Gomez Herreros
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GRADO EN DERECHO
Este trabajo versa sobre la reforma del Derecho Penitenciario, como rama del Derecho Penal,
en la Historia de España, comenzando en los años finales del Antiguo Régimen, hasta nuestra
Constitución, la Constitución de 1978. Las principales reformas que serán estudiadas son las
llevadas a cabo durante el S. XIX, año en el que se establece en España el Estado Liberal y
comienzan los cambios sociales, políticos y jurídicos. Durante esta época, el Derecho
Penitenciario sufre muchos cambios, con cada cambio en la política española, hay un cambio
en el régimen penitenciario, unas veces resultan un cambio afortunado, otras suponen una
pequeña vuelta al Antiguo Régimen. Quizá pueda considerarse una de las cuestiones más
controvertidas de esta etapa histórica. A pesar de todo, el Derecho Penitenciario es la parte
del Derecho Penal menos estudiada por la doctrina y los juristas, pocos en su vida profesional
se topan en un asunto en el que deba ser llevado a la práctica. De ahí, la dificultad de
encontrar medios en los que apoyar la realización de este trabajo.
1
EL DERECHO PENITENCIARIO EN EL ANTIGUO REGIMEN
El derecho penitenciario surge en España durante el siglo XVI, formando parte del derecho
penal. El surgimiento de esta ciencia del derecho se debe a un conjunto de autores que, con su
obra, comienzan a introducir en el derecho español ideas que cambian el derecho
penitenciario en toda Europa con la llegada de la Ilustración. A saber, la preocupación por el
hombre, el culto al trabajo, al espíritu productivo y el utilitarismo. Entre estos autores
podemos destacar Bernardino Sandoval y su obra Tratado del cuidado que se debe tener con
los presos pobres1, Cristóbal Chaves, procurador y autor de la Relación de las cosas de la cárcel
de Sevilla y su trato 2 y Tomás Cerdán de Tallada con La Visita de la cárcel y de los presos3. Con
estas obras, entre otras, se formó en el siglo XVI una doctrina que versaba sobre la vida de los
presos en las principales cárceles, constatando ya las dos concepciones históricas de la
institución: o bien la consideración de la cárcel como un lugar donde se recogía al detenido,
quien esperaba allí a su juicio, o bien su consideración como instrumento punitivo. Ahora bien,
la cárcel en aquellos tiempos no tenía la consideración que le damos hoy en día, es decir, aquel
lugar donde el reo cumple su condena, buscando siempre la reinserción social del mismo4.
Durante este siglo, la cárcel presentaba una serie de características muy similares a las que
tuvo a lo largo del Medievo. El derecho a encarcelar se encontraba en manos de la Corona, ya
que era quien ostentaba la regalía de la administración de justicia. La cárcel como pena tenía
carácter marginal y subsidiario, constituyendo, sin embargo, un instrumento preventivo y
coactivo para el reo5. La construcción de los edificios carcelarios correspondía a la Corona6, así
como su administración, pues era el monarca quien nombraba al alcaide. No obstante,
también era frecuente que dicho cargo fuese vendido u objeto de arrendamiento por parte de
su concesionario. No existían normas que regulasen el régimen interno de las cárceles, por lo
que en la mayoría de los casos los jueces actuaban de forma injusta y arbitraria. Los presos
eran los que se encargaban de su sustento y alojamiento dentro de las cárceles. Para aquellos
que carecían de dinero para poder costeárselo, debían vivir de la caridad. Finalmente, y debido
a la ineficacia del sistema, eran muy frecuentes las fugas y las libertades provisionales eran
fácilmente conseguibles por los presos por medio del soborno a los carceleros.
El sistema de ingreso en las cárceles solía comenzar con la conducción del detenido por el
alguacil al interior del recinto a presencia del escribano, quien procedía a su inscripción en el
registro de entrada, cumplimentando todos los datos de filiación y circunstancias de su
detención. Posteriormente, el alguacil entregaba al detenido al portero, quien determinaba el
lugar del aposento del mismo, en función del motivo de su detención, es decir, de la gravedad
de la inculpación, de su estatus social, pero, sobre todo, dependiendo de la cantidad de dinero
1
Editada por primera vez en Toledo en 1564.
2
Su primera edición se produjo hacia 1585 y describe el régimen penitenciario de la época.
3
Editada por primera vez en Valencia en 1574.
4
Así lo establece nuestra constitución española en el artículo 25.2: Las penas privativas de libertad y las
medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir
en trabajos forzados.
5
De esta manera se podía obligar al reo a cumplir su pena. El carácter preventivo de la cárcel tuvo
mayor influencia en la Corona de Aragón.
6
El dinero procedía de las penas de cámara y condenas o gravámenes extraordinarios. En las grandes
ciudades eran los municipios quienes financiaban dichas construcciones.
2
que diese el detenido. Así, los presos nobles y acaudalados se encontraban en lo que se
conocía como puerta de oro, los aposentos más confortables, y aquellos que no poseían tal
volumen de dinero, se les aposentaba en una zona más profunda del recinto, en la llamada
puerta de plata. Para aquellos detenidos por delitos más graves, se les confinaba en las zonas
más interiores del edificio, donde la mayor parte eran encadenados o atados mediante
grilletes sometidos a una dura disciplina solamente suavizada si tenían la capacidad de ofrecer
dádivas a aquellos encargados de aplicarles el tormento.
En el sistema interno de las cárceles se podían diferenciar tres grupos. Un primer grupo
formado por los funcionarios administrativos, el alcaide, sota-alcaide o lugarteniente de
alcaide y el escribano. Un segundo grupo constituido por los porteros, bastoneros y vigilantes
nocturnos, que eran escogidos entre los presos de confianza. Finalmente, el tercer grupo era el
constituido por aquellas personas que despeñaban las tareas de caridad y beneficencia,
asistencia religiosa y jurídica de los presos, es decir, el capellán, el médico, abogados y
procuradores de pobre, el barbero, el boticario.
La autoridad suprema era el alcaide, funcionario en cuyas manos estaban todas las
atribuciones en materia disciplinaria y toda la responsabilidad. Accedían a este cargo mediante
nombramiento, por compra o por arrendamiento. Una vez que se accedía al cargo, debía jurar
las leyes y depositar una fianza, que servía como resarcimiento en caso de fuga de reclusos. Se
le otorgaba una retribución anual consignada de las penas de cámara y con los ingresos que
tenían las cárceles, que surgían de las cantidades que los presos pagaban para poder salir de
prisión y del alquiler de camas y aposentos dentro del recinto carcelario. También, cuando se
realizan actividades retribuidas en el edifico, se le otorgaba un porcentaje7. Aunque una de las
funciones de este cargo era mantener un control dentro de prisión, con especial atención a
evitar las fugas de presos, dentro del recinto había continuas entradas y salidas de visitantes,
los presos gozaban de permisos para salir del edificio y el número de presos era muy elevado.
Por esta razón, la vigilancia en las cárceles consistía, en la práctica, a encerrar a los presos por
las noches en sus aposentos y a que el alcaide cerrase con llave la puerta principal y
distribuyese las guardias. Dada la ineficacia del sistema, las fugas eran muy frecuentes.
Por debajo, estaban los cargos de porteros y bastoneros, quienes solían ser elegidos entre los
presos de confianza y vigilaban y castigaban a los presos por orden del lugarteniente de alcaide
o del alcaide. Durante esta época, los delitos como la blasfemia, el hurto, el homicidio, el
juego, la tentativa de fuga, la práctica de la homosexualidad, eran muy frecuentes en las
cárceles, lo que conllevaba el ejercicio de una función sancionadora para impartir un mínimo
de disciplina9.
Las cárceles contaban con su propia enfermería y, en aquellas donde la población era muy
numerosa, contaba con su propia dotación de servicios, es decir, incluso los enfermeros eran
elegidos entre los presos. Había un barbero y médico y cirujano que pasaban vista diaria.
Solían tener también un capellán, quien proporcionaba el servicio espiritual a los presos.
7
Se consideraba que el oficio de alcaide era un oficio cuyos titulares pagaban un alto precio para
obtenerlos y que, por ello, debían resarcirse y sacar el máximo provecho.
8
En algunas ocasiones, este cargo era arrendado por el alcaide a los presos de confianza.
9
Para los delitos más graves, y siempre con intervención judicial, se le imponía la pena de galeras o se le
conducía al patíbulo para ejecutar su muerte. Sin embargo, y afortunadamente, la pena más extendida
eran los azotes.
3
Durante el siglo XVI, las penas más comunes eran el destierro, los azotes, las galeras y la horca,
por lo que, la cárcel no era un instrumento muy aplicado como condena de privación de
libertad. Se podría decir que la cárcel como pena quedaba aplicada casi con exclusividad a los
deudores insolventes, quienes permanecían en prisión hasta el momento en el que satisfacían
la deuda o llegaran a un acuerdo con sus acreedores.
Al igual que existían distintas jurisdicciones, existían también distintas cárceles, distintos tipos:
la Cárcel Real, la Cárcel de la Audiencia, la Cárcel de la Hermandad, la Cárcel Arzobispal, la
Cárcel del Santo Oficio y la Cárcel de la Contratación. Independientemente de la cárcel en la
que el preso se encontrase, la situación jerárquica era la misma y también la diferencia entre
estamentos latía con igual fuerza en todas ellas, por lo que los pobres se encontraban en una
situación de desamparo y desigualdad. La vida de los presos pobres en las cárceles durante
esta época era una vida penosa y de inmundicia, ya que la manutención le correspondía a cada
uno de los presos, eran ellos quienes debían pagar sus alimentos, su aposento. Por ese motivo,
en muchas ciudades se formaban asociaciones pías para ayudar a estos presos a mejorar su
situación, vivían de la caridad por tanto.
Ante estas visitas, los presos que no eran reincidentes o quienes iban a disfrutar de esta
primera audiencia, confiaban en este sistema, conservaban la ilusión de que el corregidor
procediese a su liberación. Sin embargo, aquellos cuyos delitos tenían una cierta gravedad y
que, por ello, la libertad estaba descartada desde un inicio, acudían a esas visitas en una
posición de clara rebeldía.
Por su parte, la actuación del corregidor de visitas no se pude decir que se caracterizase por la
imparcialidad. No obstante, en muchas ocasiones, la actitud de estos corregidores podía verse
ablandad por el dinero, lo que deja ver claramente que era una institución corrompida y
arbitraria. El cohecho era un instrumento para conseguir la libertad por parte del preso, lo que
no era muy común en la primera visita. Si esto era conseguido por el preso, a la salida de
prisión aun tenía que pagar el carcelaje, un importe que suponía una importante fuente de
ingresos para el alcaide, que solía compartir con el escribano de entrada y salida. Muchos
presos eran saqueados para conseguir su libertad, muchos de ellos entregaban su vestimenta
para poder salir, aunque fuese menesteroso. Esta posibilidad, para aquellos presos que vivían
de la caridad, era inalcanzable.
En el caso contrario, es decir, que se dictase sentencia en contra del preso, sus últimos días los
pasaba en la enfermería de la cárcel, donde recibía consuelo espiritual del capellán hasta el
momento en el que se ejecutaba la pena capital, momento que, en muchas ocasiones, se
caracterizaba de teatral, como medio para dar ejemplo a la población.
Las cárceles de esa época carecían de régimen interno, constituían “un hervidero de miserias
albergue de fieras más bien que de seres humanos y que constituía un establecimiento en el
que imperaba el relajamiento moral, el vicio, el abuso, la rebeldía, el juego, la blasfemia, el
4
crimen y la total falta de consideración a los valores eternos de que son portadores los hombre
como criaturas de Dios”10.
Los presos vivían en la absoluta inmundicia, la cual era consentida por el Estado, no ponía los
medios para evitar dicha situación. En el interior de la cárcel apenas había luz, eran espacios
muy lóbregos y húmedos, donde los encarcelados tenían que pagar su manutención, vivían
como enterrados en vida, sufriendo, no solo la tortura de los porteros y demás vigilantes, sino
también los ultrajes del resto de presos. Según Cerdán de Tallada “Los reclusos parecían
sombras, aguardando con ansiedad la ira de un verdugo que los librase de semejante
miseria”11.
Tomas Cerdán de Tallada fue un jurista del siglo XVI formado por el Ius Commune y fue uno de
los primeros en dejarse influenciar por el pensamiento del utilitarismo, confluyendo en su
obra, La Vista de la cárcel y de los presos12, con las ideas latentes en el derecho penitenciario
de la época, propias del Medievo. En esta obra, el autor aporta un testimonio de la realidad en
las cárceles de la época, debido a su función como juez visitador, pero proponiendo, a su vez,
una reglamentación de la cárcel, para constituirla como lo que es, un servicio público, pero sin
romper con los planteamientos medievales tradicionales. Se trata, por tanto, de una obra
precursora poco conocida. En esta obra, compuesta por el prólogo del autor, 16 capítulos, la
presentación del autor y dos sonetos, trata diversos temas, considerando que se debe limpiar
el sistema penitenciario de los vicios de los que tradicionalmente adolece.
Uno de los temas que denuncia en la obra es el arbitrio judicial. Una costumbre corrompida,
una institución que en la época se abusaba tanto de ella, que en los distintos casos que se
suscitaban había contradicciones, es decir, para casos similares había distintas soluciones. Sin
embargo, el autor no censuraba la institución del arbitrio, sino que lo que propugnaba es la
necesidad de objetivizarlo, sujetarlo a reglas fijas. En palabras del propio Cerdán:
Otro tema tratado por el autor es la cárcel en sí, cuyo origen no puede constatarse, pero que
constituye un fenómeno universal, por la necesidad de guardar al reo un tiempo, sirviendo
como ejemplo para frenar la comisión de nuevos delitos. Para Cerdán su función principal es
ser un establecimiento público en donde aplicar un tratamiento al encarcelado que se
encuentra allí preventivamente. Además, compartía, también, la idea de que la cárcel precede
al verdadero castigo, concepción propia del derecho canónico, incluyendo necesariamente la
idea del arrepentimiento, abarcando la prisión perpetua y la pena capital14.
10
Regina Mª Pérez Marcos. “Tomás Cerdán de Tallada, el primer tratadista de derecho penitenciario”.
Loc. cit. Anuario Historia del Derecho Español (LXXV). 2005, pág. 771.
11
Pérez Marcos, “Tomás Cerdán de Tallada…”. Loc. cit, pág. 771
12
Editada por primera vez en Valencia en 1574
13
Cita a Tomás Cerdán de Tallada, Visita de la cárcel y de los presos. Op. Cit. Cap. V.
14
De la consideración durante la Edad Media y le época del Renacimiento de la cárcel custodial derivan
importantes ideas como la no aceptación de la prisión perpetua, equiparándola a la esclavitud.
5
Desde el punto de vista del autor, lo que necesitaba una transformación más profunda era la
asistencia a los presos. La custodia de los presos en las prisiones debía hacerse diferenciado a
los presos, según la cualidad de los mismos y los delitos cometidos. Así lo expresaba el mismo
Cerdán en su obra donde expresaba que se les debía tratar de manera distinta a los presos
porque, de no hacerlo se cometerían injusticias15.
Otro tema tratado por el autor fueron las visitas de los jueces, que eran muy necesarias para
determinar el encarcelamiento o la liberación de los presos. Cerdán reclamaba la existencia,
que operaba en la cárcel de valencia, de una visita previa a la visita general, en la que el juez
templase los nervios de los presos antes de la sentencia, informase del funcionamiento de las
cárceles y que evitase el maltrato a los presos por parte de los carceleros, que no les faltasen
ni alimentos ni aposentos a los presos, que las mujeres y los hombres estuvieran separados,
que los carceleros no abusasen de las presas. Concluyendo, que no fuesen tratados de forma
inhumana.
Cerdán también propugnó la necesidad de acabar con las vejaciones a los cadáveres de los
ajusticiados. En contra de los que opinaba, la mayor parte de la doctrina de la época, que
debían ser expuesto públicamente para servir de ejemplo, él establecía que se les debía de dar
cristiana sepultura16.
1. Las causas civiles: la prisión por deudas. El juez puede decretar la prisión del deudor
una vez que ha sido condenado por la deuda, siempre y cuando no haya sospechas de
que pueda fugarse, en ese caso se procedería a encarcelarlo desde el inicio. Mientras
el deudor posea bienes con el que satisfacer la deuda, no se le puede encarcelar.
2. Las causas penales: los delitos. Establecía que para que una persona pudiese ser
encarcelada el juez debía constatar dos cosas, que el delito se haya cometido y recibir
información del caso, que podía ser solo por indicios17.
