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Rafael Luciani - Perspectiva Eclesiológica

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Rafael Luciani

XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA


DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

DOCUMENTO FINAL
Por una Iglesia sinodal: comunión,
participación y misión
(2-27 de octubre de 2024)
Rafael Luciani

Una Iglesia «constitutivamente» sinodal


La emergencia de una «ulterior recepción
del Concilio Vaticano II»
1. Iglesia, Pueblo de Dios, por el bautismo
2. Pueblo de Dios, sujeto comunitario e histórico, en un lugar
3. Sensus fidei de todo el Pueblo de Dios
4. Sinodalidad como dimensión constitutiva de todo el Pueblo de Dios
5. Conversión relacional a la luz de la sinodalidad
6. Identidad y configuración relacional de las vocaciones, los carismas
y los ministerios
7. Subjetividades y sujetos eclesiales en el marco de una secuencia
8. La vida religiosa y la teología de los carismas al interior del Pueblo de Dios
9. Participación de todo el Pueblo de Dios en organismos de participación
y procesos decisionales
10. Rendición de cuentas en la Iglesia y contribución de las prácticas en la vida religiosa
11. Instituciones que rearticulan el primado, la colegialidad y la sinodalidad eclesial
12. Hacia una realineación del capítulo II de Lumen gentium: la «Ecclesia tota»
en el marco de la «communio ecclesiarum»
Rafael Luciani

1
Iglesia, Pueblo de Dios,
por el bautismo
Quien vive sinodalmente ha comenzado a vivir el Reino de Dios, aunque esté lejos de la Iglesia...

Estamos llamados a «dar razones de esperanza» y «contribuir a la humanización de la familia humana» (GS 40), pues
el futuro del cristiano no es la Iglesia, sino el Dios del Reino. La Iglesia como institución y mater convocans cesará
para que permanezca la fraternitas convocata, la verdadera fraternidad entre las hijas e hijos de Dios. Creer en y
como Iglesia supone, como lo hizo Jesús, creer que quien vive de la compasión fraterna está cerca del Reino de Dios,
aunque esté lejos de la Iglesia o de la religión.

La Iglesia existe no para sí misma, sino para ser "signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de
todo el género humano" (LG 1) y así, ella, "de este Reino, constituye en la tierra, la semilla y el principio" (LG 5)"
(DF 20). Pero, no cualquier figura y forma de Iglesia es capaz de ser signo de este Reino.

"La Iglesia, Pueblo de Dios, introduciendo este reino, no disminuye el bien temporal de ningún pueblo" (LG 13).
Por ello, no podemos pensar a la Iglesia como una realidad absoluta, que se tiene a sí misma como a su propio
fundamento y finalidad. No es eterna ni plena. Incluso no es necesaria por sí misma. Estamos en la Iglesia como
testigos de una misma fe, pero esta se configura en y mediante nuestras relaciones fraternas al interior de un Pueblo.

Nuestro amor y entrega fraterna no es a la Iglesia, sino en la Iglesia (fraternitas) y como Iglesia (sinodalmente), lo
cual supone que los testigos (nosotros y nosotras) pasamos a ser signo histórico de la credibilidad del Reino.
Caminar juntos no es optativo. Es el modo de proceder constitutivo que define a la Iglesia para ser signo del Reino.
“No es necesario hacer otra Iglesia, es necesario
hacer una Iglesia diversa”
— Yves Congar (1950) —

“Una cierta forma de Iglesia está muriendo, pero


está naciendo otra. Estoy más abierto a lo que
está naciendo que a lo que se está desvaneciendo”
— Cardenal Suenens (1979) —
"En efecto, el camino sinodal está poniendo en práctica lo que el Concilio
enseñó sobre la Iglesia como Misterio y Pueblo de Dios, llamada a la santidad
a través de una conversión continua que nace de la escucha del Evangelio. En
este sentido, constituye un verdadero acto de una ulterior recepción del
Concilio, prolongando su inspiración y relanzando su fuerza profética para el
mundo de hoy" (DF 5).

"Del Bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo brota la
identidad del Pueblo de Dios. Se realiza como llamada a la santidad y envío en
misión para invitar a todos los pueblos a acoger el don de la salvación (cf. Mt
28, 18-19)" (DF 15).
Rafael Luciani

