La Normalizacion Del Castellano Escrito
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CAPÍTULO 16
Universidad de Zaragoza
1. Introducción
Las letras castellanas en el siglo XIII están dominadas por la figura del rey Al-
fonso X el Sabio (1252-1284). No cabe duda de que la curiosidad intelectual del mo-
narca y de sus colaboradores, sin más paralelo en la Edad Media peninsular que la
del gran maestre Juan Femández de Heredia, ensanchó las fronteras de la lengua.
Ahora bien, de acuerdo con una visión personalista de las letras y del concepto de
ilustración del idioma que tomó cuerpo sobre todo en el s. XIX, se ha exagerado el pa-
pel del Rey Sabio en la forja de la lengua literaria, y más aún en la configuración de
una norma escrita suprarregional, de la que el elemento más sólido sería precisamen-
te la tan traída y llevada «ortografía alfonsí».
Esa importancia ha ido de la mano de la identificación entre castellano medieval
y castellano alfonsí, pues incluso hay quien considera a Alfonso X creador de un «es-
tándar del español»:
Quien así se expresa acoge también la idea muy extendida de que «el nuevo es-
tándar literario suprarregional debió de basarse en la manera de hablar de las clases
altas de Toledo» (Penny 1993: 17), afirmación esta con la que que no casa del todo
la atribución de dialectalismo toledano a la lengua del Auto de los Reyes Magos. Pero
como se dirá aquí, esa supuesta unificación normativa suprarregional no alcanzó del
todo ni siquiera a la producción alfonsí.
Resulta llamativo que ideas de tanto calado para la historia literaria y lingiiísti-
ca castellana apenas hayan sido fundamentadas empíricamente, ni siquiera en la par-
cela en la que podía y debía hacerse con prioridad, la que toca al sistema gráfico.
y mucho queda por hacer en la descripción de los rasgos del llamado «castellano al-
fonsí», en particular de su «ortografía». )
La atribución de un papel transcendental a Alfonso X en la normalización del
castellano tiene su idea en la visión romántica de la participación personal del rey en
la redacción de «sus» obras, y habrá que preguntarse por el papel que al monarca
cupo en esta empresa. Desde luego, mal se compagina la labor de unificación y en-
mienda del propio rey sobre la lengua de los escritos de su cámara con la enorme va-
riedad que estos muestran. Pero ni siquiera en el plano más amplio de la forja de una
lengua literaria cabe hablar sin más de una actividad que abriera al castellano las
puertas de la prosa literaria, aunque sólo fuera por la gran desigualdad dentro de la
obra historiográfica, con destellos admirables alIado de caídas llamativas. Desde lue-
go, la atribución de un carácter liminar a sus escritos no se hace sin merma de las ma-
nifestaciones anteriores, y si es cierto que el horizante cultural de lo expresado en cas-
tellano se amplía, no lo es menos que hubo significativos logros ya antes, y al res-
pecto ha de valorarse la labor de traducción llevada a cabo durante el reinado de
Fernando I1I, en particular las versiones bíblicas. No debe mezclarse, sin embargo, la
importancia que como promotor intelectual tiene el rey y la participación en las di-
rectrices generales de la obra, y aun en el andamiaje ideológico que las sostiene, con
la plasmación concreta de unas opciones lingiiísticas (¿personales?, ¿de una minoría
culta?, ¿de qué procedencia?) en esas obras. El concepto moderno de «política lin-
giiística» no conviene al s. XIII, y más que a voluntarismos de una sola o de varias
personas habrá que examinar el complejo entrecruzamiento de tradiciones culturales,
y en particular de tradiciones gráficas, para poder hacemos una idea cabal de cómo
se configura la escritura en el s. XIII.
No es el menor asunto el de señalar la génesis de esa supuesta «ortografía al-
fonsí». Los usos que vemos en los diplomas alfonsíes y códices de la cancillería y cá-
mara de Alfonso X presentan coincidencias básicas, alIado de significativas diferen-
cias. ¿Dónde surgen? ¿Qué opciones lingiiísticas representan? Es esta una cuestión
geográfica, pero que no puede resolverse sólo en este plano, por el entrecruzamiento
de usos. El concepto de tradición de escritura alcanza una dimensión no exclusiva-
mente vinculada a una geografía concreta cuando por su alcance transpasa los estre-
1. De la variación ortográfica en la obra alfonsí se ocupó Harris-Northall (1993). Para los antece-
dentes en la época de Fernando III de los rasgos de la llamada «ortografía alfonsí», cf. Sánchez-Prieto
Borja (1996). La obra más informativa sobre la ortografía alfonsí se debe a Torrens Álvarez (2002), quien
en su estudio del Fuero de Alcalá compara esta obra con los códices alfonsíes.
ELCASTELLANO
ENEL SIGLOXIII 425
2. Recuérdese que es una cancillería itinerante, que, según Hemández (1999), a veces se vería obli-
gada a recurrir a los escribanos de las catedrales.
