesta emocional. Se constituyen de esta manera los estímulos desencadenantes
adquiridos. Veremos más sobre este aspecto cuando tratemos el condicionamiento del miedo.

Cuando el mecanismo de evaluación recibe estímulos desencadenantes naturales o


aprendidos, activa modelos de respuesta que son característicos de la especie (y que son
equivalentes funcionalmente a los de otras especies). Estos modelos de respuesta fueron
seleccionados por la evolución porque sirvieron a los antepasados para afrontar situaciones

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similares. Se supone que estas redes evolucionaron porque tenían la función de conectar los
estímulos desencadenantes con las respuestas que ayudaron a mantener vivo al organismo.

Dado que diferentes tipos de problemas de supervivencia (alimentación, defensa, sexo) tienen
diferentes estímulos desencadenantes y precisan diferentes tipos de respuestas para
afrontarlos, habrá diferentes mecanismos neuronales para ellos.

Evolución y consciencia
Los sentimientos (emociones conscientes) ocurren cuando los mecanismos emocionales se
producen en un animal que posee la capacidad de tener consciencia de sí mismo. Cuando
mecanismos emocionales ancestrales, como el que desencadena la defensa ante el peligro,
actúan en un cerebro consciente se produce la percepción de la respuesta emocional del
propio organismo bajo la forma de sentimientos. Si el animal no posee consciencia, los
mecanismos emocionales del cerebro cumplen su función sin conocimiento consciente. Los
humanos podemos generar conocimiento consciente y además comunicarlo mediante el
lenguaje. No estamos completamente seguros de que la consciencia o formas rudimentarias
de conocimiento consciente existan en otros animales. Sí es evidente que las emociones y los
mecanismos neurales subyacentes están ampliamente difundidos entre las especies animales,
con o sin consciencia. Los sentimientos constituyen la novedad evolutiva generada por un
cerebro capaz de conocimiento consciente.

Si no necesitamos los sentimientos conscientes para explicar la conducta emocional en los


animales, tal vez tampoco los necesitamos para explicar la conducta emocional en el hombre.
La mayoría de las respuestas emocionales se generan inconscientemente. Freud describió a
la consciencia como la punta del iceberg mental y explicó, hace ya tiempo, que las emociones
asientan en el inconsciente y que, a menudo, están disociadas de los procesos normales de
pensamiento.

Perspectiva histórica. Teorías y circuitos


Una mirada histórica ayuda a comprender e integrar los aportes que hicieron diversos autores
al estudio de las emociones y sentimientos, así como las dificultades que indujeron
interpretaciones erróneas y caminos equivocados.

Llama la atención los casi 100 años durante los que la neurociencia le volvió la espalda a la
emoción. Sobre todo si se considera el lugar privilegiado que la emoción tenía en el discurso
científico de pensadores como Charles Darwin, Williams James y Sigmund Freud. Darwin
estudió en profundidad la expresión de las emociones en los animales y en diferentes culturas
humanas, estaba convencido de que las emociones humanas eran los vestigios de etapas
evolutivas previas. James analizó con perspicacia algunos de los principales aspectos de la
emoción y produjo un informe publicado en 1884 que sigue siendo una piedra angular en el
tema (What is an emotion?). Freud percibió con claridad el potencial patológico de la emoción
perturbada y anunció su importancia en términos muy precisos. También en el siglo XIX, el
neurólogo John Hughlings Jackson, inició el estudio de las bases neurológicas de la emoción
al suponer su asiento en el hemisferio derecho.

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La causa de que la emoción quedara fuera de la corriente principal de lo que luego devino en
neurociencia y ciencia cognitiva radica tal vez en la influencia del pensamiento cartesiano.
Antonio Damasio dice: “en el abordaje de la mente post-cartesiano, la emoción llegó a
considerarse como la antípoda de la razón”. No deja de ser significativo que muchos aspectos
de la neurobiología de la emoción se descubrieran de manera tangencial, en el curso de
investigaciones sobre la memoria, una función privilegiada por la ciencia cognitiva.

Para Joseph LeDoux, la historia de las teorías sobre la emoción puede analizarse con
provecho si tenemos en cuenta que uno de los objetivos principales es dilucidar la secuencia
estímulo-sentimiento. En otras palabras, el objetivo es dilucidar los procesos que intervienen
entre la ocurrencia de un estímulo que despierta una emoción y la percepción consciente de
los sentimientos que provoca:

ESTÍMULO → ?????? → SENTIMIENTO

Williams James y el oso


Intuitivamente, se suponía que al presenciar un suceso importante, por ejemplo, ver nuestra
casa en llamas, se producía una experiencia emocional consciente en la corteza cerebral
(miedo), lo cual desencadenaba señales que partían hacia las estructuras periféricas (que
incluyen el corazón, la respiración, el aparato locomotor, las glándulas sudoríparas de la piel).
Según este enfoque, la casa ardiendo representa un peligro potencial que es evaluado
conscientemente, y es este hecho cognitivo el que inicia las respuestas apropiadas. Y lo mismo
sucedería si nos enfrentáramos a un animal peligroso, un oso por ejemplo: luego de evaluar el
peligro potencial, desencadenaríamos conscientemente la respuesta de huida.

En 1884, William James formuló la pregunta: ¿qué es una emoción? y dijo que la respuesta no
era de ninguna manera obvia. Respondió con una nueva pregunta: ¿escapamos del oso
porque tenemos miedo o tenemos miedo porque escapamos? Señaló que la respuesta obvia
(escapamos porque tenemos miedo) no era la correcta y que la respuesta aparentemente más
extraña era la correcta: tenemos miedo porque escapamos. Para James, la experiencia
consciente de la emoción (es decir, el “sentimiento”) ocurre después de que el cerebro dispara
la respuesta y como consecuencia de que la corteza recibe las señales de los cambios en el
estado fisiológico del cuerpo. Para James, la información emanada del cuerpo en estado
emocional era el núcleo esencial para comprender los sentimientos. Decía:

Si sentimos una fuerte emoción, e intentamos abstraer de nuestra consciencia todos los
sentimientos de sus síntomas corporales, nos encontramos con que no queda nada,
ningún “material mental” que la pueda constituir; lo único que resta es un estado neutral
y frío de percepción intelectual...

... ¿Qué tipo de emoción de miedo quedaría si estuviera ausente la sensación de pulso
acelerado, respiración afanosa, labios trémulos, extremidades débiles, carne de gallina y
ruidos intestinales? Me resulta imposible pensarlo. ¿Cómo puedo imaginar un estado de
furia y no sentir la ebullición del pecho, el enrojecimiento facial, la dilatación de las

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narices, los dientes trabados, ningún impulso vigoroso y en cambio miembros laxos,
respiración pausada y rostro plácido? (Citado por Damasio).