2
Pueblo de Dios, sujeto
comunitario
e histórico, en un lugar
"Esta llamada se funda en la identidad bautismal común, se enraíza en
la diversidad de contextos en los que la Iglesia está presente y
encuentra su unidad en el único Padre, el único Señor y el único
Espíritu. Interpela a todos los bautizados, sin excepción: «Todo el
Pueblo de Dios es sujeto del anuncio del Evangelio. En él, todo
bautizado es convocado para ser protagonista de la misión, porque
todos somos discípulos misioneros» (CTI 53)" (DF 4).
"El proceso sinodal nos ha hecho experimentar el «sabor espiritual» (EG
268) de ser Pueblo de Dios, reunido de todas las tribus, lenguas, pueblos y
naciones, viviendo en contextos y culturas diferentes. Ese Pueblo, no es
nunca la mera suma de los bautizados, sino el sujeto comunitario e
histórico de la sinodalidad y de la misión, todavía peregrino en el tiempo y
ya en comunión con la Iglesia del cielo. En los diversos contextos en los
que están arraigadas cada una de las Iglesias, el Pueblo de Dios anuncia y
testimonia la Buena Nueva de la salvación; viviendo en el mundo y para el
mundo, camina junto a todos los pueblos de la tierra, dialoga con sus
religiones y culturas, reconociendo en ellas las semillas de la Palabra,
avanzando hacia el Reino. Incorporados a este Pueblo por la fe y el
Bautismo, somos sostenidos y acompañados por la Virgen María, «signo de
esperanza segura y de consuelo» (LG 68), por los Apóstoles, por quienes
han dado testimonio de su fe hasta dar la vida, por los santos de todo
tiempo y lugar" (DF 17).
"La comunidad de los discípulos convocados y enviados por el Señor no es
un sujeto uniforme y amorfo. Es su Cuerpo con muchos y diversos
miembros, un sujeto histórico comunitario en el que acaece el Reino de
Dios como «semilla y principio» al servicio de su venida en toda la familia
humana. Ya los Padres de la Iglesia reflexionan sobre el carácter de
comunión de la misión del Pueblo de Dios a través de un triple «nada sin»
(nihil sine): «nada sin el obispo» (San Ignacio de Antioquía, Carta a los
Tralianos, 2.2), «nada sin el consejo de los presbíteros, nada sin el
consenso del Pueblo» (San Cipriano de Cartago, Carta 14.4). Cuando se
rompe esta lógica del nihil sine, se oscurece la identidad de la Iglesia y se
inhibe su misión" (DF 88).
"Cada bautizado responde a las exigencias de la misión en los contextos en los que vive
y trabaja desde sus propias inclinaciones y capacidades, manifestando así la libertad
del Espíritu en la concesión de sus done” (DF 58).

"Gracias a este dinamismo en el Espíritu, el Pueblo de Dios, escuchando la realidad en


la que vive, puede descubrir nuevos ámbitos de compromiso y nuevas formas de
realizar su misión" (DF 58).

"La variedad de carismas, que tiene su origen en la libertad del Espíritu Santo, tiene
como finalidad la unidad del cuerpo eclesial de Cristo (cf. LG 32) y la misión en los
diversos lugares y culturas (cf. LG 12)” (DF 57)

“Estos dones no son propiedad exclusiva de quienes los reciben y ejercen, ni pueden ser
motivo de reivindicación para sí mismos o para un grupo. Están llamados a contribuir
tanto a la vida de la comunidad cristiana, como al desarrollo de la sociedad" (DF 57).
Rafael Luciani

3
Sensus fidei
de todo el Pueblo de Dios
Lumen gentium 12

”La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo no puede equivocarse
cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido
sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando desde los Obispos hasta los últimos fieles
laicos presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres.

Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se
adhiere indefectiblemente a la fe confiada de una vez para siempre a los santos, penetra
más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida”

”El Espíritu Santo no sólo santifica y guía al pueblo de Dios a través de los
sacramentos y ministerios, sino que también distribuye sus dones a cada uno
como él quiere, lo hace apto y prepara para emprender diversas obras o servicios,
en beneficio de la renovación y la ulterior edificación de la Iglesia”
"El camino ha estado marcado en cada etapa por la sabiduría del
«sentido de la fe» del Pueblo de Dios" (DF 3).

"En virtud del Bautismo «el pueblo santo de Dios participa de la función
profética de Cristo, dando testimonio vivo de Él sobre todo con una vida
de fe y de caridad» (LG 12). Gracias a la unción del Espíritu Santo recibida
en el Bautismo (cf. 1Jn 2,20.27), todos los creyentes poseen un instinto
para la verdad del Evangelio, llamado sensus fidei. Consiste en una cierta
connaturalidad con las realidades divinas, basada en el hecho de que en
el Espíritu Santo los bautizados «son hechos partícipes de la naturaleza
divina» (DV 2)” (DF 22).
“De esta participación deriva la aptitud para captar intuitivamente lo que es
conforme a la verdad de la Revelación en la comunión de la Iglesia. Por eso, la
Iglesia está segura de que el santo Pueblo de Dios no puede equivocarse al
creer cuando la totalidad de los bautizados expresa su consenso universal en
materia de fe y de moral (cf. LG 12)” (DF 22).

“El ejercicio del sensus fidei no debe confundirse con la opinión pública. Está
siempre unido al discernimiento de los Pastores en los distintos niveles de la
vida eclesial, como muestra la articulación de las fases del proceso sinodal.
Pretende alcanzar ese consenso de los Fieles (consensus fidelium) que
constituye «un criterio seguro para determinar si una doctrina o práctica
particular pertenece a la fe apostólica» (Comisión Teológica Internacional, El
sensus fidei en la vida de la Iglesia, 2014, n. 3)" (DF 22).
"Por su presencia y acción continuas, la «Tradición, que viene de los apóstoles,
progresa en la Iglesia» (DV 8). Invocando su luz, el Pueblo de Dios, partícipe de la
función profética de Cristo (cf. LG 12), «procura discernir en los acontecimientos,
exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos,
los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios» (GS 11). Tal
discernimiento se sirve de todos los dones de sabiduría que el Señor distribuye en
la Iglesia y hunde sus raíces en el sensus fidei comunicado por el Espíritu a todos
los bautizados. En este espíritu se debe comprender y reorientar la vida de la
Iglesia sinodal misionera" (DF 81).