3. El «castellano común» sería el representado en los documentos de Burgos, Cardeña y Covarru-
bias. Pero la diferenciación de Toledo no se ha logrado establecer con claridad. Así, en Castilla habría
mbr para M'N, mientras «la mozárabe Toledo está menos castellanizada que Sabagún» (Menéndez Pidal:
1986: 310). Sin embargo, en documentos procedentes de escribanías mozárabes, conservados en el Ar-
chivo Capitular de Toledo, se escribe sistemáticamente conombrado. Además, la grafía mr que Menén-
dez Pidal encuentra en un 13% en los documentos de la región toledana, seguramente ha de leerse igual
que mbr.
4. Cf. la opinión de Frago (1993: 243 y ss.), quien llama la atención sobre la necesidad de estudiar
los antecedentes, pues «Alfonso X no idea ninguna ortografía nueva».
5. Cf. el juicio negativo de Pensado (1998: 239) sobre la interpretación en términos fonéticos de la
gran variación gráfica de los documentos de la época de orígenes que hace Menéndez Pidal (1986: 515).
426 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
la Edad Media el juicio negativo que hoy nos merece la inconsecuencia ortográfica,
mientras que en los demás niveles de la lengua la variación entre soluciones en pro-
ximidad se considera positiva (p. ej., el evitar la similicadencia de palabras en -ción,
o el no repetir la misma palabra). La variatio era una característica constitutiva del
estilo de escritura en la Edad Media, especialmente en el s. XIII, y se manifiesta en to-
dos los niveles de la lengua, en particular en el plano gráfico y en el fonético (Mo-
rreale 1978: 253).6
Además, la «ortografía» medieval se configura respecto de patrones diferentes
que la moderna. No hay estrictamente «opción entre grafemas», sino conjunción de
factores diversos que explican la preferencias por unas soluciones frente a otras. En
la Edad Media el examen de la escritura ha de hacerse de acuerdo con una triple co-
rrelación entre: a) usos paleográficos o forma de las letras, b) usos gráficos o nivel de
identificación de las letras y c) valores fonéticos. Y en esta triple correlación están las
claves de la evolución de la manuscritura, al tiempo que permite deducir aspectos sig-
nificativos del cambio fonético, que se reflejan sutilmente en la interrelación entre los
mismos. Sólo recientemente se ha llamado la atención sobre la influencia que tiene lo
paleográfico en la configuración de la escritura (Sánchez-Prieto 1998 y 2003; Santia-
go, en Polo 2001: 122-123). Así por ejemplo, la extensión de la h- en la palabra he-
redad no ha de explicarse sólo por su mayor o menor apego a tradiciones ortográfi-
cas latinas (cf., en cambio, aver < HABERE) sino por su valor como soporte de la H-
neta abreviativa de -er (Morreale 1974: 44).
En vista de este complejo funcionamiento de la manuscritura antigua será razo-
nable incluir bajo el concepto de «ortografía» tanto el estudio de las grafías que tie-
nen o pueden tener transcendencia fonética (b/v) como los usos que no (coger-coier),
pues los segundos no tienen menor importancia que los primeros para caracterizar tra-
diciones de escritura.
No es la cuestión menor en cualquier disquisición que atienda a la ortografía an-
tigua (con más exigencia, si cabe, que en el resto de niveles de la lengua) la de la au-
tenticidad de los testimonios que se manejen, pues no siempre resultará fácil distin-
guir entre originales y copias. Ello importa no sólo por la distancia temporal, sino, a
veces, por las diferencias geográficas. Para el s. XIII, o al menos para la producción
patrocinada por Alfonso el Sabio, los códices presentan caracteres paleográficos co-
munes (y afortunadamente contamos con varios de la Cámara Regia), mientras que
en los documentos, la variedad tipológica que la diplomática establece (privilegios,
cartas plomadas, mandatos, etc.) va acompañada de importantes diferencias de letra,
lo que tiene sus repercusiones en los usos gráficos. Sólo los privilegios presentan una
relativa uniformidad, mientras que en los otros la variación es mayor, amén de que
sólo en éstos la autenticidad queda garantizada por la profusión de elementos no tex-
tuales, como la rueda polícroma que les da nombre.? No será siempre fácil, en cam-
bio, distinguir en otros tipos el original de la copia.
6. En Ese. 1.1.6: ivan ... yvan, onrra ... onrra, sabado ... sabbado, pero también denosta ... denuestan,
esperanfa ... asperanfa, cierfo ... sierfo, etc.
7. Por ejemplo, el empleo de m ante p alcanza proporciones más altas en los privilegios que en
otros documentos, aparte de que en este tipo documental la abreviación de la nasal es menos frecuente.
EL CASTELLANO EN EL SIGLO XIII 427
8. Ello se parecia en el hecho de que los documentos de un lugar determinado escriban, por ejem-
plo derecho, pero dito (así sucede, por ejemplo, en tradiciones de escritura leonesas occidentales).