Según esta teoría, las emociones (“sentimientos” en nuestros términos) son precedidas por los
cambios fisiológicos y consisten en respuestas cognitivas a la información que procede de la
periferia. La secuencia sería:

ESTÍMULO → RESPUESTA → FEEDBACK → SENTIMIENTO

En la versión neural de esta teoría, el estímulo emocional era detectado en las zonas
sensoriales de la corteza y las respuestas partían de las zonas motoras. La zona sensorial era
requerida primero para detectar el estímulo y después para sentir el “feedback”
(retroalimentación) de las respuestas, lo que generaba la percepción emocional (figura 1).

Los principales aportes de James fueron definir la emoción como un proceso que involucra a
la respuesta corporal y considerar al feedback como el material sobre el que se construyen los
sentimientos. La valiosa observación de que la respuesta emocional se produce
automáticamente (sin una valoración cognitiva de la situación que causa la emoción) descuidó
el hecho de que en nuestra vida como seres sociales conscientes, las emociones también se
pueden disparar como consecuencia de un proceso mental evaluativo voluntario. Por otra
parte, como veremos a continuación, algunos de los supuestos de la versión neural de la teoría
de James fueron rebatidos con evidencia experimental.

Figura 1
Modelo de James. (1) Un estímulo
externo, como ver un oso, es
percibido por las zonas sensoriales
de la corteza cerebral. (2) A través de
la corteza motora, se controlan las
respuestas, como huir. (3) Las
sensaciones producidas por las
respuestas regresan a la corteza
cerebral, donde se perciben. (4) La
percepción de las sensaciones
físicas asociadas a las respuestas
emocionales es lo que caracteriza a
la emoción (el sentimiento en
nuestros términos).

Walter Cannon, Phillip Bard y la “falsa ira” en los gatos


Los trabajos de Cannon y Bard aportaron importantes evidencias experimentales sobre la
participación de estructuras subcorticales en la mediación entre los estímulos y las respuestas
emocionales. En 1927, formularon su teoría según la cual el hipotálamo es la principal

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estructura en la generación de la respuesta emocional y en proveer a la corteza de la
información necesaria para distinguir los estímulos emocionales de los que no lo son.

Las investigaciones tenían como objetivo averiguar qué zonas del cerebro se necesitan para
expresar ira (una de las respuestas emocionales fácilmente objetivables). Vieron que los gatos
a los que se les extirpó por completo la corteza cerebral seguían mostrando los signos
característicos de activación emocional: cuando se los provocaba se erguían, arqueaban el
lomo, retraían las orejas, sacaban las uñas, maullaban, daban bufidos, mostraban los colmillos
y mordían cualquier objeto cercano. Además mostraban los signos de activación del sistema
nervioso autónomo (SNA) como erizamiento del pelo, dilatación de las pupilas, elevación de la
presión sanguínea y del ritmo cardíaco. Sin embargo, la conducta de estos animales no era
completamente normal (falsa ira): se los podía provocar muy fácilmente y reaccionaban
emocionalmente ante los hechos más insignificantes. Los autores interpretaron que los
animales no podían inhibir la ira debido a que las zonas corticales extirpadas normalmente
tenían la función de inhibir las reacciones emocionales (figura 2).

Figura 2
Tipo de lesión realizada por Bard para aislar al hipotálamo como centro emocional. La extirpación de todas
las zonas cerebrales desde la línea b hacia la izquierda, exceptuando al hipotálamo y algunas partes del
tálamo, no provocaba la desaparición de las reacciones emocionales. Sin embargo, cuando la lesión se
ampliaba y afectaba a la zona comprendida entre las líneas b y a, así como a la zona comprendida entre la
zona frontal y la línea b, las reacciones emocionales desaparecían por completo.

Se realizaron lesiones cada vez mayores, que avanzaban poco a poco hacia las partes
inferiores del cerebro, con el objeto de observar qué extirpación eliminaba las respuestas de
ira. Encontraron que recién cuando la extirpación destruía al hipotálamo, las respuestas eran
suprimidas. En ausencia del hipotálamo, sólo se producían reacciones emocionales parciales
y únicamente en respuesta a estímulos muy intensos y dolorosos. Estas respuestas no
ocurrían simultáneamente ni de manera coordinada, como cuando el hipotálamo estaba
intacto. Estos hallazgos les sugirieron a Cannon y Bard que el hipotálamo es la parte esencial
del cerebro emocional.

El modelo de Cannon y Bard se puede describir de la siguiente manera: los mecanismos


sensoriales aportan información del mundo externo que, luego de una estación de relevo en el
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tálamo, alcanzan las zonas especializadas de la corteza cerebral (visual, auditiva, etc.) (figura
3). Casi al mismo tiempo, el tálamo transmite la información sensorial hacia el hipotálamo. El
hipotálamo, envía la información que activa al cuerpo (respuestas motoras y del SNA),
características de las reacciones emocionales). Esto explicaría por qué la extirpación de la
corteza no interrumpe la respuesta emocional y contradice la teoría de James en cuanto a que
las respuestas emocionales serían controladas por la corteza, ya que se puede activar la
respuesta emocional a través del hipotálamo sin pasar por la corteza. El hipotálamo también
envía la información a la corteza, distinguiendo de esta manera el procesamiento sensorial de
los estímulos emocionales de los que no lo son (los estímulos no emocionales no serían
marcados por la aferencia desde el hipotálamo), dando origen a los sentimientos.

Figura 3
Modelo de Cannon-Bard. Los estímulos
externos procesados por el tálamo se
dirigen hacia la corteza cerebral (2b) y
hacia el hipotálamo (2a). A su vez, el
hipotálamo envía información a los
músculos y a los órganos del cuerpo
(3a). La acción recíproca de la
información en la corteza sobre lo que
es el estímulo (2b) y sobre su
significación emocional (3b) tiene como
consecuencia la experiencia consciente
de la emoción (sentimientos).

Cannon y Bard creían que las experiencias conscientes de las emociones, los sentimientos,
dependían de la activación de la corteza a través de las fibras nerviosas que ascendían desde
el hipotálamo. Debido a que en ausencia de la corteza aún se produce la conducta de furia,
pero sin estar acompañada de una valoración adecuada de los estímulos que la provocaban
llamaban “falsa ira” a los ataques emocionales de animales sin corteza.