"Por el Bautismo todos los cristianos participan del sensus fidei. Por tanto,
además de ser el principio de la sinodalidad, es también el fundamento del
ecumenismo. «El camino de la sinodalidad, que la Iglesia católica está siguiendo,
es y debe ser ecuménico, así como el camino ecuménico es sinodal» (Papa
Francisco, Discurso a Su Santidad Mar Awa III, 19 de noviembre de 2022)" (DF 23).
Rafael Luciani

4
Sinodalidad como
dimensión constitutiva
de todo el Pueblo de Dios
"Con este documento, la Asamblea reconoce y
testimonia que la sinodalidad, dimensión
constitutiva de la Iglesia, ya forma parte de la
experiencia de muchas de nuestras comunidades. Al
mismo tiempo, sugiere caminos a seguir, prácticas a
implementar, horizontes a explorar" (DF 12).
"Los términos «sinodalidad» y «sinodal» derivan de la antigua y
constante práctica eclesial de reunirse en sínodo. En las tradiciones de las
Iglesias orientales y occidentales, la palabra «sínodo» se refiere a
instituciones y acontecimientos que han adoptado diferentes formas a lo
largo del tiempo, implicando una pluralidad de sujetos. En su variedad,
todas estas formas están unidas por el hecho de reunirse para dialogar,
discernir y decidir. Gracias a la experiencia de los últimos años, el
significado de estos términos se ha comprendido mejor y se ha vivido aún
más. Se han asociado cada vez más al deseo de una Iglesia más cercana a
las personas y más relacional, que sea hogar y familia de Dios” (DF 28).
"A lo largo del proceso sinodal, ha madurado una convergencia sobre el
significado de la sinodalidad que subyace en este Documento: la
sinodalidad es el caminar juntos de los cristianos con Cristo y hacia el
Reino de Dios, en unión con toda la humanidad; orientada a la misión,
implica reunirse en asamblea en los diferentes niveles de la vida eclesial,
la escucha recíproca, el diálogo, el discernimiento comunitario, llegar a
un consenso como expresión de la presencia de Cristo en el Espíritu, y la
toma de decisiones en una corresponsabilidad diferenciada. En esta línea
entendemos mejor lo que significa que la sinodalidad sea una dimensión
constitutiva de la Iglesia (CTI, n. 1). En términos simples y sintéticos,
podemos decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y
de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y
misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y
mujer irradiando la luz de Cristo" (DF 28).
"Más detalladamente, la sinodalidad designa ......: a) en primer lugar, se
refiere al estilo peculiar que califica la vida y la misión de la Iglesia
expresando su naturaleza como el caminar juntos y el reunirse en
asamblea del Pueblo de Dios convocado por el Señor Jesús en la fuerza
del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio (...). La sinodalidad designa
«la realización puntual de aquellos eventos sinodales en los que la Iglesia
es convocada por la autoridad competente y según procedimientos
específicos determinados por la disciplina eclesiástica, implicando de
diferentes modos, a nivel local, regional y universal todo el Pueblo de Dios
bajo la presidencia de los Obispos en comunión colegial y jerárquica con el
Obispo de Roma, para el discernimiento de su camino y de las cuestiones
particulares, y para la toma de decisiones y orientaciones en orden al
cumplimiento de su misión evangelizadora» (CTI 70c)" (DF 30).
"En el contexto de la eclesiología conciliar del Pueblo de Dios (...), la sinodalidad
«indica la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi et operandi) de la
Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en
el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de
todos sus miembros en su misión evangelizadora» (CTI 6)" (DF 31).

"En la Iglesia sinodal «toda la comunidad, en la libre y rica diversidad de sus


miembros, es convocada para orar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y
aconsejar para que se tomen las decisiones» (CTI 68) para la misión. Fomentar la
participación más amplia posible de todo el Pueblo de Dios en los procesos
decisionales es la manera más eficaz de promover una Iglesia sinodal. Si es cierto,
en efecto, que la sinodalidad define el modo de vivir y operar que califica a la
Iglesia, indica al mismo tiempo una práctica esencial en el cumplimiento de su
misión: discernir, alcanzar el consenso, decidir mediante el ejercicio de las
diferentes estructuras e instituciones de la sinodalidad" (DF 87).
"La sinodalidad no es un fin en sí misma, sino que apunta a la misión
que Cristo ha confiado a la Iglesia en el Espíritu (...). Valorando todos los
carismas y ministerios, la sinodalidad permite al Pueblo de Dios
anunciar y testimoniar auténtica y eficazmente el Evangelio a las mujeres
y a los hombres de todo lugar y tiempo, haciéndose «sacramento
visible» (LG 9) de la fraternidad y unidad en Cristo querida por Dios.
Sinodalidad y misión están íntimamente ligadas: la misión ilumina la
sinodalidad y la sinodalidad impulsa a la misión" (DF 32).
Rafael Luciani

5
Conversión relacional
a la luz
de la sinodalidad
"Ser Iglesia sinodal exige, pues, una verdadera conversión relacional" (DF 50).

"La necesidad de una conversión en las relaciones concierne


inequívocamente a las relaciones entre hombres y mujeres” (DF 52).

“El dinamismo relacional está inscrito en nuestra condición de criaturas" (DF


52).

"La llamada a la renovación de las relaciones en el Señor Jesús resuena en la


pluralidad de contextos en los que sus discípulos viven y realizan la misión de
la Iglesia. Cada uno de estos contextos posee riquezas particulares que,
indispensablemente, hay que tener en cuenta, vinculadas al pluralismo de las
culturas" (DF 53).
Rafael Luciani

6
Identidad y configuración
relacional de las vocaciones,
los carismas y los ministerios
"El proceso sinodal ha mostrado que el Espíritu Santo suscita
constantemente una gran variedad de carismas y ministerios en el
Pueblo de Dios" (DF 36).