428 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
Otras diferencias corresponden al cambio del gusto lingUístico según los tiempos:
los 116 primeros capítulos de la Crónica General, compuestos hacia 1270, tienen ar-
caísmos que no aparecen, con tanta intensidad por lo menos, en los capítulos restantes,
escritos más tarde. La diferencia entre unos y otros nos ilustra acerca de la fijación in-
terna de la lengua a lo largo del reinado de Alfonso X (Lapesa 1981: 239)
Sin embargo, puede que algunas diferencias sean debidas a diferentes hábitos de
escritura de los colaboradores, en particular las que atañen a detalles particulares
de la representación de la cadena fónica: «De igual modo tienden a eliminarse las al-
teraciones producidas por el contacto fortuito de unas palabras con otras: no es ya tan
frecuente encontrar tod esto o casos similares, y faltan en absoluto los conglomera-
dos como quemblo» (Lapesa 1981: 240).10
Pero ha sido en el plano de la relación entre grafemas y fonemas donde se ha
puesto el acento para cifrar la importancia de lo alfonsí. Alarcos Llorach (1965: 263-
264) señala lo siguiente:
En la misma idea abunda Amado Alonso (1969: 7-8), Y afirma que Alfonso X
fijó la distinción gráfica entre las sibilantes dentales sorda y sonora. Pero ha sido La-
pesa quien ha difundido en mayor medida la atribución a Alfonso X de un sistema
gráfico de larga vigencia en castellano medieval:
La grafía quedó sólidamente establecida; puede decirse que hasta el s. XVI la trans-
cripción de los sonidos españoles se atiene a normas fijadas por la cancillería y escritos
alfonsÍes (Lapesa 1981: 242).
11. «Así es que cuando Alfonso X y sus colegas quisieron forjar una escritura nacional castellana,
por razones políticas, se conocían ya en el reino varias y diversas costumbres ortográficas no latinas, to-
davía no uniformizadas. El proceso práctico de la estandarización alfonsina ha sido estudiado bastante de-
tenidamente, y no quiero volver a pisar aquí y ahora tierra tan bien pisada; me limito a señalar lo que ya
señaló Lomax, que muchos de quienes trabajaban para la cancillería provenían de la ciudad de Soria, y
que las costumbres locales sorianas deben de haber influido por tanto en los detalles de la estandariza-
ción. Alfonso X y los que le rodeaban querían prescribir el castellano 'derecho', estandarizado en la es-
critura, oponiéndolo así a las varias formas escritas ya existentes pero sin embargo no estandarizadas»
(Wright 2000: 121). El párrafo concentra varios de los tópicos en torno a la labor alfonsí, tan falta de es-
tudios rigurosos, contra lo que afirma Wright.
430 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
en estos años que preceden a los esfuerzos normativos de Alfonso X, no es del todo sen-
sato referimos al castellano como si fuera ya una normativa; porque no lo era aún, en la
década de 1240. A lo mejor, y a lo más, había unas regularidades dentro de cada ceno-
bio, cancillería o escritorio específicos (tales como los vislumbré en mi edición de los
dos textos del Tratado de Cabreros de 1206), sin que se hubieran establecido todavía
normas de mayor alcance a nivel nacional) [oo.] no parece lógico hablar antes de 1250 ni
del «castellano» ni de «rasgos dialectales» que se definan como no castellanos. La dis-
tinción es anacrónica [.oo]
12. P. ej., en AHN, Clero, Zamora (Monasterio de Moreruela), carpeta 914, n° 4 (1233), entre otros
rasgos, «don Elo» (nombre de mujer), ye 'y' ,jiyo, elos 'los', ela 'la' ,Jora ('fuera, excepto'),frades, mar-
cio 'marzo', y maordomo.
EL CASTELLANO EN EL SIGLO XIII 431
5.2. Conscientes del problema de trazar en el s. XIII, y después, las grandes líneas
escriturarias, tomaremos como muestra unos pocos. centros e instituciones para que
se vea el contraste entre ellos. Y al respecto se ha de notar que los usos gráfico-fo-
néticos de un escritorio han de complementarse con la descripción sutil del tipo de
letra empleado, a veces más indicativo que aquéllos para establecer la relación entre
centros. Precisamente, por la triple correlación apuntada arriba hay que considerar la
evolución de la manuscritura como factor condicionante de los usos gráficos. Los có-
dices alfonsíes se escriben en letra gótica libraria (textualis), pero antes el tipo pre-
textualis se empleó para códices y diplomas. La letra de los códices de la Cámara Re-
gia de Alfonso X se caracteriza por su forma «cuadrada», ligeramente más alta que
ancha, con un buen contraste entre gruesos y perfiles, con escasísima prolongación
de las astas, lo que permite aproximar los renglones, y con una observancia marcada
del paralelismo entre curvas y rectas de las letras que entran en contacto (por ejem-
plo, en el reparto entre d recta y d uncial).13 Esto permite un gran aprovechamiento
de la página de costoso pergamino. La consecuencia principal para las opciones grá-
ficas es el predominio de letras redondeadas i , u frente a las formas j, v. Ello da lu-
gar a una polifuncionalidad de las grafías, que asumen valores vocálicos, como en
duo y fuxo, y consonánticos, como en iusto y uino. Esta homogeneidad del renglón,
con letras visualmente muy próximas como i, u, m, n, dificulta la lectura rápida, pues
aunque no ofrece dificultades, necesita de una lectura lineal en la que se ha de pasar
la vista por casi todas las letras. Justo este factor favorece el foneticismo, que nunca
es absoluto. Frente a la littera textualis de códices, en la cancillería de Alfonso X en-
contramos ya usos precursivos, no en los privilegios y cartas plomadas, sino en do-
cumentos menos solemnes como el mandato, que servía para transmitir órdenes a los
oficiales del reino. En el s. XIV el documento administrativo había alcanzado ya una
gran cursividad. Ahora las letras variarán su forma según tengan una u otra en su en-
torno. Cada letra ya no es siempre idéntica a sí misma, sino que la unidad de escri-
tura es el nexo (o unión de dos letras o más), y en muchos casos la palabra. Para leer
no hace falta «ver» linealmente las letras; segmentos de palabra y palabras enteras
«saltan a la vista» globalmente, y la escritura adquiere casi un carácter «logográfi-
co». Será esta cada vez más una escritura profesional, con escaso aprovechamiento
de la página, lo que fue posible gracias al empleo masivo del papel, mucho más ba-
rato que el pergamino.
