JONÁS 1
JONÁS 1
JONÁS 1
nfiguración
1, 2. a) ¿Qué estaba pasando por culpa de Jonás? b) ¿Qué aprenderemos con el relato de
Jonás?
Un profeta de Galilea
3-5. a) ¿En qué suele pensar la gente cuando se menciona a Jonás? b) ¿Qué detalles revela la
Biblia sobre Jonás? (Vea también la nota.) c) ¿Por qué no era nada fácil ser profeta en aquel
tiempo?
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Cuando se menciona a Jonás, la gente suele recordar únicamente sus
defectos: que desobedeció a Dios en varias ocasiones y que fue un tanto
testarudo. Sin embargo, también poseía grandes virtudes. Tengamos en cuenta
que Jehová lo eligió para ser su profeta, y no lo habría hecho si no hubiera sido
un siervo fiel y justo.
“Ve a Nínive”
6. ¿Qué comisión le encargó Jehová a Jonás, y por qué era tan difícil?
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“Ve a Nínive la gran ciudad —le ordenó Jehová—, y proclama contra ella que
la maldad de ellos ha subido delante de mí.” (Jon. 1:2.) ¿Qué tenía de difícil
esta nueva comisión? Nínive —la capital de Asiria— estaba a unos
800 kilómetros (500 millas) en dirección este, y llegar allí a pie podría tomarle
un mes. Pero eso no era lo peor. Una vez en la ciudad, tendría que proclamar
la sentencia de Jehová contra los asirios, un pueblo muy conocido por su
extrema violencia y crueldad. Si la predicación de Jonás había tenido poco
éxito con el pueblo de Dios, ¿qué podía esperarse de los habitantes paganos
de la populosa Nínive? ¿Cómo le iría a un solitario siervo de Jehová en aquel
peligroso lugar, al que posteriormente se llamó “la ciudad de derramamiento de
sangre”? (Nah. 3:1, 7.)
7, 8. a) ¿Qué llegó a hacer Jonás con tal de no cumplir su comisión? b) ¿Por qué
no deberíamos pensar que Jonás era un cobarde?
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No sabemos si estos eran los temores que rondaban la mente de Jonás.
Lo que sí sabemos es cómo actuó. Jehová le dijo que fuera hacia el este, ¡y él
huyó lo más lejos posible en dirección contraria! Bajó hasta la costa, hasta el
puerto de Jope, y allí se embarcó hacia Tarsis. Según algunos comentaristas
bíblicos, esta región se encontraba en España, a nada menos que
3.500 kilómetros (2.200 millas) de Nínive. De ser así, aquel viaje al extremo
más lejano del mar Grande podía tomarle un año. Es obvio que Jonás no tenía
la más mínima intención de cumplir la comisión de Dios (lea Jonás 1:3).
tanta dureza, pues más adelante veremos que dio muestras de gran valor.
Como cualquiera de nosotros, era un hombre imperfecto que tenía que luchar
contra sus debilidades y flaquezas (Sal. 51:5). A fin de cuentas, ¿quién puede
decir que no ha tenido miedo alguna vez?
9. ¿De qué manera es posible que nos sintamos a veces, y qué gran verdad no debemos
olvidar?
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Puede que a veces creamos que Dios nos pide cosas dificilísimas, casi
imposibles. Tal vez nos dé temor, por ejemplo, cumplir el mandato cristiano de
predicar las buenas nuevas del Reino de Dios (Mat. 24:14). En esas
circunstancias es fácil olvidar que, como dijo Jesús, “todas las cosas son
posibles para Dios” y que todo lo podremos conseguir con su ayuda y poder
(Mar. 10:27). Si alguna vez nosotros hemos perdido de vista esta gran verdad,
es probable que entendamos mejor la reacción de Jonás. Ahora bien, ¿tuvo
consecuencias lo que hizo?
Viendo que no puede hacer nada para ayudar, Jonás baja a la bodega del
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13. a) ¿Qué les confesó Jonás a los marineros? b) ¿Qué les pidió Jonás a los hombres, y por
qué?