"Los cristianos, personalmente o en forma asociada, están llamados a


hacer fructificar los dones que el Espíritu concede con vistas al testimonio
y al anuncio del Evangelio. «Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es
el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y
hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que hace todas
las cosas en todos. A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para
el bien común» (1 Cor 12, 4-7)" (DF 57).
"En la comunidad cristiana, todos los bautizados están enriquecidos con dones para
compartir, cada uno según su vocación y condición de vida. Las diferentes vocaciones
eclesiales son, de hecho, expresiones múltiples y articuladas de la única llamada
bautismal a la santidad y a la misión. La variedad de carismas, que tiene su origen en
la libertad del Espíritu Santo, tiene como finalidad la unidad del cuerpo eclesial de
Cristo (cf. LG 32) y la misión en los diversos lugares y culturas (cf. LG 12). Estos dones no
son propiedad exclusiva de quienes los reciben y ejercen, ni pueden ser motivo de
reivindicación para sí mismos o para un grupo. Están llamados a contribuir tanto a la
vida de la comunidad cristiana, como al desarrollo de la sociedad" (DF 57).

"Viviendo el proceso sinodal hemos tomado nueva conciencia de que la salvación que
hay que recibir y proclamar pasa a través de las relaciones. Se vive y se testimonia
juntos (...). Caminando en estilo sinodal, en el entrelazamiento de nuestras vocaciones,
carismas y ministerios, y saliendo al encuentro de todos para llevar la alegría del
Evangelio, podremos vivir la comunión que salva: con Dios, con toda la humanidad y
con toda la creación" (DF 154).
Se "ha exhortado a las Iglesias locales a responder con creatividad y valentía a
las necesidades de la misión, discerniendo entre los carismas algunos que
conviene que tomen una forma ministerial, dotándose de criterios,
instrumentos y procedimientos adecuados. No todos los carismas deben
configurarse como ministerios, ni todos los bautizados deben ser ministros,
ni todos los ministerios deben ser instituidos” (DF 66)

"Para que un carisma se configure como ministerio, es necesario que la


comunidad identifique una verdadera necesidad pastoral, acompañada
de un discernimiento realizado por el pastor junto con la comunidad
sobre la conveniencia de crear un nuevo ministerio. Como fruto de este
proceso, la autoridad competente toma la decisión" (DF 66).
"En una Iglesia sinodal misionera, se pide la promoción de más formas de
ministerios laicales, es decir, ministerios que no requieren el sacramento
del Orden, no sólo en el ámbito litúrgico. Pueden ser instituidos o no
instituidos. También se debe reflexionar sobre cómo confiar los ministerios
laicales en una época en la que las personas se desplazan de un lugar a otro
cada vez con mayor facilidad, precisando los tiempos y los espacios para su
ejercicio" (DF 66).
Rafael Luciani

7
Subjetividades
y sujetos eclesiales en el
marco de una secuencia
"En virtud del Bautismo, hombres y mujeres gozan de igual dignidad en el Pueblo
de Dios” (DF 60).

”Las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de
sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en
detrimento del servicio a la misión común" (DF 60).

”Niños" (DF61), "jóvenes" (DF62), "personas con discapacidades" (DF63), "esposos" (DF64)

"A lo largo de los siglos, los dones espirituales han dado origen también a diversas
expresiones de vida consagrada" (DF 65).

"La primera tarea de los laicos, hombres y mujeres, es impregnar y transformar las
realidades temporales con el espíritu del Evangelio" (DF 66).
”El carisma... y el ministerio... de la teología" (DF 67).

“Entre los muchos servicios eclesiales, la Asamblea reconoció la contribución a la comprensión de la fe


y al discernimiento que ofrece la teología en la variedad de sus expresiones. Los teólogos y teólogas
ayudan al Pueblo de Dios a desarrollar una comprensión de la realidad iluminada por la Revelación y a
elaborar respuestas adecuadas y un lenguaje apropiado para la misión. En la Iglesia sinodal y
misionera "el carisma de la teología está llamado a desempeñar un servicio específico [...]. Junto con
la experiencia de fe y la contemplación de la verdad del Pueblo fiel y con la predicación de los
Pastores, la teología contribuye a la penetración cada vez más profunda del Evangelio. Además,
«como en el caso de todas las vocaciones cristianas, el ministerio de los teólogos, al tiempo que
personal, es también comunitario y colegial»" (CTI 75), sobre todo cuando se ejerce en forma de
enseñanza a la que se confía una misión canónica en instituciones académicas eclesiásticas. "La
sinodalidad eclesial compromete también a los teólogos a hacer teología en forma sinodal,
promoviendo entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y la
variedad de las instancias y de los aportes" (ibid.). En esta línea, es urgente fomentar, a través de
formas institucionales adecuadas, el diálogo entre los Pastores y los que se dedican a la
investigación teológica. La Asamblea invita a las instituciones teológicas a continuar la investigación
dirigida a clarificar y profundizar el significado de la sinodalidad y la formación que la acompaña en
las Iglesias locales” (DF 67).
"Como todos los ministerios de la Iglesia, el episcopado, el presbiterado y el
diaconado están al servicio del anuncio del Evangelio y de la edificación de la
comunidad eclesial" (DF 68).

"La tarea del obispo es presidir una Iglesia local, como principio visible de unidad
en su interior y vínculo de comunión con todas las Iglesias. La afirmación del
Concilio según la cual «en la consagración episcopal se confiere la plenitud del
sacramento del orden» (LG 21) permite comprender la identidad del obispo en el
entramado de las relaciones sacramentales con Cristo y con la «porción del
Pueblo de Dios» (CD 11) que le ha sido confiada y a la que está llamado a servir en
nombre de Cristo Buen Pastor" (DF 69).
Rafael Luciani

8
La vida religiosa
y la teología de los carismas
al interior del Pueblo de Dios
"A lo largo de los siglos, los dones espirituales han dado origen también a
diversas expresiones de vida consagrada. Desde los primeros tiempos, la Iglesia
ha reconocido la acción del Espíritu en la vida de aquellos hombres y mujeres
que han elegido seguir a Cristo por el camino de los consejos evangélicos,
consagrándose al servicio de Dios tanto en la contemplación como en las
múltiples formas de servicio" (DF 65).

