Complementaria S3-3
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Filosofía de la Educación
Lectura
Una introducción al
comunitarismo desde
la perspectiva del
derecho político
Presentación
Modelos de ciudadanía
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Republicanismo
Sostiene Jean Bodin (1973, Libro I, Cap. I) en su obra Los seis libros de la República:
Entre las obras que en los últimos años han sido publicadas acerca del republicanismo
destacan, por su competencia teórica y la relevancia de sus planteamientos, los trabajos
de Philip Pettit, culminados en su libro Republicanism. En este trabajo proporciona una
sugestiva visión de la libertad política republicana y logra el propósito de redefinir el
origen, la evolución y la actualidad de esta tradición. El primer objetivo de este autor no
consiste en la reconstrucción histórica del paradigma republicano moderno, sino en el
estudio teórico de sus fundamentos y de su núcleo normativo.
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Pettit define el republicanismo desde la teoría de la libertad como no-dominación
(liberty as non-domination), es decir, lo entiende como ausencia de poder arbitrario, sea
éste actual o potencial. En este sentido, su interpretación no recae tanto en las cuestiones
de ausencia de interferencia y de autonomía personal, como en la dominación,
directamente relacionada con la clásica dicotomía liber (civis)/servus, que hace evidente
la insuficiencia de la dicotomía liberal liberty/constrains, y que permite un
replanteamiento desde un punto de vista republicano de las formas de poder y de
dependencia de conceptos indispensables (como ley y derecho), de las instituciones, de
las políticas públicas y de la virtud cívica.
Liberalismo
Sin duda, no todos los liberales tienen la misma visión de la ciudadanía. La división más
clara se encuentra entre el enfoque libertario de Nozick (1988), que ven al Estado como
una agencia de protección de los derechos de la propiedad, y el liberalismo político de
Rawls (1979), más centrado en la virtud cívica y el consenso —siempre desde el
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pragmatismo. Por su parte, Dworkin (1993) representa una vía en la que es posible la
continuidad entre valores éticos y principios políticos.
Comunitarismo
Las sociedades actuales, sin embargo, están compuestas por una pluralidad que escapa a
la idea de una comunidad homogénea.
Después de ver los rasgos más significativos de los distintos modelos de ciudadanía,
ahora vamos a detenernos en el comunistarista. El término comunitarismo alude al
conjunto de doctrinas de filosofía política y teorías morales contemporáneas, casi todas
de origen norteamericano, defendidas por autores como Sandel, Taylor, MacIntyre o
Walzer, que rechazan los postulados liberales, tanto kantianos como utilitaristas, sobre
el concepto de individuo y racionalidad.
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El comunitarismo incide en la pertenencia social del individuo, en los estrechos lazos
entre moralidad y las costumbres de la sociedad y en la relación entre las virtudes del
bien humano y una tendencia teleológica de la naturaleza humana, reflejada en ciertas
normas. En ese sentido la identidad de los individuos es previa a los fines e intereses
que estos eligen, anteriores a todo compromiso.
A su vez rechazan:
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A pesar de esta distinción, esquemática y orientada a lograr un efecto explicativo, el
núcleo del pensamiento comunitarista es común. Su eje fundamental es la crítica al
liberalismo. Más exactamente, dicha crítica se refiere en especial al liberalismo
igualitarista representado por John Rawls.
Siguiendo a Fernando Barcena (1997: 128 y ss.), los cuatro principios filosóficos del
comunitarismo cívico son los siguientes:
Realizamos este epígrafe siguiendo a Kymlicka (1995). Para empezar, hay que recordar
que los comunitaristas están en desacuerdo con la idea del estado neutral. Su argumento
fuerte se basa en la necesidad de una política del bien común.
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En rigor, existe un bien común también en las teorías políticas liberales, dado que
cualquier teoría política tiene como propósito promover los intereses de los miembros
de la comunidad. La forma de determinar ese bien para los liberales es combinar las
preferencias individuales con la elección de la sociedad como un todo, a través de
procesos políticos y económicos. De este modo, afirmar la neutralidad estatal no
implica rechazar la idea de un bien común, sino más bien darle una cierta interpretación.
Según Rawls (cit. en Kymlicka, 1995: 172), todas las preferencias tienen el mismo peso
“no en el sentido de que existe una medida socialmente acordada acerca del valor o la
satisfacción inherente, según la cual todas estas concepciones resultan iguales, sino en el
sentido de que no se las evalúa en absoluto desde el punto de vista social”.
De este modo, la prosecución social de los fines compartidos que define el modo de
vida de la comunidad no queda limitada por este requerimiento de neutralidad. Y prima
sobre la pretensión de los individuos acerca de los recursos y las libertades necesarias
para alcanzar sus propias de lo bueno.
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Comunitarismo frente a liberalismo. El pensamiento tayloriano
El debate entre comunitaristas y liberales no sólo tiene que ver con ideas, sino con
concepciones sociales y políticas asociadas a ellas, que preocupan seriamente nuestros
contemporáneos. Los filósofos comunitarios han hecho ver un conjunto de errores y
limitaciones de los razonamientos y las propuestas liberales. En tal sentido, los
argumentos comunitarios representan una crítica muy profunda a posturas como el
individualismo y el contractualismo característicos del liberalismo. Sus planteamientos
hacen hincapié las esferas comunes de convivencia que ciertamente hoy día, a causa del
estilo de vida imperante en las sociedades avanzadas, se encuentran muy deterioradas.