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De inmediato, Jonás les confiesa a los marineros que la culpa es de él. Les
explica que es un siervo del Dios todopoderoso, Jehová, y que se subió al
barco para huir de la comisión que su Dios le había encargado. Pero al
desobedecerlo, los ha puesto a todos en peligro. Con el terror dibujado en sus
rostros, los hombres le preguntan qué deben hacer para salvar la nave y sus
vidas. ¿Cómo reacciona Jonás? Sabe que está en sus manos librarlos de una
muerte segura. Así que, aunque le aterrorice la idea de morir ahogado en ese
mar frío y enfurecido, les pide: “Álcenme, y arrójenme al mar, y el mar se les
aquietará; porque me doy cuenta de que por causa de mí está sobre ustedes
esta gran tormenta” (Jon. 1:12).
14, 15. a) ¿Cómo podemos imitar la fe de Jonás? b) ¿Cómo respondieron los marineros a la
petición de Jonás?
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Esa no es la respuesta de un cobarde, ¿verdad? De seguro, a Jehová le
conmovió ver que Jonás fuera tan valiente y estuviera dispuesto a sacrificar su
vida. Sin duda, con ese gesto demostró tener una gran fe en Dios. Nosotros
podemos imitar su buen ejemplo al preocuparnos por el bienestar de los demás
antes que por el nuestro (Juan 13:34, 35). Cuando vemos que alguien necesita
ayuda física, emocional o espiritual, ¿nos esforzamos por dársela? En tal caso,
estaremos alegrando el corazón de Jehová.
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Quizás el gesto tan altruista de Jonás también conmoviera a los marineros,
porque al principio se negaron a arrojarlo al mar. Hicieron todo lo posible para
resistir el temporal, pero no sirvió de nada. La tormenta era cada vez más
intensa, así que no les quedó más remedio que levantar a Jonás y, pidiendo
que su Dios, Jehová, les tuviera misericordia, lo lanzaron por la borda (Jon.
1:13-15).
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Jonás cae en aquel mar embravecido. Quizás distingue el barco alejándose a
través de una cortina de espuma mientras lucha para mantenerse a flote. Pero
la fuerte corriente lo arrastra sin remedio hacia el fondo, y él pierde toda
esperanza.
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Sabemos lo que sintió Jonás en esos angustiosos momentos gracias a lo que
escribió tiempo después. Allí nos cuenta algunas de las imágenes que le
vinieron a la mente. Pensó con gran tristeza que no volvería a ver el hermoso
templo de Jehová en Jerusalén. Además, mientras se hundía cada vez más,
con las algas enredándose en su cabeza, sintió que estaba bajando a lo más
profundo del mar, donde nacen las montañas. Estaba convencido de que
aquella sería su tumba (lea Jonás 2:2-6).
18, 19. Describa qué le pasó a Jonás en lo profundo del océano y explique de qué animal se
trataba y quién lo había enviado. (Vea también la nota.)
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De pronto, Jonás ve una inmensa sombra que se mueve a su lado. ¿Qué
será? Parece un ser vivo. Entonces observa que se le acerca más y más hasta
que, de repente, se abalanza sobre él y, abriendo sus enormes mandíbulas, lo
traga de un bocado.
“Jehová asignó un gran pez para que se tragara a Jonás”
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Jonás debe pensar: “Aquí se acabó todo. Este sí que es el fin”. Pero, para su
sorpresa, ¡sigue vivo! No ha sufrido ningún daño. Hasta puede respirar con
normalidad allí mismo, en lo que él imaginaba que sería su tumba. Su asombro
es mayor con cada minuto que pasa. Solo hay una explicación posible: fue
Jehová quien “asignó un gran pez para que se [lo] tragara” (Jon. 1:17). *
20. ¿Qué detalles revela sobre Jonás la oración que hizo dentro del pez?
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Pasan las horas. En medio de la más absoluta oscuridad, Jonás tiene tiempo
para poner en orden sus pensamientos y orar a Jehová. Su oración —
registrada en el capítulo 2 del libro de Jonás— nos revela más detalles sobre el
profeta. En ella hace frecuentes citas de los Salmos, lo cual indica que tiene un
gran conocimiento de las Escrituras. Sus palabras de conclusión también
muestran que posee una valiosa cualidad: la gratitud. Allí le dice a Jehová: “En
cuanto a mí, con la voz de acción de gracias ciertamente te haré sacrificio.
