2024 Teórico 10 El Cerebro Emocional
2024 Teórico 10 El Cerebro Emocional
2024 Teórico 10 El Cerebro Emocional
El cerebro emocional
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Índice
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Preguntas para guiar la lectura
A continuación, se plantea una serie de preguntas para dirigir la lectura del presente
material; leelas atentamente. Es posible que no tengas los conocimientos suficientes
para responder algunas (o muchas de ellas). Sin embargo, podés reflexionar sobre
qué se está preguntando y anotar las ideas que te surgen, aunque no constituyan una
respuesta formal.
Activar los conocimientos previos, aunque sean insuficientes, es una parte muy
importante paraaprender nuevos conceptos. ¿Por qué? Porque aprender conceptos
implica asociar nuevas ideas a las ideas preexistentes, estructurarlas y darles una
nueva organización.
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Marcelo Rodríguez y Aldo R. Ferreres
El cerebro emocional
Introducción
En los últimos años, se ha avanzado mucho en el conocimiento de los mecanismos neurales
que subyacen a la conducta emocional. En este texto, abordaremos aquellos datos históricos
y actuales que consideramos que ayudan a trazar una perspectiva coherente en el estudio de
las emociones.
La distinción de estos dos fenómenos es relevante para comprender los mecanismos que
subyacen a las emociones y sentimientos, evita confusiones que trabaron su estudio en el
pasado y permite precisar la metodología de investigación. Los cambios corporales, por
ejemplo, pueden medirse de manera experimental en hombres y animales (frecuencia
cardíaca, temperatura y sudoración de la piel, presencia de un gesto facial, etc.), mientras que
el sentimiento sólo puede ser reportado por un animal que posea consciencia y lenguaje.
¿Emoción o emociones?
Otra distinción importante señalada por LeDoux es que no existe una facultad psicológica
llamada “emoción” ni tampoco un único sistema cerebral de la emoción. La palabra emoción
es una etiqueta adecuada para el capítulo de un libro pero no se corresponde con funciones
reales. Sucede lo mismo que con el procesamiento sensorial, no existe una facultad llamada
“percepción”, vemos a través del sistema visual y oímos a través del sistema auditivo, que
tienen mecanismos cerebrales diferentes. Las diferentes emociones están controladas por
sistemas neurales diferentes. Los mecanismos para detectar y generar respuestas apropiadas
ante el peligro son distintos de los que se utilizan para procrear o para conseguir alimento.
Consecuentemente, las sensaciones (y sentimientos) que resultan de la actividad de esos
sistemas (miedo, placer sexual, saciedad) no tienen el mismo origen. No existe un mecanismo
emocional, sino varios, cada uno con una función diferente. De allí que la búsqueda de un
área, órgano o sistema emocional único en el cerebro es un objetivo mal concebido.
Además, entre los vertebrados (peces, reptiles, aves y mamíferos) los mecanismos neurales
que subyacen a las conductas de miedo, alimentación y sexual son muy similares. Animales
diferentes pueden actuar de manera muy similar ante circunstancias parecidas. Y aun cuando
exteriormente las conductas parezcan muy diferentes, puede existir una equivalencia funcional
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que las relacione: un ave escapa volando, una roedor corriendo y un pez nadando. Aunque las
conductas (volar, nadar, correr) sean muy diferentes, todas tienen la función de apartar al
organismo de un peligro. Esta constancia y equivalencia funcional fue lo que llevó a Darwin a
postular que ciertas emociones humanas tienen su origen en nuestros antepasados animales.
La evolución parece conservar ciertos mecanismos básicos que resultaron útiles para la
supervivencia del organismo.
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similares. Se supone que estas redes evolucionaron porque tenían la función de conectar los
estímulos desencadenantes con las respuestas que ayudaron a mantener vivo al organismo.
Dado que diferentes tipos de problemas de supervivencia (alimentación, defensa, sexo) tienen
diferentes estímulos desencadenantes y precisan diferentes tipos de respuestas para
afrontarlos, habrá diferentes mecanismos neuronales para ellos.