Cerdán estableció una lista de delitos y la pena que se les debía de imponer. Así consideraba
que el delito de herejía, adulterio, sodomía, falsificación de monedas, documentos públicos,
homicidios, asesinatos por dinero, se le imponía la pena de muerte y el preso debía
15
Cerdán de Tallada. Visita a la cárcel..., op. cit. Epístola del autor a los presos: [...] Porque no acabe sus
días con las penas de la cárcel, hecha diferencia según la cualidad de los delitos porque de otra manera,
si indistintamente y sin hacer diferencia de casos se tratase, para los que hubieran cometido graves
delitos sería floja, y para los inocentes demasiada.
16
Cerdán de Tallada, Visita de la cárcel…, op. cit. Cap. XVI: [...] Los doctores dicen que aunque el
beneficio de la sepultura sea muy grande y que por derecho al que se le ha librado el sacramento de la
penitencia no se le puede negar el dicho beneficio de la sepultura y que a los condenados a muerte no se
les puede quitar el dicho beneficio del sacramento de la penitencia aunque hubiesen cometido
grandísimos delitos.
17
Cerdán de Tallada, Visita de la cárcel…, op. cit. Cap. XIII: [...] Solo cuando se dan estas dos
circunstancias el juez puede poner a los inculpados en la cárcel, atendida la cualidad de la persona y del
delito.
6
permanecer en prisión hasta que se dictaba sentencia y si hubiese suficientes indicios y
pruebas se le podía torturar. Para otros delitos, se establecía la pena pecuniaria y si el
delincuente no poseía bienes con los que satisfacer dicha pena, se procedía a imponerle una
pena corporal.
Las condenas más frecuentes eran el destierro y el exilio, existiendo la pena de muerte y la
cadena perpetua, generalmente en forma de galeras. Por otro lado, estaban las penas
pecuniarias y, en el caso de no poder satisfacerlas, se imponían penas corporales, como los
azotes o la mutilación de miembros, como, por ejemplo, los que producían lesiones
empleando espada u otra arma, si no podía satisfacer la pena pecuniaria, se le cortaba la
mano.
Era un sistema totalmente arbitrario en todas sus instancias, en especial en las actuaciones de
los jueces durante las visitas. Un sistema donde los privilegios estamentales tenían fuerza,
donde el pobre tenía que vivir de la caridad y en condiciones infrahumanas. Sin luz, mala
manutención, un recinto donde la oscuridad llenaba no solo las paredes, sino también el
ánimo de las personas que habitaban los aposentos de las prisiones. Pero, sobre todo, era un
sistema muy corrupto, un sistema en el cual aquel que disfrutaba de una vida acaudalada
podía gozar de un estatus en la cárcel y podía conseguir su libertad antes que los demás
presos, lo cual, en cierta medida, no difiere mucho de la situación en la actualidad.
7
EL PRINCIPIO DEL UTILITARISMO Y EL HUMANISMO
Con la llegada del Siglo XVIII, las ideas de la Ilustración van difundiéndose por todo el
continente europeo. No obstante, el cambio en el derecho penitenciario, a diferencia que en
otras ramas del derecho, no llegó a golpe de legislación, es decir, con la redacción de normas
legales en ese ámbito o con la creación de un código penitenciario, lo que si ocurrió con el
derecho penal en concreto.
En esta época estuvieron en conflicto las ideas tradicionales con las ideas utilitaristas. Durante
la época había quien defendía que “las penas, por duras que fueran, son una indispensable
medicina en la sociedad enferma y un freno a las pasiones despeñadas”19. Por otro lado, había
quien defendía que “por malvado que sea un hombre, será más útil vivo para la sociedad que
muerto”20.
Si nos centramos en lo que a la reforma del derecho penitenciario español se refiere, tres son
los nombres a tener en cuenta: Beccaria, Bentham y Lardizábal. Estos tres autores son los
precursores de las ideas que van a mover la reforma penitenciaria. Manuel de Lardizábal fue
un gran penalista cuyas ideas influyeron en la realización del Código Penal de 1822, el primer
código de la historia española, y de la Ordenanza General de Presidios de 1834.
18
La pena de galeras fue más frecuente a partir del siglo XVI, debido a las necesidades militares de los
monarcas durante esta época. Se imponía por delitos denigrantes o en casos de reincidencia y siempre
en caso de que no fuese un delito grave, que en esos casos se imponía la pena capital. Se imponía como
alternativa al destierro, sustituyendo la pena de muerte.
19
Isabel Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria en la historia contemporánea española, Madrid, 2013,
pág. 41.
20
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit. pág. 41.
21
Editada por primera vez en 1777.
8
Cesare Beccaria y su obra De los delitos y las penas
Este autor italiano con su obra De los delitos y de las penas22, está considerado como el padre
de la ciencia penal. Es uno de los precursores del abandono al retribucionismo y defensor de la
prevención.
Beccaria introdujo ideas en el marco penal que hoy en día siguen estando vigentes. El fue el
precursor del principio de legalidad, solo se puede considerar delito aquella conducta que así
lo considere la ley, aquellas que el legislador establezca. El principio de la proporcionalidad de
las penas con el delito. La pena debía ser proporcional al delito, con independencia del status
de la persona que la cometiese, la justicia tenía que ser igualitaria. Además, Beccaria hablaba
de lo que él denominaba la dulzura de las penas, pensamiento por el que propugnaba la
abolición de la pena de muerte, pues el hecho de que las personas cediesen una parte de su
libertad para ser juzgado, no implica que tengan potestad para quitarles la vida23:
“Para que una pena obtenga su efecto basta que el mal de ella exceda al bien que nace
del delito; y en este exceso de al debe ser calculada la infabilidad de la pena y la
pérdida del bien que el delito produciría. Todo lo demás es superfluo y, por tanto,
tiránico”24
He ahí donde subyace también la idea del utilitarismo, pero como medio para fundamentar la
potestad de los poderes públicos para castigar. El daño a la nación era el bien jurídico a
proteger, según Beccaria, y, cuanto mayor fuera ese daño, mayor gravedad debía revestir la
pena.
También fue defensor de eliminar del mundo de la justicia el arbitrio judicial, pues, sin ningún
tipo de duda, entra en conflicto con el principio de legalidad. Para este autor, la interpretación
de las leyes compete en exclusiva al legislador, no es labor de los jueces. Si dicha
interpretación quedara en manos de estos últimos las resoluciones judiciales quedarían a
merced de flaquezas, pasiones, creencias o relaciones personales25, lo que puede conllevar
muchas injusticias.
Por último, y al igual que otros autores de la época, Beccaria denunció el estado en el que se
encontraban las cárceles de la época y la situación de los presos en ellas, lo que no implicaba
que debían ser eliminadas, pues las consideraba como una medida cautelar, un lugar de
custodia.
22
Se publicó por primera vez en 1764 en Livorno de manera anónima, por miedo a las reacciones que el
autor sabía que se iban a desencadenar. A partir de 1765 comenzó a traducirse a lo principales idiomas
de Europa y en 1766 entró en lista de libros prohibidos por la Inquisición. Véase la edición elaborada por
Francisco Javier Álvarez García. Granada, 1996.
23
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit. pág. 97.
24
Cita a De los delitos y de las penas, Cesare Beccaria, tomada de Ramos Vázquez, La reforma
penitenciaria…, op. cit.pág. 97.
25
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 98.
9
producido por el delito justifica el mal de la pena y una pena no necesaria o útil para la
sociedad es injusta porque provoca un mal que podría evitarse26.
Una de las grandes aportaciones de Bentham fue la argumentación jurídica que aportó para
que la prisión pasase de ser una pena residual a ser la pena principal. Distinguía la prisión
simple de la prisión aflictiva. La primera no era una pena, sino una medida cautelar, que
requería de una especial revisión, debido a los abusos que sufrían los presos que simplemente
se encontraban custodiados. Bentham fue uno de los primeros en hablar de un proceso donde
se respetasen las garantías y los derechos de los detenidos. La segunda era una pena, cuya
severidad dependía de la gravedad del delito cometido, y debía ir acompañada de algún tipo
de trabajo o servicio a la comunidad. Era una pena que buscaba impedir que se cometiesen
nuevos delitos y el arrepentimiento del preso y su reforma para que este fuese recuperado
para la sociedad, volviese a ser un ciudadano.
Todo esto puede observarse en su obra El Panóptico27, fue una obra que difundió un nuevo
estilo arquitectónico de las cárceles y también la filosofía que debía imperar en esos recintos.
El estilo arquitectónico propuesto por el autor consistía en lo siguiente: en el centro una torre
de vigilancia y a su alrededor una construcción circular de seis pisos, dividida en celdas, de este
modo desde la torre se podían vigilar todas las celdas, se podía ver todo lo que ocurría. En
cuanto a la filosofía, la gran aportación de Bentham es el aislamiento y el control a los presos.
En cuanto a la condición del preso en ese recinto, al preso se le tendría en constante
aislamiento, solo con sus pensamientos, pues, como he mencionado anteriormente, Bentham
busca el arrepentimiento del delincuente, y se le otorgaría un trabajo, mediante el cual el
preso se responsabilizaría de una serie de tareas y se sentiría útil para la sociedad.
Durante el reinado de Carlos III, con el despotismo ilustrado, las ideas de Beccaria y demás
precursores de la reforma del derecho penal llegaron a España. Sin embargo, y a pesar del
intento de reformar el derecho penal español por el propio rey, estas ideas no calaron del
todo, sobre todo por la fuerte presión de la Inquisición.
Durante el reinado de Carlos IV se publica El Discurso sobre las Penas28 de Lardizábal, el gran
precursor de la reforma penal en España. Este autor está muy influenciado por Beccaria y
Montesquieu, de ellos sacó bastantes ideas para su pensamiento, que posteriormente aplicó
en las reformas penales que le fueron encomendadas, como, por ejemplo, el proyecto de
código penal.
26
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit. pág. 105.
27
Editado por primera vez en 1791.
28
Editado por primera vez en 1782.
10
Sin embargo, y a pesar de la gran influencia, Lardizábal no estaba de acuerdo en ciertos
puntos. Con Montesquieu coincidía en que la ley se debía adaptar a la sociedad, pues era la
Razón la que movía las reformas, pero difería del papel de la Iglesia Católica. Lardizábal
defendía el buen papel de la Iglesia en el derecho penal, pues fue ella la que ayudó a
pacificarlo, para civilizar a los pueblos bárbaros29.
Lardizábal también propugnaba que las penas debían servir para reparar el daño a la sociedad
y proteger que en un futuro no se vuelvan a repetir los mismos agravios pero también tenían
una finalidad correctiva buscando la enmienda del delincuente, el arrepentimiento31.
Lardizábal fue el gran precursor de la reforma penal en España y las primeras muescas de su
obra se reflejan en la reforma penal que traen consigo las Cortes de Cádiz y en la Ordenanza de
Presidios de 1834, la primera norma que supone un cambio en el paso del derecho
penitenciario del Antiguo Régimen al derecho penitenciario del Estado Liberal.
En España en los últimos años del Antiguo Régimen y durante el desarrollo de la reforma del
derecho penitenciario, hasta los primeros años del siglo XX, había tres tipos de centros
penitenciarios. Era una división muy distinta a la que tenemos actualmente, pues hoy en día
nuestro sistema cuenta con las distintas cárceles distribuidas por el territorio español y los
centros de menores igualmente distribuidos.
En primer lugar estaban los presidios. Los presidios eran los lugares a donde eran destinados
los delincuentes una vez que había sentencia condenatoria sobre ellos, eran lugares de
cumplimiento de pena. Eran centros donde imperaba la jurisdicción militar y el régimen
interno en ellos era el que se aplicaba en los cuarteles y demás establecimientos militares.
Posteriormente, con la Ordenanza de 1834, pasan a ser competencia del Ministerio de
29
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 127.
30
Es necesario tener en cuenta que Manuel de Lardizábal es considerado un ilustrado cristiano.
31
En ese sentido se puede vislumbrar la influencia que el cristianismo ejerce sobre él.
11
Fomento, pero el régimen interno seguirá siendo militar, se requerirán muchos años para que
esa situación finalmente cambie. Había tres tipos de presidios32:
Por último estaban las galeras de mujeres, que posteriormente pasaron a denominarse centros
de corrección de mujeres. Eran los centros penitenciarios para las mujeres, centros que tenían
la misma condición que las cárceles, solo que las mujeres también cumplían sus condenas allí.
Eran centros donde el régimen interno seguía directrices morales, es decir, donde imperaba el
régimen eclesiástico, una gran diferencia respecto de régimen aplicado a los hombres. Estos
centros, donde permanecían recluidas las mujeres, no han existido desde el mismo momento
que las cárceles y presidios para hombres. La delincuencia por parte de las mujeres era muy
minoritaria y, la mayor parte de los delitos cometidos, eran de índole sexual, como el
amancebamiento y la prostitución. Todas estas conductas eran consideradas “un mal menor”.
Sin embargo, con la Contrarreforma todas estas conductas comienzan a ser perseguidas,
surgiendo así las primeras galeras de mujeres. En estos centros, las mujeres eran las que
organizaban su propio régimen de subsistencia, procurándose productos del exterior,
proveniente, como regla general, de la caridad. Las casas de galeras en un principio fueron
centros de reclusión y castigo, posteriormente, cuando se denominaron centros de corrección
de mujeres, pasaron a “corregir” a la mujer, todo ello con fuerte influencia religiosa.
32
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 210.
33
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 65.
12
EL DERECHO PENITENCIARIO DURANTE LAS CORTES DE CADIZ
Si bien es cierto que muchas opiniones mantienen que el derecho penitenciario vigente
durante el Antiguo Régimen se mantuvo hasta la muerte de Fernando VII, pues todavía en
1805 se promulgó la Novísima Recopilación, que mantenía las ideas absolutistas, es más en el
Código Penal de 1848 todavía se mantienen las ideas retribucionistas, con el levantamiento del
Estado Liberal se da comienzo al camino que llevará a la reforma penal y penitenciaria, que era
tan necesaria en la España del momento. Las Cortes de Cádiz (1810-1814) fueron quienes
iniciaron ese camino.
Una de las principales ideas que introdujeron las Cortes de Cádiz, que supuso una gran
aportación, no sólo al ámbito político y social, sino también al derecho penal, fue el principio
de la soberanía popular. Este principio supuso que el delito dejaba de emanar del poder divino
que ostentaba el monarca, para empezar a entender el delito como una acción antijurídica
contraria a una ley procedente de la voluntad popular. La sanción, la pena, a ese delito ya no
se constituía como una venganza del monarca, sino que buscaba la defensa de la seguridad,
para mantener el orden público y social35.
Junto a esta idea, podemos observar que las Cortes quisieron instaurar en España el principio
de legalidad. Debía ser la ley la que determinase qué conductas eran constitutivas de delito y
cual debía ser la pena aparejada a ese delito, frente al anterior arbitrio judicial.
“La toga ni la magistratura no ponen a cubierto por sí solas a los jueces del imperio
de las pasiones, del influjo de los Gobiernos, y de otros mil enemigos que tienen a
cada paso su pureza y severidad. Las leyes deben protegerlos contra sus continuos
embates, privándolos del arbitrio y de la ocasión de faltar a sus obligaciones.
Entonces la confianza será recíproca, y el respeto y veneración a las leyes y a sus
magistrados inseparables entre sí”36.
Ahora bien, las Cortes gaditanas fueron más allá del propio principio de legalidad, pues
quisieron establecer una Administración de Justicia que respetase el principio de igualdad,
34
Cita tomada del Discurso Preliminar a la Constitución de 1812, procedente de Ramos Vázquez, La
reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 135.
35
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.136.
36
Cita tomada del Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias Nº207, 26-IV-1811,
pag.946, tomada de Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 136.
13
aboliéndose los fueros especiales, un ejemplo de ello fue la abolición del Tribunal de la
Inquisición.
La razón por la que la reforma penal y penitenciaria fue una de las prioridades para las Cortes
de Cádiz, consiste en que, desde el momento en el que comenzaron las sucesivas reuniones
que realizaron, recibieron recursos de ciudadanos injustamente encarcelados y que recibían
abusos en los centros penitenciarios, además de sucesivas reclamaciones sobre la lentitud de
la Administración de Justicia. Por ello, tomaron la decisión de crear una Comisión de Justicia
cuya labor sería la elaboración de una norma jurídica que pusiese solución a todos aquellos
problemas. Se elaboró así el Proyecto de Reglamento para las causas criminales de 19 de abril
de 1811, que buscaba la solución de los problemas en relación a la dilación de los pleitos y las
garantías de los reos para mejorar su situación como detenidos. Sin embargo, este texto quedó
inconcluso ya que comenzó el debate del texto constitucional. Ahora bien, su articulado sirvió
como base para el Capítulo III del Título V de la Constitución de 1812. Gracias al Proyecto de
Reglamento de 1811, casi todos los artículos de ese capítulo fueron aprobados por unanimidad
y sin discusión39.