"La vida consagrada está llamada a interpelar a la Iglesia y a la sociedad con su


voz profética. En su experiencia secular, las familias religiosas han madurado
prácticas de vida sinodal y discernimiento en común, aprendiendo a armonizar
los dones individuales y la misión común. Las órdenes y congregaciones, las
sociedades de vida apostólica, los institutos seculares, así como las asociaciones,
movimientos y nuevas comunidades tienen una contribución especial que hacer
al crecimiento de la sinodalidad en la Iglesia" (DF 65).
"Hoy, muchas comunidades de vida consagrada son un laboratorio de
interculturalidad que constituye una profecía para la Iglesia y el mundo. Al
mismo tiempo, la sinodalidad invita —y a veces desafía— a los pastores de
las Iglesias locales, así como a los responsables de la vida consagrada y las
agregaciones eclesiales, para fortalecer las relaciones de modo que se de
vida a un intercambio de dones al servicio de la misión común" (DF 65).
Rafael Luciani

9
Participación de todo el Pueblo
de Dios en organismos de
participación y procesos
decisionales
"Se sitúa en este marco de referencia eclesiológica el compromiso de
promover la participación sobre la base de la corresponsabilidad
diferenciada. Cada miembro de la comunidad debe ser respetado,
valorando sus capacidades y dones con vistas a una decisión
compartida” (DF 89)

"Los miembros lo son en función de su rol eclesial, según sus


responsabilidades diferenciadas en las distintas capacidades (carismas,
ministerios, experiencia o competencia, etc.). Cada uno de estos
organismos participa en el discernimiento necesario para el anuncio
inculturado del Evangelio, la misión de la comunidad en su propio
ambiente y el testimonio de los bautizados que la componen" (DF 103).
"Parece oportuno reflexionar sobre la articulación de los procesos decisionales. Esto
suele incluir una fase de elaboración o instrucción «mediante un trabajo conjunto
de discernimiento, consulta y cooperación» (CTI 69), que informa y apoya la
posterior toma de decisiones, que corresponde a la autoridad competente” (DF 90).

"Entre ambas fases no hay competencia ni contraposición, sino que por su


articulación contribuyen a que las decisiones que se tomen sean fruto de la
obediencia de todos a lo que Dios quiere para su Iglesia. Por ello, es necesario
promover procedimientos que hagan efectiva la reciprocidad entre la asamblea y
quienes la presiden, en un clima de apertura al Espíritu y confianza mutua, en busca
de un consenso lo más unánime posible” (DF 90).

"El proceso debe prever también la fase de aplicación de la decisión y la de su


evaluación, en las que las funciones de los sujetos implicados se articulan en nuevas
modalidades" (DF 90).
"Hay casos en los que la legislación vigente ya prescribe que la autoridad
está obligada a consultar antes de tomar una decisión. La autoridad
pastoral tiene el deber de escuchar a quienes participan en la consulta y,
por consiguiente, no puede actuar como si no los hubiera escuchado. No
se apartará, por tanto, del fruto de la consulta, cuando esté de acuerdo,
sin una razón que prevalezca y que debe ser convenientemente
expresada (cf. CIC, c. 127, § 2, 2°; CCEO c. 934, § 2, 3°)” (DF 91).

"Como en toda comunidad que vive según la justicia, en la Iglesia el


ejercicio de la autoridad no consiste en la imposición de una voluntad
arbitraria. En las diversas formas en que se ejerce, está siempre al servicio
de la comunión y de la acogida de la verdad de Cristo, en la cual y hacia la
cual el Espíritu Santo nos guía en tiempos y contextos diversos (cf. Jn 14,
16)" (DF 91).
"En una Iglesia sinodal, la competencia del Obispo, del Colegio episcopal y del
Obispo de Roma en la toma de decisiones es irrenunciable, ya que hunde sus
raíces en la estructura jerárquica de la Iglesia establecida por Cristo al
servicio de la unidad y del respeto de la legítima diversidad (cf. LG 13). Sin
embargo, no es incondicional: no se puede ignorar una orientación que
surge en el proceso consultivo como resultado de un correcto
discernimiento, sobre todo si es llevado a cabo por los órganos de
participación” (DF 92).

"Una oposición entre consulta y deliberación es, por tanto, inadecuada: en la


Iglesia, la deliberación tiene lugar con la ayuda de todos, nunca sin la
autoridad pastoral, que decide en virtud de su oficio. Por eso, la fórmula
recurrente en el Código de derecho canónico (CIC), que habla de un «voto sólo
consultivo» (tantum consultivum), debe ser reexaminada para eliminar
posibles ambigüedades" (DF 92).
"Se requieren formas más o menos articuladas de mediación institucional, en
función del tamaño de la comunidad. La legislación vigente ya prevé órganos
de participación a distintos niveles, de los que se ocupará el documento más
adelante" (DF 89).