Evolución y consciencia
Los sentimientos (emociones conscientes) ocurren cuando los mecanismos emocionales se
producen en un animal que posee la capacidad de tener consciencia de sí mismo. Cuando
mecanismos emocionales ancestrales, como el que desencadena la defensa ante el peligro,
actúan en un cerebro consciente se produce la percepción de la respuesta emocional del
propio organismo bajo la forma de sentimientos. Si el animal no posee consciencia, los
mecanismos emocionales del cerebro cumplen su función sin conocimiento consciente. Los
humanos podemos generar conocimiento consciente y además comunicarlo mediante el
lenguaje. No estamos completamente seguros de que la consciencia o formas rudimentarias
de conocimiento consciente existan en otros animales. Sí es evidente que las emociones y los
mecanismos neurales subyacentes están ampliamente difundidos entre las especies animales,
con o sin consciencia. Los sentimientos constituyen la novedad evolutiva generada por un
cerebro capaz de conocimiento consciente.
Llama la atención los casi 100 años durante los que la neurociencia le volvió la espalda a la
emoción. Sobre todo si se considera el lugar privilegiado que la emoción tenía en el discurso
científico de pensadores como Charles Darwin, Williams James y Sigmund Freud. Darwin
estudió en profundidad la expresión de las emociones en los animales y en diferentes culturas
humanas, estaba convencido de que las emociones humanas eran los vestigios de etapas
evolutivas previas. James analizó con perspicacia algunos de los principales aspectos de la
emoción y produjo un informe publicado en 1884 que sigue siendo una piedra angular en el
tema (What is an emotion?). Freud percibió con claridad el potencial patológico de la emoción
perturbada y anunció su importancia en términos muy precisos. También en el siglo XIX, el
neurólogo John Hughlings Jackson, inició el estudio de las bases neurológicas de la emoción
al suponer su asiento en el hemisferio derecho.
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La causa de que la emoción quedara fuera de la corriente principal de lo que luego devino en
neurociencia y ciencia cognitiva radica tal vez en la influencia del pensamiento cartesiano.
Antonio Damasio dice: “en el abordaje de la mente post-cartesiano, la emoción llegó a
considerarse como la antípoda de la razón”. No deja de ser significativo que muchos aspectos
de la neurobiología de la emoción se descubrieran de manera tangencial, en el curso de
investigaciones sobre la memoria, una función privilegiada por la ciencia cognitiva.
Para Joseph LeDoux, la historia de las teorías sobre la emoción puede analizarse con
provecho si tenemos en cuenta que uno de los objetivos principales es dilucidar la secuencia
estímulo-sentimiento. En otras palabras, el objetivo es dilucidar los procesos que intervienen
entre la ocurrencia de un estímulo que despierta una emoción y la percepción consciente de
los sentimientos que provoca:
En 1884, William James formuló la pregunta: ¿qué es una emoción? y dijo que la respuesta no
era de ninguna manera obvia. Respondió con una nueva pregunta: ¿escapamos del oso
porque tenemos miedo o tenemos miedo porque escapamos? Señaló que la respuesta obvia
(escapamos porque tenemos miedo) no era la correcta y que la respuesta aparentemente más
extraña era la correcta: tenemos miedo porque escapamos. Para James, la experiencia
consciente de la emoción (es decir, el “sentimiento”) ocurre después de que el cerebro dispara
la respuesta y como consecuencia de que la corteza recibe las señales de los cambios en el
estado fisiológico del cuerpo. Para James, la información emanada del cuerpo en estado
emocional era el núcleo esencial para comprender los sentimientos. Decía:
Si sentimos una fuerte emoción, e intentamos abstraer de nuestra consciencia todos los
sentimientos de sus síntomas corporales, nos encontramos con que no queda nada,
ningún “material mental” que la pueda constituir; lo único que resta es un estado neutral
y frío de percepción intelectual...
... ¿Qué tipo de emoción de miedo quedaría si estuviera ausente la sensación de pulso
acelerado, respiración afanosa, labios trémulos, extremidades débiles, carne de gallina y
ruidos intestinales? Me resulta imposible pensarlo. ¿Cómo puedo imaginar un estado de
furia y no sentir la ebullición del pecho, el enrojecimiento facial, la dilatación de las
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narices, los dientes trabados, ningún impulso vigoroso y en cambio miembros laxos,
respiración pausada y rostro plácido? (Citado por Damasio).