Además de lo explicado hasta ahora, las Cortes de Cádiz supusieron la impulsión de otras
medidas para la reforma penal y penitenciaria. Una importante norma que surgió con las
Cortes gaditanas fue la Orden de 30 de mayo de 1811, que impuso a los Ayuntamientos la
obligación de hacerse cargo de la alimentación de los presos y los salarios de los empleados.
También habría que señalar el Reglamento de las Audiencias y Juzgados de Primera Instancia,
de 9 de octubre de 1812, que recogía garantías jurídicas para el detenido y la obligación de
visita de las cárceles, ya fueren militares, eclesiásticas o civiles.
Toda esta labor, quedó finalmente derogada a la vuelta de Fernando VII en 1814, si bien es
cierto que algunos avances fueron recuperados. La abolición de la tortura y de los apremios
fue reconocido por la Real Cédula de abolición de la tortura de 25 de julio de 1814. En lo que
se refiere al estado de los presidios y otros establecimientos penitenciarios, se dictó una Real
Orden el 5 de junio de 1816, por la cual volvían a estar vigente las disposiciones anteriores a la
época gaditana, es decir, se volvió al absolutismo y la situación insalubre en los presidios. No
obstante, hubo otros resquicios de las Cortes de Cádiz que fueron mantenidos por Fernando
VII. Así ocurrió con la supresión de la confiscación de bienes o la abolición de la pena de
azotes, entre otras, ya que el monarca consideraba que en la época de las Partidas, cuando
37
La abolición de la tortura se produjo con la promulgación del Decreto de abolición de la tortura y los
apremios corporales de 22 de abril de 1811, con absoluta unanimidad de votos, debido a que apenas se
empleaba y era altamente criticada.
38
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.138.
39
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.145.
14
estas penas fueron introducidas, las opiniones eran otras y la situación era distinta, una
situación nada compatible con la que imperaba en su reinado y que por eso no eran necesarias
ni oportunas40.
Durante la época del Trienio Liberal (1820-1823), en el ámbito del derecho penal y
penitenciario, además del Código Penal de 1822, el primer código que afecta a este ámbito
realizado en España, se elaboraron otras normas a tener en cuenta.
En septiembre de 1820 se promulgó un Decreto que restablecía las garantías judiciales del
detenido en el momento de su arresto, recuperadas también por vía constitucional, mediante
el restablecimiento de la Constitución de 1812.
En noviembre de 1821 nuevamente se insistió sobre la necesidad de crear una Comisión que
tratase sobre los problemas en los presidios y las casas de corrección. En 1822 se impulsaron
los trabajos para la realización de una Ordenanza General de Presidios. Sin embargo, los
esfuerzos de la comisión no tuvieron respuesta, pues con la vuelta de Fernando VII y el inicio
de la Década Ominosa se volvió al periodo absolutista. Sin embargo, este proyecto sirvió como
antecedente para la redacción de la Ordenanza General de 1834, que será objeto de estudio
más adelante en este trabajo.
Fue sin duda la principal obra del Trienio Liberal el Código Penal de 1822. Fue un código
fuertemente influenciado por la obra de Bentham, quien fue la fuente principal de inspiración.
Además, la Comisión que elaboró este código observó el articulado del código penal de
nuestro país vecino, Francia, pues para el Colegio de Abogados de Madrid se diferenciaba
mucho del español, ya que este último se ha caracterizado siempre por la crueldad y la
tiranía41.
A pesar de que la obra de Bentham y el Código Penal Francés fueron las principales fuentes de
inspiración, donde se establecía la pena privativa de libertad como pena principal, el Código
Penal de 1822 mantuvo la pena de muerte, el destierro, la deportación y los trabajos forzados
en los presidios. Este Código Penal centraba su debate en el protagonismo de la pena privativa
de libertad y la corrección del delincuente.
Centró su atención en varios artículos sobre la responsabilidad penal del menor. Mediante
este código a los menores de siete años se les eximía de cualquier tipo de responsabilidad y,
entre los siete y los diecisiete años, se distinguía si el menor había actuado con malicia o con
discernimiento. Si era así, el menor pasaba a ser recluido en una casa de corrección, pues se
consideró lo más correcto para los menores. En caso contrario, “no se le impondría pena, se le
40
Real Decreto de 2 de diciembre de 1819, por el que Fernando VII encarga la formación de un nuevo
código criminal, en el año VI de su reinado.
41
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.155.
15
entregaría a sus padres, abuelos, tutores o curadores, para que les corrijan y cuiden de él; pero
si estos no pudiesen hacerlo o no merecen confianza y la edad del menor y la gravedad de los
hechos requieren de otra medida al prudente arbitrio del juez, podrá este recluirle en una casa
de corrección por el tiempo que crea conveniente.42”
El motivo por el que se decidió por el recogimiento de menores en las casas de corrección fue
que no se buscaba castigar al menor por la comisión de un delito, se buscaba su enmienda, su
reeducación. Los hombres de la época pensaban que los jóvenes que cometían delitos de
escasa gravedad aun podían ser hombres de bien para la sociedad. Mientras que si se les
recluía en un presidio su voluntad podría verse viciada, podían corromperse, en los centros
penitenciarios podrían aprender a cometer delitos. En el primer Código Penal de España, se
vislumbró ya la idea de la finalidad reeducativa y resocializadora de la pena.
El principal problema que planteó este código fue la necesidad de crear cuatro tipos distintos
de centro penitenciarios, pues junto a los presidios debían crearse las nuevas casas de
reclusión, que debían ser distintas de las casas de corrección. Todos ellos debían ser públicos y,
por supuesto, renovados, pues no se podían emplear las lúgubres prisiones que imperaban en
el Antiguo Régimen. He aquí donde se denota la influencia de la obra de Bentham. Este
proyecto consiguió salir adelante y, finalmente, en un Decreto elaborado el 29 de junio de
182243, por el que se construyeron nuevas cárceles, casas de corrección, casas de reclusión y
presidios donde se pudiera cumplir la clasificación de las penas establecidas en el Código.
Durante la época del Trienio Liberal, los presidios que estaban dispersos por la geografía
española seguían estando bajo el mando de la jurisdicción militar. Sin embargo, los nuevos
centros penitenciarios creados en esta época, es decir, las casas de corrección y las cárceles,
estaban bajo la dirección de los Ayuntamientos, que, a su vez, debían dar respuesta a las
Diputaciones, pues eran los órganos superiores.
Esta situación es lo que va a dar lugar al desarrollo penitenciario que tuvo lugar durante la
Década Ominosa (1823-1833), después de que los Cien Mil Hijos de San Luis restablecieran el
absolutismo y le devolviesen el trono a Fernando VII en octubre de 1823. No obstante, es
necesario recordar, que en esta etapa histórica nos encontramos con un absolutismo
moderado, pues Fernando VII se veía influenciado por los llamados “absolutistas reformados”
y esta situación, como cabe esperar, además de afectar al ámbito político, afectó también al
jurídico y al ámbito penitenciario, surgiendo una de las importantes normas jurídicas en este
ámbito.
42
Cita tomada del Debate del artículo 21 del Código Penal de 1822 entre San Miguel y Calatrava, tomada
de Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, donde la influencia de Bentham era evidente: “se
perjudicaría al menor de 17 años mientras no haya buenas casas de corrección: y con ese motivo se
recomienda que no se olvide la panóptica de Bentham”. Op. cit., pág. 159.
43
Un proyecto presentado por las Diputación Provincial de Sevilla.
16
LA ORDENANZA GENERAL DE PRESIDIOS DE 1834
Fernando VII muere en el año 1833, dejando como heredera a su hija Isabel II, pero dada su
corta edad, asume la regencia María Cristina, la esposa del rey finado.
Durante esta época, muchos autores comienzan a dejarse influenciar por autores como
Bentham o Beccaria, y ven la necesidad de mejorar definitivamente la situación de los reos en
los centro penitenciarios. El delincuente, que era considerado en el Antiguo Régimen como un
ser malo que debía ser castigado, pasó a ser una persona que por las circunstancias, malas
compañías o quizá por la falta de educación o ya, en última instancia, por la perversidad de su
corazón, se hizo digno de castigo44.
Junto con estas ideas, y retomando la labor que se realizó durante la época del Trienio Liberal,
en el año 1822, se tomó la decisión de proceder a la creación de una Junta, formada en su
mayoría por militares, que elaborase un norma jurídica en relación a esta temática. Surge así,
tras la muerte del monarca, la Ordenanza General de Presidios de 183445.
Los autores han considerado esta Ordenanza de 1834 como la norma clave del cambio del
Estado Liberal de Derecho, pues con esta norma se consiguió una Administración de Justicia
centralizada, puramente penitenciaria y de carácter civil y un sistema penitenciario donde se
da un tratamiento distinto al reo, cumpliendo así con los planteamientos que la doctrina
estaba propugnando en aquella época.
A pesar de los intentos de la doctrina y de la ciencia jurídica de la época, hay una cuestión que
la Ordenanza General de 1834 no pudo resolver. Esta cuestión versa sobre la distinción entre
presidios o casas de corrección y las cárceles. La Ordenanza de 1834 aun mantenía la distinción
entre presidios, aquellos nuevos centros creados como lugares donde los delincuentes
cumplirían condena, y las cárceles, aquellos lugares donde los detenidos eran custodiados
hasta obtener sentencia. Los presidios, así como las casas de corrección, con la Ordenanza de
1834 comenzaban una época nueva, mientras que las cárceles arrastraban aun las
disposiciones recogidas en la Novísima Recopilación de 1805, a pesar de todos los intentos
durante las etapas liberales, es decir, durante las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal.
A lo largo de los años del Antiguo Régimen, los presidios eran competencia de la jurisdicción
militar, dependiendo del Ministerio de Guerra. La disciplina militar era la que imperaba en los
recintos de los presidios, una disciplina férrea, de ahí los maltratos que sufrían muchos reos en
aquellos centros.
44
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.166.
45
Fue sancionada por la Reina María Cristina tras la aprobación del Ministro de Fomento, Javier de
Burgos, el 14 de abril de 1834, y gozó de una amplia vigencia, siendo la norma básica del sistema
penitenciario hasta su derogación formal a principios del Siglo XX. Ahora bien, esta norma fue
completada con un desarrollo reglamentario.
17
Frente a esta situación, surge la figura de los “administrativistas”, también llamados
afrancesados, aquellos que defendían que debía ser la Secretaría de Estado y Fomento quien
llevase el control tanto de las cárceles como de los presidios. Ya la Instrucción de 30 de
noviembre de 1833 abordaba el problema de que todos los centros penitenciarios debían
depender de la Administración del Estado:
“[…] La autoridad judicial cesa desde el punto en que el reo es, en virtud de su
condena, trasladado a uno de dicho establecimientos, cuyo régimen es
exclusivamente de la competencia de la administración. A ella toca organizarlos de
manera que se cumplan las intenciones de la ley y la sentencia del Juez, corrigiendo y
mejorando a los condenados, en lugar de endurecerlos y de pervertirlos”46.
Con la Ordenanza General de 1834 los presidios pasaron a ser competencia del Ministerio de
Fomento, en concreto de la novedosa Dirección General de Presidios. Sin embargo, aunque la
Ordenanza adscribió a la Administración civil el control de los presidios, el régimen interno y el
personal seguían siendo estrictamente militares, manteniendo el mando del centro el
Comandante militar. Conflictos entre los Comandantes militares, quienes dirigían los presidios,
y los Gobernadores civiles se sucedían continuamente. Es más, estos conflictos no desaparecen
definitivamente hasta el año 1881, momento en el que se crea el Cuerpo de Funcionarios
Civiles de Presidios.
Para intentar poner solución a estos conflictos, se crea la figura del Inspector General de
Presidios, que favoreció la influencia militar, es más, denunció en muchas ocasiones que los
problemas de los presidios y su retroceso, se debían a la intervención de los órganos civiles.
Este cargo, le fue asignado al Coronel Montesinos personalmente. El Coronel Montesinos fue
uno de los grandes precursores de la reforma penal. El Coronel Montesinos fue nombrado
Comandante del presidio de Valencia en 1834 y propuso un sistema de talleres presidiales. Sus
méritos más relevantes fueron la libertad condicional, la salud física del recluso y la lucha
contra la ociosidad. Al carecer las Torres de Cuarte de seguridad, Montesinos consigue el
Convento de San Agustín como centro de reclusión. El Convento es reformado por los propios
presos, creándose cuarenta talleres de trabajo. La prisión sufre una importante
transformación, pasando a ser de "seguridad mínima" o "prisión abierta". Este cambio
representa una ruptura con el pasado, creándose nuevas dependencias: oficinas, farmacia,
enfermería, patios con naranjos y hasta un pequeño jardín zoológico. El presidio del Coronel
Montesinos supuso una total ruptura con lo existente hasta entonces.
Por otro lado, los presidios del norte de África siguieron siendo plenamente militares. Dado
que se mandaban allí a los delincuentes más cualificados. El que ostentaba la condición de
Gobernador militar, también era considerado Gobernador civil y el Ministerio de Guerra
ostentaba la gestión y el trabajo de los reos. Lo mismo pasó con el Presidio de Cádiz, que era el
destino para los condenados por los tribunales de la Marina.
Los artículos 1 y 2 de la Ordenanza General de 1834 establecieron tres tipos de presidios. Por
un lado, estaban los presidios correccionales o de “primera clase”, para condenas cortas, de
46
Cita a la Instrucción del 30 de Noviembre de 1833, dirigida a los Subdelegados de Fomento de las
provincias, tomada de Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 171.
18
hasta 3 años, en las capitales de provincia. Por otro, los presidios peninsulares o de “segunda
clase”, para condenas de 2 a 8 años. Por último, los presidios africanos o de “tercera clase”,
para más de 8 años, un lugar que servía para alejar a los presos más peligrosos47. En un primer
momento, eran los jueces y magistrados los encargados de fijar el lugar donde iban a cumplir
condena los presos, separándolos según la clasificación establecida en la Ordenanza. En
concreto, la Ordenanza distinguía a los jóvenes presidiarios, menores de 18 años que debían
ser separados de los presos adultos; y los adultos se diferenciaban en penados de primera,
segunda y tercera clase, que se diferenciaban básicamente en el tipo de tratamiento que
recibían. Los presos eclesiásticos quedaron a parte de esta clasificación, pues recibían un
tratamiento muy privilegiado tanto por los tribunales como en los presidios. Sin embargo, era
tal la dificultad de realizar la separación de los reos, que finalmente los jueces solo establecían
el tipo de presidio, pero el presidio exacto, es decir, el lugar exacto, lo establecería la Dirección
General.
47
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag. 210.
48
Cita a Rafael Salillas, La vida penal en España, pag.227-228, tomada de Ramos Vázquez, La reforma
penitenciaria…, op. cit., pág. 229.
49
Aunque sus principales características fueran esbozadas en la Ordenanza General de 1834, su
principal regulación se hizo a través del Real Decreto de 20 de diciembre de 1843.
19
talleres se estableció con carácter subsidiario respecto al trabajo en obras públicas, para
aquellos que no pudiesen trabajar en obras públicas.
Con la Ordenanza de 1834, todos los presidios pasaron a ser sustentados por las Juntas
Económicas, juntas que eran civiles y que debían encontrarse en cada una de las provincias.
Era el Gobernador civil de cada provincia el que repartía el dinero entre los distintos presidios,
lo que le permitía ejercer un control efectivo sobre los presidios.
Las casas de corrección de mujeres estaban dirigidas por un sacerdote y, dependiendo del
número de presas, había una inspectora, como los vigilantes en los presidios. Eran centros
penitenciarios de régimen eclesiástico. Con el ingreso en las casas de corrección se buscaba la
educación moral de las presas, su corrección era el principal objetivo de su encierro. Tenían
talleres durante el día y se las aislaba por la noche. Las mujeres tenían una situación más
deplorable que los hombres. Las casas de corrección fueron paulatinamente despareciendo a
50
El Reglamento de 15 de abril de 1844, se dictó en desarrollo de la Ordenanza General de presidios
1834 y se pronunciaba sobre las atribuciones de los Jefes políticos en los presidios. Exposición de
motivos: “[…] se haga entender bien a estos que no por cometérseles lo relativo al régimen y disciplina
interior de dicho establecimientos, deben dejar de reconocer con relación a los mismos la autoridad
siempre superior de los Jefes políticos”.