"La participación de los bautizados en los procesos decisionales, así como las
prácticas de rendición de cuentas y de evaluación, se desarrollan a través de
mediaciones institucionales, en primer lugar, los órganos de participación que, a
nivel de la Iglesia local, ya prevé el derecho canónico. En la Iglesia latina, éstos son
Sínodo diocesano (CIC, can. 466), Consejo presbiteral (CIC, can. 500, § 2), Consejo
pastoral diocesano (CIC, can. 514, § 1), Consejo pastoral parroquial (CIC, can. 536),
Consejo diocesano y parroquial para los asuntos económicos (CIC, can. 493 y 537).
En las Iglesias orientales católicas son: Asamblea eparquial (CCEO, can. 235 ss.),
Consejo eparquial para asuntos económicos (CCEO, can. 262 ss.), Consejo
presbiteral (CCEO can. 264), Consejo pastoral eparquial (CCEO can. 272 ss.),
Consejos parroquiales (CCEO can. 295)" (DF 103).
Rafael Luciani

10
Rendición de cuentas en la Iglesia y
contribución de las prácticas
en la vida religiosa
"Si la Iglesia sinodal quiere ser acogedora, la rendición de cuentas debe
convertirse en una práctica habitual a todos los niveles. Sin embargo, quienes
ocupan puestos de autoridad tienen una mayor responsabilidad a este respecto y
están llamados a rendir cuentas a Dios y a su Pueblo” (DF 99).

"Si bien la práctica de rendir cuentas a los superiores se ha conservado a lo largo


de los siglos, es preciso recuperar la dimensión de la rendición de cuentas que la
autoridad está llamada a dar a la comunidad. Las instituciones y procedimientos
consolidados en la experiencia de la vida consagrada (como los capítulos, las
visitas canónicas, etc.), pueden ser fuente de inspiración en este sentido" (DF 99).

A los organismos de participación... “también les competen los procesos


decisionales en las formas establecidas y constituyen un ámbito para la rendición
de cuentas y la evaluación, ya que a su vez deben evaluar y rendir cuentas de su
labor" (DF 103).
"Hay casos en los que la legislación vigente ya prescribe que la
autoridad está obligada a consultar antes de tomar una decisión. La
autoridad pastoral tiene el deber de escuchar a quienes participan en
la consulta y, por consiguiente, no puede actuar como si no los hubiera
escuchado. No se apartará, por tanto, del fruto de la consulta, cuando
esté de acuerdo, sin una razón que prevalezca y que debe ser
convenientemente expresada (cf. CIC, c. 127, § 2, 2°; CCEO c. 934, § 2,
3°)" (DF 91).

"Ofrecer una formulación clara de su opinión, identificando sus puntos


principales, de modo que la autoridad, en caso de decidir de manera
distinta a la opinión recibida, pueda explicar cómo la tuvo en cuenta
en su deliberación" (DF 93b).
Rafael Luciani

11
Instituciones que
rearticulan el primado,
la colegialidad
y la sinodalidad eclesial
"La sinodalidad designa «la realización puntual de aquellos
eventos sinodales en los que la Iglesia es convocada por la
autoridad competente y según procedimientos específicos
determinados por la disciplina eclesiástica, implicando de
diferentes modos, a nivel local, regional y universal todo el
Pueblo de Dios bajo la presidencia de los Obispos en
comunión colegial y jerárquica con el Obispo de Roma, para el
discernimiento de su camino y de las cuestiones particulares, y
para la toma de decisiones y orientaciones en orden al
cumplimiento de su misión evangelizadora» (CTI 70c)" (DF 30).
"Entre los lugares para practicar la sinodalidad y la colegialidad a nivel de la
Iglesia toda, destaca ciertamente el Sínodo de los Obispos, que la
Constitución apostólica Episcopalis communio ha transformado de ser un
evento a un proceso eclesial. Establecido por san Pablo VI como asamblea de
Obispos convocada para participar, a través del consejo, en la solicitud del
Romano Pontífice por toda la Iglesia, es ahora, en forma de proceso por
etapas, expresión e instrumento de la relación constitutiva entre todo el
Pueblo de Dios, el Colegio de los Obispos y el Papa” (DF 136)

“En efecto, todo el santo Pueblo de Dios, los Obispos a quienes se les confía
sus porciones y el Obispo de Roma, participan plenamente en el proceso
sinodal, cada uno según su propia función. Esta participación se manifiesta en
la Asamblea sinodal reunida en torno al Papa, que, en su composición,
muestra la catolicidad de la Iglesia” (DF 136).
"El Sínodo de los Obispos, aun conservando su naturaleza episcopal, ha visto y
podría ver en el futuro, en la participación de otros miembros del Pueblo de Dios,
«la forma en que está llamado a asumir el ejercicio de la autoridad episcopal en
una Iglesia consciente de ser constitutivamente relacional y por ello sinodal»
(ibid.), para la misión. En la profundización de la identidad del Sínodo de los
Obispos es esencial que, en el proceso sinodal y en las Asambleas, aparezca y se
realice concretamente la articulación entre la implicación de todos (el Pueblo
santo de Dios), el ministerio de algunos (el Colegio episcopal) y la presidencia de
uno (el Sucesor de Pedro)" (DF 136).

"En particular, como explicó el Papa Francisco, la composición de esta XVI


Asamblea General Ordinaria es «más que un hecho contingente. Esta expresa una
modalidad del ejercicio del ministerio episcopal coherente con la Tradición viva
de la Iglesia y con la enseñanza del Concilio Vaticano II» (Discurso en la Primera
Congregación General de la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria
del Sínodo de los Obispos, 2 de octubre de 2024)" (DF 136).
"En las asambleas eclesiales (regionales, nacionales, continentales) los
miembros, que expresan y representan la variedad del Pueblo de Dios
(incluidos los Obispos), participan en el discernimiento que permitirá a
los Obispos, colegialmente, tomar las decisiones a las que están
obligados en virtud del ministerio que les ha sido confiado. Esta
experiencia muestra cómo la sinodalidad permite articular
concretamente la implicación de todos (el Pueblo santo de Dios) y el
ministerio de algunos (el colegio episcopal) en el proceso de toma de
decisiones sobre la misión de la Iglesia” (DF 127).

