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Bt. Moralidad y Algunos Temas 2

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LA MORALIDAD DE LOS ACTOS Y ALGUNOS TEMAS MAS

1. Términos

La teleología es la doctrina que atiende a las causas finales. Así, la interpretación


teleológica es denominada finalista ya que trata de desentrañar cuál es la finalidad
perseguida por la norma, en suma, cuál es el fin que pretende cada una de las
disposiciones de la ley.

La deontología es la ciencia que trata sobre el conjunto de deberes y principios éticos


que conciernen a cada profesión, oficio o ámbito laboral. La deontología fija las
normas que rigen la conducta y el desempeño en la esfera profesional, según las
cuales se exige al profesional determinadas responsabilidades en relación con los actos
ligados a su campo laboral. se enfoca en todas aquellas conductas y actuaciones que no
están no contempladas ni en el derecho ni sometidas al control de la legislación pública.

La epistemología es una rama de la filosofía que se ocupa de estudiar la naturaleza, el


origen y la validez del conocimiento.

2. El concepto de persona

La definición clásica de la persona como «sustancia individual de naturaleza racional»


explicita el fundamento de su dignidad.

La palabra “racional” engloba todas las capacidades del ser humano: tanto la cognitiva
como la volitiva, amar, elegir, desear. El término “racional” incluye también todas las
capacidades corporales íntimamente relacionadas con las anteriores.

La expresión “naturaleza” indica las condiciones propias del ser humano que hacen
posibles las diversas operaciones y experiencias: la naturaleza es el “principio del obrar”.
El ser humano no crea su naturaleza; la posee como un don recibido y puede cultivar,
desarrollar y enriquecer sus capacidades.

Aunque, debido a diversas limitaciones o condiciones, no pueda utilizar estas


capacidades, la persona siempre subsiste como “sustancia individual” con toda su
dignidad inalienable. Esto ocurre, por ejemplo, en un niño no nacido, en una persona
inconsciente, en un anciano en agonía.

El hombre existe como ser único e irrepetible, existe como un « yo », capaz de


autocomprenderse, autoposeerse y autodeterminarse. La persona humana es un ser
inteligente y consciente, capaz de reflexionar sobre sí mismo y, por tanto, de tener
conciencia de sí y de sus propios actos.

Sin embargo, no son la inteligencia, la conciencia y la libertad las que definen a la


persona, sino que es la persona quien está en la base de los actos de inteligencia, de
conciencia y de libertad. Estos actos pueden faltar, sin que por ello el hombre deje de ser
persona.

Toda persona posee una dignidad que proviene de ser una creatura amada por Dios.

La dignidad no es concedida a la persona por otros seres humanos, sobre la base de


determinados dones y cualidades, de modo que podría ser eventualmente retirada.

INTRODUCCIÓN. MORALIDAD DE LOS ACTOS Y OTROS TEMAS. Prof. Remigia Cabrera 1


Si la dignidad le fuese concedida a la persona por otros seres humanos, entonces se daría
de manera condicional y alienable, y el significado mismo de la dignidad (por muy digno
de gran respeto que sea) quedaría expuesto al riesgo de ser abolido.

La dignidad es intrínseca a la persona, no conferida a posteriori, previa a todo


reconocimiento y no puede perderse. Por consiguiente, todos los seres humanos poseen
la misma e intrínseca dignidad, independientemente del hecho sean o no capaces de
expresarla adecuadamente. Dignitas infinita, 15

En ningún caso la persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su
mismo desarrollo, que puede realizar plena y definitivamente sólo en Dios y en su
proyecto salvífico: el hombre, en efecto, en su interioridad, trasciende el universo y es la
única criatura que Dios ha amado por sí misma. Por esta razón, ni su vida, ni el desarrollo
de su pensamiento, ni sus bienes, ni cuantos comparten sus vicisitudes personales y
familiares pueden ser sometidos a injustas restricciones en el ejercicio de sus derechos y
de su libertad. DSI 133

3. Los valores y sus características

Vemos que hay diferentes clases de valores (económicos, estéticos, religiosos, morales o
éticos, etc.) pero todos ellos se caracterizan por ser cualidades especiales que están en
los objetos, en las personas o en las acciones, y sólo los seres humanos somos capaces
de valorar esas cualidades.

Podemos decir que estamos ante valores morales cuando:

a) Necesariamente deben ser apreciados y respetados

b) Son universales, es decir, válidos para todos los individuos sin excepción

c) Los apreciamos por sí mismos, no porque nos reporten algún beneficio

La libertad

• Podemos definir la libertad como la capacidad de la voluntad humana para elegir


y decidir. Toda persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural
de ser reconocida como un ser libre y responsable.