20
lo largo del Siglo XIX, hasta que finalmente esas deficiencias se paliaron con la Penitenciaria de
Mujeres de Alcalá de Henares.
Las cárceles con la Ordenanza General de 1834 pasaron a ser competencia del Ministerio de
Fomento, al igual que ocurrió con los presidios. La diferencia que había entre unas y otras era
que las cárceles siempre habían dependido de los Ayuntamientos, desde un principio tenían
carácter civil. Por tanto, lo conflictos que se sucedieron en los presidios con la entrada de la
Ordenanza de 1834, no tuvieron lugar en las cárceles.
El problema que planteaban las cárceles en esta época era la situación de los presos. Los reos
que se encontraban en las cárceles vivían en unas condiciones de miseria, en un recinto
totalmente insalubre y donde no había ningún tipo de seguridad. Esa situación se quiso
mejorar, era la lucha de la doctrina jurídica durante muchas etapas de la historia. Sin embargo,
la situación económica del Estado no favorecía la reforma de esos edificios penitenciarios.
Ahora bien, si se consiguieron algunas mejoras. En primer lugar, se prohibió la privatización del
oficio del alcaide y, además, obligó a aquellos que hubiesen obtenido el puesto mediante
arrendamiento o en propiedad se lo devolviesen a la Administración Pública, lo que supuso
una mejora en relación a las vejaciones que sufrían los reos
“Uno de los primeros abusos y que más influjo tienen en el mal régimen de los
mismos, es el servicio que suele hacerse de las Alcaldías por propietarios o
tenientes, los cuales han tratado y tratan, generalmente hablando de beneficiar sus
plazas a costa de los pobres encarcelados, comprometiéndose a veces la buena y
segura custodia”51.
Otro logro fue la supresión de los aranceles carcelarios. De este modo, los gastos corrían a
cargo de los ayuntamientos y las diputaciones provinciales. Sin embargo, la difícil situación
económica que imperaba en esta época, hizo “quebrar” las arcas de los ayuntamientos y las
quejas de los ciudadanos aumentaron. Para solucionarlo, se introdujo un sistema de prorrateo,
de esta manera los gastos de los presos pobres de las cárceles de partido debían prorratearse
entre todos los pueblos integrantes de dicho partido judicial, salvo que el reo procediese de
otra provincia, en cuyo caso las Diputaciones tenían que reintegrarse los gastos ocasionados52.
Se produjo una remodelación arquitectónica de las cárceles para introducir el sistema celular,
donde se procedió a la separación por sexos de los reos y a la creación de celdas individuales,
donde se fomentaba su reflexión e instrucción moral y religiosa, lo que se consiguió gracias a la
desamortización eclesiástica que comenzó Mendizábal en 1836. En este sistema celular se
nota la influencia de Bentham, pues era un sistema en el cual, durante el día, los presos
llevarían a cabo una serie de talleres y trabajos, tendentes a su instrucción moral y, durante la
noche, permanecerían aislados, solo con su conciencia.
51
Son palabras literales de la Real Orden de 9 de junio de 1838, sacadas del libro de Ramos Vázquez, La
reforma penitenciaria..., op.cit., pág. 196.
52
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.200.
21
EL CODIGO PENAL DE 1848 Y LA LEY DE PRISIONES DE 1849
Durante la Década del Gobierno Moderado (1844-1854) la cuestión penitenciaria se enlazó con
la problemática que había en esa época en relación a la elaboración de un nuevo código penal.
En 1843 se instituyó la Comisión General de Códigos que daría lugar al Código Penal de 19 de
mayo de 1848 que, junto con la Ley de Prisiones de 1849, estableció un marco normativo
centrado en la situación de las cárceles y los presidios.
El Código Penal de 1848 supuso una marcha atrás en la reforma penal y penitenciaria en
España, ya que uno de los principales penalistas, Joaquín Francisco Pacheco53, se vio muy
influenciado por las ideas de Pellegrino Rossi54. La obra de este jurista italiano introdujo en
España una concepción del delito según la cual todos los hombres debían seguir un orden
moral de cuya vulneración nacía el delito y la pena no era más que una remuneración del mal
determinada de forma proporcional por un juez para la realización de la justicia absoluta55.
Francisco Pacheco difundió y popularizó estas ideas, reduciendo las ideas de Bentham e
introduciendo de nuevo en España la idea del retribucionismo. Defendiendo la idea de la
voluntariedad en la comisión del delito, junto con el fin retribucionista, consideraba otros fines
de la pena de carácter correctivo e intimidatorio. La realización de la justicia absoluta era la
finalidad principal de la pena y, junto a ella, se mantuvo el principio de la utilidad pública,
estableciendo, así, un sistema moderado a la hora de penar.
“La escala de las penas que ha aprobado la Comisión, es inmensa (…). Así también se
consigue economizar la muerte, proporcionando la imposición de otras que puedan
producir una reforma en el carácter y costumbres del delincuente, reforma de que la
sociedad debe sacar grandes ventajas. Este sistema es filantrópico y social a la vez, el
mejor que puede servir de base para una legislación penal56”
Con esta idea, se procedió a realizar una división de las penas en el Código. Las penas se
dividían en aflictivas o correccionales. Las penas aflictivas eran las más duras, pues dentro de
ellas se encontraba la pena de muerte, la cadena perpetua y temporal, el presidio mayor y
menor, la reclusión perpetua y temporal, prisión mayor y menor, el extrañamiento perpetuo y
temporal, el confinamiento perpetuo, temporal, mayor o menor; la relegación perpetua y
temporal y la inhabilitación absoluta y temporal. Mientras que dentro de las penas
53
Joaquín Francisco Pacheco, nacido en Écija en 1808, quien, tras estudiar Derecho en la Universidad de
Sevilla, se traslada en 1832 a Madrid, donde ejerce su carrera, no solo como letrado, sino también como
periodista, fundando el Diario La Abeja, periódico que fue el principal órgano de expresión del
moderantismo. Biografía obtenida de página web Biografías y vidas.
54
Pellegrino Rossi, nacido en Carrara, Toscana, 13 de julio de 1787, fue un economista, político y jurista
italiano. Constituye una importante figura de la Monarquía de Julio en Francia y fue ministro de Justicia
en el gobierno del Estado pontificio, con el Papa Pío IX. Su obra fue traducida por primera vez en España
en 1839. Biografía obtenida de página web Biografías y vidas.
55
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.262.
56
Presentación del Proyecto de Código ante la Comisión General de Codificación en octubre de 1844 por
Manuel Seijas Lozano, quien fue el autor del Código Penal de 1848, aunque fue relegado a un segundo
plano por la fuerte influencia de las ideas de Joaquín Francisco Pacheco.
22
correccionales se encontraban el presidio correccional y el arresto mayor, al que se uniría el
arresto menor para casos de faltas57.
La idea del trabajo de los reos no se abandonó en cierta medida, pues en ciertas penas aún se
mantuvo, como en la pena de cadena temporal, donde los reos (hasta los 60 años y sólo
hombres, las mujeres eran enviadas a casas de presidio mayor) aún eran empleados para las
obras públicas. No obstante, los trabajos eran duros y degradantes, lo que acompañaba al
ascenso de la penalidad. La idea era que cuanto más elevada fuese la pena, más duro sería el
trabajo. Sin embargo, estos trabajos se consideraban un complemento a la pena, no era su
carácter principal, pues la finalidad de la pena era la expiación. El utilitarismo penal se
mantuvo en los presidios africanos, manteniendo el régimen férreo militar y aumentado su
carácter aflictivo.
A pesar de que había muchos diputados en las Cámaras que estaban en contra de la
introducción nuevamente en España de las ideas retribucionistas, pues no estaban de acuerdo
en la perpetuidad de muchas penas y querían limitar la pena de muerte y, además, era una
doctrina totalmente contraria a la imperante en la Europa de la época58, estos no pudieron
debatir el contenido del Código, pues como vía para la aprobación del mismo, se escogió la
aprobación del Código como si de una ley genérica de autorización se tratase. Por lo que, a
pesar de que plantearon las cuestiones anteriormente mencionadas, el contenido del Código
se aprobó de manera íntegra.
El artículo 87 del Código Penal de 1848 remitía a los reglamentos especiales para el gobierno
de los establecimientos en que deben cumplirse las penas, es decir, a leyes anteriores al
Código, como la Ordenanza General de 1834. Dado que esas normas eran insuficientes para la
ejecución de las disposiciones del Código, se elaboró la Ley de Prisiones de 26 de Julio de 1849,
un texto breve, que muchos autores han considerado poco importante, pero al que sí que hay
que señalar ciertos méritos59:
57
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 264.
58
Gómez de Laserna denunció que era un sistema excesivamente severo y que debería adoptarse un
sistema análogo al siglo y conforme a las costumbre del mismo, como el aislamiento nocturno y trabajo
por el día y, si se considera que ese no es el correcto, probar otros sistemas que han sido ensayados en
América y Europa. Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., 267.
59
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 275.
23
El sistema progresivo que se introdujo en España se cimentaba en un régimen de clasificación
de los reos, procurando buscar un tratamiento especializado adecuado para cada tipo de
delincuente. Sin embargo, si bien es cierto que tenía carácter progresivo, no era tan férreo
como el que se implantó en las prisiones inglesas, donde la finalidad educacional primaba
sobre la retributiva de la pena y, para ello, además de introducir nuevos estilos arquitectónicos
(edificios luminosos y abiertos), introdujeron una clasificación moral del delincuente, una
férrea disciplina militar, mucho ejercicio físico, trabajo en talleres o manufacturas y, sobre
todo, una buena educación o enseñanza del preso.
En las prisiones inglesas el trabajo era el objetivo prioritario, se buscaba reeducar al reo para
volver a introducirlo en la sociedad. En España, en la época de la Ley de 1849, el trabajo era
algo accesorio, que en ocasiones los presos podían elegir y que estaba subordinado a intereses
económicos y no todos los presos quedaban sometidos al régimen de trabajo. Por lo que el
sistema progresivo no fue totalmente introducido con la Ley de Prisiones de 1849.
Lo que si introdujo esta ley fue una importante clasificación de los delincuentes, que se
consolidó como base fundamental del sistema penitenciario español. La clasificación60 fue la
siguiente:
La dificultad de llevar a cabo esta clasificación fue un punto candente del debate de esta ley, al
igual que lo fue con el Código Penal de 1848. Por ello, los cambios fueron mucho más lentos de
lo que se pretendía. Hubo mucha confusión a la hora de repartir a los presos en los distintos
establecimientos penitenciarios, muchos de ellos tuvieron que albergar condenados que,
según la clasificación de la ley, no correspondía. Por ejemplo, cárceles de partido no
albergaron sólo a detenidos y condenados a arresto mayor, también tuvieron que recoger a
algunos condenados a prisión correccional.
Esto fue así porque, nuevamente, la economía tuvo más importancia que las intenciones en la
reforma penal y penitenciaria española, pues la construcción de las nuevas prisiones
correccionales en cada capital debía ser sufragadas por las Diputaciones Provinciales, pero
pocos años después esta obligación recayó en los municipios y las provincias, convirtiéndose
las partidas del Estado destinadas a ese objetivo como “presupuesto extraordinario”. Por
tanto, la construcción de los nuevos establecimientos y la manutención de los presos pobres se
mantenía por los fondos de los Ayuntamientos y las Diputaciones, teniendo, incluso, que
aumentarlo si fuese necesario. La misma reina en su momento pidió informes a las distintas
cárceles del reino para estudiar la posibilidad de dedicar una cantidad del presupuesto a algo
60
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.279.
24
tan importante como era la reforma penitenciaria, siempre que no hubiera asuntos
extraordinarios de mayor importancia61.
Otro de los méritos conseguidos con la Ley de prisiones de 1849 fue la reorganización
administrativa, separando las prisiones militares de las prisiones civiles y adscribiendo las
cárceles y las prisiones al Ministerio de Fomento.
Para llevar a cabo las competencias penitenciarias, además de utilizar la antigua Dirección
General de Beneficencia y Corrección de 1847, que vino a sustituir a la Dirección General de
Presidios de la Ordenanza General de 1848, el Ministerio creó la Dirección de Establecimientos
Penales, para poder dividir el trabajo entre las dos. La idea era que la recién creada Dirección
de Establecimientos Penitenciarios se ocupara de la administración central de cárceles y
presidios, dejando el resto de establecimientos a la Dirección General de Beneficencia y
Corrección. Sin embargo, la situación económica volvió a imperar, unificándose ambas
Direcciones en la llamada Dirección General de Establecimientos Penales, Beneficencia y
Sanidad62.Posteriormente, pasó a llamarse simplemente Dirección General de
Establecimientos Penales. Esta Dirección General se ocupaba principalmente de dictar
disposiciones para la ejecución de las órdenes y reglamentos administrativos, proponer
mejoras, aprobar los presupuestos, nombrar y suspender al personal.
Los principales empleados de prisiones nombrados por esta Dirección eran los Alcaides. Cada
cárcel o prisión pasaba a estar dirigida bajo esta figura, quedando solo para los presidios
superiores la figura del Comandante de presidios. No se exigía ningún tipo de preparación
técnica para el cargo, solo se requería ser mayor de 30 años y residente en el lugar de la
prisión.
La ley establecía cuales eran las obligaciones del alcaide, que estaban influenciadas por el
humanismo penal que venía impulsado años atrás la reforma penal y penitenciaria en España.
Los alcaides no podían cometer arbitrariedades en la clasificación de los presos, agravar su
situación en los establecimientos penitenciarios encerrándolos con grilletes o cadenas, salvo
excepciones de seguridad y con autorización judicial; no podían aceptar dádivas o
retribuciones de los presos, vejarlos como medida disciplinaria.
Una última novedad que supuso la Ley de Prisiones de 1849 fue la utilización del Cuerpo de la
Guardia Civil63. Fue un cuerpo creado para la conducción de los reos y la captura de los
fugitivos. A pesar de que en la época se insistió en la necesidad de que fuese la Guardia Civil la
encargada de realizar las labores de guardia penitenciaria, finalmente, solo tenía facultades
para realizar las acciones anteriormente dichas fuera de las prisiones. Dentro de los
establecimientos penitenciarios se seguían empelando antiguas figuras militares, como los
capataces o figuras tan obsoletas como el Cabo de Vara, hasta que a finales del Siglo XIX, en los
años de la Restauración, se lleva a cabo la creación de un cuerpo civil de funcionarios de
prisiones64.
A pesar de que con el Código de 1848 y la Ley de Prisiones de 1849 se dio solución a ciertos
problemas, hubo otros muchos que no consiguieron resolverse en esta etapa. Problemas tales
como la instrucción, la manutención de los presos o el problema del trabajo en los presidios.
Todo ellos denunciado por la doctrina porque suponía un retraso respecto de Europa.
61
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.282.
62
La Dirección General de Establecimientos Penales, Beneficencia y Sanidad fue instaurada en España a
través del Real Decreto de 10 de julio de 1853.
63
El Cuerpo de la Guardia Civil fue fundado por el II Duque de Ahumada, Francisco Javier Girón y
Ezpeleta el 13 de mayo de 1844.
64
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 293.
25
CONCEPCION ARENAL Y EL DEBATE DE LA REFORMA PENITENCIARIA
Tras la muerte de su padre, la madre de Concepción junto con sus hijas se traslada a Madrid en
1824. Un año después de la muerte de su madre, en 1842, Concepción se viste de hombre
para poder asistir a la Universidad Complutense de Madrid y tomar clases en la Facultad de
Derecho. En 1848, Concepción Arenal se casó con Fernando García Carrasco, quien era
abogado, periodista y liberal.
En enero de 1857 Fernando García muere, y Concepción Arenal decide trasladarse a Oviedo y
posteriormente a Potes. En su actividad como letrada, actividad que realizó especialmente en
La Coruña, conoció el horror de las cárceles de mujeres y hombres. Su labor como penalista la
supone el nombramiento de visitadora de prisiones de mujeres en 1863 en La Coruña, cargo al
que renuncia en 1865.
En 1868, es nombrada inspectora de casas de corrección de mujeres, cargo que ocupa hasta
1873. Su influencia en asuntos de prisiones le aseguró su puesto como miembro de la
Comisión Nacional para la reforma penitenciaria en 1873, en el efímero periodo de la I
República española. En 1893, Concepción Arenal falleció a la edad de setenta y tres años en
Vigo, donde fue enterrada.