Estos autores creían que el feedback no tiene suficiente rapidez y especificidad como para
explicar por qué las distintas emociones se sienten como diferentes. Consideraban que en
todos los estados emocionales, el cuerpo participa activándose de una manera muy similar
debido a la acción de la división simpática del SNA que lo prepara para la acción. Llamaban
“reacción de emergencia” a esta activación corporal (ciertamente algunos componentes son
lentos, por ejemplo, la modificación del metabolismo). La información del hipotálamo, de esta
manera distingue los sentimientos de otros estados mentales no emocionales, pero lo central
ocurre en el cerebro, entre el hipotálamo y la corteza.

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Estos trabajos destacaron por primera vez el papel del hipotálamo, una estructura clave en la
coordinación entre el sistema motor somático, el SNA y el sistema endocrino (inserción 1).

Activación y evaluación. Stanley Schachter


Schachter (1964) formula una teoría de la emoción basada en dos factores: activación y
evaluación. Para el autor, los cambios fisiológicos, por sí solos, no son suficientes para iniciar
la experiencia de una emoción (sentimiento); éstos tienen que ser evaluados, cognitivamente
interpretados, de la misma manera que cualquier otro estado no emocional. La activación
fisiológica es importante porque constituye el punto de partida, pero es inespecífica y debe ser
evaluada para que el sujeto experimente un sentimiento particular.

La predicción más importante de esta teoría es que si se indujera en un sujeto a una activación
fisiológica ambigua, se podría influir sobre la emoción experimentada manipulando el contexto
social en el que ocurre la activación. Schachter y Singer sometieron a prueba esta hipótesis
inyectando adrenalina a un grupo de sujetos. La adrenalina es una sustancia que activa la
sección simpática del SNA y provoca artificialmente la activación fisiológica. A los sujetos de
un grupo control sólo le inyectaron un placebo (suero). Inmediatamente, sometieron a los
sujetos de ambos grupos a situaciones agradables, desagradables o neutras. Como se
esperaba, en los sujetos que recibieron adrenalina, el humor que reportaban variaba de
acuerdo con el contexto (se sentían alegres, tristes o sin sentimiento alguno cuando habían
sido expuestos a situaciones agradables, desagradables o neutras, respectivamente). En
cambio, el humor variaba muy poco en los sujetos que habían recibido el placebo. Las
experiencias emocionales (sentimientos) surgían por la combinación de la activación artificial
con indicadores sociales analizados cognitivamente.

En otro experimento, se inyectó adrenalina a dos grupos de sujetos normales (voluntarios). A


uno se le informó sobre los posibles efectos colaterales (palpitaciones, sequedad de boca,
malestar abdominal, etc.) y al otro, no. Inmediatamente, se los sometió a condiciones
agradables y desagradables. Los informados manifestaron menos alegría o enojo que los no
informados. Los autores interpretaron que los sujetos informados atribuían su activación al
fármaco, mientras que el otro grupo percibía la activación como una respuesta emocional
dependiente de las situaciones mismas. La información sobre los efectos de la adrenalina era
utilizada por los sujetos informados para interpretar cognitivamente la activación e influía en la
evaluación.

De allí que para Schachter, la activación (el feedback de James) es necesaria, pero los
sentimientos son el resultado de la interpretación cognitiva de las situaciones. En esta teoría,
la experiencia de la emoción (el sentimiento) es una historia que el encéfalo inventa para
explicar las reacciones corporales. La secuencia causal sería la siguiente:

ESTÍMULO → ACTIVACION → COGNICION → SENTIMIENTO

(feedback) (interpretación)

Con esta teoría, Schachter llena uno de los vacíos de la argumentación de James, que es la
participación de los procesos cognitivos de alto nivel en la generación de los sentimientos.

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Nótese, sin embargo, que la interpretación cognitiva se produce a posteriori de la respuesta
emocional, ya que la activación es el feedback de una respuesta corporal ya en ejecución.
¿Cómo y dónde se dispara la respuesta emocional? ¿Qué dispositivo evalúa que debe
producirse una respuesta emocional? En otras palabras, además de una
evaluación/interpretación cognitiva (que ocurre a posteriori de la activación), debe existir una
evaluación previa del estímulo mismo. En alguna parte del cerebro, se evalúa el significado
emocional de los estímulos y se pone en marcha la respuesta emocional. Como veremos más
adelante, ciertas estructuras subcorticales juegan un papel crucial en este proceso que queda
en gran medida fuera del control de la conciencia.

El circuito de Papez. El “sistema” límbico


En 1937, James Papez describió un circuito anatómico (que luego se denominó “circuito de
Papez”) y lo relacionó con el procesamiento emocional. Papez nunca realizó investigaciones
específicas sobre la emoción, y en su época, las conexiones reales del cerebro todavía no se
comprendían bien debido a las limitaciones de los métodos existentes. Papez relacionó sus
conocimientos sobre conexiones con datos e ideas provenientes de tres fuentes: a) hipótesis
sobre la antigüedad evolutiva de distintas partes del cerebro, b) los efectos de las lesiones de
la corteza medial en humanos y c) la función del hipotálamo en la conducta emocional tal como
lo demostraban los experimentos en animales (como los de Cannon y Bard).

Papez estaba influido por ideas de su época que distinguían, desde el punto de vista evolutivo,
dos partes de la corteza cerebral: la lateral (más moderna) y la medial (más antigua). La parte
lateral se relaciona con funciones sensoriales y motoras y se la vincula con procesamientos
superiores como el lenguaje y el pensamiento. A la parte medial se le atribuyeron funciones
más primitivas como la conducta emocional. Mucho antes de que Papez elaborara su teoría,
la corteza medial había sido estudiada por Paul Broca, quien utilizó el nombre de “lóbulo
límbico” para referirse a las circunvoluciones corticales que rodeaban al cuerpo calloso
(circunvolución del cíngulo) y que se continúan por debajo con la circunvolución del hipocampo
(esta circunvolución contiene un repliegue interno de sustancia gris, la formación hipocámpica)
(figura 5).

Figura 5
Vista medial del encéfalo que muestra
las estructuras del Sistema Límbico.

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Papez incluyó en su circuito a la corteza del cíngulo porque se había observado que su lesión
en humanos producía apatía, pérdida de la espontaneidad emocional y otros síntomas
(somnolencia, desorientación y en ocasiones, coma). También incluyó al hipocampo debido a
la observación de que es la estructura más afectada en la hidrofobia, enfermedad causada por
el virus de la rabia y caracterizada por “síntomas agudos de emoción, convulsiones y parálisis”
durante los que el paciente manifiesta “una apariencia de temor intenso y una mezcla de terror
y cólera”.