Según esta teoría, las emociones (“sentimientos” en nuestros términos) son precedidas por los
cambios fisiológicos y consisten en respuestas cognitivas a la información que procede de la
periferia. La secuencia sería:
En la versión neural de esta teoría, el estímulo emocional era detectado en las zonas
sensoriales de la corteza y las respuestas partían de las zonas motoras. La zona sensorial era
requerida primero para detectar el estímulo y después para sentir el “feedback”
(retroalimentación) de las respuestas, lo que generaba la percepción emocional (figura 1).
Los principales aportes de James fueron definir la emoción como un proceso que involucra a
la respuesta corporal y considerar al feedback como el material sobre el que se construyen los
sentimientos. La valiosa observación de que la respuesta emocional se produce
automáticamente (sin una valoración cognitiva de la situación que causa la emoción) descuidó
el hecho de que en nuestra vida como seres sociales conscientes, las emociones también se
pueden disparar como consecuencia de un proceso mental evaluativo voluntario. Por otra
parte, como veremos a continuación, algunos de los supuestos de la versión neural de la teoría
de James fueron rebatidos con evidencia experimental.
Figura 1
Modelo de James. (1) Un estímulo
externo, como ver un oso, es
percibido por las zonas sensoriales
de la corteza cerebral. (2) A través de
la corteza motora, se controlan las
respuestas, como huir. (3) Las
sensaciones producidas por las
respuestas regresan a la corteza
cerebral, donde se perciben. (4) La
percepción de las sensaciones
físicas asociadas a las respuestas
emocionales es lo que caracteriza a
la emoción (el sentimiento en
nuestros términos).
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estructura en la generación de la respuesta emocional y en proveer a la corteza de la
información necesaria para distinguir los estímulos emocionales de los que no lo son.
Las investigaciones tenían como objetivo averiguar qué zonas del cerebro se necesitan para
expresar ira (una de las respuestas emocionales fácilmente objetivables). Vieron que los gatos
a los que se les extirpó por completo la corteza cerebral seguían mostrando los signos
característicos de activación emocional: cuando se los provocaba se erguían, arqueaban el
lomo, retraían las orejas, sacaban las uñas, maullaban, daban bufidos, mostraban los colmillos
y mordían cualquier objeto cercano. Además mostraban los signos de activación del sistema
nervioso autónomo (SNA) como erizamiento del pelo, dilatación de las pupilas, elevación de la
presión sanguínea y del ritmo cardíaco. Sin embargo, la conducta de estos animales no era
completamente normal (falsa ira): se los podía provocar muy fácilmente y reaccionaban
emocionalmente ante los hechos más insignificantes. Los autores interpretaron que los
animales no podían inhibir la ira debido a que las zonas corticales extirpadas normalmente
tenían la función de inhibir las reacciones emocionales (figura 2).
Figura 2
Tipo de lesión realizada por Bard para aislar al hipotálamo como centro emocional. La extirpación de todas
las zonas cerebrales desde la línea b hacia la izquierda, exceptuando al hipotálamo y algunas partes del
tálamo, no provocaba la desaparición de las reacciones emocionales. Sin embargo, cuando la lesión se
ampliaba y afectaba a la zona comprendida entre las líneas b y a, así como a la zona comprendida entre la
zona frontal y la línea b, las reacciones emocionales desaparecían por completo.
Se realizaron lesiones cada vez mayores, que avanzaban poco a poco hacia las partes
inferiores del cerebro, con el objeto de observar qué extirpación eliminaba las respuestas de
ira. Encontraron que recién cuando la extirpación destruía al hipotálamo, las respuestas eran
suprimidas. En ausencia del hipotálamo, sólo se producían reacciones emocionales parciales
y únicamente en respuesta a estímulos muy intensos y dolorosos. Estas respuestas no
ocurrían simultáneamente ni de manera coordinada, como cuando el hipotálamo estaba
intacto. Estos hallazgos les sugirieron a Cannon y Bard que el hipotálamo es la parte esencial
del cerebro emocional.