13. La d de asta recta generalmente ante letras de palos, y la uncial o de asta inclinada a la iz-
quierda, ante letras redondas. Con todo, hay códices anteriores que parecen guardar mejor este paralelis-
mo, como el MS Ese. 1.1.6,de hacia 1250.
432 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
5.3. Antes de describir los diferentes usos gráficos y fonéticos y presentar las líneas
básicas de su evolución a lo largo del s. XIII, y de ponerlos en relación con los siste-
mas anterior y posterior, habrá que presentar las diferentes «tradiciones de escritura»
que estuvieron en vigor durante el siglo XIII, pues a ellos nos atendremos en la des-
cripción de los principales usos.
Como ilustración de las tradiciones monásticas de Castilla la Vieja bástenos re-
ferimos a la representada en los documentos de San Salvador de Oña, en el norte de
Burgos, caracterizada por el empleo de una letra redondeada que tiene su reflejo grá-
fico en la preponderancia de u sobre v y, en menor medida, de i sobre j tanto con va-
lor vocálico como consonántico. Corresponde a esta escritura el uso de nn sin abre-
viar para la palatal nasal, ciertas secuencias dobles (secca 'sequía'), no necesaria-
mente etimológicas, el empleo de k (ke, akell), g para la oclusiva velar sonora, alIado
de gue (migel), el uso de h para aumentar el contorno gráfico de las palabras (adver-
bio hy), y ciertos rasgos de particular acomodo a la fonética, como el empleo de h
para marcar la aspiración.
En relación compleja con la tradición monástica, pero con puntos de contacto
con la cancillería, cabe destacar por su importancia la escritura en la catedral de To-
ledo, que por la dispar procedencia de los miembros del cabildo conforma un entra-
mado de tradiciones de escritura, más que una única tradición (Hernández 1999). En
el cabildo toledano se escriben ya documentos plenamente en romance desde la últi-
ma década del s. XII. Un texto vinculado con toda probabilidad a la catedral de Tole-
do es el Auto de los Reyes Magos. En cuanto a sus usos gráficos (Frago 2002: 233-
254), se puede notar la representación de los diptongos por i o por e (celo, cilo 'cie-
lo') o el empleo de ch para /k/ (achesta).
No es probable que la tradición cancilleres a castellana constituyera una tradición
ininterrumpida antes de Fernando I1I, y en su arranque sus vinculaciones son plura-
les, sobre todo ha de notarse su relación con lQSescritorios catedralicios. De los con-
tados documentos romances de la cancilleóa antes de Fernando III tenemos las Pa-
ces de Cabreros (Wright 2000). Del ejemplar conservado en el Archivo de la Cate-
dral de León no cabe deducir otra cosa que su elaboración por personas vinculadas a
tradiciones de escritura castellanas, por más que no todos los usos hayan de vincu-
larse necesariamente a Castilla.14
Un impulso decisivo se alcanza bajo Fernando I1I, al menos desde la unificación
entre Castilla y León, en 1230, pero ya en la tercera década del s. XIII encontramos do-
cumentos escritos con ortografía plenamente romance, con usos gráficos que en lo fun-
damental continuarán los diplomas alfonsíes. La letra alcanza ahora una gran perfec-
ción formal, y se recoge para el romance la mejor tradición de la escritura cancilleres-
ca reservada hasta entonces a diplomas latinos. Se caracterizará por la prolongación
ascendente y descendente de las astas y por su carácter anguloso, lo que determina el
desarrollo de v y de y que tantas consecuencias tendrá luego en la escritura cursiva.
De hacia 1235 es el Fuero de Alcalá, importante códice en letra gótica pre-tex-
tualis cuya escritura presenta un sistema romance de marcado foneticismo (ermano,
14. Los rasgos de este ejemplar son mayoritariarnente «castellanos»: reina, nieto, aia 'haya', caua-
lIeros, derechuras, sobrenombrados, etc. (pero morte,jilio, cavaeros ¿por caveros? etc.)
EL CASTELLANO EN EL SIGLO XIII 433
iuuero, muger, noche) con rastros de la tradición latina (nocte,filio).15 Con toda pro-
babilidad procede del escritorio del arzobispo Don Rodrigo Ximénez de Rada, señor
de Alcalá. Más difícil es determinar la procedencia geográfica del MS Escurialense
1.1.6, de hacia 1250, escrito en hermosa letra gótica libraría, y que contiene una ver-
sión romance de la Biblia caracterizada, frente a las alfonsíes, por su mayor vernacu-
lismo. Destaca también por el foneticismo de sus soluciones gráficas (Morreale 1974;
Moreno Bernal1974-75).