Concepción Arenal partía de la idea de una justicia humanitaria. Para esta penalista, había una
correlación entre el individuo y la sociedad, siendo el derecho penal una necesidad humana. El
delito era un quebrantamiento a la ética, una violación a la moral del individuo a la que no
podía permanecer ajena la sociedad, pues ella es responsable del mismo67.
La pena o castigo impuesto por la comisión de un delito debe ser capaz de educar o corregir
moralmente a quien lo comete, pero además tiene una finalidad expiatoria, pues el objeto de
la pena es contribuir a la justicia. Por tanto, para Concepción Arenal la pena debía servir tanto
al delincuente como a la sociedad.
Debida la gran experiencia de esta mujer en las prisiones, llegó a determinar que había
diversas categorías de presos, algunos de ellos incorregibles, para los que admitió la pena
perpetua. Sin embargo, la mayoría de ellos no son “monstruos” y podían llegar a enmendarse
a través de la educación moral, siempre preservando la individualización de la pena para cada
delincuente68.
65
M. Eugenia Pérez Montero, “Revisión de las ideas morales y políticas de Concepción Arenal”, tesis
doctoral en la Universidad Complutense de Madrid, 2004, Madrid.
66
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 310.
67
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag. 313.
68
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pag.314.
26
“Los criminales, salvo algunas excepciones, no son monstruos fuera de todas las leyes
morales, a quienes es imposible aplicar ninguna regla, sino delincuentes de alma, en
los que, como los del cuerpo, salvo el órgano u órganos enfermos, los demás
funcionan con regularidad y conforma a las leyes establecidas por Dios para todos los
seres”69.
Tanto las penas individualizadas como la educación moral eran complementadas la idea de
que los presos debían recibir un trato digno y humanitario, pero también defendía que las
penas debían ser duras, para despertar la conciencia del delincuente. Por tanto, Concepción
Arenal admitía la posibilidad de armonizar la finalidad correctiva con la expiatoria.
Concepción Arenal fue una de las principales precursoras en la reforma de las cárceles de
mujeres y cualquier iniciativa a favor del tratamiento penal especializado para los jóvenes. Fue
esta penalista quien denunció la situación en la que se encontraban las mujeres en la
Penitenciaría de Alcalá de Henares, situación que algo mejoró cuando se hicieron cargo del
régimen interno las Hijas de la Caridad. En lo referente a los delincuentes jóvenes, pedía un
trato justo, pero tutelar, ya que al ser menores veían limitada su capacidad jurídica y, además,
eran fácilmente corregibles. Todo ello conseguido en el momento en el que, a través de la Real
Orden de 29 de diciembre de 1875, se establece en España una penitenciaria para jóvenes
delincuentes, menores de 21 años.
Otros debates en los que participó Concepción Arenal fueron el referente al personal de
prisiones y el referente a las colonias penitenciarias. En relación al primero de ellos, era
partidaria de crear un cuerpo penitenciario instruido y preparado para las funciones
correspondientes al cargo. En relación a las colonias penitenciarias, se mostró totalmente en
contra de crear colonias para adultos, pero si favoreció la creación de colonias agrícolas para
jóvenes, pues con ellas se favorecía su reeducación.
En cuanto al sistema penitenciario defendido por Concepción Arenal. El sistema más idóneo en
opinión de esta penalista era un sistema de aislamiento celular y el silencio, aunque
defendiendo al mismo tiempo la necesidad de un trabajo remunerado y la instrucción moral
como requisitos necesarios para la corrección de los presos. Se debía partir del aislamiento del
reo en su celda, tanto para dormir, como para comer y trabajar, pero este saldría para trabajar,
hacer ejercicio y recibir educación moral, religiosa y literaria. También podría recibir visitas de
los empleados de la prisión, miembros de asociaciones de caridad y parientes, cuando
ofrecieran suficientes garantías de moralidad, por lo que el aislamiento no era absoluto70.
69
Cita a Concepción Arenal a su obra Cartas a los delincuentes, en el libro de Ramos Vázquez, La reforma
penitenciaria… op. cit., pág. 313.
70
Cita a Concepción Arenal, Reforma Penitenciaria, en artículos sobre beneficencia y prisiones, tomada
de Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 319: “El penado podrá recibir visitas de los
individuos de su familia que sean honrados. […] Podrá mantener correspondencia con su familia si es
honrada y aun con alguna persona que sin ser pariente pueda por su virtud e ilustración contribuir a
moralizarle”.
27
Concepción Arenal debe ser considerada como un hito fundamental en la reforma
penitenciaria en España, no solo por sus grandes conocimientos de teoría, creando una escuela
propia, sino porque su opinión fue determinante en muchos de los asuntos más urgentes de la
misma.
Tras la revolución de la Gloriosa, se pensaba que comenzaba una nueva etapa de esperanza en
todos los ámbitos, incluida la rama penitenciaria. La misma Concepción Arenal esperaba que
abriese los horizontes del sistema penitenciario español.
Uno de los primeros pasos que se dieron fue la elaboración del Código Penal de 187072, que no
se puede decir que fuera un Código nuevo, sino que se tomó el código anterior y se adaptó a
la realidad de la época, a los principios de libertad reconocidos por la Constitución de 1869.
Este Código supuso una reforma conservadora y útil para la protección de los derechos
individuales, pero la finalidad de la pena seguía siendo retribucionista, diferenciándose unas
penas de otras en su duración. Uno de los logros del Código de 1870 fue la recuperación del
trabajo obligatorio tanto para los condenados a penas de presidios o superiores, como a los
condenados a penas inferiores a la prisión, pues se trata de un texto elaborado en un época en
la que ya fluyen las ideas del correccionalismo. Sin embargo, si se mantuvo la idea recogida en
el Código de 1848 de que cuanto más dura fuese la pena, más duro sería el trabajo.
Durante la época de la I República Española (1873-1874), cabe destacar el Reglamento para las
Cárceles de Madrid de 22 de enero de 1874, cuyos objetivos fueron73:
71
Cita a Manuel Casas Fernández, Concepción Arenal y su apostolado, Madrid, 1950, tomada de Isabel
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria en la historia contemporánea española, op. cit, pág. 351.
72
El Código de 1870 pretende adaptar el texto de 1850 a las exigencias de la Constitución de 1869,
surgida de la revolución liberal de 1868. Aunque se tramitó con carácter de urgencia y entró en vigor de
forma provisional, mientras las Cortes elaboraban un texto definitivo, tuvo en realidad una larga
vigencia que, salvo el intervalo del Código de 1928, se prolongó hasta el Código de 1932.
73
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 358.
28
Solucionar los problemas de clasificación que se mantenían en las Cárceles de
Audiencia, las Cárceles de Partido y los Depósitos municipales.
Se impuso un sistema de oposiciones civiles para el acceso al oficio, proceso que se hizo
paulatinamente, es decir, comenzó en la Cárcel-Modelo de Madrid y posteriormente se fue
aplicando en el momento en el que quedaba alguna plaza vacante. Los Alcaides y
Comandantes pasaron a denominarse Directores y el resto de empleados pasarían a ser
vigilantes, pertenecientes a la sección denominada Dirección y Vigilancia, o administradores,
pertenecientes a la sección de Administración y Contabilidad. El único oficio que no fue objeto
de reforma, fue el oficio de celador, pues esta figura continuó siendo elegida entre los presos
de mejor conducta, siendo el cargo un premio para ellos74.
Con la Restauración se crea un Consejo Penitenciario. Este órgano contaba con el Ministro del
ramo, es decir, el Ministro de Gobernación, posteriormente el de Justicia, como Presidente; el
Director General de Establecimientos Penales como Vicepresidente y como vocales natos un
Ministro del Tribunal Supremo, un Teniente o Abogado Fiscal del mismo tribunal, un Ministro
togado del Consejo Supremo de Guerra y un Presidente de la Sala de Audiencia de Madrid.
Como vocales electivos se encontraban Abogados del Ilustre Colegio de Madrid, académicos
de la Facultad de Medicina y Cirugía, catedráticos de la Facultad de Derecho de la Universidad
Central, entre otros muchos otros, todos ellos personas con cargos importantes.
74
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág.366.
75
Este cambio se produjo con la promulgación del Real Decreto de 12 de Agosto de 1889. Durante los
primeros años de la Restauración, esta Dirección General continuó siendo competencia del Ministerio
de Gobernación, pero gracias a los penalistas que consideraban que lo más lógico y lo más cómodo era
que fuese el Ministerio de Justicia el competente, se produjo el cambio, pues desde el punto de vista
jurídico era lo más correcto.
29
La nueva organización de los establecimientos penitenciarios se estableció con la Ley de 1 de
septiembre de 1879, que estableció el siguiente orden76:
Además, como novedad esta ley separaba a los delincuentes menores de 20 años de los
delincuentes adultos y también introdujo una clasificación de penados en función del delito
cometido, en lugar de tener en cuenta las características físicas del reo. Así se distinguían reos
de delitos políticos, delitos perseguibles a instancia de parte y el resto de delitos.
Gracias a esta ley, se pudo llevar a cabo la construcción de la Cárcel Modelo de Madrid, que no
se terminaría hasta 1884. Su estilo arquitectónico consistía en un cuerpo central poligonal,
donde estaría el cuerpo de vigilancia penitenciaria y un conjunto de galerías de forma
estrellada, convergentes en el espacio central, con un total de cinco naves. En este centro
habrían de ingresar los detenidos y procesados de forma cautelar, los condenados a arrestos
menor y mayor por los Tribunales de Madrid, los condenados a presidio o prisión por la
Audiencia territorial de Madrid y los extranjeros o presos en tránsito. El reglamento que se
aplicaba en la cárcel Modelo imponía un sistema dirigido a la enmienda, basado en el
aislamiento celular y la aplicación de un régimen progresivo en tres periodos, a los que
accedían gracias a un sistema de premios ganados por el preso. El primer periodo, calificado
como preparación, los presos estaban sometidos al aislamiento, pudiéndoles privar incluso del
trabajo. El segundo periodo, que duraba más o menos la mitad de la condena, el preso acudía
a la escuela y a los talleres en silencio, pudiendo comunicarse con su familia o personas del
exterior una vez al mes. Durante el tercer periodo, el preso ejercía servicios mecánicos, se le
retribuía por ese trabajo, pudiendo llegar a ser nombrado maestro del taller por el Director77.
Otra de las ideas que impulsó la reforma penitenciaria de esta época fue la colonización
penitenciaria. Los argumentos que se esgrimían a favor de esa práctica, además de que era la
práctica de la Europa de le época, fueron que estaba previsto en la ley, que era la mejor
medida para apartar a los presos más peligrosos y que no era posible su corrección y que era
muy útil para repoblar, mantener y aprovechar los recursos que ofrecían las colonias. Surge así
la Colonia Penitenciaria de Ceuta, a través del Real Decreto de 23 de diciembre de 1889, texto
que supuso el afianzamiento del sistema progresivo en España. Esta colonia estaría prevista
para los condenados a cadena o reclusión, ya fuere temporal o perpetua. Su régimen
progresivo comprendía cuatro periodos. El primero de ellos, el periodo de preparación, en el
que el reo se comunicaba solo con los funcionarios del establecimiento. El segundo, dedicado a
la instrucción, con asistencia a la escuela y el trabajo en común, bien en obras públicas, bien en
talleres. El tercero, donde el preso trabajaba libremente en la ciudad o en el campo. En el
último periodo, el reo circulaba libremente por la colonia, podía elegir oficio, sometiéndose a
la disciplina de la Instituto Penitenciario. Este régimen, posteriormente, se aplicó en el resto de
presidios norteafricanos, hasta que en 1907 se decretó el cierre de todos ellos78.
76
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 372.
77
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 375.
78
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 386.
30
Otro de los grandes iconos de la reforma penitenciaria de la Restauración fue la creación de la
Penitenciaria de mujeres de Alcalá de Henares, convirtiéndose este centro en la prisión central
de mujeres. Su estilo arquitectónico hacía de ese centro un espacio grande y luminoso, bien
ventilado. Tenía dos grande pabellones, un gran patio y muchas zonas comunes, con talleres,
enfermería. Sin embargo, la falta de organización en esos centros todavía era bastante grande.
Concepción Arenal denunció en su momento la falta de educación moral a las presas, la mala
alimentación que recibían y lo mal tratadas que estaban, lo que producía que en muchas
ocasiones se produjeran motines, mantenían relaciones con los hombres del presidio y los
hijos de las reclusas caminaban libres por el establecimiento penitenciario. Esta situación
mejora con la llegada de las Hijas de la Caridad, quienes se encargaban del funcionamiento
interno de la prisión e introdujeron la idea del correccionalismo. Ellas se ocupaban de los hijos
de las reclusas, que podían permanecer en el centro penitenciario hasta los siete años, e
introdujeron importantes cambios. La principal diferencia de este establecimiento respecto del
resto ocupados por hombres, fue que este centro siguió siendo competencia del Ministerio de
Gobernación y se mantuvo la antigua figura de la celadora. Además, el carácter eclesiástico se
mantuvo, lo que es lógico ya que eran las Hijas de la Caridad eran las encargadas del régimen
interno.
Durante los primeros años del Siglo XX, tuvo lugar la verdadera consolidación de la reforma
penitenciaria de la época de la Restauración. En estos años cabe destacar dos textos
normativos. El primero de ellos, es el Real Decreto de 3 de junio de 1901, que derogó
formalmente la antigua Ordenanza General de Presidios de 1834, acabando con los últimos
resquicios de control militar y consolidando definitivamente el sistema progresivo en España.
Para la implantación del sistema progresivo, estableció cuatro periodos79:
El otro texto normativo que destacó fue el Reglamento de Servicio de Prisiones de 191380, que
es considerado como el verdadero Código penitenciario que cierra la etapa de la Restauración.
Este Reglamento dividió en cuatro grupos las prisiones españolas81:
79
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 396
80
Este reglamento fue publicado por el Real Decreto de 5 de mayo de 1913. Fue una norma que intentó
agrupar y clasificar la amplia legislación penitenciaria, dando lugar a un extenso texto, 518 artículos, que
versaba, no sólo sobre el personal y sus funciones en las prisiones, sino también sobre el régimen
presidial, la clasificación de las prisiones, régimen disciplinario, etc.
81
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., págs. 402-403.
31
Las prisiones de partido, que además de servir como prisión preventiva durante el
sumario, en ellas se cumplía la pena de arresto mayor y arresto menor en aquellas
zonas donde no hubiese depósitos municipales.
Los destacamentos penales, creados como manifestación del sistema progresivo entre
1911 y 1913, donde se recluían a aquellos que se encontrasen en el cuarto periodo.
Esta Escuela de Criminología fue suprimida durante la Dictadura de Primo de Rivera, pero
durante la II República, se fundará el Instituto de Estudios Penales, inspirado en la Escuela de
Criminología.
En los últimos años de la Restauración se llega el fin de los presidios africanos y se lleva a cabo
el proceso de colonización interna. La razón de ello fue que los presidios norteafricanos cada
vez recibían más críticas, por las condiciones en las que vivían los presos. Además, en Europa
no había un espejo en el que fijarse, en cuanto a la colonización exterior, pero si en la
colonización interior, en la fundación de colonias agrícolas donde proceder a la corrección del
delincuente. Con el Real Decreto de 6 de mayo de 1907 desaparecen definitivamente los
presidios africanos. Por esta razón se creó una Comisión Mixta del Ministerio de Agricultura y
Obras Públicas y de la Dirección General de Prisiones, cuya función fue buscar una alternativa
donde situar las colonias internas. Surge así la Colonia Penitenciaria del Dueso, que se
organizaría de acuerdo al sistema progresivo y en las condiciones adecuadas para favorecer el
trabajo al aire libre y recogería a los penados que estuvieran en el primer, segundo y tercer
grado, siendo este último el periodo en el que se debía preparar al reo para su reinserción en
la sociedad.
Durante estos años, también se promulgó en España la primera ley reguladora de la libertad
condicional, a través de la Ley de Libertad Condicional de 23 de julio de 1914. Esta ley fue
aplicada para todos aquellos presos que fueron reclusos en la Colonia Penitenciaria de Ceuta.
82
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 411.
83
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 412.
32
LA REFORMA PENITENCIARIA DURANTE LA DICTADURA DEL GENERAL
PRIMO DE RIVERA
El golpe de Estado dirigido por el General Miguel Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923,
supone el comienzo en España de una Dictadura (1923-1931), apoyada por el rey Alfonso XIII,
coincidiendo con el ascenso del resto de totalitarismos que tuvieron lugar en Europa.
El objetivo que tenía el régimen de Primo de Rivera era “devolver el orden a España”. Para ello,
suspendió la constitución, todas las garantías constitucionales, disolvió las Cortes, prohibió los
partidos políticos y declaró el estado de guerra hasta dos años después del golpe84.