Figura 3
Modelo de Cannon-Bard. Los estímulos
externos procesados por el tálamo se
dirigen hacia la corteza cerebral (2b) y
hacia el hipotálamo (2a). A su vez, el
hipotálamo envía información a los
músculos y a los órganos del cuerpo
(3a). La acción recíproca de la
información en la corteza sobre lo que
es el estímulo (2b) y sobre su
significación emocional (3b) tiene como
consecuencia la experiencia consciente
de la emoción (sentimientos).
Cannon y Bard creían que las experiencias conscientes de las emociones, los sentimientos,
dependían de la activación de la corteza a través de las fibras nerviosas que ascendían desde
el hipotálamo. Debido a que en ausencia de la corteza aún se produce la conducta de furia,
pero sin estar acompañada de una valoración adecuada de los estímulos que la provocaban
llamaban “falsa ira” a los ataques emocionales de animales sin corteza.
Estos autores creían que el feedback no tiene suficiente rapidez y especificidad como para
explicar por qué las distintas emociones se sienten como diferentes. Consideraban que en
todos los estados emocionales, el cuerpo participa activándose de una manera muy similar
debido a la acción de la división simpática del SNA que lo prepara para la acción. Llamaban
“reacción de emergencia” a esta activación corporal (ciertamente algunos componentes son
lentos, por ejemplo, la modificación del metabolismo). La información del hipotálamo, de esta
manera distingue los sentimientos de otros estados mentales no emocionales, pero lo central
ocurre en el cerebro, entre el hipotálamo y la corteza.
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Estos trabajos destacaron por primera vez el papel del hipotálamo, una estructura clave en la
coordinación entre el sistema motor somático, el SNA y el sistema endocrino (inserción 1).
La predicción más importante de esta teoría es que si se indujera en un sujeto a una activación
fisiológica ambigua, se podría influir sobre la emoción experimentada manipulando el contexto
social en el que ocurre la activación. Schachter y Singer sometieron a prueba esta hipótesis
inyectando adrenalina a un grupo de sujetos. La adrenalina es una sustancia que activa la
sección simpática del SNA y provoca artificialmente la activación fisiológica. A los sujetos de
un grupo control sólo le inyectaron un placebo (suero). Inmediatamente, sometieron a los
sujetos de ambos grupos a situaciones agradables, desagradables o neutras. Como se
esperaba, en los sujetos que recibieron adrenalina, el humor que reportaban variaba de
acuerdo con el contexto (se sentían alegres, tristes o sin sentimiento alguno cuando habían
sido expuestos a situaciones agradables, desagradables o neutras, respectivamente). En
cambio, el humor variaba muy poco en los sujetos que habían recibido el placebo. Las
experiencias emocionales (sentimientos) surgían por la combinación de la activación artificial
con indicadores sociales analizados cognitivamente.
De allí que para Schachter, la activación (el feedback de James) es necesaria, pero los
sentimientos son el resultado de la interpretación cognitiva de las situaciones. En esta teoría,
la experiencia de la emoción (el sentimiento) es una historia que el encéfalo inventa para
explicar las reacciones corporales. La secuencia causal sería la siguiente:
(feedback) (interpretación)
Con esta teoría, Schachter llena uno de los vacíos de la argumentación de James, que es la
participación de los procesos cognitivos de alto nivel en la generación de los sentimientos.
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Nótese, sin embargo, que la interpretación cognitiva se produce a posteriori de la respuesta
emocional, ya que la activación es el feedback de una respuesta corporal ya en ejecución.
¿Cómo y dónde se dispara la respuesta emocional? ¿Qué dispositivo evalúa que debe
producirse una respuesta emocional? En otras palabras, además de una
evaluación/interpretación cognitiva (que ocurre a posteriori de la activación), debe existir una
evaluación previa del estímulo mismo. En alguna parte del cerebro, se evalúa el significado
emocional de los estímulos y se pone en marcha la respuesta emocional. Como veremos más
adelante, ciertas estructuras subcorticales juegan un papel crucial en este proceso que queda
en gran medida fuera del control de la conciencia.