La escritura alfonsí no puede considerarse unitaria, y a juzgar por las diferencias
paleográficas apuntadas, y por otras de tipo gráfico, y aun lingiiístico, deben diferen-
ciarse dos tradiciones muy distintas, la de los grandes códices y la de la cancillería.
La tradición libraría es posible que se vincule a Toledo; la segunda continúa, por lo
general, los usos establecidos bajo Fernando III. Cabe destacar el códice Urb. lato 539
de la Biblioteca Vaticana, qué contiene la Cuarta Parte de la General estoria, cuyo
colofón nos da la fecha de 1280 (en adelante GE4). Pueden compararse sus usos con
los del MS BNE 816, de la Primera Parte de la misma historia universal (GEl), an-
terior en pocos años (Kasten, Nitti, Jonxis-Henkemans 1997). Para los documentos de
la cancillería puede verse Herrera et al. (1999).
Un último período al que nos referiremos es el reinado de Sancho IV, en el que
cabe seguir distinguiendo entre la tradición documental de la cancillería y la libraría,
ésta representada un códice vinculado al entorno regio, BNE 1187, de hacia 1295, que
contiene parcialmente la Gran Conquista de Ultramar (Sánchez-Prieto 1996/2).
6.1. 1, J, Y
15. Para esta obra contamos con el excelente estudio de Torrens (2002), que compara las solucio-
nes del Fuero con las de otros códices del s. XIII. A este estudio nos remitimos en los recuentos de gra-
fías en éste y en algunos sobre otros manuscritos del s. XIII.
434 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
16. Según Torrens (2002: 142) «el empleo de yent como forma apocopada obliga a reflexionar so-
bre la teoría de que el reforzamiento articulatorio se produce en el sentido de Iyl a Iv».
EL CASTELLANO EN EL SIGLO XIII 435
6.2. E - lE, O - VE
Las palabras que tenían F- inicial en latín se siguieron escribiendo casi siempre
con f- hasta la época de los Reyes Católicos. En el s. XIII, esta fue la grafía de la do-
cumentación cancilleresca castellana y de los códices regios, pero algunas tradiciones
monásticas, como la de Oña, hacen un uso esporádico de h (p. ej., haua 'haba'). Una
peculiaridad gráfica es el desarrollo de ff-, rara en los códices alfonsíes, y lo mismo
en la GCU,18pero corriente en los diplomas de la cancillería bajo Fernando III y Al-
fonso (en los documentos alfonsíes, ff- representa en tomo al 25%); en el s. XIV, este
será un rasgo corriente y aun general en no pocos escritos. En cuanto al valor fonéti-
co, Blake (1988) pensó en que su desarrollo obedece a la intención de marcar una
pronunciación fuerte /c:p-/ frente a la tendencia a leer como aspirada la F- inicial. Pero
a la luz del sistema de escritura medieval cabe pensar más bien en una motivación pa-
leográfica (la tendencia a doblar el trazo como consecuencia de la cursividad) y de
configuración grafemática, sobre el modelo de ss- o rr-.19 Esto no descarta la posibi-
lidad de que f- y ff- se aprovecharan para marcar en la lectura una diferencia fonéti-
ca, y a esto parecen apuntar algunos diplomas de Fernando III y de Alfonso X que
prefierenf- en aquellos casos en que triunfó la aspiración (jazer) y ff- donde no ([fue-
ro), pero, dado que muchos documentos no cumplen en absoluto este reparto, quizá
sólo se puede hablar de tentativa parcial de algunos escribanos de instaurar esta sutil
distinción.
Mucho más frecuente que ff- inicial es en los códices alfonsíes el empleo de -ff-
intervocálica, y aun más en la GCU (en GE4 hay índices similares entre deffender o
defender, y predominio de 1 a 6 en soffrir sobre sofrir).
En cuanto a h- inicial con valor fonético [0] cabe destacar su emple~ mayorita-
rio en el adverbio hy en la cancillería castellana desde Fernando I1I, mientras que se
escribe siempre y en GE4. Tampoco se prodiga la h en la forma gráfica a (verbo y
preposición) en GE4, donde sólo hay usos aislados (menos del 1%), mientras que en
la cancillería de Fernando III menudea ha verbo y hay algunos casos de ha preposi-
ción, usos ambos frecuentes en los diplomas alfonsíes. Como se ve, el aumento de la
imagen visual puede ser un factor de desarrollo de h- más significativo que la inten-
ción de evitar la ambigiiedad entre verbo y preposición. Factores paleográficos pue-
den haber influido en otras palabras, como heredad, en el Fuero de Alcalá 52 veces
con h- y 1 sin ella (Torrens 2002: 162), pues, como se vio, el empleo de h- se hace
necesario para soportar la lineta abreviativa (hedad), por lo que Morreale (1974: 44)
ve una relación, entre el aumento de las abreviaturas y el mayor empleo de h-. Lo mis-
mo ocurre en hermano, general en los códices alfonsíes (en GE4 ermano sólo ell %),
pero el Fuero de Alcalá y en Ese. 1.1.6predomina esta palabra sin h_.20 Caso signifi-
cativo es el de hedat, muy frecuente en los documentos alfonsíes, y que menudea en
GEl, pero no así en GE4, mientras que es general con h- en la GCU. El desarrollo de
h- ultracorrecta será una característica de la escritura del s. XIV (hera, de «ser»), como
consecuencia de la cursividad, pues sirve para configurar la imagen visual al marcar
el contorno de las palabras, y está anticipado por casos como husar, así de manera
constante en GCU.