Interpretando estos datos clínicos, los experimentos en animales (que señalaban el papel del
hipotálamo) y utilizando las conexiones anatómicas conocidas en su época, Papez propuso un
circuito de dos canales para el procesamiento de las emociones: el canal del pensamiento y el
canal del sentimiento (figura 6). La información sensorial llega al tálamo y desde allí puede
seguir dos caminos: el canal del sentimiento y el canal del pensamiento. En el canal del
sentimiento, la información viaja hasta el hipotálamo, donde origina la respuesta física, y es
transmitida hacia la corteza cingular a través de otros núcleos talámicos (núcleos del tálamo
anterior); ésta es una vía subcortical de activación del cíngulo. En el canal del pensamiento, la
información va desde el tálamo a la corteza sensorial (donde se perciben los estímulos y se
activan los recuerdos) y de allí, al cíngulo; ésta es la vía cortical de activación del cíngulo. Para
Papez, el cíngulo era el lugar en que “los sucesos del entorno adquieren conciencia
emocional”; las experiencias emocionales (sentimientos) tendrían lugar en el cíngulo porque
allí se integran señales provenientes de la corteza sensorial y del hipotálamo. Finalmente,
proponía que la conexión cíngulo-hipocampo-hipotálamo permitía a los pensamientos
(originados en la corteza) controlar las respuestas emocionales.

Figura 6
Modelo de Papez. Propuso una serie
de conexiones desde el hipotálamo
hasta el tálamo anterior (a) y desde
éste hasta la corteza cingular (b) (la
parte de la corteza medial
evolutivamente más antigua). Las
experiencias emocionales tienen
lugar cuando la corteza cingular
integra las señales recibidas desde
la corteza sensorial (parte de la
corteza lateral evolutivamente
nueva) y desde el hipotálamo. La
información que sale de la corteza
cingular hacia el hipocampo (c) y
desde aquí al hipotálamo (d) permite
que los pensamientos que tienen
lugar en la corteza cerebral controlen
las respuestas emocionales.

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Algunos años más tarde, McLean amplió la teoría de Papez utilizando datos del síndrome de
Klüver-Bucy y tratando de integrarla con la teoría freudiana. Fue McLean quien impuso la
denominación “sistema límbico” a un conjunto de estructuras en las que se incluían a las del
circuito de Papez y se sumaban otras como la amígdala y la corteza prefrontal. McLean,
además, le asignaba una importancia central al hipocampo en el procesamiento de las
emociones y pensaba que el “sistema límbico”, constituido por un conjunto de estructuras a las
que creía evolutivamente antiguas y funcionalmente integradas, eran el cerebro emocional.

El interés por la amígdala fue suscitado por el síndrome de Klüver-Bucy, un conjunto de


cambios conductuales producidos por la lesión experimental del lóbulo temporal en primates.
Klüver y Bucy (1939) reportaron que, luego de la lesión, los animales mostraban alteraciones
de la conducta emocional y del procesamiento sensorial: 1) perdían el miedo a estímulos que
previamente resultaban amenazantes y se volvían excesivamente mansos, 2) modificaban su
conducta sexual, se volvían hipersexuales e intentaban copular con monos de su mismo sexo
o con miembros de otras especies, 3) se alteraba su conducta alimentaria, se llevaban a la
boca una variedad de cosas que normalmente encontraban desagradables (rocas, heces) y se
volvían hiperorales, 4) perdían la capacidad de reconocer visualmente los objetos y su
significado peligroso (por ejemplo, no se asustaban cuando veían una serpiente), al mismo
tiempo que se exageraba la tendencia a reaccionar (manipular) ante los objetos vistos.

Algunas de las audaces ideas de McLean siguen alimentando la investigación de la emoción


y los sentimientos: la perspectiva evolucionista, la idea de que el “cerebro emocional” y el
“cerebro verbal” pueden funcionar con “códigos” diferentes y no estar comunicados entre sí, la
idea de que algunos problemas psiquiátricos pueden poner de manifiesto el funcionamiento
del cerebro emocional como un sistema independiente del cerebro verbal.

En cambio, la idea de que el “sistema límbico” es el asiento del cerebro emocional no se


sostiene. Sobre todo porque la estructura “estrella” del sistema, el hipocampo, hoy se sabe
que tiene muy poca relación con la emoción y en cambio juega un papel central en procesos
cognitivos como los sistemas de memoria explícita. Por otra parte, estructuras que están fuera
del sistema límbico, como los núcleos noradrenérgicos y serotoninérgicos del tronco cerebral,
se sabe que juegan un rol destacado en la emoción y los sentimientos (inserción 2).

Neuropsicología de la emoción y los sentimientos


La Neuropsicología (NPS) estudia la relación cerebro/conducta en el ser humano. La NPS
persigue el objetivo de explicar de qué manera ciertas funciones psicológicas (y sus
componentes de procesamiento) se relacionan con los sistemas neurales (y sus partes
constitutivas).

¿Hay lesiones que afectan la esfera emocional/sentimental en los seres humanos?. La


respuesta es sí. Antonio Damasio estudió pacientes en los que las lesiones cerebrales
afectaban el procesamiento de la emoción y los sentimientos. Su interés se centró primero en
el estudio de pacientes con lesiones en la región ventromedial de los lóbulos frontales y luego

15
buscó otras localizaciones que produjeran un cuadro similar, encontró otras tres: los núcleos
amigdalinos, la región posterior del hemisferio derecho y la región del cíngulo anterior.

Las lesiones frontales ventromediales


Los pacientes que han sufrido lesiones puras (o casi puras) de la región ventromedial de los
lóbulos frontales (figura 14) muestran un conjunto de alteraciones tan sorprendentes como
importantes para el estudio de la conducta humana. Por un lado, los pacientes con estas
lesiones tienen una inesperada conservación de habilidades cognitivas. Funciones cognitivas
como lenguaje, percepción, aprendizaje, atención, memoria y abstracción, tal como se evalúan
con los tests específicos, están dentro de rangos normales. Algunos pacientes incluso rinden
bien en pruebas que requieren memoria de trabajo, capacidad de abstracción y flexibilidad
para cambiar el modelo mental (tal como el Wisconsin Sorting Card Test, o las Torres de Hanoi)
(inserción 3). Incluso se han reportado pacientes que conservaban y podían hacer uso
adecuado de sus conocimientos profesionales universitarios para responder a preguntas
específicas. La integridad de estas habilidades contrasta con la profunda inhabilidad para
manejar su conducta social, que se asocia con un defecto en el procesamiento de las
emociones y sentimientos.