Cabe destacar el Real Decreto de diciembre de 1923, por el que se reorganizaba la Inspección
penitenciaria. Esta institución fue adaptada a las exigencias de la época, sin tocar su espíritu
correccionalista. La Inspección penitenciaria se dividió en general y local. Se perseguía con ello,
una mayor centralización y control del servicio de inspección, pero también una mayor
responsabilidad de sus órganos. Durante el régimen, el cargo de Inspector General de Prisiones
los ostentó Fernando Cadalso, quien también ejercía como Director General de Prisiones.
Fernando Cadalso era el principal responsable de las cuestiones penitenciarias.
En lo referente al mapa de prisiones civiles del Estado, también se hicieron cambios durante la
Dictadura. Estos cambios comenzaron con la supresión de la cárcel de Chinchilla en diciembre
de 1925. En los años siguientes siguieron produciéndose numerosas modificaciones,
ampliaciones y construcción de nuevos centros penitenciarios, como la prisión de Zaragoza,
Salamanca, Segovia, Avilés, Granada o Huelva, o la adscripción de la prisión de Melilla a la
prisión de Málaga.
Una de las modificaciones más significativas que se produjeron durante la Dictadura fue la
creación de una nueva demarcación judicial del territorio, realizada a través del Decreto-Ley de
17 de diciembre de 1926. Con este texto legal se mandó suprimir 40 juzgados de instrucción y
primera instancia, junto con sus respectivas prisiones preventivas, aunque gracias a las
Diputaciones y los Ayuntamientos, que se ofrecieron para sufragar los gastos de los mismos,
siguieron funcionando. A pesar de ello, y a pesar de que se comprometieran a pagar los gastos,
de los 40 juzgados solo continuaron su labor 25.
84
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág.415.
85
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág.424.
33
En octubre de 1928, se llevó a cabo otra reforma importante, cuyo objetivo era la creación de
un Código Penal y la conciliación de la legislación penitenciaria. EL Código Penal fue
promulgado el 8 de septiembre de 1928. Fue un Código poco preciso en cuanto a los principios
que propugnaba y su contenido. Fue un código que no gustó demasiado a la doctrina. No
obstante, salió adelante y para conciliar sus principios con la legislación penitenciaria, se creó
una Comisión que, presidida por el Director General de Prisiones, se encargaron de la
elaboración de un Reglamento. Dicho Reglamento, el Reglamento Orgánico de Servicios
Penitenciarios, se aprobó en noviembre de 1930, al final de la Dictadura de Primo de Rivera,
unos meses antes del fin de la misma, y vino a sustituir al Reglamento de Prisiones de 1913.
Resultó ser un texto muy extenso que, no sólo se ocupó de la clasificación de las prisiones y su
régimen interno, sino que también estableció un régimen disciplinario, visitas, trabajo, la
aplicación de la libertad condicional, administración y contabilidad y lo relativo al personal de
prisiones86. Este Código, o la mayor parte de sus preceptos, estuvieron vigentes durante la
etapa republicana, pues no fueron objeto de una derogación formal, sino que simplemente
sufrieron reformas parciales.
“Una llamada telefónica del presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora,
me sorprende, tanto por oír su misma voz como por su inesperado mensaje. Sus
palabras las recuerdo fielmente. “Victoria, ¿quiere usted prestarnos su
colaboración?”. Sin vacilar un momento, le respondí: “Con entusiasmo y toda mi
voluntad, estoy a sus órdenes” […] Pocos días después me convocaba don Fernando
de los Ríos, ministro de Justicia del Gobierno, para darme posesión de mi cargo”87.
Victoria Kent fue una gran jurista y política y se la considera la sucesora de Concepción Arenal,
por quien estaba fuertemente influenciada. Nació en Málaga, probablemente el 3 de marzo de
1889, aunque hay discrepancias documentales sobre la fecha. Su padre, José Kent Román, fue
un comerciante de tejidos, y su madre, María Siano González, ama de casa. Vivió en Málaga
hasta 1917, año en que marchó a Madrid a estudiar el bachillerato en el instituto Cardenal
Cisneros, apoyada por su madre y por los contactos que había trabado su padre. En 1920
ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, donde cursa la carrera como
alumna no oficial hasta su licenciatura en junio de 1924.
86
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 427.
87
Cita a Victoria Kent, Las reformas del sistema penitenciario durante la Segunda República, en la obra
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 429.
34
Se colegia en enero de 1925 y, aunque no tenía demasiado interés en ejercer la profesión ante
los tribunales, no tardó en tener su primera intervención como abogada defensora. Se hizo
famosa en 1930 defendiendo ante el Tribunal Supremo de Guerra y Marina a Álvaro de
Albornoz, miembro del Comité Revolucionario Republicano, detenido y procesado junto con
los que después formaron el Gobierno provisional de la República, a raíz de la Sublevación de
Jaca de diciembre de 1930. Fue la primera mujer en intervenir ante un consejo de guerra en
España, consiguiendo la absolución de su defendido. Afiliada al Partido Republicano Radical
Socialista (PRRS), fue elegida en 1931 diputada de las Cortes Constituyentes por Madrid88.
La humanización de las penas, la protección de la dignidad del preso a pesar de haber perdido
su libertad, fueron los principios que guiaron la labor legislativa de esta primera etapa. A favor
de la libertad religiosa establecida en la Constitución de 1931, se dictaron normas que
garantizaban la libertad de cultos a los reos y que acababan con la influencia religiosa en los
presidios. La Orden de 22 de abril de 1931 liberó a los presos de su obligación de acudir a actos
religiosos y permitía leer la prensa si no se encontraban en régimen de aislamiento. Este texto
fue complementado con la Orden de 4 de agosto de 1931 que disolvía el personal de
capellanes del cuerpo de prisiones y permitía a los recursos ser atendidos por representantes
de otras religiones, si ellos lo solicitaban expresamente. Por último, con el Decreto de 23 de
octubre de 1931 ponía fin a la labor de las Hijas de la Caridad en los establecimientos
penitenciarios de las mujeres, que fueron sustituidos por un cuerpo civil especializado, la
Sección Femenina Auxiliar del Cuerpo de Prisiones. El acceso a ese cuerpo se hacía por
concurso público y podían presentarse mujeres de entre 27 y 45 años con ciertos
conocimientos previos que establecía la ley89.
Ahora bien la lucha de Victoria Kent consistió en el establecimiento de una serie de medidas
que mejorasen las condiciones de los detenidos.
“Con urgencia fueron dadas las órdenes de sustituir los camastros inmundos de las
cárceles por jergones nuevos. Nos encontramos con que el presupuesto de que podía
disponer para todos los servicios y necesidades de las cárceles y penales era el que
había señalado el régimen monárquico anterior […] Con ese mismo presupuesto al
que había de atenerme, aumenté el capítulo destinado a alimentación de los reclusos,
sin necesidad de pedir suplemento de crédito.
Las celdas de castigo, cadenas y grilletes fueron suprimidos en todas las prisiones y
penales. […] Esta reforma fue una de las que causaron más sensación en la opinión
pública.
[…] En el aspecto cultural dispuse que se celebraran conferencias y conciertos a
solicitud del director de cada prisión y se permitió la entrada de la prensa para los
reclusos, siempre que fuera autorizada por el director. De este modo se evitaba lo que
venía sucediendo: la entrada clandestina de toda clase de periódicos”90.
Otras medidas aprobadas se encontraban relacionadas con las condiciones de vida de los
presos, fueron dirigidas a mejorar la higiene, la sanidad, se obligaba a los funcionarios a no
distanciarse del lugar de residencia en prisión, les prohibieron llevar armas de fuego en los
establecimientos penitenciarios y también se prestó especial atención a la situación de los
presos mayores de 70 años, proponiéndose que los presos que llegaran a esa edad, si daban
garantías de llevar una vida correcta, se les otorgaba el beneficio de la libertad condicional.
88
Biografía obtenida de página web Biografías y vidas.
89
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 433.
90
Cita a Victoria Kent, Las reformas del sistema penitenciario durante la Segunda República, en la obra
de Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 432.
35
La reforma que, en opinión de Victoria Kent, produjo mayor alarma social, fue la relativa a la
concesión de permisos de salida a los reclusos. La idea de que los presos que tuviesen una
buena conducta y estuvieran en un grado avanzado pudiesen disfrutar de permisos de fin de
semana, fue lo que hizo que el gobierno se replantease la política penitenciaria de Victoria
Kent. Esta innovación, junto con su intención de conseguir vis a vis entre los reclusos con sus
parejas y la depuración del cuerpo de funcionarios de prisiones, fue lo que llevaría a su
dimisión como Directora General en junio de 1932. La depuración del cuerpo de funcionarios
se encaminó con la creación del Instituto de Estudios Penales, cuya finalidad era la formación
del personal de prisiones con estudios en penología, criminología, pedagogía, psicopatología,
derecho penal y penitenciario, etc.
Contemporánea a Victoria Kent fue Clara Campoamor, una figura importante en la etapa de la
II República a la que es necesario hacer mención.
Clara Campoamor Rodríguez nació en el seno de una familia madrileña. Su padre, Manuel
Campoamor Martínez, fue contable en un periódico, y su madre, Mª Pilar Rodríguez Martínez,
era costurera. La familia paterna procedía de Cantabria y Asturias, mientras la materna de
Madrid y Toledo. Cuando contaba con sólo 10 años de edad, muere el padre, lo que, en cuanto
fue posible, la llevó a dejar sus primeros estudios y a colaborar en la economía familiar.
La labor de Clara Campoamor fue importante en relación a las mujeres. Luchó activamente por
conseguir que las mujeres pudieran votar y así lo hizo como diputada, pues en aquella época
las mujeres no podían votar pero si ser elegidas.
91
Cita a Victoria Kent, Las reformas del sistema penitenciario durante la Segunda República, en la obra
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 437.
92
Biografía obtenida de página web Biografías y vidas.
36
"Defendí en Cortes Constituyentes los derechos femeninos. Deber indeclinable de
mujer que no puede traicionar a su sexo, si, como yo, se juzga capaz de actuación, a
virtud de un sentimiento sencillo y de una idea clara que rechazan por igual: la
hipótesis de constituir un ente excepcional, fenomenal; merecedor, por excepción
entre las otras, de inmiscuirse en funciones privativas del varón, y el salvoconducto de
la hetaira griega, a quien se perdonará cultura e intervención a cambio de mezclar el
comercio del sexo con el espíritu"93.
Si bien es cierto que Clara Campoamor y Victoria Kent no estuvieron de acuerdo en la idea de
otorgar el derecho de sufragio a las mujeres, si que estuvieron de acuerdo en cambiar la
situación que tenían las mujeres en los establecimientos penitenciarios, lo que llevó a la
construcción de la nueva Cárcel para mujeres de las Ventas, en donde no existían las celdas de
castigo, y la creación del Cuerpo Femenino de Prisiones. Este centro penitenciario para
mujeres fue construido en 1931 con la intención de que se dignificara la condición de la mujer
reclusa de cara a su reinserción. La situación de la mujer, con este modelo, y la introducción de
las funcionarias del Cuerpo anteriormente mencionado, sufre un gran cambio, un cambio muy
positivo, que con la Dictadura del General Franco termina, pues se convierte la cárcel en un
almacén de reclusas donde todas eran hacinadas y tratadas en pésimas condiciones. La cárcel,
que fue construida para un número de 450 personas, llegó a superar las 4.000, parecido
hacinamiento al que se había vivido durante el primer año de la Guerra Civil Española.
Tras la dimisión de Victoria Kent, sucedieron en el cargo otras figuras, como Vicente Sol
Sánchez, entre otros, y que se caracterizó por el abandono del correccionalismo para dar paso
a una nueva ideología que defendía la defensa social. Este cambio, se debió a los continuos
indultos que se otorgaron, la regulación de la libertad condicional y las numerosas fugas que se
dieron en años anteriores, lo que aumentó la alarma social.
“El problema de las Prisiones ha evolucionado hoy en su esencia, y más que la obra
científica de la corrección y reforma del hombre delincuente, constituye al día su fin
primordial la función de seguridad y aislamiento del hombre peligroso”94.
En estos años, se llevó a cabo la creación de un nuevo Cuerpo de Seguridad de Prisiones con
condiciones muy favorables para los aspirantes, quienes debían haber pertenecido a algún
cuerpo armado. Los puestos que se ofrecían intentaban hacerse atractivos por la peligrosidad
que entrañaban. Este nuevo modelo, no sólo fomentó el corporativismo, sino que supuso una
vuelta atrás en el régimen penitenciario, pues nuevamente volvía a introducirse en los centros
penitenciarios la disciplina militar, que retrotraía los avances del correccionalismo a tiempos
pasados.
Se dictaron normas jurídicas que buscaban crear un ambiente más restrictivo. Un ejemplo de
ello fue que, a partir de la Orden de 5 de junio de 1933, se les impedía a los presos leer la
prensa, prohibiéndose, además, la libertad de opinión en la misma.
Ahora bien, aunque fuese un régimen restrictivo, preocupado por la seguridad, no se puede
decir que acabase con toda la labor de humanización y corrección alcanzada en años
anteriores. Simplemente esos aspectos ya se daban por supuestos y la reforma penitenciaria
de esta época solo ayudaba a su evolución.
El Código Penal que se aprueba en octubre de 1932 no solo abole la pena de muerte, la pena
de relegación y degradación, sino que también moderniza las penas privativas de libertad,
93
Discurso de Clara Campoamor a favor del sufragio femenino, sacado de Ideal.es.
94
Cita a la Circular de la Dirección General de Prisiones de 19 de junio de 1932, tomada de la obra de
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 438.
37
suprimiendo la cadena perpetua y temporal y reduciendo la clasificación de las penas a tres
tipos: la pena de reclusión mayor o menor, presidio y prisión o arresto. El objetivo de este
Código era mantener los principios alcanzados en la ejecución de las penas, la clasificación de
penados, mantener el sistema progresivo, aplicando, dentro de lo posible, la libertad
condicional; trabajo y educación del delincuente como presupuestos básicos de su reinserción,
trato humanitario de los presos, etc95. Es decir, en este régimen se mantuvieron todos los
logros conseguidos a lo largo de los años de la reforma penitenciaria en España, pero siempre
se debe perseguir mantener la seguridad ciudadana y el orden público.
El nuevo Código Penal de 1932 introducía una nueva clasificación de los establecimientos
penitenciarios, según la naturaleza y la gravedad de la pena, una clasificación que no impidió el
hacinamiento de los presos en las prisiones de partido, que se iban poblando por los
numerosos detenidos de la crisis social y económica, todo ello aumentado por la promulgación
en 1933 de la Ley de Vagos y Maleantes que permitía detener a muchas personas por razones
de peligrosidad social, lo que llevó a que muchos de los centros penitenciarios que fueron
cerrado por Victoria Kent tuvieran que reabrirse, además de construirse nuevos
establecimientos.
Para llegar a una solución, se volvió a recoger la idea de crear nuevos centros de reclusión en
el exterior, es decir, la colonización penitenciaria exterior. Sin embargo, esta idea no pudo
llevarse a cabo antes de la declaración de la Guerra Civil. Pero se implantaron otros centros
aun peores para acabar con este problema. Se crearon colonias penitenciarias o campos de
concentración en las islas canarias del Hierro y Lanzarote. Esta situación empeoró con el
estallido de la Guerra Civil y la instauración de la Dictadura Franquista.
El régimen franquista, que fue instaurado tras la Guerra Civil (1933-1939), significó la invasión
del Derecho Penal ordinario por la legislación de guerra, las leyes penales militares tenían
prioridad sobre las ordinarias, sobre todo para los delitos contra la seguridad del Estado o el
orden público, cometidos por los civiles en tiempo de paz.
Era un sistema basado en la unión entre ideología y terror. Durante el siglo XX, se han dado
muchos ejemplos, muy significativos, de fusión entre ideología y terror. Prácticamente, todos
los gobiernos totalitarios de la Europa de entreguerras establecen sistemas en este ámbito en
95
Ramos Vázquez, La reforma penitenciaria…, op. cit., pág. 442.
38
contra de sus enemigos políticos. Ejemplos de ello fueron el régimen nazi, la Italia fascista y la
Rusia soviética. En estos regímenes, uno de los elementos principales fue el matiz racial para
considerar a una persona como enemigo del régimen. En España el elemento que se usó para
justificar la crueldad del régimen fue el matiz religioso. Su principal consecuencia fue la
segregación social entre vencedores y vencidos.