6.5. B - U, V
20. Chamorro Martínez (1992) cree que la h- de helar o hermano podía representar una aspirada.
438 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
duda plantea civdad, grafía más rara en el s. XIII, pero no luego). Tal vez la escri-
tura cipdad o capdiello general en la GCU de hacia 1295 responda al intento de
sustraer la palabra a una lectura no vocalizada o, al menos, no relajada de la im-
plosiva.
En posición inicial no faltan los casos de intercambio entre b y v, lo que puede
entenderse como un síntoma de confusión fonética. En el Fuero de Alcalá Torrens
(2002: 151) señala bezino como forma general, independientemente del contexto por
fonética sintáctica. Una palabra en la que fue frecuente el betacismo es boz, pero se
ha de notar que en GE4 los casos se cuentan con los dedos de la mano, mientras que
uoz es la forma general (tras punto, voz). En los documentos de la cancillería alfon-
sí, en cambio, boz triunfa con pocas excepciones.
En lo que respecta a la posición intervocálica, la distinción se mantiene con con-
sistencia en los diplomas cancillerescos desde Fernando III, en el Fuero de Alcalá,
Esc. 1.1.6 y en los códices de Alfonso X y en la GCU (p. ej., en los imperfectos en
-aua). En cambio, en los contextos bl y br hay no poca variación, y mientras palabra
es general, lavrar es mucho más frecuente en GE4, pero justo sucede lo contrario en
la cancillería (palaura, pero labrar).
El signo c, dejando aparte su uso ante e, i para el valor sibilante dental, que ve-
remos luego, ocupa la mayor parte de las ocurrencias ante a, o, u para reflejar la oclu-
siva velar sorda. Sin embargo, todavía en el s. XIII tiene competencia de ch y de k,
que en ciertas tradiciones de escritura llegaron a tener un peso notable. Es lo que su-
cede para k en los documentos del monasterio de Oña, donde todavía a mediados del
s. XIII y aun después lo encontramos (ke, akell). Este signo tampoco es inusual en tra-
diciones de otros lugares, como la del monasterio de Santa María de Aguilar de Cam-
póo, e incluso en la documentación toledana hasta cumplirse el primer tercio de si-
glo, sobre todo. En la documentación alfonsí pervive k sólo como abreviatura de ka-
fiz y de kalendas, con k escritas en todas las tradiciones de escritura (en GEl también
karactaras 'cataratas').
El uso de ch para /k/ menudea tanto ante a, o, u, como ante e, i en tradiciones
monásticas y catedralicias de la primera mitad del s. XIII (en el Fuero de Alcalá más
en el primer contexto, como en bacha 'vaca', aunque también sache 'saque'). Con
este valor fonético sí se sigue empleando en los códice alfonsíes para los nombres
propios, sobre todo de origen hebraico y griego (Luchas, Sennacherib), pero no en los
comunes.
Las secuencias gráfícas que y qui alternan con qe y, en menor medida, con qi,
en no pocas tradiciones de escritura, sobre todo en la primera mitad del s. XIII, y en
algunas, como la del monasterio vallisoletano de Valbuena, llega a ser general y aun
exclusiva en algunos documentos de la primera mitad del s. XIII (saqese 'sáquese').
Ya en la cancillería sanfernandina y alfonsí es raro este uso, pero resucita con cierta
fuerza en la letra cursiva del s. XIV, en parte por la omisión de la lineta abreviativa, lo
que se acompaña no pocas veces de su empleo donde no abrevia nada.
EL CASTELLANO EN EL SIGLO XIII 439
6.7. MP - NP; MB - NB
6.8. L - LL
21. Para Chamorro (1998) -LL- pudo dar una lateral no palatal, y esto explicaría la grafía -1-. Sin
embargo, la estabilidad gráfica en la segunda mitad del s. XIII y los casos inversos, además del la varia-
ción entre n-nn y r-rr apuntan a que gráfico y no fonético es el fenómeno.
440 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
tendría que ser el! spírito, pues no cabe pensar que la palabra se leyera con s líquida,
sino con e- protética.
6.9. R - RR
6.10. N - NN
Tanto en posición inicial como interior, los casos de intercambio de letras sim-
ples y dobles antes vistos, que normalmente se utilizaron para expresar valores foné-
ticos distintos, suelen ir parejos del empleo de otras consonantes dobles como ff (v. s.
6.4.) bb, cc, mm, etc. que no parece que se leyeran como geminadas.23 Un caso pe-
culiar es el de commo, que en los siglos XIV Y XV puede encontrarse con todas las le-
22. Por ejemplo en documentos abulenses de finales del s. XIII (AHN, Clero, Ávila, carpeta 21, n°
7, de 1284, entre otros).