• No se debe restringir el significado de la libertad, considerándola desde una


perspectiva puramente individualista y reduciéndola a un ejercicio arbitrario e
incontrolado de la propia autonomía personal. DSI 199

• El valor de la libertad, como expresión de la singularidad de cada persona


humana, es respetado cuando a cada miembro de la sociedad le es permitido
realizar su propia vocación personal.

• La libertad debe ejercerse también como capacidad de rechazar lo que es


moralmente negativo, cualquiera que sea la forma en que se presente, como
capacidad de desapego efectivo de todo lo que puede obstaculizar el crecimiento
personal, familiar y social.

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• La plenitud de la libertad consiste en la capacidad de disponer de sí mismo con
vistas al auténtico bien, en el horizonte del bien común universal. DSI 200

La justicia

• La justicia es un valor que acompaña al ejercicio de la correspondiente virtud


moral cardinal.

• Según su formulación más clásica, «consiste en la constante y firme voluntad de


dar a Dios y al prójimo lo que les es debido».

• Desde el punto de vista subjetivo, la justicia se traduce en la actitud determinada


por la voluntad de reconocer al otro como persona.

• Desde el punto de vista objetivo, constituye el criterio determinante de la


moralidad en el ámbito intersubjetivo y social.

La caridad

• La caridad presupone y trasciende la justicia: esta última «ha de complementarse


con la caridad».

No se pueden regular las relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia. La


caridad induce al don de sí mismo.

4. LA MORALIDAD DE LOS ACTOS

La acción moral

Para que una acción humana para ser considerada de tipo moral tendrá las siguientes
características:

• Se realiza, ajustándose a un código o conjunto de normas y valores morales, las


cuales designan lo que debe ser considerado como moralmente bueno o malo,
egoísta o generoso, etc.

• Este código moral, no debe ser impuesto por la sociedad a las personas, sino que
el individuo lo debe poder elegir libremente.

Por ejemplo, yo debo ser libre de elegir si acepto moralmente la eutanasia o no, no se me
puede imponer mi forma de valorar ciertas cuestiones. Por este motivo, la moral es, sobre
todo, una cuestión individual.

El hecho de ser libre cuando actúo es de total importancia a la hora de ser valorada
moralmente una acción porque, si la realizo libremente, entonces soy responsable moral
de lo que hago y de lo que dejo de hacer. La responsabilidad es la obligación de
responder acerca de nuestros actos. En este sentido, si las acciones de una persona se
ajustan a las normas morales existentes en una sociedad, se la considera moralmente
buena, etc. pero, si, por el contrario, una persona conoce las normas y valores morales de
una sociedad y, a pesar de ello, las transgrede, entonces estamos ante un individuo
inmoral.

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Los absolutos morales son mandatos sin excepción, que, en ningún caso, se pueden
violar. Por ejemplo: en ninguna circunstancia, es admisible matar a un inocente.

En el juicio sobre la bondad o maldad de un acto, debemos considerar:

1. El objeto del acto en sí mismo


2. Las circunstancias que lo rodean.
3. La finalidad que el sujeto se propone con ese acto.
4. Consecuencias

El objeto del acto

Constituye el dato fundamental: es la acción misma del sujeto, pero tomada bajo su
consideración moral.

Nótese que el objeto no es el acto sin más, sino que es el acto de acuerdo con su
calificativo moral.

Un mismo acto físico puede tener objetos muy diversos. P. ej.: El acto de MATAR puede
tener como objetos asesinato, defensa propia, aborto, pena de muerte. el acto de hablar:
mentir, rezar, insultar, adular, bendecir, difamar, jurar, blasfemar.

La moralidad de un acto depende principalmente del objeto: si el objeto es malo, el acto


será necesariamente malo; si el objeto es bueno, el acto será bueno si lo son las
circunstancias y la finalidad. En la práctica NO EXISTEN ACTOS INDIFERENTES, en estos
casos su calificativo moral procede del fin o las circunstancias.

P. ej.: Nunca es lícito blasfemar, perjurar, calumniar, etc., por más que las circunstancias
o la finalidad sean muy buenas.

Otro ej.: El pasear recibirá la calificación moral de la finalidad (para descansar y conservar
la salud es distinto que observar los movimientos de un banco para robarlo), o de las
circunstancias (cuando uno debería estar trabajando)

Las circunstancias

Son los diversos factores o modificaciones que afectan al acto humano. P. ej.: Quién, qué
cosa, dónde, con qué, el modo cómo, cuándo.