Figura 14
Las áreas sombreadas representan
los sectores ventromediales.
A: Hemisferio cerebral derecho,
vista externa (lateral); B: Hemisferio
cerebral derecho, vista interna
(medial); C: El cerebro visto desde
abajo (vista ventral u orbital); D:
Hemisferio izquierdo, vista externa;
y E: Hemisferio izquierdo, vista
interna.

En cuanto a su ser social, presentan dificultad para iniciar, organizar y completar sus
actividades normales; son incapaces de proyectar y organizar su vida laboral, familiar y social.
Consecuentemente, pierden el trabajo, emprenden negocios riesgosos que generalmente
fracasan y terminan en desastres financieros, se alteran sus relaciones interpersonales, toman
decisiones desastrosas, se divorcian y se casan de manera insólita, son impermeables a los
consejos y no aprenden de sus experiencias fallidas. Sus modales pueden ser correctos
aunque estereotipados y superficiales (se los describe como de “valet inglés”) y en ocasiones,
muestran una total carencia de tacto social haciendo comentarios fuera de lugar, utilizando
lenguaje procaz y violando las reglas sociales.

La conducta emocional muestra cambios: disminución del impulso explorador y sexual (aunque
hagan alarde de ello), cambio de apetencias y desapetencias, falta de control de los impulsos
(obstinación, conducta caprichosa y vacilante, incapaces de contenerse si no se satisfacen sus

16
deseos inmediatos), conducta desinhibida aunque no necesariamente agresión física. En
situaciones de stress (sobre todo social), tienen explosiones de cólera incontenible o conducta
agresiva (sobre todo verbal) sin conciencia del trastorno.

Su humor es hipomaníaco, variable, en el marco de un embotamiento y superficialidad afectiva.


Se ha utilizado el término moria para describir la personalidad y el humor de estos pacientes.
Tienen una visión positiva de sí mismos, un estado de euforia cáustica inseparable de la
jocosidad, una exuberancia inestable que muchas veces se expresa en alarde (verbal) de su
potencia sexual.

Algunos pacientes pueden mostrar un patrón diferente, como un paciente de Damasio que se
mostraba emocionalmente distante, calmo y sin rencor, “controlado”. Este paciente conocía
sus problemas (económicos y familiares), pero se mostraba completamente indiferente.
Cuando se le mostraron fotos de alto contenido emotivo (que en sujetos sanos de control
inducían respuestas emocionales y sentimientos conscientes), se mostraba indiferente, decía
“mis sentimientos cambiaron”, podía describir la escena de la foto y comprender la situación,
pero no lo afectaban emocionalmente, “sabía pero no sentía”.

¿Cómo es posible que un individuo perfectamente adaptado a la sociedad (laboral y


familiarmente exitoso), que antes actuaba de manera escrupulosa y ética se convierta,
después de la lesión, en un individuo irrespetuoso y cuyas decisiones no cuidaban sus
intereses personales y familiares más elementales? Estos casos hacían pensar, en palabras
de Damasio, que “...de alguna manera había en el cerebro sistemas especializados en el
razonamiento, específicamente en sus dimensiones personales y sociales. Un daño cerebral
podía inducir comportamientos socialmente inadecuados e incumplimiento de normas éticas
necesarias para la convivencia civilizada, aún cuando se mantuvieran intactas las funciones
intelectuales y verbales... sorpresivamente [aparecieron indicios de que] alguna parte del
cerebro controla ciertas características típicamente humanas, entre ellas, la capacidad de
hacer proyectos adecuados en un medio social complejo, el sentido de responsabilidad hacia
uno mismo y los demás y la habilidad para planificar la propia supervivencia con pleno ejercicio
del libre arbitrio...”.

También llamó la atención que este déficit se asociara a la alteración de la conducta emocional
(descontrol emocional), de los sentimientos (reducción y embotamiento afectivo) y la
incapacidad para responder a premios y castigos. Damasio se preguntó si esta asociación, a
la que llamó “alianza misteriosa” (inserción 4), era casual o si respondía a algún fundamento,
y buscó qué otras localizaciones de lesión podían manifestarse mediante esta “alianza”. Como
adelantamos hay otras tres áreas: la amígdala, la región parietal posterior y el cíngulo anterior.

La lesión de la amígdala en humanos


Lesión bilateral pura. Damasio y Adolphs describieron el caso de una joven de 30 años de
edad, conocida como SM, que presentaba una calcificación casi total de ambas amígdalas
(izquierda y derecha). El resto del cerebro era normal, pero el calcio depositado en las
amígdalas era tal que ninguna función podía llevarse a cabo. La causa de este problema era
el síndrome de Urbach-Wiethe, una rara enfermedad cuya característica es el depósito

17
anormal de calcio en piel y otros tejidos; cuando afecta al cerebro, las estructuras más
perjudicadas son los núcleos amigdalinos. La paciente tenía una inteligencia normal y no
mostraba dificultades para identificar rostros conocidos a partir de fotografías. Pero sí tenía
dificultades para reconocer ciertas expresiones emocionales de esos rostros en las fotografías.
Podía reconocer la alegría, la tristeza y la repugnancia, pero no el miedo o el enojo. Jamás
pudo detectar la expresión de miedo en el rostro de otra persona presente, aunque sí podía
reconocer otras expresiones faciales de emoción, por ejemplo la de sorpresa. Por otra parte,
no podía dibujar caras que representen miedo, pero sí rostros que mostraran otras emociones.
Podía imitar expresiones faciales de emoción, menos la de miedo. Aprendía hechos nuevos
sin ninguna dificultad, pero una parte de su aprendizaje era defectuoso: el condicionamiento a
estímulos desagradables, el aprendizaje basado en el miedo.

En situaciones que atemorizan a cualquiera, SM no experimentaba miedo alguno. Sabía


intelectualmente lo que era el miedo pero el daño bilateral en la amígdala impedía que
aprendiera los signos anunciadores de posibles peligros o desagrados, por ejemplo, cuando
aparecen en el rostro de otra persona o en una situación. Esto se traducía en sus vínculos
sociales, actuaba como si hubiera eliminado de su “vocabulario” afectivo emociones negativas
como miedo e ira, con lo que sólo emociones positivas dominaban su existencia. Tenía una
actitud excesivamente amistosa: hacía amigos sin dificultad, establecía vínculos románticos
sin problemas y varias personas habían abusado de su confianza.