El sistema establecido por el General Franco, el regimen que estableció en general, era un
regimen en el que se unian la Iglesia Católica y la jurisdiccion militar. Por esta razon, no se
encuentra mucho trabajos o documentos a los que poder acceder para un estudio de este
regimen. La mayor parte de la documentacion se encuentra custodiada en archivos militares, a
los que el acceso es casi imposible, por ello es muy dificil construir una visión del régimen. Ha
sido posible identificar las prisiones con las formas de terror del regimen gracias a testimonios
orales, víctimas de la guerra y de la represión. Han sido muy importantes los estudios locales,
estudios que mostraban la represion, el miedo que sufria la sociedad de la posguerra.
La cárcel fue una realidad ligada a la represión, caracterizada por su dureza, pero ajena a la
politica destina a instaurar el regimen franquista. El proceso del formación del penitenciarismo
franquista se desarrolla sin tener en cuenta los principios penales propios de la ideología
fascista, sino que reutiliza la doctrina anterior.
Al igual que en el resto de regimenes totalitarios, España también tuvo sus propios campos de
concentracion franquista. Sin embrago, estos no nacieron con la misma intención que los
campos de concentracion nazis o soviéticos, cuyo principal objetivo era el exterminio de los
enemigos del regimen. En el caso español, estos campos sirvieron para aplicar los elementos
paradigmáticos de la dictadura, a saber, la violencia, la coerción y la depuración, y para
clasificar posteriormente a los opositores al régimen. Constituirían un espacio de practicas
politicas creado a traves de experimentos con presos.La posición de la prision en el régimen
franquista era secundaria. La naturaleza del sistema penitenciario franquista se ve con más
claridad en el cumplimiento de las penas.
Esto es uno de los datos que caracerizó la vida en las prisiones en la época franquista, el
número de presos en los recintos era muy elevado. Nace así lo que se denomina como prision
habilitada. El sistema que fue creado en época republicana, formada por las cárceles
provinciales, prisiones, depósitos municipales, cárceles de partidos, centros correcccionales y
demás centros, fue poco a poco desbordado por el número de presos. A medida que el Ejército
Nacional avanzaba, por la geografía española se iban creando centros de detención para los
que fueron empleados todo tipo de edificios. La desamortizacion del siglo XIX sirivió para
convertir conventos y monasterios en presidios. La Guerra Civil supuso la conversión de
39
castillos, cuarteles, cines, fábricas, colegios, plazas de toros y demás edificios en espacios para
albergar presos y detenidos. La Iglesia fue la principal suministradora de edificios habilitados
en prisiones, seguida por el Ejercito.
Todo el esfuerzo del regimen, el objetivo político, era ofrecer una vision de unidad y
estabilidad frente a la fragmentación de la República. Para ello derogaron las normas
republicanas y restablecieron el Reglamento de 193096. En el orden penitenciario, una de las
principales normas del franquismo a tener en cuenta es el Decreto de Redención de Penas por
el Trabajo97, que buscaba la labor regenerativa en torno al trabajo, aplicada por las
instituciones disciplinarias militares donde empleaban a los prisioneros de guerra como mano
de obra.
Una de las principales características de las prisiones en esta época, fue el caos deliberante en
la que se encontraban por el elevado número de presos, de ahí que cada vez se fueran creando
más prisiones habilitadas. Barcelona y Madrid fueron las ciudades donde más cárceles de esta
clase fueron creadas. El número de presos iba aumentando año tras años y, desde 1941, subió
notablemente, aumentó el número de detenidos políticos. Se reforzó la legislación represiva y
por ello entraron nuevos presos preventivos98. El hambre y las condiciones higienicas en
aquellos espacios habilitados aumentaron el riego de epidemias. A medida que el número de
presos iba en aumento, el número de vigilantes se hacia insuficiente y, como consecuencia de
ello, el número de fugas también aumentaba.
Por todas estas razones, a partir de 1943, se procedió a llevar a cabo un proceso de
excarcelación. Muchas personas condenadas por delitos leves cumplieron íntegramente sus
penas, mientras que aquellas personas codenadas a muerte quedaron libres con cierta rapidez.
El caos burocrático que había en el régimen era de tal calibre que en muchas ocasiones se
concedía la redención de penas o la libertad condicional a presos que habían sido ya
ejecutados. Además de ello, mientras los órganos encargados de ellos examinaban los
expedientes, los presos iban muriendo de enfermedades pulmonares, intestinales, la sarna y
otros infecciones, agravadas por la nefritis o el hambre.
En teoría, se producía la excarcelación de los presos menos peligrosos, pero este proceso era
complicado de llevarlo a cabo, porque muchos presos aun carecían de sentencia, pero la
principal razon era que los órganos encargados no formaban parte de la jurisdiccion militar,
por lo que era necesario realizar el traspaso de informes y se abrian nuevos procedimientos.
Las elites locales adquirieron así un enorme poder, pues eran ellas quien tomaban las
decisiones relativas a la situacion de los detenidos, desde la manutención de su familia a la
fijación de su residencia. Si la Junta de Disciplina del centro acordaba la puesta en libertad de
96
Decreto 85, de 22 de Noviembre de 1936.
97
Promulgado el 7 de Noviembre de 1938 “sobre trabajo remunerado de los prisioneros de guerra y
presos por delitos comunes”.
98
Se promulgaron la Ley de Seguridad del Estado del 29 de marzo de 1941 y la Ley de Represión para la
Masonería y Comunismo del 1 de marzo de 1940. En esta última las penas iban desde la incautación de
bienes hasta la reclusión mayor. Los masones, aparte de las sanciones económicas, quedaban
automáticamente separados de cualquier empleo o cargo de carácter público. Se establecieron penas
de veinte a treinta años de prisión para los grados superiores, y de doce a veinte para los cooperadores.
La depuración llegaba a tal extremo que impedía formar parte de un “Tribunal de Honor” a quien
tuviera algún pariente masón hasta segundo grado de consanguinidad.
40
un preso y este quería volver a su tierra natal, se requería el visto bueno de la Junta Local del
pueblo, que podía denegarlo “para no avivar rencores”. La negativa de dichas juntas a que los
presos pudiesen regresar era ta habitual que la Direccion de Prisiones decidió que, a aquellos a
los que se les denegase la vuelta, serían desterrados a 250 kilómetros de la localidad natal.
Otra característica del régimen fue la violencia. Las cárceles fueron focos de muerte y
violencia. La violencia sobre los detenidos era constante. Las denuncias de los vecinos e incluso
familiares, el acoso de los poderes municipales sobre la poblacion para que aumentasen las
denuncias, favoreció un ambiente donde imperaba el ajuste de cuentas y en las cárceles
supuso un auténtico castigo colectivo. El reglamento autorizaba el uso de la fuerza ya que
tenía “el carácter de medida de coaación o de reacción necesarias del funcionario contra
ataques del recluso. Servía para guardar la distancia entre el que manda y el que obedece”100.
99
Gutmaro Gómez Bravo. La política penitenciaria del franquismo y la consolidación del Nuevo Estado.
Artículo doctrinal. Base de datos VLEX
100
Gómez Bravo. La política penitenciaria del franquismo... Loc. cit.
101
Gómez Bravo. La política penitenciaria del franquismo... Loc. cit.
41
ya fue propio de la guerra pero creció con la instalación de los espacios habilitados. La idea de
expiación del castigo contribuyó a dehumanizar y estigmatizar la vida en la cárcel.
Esta idea es el epicentro de la Justicia en época franquista porque imperaba en ella la doctrina
de la Iglesia Católica, la idea de la “recristianización de los serparados, de los vencidos”. Pero lo
que más destacó de este régimen fue la eliminacion de los princpios regeneradores, era
imposible la integración de los delincuentes. El delito se invocaba para imponer un castigo que
fuese capaz de restaurar el orden moral tradicional. Gracias a este integrismo católico ofreció
cobertura ideológica a la dictadura para que el castigo tuviese legitimacion suficiente. Los
delincuentes podían ser recuperados para la patria, pero a cambio debian cumplir un castigo
digno y justo. Digno como correspondía al Derecho Natural y justo porque emanaba
directamente del Derecho Divino102.
En la actualidad la norma de la que emanan los principios que van a regir el derecho
penitenciario, al igual que ocurre en otras ramas del derecho, es la Constitución de 1978, la
norma suprema del ordenamiento español. Nuestra Constitución tiene un título, el Título
Primero, y en su Capítulo Segundo se recogen los derechos y deberes fundamentales del
hombre, se recogen los derechos relacionados con el régimen penitenciario.
102
Gómez Bravo. La política penitenciaria del franquismo... Loc. cit.
103
Artículo 25 de la CE: 1. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el
momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación
vigente en aquel momento. 2. Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán
orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. El
condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos fundamentales
de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente limitados por el contenido del fallo
condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo
remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y
al desarrollo integral de su personalidad. 3. La Administración civil no podrá imponer sanciones que,
directa o subsidiariamente, impliquen privación de libertad. Artículo obtenido de noticias jurídicas.
104
Esto viene establecido por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en su Sentencia 133/1987, FJ
4º. Sentencia sacada de Javier Pérez Royo, Curso de derecho constitucional, Madrid, 2010, pág. 395.
42
constitutivas de delitos y sus correspondientes penas tengan que estar obligatoriamente
recogidas en la ley.
La garantía formal recoge la exigencia de que el rango de la norma sea el adecuado. Sin
embargo, el texto constitucional no establece cual debe ser el rango concreto de esa norma.
Ahora bien, si atendemos al Artículo 81 del texto constitucional, los derechos y libertades
fundamentales deben ser regulados mediante Ley Orgánica, es el principio de Reserva de
Ley105. Junto a estas garantías, el Tribunal Constitucional entiende que el principio de legalidad
impone otra prohibición constitucional, la desproporcionalidad de las penas. Este tribunal
establece que “le corresponde al legislador la potestad exclusiva para configurar los bienes
jurídicos protegidos, los comportamientos penalmente reprensibles, el tipo y la cuantía de las
sanciones penales y la proporción entre las conductas que pretende evitar y las penas con las
que pretende conseguirlo”106. El principio de legalidad también recoge otro principio, el
principio del non bis in ídem, según el cual una persona no puede ser sancionado dos veces por
los mismos hechos.
A través de este mandato, este apartado recoge un recordatorio consistente en que el reo,
mientras se encuentre cumpliendo condena, seguirá siendo titular de sus derechos
fundamentales, salvo aquellos que se vean limitados por la sentencia condenatoria y la ley
penitenciaria107.
Por último, se reconoce en este apartado el derecho al trabajo del reo. Este derecho conlleva
par la Administración Penitenciaria el deber de crear y proporcionar los puestos de trabajo.
Ahora bien, este derecho solo puede hacerse valer dentro de la distribución de dichos puestos
de acuerdo al orden de prelación que establece el Reglamento Penitenciario. El Tribunal
Constitucional establece que “únicamente tendrá relevancia constitucional el amparo del
derecho del trabajo existente al que se tenga derecho dentro del orden de prelación
establecido, que no puede ser objeto de una aplicación arbitraria o discriminatoria”108.
II – DESARROLLO LEGISLATIVO
105
Artículo 81 de la CE: 1. Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y
de las libertades públicas, las que aprueben los Estatutos de Autonomía y el régimen electoral general y
las demás previstas en la Constitución. 2. La aprobación, modificación o derogación de las leyes
orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del proyecto.
Artículo sacado de noticias jurídicas.
106
STC 161/1997, FJ 9º. Obtenida de base de datos la ley digital.
107
La Ley Orgánica General Penitenciaria en su artículo 3 dispone que las actuaciones de la
Administración Penitenciaria deberán llevarse a cabo respetando, en todo caso, la personalidad humana
de los recluidos y los derechos e intereses de los mismos no afectados por la condena.
108
STC 172/1989, FJ 3º. Obtenida de Pérez Royo, Curso de derecho constitucional, op. cit., pág. 398
43
A pesar de los numerosos intentos de organismos internacionales y de la doctrina científica, la
privación de libertad sigue siendo la principal respuesta a la comisión de un delito en España,
lo que explica el aumento de presos en los establecimientos penitenciarios y que a lo largo de
los años se haya procedido a un endurecimiento de las penas. Un sistema alternativo a la
privación de libertad en el sistema penal adulto todavía es una asignatura pendiente, no así en
el derecho penal juvenil, que, aunque todavía tiene un alcance limitado, ya está formado.
Uno de los principales logros que supuso para el sistema penitenciario esta ley, además de
suponer la finalización de la introducción del sistema progresivo en España, fue la introducción
del Juez de Vigilancia Penitenciaria. Esta figura fue introducida por la exigencia de la
Constitución, en el artículo 117.3111, de la judicialización de la ejecución de la pena, pues al
juez de vigilancia penitenciara le corresponde el control de la legalidad administrativa en el
ámbito penitenciario112. Sin embargo, esta figura no empezó a funcionar hasta 1981. Esta Ley
Orgánica cumplió con uno de los mandatos constitucionales, consistente en la finalidad
reeducadora de la pena. La imposición de la pena privativa de libertad, se concibe en esta ley
como un tratamiento, una actividad dirigida a reeducar al preso mediante la utilización de
métodos científicos adecuados. Con dichos métodos se busca la reinserción del reo. Este
tratamiento no busca modificar la personalidad del interno, sino ayudarle a ver el modo de
109
La Ley Orgánica Penitenciaria fue publicada el 5 de octubre de 1979 y se encuentra en vigor desde el
25 de octubre de ese mismo año.
110
Preámbulo de la Ley Orgánica 1/1979 General Penitenciaria obtenido de noticias jurídicas.
111
Artículo 117.3 de la CE: El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y
haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales determinados por
las leyes, según las normas de competencia y procedimiento que las mismas establezcan. Obtenido en
noticias jurídicas.
112
Así lo establece el artículo 106.1 de la CE: Los Tribunales controlan la potestad reglamentaria y la
legalidad de la actuación administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifican.
Obtenido en noticias jurídicas.
44
cómo vivir correctamente su libertad. Por ello, es un tratamiento libre y totalmente
voluntario113.
Si bien es cierto que la Ley Orgánica General Penitenciaria es el inicio del desarrollo de la
legislación penitenciaria en España, no es la norma principal en este ámbito, pues la norma
más aplicada es el Reglamento Penitenciario114, a pesar de ser la norma de desarrollo y
ejecución de dicha Ley Orgánica. “Quienes conocen y viven la realidad penitenciaria española
saben, sin necesidad de prueba al respecto, que el Reglamento es la fuente normativa más
importante, aunque no sea más que por la cantidad de actividad penitenciaria y derechos y
deberes del interno que regula, solo meramente apuntados por la Ley Orgánica, lo que hace del
Reglamento la fuente más consultada”115.
113
Preámbulo de la Ley Orgánica 1/1979 General Penitenciaria obtenido de noticias jurídicas..
114
Real Decreto 1201/1981, de 8 de mayo, publicado en el BOE el 23 de junio de 1981 y que estuvo
vigente a partir del 23 de julio de 1981. Esta norma sufrió una reforma importante y dio lugar al texto
que se encuentra hoy en día vigente, el Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero, publicado en el BOE el
15 de febrero de 1996. Se encuentra vigente desde el 25 de mayo de 1996. Del reglamento
penitenciario de 1981 sólo permanecen vigentes los artículos 108, 109, 110 y 111, relativos a faltas o
infracciones de los internos, sanciones disciplinarias y actos de indisciplina cuya sanción puede ser
inmediatamente ejecutada.
115
Prólogo redactado por Francisco Bueno Arús, Exletrado del Ministerio de Justicia, Exjefe del Servicio
Técnico de la Dirección General de Ingresos Penitenciarios y Exprofesor de Derecho Penitenciario del
Instituto de Criminología de Madrid, tomado de Francisco Javier Armenta González-Palenzuela y Vicente
Rodríguez Ramírez, Reglamento Penitenciario comentado: análisis sistemático y recopilación de
legislación, Sevilla, 2004.
116
Preámbulo, sección II, del Reglamento Penitenciario de 1996. Obtenido en noticias jurídicas.
45
está privado de libertad, es lo que hace que tenga la consideración de relación laboral especial.
El reglamento establece que la realización de estos trabajos es obligatorio para los reclusos,
salvo en excepciones como, por ejemplo, que una reclusa se halle en estado. Sin embargo,
nada en su articulado parece mostrar que en caso de incumplimiento de esta obligación por
los reclusos les vaya a acarrear sanciones disciplinarias, pues, a fin y a la postre, se trata de una
actividad tratamental aunque la constitución establece que la posibilidad de acceder a un
trabajo por parte de los reclusos es un derecho pero a la vez es un deber117.