Las circunstancias pueden modificar las connotaciones morales al acto. Pueden, p. ej.:

1. Añadir una connotación moral al acto, haciendo que en un solo acto se cometan
dos o más actos malos específicamente distintos (robar un cáliz).
2. Cambiar la especie teológica del pecado haciendo que un pecado pase de venial
a mortal (la suma de lo robado)
3. Atenuar o agravar sin cambiar su especie.

La finalidad

Es la intención que tiene el hombre al realizar el acto, y puede coincidir o no con el objeto
de la acción.

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Si el fin es bueno, agrega al acto bueno una nueva bondad (Oír Misa en reparación de los
pecados). Si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto (Ir a Misa a ver a una
mujer con malos deseos)

Cuando el acto es de suyo indiferente, el fin lo convierte en bueno o malo (Pasear frente a
una casa para raptar al dueño). Si el fin es malo, agrega una nueva malicia a un acto de
suyo malo (Robar para drogarse). El fin bueno no convierte en bueno una acción mala.

Por ejemplo, pasear por una calle para robar a los transeúntes; ayudar a una anciana para
quedarse con la fortuna; aprobar una asignatura copiando, etc.

Siempre debe quererse el bien, nunca el mal

El mal es siempre un daño para las personas (autoras o receptoras, según la ética
clásica), así como una inadmisible ofensa a Dios (según la revelación divina). Por tanto, es
moralmente inadmisible la aceptación del mal en la intencionalidad humana, antes
incluso de actuar. Si surge algún caso en que se deba tolerar algún efecto malo (de
acciones buenas, por supuesto), éste sólo podrá ser admisible si lo hace bajo condición
de que el efecto malo:

-no sea buscado, sino sólo permitido,


-se hayan agotado todos los recursos, si los hay, para evitar la acción de doble efecto,
-el efecto malo sea realmente necesario y malo (lamentado, sufrido...) y no un cortapisas
artificial.

Jamás puede hacerse un mal, para conseguir un bien

El fin bueno no justifica medios malos. Y no lo hace nunca, como principio universal
que es, a menos que se quiera llevar a la práctica, o justificar, cualquier tipo de aberración
moral, como las ejecutadas por Hitler, Stalin y sus nobles ideales, que magníficamente...
ejecutaron a más de 50 millones de seres humanos.

El fin no sólo no justifica los medios injustos, sino que él mismo se adultera al derivarse
de ellos. Así, por ejemplo, si se pretendiera defender el bien de la humanidad eliminando
vidas humanas inocentes, se estaría revelando que lo pretendido no era realmente el bien
de la humanidad, sino de un sector de ella, privilegiado y discriminante por injustas

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razones. Evidentemente, “hacer el mal para conseguir el bien” encierra una absurda
contradicción ética en el seno del mismo acto humano.

No se puede hacer el mal para que venga, por consecuencia, ningún bien, decía al
respecto San Pablo[1]. Pues sería como poner una enorme bomba (mala) en los cimientos
de nuestra casa (buena), o acabar adquiriendo la coherencia que humorísticamente
sugería Chesterton: “Como las cabezas no se adaptan a la clase de sombreros de moda,
deben cortarse las cabezas de la gente, como medio indispensable para hacer frente al
déficit o pérdidas causadas por el llamado Problema del Sombrero”.

Cada acto debe ser valorado en su singularidad


El hombre es responsable de cada uno de los actos que realiza libremente. Y cada
uno de esos actos tiene su propio valor moral, aunque se halle en conexión con un
conjunto más extenso de actos (de diverso valor). Por tanto, no se puede apelar al
Principio de Totalidad para justificar actos sustancialmente malos.

4. El principio de totalidad

Este principio procede de la visión de la relación entre la parte y el todo, del significado
más completo que posee el todo respecto a la parte y de la preferencia consiguiente que
es preciso otorgarle en el plano de la realidad propia de la persona humana particular; en
otros términos, de la visión de la preferencia que merece el valor de la totalidad cuando
entra en conflicto con el valor de la parte, como, por ejemplo, cuando se hace necesaria
la amputación de un miembro para la supervivencia del individuo.

Se identifica con la posibilidad moral de intervenir en la integridad física del cuerpo


humano, localizando exactamente el momento criteriológico en virtud del cual es
moralmente aceptable la intervención lesiva de la parte, que por motivos varios se hace
indispensable para el bien del todo.