23. Opinión distinta en Pensado (1993), que interpreta como geminadas muchas grafías dobles.
EL CASTELLANO EN EL SIGLO XIII 441
tras explícitas en códices y documentos, mientras que como con lineta aparece 2 ve-
ces en GEl y 27 en GE4 (Torrens 2002: 95). No cabe atribuir valor fonético gemi-
nado a la letra doble, como tampoco en peccado (90 % de las apariciones en GEl),
sabbado (l vez con -b- en GEl por 27 con -bb-) y otros grafismos habituales en el s.
XIII y después. El MS Esc. 1.1.6, de escritura marcadamente fonética, es menos pro-
clive a su empleo (p. ej., peccado no llega al 10 % frente a pecado).
En lo que respecta a las grafías de las sibilantes dentales, hay que distinguir,
como se vio para b / v (u), entre el problema de la valoración del contraste fonético
expresado por la correlación de sonoridad y la cuestión paleográfica y gráfica marca-
da por la coexistencia, para el mismo valor, de varios signos: e, ~, se y s~. Para valo-
rar adecuadamente ambas cuestiones, habrá que señalar cuál es el estatus de ~, por-
que sólo su empleo más o menos sistemático permitirá marcar la oposición entre la
sibilante dental sorda y la sonora, al adoptarse ante a, o, u (cabe~a). La ~ nació de
la z copetuda en la escritura visigótica, pero en la escritura gótica sólo tardíamente
adquiere una forma claramente diferenciada, algo que muchos escritorios no habían
conseguido en la primera mitad del s. XIII. Así, en documentos de la catedral de To-
ledo incluso de mediados de s. XIII, ~ es un mero alógrafo de z, por lo que pueden al-
ternan Con~alvo y Gonzalvo. No obstante esto, ya antes algunas tradiciones de escri-
tura ensayaron la distinción, como se aprecia en los documentos de Fernando III.
La distinción paleográfica entre las formas de ~ y z no garantiza el reparto grá-
fico, como se ve por los resultado de -TJ- en contexto intervocálico, donde, a pesar de
esperarse la grafía z, propia de la sonora, encontramos en muchas palabras ~, como
en pla~a « PLATEA), pero pozo « PUTEU), así escritas en los códices de Alfonso X, y
con alguna excepción en los documentos de su cancillería (po~o, y también algún
caso de ra~on 'razón'). El códice Esc. 1.1.6 respeta la distinción, lo mismo que los
textos alfonsíes, aunque sin despejar la duda que plantean los resultados de -TJ-. Se
ha de notar también el empleo esporádico de e por ~ en casos como cabeca, que me-
nudea en códices como BNE Res. 270, de mediados del s. XIII, que contiene el Libro
de los animales que ca~an (¿mero descuido o extensión contextual a partir de ce, ci
con el mismo valor?).
En lo que concierne al uso de e y ~, el reparto ideal reserva el segundo signo para
las secuencias ~a,~o,~u, pero fue frecuente la extensión de ~ a todos los contextos. En
los diplomas de Fernando III examinados, la presencia de ~e es del 5 %, Yla de ~i su-
pera el 10 %. Los diplomas alfonsíes son muy irregulares, por lo que una presentación
estadística falsearía el hecho de que algunos privilegios rodados respetan práctica-
mente al 100% el reparto, mientras que en otros, y más aun en las cartas plomadas y
mandatos, ~e supera el 50 %, al tiempo que ~i tiene menor presencia. También los có-
dices alfonsíes emplean mucho ~e y ~i (más GEl que GE4), pero no así Esc. 1.1.6,de
hacia 1250, que tiene contadas excepciones. Al final del siglo se produce un signifi-
cativo aumento de ~e y ~i, como se aprecia en GCU, e incluso más en los pergaminos
de Sancho IV. La situación del s. XIV, con ~ generalizada ante e, i se percibe ya en do-
cumentos de Fernando IV, en alguno de los cuales se da sin excepciones.
442 HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
En cuanto a sc ante e, i,puede decirse que su uso se hace cada vez más frecuente
a lo largo del s. XIII. En Ese. 1.1.6son contados los casos de sc (descender), y más aún
en el Fuero de Alcalá (sólo una vez descendan y otra pasciere; Torrens 2002: 205).