Lo que he prometido en voto, ciertamente pagaré. La salvación pertenece a
Jehová” (Jon. 2:9).
21. ¿Qué importante lección aprendió Jonás, y qué hecho no deberíamos olvidar nosotros?
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En aquel lugar tan fuera de lo común, “en las entrañas del pez”, Jonás
aprendió una importante lección: Jehová puede salvar a cualquier siervo suyo,
sin importar el lugar ni el momento. Nada pudo impedir que salvara a Jonás,
ni siquiera el hecho de que se encontrara en el interior de un enorme animal
marino (Jon. 1:17). Está claro que únicamente Jehová podía mantener a un
hombre sano y salvo durante tres días y tres noches en esas condiciones.
No olvidemos nunca que Jehová es el “Dios en cuya mano [nuestro] aliento
está” (Dan. 5:23). En efecto, a él le debemos nuestra mismísima existencia.
¿No es ese un buen motivo para estarle agradecidos? ¿Y qué mejor modo hay
de demostrarlo que obedeciéndole?
22, 23. a) ¿Cómo pudo Jonás mostrar su agradecimiento? b) ¿Cómo podemos imitar a Jonás
cuando cometemos errores?
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¿Y qué hizo Jonás? ¿Fue agradecido y obedeció a Jehová? Desde luego que
sí. El relato dice que, después de tres días y tres noches, la enorme criatura
marina se acercó a la costa y “vomitó a Jonás en tierra seca” (Jon. 2:10).
¿No es increíble? ¡Ni siquiera necesitó nadar para llegar a la orilla! Claro que,
una vez en la playa, tuvo que arreglárselas él mismo para salir de allí. Poco
después se le presentó la oportunidad de demostrar su agradecimiento.
En Jonás 3:1, 2 leemos: “Entonces la palabra de Jehová le ocurrió a Jonás por
segunda vez, y dijo: ‘Levántate, ve a Nínive la gran ciudad, y proclámale la
proclamación que te voy a hablar’”. ¿Qué haría el profeta?
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Sin dudarlo un instante, “se levantó y fue a Nínive según la palabra de
Jehová” (Jon. 3:3). Es obvio que aprendió de sus errores, pues obedeció de
inmediato. Vemos aquí otro aspecto en que podemos imitar al fiel Jonás.
De más está decir que todos pecamos y cometemos errores (Rom. 3:23).
La cuestión es cómo reaccionamos cuando fallamos. ¿Nos damos por
vencidos? ¿O aprendemos de nuestros errores y volvemos al buen camino?
24, 25. a) ¿Cómo vio Jonás recompensada su obediencia? b) ¿Qué recompensas le esperan a
Jonás en el futuro?
Y Jonás, ¿vio él recompensada su obediencia? Claro que sí. Parece que más
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^ Es interesante que Jonás fuera galileo porque, siglos después, los orgullosos fariseos dijeron
lo siguiente para desacreditar a Jesús: “Escudriña, y ve que de Galilea no ha de ser levantado
ningún profeta” (Juan 7:52). Numerosos traductores y especialistas han concluido que estas
palabras de los fariseos eran una generalización para afirmar que nunca había salido ni podría
salir ningún profeta de la humilde región de Galilea. Esto demostraría que los fariseos pasaban
por alto tanto la historia como las profecías (Is. 9:1, 2).
^ Según la versión Septuaginta griega, Jonás estaba tan profundamente dormido que roncaba.
Sin embargo, esto no significa que no le importaba lo que estaba pasando. Recordemos que a
veces quienes están muy deprimidos sienten la irresistible necesidad de dormir. Mientras Jesús
oraba angustiado en el jardín de Getsemaní, los apóstoles Pedro, Santiago y Juan también
cayeron “adormitados de desconsuelo” (Luc. 22:45).
^ La palabra hebrea para “pez” se traduce al griego en la Septuaginta como “monstruo marino”
o “pez enorme”. Aunque es imposible determinar qué tipo de “gran pez” era este, se sabe que
en el mar Mediterráneo hay tiburones capaces de tragarse a un hombre entero. Y estos no son
los más grandes que existen. El tiburón ballena, por ejemplo, puede alcanzar los 15 metros (45
pies) de largo, o incluso más.