"Se propone que el discernimiento pueda incluir, en formas adaptadas a la


diversidad de los contextos, espacios de escucha y diálogo con los otros
cristianos, representantes de otras religiones, instituciones públicas,
organizaciones de la sociedad civil y la sociedad en general" (DF 127).
Rafael Luciani

12
Hacia una realineación del
capítulo II de Lumen gentium:
la «Ecclesia tota» en el marco
de la «communio ecclesiarum»
"El Documento final expresa la conciencia de que la llamada a la
misión es simultáneamente la llamada a la conversión de cada
Iglesia local y de la Iglesia toda, en la perspectiva indicada en la
exhortación apostólica Evangelii gaudium (cf. EG 30)" (DF 11).

"Junto con el Obispo de Roma, el Colegio episcopal tiene un papel


insustituible en apacentar la Iglesia toda (cf. LG 22-23) y en
promover la sinodalidad en todas las Iglesias locales" (DF 131).
"La reflexión sobre el ejercicio del ministerio petrino en clave sinodal debe
realizarse en la perspectiva de la «saludable 'descentralización'» (EG 16), pedida
con insistencia por el Papa Francisco y solicitada por muchas Conferencias
Episcopales (...). Para proceder en esta dirección, se podría identificar mediante un
estudio teológico y canónico qué materias deben reservarse al Papa (reservatio
papalis) y cuáles deben ser restituidas a los Obispos en sus Iglesias o
agrupaciones de Iglesias, en línea con el reciente Motu Proprio Competentias
quasdam decernere (15 de febrero de 2022)” (DF 134).

"De hecho, «asignar algunas competencias, sobre disposiciones del código


destinadas a garantizar la unidad de la disciplina de la Iglesia universal, a la
potestad ejecutiva de las Iglesias y de las instituciones eclesiales locales,
corresponde a la dinámica eclesial de la comunión, sobre disposiciones del código
destinadas a garantizar la unidad de la disciplina de la Iglesia toda, a la potestad
ejecutiva de las Iglesias y de las instituciones eclesiales locales, sobre la base de la
dinámica eclesial de la comunión» (Proemio)" (DF 134).
Rafael Luciani

Conclusión
Es importante reconocer los avances cualitativos en la figura de la Iglesia logrados por el proceso
sinodal que, no puede comprenderse, sin la interrupción y descontinuidad que se produce a partir de
la década de los ochenta con relación a la categoría conciliar de “Pueblo de Dios”, que llevó a una
dificultosa recepción durante la segunda y la tercera fase en la recepción conciliar —Juan Pablo II y
Benedicto XVI.

En el llamado Informe sobre la fe, publicado en 1985, Ratzinger consideró que la categoría Pueblo de
Dios podría llevar a la Iglesia a “retroceder en lugar de avanzar” reduciéndola a una dimensión
“sociológica y política” de corte colectivista. El Sínodo extraordinario de 1985 partió de esa
perspectiva y privilegió la categoría communio hierarchica para interpretar la eclesiología conciliar.

A esto se suma que, en 1988 la Constitución apostólica Pastor bonus concedió mayor poder al
primado, la curia comenzó a producir una teología propia y se relativizó la autoridad teológica y
doctrinal de las conferencias episcopales. También la carta Communionis notio, publicada en 1992,
precisó que la Iglesia universal es una realidad ontológica y preexistente respecto de la Iglesia local. Y el
motu proprio Apostolos suos de 1998 arraigó la función de enseñanza de los obispos en torno a la
interpretación oficial del magisterio universal que venía dada por la Santa Sede (AS 21).
En el marco de una nueva fase en la recepción del Concilio Vaticano II inaugurada
por el pontificado de Fracisco en el 2013, estamos viviendo hoy la profundización
y maduración de “una ulterior recepción del Concilio” a la luz del proceso
sinodal (Informe de Síntesis de la primera sesión de la XVI Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los obispos de octubre del 2023, Introducción) en la que
está emergiendo la experiencia, aún no plenamente conciente de su significado e
implicaciones, de vivir la unidad de la ecclesia tota en la diversidad de la
communio ecclesiarum.

Este giro eclesiológico que ha provocado la realineación del ser de la Iglesia a la luz
del capítulo II de Lumen gentium es, quizás, la contribución más importante del
pontificado de Francisco, recuperando la normatividad de la infalibilidad del
Pueblo de Dios como sujeto comunitario e histórico, profundizado y madurado
hoy a la luz de una Iglesia constitutivamente sinodal.
El Informe de Síntesis (octubre 2023) retoma la senda del Concilio Vaticano II, de una Iglesia
de Iglesias, la profundiza y madura para ofrecer el giro eclesiológico que estamos viviendo.
En vez de usar la expresión Iglesia universal, opta por “Ecclesia tota como comunión de las
Iglesias” (capítulos 10 y 19c). Así lo continúa y profundiza el Documento Final (segunda
sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los obispos de octubre del 2024.
Cf. 11,131,134). Esta figura de Iglesia, que evita todo “universalismo abstracto y
homogeneizador” (IL 2024, Introducción y n. 81) es posteriormente descrita de una forma
orgánica y articulada en el Instrumentum laboris de 2024:

…el Concilio pudo afirmar que la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, es también un
cuerpo de Iglesias, en las cuales, y a partir de las cuales existe una Iglesia católica,
una y única (cf. LG 23). Este cuerpo se articula: a) en las Iglesias individuales como
porciones del Pueblo de Dios, cada una confiada a un obispo; b) en las
agrupaciones de Iglesias, en las que las instancias de comunión están representadas
sobre todo por los organismos jerárquicos; c) en la Iglesia entera (Ecclesia tota),
donde la Iglesia como comunión de Iglesias se expresa por el Colegio de los Obispos
reunidos en torno al Obispo de Roma en el vínculo de la comunión episcopal (cum
Petro) y jerárquica (sub Petro) (IL 2024, 88).
El texto no solo ofrece una visión orgánica y ordenada de los distintos niveles que constituyen
el ser de la vida de la Iglesia, sino también el modo articulado mediante el cual se hace y
constituye la Iglesia “Pueblo de Dios”, sujeto comunitario e histórico, a saber, a partir del
primer nivel de ejercicio de la sinodalidad que es la Iglesia local o porción del Pueblo de
Dios, específicamente lo que se denomina diócesis (CTI, Sinodalidad 77).

Desde las Iglesias locales y a partir de ellas (LG 23) se construye la comunión entre todas —en
cuanto agrupaciones de Iglesias que pueden existir a nivel nacional, regional o continental
(CTI, Sinodalidad 85)—, y de todas ellas con la Iglesia de Roma —en el tercer nivel de ejercicio
de la sinodalidad que es el universal (CTI, Sinodalidad 94).

La articulación ordenada de esos tres niveles de ejercicio de la sinodalidad deja ante los ojos
una figura de Iglesia sinodal como fruto maduro de la eclesiología del Pueblo de Dios. De
hecho, el Instrumentum laboris 2024 aclara que “la reforma de las instituciones eclesiales
debe seguir esta articulación ordenada de la Iglesia” (IL 2024, 88). Así tenemos la imagen de
una Iglesia toda o Ecclesia tota que está calando en conciencia gradualmente ―aunque
ciertamente con dificultad.
Cualquier valoración del proceso sinodal (2021-2024) — recepción, indiferencia o
resistencia—, no puede leerse fuera de este nuevo giro eclesiológico que cambia la
hermenéutica conciliar y la realinea a la luz del capítulo II de Lumen gentium.

Todo lo visto permite afirmar que, "en esta ulterior etapa de la recepción del Concilio
Vaticano II", a la luz de la profundización y maduración de la Iglesia como Pueblo de
Dios, sujeto comunitario e histórico, está emergiendo una nueva figura de Iglesia de
Iglesias. Esto debe dar paso a un nuevo modelo institucional, cuya forma, que
supondrá crear una nueva cultura eclesial llevará su tiempo, incluso más de una
generación.

Pero, “esto sólo podrá lograrse una vez que se acepte que todos tienen derecho a
hablar en la Iglesia, porque en todos —hasta que se demuestre lo contrario—
habita el Espíritu (...). La sinodalidad no es simplemente el redescubrimiento de
prácticas; más bien, es el redescubrimiento de una figura de Iglesia que reconoce
y confiesa la acción del Espíritu que crea la concordia”.
En este cambio de época, tenemos la responsabilidad histórica de responder al
llamado de construir una Iglesia, Pueblo de Dios, constitutivamente sinodal. La
recepción de este modo de ser y proceder en la Iglesia, vivido en el proceso
sinodal, abre las puertas —en su tercera fase de implementación— para el
desarrollo necesario en los tres ámbitos en los que el Espíritu habla a las Iglesias
al reunirse: el desarrollo de la doctrina, la reforma de las estructuras y la
actividad pastoral de la Iglesia (cf. Constitución apostólica Episcopalis communio
1). Por ello, queremos concluir con una pregunta provocadora planteada por
Congar en 1972:

"debemos preguntarnos si un aggiornamento será suficiente o si se


necesitará algo más. La pregunta surge en la medida en que las
instituciones de la Iglesia emergen de un mundo cultural que ya no puede
encajar en el nuevo contexto cultural. Nuestra época exige una revisión de
las formas tradicionales que va más allá de planes de adaptación o
aggiornamento, y que supone más bien una nueva creación".
La sinodalidad invita a construir un nuevo modelo institucional organizacional en
clave pneumatológica que integre la conversión y la reforma, sin dualismos:

“la clave es la refundación de una figura eclesial, sobre la base de dinámicas comunicativas
ampliadas a la aportación de todos los sujetos eclesiales. Los procesos comunicativos
unidireccionales, basados en el principio de la autoridad delegada, que todavía hoy operan a
distintos niveles, fragilizan la figura de la Iglesia, porque no valorizan ni permiten el
reconocimiento de las múltiples competencias, especialmente de los laicos, las mujeres y los
jóvenes. Se trata de promover dinámicas de comunicación multidireccionales, en red,
capaces —en diálogo— de crear espacios para una historia eclesial, en la que se es a la vez
protagonista y corresponsable, todo ello a partir del bautismo que nos convierte en
ciudadanos de pleno derecho de la Iglesia” (Rafael Luciani, Serena Noceti, En camino hacia una
Iglesia constitutivamente sinodal, 2024).

Por medio de.... una RECONFIGURACIÓN de las identidades y las relaciones de los
sujetos eclesiales para dar forma a nuevas figuras y formas carismáticas y ministeriales
Rafael Luciani

Gracias..!!

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