Papez estaba influido por ideas de su época que distinguían, desde el punto de vista evolutivo,
dos partes de la corteza cerebral: la lateral (más moderna) y la medial (más antigua). La parte
lateral se relaciona con funciones sensoriales y motoras y se la vincula con procesamientos
superiores como el lenguaje y el pensamiento. A la parte medial se le atribuyeron funciones
más primitivas como la conducta emocional. Mucho antes de que Papez elaborara su teoría,
la corteza medial había sido estudiada por Paul Broca, quien utilizó el nombre de “lóbulo
límbico” para referirse a las circunvoluciones corticales que rodeaban al cuerpo calloso
(circunvolución del cíngulo) y que se continúan por debajo con la circunvolución del hipocampo
(esta circunvolución contiene un repliegue interno de sustancia gris, la formación hipocámpica)
(figura 5).
Figura 5
Vista medial del encéfalo que muestra
las estructuras del Sistema Límbico.
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Papez incluyó en su circuito a la corteza del cíngulo porque se había observado que su lesión
en humanos producía apatía, pérdida de la espontaneidad emocional y otros síntomas
(somnolencia, desorientación y en ocasiones, coma). También incluyó al hipocampo debido a
la observación de que es la estructura más afectada en la hidrofobia, enfermedad causada por
el virus de la rabia y caracterizada por “síntomas agudos de emoción, convulsiones y parálisis”
durante los que el paciente manifiesta “una apariencia de temor intenso y una mezcla de terror
y cólera”.
Interpretando estos datos clínicos, los experimentos en animales (que señalaban el papel del
hipotálamo) y utilizando las conexiones anatómicas conocidas en su época, Papez propuso un
circuito de dos canales para el procesamiento de las emociones: el canal del pensamiento y el
canal del sentimiento (figura 6). La información sensorial llega al tálamo y desde allí puede
seguir dos caminos: el canal del sentimiento y el canal del pensamiento. En el canal del
sentimiento, la información viaja hasta el hipotálamo, donde origina la respuesta física, y es
transmitida hacia la corteza cingular a través de otros núcleos talámicos (núcleos del tálamo
anterior); ésta es una vía subcortical de activación del cíngulo. En el canal del pensamiento, la
información va desde el tálamo a la corteza sensorial (donde se perciben los estímulos y se
activan los recuerdos) y de allí, al cíngulo; ésta es la vía cortical de activación del cíngulo. Para
Papez, el cíngulo era el lugar en que “los sucesos del entorno adquieren conciencia
emocional”; las experiencias emocionales (sentimientos) tendrían lugar en el cíngulo porque
allí se integran señales provenientes de la corteza sensorial y del hipotálamo. Finalmente,
proponía que la conexión cíngulo-hipocampo-hipotálamo permitía a los pensamientos
(originados en la corteza) controlar las respuestas emocionales.
Figura 6
Modelo de Papez. Propuso una serie
de conexiones desde el hipotálamo
hasta el tálamo anterior (a) y desde
éste hasta la corteza cingular (b) (la
parte de la corteza medial
evolutivamente más antigua). Las
experiencias emocionales tienen
lugar cuando la corteza cingular
integra las señales recibidas desde
la corteza sensorial (parte de la
corteza lateral evolutivamente
nueva) y desde el hipotálamo. La
información que sale de la corteza
cingular hacia el hipocampo (c) y
desde aquí al hipotálamo (d) permite
que los pensamientos que tienen
lugar en la corteza cerebral controlen
las respuestas emocionales.
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Algunos años más tarde, McLean amplió la teoría de Papez utilizando datos del síndrome de
Klüver-Bucy y tratando de integrarla con la teoría freudiana. Fue McLean quien impuso la
denominación “sistema límbico” a un conjunto de estructuras en las que se incluían a las del
circuito de Papez y se sumaban otras como la amígdala y la corteza prefrontal. McLean,
además, le asignaba una importancia central al hipocampo en el procesamiento de las
emociones y pensaba que el “sistema límbico”, constituido por un conjunto de estructuras a las
que creía evolutivamente antiguas y funcionalmente integradas, eran el cerebro emocional.
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buscó otras localizaciones que produjeran un cuadro similar, encontró otras tres: los núcleos
amigdalinos, la región posterior del hemisferio derecho y la región del cíngulo anterior.
Figura 14
Las áreas sombreadas representan
los sectores ventromediales.