Tampoco las tradiciones monásticas son proclives a este empleo, y ni los documen-
tos de San Salvador de Oña (Burgos) ni los de Santa María de Aguilar de Campóo
(Palencia) lo traen prácticamente nunca en palabras como pacer o nacer por lo me-
nos hasta las últimas décadas del s. XIII. En la cancillería de Fernando III sí es ya fre-
cuente, y así coñoscer está por encima del 80 % frente a coñocer, y lo mismo bajo
Alfonso. Igualmente predomina sc en los códices alfonsíes, con diferencias, eso sí, de
unas palabras respecto de otras (crecer y cre~er no alcanzan el 5 % respecto de cres-
cer y cres~er). En la GCU menudean los usos antietimológicos, raros antes, y así en-
contramos cabes~a o pies~a.24
6.13. s, ss
Según opinión casi unánime, las grafías s y ss marcaron una oposición fonoló-
gica en contexto intervocálico, pero se equivalen en los demás contextos (valor sor-
do). En posición inicial el desarrollo de ss- es paralelo al de ff-, y su auge se asocia
a la cursividad, por lo que en el s. XIV será muy frecuente. En la gótica libraria pre-
alfonsí y alfonsí es rara (sólo casos esporádicos), y más aun en los documentos de
Fernando 111,mientras que en la cancillería bajo Alfonso X alcanza más o menos el
10% frente a s-o
En cuanto al reparto -ss-/-s- en posición intervocálica, con valor sordo y sonoro,
respectivamente, éste se extiende antes que la oposición c, ~ / z, y ya lo muestran en
el s. XIII no pocas tradiciones de escritura monásticas, e igualmente se respeta en el
Fuero de Alcalá, Ese. 1.1.6, los códices alfonsíes, GCU y la cancillería, lo cual no
quiere decir que no menudeen casos de s por ss, hecho que aumenta en el s. XIV, lle-
gando en algunas tradiciones a generalizarse ya en las primeras décadas. En GE4 fue-
sen se ve 7 veces frente a centenares de fuessen, mientras que GEl no hay fuesen;
cosso (de CURSU, por lo que tendría que ser sorda), 4 veces en GE4, coso, 1; en GEl,
cosso, 6, por 1 coso. -S- por -ss- sólo es valorable como indicio de confusión en aque-
llas tradiciones que habían llegado a estabilizar el reparto. Más indicativo de con-
fluencia fonético-fonológica es el empleo de -ss- por -s- en posición intervocálica, del
que se encuentran muestras en el s. XIII (p. ej., en un documento abulense de 1284).25
6.14. x / /, J, G, L/
6.15. PH, TN
En los códices examinados, entre los pocos nombres comunes que se escriben
con ph tenemos propheta (ppha) y philosopho (en GE4, alternando confilospho y fi-
losofo), palabras que no es fácil que aparezcan en los documentos, mientras que en
los nombres propios es corriente este empleo (iosepho, iaphet), a la zaga de los ma-
nuscritos latinos utilizados como fuente,z7 En los documentos notariales y en los fue-
ros de la primera mitad del s. XIII no era raro escribir orphano, mientras que en la can-
cillería ph es excepcional, y ni siquiera en Felip(e) solía emplearse el digrama para la
posición inicial, cosa que sí se hará en la centuria siguiente para dar forma visual di-
ferenciada a la abreviatura (Phe).
En cuanto a th, thesoro se escribe siempre así en GEl, pero en GE4 tesoro su-
pera el 10 % de las apariciones de la palabra. En el siglo siguiente el digrama se ex-
tenderá a contextos no etimológicos, especialmente el sustantivo themor y el verbo
themer.
meatad, lo que indica que sí actuaba la disimilación. En los diplomas de Fernando III,
en cambio, predomina con mucho abad, e incluso hay algún casos de edad, pero he-
redat es prácticamente absoluto. En los diplomas de Alfonso X salud casi iguala a sa-
lut, pero la regla de disimilación generaliza heredat. En cuanto a la interpretación fo-
nética de la tendencia a escribir -t, la idea habitual es considerarla síntoma de ensor-
decimiento,28 aunque la generalización de -t en muchos manuscritos del s. XIV, sin
que opere en ellos la disimilación, resta crédito fonético al uso, habida cuenta de que
justo esa generalización coincide con el rechazo de muchos finales consonánticos
fuertes (dist, Juert) como consecuencia de la restitución de la vocal final.
La secuencia -nt es casi absoluta en sant, pero en las palabras en las que -nd es
etimólogica encontramos situaciones variadas. En la cancillería de Alfonso X segund
y segunt se reparten al 50%, mientras que GE4 trae sólo segund (en GEl, aunque mi-
noritaria, tiene presencia algo mayor). También grand y grant están igualados en los
documentos de Castilla la Vieja, y lo mismo segund y segunt, sin que pese la fonéti-
ca sintáctica en la presencia de una forma u otra. En GEl y GE4 no hay práctica-
mente grant. En el s. XIV serán muy frecuentes los finales en -nt en segunt y grant, e
incluso se produce la extensión analógica a algunt, en lo que podemos ver un sínto-
ma de que ya la dental final no sonaba. Con todo, muestras directas de la reducción
encontramos ya en algunas tradiciones de escritura del s. XIII (san por sant).29
cultos» (ph, th, gn), empleados muchas veces contra la etimología, que con-
fieren un aspecto muy diferenciado a la página. Otra cosa es que la impren-
ta recupere algunos de los usos vigentes en la época de Alfonso X, como el
empleo de m ante p y b.
10) En cuanto al sistema fonológico subyacente en el s. XIII, es de suponer que
no hubo cambios respecto del vigente en siglo anterior, con las consabidas
distinciones entre Ib/ y lb/, que se opondrían por el rasgo oclusivo frente a
fricativo, y entre los fonemas sordo y sonoro de las tres parejas de sibilan-
tes (dentales, alveolares y prepalatales), pero sin que pueda asegurarse que
no empezaran ya por entonces las confusiones en el orden alveolar, a tenor
de los casos de -ss- por -s-o
Bibliografía