Modulo 2 Unidad 2
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Evaluación diagnóstica
Al trabajar con niños y adolescentes se hace imprescindible la entrevista con los padres
o con los educadores del niño para realizar la recogida de información del motivo de
consulta y de la historia clínica.
La primera visita con la familia suele hacerse sin el niño y bajo la petición de consulta
por algún motivo que les preocupa. A veces, se usa directamente el asesoramiento a
los padres para modificar alguna conducta o situación determinada. En otros casos, se
deberá integrar la interacción directa con el niño.
La mayoría de autores están de acuerdo en realizar primero la entrevista con los
padres y en segundo lugar la entrevista con el menor. Este orden facilita que los
padres, sin la presencia del niño, puedan hablar con libertad sobre él y lo que les
preocupa, sin necesidad de “hablar en clave porque el niño está presente”. La
entrevista con los padres permite ver el grado de acuerdo o desacuerdo entre ellos
respecto a lo que le sucede al menor, el grado de preocupación de ambos padres
respecto al problema y otros aspectos. Si los niños vienen con los padres y el niño no
recoge esta información, es mejor que uno de los padres se espere fuera con el niño.
Antes de acabar la entrevista podemos entregar a los padres algunos cuestionarios que
pueden ayudarnos a recabar información (a lo largo de este módulo encontrarás
algunos de los cuestionarios que podemos utilizar).
Ejemplo
Un instrumento que resulta de gran utilidad para entregar a los padres como
cuestionario o que también puede realizarse como entrevista es la historia
estructurada del BASC, que explicaremos con más detalle en este módulo.
Tras la primera entrevista con los padres nos puede ser útil realizar una entrevista
conjunta de los padres con el niño para poder observar los patrones de interacción
entre ellos.
Ejemplo
La capacidad para centrar y mantener la atención, la memoria o el nivel de lenguaje
expresivo o receptivo.
Los primeros días con el niño, tenemos que intentar sintonizar con él y buscar un canal
comunicativo eficaz, aunque esto nos lleve un tiempo en conseguirlo. Debemos buscar
cuál es el mejor camino poniéndonos a su altura y utilizando medios, según su edad,
que sabemos que son eficaces como, por ejemplo, el juego y el dibujo ya que esas
actividades el niño las vive de forma no intrusiva y sin riesgo. No hay que forzar al
niño, por lo que si un niño no desea pintar, dibujar… no debemos obligarle.
Podemos ofrecer un juego a partir de los gustos del niño. El juego, como medio
comunicativo, es el predilecto hasta los 7 u 8 años de edad. A la vez, usaremos el
diálogo imaginario donde el niño puede expresarse a partir de dibujos, objetos o
juguetes.
Ezpeleta (2001) nos indica varios aspectos que debemos tener en cuenta al entrevistar
a niños:
El recuerdo.
El concepto de sí mismo.
La cognición social.
Atención.
Sinceridad.
Lenguaje.
Comprensión de emociones.
Vamos a ver todos estos aspectos con detenimiento.
El recuerdo
La calidad de los recuerdos mejora con la edad. Por tanto, un niño escolar tiene
recuerdos de mejor calidad que un niño en edad preescolar. Además, a menor edad se
proporciona menos información, y por tanto es necesario realizar preguntas más
específicas. Por lo general, antes de los 3 años existen muy pocos o nulos recuerdos, y
antes de los 8 años pocas personas se acuerdan poco de las situaciones vividas.
Kessler, Mroczek, y Belli (1999): es imprescindible que exista una adecuada motivación
del sujeto, que puede lograrse explicándole la importancia de la información que se
desea recoger y la importancia del niño al proporcionarla. Se trata de conseguir del
niño el compromiso de intentar recordar. Es recomendable ir proporcionando refuerzo
verbal contingente al niño a lo largo de toda la entrevista después de haber realizado
esfuerzos por recordar información.
Para facilitar el recuerdo también se le pueden hacer al niño indicaciones
concretas, como: medicaciones, sentimientos, enfermedades, etc. En general, los niños
suelen recordar mejor aquellos acontecimientos que han vivido personalmente o que
les son familiares que los que no han vivido directamente o consideran menos
importantes.