A: Hemisferio cerebral derecho,
vista externa (lateral); B: Hemisferio
cerebral derecho, vista interna
(medial); C: El cerebro visto desde
abajo (vista ventral u orbital); D:
Hemisferio izquierdo, vista externa;
y E: Hemisferio izquierdo, vista
interna.
En cuanto a su ser social, presentan dificultad para iniciar, organizar y completar sus
actividades normales; son incapaces de proyectar y organizar su vida laboral, familiar y social.
Consecuentemente, pierden el trabajo, emprenden negocios riesgosos que generalmente
fracasan y terminan en desastres financieros, se alteran sus relaciones interpersonales, toman
decisiones desastrosas, se divorcian y se casan de manera insólita, son impermeables a los
consejos y no aprenden de sus experiencias fallidas. Sus modales pueden ser correctos
aunque estereotipados y superficiales (se los describe como de “valet inglés”) y en ocasiones,
muestran una total carencia de tacto social haciendo comentarios fuera de lugar, utilizando
lenguaje procaz y violando las reglas sociales.
La conducta emocional muestra cambios: disminución del impulso explorador y sexual (aunque
hagan alarde de ello), cambio de apetencias y desapetencias, falta de control de los impulsos
(obstinación, conducta caprichosa y vacilante, incapaces de contenerse si no se satisfacen sus
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deseos inmediatos), conducta desinhibida aunque no necesariamente agresión física. En
situaciones de stress (sobre todo social), tienen explosiones de cólera incontenible o conducta
agresiva (sobre todo verbal) sin conciencia del trastorno.
Algunos pacientes pueden mostrar un patrón diferente, como un paciente de Damasio que se
mostraba emocionalmente distante, calmo y sin rencor, “controlado”. Este paciente conocía
sus problemas (económicos y familiares), pero se mostraba completamente indiferente.
Cuando se le mostraron fotos de alto contenido emotivo (que en sujetos sanos de control
inducían respuestas emocionales y sentimientos conscientes), se mostraba indiferente, decía
“mis sentimientos cambiaron”, podía describir la escena de la foto y comprender la situación,
pero no lo afectaban emocionalmente, “sabía pero no sentía”.
También llamó la atención que este déficit se asociara a la alteración de la conducta emocional
(descontrol emocional), de los sentimientos (reducción y embotamiento afectivo) y la
incapacidad para responder a premios y castigos. Damasio se preguntó si esta asociación, a
la que llamó “alianza misteriosa” (inserción 4), era casual o si respondía a algún fundamento,
y buscó qué otras localizaciones de lesión podían manifestarse mediante esta “alianza”. Como
adelantamos hay otras tres áreas: la amígdala, la región parietal posterior y el cíngulo anterior.
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anormal de calcio en piel y otros tejidos; cuando afecta al cerebro, las estructuras más
perjudicadas son los núcleos amigdalinos. La paciente tenía una inteligencia normal y no
mostraba dificultades para identificar rostros conocidos a partir de fotografías. Pero sí tenía
dificultades para reconocer ciertas expresiones emocionales de esos rostros en las fotografías.
Podía reconocer la alegría, la tristeza y la repugnancia, pero no el miedo o el enojo. Jamás
pudo detectar la expresión de miedo en el rostro de otra persona presente, aunque sí podía
reconocer otras expresiones faciales de emoción, por ejemplo la de sorpresa. Por otra parte,
no podía dibujar caras que representen miedo, pero sí rostros que mostraran otras emociones.
Podía imitar expresiones faciales de emoción, menos la de miedo. Aprendía hechos nuevos
sin ninguna dificultad, pero una parte de su aprendizaje era defectuoso: el condicionamiento a
estímulos desagradables, el aprendizaje basado en el miedo.
Todas estas características señalan el lugar destacado que tiene la formación amigdalina en
una conducta emocional particular, el miedo, y en su percepción como sentimiento consciente.
La lesión bilateral pura de la amígdala produce: un deterioro en la detección de estímulos
peligrosos, de los que se asocian en la señalización del peligro (como la identificación de los
gestos de miedo en las expresiones faciales de otros); una alteración de la expresión de las
respuestas emocionales del miedo (por parte del paciente) y en la percepción subjetiva del
sentimiento de temor. Significativamente, la lesión de la amígdala no afecta el reconocimiento
de expresiones de alegría o repugnancia.
a) En estudios con tomografía por emisión de positrones (PET) y con resonancia magnética
nuclear funcional (fRMI), se observó que la amígdala de sujetos normales se activa durante la
percepción de expresiones faciales temerosas o escenas del mismo tenor (Morris, 1996).