Todas estas características señalan el lugar destacado que tiene la formación amigdalina en
una conducta emocional particular, el miedo, y en su percepción como sentimiento consciente.
La lesión bilateral pura de la amígdala produce: un deterioro en la detección de estímulos
peligrosos, de los que se asocian en la señalización del peligro (como la identificación de los
gestos de miedo en las expresiones faciales de otros); una alteración de la expresión de las
respuestas emocionales del miedo (por parte del paciente) y en la percepción subjetiva del
sentimiento de temor. Significativamente, la lesión de la amígdala no afecta el reconocimiento
de expresiones de alegría o repugnancia.

El síndrome de Klüver-Bucy en humanos. Lesiones bilaterales de los lóbulos temporales que


afectan la amígdala y otras estructuras próximas (el hipocampo, la corteza témporo-occipital,
etc.) producen un símil en humanos del síndrome de Klüver-Bucy de los monos. Los pacientes
muestran alteración de la conducta emocional, sobre todo hipersexualidad o sexualidad
aberrante (conducta masturbatoria, exhibición de órganos sexuales, modificación de
preferencias) y alteraciones alimentarias (comen de manera insaciable sin preferencia por el
alimento). En estos pacientes, también se observa amnesia anterógrada severa y agnosia
visual que se deben a la lesión del hipocampo y la corteza témporo-occipital respectivamente.

Otros datos que señalan la participación de la amígdala en el miedo.

a) En estudios con tomografía por emisión de positrones (PET) y con resonancia magnética
nuclear funcional (fRMI), se observó que la amígdala de sujetos normales se activa durante la
percepción de expresiones faciales temerosas o escenas del mismo tenor (Morris, 1996).

18
b) Crisis epilépticas con sentimientos: En las epilepsias con foco temporal, los pacientes
presentan crisis cuya naturaleza emocional se atribuye a la activación del complejo amigdalino.
Se refieren crisis de miedo o angustia. Con otras localizaciones del foco epiléptico se
detectaron crisis con sentimientos de alegría o plenitud.

c) En el curso de estimulaciones corticales en pacientes epilépticos (estudio que se realiza con


el objetivo de orientar la extracción quirúrgica del foco que genera las crisis epilépticas en
pacientes intratables con medicamentos), se han obtenido respuestas emocionales. El
sentimiento que producen las estimulaciones con mayor frecuencia es el sentimiento de miedo,
tanto durante la estimulación en el tronco cerebral como en los lóbulos temporales. Muy
raramente la estimulación provoca los estados de plenitud o alegría que los pacientes refieren
durante sus crisis espontáneas.

d) En pacientes con ataques de pánico (cuadro caracterizado por una reacción masiva de
temor: palpitaciones, sudoración, sensación de muerte, etc., desproporcionada con los
estímulos que la incitan), la tomografía por emisión de positrones obtenida entre las crisis
muestra una hiperactividad de los núcleos amigdalinos.

En suma, tal como lo sugieren los estudios en animales, el complejo amigdalino también tiene
un lugar preponderante entre las estructuras que controlan la conducta emocional y el
sentimiento del miedo en los hombres. También, tal como señalaba LeDoux, la afectación
emocional no es global sino que compromete alguna de las emociones y respeta otras.

El hemisferio derecho y el síndrome anosognósico


Pacientes que sufren lesiones extensas en la región posterior del hemisferio derecho, que
afectan la ínsula, las áreas somatosensitivas (primaria, secundaria y parietal posterior) (figura
15) y las estructuras subcorticales subyacentes producen uno de los cuadros más intrigantes
de la neuropsicología: la anosognosia del trastorno corporal (a: falta, noso: enfermedad,
gnosia: conocimiento, es decir: falta de reconocimiento de la enfermedad). La lesión deja a
estos pacientes con hemiplejía y anestesia del hemicuerpo izquierdo, pero son incapaces de
reconocer este trastorno. En los casos más severos desconocen hasta la pertenencia de ese
hemicuerpo paralizado y lo atribuyen a otra persona. En los casos más leves, los pacientes
reconocen que la mitad de su cuerpo está paralizado pero minimizan el problema y le restan
importancia a la alteración. La afectación emocional no está reducida a la indiferencia por su
enfermedad, muestran además una pérdida general de la emoción y el sentimiento, así como
una indiferencia por su estado, su futuro y el de su entorno. No prevén el futuro ni sufren por
ello. Su cara es “amímica”, inexpresiva y no reflejan angustia, cólera, tristeza ni pánico.

19
Figura 15
Áreas somatosensitivas

En la región posterior del hemisferio derecho, se localizan las estructuras necesarias para
generar una información integrada del estado del cuerpo: la corteza somatosensitiva de cada
uno de los hemisferios recoge la información del estado de la piel y del sistema músculo-
esquelético del hemicuerpo contralateral, la ínsula recibe la información visceral y en la región
parietal posterior del hemisferio derecho se integran las aferencias somatosensitivas de ambos
hemicuerpos y las viscerales. La integración de las informaciones de ambos lados del cuerpo
en un esquema único, integrado y dinámico es una función lateralizada que asienta en el
hemisferio derecho y que responde a la necesidad de un controlador final único del estado
corporal.

El hecho de que la lesión de la región que integra la información proveniente del cuerpo
produzca un compromiso de la conducta emocional y de los sentimientos subraya la
importancia de la aferencia corporal (el feedback del que hablaba W. James) en la organización
de la conducta emocional y los sentimientos. Es un componente indispensable en la
organización neural de las emociones y sentimientos.

La región del cíngulo anterior


La lesión de la corteza del cíngulo anterior (figura 16) y zonas vecinas producen un cuadro
conocido como mutismo akinético, en el cual también se ven comprometidas las emociones y
sentimientos. Los pacientes con estas lesiones yacen en la cama, despiertos, en un estado de
ausencia de movimiento (akinesia) y mutismo. El problema no es motor ya que
esporádicamente realizan movimientos automáticos como taparse con la manta o perseguir
con su mirada un objeto que se desplaza frente a ellos. Tampoco es una alteración del
procesamiento lingüístico (afasia), ya que si se les insiste mucho (realmente mucho) llegan a
decir su nombre, repetir una palabra o denominar un objeto (aunque nunca logran una
actividad suficientemente sostenida como para comunicar un mensaje o responder preguntas).

20
Figura 16
Vista de la superficie interna
de los dos hemisferios
cerebrales, que muestra las
áreas correspondientes a la
corteza cingular anterior.

La disminución/abolición de movimientos, lenguaje y pensamientos afecta también a las


conductas emocionales, que están ausentes: no muestran expresión facial ni cambios
autonómicos que traduzcan estados emocionales. Cuando algunos de estos pacientes se
recupera (en casos de lesiones parcialmente reversibles), refieren que durante su inmovilidad
no sintieron angustia ni miedo; que nada los forzaba a callar, más bien que “no tenían nada
que decir”. En este estado de ausencia de iniciativa para analizar información externa o interna
y para realizar operaciones externas (movimiento) o internas (razonamiento, planificación),
también se ven afectadas las conductas emocionales y los sentimientos.