Por último decir, que es el Reglamento el que recoge las condiciones para que un recluso
pueda acceder a la libertad condicional y los permios de salida y cuál es el procedimiento a
seguir para la concesión de dichos beneficios.
Los permisos de salida pueden ser de carácter ordinario y de carácter extraordinario. Los
primeros son instrumentos tratamentales eficaces, concedidos a un perfil determinado de
presos, previo cumplimiento de determinados requisitos legales, que sirven para preparar el
reo para la vida fuera de la prisión, es decir, busca la resocialización del reo. Los segundos son
opciones penitenciarias destinada exclusivamente a aquellos internos que necesiten cumplir
determinadas obligaciones personales, familiares o sociales. En definitiva, los primeros son
aquellos que se consiguen por buena conducta, permaneciendo en el tercer o segundo grado y
habiendo cumplido un cuarto de la condena, también es necesario cumplir una serie de
requisitos subjetivos, como que no haya riesgo de fuga o riesgo de comisión de nuevos delitos.
Mientras que los segundos son aquellos que se otorgan en situaciones extraordinarias, como,
por ejemplo, la muerte de un familiar.
CONCLUSIONES
117
Armenta González-Palenzuela y Rodríguez Ramírez, Reglamento Penitenciario comentado…, op. cit.
118
Artículo 67 de la LOGP: Concluido el tratamiento o próxima la libertad del interno, se emitirá un
informe pronóstico final, en el que se manifestarán los resultados conseguidos por el tratamiento y un
juicio de probabilidad sobre el comportamiento futuro del sujeto en libertad, que, en su caso, se tendrá
en cuenta en el expediente para la concesión de la libertad condicional. Obtenido de noticias jurídicas
46
debía ser castigado. Aquel que realizaba una conducta contraria a la moral, una conducta que
se entendía indecente, era un ser malo, un ser que debía ser exterminado, de ahí la existencia
de la pena capital, o que debía ser apartado de las sociedad, porque podía corromperla. Por
ello, se aplicaba la pena de galeras. En otras ocasiones, en delitos menores, como podía ser un
robo, se establecían penas pecuniarias. Además, en esta etapa, había otro tipo de penas que
buscaban la degradación y la humillación del delincuente, como era la pena de cepo o la pena
de mutilación.
Durante esta época, y hasta el S. XX, habrá tres tipos de establecimientos penitenciarios, los
presidios, donde se cumplían las penas, las cárceles, donde se recluía a los delincuentes hasta
que se dictaba sentencia, y las casas de corrección de mujeres, que hacían ambos papeles, es
decir, cárcel y presidio. Son centros distintos, pero que durante el Antiguo Régimen coincidían
en el penoso estado en el que vivían los presos. Eran centros lúgubres, pésimos en higiene y
salubridad, donde permanecían encadenados. Dependiendo del tipo de delito, se les ponía
más o menos cadenas y también el sitio donde se ponía esos grilletes era distinto, es decir,
podían ser grilletes en los pies o en el cuello y, cuando se trataba de un castigo, permanecían
suspendidos por cadenas en las manos. Además de esta deplorable situación, debían soportar
los continuos maltratos de los vigilantes, incluso la de otros presos. Presos que estaban juntos,
sin ser separados por sexo ni edad. Los únicos que permanecían alejados de estas situaciones
eran los eclesiásticos, por su condición de tal, y los adinerados, pues era un sistema totalmente
corrupto y, aquel que tenía dinero, podía permitirse un alojamiento separado de maltratos y
pesares y también podía comprar su libertad.
Era un sistema donde las desigualdades estaban a la orden del día, además de las injusticias.
Donde imperaba la arbitrariedad de los jueces, ellos eran quienes, bajo su libre albedrío,
imponían las penas. Un sistema que no funcionaba, donde la vigilancia era tan mala, que las
fugas estaban a la orden del día.
Uno de los aspectos, podríamos decir avanzados, del derecho penitenciario en el Antiguo
Régimen era el sistema de visitas. Los corregidores tenían la obligación de visitar los presidios y
entrevistar a los presos y, con esas visitas, los corregidores decidían si otorgar la libertad o
mantener la condena. Sin embargo, lo bueno vuelve a estar corrompido, pues aquel preso que
tenía dinero, podía comprar al corregidor y obtener la libertad y, aquel que no podía, dependía
de la voluntad del juez, lo que provocaba que los presos no confiasen en la justicia,
especialmente si eran reincidentes. Otro avance era aquel sistema por el que los abogados
estaban obligados a llevar los asuntos de los presos pobres, letrados que, de no llevar a cabo
dicha tarea, se consideraba que cometían un “grave pecado”, y se les impedía continuar con su
actividad profesional y, por supuesto, ascender en la carrera judicial.
El Antiguo Régimen, en cuanto a Derecho Penitenciario se refiere, era injusto, corrupto, pero
sobre todo insalubre y cruel. Un sistema que necesitaba un cambio con urgencia. Un cambio
que comienza a surgir en las ideas de juristas, filósofos, políticos. Nacen así las ideas del
utilitarismo, la idea de que la pena deber resultar útil, convirtiendo al preso, al delincuente, en
alguien capaz de regresar a la sociedad para servirla. También las ideas humanistas, tendentes
a mejorar las situaciones de los reos y a buscar que la pena no sea tan inhumana, en relación a
la ejecución de la pena de muerte. Las obras de Beccaria, Bentham, Lardizábal, hacen que
todas estas ideas entren en el panorama español, el cual, tras la Guerra de la Independencia,
entra en el Estado Liberal, en el cual comienza la reforma penal y penitenciaria.
La reforma penitenciaria comienza con las Cortes de Cádiz y la etapa del Trienio Liberal. En
esta etapa entran en España las ideas del utilitarismo y el humanismo. Comienzan a
introducirse garantías jurídicas para el preso, tendentes a mejorar la calidad de vida del mismo
en los establecimientos penitenciarios. Entra el principio de legalidad, que acaba con el arbitrio
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judicial, y el principio de la soberanía nacional, que supone que la justicia ya no es parte del
poder “divino” del monarca, sino que emana del pueblo, la pena no busca el castigo al mal,
sino que defenderá al pueblo. Una de las principales aportaciones de estas dos etapas fue la
distinción de un régimen penitenciario para los menores. Un régimen donde se separaría a los
menores de los presos adultos, porque, de no hacerlo, podrían corromperse y cometer otros
delitos, y además, y es donde se introduce la principal novedad, se les introducirá en casas de
corrección, buscando la reeducación y la reinserción del delincuente, pues dada su corta edad,
todavía es maleable y puede volverse útil para la sociedad. Es la primera vez en la historia de
España que se habla de reeducar al reo.
Es en esta etapa, en la que comienza a darse mayor importancia a la pena privativa de libertad,
estableciendo distintos tipos de penas y distintos tipos de centros de reclusión en la geografía
española. Lo cual supone, también, la eliminación de otras penas atroces como era la tortura,
las mutilaciones, la pena de azotes. Sin embargo, no es abolida la pena capital, la pena de
muerte. Se le otorga una ejecución más humanitaria, pero no es eliminada de nuestro sistema
penal.
Es la Ordenanza de 1834, la norma jurídica que introduce el primer gran cambio en el sistema
penitenciario español. Fue una norma de tal calibre, que estuvo vigente hasta que es
formalmente derogada en el S. XX, a pesar de ser objeto de diversas reformas. Fue una norma
que introdujo un sistema penitenciario y centralizado, de carácter civil y en el que el
tratamiento al reo fuese distinto al que había imperado en épocas anteriores.
Introduce, además, un sistema en el que comienza a verse la idea del correccionalismo, la idea
de que los centros penitenciarios pueden ser un lugar donde reeducar al delincuente. Por ello,
comienzan a aparecer los primeros talleres y los trabajos en obras públicas.
Lo que no consigue la Ordenanza General de 1834 es acabar con la distinción entre los tres
tipos de establecimientos penitenciarios. Tras la Ordenanza, continuará habiendo presidios, los
centros donde los reos cumplían condena. Esta norma jurídica intentó acabar con el régimen
militar que imperaba en estos centros, introduciendo Gobernadores civiles y personal civil,
esto último no se pudo conseguir, puesto que las circunstancias económicas dificultaban su
formación. Sin embargo, esto no se consiguió.
Continuó habiendo cárceles, los lugares en los que se encerraba a los delincuentes hasta que
obtuviesen sentencia, y donde las condiciones eran deplorables. Estas circunstancias
intentaron cambiarse con esta norma jurídica, pero solo se consiguieron pequeños cambios,
debido a la penuria económica de la España de la época, como la supresión de los aranceles
carcelarios.
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errores cometidos y a querer enmendarlos. El aislamiento también es un punto clave, pues no
solo se imponía por la noche, sino que también afectaba al exterior y constituía un medio de
castigo.
La reforma establecida por el Código Penal de 1848 suponen una vuelta atrás en el ámbito
penitenciario y penal, puesto que el retribucionismo está a la orden del día nuevamente,
impera la idea de que la pena es un medio de expiación para el delincuente.
Con el Código Penal de 1848 se establece una división exhaustiva de las penas, lo que
implicaba la construcción de centros penitenciarios, lo que no podía hacer debido a la
situación económica en España, algo que va a poner trabas a la reforma penitenciaria durante
los años de la reforma. Mantuvo un sistema de trabajo en los centros penitenciarios. Sin
embargo, como la finalidad principal de la pena era intimidar y castigar, el trabajo era algo
accesorio, en muchos casos eran los reos los que decidían si realizar dichos trabajos o no.
La Ley de prisiones de 1849 no resolvió muchos de los problemas que tenía el derecho
penitenciario en esta época, pero si supuso ciertos avances. Fue la primera ley en la historia
española en introducir el término prisión y, a pequeños rasgos, introdujo el sistema progresivo
en el régimen penitenciario español. A pequeños rasgos porque, en el resto de países
europeos, especialmente en el Reino Unido, este sistema llevaba ya varios años y consistía en
un sistema donde había varios grados, que buscaba la corrección del delincuente y cuando
alcanzaba el tercer grado, podía optar a la libertad condicional, porque se consideraba que ya
estaba reeducado y podía volver a la sociedad.
La Restauración es una época muy importante para la reforma penitenciaria. Estos pasos
vitales comienzan con la introducción en España del correccionalismo, cuya figura más
representativa es Concepción Arenal, quien es considerada la madre del correccionalismo. Las
ideas de esta penalista, que fue visitadora de cárceles y, por ello, conocía el horror de las
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mismas, buscaba la corrección del delincuente, es decir, educarlo, pues una persona, salvo que
hubiese cometido un delito infame, era una persona que podía cambiar y volver a la sociedad.
Para ello, se impone una pena, mediante la cual al reo se le impone unos trabajos que le van a
corregir, pero, además, le van a escarmentar. De esa manera, la pena contribuía tanto a la
justicia como a la sociedad. Un régimen penitenciario donde se acabase con la situación
nefasta de los reos y mucho más humanista. Todas estas ideas se aplicarán en España a partir
de la Restauración.
Otra de las grandes aportaciones de la Restauración fue la desaparición del régimen militar en
los establecimientos penitenciarios. Para ello, se eliminaron antiguas y obsoletas figuras como
la del Cabo de Vara y se creó la Escuela de Criminología, donde, por primera vez en la historia
de España, se instruía y se creaba un cuerpo civil, un personal civil, que ejercerá la vigilancia y
la gestión de los centros penitenciaros.
La siguiente etapa histórica, que supone un gran cambio para la reforma penitenciaria, es la II
República Española y gracias a la labor de la Directora General de Prisiones Victoria Kent.
Esta etapa es muy importante porque la Constitución de 1931 supone la protección de los
derechos y libertades del hombre, lo que afecta sin lugar a dudas al ámbito penitenciario. La
labor de Victoria Kent fue conseguir un régimen penitenciario en él se respetasen los derechos
de los reos y se consiguiese una calidad de vida más segura e higiénica para los mismos. Se
consiguió que los reos pudiesen leer la prensa. Dado que España se convirtió en un estado
laico, se consiguió la libertad de culto y las obligaciones religiosas ya no eran tan exhaustivas.
Se cerraron muchos centros penitenciarios, por las condiciones en las que vivían los reos. Los
funcionarios que realizasen vejaciones a los presos eran suspendidos de sus puestos de
trabajo. Una de las grandes aportaciones de Victoria Kent, que le constó muchas críticas que
llevaron a su dimisión, fue la introducción de los permisos de salida, aquellos presos de buena
conducta, trabajadores y que dieran muestras de un cambio, de haberse corregido, podían
disfrutar de permisos para salir de los centros penitenciarios durante los fines de semana, algo
que hoy en día no nos parece extraño y está a la orden del día, pero que en ese momento
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histórico produjo una gran alarma social. La labor de Victoria Kent, por tanto, consistió en
asentar definitivamente el correccionalismo de su principal inspiración, Concepción Arenal, y el
humanismo y, por supuesto, el sistema progresivo, con la defensa de los derechos de los
presos, reconocidos en la Constitución de 1931.
Cuando Victoria Kent deja el cargo de Directora General, la situación penitenciaria cambia, en
el sentido de que se vuelve más restrictivo, porque lo primordial es mantener la defensa social.
Sin embargo, lo conseguido en épocas anteriores se mantiene. Este sistema represivo solo
supone una vuelta atrás en el sentido de que se produce un hacinamiento en las prisiones,
hasta el punto de que fue necesario reabrir centros cerrados por Victoria Kent. Esos centros
volverán a estar bajo la disciplina militar e, incluso, algunos de ellos llegaron a ser campos de
concentración, no hay que olvidar que estamos en la época en la que los totalitarismos
dominan el marco europeo. Esta situación se verá empeorada con la Dictadura Franquista.
Durante el franquismo, el derecho penitenciario volvió a tener tintes absolutistas, del Antiguo
Régimen. Durante la época franquista, en el resto de Europa dominaban los regímenes
totalitaristas, en los cuales se construyeron campos de concentración donde se exterminó a
millones de personas por razones raciales. Esta situación, también la hubo en España, pero no
se exterminaba por razones raciales, sino por razones políticas. En el derecho penitenciario de
la época imperaba el terror, la pena era muy dura, de esta forma se convertía en el castigo más
adecuado y se intimidaría a la sociedad para que no se enfrentara al régimen, incluso que
denunciase a sus vecinos. Se instauró nuevamente la pena de muerte. La Iglesia Católica tuvo
mucha importancia en el régimen, no solo por dotar de edificios para la constitución de
cárceles habilitadas, sino porque el régimen buscaba el castigo de los vencidos, le
recristianización de los vencidos. Otra de las características de este régimen fue el
hacinamiento de las prisiones. Lo presos políticos, con el paso de los años, iban aumentando,
todas las prisiones estaban llenas, lo que supuso la creación de las cárceles habilitadas, usando
para ello todo tipo de edificios. En estas cárceles habilitadas imperaba el Antiguo Régimen,
cárceles insalubres, donde los presos eran maltratados por los vigilantes, la muerte era
constante, al igual que las enfermedades, se volvió a encadenar a los presos y el régimen
militar era el que dirigía las prisiones. Por tanto, la Dictadura de Francisco Franco, para el
derecho penitenciario, supuso terror, hacinamiento, maltrato y muerte.
Con la Constitución de 1978 todo el terror de la etapa franquista desaparece y se retoman las
ideas de la II República. El articulado de la constitución, que es desarrollado por las principales
normas penitenciarias de la actualidad, busca la reeducación y la reinserción del reo. Para ello,
se establece lo que se conoce como el tratamiento, formado por una serie de métodos
científicos individualizados para cada preso tendente a buscar la reinserción en la sociedad.
Este tratamiento también implicará la realización de un trabajo, trabajo que será por cuenta
ajena, remunerado y cubierto por la seguridad social. Los presos además disfrutaran del
respeto de sus derechos fundamentales, del sistema progresivo, de permisos de salida y de la
libertad condicional. Todo aquello que propugnaron Concepción Arenal y Victoria Kent, se
consigue finalmente con la Constitución de 1978.
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BIBLIOGRAFIA
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INDICE
Presentación…………………………………………………………………………………………………………………………….1
Tipos de centros penitenciarios existentes en España durante los años de desarrollo del
derecho penitenciario…………………………………………………………………………………………………………….11
I – Principios constitucionales…………………………………………………………………………………….42
II – Desarrollo legislativo…………………………………………………………………………………………….43
Conclusiones…………………………………………………………………………………………………………………………..46
Bibliografía……………………………………………………………………………………………………………………………..52
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ANEXO I. FOTOS CALABOZO DEL S. XVI SITUADO EN CABEZON DE LA SAL
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