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b) Crisis epilépticas con sentimientos: En las epilepsias con foco temporal, los pacientes
presentan crisis cuya naturaleza emocional se atribuye a la activación del complejo amigdalino.
Se refieren crisis de miedo o angustia. Con otras localizaciones del foco epiléptico se
detectaron crisis con sentimientos de alegría o plenitud.
d) En pacientes con ataques de pánico (cuadro caracterizado por una reacción masiva de
temor: palpitaciones, sudoración, sensación de muerte, etc., desproporcionada con los
estímulos que la incitan), la tomografía por emisión de positrones obtenida entre las crisis
muestra una hiperactividad de los núcleos amigdalinos.
En suma, tal como lo sugieren los estudios en animales, el complejo amigdalino también tiene
un lugar preponderante entre las estructuras que controlan la conducta emocional y el
sentimiento del miedo en los hombres. También, tal como señalaba LeDoux, la afectación
emocional no es global sino que compromete alguna de las emociones y respeta otras.
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Figura 15
Áreas somatosensitivas
En la región posterior del hemisferio derecho, se localizan las estructuras necesarias para
generar una información integrada del estado del cuerpo: la corteza somatosensitiva de cada
uno de los hemisferios recoge la información del estado de la piel y del sistema músculo-
esquelético del hemicuerpo contralateral, la ínsula recibe la información visceral y en la región
parietal posterior del hemisferio derecho se integran las aferencias somatosensitivas de ambos
hemicuerpos y las viscerales. La integración de las informaciones de ambos lados del cuerpo
en un esquema único, integrado y dinámico es una función lateralizada que asienta en el
hemisferio derecho y que responde a la necesidad de un controlador final único del estado
corporal.
El hecho de que la lesión de la región que integra la información proveniente del cuerpo
produzca un compromiso de la conducta emocional y de los sentimientos subraya la
importancia de la aferencia corporal (el feedback del que hablaba W. James) en la organización
de la conducta emocional y los sentimientos. Es un componente indispensable en la
organización neural de las emociones y sentimientos.
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Figura 16
Vista de la superficie interna
de los dos hemisferios
cerebrales, que muestra las
áreas correspondientes a la
corteza cingular anterior.
Estas lesiones, más que un defecto emocional específico, producen un defecto general en la
actividad del cerebro que se expresa también en el dominio de la emoción y el sentimiento.
Ponen de manifiesto que el aparato neural que sustenta el procesamiento emocional también
depende de la alimentación de los sistemas que controlan la activación y la distribución de los
recursos atencionales.
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Figura 17
Esquema las áreas
respectivas
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INSERCIONES
Inserción 1: El hipotálamo
Muchos de los cambios fisiológicos durante una respuesta emocional dependen del sistema
nervioso autónomo (SNA). El SNA es un sistema que se diferencia del sistema motor somático
(también efector) por sus funciones. Mientras que el sistema motor somático se encarga del
control de los músculos esqueléticos y con ellos, de la mayoría de los movimientos voluntarios,
el sistema autónomo controla la musculatura lisa (intestinos), el músculo cardíaco y las
glándulas exócrinas (tales como las sudoríparas y salivales), generalmente mediante ajustes
reflejos e involuntarios.
Figura 4
Vista medial del encéfalo que muestra la
localización del hipotálamo, la hipófisis y
el tálamo.
El hipotálamo (figura 4) actúa como intermediario entre regiones del encéfalo tales como la
corteza cerebral, la amígdala, la formación reticular, y el SNA. Su función en este sentido es la
de integrar toda la información que recibe desde estos centros y actuar sobre el SNA
controlando una serie de reflejos viscerales. Esto lo hace de dos formas:
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1- Haciendo conexiones con regiones del tronco cerebral que están involucradas con el
sistema parasimpático tanto en el control de la temperatura, la frecuencia cardíaca y la
respiración; como con otras regiones del tronco cerebral cuya estimulación lleva a una
activación del simpático, con un aumento de la piloerección, sudoración y dilatación de la
pupila. Además, proyecta hacia eferencias autónomas de la medula espinal.