El cíngulo anterior tiene un importante papel en el control atencional, particularmente en el


direccionamiento de la activación y en su sostenimiento. Su destrucción parece dejar a estos
pacientes en un estado de “suspensión animada”, incapaces de prestar atención a los
estímulos externos o a las representaciones internas, incapaces de activar y sostener la
atención en su aspecto eferente (la intención), con el resultado de la disminución o la ausencia
del impulso generador de movimientos y/u operaciones mentales.

Estas lesiones, más que un defecto emocional específico, producen un defecto general en la
actividad del cerebro que se expresa también en el dominio de la emoción y el sentimiento.
Ponen de manifiesto que el aparato neural que sustenta el procesamiento emocional también
depende de la alimentación de los sistemas que controlan la activación y la distribución de los
recursos atencionales.

La figura 17 resume las localizaciones que afectan en humanos el procesamiento de las


emociones y sentimientos.

21
Figura 17
Esquema las áreas
respectivas

22
INSERCIONES
Inserción 1: El hipotálamo
Muchos de los cambios fisiológicos durante una respuesta emocional dependen del sistema
nervioso autónomo (SNA). El SNA es un sistema que se diferencia del sistema motor somático
(también efector) por sus funciones. Mientras que el sistema motor somático se encarga del
control de los músculos esqueléticos y con ellos, de la mayoría de los movimientos voluntarios,
el sistema autónomo controla la musculatura lisa (intestinos), el músculo cardíaco y las
glándulas exócrinas (tales como las sudoríparas y salivales), generalmente mediante ajustes
reflejos e involuntarios.

El SNA se divide en dos componentes: el sistema simpático y el sistema parasimpático. El


primero prepara el corazón, las vísceras, los vasos sanguíneos, las glándulas sudoríparas y
los músculos piloerectores toda vez que el organismo se encuentre ante una “reacción de lucha
o huida”. El parasimpático tiene la función de restablecer y mantener el estado de reposo o
“normalidad” en que se encontraba el organismo antes de responder a una emergencia.

Figura 4
Vista medial del encéfalo que muestra la
localización del hipotálamo, la hipófisis y
el tálamo.

El hipotálamo (figura 4) actúa como intermediario entre regiones del encéfalo tales como la
corteza cerebral, la amígdala, la formación reticular, y el SNA. Su función en este sentido es la
de integrar toda la información que recibe desde estos centros y actuar sobre el SNA
controlando una serie de reflejos viscerales. Esto lo hace de dos formas:

23
1- Haciendo conexiones con regiones del tronco cerebral que están involucradas con el
sistema parasimpático tanto en el control de la temperatura, la frecuencia cardíaca y la
respiración; como con otras regiones del tronco cerebral cuya estimulación lleva a una
activación del simpático, con un aumento de la piloerección, sudoración y dilatación de la
pupila. Además, proyecta hacia eferencias autónomas de la medula espinal.

2- Actuando sobre el sistema endócrino, el cual libera hormonas que afectan al sistema
autónomo.

La estimulación del hipotálamo puede provocar selectivamente manifestaciones de estados


emocionales. Estudios con animales han demostrado el rol y la influencia que tiene el
hipotálamo sobre los estados emocionales. Por medio de la estimulación del hipotálamo de
animales anestesiados, se pudo evocar diferentes reacciones autónomas como aumento de la
frecuencia cardíaca, presión sanguínea, motilidad gastrointestinal, piloerección. Se descubrió
también que diferentes partes del hipotálamo producían diferentes respuestas que parecen ser
conductas organizadas.

Inserción 2: El sistema límbico


El concepto de sistema límbico fue propuesto en el contexto de una interpretación evolutiva de
la mente y la conducta (MacLean 1949, 1952, 1970; Isaacson 1982). Se erigió sobre la visión,
impulsada por los primeros anatomistas comparativos del siglo XX, de que el neocórtex es
una especialización de los mamíferos (otros vertebrados tienen un córtex primigenio pero sólo
se considera que los mamíferos tienen neocórtex). También porque el pensamiento, el
razonamiento, la memoria y la resolución de problemas están especialmente bien
desarrollados en los mamíferos, particularmente en los humanos y otros primates que poseen
relativamente más tejido neocortical, ya que esos procesos cognitivos estarían mediados por
el neocórtex y no por el córtex antiguo u otras áreas del cerebro. En contraposición, el córtex
antiguo y las conexas regiones subcorticales constituyen el sistema límbico, del cual se afirma
que media los aspectos evolutivos más antiguos de la vida mental y de la conducta, nuestras
emociones. De esta forma, la cognición es pensada como algo de lo que se ocupa el neocórtex
y las emociones quedan así vinculadas al sistema límbico.

La teoría del sistema límbico empezó a enfrentarse con problemas casi al instante de haber
sido expuesta, a mediados de los años 50, ya que un daño en el hipocampo, la pieza central
del sistema límbico, conducía a severos déficit en una función cognitiva, la memoria a largo
plazo (Scoville & Milner 1957). Esto era incompatible con la idea original de que la primitiva
arquitectura del sistema límbico, especialmente el hipocampo, no eran apropiados para
participar en las funciones cognitivas (MacLean 1949, 1952). Posteriormente, a finales de los
60, se descubrió que el equivalente al neocórtex de los mamíferos está presente, aunque en
forma rudimentaria, en los vertebrados no mamíferos (Nauta & Karten 1970). En consecuencia,
la distinción córtex antiguo / córtex nuevo se desmoronó, impugnando los principios evolutivos
que asignaban la emoción al sistema límbico y la cognición al neocórtex (Swanson 1983).

El sistema límbico, en sí, ha sido un objetivo en movimiento. En los años posteriores a su


concepción, se fue expandiendo a partir de la noción original de “córtex antiguo” con conexos

24
núcleos subcorticales del cerebro anterior, hasta la inclusión de algunas áreas del cerebro
medio, e incluso algunas regiones del neocórtex. Varios intentos para recuperar al sistema
límbico han respondido a esta delimitación más precisa. No obstante, después de medio siglo
de debate y discusión, aún no se ha acordado un criterio que pueda ser usado para decidir
cuáles áreas del cerebro pertenecen al sistema límbico. Incluso algunos investigadores han
propuesto que este concepto sea abandonado (Brodal 1982; LeDoux 1987, 1991; Kotter &
Meyer 1992).