El principio se usa también para indicar la preferencia que el sujeto deberá dar siempre al
valor moral de su bondad personal en el caso en que ésta entre en conflicto con otros
valores no morales, aunque se trate también del de la vida. En uno y otro caso la
referencia implícita y la reinterpretación aplicativa del pasaje de Mc 9,43-48 (y textos
paralelos) aparece más bien evidente. Léase, por ejemplo, uno de los muchos párrafos en
los cuales Pío XII hace referencia a este principio: "A la subordinación de los órganos
particulares respecto al organismo y a su finalidad peculiar se añade también la del
organismo en orden a la finalidad espiritual de la empresa misma" ("AAS" [1958], 693-
694).

5. El principio del doble efecto

Este principio permite resolver aquellos casos en los cuales una acción determinada
provoca contemporáneamente al menos dos consecuencias, de las cuales una es
positiva y la otra negativa. Consiste en valorar este tipo de acciones no según el criterio
deontológico normalmente usado para el contexto operativo global dentro del cual se
insertaban estas acciones, sino según el criterio teleológico. La teología moral tradicional
recurría a este principio en el momento en que la norma moral deontológicamente

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fundada, debido al conflicto de valores que venía a crearse, no resultaba ya aplicable al
caso concreto y se hacía necesaria la reintroducción del criterio teleológico.

Por ejemplo, se extrae el útero afectado de tumor en una mujer encinta con una
hemorragia, porque a la consecuencia negativa de la muerte del feto acompaña la
consecuencia positiva de la no pérdida de la vida por parte de la madre.

La preocupación por no deslizarse hacia una visión moral demasiado permisiva y al


mismo tiempo por delimitar exactamente los contextos de aplicabilidad del principio
inducía luego a la misma teología moral tradicional a fijar ciertas condiciones: 1) bondad
o al menos indiferencia moral de la acción; 2) honestidad del fin; 3) independencia del
efecto bueno del malo; 4) razón proporcionalmente grave.

6. Principio del Mal menor

Se trata de casos que han de iluminarse bajo los principios que ha sostenido
siempre la ética clásica, conforme a la recta razón y a la revelación divina. Son los
siguientes:

«Cuando es necesario elegir entre dos cosas, de las cuales dos se sigue
cercanamente un peligro, debe elegirse por encima de todo aquella de la cual se sigue
menos mal» y «hay que huir más de aquello de lo cual, en más ocasiones, pueden
seguirse mayores males».

El principio del mal menor, de acuerdo con este texto, implicaría lo siguiente:

1. Situación forzosa: significa que sí o sí, por una causa precedente que escapa al
momento actual, una de dos cosas sucederá, y por eso hay una necesidad de
elegir entre dos cosas, porque no se puede quitar la causa precedente que
nos coloca en esta situación.

2. Situación inminente: dada las circunstancias nos hallamos forzados a elegir


entre dos cosas «de las cuales dos se sigue cercanamente un peligro. No hay una
tercera opción que sea perfecta y de la cual se sigan solo bienes: solo
opciones de las que pueden seguirse más o menos males. Existe, sin embargo, la
posibilidad de que una de las dos sea menos peligrosa, y, por lo tanto:

3. Hay que elegir: existe un deber de elegir aquella de la cual se siga menos
mal (o el mal menor). Santo Tomás dice «debe elegirse por encima de todo aquella
de la cual se sigue menos mal. No se elige aquello de lo que se siguen
solamente bienes porque no existe esa posibilidad, pero se debe elegir aquello
de lo cual se siga menos mal (“minus malum”).

Sin embargo, optar por el «mal menor» como práctica común y sistemática está mal por
varias razones:

• Primero, el mal nunca es aceptable, incluso si se le considera «menor». Nuestra


moral defiende la idea de que nunca se puede hacer el mal para que se produzca
un bien. Por tanto, elegir conscientemente un mal, aunque sea «menor», es
moralmente inaceptable.

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• Segundo, cuando se elige el «mal menor», se puede caer en la trampa de legitimar
y normalizar el mal. Con el tiempo, esto puede conducir a una aceptación gradual
de comportamientos o acciones que originalmente se reconocían como
inmorales o incorrectas.
• Tercero, la elección del «mal menor» puede desviar la atención de la búsqueda de
soluciones verdaderamente buenas. En lugar de conformarse con el «menos
malo», los católicos estamos llamados a buscar y promover el bien.
• Cuarto, la noción de «mal menor» puede ser problemática porque puede ser
manipulada y utilizada para justificar una amplia gama de males, dependiendo de
la perspectiva de cada persona sobre lo que constituye un «mal mayor».

En resumen, aunque la elección del «mal menor» puede parecer atractiva en situaciones
difíciles o, por ejemplo, ante unas elecciones, para un católico, este enfoque nos puede
llevar a la normalización del mal y desviar la atención de la búsqueda de soluciones
verdaderamente buenas.