Hughes y Baker (1990): a los 5 años, los niños ya pueden aportar información bastante
precisa sobre acontecimientos de importancia personal para ellos y el grado de
comprensión de la situación es un factor importante de cara al recuerdo: cuanto mejor
se entienden las situaciones, mejor se recuerdan. A los 10 años, la capacidad de
recordar acontecimientos pasados es comparable a la de los adultos.
En la mayoría de los casos, la cantidad de información que pueden recordar los niños
más pequeños en comparación con los más mayores es similar; la única diferencia es
que los más pequeños necesitan más soporte externo de los adultos para recordar, es
decir, más preguntas y más comprobaciones.
El concepto de sí mismo
Para que los niños puedan responder preguntas sobre la conducta y los sentimientos
de una persona, es fundamental que exista el “concepto de sí mismo”.
Este reconocimiento existe desde edades muy tempranas pero va cambiando en su
forma.
La cognición social
Hace referencia a la percepción que el niño tiene de otras personas y de sus relaciones
con ellos. Este aspecto también tiene relevancia en la psicopatología, puesto que
algunos problemas se acentúan o derivan en relación con ellos, y por tanto también se
investiga en la entrevista diagnóstica.
Hughes y Baker (1990) indican que los niños menores de 8 años hacen descripciones
de los demás principalmente en términos globales y autorreferenciales. La edad de 7 a
8 años marca la aparición de una importante habilidad cognitivo-social: la capacidad
para pensar sobre lo que los otros piensan de uno mismo. Entre los 8 y los 11 años se
incluirán términos más precisos y abstractos para describir a los otros, pero sus
representaciones todavía no consistirán en una percepción coordinada.
A partir de la adolescencia, el menor es capaz de integrar los distintos rasgos de una
persona, incluso aunque sean contradictorios.
Atención
Para que la información que nos proporciona el menor sea útil, es imprescindible que el
niño sea sincero. A los 3-4 años, los niños ya son capaces de diferenciar entre la
verdad y la mentira.
Para fomentar la sinceridad, es importante que al principio de la entrevista se le
indique al niño que si no quiere hablar de algo preferimos que nos diga simplemente
que no quiere hablar de ello a que nos mienta sobre ello.
Lenguaje
Comprensión de emociones
A los 3 años: los niños tienen una idea general de sí mismos y de los demás y
ya saben comunicar emociones sencillas en situaciones cotidianas.
A los 5 años: aún no comprenden que puedan darse dos sentimientos al mismo
tiempo.
A los 7 años: creen que solo pueden darse dos sentimientos simultáneamente
si ambos se dirigen a un solo objetivo.
A los 8 años: entienden que pueden experimentar dos sentimientos del mismo
sentido (+ o −) si los objetivos de la emoción son los mismos.
A los 9 años: el niño entiende las emociones a partir de sus propias
experiencias, es consciente de que las emociones se pueden controlar usando
estrategias mentales y puede informar de sus propias emociones con fiabilidad.
A los 10 años: es capaz de apreciar sus emociones de sentido opuesto dirigidas
al mismo objetivo.
A los 11 años: es capaz de realizar inducciones de otras personas al observar
sus comportamientos.
La primera emoción que los niños son capaces de expresar y de reconocer a partir de
situaciones es la felicidad, que se identifica hacia los 3 años y se expresa hacia los 5
años. Otras emociones que también se identifican a edades tempranas, a pesar de que
pueden ser confundidas, son: tristeza, enfado y dolor. En general, a mayor edad, mayor
capacidad para identificar emociones. A los 8 años ya se ha adquirido la capacidad
para expresar verbalmente enfado y miedo. A los 11 años, se pueden expresar
emociones opuestas (por ejemplo: tranquilo pero enfadado).
En conclusión, las investigaciones en psicología del desarrollo muestran que hacia los 8
y 11 años, aproximadamente, los menores ya tienen las habilidades y
funciones necesarias para poder contestar adecuadamente a una entrevista.
Instrumentos de evaluación
Como instrumentos de evaluación podemos encontrar tanto las entrevistas
estructuradas como los cuestionarios.
En relación a las primeras, existen diferentes entrevistas estructuradas que pueden
utilizarse en psicopatología infantojuvenil.