A pesar de estas dificultades, el sistema límbico continua perdurando como un concepto


anatómico y como explicación de las emociones, en libros de texto, artículos de investigación,
y discursos científicos.

Inserción 3: La memoria de trabajo


El concepto de memoria de trabajo se refiere a un mecanismo de almacenamiento temporal
de la información que permite un procesamiento activo de la misma. No sólo permite retener
datos en la mente sino compararlos, contrastarlos y relacionarlos entre sí. La mayor parte de
la teoría de la memoria de trabajo se debe a las investigaciones de Alan Baddeley (1962). La
memoria a corto plazo tiene un límite de capacidad de 7 ± 2 unidades de información. Baddeley
expuso que si hacía que los sujetos recordaran activamente seis cosas, como seis cifras,
mostrarían problemas a la hora de realizar simultáneamente otras tareas que también precisan
el almacenamiento provisional, ya que casi todo el espacio de funcionamiento se habría
usado. Para demostrarlo, hizo que los sujetos repitieran en voz alta las cifras mientras leían
frases simultáneamente e iban pulsando botones para indicar si la frase era verdadera o falsa.
Observó que el ritmo de comprensión de las frases disminuía, pero que aun así los sujetos
podían realizar la prueba. Este experimento lo llevó a redefinir el concepto de memoria a corto
plazo y lo sustituyó por el concepto de memoria de trabajo, la cual, consiste en un mecanismo
de almacenamiento provisional (buffers) con un objetivo general, que se utiliza en todos los
procesos del pensamiento activo. Existe una serie de mecanismos de almacenamiento
temporal especializados y cada sistema sensorial tendría uno o más bancos especializados de
memoria intermedia que ayudan en la percepción, permitiendo que el mecanismo compare lo
que se está viendo u oyendo en el instante exacto con lo que ha visto u oído un instante antes.

Inserción 4: Una alianza misteriosa. La hipótesis del marcador somático


Para Antonio Damasio, los marcadores somáticos (MS) son un caso especial de sentimientos
(percepciones conscientes) de emociones elaboradas. Se basan en la asociación de tipos
específicos de estímulo con tipos específicos de estado somático. En otras palabras, se basan
en el proceso de formación de emociones elaboradas (secundarias). Los MS son adquiridos
por aprendizaje a lo largo de la vida del individuo, sobre todo durante la infancia y la
adolescencia. Estos sentimientos se conectan con los escenarios, las opciones y los resultados
obtenidos en experiencias vitales durante el proceso de educación y socialización del individuo.
De esta manera, marcan y clasifican las contingencias individuales en una perspectiva social
y personal.

25
Los MS se adquieren por la experiencia bajo el control de un sistema interno de preferencias
y bajo el influjo de circunstancias externas (incluye entidades, sucesos, convenciones sociales
y normas éticas).

El sistema interno de preferencias está dispuesto a evitar el dolor, buscar el placer potencial y
probablemente esté afinado para conseguir esos objetivos en situaciones sociales. La base
neural del sistema interno de preferencias consiste en disposiciones reguladoras innatas
dispuestas para asegurar la supervivencia.

El conjunto externo de circunstancias abarca 1) las entidades, entorno físico y sucesos en


relación con los que el individuo debe actuar; 2) las opciones posibles de acción; 3) los
resultados futuros posibles de las mismas y 4) el premio o castigo que acompaña a
determinada elección, inmediata o ulteriormente, a medida que se despliegan las
consecuencias de la opción elegida.

Desde temprano, premio y castigo son aplicados no sólo por las entidades mismas, sino por
los padres, otros adultos y pares que habitualmente representan las convenciones sociales y
las normas éticas a las cuales pertenece el organismo. Cuando a la elección de la opción X,
que desemboca en el mal resultado Y, sigue un castigo, y por ende un estado corporal penoso,
el sistema de marcadores somáticos incorporará esa conexión de experiencia. La reiteración
de la exposición del organismo a la opción X, o pensamientos sobre el resultado Y, tendrá de
ahí en más el poder de reactuar el estado corporal penoso y servirá de recordatorio automático
de las malas consecuencias por venir. Este ejemplo simplificado un poco burdamente ilustra
de qué manera los MS pueden actuar señalándole al organismo “peligro” o por el contrario
“adelante”. Damasio desarrolla otros aspectos tales como que los MS pueden actuar de
manera manifiesta o encubierta (no consciente) y desempeñar roles más complejos y sutiles
que señalar positiva o negativamente un evento.

Damasio piensa que las capas corticales prefrontales de la región ventrobasal se encuentran
en una ubicación ideal para elaborar MS: 1) reciben aferencias de todas las regiones
sensoriales, tanto de las que representan objetos del mundo externo (visuales, auditivas,
olfativas) como representaciones de los estados corporales pretéritos o actuales internos
(somatosensitivas); 2) reciben aferencias de los sistemas biorregulatorios (hipotálamo, núcleos
del tronco cerebral, de la amígdala, el cíngulo y otras áreas límbicas) que pueden informar
sobre las preferencias innatas del organismo que conciernen a su supervivencia; 3) tienen
eferencias a sistemas de salida (al sistema motor esquelético, al SNA, hipotálamo y núcleos
del tronco cerebral). Esa zona sería también una suerte de almacén de los marcadores
somáticos adquiridos a lo largo de la vida del individuo

Bibliografía
El cerebro emocional – Joseph LeDoux – Ed. Ariel – Planeta (1999).

El error de Descartes. La razón de las emociones.- Antonio R. Damasio: Editorial Andres Bello
(1994).

26
Neurociencia y Conducta. – Jessell, Kandel y Schwartz – Prentice Hall (1997).

Neurociencia: explorando el cerebro. – Bear, Connors y Paradiso – Masson (1996).

El síndrome de Klüver-Bucy causado por daño selectivo bilateral de la Amígdala y sus


conexiones corticales – Ann Hayman; J.Rexer; M. Pavol; Daniel Strite; Christina Meyers –
Journal of Neuropsychiatry – Vol. 10. Nº 3 – 1998.

El pasado de la mente – Michael S. Gazzaniga – Ed. Andres Bello (1998).

Sentir lo que sucede: cuerpo y emoción en la fábrica de la consciencia - Antonio R. Damasio:


Editorial Andres Bello (2000).

Los circuitos de la emoción en el cerebro - Joseph LeDoux – Annual Reviews Neurosciences


2000. 23:155-184

La participación de lo emocional en la toma de decisiones – Vicente Simón – Psychology in


Spain, 1998, Vol.2 No 1, 100-107.

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