Taylor (1994: 64), como otros comunitaristas, fija en Rawls el objetivo de sus análisis y
críticas: “Rawls se interroga respecto a lo que es una sociedad justa y trata de describir
estos principios de justicia buscando las bases sobre las cuales los individuos podrían
ponerse de acuerdo para colaborar en una sociedad”. Esos individuos, conforme al
enfoque rawlsiano, poseen determinados planes de vida que requieren de los medios o
bienes primarios adecuados para desarrollarlos. Considera Rawls que una sociedad
justa será aquella que afiance y proteja los derechos y libertades de los individuos para
realizar esos planes, y entregue los recursos correspondientes a ese mismo fin. La
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visión de Rawls, concluye Taylor, “es muy igualitaria”. Siempre, claro, dentro del
marco de una concepción de sociedad cuyo bien común sería defender y proteger la
posibilidad de elaborar y realizar los planes de vida individuales, a la vez que asegurar
la distribución igualitaria de los medios para llevarla a cabo.
Encarar ese desafío, para Taylor, conlleva preocuparse del tipo de sociedad de manera
global. El modelo anarquista no le parece aceptable porque incurre en un excesivo
individualismo a la hora de tomar decisiones y realizar conductas. Éstas, sostiene, han
de cuidar el “tono moral” de la sociedad, concebida como un todo. Por ello mismo la
libertad y la identidad individuales sólo pueden desarrollarse —argumenta el autor—
en una sociedad en la que se reconozca globalmente su valor.
Este autor entiende la justicia como una “igualdad compleja”, compatible con la libertad
si la centramos en el control de los bienes sociales, de forma que ningún bien sea
predominante y tiranice a los demás. Para evitar la acción destructora del ideal liberal
del poder en los distintos aspectos de la vida social, Walzer enfrenta la tendencia a
reducir la variedad de bienes sociales a un proceso distributivo uniforme. La actitud
decisiva para una definición de la justicia consiste en darnos cuenta de que cada uno de
estos bienes tiene su significado social y con él sus criterios propios de distribución.
Unos criterios que, para Walzer, deben ser diversos, en procedimientos, razones e
intermediarios. Varían según el significado de esos bienes. En la “sociedad compleja”
contemporánea, los criterios de reparto de bienes en una esfera nunca deben dominar
sobre la distribución de los bienes de las otras esferas. La injusticia y la tiranía vienen
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cuando el dinero puede comprar al poder político, o un cargo público, o una buena
posición social; también cuando el status social proporciona ventajas sin demostrar el
valor personal. Es necesario que ningún bien pueda servir de medio de dominación y es
preciso evitar la concentración de cualquier forma de poder en unas cuantas manos.
Así pues, defiende una “igualdad compleja”, propia de las sociedades democráticas
actuales, que llevaría a un nuevo concepto de socialismo democrático descentralizado.
Dicho concepto exige, a su modo de ver, un estado de bienestar dirigido por empleados
locales “no alienados”, así como un mercado económico debidamente regulado, con
participación pública, protección de las creencias religiosas, protección familiar y
control de las fábricas por parte de los obreros (cogestión).
MacIntyre presenta en su obra, Tras la virtud, una “denuncia profética”, llena de malos
augurios respecto al futuro, como invitación a un retorno a la tradición moral de las
virtudes aristotélicas.
Uno de sus reproches fundamentales es que la teoría de la justicia no deja ningún lugar a
la noción fundamental de “mérito”. Considera que esto se debe sobre todo a la
concepción de una sociedad compuesta por individuos cuyos intereses son definidos con
anterioridad e independencia de la construcción de cualquier lazo moral entre ellos. Por
tanto, la noción de mérito solamente tiene sentido en el contexto de una sociedad cuyo
lazo originario es una comprensión compartida, tanto del bien de la comunidad como
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del individuo, y donde éstos identifican sus intereses fundamentales con referencia a
dichos bienes. Por ello rechaza tanto la noción de derechos como el intento de fundarlos
en la racionalidad de la ilustración.
En relación con la falta de definición sobre los “méritos”, cabe mencionar que la
concepción de éstos queda supeditada a lo que se disponga en los diferentes arreglos
filosóficos, bajo la concepción de los dos principios de justicia.
La primera reunión del comunitarismo impulsado por Etzioni tuvo lugar en marzo de
1990 en la George Washington University. Asisten una docena de personas venidas de
diversos puntos de los Estados Unidos. Sintonizan en que en los últimos tiempos se
habla mucho de derechos individuales y poco de responsabilidad para con la
comunidad. Toman conciencia de ser una nueva corriente de pensamiento, distinta del
autoritarismo estatista y el capitalismo imperante. Se autoproclaman responsive
communitarian. Acuerdan volver a verse en torno a tres temas vinculados a las políticas
de familia, salud y educación.
Esas dos reuniones fundacionales alientan la idea de preparar un escrito semanal que
llevará por título The Responsive Communiarian Platform. Etzioni trata de incluir una
referencia a “valores absolutos”, pero encuentra la oposición de Robert Bellah y Philip
Selznick. Finalmente, no logra convencer a sus colegas y el texto en ese punto se limita
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a sostener que “nuestro comunitarismo no es un particularismo. Creemos que una
comunidad responsable es la mejor de entre las formas de organización humana.”
También entre las críticas que recibe el comunitarismo etzioniano están algunos
sectores de la derecha religiosa norteamericana que acusan a Etzioni de, entre otras
cosas, caer en el relativismo, ignorar la figura de Dios y adoptar posturas pro-abortistas.
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Bibliografía
Walzer, M. (1987): Las esferas de la justicia. Una defensa del pluralismo y la igualdad,
Fondo de Cultura Económica, México.
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Resumen
Palabras clave
Abstract
Key words
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