Las distinciones reiteradas

Además de los principios arriba mencionados, la tradición teológicomoral recurre


también a algunas distinciones. Aquí se toman en consideración sólo las más frecuentes:

I. VOLUNTARIO-INVOLUNTARIO. Esta distinción se usa particularmente como criterio


aplicativo del principio del doble efecto. Para que la acción sea moralmente recta, se
decía, es necesario querer la realización del efecto positivo y no querer, en cambio, sino
sólo tolerar, la del efecto negativo. Con esta distinción se hacía referencia a la distinción,
fundamental en t ética normativa, entre actitud y comportamiento, indicando de qué
modo debía calificarse la actitud moral de la persona al realizar la acción. En efecto,
querer el efecto negativo y no el positivo de la acción se identifica con una actitud
moralmente mala o pecaminosa.

2. DIRECTO-INDIRECTO. Mientras que el criterio del voluntario-involuntario se refiere a la


actitud con que se realiza la acción por el doble efecto, este segundo criterio se refiere a
las características que debe poseer el comportamiento desde el punto de vista moral: el
efecto negativo debe seguirse sólo indirectamente de la realización de la acción de doble
efecto, no puede ser nunca su fin directo éste debe siempre identificarse con el efecto
positivo. El ejemplo arriba citado de la extracción del útero afectado por tumor en una
mujer encinta aclara plenamente el ámbito aplicativo de este criterio.,-

3. ACTIVO-PASIVO. Sustancialmente idéntica a la precedente, esta distinción sólo difiere


por la terminología y por el ámbito aplicativo en el que habitualmente se usa: el relativo a
la eutanasia. El recurso a esta distinción-brota, en efecto, de la posibilidad entrevista de
delimitar, justamente mediante el principio de dejar morir de la eutanasia pasiva o de la
no obstinación terapéutica, la norma deontológicamente fundada en la falta de
autorización, que prohíbe cualquier intervención activa o directa encaminada a abreviar
la vida ajena.

4. INOCENTE-CULPABLE. Esta distinción se introducía en el contexto del discurso sobre


los raros casos en los cuales se juzgaba lícito realizar una acción que tuviese como
consecuencia, no querida (involuntaria) e indirecta, la muerte de un inocente

INTRODUCCIÓN. MORALIDAD DE LOS ACTOS Y OTROS TEMAS. Prof. Remigia Cabrera 8


(interrupción del embarazo); en cambio, normalmente no se usaba cuando se hablaba de
muerte por legítima defensa, justamente porque se distinguía el comportamiento con el
inocente del seguido con un injusto agresor. También en este caso la reflexión de los
teólogos morales tradicionales, por encima de la aparente referencia a las causas
genéticas de la acción, estaba guiada por la consideración de las causas finales de la
acción. Eliminar a un culpable salvando así la vida propia era considerada una acción
moralmente lícita, mientras que eliminar al inocente se consideraba acción moralmente
ilícita, justamente porque en este caso el valor de la vida no era considerado en
concurrencia con otros valores.

7. El derecho a la objeción de conciencia

El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las


autoridades civiles si éstas son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos
fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio.

Además de ser un deber moral, este rechazo es también un derecho humano elemental
que, precisamente por ser tal, la misma ley civil debe reconocer y proteger: « Quien
recurre a la objeción de conciencia debe estar a salvo no sólo de sanciones penales, sino
también de cualquier daño en el plano legal, disciplinar, económico y profesional ».

Es un grave deber de conciencia no prestar colaboración, ni siquiera formal, a aquellas


prácticas que, aun siendo admitidas por la legislación civil, están en contraste con la ley
de Dios. DSI 399.

FUENTES:

Principios morales tradicionales


https://www.mercaba.org/DicTM/TM_principios_morales_tradicionales.htm

Bioética Personalista
https://eticapsicologica.org/index.php/documentos/articulos/item/57-principios-de-la-
bioetica-personalista

EL MAL MENOR.
https://www.mercaba.es/filosofiasactuales/cuestion_del_mal_menor.htm

Es lícito realizar el mal menor?


https://www.es.catholic.net/op/articulos/60109/cat/131/es-licito-realizar-el-mal-
menor.html

Dignitas infinitas
https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20240
402_dignitas-infinita_sp.html

Apuntes de la autora para la asignatura Cristianismo y compromiso social. PVA PUCMM

INTRODUCCIÓN. MORALIDAD DE LOS ACTOS Y OTROS TEMAS. Prof. Remigia Cabrera 9

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