2- Actuando sobre el sistema endócrino, el cual libera hormonas que afectan al sistema
autónomo.
La teoría del sistema límbico empezó a enfrentarse con problemas casi al instante de haber
sido expuesta, a mediados de los años 50, ya que un daño en el hipocampo, la pieza central
del sistema límbico, conducía a severos déficit en una función cognitiva, la memoria a largo
plazo (Scoville & Milner 1957). Esto era incompatible con la idea original de que la primitiva
arquitectura del sistema límbico, especialmente el hipocampo, no eran apropiados para
participar en las funciones cognitivas (MacLean 1949, 1952). Posteriormente, a finales de los
60, se descubrió que el equivalente al neocórtex de los mamíferos está presente, aunque en
forma rudimentaria, en los vertebrados no mamíferos (Nauta & Karten 1970). En consecuencia,
la distinción córtex antiguo / córtex nuevo se desmoronó, impugnando los principios evolutivos
que asignaban la emoción al sistema límbico y la cognición al neocórtex (Swanson 1983).
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núcleos subcorticales del cerebro anterior, hasta la inclusión de algunas áreas del cerebro
medio, e incluso algunas regiones del neocórtex. Varios intentos para recuperar al sistema
límbico han respondido a esta delimitación más precisa. No obstante, después de medio siglo
de debate y discusión, aún no se ha acordado un criterio que pueda ser usado para decidir
cuáles áreas del cerebro pertenecen al sistema límbico. Incluso algunos investigadores han
propuesto que este concepto sea abandonado (Brodal 1982; LeDoux 1987, 1991; Kotter &
Meyer 1992).
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Los MS se adquieren por la experiencia bajo el control de un sistema interno de preferencias
y bajo el influjo de circunstancias externas (incluye entidades, sucesos, convenciones sociales
y normas éticas).
El sistema interno de preferencias está dispuesto a evitar el dolor, buscar el placer potencial y
probablemente esté afinado para conseguir esos objetivos en situaciones sociales. La base
neural del sistema interno de preferencias consiste en disposiciones reguladoras innatas
dispuestas para asegurar la supervivencia.
Desde temprano, premio y castigo son aplicados no sólo por las entidades mismas, sino por
los padres, otros adultos y pares que habitualmente representan las convenciones sociales y
las normas éticas a las cuales pertenece el organismo. Cuando a la elección de la opción X,
que desemboca en el mal resultado Y, sigue un castigo, y por ende un estado corporal penoso,
el sistema de marcadores somáticos incorporará esa conexión de experiencia. La reiteración
de la exposición del organismo a la opción X, o pensamientos sobre el resultado Y, tendrá de
ahí en más el poder de reactuar el estado corporal penoso y servirá de recordatorio automático
de las malas consecuencias por venir. Este ejemplo simplificado un poco burdamente ilustra
de qué manera los MS pueden actuar señalándole al organismo “peligro” o por el contrario
“adelante”. Damasio desarrolla otros aspectos tales como que los MS pueden actuar de
manera manifiesta o encubierta (no consciente) y desempeñar roles más complejos y sutiles
que señalar positiva o negativamente un evento.
Damasio piensa que las capas corticales prefrontales de la región ventrobasal se encuentran
en una ubicación ideal para elaborar MS: 1) reciben aferencias de todas las regiones
sensoriales, tanto de las que representan objetos del mundo externo (visuales, auditivas,
olfativas) como representaciones de los estados corporales pretéritos o actuales internos
(somatosensitivas); 2) reciben aferencias de los sistemas biorregulatorios (hipotálamo, núcleos
del tronco cerebral, de la amígdala, el cíngulo y otras áreas límbicas) que pueden informar
sobre las preferencias innatas del organismo que conciernen a su supervivencia; 3) tienen
eferencias a sistemas de salida (al sistema motor esquelético, al SNA, hipotálamo y núcleos
del tronco cerebral). Esa zona sería también una suerte de almacén de los marcadores
somáticos adquiridos a lo largo de la vida del individuo
Bibliografía
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